Fernando Castro Flórez. Iros todos a tomar por - Biblioteca Centro ...
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Hay algo de infantilismo en la violencia exorbitada, como solamente<br />
tuviéramos certezas en el mato luego existo. Desde pequeños jugamos a la<br />
guerra. ““¡Pum, estás muerto!, solíamos decir. “Te pillé”, decíamos. Siempre<br />
jugábamos a la guerra. Muchos juntos, de dos en dos o en fantasías solitarias.<br />
Siempre a la guerra, siempre a la muerte. “No juguéis así”, decían nuestros<br />
padres, “podéis acabar igual”. Vaya amenaza; ¡si no hay nada que deseáramos<br />
más! No necesitábamos juguetes de guerra. Cualquier palo se convertía en<br />
arma en nuestras manos, cualquier piña, en bomba. No recuerdo haber orinado<br />
una sola vez en mi infancia, ya fuera al aire libre o en el retrete, sin haber<br />
elegido y bombardeado un objetivo. A los cinco años ya era un bombardero<br />
experimentado. “Si <strong>todos</strong> jugáis a la guerra”, solía decir mi madre, “habrá<br />
guerra”. Y estaba en lo cierto: la hubo” 127 . Cagarse en todo es un recurso<br />
fundamental, una actitud típica de nihilistas 128 , un desahogo más verbal que<br />
fisiológico que revela que, entre otras cosas, estamos en guerra contra el<br />
aburrimiento mortal 129 . Cuando la amenaza de la bomba atómica está siendo<br />
sustituida <strong>por</strong> el temor a la bomba informática 130 de la que ya tenemos<br />
anticipaciones en las escaramuzas de los hacker como aquel mozalbete filipino<br />
que devastó la redes con el virus que, sarcásticamente, llamó “I love you”.<br />
Aquel paso que Hal Foster apuntara de la estética de la transgresión<br />
revolucionaria a las prácticas de resistencia cultural 131 ha sido desbordado <strong>por</strong><br />
la proliferación contem<strong>por</strong>ánea de la gamberrada autocomplaciente,<br />
“reubicada” en el contexto de la institución artística. La incitación al sabotaje 132<br />
o en la confianza en las tácticas de guerrilla aumenta cuando la política parece ya<br />
127<br />
Sven Lindqvist: Historia de los bombardeos, Ed. Turner, Madrid, 2002, fragmento 1.<br />
128<br />
“Generalmente se consideran “nihilistas” los com<strong>por</strong>tamientos que atentan contra los usos y<br />
las normas (“¡císcate en todo!”), las actitudes susceptibles de acabar, implícita o<br />
explícitamente, de raíz con las reglas comúnmente respetadas (“si Dios ha muerto, todo está<br />
permitido”). Pero sólo son síntomas. Lejos de agotar el fenómeno, pueden disfrazarse en su<br />
contrario” (André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, pp. 26-27).<br />
129<br />
Cfr. Marshall McLuhan: Guerra y paz en la aldea global, Ed. Planeta-Agostini, Barcelona,<br />
1985, pp. 95-107.<br />
130<br />
Cfr. Paul Virilio: La bomba informática, Ed. Cátedra, Madrid, 1999, pp. 146-147.<br />
131<br />
Cfr. Hal Foster: “Recodificaciones: hacia una noción de lo politico en el arte contem<strong>por</strong>áneo”<br />
en Paloma Blanco, Jesús Carrillo, Jordi Claramonte y Marcelo Expósito: Modos de hacer. Arte<br />
crítico, esfera pública y acción directa, Ed. Universidad de Salamanca, 2001, pp. 106-107.<br />
132<br />
“El sabotaje del arte es la cara oculta del terrorismo poético –creación <strong>por</strong> la destrucciónpero<br />
no ha de servir a partido alguno, ni al nihilismo, ni siquiera al arte mismo. Tal como al<br />
desterrar las ilusiones se intensifican los sentimientos, así la demolición de la plaga estética<br />
dulcifica el aire del mundo del discurso, del otro. El sabotaje del arte sólo sirve a la conciencia,<br />
a la atención, a la vigilia” (Hakim Bey: T.A..Z. Zona Tem<strong>por</strong>almente Autónoma, Ed. Talasa,<br />
Madrid, 1996, p. 20).