Segundo%20nu%CC%81mero%20de%20la%20Revista%20Historia%20Auto%CC%81noma
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Así, desde 1859 en adelante, las tentativas de expansión hacia Marruecos (sin<br />
olvidar el golfo de Guinea) se encarrilaron por los derroteros clásicos del colonialismo<br />
europeo del siglo XIX: “afirmación de la supremacía militar y de las áreas de influencia<br />
y proyección de un espacio apto para la inversión de capitales y para el trato preferente al<br />
comercio nacional” 9 .<br />
2. La batalla de Tetuán o guerra de África (1859-1860)<br />
La batalla de Tetuán, elevada en la historiografía española –que no en la marroquí–<br />
a la categoría de guerra, constituyó el punto de partida de la nueva actitud española con<br />
respecto a Marruecos.<br />
De esta forma, el vecino ribereño se convirtió en panacea y remedio de todos los<br />
males, pues se presumía como solución a los problemas internos del país y al desastre que<br />
supuso la pérdida de buena parte de las colonias americanas.<br />
Esta opción, ampliamente cultivada y reflejada en la mayor parte de los textos de<br />
la época, tuvo en Pedro Antonio de Alarcón y en Benito Pérez Galdós, dos de sus más<br />
fieles exponentes 10 . El primero afirmaba que “La guerra de África, en principio, es una<br />
gran cuestión nacional para España, porque reúne en un interés común a sus mal avenidos<br />
hijos” 11 .<br />
En esta misma línea, Galdós, profundizaba en las motivaciones que habían llevado<br />
a que Marruecos se hubiera convertido en una prioridad para el erosionado régimen<br />
isabelino. Al constituir un elemento unificador en torno al honor nacional perdido por el<br />
desastre americano y las desavenencias internas, se erigía en el mejor medio para conseguir<br />
desviar la atención de los problemas que aquejaban al país. En consecuencia, aunque la<br />
empresa fue presentada como un deber patriótico, las auténticas razones afloraban en la<br />
mente de cualquier español que no se dejara llevar por las arengas oficiales:<br />
“También en el viejo Ansúrez hervía la efusión patriótica; mas no eran sus<br />
demostraciones tan infantiles como las del Halconero. Su espíritu reflexivo, dotado<br />
de tanta claridad y agudeza que fácilmente penetraba en la entraña de todas las cosas,<br />
ponía en el examen de la anunciada guerra el sentido más puro de la realidad […]<br />
Debemos alabar al señor de O´Donnell por la idea de llevar nuestros soldados al<br />
África; que así echamos la vista y el rostro fuera de este patio de Tócame Roque en<br />
que vivimos” 12 .<br />
9 Martín Corrales, Eloy (ed.), Marruecos y el colonialismo español (1859-1912). De la guerra de África a<br />
la “penetración pacífica”, Barcelona, Bellaterra, 2002, p. 9.<br />
10 Véase al respecto la panorámica que traza González Alcantud, José Antonio (ed.), Pedro Antonio de<br />
Alarcón y la Guerra de África. Del entusiasmo romántico a la compulsión colonial, Barcelona, Antrophos,<br />
Editorial del Hombre, 2004.<br />
11 Alarcón, Pedro Antonio de, Diario de un testigo de la guerra de África, Madrid, Gaspar y Roig Editores,<br />
1859, p. iii.<br />
12 Pérez Galdós, Benito, Aita Tettauen, en Episodios nacionales, vol. 5-6, Madrid, Editor Sucesores de<br />
Hernando, 1920, p. 15.<br />
Rocío Velasco, “Objetivos y limitaciones de la política exterior española...”