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M A Y O - Antônio Tallon Y Castilla

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Rafael Belén sin saber bien qué hacer ni dónde meterse, tembloroso, se fue con el sordo.<br />

Hermes, un feminófobo empedernido, abre la puerta de la habitación y se encuentra a la maja<br />

de su amigo echada sobre la cama, completamente desnuda, el abundante cabello suelto y<br />

desparramado por las almohadas, las piernas abiertas con una compresa desprendida en el<br />

monte de venus y probablemente dopada por la acción de barbitúricos. Hermes se santigua al<br />

contemplar las abultadas glándulas y la araña de chocolate, se pone aun más nervioso, deja<br />

escapar un tiro cuyo rebote envuelve las cuatro paredes, se le desprende el fusíl y cae al suelo;<br />

un lorillo verdeamarillo revolotea en su jaula asustadísimo, sin dejar de cantar una y otra vez,<br />

como un disco averiado, el himno nacional; Rafael Belén, sin poderlo remediar y pese a su<br />

canguelo se empalma a los pies del lecho conyugal delante de aquel cuadro tentador, aunque<br />

sin dejar de temblar ante el fuego. Mientras tanto, se ve a José Pedro entre nubes de gasa,<br />

furioso, disparando sin parar por la ventana a los militares invasores de su morada. Se oyen<br />

voces alteradas, imprecaciones, amenazas, maldiciones, blasfemias, señal inequívoca de<br />

haber producido el dueño de la casa algunas bajas entre los arrumbadores. Hermes y Rafael<br />

Belén abren una puerta y desembocan en la biblioteca. Nada más entrar, una descarga cerrada<br />

destroza por completo la ventana de la habitación. Olor a plomo derretido y balas a mansalva<br />

silban sobre las cabezas de los dos hombres cercados por el maligno. Hermes y Aguilar<br />

vuelven a la alcoba, éste aprovecha la ocasión para pasar la mano por el benzol de la<br />

incomodada, salen por otra puerta, se unen a su amigo y le dan a entender el buen estado de<br />

su mujer. Se sienten maderas rasgadas, suenan vidrios rotos a culatazos, una densa fumarada<br />

se desparrama por todas partes y la tropa invade la casa. José Pedro le dice a Hermes a voz<br />

en grito:<br />

-- !Cúbreme, cúbreme, que se van a enterar!<br />

Intenta abrir una puerta contigua a la escalera para dirigirse a la terraza. Cuando lo<br />

consigue llama a Rafael Belén, medio escondido y acojonado detrás de la ventana,<br />

encomendándose a todos los santos del calendario mientras se meaba como un choto. Antes<br />

de subir, José Pedro descargó su metralleta sobre uno de los grupos invasores, alcanzando<br />

enseguida la escalera. Hermes se precipitó con torpeza congénita hacia la terraza y, por<br />

desgracia, en ese preciso momento, una bala explosiva criminalmente disparada desde abajo<br />

le da en la cabeza y se le abre como una granada. Los cascos del cráneo se despedazan de

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