Vaixell de paper XXIII PDF (14.4 Megas) - Escola TECNOS
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pasé todo el rato mirando la planta, con todas aquellas flores.<br />
Me parecía que la oía respirar, pero era imposible, las plantas no<br />
respiran. Qué curioso, ¿cómo podía ser tan perfecta una flor?,<br />
¿quién la había podido pintar <strong>de</strong> aquel color tan bonito? Si yo<br />
hubiera podido pintar una flor, la pintaría <strong>de</strong> color azul, porque<br />
hay muy pocas flores azules y el azul es muy bonito, como el<br />
agua y el mar. Bueno, a lo mejor la pintaría también <strong>de</strong> color<br />
amarillo, como el sol. De repente, volví a mirar la orquí<strong>de</strong>a<br />
y creo que ella también me miró. Entonces, le dije “¡Hola!”,<br />
porque pensé que si me miraba a lo mejor también podía hablar.<br />
Me respondió con sus pétalos y me dijo “Hola, cariño”. “¿Cómo<br />
te llamas?”, le dije yo, y me contestó que se llamaba Jist. Era un<br />
nombre bonito, Jist. Eso <strong>de</strong> hablar con una flor era algo extraño,<br />
creo. Pero seguimos hablando. Me contó que vivía en casa <strong>de</strong><br />
la señora Licht, en el cuarto <strong>de</strong> baño, y que me había visto cada<br />
martes, jueves y sábado, cuando iba a mear. ¡Qué vergüenza! Me<br />
tenía que ver meando... ¡con lo bonita que era ella! Estuvimos<br />
hablando y me dijo que ella venía <strong>de</strong>l mismo país que la señora<br />
Licht, el país <strong>de</strong> Seuqisum, don<strong>de</strong> siempre era primavera. Me<br />
explicó que en Seuqisum solo vivían mujeres y flores, y contentas<br />
bailaban y danzaban, hasta que se marchaba el sol. Estaban bien<br />
organizadas y comían <strong>de</strong> todo lo que las plantas les daban. Ellas,<br />
a cambio, conseguían agua para las plantas cuando no llovía.<br />
Vivían todas contentas, hasta que un día llegó la princesa <strong>de</strong>l<br />
reino <strong>de</strong> al lado y la muy envidiosa <strong>de</strong>cidió llevarse todas las<br />
flores <strong>de</strong>l país. Decía que las flores son muy bonitas y que <strong>de</strong>bían<br />
ser para ella, porque su belleza era comparable con la <strong>de</strong> las<br />
plantas. Las mujeres <strong>de</strong>l Seuqisum estaban muy tristes, porque<br />
las flores eran su vida y la princesa se las había robado todas.<br />
Fue entonces cuando <strong>de</strong>scubrieron que no se las había robado<br />
todas, se había <strong>de</strong>jado una, y esta era la madre <strong>de</strong> Jist, una<br />
orquí<strong>de</strong>a púrpura, llamada Tist. La pobre Tist tuvo que volver a<br />
crear flores, muchas flores, para que pudieran volver a vivir en<br />
paz. Lo consiguió y la vida se restableció en el país. Un día, las<br />
mujeres <strong>de</strong>cidieron enviar a tres <strong>de</strong> ellas por el mundo a repartir<br />
alegría a los pobres <strong>de</strong> amor que vivían en las calles grises <strong>de</strong> las<br />
ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> al lado. Fue así cómo se repartieron, para compartir<br />
su primavera. En Seuqisum, se quedaron las otras, creando<br />
nuevas vidas. “Es así como llegamos aquí la señora Licht y yo,<br />
y es en el cuarto primera don<strong>de</strong> creamos alegría”, me dijo. ¿Por<br />
qué la señora Licht nunca me había contado aquello?<br />
¿Y por qué <strong>de</strong> repente me había regalado a Jist? ¡Qué cosas<br />
más raras me pasaban! Seuqisum <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser maravilloso, todo<br />
lleno <strong>de</strong> flores y mujeres, sin crisis ni cosas aburridas <strong>de</strong> estas<br />
<strong>de</strong> mayores. Sería muy bonito vivir allí... Quería verlo, quería ir.<br />
Jist me miraba, creo que quería saber qué estaba pensando, pero<br />
yo no se lo dije, me acosté, soñando con mi viaje a Seuqisum<br />
con la señora Licht. La mañana siguiente era viernes y los<br />
viernes nunca iba a ver a Licht, pero aquel viernes era especial,<br />
porque le iba a proponer lo <strong>de</strong> nuestro viaje. Pensé que a lo mejor<br />
podíamos invitar también a Jist con nosotras, al fin y al cabo era<br />
una buena flor. Subí corriendo las escaleras y llamé tres veces a<br />
la puerta y luego una cuarta más larga. Me abrió la señora Licht,<br />
pero aquel día no sonreía. Su casa ya no tenía aquella luz tan<br />
mágica, ni había galletas <strong>de</strong> chocolate <strong>de</strong> formas extrañas. La<br />
señora Licht parecía más blanca <strong>de</strong> lo normal. La saludé con<br />
una sonrisa y me dijo con una voz que daba miedo: “A<strong>de</strong>lante,<br />
cariño”. Me preocupé un poco, al ver que muchas <strong>de</strong> las flores<br />
<strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong> baño estaban mustias y las abejas ahora picaban.<br />
El tocadiscos no funcionaba y se repetía todo el rato un mismo<br />
trozo <strong>de</strong> canción, que por cierto era muy triste. No entendía qué<br />
le estaba pasando. Me senté en el sofá, junto a ella, y le conté<br />
que había conocido a Jist y le dije que quería ir a ver Seuqisum<br />
con ella y quedarme a vivir allí muchos años. La señora Licht<br />
me miró sonriendo y me dijo que ella ya estaba muy vieja para<br />
viajes. Fue entonces cuando me di cuenta <strong>de</strong> que había algo que<br />
iba muy mal. A<strong>de</strong>más, algo <strong>de</strong> aquella casa me molestaba, ya<br />
no parecía primavera, hacía frío, tanto frío que yo temblaba. En<br />
los gran<strong>de</strong>s ojos <strong>de</strong> Licht pu<strong>de</strong> ver un gran vacío que me dio un<br />
terrible miedo. La señora, sonriendo, me dijo: “Adiós, cariño,<br />
me voy”. Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir eso, cerró los ojos y se fue. No sé<br />
adón<strong>de</strong> se fue exactamente, pero ya no estaba allí. Llorando,<br />
bajé las escaleras hasta mi casa. Pero esta vez más triste aún<br />
que las veces anteriores, ya no podría volver nunca al cuarto<br />
primera, con la señora Licht. Lloraba y lloraba en mi habitación,<br />
hablando con Jist, que intentaba aliviar mi dolor, pero no lo<br />
consiguió. Los días pasaron y cada martes, jueves y sábado<br />
subía corriendo al cuarto primera y con un salto llamaba tres<br />
veces al timbre y una cuarta vez más larga, pero nunca me abría<br />
nadie. Con todo, llegó el invierno. Cuidé <strong>de</strong> Jist y la regué cada<br />
día durante muchos años, hasta que llegó a ser un árbol gran<strong>de</strong>,<br />
que daba muchísimas flores.