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Eve Lipchik - El Desarrollo Involucra Ganancias y Pérdidas

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Quiero aclarar que cuando hablo del proceso me refiero<br />

no sólo a la forma como los clientes actúan entre sí, sino<br />

también a la interacción de los terapeutas con ellos. Nuestro<br />

proceso con los clientes es una conversación en la cual<br />

estos nos dicen y nos muestran que están estancados, y<br />

nosotros hablamos con ellos de sus ideas y experiencias<br />

pasadas, presentes y futuras relativas a la salida del estancamiento.<br />

Pero esa conversación debe ser dirigida de<br />

un modo que se adecue a la visión del mundo y el estilo interaccional<br />

de los clientes, teniendo en cuenta, por ejemplo,<br />

si son detallistas, controladores, de temperamento artístico,<br />

competitivos o conformistas. Este tipo de conversación<br />

crea un nuevo proceso que tiene mayores probabilidades<br />

de conducir a una solución.<br />

La urgencia por encauzar las conversaciones de los<br />

clientes hacia descripciones de conductas puede llevar a<br />

un punto muerto. Además de las conductas, el proceso de<br />

nuestros clientes incluye las emociones, aunque quizá<br />

sean más difíciles de observar. La conducta fría y distante<br />

de un marido no significa que no sufra tanto como su histérica<br />

y pegajosa mujer, ni que ese dolor no afecte su proceso<br />

tanto como el de ella. Por consiguiente, sugiero que<br />

los terapeutas hablen expresamente de los sentimientos<br />

con todos sus clientes, pues los sentimientos son inseparables<br />

de la conducta y la cognición. De hecho, hay algunas<br />

pruebas de que las emociones son una fuerza dominante<br />

en la conducta (LeDoux, 1996; Panksepp, 1998). No se necesitan<br />

muchas pruebas científicas para saber que son<br />

fundamentales en las relaciones familiares y de pareja.<br />

Mary, una atractiva mujer de 35 años, inició una terapia<br />

para formarse una idea de sus dificultades, ya que no<br />

podía mantener una relación seria con ningún hombre.<br />

Informó que concurría a bailes de solteros con la esperanza<br />

de conocer hombres, pero que estos siempre perdían<br />

interés en ella después de haber bailado una pieza. A veces<br />

un hombre la invitaba a salir, pero nunca volvía a llamarla<br />

para una segunda salida. No podía comprender la<br />

causa de ello, pues no se consideraba ni poco agraciada ni<br />

tonta, tenía un buen empleo y trataba de agradar.<br />

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Mary no podía dar con ninguna excepción a sus quejas.<br />

Su idea de un milagro era que alguien se interesara en<br />

ella lo suficiente para querer pasar mucho tiempo en su<br />

compañía y finalmente casarse. Nadie quería volver a<br />

verla después de una o dos citas. No podía ocurrírsele ninguna<br />

actitud diferente para conseguir que un hombre volviera<br />

a llamarla. Mary no sabía nada de su proceso. Preguntarle<br />

qué significado tenían para ella esos rechazos<br />

probablemente la llevaría a incrementar sus autorreproches.<br />

Mary creía, sin duda, que la causa del problema<br />

eran, de alguna manera, sus defectos.<br />

Es probable que las preguntas circulares (Selvini Palazzoli,<br />

Cecchin, Prata y Boscolo, 1978) arrojaran alguna<br />

luz sobre el proceso de Mary y le permitieran considerar<br />

diferentes opciones. Por ejemplo: «¿Qué cree que dirán<br />

los hombres sobre su manera de reaccionar cuando flirtean<br />

con usted?»; «¿Cómo quiere que la perciban los hombres?»;<br />

«¿Cómo se sentiría si la percibieran de esa manera?»;<br />

«¿Cuál sería, en su opinión, la diferencia en ese caso?»;<br />

«¿Qué cree que debe hacer para conseguir que los<br />

hombres la vean interesada en ellos?»; «¿Qué características<br />

advierte en las mujeres que parecen retener el interés<br />

de los hombres?».<br />

Las técnicas centradas en la solución no eran apropiadas<br />

para Mary porque carecían de un contexto en el que<br />

ella pudiera considerarlas. Mary sólo era capaz de percibir<br />

su situación a su modo y por eso estaba atascada. Su<br />

manera de ver las cosas no tomaba en cuenta el punto de<br />

vista de los hombres a quienes quería atraer. De hacerlo,<br />

habría sido capaz de hallar una solución. Las preguntas<br />

circulares tenían el propósito de ofrecerle el contexto necesario.<br />

A algunos clientes les resulta difícil ver las cosas<br />

desde una perspectiva diferente de la suya propia. Suponiendo<br />

que no fuera ese el caso de Mary, ampliar su visión<br />

para incluir en ella el proceso le daría la oportunidad de<br />

considerar si tenía la capacidad o el deseo de ensayar algunas<br />

conductas diferentes con los hombres. Si los sentimientos<br />

no se manifiestan naturalmente como parte de<br />

esa conversación, el terapeuta debe preguntar sobre ellos.<br />

Esto proporcionará una fuente de información mucho<br />

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