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Vaixell de paper XXIII PDF (14.4 Megas) - Escola TECNOS

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44 <br />

pasé todo el rato mirando la planta, con todas aquellas flores.<br />

Me parecía que la oía respirar, pero era imposible, las plantas no<br />

respiran. Qué curioso, ¿cómo podía ser tan perfecta una flor?,<br />

¿quién la había podido pintar <strong>de</strong> aquel color tan bonito? Si yo<br />

hubiera podido pintar una flor, la pintaría <strong>de</strong> color azul, porque<br />

hay muy pocas flores azules y el azul es muy bonito, como el<br />

agua y el mar. Bueno, a lo mejor la pintaría también <strong>de</strong> color<br />

amarillo, como el sol. De repente, volví a mirar la orquí<strong>de</strong>a<br />

y creo que ella también me miró. Entonces, le dije “¡Hola!”,<br />

porque pensé que si me miraba a lo mejor también podía hablar.<br />

Me respondió con sus pétalos y me dijo “Hola, cariño”. “¿Cómo<br />

te llamas?”, le dije yo, y me contestó que se llamaba Jist. Era un<br />

nombre bonito, Jist. Eso <strong>de</strong> hablar con una flor era algo extraño,<br />

creo. Pero seguimos hablando. Me contó que vivía en casa <strong>de</strong><br />

la señora Licht, en el cuarto <strong>de</strong> baño, y que me había visto cada<br />

martes, jueves y sábado, cuando iba a mear. ¡Qué vergüenza! Me<br />

tenía que ver meando... ¡con lo bonita que era ella! Estuvimos<br />

hablando y me dijo que ella venía <strong>de</strong>l mismo país que la señora<br />

Licht, el país <strong>de</strong> Seuqisum, don<strong>de</strong> siempre era primavera. Me<br />

explicó que en Seuqisum solo vivían mujeres y flores, y contentas<br />

bailaban y danzaban, hasta que se marchaba el sol. Estaban bien<br />

organizadas y comían <strong>de</strong> todo lo que las plantas les daban. Ellas,<br />

a cambio, conseguían agua para las plantas cuando no llovía.<br />

Vivían todas contentas, hasta que un día llegó la princesa <strong>de</strong>l<br />

reino <strong>de</strong> al lado y la muy envidiosa <strong>de</strong>cidió llevarse todas las<br />

flores <strong>de</strong>l país. Decía que las flores son muy bonitas y que <strong>de</strong>bían<br />

ser para ella, porque su belleza era comparable con la <strong>de</strong> las<br />

plantas. Las mujeres <strong>de</strong>l Seuqisum estaban muy tristes, porque<br />

las flores eran su vida y la princesa se las había robado todas.<br />

Fue entonces cuando <strong>de</strong>scubrieron que no se las había robado<br />

todas, se había <strong>de</strong>jado una, y esta era la madre <strong>de</strong> Jist, una<br />

orquí<strong>de</strong>a púrpura, llamada Tist. La pobre Tist tuvo que volver a<br />

crear flores, muchas flores, para que pudieran volver a vivir en<br />

paz. Lo consiguió y la vida se restableció en el país. Un día, las<br />

mujeres <strong>de</strong>cidieron enviar a tres <strong>de</strong> ellas por el mundo a repartir<br />

alegría a los pobres <strong>de</strong> amor que vivían en las calles grises <strong>de</strong> las<br />

ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> al lado. Fue así cómo se repartieron, para compartir<br />

su primavera. En Seuqisum, se quedaron las otras, creando<br />

nuevas vidas. “Es así como llegamos aquí la señora Licht y yo,<br />

y es en el cuarto primera don<strong>de</strong> creamos alegría”, me dijo. ¿Por<br />

qué la señora Licht nunca me había contado aquello?<br />

¿Y por qué <strong>de</strong> repente me había regalado a Jist? ¡Qué cosas<br />

más raras me pasaban! Seuqisum <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser maravilloso, todo<br />

lleno <strong>de</strong> flores y mujeres, sin crisis ni cosas aburridas <strong>de</strong> estas<br />

<strong>de</strong> mayores. Sería muy bonito vivir allí... Quería verlo, quería ir.<br />

Jist me miraba, creo que quería saber qué estaba pensando, pero<br />

yo no se lo dije, me acosté, soñando con mi viaje a Seuqisum<br />

con la señora Licht. La mañana siguiente era viernes y los<br />

viernes nunca iba a ver a Licht, pero aquel viernes era especial,<br />

porque le iba a proponer lo <strong>de</strong> nuestro viaje. Pensé que a lo mejor<br />

podíamos invitar también a Jist con nosotras, al fin y al cabo era<br />

una buena flor. Subí corriendo las escaleras y llamé tres veces a<br />

la puerta y luego una cuarta más larga. Me abrió la señora Licht,<br />

pero aquel día no sonreía. Su casa ya no tenía aquella luz tan<br />

mágica, ni había galletas <strong>de</strong> chocolate <strong>de</strong> formas extrañas. La<br />

señora Licht parecía más blanca <strong>de</strong> lo normal. La saludé con<br />

una sonrisa y me dijo con una voz que daba miedo: “A<strong>de</strong>lante,<br />

cariño”. Me preocupé un poco, al ver que muchas <strong>de</strong> las flores<br />

<strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong> baño estaban mustias y las abejas ahora picaban.<br />

El tocadiscos no funcionaba y se repetía todo el rato un mismo<br />

trozo <strong>de</strong> canción, que por cierto era muy triste. No entendía qué<br />

le estaba pasando. Me senté en el sofá, junto a ella, y le conté<br />

que había conocido a Jist y le dije que quería ir a ver Seuqisum<br />

con ella y quedarme a vivir allí muchos años. La señora Licht<br />

me miró sonriendo y me dijo que ella ya estaba muy vieja para<br />

viajes. Fue entonces cuando me di cuenta <strong>de</strong> que había algo que<br />

iba muy mal. A<strong>de</strong>más, algo <strong>de</strong> aquella casa me molestaba, ya<br />

no parecía primavera, hacía frío, tanto frío que yo temblaba. En<br />

los gran<strong>de</strong>s ojos <strong>de</strong> Licht pu<strong>de</strong> ver un gran vacío que me dio un<br />

terrible miedo. La señora, sonriendo, me dijo: “Adiós, cariño,<br />

me voy”. Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir eso, cerró los ojos y se fue. No sé<br />

adón<strong>de</strong> se fue exactamente, pero ya no estaba allí. Llorando,<br />

bajé las escaleras hasta mi casa. Pero esta vez más triste aún<br />

que las veces anteriores, ya no podría volver nunca al cuarto<br />

primera, con la señora Licht. Lloraba y lloraba en mi habitación,<br />

hablando con Jist, que intentaba aliviar mi dolor, pero no lo<br />

consiguió. Los días pasaron y cada martes, jueves y sábado<br />

subía corriendo al cuarto primera y con un salto llamaba tres<br />

veces al timbre y una cuarta vez más larga, pero nunca me abría<br />

nadie. Con todo, llegó el invierno. Cuidé <strong>de</strong> Jist y la regué cada<br />

día durante muchos años, hasta que llegó a ser un árbol gran<strong>de</strong>,<br />

que daba muchísimas flores.

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