Vaixell de paper XXIII PDF (14.4 Megas) - Escola TECNOS

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te patrocina en torneos. Muchos En España nunca ha habido un
esponsorizado que se mantenga, solo por su cara bonita y tus
amigos.
O: Hasta un cierto punto… En los mercados más experimentados
como el inglés, nórdico o americano es imprescindible ser
talentoso (aunque puede ayudar ser un chico joven o una chica
atractiva). En los mercados menos experimentados como puede
ser el español, italiano... Lo que las marcas buscan es una buena
campaña de márqueting, ya que en este momento rige la norma
de la publicidad no importa si es buena o mala, sigue siendo
publicidad.
D: No exclusivamente, una marca puede escoger un jugador
(evidentemente algo de póquer tiene que saber) porque quiere
atraer un típico de público específico, o a lo mejor quieren
darse a conocer en un país y escogen a un jugador de ese país
habiendo candidatos mejores. Otras marcas quizás quieren
llegar a los iniciados del póquer y lo que quieren es una figura
que fácilmente sea noticiable y pueda aparecer en los medios de
comunicación. Eso sí, cualquier jugador debe aplicar la técnica
y la psicología para obtener resultados.
¿Hay trampas en el póquer?
V: A pesar de que muchos jugadores digan que no, tengo que
decir que sí que hay trampas en el póker. Hay trampas explícitas
e implícitas. Implícitas, me explico: en el póker en vivo, los
jugadores pueden conectarse entre sí haciéndose señas con las
piernas, con las manos, con los dedos... y se ayudan entre ellos
porque van a medias en cuánto invierten en dinero. Eso se le
llama “Collusion”. Las explícitas son las trampas exageradas,
que entre cameras, por ejemplo, se ve que esconden fichas, que
tiene compinches que les dicen las cartas del otro jugador, etc.
Hay que decir que en los casinos hay un director de control que
si detecta que haces trampas, te expulsa directamente.
En Online, obviamente, también hay trampas porque lo que
sucede es que el jugador no ve contra quien juega, sino que
juegan con la IP de cada ordenador. Un jugador tanto puede estar
jugando con un jugador en un mismo ordenador como contra
diez y esos diez pueden estar llamando al jugador de al lado
diciéndole que cartas tienes y como juegas.
También quiero decir que mucha gente cree que el tema del
vestuario, como ponerse las gafas, los cascos o la gorra puede
inducir a hacer trampas. No es verdad. Nuestro vestuario es por
un tema estratégico del juego, por ejemplo, hay jugadores que
cuando mienten, se les dilatan los ojos y por eso necesitan las
gafas.
Yo personalmente prefiero ir con los cascos, no me interesa
sentir el rollo psicológico que cuenta la gente en la mesa ese
momento aun con el riesgo de cometer fallos por no oír lo que
dice el otro jugador o el crupier.
Quiero remarcar que las trampas las hacen los jugadores, no las
casas. Las casas, tanto en los casinos como las webs de póker
online, no les interesa hacer trampas. Al ir al casino o conectarte
a la web ellos ya ganan como mínimo un 5%. Son los jugadores
los tramposos.
O: Por supuesto… tanto en vivo (“mecánicos-personas que
saben colocar cartas” en partidas privadas, cartas marcadas…)
como online. Ya han sonado varios escándalos de salas que
tenían súper usuarios que podían ver las cartas de los contrarios,
como varios jugadores jugando en equipo en la misma mesa.
D: Claro que hay trampas, pero fuera de los casinos. Mi trabajo
es evitarlas y que todo el mundo siga las mismas normas, los
casinos es el sitio donde el juego es totalmente justo.
¿Por qué cambiarias una buena partida de póker?
V: Por casi nada.
A mi me gusta mucho el póker, aparte que me pueda ganar la
vida o no, no creo que haya nada que pueda cambiar una buena
partida.
Pero no es el póker tanto como el juego si no que es todo lo que
me produce, lo que me hace que estar ahí. Porque lo que me
aporta el póker, no me lo da nada ni nadie, es una sensación de
riesgo, adrenalina, e incluso cuando pierdo. Me reúne todos los
requisitos que hacen sentirme viva.
O: Por muy pocas cosas, pero hay que decir que en online no
es lo mismo que en vivo, porque no tienes esa sensación de
adrenalina que produce el estar físicamente sentado en una mesa
viendo a tus contrincantes.
A mí me encanta el póquer y espero no tener que verme obligado
a cambiarlo por nada ni por nadie.
D: Como yo no juego partidas me baso en mi profesión. Llevó
18 años, eso quiere decir que me apasiona, sino ya hubiera
cambiado. Me gustaría estar dentro del mundo del juego siempre.
En los casinos en los próximos años van a haber posiciones que
aún no han existido nunca o están muy poco desarrolladas, creo
que tengo mucho camino por recorrer.
¿Cuál ha sido tu momento mas especial como jugador de
póquer?
V: Mi momento más especial fue cuando fui a jugar mi primer
torneo europeo en Montecarlo. También fue muy especial
porque lo perdí en vente minutos. (risas)
Estuve mucho tiempo intentando entrar en ese torneo porque era
muy caro, costaba 10000 euros y me hacia mucha ilusión porque
era una final europea de la compañía Poker Star.
Llegué allí y así fue, perdí en vente minutos. Pero ahí no hubo
ni mala suerte, ni trampas, ni nada, lo perdí porque jugué
horrorosamente. Estuve tres días en depresión.
Eso me enseño que hay muchos momentos buenos, pero también
hay muchos malos. Y estos son los más peligrosos.
También tengo una anécdota que siempre cuento; estaba
jugando un torneo de póker online y perdí. De la rabia que me
hice rompí el ordenador, le metí un puñetazo que se me estropeo
completamente.
O: Mi momento más especial fue cuando me clasificaron para mi
primer torneo presencial, el CEP Mallorca, donde además jugué
en la mesa final acabando el ocho. Fue una gran experiencia que
aún recuerdo con mucha gratitud.
D: Sí, hace poco en un torneo rompimos mesa, es decir, paramos
el juego y dimos diez minutos de descanso. Cuando volvieron
los jugadores había una de ellos que no se acordaba en qué
posición se sentaba de la mesa. Tomé la solución que no podía
fallar, que se sentasen todos y el sitio que quedaba era el suyo.
El jugador tuvo que estar más de 15 minutos dando vueltas hasta
que llegaron todos los jugadores y no le dejábamos sentarse.