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daría ocasión de obtener el poder. Así pues, se presentó en público e intentó
hacer creer al pueblo que su ciudad había sido siempre la capital de Galilea, al
menos en la época de su fundador Herodes el Tetrarca, quien quería que la
ciudad de Séforis dependiera de la de Tiberíade; ni siquiera en tiempos del rey
Agripa, el padre, habían perdido la primacía, sino que la conservaron hasta
que Félix fue nombrado procurador de Judea. Sin embargo ahora, les decía,
tenían la desgracia de haber sido entregados como regalo por Nerón a Agripa
el joven. Séforis, por su sumisión a los romanos, se había convertido
inmediatamente en la capital de Galilea y se habían instalado en ella la banca
real y los archivos. Decía éstas y otras muchas cosas contra el rey Agripa con
el fin de incitar al pueblo a la sedición y añadía que había llegado el momento
de empuñar las armas y aliarse con los galileos, quienes se dejarían llevar de
buen grado por el odio que sentían hacia los seforitas, los cuales todavía
guardaban fidelidad a los romanos; era el momento de llevar a cabo la
venganza con un gran ejército. Con esta arenga se ganó a la muchedumbre,
pues era un hábil demagogo que, con el encanto y la perfidia de sus palabras,
triunfaba sobre sus oponentes aunque propusieran mejores planes; y no era
desconocedor de la cultura griega, lo que le dio ánimos para escribir la historia
de estos sucesos con el propósito de confundir la verdad con su fácil discurso.
Pero en el curso del relato iré demostrando la vida indigna que llevó este
hombre y cómo, junto con su hermano, fue prácticamente el responsable de
nuestra ruina. En esa ocasión, Justo, después de convencer a sus
conciudadanos de que tomaran las armas, forzando incluso a muchos que no
querían, salió con todos ellos y quemó las aldeas de Gadara e Hipo que se
encuentran en los límites de Tiberiade y del territorio de Escitópolis.
Giscala
Así estaban las cosas en Tiberíade. La situación de Giscala era la siguiente:
Juan, hijo de Leví, al ver que algunas gentes estaban muy ufanas con la
rebelión contra los romanos, intentaba contenerlos y les pedía que se
mantuvieran leales. Pero a pesar de sus esfuerzos no lo consiguió, pues los
pueblos vecinos, gadarenos, gabarenos, soganeos y tirios, reunieron un gran
ejército y cayeron sobre Giscala tomándola por la fuerza. Después de haberla
incendiado y asolado, regresaron a sus casas. Entonces Juan, irritado por ello,
armó a todos sus partidarios y, enfrentándose a los pueblos mencionados, los
venció. A Giscala la reconstruyó fortificándola y dotándola de murallas para
su seguridad futura.