RNC 337 - Casa Nacional de las Letras Andrés Bello
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verda<strong>de</strong>ro, lo que posee, <strong>de</strong> nacimiento, sustancia, resulta peligroso<br />
y acusador por contraste: tanto papel pasa, a diario, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
el ocio arrogante que lo emborrona hasta el pluteo don<strong>de</strong> el tiempo,<br />
inexorable, justiciero, extien<strong>de</strong> su capa <strong>de</strong>finitiva. De ésta,<br />
naturalmente, no tiene que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse el libro <strong>de</strong> Insausti: comprometido,<br />
bajo fe <strong>de</strong> belleza con el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> la ciudad, el valle en<br />
que ésta reposa y el monte que la vigila correspon<strong>de</strong>rán en eternidad,<br />
suave y firmemente, a la que <strong>de</strong> aquel<strong>las</strong> páginas los tres han<br />
merecido para <strong>las</strong> letras.<br />
El valle, la ciudad y el monte no es, no pue<strong>de</strong> ser, una simple<br />
colección <strong>de</strong> prosas evocativas; ni una serie <strong>de</strong> estampas históricas<br />
<strong>de</strong> Caracas; ni una reconstrucción más o menos fina, amable,<br />
ágil, <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la urbe; ni un conjunto <strong>de</strong> remembranzas<br />
poéticas, arrancadas a la evolución capitalina. El valle, la ciudad y<br />
el monte es algo mucho más transcen<strong>de</strong>nte: es el mayor poema<br />
lírico que ha inspirado este lugar venezolano. Y como obra lírica<br />
no le resta unidad estética su distribución en diecisiete cantos; ni<br />
el que la inspiración creadora salte —se trata, nada más, <strong>de</strong> saltos<br />
aparentes— <strong>de</strong> motivos <strong>de</strong> raíz histórica a concretas realida<strong>de</strong>s<br />
toponímicas ni el que, a ratos, se disputen el primer plano poético<br />
el regazo físico en que se <strong>de</strong>tuvo la voluntad edificadora, la<br />
fundación, enmarañada o serpeante, y el granito imponente, ebrio<br />
<strong>de</strong> color y <strong>de</strong> luz u hosco <strong>de</strong> nieb<strong>las</strong>. «Caracas allí está» parece gritar<br />
conmovido y solidario, al fondo <strong>de</strong> la poesía, Pérez Bonal<strong>de</strong>:<br />
entera, orgánica, crecedora; arquitectura, hondonada y cima; tres<br />
personalida<strong>de</strong>s líricas diferentes; un solo, acabado poema: El valle,<br />
la ciudad y el monte.<br />
Metidos ya en el ámbito <strong>de</strong> este poema, el autor, con certera<br />
agu<strong>de</strong>za creadora, nos pregunta a propósito <strong>de</strong> la ciudad: «¿Qué<br />
se hicieron <strong>las</strong> azules colinas, la ciudad <strong>de</strong> techos rojos, la blanca<br />
torre, <strong>las</strong> palomas que volaban por su cielo como en una postal?».<br />
El acento es, sin duda, <strong>de</strong>sgarrado, <strong>de</strong> honda melancolía manriqueña;<br />
pero, cuando el poeta respon<strong>de</strong> que «nadie <strong>las</strong> <strong>de</strong>snuda, nadie<br />
<strong>las</strong> profana y nadie <strong>las</strong> abate» porque son «intocables y perfectas»,<br />
la gracia lírica nos abruma <strong>de</strong> lumbre: la ciudad y el tiempo que<br />
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