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Fernando Castro Flórez. Iros todos a tomar por - Biblioteca Centro ...

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<strong>Iros</strong> <strong>todos</strong> a <strong>tomar</strong> <strong>por</strong> culo.<br />

[El terrorismo de nadie, el atentado colosal y el símbolo de no sabemos qué].<br />

<strong>Fernando</strong> <strong>Castro</strong> <strong>Flórez</strong>.<br />

“Solo <strong>por</strong>que seas un paranoico no significa que no te persigan” 1 .<br />

“No me gustaría morirme en una situación de violencia. No me gustaría<br />

estar ahí a última hora y coger el periódico <strong>por</strong> última vez y leer: un<br />

nuevo atentado. Para mí sería un drama, diría: qué mala suerte... Esto<br />

sería muy mala suerte, teniendo en cuenta además que ahora tengo<br />

dos niñas pequeñas. Quisiera que vivieran en otro mundo,<br />

sinceramente, completamente, eso lo tengo muy claro” 2 .<br />

En cierta ocasión Sigmar Polke señaló que la imagen de una botella no<br />

retornable es el emblema del arte expresivo que se niega a ser el resultado de<br />

la aplicación de fórmulas o a ofrecer la dogmática secuencia de “respuestas”.<br />

El artista come mediador plantea una codificación que es, en el fondo, una<br />

defensa de los complejo y lo sutil. Pero, en una entrevista con Bice Curriger,<br />

realizada en 1985 y explícitamente titulada “La pintura es una ignominia”, Polke<br />

dice que lo verdaderamente innovador en el arte sería transferir lo que el artista<br />

hace a un área en la que su trabajo podría asumir una cualidad<br />

verdaderamente rompedora: “En realidad la innovación ocurre cuando eres<br />

capaz de efectuar esa transferencia. El presupuesto de Defensa puede seguir<br />

siendo el presupuesto de Defensa. Si el arte quisiera ser realmente innovador,<br />

algo tendría que ocurrir. Y el presupuesto de defensa tendría que beneficiar al<br />

arte. Pero es ahí donde todo se desmonta. ¿Qué harían entonces los artistas?<br />

Fijarían explosivos a los lienzos” 3 . Extraña indicación ésta en la que se quiere<br />

buscar un acontecimiento en el cual el arte termina <strong>por</strong> asumir modos propios<br />

del terror, buscando una efectividad que propiamente deja al espectador sin<br />

palabras. El artista se suma, metafóricamente, a la inmensa lista de violentos,<br />

reclamando, de forma extraña, que sobre su actividad incida el presupuesto de<br />

Defensa. El Estado es, como sabemos, una eficaz máquina militar que, sin<br />

embargo, está ahora asediado <strong>por</strong> una criminalidad diseminada 4 . La justicia<br />

1 Kurt Cobain: Diarios, Ed. Mondadori, Barcelona, 2003, p. 128.<br />

2 Bernardo Atxaga en Julio Medem: La pelota vasca. La piel contra la piedra, Ed. Aguilar,<br />

Madrid, 2003, p. 910.<br />

3 Sigmar Polke entrevistado <strong>por</strong> Bice Curriger: “Sigmar Polke, la peinture est una ignominie” en<br />

Artpress, n° 91, París, Abril de 1995, p. 8.<br />

4 “El estado moderno no tiene su origen en el sistema del bienestar, sino en su eficacia militar<br />

con relación a otras organizaciones bélicas. Ahora, el monopolio del Estado está a punto de<br />

desaparecer, frente a las organizaciones supranacionales, <strong>por</strong> un lado, y a las organizaciones<br />

comerciales, políticas y criminales, <strong>por</strong> otro. Las guerras convencionales cesarán con este


considera que la violencia, en manos de la personas individuales, constituye un<br />

peligro para el orden legal, esos com<strong>por</strong>tamiento destructivos están, literalmente,<br />

fuera de lugar, tal es el caso de la tendencia la huelga de la estrategia socialista 5 ;<br />

toda institución de derecho se corrompe si desaparece de su conciencia la<br />

presencia latente de la violencia 6 . En cualquier caso, como Weber subrayara, el<br />

éxito de la coacción con violencia no depende del Derecho sino del poder, esto<br />

es, está más allá o acá de la ética. Ese querer tener siempre la razón puede<br />

llevar, en muchos casos, al terror estatal 7 ; recordemos el bombardeo al barrio<br />

del Chorrillo en Panamá que no tenía <strong>por</strong> fin tanto acabar con el dictador<br />

Noriega cuanto probar el nuevo bombardeo Sealthy en combate real 8 . Algunos<br />

piensan, a pesar de todo, que estamos en el final del monopolio estatal de la<br />

violencia 9 , aunque los acontecimientos recientes nos llevarían a pensar<br />

justamente en lo contrario. El maniqueísmo patriotero del Imperio es<br />

contem<strong>por</strong>áneo o consecuencia de la psicosis (del) terrorista, los discursos y,<br />

en general, la política es la manifestación de lo que llamaríamos obsolescencia<br />

planificada. Es precisamente la brutalidad estatal, esto es, el despliegue de una<br />

“criminalidad imperial” uno de los elementos que sirven para mantener<br />

encendida la pálida llama de las “justificaciones” terroristas 10 .<br />

cambio, pero, a su vez, el poder del Estado decaerá y el resultado será una nueva clase de<br />

guerra” (Sven Lindqvist: Historia de los bombardeos, Ed. Turner, Madrid, 2002, fragmento 394).<br />

5 “El socialismo no puede subsistir sin una apología de la violencia” (Georges Sorel:<br />

Reflexiones sobre la violencia, Ed. Alianza, Madrid, 1976, p. 370).<br />

6 Cfr. Walter Benjamin: “Para una crítica de la violencia” en Para una crítica de la violencia y<br />

otros ensayos. Iluminaciones IV, Ed. Taurus, Madrid, 1991, p. 33.<br />

7 “Tanto en el escenario internacional como en el marco de la política interna, el terrorismo<br />

practicado mediante resortes estatales ha alcanzado cotas de destrucción y crueldad que<br />

ningún grupo terrorista moderno ha igualado” (<strong>Fernando</strong> Reinares: Terrorismo global, Ed.<br />

Taurus, Madrid, 2003, p. 19).<br />

8 Rafael Sánchez Ferlosio ha establecido la analogía entre esa acción criminal y la famosa<br />

frase de la cruzada contra la albigenses: “Matadlos a <strong>todos</strong>; Dios conocerá a los suyos, cfr. “La<br />

hija de la guerra y la madre de la patria” en La hija de la guerra y la madre de la patria, Ed.<br />

Destino, Barcelona, 2002, pp. 207-208.<br />

9 “[...] hoy experimentamos en el ámbito militar lo ya ocurrido en el cultural, es decir, la muerte<br />

de las distancias, o sea, el fin del monopolio estatal de la violencia en una civilización en la que<br />

al final todo puede convertirse en un cohete en manos de fanáticos resueltos” (Ulrich Beck:<br />

Sobre el terrorismo y la guerra, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 28).<br />

10 “Si nos remitimos a las definiciones corrientes o explícitamente legales del terrorismo, ¿qué<br />

encontramos? Allí la referencia a un crimen contra la vida humana cometido en violación de las<br />

leyes (nacionales o internacionales) siempre implica a la vez la distinción entre civil y militar (se<br />

supone que las víctimas del terrorismo son civiles) y una finalidad política (influenciar o cambiar<br />

la política de un país aterrorizando a su población civil). Estas definiciones, <strong>por</strong> consiguiente,<br />

no excluyen el “terrorismo de Estado”. Todos los terroristas del mundo pretenden responder en<br />

defensa propia a un terrorismo de Estado previo que no dice su nombre y se cubre con toda<br />

clase de justificaciones más o menos creíbles” (Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La


La anomia de un mundo conexionista hace que surge una singular<br />

inquietud 11 , algo manifiesto en esa precesión estadística de los<br />

acontecimientos que viene a colocar como principal preocupación del<br />

ciudadano el “terrorismo”, entendido, en la contem<strong>por</strong>aneidad, como una suerte<br />

de fatalidad “internacional”. El diagnóstico que hace Enzensberger sobre nuestra<br />

sociedad agitada <strong>por</strong> terroristas, neonazis, traficantes de drogas o hoolingans no<br />

puede ser más drástico: la guerra civil ya está presente en todas las metrópolis.<br />

Criminales con una falta total de convicción, sin legitimaciones, ni <strong>por</strong> supuesto<br />

ideología. Al mismo tiempo, parece como si hubiera desaparecido el mecanismo<br />

regulador de la autoconservación: “lo locura suicida colectiva ha perdido de vista<br />

la categoría de futuro” 12 . Cualquier pretensión, cuando todo está desquiciado,<br />

de tener el timón es patética o cruda manifestación del deseo de imponer, de<br />

nuevo, el fascismo a escala planetaria; ahora bien, apunta Ulrich Beck, lo<br />

novedoso en la sociedad del riesgo mundial es que nuestra decisiones sobre<br />

civilización desatan unos problemas y peligros globales “que contradicen<br />

radicalmente el lenguaje institucional del control, la promesa de controlar las<br />

catástrofes patentes en la opinión pública mundial (como fue Chernóbil y ahora<br />

los ataques terroristas a Nueva York y Washington)” 13 . No le faltaba razón a<br />

Virilio cuando en el texto del catálogo de la exposición Unknown Quantity en la<br />

Foundation Cartier pour l´Art contem<strong>por</strong>ain hablaba de un nacimiento de la<br />

tragedia mediática 14 que genera una suerte de sobredosis de la visión o, en<br />

otros términos, una narcolepsia de la que, valga la paradoja, no somos apenas<br />

conscientes. La demagogia política, los resultados futboleros y toda clase de<br />

asesinatos sirven como preámbulo a lo que, en jerga del baloncesto,<br />

llamaríamos “minutos de la basura” culturales. Tal vez sea esa normatividad de<br />

la violencia como tono de la comunicación lo que impulsa a los artistas a<br />

filosofía en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus,<br />

Madrid, 2003, p. 153).<br />

11<br />

“[...] emplearemos el término inquietud [...], que expresa acertadamente un malestar<br />

asociado a la dificultad de identificar el origen de la amenaza y de trazar determinados planes<br />

para dominarla” (Luc Boltanski y Ève Chiapello: El nuevo espíritu del capitalismo, Ed. Akal,<br />

Madrid, 2002, p. 529).<br />

12<br />

Hans Magnus Enzensberger: Perspectivas de la guerra civil, Ed. Anagrama, Barcelona,<br />

1994, p. 31.<br />

13<br />

Ulrich Beck: Sobre el terrorismo y la guerra, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 17.<br />

14<br />

Cfr. Paul Virilio: Unknown Quantity, Ed. Thames & Hudson, Foundation Cartier pour l´Art<br />

contem<strong>por</strong>ain, París, 2002, p. 63.


pensar en un imaginario explosivo, algo que, a la postre, queda en mero “flatus<br />

vocis”.<br />

El terrorismo es, ciertamente, uno de los fenómenos que dota de<br />

originalidad a la época moderna 15 . “El terrorismo –advierte Walter Laqueur- no<br />

es una ideología ni una doctrina política, sino, antes que nada, una utilización<br />

de la violencia política, una violencia utilizada <strong>por</strong> elementos radicales de<br />

prácticamente <strong>todos</strong> los ámbitos del espectro político. Desde luego, no es<br />

únicamente un método, implica también una tendencia a la violencia que puede<br />

encontrarse más en unas épocas que en otras, y que arraiga con mayor<br />

profundidad en unas civilizaciones que en otras” 16 . En nuestra época las raíces<br />

del terrorismo tienen una fuerza increíble, siendo, al mismo tiempo, una suerte<br />

de rizoma que mina el territorio. De Timothy McVeigh a Unabomber, de ETA a<br />

la yihad islámica, se extiende un reguero de rabia y dolor que hace que el<br />

discurso encuentre serias dificultades para germinar. La época de la<br />

transnacionalización del terrorismo es también la de la pervivencia de los<br />

conflictos locales y ciertamente la ideología de la “globalización” apenas es<br />

capaz de ofrecer otra cosa que una enfática llamada a la persecución<br />

implacable de los asesinos. El terrorismo que es, históricamente, una forma de<br />

propaganda con los hechos 17 produce, en la dramática demolición que funda el<br />

siglo XXI, una explosión de la demagogia política que eleva dos pilares (con<br />

efectos tranquilizadores para el ciudadano “lógicamente” atemorizado): la<br />

seguridad y la venganza. Conviene tener presente que hace ya mucho tiempo<br />

que se pasó de la guerra clásica al terrorismo, a esa saber exterminador que<br />

marca el horror de nuestra época: la voluntad de impedir que los demás,<br />

literalmente, respiren. El terrorismo comprende y analiza meticulosamente al<br />

otro, consciente de que hay que aprovecharse de los hábitos de vida de las<br />

posibles víctimas 18 .<br />

15 “Quien quiera comprender qué es lo que reviste de originalidad esta época, no puede <strong>por</strong><br />

menos que <strong>tomar</strong> en consideración la práctica del terrorismo, el concepto de diseño productivo<br />

y la reflexión en torno al medio ambiente” (Peter Sloterdijk: Temblores de aire. En las fuentes<br />

del terror, Ed. Pre-textos, Valencia, 2003, p. 39).<br />

16 Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 9.<br />

17 “[...] el terrorismo era siempre, en gran medida, una acción vinculada a las relaciones<br />

públicas y la propaganda (“Propaganda con los hechos”, había sido el eslogan durante el siglo<br />

XIX)” (Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 27).<br />

18 “Esta es la razón de que la acción terrorista haya tenido desde siempre un carácter<br />

atentatorio, toda vez que dentro de la definición de atentado (en latín: attentatum, ensayo,<br />

tentativa de asesinato), no nos topamos sólo con un golpe alevoso y <strong>por</strong> sorpresa perpetrado


Como señaló Enzensberger, el terrorismo tiene sus rituales o sus<br />

rutinas, esto es, una vez cometido el atentado suena el teléfono de una agencia<br />

de noticias y comienza el tono autoritario o bien llega la misiva de los asesinos<br />

redactada en forma de comunicado, con un tono característicamente militar,<br />

terminología rimbombante y, aunque parezca raro, sintaxis burocrática: “Con<br />

cada palabra que se les ocurra, los terroristas parodian precisamente aquello<br />

que atacan: al Estado y sus instituciones. [...] En su constante inconsciencia,<br />

los medios de comunicación adoptan el lenguaje de los terroristas; de este<br />

modo, la confesión del crimen se convierte en “reivindicación” y el clan de los<br />

asesinos en “movimiento de liberación”” 19 . Es como si los comunicados de los<br />

terroristas nos “tranquilizaran”, gracias a ellos podrían clasificarse sus razones<br />

o bien encontrar alguna justificación a sus actos, aunque, después de tanta<br />

muerte, ha desaparecido la quimera de que (algo) sea explicable. Tenemos<br />

una evidencia que es, en sí misma, demoledora: cada vez hay más personas<br />

para las que la violencia es la única salida. Podrían encontrarse diferentes<br />

interpretaciones para la pasión bélica, habitualmente masculina 20 , así como<br />

causas (en una mentalidad todavía preocupada <strong>por</strong> las “conexiones”) de<br />

distinto tipo, entre otras, la constatación de que el Imperio hace oídos sordos a<br />

todas las víctimas de la supuesta y cacareada globalización. No hace falta<br />

recurrir a la silogística para llegar a la conclusión de que, para muchos sujetos<br />

y colectivos, no existe el diálogo luego es necesaria la violencia; pensemos, <strong>por</strong><br />

ejemplo, en Mandela 21 y cómo tuvo que “recurrir a las armas” ante la falta de<br />

voluntad de ofrecer soluciones al apartheid.<br />

Estamos en un momento en el que nadie quiere escuchar nada o, mejor,<br />

en una suerte de logocentrismo del terror lo que cada quien quiere es hacer<br />

visible con toda rotuntidad su rabia; una época marcadamente populista en la<br />

desde la asechanza, sino también con un maligno aprovechamiento de los hábitos de vida de<br />

las posibles víctimas” (Peter Sloterdijk: Temblores de aire. En las fuentes del terror, Ed. Pretextos,<br />

Valencia, 2003, p. 53).<br />

19<br />

Hans Magnus Enzensberger: “El vacío en el seno del terrorismo” en Mediocridad y delirio,<br />

Ed. Anagrama, Barcelona, 1991, p. 221.<br />

20<br />

Van Creveld ha señalado que si alguna vez se vieran en la tesitura de tener que hacer elegir<br />

entre la guerra y las mujeres “es muy probable que los hombres antepusieran la guerra a las<br />

mujeres” (Cfr. Van Creveld: On Future War, Londres, 1991, cap. 7).<br />

21<br />

“Mandela explica bastante bien cómo, luego de años de lucha no violenta, su partido tuvo<br />

que decidirse, ante el rechazo al diálogo, a recurrir a las armas. La distinción entre el civil, el<br />

militar y el policía no tiene entonces ninguna pertinencia” (Jacques Derrida en Giovanna<br />

Borradori: La filosofía en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques<br />

Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 179).


que se desata, planetariamente, la guerra escatológica 22 . Los atentados del 11<br />

de septiembre del 2001 muestran que cualquier cosa es un arma y, sobre todo,<br />

asocian, para siempre los medios de trans<strong>por</strong>te en vehículos del terror. Aquella<br />

máquina nómada bélica en torno a la que meditaron Deleuze y Guattari en Mil<br />

Mesetas ha quedado materializada en la carta, el coche o el avión. Resulta<br />

ridículo (cuando <strong>todos</strong> sabemos que es manifestación del cinismo político<br />

contem<strong>por</strong>áneo) que se busquen “armas de destrucción masiva” en Irak para<br />

justificar a posteriori todo cuando hoy no se necesita, para sembrar el terror, de<br />

misiles, basta con un cuchillo de plástico de los que se ofrecen junto al<br />

repugnante menú de las compañías aéreas. “Nuestros kamikazes –escribe<br />

André Gluksmann- transforman el avión de línea en una bomba subatómica<br />

con la misma desenvoltura con la que Duchamp convierte el urinario en obra<br />

estética mediante su simple exposición en una galería de arte. Y, si en ambos<br />

casos la acción nos deja estupefactos, el gesto trasgresor que subyace es aún<br />

más estupefaciente. Perfectamente repetible, corta los puntos de referencia y<br />

subvierte los valores. Lo alto pasa a ser bajo. Lo sublime y lo abyecto se<br />

confunden. El medio de trans<strong>por</strong>te se convierte en trans<strong>por</strong>te de muerte. Paz y<br />

guerra se mezclan. El tiempo se desquicia” 23 . Curiosa comparación esa que<br />

une al ready-made con el proyectil terrorista. Es verdad que cualquier cosa<br />

puede entrar en el contexto del arte y que todo es arma (incluso aquello que<br />

escapa a los registros el detector más sofisticado que pueda inventarse).<br />

También pueden hacerse actos de insurgencia política disparando en vez de<br />

balas, pasteles, como aquellos que empleara, con una precisión admirable el<br />

yippie Aron Kay o Noel Goldin que ha puesto en el punto de mira no sólo a<br />

políticos sino también a filósofos, convirtiéndose la bestia parda de Bernard-<br />

Henri Lévy 24 . Aunque esa es una situación que aceptamos <strong>por</strong> sus perfiles<br />

22 ““El pueblo –dice Lippmann- gusta de oír que cuando el enemigo haya sido forzado a una<br />

capitulación sin condiciones, todo discurrirá como una nueva Edad de Oro; que esta guerra<br />

acabará con todas; que su victoria habrá salvado la civilización; que la cruzada convertirá a la<br />

democracia al mundo entero”. Y cito estas palabras no tanto <strong>por</strong>que sean, de paso,<br />

curiosamente apropiadas en el trance actual, sino más bien <strong>por</strong>que los rasgos que dan del<br />

“populismo bélico” describen cabalmente la transfiguración de la guerra entre las partes en<br />

guerra escatológica, que aproxima la democracia plebiscitaria al totalitarismo comunista o<br />

fascista, y <strong>por</strong>que insinúan también el efecto de “catarsis” que es propio de la guerra en<br />

general” (Rafael Sánchez Ferlosio: “Susan Sontag” en La hija de la guerra y la madre de la<br />

patria, Ed. Destino, Barcelona, 2002, p. 169).<br />

23 André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p. 32.<br />

24 Cfr. sobre esa estrategia del pastelazo Grupo autónoma a.f.r.i.k.a., Luther Blisset y Sonja<br />

Brünzels: Manual de guerrilla de la comunicación, pp. 140-148. Un comentarista canadiense


lúdicos frente a la repugnancia moral que suscita el asesinato indiscriminado,<br />

producido, insisto en un tiempo de abismales incertidumbres, en cualquier sito<br />

y con cualquier cosa, puesto que los bricolages ultradevastadores están al<br />

alcance de cualquiera: “El que quiere puede” 25 . De suyo las tecnologías que<br />

nos ponen a “<strong>todos</strong>” en contacto son las mismas que ofrecen facilidades al<br />

terrorismo 26 , que hoy entendemos como algo vírico, desplegado en un dominio<br />

tremendamente caótico 27 .<br />

Puede parecer forzada la sugerencia de que hay muchos ejemplos de<br />

mimetismo del arte con la guerra y el terror, estrategias que intentan imponer a<br />

la mirada algo “valioso” 28 , aunque sea destruyéndolo. Lo que es más conocida<br />

es la rara fascinación que suscita el terror (Shelley, entre otros, hablaba del<br />

“tempestuoso encanto del terror”) y el terrorista, alrededor del que encontramos<br />

numerosas “justificaciones estéticas”, realizada, no me cabe duda, desde<br />

aquella segura distancia (kantina y romántica) frente al naufragio. “El terrorismo<br />

ha engendrado siempre violentas emociones, así como opiniones e imágenes<br />

muy divergentes sobre él. La imagen popular del terrorista hace<br />

aproximadamente 80 años era la de un anarquista extranjero que arrojaba una<br />

señaló, en torno una oleada de lanzamiento de pasteles a políticos: “Los terroristas fanáticos<br />

secuestran aviones, los cobardes tiran pasteles. [...] El lanzamiento de pasteles es un método<br />

para salir bien librado”.<br />

25 André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p. 14.<br />

26 “Internet se convierte así, para el nuevo terrorista internacional, en el medio que facilita<br />

tareas fundamentales como las del proselitismo y reclutamiento, almacenamiento y tratamiento<br />

de datos, o incluso la gestión de los recursos financieros disponibles” (<strong>Fernando</strong> Reinares:<br />

Terrorismo global, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 47). Cfr. al respecto John Arquilla y David<br />

Ronfeld: Redes y guerras en red. El futuro del terrorismo, el crimen organizado y el activismo<br />

político, Ed. Alianza, Madrid, 2003.<br />

27 “La relación entre la tierra, el territorio y el terror ha cambiado; y hay que saber que ello se<br />

debe al conocimiento, es decir, a la tecnociencia. Es ella quien enturbia la distinción entre<br />

guerra y terrorismo. A este propósito, comparado con las posibilidades de destrucción y de<br />

desorden caótico que se encuentran en reserva, para el futuro, en las redes informatizadas del<br />

mundo, el “11 de septiembre” pertenece aún al teatro arcaico de la violencia destinada a<br />

impactar a la imaginación. Se podrá hacer un daño mucho peor mañana, de manera invisible,<br />

en silencio, mucho más rápido, sin sangre, al atacar las networks informáticas de las que<br />

depende toda la vida [social, económica, etc.] de un “gran país”, de la mayor potencia del<br />

mundo. Un día se dirá: el “11 de septiembre” fueron los [“buenos”] viejos tiempos de la última<br />

guerra. Las cosas aún eran del orden de lo gigantesco: ¡visible y enorme!¡Qué tamaño, qué<br />

altura! Desde entonces ha habido cosas peores. Las nanotecnologías de todo tipo son mucho<br />

más poderosas e invisibles; inasibles, se insinúan <strong>por</strong> todas partes. Son rivales micrológicos de<br />

los microbios y las bacterias. Pero nuestro inconsciente ya es sensible a eso, ya lo sabe, y eso<br />

es lo que da miedo” (Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una época de<br />

terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 151).<br />

28 “Como cualquier otro terrorismo, también el estético recurre a desenmascarar el trasfondo<br />

ante el que se articulan las obras de arte, y luego lo conduce al primer plano del escenario<br />

mostrándolo como un fenómeno valioso de suyo” (Peter Sloterdijk: Temblores de aire. En las<br />

fuentes del terror, Ed. Pre-textos, Valencia, 2003, p. 112).


omba, alguien desaliñado, con una barba negra y una sonrisa satánica (o<br />

idiota), alguien fanático, inmoral, siniestro y ridículo al mismo tiempo” 29 . Los<br />

terroristas han tenido admiradores y agentes publicitarios en todo momento,<br />

siendo esa fascinación nombrada algo que está directamente conectado con la<br />

cobardía 30 . Entre el silencio y el atropellado verbo del apologeta (estetizante o<br />

brutal, analfabeto o nihilista) hay un suerte de pirámide mediático-egipcia<br />

(colosal, hermética, tanatofílica) que está en empañada en decir y mostrar todo,<br />

esto es, en avivar la pasión literalista. “El exceso de información es como la<br />

peste. Hoy los terroristas tienen más cartel que las estrellas de cine” 31 . Se<br />

repite insistentemente que el terrorismo no sería nada sin los medios de<br />

comunicación que tienen, de suyo, una especie de “método” consistente en<br />

mezclarlo todo. Lo cierto es que el terrorismo, como señalara ya Most en 1884,<br />

busca, insistentemente, el efecto de eco de los medios de comunicación 32 .<br />

El atentado reclama el protagonismo mediático, haciendo que la razón<br />

acorralada sufra las descargas de una fanatismo abismal, algo que llega a<br />

transformarse, en su inconceptualidad, en una especie de “maleficio”. Tenemos<br />

claro que la violencia responde, en muchas ocasiones, a determinaciones,<br />

cálculos y organizaciones explícitas y no meramente a la cólera repentina, ni a<br />

una maldición que solo consiguen asimilar los nigromantes; incluso se ha llegado<br />

a advertir una especie de precesión de la violencia en lo simulácrico o, mejor, en<br />

un proceso de monitoring 33 . Algunos piensan que lo peor, en esta sociedad<br />

explosiva, es la incertidumbre o la sensación de que todo puede ocurrir: “Hay<br />

violencia cuando las expectativas son inciertas, cuando puede suceder cualquier<br />

29 Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 33.<br />

30 José María Calleja recuerda una intervención de <strong>Fernando</strong> Savater en la que subrayaba el<br />

valor de la cobardía; “de la fascinación que ejerce la violencia y de cómo, en no pocas<br />

ocasiones, cuanto más cobarde es, más deslumbra el criminal” (José María Calleja: Héroes a<br />

su pesar. Crónica de los que luchan <strong>por</strong> la libertad, Ed. Espasa, Madrid, 2003, p. 96).<br />

31 Luis Buñuel: “Palabra de Don Luis” en Archipiélago, n° 40, 2000, p. 119.<br />

32 “Most fue uno de los primeros en reconocer la im<strong>por</strong>tancia de los medios de comunicación:<br />

con los modernos medios de comunicación, las acciones terroristas podrían ser<br />

inmediatamente conocidas en todo el planeta. Se encontrasen donde se encontrasen, las<br />

personas discutirían sus causas. Most comprendió lo que mucho más tarde llegaría a<br />

conocerse como el “efecto de eco”: las acciones serían objeto de imitación <strong>todos</strong> los días,<br />

incluso cada hora” (Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003,<br />

p. 102).<br />

33 “Los acontecimientos de la violencia no pueden sustraerse al seguimiento continuo<br />

(desgraciadamente, el término inglés monitoring no tiene equivalente exacto en castellano) que<br />

hacen los canales comerciales de comunicación (cadenas televisivas, agencias de prensa,<br />

diarios y, ahora, puntos de información on line) que necesitan de ellos para alimentar sus<br />

sucesos y su prestación ininterrumpida de información” (Yves Michaud: La violencia, Ed.<br />

Acento, Madrid, 1998, pp. 30-31).


cosa, cuando entran en crisis las reglas que hacen previsibles los<br />

com<strong>por</strong>tamientos y fundamentan las expectativas de reciprocidad en las<br />

interacciones” 34 . No hablo de una deriva hacia la paranoia, sino de la sospecha<br />

de que el atentado nos afecta a <strong>todos</strong>, de la misma forma en que nadie está a<br />

salvo frente al violento: la bofetada está a la vuelta de la esquina. Tan sólo el<br />

temor a una escalada de la agresividad mantiene, precariamente, estabilizados<br />

los impulsos destructivos y esa facilidad para salir del laberinto de los conflictos<br />

con gestos apocalípticos. “La violencia no ha desaparecido en las sociedades de<br />

capitalismo avanzado donde la barbarie se cree erradicada. El grado cero de la<br />

violencia no existe, simplemente se ha transformado. La violencia forma parte<br />

intrínseca de las fuerzas de la realidad, y la acción humana nos lo recuerda<br />

continuamente engendrando violencia física y psíquica” 35 . El terror es un<br />

acontecimiento en medio de una percepción zappeada, impone, al mismo tiempo,<br />

la incertidumbre y la más cruda de las certezas, hace, <strong>por</strong> ejemplo, que discurso<br />

de la Historia tome decisiones en las encrucijadas del laberinto 36 .<br />

“Desde que un dispositivo técnico global permite difundir imágenes en directo a<br />

la totalidad del planeta, se sabía que el mundo estaba maduro para la aparición<br />

de un “mesianismo dinámico”. El caso Diana [de Gales], en particular, demostró<br />

que los medios de comunicación, mucho más numerosos que antes, están más<br />

unificados y uniformados que nunca. Y que este estado de cosas sería<br />

aprovechado tarde o temprano <strong>por</strong> alguna especie de profeta electrónico” 37 . A<br />

pesar de todas las tácticas de disuasión o, precisamente gracias a ellas, los<br />

neo-terroristas clonan, literalmente, las tácticas propagandísticas del Imperio,<br />

yuxtaponiendo a la crónica en directo del mundo (transmitida <strong>por</strong> CNN) la larga<br />

letanía, una hibridación de religiosidad visionaria y política demoledora, de las<br />

reivindicaciones de los humillados, encarnando ambos dispositivos una suerte<br />

de nueva ideología teocrática. Parece fácil hablar no solamente <strong>por</strong> boca de los<br />

otros sino también servir de médium del Otro numinoso que es, obviamente, el<br />

legitimador absoluto de <strong>todos</strong> los horrores que tengan que ser cometidos.<br />

34 Yves Michaud: La violencia, Ed. Acento, Madrid, 1998, p. 77.<br />

35 Juan Vicente Aliaga: “A sangre y fuego. Imágenes de la violencia en el arte contem<strong>por</strong>áneo”<br />

en A sangre y fuego, Espai d´Art Contem<strong>por</strong>ani de Castelló, 1999, p. 55.<br />

36 “El Terror así se constituye en las Horcas Caudinas <strong>por</strong> donde de modo necesario se hace<br />

pasar un discurso (y también un decurso) de la historia, con el objeto de que ésta gira y cambie<br />

de signo” (<strong>Fernando</strong> R. de la Flor: “La Puerta de los siglos” en W.T.C. 11.9.01, Ed. Arquilectura,<br />

Murcia, 2003, p. 42).<br />

37 Ignacio Ramonet: Guerras del siglo XXI, Ed. Mondadori, Barcelona, 2002, p. 67.


No puede sorprender a nadie que embusteros, simuladores y, sobre<br />

todo, actores (desde el pésimo cowboy Reagan al Terminator sonriente<br />

Schwasenegger) “lleven las riendas” del Imperio. Acaso esa presencia de<br />

farsantes en la cima del poder tenga algo que ver con el hecho de que todo,<br />

incluida la guerra, forma parte de la cultura del entretenimiento 38 . No hay ni<br />

medios ni fines, ni causas ni efectos, sino que los “acontecimientos” están<br />

localizados en una suerte de cinta de Moebius que produce, más que nada, un<br />

efecto de indiferencia 39 o bien una oscilación de la sensibilidad a la sensiblería y,<br />

<strong>por</strong> último, a la trivialización: “Todo se iguala y todo vale: una víctima expulsa a<br />

otra. Jamás la violencia ha suscitado tanta indignación y nunca el olvido ha<br />

operado con mayor rapidez” 40 . La violencia no es ya necesariamente algo<br />

misterioso (vinculado a la regresión y al arcaísmo), ni siquiera podemos hablar de<br />

ella en términos de invisibilidad, antes al contrario, se trata de un espectáculo<br />

cotidiano 41 , surtido en grandes dosis <strong>por</strong> televisión. Que lo apocalíptico, como el<br />

arte, sea “cosa del pasado”, valga este guiño hegeliano, no quiere decir que haya<br />

desaparecido, sino, al contrario, que se ha realizado e incluso que determina un<br />

tiempo <strong>por</strong> venir en el que sólo puede suceder lo peor 42 . Cuando faltan las<br />

palabras llega, más que el sentimiento sublime, la descarga violenta que pone las<br />

cosas en su sitio (en la escombrera de la demolición), algo que el terrorismo<br />

utiliza sin escrúpulos 43 . Una pregunta surge con rabia en medio de este “teatro”<br />

38 “La utilidad de la guerra es cuestionable, pero “su capacidad de entretener, de inspirar y de<br />

fascinar nunca ha sido puesta en duda” (Van Creveld)” (Sven Lindqvist: Historia de los<br />

bombardeos, Ed. Turner, Madrid, 2002, fragmento 396).<br />

39 “Actualmente vivimos en un sistema que yo llamaría de “cinta de Moebius”. Si estuviéramos<br />

en un sistema de enfrentamiento, de confrontación, las estrategias podrían ser claras, basadas<br />

en una linealidad de las causas y los efectos. Se utiliza el mal o el bien en función de un<br />

proyecto, y el maquiavelismo no está al margen de la racionalidad. Pero nos hallamos en un<br />

universo totalmente aleatorio donde las causas y los efectos se superponen, siguiendo el<br />

modelo de la cinta de Moebius, y nadie puede saber dónde se detendrán los efectos de los<br />

efectos” (Jean Baudrillard: Contraseñas, Ed. Anagrama, 2002, pp. 42-43).<br />

40 Yves Michaud: La violencia, Ed. Acento, Madrid, 1998, p. 32.<br />

41 Lo terrorífico es recibido con fascinación <strong>por</strong> millones de personas en todo el mundo, en una<br />

suerte de “confirmación” de las teorías freudianas de lo unheinliche, de eso misterioso o<br />

enigmático que, al mismo tiempo, tiende a ser desmantelado <strong>por</strong> la tonalidad posmoderna, cfr.<br />

al respecto John Keane: Reflexiones sobre la violencia, Ed. Alianza, Madrid, 2000, pp. 100-101.<br />

42 “Guerras genocidas, ciudades arrasadas <strong>por</strong> los bombardeos, explosiones nucleares,<br />

campos de concentración, oleadas de crímenes que se propagan como un reguero de pólvora,<br />

este siglo ha conocido un grado de violencia, planificada o no, que supera todo lo previsible, y<br />

no parece que el <strong>por</strong>venir augure nada mejor” (John Keane: Reflexiones sobre la violencia, Ed.<br />

Alianza, Madrid, 1998, p. 13).<br />

43 “El terrorismo no es simplemente un fenómeno político es también un fenómeno artístico.<br />

Existe también en la publicidad, los medios de comunicación, los reality shows, la <strong>por</strong>nografía<br />

mediatizada. Lo único que debe hacerse es darle un puñetazo al otro para despertarlo. Es la


de la crueldad, de esta violencia que suprime todas las diferencias 44 : ¿qué hacen<br />

las gentes de la cultura?¿qué sentido tiene su silencio? 45 . No busco,<br />

ciertamente, respuestas que sean “declaraciones” de artistas comprometidos,<br />

con todo lo honestas y urgentes que puedan ser. Una actitud decidida de apoyo<br />

a las víctimas y de crítica intensa a los asesinos es necesaria pero pertenece,<br />

principalmente, al registro del com<strong>por</strong>tamiento civil, al paso a una política que<br />

acaso requiera, entre otras cosas, de un desmantelamiento de los<br />

com<strong>por</strong>tamientos “esteticistas”. Considero que unos aspectos creativos que<br />

tendrían que cartografiarse serían aquellos que establecen analogías con el<br />

terrorismo y la destrucción, procesos que, tal vez, sirvan para comprender y<br />

deconstruir esos acontecimientos que nos dejan estupefactos y llenos de<br />

miedo.<br />

En la vanguardia había una tendencia destructiva (Giacometti, <strong>por</strong><br />

ejemplo, señaló que no construía más que destruyendo, "no avanzo más que<br />

volviendo la espalda a la meta") y, a veces, un coqueteo con la estética de la<br />

barbarie, pretendiendo transformar al artista en la figura del criminal 46 , esos seres<br />

imagen de esa niña sorda, muda y ciega de los años 50 que estaba totalmente aislada del<br />

mundo ¡y que salió de su aislamiento con una torta!¡El golpe le devolvió el habla! Se puede<br />

comprobar ahora mismo en los suburbios que la palaba ha sido sustituida <strong>por</strong> la violencia. El<br />

puñetazo es el principio de la comunicación: con el puñetazo se gana proximidad cuando ya no<br />

se tienen palabras... En este momento el arte ha llegado a este punto” (Paul Virilio entrevistado<br />

<strong>por</strong> Catherine David en Colisiones, Ed. Arteleku, San Sebastián, 1995, p. 50). Cfr. también<br />

Bruce Hoffman: “La violencia contra el estado: el terrorismo hoy” en Debats. Violencia, nos. 70-<br />

71, Valencia, Otoño-Invierno, 2000, pp. 58-67.<br />

44 Cfr. Nancy Amstrong y Leonard Tennehouse (eds.): The Violence of Representation.<br />

Literature and the History of Violence, Ed. Routledge, Londres, 1989. “El origen de la violencia<br />

estriba primordialmente en el dominio de un sexo sobre el otro y en el rechazo a la alteridad, a<br />

la diferencia que caracteriza al otro (cultural, racial, sexual, social)” (Juan Vicente Aliaga: “A<br />

sangre y fuego. Imágenes de la violencia en el arte contem<strong>por</strong>áneo” en A sangre y fuego, Espai<br />

d´Art Contem<strong>por</strong>ani de Castello, 1999, p. 73).<br />

45 “Siempre me he planteado cuántas cosas podían hacer los artistas españoles, las gentes de<br />

la cultura, del cine, del teatro, <strong>por</strong> ayudar a desatascar el problema de la CAV [Comunidad<br />

Autónoma Vasca], <strong>por</strong> apoyar a las víctimas del terrorismo, <strong>por</strong> ponerse del lado de quienes<br />

pueden morir, de quienes malviven, <strong>por</strong> denunciar que existe una dictadura, <strong>por</strong> luchar para<br />

que los vascos perseguidos seamos ciudadanos como ellos, con los mismos derechos que<br />

ellos, con la misma libertad que ellos” (José María Calleja: Héroes a su pesar. Crónica de los<br />

que luchan <strong>por</strong> la libertad, Ed. Espasa, Madrid, 2003, p. 157).<br />

46 “Bienaventurado aquel que llegara a convencerme de que la cultura es capaz de proteger a<br />

una sociedad frente a la violencia. Ya antes de iniciarse el siglo XX, los artistas, escritores y<br />

teóricos de la modernidad demostraron justo lo contrario. Su predilección <strong>por</strong> el crimen, <strong>por</strong> el<br />

outsider satánico, <strong>por</strong> la destrucción de la civilización es notoria. Desde París hasta San<br />

Petesburgo los intelectuales del fin de siècle coqueteaban con el terror. Tanto los primeros<br />

expresionistas como los futuristas ansiaban la guerra. Ni siquiera después de la Primera<br />

Guerra Mundial disminuyó la glorificación de la violencia; al contrario: aumentó. Grandes<br />

sectores de la elite intelectual ensalzaban la vuelta a la barbarie. Los escritos de Sade fueron<br />

objeto de una veneración ritual que perdura hasta nuestros días. Ernst Jünger propagó la<br />

violencia purificadora de las tormentas de acero, Céline flirteaba con la chusma antisemita, y


entregados al asesinato del sueño. Un proyecto (no realizado) de Santiago Sierra<br />

para la inauguración de la exposición Pay attention please (2001) en el Museo de<br />

Arte Moderno de Nuoro (Cerdeña) consistía en vaciar el cargador de una<br />

ametralladora contra el cristal antibalas tras el que estaría un público<br />

presumiblemente muerto de miedo. También podríamos recordar que a finales de<br />

los años setenta aparecieron en Nueva York carteles anónimos (más tarde<br />

“reivindicados” como productos de Jenny Holzer) con textos como “La moralidad<br />

es para gentecilla y el asesinato tiene un componente sexual” que “resultaban<br />

más inquietantes <strong>por</strong>que era difícil determinar lo que quería decir realmente el<br />

autor” 47 . También merece la pena recordar al grupo fundado <strong>por</strong> Ben Morea,<br />

también en Nueva York, que se llamó Up Against the Wall, Motherfuckers,<br />

entregados a la diseminación de una propaganda política aterradora, como el<br />

anuncio en una escuela de arte en el que aparecía un revolver y la frase:<br />

“Buscamos personas a quienes les guste dibujar”. A algunos artistas, en su<br />

travestismo, les gustaría convertirse en delincuentes, como planteó Duchamp en<br />

Wanted $ 2,000 Reward (1923), pero al final su crimen es, más que nada,<br />

lingüístico. Aunque tampoco faltan ejemplos de violencia “real”, como cuando<br />

Gordon Matta Clark disparó contra los cristales del Institute of Architecture and<br />

Urban Studies de Nueva York en su proyecto para la exposición Idea as model 48 .<br />

Tal vez sean las primeras performances de Chris Burden las que sirvan de<br />

ejemplo más claro en el despliegue de una violencia que puede dirigirse contra<br />

uno mismo (recibir un disparo, reptar sobre cristales, so<strong>por</strong>tar una descarga<br />

eléctrica o la humillación de un montón de patadas de su galerista) o bien llegar a<br />

ser un delirante acto de poner un cuchillo en el cuello de una presentadora de<br />

televisión (TV Hijak, 1972), a la que llegó a decir que había pensado forzarla a<br />

hacer “actos obscenos”, para después destruir la cinta en la que estaba todo<br />

grabado que, a su vez, estaba metalingüísticamente sedimentado en el<br />

André Breton afirmaba que “el acto surrealista más simple” consistía en “salir a la calle<br />

empuñando un revolver para disparar a ciegas y mientras se pueda contra la multitud”. Cabe<br />

preguntarse hasta qué punto el culto a la violencia profesado <strong>por</strong> las vanguardias europeas<br />

debe <strong>tomar</strong>se al pie de la letra. Sus provocaciones no sólo prueban un profundo odio hacia<br />

todo lo existente, sino también un odio igualmente profundo contra ellos mismos” (Hans<br />

Magnus Enzensberger: Perspectivas de la guerra civil, Ed. Anagrama, Barcelona, 1994, pp. 60-<br />

61).<br />

47<br />

Anthony Haden-Guest: Al natural. La verdadera historia del mundo del arte, Ed. Península,<br />

Barcelona, 2000, p. 124.<br />

48<br />

Cfr. Marianne Brouwer: “Dejando al descubierto” en Gordon Matta-Clark, Instituto Valenciano<br />

de Arte Moderno, Valencia, 1992, p. 52.


“dispositivo de mediación artística” 49 . Ese mismo artista, dedicado a realizar actos<br />

desconcertantes, tiroteó un avión desde una playa cercana al aeropuerto de Los<br />

Ángeles: “estaba en el malecón y había unos tíos quejándose <strong>por</strong> los aviones.<br />

“Mierda. Me gustaría estar allí”. De alguna manera yo sentía lo mismo, la razón<br />

<strong>por</strong> la que adopté esa idea fue <strong>por</strong>que tenía ese mismo sentimiento. Claro que<br />

me hubiera gustado estar allí. Podías verlos salir del aeropuerto y dar vueltas en<br />

el aire, sobre todo al atardecer. El realizar la obra fue una ayuda, aunque sólo<br />

fuera un gesto. Si la gente del avión pudiera ver cómo les disparaba, se morirían<br />

aunque la bala no les alcanzara” 50 . De repente, más allá de la teatralidad,<br />

tenemos el retrato del artista como un terrorista, un violento que ataca edificios,<br />

locutores, medios de trans<strong>por</strong>te, describiendo nuestra existencia como una<br />

reclusión tremenda.<br />

De pronto, al artista Francis Alys (Re-enactements. México City,<br />

November, 2000) le apetece pasear <strong>por</strong> la calle con una pistola en la mano, una<br />

acción que desafía a los dispositivos de vigilancia policial al mismo tiempo que<br />

subraya la dinámica creciente de inseguridad en todas las ciudades del mundo y<br />

otro (Aníbal López: El préstamo, 2000) decide atracar en la calle, junto a su coche<br />

a un tipo para luego, en una inauguración colocar un cartel para-conceptual en el<br />

que se hace notar que los licores y viandas que están ingiriendo los asistentes es<br />

el resultado de aquella acción delictiva. Ambos emprenden acciones extremas<br />

demostrando que eso también se puede hacer. Lo decisivo es que esas<br />

situaciones son “artísticas” y, <strong>por</strong> tanto, parece que deban acarrear<br />

consecuencias penales para sus ejecutantes. Sin embargo, cuando Burden<br />

decidió hacerse el muerto tumbándose en una autopista junto a un coche,<br />

cubierto <strong>por</strong> una manta y con dos luces de peligro junto a él (Deadman, 1972),<br />

fue conducido a los tribunales <strong>por</strong> crear una falsa situación de alarma, “aunque en<br />

el proceso judicial, después de tres días de deliberación, el jurado se inhibió,<br />

desorientado ante un delito que no comprendía, y el caso fue cerrado” 51 . Sin<br />

embargo Carlos Irizarri si tuvo que cumplir cuatro años de condena de los seis a<br />

los que fue condenado en la penitenciaría federal de Ottisville <strong>por</strong> haber<br />

49<br />

Cfr. Chris Burden. Beyond the limits, Österreichisches Museum für angewandte Kunst, Ed.<br />

Cantz, Viena, 1996, p. 132.<br />

50<br />

Chris Burden entrevistado <strong>por</strong> Willoughby Sharp y Lizza Bear: “La iglesia de la energía<br />

humana” en Colisiones, Ed. Arteleku, San Sebastián, 1995, p. 134.<br />

51<br />

Francisco Javier San Martín: “Libertad vigilada. Creación artística e identidad delictiva en el<br />

arte del siglo XX” en EXIT, n° 1, Madrid, 2000, p. 28.


amenazado con hacer explotar un avión en el que viajaba entre San Juan y<br />

Nueva York en 1979 si el presidente de los Estados Unidos no liberaba a unos<br />

presos políticos puertorriqueños; en realidad este artista radicalizado carecía de<br />

material explosivo con el que cumplir su tremenda amenaza. En 1974 consiguió<br />

escabullirse de la justicia, tras haber indicado que iba a hacer explotar unas<br />

cargas que acabarían con su vida, en un acto suicida, y con la de Geral Ford<br />

durante una cumbre de jefes de estado en Dorado (Puerto Rico, alegando que se<br />

trataba de una “obra de arte conceptual”. Tiene razón Ronald Jones cuando,<br />

comentando la acción de Burden disparando a los aviones, titulada 747, indica<br />

que el artista puede llegar a ser un monstruo que realiza el mal gracias<br />

precisamente al legado divino del libre albedrío 52 , con la matización de que no<br />

estamos en realidad ante un acontecimiento normal sino ante algo que es una<br />

“presunta” (valga la parodia de la jerga mediática en torno al terrorismo) obra de<br />

arte. El camuflaje estético permite que todo valga, anulando, al mismo tiempo, las<br />

potencialidades críticas de un acontecimiento que es, en cierto sentido,<br />

inaceptable.<br />

La exhibición de lo atroz es, para los contem<strong>por</strong>áneos, algo común y, sin<br />

embargo, el atentado, como sucediera el 11 de septiembre, produce un colapso<br />

conceptual, esto es, la incapacidad de explicar que ha pasado 53 . Lo im<strong>por</strong>tante,<br />

es lamentable decirlo, no es la cantidad de muertos sino el hecho de que la<br />

catástrofe se da en directo. Frente a las bombas atómicas arrojadas sobre<br />

Japón, comprensibles como una forma de mega terrorismo que como los<br />

mismos americanos dijeron tendrían que ser lo “suficientemente<br />

espectaculares” 54 , que dejan una imagen autónoma (el hongo nuclear<br />

ascendiendo sobre un lugar reducido a la condición de nada), los aviones<br />

imponen, a partir del impacto sobre la arquitectura descomunal, un tiempo real<br />

de las imágenes. Hay, en la Gran Demolición, una omnipresencia de la cámara:<br />

52<br />

Ronald Jones: “¡Seamos chicos malos!¡Portémonos mal!” en Sileno. Terror, n° 13, Madrid,<br />

diciembre del 2002, p. 24.<br />

53<br />

“El 11 de septiembre de 2001 representará muchas cosas en la historia de la humanidad;<br />

entre otras, el fracaso, el silencio del lenguaje ante acontecimientos como “guerra”, “crimen”,<br />

“enemigo”, “victoria” y “terrorismo”: “Los conceptos se deshacen en la boca como hongos<br />

podridos” (Hugo von Hoffmannsthal)” (Ulrich Beck: Sobre el terrorismo y la guerra, Ed. Paidós,<br />

Barcelona, 2003, p. 9).<br />

54<br />

Es algo que se establece en dos informes altamente secretos, posteriormente<br />

desclasificados y localizables en los Archivos Nacionales de Estados Unidos (M1109,<br />

expediente 5DG, atado 1 y RG 218, caja 22), citado en <strong>Fernando</strong> Reinares: Terrorismo global,<br />

Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 55.


el atentado está filmado desde todas partes. “Su escenificación y cadencia<br />

estaban pensadas para garantizar la mayor cobertura posible <strong>por</strong> medios de<br />

comunicación masiva y, con ello, el acceso en directo o en diferido a una<br />

audiencia de dimensiones planetarias” 55 . El 11 de septiembre no habría sido lo<br />

que es sin la televisión que, rápidamente, se colgó la medallas <strong>por</strong> haber<br />

estado allí; la mediatización, como ha sugerido lúcidamente Derrida, era un<br />

interés común de los organizadores de ese acontecimiento, tanto de los<br />

terroristas cuanto de aquellos que, en nombre de las víctimas, estaban<br />

deseando, desde hacia tiempo, declarar lo que enfáticamente se califica como<br />

guerra contra el terrorismo. “Más que en la destrucción de las Torres Gemelas<br />

o el ataque al Pentágono, más que en el asesinato de miles de personas, el<br />

verdadero “terror” consistió (y comenzó efectivamente) en exponer, en explotar,<br />

en haber expuesto y explotado su imagen <strong>por</strong> parte del propio objetivo del<br />

terror” 56 . Hay una violenta exposición de la vulnerabilidad y un espanto que<br />

está, insisto en ello escénicamente calculado 57 . Baudrillard considera que el<br />

espíritu del terrorismo no es solo la irrupción de la muerte en directo, sino la<br />

manifestación de una muerte mucho más real, simbólica y sacrificial que<br />

supone un acontecimiento absoluto e inapelable 58 . La estrategia del terrorismo<br />

suicida provoca un exceso de realidad, se derrumban no solamente unos<br />

edificios emblemáticos sino nuestra idea de seguridad. Es un acontecimiento,<br />

valga la reiteración, inefable, como, <strong>por</strong> volver a emplear terminología kantiana,<br />

una intuición sin concepto, “como una unidad sin generalidad en el horizonte,<br />

sin horizonte incluso, fuera de alcance para un lenguaje que confiesa su<br />

impotencia y en el fondo se limita a pronunciar mecánicamente una fecha, a<br />

repetirla, a la vez como una especie de encantamiento ritual, conjuro poético,<br />

letanía periodística, ritornelo retórico que confiesa no saber de qué habla” 59 . A<br />

pesar del parloteo o a través de él, la catástrofe se vuelve inolvidable.<br />

55<br />

<strong>Fernando</strong> Reinares: Terrorismo global, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 56.<br />

56<br />

Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una época de terror. Diálogos con<br />

Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 160.<br />

57<br />

“El espanto que sigue a la avalancha de las Torres retransmitida <strong>por</strong> mundovisión no engaña.<br />

Es el efecto perseguido <strong>por</strong> el sangriento escenógrafo. Cada detalle está programado para<br />

lograr la máxima conmoción. Todo conspirar para paralizar y aterrorizar al público universal”<br />

(André Glucksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p. 13).<br />

58<br />

Cfr. Jean Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 2003,<br />

pp. 17-18.<br />

59<br />

Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una época de terror. Diálogos con<br />

Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 132.


“Al igual que Fausto, los terroristas podrían en verdad exclamar In<br />

Anfang war die Tat: en el principio era el hecho” 60 . Solo que eso que pasa<br />

parece como si ya hubiera pasado o como si fuera algo que uno, cuando lo ha<br />

sufrido en carne propia, no deja de ver pasar, en el frontón de las obsesiones y<br />

las pesadillas. Es siempre algo ajeno, cosas tremendas realizadas <strong>por</strong> sujetos<br />

a los que no se puede entender. En el fondo seguimos contemplando al<br />

kamikaze-terrorista como un interrogante en suspenso 61 , alguien que “encarna”<br />

el triunfo del sacrificio, pero ese sujeto que asume, con un heroísmo fanático un<br />

destino absoluto 62 es un arma altamente eficaz. No podemos dejarnos<br />

confundir <strong>por</strong> la retórica maniquea desplegada mediáticamente <strong>por</strong> unos y<br />

otros, el terrorismo suicida no es solamente una estrategia de los pobres y los<br />

oprimidos, también es empleado <strong>por</strong> los ricos y <strong>por</strong> aquellos que están<br />

dispuestos a imponer las Leyes más atroces. Estamos asistiendo a lo que<br />

Derrida llama proceso autoinmune, esto es, a ese extraño com<strong>por</strong>tamiento del<br />

ser vivo que, de manera casi suicida, se aplica a destruir “él mismo” sus<br />

propias protecciones, a inmunizarse contra su “propia” inmunidad 63 . El<br />

crescendo del terror es siniestro, en el sentido freudiana, de lo familiar sentido<br />

como extraño. Por doquier se extendía el murmullo de que la Gran Demolición<br />

estaba inscrita en el imaginario cinematográfico, pero también surgía el<br />

comentario de que aquella arquitectura merecía el hundimiento; “cuando se<br />

derrumbaron las dos torres se tenía la impresión de que respondían con su<br />

propio suicidio al suicidio de los aviones suicidas” 64 . La huelga de los<br />

acontecimientos 65 , esa sucesión de imágenes que no son nada, termina con<br />

acontecimiento que es una imagen absoluta. Si en el relato de algunos<br />

60<br />

Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 124.<br />

61<br />

“¿Qué es un kamikaze? La mueca de un héroe. Su reverso monstruoso. La otra cara,<br />

irrisoria y horrible, del “carácter heroico” hegeliano, ese hombre “plenamente hombre”,<br />

dispuesto a situarse <strong>por</strong> encima de sus “instintos puramente animales” para, deseando el<br />

deseo de los demás y comprometiéndose en una lucha a muerte <strong>por</strong> el reconocimiento y el<br />

prestigio, asumir el riesgo de morir para alcanzar así “metas más elevadas”. ¿Qué es un<br />

kamikaze? La sombra de un mártir. Su parodia” (Bernard-Henri Lévy: “La lógica del kamikaze”<br />

en Reflexiones sobre la Guerra, el Mal, y el fin de la Historia, Ed. B, Barcelona, p. 191).<br />

62<br />

Cfr. el capítulo dedicado al terrorismo suicida en Walter Laqueur: La guerra sin fin. El<br />

terrorismo en el siglo XXI, Ed. Destino, Barcelona, 2003, pp. 105-178.<br />

63<br />

Cfr. Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una época de terror. Diálogos<br />

con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, pp. 142-149.<br />

64<br />

Jean Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 2003, p.<br />

11.<br />

65<br />

Cfr. Jean Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 2003,<br />

p. 9.


supervivientes de Hiroshima se impone el recuerdo de una luz cegadora 66 , en<br />

la película que Sean Penn ha realizado alegorizando el 11 de septiembre un<br />

sujeto que viven en un sombrío apartamento se despierta <strong>por</strong> unos inusuales<br />

rayos de sol que llegan hasta su miseria “gracias” a la caída de las Torres: el<br />

color de las flores explotando en el alfeizar de la ventana impone una visión<br />

paradójica. No cesa, de una manera u otra, la fascinación ante el atentado:<br />

“Antes que la violencia de lo real esté ahí primero y se le añada el escalofrío de<br />

la imagen, la imagen está ahí primero, y se le añade el escalofrío de lo real” 67 .<br />

James G. Ballard hablaba de la im<strong>por</strong>tancia de reinventar lo real como la última<br />

y más temible ficción. Pero ahora resulta que la tendencia a simbolizar está<br />

colapsada <strong>por</strong>que el acontecimiento imprevisible (pero esperado) ha ocurrido:<br />

se han derribado los límites de lo posible que, <strong>por</strong> así decirlo, sólo existían en<br />

nuestro inconsciente y, como indicó Clausewitz, “es difícil levantarlos de<br />

nuevo”.<br />

Eso Real que nos deja estupefactos es sometido, rápidamente a la<br />

estetización. Recordemos la exclamación de Apollinaire ante la guerra a la<br />

calificaba como “bonita” o la analogía de Cocteau de los acontecimientos<br />

bélicos con un ballet. Pero esas “visiones” provocan también, inmediatamente,<br />

tanto la indignación cuanto el cuestionamiento radical: “¿Qué “belleza” puede<br />

haber en un paisaje urbano destruido?¿De verdad puede ser fascinante esa<br />

ciudad que parece hundida en el suelo bajo el peso de un invisible martillo<br />

pilón?¿Dónde está la magia en ese grupo de mujeres en harapos, tiritando de<br />

fiebre a pesar del calor reinante?” 68 . Más allá del tono wagneriano que aparece<br />

para “sublimar” la catástrofe (algo que puede rastrearse a partir de la frase de<br />

Karl-Heinz Stockhausen de que los aviones colisionando contra el World Trade<br />

Center es la obra más sublime que pueda imaginarse) hay que tener presente<br />

que la guerra es lo horripilante. Es mucho mas peligroso de lo que parece<br />

convertir eso (traumatizante) en fenómeno estético, enterrando cualquier<br />

consideración que incluya la perspectiva ética 69 . La voluntad de la vanguardia<br />

66 Cfr. John Hersey: Hiroshima, Ed. Turner, Madrid, 2002, p. 26.<br />

67 Jean Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 2003, p.<br />

25.<br />

68 Bernard-Henri Lévy: “Estética de la guerra” en Reflexiones sobre la Guerra, el Mal y el fin de<br />

la Historia, Ed. Barcelona, 2002, p. 136.<br />

69 “Y esto nos lleva al aspecto ético de la experiencia, el que nos hace avergonzarnos <strong>por</strong> sentir<br />

goce estético. El 11 de septiembre es un objeto estético que se inscribe en un plano


de atemorizar a la burguesía era, al mismo tiempo, un intento de dinamitar<br />

situaciones culturales 70 , aunque se comprobó que el público y la institución<br />

artística eran capaces de asimilar a toda velocidad las propuestas de los<br />

estéticas del terror. El colapso de lo artístico-revolucionario o, parafraseando a<br />

Benjamin, la estetización de la política sirvieron para pavimentar (con todo lo<br />

que implica de pánico) el pedregoso y atormentado camino de la crítica. Acaso<br />

el único lugar en el que todavía las cosas resplandecían como joyas, en una<br />

tonalidad vanguardista, era el basurero, ese sito al que se había arrojado, sin<br />

miramientos, a la historia. Es como si el siglo XX hubiera asimilado,<br />

inconscientemente, aquella contundente declaración de Buenaventura Durruti<br />

de que “no nos espantan las ruinas”. No puede elevarse desde la escombrera<br />

en que habitamos ningún romanticismo o nostalgia, tampoco promete nada esa<br />

ruina que crece tan rápido como el desierto del nihilismo. La desarquitectura<br />

contem<strong>por</strong>ánea (nuclear en la entropología de Robert Smithson) puede<br />

conducir tanto al abatimiento mayúsculo cuanto al camuflaje cínico (dispuesto a<br />

ofrecer, con interés compuesto, el urbanismo del no-lugar), siendo también<br />

posible, ante el escándalo de las ruinas, un pesimismo de la fuerza 71 .<br />

Con todo al nombrar la fuerza convocamos no solamente la voluntad que<br />

se enfrenta críticamente al desastre sino la potencia (ubicua y, al mismo<br />

tiempo, difusa) que genera la misma destrucción que casi nos hipnotiza. Hay<br />

un retorno súbito de la violencia que es, en buena medida, nuestra única ley:<br />

completamente distinto de lo habitualmente en el mundo político, con independencia de que<br />

nos resulte hermoso, sublime o sencillamente atroz. La polaridad de la compleja experiencia<br />

ética, en oposición a y como parte de la estética del 11 de septiembre, ayudó a concentrar las<br />

tensiones necesarias para una experiencia plena y delimitada <strong>por</strong> el torrente incesante de la<br />

experiencia cotidiana, una experiencia para el recuerdo” (Max Ryyvanen: “La experiencia<br />

estética del 11 de septiembre” en “Dossier Terror-ISM” en Atlántica. Revista de Arte y<br />

Pensamiento, n° 35, verano del 2003, <strong>Centro</strong> Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran<br />

Canaria, p. 134).<br />

70 “La Modernidad estética es un procedimiento que no hace uso de la violencia contra<br />

personas o contra cosas, sino contra situaciones culturales sin esclarecer. Organiza una oleada<br />

de embates contra las actitudes comprensivas del tipo creencia, amor, honradez, así como<br />

contra pseudocategorías tales como la forma, el contenido, la imagen, la obra y el arte. Su<br />

modus operandi es el experimento vivo con los usuarios de estos conceptos” (Peter Sloterdijk:<br />

Temblores de aire. En las fuentes del terror, Ed. Pre-textos, Valencia, 2003, p. 111).<br />

71 Frente al discurso hegelianizante de la Historia y todas las justificaciones del status quo<br />

aparece un pesimismo que se niega a ver en las ruinas otra cosa que ruinas, intentando no<br />

añadir la injuria al desamparo: “Pesimista sí, pero que ahorran a los parias el último ultraje de<br />

tener que oír que es ese gran sufrimiento el que permite las más bellas redenciones y que,<br />

cuando se lo machaca, es cuando el hombre exhala su olor: puro escándalo de estas ruinas.<br />

Su horror insuperable” (Bernard-Henri Lévy: “Filosofía de la ciudad en ruinas” en Reflexiones<br />

sobre la Guerra, el Mal, y el fin de la Historia, Ed. B, Barcelona, 2002, pp. 140-141).


“La injusticia que defendemos nos obliga a aferrarnos a las armas de<br />

destrucción masiva, que nos permitirán hacer realidad nuestras fantasías en<br />

cualquier momento. La violencia global es el núcleo duro de nuestra<br />

existencia” 72 . Beck considera que los atentados terroristas han acercado a los<br />

Estados y han hecho que comprendamos más agudamente lo que significa la<br />

globalización: la articulación de una comunidad de destino a escala mundial<br />

contra el afán de destrucción violenta. “En la sociedad del riesgo mundial el<br />

unilateralismo estadounidense fracasa” 73 ; no parece, en ningún sentido, que la<br />

frase precedente corresponda a la geopolítica contem<strong>por</strong>ánea, cuando multitud<br />

de Estados se pliegan servilmente a los intereses del Imperio, administrador<br />

unilateral de la “democracia”. Resulta francamente difícil sentirse “satisfecho”<br />

<strong>por</strong> la interconexión y la cooperación en el desmantelamiento del llamado<br />

terrorismo global que encubre intereses (económicos, estratégicos, políticos,<br />

etc.) de todo tipo, quedando siempre olvidada la necesidad del diálogo cultural<br />

con otras culturas que son hoy, sistemáticamente, satanizadas. Es significativo<br />

como la actual “guerra contra el terrorismo” persigue, en la forma de la cacería,<br />

a protagonistas individuales (el más escurridizo de <strong>todos</strong> Bin Laden) pero, al<br />

mismo tiempo, afecta a la población entera de países que terminan entrando en<br />

verdadera guerra civil y, simultáneamente, impugna prácticas religiosas con las<br />

que nuestra civilización “choca”. “Se dice que los Estados son esenciales para<br />

la creación de redes terroristas transnacionales, pero ¿no será precisamente la<br />

falta de Estado, la inexistencia de estructuras estatales que funcionen, el<br />

humus de las actividades terroristas?¿No podría ser que la imputación a<br />

Estados y hombres en la sombra siga teniendo su origen en un pensamiento<br />

militar y que estemos en el umbral de una individualización de la guerra en la<br />

que ya no “guerreen” Estados contra Estados sino individuos contra<br />

Estados?” 74 . La falta evidente de ideología del terrorismo contem<strong>por</strong>áneo es<br />

simétrica a la política de embustes del Imperio, en última instancia, <strong>todos</strong> tienen<br />

claro que una imagen poderosa ahora las palabras.<br />

A pesar de su ineficacia, retorna el proyecto de bunkerización, <strong>por</strong><br />

ejemplo, en ese intento de construir una fortaleza occidental que está<br />

72 Sven Lindqvist: Historia de los bombardeos, Ed. Turner, Madrid, 2002, fragmento 399.<br />

73 Ulrich Beck: Sobre el terrorismo y la guerra, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 21.<br />

74 Ulrich Beck: Sobre el terrorismo y la guerra, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 31.


suponiendo, de hecho, la imposición de sistemas autoritarios 75 . “El terrorismo<br />

produce una paranoia cuyo tratamiento no podemos delegar en la psiquiatría,<br />

puesto que no se trata de un trastorno mental individual sino público” 76 . La<br />

psicosis generalizada, ese querer protegerse (cueste lo que cueste), es un<br />

elemento más de la perversión autoinmune. La actitud paranoica no es propia<br />

solamente de las víctimas, los propios terroristas en sus precarias<br />

racionalizaciones, que ocultan más de lo que revelan, mezclan el fanatismo con<br />

la obsesión ante conspiraciones hostiles que les que les delimitan y, <strong>por</strong><br />

supuesto, obligan a actuar 77 . Broch decía que se tiene miedo ante lo hostil,<br />

mientras que ante las tinieblas se siente angustia. El problema es que en la<br />

actualidad todo es indefinido y, <strong>por</strong> tanto, el miedo está exorbitado: la mirada<br />

encuentra, de forma casi enfermiza, que todo es amenazador. “Por mucho que<br />

expertos, políticos y psicólogos se afanen en combatir los miedos crecientes<br />

mediante múltiples, y a menudo vanas, precauciones, no logran contener una<br />

impalpable angustia. ¿Cómo desmentir ese vago sentimiento de que ya no se<br />

está seguro de nada?” 78 . En cualquier caso, el miedo es una emoción<br />

ambivalente, algo que tiene que ver con el delirio paranoico pero también con<br />

una sugestión lúdica e incluso placentera. El espectador del gore-catódico<br />

recibe también, periódicamente, una ración de justos bombardeos ejecutados<br />

con toda precisión (evitando “daños colaterales” en una terminología<br />

higienizante y macabra), da igual que sea sobre Bagdag o en Tora-Bora, aquel<br />

singular paraje en el que encontramos, según Rafael Sánchez Ferlosio, el<br />

75<br />

“Este intento de construir una fortaleza occidental contra los culturalmente distintos es<br />

omnipresente y seguramente será progresivo en los próximos años. De ahí que pudiera ser la<br />

fragua de una política de autoritarismo estatal (étnico) que, puertas afuera, se adaptara a los<br />

mercados mundiales y, puertas adentro, se com<strong>por</strong>tara autoritariamente. Para los ganadores<br />

de la globalización, el neoliberalismo es lo pertinente; para los perdedores de la globalización,<br />

así se aviva el miedo al terrorismo y lo extranjero y se inocula dosificadamente el veneno del<br />

racismo. Tal cosa equivaldría a una victoria de los terroristas, ya que los paises modernos se<br />

privaría espontáneamente de lo que les hace atractivos y superiores: la libertad y la<br />

democracia” (Ulrich Beck: Sobre el terrorismo y la guerra, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, pp. 54-<br />

55).<br />

76<br />

Hans Magnus Enzensberger: “El vacío en el seno del terrorismo” en Mediocridad y delirio,<br />

Ed. Anagrama, Barcelona, 1991, p. 223.<br />

77<br />

“La locura, en especial la paranoia, desempeña efectivamente un papel en el terrorismo<br />

contem<strong>por</strong>áneo. No es necesario decir que no <strong>todos</strong> los paranoicos son terroristas, pero <strong>todos</strong><br />

los terroristas creen en la existencia de conspiraciones tramadas <strong>por</strong> fuerzas hostiles muy<br />

poderosas, es decir, padecen alguna forma de delirio y manía persecutoria” (Walter Laqueur:<br />

Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 19).<br />

78<br />

André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p. 15.


imaginario neo-piranesiano 79 . No hay que tener miedo al miedo. Sobre todo<br />

aquellos que lo administran, especialmente los terroristas, no pueden tener<br />

miedo a generar un dolor superlativo; <strong>por</strong> ejemplo, Karl Heinzen en el ensayo<br />

Der Mord (“Asesinato”), señaló a mediados del siglo XIX que si tienes que<br />

dinamitar la mitad de un continente y derramar un océano de sangre con el fin<br />

de destruir el partido de los bárbaros, “no tengas escrúpulos de conciencia. No<br />

es un verdadero republicano quien no está dispuesto a pagar gustosamente<br />

con su vida la satisfacción de exterminar a un millón de bárbaros” 80 . Heinzen,<br />

que culpaba a los revolucionarios de 1848 <strong>por</strong> no haber demostrado la<br />

suficiente crueldad, quería desarrollar lo que llamaba el arte del asesinato y,<br />

<strong>por</strong> tanto, había que inventar, cuanto antes, nuevos explosivos que permitieran<br />

colocar bombas bajo el pavimento, así como era necesario encontrar la manera<br />

de envenenar, masivamente, la comida.<br />

Tal vez la consecuencia inmediata del miedo es el silencio, bien es<br />

verdad que al “hablar” uno entra en una zona peligrosa, sea al convertirse en<br />

objetivo potencial para los violentos o, en otra dirección, incurrir en “apología”<br />

del terrorismo. Aumenta, especialmente en el País Vasco, el número de<br />

personas amenazadas, señaladas con una diana, apuntados en las lista de los<br />

deben ser asesinados, sujetos llenos de miedo, literalmente, muertos en vida 81 .<br />

Como ha señalado Bernard-Henri Lévy hemos entrado en la era del desecho 82 ,<br />

cuando nadie puede actuar como testigo. Los asesinos consiguen romper el<br />

compacto apelotonamiento social pero, al mismo tiempo, crean una masa<br />

atemorizada 83 . Sin duda, el fanatismo es esencial en el terrorismo, como<br />

79<br />

Cfr. Rafael Sánchez Ferlosio: “La hija de la guerra y la madre de la patria” en La hija de la<br />

guerra y la madre de la patria, Ed. Destino, Barcelona, 2002, p. 215.<br />

80<br />

Heinzen citado en Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003,<br />

p. 61.<br />

81<br />

“El miedo se les ha alojado en la nuca, se les ha pegado al alma como una lapa, como una<br />

bombalapa. Muchos han vivido literalmente muertos de miedo, en un sinvivir, en unas<br />

condiciones más propias de fieras acechadas que de aquellas personas que viven en países<br />

civilizados y democráticos” (José María Calleja: Héroes a su pesar. Crónica de los que luchan<br />

<strong>por</strong> la libertad, Ed. Espasa, Madrid, 2003, p. 162).<br />

82<br />

“La era del Proletariado (Marx). La era del Trabajador (Jünger). La era del Refugiado<br />

(Arendt). La era del De<strong>por</strong>tado (Solzhenitsin, Primo Levi). Quizá estemos asistiendo al<br />

advenimiento de otra era, la quinta, que sería la era de los “parias” y de los “agujeros negros” y<br />

que podríamos llamar, <strong>por</strong> ejemplo, la “era del Desecho”” (Bernard-Henri Lévy: “¿Qué es un<br />

Desecho?” en Reflexiones sobre la Guerra, el Mal, y el fin de la Historia, Ed. B, Barcelona,<br />

2002, p. 275).<br />

83<br />

Cfr. Elias Canetti: Masa y poder. Volumen 1, Ed. Alianza-Munchnik, Madrid, 1983, pp. 47-50.<br />

“El hombre se libera del propio miedo al contacto no sólo cuando está totalmente rodeado <strong>por</strong><br />

otros hombres, de manera que ya no puede saber quién es el que le oprime” (Elias Canetti en


también lo fue en la articulación del movimiento nazi 84 que mezclaba, en su<br />

retórica devastadora, el racismo, que establece no una relación militar, guerra o<br />

política (aunque se sirva de ellas) sino biológica 85 , y la manía persecutoria (el<br />

fanático se ve rodeado <strong>por</strong> la traición, la delación y la infidelidad). De la misma<br />

forma que el “enemigo terrorista”, el déspota señalado <strong>por</strong> el Imperio<br />

(ejemplarmente, Sadam Husein) tiene que ser, inmediatamente, demonizado 86 ,<br />

los abanderados de la justicia internacional son el blanco de <strong>todos</strong> los odios.<br />

Los americanos tienen razones para preguntarse ¿<strong>por</strong> qué nos odian tanto? 87 .<br />

Nos sorprende la declaración del raro y genial campeón de ajedrez Bobby<br />

Fischer de que el atentado del 11 de septiembre había sido una noticia<br />

maravillosa 88 y, sin embargo, hemos escuchado, <strong>por</strong> todas partes, que los<br />

norteamericanos “se lo merecían”. No es solamente la rabia de los marginados<br />

del Imperio la que pronuncia, en distintos tonos, esa cruel sentencia. La<br />

venganza es, como sabemos interminable, aunque, en ocasiones, termine <strong>por</strong><br />

ser, más que nada, una amenaza, un recurso patriótico evocado lúcidamente<br />

<strong>por</strong> Santiago Sierra en el 2003 al remunerar a unos trompetistas para que en el<br />

límite de la Zona Cero interpretaran la música de “El degüello” que, en la<br />

película El Álamo, prefiguraba la victoria de los mejicanos y el terror de los<br />

diálogo con Theodor W. Adorno: “Diálogo sobre las masas, el miedo y la muerte” en Debats, n°<br />

17, Valencia, p. 103).<br />

84 “Hitler observó que jamás se podría lograr la movilización de las masas <strong>por</strong> medio de<br />

“discursos y actos tímidos”, sino <strong>por</strong> la falta total de consideración (humana) y la persecución<br />

fanática e implacable del objetivo. Había que acabar con el enemigo y destruirlo” (Walter<br />

Laqueur: La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI, Ed. Destino, Barcelona, 2003, p. 34).<br />

85 Cfr. las consideraciones que sobre el racismo hace Michel Foucault en Hay que defender a la<br />

sociedad, Ed. Akal, Madrid, 2003, p. 219.<br />

86 Cfr. Noam Chomsky: Poder y terror. Reflexiones posteriores al 11/09/2001, Ed. RBA,<br />

Barcelona, 2003, p. 38.<br />

87 “Después del 11 de septiembre, para de la prensa, y en particular el Wall Street Journal, hizo<br />

lo que debía hacer: empezó a investigar la opinión pública de la región de Oriente Medio.<br />

Intentaron encontrar la contestación a la plañidera pregunta de George Bush: “¿Por qué nos<br />

odias, con lo bueno que somos?”. ¿Cómo es posible?” (Noam Chomsky: Poder y terror.<br />

Reflexiones posteriores al 11/09/2001, Ed. RBA, Barcelona, 2003, p. 83).<br />

88 “[...] según parece, Bobby Fischer, <strong>por</strong> aquel entonces en Filipinas, dijo que el atentado había<br />

sido una noticia maravillosa. Ya era hora de acabar de una vez <strong>por</strong> todas con los Estados<br />

Unidos. No obstante, el antiguo campeón mundial de ajedrez llevaba un tiempo fuera de sus<br />

casillas y nadie consideró necesario ni comentar sus palabras, ni responderle” (Walter Laqueur:<br />

La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI, Ed. Destino, Barcelona, 2003, p. 250). “El 11 de<br />

septiembre de 2001, apenas unas horas después del hundimiento del World Trade Center, Billy<br />

Roper, coordinador adjunto de la Alianza Nacional (grupo neonazi norteamericano) escribe en<br />

Internet: “No queremos que ellos se casen con nuestras hijas, como ellos no quieren que<br />

nosotros nos casemos con las suyas... [“ellos”: los “árabes”]. El enemigo [Ben Laden] de<br />

nuestro enemigo [la America multicultural] es <strong>por</strong> el momento nuestro amigo. Doy mi<br />

aprobación a todo aquel que esté dispuesto a lanzar un avión contra un edificio para matar<br />

judios”, y Billy Roper termina expresando su admiración <strong>por</strong> el emir de los kamikazes” (André<br />

Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p. 221).


“vecinos” del Norte. Lejos de cualquier “estética”, en plena escalada de<br />

(neo)mccarthismo, el Imperio está dispuesto a machacar el terrorismo aunque<br />

tenga que emplear dosis increíbles de Terror 89 . En situaciones excepcionales<br />

los argumentos son rápidamente sustituidos <strong>por</strong> hechos claros, castigos<br />

ejemplares y demostraciones de fuerza; incluso Michael Walzer, una figura<br />

significativa del izquierdismo americano, señaló que la única respuesta política<br />

a los fanáticos ideológicos y a los combatientes suicidas de la guerra santa era<br />

una oposición implacable 90 .<br />

La consigna es, aparentemente, sencilla: hay que acabar con el<br />

terrorismo. Un problema que no es meramente nominalista o cuasi-metafísico<br />

es que el terrorismo es, de suyo, algo que se escabulle de la definición 91 . En un<br />

sentido elemental, el terrorista es<br />

alguien que trata de promover sus puntos de vista <strong>por</strong> medio de un sistema de<br />

intimidación coercitiva. “Podemos considerar terrorista un acto de violencia<br />

cuando el impacto psíquico que provoca en una determinada sociedad o en<br />

algún sector de la misma sobrepasa con creces sus consecuencias puramente<br />

materiales” 92 . En realidad, el terrorismo es un modus operandi 93 que tiene,<br />

89 Tengamos en cuenta el atentado de 1985, realizado <strong>por</strong> la CIA, en la puerta de una mezquita<br />

en Beirut que perseguía acabar con la vida de un jeque musulmán que salió ileso, aunque<br />

(como “daño colateral”) murieron ochenta personas y doscientas cincuenta fueron heridas de<br />

consideración.<br />

90 Cfr. Michael Walzer: “Excursing Terror” en The American Prospect, 22 de octubre del 2001.<br />

91 “En otras partes de este ensayo he mencionado las dificultades relacionadas con lograr un<br />

acuerdo sobre una definición general del terrorismo. No existe tal definición, y tampoco podrá<br />

hallarse ninguna en el futuro previsible. Argumentar que el terrorismo no puede estudiarse<br />

mientras no exista esa definición es manifiestamente absurdo” (Walter Laqueur: Una historia<br />

del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 35). “Según el título 22 del Código de Estados<br />

Unidos, el terrorismo es un acto de violencia premeditado y políticamente motivado perpetrado<br />

contra objetivos no militares <strong>por</strong> parte de grupos subnacionales o agentes clandestinos, y cuyo<br />

propósito suele ser influir en un público. [...] Los intentos de dar con una definición se remontan<br />

a los días de la Liga de Naciones, en 1937 (“todo acto criminal que se dirige contra un Estado...<br />

y que pretende crear un estado de terror en la mente de individuos o en el público en general”).<br />

Esta definición, no obstante, fue considerada insuficiente incluso entonces, y jamás recibió un<br />

refrendo general. Una definición propuesta <strong>por</strong> las Naciones Unidas en 1999 afirmaba que el<br />

terrorismo eran actos criminales cuyo objetivo era provocar un estado de terror, que estaban,<br />

cualesquiera que fueran las circunstancias, injustificados con independencia de las<br />

consideraciones, que podían ser de índole política, filosófica, ideológica, racial, étnica, religiosa<br />

o de otro tipo. Sin embargo, este texto también fue rechazado <strong>por</strong> muchos gobiernos, pues<br />

veían que la condena que en él se hacía abarcaba demasiadas áreas. Las Naciones Unidas no<br />

se han puesto de acuerdo a la hora de llegar a una definición del terrorismo <strong>por</strong> motivos<br />

evidentes, y jamás lo conseguirán” (Walter Laqueur: La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo<br />

XXI, Ed. Destino, Barcelona, 2003, p. 361).<br />

92 <strong>Fernando</strong> Reinares: Terrorismo global, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 16.<br />

93 “[...] el terrorismo no es un adversario, sino un modus operandi, un método de lucha que se<br />

distribuye de inmediato en ambos lados del conflicto. Por esta razón, la expresión “Guerra


como el arte, una enorme relevancia simbólica, al mismo tiempo, que tiene<br />

características singularmente ambivalentes: “Dice un viejo sofisma que “lo que<br />

para un hombre es un terrorista, para otro es un guerrero de la libertad”. La<br />

frase es cierta en tanto criminales y víctimas raras veces coinciden en la<br />

naturaleza de un crimen” 94 . A la ambigüedad y falta de definición del terrorismo<br />

se añade el rasgo, decididamente contem<strong>por</strong>áneo, de que muchísimos<br />

atentados carecen de explicación, nadie los reivindica, no aparece ninguna<br />

declaración: atentados (literalmente) vacíos. Podría encontrarse, en los<br />

estratos de la historia del crimen organizado un precedente de estos<br />

com<strong>por</strong>tamientos en el grupo independentista del Caucaso denominado los<br />

Bezmotivniki (los sin motivo) que actuaron durante la revolución de 1905 95 .<br />

Nosotros somos contem<strong>por</strong>áneos de la monstruosidad de un terrorismo,<br />

insisto, sin ritual, meta ni móviles, “un acto terrorista que podría haber sido<br />

cometido <strong>por</strong> cualquiera y del que cualquiera hubiera podido ser víctima” 96 .<br />

Tenemos el caso del asesinato de Olof Palme, pero sobre todo el atentado de<br />

las Torres Gemelas que, en principio, no fue reivindicado <strong>por</strong> nadie, aunque<br />

rápidamente fue “adjudicado” a Bin Laden, el maquiavélico líder de Al Qaeda<br />

que añadió, más tarde, a la mediatización del terror una letanía de<br />

“justificaciones” 97 . El absurdo es connatural a víctimas y verdugos. Cuando se<br />

tiene la pistola en la mano es fácil imponer el discurso. Recordemos el extraño<br />

parlamente que coloca Samuel L. Jackson, en Pulp Fiction de Quentin<br />

Tarantino, al chapucero y nervioso delincuente que está atracando el bar en el<br />

contra el Terrorismo” es una fórmula carente de sentido” (Peter Sloterdijk: Temblores de aire.<br />

En las fuentes del terror, Ed. Pre-textos, Valencia, 2003, p. 57).<br />

94 Walter Laqueur: La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI, Ed. Destino, Barcelona, 2003,<br />

p. 364.<br />

95 “Durante la revolución de 1905 y después de ella, hubo mucho terrorismo independiente en<br />

el Cáucaso. Los grupos anarquistas predicaban “la crueldad y una completa venganza<br />

popular”. Una de las facciones, los Bezmotivniki (los sin motivo), al grito de “muerte a la<br />

burguesía”, urdían, y ocasionalmente cometían actos de terror indiscriminado como el<br />

lanzamiento de bombas en los cafés, los restaurantes y los teatros” (Walter Laqueur: Una<br />

historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 81).<br />

96 Hans Magnus Enzensberger: “El vacío en el seno del terrorismo” en Mediocridad y delirio,<br />

Ed. Anagrama, Barcelona, 1991, p. 224.<br />

97 “Al Qaeda, la red terrorista cuyos dirigentes planificaron y ordenaron aquellos atentados, se<br />

preocupó incluso de tener dispuesto un video que difundir a la prensa internacional, a través de<br />

un canal qatarí de televisión, cuando se cumpliera el primer aniversario de los hechos. El video<br />

en cuestión es una grabación propagandística en la que Osama Bin Laden ensalza a los<br />

terroristas suicidas que llevaron a cabo los atentados, los cuales apareen en una localidad<br />

afgana ultimando preparativos antes de trasladarse a Estados Unidos, donde ejecutaron las<br />

órdenes recibidas” (<strong>Fernando</strong> Reinares: Terrorismo global, Ed. Taurus, Madrid, 2003, pp. 56-<br />

57).


que, <strong>por</strong> casualidad, esta desayunando. En un momento la situación ha dado<br />

un giro completo: el ladrón está siendo encañonado <strong>por</strong> el mafioso que estaba<br />

“camuflado” en la más inocuo cotidianeidad. “He memorizado –dice enfática y<br />

parsimoniosamente el asesino profesional- un pasaje de Ezequiel 25,17: “El<br />

camino del hombre recto está <strong>por</strong> <strong>todos</strong> lados amenazado <strong>por</strong> la injusticia de<br />

los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito aquel pastor que en<br />

nombre de la caridad y de la buena voluntad saque a los débiles del valle de la<br />

oscuridad <strong>por</strong>que es el auténtico guardián de su hermano y el descubridor de<br />

los niños perdidos. Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y<br />

furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos.<br />

Y tu sabrás que mi nombre es Yavé cuando caiga mi venganza sobre ti”. Llevo<br />

años diciendo esta mierda y cuando alguien lo oía es que iba a morir. No había<br />

pensado mucho en lo que significaba, simplemente creía que era un rollo que<br />

le soltaba a algún hijoputa antes de pegarle un tiro, pero esta mañana vi algo<br />

que me ha hecho pensar dos veces. Ahora se me ocurre que tal vez significa<br />

que tu eres el hombre malo y yo soy el hombre recto y que el señor 9 mm. es el<br />

pastor que protege mi recto culo en el valle de la oscuridad. ¿O será tal vez<br />

que tu eres el hombre recto y yo soy el pastor y que este mundo es injusto y<br />

egoísta? Me gustaría eso, pero ese rollo no es la verdad. La verdad es que tu<br />

eres el débil y yo soy la tiranía de los hombres malos, pero me esfuerzo Ringo,<br />

me esfuerzo con intensidad para ser el pastor”. El sarcasmo sobre esa caída<br />

del caballo, tan rara hermeneútica de la Biblia, impone, más que nada, el<br />

desmantelamiento de lo moralizante. Es la violencia la que puede hacerse oír<br />

hablar y el miedo el que calla sin que eso suponga que termina <strong>por</strong> comprender<br />

algo.<br />

No es fácil encontrar palabras para dar voz al estu<strong>por</strong>, esa falta de<br />

sentido total. En última instancia el terrorismo es una característica estructural<br />

de nuestra civilización, un fenómeno endémico que, en ocasiones, se camufla<br />

con discursos justificatorios, pero que, en realidad, no necesita de ellos.<br />

“Entonces también tendríamos que confesarnos que el terrorismo no tiene<br />

contenido político y que –al igual que las masacres en las calles y en los<br />

campos de fútbol, la <strong>por</strong>nografía sádica y la drogodependencia, los malos<br />

tratos masivos a mujeres y niños- tiene su origen remoto en el estado psíquico<br />

del conjunto de la sociedad. Y de todo ello habría que concluir que aunque


fuera posible combatir al terrorismo, jamás se logrará derrotarlo. Porque “el<br />

estado psíquico del conjunto” no es más que un concepto vacío de algo que<br />

jamás comprenderemos del todo y que escapa a nuestro control” 98 . En el<br />

desconcierto de lo inexplicable, el terrorismo de la Gran Demolición exige<br />

todo 99 . Aunque el atentado parezca vacío, en última instancia el terrorista<br />

quiere firmar (de alguna manera) el desastre que su acción produce 100 .<br />

Encarna, ejemplarmente, la pasión de destruir <strong>por</strong> destruir; el terrorista quiere<br />

ser recordado <strong>por</strong> su terrible determinación 101 . No exagero: hoy el terrorista es<br />

cualquiera. A pesar de algunas de sus declaraciones no son, habitualmente, los<br />

marginados de la civilización occidental, sino más bien sujetos que asimilan<br />

aquello que quieren destruir, dotados de la ultra-tecnología contem<strong>por</strong>ánea,<br />

completamente camuflados en la banalidad 102 , como aquellos miembros de la<br />

secta de los Asesinos, una rama de los ismaelitas que surgió en el siglo XI, que<br />

operaban en completo secreto, disfrazándose de extranjeros o, incluso, de<br />

cristianos. Los Asesinos entendían su misión como un acto sacramental, así<br />

iban al encuentro de la muerte y del martirio convencidos de que estaban<br />

98<br />

Hans Magnus Enzensberger: “El vacío en el seno del terrorismo” en Mediocridad y delirio,<br />

Ed. Anagrama, Barcelona, 1991, p. 224.<br />

99<br />

“La violencia que devoró el World Trade Center no pide nada, es decir, exige todo. La<br />

ausencia, durante semanas, de motivo, de reivindicación, de un ultimátum formulado multiplica<br />

el estu<strong>por</strong> y el miedo. Desconcierto máximo de una violencia sin palabras. Su capacidad<br />

aniquiladora no es negociable. En el mundo de los campos de concentración, las víctimas<br />

preguntaban: “¿Por qué?”. El verdugo respondía: “Aquí no hay <strong>por</strong>qués””. (André Gluksmann:<br />

Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p. 22).<br />

100<br />

“A diferencia de los demás videos previos a la misión suicida, la filmación emitida <strong>por</strong> Al<br />

Yazira de uno de los terroristas que participó en el atentado contra el World Trade Center,<br />

muestra al individuo dirigiéndose a la masas con la imagen de un avión estrellándose contra<br />

una de las torres como telón de fondo. Esta grabación manipulada fue recibida <strong>por</strong> Al Yazira<br />

seis meses después del atentado de Nueva York. El terrorista no menciona su participación en<br />

la misión, pero la imagen del video en el momento de la colisión contra el World Trade Center<br />

construye un mensaje visual que se recibe como una película de Hollywood en la que abundan<br />

los efectos especiales” (Khaled Ramadan: “Hombres bomba y mártires suicidas.<br />

Videoinstalación” en “Dossier Terror-ISM” en Atlántica. Revista de arte y pensamiento, n° 35,<br />

<strong>Centro</strong> Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canaria, verano del 2003, p. 125).<br />

101<br />

“Reconozcan en Mohamed Atta, organizador y suicida del fuego infernal e hijo tranquilo<br />

según su padre, un abogado de El Cairo, a Eróstrato, ese griego oscuro que en el año 356 a.C.<br />

incendió el templo de Diana, una de las Siete Maravillas del mundo, dispuesto a todo, a morir,<br />

para superar a Alejandro en inmortalidad” (André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed.<br />

Taurus, Madrid, 2002, p. 23).<br />

102<br />

“En el colmo de la astucia han utilizado incluso la misma banalidad de la vida<br />

norteamericana como máscara y doble juego. Durmiendo en sus extrarradios, leyendo y<br />

estudiando en familia, antes de despertarse de un día para otro como bombas de relojería. El<br />

dominio infalible de esta clandestinidad es casi tan terrorista como el acto espectacular del 11<br />

de septiembre. Porque arroja la sospecha sobre cualquier individuo: ¿acaso cualquier ser<br />

inofensivo no es un terrorista en potencia?” (Jean Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en<br />

Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 2003, p. 19).


haciendo lo mejor. El revolucionario, como planteó Bakunin, es un hombre que<br />

no tiene nombre, entregado a la pasión de la revolución, duro consigo mismo y<br />

con los demás, un hombre perdido, sin lazos, alguien, vale la pena repetirlo,<br />

que no reconoce más acción que la destrucción 103 . En realidad, el rostro del<br />

terror es una capucha que tapa <strong>todos</strong> los rasgos, un enmascaramiento que<br />

cimienta la idea de que todo es sospechoso 104 , en una época, como ya he<br />

indicado, en la que todo puede convertirse en arma y, en medio de la escalada<br />

paranoica, todo accidente se entiende como atentado terrorista 105 . El Poder ha<br />

llegado a comprender que no puede fiarse ni siquiera de aquellos a los que ha<br />

“protegido”, como sucedió con aquel jeque ciego, Umar Abdel Arman, defensor<br />

a ultranza de la yihad, que después de huir a los Estados Unidos, perseguido<br />

<strong>por</strong> el gobierno de Egipto, fue el incitador ideológico del intento de hacer<br />

estallar una bomba en el World Trade Center en 1993 106 .<br />

Estamos atrapados en el círculo vicioso de la violencia: “Terror contra<br />

terror –detrás de todo esto no hay ninguna ideología” 107 . Desengañémonos, no<br />

hay sentido, lo único que cuenta es el espectáculo: estamos atrapados en el<br />

103 “En los Principios de la revolución, publicados en 1869, escribió [Bakunin] que “no<br />

reconocemos más acción que la de destrucción, aunque admitimos que las formas en las que<br />

se manifieste esa acción sean extraordinariamente variadas –veneno, puñal, soga, etcétera-“.<br />

Aquellos cuyo destino es ser liquidados ya han sido designados. Llantos y lamentos seguirán:<br />

la “sociedad” experimentará temor y remordimiento. Los revolucionarios, no obstante, han de<br />

mostrar indiferencia hacia las lamentaciones de los condenados, y no han de aceptar ninguna<br />

componenda” (Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 64).<br />

104 Domingo Sánchez Blanco realizó en el 2002 una acción en el Museo Guggenheim de<br />

Bilbao, titulada Todo es sospechoso, en la que convertía una comida en el restaurante de ese<br />

centro en una intervención artística. Desde el principio la propuesta fue rechazada e incluso se<br />

intentó impedir que se desarrollara aduciendo que com<strong>por</strong>taba innumerables “riesgos”. El<br />

Museo está, ciertamente, bunkerizado paranoicamente, amenazado <strong>por</strong> un terrorismo que<br />

puede llegar a encontrar en la “cultura” un potente efecto de eco. El artista citado desarrolló,<br />

dentro ese proyecto, una actividad de escolta, pactada previamente, con dos comisarios de una<br />

exposición a la que había sido invitado (en Nueva York y Barcelona) ofreciendo, sin respuesta,<br />

también sus servicios “simbólicos” al director del citado Museo.<br />

105 “El menor incidente, la menor irregularidad, la menor catástrofe, un temblor de tierra, una<br />

casa que se derrumba, el mal tiempo –tiene que haber un responsable-, todo es un atentado.<br />

De modo que el recrudecimiento del sabotaje, del terrorismo, del bandolerismo, es menos<br />

interesante que el hecho de que todo lo que sucede sea interpretado en ese sentido” (Jean<br />

Baudrillard: El intercambio simbólico y la muerte, Ed. Monte Ávila, Caracas, 1980, p. 188).<br />

106 “Fue en febrero de 1993, cuando fundamentalistas islámicos colocaron una potente bomba<br />

en el aparcamiento subterráneo de una de las dos Torres Gemelas, a fin de que se desplomara<br />

sobre la otra. Aunque eso no llegó a suceder, la detonación del artefacto provocó la muerte a<br />

seis personas y heridas a varios centenares” (<strong>Fernando</strong> Reinares: Terrorismo global, Ed.<br />

Taurus, Madrid, 2003, p. 60).<br />

107 Jean Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 2003, p.<br />

13.


molino satánico del terrorismo del espectáculo 108 . Al final Bin Laden es un<br />

nombre que sirve para que todo el mal se localice allí 109 , de la misma forma<br />

que en la “guerra contra el terrorismo” encontramos acciones, como las de<br />

algunos bombardeos en el campo, que parecen exorcismos 110 . El nuevo<br />

terrorismo, como Walter Laqueur ha precisado, se expresa a través de los<br />

terroristas suicidas que tienen el deseo de causar una matanza indiscriminada,<br />

surgidos muchos de ellos, no cabe duda, de un poderoso caldo de cultivo: la<br />

frustración 111 . Muchos hombres están privados en el mundo de ciudadanía (en<br />

el sentido ilustrado) y, a esa obviedad, se añade la de que no se cuenta de la<br />

misma forma a los muertos en todas partes. “Se comenten –apunta Noam<br />

Chomsky- cantidad de atrocidades, pero en otro sitio” 112 . En última instancia,<br />

también los terroristas pueden exhibir que ellos sufren, constantemente, el<br />

acoso terrorista (estatal) 113 . Narcotizados <strong>por</strong> el directo (en el que se<br />

entrecruzan la pulsión voyeuristica y la estrategia de la vigilancia planetaria),<br />

108<br />

“Se intenta después de lo ocurrido imponerle un sentido cualquiera, encontrarle cualquier<br />

interpretación. Pero no los hay, y es la radicalidad del espectáculo lo único original e<br />

irreductible. Es espectáculo del terrorismo impone el terrorismo del espectáculo” (Jean<br />

Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 2003, p. 26). Sobre<br />

el terrorismo en la época de la dominación espectacular, cfr. Guy Debord: Comentarios sobre la<br />

sociedad del espectáculo, Ed. Anagrama, Barcelona, 1990, pp. 36-37.<br />

109<br />

“Otro aspecto de la victoria de los terroristas es que todas las demás formas de violencia y<br />

desestabilización del orden actúan a su favor: terrorismo informático, terrorismo biológico,<br />

terrorismo del ántrax y del rumor, todo es imputado a Bin Laden” (Jean Baudrillard: “El espíritu<br />

del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena, Madrid, 1993, p. 28).<br />

110<br />

“En cuanto a los bombardeos que se han podido ver <strong>por</strong> la pantalla, como una sucesión de<br />

altísimas columnas de humo separadas <strong>por</strong> trechos regulares a lo largo de una línea recta<br />

como de unos 3 o 4 kilómetros [en los bombardeos americanos en Afganistán] -no sabría yo<br />

calcular-, que hacían pensar que algunas o muchas de ellas debían de estallar en un rodal<br />

totalmente vacío, serían probablemente un espectáculo de cine <strong>por</strong>no sado destinado a<br />

satisfacer lo que Susan Sontag ha llamado “la lujuria que la opinión pública [americana] siente<br />

<strong>por</strong> los bombardeos en masa”” (Rafael Sánchez Ferlosio: “La hija de la guerra y la madre de la<br />

patria” en La hija de la guerra y la madre de la patria, Ed. Destino, Barcelona, 2002, p. 217).<br />

111<br />

Cfr. Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 17.<br />

112<br />

Noam Chomsky: Poder y terror. Reflexiones posteriores al 11/09/2001, Ed. RBA, Barcelona,<br />

2003, p. 14.<br />

113<br />

En la entrevista para la película de Medem, La pelota vasca. La piel contra la piedra, Otegi,<br />

secretario general de Batasuna, señala, entre otras cosas, que los militantes de ETA han<br />

entendido que la lucha armada es necesaria para “abrir una vía a la confrontación democrática,<br />

a la confrontación de proyectos”. Tras esa anómala formulación advierte que a ellos nadie les<br />

puede dar lecciones de sufrimiento: “Nosotros cuando hablamos de sufrimiento hablamos de<br />

sufrimiento en primera persona. Ya sabemos lo que es eso. Hemos enterrado a nuestros<br />

concejales, hemos enterrado a nuestros diputados, hemos enterrado a cientos de jóvenes de<br />

este país. Jóvenes que han muerto <strong>por</strong>que en un determinado momento han decidido militar en<br />

ETA y han tenido enfrentamientos o han sido sencillamente asesinados <strong>por</strong> el terrorismo del<br />

Estado. Nosotros sabemos exactamente qué es eso, y como sabemos qué es exactamente eso<br />

entendemos a la perfección lo que sienten los demás en situaciones similares” (Arnaldo Otegi<br />

entrevistado en Julio Medem: La pelota vasca. La piel contra la piedra, Ed. Aguilar, Madrid,<br />

2003, p. 423).


esa iluminación que no quiere que nada quede en sombra 114 , nos hemos<br />

endurecido y, sobre todo, nuestra adicción a la violencia catódica nos ha<br />

inmunizado contra el sufrimiento de los demás 115 . Es propiamente esa dieta de<br />

terror que lleva a la indiferencia y al miedo la que, al mismo tiempo, puede<br />

generar una rabia o incluso una barbarie (creativamente) positiva. Tal y como<br />

Freud señalara, la cultura reposa sobre la renuncia o represión de las<br />

satisfacciones instintivas: "Esta frustración cultural rige el vasto dominio de las<br />

relaciones sociales entre los seres humanos, y ya sabemos que en ella reside la<br />

causa de la hostilidad opuesta a toda cultura" 116 . En última instancia, hasta los<br />

com<strong>por</strong>tamientos artísticos más agresivos no dejarían de ser otra cosa que<br />

exorcismos e incluso en los baños de sangre, la invocación a la potencia del<br />

horror de lo mataderos y la fascinación <strong>por</strong> los depósitos de cadáveres y los<br />

posteriores procesos de “articulación plástica” habría mucha retórica 117 o, en<br />

otros términos, el sentimiento de impotencia puede contrapesarse con una<br />

tendencia a la pose 118 . Por ejemplo, la agresividad de Monica Bonvicini contra el<br />

espacio expositivo termina <strong>por</strong> ser, a pesar de la ruina material, algo muy<br />

colocado, mientras que las los muñecos mutilados y asesinados en el<br />

McDonald´s de Jake y Dinos Chapman (Arbeit McFries, 2001) que remeda el<br />

crematorio del campo de concentración es, más que nada, grotesco. Los<br />

jueguecitos y los escándalos pactados del arte parecen gestados desde la<br />

mentalidad bunkerizada anteriormente mencionada. Algunos artistas se quitan la<br />

114 “Cuanto más disminuyen las distancias de tiempo más se dilata la imagen del espacio: Se<br />

diría que ha tenido lugar una explosión sobre todo el planeta. Una luz cegadora arrebata de la<br />

sombra hasta el mínimo resquicio”, escribía Ernst Jünger respecto a esta iluminación que<br />

aclara la realidad del mundo. La llevada del live, del “directo”, provocada <strong>por</strong> la puesta en<br />

marcha de la velocidad-límite de las ondas, transforma la antigua “tele-visión” en una GRAN<br />

ÓPTICA PLANETARIA. Con la CNN y sus diversos avatares, la televisión doméstica cede el<br />

puesto a la TELEVIGILANCIA” (Paul Virilio: La bomba informática, Ed. Cátedra, Madrid, 1999,<br />

p. 22).<br />

115 “Los ciudadanos de la modernidad, los consumidores de la violencia como espectáculo, los<br />

adeptos a la proximidad sin riesgos, han sido instruidos para ser cínicos respecto de la<br />

posibilidad de la sinceridad” (Susan Sontag: Ante el dolor de los demás, Ed. Alfaguara, Madrid,<br />

2003, p. 129).<br />

116 Sigmund Freud: El malestar en la cultura, Ed. Alianza, Madrid, 1996, pp. 41-42.<br />

117 “Lo que siempre ha herido la serenidad espiritual y la placidez humana, las pocas formas<br />

que permiten conjurar, bastante gratuitamente en verdad, el terror provocado <strong>por</strong> la muerte o la<br />

podredumbre, la sangre que mana, los esqueletos, los insectos que nos corroen: ¿quién se<br />

atrevería a manipularlos de otra manera que en forma perfectamente retórica?” (Georges<br />

Bataille: “El espíritu moderno y el juego de las transposiciones” en Documentos, Ed. Monte<br />

Ávila, Caracas, 1969, p. 161).<br />

118 Cfr. Hans Magnus Enzensberger: Perspectivas de la guerra civil, Ed. Anagrama, Barcelona,<br />

1994, p. 61.


careta y declaran, todavía con la coartada de la “ironía”, el cinismo monumental,<br />

tal y como hiciera Salvador Dalí, coincidiendo con el proceso de Burgos contra<br />

terroristas de ETA, declarando, lapidariamente que él estaba contra la libertad 119 .<br />

El paranoide-crítico que pretendía alimentar al mundo con una mierda que sería<br />

tan dulce como la miel revela que le da lo mismo la suerte del otro, mientras su<br />

escatología triunfe. Y, mientras tanto, la guillotina sigue provocando, en palabras<br />

de Albert Camus, el vómito al “hombre honrado” 120 , una descripción extraña a<br />

nuestra época en la que bastantes artistas vomitan (a propósito) <strong>por</strong> nada.<br />

El amortiguamiento de la mirada catódica ha obligado a una letalidad<br />

creciente: era necesario volver a sensibilizar a la opinión pública 121 . También el<br />

arte contem<strong>por</strong>áneo ha tenido que levantar el banderín de enganche de la<br />

crueldad. Todo es poco en el vértigo circense; “pasen y vean”, dice con ánimo<br />

el clown-curatorial, aquí tenemos un radical surgido del oriente post-moderno-<br />

milenario que acaba de tragarse crudo a un feto muerto, más allá tenemos a un<br />

tipejo que ofrece a la curiosidad insaciable una autopsia estricta y, al fondo, en<br />

los últimos barracones algunos fakires deseosos de provocar asco con la<br />

sangre que mana a borbotones <strong>por</strong> heridas que acaban de abrir en distintas<br />

partes de su cuerpo. Aunque también tenemos extrañas reliquias, como esa<br />

inmensa bandera americana (Lona suspendida de la fachada de un edificio,<br />

2002) que Santiago Sierra colocó en la fachada del Museo La Tertulia de Cali<br />

(Colombia) y que tras ser quemada <strong>por</strong> vándalos fue reubicada, como si<br />

entrara en la dialéctica smithsoniana de site-non site, en el P.S.1 de Queens. El<br />

hundimiento del 11 de septiembre supuso, como sabemos, la erección<br />

patriotica más exagerada que pudiera imaginarse (un proceso catártico que<br />

119 “Después del consejo de guerra de Burgos contra dieciséis militantes vascos de ETA e<br />

incluso después de uno de los últimos consejos de guerra del franquismo que condujo a la<br />

ejecución del catalán Puig Antich, en 1974, Dalí no se reprimió en sus declaraciones públicas a<br />

propósito de las ejecuciones franquistas del 27 de septiembre del 1975, muy protestadas en el<br />

extranjero: “Personalmente, yo estoy en contra de la libertad y a favor de la Santa Inquisición.<br />

La libertad es una mierda y <strong>por</strong> eso <strong>todos</strong> los paises fracasan cuando hay un exceso de<br />

libertad”” (Xavier Barral i Altet: Las indigestiones de Dalí, Ed. de 1984, Barcelona, 2003, p.<br />

126).<br />

120 “Cuando la suprema justicia hace vomitar al hombre honrado al que supuestamente debe<br />

proteger, parece difícil sostener que cumple su función de introducir paz y orden en la<br />

sociedad” (Albert Camus: “Reflexiones sobre la guillotina” en Obras completas, Ed. Alianza,<br />

Madrid, 1996, p. 468).<br />

121 “[...] un buen número de las organizaciones armadas que de una u otra manera incluyen al<br />

terrorismo internacional en su repertorio de actividades violentas parecen haber optado, a lo<br />

largo de los últimos diez años, <strong>por</strong> volver a sensibilizar a la opinión pública nacional e<br />

internacional, que acaban <strong>por</strong> habituarse al fenómeno terrorista, sea cual fuese el contexto de<br />

su práctica” (<strong>Fernando</strong> Reinares: Terrorismo global, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 75).


mezcla la histeria y la euforia) 122 ; la moda post-terrorista obligaba a utilizar los<br />

complementos de la gorra de los bomberos de Nueva York y, <strong>por</strong> supuesto,<br />

<strong>por</strong>tar una bandera americana que debía ser agitada con todo el entusiasmo<br />

posible. Como dijo Canetti, las banderas están compuestas de viento, son<br />

como jirones recortados de las nubes: los pueblos o, para ser más preciso, los<br />

políticos quieren señalar ese “aire” como posesión suya. Por todas partes<br />

aparecen, con gesto emocionado, invocando a la divinidad y a la “sagrada”<br />

patria, los malditos o<strong>por</strong>tunistas, los charlatanes, los que incitan a otros a<br />

montarse en el barco de la guerra 123 . Es fácil embriagarse con mentiras 124<br />

como también parece cómodo entregarse a quimeras filosóficas, como aquella<br />

idea más sublime con la que cierra Ulrich Beck su discurso sobre el terrorismo:<br />

“Permítanme, pues, acabar con una cita de Immanuel Kant: “Pensarse como<br />

miembro conciliable con una comunidad cosmopolita según el derecho de<br />

ciudadanía es la idea más sublime que el hombre pueda tener de su<br />

determinación, una idea en la que no puede pensarse sin entusiasmo”” 125 .<br />

Nada en este presente en llamas nos lleva al entusiasmo; mientras los<br />

cadáveres desaparecen (volatilizados en la demolición imperial, fuera de foco<br />

en el lugar oscuro del otro) el terco discurso de la patria se abrillanta,<br />

precisamente para ocultar que es una trampa mortal 126 .<br />

122 “Una tal explosión de patriotismo, en la que la patria se demuestra, de modo indiscutible,<br />

hija congénita de la guerra, es la explosión de una droga euforizante que manifiesta hasta que<br />

punto la guerra es el momento de plenitud de un pueblo en cuanto pueblo, de una nación como<br />

nación” (Rafael Sánchez Ferlosio: “La hija de la guerra y la madre de la patria” en La hija de la<br />

guerra y la madre de la patria, Ed. Destino, Barcelona, 2002, p. 212).<br />

123 “El patriotismo ha sido el último resguardo de muchos sinvergüenzas, y lo mismo puede<br />

decirse de la lucha <strong>por</strong> la libertad” (Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós,<br />

Barcelona, 2003, p. 34).<br />

124 “Bajo la resonancia totalitaria de las campanas de signos los hombres inhalan una y otra vez<br />

sus propias mentiras trocadas en opinión pública mientras, encadenados voluntariamente, se<br />

mueven al compás de un trance o<strong>por</strong>tunista” (Peter Sloterdijk: Temblores de aire. En las<br />

fuentes del terror, Ed. Pre-textos, Valencia, 2003, p. 135).<br />

125 Ulrich Beck: Sobre el terrorismo y la guerra, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 60.<br />

126 “Recuerdo que en 1966, mientras frecuentaba en Thor su seminario sobre Heráclito, le<br />

pregunté a Heidegger si había leído a Kafka. Me contestó que, de lo no mucho que había leído,<br />

había quedado impresionado sobre todo <strong>por</strong> el relato Der Bau, “La madriguera”. El innominada<br />

animal (topo, raposo o ser humano) protagonista del relato está obsesivamente preocupado <strong>por</strong><br />

construir una guarida inexpugnable, que poco a poco resulta ser, <strong>por</strong> el contrario, una trampa<br />

sin salida. Pero ¿no es precisamente esto lo que ha sucedido en el espacio político de los<br />

Estados-nación de Occidente? Las casas (“las patrias”) que se han afanado en construir han<br />

resultado ser finalmente, para los “pueblos” que debían habitarlas, no otra cosa que trampas<br />

mortales” (Giorgio Agamben: Medios sin fin. Notas sobre la política, Ed. Pre-textos, Valencia,<br />

2001, p. 116).


Hay algo de infantilismo en la violencia exorbitada, como solamente<br />

tuviéramos certezas en el mato luego existo. Desde pequeños jugamos a la<br />

guerra. ““¡Pum, estás muerto!, solíamos decir. “Te pillé”, decíamos. Siempre<br />

jugábamos a la guerra. Muchos juntos, de dos en dos o en fantasías solitarias.<br />

Siempre a la guerra, siempre a la muerte. “No juguéis así”, decían nuestros<br />

padres, “podéis acabar igual”. Vaya amenaza; ¡si no hay nada que deseáramos<br />

más! No necesitábamos juguetes de guerra. Cualquier palo se convertía en<br />

arma en nuestras manos, cualquier piña, en bomba. No recuerdo haber orinado<br />

una sola vez en mi infancia, ya fuera al aire libre o en el retrete, sin haber<br />

elegido y bombardeado un objetivo. A los cinco años ya era un bombardero<br />

experimentado. “Si <strong>todos</strong> jugáis a la guerra”, solía decir mi madre, “habrá<br />

guerra”. Y estaba en lo cierto: la hubo” 127 . Cagarse en todo es un recurso<br />

fundamental, una actitud típica de nihilistas 128 , un desahogo más verbal que<br />

fisiológico que revela que, entre otras cosas, estamos en guerra contra el<br />

aburrimiento mortal 129 . Cuando la amenaza de la bomba atómica está siendo<br />

sustituida <strong>por</strong> el temor a la bomba informática 130 de la que ya tenemos<br />

anticipaciones en las escaramuzas de los hacker como aquel mozalbete filipino<br />

que devastó la redes con el virus que, sarcásticamente, llamó “I love you”.<br />

Aquel paso que Hal Foster apuntara de la estética de la transgresión<br />

revolucionaria a las prácticas de resistencia cultural 131 ha sido desbordado <strong>por</strong><br />

la proliferación contem<strong>por</strong>ánea de la gamberrada autocomplaciente,<br />

“reubicada” en el contexto de la institución artística. La incitación al sabotaje 132<br />

o en la confianza en las tácticas de guerrilla aumenta cuando la política parece ya<br />

127<br />

Sven Lindqvist: Historia de los bombardeos, Ed. Turner, Madrid, 2002, fragmento 1.<br />

128<br />

“Generalmente se consideran “nihilistas” los com<strong>por</strong>tamientos que atentan contra los usos y<br />

las normas (“¡císcate en todo!”), las actitudes susceptibles de acabar, implícita o<br />

explícitamente, de raíz con las reglas comúnmente respetadas (“si Dios ha muerto, todo está<br />

permitido”). Pero sólo son síntomas. Lejos de agotar el fenómeno, pueden disfrazarse en su<br />

contrario” (André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, pp. 26-27).<br />

129<br />

Cfr. Marshall McLuhan: Guerra y paz en la aldea global, Ed. Planeta-Agostini, Barcelona,<br />

1985, pp. 95-107.<br />

130<br />

Cfr. Paul Virilio: La bomba informática, Ed. Cátedra, Madrid, 1999, pp. 146-147.<br />

131<br />

Cfr. Hal Foster: “Recodificaciones: hacia una noción de lo politico en el arte contem<strong>por</strong>áneo”<br />

en Paloma Blanco, Jesús Carrillo, Jordi Claramonte y Marcelo Expósito: Modos de hacer. Arte<br />

crítico, esfera pública y acción directa, Ed. Universidad de Salamanca, 2001, pp. 106-107.<br />

132<br />

“El sabotaje del arte es la cara oculta del terrorismo poético –creación <strong>por</strong> la destrucciónpero<br />

no ha de servir a partido alguno, ni al nihilismo, ni siquiera al arte mismo. Tal como al<br />

desterrar las ilusiones se intensifican los sentimientos, así la demolición de la plaga estética<br />

dulcifica el aire del mundo del discurso, del otro. El sabotaje del arte sólo sirve a la conciencia,<br />

a la atención, a la vigilia” (Hakim Bey: T.A..Z. Zona Tem<strong>por</strong>almente Autónoma, Ed. Talasa,<br />

Madrid, 1996, p. 20).


un horizonte inalcanzable. Conviene copiar la primera de las ideas poético-<br />

terroristas que propone Hakim Bey, consciente de que son propuestas que<br />

languidecen tristemente en el reino del denominado “arte conceptual”: “Entra en<br />

un área de servicio informatizado de atención al cliente de Citybank o Banesto en<br />

una hora punta, cágate en el suelo y vete” 133 . La acción directa de filiación<br />

anarquista 134 compone una lamentable y simplona “utopía pirata”, ofreciendo a la<br />

Ley y a la Economía esa mierda que, desde el principio, administra. La nueva<br />

poética del vandalismo 135 encuentra, sin problemas, seguidores, desde el hacker,<br />

revestido de heroísmo contracultural (cuando su diseminación víral-comunicativa,<br />

en bastantes ocasiones, no supone más que una aceleración de las bromitas<br />

pesadas), al slaker que sublima “estéticamente” la juerga y la dota de “interés” a<br />

la resaca 136 .<br />

Mientras una artista como Laurie Parsons está fascinada, en la serie Snuff<br />

(1988), <strong>por</strong> las escombreras y el desorden (material, pero, sobre todo, mental)<br />

otros como Christoph Draeger (Black September, 2002) vuelven al escenario del<br />

secuestro criminal para mostrar que la globalización de la imagen y la del<br />

terrorismo no son coetáneas <strong>por</strong> casualidad 137 . Respiramos, permanentemente,<br />

un atmósfera de enorme violencia y, <strong>por</strong> ello, nos resulta fácil entender las<br />

imágenes del video Glutinosity (2001) de Aernout Mik con manifestantes en<br />

conflicto con la policía o las impactantes fotografías de Shirin Neshat de mujeres<br />

del Islam con el rostro tatuado <strong>por</strong> la escritura y un arma que hiela la sangre tanto<br />

133<br />

Hakim Bey: T.A.Z. Zona Tem<strong>por</strong>almente Autónoma, Ed. Talasa, Madrid, 1996, p. 44.<br />

134<br />

Como aquellas inverosímiles sugerencias anarquistas, dirigidas a los sirvientes domésticos,<br />

de que envenenasen a sus patrones o bien proponían a los que acudían a misa que también<br />

envenenasen a los clérigos, “o el que invitaba a empapar con petróleo a las ratas, prenderles<br />

fuego y soltarlas en edificios condenados a la destrucción” (Walter Laqueur: Una historia del<br />

terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 94).<br />

135<br />

“No hagas terrorismo poético para otros artistas, hazlo para gente que no repare (al menos<br />

<strong>por</strong> un momento) en que lo que has hecho es arte. Evita las categorías artísticas reconocibles,<br />

evita la política, no te quedes a discutir, no seas sentimental; se implacable, arriésgate, practica<br />

el vandalismo sólo en lo que ha de ser desfigurado, haz algo que los niños puedan recordar<br />

toda la vida –pero no seas espontáneo a menos que la musa del Terrorismo Poético te posea-.”<br />

(Hakim Bey: T.A.Z. Zona Tem<strong>por</strong>almente Autónoma, Ed. Talasa, Madrid, 1996, pp. 12-13).<br />

136<br />

Cfr. sobre el slake art (arte descuidado) Brandon Taylor: Arte Hoy, Ed. Akal, Madrid, 2000,<br />

pp. 152-153.<br />

137<br />

Draeger ha realizado una impactante video-instalación sobre el secuestro del equipo israelí<br />

en los juegos olímpicos de Munich el 5 de septiembre de 1972 que supone el comienzo de la<br />

era del terrorismo: “La globalización de la imagen y la globalización del terrorismo no son<br />

coetáneas <strong>por</strong> casualidad: la fuerza y la difusión simultánea de sus imágenes cierran un pacto<br />

secreto. Entretanto, los juegos continúan: el espectáculo debe continuar” (Christoph Draeger:<br />

“Black September” en Urban Diaries. Young Swiss Art, Sala de Exposiciones de la Consejería<br />

de las Artes, Madrid, 2003, p. 74).


como mirada hierática (Rebellious Silence, 1994) o el desconcertante<br />

performance de Piotr Uklanski en el que un doble de cine se prende fuego (The<br />

Full Burn, 1998) durante la inauguración de Manifesta 2 en Luxemburgo. Con<br />

todo, la voluntad autoflagelante del arte contem<strong>por</strong>áneo no es capaz de<br />

sedimenta apenas nada del sadismo creciente en nuestra era del terror. Cuando<br />

recordamos las purgas y torturas del Ejercito Rojo japonés en invierno de 1971 no<br />

podemos dejar de preguntarnos de donde surgía esa tendencia sádica horrenda<br />

que iba, no cabe duda, más allá de la simple brutalización que impone la guerra:<br />

“Era una manifestación del ansia de matar, de causar dolor, de ver el<br />

sufrimiento de la gente y de presenciar su lenta muerte” 138 . Sin duda el deliro<br />

llevó, en pleno desastre alemán, cuando los bombardeos reducían todo a<br />

escombros ciudades como Hamburgo, a Goebbels a exclamar: “el terror de las<br />

bombas no perdona las casas de los ricos ni las de los pobres, las últimas<br />

barreras entre clases desaparecerán”. Para el Imperio del pánico la solución<br />

final es siempre la destrucción. No pensemos que estamos libres de esa<br />

creencia de que cuanto peor mejor, el imaginario de la violencia y la pulsión del<br />

terror nos habita <strong>todos</strong>. El terrorismo, un eficaz desestructurante social 139 , ha<br />

generado la vendetta interminable, vemos como se tortura al enemigo (los<br />

talibanes presos en Guantánamo) y se le exhibe en un espectáculo inmenso de<br />

humillación, acaso <strong>por</strong>que la venganza necesita de imágenes de esa índole 140<br />

o, <strong>por</strong> otro lado, como un militar americano es asesinado, después de haber<br />

sido capturado, ante las cámaras; pero, lo más preocupante, es que esa<br />

violencia en progresión revela la falta de justicia y la ausencia de la política 141 .<br />

Parece que eso no nos im<strong>por</strong>tara nada <strong>por</strong>que, de momento, estamos, como<br />

manda el Imperio, haciendo zapping del Mal, incor<strong>por</strong>ando muecas y tics,<br />

138<br />

Walter Laqueur: La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI, Ed. Destino, Barcelona,<br />

2003, p. 64.<br />

139<br />

Cfr. Eduardo González Calleja: “¿A qué llamamos terrorismo?” en ABC Cultural, 7 de<br />

septiembre del 2002, p. 16.<br />

140<br />

“[...] sólo mostrándolos [a los presos de Guantánamo] como inhumanamente vejados,<br />

encadenados, arrodillados y maltratados hasta el borde de la tortura creían poder alcanzar el<br />

fin probablemente pretendido con tal exhibición: el de aplacar, a falta del gran jeque, la sed de<br />

venganza del pueblo americano” (Rafael Sánchez Ferlosio: “La hija de la guerra y la madre de<br />

la patria” en La hija de la guerra y la madre de la patria, Ed. Destino, Barcelona, 2002, p. 215).<br />

141<br />

“El atentado terrorista correspondía a una precedencia del acontecimiento con respecto a<br />

<strong>todos</strong> los modelos interpretativos, mientras que esta guerra estúpidamente militar y tecnológica<br />

corresponde a una precedencia del modelo con respecto al acontecimiento, <strong>por</strong> tanto a una<br />

apuesta facticia y a un no lugar. La guerra como prolongación de la ausencia de política <strong>por</strong><br />

otros medios” (Jean Baudrillard: “El espíritu del terrorismo” en Power Inferno, Ed. Arena,<br />

Madrid, 2003, p. 29).


somatizaciones de la vulnerabilidad característica de nuestra sociedad.<br />

Tenemos claro que los atentados están obligados a ser cada vez más brutales<br />

y sobre todo indiscriminados: Ya no hay inocentes 142 . Algunos, coherentes con<br />

la lógica de la amenaza, lo malo es que nada tiene hoy poder disuasorio.<br />

Más allá de aquel escalofrío esteticista que recorría al combatiente, la<br />

alegría salvaje y delirante del héroe, narrada <strong>por</strong> Jünger en Tempestades de<br />

acero, aparece la inmensa vergüenza 143 . Como también hay una inmensa<br />

desvergüenza en la imagen beatificada del terrorista como un san Francisco<br />

con bomba, alguien que se preocupa, a fondo, <strong>por</strong> las cosas. Aquellos que iban<br />

a luchar con los medios de Guillermo Tell 144 hoy emplean, como el arma más<br />

devastadora, los media. El imperio contem<strong>por</strong>áneo que tiene, como su reflejo,<br />

el llamado terrorismo internacional 145 , consolidó su maniqueísmo a partir del 11<br />

de septiembre, tal y como puede advertirse en la opinión pública mundial que,<br />

con trazo grueso, cataloga y discrimina las formas de la violencia 146 . Es<br />

curioso comprobar que mientras los medios de comunicación de masas<br />

recurren al ardid retórico del “presunto terrorista”, los autores de los atentados<br />

descomunales se muestran orgullosos de su condición 147 . La cuestión es que el<br />

propio término da miedo, hablar del terrorismo es, en alguna medida, ponerse<br />

en peligro y, <strong>por</strong> ello, son siempre socorridos los circunloquios, el silencio o la<br />

142 “Los terroristas de la segunda mitad del siglo XX se persuadieron de que no había inocentes<br />

y de que el asesinato indiscriminado, resultaba comprensible si contribuía al objetivo político”<br />

(Walter Laqueur: Una historia del terrorismo, Ed. Paidós, Barcelona, 2003, p. 13).<br />

143 “Vergüenza de la guerra “de la civilización avanzada”” (Bernard-Henri Lévy: “¿Nostalgia de<br />

la guerra?” en Reflexiones sobre la Guerra, el Mal, y el fin de la Historia, Ed. B, Barcelona,<br />

2002, p. 144).<br />

144 El programa del Narodnaya Volya, según se establecía en el borrador de su primera<br />

convención, celebrada en Lipetsk en 1879, sostenía explícitamente que “lucharemos con los<br />

medios empleados <strong>por</strong> Guillermo Tell”.<br />

145 “Por vez primera en la historia, el terrorismo se convirtió en un fenómeno realmente global<br />

en los años noventa, conforme los conflictos locales se convertían en una campaña a escala<br />

mundial” (Walter Laqueur: La guerra sin fin. El terrorismo y el siglo XXI, Ed. Destino, Barcelona,<br />

2003, p. 71).<br />

146 “Lo que se encuentra legitimado de este modo <strong>por</strong> el sistema predominante (conjunto<br />

constituido <strong>por</strong> la opinión pública, los medios, la retórica de los políticos y la presunta autoridad<br />

de todas aquellos que, mediante diversos mecanismos tienen o se toman la palabra en el<br />

espacio público) son las normas inscritas en todas las frases aparentemente con sentido que<br />

se pueden hacer con el léxico de la violencia, de la agresión, del crimen, de la guerra y el<br />

terrorismo, con las supuestas diferencias entre guerra y terrorismo, entre terrorismo nacional e<br />

internacional, terrorismo anti-Estado y terrorismo de Estado, con el respeto de la soberanía, del<br />

territorio nacional, etc.” (Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una época de<br />

terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 141).<br />

147 “Somos terroristas –decía el jeque Azzan, maestro de Bin Laden-, y el terrorismo es nuestro<br />

mérito. Que Oriente y Occidente sepan que somos terroristas y que somos aterradores.<br />

Haremos cuanto esté en nuestra mano para aterrorizar a los enemigos de Alá y a los nuestros<br />

propios. En la religión de Alá, el terrorismo es una obligación”.


complicidad 148 . Una y otra vez retorna la idea obsesiva de que estamos<br />

atrapados en un círculo vicioso de la violencia sin que aparezca ritual alguno<br />

que pudiera librarnos de esa fatalidad. La sociedad, en la que todavía tiene<br />

alguna energía lo sacrificial, intenta, <strong>por</strong> <strong>todos</strong> los medios, desviar hacia una<br />

víctima relativamente indiferente (susceptible de formar parte del sacrificio), una<br />

violencia que amenaza con herir a sus propios miembros o despertar el ansia de<br />

venganza interminable 149 , sin embargo, en nuestra época advertimos un aumento<br />

del odio que va más allá de la violencia atávica. En la época del terrorismo<br />

privatizado (esa extraña guerra sin guerra) tras el mega-acontecimiento<br />

traumatizante (la Gran Demolición) falta, obviamente, el chivo expiatorio.<br />

Tampoco existen los cadáveres, volatilizados, transformados en nada o, peor,<br />

respirados, como venenos raros, <strong>por</strong> los supervivientes 150 . Hemos visto una<br />

crueldad hiperbólica y todavía deambulamos atemorizados, al borde del delirio<br />

como <strong>todos</strong> aquellos que han sufrido algo extremo 151 , sin saber lo que (nos)<br />

pasa.<br />

Tal vez tenga razón Sloterdijk cuando sugiere que el siglo XX comienza<br />

con las técnicas bélicas de gaseamiento 152 que intentan acabar con el medio<br />

148 Tengamos presente que la agencia Reuters ha indicado que se siente incómoda a la hora<br />

de utilizar el término “terrorista” <strong>por</strong>que puede ofender a los terroristas y poner en peligro a sus<br />

corresponsales en distintos puntos del planeta, mientras el Chicago Tribune decidió obviar el<br />

uso de la palabra “terroristas” <strong>por</strong>que era tendenciosa y propagandística y “<strong>por</strong>que los<br />

terroristas de hoy pueden llegar a ser los estadistas del mañana”. “La decisión de Reuters<br />

provocó un buen número de comentarios cínicos: ¿Por qué no nos referimos a Jack el<br />

Destripador como a un “cirujano abdominal aficionado” o a Timothy McVeigh (famoso <strong>por</strong> la<br />

bomba de Oklahoma) “alguien que dejó una carga volátil en una zona donde el<br />

estacionamiento estaba prohibido”?¿Por qué no nos referimos a Pol Pot como alguien que se<br />

dedicó a reclutar a gente para trabajar en granjas y a Eichmann como un activista de la<br />

demografía? Como hiciera Humpty Dumpty, algunos medios de comunicación decidieron que,<br />

cuando utilizan una palabra, “significa exactamente lo que yo quiero, ni más ni menos”” (Walter<br />

Laqueur: La guerra sin fin. El terrorismo en el siglo XXI, Ed. Destino, Barcelona, 2003, p. 366).<br />

149 Cfr. René Girard: La violencia y lo sagrado, Ed. Anagrama, Barcelona, 1983, p. 334.<br />

150 “Octubre 2001, Zona Cero, un bombero: “Lo peor es que no encontramos cuerpos, <strong>por</strong> más<br />

que busquemos, no hay cuerpos”. El periodista: “¿Por qué?”. El bombero: “Si el hierro se<br />

derrite y el hormigón se pulveriza bajo el calor, dígame, ¿qué pasa con la carne humana? Todo<br />

este polvo que flota en el aire, este polvo que estamos respirando es hormigón y carne de mis<br />

compañeros”” (André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus, Madrid, 2002, pp. 43-<br />

44).<br />

151 Pienso en esa imagen, rescatada <strong>por</strong> Sebald, de los bombardeos sobre Alemania en los que<br />

un cadáver del un niño salía de una maleta reventada que llevaba una madre enloquecida, cfr.<br />

W.G. Sebald: Sobre la historia natural de la destrucción, Ed. Anagrama, Barcelona, 2003, pp.<br />

96-97.<br />

152 “El siglo XX quedó inaugurado de modo espectacular el 22 de abril de 1915 con el primer<br />

uso masivo de gas clórico como recurso bélico en manos de un “Regimiento de Gas” de la<br />

armada alemana del Frente-Oeste equipada para tal fin que, apostada en el saliente norte de<br />

Yprés, luchaba contra las posiciones de la infantería franco-canadiense” (Peter Sloterdijk:<br />

Temblores de aire. En las fuentes del terror, Ed. Pre-textos, Valencia, 2003, p. 40).


ambiente de los otros. Los acontecimientos contem<strong>por</strong>áneos son, ciertamente,<br />

demoledores: la caída del muro del Berlín el 9 de noviembre de 1989,<br />

tranformada en una fiesta nocturna y el hundimiento de las Torres Gemelas<br />

que aplastó a millones de sujetos frente a sus televisores. No hace falta<br />

rememorar las provocaciones punk para aceptar que no hay futuro 153 . Es<br />

evidente que el Estado-pharmakon (autoprotector y autodestructor) no<br />

encuentra salidas y solamente alardea de su monopolio de la violencia. Hemos<br />

llegado al crepúsculo terrorista de la humanidad 154 . Nuestro horizonte es el de<br />

lo peor, de esa fatalidad que no estamos preparados para comprender 155 y, <strong>por</strong><br />

supuesto, no tenemos la capacidad hegelina para pedir paciencia 156 . No parece<br />

tan claro como los ideólogos imperiales dicen que toda está desolación y<br />

sufrimiento terminen pronto. “Entre los dos supuestos líderes guerreros, entre<br />

las dos metonimias “Ben Laden” y “Bush”, la guerra de imágenes y de<br />

discursos va a un ritmo cada vez más rápido en todas las ondas, disimulando y<br />

extraviando cada vez con mayor rapidez la verdad que revela, imprimiendo<br />

siempre mayor aceleración al movimiento que sustituye la revelación <strong>por</strong> la<br />

disimulación, y recíprocamente. Por consiguiente, lo peor y lo mejor. Lo peor,<br />

según parece, es también lo mejor. Esto es lo terrible, aterrador, aterrorizante;<br />

éste es, sobre la tierra, y más allá de <strong>todos</strong> los territorios, el último recurso de<br />

153 “Lo que me parece inaceptable en la “estrategia” (práctica, armada, ideológica, retórica,<br />

discursiva, etc.) del “efecto Ben Laden” no es solamente la crueldad, el desprecio <strong>por</strong> la vida, el<br />

desprecio <strong>por</strong> el derecho, el desprecio <strong>por</strong> la vida, el desprecio <strong>por</strong> el derecho, el desprecio <strong>por</strong><br />

las mujeres, etc., la utilización de lo peor de la modernidad tecnocapitalista al servicio del<br />

fanatismo religioso. No: es sobre todo lo que está acción y este discurso no abren ningún futuro<br />

y en mi opinión no tienen ninguno” (Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una<br />

época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003,<br />

pp. 166-167).<br />

154 “Nosotros viviremos, y nuestros hijos sobrevivirán, en el seno de una historia en la que la<br />

explosión de las Torres ha rehecho el mapa geográfico y trazado el horizonte infranqueable de<br />

un crepúsculo terrorista de la humanidad. El 11 de septiembre del 2001 siempre habrá<br />

ocurrido. Y hay que aprender a medir nuestras emociones y nuestras decisiones a escala de su<br />

horror mediático y planetario” (André Gluksmann: Dostoievski en Manhattan, Ed. Taurus,<br />

Madrid, 2002, p. 15).<br />

155 “La prueba que nos hace sufrir el acontecimiento tiene como correlato trágico, no lo que<br />

pasa actualmente o lo que pasó en el pasado, sino el signo precursor de lo que amenaza con<br />

pasar. El <strong>por</strong>venir es quien determina lo inapropiado del acontecimiento, no el presente ni el<br />

pasado. O, <strong>por</strong> lo menos, si son el presente o el pasado, será solamente en tanto lleven sobre<br />

su cuerpo el signo terrible de lo que podría o podrá suceder, y que será peor de lo que haya<br />

sucedido jamás” (Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una época de terror.<br />

Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 145).<br />

156 Me refiero a aquella sentencia de Hegel en la Filosofía de la historia: “¡Paciencia, paciencia,<br />

toda esta desolación y este sufrimiento, algún día terminarán <strong>por</strong> desaparecer!”.


<strong>todos</strong> los terrorismos” 157 . La incertidumbre adquiere una dimensiones terribles,<br />

incluso podemos pensar que está “organizada” 158 . No deja de inquietarme la<br />

declaración de una mujer de un preso de ETA, que le pondera como el ser más<br />

generoso del mundo: “Cuando pienso en mi marido, no pienso en lo que ha<br />

hecho, <strong>por</strong>que yo sé <strong>por</strong> qué lo ha hecho. Además son personas de lo más<br />

altruistas, de lo más generosas y cariñosas, las más queridas en la familia y <strong>por</strong><br />

la gente que les conoce. Mi compañero es el ojito derecho de su madre.<br />

Además, los que le conocen saben cómo es, lo generoso que es, lo maravilloso<br />

que es con todo el mundo; y no piensas en que haya podido hacer lo que ha<br />

hecho <strong>por</strong>que sí. Sabes que hay una motivación muy fuerte para que haya<br />

llegado a hacer eso” 159 . No pienso en lo que ha hecho. Aquí todo queda en<br />

suspenso aunque podría encenderse la rabia, esa misma que hace que uno,<br />

vociferando, mande todo a <strong>tomar</strong> <strong>por</strong> culo. Pero, como señaló Heráclito, más<br />

que el incendio lo que hay que apagar es la violencia. “Mi sueño –dice el<br />

músico Txetxo Bengoetxea frustrado <strong>por</strong> la violencia que no cesa- es que se<br />

despejen las nubes de una puta vez: <strong>por</strong>que estamos cubiertos eternamente de<br />

una nube gris que no deja pasar la luz y que hace que todo lo veamos en<br />

blanco y negro” 160 .<br />

157<br />

Jacques Derrida en Giovanna Borradori: La filosofía en una época de terror. Diálogos con<br />

Jürgen Habermas y Jacques Derrida, Ed. Taurus, Madrid, 2003, p. 181.<br />

158<br />

Cfr. Guy Debord: Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, Ed. Anagrama, Barcelona,<br />

1990, p. 71.<br />

159<br />

Declaración de una mujer de un preso de ETA recogida en Julio Medem: La pelota vasca.<br />

La piel contra la piedra, Ed. Aguilar, Madrid, 2003, p. 633.<br />

160<br />

Txetxo Bengoetxea en Julio Medem: La pelota vasca. La piel contra la piedra, Ed. Aguilar,<br />

Madrid, 2003, p. 899.

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