ZEEV STERNHELL - Prisa Revistas
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EL ASCENSO<br />
DE LA EXTREMA DERECHA<br />
Riesgos y retos de la transformación del Estado nacional<br />
En la construcción actual de Europa,<br />
se echa de menos una sociedad europea.<br />
La configura hoy tan sólo una<br />
minoría insignificante, que antepone el<br />
interés de Europa al del Estado al que<br />
pertenece. Pretendemos construir una<br />
unión política, imprescindible en el grado<br />
de integración económica alcanzado, sin<br />
contar con una base social. Aun en el caso<br />
de que avancemos en este proyecto –no es<br />
nada seguro–, tardará en cuajar una sociedad<br />
europea que, al fin y al cabo, sólo<br />
puede surgir de una larga convivencia en<br />
instituciones comunes. Por consiguiente,<br />
no puede exigirse como condición previa<br />
a la institucionalización política, tal como<br />
piden los que justamente no quieren rebasar<br />
el Estado nacional. Tenemos, primero,<br />
que levantar el edificio político, y<br />
luego se expandirá, poco a poco, la conciencia<br />
de formar un conjunto trabado, es<br />
decir, una sociedad europea que se identifique<br />
como tal.<br />
La transformación del Estado<br />
Ocurrió lo mismo en el emerger de las<br />
naciones –francesa, inglesa, española– a<br />
partir del Estado en su forma embrionaria<br />
de Monarquía absoluta. Primero fueron<br />
los reinos, y luego surgieron las naciones.<br />
Cierto que hubo países, Italia y Alemania,<br />
en los que la división política se superó<br />
muy tardíamente, en la segunda mitad<br />
del siglo XIX, cuando la nación estaba ya<br />
bien consolidada. Otras naciones, Cataluña<br />
o Flandes, que no lograron hacerse por<br />
motivos diversos con un Estado en el momento<br />
oportuno sufren ahora un doble<br />
tirón: hacia dentro, a la búsqueda de un<br />
Estado propio, precisamente cuando el<br />
Estado nacional ha perdido muchas de<br />
sus competencias anteriores y se halla en<br />
un proceso de profunda transformación;<br />
y otro, en sentido contrario, hacia Europa,<br />
que diluye elementos básicos del Estado<br />
nacional.<br />
IGNACIO SOTELO<br />
Cuando con la máxima urgencia se<br />
plantea la necesidad de construir la Europa<br />
política, los Estados reaccionan vigorosamente<br />
ante el reto de ser absorbidos por<br />
instituciones supranacionales, empezando<br />
por los más antiguos y, en su día, los más<br />
fuertes. Desde su adhesión a la Comunidad<br />
Europea, el Reino Unido ha dejado<br />
bien claro que no está dispuesto a ceder la<br />
soberanía que ejerce el Parlamento británico<br />
a ninguna otra institución supranacional.<br />
Incluso Francia, que es la inventora<br />
de la integración económica, militar y<br />
política de Europa como la única respuesta<br />
adecuada para acabar de una vez por todas<br />
con el peligro alemán y que por medio<br />
del eje franco-alemán ha liderado el<br />
proceso por casi cuarenta años, cada día<br />
que pasa se muestra más francesa y menos<br />
europea, al menos desde que la reunificación<br />
arrumbase el equilibrio anterior entre<br />
una Alemania, a la cabeza en la industria<br />
y en el comercio exterior, y una Francia<br />
en relación con una Alemania dividida<br />
y ocupada, sin duda potencia política, a la<br />
vez que militar, al disponer de armamento<br />
atómico.<br />
No sólo en el Reino Unido, desde un<br />
principio, y en Francia, desde la unificación<br />
de Alemania, sino también en el resto<br />
de la Unión, se observa una querencia<br />
del Estado nacional en ningún caso privativa<br />
de “las naciones sin Estado”. Nada se<br />
entiende de lo que está ocurriendo en Europa<br />
sin tomar buena nota de esta doble<br />
dinámica: por un lado, propensión a crear<br />
Estados nacionales nuevos (la caída del<br />
bloque soviético ha aumentado considerablemente<br />
su número); por otro, en todos<br />
ellos descuella la voluntad de integrarse<br />
en la Unión Europea, única forma de encontrar<br />
acomodo en un mundo globalizado.<br />
La construcción europea, lejos de dejar<br />
obsoletos a los Estados nacionales, les<br />
da nuevo impulso para que sobrevivan,<br />
eso sí, profundamente transformados.<br />
Perspectiva, no hace falta decirlo, que sostiene,<br />
en último término, a los nacionalismos<br />
vasco y catalán.<br />
El cuádruple proceso<br />
de la construcción de Europa<br />
La clave de buena parte de lo que está ocurriendo<br />
(desde el desprestigio de los partidos<br />
y de las instituciones hasta el ascenso<br />
de la extrema derecha) hay que buscarla en<br />
la crisis de transformación, no de desaparición,<br />
que afecta al Estado nacional, una de<br />
las creaciones más originales y productivas<br />
de Europa. Si en apretada síntesis quisiéramos<br />
expresar en una fórmula aquello que<br />
constituye a Europa, habría que mencionar<br />
un proceso cuádruple.<br />
1. El de urbanización, con el resurgir<br />
de ciudades (otras no habían existido antes)<br />
capaz de originar una nueva clase que<br />
introduce una cuña en la sociedad medieval<br />
tripartita, compuesta por el campesinado,<br />
libre o adscrito a la gleba, el mundo<br />
eclesiástico y la nobleza terrateniente.<br />
2. La Monarquía aprovecha el conflicto<br />
entre el Papado y el Imperio para impulsar,<br />
apoyándose en la nueva clase urbana,<br />
el desarrollo de una nueva forma de<br />
organización política: el Estado. Dos innovaciones<br />
fundamentales conlleva la noción<br />
moderna de Estado: sustituye la idea<br />
de un orden justo (en el fondo, una cuestión<br />
teológica) por la de poder, summa<br />
potestas, soberanía, categoría que traslada<br />
el saber político de la filosofía a la técnica,<br />
al saber instrumental. Introduce la idea<br />
de representación, que desconoció la antigüedad<br />
grecolatina y que es fundamental<br />
en el Estado moderno. La noción medieval<br />
de representación constituye el eje<br />
principal del tipo de democracia que desarrolla<br />
la sociedad europea en el siglo XX,<br />
la democracia representativa, muy distinta<br />
de la directa, aunque con exclusiones<br />
llamativas, de los griegos.<br />
18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 123