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Revista Historia Autónoma, número 2, marzo 2013, ISSN: 2254-8726<br />

obtener por su aplicación en el cuero y tejidos. Mucho más interesantes resultan las<br />

páginas que Cortés dedica al buey. A su descripción, comportamiento animal y provecho<br />

como animal de tiro y alimento humano, el autor añade la exposición de lo que califica<br />

de caso raro de la naturaleza, que recoge el procedimiento de obtener abejas a partir<br />

del buey muerto, siguiendo a Crecentino, Aben Cenif y Palladio. Pero, además, añade<br />

la observación personal de la aparición de insectos en otros animales muertos, caso de<br />

escarabajos que por tiempo vienen a tener alas en el asno; moscardones en los caballos,<br />

moscas en las frutas y mosquitos en los álamos, como medio de afrontar la incredulidad<br />

de los lectores:<br />

“todo esto he dicho al propósito de que no nos maravillemos ni pongamos en duda<br />

que del buey muerto se engendran las abejas, especialmente diciéndolo tan abonados<br />

autores, que por decirlo ellos se les debe dar mucho crédito; y si no, manos a la<br />

experiencia, que es madre de desengaños, pues es fácil de probar y no muy costosa<br />

la prueva” 25 .<br />

Supone ello, por tanto, una llamada temprana a la observación como medio de<br />

conocimiento.<br />

También el capítulo dedicado a las hormigas participa de la indagación, tanto personal<br />

como verbalmente transmitida por coetáneos, lo que le permite a Cortés extenderse mucho<br />

más que en otros animales en su conducta. Añade a ello la minuciosa descripción de la<br />

morada en la que habitan, su cuidosa construcción y ordenada distribución interna. Pero<br />

su admiración por estos diminutos insectos no le impide incidir también en su faceta de<br />

demoledor de las cosechas, lo que le induce a anotar también algunos remedios contra las<br />

tristes hormigas, entre los que –tomados de Plinio y Aristóteles– predominan el azufre,<br />

los polvos de orégano, la cal viva, el girasol y el aceite de enebro. El capítulo dedicado<br />

al dragón, partiendo de los escritos de Aristóteles, Plinio, San Agustín, San Isidoro y<br />

Alberto, que remiten sus noticias a Etiopia y a la India Oriental, resulta especialmente<br />

fantasioso en lo que se refiere a la piedra de vidrio veneciano llamada draconites, de<br />

la que dice disponer en la cabeza y a la que atribuye virtudes no menos imaginarias.<br />

También el elefante suscita un especial interés en Cortés, que dedica un amplio espacio<br />

a su descripción y conducta, en particular al apareamiento y al modo de huir de los<br />

cazadores que persiguen sus colmillos de marfil. Suceden a estos los apartados que dedica<br />

al caballo, en el que diserta sobre sus atributos naturales: el brío y la fortaleza; al tigre o<br />

pantera, entre los que no establece distinción, si bien sí hace notar la diferencia entre la<br />

pantera y la especie que algunos autores denominan pardal, que difieren en condición y<br />

hermosura; al castor, cuya información extrae de Fisiólogo; y al unicornio en el que se<br />

ocupa del cuerno y los procedimientos de caza, tan insólitos que él mismo, además de<br />

25 Cortés, Gerónimo, Libro y tratado… op. cit., ff. 171-172.<br />

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