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vida_de_flavio_josefo

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Sueño de Josefo

Aquella noche tuve un sueño maravilloso. Cuando me acosté, disgustado e

inquieto por la carta que había recibido, me pareció que alguien a mi lado me

decía: «Deja de atormentar tu espíritu y aleja todo temor, pues estos

sufrimientos te engrandecerán y serás muy afortunado en todo. Tendrás éxito

no sólo en esta empresa, sino en otras muchas. No desfallezcas; recuerda que

tendrás que luchar incluso contra los romanos». Después de esa visión me

levanté, impaciente por bajar a la llanura. Al verme, todo el pueblo de Galilea

—incluso mujeres y niños— se postraron con el rostro por tierra y me

suplicaron llorando que no los dejase a merced de los enemigos y que no me

marchase, exponiendo el país a los ultrajes de sus adversarios. Como yo no

cedía a sus ruegos, intentaron obligarme con juramentos a quedarme con ellos

y lanzaban múltiples injurias contra el pueblo de Jerusalén, por no permitir

que su tierra viviese en paz.

Josefo acepta quedarse en Galilea

Cuando escuché sus palabras y vi el desaliento de la multitud, cedí a la

piedad, pensando que valía la pena incluso correr peligros seguros por un

pueblo tan numeroso. Consentí finalmente en quedarme y ordené que se

presentaran cinco mil soldados provistos de víveres, y a los demás los envié a

sus casas. Cuando llegaron los cinco mil, con ellos y con tres mil soldados de

mi ejército y ochenta jinetes me puse en camino hacia Cabul una aldea situada

en la frontera de Ptolemaida. Mantuve reunidas allí a todas mis fuerzas,

fingiendo prepararme para la guerra contra Plácido. Éste, enviado por Cestio

Galo, había llegado con dos cohortes de infantería y un escuadrón de

caballería para incendiar las aldeas de Galilea, vecinas de Ptolemaida. Como

él levantara una empalizada delante de Ptolemaida, yo instalé el campamento a

una distancia de sesenta estadios aproximadamente de la aldea de Cabul.

Muchas veces hicimos avanzar nuestras tropas para entablar batalla, pero sólo

llegamos a algunas escaramuzas, pues Plácido, en cuanto se daba cuenta de

que yo estaba resuelto al combate, retrocedía espantado. Sin embargo no se

alejaba de Ptolemaida.

Llegada a Galilea de la delegación de Jerusalén

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