Eve Lipchik - El Desarrollo Involucra Ganancias y Pérdidas
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elajada y amistosa, como uno lo haría con un huésped en<br />
su propia casa. Las preguntas al cliente sobre si tuvo dificultades<br />
con el tránsito en el camino al consultorio o sí le<br />
costó localizarlo» lo mismo que los comentarios sobre el<br />
tiempo, siempre son útiles. A continuación, y antes de interrogarlo<br />
sobre los aspectos demográficos o históricos, se<br />
lo debería invitar a hablar acerca de lo que siente respecto<br />
de la terapia. Por ejemplo: «¿Es su primera experiencia<br />
con la terapia?». En tal caso: «Puede ser incómodo para algunas<br />
personas». «¿Hay algo que quiera saber acerca de lo<br />
que haremos?». Si se nota que el cliente está ansioso: «Es<br />
difícil hablar con un extraño de las cosas que nos perturban.<br />
¿Puedo hacer algo para que se sienta más cómodo?».<br />
Como parte de mi rutina, pregunto a los clientes qué<br />
desean saber sobre mí y sobre la institución antes de comenzar<br />
a pedirles información sobre ellos. Generalmente,<br />
esto provoca una sorpresa agradable, y algunos clientes<br />
aprovechan la oportunidad para hacer preguntas. Estos<br />
pasos comienzan a definir una relación de aceptación,<br />
comprensión y respeto mutuo que es cómoda desde el punto<br />
de vista emocional. Como Erickson lo expresó magistralmente,<br />
es natural relajarse en presencia de alguien<br />
que no nos cuestiona.<br />
Las figuras 1 y 2 representan las interacciones terapeuta-cliente<br />
que generan el clima emocional. Ambos<br />
diagramas muestran un proceso que comienza cuando el<br />
terapeuta y el cliente se encuentran por primera vez y<br />
perdura hasta el final de la relación. No debe darse por<br />
sentado que el clima emocional, una vez que ha surgido<br />
para proporcionar seguridad y comodidad al cliente, se<br />
mantendrá estable durante todo el tratamiento. Es preciso<br />
controlarlo permanentemente y mantenerlo para que<br />
no obstaculice el progreso.<br />
La posición del cliente<br />
Los clientes inician la relación terapéutica sintiéndose<br />
vulnerables y desvalidos. No saben aún que sus recuer-<br />
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dos, percepciones, temores y expectativas son valiosos recursos<br />
y tienen la clave de la solución de sus problemas.<br />
En la medida en que puedan acceder a esa información y<br />
utilizarla para conocer con claridad sus necesidades y deseos,<br />
su progreso se verá facilitado. <strong>El</strong> caso de John, que<br />
vimos en el capítulo 1, constituye un ejemplo. Cuando<br />
John se sintió lo bastante seguro para hablar sobre su<br />
sentimiento de culpa con el terapeuta, pudo revisar sus<br />
metas y dar por su cuenta los pasos necesarios para alcanzar<br />
una solución.<br />
Muchos de los clientes que acuden a terapia sienten<br />
que no tienen control sobre su vida. Experimentan una<br />
creciente desesperanza. Como se indica en la figura 1, temen<br />
la crítica y lo desconocido y se muestran cautelosos<br />
en relación con el terapeuta. Están centrados en el problema,<br />
en algo censurable que ellos u otros hicieron en el pasado,<br />
y perciben su situación como «totalmente mala» o<br />
«totalmente buena».<br />
En su primer contacto con la terapia, los clientes suelen<br />
tener dudas acerca de cómo comportarse. Algunos esperan<br />
que el terapeuta «haga algo que los haga cambiar».<br />
Estas dudas pueden parecer amenazantes, incluso para<br />
quienes desean cambiar. <strong>El</strong> cambio implica asimismo la<br />
existencia de defectos que preferirían no admitir o revelar.<br />
Como terapeutas debemos hacerles comprender que el<br />
cambio, o el potencial para el cambio, puede provocar cierta<br />
angustia, y también debemos estar atentos a las señales<br />
de esta durante toda la terapia. Cuando encontramos<br />
pruebas de que los clientes están angustiados, la manera<br />
de ayudarlos según el modelo centrado en la solución consiste<br />
en normalizar esa angustia y tratar de que acepten<br />
sus sentimientos en vez de combatirlos. Podemos decirles,<br />
por ejemplo: «Es normal que usted se sienta (confundido,<br />
inseguro, incómodo, angustiado). Esto puede ser para<br />
bien, pues le está diciendo que aminore el paso y se tome<br />
algún tiempo para acostumbrarse a los cambios que pueden<br />
producirse (o que se han producido) y pensar detenidamente<br />
en cómo desea proseguir. Siempre es preferible<br />
ir despacio».<br />
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