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crónicas gc. jul-ag

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REPORTAJE<br />

& TELEVISIÓN<br />

Me encantan las historias de monjas y<br />

religiosos que manifestaron algún tipo<br />

de prodigio o hecho considerado sobrenatural.<br />

Me fascinan casi tanto como las<br />

peripecias de nuestros “hachos” o luces<br />

populares, o los enclaves arqueológicos<br />

que fueron vertebrados alrededor del<br />

movimiento de los astros y el discurrir<br />

de las estaciones. La verdad es que puesto<br />

a listar todo aquello que me cautiva<br />

por misterioso, heterodoxo o insólito, no<br />

podría dejarme atrás a San Borondón<br />

y los espacios encantados de Canarias,<br />

la huella simbólica y hermética que se<br />

puede rastrear en diferentes espacios<br />

arquitectónicos y urbanísticos de las islas,<br />

o el asombroso descaro con el que el<br />

fenómeno OVNI se manifiesta en nuestro<br />

territorio. Pero no nos dispersemos<br />

y centremos el discurso en uno de esos<br />

aspectos, como tantos otros, que pocos<br />

canarios vincularían con nuestras islas<br />

y que, sin duda, cautiva atenciones y<br />

curiosidad cuando se nos ofrece procedente<br />

de otras localizaciones. Me refiero<br />

a los pactos con el diablo o los demonios,<br />

a aquellos episodios y personajes que los<br />

prot<strong>ag</strong>onizaron y que forman parte de la<br />

historia canaria, de la historia de nuestras<br />

creencias y manera de entender el<br />

mundo. Reconozco que estos relatos me<br />

cautivan, aunque obviamente advierto al<br />

lector que seguramente ninguno de tales<br />

hechos soportaría hoy un análisis crítico.<br />

En su tiempo, es posible que tampoco fueran<br />

creíbles para una buena parte de la<br />

población, debate que excede el objetivo<br />

de estas líneas.<br />

Leyendas de demonios<br />

El tema da para mucho más de lo cabría<br />

pensarse en primera instancia, y no<br />

extrañaría nada que estas líneas puedan<br />

ser fuente de inspiración para cazadores<br />

de ideas. Nuestra relación con lo maligno<br />

-demoniaco o diabólico desde la visión<br />

judeocristiana- parece arrancar con la<br />

figura de Guayota y la de los iruenes,<br />

irguanes y tibicenas, criaturas en las que<br />

en el mundo indígena parecían cristalizar<br />

los aspectos más temibles y oscuros<br />

de la existencia. Con el paso de los siglos,<br />

la figura del diablo y sus poderes en la<br />

cultura popular parecía algo alejada de<br />

los terrores que hicieron fortuna en otros<br />

lugares. De hecho, en nuestras islas, a la<br />

vista de la tradición y de los documentos<br />

inquisitoriales, la figura de demonios<br />

y duendes terminan confluyendo hasta<br />

convertirse, en algunas ocasiones, en indistinguibles.<br />

Nuestro admirado profesor<br />

Francisco Fajardo Spínola en su obra en<br />

su imprescindible “Hechicería y brujería<br />

en Canarias en la Edad Moderna” relata<br />

cómo “En los varios centenares de testificaciones<br />

de 1524 no se emplea ni una vez<br />

el término demonio, sino diablo, y más a<br />

menudo diablos, en plural. Parece haber<br />

una jerarquización y unos caudillos principales<br />

-Satanás, Belzebú, Lucifer, Barrabás,<br />

«el diablo mayor»-, así como unos<br />

diablos diferenciados -del cantillo, de las<br />

encrucijadas, el diablo Cojuelo...-; pero en<br />

conjunto forman una caterva de espíritus<br />

malos: no se trata de un Demonio en<br />

singular, personificación del principio<br />

teológico del mal” No es extraño que la<br />

bruja o la hechicera tenga poder sobre<br />

estos demonios o diablos, a los que a veces<br />

trata como sirvientes. Spínola cita un<br />

caso de La Gomera datado en el año 1570<br />

en el que se afirma que una mujer tenía<br />

un duende de los llamados familiares encerrado<br />

en un anillo, mientras que otra<br />

DE PACTOS CON<br />

EL DIABLO EN<br />

CANARIAS<br />

tenía “una caja o una redoma o un jarro<br />

en el que vio unas cosas vivas que iban<br />

unas para abajo y otras para arriba, unas<br />

prietas y otras verdes, y que decían que<br />

eran familiares”<br />

Un caso especialmente interesante a<br />

nuestro juicio, por ser un hombre el prot<strong>ag</strong>onista,<br />

es el de Melchor de Santi<strong>ag</strong>o,<br />

del último cuarto del siglo XVI. A Melchor,<br />

natural de Madeira y de 21 años<br />

cuando conoció los rigores de la justicia,<br />

lo prendió el Vicario de Lanzarote y lo<br />

puso en manos del Obispo para que fuese<br />

tratado por la Inquisición. Tal y como declararon<br />

algunos amigos y vecinos,<br />

nuestro prot<strong>ag</strong>onista obraba<br />

ante ellos ciertos prodigios que el<br />

mismo atribuía a su trato con demonios.<br />

En una ocasión tomando<br />

un alfiler entre los dedos los arrojó<br />

a una hoguera pidiendo a quienes<br />

la acompañaban que mirasen al<br />

cielo, momento en que se dibujaron<br />

sobre sus cabezas múltiples<br />

destellos y gran estruendo, a modo<br />

de tormenta. Llegaron a contar que<br />

con un alfiler había hundido en la<br />

distancia a un barco, o que algunas veces<br />

se le había visto lanzarse por barranqueras<br />

sin presentar daño alguno, cosa que<br />

según parece hacía a petición, y bajo la<br />

protección, de los demonios.<br />

En los cuentos populares de brujas y<br />

en algunas de nuestras leyendas, de vez<br />

en cuando, a veces, aparece también el<br />

diablo. Se nos muestra como macho cabrío<br />

o garañón, presidiendo reuniones<br />

brujeriles, o saliendo al paso como educado<br />

e intimidante caballero trajeado.<br />

En El Hierro, tal y como nos cuenta Juan<br />

Bethencourt Alfonso, lo hace “vestido<br />

de casaca blanca y pantalón negro, o al<br />

revés” El diablo irrumpe en relatos como<br />

el de la Pared del Diablo o de Roberto en<br />

La Palma, levantando en la Cumbre de<br />

los Andenes un muro para separar el<br />

amor de dos enamorados, mientras que<br />

en Lanzarote encontramos su presencia<br />

en la crónica de la titánica lucha de<br />

Pedro Perico, pastor indígena de lo que<br />

hoy sería Yaiza, con un gigantesco macho<br />

cabrío. La dura pelea terminaría con<br />

ambos precipitándose por una profunda<br />

sima, entrada simbólica al infierno, y el<br />

recuerdo de aquel épico encuentro que la<br />

tradición recogida por Bethencourt Alfonso<br />

sitúa en el año 1500, quedaría dando<br />

nombre a una montaña y una cueva.<br />

Al hilo de esto a los lectores les resultará<br />

curioso saber que en Canarias tenemos<br />

unos 50 topónimos relativos al Diablo,<br />

desde montañas a cuevas, ello sin contar<br />

los que contienen el término “infierno”.<br />

Algunos con leyendas, como la Cueva del<br />

Diablo de San Diego del Monte en La L<strong>ag</strong>una,<br />

donde una versión habla del lugar<br />

como guarida de un ser que destrozaba<br />

cada noche el muro de cerramiento del<br />

convento, y otros de un maleante que se<br />

atrincheró en el lugar y usó el miedo al<br />

diablo para hacer de la zona, y de sus<br />

cultivos, su despensa particular.<br />

JUL-AGO 2023 47<br />

El Perro Grande, Juan de la Vega, Roberto,<br />

diablo Cojuelo, el Mudo o María<br />

de Padilla son algunos de los nombres<br />

que hemos usado en Canarias para referirnos<br />

a estos demonios.<br />

Pactos con el diablo<br />

En el ámbito conventual, el demonio<br />

andaba siempre rondando, incitando al<br />

pecado carnal y a la debilitación de la fe.<br />

Nuestras monjas más místicas declararon<br />

luchar contra el diablo, ya fuera de<br />

forma simbólica aplacando tentaciones<br />

y dudas, o literal, como sucedía con sor<br />

Petronila de San Esteban, del convento<br />

de San Bernardo en la ciudad de Las<br />

Palmas de Gran Canaria. Sus batallas<br />

con el demonio eran de espanto, y sus<br />

hermanas decían escuchar algunas noches<br />

los alaridos y cadenas del demonio<br />

vencido. Un caso muy llamativo al que<br />

le hemos dedicado atención en nuestros<br />

libros fue el de Sor Juana de San<br />

Bernardo, prot<strong>ag</strong>onista en los antiguos<br />

conventos de San Ildefonso y Santa Clara,<br />

allá por el año 1775, también en Las<br />

Palmas de Gran Canaria de un proceso<br />

inquisitorial francamente ruborizante.<br />

La monja confesó haber pactado con Lucifer<br />

ofreciendo su alma y devoción a<br />

cambio de dos cosas: salir de un convento<br />

que a sus trece años se le debía antojar<br />

como una prisión, y de sexo. De mucho<br />

sexo. Tanto sexo que hasta los propios<br />

inquisidores no pudieron dar crédito a<br />

semejante fogosidad e irreverencia, prolongada<br />

según la propia religiosa por espacio<br />

de 29 años. El contrato de su pacto<br />

demoniaco se conserva como una rareza<br />

en el Museo Canario.<br />

A la par que se desarrollaba el caso<br />

de Sor Juana, en 1773, en el Convento<br />

de San Diego de Garachico, se daba otro<br />

caso de pacto demoniaco. Rosa María de<br />

Barrios, natural de Buenavista ingresó<br />

en el convento en el año 1765 cuando<br />

rondaba los 17 años, prot<strong>ag</strong>onizando su<br />

historia de confesión voluntaria cumplidos<br />

los 25 años. Al parece, en el momento<br />

de confesar su pacto demoniaco llevaba<br />

cuatro años vigente. La cuestión es que<br />

el 7 de <strong>ag</strong>osto de 1773 el fraile franciscano<br />

Nicolás Peraza y Ayala, confesor y<br />

presidente del convento de Garachico,<br />

toma declaración a Sor Rosa de San José<br />

sobre los errores que la auto inculpada<br />

dice haber cometido contra la fe católica.<br />

“Primeramente declara que incitada<br />

de apetito sexual sensual invocó al demonio<br />

diciendo quería pacto con el Diablo si<br />

le facilitara el cooperar carnalmente con<br />

fulano”. Una vez firmado el acuerdo, la<br />

monja relata como el Diablo la incita a<br />

dar muestras de su fiabilidad, es decir,<br />

a demostrar que realmente quiere estar<br />

comprometida con ese pacto, ordenándole<br />

que ejecute diversidad de acciones<br />

pecaminosas. Frente a otros pactos lujuriosos<br />

el de Sor Rosa no fue especialmente<br />

ambicioso dado que su libido pareció<br />

calmarse con una frecuencia de encuentros<br />

sexuales a nuestro juicio bastante<br />

moderada, tirando a escasa “a petición<br />

del diablo logró lo que deseaba pues dice<br />

que por más cuatro años ha estado<br />

cometiendo culpas carnales<br />

con el Demonio, cada mes dos a lo<br />

que le parece y algún mes de una<br />

sola, y todas veces que quería pecar<br />

invocaba al Demonio para<br />

dicho fin”. apple<br />

Jose Gregorio González

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