El caballero de la carreta - Ladeliteratura.com.uy
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www.<strong>la</strong><strong>de</strong>literatura.<strong>com</strong>.<strong>uy</strong><br />
si os digo lo que pienso. Ahora reposad bien esta noche, que me habéis<br />
cumplido tan bien vuestra promesa, que no os podría rec<strong>la</strong>mar en<br />
<strong>de</strong>recho nada más. No me queda más que en<strong>com</strong>endaros a Dios y<br />
marcharme.»<br />
Luego se levanta. <strong>El</strong> <strong>caballero</strong> en absoluto se apena; antes bien <strong>la</strong> <strong>de</strong>ja<br />
marcharse a gusto, <strong>com</strong>o quien ama por entero a otra. C<strong>la</strong>ramente lo<br />
<strong>com</strong>pren<strong>de</strong> <strong>la</strong> doncel<strong>la</strong> por <strong>la</strong> muestra. Así que se ha retirado a su<br />
cámara don<strong>de</strong> se acuesta sin camisa, al tiempo que se dice a sí misma:<br />
«Des<strong>de</strong> que por vez primera conocí a un <strong>caballero</strong>, no he conocido a<br />
uno solo, a excepción <strong>de</strong> éste, que valiera <strong>la</strong> tercera parte <strong>de</strong> un<br />
doblón angevino. Seguro que, <strong>com</strong>o pienso y sospecho, quiere intentar<br />
una tan gran empresa tan peligrosa y fiera que no osó empren<strong>de</strong>r<br />
ningún otro <strong>caballero</strong>. ¡Qué Dios le permita llegar hasta el final!» En<br />
seguida se adormeció y durmió hasta que apareció el c<strong>la</strong>ro día.<br />
Al rayar el alba, presurosa se levanta. Tan pronto se <strong>de</strong>spierta el<br />
<strong>caballero</strong>, se apresta y reviste su arnés sin más ayuda. Así que cuándo se<br />
le presenta <strong>la</strong> doncel<strong>la</strong> lo encuentra ya equipado.<br />
-Buen día os dé Dios hoy -dice el<strong>la</strong> al verle.<br />
«¡Y a vos, doncel<strong>la</strong>, así sea!», dice él a su vez. Y agrega que se le hace<br />
tar<strong>de</strong>; que saquen su caballo <strong>de</strong> los establos. <strong>El</strong><strong>la</strong> dio ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> que se<br />
lo trajeran, y dice:<br />
«Señor, yo me iría con vos un buen trecho por ese mismo camino, si es<br />
que vos os atrevéis a guiarme y a<strong>com</strong>pañarme, <strong>de</strong> acuerdo con los usos<br />
y costumbres establecidos en el reino <strong>de</strong> Logres <strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes <strong>de</strong> nuestro<br />
nacimiento.»<br />
Las costumbres y franquicias eran así, por aquel entonces: que si un<br />
<strong>caballero</strong> encontraba so<strong>la</strong> a una damise<strong>la</strong> o a una doncel<strong>la</strong> vil<strong>la</strong>na no<br />
<strong>la</strong> atacaba, así tuviera antes que cortarse el cuello, por todo su honor, si<br />
pretendía conservar su buen renombre. Y, en caso <strong>de</strong> forzar<strong>la</strong>, para<br />
siempre quedaba <strong>de</strong>shonrado en todas <strong>la</strong>s cortes. Pero si <strong>la</strong> joven era<br />
a<strong>com</strong>pañada por otro, entonces a cualquiera que le gustara, que<br />
presentara batal<strong>la</strong> y venciera por <strong>la</strong>s armas a su <strong>de</strong>fensor, podía hacer<br />
con el<strong>la</strong> su voluntad sin conseguir vergüenza ni reproche. Por eso le dijo<br />
<strong>la</strong> doncel<strong>la</strong> que si se atrevería a escoltar<strong>la</strong> según esa costumbre, <strong>de</strong>