M A Y O - Antônio Tallon Y Castilla
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francamente mal a causa de un fenómeno lamentable, un problema crónico vivido por las<br />
izquierdas. Los movimientos libertarios no han conseguido casi nunca ponerse de acuerdo<br />
debido a una rivalidad mal entendida y a una desconfianza mutua totalmente infundada. En el<br />
ambiente brasileiro quizá tuviese razón Rafael Belén cuando decía:<br />
-- Cuando te abres aquí con una persona, elogias su trabajo o aplaudes una de sus<br />
actividades, te mira con desconfianza, como diciendo: ”?qué querrá de mí este pájaro?... ?Qué<br />
me pedirá ahora?” El brasileiro no puede suponer que alguien admire sus cualidades sin<br />
esconder algún interés a cambio.<br />
Esto pudiera ser cierto aunque, por otro lado, es incomprensible para mis entendederas el<br />
hecho de Aguilar haber penetrado a contrapaso en aquel grupo de estudiantes revolucionarios.<br />
A no ser que tratasen de envolverlo, con “jeito” hasta comprometerlo, siempre y cuando lo<br />
considerasen un elemento estrategicamente importante para la causa. Lo malo, entre ciertas<br />
cosas mal comprendidas y otras nunca bien explicadas, era lo siguiente: algunos compañeros<br />
no pasaban de cúmplices circunstanciales y así, con la indecisión de algunos, la precipitación<br />
de otros y la desorientación de todos, los guerrilleros se multiplicaban en las cárceles, las<br />
torturas se acentuaban cada vez más y los asesinatos no cesaban de incrementarse. Los<br />
intelectuales pretendieron inutilmente llamar la atención de los obreros, explotados con<br />
habilidad por los militares. Compañeros míos fueron personalmente a la puerta de las fábricas<br />
de Rio y de São Paulo con el propósito revolucionario de distribuir folletos y programas de<br />
acción. Pero los obreros los miraban con desdén, tan precavidos como desconfiados,<br />
obedeciendo las consignas de sus sindicatos, cuyos planes y actitudes eran diferentes. Justicia<br />
ha de ser hecha: Don Paulo Evaristo Arns, un pobre fraile franciscano, arzobispo y cardenal de<br />
São Paulo, se negó rotundamente a celebrar misa y sentarse al lado de generales, brigaderos<br />
y almirantes, con ocasión de determinadas fiestas nacionales, mientras existiesen prisioneros<br />
políticos en los calabozos del Estado, evocando así la gran figura de San Ambrosio, patriarca<br />
de Milán, quien prohibió la entrada en el templo al emperador Teodosio por tener las manos<br />
manchadas de sangre inocente derramada en Asia. La lucha incansable de Don Helder<br />
Cámara, el obispo rojo, denunciando en los auditorios extranjeros repretos de público la<br />
injusticia practicada en el interior del país, contribuiría muchísimo para el ulterior proceso de<br />
apertura. Los poemas de Casaldáliga tuvieron el efecto de un tornado contra el régimen militar.