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Espía a una mujer que se mata.

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ELENA ANDREEVNA. Todos critican a mi marido. Todos me miran con compasión. “Qué<br />

desgraciada”... "Tiene un marido viejo". No sabe como comprendo e<strong>se</strong> interés por mí. Todos ustedes,<br />

como acaba de decir el doctor, dejan morir a los bos<strong>que</strong>s. Pronto en la tierra no <strong>que</strong>dará casi nada. Bueno,<br />

así preparan la pérdida del hombre. Dentro de poco, gracias a ustedes, no <strong>que</strong>dará ni fidelidad, ni pureza,<br />

ni capacidad de sacrificio. Alexander...<br />

VANIA. No es verdad.<br />

ELENA ANDREEVNA. Ah no? ¿Por qué, entonces, no puede ver con indiferencia a <strong>una</strong> <strong>mujer</strong> <strong>que</strong> no es<br />

suya? Por<strong>que</strong> yo no soy suya, Ivan Petrovich. Tiene razón el doctor, cada uno de ustedes lleva dentro la<br />

<strong>se</strong>milla de la destrucción.<br />

VANIA. No me gusta para nada su forma de pensar.<br />

ELENA ANDREEVNA. Ah, al <strong>se</strong>ñor no le gusta. Sabe porqué usted y yo somos amigos, por<strong>que</strong> los<br />

dos somos aburridos y tristes, y por<strong>que</strong>, en el fondo, nos creémos superiores a los demás. ¿Y dice <strong>que</strong><br />

es al doctor al <strong>que</strong> le sobre el amor propio?....No me mire de esa manera <strong>que</strong> no me gusta.<br />

Alexander... (MARIA VASILIEVNA anota algo en el margen del libro)<br />

VANIA ¿Y usted qué anota? (A María)<br />

MARÍA. Nada, nada, <strong>que</strong>rido... cosas mías, íntimas <strong>que</strong> no te importan. (Sale Vania)<br />

SEREBRIAKOV. Lenochka. ¿Donde estás, <strong>que</strong>rida?<br />

ELENA ANDREEVNA. Aquí.<br />

SEREBRIAKOV. ¿A dónde iban ustedes dos?<br />

ELENA ANDREEVNA. A ningún lado. Pensaba cerrar las ventanas.<br />

SEREBRIAKOV. No, las ventanas no <strong>que</strong> me sofoco. (A María) No me haría un tecito, por<br />

favor...Sonia sabés <strong>que</strong> soñé recién? Soñé <strong>que</strong> mi pierna derecha no era mía, y me desperté con un<br />

dolor tremendo.<br />

SONIA. Es la gota, papá.<br />

SEREBRIAKOV. No, esto no es gota. Es reuma... ¿Qué hora es?<br />

SONIA. Las doce y veinte. Bueno, yo mañana me tengo <strong>que</strong> levantar temprano para la siega.<br />

SEREBRIAKOV. Ah Sonia antes de acostarte buscame en la biblioteca el libro de Batiuschkov. Me<br />

parece <strong>que</strong> lo tenemos. Pero... ¿por qué me dará esta fatiga al respirar?<br />

SONIA. Mañana por la mañana papá.<br />

ELENA ANDREEVNA. Estas cansado... Ya es la <strong>se</strong>gunda noche <strong>que</strong> no dormimos.<br />

SEREBRIAKOV. ¿Que hora es?<br />

ELENA ANDREEVNA. Recién te dijo Sonia. Doce y veinte.<br />

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