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FLOR DESLUMBRANTE

Edición - Andina

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PERFIL4 • VARIEDADESLA NÚMERO UNO EN EL AULAESCRIBE: SUSANA MENDOZA SHEENFOTOS: JACK RAMÓN MORALESMujer quedeja huellaEn el Día Internacional de la Mujer presentamosla historia de Teresa Arcila Aguilar. A sus 75años, ella es una mujer vital con ansias deaprender. Hace poco culminó su secundaria. Susueño ahora es ingresar a la universidad paraconvertirse en una profesional.Su afán por aprender no tiene límites. Teresa Arcila AguilarGutiérrez a sus 75 años de existencia consiguió culminarsu secundaria en un colegio de educación básicaalternativa. La vergüenza que la acompañó tantas veces a lahora de votar, porque en su antigua libreta electoral aparecíala palabra "primaria" luego de la frase "grado de instrucción",no se repetirá nunca más.Se sentía medio disminuida. Pero ahora que ya terminóla secundaria, y quiere estudiar agronomía en la universidadAgraria, esa sensación de menor valía ha desaparecido.En secreto vivió aquella especie de arenita en el corazón.Jamás la compartió con sus siete hijos, que la aman, y ahorala respetan más.Porque doña Teresa Arcila fue siempre activa. No fue unamujer dócil en sus acciones, quizás sí de perfil bajo, porquechatita es, pero con una vocación de lanza para no dejar quenada la alejara de su afán de ilustración. Porque ella a pesarque culminó sus estudios primarios en la escuela pública, SantaRosa de Lima, cerca del mercado Central, aprendió alta costurapara especializarse en coser camisas y casacas.Era una adolescente cuando gracias a esa formaciónayudó a sus padres a cuidar a los 11 hermanitos que siguierondespués de ella. Su hija, María Teresa, recuerda que su abuelaera también muy curiosa y que a solas aprendía inglés, sólopor el hecho de conocer esa lengua extranjera que empezabaa estar de moda a comienzos del siglo XX.El bicho por saber y conocer más le vino por la madre, y seinoculó exponencialmente en Teresa, quien aprendió despuésdel matrimonio y la maternidad, medicina natural. Tiene unaconstancia de estudio que confirma su aprendizaje, pero no sutenacidad, porque ahora es vegetariana y aplica lo aprendidocon sus hijos y nietos.Concretar el sueño de concluir sus estudios secundariosfue una casualidad o algo que Dios, como dice ella, le teníapreparado. Su hermano que vive en Villa El Salvador le pidióhace cuatros años que acompañara a su hija al centro deeducación básica alternativa San Luis. Para calmar la angustiapaterna, ella aceptó de buen agrado.Pero la traviesa sobrina entraba por una puerta y salía porla otra. Al parecer, el papá le hizo caso a sus bigotes de viejofelino, y detectó la sutil diferencia de andanzas de la hija quecanceló los falsos estudios y se la regresó al distrito luchadorde Lima-Sur. Teresa aprovechó la situación para acercarse aaveriguar si ella podía estudiar.Cuál no sería la sorpresa para esta septuagenaria limeñaal saber por boca de la propia directora, Edda Benavente, quesí podía hacerlo. En ese instante aparecieron muchas vivenciasdel pasado. Los desayunos y almuerzos con su madre en elcomedor popular de la avenida Manco Cápac, cuando era niña;y la rifa de una camisa, cuyo boleto ganó un guapo constructorcivil, que meses después sería el padre de sus hijos.Desde ese día, y durante cuatro años, en el horario de 6:30de la tarde hasta las 10 de la noche, de lunes a viernes y sentadaen la primera carpeta, Teresa Arcila, no dejó de asistir a ninguna

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