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BUMERÁN CHÁVEZ

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No es una obsesión gringa por satanizar a todo<br />

simpatizante de los movimientos radicales de Oriente Medio.<br />

El propio núcleo del régimen chavista fue bien consciente de<br />

los riesgos de abrazarse a Hezbolá. «Chávez no era un<br />

pendejo. Podía jugar con fuego, pero tomaba sus<br />

precauciones», asegura alguien por cuyas manos pasó una lista<br />

de alrededor de trescientos nombres de operativos de Hezbolá<br />

residentes en Venezuela, con sus datos personales bien<br />

registrados: direcciones, cédulas de identidad, teléfonos,<br />

correos electrónicos... A una docena de ellos se le daba la<br />

consideración expresa de terroristas. La mayoría eran de<br />

origen libanés, pero también había sirios. Era un listado bien<br />

custodiado que Diosdado Cabello llegó a ofrecer en sus<br />

contactos posteriores con Estados Unidos, en su frustrado<br />

intento de negociar que Washington le viera con buenos ojos<br />

como alternativa a Maduro. Chávez había acordado que<br />

Hezbolá extendiera su red en el país, pero también había<br />

tomado precauciones: puso a agentes de inteligencia<br />

venezolanos a seguirles y a escuchar sus conversaciones. Una<br />

unidad de la DISIP (luego SEBIN) los vigilaba las veinticuatro<br />

horas. Chávez les dejó una parte del negocio de la droga y les<br />

dio vía libre para el lavado de dinero, pero siempre les<br />

mantuvo un ojo encima, controlando que no se hicieran con un<br />

trozo de pastel más grande que el que les dejaba o llegaran a<br />

ejecutar alguna acción terrorista que excediera la hoja de ruta<br />

presidencial.<br />

Playas para el Mossad y Al Qaeda<br />

El Mossad conoce bien las playas blancas de las islas<br />

venezolanas. Cuando la inteligencia israelí quería premiar con

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