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Lukumi Para Todos - Dominicci.net

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Cuando llegó Obatalá comió lo que todos habían dejado. Al<br />

concluir, Olofin le preguntó a cada cual qué había comido, y le<br />

respondieron: “Yo comí akokán, porque sin corazón no<br />

podemos vivir; yo comí adoflán, porque sin hígado no podemos<br />

vivir; yo comí oloñí porque el rabo sirve para espantar; yo comí<br />

adoflí, porque sin pulmones no podemos respirar.” Cuando le<br />

tocó contestar a Obatalá, dijo: “Yo comí cabeza.”<br />

Entonces Olofin dijo para que todos lo oyeran: “Cabeza comiste,<br />

cabeza serás.”<br />

OROÍÑA<br />

La Tierra era una gran masa incandescente y Olofin sintió tanto<br />

calor que envió a Yemú a apagar el fuego. Tras largos días de<br />

trabajo, estaba extenuada, pero la candela había desaparecido<br />

de la superficie.<br />

El agua corría de los lugares más elevados a los más bajos, tan<br />

largo era el camino que el dulce líquido cuando llegaba a su<br />

destino se tornaba salado, así fueron naciendo los ríos y los<br />

mares. Oroíña, el fuego que había quedado preso en el centro<br />

del pla<strong>net</strong>a, no estaba conforme con su destino y fue a ver a<br />

Olofin quien le reprochó su actitud anterior, pero con su<br />

bondad y sabiduría habituales dijo: “Estás pagando tu culpa,<br />

mas para que nadie te olvide, cada cierto tiempo te prestaré la<br />

loma y por ella dejarás oír tu voz y mostrarás tu descendencia.”<br />

Por eso, cuando menos lo esperamos, un volcán nos espanta<br />

con su ruido, que no es más que la voz de Oroíña, y Agayú, su<br />

hijo, devora los sembrados y se adueña de la sabana.

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