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El caballero de la carreta - Ladeliteratura.com.uy

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más bien con un poco <strong>de</strong> mesura. No se os va a negar vuestro <strong>de</strong>recho,<br />

cuando lo tengáis. Con mi a<strong>com</strong>pañamiento, bien lo sabréis, ha<br />

venido aquí <strong>la</strong> doncel<strong>la</strong>. Dejad<strong>la</strong> libre: Ya <strong>la</strong> habéis <strong>de</strong>tenido<br />

<strong>de</strong>masiado. Aún no tiene el<strong>la</strong> que cuidarse <strong>de</strong> vos.»<br />

<strong>El</strong> <strong>caballero</strong> contesta que lo quemen vivo si no se <strong>la</strong> va a llevar, mal que<br />

le pese.<br />

Éste replica:<br />

«No estaría nada bien, si yo <strong>de</strong>jara que os <strong>la</strong> llevarais. Sabedlo: Antes he<br />

<strong>de</strong> <strong>com</strong>batir por el<strong>la</strong>. Pero, si queremos pelear bien, no po<strong>de</strong>mos<br />

hacerlo en este sen<strong>de</strong>ro, ni con el mayor esfuerzo. Así que vayamos a un<br />

camino l<strong>la</strong>no, hasta un espacio abierto, un prado o una <strong>la</strong>nda.»<br />

<strong>El</strong> <strong>caballero</strong> dice que no pi<strong>de</strong> nada mejor:<br />

«Estoy m<strong>uy</strong> <strong>de</strong> acuerdo. No os equivocáis en que este sen<strong>de</strong>ro es<br />

<strong>de</strong>masiado angosto. Mi caballo ya va m<strong>uy</strong> oprimido. Y aún dudo que<br />

pueda hacerle volver grupas sin que se parta un anca.»<br />

Entonces se da <strong>la</strong> vuelta con gran <strong>de</strong>streza, sin dañar a su caballo ni<br />

<strong>la</strong>stimarlo en nada. Dice:<br />

«En verdad que estoy m<strong>uy</strong> furioso <strong>de</strong> que no nos hayamos encontrado<br />

en un terreno amplio y ante gente. Me hubiera gustado que<br />

contemp<strong>la</strong>ran cuál <strong>de</strong> los dos se portaba mejor. Mas venid pues, que los<br />

iremos a buscar. Encontraremos aquí cerca un terreno l<strong>la</strong>no, espacioso y<br />

libre.»<br />

Entonces se van hasta una pra<strong>de</strong>ra. En el<strong>la</strong> había doncel<strong>la</strong>s, <strong>caballero</strong>s<br />

y damas que juzgaban a varios juegos. Pues era hermoso el lugar. No<br />

todos jugaban a charadas; sino también a tab<strong>la</strong>s <strong>de</strong> damas y ajedrez, y<br />

otros a diversos juegos <strong>de</strong> dados. Varios jugaban a estos juegos,<br />

mientras otros <strong>de</strong> los que allí estaban, recordaban su niñez con rondas,<br />

caro<strong>la</strong>s y danzas. Cantan, brincan y saltan; incluso practican <strong>de</strong>portes<br />

<strong>de</strong> lucha.<br />

Un <strong>caballero</strong> ya <strong>de</strong> edad estaba erguido al fondo <strong>de</strong>l prado sobre un<br />

caballo bayo <strong>de</strong> España. Tenía riendas y montura <strong>de</strong> oro; y el cabello<br />

entremezc<strong>la</strong>do <strong>de</strong> canas. Apoyaba una mano en un costado para

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