M A Y O - Antônio Tallon Y Castilla

para dar con toda caridad los primeros palos de ciego contras las “conveniencias”, y se le cierra
el pico a todo el mundo hasta el día siguiente después de la misa, con el pretexto de una
bondadosa invitación al más absoluto silencio, nadie tiene ocasión de reclamar, aunque, eso
sí, todos deben estar trinando, haciendo gala de la mejor “mala leche”, de acuerdo con lo
previsto en el diabólico manual de Capó, jamás escrito. Después de ese rollo se sirve una cena
horrorosa, de propósito, y durante los sorbos del único plato a base de sopa de cebolla y
vinagre, se procede a una lectura en voz alta, guiada por los dirigentes del Cursillo, en cuyo
texto se cuenta la historia inaguantable de una bellísima y casquivana bailarina, una joven que
nunca se había mirado al espejo... de frente. Finalmente, un buen día... proseguía la historia
infernal, sólo interrumpida por el cuchareteo del comedor y no escuchada ni siquiera por los
piadosos lectores, pendientes de la reacción de los cursillistas; estos sí, en ese momento
infeliz, deberían estar maldiciendo en su fuero interno la hora en que se le ocurrió aceptar la
invitación para asistir al Cursillo. Así se hace, así debe ser, si se quiere encauzar bien a los
novicios. Ritos iniciáticos, legales y legítimos. Esa nochecita, efectivamente, tiene tres días con
pasao mañana: porque la hornada ha de tragarse aún dos meditaciones en la capilla, un vía
crucis, de rodillas, las oraciones de la noche, y todo el programa en el más completo silencio.
!Me río yo del lavado cerebral de los soviéticos! Todos están a punto de explotar. Nadie
reclama. El hombre es un animal gregario.
En la primera meditación, expuesta por un sacerdote, se cuenta, entre otras historias
piadosas, el problema observado por la tripulación de un navío durante una travesía: se notó
un raro fenómeno: (Voy rápido, no me detendré demasiado en la historia). Unos islotes que
deberían quedar a babor, figuraban a estribor y bastante distantes. ?Qué pasa aquí?, se
preguntó el capitán. Hicieron todos los cálculos procedentes en navegación y observaron estar
todo correcto. Los instrumentos del puente de mando funcionaban a la perfección. ?Entonces?
... ?Están flotando los islotes? ... ?Han cambiado el mar sin avisarnos? ... !Qué leche pasa
aquí?, exclamaban los marineros. Hasta que alguien se puso a practicar el nobre arte de
pensar por cuenta propia y se dio cuenta de lo ocurrido. El barco transportaba en la bodega un
considerable cargamento de hierro, el hierro incidió sobre la aguja magnética y la brújula se
convirtió en una bruja; le dio un escobazo al barco y perdió el norte. !Riesgo tremendo de
perderse carga y tripulación en el océano inmenso! ... !Era necesario encontrar una solución!