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Lukumi Para Todos - Dominicci.net

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Así acordado, Eleguá comenzó a trabajar el lunes en casa de<br />

Obatalá. Transcurrieron varias semanas, las semanas se<br />

convirtieron en meses y Obatalá nunca decía cuándo se<br />

acababa de pagar aquella deuda. Hasta que un día se enfermó y<br />

llamó a Orula, para saber cuál era su padecimiento.<br />

–Mira –le dijo Orula–, la causa de tu enfermedad es que tienes<br />

un preso en tu casa.<br />

–¿Yo? –pensó Obatalá durante un rato.<br />

Cuando se acordó de lo que había sucedido con Eleguá lo<br />

mandó a buscar y le dio tres pesos.<br />

–Quiero que vayas a casa de Shangó –le dijo–, pues creo que<br />

hay un güemilere. Puedes quedarte por allá; ya me pagaste con<br />

creces. Pero eso sí, ven a verme de vez en cuando.<br />

LA CONSPIRACIÓN DE LOS ORISHAS<br />

En una ocasión se reunieron los orishas y acordaron: “Vamos a<br />

quitarle el poder a Olofin porque ya está muy viejo y no puede<br />

mandar.”<br />

Pero Olofin era temible y nadie se atrevía a desafiarlo. Uno de<br />

ellos tuvo la idea de darle un susto mortal.<br />

“Se muere de miedo cuando ve un ekuté”, dijo. “Si le llenamos la<br />

casa de ratones, huirá y nosotros seremos los dueños del<br />

mundo.”<br />

El plan fue aprobado, pero olvidaron que Eleguá estaba detrás<br />

de la puerta y lo había oído todo.<br />

Eleguá fue para la casa de Olofin y se escondió. Después<br />

llegaron los orishas y lanzaron ratones dentro del ilé. Olofin,<br />

temeroso, gritó al verlos: “Los ratones me van a hacer daño.” Y

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