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Fernando Castro Flórez. Iros todos a tomar por - Biblioteca Centro ...

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entregados al asesinato del sueño. Un proyecto (no realizado) de Santiago Sierra<br />

para la inauguración de la exposición Pay attention please (2001) en el Museo de<br />

Arte Moderno de Nuoro (Cerdeña) consistía en vaciar el cargador de una<br />

ametralladora contra el cristal antibalas tras el que estaría un público<br />

presumiblemente muerto de miedo. También podríamos recordar que a finales de<br />

los años setenta aparecieron en Nueva York carteles anónimos (más tarde<br />

“reivindicados” como productos de Jenny Holzer) con textos como “La moralidad<br />

es para gentecilla y el asesinato tiene un componente sexual” que “resultaban<br />

más inquietantes <strong>por</strong>que era difícil determinar lo que quería decir realmente el<br />

autor” 47 . También merece la pena recordar al grupo fundado <strong>por</strong> Ben Morea,<br />

también en Nueva York, que se llamó Up Against the Wall, Motherfuckers,<br />

entregados a la diseminación de una propaganda política aterradora, como el<br />

anuncio en una escuela de arte en el que aparecía un revolver y la frase:<br />

“Buscamos personas a quienes les guste dibujar”. A algunos artistas, en su<br />

travestismo, les gustaría convertirse en delincuentes, como planteó Duchamp en<br />

Wanted $ 2,000 Reward (1923), pero al final su crimen es, más que nada,<br />

lingüístico. Aunque tampoco faltan ejemplos de violencia “real”, como cuando<br />

Gordon Matta Clark disparó contra los cristales del Institute of Architecture and<br />

Urban Studies de Nueva York en su proyecto para la exposición Idea as model 48 .<br />

Tal vez sean las primeras performances de Chris Burden las que sirvan de<br />

ejemplo más claro en el despliegue de una violencia que puede dirigirse contra<br />

uno mismo (recibir un disparo, reptar sobre cristales, so<strong>por</strong>tar una descarga<br />

eléctrica o la humillación de un montón de patadas de su galerista) o bien llegar a<br />

ser un delirante acto de poner un cuchillo en el cuello de una presentadora de<br />

televisión (TV Hijak, 1972), a la que llegó a decir que había pensado forzarla a<br />

hacer “actos obscenos”, para después destruir la cinta en la que estaba todo<br />

grabado que, a su vez, estaba metalingüísticamente sedimentado en el<br />

André Breton afirmaba que “el acto surrealista más simple” consistía en “salir a la calle<br />

empuñando un revolver para disparar a ciegas y mientras se pueda contra la multitud”. Cabe<br />

preguntarse hasta qué punto el culto a la violencia profesado <strong>por</strong> las vanguardias europeas<br />

debe <strong>tomar</strong>se al pie de la letra. Sus provocaciones no sólo prueban un profundo odio hacia<br />

todo lo existente, sino también un odio igualmente profundo contra ellos mismos” (Hans<br />

Magnus Enzensberger: Perspectivas de la guerra civil, Ed. Anagrama, Barcelona, 1994, pp. 60-<br />

61).<br />

47<br />

Anthony Haden-Guest: Al natural. La verdadera historia del mundo del arte, Ed. Península,<br />

Barcelona, 2000, p. 124.<br />

48<br />

Cfr. Marianne Brouwer: “Dejando al descubierto” en Gordon Matta-Clark, Instituto Valenciano<br />

de Arte Moderno, Valencia, 1992, p. 52.

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