Colaboraciones - Personal Telefónica Terra
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- Eso qué importa ahora, bebe.<br />
La insistencia del encapuchado<br />
hizo que el joven aceptara el ofrecimiento.<br />
Dio un tímido sorbo. Era un<br />
extraño sabor agridulce que le reconfortó<br />
el paladar y todo su cuerpo. Ahora<br />
bebió con mas ansiedad. El extraño brebaje,<br />
combinado con hierba buena y<br />
miel caliente para mitigar su amargor,<br />
reanimó en varios minutos al desfallecido<br />
Paulino, volviendo la lucidez y la<br />
serenidad a su rostro.<br />
El siniestro personaje había dado<br />
la espalda a Paulino. Miraba sobre la lejanía<br />
el fatídico Castil de lobos. De vez en<br />
cuando parecía husmear la brisa matutina.<br />
Pasados algunos momentos de un<br />
silencio inquietante para el líder alustantino,<br />
su misterioso acompañante giró<br />
s o b re sí mismo continuando oculto su<br />
ro s t ro en la profunda capucha de cuero .<br />
- Quiero hacer un pacto contigo<br />
–dijo–,pero tienes que darme tu palabra.<br />
- ¿Qué clase de pacto? Si aún no<br />
sé quién eres –contestó Paulino con<br />
sorpresa–.<br />
- No estás en condiciones de<br />
hacer muchas preguntas. ¿Saber quién<br />
soy? Qué más da.<br />
- ¿Qué pretendes de mí?,¿qué<br />
patraña tienes entre manos? –preguntó<br />
Paulino–.<br />
- Dame tu palabra y conocerás el<br />
trato –contestó el enigmático compañero<br />
que otra vez miraba el lejano cerro–.<br />
- La tienes –accedió a sus<br />
deseos el joven–.<br />
Sin apenas mirarse entre ambos,<br />
el encapuchado expuso su compro m i s o .<br />
- Reúne hoy mismo a los que<br />
queden de tus hombres y llévalos esta<br />
misma noche al pie del cerro Castil de<br />
lobos la derrota y exterminio de los facin<br />
e rosos queda a cuenta de mis súbdit<br />
o s .<br />
- Sigo sin entender, pero ¿qué<br />
pides a cambio?<br />
- Que dejéis tranquilos a los<br />
lobos. Ellos no atacaran jamás rebaño<br />
alguno, pero sí convivirán entre vosotros<br />
sin sufrir daño alguno.<br />
Aquello dejó perplejo al joven, no<br />
salía de su asombro. El desastre de la<br />
noche anterior fue superior a su orgullo.<br />
Alargando la mano, dijo:- trato hecho.<br />
A punto de adentrarse en la<br />
dehesa, el desconocido se dirigió una<br />
vez más a Paulino.<br />
- Recuerda que esto es un pacto<br />
entre caballeros, nada ni nadie podrá<br />
romperlo jamás.<br />
- Quiero saber quién eres, dónde<br />
estáis ?, de dónde venís ? –gritó Paulino–.<br />
Nadie contestó a sus preguntas.<br />
El extraño personaje se había adentrado<br />
en el rebollar con una agilidad asombrosa.<br />
Pasadas algunas horas apareció su<br />
alférez con varios hombres, provisiones<br />
y agua fresca. Éste quedó sorprendido<br />
al ver a su jefe tan recuperado. Paulino<br />
le contó con todo detalle lo acontecido<br />
en su ausencia. Ambos decidiero n<br />
seguir estrictamente todas las instrucciones<br />
había que convencer, reunir y<br />
p reparar los escasos combatientes<br />
hábiles que hubieran sobrevivido al ataque<br />
en Castil de lobos.<br />
Paulino y apenas cuarenta hombres,<br />
fatigados pero con la moral alta<br />
por todo lo que habían escuchado de su<br />
jefe desde el anochecer, estaban pertrechados<br />
al pie del cerro. Todos esperaban<br />
con impaciencia qué clase de<br />
fuerzas tendrían como aliados pero las<br />
horas pasaban y nada ni nadie venía en<br />
su ayuda, sólo unos raros resuellos se<br />
percibían de cuando en cuando.<br />
Repentinamente todos se pusieron<br />
rígidos. Algo comenzaba a moverse<br />
junto a ellos, algo que no veían pero que<br />
se podía palpar en la oscura noche. Un<br />
centenar de pies más arriba el misterio<br />
comenzó a convertirse en realidad: gritos<br />
de dolor y muerte se escuchaban<br />
por todo el contorno del cerro, movimientos<br />
vertiginosos de sombras que<br />
proferían gruñidos de rabia. Un zamarrear<br />
constante hacía sospechar que<br />
23<br />
Certamen<br />
algo espeluznante estaba sucediendo<br />
e n t re los guarnecidos facinero s o s .<br />
Durante varias horas fueron constantes<br />
la escalofriante combinación de gritos y<br />
aullidos caballerías desbocadas bajaban<br />
buscando campo abierto; una yegua<br />
Percherona quedó enganchada por las<br />
bridas en una extensa y seca aliaga<br />
cerca de Paulino. Éste pudo verle grandes<br />
heridas en vientre, cuello y ancas,<br />
que parecían bocados o terribles dentelladas<br />
dejando al descubierto su carne<br />
roja y ensangrentada.<br />
Al despuntar la aurora ya se había<br />
hecho el silencio. Un gran aullido ro m p i ó<br />
la paz reinante. Todos los comunero s<br />
m i r a ron de dónde provenía. En plena cima<br />
de Castil de lobos una figura encapuchada<br />
que expandía su capa al aire y los brazos<br />
hacia el cielo, gritaba alboro z a d o .<br />
- Victoria, victoria.<br />
Paulino y sus hombres se dispersaron<br />
comenzando a avanzar loma<br />
arriba. Sólo encontraron cuerpos mutilados<br />
o destrozados, con heridas y desgarros<br />
profundos. No pudieron ver ya al<br />
encapuchado, había desaparecido de la<br />
misma forma que se hizo visible. Jamás<br />
se escuchó en toda la comarca haber<br />
visto nadie a ese misterioso personaje.<br />
Tampoco se vio al lobo blanco. Es como<br />
si se los hubiese tragado las mismas<br />
entrañas de la tierra.<br />
Nadie se atrevió a hacer preguntas.<br />
Tal vez no querían saber las respuestas.<br />
Para ellos aquello supuso aferrarse<br />
mas aún a sus creencias. Paulino<br />
dio en el pueblo la orden de no atacar<br />
jamás a los lobos siempre que ellos no<br />
atacaran a personas o animales. Y así<br />
se cumplió sin oponer objeción alguna.<br />
Días más tarde un gran señor<br />
pasó por la serranía de Alustante uniénd osele<br />
Paulino y sus hombres con innumerables<br />
seguidores de poblados y aldeas d e<br />
la zona. Había que derrotar al reino Ta i f a<br />
de Albarracín; de allí a Levante donde los<br />
Almorávides se habían consolidado y<br />
hecho fuertes en el reino de Va l e n c i a …