El caballero de la carreta - Ladeliteratura.com.uy
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dijo el otro- y accedo a gusto.»<br />
www.<strong>la</strong><strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />
Con que allí se separan los tres. <strong>El</strong> uno al otro se han en<strong>com</strong>endado, <strong>de</strong><br />
todo corazón, a Dios. La doncel<strong>la</strong> cuando los ve marchar, dice así:<br />
«Cada uno <strong>de</strong> vosotros <strong>de</strong>be <strong>de</strong>volver el ga<strong>la</strong>rdón a mi gusto, en el<br />
momento que yo escoja para rec<strong>la</strong>marlo. Cuidad <strong>de</strong> no olvidarlo.<br />
-¡No lo olvidaremos, <strong>de</strong> verdad, dulce amiga!», dicen los dos.<br />
Cada uno se va por su camino. <strong>El</strong> <strong>caballero</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>carreta</strong> va sumido en<br />
sus pensamientos <strong>com</strong>o quien ni fuerza ni <strong>de</strong>fensa tiene contra Amor<br />
que le domina.<br />
Su cuita es tan profunda que se olvida a sí mismo, no sabe si existe, no<br />
recuerda ni su nombre, ni si armado va o <strong>de</strong>sarmado, ni sabe adon<strong>de</strong><br />
va ni <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> viene. Nada recuerda en absoluto, a excepción <strong>de</strong> una<br />
cosa, por <strong>la</strong> que ha <strong>de</strong>jado <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más en olvido. En eso sólo piensa tan<br />
intensamente que ni atien<strong>de</strong> ni ve ni oye nada.<br />
Mientras tanto su caballo le lleva rápido, sin <strong>de</strong>sviarse por mal camino,<br />
sino por <strong>la</strong> senda mejor y más <strong>de</strong>recha. Así marchaba en pos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
aventura. Así le ha conducido a un campo l<strong>la</strong>no.<br />
En aquel prado había un vado, y al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l río se erguía el<br />
<strong>caballero</strong> que lo guardaba.<br />
Junto a él había una doncel<strong>la</strong> montada en un pa<strong>la</strong>frén.<br />
Había pasado casi <strong>la</strong> hora nona, y todavía permanecía el <strong>caballero</strong> sin<br />
cansancio abstraído en su meditación. Su caballo, que tenía gran sed,<br />
vio hermoso y c<strong>la</strong>ro el vado, y corrió hacia el agua al divisar<strong>la</strong>.<br />
Pero el <strong>caballero</strong> que estaba en <strong>la</strong> otra ribera le grita:<br />
«¡Caballero, yo guardo el vado, y os lo prohíbo!»<br />
<strong>El</strong> otro no lo oye ni entien<strong>de</strong> ya que su meditar no le <strong>de</strong>ja. Sin reparos se<br />
precipita su caballo hacia el agua. <strong>El</strong> guardián le grita que lo retenga: