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El caballero de la carreta - Ladeliteratura.com.uy

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www.<strong>la</strong><strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />

«Señor -dice-, m<strong>uy</strong> gran niñería habéis hecho, y mucho me maravillo <strong>de</strong><br />

eso. Mas, si aceptáis mi consejo, mientras aún están cerca, podríamos<br />

salir tras ellos vos y yo, y aquellos que quieran a<strong>com</strong>pañaros. Yo no<br />

podría contenerme por más tiempo sin salir en pos <strong>de</strong> ellos. No sería<br />

digno que no les siguiéramos, al menos hasta saber lo que le<br />

acontecerá a <strong>la</strong> reina y cómo Keu se <strong>com</strong>portará.<br />

-Vayamos pues, buen sobrino -dijo el rey-. M<strong>uy</strong> bien habéis hab<strong>la</strong>do<br />

<strong>com</strong>o noble cortés. Y ya que habéis tomado el asunto a vuestro cargo,<br />

mandad que saquen los caballos, y que les pongan sus frenos y<br />

monturas, para que no que<strong>de</strong> sino cabalgar.»<br />

Ya han traído los caballos; ya están aparejados y ensil<strong>la</strong>dos. <strong>El</strong> rey es el<br />

primero en montar, y luego montó mi señor Galván, y todos los <strong>de</strong>más a<br />

porfía. Todos quieren ser <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>com</strong>pañía, y cada uno va a su guisa.<br />

Unos estaban armados, y muchos otros sin armadura. Pero mi señor<br />

Galván iba bien armado, e hizo que dos escu<strong>de</strong>ros le trajeran dos<br />

corceles <strong>de</strong> batal<strong>la</strong>.<br />

Así que se aproximaron al bosque, vieron salir al caballo <strong>de</strong> Keu, y lo<br />

reconocieron. Vieron que <strong>la</strong>s riendas <strong>de</strong> <strong>la</strong> brida habían sido rotas por<br />

ambos <strong>la</strong>dos. <strong>El</strong> caballo venía sin <strong>caballero</strong>. La estribera traía teñida <strong>de</strong><br />

sangre, y el arzón <strong>de</strong> <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> por <strong>de</strong>trás colgaba <strong>de</strong>sgarrado y en<br />

pedazos.<br />

Todos se quedaron angustiados; y uno a otros se hacían señas con<br />

guiños y golpes <strong>de</strong> codo.<br />

Bien lejos en <strong>de</strong><strong>la</strong>ntera a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l camino cabalgaba mí señor<br />

Galván. Sin mucho tardar vio a un <strong>caballero</strong> que avanzaba al paso<br />

sobre un caballo renqueante y fatigado, ja<strong>de</strong>ante y cubierto <strong>de</strong> sudor.<br />

<strong>El</strong> <strong>caballero</strong> fue el primero en saludar a mi señor Galván; y éste le<br />

contestó luego. <strong>El</strong> <strong>caballero</strong> se <strong>de</strong>tuvo al reconocer a mi señor Galván, y<br />

le dijo:<br />

«Señor, bien veis cómo está cubierto <strong>de</strong> sudor y tan <strong>de</strong>rrengado que <strong>de</strong><br />

nada me sirve. Me parece que esos dos corceles son vuestros. Así que<br />

querría pediros, con <strong>la</strong> promesa <strong>de</strong> <strong>de</strong>volveros el servicio y ga<strong>la</strong>rdón,<br />

que vos en préstamo o <strong>com</strong>o don, me <strong>de</strong>jéis uno, el que sea.

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