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Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra<br />

Universidad de Alicante<br />

Copyright © Universidad de Alicante, Banco Santander Central Hispano 1999-2001. Accesible<br />

desde http://cervantesvirtual.com<br />

Año 2005


ÍNDICE<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador ......................................................................16<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador ......................................................................86


[Indicaciones de paginación en nota 1 ]<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

1 [En la página número 64 del original se reinicia la numeración desde la 1 hasta la página 33.<br />

Rectificamos este intervalo hasta la página 97 donde el original retoma la numeración correcta hasta<br />

el final de la obra. ( N. del E. )]<br />

4


<strong>Advertencia</strong><br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Este trabajo, como su mismo título indica con suficiente claridad, no trata de ser una historia, menos<br />

aún la Historia del Arte ecuatoriano. Con él hemos querido, únicamente, contribuir al conocimiento<br />

de ésta y, tal vez, a su formación, revelando cuantos datos nos ha sido posible encontrar, relativos a<br />

nuestro patrimonio artístico, desde la fundación de Quito, o sea desde 1534, detallando las riquezas<br />

artísticas, que aún conservamos en los conventos y las iglesias de Quito, en una que otra de las antiguas<br />

y solariegas casas de las familias quiteñas o en las colecciones particulares de algún aficionado, y<br />

narrando lo que tuvimos o reconstituyendo, a veces, lo que ha desaparecido, para dar una mejor idea<br />

del arte quiteño en sus diversas épocas y ayudar más eficazmente a tener de ellas un concepto cabal<br />

o, al menos, justo.<br />

Conscientes de nuestra misión, hemos procurado a todo trance narrar la verdad, apoyándola<br />

en documentos fidedignos, cuando los hemos encontrado, o confesando sinceramente nuestras<br />

suposiciones, dadas u opiniones personales, en aquellos casos en que nos han faltado pruebas para<br />

una afirmación categórica o un juicio definitivo. Hemos huido siempre de fijar fechas o el nombre<br />

de autores en obras acerca de las cuales, ni estilo, ni documentos, ni tradición alguna, nos lo han<br />

claramente determinado, a fin de evitar confusiones en quienes, después de nosotros, acometan la tarea<br />

de ordenar la historia del arte nacional ecuatoriano. Estos podrán, pues, con absoluta confianza fiarse<br />

en los datos que les aportamos, ya con el carácter de absoluta certeza, ya con el de una probabilidad<br />

más o menos segura, según las bases sobre las que los apoyamos.<br />

Jamás osaremos pensar que nuestro trabajo sea completo, menos todavía cuando nosotros mismos<br />

hemos palpado sus defectos, muchas veces desde el día siguiente de la impresión de cada capítulo, con<br />

los nuevos datos que nuevas investigaciones nos han comunicado. De ahí que, terminada la obra, la<br />

segunda edición que de ella hiciéramos, se vería seguramente corregida en algunos puntos y ampliada<br />

en otros, merced al aporte de posteriores noticias y documentos que nos hubieren llegado, a confirmar<br />

nuestros juicios, o a hacernos volver sobre nuestras afirmaciones.<br />

Nuestro trabajo pertenece a la Academia Nacional de Historia: para ella y por ella ha sido hecho<br />

y salido a luz, gracias al estímulo de mis colegas y al noble apoyo de su director, don Jacinto Jijón<br />

y Caamaño, tan sabio como magnífico.<br />

Este volumen comprende la primera parte de la obra; luego vendrá otro con el resultado de nuestras<br />

investigaciones en los conventos de La Merced y su antigua Recolección de El Tejar, de Santo<br />

5


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Domingo y su Recolección (hoy El Buen Pastor) de San Agustín y de la Compañía de Jesús, y las<br />

iglesias de la Catedral: el Sagrario, el Hospital, Santa Clara, el Carmen Alto, el Carmen Bajo, la Capilla<br />

de los Corazones y alguna otra, para concluir con lo que llamamos un plan general de Historia del Arte<br />

ecuatoriano y dos capítulos especiales sobre la escultura y la orfebrería nacionales. Un compendio<br />

ligero de ese plan lo hemos dado, a bondadosa solicitud del señor doctor don Esteban Gil Borges,<br />

subdirector de la Unión Panamericana, para que sea publicado en uno de los próximos números de<br />

su importantísimo Boletín.<br />

Volúmenes semejantes al que hoy sale, irán apareciendo, a medida que vaya publicándose nuestro<br />

trabajo en el Boletín de la Academia Nacional de Historia.<br />

Confesamos sin falso rubor, la satisfacción de haber realizado un trabajo absolutamente original y<br />

nuevo, el primero que en su género se publica en nuestra patria y talvez en América. No conocemos,<br />

en efecto, otro semejante; pues el que el señor general don Ramón de la Plaza compuso con el título<br />

de Ensayos sobre el Arte en Venezuela es una historia general de las artes, y muy especialmente<br />

de la música, en ese país, y El Arte en México , del erudito señor licenciado don Manuel Gustavo<br />

Revilla, es un pequeño libro que en pocas páginas, bosqueja la historia de las artes plásticas mexicanas<br />

durante la época precolombina y el dominio virreynal. No nos referirnos a la obra del señor Schiafino<br />

sobre los orígenes del Arte argentino, ni a alguna que ha aparecido sobre el Arte en el Cuzco, porque<br />

no las conocemos sino de nombre, ni tampoco nos referimos a aquellas pequeñas monografías que<br />

como la del señor doctor Semprún sobre el Arte en Venezuela, y las publicaciones mexicanas sobre<br />

el arte popular y las iglesias de México, no son ni tienen tampoco la pretensión de ser una historia<br />

documentada de arte americano.<br />

Nuestro trabajo tiene otro carácter: es, o más bien dicho aspira a ser únicamente un documento<br />

escueto o fidedigno para el conocimiento del Arte en el Ecuador, para lo cual nos hemos esforzado<br />

en ser prolijos en la descripción, reservados en la apreciación, severos en la crítica e incansables en<br />

la investigación de la verdad, que la hemos buscado pacientemente en nuestros archivos coloniales.<br />

Nuestro trabajo, más que cualquier otro similar en América, reviste grandes proporciones, porque<br />

Quito fue el centro del Arte americano durante al menos tres siglos desde el día siguiente al<br />

descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo, tuvo personalidad artística propia y adquirió una<br />

riqueza de arte incomparable, digna del estudio de artistas e historiadores y digna también de que ella<br />

figure en capítulo aparte en la Historia del Arte universal.<br />

6


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Ojalá que la rica y originalísima escuela quiteña de pintura y escultura sea pronto enrolada en la<br />

Historia General del Arte y su arquitectura, conocida y puesta en el sitio que en ella le corresponde.<br />

Nos sentiríamos orgullosos si con nuestro modesto trabajo de investigación, hubiéremos<br />

contribuido a ello.<br />

Cuando en agosto del año pasado, llegó al Ecuador la Real Nave Italia», y vino en ella, como<br />

comisario de Arte, el gran pintor Giulio Aristide Sartorio, el gobierno ecuatoriano organizó una<br />

Comisión especial para que recibiera y atendiera a tan distinguido personaje, tal vez la figura más<br />

prominente del arte contemporáneo. Esa Comisión, de la que formamos parte, pidió al Maestro que<br />

consignara por escrito algunas de sus observaciones sobre el arte quiteño y sus monumentos. El<br />

Maestro, bondadosamente accedió al pedimento y desde Panamá dirigió una carta al Ministerio de<br />

Relaciones Exteriores en la persona de su subsecretario. Esta comunicación, que hasta ahora ha<br />

permanecido inédita, la hemos traducido y para abrir con ella las páginas de nuestro libro, orgullosos<br />

de hacer conocer ese documento, que consagra el inmenso valor del arte colonial quiteño e invita a<br />

los ecuatorianos a conservarlo y seguir sus gloriosas tradiciones.<br />

Quito, enero de 1825.<br />

7


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Carta dirigida por el Comisario de Arte, Maestro Aristide<br />

Sartorio, al Ministro de Relaciones Exteriores de la República<br />

del Ecuador<br />

Excelentísimo Señor Luis Robalino Dávila , subsecretario de Relaciones Exteriores.- Quito<br />

Ecuador.<br />

9 de agosto de 1924.<br />

Excelentísimo señor:<br />

En vísperas de abandonar el continente sudamericano y antes de tocar en México, invitado<br />

cortésmente por los amigos de Quito a manifestar algunas de mis observaciones sobre los monumentos<br />

del Ecuador; dirijo a usted esta memoria, dictada a bordo de la Real nave «Italia», sin la ayuda<br />

de aquellos documentos que darían autoridad a mis conclusiones. Es, pues, esta una exposición de<br />

personales impresiones destinada a aumentar, si fuere necesario, la fe de aquellos que valientemente<br />

defienden la integridad y la conservación de los monumentos y obras de arte existentes en Quito.<br />

Al venir desde la Argentina, tocando las costas del Pacífico en Chile, en el Perú, viajando por el<br />

interior del Perú, de Bolivia y del Ecuador hasta llegar a Quito, me he convencido de la existencia<br />

de un arte americano y he sorprendido tradiciones no sospechadas de los tiempos prehistóricos y<br />

los modernos, tradiciones que en lo porvenir imprimirán en dicho arte caracteres precisos. Y si a<br />

primera vista, observado aquí y allá, aparece este arte confuso, y fabuloso; después de la visita a<br />

los monumentos de Quito, se manifiesta determinado en todas sus fases y aun, en la contribución<br />

indígena, lógicamente desenvuelta.<br />

He escrito adrede fabuloso , porque en nosotros, visitantes italianos, visto de cerca el arte<br />

americano, nos produce el efecto de una mezcla exótica de leyenda oriental y de exaltación occidental<br />

y ejerce fantástica sugestión. Las iglesias y los monasterios, que son el substratum de la sociabilidad<br />

sudamericana, desarrollados a través de siglos de silenciosa y secreta transformación, son para<br />

nosotros desconocida historia: en ellos el espíritu ha creado una expresión elocuentemente católica<br />

que limita una transformación del cristianismo.<br />

En las imágenes plásticas, donde la dramática estatuaria de España se encontró con la<br />

escultura decorativa del extremo oriente, se confundieron, elementos sentimentales nacidos<br />

contemporáneamente en Europa y Asia, y acogido un barroquismo indio al lado de un barroquismo<br />

8


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

latino, glorificaron con un color, me atrevería a decir budhístico, el drama del calvario y la pasión<br />

religiosa de los franciscanos. Me apresuro a indicar esta inmediata sensación porque la escultura<br />

sagrada destinada por necesidad espiritual a ocupar, no sólo los recuadros, sino también a animar los<br />

miembros de la arquitectura con sus telamones, cariátides, genios, querubines que allí se agitan como<br />

si estuvieran vivos, y que de la vida tienen los colores, ocupa puesto elocuente en la iconografía de<br />

América.<br />

En mis visitas a las iglesias he encontrado tres únicas esculturas de mármol blanco: la Santa Rosa<br />

de Lima en Santo Domingo y un Cristo de la columna en la sacristía de la misma iglesia, en Lima:<br />

la primera es una lejana transformación de la Beata Alberoni del Bernini; la segunda, obra de un mal<br />

imitador de Miguel Ángel. La tercera es un Cristo agonizante en la Capilla del Sagrario de Quito,<br />

tardía escultura romana del siglo XVIII.<br />

Toda la escultura de América es en madera, con las máscaras a veces de plomo o de plata,<br />

igualmente pintadas, y proviene exclusivamente de la escultura realista de Montañés, Alonso Cano,<br />

Pedro de Mena y representa los personajes sagrados en los momentos más emocionantes de su drama.<br />

San Francisco, semidesnudo a veces, empuña la cruz; otras, con el sayal adornado de arabescos de<br />

oro, lleva en los pies y en las espaldas las alas de plata de un querubín; María, atravesada, llora a<br />

grandes lágrimas, y Cristo, o cae agobiado bajo el peso de una cruz sobrecargada de exvotos de oro y<br />

de plata, o triunfante Pantócrates vestido de terciopelo negro recamado de oro, sentado sobre un trono<br />

de plata, con un cetro de plata en las manos, el lacerado rostro empapado en lágrimas, sangrando por<br />

la corona de espinas, parece el omnipotente de todos los dolores. Y en contorno, hasta en la bóveda<br />

oscurísima, los exvotos brillan como preciosa aureola de sufrimientos aliviados.<br />

Los cristos crucificados son innumerables, derivados muchos de ellos del célebre sevillano de<br />

Montañés, y apreciabilísimos algunos.<br />

Esta escultura en la cual indios convertidos, como Caspicara y José Díaz manifestaron aptitudes<br />

de verdaderos y grandes artistas, tuvo su centro de expansión en Quito y a los estudiosos americanos<br />

incumbe no sólo un largo trabajo de investigación y de clasificación, sino también el de su examen<br />

estilístico. En las costas del mar Índico se desarrolló también una desconocida decoración plástica,<br />

cuyos monumentos desde Siam hasta Java, han sido recientemente revelados a la admiración y se<br />

ignora que muchísimo del arte decorativo del archipiélago índico, se ha infiltrado en las iglesias<br />

de América. Los franciscanos, que enviaban sus misioneros hasta el salvaje Japón, donde eran<br />

salvajemente martirizados, importaban a la América artífices convertidos, y con la misma maravilla<br />

9


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

con que hoy en la plástica incaica, hallamos documentos patentes del origen mongol, encontramos<br />

también en las iglesias de Quito, de Lima, de La Paz, molduras arquitectónicas, cátedras, púlpitos,<br />

absolutamente de estilo asiático venidos del lejano oriente. De tal manera que si a las figuras de San<br />

Antonio, San Francisco, Santo Domingo, Santa Rosa, San Francisco Solano se sustituyeran las figuras<br />

de Brahma, Siva, Amitábha, Budha, estas se encontrarían en un ambiente perfectamente familiar.<br />

Desflorado este importantísimo argumento de la escultura, vengamos al nervio del arte desarrollado<br />

en la América Española, la arquitectura.<br />

La arquitectura en la América Latina se puede dividir en cinco fases: 1.ª El período italianizarte de<br />

los conventos de San Francisco, Santo Domingo y de los edificios civiles del Cuzco; 2.ª El período<br />

Herreriano de San Francisco de Quito y de sus copias sucesivas en San Agustín y en la Capilla del<br />

Sagrario; 3.ª El período decorativo neoflamenco del interior de San Francisco de Quito y del claustro<br />

de la Merced en el Cuzco; 4.ª El período de las decoraciones interiores talladas en madera, altares<br />

monumentales, púlpitos o nichos, con elementos indios y asiáticos y la sucesiva irrupción en las<br />

fachadas del Cuzco y de Lima del estilo churrigueresco y plateresco; 5.ª Invasión del andaluz del siglo<br />

XVII en las iglesias y palacios de toda la América.<br />

La Iglesia de San Francisco de Quito está ligada, si bien indirectamente, con el renacimiento<br />

italiano; se la comenzó en 1535, pero se la concluyó en el pleno desarrollo de la arquitectura neoclásica<br />

que limitó el barroco, y la impresión que produce a la mirada de un italiano es la de un edificio de la<br />

Italia central, impresión idéntica a la que me produjo el palacio del Escorial levantado por Felipe II.<br />

El atrio de la iglesia con su gradería en semicírculo alternado, es común a los edificios italianos de<br />

la misma época y las habitaciones abiertas en el estilobato mismo, a los lados de aquella gradería, se<br />

rematan en un frontón de tímpano muy semejante a las hornacinas laterales diseñadas por Sanmicheli<br />

para la puerta Stuppa de Verona. Delante de la puerta Stuppa hay una disposición dórica<br />

severísima, que debió encantar a Herrera, porque en las dos fachadas de Escorial y en la cúpula de<br />

San Lorenzo parece que la recuerda.<br />

Y ya que he pronunciado el nombre de Herrera debo confesar que la fachada del templo de San<br />

Francisco de Quito se impone a primera vista como creada por el arquitecto de Felipe II. Hay que<br />

notar que el dibujo de la catedral de Puebla, en México, se debe igualmente a Herrera. Bastaría a<br />

indicarlo el modelo de aquella gran moldura de la cornisa sencilla, que encuadra el arco de entrada<br />

y los perfiles de los capiteles, los perfiles de las bases con profundos claroscuros, las estelas de las<br />

columnas abultadas a dos tercios del gálibo.<br />

10


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Juan Herrera, alumno de Juan Bautista de Toledo, educado en Flandes y en Italia, marcó en España<br />

aquel estilo sobrio y severo que en el tardío cinquecento y como reacción contra los secuaces de<br />

Miguel Ángel, quiso conducir a la arquitectura hacía una justa compostura de formas. No se pueden<br />

por tanto mirar las obras de Juan Herrera sin recordar las obras de Sanmicheli, Vignola, Maderno,<br />

Guarino y es oportuno recordar que este arte impidió el primer estilo característico de la Compañía<br />

de Jesús, la fachada de los jesuitas de Anvers (Pedro Huiysfens y Francisco de Aguillon), la fachada<br />

de Val-de-Grace en París (Francisco Mansart).<br />

Las columnas de las dos galerías del claustro de San Francisco tienen el mismo carácter de las<br />

dóricas de la fachada que no han sido fajadas con orden rústico, y si no se puede suponer, que aún<br />

el claustro haya sido dibujado por Herrera, ese claustro es obra nobilísima debida en parte a un<br />

franciscano, el mismo que diseñó y construyó el claustro de Santo Domingo. Es sencillo, sin adorno<br />

alguno y de sus dos galerías, la inferior tiene el arco peraltado a la manera morisca y la superior, el<br />

arco escarzano. A la altura de la cornisa del coronamiento, los arcos tienen su extradós acusado por<br />

el ladrillo saliente; la galería alta tiene una hilera de columnitas de piedra.<br />

Lo notable es que en este claustro nace una columna panzuda, que vemos desarrollarse en los<br />

claustros de San Agustín y de la Merced, para llegar a ser característica de toda la arquitectura colonial.<br />

Las iglesias de San Agustín y del Sagrario son dos imitaciones claras de la fachada de San Francisco.<br />

La de San Agustín conserva el dórico del prototipo y las ménsulas sobre la moldura que está encima del<br />

arco, no repudia la gran moldura que anotamos arriba y desarrolla con invención cueva la ventana, el<br />

nicho y el coronamiento del orden jónico superpuesto. En cambio, la fachada del Sagrario, degenerada,<br />

suprime el orden dórico, adopta el jónico y el corintio, lleva a tres en lugar de dos el grupo de<br />

las columnas laterales e inicia una manera provincial en la arquitectura que, desvinculándose de la<br />

euritmia tradicional, exagera la importancia del coronamiento y divide el frontón.<br />

Entre tanto, los claustros de Santo Domingo, de la Merced, del Tejar, desarrollaban con menor<br />

libertad la ordenación de las galerías, y adoptan el perfil de las columnas franciscanas, pero en la de<br />

San Agustín provocaban por la primera vez en América, un movimiento arquitectónico nuevo. Me<br />

refiero al intercolumnio alternado con arcos de mayor y menor tensión a la manera árabe, movimiento<br />

tan marcado en el palacio del marqués de Torre Tagle y en el claustro de la Merced de Lima,<br />

movimiento que dará color a estos edificios, a semejanza de las últimas residencias musulmanas de<br />

la India, levantadas precisamente, a fines del siglo XVII, en Agra y Nueva Delhy.<br />

11


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Diré también que en este claustro de San Agustín las columnas son todavía más cortas y rígidas para<br />

caracterizar la índole colonial de la arquitectura, mientras los arquitectos apoyando sobre el ábaco<br />

dórico, amplio, caen sobre el vacío del gálibo creando un vano trilobulado de gusto morisco.<br />

Esta tendencia es singular en los edificios monásticos de América; en Santo Domingo de Lima, no<br />

uno, sino tres claustros menores del convento tienen los arcos francamente trilobulados, puramente<br />

árabes, y en La Paz tanto la puerta de la Iglesia de San Francisco, como la de la Catedral son<br />

trilobuladas. Se puede ciertamente afirmar que la arquitectura del renacimiento español introducida<br />

por Herrera en Quito, siguiendo una tendencia local, se fue contaminando con el morisco andaluz,<br />

que había sido introducido en la colonia por los maestros musulmanes convertidos y al servicio de<br />

las órdenes religiosas. Hacen fe de estos numerosos maestros las obras de purísimo estilo mudéjar<br />

que conservan el Perú y el Ecuador. En Lima el ámbito enorme de la escalera que conduce a la<br />

galería superior del claustro de San Francisco, está coronado por una cúpula en madera de perfecto<br />

estilo morisco; en el Cuzco, la puerta de la sala capitular en el convento de Santo Domingo parece<br />

una puerta proveniente de la Alhambra, y gran parte de las galerías cubiertas de Lima, Cuzco, La<br />

Paz tienen revestimientos de madera de carácter árabe. El artesonado del coro de la iglesia de San<br />

Francisco de Quito es un admirable ejemplar mudéjar, la cúpula de la misma iglesia, en madera, es<br />

morisca y moriscas también las bóvedas de la nave transversal. El techo en estuco de la iglesia de la<br />

Merced como el de la iglesia de la Compañía de Jesús, en Quito, con ornamentaciones geométricas<br />

doradas y realzadas con oportunas coloraciones blancas y rajas en los fondos, con transformaciones<br />

de la decoración morisca. Pero de todas estas obras neorientales, produce impresión inolvidable el<br />

crucero de San Francisco, en donde los arcos centrales, agudos como los de las mezquitas, se elevan<br />

de un grupo de nichos de tipo renacimiento flamenco, mientras a derecha e izquierda los altares<br />

laterales, inmensos altares de madera dorada, indochinos en las cornisas de los cimacios arrujan<br />

sus coronamientos hacia las bóvedas completamente cubiertas de tallados mudéjares. El efecto de<br />

esta iglesia, rica en dorados, tallas, estatuas, baldaquinos de plata maciza sembrados de esmeraldas,<br />

recuerda, con las debidas reservas históricas y estéticas, a la capilla palatina de Palermo, en donde el<br />

arte árabe con los arcos agudos, y sus estalactitas protege los muros cubiertos de mosaicos bizantinos<br />

en fondo de oro y el mobiliario presbiteral latino. Antes que en la arquitectura medioeval-oriental<br />

del sur de Italia aparecieran las columnas retorcidas de los marmolistas, de dos fustes entrelazados,<br />

en la América del Sur, han aparecido las columnas báquicas, también sello inolvidable de la religión<br />

romana.<br />

12


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Junto con las columnas panzudas, también las báquicas romanas, llegaron a ser argumento<br />

constructivo colonial de indudable elegancia, y en el claustro de Santo Domingo de Lima, dos grandes<br />

columnas báquicas de madera tallada, colocadas en el ángulo a la manera árabe, sostienen en medio<br />

de las paredes cubiertas de azulejos andaluces, el arquitrabe de una puerta.<br />

Las columnas báquicas de la América Latina, aparecieron en Quito, en la iglesia de los jesuitas, a<br />

principios del siglo XVIII y su aparición precisamente determinada es una fecha memorable para todos<br />

aquellos altares, púlpitos y fachadas de iglesias y casas nobiliarias que ostentan columnas báquicas.<br />

La Iglesia de la Compañía de Jesús en el Cuzco, acabada en 1668, si bien como la de Quito tiene<br />

la planta y la cúpula inspiradas en la iglesia del Gesú de Roma, no posee en su conjunto ninguna<br />

columna retorcida.<br />

Es necesario hacer una breve historia de las columnas báquicas. Estas columnas son de origen<br />

clásico y dedicadas al culto de Baco. Diez y ocho de ellas adornaron la pérgola del antiguo San Pedro<br />

de Roma y en la reconstrucción de la basílica no anduvieron perdidas, porque once se conservan<br />

esparcidas en el nuevo edificio. Cuando Lorenzo Bernini levantó el gran baldaquino de bronce sobre<br />

la confesión, no inventó, sino copió sus cuatro enormes, de la columna que hoy se ve en la capilla<br />

de La Pietá y se la cree proveniente del templo de Salomón. Talvez más bien provenga del templo<br />

de Herodes Antipas.<br />

Las columnas báquicas tuvieron un gran éxito pictórico: Rafael las introdujo en sus célebres<br />

tapicerías y Paolo Veronese, en la Apoteosis de Venecia , del Palacio Ducal. A ejemplo de Paolo<br />

Veronese, Ribens abusó verdaderamente de ellas en gran parte de sus lienzos, y Andrea Pozzo, jesuita,<br />

pintor y arquitecto, las adoptó en gran escala y las convirtió en sello de las construcciones jesuíticas.<br />

La iglesia de la Compañía de Quito erigida en los primeros años de 1700 vino diseñada con esta<br />

nota característica: las columnas báquicas integrando la idea informativa del edificio. Y cuando en<br />

1722 el padre Deubler inició la fachada, concluida en 1765 por el jesuita mantuano Gandolfi, en las<br />

seis dibujó una copia casi fiel de aquellas ocho báquicas de la basílica Vaticana que hoy adornan las<br />

tribunas de los cantores.<br />

Como he dicho, desde los principios del setecientos para adelante, las columnas, báquicas llegaron<br />

a ser un elemento característico para todos los escultores en piedra y en madera de la América Latina<br />

y es sorprendente cómo artistas de origen asiático, en Potosí (Bolivia), han injertado las cariátides<br />

javanesas en el fuste retorcido del rito báquico, creando una muy extraña anomalía, no exenta, sin<br />

embargo, de encanto. Todas estas formas, amalgamándose, han formado una especie de barroquismo<br />

13


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

americano, seco en el claroscuro, pero que es expresión atrayente y completa de sus elementos<br />

constructivos. Su organismo permanece siempre español, pero las fragmentarias superposiciones<br />

de los frontones, las plantas diagonales de sus cuerpos avanzados, son herencia de la arquitectura<br />

borrominesca, llegada a ser fantástica en el padre Pozzo y exagerada en José Chirriguera. Se sabe<br />

que el estilo de las fachadas andaluzas nació del catafalco que Churriguera levantó en memoria de<br />

la Reina María Luisa y que el arquitecto Antonio Rodríguez lo transportó al exterior de San Telmo<br />

de Sevilla. Este hecho refuerza la inducción de que las fachadas de muchas iglesias churriguerescas<br />

de la América Latina, provengan de las invenciones de los escultores de altares, los cuales traducían<br />

sobre las fachadas, arquitecturas nacidas en el ambiente eclesiástico.<br />

No fueron estos los últimos arpegios de la arquitectura colonial; al declinar el setecientos, si ya no<br />

se erigieron grandes iglesias, se desarrolló notablemente la arquitectura civil, se levantaron oratorios<br />

y habitaciones, que en parte existen todavía, y cuya construcción se halla unida a la vida de familias<br />

ilustres. Pintorescamente es como siempre seductora y el españolismo preponderante, además de<br />

la heráldica de los blasones, transportó a ella todo un aparato decorativo heredado de los Flandes<br />

imperiales, desde cuando Carlos V, convencido por aquellas formas arquitectónicas que las obras de<br />

Alejandro Colin y Pedro de Vitte habían aclimatado en el Palatinado y en Baviera, las reclamó para<br />

Italia y España, como expresión del estado.<br />

Entonces, en el setecientos americano, desaparecieron casi del todo las decoraciones mudéjares, y<br />

la arquitectura, consagrándose a ennoblecer las habitaciones privadas, que debían como ciudadanas<br />

sobrevivir en los nuevos estados, pareció presentir los acontecimientos políticos, que, a despecho de<br />

las protestas de lealtad, maduraban la independencia nacional.<br />

Desencadenada la revolución, la modernización de la América Latina y la introducción necesaria<br />

del nuevo mundo en la órbita del antiguo, trajeron al arte nacional una crisis y una paralización<br />

inevitable; pero Quito, más lejano de las corrientes innovadoras, mejor que otras ciudades, conservó<br />

en sus habitantes el sentido y la práctica de las artes.<br />

En la segunda mitad del siglo XIX, con excepción de pocas familias nobles, con afección a los<br />

recuerdos que poseían, el arte colonial fue descuidado, despreciado, como si estuviese destituido<br />

de todo valor, y ante la necesidad de una vida más en acuerdo con los nuevos tiempos, atraídas<br />

por la civilización europea en la cual no supieron distinguir con discernimiento, las naciones de<br />

la América Latina se dejaron invadir de un arte de segunda mano que todavía hoy embaraza la<br />

educación nacional. Hubo un período en el cual, no sólo los acaparadores extranjeros podían llevarse<br />

14


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

preciosísimas obras, que ahora en los museos estarán catalogadas como portuguesas, españolas, tal<br />

vez como indo-malasias, sino que, según se cuenta, los dominicanos del Cuzco, deseosos de renovar<br />

el aspecto de su iglesia secular, alimentaron los hornos y las cocinas con los revestimientos sagrados<br />

arrancados de su lugar de origen.<br />

Hoy las cosas han cambiado y la cultura de la América Latina, no puede permitir más esos<br />

sacrilegios. Del Brasil a la Argentina, a Chile, Bolivia y el Perú, las escuelas de arte, los museos, las<br />

organizaciones culturales imponen un dique enérgico y activo, y el Ecuador, que es para la América<br />

lo que la Sicilia para la magna Grecia, la cuna de las artes tradicionales, tiene un taxativo deber de<br />

cultura. Monumentos completos, como por ejemplo la iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, son<br />

raros aún en el viejo continente y si la visita de la misión Giuriati al Ecuador, pudiese valer como<br />

simple exhortación, sí, pero elogio férvido para aquellos que tan concienzudamente trabajan para<br />

salvaguardar el tesoro confiado por la civilización a sus manos, la Real Nave Italia, habría a propósito<br />

zarpado hacia el continente del porvenir.<br />

Sobre un cuadro pintado por Antonio Astudillo y expuesto en la portería del convento de<br />

San Francisco se halla representado fray Jodoco Ricke en acto de bautizar a los primeros indios<br />

convertidos, y a sus pies se ve un cantarillo esmaltado. En aquella vasija fray Jodoco Ricke condujo<br />

a América el primer grano que plantó y cultivó en el Ecuador y sobre ese vaso, hoy emigrado a un<br />

museo de New York, Humboldt leyó su inscripción en viejo flamenco: «Cuando comas, cuando bebas,<br />

acuérdate de Dios» .<br />

El arte del renacimiento introducido por fray Jodoco Ricke a Quito fructificó como el grano y<br />

fructificó para toda la América Latina: Quito debe reclamar la prioridad.<br />

Escribiendo a Vuestra Excelencia este exhorto me permito una comparación y un consejo: que no<br />

suceda con esta preciosa herencia lo que con el ánfora del trigo.<br />

La ciudad de Quito es un joyero precioso y germen espiritual, testigo de los lazos que unen al<br />

Ecuador con la latinidad renaciente. Quito, sin arte gótico, que nació para el futuro, no se deje<br />

defraudar jamás por la presionante modernidad y conserve para el porvenir puro de la América Latina<br />

la forma y el alma con la cual nació.<br />

Dígnese aceptar Vuestra Excelencia mis respetos.<br />

Giulio Aristide Sartorio.<br />

15


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador<br />

16


I<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

No necesitamos remontarnos hasta los orígenes mismos del Arte, ni llevar nuestra consideración<br />

hasta su fuente más remota, para sentar axiomáticamente la idea de que no podemos los americanos<br />

descender de una cuna que sea la misma que meció el arte de cualquiera de los otros pueblos del<br />

antiguo continente. Pueden los europeos discutir la procedencia del arte gótico, por ejemplo: nosotros<br />

no podemos ni tenemos para qué sentar la cuestión de qué elementos proviene o dimana el arte<br />

americano primitivo, y principalmente el arte ecuatoriano, sencillamente porque la traslación de los<br />

habitantes del antiguo al nuevo continente (o viceversa) es un hecho que se pierde en las nebulosidades<br />

de los tiempos en la historia primitiva y se remonta quizá a una época en que el Arte, aún en el Antiguo<br />

Mundo se encontraba en estado muy rudimentario.<br />

Por eso es que tal vez el arte de los aborígenes americanos puede considerarse tan propio,<br />

independiente y original, como el de los demás pueblos primitivos del Globo y ser estudiado con<br />

la curiosidad del filósofo que indaga las irradiaciones de la inteligencia del hombre y con la del<br />

historiador ávido de reconstituir la cuna en que se meció la humanidad.<br />

Es verdad que la investigación arqueológica en el mundo americano va cada día descubriendo<br />

admirables semejanzas, afinidades asombrosas entre las primitivas edades de los dos continentes, lo<br />

mismo en sus rudimentarias construcciones que en los objetos de uso doméstico, en sus armas de<br />

lucha y caza, para los que han aprovechado las mismas materias: la piedra, como el cobre y la madera,<br />

el barro, el oro. Pero este parentesco que lo -sustentan distinguidos etnógrafos, por oscuramente<br />

demostrado, no desvirtúa nuestra tesis; menos aún, cuando esa cierta afinidad entre los elementos<br />

artísticos de las edades primeras de la humanidad tiene su explicación en la unidad de la especie<br />

humana, cuya inteligencia es la misma en todas partes, y sus instintos, similares.<br />

Mientras sobre el Antiguo Mundo se cernía una inmensa civilización que llevaba en su seno el<br />

arto espléndido de Grecia y Roma en el más asombroso y grande de los florecimientos, mientras allá<br />

el cristianismo y la invasión de los bárbaros reformaban con su influencia el arte de la antigüedad<br />

europea; acá, en el Nuevo Mundo, el alma americana era batida por vientos del todo diferentes,<br />

se movía en condiciones etnográficas que cincelaban de cierto modo y de manera distinta el<br />

temperamento tosco y salvaje de sus artistas.<br />

Pero si la peculiar originalidad del arte americano nadie puede poner en duda, hoy menos que<br />

nunca, cuando el estudio fervoroso de los americanistas nos revela a cada paso nuevas sorpresas del<br />

17


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

arte de los primeros pobladores del mundo que descubrió Colón; no puede afirmarse lo mismo del<br />

arte primitivo ecuatoriano. La originalidad de éste es cuestión muy discutible todavía; pues los pocos<br />

monumentos arqueológicos que aún quedan en pie, se hallan en estado ruinoso y los objetos de arte,<br />

que se han descubierto en nuestro suelo, manifestaciones son, en su mayor parte, de la inteligencia<br />

de otras gentes que pasaron por lo que hoy constituye el actual territorio de la República, antes que<br />

productos propios de sus primeros moradores, demasiado bárbaros, casi en su totalidad, aún al mismo<br />

tiempo de la conquista española, a excepción de los que habitaban la costa ecuatoriana.<br />

En efecto, las investigaciones arqueológicas de última hora en el territorio de la República, han<br />

demostrado la existencia de varias culturas y pueblos que se repartieron de maneras diversas por<br />

el Ecuador, según el lado del cual vinieron como inmigrantes, y poblaron grandes extensiones de<br />

nuestro territorio, formando otras tantas tribus o familias, cuya situación y repartición va poco a poco<br />

lográndose fijar con alguna seguridad, gracias principalmente a los estadios arqueológicos de los<br />

señores Verneau, Rivet y Jijón Caamaño. Y así tenemos los pastos o quillasingas, los caranquis y<br />

otavalos, los quitos, los pansaleos, los hambatos, los puruháes, los tiquisambies, los cañaris y los<br />

paltas en el catión interandino; los barbacoas, los esmeraldas, los mantas, los huancavileas, los punás<br />

y los tumbezinos en la región costanera; y los cofanes, quijos, záparos, jíbaros, cahaapanas, ttikanos,<br />

yirneos, pebas, yaguas, ardas, tikunas, guaranis, uitoteís y panas en la región oriental.<br />

Estos diversos pueblos, estas diferentes tribus tenían, como es natural, modos diferentes de sentir el<br />

arte y de ejercitarlo. Los pastos, por ejemplo, habitaban en cabañas circulares de muros de tierra, los<br />

caras construían sus casas con paredes formadas de palos cruzados y cubiertos de arcilla por dentro<br />

y fuera; algunos pueblos, como los cañaris, fueron gentes de gran cultura aún antes de la conquista<br />

incana, como lo demuestran las huacas descubiertas, cuyas joyas y otros utensilios de oro y plata,<br />

allí encontrados, testifican que eran orfebres hábiles y distinguidos; y aunque no trabajaban el hierro,<br />

utilizaban el cobre, y teñían con colores vivos y variados sus tejidos, que fabricaban con admirable<br />

arte: su cerámica era muy interesante; otros, como los esmeraldas y los mantas, se distinguieron por el<br />

uso y fabricación de objetos de metal, principalmente de oro, plata y aún platino; y si en alfarería los<br />

pastos nos han legado preciosos ejemplares de una delicadeza y proporción únicas, las esculturas de<br />

los mantas y de los esmeraldeños son ejemplares que pocas civilizaciones análogas pueden presentar.<br />

18


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

No es, pues, difícil comprender la imposibilidad de un típico y uniforme arte ecuatoriano de los<br />

aborígenes: éste tenía que ser múltiple, como eran múltiples sus pueblos y de desigual grado en cultura.<br />

Porque de cada uno de estos pueblos se desprendía una peculiar civilización; pues si es verdad que<br />

algunos de ellos eran completamente bárbaros, no podía decirse lo mismo de otros. La civilización<br />

de los mayas y de los pueblos de la costa ecuatoriana era superior.<br />

Por supuesto que nos estamos refiriendo al estado en que se encontraba la civilización de nuestros<br />

aborígenes al tiempo de la conquista. Porque en este momento había también otra civilización que<br />

no era propia de ellos, una civilización considerada por muchos como la mayor y aún la única de<br />

estos territorios: la civilización incásica. Hasta hace poco tiempo no se hablaba sino de ésta. Y aún<br />

ahora, casi todos los objetos arqueológicos aparecen a los ignorantes y aún a los que no lo son,<br />

como comprendidos bajo la denominación de incásicos. Esto es olvidar que los incas no fueron los<br />

aborígenes ecuatorianos; fueron, sí, sus conquistadores y uno de los pueblos aborígenes del Perú. Ni<br />

hemos de exagerar su cultura artística como superior a la de nuestros primeros pobladores, ya que<br />

en el mismo Perú había pueblos de cultura igual y aún mayor que la de ellos. En el Ecuador hemos<br />

tenido culturas muy avanzadas. Demuéstranlo claramente las ánforas de barro que se han sacado en<br />

Paute, los vasos y utensilios de Chordeleg, las sillas de piedra de Manabí, los propulsores grabados<br />

de Sigsig, las hachas de cobre de Imbabura. La cerámica de los Quillacingas fue muy adelantada. Sus<br />

obras son un arte acabado, sea que se considere la preparación de la arcilla, sea que se detenga la<br />

atención en las preciosas formas de su decoración lineal, o se mire la riqueza de su ornamentación y<br />

lo bien complementado de su colorido. No cocían el barro del que fabricaban sus ollas o vasijas, sino<br />

que lo secaban a la sombra para que con el sol no se partieran. De esta manera se endurecían poco a<br />

poco los objetos que luego eran pintados con colores vegetales o minerales.<br />

Estudiando estos objetos, su factura y ornamentación, se da uno perfecta cuenta de que no es la<br />

casualidad la inspiradora de esas obras de arte; es el estudio de la naturaleza y su aplicación por<br />

me dio de motivos estilizados de manera adecuada a la forma de los objetos, el que ha presidido su<br />

ornamentación. Lo mismo la figura humana que la línea sencillamente geométrica ha proporcionado<br />

caprichosos temas que los artistas aborígenes han inteligentemente aprovechado.<br />

Ya es una cara humana -dice González Suárez en Los Aborígenes de Imbabura y el Carchi -, ya<br />

la cabeza de un felino, ahora en pie o un animal la forma de un vaso: un hemisferio se ha combinado<br />

con otro hemisferio variando sus direcciones para hacer los dos una olla: se han remendado los<br />

19


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

gajos apretados de las frutas para formar el cuerpo de otra, y así, con una fantasía inagotable, se han<br />

inventado formas, que halaguen a la vista y recreen el ánimo.<br />

En la decoración animal predomina la figura del mono americano; unas veces de bulto, apareado en<br />

el cuello de los vasos: otras veces, pintado como figura principal en la disposición de los dibujos: se<br />

advierten, además, un ofidio, la culebra; un batracio, la rana, y también el sapo o bufo; un mamífero, el<br />

armadillo o encuvertado y tres clases de aves: dos de rapiña, el gavilán y la lechuza; y una palmípeda,<br />

acuáticas.<br />

Como todos los aborígenes americanos, los del Ecuador usaron la pintura puramente ornamental,<br />

como medio de adorno en sus templos, en sus obras de cerámica, en sus utensilios domésticos y sus<br />

vestidos. La decoración la hacían a colores planos como los egipcios y en la estilización de la figura<br />

humana y de animales en los cántaros y vasijas, los yuxtaponían dentro de formas geométricas a<br />

manera de mosaicos. Algunos de sus dibujos eran indudablemente hechos con moldes o patrones,<br />

talvez de la misma manera con que pintaban o decoraban sus vestidos de lana y sus fajas los aborígenes<br />

de Manabí. En las excavaciones que en esta provincia hicieron los señores Jacinto Jijón y Caamaño<br />

y Carlos Manuel Larrea, encontraron infinidad de negativos en relieve, hechos en la arcilla gris de<br />

esos lugares, para imprimir labores en las telas. Hoy se pueden ver esas curiosas piezas, a manera<br />

de tipos de imprenta, en el museo del señor Jijón y Caamaño. Igual procedimiento empleaban los<br />

esmeraldeños. En la decoración lineal encuéntranse ejemplares de un arte admirable. Sin duda para<br />

dar duración y brillo a la pintura usaban un barniz o laca vegetal, del que conserva el señor Jacinto<br />

Jijón y Caamaño un poco, extraído de una tumba.<br />

Los aborígenes ecuatorianos tuvieron una manera muy curiosa de ornamentación a dos tintas<br />

que pudiéramos llamar negativa, por el aspecto que ella presenta, manera típica americana. Esa<br />

ornamentación la obtenían sin duda, bañando con alguna sustancia grasa una parte de la superficie<br />

de sus vasijas de barro antes de cocerlas, de modo que oscureciera con el fuego e hiciera realzar<br />

la figuración más clara que querían representar en la superficie que no la bañaban con grasa. En el<br />

museo del señor Jijón y Caamaño se encuentran con esta decoración negativa objetos admirables,<br />

encontrados en Guano.<br />

***<br />

La escultura fue bastante cultivada por nuestros aborígenes, principalmente por los de la costa<br />

ecuatoriana. Es un tanto grosera y muy sumaria en el modelado, hecha en barro no cocido sino secado<br />

a la sombra, algunas no son otra cosa que ligeros esbozos del cuerpo humano o ruda interpretación<br />

20


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de un movimiento. Pero ello es natural, ya que en la figuración de todo arte primitivo no entra para<br />

nada el sentimiento estético sino la intención práctica de hacer una forma necesaria para llenar un fin:<br />

ya la utilidad material que puede prestar esa figura, ya el símbolo de un ídolo o de la divinidad cuya<br />

presencia exige el sentimiento religioso.<br />

Con todo no dejamos de mirar con una curiosa simpatía estas groseras figurillas y aún admirar<br />

algunas cabecitas modeladas con sincera habilidad. ¡Cuántas de estas estatuillas son muy superiores<br />

a muchas de las primitivas de Chipre y de Fenicia! Ya se vislumbra el arte.<br />

¿Quién les enseñó este modelado? Es cuestión difícil de determinar en qué momento el producto de<br />

un arte antiguo cesa de ser una creación espontánea para sufrir influencias exteriores sea de maestros,<br />

sea de modelos.<br />

Los aborígenes ecuatorianos, así los que habitaron la sierra como los que vivieron en la costa, no<br />

sólo cultivaron ventajosamente la cerámica, sino la estatuaria. Pruébanlo suficientemente los idolillos<br />

y otras esculturas antropomorfas encontradas en Carchi e Imbabura y las muchas máscaras de barro<br />

de estas mismas regiones y esmeraldas, en donde las usaban para ciertas ceremonias religiosas. Las<br />

representaciones escultóricas de los antiguos indios ecuatorianos si se exceptúan las de Esmeraldas<br />

y algunas de Manabí, son de ejecución muy primitiva y falsas de proporciones; algunas de ellas<br />

tienen una intención, expresada con poca habilidad, pero llena de interés. Los indios ecuatorianos<br />

representaron en estatuaria a sus dioses. Cieza de León nos cuenta de aquella famosa deidad que,<br />

figurada en una esmeralda, era venerada por los aborígenes de Manabí. Representaron también una<br />

escena que pocas razas primitivas del mundo la han representado: la maternidad. «Entre los objetos<br />

esmeraldeños -dice el señor Jijón y Caamaño- abundan: imágenes de mujeres preñadas; de El Ángel<br />

tenemos también algunas y el arte atacameño, quillacinga e imbabureño reproducía con frecuencia<br />

escenas de lactancia» .<br />

Con todo, la estatuaria ecuatoriana primitiva no llegó a tener la importancia que tuvo la cerámica,<br />

cuyos rasgos artísticos en muchos objetos, aceptan muy bien la comparación con los primitivos<br />

etruscos y fenicios.<br />

Los indios ecuatorianos eran también orfebres. Conocían perfectamente la manera de laminar el<br />

oro y hasta habían inventado joyas diversas para adornarse. «En las láminas de oro -dice González<br />

Suárez- fabricaban figurillas de forma humana, juntando pieza con pieza, mediante un alambre muy<br />

delgado del mismo metal: los ojos de estas figurillas son ordinariamente hechos de láminas de plata,<br />

cosidas con hilos de oro sobre las piezas de oro, en las que de antemano se ha abierto un hueco donde<br />

21


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

colocar la lámina de plata, que ha de representar el ojo. Causa admiración lo sutil y lo prolijo de<br />

semejantes obras» .<br />

Los aborígenes ecuatorianos no nos han dejado ninguna muestra de su arte en el hierro, no<br />

conocieron su utilidad ni su uso; pero en cambio nos legaron un número indefinido de utensilios e<br />

instrumentos de cobre para demostrarnos lo mucho que conocían este, metal y el arte con que lo<br />

aprovechaban.<br />

También labraban la madera. En su Estudio histórico sobre los Cañaris y en el Atlas arqueológico<br />

ecuatoriano reproduce el doctor González Suárez una figura de madera cubierta de una lámina de<br />

plata delgada, encontrada en uno de los sepulcros de Chordeleg. Los objetos de piedra y los de oro<br />

son genuinamente de los aborígenes y en ellos hay que examinar su cultura artística. Los de barro, los<br />

hay de dos clases: utensilios que pertenecen a los antiguos pobladores y otros que son del tiempo de<br />

la Conquista y de la Colonia. Al desenterrar el tesoro de una de las sepulturas en Ibarra encontrose,<br />

por ejemplo, un vaso de barro netamente italiano que nosotros lo conservamos, tan italiano que tiene<br />

entre sus adornos el retrato del mismo Dante. Este vaso estaba junto con otros de los indígenas.<br />

Como dice muy bien González Suárez, los indios no aceptaron de lleno la civilización castellana;<br />

conservaron por algún tiempo, lo mismo sus usos y costumbres, que su arte. Es preciso, pues,<br />

distinguir con cuidado unos de otros, para formar idea cabal de la civilización artística de nuestros<br />

primitivos. De lo contrario, es muy fácil cometer errores de concepto que nos llevarían a un caos.<br />

***<br />

En cuanto al arte arquitectónico propiamente dicho, los aborígenes ecuatorianos lo ignoraron casi<br />

por completo. Bien es verdad que la mayor parte de los edificios que nos han quedado son poco<br />

representativos de la cultura primitiva, excepto de la incaica que nos ha dejado ruinas algo interesantes<br />

como las del palacio de Pachusala o de Callo, las de Inga Pirca, el adoratorio de Cayambe (que existía<br />

hasta hace poco tiempo) el Inga Chungana y alguna otra. De las construcciones primitivas del Ecuador<br />

quedan sin embargo las narraciones de los cronistas. Por ellas conocemos algunos de sus monumentos<br />

y sobre todo la clase y diversidad de edificios que hacían. Ya eran construcciones religiosas, como<br />

templos, adoratorios y conventos para las vírgenes consagradas al dios; ya palacios y construcciones<br />

civiles. Los incas, sobre todo, construían en cada cabecera de provincia cuarteles y almacenes para<br />

alojar y avituallar el ejército, tambos para el descanso y alojamiento de los caminantes al fin de cada<br />

jornada, albergues de toda clase para las tropas en marcha y fortalezas o pucarás para la defensa<br />

del territorio.<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Además de la arquitectura religiosa y civil, cultivaron también la arquitectura funeraria.<br />

No merece explicarse, porque cae de su peso, el hecho de que casi todos los edificios que quedan<br />

hoy en pie pertenecen a la época de la dominación incaica, destruidos ya, sino dañados por la codicia<br />

de los conquistadores que saquearon sus riquezas y hasta las piedras para construir sus viviendas.<br />

Como en toda arquitectura prehistórica, en estas construcciones no se conoce el muro de piedras<br />

superpuestas y ligadas: el primitivo hace sus murallas, cuando no de una sola pieza, juxtaponiendo<br />

las piedras sin componerlas, como se dice, en altura.<br />

El palacio de Callo es uno de los modelos, entre nosotros, de las construcciones incaicas. He aquí la<br />

descripción que de él hacen Juan y Ulloa. No es exacta ni menos; pero la transcribimos por ser curiosa:<br />

El material del palacio es de piedra de una calidad muy dura que parece pedernal y de color casi<br />

negro, tan bien labradas y ajustadas unas con otras de manera que no se puede introducir ni un cuchillo<br />

ni compararse sus junturas con la hoja de papel más delgado. No so ve mezcla alguna que las una y<br />

sí una trabazón admirable. No se sabe como las techaban; pero parece que las cubrían de madera, en<br />

llano y sobre vigas atravesadas; pues en las paredes que hacen Testeras no hay indicio de haber servido<br />

para sostener cumbreros y tal vez les darían cierta inclinación para que corran las aguas. Disminuían<br />

el claro de las puertas por arriba para que más fácilmente alcanzase a cerrarlas una sola piedra; porque<br />

ni conocieron el arco, ni la industria de formar cortes de clave en la piedra para cerrarlas; por cuya<br />

razón no se encuentran entro sus obras ninguna de arquería.<br />

Como se ve, los ilustres viajeros, al hacer la descripción del palacio de Callo, hacen también sus<br />

comentarios extensivos a las construcciones similares de nuestros indios primitivos. No encontramos<br />

la ornamentación recargada de las de los mejicanos, por ejemplo; sólo hay la severidad de la línea<br />

horizontal, la sobriedad del natural adorno producido por las líneas que forman la trabazón de las<br />

piedras, algunas ligeras salientes de piedra cilíndricas o cónicas perpendiculares a la pared; pero ni<br />

una faja, ni siquiera una greca, menos la exuberante y cargada ornamentación de otros pueblos.<br />

El palacio de Callo ha sido visitado y estudiado por no pocos americanistas y arqueólogos, algunos<br />

de los cuales han trascrito en sus obras los planos de ese edificio. Pero cosa curiosa el plano de Osculati<br />

que lo conocemos en la obra de Villavicencio no se parece al de Juan y Ulboa, y estos nada tienen de<br />

semejante con el de Humboldt, que es, a juicio de acreditados arqueólogos, el más exacto. Extractemos<br />

de Humboldt y de Marcos Jiménez de la Espada la descripción del monumento.<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

A tres leguas del volcán Cotopaxi y a 3.160 metros de altura sobre el nivel del mar, al pie de una<br />

colina llamada Callo existe el palacio que debió estar compuesto de cuatro cuartos: dos al Norte y<br />

dos al Sur, de 13 metros de largo por 5,50 de ancho; dos graneles murallas: al Este una, y al Oeste<br />

otra que con los cuartos formaban un gran patio casi cuadrado de 30 metros por largo, más o menos,<br />

al que se penetraba por cuatro puertas abiertas en la mitad de cada frente. Los muros tienen un ancho<br />

de un metro, son de piedra, negra con manchas rojas, media esponjosa, producto volcánico que se<br />

encuentra mucho en las llanuras de Mulaló y con el que se construyen todavía hoy muchas de las<br />

casas de toda la región de Latacunga.<br />

Unas piedras son cuadradas, de 25 centímetros por lado y otras rectangulares, de 25 centímetros,<br />

por 50 centímetros. Con esta clase de piedras están hechas las dos caras del muro, cuyo centro lo<br />

han llenado de piedras brutas, de todo tamaño y arcilla. La cara de los molones del frente exterior<br />

de las murallas es convexa y pulida con gran cuidado; en cambio, la de las piedras del interior de<br />

los cuartos es áspera, según Marcos Jiménez de la Espada, para dar lugar a enlucirla con arcilla,<br />

como en Caranqui e Inga Pirca lo notó el doctor Rivet. Las puertas tienen sus jambas inclinadas,<br />

formando una especie de trapecio a la manera etrusca o egipcia. El dintel lo constituía una sola piedra<br />

no pulimentada. Los cuartos, en su interior, tenían nichos de 50 centímetros de profundidad, de la<br />

misma forma que las puertas. Estos nichos eran 18 en cada cuarto del lado occidental; en los del<br />

oriental, no había. Alternando con ellos, y en la misma hilera de piedras que formaban el dintel de<br />

los nichos, había unas piedras salidas de forma cilíndrica o algo cónica perpendiculares a la pared y<br />

formando un solo bloque con la piedra puesta entre los dinteles de los dos nichos adyacentes. Todo<br />

exactamente como en Inga Pirca.<br />

¿A qué estaba destinado este edificio? Gonzáles Suárez y Jiménez de la Espada le dan un destino<br />

religioso: el edificio era un templo en que se rendía culto al Cotopaxi. Cieza de León lo designa con el<br />

nombre de aposentos de Mulahaló , y dice que servían «para alojamiento del Inca y de sus capitanes,<br />

en el curso de sus viajes, y de almacenes de provisiones de toda clase para la tropa» . Esta opinión<br />

parece más segura, con tanta mayor razón cuanto que en donde es hoy la ciudad de Latacunga tenían<br />

los incas un rico palacio, un templo al sol y un monasterio de vírgenes, que según el testimonio de<br />

Cieza de León, que los conoció, aún destruidos conservaban algo de su antiguo esplendor; en sus<br />

muros había restos de laminas de oro y otros objetos magníficos, esculpidos en las paredes.<br />

Otro de los grandes monumentos que en nuestro país representaba la arquitectura incaica era el de<br />

Inga Pirca, situada a dos leguas al este del pueblo de Cañar. Este edificio hasta mediados del siglo<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

XVIII estaba casi íntegro y muchos viajeros, geólogos y arqueólogos lo estudiaron y describieron; mas<br />

hoy se encuentra en un estado de completa destrucción; apenas quedan sus vestigios. La Condamine<br />

es quien más completa y extensamente lo describe, lo mismo que Humboldt, Juan y Ulboa y el sabio<br />

Caldas. El doctor Rivet que lo visitó, lo estudió e hizo levantar su plano con sus compañeros de la<br />

misión geodésica francesa (1889-1906), creo que el plano y la descripción de La Condamine son de<br />

gran exactitud y claridad, los únicos que pueden dar idea del estado primitivo del edificio. A fin de<br />

no alargarnos, vamos a condensar la descripción del sabio geodésico francés, completándola con las<br />

observaciones del señor doctor Rivet.<br />

La fortaleza de Inga Pirca constaba de un gran terraplén oval más o menos de 5 metros de altura,<br />

15 metros 60 centímetros de ancho y 39 metros de largo, en la mitad del cual había una habitación<br />

cuadrada que sin duda, servía de atalaya para el cuerpo de guardia. En el lado norte, la terraza<br />

que sostenía el terraplén estaba reforzado con una segunda terraza angosta. Todo este conjunto se<br />

hallaba revestido de una muralla de 0, 95 metros de espesor, de piedras de una especie de granito,<br />

bien cuadradas, bien unidas y sin ninguna apariencia de cemento; pero pegadas con una especie de<br />

argamasa bastante fina, empleada en pequeña cantidad, como lo hace notar González Suárez y el<br />

doctor Rivet que pudo cerciorarse que el muro de circunvalación de la fortaleza estaba en efecto<br />

formada de un revestimiento exterior e interior de piedras bien ajustadas entre las cuales se ha<br />

apilado arcilla . Humboldt asegura que con ayuda de un cuchillo logró sacar de entre los intersticios<br />

de las junturas pedazos de una especie de cemento formado de una mezcla de piedrecitas y de arcilla<br />

que hacía efervescencia con los ácidos.<br />

El procedimiento de la construcción incásica se halla perfectamente descrito por Cobo, dicen los<br />

señores Verneau y Rivet y transcriben las siguientes palabras del cronista: «Decimos que los indios no<br />

usaban de mezcla en estos edificios, sino que todos eran de piedra seca, lo uno porque no los hacían de<br />

cal y arena (que no conocieron este género de mezcla), y lo otro, porque por la haz exterior ajustaban<br />

las piedras sin poner cosa entre ellas; mas no porque dejasen de estar por en medio unidas con alguna<br />

mezcla, que si lo estaban para henchir los huecos y a fijar las piedras; y lo que echaban era cierta<br />

greda colorada y muy pegajosa que ellos llamaban Llanca, de que hay abundancia en la comarca del<br />

Cuzco; lo cual observó yo viendo derribar un pedazo de aquella pared del dicho monasterio de Santa<br />

Catalina, para edificar la iglesia que ahora tiene» .<br />

Los indios conocieron muy buenas mezclas para unir las piedras. Según Gómara ( Historia general<br />

, capítulo 194) utilizaron la piedra de cal que llamaban iscu y, quemándola, la mezclaban con un<br />

cierto betún, de lo que resultaba una pasta fina y glutinosa a manera de la cola.<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

A más de la mezcla de cal y betunes, dice el Padre Velasco en su Historia Antigua del Reino de<br />

Quito , usaron el yeso o pachachi mezclado con piedrecitas muy menuda y otros ingredientes, de<br />

modo que todo se volvía como un pedernal o acero .Usaron también de la llanca , esto es, del barro<br />

fino de hacer losa, para ciertas especies de fábricas ordinarias de ladrillo crudo llamado tica .<br />

Las hileras de piedras en Inga Pirca son exactamente paralelas y de la misma altura, lo que no<br />

se nota en Callo, sus junturas serían imperceptibles si la superficie exterior de las paredes no fuera<br />

almohadillada, para lo cual la cara anterior de cada piedra es ligeramente convexa y cortada a bisel<br />

sus bordes con un trabajo admirable de paciencia en quienes no disponían de útiles e instrumentos<br />

adecuados.<br />

Se subía a la explanada por dos rampas, una septentrional y otra meridional, paralelas a lo largo del<br />

terraplén en el que se hallaba una habitación casi cuadrada de 7 metros 80 x 7 metros 15, dividida por<br />

un muro en dos partes iguales, largas y estrechas, sin ninguna comunicación y a las que se entraba<br />

por dos puertas iguales de 0.97 de ancho en la base y 1 metro 95 de alto, situadas al frente de las<br />

dos extremidades semicirculares de la plataforma. Fuera de estas rampas, había también una doble<br />

escalera de 6 escalones que conducía a la plataforma de la elipse 2 .<br />

2 Desde la primera hilera de piedras hasta la cuarta inclusive se ve una abertura de la forma de sus<br />

puertas (de los incas), es decir más ancha bajo que arriba. Desde el nivel de la cuarta hilera hacia<br />

arriba, hay dos gradas hasta una meseta que corresponde justamente a la mitad del edificio superior.<br />

Allí se divide en dos partes, una que comunica con la mitad Este de la elipse, y la otra con la mitad<br />

Oeste y que van a terminar a la parte más alta de este bello basamento. Desde la cuarta hilera hasta el<br />

suelo, continúa una escalera semejante a las precedentes y que es exterior al muro. (Caldas, citado por<br />

Rivet). Sobre la meseta a la cual llegaba la escalera exterior, el basamento del edificio que corona la<br />

elipse, presenta una puerta de forma trapezoidal como todas las puertas incásicas, que está amurallada<br />

con piedras dispuestas con tanto cuidado como las de la elipse. Nos ha sido imposible, por falta de<br />

tiempo, indagar el objeto exacto de esta falsa puerta. Es poco probable que constituya un simple adorno<br />

arquitectónico. ( N. del A. ) (Verneau et Rivet. Etnographie Ancienne de l'Equateur , página 91).<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Los muros todos del edificio son de piedra. En la parte del edificio, que llama La Condamine Cuerpo<br />

de Guardia, era de notar que las esquinas de los muros no estaban formadas por medio de piedras<br />

entrantes y salientes para hacer la trabazón de las dos paredes, sino gracias a unas piedras largas que<br />

atravesaban las murallas al sesgo u oblicuamente. La parte de estas piedras que se hallaba entre los<br />

dos muros era maciza y tallada, del mismo grosor que las que formaban las paredes; pero la parte que<br />

atravesaba de un muro al otro era adelgazada, redondeada, en forma de cilindro, más o menos del<br />

grosor del brazo. Las piedras más grandes que en esas ruinas se encuentran son las de los dinteles de<br />

las puertas y no miden sino 1,95 metros. En los dos cuartos del Cuerpo de Guardia, en el interior hay<br />

formados, a la altura de apoyo, unos nichos de forma cuadrada de 0,40 x 0,43, como armarios.<br />

Debajo de este terraplén o plataforma oval en el que estaba el Cuerpo de Guardia, había una<br />

gran terraza revestida de piedras como el terraplén que, partiendo de la extremidad occidental de<br />

este avanzaba en saliente primero hacia el Norte y volteaba después en ángulo recto hacia el Oeste,<br />

prolongándose en una longitud de 27,30 metros formando una cortina cuya extremidad occidental<br />

se apoyaba en una especie de bastión cuadrado, compuesto de dos flancos y un frente. Después<br />

continuaba sólo una muralla sencilla, que siguiendo las sinuosidades del terreno siempre y su parte<br />

más elevada, tornaba al Este por el Sur haciendo un semicírculo para llegar a ser en seguida paralela<br />

a la longitud del terraplén.<br />

Dentro de esta muralla total había un conjunto de edificios divididos en cuatro patios, con<br />

habitaciones de diversas clases, según se hallaban destinadas al Inca, a sus oficiales o a su gente.<br />

Algunos de los cuartos o habitaciones tenían mejor aspecto: las jambas y dinteles de las puertas de la<br />

galería que a ellos conducía eran de un trabajo más fino, las junturas de sus piedras, más imperceptible<br />

y la altura de esas puertas de 2,50 metros, por lo que parece que estaban destinadas para el paso<br />

del Inca que, según dicen las crónicas, era llevado en andas por sus súbditos. Además abajo de cada<br />

jamba, junto a tierra y un poco adentro, había dos huecos de 15 centímetros, 2, algo redondeados y<br />

distantes uno del otro algunos centímetros. Estos dos huecos penetraban 0,16 metros en el espesor<br />

de la piedra y se comunicaban en su interior a 0,16 metros de la superficie exterior de la muralla. Su<br />

plano horizontal tenía casi la figura de herradura. Es de suponer que estos huecos servían para cerrar<br />

las puertas y suplían a los goznes, de los cuales no se encuentra vestigio. Parece que las puertas eran<br />

levadizas y que para cerrarlas se las aseguraba con correas o cadenas de metal pasadas por el canal<br />

practicado dentro de la piedra, a manera de candado.<br />

27


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Examinando cuidadosamente la manera cómo están hechas las paredes de las habitaciones, dice<br />

La Condamine, que no solamente no son exactamente paralelas dichas habitaciones, o construidas en<br />

ángulo recto, unas en relación a otras, sino que cada una en particular tiene sesgos u oblicuidades que<br />

manifiestan a las claras que eran hechas a simple vista, sin escuadra ni la menor práctica vulgar que<br />

dirige al obrero más inútil en las obras más ordinarias.<br />

Las solas destinadas al Inca y su familia tenían 9,75 metros por 4,55 metros y había en el interior<br />

de ellas, hechas en los muros, a la altura del apoyo, diez y nueve nichos profundos de 0,43 metros<br />

semejantes a los del Cuerpo de Guardia de la Fortaleza.<br />

Lo mismo que en las paredes del palacio de Callo, las de Inga Pirca están talladas con cuidado en<br />

su cara exterior, mientras que en el interior están simplemente cuadradas porque las cubrían con un<br />

revestimiento de estuco amarillento mezclado de paja desmenuzada y pintado de rojo pálido, cosa<br />

que parece era común en los monumentos incásicos.<br />

Además de estas y otras construcciones en ruinas de los incas, entre las que no debemos olvidar<br />

las enormes y colosales de Dumma Para, en el pueblo de Cochapata (Azuay) tenemos otras más de<br />

los tiempos precolombinos repartidas en el territorio de la República, desde las cabañas primitivas en<br />

Huaca, construidas de tierra hasta las ruinas de Paredones en Cañar, restos según González Suárez<br />

de un templo proincaico, levantado por los cañaris a la laguna de Culebrillas, y de un tambo según<br />

Verneau y Rivet, y las curiosas ruinas del Jubones, obra tal vez de los cañaris o los paltas y las<br />

construcciones talladas en las rocas como el Inga Chungana y el Yana Cauri en la provincia de Cañar.<br />

Es de notarse la curiosa distribución de los departamentos, principalmente en el Inga Pirca, la<br />

ausencia en los muros de vanos, reservados sólo para el interior del edificio; lo cual, sin duda, unido<br />

a la espesa solidez de las murallas de piedra negra y al solitario ambiente formado por el paisaje en<br />

que solían colocar estos edificios reales los arquitectos indígenas, paisaje sosegado, triste, rodeado de<br />

ríos, como el de Inga Pirca o defendido por un cerro como el palacio de Callo produce la impresión<br />

cierta y lógica en el visitante que el edificio que tiene ante su vista es una verdadera fortaleza.<br />

No conocieron los arquitectos indígenas primitivos del Ecuador la bóveda angular, como los<br />

mejicanos 3 , hecha de grandes losas que descansan una sobre otra, pero sí conocieron como los<br />

3 En la Casa de las Monjas en Uxmal, dicha bóveda que es trapezoidal, está formada con<br />

sillares colocados en saledizo hasta llegar al cerramiento superior, el cual es una simple piedra<br />

28


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

etruscos la utilización del adobe o ladrillo secado al sol. El adoratorio de Cayambe era de adobes, de<br />

forma circular, de un diámetro de ocho toesas o sean 18 a 19 varas, una altura de 5 o 6 varas y de<br />

un ancho de 1 vara &frac23; 4 .<br />

Es lástima que muchos interesantes monumentos incaicos y preincaicos se hayan totalmente<br />

perdido, como los edificios de Cayambe y el Quinche, los monasterios, fortalezas y palacios de<br />

Caranqui, Quito, Latacunga, Riobamba, Tomebamba. Los incas construían monasterios de vírgenes<br />

llamados pasñan huasi en los que se encerraban no menos de 200 y muchas veces 600 y 800 personas,<br />

entre vírgenes y gente de servicio. Los palacios reales fueron célebres y su grandeza y lujo han sido<br />

ponderados por los mismos cronistas españoles. Ya hemos visto lo que queda del de Hatun Cañar o<br />

Inga Pirca; del de Caranqui no queda sino una pared y ligeros vestigios; del de Quito, nada. Ni un<br />

solo resto de los templos famosos de Tomebamba, Quito, Manta, que según el decir de los cronistas<br />

eran sólo un poco menos ricos que el de Pachacamac; nada tampoco, de los de la Puná, Riobamba<br />

y otros. Y así como han desaparecido los templos y monasterios, no ha quedado también rastro de<br />

las muchas fortalezas o pucarás y de esa innumerable cantidad de tambos y almacenes reales.<br />

Queda ahora respecto de algunos de esos edificios la acción y buena suerte de los arqueólogos para<br />

poder vislumbrar algo de lo que fueron.<br />

Ya el señor Jijón y Caamaño excavó e hizo estudios interesantes en Riobamba, en donde descubrió<br />

hasta tres civilizaciones superpuestas; el señor Max Uhle acaba de descubrir las ruinas de la antigua<br />

Tomebamba, la segunda ciudad del gran imperio incásico, y el señor Jacinto Pankeri, de reconocer las<br />

ruinas de la antiquísima ciudad de Tiquizambí. Los reconocimientos arqueológicos del señor Pankeri<br />

y las excavaciones del señor Uhle se realizan por encargo de la Academia Nacional de Historia y son<br />

costeados por la munificencia de su director, don Jacinto Jijón y Caamaño.<br />

Quizás con todas éstas y otras contribuciones arqueológicas pueda rehacerse mejor la arquitectura<br />

precolombina en el Ecuador.<br />

colocada horizontalmente. Pueden notarse así mismo en dicho edificio arcos ligeramente curvos y<br />

por imperfectas dovelas. Por lo demás las bóvedas en saledizo fueron usuales entre los antiguos<br />

mexicanos, como puede verse en sus temaxcales o baños, constituidos todos bajo tal sistema. ( N. del<br />

A. ) El arte en Méjico , licenciado don Manuel Gustavo Revilla, Méjico, 1893.<br />

4 Véase Jorge Juan y Ulloa. ( N. del A. )<br />

29


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Los edificios de Tomebamba debían de ser magníficos; por más que González Suárez, sin duda<br />

para defender su opinión de que la antigua Tomebamba estaba en el Valle de Yunguilla, cuyas ruinas<br />

si son interesantes, son también pobres, se burla de las exageraciones de Cieza de León y los primeros<br />

cronistas castellanos que ponderaron su magnificencia. Los primeros resultados de las excavaciones<br />

del doctor Marx Uhle lo han comprobado, al parecer.<br />

Débese tener en cuenta la importancia que la ciudad de Tomebamba tenía entre las capitales del<br />

gran imperio incásico para no tachar de muy exageradas las relaciones, naturalmente considerando<br />

la magnificencia de sus construcciones, no a través del estado actual de la civilización moderna, sino<br />

dentro del ambiente propio de su época. Las obras espléndidas, pues, de los aborígenes americanos<br />

eran diversamente espléndidas de las del siglo en que vivimos. Hecha esta advertencia oigamos a<br />

Cieza de León que en el capítulo XLIV de La Crónica del Perú al hablarnos De la grandeza de<br />

los ricos palacios que había en los asientos de Tomebamba de la provincia de los cañaris , dice:<br />

«Estos aposentos famosos de Tomebamba, que están situados en la provincia de los Cañares eran de<br />

los soberbios y ricos que hubo en el Perú, y a donde había los más ricos y primorosos edificios» .<br />

Más abajo añade:<br />

«Los aposentos de Tomebamba están asentados a las juntas de dos pequeños ríos en un llano de<br />

campaña que tenía más de doce leguas de contorno . El templo del Sol era hecho de piedras muy<br />

sutilmente labradas, y algunas de estas piedras eran muy grandes, unas negras toscas, y otras parecían<br />

de jaspe.<br />

Algunos indios quisieron decir que la mayor parte de las piedras con que estaban hechos estos<br />

aposentos y templo del Sol las habían traído de la gran ciudad del Cuzco por mandato del rey<br />

Huaynacápac y del gran Topainga, su padre, con crecidas maromas, que no es pequeña admiración (si<br />

así fue), por la grandeza y muy gran número de piedras y la gran longura del camino. Las portadas de<br />

muchos aposentos estaban galanas y muy pintadas, y en ellas asentadas algunas piedras preciosas y<br />

esmeraldas, y en lo de dentro estaban las paredes del templo del Sol y los palacios de los reyes ingas,<br />

chapados de finísimo oro y entalladas muchas figuras; lo cual estaba hecho todo lo más de este metal<br />

y muy fino. La cobertura de estas casas era de paja, tan bien asentada y puesta, que si algún fuego no<br />

la gasta y consume, durará muchos tiempos y edades sin gastarse. Por dentro de los aposentos había<br />

algunos manojos de paja de oro, y por las paredes esculpidas ovejas y corderos (es decir llamas) de<br />

lo mismo, y aves y otras cosas muchas. Sin esto, cuentan que había suma grandísima de tesoro en<br />

cántaros y ollas y en otras cosas, y muchas mantas riquísimas llenas de argentería y chaquira. En fin,<br />

30


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

no puedo decir tanto, que no quede corto en querer engrandecer la riqueza que los ingas tenían en<br />

estos sus palacios reales, en los cuales había grandísima cuenta; y tenían cuidado muchos plateros de<br />

labrar las cosas que he dicho y otras muchas. La ropa de lana que había en los depósitos era tanta y<br />

tan rica, que si se guardara y no se perdiera valiera un gran tesoro. Las mujeres vírgenes que estaban<br />

dedicadas al servicio del templo eran más de doscientas y muy hermosas, naturales de los cañares<br />

y de la comarca que hay en el distrito que gobernaba el mayordomo mayor del Inga que residía en<br />

estos aposentos».<br />

Confirma Herrera estas aseveraciones cuando dice que el Templo del Sol «era labrado de grandes<br />

piedras, algunas negras, y otras jaspeadas: en las portadas habían finísimas piedras de esmeralda, y<br />

las paredes por dentro, estaban chapeadas de oro, y entalladas muchas figuras» .<br />

Según Balboa eran tres los templos: uno dedicado al Sol, (Usno o Chinquin Pillaca) otro a la Luna<br />

y otro a Ticci Viracocha y dos grandes palacios: el Mullucancha y el de Tumibamba Pachacámac. En<br />

el primero de estos hizo Huainacápac poner el retrato de su madre, Mama Ragua Ocllo, una estatua<br />

del más fino oro que se encontró. La sala en la que estaba la estatua era cubierta enteramente de<br />

placas de oro. Las paredes interiores de Mullucancha estaban adornadas de muchas obras en tejidos de<br />

mullos color de coral, las murallas, enriquecidas con una cantidad de placas de oro y plata trabajadas<br />

a martillo, y los muros exteriores adornados de puntas de cristal 5 .<br />

Destruida la ciudad de Tomebamba por mandato de Atahualpa cuando la guerra con Huáscar 6 , los<br />

materiales que quedaron fueron utilizados después por los conquistadores en la construcción de casas<br />

y templos, de Cuenca. La iglesia parroquial de San Blas, la Catedral, San Francisco, Santo Domingo,<br />

el Carmen, las ruinas del templo de la Compañía de Jesús, y muchísimas casas de la ciudad conservan<br />

5 Dice Garcilaso de la Vega ( Comentarios reales . Parte primera. Libro IX. Capítulo XIV) que los<br />

reales palacios de Tumipamba fueron los más soberbios que hubo en el Perú. ( N. del A. )<br />

6 Precisamente parece que el motivo próximo de la guerra entre los dos hermanos Huáscar y<br />

Atahualpa fue la construcción de nuevos palacios en Tomebamba intentada por éste, después de la<br />

división testamentaria del imperio de Huainacápac entre los dos hermanos. «Cuando el rey moría, dice<br />

Cieza de León, lo primero que hacía el sucesor después de haber tomado la borla o corona del reino era<br />

enviar gobernadores a Quito y a este Tomebamba, a que tomasen posesión en su nombre, mandando<br />

que luego le hiciesen palacios dorados y muy ricos como los habían hecho a sus antecesores».<br />

( Crónica del Perú , Parte primera, capítulo XLIV). ( N. del A. )<br />

31


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

en seis umbrales y en las esquinas de las manzanas antiguas aún no reedificadas, las conocidas piedras<br />

incásicas de forma trapezoidal.<br />

En cuanto a la arquitectura funeraria, ella era muy rudimentaria, pero interesante. Como los<br />

egipcios, los aborígenes americanos de todo el callejón interandino ecuatoriano, desde El Ángel hasta<br />

Loja, enterraban sus muertos en unas sepulturas en forma de pozos circulares de 1,50 metros de<br />

diámetro y de una profundidad que variaba de dos a cinco metros, y al fondo de los cuales se abrían<br />

una o varias galerías laterales llamadas bolsones en donde se depositaban el cadáver o los cadáveres<br />

y objetos diversos. La entrada de los bolsones se conocen con el nombre de ventanas . Hay<br />

sepulturas sin bolsones . Las paredes de algunos pozos están formadas de piedras brutas cimentadas<br />

con arcilla como los de ciertas sepulturas encontradas en Yunguilla y Guano ( Ethnographie ancienne<br />

de l'Equateur ).<br />

Para concluir este ya largo primer capítulo de nuestra historia artística y resumiendo cuanto<br />

llevamos dicho, podemos preguntarnos ¿Hay arte ecuatoriano primitivo? ¿Hay caracteres que<br />

lo pueden claramente definir? Los pocos monumentos arquitectónicos que dejamos descritos y<br />

principalmente los utensilios con cierta ornamentación ya bárbara, ya bien dibujada y grabada, pueden<br />

perfectamente ser apreciados como obra de arte. La ornamentación de los utensilios nos hace sentir<br />

una cierta originalidad peculiar del arte indígena. Aquellos adornos geométricos, rara vez complicados<br />

y casi siempre sencillos, compuestos más por líneas rectas que por espirales, delatan una marcada<br />

originalidad del arte ecuatoriano.<br />

Aún después de la conquista, las obras de arte que provienen de una cierta amalgama del arte indio<br />

y del arte europeo, llevan siempre un sello bárbaro de raza que no se pierde, ciertas líneas cierto sello<br />

en fin, que demuestra el instinto primitivo, no aniquilado aún por la inspiración del arte aristocrático<br />

oficial de la colonia, conservado con preferencia hasta el presente, en nuestras obras de orfebrería y<br />

tejidos. Porque como hemos visto, los indios trabajaron mucho en oro y plata.<br />

La relación geográfica de 1582, perteneciente a Quito, de entre los que se conservan en la Academia<br />

de la Historia, dice al Número 164: «Las joyas de que más se precian (las indias) son unos collares<br />

de mosca o chaquira de oro o de plata; unas cuantas coloradillas o de hueso blanco y unos brazaletes<br />

de plata a manera de ajorcas».<br />

(Cappa).<br />

La escultura ornamental, la única que fue practicada por los antiguos indios, demuestra un modo<br />

de ser muy particular e inconfundible, tiene un sentimiento que no es de formación voluntaria hacia<br />

32


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

cierto modo de expresión, simbólica, muchas veces; pero cuya inspiración y ejecución no sabemos<br />

decir a qué influencia se debe; y si de repente se nota algún parecido o semejanza con esculturas de<br />

otros lugares más se debe achacar en nuestro concepto, a la simultaneidad fortuita de sentimientos,<br />

que a imitación o plagio.<br />

En presencia de las excavaciones y descubrimientos practicados en nuestra República, no es posible<br />

desatendernos de esa civilización; porque ha dejado de sí misma una imagen en una especie de<br />

escritura pintoresca, una firma y rúbrica en un tipo familiar de ornamentación cuyo estudio nos<br />

revelará cuál fue en arte su temperamento.<br />

¿Cuál es esta ornamentación? Esta ornamentación podemos considerarla como colectiva en todos<br />

los aborígenes de América, porque todos los pueblos americanos tienen lazos de parentesco y puntos<br />

de semejanza bastante numerosos para que podamos comprenderlos provisoriamente en la misma<br />

familia y confundir sus culturas respectivas en el mismo predicamento.<br />

Se puede explicar la ornamentación indígena por la producción de muchos millares de tipos de<br />

los cuales tomaríamos rápidamente el sentimiento general. Lo que domina en la concepción de estos<br />

adornos es lo fantástico, es el desbordamiento de una imagen causado por una mente en delirio, no<br />

siempre la evocación de formas monstruosas como en la India y el Oriente, pero sí la creación de<br />

tejidos enrevesados, de nudos inextricables, la sucesión de líneas rectas u onduladas que aunque no<br />

repetidas hasta lo infinito como en el estilo oriental no dejan en cierto modo de atraernos hacia un<br />

horizonte de perspectivas indeterminadas.<br />

La originalidad del estilo de la ornamentación indígena puede discutirse. Pero nos inclinamos<br />

a pensar que este arte tan primitivo, tan popular y esencialmente íntimo no es debido única y<br />

exclusivamente a una comunicación de un arte cualquiera antiguo europeo. Más que un arte prestado<br />

nos parece que es un arte de raza, aún cuando fuera una herencia lejana de familia. La decoración<br />

industrial de los aborígenes, perfeccionada como estaba en el siglo XVI debía ya contar muchos siglos<br />

de tradición nacional cuando fue puesta en relaciones con la civilización europea, decadente en arte<br />

en los siglos XVII y XVIII.<br />

¿De dónde vino este arte? ¿A cuál arte está ligado? ¿Obedece a un sentimiento espontáneo,<br />

instintivo, dictado por la ley de un temperamento etnográfico? ¿Será oriental? En ese caso, la duda<br />

no podría subsistir sino sobre la época, la vía y el modo de transmisión de ese arte. A nuestro parecer<br />

es, un síntoma del arte universal indoeuropeo cuyas relaciones con sus fuentes primitivas, se delatan<br />

por un contacto directo no muy inmediato y que se refiere a atrasadas épocas. En todo caso no es un<br />

33


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

arte oriental degenerado, como podría creerse. Debemos partir del hecho que la estilización de las<br />

líneas empleadas en las lacerías y figuras de la ornamentación indígena reviste un carácter verdadero<br />

de personalidad. Tal vez debe ser considerado como la expresión de un sentimiento bastante sentido<br />

por los pueblos americanos para que se les adjudique un arte como propio de su genio y como uno<br />

de los rasgos distintivos de su temperamento intelectual.<br />

Se objetará talvez el que es inadmisible determinar el temperamento de las naciones bárbaras<br />

por el gusto particular manifestado en la ornamentación. El valor de este medio de información es<br />

universalmente admitido. «Las formas ornamentales ha dicho Dresser (citado por Courajod) y el<br />

sistema decorativo empleado por un pueblo tiene más importancia que los hechos etnográficos o las<br />

particularidades de arquitectura para determinar las relaciones y las emigraciones de razas» . Los<br />

aborígenes han poseído un temperamento y un carácter de arte apreciables. Así como de las canciones<br />

de gesta de los siglos XI y XII se deducen los rasgos de las épocas bárbaras olvidadas y aún de aquellas<br />

antiguas poesías primitivas, puédese indagar ante los monumentos de la escultura y arquitectura de<br />

los aborígenes, todos los diversos elementos de sus inspiraciones etnográficas.<br />

¿Hay un intermediario entre los instintos etnográficos primitivos de los aborígenes con las fuentes<br />

del arte bárbaro europeo? Tal vez ciertas tendencias del arte aborigen contenidas en germen en el<br />

estilo incásico encuentran una explicación en el pasado hereditario de los pueblos que habitaron largo<br />

tiempo el norte de la América, después de haber pasado de Europa. En todo caso creemos que hay que<br />

tener en cuenta la larga y escasa incubación bárbara que ha precedido al arte americano primitivo. Tal<br />

vez éste le debe a aquel una parte muy apreciable de su color y de su originalidad. Hay que emplear,<br />

aunque con cuidado, el método comparativo para alargar el círculo de la inquisición científica de los<br />

orígenes de nuestras artes nacionales. Hay que estudiar a fin de descubrir la parte de importación que<br />

contiene el arte primitivo ecuatoriano, como el americano en general.<br />

¿Fueron los aborígenes los fundadores de un arte original o tal vez llegaron a ser los continuadores<br />

de una decadencia extranjera? Tiene el arte ecuatoriano primitivo caracteres que le pueden claramente<br />

definir?<br />

34


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Cuestiones son éstas muy difíciles de resolver y para lo cual nos faltan datos y no poca cultura.<br />

Quizá algún día podamos estudiarlas a conciencia para resolverlas sin riesgo de aventurar hipótesis<br />

que luego de darlas como ciertas tienen por consecuencia el confundirlo todo.<br />

35


II<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

¿En qué estado de cultura artística se encontraba España al tiempo de la Conquista y durante la<br />

primera época colonial americana?<br />

El siglo XV fue para la historia artística de España una época de indecisiones, dudas y tanteos; no<br />

tenía aún arte propio, y, acosada por italianos y flamencos, no se atrevía a dar un paso definitivo hacia<br />

el Renacimiento; tan grande era el comercio de obras flamencas, que contrabalanceaba perfectamente<br />

la predicación de los maestros italianos que no eran pocos los que habían venido a España desde<br />

el siglo XIV. El arte gótico siguió dominando durante todo el siglo en que con el descubrimiento<br />

comenzó a desarrollarse la conquista de América. Casi al mismo tiempo que Colón andaba en pos<br />

del apoyo español para materializar su idea, se decretaba la construcción de la lonja de la seda en<br />

Valencia que fue hecha en estilo gótico catalán y el hospital de la Latina en Madrid, primera reliquia<br />

del arte gótico castellano del fin del siglo XV, hoy día demolida. Zamora, Toledo, Ávila, Sigüenza,<br />

Gerona, Cardona y otras ciudades, aún poseen de aquel tiempo buenos restos de fachadas góticas, de<br />

estilo castellano, unas y catalán, otras.<br />

Débese tener presente que son con frecuencia los maestros musulmanes, sobrevivientes del período<br />

de la dominación árabe, los llamados a ocuparse en la construcción de palacios o iglesias. El mismo<br />

hospital de la Latina fue construido por el arquitecto musulmán, maestre Hazan; la iglesia de la Cartuja<br />

del Paular la construyó Abder Rahman (de Segovia); el arquitecto musulmán El Rami hizo varias<br />

composturas el año 1498 en la Seo de Zaragoza y otro arquitecto de esta ciudad, llamado Mahomat<br />

de Bellico fue llamado por la Condesa de Barcelós para levantar la capilla de la Trinidad 7 .<br />

Los siglos XIV, XV y XVI realizan la estrecha unión entre el arte cristiano y el musulmán, ya<br />

preparada en los siglos anteriores. Aún en el siglo XVII vemos todavía palpitar el arte mudéjar. Diego<br />

López de Arenas, editó en Sevilla en 1632 su Compendio del arte de carpintería que es todo un<br />

tratado de carpintería oriental, y hasta el siglo XVIII aún conservábase la tradición de costumbres e<br />

industrias orientales. Fue preciso que la Inquisición persiguiese y quemase familias moras y que los<br />

Reyes creasen una policía especial con el fin de impedir a los musulmanes esculpir estatuas y pintar<br />

cuadros de santos, para que el arte mudéjar cediera su puesto al del Renacimiento. Ya en 1480, la<br />

reina Isabel encargaba a Francisco Chacón, pintor de corte, que, en calidad de censor real velase que<br />

7 Marcel Dieufafoy.- Espagne. ( N. del A. )<br />

36


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

«ningún musulmán o judío fuese tan audaz que se atreviese a pintar la cara del Salvador ni de su<br />

gloriosa Madre, ni de ningún otro santo de nuestra religión» 8 .<br />

No nos hemos de sorprender, pues, cuando al examinar nuestro arte colonial, encontremos también<br />

rastros bien definidos de arte oriental, como lo haremos notar a su debido tiempo en muchos de los<br />

artesonados de nuestras iglesias y los detalles de ciertos campanarios.<br />

Porque aún al arte del Renacimiento se unió el arte mudéjar. Dígalo la Casa de Pilatos de Sevilla,<br />

monumento mudéjar de los más hermosos que tiene España la cual, desde el punto de vista decorativo,<br />

ofrece una mezcla armoniosa de motivos musulmanes, góticos y platerescos.<br />

Anotemos también la personalidad propia que los españoles habían logrado conquistar en la<br />

escultura, principalmente en el tallado. Discípulos de franceses, que como maestros regentaban<br />

al principio del siglo XV los talleres aragoneses y catalanes, hicieron retablos policromados y<br />

esculpieron estatuas de una originalidad única. Los retablos españoles, de los que nosotros tenemos<br />

buenas muestra, son verdaderamente obras maravillosas en que el arquitecto y el decorador rivalizan<br />

en talento con el escultor.<br />

Sin embargo, la acción de la escuela francesa vino a ceder el campo a la flamenca y alemana<br />

a fines del siglo XV, cuando, merced al establecimiento en Toledo de algunas familias de artistas<br />

bruseleses, esta capital confirió derecho de ciudad a holandeses y alemanes, que fueron bien pronto<br />

colaboradores de los artistas españoles y a veces sus concurrentes. Con esto evolucionó el estilo más<br />

que la naturaleza de las obras. El retablo quedó el mismo; comenzó a invadir cierto realismo expresivo,<br />

tan característico de los países del Norte en algunas imágenes del Cristo y de la Virgen; realismo que<br />

encontró su terreno tan favorable en el espíritu español que llegó a vestir a los santos con los mismos<br />

hábitos con que se visten los mortales y a ponerles sombrero y peluca naturales.<br />

Sin embargo siguió latente el espíritu gótico. A él debemos el haber heredado tantas bellas cruces<br />

en nuestras calles y la costumbre de elevarlas a lo largo de los caminos. A él, las preciosas viñetas<br />

policromas de nuestros cantorales, la expresiva factura de nuestros Cristos, la belleza trágica de la<br />

Dolorosa y la Magdalena de nuestros Calvarios y, en fin, todo ese realismo del que se hallaban<br />

animados los artistas españoles de los siglos XV y XVI.<br />

***<br />

8 Madrazo. Córdoba. ( N. del A. )<br />

37


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Pero sigamos la evolución del arte en España y veamos cómo le invadió el Renacimiento y el efecto<br />

que causó en el Gótico hasta la formación del estilo plateresco en la Península.<br />

Cuando en el siglo XV desapareció en España el feudalismo, desapareció también como<br />

consecuencia, la arquitectura ojival, que sirvió admirablemente a la política de aislamiento en que se<br />

encerraban todos y, además, porque en el terreno del arte había dado todos los frutos que podía dar.<br />

Su misión estaba realizada.<br />

Vinieron nuevos tiempos e ideas, nuevos deseos y nuevo ambiente, y con la Reforma surgió el<br />

Renacimiento, aun cuando más ventajas que Carlos VII y Juan Hus, lograron alcanzar Dante, Petrarca,<br />

Boccaccio y esa mar de poetas y filósofos que florecían a la sombra del papado, para la nueva escuela<br />

política, filosófica y literaria de Europa que, favorecida por la Iglesia, fue el origen principal de la<br />

gran revolución renacentista.<br />

Esta revolución hecha y ganarla en Italia, colocó a los italianos en condiciones ventajosas para<br />

ser los maestros del mundo en el nuevo arte que surgía, ya que los góticos sólo sabían la rutina<br />

del arte ojival, la práctica de construir y edificar; pero no eran arquitectos. No nos debemos, pues,<br />

admirar que, en no habiendo estos en Francia, Luis VII y Francisco I hasta Luis XIV ocurrieran a<br />

Italia por arquitectos capaces de construir obras del nuevo estilo, y que en el reinado de este último<br />

monarca se mandara a Roma artistas franceses para ser moldeados en la nueva escuela. De este modo<br />

se revolucionó la arquitectura en Francia.<br />

En España fue sólo cuestión de moda.<br />

Porque el arte gótico en el siglo XV y principios del XVI estaba en auge y no encomendado como en<br />

Francia, a la rutina, sino a buenos artífices. En Castilla estaba fresca y lozana la escuela de los colonias.<br />

Los españoles por tradición conservaban en su pureza y con gran veneración el principio católico y<br />

horrorizábanse sólo con la idea de la Reforma en los principios religiosos. Mientras en Francia se<br />

demolía el Louvre de Carlos V y Felipe Augusto, en España se construían recién las catedrales de<br />

Astorga, de Gerona, de Sevilla y de otras muchas ciudades y se completaban las de Burgos, Valencia,<br />

Toledo y Salamanca, al mismo tiempo que se levantaban muchos conventos y edificios civiles 9 .<br />

Sin embargo fue preciso ceder ante el torrente y dar paso al nuevo arte. Sólo que la revolución<br />

se verificó sin la intervención de artistas extranjeros, primero en la decoración y luego en la<br />

9 Madrazo, ob. cit. ( N. del A. )<br />

38


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

construcción. Enrique de Egas y Pedro de Ibarra hicieron obras con elementos grecorromanos antes<br />

de las construcciones francesas del nuevo estilo.<br />

Así nació el nuevo estilo español que ofrecía como caracteres el arco de medio punto, los cinco<br />

órdenes de arquitectura más o menos modificados en algunas molduras y en sus proporciones,<br />

los follajes, los vástagos espirales, los grotescos con animales reales o fantásticos dispuestos a la<br />

manera de arabescos antiguos y aplicados a los entablamentos, a las pilastras, frisos y tableros, la<br />

mezcla y superposición de los órdenes, los revestimientos de mármol, los medallones, las columnas,<br />

balaustradas, etc. Mas como los españoles no querían dar por derrotado al arte gótico, aún conservaron<br />

en su decoración arquitectónica muchos de los elementos del arte ojival, como los círculos trebolados<br />

y los aujes con que solían componer ajimeces y enrejados y adornar las andanas de estatuitas con<br />

afiligranadas repisas y marquesinas.<br />

A este período de arte mixto que en Italia y Francia se llamó Renacimiento, se le apellidó plateresco<br />

en España, quizá porque en aquella edad de oro y de riquezas, los plateros cincelaban con admirable<br />

arte en el nuevo estilo arquitectónico y decorativo, millares de objetos para el culto y alhajas para los<br />

potentados y graves cortesanos de Carlos V.<br />

En el siglo XVI tenemos en España dos estilos completamente diversos: el plateresco y el<br />

grecorromano: el primero propio y característico de la España de Carlos V, que lo cultivan artistas<br />

de gran renombre como Covarrubias, Enrique de Egas, Vidaña y otros; y el segundo peculiar de la<br />

época de Felipe II, introducido en Madrid por Gaspar de la Vega, en Toledo por el padre Bustamante y<br />

mostrado en toda su plenitud en el Escorial por la portentosa obra de Juan de Toledo y Juan de Herrera.<br />

A la implantación del estilo grecorromano contribuyeron muchos arquitectos italianos que venían a<br />

España gracias a la buena propaganda hecha por los gobernadores de Nápoles y Milán, llenos de las<br />

ideas de Miguel Ángel y Vignola, que proclamaban la pureza de la línea arquitectónica, proscribían<br />

los follajes, grotescos y adornos de toda clase tan prodigados por el primer renacimiento y predicaban<br />

lo colosal.<br />

En los primeros años del siglo XVII comienza la decadencia de España y con ella sufre la pureza<br />

clásica de la arquitectura de los reinados de Felipe II y Felipe III. Declinando las ideas, declinan<br />

necesariamente y como consecuencia las formas. Pero España no hizo sino imitar a Italia en esa<br />

manía de ornamentación que recargaba de follajes y festones los frisos, frontones y entrepaños de las<br />

construcciones arquitectónicas y que en España atentó, no sólo a los caracteres de cada orden, sino<br />

a su esencia misma. Crescencio hizo desaparecer los perfiles del Panteón del Escorial en una mar de<br />

39


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

follajes y el hermano Francisco Bautista llegó al extremo de cubrir con hojas de acanto los capiteles<br />

dóricos de la fachada de San Isidro de Madrid y, perdido todo respeto por el purísimo clásico, las<br />

calenturientas invenciones de Barnuevo, Donoso, Churriguerra y sus discípulos no tuvieron limite.<br />

Churriguerra, como Góngora, hizo de las suyas.<br />

Pero Churriguerra, en realidad de verdad, vino sólo a recoger y completar la tarea de otros<br />

antepasados de él que atentaron contra el estilo severo de Herrera. Fueron los primeros culpables de<br />

esta decadencia el protegido del conde-duque de Olivares, Crescencio, que trajo a España la manera<br />

barroca del Bernini, y Alonso Cano que introdujo la del Borromino. Luego vinieron Barnuevo y<br />

Donoso mucho antes de don José Churriguerra que había de consagrar con su nombre toda la obra de<br />

quienes en un exceso de delirio llegaron a una completa destrucción y dislocación de la arquitectura.<br />

Así, pues, tenemos que la arquitectura española del siglo XVII y primera mitad del XVIII tiene<br />

cuatro estilos: el grecorromano puro de Herrera, el grecorromano adornado de Crescencio, que termina<br />

en la mitad del reinado de Felipe IV, el borrominesco de Alonso Cano en la segunda mitad de este<br />

mismo reinado, y el churriguerresco de la época de Carlos II que se conservó hasta el reinado de<br />

Felipe V que, a principios del siglo XVIII, trajo arquitectos italianos como Sachetti y Bonavia para<br />

que, poniendo orden en tanto desconcierto y locura, restauraran el Renacimiento.<br />

Sin embargo, en este mar de degeneración artística, no todos los arquitectos perecieron. Los<br />

discípulos de Juan de Herrera por ejemplo decoraban con exquisita sencillez el retablo de la capilla<br />

mayor de la catedral de Córdoba, al mismo tiempo que se decoraba a la manera plateresca el coro<br />

de este mismo templo.<br />

Es una verdad generalmente admitida que el arte decorativo y sus temas se propagan con mayor<br />

rapidez que el arte arquitectónico y sus métodos. De ahí que el resultado del esfuerzo español para<br />

construir en estilo italiano del siglo XVI fue el plateresco practicado antes que por los artistas<br />

españoles, por los arquitectos góticos que cambiaron de estilo tan pronto como vieron el Renacimiento<br />

desde el punto de vista ornamental más bien que desde el constructivo. Apuntemos también de paso<br />

que mucho tiempo antes que los arquitectos góticos, los españoles sacaron las escaleras de los muros<br />

en que largo tiempo las encerraron los italianos, e hicieron con el patio árabe un sólo compuesto<br />

arquitectónico.<br />

***<br />

40


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Consideremos ahora el estado en que se encontraba la pintara en España al tiempo del<br />

descubrimiento de América y en los primeros años de la Conquista.<br />

El Renacimiento graba una fecha en la historia general del arte. Y si bien, como acabamos de decir,<br />

los artistas españoles, durante los primeros tiempos de la aparición del gran estilo, se mantuvieron al<br />

margen del movimiento general que comunicaba Italia al mundo todo, y sus pintores, principalmente,<br />

seguían indecisos en abandonar el gótico y dejar las influencias francesas, holandesas y alemanas;<br />

luego cambiaron, al primer contacto con los precursores italianos que se presentaron en España<br />

a predicar la buena nueva. Son ellos Pablo de Arezzo y Francisco Niapoli, alumnos de Leonardo<br />

de Vinci; Micel Pietro y Paolo Esquarte, discípulo este último del Tiziano, los primeros pintores<br />

renacentistas que desembarcan en tierra española. Y si bien a fines del siglo XV y principios del<br />

XVI continúan entrando a España flamencos y holandeses, no ocasionan daño alguno, pues vienen<br />

ya italianizados. Pero al mismo tiempo se establece como era natural, una emigración de pintores<br />

españoles que van a Italia y regresan después de haberse impregnado de las nuevas ideas, y es el<br />

primero Alonso Berruguete (1480-1561), que regresa de Italia en 1520 trayendo el gusto, manera<br />

y hasta las tradiciones florentinas. Siguen sus pasos Vicente Juanes (1523-1579) discípulo de Julio<br />

Romano, Gaspar Becerra (1520-1571), Blas del Prado (1487-1557), Juan Fernández (1516-1579),<br />

Navarrete el Mudo (1526-1579), Pedro Orrente (1556-1644), Esteban March (1573-1660), Alonso<br />

Sánchez Coello (1513-1590), Luis de Vargas (1502-1567), Villegas Marmolejo, Ribera y otros más.<br />

Cada uno va llevando dentro de sí el verdadero espíritu español, tan arraigado, que en nada pudo<br />

cambiarlo el paganismo en que estaba embebido el arte italiano en ese entonces. Todos esos pintores<br />

son devotos a quienes no les hace gracia las desnudeces y mitologías de los renacentistas italianos.<br />

Vargas hizo de la pintura un acto de devoción y Juanes se daba disciplina y ayunaba para pintar<br />

10 . Pero la ortodoxia del arte español la fija el Divino Morales (1509-1586) que, aunque gótico en<br />

la factura de sus obras (sin duda por no haber ido a Italia), es el tipo del pintor católico español.<br />

Puédese decir que con la técnica de los unos y la ortodoxia de este artista se forma el arte español con<br />

sus principales peculiaridades, con su inconfundible personalidad que se afirma con Alonso Sánchez<br />

Coello -el favorito de los Papas, de los duques de Florencia y del cardenal Farnesio-Pantoja de la<br />

Cruz (1551-1609) el historiógrafo del sombrío Escorial, el pintor de Felipe II, un griego de origen,<br />

10 Esta costumbre la trasmitieron los españoles a los artistas indígenas de estos países. Según rezan<br />

las crónicas del Perú, el indio Juan Tomás, escultor cuzqueño de fama del siglo XVII, acostumbraba<br />

confesar y comulgar antes de poner manos a la obra que trataba de comenzar. ( N. del A. )<br />

41


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

que habiendo permanecido en Italia, es sin embargo más español entre los artistas españoles de su<br />

tiempo, el Greco (1518-1625) y con Francisco Pacheco (1571-1604), el maestro de Alonso Cano y<br />

Velázquez y en cuya casa solían reunirse Herrera y el Greco, Quevedo y Cervantes. Este artista que<br />

supo comprender a Velázquez mucho antes de su gran celebridad, a tal punto que le hizo casar con su<br />

hija, resumía en su Arte de la pintura la manera cómo el artista español de aquella época concebía el<br />

arte. «El arte decía, no tiene otra misión que llevar a los hombres a la piedad y conducirlos a Dios» .<br />

Ingenua sentencia que en sí reúne todo el espíritu de un pueblo, revela la manera conventual cómo<br />

se cultivaba el arte en la España de Carlos V y Felipe II y presta la clave para la inteligencia del arte<br />

religioso más peculiar que se ha producido en el mundo: del que creó las vírgenes de los dolores, y<br />

los sepulcros, los calvarios y los admirables pasos de la pasión de Cristo.<br />

Durante la época del Greco y sus innumerables discípulos, la tradición florentina se acentúa<br />

enormemente, sube al punto más alto con el florentino Vicente Carducho (1578-1638), el decorador<br />

de la Cartuja del Paular, para atenuarse después a mediados del siglo XVII en que el Renacimiento<br />

completó su obra; España sale definitivamente de la tutela italiana y con el legendario Ribera<br />

(1588-1656) y el místico Zurbarán (1598-1663) comienza la nueva era de la escuela original española,<br />

aquella en que lo humano se impuso en su arte y encontró su príncipe en Velázquez (1599-1660).<br />

«En la mayor parte de sus manifestaciones, observa muy juiciosamente el critico M. Paul Lafond,<br />

el arte español revela una necesidad extraña y paralela de idealidad y realidad» . Y esta manera de<br />

juzgar tiene cumplida aplicación cuando se examina a los grandes maestros del siglo XVII que, aunque<br />

ya con acentuada personalidad española, se hallan todavía influenciados por los artistas flamencos,<br />

franceses, borgoñones, al mismo tiempo que por los impulsos del clasicismo italiano. Comparemos<br />

a Velázquez con Ribera, Murillo y Zurbarán. La visión ideal que en Velázquez estaba fundida en el<br />

paganismo renacentista y con la cual transformaba en dioses a los ebrios, aparece muy religiosa en<br />

Murillo mística en Zurbarán, terriblemente dolorosa en Ribera; pero en todos real. Se ve el influjo de<br />

los artistas florentinos del siglo XV tan preocupados siempre de la realidad, fascinados por la vida<br />

exterior y por los encantos de un arte que venía explorando un nuevo dominio, tenía muchos objetos<br />

tangibles y era solicitado de muchos lados para poder a la vez concentrarse y restringirse de manera<br />

de reunir en su obra los poderes deliciosos del encanto y los más profundos de la emoción.<br />

***<br />

Una vez que hemos examinado a grandes rasgos el estado de cultura artística en que se encontraba<br />

España al tiempo del Descubrimiento de América y durante los primeros tiempos de la Conquista y<br />

42


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la Colonia, veamos y examinemos ahora el efecto que produjo la conquista en el arte americano en<br />

general y en el ecuatoriano en particular, cuya cultura y adelanto estudiamos en el capítulo anterior.<br />

El arte indígena americano no era un arte rudimentario ni improvisado: su arquitectura, su cerámica<br />

y sus artes menores tenían su léxico que lo observaban sus artistas, de modo que no puede decirse<br />

que era un elemento despreciable, que no se lo pudiese utilizar para encauzarlo y dirigirlo, según su<br />

aliento propio, al más alto grado de perfección y originalidad.<br />

Desgraciadamente la manera cómo se realizó la conquista de América y el modo tan español que se<br />

tuvo en colonizarla, hicieron que no se aprovechare absolutamente de aquel elemento genuinamente<br />

americano para que, completado con la ciencia y experiencia del arte civilizado europeo, diere frutos<br />

que hubieren podido constituir una verdadera revelación por lo nuevos y originales.<br />

Y no se lleve a mal esta reflexión, ya que sucesos contemporáneos han venido a confirmar que<br />

España no ha abandonado, al cabo de tantos siglos, su sistema colonizador completamente absurdo<br />

y contraproducente. El fracaso de Marruecos y los últimos desastres de la guarnición española en<br />

Melilla no son otra cosa que el resultado de ese sistema español de colonizar, por el que se procura<br />

construir una cultura sobre las ruinas de otra, sin el menor respeto al significado que ésta pudiera tener<br />

en el movimiento general de la humanidad, ni el sufrimiento que su destrucción puede ocasionar a<br />

los que la profesan y cultivan.<br />

España ha cometido en Marruecos más errores de los que cometió en América. Y eso después<br />

de cinco siglos. ¡Y con una cultura eminentemente más respetable que la americana! Hace pocos<br />

años escandalizó al mundo con la destrucción completa de todo un barrio marroquí en Melilla para<br />

convertirlo ¡en barrio absolutamente español! Un gran escritor francés llamó la atención del Gobierno<br />

de España para que adoptara como sistema colonizador el que había dado tanta gloria a Liautey y tan<br />

buenos resultados a Francia, en la zona contigua a la de España, en el mismo territorio africano.<br />

En cuanto a lo que sucedió en la conquista y colonización de Méjico, oigamos las apreciaciones de<br />

Cronau, escritor respetable: «Por regla general, dice, estaban envueltos los mayas en las tinieblas de la<br />

superstición, que, como hemos dicho se afanaban en mantener viva sus astutos sacerdotes. Los monjes<br />

cristianos que reemplazaron a éstos después de la conquista del Yucatán hicieron muy poco, o nada,<br />

para sacar a este pueblo de semejante oscurantismo; los gobernadores españoles, que consideraban<br />

a los indígenas como cosa propia repartiéndoselos entre sí, no hicieron nada para mantenerlos en el<br />

alto grado de cultura que habían alcanzado. La política no tenía más objeto que derribar todas las<br />

43


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

instituciones de los indios, que apenas eran considerados como seres humanos, y destruir todos los<br />

usos y costumbres que les recordasen a sus antepasados y la independencia de otros tiempos» .<br />

Este mismo autor se extiende en iguales, si no peores, consideraciones al hablar de la conquista<br />

y colonización del Perú.<br />

No quiere decir esto lo que pretendieran hacernos decir quienes defienden incondicionalmente la<br />

obra de España en América: que colocamos en un mismo pie de igualdad la cultura artística americana<br />

y la española. No se pueden comparar dos culturas tan completamente diferentes como la española<br />

y la de los aborígenes americanos, menos cuando dejando a un lado el arte, se consideran religiones<br />

y costumbres. Ya nuestro primer historiador Velasco impugnó con tesón las exageraciones de Paw<br />

y Robertson y no hemos de ser nosotros los que nos hagamos sus voceros. Ni hemos de ensalzar la<br />

cultura americana hasta decir como lo dice Cronau que era más completa que la española, ni hemos<br />

de dejar de desconocer los muchos bienes que nos hizo la Madre Patria. Nuestra proposición debe,<br />

pues, entenderse en su verdadero significado y alcance. España no sabe colonizar; así lo declaran los<br />

mismos españoles que en su mayoría no se cansan de solicitar de la Corona que abandone Marruecos.<br />

Antes se acusaba esta ignorancia a la de los conquistadores, casi todos aventureros y privados de<br />

aquellas ideas necesarias para inspirar sentimientos nobles y generosos; hoy ya no se tiene empacho<br />

en acusar al sistema mismo español todas las desgracias y pérdidas de la cultura netamente americana<br />

que España no supo siquiera conservar, por insignificante que ella hubiese sido.<br />

***<br />

Después del descubrimiento de la América por Colón, y cuando éste de regreso a España, se aprestó<br />

a su segundo viaje, los Reyes Católicos dispusieron que, pagando buenos sueldos, se contrataran y<br />

despacharan hacia el Nuevo Mundo gran número de artífices y operarios de todas las artes mecánicas<br />

y que cada uno de los artífices llevara todos los instrumentos fabriles y cuanto es conducente a edificar<br />

una ciudad en extrañas regiones 11 . Fue este primer contingente de hombres que España mandaba a<br />

América el primer germen de la cultura y civilización, la primera semilla del arte. Es así como llegó<br />

11 P. Martyr, 1.ª Década, lib. 1, cap. V. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

a México Claudio de Arciniega, maestro mayor de las obras de la Nueva España, el primer arquitecto<br />

de importancia que, a mediados del siglo XVI, vivía en América 12 .<br />

Todos estos maestros lo fueron de los indios americanos que con decisión y suma habilidad bien<br />

pronto se improvisaron artífices y artistas consumados en las diferentes profesiones que los españoles<br />

les enseñaban. En el capítulo CCIX de su Conquista de la Nueva España, dice el acucioso cronista del<br />

siglo XVI, Bernal Díaz del Castillo: «Todos los más indios naturales destas tierras han deprendido<br />

muy bien todos los oficios que hay en Castilla entre nosotros, y tienen sus tiendas de los oficios y<br />

obreros, y ganan de comer a ello, y los plateros de oro y de plata, así de martillo como de vaciadizo,<br />

son pintores, y los entalladores hacen tan primas obras con sus sutiles alegras de hierro, especialmente<br />

entallan esmeriles, y dentro dellos figurados todos los pasos de la Santa Pasión de nuestro Redentor<br />

y Salvador Jesucristo, que si no los hubiera visto, no pudiese creer que los indios lo hacían» .<br />

Pero con todo esto, no se puede decir que los españoles se comportaron con los americanos como<br />

los romanos cuando conquistaron las Galias, que dieron a los francos todo su arte en cambio de la<br />

libertad que les quitaron. Es verdad que España como dejamos dicho, se preocupó desde el primer<br />

momento del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo, de traer artistas, arquitectos, artífices,<br />

vidrieros, ebanistas, herreros, etc.; pero lo hicieron más bajo el impulso de la necesidad absoluta de<br />

esos preciosos elementos para una colonia que carecía de ellos, que con un plan meditado para el<br />

desarrollo y aprovechamiento del arte indígena primitivo que se hallaba en esa época muy adelantado,<br />

principalmente en México. Ni la semilla que derramó fue suficiente, ni germinó fácilmente por falta<br />

de método y cultivo. De ahí que el transporte de esa pléyade de artistas y obreros, de playas españolas<br />

a americanas, nos parece más obra de comercio que de cultura meditada. Podemos, pues, decir que los<br />

españoles ni dejaron crecer y desarrollarse el arte indígena, ni hicieron algo eficaz e intencionado para<br />

que germinara el español. Y sobre todo, fue una lástima que no lo hubieran sabido plegar al ambiente<br />

al que se le había trasplantado. Es esa la razón para que el arte español que, como hemos visto, al<br />

tiempo de la conquista americana estaba en su edad de oro, no hubiere penetrado en el espíritu popular<br />

tan hondamente como habría sido de desearse para producir una amalgama con el arte indígena,<br />

cuyo fruto tenía que ser un arte sumamente original y netamente americano. Ese debía ser el papel<br />

del conquistador español. Lejos de ser un obstáculo al desarrollo normal y regular de los instintos<br />

colectivos de los pueblos americanos, debió ser el firme auxiliar de la obra histórica realizado durante<br />

siglos en los nuevos países. De este modo el arte indígena hubiera podido prosperar, y aún mejorar<br />

12 Revilla, El Arte en México . ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

y cobrar nueva vida unido al español y no perecer y hundirse para siempre, por más que el medio<br />

ambiente delate de vez en cuando el carácter de la raza en los artefactos ejecutados por sus hijos.<br />

Porque no hay para qué hablar de un arte bárbaro americano, antecesor del arte español. La cerámica<br />

y la decoración se hallaban perfectamente desarrolladas en nuestros países cuando tomaron contacto<br />

con la cultura española.<br />

No así la arquitectura y la escultura. Desconociendo como desconocían los indios el empleo de<br />

la madera en estas artes, no hay nada que en los primeros años de la conquista pudiera atribuírseles<br />

en cuanto se refiere a la forma arquitectónica y a la factura de ciertas molduras y detalles en piedra,<br />

menos aún en lo que se relaciona con las estatuas de madera policromadas. Este arte era esencialmente<br />

europeo y español. No se puede decir lo mismo respecto de ciertos ornamentos hechos, ya en<br />

piedra, ya en madera y ejecutados algún tiempo después, a mediados del siglo XVI, por obreros<br />

ignorantes, sí, pero habituados a ciertas formas que, en cuanto supieron la manera de representarlos<br />

artísticamente, las pusieron espontáneamente, como algo que lo sentían con mucha sinceridad. Es<br />

así como nos explicaremos cierta intromisión de elementos extraños en la decoración escultórica de<br />

nuestras iglesias, obras primorosas del Renacimiento español. No es difícil encontrar en la iglesia<br />

y convento de San Francisco, en los de la Merced y San Agustín de Quito, groseras figuras de<br />

hombres, y de animales, o ciertas decoraciones informes, ensayos que recuerdan otra cultura, instintos<br />

etnográficos de fuentes indígenas, pero apreciables sólo cuando se ven y se contemplan con algún<br />

sentimiento. Así, pues, podemos asegurar que en la arquitectura y escultura en madera de los primeros<br />

momentos, por regla general, no se encuentra otra decoración, otro arte que no tengan sentimiento,<br />

aspecto y procedimiento de factura, exactamente idénticos a los del arte español de donde provienen.<br />

La fe y la religión de los conquistadores no provocó en estos nuevos países ninguna manifestación<br />

personal de arte: las artes locales y nacionales se vieron obligadas bruscamente a rendir homenaje al<br />

arte español, lo que no pudo dar otro resultado que el nacimiento en las colonias de una arquitectura<br />

y escultura religiosas, cuyos elementos eran netamente españoles. Aun más: el arte hispano quedó de<br />

arte aristocrático, refugiado en las casas de los ricos y en los claustros de los monasterios, en donde<br />

principalmente encontraron cierto ambiente favorable para sostenerlo.<br />

El elemento español tuvo, pues, una acción más bien negativa que positiva para el arte colonial<br />

americano, a cuya personalidad y progreso no contribuyó, y cuyo porvenir tampoco supo preparar.<br />

Pudo muy bien conservar, estimulando, la índole del arte americano, sin destruir lo que le era peculiar;<br />

y con alguna inteligencia sentar las bases de un arte propio utilizando, ya en las artes plásticas, ya en<br />

46


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la música, los motivos y el carácter del arte indígena, cuyos rasgos aún subsisten. Porque, a pesar de<br />

que los españoles hicieron desaparecer la cultura de nuestros aborígenes sin apreciarla con espíritu<br />

inteligente y delicado; a pesar de la absorción de la misma raza, quedó un rastro de cultura bien<br />

determinada, propia de los indios y que -no podemos negarlo- se ha mantenido latente después de<br />

la conquista y, con la fusión de las razas y la mezcla de las sangres, ha dejado rasgos en el carácter<br />

nacional del arte ecuatoriano.<br />

***<br />

Pero, sea como fuese, ello es cierto que España trajo su arte a América y por consiguiente al<br />

Ecuador, es decir a Quito; porque todo el movimiento cultural de aquellos tiempos en las tierras que<br />

forman hoy nuestra República, estaba concentrado en la que es hoy su capital. Mandó también artistas,<br />

algunos de no escaso mérito, y, sobre todo, envió gran cargamento de obras de arte de todo género:<br />

el comercio entre España y las colonias americanas influyó como era natural en la importación de<br />

cuadros religiosos, estatuas y esculturas de talla policromada, muebles de madera, y sillas de Córdoba,<br />

brocados y orfebrería de toda clase. Se sabe que Murillo pintaba de pacotilla por los años de 1639 y<br />

1642 en que, huérfano y abandonado por su maestro que marchó a Cádiz, tenía que ver por su vida,<br />

pintando cuadros de toda clase para venderlos en la feria que el jueves tenía lugar en Sevilla. Lo que<br />

pasaba con Murillo pasaba también con todos sus contemporáneos, inclusive Zurbarán, uno de cuyos<br />

cuadros, que hoy se conserva en el Museo Británico fue encontrado en Quito. Los Murillos de la<br />

primera época no han sido raros aquí, como que la tradición recogida por nosotros de labios de artistas<br />

como Salas, Manosalvas y Pinto, asegura haberse hallado en Quito cuatro o cinco obras originales de<br />

Murillo, entre las cuales son de mencionarse la Santa Teresa de Jesús que se conserva en el Monasterio<br />

del Carmen Moderno y una repetición de una de sus inmaculadas, en el Museo del Señor Jacinto Jijón.<br />

Aún más, los españoles importaron a América no sólo pinturas de los maestros de la Madre Patria,<br />

sino aún de los italianos y flamencos. Gran parte de los cuadros que aquí se encuentran son de pura<br />

escuela italiana o flamenca; los hay también franceses, pero en menor número, casi puede decirse<br />

que son raros, principalmente los de la época del XVII. Conocemos, por ejemplo, en la colección del<br />

señor Pacífico Chiriboga, un Nattoir muy hermoso.<br />

Otro tanto puede decirse de las obras de escultura en madera que los españoles las traían en gran<br />

cantidad: vírgenes, cristos y santos de toda clase, no sólo para los templos e Iglesias, sino también<br />

para los oratorios privados que los había muchos en las casas y haciendas de los gamonales de la<br />

colonia; y principalmente colecciones numerosas de figuras de nacimiento que se las conseguía en las<br />

ferias para transportarlos a estas tierras. Entre esas figurillas vinieron también no pocas japonesas y<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

chinas bastante interesantes, de las que aún se hallan muchas en algunos conventos. Y no olvidemos<br />

de mencionar las obras mil de orfebrería en plata y oro, arte tan en boga en aquellos siglos de la época<br />

plateresca: cálices, custodias, candelabros, frontales, potencias, mariolas y tantos otros objetos para<br />

el culto religioso y joyas de toda clase para las ricas propietarias de la colonia.<br />

No podía suceder de otra manera, si se tiene en cuenta que en la organización de las nuevas ciudades,<br />

nada podía poner el indio sino su mano de obra como peón para los edificios que obreros españoles<br />

levantaban en todas las comarcas del nuevo continente. De España, pues, vinieron a Quito pintores,<br />

escultores, arquitectos, ebanistas, herreros, vidrieros, plateros, etc., que prestaron sus servicios a los<br />

ricos colonos españoles, domiciliados ya en el suelo americano. Y lo que no se alcanzó a hacer con<br />

ellos aquí, se lo importó; pues para eso estaban ya formadas y prósperas las fortunas de los primeros<br />

colonos: para satisfacer los gustos de sus dueños.<br />

Estos ricos, unas veces tomaban a su cargo el arreglo y aún la construcción de determinadas partes<br />

de las iglesias y conventos; otras, edificaban y adornaban sus propios oratorios privados en casas y<br />

haciendas, y para todo ello necesitaban, ya de cuadros, ya de estatuas, ya de lámparas, ornamentos,<br />

candelabros, libros, sillas, espejos, etc.<br />

Todos estos particulares influyeron de modo decisivo en la formación de ese arte colonial tan<br />

rico en Quito, tal vez más que en cualquier otro punto del dominio español en América, como lo<br />

comprobaremos en su debido lugar, arte que fue copia del español y del europeo en general, y que, al<br />

menos en sus primeros tiempos, no ofrecía rastro alguno del carácter indígena.<br />

Los orígenes de este arte sin carácter propio, no han sido coordinados por ningún erudito, casi<br />

pudiéramos decir que no han sido siquiera rastreados. Nuestros historiadores y biógrafos no han<br />

hecho otra cosa que copiarse mutuamente y acusar a nuestros artistas, muchas fábulas que ya se<br />

escribieron también de otros. Es que las fuentes de información son escasas y el vandalismo reinante<br />

durante todo el tiempo de la República que ha perseguido despiadadamente y sigue persiguiendo las<br />

reliquias artísticas para llevarlas fuera o destruirlas del todo, impiden o al menos dificultan la labor<br />

del historiador. Hoy apenas tenemos los restos del arte colonial contenidos en las iglesias, y aún estos<br />

vemos que van desapareciendo.<br />

¡Curioso fenómeno! Mientras los seglares reaccionan hacia el gusto colonial, aún cuando fuera más<br />

por moda que por un verdadero sentimiento artístico, los frailes de algunos conventos expulsan sin<br />

piedad, de los preciosos retablos de sus iglesias, las imágenes coloniales tan típicas, únicas que se<br />

conforman con el ambiente borrominesco de esos altares, y las sustituyen con las modernas, frutos<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de la actual de caída cultura artística española, u horribles partos de la escuela comercial alemana!<br />

Arrumadas deben encontrarse en las bodegas conventuales de la Merced y San Agustín las imágenes<br />

españolas, de los siglos XVII y XVIII mientras se exhiben las bonitas estatuas de un sentimiento<br />

religioso asaz forzado y que hace un contraste tan grande que no acertamos a explicarnos cómo sean<br />

preferidas a las que son obras profundamente religiosas de la sincera fe de los escultores españoles de<br />

aquel tiempo, que se daban disciplina y ayunaban antes de tomar en sus manos las gurbias y el formón.<br />

Las colecciones particulares se van llenando de piezas artísticas, pero tan desgajadas se encuentran<br />

éstas y tan mal presentadas -inclusive aquello que se llama museo nacional- que es punto menos que<br />

imposible estudiarlas para catalogarlas definitivamente. Sin embargo a esa tarea hemos dedicado y<br />

seguiremos dedicando buena parte de nuestro tiempo, a fin de evitar en lo posible en el curso de nuestra<br />

exposición, las indicaciones vagas y poco precisas, los juicios problemáticos que para nada sirven.<br />

A ello nos obliga también la opinión que tenemos formada de la llamada escuela quiteña de la época<br />

colonial; que ilustraron maestros como Miguel de Santiago y Gorivar, dignos de figurar al lado de los<br />

mejores artistas de cualquier país europeo. Recordemos que Quito fue en el tiempo de la Colonia el<br />

emporio de pintores y escultores, verdaderos fabricantes de cuadros y estatuas que se repartían desde<br />

Méjico hasta Chile, y que aunque la mayor parte de ellos eran artistas de poco talento o de ninguno,<br />

no faltaron ingenios cuyos nombres y obras merecen consignarse en las páginas de la historia del arte.<br />

Larga y gloriosa es la lista de los pintores quiteños. Desde Juan de Illescas y Luis de Ribera que<br />

pintó en la Catedral y San Francisco; el padre Vedón religioso dominicano, decorador del claustro<br />

de la Recoleta de Quito, del refectorio del convento dominicano de Santa Fe de Bogotá y del de<br />

Tunja; Miguel de Santiago, el más grande pintor de la América toda; su yerno, Gorivar González, y<br />

su hija Isabel de Santiago y el marido de ésta, don Antonio Egas Venegas de Córdova 13 ; la madre<br />

Magdalena Dávalos tan alabada por La Condamine que la conoció y la trató, oyéndola tocar el arpa,<br />

el clavicordio, la guitarra, el violín y la flauta y viéndola pintar miniaturas y grandes cuadros al óleo;<br />

Bernabé Lobato y Simón de Valenzuela, contemporáneos, amigos y socios de taller de Miguel de<br />

Santiago; Morales, Vela, Oviedo, el hermano jesuita Hernando de la Cruz y su discípulo, el hermano<br />

Domingo, franciscano e indio de pura sangre, hasta Samaniego, José Ramírez y Juan de Benavides,<br />

Albán, Astudillo, José Cortés de Alcocer y sus hijos Antonio y Nicolás que, en unión de Vicente<br />

Sánchez Barrionuevo, Antonio de Silva y Francisco Villarroel, discípulos de Bernardo Rodríguez,<br />

13 [«errata» en el original; corrección de la fe de erratas incluida en la nota de la página 62 del<br />

original. ( N. del E. )]<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

fueron a Santa Fe de Bogotá, a petición de Mutis y de orden del Virrey, para dibujar y pintar las<br />

láminas de las obras científicas, fruto de la expedición botánica encomendada a ese gran sabio.<br />

Vienen más tarde Antonio Salas, discípulo de Samaniego y Rodríguez, y fundador de toda una<br />

familia tradicional de artistas que, sin interrupción ha monopolizado la pintura en nuestro país por más<br />

de un siglo, y que con el Pincelillo, el Apeles y el Morlaco, sucedieron a Rodríguez, el restaurador de<br />

la pintura quiteña después de la decadencia que le vino con la desaparición de Gorivar y Samaniego.<br />

Entre los escultores, tenemos entre los primeros al celebre Diego de Robles quien, cincuenta<br />

años después de fundada la ciudad de Quito, trabajó las estatuas de las Vírgenes de Guapulo y del<br />

Quinche y el grupo del Bautismo de Cristo que está en el altar mayor de San Francisco. Síguenle<br />

Antonio Fernández, autor de San Jerónimo en la Iglesia Catedral; el padre Carlos sacerdote secular,<br />

el mejor escultor y émulo de Miguel de Santiago, tan encomiado por Espejo, autor del Cristo de la<br />

Columna y San Pedro arrodillado que se encuentra en la Catedral; Bernardo de Legarda, Manuel<br />

Chili (Caspicara), autor de la Sábana Santa de la misma Metropolitana de Quito; Olinos (Pampite)<br />

autor del señor de la Agonía de la Iglesia de San Roque; Salas y su discípulo Carrillo, autor de San<br />

Vicente de Paúl de la Iglesia del Hospital y del San Francisco de Paula, y que tuvo la suerte de ir a<br />

sentarse en Atenas en la silla de Apeles para enseñar dibujo a los griegos. Y no olvidemos a Gaspar<br />

Zangarima, el famoso cuencano, llamado por mal nombre el Lluqui, a quien Bolívar honró con el<br />

decreto de 24 de setiembre de 1822 por el que le asignaba una renta vitalicia de treinta pesos fuertes<br />

mensuales para que se perfeccionara en las diversas artes que practicaba con tanta ventaja y eran:<br />

arquitectura, escultura, dibujo, herrería, platería, carpintería, relojería, y enseñase además en Cuenca<br />

a treinta jóvenes los rudimentos de estas artes.<br />

La escuela quiteña de arte con todos sus malos elementos que el mercantilismo supo alentarlos,<br />

tuvo sin embargo gran reputación en toda América, a la que inundó verdaderamente con sus cuadros<br />

y estatuas, aún en las épocas de decadencia y mal gusto. Perú, Nueva Granada y Chile principalmente<br />

eran sus mejores clientes; luego venían Méjico, Venezuela y otras naciones más apartadas. El<br />

comercio de obras de arte quiteño fue en la época colonial y en los primeros tiempos de la República,<br />

enorme. Casi puede decirse que no hay nación en la América española en donde no se hallen cuadros,<br />

estatuas, crucifijos quiteños. Sólo en el tiempo transcurrido del año de 1779 al de 1788 habíase<br />

exportado por el puerto de Guayaquil la bicoca de 264 cajones de cuadros y estatuas. No contamos<br />

lo que se exportó por tierra. Hasta hace unos veinticinco o treinta años el negocio seguía intacto.<br />

Supimos, por ejemplo, de un italiano que llevaba grandes remesas de cuadros de Cadena, Salas,<br />

Manosalvas y Santos Cevallos a Iquitos para venderlos en esa plaza. Y que la fama del arte quiteño<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

no ha decaído lo prueba el que todavía lo soliciten naciones americanas como prendas de gran valor<br />

artístico, Cristos de Benalcázar y cuadros de Salas 14 .<br />

El arte estaba, pues, muy adelantado y bien aclimatado en Quito, mucho más que en cualquiera<br />

otra nación sudamericana. Pruébalo la historia artística de cada una de ellas. En Argentina, la nación<br />

hispanoamericana más adelantada, su historia del arte comienza por 1810 en que asoma un pintor<br />

italiano Ángel Campone, con una escuela pública de dibujo y pintura. Y si es verdad que el 10 de<br />

agosto de 1815 inaugura el padre Castañeda en el convento de la Recolección una Academia de<br />

dibujo, Quito conoció desde los primeros tiempos coloniales escuelas de dibujo, como que los artistas<br />

españoles que primero vinieron, sea por su propia cuenta, sea por consejo o mandato de la Corona,<br />

abrieron sus estudios y oficinas que se llamaban obradores, a donde concurrían los mestizos y los<br />

indios. Por supuesto que debemos anotar que ni la escuela del padre Castañeda ni la que fundó más<br />

tarde el gobernador Rodríguez dieron fruto alguno en el arte argentino que propiamente arranca de<br />

la época progresista de Rivadavia en que comenzaron a radicarse en Buenos Aires artistas franceses<br />

e italianos. Así pues, es a mediados del siglo pasado, 1840, más o menos, que es preciso situar el<br />

origen del arte en la Argentina.<br />

Nada podemos añadir a lo que el escritor chileno Barros Arana dice, que en Chile no sólo faltaban<br />

pintores y escultores, sino que no existía el menor gusto para apreciar el arte, en tiempo de la colonia.<br />

Ni aún después, añadamos nosotros; porque si en 1845, el antiguo director de la escuela francesa de<br />

pintura en Roma llegó a Santiago a despertar el arte chileno, éste no correspondió a su llamada, ni<br />

cuando en 1849 se fundó la Academia de pintura que hasta el año 1870 no dio fruto alguno.<br />

14 El padre Cappa en la obra citada, tomo 13, pg. 83 transcribe extractos de los inventarios de varios<br />

pueblos americanos y al hablar de las Misiones de Mojos, del pueblo de la Santísima Trinidad dice que<br />

hay allí «varios bultos napolitanos, romanos, quiteños y cuzqueños» . En la pág. 88 dice: «La efigie que<br />

desde muy antiguo representa al Patriarca San Francisco en su hermoso templo de Lima es excelente<br />

y se trajo de Quito» . Alzedo en su Diccionario geográfico , al tratar de los escultores ecuatorianos<br />

que trabajaron las imágenes para el convento de Franciscanos de Popayán, dice: «El templo que se ha<br />

concluido últimamente es magnífico, adornado de devotas imágenes hechas en Quito» . Y Pedro Lira<br />

en su Tesoro Americano de Bellas Artes ,: «El sinnúmero de lienzos y escultura trabajados en Quito<br />

durante muchos años han sido transportados y vendidos en las Repúblicas de Hispanoamericanas a<br />

precios más o menos (esto es mayores o menores), según su mérito» . ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Sólo Méjico puede resistir a la comparación con el Ecuador en el terreno artístico. Pero eso no tiene<br />

gracia, si consideramos que Nueva España fue la colonia predilecta, la más importante y más antigua<br />

que en América tenía el dominio español.<br />

Dice con razón el Licenciado don Manuel Gustavo Revilla en su interesante obra, El arte en<br />

Méjico : «El cultivo de la pintura en España fue tan considerable a partir del siglo décimo sexto y<br />

su difusión tan grande, que naturalmente trascendió a aquel de sus dominios considerado como de<br />

mayor importancia» . Y más abajo añade: «No hubo, a la verdad, entre los pintores mexicanos genios<br />

propiamente dichos, pero hubo verdaderos talentos; y los que con más justo título pueden reclamar<br />

tal dictado, son, sin duda alguna, José Juárez y Sebastián de Arteaga, que marcan el punto culminante<br />

a que aquí llegose en el departamento del arte que nos ocupa» .<br />

En México, como en Quito, se pintaba en talleres desde el día siguiente de la fundación de la<br />

colonia. Consta que el padre Gante tenía su taller en el que trabajaban muchos pintores indígenas,<br />

principalmente copias de obras españolas.<br />

Sin embargo el arte colonial mexicano está muy confundido con el propio español; pues, fue México<br />

la colonia que importó más artistas españoles, hasta momentos antes de la independencia. Díganlo:<br />

Manuel de Tolsa y Salvador de la Vega, autores de la célebre estatua de Carlos IV, uno de los clásicos<br />

monumentos ecuestres que ha producido la Escultura. Humboldt, en su Ensayo oolítico , libro II, al<br />

hablar de la Academia de Nobles Artes de México, alaba la estatua de Tolsa que tiene otra cualidad,<br />

la de haber sido fundida en el mismo país.<br />

Brasil no tiene arte colonial muy interesante; los portugueses se portaron con su colonia muy mal;<br />

cuando, a imitación de los conquistadores españoles, bien pudieron llevar allá el arte manuelino que<br />

tan en boga estaba en los siglos XV y XVI en Portugal. Brasil no tiene sino su gran arte contemporáneo.<br />

Transcribiremos lo que a este respecto nos ha comunicado nuestro distinguido amigo, señor Argeu<br />

Gnimaraes, actual encargado de negocios del Brasil en Quito, catedrático de docencia libre de Historia<br />

en la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro.<br />

Son notas que ha sacado de su libro en prensa: Historia das artes plasticas no Brasil .<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

El arte colonial en el Brasil fue poco próspero merced a la tenaz política ejercida por Portugal en<br />

detrimento de la eclosión estética de la colonia. Sin embargo, aparecieron algunas figuras notables,<br />

de verdadera formación espontánea, genios autónomos que traducían las aspiraciones plásticas de la<br />

raza, a despecho de la oposición de la metrópoli.<br />

La más notable fuente de arte colonial la debe el Brasil a los holandeses, que durante medio<br />

siglo, constituyeron, en Pernambuco una verdadera escuela de gran arte, con arquitectos, escultores<br />

y pintores, de los cuales algunos eran discípulos de Rembrandt (siglo XVII).<br />

Fruto de la escuela verdaderamente nacional fueron: el escultor Lisboa, llamado por apodo «o<br />

Aleijadinho» y cuyas estatuas en esteatita deslumbraron a Sannt-Hilaire; el pintor, toreuta y arquitecto<br />

«mestre Valentim», los pintores José Leandro y Manuel Brasiliense y algunos más (siglo XVIII).<br />

En la pintura predominó la influencia italiana y hasta cierto punto la lusitana y flamenca. En la<br />

arquitectura, casi todas las iglesias obedecieron al barroco y jesuítico portugués, desataviadas en las<br />

fachadas y en el interior adornadas en demasía con gusto pletórico, verdadera orquestación de dorados<br />

en talla y toreutica. En el orden civil se construyeron algunos edificios de noble arquitectura. Como<br />

curiosidad del tiempo colonial, cuenta Río de Janeiro los famosos «Arcos de Santa Teresa», talvez el<br />

único gran viaducto romano de Sud américa (siglo XVII).<br />

En 1808 la dinastía bragantina se estableció en Río de Janeiro y el primer cuidado del Rey Don Juan<br />

VI y su ministro el Conde Da Barca, fue contratar en París una numerosa y selecta misión artística,<br />

fundadora de la Escuela de Bellas Artes que integró al Brasil en las corrientes del moderno arte<br />

europeo. Grandjean de Montigny plantó en Río de Janeiro varios monumentos de puro gusto clásico;<br />

Debret y Taunay celebraron en la tela los fastos del primer Imperio; otros enseñaron la escultura, la<br />

glyptica y todos los desdoblamientos del arte moderno.<br />

Fue la fecunda enseñanza de estos iniciadores que preparó la gloriosa generación del Segundo<br />

Imperio, con las figuras culminantes de Pedro Américo y Víctor Meirelles.<br />

Perú fue nación más aventajada; pues consta que don José del Pozo, individuo de la Real Academia<br />

de Sevilla, que vino como dibujante y pintor de la Comisión que dirigía don Alejandro Malaspina a<br />

fines del siglo XVIII, se separó en Lima de esa Comisión y fundó por su cuenta en 1791 una escuela de<br />

dibujo, que si al principio fue particular y privada, no tardó en recibir la protección del virrey Abascal,<br />

quien le estableció casi inmediatamente como pública y oficial, bajo la denominación de «Academia<br />

de Dibujo y Pintura». Sin embargo esta academia no produjo los frutos que dieron los obradores de<br />

53


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Quito. La historia del arte en el Perú comienza, pues, en la misma época que en las naciones arriba<br />

citadas es decir, por el año de 1840, más o menos.<br />

En cuanto a las artes en Venezuela, oigamos lo que dice el doctor J. Semprún, en su estudio acerca<br />

de La pintura en Venezuela 15 .<br />

El estudio de los orígenes de la pintura venezolana puede ser asunto para un estudio curioso, pero<br />

árido, que no cabría en un simple esbozo. La tradición y la historia conservan ciertos nombres oscuros,<br />

más meritorios ciertamente por la generosidad del esfuerzo realizado que por el fruto obtenido.<br />

Mientras las artes literarias alcanzaron auge y brillo en los primeros años de la República para<br />

oscurecerse luego y recobrar su esplendor en las postrimerías del siglo, la pintura sólo vino a tener<br />

cultivadores afortunados a fines de la pasada centuria.<br />

No hay duda; Quito se puede vanagloriar con justo título de haber sido el único lugar de todas<br />

los colonias americanas, en que el arte tuvo su asiento permanente. La pintura y escultura fueron<br />

cultivadas con ventaja desde los primeros tiempos de su fundación y establecimiento. En el Archivo<br />

de la Corte Suprema de Quito se conserva un proceso seguido por el cacique de Cacha (Riobamba),<br />

Chagpalbay, en el cual estaba el retrato de este indio. Está vestido a la española, dice el doctor Pablo<br />

Herrera en las notas que le comunicó al padre Cappa para sus estudios críticos acerca de la dominación<br />

española en América, su colorido es regular y el dibujo bastante correcto . Desgraciadamente este<br />

retrato ya no existe. Después del doctor Herrera, estudió ese proceso el señor don Jacinto Jijón y<br />

Caamaño, actual director de la Academia Nacional de Historia, y ya no encontró entre sus páginas el<br />

retrato en referencia! Y para afirmar tan rotundamente que Quito fue la única y sola sede artística en los<br />

tiempos coloniales en la América toda, nos apoyamos en el hecho de que en Estados Unidos no empezó<br />

el arte sino en el siglo XVIII; pues, el primer pintor, Fraser, es de 1782 y su primer escultor, Powers,<br />

de 1805, sin que en tiempos anteriores hubiere habido artista alguno digno de llamar la atención.<br />

En cambio «consta, dice muy bien González Suárez, que en Quito hubo, desde muy antiguo, una<br />

escuela de pintura, pues ya en el siglo décimo sexto se habla de pintores quiteños, y el hermano<br />

Hernando de la Cruz, jesuita del Colegio de Quito, tenía un taller de pintura en el cual enseñaba a<br />

algunos alumnos» .<br />

El padre Cappa, que recorrió todas las repúblicas americanas que formaron el antiguo gran imperio<br />

colonial de España, para su obra Estudios críticos acerca de la dominación española en América ,<br />

15 Veáse el Boletín de la Unión Panamericana . Diciembre de 1919 y enero de 1920. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

que conoció muchas obras de arte en cada una de ellas, obras que representaban no sólo la cultura<br />

artística netamente española, sino también la mestiza, y que recogió muchos datos acerca del arte<br />

propio de cada país, en tiempo del dominio español, hace la siguiente operación al final del tomo 13<br />

de la aludida obra, en uno como compendio y cotejo que forma de las diversas culturas artísticas de<br />

cada una de aquellas naciones, después de estudiar las Bellas Artes en el período colonial en el Nuevo<br />

Mundo: «Pues tomando en la mano, y sin preocupación alguna, el peso de la justicia, veo que el fiel<br />

se inclina, sin oscilar una vez siquiera, del lado del Ecuador. Sólo Miguel de Santiago, en la pintura,<br />

contrabalancea y supera a todos los pintores del resto de la América del Sur» . Y después añade: «otro<br />

tanto digo de la Escultura» . Tal vez el padre Cappa quiso referirse a la escultura en madera; pues en<br />

ella sí tenemos una tradición artística que arranca desde Diego de Robles hasta el cuencano Vélez 16 .<br />

No podemos anotar igual cosa al tratar de la arquitectura. Los españoles, a raíz misma de la<br />

conquista, tuvieron necesidad de edificios civiles y religiosos para la ocupación efectiva de estas<br />

tierras por parte de la nueva sociedad que ellos traían, y por tanto no descuidaron la venida de<br />

arquitectos que levantaron todos esos edificios públicos que en la América se encuentran y que fueron<br />

levantados en los primeros tiempos de las fundaciones coloniales. Fueron las órdenes religiosas las<br />

que más hicieron por la arquitectura en nuestro país, tanto es así que son los conventos y las iglesias<br />

16 El P. Coleti después de una descripción trata de la educación cultural de la juventud quiteña en<br />

el año de 1757 dice: « La gente volgare di natura sua e inclinata all ozio, ed alla infingardaggine:<br />

i mestieri che con onore, e con abilita suole esercitare sono la Pittura e la Scultura; e quantumque<br />

solamente si mostrino eccellenti nell' imitare e trar copie, non ostante usano dell, arte loro a maraviglia<br />

» . Y más abajo: « Fa maraviglia il vedere i loro (de los indios) lavori ridotti a tanta perfezione senza<br />

direzione e senza li necesarii. istrumenti. Quanto vedono imitano, e solo manca loro idea per inventare<br />

» . Esta nota es tomada del libro raro titulado Relazione inedita della cittá di Quito nel Perú di Gian<br />

Domenico Coleti-Tipi di Basilio Baseggio . MDCCCXLIX , en el cual hay muchas cosas que nos<br />

parece transcripción del libro de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. In Quito, as well as in all the principal<br />

cities of Perú, the mestizos are distinguished by their fondness for the fine arts, which they cultivate<br />

with an uncommon degree of success. Although, in the prosecution of their studies, they are denied<br />

the advantage of the models which are elsewhere deemed so essential to improvement, many of their<br />

productions, both in painting and sculpture, have excited the admiration of the virtuosi of Europe. A<br />

mestizo profissing a liberal art, and accompanied by his young pupil, is represented in Plate XVIII.<br />

Del libro The present state of Peru . ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

los únicos edificios coloniales dignos de un estudio serio. Las casas particulares y los demás edificios<br />

civiles públicos que aún se conservan son tan pocos y tan insignificantes que no merecen atención.<br />

Los frailes mismos trajeron consigo algunos arquitectos que fueron los constructores, no sólo de<br />

nuestros templos sino aún de las casas, y sus reparadores, cuando los terremotos las destruían. Algunos<br />

de esos arquitectos dejaron discípulos dentro del mismo convento, entre sus hermanos de religión 17 .<br />

Es así como se formó el hermano Antonio Rodríguez, quiteño, que construyó el templo de Santa Clara,<br />

de un sobrio y puro estilo romano. Pero, en general, los arquitectos españoles dejaron muy pocos<br />

discípulos. Y ello se explica. La arquitectura es un arte que requiere especial disciplina y conocimiento<br />

concretos perfectamente claros, que no se los adquiere sino mediante estudios serios y metódicos de<br />

matemáticas y dibujo.<br />

Muchos de nuestros artistas pintores se dedicaron al estudio teórico de la arquitectura; Samaniego,<br />

Bernardo Rodríguez -éste principalmente- fueron grandes conocedores del arte arquitectónico, de la<br />

perspectiva y teoría de la sombra; pero no fueron constructores. Las casas eran hechas, como hasta<br />

ahora, por albañiles que, si sabían las reglas empíricas de la construcción, carecían en absoluto de<br />

conocimientos arquitectónicos. De ahí esa uniformidad de tipos y esa pobreza artística de la antigua<br />

casa quiteña que casi no ha variado hasta hoy en que, merced a arquitectos extranjeros o nacionales,<br />

ya formados en una verdadera escuela de dibujo e ingeniería civil, se ha mejorado algún tanto el tipo<br />

de nuestros edificios.<br />

Las artes menores fueron también muy cultivadas en tiempo de la Colonia. La orfebrería, tapicería,<br />

ebanistería, la locería, la vidriería adquirieron gran auge. Se hacían primorosos trabajos en oro, plata y<br />

bronce, verdaderas obras de arte que aun se conservan principalmente en nuestras iglesias y conventos.<br />

Los tejidos en seda y oro son maravillosos, lo mismo que las tapicerías que se trabajaban en los<br />

OBRIDORES. En San Francisco se conservan admirablemente ornamentos de brocados tejidos para<br />

el culto por las monjas de los siglos XVII y XVIII, que son verdaderas obras de arte. Quito, Cuzco y<br />

Lima anduvieron a la cabeza en la industria de tejidos de seda y oro.<br />

17 «No hubo trabajos manuales, por penosos que fuesen, a los que no se entregasen los jesuitas<br />

con la más noble solicitud a fin de instruir a los naturales, ejerciendo en sus misiones los oficios de<br />

arquitecto, de albañil, de carpintero, pintor, tornero, herrero, cerrajero, sastre, zapatero, y finalmente<br />

la profesión de todas las artes mecánicas». P. Cappa, ob. cit. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Hablando de este arte dice el padre Velasco: «Los tejidos de diversas especies, los bordados que<br />

compiten con los de Génova, los encajes finísimos, las franjas de oro y plata de que un tiempo tuvo<br />

la ciudad (Quito) fábrica como las mejores de Milán etc» .<br />

Y no se diga que eran los Españoles los que cultivaban estas artes; pues es sabida la ociosidad de<br />

ellos en cuanto venían a la Colonia. Creían que el trabajo del arte era denigrante y contra la nobleza<br />

e hidalguía que ellos tanto alardeaban dejando la práctica del arte y de los oficios a sólo los indios<br />

y mestizos. ¡Cuántas cédulas tuvo que dictar el Rey de España para declarar que las artes y oficios<br />

son honestos y honrados, y que su uso no envilece a la, familia ni a la persona que los ejerce, ni les<br />

incapacita para empleos públicos, ni les perjudica en sus prerrogativas de hidalgos y nobles!<br />

La orfebrería en la Colonia ocupó un lugar preferente: ya por el lujo de sus moradores españoles<br />

o indígenas- ya por la abundancia de oro y plata que existía en sus dominios. Añádase a esto<br />

la innata habilidad de los orfebres, heredada sin duda alguna de los aborígenes americanos, y<br />

el conocimiento que tenían de los más pequeños secretos de las aleaciones de los metales y su<br />

laminación, y no se dudará de que fueron trabajadas por los mestizos e indios americanos, tantas<br />

maravillosas obras de plata como vemos en las iglesias y conventos, lo mismo que entre los recuerdos<br />

que algunas familias conservan entre las mejores joyas de sus antepasados. Custodias, vasos sagrados,<br />

potencias, coronas, cetros, marcos, mariolas, andas, frontales, blandones, lámparas, adornos de toda<br />

clase, ánforas, jarrones, anillos, pendientes, pulseras, brazaletes, zahumadores, braceros, cadenas y<br />

preciosas figurillas, ya macizas, ya de exquisita filigrana, trabajaban en cantidad y con facilidad<br />

asombrosa los mestizos e indios de la Colonia. Los artífices ecuatorianos han hecho primores. «Tienen<br />

particularísimo talento, dice el padre Velasco, acompañado de natural inclinación, y ayudado de<br />

grande constancia para aplicarse a las cosas más arduas que necesitan de ingenio, atención y estudio...:<br />

las obras de fundición, de martillo, de cincel y de buril, toda clase de manufacturas, adornos y<br />

curiosidades... han llenado los reinos americanos, y se han visto con admiración en Europa» .<br />

Otro tanto podemos decir del arte de la medalla ya que en Quito y en Lima se fabricaron<br />

muchas veces no sólo monedas, sino medallas que eran distribuidas en las grandes solemnidades<br />

para conmemoración de ellas o como premio en las Universidades. «Desde los días mismos de la<br />

conquista hasta los de la independencia, dice el padre Cappa los trabajos de orfebrería y los de platería<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

especialmente, no sólo abundaron en todo el virreinato del Perú, excepción hecha de la gobernación de<br />

Buenos Aires, sino que los hubo de delicadeza y gusto. Las medallas acuñadas en diversas y remotas<br />

fechas y la variedad de aplicaciones que se daba a la plata, tenían que hacer por necesidad inventores,<br />

a los que en esta arte se ocupaban» 18 .<br />

Merecen también mencionarse al tratar de la escultura en madera, los admirables tallados que<br />

hicieron los indios mestizos quiteños en retablos, sillerías y techados de cedro primorosamente<br />

labrados para nuestras iglesias.<br />

Ya por los años de 1610 se admiraba la habilidad de los indios de Quero, mitimaes incas, a quienes<br />

se les llamaba por apodo carpinteros. A ellos se debe gran parte de las cajas, escritorios con taraceas<br />

o embutidos de madera de colores diversos y labores de primoroso gusto y escribanías de asiento que<br />

aún son el encanto y admiración de todos.<br />

En algunas otras poblaciones pertenecientes a la antigua presidencia de Quito, trabajábase también<br />

utensilios de madera pintada y realzada con un barniz que sacaban de cierta resina que aplicaban en<br />

los objetos mediante la acción del fuego.<br />

En la alfarería aún se conserva tradicionalmente el arte en varias poblaciones de Latacunga, célebres<br />

desde la Colonia. Pujilí e Isinliví continúan botando al mercado miles de objetos de barro vidriado,<br />

algunos de los cuales son verdaderas obras de arte ingenuo y delicado. Muñecos y animales son los<br />

asuntos preferidos de aquellos alfareros que la tradición les obliga a trabajar necesariamente una vez<br />

al año, para sacar esas figuras al mercado ecuatoriano en el mes de los difuntos, noviembre. En Rusia<br />

aún subsiste el arte de una alfarería análoga, y por un álbum ilustrado a colores que poseemos, hemos<br />

podido establecer comparaciones entre unos y otros objetos, llegando a la conclusión que los del<br />

Ecuador nada ceden en valor artístico a los de Rusia.<br />

Ha favorecido en gran parte a esta simpática arte, la existencia en el Ecuador de barros y gredas<br />

finos y de diversos colores. De ahí sin duda que Cuenca, a semejanza de varias ciudades de México,<br />

poseyó fábricas de loza fina en las que, sin duda fueron hechos esas primorosas figuras de nacimiento<br />

que aún se conservan en nuestras iglesias y conventos y hasta en casas particulares. En esas mismas<br />

fábricas se debieron hacer no pocos de los azulejos ordinarios y medianos que se utilizaron en los<br />

pavimentos y paredes de los edificios coloniales. Ya tendremos ocasión de reproducir modelos de<br />

18 P. Cappa, ob. cit. , VIII, pág. , 127. ( N. del A. )<br />

58


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

estos y de las figuras de loza cuencanas para demostrar la notable calidad que había adquirido en la<br />

Audiencia de Quito, las artes menores.<br />

Para concluir este capítulo cuyo contenido es la tesis que hemos de desarrollar y probar en el curso<br />

de los demás que vamos a dedicar a la indagación de los hechos históricos del arte en el Ecuador,<br />

apuntemos también el dato de haberse en nuestra patria cultivado entre las primeras de América el<br />

arte del grabado litográfico, casi a raíz de su descubrimiento y propagación en las naciones europeas,<br />

y tanto que dedicaremos una parte de nuestro trabajo a hacer conocer los adelantos que en ese ramo<br />

del arte adquirieron los ecuatorianos que a su estudio y cultivo se dedicaron.<br />

59


III<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Conocido es el papel que en el desarrollo de las artes plásticas han jugado las órdenes religiosas. En<br />

las épocas bárbaras, ellas salvaron las artes de ser aniquiladas por el salvajismo de las hordas invasoras<br />

que desterraron a sangre y fuego todo principio de civilización en Europa. Donde quiera que hubo<br />

monjes, el arte realizó obras, se practicó la pintura, floreció la escultura y se levantaron edificios que<br />

causan admiración y encanto a las modernas generaciones.<br />

Atraen esas obras, no sólo por su hermosura y grandiosidad sino por el carácter de impersonalidad<br />

que tienen. Sus obreros no las trabajaron por llevarse o adquirir fama. Humildes servidores de la<br />

religión y el arte, ocultaron sus nombres, porque juzgaron inútil estamparlos en obras que eran<br />

la resultante del esfuerzo de muchos. En aquellos tiempos no presidía el egoísmo que hoy tanto<br />

priva en la ejecución de las obras humanas: se trabajaba por un ideal, sin otra recompensa que la<br />

satisfacción del alma por haberlas realizado con la perfección con que se las había concebido. Puédese,<br />

por consiguiente afirmar que las obras de aquellas épocas tienen el doble carácter de impersonal y<br />

colectivo.<br />

Mas aún, el arte adquirió modelos comunes que le comunicaron a poca costa cierto cosmopolitismo.<br />

Arte cristiano se llamaba entonces a la poesía, pintura, escultura y arquitectura, del siglo XIII, sin las<br />

adjetivaciones que le señalaban los lugares o países de los cuales procedían las diversas obras. Fue<br />

así como los cistercienses, por ejemplo, tomaron como patrón para sus construcciones el arte ojival<br />

y lo difundieron en Europa. No hay que admirar esto si se tiene en cuenta el poder que representaba<br />

entonces ese enorme enjambre de órdenes religiosas, cuya autoridad era capaz de disciplinar al mundo<br />

e imponerle ideales de arte.<br />

Desde el siglo XI, puédese decir que los monjes emprendieron la cruzada de cubrir Europa con<br />

monumentos arquitectónicos religiosos, distinguiéndose su actividad en los siglos XIV, XV, XVI, y<br />

XVII, durante los cuales levantaron en toda Europa un enorme acervo de obras de arte.<br />

No es, pues, de admirar que emprendida la conquista de América, después del descubrimiento<br />

de Colón, precisamente en momentos en que la autoridad eclesiástica estaba en pleno período de<br />

construcciones de iglesias en Europa, se hubiere extendido esa fiebre constructiva al nuevo continente.<br />

Basta decir que sólo la ciudad de México llegó a tener 300 iglesias, que era lo mismo que una iglesia<br />

por cada 800 habitantes!<br />

60


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

El 28 de agosto de 1534, el mariscal don Diego de Almagro fundaba la Villa de San Francisco de<br />

Quito; el 6 de diciembre del mismo año, entraba a la nueva ciudad el gobernador nombrado, Sebastián<br />

de Benalcázar, instalaba el Cabildo que nombraba autoridades y procedía a distribuir los solares a los<br />

vecinos que en ella se iban a establecer y construir iglesias y monasterios.<br />

Los frailes franciscanos fueron los primeros que se establecieron en Quito, pues Francisco Marcos<br />

de Niza que se encontraba en México desde 1531, pasó a la conquista del Perú y acompañó a<br />

Benalcázar, primero desde Nicaragua, cuando venía trayéndole auxilios a Pizarro, y después en su<br />

entrada a Quito, cuando vino a esta ciudad como gobernador.<br />

El padre Niza, varón de grandes virtudes y sacerdote esclarecido, debió pues ser muy respetado<br />

y considerado por los españoles. A influjo de él, así como de los tres primeros padres enviados por<br />

el comisario de México, Francisco Juan de Granada, se debe sin duda alguna el que hubieren sido<br />

atendidos por Benalcázar tan bien que a los pocos días de delineada la ciudad se les adjudicaba un<br />

solar para que los hijos de San Francisco edificaran su templo y su convento. Respecto de la fecha<br />

en que este se fundó nada se sabe de fijo.<br />

También entraron por Puerto Viejo, dice Córdova y Salinas, el Reverendo Padre Fray Jodoco Ricke,<br />

verdadero hijo de San Francisco, con sus compañeros, y aunque no sabemos el año fijo, consta que<br />

fundó el convento de Quito, el de 1534 19 .<br />

Igual afirmación la hacen Sedulio, Wading, cuya crónica franciscana arranca desde el año 1208 20<br />

, Torrubia 21 , Fray Juan de San Antonio 22 , Gonzaga 23 , Haroldo 24 y otros cronistas. Y en apoyo<br />

19 Crónica franciscana de las provincias del Perú , Libro 1º., cap. XIV, pág. 97. ( N. del A. )<br />

20 Epitome annalium ordinis mironum, Sectio secunda, Romae, ex Tgpographi Nicolai Angeli<br />

Tinassij , MDCLXII, pág. 961, número 4. ( N. del A. )<br />

21 Chronica de la Serahpica Religión del Glorioso Patriarca San Francisco de Assis por fray Joseph<br />

Torrubia. ( N. del A. )<br />

22 Encyclopedia, Author fray Joannis a San Antonio, Salmantino. Tomus secundus matriti, ex<br />

typograhpia causæ V. Mattis de Agreda, anno 1732, Nº. 6. ( N. del A. )<br />

23 De origine seraphicæ religionis franciscanas ejusque progressibus, Quarta pars, Romae, ex<br />

typographia dominicæ basœ, MDLXXXVII, pag. 1322. ( N. del A. )<br />

24 Epitome annalium ordinis minorum, Sectio 2ª, anno Christi 1634, pag. 961. ( N. del A. )<br />

61


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de esta tesis hay la carta de fray Jodoco Ricke al guardián de Gante, dirigida desde Quito, el 12 de<br />

enero de 1556 que principia por estas palabras: « Noscat tus reverentia, me resedisse in civitate divi<br />

Patris nostri Francisci viginte duobus annis » .<br />

Sin embargo González Suárez en el tomo primero de su Historia Eclesiástica del Ecuador dice<br />

que el convento de San Francisco de Quito fue fundado el 25 de enero de 1535 bajo la advocación de<br />

San Pablo, porque ese día celebra la Iglesia la conversión de aquel glorioso Apóstol.<br />

Sea de ello lo que fuese, es cierto que el convento de San Francisco es el más antiguo en el Ecuador<br />

y lo fundaron los padres fray Jodoco Ricke, fray Pedro Gosseal y fray Pedro Rodeñas. Benalcázar<br />

y el Cabildo dieron a los padres el sitio mejor de la ciudad, a designación del padre Jodoco 25 . Los<br />

primeros conquistadores dieron muy cuantiosas limosnas para la fábrica, a insinuación de Pizarro que<br />

deseaba que el convento y templo de San Francisco fueran los más hermosos que tuviera Quito 26 . Así<br />

lo hicieron en efecto. Pocos templos habrá mejores en toda América que el de San Francisco de Quito.<br />

El sitio señalado -una vez que fue delineada la plaza de San Francisco- fue uno de los solares en<br />

que se dividió la propiedad de Huayna-Cápac, sitio que más tarde fue agrandado cuando, en 1536,<br />

a petición del mismo fray Jodoco al Cabildo, éste le hizo donación de otros solares para ensanchar<br />

su convento 27 .<br />

Pero los conquistadores hicieron algo más: le señalaron indios para la construcción del Monasterio.<br />

«Delinearon los conquistadores, dice González Suárez, una de las plazas de la ciudad delante del<br />

convento y le señalaron indios para que se ocuparan en la construcción de la nueva fábrica. Ésta, al<br />

principio, fue una choza humilde a uno de los extremos de la plaza: los padres construyeron primero<br />

su iglesia, sencilla y pobre, en el punto en donde ahora está el templo de San Buenaventura, pues la<br />

iglesia grande y el convento tardaron más de un siglo en terminarse» 28 .<br />

Por algunas fechas que existen en las paredes del convento y en las lápidas mortuorias que en el<br />

mismo y en la iglesia se encuentran, puede apreciarse el tiempo que tardó la construcción del templo y<br />

monasterio franciscanos. «Existe, dice el padre Compte, una inscripción en el grueso pilar de sillares<br />

25 Pablo Herrera, Apuntes para la Historia de Quito . cap. 3.º, pág. 50. ( N. del A. )<br />

26 Gonzaga, obr. cit , pág. 1322. ( N. del A. )<br />

27 Véase el Libro Verde, es decir el Libro primero del Cabildo de Quito. ( N. del A. )<br />

28 Historia eclesiástica del Ecuador , Tomo primero, capítulo 60, pág. 108. ( N. del A. )<br />

62


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

que sostiene los dos arcos o portadas que conducen a la portería del convento, y dice así: Acabose<br />

a 4 de octubre de 1605 . El edificio que era antes enfermería se construyó por los años de 1641.<br />

El segundo claustro, consecutivo al principal, se empezó a edificar en 5 de febrero de 1619, siendo<br />

provincial el padre fray Fernando de Cozar. El edificio contiguo a este claustro y que cae hacia el<br />

convento de la Merced, edificio que hoy está convertido en oficinas de la municipalidad y en cárcel<br />

29 , se acabó a 20 de agosto de 1650. Así consta de los papeles de nuestro archivo» 30 .<br />

En las piedras tumbales y varias lápidas que hemos podido descifrar y catalogar en nuestra<br />

Epigrafía Quiteña , en el templo y convento de San Francisco, encontramos fechas interesantes<br />

para demostrar la época aproximada de la conclusión del templo, fechas como 1633 y 1635 que<br />

corresponden a capillas y retablos que costearon las personas cuyas cenizas se guardan junto a ellos.<br />

La capilla del comulgatorio fue hecha por Rodrigo de Salazar, (a) el Corcovado, célebre en nuestra<br />

historia colonial por el asesinato de Pedro de Puelles. Así lo demostraba una antigua inscripción que<br />

existía hasta hace algún tiempo y que decía: «Capilla de la Señora Santa Marta que la hizo el Magnifico<br />

Señor Rodrigo de Salazar; con indulgencias por el Señor Gregorio Décimo» .<br />

Rodrigo de Salazar, como se sabe, es de los primeros pobladores de Quito. Si, pues, alcanzó a<br />

levantar esa hermosa capilla, es porque la edificación del templo se hizo relativamente con bastante<br />

rapidez. Esta circunstancia y el hecho de que ya en 1582, 1608, 1610 se daba sepultura en el convento<br />

y templo de San Francisco a los devotos y favorecedores de los religiosos, prueban que a fines del siglo<br />

XVI, la fábrica del monasterio de San Francisco se hallaba muy avanzada, de modo que la obra sin<br />

temor de equivocarnos, podemos decir que corresponde al siglo XVI, y no como lo quiere González<br />

Suárez, al siglo XVII 31 . Aun más, si la fábrica comenzó en 1535, bien pudo hallarse terminada gran<br />

parte de la iglesia a fines del siglo, es decir, en el espacio de 65 años de trabajo, pues es de suponer<br />

que el fervor religioso hiciera que se prestara más atención a la casa de Dios que a la habitación de<br />

los frailes. No hay razón para creer que la fecha de 20 de agosto de 1650 en que se acabó el tramo<br />

del convento que hoy tiene la Policía, marque también una época para los trabajos de la iglesia. Para<br />

29 Hoy esta allí el cuartel de Policía Nacional. ( N. del A. )<br />

30 Fr. Francisco María Compte, Defensa del P. Fr. Jodoco Ricke , Quito 1882, págs. 50 y 51. ( N.<br />

del A. )<br />

31 Historia general de la República del Ecuador , Tomo VII. ( N. del A. )<br />

63


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

nosotros la iglesia de San Francisco fue construida casi íntegramente en el siglo XVI. Si quedó algo<br />

para ser ejecutada en los primeros años del XVII, fue muy poco.<br />

Débese tener en cuenta en apoyo de nuestra hipótesis que en 1553 fray Jodoco Ricke entregaba la<br />

custodia del convento al padre fray Francisco de Morales con la obra del templo y del convento muy<br />

adelantada, y que para proseguir los trabajos con mayor eficacia, el año 1548, el emperador Carlos V,<br />

expidió órdenes terminantes a las autoridades del Perú para que los templos y monasterios de estos<br />

reinos, especialmente de la Orden de San Francisco, se hagan a costa de su majestad, y que ayuden<br />

a la obra y edificio dellos los Indios de los tales pueblos . Es sabido cómo se interesó Carlos V en<br />

la construcción del monasterio franciscano de Quito. Refiérese que una tarde se hallaba en su palacio<br />

mirando hacia el horizonte como quien divisa la aparición de algo que espera, y como uno de sus<br />

cortesanos le preguntara qué cosa era lo que con tanta atención miraba, contestó: «Veo si asoman ya<br />

las torres de la iglesia de San Francisco de Quito. Se ha gastado tanto dinero en construirla que ya debe<br />

llegar al cielo» . En efecto, mucho se debió gastar en la fábrica del templo; pero si lo hubiera visto<br />

Carlos V, habría dado por bien empleados los dineros reales que levantaron uno de los más hermosos<br />

y magníficos templos de la cristiandad en América.<br />

Hemos registrado todas las descripciones que se han escrito en las antiguas crónicas de la Orden<br />

franciscana acerca del monasterio de Quito, hemos leído las que han hecho muchos viajeros que han<br />

visitado este magnífico monumento que la piedad de los primeros españoles levantó en las faldas<br />

del Pichincha y de buena gana transcribiéramos muchas de ellas seguros de no cansar a los que nos<br />

leyeren 32 .<br />

32 En su Relazione inedita della cittá di Quito , (Basano MDCCCXLIX) dice el Padre Coleti S.<br />

J. lo siguiente al hablar de las iglesias de Quito: « Quella di San Francesco e bella per la facciata, e<br />

scalinata della Chiesa: opera di buona archittetura, de lavoro massiccio, essendo tutta di pietre dure,<br />

e ben travagliate appaga la vista, é puo dirsi la miglorie facciata, che v' abbia in tutta l'America<br />

» . -Y Jorge Juan y Antonio de Ulloa, en su Viaje a la América Meridional , primera parte, tomo I<br />

(Madrid, MDCCXLVIII), dice: «625.- Además de la plaza principal hay otras dos muy, capaces, y<br />

varias pequeñas, haciendo vecindad a los conventos de religiosos o monjas; y hermoseadas con las<br />

arquitecturas de sus frontispicios y portadas; en los que se particulariza el de San Francisco , que<br />

siendo todo de piedra de cantería, pueden sus bien distribuidas proporciones; la hermosura de toda la<br />

obra; y su invención tener lugar entre las celebradas de Europa , haciéndose allí de mayor estimación<br />

por lo excesivo de su costo» . -No son menos dignos de transcribirse les conceptos del P. Compte<br />

64


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Reproducimos únicamente la preciosa descripción que hace Córdova y Salinas, por ser interesante<br />

conocer lo que fue en su principio aquella portentosa fábrica, ya que mucho se ha destruido de ella<br />

desde el año 1651 en que se editó la Crónica de ese célebre analista. Dice así:<br />

El edificio de su Iglesia, como es objeto de la vista, por mucho que se diga, quedará corta la pluma.<br />

Su fábrica se dilata hermosa en tres naves, tan desahogadas las capillas, que se les puede leer de lexos<br />

el adorno, sin fatigar la vista. La nave del medio es muy alta, cubierta de laso mosaico de incorruptible<br />

en la obra Varones ilustres de la Orden Seráfica en el Ecuador , que tanto nos ha servido en este<br />

trabajo. «Verdaderamente, dice, esta iglesia puede competir con las más notables de Europa. No, no<br />

es posible epilogar su grandeza y magnificencia» . -La división de los primeros conquistadores, dice<br />

nuestro historiador González Suárez, heredaron sus descendientes; y ahí está para orgullo y gloria<br />

de Quito y para testimonio de la generosa piedad de nuestros mayores, ahí está, elevado sobre un<br />

magnífico atrio de piedras sillares, el suntuoso Monasterio de los pobres hijos de San Francisco. ( Hist.<br />

ecles. del Ecuador. Tomo 1.º, cap. VI, pág. 107). -Je ne crois pas qui il existe nulle part de couvent<br />

plus spacieux que celui de San Francisco... Les couvents de Santo Domingo, de San Augustin et de<br />

la Merced sont construits en pierres et en briques, et sont loin d'égaler celui de San Francisco en<br />

magnificence. Lafond, Voyages dans l'Amérique Espagnole, Paris 1844. -Nada más grandioso ni más<br />

sorprendente que el templo de San Francisco: la portada artística de piedras pulidas y primorosamente<br />

labradas, las enormes columnas de granito, que reposan sobre bases bien calculadas para darles realce<br />

y suntuosidad; el friso tendido con maestría, la cinceladura de las piedras, la austera sobriedad de<br />

los adornos, la enorme altura, todo contribuye a hacer de esa portada un monumento arquitectónico<br />

de primer orden... Para realzar esa obra y para dar a la gran portada, una base proporcionada a sus<br />

gigantescas dimensiones, se ha construida de propósito el atrio espacioso, verdadera maravilla del<br />

arte y adorno, del cual, con razón, se manifiesta ufana la ciudad de Quito. La grada en anfiteatro,<br />

con esas curvas entrantes y salientes, construidas con tanto artificio para dar curiosidad a los que<br />

suben, y recrear el ánimo con el contraste: las bóvedas de una solidez asombrosa, las proporciones del<br />

antepecho, el plano de inclinación de la grada llamada larga, los adornos y las labores de las piedras,<br />

dan a conocer, que ese gran monumento fue edificado por artistas, que conocían no sólo las reglas<br />

del arte de construcción, sino también los secretos de los contrastes y los primores de la belleza en la<br />

ejecución. -El templo de San Francisco, con su portada y su atrio, son la gloria de las artes en la época<br />

colonial. (González Suárez, Hist. General de la República del Ecuador , Quito 1903, tomo séptimo,<br />

págs. 128 y 129). ( N. del A. )<br />

65


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

cedro, a manera de bóveda hecha un ascua de oro. La Iglesia corre de follage, labrado en cedro con<br />

ocho retablos dorados en sus pilares que la ciñen en redondo. Las capillas por banda añaden belleza sus<br />

bóvedas, guarnecidas con moldaras de ladrillo, que rematan en las claues con claraboyas, o linternas,<br />

por donde introducida la luz entra a ilustrar los retablos dorados, que con primoroso arte las adornan.<br />

El crucero que se estima por de mejor garbo de cuantos el Perú contiene, es de quatro arcos torales,<br />

fabricados sobre cuatro pilares, la cubierta del mesmo lazo que la Iglesia. Cíñenle al rededor muchos<br />

santos de media talla sobre curiosas molduras. Acompáñanle por los lados, dos grandes capillas, la<br />

vna en que se venera, y admira vn riquísimo relicario de innumerables reliquias; tiene un sobrealtar<br />

eminente, redondo, con vna media naranja labrada de cal, y ladrillo, y en la claue vna claraboya<br />

hermosísima para la luz en figura de farol muy luciente. El retablo del altar mayor poblado de estatuas,<br />

a imitación del Panteón de Roma, da vuelta toda la capilla mayor en redondo, todo de cedro; obra<br />

superior por la valentía del arte, y escultura con que le labraron escojidos artífices. Las demás capillas,<br />

y altares, que tiene el Convento repartidos por su Iglesia, portería y claustro, no es posible en tan breve<br />

borrón pintarlos, solo el de la portería, en que de ordinario se dize Misa, siendo muy bien labrado el<br />

retablo, la acompañan cincuenta y quatro lienzos de pintura al olio; la cubierta toda dorada poblada<br />

de pinturas de santos, se retrata una gloria. Tiene su Sacristía ricos ornamentos, y plata labrada, para<br />

su servicio, y una bóveda, que para su entierro daua el Licenciado Carauajal, Abogado de la Real<br />

Audiencia, diez mil pesos de a ocho reales, y no vino en ello el Convento.<br />

Adornan el coro ochenta y vna sillas de cedro, los espaldares de curiosas labores acompañadas<br />

de columnas jónicas; ostenta cada silla peregrina en su adorno vn santo de media talla, Ángeles y<br />

Vírgines, todos vestidos de oro, que siendo los más bien obrados del Reyno se llevan los ojos de todos.<br />

Lo que resta hasta el techo ocupan valientes pinturas, historias de los hechos de San Pedro, y San<br />

Pablo, guarnecidas de columnas, y molduras de cedro doradas. Salen del coro a la Iglesia dos tribunas<br />

iguales de laso doradas, que sustentan dos órganos, siendo el vno de madera, peregrino en la labor,<br />

mesturas y vozes; ocupan diez y seys castillos sus cañones, que siendo innumerables, el mayor de<br />

ellos tiene diez y ocho palmos de largo, y cuatro de hueco. La suavidad de sus vozes quando se tapien,<br />

su variedad, y dulzura arebatan el espíritu a la gloria, para alabar a Dios, que escojió por instrumento<br />

de tan maravillosa obra a un Frayle Menor, que en su vida abía hecho otro órgano.<br />

La sacristía, ante sacristía y oficinas de su seruicio, en nada desdizen de lo suntuoso del Templo.<br />

La principal, hermosa, y grande, podía seruir de iglesia. Es de dos bobedas, la vna de medio punto, y<br />

la otra de media naranja, guarnecida de molduras de ladrillo, con cinco linternas de luz. Los caxones<br />

66


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

que coronan todo su espacio, son de nogal embutidos de cedro, y naranjo, que añadiendo belleza,<br />

guardan muchos, y ricos ornamentos.<br />

Los claustros del Convento son cuatro, el principal está fundado sobre ciento y quatro columnas<br />

de orde dórica, todas de cantería. El segundo, carga sobre cuarenta y cuatro pilares, de cal y canto. El<br />

tercero sobre pilares de piedra, y los altos de cal, y ladrillo. Y el Quarto (que está aora en obra) con<br />

muchas, y buenas celdas. En medio del claustro principal está una hermosísima pila de piedra mármol<br />

blanco, con tres bellas copas, con tanta copia de agua, que arroja vn penacho de siete quartas en alto....<br />

Este claustro está adornado con cincuenta y cuatro lienzos de pintura Romana de la vida de nuestro<br />

Padre san Francisco, guarnecida de pedestales, columnas, y cornijas doradas, y en cada ángulo vn<br />

curioso altar con sus retablos, y saquizamies dorados.<br />

Tiene dos escaleras de piedra, cubiertas la una de bobeda, y la otra de una media naranja por extremo<br />

vistosa, vestidas las paredes de hermosísimos lienzos. En este claustro están las Aulas de Artes, y<br />

Theología, y un grandísimo tesoro, que es la librería de innumerables y curiosos libros, que ocupa más<br />

de medio lienzo del claustro. Vn de profundis muy capaz, en la cubierta de artesones, y molduras<br />

doradas, adornado de treinta retablos de Apóstoles, Vírgines, y Confesores. El refetorio, enfermería,<br />

y demás oficinas, no son inferiores a las referidas. Tienen dos huertas grandes la casa, o dos paraysos,<br />

y todo el Convento ocupa ocho cuadras en circuito, edificado de cal y canto. Y por que nada le faltase<br />

tiene el Convento seys pilas de agua cristalina, que viene encañada una legua desde su nacimiento por<br />

una cuenca muy profunda, y pasa sobre alcantarillas de cal, y ladrillo. Obra que intentó el poderoso<br />

Inga, y desistió por la dificultad, y la consiguieron los Religiosos de nuestro Padre S. Francisco... 33<br />

***<br />

¿Quién edificó el convento y la iglesia de San Francisco? Fue Fray Jodoco el que con su apostólico<br />

celo religioso comenzó los trabajos de tan soberbia fábrica. De ello no nos cabe la menor duda, ya que<br />

él mismo lo dice en la declaración que bajo juramento presentó ante los oficiales de la Real hacienda<br />

33 Córdova y Salinas, Coronica de la religiosísima provincia de los doce apóstoles del Perú , Lima,<br />

año de 1651, libro VI, cap. IX, págs. 582 y 553. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de Su Majestad, cuando fue ante ellos a reclamar el vino, el aceite, las campanas, el cáliz y la patena<br />

que Carlos V ordenó se diera al monasterio de Franciscanos de Quito el 21 de noviembre de 1552.<br />

«... e fue el que la comenzó a edificar» , dice el aludido documento 34 .<br />

Pero en cuanto a la persona del arquitecto que hizo los planos de obra tan hermosa, nada se sabe.<br />

Ningún documento existe al respecto que hasta ahora se hubiese descubierto en el que conste al<br />

menos si esos planos fueron enviados directamente de España o de México. Porque dada la alta<br />

estimación que profesaron a fray Jodoco los emperadores Carlos V y Felipe II, y que la supieron<br />

demostrar con excepcionales favores y mercedes, hasta haber esto ocasionado la leyenda de que<br />

fuese aquel santo religioso hijo natural del propio Carlos V, nada más lógico que hiciese éste en el<br />

monasterio de San Francisco de Quito, lo mismo que hizo Felipe III con los planos de la catedral de<br />

México 35 ordenar que arquitectos españoles levantasen los planos, de aquel templo para enviarles<br />

a Quito.<br />

34 Después de lo susodicho, en la dicha ciudad del Quito, diez y siete días del mes de Abril de<br />

mil e quinientos y cincuenta y tres años, los Señores Lázaro Fonte, Contador, e Carlos de Salazar,<br />

Tesorero, e Bonifaz de Herrera, Veedor, Oficiales de su magt. , de esta ciudad recibieron juramento<br />

en forma de Derecho de el P. Fr. Jodoco de la dicha Orden de San Francisco e siendo preguntado, dijo<br />

y declaró so cargo del dicho juramento lo siguiente: «El dicho Padre Fray Jodoco habiendo jurado e<br />

siendo preguntado por el tenor de la dicha provisión acerca de no averse otra vez dado la campana e<br />

cáliz que en la provisión dice, dijo que este testigo ha residido en la casa e monasterio del Señor Sant<br />

Francisco de esta ciudad desde diez y ocho años a esta parte que se avía comenzado a fundar, y que<br />

no sabe ni ha entendido que su magt. ni de su real hacienda se aya dado hasta agora campana ni cáliz<br />

alguno e que tiene por cierto que si se uviera dado, este testigo lo oviera visto i sabido porque todo<br />

lo más del dicho tiempo ha residido en la dicha casa e fue el que la mandó edificar, e que esta es la<br />

verdad. E firmolo, Fray Jodoco Rique guardián» . ( N. del A. )<br />

35 Sabido es que los primeros planos de la catedral de México, comenzada a edificar en 1573, los<br />

hizo Alfonso Pérez de Castañeda, maestro real de arquitectura, y los segundos, Juan Gómez de Mora,<br />

el mismo que hizo los de la catedral de Puebla. Felipe III, a cuyo conocimiento se sometiera los planos<br />

de Pérez de Castañeda, encargó a su arquitecto Gómez de Mora, la ejecución de otros nuevos que<br />

fueron remitidos al Virrey con la cédula del 21 de mayo de 1615, en la que le decía: «luego que la<br />

recibáis, procuréis juntar las personas pláticas e inteligentes que ahí hubiese en la arquitectura, para<br />

68


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Puédese también suponer que los planos no vinieron de tan lejos. No olvidemos que la Orden<br />

Franciscana de Quito dependió en sus primeros años de la provincia franciscana de los Ángeles de<br />

México, cuyo superior, el Padre Francisco Victoria fue quien envió a la fundación de conventos en<br />

estos reinos a fray Jodoco y sus dos compañeros: fray Pedro Goscal y fray Pedro Rodeñas. La natural<br />

comunicación que debió quedar establecida entre la comunidad de Quito y la de México, su inmediata<br />

superiora, bien pudo originar la petición del padre Jodoco al provincial de San Francisco de México,<br />

de que le fuesen enviados planos para edificar el convento y la iglesia de San Francisco de Quito.<br />

Hubo tantos arquitectos en México en aquel tiempo y se construyó tantas iglesias, unas según los<br />

planos dibujados por arquitectos españoles y otras según los hechos por mexicanos que aprendieron<br />

su arte de los españoles, que no es imposible que se hubiera recurrido a aquel virreinato en busca del<br />

modelo para la construcción de la hermosa fábrica de San Francisco de Quito. Además, la comunidad<br />

religiosa más constructora de todas las que fueron a Nueva España fue la del Seráfico de Asís, como<br />

que tuvo en su seno a fray Pedro de Gante, hijo de Carlos V, uno de los constructores del monasterio<br />

y la iglesia de San Francisco de México y de otras cien iglesias y capillas en aquel reino, y como que<br />

once años antes de la conquista y fundación de Quito, esa misma comunidad franciscana edificó en<br />

Tlaxcala el primer templo de México.<br />

Sólo que nos asalta una dificultad. ¿Quién mandó en este caso la planimetría y topografía del<br />

terreno en que debía edificarse ese monumento? Fijémonos el lugar en que hoy se levanta la portentosa<br />

fábrica; démonos cuenta de lo que fue ese lugar el año de 1534 por lo que las crónicas nos dicen y<br />

veremos cómo no podían hacerse aquellos planos que comprenden todo un problema constructivo,<br />

sin conocer personalmente o por medio de planos topográficos y planimétricos, el terreno por demás<br />

quebradizo y pendiente en que se trataba de edificar.<br />

Si, pues, se supone que pudieron venir los planos de la fábrica, de España o de México, es lógico<br />

suponer también que de aquí se mandaron los planos correspondientes topográficos y planimétricas<br />

del sitio que a fray Jodoco dieron Benalcázar en 1534 y el cabildo quiteño en 1536. Quienes delinearon<br />

la ciudad el año de su fundación ¿serían capaces de levantar estos planos? ¿No lo serían?<br />

Puédese, también, suponer perfectamente que vinieron de España arquitectos para la construcción<br />

del monasterio franciscano, arquitectos que conociendo prácticamente el terreno, supieron aprovechar<br />

de su inclinación, para el trazo y ejecución de aquella admirable grada y hermoso pretil, sobre el cual,<br />

que habiendo visto todo se elija la mejor traza». (P. Sariñana, Noticia breve de la solemne y deseada<br />

última dedicación del templo metropolitano de México ). ( N. del A. )<br />

69


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

se ostenta la artística y severa fachada de la iglesia. Fueron ellos los que abovedaron y abrieron en la<br />

roca, las celdas del claustro bajo del convento, claustro que, en su parte del frente, con el pretil y las<br />

habitaciones bajas de éste, se levantan también sobre bóvedas bien construidas, que soportan todavía<br />

intactas el enorme peso que reciben.<br />

Aún, se puede ir a un tercer supuesto: el de que bien pudieron ser hechos los planos de las principales<br />

construcciones en España o México y ejecutados aquí con los arquitectos que los españoles trajeron<br />

por orden del rey a la nueva colonia; los maravillosos detalles de la construcción arquitectónica<br />

del templo y del convento revelan a las claras, la intervención de verdaderos maestros, de artistas<br />

concienzudos, prolijos y de talento, capaces de distinguir el más pequeño e insignificante valor<br />

de cada línea de la masa arquitectónica, y aptos para dibujar y hacer ejecutar los alfarjes en las<br />

techumbres y artesonados, los almocárabes, ajaracas y almizcates en las paredes, motivos frecuentes<br />

en las composiciones ornamentales árabes y mudéjares, recordados en las paredes y artesonados de<br />

la iglesia.<br />

Es, pues, sensible no tener hasta ahora datos ciertos respecto a los autores del monasterio<br />

franciscano de Quito. Pero por otra parte, era cuestión de la época. «Durante la opulenta centuria<br />

en que floreció el arte del Renacimiento en España, dicen Arthur Byne y Mildred Stapley, no hubo<br />

Vasari alguno que recuerde los nombres y las obras de los hombres que enriquecieron su patria con el<br />

Estilo Plateresco . Los pocos escritores contemporáneos que hicieron mención de ellos no estuvieron<br />

dotados especialmente de la facultad crítica y cometieron por eso, muchas inexactitudes. Solamente<br />

en los varios archivos de las catedrales, pero siempre en medio de muchos errores, se hallaron los<br />

nombres de los trabajadores registrados con toda clase de datos: los constructores de los edificios<br />

civiles fueron en su mayor parte olvidados. Los edificios mismos, apenas si se conocieron fuera de<br />

su provincia» 36 .<br />

Si esto pasaba en España, qué mucho que en una pequeña colonia americana no se preocuparan<br />

de guardar el nombre de los artistas que edificaron sus preciosos templos, dignos por otra parte, de<br />

perpetuar la memoria de los que los fabricaron.<br />

Sólo en los últimos años del siglo XVIII, se ha advertido la aplicación de los investigadores<br />

españoles y extranjeros en este punto. Pons con su Viaje a España , Cean Bermúdez con su<br />

36 Arthur Byne and Mildred Stapley, Spanish Architecture of the Sexteenth Century , New York,<br />

1917. ( N. del A. )<br />

70


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España , Bosarte con su<br />

Viaje Artístico que no lo concluyó, Llaguno con sus Noticias de los arquitectos y arquitectura de<br />

España desde su restauración . La obra de estos cuatro escritores fue completada después por un<br />

crítico inglés, más amante de la arquitectura religiosa española, que los mismos españoles, George<br />

Street, y luego por don Vicente Lampérez en su Historia de la Arquitectura cristiana española en la<br />

Edad Media y el Conde de la Viñaza en su Diccionario.<br />

Verdad es que todos estos autores investigaron el período gótico; pero dieron el ejemplo a otros<br />

muchos, para que realizaran igual tarea en el Renacimiento.<br />

***<br />

Sin embargo se conserva el nombre de fray Antonio Rodríguez, natural de Quito, y gran arquitecto<br />

que floreció a mediados del siglo XVII, como autor que fue de una gran parte del convento y de otra<br />

joya de la arquitectura colonial: el templo de Santa Clara de Quito, del cual nos ocuparemos después<br />

37 . Mas como este artista profesó el 23 de octubre de 1633, en calidad de lego en manos del padre<br />

fray Agustín de Andrade, guardián en ese entonces del Convento Máximo de Quito, no es difícil el<br />

que hubiere podido contribuir con sus conocimientos artísticos a la obra de la iglesia, cuyo artesonado<br />

se concluyó en la segunda mitad del siglo XVIII, durante el gobierno provincial de fray Eugenio Díaz<br />

Carralero.<br />

De uno de los constructores de la iglesia de San Francisco, se conserva también noticia entre los<br />

papeles del archivo del convento. Una Memoria manuscrita de 1632 habla de George de la Cruz y<br />

su hijo Francisco que trabajaron en la construcción del templo, durante la primera época, es decir, la<br />

de fray Jodoco Ricke, durante más de veinte años; por cuyos servicios éste les dio, de acuerdo con el<br />

37 Se dice también que fue autor de los planos del monasterio de Santo Domingo. ( N. del A. )<br />

71


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

cabildo, unos terrenos de las canteras para arriba hacia Pichincha. En dicha Memoria se especifican<br />

algunas de las obras que aquellos obreros trabajaron. Por paga de la hechura de esta iglesia y capilla<br />

mayor y coro de San Francisco -dice-, porque el convento no tiene con qué pagarles . En efecto<br />

se les dio posesión legal de esos terrenos al dicho Jeorge de la Cruz, -añade- con beneplácito del<br />

Regimiento y Convento porque a todos, les tenían fechas muchas obras . Esta última frase indica a<br />

las claras, que Jeorge de la Cruz, que era cacique principal de los indios yanaconas, que servían al<br />

convento de San Francisco, había construido algunos edificios de particulares y tal vez del mismo<br />

Cabildo. Quién era Jeorge de la Cruz, lo dice la misma Memoria . He aquí sus palabras:<br />

Y preguntando a Jeorge de la Cruz de donde era natural, respondió que era de un pueblo grande<br />

llamado Guaclachirí del repartimiento de don Diego de Carvajal, y que este pueblo está en el camino<br />

Real una jornada de la cordillera de Pariacaca yendo al valle de Jauja, y al Cuzco y al Potosí, y que<br />

su amo don Diego le trajo a Lima donde aprendió a hacer casas de los españoles y como avía benido<br />

con un capitán y soldados que enviara la ciudad de Lima de socorro contra Gonzalo Pizarro que venía<br />

sobre esta ciudad de Quito, y como murió en la batalla el Viso-Rey y el capitán con quien avia venido<br />

y cómo se vino a este convento biéndose desamparado y sin amo, y como se concertó con el padre<br />

fray Jodoco prelado deste convento de San Francisco y como se le dio esta tierra por paga de su<br />

travajo y de su hijo don Francisco Morocho y se pusieron los linderos delta tierra por el arroyo o<br />

quebrada de las canteras; y dellas para arriva linda con tierras de don Francisco Auqui Inca; y por<br />

la parte de avajo linda con tierras de los yanaconas; y por lo alto linda con la chamba del depósito<br />

antiguo. Todo lo dicho decía en los títulos y posesión se la dio por el escrivano do cavildo, como<br />

dicho es, originalmente.<br />

Y agora doze o trece años poco más o menos, siendo provincial el padre fray Jerónimo Tamayo,<br />

consertó a don Francisco Morocho en esta ciudad de Quito para que fuese al convento de San Francisco<br />

de Riobamba a hacer la capilla mayor y la iglesia, y pidiole el dicho Morocho al padre provincial<br />

que le comprasse su tierra porque él era viejo y allá avia de morir, y el padre provincial respondió<br />

que la vendiesse a quien él quissiese, y así la vendió sin contradicción y le dieron la plata para su<br />

camino que el pidió, etc...<br />

Indudablemente Jeorge de la Cruz a quien el padre Compte dice que le llamaban también Jorge<br />

Mitima, ( mitimae decían los incas a los indios que transportaban de un país a otro para colonizar)<br />

tal vez por no ser de Quito, se le debe considerar como el primer indio constructor de casas de los<br />

72


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

primeros tiempos de la colonia, cuyo nombre y recuerdo se conservan con bastante claridad. Vivió y<br />

murió en el mismo convento, según asegura el padre Compte 38 .<br />

***<br />

Para describir como se debe la maravillosa fábrica franciscana de Quito es preciso considerarla tal<br />

cual era en su primitivo estado cuando todo el frente que da hacia la plaza y los terrenos todos en<br />

cerrados en las magníficas murallas que rodeaban el monasterio y que hoy dan a las calles Bolívar,<br />

Imbabura, Mideros y Cuenca, pertenecían exclusivamente a la Orden Seráfica. Porque hoy toda<br />

aquella propiedad se halla dividida en tres partes: una perteneciente a la Policía Nacional, otra a las<br />

religiosas de San Vicente de Paul y la tercera a los franciscanos. Antes ocupaba una área que tenía<br />

las siguientes medidas: el frente de la calle Cuenca, 193 metros; el costado de la calle Mideros, 180;<br />

el de la calle Bolívar, 172; y el de la Imbabura, 203.<br />

Cerrando uno de los lados de una espaciosa plaza se levanta el atrio de piedra sillar, de 110 metros<br />

de largo y 12 de ancho. Su altura varía por una ligera inclinación de la plaza, de occidente a oriente;<br />

pero tiene un espacio de algo más de cuatro metros, suficiente para dar cabida a doce habitaciones<br />

abovedadas en su interior trabajadas íntegramente de cal y ladrillo y cuyas puertas de entrada se<br />

hallan adornadas de un elegante tímpano triangular, desgraciadamente sin ménsulas ni columnas que<br />

le sirvan de apoyo.<br />

El frente del atrio es de una sencillez elegante y fría. Está construido de piedras sillares formando un<br />

almohadillado rectangular; no tiene zócalo, pero remata en un precioso friso que es al mismo tiempo<br />

el pretil del atrio y tiene 80 centímetros de alto, limitado por dos molduras salientes y coronado por<br />

un antepecho adornado de bolas. A este atrio dan acceso tres gradas: dos laterales rectas y una central<br />

circular. Debido a la diferencia de nivel en la calle Cuenca, una de las gradas laterales tiene cinco<br />

escalones y la otra, ventinueve, anchos y de altura tan bien consultada que al mismo tiempo que prestan<br />

grandiosidad a la construcción, dan comodidad al transeúnte. Frente a la puerta de la iglesia está la<br />

grada circular formada de dos secciones o semicírculos: la sección que arranca del nivel de la plaza en<br />

38 Compte, ob.cit. , p. 23. ( N. del A. )<br />

73


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

trece escalones que forman semicírculos convexos y la que arranca del descanso circular que forma<br />

el decimocuarto escalón, sección formada por nueve escalones en semicírculos cóncavos hasta llegar<br />

a la hermosa explanada del atrio. El trazo de esta grada es perfecto y original. Del décimo escalón de<br />

la primera sección se levanta a cada extremo una pirámide ornamental de piedra, de base cuadrada y<br />

terminada en una bola. Estas pirámides sirven de punto de apoyo y de arranque al pretil que comienza<br />

subiendo hasta el atrio en línea paralela al edificio de la iglesia para dar mayor amplitud y elegancia,<br />

a la sección superior de la grada. Luego continúa siguiendo la línea del atrio hasta descender por los<br />

escalones de las gradas laterales y terminar en otras pirámides semejantes a aquellas, desde las cuales<br />

partió. Adviértase que el pretil no sigue una sola línea recta, sino una línea quebrada, de modo que<br />

el atrio que en su mayor parte, tiene doce metros de ancho, frente a la iglesia tiene quince metros y<br />

en el trayecto inicial de las gradas laterales, diez.<br />

Domina en este soberbio atrio la línea horizontal severa del Renacimiento que como lo recordamos<br />

en el capítulo anterior principiaba a introducirse en España con los albores del siglo XVI. Las formas<br />

del atrio y pretil son del mejor gusto barroco, lo que tiene que llamar la atención de los que saben<br />

que durante más de medio siglo XVI la arquitectura ojival pura o apenas mezclada con partículas del<br />

Renacimiento se mantenía aún en vigor en España, por artistas como Juan Gil de Hontañon y su hijo<br />

Rodrigo: arquitectos fieles al sistema y formas de las construcciones medioevales.<br />

Es curioso que en casi todas nuestras iglesias se hubiere conservado el atrio bizantino que la Iglesia<br />

Católica adoptó en la construcción de sus basílicas en los primeros tiempos del Cristianismo como<br />

lugar reservado a los catecúmenos y a los penitentes. Es verdad que el atrio de nuestras iglesias con<br />

pretil, es el atrio de la Edad Media, casi siempre circuido por muros bajos y situado auto el pórtico<br />

principal de las iglesias; pero eso mismo nos llama la atención, que en los siglos XVI y XVII, es decir,<br />

en pleno Renacimiento, mientras en España, apenas una que otra iglesia se hacía con atrios y pretiles,<br />

en Quito se hubiere construido casi todas con un detalle ya casi abandonado. Porque nuestras iglesias,<br />

casi sin excepción alguna, han tenido y tienen todavía muchas de ellas, atrios con pretil. San Francisco,<br />

la Catedral, el Hospital, el Carmen Moderno conservan sus pretiles hermosos y elegantes; habiendo<br />

sido inconsultamente despojados de ellos la capilla mayor, la Compañía y la Merced. Otras iglesias<br />

como San Agustín y el Carmen Bajo, tienen sólo atrio y Santo Domingo y Santa Clara nada: la iglesia<br />

y el convento se levanta directamente del nivel de la plaza. Verdad es que la topografía de Quito se<br />

prestaba a ello, pero hay que tener en cuenta que la capilla mayor por ejemplo se levanta del nivel de<br />

la calle y tuvo un precioso atrio con pretil hasta el año de 1900 más o menos, en que se le lo demolió<br />

por orden policial. Otro tanto decimos del pretil que ceñía a la izquierda de la iglesia de la Compañía<br />

74


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

y que iba de la esquina de ese templo a la Cruz que adorna el atrio: el pretil se levantaba del nivel de<br />

la calle. Los hermosos atrios con pretil de San Francisco y la Catedral, sí se alzan por necesidad de<br />

construcción, para poder desarrollar las gradas que dan acceso a los templos prestando comodidad a<br />

los fieles, lo que no se conseguiría si estas fueren a concluir directamente en la puerta de entrada.<br />

***<br />

Sobre el magnífico atrio que dejamos descrito se ostentan tres templos: el de San Francisco, el de<br />

Cantuña y el de San Buenaventura que hoy pertenece a las hermanas de la Caridad. Junto a la iglesia<br />

grande y hacia el lado derecho del espectador se encuentra la portería del convento franciscano, a la<br />

cual se penetra por un portal de dos arcos de medio punto, cuya elegancia y severidad han perdido<br />

momentáneamente algo por haber sido cubierta la piedra con cal blanca, lo cual hace que no se puedan<br />

estimar los detalles de las molduras y la gracia del conjunto. Resguarda la entrada dos rejas de hierro<br />

de factura moderna, abiertas las cuales se penetra a una hermosa sala de piedra de 5,21 metros por<br />

6,83; espléndidamente adornada de un artesonado de madera y magníficos cuadros de la época, que<br />

cubren sus paredes. El artesonado que se conserva en bastante buen estado, es en parte de talla dorada<br />

y en parte pintado. La puerta de entrada es de cedro, muy bien trabajada, de buen estilo renacimiento,<br />

lo mismo que el portal de piedra que le sirve de marco, cuyas junturas conservan aún el oro que le<br />

pusieron y que unido al fondo gris oscuro de las piedras le debió comunicar cierto aire pronunciado<br />

de lujo y magnificencia.<br />

Este portal es de orden dórico, de arco semicircular perfecto, con módulo denticular, sus capiteles<br />

y trabazón del mismo orden y sus pilastras almodilladas. Su puerta tiene dos partes: una superior<br />

inmóvil que forma una tarjeta semicircular desde el arranque del arco del portal y otra inferior en el<br />

que se hallan las dos hojas. La tarjeta se halla cubierta desde el año de 1785 por un lienzo que los<br />

superiores de entonces mandaron a trabajar a un celebrado pintor quiteño, Antonio Astudillo. En él<br />

se quiso honrar la memoria del glorioso fundador de ese convento, Fray Jodoco Ricke, al cual lo ha<br />

representado el artista junto a una pila bautismal, bautizando a los indios. En último término se halla<br />

una sementera de trigo ya en sazón, como recuerdo de la primera que formó fray Jodoco en la plaza<br />

de San Francisco que entonces con cementerio, con la semilla que trajo de Europa en un vaso que era<br />

un ramillete de espigas se halla reproducido a sus pies en el mismo cuadro 39 . Éste, para la época en<br />

39 Hasta el año de 1831 el cántaro se conservaba en la sacristía de la Iglesia. En ese año uno de<br />

los superiores se lo regaló al general Juan José Flores, de cuyo poder desapareció. Era de barro, color<br />

75


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

que fue pintado, de la decadencia de la pintura en Quito, después de Santiago y Goribar, no es malo,<br />

máxime si se tiene en cuenta la originalidad del asunto, atributo muy raro en los pintores de la Colonia<br />

y aun en los de la República. Astudillo no fue un pintor vulgar. Oriundo de Quito, fue uno de los<br />

pintores que en unión de Francisco Albán y Casimiro Cortés trabajó varios cuadros de la vida de San<br />

Pedro Nolasco para los conventos del Tejar y la Merced por los años de 1777 a 1780 y algunos otros<br />

en Santo Domingo. No se sabe a ciencia cierta de quien fue discípulo; pero puede presumirse que salió<br />

del obrador de alguno de los continuadores de la tradición de Goribar, por ejemplo Vela u Oviedo.<br />

A un lado y otro de la puerta existen dos retratos: el uno que representa al Hermano fray Antonio<br />

Rodríguez y el otro al Hermano fray Antonio Valladares, porteros de los primeros años, del convento<br />

Franciscano de Quito a fines del siglo XVI y principios del XVII. Encima de los arcos de la entrada<br />

encontramos tres lienzos: el de la mitad que representa a Cristo crucificado y los de los lados a<br />

otros dos porteros del convento: el hermano fray Francisco Navarro y el hermano fray Pedro de la<br />

Concepción. En la pared frente a la puerta de entrada al convento se hallan los tres mejores lienzos<br />

de toda esta preciosa colección: un retrato de tamaño natural del hermano fray Domingo de Brieva,<br />

otro del hermano fray Pedro Pecador, y un cuadro que representa la flagelación de Jesucristo. Como<br />

se ve todos los retratados son personajes ilustres de la Orden franciscana de Quito ya por su santidad,<br />

ya por los servicios que prestaron a la causa de la religión en la conversión de los infieles. Hay que<br />

recordar, por ejemplo, que fray Domingo de Brieva y fray Pedro Pecador que vivieron hasta más allá<br />

de mediados del siglo XVII fueron los compañeros del padre Laureano de la Cruz, comisario de las<br />

primeras misiones evangélicas que entraron al oriente ecuatoriano y descubrieron los ríos Napo, al<br />

que lo llamaron San Francisco de Quito, Putumayo y recorrieron el Amazonas desde Iquitos hasta su<br />

desembocadura. Por último, la pared que hace frente a la entrada del atrio tiene un simpático retablo<br />

dorado, muy español, con dos puertas, formando un nicho o urna dentro de la cual se halla una Virgen<br />

de Dolores, pintura moderna que sustituye ahora a otra imagen antigua que ha desaparecido. A un lado<br />

y otro de este retablo se han colocado dos cuadros que representan a Santo Domingo y San Francisco.<br />

Al pie de este retablo y como formado altar sobre el cual pudiera la piedad pública depositar flores o<br />

verdozo y con una asa. Su altura era de 163 milímetros, su mayor anchura 96 milímetros; la base 40<br />

milímetros y la boca 35. Lo visitaron y tuvieron en sus manos Bolívar y Humboldt. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

encender luces en honor de la Virgen, existía hasta hace unos seis años un hermoso poyo de ladrillo<br />

revestido de azulejos fabricados en Quito. Ese poyo fue por entonces demolido, entre otras razones,<br />

por la de que ciertos curiosos visitantes habían dado en la manía de sacarse los azulejos. Efectivamente<br />

varias veces vimos en estado casi de completa destrucción ese poyo. Los azulejos fueron trasladados<br />

a la Capilla Villacís para completar el primoroso zócalo que allí se encuentra en la parte que antes<br />

estaba ocupada por la escalera que conducía al claustro alto principal. Cuando nos ocupemos de la<br />

iglesia, hablaremos de estos azulejos. Por lo pronto basta saber que la fecha en que se levantó el poyo<br />

fue el 2 de marzo de 1776, según rezaba una inscripción que en uno de los azulejos había sido impresa<br />

en negro 40 .<br />

Los cuadros que dejamos enumerados se hallan pegados a la pared con lujosas y adecuadas<br />

molduras talladas que forman parte de toda una decoración de madera dorada corrida en todas las<br />

paredes de esta sala. Sobresalen los tres de la pared izquierda de la entrada, es decir los retratos de fray<br />

Domingo de Brieva y fray Pedro Pecador y el cuadro de la Flagelación de Jesucristo. Los dos primeros<br />

son sin disputa del gran maestro Miguel de Santiago, el más grande de los pintores que figuraron<br />

en América durante la Colonia y que, indudablemente no ha sido superado hasta hoy. Es un clásico,<br />

digno de figurar al lado de los más grandes maestros de la pintura universal. Ya tendremos ocasión<br />

de hablar de él en el respectivo capítulo que a los pintores del Ecuador dedicaremos en esta obra.<br />

En ambos retratos se nota la franqueza y valentía de ejecución que tanto caracterizan a nuestro<br />

insigne pintor; pinceladas largas y seguras, que al mismo tiempo que comunican frescura al color<br />

son indicio cierto del talento artístico que poseía Miguel de Santiago. La composición en ambos es<br />

muy sencilla: fray Domingo de Brieva está sacando de la manga de su hábito un pan para entregar a<br />

un pobre que postrado en tierra, la extiende en ademán suplicatorio; fray Pedro Pecador se prepara a<br />

recibir un hábito que le trae un ángel: ambos retratos son de tamaño natural y cortados elegantemente.<br />

40 Hubo en la portería de San Francisco, debajo del cuadro de la Virgen Dolorosa una como mesa de<br />

altar hecho con ladrillos antiguos. Los devotos se subían a ella para poner velas a la Sagrada Imagen<br />

y por esta causa varias veces hubo peligro de que se quemase la Imagen, y para evitar este perjuicio,<br />

se quitó la sobredicha mesa. En esta había un ladrillo con la inscripción que se ve arriba (a dos de<br />

março 2 1676 se izo este altar) y en el que se fijó el señor Jorge Landívar y se aficionó como amante<br />

de las antigüedades y nos rogó que se lo cediésemos, y en vista de que el joven se aprovechará de<br />

él, se lo cedemos. Fray Buenaventura M. Orbea, Vicario Provincial. (Boletín de la Bibliot. Nac. Vol.<br />

II, 1919, pág. , 25). ( N. del A. )<br />

77


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Además podemos considerarlos como auténticos y de la época, con sólo tener en cuenta la fecha en<br />

que vivió Miguel de Santiago, aquella en que vivieron los personajes retratados y la época en que<br />

se concluyó la portería. Del artista tenemos una fecha segura, aquella en la cual acabó de pintar los<br />

cuadros del claustro bajo de San Agustín, 1656 41 . Fray Domingo de Brieva murió el 18 de junio de<br />

1661. Fray Pedro Pecador, si bien no se sabe con precisión la fecha de su muerte, es más que probable<br />

que si sobrevivió a su compañero, no le sobrevivía mucho tiempo, ya que el aspecto de los dos en los<br />

retratos es semejante. La portería se terminó, como sabemos, el 4 de octubre de 1605. Según estos<br />

datos, vemos que Miguel de Santiago es perfectamente contemporáneo de los retratados a quienes<br />

pudo conocerlos. Esto no quiere decir que aquellos legos hubieren posado delante del pintor para esos<br />

retratos, ya que confesamos que esos retratos no pudieron hacerse sino después de su muerte, es decir<br />

después del año 1661; de modo que bien pueden ser hechos de memoria por un hombre que los conoció<br />

y como pintor que ejecutó algunas otras obras en el convento, aún pudo hacer sus apuntes ligeros de<br />

las fisonomías que eran las de dos célebres religiosos que exploraron el oriente ecuatoriano. Otro tanto<br />

podemos decir de los demás retratos que allí existen; pues, fray Antonio Valladares, fray Francisco<br />

Navarro son contemporáneos de los anteriores y fray Pedro de la Concepción murió el 19 de agosto<br />

de 1624. Fray Antonio Rodríguez fue el compañero del padre Niza con quien vino al Perú, de donde<br />

pasó a Quito con fray Jodoco Ricke. No hay que confundir este fray Antonio Rodríguez con otro del<br />

mismo nombre y apellido que floreció a mediados del siglo XVII, casi un siglo después del primero;<br />

pues el retratado de la portería franciscana fue portugués, simple portero del convento de Quito, en<br />

el cual vivió 30 años sin conocer las calles de la ciudad, el otro fue quiteño y arquitecto distinguido<br />

que construyó parte de la iglesia y convento de San Francisco y la iglesia de Santa Clara de la misma<br />

capital ecuatoriana. Los otros cuatro retratos no son de Miguel de Santiago; pero como es casi seguro<br />

que debieron ser ejecutados en la misma época, no es difícil que sean de mano de sus contemporáneos,<br />

amigos y socios de taller, Bernabo Lobato y Simón de Valenzuela. Aún más lo deja presumir la<br />

manera como están pintadas las cabezas, muy semejante a la de Miguel de Santiago, pero como lo<br />

hiciera un pintor que tratara de imitar a otro, voluntaria o involuntariamente. En efecto, los rostros<br />

de los retratados son bastante buenos, correctamente dibujados, bien empastados, con cierta valentía<br />

que debió ser moneda corriente en el taller de aquel gran maestro; pero las manos dejan que desear y<br />

delatan a las claras que no son pintadas por éste. Igual cosa lo proclaman los vestidos, destituidos de<br />

41 La galería de cuadros del claustro bajo principal del convento de San Agustín principia por un<br />

cuadro en el que se lee la siguiente inscripción: «Este cuadro con 12 o más pintó Miguel de Santiago<br />

en todo este año de 656 en que se acabó está historia» ( N. del A. ).<br />

78


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la valentía con la que ha ejecutado Miguel de Santiago los de fray Domingo de Brieva y fray Pedro<br />

Pecador. Sin verlos de cerca aquellos cuatro retratos ya oscurecidos por el tiempo, habríamos creído<br />

que tal vez fueran hechos por el hermano Domingo, indio pintor natural de Quito que permaneció en<br />

ese convento hasta 1664 en que pasó a España y murió en el convento de Granada. No era nada difícil<br />

que hubiese retratado a sus hermanos de religión que fueron sus contemporáneos y compañeros de<br />

convento durante algún tiempo. Pero, como decimos, la técnica de aquellos cuadros demuestran el<br />

influjo directo de Miguel de Santiago antes que la del hermano Hernando de la Cruz, de la Compañía<br />

de Jesús, en cuyo taller practicó mucho la pintura aquel lego franciscano.<br />

Reconócese también la mano de Miguel de Santiago en el cuadro de la flagelación de Jesucristo que<br />

se encuentra en medio de los retratos de fray Domingo de Brieva y fray Pedro Pecador. Es un cuadro<br />

verdaderamente hermoso que demuestra otro aspecto de la técnica de Miguel de Santiago. El desnudo<br />

de Cristo está tratado con sentimiento justo, tacto y arte precisos. La técnica es algo diversa de la que<br />

ha empleado en los retratos antedichos: el cuerpo de Cristo está modelado lisamente pero evitando las<br />

vulgaridades; sin duda quiso darle pictóricamente una importancia y, a fe que lo consiguió. En cambio<br />

las cabezas, las manos y en general, los cuerpos de los verdugos son tratados con aquella técnica que<br />

dice todo sin explicar demasiado, con pinceladas prontas, nerviosas y apropiadas de modo de evitar<br />

lo superfluo e inútil. Para nosotros, Miguel de Santiago se revela con su prodigiosa habilidad técnica<br />

en estos cuadros más que en los que pintó en el convento de San Agustín de Quito. Y esto se explica,<br />

si se tiene en cuenta que estos los hizo en 1656 y aquellos, al menos, seis años más tarde. No se ha<br />

pintado en Quito cabezas más hermosas que las de aquellos frailes: ejemplos de sobriedad artística y<br />

demostraciones vivas de un talento que si se permite alguna libertad de mano, es porque su destreza<br />

es incomparable y le agrada mostrarla.<br />

Puede ser también que el Cristo crucificado que se halla entre los retratos de fray Francisco Navarro<br />

y fray Pedro de la Concepción, encima del encuentro del portal de entrada, sea de este mismo artista;<br />

lo poco que se alcanza a ver demuestra que es un cuadro de valor; pues está tan mal situado y tan negro<br />

que apenas si se distinguen un tórax bien modelado y unos paños blancos superiormente tratados. La<br />

técnica del desnudo en la parte que se puede apreciar es igual al Cristo de la Flagelación.<br />

79


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

En cuanto a los cuadros que representan Santo Domingo y San Francisco, no sólo no están a la<br />

altura artística de los otros, sino que son tan mediocres que no merece la pena ocuparse de ellos sino<br />

para completar la lista de los pintores que concurrieron a decorar la hermosa antesala de la portería<br />

franciscana. Hay cuatro pinceles distintos, de los cuales tres nos son conocidos, el de Miguel de<br />

Santiago, el de Bernabé Lobato y el de Simón de Valenzuela, sin que sepamos distinguir con precisión<br />

los retratos que pintó Lobato y los que pintó Valenzuela. Quédanos sólo por averiguar quién pintó los<br />

cuadros de Santo Domingo y San Francisco. ¿Sería el hermano Domingo?<br />

En una de las puertas del retablo de la Virgen de Dolores, está el retrato de un fraile franciscano.<br />

Sin duda es del que arregló toda esa portería. Como no nos ha sido posible registrar el archivo de San<br />

Francisco, no podemos decir quién sea. El retrato es bastante bueno y lleno de carácter.<br />

***<br />

Penetremos ahora al convento y contemplemos el primer claustro. Al rededor de un enorme patio de<br />

40,16 metros de largo por 40,10 de ancho, corre un hermoso claustro de 5 metros de ancho construido<br />

sobre 104 columnas de piedra enlazadas por arcos de cal y ladrillo. Las columnas son dóricas pero<br />

de módulo reducido, como las solían usar los arquitectos medioevales. Los arcos guardan acuerdo<br />

con el carácter de las columnas demasiado chicas y poco esbeltas; pues son arcos peraltados de los<br />

que también se acostumbraba en la Edad Media para dar lugar a algún adorno, por lo regular un<br />

mascarón, en aquella parte de la prolongación del arco hasta su encuentro con el capitel de la columna.<br />

Y precisamente es eso lo que falta en aquel enorme pórtico, tanto que parece inconcluso. Con la<br />

imaginación ponemos un motivo ornamental cualquiera, de cincuenta centímetros de alto, sobre el<br />

ábaco del capitel dórico, y nos damos cuenta del resultado. En las paredes encontramos muchos<br />

cuadros, cuyo mérito nos abstenemos de juzgar, hasta verlos en su primitivo estado, tan luego como la<br />

restauración que se ha principiado bajo buenos auspicios, quite la capa de pintura nueva que un pintor<br />

de puertas, de apellido Nolivos, la puso, hace más o menos 25 años, a instancias de un superior de los<br />

franciscanos que no se dio cuenta sin duda del mal que con ello se iba a ocasionar a los 54 cuadros de<br />

la vida del seráfico patriarca que fueron enviados de Roma. Antes esta galería artística debió ser muy<br />

hermosa, pues los cuadros se hallaban colocados y arreglados como la galería del convento quiteño de<br />

80


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

San Agustín, es decir guarnecida de cornisas y separados los cuadros entre sí por medio de artísticas<br />

columnas. Hoy ha desaparecido todo ello por obra del tiempo, como han caído también los artesonados<br />

de madera dorada y pintada que cubrían el cielo raso de aquel claustro. Apenas si se conservan en<br />

buen estado los artesonados de los ángulos en que se hallan cuatro graciosos altares y retablos en<br />

los que se admira, además del tallado y dorado, algunas estatuas de madera y santos de media talla<br />

que son muy interesantes. Obras todas de los primeros años del siglo XVII, no tienen los pesados y<br />

recargados adornos del plateresco español, de mediados del XVI, son muy parcos en ornamentación,<br />

muy sobrios en follajes y de mejor gusto que los retablos de los altares pequeños de la iglesia.<br />

Estos cuatro altares están consagrados a las cuatro grandes mártires de la Iglesia: Santa Lucía, Santa<br />

Inés, Santa Catalina y Santa Cecilia. Costeolos la piedad de los fieles colonos de ese tiempo. El de<br />

Santa Catalina, por ejemplo, consta por la inscripción que se halla junto a él, en la pared, que fue<br />

mandado a hacer por don Cristóbal Martín, Síndico que fue del convento, Gabriel de Valdez, alguacil<br />

mayor de Corte y doña Catalina de Valdez, el año de 1633.<br />

Mantiénense los altares algo destruidos; pero creemos que con poco cuidado y gasto quedarían en<br />

muy buen estado. Las cuatro estatuas de las santas son de madera y bastante bien trabajadas, notándose<br />

en todas ellas la abundancia de pliegues con que el escultor hizo el ropaje: es el barroquismo que<br />

dominaba en aquella época. Además el ropaje de la estatua es dorado y con muy buen gusto. ¿No<br />

serán estas y las imágenes de media talla que se encuentran en estos altares obras de fray Juan Benítez,<br />

célebre escultor que floreció precisamente en la primera mitad del siglo XVII, y del cual son la sillería<br />

e imaginería del coro de la Iglesia?<br />

Dice Córdova y Salinas en su Crónica que, cubrían las paredes de este claustro 54 cuadros de la<br />

vida de San Francisco, enviados desde Roma. Nos parece inexacto el número, o al menos cambiadas<br />

sus cifras; pues hoy sólo existen 45, de los cuales 28 representan pasajes de la vida de San Francisco y<br />

los demás a Cristo, la Virgen, otros santos o pasajes religiosos, algunos de ellos simbólicos de la orden<br />

seráfica. Dado el tamaño de los 28 lienzos, creemos que no pueden haber sido 54 los que mandaron de<br />

Roma y que representan escenas de la vida de San Francisco; pues no caben materialmente 54 lienzos<br />

de ese tamaño en las cuatro paredes de aquel claustro. El mismo número de 45 que hoy se encuentra<br />

y que comprende cuadros chicos y grandes, es suficiente para llenarlas completamente. ¿No habría<br />

transposición de cifras de modo que en el dato que se le dio al padre Córdova y Salinas se puso 54<br />

en vez de 45? De toda esta inmensa cantidad de cuadros apenas si hay dos regulares, uno que otro<br />

81


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

interesante y alguno curioso: los demás son de escaso o ningún mérito 42 . Si de Roma se enviaron<br />

esos cuadros, no supieron sin duda que en Quito en esos mismos tiempos existían algunos pintores<br />

que en los claustros de este mismo convento pintaban cuadros mucho mejores, que el mejor de los<br />

enviados desde la Ciudad Eterna.<br />

Subamos si no al claustro alto por la escalera principal que es una maravilla de estilo barroco,<br />

dividida en tres secciones de diez escalones cada una, y nos encontraremos, precisamente, al pisar el<br />

último peldaño, con un precioso retablo dorado de carácter español en forma de urna con dos puertas,<br />

cuyo reverso tiene las imágenes de San Joaquín y San José y en el fondo se halla la Virgen rodeada de<br />

cuatro ángeles y atributos simbólicos. La figura de la Virgen es verdadera y primorosamente artística<br />

y sobre todo de un profundo carácter español, con su ropaje estofado en oro.<br />

Corre pareja con este retablo, mejorándolo, otro que se encuentra en el extremo transversal opuesto<br />

de este claustro y que también representa la Virgen con el niño en la urna, y en las puertas, San Joaquín<br />

y Santa Ana. El retablo mismo es superior, pues sus puertas son íntegramente talladas y dorados; pero<br />

como pintura es maravillosa, es decir, debió serlo; pues se le ha retocado un poco. No se explica de<br />

otro modo la diferencia que hay entre el resto de la Virgen, el del Niño y el de algunos de los ángeles<br />

con las primorosas cabezas de querubines que se encuentran en el extremo inferior, principalmente<br />

la del último, cuyo color y ejecución son magistrales.<br />

En este mismo claustro existen una Dolorosa de Miguel de Santiago, cinco retratos bastante buenos,<br />

aunque mal retocados, de Alejandro Alis, Nicolás de Lira, Cardenal Aureolo, fray Pedro de Alva<br />

Astorga y Duns Scoto, un cuadro de la decapitación de San Juan Bautista, que aunque el tiempo ha<br />

42 Entre los cuadros curiosos que hay en este claustro, existen dos: uno que representa a San<br />

Francisco rodeado de indios jíbaros y otro muy grande, a unos misioneros que murieron trágicamente<br />

en el Putumayo, según lo refiere la inscripción siguiente que lleva al pie: «El R. P. F. Jvan Benites de<br />

S. Antonio natural de la billa de Ibarra, e hijo de Nuestro P. e S. Fran co . del Conbento de S. Pablo<br />

de Quito y el Her o . Jvan Antonio Conforte, y el interprete Nicolás. Mvrieron a manos sacrílegas de<br />

los indios Paiaguascees a 18 de enero año de 1695 en el río de Putvmaio. Fve prisionero onze años<br />

entre bárbaras naciones» . Ambos cuadros son pintura quiteña, pero muy mala. ( N. del A. )<br />

82


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

endurecido el colorido, se ve por el dibujo y la técnica que es ejecutado por diestra mano, y siete<br />

lienzos simbólicos en que se ven representados los siete pecados capitales, las siete virtudes, los<br />

mandamientos, las peticiones de la oración dominical, los sacramentos y las virtudes teologales. Son<br />

de regular tamaño, han sido también retocados, lo cual hace que se noten anormalidades de ejecución;<br />

pero por los trozos principales se distingue claramente la mano de un buen pintor que supo interpretar<br />

con cuatro generosas y fuertes pinceladas una multitud de figuras secundarias, mientras el acabado<br />

de las principales es perfecto de dibujo, agradable de color y delicado de ejecución.<br />

Además de estos cuadros, existen en el Coristado tres joyas del arto ecuatoriano: una Inmaculada<br />

rodeada de ángeles y de la Trinidad, y dos Vírgenes. Mal conservadas las telas, se encuentra algo<br />

destruida la pintura, pero se distingue perfectamente el sello de Miguel de Santiago, inequívoco para<br />

el que le conoce.<br />

Son de la mejor época, de la misma en que pintó la Inmaculada que hoy se halla en el palacio<br />

Arzobispal y los cuadros de la sacristía de Guápulo.<br />

En el refectorio encuéntranse dos lienzos: uno muy grande que se ha colocado en la cabecera y que<br />

representa las tres tentaciones de Jesucristo y otro que se halla junto a los retratos de reyes y santos<br />

que antes decoraron las pilastras de la iglesia y hoy decoran el comedor, suntuoso un tiempo, pero<br />

ahora en completa destrucción: su artesonado sencillamente no existe. El primer cuadro es muy bueno<br />

y aun parece que es español, el otro es muy malo, pero no deja de ser interesante por proporcionarnos<br />

el nombre de un indio pintor, Francisco Quishpe. Una inscripción que lleva dice así: «Este lienzo es<br />

de Franco Quispe, acabose, en el año, de 1668 a 27 de octubre del mesmo año» 43 .<br />

En la grada interior angosta que comunica el claustro alto con el bajo, hay también pintado en<br />

la pared, al óleo, un arcángel San Miguel. Desgraciadamente se ha descascarado el muro y apenas<br />

se distinguen los restos de una hermosa figura muy bien pintada como lo revela el rostro bastante<br />

conservado del Arcángel. Se diría sin temor de equivocarse que fuese obra de Samaniego.<br />

Entre las buenas obras de arte que existían en este convento, se encontraba la sala De profundis ,<br />

cuyo techo artesonado, según los cronistas, era muy hermoso y en sus paredes se hallaban muchas y<br />

muy buenas telas encuadradas en molduras doradas y separadas por elegantes y vistosas columnas,<br />

43 Entre los cuadros del claustro bajo hay uno bastante malo que representa a San Francisco rodeado<br />

de muchos santos y reyes de la tercera orden. Lleva la firma siguiente: Mateo Mexia fecit 1616 . Sin<br />

duda alguna, uno de los tantos pintores de la escuela antigua quiteña. ( N. del A. )<br />

83


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

formando una verdadera galería en su contorno. Hoy esa sala se halla blanqueada con cal y apenas<br />

en sus muros se ven once cuadros pequeños y de ningún valor artístico, en molduras insignificantes.<br />

Sólo han quedado, como recuerdo dos lienzos de forma irregular a un lado y otro del hermoso portal<br />

por el que se penetra al refectorio.<br />

Además de la elegante y artística escalera principal de piedra, que une el claustro bajo con el alto<br />

hay otras muchas para el servicio de la casa, entre las que se distinguen dos construidas bajo bóveda,<br />

ciegas y circulares: verdaderos modelos de construcción arquitectónica.<br />

Este es el convento de San Francisco de Quito, enorme edificio con no pocas bellezas de arte. Su<br />

solidez maravilla. Bien lo dice Gonzaga: « Nam statim vt strenuus ille Hispaniæ vnius cohortis Dux,<br />

ac postmodum Popaianicae Gubernator Sebastianus Bellalcazar hanc ciuitatem œdificandam curauit;<br />

voluit idque a totius exercitus Principe Francisco Pizarro edoctus, vt inter prima, atque præeipuœ<br />

œdificia prœfatus hic Conventus locum obtineret; insuper ut ex communibus civium, atque inclytorum<br />

istius regionis expugnatorum facultatibus extrueretur ».<br />

«Tan luego como el valeroso jefe de una de las legiones españolas, y después Gobernador de<br />

Popayán, Sebastián de Benalcázar, se preocupó de edificar esta ciudad (es decir Quito); quiso,<br />

mandado por Francisco Pizarro, Jefe de todo el ejército, que entre los primeros y mejores edificios<br />

obtuviera lugar preferente este Convento, principalmente, para que la comunidad de sus habitantes y<br />

los mejores de estas regiones no tuviesen el poder de atacarlo» .<br />

Y así es el convento: una verdadera fortificación.<br />

84


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

85


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador<br />

86


IV 44<br />

Pasemos ahora a la Iglesia, y examinemos sus diversas dependencias.<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

También la iglesia, como el convento franciscano, ha sido descrito por diversos cronistas y<br />

escritores; pero ninguna de sus descripciones satisface: unas son pequeñas y hechas sin criterio<br />

determinado; otras, puramente literarias, y todas, inútiles para la Historia del Arte. El edificio merece<br />

una descripción detenida y un examen minucioso, por lo mismo que lo consideramos como una joya<br />

arquitectónica llena de mil maravillas, que con el tiempo pueden desaparecer, como ha sucedido ya<br />

con algunas, según lo haremos notar en el curso de la descripción.<br />

***<br />

En el flanco oriental de la espaciosa plaza, que tiene una ligera inclinación de Este a Oeste y de Sur<br />

a Norte, apoyadas sobre la sólida construcción del atrio que describimos anteriormente, se yergue la<br />

hermosa iglesia de San Francisco. A ella se asciende por las amplias y cómodas escaleras que también<br />

ya describimos, una de las cuales, la del centro, que se dirige precisamente a la entrada del templo, se<br />

distingue por su caprichoso desarrollo concéntrico, recuerdo de las escalinatas del 1.600. Ascendiendo<br />

44 Antes de pasar adelante, nos creemos en la obligación de<br />

tributar nuestro agradecimiento a los Reverendos Padres<br />

Superiores de San Francisco que nos han prestado mil<br />

facilidades para consultar el archivo rico y ordenado del<br />

convento de San Francisco, lo mismo que al padre fray Ignacio<br />

Martínez, a quien nos dieron sus Superiores para que nos<br />

acompañara y ayudara, como en efecto lo ha hecho con<br />

laboriosidad y talento, en nuestra tarea de buscar y registrar<br />

los documentos de ese precioso archivo, que hasta ahora ha<br />

sido desconocido para los profanos. Pero no sólo se nos ha<br />

facilitado el archivo, sino que se nos ha dado puerta franca<br />

para estudiar el convento y todas las maravillas que contiene.<br />

Nada, nada de lo que pudiéramos utilizar para nuestra obra se<br />

nos ha negado. La relativa bondad de nuestro trabajo, desde<br />

este capítulo, se debe indudablemente a la cooperación de los<br />

padres de San Francisco. ( N. del A. )<br />

87


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

por esta escalera y llegando al amplio y enorme atrio, tan apropiado para las funciones religiosas, se<br />

encuentra el espectador delante de la imponente y severa fachada del templo. Esta tiene, en su parte<br />

inferior, una gran puerta, la única de entrada, a pesar de que el templo tiene tres naves. A un lado y<br />

a otro de esta puerta hay dos ventanas que dan luz a las naves laterales. La puerta se halla muy bien<br />

encuadrada entre las columnatas duplicadas salientes y la semicolumna adosada a la muralla. Todo<br />

este conjunto es de estilo dórico denticular. Aún cuando el pedestal de las columnas y el zócalo de la<br />

pared se encuentran bastante deteriorados; puede cualquiera hacerse cargo y apreciar la perfección de<br />

sus líneas en todos sus detalles y particulares considerados separadamente como relacionados entre sí.<br />

Basta contemplar una de las columnas que soportan la espléndida cornisa que corona la puerta, para<br />

ver la armonía que se desprende de la proporción dada por el artífice a la base, al fuste y al capitel,<br />

si no se quiere examinar el armónico equilibrio que tiene aquel motivo arquitectónico compuesto<br />

del conjunto de la puerta de arco semicircular, ligeramente adornado en su centro por un modillón<br />

y en sus tímpanos laterales por querubines, con sus jambas construidas con gusto y delicadeza y<br />

las columnas que la flanquean, para decir si el arquitecto que hizo esta sola parte, no conoció con<br />

perfección las reglas arquitectónicas. En cambio las ventanas laterales son demasiado sencillas, tanto<br />

que si las murallas de la parte inferior de la fachada no estuvieran adornadas en su totalidad con un<br />

almohadillado, resultarían desentonando la belleza entera del edificio y comunicándole insoportable<br />

monotonía.<br />

La cornisa cortada que campea en este primer cuerpo de la fachada es admirable de proporción y<br />

belleza sencilla y elocuente. El almohadillado que tiene esta sección del edificio es de varias clases:<br />

uno rústico que se encuentra en el zócalo y en las doce fajas que se extienden en las murallas laterales<br />

en donde se han abierto las ventanas, otro en punta de diamante que se halla únicamente en el espacio<br />

de muro que se descubre entre las columnas duplicadas o gemelas, y otro corrido que impera en todo<br />

el cuerpo inferior de la fachada.<br />

***<br />

Examinemos ahora el segundo cuerpo; pero ante todo hagamos una advertencia. La superposición<br />

de estilos que, a primera vista, parece cosa fácil, es una de las operaciones que más dificultades<br />

presentan al arquitecto, no sólo por la composición proporcionada de los dos cuerpos, sino también por<br />

la correspondencia que tienen que guardar las medidas de la parte externa con la interna del edificio,<br />

en razón de los servicios que está llamada esta a desempeñar. En nuestro caso, los servicios religiosos<br />

que presta el coro, la luz que reclaman los altares laterales de las naves, el espacio de estas, son otros<br />

88


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

tantos factores con que necesariamente tenía que contar el arquitecto para dar a su organismo externo<br />

la conveniente seguridad estática y resolver su problema estético de manera adecuada.<br />

Esta es la gran dificultad con que tropiezan muchos arquitectos para resolver debidamente el<br />

problema de la superposición de los estilos: la relación perfecta que debe guardar la parte externa con<br />

la interna del edificio.<br />

Y con esto, volvamos a la fachada del templo y así como en la parte inferior de ella comenzamos<br />

por describir la puerta, en esta superior empecemos por señalar la única ventana que hoy está en<br />

servicio, la del centro, que es también la que corresponde a la puerta de la iglesia. La ventana es<br />

grande y espaciosa, flanqueada de dos estatuas, que representan a San Pedro y a San Francisco, y<br />

circundada de un soberbio almohadillado en punta de diamante. A un lado y a otro se encuentran dos<br />

columnas pareadas, de estilo jónico, sobre su respectiva base, formando una sola decoración uniforme<br />

con el zócalo almohadillado. Las columnas jónicas corresponden exactamente en su sitio a las dóricas<br />

del cuerpo inferior, y a las semicolumnas que flanquean las ventanas bajas laterales, remplazan, en<br />

el cuerpo superior que describirnos, dos sencillos pináculos barrocos, que guardan relación con las<br />

pirámides de igual estilo de las escalinatas del atrio. En este segundo cuerpo encontramos mayor<br />

armonía que en el primero, ya consideremos sus detalles y particularidades, ya contemplemos su<br />

conjunto.<br />

A diferencia de lo que pasa en el primer cuerpo, en donde la trabazón es continuada, en el segundo<br />

encontramos que ella se limita a las columnas, de las cuales arranca, perfecto y armónico, un tímpano<br />

circular que corona la parte principal de la fachada. Decora este tímpano una estatua de piedra igual<br />

a las de los flancos de la ventana y que representa a Jesucristo. Todas estas estatuas se encuentran<br />

colocadas en sus respectivos doseletes, que aunque sencillos, recuerdan las decoraciones propias del<br />

estilo gótico, que no pudieron desterrar los renacentistas españoles y franceses de los siglos XVI y<br />

XVII. Sobre este tímpano se han colocado cuatro remates pareados, que corresponden a las columnas<br />

superiores e inferiores de la fachada. A los flancos de todo este conjunto central que acabamos de<br />

describir, hay dos formas de líneas arquitectónicas, que los italianos llaman di racordo , entre las<br />

partes superior e inferior de la fachada.<br />

89


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Aquí podemos detenernos un momento a considerar algo que aun a simplemente vista y con<br />

ligera observación no deja de notarse. Bien pudo el arquitecto detenerse en este punto y dar por<br />

terminada su tarea; pues, ya se considere la estética, ya se tenga en cuenta la estática del edificio,<br />

la fachada se hallaba completa y perfecta, capaz de llenar las satisfacciones de la mayor exigencia,<br />

aún dentro del servicio a que estaba destinada la parte que queda descrita, ya que en todos sus<br />

componentes nos presenta otros tantos de apoyo, correspondientes a los muros y pilastras interiores.<br />

Sin embargo no hizo así y continuó elevando en la fachada dos nuevos cuerpos de un estilo diferente<br />

del conocidamente clásico usado en la parte y a descrita, por más que alguna de sus formas añadidas al<br />

segundo cuerpo recuerde las aprovechadas anteriormente decimos anteriormente , porque cualquiera<br />

distingue dos épocas en la construcción de la fachada. Un primer plano del edificio debió comprender<br />

únicamente la fachada tal como hasta aquí la describimos: ello lo demuestra, no sólo la diversidad de<br />

estilo que se ve en la parte superior, sino la falta misma de las puertas de entrada a las naves laterales,<br />

que el arquitecto las sustituyó con dos ventanas que armonizaban mejor con el conjunto. Tres puertas<br />

habrían perjudicado a la fachada. Lo demuestra también la altura a que se encuentran la nave superior<br />

y las laterales, coincidiendo exactamente con la doble altura de la fachada del proyecto primitivo.<br />

Resta saber si la añadidura que vamos a examinar y describir, es obra del mismo arquitecto o<br />

ejecutada por otro u otros. No hay razón para que ella no sea obra del mismo arquitecto que ejecutó<br />

los primeros planos, ya que de esta clase de fachadas encontramos muchas en Italia que han sido<br />

ejecutadas por un solo artista. Se diría que era cosa peculiar de la época. Tal vez pudiera asegurarse<br />

que lo añadido en los flancos de la construcción central del cuerpo superior fuera ordenado por el<br />

mismo arquitecto, ya que aquellas dos ventanas fingidas, con su decoración de almohadillado y fajas,<br />

corresponden y recuerdan a las correspondientes del cuerpo inferior, tanto por la forma como por las<br />

líneas arquitectónicas de que se hallan rodeadas. Lo propio puede decirse de las cornisas y tímpanos<br />

que constituyen una repetición o al menos un recuerdo, aunque sin la elegancia de la forma y de la<br />

línea, de la parte primeramente descrita.<br />

Pero lo que no podemos convenir, sino difícilmente, es que sea obra del propio arquitecto la<br />

plataforma que se halla encima de toda esta construcción, destinada sin duda a recibir las torres y que<br />

tiene un cornisón de barbacanas que es todo un recuerdo de la arquitectura medioeval y un síntoma<br />

más que seguro de un cambio de arquitecto en la dirección de los trabajos. Las torres se construyeron<br />

sólo en 1700.<br />

90


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Al final del capítulo anterior decíamos que Pizarro había ordenado que el convento franciscano de<br />

Quito fuera una verdadera fortificación y citábamos las palabras del cardenal Gonzaga en su crónica<br />

de la Orden. La plataforma con su cornisa de barbacanas es talvez prueba de que así se hizo; pues<br />

si bien en verdad que la barbacana se usó como decoración arquitectural, aún en el siglo XI y XII,<br />

como lo demuestran el ábside de Saint Martin de Canigou y el de la catedral de Tarragona, no es<br />

menos cierto que fue un elemento de arquitectura militar usado desde el siglo X en toda Europa y muy<br />

principalmente por los españoles como herederos de la arquitectura de los partos y de los sasanidas.<br />

Como defensa muy apropiada para los instrumentos de ataque que conocían los indios debió talvez,<br />

hacerse aquella galería tan generalizada en el siglo XIV que empleó como elemento ornamental en la<br />

construcción civil, en cuyo caso las barbacanas de ensamblaje no prestaban utilidad alguna.<br />

Encima de esta plataforma se levantan las torres que antes del terremoto de 1859 tuvieron tres<br />

cuerpos, como se ve en la ilustración que acompañamos al capítulo precedente, con las cuales aparecía<br />

más airosa la fachada y no con la pesadez de ahora 45 . Aquellas torres eran verdaderamente hermosas<br />

y es una lástima que no hubieren podido reponerse por justísimas razones. Los terremotos de los años<br />

1859 y 1868 destruyeron todas las torres de las iglesias de Quito y dejaron la parte que resistió a<br />

los movimientos en las de la iglesia franciscana, en estado muy delicado, no obstante el espléndido<br />

material y la magnifica construcción de sus muros.<br />

45 Ya en los terremotos de 1755 se destruyeron las torres primitivas, como se verá por el documento<br />

que publicamos más adelante, la tasación que hizo el arquitecto Juan Vivas, de los daños que sufrieron<br />

las propiedades de los franciscanos en Quito. Por el año de 1756 se arregló el daño de las torres, según<br />

consta en la siguiente partida que encontramos en los libros de sindicatura: « Ittn. dio dho. ñro. Hermo.<br />

el Síndico, mil ciento sesenta y tres ps. para la obra de las Thorres de este Convto. máximo qe. se<br />

renovaron a toda satisfacción, con tres sinchones de fierro dobles en cada una, seis varras de dho. metal<br />

en Cruz, en los ángulos principales, con sus pernos, cuñas, &a. : renovando con igual firmeza toda la<br />

obra de Cantería, por aver quedado muy maltratados en los pasados terremotos». ( Arch. franc. , leg.<br />

10, núm. 2, lib. 6, fol. 77 vta. ). Sin embargo el reparo formal no se hizo sino en 1800, en tiempo de<br />

Fr. Antonio de Jesús y Bustamante. ( N. del A. )<br />

91


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Largo tiempo permanecieron aquellas torres con sólo un tejado provisional basta que en 1892<br />

fue llamado a reconstruirlas el arquitecto quiteño señor Pedro Aulestia, a quien hemos de nombrar<br />

muchas veces en el curso de nuestra obra. Examinado que hubo el sitio en que debía reedificar la<br />

parte destruida de las torres, vio que era muy difícil y expuesto el reponerlas a su primitivo estado:<br />

los muros habían sufrido no poco y casi eran una amenaza al público, tanto que mediante llaves de<br />

hierro y algunas operaciones atrevidas pudo reconstruir, al menos parcialmente, las que un tiempo<br />

fueron de las más altas torres de la ciudad de Quito. Se arregló el primer cuerpo que no es hoy sino un<br />

conjunto de pilastras del orden compuesto, pero completamente sencillo, dejando las cuatro aberturas<br />

para el servicio de las campanas y haciendo en la parte superior cuatro lumbreras de ojo de buey para<br />

reloj. El segundo cuerpo, tan hermoso y decorativo, desapareció por completo y al gracioso, delicado<br />

y esbelto remate del tercero, sustituyó la actual cúpula piramidal que en su vértice recibe una estatua:<br />

de San Francisco en la una y de San Pedro en la otra.<br />

Antes, en los primeros tiempos, los frailes habían tenido buen cuidado de dotar al público de un<br />

reloj y para este efecto fabricaron de azulejos cuatro preciosos relojes de sol y los colocaron en el<br />

segundo cuerpo de la fachada: precisamente en los frentes visibles de la mole, debajo de la cornisa de<br />

barbacanas y encima de los tímpanos. Como siempre, manos profanas que blanquearon toda aquella<br />

parte del edificio, cubrieron también con cal esos relojes y ahora apenas se los distinguen, aunque sin<br />

agujas. Ni hacen falta, dirán nuestros civilizados : ¡esos relojes han sido ventajosamente sustituidos<br />

por el relativamente moderno de campana que se halla en la torre de la izquierda!<br />

Cuando recién se concluyó esta fachada debió de aparecer maravillosa y rica. Pruébanlo el oro<br />

que aún se conserva entre los resquicios de las piedras labradas y las ménsulas de la cornisa inferior.<br />

Pruébanlo también la delicadeza y prolijidad con que se ha ejecutado el más pequeño detalle y el<br />

amor solícito que no ha escatimado la paciencia para incrustar una piedra, en otra y formar esa curiosa<br />

decoración en el basamento del primer cuerpo.<br />

***<br />

Penetremos al templo.<br />

Una mampara moderna compuesta de una gran puerta central de dos hojas y dos laterales de una<br />

sola, oculta su interior a la mirada del que permanece afuera. La puerta principal de esta mampara se<br />

halla decorada por uno y otro lado con dos cuadros al óleo pintados por Rafael Salas antes de su viaje<br />

a Europa, allá por el año de 1870. Deben ser copias de dos láminas religiosas: la una representa la<br />

92


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

escena de Jesucristo arrojando a los vendedores del templo de Jerusalén y la otra es una alegoría de<br />

la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción. Ambos cuadros no valen gran cosa.<br />

Al entrar, lo que llama la atención es el artesonado que cubre todo el espacio sobre que descansa<br />

el coro. Es de estilo renacimiento y contiene una decoración esculpida simétrica cuyos motivos son<br />

desarrollados a base de circunferencias unidas entre sí en líneas paralelas. En los puntos de contacto se<br />

encuentran otras circunferencias más pequeñas dentro de las cuales se hallan cabecitas de querubines,<br />

con cuatro alas unas y con dos, otras. El centro de las circunferencias grandes está ocupado, a su vez,<br />

por una cabeza que representa al sol, motivo que delata, como otros tantos la presencia de artistas<br />

indígenas. Los espacios formados por los cuatro segmentos de círculos que se encuentran, se hallan<br />

decorados con hojas y decoración lineal, y los que quedan entre las decoraciones escultóricas de<br />

las circunferencias grandes, ornamentados con ramas y flores pintadas a todo color. Pero no todas<br />

las circunferencias grandes tienen esa decoración. En algunas (18) se la ha sustituido con cuadros<br />

al óleo sobre tela, que representan escenas del Antiguo Testamento, composiciones seguramente<br />

no originales del pintor que las ejecutó, bastante bien dibujadas, pero algo duras de colorido. El<br />

conjunto de todo este artesonado es muy hermoso. Antes tenía una forma regular con dos salientes<br />

que correspondían a las del coro; hoy sólo existe la del lado izquierdo en donde está el órgano, desde<br />

que se eliminó el otro órgano pequeño que se hallaba a la derecha del coro. Las dos salientes eran<br />

completamente iguales. La parte del artesonado que con la eliminación hubo de quitarse, sirvió para<br />

tender la cenefa que actualmente existe encima de los arcos sobre los cuales se sustentan las naves.<br />

Pueden reconocerse en esa cenefa las figuras todas del artesonado 46 .<br />

El coro descansa sobre cuatro primorosos arcos de piedra, formados por dovelas acodadas del<br />

tercer período del renacimiento: dos a cada lado, constituyendo esta construcción una de las notas<br />

más artísticas que tiene el templo. Casi desde las jambas mismas de la abertura de la puerta principal,<br />

comienzan los muros de piedra que, previo un ligero recodo, se dirigen a formar primero los arcos<br />

sobre los que descansa el coro y a unirse luego con los que dividen la iglesia en tres naves. Encima de<br />

los arcos de piedra corre una rica guirnalda de paños, de madera dorada, sostenida por cariátides con<br />

figuras de ángeles, que se hallan encima del centro del arco, ornamentándolo. Toda esta construcción<br />

de piedra está finamente almohadillada y entre los entrepaños de los arcos, se encuentran hermosos<br />

cuadros al óleo en molduras sobrepuestas al muro, con un sentido decorativo uniforme con toda<br />

aquella construcción, de manera que no se la puede separar sin quebrar el conjunto. Dichas telas<br />

46 Esta cenefa la hizo el Rdo. P. Argelich, cuando fue provincial. ( N. del A. )<br />

93


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

representan a ocho santas de la orden franciscana: cuatro que son Santa Clara de Asís, Santa Vidirina,<br />

Santa Ángela de Fulgencio y Santa Rosa de Viterbo, colocadas una a una entre los arcos y las otras<br />

cuatro que llenan de dos en dos, los muros que forman el recodo junto a la puerta de la entrada. En<br />

el intradós de los arcos se encuentran igualmente, pintados sobre la piedra, los bustos de algunos<br />

santos, lo mismo que en la cara interior de las columnas que contienen los arcos, dentro de espacios<br />

dejados intencionalmente a este efecto. Entro estos cuadritos se distingue uno por el culto de que ha<br />

sido objeto: el que representa a Nuestra Señora de la Antigua, que así le llaman sus devotos. Es el<br />

único que se conserva en toda su frescura y con un hermoso marco tallado y dorado, los demás se<br />

hallan ya arruinados.<br />

El conjunto de este sitio es verdaderamente hermoso. El oro que aún se conserva entre el<br />

almohadillado, revela su riqueza y todo delata que es el único cuerpo del templo fue ejecutado de una<br />

sola vez, en una sola época y de acuerdo con un plano uniforme con la fachada. El resto del templo,<br />

así por su material, como por su estilo, corresponde a otra época y talvez a otros planos y arquitecto.<br />

Excusado es decir que junto con esta parte forma también cuerpo el coro de la iglesia, que es otro de<br />

los primeros trabajos artísticos de la época colonial en este templo.<br />

***<br />

Se entra al coro por una doble puerta: de madera la exterior, y de bastidor forrada de cuero la<br />

interior: ambas son de una sola hoja y muestra la segunda en su cara interna, un retrato al óleo de un<br />

obispo. El sitio es espacioso. A su alrededor se hallan ochenta y una sillas de cedro, distribuidas en<br />

dos alturas diferentes. Las paredes se hallan decoradas, desde encima de los espaldares de las sillas<br />

superiores hasta la mitad, con una curiosa decoración de madera tallada, pintada y dorada, dividida<br />

en paneles por medio de semicolumnas rústicas adornadas con flores y frutos. Las paneles están<br />

ocupadas por cuarenta y cinco figuras de santos de la Orden y otros santos y ángeles, trabajados en<br />

media talla y policromadas. Ocupa el centro la Virgen. Todo este magnífico conjunto es obra de fray<br />

Juan Benítez, religioso del mismo convento, que floreció durante la primera mitad del siglo XVII.<br />

Es muy probable que él mismo haya sido quien trabajó o al menos hizo trabajar toda esa inmensa<br />

cantidad de santos de media talla que decoran el crucero, el zócalo del jube del coro y el friso<br />

que corre en las paredes en donde se hallan los dos grandes altares laterales consagrados al Corazón<br />

de Jesús y a San Antonio. Se admira en este trabajo la simpatía de la decoración lineal, dorada y<br />

pintada, la proporcionada distribución entre sus partes y la ingenuidad de la labor artística, en la cual,<br />

si bien hay deformidades horribles, hay cualidades sumamente apreciables, ya de expresión ya de<br />

ejecución. A nuestro parecer, y estudiando con alguna detención todo ese trabajo del coro franciscano,<br />

94


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

encontramos que si fray Juan Benítez dirigió la obra para que saliera uniforme, las diversas partes de<br />

que se compone son obra de otros compañeros. Eso lo dice un pequeño estudio comparativo de las<br />

esculturas y de las mismas cabecitas de querubines que decoran los remates de esa gran decoración.<br />

Tal vez lo que más llama la atención desde el punto de vista artístico son los marcos tallados,<br />

dorados y pintados que adornan la parte interna de la puerta de entrada y de la que queda al frente<br />

y conduce a la otra torre y antes conducía al colegio de San Buenaventura (hoy San Carlos) y, más<br />

que todo, el artesonado que es una maravilla de arte mudéjar, en el cual sobre la base central de un<br />

octógono se han tejido primorosas ajaracas tan complicadas que la vista se turba al contemplarlas.<br />

Lástima que algunas de las tablitas de madera decoradas que cierran ciertas partes, se hayan caído sin<br />

haber sido repuestas en su sitio: cosa, por otro lado, muy sencilla y fácil.<br />

El resto de las paredes del coro se halló un tiempo cubierto con cuadros que representaban hechos<br />

de la vida de San Pedro y San Pablo, que se hallaban colocados a modo de galería continua con<br />

columnas y marcos de cedro doradas. Hoy, después de mucho tiempo de haberlas tenido en blanco,<br />

hase colocado allí algunas telas encuadradas en molduras de veras primorosas.<br />

***<br />

A continuación de los arcos de piedra que sostienen el coro vienen tres arcos más, a cada lado, a<br />

sostener la cubierta de la nave central que debió ser de bóveda; pero que, el insuficiente espesor de<br />

los muros y la falta de apoyo (siendo las naves laterales de muy pequeña altura) lo impidió. Túvose<br />

que desarmar la bóveda a medio hacer, porque amenazaba destruir el edificio y sustituirla por una<br />

techumbre a dos vertientes y un techo plano, que fue cubierto en un principio con un artesonado<br />

mudéjar semejante en su estilo a los del crucero y del coro.<br />

Los terribles y repetidos terremotos que sufrió Quito a mediados del siglo XVIII dejaron la Iglesia<br />

en ruina y destruyeron su artesonado completamente, al extremo de quedar la nave central descubierta<br />

por haberse caído el maderamen y el techado.<br />

Esto consta del reconocimiento que en 1755 hizo el arquitecto Juan Vivas, a petición de los padres<br />

franciscanos, ante el escribano Francisco Javier de Bustamante, de los perjuicios que sufrieron por<br />

95


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

los terremotos las propiedades de aquellos frailes 47 . Era entonces provincial fray Joseph Fernández<br />

Salvador.<br />

47 El documento a que hacemos referencia, y que forma parte de todo un expediente formado por<br />

los padres con Orden de la Real Audiencia, dice así: Documento sobre las ruinas del Convento de<br />

S. Francisco del Colegio de San Buenaventura y Recolección de S. Diego y tasación del costo de<br />

refacción en 175.000 pesos dada por el Alarife de Quito en el año de 1755 . «En la ciudad de S.<br />

Francisco del Quito en siete días, del mes de Octubre de mill Sete sientos Sinquenta y Sinco, años. En<br />

cumplimiento de lo mandado, y en virtud de la aceptación y Juramento que tiene fecha Don Joan Vivas<br />

vecino deesta Ciudad y Alarife deella pasó, en compañía de mí el Escribano al Convento Máximo de<br />

San Francisco a la Recolección de San Diego y al Colegio Imperial de San Buena Ventura Situados<br />

en esta dha. ciudad quién reconoció con toda prolijidad y Cuidado todas las Ruinas acaesidas en dhos.<br />

Conventos ocasionados por los ecsesivos Temblores que a padesido esta Ciudad, y se reconosió no<br />

tener piesa sana en todo el dho. Convento Máximo que no tuviese rajaduras en unas partes con mayor<br />

quantidad que en otras. La Iglesia deeste Convento toda descubierta por haberse ido al suelo todo su<br />

Maderaje y Techado Como también reconoció las dos Thorres quese allan echas pedasos por todos sus<br />

Arcos y Piramides sin remedio Alguno sino el de Bajarlas asta sus extremos con la mayor brevedad<br />

para chitar el mayor quebranto que pueden ocasionar su total rruina. I asimesmo reconoció la Iglesia<br />

de dho. Colegio la que sealla según lo expresa dho. Alarife en pronta ruina por estar toda rajada con<br />

extremo y desplomadas sus paredes principales y sus arcos que nesesitan según lo dice dho. Alarife<br />

de nueba reedificasión asta sus fundamentos. Iasimesmo se alla el Convento de dho. Colegio, todo<br />

arruinado que no se halla parte Sana desus Seldas, Aulas, General, y demás ofisinas que nesesitan de<br />

costosisimo remedio; Como también aviendo pasado a la Recolecsión de San Diego alló estar vien<br />

lastimado su Convento e Iglesia que nesesita de reparos y Refacsión de vastante Costo, y aviando<br />

echo dho. Reconocimiento con toda exactitud, y atensión de todas sus Ruinas ocasionadas en estos<br />

Conventos, Dijo que según su leal saver y entender abaluaba y Tasaba el costo que podía Causarse<br />

para la Reedificasión y Refacción de dhos. Conventos en la Cantidad, de Siento Setenta y Sinco mill,<br />

pesos poco más omenos y para que así conste lo firmo de todo lo qual doi fee = Joan Vivas = Paso<br />

ante mí Francisco Xauier de Bustamante Escribano Receptor». ( Arch. franc. , Legajo 9, núm. 5, fol.<br />

352). Con este documento informó la Real Audiencia al Rey y al Virrey sobre la ruina que padeció<br />

la Iglesia y el Convento a fin de mover el real ánimo de Su Majestad y la voluntad del Virrey a que<br />

concurran con alguna limosna para sufragio de su edificación. ( Arch. francisc. , leg. 10, núm. , lib.<br />

6, fol. 64, vta. ). ( N. del A. )<br />

96


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Curadas las heridas que sufrieron el convento, la iglesia de San Francisco, el colegio de San<br />

Buenaventura y la recolección de San Diego, vino el día en que debió reponerse el artesonado perdido.<br />

Estaba en ese tiempo de ministro provincial del convento de Quito el Reverendo padre fray Eugenio<br />

Díaz Carralero, que muchos recuerdos dejó de su atinada administración y, preocupado del estado en<br />

que se hallaba la preciosa iglesia franciscana, ordenó al padre fray Esteban Guzmán la construcción<br />

del nuevo artesonado, para lo cual le dio una orden, cuyo tenor demuestra el interés que tenía en llevar<br />

a cabo la obra, que se concluyó rápidamente; pues comenzada en octubre de 1769 se concluyó en abril<br />

de 1770. El artesonado es el que hoy existe, rico, de estilo renacimiento, y que, aún cuando disuena<br />

del artesonado del crucero y del coro, no está mal con los revestimientos de la nave central 48 .<br />

La construcción de la nave central ya no es íntegra de piedra, como los arcos debajo del coro, sino<br />

sólo en el basamento de las columnas. Toda es de ladrillo, hecha con sencillez, y aun sin enlucido<br />

48 La orden del padre Díaz Carralero es un documento interesante que conviene darlo a conocer.<br />

Dice así: Fr. Eugenio Díaz Carralero, de la Regular observa de los Frayles: Predr. Genl. ex Custodio:<br />

Minro. Provl. de esta Sta. Prova. de N. P. S. Franco. de Quito, y Siervo, etc. = Al P. Por. Fr. Estevan<br />

Guzmán, Salud, y paz en Nro. Sor. Jesu - christo. Por quto. tenemos determinado, el qe. se construya<br />

(mediante la Divina providencia) el Arteson dula Iga. de éste nro. Convto. Gr. de Sn. Pablo, que tanto<br />

lo anhelado nro. Paternal amor: y ser necesario valernos de Persona, que con igual afecto acuda a la<br />

buena execución de este adorno de la Casa de Dios: Por tanto; poniendo, como hemos puesto los ojos<br />

en V. R. por la larga experiencia, que tenemos de su fidelidad, inteligencia, y exactitud, le nombramos<br />

de tal Obrero, con facultad ampla que le cometemos, de poder concertar Oficiales, y Maestros, en el<br />

Jornal que viere convenir; procurando siempre, la más abrebiada conclusión de la Obra: A cuyo fin<br />

mandamos, en virtud de las presentes, que ningún inferior nro. , con pretesto, o motivo alguno, le<br />

impida su assistencia diaria a ella, ni se ocupe su Persona en otra cosa, que no sea perteneciente a la<br />

expresada Obra: Antes sí, encargamos en el Sor. al R. P. Guarn. qe. por su parte le conceda a V. R. el<br />

favor, y ayuda que ha menester en su Trabajo. I para que en él, no caresca de mérito, le imponemos<br />

el de la Sta. Obediencia en virtud del Esptu. Sto. Dadas en Quito, en este sobredho. Convto. Máximo<br />

de Sn. Pablo, firms. de nra. mano y nombre, sellada con el sello mar. de nro. Oficio, y refrendadas<br />

de nro. Secreo. en once de octubre, de mil, setecs. sesenta y nueve as. Fr. Eugenio Díaz Carralero<br />

Minro. Provl. ( L. S. ) P. M. D. S. P. M. R. Fr. Mariano Velasquez Secretto. De Prova. Arch. franc. ,<br />

legajo 9, núm. 9, f. 1. ( N. del A. ).<br />

97


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

alguno, para recibir el precioso revestimiento de madera de cedro tallado, dorado y pintado que debió<br />

cubrir íntegramente las paredes del templo.<br />

Hoy queda muy poca cosa de aquella maravilla: apenas en la nave central se ven en pie los cinco<br />

retablos de sus pilares y los revestimientos de los arcos en la nave central. Los de las naves laterales<br />

han desaparecido 49 . Las bóvedas, lo mismo que sus paredes se hallan blanqueadas y apenas si una u<br />

otra moldura que sostenían un cuadro, o alguna que otra labor decorando una pechina, se encuentran<br />

todavía como recuerdo de tanta magnificencia. Los altares laterales son pobres: uno de ellos, el de<br />

Santa Rosa de Viterbo perteneció a la antigua iglesia que los franciscanos tenían en Pomasqui y vino<br />

a reemplazar al primitivo que se destruyó y parte del cual se halla en la capilla de la enfermería. Los<br />

cuadros que decoraban las columnas han desaparecido y cuando se los encuentra; se hallan en sitio<br />

diferente de aquel para el cual fueron ejecutados.<br />

El único altar lateral pequeño que llama la atención, es el de San José, el primero al bajar del<br />

presbiterio por la nave izquierda. Su retablo es dorado sobre fondo rojo; pero no es muy rico y la<br />

inmensa estatua del santo es muy vulgar. No puede compararse, por ejemplo, con el grupo de San<br />

Francisco de Paula que se encuentra; en el retablo del altar siguiente, obra del escultor Carrillo,<br />

discípulo, de Manuel Benalcázar y Camilo Unda, inteligente escultor que murió el año 1880 en Quito,<br />

ni menos con la preciosa estatua, de San Francisco que se halla en el retablo de la columna del arco,<br />

frente al púlpito, obra del insigne Caspicara.<br />

El grupo de San Francisco de Paula es verdaderamente hermoso, trabajado con mucha originalidad<br />

por el artista que no vaciló en retratar a sus nietecitos en las figuras de los chicos que se hallan con el<br />

santo. Conserva un poco del realismo español, aunque no tanta como el Ecce Homo que precisamente<br />

se encuentra en el retablo del altar que se halla al frente del de San Francisco de Paula. Esa estatua<br />

sí es genuinamente española, con su cabellera de pelo natural y su vestido púrpura de seda. En estos<br />

49 Los revestimientos de las naves laterales desaparecieron muy temprano; pues durante el<br />

provincialato del P. Eugenio Díaz Carralero, por el año de 1770 se anotaban gastos para el<br />

blanquiamento de las naves de la iglesia , y se pagaba veinte y quatro pesos al pintor que pintó la iga.<br />

de este convto. grande . ( Arch. Franc. , leg. 10, núm. 1, lib. 6, fol. 118). ( N. del A. )<br />

98


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

dos retablos admíranse los lienzos que representan a Santa Bárbara, Santa Catalina, San Bernabé y<br />

San Felipe. Los dos primeros se hallan en el altar de San Francisco de Paula y los dos últimos en el<br />

del Ecce Homo . A nuestro parecer son pinturas españolas, lo mismo que los dos reyes que se hallan<br />

representados en el cuerpo alto de este segundo retablo, a un lado y otro de una simpática estatua<br />

policromada del Ángel de la Guarda, compañera del arcángel San Miguel que se halla en el altar del<br />

Ecce Homo .<br />

Al frente del altar de San José, en la nave de la derecha está dedicado a Santa Rosa de Viterbo<br />

allí representada por una estatua no muy interesante, pero que, como las de la época; lleva una capa<br />

negra de tela natural. Los cuadros que llenan el retablo y que representan diversos pasajes de la vida<br />

de la santa, son bastante malos como ejecución artística, pero interesantes como documentación de<br />

la pintura colonial, original e ingenua.<br />

Los dos últimos retablos tan insignificantes en sus líneas y formas como los tres anteriores, se hallan<br />

consagrados a San Pedro Regalado el de la nave derecha y a Santa Teresa de Jesús, el de la izquierda.<br />

En el primero, sin embargo, se admiran dos hermosas molduras talladas y doradas que encuadran<br />

lienzos con las imágenes de la Dolorosa y del Ecce Homo; y en una urna, encontramos también una<br />

estatuita de la misma Virgen de Dolores, la consagrada por los escultores españoles la Virgen de las<br />

Angustias; que vemos tanto en las reproducciones del arte español que ilustraron Montañés, Juan de<br />

Juni y Hernández. Allí está la Dolorosa, con su manto de terciopelo negro, el sudario en las manos<br />

y su angustioso rostro vuelto hacia el Cielo pidiendo a su Hijo valor para soportar tanta pena. Rodea<br />

su cabeza la consabida diadema de oro. En el segundo retablo, admiramos dos encantadoras estatuas<br />

policromadas, de estatura pequeña, que representan a San José y la Virgen, un hermoso lienzo de<br />

Jesús crucificado, que desgraciadamente tiene algo pequeña su cabeza, dos bustos pintados de San<br />

Francisco y Santo Domingo de tamaño natural y, sobre todo, un sagrario que es toda una joya por las<br />

decoraciones esculpidas de sus paredes interiores. Es una pieza de museo, como tantas otras que hemos<br />

de ir encontrando a medida que vayamos conociendo las diversas dependencias de este maravilloso<br />

recinto. En este retablo son dignos de notarse igualmente los paños que cubren los cuerpos de los<br />

angelitos que en él se han introducido a manera de cariátides. Llama la atención la perfección de sus<br />

pliegues que pugna con la torpeza con que están ejecutados los cuerpos. Y es que en los paños se ha<br />

recurrido al expediente, que después hemos de ver muy repetido en la estatuaria quiteña, de utilizar<br />

paños naturales y pegarlos a la estatua para luego, con ayuda de cola y colores, darles consistencia y la<br />

apariencia de ser trabajados en madera las arrugas que se forman, llenas de gusto y pasmosa realidad.<br />

***<br />

99


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Como fácilmente alcanza a verse en cuanto uno entra al templo franciscano, lo más importante en<br />

él es la cruz formada por la nave central hasta el altar mayor y por los dos grandes altares laterales<br />

que se hallan a los lados del crucero. Todo este conjunto es maravilloso. Y eso que hacen falta los<br />

revestimientos de la pared superior de los arcos, hoy sustituidos, desde el año próximo pasado, con<br />

doce hermosísimas estatuas policromadas de los Apóstoles y doce cuadros al óleo sobre alabastro<br />

de Cuenca: obras ambas de la escuela quiteña y por consiguiente de inmenso interés para nosotros,<br />

aparte de su mérito artístico. Las estatuas son del siglo XVIII por el carácter de sus ropajes amplios<br />

y llenos de arrugas 50 .<br />

La decoración de los revestimientos, hecha en oro y apenas manchada de rojo y verde en el cuerpo<br />

de la nave central, es íntegra de oro en el altar mayor y en los dos grandes laterales. Los trenzados del<br />

50 Las estatuas de los doce Apóstoles a que hacemos referencia y que se hallan hoy colocadas en el<br />

muro superior de los arcos de la nave principal de la iglesia, se mandaron a trabajar ex-profeso para<br />

una ceremonia que se hacía en la misa de fiesta de la Ascensión del Señor. En el altar mayor de la<br />

iglesia, formaban estas estatuas un círculo alrededor de una efigie de Cristo ejecutada en piedra de<br />

chispa o pedernal. Durante la fiesta, se realizaba a lo vivo la subida de Jesucristo a los Cielos, merced a<br />

una tramoya que permitía a la estatua ascender entre nubes mientras los Apóstoles quedaban mirando<br />

al Señor que desaparecía en la bóveda del altar mayor. A eso obedece el que todos los Apóstoles en las<br />

estatuas mencionadas se hallan con la vista hacia arriba y en ademán contemplativo. Pero un buen día<br />

falló la tramoya y cayó la estatua (que era muy pesada), desde muy arriba, se hizo pedazos y causó no<br />

pocos daños. Desde entonces quedaron arrinconadas las estatuas hasta que se las colocó en donde hoy<br />

se encuentran. Estas estatuas las mandó a trabajar en el año de 1796 el P. provincial fray Francisco<br />

de la Graña, siendo síndico del convento el Conde de Selva Florida, don Manuel Guerrero Ponce de<br />

León. Costeó la obra don José Miño, y el convento ayudó con cuarenta trozos de cedro que compró<br />

el síndico en veinticinco pesos. Estas estatuas eran para los dose nichos del Altar Mayor y el día de<br />

la Ascensión del Señor . ( N. del A. )<br />

100


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

intradós de los arcos son tan simpáticos como la rica decoración de las paredes que aquellas sustentan.<br />

Llaman poderosamente la atención los retablos de las columnas, consagrados a San Francisco, San<br />

Diego y San Jácome de la Marca, los de la izquierda; y a San Buenaventura y San Juan Capistrano,<br />

los de la derecha; pues en ellos se delata el estilo plateresco del siglo XVI, con sus frontones abiertos,<br />

sus columnas adornadas muy sobriamente y sus líneas quebradas, pero no en demasía ni con las<br />

contracciones usadas por los arquitectos de los siglos XVII y XVIII en tiempo de la introducción del<br />

rococó en España 51 .<br />

Es de admirarse también el crucero de la iglesia sostenido por cuatro soberbios arcos torales de la<br />

forma ojival rebajada, tan empleada en la arquitectura del siglo XV. El techo del crucero es de estilo<br />

mudéjar como el que encontramos en el coro; pero, si sus labores son menos complicadas, su conjunto<br />

es más armonioso y encantador. Recuerda mucho a los más hermosos artesonados mudéjares, como<br />

el de San Juan de la penitencia en Toledo y el de uno de los magníficos del palacio de Peñaranda.<br />

Como línea y factura es perfecto y se halla realzado por un preciosísimo friso de santos de media<br />

talla, igual al del jube del coro y al de las capillas laterales del crucero. El artesonado es octogonal,<br />

de modo que las 56 imágenes de santos están distribuidas a razón de siete por cada lado del friso.<br />

Los cuatro arcos torales tienen preciosísimos revestimientos de madera tallada y dorada. Su intradós<br />

como su archivolta son decorados con singular gusto y magnificencia 52 . En cada una de las cuatro<br />

51 Todo el revestimiento del cuerpo de la iglesia, desde la cornisa principal hasta los altares, fue<br />

refaccionado por los años de 1756 a 1759, durante el provincialato del padre fray Ramón de Sequeyra<br />

y Mendiburu (Véase archivo franciscano. Legajo 10, núm. 1, libro 6, fol. 78). En este mismo tiempo se<br />

refaccionaron los «Quatro Altares del Cuerpo de la Yglesia poniéndoles Copetes, y regillas nuevas de<br />

pulida talla con sacras, Lavabos, tablas forradas en vaqueta colorada, velos de Persiana con cuchillejo<br />

de plata en los nichos, y diez manteles de bretaña fina con sus puntas y pegadillos correspondientes,<br />

en que entra también al Altar de N. P. S. Francisco que está en la Capilla, llamada de Villasis» . El<br />

todo costó cuatrocientos veinticinco pesos seis reales. ( Arch. Franc. , Id. , fol. 80). ( N. del A. )<br />

52 Sin duda por la acción del tiempo y el efecto de los terremotos el crucero perdió mucho en<br />

sus postizos atavíos; pues durante el gobierno del padre de la Graña se volvió a revestirlo, como<br />

consta de la siguiente partida de Gastos de la Iglesia , consignada por dicho Padre: « Primeramte. dio<br />

nuestro hermano Síndico tres mil quatrosientos quarenta y seis ps. en esta forma. Tres mil, y trecientos<br />

pesos para aforrar los cuatro Arcos Torales, Dorarles, juntamente con el Artezón del Crusero; los<br />

Pilares correspondientes a dhos. , quatro Arcos; parte del Altar mayor por un lado y otro, enmaderar<br />

101


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

impostas, sobre las cuales reposan los cuatro arcos torales hay un ángel que domina la columna que,<br />

a su vez, se halla adornada con lienzos de diverso valor artístico.<br />

Hacia la derecha y apoyado en una de estas columnas se encuentra el púlpito, pieza en verdad<br />

hermosa y digna de este magnífico templo. Reposa el púlpito sobre las espaldas de tres curiosísimos<br />

altares de madera, vestidos a la moda del siglo XIII que por las iniciales que llevan sobre la frente<br />

en negro, se sabe que son Calvino, Lutero y Arrio 53 . A la tribuna que tiene la forma hexagonal,<br />

se sube por una escalera cuyo pasamano se apoya en una figura decorativa, una especie de hermes,<br />

caracterizada en su vestido de la misma manera que las figuras que sostienen el púlpito. Luego sigue<br />

un pequeño pasadizo. Éste y los cuatro frentes de la tribuna, se hallan espléndidamente decorados con<br />

seis hornacinas en las cuales se encuentra igual número de estatuas de santos de la orden franciscana, y<br />

separadas, unas de otras, por columnas retorcidas semejantes a las cosmatescas del período medioeval<br />

italiano de la arquitectura gótica. Esta misma clase de columnas se ha empleado también como<br />

decoración en las misivas hornacinas y como balaustres del pasamano o barandilla de la grada o<br />

escalera. Es curiosa la figura de un hermes en que se apoya esta barandilla en la parte superior de<br />

la escalera. El medio cuerpo humano vestido de un tunicón blanco y cruzadas las manos como para<br />

sostener algo en ellas, está continuado por una columna espiral que a su vez se apoya en unos pies<br />

unidos según la ley egipcia de la frontalidad. Es también notable la columna del orden compuesto y<br />

de fuste decorado, desde la base en un tercio de su altura, con lacería y en los dos tercios restantes<br />

hasta el capitel, con un puntillado distribuido en líneas rotas como usaban los romanos termina el<br />

púlpito con un tornavoz espléndido, también hexagonal, del que cuelgan a manera de flecaduras,<br />

cinco mascarones que con su boca sostienen una decoración de hojas admirablemente trabajadas.<br />

El todo se halla coronado por un ángel sentado sobre un globo terrestre. Este tornavoz se une a la<br />

tribuna del púlpito por medio de una hornacina muy hermosa, de tímpano triangular, que se apoya en<br />

dos columnas de fuste retorcido, absolutamente iguales a las que hemos visto en la tribuna. Allí se<br />

encuentra una preciosa estatua de la Virgen. El conjunto de toda esta cátedra se une al de la columna<br />

el Crusero de la Iglesia, como una ventana en que entraron onse Cristales finos de aserca de media<br />

vara, que no entran en cuenta; después pa. que todo el dorado quedase uniforme, dio ciento y treinta<br />

ps. para dorar el Púlpito: y dies y seis ps. para pagar las vigas que se devían a la Religión de San<br />

Agustín, que las prestaron para enmaderar el Crusero y estas cantidades todas juntas hacen la arriba<br />

mencionada» ( Arch. franc. , legajo 10, núm. 1.º, libro 6). ( N. del A. )<br />

53 El Padre Visitador Fr. Alfonso Morquillas hizo quitar esas estatuas en este año de 1922. No<br />

creemos que en ello haya ganado esta obra de arte y sí que haya perdido su carácter. ( N. del A. )<br />

102


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

que sostiene los arcos torales y en la cual se apoya aquella, contribuyendo a la riqueza general del<br />

crucero, y formando con el altar de San Antonio un aparato escénico verdaderamente sugestivo que,<br />

presentado en medio de la semioscuridad de la iglesia, adquiere mayor misterio y encanto, subyugando<br />

al espíritu y convenciéndole de la belleza singular que el templo encierra.<br />

***<br />

Subamos ahora al presbiterio por los seis escalones de la grada de alabastro. Todo él es una pura<br />

maravilla y un solo retablo dividido en nueve partes; una central correspondiente al altar mayor, y<br />

cuatro a cada lado, divididas por ocho columnas, de fuste acanalado en sus dos tercios superiores y con<br />

grotescas en el tercio inferior, terminadas en un capitel historiado caprichosamente con mascarones<br />

y figuras colocadas sobre hojas de acanto. Estos capiteles se levantan sobre su base respectiva<br />

ornamentada con una cartela de estilo renacimiento. Entre la segunda y la tercera base de cada lado<br />

hay un bajo relieve que representa, el de la derecha, a los evangelistas San Marcos y San Lucas y el<br />

de la izquierda, a San Juan y San Mateo con sus respectivos atributos, y envueltos y encuadrados en<br />

mil follajes y grotescos. Estas tres columnas con sus correspondientes pedestales y zócalo descansan<br />

sobre un estilobato muy finamente construido y que, con el zócalo, se halla interrumpido por las<br />

puertas de entrada a la sacristía y las que, situadas entre la primera columna y la que sostiene al arco<br />

toral, conducen a la capilla lateral de Santa Marta la de la izquierda y hacia la entrada de la Capilla de<br />

Villacís la de la derecha. Los espacios que se hallan entre los fustes de las columnas están divididos<br />

en dos partes: en la inferior, para dar cabida a ocho telas con las imágenes de ocho apóstoles de<br />

tamaño algo mayor que el natural, y en la superior, para colocar otras con la representación de un santo<br />

Papa, encuadradas las telas en preciosas molduras que, formando por sí mismas un motivo decorativo<br />

distinto, concurren a la ornamentación variada y una del conjunto.<br />

Encima de esta columnata y de un arquitrabe sencillo y elegante, corre un friso cortado por salientes<br />

colocadas encima de cada capitel y decorado con cabezas y follajes serpeantes. Luego viene encima<br />

una cornisa cortada y, sobre ella, seis tímpanos en cuya rampa se hallan recostadas figuras que<br />

representan las virtudes teologales y cardinales.<br />

103


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Al medio de este primero y principal cuerpo del gran retablo que estamos describiendo se encuentra<br />

el altar mayor, lo más rico y maravilloso de todo el presbiterio. Lo forma una gran mesa sobre la<br />

cual se levanta una escalinata de espejos forrada de plata, que conduce al sagrario, formado de un<br />

portal de cuatro arcos escarzanos cuyas archivoltas están cubiertas de un marco de plata que encuadra<br />

espejos, sobre los cuales se extienden follajes de uva serpeantes de plata. Los arcos descansan sobre<br />

ocho columnas salomónicas de plata. La puerta del sagrario que corre sobre una ranura es también de<br />

espejo, sobre el cual se ha figurado en plata el símbolo del Padre Eterno con rayos de luz en contorno y<br />

al pie unos ramos de uvas. Primitivamente, cuando se hizo el gran retablo del altar mayor, el sagrario<br />

fue de madera tallada y formaba una sola decoración con el conjunto. A mediados del siglo XVIII se<br />

lo enriqueció. Se destruyeron las molduras de plata de los espejos grandes y chicos que tenía, lo que<br />

produjo el peso de treinta marcos cuyo valor se utilizó en hacer varias alhajas que se depositaron en<br />

la sacristía, y compráronse nuevos y mejores espejos que fueron colocados en el nuevo sagrario de<br />

la manera como hoy se los encuentra. Aún se conservan los rastros de haber sido cortada la madera<br />

del retablo para cambiar al antiguo sagrario con el que hoy existe 54 . Encima del sagrario se halla un<br />

gran tabernáculo en cuya entrada se ha puesto un arco de espejos sobre los que se destacan ramos de<br />

hojas y flores de plata. En ellos se encuentra una estatua de la Inmaculada Concepción 55 .<br />

Luego viene el segundo cuerpo del retablo, destacándose en su centro otro tabernáculo ejecutado a<br />

líneas rectas, como para que la vista del espectador descanse de tanta línea curva y en él se encuentra el<br />

grupo escultórico de Diego de Robles, el primer escultor de la Colonia, que representa el Bautismo de<br />

54 La partida del gasto de esta recomposición dice así: « It. dio nro. hermano sindico tres mili<br />

quinientos noventa y ocho ps. quatro rr. para quatro espejos de bara y ocho dedos alto y tres quartas,<br />

y ocho de dos de ancho, para la fábrica del nuevo sagrario, doscientos para un par de Espejos de tres<br />

quartas de alto, y media bara de ancho; sinquenta ps. para un Espejo de media bara; ochenta ps. para<br />

ocho espejitos de tercia de alto; en madera y oficiales quatro cientos sinqta. y siete pesos, en el dorado<br />

quinientos, y veinte pesos en las facas de hierro clavos y chapa sinquenta y nuebe ps. quatro rr. y en<br />

la nueba copa, orremate, por averse errado el primero y quedado mui feo, segasto en madera echura<br />

y dorado junto con lo que se sigue para arriba doscientos treinta y dos ps. quetodo junto monta tres<br />

mili quinientos noventa y ocho ps. quatro reales» ( Arch. franc. , id. , fols. 46 y 46 vta. ) . ( N. del A. )<br />

55 Este arco de plata lo mandó a hacer el P. Fray Agustín Marban, provincial que fue desde el 17<br />

de febrero de 1759 hasta el 20 de febrero de 1762 y costó entonces cien pesos ( Arch. franc. , leg. 10,<br />

núm. 1.º, lib. 6, fol. 89, vta. ) ( N. del A. )<br />

104


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Jesucristo. A un lado y otro de este tabernáculo y sustituyendo a las seis columnas centrales del cuerpo<br />

inferior, se encuentran seis embutidos: dos de los cuales, los del centro, hacen veces de cariátides<br />

que sostienen un capitel compuesto sobre el cual se apoya un frontón entrecortado para dar cabida a<br />

una gran paloma, símbolo del Espíritu Santo. Los otros cuatro embutidos tienen la figura de ángeles<br />

orantes y entre ellos se hallan cuatro grandes telas que representan cuatro apóstoles colocados en<br />

decoraciones talladas iguales a las que encuadran las ocho telas que representan a los demás apóstoles<br />

en el cuerpo inferior del retablo. Junto a los arcos torales termina esta decoración con un cuadro que,<br />

sostenido por dos ángeles, contiene las imágenes de dos santos de la iglesia. Encima de esta parte<br />

que dejamos descrito corre un friso decorado, parte con decoración lineal y parte con aplicaciones<br />

de elementos decorativos, como floreros y ramas destacadas, y luego una gran cornisa sobre la cual<br />

descansan dieciséis retratos de cardenales de la iglesia romana en sus respectivos cuadros que forman<br />

el remate de este primoroso retablo. En la mitad se encuentra una colosal estatua del Padre Eterno. Para<br />

completar y uniformar la decoración toda del presbiterio, se ha pintado la bóveda simulando un cielo<br />

estrellado en el cual el hueco del tragaluz central representa el sol, que esparce a su alrededor rayos,<br />

que van a terminar de dos en dos, abrazando los cuadros en los que están los retratos de los cardenales,<br />

en el remate del retablo. Dan luz al retablo dos ventanas laterales que como todo el presbiterio se halla<br />

revestida con tallados dorados y pintados en rojo y verde 56 .<br />

Para comprender mejor la magnificencia del presbiterio hay que tener en cuenta la riqueza de<br />

ornamentación que tienen las columnas de los cuatro arcos torales que forman como el palio que<br />

abriga tanta maravilla. Las columnas de estos arcos se hallan decoradas también con lienzos entre<br />

los cuales hay algunos de gran mérito artístico, por ejemplo una Dolorosa en la parte baja y pared<br />

56 Estas ventanas se rehicieron por los años de 1747 a 1750 en que fue provincial el P. lector<br />

jubilado fray Joseph de Ihs. y Olmos. La partida de gasto dice así: « It. setenta y tres ps. en quatro<br />

ventanas que se hisieron, nuebamte. para dar clarid. al Altar mayor, las dos se forraron por de dentro<br />

de madera y se doraron; a las otras dos se les pusieron dos arcos de cal y ladrillo, para defensa de<br />

las lluvias» ( id. , fol. 44, vta. ). -El interior de la media naranja del altar mayor se revistió por los<br />

años de 1792-1796. ( N. del A. )<br />

105


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

interna de la columna derecha del arco inmediato al presbiterio. El cuadro que debió hallarse en la<br />

columna izquierda como correspondiente a éste debió también ser de igual calidad; pero no existe, ha<br />

sido sustituido con otra tela que representa el paño de la Verónica, horrible como pocos. La Dolorosa<br />

es pintura española del siglo XVII y debe ser de uno de los buenos maestros de aquella época: todo<br />

en ella es magnífico: su dibujo, su color, la técnica con que está tratado el rostro y la mano que es una<br />

maravilla. Esta tela es, sin duda, una de las indiscutibles joyas pictóricas que tiene el templo.<br />

También llama la atención el cuadro que está en la columna derecha del arco toral sobre la que se<br />

apoya el púlpito, precisamente encima de la escalera. Representa al beato Juan de Parma, franciscano,<br />

leyendo un libro que tiene abierto entre las manos. No reconocemos en este cuadro ningún pincel<br />

quiteño de la época, de modo que debe ser también español; no así el que se halla a su frente y que<br />

figura a una santa con un angelito vestido de rosa al pie. Este es muy quiteño como todos los demás<br />

cuadros de las columnas.<br />

Todo este conjunto de cuadros y labores talladas y doradas que llenan las columnas, las dovelas<br />

y las archivoltas de esos arcos hacen del crucero y del presbiterio del templo franciscano, una obra<br />

de veras única y maravillosa.<br />

El altar tiene permanentemente un frontal precioso dividido en cuatro cuadros, cada uno ocupado<br />

por una tela que representa a los arcángeles San Miguel, San Gabriel, San Rafael y al Ángel de la<br />

Guarda. La pintura no es de lo mejor, pero el marco de madera en que están encerradas esas cuatro<br />

telas, es obra de un arte fino y prodigioso. Es una taracea en que se han formado labores de excesiva<br />

delicadeza mediante el empleo de maderas finas de diversos colores. Trabajo lleno de buen gusto,<br />

propio para completar la riqueza de un templo como el de San Francisco, verdadero museo del arte<br />

colonial americano.<br />

No son menos hermosos que el altar mayor, los dos altares laterales consagrados al Corazón de<br />

Jesús el de la izquierda y a San Antonio de Padua el de la derecha. El primero fue dedicado en su<br />

principio a la Purísima Concepción. Con ese nombre se le conoció largo tiempo y con ese consta en los<br />

libros del Archivo. Sus retablos son preciosos y de gran riqueza. Pequeñas son las diferencias que los<br />

distinguen; pues clara es la semejanza que su autor quiso en ellos poner como para no dañar la armonía<br />

del conjunto en tratándose de dos obras que su colocación requería que fuesen en lo posible iguales.<br />

Como en el del altar mayor, en los retablos laterales a que aludimos se conserva la misma línea<br />

arquitectónica; aún se dijera que fueron ideados por el mismo artífice y concluidos por los mismos<br />

ejecutantes. Encima de un gran basamento levantado hasta una altura doble de aquella en que se<br />

106


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

ha colocado la mesa del altar, formado de diversos compartimentos según la sinuosidad de la línea<br />

de construcción, se encuentran seis columnas anilladas a la mitad de su altura y decorados la base,<br />

el anillo y el collarín; pero no estriadas como las del altar mayor. Cuatro de ellas están duplicadas<br />

a cada lado del gran tabernáculo que forma el centro del retablo y en el cual está una imagen del<br />

Corazón de Jesús, y las otras dos separadas hacia el término del retablo para dar lugar a que entre<br />

las primeras y éstas sean colocadas dos estatuas, una de San Joaquín y otra de Santa Ana sobre sus<br />

correspondientes repisas. Corre encima de estas columnas de orden compuesto por su capitel, un<br />

entablamento cuyo friso es graciosamente decorado con una greca trabajada en hueco. Termina el<br />

conjunto con un segundo cuerpo formado por una decoración que abraza una hornacina central en<br />

la que se halla colocada la Virgen Madre sentada en un sillón a la manera como en el siglo XIII<br />

representaban en España a la Madre de Dios. Como buena española, la estatua tiene cabellera de<br />

pelo natural. Forman parte de la decoración de este segundo cuerpo las dos ventanas que se hallan<br />

en la parte alta de la pared en que se encuentra el retablo; pues han sido igualmente adornadas y<br />

cubiertas completamente de madera tallada, pintada y dorada. Al pie de la estatua del Corazón de<br />

Jesús y formando una especie de moldura se halla en todo el contorno de la parte baja de la hornacina<br />

una especie de mariola de plata, formada con once candeleros unidos por escudos del mismo metal<br />

en cuyo centro debieron hallarse como dentro de marcos, unas miniaturas pintadas tal como existen<br />

en un objeto semejante en la capilla del comulgatorio, o talvez pedazos de espejo 57 .<br />

El altar de San Antonio es, como dejamos dicho, bastante parecido al anterior, no tiene diferencia<br />

mayor sino en el segundo cuerpo, en el que se abre una gran hornacina que contiene una de las<br />

mejores obras de la escultura quiteña: el grupo de la Asunción de la Virgen por Caspicara. Son también<br />

graciosos los dos grupos de media talla policromada que representan pasajes de la vida del santo y<br />

que se hallan colocados a uno y otro lado del retablo, debajo de las repisas que sostienen dos preciosas<br />

estatuas. El tabernáculo en que se halla San Antonio es cubierto de vidrios fabricados en Quito; la<br />

estatua es muy hermosa y descansa sobre un rico pedestal de plata el que, a su vez, se asienta sobre<br />

57 Esta especie de mariola de plata, la llaman rejilla los libros del archivo franciscano, y la del altar<br />

del Corazón de Jesús como la del altar de San Antonio se hicieron por los años de 1792 a 1796, en<br />

tiempo del padre de la Graña. Este tabernáculo del retablo fue muy enriquecido durante esta época con<br />

algún dinero que donaron con ese objeto varios benefactores y principalmente con mil sucres que dejó<br />

al morir el Ilmo. Sr. Obispo de Quito, fray José Díaz de la Madrid ( Arch. franc. , id. ). ( N. del A. )<br />

107


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

una base de madera tallada. Formando cohorte debieron encontrarse cuatro estatuas, dos a cada lado<br />

del santo, como lo demuestran las repisas que hoy se hallan vacías 58 .<br />

El antipendium de la mesa del altar que es muy bien tallada, se halla adornado en su centro con<br />

un cuadro pintado a todo color sobre la madera, y que representa el mismo pasaje de la vida del santo<br />

que se halla en el grupo de media talla que está a la izquierda del retablo. Aunque destruida la obra,<br />

por lo que queda puede verse que debió estar muy bien pintada.<br />

Cerca del altar de San Antonio y a la puerta de entrada de la Capilla Villacís se encuentra un retablo<br />

muy hermoso con una sola hornacina en la cual hay una mala estatua de un Ecce Homo . Pertenece<br />

el retablo a la sepultura del capitán Julio Días Candilejo y del Alférez Domingo de Andramuño, como<br />

reza la inscripción que rodea un escudo de nobleza que forma también un solo conjunto decorativo<br />

con el retablo que lo sostienen a los lados dos espléndidos embutidos con figura de ángeles. El ornato<br />

que termina la extremidad inferior de estas figuras realiza una forma decorativa muy en armonía con<br />

el conjunto del retablo lleno de líneas sumamente caprichosas. Corona al retablo un cuadrito pequeño<br />

pintado en tela y encerrado dentro de la decoración del mismo.<br />

Junto a este retablo se halla una gran puerta cerrada por dos hojas de madera tallada, de estilo<br />

renacimiento, y que da entrada a la Capilla de Villacís, monumento arquitectónico que con la sacristía<br />

es de lo mejor que tiene el templo franciscano. Posee una armonía de líneas que contrasta notablemente<br />

con el resto del edificio.<br />

***<br />

La Capilla de Villacís, así llamada porque la fundó y dotó el comisario don Francisco de Villacís<br />

en 1659, según rezan las inscripciones que se hallan alrededor del escudo nobiliario que allí existe y<br />

en dos tablitas de los extremos inferiores del retablo, es un edificio que, en su mayor extensión, mide<br />

15.68 metros de largo por 7.44 de ancho. Consta de dos cuerpos iguales: separados por un arco: el<br />

primero tiene una bóveda esférica sencilla que remata en una linterna; el segundo lleva cúpula con<br />

58 En tiempo del mismo padre de la Graffa fue dorado el tabernáculo de San Antonio, lo cual costó<br />

mil pesos ( Arch. franc. , id. ). ( N. del A. )<br />

108


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

cuatro tragaluces redondos y una linterna. La bóveda de la cúpula está adornada con tres saledizos<br />

circulares, de mayor a menor, formados de molduras y ménsulas. Reposa esta cúpula sobre cuatro<br />

arcos de medio punto y bajo de ella se encuentra, en la pared fronteriza a la puerta de entrada de<br />

la capilla, un precioso retablo; a la izquierda, la puerta de la sacristía y al frente de ésta, la estatua<br />

del fundador de la capilla. El retablo que es muy rico se compone de tres cuerpos superpuestos y un<br />

remate; cada cuerpo está dividido en tres espacios por columnas de caprichosa forma o embutidos:<br />

los espacios de los extremos están ocupados con telas de escaso mérito y los del centro por estatuas en<br />

hermosos nichos. El remate tiene un cuadro pequeño de Cristo Crucificado, encuadrado en una rica<br />

moldura flanqueada por enormes ramos de frutas. Todo el retablo es dorado. La puerta de entrada a<br />

la sacristía es un verdadero monumento artístico, un modelo de arquitectura renacentista por su estilo<br />

puro, sus admirables proporciones y su maravillosa decoración de una sencillez de línea sin parecido.<br />

Las puertas de madera como el jambaje obedecen a un solo motivo ornamental. Al frente de esa puerta<br />

hay otra exactamente igual que está cegada en parte hasta la mitad de su altura para dar cabida al<br />

sepulcro del comisario, encima del cual se encuentra su retrato, de tamaño natural, hecho en madera<br />

y policromado. Se halla de rodillas sobre un cojín rojo, con las manos juntas y cubierto con el manto<br />

blanco de la Orden de Santiago. A un lado ha puesto en tierra el chambergo. La figura se destaca<br />

sobre un fondo de paisaje pintado en el muro, y un cielo del cual se ha desprendido un ángel que,<br />

acompañado de un grupo de querubines, viene hacia la figura del comisario Villacís. Encima de una<br />

y otra puerta se encuentra una ventana de piedra, como las puertas; pero de estilo barroco. La que<br />

está encima del sepulcro se halla cubierto con el escudo nobiliario, labrado y pintado en madera, de<br />

la familia Villacís, la otra da aire a la sacristía.<br />

Dignas de la capilla son también la puerta de entrada que se halla en la iglesia y la de salida al<br />

claustro bajo del convento. La primera recuerda en su conjunto a las dos que dejamos descritas y<br />

la otra es una maravilla que hay que verla del lado del convento para apreciarla en todo su valor.<br />

Sobre dos pilastras de orden jónico, decoradas con almohadillado, se levanta un arco semicircular<br />

con un doble tímpano: triangular el de los extremos, que descansa sobre un cojinete adornado con<br />

una roseta al medio, y circular el del centro: éste más alto, aquel más bajo y ambos interrumpidos.<br />

Sobre el tímpano triangular y en sus extremos, reposan dos estatuas. Cierra la puerta una hermosa<br />

109


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

reja de madera, de una sala hoja, con su correspondiente tarjeta semicircular. La raja se divide en una<br />

parte central compuesta de cuatro espacios rectangulares que llevan un calado de lacerías circulares<br />

de estilo muy italiano, rodeados y divididos de otros espacios llenos de pequeños baluartes de verja a<br />

manera de barrotes. La tarjeta consta también de dos partes: de una inferior que consiste en un ornato<br />

en forma de concha marina y de otra superior, compuesta de seis espacios que lleva cada uno un<br />

balaustre de verja igual a los de la hoja de la puerta. Como decíamos, esta puerta en su conjunto es de<br />

puro estilo italiano y recuerda a las usadas en Venecia en los siglos XVI y XVII.<br />

La capilla tiene en el contorno de sus paredes interiores un precioso zócalo de azulejos, fabricación<br />

hispano-árabe ejecutada en Cuenca, sin duda alguna, en donde en los tiempos coloniales existían<br />

fábricas de loza fina 59 . Puede fijarse la fecha de estos adornos en 1676 guiándonos por lo que dejamos<br />

59 El arte de la mayólica, de origen sarraceno fue cultivado con ventaja desde el siglo XVI en<br />

México, principalmente en Puebla de los Ángeles, ciudad fundada por los españoles dos años antes<br />

que Quito, es decir, en 1532. Un siglo más tarde en 1653, la industria de la mayólica en Puebla<br />

había tomado tal proporción que hubo necesidad de organizar una sociedad protectora con leyes y<br />

reglamentos especiales respecto de la preparación de gredas y arcillas, calidades de los diferentes<br />

grados de las alfarerías, carácter de las decoraciones, tamaños de los utensilios domésticos, mercado<br />

de los trastos y marca de cada pieza con las iniciales o monogramas del fabricante, penalidades para la<br />

fabricación, etc. En México, en las iglesias se encuentran trabajos maravillosos en mayólica, hechos<br />

por los primeros artesanos: frisos, zócalos, recuadros, mosaicos de toda clase, lavatorios, fuentes<br />

bautismales, servicios de mesa para conventos, etc. Se trabajaron también cantidades de artículos<br />

y utensilios para particulares, desde tubos hasta vajillas de mesa, desde floreros hasta candeleros.<br />

También se decoraban con mayólicas las habitaciones, ya representando simples paneles con dibujos<br />

lineales coloreados, ya figuras de santos, armas o inscripciones. Se ornamentaban también las tumbas.<br />

Por su forma y decoración característica la alfarería de Puebla hasta fines del siglo XVIII en que<br />

usaba el azul monocromo, tenía ya el estilo morisco, ya el español de Talavera influenciado de cuando<br />

en cuando por el arte italiano, ya el estilo chino; pero desde 1800 en que comenzó a prevalecer la<br />

policromía en los objetos, adquirieron estos un estilo particular e inconfundible, que es el hispano-<br />

mejicano de Puebla. Las leyes que regían el gremio de alfareros, de Puebla en el siglo XVII, da mucha<br />

luz en la composición de los primeros objetos. El esmalte para la alfarería fina contenía 4 1/6 partes<br />

de plomo por una de estaño. Los modernos usan una proporción algo mayor del último ingrediente.<br />

Para los trabajos ordinarios el esmalte consiste en 12 ½ partes de plomo por una de estaño. En 1900,<br />

el Sr. Enrique L. Ventosa de Puebla, regresó de París a donde marchara para completar su educación<br />

110


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

dicho en nuestro anterior capítulo cuando hicimos mención del altar que existía en la portería del<br />

convento. Las placas son todas de un solo tamaño, cuadradas pero las labores que tiene cada recuadro<br />

del zócalo son distintas. La ornamentación posee mucha valentía en el modelado y está tratada con<br />

una gran comprensión del efecto que estaba destinado a producir.<br />

Frente al altar principal hay un jube o tribuna larga de madera tallada y dorada con una reja preciosa<br />

de arabescos, de estilo barroco, que termina con una decoración de imbricaciones en su parte baja y<br />

apoya sobre una simpática ménsula de piedra.<br />

La Capilla posee cuatro telas, que decoran sus paredes. Las dos más grandes, que representan la<br />

Asunción y la Ascensión, ocupan gran parte de las paredes laterales que soportan la bóveda del primer<br />

cuerpo de la capilla y bajan, llenándola completamente, siguiendo la forma del arco y de las pilastras<br />

que lo sostienen. Las dos pequeñas, colocadas a un lado y otro de la ventana en donde se halla el<br />

escudo, se recortan siguiendo también la forma del arco que sostiene la cúpula del segundo cuerpo y<br />

terminan en la línea del nacimiento del arco, encima de la puerta cegada en donde se halla la tumba del<br />

comisario Villacís. El modo cómo están colocadas las telas y su forma especial nos hacen creer que<br />

ellas fueron hechas con destino a los sitios que ocupan. Aún mas, el estado en que hoy se encuentran<br />

nos procuran un indicio de que la Capilla de Villacís debió ser decorada con revestimiento de madera<br />

tallada y dorada: no lo fue por cualquiera causa; pero esa debió ser la intención del comisario o la de los<br />

que la proyectaron. Esos cuadros, expresamente trabajados para, aquellos sitios, reclaman molduras,<br />

marcos, cornisas, y el pequeño resto de pared escueta que allí queda, pide la decoración escultórica de<br />

los revestimientos en madera. Esos cuadros que, por otra parte, son muy bien pintados, no debieron<br />

ser encargados para ponerlos en las paredes sin el marco más ordinario, sino para formar parte de una<br />

gran decoración. Ni es posible que el comisario Villacís, teniendo como tenía un sitio arquitectónico<br />

mejor que el de la Capilla de Sta. Marta o del comulgatorio, haya querido ser menos magnífico que<br />

Rodrigo de Salazar, que levantó en ésta tres hermosos retablos, aunque inferiores, al único que tiene<br />

la Capilla de Villacís. Además, lo tosco e inconcluso de las bóvedas indican también que tenían de ser<br />

artística, y desde entonces comenzó a levantar el arte de la mayólica mexicana reviviendo muchas de<br />

las figuraciones de los antiguos objetos. La mayólica de México en muchos de sus dibujos no será<br />

artística; pero tiene un elemento propio lleno de vigor, un sentimiento original nacido de la fusión del<br />

arte español y de las tradiciones mexicanas, que ha sido tal vez lo que la colocó, desde mediados del<br />

siglo XVII hasta la mitad del siglo XVIII, en una gran situación, pues durante este período produjo<br />

obras que eran absolutamente distintas de las de otros países. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

adornadas con revestimientos de madera semejantes a los que decoraban las bóvedas correspondientes<br />

a los altares de las naves laterales de la iglesia.<br />

Los cuadros grandes -La Ascensión del Señor y La Asunción de la Virgen- debieron ser de las<br />

hermosas pinturas que tenían los franciscanos. Decimos debieron ser, porque hoy se encuentran<br />

retocados, si no mucho o completamente, lo necesario para quitarle su belleza. Quedan sin embargo<br />

algunas partes intactas por las cuales se alcanza a comprender el valor artístico de aquellas obras. Las<br />

dos son del mismo pincel y de la misma mano. En el uno, Cristo sube al cielo rodeado de ángeles que<br />

en su derredor revolotean, mientras lo contemplan -desolados- su Madre y los doce Apóstoles. En el<br />

otro, María es llevada por los ángeles al Paraíso mientras los discípulos de Jesús y las santas mujeres<br />

se agitan, llorosas, en medio de la tumba vacía. La composición de ambos es muy bien concebida,<br />

los grupos bien resueltos, el colorido armonioso, aunque pobre, las figuras perfectamente dibujadas<br />

y todo pintado largamente, con un dominio perfecto de la técnica y con gran fuerza y virilidad. En<br />

uno y otro cuadro, las cabezas de los grupos bajos que no se hallan retocadas son espléndidas y nos<br />

hacen recordar su ejecución y colorido las de los profetas de Gorívar, a quien con mucha probabilidad<br />

pertenecen estas dos telas magníficas. Aún las arrugas de ciertos vestidos y mantos de los personajes<br />

delatan la manera de Gorívar, con la diferencia que como las figuras son algo más grandes que el<br />

natural, todo en los cuadros está tratado con un sentimiento más amplio y más libre y sin ese acabado<br />

que tiene en los profetas, como que Gorívar sabía el objeto que debían tener sus cuadros. No habíamos<br />

conocido desnudos pintados por este gran artista; ha sido preciso conocer estas telas y examinar de<br />

cerca aquellos cuerpos de ángeles en que las dificultades del escorzo se hallan resueltas con asombrosa<br />

facilidad y las carnes pintadas con verdadero encanto, para saber de lo que era capaz Gorívar. Es<br />

lástima, volvemos a repetir, que se hubiere retocado gran parte de los desnudos, precisamente, y con<br />

una tosquedad propia de mano inhábil y de espíritu antiartístico. El corazón se enciendo en ira ante<br />

un crimen semejante. En algunas partes se ha cubierto completamente la pintura original, de manera<br />

que para valorizar el mérito de lo que se ha perdido es preciso ver de cerca las figuras que no han sido<br />

tocadas. Así, por ejemplo, para juzgar lo que fueron los desnudos de los ángeles es necesario ver en<br />

el cuadro de la Asunción el grupo central sobre el que descansa la Virgen; allí se distingue, aún desde<br />

la tribuna, una pierna en escorzo que es todo una maravilla, como lo es también el brazo del apóstol<br />

que en ese inmenso cuadro levanta el sudario que envolvió el cuerpo de María, cuando se hallaba en<br />

el sepulcro, que en ese momento los discípulos de Jesús lo encuentran vacío.<br />

112


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Felizmente nos consolamos al pensar que pronto irá por allá la mano del restaurador a revelarnos<br />

muchas maravillas que ocultó la ignorancia con cinismo inconcebible.<br />

Inferiores a estos, son los dos cuadros más pequeños que decoran la parte superior de la puerta en<br />

que se halla la tumba del comisario Villacís. Representa el uno El Nacimiento de Cristo y el otro, la<br />

Transfiguración. Este cuadro ha servido sin duda de fuente de inspiración a Don Joaquín Pinto para el<br />

que, con el mismo tema, compuso y obsequió al presidente Don José María Plácido Caamaño y que<br />

éste se lo llevó consigo a Europa, en donde debe sin duda existir.<br />

Fieles a nuestra tesis, creemos que debieron ser colocados otros dos cuadros iguales a estos encima<br />

de la puerta de entrada de la sacristía, a un lado y a otro de la ventana que sobre ella se abre. Pero no<br />

hay tradición de ello, ni entre las viejas telas que existen diseminadas en el convento hay algunas que<br />

corresponden a ese sitio, excepto dos que hoy están colocados junto a la puerta de entrada al refectorio<br />

en la Sala De Profundis y que hasta hace dos años se hallaban en la sacristía, precisamente en el<br />

reverso de la pared de la entrada, a los lados de la ventana de piedra. Suponemos que estos serán los<br />

que faltan en la Capilla de Villacís; pues que la Sacristía, según lo afirman las crónicas antiguas del<br />

convento y lo dice también el P. Compte, tenía adornadas sus paredes con grandes lienzos al óleo,<br />

«representando unos los principales hechos y milagros del taumaturgo franciscano San Antonio de<br />

Padua, y otros a los señores obispos religiosos, hijos o moradores de este insigne convento» 60 . Es<br />

más probable que estos lienzos hayan sido de la Capilla de Villacís. Representan: el uno a los beatos<br />

Raimundo Lulio y Pedro Romano, mártires, y el otro a Santa Margarita de Cortona y beato Bartolomé<br />

de San Gemeniano. Ambos lienzos se encuentran retocados; pero a juzgar por lo que queda de la<br />

primitiva pintura, son de distinta mano y el primero debió de ser muy bueno, según lo manifiestan las<br />

cabezas de segundo término que no han sido retocadas: ellas acusan una técnica valiente, desarrollada<br />

con dominio y arte. Se hallan con sus respectivas molduras y esto confirma nuestra opinión de que<br />

los otros cuadros de la Capilla de Villacís tuvieron también sus molduras correspondientes, como lo<br />

dijimos más arriba.<br />

60 Compte, ob. cit. , pág. 10. ( N. del A. )<br />

113


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

En la parte baja de la capilla hay una bóveda subterránea, a la que se penetra por una escalera. En<br />

esa bóveda que es de cal y canto y que recibe luz de un hueco abierto en el pavimento de la capilla,<br />

y que se lo cubre con una piedra, se encuentra el cementerio de la familia Villacís. Más hacia el lado<br />

de la iglesia y cerca de la puerta de entrada a la bóveda del cementerio franciscano, hay otras dos<br />

bóvedas que se habían construido para la servidumbre de aquella familia. La puerta de entrada al<br />

cementerio franciscano 61 es curiosa: está situada en la pared lateral de la izquierda y es de una sola<br />

pieza de piedra que se la mueve muy fácilmente con una barra. Está decorada con una orla del cordón<br />

franciscano, en el centro el escudo de la orden y debajo dos carteles: el uno con la representación de<br />

las cinco llagas de Cristo y el otro con la de los clavos y corona de espinas de su pasión. Él todo es<br />

una pieza muy curiosa.<br />

***<br />

Al lado izquierdo de la iglesia está la Capilla de Santa Marta hoy llamada del Comulgatorio. Como<br />

dijimos, esta Capilla la fundó e hizo Rodrigo de Salazar, natural de Toledo, tan tristemente célebre en<br />

los primeros días de la Colonia. Asesino alevoso de Pedro de Puelles que en 1547 gobernaba Quito a<br />

nombre de Gonzalo Pizarro, recibió del presidente la Gasca como premio de su hazaña la gobernación<br />

de Quito y la encomienda de Otavalo que tenía Puelles 62 , y la gobernación de Zumaco en Oriente<br />

63 , logrando reunir una inmensa fortuna hasta llegar a ser considerado en 1573 el más rico vecino de<br />

Quito junto con Francisco Ruiz, Martín de Mondragón y Lorenzo de Cepeda. Sus haciendas, casas,<br />

estancias y ganado eran avaluados entonces en cincuenta mil pesos. Hombre malo con sus propios<br />

indios, la Audiencia de Quito le quitó la encomienda por los maltratos de que estos se quejaban y la<br />

adjudicó a la corona 64 . Tuvo en su matrimonio con doña Leonor de Valenzuela, un solo hijo que<br />

después profesó en San Francisco y se llamaba fray Alonso de Salazar, predicador famoso, nacido en<br />

esta misma ciudad. Vistió el hábito franciscano el 13 de octubre de1571. «Cuando había de predicar,<br />

dice el P. Compte, ya se prevenían los fieles con tres días de anticipación, ocupando en los templos<br />

61 Esta bóveda la hizo el año 1697 fray Martín de Santa María, a quien se le encomendó como<br />

asistente de la obra. Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, libro 2, fol. 51. ( N. del A. )<br />

62 Rel. Geog. de Indias , Vol. 3, pág. 76, número 98 § 3. ( N. del A. )<br />

63 González Suárez, Hist. G. de la R. del E. , tomo segundo, pág. 101. ( N. del A. )<br />

64 González Suárez, Hist. General de la República del Ecuador , tomo segundo, págs. 423 y 424.<br />

( N. del A. )<br />

114


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

lugares a propósito para oírle. Siempre tenía un numerosísimo auditorio, pues gozaba entre los de su<br />

tiempo la fama de elocuente y de celosísimo del bien de las almas» 65 .<br />

Hemos querido considerar a fray Alonso de Salazar como hijo de Rodrigo de Salazar y no a fray<br />

Bernardino de Salazar, que son los dos únicos de este apellido que registra el libro de profesiones<br />

religiosas que se conserva en el archivo del monasterio; porque éste vistió el hábito el 31 de enero<br />

de 1573 y aquél, como dejamos dicho, el 12 de octubre de 1571. Ahora bien: la relación anónima<br />

sobre La Cibdad de Sant Francisco del Quito , hecha en 1573 en Madrid y reproducida por Marco<br />

Jiménez de la Espada en el Tomo III de sus Relaciones Geográficas de Indias , dice: «Rodrigo de<br />

Salazar no tiene más de un hijo, y ese profeso de la Orden de San Francisco» . Si pues en 1573 se<br />

dice aquello, es más probable que se refiera a fray Alonso que ingresó en 1571 y no a fray Bernardi<br />

no que ingresó precisamente en el año de acuella narración. En el libro de profesiones del convento<br />

no consta el nombre de los padre de los religiosos en toda esa época, sino más tarde. Se apuntan los<br />

ingresos: eso es todo.<br />

Pero sea de ello lo que fuere, es lo cierto que Rodrigo de Salazar tenía un hijo franciscano y, sin<br />

duda alguna, esta circunstancia obró en el ánimo del rico y poderoso colono para hacer a su costa la<br />

capilla y dotarle con una capellanía de quinientos pesos anuales 66 .<br />

¿Cuándo se construyó esta capilla? Podemos fácilmente conjeturarlo teniendo en cuenta que en<br />

1582 el Papa Gregorio XIII expidió dos Breves, que originales se conservan en el archivo del<br />

convento: el uno en el cual se hace constar que el capitán Rodrigo de Salazar es patrón de la Capilla<br />

de la Santísima Virgen del Rosario, bajo la invocación de Santa Marta y concede jubileo por 20 años<br />

65 Compt. , ob. cit. pág. 127, tomo I. ( N. del A. )<br />

66 «... la más considerable (capellanía) es la que dejó el capitán Rodríguez (Rodrigo) de Salazar,<br />

de quinientos pesos de renta cada año, en capilla particular de que es patrono el presidente de<br />

esta Real Audiencia, asignada para entierro de ella y de caballeros conocidos, a falta de entierros<br />

suyos» (Relación de Rodríguez de Ocampo, Relaciones Geográficas de Indias , tomo III). ( N. del A. )<br />

115


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

para el día de la fiesta de esta santa 67 y el otro en el que el mismo Papa concede el privilegio de<br />

sacar una alma del purgatorio a cualquier religioso que dijere misa en el altar de la Capilla del Rosario<br />

que está bajo la invocación de Santa Marta 68 . En 1582 estaba ya, pues concluida y arreglada la<br />

capilla. En 1571 fray Alonso de Salazar, según hemos visto ingresó de fraile a San Francisco: su padre<br />

tenía en ese entonces más o menos sesenta años, al decir del cronista anónimo de La Ciudad de San<br />

Francisco del Quito, 1573 que trae don Marco Jiménez de la Espada en el tomo 3 de sus Relaciones<br />

Geográficas de Indias: hay, pues, que presumir que en este espacio de tiempo transcurrido desde el<br />

ingreso del hijo a San Francisco en 1571 hasta 1582 en que el Papa dictó sus Breves en favor de<br />

la Capilla de Rodrigo de Salazar cuyo patronato lo reconoció, fue concluida la capilla. Y decimos<br />

concluida, porque creemos, por las razones que luego expresamos, que la construcción de sus muros<br />

fue comenzada mucho antes siguiendo determinado plan con todo el resto del presbiterio, sacristía y<br />

ante sacristía (hoy Capilla de Villacís).<br />

Muerto Rodrigo de Salazar, el patronato de esta capilla pasó al Presidente de la Real Audiencia,<br />

como dejamos dicho en la nota que publicamos más arriba, tomada de la relación de Diego Rodríguez<br />

de Ocampo, sin duda por la confiscación que la Audiencia decretó de la encomienda de Otavalo que<br />

tenía Rodrigo de Salazar, por maltratamiento a los indios. Pero en 1628, según la nota que pusimos<br />

más arriba, la capilla pertenecía al patronato del Alférez real don Diego Sancho de la Carrera.<br />

67 El Breve del Papa Gregorio XIII, es expedido en el día 3 de Enero de 1682, y dice así:<br />

«GREGORIUS PP. XIII Universis Christifidelibus pñtes literas inspecturis salutem, et aplicam<br />

benedictionem. Ad augendam fidelium religionem, et animarum salutem celestibus eccæ thesauris pia<br />

caritati intenti, omnibus utriusqe. sexus christifidelibus vere pœnitentibus, et confessis, ac sanctissimo<br />

eucharistiæ sacramento refectis, qui capellam beatæ Mariæ de Rosario sub invocatione Sanctæ Martæ<br />

sitam in ecclia Monasterii Sanrti Francisci Quiten ad quam sicut accepimus dilectus filius Rodericus<br />

de Salazar dictae capellae Patronus singularem gerit devotionis affectum, in festo ejusdem Sanctæ<br />

Marthæ, a primis vesperis, usque ad occasum solis ejusdem festi singulis annis devote uisitaverint,<br />

et ibi pro christianorum Principum concordia ac hæresum extirpatione...» Archivo franciscano, leg.<br />

3, N.º 9. ( N. del A. )<br />

68 Archivo franciscano de Quito. -Legajo id. - En la Capilla y junto a la puerta de entrada de la<br />

Sacristía hay una tablita con la siguiente inscripción: Altar privilegiado por la concesión del Smo.<br />

Papa Gregorio XIII, en que se saca Anima del Purgato, por cualquiera Religioso de la Orden que diga<br />

Misa en él perpetuamte. Año de 1582 . ( N. del A. )<br />

116


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

La capilla es pequeña y tiene tres altares: el frontero está compuesto de un hermoso retablo<br />

dividido en dos secciones; la inferior tiene en su centro un gran nicho cuya entrada se halla decorada<br />

con un marco de madera tallada, unido abajo por medio de una mariola o rejilla de plata de seis<br />

luces separadas por cinco medallones que contienen pinturas sobre vitola, pequeñas miniaturas que<br />

representan asuntos religiosos. Al lado derecho del altar y en el espacio que forman dos columnas<br />

compuestas y de fuste caprichoso, completamente quebrado por una decoración simétrica de seis<br />

anillos, se encuentra como elemento decorativo del retablo un cuadro que representa a San Luis Rey de<br />

Francia y al lado izquierdo, simétricamente, otro que representa a Santa Isabel de Portugal. Encima del<br />

nicho central que se halla ocupado por una estatua moderna de San Pascual Bailón hay otro pequeño<br />

nicho cuadrangular en el cual se encuentra una estatua pequeña de la Virgen del Pilar de Zaragoza,<br />

contemporánea de la misma capilla.<br />

La sección superior del retablo tiene otro nicho ocupado por una estatua de Santa Marta. A las dos<br />

columnas centrales inferiores corresponden otras dos salomónicas, que en su parte inferior recuerdan<br />

a las primeras y, junto a todas estas, pequeñas hornacinas de graciosa arquitectura en el que se hallan<br />

relicarios con algunas de las reliquias que el padre fray José de Villamor Maldonado regaló a esta<br />

capilla. Entre los que existen todavía hay un pantuflo de San Pío V y un hábito de San Jácome de la<br />

Marca. Muchas han desaparecido, entre ellas un Lignum Crucis y una Santa Espina 69 . Además de<br />

estos relicarios hay en todo el retablo, distribuidos, otros de diversos tamaños en forma de custodias.<br />

Termina este retablo con un remate en el que se ostenta uno de los sellos franciscanos y encima una<br />

gran cruz sobre adecuado soporte decorativo. A un lado y otro del altar se encuentran dos puertas<br />

de precioso estilo.<br />

69 El padre Maldonado, quiteño de origen, fue un varón muy eminente y ocupó los mayores cargos<br />

de su orden. Fue comisario general de Indias por nombramiento que le otorgó Felipe IV, comisario<br />

general de la familia Cismotana, ministro general de la Orden y confesor de doña Margarita de Austria.<br />

Escribió algunas obras, entre ellas una relación del descubrimiento del gran río de las Amazonas.<br />

(Véase Córdova y Salinas, Crónica de la Prov. franc. del Perú , lib. 1.º, cap. 32, pág. 193. y Compte,<br />

ob. cit. , pág. 129). ( N. del A. )<br />

117


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

A la derecha de la capilla hay otro retablo dividido también en dos partes, cada una de las cuales<br />

tiene un nicho central, de lo mejor decorados de la iglesia y dos laterales ocupados por lienzos que<br />

representan varios santos de la orden. Ostentaba este retablo los cinco escudos de la orden, orlados<br />

los cuatro por el cordón franciscano que forma una perfecta circunferencia y el más significativo,<br />

compuesto de los brazos de Cristo y San Francisco, se halla encima del nicho del segundo cuerpo<br />

del retablo. Dos han desaparecido, quedando sólo de ellos, como rastro, el marco circular formado<br />

por el cordón franciscano. Los siete cuadros que decoran el retablo son modernos y no buena pintura,<br />

ejecutados, parece, en el taller de don Alejandro Salas.<br />

Este retablo fue el último que se hizo durante el provincialato del padre fray Buenaventura Ignacio<br />

de Figueroa, es decir por los años de 1728 a 1731 70 .<br />

El retablo de la izquierda, que era muy inferior a los otros, ha desaparecido; apenas si queda de él,<br />

a manera de recuerdo, un marco formado de unos cuadros que representan a varios santos de la Orden<br />

tercera franciscana y que bordea una gruta de piedra imitada para simular la de la Virgen de Lourdes,<br />

formando el todo un conjunto horriblemente feo, una decoración teatral de un gusto detestable que<br />

pugna con la augusta serenidad de la capilla y con la imponente belleza del templo franciscano. El<br />

altar desaparecido pertenecía a la tercera orden y talvez bajo de él se encontraba la bóveda de su<br />

propiedad, tapada con una gran loza de piedra que ahora se encuentra en la cocina del convento y junto<br />

a la puerta de entrada, bóveda que se concluyó en 1662, siendo comisario el padre Diego Gutiérrez y<br />

Ministro Diego Díaz Carrasco 71 . Más tarde en 1674 el padre provincial fray Pedro de Riera concedió<br />

70 En las cuentas de sindicatura encontramos esta partida: « Itt. dio por diferentes cédulas dos mill<br />

y quinientos pesos para costear un tabernáculo de tres cuerpos dedicado al Sr. Sn. Juan Capistrano,<br />

que se puso en la capilla del sagrario, cubriendo el único blanco que faltaba que aforrar en la Iglesia»<br />

Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, libro 1°, fol. 109 vta. ( N. del A. )<br />

71 J. G. Navarro, «Epigrafía Quiteña», Boletín de la Sociedad ecuatoriana de Estudios Históricos<br />

Americanos , N.º 4 enero-febrero, 1919, pág. 68. El padre fray Pedro de Riera, en 1674, concedió esta<br />

118


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la bóveda que antiguamente fue de los terceros para sepultura de los esclavos de Nuestra Señora del<br />

Pilar fundada en el Convento Máximo el año de 1671 72 .<br />

La capilla es de bóveda por arista y remata en una linterna, cuya luz es la única que ilumina su<br />

espacio.<br />

***<br />

Por la puerta del lado izquierdo del retablo principal se puede penetrar a la sacristía, como se lo<br />

puede también por la Capilla de Villacís en donde se halla, como ya lo dijimos, la entrada principal, y<br />

por el presbiterio de la iglesia. Penetrando por la Capilla de Santa Marta y abriendo una mampara 73<br />

de cuero de curiosa factura nos encontramos en una gran sala de figura rectangular y dividida en dos<br />

secciones: una, cubierta de una preciosa cúpula, de módulo denticular con cuatro luces y una linterna<br />

central, cuya bóveda se halla decorada sencillamente con molduras, ménsulas, y artesonados de forma<br />

cuadrangular; y otra, cubierta con una larga bóveda de medio cañón y cinco luces que hasta hace poco<br />

tiempo fueron linternas: se las destruyó para dar mayor luz a la sala, es decir sin objeto, puesto que<br />

bien se pudo llegar a este resultado sin destruirlas completamente.<br />

Al fondo de la sala se halla un gran cuadro El Descendimiento , que como pintura tiene escaso<br />

valor, ocupando el centro de un retablo pobre de factura, con dos nichos bajos con estatuas poco<br />

interesantes y un nicho alto con su respectiva estatua de un Niño Dios vestido a la española y a un<br />

lado y otro del nicho, dos ángeles, restos del antiguo convento de Pomasqui. Al pie de este retablo<br />

se muestra una gran cómoda de cedro de varios cajones en los cuales se guardan los ornamentos<br />

sagrados y encima de ella un departamento para guardar otros objetos del culto, dividido en dos partes<br />

y cubiertos con puertas de una sola hoja que se abren para arriba. En el centro hállase un nicho a<br />

manera de urna, ocupado hoy por una figurilla de cera de Toribio Avila, hábil miniaturista quiteño<br />

del cual hornos de tener oportunidad de hacer conocer algunas obras. Representa a San Jerónimo,<br />

cuyo cuerpo apenas se halla cubierto con un trapo rojo de tela natural endurecida. La obra es muy<br />

bóveda, «que antiguamente fue de los Terceros» para sepultura de los esclavos de Na. Sra. del Pilar<br />

fundada en el Convento Máximo el año de 1671 ( Arch. franc. , leg. 2, N.º 30, fol. último). ( N. del A. )<br />

72 Archivo de San Francisco, legajo 2, N.º 3.º, fol. último. ( N. del A. )<br />

73 Esta mampara mandó colocar el padre Inmediato fray Pedro Barona por los años de 1813 a 1816<br />

( Arch. Franc. , id. ). ( N. del A. )<br />

119


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

hermosa, desgraciadamente hace poco se la ha retocado al óleo, quitándole ese color natural de la cera<br />

que comunicaba a la figura un enorme encanto.<br />

Encima de este nicho se halla una preciosa urna de madera tallada y dorada y bajo un vidrio<br />

se alcanza a divisar una estatua pequeña de la Inmaculada Concepción, muy interesante. Se halla<br />

colocada sobre un pedestal plateresco. Es la figura clásica de esta clase de imágenes y remonta a la<br />

época de la fundación de la iglesia. Muy bien ejecutada, lo mismo la cara y las manos que los paños, se<br />

distingue por la decoración española de la túnica llena de arabescos de legítimo estilo Renacimiento,<br />

de una riqueza y elegancia prodigiosas. La imagen tiene alas y nimbo de plata. En la misma urna se<br />

han encerrado dos estatuitas de madera que representan a Santa Margarita de Cortona y a San Pedro<br />

de Alcántara, muy inferiores a la primera.<br />

A un lado y otro del nicho pequeño en donde se halla el San Jerónimo de cera de Toribio Avila<br />

hay una serie de cajoncitos divididos en grupos de seis, enchapados de carey y separados por ocho<br />

curiosísimos atlantes embutidos, de un significado artístico admirable como elemento decorativo. El<br />

tablero de la mesa sobre la que se asienta este retablo, como el de los demás retablos laterales estuvo<br />

un tiempo cubierto de cuero. Solo uno de ellos la conserva.<br />

Clavados a la madera de las puertas del armario superior hay seis cuadritos pintados en bronce:<br />

cuatro bastante regulares que representan a Santa Catalina, Santa Lucía, Santa María Magdalena y<br />

la Virgen con el Niño; y dos poco interesantes que figuran el Nacimiento y la Anunciación, pero<br />

cuyas molduras de madera con taraceas de hueso decorado con arabescos del Renacimiento son muy<br />

hermosas.<br />

En las paredes laterales se ostentan cuatro nichos forrados con retablos de madera, a modo de<br />

pórticos romanos, muy semejantes en su disposición al nicho del altar mayor y pintados en rojo y<br />

dorados. Dos de esos nichos tienen cuatro columnas panzudas, estiradas en su fuste y con un capitel<br />

singular. Sus arcos de medio punto reposan sobre una cornisa de módulo denticular. Tienen en su<br />

parte baja y al fondo, sobrepuesto a un marco de madera, un pergamino en el que se han escrito en<br />

letras góticas, oraciones para que las rece el celebrante que allá se acerque a vestirse para la misa:<br />

120


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

el pergamino está adornado con grecas y flores. Encima del nicho de la derecha está una estatua de<br />

un santo y en el de la izquierda otra de San Francisco penitente. Las paredes laterales de los nichos<br />

están decoradas con dos lienzos en los que se han representado ángeles y en su parte inferior con<br />

jarrones con flores.<br />

Los otros dos nichos que se encuentran cercanos al retablo principal y bajo la cúpula tienen un<br />

arreglo diferente. Dos columnas corintias al fondo del nicho, que es de bóveda de medio cañón, y en<br />

el resto del retablo, telas pintadas. En el de la izquierda estas telas representan: las dos laterales, a los<br />

arcángeles San Rafael con una inscripción que dice Medesina Dei y San Gabriel con otra que reza<br />

Fortitudo Dei . En el fondo un cuadro del arcángel San Rafael y en la bóveda, otro que representa<br />

la Virgen rodeada de ángeles pero no ejecutado con las reglas de perspectiva. Encima del cuadro de<br />

San Rafael y en el arco que forma en la pared del fondo el término de la bóveda, está otro lienzo<br />

que representa el Nacimiento de Jesucristo. El retablo se alza sobre un zócalo pintado y adornado<br />

en su contorno, a modo de moldura, con el cordón franciscano. Ocupa el nicho un hermoso crucifijo<br />

de madera. En el de la derecha, todo está distribuido del mismo modo, sólo varían los lienzos que<br />

representan pasajes de la historia franciscana: allí se ve en el fondo a San Francisco martirizándose<br />

con una disciplina, a Santa Rosa de Viterbo, a San Francisco recibiendo de Cristo la aprobación de<br />

la Regla, a Jesucristo acogiendo en el cielo a representantes de las tres órdenes franciscanas y a un<br />

santo de la misma orden con una cruz a cuestas. Los cuadros son muy inferiores a los del retablo de<br />

la izquierda.<br />

Se conservan todavía los cuatro cuadros grandes con episodios de la vida de San Antonio a que<br />

hace referencia fray Diego de Córdova y Salinas en su crónica tantas veces citada, al describir la<br />

sacristía. Están junto con otros dos que representan, el uno a Santo Domingo con Jesucristo y el<br />

otro a San Francisco con la Virgen. Obras de escasa importancia y duras en su pintura, lo único que<br />

tienen son sus molduras primorosas que se hallan muy bien conservadas, pintadas de rojo y doradas.<br />

En la sacristía encuéntrase también una preciosa repisa de cedro que descansa sobro un pájaro que<br />

tiene abiertas sus alas y se apoya contra el pilar derecho del arco que soporta la túpala. A un lado y<br />

otro de este pilar, sobre la repisa, y formando esquina hay dos nichos pequeños que forman un solo<br />

cuerpo con la repisa. El todo se halla ricamente decorado con taraceas de carey y hueso: las de hueso<br />

llevan pintadas con tinta negra indeleble diversas decoraciones de ramas rampantes, entre las chales<br />

se destacan figurillas de animales: lobos, zorros, conejos, escorpiones y aves de diferentes clases.<br />

En el reverso de las puertas de los armarios se ha pintado un santo franciscano y todas las paredes<br />

y tablas de su interior se ha decorado con hojas y flores estilizadas, formando conjuntos muy bien<br />

121


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

compuestos, pero también muy recargados. Desgraciadamente el mueble está bastante deteriorado;<br />

pero aún es tiempo de detener su completa destrucción.<br />

En las paredes se encuentran algunos cuadros: un San Onofre, un Santo Tomás en un marco de<br />

espejos, una imagen de Cristo, otra de la Virgen: todos estos sobre cobre y muy malos como también<br />

una Anunciación sobre alabastro, pésimo; no así su compañero, la Adoración de los pastores, también<br />

sobre alabastro que es toda una maravilla, lo mismo que una Virgen con el Niño, aunque muy inferior<br />

al anterior, por la notable desproporción entre el tamaño dado al niño y el de la Madre: es el único<br />

defecto, verdaderamente inconcebible en un cuadro lleno de cualidades bajo el punto de vista de la<br />

ejecución. Hay también otros siete cuadros pintados sobre alabastro o jaspe que forman una sola<br />

colección con los seis que se encuentran en la nave principal de la iglesia, encima de los arcos.<br />

Representan estos cuadros la Circuncisión, el Martirio de los Inocentes, la Educación de la Virgen,<br />

el Nacimiento de la Virgen, el sueño de San José, la Presentación de la Virgen y dos de la Huida a<br />

Egipto. Todos estos cuadros son hechos en Quito por una mano poco hábil. No consta en el archivo<br />

del convento el nombre del artista que los hizo; pero sí la época en que se hicieron, que fue la<br />

correspondiente a la administración del padre fray Francisco Guerrero, entonces vicario provincial,<br />

por los años de 1722 a 1725; pues allí consta el pago que se hizo al dorador y al escultor de las<br />

molduras y al pintor de aquellos cuadros 74 .<br />

Además de los cuatro nichos con retablos que dejamos descritos, existieron dos más: el uno se<br />

destruyó para dar entrada al nicho del sagrario del altar mayor, en el cual se expone el Santísimo<br />

Sacramento, y el otro, no sabemos por qué causa. Se nos ha asegurado que se encontraba en muy<br />

mal estado. La destrucción del segundo nicho es más reciente que la del primero, que se hizo mucho<br />

antes del año 1816, según se deduce de la inscripción que se halla encima de la puerta de entrada al<br />

interior del sagrario:<br />

SE ACABÓ ESTA PINTURA SIENDO PROV. EL R. P. F. ANTONIO TORRES. EL AÑO DE<br />

1826.<br />

74 Arch. franc. , leg. núm. 1, libro 2.º, fol. 101. ( N. del A. )<br />

122


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Los nichos aquellos fueron hechos por los años de 1697 a 1699 por el escultor Francisco Tipán y<br />

Andrés, el dorador, en el tiempo del provincialato del reverendo padre fray José Janed, siendo síndico<br />

el capitán don Joseph de la Massa, según se colige del libro de gastos de la provincia 75 .<br />

Entre los objetos artísticos y curiosos que encierra la sacristía y sus dependencias hemos podido<br />

ver los siguientes:<br />

Una urna de la Virgen de Dolores, típicamente española, en que se halla ésta vestida con medias<br />

y zapatillas, un lujoso manto de terciopelo negro, faldón negro de seda y chaqueta azul, también de<br />

seda, en el cual luce un corazón herido, de plata. Al pie tiene a dos ángeles con las alas de plata,<br />

vestidos con ropajes curiosísimos de brocado. Lleva también la Virgen una gran estola de seda que<br />

termina en sus extremos con un enmarañado de flecos de brocado en medio del cual se alcanza apenas<br />

a ver unas dos cabecitas de ángeles ejecutados en tagua. Suspendidos en el cielo de la urna se ven<br />

igualmente una multitud de angelitos de tagua admirablemente vestidos con paciencia benedictina,<br />

pues su tamaño no excede de cuatro y cinco centímetros.<br />

Una preciosa cruz procesional que hasta hace poco la tenía en el altar del Corazón de Jesús, fijada<br />

allí por medio de un espigón inferior, como se acostumbraba antes de los mediados del siglo XII en<br />

que se comenzó a usar pedestales o basas. Es de madera cubierta de metal plateado y lleva en todo<br />

relieve un Cristo crucificado que, irás que obra artística, es preciosa por los caracteres que tiene de<br />

profunda religiosidad. Obra indiscutiblemente española, lleva en si el sello de origen como puede<br />

verse por la reproducción que acompañamos. En el centro de la capa toráxica tiene una abertura<br />

cubierta de un vidrio convexo, sin otro objeto que dejar ver el interior del cuerpo en el que aparecen<br />

75 Gastos de provincia desde 20 de junio de 1694 en que fue electo en ministro provincial el M.<br />

R. P. lector jubilado fray Joseph Janed y síndico de provincia el Cappn. D. Joseph de la Massa. 20<br />

setiembre 1697. En veinte de dicho día di por cédula para los aumentos siguientes de la sacristía =<br />

ochocientos ps. para los retablos y dorado de quatro nichos de la sacristía que se van haciendo y para<br />

los dorados del nicho de S. Pablo y S. Onofre. = Noventa y quatro ps. y quatro rs. del vestido de N.<br />

S. de Guía y del dorado de su nicho. = Siento y veinte ps. del dorado del nicho de N. P. S. Francisco<br />

de la Capilla de Villacís, y del resto de los dorados de los seis nichos de la sacristía. Leg. 10, núm.<br />

1.º, lib. 1.º, fol. 76. Véase también el fol. 73 en que constan pagos al escultor y al dorador en el 6 de<br />

mayo de 1698 y 2 de julio de 1699. ( N. del A. )<br />

123


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

unas imitaciones de columna vertebral y de otras partes del organismo; pues el busto del Cristo es<br />

completamente vaciado.<br />

Como perfección artística son mejores los otros dos Cristos que se hallan ahora en el nicho de la<br />

izquierda y al pie del retablo central de la misma sacristía. Esos si que son verdaderamente preciosos,<br />

por lo perfecto de la forma como por su acabada ejecución.<br />

Hay también varios arcones de cedro en los que se admiran los aldabones de fierro cincelado,<br />

decorados con arte sin igual, en el que se exhibe con primor el arte plateresco español heredado por<br />

nuestros orfebres que trabajaron en los siglos XVI, XVII, y XVIII. Entre estos arcones hay uno que<br />

llama la atención por la decoración geométrica que llevan todas sus caras. Esta decoración y la torpe<br />

ejecución con que se halla hecho, demuestran que la obra remonta a los primeros años de la Colonia.<br />

Tal vez fue una arca de novia de las que tanto se usaron en España, durante los siglos XIV y XV 76 .<br />

Consérvase también en las bóvedas de la sacristía cuatro bargueños: dos de ellos, perfectamente<br />

iguales, son traídos desde Cuenca. Tienen dos cajones largos, cuatro medianos y cuatro chicos al<br />

rededor de un cajón central ornamentado con dos columnas que sostienen un arco, en cuyo tímpano<br />

se hallan dos cabezas grotescas de querubines y otra cabeza humana grotesca al centro, formadas<br />

de taraceas. Las tapas de los cajones como los tableros todos de los bargueños, se hallan también<br />

decoradas con taraceas, simulando flores, aves y dibujos puramente geométricos. Las tiraderas de<br />

los cajones son de plata primorosamente trabajadas. Los hizo traer el padre fray Pedro Guerrero,<br />

provincial desde 1704 hasta 1707, lector jubilado y calificador del Santo Oficio, siendo síndico el<br />

76 Los arcones son muebles característicos de la Edad Media, en los cuales se solía guardar objetos<br />

preciosos, plata y los vestidos lujosos y finos, Huchas se llamaban también en España, y hucheros ,<br />

los talladores que los ejecutaban. Los hay revestidos de cuero labrado a imitación de los que se<br />

usaban antes del siglo XIV en España, guarnecidos con bandas de hierro forjado; y los hay también<br />

sin otro herraje que los goznes y la cerradura pero con los tablones esculpidos, como se hicieron en<br />

el siglo XIV, llenos de emblemas, tracerías, pinturas, y escudos metálicos que embellecieron tanto<br />

estos muebles que bien pronto sirvieron de banco y de mesa en las lujosas cámaras de los palacios<br />

españoles. ( N. del A. )<br />

124


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

general don Simón Ontañón y Lastra. Estos bargueños se conservan en muy buen estado, inclusive<br />

su gran chapa de fierro que asegura la tapa 77 .<br />

De igual tamaño que estos dos, hay otro bargueño, cuyos tableros se hallan pintados a todo color con<br />

una decoración de flores; pero cuyos cajones llevan en sus tapas una interesante y preciosa decoración,<br />

en taracea, grabada y pintada, figurando animales fantásticos, quimeras aladas en medio de un fondo<br />

caprichoso grabado y pintado. Los cajones tienen unas preciosas tiraderas de plata en la que se hallan<br />

esculpidas unas cabezas de ángeles muy bien trabajadas.<br />

El último de los cuatro bargueños es pequeño con seis cajoncitos chicos, cuatro medianos, uno<br />

largo y otro central; todos con tiraderas de fierro en forma de concha y aldabón también de fierro.<br />

Los tablones se hallan decorados como los dos primeros, íntegramente; pero su dibujo es superior y<br />

la ejecución de la taracea demuestra más habilidad.<br />

Pero la joya de la sacristía son los dos magníficos frontales de plata, de estilo rocalla tan en boga en<br />

el siglo XVIII. Los dos frontales constan cada uno, de catorce láminas de plata repujada que, unidas<br />

forman un conjunto simétrico dentro de la asimetría que es ley de aquel estilo. La composición se<br />

reduce a un motivo decorativo central que lleva el escudo franciscano una cruz -con los brazos de<br />

Cristo y de San Francisco- a los lados, dos láminas de cobre pintadas con su marco encerrado en<br />

un nicho con dos columnas salomónicas, flanqueados estos tres motivos con dos escudos del mismo<br />

desarrollo decorativo que los demás que rodean este conjunto central. Los nichos en las columnas<br />

salomónicas fueron antes ocupados por espejos.<br />

El conjunto, sin embargo de ser un laberinto de líneas curvas, no deja de tener equilibrio y demuestra<br />

la habilidad que como ornamentistas tenían nuestros orfebres quiteños del siglo XVIII para variar al<br />

infinito el capricho de líneas y de curvas. Por excéntrico que aparezca este recargo decorativo hay<br />

siempre una línea sobre la cual las diferentes partes de su composición se equilibran y ponderan, y<br />

77 Arch. franc. - Véase, legajo 10, núm. 1.º, lib. 1.º, fol. 85 vta. Las chapas y fletes de estos bargueños<br />

costaron cuarentiseis pesos. ( N. del A. )<br />

125


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

a despecho de una cierta afectación, no deja de tener gracia la estilización perfecta dentro del estilo<br />

escogido, que presenta la composición de los dos frontales. Pero además del conjunto artístico, los<br />

dos frontales son un exponente de la riqueza colonial.<br />

Estos frontales los mandó a hacer fray Francisco de la Graña, durante el tiempo de su provincialato<br />

que duró desde el 27 de octubre de 1792 hasta 10 de setiembre de 1796, siendo síndico del convento el<br />

conde de Selva Florida, don Manuel Guerrero y Ponce de León. Fueron hechos en reemplazo de otros<br />

dos frontales de plata que por viejos se mandaron a destruir. Mucho tememos que las causas alegadas<br />

para esa destrucción en aquel tiempo, hubieren sido destituidas de fundamento; cuando vemos ahora,<br />

cuando la cultura general y artística es superior, que se cometen ¡desacatos y crímenes iguales sino<br />

peores! La vejez sola no es causa ni razón para anular una obra de arte, que por insignificante que<br />

fuere su mérito, siempre merece respeto, por ser el exponente de la cultura de un pueblo en una época<br />

determinada 78 .<br />

Compañeras de estas frontales son otras joyas de nuestra orfebrería del siglo XVIII: las mariolas<br />

que existen también en la misma sacristía. Son de plata y del mismo estilo, aunque trabajadas<br />

anteriormente, en 1750.<br />

78 He aquí el origen y más detalles de estos frontales: It. dio nuestro hermano el Síndico setecientos<br />

noventa y dos ps. tres y medio rr. en esta forma. De dos frontales viejos que el uno tenía de peso<br />

sesenta y ciete, marcos de plata, y el otro cinqta. y tres marcos sinco cruzs. de plata, qe. ambas partidas<br />

juntas componen el número de ciento y veinte marcos y cinco cruzs. ; se hicieron dos frontales nuevos,<br />

añadiéndoles setenta y ocho marcos de merma, una quarta de cada marco; con qe. los dos frontales<br />

tienen ciento noventa y tres marcos, una onza y una cuarta de plata que con la hechura, de dichos<br />

frontales, adies rr. cada marco, importan dosientos quarenta y un ps. y dos rr. qe. agregados al costo<br />

de los marcos de Plata añadidos montan la cantidad mencionada. ( N. del A. ) Arch. franc. , legajo<br />

10, núm. 1, lib. 6, part. 4.<br />

126


V<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

La Iglesia era rica en obras de orfebrería; pero muchas de las alhajas pertenecían determinadamente<br />

a dependencias de ella o al culto de ciertas imágenes. Cada capilla o altar, cada cofradía y hasta<br />

la enfermería del convento tenían sus alhajas propias, que eran celosamente administradas por los<br />

síndicos respectivos o por quienes las servían 79 . Además de los inventarios, existían listas particulares<br />

de las alhajas pertenecientes a la sacristía, que se hacían periódicamente constar en los libros de<br />

sindicatura, especialmente cuando se las mandaba reformar o se las destruía para hacer otras nuevas,<br />

lo que era muy frecuente; pues parece que los provinciales se disputaban por dejar alhajas más ricas,<br />

más nuevas y más relucientes que las que recibieron de su antecesor 80 .<br />

79 Para cerciorarse del celo con que cada cual administraba las alhajas de la Iglesia, basta el hecho<br />

siguiente. En la sesión del capítulo del miércoles 16 de octubre de 1743, se leyó una petición del<br />

síndico de San Benito en que pedía se destine capellán para dicha capilla y cofradía que era de negros<br />

y se nombró al padre fray Francisco de la Graña «con cargo de que no se entrometa en las alhajas de<br />

dicha cofradía» (Libro 3.º becerro, folio 205 vta. Archivo franciscano). ( N. del A. )<br />

80 It. se han puesto en la Iga. y sacristía las alaxas de plata siguientes: seis blandones grandes que<br />

pesaron siento ochenta y tres marcos seis cornicopios con sus mallas y seis mariolas que pesan treinta<br />

y dos marcos quatro barras de las andas del S. Sacramentado que pesan veinte y cinco marcos con<br />

sobrepuestos de bronse dorado entraron ocho castellanos, otro asimentado, a tres ps. quatro de hechura<br />

y el bronce tres ps. a que se añaden dose marcos tres onsas y media y media quese dieron a los plateros<br />

para el consumo de las mermas que juntas estas partidas, suman dosientos sinquenta y dos marcos<br />

tres onsas y media. De los quales, se hasen las rebajas siguientes; de partidas sacadas de la sacristía<br />

= los ochenta marcos que pesaron, seis blandones viejos = dos aguilitas, que servían de bujías, que<br />

pesaron trese marcos = Una media lámpara sin cadenas ni rreceptáculo, solo el cascaron del fondo,<br />

que pesó cuatro marcos= dos pares de vinageras que pesaron sinco marcos y dos onsas = Un tronito de<br />

Sn. Jph. , fue pesó seis marcos =Una asusena y campanilla que se servía en vinageras que pesó cuatro<br />

marcos= Del sagrario antiguo, se sacaron treinta marcos de das molduras de los espejos grandes, y<br />

chicos cuyas partidas sacadas, y por menor referidas importan, ciento quarenta y das marcos, y dos<br />

onsas que rebajado de las doscientas sinq ta . y dos marcos, tres onsas y media del peso de las referidas<br />

nuebas alajas inclusa la merma mencionada; recultam siento, y diez marcos, onsa y media que compró,<br />

nro. herm.º el síndico anuebe ps. marco, montan novesientos, noventa y un pesos cinco rr. y medio<br />

( fols. 46 vta. y 47). ( N. del A. )<br />

127


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Entre las maravillas de la orfebrería quiteña por su trabajo y por el valor intrínseco de la materia,<br />

había un cáliz de oro, perlas y piedras preciosas que se mandó hacer por los años de1783 a 1786 y<br />

que costó más de mil pesos 81 . Pero si este cáliz no existe hoy día, se conserva aún otra joya de más<br />

valor: la famosa custodia de oro, plata, perlas y esmeraldas obra de fecha mucho más anterior que<br />

la del cáliz, como que se la encuentra nombrada con el título de custodia grande en los libros de<br />

sindicatura desde mediados del siglo XVII.<br />

Tiene la custodia, algo más de un metro de altura. Su peaña está formada por unas tantas hojas<br />

de plata gruesas, sobrepuestas sin pretensión artística alguna y si sólo con el ánimo de comunicar un<br />

suficiente peso que pueda sostener el enorme del cuerpo de la custodia. Su forma es muy original;<br />

pues no es la de torre o de templete ojival, erizado de pináculos y sostenido por elegante pie como las<br />

custodias del siglo XV, ni tampoco la de templete romano de las de la época del Renacimiento, ni aún<br />

la característica de hoy día, a modo de sol radiante. Su cuerpo lo forma un enrejado de ramas y flores de<br />

oro que rodean al viril, en donde se coloca la hostia, rematado con una gran corona de oro. Encima del<br />

viril se halla una pequeña estatua de la Virgen y a los lados, trepando por las ramas del tupido follaje<br />

cuatro ángeles. Domina el conjunto, una estatuilla del Padre Eterno colocada encima de la corona.<br />

Todas estas estatuas son de plata maciza y fueron pintadas a todo color. Toda la custodia, desde la cruz<br />

de la corona, hasta la columna que la soporta se halla íntegramente recamada de preciosas esmeraldas<br />

de todo tamaño, colocadas unas, artísticamente y otras por sólo el placer de derrochar riqueza. Bien es<br />

verdad que entonces las esmeraldas valían poca cosa. En el período de la regencia provincial del padre<br />

fray José Fernández Salvador (1753-1756) por ejemplo, se compraron en «siete pesos quatro reales,<br />

dies esmeraldas para poner en la Custodia grande, por averse caído otras tantas» 82 . Muchísimas<br />

esmeraldas decoran esta joya admirable, obra genuina de nuestros orfebres quiteños, que suplieron<br />

defectos de trabajo artístico con sorprendente habilidad. La manera como se hallan distribuidas las<br />

esmeraldas da idea que el artífice o artífices que hicieron ese monumento, dispusieron y tuvieron muy<br />

81 Ittem Dio nro. herm.º el síndico. Quinientos treinta y nueve p. s cinco y medio r. s q. e se gastaron<br />

en oro, piedras preciosas, perlas, echuras y mermas para la fábrica de un Caliz de Oro q. e se puso<br />

en la Sachristia para servicio de el Altar en las Fiestas Principales.Y es de advertir que si asciende a<br />

novecientos p. s su costo, es por haverse agregado las Alajas de Nra. Sra. de el Pilar, q. e con permiso<br />

de el Ven. e Definitorio se añadieron, junto con algunas otras, pertenezientes al Expolio de Nro. P.<br />

Sequeira ( Arch. franc. , legajo 10, N.º 1, lib. 6.º). ( N. del A. )<br />

82 Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, lib. 6, fol. 66 vta. . ( N. del A. )<br />

128


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

a la mano, millares de esmeraldas de todo tamaño y forma para poder fácilmente colocarlas con cierta<br />

igualdad, ordenación y equilibrio. La custodia no tiene reverso, de modo que todo lo que se halla a<br />

un lado se encuentra exactamente en el otro. Son propiamente dos custodias unidas por un aro fuerte<br />

de plata de tres o cuatro centímetros de ancho que sigue las sinuosidades de la forma exterior de ella.<br />

Se sabe que España fue magnífica en el culto al Santísimo Sacramento, como no hay ejemplo en<br />

otras naciones. Eso hizo que los orfebres españoles pusieren todo su talento en la ejecución artística<br />

de las custodias. Célebres fueron casi todas las de las grandes iglesias de la península, como no lo han<br />

sido menos las de algunas de los templos latinoamericanos. Y si en España, aún llaman la atención la<br />

custodia de Toledo por su riqueza, la de la Seo de Zaragoza por su suntuosidad, la de Barcelona por<br />

su esbeltez y por sus 115 ópalos, 5 zafiros, 1205 diamantes 2100 perlas y 300 turquesas y la de Cádiz<br />

por su tamaño [4 metros], la nuestra de San Francisco de Quito no deja de ser su digna compañera,<br />

no fuera sino por su peregrina riqueza, muestra clara de la que tanta fama dio a las Indias españolas.<br />

Por supuesto que custodia tan pesada era sólo para llevarla en las grandes procesiones de Corpus<br />

en una apropiada anda de plata, que también ya no existe después de diversas reparaciones que en ella<br />

se hicieren hasta mediados del siglo XVIII. Esa fue costumbre española establecida desde mediados<br />

del siglo XV.<br />

***<br />

Junto con las obras de orfebrería que hemos detallado habría que hacer el recuento de los magníficos<br />

ornamentos que posee el convento. Punto de honra fue en todo tiempo para los frailes el esplendor del<br />

culto en la iglesia franciscana de Quito. Se gastaba dinero sin escrúpulo de año a año, ya en comprar<br />

o importar de Europa, lino, seda y franjas de oro y plata para que los artistas bordadores quiteños<br />

hicieren los primores que aún se conservan en la sacristía del convento con religioso cuidado. La seda<br />

se traía de España de las mejores fábricas de Sevilla, que gozaban de fama universal y las franjas de<br />

plata venían de Italia cuando no del Perú. Centenares de dinero se iban a España para ser convertidos<br />

en tapiz blanco, persiana, tafetán, tizú, franjas e hilos de seda de colores y de oro de pelo. Raras veces<br />

eran los fieles quienes gastaban en estos lujos, siempre eran los provinciales que se disputaban en<br />

cada período de su gobierno por dejar esas magníficas riquezas como recuerdo de su administración.<br />

129


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Naturalmente lo hacían con plata del mismo convento que disponía de cuantiosos bienes, en aquellos<br />

tiempos 83 . Aunque el tizú acostumbraban traerlo a veces de España, los brocados lo trabajaban en<br />

Quito los bordadores particulares o las monjas de los conventos. Reuniendo la primera colección de<br />

ornamentos que aún se conservan en la sacristía de San Francisco, es fácil distinguir el tizú extranjero<br />

del brocado con sedas y lamas de oro y plata hecho en el país. Este tiene variedad de matices más rica<br />

que aquel y la estilización de los ramajes y flores es más sumaria. Pero no siempre hacían nuestros<br />

artistas el brocado sobre tela de seda, sino que también lo ejecutaban sobre terciopelo y aún sobre<br />

fondo de tela de algodón. La riqueza que ostentan los ornamentos de brocado trabajado en el país es<br />

muy superior a la que revelan los fabricados de tizú extranjero. Los artífices quiteños derrochaban<br />

las lamas anchas de oro y plata, formando altísimos relieves en la superficie de la tela del fondo que<br />

casi desaparecía con ellas. Por supuesto que el peso de una capa pluvial, trabajada de esa manera es<br />

enorme, aún cuando no se contara con el peso de las manecillas y cierres de plata maciza con que se<br />

las sujeta al cuerpo. Poco usaban nuestros bordadores los hilos de oro y plata tenues y arrollados en<br />

hélice; preferían las cintas que tanto brillo comunican al brocado 84 .<br />

Entre los ornamentos más antiguos, conservan los religiosos una casulla blanca que la tradición<br />

señala como que fue de fray Jodoco Ricke. No apoyaremos esta dudosa tradición, pero sí podemos<br />

83 Para muestra de lo que se gastaba en ornamentos de finísimo brocado y como prueba de que<br />

se los trabaja en Quito, tomamos al acaso, entre muchas partidas de los libros de sindicatura ésta,<br />

correspondiente a las años de 1792-1796... «7. Itt. Dio nuestro hermano, el síndico mil y quinientos<br />

p. s p. a enbiar a España por todos los efectos necesarios, p. a haser un ornam. to de Tisú, conviene<br />

a saver. Treinta varas de Tizú, treinta y dos varas de Tafetán carmesí para los aforros, ciento y cinco<br />

varas de franja de oro fina de Milán, tres libras de seda, una carmesí, otra amarilla y otra blanca, y<br />

libra y media de hilo de oro de Pelo. Este dinero va con assecurac. n de D. n Pedro Arteta, por manos<br />

de D. José Miño» . ( N. del A. )<br />

84 Hay que distinguir bordado, brocado, tizú, espolín y brocatel. Bordado es toda labor ornamental<br />

hecha en relieve sobre una tela con la aguja; brocado es un tejido de seda realzado con figuras hechas<br />

con hilos de oro y plata; tizú es una tela de seda, cuyos dibujos hechos con hilos de oro y plata pasan<br />

de un lado al otro de la tela; cuando no pasan al otro lado se llama espolín; brocatel es una imitación<br />

de brocado sobre fondo de algodón o de hilo ejecutada con sedas. Los bordados más usados en los<br />

ornamentos franciscanos son de gran realce y de canutillo. Se los compraba a razón de 95 pesos la<br />

vara a mediados del siglo XVIII. ( N. del A. )<br />

130


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

asegurar que el brocado de ella es rico y tan bien trabajado como sólo podría verse en los tizús y<br />

brocados de los siglos XV y XVI, en que llegó a su colmo la perfección de esos tejidos.<br />

El derroche de riquezas en los ornamentos del culto era tan grande que en 1760 se ponía en el<br />

púlpito un paño con «franjas, flecaduras y tiras de plata masisa» 85 .<br />

Contribuyeron, como dejamos dicho a tanto fausto y riqueza la devoción generosa de los fieles,<br />

pero no en una parte muy grande. Fue la riqueza misma del convento que, si no era fabulosa, como<br />

algunos creen, no dejaba de prestarle holgura y comodidad.<br />

Esta riqueza provenía de ciertos bienes particulares que poseía en tierras 86 , de los censos que<br />

algunos devotos reconocían sobre sus bienes a favor del convento, de las contribuciones anuales<br />

(derramas) que gravaban a ciertos curatos, guardianías y capítulos y de los expolios de los religiosos<br />

curas de parroquia.<br />

En el libro 5.° del Becerro, folios 305 vuelta a 307 vuelta, consta la que llamaban «Hijuela de la<br />

Provincia», en la que se hallaban establecidas las cantidades que pagaban al convento franciscano<br />

estos capítulos, curatos y guardianías. Los expolios de los religiosos curas de parroquia constituían<br />

un buen renglón de entrada al convento; pues éste heredaba todos los bienes que aquellos dejaban y<br />

entre los cuales se contaban, además de la ropa y útiles domésticos, libros, animales y hasta alhajas.<br />

Buena parte de los libros de la biblioteca franciscana provienen de estos expolios. Por ejemplo, los<br />

30 tomos primeros de la obra de los bolandistas y los 23 de concilios pertenecieron a los expolios<br />

del padre Morrón 87 .<br />

85 Archivo franciscano, leg. 10, N.º 1, lib. 6, fol. 90. ( N. del A. )<br />

86 En Daule por ejemplo tenía una huerta de cacao. ( N. del A. )<br />

87 En el fol. 56 vta. del Libro 1.º Becerro hay una patente del Comisario de Indias en que se<br />

especifica la manera como se habían de distribuir los expolios de los religiosos, de acuerdo con la<br />

ordenación de Barcelona, revista en Segovia. ( N. del A. )<br />

131


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Entre los grandes benefactores del convento y que indudablemente contribuyeron a la hermosura<br />

del templo, figurarán el comisario marqués don Francisco de Villacís, que costeó la hermosa capilla<br />

que lleva su nombre, mediante el establecimiento de su patronazgo en ella y un censo que se obligó<br />

a pagar al convento y el célebre capitán Rodrigo de Salazar, alias El Corcovado, al que se debe la<br />

capilla de Santa Marta llamada también del Pilar y del Comulgatorio 88 .<br />

88 Para conocer detalladamente los particulares de la formación de la Capilla Villacís, reproducimos<br />

la petición que en noviembre de 1659 elevó el magnífico comisario Villacís a los frailes del convento<br />

para que le permitan erigirla. Ella completa la descripción que hicimos de esa hermosa dependencia<br />

de la iglesia, ya que todo lo contenido en esa solicitud lo supo cumplir ese noble señor. Hoy sus<br />

descendientes se han descuidado completamente de su compromiso lo que implica naturalmente<br />

el abandono de un glorioso derecho. He aquí la petición: El Comisario Don Francisco de Villacís<br />

Caballero del Orden de Santiago vecino de esta Ciudad: -Dice que ha muchos días desea, amayor<br />

honra y gloria, servicio de Dios Nuestro Señor, y de su Santísima Madre la Virgen Santa María Nuestra<br />

Señora fundar una Memoria, y Capellanía en el Religiosísimo Combento de esta Ciudad de Nuestro<br />

Padre San Francisco, erigiendo Capilla, y que tenga perpetuidad por toda la vida, y con este deseo, le ha<br />

parecido no dilatarlo, proponiendo a Vuesa Paternidad Reverendísima y a los Muy Reverendos Padres<br />

Ministro Provincial, y Definitorio para la Consecución de ello, siendo servicios me den y señalen por<br />

mi Capilla, y entierro el sitio y antes -sachristia de este santo Combento desde las puertas que entran<br />

de la Iglesia, y del Claustro hasta el sitio del altar con las Calidades siguientes.- Que la dicha Capilla<br />

y Sitio hande ser para mí, mis sugcesores, y descendientes, y deudos por Consanguinidad: y en su<br />

Sitio se hande abrir y labrar dos Bóvedas, la una desde la peaña del Altar hasta ocho varas de largo,<br />

y cinco de ancho para mi entierro, y de mi Muy Cara muger Doña Francisca de Loma Portacarrero,<br />

(si fuere servida de enterrarse en ella), y de mis succesores, y llamados. Y la otra Bobeda se hade<br />

seguir así ala puerta que sale a la Iglesia de seis varas de largo. Y cinco de ancho para entierro de mis<br />

familiares, y amigos, y delos que yo, y mis subcesores tubiesemos por bien se entierren en ella. -La<br />

segunda que en el altar de dicha Capilla, hade hacer un Retablo de Madera dorado, poniendo en el<br />

los Santos de mi devoción que yo nombrare, y en la Pirámide de dicho retablo se hande gravar mis<br />

Armas. -La tercera que en cada arco de dicha Capilla seade poner un Escudo de Pintura de dichas<br />

mis Armas de tres varas de largo, y sobre la Puerta que sale a la Iglesia otro Escudo de Madera con<br />

los Colores de mis Armas de dos varas de alto. -La quarta que la Ventana que sale al Claustro Alto<br />

se hade hacer una Tribuna de Madera de seis varas, para que asista la música a oficiar las Misas<br />

Cantadas que se dixeren en dicha Capilla, y en adelante dotare y declarare. -La quinta que se hade<br />

132


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

El influjo enorme que tuvieron los religiosos franciscanos en la Colonia y la demostración exterior<br />

de las maravillas que hacían en su convento y templo, despertaba naturalmente el fervor religioso de<br />

poner Puerta ala que esta en frente dela Sachristia y sale al Claustro de las Oficinas. -La sexta que<br />

se ade poner una peaña de piedra en el Altar y una Reja como ladel Comulgatorio dela Capilla del<br />

Pilar, la cual Reja hade ser de pared apared, todo loqual ha de costear dicho Don Francisco de Villasís<br />

suplicando alos muy Reverendos Prelados ordenen y manden al Padre Fray Antonio Rodríguez ponga<br />

en execución todo el dicho adorno, poniéndole la plata que fuere necesaria, para que dicha Capilla<br />

quede adornada con toda perfección según las Calidades aquí expresadas, porque quieren que sea<br />

a su costa. -Y hecho dicho Adorno impondré a dicha Capilla una Capellanía perpetua de diez mil<br />

pesos de a ocho reales de principal para Misas que se hande desir perpetuamente por los Religiosos<br />

de dicho Combento, y por los quinientos pesos que han de redituar en cada un año, a veinte mil el<br />

millar en la manera siguiente.- Que luego que este hecha la Capilla con su Altar, Bobedas, Tribuna,<br />

y lo demás arriba expresadas desde el día que se acabare se empesaran adesir por los Religiosos de<br />

dicho Combento perpetuamente una Misa Resada todos los días del Año por mi Alma y la de mi dicha<br />

Muger y las de mis Padres y Abuelos y decendientes que han de ser en cada un año trescientas y<br />

cinquenta y dos Misas, Resadas con las tres del día de Pascua de Navidad las quales ede dotar a dies<br />

rs. , con cargo de Vino, será, y Ornamento que monta en limosna quatrocientos, y quarenta pesos, y<br />

por los setenta que sobran de los quinientos que han de valer de los diez mil pesos de principal de<br />

esta dotación se han de decir once Misas Cantadas por dichos Religiosos en las once festividades que<br />

yo señalare todas a quatro pesos la limosna de cada una que hacen quarenta y quatro pesos, y por los<br />

diez y seis pesos, al cumplimiento de los quinientos se ha de decir por dichos Religiosos, otra Misa<br />

Cantada con Música, y toda solemnidad en dicha Capilla el día de la Natividad de Nuestra Señora la<br />

Virgen María, poniendo el dicho día, el dicho Combento dose velas de cera de a libra para dicha Misa<br />

conque se ajusta dicha renta -Item adeser calidad con las demás expresadas que los días señalados<br />

que la Comunidad dice el Responso en el sitio de dicha Capilla por los Religiosos difuntos cuyo<br />

entierro y bóveda tiene la puerta a ella handeser obligados a desir otro por el dicho Don Francisco<br />

de Villasís, y todos sus difuntos perpetuamente. -Que la Calidad de diez mil pesos de principal de la<br />

dicha Capellanía la impondré a Censo sobre las Haciendas que tengo en el Valle de Cayambe y sitio<br />

de Guachalá, Corregimiento y jurisdicción de Otavalo, y me obligo a acudir con los réditos a dicho<br />

Combento y su Síndico, corriendo su paga desde el día que se diese principio adesir las Misas, que<br />

adeser acabada de adornar la Capilla, con su Retablo, Bóvedas, y lo demás que arriba se refiere, y no<br />

antes. -Y adeser la Imposición a veinte mil el millar conforme ala nueba pragmática, desu Magestad<br />

133


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

los habitantes de Quito que no escatimaban sus limosnas, cuantiosas a veces, para el esplendor de la<br />

iglesia. Las cofradías que se fundaban, los patronatos que se adquirían sobre determinados altares,<br />

los derechos que los frailes concedían, reunidos en capítulo general, a son de campana tañida y con<br />

gran solemnidad, sobre algunos sitios de la iglesia para entierros de los ricos colonos, contribuían a<br />

enriquecer más y más el templo y el convento franciscanos.<br />

al Redimir y quitar, y la Redención hadeser por lo menos de un mil pesos, y de allí para arriba y lo<br />

que se redimiere se ade bolver a imponer luego, sobre fincas seguras, eran asistencia del Patrón y de<br />

los Reverendos Padres, Provincial, y guardián actuales, y su Síndico, así en los presentes como en los<br />

venideros. -Iten se adeponer en el contrato, hade tener obligación el dicho Combento de decir dichas<br />

Misas hasta la fin del Mundo, aunque por algún accidente se perdiese alguna parte de la renta, o el<br />

todo de ella, mediante averia efectivamente de dar como daré seguridad en la imposición presente<br />

y en lo venidero lo procurarán hacer los Patrones que me sucedieren: y dichot Reverendos Padres<br />

Provincial y guardián, y su Cíndico asistiendo siempre el dicho Patrón, porque sin su asistencia, será<br />

inbalidala redempción e imposición que se hiciere. -Así mesmo hadeser condición que las Cosas que<br />

se hicieren, o propusieren para adorno avitual de dicha Capilla por el dicho Comisario Don Francisco<br />

de Villasís, no pueden sacarse por su merced ni por sus subcesores o Patronos de dicha Capilla. Y<br />

para ello y lo demás concerniente a la dicha execución delo Contenido en está mi propuesta se harán<br />

los tratados, que dispone el derecho Común, y Municipal de la Sagrada Religión de Nuestro Padre<br />

San Francisco. -Así mesmo se ade entender que de las Cosas que exhibieren en dicha Capilla para<br />

su adorno nunca los Prelados, ni súbditos de dicho Convento pueda sacar cosa de ella para ninguna<br />

parte, de manera que el adorno que yo pusiere, siempre esté en dicha Capilla, sobre lo cual y todo lo<br />

demás pedido en ésta mi propuesta encargo la Conciencia de los Prelados que son y fueren de dicho<br />

Combento, y admitiéndose éste mi ofresimiento cumpliré lo propuesto con toda seguridad y con la<br />

ayuda de Dios Nuestro Señor que guarde a Vuesa Paternidad Reverendísima. Quito y Noviembre dies<br />

y nuebe de mil seiscientos cincuenta y nuebe años. Don Francisco de Villasís. Los bienes sobre que<br />

pesaron las Cargas fueron las haciendas que tenía en el Valle de Cayambe y Sitio Guachalá que tenía<br />

entonces 30.000 cabezas de ganado de Castilla y un hato de vacas de 1.800 cabezas. ( Arch. franc. ,<br />

leg. 7, N.º 22). ( N. del A. )<br />

134


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

En los libros del archivo, constan algunas de las limosnas de los fieles, ya para las obras de tal<br />

altar, ya sin determinación alguna, pero que los frailes las destinaban, interpretando la voluntad de<br />

los donantes, a las mejoras materiales de la iglesia.<br />

Las cofradías eran muchísimas, establecidas por bulas pontificias en la iglesia de San Francisco. La<br />

de la Inmaculada Concepción, cuyos socios se llamaban los hermanos veinticuatros, fue establecida<br />

en 1620, y le concedió el capítulo como capilla «la que hasta agora asido de sancta Catalina, en la<br />

qual tengan sus sepulcros y entierros y todas las cosas necesarias para el aume. to y acrescentamy.<br />

to dela dha. Cofradía» . Los linderos de esta capilla son: «por donde se entra al claustro biejo que<br />

antiguamente fue de nro. padre Sant Francisco Donde al presente esta laymagen Desanct bartholme q.<br />

e es amano derecha al lado del evangelio que alinda por la parte de arriba con el Arco toral y capilla<br />

del alférez Don diego Sancho de la Carrera q. e solía ser del capitán Salazar y por la parte de abajo<br />

hazia el coro con capilla de los herederos De don francisco Atabalipa inga» .<br />

Por lo expuesto, esa capilla es ahora el altar del Corazón de Jesús, pues la capilla de los Atahualpa<br />

era el altar siguiente, que es hoy de San José, el único de las naves laterales que conserva su hermoso<br />

retablo antiguo. Con todo, cuando el 11 de mayo de 1629, el síndico Cristóbal Martín vino a dar<br />

posesión de esa capilla a los mayordomos de dicha cofradía, Juan de Ruiz y Juan Vélez de Zúñiga,<br />

se presentó don Carlos Atabalipa inga, alcalde mayor de los naturales de esta ciudad a oponerse a la<br />

posesión por tener derecho a la capilla 89 .<br />

Esta cofradía hizo algunas mejoras en la iglesia; pero los frailes no podían disponer de nada de lo que<br />

los cofrades tenían para su cofradía, ni siquiera de la imagen de la Virgen, menos de los ornamentos<br />

y vasos sagrados, según disposición expresa de sus estatutos.<br />

Antes de ésta, ya existía la Cofradía de San Eloy fundada en 1585; por todos los plateros de Quito.<br />

El convento les dio un sitio debajo del coro para que allí hicieran altar 90 . Eran todo un gremio rico<br />

y poderoso y no sería aventurado presumir que esta cofradía no fue extraña a las preciosas obras de<br />

orfebrería que aun existen en el convento.<br />

89 Arch. franc. , leg. 2, N.º 1. ( N. del A. )<br />

90 Por los estatutos que según esta cofradía se sabe que se distinguían entre plateros de oro, plateros<br />

de plata y ensayadores ( Id. , leg. 2, N.º 9). ( N. del A. )<br />

135


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Pero la más interesante y más rica cofradía fue sin duda la de la Virgen del Pilar de Zaragoza<br />

fundada en 1681, cuyos estatutos, los confirmó el 7 de mayo de 1677 el obispo de Quito, don Alonso<br />

de la Peña y Montenegro. Los cofrades traían una cadenilla al cuello y otra en uno de los brazos en<br />

señal de esclavitud 91 .<br />

La capilla en que se estableció esta cofradía era la que fundó Rodrigo de Salazar con el título de<br />

Santa Marta y que hoy se llama del Comulgatorio. Por los documentos del archivo se sabe que largo<br />

tiempo se la llamaba también Capilla del Pilar. Poseía esta cofradía una verdadera joya: la imagen<br />

de la Virgen que mandó a regalar a Quito el gran padre fray José Villamor Maldonado, hijo de esta<br />

ciudad y comisario general de las Indias, imagen que es una de las dos copias fieles que se han sacado<br />

de la célebre estatua española: la una para el rey Felipe IV y la otra para el padre Maldonado, quien, a<br />

su vez la obsequió a su patria y a su convento. Para justificar la procedencia del magnífico regalo, el<br />

padre Maldonado envió por duplicado original el testimonio del padre Manero, vicecomisario general,<br />

que oyó la declaración del canónigo Hernández Cedeño, a quien el Rey le encargó la vigilancia de la<br />

reproducción y el mismo que pidió al artista que hiciere dos copias de esa imagen en vez de una, lo<br />

que en efecto consiguió. He aquí el documento:<br />

Fray Pedro Manero Vicecomisario General y siervo de toda la orden de nro. P. S. Franco. en esta<br />

familia cismontana anro. R. mo P. e Fr. Joseph Maldonado P. e de la orden, y Comisario General<br />

de las Indias salud y paz en nro. S. Jesuchristo.<br />

Haviendo nos V. P. R. ma informado q. la copia trasumpto q. en na. Presencia le dieron en la<br />

Imperial Ciudad de Çaragoza de la Virgen Sanctíssima del Pilar y la enviaba a las Indias a su Prov.<br />

a , para que entendiendo los Religiossos y los fieles de aquellos Reynos las prerrogativas de esta<br />

S. Imagen se moviesen a mayor devocion y culto de la Virgen nra. Señora de vajo la invocación<br />

y título del Pilar de Çaragoza, y porque lo singular que tiene la imagen que V. R. ma embia es<br />

justo que todos lo entiendan para que con mayor veneración le den culto y reverencia y nos haviendo<br />

estado presente quando V. R. ma la recivió no podemos negar el pres. te testimonio que V. R.<br />

ma nos pidió para que a todos conste de la verdad de que aviendo llegado V. R. ma a la Ciudad<br />

de Çaragoza del Reyno de Aragón: Y Haviendo vissitado la Capilla Angelia, y Apostólica de S. ta<br />

María lamayor del Pilar de aquella Çiudad acompañado de algunos P. es de aquella Prov. a y de<br />

algunos senores prebendados de aquella S. ta Iglessia atendiendo con especial cuidado al afecto, y<br />

91 Arch. franc. , leg. 2.º, N.º 2. ( N. del A. )<br />

136


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

devoción con que V. R. ma venerava aquel sanctuario, que la Virgen Santíssima viviendo en este<br />

mundo santifico con su presencia, y consagró con sus plantas. El muy Illustre Señor Doctor D. P.º<br />

Gerónimo Hernández Sedeño consultor del St.º Officio, y Canónigo Camarero, dignidad preminente<br />

de aquella S. ta Iglessia, y acuyo cargo, y quenta está el Govierno de ella y especialm. te el dela<br />

S. ta Capilla dijo a V. R. ma que por el singular afecto, y devoción que tenía a nra. Religión, y la<br />

veneración a los Prelados Generales de ella, y por la íntima amista que con V. R. ma profesava le avia<br />

de dar por prenda para memoria una Imagen de la Virgen Sanctísima del Pilar que fuese verdadero<br />

trasumpto de aquella S. ta Imagen, y Haviendo embiado el conv. to de S. Fran. co de Çaragoza<br />

esta S. ta Imagen q. V. R. ma embia a Indias, dijo en mi presencia, y de otros muchos Religiossos<br />

que se hallaban presentes en muchas ocasiones y nos en compañía de ellos también: Doy fee como<br />

Sacerdote que el año passado su Mag. d (que Dios G. e ) manifestó a la Iglessia el gusto que tendría,<br />

y que sería de su R. l , servicio que se desnudase la Sanctísima Imagen, y la columna o Pilar para que<br />

un official y Maestro insigne en escultura la copiasse con toda propiedad por el consuelo que tendría<br />

la Reyna nra. S.ª (que goce de gloria) de tener en su Capilla una verdadera Copia de aquella S. ta<br />

Imagen, de quien era singular devota todo lo qual se ejecutó en la conformida que el Rey nro. S. fue<br />

servido mandar aesta su Iglesia. Y aviendo corrido pormiquenta q. la obra se hiciese con la propiedad<br />

que requería el servicio de su Mag. d me halle presente al tomar la medida del Pilar en la longitud,<br />

Latitud, y Rofundidad y anssí mismo de la S. ta Imagen q. 'esta en la Columna y del dibuxo que sesaco<br />

del Rostro de la Virgen, y de su Sanctíssimo Hijo, Y viendo q 'ésta era una ocassión tan iregular q 'no<br />

ai memoria en los papeles de la Iglessia que se aiga permitido otravez sacar copia semejante, y que la<br />

Iglessia no dará permisso que se haga sino es apetición instancia del Rey nro. S. or , o obedeciendo<br />

algún mandato del Sumo Pontífice me quisse valer de la ocassión y con muchos ruegos e instancias<br />

solicite al Maestro de la obra para que con todo secreto y silencio hiciesse paramí un tanto como el<br />

que sacava para su Mag. d lo qual conseguí y mucho consuelo de hallarme con el en la ocassión<br />

presente para servir al V. R. ma con la joya de mi devoción q. ' masestimo y la doy por bien empleada<br />

porq ' me persuade la devocion que V. R. ma a mostrado siempre aeste sanctuario que lograra la<br />

presencia del verdadero retrato y que otro como él no lo tiene sino es su Mag. d encomendándose a<br />

esta S. ta Imagen. Y porque a todo lo referido fuimos presentes a instancia de V. R. ma , Damos el<br />

presente testimonio afirmando a todos los que lo vieren, y leieren como esta S. ta Imagen q. V. R.<br />

ma enbia es la que vimos que recivio del dh.º , S. or Canónigo de aquella S. ta Iclesia, y porque<br />

todos le den la veneración devida como a copia que parece entallada en su mismo original dimos las<br />

presentes en nro. Conv. to de S. Fran. co de Madrid en once de Abril de 1650.<br />

Fr. Pedro Manero<br />

137


Bice Commiss. o Genal.<br />

Por man. do su P. , R ma .<br />

Fray Fran. co Serra<br />

Secre. to<br />

Gen. l<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

¿Quién fue el autor de la obra? Difícil sería precisarlo en tratándose de una copia que debía de ser<br />

fiel. Tengamos en cuenta que dice el canónigo Hernández, que el escultor que debía ejecutarla era<br />

insigne y así tenía que ser, tanto por servir al Rey cuanto por ser obsequio de éste a la Reina, como<br />

también porque las circunstancias excepcionales en que se consiguió hacerla, obligaban a buscar al<br />

mejor entre los mejores de los escultores españoles. Ahora bien, en ese tiempo florecían en España<br />

Alonso Cano, (1601-1667) José de Mora (1638-1725) su discípulo, Pedro Roldán y su hija Luisa,<br />

la admirable autora del San Miguel del monasterio del Escorial. Alonso Cano era además, escultor<br />

oficial. ¿Será la copia ejecutada por este insigne artista?<br />

Sea de ello lo que fuere el obsequio del comisario general de Indias fue recibido, como era natural,<br />

como un don verdaderamente regio. Se entregó la imagen a la veneración pública en la capilla de Santa<br />

Marta y la Cofradía de la Esclavitud de la Virgen del Pilar, que se fundó veinte años después, abrió<br />

sus libros, poniendo en las primeras páginas y junto con la bula de Inocencio XI que concedió jubileo<br />

perpetuo para la capilla del Pilar de San Francisco, las dos cartas autógrafas del padre Manero, como<br />

testimonio y prueba de la calidad de prenda tan singular. Para llevarla en procesión, en las grandes<br />

festividades, se mandó hacer una magnífica anda dorada, de la que apenas se conservan ligeros restos,<br />

arrumbados en un depósito de cosas viejas. Un buen día del año 1800 le quitaron la piano del niño que<br />

tiene el cetro, porque como se había quebrado un dedo y este le hacía falta para que aquella pudiese<br />

soportar su peso, decidieron ponerla otra entera, mejorándola a su entender, con la sustitución de la<br />

antigua mano que era de palo, con otra de estaño «que costó tres pesos» 92 .<br />

92 Arch. franc. , leg. 2, N.º 3. ( N. del A. )<br />

138


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Se dotó también a la Capilla de un órgano propio y de preciosas obras de orfebrería en plata, entre<br />

las cuales se contaba un magnífico frontal, el mismo que con otro de igual clase fue destruido por<br />

orden del padre Francisco de la Graña para hacer los dos que hoy, existen, uno de los cuales se declaró<br />

que sirva al culto de la Virgen del Pilar, en reemplazo del que fue deshecho 93 .<br />

Como se ve, grande fue la magnificencia del culto religioso en San Francisco de Quito y a ello<br />

ayudaron las buenas rentas de que disponían los religiosos en aquellos tiempos y la católica caridad de<br />

los fieles. Pero si ésta duró largo tiempo aquellas desaparecieron muy pronto antes de que la obra del<br />

convento sea la que se quiso levantar. Ya a mediados del siglo XVIII, comenzaron los frailes a sentir<br />

la escasez de dinero, las partidas de ingreso de los libros de sindicatura disminuían notablemente y en<br />

cambio las deudas crecían de desmesurado modo 94 . Lo cual debió causar muchas preocupaciones a<br />

93 En esta misma sección (del 9 de noviembre de 1796) se leyó un pedimt.° del R. P. Guard. n Fr.<br />

Man. l Sousa Pereira, en q. e como capellán de la Cofradía de Nra. Sra. del Pilar de Zaragoza, pide,<br />

que un frontal de Plata perteneciente, a la dha. Cofradía, el que el R. P. Ex- Minro. Prov. l Fr. Fran. co<br />

Xavier de la Graña, siendo Minro. Prov. l lo mandó desacer, y agregó al común; se decreto. Vistos los<br />

elementos que esta parte presentó en la que consta pertenecer dho. frontal de Plata a la dha. Cofradía.<br />

Se declara que uno de dhos. frontales nuebos, sirba al culto de dha. Soberana S.ª , y al común de la<br />

Iglesia. ( Lib. 4.° Becerro, fol. 362 vta. ) ( N. del A. )<br />

94 He aquí una prueba de lo que decimos: R. P. N. Comiss.º de Indias; Quando a el cumplimiento<br />

de las obligaciones se oponen inbensibles los embarasos, deven los súbditos dar noticia de ellos a<br />

los Superiores, assí para no tener suspensos los ánimos de lo que goviernan, como para manifestar<br />

su rendim. to en lo mismo, q 'obedecer no pueden. Obligada estaba esta Provincia de V. R. ma a<br />

despachar Proministro, y Custodio al Capítulo Gen. ia convocado en la Ciudad de Murcia, pero la<br />

ruinosa Constitución en que se halla cosa los inesperados atrasos, que padece, la presisan a sostituir<br />

en ves de los Vocales, las sig t es. rasones. Celebrado q. fue el Capítulo de esta Prov. a el año de<br />

52 se halló el nuevo Ministro Prov. l acometido de copiosa impertinente multitud de acredores que<br />

demandaran a la Prov. a la cantidad de 41 mil ps. Y entre ellos el Ill. mo Obpo. de esta Diocessi,<br />

que por los milles q'la Prov. a devia a su Caja; tubo embargados los estipendios de todos los curatos,<br />

embarasando de esta suerte la cobransa y acresentando el redito q'por dha. cantidad se pagaba. De allí<br />

a poco colligándose el mismo mitrado con el Presidente de esta Prov.ª quitó a la Religión la maior<br />

parte de los estipendios en los dies y siete Curatos más pingues q'ha secularisado, adjudicándoles a los<br />

Clérigos, y privando a la Religión de estos emolumentos. A esto se añade la fatalíssima conmoción<br />

139


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

los religiosos, acostumbrados como estaban, no sólo a gozar de comodidades sino a cuidar y mejorar<br />

su convento y el templo franciscano, sin escatimar gasto alguno.<br />

Porque es preciso saber que la sola conservación del templo y del convento ha costado cantidades<br />

enormes de dinero. Se dijera que durante casi tres siglos los frailes tuvieron siempre el vasto diario de<br />

albañiles y carpinteros. Muy frecuentemente el pintor iba también a pintar las paredes y, lo que es más<br />

angustioso,«a remozar» los cuadros del convento y de la iglesia. De este modo se comenzaron a perder<br />

los de la galería baja del convento, gracias al maestro pintor Antonio Astudillo, que por 1756-1759<br />

recibía del hermano síndico, trescientos cuarenta y un pesos por «la hechura de los Quadros de toda<br />

la vida de N. S. P. S. Fran. co , puesta en el claustro principal de este Convento Máximo, q. e se<br />

ha renovado con esmero y acierto singular» . Pero también se restauraban las torres de la iglesia, se<br />

refaccionaba «el forro del cuerpo de la Igl.ª de la Corniza principal hasta los Altares, se reponía la<br />

linternilla de la cúpula del templo caída en el terremoto del año 1755, se pagaban, al mismo pintor<br />

Astudillo» «trescientos setenta y dos p. s cinco rrs. por la hechura de los Quadros de la Iglesia» y se<br />

gastaban «cinco mil setecientos y noventa pesos en maderas, fierro, clabason pequeña, cueros y paga<br />

de Oficiales, carpinteros y Labradores que han trabaxado la fábrica de el Arteson, molduras de los<br />

de tierra q. ha padecido esta ciudad desde, el dio 26 de Abril de este año de 1.755 y q. no acaba<br />

de asustarnos; en q. le a cavido a nro. Conv. to la mayor parte del estrago, pues en muchos meses<br />

quedaron inhavitables sus Claustros, Celdas y Oficinas. Las Torres y Claraboyas tan maltratadas, q.<br />

tuvieramos, a felisidad su total rumia más q. su aparente existencia: q. con eso nos aorraramos de gasto<br />

en desaserlos, aplicándonos solo al afán de reedificarlas, como lo hestamos hasiendo en la Iglesia cuya<br />

ingente mole la vemos con arto dolor por los suelos precisados a celebrar los divinos Oficios expuestos<br />

a todas las inclemencias temporales de suerte, q. ni la actividad, y eficasia del M. R. P. Prov. l q. nos<br />

govierna, ni todo su conocido religioso zelo acia el divino culto, han podido reparar todavia tanto<br />

daño: contentándose su solicitud, y cuidado con ir agregando a costa de inmensos trabajos, y expensas<br />

los precisos materiales para su reedificación, y religioso equipaje. Por lo que puesta a los pies de V.<br />

R. ma esta mísera Prov.ª de Quito, suplica se sirva advertir esta verdadera y humilde representación<br />

de no poder despechar sus dos vocales al Capítulo Gen. l pues no lo dexa de hacer por siniestros fines,<br />

si solo por falta de medios Nro. Señor gue. la importante Vida de V. R. ma m.'a.' , Quito y Diziembre<br />

(borrado) de 755 = R. P. N. Comiss.° Gen. l de Indias. B. L. P. de V. R. San menores súbditos = Fr.<br />

Joshp. Fernández Salv. or Minro. Pro. l = Fr. Buenav.ª Ignacio de Figueroa, Padre más antiguo = Fr.<br />

Juan Fran. co de Castro, Definidor = Fr. Man. l Peres Guerrero Definidor = ( Arch. franc. , libro 2<br />

Becerro, fol. 221). ( N. del A. )<br />

140


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Quadros de la Ig.ª y una regilla de comulgatorio» . fuera de «doscientos y ochenta pesos para la paga<br />

de Albañil y Peones, que han trabaxado en los andamios para el Arteson, continuos reparos de cañería<br />

y blanquimento de las Nabes de la Ig.ª » y «trescientos sesenta y seis pesos dos y medio rr. s que se<br />

gastaron en Maderas, clabason, cola y honorario de los Indios Carpinteros y labradores que trabajaron<br />

en la fábrica, de quatro Escaños grandes, seis confesionarios y reparo de los demás antiguos de la Ig.ª<br />

que se les pusieron gonses, regillas y Puertas a los que les faltaron» .<br />

Entre los provinciales que más hicieron por su convento en el trienio de su administración se<br />

distingue el padre Francisco de la Greña, religioso sabio que supo corregir con energía y tino muchas<br />

relajaciones que ya se presentaban de la disciplina monástica en el convento de Quito. El Barón de<br />

Humboldt y Espejo fueron sus grandes admiradores. El primero, mientras estuvo en Quito, era su<br />

diario visitante. Regentó en la Universidad las clases de Moral y Filosofía. Administró la provincia<br />

desde el 27 de octubre de 1792 hasta el 10 de setiembre de 1796 y tuvo por síndico, durante su gobierno<br />

a don Manuel Guerrero Ponce de León, conde de Selva Florida. Hizo tantos bienes al convento que,<br />

al dar cuenta al capítulo de su administración, dejando a un lado la humildad del hijo del pobrecito<br />

de Asís, hizo orgullo santo el recuento de las mejoras que dejaba, en los siguientes términos:<br />

GASTOS DE IGLESIA<br />

1.- Primeramente dio nuestro hermano Síndico tres mil quatrocientos quarenta y seis p. s en esta<br />

forma. Tres mil, y trecientos pesos para aforrar, los quatro Arcos Torales, Dorarlos, juntamente con<br />

el Artezón del Crusero los Pilares correspondientes a dhos. cuatro Arcos; parte del Altar mayor por<br />

un lado y otro, enmaderar el Crusero de la Yglesia, como una ventana en que entraron onse Cristales<br />

finos de aserca de media vara, que no entran en cuenta; después p. a que todo el dorado quedase<br />

uniforme, dio ciento y treinta p. s para dorar el Púlpito: y dis seis p. s para pagar las vigas que se<br />

devían a la Religión de San Agustín, que las prestaron para enmaderar el Cruzero y estas cantidades<br />

todas junt. s hacen la arriba mencionada de 3.446.<br />

2. It. Dio nuestro hermano el Síndico, para proseguir con el Tabernáculo y dorarlo, que con la muerte<br />

del Sr. Obispo Dn. Fr. José Días de la Madrid, quedó, a medio hazer, la cantidad de mil ochocientos<br />

veinte y cinco p. s de la forma siguiente. Mil ps. que dio un benefactor, doscientos pesos que dieron<br />

otros varios, y en la intención de los benefactores, que después, que se recobren, se inviertan en haser<br />

alaxas para Nuestra Señora de la Concep. n a arbitrio mío; quatrocientos veinte y cinco ps. qe. puso,<br />

la Prov. a y después se le dieron a Fr. Ygnacio Mideros dosientos ps. para concluir con el dorado;<br />

y al Sor. Conde de Selva Florida D. Manuel Guerrero, se le están deviendo, dosientos y un ps. de<br />

141


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

tablones q. e dio en vida, aun de su señoría Ill. ma y todas estas partidas juntas forman la cantidad,<br />

de dos mil veinte y cinco ps. pero la prov. a no ha gastado más que seis cientos veinte, y quatro<br />

ps. , y estos solo se cargan. El pleito, está ya ganado por Definitiva Sentencia de la Real Aud. a y<br />

es muy poco, lo que resta haser.<br />

3. It. Dio nuestro hermano el Síndico trecientos treinta y ocho p. s para la conducción del Damasco,<br />

floros, y aforros que venía en dos caxones y dos fardos; (para hacer la colgadura, que dio el Ill. mo<br />

Obpo. Dn. Fr. José Dias de la Madrid) desde el puerto de Tumaco hasta esta ciudad de Quito; p. a<br />

sus echuras, para cuatro libras de seda carmesí, para haser más flecos. porque lo que vinieron, no<br />

alcanzaron; para las echuras, aforros, franjas de quatro velos que se hisieron del mismo Damasco para<br />

los quatro Altares del cuerpo de la Iglesia.<br />

4. Ít. Dio nuestro hermano el Síndico setecientos noventa y dos p. s tres y medio rr. s en esta<br />

forma. De dos frontales viejos q. e el uno tenía de peso sesenta y ciete marcos de plata. y el otro<br />

cinquenta y tres marcos sinco onz. s de plata, q. e ambas partidas juntas componen el número de<br />

ciento y veinte marcos y cinco onz. s ; se hisieron dos frontales nuevos; añadiéndolos setenta, y<br />

ocho marcos quatro onz. s y una quarta, entrando en la cuenta seis marcos de merma, una quarta en<br />

cada marco; con que los dos frontales, tienen, ciento, noventa y tres marcos, una onza y una quarta<br />

de plata que con los seis marcos de merma, hasen los noventa, y nueve marcos; y la echura, de dichos<br />

frontales. adies rr. s cada marco, importan dosientos quarenta y un p. s y dos rr. s que agregados<br />

al costo de los marcos de plata añadidos montan la cantidad mencionada,<br />

5. Ít. Dio nuestro hermano el Síndico veinte y cinco p. s p. a quarenta trozos de Sedro a cinco<br />

rr. s cada uno p. a ayuda del Apostolado q. e se está haciendo; por cuenta D. n José Miño, para<br />

los dose nichos del Altar Mayor y el día de la Ascensión del Señor.<br />

6. It. Dio nuestro hermano el Síndico mil pesos, para aforrar lo Interior de la media Naranja del<br />

Altar Mayor.<br />

7. It. Dio nuestro hermano, el Síndico mil quinientos p. s p. a enbiar a España por todos los<br />

efectos nesesarios p. a haser un ornam. to de Tizú, conviene a saver: Treinta varas de Tizú, treinta,<br />

y dos varas de Tafetán carmesí para los aforros, ciento y cinco varas de franja de oro fina de Milán,<br />

tres libras de seda, una carmesí, otra amarilla y otra blanca y libra y media de hilo de oro de Pelo. Este<br />

dinero va con asscurac. n de D. n Pedro Arteta, por manos de D. José Miño.<br />

9. It. Dio nuestro hermano Síndico mil pesos p. a Dorar el Tavernáculo de S. n Antonio.<br />

142


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

10. It. Dio nuestro hermano el Síndico catorse p. s para haser una repisa del Señor del<br />

Desendimiento, que está junto al Altar de San Antonio, p. a acompañar la otra que está junto al lado<br />

de la Concepción.<br />

11. It. Dio nuestro hermano el Síndico, dies y seis p. s seis p. a el retrato del señor Arzobispo D.<br />

Fr. Pedro de Arizala, y los dies p. a el retrato del señor Obispo D. Fr. José Días de la Madrid.<br />

Se gastaron en total en la Iglesia 8.875 pesos. 3 reales.<br />

GASTOS DE CONVENTO<br />

4. It. Dio p. a pagar los oficiales de la obra como son Pintores, Herreros, Carpinteros, Taradores<br />

del Tabernáculo de nuestra Señora de la consepción. Albañieles y Peones, la cantidad seissientos cinq.<br />

t a pesos y cinco rr. s<br />

5. It. Dio para materiales de la misma obra como son Lona p. a la Pintura de los Quadros, etc.<br />

Mejoras que se han puesto en el Tiempo de mi Govierno con ayuda De muchos Benefactores.<br />

1.ª La Magnifica colgadura de Damasco.<br />

2.ª El Enmaderado del Crusero de la Iglesia con una ventana de onse cristales finos, el aforro<br />

de los quatro Arcos Torales, en dorado junta.rte con el Arteson del Cruzero y los quatro Pilares<br />

correspondientes a dichos Arcos, el Púlpito con parte del Altar Mayor por un Lado, y otro.<br />

3.ª El Tavernáculo de Nuestra Señora de la Consepc. n<br />

4.ª El Tavernáculo de San Antonio.<br />

5.ª La composición de lo Interior de la media Naranja del Altar mayor que actualmente está<br />

haciéndose.<br />

6.ª Dos frontales de Plata de acien marcos cada uno con quatro Láminas de Cristal dos en cada uno.<br />

7.ª Dos Magníficas rexillas de plata compañeras; una en el Altar de nuestra Señora de la Consepc.<br />

n y otra en el Altar de S. n Antonio.<br />

8.ª Un ornamento entero de Tizú para cuya fábrica están hechos todos los costos.<br />

9.ª Un Apostolado de bulto que está haciéndose para los dose nichos del Altar Mayor y para que<br />

sirvan el día de la Asención del Señor.<br />

143


10.ª El endradillado del Patio del segundo claustro.<br />

11.ª Libros (lista larga).<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

12.ª Mil y dosientos p. s que se han gastado en el Tavernáculo de nuestra señora de la Consepción<br />

y que se han de reponer de los bienes del Ilustrísimo Señor Obpo. difunto, y el pleito está ya ganado<br />

por Definitiva Sentencia de la Real Audiencia y la Intención de los benefactores es que yo emplee en<br />

hacer alaxas para el servicio de nuestra señora a dirección mía.<br />

Fuera deltas dose prales. Mejoras, se han hecho otras muchas de menor monta como son: dos repisas<br />

que se han puesto en la Iglesia en los dos Pilares primeros, lavna al lado Altar de la Consepción, y la<br />

otra, al lado del Altar de San Antonio, la una la costeo un benefactor; y la otra la Provincia.<br />

Se han dado cinq. ta p. a de una limosna, para empesar el Tabernáculo de San Antonio.<br />

Sigue una enumeración de libros de misa y de ornamentos.<br />

It. se ha puesto una media naranja de plata q. e se añadió a las andas de Smo. Sacram. to de<br />

varias piez. s de la Sacristía q. e ya estav. n inutilisadas a solicitud del herm. no sacrist. n Fr.<br />

Ign. o Mideros.<br />

Se ha compuesto la cañería muchisímas veces y, también la que va a la Pila del Pretil, que humedecía<br />

la Capilla de Cantuña, con sus reventasones.<br />

***<br />

El celo con que procuraban los religiosos las mejoras de la iglesia y del convento fue siempre muy<br />

especial y constante, aún en las épocas de menor disciplina regular. Una de las pruebas vemos en<br />

las constituciones dictadas en Quito por el capítulo celebrado el 26 de setiembre de 1650 cuya 15.ª<br />

disposición dice: «Y Porque en este nro. Convento de San Pablo de Quito se está obrando segundo<br />

claustro Por la falta de vivienda que tiene Para los Religiosos ordenamos y mandamos que las limosnas<br />

que están señaladas Para las obras de dicho convento no se gasten en otra obra ninguna asta tanto que<br />

dicho claustro esté concluso y acabado quitando como quitamos la autoridad a los R. dos Padres,<br />

Provinciales. Para que gasten dicha limosna en otra obra. Pues de divertirla a muchos cosas se hacen<br />

144


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

gastos superfluos Contra la perfección de nro. estado. Y para que este estatuto se cumpla como es<br />

justo Ponemos suspensión de oficio a los Padres Provinciales Por tiempo de seis meses» 95 .<br />

No era menor el cuidado que ponían en la buena conservación de la Iglesia y de todos los objetos<br />

que a ella pertenecían. Hasta principios del siglo XVIII las grandes, fiestas que en los templos quiteños<br />

se hacían, deslumbraban la vista por las decoraciones extrañas con que se cubrían las paredes, arcos<br />

y altares. Por ahí os espejos, por más allá las colgaduras y flores de trapo, de los artesones colgaban<br />

lámparas y de las paredes se desprendían las molduras doradas de todo tamaño con cuadros e imágenes<br />

religiosos, ocultando los primores de los retablos y, lo que era peor, causándoles perjuicio irreparable.<br />

No faltaron las protestas de los mismos sacristanes, formuladas en parte por el peligro que corría su<br />

vida encima de las escaleras, en parte también por los «gravísimos daños e inconvenientes que se<br />

siguen en los dorados y Molduras de la Iglesia por las colgaduras, Espejos, láminas y otras cosas que<br />

se ponen a fuera de clavos» , como decía Fr. Juan de la Cruz, sacristán mayor del convento en su<br />

petición al capítulo que se reunió en Guano el 22 de agosto de 1722, en la que también solicitaba que<br />

se «representen estos incombenientes al Conde de Selva florida para que en el día del Glorioso San<br />

Antonio de Padua, Su Señoría conmute lo expresado arriba con otros actos que cedan en mayor culto<br />

del S. to ino perjudiquen al templo, y casa del Señor» 96 .<br />

Hasta las campanas atrajeron el celo de los religiosos. Así la campana grande llamada de los<br />

Agonizantes, porque su donante, el capitán Martín de Yerovi la mandó hacer y regaló para con<br />

ella anunciar la agonía de los fieles y pedir sufragios y oraciones por ellos, fue motivo de una<br />

reglamentación especial en la sesión del definitorio de octubre de 1738 en que se detalló muy<br />

minuciosamente los días en que se había de repicar con ella 97 .<br />

En el libro de las constituciones dictadas en Quito por el capítulo celebrado el 26 de setiembre de<br />

1650, además de una disposición que prohíbe el que se presten cálices y ornamentos de la iglesia,<br />

encontramos la siguiente, que demuestra con claridad el afán de los religiosos en el cuidado de su<br />

convento: «Item ordenamos y mandamos q. e los R. dos Padres P. tes con consulta de la maior parte<br />

del diffinitorio nombren en los Capítulos Provinciales un Religioso de toda satisfacción que cuyde<br />

de la obra de este Convento el qual assi nombrado podrá librar en casa de nro. her. no el síndico<br />

95 Arch. franc. , libro 2.º Becerro, fols. 219-223. ( N. del A. )<br />

96 Arch. franc. , libro lº, Becerro, fol. 228. ( N. del A. )<br />

97 Id. Id. , fol. 132. ( N. del A. )<br />

145


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

para los gastos de la dha. obra delas limosnas q. e están aplicadas aella poniendo las partidas de<br />

gastos q. e se hizieren con toda claridad y distinción de tal manera que conste a los Prelados en que<br />

y como se distribuie dha. limosna y en premio de este trabajo tendrá voz y voto capitular en todos<br />

los capítulos y el que assí senombrare y eligiere se alternara entre las dos naciones de manera q. e<br />

una vez sea español y otra criollo» 98 .<br />

Mas como entrado el siglo XIX y proclamada y asegurada la libertad americana, se fuere aflojando<br />

notablemente la disciplina religiosa en los conventos por efecto de su misma separación de España y<br />

de las rivalidades que se crearon y desarrollaron en ellos antes de la guerra de la emancipación por<br />

la ley llamada de la alternativa en los cargos conventuales y durante la guerra por los partidos en<br />

que necesariamente se dividieron los religiosos, habiendo como había americanos y españoles; junto<br />

con esa flojedad en la disciplina se iba descuidando, como era natural, la conservación celosa de las<br />

riquezas artísticas del convento franciscano, razón por la cual, el capítulo, en su sesión matutina del<br />

22 de enero de 1838, prestó atención al Manifiesto que presentó fray Juan José de Terán en el que<br />

puso en consideración el estado de ruina en que se hallaban los conventos franciscanos y decretó en<br />

el Acto definitorial «que todas las Atajas de Oro, Plata y Piedras preciosas, estén sólo ala ynspección<br />

de N. P. Prov. l y su V. e Definitorio, sin que ningún Prelado local tenga parte en esto y q. e p.<br />

a su mayor seguridad se entreguen los Inventarios precisame. te al archivo de Prov.ª que se pongan<br />

llaves en todos los cajones, que guardan los Paramentos sagrados, y q. e no se entreguen en manos<br />

de los Sacristanes, p. a evitar los Alquileres y préstamos, que ban consumiendo todas las cosas» .<br />

Todas estas disposiciones y otras muchas parecidas que podríamos citar, son algunos de los signos<br />

del celo que los superiores franciscanos pusieron en el cuidado de esta joya americana que son el<br />

convento y la iglesia de San Francisco de Quito. Pero no queremos omitir una que al par que confirma<br />

lo que dejamos dicho, de manera irrefragable, nos da luz sobre un punto muy interesante acerca del<br />

retablo del altar mayor de la iglesia.<br />

Recordemos según lo transcribimos en nuestro capítulo III de este estudio que el conocido cronista<br />

franciscano Córdova y Salinas, el describir el convento y templo de San Francisco de Quito, habla<br />

de este retablo en los siguientes términos: «El retablo del altar mayor poblado de estatuas, imitación<br />

del Panteón de Roma, da buelta toda la capilla mayor en redondo, todo de cedro; obra superior por<br />

98 Arch. franc. , libro 2.° Becerro fols. 219-223. -El Padroncillo de concordia y distribución de<br />

cargos, conforme a la alternativa, establecido en la Provincia de San Francisco de Quito, se halla en<br />

el Libro l.º Becerro fols. 112 vta. -114. ( N. del A. )<br />

146


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la valentía del arte, y escultura con que le labraron escogidos artífices» 99 . Mas en la descripción<br />

que hicimos nosotros en el Capítulo IV, del estado actual de aquel retablo, no pudimos anotar lo<br />

propio que el cronista franciscano, porque nos encontramos con muchas variaciones: la ausencia del<br />

sagrario de madera tallada, cambiado un siglo después de la descripción hecha por el P. Córdova y<br />

Salinas con el de plata y espejos que hoy existe, la presencia de muchos lienzos en las hornacinas<br />

del retablo y el ningún rastro de las estatuas que lo poblaban. A punto estábamos de contradecir la<br />

información del Padre Córdova y Salinas y aun tildarla de falsa, porque examinando bien el retablo,<br />

no pudimos hallar el menor vestigio de que esas hornacinas contuvieron alguna vez estatuas o cosa<br />

parecida. Ha sido preciso que registremos más aun los papeles del riquísimo archivo franciscano para<br />

que nos encontremos con la verdad.<br />

Es el caso que por el año de 1713 gobernaban esta provincia franciscana fray Joseph de Quadros,<br />

como comisario general de todas las provincias del Perú y fray Luis de Chaberú, como visitador<br />

general; pero con tan mal sentido administrativo que durante su gobierno sufrieron mucho los<br />

religiosos franciscanos en Quito. Unos fueron desterrados, atropellados o puestos en causa, otros como<br />

fray Luis Fresnillo, lector en Sagrada Teología y padre inmediato de esta provincia de Quito, fray<br />

Manuel de Inostrosa, catedrático de Teología en el colegio de San Buenaventura y muchos otros fueron<br />

expulsados injustamente de la Orden por disposición de dicho comisario o visitador y otros, como<br />

fray Bartolomé de Alácano fueron víctimas de sentencias injustas fulminadas por el mismo capítulo<br />

provincial de 21 de octubre de aquel año. Todos estos excesos naturalmente causaron escándalo<br />

a los seculares y turbaron la paz religiosa en el convento, que se restauró, cuatro años más tarde,<br />

merced a la acción eficaz del comisario general de Indias, fray Joseph de Sans, quien, sabedor de los<br />

acontecimientos expidió una patente especial, en al que pronunció sentencia definitiva anulando las<br />

expedidas por el capítulo contra el padre Alácano y otra en 13 de agosto de 1717, en la que ordenaba<br />

al padre fray Francisco Guerrero, provincial del convento de Quito, restituya a todos los religiosos<br />

injustamente atacados por las disposiciones del comisario general del Perú y del visitador general a<br />

sus legítimos puestos. Y así se ejecutó.<br />

Pero como no sólo fueron esos desaguisados personales los únicos que causaron escándalo y<br />

protesta en la sociedad de Quito, sino también la orden dada por el comisario para que del retablo<br />

del altar mayor se quiten las estatuas de algunos santos que adornaban los nichos y se sustituyan por<br />

99 Córdova y Salinas. Corónica de la Religiosíssima Provincia de los doce Apóstoles del Perú .-<br />

Lima, año de 1651, libro VI, cap. IX, pág. 582. ( N. del A. )<br />

147


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

los cuadros de los apóstoles que hoy existen lo mismo que la eliminación de los púlpitos laterales<br />

del presbiterio en los que se cantaban la Epístola y el Evangelio, el padre Sins ordenó también en<br />

la misma patente que se restablecieran las cosas a su anterior estado, «Otrosi -dice- aviendo tenido<br />

noticia de que el M. R. P. Comiss.º Gen. l Fr. Joseph de Quadros mandó y dio orden para q. del<br />

Retablo del altar mar. de nro. Convt.º de S. Pablo de Quito se quiten las efigies de tabla o bulto de<br />

S. n Pablo Apóstol, de N. P. S. Domingo, S. Buenav.ª , S. n Antonio de Padua y otros S. S. de la<br />

orden todos de estatura perfecta adornados los nichos donde estaban colocados de conchas dorados<br />

cada uno en su pedestal o peaña q. autorizavan y hermoseavan al retablo de dho. altar maior, y q. en<br />

su lugar se pusieren las pinturas de los liensos o quadros de los Apóstoles q. antigua. te tenía dho.<br />

altar mar. con centimiento no solo de los Religiosos sino también de los seculares sobre q. tenemos<br />

diferentes cartas de personas desapasionadas: Mandamos a V. P. R. q. luego q. resiva esta ñra. Patente<br />

de las providencias necesarias para q. se coloquen en dho. altar mar. las efigies de tabla de dho. S. S.<br />

en los nichos que antes estavan por ser más bien vistos de todos q. los quadros q. sean puesto en él, y<br />

al presente tiene dho. retablo. Y debajo del mismo mandato ordenamos a V. P. R. que los Pulpitillos<br />

o ambones q. en el presviterio de la Iglesia de dho. , nro. convt.º estavan no solo para el adorno de él,<br />

si también para cantar en ellos las Epístolas y evangelios, dispondrá V. P. R. q. se buelvan aponer en<br />

la misma forma en q. estavan, no aviendo Vrgentísima causa q. lo empida y q. se use de ellos como<br />

hasta aquí seahecho» 100 .<br />

No obstante tan categórico mandato, ni el padre Guerrero ni ningún otro superior de San Francisco<br />

en más de doscientos años han restaurado el retablo, siquiera en cumplimiento de lo mandado por<br />

el comisario general bajo santa obediencia, ya que no por razones de estética y de respeto artístico.<br />

Es indudable que las telas aquellas, fuera de su mérito relativo, hacen muy mal efecto al aspecto del<br />

retablo cuya magnificencia exige que se abran los nichos y se vuelvan a poner las estatuas que se<br />

quitaron. Pero hay que ser justos y considerar primero que el padre Guerrero ya tenía bastante con<br />

restablecer la paz conventual perturbada enormemente con las equivocadas e injustas disposiciones<br />

de los padres Quadros y Chaberrú y del capítulo del año 1713 y segundo que el daño causado en el<br />

retablo era grave y no como se supone; pues para poner las telas que hasta hoy existen, no sólo se<br />

quitaron las estatuas de los nichos, sino que se destruyeron éstos completamente, quitando sus conchas<br />

talladas y obturándoles con pedazos de madera sobre los cuales se han clavado aquellos cuadros.<br />

Luego después, los sucesores del padre Guerrero y aún los mismos fieles que protestaron del desacato<br />

100 Arch. franc. , libro 1.º Becerro, fols. 217 vta. El documento íntegro está copiado en este libro<br />

desde el folio 216 hasta el 217. ( N. del A. )<br />

148


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

ante el comisario general, se fueron poco a poco acostumbrando sin duda a ver esos cuadros como<br />

parte integrante y legítimo del retablo, que se olvidaron de las órdenes del padre Sans hasta que se<br />

perdió completamente la tradición de la verdad; sin preocuparse poco ni mucho de que ninguno de<br />

los grandes escultores españoles menos aún los aragoneses del siglo XVI, que inspiraron este retablo<br />

mezclaran jamás la pintura y la escultura en la ejecución de sus retablos, tal vez porque consideraron<br />

un contrasentido aquella mezcla, indigna de su gran talento.<br />

Pero ¿no se podrá ahora restaurarla? Creemos que no hay imposibilidad alguna. Existen todas las<br />

estatuas que antes ocuparon esos nichos y la composición de éstos, por más dañados que estuvieren,<br />

no es cosa de gran trabajo y mucho costo. Las hornacinas de los retablos españoles como el de San<br />

Francisco, son muy sencillas, apenas si tienen en la parte superior interna la concha sobre la cual se<br />

destaca la cabeza de la estatua, todo lo demás, es decir, todas las paredes de aquella son completamente<br />

sin adorno alguno.<br />

Ojalá que estos renglones sirvan para despertar interés en la restauración de tan preciosa joya.<br />

***<br />

De todas estas obras de arte que dejamos enumeradas, lo mismo de las esculturas, que de las<br />

pinturas, objetos de orfebrería, ebanistería y bordados, no se conoce absolutamente sus autores. En<br />

los libros del archivo franciscano, tan minuciosos para consignar detalles de poco valor, no se ha<br />

consignado un solo nombre de quienes ejecutaran ese relicario magnífico del arte colonial americano<br />

que son el convento e iglesia de San Francisco de Quito. Se sabe que fray Antonio Rodríguez fue<br />

arquitecto y que a mediados del siglo XVII dirigió la construcción de una parte piel convento. Debió<br />

ser sin duda el segundo claustro del convento y la parte que es hoy la policía de orden y seguridad,<br />

que las hizo edificar fray Fernando de Cozar 101 .<br />

101 En el Archivo franciscano y en el Libro 1.º Becerro, pag. 23 vta. , constan los siguientes<br />

datos: «Comensó la obra del segundo claustro q. e cae assia el convento de la Merced inmediato y<br />

consecutibo al primer claustro principal, siendo actual Mro. Provy. al Nuestro Mui R. do P. Fray<br />

Fernando de Coçar y dio principio asu edificio a sinco de febrero del Año de mil seiscientos y quarenta<br />

y nueve. Acabo de cubrir el cuarto q. e cae a la calle consecutibo aste claustro principal. El dicho nro.<br />

M. R. do P. e Provy. al fr. fer. do de cocar Aveynte de Agosto del 50 años, abiendo acabado de llenar<br />

los cimientos de todo el claustro y las diviciones de todas las celdas y lebanta. do de lo que resta Por<br />

cuvrir las paredes 4 paras de alto». ( N. del A. )<br />

149


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Apenas si se nombra en diversas ocasiones a los pintores Golibar (sic) y Astudillo, al primero<br />

recibiendo tres pesos en 1736 « p. a renovar las pinturas de la puerta del Coro y Celdas Altas» 102<br />

y al segundo, ejecutando muchas obras.<br />

En la segunda mitad del siglo XVII se nombra mucho al arquitecto «Joseph de la Cruz moreno»,<br />

en los libros de sindicatura. Éste fue aquel negro esclavo que los frailes le redimieron, comprándole<br />

en pública subasta y que, sin duda, lo educaron tan bien que logró ser alarife del convento, en<br />

donde murió a edad avanzada y muy postrado en su salud, tanto que parece que después lo tenían<br />

allí de caridad y por cariño a su fidelidad. Si el negro llegó a ser arquitecto y como tal concurrió a<br />

muchas obras del convento ¿quiénes fueron sus maestros? Sin duda el lego fray Antonio Rodríguez,<br />

su contemporáneo. Y los antecesores de éste ¿qué hicieron lo mejor y más saliente del edificio<br />

franciscano? No se sabe.<br />

Se saben, eso sí, los nombres de muchos picapedreros pero sólo del siglo XVII. Casi todos tienen<br />

nombres indígenas: Juan Chaquiri, Antonio Chaquiri, Antonio Guambactolo, Francisco Vissa, Carlos<br />

Chaquiri, Manuel Criollo, Lorenzo Rodríguez, Juan Criollo, Diego Criollo, etc. 103 El primero es<br />

además designado con el título de Maestro Cantero.<br />

Cuando se recorren los libros del archivo se encuentra frecuentemente la designación de ciertos<br />

frailes como obreros del convento; pero este título no lo daban como a técnicos, sino como a<br />

administradores, gerentes o directores de las obras. Obreros fueron, por ejemplo, fray Martín que hizo<br />

trabajar el remate de las torres primitivas de la iglesia en 1700 104 y fray Juan Vitorio Bahamonde<br />

que lo fue de la obra de San Diego por ese mismo año; obrero mayor fue el célebre padre Manuel<br />

102 Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, libro 2.°, fol. 120. ( N. del A. )<br />

103 Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, libro 2.°, fol. 65 y siguientes. ( N. del A. )<br />

104 Junio 19. - «Seis pesos cinco reales por Vales de Fray Martín para la obra de las Torres que<br />

comensaron a trabajar, desde el lunes 14 de junio, para poner las bolas y cruces» . Hasta octubre de<br />

1.700 se ven gastos de la obra de las torres y se paga a les que traen cal y a los canteros. Luego viene<br />

esta partida final: «En 17 de octubre dí por cuenta seiscientos y setenta y quatro p. s y cinco r. s para<br />

pagar el metal de las dos bolas que se pusieron en las dos Torres, la echura y el dorado de dichas bolas<br />

el fierro y echura de las cruces, los ladrillos, chaguarqueros y enosquillos para los andamios» ( Arch.<br />

franc. , leg. 10, N.º 1, lib. 2.º, fols. 62 y 63. Estas torres se cayeron en los terremotos de 1755, se<br />

renovaron el año de 1759, y volvieron a caerse en 1859 y 1868. ( N. del A. )<br />

150


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de Almeida, inmortalizado por la tradición, obreros, el padre Laureano que edificó el convento de<br />

Riobamba, el padre José Janed en 1650, el padre fray Alonso Ruiz y el padre Estevan Guzmán, a quien<br />

el padre Eugenio Díaz Carralero le encomendó la obra del artesón de la nave central de la Iglesia,<br />

después de los terremotos de 1755, cuyo nombramiento que en nota lo transcribimos en el capítulo<br />

anterior, da idea de las facultades que tenían los obreros frailes.<br />

Tan sólo la tradición señala los nombres de ciertos artistas como autores de algunas de las obras que<br />

admiramos en San Francisco, tradición cuyos datos se comprueban plenamente por el carácter mismo<br />

de las obras. De este modo se identifican las pinturas de Miguel de Santiago y Gorivar, las esculturas<br />

de Caspicara y las esculturas en cera de Toribio Avila; pero nada sabemos desgraciadamente de<br />

los autores de los libros de coro, en pergamino y colores, ilustrados a la acuarela con arte y gracia<br />

consumados. Probablemente fueron frailes, conocedores de la música y su escritura 105 .<br />

***<br />

El convento, lo mismo que la iglesia ha sufrido mil transformaciones; pero también sus diversas<br />

dependencias han cambiado de sitio muchísimas veces. Así como en la iglesia cada capilla, cada altar<br />

ha cambiado de nombre según los santos que se exhibían en ellos a la devoción de los fieles, así<br />

también en el convento, los patios, los departamentos y secciones mudaban de nombre, conforme se<br />

los cambiaba de uso. La enfermería, la cocina, la panadería, el noviciado, el coristado han variado<br />

muchas veces de sitio, de modo que es difícil orientarse a través de los tiempos, cuando se trata de<br />

establecer datos respecto a la construcción o reparación de determinadas partes del convento. Además<br />

algunas de éstas tenían un calificativo especial que es preciso conocer, por ejemplo: el claustro alto<br />

principal que tiene a su cabeza el tríptico de la Virgen de la Alegría, se llamaba claustro de la alegría y<br />

el opuesto, que corre junto a la iglesia, desde la grada principal hasta la puerta de entrada a la tribuna<br />

de la Capilla Villacís se llamaba claustro rudo, sin duda porque largo tiempo estuvo medio caído y<br />

cubierto con lienzos o cáñamos crudos; el de la calle se llamaba capistrano. Así mismo había en el<br />

antiguo noviciado un claustro de la Tota Pulchra , sin duda porque allí estaba el precioso cuadro de<br />

la Inmaculada de Miguel de Santiago.<br />

105 Estos libros los mandó a hacer el P. provincial fray Agustín Marban en 1.760. Este mismo fraile<br />

gasto 2.100 pesos en el arreglo de las tres calles que rodean las murallas del Convento. ( Arch. franc. .<br />

leg. 10, N.º 1, lib. 6, fol. 90 vta. ) ( N. del A. )<br />

151


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Las vicisitudes del tiempo han causado muchos daños a la belleza de los edificios franciscanas<br />

de Quito. Muchos terremotos han sido crueles con ellos y han ocasionado enormes desperfectos. En<br />

el capítulo anterior recordamos los causados por el terremoto de 1755 que destruyeron la bóveda<br />

de la nave central de la iglesia, aniquilaron su artesonado mudéjar, dañaron las antiguas torres y<br />

casi redujeron a escombros gran parte del convento. Esos daños que se comenzaron a reparar casi<br />

inmediatamente no se los remedió del todo sino hasta 1803 en que gobernó la provincia el padre<br />

inmediato fray Antonio de Jesús y Bustamante 106 .<br />

En 1869 un nuevo terremoto hería otra vez a Quito y volvían a sufrir daños, irreparables algunos<br />

de ellos, la iglesia y el convento. Con paciencia digna de tan celosos religiosos, comenzaron éstos a<br />

curarlos cuando, ocho años más tarde, los terremotos de 1868 que destruían gran parte de la provincia<br />

de Imbabura y deterioraban muy especialmente a los conventos y templos de Quito. «Casi ninguno<br />

de éstos quedó ileso, dice un anónimo manuscrito del archivo franciscano, o mejor dicho bueno, y se<br />

cree que nuestro Convento Seráfico; este monumento nada común, este edificio que era el orgullo de<br />

la nación ecuatoriana, en donde el viajero tenía que admirar el ingenio del hombre, se distinguió de<br />

todos los demás, aun en sus ruinas. Hagamos un rápido bosquejo de ellas:<br />

La nave derecha del templo se despegó, puede decirse, en su totalidad, sus paredes maestras<br />

sufrieron roturas horizontales en la base y paralelas en lo demás: las bóvedas lo mismo que sus arcos<br />

cayeron en su mayor parte, y las medias naranjas fueron removidas completamente con posterioridad<br />

por la amenaza que ofrecían. Una de las vigas maestras del cuerpo del Templo que no sólo servía para<br />

su sostén, pero sí también para su ornamento, cayó en tierra; y otra hubo necesidad de bajarla por<br />

106 It. Dio nuestro hermano el síndico mil ochocientos treinta pesos para el reparo formal de las<br />

dos Torres; digo mil trescientos treinta pesos, las que tuvieron sus últimos remates hechos pedasos<br />

con manifiesto peligro de arruinar los dos coros e Iglesias del Conven. to Máximo y colegio de San<br />

Buenaven. ta y se hicieron de nuevo, con una Linternilla que la hizo pedasos un rayo que cayó, y varias<br />

quiebras que se hicieron de nuevo asegurándolas con buenas llaves de piedra, pagando el doble a los<br />

Peones y Albanieles por ser obra peligrosa y quedan enteramen. te refaccionadas, como se manifiestan<br />

a la vista. It. Dio nuestro hermano el síndico dosientos veinte y sinco pesos para refaccionar por tres<br />

ocaciones los dos Coros del Convento Máximo, y Colegio de San Buenav. ta , por motivo de que<br />

en tan dilatada composición de las Torres caian los Terrones y despedasavan los Techos, y sino se<br />

separaban con prontitud las lluvias causaban daño notable a las maderas y artesones con peligro de<br />

destruirse. ( Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, lib. 6). ( N. del A. )<br />

152


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

el inminente riesgo en que quedó, pues estaba únicamente sostenida por la mano de la Providencia.<br />

Finalmente con muy raras excepciones, el deterioro fue general. Las dos torres gemelas, que un año<br />

antes del fatal suceso habían sido, la una construida, y la otra refaccionada, quedaron hechas trizas,<br />

sobresaliéndose la una, porque aún la comunicación que tenía, denominada churo , se destruyó por<br />

completo, viniendo sus escombros a descansar en la entrada al Coro. El claustro que está a la derecha<br />

de la portería bajó al suelo todo su alto causando grave daño a las celdas: el que está contiguo al<br />

templo se halla con un desplome irremediable que en breve se trata de demolerlo para evitar males de<br />

mayor trascendencia. La cubierta del claustro llamada Capistrano se vino también abajo. Una parte<br />

del claustro de la derecha del segundo patio, es decir, de la cubierta, siguió igual suerte: la cruz de<br />

loza del jardín que tenía esculpido en ella un crucifijo muy perfecto y que todo era admirable por<br />

su pulida elaboración cayó y se hizo pedazos. En una palabra, no hay pared y cubierta que no haya<br />

sufrido en su tanto; por manera que si el Señor no echa una ojeada de compasión su remedio será<br />

difícil, si no imposible .<br />

Después de estos terremotos la iglesia no ha sufrido sino por los de mayo del presente año que<br />

desbarató por completo la linternilla de la media naranja del templo, cuya reposición prolija la hizo<br />

el arquitecto señor Luis Aulestia, profesor de arquitectura en la Escuela Nacional de Bellas Artes,<br />

de modo que la actual, aunque hecha de cemento y hierro es un facsímil de la anterior en su forma<br />

y dimensiones 107 .<br />

107 Esta linternilla que ya fue repuesta después de los terremotos de 1755 por el P. Ramón de<br />

Sequeyra y Mendiburu, había sufrido anteriormente junto con toda la bóveda y media naranja por otros<br />

terremotos de principios del siglo XVIII. Durante el Provincialato de Fray Miguel Araujo (1716-1719)<br />

se las restauraron, como lo demuestran los siguientes datos: Primeramente dio por cédula nueve p. s y<br />

cinco r. s para comenzar la obra de las bóvedas de la nave de la Iglesia para los indios que acarrearon<br />

arena y razas de piedra. Mas dio N. Hno. el Síndico por cédula quarenta y siete p. s para pagar a<br />

los indios que avían travajado en la Bóveda de la Sachristía, cuya satisfacción se avía atrazado. Mas<br />

dio docientos y treinta pesos para un oficial que había de fabricar azulejos para la media naranja<br />

del Presbíterio.- En seguida viene otras partidas referentes a estos azulejos, a su hechura, acarreto y<br />

colocación en la media naranja. Mas dio por cedula sesenta p. s para hacer otro oficial las Barandillas<br />

de barro embarnisadas para el pasamano del asiento de la Bóbeda. (Estas barandillas y pasamano se<br />

quitaron en este año de 1923, después del terremoto de mayo, porque estaban en mal estado). Mas<br />

dio veinte y quatro p. s pa. unas pirámides de barro vidriadas para el remate de la Linterna de la<br />

Bobada. ( Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, lib. 2 foli. 95-96 vta. ). El Padre Araujo hizo muchas obras en<br />

153


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

La iglesia, primitivamente era embaldosada de ladrillo, que duró hasta principios del siglo XIX.<br />

Durante el gobierno del padre inmediato fray Pedro Barona (1813-1816) se volvió a enladrillarla, a<br />

refaccionarla y blanquear sus paredes, lo mismo que las de la sacristía, lo que costó más de cinco mil<br />

pesos 108 . Ese enladrillado se quitó el año 1884 en que se entabló la iglesia de la manera como hoy<br />

se encuentra, anulando -sin juicio ni piedad- todos los recuerdos que guardaban las losas sepulcrales<br />

que se hallaban repartidas en el pavimento de la iglesia y que ahora se hallan diseminadas por todo<br />

el convento. Además el acto de ese entablado fue un negocio en que el convento perdió su histórica<br />

propiedad de Pomasqui, tan llena de recuerdos para la historia franciscana de Quito desde el siglo<br />

XVII.<br />

el convento y la iglesia, tanto que los gastos de su gobierno alcanzaron a la enorme cifra de 25.232<br />

p. s y 6 r. s ( N. del A. )<br />

108 Durante esta época regalaron la preciosa alfombra «verde grande que cubre todo el Presbiterio» .<br />

( N. del A. )<br />

154


VI<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Fundada la ciudad de San Francisco de Quito por Almagro el 28 de agosto de 1534, no se delineó<br />

la traza que debía tener la villa sino después del 20 de enero de 1535, en que el cabildo ordenó que así<br />

se hiciera para señalar solares a sus primeros pobladores. Recibido el lote que a fray Jodoco Riquez le<br />

tocara, o más bien dicho él escogiera, para el convento franciscano, éste se lo fundó, como tenernos<br />

dicho, el 25 del mismo mes y año, bajo la advocación de San Pablo. La nueva fábrica fue una pobre<br />

choza en el extremo de la plaza que delante del futuro convento, delinearon los conquistadores, esa<br />

choza ocupó el sitio en que hoy se encuentra la Capilla de Cantuña y se extendieron las habitaciones<br />

de los frailes hasta la casa que hoy habitan las Hermanas de la Caridad. Los religiosos se apresuraron a<br />

levantar su iglesia, sencilla y provisional, y para ello eligieron el punto en que se halla la Capilla de San<br />

Carlos y que durante trescientos treinta y tres años fue la iglesia de San Buenaventura, dependencia<br />

del convento grande franciscano.<br />

Junto a la iglesia y en el sitio en que se halla el convento de las Hermanas de la Caridad, fundó el<br />

padre fray Francisco Morales, por los años de 1555, el colegio de San Andrés, quo más tarde sería<br />

el colegio de San Buenaventura.<br />

El Colegio de San Andrés fue destinado por su fundador para la educación e instrucción de los indios<br />

e hijos de españoles, sin distinción alguna, y fue muy fangoso entonces, «Colegio que ennobleció a<br />

Quito» , según afirmaba la Real Audiencia de Lima y que, sin duda fue el primero que tuvo esta ciudad.<br />

«En este colegio enseñaban los religiosos a los indios, no sólo la doctrina cristiana, sino también<br />

a leer y escribir, y los oficios necesarios en una república, albañiles, carpinteros, sastres, herreros,<br />

zapateros, pintores, cantores y tañedores y demás oficios» 109 . Para edificarlo, el virrey del Perú, don<br />

Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, adjudicó los tributos de Alangasí, Pusulquí y Parapuro por<br />

el tiempo de cuatro años y el rey Felipe IV, al confirmar esta providencia de su Virrey, ordenó que<br />

se dé y entregue «a la persona que tuviese cargo del dicho Colegio, por tiempo de tres años primeros<br />

siguientes, que corran y se cuenten desde el día de la dacta desta nuestra carta en adelante hasta se<br />

cumplido, en cada uno dellos, trescientos pesos de plata ensayada e marcada, de valor rada uno de<br />

109 Diego de Córdova y Salinas. - Crónica franciscana de las provincias del Perú , libro VI, cap.<br />

IX. ( N. del A. )<br />

155


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

cuatrocientos y cincuenta maravedís, de los cuales hacemos merced al dicho Colegio para ayudar a<br />

la sustentación y edificio» 110 .<br />

Pasado más de un siglo, ese antiguo colegio de San Andrés, se convirtió por obra y gracia del padre<br />

fray Dionisio Guerrero, en colegio de San Buenaventura, destinado a estudios superiores, célebre<br />

en su principio; pues, como el de San Fulgencio de la Orden de San Agustín, tenía el privilegio de<br />

conferir el grado de doctor, que después les fue quitado por algunas irregularidades que se les probó<br />

a los dos colegios, tales como la de acordar grados a sus favoritos o por dinero. Para reconstruir el<br />

viejo edificio, el padre Guerrero recurrió a la caridad pública, que supo corresponder a la demanda<br />

con continuas limosnas colectadas en Quito y otros lugares.<br />

Así reconstruida la fábrica e instituido el colegio, el convento de San Buenaventura llegó a ser una<br />

entidad tan importante que apenas si dependía del Convento Máximo; pues tenía autonomía propia.<br />

El convento e iglesia de San Buenaventura se hallaban, con todo, unidos al convento e iglesia<br />

franciscanos, ya por el coro en la parte de arriba, ya por el corredor que corre a lo largo de la iglesia<br />

grande, junto y paralelo al otro que comunica la Capilla del Comulgatorio con la de San Benito. Pero<br />

estas comunicaciones fueron cerradas par diversas disposiciones capitulares, mucho antes de la venta,<br />

que en 1864 hizo la comunidad seráfica, de esta propiedad. Porque hoy no existe nada, o casi nada<br />

de lo que fueron el antiguo convento y la iglesia antigua de San Buenaventura, tan interesantes en la<br />

historia que estamos haciendo de nuestro arte colonial.<br />

Cuando en 1851, el padre fray Domingo Benites celebró con el Gobierno civil del Ecuador un<br />

contrato enfitéutico sobre el Colegio de San Buenaventura y lo que llamaban la puerta falsa (hoy el<br />

cuartel de Policía) ya se hallaba en completa ruina, tanto que en los considerandos, digámoslo así,<br />

que se hicieron constar en el instrumento público celebrado entre el padre Benites y todos los demás<br />

religiosos que entonces componían «la mejor y más sana parte con voto de comunidad, como llamados<br />

bajo la denominación de Padres Conscriptos para acordar y resolver los asuntos concernientes al<br />

bienestar de su Convento» , el síndico de éste, don Gaspar Gómez y el señor doctor don José Modesto<br />

Larrea, Ministro de lo Interior, en representación del Gobierno, se dijo y confesó expresamente la<br />

imposibilidad en que se encontraban los franciscanos de atender a la conservación y reparación del<br />

convento e iglesia de San Buenaventura «a tiempo que las Temporalidades del Convento Seráfico<br />

110 Fr. Francisco María Compte, Varones ilustres de la Orden Seráfica en el Ecuador , tomo I, pág.<br />

88. ( N. del A. )<br />

156


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

han venido a sufrir un inmenso deterioro que no las produce talvez ni aún lo necesario para los gastos<br />

precisos del culto y subsistencia de la Comunidad» .<br />

El Gobierno tomó a su cargo esa sección del antiguo gran convento franciscano, que comprendía<br />

la casa del colegio de San Buenaventura, su iglesia y la huerta que le pertenecía, separada entonces<br />

apenas con un muro caído, para utilizarlo como local de las Cámaras Legislativas. «El edificio,<br />

dice González Suárez, de lo que se conocía antes con el nombre de Colegio de San Buenaventura<br />

pertenecía a los Padres franciscanos: el Gobierno lo ocupó para local de las Cámaras Legislativas, y<br />

los ecuatorianos vimos a los Padres Conscriptos de la Patria congregados en lo que fuera refectorio<br />

de los frailes» 111 .<br />

El Gobierno ecuatoriano, aunque se comprometió, además del pago de 125 pesos anuales por el<br />

convento de San Buenaventura y 80 por el patio y celdas de la puerta falsa del convento principal, a<br />

hacer todos los reparos que fueren necesarios en la casa y la iglesia, nada hizo, ni siquiera pagó las<br />

pensiones de arrendamiento a los religiosos, quienes se vieron precisados a demandar al Gobierno ante<br />

la justicia ordinaria, tanto la resolución del contrato, como el pago de las pensiones debidas y la entrega<br />

de los inmuebles. Pero ¡cuánto trabajo y tiempo costó aquello! Declarado nulo el contrato enfitéutico<br />

por el Gobierno, en decreto de 31 de mayo de 1864, éste entregó el colegio de San Buenaventura en<br />

estado de completa ruina, enviando al padre provincial de la Orden a que se arregle con la Junta de<br />

Hacienda en cuanto a las indemnizaciones justas que exigía y reclame de la municipalidad de Quito<br />

la desocupación de las dependencias de la puerta falsa que ella las tenía ocupadas con la cárcel y las<br />

oficinas de policía.<br />

Instaurado el pleito el viernes 28 de octubre de 1864 contra la municipalidad de Quito, ésta puso<br />

tantas dilatorias que no se concluyó sino el 22 de setiembre de 1870 en que se obligó, con alguacil,<br />

al procurador síndico municipal, a entregar esas propiedades de los religiosos franciscanos y a pagar<br />

las pensiones de arrendamiento.<br />

111 Exposición 4.ª en defensa de los principios católicos. Artículo VI. «El Patronato Ecuatoriano».<br />

( N. del A. )<br />

157


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Escamados los frailes con lo que les había pasado, viendo por una parte el lamentable estado en que<br />

se les entregaba el histórico colegio de San Buenaventura y por otro, el peligro futuro de disgustos y<br />

abusos del poder civil, resolvieron enajenarlo definitivamente. Al efecto provocaron la pública subasta<br />

el 27 de setiembre de 1864; pero tasado el colegio por peritos en la cantidad de $ 39.624, hubo que<br />

hacerlo retasar, porque nadie se presentó al remate, por lo excesivo del avalúo. Retasado en la cantidad<br />

de $ 19.532, se adjudicaron el 12 de enero de 1867, las casas y la huerta de aquel colegio al señor<br />

Felipe Cruz por la cantidad de trece mil veintiún pesos cuatro reales. No se comprendió en la venta<br />

la iglesia, que sólo fue cedida en 25 de mayo de 1868, cuando ya lo que fue el colegio pasó a ser<br />

propiedad de las Hermanas de la Caridad, por munificencia de la señora doña Virginia Klinger de<br />

Aguirre, que la adquirió del señor Cruz. La cesión de la iglesia de San Buenaventura fue consagrada<br />

por el delegado apostólico, monseñor Tavani, en su auto de esa fecha.<br />

Después de tantas vicisitudes, no es de admirar que el antiguo y primitivo edificio de los<br />

franciscanos en Quito, hubiese llegado a su total destrucción hasta el extremo de que no queden sino<br />

ligeras reminiscencias de su grandeza primera. Cuando se hizo el segundo avalúo para la enagenación<br />

del colegio, el perito no pudo menos que consignar en el detalle de su informe, que todo era ruina y<br />

desolación. Como triste y mudo testigo de esa calamidad, apenas si en uno de los antiguos claustros,<br />

entre un enrejado de barandillas de hierro y travesaños de madera, se mostraba una imanen de la<br />

Virgen Dolorosa, pintada por la piedad de los primeros monjes y abandonada luego por ¡las miserias<br />

del tiempo y la flaqueza de los hombres!...<br />

La iglesia no estaba en mejor estado. Desde las primeras épocas dio siempre trabajos a los<br />

religiosos, la humedad de sus paredes, ya que por allí pasaba un desagüe que le causaba mucho<br />

daño. Algún dinero gastaron en las continuas reparaciones de sus muros y sus bóvedas; pero<br />

lograron siempre tenerla muy hermosamente arreglada. De los documentos que hemos registrado en<br />

el archivo franciscano, creemos poder hacer una descripción muy aproximada de la iglesia, tal como<br />

se encontraba en sus mejores tiempos.<br />

La entrada, que existe intacta con solo la falta de la estatua en el tímpano, ofrece un conjunto<br />

verdaderamente clásico con la puerta de orden jónico, de jambas sencillas y arco semicircular,<br />

encuadrada o circunscrita en una moldura barroca. A los flancos de la puerta están dos pilastras del<br />

mismo orden, sobre datos que corresponden a las líneas del zócalo del edificio. En estas pilastras<br />

pudiérase observar que la medida de su anchura no corresponde en proporción directa a su elevación;<br />

pero éste no es un defecto grave, ya el resto de la composición arquitectónica es magnífica por su<br />

158


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

armonía. El establamento es admirable de proporciones, con su friso perfilado barroco y sobre cuya<br />

cornisa se levanta un tímpano triangular interrumpido para dar cabida a una estatua de la que sólo<br />

existe hoy la base, que justifica a su vez las que soportan los pequeños pináculos barrocos, que se<br />

hallan a los lados y encima de ese tímpano.<br />

Por esta puerta se entraba a la antigua iglesia, que más o menos era como sigue: El pavimento<br />

del templo era enladrillado y por el medio atravesaba un caño con tapas de piedra. Sus paredes<br />

eran blanqueadas con cal y sólo en ciertas partes pintadas a colores; cubierto de bóveda, ostentaba<br />

una hermosa media naranja con su linterna de ladrillo. Nueve altares le adornaban, incluso el altar<br />

mayor, al que daban acceso cuatro gradas de madera pintada. En este altar había un precioso nicho del<br />

santuario y sobre él cuatro arcos de madera, de mayor a menor, con sobrepuestos de espejos pintada,<br />

y dorados y que descansaban sobre ocho pilarcitos de madera plateados. En el presbiterio, al lado<br />

izquierdo, se hallaba un retablo muy bien labrado y dorado, que llevaba en la parte superior la imagen<br />

de Nuestra Señora de las Angustias al pie de una cruz verde, y en cuatro nichos bajos, las imágenes<br />

del Señor de la Bofetada, del de la Caña, del de la Cruz a cuestas y del de la Columna con San Pedro,<br />

un Cristo, seis mariolas de relumbrón de estaño con sus mallas de lo mismo y un regular sagrario.<br />

Seguían al lado derecho, fuera ya del presbiterio, el altar de San Antonio con la imagen del santo<br />

y encima de su sagrario un Cristo de Jerusalén y una imagen del Padre Eterno, y al izquierdo el de<br />

San Pedro, cuya estatua representaba al santo apoyado en medio de dos ángeles, una imagen de la<br />

Purísima y un Crucifijo de una vara. Luego venían los altares consagrados a los apóstoles y a la Virgen<br />

de Chiquinquirá: el primero, a la derecha, tenía una curiosa colección de los doce Apóstoles sentados<br />

en sus respectivas sillas, un grupo de los tres apóstoles de la Oración del Huerto y otro del señor del<br />

Prendimiento con tres judíos; el segundo, no llevaba sino el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá con<br />

sus dos santos a los lados, y doy cuadros más de la Virgen del Rosario y de la Soledad de María. En la<br />

Capilla de Ánimas, que era la que queda frente a la puerta de entrada, habían tres altares: el principal<br />

consagrado al Cristo de la Buena Muerte tenía una hermosa estatua yacente que solía estar cobijada<br />

con una colcha de seda aurora con franjas de oro y primorosamente recamada en oro y plata y las<br />

estatuas de la Magdalena, San Joaquín, San Juan Capistrano y el Ángel de la Guarda. Los otros dos<br />

altares estaban dedicados: a la Purísima el uno y al Señor del Huerto el otro. Los últimos altares estaban<br />

consagrados a San Buenaventura y al Señor de la Justicia. El primero tenía una imagen del Santo y<br />

la Santa Vera Cruz con su custodia de brillantes y el segundo, un cuadro del Señor de la Justicia, una<br />

estatua grande del evangelista San Juan y a los lados, dos estatuitas pequeñas para arreglar un Belén,<br />

de San José y la Virgen sentados en sus sillas con sus vestidos y sombreros.<br />

159


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Toda la obra de talla que revestía las paredes al rededor de los altares era dorada y pintada. En media<br />

pared derecha de la iglesia se encontraba un precioso púlpito tallado y dorado, ornado de pequeñas<br />

estatuas de santos su contorno. Al extremo de la derecha del templo se hallaba el coro.<br />

Durante la guardianía que del convento de San Buenaventura, desempeñó de 1801-1803 fray<br />

Mariano José Murgueitio, varón celoso por el culto divino, la Capilla mejoró notablemente. Mandó<br />

traer un altar nuevo para San José, a expensas de limosnas, todo él dorado y pintado «a la chinesca»,<br />

puso 16 mariolas de madera tallada y dorada y en la mesa del altar cajones para guardar las alhajas del<br />

Santo. Un frontal de madera hermosamente pintado, tenía en el medio la imagen del patriarca con su<br />

moldura plateada y en la parte superior tenía dos espejitos «holandeses» con sus molduras pintadas de<br />

verde y sus dos lucernas de espejos. Llevaba una rejilla, que era igualmente de madera pintada, con<br />

sus espejos y en medio un Cristo con su cruz de Jerusalén y seis candelejas. El nicho principal del altar<br />

ocupaba el Santo Patriarca sobre su trono de madera muy bien dorado y pintado en la misma manera<br />

que el altar. A los lados de éste, en sus repisas, se hallaban colocados sobre sus peañas «sisadas» de<br />

oro y con la misma pintura «a la chinesca» las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, «sisadas» de<br />

oro y plata y la correspondiente pintura, y cuatro espejos con sus molduras grandes talladas y doradas.<br />

El altar mayor se renovó también, dorando de nuevo su retablo y pintando sus paredes de color<br />

rosado. Para la seguridad del sagrario se hizo una gran mesa de adobes y ladrillos que después se la<br />

forró de madera fuerte. Se plateó de nuevo el frontal del medio y se platearon también los colaterales.<br />

Se pusieron ocho angelitos con seis morriones de cartón plateado, coronando el altar y 24 cornucopias<br />

de madera, pintadas curiosamente «a la chinesca». Para procurar más luz al altar mayor se abrió una<br />

ventana sobre el de Nuestra Señora de las Angustias y se le puso una gran reja de fierro, además de<br />

un bastidor de vidrios que regaló el marqués de Selva Alegre.<br />

Los altares de San José y San Antonio se mudaron de sitio y se los trasladó a la Capilla del Señor<br />

de la Buena Muerte, con lo cual la iglesia quedó desembarazada de tanto altar y se hizo servible para<br />

los fieles, toda la parte que caía debajo del coro, con gran ganancia para la hermosura de su fábrica.<br />

Se pintaron de nuevo la bóveda del medio y la que caía sobre el ciborio.<br />

En 1815 al altar del Calvario se le adornó con una rejilla de plata de 17 marcos, 4 onzas y 5 ochavos<br />

de peso, obra del maestro platero don José Solís, que probablemente trabajó también en 1803 las seis<br />

mariolas de plata para el altar mayor, que llevaban grabadas las armas de San Buenaventura, para lo<br />

cual el padre Murgueitio, excediéndose en sus entusiasmos, hizo bajar y desbaratar una gran lámpara<br />

de plata que estaba colgada de una de las vigas de la iglesia y que pesaba 38 marcos.<br />

160


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

En 1819, en el altar del comulgatorio se colocó una imagen grande de Nuestra Señora del Belén,<br />

muy bien vestida y se reparó el órgano que le faltaban 112 flautas.<br />

En 1824 se puso un Padre Eterno en el altar de San José, un San Joaquín y una Santa Ana de una<br />

vara tres cuartas, dos imágenes de San José y la Virgen para el Belén, cinco cuadros de los santos<br />

doctores con sus molduras doradas en la sacristía; ocho ángeles en el sagrario y un par de espejos<br />

con sus molduras.<br />

La sacristía que se hallaba contigua a la iglesia, era también muy interesante y encerraba<br />

curiosidades artísticas. La entrada a ella, que estaba junto al altar mayor, se cerraba con una puerta<br />

pequeña de dos hojas de madera pintada, tallada y dorada; pero fuera de esta puerta, que daba acceso<br />

a la antesacristía solamente, había otra de una sola hoja por la que se entraba al interior de la misma<br />

sacristía, que tenía dos ventanitas con rejas de madera, que daban para el patio antiguo y en la<br />

antesacristía, otra ventanita con rejas de hierro hacia el mismo patio. En la sacristía que llamaban<br />

interior, para distinguir de la antesacristía, había en su testera un retablo fijo con un cuadro de la<br />

Sábana Santa, dos escritorios de Quero con muy buenas taraceas, otro con embutidos de carey, y el<br />

retrato del padre fundador del colegio, fray Dionisio Guerrero, dos espejos, las imágenes de la Virgen<br />

de Dolores, San Pedro Regalado, San Diego, San Jácome de la Marca, cuatro ángeles de casi una vara,<br />

seis santos «de retoque antiguo», cinco cuadros de los Doctores de la Iglesia, tres «pertenecientes al<br />

General», uno del nacimiento, un lienzo de la soledad y otro cuadrito de San Cayetano.<br />

En la iglesia se hallaban colocados en lugares convenientes algunos cuadros de diversos tamaños<br />

y calidades, «pegados entre la obra de talla y dorados de las paredes»; uno del Ecce Homo, otro de la<br />

Purísima, otro de San Juan Nepomuceno, otro del martirio de San Juan, otro de Santa Gertrudis, otro<br />

de ánimas, otro de Nuestra Señora de las Nieves y otro de Santa Bárbara.<br />

El Padre Murgueitio compuso también la sacristía con solícito cuidado. Mandó pintar «a la<br />

chinesca» el retablo que estaba en su testera y puso cuatro niñitos «nuevamente encarnados» repartidos<br />

con simetría a sus lados; colocó cinco espejos y cuatro láminas con sus molduras respectivas y copetes<br />

dorados, del Señor, de la Virgen, de Santa Gertrudis y Santa Teresa.<br />

Como todas las iglesias franciscanas del Ecuador, la de San Buenaventura tenía primorosas y ricas<br />

obras de orfebrería: rejillas, mariolas, incensarios, vinajeras, salvillas, navetas, cálices, diademas de<br />

santos, cruces, ciriales, coronas, potencias y sobre todo una rica «custodia de plata de cinco cuartas<br />

de altura, con el peso de veinte marcos, toda ella dorada, el sol enjoyado con piedras francesas de<br />

161


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

brillantes, rubíes, topacios, partas y algunas esmeraldas finas, el relicario guarnecido con 17 perlas,<br />

esmaltadas en azucenitas de oro, dos cruces unidas en el remate de la corona, la una de pastitas verdes<br />

en oro, y la otra de piedras que llaman pantauras, seis espigas con perlas en la corona, la cruz se halla<br />

rodeada de perlas, grandes, finas, al pie del sol están seis barriles de cristal que llaman cataneos, con<br />

cuarenta y dos perlas en forma de broches sobre cada barril: una palomita de una sola perla al remate<br />

del Sol, con rematico de oro y sus chispitas de diamantes» 112 .<br />

Tenía también enorme cantidad de ornamentos de brocado, alfombras para la iglesia, que se tendía<br />

sobre el pavimento, ordinariamente con esteras, en los grandes días de fiesta, en especial en la de<br />

San Buenaventura, que se solía solemnizar con «luminarias, albazo, castillos, bolatería, cuatro ruedas,<br />

chamisas y gran aparato de música».<br />

De la antesacristía se salía al convento por una puerta de una sola hoja, junto a la cual había una<br />

escalera de piedra para las piezas altas que formaban parte del patio y pertenecían al colegio de<br />

San Buenaventura. A la derecha de dicha grada estaba el corredor que comunicaba con el expresado<br />

colegio y que más tarde fue cerrado con adobes. En este corredor se hallaba una puerta de madera de<br />

una hoja, que daba entrada a una pieza con dos ventanas hacia el patio. A la izquierda de la escalera<br />

mencionada había otra puerta de dos hojas por la que se entraba a las primitivas celdas que estaban<br />

bajo bóvedas, con sus ventanas altas hacia el patio y que fueron abandonadas porque la humedad,<br />

no sólo les atacaba, sino que se infiltraba hasta la sacristía. Esta humedad fue la causa efectiva de<br />

la destrucción y abandono subsiguiente de la iglesia y dependencia de San Buenaventura. Hoy, la<br />

preciosa e histórica iglesia se halla totalmente cambiada; no hay nada que recuerde lo que fue ese<br />

precioso relicario, el precursor de la grandeza franciscana en nuestro país. Los frailes, al abandonarlo,<br />

se llevaron al convento grande todas sus riquezas, desde el órgano y el púlpito hasta los altares, los<br />

cuadros y las imágenes, y de todo esto, ¡triste es decirlo! apenas si hoy existen ¡rastros ligeros!... El<br />

tiempo y el descuido los destruyeron ¡en menos de un siglo!<br />

***<br />

Pasemos ahora al tercer templo franciscano que se halla en el maravilloso atrio, que para embellecer<br />

y levantar las «Casas del Señor San Francisco» construyeron en Quito los primeros religiosos<br />

112 Archivo franciscano, leg. 4.°, N.° 7, lib. 1.°, leg. 7.º, N.º 3, c. 1.º, y leg. 7.º, N.° 3, c. 2.º. . ( N.<br />

del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

franciscanos, que vinieron con fray Jodoco. Ese templo se llama de Cantuña , dedicado a la Virgen<br />

de los Dolores y en el cual está instalada la tercera orden Franciscana de penitencia.<br />

Es curiosa la leyenda de su construcción, leyenda que por otra parte tiene ya una larga y sostenida<br />

tradición, que ha servido a nuestros historiadores Velasco y Cevallos y al de Colombia, Benedetti,<br />

consignarla en sus historias, como muy válida.<br />

Conocida es la historia de los últimos combates que en 1534 sostuvieron los conquistadores<br />

españoles para destruir el dominio indígena y apoderarse de Quito. Rumiñahui, indio aguerrido y<br />

de los mejores generales de Huaina-Cápac, se les encaró, aunque con mala suerte en Tiocajas y<br />

Riobamba, desde donde, derrotado, se vino a tenerlas en Quito, que lo incendió despiadadamente, al<br />

ver la imposibilidad en que se encontraba el ejército de su mando para poder resistir a Benalcázar.<br />

Pero antes de quemar la ciudad, escondió con indecible cautela los tesoros de Atahualpa y los más que<br />

logró reunir en el saqueo cruel de la capital del reino, a fin de que no cayeran en poder de sus enemigos.<br />

Cantuña era hijo de Hualca, uno de los tenientes de Rumiñahui y aunque de poca edad, cooperó<br />

con su padre, al incendio de Quito y ayudó a la ocultación de los tesoros. Pero Cantuña fue también de<br />

las víctimas de este flagelo que impuso Rumiñahuia a esta desgraciada ciudad; pues andando en esos<br />

ajetreos le calló una casa y salió de entre sus cenizas y escombros, tan horriblemente desfigurado,<br />

cojo y contrahecho que, según la gráfica expresión del padre Velasco, parecía un demonio. Su padre<br />

le dio por muerto y la abandonó para ir a esconderse con Rumiñahui en las montañas.<br />

Viéndose pobre y desvalido, sin padre ni madre que por él miraran, el pobre muchacho no tuvo más<br />

que dedicarse al servicio de los españoles que fundaron Quito. Bien pronto se dejó querer de ellos<br />

y un buen día le tocó la suerte de que lo tomara por criado suyo el capitán Hernán Suárez, hombre<br />

muy bueno que trató bien a Cantuña, le educó, enseñándole a leer, escribir y la doctrina cristiana,<br />

correspondiendo a estas pruebas de afecto el indio con tal tino que bien pronto el patrón se convirtió<br />

en verdadero padre de su criado.<br />

El capitán tenía, su casa en la esquina de la plaza de San Francisco, en los terrenos sobre que se<br />

levanta hoy la casa de la familia Barba Villacís. La mala suerte le obligó a sacarla a la venta para<br />

pagar sus deudas; lo que visto por Cantuña, hizo que éste prometiera sacarle de tanto aprieto y darle<br />

más de lo que necesitaba para saldar sus deudas, siempre que hiciera en la casa un gran subterráneo y<br />

le proporcionase todos los instrumentos necesarios para la fundición; pero, eso sí, con la condición de<br />

un silencio absoluto acerca del origen del oro que él le iba a dar y que no le verían los extraños sino<br />

fundido. Así lo hizo Suárez y cuando todo estaba dispuesto, Cantuña llevó una noche tantas alhajas<br />

163


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de oro, de las que usaban los indios, que pesaron más de cien mil castellanos. De este modo mejoró<br />

en fortuna y cuando murió por el año 1550, dejó a Cantuña como heredero de lo mismo que le había<br />

regalado y, además, de su casa.<br />

Pero bien pronto se esparció por la ciudad la noticia de que aquella fortuna del capitán Suárez a<br />

nadie se debía sino al mismo Cantuña y el derroche que, de ella hacía este indio, preocupó tanto que le<br />

obligaron a que declarase ante juez de donde la había sacado. Con viveza Cantuña confesó la realidad<br />

del hecho en cuanto a que él obsequió a su amo esa fortuna; pero cuando se trató de declarar de dónde<br />

había provenido, hizo creer que el diablo se la había dado, como gaje de un pacto con él celebrado, y<br />

firmado con la sangre de sus venas, en virtud del cual le había vendido su alma, a condición de que le<br />

diese cuanto oro le pidiera. Creyeron la mentira de Cantuña los españoles, persuadidos como estaban<br />

entonces de que todo indio conversaba con el demonio y hasta los mismos frailes, que de sus manos<br />

recibían limosnas cuantiosísimas, se preocupan de ese pacto para ver la manera de dañarlo en bien<br />

del alma del desgraciado Cantuña. Éste y su confesor se reían de todo ello, porque Cantuña, era buen<br />

cristiano y devoto de la Virgen de los Dolores.<br />

El año de 1574 murió al fin Cantuña y los franciscanos entraron en posesión de parte de la<br />

herencia del indio, cuya casa fue registrada entonces con solícito empeño, encontrándose los talleres<br />

de fundición del oro, y algunas alhajas que todavía se hallaban intactas, con lo cual, vinieron a<br />

comprender los que lo vieron, la farsa con la que Cantuña defendió esa fortuna, que la supo lograr en<br />

vida y que después de su muerte, sirvió, parte de ella, para que levantaran los franciscanos, la preciosa<br />

iglesia que, dedicada a la Virgen de Dolores, quién el indio era devoto, perpetuara el nombre de<br />

Cantuña y sirviera entonces con preferencia, a la devoción de los indianos, según la expresa voluntad<br />

que Cantuña recomendó a su confesor cumplirla.<br />

Sea o no leyenda lo que dejamos narrado, es lo cierto que existió Francisco Cantuña, hijo de Hualca,<br />

teniente de Rumiñahui, y que con su sola fortuna se fabricó ese precioso relicario de la iglesia que<br />

lleva su nombre desde los primeros años de la Colonia y con el cual la distinguen hasta los breves,<br />

decretos y rescriptos de la curia romana que se refieren a ella.<br />

164


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Francisco Cantuña está enterrado allí pero desgraciadamente no se sabe el verdadero sitio de la<br />

bóveda, desde que, cuando se entabló la iglesia, se retiró la piedra tumbal, que fue llevada al Convento<br />

Máximo para que sirviera, como tantas otras de losa en el pavimento del claustro bajo.<br />

La puerta que da acceso a la iglesia, construida a fines del siglo XVI, puede ser considerada<br />

como una de las más originales de la arquitectura colonial por su conjunto armónico de particulares<br />

pertenecientes a épocas diversas. Sobre dados desproporcionados se levantan dos columnas del orden<br />

corintio muy proporcionadas, con su trabazón y tímpano triangular, ligeramente decorado, que,<br />

circunscriben la puerta de entrada de arto semicircular y molduras sencillas, como lo son también las<br />

jambas que tanto en la parte superior como en la inferior giran a ángulo recto, según lo ejecutaban<br />

los arquitectos del Renacimiento. Detrás de las columnas, y flanqueándolas se perfilan ligeramente,<br />

junto a las jambas, dos pilastras del mismo orden corintio. Los dos tímpanos de arcada sobre la<br />

archivolta son preciosa y sencillamente decorados. Encima del arco, y en su centro, hay una tarjeta<br />

con el escudo de la orden franciscana. Las dos columnas van decoradas bajo el capitel con unos<br />

paños largos, delicadamente esculpidos a manera de festones, que interrumpen sus estrías. En la base<br />

de esas mismas columnas y precisamente en el toro, hay unas hojas de acento, que recuerdan las<br />

sencillas hojas ornamentales ligeramente enrolladas con las cuales los arquitectos de la Edad Media<br />

ligaban la moldura convexa y circular colocada en la base de las columnas románicas y de los haces de<br />

columnitas de estilo ojival, al zócalo o pedestal cuadrado colocado inmediatamente debajo de dicha<br />

moldura 113 . Sobre el tímpano se han colocado unas pilastras que sirven de base a remates de forma<br />

esférica.<br />

Decíamos que los dados sobre que descansan las dos columnas son desproporcionados, porque en<br />

realidad son muy altos para ellas; pero este defecto no es sin duda obra del arquitecto que ejecutó la<br />

portada. Tal vez depende de que el pavimento del templo, antes de entablarse, estuvo más alto que<br />

ahora; pues hay señales evidentes de habérsele bajado, sin duda cuando se entabló la capilla. Si el<br />

pavimento estuvo más alto, es claro que las gradas, que daban acceso a la entrada, no eran dos, sino<br />

113 Estas hojas se llaman garras y llenan el hueco dejado por la mocheta. Muy frecuentemente la<br />

garra tiene su punto de partida en el toro, como en el presente caso de la portada de la Capilla de<br />

Cantuña, y llena el triangulito formado por el ángulo saliente del plinto. En algunos monumentos<br />

(siglo XIII) se hallan garras hundidas en la masa del plinto sin ofrecer punto alguno de contacto<br />

con el toro. Las garras servían prácticamente para impedir que las aristas del plinto causaran daño<br />

al individuo. ( N. del A. )<br />

165


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

al menos cuatro, y que se desarrollaban desde algo más afuera del actual eje, con lo cual la última,<br />

tenía necesariamente que tocar a una regular altura de esos verdaderas plintos salare que descansan<br />

las columnas, y que no debieron aparecer sino como los dados del orden corintio. Al penetrar a la<br />

capilla se nota aún que el pavimento actual no está todo en un mismo nivel siendo superior el de arriba<br />

junto al que el de abajo de la puerta.<br />

La capilla es abovedada, de una sala nave, y contiene también curiosas mezclas de estilos;<br />

pues mientras su conformación arquitectónica es del renacimiento italiano, el altar mayor es puro<br />

borrominesco del siglo XVII. La bóveda del cuerpo de la capilla es de tres puntos, con nervaturas<br />

llamadas de pie derecho. Tiene ocho altares (antes tenía nueve), un coro y la sacristía. Sobre, el<br />

presbiterio se levanta una cúpula esa su linterna, que comunica mucho interés a la capilla. Tanto la<br />

cúpula, como la bóveda de la nave y las paredes con sus cornisas, son pintadas a dos o tres colores,<br />

excepto en las partes ocupadas por los retablos de los altares.<br />

El altar mayor, cuya factura es completamente distinta de la que hemos notado en los principales<br />

altares de la iglesia de San Francisco, es posterior a ellos y tal vez ejecutada por los mismos artífices<br />

de las iglesias de la Compañía de Jesús y de la Merced de Quito. Ya no predomina en él el puro estilo<br />

plateresco del siglo XVI, sino más bien el borrominesco, que si en realidad fue anterior a Borroinini<br />

(1599-1667), en 1620 se comenzó a difundir mucho en España.<br />

Como en los altares de los templos jesuita y mercedario, en la capilla de Cantuña se encuentran ya<br />

las columnas salomónicas de capitel corintio, con sus solas cinco vueltas de espiral y el resto, hacia<br />

la base, decoradas con lacerías, flores, hojas, que son adornos, ya característicos del segundo período<br />

del Renacimiento, ya del estilo que Crescenzi impuso en España hasta 1660.<br />

El retablo del altar mayor ocupa íntegramente el fondo testero de la capilla. El arquitecto levantó<br />

en este punto un gran nicho de arco semicircular, que fue decorado por los escultores con un derroche<br />

de figuraciones que a veces impide descifrar su verdadera forma. La parte principal de ese retablo, la<br />

que se destaca nítida, es un gran nicho central con puertas y aldabones, en el que se halla un Calvario<br />

con su Cristo, la Dolorosa, San Juan y la Magdalena, figuras todas de tamaño natural. El Cristo es de<br />

la Agonía con su inri de plata, en los brazos de la cruz, a manera de contera, dos chapas de plata,<br />

la una con un remate de rubí falso y la otra sin él. El Cristo tiene sus potencias grandes de plata y<br />

su paño de honestidad de seda, con franja de oro. Al costado derecho está la imagen de la Virgen<br />

de las Angustias, vestida a la manera española, con su aureola plata, que sustituye a la que tuvo en<br />

tiempos mejores, de oro, con el peso de tres libras y seis onzas, primorosamente engastada con 163<br />

166


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

perlas, 49 esmeraldas, de las cuales dos eran cuadradas, dos almendras, un ojuelo y las demás chicas,<br />

21 amatistas y un cerco de trece estrellas de oro con sus gusanillos. También le faltan el estoque de<br />

acero, con puño y guarnición de oro y de 16 perlas, 7 amatistas y una esmeralda en el remate, y la<br />

daga de cristal con punta de plata guarnecida con filigrana de oro y 16 engastes de piedras falsas de<br />

varios colores: prendas ambas que solía llevar en las manos 114 . A la izquierda del Cristo están San<br />

Juan y la Magdalena, imágenes íntegras de madera.<br />

El fondo de ancho lo componían ocho espejos que han desaparecido sin duda se han ido rompiendo<br />

sin que se los reponga. Catorce espejos chicos recubrían la bóveda y dieciséis las paredes laterales.<br />

Esos espejos estaban adornados con sus molduras respectivas y en su colocación, pareados. Decoraban<br />

también este nicho nueve angelitos, que también han sido suprimidos. La puerta de dos hojas es<br />

primorosamente tallada y dorada, y la rejilla, que corre al pie es de plata, faltándole las 16 candelejas,<br />

de ese mismo metal, que antes tenía.<br />

Debajo de este cuerpo central, queda el sagrario, un precioso nicho con puertas, admirablemente<br />

adornadas de follaje serpeante, tallado y dorado con verdadero primor. Alrededor del nicho corre<br />

una decoración de plata a manera de moldura delicada. Flanquean al sagrario cuatro columnas<br />

salomónicas, que descansan en las tres gradas sobre que se levanta el nicho: dos de ellas en la tercera y<br />

dos en la segunda. Luego vienes a los lados de las columnas cuatro repisas, dos a la derecha y dos a la<br />

izquierda, repisas que sirvieron para dar apoyo a cuatro espejos con sus molduras, que hoy no existen.<br />

Encima de este sagrario y pegado a la rejilla del nicho grande principal del Calvario está un precioso<br />

cuadro de la Virgen Dolorosa en su moldura de plata, lámina que allí existe desde hace mucho tiempo.<br />

En 1831 constaba ya en el inventario de la capilla que, según lo asegura el mismo instrumento, no es<br />

sino copia del inventario anterior. Lo que no sabremos asegurar es si la actual cabeza de la Virgen allí<br />

representada y muy bien ejecutada sobre cobre, es la misma a que se refieren esos inventarios; pues<br />

si la plancha de cobre manifiesta alguna edad, la pintura es relativamente moderna, y aún pudiéramos<br />

afirmar que es de Pinto. La moldura de plata es magnífica y una joya de la orfebrería quiteña.<br />

114 Archivo franciscano, leg. 7.º, N.º, 4. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Pero abramos las dos puedas del sagrario para ver su interior, íntegramente recamado de plata.<br />

Sobre un fondo de espejos que cubren todas sus paredes destácanse las lujosas y ricas decoraciones<br />

hechas en filigrana de plata o repujadas en este mismo metal. En la pared superior está un Espíritu<br />

Santo rodeado de rayos y de una gran moldura de flores y conchas; en la del fondo la simbólica<br />

representación de Jesucristo, el Cordero Pascual, también en medio de rayos y rodeado de una rica<br />

decoración serpeante de ramas y flores; en las paredes laterales otra decoración semejante con conchas<br />

flores, escudos y dibujos en que la línea se curva y se retuerce como en las decoraciones francesas<br />

del siglo XVIII. Penden del techo de ese nicho, a manera de encajes cuatro láminas de plata, con<br />

figuraciones repujadas del mismo estilo del resto de este riquísimo conjunto. En la mitad del sagrario y<br />

sobre un pequeño pináculo, también recamada en su parte superior con un tejido de plata, se encuentra<br />

sobre el ara una liadísima de oro y plata, afiligranada toda ella y decorada con preciosos esmaltes<br />

trabajo auténtico de nuestros orfebres.<br />

Pero esta custodia nada tiene que ver con la magnífica primitiva que tenía la capilla y que en riqueza<br />

sólo puede compararse con la que ahora posee el Convento Grande de Quito y las que pertenecían<br />

a los conventos franciscanos de Loja y Riobamba. De aquella hay una descripción minuciosa en el<br />

Archivo, mandada a hacer en 1853 por el visitador general de la provincia fray Francisco Ribadeneyra<br />

con dos comisionados: el padre mayor fray Antonio María Galarza, el maestro platero señor Francisco<br />

Jiménez y el hermano fray Vaca. La custodia no alcanzaba el tamaño de la del convento grande que<br />

tiene un metro, más o menos, ni la de Loja que tenía una vara (0,84 metros); pero sí debía de tener más<br />

o menos setenta centímetros, que es la altura que puede caber en el sagrario. He aquí su descripción,<br />

que la transcribimos por la importancia de esta joya artística y para orgullo de la orfebrería quiteña:<br />

Una custodia que tenía los rayos y corona de oro: por delante de la corona se encuentran 38<br />

esmeraldas de diversos tamaños, entre estas sus ojuelos, cuatro cuadradas grandes y las demás<br />

pequeñas, todas iguales. Treinta y tres perlas, las ocho grandes, las nueve medianas y las diez y sus<br />

que están debajo de la cruz en forma de ángulo pasadas en hilo de metal son pequeñas.<br />

En medio de la corona hay una sortija de oro con tres diamantes: el del medio es redondo rosa, y<br />

los dos que se hallan en los costados son triángulos de medias caras.<br />

La cruz del remate que es de oro, tiene, por delante cuatro perlas bien pequeñas y diez brillantes:<br />

debajo de la corona hay un Padre Eterno de plata dorado, con un diamante chico en medio del<br />

triángulo: más bajo sigue una cruz de oro, y en ella trece y once esmeraldas de diversos tamaños: tras<br />

de la cruz, está un Espíritu Santo de plata: al lado derecho de esta cruz entre los rayos, hay un botón<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de oro con tres perlas y ocho esmeraldas cuadradas, entre ellas dos chiquitas: a la izquierda de dicha<br />

cruz se halla un lacito de oro con trece esmeraldas: de estas once chicas y, dos medianas. Debajo de<br />

la cruz se nota un corazón de plata, el que tiene en medio, a la parte superior, un anillo de oro con<br />

siete diamantes, los seis chicos rosas y el del medio, grande, brillante; al pie del anillo, un lacito de<br />

oro con siete esmeraldas pequeñas; pero las cuatro más chicas; bajo de esta pieza se encuentra una<br />

corona de oro que abraza el corazón, adornada con 37 esmeraldas de diversos tamaños: los huecos y<br />

extremos de esta corona están guarnecidos de once perlas gruesas, redondas y dos largas aconchadas.<br />

La llaga está rodeada de 28 diamantes: los cuatro pequeños y los demás chicos, y además 28<br />

rubíes chicos, montando alternativamente en una pieza de oro. En la parte inferior hay una estrella de<br />

filigrana de oro con seis diamantes pequeños, y otros seis más chiquitos, y una perla grande aconchada:<br />

este corazón está cercado de 44 piedras amatistas, debajo de éste se halla un botón de oro con siete<br />

esmeraldas pequeñas a los dos costados superiores de este botón, hay dos botoncitos de oro con seis<br />

diamantes cada uno; y una perla redonda al medio: al pie de cada uno de estos botoncitos, hay un<br />

lacito de oro, cada lacito con cinco diamantes y una perla redonda al medio. Al contrario del corazón,<br />

hay una nube de plata, que asciende hasta el Padre Eterno, con 17 serafines dorados, que sirven de<br />

sobrepuesto: en dicha nube se halla en contorno sesenta y una perlas repartidas en grupos a las cabezas<br />

de los serafines. En el mismo circuito, seis anillos de oro, cada uno con tres diamantes desiguales,<br />

engasados estos en su respectiva llama de oro. Todo el sol tiene una espiga de plata con dos rayos<br />

interiores de lo mismo.<br />

Al contrario de los rayos, hay ocho azucenas de plata: de estas en cada una de las siete, se encuentra<br />

un botoncito de oro con cuatro diamantes chicos y una perlita; mas la otra azucena no tiene tal<br />

botoncito.<br />

Tras de la custodia se encuentra lo siguiente:<br />

Primeramente: La corona consta de nueve rositas sostenidas en hilo y son de perlitas delgadas, cada<br />

rosita tiene siete perlas: hay otras ocho rositas de oro, cada una con odio esmeraldas chicas y una perla<br />

al medio. La cruz tiene cuatro perlas y diez brillantes montados en oro: al pie de esta cruz, diez y seis<br />

perlas pequeñas en forma de ángulo enlazadas en hilo. En la coronel hay trece chongones y el círculo<br />

del pie tiene diez esmeraldas pequeñas.<br />

El Padre Eterno tiene un diamante chico en el triángulo, dicho Padre Eterno es de plata dorada: al<br />

pie de dicho Padre Eterno se halla un Espíritu Santo de plata: al pie de dicho Espíritu Santo, hay una<br />

cruz de chongones: y al pie de dicha cruz una María de oro con chongones, aunque la cruz de encima<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

es de plata. Al contrario del corazón de plata, hay cuarenta y cinco piedras amatistas: las nubes que<br />

cercan dicho corazón hasta el pie del Padre Eterno es de plata, con 17 serafines de plata dorada y<br />

ocho llamas de oro como en la delantera. En dicha nube hay sesenta perlas entre chicas y grandes,<br />

repartidas en el mismo orden de fuera. En el circuito de los rayos, hay ocho azucenitas de plata.<br />

El relicario es de oro, y en su circunferencia, se encuentran 15 diamantes pequeños y desiguales y<br />

otros tantos rubíes: el piscis de oro, tiene 15 diamantes y un rubí al medio.<br />

El mundo en que se apoya el sol es de plata. La faja que le cerca sobrepuesta por el medio, es de<br />

oro: ésta consta de ocho esmeraldas, que aunque debían ser nueve, falta la una y cinco amatistas, unas<br />

y otras de diversos tamaños. La inedia faja que asciende desde el antecedente, por la parte superior,<br />

consta de dos amatistas y dos esmeraldas, unas y otras desiguales.<br />

En la cúspide de dicho mundo, por la frontera hay un ojuelo de oro en que está montada una amatista<br />

grande engastada en un alambre. Se advierte que una de las esmeraldas de esta media faja, es falsa.<br />

El pedestal es de plata, con 28 sobrepuestos de oro y en ellos hay cinco perlas, siete flores<br />

de chongones y tres de piedras amatistas; además hay dos botones de oro, adornados con nueve<br />

esmeraldas cada uno y dos ojuelos de oro con dos amatistas grandes.<br />

Prosigamos en la descripción del altar mayor.<br />

Debajo del sagrario se encuentra el depósito, que no es el antiguo con sus dos puertas exteriores<br />

chapeadas de plata con sus calados y su interior todo de chapa de plata y en cuyo fondo se encontraban<br />

cuatro serafines de madera en marco plateado y una lámina de San José, sino otro muy inferior al<br />

antiguo, que no tiene más gracia que su puerta chapeada de filigrana de plata, al medio un corazón de<br />

María y encima un escudete con la siguiente inscripción: «Soy de Cantuña» .<br />

Todo este conjunto del nicho central del calvario, del sagrario y de depósito se halla bordeado de<br />

un gran arco decorado con ricas aplicaciones de ornamentos de plata, que antes se hallaban adosadas<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

a espejos, como en el sagrario y hoy, rotos y desaparecidos ellos, se destacan miserablemente sobre<br />

el fondo de papel de relumbrón dorado. En el centro del arco se conserva todavía un Espíritu Santo<br />

de madera en medio de rayos de espejos.<br />

Flanquean este arco dos columnas salomónicas por lado, que sostienen un entablamento tan<br />

profusamente decorado, que la vista lo distingue con dificultad. Sobre ese entablamento se eleva el<br />

cuerpo alto del retablo, que es su mejor parte, ya por la forma amplia de sus líneas, y por la claridad<br />

y finura del detalle. La composición de este segundo cuerpo es magníficamente bien resuelta. Ocupa<br />

su centro un Padre Eterno y corona el primoroso encaje con que termina el último arco del retablo un<br />

escudo de dos corazones en medio de rayos.<br />

Llama la atención que tan retablo, que fue adornado profusamente con espejos de diversas clases,<br />

apenas conserve los del sagrario. Antes se contaban por una parte 31, y por otra uno «grande al medio<br />

llamado morado, ocho brillantes, dos lucernas, dos pilares con seis espejos cada uno, seis largos,<br />

dos chureados, cuatro en forma de tocadores, dos chicos cuadrados y des medianos» . Parece que<br />

esa ausencia obedeciera a consigna; como que hasta el frontal de cinco espejos con sobre frontal de<br />

madera dorada con cinco láminas, que tenía la mesa del altar para las grandes fiestas, no existe.<br />

En los costados del altar mayor hay unas hornacinas: dos grandes bajas para las estatuas de San<br />

Pedro de Alcántara y San Pedro, apóstol; dos pequeñas encima para unas estatuillas de San Basilio<br />

y San Pedro mártir. Junto a las columnas salomónicas hay también dos nichos de cada lado, para dar<br />

cabida a cuatro ángeles: dos grandes con alas y guirnaldas de madera y dos pequeños. Estos ángeles<br />

no son los únicos que decoran el retablo: en todo él están distribuidos algunos otros y concurren a<br />

su belleza.<br />

La mesa del altar luce un antipendium tallado y dorado de la misma manera que el retablo,<br />

no tiene sus paredes rectas, sino siguiendo el estilo del conjunto, ofrece más bien la forma de una<br />

enorme ménsula. A sus lados y decorando la mesa que sostiene el retablo, se encuentran dos cuadros<br />

curiosísimos en sus respectivas molduras doradas y que forman parte de toda una colección de ocho,<br />

de la que no han quedado sino seis: estos dos fiel altar mayor y cuatro que están era la sacristía. En la<br />

mesa del retablo habían cuatro; pero dos han desaparecido, no existen sino las molduras vacías. Estos<br />

cuadros sobre cartón, son curiosos por la graciosa y extraña combinación con que se han representado<br />

sus escenas. Todo lo que es carne se ha ejecutado al óleo y todo lo que son fondos y vestidos, se<br />

han representado por medio de hilos de seda, de diversos colores. No hay que suponer que con los<br />

hilos de seda se ha bordado sobre la tela; aquello tuviera poca gracia. Se les ha pegado con cola<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

bien fuerte al cartón, acomodándoles y dirigiéndoles de manera de obtener resultados verdaderamente<br />

sorprendentes en la representación de las arrugas de los ropajes, de las medias tintas de un paisaje o<br />

de las sinuosidades de las montañas o las nubes. Realmente constituye una curiosidad artística, tanto<br />

por lo bien ejecutado del trabajo, cuanto por su originalidad.<br />

A los lados del altar mayor y en el mismo presbiterio se encuentran dos retablos: el de San Lucas<br />

y el del Señor de los Remedios. Antes estos retablos formaban parte de un altar; pero ahora se les ha<br />

cercenado la mesa del altar que antes tenían y en la cual se celebraba la misa. Ambas son pintadas<br />

de blanco y doradas. El de San Lucas tiene dos cuerpos; el inferior con su nicho al medio en el cual<br />

antes estaba la estatua de este evangelista y hoy se encuentra la Virgen de las Angustias, imagen,<br />

vestida a la española y sentada sobre su silla gestatoria de madera, tallada y dorada, con una cruz de<br />

espejos en el espaldar. En su cabeza tiene una diadema de plata, la única joya que le ha quedado de su<br />

antigua riqueza; pues tenía desde rosario de lapizlázuli hasta puñal de acero con puño de oro y piedras<br />

preciosas y varias diademas de oro y plata, amén de una enorme colección de preciosos vestidos. A<br />

uno y otro lado de este nicho hay dos telas que representan, la una, San Lucas en actitud de pintar a la<br />

Virgen y la otra, San Juan Evangelista en la isla de Patmos, escribiendo el Apocalipsis. En el cuerpo<br />

superior, se le han colocado tres telas: dos que representan a los evangelistas San Marcos y San Mateo,<br />

a los lados cae una que figura a la Virgen de pie con el Niño en brazos y que ocupa en el centro de ese<br />

cuerpo en el retablo, otro nicho que, correspondiente al de abajo, queda obturado con esa tela. Este<br />

nicho está flanqueado por dos embutidos que sostienen todo el entablamento y remate del retablo.<br />

Como dejamos dicho, este altar fue dedicado a San Lucas, cuya estatua, íntegra de madera, ocupaba<br />

el nicho inferior, que tiene su concha y es bien dorado. En el nicho superior del segundo cuerpo,<br />

se encontraba una pequeña estatua de San Bruno en su sitial de madera colocado sobre una gradilla<br />

colorada y a sus lados dos angelitos de madera en arcos de vidrio. Adornaba el retablo tres espejos<br />

con sus correspondientes molduras.<br />

El altar del Señor de los Remedios es muy parecido al anterior en su disposición y pintura del<br />

retablo, puro su cuerpo superior, que descansa sobre dos ménsulas, tiene una línea arquitectónica más<br />

172


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

decorativa que el retablo del altar de San Lucas. Su cuerpo inferior tiene tres nichos: el del centro<br />

ocupa la estatua de San Juan Nepomuceno y las de los flancos, las de Santa Isabel Reina de Hungría<br />

y Santa Rosa de Lima. En el cuerpo superior del retablo hay un solo nicho, que lo ocupa una estatua<br />

muy grande del Salvador del mundo; a los lados, ya en los extremos del retablo, las estatuas de San<br />

Antonio, a quien le falta el niño, y San Ignacio.<br />

Antes se encontraba en este retablo, en el nicho central inferior, la preciosa estatua del Señor de<br />

los Remedios, clásica escultura de la imaginería religiosa española, a la que describiremos luego. A<br />

los dos lados, en sus respectivos nichos se hallaban San Antonio y San Ignacio, las estatuas que hoy<br />

se encuentran arriba del retablo: el primero tenía en la una mano, un Niño «vestido con raso sajón y<br />

sombrerito con pluma» y en la otra, un bastón jaspeado de marfil y carey, puño y contera de plata.<br />

En la parte superior del retablo estaba un calvario completo y la cruz del Crucificado tenía cantoneras<br />

de plata. A los lados del Calvario se encontraban San Juan Nepomuceno y Santa Rosa de Lima de<br />

treinta a treinticinco centímetros de alto. El retablo estaba, además, adornado con cinco espejos, dos<br />

lucernas y dos pilares de espejo. Tenía también tres rejillas de filigrana de plata delante de cada nicho<br />

del cuerpo inferior.<br />

Comparando épocas, vemos claramente el descuido contemporáneo y la solicitud de tiempos<br />

anteriores; ésta, que había hecho de cada retablo una joya, aquel, que los ha convertido en girones<br />

de miseria.<br />

Bajando al centro de la iglesia, llama la atención el púlpito: una masa singular de madera, ricamente<br />

labrada y dorada que se sustenta sobre insignificante columna y se destaca sobre tan cielo pintado<br />

sobre una tabla y en el que aparece el Espíritu Santo. Rodea a la tabla, preciosa y rica moldura tallada<br />

y dorada, que lleva un copete magnífico del mismo estilo de ella, que se encorva hacia adelante, a<br />

manera de concha para reemplazar al portavoz.<br />

A continuación del púlpito e inmediato a él, está el altar llamado de Señor de la Resurrección, cuyo<br />

retablo es el más precioso de la capilla después naturalmente del altar mayor, ya por la calidad de la<br />

línea arquitectónica, ya por la riqueza de la ornamentación. Toda la abertura de la pared destinada al<br />

retablo se encuentra íntegramente decorada, de la archivolta del arco hasta sus paredes interiores; con<br />

arabescos, follajes, florones, sarmientos, frutas, ángeles y nichos fingidos que dan cabida a apreciables<br />

telas de la legítima primitiva escuela quiteña. El nicho central lo ocupa hoy la imagen del Señor de los<br />

Remedios, obra profundamente española en la que está representado el Hijo de Dios con su manto de<br />

púrpura, su corona de espinas, sus tres potencias de plata y sus sandalias de terciopelo realzado de hilo<br />

173


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de oro y plata. Es el Cristo realista de los imagineros españoles del Renacimiento, todo él policromado<br />

y talvez contemporáneo del Cristo de Montañés que se halla, en San Lorenzo, en Sevilla. Sentado en<br />

una silla gestatoria íntegramente chapeada con plata y que es una obra primorosa de orfebrería por<br />

la belleza del dibujo y lo bien ejecutado del trabajo, tenía ante en la ruano, una caña con seis hojas<br />

y remate de cristal con urea flor de plata. Su altar propio, como ya dijimos estaba en el presbiterio,<br />

al lado del Evangelio; en el cual se halla ahora el Señor de la Resurrección, cuya imagen está en el<br />

nicho de la parte superior del retablo. Decoran las paredes laterales del altar dos preciosos lienzos:<br />

el Buen Pastor y la Divina Pastora, obras genuinas de pintura quiteña, muy bien encuadradas en sus<br />

nichos fingidos, cuya parte superior adornan dos ángeles rampantes sobre volutas decorativas. A los<br />

flancos del nicho hay también otras dos telas que representan pasajes de la vida de Cristo y al pie otras<br />

dos pequeñas: la una que figura un corazón y la otra, la Virgen. Encima del depósito hay un crucifijo<br />

de marfil y, coronando el retablo, un nicho muy pequeño, de interior de espejos, y el del fondo con<br />

un monograma de María. El nicho lleva en su parte superior dos angelitos con los brazos extendidos.<br />

Fuera del nicho, una estatuita de San Felipe Benicio.<br />

Frente a este altar está el de San Francisco cuyo retablo llena casi completamente la gran obra del<br />

indio Caspicara: el bajo relieve que representa la impresión de las llagas en el cuerpo del Seráfico<br />

Patriarca San Francisco de Asís. Esté magnífico bajo relieve en madera y policromado, es una de las<br />

obras maestras del célebre escultor quiteño. Cinco figuras llenan el cuadro. En la esquina izquierda<br />

superior un pequeño Cristo crucificado, el clásico y muy conocido Cristo de esta escena, con su cruz<br />

alada y cuyas plumas las ha pintado nuestro artista con los colores blanco, rojo y azul. En la esquina<br />

derecha superior un ángel, que vuela en medio de un grupo de nubes, compañero sin duda, aunque<br />

se halle desnudo, de los dos que se encuentran en tierra, sosteniendo el cuerpo de San Francisco, que<br />

desfallece de dolor. Excusado es decir que son estas tres figuras las que ocupan toda la atención del<br />

espectador. El grupo es magnífico. San Francisco, perfecto de expresión, tiene su cara echada hacia<br />

atrás, en un movimiento tan natural y al mismo tiempo tan noble, que sólo ello bastaría para que la<br />

obra de Caspicara sea lo que es: una maravilla de arte. Pero a esto hay que añadir la perfección del<br />

rostro, de las dos manos y sobre todo del pie izquierdo (el único que asoma): partes todas de ese<br />

cuerpo, admirablemente resueltas y esculpidas, y, además, los pliegues del hábito del Santo, apenas<br />

superados por los del ropaje del ángel de la izquierda: pliegues de amplitud verdaderamente magistral.<br />

Es preciso conocer las dificultades del bajo relieve para valorizar en su justo precio esta obra del<br />

artista quiteño. Hay que celebrar que la policromía lo conserve intacta, esa policromía brillante con<br />

que enlucían y enlucen hasta ahora tocaos nuestros escultores en madera, sus estatuas. El Santo lleva<br />

cordón y rosario naturales. Diseminadas en el nicho encuéntranse algunas pinturas en tabla: la Virgen,<br />

174


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Jesús, Sábana Santa, la Flagelación, la Entrada a Jerusalén el Domingo de Ramos, la Oración en el<br />

Huerto, el Ecce Homo , Cristo con la Cruz a cuestas, etc. Encima del retablo, un nicho pequeño con<br />

la estatua policromada de un santo, y a los lados, dos ángeles rampantes sobre volutas decorativas.<br />

Al lado del altar del Señor de la Resurrección se encuentra el de San Felipe Benicio, cuyo nicho<br />

principal, que antes lo ocupaba la estatua en madera de este Santo; se halla hoy con la de Nuestra<br />

Señora de la Guía, vestida a la española, con hábitos de raso y que lleva en su brazo izquierdo un<br />

Niño vestido de verde. Tanto la Virgen como el Niño tienen su corona de plata sobre sus cabezas con<br />

pelo natural. La Virgen lleva además en su mano derecha, un cetro de plata. De resto, el retablo es<br />

insignificante, apenas si hace gracia la decoración que lleva el zócalo del nicho central, compuesta<br />

con siete cabecitas de ángeles que sostienen otras tantas candelejas. Tiene cuatro pinturas de escaso<br />

mérito: la Educación de la Virgen, la Presentación del Niño Dios en el Templo, San Estanislao y San<br />

Luis Gonzaga. Corona el retablo la figura del Padre Eterno.<br />

Al frente de éste, se encuentra el altar de San José, en cuyo gran nicho con puerta moderna de<br />

vidrios, está la estatua del Santo con hábito y manto de raso de seda. Fuera del nicho, cuyo interior es<br />

hermosamente tallado y decorado con seis grandes cabezas de querubines, no hay nada que llame la<br />

atención; pues todo el retablo es tosco de dibujo y de factura, sin más línea arquitectónica agradable<br />

que su remate, en mitad del cual se ha colocado un precioso espejo en su correspondiente moldura<br />

dorada.<br />

Seguía al altar de San José uno dedicado al arcángel San Miguel, que ha sido eliminado. En su<br />

lugar ocupa el nicho de la pared un cuadro del Señor con la cruz a cuestas. Sin duda se lo quitó para<br />

mayor comodidad de la entrada y subida al coro, que se halla precisamente en ese lugar. En ese altar,<br />

que era poco interesante, se hallaba el arcángel San Miguel vestido de velillo y manto amarillo, y<br />

tenía en su siniestra su escudo bordado. En la parte superior del retablo había un cuadro de la Virgen<br />

de Chiquinquirá.<br />

Frente a este altar estaba antes el de las almas, y que hoy, desde hace pocos años se halla consagrado<br />

a San Antonio. Ocupaba el centro del retablo un cuadro de la Virgen del Tránsito y debajo de la mesa<br />

del altar se hallaba una urna de vidrios que contenía un Cristo yacente, que el realismo de los fieles le<br />

175


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

hacía descansar sobre una verdadera cama, con colchón, tres almohadas, dos sábanas y una de seda<br />

con franja plateada o dorada. El retablo estaba adornado con diez y siete espejitos, dos Niños en sus<br />

respectivos sitiales y cuatro telas pintadas: dos a los flancos del cuadro de la Virgen en el fondo mismo<br />

del retablo y dos en sus paredes interiores laterales. Hoy, si es verdad que el retablo no se ha cambiado,<br />

el altar es otro, muy distinto del antiguo, feo y disonante con el estilo del retablo, y ni siquiera dorado,<br />

sino pintado de blanco. El nicho central lo ocupa, unas meces la estatua, otras veces el cuadro de San<br />

Antonio de Padua. En el remate del retablo esta una pequeña estatua de la Virgen. El Cristo yacente<br />

ha desaparecido. Se halla hoy en sacristía, retirado de la veneración de los fieles y sin comunicar ya<br />

ese carácter austero y singular que debió dar a la antigua capilla, su presencia.<br />

En el cuerpo de la iglesia hay distribuidos siete cuadritos de las siete casas o estaciones de Roma;<br />

mas ya no se encuentran otros once cuadros de diferentes tamaños que se hallaban sobre los arcos de<br />

los altares y seis más, grandes, entre los altares.<br />

Al coro le adorna un antiguo jube de madera y un Cristo crucificado al medio.<br />

En la sacristía y demás dependencias de ella no se encuentran sino ligeros restos de la primitiva<br />

riqueza de la capilla: una espléndida cómoda y un armario para guardar ornamentos, los cuatro<br />

cuadritos con fondos y figuras vestidas con hilos de seda, un espléndido Señor de los azotes, que<br />

recuerda mucho al Ecce Homo de Juan de Juanes, del Museo del Prado, una estatua de San Francisco,<br />

verdadera maravilla, cine sólo la sacan para representar en la iglesia la impresión de las llagas, y<br />

algunas otras esculturas, pequeñas y, grandes, que se hallan amontonadas hasta que se destruyan. No<br />

hemos encontrado ni las «dos custodias de reliquias», ni las «tres cabezas de santos jesuitas», ni el<br />

San Miguel, ni el San Isidro labrador, ni el Divino Pastor y el cuadro de Santa Rosa que decoraban la<br />

sacristía exterior; menos aún hemos visto en la interior, «los cuadros de San Antonio, Santa Rosa, San<br />

José; la Virgen, Santa María Magdalena y dos Marías de dos varas, un San Francisco Solano con sus<br />

americanos en sus respectivas molduras», según rezan los antiguos inventarios hasta 1853. Apenas si<br />

ha quedado el Señor de los Azotes, que pertenecía a esta colección.<br />

No sabemos la fecha fija en que se comenzó a edificar esta capilla; ni aquella en que se la terminó;<br />

pero es fácil determinar aproximadamente, teniendo en cuenta el año de la muerte de su fundador<br />

Cantuña, 1574, y la fecha fijada en el retablo del altar de San Francisco, 1669. Recibida la herencia por<br />

los religiosos, si es verdad que fueron estos los albaceas del indio, de lo cual no hay más comprobante<br />

que el hecho de que aquellos han sido siempre los que a su cargo han tenido el cuidado material y<br />

el culto en esa capilla hasta que, fundada allí la orden tercera de Penitencia, pasó el primero a cargo<br />

176


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de ésta, es natural suponer que el trabajo principiaría inmediatamente, tanto más cuanto que Cantuña<br />

dejó herederos, que debieron supervigilar (si es que ellos no fueron los directamente encargados de<br />

levantar esa capilla) el exacto y rápido cumplimiento de la voluntad del testador, herederos que hasta<br />

1669 colocaban el retablo del altar de San Francisco en esa misma capilla, y que después se enterraban<br />

en la bóveda que en ella tenían. Así, pues, podemos fijar como fechas de la construcción de aquella<br />

iglesia 1575-1625, tomando como plazo mayor para su conclusión cincuenta años, lo que nos parece<br />

demasiado. Claro está que todo el ornato de la capilla no se terminó en esa fecha, desde el hecho que<br />

el altar de San Francisco lo hicieron los herederos de Cantuña, probablemente, por encargo especial<br />

de éste, en fecha posterior, 1669, como reza la inscripción puesta al pie de ese retablo. El techado y la<br />

bóveda de la capilla, no son los primitivos. Éstos se destruyeron en 1735 y se rehicieron de 1735-1738,<br />

período del provincialado de fray Clemente Rodríguez 115 , como hoy existen.<br />

Mucho dinero gastaron los religiosos en la conservación de la capilla y en sostener allí el culto con<br />

el lujo especialísimo, que solían desplegar los franciscanos en la época de la Colonia, en todos sus<br />

conventos, iglesias y colegios, por pequeñas y escasas que hubieran sido las rentas de que alguna vez<br />

pudieron disponer. Y así hicieron de Cantuña un verdadero relicario de primores artísticos, entre los<br />

que se encontraban joyas de valor no escaso. Escapularios de oro, rosarios de perlas, relicarios de oro,<br />

diademas, atriles, guirnaldas, molduras de plata, coronas de este mismo metal, una de las cuales era<br />

recamada de esmeraldas, rubíes, amatistas y perlas, vasos sagrados entre los que se distinguía un rico<br />

copón con hiedras preciosas, y tantas otras joyas de valor material y de valor artístico 116 .<br />

115 Archivo franciscano, leg. 10, N.° 1, lib. 6. ( N. del A. )<br />

116 He aquí dos documentos que comprueban el cuidado y celo que tenían los religiosos sobre la<br />

Capilla de Cantuña: Sesión 2.ª matutina, en el día 11 de Dbre. de 1762. En esta misma Cesión se leyó<br />

un pedim. to de N. M. R. P. Fr. Joseph Frs. Salvador Exministro Prov. l de esta S. ta Prov.ª en el q '<br />

hase manifestación Su P. M. R. a todo el Definitorial Congreso de los atrasos, einconvenientes que se<br />

siguen en la Capilla de Nra. Gran Reyna y S.ª de los Dolores de Cantuña con el Dominio introducido<br />

q. ' quieren los P. P. Comisarios de la ord. n Ters.ª tener en la referida Capilla y en sus ornamen.<br />

tos y demás alajas, mando su P. M. R. con todos los RR. PP. Del V. Diff.º que los referidos P. P.<br />

Comisarios no tengan absolutame. te mando, intervención e introducción alguna en todo lo referido,<br />

sino que estos estén a la inmemorial costumbre tan antigua, teniendo todos sus exercicios en la capilla<br />

de Nra. S.ª de la Guía, la qual ha sido siempre asignada para dicho Ministerio, y q. e así se le notifique<br />

al actual Comis.º de dha. Ters.ª ord. n el R. P. Fr. Eduardo Losa, asiéndole patente todo lo así mandado<br />

177


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Algunas de las mismas alhajas de San Francisco obsequiaron los religiosos a esta Capilla. Así<br />

se explica que se encuentre en ella, en reemplazo de la antigua, la custodia que hoy posee y que<br />

fue del Convento Grande. Esta, que si como joya material es en realidad inferior con mucho a la<br />

misma custodia de San Francisco, que describimos en el capítulo anterior, como obra de arte es<br />

infinitamente superior. El orfebre que trazó el modelo de esa custodia debió tener un sentimiento<br />

artístico de excepcional delicadeza y un amor a su arte tan grande que no le importó nada el trabajo<br />

material que se imponía ante el deseo de realizar lo que soñó. La línea general del conjunto es de noble<br />

sobriedad: con ella se ha trazado una base aparentemente sólida, un fuste de seis piezas diferentes<br />

y superpuestas de mayor a menor, unidas con gracia delicada y justa, y un sol que deslumbra por<br />

su hermosa sencillez. El todo es un conjunto armónico de elegantes proporciones dentro de las más<br />

grande variedad de figuras que pueden nacer en el complicado trabajo de filigrana. Porque toda la<br />

custodia es puro resultado del tejido maravilloso y, delicado de finos hilos de plata y oro entrelazados<br />

y soldados. La base y el fuste, sobre todo, son calados y festones de perfiles sumarios, que no lo<br />

hicieron mejores los orfebres de la filigrana de los siglos XI, XII, XIII. Aumenta la hermosura de<br />

esta peregrina pieza de la orfebrería colonial quiteña, el contraste que hay entre la manera como están<br />

hechos la base y el fuste de la custodia y el sol: aquellos que son el resultado del entrelazamiento<br />

infinito de líneas delicadas, y ésta la consecuencia única y exclusiva de la pureza de unas pocas líneas<br />

concéntricas trazadas con sencillez exquisita. El sol es muy ligeramente calado y los rayos y estrellas<br />

de su contorno extremo no tienen la finura de la más gruesa de las líneas que componen el fuste y la<br />

y, q de su contrabención sera dho. R. P. y sus subsesores severam. te castigados así lo proveyó y<br />

mando su P. M. R. con todo el V. Diff. o de q. e doy fe. Fr. Domingo Estrella Diff. or y Prosec. del<br />

V. Diff. o ( fols. 331 vuelta y 322). Sesión vespertina subsecuta al capítulo intermedio del día 21 de<br />

octubre de l763. En esta sección ordenó S. P. M. R. con su V. e Deff.º : el q. para disipar las repetidas<br />

y varias contiendas agitarlas entre el Rector de terc. es y Sacristán de N. S. de Cantuña, en su Capilla<br />

assí nombrada (porque cada q. l quiere usar de ella con absoluto dominio) tenga el R. or de terceros<br />

una Llave de las puertas de dha. Capilla y el hermano Sacristán otra llave distinta, p.ª que cada qual<br />

usse dela Cap.ª en las distribucion. s peculiares a su ministerio por ser esta designada a la V. e Orden<br />

tercera, p.ª sus quotidianos exercicios, eigualm. te al Culto de la Sob.ª Imagen de Dolor. s por varios y<br />

repetidos Decretos del V. e Deff.° Y juntam. te semando el q. dho. P. e Rec. or de terceros tenga con<br />

Arca cerrada la Zera y Alhajas pertenecientes a la mencionada Ord. n de Penitencia sin mezclarse ni<br />

usar las de N. S.ª de Cantuña, salvo expreso consentimiento del herm. o Sacristán ( fol. 336) (Archivo<br />

franciscano, libro 3.º Becerro). ( N. del A. )<br />

178


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

base. El sol tiene apenas doce esmeraldas regulares en su primer círculo y seis gruesas piedras falsas<br />

en la unión del segundo círculo con los rayos. La cruz terminal lleva también sus piedras falsas y las<br />

veinte estrellas, otras tantas chispas de diamantes. Los rayos y ciertas partes de la base y fuste son<br />

esmaltados de azul mediante vaciados hechos a buril, que es el procedimiento generalizado entre los<br />

orfebres. Esta es la joya más hermosa que tiene la Capilla de Cantuña, como un resto de su riqueza<br />

primitiva.<br />

***<br />

He aquí descrito el monumento franciscano de Quito, cuya grandeza no ha venido a menos por más<br />

que los siglos y los hombres se han empeñado en destruirla. Formaban parte de este conjunto, dos pilas<br />

que estaban, la una, grande, en media plaza y la otra, pequeña, junto al pretil, en la esquina de Cantuña<br />

y a la cual la llamaban indistintamente Pila del pretil o Pila de Cantuña. Ésta existió hasta hace un<br />

siglo, más o menos, en que se la destruyó, sin duda por los perjuicios que causaba su acueducto a<br />

las Capillas de Cantuña y San Buenaventura, por las cuales pasaba y que solía humedecer «con sus<br />

continuas y repentinas reventasones» .<br />

Pero aquellos buenos religiosos que con tanta solicitud enriquecieron y cuidaron el convento de<br />

su Orden en esta ciudad, no se conformaron con arreglar y cuidar el interior de su casa y de la casa<br />

de Dios, sino que se preocuparon de las calles que las rodeaban. Ellos, en efecto, arreglaron las tres<br />

calles que circundan las murallas del convento, que no eran muy cómodas y transitables que se diga.<br />

Durante su provincialato, fray Agustín Marban (1759-1762) las hizo nivelar y empedrar, gastando de<br />

las rentas del convento la no despreciable cantidad de dos mil cien pesos 117 .<br />

Y aquí terminamos la parte de nuestro trabajo consagrado al convento franciscano de Quito, es<br />

decir a la dependencia principal de los religiosos de la Orden seráfica. Luego veremos su convento<br />

de San Diego y procuraremos reconstituir el de la Recolección de Pomasqui, cuya desaparición la<br />

hemos casi presenciado, para terminar con una ligera ojeada a las demás casas que tuvieren y aún<br />

tienen en la república aquellos simpáticos religiosos, a quienes se debe en gran parte la creación y<br />

117 Archivo franciscano, leg. 10, N°. 1, lib. 6, fol. 90 vuelta. ( N. del A. )<br />

179


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

conservación de tanta obra artística que hoy constituye legítimamente, un orgullo nacional. Y en esto<br />

de la conservación no exageramos. Nos consta por los documentos que hemos revisado con solícito<br />

cuidado, el especial empeño que en toda época tuvieron aquellos frailes por la integridad de toda lo<br />

que pertenecía a su convento. Las disposiciones de los guardianes eran fiscalizadas severamente por<br />

los capítulos provinciales, y los inventarios, no menos severamente cotejados, y tanto, que en veces<br />

se mandó a enjuiciar a los culpables por faltas que se notaban o denunciaban. Lo que se ha perdido se<br />

debe, ya a la acción del tiempo que ha destruido algunas rosas, ya a la ignorancia de algunos religiosos<br />

que mandaban a dañar rana cosa para hacer otra, ya a robos y descuidos en las calamitosas épocas de<br />

la relajación religiosa, ya, en fin, a abusos de las autoridades civiles de la época colonial o a nuestras<br />

revueltas políticas. El, así como, por ejemplo, el presidente Mourgeon entró al convento en varias<br />

ocasiones y se llevó una vez cuatro arrobas y libras en alhajas de plata; otra vez seis mariolas de<br />

plata dejando el recibo al guardián; y otra, tres lámparas de plata, según corista del certificado de los<br />

Oficiales, Reales 118 .<br />

118 Archivo franciscano, leg. 7, N°. 1, C. 2.°. Otra prueba de la solicitud de los religiosos en el<br />

cuidado de las especies alhaja que pertenecían a los conventos, es esta curiosa nota que hallamos en<br />

los inventarios de Cantuña, cuando la revisión que de ellos hizo Fr. Vicente Cuesta, capellán de la<br />

iglesia, el 28 de agosto de 1835: «El Paulino sacristán de la Compañía tiene que entregar a esta capilla<br />

8 niños de bulto Napolitanos que se les prestó el P. Torres cuando fue Capellán, y generosamente les<br />

ha regalado a la Iglesia que él sirve. Este no merece consideración alguna, sino pagar pronto o quitarle<br />

la capa aunque sea en la calle» (Archivo franciscano, leg. 7, N°. 4.). ( N. del A. )<br />

180


VII<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Al occidente de Quito, en las mismas faldas del Pichincha, hay un sitio que en los primeros tiempos<br />

de la Colonia le llamaban Miraflores y era la estancia de un rico vecino, don Marcos de la Plaza,<br />

gran propietario de tierras, casado con doña Beatriz de Cepeda e Hinojosa, hija de don Lorenzo de<br />

Cepeda y por tanto, sobrina de Santa Teresa de Jesús. Cuando en 1597, el pueblo de Quito pidió<br />

al Cabildo que apoyara la fundación de un convento de franciscanos descalzos, no se pensó en el<br />

sitio en que debía levantárselo; pero cuando ya no sólo el Cabildo, sino también la Real Audiencia<br />

y el Obispo la autorizaron, el venerable fray Bartolomé Rubio, religioso austero y muy entregado a<br />

la vida contemplativa, escogió aquel sitio como el más adecuado al instituto de santidad que había<br />

establecido en Añaquito, y, al efecto, se dirigió a don Marcos de la Plaza, muy adicto a la religión<br />

de San Francisco, en demanda de un pequeño lote de terreno en Miraflores , para llevar allí a los<br />

frailes de la Orden de los descalzos de San Diego de Alcalá, que fundó dicho religioso en 1593. El<br />

rico y devoto colono no se hizo de rogar; antes bien, llevando a la misma estancia de Miraflores al<br />

escribano del Cabildo, don Francisco García Durán, hizo que éste otorgara la escritura de donación<br />

y diera posesión legal y real, inmediatamente, a fray Bartolomé Rubio, de una cuadra y media de<br />

terreno que lo había ya con anterioridad amojonado, en la estancia y tierras de su dominio, para que<br />

en ella los frailes «puedan fundar y funden el dicho Convento de San Diego de los Descalzos como<br />

lo quieren y han propuesto fundarlo en la dicha parte» . Este acto se llevó a cabo el 25 de junio de<br />

1599. Tres años más tarde, el 27 de diciembre de 1602, el mismo don Marcos de la Plaza, a solicitud<br />

de los religiosos y muy señaladamente del padre Bartolomé Rubio, por entonces guardián del nuevo<br />

convento, donó mayores tierras para que ensancharan el edificio y sus dependencias, las mismas que<br />

hasta hoy constituyen en esta ciudad el dominio de los hijos de San Francisco, llamado San Diego,<br />

aumentadas con las que diera, cuarenta años después, el 22 de mayo de 1642, doña Beatriz de Cepeda<br />

e Hinojosa, quien, junto con la cuantiosa fortuna de su marido, heredó su piedad y devoción hacia los<br />

hijos del pobrecito de Asís. Ella les dio el terreno de la placeta, y el Cabildo, la mitad de las aguas<br />

que solían bajar antes, desde Pichincha, a la casa del Auqui Atabalipa.<br />

181


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Sobre estos terreros edificaron los franciscanos de entonces su convento de la Recolección de San<br />

Diego, retrete solitario para los religiosos que aspiraban a una vida más silenciosa y recogida, y refugio<br />

al que acudieron no pocas veces algunos de ellos, cuando en el Convento Máximo, crecían de manera<br />

espantosa, los desórdenes de una relajación disciplinaria, contrariando su buen espíritu, como sucedió<br />

durante el provincialato del padre fray Joseph de Jesús y Olmos (1747-1750) en que casi toda «la<br />

comunidad de la Casa grande se retiró a San Diego» 119 .<br />

No podía ser mejor escogido el sitio para el objeto que se propuso fray Bartolomé Rubio. Apartado<br />

de la ciudad, aún ahora mismo en que se han poblado sus alrededores, aquel lugar es verdaderamente<br />

solitario, como tal vez lo soñaron los monjes de la Tebaida. El convento es una inmensa ermita<br />

compuesta de tres pequeños claustros cuadrados, de los cuales el más interior era el antiguo noviciado<br />

de los religiosos. Además hay otras dependencias, como la antigua enfermería, un huerto de regulares<br />

dimensiones y un gran bosque de eucaliptos, que antes lo fue de capulíes, de arrayanes y de cedros.<br />

La entrada al convento está precedida de una plazoleta de piedra sillar y de ladrillo, cercada con<br />

altas murallas almenadas, a la que se penetra par una puerta de arco semicircular y techo a doble ver<br />

tiente. La plazoleta es cuadrangular, y tiene en su centro una gran cruz de piedra sobre su zócalo de<br />

lo mismo, que recuerda el año en que se concluyó esa construcción: 1625. Dentro de esta plazoleta<br />

y mirando al sudeste se ostenta, la fachada del convento y la de su pequeña iglesia. La puerta de<br />

entrada principal es sencilla, pequeña y de arco semicircular, bordeada de moldura de piedra. A ella<br />

se asciende por cinco gradas. En una de las hojas de madera que la cierran, se hallada última reliquia<br />

de la antigua puerta de madera claveteada de bronce: una rejilla del mismo metal, decorada con tres<br />

medias figuras en relieve de frailes franciscanos.<br />

Si bien fray Bartolomé Rubio, edificó en 1600 el convento sandiegano y ensanchó esa casa y<br />

dependencias en 1603 y si es cierto que en 1625 y 1626 se colocaban los humilladeros de la plazoleta<br />

y del patio del primer claustro, no lo es menos que el actual convento, tal como existió hasta 1868 y<br />

cuyos restos vemos, se comenzó a hacer el miércoles 1.º de octubre de 1698, siendo vicario provincial<br />

de la Orden fray Sebastián Ponce de León y Castillejo; síndico, el general don Simón de Ontañón<br />

y Lastra, Caballero de la Orden de Santiago; obreros, fray Juan Vitorio Baamonde y fray Manuel<br />

de Almeyda y arquitecto un negro José de la Cruz, que vivía en el Convento Máximo y le llamaban<br />

119 Arch. franc. , leg. 10, N.° 1, lib. 6, fol. 39 vta. ( N. del A. )<br />

182


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Moreno , discípulo sin duda de fray Antonio Rodríguez y que asistía, desde antes de aquel año, a<br />

las obras del convento 120 .<br />

En 1700 se colocaba la puerta de entrada al segundo claustro; así lo dice la inscripción del año<br />

que está en el dintel de aquella y en 1714, se concluía la cocina y sus dependencias, según señala<br />

la fecha inscrita en la puerta de salida del patio de la cocina al callejón que conduce a los huertos,<br />

(patio que entre paréntesis sea dicho, contiene uno de los pocos «pilones» de piedra coloniales que<br />

aún hay en Quito). Siguiendo el ejemplo de fray Lorenzo Ponce, los padres fray Luis Fresnillo,<br />

(1713-1716), fray Buenaventura Ignacio de Figueroa (1728-1731) y fray Francisco Blanco del Valle<br />

(1731-1734) impulsaron, los trabajos. Todos ellos fueron grandes auxiliares en las mejoras materiales<br />

de sus conventos. El padre Ponce de León, hizo mucho por el Convento Máximo y por la construcción<br />

del convento y de la Iglesia de Riobamba, fray Luis Fresnillo favoreció los trabajos de los conventos<br />

de Latacunga y Riobamba, y fray Buenaventura Ignacio de Figueroa ayudó a la obra del convento de<br />

Ibarra e hizo gran parte del actual edificio de San Diego. Levantó desde sus cimientos dos lienzos del<br />

segundo claustro con un corredor de bóveda con sus bases y pilares de piedra, la sala de profundis y<br />

el refectorio; muchas celdas altas y bajas y muchos otros servicios del convento 121 ; el padre Blanco<br />

120 Véase el leg. 10, N°. 1, lib. 2.º desde el folio 51 hasta el 79. Allí se encuentran los primeros gastos<br />

de la obra, de San Diego, que principian con la partida referente a 12 sacada de piedras de cimiento<br />

y sillares, los nombres de los albañiles y peones y muchos otros particulares, entre los que damos,<br />

por curiosidad a conocer los siguientes: El arquitecto ganaba 12 reales por semana. Los carpinteros,<br />

4 reales diarios y un real de almuerzo. Los albañiles, 2 reales diarios y medio real de almuerzo. Los<br />

canteros, 2 reales diarios y medio real de almuerzo. Los peones, 1 real diario y medio real de almuerzo.<br />

Una hornada de 7.600 ladrillos costaba 80 pesos. Mil azulejos, 94 pesos. 18.000 ladrillos costaban<br />

252 pesos. Las tejas da marca mayor, un real cada una. Las tejas maestras, 25 pesos las 200. Las tejas<br />

ordinarias, 380 pesos las 20.000. ( N. del A. )<br />

121 Itt. dio nro. hermano el síndico por diferentes çédulas nueve mill y quinientos ps. para la obra de<br />

la S. ta Recolección de San Diego de los quales los quatro mill son los mesmos que dexo de limosna<br />

para este efecto el D. r D. Fernando de Veles que Dios tenga entre santos a dilixencia de R. P. e<br />

Provincial; y los cinco mill y quinientos ps. restantes son de las limosnas de Probincia y dha. obra se<br />

compone de dos lienzos que se an lebantado a fundamentos en que se Incluyen corredor de bobeda<br />

con sus basas y pilares de Piedra sala de Profundis, Refectorio, tinaxera, la celda del Refectolero esto<br />

es en lo baxo y en lo alto quatro celdas de bibienda y a un lado las necesarias de cal y canto con<br />

183


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

del Valle ayudó con dinero la provincia a hacer una de las gradas de servicio, a componer el claustro<br />

y celdas altas del primer patio y sobre todo a hacer el precioso púlpito de la iglesia, que es una de<br />

las joyas de la escultura quiteña 122 .<br />

Desde 1698 en que se principió la obra de San Diego hasta el 29 de julio de 1719, se habían gastado<br />

36 598 pesos 2 reales y ½ en las obras de los dos conventos franciscanos de Quito, exceptuando una<br />

pequeña cantidad erogada para los otros de Latacunga, Riobamba e Ibarra.<br />

En el siglo XIX continuose con los arreglos y mejoras del convento y de la iglesia sandieganas.<br />

Desde sus primeros años, los provinciales de la Orden ayudaron a los guardianes, de San Diego en tan<br />

recomendable labor. De este modo fue cambiando mucho la forma del edificio, ya por efecto de los<br />

aumentos de cuartos y oficinas, ya por el de las mejoras y reparaciones. Para eso algunos benefactores<br />

contribuyeron con dinero y uno de ellos, don Antonio Vásconez, dejó en Ambato todos sus bienes<br />

muebles y raíces, con los que fundó una capellanía en favor de San Diego. La iglesia y la capilla<br />

de Chiquinquirá, muy especialmente, fueron en los primeros años del siglo pasado, muy mejoradas,<br />

como luego veremos.<br />

todas sus puertas, bentanas cerraduras y Rexas de fierro = una cocina y repartidero enteramente de<br />

cal piedra y ladrillo con sus bentanas y puertas quedando encima de estas piez. s una azotea para<br />

el serbicio del combento a cuyo estremo cae el otro lienzo también de alto y baxo con amasadero y<br />

cernidero y un corredor ermoso para la rasura de la comunidad y en lo alto bibienda; y los çimientos<br />

del orno, mas se mecho una escalera de cal y piebra y ladrillo con barios arcos encima y también sea<br />

cubierto la azotea antigua lebantando la pared en que caen las bentanas y obalos para que quedase<br />

uniforme con los otros claustros, y se enmaderó de nuebo ( Arch. franc. , leg. 10, lib. 1, N.º 1, fol.<br />

110 y 110 vta. ). ( N. del A. )<br />

122 Itt. Quedan empoder del Cíndico de San Diego, mill y quatrocientos pesos para la obra de un<br />

Sagrario por ser muy yndesente el que tiene dha. recolección y hacer un Púlpito, de que se hizo cargo<br />

dho. Cíndico ( id. , fol. 120, vta. ). ...100 pesos al P. Nicolás de Ortega para aiuda de la grada que<br />

puso en la Recolección de San Diego; 100 pesos al P. Fr. Matheo Balencia para la composición del<br />

claustro y celdas altas de dha. Recolección ( id. ). ( N. del A. )<br />

184


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Traspasada la puerta de entrada nos encontramos en la portería conventual, embaldosada de piedra<br />

sillar y rodeada de las tradicionales bancas de ladrillo, llamadas poyos 123 , al lado derecho el cuarto<br />

del portero y al izquierdo, la sala de espera, si sala puede llamarse un cuarto pobre con tres bancas y<br />

seis sillas, hoy entablado, pero ayer sólo enladrillado y con estera . Adornan sus paredes seis lienzos<br />

en sus respectivas molduras, entre los que sobresale uno de Santo Tomás de Aquino, magnífica tela,<br />

muy probablemente de Gorivar, compañera, aunque superior, del San Agustín y San Ignacio, que se<br />

exhiben en la biblioteca del señor Jacinto Jijón y Caamaño. Cuatro de aquellos lienzos representan uno<br />

a San Francisco con el Niño Jesús en los brazos; otro, a la Beata Mariana de Jesús; otro, a Santa Rosa de<br />

Lima; y el último, a Santa Rosa de Viterbo, todos de buena factura, a pesar de ciertas durezas de color<br />

y deficiencias de estilo. Llama la atención otro cuadro, que es el más grande de todos, y representa<br />

la Soledad de María , siendo una variante de otro más grande, mucho mejor y más completo que se<br />

encuentra en la iglesia, a la izquierda de la puerta de entrada, bajo el coro. La escena figura a María<br />

con el cadáver de su hijo y dos ángeles que lloran acompañándola en su dolor. El autor (del cual<br />

se encuentran muchas obras semejantes en iglesias y casas particulares) abusa mucho del negro, de<br />

manera que la coloración le resulta dura; pero da a sus cuadros un carácter especial en la representación<br />

cruda y real del dolor humano, ayudado sin ninguna duda, de ese mismo colorido negro y amarillento<br />

que, derrochado en sus cuadros, les comunica tristeza incomparable y fría. Este locutorio no existía<br />

en otro tiempo con este destino esa pieza era la sacristía de la Capilla de la Virgen de Chiquinquirá,<br />

como veremos luego.<br />

De la portería o del locutorio se sale al patio del claustro principal en cuyo centro se levanta<br />

un humilladero de piedra, que se destaca entre higueras y rosales, sobre las paredes y ventanas de<br />

las celdas que le rodean. Lleva la fecha en que se concluyó la edificación del convento: «Acabose,<br />

dice, a 6 de junio de 1626» . El patio es pequeño, perfectamente cuadrado, rodeado de veinte arcos<br />

semicirculares de piedra que reposan sobre sus columnas de lo mismo y encima de los cuales se<br />

levantan las celdas y claustros del piso superior.<br />

123 En febrero de 1704 se retocó Nuestra Señora de la Concepción de la Portería de S. Diego ( leg.<br />

10, N.° 1, lib. 2.°, fol. 79, vta. ) ( N. del A. )<br />

185


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

A este se sube por dos escaleras, que se encuentran: la una, al lado derecho de la entrada principal,<br />

y la otra, al frente, en el corredor que dirige al segundo patio y al refectorio. Ambas son de piedra,<br />

cómodas, muy bien trazadas y hasta elegantes en medio de su sencillez. Aquella tiene hoy su pasamano<br />

de madera, en vez del primitivo de piedra labrada, que se halla en pedazos, en el patio interior de<br />

la cocina, sirviendo de pilares sobre que descansa el techo de sus corredores, caídos en el terremoto<br />

de 1868. Los corredores altos son angostos, tienen su techo bajo y se hallan iluminados con uno que<br />

otro tragaluz que producen la indispensable claridad durante el día, sin dañar el ambiente austero de<br />

santidad y recogimiento que rodea a este lugar. A un lado y otro de los corredores están las celdas de<br />

los antiguos frailes, pequeños cuartos blanqueados con cal, en alguno de los cuales aún se muestra el<br />

lecho de madera con tejido de cuero, que cubierto de estera miserable, les servía de descanso, ya de<br />

noche, ya en las horas de silencio. Algunas de esas celdas tienen una sola ventana alta en el techo, con<br />

una puerta que funciona mediante un curioso sistema de cuerdas y poleas; otras tienen dos ventanas<br />

en una de las paredes; una de setenta y otra de cuarenta centímetros en cuadro. Las puertas de entrada<br />

son de una sola hoja y sus marcos eran antes forrados de cuero para apagar el sonido si la puerta se<br />

cerrara alguna vez sin cuidado, o precipitada y bruscamente.<br />

Tanto los corredores altos como los bajos son enladrillados, advirtiéndose en los últimos, una que<br />

otra piedra tumbal, sacadas sin duda alguna de la iglesia, cuando esta fue entablada y que llevan fechas<br />

remotas de los siglos XVII y XVIII. Las paredes ostentan algunos cuadros, casi todos despojados<br />

de sus antiguas molduras y que debieron de ser preciosas y ricas, a juzgar por las que aún quedan.<br />

Estos cuadros representan diversos asuntos religiosos: unos son simbólicos o alegóricos; otros figuran<br />

a San Francisco o algún otro santo; otros, en fin, las escenas de la Pasión de Cristo. Estos últimos<br />

constituyen toda una colección y son de regular tamaño. Creemos poder asegurar que están muy<br />

retocados y que fueron ejecutados por mano inteligente de algún verdadero artista. Lo demuestra uno<br />

que otro detalle escapado de la mano asesina del retocados, como un manto amarillo que viste la<br />

Magdalena de la Crucifixión en el cuadro que se halla al frente de la grada, junto a la portería, entre<br />

el primero y el segundo claustro bajo. Es también magnífica tela la que está en el ángulo derecho<br />

de este mismo claustro, en el corredor que conduce al refectorio: en ella se ha representado a Cristo<br />

que sale del sepulcro en momentos en que tres sacerdotes celebran solemnemente los divinos oficios.<br />

Pintada con larga pincelada, y preciso dibujo, es, indudablemente de un gran maestro.¿Será de Miguel<br />

de Santiago? Tentados estamos a creerlo. Pero sea de quien fuere, es lo cierto que es una gran pintura<br />

y una positiva joya del convento de San Diego junto a la entrada cae la iglesia hay un San Francisco,<br />

con la capucha calada y una calavera en las manos, verdaderamente impresionante y en el segundo<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

claustro, una Virgen con el Niño, hecha de mano maestra y una colección de pequeños cuadritos, con<br />

escenas de la Historia Sagrada, muy bien tocados, pero también muy destruidos.<br />

En las paredes de los claustros altos se encuentran también algunos cuadros de grande, absoluto<br />

e indiscutible mérito. Al lado de la entrada al coro, distinguimos un San buenaventura de Miguel<br />

de Santiago, que nos recuerda a los tres Doctores de la Iglesia, que hizo este insigne maestro para<br />

el convento de San Agustín; una Santa en actitud llorosa, que a pesar de sus cejas duras y sus<br />

manos débilmente ejecutadas, tiene un estilo interesante y una cabeza muy bien pintada, un San<br />

Antonio verdaderamente magnífico, dos ángeles y dos cuadros de la Ascensión del Señor y de la<br />

Asunción de la Virgen, que, en medio de su deterioro, revelan claramente su inmenso y absoluto<br />

valor artístico. En la celda que era de los obispos, hay también un San Antonio, un Ecce Homo y una<br />

Dolorosa, verdaderamente clásicos. Hay también otras pinturas, como una Santa María Egipciaca, un<br />

San Francisco penitente, un San Pedro de Alcántara; pero de escaso o ningún mérito.<br />

En las escaleras encontramos un cuadro retocado de la Flagelación, una Dolorosa con dos ángeles,<br />

un Cristo pintado y recortado sobre madera, un retrato del padre Aguirre, ejecutado por Ramón Salas,<br />

un San Jerónimo penitente y uno simbólico de la Virgen, cuyo busto se destaca sobre una fuente de<br />

agua y lleva esta inscripción: «La que desde su origen llena de gracia la derrama por todas partes<br />

con abundancia» .<br />

El segundo claustro es más o menos de igual tamaño que el primero y no debió distinguirse de este<br />

sino por su pila de piedra labrada que ocupa el centro del patio, en lugar del humilladero que se halla<br />

en el anterior. Sus celdas se llamaban en sus primitivos tiempos, las amarillas, porque se hallaban sin<br />

duda pintadas de amarillo. Hoy la diferencia entre los dos claustros es de alguna importancia, desde<br />

que el segundo aún conserva intactas sus preciosas bóvedas, que el primero perdió con el terremoto<br />

del 68. Conserva también en una de las alas del cuerpo superior, la muestra de la manera cómo fue su<br />

arquitectura. En efecto los claustros altos no eran cerrados de la manera sencilla como lo están ahora,<br />

sino con arcos los del primer patio y con ventanas los del segundo, siendo los macizos de separación<br />

de estas ventanas, decorados geométricamente con figuras, a modo de cartelas, tales como vemos en<br />

una de las paredes del segundo patio.<br />

En este segundo claustro se halla el refectorio y la sala de Profundis con sus bancos o poyos de<br />

ladrillo y sus mesas de cedro sobre pilares de piedra. En la sala de Profundis hay un Calvario pintado<br />

sobre lienzo, hermosísimo, casi de tamaño natural, una cabeza de un monje digna de Zurbarán y<br />

el retrato de un cardenal, obra indiscutible de Miguel de Santiago, que es toda una maravilla. Son<br />

187


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

también interesantes: un San Francisco y un cuadro simbólico de las virtudes teologales, cuyas figuras<br />

son elegantes y el grupo de la caridad admirablemente bien compuesto. En el refectorio admíranse:<br />

un espléndido cuadro de la Sagrada Familia, que se halla en el testero, un precioso Ángel de la Guarda<br />

una Inmaculada con la Trinidad, preciosa obra de Bernardo Rodríguez y obsequios de don Ventura<br />

Antonio de Vinuesa de Soto Albarado de la Torre Caseres y Vetancur, cuyas armas lleva.<br />

Por la sala de Profundis se sale al patio de la cocina en donde se ve cómo fueron las primitivas<br />

ventanas de las habitaciones interiores, rodeadas de un gran marco sencillo de piedra sillar. Por la<br />

izquierda de este patio se penetra al tercer claustro, que también conserva los restos de su antiguo<br />

esplendor en sus bóvedas y pilastras que se hallan intactas. El alma se angustia al reconstruir con la<br />

imaginación lo que fue, bajo el punto de vista de su arquitectura, el convento de San Diego con sus<br />

claustros pequeños, sus corredores y patios reducidos, pero todo él cubierto de bóveda, de la que aún<br />

queda bastante en los claustros segundo y tercero, en una parte de la sacristía y su capilla adyacente,<br />

que formaban parte del tercer claustro, en la cocina y en uno que otro rincón del convento sandiegano.<br />

Este, en su conjunto, ha variado mucho: de lo que fue sólo quedan sombras, que hubieran arrancado la<br />

compasión de Felipe II que, al aprobar la construcción del convento de la Recolección de San Diego<br />

de Quito, quiso que sea hermosamente sencillo, aunque pobre.<br />

Entre las dependencias principales del convento estaban la enfermería, la espléndida biblioteca que<br />

ahora se halla en el Convento Máximo desde el año pasado, llena de obras raras y muchas de ellas<br />

góticas e incunables 124 , la celda de oficio, que era la primera junto al coro, con su puerta de salida a<br />

una azotea sobre la capilla de la Virgen de Chiquinquirá (que hoy no existe) y que tenía un hermoso<br />

sitial de madera tallada y dorada con la Virgen de Dolores; la celda del estudio con su magnífica<br />

124 La librería remonta a 1725. Antes de esta fecha estaba en un cuarto de encima de la portería,<br />

junto a la celda de oficio. He aquí la partida que encontramos en los libros de Sindicatura: «Agosto<br />

26 de 1725. Item dió por cédula trescientos setenta y cinco pesos siete reales para una librería que<br />

se hizo en San Diego, solándola de gran cantidad de piedra, enladrillándola y tumbándola, con dos<br />

ventanas que se abrieron en donde se pusieron rejas de fierro» . Se ve por este dato que ya en tiempo<br />

del provincialato de fray Bartolomé de Alácano (1725-1728) la biblioteca de San Diego era muy<br />

respetable. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

estantería de libros, en la que se encontraban pintados «los jeroglíficos de las Virtudes teologales»<br />

que eran sin duda el cuadrito que hoy se halla en la sala de Profundis; y la celda de los obispos, que<br />

se hallaba encima de los tres arcos del cuerpo saliente del convento en la fachada principal, celda que<br />

ostentaba en la pared el busto pintado del Pontífice Ganganeli 125 .<br />

La iglesia tiene su puerta principal de entrada hacia la plazoleta, es de piedra y sencilla de<br />

arquitectura: su arco semicircular con ligera moldura se apoya sobre dos pilastras, siendo este conjunto<br />

flanqueado por cuatro medias columnas que soportan un arquitrabe, un friso y un frontón entrecortados<br />

por dos ménsulas para dar cabida a un nicho cuadrangular, que también lleva como remate su frontón<br />

partido y en el que se ostenta la imagen de una Virgen con el Niño, en piedra policromada. Decoran<br />

las rampas del frontón y las ménsulas bolas de piedra sobre pequeños pedestales. Cierra el acceso a<br />

la puerta de la iglesia, un atrio pequeño con pretil, de estilo barroco, al que se sube por dos gradas:<br />

todo de piedra.<br />

Cuando se penetra en la iglesia, por ligeramente que se la recorra, se echa de ver que su ejecución<br />

arquitectónica no es uniforme. El presbiterio es un cuerpo completamente distinto de la nave, y las<br />

bóvedas de crucero sobre las que descansa el coro, nada tienen que ver con la nave y el presbiterio,<br />

ni siquiera con el techo del mismo coro. Por supuesto que la iglesia está muy cambiada de lo que fue<br />

primitivamente: los terremotos y las calamidades del tiempo, la han destruido, como han destruido<br />

todas las dependencias del convento, principalmente los terremotos de 1868, que exigieron casi su<br />

total reconstrucción, llevada a cabo, mediante cuantiosas limosnas de muchos bienhechores. A pesar<br />

de la sencillez de la iglesia, impuesta por los deseos de Felipe II, que cooperó a su primera edificación,<br />

debió ser una joya, cuando la concluyó el Venerable padre fray Fernando de Jesús Farrea, en la primera<br />

mitad del siglo XVIII; pues fue este religioso quien, según una anónima «Relación de algunas obras<br />

públicas de beneficencia hechas por la Religión Seráfica del Ecuador, que se conserva en el Archivo<br />

de San Francisco, edificó la iglesia de San Diego en Quito p. a q. e los moradores de aquellos<br />

recintos tengan un lugar cercano en donde juntarse a alabar a Dios» .Verdad es que esa aseveración<br />

contenida en la palabra edificó es falsa tomada en su verdadero y estricto sentido, porque consta<br />

que desde los primeros tiempos de la fundación del convento, fray Bartolomé Rubio levantó también<br />

la iglesia anexa. Parece, sí, que esta no fue entonces la que es hoy, sino una capilla privada de los<br />

frailes. El padre Larrea la habría, pues, ensanchado, arreglado y decorado para el culto público. Puede,<br />

125 Archivo franciscano, leg. 4.°, lib. 1.°, N.° 6°, fol. 105 vta. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

pues, decirse que la iglesia, aún con el serio deterioro causado en 1868, es de la primera mitad del<br />

siglo XVIII.<br />

El presbiterio actual es el antiguo oratorio privado de los frailes, que iba hasta donde arranca la<br />

grada del púlpito, según lo demuestran las tres gradas de piedra que han quedado de sostén de su<br />

escalera, desde cuando se redujo el presbiterio y se aumentó, para los fieles, la nave de la iglesia. Este<br />

oratorio se llamaba capilla mayor de San Diego y tenía una reja que impedía su acceso al público<br />

126 .Todo este sitio era primitivamente un solo retablo o más bien dicho, tres: el del altar mayor al<br />

fondo, y los dos que cubrían las paredes laterales del presbiterio. El retablo del altar mayor es ahora<br />

recompuesto; pues un terremoto parece que lo destruyó casi completamente. De los restos del antiguo<br />

se hizo el que hoy existe, pero sólo hace cuarenta años se arregló el nicho en que se halla la Trinidad,<br />

flanqueado por dos cuadritos de San José y un Ángel encima de un gran frisa y se puso la gran corona<br />

que remata el retablo. Del anterior ha quedado el nicho central de espejos en que hoy se coloca la<br />

imagen de Nuestra Señora de la Caridad de Illescas, que antes tuvo capilla propia. Resto de la riqueza<br />

del retablo es la rejilla de plata sobre espejos, que, casi destruida, se ve en aquel nicho. El sagrario,<br />

que es una maravilla, es el mismo mandado a hacer por el año de 1734 para sustituir al anterior, que<br />

era muy indecente, según rezan los papeles del archivo. El frontal actual del altar es muy hermoso<br />

y es de la época primitiva de la iglesia y tal vez vale más que otro que tenía de espejos, hecho en<br />

1813, «recogiendo varios inútiles e inservibles que andaban rodando en la sacristía vieja, haciéndoles<br />

enazogar de nuevo» 127 . En el cuerpo central del altar, a un lado y a otro del sagrario, entre las<br />

cuatro columnas que soportan el friso, están las estatuas de Santo Domingo y San Francisco, antiguas<br />

imágenes que con las de San Diego, San Antonio, el Santo Donado, dos crucifijos de tamaño natural,<br />

tres Dolorosas, un Belén, San Joaquín, Santa Ana y la Niña María, San Juan Bautista, San Pablo,<br />

Nuestra Señora del Volcán, la de la Candelaria, San Francisco de Paula, San Estanislao obispo, la<br />

Virgen de las Nieves, un Espíritu Santo, un Cristo con alas de la impresión de las llagas, el Señor de<br />

126 Que no se abra la Reja de la capilla mayor de sandiego sino para que dentre q. n aya de comulgar<br />

y en día del Patrón (Decreto del Capítulo Provincial celebrado en San Antonio de Lulumbamba el<br />

lunes 24 de noviembre de 1670, en que se dispuso también que los frailes sandieganos no usen hábitos<br />

de color por ser contra los Estatutos (Archivo franciscano, lib. 2.º, Becerro, fol. 50, vta. y 51). ( N.<br />

del A. )<br />

127 Arch. franc. , leg. 4.º, lib. 1.°, N.° 6, fol. 45. ( N. del A. )<br />

190


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la Resurrección, San Sebastián, ocho Niños y cuatro ángeles de madera y las estatuas chicas de San<br />

Francisco y Santo Domingo, figuran en los inventarios de principios del siglo XIX.<br />

De los retablos laterales del presbiterio, quedan como indicadores de lo que fueron, cuatro nichos<br />

formados en la pared, en los cuales se encuentran las efigies pintadas de los Papas Sixto IV, Pío III,<br />

Sixto V y Alejandro IV, con sus respectivas tiras doradas, y un nicho en la pared izquierda con una<br />

estatua de San Sebastián, de regular tamaño. También adornan hoy ese presbiterio cuatro grandes<br />

cuadros de San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio y San Ambrosio y dos pequeños en mármol<br />

y en preciosas molduras, que representan dos escenas de la vida de la Virgen: su presentación en el<br />

templo y su educación. En 1813 se pasó al presbiterio el altar de San José con su nicho, arreglándole<br />

un hermoso recamarín con puertas de espejos y al frente se colocó otro altar dedicado al Señor de la<br />

Pasión. Probablemente ocuparon los retablos laterales del presbiterio 128 .<br />

El presbiterio se halla cubierto íntegramente con un artesonado mudéjar de precioso estilo y<br />

magníficamente conservado y recibe luz de una ventana lateral y tres lumbreras abiertas en el arranque<br />

de la nave central.<br />

Luego viene el cuerpo de la iglesia de estilo renacimiento, con cubierta de bóveda de medio cañón,<br />

que reposa sobre una cornisa sencilla pero elegante, y un friso dórico. Sus paredes son almohadilladas<br />

lo mismo que sus medias pilastras en ellas figuradas. La nave recibe luz de dos linternas ovaladas<br />

abiertas en la bóveda, cuyos bordes se hallan decorados con una ligera moldura tallada, y pintada de<br />

verde y oro, de la que se desprenden rayos también dorados. En las paredes se han abierto cuatro nichos<br />

de arco semicircular: dos a cada lado, para dar en ellos cabida a otros tantos altares dedicados hoy a San<br />

Diego, a San Antonio, a la Pasión de Cristo y a San Joaquín y Santa Ana. El retablo de San Diego tiene<br />

dos cuerpos. En el centro del primero hay un gran nicho en que se encuentra una muy buena estatua del<br />

Santo, genuina obra de escultura quiteña, pintada y dorada. Flanquean al nicho dos columnas por lado,<br />

entre las cuales se ven dos pequeñas telas de escaso mérito. El segundo cuerpo, que descansa sobre<br />

las cuatro columnas bajas, lo constituye un pequeño nicho, que llenan dos corazones y una paloma,<br />

flanqueado por dos espejos chicos. En 1841 se quitó el altar de tierra que tenía y se le puso uno de<br />

madera. El retablo del segundo altar es un tejido de pequeñas tablas pintadas y espejos con cornisas y<br />

molduras doradas, que se sostienen sobre la madera de que se ha forrado el nicho, sin otro fin ni objeto<br />

que el de cubrirlo para poner un fondo rico y deslumbrador a un típico Calvario, cuyo precioso Cristo,<br />

representado en la apacible tranquilidad de la muerte, contrasta con la loca desesperación de la cara<br />

128 Archivo franciscano, leg. 40, lib. 1, N.º 6.º. ( N. del A. )<br />

191


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de la Magdalena, la rigidez inquietante de la estatua de San Juan y la hermosura de la faz angustiosa<br />

de la Virgen de los Dolores. El grupo es hecho dentro del molde primitivo de la escultura quiteña y<br />

vestido a su manera: el Cristo con su paño de honestidad: un pedazo de seda rosada con franja de oro,<br />

la Magdalena que es sólo cara y manos, sujetas a rústico esqueleto de madera oculto entre lujosos<br />

vestidos de terciopelo rojo oscuro y la Virgen vestida de seda de color violáceo claro. La Magdalena<br />

lleva, además peluca natural, tal vez de la cabellera de alguna devota suya, mientras la preciosa cara<br />

de la Virgen se halla hábil y hermosamente sujeta a una toca de encajes que completamente la rodea y<br />

cubierta con el manto, que, desde su cabeza, cae en pliegues, dibujando la clásica silueta de la Virgen<br />

española de las Angustias con su corazón traspasado de siete crueles espadas. Esta Virgen Fue el ídolo<br />

de las devotas de San Diego, entre las que se contaron, en la antigüedad, los Marqueses de Maenza y<br />

de Lises y los Marqueses de Solanda, y si ahora le faltan el rico vestido completo de renguillo blanco<br />

con sus cruces de hilo de plata y el manto negro de cinta raso que le diera Doña Mercedes Flores, allá<br />

por 1850, aún lleva la característica diadema, aunque sea de lata, dada por cualquiera devota pobre,<br />

a solicitud del hermano sacristán. En la estatua de San Juan hizo el artista gala de ciencia y buen<br />

gusto, lo mismo en la factura de la cabeza y las manos, que en la magnífica manera de travar los<br />

pliegues de la túnica y hacerlos de tela endurecida los del manto del Apóstol. Volvemos a repetir: el<br />

grupo del Calvario de San Diego es hermoso e interesante, destacándose entre sus figuras la de Cristo<br />

Crucificado, en cuya cabeza coronada de espinas, echamos muy de menos las potencias de plata o<br />

siquiera las curiosísimas de cristal enazogado que le pusieron en 1841 129 .<br />

El retablo del altar de San Antonio es un solo nicho rectangular en el que se encuentra una preciosa<br />

estatua del Santo. Parece que este retablo es reconstruido, pues faltan a los lados, en el contorno<br />

interior del nicho en el que se halla el retablo, los tallados que primitivamente le cubrían. Además el<br />

nicho mismo en que se halla la estatua de San Antonio (y que es todo un pedazo arreglado a cierta<br />

construcción arquitectónica: dos columnas que soportan un frontón interrumpido por un medallón<br />

verde) es solamente sobrepuesto, y por ligera que se pase la vista por el retablo, se echa fácilmente<br />

de ver que ese trozo es extraño al conjunto. Así, pues, este retablo, no tiene la importancia de los<br />

129 Archivo franciscano, leg. 4, lib. 1, N.º 6. ( N. del A. )<br />

192


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

anteriores menos aún del que se encuentra a su frente, que es sin duda alguna, el mejor de la iglesia<br />

sandiegana. Se descompone en dos cuerpos. El primero se divide en tres nichos flanqueados por<br />

columnas retorcidas, adornadas de racimos de uva y cabezas de angelitos; las mismas que forman<br />

friso al nicho central cuadrado en que se halla el grupo de San Joaquín, Santa Ana y la Niña María:<br />

preciosas estatuas todas, especialmente Santa Ana. El nicho de la derecha lo ocupa una buena estatua<br />

de San Juan Bautista y el de la izquierda, otra no inferior de San Pablo. Las estatuas todas son pequeñas<br />

y hechas para el retablo, sin duda por el mismo escultor que trabajó en el altar, menos la estatua del<br />

Santo Donado que se halla en el nicho central del cuerpo superior del retablo, con su vestido pintado<br />

y dorado, que pertenece a otra época. Las conchas de los nichos semicirculares son verdaderamente<br />

magníficas y profusamente decoradas y talladas.<br />

Entre los altares, se hallan dos nichos abiertos en la pared, ocupados, el de la derecha, por una<br />

estatua de San José, con vestido de seda verde y el de la izquierda, por la de un Ecce Homo, vestido<br />

de terciopelo púrpura.<br />

Fuera de estos altares había en la iglesia, bajo el coro otro, dedicado a las almas y que estaba junto<br />

a la puerta principal de entrada. En 1841 se lo quitó de allí y se lo puso en otra parte del templo, hasta<br />

que desapareció del todo.<br />

La iglesia tenía antes cuatro capillas adyacentes: las de la Virgen de Dolores y la de la Virgen del<br />

Volcán, junto al presbiterio; la de la Virgen de Chinquiquirá y la de Nuestra Señora de la Caridad de<br />

Illescas, bajo el coro. La de la Virgen de Dolores era muy hermosamente arreglada hasta el año de<br />

1813 en que «se sacó el altar al frente del púlpito, donde esta bien colocado, porque en su sitio con la<br />

humedad se volvía ya harina todo el retablo» 130 . Luego el año 1841 se hizo en esa capilla un altar<br />

para la Sagrada Familia, hasta que se lo convirtió después en Capilla de la Beata Mariana de Jesús. Al<br />

frente se halla la Capilla de la Virgen del Volcán, imagen histórica y copia de la Virgen de Mercedes<br />

que regaló Carlos V a los padres Mercedarios de la ciudad de Quito y que éstos la conservan en su<br />

basílica. Fue hecha en 1375 por encargo del Cabildo de Quito, que, asustado por las erupciones que<br />

aquel año hizo el volcán Pichincha, la mandó a trabajar para colocarla a cinco leguas de esta ciudad,<br />

130 Arch. franc. , leg. 4, lib. 1, N.º 6.º, fol. 45. ( N. del A. )<br />

193


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

en un sitio adecuado, y el menos distante del cráter. Un diestro artífice quiteño la hizo, reproduciendo<br />

en una pequeña piedra de sesenta centímetros a la Virgen de Mercedes de Carlos V. La devota imagen<br />

fue colocada en un desierto campo de las alturas de Pichincha, que muy pronto se convirtió en un lugar<br />

de piadosas peregrinaciones de los quiteños; pero al andar de los tiempos, decayó esta devoción hasta<br />

desaparecer por completo. Entonces los padres franciscanos de San Diego, bajaron de la montaña a la<br />

imagen y la colocaron en su templo; en donde se la conserva con todo culto y veneración. La pequeña<br />

estatua es de piedra, como dejamos dicho, magníficamente labrada, y en su principio fue pintada y<br />

estofada. Naturalmente, las inclemencias que padeció al aire libre debieron destruir esa pintura, pero<br />

hoy la han renovado, según lo demuestra el rostro, que es lo único visible de la imagen, ya que el<br />

cuerpo se halla oculto entre vestidos de seda que cubren los que el escultor talló en la piedra.<br />

La Capilla de Nuestra Señora de la Caridad de Illescas estaba al lado izquierdo de la iglesia y<br />

debajo del coro. No era muy rica. No sabemos cuándo se la dedicó; pero debió ser al menos en el siglo<br />

XVII, porque la Bula de Clemente XII de 2 de marzo de 1739, por la cual estableció en San Diego<br />

de Quito la Cofradía de la Virgen bajo aquella advocación, alude a que desde hacía mucho tiempo<br />

se la veneraba en dicha iglesia.<br />

En el expediente apostólico de la fundación en Quito de dicha cofradía cuyas constituciones fueron<br />

aprobadas el 23 de setiembre de 1740 por el obispo Andrés de Paredes y junto con la Bula Pontificia,<br />

hay una verdadera curiosidad artística: una estampa de la Virgen de Illescas grabada en acero por un<br />

grabador quiteño, Manuel Pérez, según consta del letrero puesto a pluma por su propio autor, que era<br />

entonces Síndico de la Confraternidad. Parece hecha en 1827, a juzgar por la inscripción que dice:<br />

«La Estampa no vino de Roma, sino q. e se cosió aquí p. r gracejo, el Sab.º 12 de Mayo de 1827,<br />

echa p. r el Sind.º M. Pérez» 131 .<br />

131 Arch. franc. , leg. 2, N.º 10. Como dato curioso consignemos el siguiente. En el N.° 11 del mismo<br />

legajo 2, consta una solicitud elevada por el presbítero Manuel Félix Acevedo, capellán del Hospicio<br />

de Pobres y síndico de la Cofradía de la Caridad de Illescas, al Concejo Municipal de Quito, para que<br />

acuerde asistir en corporación, cada año, a la fiesta que se celebraba en la dominica siguiente al día<br />

de la Epifanía. Los motivos que alegaba eran: el milagro de haber hecho llover en el mes de febrero<br />

de 1825, después de una procesión, de San Diego a la Catedral, en donde se le hizo una novena, y el<br />

triunfo de Ayacucho. Respecto de este segundo motivo dice: «Pero aún resta más y es q. e , con motivo<br />

de q. e todavía ocupaban los tiranos opresores los citios del Perú y de haverse publicado en esta ciudad<br />

de q. e el Exmo. Sor Pres. te , de nuestra República les havía dado una acción en el llano de los Reyes,<br />

194


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

La capilla no era muy rica; pero sí tenía muchas pinturas y esculturas. En un altar no había sino<br />

una Virgen Dolorosa y un San Juan vestidos, un Niño Dios en su cuna y las imágenes de la Purísima<br />

Concepción, San Pedro de Alcántara, San Vicente Ferrer, dos niños a los costados del altar y otros<br />

dos más pequeños arriba, un Belén, trece espejos grandes y tres pequeños con sus molduras doradas.<br />

Tenía también dos láminas de jaspe con la Virgen del Carmen y la de Mercedes, diez cuadros grandes<br />

y dos pequeños en la sacristía, diez y ocho láminas grandes y dos molduras, tres láminas con los<br />

marcos embutidos de carey y de marfil y nueve pequeños con molduras de ojilla de plata 132 .<br />

En 1841 se mandó hacer una capilla de madera para el nicho de la Virgen.<br />

Al frente de la capilla que fue de la Virgen de la Caridad de Illescas, están los restos de la que<br />

fue Capilla de la Virgen de Chiquinquirá. Primitivamente esta capilla era espaciosa y sobresalía de<br />

la fachada actual del convento, unos tantos metros, adelantándose hacia la plazoleta por lo menos a<br />

una línea igual a la del pretil de la iglesia. Esta parte de la capilla estaba cubierta con una azotea, a<br />

la cual tenía acceso la celda que llamaban de oficio 133 .<br />

Se hizo esa capilla en 1797. Hasta esa época la portería de San Diego estaba en el lugar en donde<br />

hoy es la Capilla de Chiquinquirá. El padre Landero, que por entonces era guardián del convento,<br />

hizo presente al Definitorio la necesidad de cambiar el sitio de la portería y agrandar la Capilla de la<br />

y que los tiranos iban ya de retirada, acercándose momentáneamente, el último golpe q. e se iba a<br />

dar para coronar nuestra eterna felicidad; se comensó una Novena muy devota a esta Señora en su<br />

Santuario, y al segundo día de berificada ésta llegó a esta Ciudad la victoria completísima conseguida<br />

p. r el Benemérito e inmortal Sor Gral. Antonio José Sucre en los campos de Ayacucho.¿Podrá darse<br />

p. or ventura prueva más clara de este milagrosísimo suceso hecho p. r la Madre de Dios?¿No es este<br />

un nuebo portento el más grande q. e acaba de hacer nuevamen. te esta benéfica mano?» -Un fraile<br />

chapetón que leyó la solicitud antepuso la silaba in a la palabra felisidad puesta por el clérigo y anotó<br />

al pie lo siguiente: «Este loco no sabía lo q. e decía. La Virg. en es reina y la guerra fue contra el<br />

soberano. El q. e dice patria dice y quiere la herejía». ( N. del A. )<br />

132 Arch. franc. , leg. 7, N.° 5. ( N. del A. )<br />

133 Arch. franc. , leg. 1, N.º 6, fol. 19. ( N. del A. )<br />

195


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Virgen. Al efecto se construyó un pequeño edificio adherido a la fachada y junto al pretil de la iglesia<br />

y se lo comunicó con la actual capilla por medio de los dos arcos de piedra de la antigua portería,<br />

quedando el locutorio actual como sacristía de dicha capilla 134 .<br />

Con todo, parece que la construcción de la capilla, de acuerdo con las reformas solicitadas por el<br />

guardián y aprobadas por el Definitorio, no se llevó a cabo hasta algo entrado el siglo XIX; pues en los<br />

papeles del archivo franciscano encontrarnos que en 1803 «se mandó a hacer un cuarto debajo de la<br />

librería para recibir y evitar de este modo la profanación de la Capilla de N.ª S.ª de Chiquinquirá» 135 .<br />

Casi podemos asegurar que la gran época de la devoción de la Virgen de Chiquinquirá, fue la<br />

primera mitad del siglo XIX; pues en 1804 se dotó a su capilla de un órgano de cinco órdenes, que<br />

se mandó hacer y se concluyó en aquel año, siendo su costo 420 pesos; en 1806 «se compuso toda la<br />

Capilla de Chiquinquirá, haciendo de nuevo un pedazo que sirve de azotea para la celda de oficio en<br />

la que se ha puesto una puerta nueva para salir a dha. azotea, cuya obra se ha hecho con las limosnas<br />

que han dado los fieles para ella y el P. guardián Antonio Sanz» ; en 1808 se forró el cielo de dicha<br />

capilla de lienzo, se lo dio de yeso y se lo pintó hermosamente, lo mismo que toda la capilla, a la<br />

Virgen se le puso un hilo de perlas finas con una grande al medio que valía entonces 20 pesos; se<br />

le hizo la gran moldura de madera dorada que abraza todo el tabernáculo, se doraron los marcos de<br />

cuatro espejos y «se blanqueó toda la sacristía y cielo de la misma, tapando unas pinturas muy viejas<br />

que la oscurecían» ; en 1824 se puso en la capilla nueva espejos; en 1829, «dos arañas de cristal<br />

muy preciosas y un cristo muy hermoso cerca de vara» ; en 1841 «a la custodia se le adornó con<br />

preciosas flores de mano; a la Virgen se le puso un penacho de plumas blancas, muchas flores de<br />

mano, dos estrellas de cristal, un par de ninfas bien vestidas y coronadas de flores, se colocaron seis<br />

134 Sesión del 9 de noviembre de 1796. -Se leio un pulimento del R. P. Guard. n de la Recoleg. n de<br />

S. n Diego Fr. Antonio de los Dolores Landero, en él solicita Lisensia del venerable Difinitorio para<br />

cuidar la Portería de aquella Recoleg. n y agrandar la actual, formando Capilla capas p. a la Sagrada<br />

Imagen de Nra. S.ª de Chiquinquirá q. e existe en la misma Portería; y que las Limosnas que se pidan<br />

para el culto de la divina S.ª se inpendan en la obra que solicita emprender, libertando de la pensión<br />

de aplicar Misas para las dichas Limosnas; y se prevenga q. e el R. P. Mitro. Prov. l dé orden aque<br />

se haga vista de ojos por sujeto inteligente, y hecha, S. P. R. conceda la Licencia que pide, a nombre<br />

del venerable Dif.º quien se compromete a lo q. e determinare ( Arch. franc. , lib. 4.º de Becerro, fol.<br />

362). ( N. del A. )<br />

135 Arch. franc. , leg. 4, lib. l.°, N.º 6, fol. 5, vta. ( N. del A. )<br />

196


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

ramos de flores, un espejo grabado de a tercia, dos tibores azules y a los dos apóstoles San Pedro y<br />

San Pablo se los puso las cabezas que les faltaban y se les retocó. Al cuadro de la Santísima Trinidad<br />

que tenía esta Capilla se le hizo un célebre altar, se retocaron los cuadros que estaban en la sacristía y<br />

celdas y colocados en esta Capilla. Se retocó el cuadro del Milagro, aparición y entrada de la Virgen<br />

de Chiquinquirá a esta Capilla de la cumbre del Pichincha y estaba a la entrada de esta Capilla. Se<br />

pusieron dos faroles o bombitas de cristal. En el altar de la Trinidad, una cruz de Jerusalén embutida<br />

en concha» 136 .<br />

Eran también de la capilla: el hermoso lienzo de la Inmaculada Concepción con las armas de don<br />

Ventura Antonio de Vinuesa de Soto Alvarado Cáseres y Vetancur que la dio en su moldura pintada<br />

y dorada, y que se halla hoy en el Refectorio, un retablo con dos maceteros de frutas y dos cuadros de<br />

San Francisco y San Antonio en molduras doradas, catorce espejos y un frontal de espejos. Dentro de<br />

la sacristía estaban el órgano y un nicho de madera con la Purísima Concepción y dos lienzos con sus<br />

molduras doradas a los costados. Había también un cuño en que se hacían las medallas de la Virgen<br />

de Chiquinquirá 137 .<br />

Puédese deducir de todo esto el auge en que estuvo a principios del siglo pasado la devoción<br />

de la Virgen de Chiquinquirá y la riqueza artística de su Capilla de San Diego encerraba hasta la<br />

pasada media centuria. Al principio, la imagen de la Virgen estuvo pintada en la pared, desde tiempo<br />

inmemorial, hasta que el Ilustrísimo Señor Rafael Lazo de la Vega, obispo de Quito, se interesó por<br />

aumentar su devoción, desde que fue él quien consagró el templo de la Virgen en el Arzobispado de<br />

Santa Fe, con ayuda del padre ministro fray Domingo Barragán, de la Orden de predicadores. Puédese,<br />

pues, decir que este Obispo introdujo la devoción de aquella Virgen en San Diego, a la que concedió<br />

privilegios el 23 de marzo de 1831, después de que el Papa Pío VIII confirmó su culto en Quito el 18<br />

de julio de 1829. Pero la cofradía no se erigió sino el 19 de abril de 1842 por decreto del Ilustrísimo<br />

Señor Nicolás Joaquín de Arteta, obispo de Quito.<br />

Como decimos, la capilla antigua, que era independiente de la iglesia, debió ser muy preciosa y un<br />

verdadero depósito de joyas del arte nacional, hasta el año 1868, en el que un terremoto la arruinó<br />

lo mismo que a todo el convento. En diciembre de 1862, fray Antonio María Galarza, guardián de<br />

San Diego, se dirigía al obispo de Quito, Ilustrísimo don José María Riofrío y Valdivieso para poner<br />

136 Arch. franc. , leg. 4, N.º 6.°, lib. 1.°, fols. 5 vta. , 13, 19, 27, 27 vta. , 74 y 105. ( N. del A. )<br />

137 Arch. franc. leg. 7, N.° 5. ( N. del A. )<br />

197


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

en su conocimiento: que habiendo aquel terremoto arruinado la efigie de la Virgen de Chiquinquirá,<br />

que estaba pintada en la pared, se había mandado «a hacer otra en madera y de alto relieve» y a la<br />

de Illescas «se ha sostituido del mismo modo porque la antigua era muy imperfecta» , por lo cual le<br />

pedía se confirmen en esas nuevas imágenes las gracias concedidas a las efigies destruidas.<br />

La imagen tiene, pues, fecha conocida; pero no sabemos decir cuál sea el ingenioso autor de obra<br />

tan peregrina. La Virgen se halla al centro con el Niño Jesús en el brazo izquierdo, y en la mano<br />

derecha un rosario. A su diestra está San Antonio de Padua con un libro cerrado en la mano izquierda<br />

sobre el que está de pie un Niño Jesús con el mundo en la mano; en su derecha lleva el Santo una<br />

palma. A la izquierda se encuentra San Andrés, apóstol, vuelto hacia la Virgen, pero en actitud de<br />

leer un libro que tiene abierto en la mano derecha, mientras debajo del brazo izquierdo lleva la cruz<br />

en que se le martirizaron. El cuadro no se diferencia del original en los personajes representados y<br />

su distribución, excepto en el detalle de la capucha de San Antonio, que no la lleva calada como la<br />

puso en su cuadro el pintor Alonso de Narváez cuando Antonio de Santa Ana le encomendara pintar<br />

el cuadro para la capilla que había levantado en Suta (Colombia), a mediados del XVI. Pero si el<br />

cuadro original es al temple y sobre una manta de algodón, el que hizo nuestro artista quiteño es<br />

mucho más original en su factura. En efecto en dicho cuadro todos los ropajes, desde la toca blanca<br />

de la Virgen hasta las túnicas de los santos, son de tela endurecida y pintada. Con ésta ha formado<br />

el artista un verdadero bajo relieve en el que ha hecho gala de las arrugas, multiplicadas en demasía<br />

y sin razón alguna. Las cabezas y las manos son pintadas al óleo y pegadas a la tabla sobre que<br />

se despliega el cuadro. Tal modo de tratar la composición artística, nos parece sumamente original,<br />

tanto más cuanto que obras de esta naturaleza no encontramos fuera del convento de San Diego, que,<br />

además de éste, tiene otro que representa el Tránsito de la Virgen. Verdad es que hay en la misma<br />

sacristía de la iglesia de San Diego otra variante del cuadro de la Virgen de Chiquinquirá, que no es la<br />

trascripción fiel del verdadero original del artista colombiano, pero que es tan original como el de la<br />

capilla sandiegana. En él, hallamos que la Virgen y los dos santos que le acompañan, tienen la cabeza<br />

y manos esculpidas a todo relieve sobre la madera en que se desarrolla el cuadro, los vestuarios de San<br />

Antonio y San Andrés, pintados y dorados, mientras a la Virgen y al niño, que tiene en sus brazos, se<br />

les ha sobrepuesto verdaderos vestidos de lujosa seda; túnica blanca al Niño; túnica, manto y toca a la<br />

Virgen. Este cuadro (llamémosle así) lleva una firma, pero indescifrable porque se compone de sólo<br />

una abreviatura del nombre y apellido del autor: J. e M.ª M. No sabremos afirmar que el autor de<br />

los dos primeros cuadros, lo sea también de este último: son algo diversos y sobre todo no hay entre<br />

ellos un punto de comparación, excepto la singular ocurrencia de mezclar la pintura con la escultura<br />

y con detalles en los que se ha empleado cuerpos extraños como la tela, brocados y libros.<br />

198


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

El cuadro de la Virgen de Chiquinquirá se halla en un retablo primoroso dividido en tres cuerpos y<br />

que ocupa todo el testero de la capilla que, por otra parte es baja de techo. El cuerpo central ocupa la<br />

Virgen y los laterales, dos preciosas estatuas de San Joaquín y Santa Ana en sus respectivos nichos.<br />

El retablo es un puro calado, dorado y verde, en el que predomina el estilo rococó. La parte baja<br />

del cuerpo central conserva aún nueve molduritas que antes dieron cabida a espejos y cuadritos en<br />

cobre que, cierto día los vimos rodar por entre los libros de la biblioteca sandiegana. Todo este retablo<br />

estaba un tiempo cubierto de grandes vidrios, a manera de relicario. Se conserva aún el inmenso marco<br />

dorado que los sostenía desde el techo hasta la mesa del altar. Junto al retablo se conserva también un<br />

interesante cuadro que en los inventarios antiguos figura como del «milagro, aparición y entrada del<br />

cuadro de esta Capilla de la cumbre del Pichincha» . No hemos podido conseguir datos acerca de él,<br />

se ha perdido la tradición completamente; pero el cuadro es interesante, a pesar de su retoque de 1841,<br />

pues en él figura la iglesia de San Diego tal cual se conserva hoy con ligeras variantes entre las que<br />

debemos anotar la techumbre del cuerpo de la iglesia que hoy es de teja española y tiene dos linternas<br />

y en el cuadro figura de ladrillo vidriado en contraposición a las cubiertos del presbiterio y del coro,<br />

que son de teja. La entrada a la iglesia no tenía entonces pretil y en el nicho rectangular del frontón de<br />

la entrada figuraba una escultura, que no es la actual de la Virgen que, como, hemos dicho, data sólo<br />

de 1880, sino tal vez la de San Diego. Las ventanas del presbiterio son dos y de reja, mientras hoy no<br />

tiene sino una. El cuadro figura la entrada de una procesión en la iglesia de San Diego y es todo un<br />

recuerdo típico de la época, pues en él se ha retratado una parte de la vida y costumbres de la Colonia.<br />

Los acompañantes a la procesión visten el traje de etiqueta: peluca blanca, chaqueta y pantalón corto<br />

de brocado, media de seda y zapato bajo con hebilla de plata, los hombres, y falda larga y pantalón<br />

de Manila con largo fleco, las señoras, fuera de otra clase de vestidos masculinos y femeninos que<br />

acostumbraba usar la burguesía rica invitada a honrar ceremonias religiosas.<br />

Pero la joya más preciada de la iglesia es el púlpito. Conocemos la fecha en que fue hecho; pues<br />

el provincial fray Francisco Blanco del Valle, en las cuentas presentadas y aprobadas el 8 de febrero<br />

de 1736, dice en una de sus últimas partidas: «Quedan empoder del Cíndico de San Diego, Mill y<br />

quatrosientos pesos paralaobra deun Sagrario por ser mui yndesente el que tiene dha. recolección, y<br />

199


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

hacer un Púlpito, deque se hiso cargo dho. Cindico y aydo supliendo el Dinero para dhas. obras, por<br />

aver thomado asu cargo los dhos pesos enlibransas» 138 .<br />

Desgraciadamente no conocemos al autor de esta preciosa obra de filigrana en madera; pero quien<br />

la mira, no puede menos de inclinarse ante el talento artístico del autor desconocido que, como tantos<br />

otros, no se preocupó de revelar su nombre a la posteridad, sino de servir magníficamente a la causa<br />

del arte y a la gloria de Dios. Anotemos ante todo; que la composición es sencilla y su simbolismo,<br />

claro. El púlpito semeja un cáliz, el vas electionis de San Pablo, pero un cáliz hermoso por su forma<br />

y proporciones.<br />

El sustentante de la copa está formado de siete figuras superpuestas en un fuste, todas distintas y<br />

unidas con tal gracia que su continuidad la explica fácilmente la más distraída imaginación. La copa<br />

es un primoroso conjunto de ornamentación, cincelado como hiciera un orfebre la más delicada joya<br />

y está unida al fuste por un sólido asiento en el que las delicadezas de los cordones y molduras que lo<br />

circundan realzan las seis ménsulas de serpeantes puertas allí de puro adorno, pero bien consultadas<br />

para dar mayor volumen a esta parte del cáliz y comunicar mayor elegancia a la figura toda. Viene<br />

luego un pequeño cuerpo intermedio a formar la base sobre que se asientan seis columnas retorcidas<br />

de capitel compuesto, y rodeadas y cubiertas de pámpanos y de uvas, columnas que, al mismo tiempo<br />

que sostiene el pasamano del púlpito, formando por ligera moldura, dan lugar a cinco preciosos nichos<br />

de los que se ostentan otras tantas estatuillas de cinco santos de la orden franciscana. Los nichos están<br />

formados por una rica repisa de hojas y flores muy bien estilizadas y dos columnas salomónicas que<br />

soportan un arco de medio punto, cuyas ricas molduras, formando un solo conjunto con la concha<br />

interior del nicho, están a su vez coronadas por ricos adornos tallados de la misma clase y en el mismo<br />

estilo que los del resto del púlpito. Encima se destaca airoso el tornavoz, dividido en cinco partes, cada<br />

una de las cuales la constituye una moldura decorada de la que pende, a manera de fleco, un encaje de<br />

madera y lleva encima tres remates pequeños a manera de lumbreras. Estas cinco partes, convergen<br />

en el centro del tornavoz y se unen arriba en sus bordes por medio de gruesos nervios, que son volutas<br />

138 Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, lib. 1, fol. 120 vta. En el libro del Síndico, Don Gerónimo de<br />

Urbasos, esta partida dice así: « Itt. Quedan en poder del Syndico de S. Diego, mill, y quatrocientos<br />

p. s para la obra de un sagrario p. r ser muy indezente el q. tiene dha. S. ta Recoleczion y hazer un<br />

Pulpito, de q. e se hizo carho dho. Syndico y a ido supliendo en Dinero para las maderas de dhas.<br />

obras, por aver tomado a su cargo dichas Libranzas» ( Arch. franc. , leg. 10, N.° 1, lib. 2.°, fol. 119<br />

vta. ) ( N. del A. )<br />

200


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

floronadas, terminan en su parte inferior en un piñón colgante y forman en la superior la base de un<br />

pequeño pedestal sobre el que se ve una estatua de San Buenaventura en actitud de predicar. Este<br />

tornavoz se halla unido a la tribuna por medio de un pequeño retablo fijo a la pared, en el que se ha<br />

puesto un bajo relieve de San Diego, entre dos columnas, iguales a las seis de la copa del púlpito, que<br />

sostienen un frontón interrumpido por una pequeña repisa sobre la que se destaca el Espíritu Santo.<br />

Al púlpito se asciende por una escalera, cuyo pasamano es toda una maravilla de dibujo ornamental y<br />

de tallado. Este pasamano se apoya en un pilar cuadrado de graciosa construcción y se divide en dos<br />

paneles iguales, apenas separados por un ligero reborde decorado. Dos frisos corridos completan la<br />

decoración del pasamano, que forma, como todo el resto de esta admirable pieza artística, un conjunto<br />

único, lo mismo por el dibujo que por sus detalles arquitectónicos y sus adornos escultóricos, para<br />

los cuales se ha usado de un mismo elemento decorativo: las hojas serpeantes estilizadas y las uvas.<br />

El púlpito de San Diego, con los de San Francisco, la Compañía y Guápulo, son y serán siempre<br />

verdaderas maravillas del arte nacional ecuatoriano, distinguiéndose el primero por la simpatía de<br />

su línea, la unidad de su conjunto y la perfección de sus detalles, entre los que es preciso anotar<br />

los cinco santos que ocupan los nichos del cuerpo principal del púlpito, que no son las estatuillas<br />

desproporcionadas del púlpito de Guápulo, sino preciosas y acabadas obras de escultura en madera.<br />

Todo en él, hasta su forma, concuerda más que en otro alguno, con el estilo plateresco, en el que se<br />

han hecho todo los púlpitos antiguos de las iglesias quiteñas. El de San Diego es, como dijimos, un<br />

cáliz, y un cáliz es tema propio de orfebrería, cuyo estilo es el de los escultores españoles del siglo<br />

XVI. Permita el cielo que esta obra se conserve y perdure por infinitos siglos, no sólo por ser artística<br />

joya, sino también por llevar consigo el recuerdo histórico de aquel numen de la elocuencia sagrada,<br />

fray José María Aguirre, quien ocupó en nuestra época, durante muchos años y por espacio de cinco<br />

semanas continuas anualmente, esa simbólica copa, para llenarla hasta desbordarse con la sagrada<br />

unción de su palabra y algunas veces, con su propia sangre, que se la sacaba con punzantes y horribles<br />

disciplinas, para dar ejemplo de humildad y penitencia a sus oyentes. Cuantas veces estamos delante<br />

de esa preciosa cátedra, no podemos prescindir de evocar la augusta figura de aquel santo fraile, cuyos<br />

rasgos fisonómicos recordaban los de Savonarola. Aún le vemos erguirse para predicar, quitándose,<br />

previamente, la capa y depositándola sobre el pasamano, al mismo tiempo que en devoto ademán<br />

colocaba un Cristo crucificado en la mano desnuda que el escultor enclavó en el púlpito, junto a la<br />

pared, para sostén del farol antiguo, en el que una macilenta luz bastaba para los servicios religiosos<br />

de los primitivos monjes, y que armonizaba más con el ambiente sandiegano que el moderno foco<br />

de luz eléctrica, cuyo cordón se desliza ahora desde los pies de la estatua de San Buenaventura, por<br />

encima del tornavoz. Pero volvamos a nuestra tarea.<br />

201


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

La escalera del púlpito se asentaba directamente sobre la plataforma del primitivo presbiterio; pero<br />

reducido éste al espacio actual a fin de aumentar el sitio para los fieles, cuando esa iglesia llegó a<br />

ser, muy concurrida por los católicos quiteños y hasta la obligada para las exequias de los nobles y<br />

ricachos colonos, hubo que crear los cuatro escalones de piedra sillar sobre los que hoy se asienta.<br />

Pero no es la escalera el único medio de acceso a la cátedra; hay otro que señala la pequeña puerta de<br />

una sola hoja y tarjeta de vidrio, que comunica con el claustro superior del convento y que se muestra<br />

junto al retablo de San Diego que une o el púlpito con el tornavoz. Esa puerta está hoy cubierta con<br />

dos cuadritos en sus respectivas molduras doradas.<br />

El coro de la iglesia se levanta sobre bóveda y es bastante espacioso. Se encuentra en él un precioso<br />

facistol dorado con taraceas, de aquellos que el Renacimiento compuso para tener cuatro libros<br />

abiertos a la vez, que remata en un cimborio cuadrangular bajo el cual se halla una estatuilla de la<br />

Inmaculada. Y se muestra también un Cristo crucificado de tamaño natural, de hermoso aspecto,<br />

y al que la tradición señala como a partícipe en la leyenda histórica del Padre Almeyda, de la que<br />

hablaremos algo luego, ya que no es posible desligar esa tradición del convento sandiegano. La sillería<br />

del coro la componen 25 sitiales altos y 16 sillas bajas, de cedro, faltando el espaldar del sitial del<br />

centro. Los respaldos elevados de sitiales son pobres, ligeramente decorados con pequeños columnas,<br />

que, con las molduras del zócalo y de la cornisa, forman espacios rectangulares en los que se han<br />

pintado muy sumariamente a tres o cuatro tintas, al óleo, varios santos en medio de escudos o cartelas<br />

de conchas, de dibujo caprichoso que recuerda el estilo Luis XIV. En el conjunto prevalecen el rojo<br />

y el azul. De las paredes del coro penden varios cuadros: un San Francisco, un San Sebastián, una<br />

Santa con báculo pastoral en la mano y una Inmaculada con su túnica y manto dorados, sumamente<br />

interesante.<br />

Debajo del coro, hay varios cuadros: dos magníficos que representan el uno a San Francisco, en<br />

actitud de dejarse examinar por fray León su mano estigmatizada, y el otro a Santo Domingo, a quien,<br />

tras sangrienta disciplina, limpia las espaldas un hermano de la orden. Las preciosas molduras en las<br />

que hasta hace poco estaban encuadrados, han sido sustituidas por otras de horrible aspecto. Hay otros<br />

dos pequeños que representan a dos santos, y que nos parecen del mismo autor de los cuadros que se<br />

202


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

hallan en el locutorio; pero el que más llama la atención es el de la Piedad que se encuentra al lado<br />

izquierdo de la puerta de entrada, dentro de un rico marco de madera, tallado y dorado, con ligeros<br />

visos verdes. El grupo, de Cristo en brazos de su Madre, acompañada de la Magdalena, San Juan y<br />

un ángel, es bien compuesto, la ejecución técnica, de un maestro y la expresión y carácter de todo el<br />

cuadro revelan la calidad de un gran pintor.<br />

La sacristía es hoy muy pobre y miserable. Destruida por el terremoto de 1858, ha desaparecido su<br />

bóveda, de la que no queda sino la parte del pequeño y angosto corredor que la une con la iglesia. Su<br />

techo deja ver todo el maderamen que sostiene los claustros superiores y hasta dos inmensos pilares<br />

de piedra se oponen al paso del transeúnte por ese sitio que antes de precioso rincón pintado y deposito<br />

de no pocas joyas de la pintura, escultura y orfebrería quiteñas.<br />

La sacristía tenía quince láminas de buena pintura, de las cuales diez eran grandes; cuatro hermosos<br />

sitiales de madera dorada, de los cuales uno con la efigie de la Virgen sentada y San Pedro y San Pablo,<br />

otro con un Cristo y la Dolorosa y otro, el mejor de ellos, que los inventarios apellidan el principal ;<br />

un crucifijo pintado; dos escritorios con taraceas de carrey y marfil; dos Cristos: el uno de la columna<br />

y el otro de la sentencia, de mediano tamaño y una Magdalena 139 ; dos baúles grandes con taraceas 140<br />

139 El Cristo de la Columna fue trabajado en 1701, durante el provincialato de fray Lorenzo Ponce,<br />

vicario de San Francisco, según consta de la siguiente partida: «Mas dio por cédula sinquenta pesos<br />

para ayuda de pagar dos Imágenes que mandó hacer N. M. R. P. Vic.º Provincial para la Iglesia del<br />

Convento) de S. Diego. La una de Christo Redentor nuestro en la Columna y la otra de N. Señora de<br />

los Dolores» ( Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, lib. 2.°, fol. 64 vta. ). ( N. del A. )<br />

203


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

; tres láminas con los marcos embutidos de carey y marfil, nueve pequeñas con molduras de ojilla de<br />

plata, una cruz alta de plata «por la una cara tiene la efigie de San Diego y por la otra la de un Cristito,<br />

el pedestal tiene 12 serafines y 12 marisquitos de plata todo de fundición, el mástil tiene tres canutos<br />

de plata cada uno de media vara de largo» 141 ; una custodia que no aparece sino en los inventarios<br />

hechos el 16 de junio de 1829 y cuya descripción consta en la siguiente forma: «Una custodia de<br />

plata sobredorada con dos cercos de la misma clase, que cada uno tiene once esmeraldas de mayor a<br />

menor; es decir que estos cercos son los piscis que resultan ser de oro: tiene un espíritu santo sobre él,<br />

padre eterno también de plata y pintados, de remate tiene una corona imperial de oro, y sesenta y dos<br />

perlas gruesas en toda ella, la cruz del remate es de oro con 16 esmeraldas; bajo del relicario tiene una<br />

esmeralda grande engastada en oro: el cerco donde nacen lo rayos, por la una parte tiene 101 perlas y<br />

por el respaldo 92, todas iguales y medianas, y en este respaldo tiene también espíritu santo y padre<br />

eterno todo de plata la cruz tiene tres perlas, y un aguacate de esmeralda pendiente de la corona» 142 .<br />

En 1837, como la custodia viniere a menos con el uso y se hubieran desprendido algunas de las<br />

piedras preciosas que la adornaban, se la arregló , según dicen los documentos, quedando «la cruz de<br />

la custodia puesta la esmeralda larga que se hallaba suelta y la otra reemplazada la falta anterior, con<br />

la que queda completamente asegurada y en los cercos algunas rosas de mano» 143 . En este mismo<br />

año quedaron en la sacristía de la iglesia «dos láminas de jaspe: la una de la Presentación de la Virgen<br />

en el Templo y la otra de S. n Joaquín, Sta. Ana y la Niña María, ambas con molduras doradas y<br />

vaciadas de filigrana de largo de más de vara y de una de ancho intactas y buenas» 144 . Todo esto y<br />

mucho más se encontraba en la sacristía de la iglesia de San Diego, amén de «muchos palos dorados<br />

que pueden servir para algunos remiendos» que se hallaban en los depósitos dependientes de dicha<br />

140 Itt. dio por çedula 159 ps. del costo de dos baúles grandes embutidos con sus bisagras chapas y<br />

llabes q. se dieron a la sacristía del Combento de San Diego para guardar con aseo la ropa selecta de<br />

dha. sacristía ( id. leg. 10, N.º 1, lib. 2.°, fol. 19 vta. ). ( N. del A. )<br />

141 Arch. franc. , leg. 7, N.° 5. ( N. del A. )<br />

142 En las Disposiciones del año 1829 leemos: «Queda la custodia grande con la mejora de una<br />

corona grande de oro que le sirve de remate, la que consta de 45 esmeraldas de menor a mayor y 62<br />

perlas doncellas en boda ella: al contorno del relicario por el un lado tiene 101 perlas y por el respaldo<br />

92, todas iguales y medianas» ( leg. 4.°, lib. l.º, N.° 6, fol. , 74). ( N. del A. )<br />

143 Id. , leg. 4, lib. 1.º, N.º 6. ( N. del A. )<br />

144 Id. Estas dos láminas se ven hoy en el presbiterio. ( N. del A. )<br />

204


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

sacristía y que, sin duda alguna, provenían de los restos de los retablos que cubrían las paredes del<br />

presbiterio de la iglesia. Aquellos restos debieron ser muy interesantes para figurar como figuraban<br />

en los inventarios del convento en 1829, sin que conste, por otra parte la causa por la cual fueron<br />

arrancados de su sitio, la cual, como lo dijimos, fue tal vez la humedad o el fuego, que destruyó buena<br />

parte del retablo del altar mayor.<br />

Además, a la entrada de la puerta principal de la sacristía existían cuatro cuadros y «en el aguamanil<br />

dos lienzos y un Cristo en tabla» . La puerta que sale al altar mayor tenía una preciosa cortina «de<br />

macana azul con cenefa de la misma» .<br />

Y no se conoce lo que hubo antes de 1826; pues los inventarios de San Diego, existen en el archivo,<br />

no arrancan sino desde este año; pero existieron otros anteriores, según lo comprueba una acta de<br />

corte y tanteo suscrita por fray Herdozain, provincial que fue de la Orden, en octubre de 1804.<br />

Muchas de las obras de arte que existieron en San Diego ya no existen, entre ellas la custodia,<br />

algunas estatuas y lienzos, los sitiales de madera tallada y dorada, inclusive, el de la Virgen de Dolores<br />

que en 1841 se lo puso en la celda de oficio 145 . Con algunos de los «muchos palos dorados» que<br />

figuran en los inventarios, como útiles para remiendos, se han hecho una capilla dedicada a la Virgen<br />

en la sacristía y otro precioso y enorme retablo en la capilla del claustro, alto consagrada a la Virgen<br />

de Monserrat y que, mientras los frailes hicieron allí vida de comunidad, la dedicaron al servicio del<br />

noviciado. Hoy este retablo ha sido trasladado al noviciado de las monjas que ocupan el convento, en<br />

donde se lo ha armado convenientemente. Es uno de los más hermosos e importantes de los retablos<br />

de San Diego, no sólo por su tamaño, sino también por la gracia de su escultura y la riqueza de su<br />

ornamentación. Este retablo se lo hizo el mismo año de 1841; pero ya antes de esa fecha existía la<br />

Capilla de Monserrat, que daba su nombre al claustro en donde se encontraba, según lo demuestra<br />

muy claro en las disposiciones que por ese año presenta el guardián al capítulo. «Se compuso, dice,<br />

la cubierta del claustro de la Capilla de Monserrat y a la Virgen se la colocó en una capillita (léase<br />

retablo) y se hizo mesa de madera para formar el altar y en esta es que reza la comunidad el rosario<br />

por la noche» 146 .<br />

145 Arch. franc. , leg. 4, N.º 1.°, fol. 105 vta. . ( N. del A. )<br />

146 Id. , fol. 105, vta. . ( N. del A. )<br />

205


Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Ahora la sacristía encierra muy pocas cosas. En ella se conservan: un Cristo crucificado, de tamaño<br />

natural, en actitud de muerto, con la corona de espinas y tres potencias de plata en la cabeza: magnífica<br />

escultura, de acentuado realismo que contrasta con el idealismo místico de un precioso crucifijo de<br />

marfil, de procedencia italiana y que es otra de las joyas artísticas de la iglesia sandiegana; la cruz<br />

alta de plata con las efigies de San Diego y de Cristo crucificado en cada uno de sus frentes, cuya<br />

factura y decoración recuerdan las de los estuches en cuero repujado de la Edad Media española, como<br />

aquel que contenía la cruz que se dice llevó el arzobispo don Rodrigo en la Batalla de las Navas de<br />

Tolosa y que se muestra en el Real Monasterio de las Huelgas 147 ; un tabernáculo de madera tallada,<br />

con cuatro columnas: los fustes de las dos delanteras son angelitos alados y los de las que se hallan<br />

atrás son retorcidos y decorados con uvas, pera lo mejor de esta pieza es la parte superior, muy bien<br />

compuesta y coronada de una concha de hermosísimo dibujo; un atril de plata con la inscripción S.<br />

DIEGO; el cuadro curioso de la Virgen de Chiquinquirá, que ya lo describimos; y unos doce lienzos<br />

en sus respectivas molduras talladas y doradas, de los cuales el más interesante es el de un San Juan<br />

Evangelista en la isla de Patmos, que hoy está retocado, pero que aún conserva intactos un pie en<br />

escorzo y una mano derecha, detalles que nos revelaron la bondad de la obra. El pie es dibujado<br />

magistralmente y la mano tiene la modelación concienzuda y la línea definida de un Holbein. ¿Cómo<br />

estará tratado el resto de la figura? Ya nos lo revelará el restaurador. De los demás cuadros, a excepción<br />

de dos o tres, anotamos sólo sus molduras que exhiben gran riqueza y preciosa ornamentación.<br />

Existe también en la sacristía una rejilla de plata de cinco piezas, pero ya no conserva su María de<br />

metal amarillo y las lunas de cristal con las siete candelejas de lata plateadas por debajo y doradas<br />

arriba, que se puso allí por el año de 1850, junto con la cómoda grande de tres cajones, dos alacenas<br />

y dos llaves, «adjudicada a San Diego de los expolias del P. Reyes» 148 . Y se conserva igualmente la<br />

147 Puede verse una buena reproducción de este estuche en el N.° 9 de Museum , Revista mensual<br />

de Arte español antiguo y moderno, III año, págs. 312 y 313. ( N. del A. )<br />

148 Archivo franciscano, leg. 4.°, lib. 1.°, N.° 6. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

custodia que perteneció a la Capilla de la Virgen de Chiquinquirá, pobre como joya, pero apreciable<br />

ejemplar de la orfebrería quiteña.<br />

En el callejón que une la sacristía a la iglesia, hay una puerta en la pared derecha que conduce a<br />

una pequeña capilla dedicada a la Virgen de Illescas cuyo retablo debe también ser, como dijimos,<br />

hecho con los restos de los retablos que cubrían las paredes laterales del presbiterio. La capilla como<br />

el callejón aquel, cubiertos de bóveda, son partes integrantes de los corredores del tercer claustro, y<br />

revelan como dijimos más arriba lo que fue la arquitectura con la que se edificó todo el convento.<br />

Además de este conjunto de edificios que forman el convento de San Diego, existía antiguamente<br />

en la parte superior de sus dominios una ermita, construida en tiempo inmemorial para devoción de los<br />

religiosos que querían retirarse al espeso monte, que cubría entonces esos lugares, a orar con fervor y<br />

recogimiento. Esta ermita se halla hoy en ruinas. Ya a principios del siglo XIX, fue ese recinto víctima<br />

de los ladrones, que lo saquearon; por lo cual los religiosos decidieron abandonarla, no sin conservar<br />

lo que buenamente se pudiera 149 . En el camino que conduce a la ermita, existen aún los restos de<br />

una preciosa fuente hecha de piedra por los religiosos, a la que descendían las aguas regaladas por<br />

el Cabildo de Quito.<br />

***<br />

He aquí descrito brevemente lo que fue y lo que es hoy el convento de San Diego de Quito. Tal<br />

como quedó a raíz de las mejoras que realizó el padre Larrea, debió de ser una joya artística, ya por<br />

la arquitectura, sencilla pero correcta de sus claustros y dependencias, todos de bóveda, ya por las<br />

riquezas que en pintura, escultura y orfebrería encerró hasta mediados del siglo pasado. Lo que aún<br />

subsiste, apenas son débiles muestras de su primitiva grandeza. La comunidad franciscana nada ha<br />

podido hacer, por su excesiva pobreza, para restaurar el edificio a su anterior estado, lo que les habría<br />

sido muy fácil, si a raíz del terremoto de 1868, hubieran tenido una pequeña parte de los recursos<br />

con que contaron durante la Colonia. La reedificación que hicieron fue muy pobre; nada de lo que se<br />

destruyó se repuso. Por eso vemos los claustros sin las bóvedas, la sacristía mostrando su esqueleto,<br />

149 Leyóse un pedim. to del P. Guard. n de S. n Diego Fr. Antonio Sanz, el q. e solicita a mober<br />

de la Ermita los franmentos que han dejado los Ladrones, y se proveió, que si estos franmentos son<br />

cosas de poder guardar por estar fuera de sus Edificios los guarde con cuidado; pero si son los q. e<br />

existen en paredes, procure su concerbación sin hacer novedad. ( Arch. franc. , libro 4.° de Becerro,<br />

fol. 386 vta. ). ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

gran parte de las viejas habitaciones, abandonadas por inservibles, los antiguos pasamanos de las<br />

escaleras de piedra, sirviendo de pilastras para sostener horribles construcciones, el presbiterio de la<br />

iglesia casi desnudo, y lo que es peor, la amenaza constante de una ruina total. Y pensar que con<br />

poco dinero se lograría salvar esa preciosa joya colonial, y aún restituirla, en parte, ¡a su primera y<br />

legítima forma!...<br />

Hace un siglo lo conoció Stevenson, aquel escritor inglés que sirvió de secretario al conde Ruiz de<br />

Castilla, en los últimos días de la dominación española en el Ecuador y arrancó a su pluma de hombre<br />

frío calculador y flemático, la siguiente pátina que no hubiera podido escribirla mejor el hombre más<br />

impresionable:<br />

El Convento de retiro de San Diego, que pertenece a los Franciscanos, está, por su situación en<br />

una barranca de los arrabales de la ciudad, casi oculto en medio de los árboles y de las rocas. Este<br />

retrete es de los más románticos. Se ha puesto especial cuidado en que este edificio aparezca en todos<br />

sus detalles, como una ermita aislada, lo que atrae la atención del extranjero. Es tal vez, en todo el<br />

Nuevo Mundo, la morada que más conviene al retiro religioso. El aspecto pintoresco de las montañas<br />

circunvecinas, que se elevan por encima de las nubes, la risueña verdura de sus bases contrastan con<br />

las nieves eternas que coronan sus cabezas encanecidas. Un riachuelo serpentea, que se ve primero<br />

saltar de una roca y deslizarse luego por lo bajo de la barranca en busca de su nivel, interrumpido<br />

de cuando en cuando en su carrera por súbitas vueltas, macizos de árboles o montones de piedras y<br />

como diciendo: Hombre, tu carrera por el sendero de la vida, se asemeja a la mía: pueden presentarse<br />

obstáculos que parezcan prolongar por algunos instantes la peregrinación que debe para ti terminar<br />

en la tumba; pero tu estadía sobre la tierra es corta, tu vida semeja a mi corriente sobre la inclinación<br />

de esta montaña, continuamente se desliza hacia su término, y, después de haber experimentado todas<br />

las vicisitudes de este viaje, no te quedará tal vez remordimientos de no haber sido suficientemente<br />

sabio para aprovecharlo.<br />

Todos los deberes de la vida monástica se observan en este convento con la mayor severidad: los<br />

monjes, de una palidez que atestigua la austeridad de su vida, visten de gris, llevan cilicios, y ligeras<br />

sandalias apenas garantizan sus pies semidesnudos; su silencio habitual, su aire compungido, todo,<br />

todo habla por la santidad de un lugar, donde hombres reunidos en comunidad, no parecen vivir, sino<br />

prepararse a mejor vida. Con frecuencia he recorrido estos claustros a la caída de la tarde, prestando<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

el oído atento a los lejanos sones del órgano de la iglesia y a los cantos solemnes de los religiosos,<br />

con tal respeto y recogimiento que no he experimentado jamás en ningún otro lugar 150 .<br />

Hoy ha perdido un poco ese carácter con la ausencia de los religiosos; pero subsiste el ambiente<br />

místico descrito por Stevenson, que impresiona más a medida del mayor abandono en que se halla el<br />

convento, lleno de recuerdos y lleno también de leyendas. La imaginación más calmada se exalta y el<br />

espíritu más tranquilo es arrebatado hacia la Edad Media, o a los desiertos de la Tebaida o revive las<br />

páginas admirables en que describe la vida de los monjes el Conde de Montalembert. Dan pábulo a<br />

la imaginación los blancos pergaminos, diseminados en las paredes de los claustros sandieganos, que<br />

invitaban a los religiosos a la disciplina y mortificación con la palabra «SILENCIO» y a la continua<br />

meditación de las vanidades del mundo con sentencias como esta:<br />

A Dios, Rey de lo creado<br />

a Dios, Madre de piedad<br />

con Dios, ángeles, quedad<br />

que yo me voy condenado<br />

llorad a este desdichado<br />

gane al infierno va a habitar.<br />

Ay Jesús del alma mía<br />

si me tengo de salvar.<br />

o esta otra:<br />

Que tengo pobre de mí<br />

hoy de haber vivido ayer!...<br />

Lo que tengo es no tener<br />

las horas que ayer viví.<br />

Lo que hoy de ayer discurrí,<br />

diré mañana si soy;<br />

pero tan incierto estoy<br />

de que mañana seré<br />

que quizás no lo diré<br />

150 Stevenson .- Relation historique et descriptive d'une résidence de vingt ans dans l'Amerique du<br />

Sud. Vol. II, págs. 345 y 346. ( N. del A. )<br />

209


por haberme muerto hoy.<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Los angostos corredores que se alargan, con lo bajo de sus techos o sus bóvedas, la escasa luz que<br />

reciben por sus altos tragaluces, las puertas uniformes, cerradas y numeradas, de las pequeñas celdas,<br />

los cuadros de la Pasión de Cristo, los que representan a San Francisco, Santa María Egipciaca, San<br />

Pedro de Alcántara y a otros Santos, en escenas de penitencia, de mortificación o de martirio, los<br />

pergaminos con sus sentencias de condenación y muerte y sus invitaciones reiteradas al silencio, las<br />

lozas sepulcrales diseminadas en los corredores bajos, y el humilladero enorme del patio principal:<br />

todo, todo, hasta el frío helado que se siente en esa parte de la ciudad, en las faldas altas del Pichincha<br />

y hasta la cercanía de esos sitios al cementerio principal de Quito, contribuye a hacer del convento<br />

de San Diego un tipo de retiro adecuado para quienes buscan en lo austeridad y el recogimiento, el<br />

ambiente de una vida de santidad y penitencia.<br />

No podemos cerrar este capítulo sin hacer un recuerdo del célebre padre Almeyda, cuya leyenda<br />

no puede separarse de San Diego, a pesar de que gran parte de su vida la pasó aquel religioso en<br />

el Convento Máximo, en donde tuvo cargos tan honoríficos como el de guardián y secretario de<br />

provincia. ¿Quién no conoce en Quito la leyenda de aquel fraile, en quien la tradición ha querido<br />

sintetizar una de las malas épocas de la religión franciscana en el Ecuador y pintar en su persona al<br />

fraile pícaro, jugador y tunantón, que solía pasar algunas noches de claro en claro y no pocos días de<br />

turbio en turbio, aprovechando del relajamiento de la disciplina monástica de su convento? A los que<br />

crean que el padre Almeyda es pura ficción, les diremos que fray Manuel de Almeyda fue hijo de don<br />

Tomás de Almeyda y de doña Sebastiana Capilla, nacido en Quito allá por el año de 1646, entrado<br />

en la Religión seráfica a la edad de 17 años, en calidad de novicio y ligado con voto solemne desde<br />

el 17 de abril de 1664, no sin haber el 28 de mayo de ese mismo año, renunciado todos sus bienes en<br />

favor de su madre y después de los días de ésta, en favor de sus hermanas doña Isabel, doña Gregoria,<br />

doña Gabriela y doña Catalina de Almeyda. Fue definidor en 1698, guardián de San Diego, de 1701<br />

a 1704, guardián del Convento Máximo hasta 1707, luego maestro de novicios en ese año y guardián<br />

de San Diego desde 1713 a 1716. Tenía la calificación de predicador de precedencia, fue varias veces<br />

secretario de provincia y aún visitador general y algunos años obrero mayor, desde 1698 durante las<br />

construcciones de San Francisco y San Diego. Escribió un Via Crucis y un Novenario para Navidad.<br />

A pesar de que la tradición no olvida la leyenda tejida alrededor de este hoy venerable fraile,<br />

consignemos lo que a su respecto escribe el padre Compte:<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Por Setiembre de 1707, siendo Ministro Provincial el M. Rdo. P. Fr. Pedro Guerrero, Lector<br />

jubilado, Calificador del Santo Oficio y Doctor graduado en la Real Universidad de Sto. Tomás, era<br />

el P. Almeyda guardián del Convento Máximo. Se refieren de este venerable religioso cosas muy<br />

singulares, trasmitidas por la popular tradición, relativas especialmente a su total conversión a Dios.<br />

Soy de parecer que con el transcurso de los años ha sido adulterada esta tradición, sepultándose en las<br />

sombras de la duda, y aún creo que el vulgo se ha encargado de suplir con consejas las circunstancias<br />

ciertas que acompañaron a la conversión aludida. Se recogió este religioso en la solitaria casa de<br />

San Diego, en la cual, según se dice, descuidó expiar sus pasados extravíos, hizo rigurosa penitencia<br />

durante los últimos años de su vida. Esta solitaria Recolección fue el nido que escogió el Vble.<br />

Almeyda para meditar, con amargura de su alma, sobre los mal empleados años de su vida, y gemir,<br />

cual tortolilla, por las ofensas que hiciera a su Dios y Señor. Aun al presente se conserva, aunque<br />

casi completamente destruida por la inclemencia de los temporales y vicisitudes del tiempo, la cueva<br />

situada en la ladera del monte conocido con el nombre de Miraflores y contigua a su quebrada, en la<br />

que, como dice la tradición, se ejercitaba en la oración y la penitencia. Este lugar tan agreste y solitario<br />

está extramuros de dicha Recolección y muy cerca de su cantera. Murió en el mismo convento de<br />

San Diego con opinión tan grande de santidad que su venerable cadáver fue colocado en una urna o<br />

caja especial con una inscripción honorífica en letras de oro. He oído referir al M. Rdo. P. Fr. Enrique<br />

Mera Provincial, que fue de esta Sta. Provincia y que murió, como veremos, con sentimiento general<br />

en 12 de marzo de 1882, que en su tiempo todavía se conservaban los restos del Vble. P. Almeyda,<br />

pero que por no se qué incidente se contundieron con los de otros difuntos. El retrato de este Padre se<br />

hallaba en el convento de San Diego de Quito, y en su Biblioteca se conservaba también una biografía<br />

suya, manuscrita, que se ha perdido.<br />

De entre las muchas cosas que se refieren de este mismo religioso, consignaré tan sólo una, sin<br />

que pretenda por esto garantizar la verdad de la misma. Dícese, pues, que al salir furtivamente, cierta<br />

noche, de la misma Recolección, y al pasar por delante de la santa imagen de Cristo crucificado<br />

que todavía se venera en su Coro, le dirigió ésta las siguientes sensibles palabras: ¿Hasta cuando,<br />

Almeyda, hasta cuando? Y que él respondió impertérrito, sin cejar por entonces de su loco intento:<br />

Hasta la vuelta, Señor . Respuesta atrevida, por cierto, y que merecíale un total abandono por parte<br />

de su Dios y Señor, que tan amorosamente le reconvenía sus extravíos. Hasta la vuelta , dijo, Señor<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

; y con efecto, es tradición que desde su regreso al convento cambió completamente de vida, y se<br />

hizo un santo... 151<br />

No nos parecen tan legendarias las narraciones consignadas sobre la vida borrascosa de fray Manuel<br />

de Almeida, cuya alta posición en su orden y la laboriosidad que desplegó como obrero mayor en la<br />

construcción de los conventos de San Francisco y de San Diego, debieron atraerle las miradas de todo<br />

Quito; pues le tocó entrar en la Religión y vivir en sus conventos de esta ciudad durante una de las<br />

más agitadas épocas por las que atravesaron las órdenes religiosas en el Ecuador.<br />

Conocido es el estado moral de los religiosos durante la Colonia, no solo por lo que narró nuestro<br />

insigne historiador González Suárez, sino por lo que consignaron Jorge Juan y Antonio de Ulloa en<br />

sus Noticias secretas de América , presentadas como informe al rey Don Fernando VI, «la relajación<br />

a que habían llegado los religiosos en tiempo de la colonia fue tan grande, que no ha tenido semejante<br />

en los fastos de la Iglesia católica» , dice González Suárez en el último capítulo del volumen quinto<br />

de su Historia General de la República del Ecuador , en el que describe magistralmente y analiza<br />

las causas de aquella relajación de la disciplina monástica. Una de las peores, si no la peor época<br />

para la religión franciscana, fue precisamente aquella en que vivió en la Religión fray Manuel de<br />

Almeyda. Era la época en que fray Andrés de Guadalupe, Comisario General de Indias, prohibía a<br />

los frailes andar en coches y literas 152 , en que se expulsaba injustamente a frailes eminentes como<br />

fray Luis Fresnillo, fray Luis de Inostroza, fray Bartolomé de Alácano y muchos otros 153 , en la<br />

que el Comisario General de Indias tuvo que prohibir a los frailes asistir a alumbrar el Guión de la<br />

procesión del Viernes Santo que salía de la Iglesia de Santo Domingo; porque era «un abuso pernicioso<br />

y malvado» y prohibir también la vida fuera de los conventos a los religiosos condecorados y literatos<br />

151 Fr. Francisco María Compte, Varones Ilustres de la Orden Seráfica en el Ecuador , Tomo II,<br />

págs. 7 y 8. ( N. del A. )<br />

152 Arch. franc. libro Becerro, Tomo 1.° fol. 32 vta. Patente del 23 de julio de 1660. «Assimismo,<br />

dice, si algunos Religiosos andan por caminos en coches, o literas es materia intolerable, que siendo<br />

nro. instituto andar a pie como frailes pobres, ya no sea cura acomodado, aviendo necesidad bastante,<br />

socorrerla con una mula, sino que a deser como Príncipes, con tanto escandalo del mundo» . ( N.<br />

del A. )<br />

153 Arch. franc. , id : Patente del 14 de agosto de 1717 de Fr. José Sans Comisario General de Indias,<br />

( fols. 216, 216 vta. y 217). ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

y a los curas de doctrinas distantes de aquellos 154 ; era la época en que se decretaban penas como<br />

la privación de oficio y beneficio y ser llevado al convento de Quito al fraile que jugare a los naipes<br />

y se prohibía a los religiosos que en las iglesias y en especial en las de Quito y San Diego tuvieran<br />

plática formal y por espacio de tres credos con mujeres ni hombres bajo pena de rigor que el provincial<br />

debía imponer a los desobedientes, y en la que se disponía que los religiosos Recoletos no salgan con<br />

sombreros ni «pongan palos en los mantos quitados los corchetes» , y se mandaba que « q. ac aya<br />

de salir el her. no Juanes, o, otro Religioso a las limosnas de la ciu. d sea con compañero y con<br />

sotasíndico que resiva la pecunia por los inconvenientes que se han experimentado» 155 . Era la época<br />

en que a un buen fraile, fray Mateo de San José, se le imponía un severo castigo porque se atrevió<br />

cierto día a hablar desde la cátedra sagrada contra la vida relajada de sus hermanos, en momentos en<br />

que se honraba a los religiosos difuntos en solemne ceremonia pública y gran misa de réquiem 156 .<br />

154 Id. ( N. del A. )<br />

155 Arch. franc. libro 2.° Becerro, fol. 51. Decisiones del capítulo el 24 de noviembre de 1670.<br />

( N. del A. )<br />

156 Luego incontinenti todos los Rdos. Pes. del difinitorio aviendo conferido un sermón desatento,<br />

y escandaloso q. en las onrras de difuntos nors. her. os predicó ayer el Padre Pre. r fr. Matheo de san<br />

Joseph (con q. ofendió el crédito y limpieza de los Prelados y Religiosos desta Prov. a ) unánimes<br />

y conformes determinaron q. por estas causas de q. darán quenta a Nro. Muy R. do P. e Comiss.º<br />

gl. destas Prov.ª del Perú, q. el dicho Padre fr. Matheo de san Joseph salga, deste Conv. to de san<br />

Pablo de Quito y via recta vaya al conv. to de nra. sra. de los Ángeles de Guaiaquil por el tiempo q. al<br />

Venerable difinitorio pareciere convenir y q. en dicho ciudad no en otra parte de la Prov.ª no predique<br />

dentro ni fuera del conv. to y q. el Gua. n q. selo permitiere sea privado ipso facto de su oficio y<br />

el dicho P. e castigado conmaiores penas arbitradas si seatreviere acontravenir este decreto el qual<br />

mandaron lo cumpla en virtud de S. ta Obediencia pena de excomunión maior late sententie ipso facto<br />

incurrenda una pro trina Canonica monitione premissa , y q. el R. do P. e guardián deste convento<br />

dé el avio conveniente para q. execute lo q. selemanda sin omisión ni tardanza y q. este decreto se le<br />

notifique al dicho P. e fr. Matheo de San Joseph delante de testigos poniendo la ora, día, mes y año<br />

( id. , fol. 62 vta. Definitorio del martes 12 de julio de 1672). En esta misma sesión del Definitorio se<br />

aceptó la idea del Directorio propuesta para hacer la cárcel al lado del Refectorio ( id. , fol. 226 y 226<br />

vta. ). En esta misma sesión del Directorio, su Presidente el P. Fray Cristóbal Núñez propuso que, a<br />

estilo de algunos conventos de España, se abra en el de Quito un libro Verde en el que se anoten los<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Fue tal aquella época que cansado de tanto abuso, el 22 de octubre de 1747, el padre Joseph de<br />

Jesús y Olmos, provincial, expidió una enérgica patente llamando al orden a sus subordinados y que<br />

es toda una pintura del estado de relajación en que se encontraban los conventos; patente que ningún<br />

efecto debió surtir en el ánimo y espíritu de los malos religiosos, ya que en el acta capitular del 12<br />

de octubre de 1751 se hizo constar que los Padres fray Juan Garrido y fray Eugenio Díaz Canalero,<br />

se hallaban indecorosamente refugiados en el convento militar de N.ª S.ª de las Mercedes 157 y dos<br />

años más tarde, en agosto de 1753, se dictó censura contra los Padres Fray Miguel Felipe de Solera<br />

y Domingo Vandin, a quien se le destituyó del cargo de provincial 158 , obligando tanta persistencia<br />

en los desórdenes, a una furibunda carta que el Comisario General de Indias, fray Manuel de la Vega<br />

dirigió desde Madrid al provincial y definitorio del convento franciscano de Quito, el 20 de julio de<br />

1770 159 .<br />

Por todos estos motivos, creemos que el tipo del padre Manuel de Almeyda es menos legendario<br />

de lo que puede parecer a primera vista, de ahí que su recuerdo en el convento de San Diego, que fue<br />

en los últimos años de su vida el retiro solitario del penitente, sea imprescindible para el que visita esa<br />

morada, testigo mudo, así de las malas acciones de los frailes relajados como de las buenas de tantos<br />

varones ascetas que dentro de esas celdas templaron su espíritu con la oración y la penitencia.<br />

***<br />

Hasta el año 1832, toda esta riqueza colonial de los franciscanos de Quito se conservó muy bien y,<br />

como varias veces lo dijimos, con regular celo de parte de los religiosos. En ese año se notaron muchas<br />

nombres de los religiosos escandalosos e incorregibles para que no se les diese oficio. Salió negada<br />

la propuesta ( id. , fol. 226 vta. ). El Definitorio en sesión vespertina de 1.° de marzo de 1679 ordonó<br />

que el R. P. Provincial futuro haga cárcel formal en el Convento de Quito y que ésta sea de calidad<br />

que puedan estar a un mismo tiempo tres y quatro delincuentes y en los conventos de Cuenca y Pasto<br />

haga ejecutar lo mismo para que el temor del castigo contenga a los lisensiosos en los términos de<br />

la honestidad ( id. , fol. 228). Se ordenó también que para pedir limosna para el Santísimo desde el<br />

principio de cuaresma, los Guardianes no cometan esta petición de limosna pecuniaria a Religiosos<br />

mozos sino a varones proyectos de vida aprobada y ejemplar ( id. , fol. 228 vta. ). ( N. del A. )<br />

157 Arch. franc. , libro 3.° de Becerro fol. 99 vta. ( N. del A. )<br />

158 Id. fol. 200 vta. y 203. ( N. del A. )<br />

159 Arch. franc. , libro 4.° Becerro fol. 62 vta. y 63. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

faltas en la visita del provincial a los conventos de San Diego y San Buenaventura, y, se levantó un<br />

juicio de esclarecimiento contra el guardián de San Diego, fray Luis Noroña, el padre ex definidor<br />

fray José Vinueza, ex guardián de dicho convento, el padre fray Vicente Ordóñez y los hermanos<br />

legos fray Fernando Vidal, fray Juan Cruz y los religiosos conversos fray Alejo Villalobos y fray<br />

Miguel Baca. Intervinieron en esas diligencias fray Mariano Carvajal y fray Manuel Arellano, este<br />

último como notario, llegando a establecer las responsabilidades de cada uno. Los más resultaron fray<br />

Vicente Ordóñez y el hermano Villalobos. Nombrado como fiscal, después de terminado el plan de<br />

esclarecimiento de las faltas, el padre fray Francisco Ribadeneyra, éste dictaminó el 16 de noviembre<br />

de 1832 porque se inicie, el respectivo juicio contra los culpables. No obstante la severidad con que<br />

entonces se procedió, continuaron en orden ascendente las pérdidas, que el padre fray Enrique Mera,<br />

elegido guardián de San Diego el 26 de abril de 1845, las hizo constar en larga lista, que es con la que<br />

concluye el N.º 5 del legajo 7 del archivo franciscano.<br />

San Diego fue, con algunas interrupciones, desde, el 28 de agosto de 1747, colegio de misioneros<br />

hasta 1835 en que; unida la comunidad de aquel convento con la del Convento Máximo, abandonaron<br />

los franciscanos la casa, destinándola para casa de ejercicios, primero, y en época reciente, una parte<br />

de ella, para monasterio de monjas franciscanas, llamado de Santa Rosa de Viterbo, en cuyo poder<br />

y bajo cuyo cuidado está hoy el convento.<br />

215


VIII<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Además del Convento Máximo, del de San Diego, del colegio de San Buenaventura y de la Capilla<br />

de Cantuña, tenían los franciscanos de Quito, el convento y colegio de misiones de Santa Clara y<br />

Santa Rosa de Pomasqui, en el pueblo de este nombre, muy cercano a la capital. Lo fundó en 1561<br />

e hizo su primer edificio fray Francisco de Furinxa, comisario provincial de la Orden, en terrenos<br />

que le dio para el objeto, don Martín Collaguasos, cacique principal que fue de Quito y Pomasqui,<br />

hijo y heredero de don Alonso Collaguasos. La donación fue al principio, verbal, en circunstancias<br />

en que dicho provincial fue a aquel pueblo, con el contador Francisco Ruiz, teniente del gobernador<br />

de la ciudad de Quito, el reverendísimo señor Diego de Salas, a la razón provisor del obispado y<br />

otros muchos españoles, personas principales de la ciudad, «a tomar y señalar tierra, parte e lugar<br />

para adonde se hiziesse e rrehedificase en el balle de pomazque una casa e monasterio de señor sant.<br />

Fran. co » ; pero siete años más tarde, confirmó don Martín esa donación, otorgando la respectiva<br />

escritura pública, ante Alonso Martín de Amores, escribano y notario público de Su Majestad, en<br />

día 12 de octubre de 1567, aceptándola, en nombre de la religión franciscana, fray Jerónimo Picón,<br />

vicario entonces de la casa y monasterio de Pomasqui 160 .<br />

El padre Compte duda de la fecha de la fundación del convento de Pomasqui; pero recorriendo<br />

detenidamente los documentos del caso, podemos asegurar que fue el año 1561, porque así lo dice<br />

repetidamente el donante de la escritura pública y lo confiesa con más claridad cuando habla en ella de<br />

la «tierra que era del dho. don Martín cacique que es en la que al presente está fecho e rreheidificado<br />

el dho. monasterio iglesia y huerta e aposentos e cementerio del dho. monasterio de señor sant. franc.<br />

co » 161 .<br />

160 Arch. franc. , leg. 7. N.º 12, folios 14-19, que son los de la copia de la escritura de donación<br />

de don Martín Collahuasos a fray Gerónimo Picón de las susodichas tierras de Pomasqui. La copia es<br />

auténtica y conferida por el mismo escribano Amores en 1567. ( N. del A. )<br />

161 Compte. Varones Ilustres. Tomo I, pág. 242. Véase el expedientillo titulado: Antes de<br />

Pomasque , en el legajo citado y en el fol. 13 vta. de ese documento nos encontramos con la afirmación<br />

que hace el procurador general de San Francisco, fray Tomás Saldaña, al presidente de la Real<br />

Audiencia, de que el convento de Pomasqui «fue edificado el año de mill quinientos sesenta y uno» .<br />

( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

La iglesia que construyeron en esos sitios los franciscanos, era la parroquial, pues el pueblo se<br />

formó en esa época al del cerro que domina el valle y cuyas faldas caen por el otro lado hacia el río<br />

Guayllabamba. Pero un día del año 1620, más o menos, hubo un gran terremoto; se derrumbó parte del<br />

cerro y destruyó iglesia y convento, sepultando entre sus ruinas, entre otros, al mismo padre guardián.<br />

Abandonaron entonces los frailes el primitivo convento y fueron a levantar una pequeña casa y una<br />

iglesia al otro lado del río, en el sitio en que hoy se hallan la iglesia y casa parroquiales. Sin embargo,<br />

los habitantes del pueblo, así españoles como indios, no abandonaron sus sitios, antes bien, allí se<br />

quedaron aún a trueque de sufrir las molestias de la distancia y las que les ocasionaba la travesía del<br />

río, a veces crecido, cuando querían trasladarse a la iglesia a cumplir sus prácticas piadosas; hasta que<br />

el 12 de julio de 1686, fray Juan de Brisuela Villegas, procurador de la provincia franciscana de Quito,<br />

se dirigió al presidente de la Real Audiencia, don Lope Antonio de Munibe, caballero de la Orden<br />

de Alcántara y del Consejo de Su Majestad, solicitándole que, previa una información de testigos,<br />

se dignase dar licencia para que la iglesia del pueblo de Santa Clara de Pomasqui y su convento se<br />

trasladaran al antiguo sitio en que primeramente se fundaron 162 . Tomáronse las declaraciones del<br />

162 He aquí la solicitud. -Fray Juan de Brisuela Villegas, predicador y Procud. r Gen. l del orden<br />

del de mi P. San Fran. co dessta ciu. d su Provincia de Quito, paresco ante V. S.ª en aquella vía y<br />

forma q. más al derecho de mi Religión combenga = y digo que la yglesia y Convento del Pu.° de<br />

Santa Clara de Pomasque estubo fundado de la parte del rrio de la otra vanda para el serro que cae a la<br />

parte del Pu.° de Guayllabamba el qual parese ser q'amas de sesenta años por un derrumbo q'hubo sq.<br />

mal rrato y derrivo del dho. , convento e Iglesia se hubo de trasladar y depositar al sitio que oy esta al<br />

presente y con el mucho tiempo que apasado esta todo el dicho convento e Iglesia caydo y rrajado y<br />

amenasando que se puede caer todo el y el dho. mi convento e yglesia y en la parte donde esta no se<br />

sigue ninguna combeniencia de rredificarse en dho. sitio por no ser de comodidad del común de los<br />

naturales ni vezinos q'rresiden en dho. Pueblo y assí tiene propuesto La dha Provin. a de rreedifiear y<br />

Labrar el dho. Convento e yglesia en la parte y Lugar que estava aora sesenta años por ser el dho sitio<br />

sano y con las comodidades de las ayuas y estar los más naturales fundados y poblados en dho. sitio<br />

y para poder hazer y q. 'la Mag. d dé licencia para que se rreedifique dho. Convento e yglesia adonde<br />

estava, se a de servir V S.ª de que se Resiva ynformacion de como el dho. Convento e yglesia estava<br />

fundado como llevo dho. de la otra vanda del rrio y que por dha. rruyna q. 'hubo se deposito en el sitio<br />

adonde aora esta y de como la dha. yglesia está rajada y amenasando rruyna de caerse de como todo<br />

el Convento. Lo qual - V. S.ª Pido y Supp.º que en atención a lo que rrefiero se sirva de mandar se<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

caso al capitán don Bartolomé de Zuleta Peales, procurador general de Quito, a don Diego Suárez<br />

de Figueroa, tesorero, al capitán don Lorenzo de Salazar, al capitán don Antonio Velos de Aguilera,<br />

y a otros más, casi todos propietarios de tierras en el pueblo de Pomasqui, y estos unánimemente<br />

depusieron sobre la necesidad ineludible de la reedificación del antiguo convento y de la primitiva<br />

iglesia en los terrenos regalados, hacia la parte de Guasaves, por Martín Collaguasos a los padres<br />

Turinxa y Picón demoliendo o utilizando las paredes y cimientos de cal y canto, que aún subsistían<br />

después de sesenta años de su caída y abandono. El motivo principal y la mejor razón para inclinar<br />

la voluntad del presidente, fueron sin duda, el hecho de que las dos terceras partes del pueblo, si no<br />

más, vivían en aquellos sitios, en donde tenían agua para el regadío de sus chacras y sus menesteres<br />

domésticos la circunstancia de que la nueva iglesia estaba tan arruinada, que apenas se sostenía<br />

con puntales, puestos después de desentecharla en parte, para quitar peso a las paredes cuarteadas<br />

y desplomadas, la comodidad de encontrar a la mano los materiales para la fábrica en el sitio del<br />

primitivo edificio. Con esta prueba plena, el presidente dictó su providencia accediendo a lo pedido<br />

por el padre Brisuela 163 .<br />

Obtenida la autorización del Presidente y la venia del Ordinario que la dio antes, el 24 de julio de<br />

1686, los padres franciscanos volvieron a tomar posesión solemne de sus terrenos abandonados por<br />

espacio de más de medio siglo. El padre fray Sebastián Ponce de León y Castillejo, custodio, lector<br />

jubilado y calificador del Santo Oficio por la Suprema, y cura doctrinero y guardián de Pomasqui, llevó<br />

merreciva la dha. información y como la pido en querresevire vien y mrd. con justicia y juro in vervo<br />

sacerdotis &.- Fr. Joan de Brisuela Villegas. ( Arch. franc. , lej. 7, N.º12, fol. 44 y 44 vta. ). ( N. del A. )<br />

163 Dice así el decreto: -Dase licencia para que la Iglesia del Pueblo de Santa Clara de Pomasque,<br />

su conbento y evitación del Cura Dotrinero se pueda mudar edificar y trasladar al sitio y lugar que<br />

propone el P. e Procurador de S. n fran.º y en él congregarse y Poblarse los feligreses naturales<br />

en forma Política y ocurra al ordinario para que de su parte preste el acenso de estranslación y así<br />

loproveyo mandó y firmó el Sr. Lzdo. Don lope Antonio de Munibe Cavallero del orden de alcántara<br />

del Consejo de su Mag. d Pres. to desta R. l audiencia en Quito en nuebe de agosto de mil seiscientos<br />

ochenta y seis años. - L. Don Lope Ant.° de Munibe. ( Arch. franc. , leg. 7, N.° 12, fol. 51 vta. ).<br />

( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

debajo de «sitial» al Santísimo Sacramento con gran concurso de gente, el gobernador del pueblo,<br />

don Sebastián de Morales y los caciques don Pedro Bergara, don Mateo Pillajo, don Pedro Monta,<br />

don Diego Anagoano y con asistencia de los capitanes don Juan Sarmiento de Villandrando, vecino y<br />

encomendero de dicho pueblo, y alcalde de la Santa Hermandad de la ciudad de Quito, Andrés Muñoz<br />

de la Concha, teniente del partido de Pomasqui «de las cinco leguas», don Diego Suárez de Figueroa,<br />

tesorero, juez, oficial real de la Real Caja de Quito, síndico de la guardianía de Pomasqui, y puso<br />

el Santísimo Sacramento en la capilla que, adornada con muchas luces y efigies de santos se había<br />

improvisado en el mismo sitio de la antigua y primitiva fundación. Los padres fray Bentura de Ubidia,<br />

provincial, Dionisio Guerrero y otros religiosos connotados de la Orden autorizaron con su presencia<br />

la nueva fundación, y como acto de posesión se celebró una misa cantada que la dijo en dicha capilla<br />

fray Pedro Gutiérrez Pinto, vicario de Pomasqui. Concluida la misa, el gobernador, los caciques y<br />

demás indios, aclamaron a Santa Clara y a Santa Rosa como patronas de la nueva fundación y tocaron<br />

una campana que estaba pendiente de tres clavos en la calle real, e hicieron muchas otras señales de<br />

regocijo público. Esto pasó en la mañana del luces 26 de agosto de 1686 164 .<br />

Principiáronse instantáneamente los trabajos del nuevo convento y de la nueva iglesia, cuyos planos<br />

los ha de haber dado de seguro, el negrito José de la Cruz Moreno, arquitecto oficial entonces de<br />

la provincia franciscana de Quito, y pronto debieron de terminarse las principales obras, para que el<br />

capítulo de 1691 haya ordenado la erección de un seminario de Misioneros y Recolección de Jesús,<br />

María y José en Pomasqui, con casa de noviciado 165 ; lo que no se llevó a efecto sino en 1738,<br />

permaneciendo ese colegio hasta 1747, en que se hizo un cambio entre el convento de San Diego de<br />

Quito y el colegio de Pomasqui, quedando éste como Recolección y aquel como colegio de Misiones.<br />

Que el convento y la iglesia estaban concluidos en aquel año de 1691, lo prueban las palabras que<br />

el licenciado don Ignacio de Aybar y Eslaba, caballero de la Orden de Santiago, fiscal y protector<br />

general de los naturales, consigna en su vista de 17 de octubre de 1691, en la que se opone a la erección<br />

del colegio de Misiones en Pomasqui. «Y más precissamente -dice- en lo que toca al nuevo convento<br />

o seminario de misiones de Jhs. María y Joseph del Puo. de Pomasq. donde es cierto público y notorio<br />

que nunca avido Convento formal ni más que el Doctrinero con nombre de Guardián en orden al<br />

164 Archivo franciscano, leg. 7, fols. 51 y 53. ( N. del A. )<br />

165 Archivo franciscano, leg. 7, N.º 12. Véase el expedientillo titulado: Antes de Pomasque. Sobre<br />

la erección de Guardianías . N.º 23. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

boto... aora sea hecho convento con casa de novicios y por consiguiente con campana, Iglesia separada<br />

de la del Puo. y todas las demás formalidades que constituyen convento» 166 .<br />

Pero los padres franciscanos, al abandonar la antigua casa parroquial, no abandonaron derecho a la<br />

doctrina, antes bien, después de establecerse bien en su grande y espacioso convenga que volvieron<br />

por segunda vez a levantar sobre los terrenos que les regalara el cacique Collaguasos, procuraron la<br />

reedificación de la iglesia parroquial, que les encargó don Matheo Mata Ponce de León, caballero<br />

de la Orden de Calatrava y presidente de la Real Audiencia de Quito, dándoles el plazo de cuatro<br />

años a contar del 29 de marzo de 1694, y que les fue prorrogado a petición de fray Antonio López,<br />

procurador de la provincia. Y siguieron muchos años con la doctrina del pueblo de Pomasqui, cuyas<br />

entradas les daba para sostener las naciones en el Napo, el Putumayo, Maynas y otras partes del Oriente<br />

ecuatoriano. Los franciscanos edificaron, pues, la iglesia parroquial y la casa para el fraile doctrinero<br />

y levantaron también la Capilla del Señor del Árbol que en ese pueblo se venera, dotando a una y a<br />

otra de todo lo necesario para el culto. Y así en el año de 1738, por ejemplo, regalaron a la iglesia<br />

una preciosa cruz alta de plata igual a la que aún se conserva en el Convento Máximo de Quito y<br />

rehicieron el magnífico Palio que lo destrozaron unos sacrílegos, y alargaron y ensancharon la Capilla<br />

del Señor del Árbol, la cubrieron de teja y la pusieron estribos en los costados desde suspusiéronla<br />

un arco de piedras sillares en lugar del que tenía formado con esteras en el presbiterio, enladrilláronla<br />

convenientemente, pusieron un estrado de piedras sillares en el presbiterio y una mesa nueva en el<br />

altar, le labraron un hermoso púlpito de madera y una pileta de piedra para el agua bendita, le regalaron<br />

una gran alfombra que cubría todo el presbiterio, doce macetas de flores, seis de plumas, al Señor de<br />

las Bofetadas le adornaron con tres potencias de plata y a su nicho con doce espejos que colocaron en<br />

sus puertas doradas y pusieron en el coro «dos arpas buenas y encordadas con sus clavijas de fierro» ,<br />

167 a fin de que tocaran los «arperos» que ganaban doce pesos por año.<br />

El convento franciscano de Pomasqui era de un solo piso, grande y espacioso; tenía noviciado,<br />

hospedería y enfermería, fuera del claustro que ocupaban los religiosos. El noviciado poseía su<br />

166 Id. , fol. 17 vta. del expedientillo citado. ( N. del A. )<br />

167 Archivo franciscano, leg. 4. N.º 8, lib. 1, N.° 39. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

oratorio y en el centro del patio de su claustro, una preciosa cruz de piedra que la colocaron en 1727.<br />

En 1730 se adornaron las paredes de sus claustros con 32 cuadros, se pintó el Oratorio y se colocó en<br />

él una imagen de Nuestra Señora, de vara y media de alto, más o menos, con los adornos siguientes:<br />

camisa nueva con puños de encajes finos, un tapapiés de damasco colorado, dos vestidos nuevos, el<br />

uno de primavera blanca y el otro de brocato colorado, que constan de saya y manto aforrados de<br />

tafetán colorado y guarnecidos de ojuela de plata, un tocado de toca morada y un baldaquín morado<br />

y un baúlito de pasto con algunas joyuelas falsas.<br />

Algunos de los claustros y celdas del convento se distinguían con denominaciones especiales: así<br />

una de las celdas del claustro que caía hacia la quebrada, que limitaba la propiedad franciscana, se<br />

llamaba de San Pedro de Alcántara. El claustro principal era pintado y tenía un humilladero de piedra<br />

en la mitad del patio, al contorno del cual y a la distancia de una vara de su peaña, se había compuesto<br />

una verja con pilares de piedra labrada de noventa centímetros de alto, unidos por un pasamano de<br />

azulejos. En los corredores de este claustro había colgados de sus paredes, varios entre ellos ocho<br />

de las estaciones de Roma y un buen cuadro de la Inmaculada. Entre sus celdas, se distinguían la<br />

llamada de los prelados, con sus doce sillas doradas de cuero sobre armazón de nogal, sus seis lienzos<br />

de diferentes imágenes y sus ocho preciosos grabados al humo; la celda del provincial con sólo media<br />

docena de las mismas sillas ya nombradas y un grabado al humo de la Sagrada Familia, y la de los<br />

guardianes, con sus seis grabados y dos lienzos. Así las arregló en 1791, el guardián de entonces, fray<br />

Francisco Hurtado de Mendoza. Tenía también el convento un espléndido baño o estanque de piedra,<br />

que subsistía hasta hace poco tiempo con los caracteres de su construcción ciclópea 168 .<br />

El convento no podía estar mejor situado. Edificado en lo alto y al principio de una altiplanicie<br />

y en el recodo de un rústico camino poco trajinado, limitado en sus horizontes por altos cerros<br />

circunvecinos y muchos y espesos árboles de cedro y de nogal, era triste y solitario, principalmente<br />

desde que los habitantes del pueblo abandonaron aquellos para ir a habitar los sitios en donde hoy<br />

viven sus descendientes. Pero no podía menos de ejercer su atractivo en los espíritus.<br />

Lo mejor del edificio franciscano era la iglesia. Su fachada, sencilla de cantería, tenía un atrio<br />

pequeño de piedras sillares con pretil, más o menos semejante al de la iglesia de San Diego de Quito.<br />

Encima de la fachada se destacaba, humilde, un campanario, pequeño pero simpático de forma, que<br />

168 Itt. dio doscientos ps. para reacer el corredor grande del estanque de la Recolección de Pomasque<br />

y ayuda de enladrillar los claustros y otros reparos (1728-1731). Administración del provincial fray<br />

Buenaventura Ignacio de Figueroa ( Arch. franc. , leg. 2, N.° 2, fol. 108). ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

aún se conserva en regular estado, en medio de las ruinas actuales en que se halla lo que ayer fue el<br />

convento franciscano de Pomasqui. Era de una sola nave cubierta de platabanda; pero un gran arco<br />

se había formado para separar y distinguir la nave del presbiterio. Este tenía cuatro ventanas y en su<br />

techo, figurado a manera, de artesón, se hallaba pintada la impresión de las llagas de San Francisco de<br />

Asís. Al lado derecho, en el lugar en donde se encontraba la mesa para poner las vinajeras, se había<br />

pintado un Nacimiento 169 .<br />

Decoraban las paredes de la iglesia muchos cuadros, algunos de ellos verdaderas obras maestras del<br />

arte nacional. En 1744 se pusieron dos faroles grandes de vidrio, dos cuadros de la Sagrada Familia<br />

y otro de Jesucristo, con sus molduras sisadas. En 1745 se colocaron en el cuerpo de la iglesia cuatro<br />

lienzos grandes de primorosa pintura y una estatua de San Antonio, un cuadro del Calvario en el que<br />

estaba, Cristo Crucificado con la Virgen y San Juan a los lados, en su gran moldura tallada, pintada y<br />

dorada en 1746. Había también otros cuatro lienzos que los inventarios y las disposiciones de 1794,<br />

califican de «famosos».<br />

No eran menos abundantes las estatuas de sus retablos. En 1730 se había puesto una estatuita de<br />

San Diego, con su peaña dorada; en 1739, un San Antonio con su diadema y azucena, de plata y la<br />

Virgen de la Peña; en 1741, dos estatuas de San Pedro y San Vicente Ferrer con sus diademas de plata,<br />

en 1745, otra estatua de San Antonio; en 1747, una imagen de la Virgen del Rosario, «una imagen<br />

de tres cuartas de Nro. Seráfico P. S. n Francisco, napolitana, que costó al convento treinta p. s<br />

» , una imagen de San José, de media vara, y un Cristo de media vara en su sitial de tafetán azul y<br />

con sus potencias de plata.<br />

En la sacristía se guardaban muchas otras cosas: dos atriles y dos baúles de nogal embutidos, dos<br />

preciosas alfombras de lana, la una de siete varas de largo y tres de ancho y la otra de cinco de<br />

largo y tres de ancho: la primera hecha en 1739 y la segunda en 1741; una urna muy preciosa con<br />

la Virgen de Dolores y su Hijo difunto en brazos, un lienzo de Santa Rosa de Lima en su respectiva<br />

moldura; dos candeleros salomónicos de coral con listas de oro; un lienzo de San Antonio, otro de<br />

la Sagrada Familia, otro de la Inmaculada; un Niño Dios de cera en su cunita y otro para Navidad<br />

con sus potencias de plata, una diadema de plata, seis mariolas de plata con sus mallas, coronas y<br />

potencias de plata para las estatuas de San José y la Virgen, cuatro frontales de madera tallada y<br />

169 Todas estas pinturas, lo mismo que la de las paredes del arco toral, se hicieron en 1791. ( N.<br />

del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

dorada, muchísimos ornamentos de brocado, salvillas vinajeras, candeleros, guiones y cruces de plata,<br />

vestidos para santos, etc.<br />

Tenía también un púlpito, que lo mandó hacer el padre Hurtado de Mendoza en 1794, en vez de<br />

los otros hechos en 1762 y 1727, renovado este último en 1747.<br />

Los altares eran tres: el del presbiterio y dos laterales en la nave.<br />

El retablo del altar mayor tenía un precioso tabernáculo con su sagrario de plata, puesto en 1745<br />

y dorado en 1747 y que se lo compuso en 1783 «con dos espejos de vara en sus molduras de plata<br />

de piña con el peso de 18 marcos» . En el retablo se hallaban también dos estatuas grandes de Santa<br />

Clara y Santa Rosa de Viterbo, mandadas hacer en 1742 junto con otras dos pequeñas de la Virgen<br />

y San Francisco de Asís. En 1747 se colocó una rejilla de plata delante del tabernáculo y en 1750 se<br />

puso una cruz de plata en que se colocó el Lignum Crucis y un clavo del Señor de Buga.<br />

El primer retablo lateral se hizo en 1744. Era dorado con tres nichos y en él se colocaron dos<br />

antiguas imágenes de la Virgen y San José: ésta, hecha en 1733, de vara tres cuartas de alto y que<br />

tenía una diadema de tres marcos de plata que se le hizo en 1736, y en el nicho del medio una nueva<br />

de Jesús Nazareno con sus potencias de plata. A las imágenes se les vestía primorosamente, la de la<br />

Virgen tenía un rosario de corales engastado en hilo de oro y dos cruces de diamantes de Bohemia.<br />

En 1791 se hizo de nuevo y se doró el tabernáculo de este retablo, colocando en él una imagen de<br />

Santo Domingo, que se la mandó hacer expresamente, con su diadema de plata de doce onzas.<br />

En 1783 se hizo el retablo del otro altar lateral, dedicado antes a Santa Rosa de Viterbo y entonces<br />

a San Antonio, retablo que se lo perfeccionó en 1791 y se le doró todo él, sobre sisa chinesca. En este<br />

mismo año se le puso un atril de madera plateada y doce «Garzotas» con una docena de candelejas.<br />

El coro era magnífico. Tenía una buena sillería de cedro y nogal hecha en 1762, un órgano grande<br />

adquirido en 1741, una pila de agua bendita colocada en 1727, una arpa encordada para la música<br />

de las bendiciones (1733). En 1741 se puso en la testera una efigie grande de Cristo crucificado, de<br />

manos del padre Carlos 170 y en frente otra pintura del Crucificado en su sitial de raso negro. En 1744<br />

170 Este crucifijo se encuentra hoy en la Sala de Profundis del Convento Máximo. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

se alargó el coro y se le adornó con diez cuadros, nuevos, tres de los cuales con molduras doradas; se<br />

puso un facistol de nogal con su nicho dorado por remate y en él una imagen de la Virgen con corona<br />

de plata y el Niño con potencias también de plata. En 1745 se sisaron y pintaron todas las molduras<br />

de los lienzos del coro y se arregló todo él, hasta dejarle magnífico.<br />

Tenía la iglesia entre otros primores de orfebrería, una magnífica custodia mandada a hacer en<br />

1744 con un maestro llamado Theodoro el Platero, a quien se le entregaron en ese año la plata y el<br />

oro necesarios para la obra, así como las piedras preciosas que debían adornarla, según lo dicen las<br />

disposiciones de aquel año: « Itt. tiene el Convento empoder de D. n Theodoro el Platero, para una<br />

Custodia q. e se está assiendo, Quinse Marcos de Plata de Piña=Siento y Dies y siete Castellanos y<br />

dos tomines de oro=Quinientas Setenta y Siete Esmeraldas=Sessenta Jasintos=Veinte rubíes=Treinta<br />

y Sinco Amatistas=Veinte y Seis Diamantes con más Una Crus de lo mismo, y tt. Quinientos sesenta<br />

y sinco p. s q. e tiene resebidos, para pagar a los Oficiales=Fuera de Otras piedras de Amatistas,<br />

Pastas, Granates que pueden serbir para otra cosa» . Hecha y concluida la custodia en aquel año,<br />

todavía se le añadieron en 1745 nuevas piedras preciosas. «A la Custodia, dicen la Disposiciones de<br />

1745, se le han añadido muchas esmeraldas, Diamantes, ruvíes y algunas otras Piedras finas y una<br />

media luna de oro con sus esmeraldas» .<br />

Pero no era esta la única custodia que poseía la Iglesia. En los libros de sindicatura, encontramos<br />

el siguiente dato correspondiente a los gastos de provincia desde el 6 de enero de 1735 hasta el 25 de<br />

julio de 1736: « Itt. Dio nro. herm.° el syndico noventa y siete p. s para hazer en la Cust.ª del Colegio<br />

de Missiones q. e estava desnuda y desdorada lo siguiente=Púsosele espiga porque no la tenía el<br />

sol para con el pie; dorose de nuevo y se le pusieron muchas piedras de varios colores aunq. e no<br />

finas, y de Margaritas de S. ta fee se Orlaron todos, los raios en figura de almendras, enjoiadas assí<br />

mesmo en plata dorada, y de estas mismas surtidas en todo el sol; y todas enjoiadas en plata dorada,<br />

y en todas partes que pedía la obra se le pusieron varios sobrepuestos, y palmitas de plata blanca de<br />

piña esmaltada hasta el pedestal, q. aunq. obra es lusida» 171 .<br />

Como dependencia del convento, tenían los franciscanos una ermita, erigida en pleno camino real<br />

y precisamente en el mismo punto en que antes había habido una doratorio incásico. Esa ermita,<br />

refaccionada, existe todavía. Sólo que no tiene ya el hermosísimo lienzo de Cristo atado a la columna<br />

171 Archivo franciscano, leg. 10, N.º 1, lib. 6, fols. 16 vta. y 17. En 1788 se compuso la primera<br />

de las custodias nombradas, poniéndola dos cercos de plata, una chapa tras de la cruz y una piedra<br />

de amatista que se había caído. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

que allí se puso en 1741, con su moldura dorada, ni los otros del Descendimiento y de la Negación de<br />

San Pedro, «de pincel primoroso» , como dicen los papeles del archivo. Esta ermita, lo mismo que la<br />

torre de la iglesia se destruyeron en los terremotos de 1755 y no se las reparó sino en 1759 172 .<br />

Los franciscanos quisieron mucho a este convento y con él hicieron no pocos bienes a todo ese<br />

partido. Ellos sembraron allí, en sus huertos, por primera vez en 1749 las naranjas dulces y las<br />

chirimoyas, que hasta entonces no las habían conocido en Pomasqui. También cultivaron uvas desde<br />

ese mismo año y quien las sembró fue «un negrito muy inteligente de don Antonio Aulestia» .Y desde<br />

1833 el patio interior era precioso lleno de plantas de sandías y melones.<br />

De todo esto hoy no quedan sino escombros. Hace poco menos de cuarenta años lo abandonaron<br />

completamente los religiosos y lo vendieron en cambio de las tablas para el pavimento ¡de la iglesia<br />

de Quito. El segundo adquirente de esa propiedad, hizo echar abajo el edificio para utilizar su material<br />

en la fábrica de una casa, fea, por añadidura. Esa demolición la hemos visto nosotros.<br />

Así terminó la vida del convento franciscano llamado también «La Convalecencia» de Pomasqui.<br />

***<br />

No concluiremos este último capítulo de la parte que en nuestro trabajo dedicamos a la obra artística<br />

realizada en el Ecuador por la Orden franciscana, sin recordar, o más bien dicho enumerar, los otros<br />

conventos que en nuestra patria tuvo, desde los primeros tiempos de su establecimiento en este país.<br />

Ibarra, Latacunga, Ambato, Riobamba, Cuenca, Azogues, Loja y Guayaquil, tuvieron muy buenos<br />

conventos e iglesias edificados por los franciscanos y costeados casi todos ellos por el Convento<br />

Máximo, excepción del de Ambato que se hizo con los treinta mil pesos que dio el capitán Martín de<br />

Yerovi Peña, fuera de algunas limosnas recogidas en Quito, Riobamba y Ambato; pues aún el mismo<br />

de Guayaquil iba primero anulándose su fundación y luego extinguiéndose, por la suma pobreza del<br />

pueblo cuando se comenzó la obra, ya que apenas tenía unas pocas casas de habitantes acomodados<br />

y lo que se reunía en limosnas diariamente estaba ya repartido entre los conventos de dominicos,<br />

mercedarios, la cofradía de la Virgen, el culto al Santísimo Sacramento y el hospital.<br />

172 Esta ermita se dio un tiempo a un español Antonio Pérez. En la sesión definitorial del 8 de marzo<br />

de 1762 se autorizó a Antonio Pérez, extranjero de nación, y de edad provecta, para que viviera por el<br />

tiempo que quisiere en la Recolección de Pomasqui, con facultad de refaccionar a satisfacción suya<br />

la Ermita antigua que tiene dicha Recolección. Becerro, lib. 3.°, fol. 318 vta. . ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

De todos aquellos conventos, los franciscanos no conservan sino los de Cuenca, Azogues, Loja<br />

y Guayaquil; los demás han sido abandonados. Pero unos y otros no tienen para nosotros ahora la<br />

importancia que pudieron haber tenido antes, cuando fueron pequeños depósitos del arte nacional,<br />

según lo deducimos de los papeles del archivo franciscano, y muy especialmente de los inventarios.<br />

Sus iglesias eran ricas en ornamentos y obras de orfebrería. Díganlo si no las custodias de Loja y<br />

Riobamba que competían en riqueza con la del Convento Máximo, que aún se conserva. He aquí<br />

su descripción, que transcribimos como una prueba más del adelanto que adquirió entre nosotros, la<br />

orfebrería.<br />

La custodia de la iglesia de San Francisco de Riobamba, descrita en los inventarios de 1870, era<br />

como sigue:<br />

Primeramente una custodia de plata dorada de tres cuartas de alto, el pedestal en el que tiene unas<br />

labraduras azules de flores en forma de uva. El sol con corona y cruz tiene más de media vara de alto,<br />

todo dorado con veinticuatro estrellas de ídem, en la que existen cuatro brillantes en todo el círculo<br />

al principiar el sol, existe una flor en manera de cruz de topacio con unas espigas en las que existen<br />

cuatro perlas finas, de manera que resultan entre tracera y delantera diez y ocho perlas. En el vuelo<br />

del relicario, existen diez y seis flores de filigrana de oro en cada una de ellas una perla fina de regular<br />

tamaño, el relicario engarzado de piedras verdes de pasta sin falta alguna, lo mismo que en la trasera,<br />

en el vuelo del mismo relicario se encuentra en la delantera siete broches de diamantes, con ciento<br />

treinta y ocho diamantes, en la trasera otros siete broches de diamantes, con ciento veinte y nueve<br />

diamantes. En el círculo se halla un Espíritu Santo, en un semicírculo de siete esmeraldas chicas y<br />

cuatro diamantes rosas, tres perlas de regular tamaño. En seguida la corona, en ella tres broches de<br />

oro, en el broche del medio tres esmeraldas, cinco pastas, dos broches que hacen a los extremos, a<br />

cinco esmeraldas cada uno, la cruz de la corona de oro de dos tapas engarzada con diez y ocho perlas<br />

finas y un amatista fino, lo demás de pastas verdes, a la trasera tiene un broche con cinco esmeraldas<br />

y los demás amatistas, también existe a los extremos de la corona tres espigas de plata dorada y en<br />

cada una de ellas ocho perlas finas. En dicha corona existen dos flores de ojuela con cinco perlas<br />

falsas en cada una, en las estrellas del sol, de la custodia existen cuatro brillantes, en el círculo del sol<br />

de la custodia hay diez broches de plata con brillantes, y al pie de la corona hay también un broche<br />

de ídem, con falta de dos brillantes, en el mismo círculo tiene ocho piedras grandes y cuatro chicas<br />

pegadas en las mismas piedras, nueve más pequeñas y treinta piedras, verdes, incluso dos grandecitas,<br />

en la referida corona seis botones de brillantes, y en el círculo de aquella existen diez pastas verdes,<br />

en la trasera hay tres círculos de brillantes y también unas flores que parecen ser reliquias cubiertas<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

de cristal, con falta de cuatro brillantes, hay también doce brillantes, diez y ocho piedras coloradas y<br />

cincuenta y una pastas. En la corona tres botones de brillantes con falta de uno, y en toda ella diez y<br />

nueve piedras coloradas y una picis de oro. 173<br />

Pero la custodia de Loja era superior, así por su factura, como por su riqueza, sólo comparable a la<br />

de San Francisco de Quito. La describen así los inventarios de mediados del siglo pasado:<br />

Primeramente una custodia de plata dorada del alto de una vara que se compone de rayos calarlos<br />

y en ellos doce estrellas de plata dorada cada una con una piedra verde y ocho perlas esto es las nueve<br />

altas y las tres de siete perlas en las mediaciones de atrás estrellas diez y siete piesitas labradas con<br />

tres perlas gruezas de remate y en el centro de los rayos tiene siete botones los cuatro de perlas gruesas<br />

engastadas en oro y las tres de piedras dos verdes y una amatista engastadas en oro junto al relicario<br />

le adorna una armazón a flores todo de filigrana esmaltada de brillantes franceçes, chongones y diez<br />

y seis esmeraldas pequeñas y ocho chongones amarillos junto a otra armazón tiene un hilo de ciento<br />

una perlas inclusa una grande al medio y las demás entre gruezas y chicas el hobalo se compone de<br />

quince perlas, trece esmeraldas y dos amatistas encima del otro tiene una almendra encima de la flor<br />

compuesta de once piedras chongones inclusive la almendra de en medio y en sima de ella se halla<br />

pendiente en un tembleque gries a la cola y cabeza todo de oro y el cuerpo de una sola perla hermosa<br />

que forma un patito este tiene cinco perlitas chicas y un dije de una perla grueza con engaste de oro<br />

pendiente al pico en su remate de dichos rayos se alla una cruz de oro esmaltada con ocho esmeraldas<br />

las tres bien hermosas y las cinco de buen tamaño ocho perlas bien gruezas que le circulan dicha<br />

cruz un anillo que se compone de tres diamantes el del medio gruezo y los dos de menos cuerpo de<br />

sobrepuesto tiene otra cruz de piedras francesas entre verdes y blancas al pie de otro sol se halla una<br />

águila de oro esmaltada con treinta y dos esmeraldas unas más grandes que otras y veinte y nueve<br />

perlas entre chicas y grandes y el pices de oro y amas de este tiene otro sobrepuesto de plata compuesto<br />

de treinta diamantes entre ellos siete más grandes que los otros todo esto consta por la delantera, por<br />

la trasera le adornan águilas o pelícanos adornados cada uno de cuatro patas, catorce perlas en el uno<br />

y quince en el otro con falta de una pierna más cuatro botones las dos brillantes y las dos piedras<br />

coloradas engastadas en plata junto al círculo de relicario le adorna la misma ramazón que en la<br />

delantera en la misma figura y forma junto a ella tiene un cordón en círculo de ochenta y cinco perlas<br />

de buen porte inclusas dos bien grandes al labio del relicario se hallan catorce perlas bien gruesas seis<br />

esmeraldas ocho piedras ordinarias una flor de remate. El pedestal se compone de una purísima por<br />

173 Archivo franciscano, leg. 7, N.° 10. ( N. del A. )<br />

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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la delantera de plata dorada con un cerco de oro y ocho estrellas de id. una perla gruesa en un ramo de<br />

oro compuesto de seis hojas y una florecita y por la tracera un arcángel con alas todo de plata dorada<br />

y en la mano con una azucena de plata compuesta de cinco flores un botón espiga y ocho hojas en<br />

el resto del cuerpo de dicho pedestal, una flor de ocho hojas en las que están las Imágenes más bajo<br />

tiene cuatro serafines y en sus espacios cuatro flores en figuras de palmas adornadas con chongones<br />

franceses más bajo cuatro botones de piedras verdes con engastes de plata dorada luego más abajo<br />

otros cuatro botones más grandes de piedras entre amarillas y amatistas ordinarias circulada cada una<br />

con chongones todo engastado en plata sin dorar y en sima todo el cuerpo de otra piaña se hallan trece<br />

piedras de diferentes colores engastadas en plata dorada 174 .<br />

Y aquí ponemos punto final a este largo capítulo del arte nacional en las fundaciones franciscanas.<br />

A la religión seráfica debemos, no hay como dudarlo, una gran parte, y sobre todo la mejor, de nuestra<br />

fortuna artística. Ahí están en pie los conventos de San Francisco y San Diego de Quito, verdaderos<br />

relicarios de nuestro arte colonial, muy bien conservados antes, a través de las vicisitudes mil por las<br />

que atravesó la Orden en las épocas tristes de la relajación religiosa, y hoy celosamente guardados,<br />

a pesar de la pobreza del convento, que antes administró una gran fortuna, buena parte de la cual<br />

fue invertida en la riqueza artística que hoy admiramos y con la que alguna vez se ayudó a obras<br />

extranjeras importantes, como la del convento franciscano de Araceli, en Roma.<br />

174 Archivo franciscano, leg. 7. ( N. del A. )<br />

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