24.04.2013 Views

Fantasio Cuentos para bailadores Por Fabio Martínez - Dirección de ...

Fantasio Cuentos para bailadores Por Fabio Martínez - Dirección de ...

Fantasio Cuentos para bailadores Por Fabio Martínez - Dirección de ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

CON LAS RUBIAS NO HAY MANERA<br />

«Betty pidió bailar y tenía que acabar pagándole a la<br />

orquesta. Nada es gratis en esta vida».<br />

JamesEllroy.<br />

-Para Mayú Jaramillo, corazón <strong>de</strong> Ja<strong>de</strong>.<br />

A nueve años, tres meses y diecisiete días <strong>de</strong>l año dos mil,<br />

la gente lo que pi<strong>de</strong> es can<strong>de</strong>la. Miguel Borrero, el hombre <strong>de</strong><br />

la sonrisa <strong>de</strong> cristal, me lo dijo:<br />

«¡Can<strong>de</strong>la! ¡La gente lo que quiere es can<strong>de</strong>la!», y con vaso<br />

<strong>de</strong> Tres esquinas, hielo y tajadas <strong>de</strong> limón, a medio servir, se<br />

movía en medio <strong>de</strong> la noche, tratando <strong>de</strong> seguirle el paso a una<br />

rubia exuberante que venía <strong>de</strong>l norte profundo.Miguel Borrero<br />

no la conocía, pero apenas la vio resplan<strong>de</strong>cer con su vestido<br />

negro y sus medias <strong>de</strong> seda negras, le cayó como un gallinazo<br />

y no la soltó hasta el amanecer.<br />

Era el clásico free-lance <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s -como él<br />

mismo <strong>de</strong>cía- y se sentía orgulloso <strong>de</strong> su profesión, sobre todo,<br />

cuando estaba al frente <strong>de</strong> esas rubias altas e inalcanzables<br />

que suelen abandonar por una noche el nortecito profundo,<br />

<strong>para</strong> irse a mezclar entre la gente. «Oye, ¿y tú qué haces?»<br />

«¿Yo?» y, echándose <strong>para</strong> atrás como un cantante <strong>de</strong> freejazz,<br />

contestaba con una sonora carcajada: «¿Yo? ¡Yo soy<br />

free-lance!».<br />

Era <strong>para</strong> no creerle. Detrás <strong>de</strong> esa fina y afelpada piel, yo<br />

sabía que se escondía el alma <strong>de</strong> un bailador. Su figura no<br />

muy alta y espigada (extraña combinación <strong>de</strong> un Dustin Hoffman<br />

con Woody Allen), realmente le ayudaba. No es exagerado<br />

<strong>de</strong>cirlo, pero Miguel Borrero era uno <strong>de</strong> esos <strong>bailadores</strong><br />

espléndidos que se <strong>de</strong>slizan suave y con habilidad por la pista,<br />

sabiendo siempre lo que quieren. Al bailar todo su cuerpo se<br />

iluminaba y, como pocos <strong>bailadores</strong> <strong>de</strong> hoy en día que creen<br />

que el arte <strong>de</strong> la danza consiste en <strong>de</strong>sbaratarse en el piso y<br />

azotar a la pareja, Miguel Borrero se movía con esa magia<br />

envolvente y sutil, llena <strong>de</strong> audacia e imaginación, que tanto<br />

anima y excita a las mujeres. Era -como dicen los curadores<br />

<strong>de</strong> museos al hablar <strong>de</strong> un Rembrandt o <strong>de</strong> un Tiziano-, todo<br />

un clásico, y lo peor <strong>de</strong> todo era que Miguel Borrero se lo creía<br />

y se lo hacía creer a todas las mujeres.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!