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Abril 2002<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Directores<br />
Abril 2002<br />
Javier Pradera / Fernando Savater Precio 5,41 € N.º121<br />
CARLOS MOYA<br />
La sucesión de Mahoma<br />
JAVIER DE LUCAS<br />
Política de inmigración: 30 propuestas<br />
FÉLIX OVEJERO<br />
La libertad inhóspita<br />
<strong>SANTOS</strong><br />
<strong>JULIÁ</strong><br />
¿Falange liberal o<br />
intelectuales fascistas?<br />
JUAN DELVAL<br />
El parto de los montes<br />
en la educación<br />
EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />
Lengua, Nación y Estado
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Dirección<br />
JAVIER PRADERA<br />
FERNANDO SAVATER<br />
Edita<br />
PROMOTORA GENERAL<br />
DE REVISTAS, SA<br />
Director general<br />
ALFONSO ESTÉVEZ<br />
Coordinación editorial<br />
NURIA CLAVER<br />
Maquetación<br />
ELENA BAYLÍN<br />
RAQUEL RIVAS<br />
Ilustraciones<br />
ALICIA MARTÍNEZ (El Tiemblo Ávila, 1953).<br />
Entre los años 1970 y 1980, realizó estudios<br />
de pintura, cerámica, grabado y<br />
figurines; tras montar algunas exposiciones<br />
colectivas, trabajó como figurinista<br />
en el teatro Español y con diversos grupos<br />
de teatro independiente. Actualmente<br />
colabora como monitora del taller<br />
de Artes Plásticas en el Centro Penitenciario<br />
de Mujeres de Alcalá.<br />
Mahoma<br />
Caricaturas<br />
LOREDANO<br />
Correo electrónico: claves@progresa.es<br />
Internet: www.progresa.es/claves<br />
Correspondencia: PROGRESA.<br />
FUENCARRAL, 6; 2ª PLANTA. 28004 MADRID.<br />
TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />
Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />
28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />
Impresión: MATEU CROMO.<br />
ISSN: 1130-3689<br />
Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />
Esta revista es miembro de<br />
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Culturales Españolas)<br />
Esta revista es miembro<br />
de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
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y números atrasados dirigirse a:<br />
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S U M A R I O<br />
NÚMERO 121 ABRIL 2002<br />
¿FALANGE LIBERAL<br />
<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong> 4 O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />
EMILIO LAMO DE ESPINOSA 14 LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />
FÉLIX OVEJERO LUCAS 24 LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />
POLÍTICA DE INMIGRACIÓN:<br />
JAVIER DE LUCAS 32 30 PROPUESTAS<br />
LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO<br />
JOSEP M. COLOMER 38 INSTITUCIONAL<br />
EL PARTO DE LOS MONTES<br />
JUAN DELVAL 44 EN LA EDUCACIÓN<br />
Semblanza<br />
Carlos Moya 52 La sucesión de Mahoma<br />
Política<br />
Javier Tusell 56 Chile desde España<br />
Educación<br />
Julio Seoane Pinilla 59 Educación y democracia<br />
Ciencias Sociales<br />
Helena Béjar 65 Los lenguajes del altruismo<br />
Historia Antisemitismo alemán<br />
Rodrigo Tena Arregui 68 y nacionalismo vasco<br />
Literatura Severo Sarduy, prisionero<br />
Edgardo Cozarinsky 72 de Saint-Germaine-des-Prés<br />
Filosofía<br />
Reyes Mate 75 Restos humanos<br />
Casa de citas Stanislaw Jerzy Lec<br />
Ramón Eder 81 El hombre que se escapó del infierno
4<br />
¿FALANGE LIBERAL O<br />
INTELECTUALES FASCISTAS?<br />
Cuando se pronuncian, cualquiera<br />
que sea el orden, los nombres de<br />
Dionisio Ridruejo, Pedro Laín, Antonio<br />
Tovar, corre la imaginación hacia<br />
los últimos años treinta, los primeros cuarenta;<br />
se evoca la revista Escorial y se define<br />
lo que el grupo y la revista representaron<br />
durante aquellos primeros años de la<br />
dictadura con el paradójico concepto de<br />
falangismo liberal. Es ciertamente extraño<br />
que un partido político de clara adscripción<br />
fascista pueda ser explícitamente<br />
connotado de liberal, estando como siempre<br />
estuvieron fascismo y liberalismo en<br />
las antípodas de las ideologías políticas. El<br />
fascismo no se limita a ser cosa distinta al<br />
liberalismo, sino que lo niega: es, por definición,<br />
antiliberal. Sin embargo, en España,<br />
donde nada original se ha aportado<br />
a las ideologías políticas contemporáneas,<br />
se habría dado esa cuadratura del círculo<br />
que consiste en fundir fascismo y liberalismo.<br />
Ahí está el grupo Laín-Tovar-Ridruejo,<br />
ahí está la revista Escorial para demostrarlo.<br />
La invención de la “Falange liberal”<br />
Esta invención del sintagma “Falange liberal”<br />
y esta mirada a Escorial como paradigma<br />
de revista liberal no es de hoy; ni siquiera<br />
es de esos productos que se suelen<br />
atribuir a la transición, como si un presunto<br />
olvido del pasado hubiera vuelto, en<br />
la lejanía, a todos los gatos pardos y, por<br />
tanto, a un selecto grupo de convencidos<br />
fascistas en liberales. El sintagma “falange<br />
liberal” es más antiguo, viene de las postrimerías<br />
de los combates ideológicos entre<br />
lo que Ridruejo bautizó como “comprensivos”<br />
y “excluyentes”, esto es, entre su<br />
propio grupo y los intelectuales del Opus<br />
Dei reunidos en torno a Rafael Calvo Serer;<br />
se reafirmó en el segundo tramo de la<br />
dictadura y recibió carta de naturaleza<br />
cuando distinguidos filósofos políticos, no<br />
<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />
siempre, aunque sí en algunos casos, procedentes<br />
de la filas de Falange o del Movimiento,<br />
lo emplearon como obvia definición<br />
del grupo. Carlos París, en su contribución<br />
a La España de los 70, se refería a<br />
las personalidades del equipo ministerial<br />
formado por Joaquín Ruiz Giménez en<br />
1951, Laín, Tovar, Pérez Villanueva, como<br />
miembros del grupo que “en correspondencia<br />
con el signo de la revista Escorial<br />
desarrollaba un falangismo liberal”. Es<br />
esta misma expresión, falangismo liberal,<br />
la que utiliza siempre Elías Díaz cuando se<br />
refiere a la más distinguida trinidad de la<br />
intelectualidad de Falange. Y Juan F. Marsal<br />
evocaba con idéntico sintagma el momento<br />
en que tomó contacto con la corriente<br />
“que luego se ha llamado falangismo<br />
liberal y que auspició el ministerio de<br />
Ruiz Giménez”. Marsal consideraba difícil<br />
que alguien pudiera entender como elemento<br />
liberalizador el orteguismo joseantoniano,<br />
pero había que trasladarse al<br />
punto en que él, y otros como él, se situaban<br />
para comprenderlo de inmediato. Era,<br />
por tanto, una cuestión de perspectiva la<br />
posibilidad misma de resolver la aparente<br />
contradicción de ser falangista a la par que<br />
liberal 1 .<br />
Una cuestión de perspectiva que, lógicamente,<br />
le faltaba al grupo en 1938<br />
cuando saltó por vez primera a la escena<br />
pública para hacerse cargo de los “servicios<br />
nacionales” de prensa y propaganda de la<br />
dictadura instaurada en la guerra civil. Por<br />
supuesto, adquirir una perspectiva es sólo<br />
cuestión de distancia y de tiempo e, inventado<br />
el sintagma, algunos relevantes<br />
miembros del grupo no dudaron en mirar<br />
1 Carlos París, ‘La Universidad’, en M. Fraga, J.<br />
Velarde y S. del Campo (coords.), La España de los<br />
70, vol. III-2, págs. 541 y 542; Elías Díaz, Pensamiento<br />
español en la era de Franco [1974], pág. 63, Madrid,<br />
1983; Juan F. Marsal, Pensar bajo el franquismo,<br />
pág. 10, Barcelona, 1979.<br />
hacia atrás sin ira –aquellos que en efecto<br />
miraron–, calificando su empresa y su<br />
momento como el de una Falange liberal.<br />
Ya en 1968 Pedro Laín había postulado<br />
un “liberalismo intelectual” como característica<br />
propia de ciertos sectores de la<br />
primera Falange, la de 1936. Para Ridruejo,<br />
que no vacilaba al definir a Falange<br />
como fascista y al afirmar que fascistas<br />
eran también sus afiliados, lo liberal indicaba<br />
un talante que se habría extendido<br />
entre “los confesos de ideología fascista” 2 .<br />
Luego, en las memorias de los implicados,<br />
esta relevancia de lo presuntamente<br />
liberal de un sentimiento, de un talante o<br />
de una actitud, dejará más que en la penumbra,<br />
en el olvido, la carga fascista de<br />
Falange Española. Así, por ejemplo,<br />
Moure Mariño, compañero de Tovar en<br />
el departamento de Radiodifusión del<br />
Servicio Nacional de Propaganda, asegura<br />
que quienes coincidieron en Burgos durante<br />
las exaltantes jornadas de la guerra<br />
–Tovar, Foxá, Martín Almagro, Agustí,<br />
Martínez Santaolalla, él– “éramos, en el<br />
fondo, hombres liberales”. Tan liberales<br />
eran que “no flotaba sobre nuestras almas<br />
ni un solo poso de doctrina autoritaria”.<br />
Si adoptaron “la postura que adoptamos”<br />
–que Moure no define– se debió a la situación<br />
histórica. Cambiada la situación,<br />
aquel fondo liberal sobre el que no pesaba<br />
ningún poso de totalitarismo emergió de<br />
nuevo a la superficie 3 .<br />
Más claro lo ha escrito Emiliano<br />
Aguado, ratificado por José María García<br />
Escudero: “Veníamos del liberalismo y al<br />
2 Para Laín y otros antecedentes, Susana Wahnon,<br />
La estética literaria de la posguerra: del fascismo a<br />
la vanguardia, págs. 114-121, Amsterdam, 1998; Ridruejo,<br />
declaraciones para La Actualidad Económica,<br />
10 de julio de 1971, en Casi unas memorias,<br />
págs. 438 y 439.<br />
3 Luis Moure Mariño, La generación del 36. Memorias<br />
de Salamanca y Burgos, A Coruña, 1989.
liberalismo volvíamos”. Los que no comprendan<br />
esta profunda verdad de la biografía<br />
colectiva del grupo serán, para García<br />
Escudero, no más que gentes aferradas<br />
a tópicos usuales. Para quien no esté aferrado<br />
a tópico alguno, con sólo evocar los<br />
nombres de, por ejemplo, Eugenio Montes<br />
o Rafael Sánchez Mazas, dejará de ser<br />
desconcertante el fenómeno del “neoliberalismo<br />
falangista”, cuyo “espíritu de integración<br />
cultural” echó profundas raíces en<br />
el mismo García Escudero, afiliado a la<br />
Asociación Católica Nacional de Propagandistas<br />
(ACNP) y cercano al Opus, lo<br />
que le proporcionaba una privilegiada posición<br />
para desarrollar ese espíritu de integración.<br />
Desconcertante no lo era tampoco<br />
para Gonzalo Torrente Ballester, que<br />
hizo su primer conocimiento de Tovar en<br />
aquella “Prensa y Propaganda” de 1938 y<br />
que fue con Laín al departamento de Ediciones:<br />
un grupo casi de muchachos, cuyo<br />
pensamiento, “diverso en el matiz individual,<br />
coincidía en cierto humanismo,<br />
liberal en las cosas del espíritu y radical en<br />
materia económica”; y que, replegados<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
tras su fracaso político, decidieron editar<br />
Escorial, una revista, tal vez no en su fachada,<br />
pero sí en su corazón liberal. ¿La<br />
prueba? Una extensa nómina de colaboradores<br />
–Lafuente, Maravall, Marías, Gullón,<br />
Suárez Carreño, Cossío, Camón,<br />
Zubiri, Arboleya…– “de quienes nadie se<br />
atrevería a sospechar el menor contacto<br />
con el color añil”. Liberalismo equilibrado,<br />
que ponía de manifiesto la presencia<br />
como secretario de redacción de Antonio<br />
Marichalar, un liberal de los de antes, de<br />
los que en tiempos de la República se habían<br />
agrupado en torno a Ortega y su Revista<br />
de Occidente 4 .<br />
Liberal o fascista, los historiadores de la<br />
cultura y los críticos literarios se han dividi-<br />
4 José M. García Escudero, Mis siete vidas,<br />
págs. 164-169, Barcelona, 1995; Gonzalo Torrente<br />
Ballester, ‘Epístola a Antonio Tovar’, Escorial, 9 (julio<br />
de 1941) pág. 125; ‘Lo que Laín no dice de sí mismo’,<br />
8 diciembre 1965, en Memoria de un inconformista,<br />
págs. 382-386, Madrid, 1997, y ‘Escorial en el<br />
recuerdo’, en Dionisio Ridruejo, de la Falange a la oposición,<br />
págs. 65-67, Madrid, 1976.<br />
do en su juicio sobre lo que el grupo o la<br />
revista fueron y representaron en su momento.<br />
José Carlos Mainer la considera<br />
“una revista liberal, casi prototípica”, aunque<br />
no para los dogmáticos propósitos iniciales<br />
–la propaganda de la alta manera–,<br />
sino para los resultados finales. Pero si la revista<br />
lo era, ¿cómo no habrían de serlo sus<br />
promotores?: Escorial estuvo sostenida por<br />
el falangismo liberal, afirma el Equipo Reseña,<br />
que define también como “sexenio<br />
liberal” los cinco mal cumplidos años, junio<br />
de 1951 a febrero de 1956, del Ministerio<br />
de Educación regido por Ruiz Giménez,<br />
con Laín y Tovar de rectores de Madrid<br />
y Salamanca; los “liberalizantes de la<br />
publicación falangista Escorial”, los llama<br />
Dámaso Santos, que alguna poesía publicó<br />
en la revista. Thomas Mermall ratifica como<br />
“núcleo del falangismo liberal” a los<br />
Laín, Ridruejo, Tovar, Rosales, Vivanco y<br />
Torrente del momento fundacional de Escorial,<br />
o sea, 1940, y, en fechas recientes,<br />
José L. Villacañas los ha dibujado evolucionando<br />
hacia posiciones cercanas a la democracia<br />
¡en 1943! y, claro está, plenamente li-<br />
5
¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />
berales en 1951, cuando entraron en el Ministerio<br />
de Educación 5 . No faltan, desde<br />
luego, intelectuales cercanos al grupo, como<br />
José L. López Aranguren, que hayan señalado<br />
“la contradicción interna, el callejón<br />
sin salida del ‘falangismo liberal”, ni historiadores<br />
y críticos que hayan negado la adscripción<br />
liberal de la revista para resaltar su<br />
contenido y su estética totalitarios o fascistas<br />
6 . Será preciso, pues, seguir al grupo en<br />
sus primeros avatares y luego indagar en su<br />
ideología política, en el contenido de<br />
su empeño editorial, Escorial, “residencia<br />
y mirador de la intelectualidad española”, y<br />
en las razones que hayan podido existir para<br />
que aquel proyecto cultural de la España<br />
de 1940, cuando se fusilaba a mansalva tras<br />
sumarísimos consejos de guerra, haya pasado<br />
a definirse, por mor del tiempo y de la<br />
perspectiva, como un proyecto liberal.<br />
Un grupo de jóvenes entusiastas<br />
Ante todo, ¿quiénes eran? No es un misterio<br />
su nómina, aunque algunos de ellos<br />
y sus discípulos hayan preferido saltar sobre<br />
las huellas que entre 1939 y 1944 dejaron<br />
impresas en revistas y periódicos.<br />
Todos fueron personajes más o menos<br />
públicos, todos utilizaron profusamente<br />
las dos armas propias de los intelectuales:<br />
la escritura y la palabra. De todos hay rastros<br />
más que suficientes: llegaron a dominar<br />
el aparato de prensa y propaganda del<br />
nuevo Estado en construcción, que era<br />
mastodóntico aunque menesteroso, y dispusieron<br />
de revistas magníficamente editadas<br />
y de periódicos a los que no faltó<br />
papel incluso en los peores tiempos del<br />
hambre y de la penuria. Por otra parte,<br />
muchos de ellos vieron su nombre impreso<br />
en el Boletín Oficial del Estado: escalaron<br />
puestos relevantes en la Administración,<br />
fueron directores generales, jefes de<br />
servicios y departamentos, ocuparon cátedras,<br />
no siempre, pero sí en muchos casos<br />
vacantes gracias a la depuración ejecutada<br />
desde los sucesivos ministerios de Educación,<br />
en manos católicas. Y, por si faltara<br />
algo, muchos han dejado memorias escri-<br />
5 José Carlos Mainer, Falange y literatura, págs.<br />
46-56, Barcelona, 1971; Equipo Reseña, La cultura<br />
española durante el franquismo, págs. 147 y 151, Bilbao,<br />
1977; Dámaso Santos, ‘Ayer y nuevamente: Ernesto<br />
Giménez Caballero’, Anthropos, 84 (1988) pág.<br />
35. Thomas Mermall, La retórica del humanismo. La<br />
cultura española después de Ortega, pág. 18, Madrid,<br />
1978. José L. Villacañas, Ramiro de Maeztu y el ideal<br />
de la burguesía en España, pág. 422, Madrid, 2000.<br />
6 José L. López Aranguren, Memorias y esperanzas<br />
españolas, Obras Completas, vol. 6, pág. 206, Madrid,<br />
1997. De contradicción en los términos lo califica<br />
Pedro González Cuevas: Historia de las derechas españolas.,<br />
pag. 377. Madrid, 200.<br />
tas de aquellos tiempos, de cómo se conocieron,<br />
de qué ricas fueron las relaciones<br />
que entre todos se trabaron, de a qué proyectos<br />
tan ilusionantes se entregaron.<br />
Su ascenso a puestos de mando o de<br />
influencia en el aparato de Falange y del<br />
Gobierno, sus luchas con las otras facciones<br />
de Falange y el resto de fuerzas de la<br />
coalición vencedora en la guerra civil siguieron<br />
trayectorias hoy suficientemente<br />
conocidas. Después del decreto de unificación<br />
de abril de 1937, que fundía la Falange<br />
Española de las JONS con la Comunión<br />
Tradicionalista, el líder emergente<br />
de la nueva Falange, Ramón Serrano Suñer,<br />
acometió la empresa de fascistización<br />
del régimen para conducir el Estado campamental<br />
que había encontrado en Salamanca<br />
hasta el Estado fascista que anhelaba<br />
con aquella fe apasionada y aquel odio<br />
a Francia que en él descubrió el conde<br />
Ciano. Nadie mejor que el mismo Serrano<br />
para definir su proyecto: restitución de los<br />
días totales de la patria, fin del espectáculo<br />
triste de la vida pública partida, de la invocación<br />
petulante y estúpida a la supremacía<br />
del poder civil propia del Estado liberal.<br />
Se trataba de “desmontar el armatoste<br />
polvoriento y arcaico del Estado<br />
liberal y sustituirlo por un Estado autoritario<br />
de integración nacional” 7 .<br />
Este Serrano Suñer conoció en la primavera<br />
de 1937, en Salamanca, a un joven<br />
falangista –no había cumplido aún<br />
los 25 años– que le protestaba cada día<br />
por el decreto de unificación, pero que<br />
acabó, con tanta protesta, prendido de su<br />
doliente pasión nacional: entre ambos nació<br />
una estimación y amistad recíproca,<br />
como la recuerda Serrano, una relación<br />
que había de convertirse en íntimamente<br />
amistosa, como lo dice Dionisio Ridruejo,<br />
que tal era el nombre del joven jefe de<br />
la Falange vallisoletana 8 . Cuando Serrano<br />
se hizo cargo en enero de 1938 del Ministerio<br />
del Interior, refundido a final de ese<br />
mismo año con el de Orden Público para<br />
formar el de la Gobernación, unificó todos<br />
los dispersos servicios de prensa y<br />
propaganda que habían florecido a la<br />
sombra de la Junta Técnica del Estado y<br />
de Falange Española, y se los llevó a su<br />
ministerio, nombrando como jefe del Ser-<br />
7 Galeazzo Ciano, Diario, 1937-1943, pág. 307,<br />
Milán, 1994, anotación de 5, 6 y 7 de junio de 1939;<br />
Ramón Serrano Suñer, ‘Discurso pronunciado en el<br />
teatro Coliseo España de Sevilla el día 2 de abril de<br />
1938’, en Siete discursos, págs. 19-24, Bilbao, 1938.<br />
8 Serrano Suñer, ‘La renuncia’, y Antonio Tovar,<br />
‘La guerra’ en Dionisio Ridruejo, págs. 53-55 y<br />
89; Ridruejo, Escrito en España [1963], pág. 25, Madrid,<br />
1976.<br />
vicio Nacional de Prensa a José Antonio<br />
Giménez Arnau y de Propaganda a su joven<br />
y nuevo amigo Dionisio Ridruejo.<br />
En Salamanca, en San Sebastián, en<br />
Pamplona, se habían formado durante los<br />
primeros meses de la guerra grupos de jóvenes<br />
falangistas dedicados con entusiasmo<br />
a las tareas de propaganda. A todos<br />
ellos se dirigió Ridruejo para traerlos a<br />
Burgos y desarrollar un plan “amplio y<br />
totalitario [que] apuntaba al dirigismo<br />
cultural y a la organización de los instrumentos<br />
de comunicación”. Organizó su<br />
servicio en una serie de departamentos<br />
unidos por una secretaría: Radiodifusión,<br />
Ediciones, Cinematografía, Teatro, Música,<br />
Artes Plásticas, Propaganda Directa y<br />
en los frentes. A Pedro Laín, que había<br />
encontrado en Pamplona, le encomendó<br />
la dirección del departamento de Ediciones,<br />
al que se incorporaron sus “amigos<br />
para siempre” Antonio Macipe, Luis Rosales,<br />
Luis Felipe Vivanco, Gonzalo Torrente<br />
Ballester y, más tarde, Carlos Alonso<br />
del Real y Melchor Fernández Almagro.<br />
Antonio Tovar, amigo de la<br />
adolescencia de Ridruejo y alumno, como<br />
él, de los agustinos de El Escorial, se quedó<br />
con la Radio, junto con Luis Moure,<br />
Torre Enciso y Tomás Seseña. La Plástica<br />
fue para Juan Cabanas, la Cinematografía<br />
para García Viñolas y Goyanes, y del Teatro<br />
se encargó Luis Escobar. Por allí cerca<br />
andaban también los catalanes, “germinal<br />
expresión de la sincera y fallida voluntad<br />
asuntiva y superadora de Dionisio y todos<br />
nosotros”: Ignacio Agustí, José Vergés, Javier<br />
de Salas, José Ramón Masoliver, que<br />
pondrán en marcha una revista con título<br />
evocador de las primeras esencias falangistas,<br />
Destino. Unía a todos “la animosa juventud<br />
y una relativa esperanza, a un<br />
tiempo real y autocultivada, en el triunfo<br />
definitivo de nuestra actitud frente al problema<br />
de España”; los unía además el entusiasmo<br />
de Ridruejo, jefe ideal, como lo<br />
recuerda Tovar; los unía sobre todo el<br />
“mando político” de Serrano, orgulloso<br />
de contar a su vera, bajo sus órdenes, con<br />
el “grupo intelectual más distinguido que<br />
haya tenido el régimen” 9 . Juventud, fe en<br />
el ideal, exaltación religiosa, amistad honda<br />
y sincera, una tarea, una misión por<br />
delante, como intelectuales a la par falangistas<br />
y católicos; medios para culminarla;<br />
era, en verdad, en el Burgos de 1938, un<br />
grupo entusiasta, dominado por la con-<br />
9 Memorias y recuerdos de Ridruejo, Serrano,<br />
Moure y Tovar, cit., y Pedro Laín, Descargo de conciencia<br />
(1930-1960), Madrid, 1976, passim.<br />
6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
vicción de que estaban entonces “en España<br />
como cuando los Reyes Católicos<br />
comenzaban”, cuando todo había de ser<br />
hecho de nuevo y ellos, los falangistas,<br />
poseían la “heroica tensión” necesaria para<br />
que la empresa iniciada el 18 de julio<br />
no se detuviera nunca 10 .<br />
Además de los responsables de los distintos<br />
departamentos, llegaron a Burgos,<br />
como en un alud, los llamados para ocupar<br />
segundos y terceros escalones de la incipiente<br />
Administración de un nuevo Estado<br />
que todavía, en enero de 1938, nadie<br />
tenía muy claro en qué habría de<br />
resultar. La indeterminación de lo que<br />
fuera a ser definitivamente no procedía,<br />
sin embargo, de que nadie tuviera ideas<br />
claras respecto a lo que pretendía, sino de<br />
lo contrario: de que había más de uno<br />
con ideas demasiado claras: los falangistas<br />
que rodeaban a Serrano, con la llegada de<br />
su jefe al Ministerio del Interior, creían al<br />
alcance de la mano la institucionalización<br />
de un Estado fascista; los católicos, que se<br />
habían quedado sin partido ni sindicatos<br />
ni asociaciones varias, se refugiaban en<br />
sus jerarquías episcopales y pretendían,<br />
ante todo, la restauración de un Estado<br />
confesional; los monárquicos, sin haber<br />
decidido todavía en qué persona de regia<br />
estirpe depositar sus amores, confiaban en<br />
una pronta restauración de la institución;<br />
los militares, entre los que había de todo,<br />
fascistas, católicos y monárquicos, querían<br />
más que nada ganar la guerra y después<br />
ya se vería, pero, por si acaso, habían depositado<br />
todo el poder del Estado y de la<br />
representación exterior del país, así como<br />
la suprema capacidad legislativa, en manos<br />
de uno de ellos, a quien hicieron además<br />
generalísimo de los ejércitos de tierra,<br />
mar y aire y jefe del ejército de operaciones.<br />
De manera que lo que cada cual pretendía<br />
a principios de 1938, cuando se<br />
constituyó este distinguido elenco de intelectuales<br />
falangistas, era consolidar una<br />
parcela de poder desde la que aspirar a la<br />
conquista del todo. La parcela, lógicamente,<br />
no era el todo, todavía. Pero tampoco<br />
era nada, sobre todo si se tiene en<br />
cuenta que Falange dominaba por completo<br />
la suya y podía ejercer la censura sobre<br />
las demás: publicaciones, radio, teatro…<br />
nadie podía moverse en este terreno, ni siquiera<br />
los monárquicos, a quienes no se<br />
10 Pedro Laín, ‘Sermón de la tarea nueva: mensaje<br />
a los intelectuales católicos’, Jerarquía, 3 (1938);<br />
Antonio Tovar, ‘Cuatro conferencias sobre historia de<br />
España’, Barcelona, septiembre de 1939, en El Imperio<br />
de España, 4ª ed., págs. 165 y 176, Madrid, 1941.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
permitió volver a editar Acción Española,<br />
ni en la guerra ni después; ni siquiera los<br />
católicos, que perdieron su gran periódico,<br />
El Debate, prohibido; que debieron<br />
aceptar en la dirección de Ya a un enviado<br />
del Gobierno y que fueron obligados a disolver<br />
sus sindicatos y sus confederaciones<br />
estudiantiles para incorporarlas a la Organización<br />
Sindical o al Sindicato Español<br />
Universitario. No, no era un gueto al revés,<br />
un mero aderezo para el lucimiento o<br />
una reserva literaria, como lo define Laín<br />
con la nostalgia del tiempo y la distancia,<br />
lo que se reunió en Burgos en 1938; ni<br />
eran gentes cansadas, penetradas ya de la<br />
fatiga que producen las batallas perdidas;<br />
se habían incorporado voluntaria y fervorosamente<br />
a Falange y presumían de profesar<br />
de modo formal una vida militante:<br />
obediencia, prontitud, desvelo, sobriedad,<br />
distinción y hermandad 11 . Nada más lejos<br />
de la realidad que ese clima como de<br />
lejanía y sorda disidencia que se quiere<br />
proyectar sobre aquel momento, teñido<br />
más bien con los colores del alba, de la<br />
aurora, del amanecer, por emplear imágenes<br />
familiares al grupo. Sin duda, el régimen<br />
en construcción se fundaba en una<br />
coalición de fuerzas dispares, cada cual<br />
pugnando duramente por su parcela de<br />
poder; pero la convicción dominante entre<br />
estos jóvenes entusiastas era que los posibles<br />
competidores políticos de Falange, los<br />
católicos y los monárquicos, estaban condenados<br />
por la historia y acabarían por<br />
desalojar las posiciones de mando que el<br />
jefe nacional y caudillo de España tenía<br />
todavía a bien reservarles.<br />
Ése era el clima de la época, en Burgos<br />
primero y luego… “¡qué ilusión y qué esperanza<br />
–bellísimas, inquietas, irrepetibles–<br />
las de aquellos primeros días de Barcelona<br />
recién conquistada!”. Recordaré<br />
siempre, escribió Laín antes de recordarse<br />
como liberal, “la voz grave de Dionisio en<br />
los tremendos altavoces de la plaza de Cataluña…<br />
Era hora de completas y en medio<br />
de un aguacero diluvial corríamos<br />
Antonio Tovar y yo, solos en la gran plaza,<br />
hacia la Radio de la Rambla de Canaletas”<br />
12 . Después, a partir del verano de<br />
1939, Madrid. La seguridad de haber llegado,<br />
de haber triunfado y la expectativa<br />
de que todo lo que aún quedaba por conquistar<br />
caería como fruta madura en sus<br />
11 Como lo dice Laín en ‘Meditaciones sobre la<br />
vida militante. I’, Arriba, 24 de marzo de 1942.<br />
12 Laín, ‘Dionisio Ridruejo o la vida en amistad’,<br />
Escorial, 17 (marzo de 1942), pág. 407. La cita sigue:<br />
“Después, Madrid, la fundación de Escorial, la marcha<br />
de la División Azul, las cartas desde Rusia…”.<br />
<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />
manos. De lo que se había triunfado era,<br />
claro está, del liberalismo. Es cierto que el<br />
nacionalsindicalismo se había alzado, a<br />
principios de los años treinta, contra el triple<br />
orden de realidades históricas que imperaban<br />
“sobre el haz de nuestra España”,<br />
la liberal, la marxista y la contrarrevolucionaria<br />
o derechista 13 . Falange, esta Falange<br />
de Serrano, Ridruejo, Laín, Tovar, se<br />
definía por su anticomunismo; pero el comunismo<br />
no era para ellos sino una forma<br />
errada, y hasta cierto punto cercana, de resolver<br />
la fragmentación, la pérdida de la<br />
patria una y unida, la partición de la unidad<br />
del hombre y su destino que había<br />
traído el liberalismo. En España, el fascismo,<br />
si impregnó a la derecha católica,<br />
quedó en no menor medida impregnado<br />
por el catolicismo: afirmándose enfáticamente<br />
como falangista y como católico<br />
cantó Pedro Laín su elegía a Los valores<br />
morales del nacionalsindicalismo. Y era un<br />
axioma de la doctrina social de la Iglesia,<br />
compartido por Falange, que el origen de<br />
todos los males del presente, de la división<br />
del hombre, de la desagregación y pérdida<br />
de la nación, radicaba en el liberalismo.<br />
Fue la utopía liberal, como escribirá poco<br />
después Corts Grau al celebrar que por fin<br />
Estado y nación volvían a identificarse, la<br />
que “dilaceró en sí mismo al hombre, y, al<br />
disgregarle de la verdad, acabó por desarraigarle<br />
de su patria, vagabundo en un<br />
Estado a la deriva”. Se entiende perfectamente<br />
que una consigna de Laín fuera “no<br />
queremos transacciones liberales, no queremos<br />
catolicismo alicorto” 14 .<br />
De todas formas, el triunfo sobre el<br />
liberalismo no sería pleno hasta no poner<br />
en pie el Estado totalitario. Ésta era la<br />
queja de la “Falange liberal”: que Franco,<br />
su jefe nacional, no se decidía a entregarles<br />
el todo. No lo hizo en enero de 1938,<br />
cuando nombró su primer Gobierno, pero<br />
entonces la cosa era comprensible: se<br />
estaba en guerra, el futuro no aparecía del<br />
todo despejado y era prematuro pedir<br />
más de la cuenta. Pero tampoco lo hizo<br />
en agosto de 1939, aun si en la formación<br />
del nuevo Gobierno el poder de Serrano<br />
había sido determinante. La cuestión, sin<br />
embargo, era no perder terreno, y en eso<br />
sí que podían darse por satisfechos: es<br />
cierto que los militares incrementaban su<br />
poder político y estaban decididos a asu-<br />
13 Laín, Los valores morales del nacionalsindicalismo,<br />
pág. 16, Madrid, 1941.<br />
14 José Corts Grau, ‘Los motivos de la España<br />
eterna’, Revista de Estudios Políticos, 9 (mayo-junio de<br />
1943), pág. 7. Laín, ‘Cuatro polos y cuatro dimensiones’,<br />
Arriba España, 6 de octubre de 1937.<br />
7
¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />
mir la gestión de la economía, pero no lo<br />
era menos que católicos oficiales y monárquicos<br />
de diversa procedencia se habían<br />
mostrado incapaces de acrecentar el suyo.<br />
Por el contrario, todos los pasos que se<br />
dieron a partir de la formación del nuevo<br />
Gobierno se encaminaban a reforzar el<br />
poder político de Falange con la creación<br />
de una presidencia para su junta política,<br />
que asumirá Serrano, a partir de ese momento<br />
ministro-presidente; el impulso a<br />
la Delegación Nacional de Sindicatos,<br />
desde la que Gerardo Salvador Merino intentará<br />
poner en pie, con la ayuda de la<br />
Ley de Unidad Sindical y la Ley de Bases<br />
de la Organización Sindical, una estructura<br />
de poder sindical; la disolución de las<br />
agrupaciones católicas y tradicionalistas<br />
de estudiantes universitarios y su obligatoria<br />
asimilación por el Sindicato Español<br />
Universitario; la creación de la Sección<br />
Femenina y del Frente de Juventudes; la<br />
reserva ilimitada de puestos en las distintas<br />
comisarías, delegaciones, gobiernos civiles<br />
de la burocracia del nuevo Estado<br />
destinada a ex combatientes, camisas viejas,<br />
huérfanos, viudas; por no hablar, como<br />
dirá muchos años después Pedro Laín<br />
valiéndose de un elocuente eufemismo,<br />
de “los numerosos huecos producidos<br />
por nuestra guerra de liberación en el<br />
mundo intelectual y técnico”, y ocupados<br />
por los vencedores a lo largo del decenio<br />
1940-1950 15 .<br />
A todo esto, que no era poco, se sumó<br />
en el frente exterior el derrumbe francés<br />
ante la ofensiva alemana: la capitulación<br />
de Francia, como lo sería la de Inglaterra,<br />
que por aquellos días se daba por<br />
descontada, significaba la confirmación<br />
tanto tiempo ansiada de que la nueva España<br />
marchaba por el buen camino: los<br />
falangistas vivieron los días de la derrota<br />
francesa y de la amenaza sobre Inglaterra<br />
“con el alma traspasada de impaciencia y<br />
de ambición en esta dura amanecida de<br />
un mundo que sólo nosotros supimos<br />
ver”. Así, al menos, lo sentía Pedro Laín<br />
en las semanas inmediatamente anteriores<br />
a la salida de Escorial, inmediatamente<br />
posteriores a la caída de París 16 : no es el<br />
ánimo de un decepcionado por cómo<br />
iban las cosas en España y en el mundo. Y<br />
su amigo Salvador Lissarrague vivía embargado<br />
ante la inminente llegada del<br />
15 Laín, ‘Informe respecto a la situación espiritual<br />
de la juventud española’, diciembre 1955, en Roberto<br />
Mesa, Jaraneros y alborotadores, pág. 49, Madrid,<br />
1982.<br />
16 Laín, ‘José Antonio y el hombre’, Arriba, 29<br />
de octubre de 1940.<br />
momento en que “una minoría revolucionaria<br />
encuadradora de la comunidad nacional,<br />
en tanto que poseída de un designio<br />
político firme, claro, terminante, pusiera<br />
fin al caso peregrino de una Falange<br />
pendiente de conquistar el poder después<br />
de haber triunfado”. Falange había triunfado,<br />
pero no había conquistado el poder,<br />
tal era la paradoja. Para resolverla sólo<br />
quedaba un paso: que todos los puestos<br />
de la Administración del Estado se atribuyeran<br />
al partido. La caída de Francia marcaba<br />
el único camino: “Europa tiene ya<br />
un régimen totalitario fuera del cual es<br />
perfectamente imposible vivir políticamente<br />
en ella” 17 . Ridruejo, siempre apasionado,<br />
escribía que la única, impar, pura<br />
y eterna Falange volvía a sentir el amanecer<br />
de la alegría en sus entrañas;<br />
siempre poeta, veía a su Falange con “una<br />
prisa alegre de vísperas ardiendo en la<br />
sangre”. Tovar, por su parte, creía llegada<br />
la hora de la inteligencia actuando en política<br />
como razón revolucionaria para hacer<br />
tabla rasa de todo, derruir y limpiar,<br />
construir geométricamente, educar con<br />
conciencia, creer que la gimnasia es buena,<br />
razonar y recortar espontaneidades:<br />
17 Salvador Lissarrague, ‘Estado y partido en la<br />
coyuntura española’, Arriba, 15 de septiembre de<br />
1940.<br />
seguramente Antígona tenía también sus<br />
razones reaccionarias, dignas de ser comprendidas,<br />
pero la razón revolucionaria, la<br />
geometría de la ciudad nueva, pertenecía<br />
a Creonte. Y José Antonio Maravall se dejará<br />
también llevar de aquel clima de entusiasmo<br />
proclamando el totalitarismo<br />
como “régimen europeo”: la victoria del<br />
que triunfa, escribía en 1940 después de<br />
la hecatombe de Francia, hace nacer el<br />
deseo de seguir su ejemplo; la guerra<br />
arrastra y hace desaparecer de la escena<br />
política aquellos tipos de organización ligados<br />
al inmediato pasado. Su consigna<br />
de principios de año, desterrar el liberalismo<br />
obedeciendo “la orden, el inexorable<br />
mandato de quien tiene la potestad absoluta,<br />
de quien es supremo señor, ungido<br />
para realizar la empresa actual de España”,<br />
parecía por fin cumplida 18 .<br />
‘Escorial’, un proyecto totalitario<br />
Si todo esto es lo que escribían y esperaban<br />
los publicistas de Falange Española y<br />
sus ideólogos más cercanos en octubre de<br />
18 Ridruejo, ‘La patria como síntesis’, Arriba, 29<br />
de octubre de 1940; Tovar, ‘Antígona y el tirano o la<br />
inteligencia en la política’, junio de 1942, en Ensayos<br />
y peregrinaciones, págs. 13-35, Madrid, 1960; José Antonio<br />
Maravall, ‘Desterrar el liberalismo’ y ‘El totalitarismo,<br />
régimen europeo’, Arriba, 27 de febrero y 26<br />
de septiembre de 1940.<br />
8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
1940, con Francia a los pies de Alemania,<br />
Inglaterra sometida a los bombardeos<br />
aéreos y Serrano Suñer en la cima de su<br />
poder, recién elevado a ministro de Asuntos<br />
Exteriores, ¿cómo podría ser que en<br />
noviembre, cuando Escorial ve la luz, sus<br />
responsables y colaboradores se manifestaran<br />
como representantes de un falangismo<br />
liberal? Cierto, el tiempo pasaba, la revolución<br />
–o sea, Falange dueña de todo el poder–<br />
se demoraba y los militares reticentes<br />
ante el poder de Serrano reafirmaban sus<br />
posiciones, especialmente a partir de mayo<br />
de 1941, cuando en un reajuste ministerial,<br />
el coronel Valentín Galarza, un antifalangista<br />
confeso, se hizo cargo de Gobernación,<br />
y Ridruejo y Tovar perdieron sus<br />
puestos en los servicios de propaganda. Por<br />
el momento, sin embargo, las espadas seguían<br />
en alto. El 19 del mismo mes, con la<br />
crisis de gobierno inusitadamente alargada,<br />
la presencia de Falange en el Gobierno se<br />
incrementó con la entrada de José Antonio<br />
Girón, José Luis Arrese y Miguel Primo de<br />
Rivera, tres camisas negras, no precisamente<br />
de la cuerda de Serrano.<br />
Estas luchas por el poder, entre falangistas<br />
y militares, de un lado, y entre los<br />
diversos estratos de falangistas, del otro,<br />
con católicos y monárquicos a la espera de<br />
tiempos mejores, en una situación tan dependiente<br />
en el volumen y la coloración de<br />
sus fluidos de la voluntad del generalísimo/caudillo,<br />
contribuyeron a reafirmar la<br />
identidad del grupo, falangista puro, de<br />
esencias joseantonianas, y a presentar su<br />
nueva revista como una publicación de Falange.<br />
Evidentemente, de liberalismo, en<br />
cualquiera de las múltiples acepciones del<br />
concepto, no hay ni el más lejano atisbo en<br />
la salida de Escorial a la calle. Todo lo contrario:<br />
lo que abunda en estos primeros números,<br />
en realidad hasta que Ridruejo ceda<br />
la dirección de la revista a José María Alfaro<br />
en otoño de 1942, es el réquiem por el liberalismo<br />
derrotado, la exultación por el<br />
triunfo del totalitarismo y la racionalización<br />
teórica del Estado totalitario como<br />
modo de organización de la gran potencia<br />
en su plenitud, “como modo de organización<br />
propio del Estado moderno en su fase<br />
cualitativamente diferenciada de gran potencia”,<br />
según argumentaba con su característico<br />
vigor Javier Conde 19 .<br />
No lo ocultaron, no disimularon lo<br />
que eran ni lo que, con su revista, se proponían.<br />
Escorial se publicó por iniciativa<br />
19 Francisco Javier Conde, ‘El Estado totalitario<br />
como forma de organización de las grandes potencias’,<br />
Escorial, 23 (septiembre de 1942), pág. 384.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
de Dionisio Ridruejo, que fue el inventor<br />
del título; Escorial porque, como explicó<br />
en su ‘Manifiesto editorial’, “ésta es la suprema<br />
forma creada por el hombre español<br />
como testimonio de su grandeza y explicación<br />
de su sentido. El Escorial, que es<br />
–no huyamos del tópico– religioso de oficio<br />
y militar de estructura: sereno, firme,<br />
armónico, sin cosa superflua, como un Estado<br />
de piedra”, una simbología que, en<br />
sentido y forma, procedían directamente<br />
de Ernesto Giménez Caballero 20 . Fue<br />
también Ridruejo su primer director; fue<br />
él quien llevó como subdirector a Pedro<br />
Laín y quien tuvo el acierto, según lo califica<br />
el mismo Laín, de situar como secretarios<br />
de redacción a Luis Rosales y a Antonio<br />
Marichalar, el primero procedente<br />
de la revista Cruz y Raya, que José Bergamín<br />
había dirigido entre 1934 y 1936; el<br />
segundo, de Revista de Occidente, que José<br />
Ortega dirigió desde su primer número en<br />
1923 hasta su desaparición en 1936. Existía,<br />
por tanto, en la intención de sus directores<br />
la voluntad expresa de conectar con<br />
la cultura de antes de la guerra, voluntad<br />
que queda de manifiesto en el elegante<br />
formato de la revista, su predilección por<br />
el ensayo, el considerable lugar que en ella<br />
ocupa la poesía, la abundancia de reflexión<br />
histórica, la amplia y diversa nómina<br />
de colaboradores 21 .<br />
Tal como ellos mismos lo dejaron claro<br />
en su ‘Manifiesto editorial’, Escorial surgió<br />
con la voluntad de ofrecer a la revolución<br />
española y a su misión en el mundo<br />
un arma y un vehículo. Revolución española,<br />
en noviembre de 1940, se sabe bien<br />
lo que era: hacerse Falange con el control<br />
completo de la Administración del Estado,<br />
como reclamaba Lissarrague desde las páginas<br />
de Arriba; ocupar los falangistas todas<br />
las cátedras, controlar la Universidad<br />
frente al acoso de los sectores confesionales<br />
y eclesiásticos, como animarán Laín y Tovar<br />
a los estudiantes del SEU cuando vaya<br />
declinando el año 1941 y Falange vea cada<br />
vez más lejana la hora de la revolución 22 .<br />
En definitiva, como protestará dos años<br />
20 Sultana Wahnon, La estética, pág. 110.<br />
21 Recuerdos de la fundación de Escorial, Ridruejo,<br />
Escrito en España, págs. 27 y 28; Laín, Descargo<br />
de conciencia, págs. 285-287; Torrente, ‘Escorial en<br />
el recuerdo’, págs. 61-65. Cfr. José Carlos Mainer, ‘La<br />
revista Escorial en la vida literaria de su tiempo (1941-<br />
1950)’, en íd., Literatura y pequeña burguesía en España<br />
(1890-1950), págs. 241-262, Madrid, 1972.<br />
22 Conferencias de Laín y Tovar en el V Consejo<br />
Nacional del SEU, celebrado en Alcalá de Henares en<br />
diciembre de 1941, ampliamente citadas por Miguel<br />
A. Ruiz Carnicer, El Sindicato Español Universitario<br />
(SEU), 1939-1965, págs. 151-155.<br />
<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />
después Ridruejo ante Franco, revolución<br />
era que el régimen entero estuviera ocupado<br />
por auténticos falangistas, por ese<br />
“grupo reducido” formado, según lo veía<br />
Laín, en torno al caudillo; por “los hombres<br />
que sepan incorporar una creadora y<br />
pura actitud nacionalsindicalista –nacional-proletaria–<br />
al hecho de nuestra victoria<br />
militar y a la empresa inmediata de<br />
España” 23 .<br />
En Escorial lo dicen de la manera<br />
más elevada: rehacer la comunidad española,<br />
realizar la unidad de la patria y<br />
poner a esa unidad al servicio de un<br />
destino universal y propio. Si se leen las<br />
coetáneas páginas de Arriba, la unidad<br />
de la patria será la obra del Estado totalitario,<br />
y ese destino universal y propio<br />
consistía en participar con Alemania e<br />
Italia en la configuración de la nueva<br />
Europa. Es una tarea excitante, de magnitud<br />
y alcance histórico, y, para culminarla,<br />
Escorial dirige un llamamiento “a<br />
todos los valores españoles que no hayan<br />
dimitido por entero”, a todos los<br />
que “no hayan servido de auxiliadores<br />
en el crimen”. A las gentes de pensamiento<br />
y de letras, a los que va dirigido<br />
este primer editorial, lo que se les exige<br />
desde Escorial es que vengan a llenar de<br />
su afán espiritual, de su trabajo y de su<br />
inteligencia a un “régimen que bien justificado<br />
está por la sangre” y a empujar<br />
a la obra cultural española hacia una intención<br />
única, larga y transcendente.<br />
No, ciertamente; no había lugar para<br />
que con esta llamada fuera posible<br />
restablecer una comunidad “con equívocos<br />
y despropósitos” 24 . Las cosas estaban<br />
claras.<br />
A esta original exigencia y a este<br />
propósito se atuvo la trayectoria de<br />
Escorial. De lo que se trataba a finales<br />
de 1940 era de reconstruir una comunidad<br />
quebrada por dos posiciones históricas<br />
que propugnaban y practicaban la<br />
división, como escribirá Luis Díez del<br />
Corral en su exposición y apología de<br />
la Ley Sindical: el liberalismo y el socialismo.<br />
Frente a esos dos principios disgregadores,<br />
lo que Escorial proclama es<br />
“nuestro sentido orgánico y unitario,<br />
nuestro rabioso unitarismo” 25 . Y como<br />
23 Ridruejo, ‘Carta a Franco’, 7 de julio de 1942,<br />
en Casi unas memorias, págs. 236-238; Laín, Los valores,<br />
pág. 38.<br />
24 ‘Manifiesto editorial’, Escorial, 1 (noviembre<br />
de 1940). Para un análisis de sus contenidos<br />
políticos, Manuel Contreras, ‘Ideología y cultura.<br />
La revista Escorial (1940-1950)’, en M. Ramírez<br />
(coord.), Las fuentes ideológicas de un régimen<br />
(España 1939-1945), págs. 55-80, Zaragoza, 1978.<br />
9
¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />
ese unitarismo rabioso no acababa de llegar,<br />
a medida que el dominio nazi se extiende<br />
con la ofensiva contra la Unión<br />
Soviética, los acentos se vuelven más perentorios.<br />
Apóstoles de una moral nacional,<br />
los redactores de Escorial sienten la<br />
ocasión incitante para la patria que, alejándoles<br />
de la abstención cobarde, nos enseña<br />
dónde ha estado y está el enemigo.<br />
Bajo la consigna de “orden europeo nuevo”<br />
se esconden ideas nobles y útiles. Pero<br />
lo importante es que el orden de ayer, el<br />
orden liberal y democrático de Europa,<br />
el orden de Ginebra y de Versalles, no pudo<br />
ser peor para la patria. Y esta constatación<br />
es la que eleva los ánimos y enardece<br />
las palabras de Escorial: la ira contra Francia<br />
que Ciano percibió en Serrano se amplía<br />
ahora en la “ira contra Europa”, que<br />
se extiende hasta más allá de los tiempos<br />
de la ilustración, más allá del siglo de Luis<br />
XIV, hasta alcanzar a la reina Isabel y sus<br />
piratas. Ira que muy pronto se convertirá<br />
en una propuesta de beligerancia: Escorial<br />
quiere entrar en la guerra 26 .<br />
Por eso, más allá del siempre cauto<br />
caudillo, Escorial se declara beligerante.<br />
Nosotros somos los falangistas que escribimos<br />
Escorial, dicen en su editorial de<br />
junio de 1941, no por casualidad mes<br />
en que Alemania invadió la Unión Soviética.<br />
Nosotros tomamos posición ante<br />
el hecho enorme de la guerra, de esta<br />
guerra universal y terrible que a todos<br />
obliga a tomar partido. El repertorio de<br />
posiciones posibles es muy escaso: la<br />
muerta, que es inercia e indiferencia; y<br />
la viva, que por vida es temblor, angustia,<br />
inquietud y batalla, pasión, partido<br />
y combate. La elección es clara: la viva,<br />
es decir, la beligerancia. ¿Contra quién?:<br />
de una parte, el comunismo, desde luego;<br />
la fe en Jesucristo y la creencia en el<br />
hombre portador de valores eternos así<br />
lo exige. Pero esa misma creencia obliga<br />
también a situarse frente al capitalismo:<br />
contra él, por la misma causa, es el combate<br />
de Escorial. Pero aún hay más: juramos<br />
defender la unidad del hombre, frase<br />
que encierra la pavorosa realidad de<br />
25 Luis Díez del Corral, ‘Hechos de la Falange.<br />
Comunidad Nacional Sindicalista’, Escorial, 2 (diciembre<br />
de 1940), págs. 326-328. Cfr. la serie de artículos<br />
que Maravall dedicó a comentar la Ley de Bases de la<br />
Organización Sindical, en Arriba, enero-marzo de<br />
1941, y la exaltación de los valores del nacionalsindicalismo<br />
que Pedro Laín publicó para la ocasión y que<br />
Maravall reseñó en ‘Laín Entralgo, Pedro, Los valores<br />
morales del Nacionalsindicalismo’, Revista de Estudios<br />
Políticos, 1: 3 (julio de 1941) págs. 563-566.<br />
26 ‘Ante la guerra’, Escorial, 4 (febrero de 1941)<br />
págs. 159-164.<br />
que el hombre está partido. Y ¿quién lo<br />
partió, quién hizo perder al hombre su<br />
unidad? Pues nada menos que la monstruosa<br />
alianza del capitalismo con el liberalismo<br />
democrático. He ahí, por tanto,<br />
la tarea de Escorial: “Como no hemos<br />
encontrado la fórmula de separar la<br />
democracia liberal del capitalismo, contra<br />
una y contra otro nos proclamamos<br />
beligerantes”. No por motivos de política<br />
internacional, de ansias de imperio,<br />
sino “por la sagrada unidad del hombre,<br />
por la comunidad de los hombres en<br />
Dios y en la patria”. Y así será siempre<br />
porque así fue desde el principio, “porque<br />
el combate que la Falange empeñó<br />
antes del primer tronar de las ametralladoras<br />
en las calles desapacibles de España<br />
contra el marxismo y contra el liberalismo<br />
de izquierdas y de derechas fue<br />
ante todo dialéctica de puños y<br />
pistolas” 27 .<br />
No se trata, por tanto, en esta denuncia<br />
de, y combate contra, el liberalismo<br />
de una exigencia meramente política:<br />
en Falange, entendida al modo en<br />
que la viven los hombres –no hay ni una<br />
sola mujer en Escorial- que hacen la revista,<br />
se ha establecido el primado de la<br />
contemplación y de la voluntad religiosa<br />
y poética, como escribirá Sánchez Mazas.<br />
Eso es lo que les diferencia de los<br />
otros movimientos que en Europa puedan<br />
parecer afines. Por esa voluntad religiosa<br />
y poética, base del imperio, por<br />
esa decisión de situar al cristianismo como<br />
origen y fuente de la revolución<br />
poética, los falangistas que hacen Escorial<br />
tendrán como misión primera acabar<br />
con la pedantería que procede del renacimiento,<br />
que se agrava en el siglo XVII<br />
y que acaba su carrera humanística en<br />
el liberalismo, en el personalismo, en el<br />
subjetivismo 28 .<br />
La beligerancia que Escorial proclama<br />
en el primer semestre del año 1941<br />
se convierte en el segundo, cuando “ya<br />
están allá –en las llanuras donde Europa<br />
linda con el Infierno– nuestros mozos<br />
voluntarios”, en decisión de formar parte<br />
de la vanguardia que construye el<br />
“nuevo orden europeo”. En efecto, para<br />
este grupo de falangistas no sería lícito<br />
dudar sobre el puesto de España, de<br />
nuestra España, en la construcción del<br />
nuevo orden del mundo. La historia y la<br />
27 ‘Nosotros ante la guerra’, Escorial, 8 (junio de<br />
1941) págs. 325-329.<br />
28 Rafael Sánchez Mazas, ‘Textos de una política<br />
de arte’, Escorial, 24 (octubre de 1942), págs. 6 y 7.<br />
sangre señalan un lugar eminente. El<br />
mundo caduco que ha sucumbido ante<br />
el ímpetu de este nuevo orden fue<br />
“quien puso su pie en nuestro cuello”, el<br />
culpable de que durante dos siglos haya<br />
vivido España en servidumbre. El deber,<br />
pero también el derecho, que impone la<br />
sangre de nuestros más recientes muertos<br />
consiste en formar en los cuadros<br />
“de ese proclamado y nonnato orden<br />
nuevo”. España deberá añadir algunos<br />
acentos de su voz a ese naciente concierto<br />
cultural del nuevo orden europeo 29 .<br />
No será preciso insistir más: por su<br />
contenido político e ideológico, Escorial<br />
fue una revista beligerante contra el liberalismo;<br />
una aliada consciente, con<br />
verdadera ansia de formar parte de su<br />
vanguardia cultural, del totalitarismo,<br />
régimen que sus colaboradores propugnaron<br />
durante todos esos meses desde<br />
las páginas de otras publicaciones de Falange.<br />
¿Habrá sido, entonces, liberal el<br />
grupo y la revista por su talante, por no<br />
hacer distingos, por tender la mano a<br />
todos los que, vencedores o derrotados<br />
en la guerra civil, tuvieran algo que decir?<br />
Este es, en efecto, el hecho que los<br />
protagonistas de esta historia dan por<br />
supuesto en sus recuerdos: que Escorial<br />
fue una empresa de “integración de valores”,<br />
que allí se dio acogida sin preguntar<br />
por el pasado, que en ella pudieron<br />
recalar intelectuales que habían sufrido<br />
la depuración, que vivían en un<br />
exilio interior o que tropezaban con infranqueables<br />
obstáculos en cualquier<br />
otra publicación. La nómina no es, ciertamente,<br />
desdeñable. En Escorial escribieron,<br />
como recuerda Laín, muchos de<br />
los congregados en Burgos: Ridruejo,<br />
Tovar, Rosales, Vivanco, Torrente, Conde,<br />
Salas, Alonso del Real, el mismo<br />
Laín. Escribieron también falangistas de<br />
antes de la guerra civil: Montes, Alfaro,<br />
Santa Marina, Aguado, Ros. Jóvenes<br />
con su carrera literaria o publicista recién<br />
iniciada: Caro Baroja, Cunqueiro,<br />
Corral, Gómez Arboleya, Maravall, Marías,<br />
Muñoz Rojas, Orozco, Panero,<br />
Martín de Riquer, Sopeña, Suárez Carreño.<br />
Y no pocos que antes de 1936 habían<br />
brillado con luz propia: Dámaso<br />
Alonso, Azorín, Baroja, Cossío, Diego,<br />
Almagro, García Gómez, Lafuente, Marañón,<br />
Menéndez Pidal, D’Ors, Zaragüeta,<br />
Zubiri. Son los que Laín recuerda,<br />
son los que cualquiera puede corro-<br />
29 ‘La cultura en el nuevo orden europeo’, Escorial,<br />
(enero de 1942), págs. 5-7.<br />
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
orar recorriendo los índices de su colección.<br />
Escorial les abrió las puertas:<br />
antiliberal por su contenido, Escorial habría<br />
sido entonces liberal por su actitud.<br />
La modificación de la memoria<br />
¿Qué hay de esto? Es indudable que, entre<br />
los promotores de la revista, Escorial<br />
dejó una huella profunda, que su recuerdo<br />
ha perdurado y ha sido renovado cada<br />
vez que tuvieron ocasión de mirar hacia<br />
atrás, hacia lo que fueron y lo que proyectaron<br />
en aquellos años, para ellos tan excitantes,<br />
de la primera posguerra. Pero las<br />
huellas o trazas de los acontecimientos del<br />
pasado no son como registros de ordenador,<br />
siempre idénticos a sí mismos, sino<br />
que se reinterpretan y representan continuamente:<br />
son como “trazas que los hechos<br />
han dejado para ser interpretadas y<br />
analizadas más adelante” 30 . La memoria<br />
individual de un acontecimiento que ha<br />
dejado su huella en la corteza cerebral o<br />
en nuestra vida afectiva cambia con el<br />
tiempo. Lo mismo vale también para la<br />
memoria social, sea privada o pública: a<br />
pesar de las políticas de la memoria que<br />
pretenden fijar para siempre una imagen<br />
30 Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli y David<br />
Barkhurst, ‘Representaciones del pasado, cultura personal<br />
e identidad nacional’, en íd., Memoria colectiva e<br />
identidad nacional, pág. 43, Madrid, Biblioteca Nueva,<br />
2000.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
del pasado, idéntica a sí misma, cargada<br />
de los valores y las emociones del momento,<br />
y edifican monumentos duraderos,<br />
de mármol, o establecen rituales conmemorativos,<br />
la representación social del<br />
pasado cambia con el tiempo, adaptándose<br />
a las nuevas informaciones recibidas o<br />
elaboradas y a las nuevas experiencias vividas<br />
por quienes fueron testigos de aquellos<br />
acontecimientos.<br />
La posibilidad de modificación de la<br />
memoria o, más exactamente, la posibilidad<br />
de que los acontecimientos del pasado<br />
puedan ser continuamente re/presentados,<br />
re/creados, re/interpretados, abre<br />
un amplio campo a la voluntad individual<br />
y a la decisión política. El ejercicio<br />
de la memoria por parte de aquellos falangistas<br />
que soñaban con un régimen<br />
ocupado de arriba abajo por ellos no podía<br />
dejar de modificar, desde cada presente<br />
en que ese ejercicio se realiza, lo que<br />
fueron en el pasado. No se trata aquí de<br />
calificar como impostura el contenido<br />
de ese recuerdo y adoptar ninguna airada<br />
ni sarcástica forma de denuncia. Esa actitud,<br />
para el ejercicio de la comprensión<br />
histórica, no conduce a nada; sólo tal vez<br />
a la autosatisfacción de quien se cree más<br />
listo o más auténtico que aquellos a quienes<br />
estudia. Como tampoco conduce a<br />
nada la voluntad de ocultar lo que fueron<br />
tal como ha quedado registrado, no en la<br />
memoria de los protagonistas, sino en<br />
<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />
las manifestaciones públicas de su pensamiento<br />
o de su acción: saltar por encima<br />
de sus biografías, calificar lo que en un<br />
momento fue esencial para ellos como algo<br />
episódico y sin sustancia; peor aún,<br />
justificarlo con el argumento de la circunstancia<br />
histórica. Se trata aquí de otra<br />
cosa: de saber por qué habiendo sido fascistas,<br />
habiendo soñado con implantar un<br />
régimen totalitario y habiendo pugnado<br />
por que España ocupara un puesto de<br />
vanguardia en la construcción del nuevo<br />
orden europeo, reinterpretaron aquel momento<br />
como un momento liberal y se tuvieron<br />
a sí mismos como liberales.<br />
La respuesta más inmediata y más<br />
obvia es: porque cuando hablaron de su<br />
pasado lo eran; porque, en el momento<br />
de recordar, habían llegado a ser liberales<br />
y hasta demócratas; porque, como recuerda<br />
Torrente, “hoy [o sea, en 1968]<br />
mantienen actitudes del más amplio liberalismo”;<br />
porque, como dice González de<br />
Cardedal a propósito de Aranguren y<br />
de sus recuerdos de las conversaciones<br />
católicas de Gredos, “releyó su historia<br />
anterior a la luz de su posterior actitud”,<br />
lo que habría dado lugar a “una malinteligencia<br />
y una malinterpretación”. La<br />
memoria, como la historia, siempre está<br />
en relación con preguntas y exigencias<br />
planteadas por el tiempo presente. Tenía<br />
razón Benedetto Croce cuando afirmaba<br />
que las demandas prácticas que laten bajo<br />
cada juicio histórico dan a toda la historia<br />
el carácter de historia contemporánea.<br />
Contamos el pasado requeridos por<br />
las necesidades del presente y, por tanto,<br />
es una pretensión ingenua aspirar a un<br />
relato histórico objetivamente verdadero<br />
y válido para cualquier tiempo y lugar.<br />
Lo mismo vale para la memoria: recordamos<br />
o echamos al olvido según lo que<br />
el presente requiere que hagamos con las<br />
huellas del pasado. Cuando Torrente Ballester<br />
escribe, a propósito de la transición<br />
a la democracia, que ellos, desde Escorial,<br />
en los primeros años cuarenta,<br />
quisieron hacer algo parecido, está reinterpretando<br />
aquel pasado a partir de una<br />
experiencia del presente que modifica<br />
por completo el sentido de su acción,<br />
pero que adquiere un sentido nuevo sólo<br />
para quien ha vivido la dos experiencias<br />
y busca encontrar un hilo, una coherencia,<br />
entre ellas. Es, por lo demás, la explicación<br />
que ofrece Juan Marichal<br />
cuando afirma que la trayectoria biográfica<br />
de Laín y Ridruejo demuestra que<br />
los propósitos conciliadores de Escorial<br />
respondían a una verdadera voluntad de<br />
convivencia. Se trata, en este caso,<br />
11
¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />
de iluminar lo que se fue en el pasado<br />
por lo que se ha llegado a ser en el presente<br />
31 .<br />
Pero que desde un presente liberal hayan<br />
recordado sus primeros pasos públicos<br />
como liberales no era en modo alguno<br />
obligado ni es la manera adecuada de dar<br />
cuenta del pasado: Escorial nunca fue liberal,<br />
ni ahora ni después. Sus promotores<br />
pudieron haber reconstruido una trayectoria<br />
que les llevó –a ellos, no a la revista–<br />
del fascismo y totalitarismo al<br />
liberalismo y la democracia, fuera ésta católica<br />
o social, interpretando como fascista<br />
y totalitario su proyecto de 1939 y los<br />
instrumentos en que ese proyecto plasmó,<br />
entre ellos, Escorial. Pues esa voluntad de<br />
integración de intelectuales de distinta<br />
procedencia en un proyecto de reunificación<br />
nacional, de rehacer la unidad de la<br />
patria, esa confesada asunción de lo que<br />
de valioso encontrara el grupo en la herencia<br />
de quienes le precedieron o de<br />
quienes, habiendo sufrido la derrota, quisieran<br />
incorporarse a su proyecto, puede<br />
ser perfectamente entendida en términos<br />
fascistas como una repetición de la política<br />
cultural seguida por Gentile en Italia,<br />
en los años 1925-1926, cuando intentó<br />
“atraer a la órbita del fascismo a intelectuales<br />
de diversa extracción ideológica, no<br />
en nombre del partido fascista sino de la<br />
cultura nacional” 32 . Lo nacional por encima<br />
del partido en un tiempo en que el<br />
partido, por no haber logrado todavía su<br />
objetivo de totalitaria revolución nacional,<br />
estaba aún lejos de identificarse en la<br />
práctica con la nación.<br />
El enfrentamiento con el Opus Dei<br />
En España la atracción se ejerció sobre<br />
derrotados, a veces exiliados, otras depurados<br />
o sometidos a consejos de guerra, lo<br />
que da en sus primeros momentos a toda<br />
esa política cultural el aire de un expolio.<br />
En una reflexión de fecha tan tardía como<br />
1952, en pleno enfrentamiento con los<br />
intelectuales católicos neoautoritarios del<br />
Opus Dei que se expresaban en Arbor,<br />
Dionisio Ridruejo les recordaba que el<br />
“modo único de quitar al adversario la<br />
parte de razón que tiene o tuvo es el de<br />
31 Olegario González de Cardedal, ‘Semblanza<br />
de Alfonso Querejazu’, en Afonso Querejazu, Joaquín<br />
Garrigues. Correspondencia y escritos (1954-1974),<br />
pág. 49, Madrid, 2000; Juan Marichal, ‘Modalidades<br />
del pensamiento político bajo la tiranía’, en El secreto<br />
de España, págs. 314 y 315, Madrid, 1995.<br />
32 Como escribe Gabriele Turi, ‘Fascismo e cultura<br />
ieri e oggi’, en A. del Boca, M. Legnani y M. G.<br />
Rossi, Il regime fascista. Storia e storiografia, págs. 545<br />
y 546, Roma-Bari, 1995.<br />
hacerla propia cuando se le ha vencido”.<br />
No podría definirse mejor la naturaleza<br />
de la política cultural fascista de integración<br />
del adversario: ante todo, vencerlo;<br />
una vez vencido, “absorberlo, asimilarlo y<br />
convertirlo”. Y por si no quedaba claro en<br />
qué consistía exactamente el empeño, todavía<br />
un año después volverá Ridruejo a<br />
lo mismo descubriendo el despojo del adversario<br />
que caracterizaba su propuesta.<br />
Le parecía una imperdonable falta de curiosidad<br />
“la de no tratar de averiguar qué<br />
datos de la realidad aconsejaron al liberal<br />
para ser liberal o laico y al marxista para<br />
ser marxista”; imperdonable falta, y aquí<br />
radica toda la sustancia del asunto, porque<br />
“el único modo de destruir el partidismo<br />
es desvalijarlo de todas sus razones<br />
y actitudes, y a eso llamamos superación”.<br />
Gentile se había propuesto superar al liberalismo<br />
y al socialismo fundiéndolos en<br />
una síntesis superior: el fascismo; Ridruejo,<br />
frente a los excluyentes, se tenía por<br />
comprensivo porque pretendía destruir a<br />
sus contrarios asumiéndolos: “Ni absolutistas<br />
ni liberales, ni tradicionalistas ni revolucionarios,<br />
ni derechistas ni izquierdistas,<br />
han sabido en España destruir a sus<br />
contrarios asumiéndolos” 33 .<br />
Quitar al adversario su parte de razón<br />
haciéndola propia después de vencido;<br />
destruir a los contrarios asumiéndolos: esa<br />
política, perfectamente fascista, conduce<br />
sin embargo a considerar “importante la<br />
razón del adversario” y abre, por tanto,<br />
una política de “comprensión” hacia<br />
aquella razón. Para eso era preciso, si ya<br />
habían muerto, acercarse a su obra, leerlos,<br />
interpretarlos, cribar el grano de la<br />
paja, limpiarlos de lo nocivo para finalmente<br />
hacer propio lo saludable; encontrar<br />
su “yo esencial” sin dejarse “enredar<br />
en esta o la otra peripecia de su yo accidental”,<br />
como proponía Laín en el primer<br />
y relativamente temprano homenaje editorial<br />
dedicado por su grupo a Antonio<br />
Machado, a quien Aranguren definía como<br />
hombre verdaderamente religioso<br />
que, si “católico nunca lo fue, acaso habría<br />
llegado a serlo” 34 . Lo mismo si estaban<br />
vivos: tender la mano, ofrecer la<br />
oportunidad de expresarse, poco a poco,<br />
primero una reseña de algún libro inocuo,<br />
33 Dionisio Ridruejo, ‘Excluyentes y comprensivos’,<br />
Revista, 17 de abril de 1952, y ‘Meditación para<br />
el 1º de abril’, Arriba, 1 abril de 1953, en Casi unas<br />
memorias, págs. 301-303 y 322-325.<br />
34 Pedro Laín, ‘Desde el tú esencial’, y José L.<br />
López Aranguren, ‘Esperanza y desesperanza de Dios<br />
en la experiencia de la vida de Antonio Machado’,<br />
Cuadernos Hispanoamericanos, 11-12 (septiembre-diciembre<br />
de 1949), págs. 237-238 y 396.<br />
luego un pequeño ensayo que no levantara<br />
suspicacias. En la práctica, en un medio<br />
dominado por la política cultural de<br />
la Iglesia de exterminar al disidente,<br />
de censura y prohibición de leer y publicar<br />
a los autores “venenosos”, esa actitud<br />
exigía entrar en contacto con ellos, abrir<br />
las puertas de los espacios de sociabilidad,<br />
las tertulias, los encuentros, las conferencias,<br />
los seminarios. Ésa fue la política<br />
que siguió Laín, así estableció el trato con<br />
algunos colaboradores de Escorial que no<br />
procedían de Falange, como fue el caso de<br />
Julián Marías: “Me expresó su deseo<br />
de que colaborase en Escorial; no por ahora<br />
un ensayo, precisó; sería peligroso; pero<br />
sí una nota sobre algún libro” 35 . Y será<br />
la ausencia de esa política lo que echarán<br />
en cara a quienes Ridruejo llamó excluyentes,<br />
a quienes Laín llamará confinados,<br />
es decir, a los católicos que les combatían<br />
desde las páginas de Arbor.<br />
Pues la política de comprender la razón<br />
del vencido para integrarlo en el proyecto<br />
común tropezó de inmediato con la<br />
dura oposición levantada desde otro frente<br />
de la coalición vencedora, el formado<br />
por antiguos miembros de Acción Española,<br />
que habían recibido la transfusión<br />
de nueva sangre procedente del Opus<br />
Dei. No es un dato baladí: los que emprenderán<br />
las duras batallas ideológicas y<br />
políticas del decenio 1948-1957 representan<br />
una nueva manera de ser intelectual<br />
en España que, si debe mucho de su teoría<br />
a Acción Española y no poco de su<br />
práctica a la ACNP, introducen una sustancial<br />
novedad: vienen guiados por el<br />
ideal calvinista de la santidad en el mundo.<br />
Comparten no ya redacciones de revistas<br />
y secciones de periódicos, como<br />
aquella intelectualidad formada en torno<br />
a Ortega; coinciden no sólo en su vinculación<br />
a una institución dotada de una sólida<br />
burocracia, la Iglesia católica, o en su<br />
asistencia y participación a círculos de estudio,<br />
como los propagandistas; pero además<br />
de redacciones de revistas, dirección<br />
de instituciones culturales, asistencia a<br />
tertulias y círculos, los intelectuales del<br />
Opus Dei comparten también residencia,<br />
unos, los numerarios, como vivienda;<br />
otros, los supernumerarios, como espacio<br />
habitual de sociabilidad. No son intelectuales<br />
aislados, cada cual buscando como<br />
puede su espacio público, en el periódico,<br />
en la conferencia, a la manera del 98; no<br />
forman parte de una minoría selecta a la<br />
35 Julián Marías, Una vida presente. Memorias 1,<br />
pág. 307, Madrid, 1988.<br />
12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
manera orteguiana, en la redacción de revistas,<br />
en el impulso a ligas y agrupaciones<br />
destinadas a influir en la política; ni<br />
siquiera son selectos llamados a conquistar<br />
el mundo en la reforzada manera de<br />
los propagandistas, ocupando cátedras,<br />
aspirando a puestos en los altos cuerpos<br />
de la burocracia del Estado; son otra cosa:<br />
grupo de presión, los define enseguida<br />
Vicente Marrero, que tuvo el honor de<br />
conocerlos y trabajar con ellos 36 , pero la<br />
definición es insuficiente, si no engañosa:<br />
no se contentan con presionar desde fuera,<br />
quieren también ocupar posiciones de<br />
poder. Son otra cosa: una congregación<br />
formada por lo que Weber llamaría “santos<br />
en el mundo”, al modo calvinista, con<br />
el añadido, que viene del modo católico,<br />
de fuertes vínculos jerárquicos y corporativos<br />
entre los miembros de la comunidad<br />
de creyentes.<br />
Desde las posiciones de poder cultural<br />
conquistadas por esta facción durante<br />
la posguerra, su única política ante los<br />
vencidos consistió en negarles la existencia,<br />
en tenerles por cumplidamente exterminados:<br />
eran culpables de un horrendo<br />
crimen de lesa patria, habían sido derrotados,<br />
fueron destruidos y bien enterrados<br />
estaban. Tratar con ellos, leer sus obras si<br />
no era con ánimo de enviarlas al índice de<br />
libros prohibidos, intentar rescatar de la<br />
ruina cualquier resto valioso de su naufragio,<br />
no sólo estaba fuera de lugar sino que<br />
atentaba contra el significado del 18 de<br />
julio; era una muestra de debilidad propia<br />
del siglo liberal que ponía en peligro lo<br />
conquistado en aquellas fechas y reiniciaba<br />
la pendiente hacia una nueva catástrofe.<br />
Todo el debate que enfrentará en los<br />
años cincuenta a los intelectuales católicos<br />
“excluyentes” con los “comprensivos”<br />
girará precisamente en torno a qué hacer<br />
con los no católicos, si buscar en ellos lo<br />
verdadero y valioso para hacerlo propio,<br />
como proponían Ridruejo y Laín, o arrojarlos<br />
a las llamas del infierno, como respondían,<br />
por ejemplo, Pérez Embid o Jesús<br />
Arellano.<br />
Fue el enfrentamiento con los que<br />
proclamaban la clase de “santa intransigencia”,<br />
defendida por Pérez Embid o<br />
Arellano, lo que modificó los objetivos<br />
de aquella política que Ridruejo definía<br />
como destruir al contrario asumiéndolo,<br />
reinterpretándolo, en lo político, como<br />
apertura y liberalismo, y, en lo cultural,<br />
36 Según lo escribe en el primer intento de dar<br />
cuenta de estas batallas, La guerra española y el trust de<br />
los cerebros, pág. 494, Madrid, 1961.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
como comprensión y arrojo, o sea, como<br />
voluntad de entender lo que de valioso<br />
existiera en las tradiciones derrotadas, saliendo<br />
en el empeño fuera de sí, arrojándose<br />
al exterior. Aquella división de los<br />
intelectuales católicos en excluyentes y<br />
comprensivos, propuesta por Ridruejo,<br />
será reinterpretada por Laín en octubre<br />
de 1957 como división entre confinados<br />
y arrojados 37 . En efecto, cuando, a consecuencia<br />
de las manifestaciones y protestas<br />
universitarias de febrero de 1956,<br />
Ruiz-Giménez, Pérez Villanueva, Laín y<br />
Tovar perdieron el ministerio y los rectorados,<br />
y dejaron de ocupar posiciones de<br />
poder, se alejaron del régimen, se sintieron<br />
expulsados de la “vida católica oficial”,<br />
denunciados y hostigados por la ortodoxia<br />
militante flanqueada por religiosos<br />
y frailes de diversa especie, jesuitas,<br />
dominicos, franciscanos, y comenzaron a<br />
hablar un lenguaje de democracia 38 . Volvieron<br />
a ser intelectuales en el sentido original<br />
del vocablo: gentes que participan<br />
en el debate público con las solas armas<br />
de la palabra y la escritura; eso fue lo que<br />
acabó por hacerles liberales, por ser insultados<br />
como tales por sus adversarios católicos<br />
los del Opus Dei, y reconocidos como<br />
lo mismo por sus principales enemigos<br />
de la guerra civil, los comunistas 39 .<br />
Pues una vez despojados de cargos<br />
políticos, y desaparecida desde hacia más<br />
de diez años la referencia fascista, aquella<br />
política cultural que consistía en tratar de<br />
entender la parte de razón de los vencidos<br />
para, una vez purificada, asumirla en un<br />
proyecto común, católico, nacional y totalitario<br />
no podía ser interpretada sino en<br />
términos de apertura y liberalización. A la<br />
altura de 1956, cuando fueron expulsados<br />
37 Pedro Laín, ‘El intelectual católico en la sociedad<br />
actual’, octubre de 1957, en Ejercicios de comprensión,<br />
págs. 42-54, Madrid, 1959.<br />
38 En su ‘Declaración personal e informe polémico<br />
sobre los sucesos universitarios de Madrid en febrero<br />
de 1956’ atribuyó la caída de Ruiz Giménez a<br />
“las rudas embestidas de tal o cual organización sectaria<br />
y no pocas zonas de la jerarquía eclesiástica”, y escribió:<br />
“La palabra Democracia de manera colecticia y<br />
penúltima, sin superstición y con pena de no encontrar<br />
a mano otra menos equívoca”, Casi unas memorias,<br />
págs. 339-342.<br />
39 En la resolución política “Por la reconciliación<br />
nacional, por una solución democrática y pacífica del<br />
problema español”, de junio de 1956, el PCE catalogaba<br />
de “movimiento liberal” al grupo de Laín, Ridruejo,<br />
Marañón y los dirigentes universitarios encarcelados.<br />
40 Ruiz-Giménez evocó su camisa azul en las<br />
emotivas palabras de despedida como ministro de<br />
Educación Nacional, Abc, 17 de febrero de 1956, y<br />
recuerda su pasado político como católico liberal en<br />
‘¿Hubo una estrategia de cambio en la Iglesia?’, XX<br />
Siglos, IV: 6 (1993), 149-151.<br />
<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />
del ministerio, el fascismo llevaba ya 11<br />
años derrotado en Europa y el ideal de<br />
una solución española, católica, a la cuestión<br />
del Estado había naufragado; ni fascismo<br />
ni estado nacional-católico, sólo<br />
pudieron pensarse a sí mismos como liberales<br />
y sólo pudieron atribuir su salida del<br />
ministerio a su intento aperturista, rápidamente<br />
connotado de liberalizador. De<br />
este modo, llegaron a verse a sí mismos<br />
como liberales desde su origen, pues desde<br />
el mismo origen habían estado empeñados<br />
en un combate con la facción reaccionaria<br />
y, en no menor grado que ellos,<br />
católica de la coalición vencedora en la<br />
guerra civil. Interpretaron su primera derrota,<br />
la salida de Serrano Suñer del Ministerio<br />
de Asuntos Exteriores y de todas<br />
las posiciones de poder político en septiembre<br />
de 1942, la pérdida de Escorial y<br />
el simultáneo ascenso de los católicos oficiales<br />
al poder, como fracaso de un intento<br />
de liberalización, cuando en realidad<br />
fue el fracaso de un proyecto de fascistización,<br />
el más avanzado de los que nunca se<br />
plantearon en España. Y llegaron a<br />
creer que su experiencia de poder entre<br />
1938 y 1942 había sido como una especie<br />
de ensayo general con todo de lo que habría<br />
de sucederles otra vez entre 1951 y<br />
1956, cuando asumieron con similar entusiasmo<br />
puestos de dirección en el Ministerio<br />
de Educación Nacional, hasta que<br />
fueron nuevamente derrotados y su segundo<br />
y último valedor, un católico procedente<br />
de la ACNP que durante la guerra<br />
había recorrido los campos de batalla de<br />
España vestido con la camisa azul, y en los<br />
primeros años de la posguerra había dirigido<br />
la incorporación de la Confederación<br />
de Estudiantes Católicos en el SEU, fue<br />
destituido, cómo no, por sus tendencias<br />
“liberalizantes y democratizantes” 40 . n<br />
[Este artículo es una versión revisada de la ponencia<br />
presentada en el congreso “Autobiografía en España:<br />
un balance”, celebrado en la Universidad de<br />
Córdoba en octubre de 2001].<br />
Santos Juliá es catedrático de historia del Pensamiento<br />
y de los Movientos Sociales y Políticos en la<br />
Universidad a Distancia. Autor de La izquierda del<br />
13
LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />
“El prejuicio es bueno porque hace feliz. Empuja a<br />
los pueblos hacia su centro, fortalece los lazos de la<br />
raza, hace florecer a los pueblos en su forma propia,<br />
los hace más ardientes y, consiguientemente<br />
más felices”.<br />
Herder.<br />
Otra filosofía de la historia<br />
para la educación de la humanidad. 1774.<br />
“El Estado comienza cuando el hombre se afana<br />
por evadirse de la sociedad nativa dentro de la cual<br />
la sangre lo ha inscrito. Y quien dice la sangre dice<br />
también cualquier otro principio natural; por<br />
ejemplo, el idioma. Originariamente el Estado<br />
consiste en la mezcla de sangres y lenguas. Es superación<br />
de toda sociedad natural. Es mestizo y plurilingüe”.<br />
Ortega y Gasset.<br />
La rebelión de las masas, 1929.<br />
1. Territorios, pueblos,<br />
Estados y lenguas<br />
¿Quién es ciudadano, es decir, quién forma<br />
parte del pueblo de un Estado? Todo<br />
Estado tiene al menos dos elementos, territorio<br />
y pueblo, que se refieren mutuamente.<br />
Pero la primacía de uno u otro varía<br />
grandemente en el tiempo. En el Antiguo<br />
Régimen los súbditos se vinculan<br />
directamente a la Corona por una relación<br />
de subordinación y lealtad. Se es<br />
pueblo de un Estado porque se tiene el<br />
mismo soberano, de modo que la conexión<br />
política es vertical, no horizontal. El<br />
Estado construye el pueblo; no al revés.<br />
La democracia supone, por el contrario,<br />
un previo pacto preconstituyente horizontal<br />
entre ciudadanos (no súbditos) sobre<br />
el que se construye el Estado, y por<br />
ello tiene como prerrequisito un grupo<br />
humano, un demos, un pueblo, una comunidad<br />
en su sentido clásico (Gemeinschaft)<br />
que ha generado una solidaridad<br />
interna, una confianza ab intra, previa a y<br />
base del pacto constituyente. Eso es la nación:<br />
un grupo con la suficiente solidaridad<br />
como para generar un proyecto de vida<br />
política en común (Renan).<br />
EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />
Pues bien, a la hora de pensar la relación<br />
entre pueblo y Estado el pensamiento<br />
político europeo y, por supuesto el español<br />
se ha estructurado a partir de una simple y<br />
sencilla fórmula que funciona en el pensamiento<br />
como una creencia más que como<br />
una idea, por retomar la distinción de Ortega:<br />
más que pensar esas ideas somos pensados<br />
por ellas. Y la fórmula dice que una<br />
Nación es un Estado y un Estado es<br />
una Nación, de modo que ni la moderna<br />
idea del Estado plurinacional ni la de nación<br />
de naciones encajan fácilmente en esa<br />
tradición. Que por el contrario –y no sin<br />
importantes excepciones, que veremos– se<br />
ha ajustado a un doble modelo, aparentemente<br />
contradictorio pero finalmente coincidente<br />
en la identidad lengua=nación=Estado.<br />
Es decir, allí donde hay una lengua<br />
hay una nación; y allí donde hay una nación,<br />
hay (o debe haber) un Estado. Pero<br />
también viceversa, de modo que la fórmula<br />
no debe leerse sólo de abajo arriba, de la<br />
lengua hacia el Estado, sino también de<br />
arriba abajo, desde el Estado a la lengua. Y<br />
ahora lo que resulta es que allí donde hay<br />
un Estado debe haber una nación; y para<br />
que haya una nación debe haber una sola<br />
lengua. Así, cuando se dice que el hecho diferencial<br />
de una lengua otorga derechos de<br />
autodeterminación se argumenta desde la<br />
nación al Estado, de abajo arriba. Pero<br />
cuando un Estado trata de imponer una<br />
lengua (como intentaba en Francia en<br />
1794 el Abbé Gregoire), la lógica funciona<br />
de arriba abajo: si queremos tener una democracia<br />
viable debemos crear una nación<br />
a través de la lengua.<br />
Los modelos<br />
de Francia y Alemania<br />
Es importante entender que ambos modelos<br />
reproducen específicas experiencias<br />
históricas de construcción del Estado-nación:<br />
la francesa y la alemana. Y<br />
así encontramos, de una parte, el mode-<br />
lo francés que, partiendo de la preexistencia<br />
del Estado Absoluto francés, trastocado<br />
por los revolucionarios de 1789<br />
en voluntad del pueblo, construye la nación<br />
francesa imponiendo la lengua desde<br />
el mismo Estado y utilizando como<br />
instrumentos privilegiados la escuela y<br />
el cuartel, de modo que ser francés –más<br />
allá de razas, religiones u otros símbolos<br />
identificadores– es pertenecer a la nación<br />
francesa cuyo rasgo determinante<br />
es hablar una lengua. Tarea nada sencilla<br />
pues, como mostró Eugen Weber, la<br />
transformación de los campesinos en<br />
franceses no culminaría sino con la brutal<br />
sacudida de la Gran Guerra 1 .<br />
Y de otra parte el modelo alemán de<br />
nacionalidad étnica, que parte de otra<br />
experiencia histórica: la nación precede<br />
al Estado (no al revés, como Francia), de<br />
modo que se es alemán porque se habla<br />
alemán y la pertenencia a esa nación hace<br />
a uno ciudadano. Francia es Estado<br />
ya en el siglo XVIII o incluso antes, mucho<br />
antes de ser nación, cosa que solo<br />
alcanza a lo largo del XIX; Alemania es<br />
ya nación a comienzos del XIX (véanse<br />
los Discursos a la nación alemana de<br />
Fichte), mucho antes de la unificación<br />
de Bismarck de 1870 2 . Aunque, incluso<br />
en este caso, Bismarck necesitó lanzar<br />
una Kulturkampf tras la unificación para<br />
reforzar la nación desde el Estado.<br />
Pero lo paradójico es que el resultado,<br />
ya sea porque el Estado hace a la nación o<br />
porque la nación hace al Estado, es el mismo:<br />
Estado, nación y lengua coinciden.<br />
Bien porque los ciudadanos deben ser nacionales<br />
o porque los nacionales deben ser<br />
1 Weber, E.: Peasants into Frenchmen: the modernization<br />
of rural France 1870-1914. Chatto and Windus,<br />
Londres, 1976.<br />
2 Fichte, Johann Gottfried von: Discursos a la<br />
nación alemana, e.o. 1807-1808. Editora Nacional,<br />
Madrid, 1977.<br />
14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
CUADRO 1<br />
ciudadanos, en la fórmula ilustrada de la<br />
civilización cosmopolita y republicana francesa<br />
o en la fórmula romántica de la cultura<br />
casticista y étnica, la tradición ilustrada del<br />
ius soli y la tradición historicista del ius sanguinis<br />
acaban coincidiendo: el Estado lo<br />
forman ciudadanos culturalmente homogéneos;<br />
el demos que sustenta al Estado es culturalmente<br />
homogéneo y extrae su solidaridad<br />
política –aquella sobre la que se asienta<br />
el Estado– de esa misma homogeneidad. Y<br />
por supuesto, ambos nacionalismos se caracterizan<br />
porque, al tiempo que niegan diferencias<br />
hacia dentro, exigen el reconoci-<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Estado=Política<br />
Francia Alemania<br />
El Estado precede a la nación La nación precede al Estado<br />
Ciudadanía republicana Ciudadanía étnica<br />
La Republique El Volkgeist<br />
Ius soli Ius sanguinis<br />
Una “civilización” Las “culturas”<br />
Asimilación Exclusión<br />
Nación=Cultura<br />
miento de ellos mismos como diferentes<br />
hacia fuera.<br />
Por supuesto, más allá de la similitud,<br />
hay diferencias muy importantes. Así, el<br />
modelo germánico está abierto a la diversidad<br />
de culturas (incluso las fomenta) y<br />
no tiene el pathos imperialista o “civilizador”<br />
del francés que, asentado como cree<br />
estar en una única Raison universal, no reconoce<br />
otra forma de ser hombre que la<br />
del citôyen. De modo que las actitudes hacia<br />
el reconocimiento de la diversidad son<br />
muy distintas, lo que muestra la profunda<br />
ambivalencia que late detrás de ambos<br />
modelos: el aparente multiculturalismo y<br />
respeto a la diversidad del germánico esconde<br />
malamente una voluntad identitaria,<br />
xenófoba o incluso racista, mientras<br />
que el imperialismo del modelo francés<br />
abre amplias vías para la integración y es<br />
respetuoso con el principio de igualdad.<br />
El esquema alemán tiende, pues, a un<br />
multiculturalismo de la separación, mientras<br />
el francés, que tiende a la homogeneidad,<br />
lo hace desde la perspectiva de la incorporación<br />
y la asimilación.<br />
Por lo demás, el argumento de que<br />
sólo un demos culturalmente homogéneo<br />
puede sostener la democracia no está lamentablemente<br />
muerto y renace no sólo<br />
dentro de los viejos o nuevos Estados sino<br />
también a la hora de abordar procesos de<br />
articulación política supraestatal. Así, y<br />
como recordaba hace poco Luis María<br />
Díez Picazo, la famosa sentencia del Tribunal<br />
Constitucional alemán de 12 de<br />
octubre de 1993 relativa al tratado<br />
de Maastricht se basaba justamente en la<br />
idea de que “la democracia sólo puede llegar<br />
a funcionar allí donde existe una previa<br />
realidad nacional; y ello, por supuesto,<br />
no en un sentido étnico, sino predomi-<br />
15
LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />
nantemente cultural: sólo quienes comparten<br />
un núcleo de tradiciones, creencias<br />
y valores estarían en condiciones de organizar<br />
su vida colectiva democráticamente.<br />
A falta de ese acuerdo básico, de naturaleza<br />
eminentemente prepolítica, no cabría<br />
la democracia” 3 . Europa, por tanto, sólo<br />
podrá ser democrática cuando sea una nación,<br />
requisito que, si ha sido de difícil<br />
cumplimiento dentro de los Estados, lo<br />
será más aun en este marco más vasto.<br />
Los imperios<br />
En todo caso, los modelos tienden a imponerse<br />
por su propia sencillez; y este que<br />
equipara lengua, nación y Estado, más<br />
simple que sencillo, alcanzó una popularidad<br />
abrumadora impulsado por el romanticismo,<br />
el historicismo e incluso la<br />
ilustración, para recibir su espaldarazo<br />
tras la Gran Guerra. A lo que sin duda<br />
contribuyó el que las excepciones más conocidas<br />
a la regla lengua=nación=Estado<br />
fueran todas ellas Imperios y no democracias,<br />
justamente los derrotados en aquel<br />
campo de batalla.<br />
Al analizar las lenguas de los Estados<br />
Universales (de los Imperios) el gran historiador<br />
Arnold Toynbee ya puso de manifiesto<br />
que, salvo raras excepciones (el<br />
shogunato Tokugawa en Japón o el Imperio<br />
zarista), éstos se caracterizan por su<br />
pluralismo lingüístico. “En la Administración<br />
de los Estados Universales parece<br />
constituir la regla una pluralidad de lenguas<br />
oficiales, y la que goza de la primacía<br />
legal puede no ser, en la práctica, la más<br />
usada” 4 . Es el caso del Raj británico en la<br />
India, que conservo el persa inicialmente<br />
para aceptar después el hindustaní o el<br />
urdo. En el Imperio otomano, aun cuando<br />
declaró el turco lengua oficial, la lingua<br />
franca de la Administración fue el serbocroata<br />
mientras que en la marina se<br />
usaba el italiano. También los romanos<br />
se resistieron a eliminar el griego en las<br />
provincias orientales y se contentaron con<br />
hacer del latín la lengua del mando militar,<br />
al tiempo que en la Administración se<br />
usaban ambas. Y Toynbee cita el caso del<br />
Imperio español en el que se predicaba el<br />
evangelio en quechua, la lingua franca del<br />
mundo andino que había sido impuesta<br />
por los incas. Y así, los imperios modernos,<br />
el Austrohúngaro, el Ruso, el Britá-<br />
3 Luis María Díez Picazo: ‘Contra el romanticismo<br />
político. Notas sobre la idea de nación en la construcción<br />
europea’, Revista de Occidente, 243, pág. 101,<br />
2001.<br />
4 Toynbee, Arnold: La Historia, pág. 294. Editorial<br />
Noguer, SA, Barcelona, 1975.<br />
nico, el Otomano y en no poca medida el<br />
Español, fueron todos multilingüisticos.<br />
Pero en todo caso, si en ellos cabía un<br />
demos plurinacional y/o plurilingüístico<br />
era por dos razones que les diferencian<br />
claramente de la fórmula política de los<br />
Estados-nación. La primera es que ese demos<br />
no constituía una comunidad sino<br />
una pluralidad de ellas: una pluralidad de<br />
“naciones” unificadas solo y únicamente<br />
por la común dependencia del poder imperial.<br />
No podemos hablar de Imperiosnación.<br />
Pero además en los modelos imperiales<br />
no había ciudadanos propiamente<br />
dichos sino más bien –como en el<br />
Antiguo Régimen– súbditos, carentes de<br />
derechos políticos en cuanto no fueran<br />
otorgados por la Corona, fuente única de<br />
legitimidad.<br />
Estas dos razones (falta de fusión interna<br />
y falta de igualdad) explican que tan<br />
pronto se derrumban los Imperios emergen<br />
de nuevo como sujetos políticos las nacionalidades<br />
en cuanto demos básico sobre el<br />
que construir la arquitectura política. Así<br />
ocurrió en España tras el 98; en el Imperio<br />
Austrohúngaro o el Otomano tras la Primera<br />
Guerra Mundial; en el Británico tras<br />
la segunda y de nuevo recientemente tras el<br />
hundimiento del Imperio soviético: los Estados-nación<br />
devoran al Imperio.<br />
Estados Unidos<br />
Decía que casi todas las excepciones a las<br />
reglas fueron Imperios. Cierto, casi todas<br />
pero no todas. Estados Unidos muestra, finalmente,<br />
aunque de modo imperfecto, la<br />
posibilidad ausente: una nación constituida<br />
alrededor de una pluralidad de etnias y sin<br />
lengua oficial alguna, multicultural pues<br />
pero igualitaria y democrática, cosa que no<br />
fueron los Imperios. Cierto que el pluralismo<br />
americano se limitó inicialmente a emigrantes<br />
de algunos pocos países europeos;<br />
que la emigración del sur (italiana sobre todo)<br />
tuvo serias dificultades para su integración;<br />
y que, finalmente, la población no<br />
europea, los afroamericanos, han tenido y<br />
aún tienen serios problemas de integración.<br />
Cierto también que el multiculturalismo<br />
americano no ha sido de integración, sino<br />
de asimilación por una base anglosajona<br />
preexistente. Pero aún con éstos y otros<br />
matices sigue siendo cierto que su amplio<br />
multiculturalismo, acentuado desde la desmovilización<br />
posterior a la Segunda Guerra<br />
Mundial y reforzado a partir de la lucha<br />
por los derechos civiles de 1968, no impide<br />
la existencia de una poderosa nación que<br />
extrae no poco de su fuerza y vigor de la variedad<br />
y diversidad internas, una nación<br />
que integra numerosas nacionalidades en<br />
su seno sin que éstas se planteen jamás como<br />
objetivo llegar a ser Estado, una “nación<br />
de nacionalidades”, como la denomina<br />
Sartori 5 .<br />
2. De como Dios hizo un mundo<br />
complejo<br />
No obstante, y aun cuando seguimos<br />
pensando en términos de Estado-nación<br />
considerando a los otros como excepción,<br />
la realidad es la contraria. Pues desde luego,<br />
y a pesar de su gran Sabiduría, Dios<br />
no organizó el mundo distribuyendo la<br />
totalidad del territorio entre diversas culturas<br />
o etnias con claras y nítidas fronteras,<br />
supuesto de notable simpleza, pero<br />
que es, según Tilly, nada menos que el<br />
primero de los Ocho Postulados Malignos<br />
de la ciencia social del siglo XX:<br />
“La sociedad es una entidad separada; el mundo<br />
como un todo se divide en ‘sociedades’ distintas,<br />
cada una con su cultura, Gobierno, economía y solidaridad,<br />
mas o menos autónoma” 6 .<br />
No podía ser de otro modo si consideramos<br />
que hay no menos de 1.500 etnias, algo<br />
más de 6.700 lenguas y algo menos de 200<br />
Estados. Veamos los datos de la composición<br />
étnica y lingüística de los Estados para poder<br />
formarnos una idea del grado de realización<br />
efectiva de ese postulado maligno.<br />
a. La complejidad étnica de los Estados: Estados-nación<br />
y naciones-Estados<br />
Comencemos analizando la relación entre<br />
nación y Estado. Por fortuna disponemos<br />
de una muy valiosa cuantificación de la<br />
composición étnica de la población del<br />
mundo y de su organización política elaborada<br />
por G. P. Nielssen 7 a finales de los<br />
años ochenta a partir del estudio de la distribución<br />
de 575 etnias 8 , agregado de las<br />
más de 1.500 principales que pueden iden-<br />
5 G. Sartori: La sociedad multiétnica, pág. 51.<br />
Taurus, Madrid, 2001.<br />
6 En Charles Tilly: Big Structures, Large Processes,<br />
Huge Comparisons (Rusell Sage, Nueva York, 1984;<br />
hay traducción en Alianza Editorial); la cita es de la<br />
pág. 11. Kedourie lo señaló con anterioridad al remarcar<br />
que el discurso nacionalista se basa en tres supuestos<br />
idealtípicos: “que la humanidad se divide naturalmente<br />
en naciones; que las naciones se conocen por<br />
ciertas características que pueden determinarse; y que<br />
el único tipo de gobierno legítimo es el autogobierno<br />
nacional”, E. Kedourie: Nationalism, pág. 9. Praeger,<br />
Nueva York, 1960.<br />
7 G. P. Nielssen: Sobre los conceptos de etnicidad,<br />
nación y Estado en Alfonso Pérez-Agote (edit.), Sociología<br />
del nacionalismo, págs. 193 y sigs. Gobierno Vasco,<br />
Bilbao, 1989.<br />
8 Entendiendo por tal a “cualquier grupo de personas<br />
distinto de otras en términos de criterios culturales<br />
objetivos y que contiene dentro de los miembros<br />
que la compone, en principio o en la práctica, los elementos<br />
para una completa división del trabajo y para<br />
16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
tificarse 9 . Datos que permiten ya aventurar<br />
una hipótesis pues de ellos podemos<br />
deducir que la media de población por etnia<br />
es de poco más de ocho millones de<br />
personas. Pues bien, lo primero que se pudo<br />
constatar es la amplia dispersión de las<br />
categorías étnicas. Muy pocas categorías<br />
étnicas (sólo 12 de 575) comprendían<br />
más de la mitad de la población mundial,<br />
mientras que en el extremo opuesto, 383<br />
categorías comprendían menos del 4%<br />
del total.<br />
Pues bien, si analizamos la distribución<br />
de estas categorías en Estados encontramos<br />
un cuadro que dista mucho de la<br />
idílica correspondencia puntual entre etnias<br />
y Estados. Pues el análisis de Nielssen<br />
ponía de manifiesto, de una parte, que la<br />
mayoría de los Estados tienen más de una<br />
categoría étnica (no son Estados-nación).<br />
Pero el análisis no debe pararse ahí pues,<br />
de otra parte, encontramos que un buen<br />
número de etnias están a su vez distribuidas<br />
entre varios Estados (no son naciones-<br />
Estado). Y es este juego entre el Estadonación<br />
de una parte, y la nación-Estado<br />
de otra, lo que debe ser objeto de atención.<br />
Para ello Nielssen distingue entre<br />
Estados-nación (donde más del 90% de la<br />
población del Estado esta formada por<br />
miembros de una sola categoría étnica),<br />
naciones-Estados (en los que una categoría<br />
étnica representa entre el 40% y el<br />
90% de la población) y Estados multinacionales<br />
(en los que la etnia más numerosa<br />
abarca menos del 40% de la población).<br />
Con ello puede analizar la composición<br />
étnica de los Estados existentes.<br />
Pero es necesario combinar esas tres categorías<br />
con otras que discriminen la composición<br />
estatal de las etnias, de modo<br />
que las tres categorías anteriores se dicotomizan<br />
en monoestatales y multiestatales:<br />
lo primero si más del 90% de los<br />
miembros de la etnia residen dentro de<br />
ese Estado; y lo segundo en otro caso. De<br />
la reproducción”. La definición es de Paul R. Brass,<br />
Ethnicity and Nationality Formation en Ethnicity, 3<br />
(1976) 225. La cita es la pág. 226, reproducida por<br />
Nielsson. Así se separa la categoría étnica del grupo<br />
étnico que emerge si los miembros de una categoría<br />
mantienen una interacción continua.<br />
9 La investigación de Nielsson utilizaba como<br />
población el censo de Estados entonces existentes (un<br />
total de 165). Podría pensarse que, de repetir el análisis<br />
hoy, con los 188 Estados reconocidos en Naciones<br />
Unidas, la mayoría de ellos resultantes del desmembramiento<br />
de la Unión Soviética, el número de Estados-Nación<br />
aumentaría. Aunque ese incremento –como<br />
veremos– no afectaría sustancialmente a las cifras<br />
ni al argumento de este trabajo, lo cierto es que no<br />
pocos de los nuevos Estados (la mayoría de los del Este<br />
de Europa más los nuevos Estados Bálticos) son<br />
plurinacionales y multilingüisticos.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
CUADRO 2<br />
Distribución mundial de categorías étnicas por Estados<br />
este modo obtenemos una clasificación<br />
continua cuyos extremos son:<br />
• Estados-nación monoestatales, en los<br />
que el 90% de la población del Estado corresponde<br />
a una etnia y el 90% de la población<br />
de esa etnia reside en ese Estado; es decir,<br />
Estados-nación que son al tiempo naciones-Estado<br />
y que son los únicos que realizan<br />
plenamente el ideal del Estado-nación.<br />
• Estados multinacionales y multiestatales,<br />
en los que la etnia más numerosa<br />
del Estado representa menos del 40% de<br />
su población y menos del 90% del total<br />
de esa etnia; es decir, Estados propiamente<br />
multiétnicos.<br />
Pues bien, el resultado que obtiene es<br />
que sólo 28 Estados de los 161 existentes<br />
cuando se confeccionó el censo responden<br />
al ideal de correspondencia biunívoca<br />
entre nación y Estado, es decir, un 17,3%<br />
del total de Estados. O por leerlo al contrario,<br />
de las 575 etnias identificadas, sólo<br />
28 han realizado la ecuación mágica del<br />
Estado-nación y de la nación-Estado, una<br />
lectura que reduce el porcentaje de éxito a<br />
menos del 5% de las etnias.<br />
El trabajo de Nielsson pone sobre la<br />
mesa todo un campo de análisis nuevo: no<br />
ya el de los Estados multinacionales, sino el<br />
de las naciones multiestatales, sin cuya<br />
comprensión el fenómeno queda incompleto.<br />
De modo que podemos concluir con<br />
el que “el número de Estados que se enfrentan<br />
a presiones para la acomodación<br />
política entre varias naciones es lo suficientemente<br />
grande para sugerir que existen<br />
más relaciones internacionales dentro de los<br />
Estados que entre ellos”.<br />
b. Lengua y Estado<br />
Pero analicemos ahora la otra parte de la<br />
EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />
Tipo de Estado Número de naciones Total de Estados<br />
Estados-nación<br />
(+ del 90% de una etnia)<br />
Monoestatales 28 28<br />
Multiestatales<br />
Naciones-Estado<br />
(entre el 40% y el 90% de una etnia)<br />
17 38<br />
Monoestatales 30 30<br />
Multiestatales<br />
Estados multinacionales<br />
(menos del 40% de una etnia)<br />
27 39<br />
Monoestatales 41 2<br />
Multiestatales 34 24<br />
Total 161<br />
ecuación, la que relaciona lengua y Estado.<br />
Para comenzar, la diversidad lingüística no<br />
es menor que la étnica, pues se estima que<br />
hay unas 6.700 lenguas vivas en el mundo,<br />
de las que sólo 78 tienen alguna literatura<br />
escrita en uno de los 106 alfabetos inventados<br />
a lo largo de la historia 10 . De esas casi<br />
siete mil lenguas, más de la mitad corresponden<br />
a Asia y África. No obstante, la<br />
mayor diversidad lingüística le corresponde<br />
al Pacífico que, con solo el 1% de la población,<br />
tiene el 19% de las lenguas, seguido<br />
por África (con el 15% de la población<br />
tiene el 30% de las lenguas).<br />
CUADRO 3<br />
Lenguas en el mundo<br />
según los continentes<br />
Población % Lenguas %<br />
(millones) vivas<br />
Asia 2500 50 2165 32<br />
África 725 15 2011 30<br />
Pacífico 30 1 1302 19<br />
América 760 15 1000 15<br />
Europa 982 20 225 3<br />
Total 4997 100 6703 100<br />
Fuente: ‘Ethnologue’, 13ª edición, Bárbara F. Grimes<br />
Editor, Summer Institute of Linguistics Inc., 1996.<br />
No obstante la diversidad de lenguas,<br />
de nuevo encontramos que la concentración<br />
de hablantes en unas pocas es clara,<br />
10 La misma cifra y similar distribución de lenguas<br />
en el mundo puede encontrarse en la Cambridge<br />
Encyclopedia of Language (1997), citada en el Informe<br />
Mundial sobre la Cultura. Unesco, 2000.<br />
17
LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />
consecuencia sin duda, de las múltiples<br />
ventajas que tiene el uso de una lengua común,<br />
de modo que las 10 lenguas más habladas<br />
cubren la mitad de los hablantes<br />
considerados.<br />
Dada la extensión de estas 10 principales<br />
lenguas podríamos sospechar que la mayoría<br />
de los Estados deberían ser monolingüísticos.<br />
Pero la realidad de la distribución<br />
lingüística de los Estados es justamente la<br />
contraria. Pues a partir del dato de los más<br />
de 5.000 millones de habitantes del mundo<br />
se deduce que la media de hablantes por<br />
lengua es de poco más de 700.000 personas<br />
y que, inversamente, la media de lenguas<br />
por Estados es nada menos que 30 11 . Datos<br />
agregados que, como siempre, encubren<br />
una tremenda dispersión. Así, el continente<br />
con una media de lenguas por país menor y<br />
un mayor número de hablantes por lengua<br />
(es decir, el más “normalizado”) es, con<br />
gran diferencia, Europa. La media europea<br />
de hablantes de cada lengua, 4,4 millones,<br />
es cuatro veces mayor que la media mundial<br />
de hablantes de cada lengua. A su vez,<br />
la media europea de lenguas por país, sólo<br />
4,6, es casi la sexta parte de la media mundial,<br />
aproximadamente 30 lenguas por país.<br />
Podemos, pues, decir que, por las razones<br />
que sean, la complejidad lingüística de Europa<br />
es incomparablemente menor que la<br />
del resto del mundo; y quizá por eso Europa,<br />
y sólo Europa, ha podido creer durante<br />
tanto tiempo en la ecuación lengua-nación-<br />
Estado, que resulta ser así otro más de los<br />
esquemas eurocéntricos con los que malpensamos<br />
el mundo.<br />
Esta fuerte normalización u homogeneización<br />
lingüística de Europa contrasta<br />
con la fuerte dispersión en otros continentes,<br />
singularmente Oceanía, donde la media<br />
de lenguas por país es casi 50 y la media<br />
de hablantes por lengua ¡no llega a 25.000!<br />
Estos dos extremos, Europa y Oceanía, no<br />
deben hacernos olvidar que América, por<br />
ejemplo, tiene una media de casi 22 lenguas<br />
por Estado y menos de un millón de<br />
hablantes por lengua.<br />
El resultado final (siempre según estimaciones<br />
de Jacques Leclerc, del Centre International<br />
de Recherche en Aménagement<br />
Linguistique [CIRAL] de la Universidad<br />
Laval de Canadá 12 ), es que sólo habría 25<br />
Estados lingüísticamente homogéneos 13 ,<br />
11 Nótese que los datos de número de Estados<br />
incluyen, por razones que se me escapan, 30 Estados<br />
no soberanos.<br />
12 Pueden verse estos datos en www.ciral.ulaval.ca/alx/<br />
13 Entendiendo por tal que el 90% o más de la<br />
población habla la misma lengua.<br />
CUADRO 4<br />
Las 10 primeras lenguas del mundo<br />
Rango Lengua País principal Población<br />
1 Chino mandarín China 885.000.000<br />
2 Español México 332.000.000<br />
3 Inglés Estados Unidos 322.000.000<br />
4 Bengalí Bangla Desh 189.000.000<br />
5 Hindi India 182.000.000<br />
6 Portugués Brasil 170.000.000<br />
7 Ruso Rusia 170.000.000<br />
8 Japonés Japón 125.000.000<br />
9 Alemán Alemania 98.000.000<br />
10 Chino wu China 77.175.000<br />
Total 2.550.175.000<br />
CUADRO 5<br />
Fuente: ‘Ethnologue’, 13 e edición, Bárbara F. Grimes Editor, Summer Institute of Linguistics Inc., 1996.<br />
Población Estados Lenguas Media de Media de<br />
lenguas hablantes de<br />
por país cada lengua<br />
(millones) (millones)<br />
Europa 982 49 225 4,6 4,4<br />
América 770 46 1.000 21,7 0,8<br />
África 725 56 2.011 35,9 0,4<br />
Asia 2.500 46 2.165 47,1 1,2<br />
Oceanía 30 27 1.302 48,2 0,0<br />
Total 5.007 224 6.703 29,9 0,7<br />
Fuente: ‘Ethnologue’, 13ª édition, Barbara F. Grimes Editor, Summer Institute of Linguistics Inc., 1996.<br />
más otros 9 Estados no soberanos. Y llama<br />
poderosamente la atención el que casi todos<br />
ellos (salvo Bangla Desh, Japón, Corea<br />
y Polonia) son de escaso número de hablantes,<br />
10 millones o menos. El sorprendente<br />
resultado es que, contra una extendidísima<br />
creencia, menos del 15% de los Estados<br />
(que engloban menos del 10% de la<br />
población del mundo) son lingüísticamente<br />
homogéneos, mientras el 85% restante,<br />
los Estados multilingües, engloban a más<br />
del 90% de la población. Vivir en un Estado<br />
lingüísticamente homogéneo tiene,<br />
pues, una probabilidad de 1 a 10.<br />
3. Y los humanos<br />
lo complicamos más aún<br />
De modo que Dios sí hizo un mundo complejo<br />
en identidades, lenguas y Estados. Y<br />
por si fuera poco los humanos nos hemos<br />
entretenido en complejizarlo aún más.<br />
La globalización<br />
Sabemos que la actual historia mundial<br />
(lo que, desde otra perspectiva, llamamos<br />
hoy “globalización”) comenzó con<br />
la expansión europea del siglo XVI iniciada<br />
por los pioneers ibéricos (la expresión<br />
es de Toynbee), que llevó la cultura-civilización<br />
occidental a todo el mundo,<br />
colonizándolo, y cuyo momento de<br />
inflexión fue la Segunda Guerra Mundial.<br />
La descolonización subsiguiente<br />
implicó la transformación de las colo-<br />
14 Para este debate entre cultura y civilización,<br />
véase el trabajo de Paloma García Picazo: ‘Totalidad y<br />
fragmentación. El mundo de la cultura, el universo de<br />
la civilización’, en Revista Española de Investigaciones<br />
Sociológicas, 64 (1993) 81-104. Puede verse un estudio<br />
sobre los orígenes del término “civilización” en uno de<br />
sus últimos defensores (por supuesto, francés), el historiador<br />
F. Braudel: Las civilizaciones actuales. Estudio de<br />
historia económica y social, Tecnos, Madrid, 1983.<br />
18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
CUADRO 6<br />
Los 34 Estados lingüísticamente homogéneos<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />
Estado Continente Población Lengua Lengua Porcentaje<br />
Materna Materna<br />
Antigua América 93 Inglés Creole 97%<br />
Bermudas* América 60,8 Inglés Inglés 96%<br />
Cuba América 10.600 Español Español 94%<br />
R. Dominicana América 87 Inglés Creole 96%<br />
Haití América 7.100 Francés/creole Creole 98%<br />
Martinica* América 381 Francés Creole 96%<br />
Guadalupe* América 421,6 Francés Creole 96%<br />
Puerto Rico* América 3.900 Español Español 99%<br />
Paraguay América 4.800 Español Guaraní 95%<br />
Maldivas* América 2 Inglés Inglés 100%<br />
Uruguay América 3.200 Español Español 93%<br />
Rwanda África 8.500 Kinyarwanda<br />
y francés<br />
Swati/inglés<br />
Kinyarwanda 98%<br />
Swazilandia África 938 Swati 90%<br />
Albania Europa 3.500 Albanés Albanés 97%<br />
Austria Europa 7.400 Alemán Alemán 98%<br />
Dinamarca Europa 5.100 Danés Danés 98%<br />
Islandia Europa 264 Islandés Islandés 90%<br />
Liechtenstein Europa 30,5 Alemán Alemán 98%<br />
Polonia Europa 39.300 Polaco Polaco 92%<br />
Portugal Europa 10.400 Portugués Portugués 96%<br />
Jordania Asia 3.800 Árabe Árabe 95%<br />
Líbano Asia 3.200 Árabe Árabe 93%<br />
Bangla Desh Asia 132.200 Bengalí Bengalí 95%<br />
Japón Asia 126.300 Japonés Japonés 96%<br />
Corea del Norte Asia 25.500 Coreano Coreano 99%<br />
Corea del Sur Asia 44.800 Coreano Coreano 98%<br />
Macao* Asia 445 Portugués/<br />
cantones<br />
Cantones 99%<br />
Cook* Oceanía 18,3 Inglés Maori 91%<br />
Samoa (USA)* Oceanía 43 Inglés Samoano 90%<br />
Kiribati Oceanía 72 Kiribati/inglés Kiribati 97%<br />
Niu* Oceanía 2,1 Inglés Niuan 97%<br />
Palao Oceanía 14,8 Inglés Paulauan 100%<br />
Tonga Oceanía 98 Tonguien/<br />
inglés<br />
Tonguiano 98%<br />
Tuvalu Oceanía 9,9 Tuvaluan/<br />
inglés<br />
Tuvaluano 97%<br />
Nota: el asterisco indica que el Estado no es soberano<br />
nias en Estados soberanos que intentaron<br />
e intentan recobrar sus viejas culturas,<br />
lenguas o “identidades” anteriormente<br />
menospreciadas y oprimidas por<br />
la potencia colonizadora. Y así, lo que el<br />
pensamiento del XIX concibió como<br />
el avance de la “civilización” (única y<br />
europea, por supuesto) sobre la “barbarie”<br />
(que sólo merecía ser estudiada por<br />
la antropología) pasó a ser concebido,<br />
no sin dificultades, como la interacción<br />
entre diferentes “culturas”. La “civiliza-<br />
ción occidental” es poco a poco entendida<br />
como “otra cultura”, de modo que<br />
aquélla dejó de monopolizar la posesión<br />
de principios cognitivos, éticos o estéticos<br />
de validez universal 14 . Al contrario,<br />
también en ella había y hay particularis-<br />
19
LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />
mo y no poco etnocentrismo. En resumen,<br />
la descolonización ha supuesto restablecer<br />
la diversidad. El libro de Huntington<br />
The Clash of Civilizations tiene<br />
al menos esta verdad: las viejas culturas<br />
colonizadas viven de nuevo y orientan<br />
hoy la política de Estados (y de regiones<br />
de Estados) hacia caminos específicos,<br />
unificando sus actuaciones tanto más<br />
que el comercio o internet 15 .<br />
Y por ello, si en una lectura superficial<br />
la dinámica de la cultura mundial es<br />
la americanización, por debajo observamos<br />
una revitalización de viejas culturas,<br />
muchas (la mayoría) más antiguas y<br />
ampliamente extendidas geográficamente,<br />
impulsadas/inventadas por nuevos<br />
Estados descolonizados que recrean/inventan<br />
tradiciones como sistemas de legitimación<br />
16 .<br />
Las migraciones<br />
Y es sobre un mundo culturalmente diversificado<br />
sobre lo que trabaja el proceso<br />
globalizador. Tendemos a analizar la<br />
globalización sólo en términos económicos;<br />
y cuando la observamos desde una<br />
15 La mejor prueba de este triunfo de la cultura<br />
frente a la civilización (que es un triunfo de la visión<br />
antropológica-sociológica del hombre sobre la jurídico-política)<br />
está representado por el gran pensador<br />
francés Claude Levi-Strauss; véase La mirada distante<br />
(1984) y Raza y cultura (1993).<br />
16 Véase, Mbuyi Kabunda Badi: Las ideologías de<br />
integración nacional en Africa: mitos y realidades, en<br />
VV AA: Hablar y dejar hablar, Ediciones de la<br />
UNAM, Madrid, 1994, op. cit., págs. 201y sigs. El<br />
texto clásico es de E. Hobsbawm y T. Renger: The Invention<br />
of Tradition, Cambridge University Press,<br />
Cambridge, 1983.<br />
perspectiva cultural parece que sólo percibimos<br />
otra occidentalización más,<br />
aunque esta vez liderada por Estados<br />
Unidos más que por Europa: la MacDonaldización<br />
o Cocacolización de la cultura<br />
mundial 17 . Ambas perspectivas son<br />
simplificaciones. Cierto que la globalización<br />
comenzó en los mercados financieros,<br />
pero detrás de ella ha avanzado<br />
imparable la circulación de mensajes de<br />
todo orden (comunicación); detrás<br />
de ellos la circulación de mercancías<br />
(comercio); y detrás, inevitablemente, la<br />
circulación de personas (emigración).<br />
Y así, asistimos a una nueva oleada<br />
migratoria 18 mayor incluso que la de<br />
comienzos del siglo pues afecta a todas<br />
las regiones del globo. El Informe sobre<br />
el Desarrollo Humano de las Naciones<br />
Unidas de 1999 19 nos recuerda que en<br />
1975 había sólo 84 millones de personas<br />
viviendo fuera de sus países de origen:<br />
digamos emigrantes “legalmente inscritos”.<br />
Esta cifra subió a 104 millones 10<br />
años más tarde y a 145 en 1998. Si a<br />
ellos añadimos un desconocido pero alto<br />
volumen de “ilegales” y comparamos<br />
la suma resultante (sin duda superior a<br />
los 200 millones) con el tamaño de los<br />
países del mundo podríamos concluir<br />
que los “emigrantes” son hoy uno de los<br />
17 G. Ritzer, ‘The MacDonaldization of Society’<br />
en Journal of American Culture, 6 (1983) págs. 100 y<br />
sigs. También: Big Mac Attack: The MacDonaldization<br />
of Society, Lexington Books, Nueva York, 1993.<br />
18 Castles, S. and Miller, M. J.: The age of migration:<br />
international populations movements in the modern<br />
world. Macmillan, Londres, 1993.<br />
19 Mundi Prensa, pág. 32. Madrid, 1999.<br />
“países” más poblados del mundo. Una<br />
migración impulsada por motivos y razones<br />
variadas. Ciertamente la búsqueda<br />
de oportunidades de vida y bienestar<br />
mayores sigue siendo el móvil principal,<br />
pero encontramos detrás de esa etiqueta<br />
circunstancias variadas: estudiantes o<br />
profesores buscando conocimiento; investigadores<br />
que buscan datos o intercambio<br />
de ideas; ejecutivos o trabajadores<br />
cualificados movilizados por sus empresas;<br />
jubilados buscando lugares al sol<br />
de bajo coste de vida y un largo etcétera.<br />
Tan variadas son ya las razones para el<br />
nomadismo que incluso la etiqueta<br />
“emigración “ comienza a ser obsoleta y<br />
se habla de emigración transnacional o<br />
“transmigración”. Y a medida que las<br />
fronteras se hacen porosas (la expresión<br />
es del filósofo canadiense Charles<br />
Taylor 20 ) y los Estados pierden soberanía<br />
descubrimos que la regla no es ya<br />
tanto la sedentariedad dentro de las<br />
fronteras de los Estados sino el nomadismo,<br />
concomitante con la globalización.<br />
Pero además, y paradójicamente,<br />
una de las más importantes causas de las<br />
actuales emigraciones es el intento de<br />
purificación étnica en muchas zonas,<br />
que expulsa población “impura”, que<br />
pasa a reforzar la diversidad étnica o<br />
cultural de otras zonas “polucionandolas”,<br />
de modo que el intento de generar<br />
20 Taylor, C.: ‘The politics of Recognition’, en<br />
Gutmann, A. (ed.) Multiculturalism: examining the<br />
politics of recognition, págs. 25-74. Princeton University<br />
Press, Princeton, 1994.<br />
20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Estados-nación en algunas partes es la<br />
causa de la pérdida de ese mismo carácter<br />
en otras.<br />
“La persecución racial” –señala la ACNUR– “es<br />
una de las principales causas de que los refugiados<br />
huyan… Irónicamente, estos mismos flujos de refugiados<br />
se citan como una de las causas de las<br />
nuevas tendencias xenófobas”.<br />
En todo caso, la gente que emigra o<br />
simplemente se traslada geográficamente<br />
ya no lo hace como “bárbaro” a la búsqueda<br />
de la “civilización”, sino como<br />
miembro de otra cultura y junto con ella,<br />
y espera ser respetado en esa adscripción<br />
del mismo modo que en su país se respeta<br />
la cultura occidental. Hasta hace pocos<br />
años se podía esperar que el inmigrante<br />
(salvo que fuera un gestarbeiter, trabajador<br />
temporalmente invitado) acabaría integrándose,<br />
lo que era tanto como decir<br />
asimilándose a la sociedad receptora, según<br />
la pauta tradicional de desarrollo en<br />
dos o –como mucho– tres generaciones.<br />
Sabemos que, por múltiples razones (y la<br />
facilidad de comunicación con sus sociedades<br />
de origen, otro efecto de la globalización,<br />
es la más importante), esta disposición<br />
a la asimilación es cada vez más<br />
débil 21 y la tendencia es, por el contrario,<br />
conservar (o incluso acentuar) las diferencias<br />
como símbolos de identidad 22 . La<br />
consecuencia es la emergencia de “ciudades<br />
globales”, literalmente microcosmos<br />
del mundo (usualmente de áreas de influencia<br />
política de esa metrópolis) en los<br />
que las fronteras políticas se dislocan en<br />
relación con las fronteras culturales.<br />
Aquellas, las fronteras políticas, son relativamente<br />
estables; pero las culturales devienen<br />
lo que hace años llamé microfronteras<br />
23 , a saber, gentes con variadas creencias<br />
religiosas, lenguas maternas,<br />
perteneciendo a distintos grupos étnicos,<br />
con variados hábitos culinarios, vestidos<br />
y modos de amar, cantar o llorar, que viven<br />
juntos coexistiendo (y eventualmente<br />
conviviendo) en los mismos espacios sociales,<br />
fábricas, oficinas, universidades,<br />
supermercados, hoteles, museos o disco-<br />
21 Aunque no tanto como se cree. Acerca de la<br />
asimilación lingüística de los emigrantes en Estados<br />
Unidos véase el interesante trabajo de Alejandro Portes<br />
y Lingxin Hao en Revista de Occidente, Nº 24,<br />
abril del 2001.<br />
22 Véase, por ejemplo, Glick Schiller, N., Basch,<br />
L. y Blanc-Szanton, C. (eds): Towards a transnational<br />
perspective on migration, New York Academy of Sciences,<br />
Nueva York, 1992.<br />
23 Véase, ‘Fronteras culturales’, en E. Lamo de<br />
Espinosa (editor): Culturas, Estados, Ciudadanos, págs.<br />
13-79. Alianza Editorial, Madrid, 1996.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
tecas. Una tendencia a la emergencia de<br />
espacios de coexistencia multicultural sin<br />
duda creciente, que continuará incluso si<br />
el desarrollo económico hiciera innecesaria<br />
la emigración económica pues sus raíces<br />
están en la globalización misma por la<br />
que el mundo deviene un solo mundo.<br />
Es por ello por lo que los tradicionales<br />
melting-pots, es decir, lugares de mezcla y<br />
fusión de etnias o culturas están pasando<br />
a ser salad-bowl, una mezcla abigarrada<br />
de tipos humanos con las más plurales<br />
referencias.<br />
Veamos algunos ejemplos generados<br />
por las fortísimas inmigraciones internacionales.<br />
Se estima que en 1995 emigraron a<br />
Estados Unidos unos 90.000 mexicanos,<br />
algo bien conocido. Pero se ignora que<br />
también emigraron 55.000 rusos, 51.000<br />
filipinos, 42.000 vietnamitas, 39.000 dominicanos<br />
y unos 35.000 chinos. El fenómeno<br />
se repite en otras muchos Estados. A<br />
Japón emigraron ese mismo año 39.000<br />
chinos, 30.000 filipinos, 27.000 americanos,<br />
12.000 brasileños y unos 6.000 tailandeses.<br />
A Canadá emigraron 32.000 chinos<br />
de Hong Kong, 16.000 indios, 15.000 filipinos,<br />
13.000 chinos y 9.000 de Sri Lanka.<br />
Y se estima que anualmente emigran permanentemente<br />
1,5 millones de personas y<br />
que otros tantos solicitan asilo, unos procesos<br />
de movimiento de población sólo comparables<br />
(aunque mayores) a los que se produjeron<br />
a finales del siglo pasado. Esta<br />
complejidad de los movimientos de población<br />
(de los flujos) modifica poderosamente<br />
la composición de los stocks, de modo<br />
que si en Madrid hay un 3% de población<br />
extranjera y un 10% en El Ejido, son el<br />
16% en París, el 20% de Londres o el 56%<br />
de Nueva York. Hay colegios de Madrid y<br />
Barcelona con más de 30 minorías lingüísticas,<br />
pero hay más de 200 minorías en los<br />
de Nueva York. Ésta es la verdadera globalización<br />
puesto que, más allá del regusto positivo<br />
o negativo que pueda producirnos el<br />
vocablo multiculturalismo, y más allá de<br />
repetidas discusiones filosóficas sobre el relativismo<br />
o los valores occidentales, el multiculturalismo<br />
es un hecho, una realidad<br />
que se juega cotidianamente en la coexistencia<br />
de personas con adscripciones culturales<br />
variadas conviviendo en andamios, invernaderos,<br />
supermercados, bares, plazas,<br />
discotecas o simples rellanos de la escalera.<br />
El mundo se está llenando de espacios sociales<br />
de convivencia multicultural, nos<br />
guste o no.<br />
4. Conclusión: la democracia<br />
de la diversidad<br />
De modo que Dios sí hizo un mundo<br />
EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />
complejo en identidades, lenguas y Estados.<br />
Y por si fuera poco los humanos<br />
nos hemos entretenido en complejizarlo.<br />
¿Qué conclusiones podemos sacar de todo<br />
ello?<br />
La primera es que el problema es cómo<br />
gestionamos la diversidad cuando la<br />
arquitectura de la política no puede ya<br />
basarse en una previa ciudadanía culturalmente<br />
homogénea. Aceptar que sólo<br />
en matemáticas ser diferente de algo (#)<br />
quiere decir ser más o menos; que algo<br />
diferente es sólo eso y no mejor o peor;<br />
que la libertad es también la libertad de<br />
expresión y esta la de expresar la propia<br />
cultura, una actitud que choca con hábitos<br />
centenarios etnocéntricos de rechazo<br />
de la diferencia. Las democracias,<br />
los Estados mismos, serán (son) crecientemente<br />
multiculturales, multiétnicos y<br />
multilingüisticos pues todo ello es, antes<br />
de nada, un hecho, un dato de la modernidad<br />
avanzada, fácilmente perceptible<br />
en las grandes urbes de todo el mundo<br />
o en los resorts turísticos, pero que<br />
avanza imparable en todas direcciones.<br />
La segunda conclusión es que hay<br />
muchos modos de gestionar la diversidad.<br />
La homogeneidad es simple pero la<br />
diversidad es, ciertamente, diversa. Podemos<br />
encontrar una sola minoría, dentro<br />
de una sola mayoría, o diversas minorías<br />
que, unidas, serían mayoría. Las<br />
minorías pueden ser de incorporación<br />
reciente o no; las distancias culturales<br />
entre las minorías o entre éstas y la<br />
eventual mayoría pueden ser grandes o<br />
pequeñas. En ciertos casos las distancias<br />
lingüísticas son enormes y en otros el<br />
aprendizaje de la nueva lengua (el bilingüismo)<br />
es fácil de alcanzar. No tiene<br />
nada que ver la situación de los cubanos<br />
en Florida con la de los argelinos en<br />
Francia, los turcos en Alemania, los catalanes<br />
en España, los aymara o quechua<br />
en Bolivia, y un largo etcétera. Los paisajes<br />
sociales son muy distintos y por<br />
ello, aunque no es imposible encontrar<br />
una filosofía común y es quizá sencillo<br />
definir lo que no se debe hacer, es dudoso<br />
que encontremos una única solución.<br />
En todo caso, la formula del Estadonación<br />
se ha quedado obsoleta, si es que<br />
alguna vez fue algo más que ideología.<br />
Pretender que los 188 Estados hoy existentes<br />
se asienten sobre un demos culturalmente<br />
homogéneos es un sin sentido.<br />
Pues o bien multiplicamos los Estados<br />
para ajustarlos a las naciones/lenguas<br />
hasta hacer el mundo políticamente inmanejable<br />
(y ya lo es con los existentes),<br />
justo cuando a consecuencia de la acele-<br />
21
LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />
rada globalización económica el mundo<br />
necesita un fuerte control político. O<br />
bien abandonamos la idea del Estadonación.<br />
La conclusión es pues obvia: si<br />
deseamos crear Estados viables que no<br />
estén sometidos a tensiones separatistas<br />
o violencias sobre/contra minorías étnicas,<br />
no hay más alternativa que separar<br />
la lealtad y la pertenencia a un Estado<br />
de la identidad cultural: separar, pues, la<br />
arquitectura política, el modo como el<br />
mundo se organiza políticamente, de la<br />
arquitectura cultural, diferenciar entre<br />
fronteras políticas y fronteras culturales.<br />
Debemos visualizar la relación entre<br />
cultura y política no como espacios que<br />
se solapan sino como realidades secantes:<br />
la misma identidad cultural se asentará<br />
sobre una pluralidad de Estados.<br />
Pero también a la viceversa: la misma realidad<br />
estatal se asentara sobre una pluralidad<br />
de culturas. Los Estados pluriculturales<br />
y/o plurilinguisticos son y serán<br />
la regla. Algo similar a lo que ocurre<br />
con las regiones o incluso, las áreas metropolitanas,<br />
pues también éstas saltan<br />
por encima de las fronteras para ser pluriestatales.<br />
Es tanto como profundizar<br />
en la tendencia de secularización del Estado<br />
que comenzó ya en el siglo XVII<br />
tras las guerras de religión. Pues al igual<br />
que entonces se rompió con el principio<br />
tardomedieval un roi, une foi, une loi,<br />
que forzaba a los súbditos de las viejas<br />
monarquías a seguir la religión del Príncipe,<br />
se trata ahora de llevar ese pluralismo<br />
cultural mas allá del estricto espacio<br />
de la religión para hacer Estados laicos<br />
también en lo cultural. Pues si los Estados<br />
no tienen religión, ¿cómo pueden<br />
tener culturas propias, que son en todas<br />
partes un derivado de las religiones? Limitar<br />
la secularización del Estado a las<br />
identidades religiosas es un primer paso,<br />
que debe continuar en todos los ámbitos<br />
de la cultura.<br />
Pero desacoplar cultura y política es<br />
tanto como decir que la lealtad a un pueblo<br />
(y la misma identidad como pueblo)<br />
se expresa de muchos modos y se dice<br />
en muchas lenguas. Que se puede ser<br />
norteamericano en inglés, pero también<br />
en español, en yoruba, en tagalo o en<br />
urdo. En todas esas identidades deberá<br />
haber lealtad a la Constitución como<br />
presupuesto mínimo sobre el que crear<br />
una identidad de nación, pero de nación<br />
plurinacional, variada, diversa. Estoy,<br />
pues, hablando de naciones complejas<br />
que, mas allá del modelo del Estado-nación,<br />
resultan de la fusión dinámica de<br />
una pluralidad de naciones, identidades<br />
y lenguas en un proyecto de vida en común.<br />
Y hablamos también de democracias<br />
de la diversidad, no de la homogeneidad,<br />
donde la igualdad legal no debe<br />
presuponer la igualdad cultural.<br />
La imposibilidad del Estado-nación<br />
romántico no debe, sin embargo, conducirnos<br />
a demonizar todas las formas<br />
de nacionalismo. Y ello porque –regresando<br />
al principio– todo Estado estable<br />
debe reposar en un demos, una comunidad<br />
o una Gemeinschaft, que se caracteriza<br />
por una mayor solidaridad interna,<br />
reposa en una ciudadanía que mentalmente<br />
traza una frontera entre “nosotros”<br />
y los “otros”: no tanto con ánimo<br />
de expulsar o rechazar a los otros, sino<br />
24 J. Habermas: Identidades nacionales y potenciales,<br />
Tecnos, Madrid, 1989. También, ‘Ciudadanía e<br />
identidad nacional. Consideraciones sobre el futuro<br />
europeo0’, en Debats, 39, pág. 11 y sigs. (1992)<br />
25 L. M. Díez Picazo: Contra el romanticismo político,<br />
op. cit., pág. 106.<br />
26 Jenkins, R.: Essays and speeches. pág. 267. Collins,<br />
Londres, 1967. Entrecomillado mío.<br />
con ánimo de fusionar o unir a quienes<br />
forman parte de ese “nosotros”. Hay,<br />
pues, una nación debajo de todo Estado,<br />
al menos debajo de todo Estado estable<br />
y viable. El limite mínimo de esa<br />
comunidad, de ese nacionalismo posnacionalista,<br />
es el patriotismo constitucional<br />
de Habermas, la lealtad a la Constitución<br />
como marco de convivencia y tolerancia<br />
en libertad 24 . Creo, sin<br />
embargo, con Luis María Díez Picazo,<br />
que la propuesta de Habermas es más<br />
un diagnostico que una terapia 25 y obvia<br />
el difícil problema de la articulación de<br />
sentimientos que se oculta tras el término<br />
patriotismo. Pues leído como solidaridad,<br />
empatía, proximidad, y por tanto,<br />
como generosidad y ayuda mutua, el nacionalismo<br />
es una fuerza extraordinariamente<br />
positiva. La fraternidad universal<br />
que predican las grandes religiones –y<br />
que es también la base expansiva de la<br />
lógica democrática– sólo puede ser la resultante<br />
final de un proceso dinámico<br />
de ampliación del espacio de la solidaridad.<br />
Pretender que desde ya nuestra solidaridad<br />
abarque por completo a toda<br />
la población del globo, que se vierta<br />
igual sobre los próximos que sobre los<br />
lejanos, sobre quienes llevan conviviendo<br />
siglos que sobre quienes han vivido<br />
de espaldas, sobre quienes hablan la<br />
misma lengua y se entienden que sobre<br />
quienes hablan lenguas distintas, pretender<br />
pues la fusión instantánea en una<br />
fraternidad universal es no sólo una utopía<br />
sino una utopía peligrosa si no es<br />
gestionada con prudencia. Ciertamente,<br />
el objetivo final sólo puede ser un Estado<br />
democrático universal y cosmopolita;<br />
pero la postulación de ese objetivo no<br />
nos exime de realizar las tareas diarias<br />
que lo puedan hacer posible. Mientras<br />
tanto, la fórmula propuesta en 1966 por<br />
Roy Jenkins, entonces ministro de Interior<br />
del Reino Unido, es más que razonable<br />
para orientar nuestro camino:<br />
“No creo que necesitemos en este país un melting<br />
pot, que haga de cada uno una copia de la visión<br />
estereotipada del Englishman… Por ello defino la<br />
integración, no como un proceso plano de asimilación<br />
sino como igualdad de oportunidades conjuntamente<br />
con diversidad cultural en una atmósfera<br />
de tolerancia mutua” 26 .n<br />
Emilio Lamo de Espinosa es catedrático de Sociología<br />
en la Universidad Complutense, y director<br />
del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales<br />
y Estratégicos.<br />
22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Para Juan Antonio Rivera,<br />
naturalmente<br />
LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />
La mirada del pensamiento único<br />
Hace unos años, Fukuyama contribuyó a<br />
poner en circulación mediática una imagen<br />
que aprovisionó al pensamiento conservador:<br />
el final de la historia. La humanidad<br />
había llegado a su estación término y ésta<br />
no era el comunismo, sino el mercado y la<br />
democracia. Con alguna tardanza, tiempo<br />
después la izquierda lanzó su réplica, que<br />
también se dejaba explicar con sencillez: el<br />
final de la historia era un cuento. La crítica<br />
de la izquierda se refería a la trama de la<br />
historia, al cuento, que era antiguo, en otro<br />
tiempo llamado “liberalismo” y, sobre todo,<br />
se refería a la manera de contar, a la presunción<br />
de que no había otra mirada sobre la<br />
historia que la que, complacida, se reconciliaba<br />
con el presente. Como en estos asuntos<br />
la eficacia de las fórmulas es decisiva, la<br />
izquierda se procuró su propia metáfora para<br />
el conjunto de la operación: “Pensamiento<br />
único”. Era una metáfora para la otra<br />
metáfora, para esa mirada sesgada que se<br />
pretendía “objetiva”.<br />
Aún en su tosquedad, la crítica apuntaba<br />
a problemas importantes: si la historia se<br />
había terminado, se habían acabado muchas<br />
otras decisiones que tenían que ver<br />
con el modo de vivir. Si la estructura de derechos,<br />
las formas de distribución, las instituciones<br />
y las disposiciones humanas que<br />
acompañan al liberalismo eran tan inevitables<br />
como la trayectoria de los planetas, no<br />
quedaba casi nada por decidir. Para ser claros,<br />
lo que se había terminado era la política.<br />
A lo sumo se podían escoger los gestores,<br />
nunca la naturaleza del negocio. Desde<br />
esa perspectiva, la crítica al pensamiento<br />
único aparecía como una invitación a dar<br />
un paso atrás, a mirar inauguralmente los<br />
supuestos en los que andaba instalada la<br />
cultura política. Quizá era cosa de preguntarse<br />
no sólo por cómo jugar sino por las<br />
reglas del propio juego. Cuando Gramsci<br />
usaba la palabra “hegemonía” se refería a<br />
FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />
algo parecido a eso, al predominio de<br />
una mirada del mundo, de lo que se entiende<br />
como justo y lo que no, de lo que<br />
se juzga como no necesitado de justificación,<br />
como “evidente”, y lo que se tiene<br />
que demostrar. La etiqueta de “pensamiento<br />
único”, con todas sus torpezas, apuntaba<br />
a esa mirada que acaparaba –o aspiraba a<br />
acaparar– todas las perspectivas.<br />
La fórmula “pensamiento único” fue<br />
prontamente descalificada. Se dijo que no<br />
había tal, que se trataba de un simple espantajo<br />
creado por la izquierda para cultivar<br />
sus propias simplicidades. No sólo es<br />
que no existiera, es que tampoco se sabía<br />
muy bien en qué consistía. Tampoco existen<br />
los centauros, aunque al menos tenemos<br />
clara la idea de lo que un centauro<br />
pueda ser. Pero el pensamiento único parecía<br />
peor que los centauros: la idea misma<br />
era imprecisa, lo peor que le puede pasar a<br />
una idea. Y lo cierto es que no se faltaba<br />
a la verdad. La “tesis” del pensamiento único<br />
no era la geometría euclidiana. La cosa<br />
incluso empeoraba, ganaba en vaguedad,<br />
cuando se cargaba la suerte y, ya en la pendiente<br />
de facundia desatada, se contrapuso<br />
el pensamiento único a un supuesto “pensamiento<br />
crítico”, de cuya existencia no había<br />
otra evidencia que la propia partida verbal<br />
de bautismo, ni una sola idea 1 . Sin du-<br />
1 El nombre y su trasfondo mismo invitaban a la<br />
reserva. En el mejor de los casos, lo de “pensamiento<br />
crítico” es un pleonasmo, pues no se entiende muy<br />
bien qué podría ser un pensamiento que careciera de<br />
disposición crítica, que no admitiera la revisión; en el<br />
peor, se convierte en deudor, en subordinado, del<br />
pensamiento al que crítica, como le sucede al “disidente<br />
por principio”, al cazurro que arranca siempre<br />
con un “eso que va usted a decir es mentira”, que, por<br />
definición, no forma sus opiniones de modo autónomo,<br />
sino a la “contra”, esclavo al fin de los humores y<br />
mudanzas de los otros. Por lo demás, la presentación<br />
del pensamiento “crítico” como una “alternativa” al<br />
pensamiento único parece sugerir una especie de supermercado<br />
de las ideas en el que cada cual escoge según<br />
su particular capricho de cada hora.<br />
da, no falta algún tino a la descalificación.<br />
Pero también había algo más. Por lo pronto,<br />
las prisas y empeños por “demostrar”<br />
que no existía el pensamiento único tenían<br />
algo de paradoja pragmática. La insistencia<br />
en negar la existencia era la mejor prueba<br />
de existencia. Cierto tipo de negaciones no<br />
hace sino confirmar lo que niegan. Sucede<br />
como con las conspiraciones. Cuando alguien<br />
se entretiene en negar una conspiración,<br />
casi siempre está conspirando. Si no<br />
hubiera conspiración no quedaría nadie para<br />
negarla. Demasiadas explicaciones y demasiado<br />
urgentes. Y ya se sabe: excusatio<br />
non petita, accusatio manifesta.<br />
La crítica al pensamiento único era la<br />
denuncia de una de esas metáforas que tamizan<br />
la manera de mirar, uno de esos esquemas<br />
cognitivos que impregnan la intelección<br />
de la realidad. Elecciones de palabras<br />
y valores, casi siempre encubiertos, que<br />
cuajaban en estrategias argumentales que,<br />
de un modo natural, invitaban a entregarse<br />
con satisfecho fatalismo al curso de la historia.<br />
Urdidas con mayor o menor consistencia,<br />
proporcionan una manera de contemplar<br />
la realidad, una concepción del mundo,<br />
que enfatiza unos aspectos y desatiende<br />
otros, decidiendo las preguntas y las respuestas<br />
aceptables, cimentando las condenas<br />
y las aprobaciones. Si, así, de corrido, se<br />
empieza por decir que “el Estado, los políticos,<br />
nos quitan nuestro dinero para usarlo<br />
como quieren, y decidir qué es lo que nos<br />
conviene”, están ya cantadas las descalificaciones<br />
morales de lo público: por ladrón,<br />
por paternalista, por contrapuesto a la sociedad<br />
civil, que aparece, de este modo, dominada.<br />
La polémica del pensamiento único<br />
no era más que el recordatorio de que la<br />
disputa de las ideas seguía teniendo sentido<br />
porque por detrás estaba lo que importa:<br />
las decisiones acerca de cómo vivir<br />
compartidamente. Ésa es una razón no<br />
despreciable para entretenerse en deslin-<br />
24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
dar las tesis que, de rondón, bajo la excusa<br />
del curso de la historia, se presentaban<br />
como indiscutibles. De eso tratan estas<br />
páginas, de la urdimbre última con la que<br />
se tejían las consignas que abastecían al<br />
pensamiento único, que no era otra que<br />
la tradición liberal. Porque si bien es cierto<br />
que, como tal, el pensamiento único<br />
–ni el pensamiento de sus críticos, a qué<br />
negarlo– no era de hondo calado 2 , sí lo<br />
era la trastienda en la que con enorme naturalidad<br />
nos instalaba, la perspectiva a la<br />
que apenas perceptiblemente nos conducía:<br />
el liberalismo.<br />
2 En cierto modo, la propia flojera del pensamiento<br />
único era antes que otra cosa señal de su fuerza<br />
práctica. Como nos enseñó el desbravado marxismo<br />
cultivado en la URSS, sucede por lo general que,<br />
cuando se tiene el poder bien amarrado, los ideólogos<br />
no pierden las horas en pulir doctrina. Total, para<br />
qué. Cuando estamos acríticamente instalados en un<br />
modo de vida, ni se nos ocurre pensar en justificarlo.<br />
Nadie se preocupa de “fundamentar” la respiración o<br />
la visión. Sencillamente, sucede.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
En las líneas que siguen se intentarán<br />
mostrar algunos de los nervios argumentales<br />
que dan vida al pensamiento único. Se<br />
seguirá el hilo que lleva desde la metáfora<br />
publicística, desde esa imprecisa argamasa<br />
de conjeturas, de datos más o menos bien<br />
hilvanados, hasta una suerte de piezas argumentales<br />
que apuntan directamente a los<br />
principios liberales. Se verá que, por debajo<br />
de la palabrería periodística, hay estrategias<br />
argumentales y apelaciones normativas que<br />
entroncan con el núcleo liberal. Una de<br />
ellas recupera argumentos “clásicos” al servicio<br />
de la tesis del “final de la historia”: el<br />
mercado estaría más allá de disputa moral<br />
porque constituye una inexorable estación<br />
de paso –y término– de la evolución humana.<br />
En otros casos, no se escamotea el punto<br />
de vista moral: sencillamente se juzga<br />
que la mirada “única” lo es porque arranca<br />
de principios más allá de toda disputa. Se<br />
verán cuatro de esas formulaciones de principio<br />
que, respectivamente, apelan a la incompatibilidad<br />
entre libertad e igualdad, la<br />
responsabilidad y el esfuerzo, la propiedad,<br />
los derechos.<br />
Las dos estrategias coinciden en el diagnóstico<br />
de la indisputabilidad del escenario<br />
institucional. Pero hay una importante variación<br />
en los procedimientos. Mientras la<br />
primera se presenta como “amoral”, la segunda<br />
se reconoce radicalmente moralista.<br />
La primera viene a decir que disputar sobre<br />
la moralidad del mercado es como disputar<br />
sobre la bondad de la estructura atómica:<br />
un puro desatino. El mercado está más allá<br />
de cualquier disputa, es ajeno a la moral y<br />
no reclama justificación alguna. Por contra,<br />
la segunda estrategia reconoce su compromiso<br />
con ciertos valores y, más en general,<br />
con los derechos, y por derivación, defiende<br />
ciertas formas institucionales que, entiende,<br />
se acomodan mejor a la realización de estos<br />
valores. No se trata, se dice, de que el mercado<br />
y la democracia –cierta idea de democracia–<br />
estén más allá de la moral, es que<br />
moralmente son indiscutibles.<br />
Conviene en todo caso advertir que las<br />
estrategias anteriores pocas veces aparecen<br />
desnudas, que lo más común en los “ejercicios”<br />
de pensamiento único es una amalgama<br />
de juicios empíricos, de “teoría” económica<br />
de periódico (o de consultorías o de<br />
analistas financieros) y de valoraciones encubiertas<br />
al servicio de argumentaciones de<br />
“sentido común”.<br />
Las estrategias clásicas<br />
La tesis de la “amoralidad del mercado” se<br />
presenta en diversas formulaciones 3 . Una<br />
reconstrucción compacta de la mejor versión<br />
no variaría mucho de la siguiente. El<br />
mercado ha permitido sustituir a sociedades<br />
asentadas en reclamos morales y en relaciones<br />
personales por una sociedad en<br />
3 Con más detalle, F. Ovejero, Mercado, ética y<br />
economía, Icaria, Barcelona, 1994. Son diversas las líneas<br />
de argumentación que apuntan a la “amoralidad” del<br />
25
LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />
donde basta con que cada uno vaya a la suya<br />
para que las actividades sociales se coordinen.<br />
El panadero no ama ni odia a nadie,<br />
sólo que, si quiere obtener beneficios en un<br />
escenario competitivo, no le queda más remedio<br />
que producir con eficiencia, que<br />
ofrecer el mejor producto al mejor precio.<br />
Si no lo hace así, otro vendrá a aprovechar<br />
las oportunidades de beneficio. De ese modo,<br />
el panadero atiende las necesidades de<br />
los otros, pero no le preocupan sus necesidades.<br />
Si los clientes no tienen dinero, aun<br />
con las mismas necesidades, no los atenderá.<br />
Las emociones o la moral no forman<br />
parte de sus motivaciones (o en todo caso<br />
resultan prescindibles). Para que la sociedad<br />
funcione no se necesita otro combustible<br />
que ciertas reglas de juego (un escenario<br />
descentralizado, competitivo) y un combustible<br />
motivacional: el egoísmo, la conducta<br />
propia del homo oeconomicus. El mercado<br />
asegura la coordinación de las actividades<br />
sociales básicas: qué se produce,<br />
cómo, para quién y en qué cantidad. La sociedad<br />
funciona como resultado de la acción<br />
de todos, pero sin que nadie se ocupe<br />
de ello. Los productores ineficientes quedan<br />
penalizados, los consumidores satisfechos,<br />
el mecanismo se reproduce una y otra<br />
vez y la moral no aparece por parte alguna.<br />
Una mirada reposada muestra que las<br />
cosas son algo más complicadas. Sencillamente,<br />
no es verdad que el mecanismo social<br />
funcione sin moralidad. El mercado<br />
necesita de una red moral para funcionar.<br />
De una red moral y emocional: la propiedad<br />
se acepta sin necesidad de apelar a la<br />
violencia o a los tribunales; en la empresa<br />
rigen principios de jerarquía, centralización<br />
(planificada) o de justicia distributiva ajenos<br />
a la descentralización indiferente del<br />
mercado “teórico” 4 ; la mayor parte de las<br />
transacciones se producen con unas dilacio-<br />
mercado o, en general, de la mano invisible, que, ha de<br />
advertirse, no es lo mismo: desde la clásica tesis weberiana<br />
del capitalismo como asentamiento de la racionalidad<br />
instrumental hasta los intentos desde la teoría de la<br />
negociación de reducir todas las normas (de convención,<br />
como las de etiqueta, y las morales, incluida la justicia) a<br />
acuerdos entre egoístas (porque a todos les “sale a cuenta”<br />
la existencia de las normas). También cabría una formulación,<br />
entre kantiana y evolucionista, que adujera la<br />
“superación” de la ética mediante la disolución del<br />
triángulo donde se instala la reflexión moral, el que forman<br />
los vértices qué se quiere ser, qué se puede ser y qué se<br />
debe ser: el mercado obligaría a hacer lo que se quiere<br />
hacer (el beneficio) que es lo único que se puede hacer<br />
(por la competencia que elimina a quienes no lo hacen)<br />
y que es lo que se debe hacer, el comportamiento que<br />
asegura la eficiencia, el bien(estar).<br />
4 La empresa clásica es un ejemplo de “feudalismo”<br />
en las relaciones de poder y de planificación centralizada<br />
en la producción. Ahora las cosas podrían<br />
cambiar. Según algunos economistas, no todos simples<br />
apologistas de la (¿extinta?) religión de la “nueva<br />
nes temporales, entre el momento de entrega<br />
y el de recepción, que serían imposibles<br />
si no existiera algún tipo de lealtad y respeto<br />
entre quienes las realizan. El mercado se<br />
justifica por su eficiencia y rapidez, pero si<br />
no hubiera un trasfondo de confianza, los<br />
intercambios, pendientes de una sanción<br />
jurídica, necesitados de perpetua vigilancia,<br />
serían lentos y costosos 5 . Los contratos funcionan<br />
porque tenemos expectativas de que<br />
la “parte contratante” cumplirá sus compromisos<br />
sin necesidad de acabar en disputas<br />
legales en cada ocasión, porque tenemos<br />
ciertas certidumbres acerca de la buena disposición<br />
de los otros que, desde luego, no<br />
cabría esperar en sujetos egoístas. En un<br />
mundo de egoístas los contratos perderían<br />
toda fuerza vinculante, no comprometerían<br />
a nadie y desaparecerían: sabedores todos<br />
de que los pleitos resultan fatigosos, inciertos<br />
y caros, y de que todos conocen esa circunstancia,<br />
nadie se fiaría de lo que cada<br />
uno cree que para el otro –como para él– es<br />
papel mojado. En breve, el mercado no<br />
puede prescindir de la moralidad, funciona<br />
–y no puede dejar de funcionar si no es<br />
así– sobre un territorio de normas 6 .<br />
Por lo demás, si realmente fuera cierto<br />
que el mercado está más allá del bien y del<br />
mal, no vendrían a cuento tampoco los elogios<br />
del mercado. Si es tan natural e inevitable<br />
como la trayectoria de los planetas,<br />
sin duda no ha lugar para la condena moral;<br />
pero tampoco para las alabanzas. Será<br />
por eso que la otra estrategia apuesta por la<br />
afirmación de la superioridad moral. En este<br />
caso, la indisputabilidad del presente<br />
tendría que ver con su indiscutibilidad nor-<br />
economía”, los procesos de informatización abren la<br />
posibilidad de introducir el mercado también “dentro”<br />
de la empresa. Se habría producido la sustitución<br />
de la gran empresa centralizada por una red de unidades<br />
de producción autónomas y coordinadas. A la vez,<br />
en virtud de los singulares rendimientos de escala de<br />
la información (una vez se dispone del producto no<br />
aumentan los costos de reproducirlo), en determinadas<br />
áreas de producción los monopolios (temporales,<br />
hasta el nuevo descubrimiento) son frecuentes; de hecho,<br />
hay quien conjetura que la posibilidad de un monopolio<br />
temporal alienta la eficiencia. El caso es que<br />
se produce, por una parte, descentralización de actividades<br />
internas y, por otra, monopolio en el mercado<br />
externo. Esas circunstancias, junto con las nuevas posibilidades<br />
(de conocimiento instantáneo de demandas,<br />
de control de inventarios y stocks) abiertas por las<br />
nuevas tecnologías de la información, son una invitación<br />
para pensar de nuevo las posibilidades del socialismo.<br />
Después de todo, el economista teórico más<br />
importante del socialismo del siglo XX, Oskar Lange,<br />
anticipó el mucho provecho que la cibernética abría a<br />
la planificación socialista.<br />
5 A. Sen, ‘Moral codes and economic success’, A.<br />
Halmin (ed.), Market capitalism and moral values,<br />
Nueva York: Edward Elgar, 1995.<br />
6 F. Ovejero, ‘De mercado al instinto (o de los<br />
intereses a las pasiones)’, Isegoría, 18, 1998.<br />
mativa: el mercado y la democracia –cierta<br />
idea de democracia, es necesario insistir–<br />
vendrían a ser el único modo de asegurar la<br />
pervivencia de valores como la libertad o<br />
la responsabilidad. La argumentación en su<br />
anatomía última se apoyaría en dos pasos:<br />
el primero mostraría que existe un núcleo<br />
normativo, de valores, X (una particular<br />
idea de libertad, por ejemplo), que está fuera<br />
de toda disputa razonable; el segundo relacionaría<br />
X con el marco institucional Y<br />
(el mercado, por ejemplo).<br />
Naturalmente, la crítica a esta estrategia<br />
tiene abiertas dos posibilidades. La primera,<br />
tibia, ataca la segunda premisa, mostrando<br />
que está lejos de ser firme el vínculo<br />
entre los valores y las instituciones, entre<br />
los principios invocados y las prácticas políticas<br />
o económicas. Cabría mostrar que no<br />
hay tal vínculo, que las instituciones atentan<br />
contra tales principios; mostrar, por<br />
ejemplo, que el mercado antes que alentar<br />
la libertad la socava, o, también, que otras<br />
instituciones aseguran una mejor realización<br />
de esos principios. En ese sentido, la<br />
estrategia no abandonaría el fondo normativo<br />
liberal: los problemas no tendrían que<br />
ver con los valores defendidos, no discutidos,<br />
sino con las formas institucionales en<br />
las que aquellos toman cuerpo; se discutiría<br />
si es cierto que el mercado y la democracia<br />
(de competencia electoral) constituyen la<br />
mejor garantía de los valores. La segunda<br />
estrategia crítica es más radical: ataca el núcleo<br />
normativo, examina los valores X que<br />
sirven de justificación. Las críticas que destacan<br />
que el pensamiento único supone<br />
unas anteojeras morales, un compromiso<br />
velado con cierta concepción del mundo<br />
que se ha extendido incluso a las gentes de<br />
izquierda, apuntan en esta segunda dirección.<br />
Intentan mostrar que, por detrás de la<br />
hojarasca propagandística, hay un conjunto<br />
de tesis normativas nada triviales. Ese trasunto<br />
normativo no es otro que el liberalismo.<br />
Y con eso vamos, ahora en detalle, a la<br />
otra estrategia, la que aboca directamente a<br />
las puertas de los principios liberales.<br />
Del pensamiento único<br />
a los principios liberales<br />
El procedimiento más frecuente en el pensamiento<br />
único es otro: es directamente<br />
normativo. Ello no quiere decir que aparezca<br />
como tal, como pura afirmación de<br />
principios. A la hora de caracterizar su género<br />
literario, presenta los rasgos inevitablemente<br />
fronterizos de las ideologías. Por eso<br />
conviene aclararlo pronto: que el pensamiento<br />
único no sea una teoría no quiere<br />
decir que todo en él sea puro punto de vista<br />
ideológico. Como se apuntó, conviven<br />
26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
en él tesis empíricas y tesis teóricas, tesis<br />
acerca de cómo es el mundo y tesis acerca<br />
de por qué es de esa manera; y, por supuesto,<br />
hay tesis normativas, tesis acerca de por<br />
qué está bien que sea como es. Hay conjeturas<br />
de dispar hondura y pretensión. Hay<br />
tesis de bajo nivel, que se refieren a cómo<br />
son las cosas o a cómo han sido: que los déficit<br />
presupuestarios han empeorado la situación<br />
de las economías, que los mercados<br />
de trabajo no “flexibles” han propiciado el<br />
aumento del desempleo, que la protección<br />
social y las políticas redistributivas han “estrangulado”<br />
el crecimiento o que el sistema<br />
sanitario público resulta insostenible. Y hay<br />
otras de mayor ambición, con la vocación<br />
de genuinas teorías: que el mercado es incondicionalmente<br />
eficaz o que es un buen<br />
instrumento para acabar con la pobreza,<br />
que el aumento de los salarios atenta contra<br />
el empleo o que el cobro por las prestaciones<br />
de desempleo limita la disposición a<br />
buscar trabajo. No siempre es fácil el deslinde<br />
entre unas tesis y otras, entre las afirmaciones<br />
acerca de cómo es la realidad y las<br />
que buscan explicarla. Pero ninguna de<br />
las tesis empíricas, de alto o bajo nivel, es<br />
imprescindible, decisiva. Primero, porque<br />
no son compartidas por todos los supuestos<br />
“simpatizantes” del pensamiento único<br />
que, como acostumbra a suceder en el terreno<br />
de las disputas ideológicas, ante las<br />
críticas, siempre “están en otra parte”, siempre<br />
tienen a mano un “bueno, en realidad,<br />
no me refería exactamente a eso”. Sin embargo,<br />
lo verdaderamente importante, lo<br />
que otorga un carácter subordinado a las<br />
tesis anteriores, es otra circunstancia, común<br />
a las piezas ideológicas: la prioridad de<br />
las tesis normativas.<br />
Es importante no descuidar la jerarquía:<br />
aun si se mostraran falsas cada una de<br />
las anteriores tesis, empíricas o teóricas, y<br />
hay razones para pensar que no carecen de<br />
problemas 7 , nada de ello llevaría a rectificar<br />
un núcleo de pensamiento que no está<br />
comprometido –si acaso derivativamente–<br />
con el bienestar o el empleo, sino con ciertos<br />
principios que, ésos sí, suscribe incondicionalmente,<br />
principios que, con frecuencia,<br />
pasan desapercibidos porque son “tan<br />
evidentes” que se dan por supuestos. Circunstancia<br />
a no olvidar: por más pobres<br />
que se “arrojen encima de la mesa”, por<br />
más recordatorios de las verdades del carbonero<br />
acerca del despilfarro de unos pocos y<br />
7 Las tesis anteriores no se han escogido al buen<br />
tuntún, han sido criticadas por A. Castells; N. Bosch<br />
(ed.), El futuro del Estado del bienestar, Civitas, Madrid,<br />
1998; y V. Navarro, Neoliberalismo y Estado del<br />
bienestar, Ariel, Barcelona 1998.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
del hambre de muchos, por más “datos”<br />
que se invoquen, los ideólogos conservadores<br />
del pensamiento único no modificarán<br />
un milímetro sus compromisos valorativos.<br />
La existencia de necesidades por cubrir, aun<br />
en mitad de la abundancia, no constituye<br />
para ellos prueba de nada. Si, por ejemplo,<br />
juzgan que “los pobres se lo han buscado”,<br />
que han elegido libremente modos de vida<br />
irresponsables o que, teniendo oportunidades,<br />
no se han esforzado lo suficiente, concluirán<br />
que no hay ninguna obligación moral<br />
de socorrerlos o, lo que es lo mismo,<br />
que las instituciones públicas no tienen razones<br />
para intervenir en su ayuda, aun si,<br />
por supuesto, es buena cosa que voluntariamente<br />
las gentes puedan hacerlo. En menos<br />
palabras: el meollo del pensamiento único<br />
es normativo y, por ello, resulta inatacable<br />
empíricamente de un modo concluyente.<br />
Otra cosa es que, como corresponde a<br />
una perspectiva fundamentalmente política,<br />
los principios no se presentan desnudos.<br />
Aparecen en una urdimbre en la que,<br />
junto a ellos, se traban consideraciones<br />
empíricas o teóricas, acerca –para seguir<br />
con el ejemplo– de por qué los pobres<br />
han acabado pobres o de cómo se distribuye<br />
la riqueza. De hecho, los principios<br />
pueden llegar a pasar desapercibidos.<br />
Después de todo, cuanto más impregnan<br />
la perspectiva de todos, menos necesario<br />
se hace afirmarlos. Llegan a formar parte<br />
del paisaje moral compartido, se consideran<br />
evidentes. No sólo en el sentido en el<br />
que damos por hecho que la tierra es redonda<br />
o que si no comemos nos morimos.<br />
Más bien en el mismo sentido en el<br />
que damos por hecho que somos mortales.<br />
Aun si nadie se entretiene en recordar<br />
esa “evidencia” a cada instante, contamina<br />
–da sentido– a buena parte de nuestras<br />
acciones: nos invita a decidir, a protegernos.<br />
Su “evidencia”, como se dijo, permea<br />
buena parte de las maneras de mirar, y<br />
por eso mismo la presencia de los principios<br />
pasa desapercibida. Toman la forma<br />
de “intuiciones” cuyo nudo argumental<br />
parece más allá de disputa. Constituyen<br />
“paquetes” argumentales compactos y autónomos,<br />
aun si, casi siempre, acostumbran<br />
a aparecer trabados 8 . Para no hablar<br />
a humo de pajas, bueno será sistematizar<br />
–y criticar– algunas de esas “intuiciones”,<br />
las más frecuentes. Todas ellas conducen<br />
directamente al liberalismo y todas ellas<br />
tienen consecuencias institucionales bastante<br />
inmediatas 9 :<br />
8 De hecho remiten a un núcleo normativo muy<br />
austero. Cfr. nota 12.<br />
FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />
a) La tesis de la incompatibilidad esencial entre<br />
libertad e igualdad.<br />
Esta tesis arranca desde una precisa idea<br />
de libertad como “ausencia de interferencias”:<br />
A tiene libertad de x (viajar, opinar)<br />
cuando no se le prohíbe x. Por supuesto,<br />
que no se le prohíba acceder a x no quiere<br />
decir que pueda acceder a x. Esto último<br />
requiere, con frecuencia, distribuir recursos,<br />
medios. Que nadie me prohíba comer<br />
en Maxim’s no quiere decir que pueda hacerlo.<br />
Pero, según el liberalismo, no es tarea<br />
de las instituciones públicas asegurar<br />
los medios para que la gente realice sus<br />
objetivos ni, por supuesto, tampoco garantizar<br />
su bienestar. Las redistribuciones<br />
realizadas por las instituciones atentan<br />
contra la libertad porque, de un modo u<br />
otro, requieren interferencias, intromisiones,<br />
sea porque se arrebata a unos (los ricos),<br />
sea porque se decide paternalmente<br />
acerca de la vida que conviene a otros (los<br />
pobres). De modo que toda iniciativa en<br />
favor de la igualdad menoscaba la libertad.<br />
Situados ante la necesidad de elegir, el<br />
pensamiento único toma el campo de la<br />
libertad. En ocasiones la tesis de la incompatibilidad<br />
se presenta como la tesis de la<br />
prioridad de la libertad y bajo una formulación<br />
más general, a saber: no se pueden<br />
perseguir radicalmente dos valores a la<br />
vez. Pero, en esencia, el trasunto es el mismo.<br />
Puesto que no hay modo de procurar<br />
máximamente dos objetivos y dado que el<br />
liberalismo está comprometido incondicionalmente<br />
con la libertad, se sigue que<br />
cualquier otro valor o principio institucional<br />
(incluida, por cierto, la democracia) ha<br />
de estar subordinado a la libertad.<br />
b) La tesis de la responsabilidad.<br />
Los individuos han de asumir las consecuencias<br />
de sus actos, para bien y para mal.<br />
9 La argumentación que sigue se sitúa en el descarnado,<br />
y aclarador, terreno de los principios. El mismo<br />
terreno en el que se instaló, por ejemplo, Anarquía, Estado<br />
y Utopía, el brillante ensayo en el que, en 1974,<br />
Robert Nozick pulimentó con excepcional robustez el<br />
núcleo de un pensamiento que dotó a muchos conservadores<br />
–a la Thacher– de herramientas ideológicas de referencia.<br />
Aprovecho la corrección de galeradas para rendir<br />
un pequeño homenaje a ese excepcional filósofo,<br />
uno de los más grandes del siglo XX, fallecido el 23 de<br />
enero 2002 a la edad de 63 años. Nozick realizó contribuciones<br />
importantes, además de en filosofía política,<br />
las que lo “consagraron”, en metafísica, teoría del conocimiento<br />
y teoría de la racionalidad. Sus méritos fueron<br />
muchos, entre ellos la honestidad intelectual, que le llevó<br />
a modificar algunos de los puntos de vista que tan<br />
popular lo hicieron entre los defensores del capitalismo.<br />
Por supuesto los liberal-conservadores “políticos” no<br />
atendieron a las modificaciones, como de hecho<br />
no atendieron a sus otros puntos de vista liberales. Tampoco<br />
parecen haberse acordado mucho de él, al menos<br />
por estos pagos, en la hora de su muerte.<br />
27
LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />
El principio permite recompensar el esfuerzo<br />
individual y, también, abandonar a su<br />
suerte a los que, libremente, han elegido<br />
mal. El empresario tiene derecho sobre lo<br />
que es resultado de sus esfuerzos, pero también<br />
ha de asumir las consecuencias de sus<br />
malas elecciones. Si, por ejemplo, yo escojo<br />
una vida de riesgo (empresas temerarias,<br />
conducir sin casco, fumar) y como consecuencia<br />
de ello sufro ciertas peripecias (ruina,<br />
accidente, enfermedad), no hay ninguna<br />
obligación moral de socorrerme por parte<br />
de los demás. No es tarea de las<br />
instituciones públicas protegerme de mis<br />
elecciones. En ese sentido, exigir a los demás<br />
que paguen impuestos para asegurarme<br />
frente a riesgos libremente asumidos no<br />
es diferente de un robo: se arrebata a la<br />
fuerza a uno lo que es legítimamente suyo<br />
para dárselo a otro que no tiene ninguna<br />
justificación moral para disfrutarlo. Ello no<br />
quita que quepa elogiar la generosidad de<br />
quienes voluntariamente me presten su<br />
ayuda. Pero una cosa es la voluntad, cosa<br />
de cada cual, y otra la obligación, la que está<br />
detrás de impuestos y redistribuciones.<br />
c) La tesis de la propiedad (de los “recursos<br />
externos”).<br />
Para realizar mis objetivos, para que pueda<br />
controlar mi propia vida, necesito disponer<br />
libremente de lo que es legítimamente<br />
mío 10 . Para ser libre yo he de disponer<br />
de mis bienes como dispongo de<br />
mi cuerpo, de mis talentos o habilidades.<br />
Yo puedo ser una suerte de Ferrari humano,<br />
repleto de poder y sabiduría, pero estaré<br />
tan inmóvil como una piedra si no<br />
puedo disponer de combustible. De hecho,<br />
ni siquiera podré disponer de mí<br />
mismo, de mi poder o de mi sabiduría.<br />
Sin combustible, el Ferrari será igual al<br />
motocarro: los dos incapaces de hacer uso<br />
de sus capacidades. Si para ejercer mis capacidades<br />
necesito recursos externos, bienes,<br />
y es el caso que no puedo disponer libremente<br />
de éstos, porque, por ejemplo,<br />
son de propiedad común, en rigor tampoco<br />
puedo hacer uso de mis capacidades.<br />
Y en la medida en que no puedo desplegar<br />
mis talentos, no soy ni siquiera<br />
dueño de mi propio cuerpo. Si la comunidad<br />
puede decidir qué hacer con todos<br />
10 El adverbio es importante. No se discutirá<br />
aquí qué se entiende por “legítimamente mío”. Cuando<br />
se describe el sistema impositivo como un “robo”,<br />
se asume que: a) la distribución actual de la riqueza<br />
(por parte del mercado) es la justa; b) la distribución<br />
de los derechos de propiedad inicial es la justa (“natural”)<br />
y la violencia empieza por “la interferencia” impositiva,<br />
por la intromisión de la ley.<br />
los recursos “externos”, cualquier proyecto<br />
de vida, que siempre necesita de bienes<br />
“externos”, será de imposible realización.<br />
Si todos disponen de todo, yo no puedo<br />
hacer nada: ¿de qué me sirve ser dueño de<br />
mí mismo si necesito la autorización de los<br />
demás para hacer uso de mis bienes y sin<br />
mis bienes no puedo ejercer mis talentos?<br />
La comunidad, al disponer de mis bienes,<br />
está, de hecho, disponiendo de mí. Cuando<br />
el Estado interviene en mis bienes es como<br />
si dispusiera de mis talentos. No hay una<br />
diferencia de principio entre un Estado que<br />
establece un impuesto a los ricos para obligarles<br />
a ayudar a los pobres y otro que les<br />
obligara a trabajar. En ambos casos se dispone<br />
de facto de mis capacidades sin que yo<br />
pueda decidir nada. Y eso supone violar mi<br />
libertad: si no hay consentimiento, no hay<br />
intervención justificada. Nadie disfruta de<br />
un derecho que no sea resultado de un<br />
acuerdo libre. Todo lo demás, esclavitud.<br />
d) La tesis de los derechos negativos.<br />
Los derechos deben proteger las libertades<br />
básicas y están justificados en la medida en<br />
que aseguran que no se producen intromisiones.<br />
En ese sentido, sólo se consideran<br />
genuinos derechos los “negativos”, que<br />
protegen frente a las interferencias; en ningún<br />
caso los llamados “derechos sociales” o<br />
positivos, los derechos a la asistencia o al<br />
bienestar. El trazo entre unos y otros es<br />
limpio. Los derechos negativos, como la libertad<br />
de expresión, la propiedad, la vida,<br />
asociados a las libertades básicas, toman la<br />
forma de simples prohibiciones (no se puede<br />
hacer x –robar, matar, impedir viajar–)<br />
y, por ende, no requieren recursos, resultan<br />
sencillos de asegurar y, además, es fácil reconocer<br />
cuando se violan. Por contra, los<br />
derechos positivos, como el “derecho” al<br />
bienestar, que toman la forma de “los ciudadanos<br />
han de poder hacer/tener garantizado<br />
x”, reclaman recursos y nunca hay<br />
modo de averiguar si han sido violados ni<br />
tampoco cuándo se han realizado realmente.<br />
Sucede como con la felicidad: no es un<br />
asunto fácil de traducir en disposiciones legales.<br />
Asegurar el bienestar de los individuos,<br />
precisar cuándo están satisfechos, parece<br />
bastante más complicado que impedir<br />
que les roben o que determinar cuándo su<br />
libertad de expresión ha sido socavada.<br />
Habida cuenta de que las instituciones<br />
han de procurar la libertad, esto es, que<br />
las interferencias sean mínimas, su compromiso<br />
se agota en los derechos negativos.<br />
Es más, la (imposible) garantía de los<br />
derechos positivos requiere interferencias<br />
arbitrarias y, en ese sentido, atenta contra<br />
los derechos negativos: hay que quitar recursos<br />
a unos y, paternalmente, procurar<br />
una buena vida a todos 11 .<br />
28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Los problemas de los principios<br />
Las cuatro tesis anteriores sistematizan cuatro<br />
ideas que “están en el aire” en las estrategias<br />
del pensamiento único. Conforman<br />
un conjunto de argumentos, que, de un<br />
modo u otro, con dispar acento, están en la<br />
gramática oculta de no pocas las intervenciones<br />
políticas. Cierto es que si recorriéramos<br />
el trayecto completo, después de lo<br />
hasta aquí avanzado, desde el vaporoso<br />
“pensamiento único” hasta las estrategias<br />
argumentales descritas, el siguiente paso<br />
nos permitiría recalar en una formulación<br />
más austera que conduce directamente al<br />
núcleo liberal, a ciertos principios normativos<br />
y a unas pocas ideas acerca de los humanos<br />
y sus relaciones, de cómo somos, de<br />
las instituciones y las leyes 12 . Sin embargo,<br />
se ajusta mejor a cómo son realmente las<br />
cosas en el debate contemporáneo la formulación<br />
en los términos anteriores, como<br />
cuatro principios independientes. Por lo<br />
demás, la anterior presentación muestra la<br />
“natural” transición entre los principios<br />
normativos y las prácticas políticas que han<br />
servido de crítica a las intervenciones públicas.<br />
Es hora de repasar su solvencia:<br />
a) La tesis de la incompatibilidad se ampara<br />
en un falso dilema.<br />
Según esa tesis, toda redistribución de recursos<br />
supone una interferencia y, atendiendo<br />
a la definición de libertad, como<br />
ausencia de intromisiones, equivale a una<br />
disminución de la libertad. De ese modo se<br />
11 En ocasiones, a los anteriores argumentos se<br />
añade algún otro que invoca la democracia. Pero la<br />
democracia tiene mal acomodo en el núcleo liberal del<br />
pensamiento único. De un modo o de otro, la democracia<br />
tiene que ver con la toma común de decisiones<br />
acerca de la vida colectiva, y eso no encaja bien con el<br />
liberalismo. El liberal tiene una visión territorial de las<br />
decisiones: si la sociedad –los demás, todos– aumenta<br />
su número de ámbitos de decisión, menos me queda a<br />
mí por decidir. Desde esa perspectiva, los derechos<br />
vienen a ser como fronteras, como una suerte de coto<br />
que limita el territorio accesible a la voluntad general.<br />
Los derechos aseguran que nadie, la sociedad, puede<br />
decir nada acerca de cómo yo vivo. Si tú quieres vivir<br />
en Barcelona antes que en Madrid, no es cosa de los<br />
demás terciar en ello. Repárese en que no se trata de<br />
que todos aseguremos los derechos de cada uno (visión<br />
republicana o, en cierta medida, de liberales heterodoxos<br />
como J. Waldron); en este caso, que todos<br />
garanticemos tu (justo) derecho a vivir donde te plazca.<br />
Esa posibilidad, la garantía pública de los derechos<br />
justos, acercaría a una idea positiva de la libertad que<br />
choca con los derechos negativos liberales, con la libertad<br />
entendida como “ausencia de interferencias”.<br />
12 Los cuatro principios anteriores se podrían<br />
formular como desarrollos de uno o dos principios<br />
más básicos –nucleares para el liberalismo— referidos<br />
a los derechos y a la libertad “como ausencia de interferencias”.<br />
Si los derechos se entienden como absolutos,<br />
en el doble sentido de inviolables, y de incondicionales,<br />
de tener prioridad sobre cualquier otra consideración,<br />
los argumentos anteriores se siguen de un<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
produce necesariamente un dilema entre<br />
igualdad y libertad. Sin embargo, mirado<br />
de cerca, el dilema lo es menos, incluso si se<br />
acepta la idea de libertad “como falta de interferencias”,<br />
si se está de acuerdo en que A<br />
es libre de (hacer uso de) x si no está interferido<br />
para acceder a x. Esto es así por algo<br />
muy sencillo que todos experimentamos<br />
cotidianamente: el dinero es un pasaporte<br />
universal. Si dispones de recursos, puedes<br />
comprar, puedes modificar la estructura de<br />
propiedad y con ella las interferencias que<br />
gobiernan tu vida. En efecto, salvo que sea<br />
su propietario, yo no puedo usar libremente<br />
un bien; me veo “interferido”. Si lo adquiero,<br />
las cosas cambian. Cuando es mío,<br />
eres tú el que no puede –no es libre de– hacer<br />
uso del bien. Ser propietario de un bien<br />
es asegurarse de que los demás no pueden<br />
usarlo, de que están interferidos para hacerlo.<br />
Así las cosas, si recibes una asignación<br />
de dinero se contempla la posibilidad de<br />
que desaparezcan algunas de las interferencias<br />
que regulaban tu vida. Por tanto, una<br />
asignación de recursos supone una asignación<br />
de libertad, aun en el estrecho sentido<br />
de la “libertad como ausencia de interferencias”.<br />
(Por supuesto, al igual que aumenta<br />
la libertad de unos, la redistribución puede<br />
disminuir la de otros, la de quienes ven sus<br />
ingresos disminuidos, pero eso, en el peor<br />
de los casos, supone una simple “reasignación”<br />
de libertad, no una disminución).<br />
b) La tesis de la responsabilidad resulta inconsistente<br />
con las prácticas políticas que<br />
quiere inspirar.<br />
Según la tesis, el individuo ha de asumir<br />
las consecuencias de sus elecciones. Si me<br />
juego el dinero en la Bolsa y me vienen<br />
modo bastante natural. El primero y el último, por<br />
definición, en virtud de la caracterización de la libertad<br />
como “ausencia de interferencias”, el compromiso<br />
incondicional con ella y el criterio (la definición) que<br />
permite el trazo entre derechos positivos y negativos.<br />
Los principios de responsabilidad y de propiedad,<br />
también. El de responsabilidad ya se ha visto de qué<br />
modo se relaciona con la libertad negativa: obligar a<br />
los demás a paliar los males resultado de mis acciones<br />
es atentar contra su libertad. Sin duda, es buena cosa<br />
que las gentes ayuden a los demás, pero eso es asunto<br />
de cada cual. Si yo, buen cristiano, te doy dinero para<br />
paliar los males derivados de tu vida disipada, no hay<br />
nada que decir: es un “acuerdo voluntario”. Si el dinero<br />
se me exige, se comete un robo, no es un acuerdo<br />
consentido. En ningún caso hay una obligación moral<br />
de entregar el dinero y, por supuesto, el Estado no<br />
puede interferir en los derechos de los ciudadanos para<br />
reclamar que atiendan a los otros. La existencia de<br />
necesidades insatisfechas no justificaría en ningún caso<br />
interferir en lo que es legítimamente propiedad de<br />
uno. Y ahí ya estamos en el principio de propiedad,<br />
cuya relación con la “ausencia de interferencias” también<br />
es inmediata: decidir sobre lo mío es interferir en<br />
mi vida, limitar lo que yo puedo hacer.<br />
FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />
mal dadas, es mi problema. El principio<br />
no compromete a aliviar el sufrimiento<br />
qua sufrimiento, sino sólo el que no es merecido,<br />
el que no es resultado de una elección<br />
libre. Ahora bien, quien se compromete<br />
con el principio de que “no hay obligación<br />
de mitigar el mal que es resultado<br />
de una torpe elección”, implícitamente parece<br />
asumir que “hay obligación de mitigar<br />
el mal no elegido”. Y este último principio<br />
obliga a bastantes más cosas de las que el<br />
liberal puede estar dispuesto a admitir.<br />
Nacer en una familia (o en un país o<br />
región) pobre, con un sexo (o cultura) sometido<br />
a discriminación, con menos talentos<br />
físicos o intelectuales, no es responsabilidad<br />
de uno, no es una elección,<br />
sino un puro azar social, geográfico o biológico:<br />
uno no ha “merecido” ese infortunio.<br />
La tesis de la responsabilidad parece<br />
conllevar que ese mal no elegido debe ser<br />
reparado. Pero incluso hay más. Para que<br />
el individuo discriminado o con carencias<br />
pueda realmente elegir como los otros, ser<br />
igualmente libre, tener las mismas oportunidades,<br />
necesitará unos recursos que<br />
compensen ese mal azar, ese “mal no elegido”.<br />
De forma que, de un modo u otro,<br />
la tesis de la responsabilidad está comprometida<br />
con políticas bienestaristas, redistributivas.<br />
(Exactamente, lo que debe corregirse<br />
no es el “mal” X, sino las [malas,<br />
injustas] consecuencias distributivas de X.<br />
No es un mal, por ejemplo, nacer en cierta<br />
cultura, con cierto sexo, o ser menos<br />
fuerte. Lo que debe corregirse es un escenario<br />
social [distributivo] que, de un modo<br />
u otro, penaliza a los X) 13 .<br />
c) La tesis de la propiedad resulta inconsistente<br />
con la tesis de la incompatibilidad<br />
(entre igualdad y libertad) y, en sentido estricto,<br />
impediría calificar como “sociedad<br />
libre” al capitalismo.<br />
La tesis de la propiedad empieza por reconocer<br />
que para realizar los planes de vida<br />
se necesitan recursos. Como se ha visto, la<br />
tesis permitía sostener que no hay una diferencia<br />
esencial entre que la sociedad disponga<br />
de mi cuerpo y que disponga de<br />
mis recursos, porque en un caso y en otro<br />
yo estoy impedido para realizar mis fines.<br />
Para ser libre se necesitan recursos externos,<br />
bienes. Pero si es ése el caso no queda<br />
muy bien parado el primer principio,<br />
la contraposición entre libertad e igual-<br />
13 E. Anderson ha destacado con brillantez el carácter<br />
estigmatizador de ciertas defensas de la igualdad:<br />
el problema no es la diferencia, sino que esa diferencia<br />
esté penalizada; cfr. ‘What is the point of Equality?’,<br />
Ethics, 109, 1999.<br />
29
LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />
dad, que– no se olvide– se amparaba en la<br />
presunción de que la libertad sólo tiene<br />
que ver con “la prohibición” de perseguir<br />
fines, no con su realización. No sólo eso.<br />
La tesis de la propiedad choca frontalmente<br />
con los fundamentos normativos<br />
que llevan a calificar al capitalismo como<br />
“sociedad libre”.<br />
Para los defensores del capitalismo<br />
también son libres los trabajadores,<br />
aquellos que, por no tener nada, se ven<br />
“obligados” a vender su fuerza de trabajo.<br />
Según ellos, hay una diferencia esencial<br />
entre el esclavo y el trabajador:<br />
aquél no puede disponer de su propio<br />
cuerpo y éste sí. En el capitalismo, las<br />
relaciones entre trabajadores y empresarios,<br />
como las relaciones entre vendedores<br />
y compradores, son contractuales:<br />
los individuos son libres de mantenerlas<br />
o no. Realizan transacciones “bilateralmente<br />
voluntarias”. Ahora bien, la tesis<br />
de la propiedad criticaba la “disposición<br />
pública” (conjunta, democrática) de los<br />
bienes porque dejaba, de facto, a los individuos<br />
en una situación similar a la de<br />
quien no puede disponer del propio<br />
cuerpo: si he de “pedir permiso” para<br />
usar los bienes externos, y si es el caso<br />
que la propiedad de uno mismo sin bienes<br />
con los que ejercerse no es tal, no es<br />
libre disposición, entonces yo dependo<br />
de todos en cada elección. Es como “tener<br />
un sacacorchos cuando se nos prohíbe<br />
acceder a las botellas de vino”.<br />
Pero si es verdad que la ausencia de<br />
bienes externos deja a los individuos en<br />
una situación similar a la de quien no<br />
puede disponer de su propio cuerpo,<br />
tampoco cabe considerar dueño de sí<br />
mismo, libre, al trabajador que carece de<br />
recursos externos. Lo mismo, la incompatibilidad<br />
entre el principio de la propiedad<br />
y el de la contraposición entre la libertad<br />
y la igualdad se puede ver desde el<br />
otro lado: si se quiere seguir calificando al<br />
trabajador como libre, sólo se puede hacer<br />
asumiendo que la disposición de recursos<br />
externos no es una condición para<br />
la libertad. Pero si eso es así, no hay razones<br />
para criticar la propiedad pública<br />
(“la decisión colectiva de los recursos externos”)<br />
y, con ello, la tesis de la propiedad<br />
pierde fundamento 14 .<br />
14 G. Cohen, ‘Freedom and Money’ (mimeo): G.<br />
Cohen, Self-ownership, Freedom and Equality, Cambridge<br />
University Press, Cambridge, 1995. Por supuesto se<br />
podría criticar la propiedad pública por otras razones,<br />
por razones de eficiencia, por ejemplo. Pero la estrategia<br />
liberal está argumentando desde la libertad (para disponer<br />
de uno mismo), no desde el bienestar.<br />
d) La tesis de los derechos negativos se sustenta<br />
en un criterio de imposible especificación.<br />
La distinción entre derechos positivos y derechos<br />
negativos se basa en dos características<br />
que se presentan como específicas de los<br />
primeros y que resultan inconvenientes<br />
desde la perspectiva liberal-conservadora:<br />
a) requieren recursos y, por tanto, obligan a<br />
realizar interferencias, a atentar contra la libertad;<br />
b) resultan insaciables, esto es, nunca<br />
habría modo de saber cuando están<br />
cumplidos completamente 15 .<br />
Sin embargo, tales criterios están lejos<br />
de resultar inequívocos. Por una parte, los<br />
derechos negativos también necesitan recursos.<br />
Pensemos en uno de los derechos<br />
negativos más queridos para la tradición<br />
liberal: el derecho a la propiedad 16 . No<br />
hay propiedad privada si no se está en<br />
15 S. Holmes, C. Sunstein, The Cost of Rights,<br />
Norton, Nueva York, 1999.<br />
16 Conviene advertir en todo caso que la idea de<br />
propiedad liberal, como derecho a hacer lo que se quiere<br />
con lo “de uno”, con unas pocas limitaciones del Gobierno,<br />
no es la única; cfr. J. Singer, Entitlement, Yale<br />
University Press, New Havent, 2000.<br />
condiciones de excluir a los demás de su<br />
uso, si no hay medios para defenderla. La<br />
garantía de que no me veo interferido en<br />
el uso de mi propiedad, el ejercicio de mi<br />
derecho, requiere sistemas de vigilancia,<br />
policías, marcos legales y sistemas de justicia.<br />
La protección frente a “la intromisión<br />
de la sociedad” es imposible sin un<br />
soporte social. Soporte que se ampara,<br />
por supuesto, en la aceptación como legítimo<br />
de mi derecho, pero también en la<br />
existencia de unos recursos dedicados a<br />
ello. En EE UU, en 1996, fueron 11,6<br />
mil millones de dólares los dedicados a<br />
hacer posible ese derecho. Otro ejemplo:<br />
el derecho a la libertad de opinión, otro<br />
supuesto derecho negativo, también necesita<br />
medios para su ejercicio y para su garantía.<br />
No basta con no “intervenir”. Es<br />
necesario mantener espacios públicos habilitados<br />
y seguros (¿carece de costos el<br />
ejercicio del derecho a manifestarse en favor<br />
de Fidel Castro en Miami, por ejemplo?)<br />
para expresar opiniones; espacios<br />
que no sólo son pagados por los que apoyan<br />
o expresan sus ideas, sino por todos.<br />
Otro tanto sucede con el otro criterio,<br />
con la “insaciabilidad”, con la im-<br />
30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
posibilidad de saber cuándo se dan por<br />
cumplidos. Lo cierto es que, una vez se<br />
reconoce que siempre se necesitan medios,<br />
en un mundo con recursos escasos<br />
nunca hay modo de garantizar completamente<br />
ningún derecho y, por ende, todos<br />
los derechos resultan igualmente insaciables.<br />
Siempre hay decisiones sobre<br />
prioridades: ¿es mejor proteger la propiedad<br />
de unos, en los barrios residenciales,<br />
en Park Avenue, que la vida de<br />
otros, en Harlem? Por supuesto, las elecciones<br />
pueden ser más o menos razonables,<br />
pero son siempre elecciones: por<br />
qué en A y no en B; qué cantidad de recursos,<br />
etcétera. Si todos los derechos<br />
emplean recursos, hay que discutir acerca<br />
de cuáles son importantes, en qué<br />
medida lo son y hasta dónde hay que<br />
asegurarlos. De hecho, “cuando se afirma<br />
que ‘no hay recursos’ para los derechos<br />
–y todos requieren recursos– lo<br />
que se está queriendo decir es que ‘sería<br />
políticamente costoso modificar la estructura<br />
impositiva’. La posibilidad de<br />
cambiar radicalmente la distribución<br />
de renta es simplemente ignorada” 17 .<br />
Obviamente, la dificultad no es técnica:<br />
no hay una imposibilidad material; ni<br />
normativa: no es inmoral. Sencillamente,<br />
no hay capacidad –o decisión– para<br />
modificar el statu quo, para sustituir<br />
unas interferencias por otras. Exactamente<br />
el territorio de la política 18 .<br />
Para acabar<br />
Es cierto que “la tesis” del pensamiento<br />
único no tenía el perfil de una teoría,<br />
que andaba más cerca de la metáfora.<br />
Pero eso en la polémica política, el terreno<br />
donde se situaba, es antes ley que<br />
excepción 19 . Desde siempre la batalla<br />
política se ha provisto de munición en<br />
el territorio de las metáforas. La analogía<br />
espacial está en el origen de la política<br />
parlamentaria moderna: el equilibrio,<br />
la estabilidad, “los montañeses” de la<br />
17 J. Waldron, Liberal Rights, Cambridge University<br />
Press, Cambridge 1993, pág. 2.<br />
18 En algunas formulaciones, a los dos criterios expuestos<br />
(recursos y saciabilidad) se añade un tercero: los<br />
derechos negativos aparecen como “apolíticos”. Pero,<br />
como se acaba de apuntar, se sigue de los anteriores: la<br />
crítica a los dos primeros criterios nos ha llevado a concluir<br />
que hay lugar para las decisiones colectivas.<br />
19 Quizá no resulte ocioso recordar que el brillantísimo<br />
panfleto antisocialista de Hayek, Camino de servidumbre,<br />
debe su éxito a que el Reader’s Digest realizó<br />
una versión abreviada que distribuyó con devoción militante<br />
en todo el mundo (la University of Chicago Press<br />
cedió gratis los derechos de su edición de 1944); cfr. F.<br />
Hayek, Obras completas, vol. I, Editorial Nacional, Madrid,<br />
1997, pág. 102.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Revolución Francesa, la izquierda y la<br />
derecha de cada día. Al cabo, el lenguaje<br />
político se nutre del lenguaje común,<br />
tan trufado de imágenes. No sólo se nutre,<br />
se aprovecha, hay intencionalidad:<br />
quien consigue que las propias metáforas<br />
se conviertan en la cartografía con la<br />
que se mapea el mundo, tiene aseguradas<br />
bastantes victorias 20 . Si uno está en<br />
el centro, es que los otros están en “los<br />
extremos”, es que son unos “extremistas”.<br />
Si la nación (o la empresa) se asimila<br />
a una familia, quién será el descastado<br />
que tenga el mal gusto de preguntar<br />
acerca de cómo se reparten las tareas<br />
domésticas o los ingresos. Si el mercado<br />
es “libre”, dónde está el valiente que se<br />
atreve a atentar contra “la libertad”.<br />
Asegurada la analogía están decididas las<br />
preguntas apropiadas y las inoportunas,<br />
incluso, las imposibles. “Abusar de las<br />
palabras es apoderarse de todo el poder<br />
social”, dejó dicho Robespierre.<br />
Con sus tiros a bulto sobre un blanco<br />
huidizo y de contornos difusos los<br />
críticos no aspiraban más que a invitarnos<br />
a dudar acerca de la solvencia de algunas<br />
certidumbres en que se cimentaba<br />
nuestra mirada sobre el mundo. En cierto<br />
modo, forzando en trazo y estirando<br />
la ambición, era una elemental prolongación,<br />
en el tiempo de los medios de<br />
comunicación masivos, de la vieja aspiración<br />
ilustrada de adquirir conciencia<br />
crítica de nuestro estar en el mundo. La<br />
tarea resultaba particularmente necesaria<br />
para una izquierda que, apenas perceptiblemente,<br />
había ido haciendo suyo un<br />
modo prestado de mirar que establecía<br />
prioridades y desatenciones, que enfatizaba<br />
unos problemas y escamoteaba<br />
otros 21 . El trayecto recorrido en las pá-<br />
20 Sobre la eficacia política de las metáforas conservadoras:<br />
G. Lakoff, Moral Politics. What Conservatives<br />
know that Liberals don’t, University of Chicago<br />
Press, Chicago, 1996.<br />
21 La presencia de esa cartografía ajena se dejaba<br />
ver, especialmente, en la manera de defender las ideas.<br />
Sucedía, incluso, con las ideas que otorgaban identidad,<br />
que justificaban la propia existencia de la izquierda, empezando<br />
por ese peculiar modo de “defender” la igualdad<br />
que insistía en mostrar que “la igualdad es eficiente”.<br />
El problema con ese proceder no es si es verdad o<br />
no que “la igualdad es eficiente”. Es muy posible que así<br />
sea, que la igualdad contribuya a la eficiencia, pero,<br />
cuando esa tesis está al servicio de la “justificación” de la<br />
igualdad, el problema ya no es de “verdad o falsedad”,<br />
sino de “qué es lo que importa”, de cuáles son las prioridades.<br />
Si la eficiencia es el valor último, parece obligado<br />
admitir que, si las cosas fueran de distinto modo, que si<br />
la igualdad dejara de ser eficiente, tocaría abandonar la<br />
igualdad. Desde esa perspectiva, los valores que daban<br />
sentido a la existencia de la izquierda parecen reclamar<br />
un aval “ulterior”, más básico, fundante. Sólo quedaría<br />
pedir disculpas por la propia identidad.<br />
FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />
ginas anteriores nos ha mostrado que,<br />
después de todo, no era trivial filosofía<br />
de periodistas la convicción de que “hay<br />
otras miradas” y, lo que es más importante,<br />
que la mirada en la que se andaba<br />
estaba lejos de resultar convincente. n<br />
[Introducción adaptada del libro de mismo título de<br />
próxima aparición en editorial Paidós.]<br />
Félix Ovejero Lucas es profesor de Ética y economía<br />
en la Universidad de Barcelona. Autor de Sombras<br />
Liberales.<br />
31
POLÍTICA DE INMIGRACIÓN:<br />
30 PROPUESTAS<br />
La aprobación en el Reino Unido, el<br />
14 de diciembre de 2001, de la nueva<br />
y dura ley antiterrorista impulsada<br />
por D. Blunkett, ministro del Interior del<br />
Gobierno Blair, demuestra los riesgos de<br />
la estrategia nacida el 12 de septiembre<br />
de 2001. Esa ley permite la detención indefinida<br />
de extranjeros sospechosos de terrorismo,<br />
sin que la policía deba ponerlos<br />
a disposición del juez antes de 72 horas; es<br />
decir, rompe con el principio de habeas<br />
corpus que rige en ese país desde 1679.<br />
Además, su aprobación ha exigido la suspensión<br />
del artículo 5 del Convenio Europeo<br />
de Derechos Humanos apenas 13 meses<br />
después de su incorporación a la legislación<br />
nacional. Para ello, el Gobierno ha<br />
tenido que alegar que el Reino Unido se<br />
encuentra en una de las situaciones previstas<br />
en el artículo 15 del mismo convenio,<br />
“Emergencia o estado de guerra”. ¿Y a<br />
quién se va a aplicar esta legislación de excepción?<br />
Siguiendo los pasos del fiscal general<br />
Ashcroft, que ha desarrollado con<br />
inusitada dureza las posibilidades abiertas<br />
por la U.S. Patriot Act en EE UU, los destinatarios<br />
son los emigrantes que tengan vinculación<br />
con el mundo árabe o la confesión<br />
islámica (en el caso de EE UU, el principio<br />
de sospecha se extiende a todos los extranjeros<br />
residentes con esas características, incluso,<br />
aunque tengan condición de ciudadanos),<br />
que se sitúan así en el punto de<br />
mira de la estrategia desplegada en la guerra<br />
antiterrorista, que hace del hecho de<br />
inmigrar una condición de sospecha.<br />
Política de inmigración y lucha<br />
contra el terrorismo<br />
En efecto, desde el 12 de septiembre, y<br />
ante la prioridad absoluta de esa “guerra”<br />
contra el terrorismo, las políticas de inmigración<br />
han desaparecido –al menos como<br />
prioridad– de la agenda política europea,<br />
salvo en su vinculación a las cuestiones de<br />
JAVIER DE LUCAS<br />
home policy; o, para decirlo con más claridad<br />
y precisión, en su conexión con la dimensión<br />
de seguridad y orden público,<br />
una clave de interpretación del fenómeno<br />
migratorio que la UE parecía haber empezado<br />
a superar tras la cumbre de Tampere<br />
de 1999 y tras la importante propuesta del<br />
comisario Vitorino en su Comunicación<br />
757 final, de 22 de noviembre de 2000.<br />
Detener esa vuelta de tuerca constituye,<br />
a juicio de muchos de nosotros, una<br />
prioridad inexcusable 1 . Y no sólo por la<br />
inadecuación de dicho modelo para ofrecer<br />
una respuesta legítima y adecuada a la<br />
gestión de los flujos migratorios sino, más<br />
sencillamente, porque semejante “política”<br />
de gestión de la inmigración, lejos de<br />
contribuir a la victoria en la batalla frente<br />
al terrorismo, la dificulta. La estigmatización<br />
de la inmigración que trata de llegar<br />
a la Unión Europea (UE), al menos de<br />
una parte importante de ella, la que procede<br />
del sur y del oriente del Mediterráneo<br />
y de países africanos con fuerte tradición<br />
islámica, es un elemento que ahonda<br />
esa “globalización de la rabia”, que es un<br />
factor cuyas causas se deben eliminar si de<br />
verdad nos tomamos en serio el combate<br />
contra las nuevas formas de terrorismo<br />
internacional.<br />
En particular, el síndrome securitario<br />
que está alcanzando la dimensión de un<br />
reflejo condicionado cada vez que se menciona<br />
la cuestión de los flujos migratorios<br />
que proceden de diferentes países del continente<br />
africano y en particular del Magreb,<br />
es aún más contraproducente en un<br />
país como España, para el que la política<br />
euromediterránea, entendida en términos<br />
de construir una asociación mutuamente<br />
beneficiosa y no de edificar un muro que<br />
1 Así lo han advertido, con diferentes argumentos,<br />
Castles (2000), Bauböck (2001), Martiniello<br />
(2001), Zapata (2002) y De Lucas (2002).<br />
nos preserve de las amenazas que llegan<br />
del sur, debiera constituir una prioridad<br />
absoluta. En ese sentido parece más que<br />
preocupante el decaimiento del programa<br />
surgido de la Conferencia de Barcelona,<br />
sobre todo por lo que se refiere a las condiciones<br />
previas de esa política de colaboración<br />
y, no digamos, de asociación: mutuo<br />
conocimiento, cauces constantes de<br />
diálogo y mecanismos eficaces de lucha<br />
frente a los prejuicios. Sin esos cimientos,<br />
no puede consolidarse lo que es más importante,<br />
la existencia y el fortalecimiento<br />
de los intereses compartidos reales.<br />
Hoy, frente a los riesgos denunciados<br />
en aquella conferencia, en particular en su<br />
foro civil y en el foro alternativo, crece<br />
hasta alcanzar casi el grado de obsesión el<br />
viejo diagnóstico del “conflicto de civilizaciones”,<br />
concretado en el fobotipo del<br />
inmigrante de la ribera sur, identificado<br />
en términos acríticos y generalizantes<br />
–pero sumamente eficaces ante la opinión<br />
pública– como fundamentalista islámico<br />
y terrorista, frente a quien (Sartori dixit)<br />
no vale el discurso de la ciudadanía, la democracia<br />
y los derechos, por su carácter<br />
inasimilable e incompatible (una argumentación<br />
que pasa del diferencialismo cultural<br />
–que es el mensaje del nuevo racismo–<br />
a la justificación de discriminaciones inaceptables<br />
en su status jurídico y político).<br />
Lamentablemente, la imprecisión parece<br />
rodear al programa de la conferencia de<br />
Valencia de abril de 2002, quizá la última<br />
oportunidad para recuperar algo de ese<br />
impulso, que no debiera perderse en declaraciones<br />
retóricas que todos comparten<br />
porque no cuestan nada y no se van a<br />
concretar en exigencias de actuación.<br />
Modelos de gestión de la inmigración<br />
La consecuencia de todo ello es volver a<br />
un modelo de gestión de la inmigración<br />
(factor importante pero no exclusivo de la<br />
multiculturalidad, desde luego no en los<br />
32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
países del sur de la UE) en términos de<br />
política instrumental y defensiva, de policía<br />
de fronteras y adecuación coyuntural a<br />
las necesidades del mercado de trabajo<br />
(incluida la economía sumergida). Una<br />
política de inmigración que, al igual que<br />
sucede con algunas políticas de gestión de<br />
la multiculturalidad, se basa paradójicamente<br />
en la negación de su objeto 2 , pues<br />
consiste en negar al inmigrante como tal<br />
inmigrante, es decir, alguien cuyo proyecto<br />
–plural– puede ser perfectamente tratar<br />
de quedarse en el país de recepción, al<br />
menos durante un periodo estable, que<br />
tampoco significa necesariamente (sobre<br />
todo en los tiempos de la globalización)<br />
quedarse para toda la vida, al menos en el<br />
proyecto de la primera generación. Se niega<br />
la posibilidad de ser inmigrante de verdad,<br />
esto es, libre en su proyecto migratorio<br />
(el que sea), basado simplemente en la<br />
libertad de circulación. En lugar de aceptar<br />
esa posibilidad o, al menos, de abrirla, se<br />
extranjeriza al inmigrante, se le estigmatiza,<br />
congelándolo en su diferencia, como<br />
distinto (extranjero) y sólo como trabajador<br />
útil en nuestro mercado formal de trabajo<br />
aquí y ahora. Por eso, se le imponen<br />
2 Y por eso en realidad –es decir, no sólo por sus<br />
deficiencias en términos de eficacia– es por lo que la<br />
política de inmigración española puede calificarse, como<br />
lo ha hecho Subirats (2002), como una “no política<br />
de inmigración”.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
condiciones forzadas de inmigración, supeditadas<br />
al interés exclusivo e instrumental<br />
de la sociedad de destino, que sólo le necesita<br />
como mano de obra y sujeta a plazo.<br />
Ése es un modelo de gestión de la inmigración<br />
construido a base de la creación<br />
de distinciones pretendidamente científicas<br />
pero de enorme trascendencia normativa y,<br />
sobre todo, maniqueas, como han mostrado,<br />
por ejemplo, Castles o Bauböck. Lo<br />
más grave es que esas categorías clasificatorias,<br />
pese a su pretendida objetividad, no<br />
responden a la realidad, no se adecuan a<br />
ella y por tanto difícilmente pueden servir<br />
como instrumentos eficaces para gestionarla.<br />
Lo que es aún peor, ignoran la realidad<br />
pues se empeñan en negarla, en desconocerla.<br />
Así, distinguen entre buenos y malos<br />
inmigrantes, es decir, entre los que se ajustan<br />
a lo que nosotros entendemos como<br />
inmigrantes necesarios (adecuados a la coyuntura<br />
oficial del mercado formal de trabajo<br />
3 , asimilables culturalmente, dóciles) y<br />
los demás, que son rechazables, bien por<br />
delincuentes (cometen actos delictivos, comenzando<br />
por entrar clandestinamente en<br />
nuestro país, lo que evoca connivencia con<br />
las mafias), bien por imposibles de aceptar<br />
(porque desbordan nuestros nichos laborales<br />
o son inasimilables): por una u otra razón,<br />
constituyen el ejército de reserva de la<br />
3 Cfr. Martiniello (2001).<br />
delincuencia y, rizando el rizo de la argumentación,<br />
generan racismo y xenofobia<br />
contra los inmigrantes buenos. Aún más.<br />
Como ha criticado Castles, buena parte de<br />
las políticas contemporáneas de inmigración<br />
han elaborado una tipificación más<br />
eficaz, más “científica”, la que permite distinguir<br />
entre verdadera y falsa inmigración.<br />
‘Verdadera’ y ‘falsa’ inmigración<br />
La falsa, la inmigración “forzada” –como<br />
si la otra fuera puramente libre–, está<br />
constituida por las manifestaciones clásicas<br />
de refugio y asilo, junto a los fenómenos<br />
más recientes que calificamos como<br />
desplazamientos masivos de población, característicos<br />
de quienes huyen de catástrofes<br />
de todo tipo, desde las naturales (terremotos,<br />
hambrunas, inundaciones, sequías)<br />
hasta las sociales (guerras civiles, conflictos<br />
étnicos, religiosos, etcétera). Esta segunda<br />
clase, la falsa inmigración, además, tiene<br />
hoy una cómoda y –para nosotros– rentable<br />
etiqueta: “lo humanitario”, de forma<br />
que podemos olvidarnos de ella como un<br />
asunto a gestionar en el ámbito de políticas<br />
de inmigración, salvo para vigilar que<br />
ningún inmigrante tout court (el económico)<br />
intente “colarse”, utilizando fraudulentamente<br />
esta segunda vía.<br />
Por el contrario, para asegurarnos de<br />
cuándo nos encontramos ante la primera,<br />
la verdadera inmigración, que es, claro, la<br />
económico-laboral, la de los trabajadores,<br />
33
POLÍTICA DE INMIGRACIÓN: 30 PROPUESTAS<br />
se les impone a éstos un corsé diseñado<br />
según el viejo modelo del Gastarbeiter, el<br />
guest worker, el trabajador invitado, que<br />
es, sobre todo, extranjero. Esa figura significa<br />
en primer lugar eso, que no es un<br />
inmigrante, porque no se quiere aceptar<br />
la posibilidad de que venga aquí en otra<br />
calidad que la de trabajador; aún menos,<br />
de trabajador dentro de un cupo predeterminado.<br />
Frente al Gastarbeiter no hay,<br />
no puede haber, voluntad de integración,<br />
porque no se acepta la posibilidad<br />
de que pueda aspirar a quedarse establemente<br />
(aunque no sea de forma definitiva,<br />
insisto). No hay integración, que supone<br />
aceptar que el inmigrante es parte<br />
activa en un proceso bidireccional que<br />
involucra en el cambio también a la sociedad<br />
de acogida, y por eso el Bild podía<br />
titular el pasado verano, al recoger la<br />
noticia de un programa de reclutamiento<br />
de la RFA de técnicos informáticos titulados<br />
en universidades de la India: Inder,<br />
nicht Kinder! (queremos indios, trabajadores<br />
superiores informáticos indios, sí,<br />
pero nada de niños, nada de quedarse a<br />
formar familia y vivir entre nosotros más<br />
allá de su contrato). Por eso, una condición<br />
tan necesaria del proceso de integración<br />
como el ejercicio del derecho de<br />
reagrupamiento familiar no es reconocida<br />
como tal, sino como un problema,<br />
como una vía no deseada de entrada de<br />
seudoinmigrantes (pues sólo son familiares<br />
del trabajador, del verdadero inmigrante,<br />
que es el trabajador). Por eso no<br />
se plantea la prioridad de las condiciones<br />
de residencia estable o de verdadera libertad<br />
de circulación en los dos sentidos.<br />
Por eso la insistencia en que los derechos<br />
que corresponde reconocer son sólo los<br />
derechos humanos universales, y aun estos<br />
fuertemente restringidos. Por eso, lo<br />
inconcebible de pensar al inmigrante como<br />
posible ciudadano 4 .<br />
Las tres piezas de una política<br />
de inmigración<br />
Recordemos una obviedad en la que han<br />
insistido reiteradamente todos los expertos,<br />
como Sami Naïr 5 . No hay política<br />
de inmigración sin tres piezas: a) una<br />
gestión legal de los flujos (gestión, que<br />
no doinio o control unilateral), respetuosacon<br />
los principios del Estado de derecho,<br />
lo que parece exigir el reconocimiento<br />
de la equiparación de derechos,<br />
4 Es lo que señalan, por ejemplo, Bauböck<br />
(2001), o Castles y Davidson (2000).<br />
5 Cfr. Naïr y De Lucas (1997).<br />
34<br />
más allá incluso de los derechos humanos<br />
básicos 6 ; b) un ambicioso programa<br />
de codesarrollo que asocie a los países de<br />
recepción con los países de origen y transforme<br />
a la inmigración en un factor beneficioso<br />
para esa dos partes y para los propios<br />
inmigrantes, que son los principales<br />
agentes de este proceso, aunque lo olvidemos;<br />
y, finalmente, c) mecanismos –políticas<br />
públicas– de integración de los inmigrantes,<br />
o de acomodación, como prefieren<br />
decir Ricard Zapata y Jeff Halper 7 .<br />
La agenda europea no parece encaminada<br />
a avanzar en esos tres ámbitos como<br />
prioridad. En lugar de ello, el pilar internacional<br />
(la política de convenios con los países<br />
de origen y tránsito de los flujos migratorios<br />
que tienen por destino la UE) parece<br />
orientado al objetivo de asociar a esos países<br />
exclusivamente en la función de policía<br />
de fronteras, conforme a la prioridad de esta<br />
política, que es la lucha contra la inmigración<br />
ilegal, contra las mafias. En cuanto<br />
a la integración de los inmigrantes, difícilmente<br />
se camina hacia ese objetivo si predomina<br />
la visión instrumental del inmigrante<br />
como Gastarbeiter, del trabajador invitado,<br />
como lo muestra el regateo del<br />
derecho al reagrupamiento familiar 8 o la<br />
segmentación de derechos sociales –no digamos<br />
de los políticos–, o la resistencia al<br />
reconocimiento de un status de residente<br />
permanente europeo equiparable a la ciudadanía<br />
para los inmigrantes asentados establemente.<br />
Todo ello se vincula a la primacía<br />
de un modelo policial de gestión de<br />
la inmigración que instituye una especie<br />
de carrera de obstáculos en la que además<br />
cabe la marcha atrás, la caída en la ilegali-<br />
6 Es difícilmente justificable, simplemente desde<br />
una concepción de la justicia coherente con los postulados<br />
liberales, sostener que la discriminación de derechos<br />
hacia los extranjeros pueda presentarse como justificada,<br />
más allá de argumentos meramente prudenciales.<br />
Esa tesis es incompatible con tomar en serio la<br />
universalidad de los derechos, la condición de todos<br />
los seres humanos de agentes morales y titulares de dichos<br />
derechos. Es lo que advierten, desde posiciones<br />
muy diversas, Balibar (1992), Carens (2000) o Ferrajoli<br />
(1998). Pero si superamos el corsé liberal, como<br />
nos proponen Benhabib (1996) o Young (1998), siguiendo<br />
a Honneth y Taylor e incluso a Kymlicka, y<br />
así parece exigirlo el modelo de gestión democrática<br />
de las sociedades multiculturales, esto es, una democracia<br />
plural e inclusiva, entonces esa asimetría en derechos<br />
y ciudadanía es insostenible: cfr. Requejo<br />
(1999) y De Lucas (2002).<br />
7 Cfr. Zapata (2002) y Halper (2002).<br />
8 La persecución y el regateo de los que es objeto<br />
el reconocimiento de este derecho se complementan<br />
con la extraordinaria paradoja que entraña el mecanismo<br />
de sospecha respecto a los denominados “matrimonios<br />
de conveniencia”. Con agudeza y brillantez, Sánchez<br />
Lorenzo (2001) ha criticado la “contaminación romano-canónica”<br />
que supone ese argumento respecto al<br />
modelo de matrimonio civil más fiel a la Constitución.<br />
dad debido al círculo vicioso de permiso<br />
de residencia y trabajo y a la apuesta por<br />
esa ficción de que todos los flujos migratorios<br />
se produzcan por el cauce de la contratación<br />
desde los países de origen.<br />
La Presidencia española de la UE debería<br />
ser una oportunidad para recuperar otro<br />
modelo, más fiel a las recomendaciones de<br />
Tampere y a las propuestas del comisario<br />
Vitorino. Recuperar en primer lugar la política<br />
de inmigración como prioridad en la<br />
agenda política de la UE, más allá del compromiso<br />
de la cumbre de Laeken de diciembre<br />
de 2001. En lo que sigue, formulo<br />
30 propuestas (10 de ámbito europeo, 10 en<br />
el ámbito español, 5 en el de las comunidades<br />
autónomas y 5 más en el ámbito<br />
local) dirigidas a las diferentes instancias<br />
que intervienen en la creación de estas<br />
políticas, desde el convencimiento de que<br />
las contribuciones más positivas a la gestión<br />
de los flujos migratorios proceden de<br />
abajo (comunidades autónomas, ayuntamientos)<br />
y del exterior (los agentes sociales,<br />
las ONG, los sindicatos, las universidades,<br />
las empresas) de la Administración<br />
Central del Estado.<br />
La agenda europea<br />
La agenda europea debería considerar las<br />
siguientes prioridades:<br />
1. Desvincular la política de inmigración<br />
de la guerra contra el terrorismo:<br />
evitar la criminalización de los inmigrantes<br />
y la confusión entre lucha contra las<br />
mafias de inmigración (que son en buena<br />
medida europeas, no extranjeras) y<br />
lucha contra el terrorismo. Para empezar,<br />
no está nada claro qué sean las mafias de<br />
la inmigración, pues, según la amplitud<br />
del concepto, pueden incluir todas las<br />
redes con las que se crea y funciona el<br />
desplazamiento; es decir, calificar como<br />
mafias las redes que permiten el tráfico,<br />
el tránsito, pero libremente, sin explotación:<br />
redes de familia, de vecindad, de<br />
amistad, que actúan como mecanismo<br />
de inserción y facilitan el proyecto migratorio,<br />
y constituyen hoy un mecanismo<br />
básico de la estrategia que lleva a la<br />
inmigración, como han subrayado Izquierdo<br />
o Castles. Criminalizar esas redes,<br />
además de injusto, es un grave error,<br />
pues haría clandestino (aún más de lo<br />
que ya lo es en no pocos casos) un instrumento<br />
eficaz y casi irremplazable de<br />
los flujos migratorios.<br />
2. Evitar los recortes de derechos y libertades<br />
de los inmigrantes y avanzar coherentemente<br />
hacia el reconocimiento y<br />
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
garantía del principio de igualdad; esto<br />
es, tomar medidas no sólo para luchar<br />
contra la discriminación sino también<br />
para garantizar positivamente su equiparación<br />
en esos derechos con los de los<br />
ciudadanos europeos, con especial atención<br />
a los derechos sociales, pero también<br />
a los políticos, comenzando al menos<br />
en el ámbito local. Si apostamos<br />
por la desvinculación mencionada, no<br />
es cierto que la integración y estabilidad<br />
de los inmigrantes legales exija como<br />
condición previa (menos aún prioritaria)<br />
la prioridad de la expulsión de los<br />
irregulares. Por eso es un error presentar<br />
como condición sine qua non las directivas<br />
que parecen constituir hoy la prioridad<br />
exclusiva de la política europea<br />
(lucha contra las mafias y la inmigración<br />
clandestina: por ejemplo, directiva<br />
contra los “pasadores” de inmigración<br />
ilegal y directiva marco sobre responsabilidad<br />
de los transportistas, propuestas<br />
sobre refuerzo del sistema Eurodac recientemente<br />
acordadas en la cumbre de<br />
ministros de Justicia e Interior en Santiago,<br />
etcétera). Ése es un planteamiento<br />
unilateral.<br />
3. Priorizar la lucha contra la discriminación/subordinaciónjurídicopolítica<br />
de género que han creado los<br />
instrumentos de política de inmigración<br />
y que afectan a las mujeres inmigrantes.<br />
4. Reforzar el reagrupamiento familiar<br />
como derecho de todos los<br />
miembros de la familia, sin condicionamiento<br />
de prejuicios etnoculturales.<br />
Insisto, como derecho, no como instrumento<br />
de la política de inmigración,<br />
como un trámite. Así lo exige el Convenio<br />
de Roma.<br />
5. Prestar especial atención a la situación<br />
de los menores inmigrantes y en particular<br />
a quienes se encuentran en territorio<br />
de la UE sin el núcleo familiar.<br />
6. Dar prioridad en la agenda europea<br />
a la directiva sobre acceso y libre<br />
circulación de trabajadores [Comunicación<br />
386 (final) de 11 de julio de<br />
2001]. Pero es preciso que en esa directiva<br />
se revisen al menos dos elementos:<br />
la identificación del contingente como<br />
medida básica, una herramienta que ha<br />
sido criticada por sus efectos perversos<br />
y su ineficacia (sobre todo en su identificación<br />
como instrumento prioritario<br />
de la política de inmigración) por el<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
propio comisario europeo en la Comunicación<br />
757 ya mencionada, y, además,<br />
la creación del permiso para búsqueda<br />
de trabajo 9 .<br />
7. Priorizar el objetivo de establecer un<br />
estatuto común del residente permanente<br />
europeo, que garantice a los inmigrantes<br />
cuyo proyecto de presencia estable haya sido<br />
reconocido el nivel de equiparación en<br />
derechos y status con los ciudadanos europeos,<br />
más allá de la propuesta sobre estatuto<br />
de nacionales de países terceros residentes<br />
de larga duración [Comunicación 127<br />
(final) de 13 de marzo de 2001].<br />
8. En el pilar internacional, conceder<br />
prioridad en la acción exterior de la UE a<br />
la política de vinculación de codesarrollo e<br />
inmigración, mediante convenios bilaterales<br />
y multilaterales que superen el objetivo<br />
unilateral de asociación de los países de<br />
origen y tránsito en la función de policía<br />
de fronteras. Proveer de instrumentos financieros<br />
a ese respecto, como el Banco<br />
Euromediterráneo de Desarrollo, que es algo<br />
más que una línea de crédito específica.<br />
9. Además, renovar la política euromediterránea<br />
mediante el impulso en la cumbre<br />
de Valencia de los objetivos señalados<br />
en Barcelona y reformulados en el rapport<br />
Naïr al Parlamento Europeo. Reactualizar<br />
el programa marco MEDA. Relativizar como<br />
prioridad –si no como único objetivo<br />
real– la gestión policial común de la frontera<br />
sur mediterránea (directrices comunes<br />
sobre visados, creación de la policía europea<br />
de fronteras).<br />
10. Desarrollar programas de educación<br />
intercultural que supongan, en primer,<br />
lugar el conocimiento de las otras culturas<br />
(más allá de estereotipos que sólo<br />
sirven para construir la ajenidad) y luchar<br />
contra el prejuicio y las bases de la discriminación,<br />
es decir, el racismo y la xenofobia.<br />
Para este propósito es particularmente<br />
importante el fomento de las actividades<br />
de intercambio entre medios de<br />
comunicación para introducir el cambio<br />
de óptica también en los propios medios,<br />
cuya tarea a este respecto sólo es parangonable<br />
por su importancia con la de la escuela<br />
primaria y secundaria.<br />
9 En todo caso, se trata de exigir el cumplimiento<br />
de la legalidad: es decir, de tomar en serio aquello a lo<br />
que nos obliga el Convenio núm. 111 de la OIT, de<br />
1958, ratificado por España en 1967 (también podríamos<br />
hablar del núm. 143), o la Directiva 2000/43 de<br />
la UE, sobre no discriminación en el acceso al empleo.<br />
JAVIER DE LUCAS<br />
La política del Gobierno<br />
El Gobierno de España tiene una oportunidad<br />
para rehacer un modelo de política<br />
de inmigración (en lugar de la actual<br />
no-política, como la calificaba recientemente<br />
Joan Subirats) tomando en consideración<br />
los siguientes objetivos:<br />
11. Recuperar el consenso social en<br />
materia de política de inmigración, más<br />
allá de la aritmética parlamentaria.<br />
12. Revisar la puesta en práctica de un<br />
auténtico plan estatal de integración, de<br />
carácter interdepartamental, lo que exige<br />
al menos actualizar la aplicación del plan<br />
GRECO y su dotación presupuestaria.<br />
13. Crear y dotar inmediatamente la<br />
red pública de centros de inmigraciones<br />
prevista en los artículos 145 a 147 de la<br />
sección segunda del capítulo V del Reglamento<br />
de Aplicación de la Ley 8/2000<br />
(RD 864/2001) y dependiente del Ministerio<br />
de Trabajo y Asuntos Sociales: establecer<br />
su reglamento interno, sus funciones, su<br />
dotación presupuestaria y los criterios de<br />
coordinación con instrumentos similares<br />
de las demás administraciones y de las<br />
ONG, así como el control jurisdiccional.<br />
14. Revisar el permiso excepcional<br />
para búsqueda de trabajo concedido en el<br />
ámbito del servicio doméstico, que, de<br />
hecho, no se ha llegado a poner en práctica.<br />
La propuesta consiste en extenderlo<br />
con carácter de permiso general de estancia,<br />
rompiendo así el círculo vicioso entre<br />
permiso de residencia y trabajo (con contrato<br />
de trabajo en origen) que está en la<br />
raíz de la condición de irregularidad. La<br />
pretensión de contrato exclusivo desde el<br />
país de origen ha sido criticada por los<br />
propios empleadores y los sindicatos. Por<br />
ejemplo, el Confederación Europea de<br />
Sindicatos (CES) en su memoria de 2000<br />
ponía de manifiesto que se trata de “un<br />
esquema puramente ideal que raramente<br />
se cumple” y que obligaría a las oficinas<br />
consulares a convertirse en agencia de<br />
empleo. Asimismo destacaba que los datos<br />
de servicio público de empleo tienen<br />
un porcentaje de error superior al 15%.<br />
15. Habilitar la participación política<br />
de los inmigrantes a escala municipal y<br />
regional, lo que debe incluir el derecho a<br />
voto, en esos ámbitos, de los residentes<br />
a paritr de tres años.<br />
16. Establecer medidas concretas de<br />
35
POLÍTICA DE INMIGRACIÓN: 30 PROPUESTAS<br />
fomento del asociacionismo entre los inmigrantes:<br />
¿acaso no acaba de proclamar<br />
el PP en la ponencia sobre igualdad de<br />
oportunidades de su Congreso de 2002<br />
que el patriotismo constitucional permite<br />
calificar como españoles a todos los inmigrantes<br />
con voluntad de integración y que<br />
se adhieran a ese patriotismo, sin más<br />
identidades culturales?<br />
17. Revisar el Consejo Superior de<br />
Política de Inmigración para asegurar y<br />
optimizar la coordinación de los poderes<br />
públicos de las tres administraciones, con<br />
especial atención al protagonismo de la<br />
Administración municipal.<br />
18. Revisar la composición y atribuciones<br />
del Foro, especialmente el papel de los<br />
inmigrantes, de sus asociaciones, cuya representación<br />
debiera ser paritaria (un tercio).<br />
19. Facilitar y poner los medios necesarios<br />
para que los denunciantes de tráfico<br />
ilegal y/o de explotación no se vean<br />
desamparados. Asegurar la tramitación de<br />
la documentación y del expediente de regularización,<br />
los permisos y el seguimiento<br />
de la ayuda, especialmente en lo relativo<br />
a la jurídica.<br />
20. Aceptar permisos B-iniciales de<br />
trabajo para quienes los solicitan a raíz<br />
de la transformación de su permiso porque<br />
ya tenían permiso de residencia y solicitan<br />
su transformación.<br />
Las comunidades autónomas<br />
Las comunidades autónomas son una<br />
pieza clave en la política de inmigración<br />
propia de un Estado al menos descentralizado,<br />
y más aún en uno que, conforme<br />
a nuestra Constitución, se aproxima a la<br />
dimensión federal. Es necesario reconocer<br />
su capacidad en la gestión de esa política,<br />
en términos de coordinación eficaz,<br />
como antes se ha recordado, pero también<br />
en los de su idoneidad para establecer<br />
cauces eficaces de gestión de los flujos,<br />
por razones de inmediatez en la relación<br />
con los inmigrantes y más aún en<br />
aquellos casos en los que el techo competencial<br />
está claramente reconocido. Es<br />
cierto que habría que distinguir así entre<br />
las que disponen de esa plenitud de<br />
transferencias y las que no, entre las que<br />
reciben una muy significativa inmigración<br />
y las que todavía hoy ofrecen más<br />
bien un saldo de emigración (interior o<br />
internacional). La situación actual es heterogénea,<br />
como han mostrado los estudios<br />
de Eliseo Aja. Hay comunidades co-<br />
mo Cataluña, Andalucía, Baleares, Rioja<br />
o Navarra que han creado departamentos<br />
específicos e incluso ambiciosos planes de<br />
integración en varios casos interdepartamentales<br />
y con dotación presupuestaria.<br />
En términos generales y refiriéndonos sobre<br />
todo a las comunidades autónomas<br />
que no se han dotado de instrumentos<br />
propios de gestión, podríamos hablar de<br />
al menos cinco propuestas:<br />
21. Asignar una dotación presupuestaria<br />
clara a la Delegación para Inmigración, que<br />
debería depender de Presidencia del Gobierno<br />
autónomo. Comparecer ante los Parlamentos<br />
autónomos para explicar las propuestas,<br />
programa y criterios de actuación.<br />
22. Crear un plan interdepartamental<br />
y plurianual de integración de los inmigrantes<br />
en la comunidad autónoma. Prestar<br />
especial atención al fomento de la intervención<br />
de la Administración local en este ámbito<br />
y al papel de las ONG.<br />
23. Organizar inmediatamente el Foro<br />
Autonómico para la Integración, de carácter<br />
plural y abierto no sólo a las grandes<br />
ONG: el papel de los inmigrantes ha de ser<br />
reconocido en esos foros con una representación<br />
de al menos un tercio.<br />
24. Crear un Observatorio Permanente<br />
de Inmigración. Dotar programas de<br />
investigación en colaboración con las universidades,<br />
centros de investigación y empresas.<br />
Fomentar programas conjuntos de<br />
investigación con centros homólogos<br />
de países de origen.<br />
25. Establecer programas de formación<br />
para funcionarios públicos, agentes<br />
sociales y voluntarios que trabajen en este<br />
ámbito.<br />
Las delegaciones del Gobierno<br />
Finalmente, en el ámbito de las delegaciones<br />
y subdelegaciones del Gobierno cabría<br />
pensar en cinco actuaciones inmediatas:<br />
26. Asignar una dotación adecuada a<br />
las oficinas únicas de extranjería.<br />
27. Crear subsedes en las cabeceras de<br />
las comarcas o principales ciudades de cada<br />
provincia.<br />
28. Establecer un término de tres meses<br />
para resolver los expedientes administrativos<br />
de inmigrantes.<br />
29. Proceder a la resolución inmediata<br />
de los casos pendientes de regularización.<br />
30. Aplicar una interpretación favorable<br />
(amplia) en la concesión de permisos<br />
de trabajo y residencia por regularización.<br />
Paralizar o suspender la orden ministerial<br />
del día 14 de enero de 2002 que<br />
veta cualquier solicitud de residencia y<br />
trabajo al margen del contingente.<br />
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SUBIRATS, J.: ‘La (no) política de inmigración’, El<br />
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deberían acomodar a los inmigrantes? Un marco<br />
analítico para el análisis’, Gestión y Análisis de<br />
Políticas Públicas, núm. 20, 2002.<br />
—L’hora dels inmigrants. Esferes de justicia i politiques<br />
d’acomodació, Proa, Barcelona, 2002.<br />
[Una primera versión de este texto fue presentada<br />
en el Simposio Internacional Europa-Mediterráneo<br />
sobre Políticas Europeas de Inmigración, organizado<br />
por la Universitat Pompeu Fabra y el Institut<br />
Catalá de la Mediterránea, en Barcelona, a finales<br />
de enero de 2002].<br />
Javier de Lucas es catedrático de Filosofía del<br />
Derecho en la Universidad de Valencia. Autor de<br />
36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO<br />
INSTITUCIONAL<br />
La mayor parte de los países democráticos<br />
no practican el patriotismo constitucional.<br />
Por el contrario, las instituciones<br />
políticas se reforman y sustituyen<br />
con mayor frecuencia de lo que<br />
suponen muchos líderes políticos en España<br />
y, también, de lo que se había supuesto<br />
tradicionalmente en algunos estudios<br />
políticos.<br />
En primer lugar, el cambio de régimen<br />
y la democratización ha sido un fenómeno<br />
frecuente en los tiempos recientes.<br />
Cabe registrar no menos de 118 intentos<br />
de democratización sólo en países<br />
con más de un millón de habitantes desde<br />
finales del siglo XIX, mientras que ha habido<br />
133 cambios desde y hacia la democracia<br />
sólo desde 1945 (según los recuentos<br />
de Colomer,2001, y Przeworski et al.,<br />
2000, respectivamente).<br />
En segundo lugar, tienden a proliferar<br />
los cambios institucionales importantes<br />
en el seno de los regímenes democráticos,<br />
incluidos los cambios del sistema electoral,<br />
la introducción de elecciones directas<br />
de presidentes ejecutivos y la descentralización<br />
(Lijphart, 1999).<br />
En tercer lugar, también son muy frecuentes<br />
los cambios institucionales aparentemente<br />
menores, los cuales parecen<br />
tan habituales como los cambios de políticas<br />
públicas en otros campos, pero tienen<br />
a menudo consecuencias notables sobre<br />
las estrategias electorales, los sistemas de<br />
partidos y los resultados de los Gobiernos.<br />
1. El cambio institucional<br />
La relativa frecuencia del cambio institucional<br />
no había sido incluida en muchos<br />
análisis de los procesos políticos centrados<br />
en las elecciones de gobernantes y la toma<br />
de decisiones políticas. Los modelos más<br />
habituales en la ciencia política y los estudios<br />
de políticas públicas se centraban<br />
principalmente en tres elementos: las<br />
preferencias de los ciudadanos, las posi-<br />
JOSEP M. COLOMER<br />
ciones de los partidos políticos y las reglas<br />
institucionales. El supuesto más habitual<br />
era que el conjunto de reglas institucionales<br />
es el más estable de estos elementos,<br />
de modo que el juego político<br />
se desarrollaba mediante intercambios<br />
entre los ciudadanos y los partidos según<br />
las oportunidades, condicionantes e incentivos<br />
proporcionados por el marco<br />
institucional dado.<br />
Las instituciones se han concebido<br />
como mecanismos restrictivos para inducir<br />
estabilidad, además de resolver problemas<br />
de coordinación, cooperación y<br />
agencia. Los modelos de tipo económico<br />
o de elección racional que se han ido difundiendo<br />
en la literatura académica<br />
desde los años setenta muestran que un<br />
proceso abierto de interacciones entre los<br />
ciudadanos y los partidos podría generar<br />
desequilibrio, es decir, resultados impredecibles<br />
e inestables, sobre todo en sociedades<br />
complejas con múltiples dimensiones<br />
de temas políticos y preferencias<br />
dispersas de los ciudadanos. En esta<br />
perspectiva, las regularidades y los equilibrios<br />
políticos pueden ser concebidos<br />
como resultados inducidos por instituciones<br />
relativamente estables a pesar de<br />
lo impredecibles e inestables que serían<br />
potencialmente las interacciones entre<br />
ciudadanos y partidos. (El concepto de<br />
“equilibrio inducido institucionalmente”<br />
fue desarrollado, sobre todo, por Shepsle,<br />
1979, 1986, 1989).<br />
Sin embargo, la observación empírica<br />
más actualizada parece que desafía el realismo<br />
de este supuesto con respecto al<br />
grado relativo de estabilidad de cada uno<br />
de los tres elementos políticos básicos<br />
antes mencionados. En primer lugar, las<br />
preferencias de los ciudadanos, aunque<br />
pueden formarse endógenamente al proceso<br />
político y ser manipulables a corto<br />
plazo, muestran una gran estabilidad a<br />
largo plazo, como lo indican, por ejem-<br />
plo, ciertos estudios del comportamiento<br />
y la volatilidad electoral (por ejemplo, el<br />
de Bartolini y Mair, 1990).<br />
En segundo lugar, los partidos políticos<br />
parecen más móviles y más capaces de<br />
modificar sus agendas y programas de una<br />
elección a otra que los electores. Pero las<br />
observaciones a largo plazo también muestran<br />
que los partidos mayores en las democracias<br />
duraderas tienden a permanecer<br />
pegados a sus etiquetas ideológicas sobre<br />
el eje izquierda-derecha u otras construcciones<br />
similares. Los movimientos espectaculares,<br />
como el de saltar por encima de<br />
las posiciones de otros partidos, son arriesgados<br />
y tienden a ser evitados, especialmente<br />
porque perjudicarían la capacidad<br />
de los líderes políticos de comunicarse con<br />
sus votantes. Precisamente porque las posiciones<br />
ideológicas básicas de cada partido<br />
funcionan como útiles herramientas<br />
heurísticas e informativas en las elecciones<br />
de masas –como se ha subrayado tradicionalmente<br />
en la teoría espacial del voto–,<br />
requieren cierto grado de continuidad. (La<br />
estabilidad de las posiciones relativas de<br />
los partidos puede observarse en los sondeos<br />
y análisis para diferentes periodos<br />
publicados por Castles y Mair, 1984; Laver<br />
y Hunt, 1992; Huber e Inglehart,<br />
1995; Knutsen, 1998).<br />
En este marco de preferencias de los<br />
ciudadanos y posiciones de los partidos<br />
relativamente estables, los cambios de resultados<br />
electorales, de gobernantes y de<br />
políticas públicas pueden depender en<br />
gran medida de la habilidad manipuladora<br />
de los líderes políticos a corto plazo,<br />
incluidas sus maniobras en la selección<br />
de temas de relieve y la formación de la<br />
agenda pública, la retórica y el comportamiento<br />
estratégico en las instituciones.<br />
(Véanse los análisis de Riker, 1983,<br />
1986, 1993).<br />
Pero la estabilidad de las instituciones<br />
formales parece haber sido sobreestimada.<br />
38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
En algunas versiones muy notables del esquema<br />
antes apuntado, como la teoría de<br />
las instituciones en equilibrio del premio<br />
Nobel de Economía Douglass North, se<br />
ha subrayado la capacidad de las instituciones<br />
de autorreforzarse y de dificultar<br />
su sustitución mediante los efectos de los<br />
incentivos proporcionados por su propia<br />
estructura. Según el conocido esquema de<br />
North, las instituciones ineficientes pueden<br />
sobrevivir como consecuencia del<br />
aprendizaje por el uso de los actores, la<br />
adaptación de éstos a las regularidades<br />
institucionales y los costes del cambio.<br />
(North y Thomas, 1973; North, 1990;<br />
Pierson, 2000; para una exposición de la<br />
teoría de North en esta misma revista,<br />
con motivo de la concesión del Premio<br />
Nobel, véase Colomer, 1993).<br />
El fundamento principal de este argumento<br />
es que los desarrollos institucionales<br />
están sujetos a rendimientos crecientes,<br />
es decir, que la gente obtiene beneficios<br />
netos positivos con el uso de las<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
instituciones existente y que los costes de<br />
cambiarlas tienden a aumentar. Los análisis<br />
iniciales en este enfoque desarrollado<br />
por economistas tienden a concentrarse<br />
en instituciones como los derechos de<br />
propiedad, las garantías de los contratos,<br />
el Estado de derecho, la justicia y otras<br />
que producen mercados eficientes para la<br />
provisión de bienes privados. Las aplicaciones<br />
a la política son apropiadas en la<br />
medida en que ciertas instituciones para<br />
la provisión de bienes públicos también<br />
pueden producir una amplia satisfacción<br />
entre un gran número de ciudadanos, incluso<br />
beneficios universales, porque ciertos<br />
bienes públicos pueden ser consumidos<br />
por todos los ciudadanos por vías<br />
que cada uno de ellos difícilmente puede<br />
anticipar (incluyendo, por ejemplo, la<br />
defensa nacional, la seguridad y la protección<br />
ambiental).<br />
Pero los bienes públicos también son<br />
objeto de la competencia política, porque<br />
siempre comportan alguna dimensión re-<br />
distributiva, incluyendo los impuestos, la<br />
asignación de muchos gastos, las decisiones<br />
sobre localización, etcétera. De hecho,<br />
toda la actividad política –y la política<br />
electoral en particular– comporta<br />
cierto grado de competencia y la producción<br />
de ganadores y perdedores. En otras<br />
palabras, los beneficios y los costes de<br />
muchos resultados políticos institucionales<br />
son significativamente diferentes para<br />
diferentes actores. En estos contextos, para<br />
algunos actores la tentación de salir de<br />
las instituciones existentes puede ser neutralizada,<br />
hasta cierto punto, por los beneficios<br />
relativos de la rutina, la previsibilidad<br />
y la adaptación anterior a las reglas<br />
institucionales existentes, pero no<br />
necesariamente porque obtengan beneficios<br />
brutos importantes derivados de los<br />
resultados institucionales. Así pues, ciertos<br />
aspectos de la política institucional<br />
pueden no estar sujetos a rendimientos<br />
crecientes porque, para ciertos actores,<br />
aprender y adaptarse a las reglas existentes<br />
puede ser casi equivalente a acostumbrarse<br />
a perder. En tal caso, si los costes<br />
de la salida son relativamente bajos, la<br />
promoción del cambio institucional puede<br />
ser una estrategia racional.<br />
Más exactamente, los actores que anticipan<br />
que se convertirán en perdedores<br />
absolutos y permanentes como consecuencia<br />
del juego político desarrollado<br />
bajos las reglas institucionales existentes<br />
pueden preferir el cambio institucional –a<br />
pesar de sus beneficios inciertos y sus costes<br />
ciertos– antes que la derrota asegurada.<br />
Los actores interesados en los cambios<br />
institucionales no son sólo los perdedores<br />
permanentes en el juego. También los gobernantes<br />
con aversión al riesgo que se<br />
ven sometidos a nuevos desafíos de ganadores<br />
potenciales alternativos pueden elegir<br />
racionalmente el cambio de las reglas<br />
institucionales del juego para minimizar<br />
sus pérdidas probables.<br />
39
LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO INSTITUCIONAL<br />
De algún modo, la alta frecuencia potencial<br />
de los cambios institucionales fue<br />
anticipada por el politólogo William Riker<br />
en su obra seminal sobre el estudio de<br />
las instituciones. Según Riker, “las reglas<br />
o instituciones no son más que otras alternativas<br />
en el espacio de políticas públicas,<br />
y el statu quo de un conjunto de reglas<br />
puede ser sustituido por otro conjunto<br />
de reglas” (Riker, 1980, pág. 22).<br />
Desde luego, Riker observó que los cambios<br />
y las reformas institucionales pueden<br />
ser restringidos o retrasados por la incertidumbre<br />
de los actores con respecto a los<br />
efectos de las nuevas instituciones y por<br />
los costes del cambio. Como consecuencia,<br />
las instituciones tienden a ser relativamente<br />
más estables que los sucesivos<br />
equipos de ganadores y perdedores electorales<br />
y las políticas correspondientes, los<br />
cuales son resultado de interacciones a<br />
corto plazo más cómodas y más frecuentes<br />
entre las preferencias de los ciudadanos<br />
y las habilidades manipuladoras de<br />
los líderes. En palabras de Riker, “la revelación<br />
del desequilibrio institucional es<br />
probablemente un proceso más largo que<br />
la revelación de los desequilibrios de los<br />
gustos (sobre políticas públicas)” (Riker,<br />
1980). Pero el mismo autor afirmó que<br />
“la diferencia entre las decisiones sobre<br />
instituciones y las decisiones sobre políticas<br />
públicas es de grado, no de tipo”. Riker<br />
desarrolló varios análisis del amplio<br />
campo de maniobra que existe cuando se<br />
eligen instituciones y de su correspondiente<br />
imprevisibilidad, incluido el muy<br />
notable de las maniobras estratégicas de<br />
los políticos durante el proceso de ratificación<br />
de la Constitución de Estados<br />
Unidos en 1787 (Riker, 1996).<br />
Para desarrollar un análisis sistemático<br />
de las decisiones sobre instituciones y las<br />
decisiones sobre políticas públicas, la definición<br />
precisa del grado de frecuencia del<br />
cambio en el cual una diferencia de tipo<br />
puede ser reducida a una diferencia de<br />
grado es una tarea difícil. Pero, de todos<br />
modos, muchos desarrollos institucionales<br />
recientes en diversas partes del mundo<br />
sugieren que la frecuencia de los cambios<br />
institucionales reales es mayor de lo que<br />
se había supuesto.<br />
La lógica de una estrategia a favor del<br />
cambio institucional puede ser presentada<br />
en pocas palabras: los actores políticos<br />
pueden considerar que vale la pena emprender<br />
un proceso de cambio institucional<br />
si la probabilidad de que las fórmulas<br />
institucionales alternativas produzcan<br />
consecuencias no deseadas y los costes de<br />
reemplazar las instituciones existentes<br />
producen menos desventajas que jugar según<br />
las reglas institucionales existentes.<br />
Por tanto, el cambio institucional puede<br />
ser facilitado por diversas vías. En primer<br />
lugar, puede ser promovido por un<br />
aprendizaje acumulativo de los beneficios<br />
que cabe razonablemente esperar de distintas<br />
fórmulas institucionales para la selección<br />
de gobernantes y políticas, así como<br />
por la imitación o el contagio de<br />
cambios en otras comunidades donde esas<br />
instituciones alternativas hayan producido<br />
efectos deseables. En segundo lugar,<br />
los riesgos de que los efectos del cambio<br />
institucional no sean los esperados, incluida<br />
la posibilidad de que puedan favorecer<br />
políticas amenazadoras para ciertos<br />
actores o incluso un amplio conflicto social,<br />
pueden ser reducidos mediante la introducción<br />
en el proceso de reforma de<br />
acuerdos y garantías paralelas entre los actores<br />
relevantes con respecto a ciertos temas<br />
y derechos básicos. Por último, los<br />
riesgos del cambio institucional también<br />
pueden ser reducidos mediante la realización<br />
de reformas parciales en vez de cambios<br />
globales del régimen institucional.<br />
Estas y otras condiciones favorables al<br />
cambio institucional y las correspondientes<br />
estrategias son muy comunes en los<br />
desarrollos internacionales recientes.<br />
2. Instituciones estratégicas<br />
Los cambios de reglas institucionales<br />
orientados a modificar los subsiguientes<br />
resultados políticos pueden desarrollarse<br />
mediante cálculos estratégicos y decisiones<br />
similares a los que producen resultados<br />
políticos en el marco de esquemas institucionales<br />
estables. Un supuesto básico puede<br />
ser que los actores políticos buscan su<br />
propio interés en términos de poder, cualesquiera<br />
que sean las políticas públicas<br />
que promueven. Este supuesto realista se<br />
basa en el hecho de que el poder institucional<br />
es siempre, al menos, un medio necesario<br />
para ejecutar las políticas deseadas,<br />
si no un fin en sí mismo. De acuerdo con<br />
ello, las preferencias de los actores con respecto<br />
a las instituciones políticas dependerán<br />
en gran medida de las expectativas que<br />
les proporcionen distintos esquemas institucionales<br />
de mantener o conseguir poder,<br />
de su probabilidad, su proximidad esperada<br />
y su durabilidad.<br />
Las expectativas de los actores de conseguir<br />
poder pueden depender del grado<br />
de inclusividad del régimen institucional<br />
existente y del desafío o amenaza a que<br />
los actores estén sometidos. Aparece una<br />
situación de incertidumbre cuando los<br />
gobernantes son desafiados por las de-<br />
mandas de nuevos actores. Si el esquema<br />
institucional existente es más bien excluyente,<br />
es decir, si sólo permite la victoria<br />
absoluta de un actor (un partido, un grupo<br />
social o un grupo étnico con preferencias<br />
compactas) a costa de todos los demás,<br />
los gobernantes corren el riesgo de<br />
convertirse en perdedores absolutos. La<br />
oposición emergente puede alimentar la<br />
expectativa de convertirse en un nuevo<br />
ganador absoluto y reemplazar a los gobernantes<br />
en el poder bajo las reglas institucionales<br />
existentes. Pero si la oposición<br />
comparte también cierto grado de incertidumbre<br />
acerca de los resultados futuros,<br />
puede desarrollar preferencias adversas al<br />
riesgo similares a las de los gobernantes a<br />
favor de instituciones más inclusivas.<br />
En otras palabras, los actores con expectativas<br />
inciertas de permanecer en el<br />
poder o de conquistarlo pueden promover<br />
o aceptar cambios institucionales a favor<br />
de mayor apertura e inclusividad con<br />
objeto de minimizar el riesgo de ser completamente<br />
excluidos del poder. Los cambios<br />
de este tipo incluyen la introducción<br />
de derechos de voto amplios que crean<br />
electorados complejos, los sistemas electorales<br />
que permite la formación y la supervivencia<br />
de nuevos partidos, y las elecciones<br />
separadas para diferentes cargos capaces<br />
de producir múltiples ganadores y de<br />
promover negociaciones y poder compartido<br />
multipartidario e interinstitucional.<br />
Mediante cambios hacia fórmulas institucionales<br />
más inclusivas, tanto los gobernantes<br />
en peligro como la oposición<br />
emergente pueden esperar que evitarán su<br />
derrota completa y la consiguiente exclusión<br />
del poder, y se garantizarán un mínimo<br />
de poder para sí mismos a largo plazo.<br />
El apoyo de los actores, bien a las instituciones<br />
existentes, bien a las recién establecidas,<br />
depende de la distribución de<br />
poder que cabe esperar de cada alternativa.<br />
Si algunos actores importantes son<br />
perdedores habituales y esperan permanecer<br />
en esta situación (como ocurre en<br />
esquemas institucionales excluyentes que<br />
producen un solo ganador absoluto, como<br />
los que se basan en la regla de la mayoría<br />
relativa y una alta concentración<br />
del poder institucional), pueden preferir<br />
poner en cuestión las instituciones existentes.<br />
En cambio, si estos actores tienen<br />
expectativas razonables de conseguir o<br />
compartir poder en el marco institucional<br />
existente (como ocurre en esquemas<br />
institucionales que favorecen el multipartidismo,<br />
la división de poderes y la descentralización),<br />
probablemente, lo apoyarán.<br />
Contrariamente a lo que ocurre con<br />
40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
los regímenes excluyentes, las reglas institucionales<br />
que producen múltiples ganadores<br />
y una difundida satisfacción con<br />
los resultados políticos son capaces de<br />
promover una aceptación amplia de los<br />
arreglos institucionales existentes –la que<br />
se deriva de su alto número de beneficiarios.<br />
(Para mayor discusión de estas ideas,<br />
véase Colomer, 1995, 2000, 2001a,<br />
2001b; así como Miller, 1983; Przeworski,<br />
1991; Elster, 1991, 1993; Lijphart,<br />
1992; Geddes, 1996).<br />
En este enfoque, cabe comparar estrategias<br />
de cambio institucional en diferentes<br />
contextos. Los gobernantes en regímenes<br />
autoritarios pueden aceptar o promover<br />
una liberalización o una democratización<br />
por razones similares a las que pueden<br />
mover a actores democráticos en un régimen<br />
democrático simple que favorece la<br />
concentración del poder (como el típico<br />
modelo Westminster de régimen parlamentario<br />
bipartidista) a apoyar reformas<br />
institucionales hacia fórmulas más complejas<br />
que induzcan el multipartidismo y<br />
la división de poderes. El esquema analítico<br />
antes presentado puede ser, pues, válido<br />
para analizar cambios institucionales<br />
de diversos tipos: entre dictaduras y dictablandas,<br />
para estabilizar la democracia, y<br />
desde democracias mayoritaristas a democracias<br />
pluralistas y otros cambios institucionales<br />
democráticos.<br />
Este enfoque sugiere un continuo analítico<br />
de regímenes políticos. Esto significa<br />
que cabe distinguir diferentes grados de inclusividad<br />
y exclusividad relativas tanto en<br />
el seno de regímenes autoritarios como<br />
en el seno de regímenes democráticos. Pero<br />
puede ser conveniente advertir que esto<br />
no sólo es compatible con una distinción<br />
normativa entre la dictadura y la democracia,<br />
sino que puede incluso ayudar a<br />
precisar la distinción, la cual puede ser<br />
asociada a un punto en el continuo en el<br />
que se cumplan ciertas condiciones mínimas:<br />
básicamente, derechos civiles, sufragio<br />
amplio, competencia electoral con ganadores<br />
inciertos y Estado de derecho.<br />
3. La democracia pluralista<br />
De acuerdo con el modelo aquí esbozado,<br />
cabe observar una tendencia general hacia<br />
fórmulas institucionales más inclusivas y<br />
pluralistas en: a) el ritmo acelerado de democratización<br />
en diferentes partes del<br />
mundo; b) los cambios importantes de régimen<br />
democrático (referidos a los fundamentos<br />
del sistema electoral y las relaciones<br />
entre el ejecutivo y el legislativo), y c)<br />
los cambios institucionales relativamente<br />
menores en el seno de regímenes demo-<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
cráticos. Estas tres categorías de cambio<br />
institucional son revisadas brevemente a<br />
continuación.<br />
a) Democratización<br />
En 1900 había sólo nueve democracias<br />
electorales con sufragio masculino universal<br />
en un total de 55 países independientes<br />
en el mundo (menos de un quinto). En<br />
2001, el numero de democracias se ha<br />
multiplicado por 10, mientras que el número<br />
de países independientes ha aumentado<br />
menos de cuatro veces: 92 democracias<br />
liberales sobre 191 países (casi la mitad).<br />
Si se consideran también las<br />
democracias electorales o regímenes parcialmente<br />
libres (según la denominación de la<br />
agencia internacional Freedom House), el<br />
número de países con formas suaves de<br />
gobierno en el mundo actual asciende a<br />
141, es decir, unos tres cuartos de los países<br />
independientes, que incluyen a dos<br />
tercios de la población mundial.<br />
El número de democracias actualmente<br />
existentes que fueron establecidas en<br />
diferentes periodos muestra un ritmo creciente.<br />
Si empezamos el recuento con el<br />
establecimiento del sufragio masculino<br />
universal en la democracia actual más antigua,<br />
Suiza, y limitamos el cálculo a países<br />
con más de un millón de habitantes,<br />
sólo nueve democracias duraderas hasta<br />
hoy fueron establecidas durante la primera<br />
ola, de 69 años de duración, entre 1874 y<br />
1943; se establecieron, en cambio, 18 democracias<br />
duraderas durante la segunda<br />
ola, de 29 años de duración, entre 1944 y<br />
1973 (el doble que en la ola anterior más<br />
larga), y 37 democracias duraderas desde<br />
1974 (otra vez más del doble en un periodo<br />
más corto). Este proceso acelerado a<br />
largo plazo se ha confirmado durante la<br />
tercera ola: se establecieron 18 democracias<br />
duraderas durante un periodo de 15<br />
años, entre 1974 y 1988, y otras 19 democracias<br />
durante los siguientes 10 años.<br />
La difusión de la democracia ha comportado<br />
un florecimiento del pluralismo<br />
institucional. La mayor parte de los intentos<br />
de democratización durante la primera<br />
ola fueron promovidos con instituciones<br />
relativamente restrictivas. Concretamente,<br />
seis de las nueve democracias<br />
electorales o parcialmente libres que cabe<br />
identificar en 1900 eran regímenes parlamentarios<br />
con sistemas electorales basados<br />
en la regla de la mayoría, que limitaban<br />
la competencia política a dos grandes<br />
partidos (Canadá, España, Francia, Reino<br />
Unido, Nueva Zelanda y Suiza). En contraste,<br />
sólo había un régimen presidencial<br />
(Estados Unidos) y dos regímenes parla-<br />
JOSEP M. COLOMER<br />
mentarios con representación proporcional<br />
(Bélgica y Noruega). Pero las fórmulas<br />
democráticas restrictivas basadas en elecciones<br />
por la regla de la mayoría relativa y<br />
el consiguiente bipartidismo, según el modelo<br />
británico, provocaron un alto número<br />
de fracasos en algunos de los países mencionados<br />
y en subsiguientes intentos de democratización,<br />
tanto en Europa en los<br />
decenios de 1920 y 1930 como en muchas<br />
antiguas colonias británicas en África<br />
y Asia con una composición racial, religiosa<br />
o lingüística plural.<br />
En cambio, la democratización con<br />
instituciones parlamentarias basadas en<br />
una representación proporcional obtuvieron<br />
mayores tasas de éxito. Es notable<br />
que las 11 democracias europeas con representación<br />
proporcional que quebraron<br />
entre las dos guerras mundiales restablecieran<br />
sin excepción la representación<br />
proporcional: siete al final de la Segunda<br />
Guerra Mundial (Alemania, Austria, Bélgica,<br />
Dinamarca, Holanda, Italia y Noruega)<br />
y cuatro a la caída del comunismo<br />
a finales de siglo (Checoslovaquia, Estonia,<br />
Letonia y Lituania). (Fuentes: Gasiorowski<br />
1996, Przewroski et al., 2000; Colomer,<br />
2001a, y los informes anuales de<br />
Freedom House).<br />
Las ventajas de otro elemento importante<br />
de pluralismo institucional y división<br />
de poderes (las elecciones separadas<br />
de presidente y asamblea) han sido sometidas<br />
a intensa discusión entre los estudiosos<br />
de la política en los últimos años. Pero<br />
la observación empírica en una perspectiva<br />
a largo plazo sugiere que, una vez establecidas,<br />
las elecciones presidenciales directas<br />
no son fácilmente abandonadas.<br />
Ha habido algún caso de cambio a la inversa,<br />
como en Alemania después del nazismo.<br />
Pero en la mayor parte de los países<br />
la redemocratización, tras un periodo<br />
autoritario, ha comportado el restablecimiento<br />
de las elecciones presidenciales directas,<br />
especialmente en América Latina a<br />
partir de 1980. (Véase la discusión sobre<br />
el presidencialismo en Linz y Valenzuela,<br />
1994; Mainwaring y Shugart, 1997; Power<br />
y Gasiorowski, 1997; Nohlen y Fernández,<br />
1998; Colomer, 2001ª; Haggard<br />
y McCubbins, 2001, y Lanzaro, 2001).<br />
b) Cambio de régimen democrático<br />
Si, de acuerdo con lo esbozado anteriormente,<br />
distinguimos tres tipos de régimen<br />
democrático (parlamentario con regla de<br />
la mayoría, parlamentario con representación<br />
proporcional, y de tipo presidencial),<br />
cabe identificar cinco casos de cambio de<br />
régimen sin ruptura de la democracia.<br />
41
LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO INSTITUCIONAL<br />
Tres de ellos son cambios en regímenes<br />
parlamentarios desde sistemas electorales<br />
mayoritaristas que producen Gobiernos<br />
de un solo partido hacia la representación<br />
proporcional o fórmulas mixtas que permiten<br />
el multipartidismo y los Gobiernos<br />
de coalición: Suiza en 1918, Nueva Zelanda<br />
en 1993 y Japón en 1994. Otros<br />
dos son cambios desde regímenes parlamentarios<br />
a fórmulas de tipo presidencialista<br />
con frecuentes mayorías diferentes en<br />
la asamblea y en apoyo del jefe del Ejecutivo:<br />
Francia en 1958 e Israel en 1996, el<br />
segundo de los cuales ha sido revertido a<br />
la fórmula anterior en 2001. Parece muy<br />
significativo que ninguna democracia establecida<br />
haya cambiado hasta ahora desde<br />
alguna de las fórmulas pluralistas mencionadas<br />
hacia una fórmula más restrictiva,<br />
como un régimen parlamentario con<br />
sistema electoral basado en la regla de la<br />
mayoría. Incluso en el Reino Unido se<br />
han introducido recientemente ciertas reglas<br />
electorales de representación proporcional<br />
y la descentralización.<br />
Como consecuencia de este proceso a<br />
largo plazo favorable al pluralismo institucional,<br />
a principios del siglo XXI, de las<br />
64 democracias existentes en países con<br />
más de un millón de habitantes, sólo un<br />
sexto son regímenes parlamentarios con<br />
reglas electorales de mayoría, mientras<br />
que un tercio son regímenes parlamentarios<br />
con representación proporcional y la<br />
mitad son regímenes presidenciales o semipresidenciales.<br />
c) Cambios institucionales en regímenes<br />
democráticos<br />
Además de democratización y de cambios<br />
de régimen democrático, hay muy<br />
frecuentes cambios, relativamente menores,<br />
de la estructura institucional en la<br />
mayor parte de los regímenes democráticos<br />
ya establecidos. Arend Lijphart identificó<br />
70 sistemas electorales diferentes<br />
que se habían usado en 27 democracias<br />
duraderas durante el periodo 1945-1990.<br />
Al menos diez de estas democracias experimentaron<br />
cambios en uno o más de los<br />
elementos básicos: la magnitud de los<br />
distritos, la fórmula electoral, el umbral<br />
de exclusión o el tamaño de la asamblea<br />
(incluidos Francia y Alemania, con seis<br />
sistemas electorales diferentes cada una;<br />
Grecia, con cinco sólo entre 1974 y<br />
1990; Israel; Italia; Japón; Malta; Nueva<br />
Zelanda; Noruega, y Suecia). Se introdujeron<br />
cambios menos radicales en los<br />
mismos elementos en al menos otras siete<br />
democracias estables (Australia, Austria,<br />
Costa Rica, Dinamarca, Holanda, India e<br />
Islandia). Siete países introdujeron nuevas<br />
reglas electorales para las elecciones<br />
del Parlamento Europeo. Así pues, sólo<br />
tres democracias antiguas retuvieron los<br />
elementos básicos de sus sistemas electorales<br />
sin modificar en el periodo mencionado<br />
(Canadá, Estados Unidos y Suiza).<br />
“La tendencia global ha sido hacia una<br />
mayor proporcionalidad en los sistemas<br />
electorales” (Lijphart, 1994, págs. 52-56,<br />
cita en pág. 53; la lista ha sido actualizada<br />
por el autor de este artículo).<br />
También los cambios en las reglas para<br />
las elecciones presidenciales en democracias<br />
más recientes no incluidas en el examen<br />
citado se han orientado siempre hacia<br />
fórmulas más inclusivas. La regla de la<br />
mayoría relativa simple ha sido sustituida<br />
por la regla de la mayoría absoluta con segunda<br />
vuelta o por reglas de mayoría relativa<br />
cualificada en 12 países de América<br />
Latina durante el periodo 1987-2001<br />
(Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Re-<br />
pública Dominicana, Ecuador, El Salvador,<br />
Guatemala, Nicaragua, Perú, Uruguay<br />
y Venezuela). La regla de la mayoría<br />
relativa sólo se usa actualmente en cuatro<br />
países latinoamericanos (Honduras, México,<br />
Panamá y Paraguay).<br />
Se han introducido reformas institucionales<br />
importantes de los límites y la<br />
duración de los mandatos presidenciales,<br />
y de las relaciones entre el Ejecutivo y el<br />
Legislativo, en al menos nueve democracias<br />
latinoamericanas desde 1991 (Argentina,<br />
Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,<br />
Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela). En<br />
la mayor parte de los casos, estas reformas<br />
han creado divisiones de poderes más balanceadas,<br />
más oportunidades de rendimiento<br />
de cuentas de los presidentes y<br />
mayor cooperación interinstitucional (véanse<br />
detalles en Colomer, 2001a).<br />
Todos estos y otros cambios institucionales<br />
presentan un panorama general de<br />
la política que no se centra siempre en in-<br />
42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
tercambios de políticas públicas entre los<br />
ciudadanos y los líderes políticos en el<br />
marco de reglas institucionales estables.<br />
La observación más bien sugiere que los<br />
líderes intercambian tanto políticas públicas<br />
como alternativas institucionales sobre<br />
la base de unas preferencias de los ciudadanos<br />
relativamente estables. Ya sabemos<br />
que el alcance de las decisiones sobre políticas<br />
públicas depende en parte de las reglas<br />
institucionales existentes en cada momento.<br />
Pero también las instituciones son<br />
elegidas, reformadas y sustituidas por medio<br />
de decisiones estratégicas, y con mucha<br />
mayor frecuencia de lo que algunos<br />
parecen sospechar. n<br />
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Josep M. Colomer es profesor de Investigación<br />
en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas<br />
y en la Universidad Pompeu Fabra. Autor de<br />
Instituciones políticas y Transiciones estratégicas.<br />
43
EL PARTO DE LOS MONTES<br />
ucha gente comparte la idea de<br />
que los asuntos educativos no funcionan<br />
tan bien como debieran,<br />
por lo que se acepta fácilmente que son<br />
precisas reformas. Nuestra sociedad y<br />
otras parecidas han cambiado profundamente:<br />
se han hecho más democráticas, el<br />
nivel de vida ha aumentado de forma notable,<br />
la información fluye por todas partes<br />
de tal manera que no está confinada<br />
en las escuelas y los centros de enseñanza,<br />
etcétera. Y el lector podría enumerar sin<br />
dificultad otros muchos cambios que le<br />
parezcan relevantes. En cambio, si observamos<br />
el funcionamiento de las escuelas y<br />
lo comparamos con el que existía hace<br />
unos siglos resulta fácil darse cuenta de<br />
que los cambios que se han producido<br />
son más bien superficiales, referentes al<br />
aumento de los contenidos escolares, a las<br />
características de los libros de texto, a la<br />
relajación de la disciplina, todo ello unido<br />
a un crecimiento enorme en el número de<br />
alumnos escolarizados.<br />
En particular hay dos fenómenos sociales<br />
que tienen una incidencia extraordinaria<br />
sobre la actividad escolar: la importancia<br />
que tienen los medios de comunicación,<br />
y sobre todo la televisión, en la<br />
sociedad actual, y los cambios en la posición<br />
social de los niños y jóvenes referentes<br />
a sus expectativas de trabajo, su acceso<br />
al consumo, sus valores, y a estar mucho<br />
menos sometidos a la autoridad. Estos<br />
problemas no están limitados a un único<br />
país, sino que son comunes a todos los<br />
países desarrollados. Los problemas de la<br />
calidad de la educación y de la adecuación<br />
de la enseñanza a la sociedad actual<br />
se planteen periódicamente en los países<br />
europeos y en Estados Unidos, y en ninguno<br />
de ellos parece que se encuentran<br />
soluciones duraderas1 M<br />
. Se inician reformas<br />
parciales que tratan de algún aspecto de la<br />
educación y que pueden llegar a propor-<br />
EN LA EDUCACIÓN<br />
JUAN DELVAL<br />
cionar algunas mejoras, pero no se abordan<br />
los problemas de conjunto, las relaciones<br />
entre la escuela y la sociedad o el<br />
papel de los medios de comunicación.<br />
Por tanto, cuando se habla de que hay<br />
que equipararse con los países del entorno<br />
una de las cosas que no debemos olvidar<br />
es que esos países tienen problemas parecidos<br />
a los nuestros. En definitiva, lo que<br />
parece es que los Gobiernos, en ningún<br />
país, se deciden a abordar los problemas<br />
fundamentales de la educación.<br />
El Gobierno del Partido Popular ha señalado<br />
que una de sus prioridades es “la reforma<br />
en profundidad de nuestro sistema<br />
educativo con el objetivo esencial de elevar<br />
significativamente sus niveles de calidad”,<br />
como ha manifestado varias veces Aznar.<br />
Pero las propuestas sobre una futura Ley<br />
de Calidad de la Educación, anunciadas<br />
por la Ministra de Educación Pilar del<br />
Castillo, tal como se presentan en el Documento<br />
de Bases dado a conocer el 11<br />
de marzo de 2002, sólo abordan asuntos<br />
de organización, sin que se ofrezca un análisis<br />
de los problemas, como ha sido costumbre<br />
en las anteriores reformas educativas,<br />
y menos de sus causas.<br />
Las propuestas principales son el establecimiento<br />
de una reválida o Prueba General<br />
de Bachillerato al término de ese periodo,<br />
itinerarios diferenciados para los<br />
alumnos a partir de los 14 años, reforzar la<br />
enseñanza de idiomas, aumentar la repetición<br />
de curso, la creación de “grupos de refuerzo<br />
educativo” para los alumnos que vayan<br />
mal, algunas modificaciones en la se-<br />
1 En el Reino Unido se está poniendo en marcha<br />
una reforma, que afecta al periodo de los 14 a los 19<br />
años, en la que llama la atención la falta de referencias<br />
a la formación de los alumnos como ciudadanos y<br />
participantes en una sociedad democrática frente al<br />
énfasis puesto en atender a las necesidades de los empleadores.<br />
Puede consultarse el Libro verde en:<br />
www.dfes.gov.uk/14-19greenpaper.<br />
lección de los directores de centros y poco<br />
más. Es decir, sí contiene algunas cosas sorprendentes,<br />
como que se haya suprimido u<br />
“olvidado” (según declaraciones posteriores<br />
de la ministra) la educación artística<br />
en la Primaria; que en Infantil (a los tres<br />
años) se hable, en cambio, de la tecnologías<br />
de la información y de la comunicación;<br />
que no se sepa qué va a pasar con<br />
los alumnos que aprobaron todas las asignaturas<br />
de bachillerato pero no superan la<br />
prueba general, o que no se proponga nada<br />
nuevo para la formación inicial del<br />
profesorado de secundaria y bachillerato,<br />
uno de los grandes asuntos pendientes en<br />
una reforma.<br />
Entre las grandes lagunas de ese documento<br />
está que no se haga ninguna alusión<br />
a la financiación, cuando el gasto<br />
educativo disminuye continuamente en<br />
porcentaje del PIB desde hace años y todas<br />
esas actuaciones costarán dinero. En<br />
todo caso, la orientación que dejan traslucir<br />
las medidas es que se quiere hacer una<br />
educación más selectiva y crear una “cultura<br />
del esfuerzo” basada en suspender<br />
más para excluir antes a los que van peor<br />
o tienen más problemas, acabando así con<br />
la escuela comprensiva.<br />
Por tanto, parecen medidas demasiado<br />
escuálidas frente al anunciado a bombo<br />
y platillo “incremento de la calidad del<br />
sistema educativo”. Parece que estamos<br />
ante una nueva versión del parto de los<br />
montes de la fábula, en la que tras prolongado<br />
y tremendo embarazo los enormes<br />
montes dieron a luz un ratoncillo. Lo<br />
peor es que nos encontramos ante el segundo<br />
embarazo, pues en el primero ya<br />
nació la enseñanza de las humanidades,<br />
actuando de partera la ministra Esperanza<br />
Aguirre.<br />
Lo peor es que los responsables políticos<br />
del Gobierno se apoyan en los más<br />
viejos e insostenibles tópicos sobre los<br />
problemas educativos, y tampoco la opo-<br />
44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
sición está siendo capaz de proponer alternativas.<br />
Por ello es conveniente hacer<br />
algunas consideraciones sobre esas creencias<br />
populares, que tienen escaso sustento<br />
teórico y práctico, y a la luz de ellas señalar<br />
por dónde debería transcurrir una<br />
auténtica reforma.<br />
El nivel educativo baja<br />
Un tópico muy arraigado es que se está<br />
produciendo un descenso del nivel educativo<br />
y que los alumnos terminan hoy sus estudios<br />
con menos conocimientos y una<br />
preparación peor que los de antes. La idea<br />
es tan antigua que ya Platón la menciona,<br />
lamentándose de que los jóvenes de su época<br />
no eran como los de antes. Si desde hace<br />
más de dos mil años la formación de la juventud<br />
se deteriora, ¿en qué abismo nos debemos<br />
encontrar ahora? En una época reciente<br />
en España se ha pretendido que<br />
cuando se suprimió el examen de estado y<br />
se implantó el bachillerato elemental, superior<br />
y preuniversitario, el nivel había bajado.<br />
Se volvió a decir lo mismo tras la implantación<br />
de la Ley General de Educación<br />
en 1970. Y ahora se dice lo mismo con respecto<br />
a las reformas que propició el PSOE.<br />
Es una idea que no resiste el mínimo análisis<br />
y que sólo se basa en impresiones subjetivas.<br />
Para analizarla con rigor hay que precisar<br />
cómo se establecen las comparaciones.<br />
¿Se quiere decir que si se toman dos alumnos<br />
al azar del mismo nivel educativo, uno<br />
que terminó el bachillerato hace 20 o 50<br />
años y otro ahora, el de ahora sabe menos?<br />
Hay muchas razones para dudarlo, pero en<br />
todo caso para hacer esas comparaciones<br />
hay que considerar también el número de<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
alumnos que hay en un nivel educativo.<br />
Naturalmente escolarizar a todos los<br />
alumnos entre los 6 y los 16 años de edad<br />
puede suponer que algunos de ellos tengan<br />
un nivel inferior al que adquirían los pocos<br />
alumnos que estudiaban por ejemplo a<br />
principios del siglo XX. Según el censo de<br />
1910, el número de analfabetos era el<br />
59,35% de la población española, y ese año<br />
obtuvieron el grado de bachiller 4.038<br />
alumnos (Briones, 1915). La población española<br />
se ha duplicado desde entonces, pero<br />
si comparáramos el nivel de esos alumnos<br />
con el de los 8.076 mejores alumnos de<br />
entre los 337.272 que terminaron estudios<br />
equivalentes en 1998 [COU, bachillerato<br />
LOGSE, bachillerato Experimental, COU<br />
a distancia, FP2] (MECD, 2001) nos encontraríamos<br />
con un nivel de conocimientos<br />
infinitamente superior en estos últimos.<br />
Lo que no tiene sentido es hacer la comparación<br />
sin más cuando el número de bachilleres<br />
se ha multiplicado por 83 y la población<br />
sólo por dos 2 .<br />
Pero sin entrar en ese tipo de especulaciones,<br />
podemos contar con un valioso<br />
estudio realizado por dos conocidos estudiosos<br />
franceses del sistema escolar, Baudelot<br />
y Establet (1989), en el que refutan<br />
ese extendido tópico, a través de un pormenorizado<br />
estudio del problema. Para<br />
plantearse el problema con rigor van abordando<br />
distintos indicadores, como el cre-<br />
2 Sólo les falta, de momento, anunciar que van a<br />
incrementar el uso de ordenadores e Internet en las<br />
escuelas, medidas típicas de los gobernantes desorientados,<br />
como las que propuso el presidente Fox en México<br />
durante su campaña.<br />
cimiento de los títulos y el aumento brutal<br />
de instrucción que se ha producido y que<br />
ha llevado a que en 80 años el promedio<br />
de estancia en la escuela haya pasado a ser<br />
más del doble. También examinan la relación<br />
entre la evolución de los títulos y la<br />
riqueza del país, mostrando cómo ha crecido<br />
el número de intelectuales y técnicos,<br />
y cómo cada año de estudios equivale, en<br />
términos de salario, a dos años y medio de<br />
experiencia en la empresa. Pero también<br />
tratan de analizar directamente los conocimientos,<br />
y para ello se basan en los resultados<br />
de los exámenes que, desde hace<br />
años, se realizan al comienzo del servicio<br />
militar, es decir, sobre una población de<br />
unos 400.000 jóvenes. Los resultados parecen<br />
concluyentes pues, utilizando las<br />
mismas pruebas, las notas se han elevado<br />
significativamente.<br />
Así pues, no creo que pueda hablarse<br />
de degradación de la calidad de la enseñanza<br />
en términos generales. Si hace 100<br />
o 50 años eran muy pocos los que estudiaban<br />
el bachillerato, es probable que hoy<br />
podamos encontrar algunos alumnos que<br />
sepan menos que los de aquella época, sobre<br />
todo si comparamos el rendimiento<br />
con las exigencias de los programas en cada<br />
momento, otro factor importante que<br />
hay que considerar. Estableciendo comparaciones<br />
en términos generales, creo que<br />
hay que admitir que la enseñanza no se<br />
deteriora, sino que mejora.<br />
El fracaso escolar<br />
Otra creencia extremadamente arraigada<br />
pero cuyos fundamentos se muestran igualmente<br />
débiles es que existe un elevado índice<br />
de fracaso escolar. Esta idea es compartida<br />
por una gran parte de la población y parece<br />
también autoevidente, pero cuando se<br />
analiza muestra su carácter confuso. Lo primero<br />
que tenemos que plantearnos es qué<br />
entendemos por fracaso escolar. Actualmente<br />
el fracaso escolar se mide a través del<br />
45
EL PARTO DE LOS MONTES EN LA EDUCACIÓN<br />
número de alumnos que no consiguen superar<br />
una etapa de la educación, o todas<br />
ellas. Pero, naturalmente, el que se considere<br />
que los alumnos tienen las competencias<br />
suficientes para pasar una etapa depende de<br />
los criterios que utilicemos; utilizando un<br />
símil deportivo, de donde coloquemos el<br />
listón. Si exigimos más aumentará el número<br />
de alumnos que fracasa; si exigimos menos,<br />
disminuirá.<br />
El sistema educativo tiene una función<br />
de selección social y los profesores<br />
nos vemos obligados a calificar. Pero sólo<br />
tenemos una conciencia difusa de lo que<br />
debemos exigir a nuestros alumnos, que<br />
está determinada por los objetivos y la<br />
amplitud de los programas, por el nivel<br />
medio de la clase y por otros muchos factores<br />
que son difíciles de establecer con<br />
precisión. Los análisis que realicé hace<br />
años sobre el fracaso escolar en la EGB<br />
(Delval, 1986), creo que muestran claramente<br />
que depende en gran medida de<br />
decisiones más bien de tipo administrativo<br />
que de las características de los alumnos.<br />
Hace años, provincias de características<br />
bastantes semejantes tenían tasas de fracaso<br />
escolar muy distintas, que sólo son atribuibles<br />
a diferencias de criterio entre los<br />
profesores.<br />
Por tanto, para resolver el problema del<br />
fracaso escolar tal y como está planteado lo<br />
que podría hacerse es decidir aprobar a un<br />
número mayor de alumnos, y con eso se<br />
habría resuelto el problema, tal y como lo<br />
están planteando los responsables de la<br />
educación. Por ejemplo, en el curso 1951-<br />
1952 aprobaron el examen de estado<br />
14.871 alumnos, lo que representaba el<br />
44,6% de los que se presentaron. En el curso<br />
1954-1955 aprobaron la prueba de madurez,<br />
que vino a sustituir al anterior examen,<br />
el 64,8% de los presentados (INE,<br />
1959). ¿Quiere eso decir que con aquella<br />
reforma había aumentado notablemente el<br />
nivel de los alumnos? No parece probable:<br />
esa disminución de los que fracasaban en<br />
un 20% se debía simplemente a cambios<br />
en el sistema de evaluación. Es evidente<br />
que hay algunos alumnos que tienen dificultades<br />
para seguir la escolaridad porque<br />
no disponen de las capacidades intelectuales<br />
necesarias, porque presentan algún tipo<br />
de retraso mental, porque tienen problemas<br />
de disciplina o porque no se interesan en<br />
absoluto por estudiar, son “objetores escolares”.<br />
Pero cada uno de esos casos necesita<br />
una consideración individual y constituyen<br />
un porcentaje muy pequeño de los alumnos.<br />
Podrían caber otras consideraciones y<br />
análisis del llamado problema del fracaso<br />
escolar si se fuera capaz de establecer con<br />
precisión lo que los alumnos deben alcanzar<br />
al término de su periodo de escolaridad<br />
obligatoria y si fuera posible poner en<br />
funcionamiento pruebas adecuadas para<br />
medirlo. Pero desgraciadamente esto no<br />
se hace y no resulta fácil de hacer. Para<br />
llevarlo a cabo sería necesario determinar<br />
sin ambigüedades cuáles deberían ser las<br />
competencias que tiene que alcanzar un<br />
alumno a los 16 años al término de la enseñanza<br />
secundaria obligatoria (ESO).<br />
Naturalmente, los objetivos que se quieren<br />
alcanzar dependen de la sociedad y del momento<br />
histórico que estemos considerando.<br />
Esos objetivos no están determinados por<br />
razones educativas, sino por demandas sociales<br />
que están fuera de la escuela. Si uno<br />
de los objetivos es que el muchacho o la<br />
muchacha sea un buen ciudadano, conocedor<br />
de sus derechos y sus obligaciones y<br />
respetuoso con las leyes, o si otro de los objetivos<br />
es que conozca en sus grandes líneas<br />
la historia de la humanidad, con más detalle<br />
la historia de Europa, y aún con más<br />
precisión la historia de su propio país, nos<br />
podemos dar cuenta de la dificultad que<br />
tendería a evaluar si un alumno ha alcanzado<br />
esos objetivos. Evidentemente, objetivos<br />
mucho más fáciles de establecer serían poder<br />
enumerar los países de Europa y sus capitales,<br />
pero eso por sí sólo no parece que<br />
tenga demasiado interés.<br />
La formación actual de los alumnos deja<br />
bastante que desear y es francamente mejorable,<br />
pero eso no se mide ni con las tasas<br />
de fracaso escolar ni con ningún otro de los<br />
procedimientos que se utilizan actualmente,<br />
porque nadie se preocupa por abordar el<br />
problema fundamental, que es el del tipo<br />
de hombre o de mujer que queremos formar<br />
por medio de la educación ni cuál es la<br />
jerarquía de los objetivos educativos.<br />
La medida del conocimiento<br />
Mucha gente cree también que el nivel de<br />
conocimientos alcanzado por los alumnos,<br />
y la utilidad de las enseñanzas escolares,<br />
se puede medir a través de la capacidad<br />
de repetición de datos, fechas, nombres<br />
o aspectos superficiales, como las<br />
faltas de ortografía.<br />
Tomemos el ejemplo de estas últimas,<br />
que tanto preocupan al actual presidente<br />
del Gobierno. Cualquier persona puede<br />
darse cuenta de que se han cometido faltas<br />
de ortografía, pues ni siquiera tiene que saber<br />
escribir bien, sino que basta con disponer<br />
de un diccionario o de un corrector ortográfico<br />
en un ordenador. Pero las faltas de<br />
ortografía pueden ser un indicador de falta<br />
de cultura, poca familiaridad con la lectura<br />
o la escritura, y puede estar unido, aunque<br />
no necesariamente, a la dificultad para expresar<br />
por escrito lo que se piensa. Esto me<br />
parece más grave que poner “vurro”, por<br />
chocante que nos resulte verlo escrito así.<br />
Está muy difundida entre la población<br />
lega la idea de que el conocimiento puede<br />
medirse a través del recuerdo de acontecimientos<br />
episódicos, como son la capacidad<br />
de enunciar nombres como respuesta a una<br />
pregunta. Ese conocimiento “episódico”,<br />
para que sea de utilidad, tiene que estar inserto<br />
dentro de estructuras más amplias<br />
que podemos denominar de tipo “semántico”,<br />
es decir, que se refieren al significado.<br />
De poca utilidad es que un alumno ante la<br />
pregunta “¿Cuál es la capital de Polonia?”<br />
conteste “Varsovia”, si no sabe qué significa<br />
“ser capital de”, carece de ideas sobre cuál<br />
es la organización administrativa de una<br />
nación y sabe muy poco sobre dónde está<br />
Polonia o sobre las características o la historia<br />
de ese país. En todo caso, es un dato<br />
que puede obtenerse fácilmente mirando<br />
en cualquier enciclopedia, y resulta mucho<br />
más importante saber cómo puede obtenerse<br />
que conservar en la memoria un<br />
nombre sin ningún significado. La importancia<br />
que se atribuye a ese tipo de conocimiento<br />
se pone de manifiesto en que se dedican<br />
a ello múltiples concursos en los programas<br />
de televisión, que sólo sirven para<br />
fomentar en la opinión pública la idea de<br />
que una persona culta es la que puede contestar<br />
con el nombre adecuado ante una<br />
pregunta. Si lo que se pretende es determinar<br />
lo que realmente saben los alumnos tenemos<br />
que ir a otro tipo de pruebas, a<br />
pruebas que se dirijan a medir su capacidad<br />
para resolver problemas, uno de los cuales<br />
puede ser encontrar la información que se<br />
precisa. Es cierto que una persona que está<br />
acostumbrada a pensar, una persona culta,<br />
una persona que tiene conocimiento sobre<br />
diferentes campos, podrá responder a muchas<br />
preguntas de tipo memorístico, pero<br />
no porque haya pretendido memorizar esas<br />
respuestas, sino porque forman parte de estructuras<br />
generales de conocimiento en las<br />
que lo importante son precisamente esas estructuras<br />
y no los datos concretos.<br />
Los exámenes<br />
La función de los exámenes es controlar el<br />
conocimiento de los alumnos. Pero ese<br />
control puede tener dos finalidades: ayudar<br />
a que el alumno pueda progresar y tome<br />
conciencia de lo que sabe y lo que no sabe,<br />
o como forma de control social, para escoger<br />
a los mejores, a los que tienen más capacidades<br />
para realizar una determinada tarea.<br />
En el primer caso podemos hablar de<br />
46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
una evaluación formativa y en el segundo<br />
de un control. Actualmente, una de las<br />
propuestas avanzadas por los responsables<br />
de educación es la necesidad de esa prueba<br />
general de bachillerato. Es difícil pronunciarse<br />
sobre este asunto si no se tiene claro<br />
qué es lo que se pretende con esa prueba final<br />
ni cómo se va a realizar.<br />
Planteada por sí sola, la conveniencia<br />
de realizar un examen de conjunto parece<br />
un asunto bastante irrelevante desde el<br />
punto de vista de la calidad educativa, aunque<br />
pueda no serlo para la vida y el destino<br />
de los estudiantes. Una de las afirmaciones<br />
que le gusta repetir a Aznar es que parece a<br />
todas luces necesario que al menos una vez<br />
al cabo de 10 o 12 años los alumnos sean<br />
evaluados. Probablemente, el presidente del<br />
Gobierno no se acuerda ya de sus años escolares,<br />
pero los alumnos son evaluados casi<br />
continuamente, y no sólo una vez en la vida.<br />
Los profesores tienen la costumbre de<br />
preguntar a los alumnos, de mandarles trabajos<br />
y corregirlos, de poner pruebas perió-<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
dicas en cada asignatura, de evaluar su conducta,<br />
su aprovechamiento, su interés, su<br />
capacidad de respuesta, y otros muchos aspectos.<br />
Por tanto, es inexacto decir que los<br />
alumnos no son evaluados, y resulta mucho<br />
más deseable que haya una evaluación continua<br />
y no una evaluación puntual única.<br />
Pero, además, está claramente documentada<br />
la imprecisión de una evaluación<br />
única. Existe una disciplina que se denomina<br />
la “docimología” que se ocupa precisamente<br />
de evaluar la precisión de las pruebas.<br />
Uno de los propulsores de esta disciplina,<br />
el psicólogo francés Henri Piéron<br />
(1969), proporciona datos chocantes. En<br />
un estudio sobre la prueba de bachillerato<br />
en Francia, un mismo examen evaluado<br />
por cinco correctores podía dar diferencias<br />
de puntuación de hasta 13 puntos sobre 20<br />
en composición francesa y de 9 puntos en<br />
matemáticas, y la desviación más frecuente<br />
en composición era de 6 y 7 puntos. La correlación<br />
entre las notas de una pareja de<br />
correctores en filosofía era de 0,43, lejos<br />
JUAN DELVAL<br />
de un acuerdo perfecto que arrojaría una<br />
correlación de 1. Pero incluso la correlación<br />
entre las puntuaciones de un mismo corrector<br />
cuando vuelve a evaluar una prueba<br />
varios meses después es muy baja. Con esto,<br />
lo único que queremos señalar es que<br />
una evaluación única está sujeta a numerosos<br />
errores. Piéron nos dice que para predecir<br />
la nota de un candidato es mejor conocer<br />
al examinador que al alumno. Un candidato<br />
situado el primero entre 16 por un<br />
tribunal fue colocado el 13 por otro tribunal;<br />
y el primero del tribunal 2, estaba en el<br />
lugar 11 para el tribunal 1. La única manera<br />
de evitar esos errores es la evaluación por<br />
múltiples correctores con criterios previos<br />
claros y específicos, cosa para la cual no se<br />
suele disponer del tiempo suficiente y que<br />
en la práctica es imposible en pruebas multitudinarias,<br />
como puede ser una reválida.<br />
Piéron (1969, pág. 23) señala que para tener<br />
una nota fiable en matemáticas sería<br />
necesario que fuera puntuada por 13 examinadores<br />
competentes, pero en filosofía se<br />
precisarían 127. Tenemos que concluir entonces<br />
que ese tipo de pruebas tiene poca<br />
utilidad desde el punto de vista educativo y<br />
no contribuye para nada a una mejor evaluación<br />
de los alumnos.<br />
Lo que pone de manifiesto querer introducir<br />
ese tipo de pruebas es una desconfianza<br />
en la labor de evaluación que realizan<br />
los profesores. Lo que se está diciendo<br />
es que la evaluación que realizan no vale y<br />
que es necesario realizar otra externa. Pero<br />
ése es un problema que afecta a los profesores<br />
y no a los alumnos. Si desconfiamos de<br />
su capacidad de evaluación, o suponemos<br />
que por razones diversas tratan de favorecer<br />
a sus alumnos, lo que sería necesario es hacer<br />
una evaluación de las evaluaciones de<br />
los profesores por inspectores del Ministerio<br />
de Educación, Cultura y Deporte<br />
(MECD). Y esto puede llevarse a cabo de<br />
una manera aleatoria, eligiendo cada año<br />
algunos centros cuyas evaluaciones serán<br />
analizadas para ver si se realizan de una manera<br />
correcta. Si lo que se pretende es realizar<br />
una labor de selección social, para destinar<br />
a algunos alumnos a mejores carreras y<br />
orientar a otros hacia trabajos manuales repetitivos<br />
que se consideran de calidad inferior,<br />
se debería decir así, sin tratar de engañar<br />
a los ciudadanos, pero al mismo tiempo<br />
dejar claro cuáles son los criterios que se<br />
van a utilizar y los objetivos que se pretenden<br />
alcanzar.<br />
La repetición de curso<br />
Otra idea trivial y carente de fundamento<br />
es la de que el nivel educativo es bajo porque<br />
existe la promoción automática,<br />
47
EL PARTO DE LOS MONTES EN LA EDUCACIÓN<br />
porque los alumnos pasan de curso aunque<br />
su rendimiento no sea el adecuado, y eso<br />
les hace esforzarse poco.<br />
En primer lugar, hay que recordar que<br />
bastantes alumnos repiten (el 35% de los<br />
alumnos de 15 años ha repetido algún curso).<br />
Pero, además, si tratamos de producir<br />
individuos que sean autónomos, lo que tenemos<br />
que favorecer es la motivación intrínseca<br />
de los alumnos, es decir, que se esfuercen<br />
por su propia convicción, porque<br />
lo que realizan les resulte interesante o vislumbren<br />
su utilidad para el futuro. Pasar de<br />
curso o repetir es, por el contrario, una forma<br />
de promover la motivación extrínseca,<br />
basada en el poder y la autoridad, y asociada<br />
con el castigo. Las desventajas de la repetición<br />
de curso han sido señaladas muchas<br />
veces y, sin duda, son mayores cuanto<br />
más jóvenes son los alumnos. Esa práctica<br />
conduce a separar al alumno de sus compañeros,<br />
a segregarle de su grupo y representa<br />
una forma de castigo de gran dureza. El<br />
alumno que repite es valorado negativamente<br />
por sus nuevos compañeros y probablemente<br />
el profesor también lo mira con<br />
desconfianza.<br />
Si lo que se busca es una educación<br />
democrática hay que proporcionar a todos<br />
los alumnos las mismas oportunidades.<br />
El alumno que no consigue alcanzar<br />
los niveles establecidos para un curso está<br />
poniendo de manifiesto algún tipo de<br />
problema que es necesario detectar con<br />
precisión porque puede deberse a muy diversas<br />
causas, que requerirán tratamientos<br />
muy diferentes. El origen puede estar en<br />
simples problemas de tipo físico que no<br />
se han detectado, como que el niño ve u<br />
oye mal o que tiene alguna otra pequeña<br />
deficiencia, que puede ser debida a múltiples<br />
causas, lo que puede conducir a que el<br />
niño tenga poca capacidad de atención, sea<br />
hiperactivo o no se interese por las actividades<br />
escolares. O las dificultades pueden<br />
ser de carácter social al no vivir en unas<br />
condiciones adecuadas o encontrarse en un<br />
medio que no estimula para nada su trabajo<br />
escolar. Hay que tener en cuenta que los<br />
niños de clase baja parten en la carrera educativa<br />
en condiciones mucho peores que los<br />
hijos de profesionales, que de algún modo<br />
se han familiarizado con el conocimiento<br />
desde que nacen. Esos son los problemas<br />
que hay que detectar para ayudar al niño o<br />
la niña que no consigue seguir el ritmo de<br />
escolaridad normal. Pero tal y como se están<br />
planteando las cosas, parece que los chicos<br />
no avanzan porque no tienen ganas de<br />
estudiar y no se les obliga suficientemente.<br />
Naturalmente, prestar atención a esas dificultades<br />
es algo que hay realizar de una ma-<br />
nera individualizada y requiere un personal<br />
competente para ello. En esa tarea pueden<br />
colaborar los profesores, pero no pueden<br />
ser completamente responsables de ella, sino<br />
que se requiere otro personal de apoyo.<br />
La escuela diferenciada. Los itinerarios<br />
Uno de los grandes triunfos democráticos<br />
que ha conseguido la educación es haber<br />
hecho que todos los niños y jóvenes tengan<br />
acceso a ella en condiciones relativamente<br />
similares. El sistema educativo anterior<br />
a la Ley General de Educación de<br />
1970 era claramente discriminador porque<br />
separaba a los niños a los 10 años<br />
mediante el examen de ingreso, dirigiendo<br />
a unos hacia la continuación de los estudios<br />
y manteniendo otros durante cuatro<br />
años más en la escuela en un callejón<br />
sin salida. La Ley de 1970 estableció un<br />
sistema unificado para todos hasta los 14<br />
años.<br />
Creo que uno de los rasgos de los niños<br />
y jóvenes de hoy es que se encuentran<br />
enormemente desorientados ante sus<br />
perspectivas futuras. Se les mantiene en<br />
un estado infantil durante muchos más<br />
años que antes y por ello los adolescentes<br />
tienen cada vez menos claro, no lo que<br />
querrían ser, sino lo que podrán ser. Sin<br />
embargo, las decisiones legislativas anticipadas<br />
por la ministra de Educación proponen<br />
que hacia los 14 años los alumnos<br />
tengan que elegir un camino o sean<br />
orientados hacia él en función de su rendimiento,<br />
cosa que actualmente tienen<br />
que hacer hacia los 16. Parece que es a todas<br />
luces prematuro, y se verán obligados<br />
a hacerlo sin ningún fundamento. Habría<br />
que evitar por todos los medios que esa<br />
decisión sea irreversible.<br />
En todo caso, tampoco parece que sea<br />
una medida que pueda contribuir a mejorar<br />
la educación, sino simplemente a establecer<br />
una discriminación más temprana.<br />
Algunos alumnos serán encaminados hacia<br />
una vía que les permita seguir estudiando,<br />
mientras que otros entrarán en un callejón<br />
que no tiene otra salida que una temprana<br />
inserción laboral, que previsiblemente tampoco<br />
se producirá, puesto que no hay trabajo<br />
para los jóvenes. Por tanto, en una sociedad<br />
que ha conseguido un nivel económico<br />
relativamente elevado, y en la que se<br />
considera que el estudio aumenta las posibilidades<br />
laborales, el bienestar, y que es un<br />
bien en sí mismo, se va a reducir la posibilidad<br />
de seguir estudiando para muchos jóvenes,<br />
que probablemente serán los socialmente<br />
más desfavorecidos. Sabemos perfectamente<br />
que el origen social tiene una<br />
influencia decisiva sobre el rendimiento es-<br />
colar, influencia que los Gobiernos que se<br />
preocupan por el futuro de sus ciudadanos<br />
procuran minimizar por medio de medidas<br />
de discriminación positiva. Las actuales<br />
propuestas del Gobierno van justamente en<br />
la dirección contraria.<br />
Las disputas sobre el contenido<br />
de los programas<br />
Se ha comprobado en numerosas ocasiones<br />
que cuando un Gobierno quiere hacer<br />
reformas educativas, pero en realidad no<br />
tiene nada que proponer, comienza por<br />
modificar los programas, variar el nombre<br />
de las asignaturas o modificar el número<br />
de horas semanales que se les dedican. En<br />
esto consistió principalmente el debate<br />
sobre las humanidades con el que nos distrajo<br />
durante algún tiempo la ministra<br />
Esperanza Aguirre.<br />
El problema de los contenidos de los<br />
programas tiene una importancia secundaria,<br />
ya que lo verdaderamente relevante es<br />
cómo se enseña y cómo se aprende, y eso<br />
depende sólo en una medida mínima de los<br />
contenidos. La cantidad de conocimientos<br />
existentes en la actualidad y que serían susceptibles<br />
de ser transmitidos en la escuela es<br />
abrumadora, por lo que resulta absolutamente<br />
indispensable seleccionar algunos.<br />
Me he ocupado extensamente de este asunto<br />
en diversos escritos (Delval, 1983, 1990,<br />
2000) y lo único que quiero recordar aquí<br />
es que lo importante es el modo en que se<br />
trabajen esos contenidos. Lo que habría<br />
que procurar es que los alumnos aprendieran<br />
a interpretar el mundo y a explicarlo,<br />
construyendo su propio conocimiento.<br />
Cuando un alumno es capaz de pensar por<br />
sí mismo, de buscar información, de valorar<br />
y criticar las ideas que se le presentan,<br />
podemos decir que está aprendiendo a pensar<br />
y no simplemente acumulando información.<br />
Y eso lo puede hacer sobre contenidos<br />
muy diversos. Pero para adquirir esas<br />
capacidades se requiere una escuela que esté<br />
organizada para promover el pensamiento<br />
creativo y profesores capaces de hacerlo.<br />
La reforma que realizó el PSOE trataba<br />
de establecer una serie de capacidades que<br />
constituían el contenido de los objetivos<br />
educativos. Intentaban especificar al máximo<br />
cuáles deberían ser los objetivos alcanzados<br />
al término de cada etapa educativa.<br />
Objetivos tan hermosos como pueda ser el<br />
siguiente correspondiente a las ciencias sociales:<br />
Identificar los procesos y mecanismos básicos<br />
que rigen el funcionamiento de los hechos sociales,<br />
utilizar este conocimiento para comprender las sociedades<br />
contemporáneas, analizar los problemas más<br />
acuciantes de las mismas y formarse un juicio perso-<br />
48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
nal crítico y razonado.<br />
Alcanzar objetivos o competencias del<br />
tipo de la que acabamos de citar puede resultar<br />
muy deseable, pero es difícil de conseguir.<br />
Ya les gustaría a los más afamados<br />
sociólogos explicar el funcionamiento de<br />
los hechos sociales y comprender las sociedades<br />
contemporáneas. Pero los profesores<br />
lo que tienen que saber es cómo puede hacerse<br />
eso, cómo puede alcanzarse ese objetivo,<br />
y con qué nivel de precisión hay que<br />
hacerlo. Para ello necesitan modelos de trabajo,<br />
unidades didácticas que les muestren<br />
con ejemplos cómo se puede trabajar en esa<br />
línea. Los responsables de la reforma de la<br />
Ley Orgánica de Ordenación General del<br />
Sistema Educativo (LOGSE) creyeron que<br />
bastaba escribir esos objetivos para que los<br />
profesores pusieran los medios para alcanzarlos,<br />
cuando ésa es la tarea más difícil. Se<br />
esforzaron en establecer tipologías, categorías<br />
y diferencias en el vacío; y los contenidos<br />
se organizaban en conceptos, procedimientos<br />
y actitudes, estableciendo distinciones<br />
forzadas y en muchos casos carentes<br />
de significación. Pero el problema está en<br />
los medios que se utilizan para alcanzar<br />
esos objetivos.<br />
Esto no parece que vaya a resolverlo la<br />
reforma del PP. El Real Decreto de 29 de<br />
diciembre de 2000, referente a las enseñanzas<br />
mínimas correspondientes a la enseñanza<br />
secundaria obligatoria (ESO) resulta<br />
prácticamente idéntico en los objetivos y<br />
en la manera de establecerlos al de 1991, en<br />
el que está directamente inspirado. Porque<br />
lo que nos tenemos que plantear es: ¿quién<br />
va a ser el responsable de que se alcancen<br />
esos objetivos? Sin duda esa responsabilidad<br />
recae en buena medida en los profesores,<br />
que tienen que contar con una organización<br />
adecuada en los centros y con los recursos<br />
necesarios. Pero, ¿están preparados<br />
los profesores para poner los medios para<br />
que sus alumnos alcancen esos objetivos?,<br />
¿cuentan con las condiciones para hacerlo?<br />
Es un asunto al que se ha prestado una<br />
atención insuficiente cuando resulta el problema<br />
fundamental.<br />
Para tratar de resolver los problemas<br />
educativos, los responsables de la educación<br />
parecen creer que basta con promulgar<br />
nuevas leyes. Pero, al menos en el ámbito<br />
de la educación, las leyes son de poca utilidad,<br />
pues, en el mejor de los casos, sólo<br />
constituyen un marco en el que puedan<br />
realizarse otras reformas que son las importantes,<br />
pero menos vistosas. Y también se<br />
plantea de forma inadecuada el asunto de<br />
la financiación. La educación no es deficiente<br />
sólo porque exista falta de financiación.<br />
Introducir cambios profundos en la<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
educación requiere disponer de los medios<br />
económicos adecuados, ya que sin ellos no<br />
podrán alcanzarse, pero hay que partir de<br />
un modelo claro de lo que se pretende conseguir.<br />
Por ejemplo, tener los centros educativos<br />
abiertos durante todo el día, que sería<br />
una de las medidas que deberían tomarse<br />
para facilitar una formación<br />
complementaria y actividades de ocio, requiere<br />
una financiación suplementaria,<br />
pues precisa de personal y de material para<br />
realizar esa apertura. Igualmente, disponer<br />
de profesores con la formación adecuada,<br />
actualizarles periódicamente y proporcionarles<br />
materiales que les sirvan de modelo<br />
en su trabajo también requiere una inversión<br />
económica considerable, pero todo<br />
ello debe estar subordinado a tener objetivos<br />
claros.<br />
El papel de los profesores<br />
De acuerdo con todo lo anterior, lo que resulta<br />
absolutamente esencial es capacitar los<br />
profesores para que puedan organizar la dinámica<br />
de la clase de tal manera que los<br />
alumnos alcancen los objetivos pretendidos.<br />
Para ello necesitan materiales que les<br />
muestren cómo realizar el trabajo, y que no<br />
pueden limitarse al libro de texto.<br />
Para alcanzar el nuevo tipo de enseñanza<br />
que se pretende, la actitud de los profesores<br />
debe cambiar. Los profesores tenemos<br />
que olvidar la idea de que somos capaces<br />
de enseñar y aceptar que los alumnos tienen<br />
que construir sus propios conocimientos<br />
y que la función del profesor es fundamentalmente<br />
poner los medios para que el<br />
alumno realice esa construcción. Para esto<br />
es necesario ser mucho más sensible a los<br />
conocimientos que los alumnos traen. Porque<br />
también sabemos cada vez con más claridad<br />
que los alumnos no llegan en blanco<br />
a los diferentes niveles escolares, sino que<br />
vienen con ideas propias que son producto<br />
de ese trabajo constructivo que han realizado<br />
pero que frecuentemente sólo está formado<br />
por explicaciones incompletas, cuando<br />
no incorrectas. No me extenderé sobre<br />
este asunto, del que ya me he ocupado en<br />
numerosas ocasiones, pues mi tema de estudio<br />
principal es el de las representaciones<br />
que los alumnos forman acerca del mundo<br />
social. Si no se parte de esas representaciones,<br />
de esas ideas previas, el profesor lo único<br />
que conseguirá es que los alumnos<br />
aprendan a repetir algunas frases o que adquieran<br />
un conocimiento memorístico que<br />
se olvidará con facilidad.<br />
Actualmente, buena parte de los profesores<br />
están completamente desencantados<br />
con las reformas educativas y con las dificultades<br />
que encuentran en su trabajo dia-<br />
JUAN DELVAL<br />
rio en relación con la falta de interés de los<br />
alumnos, con los problemas de disciplina,<br />
con la organización de la clase. El prestigio<br />
de los profesores se ha visto muy mermado<br />
en los últimos años porque han dejado de<br />
ser modelos o referentes para los alumnos,<br />
que tienden a encontrar esos modelos en<br />
los medios de comunicación.<br />
Los cambios en la situación<br />
de los jóvenes<br />
En estas sociedades, que tanto han cambiado,<br />
la situación de los niños y jóvenes también<br />
se ha modificado profundamente, incluyendo<br />
sus relaciones con los adultos.<br />
Por una parte, los niños y niñas tienen<br />
mucha menor relación con adultos, incluso<br />
de su propia familia, al estar en desaparición<br />
la familia extensa. Incluso las relaciones<br />
con niños de otras edades se han<br />
limitado, ya que los sistemas escolares<br />
han introducido un sistema estricto de<br />
compartimentación por edad y se ha reducido<br />
el número de hermanos. Pero al<br />
mismo tiempo los niños tienen mucha<br />
más información que antes, adquirida sobre<br />
todo a través de los medios de comunicación,<br />
en algunos aspectos mayor que<br />
la de los adultos, en particular respecto a<br />
las nuevas tecnologías, que consiguen dominar<br />
mucho más fácilmente. Esto conlleva<br />
una pérdida de prestigio de los adultos<br />
y una pérdida de autoridad, por lo<br />
que podemos decir que se ha producido<br />
una enorme subversión en las relaciones<br />
niño-adulto.<br />
En contradicción con todo lo anterior,<br />
el periodo formativo se ha alargado,<br />
pues es necesario aprender muchas más<br />
cosas, y las posibilidades de encontrar trabajo<br />
son mucho más remotas sin una formación<br />
muy larga, lo cual mantiene a los<br />
jóvenes en situación de dependencia durante<br />
muchos años, al mismo tiempo que<br />
se sienten mucho más competentes y tienen<br />
cierta capacidad económica a través<br />
del dinero que reciben de sus padres que<br />
los convierte en buenos consumidores.<br />
Esta situación tan contradictoria hace<br />
que el tránsito de la adolescencia a la<br />
edad adulta sea muy traumático para<br />
muchos jóvenes, lo que da lugar a manifestaciones<br />
preocupantes de tipos muy<br />
variados, que van desde el aumento de la<br />
violencia juvenil, el consumo de drogas<br />
destructivo, la anorexia o el crecimiento<br />
de los suicidios adolescentes. Los padres<br />
se sienten muy impotentes ante situaciones<br />
que son completamente nuevas para<br />
ellos, pues tienen poco que ver con lo<br />
que vivieron en su propia adolescencia y,<br />
además, tienen mucha menos autoridad<br />
49
EL PARTO DE LOS MONTES EN LA EDUCACIÓN<br />
ante sus propios ojos, y ante los de sus<br />
hijos, que la que tenían sus padres. Por<br />
ello tienden abandonar parte de sus responsabilidades<br />
delegándolas en la escuela<br />
(como ha mostrado de forma convincente<br />
Savater, 1997), que, sin embargo, con<br />
su organización actual, no está en condiciones<br />
de asumirlas. Todo ello hace que<br />
los jóvenes se sientan extraordinariamente<br />
perdidos para incorporarse al mundo<br />
adulto, ya que los medios de comunicación<br />
y el consumo parecen desplegar ante<br />
ellos posibilidades inmensas, mientras<br />
que en la práctica les cuesta encontrar su<br />
camino y hallar formas de insertarse en el<br />
mundo del trabajo.<br />
Se arma un gran revuelo con el llamado<br />
problema del botellón, pero no se intenta<br />
explicar por qué niños y jóvenes se<br />
ven abocados a la bebida sin ningún autocontrol.<br />
¿No les estamos impulsando de<br />
alguna manera a que busquen en esa conducta<br />
escapista la única salida que se les<br />
presenta para su diversión? ¿Les ofrecemos<br />
alternativas? Mientras se siguen presentando<br />
anuncios de bebidas alcohólicas<br />
por todas partes, los valores sociales principales<br />
son divertirse, tener éxito ante los<br />
demás, triunfar, ser conocido, y no aparece<br />
ningún medio que conduzca a esos objetivos,<br />
que para la mayoría son irreales y<br />
completamente inalcanzables. Entonces<br />
una de las pocas salidas es evadirse del<br />
mundo, no enfrentarse con la realidad, y<br />
eso parece que se puede conseguir con el<br />
alcohol y las drogas. Mientras se está en<br />
el estado alterado proporcionado por esas<br />
sustancias parece que el mundo es menos<br />
tenebroso de como se presenta cuando se<br />
está sobrio.<br />
A lo anterior se une la inmensa influencia<br />
que han adquirido los medios de<br />
comunicación, uno de los vehículos principales<br />
de penetración del poder de las<br />
grandes empresas, asunto al que es necesario<br />
dedicar un nuevo apartado.<br />
La escuela y los medios<br />
de comunicación<br />
Creo que todo el mundo es consciente de<br />
la influencia que están teniendo los medios<br />
de comunicación, y en especial la televisión,<br />
para modelar nuestra vida. Determina<br />
nuestros gustos, nuestros hábitos de consumo,<br />
los temas de conversación, nuestros<br />
horarios, las opiniones políticas; en definitiva,<br />
lo que es importante y lo que no lo es.<br />
Esa influencia se ejerce igualmente sobre<br />
los escolares, que pasan tres o cuatro horas<br />
al día mirándola, por lo que da contenido a<br />
sus juegos, determina sus gustos, sus actitudes,<br />
sus valores, y les transmite una enorme<br />
cantidad de información. La escuela tiene<br />
que tomar conciencia de que se enfrenta<br />
con un duro competidor en los medios de<br />
comunicación y no puede seguir ignorándolos<br />
como hasta ahora. Éste es uno de los<br />
problemas esenciales en la actualidad, cuyas<br />
consecuencias no se alcanzan a ver todavía<br />
perfectamente. Tanto si la función principal<br />
que se atribuye a la escuela es la de<br />
transmisión de conocimientos como la<br />
de formar valores, la televisión realiza también<br />
estas dos funciones, aunque posiblemente<br />
no de la misma forma. Pero tiene al<br />
menos dos características esenciales en contraste<br />
con la escuela.<br />
Por una parte proporciona información<br />
de una manera mucho “más atractiva” que<br />
la escuela. Probablemente, lo que transmite<br />
es una ilusión de conocimiento que tiene<br />
más que ver con la narración que con el conocimiento<br />
abstracto. Es un conocimiento<br />
esencialmente figurativo, que sólo puede<br />
convertirse en operativo si el sujeto dispone<br />
previamente de las capacidades para ello;<br />
pero esas capacidades no puede adquirirlas<br />
a través de la televisión, sino que precisa<br />
hacerlo a través de la acción, y un lugar para<br />
ello sería la escuela.<br />
En segundo lugar, los medios de comunicación,<br />
y en particular la televisión, gozan<br />
de un enorme “prestigio” del que carece totalmente<br />
la escuela. Actualmente, todo lo<br />
importante pasa por la televisión, hasta el<br />
punto de que ésta empieza a crear la realidad<br />
y lo que está fuera de ella no existe. Los<br />
modelos, los valores, son impuestos por la<br />
televisión. En consecuencia, se produce una<br />
pérdida de prestigio de la función del profesor.<br />
Los maestros, que en la sociedad rural<br />
eran individuos prestigiosos que encarnaban<br />
el saber y lo transmitían, en este momento<br />
son figuras con poco prestigio social<br />
y que nadie considera como fuentes de saber.<br />
Por ello no es extraño que los alumnos<br />
tampoco les respeten mucho, excepto los<br />
más pequeños, que todavía entienden mal<br />
cómo funciona el mundo.<br />
El poder de los medios de comunicación<br />
es un fenómeno de consecuencias incalculables.<br />
Durante mucho tiempo la<br />
educación ha estado en manos de todos<br />
los adultos de la comunidad que socializaban<br />
a los jóvenes. Con la extensión y el<br />
auge de las escuelas, éstas pasaron a tener<br />
el monopolio de la educación. Pero lo<br />
que acontece con los nuevos medios de<br />
3 En un libro interesante y esclarecedor sobre el<br />
tipo de educación que promocionan las grandes empresas,<br />
un libro de lectura aconsejable para todos los<br />
que se interesan por la educación. Ver también, Buckingham,<br />
2000.<br />
comunicación es que el peso de la educación<br />
está empezando a recaer en ellos, que<br />
están al servicio y financiados por las<br />
grandes empresas. Como adecuadamente<br />
señalan Steinberg y Kincheloe (1997,<br />
pág. 24) 3 , refiriéndose a Estados Unidos:<br />
“Los profesores más importantes de la sociedad<br />
no ejercen su oficio en las escuelas, lo mismo<br />
que la política ‘oficial’ sobre los niños de la nación<br />
no la diseñan los funcionarios electos en Washington,<br />
DC. Los pedagogos y artífices de política más<br />
influyentes son los productores de cultura infantil<br />
de las empresas comerciales norteamericanas”.<br />
Desgraciadamente esto es tan cierto<br />
respecto a Estados Unidos como para el<br />
resto de los países de Occidente, que somos<br />
cada vez más una colonia de aquellos.<br />
El “currículo oculto” de la televisión<br />
es todavía mucho más oculto que el de la<br />
escuela, pues como señalan los ya citados<br />
Steinberg y Kincheloe:<br />
“En la televisión o las películas infantiles no se<br />
transparenta nada, pero están enviando mensajes a<br />
nuestros hijos con la intención de provocar creencias<br />
y acciones particulares en mayor provecho de<br />
quienes las producen”.<br />
Toda esta cultura popular, financiada<br />
y al servicio de las grandes empresas multinacionales,<br />
trata de promover una “teología<br />
del consumo” que promete la felicidad<br />
a través del acto ritual de consumir,<br />
en definitiva para mayor gloria de esas<br />
empresas. Las formas de penetración de<br />
su ideología son extremadamente sutiles,<br />
por lo que resulta mucho más difícil resistirse<br />
a ella.<br />
Además, la flexibilidad de la televisión<br />
para adaptarse a los cambios gobernados<br />
por la audiencia frente a la rigidez<br />
de la escuela, institución enormemente<br />
burocratizada, que no tiene que justificar<br />
sus resultados, o cuyos resultados sólo se<br />
perciben al cabo de muchos años, la convierte<br />
en un instrumento muy poderoso<br />
para el moldeamiento cultural.<br />
Una escuela para la democracia<br />
Creo que el objetivo fundamental que debe<br />
guiar las reformas educativas es establecer<br />
una escuela para la democracia, es<br />
decir, una escuela que exista en una sociedad<br />
democrática y que contribuya a mejorarla<br />
y perfeccionarla. Para ello tiene<br />
que prestar especial atención a fomentar<br />
la “autonomía” de los alumnos, lo cual<br />
tiene que ir unido a tratar de eliminar todas<br />
las formas de intolerancia y de exclusión<br />
de los otros, es decir, que debe combatir<br />
el racismo, el odio hacia los inmigrantes,<br />
el nacionalismo estrecho, la<br />
exclusión religiosa, las actitudes machistas<br />
o de exclusión basadas en el sexo.<br />
50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
La escuela para la democracia (diferente<br />
pero relacionada con una escuela<br />
democrática; ver Apple y Beane, 1997)<br />
tiene que ser una escuela que esté alejada<br />
de cualquier forma de adoctrinamiento.<br />
Hay que fomentar en los alumnos su capacidad<br />
de participación en la vida social<br />
en un sistema democrático, es decir, en<br />
un sistema en el que existe igualdad de<br />
derechos y de deberes para todos con independencia<br />
de su posición social o de<br />
sus creencias. Creo que lo único que debe<br />
ser inviolable son los principios democráticos,<br />
tal y como están expresados en la<br />
Constitución o norma fundamental. La<br />
formación que se da en las escuelas debe<br />
permitir que los alumnos se formen sus<br />
propias opiniones para que puedan elegir<br />
las creencias que les parezcan mejores,<br />
más justas, más racionales, más acordes<br />
con el funcionamiento social. Por tanto,<br />
igual que no se debe inculcar una ideología<br />
política, tampoco es la escuela el lugar<br />
para inculcar una ideología religiosa y cada<br />
uno debe adoptar las creencias religiosas<br />
que le resulten más coherentes y respondan<br />
mejor a sus necesidades (Savater,<br />
1997). La formación religiosa, si los<br />
alumnos o sus padres la desean, tiene que<br />
realizarse fuera de las escuelas, y en éstas<br />
debe prohibirse toda manifestación externa<br />
de creencias religiosas. Una sociedad<br />
democrática tiene que ser necesariamente<br />
respetuosa con todo tipo de creencias,<br />
siempre que no afecten a los fundamentos<br />
mismos de la vida social; pero ese ámbito<br />
de las creencias personales e íntimas debe<br />
quedar fuera de lo que se enseña en las escuelas,<br />
pues si no es muy fácil caer en el<br />
peligro del adoctrinamiento.<br />
La formación que hay que proporcionar<br />
en las escuelas tiene que constituir un<br />
entrenamiento sistemático en el pensamiento<br />
crítico, en pensar por uno mismo<br />
tratando de distanciarse de las ideas recibidas<br />
y sometiendo a crítica las propias<br />
ideas. Hacer eso requiere un aprendizaje y<br />
es fundamental que nos guíen para aprender<br />
a hacerlo. Creo que hay que aprender<br />
cómo lo han hecho las personas que han<br />
realizado aportaciones sustanciales a la<br />
cultura humana, siguiendo su ejemplo,<br />
analizando los problemas, aprendiendo a<br />
ver las cosas desde diferentes perspectivas,<br />
valorando las opiniones ajenas, pero siendo<br />
capaces también de ver en ellas sus insuficiencias,<br />
generando explicaciones que<br />
tenemos que contrastar con lo que sucede<br />
en la realidad y con las opiniones de<br />
otros. Esto hay que realizarlo con personas<br />
que sean capaces de promover las situaciones<br />
en que se puedan poner mani-<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
fiesto esas capacidades, que las exijan, que<br />
creen los ambientes de aprendizaje adecuados.<br />
Y ésa es la tarea que tiene que realizar<br />
el profesor, no tanto la de enseñar<br />
como la de poner las condiciones para<br />
que sus alumnos aprendan.<br />
Entrenarse en el pensamiento exige<br />
una disciplina, dentro de la que se incluye<br />
aprender métodos de trabajo, a exponer<br />
las propias ideas para que sean comprensibles<br />
por otros, a entender lo que otros<br />
dicen y analizar el sentido de los textos, a<br />
formular hipótesis que sirvan para explicación<br />
de un fenómeno y a contrastar<br />
nuestras explicaciones con lo que realmente<br />
sucede, a ser capaz de valorar dos<br />
explicaciones distintas buscando las ventajas<br />
y los inconvenientes de cada una.<br />
Todo esto es un trabajo sistemático que<br />
resulta difícil realizar fuera de la escuela y<br />
que en todo caso debería constituir la<br />
función fundamental de ésta. Por eso<br />
la escuela debe ser un laboratorio desde el<br />
que se aprenda a analizar el mundo, y esa<br />
capacidad es la que deberían alcanzar los<br />
alumnos en el mayor grado posible al término<br />
de sus estudios. Lo que se debería<br />
tratar de conseguir es que los alumnos, al<br />
término de la escolaridad obligatoria,<br />
sean personas adultas, maduras, capaces<br />
de discernir lo que más les conviene y lo<br />
que no les conviene, que sean capaces de<br />
planificar y organizar la vida por ellos<br />
mismos, que sean capaces de juzgar críticamente<br />
la organización social, que desde<br />
el punto de vista moral sean capaces de<br />
comportarse como agentes autónomos, y<br />
de respetar la libertad, la integridad, los<br />
derechos de los demás.<br />
La política del florero<br />
A través de las declaraciones y propósitos<br />
manifestados hasta ahora en relación con<br />
la política educativa nos podemos dar<br />
cuenta de que el Gobierno carece totalmente<br />
de un diagnóstico de la situación y<br />
no ha elaborado ningún documento para<br />
analizarla. Nada sabemos sobre la adecuación<br />
de las actuales enseñanzas escolares<br />
al mundo en el que viven los jóvenes, la<br />
relación entre la escuela y el mundo del<br />
trabajo, la influencia que tienen los medios<br />
de comunicación en la formación de<br />
los jóvenes o sobre cómo se imparte la enseñanza.<br />
Las únicas intenciones que se dejan<br />
entrever en las propuestas es que se<br />
quiere hacer un sistema más selectivo, y<br />
probablemente más excluyente, y que se<br />
tiende a favorecer la enseñanza privada.<br />
La calidad no aflora por ningún lado y lo<br />
único que han sido capaces de anunciar<br />
son medidas irrelevantes, que podemos<br />
JUAN DELVAL<br />
comparar con intentar arreglar una casa<br />
agrietada colocando algunos adornos. n<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
APPLE, Michael W., y BEANE, James A. (Comps.):<br />
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SAVATER, Fernando (1997): El valor de educar. Ariel,<br />
Barcelona.<br />
Juan Delval es catedrático de Psicología Evolutiva<br />
51
Un hadiz atribuido a Aixa,<br />
la joven preferida entre las<br />
muchas mujeres de Mahoma,<br />
nos informa sobre la explosiva<br />
situación del emergente estado<br />
islámico a la muerte del Enviado.<br />
“Cuando murió el Profeta, los beduinos<br />
apostataron. Los judíos y los cristianos<br />
levantaron cabeza. La incredulidad<br />
que se había ocultado, se manifestó.<br />
Los musulmanes fueron como un rebaño<br />
de corderos, sobresaltados por la lluvia de<br />
una noche de invierno. Su Profeta ya no<br />
estaba allí. Por fin Alá los reunió alrededor<br />
de Abú Bakr” (cit. en Gaudefroy-<br />
Demombynes, 1969, 206).<br />
1. Mahoma ha muerto sin<br />
nombrar sucesor. Una reunión de<br />
urgencia de los Compañeros del<br />
Profeta resuelve la peligrosa crisis<br />
de sucesión nombrando “califa”<br />
(vicario del Enviado de Alá) a<br />
Abú Bakr, padre de Aixa, a la sazón<br />
un venerable anciano. A los<br />
dos años muere envenenado tras<br />
haber sometido con mano de hierro<br />
a los rebeldes beduinos y designado<br />
a Omar como sucesor.<br />
“Un hombre fue a escuchar a Omar<br />
y se dirigió a él como Califa de Alá (vicario<br />
de Dios). Omar le maldijo y dijo:<br />
‘Ése fue David’. Entonces el hombre le<br />
llamó ‘Califa (vicario) del Profeta de<br />
Dios’ y Omar dijo: ‘Pero ése fue Abú<br />
Bakr, que ahora ha muerto’. Así el hombre<br />
se dirigió a él como ‘Califa del Califa<br />
(vicario del vicario) del Profeta de<br />
Dios’, y Omar dijo: ‘Esto es correcto,<br />
pero el título acabará haciéndose demasiado<br />
largo’, y el hombre le preguntó:<br />
‘Entonces, ¿cómo te llamaremos?’, y<br />
Omar le respondió: ‘Sois creyentes y yo<br />
soy vuestro príncipe, por tanto, llamadme<br />
Príncipe de los Creyentes (Emir al-<br />
Muminim)’ (vid. Lewis, 1990, 79).<br />
El califato es la primera y más<br />
importante institución de soberanía<br />
en la historia islámica, re-<br />
solviendo en la Umma el vacío<br />
de poder producido por la muerte<br />
del Profeta. El hadiz mentado<br />
hace referencia a las discusiones<br />
entre los Compañeros sobre el alcance<br />
de tal término como título<br />
de soberanía. Expresamente mentado<br />
en una aleya del Corán:<br />
“¡David! No te hemos colocado<br />
como califa en la tierra. ¡Juzga entre<br />
los hombres según la verdad!”<br />
(38, 25). “El califa es, en realidad,<br />
el lugarteniente del Legislador<br />
inspirado ((Mahoma)), encargado<br />
de mantener la religión y<br />
de servirse de ella para gobernar el<br />
mundo” (Ibn Jaldún, 1977, 379).<br />
Omar, el primer gran estratega<br />
militar de la expansión islámica,<br />
arrasó el Imperio Persa de los sasánidas<br />
y derrotó al Imperio Bizantino:<br />
Persia, Siria, Palestina y<br />
Egipto se incorporaron al naciente<br />
imperio islámico. Malherido<br />
por un cristiano persa (armado<br />
con un alfanje envenenado),<br />
Omar, antes de morir, nombró<br />
una junta con los seis Compañeros<br />
más distinguidos para que eligiesen<br />
entre ellos su sucesor<br />
(644). Resultó Utman, era el de<br />
más años y, como los dos califas<br />
precedentes, yerno del Profeta.<br />
Doblemente yerno, pues fue el<br />
único musulmán que casó, sucesivamente,<br />
con dos hijas de Mahoma<br />
(con la segunda, tras enviudar<br />
de la primera): de ahí su<br />
apodo como “el dueño de las dos<br />
luces” (Vernet, 1990, 151-152).<br />
Utman prosiguió la expansión<br />
islámica y fijó canónicamente las<br />
suras del Corán. Durante su califato,<br />
cundió el descontento entre<br />
los musulmanes más rigurosos<br />
y los Compañeros menos favorecidos,<br />
denunciando el nepotismo<br />
y la corrupción de los gobernantes.<br />
En 656, mientras leía en su<br />
residencia de Medina una copia<br />
SEMBLANZA<br />
LA SUCESIÓN DE MAHOMA<br />
Genealogía del Islam<br />
CARLOS MOYA<br />
del libro sagrado, murió a manos<br />
de los jarichíes, un movimento<br />
sectario que pretendía volver a la<br />
pureza religiosa de los orígenes.<br />
Un hijo de Abú Bakr, de nombre<br />
Muhammad (como su yerno el<br />
Profeta), fue el primero en allanar<br />
la morada califal y herir al anciano.<br />
Inmediatamente, en la mezquita<br />
de Medina, fue proclamado<br />
Alí: era primo hermano del Profeta,<br />
uno de sus primerísimos<br />
conversos (junto con Kadiya,<br />
Abú Bakr y el esclavo Zaid) y estaba<br />
casado con su hija predilecta,<br />
Fátima, madre de sus dos únicos<br />
descendientes masculinos.<br />
El partido que representaba<br />
Alí, autodenominado “pueblo de<br />
divina designación y ordenación”<br />
(al-Sharastani), los xiíes, mantenía<br />
que el nuevo Califa había sido<br />
señalado desde un principio, por<br />
Alá y su Profeta, como su legítimo<br />
sucesor; que sus tres antecesores<br />
en el califato, mediante engaños,<br />
le habían privado hasta entonces<br />
de sus legítimos derechos: había<br />
llegado la hora de restablecer el<br />
Islam en toda su pureza. La noble<br />
apostura de Alí, su probado valor<br />
y santidad, enardecía a sus seguidores<br />
xiíes (chiítas).<br />
“Cuando ocurrió el asesinato de Utman,<br />
los muslimes se hallaban dispersos<br />
en las comarcas del imperio (para ocuparlas<br />
y guardarlas), de suerte que sólo un<br />
pequeño número asistió a la exaltación<br />
de Alí al califato. Entre éstos, unos le<br />
prestaron el juramento de fidelidad<br />
(baiáa); pero los otros tomaron el partido<br />
de esperar hasta que se reunieran todos<br />
los musulmanes y escogieran un imam<br />
por unanimidad… Al mismo tiempo,<br />
los que se encontraban en las comarcas<br />
optaron por no reconocer la autoridad de<br />
Alí hasta después de vengar la muerte<br />
de Utman” (Ibn Jaldún, 1977, 413).<br />
Una confusa situación que<br />
acabaría desembocando en guerra<br />
civil. Mientras que los dos pri-<br />
meros califas pertenecían a los<br />
“emigrados” a Medina, Utman<br />
representaba a la nobleza coraixí<br />
de La Meca, que sólo al final, derrotada<br />
por el Profeta, había aceptado<br />
el Islam. Los asesinos de Utman<br />
procedían de la secta jarichí:<br />
surgida en los últimos años de<br />
Omar, con el propósito de establecer<br />
tribunales religiosos para<br />
juzgar quiénes eran auténticos<br />
creyentes y quiénes no de entre<br />
las tribus recién convertidas, había<br />
apoyado la exaltación al califato<br />
de Alí frente a la corrupción<br />
coraixí disparada en tiempos de<br />
su antecesor. El poderoso gobernador<br />
militar de Siria, Muawiya,<br />
pariente del califa asesinado, se<br />
erigió en su vengador, y se enfrentó<br />
a Alí (a quien previamente<br />
no había prestado juramento).<br />
Los padres de Muawiya se<br />
habían contado entre los peores<br />
enemigos del Profeta: Abú Sufian<br />
fue un poderoso mercader mequí,<br />
dirigente del clan omeya<br />
dentro de la tribu coraixí; Hind,<br />
la madre, ha pasado a todas las<br />
crónicas por su terrible ferocidad:<br />
habiendo muerto a Hamza, tío<br />
del Profeta, le abrió el pecho para<br />
comerse su hígado, en venganza<br />
por la muerte de su padre y<br />
hermanos en un choque armado<br />
con los musulmanes. Muawiya<br />
no sólo contaba con el apoyo de<br />
los potentes coraixíes, enaltecidos<br />
por Utman, sino con la infatigable<br />
inquina de Aixa contra Alí.<br />
La joven viuda del Profeta, que ya<br />
ostentaba el título de “madre de<br />
todos los creyentes”, a la vez que<br />
soliviantaba el ánimo de los<br />
Compañeros más reticentes contra<br />
el actual califa, legitimaba la<br />
“pureza religiosa” del partido de<br />
Muawiya.<br />
El odio de Aixa contra el primo<br />
y yerno de Mahoma venía<br />
52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Mahoma<br />
de lejos. Hacia el año 6 de la hégira<br />
(628), Alí (posiblemente influido<br />
por su mujer Fátima) había<br />
encontrado sospechosa de<br />
adulterio a la jovencísima esposa<br />
del Profeta, y el caso sólo se resolvió<br />
con la ayuda de Alá, revelando<br />
a su elegido las oportunas<br />
aleyas. La presencia de Aixa sobre<br />
un palanquín a lomos de un<br />
camello en la primera confrontración<br />
militar entre Alí y Muawiya<br />
se recuerda como “la batalla<br />
del camello” (657). Venció<br />
Alí en este primer encuentro,<br />
evitando toda agresión a la “madre<br />
de los creyentes”, a la que<br />
desterró a Medina, al ascético recato<br />
en que vivían las otras viudas<br />
del Enviado. Pero la guerra<br />
civil prosiguió. A los pocos meses,<br />
a medio camino entre Siria e<br />
Irak, sobre el río Éufrates, en el<br />
lugar de Saffin, tuvo lugar el encuentro<br />
decisivo: la escrupulosa<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
indecisión de Alí frente a sus<br />
enemigos resultaría fatal.<br />
“El indomable llevaba ganada la batalla<br />
cuando sus adversarios, los hombres<br />
de Muawiya, acudieron a la famosa<br />
trampa de los coranes: desgarrando las<br />
páginas del libro santo, las ensartaron en<br />
sus lanzas y pidieron detener los combates<br />
para que se impusiera el juicio de<br />
Dios. Y Alí cometió el segundo de sus<br />
grandes errores. Aceptó parar la batalla.<br />
Los dos bandos escogieron a sus representantes,<br />
los cuales, después de discutirlo,<br />
deciden alejar a los dos hombres que<br />
llevaron a los musulmanes a matarse entre<br />
sí y escoger a un tercero capaz de reunificarlos.<br />
El representante de Alí toma la<br />
palabra en primera instancia y, quitándose<br />
el anillo que llevaba, proclama: ‘Como<br />
me quito este anillo te quito, Alí, de<br />
la dirección de los musulmanes’. Luego<br />
deja lugar al representante de Muawiya,<br />
quien, hablando fuerte y claro, dijo: ‘Y<br />
yo, como me pongo este anillo, te confirmo,<br />
Muawiya, a la cabeza de los musulmanes”<br />
(Antaki, 1990, 100).<br />
La piadosa ingenuidad política<br />
de Alí, evitando derramar la san-<br />
gre de sus encoranados rivales,<br />
había concluido en una perversa<br />
celada. A muerte contra el falaz<br />
Muawiya, los jarichíes, “aquellos<br />
que salieron”, encontrando idiota<br />
a su jefe, le abandonaron allí mismo.<br />
Rodeado de sus fieles xiíes,<br />
Alí trasladó su capital a Kufa, en<br />
el Irak, donde se fortificó militarmente,<br />
mientras su opositor<br />
hacía lo mismo en Damasco, tras<br />
haberse proclamado califa de Jerusalén.<br />
En lugar de organizar inmediatamente<br />
un nuevo ejército<br />
contra Muawiya, Alí se dedicó a<br />
perseguir a los jarichíes, intentando<br />
arrasarlos. En venganza,<br />
unos cuantos de éstos se juramentaron<br />
para matarle, así como<br />
a Muawiya. Los vengadores no<br />
pudieron atravesar la organizada<br />
protección policial del omeya;<br />
frente a Alí lo tuvieron más fácil.<br />
Un jarichí le abrió la cabeza con<br />
un alfanje envenenado, y Mua-<br />
wiya se convirtió en el quinto califa,<br />
iniciando la dinastía imperial<br />
de los omeyas.<br />
El poder tribal de los grandes<br />
mercaderes coraixíes, asentados<br />
en La Meca, había desplazado el<br />
originario poder de los Compañeros<br />
centrado en Medina. Controlando<br />
la prosperidad de Siria,<br />
la más rica de las nuevas provincias<br />
islámicas, así como las rutas<br />
comerciales hacia el Creciente<br />
Fértil y el Mediterráneo, Damasco<br />
sería la capital omeya. Frente al<br />
piadoso entusiasmo religioso de<br />
los primeros califas, se imponían<br />
ahora cálculos económico-políticos<br />
mucho más fríos y despóticos<br />
al servicio de la grandeza imperial<br />
del soberano y la ortodoxa pacificación<br />
sumnita del Islam. Y así,<br />
“el califato se transformó en monarquía”<br />
(Ibn Jaldún).<br />
2. Desde su decisiva investigación<br />
y reflexión teórica sobre los<br />
avatares de la función de soberanía<br />
en el Islam, Ibn Jaldún nos<br />
transmite su reinterpretación de<br />
toda esta movida secuencia histórica.<br />
“El Profeta, estando en su lecho de<br />
muerte, y queriendo confiar a Abú Bakr<br />
las funciones más importantes de la religión,<br />
le ordenó presidir la oración pública<br />
en calidad de Vicario suyo (califa).<br />
Toda la comunidad aceptó complacida la<br />
nominación de Abú Bakr en el Califato,<br />
cargo que consiste en dirigir la comunidad<br />
en la observancia de la ley. En aquella<br />
época nadie pensaba ni en el nombre<br />
de rey; se creía que la monarquía era un<br />
foco de vanidad, una institución peculiar<br />
de los infieles y de los enemigos de la religión.<br />
Abú Bakr cumplió sus deberes siguiendo<br />
las tradiciones de su maestro:<br />
combatió a las tribus que había apostatado<br />
y concluyó por reunir a todos los<br />
árabes en torno al islam. Omar, a quien<br />
transmitió el califato, continuó por la<br />
misma trayectoria; hizo la guerra a los<br />
otros pueblos, les sojuzgó y autorizó a<br />
53
LA SUCESIÓN DE MAHOMA<br />
los árabes a despojar a los vencidos y arrebatarles<br />
el poder. El califato pasa enseguida<br />
a Utman, luego a Alí, jefes para<br />
quienes la realeza y sus usos no tenían<br />
ningún atractivo”.<br />
“Lo que fortalecía entre ellos ese<br />
sentimiento de aversión era el gran hábito<br />
de privaciones que impone el islamismo<br />
y la vida del desierto. Los árabes eran<br />
a la sazón el pueblo menos acostumbrado<br />
a los bienes del mundo y la abundancia:<br />
de un lado, su religión les estimulaba<br />
a abstenerse de los placeres que proporciona<br />
la profusión de riquezas; de<br />
otro, su propio hábito de vivir en la aridez,<br />
rodeados de penurias y privaciones.<br />
No ha habido jamás un pueblo cuya escasez<br />
sobrepasara a la de aquellos árabes<br />
modanitas; vivían en el Hidjaz, país que<br />
carece de agricultura y ganadería; las regiones<br />
fértiles y ricas en cereales les estaban<br />
vedadas, tanto por la lejanía, cuanto<br />
porque pertenecían a otras tribus: las de<br />
Rabiah y las yemenitas. No pudiendo<br />
aspirar a la abundancia que ofrecían esas<br />
comarcas, se veían reducidos muy a menudo<br />
a alimentarse de alacranes y escarabajos;<br />
se ufanaban incluso cuando lograban<br />
comer el aalhaz, manjar compuesto<br />
de pelo de camello y sangre,<br />
amasados con una piedra y cocidos al<br />
fuego” (Ibn Jaldún, Al-Muqaddimah,<br />
1977, 399).<br />
A los cuatro primeros califas<br />
les conoce la tradición islámica<br />
sumnita como los “guiados”, los<br />
“ortodoxos” (rashidum). Íntimos<br />
del Profeta, emparentados con él<br />
a través de su matrimonio con<br />
sus respectivas hijas o de su misma<br />
sangre, como Alí (casado además<br />
con Fátima, hija de Mahoma),<br />
su comportamiento refleja<br />
su carismática inmediatez con el<br />
Fundador: la pureza de su fe, iluminando<br />
sus vidas, les convierte<br />
en ejemplo y arquetipo ideal de la<br />
soberanía auténticamente muslim:<br />
el Califato originario, cuasi<br />
republicano por comparación<br />
con la monarquía imperial de Bizancio<br />
o de la Persia sasánida<br />
donde la realeza se consideraba<br />
como derecho divino hereditario.<br />
La inextricable unión entre la intensidad<br />
religiosa de tales personajes<br />
y la ascética austeridad derivada<br />
de su previa condición de<br />
nómadas explica para Ibn Jaldún<br />
la consitencia interna de su modélico<br />
califato.<br />
Tradicionalmente, la jefatura<br />
tribal entre los árabes, la designación<br />
de el Said (Señor), no era<br />
propiamente hereditaria, sino<br />
más bien electiva, siguiendo la lí-<br />
nea del parentesco agnaticio más<br />
antiguo, que se argumentaba y<br />
discutía hasta su común aceptación<br />
en reuniones formales, donde<br />
los “parientes mayores”, los cabezas<br />
de facción o clan, son las<br />
“caras” de la tribu –los rostros que<br />
personifican tal comunidad–, encarnando<br />
la unidad de la confederación<br />
tribal. En ausencia del<br />
fallecido Enviado, en las sucesivas<br />
crisis sucesorias que se abren tras<br />
la muerte de cada califa, las últimas<br />
decisiones sobre el liderazgo<br />
religioso-político de la Umma se<br />
toman en el seno de los sobrevivientes<br />
Compañeros del Enviado.<br />
Esa originaria coalición de los<br />
“emigrados” mequíes con los “defensores”<br />
mediníes que, en su<br />
momento, fue la clave impulsora<br />
y organizatoria del poder soberano<br />
de Mahoma en Medina.<br />
Bajo la inspirada palabra del<br />
Profeta, los ritos de confraternización<br />
tribal han disuelto religiosamente<br />
sus originarias diferencias<br />
clánico-tribales. En cada crisis<br />
de sucesión, retrotrayéndose a<br />
su originario particularismo, éstas<br />
devienen materia prima de partidos<br />
y movimientos de índole sectaria,<br />
amenazando la unidad de la<br />
Umma. Nadie como los cabezas<br />
de esas originarias afiliaciones de<br />
orden clánico-tribal, los más nobles<br />
Compañeros y su inmediato<br />
séquito, para atizar ese crónico<br />
riesgo. Un círculo de círculos<br />
configurando la organización<br />
central de la expansiva espiral de<br />
la fraternidad muslim, conjurando<br />
religiosamente las feroces pasiones<br />
particularistas de individuos,<br />
familias, clanes y tribus en<br />
el inspirado universalismo de la<br />
comunión islámica. Imponiéndose<br />
expansivamente sobre el inmenso<br />
espacio árabe, para desbordarse<br />
violentamente sobre el<br />
mundo circundante, arrasando a<br />
los viejos imperios de antaño. Nada<br />
como la expansión exterior para<br />
resolver las violentas disidencias<br />
internas con su crónica amenaza<br />
de secesión y guerra civil (fitna).<br />
Oportunamente animada de<br />
nuevos (“falsos”) profetas beduinos<br />
que intentan reiterar, a su<br />
propio y heterodoxo aire, la portentosa<br />
carrera del Enviado. Provocando,<br />
una y otra vez, su ful-<br />
minante represión militar por la<br />
ortodoxia califal de los Compañeros.<br />
En este senatorial círculo<br />
de círculos, de cuyo propio seno<br />
ha surgido su proclamación, descansa<br />
la última legitimación fáctica<br />
de cada califa, así como la<br />
confianza popular en sus propios<br />
lugartenientes y generales que detentan<br />
inmediatamente el poder<br />
militar.<br />
“¡Combatid a quienes no creen<br />
en Dios ni en el último Día<br />
ni prohíben lo que Dios y su<br />
Enviado prohíben, a quienes no<br />
practican la religión de la verdad<br />
entre aquellos a quienes fue<br />
dado el Libro, hasta que paguen<br />
el tributo personalmente y en<br />
actitud humilde”, reza la aleya<br />
29 de la sura 9 del Corán. El<br />
botín de guerra y la sucesiva explotación<br />
fiscal de los nuevos territorios<br />
conquistados es el motor<br />
económico de la acelerada<br />
expansión islámica, multiplicando<br />
la riqueza del Califato y la<br />
de sus celosos Compañeros.<br />
“Los tributos exigidos por los<br />
nuevos conquistadores eran siempre<br />
menores que los exigidos por<br />
los antiguos, y los países conquistados<br />
podían con más libertad<br />
y menos interferencia proseguir<br />
sus propias prácticas religiosas…<br />
La masa del pueblo en<br />
Siria, Mesopotamia y Persia no<br />
profesó la religión de Mahoma<br />
hasta el siglo II o el III de la era islámica:<br />
largo tiempo después de la<br />
conquista militar de estas regiones.<br />
Y cuando se convirtieron el<br />
motivo fue principalmente el propio<br />
interés en librarse de los tributos<br />
e identificarse con la clase<br />
rectora” (Hitti, 1950, 112, 114).<br />
“Las huestes del Profeta se apoderaron<br />
de reinos y bienes de sus adversarios,<br />
viéndose bien pronto nadando en la<br />
opulencia… Bajo el gobierno de Utman”,<br />
dice Masudí, “los Compañeros<br />
poseyeron aldeas y dinero. Este mismo<br />
califa, cuando lo asesinaron, tenía en poder<br />
de su tesorero ciento cincuenta mil<br />
dinares y un millón de dirhemes; las fincas<br />
rústicas que tenían en Wadi-el-Qora,<br />
en Honain y otras partes, valían doscientos<br />
mil dinares; la cantidad de camellos<br />
y caballos que dejó era igualmente<br />
considerable. La octava parte de la herencia<br />
dejada por Az-Zobair montaba a<br />
cincuenta mil dinares. Poseía mil caballos<br />
y mil domésticas. Talha sacaba de sus<br />
tierras en Irak un rendimiento de mil dinares<br />
por día; las que poseía en Sarat reportaban<br />
aún más… Se ve por lo que<br />
precede la magnitud de las fortunas<br />
que los muslimes habían acumulado”<br />
(Ibn Jaldún, loc. cit., 400-401).<br />
“Todos tenían demasiado oro y plata<br />
y pujaban entre sí… Se encontraban<br />
ante una inflación por exceso de numerario<br />
del mismo tipo de la que describe<br />
Suetonio en Roma, después de la batalla<br />
de Actium y de la que iban a conocer los<br />
conquistadores españoles de América”,argumenta<br />
Juan Vernet (1990, 159).<br />
Al enriquecerse todos a la vez, se dispararon<br />
al alza los precios y muchos se<br />
sintieron progresivamente más pobres.<br />
Nada tan arrasador para la solidaria fraternidad<br />
universal que proclama el credo<br />
igualitario de la Umma, originariamente<br />
sustentado por la previa austeridad tribal<br />
de los primeros tiempos.<br />
“Cuando la influencia de la vida nómada<br />
y de su concomitante penuria se<br />
fue desvaneciendo paulatinamente para<br />
dejar de existir, surgió la índole del imperio<br />
que determina la solidaridad clánico-tribal<br />
((asabiyya)) y se impuso el predominio<br />
y la sujeción. El régimen imperial<br />
es entonces para el pueblo una fuente<br />
de bienestar y de riquezas… Como la<br />
posesión del imperio conduce naturalmente<br />
a la autocracia, al gobierno individual,<br />
Muawiya y sus amigos no pudieron<br />
resistir a esa seducción, a la cual confiere<br />
siempre una gran fuerza el espíritu<br />
de clan…<br />
En resumen, el califato se transformó<br />
en monarquía, conservando sus funciones<br />
esenciales: el soberano se esfuerza<br />
constantemente por hacer observar los<br />
preceptos y la práctica de la religión procurando<br />
seguir la senda de la verdad.<br />
Ningún cambio notable se efectuó en<br />
ello, excepto en la autoridad moderadora<br />
que, ejercida antes por la religión, vino<br />
a ser sustituida por la fuerza de un<br />
partido y la de la espada. Tal fue el estado<br />
de cosas en tiempo de Muawiya, de<br />
Mernán, de Abd-el-Malik ((Omeyas)) y<br />
el de los primeros califas abbasíes… El<br />
régimen de gobierno se convierte en monarquía<br />
pura, y la índole de la dominación,<br />
llevada ahora a su más alta meta, se<br />
emplea para conquistar y para halagar<br />
las pasiones, multiplicando los deleites<br />
del soberano” (Ibn Jaldún, 1977, 403-<br />
405).<br />
3. Con la ascensión de Muawiya<br />
al Califato, la guerra civil no<br />
había terminado: Alí había dejado<br />
dos hijos, Hassan y Hussain<br />
que ahora encarnaban la expectativa<br />
califal de los derrotados xiíes<br />
(chiítas). Para su despecho, el primero,<br />
el mayor, negoció la renuncia<br />
de sus derechos con Mua-<br />
54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
wiya a cambio de una notable<br />
compensación económica. Antes<br />
que el improbable trono, le interesaba<br />
la vida muelle del harén: se<br />
dice que casó y se divorció no<br />
menos de cien veces. Hassan murió<br />
a los 45 años, envenenado, al<br />
parecer, por una intriga del serrallo.<br />
Once años más tarde, cuando<br />
falleció el enérgico Muawiya<br />
(680), nombrando sucesor a su<br />
hijo Yazid, Hussain, el hijo superviviente<br />
de Alí, se negó a reconocerle<br />
como califa.<br />
La exasperada piedad chiíta<br />
había convertido la memoria de<br />
Alí en la de un santo mártir sólo<br />
comparable a Mahoma: tal y<br />
como éste era el Profeta, el asesinado<br />
califa era el Wali (amigo<br />
y vicerregente) de Alá, el único<br />
heredero legítimo del Enviado.<br />
A diferencia de su padre, escrupulosamente<br />
religioso en todo<br />
lo formal y dotado de una gran<br />
astucia política, Yazid escandalizaba<br />
la piedad muslim con su<br />
alegre jovialidad y afición por la<br />
poesía, la caza, el baile y la música.<br />
Parecía preferir la vieja libertad<br />
de los jeques beduinos de<br />
cuando “el tiempo de la ignorancia”,<br />
a la austera y respetuosa<br />
sumisión religiosa exigida por la<br />
iluminación coránica. Los sirios<br />
de Damasco, apenas islamizados<br />
aún, le adoraban; se le aborrecía<br />
en Medina y en Kufa, la capital<br />
iraquí de Alí, que aparte de haber<br />
sido ferozmente reprimida<br />
por el hermano bastardo de<br />
Muawiya, Ziyad, se había visto<br />
desplazada por Damasco como<br />
corte soberana de la dinastía<br />
omeya. Al frente de una reducida<br />
hueste de guerreros, Hussain<br />
cabalgó hacia Kufa, reclamado<br />
por sus partidarios. Entre tanto,<br />
el hijo de Ziyad, tras reprimir<br />
la anunciada revuelta kufí,<br />
organizó sus tropas militares,<br />
mucho más numerosas y profesionales<br />
que el heroico séquito<br />
de Alí.<br />
“El desdichado Hussain supo estas<br />
fatales nuevas cerca de Kufa, sin embargo<br />
continuó su camino; la loca y ciega<br />
credulidad, que parece ser el sino de los<br />
pretendientes, no le abandonó: estaba<br />
convencido de que en llegando a las<br />
puertas de Kufa sus habitantes se armarían<br />
en su favor” (Dozy, 1982, I, 101).<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
A la altura de Kerbala se tropezó<br />
con el poderoso ejército<br />
enemigo. No quiso rendirse y<br />
parlamentó. Nuevos refuerzos<br />
y órdenes enviados por el hijo de<br />
Ziyad desde Kufa acabaron con<br />
los escrúpulos de aquel general,<br />
remiso a verter la sangre del hijo<br />
de Fátima.<br />
“En vano gritaba Hussain a sus enemigos:<br />
‘Si creéis en la religión fundada<br />
por mi abuelo, ¿cómo podréis justificar<br />
vuestra conducta el día de la resurrección?’.En<br />
vano hizo atar Coranes a las<br />
lanzas: dada la orden por Chamir, se le<br />
cargó espada en mano, y se le mató. Casi<br />
todos sus compañeros quedaron en el<br />
campo de batalla, después de haber vendido<br />
cara su vida (10 de octubre de<br />
680)” (Dozy, loc. cit., 102).<br />
Era el 10 del mes de muharram<br />
según el calendario islámico.<br />
Desde entonces hasta ahora el<br />
mundo islámico quedó escindido<br />
irreconciliablemente en ortodoxos<br />
summitas y chiítas disidentes.<br />
Crónicamente perseguidos<br />
por los califas ortodoxos, escindiéndose<br />
una y otra vez en sectas<br />
y movimientos enfrentados entre<br />
sí, con revivals periódicos que a<br />
veces consiguen imponer sus propias<br />
dinastías y, por supuesto, asegurar<br />
su afligida fe en torno a sus<br />
santos lugares. Zaydíes, ismaelitas,<br />
fatimíes, nizaríes, tayyibíes y<br />
duodecimanos son algunos de los<br />
nombres de las sectas chiítas más<br />
famosas, un fermento decisivo en<br />
la especulación mística islámica<br />
junto a las órdenes sufíes, más ortodoxas<br />
políticamente. Algún hadiz<br />
cuenta cómo el Profeta previene<br />
a sus creyentes contra el<br />
riesgo de fragmentar la unicidad<br />
de la Umma en 73 sectas. Sin esa<br />
fervorosa y dinámica pluralidad,<br />
la civilización islámica hubiese sido<br />
infinitamente más monótona<br />
y más pobre.<br />
“La muerte de Hussain no fue en vano.<br />
Durante la resurrección se le confía la<br />
llave del paraíso. Dios mismo dispone:<br />
‘El derecho de intercesión es expresamente<br />
suyo. Hussain sea, por mi gracia<br />
especial, el mediador para todos’. El Profeta<br />
Mahoma entrega a Hussain las llaves<br />
del paraíso y dice: ‘Ve tú y salva de las llamas<br />
a cada uno de los que durante su vida<br />
lloraron una única lágrima por ti, a<br />
cada uno de los que te ayudaron de alguna<br />
manera, a cada uno de los que emprendieron<br />
una peregrinación a tu san-<br />
tuario o que hicieron lamentaciones por<br />
ti, y a cada uno de los que escribieron<br />
versos trágicos para ti. Lleva a cada uno y<br />
a todos contigo al paraíso” (Canetti,<br />
1977, 149).<br />
La tumba de Hussain en Kerbala<br />
es el centro de peregrinación<br />
más importante de los chiítas.<br />
Dadas las expectativas de salvación<br />
que irradia ese santuario sobre<br />
su inmediato territorio, allí<br />
acuden no sólo caravanas de piadosos<br />
peregrinos, sino caravanas<br />
portando los cadáveres de los<br />
chiítas cuya última voluntad fue<br />
enterrarse junto a su martirizado<br />
imam. Y en esta forma Kerbala es<br />
hoy una inmensa ciudad cementerio.<br />
“4.000 ángeles rodean la tumba de<br />
Hussain, que lloran por el día y noche.<br />
Van al encuentro de cada peregrino, venga<br />
de donde venga, a la frontera. Quien<br />
visita este sepulcro consigue las siguientes<br />
ventajas: el techo de su casa nunca se le derrumbará<br />
encima. Nunca se ahogará. No<br />
perece en el fuego. Los animales salvajes a<br />
él no lo atacan. Además, quien ora con fe<br />
real en este sepulcro recibe años adicionales<br />
de vida. Gana el mérito de mil peregrinajes<br />
a la Meca, mil muertes de mártir,<br />
mil días de ayuno, mil liberaciones de esclavos.<br />
El año siguiente nada podrán contra<br />
él los diablos y malos espíritus. Si es<br />
que muere, entonces es enterrado por ángeles,<br />
y el día de la resurrección se incorporará<br />
con los creyentes del imam Hussain,<br />
a quien reconoce por la bandera que<br />
lleva en la mano. El imam conduce a sus<br />
peregrinos triunfal y directamente al paraíso”<br />
(Canetti, 1977, 144).<br />
Desde aquel 10 de muharram<br />
hasta aquí, esta fecha se<br />
convirtió en el Viernes Santo de<br />
los chiítas en todas las provincias<br />
islámicas donde mantienen comunidades.<br />
Culmina ese día su<br />
fervorosa celebración de la pasión<br />
y muerte de Hussain, que se inicia<br />
el 1 de muharram, marcando a la<br />
vez el comienzo del año nuevo.<br />
“La fiesta muharram de los chiítas”:<br />
en el clásico libro de Elías<br />
Canetti, Masa y poder, el curioso<br />
lector cuenta con un impresionante<br />
relato de tan tremenda y<br />
masiva celebración. En 1978, su<br />
pánico despliegue en Teherán,<br />
por entonces capital de la modernidad<br />
imperial del sha de Persia,<br />
acabó con su terrible aparato militar<br />
policial para entronizar al<br />
ayatolá Jomeini. En el mes de diciembre<br />
de 1978, cuatro millo-<br />
nes de iraníes salieron a la calle<br />
gritando: ‘Muera el shah, muera<br />
Yazid, shah Hussein, shah Jomeini”<br />
(Ikram Antaki, 1990, 102).<br />
Aquel acontecimiento fue para<br />
la revolución iraní un equivalente<br />
al de la toma de la Bastilla<br />
el 14 de julio de 1789 para la<br />
Revolución Francesa. Un traumático<br />
aguijón para la Revolución<br />
conservadora despegando<br />
en Occidente por esas fechas: se<br />
había perdido el control sobre el<br />
petróleo iraní y el fantasma de la<br />
Revolución islámica, amenazaba<br />
los intereses vitales de las petroleras<br />
angloamericanas y de Israel en<br />
el Oriente Medio. Según el profesor<br />
Huntington –ilustre preceptor<br />
estratégico de la República<br />
Imperial EE UU– la revolución<br />
iraní arranca la cuasi guerra de civilizaciones<br />
entre Occidente y el<br />
islam que parece culminar en<br />
nuestros días. Ese proseguido<br />
“choque de civilizaciones” (Huntington,<br />
1993, 1996) que el atroz<br />
atentado del 11 de septiembre de<br />
2001 EE UU, elevó al paroxismo,<br />
disparando la actualísima<br />
cruzada mundial de Occidente<br />
contra el terror islamista. n<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
CARLOS MOYA<br />
ANTAKI, I.: La cultura de los árabes. Siglo<br />
XXI, México, 1990.<br />
El Bokhari: “L’a thentique tradition musulmane,<br />
Choix de h’adiths”. Bernard<br />
Graset, París, 1996.<br />
El Corán (traducción de Juan Vernet).<br />
Plaza & Janés, Barcelona, 1980.<br />
CANETTI, E.: Masa y poder. Muchnik,<br />
Barcelona, 1977.<br />
DOZY, R. P.: Historia de los musulmanes<br />
en España, tomo I. Turner, Madrid, 1982.<br />
GAUDDEFROY-DEMOMBYNES, M.: Mahomet.<br />
Alvin Michel, París, 1962.<br />
HITTI, P. K.: Historia de los árabes. Razón<br />
y Fe, Madrid, 1950.<br />
IBN JALDÚN: Introducción a la Historia<br />
Universal (Al-Muqaddimah). Fondo de<br />
Cultura Económica, México, 1977.<br />
LEWIS, B.: El lenguaje político del Islam.<br />
Taurus, Madrid, 1990.<br />
VERNET, J.: Los orígenes del Islam. Historia<br />
16, Madrid, 1990.<br />
Carlos Moya es catedrático de Sociología<br />
(UNED). Autor de Sociólogos y<br />
Sociología. De la ciudad y de su razón y<br />
Señas de Leviatán.<br />
55
Carlos Hunneus,<br />
El régimen de Pinochet.<br />
Editorial Sudamericana<br />
Santiago de Chile, 2000.<br />
Felipe Portales,<br />
Chile, una democracia tutelada.<br />
Editorial Sudamericana<br />
Santiago de Chile, 2000.<br />
La lectura de dos nuevos libros<br />
sobre el pasado reciente de Chile<br />
resulta aleccionadora para un español<br />
no sólo por el impacto que<br />
la evolución última de este país<br />
ha tenido sobre el panorama internacional<br />
iberoamericano o por<br />
las cuestiones relacionadas con el<br />
procesamiento de Pinochet sino,<br />
sobre todo, por la comparación<br />
entre esa trayectoria política y la<br />
nuestra. Con frecuencia los perfiles<br />
de una evolución histórica<br />
aparecen de forma más nítida<br />
cuando se perciben con el trasfondo<br />
de otra en parte semejante<br />
y en parte distinta. Se trata<br />
de dos libros, aunque aparecidos<br />
en una misma editorial, de<br />
muy diversa factura. El de Hunneus,<br />
conocido especialista en<br />
ciencia política y autor del mejor<br />
texto extenso aparecido hasta<br />
el momento acerca de la<br />
Unión de Centro Democrático<br />
española, busca la distancia, la<br />
comparación y la frialdad del<br />
científico, mientras que el de<br />
Portales, lleno de signos de exclamación,<br />
reivindica una democracia<br />
plena para su país y<br />
deplora las repetidas cesiones de<br />
los políticos demócratas chilenos<br />
frente a los restos del pasado<br />
dictatorial. Lo que resulta más<br />
interesante de ambos no es tanto<br />
la información que proporcionan,<br />
con ser ésta merecedora<br />
del calificativo, sino que el conocedor<br />
del caso español a través<br />
de sus páginas adivina, ha-<br />
ciendo un ejercicio de historia<br />
virtual, lo que acaso hubiera podido<br />
suceder en la etapa mas<br />
decisiva de nuestro pasado reciente.<br />
Dos dictaduras<br />
El libro de Hunneus es, sin duda,<br />
el mejor estudio acerca de la<br />
dictadura de Pinochet actualmente<br />
existente. Su lectura permite<br />
constatar las muy curiosas<br />
similitudes existentes con el franquismo,<br />
a pesar de la distancia<br />
cronológica existente entre los<br />
momentos de gestación de las<br />
respectivas dictaduras. Lo que<br />
llama más la atención no es tanto<br />
el paralelo entre ambos regímenes<br />
sino que se tratara del<br />
único caso de semejanza buscada<br />
de forma voluntaria y eligiendo<br />
el modelo español como tal, en<br />
especial teniendo en cuenta que<br />
el paralelismo se produjo en la<br />
fase final del régimen de Franco,<br />
cuando éste estaba en su fase declinante.<br />
Otros paralelismos del<br />
régimen de Franco derivan de la<br />
sintonía cronológica en algún<br />
momento preciso.<br />
La comparación es posible,<br />
en primer término, desde el<br />
punto de vista de la personalidad<br />
de los dictadores. Como<br />
Franco, Pinochet fue un tardío<br />
conspirador por quien las autoridades<br />
legales no tuvieron tan<br />
graves motivos de desconfianza<br />
hasta el final. Ni siquiera fue el<br />
mas brutal de los militares golpistas,<br />
papel que en la etapa inicial<br />
parece haberle correspondido<br />
al general de aviación Leigh,<br />
autor del bombardeo del palacio<br />
presidencial. A diferencia de<br />
Franco, no parece haber sido un<br />
general particularmente prestigioso;<br />
su carrera profesional tuvo<br />
un carácter burocrático, al la-<br />
POLÍTICA<br />
CHILE DESDE ESPAÑA<br />
JAVIER TUSELL<br />
do del general Prats, cuya confianza<br />
acabó traicionando. A pesar<br />
de su condición de militares,<br />
ambos personajes no estuvieron<br />
exentos de capacidades<br />
políticas. Pinochet, por ejemplo,<br />
a pesar de haber hecho la friolera<br />
de casi cincuenta cambios ministeriales,<br />
consiguió evitar las<br />
defecciones políticas que fueron<br />
habituales en el franquismo.<br />
En lo que de nuevo aparece<br />
la semejanza entre el pinochetismo<br />
y el franquismo es en el<br />
logro de un grado notable de estabilidad<br />
a partir del momento<br />
en que se originó el régimen.<br />
Ésta es una diferencia con respecto<br />
a las dictaduras iberoamericanas<br />
de la década de los setenta,<br />
mucho mas efímeras. En<br />
ello, aunque sin duda jugó un<br />
papel objetivo la habilidad de<br />
cada uno de los dictadores, hubo<br />
también, claro está, factores<br />
derivados de las circunstancias.<br />
En España se produjo una larga<br />
guerra civil y en Chile una grave<br />
crisis del Estado. Prueba de<br />
esta última es que no sólo se trató<br />
de aplicar un programa que<br />
tenía en su contra a la mayoría de<br />
la población sino que la totalidad<br />
del Ejército estuvo a favor<br />
de la subversión del orden legal, y<br />
que también el poder judicial<br />
y la contraloría contribuyeron<br />
indirectamente a ella. En España,<br />
en cambio, fue la división<br />
del Ejército y de las fuerzas de<br />
orden público la que, al impedir<br />
la victoria instantánea de los sublevados,<br />
provocó la guerra. Pero<br />
no hubo en Chile enfrentamientos<br />
armados de verdadera<br />
entidad, ni siquiera algo relativamente<br />
semejante, como la<br />
existencia de miles de guerrilleros<br />
en la Argentina previa al golpe<br />
militar.<br />
Inexistente el peligro de una<br />
subversión revolucionaria, lo<br />
que creó la ruptura con respecto<br />
al pasado –y, en definitiva, permitió<br />
la estabilidad de la dictadura–<br />
fue una represión muy<br />
violenta al principio, como en<br />
el caso del franquismo. Hubo<br />
un total de 3.200 muertos, de<br />
los que 1.823 fueron en 1973,<br />
pero la eliminación física del adversario<br />
perduró hasta el mismo<br />
final del régimen. Sin duda, este<br />
último rasgo señala la verdadera<br />
diferencia entre los dos casos.<br />
En términos cuantitativos y<br />
proporcionales, la represión franquista<br />
fue infinitamente superior,<br />
pero la de Pinochet estaba<br />
demasiado cercana como para<br />
poder ser olvidada, mientras que<br />
en la España de Franco las ejecuciones<br />
de septiembre de 1975<br />
en absoluto pueden compararse<br />
en número con las de 1939. La<br />
represión franquista podía ser<br />
perdonada porque el paso del<br />
tiempo (y el recuerdo de que<br />
también la izquierda la había llevado<br />
a cabo) lo permitía, pero<br />
no fue ése, en absoluto, el caso<br />
de Chile.<br />
Hasta ahora nos hemos referido<br />
a los orígenes de la dictadura<br />
chilena; a continuación se<br />
pueden establecer paralelismos<br />
sobre el propio régimen una vez<br />
ya estabilizado. Por más que en<br />
Chile hubiera en el Poder Judicial<br />
y en la universidad un proceso<br />
adaptación forzada a la dictadura<br />
con la correspondiente<br />
selección del personal, la purga<br />
producida en España en el conjunto<br />
de la Administración fue<br />
incomparablemente superior.<br />
En los dos regímenes hubo un<br />
cierto y peculiar pluralismo, pero<br />
distinto porque la distancia<br />
existente entre los grupos del pi-<br />
56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Pinochet<br />
nochetismo fue menor que la<br />
existente entre las familias del<br />
franquismo. En Chile no hubo<br />
en realidad en ningún momento<br />
aspiración a partido único, y<br />
en España sí, aunque diversos<br />
organismos juveniles o femeninos<br />
sirvieron en el país iberomericano<br />
de instancias de movilización<br />
parecidas a las del<br />
franquismo. El “gremialismo”<br />
de Guzmán, que vino a ser algo<br />
parecido a las tesis de Fernández<br />
de la Mora, los “Chicago<br />
boys”, ultraliberales en economía,<br />
el antiguo conservadurismo<br />
y el aperturismo de Jarpa<br />
ofrecen un panorama de la política<br />
chilena en la etapa dictatorial<br />
que recuerda, a lo sumo, la<br />
pluralidad del franquismo más<br />
tardío y no del inicial.<br />
No puede hablarse de diferencias<br />
generacionales en las políticas<br />
auspiciadas por esos grupos<br />
políticos pues la duración<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
de la dictadura no dio lugar a<br />
que se hicieran patentes. De<br />
cualquier modo, en los años<br />
fundacionales del franquismo,<br />
entre un militar, un antiguo cedista,<br />
un tradicionalista y un falangista<br />
la distancia era superior<br />
a la que existió durante el pinochetismo<br />
entre cada uno de esos<br />
grupos. En los dos casos de regímenes<br />
dictatorial, el paralelismo<br />
se puede extender también a<br />
la personalización del poder y al<br />
carácter militar del régimen.<br />
Como el de Franco, el poder de<br />
Pinochet fue personal más que<br />
corporativo de una institución<br />
a la que representara, pero él estuvo<br />
mucho más limitado por<br />
el papel político atribuido al<br />
Ejército como colectividad y por<br />
la relativa autonomía de la Marina<br />
y la Aviación dentro de él<br />
(la dictadura fue, sobre todo, del<br />
Ejército de Tierra). En el caso<br />
de Franco no existieron esos lí-<br />
mites impuestos por la colectividad<br />
militar, porque el franquismo<br />
fue una dictadura de un<br />
general, no del Ejército. Aunque<br />
en él hubo generales a cargo<br />
de las carteras económicas durante<br />
bastante tiempo, nunca los<br />
rectores de universidad ni muchos<br />
de los embajadores –salvo<br />
en la época de la Segunda Guerra<br />
Mundial– fueron militares<br />
de alta graduación, como en<br />
Chile. En la etapa democrática<br />
el Ejército chileno como colectividad<br />
se había enfrentado a la<br />
izquierda por una cuestión presupuestaria.<br />
Cierto es que Pinochet,<br />
a base de multiplicar el número<br />
de generales, en cierto modo<br />
lo adaptó a su imagen y<br />
semejanza. Pero nunca lo logró<br />
en tal grado como Franco, quien<br />
tuvo tras de sí a toda la oficialidad<br />
joven después de la guerra,<br />
una vez que hubo eliminado a<br />
posibles adversarios.<br />
Sería posible, en fin, establecer<br />
una comparación entre las<br />
respectivas políticas económicas.<br />
En este aspecto las distancias<br />
fueron siempre abismales. Frente<br />
a la propensión estatista del<br />
franquismo inicial, que se mantuvo<br />
hasta el final, las privatizaciones<br />
fueron el eje de la política<br />
pinochetista. La comparación<br />
que a este respecto cabe hacer<br />
se referiría a las que han tenido<br />
lugar en España durante el Gobierno<br />
de Aznar, pero corregidas<br />
y agravadas hasta el extremo.<br />
En ambos casos lograron,<br />
para los que se beneficiaron de<br />
ellas, no sólo un importante<br />
poder económico sino también<br />
político. Las agencias administradoras<br />
de los fondos de pensiones,<br />
la novedad más radical, se<br />
convirtieron también en un poder<br />
económico no sólo durante<br />
esta etapa sino también en la<br />
posterior al régimen dictatorial.<br />
Resultan muy curiosas las semejanzas<br />
y las diferencias entre<br />
los dos regímenes dictatoriales en<br />
su fase tardía. En ambos países<br />
hubo aperturismo sincopado y titubeante,<br />
parálisis decisoria e incertidumbre,<br />
pero se manifestaron<br />
también desemejanzas. A diferencia<br />
de lo sucedido en España,<br />
hubo unidad en una oposición<br />
que de España tomó el ejemplo<br />
del consenso, pero quizá, ante la<br />
solidez de la dictadura, lo llevó<br />
hasta un extremo excesivo. El poder<br />
también extrajo una curiosa<br />
lección del caso español. Visto lo<br />
que había acontecido al otro lado<br />
del Atlántico, alguno de los colaboradores<br />
de Pinochet, como el<br />
“gremialista” Guzmán, recomendó<br />
que la transición se hiciera con<br />
él en el poder. Eso implicaba, de<br />
hecho, en la mente de los dirigentes<br />
dictatoriales la subsistencia<br />
57
CHILE DESDE ESPAÑA<br />
de un resto de liberalismo y la<br />
consideración de la dictadura como<br />
un expediente temporal, en<br />
vez de la fijación en un régimen<br />
por completo contrario al pasado<br />
institucional chileno. Pinochet, a<br />
diferencia de Franco, no abominó<br />
propiamente del sufragio universal<br />
sino tan sólo de los partidos<br />
políticos. Eso no quiere decir que<br />
cuando consultó al pueblo lo hiciera<br />
de forma honesta sino que la<br />
dictadura chilena movilizó los recursos<br />
del Estado a su favor. Pero<br />
las encuestas siempre dieron la<br />
victoria a la respuesta negativa a<br />
sus propósitos de perpetuarse en el<br />
poder, caso que, de haberse dado<br />
en España con Carrero o Franco<br />
vivos (o incluso Arias Navarro como<br />
presidente), hubiera dado lugar<br />
con toda seguridad a una pura<br />
vuelta atrás. Iniciado el proceso,<br />
las propias instituciones del régimen,<br />
como el Tribunal Constitucional,<br />
adquirieron una cierta autonomía,<br />
lo que implicó, a su vez,<br />
el establecimiento de garantías de<br />
expresión correcta del sufragio. Pinochet<br />
fue derrotado pero conservó<br />
el 43% de los votos.<br />
Tal como se habían producido<br />
los acontecimientos, inmediatamente<br />
a continuación tuvo<br />
lugar una reinterpretación del<br />
pasado, que en España también<br />
algunos intentaron pero consiguiendo<br />
mucho menos éxito. Al<br />
otro lado del Atlántico la derecha<br />
dijo entonces que durante el<br />
tiempo dictatorial había tenido<br />
lugar una revolución liberal en<br />
economía y política que hacía<br />
posible emprender una democracia<br />
nueva, por más que en realidad<br />
estuviera tutelada. En España<br />
sólo Alianza Popular hizo<br />
esta interpretación. Aun así, en<br />
ella y mucho más en UCD o<br />
en el posterior PP los vínculos<br />
con el pasado resultaron mucho<br />
más tenues.<br />
Dos transiciones<br />
Resulta también muy interesante<br />
la comparación que permiten<br />
los dos libros mencionados entre<br />
la transición española y la chilena<br />
a la democracia. Resumiendo<br />
muy brevemente los paralelismos<br />
y las diferencias, cabe decir<br />
que confirman la impresión po-<br />
sitiva que merece la española.<br />
Claro está que ello dependió no<br />
sólo de las virtudes o habilidades<br />
de los dirigentes políticos sino<br />
también de factores objetivos<br />
que no derivaban propia y directamente<br />
de ellos.<br />
Sin duda los dirigentes políticos<br />
en la transición española<br />
actuaron de buena fe y con sinceridad<br />
en el camino hacia el logro<br />
de una democracia efectiva<br />
para todos. Al margen de ello, se<br />
dieron cuenta, además, de que si<br />
querían una Monarquía consolidada<br />
debían actuar de esta manera,<br />
evitando que una intromisión<br />
de los militares convirtiera<br />
el objetivo final democrático en<br />
tan sólo una apariencia o una<br />
caricatura. Por su parte, sin duda,<br />
la oposición les ayudó no<br />
forzando unas demandas imposibles<br />
de cumplir. En conclusión,<br />
hubo una pugna sorda y<br />
oculta, muy difícil de historiar,<br />
entre quienes querían la democracia<br />
y los que se oponían a ella<br />
o querían recortarla, concluida<br />
en la clara victoria de los primeros.<br />
Si la lograron fue no sólo<br />
por su habilidad sino por el hecho<br />
de que no había más claro y<br />
explícito sucesor del dictador<br />
que el monarca.<br />
En Chile la pugna fue pública<br />
y el resultado fue ambiguo. Los<br />
que han sido denominados como<br />
los “amarres” de la transición,<br />
que determinaron la existencia<br />
de “enclaves” no ya autoritarios<br />
sino semidictatoriales, fueron<br />
otras tantas victorias logradas por<br />
el pinochetismo. Lo curioso del<br />
caso es que fueron el resultado<br />
no sólo de que el Ejército ejerciera<br />
el poder real o de que la<br />
oposición se diera cuenta de sus<br />
debilidades sino también de la<br />
relativa flexibilidad y de la decisión<br />
de los protagonistas de la<br />
dictadura. A fin de cuentas, tras<br />
su derrota en el referéndum Pinochet<br />
demostró una mayor voluntad<br />
de aceptar el cambio que<br />
el búnker español: la inflexibilidad<br />
de éste fue suicida a corto<br />
plazo. El dictador chileno, por<br />
su parte, logró en esta fase no<br />
sólo ventajas materiales, relativas<br />
a un mínimo de presupuesto<br />
militar, ley de amnistía, se-<br />
nadores nombrados y no elegidos,<br />
etcétera, sino incluso un sistema<br />
electoral, una burocracia<br />
inamovible y no purgable, un<br />
poder judicial controlado por la<br />
derecha y un quórum para cambiar<br />
la constitución que limitó<br />
seriamente el contenido de la<br />
democracia lograda. Todo ello<br />
se mantuvo, además, porque Pinochet<br />
tuvo un liderazgo y una<br />
actitud en la transición chilena<br />
de los que no existe paralelo en<br />
la española.<br />
No hubo nadie en la derecha<br />
española que reivindicara de forma<br />
sistemática, no ya la dictadura,<br />
sino la legitimidad de la actuación<br />
política del Ejército si se<br />
reprodujeran las circunstancias<br />
de 1973, incluso en otras latitudes<br />
como en Perú. En España el<br />
deseo social de reconciliación fue<br />
más sincero. Nadie del régimen<br />
anterior se convirtió en una especie<br />
de juez dictaminador de la<br />
bondad del proceso ni se exhibió<br />
con petulancia en defensa de<br />
ese pasado, como ocurrió en<br />
Chile con Pinochet. Probablemente<br />
a la extrema derecha le faltó<br />
ese personaje pero tampoco<br />
parece que una parte significativa<br />
de la sociedad española lo hubiera<br />
aceptado o se hubiera identificado<br />
con él. Ahora bien, ¿cuál<br />
fue el resultado?<br />
Dos interpretaciones posibles<br />
sobre la realidad chilena de los<br />
años noventa son la de que no se<br />
llegó a la democracia real y la<br />
de que, a fin de cuentas, las cautelas<br />
impuestas por los militares,<br />
con Pinochet a la cabeza, resultaron<br />
relativamente intrascendentes.<br />
En este sentido, su<br />
propia denominación –“amarres”,<br />
“enclaves”– parecería indicar<br />
que no suponían un factor<br />
definitorio del nuevo régimen.<br />
Probablemente la interpretación<br />
más ajustada lleva a concluir que<br />
la democracia fue tan efectiva<br />
como conflictiva a corto y medio<br />
plazo. Una cosa es que hubiera<br />
democracia; otra cosa es<br />
que esos rasgos supusieron una<br />
confrontación permanente e<br />
irresuelta durante mucho tiempo.<br />
Cualquier acto judicial contra<br />
los represores se vio extremadamente<br />
dificultado e inclu-<br />
so la reivindicación de la memoria<br />
de los desaparecidos no<br />
fue atendida por el poder político<br />
democrático sino con el<br />
transcurso de bastante tiempo.<br />
Hubo algo más grave todavía:<br />
esos “amarres” o “enclaves” resultaron<br />
un factor definitorio de<br />
la derecha, de modo que su<br />
componente civilista quedó preterido<br />
durante mucho tiempo<br />
frente a una identificación absoluta<br />
con el pasado.<br />
Ahora bien, eso hubiera podido<br />
suceder también en España.<br />
Imagínese por un momento<br />
que un fuerte liderazgo militar<br />
hubiera impuesto en su momento<br />
el mantenimiento en la<br />
ilegalidad del PCE y que hubiera<br />
triunfado frente al Gobierno<br />
de Suárez o el propio Rey. Esa<br />
posibilidad no es nada remoto:<br />
recuérdense las posturas de personas<br />
tan cercanas al poder como<br />
Alfonso Ossorio o Sabino<br />
Fernández Campos en ese momento<br />
preciso. En ese lapso pudo<br />
nacer también una democracia<br />
“tutelada” en España.<br />
Volviendo a Chile, una última<br />
conclusión se refiere al propio<br />
papel que de cara al sistema<br />
político de este país jugó el procesamiento<br />
de Pinochet provocado<br />
por su propia insensatez<br />
viajera, llevada a cabo de forma<br />
petulante y provocadora. Es<br />
comprensible que en su momento<br />
una parte de la sociedad<br />
chilena viera este hecho como<br />
una intromisión en sus asuntos<br />
internos. Pero no ya desde el<br />
punto de vista de la defensa de<br />
los derechos humanos sino desde<br />
la óptica del propio sistema<br />
político chileno, la decisión del<br />
juez Garzón fue sin la menor<br />
duda enormemente positiva para<br />
impulsar hacia delante el sistema<br />
político chileno. La duda<br />
que se plantea a estas alturas es<br />
hasta qué punto se habrá llegado<br />
a una solución oportuna y correcta.<br />
n<br />
Javier Tusell es catedrático de Historia.<br />
Autor de La revolución posdemocrática.<br />
58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
En lo que sigue quisiera defender<br />
la idea de que si<br />
nuestra escuela tiene hoy algún<br />
sentido es el que la comprende<br />
bajo el compromiso con<br />
la democracia; puesto que hoy<br />
parece que no cabe tal sentido<br />
por parte de quienes enviamos a<br />
nuestros hijos a la escuela, es lógico<br />
que nuestros docentes anden<br />
sin apoyos ni reconocimiento,<br />
nuestros estudiantes no tengan<br />
ningún concernimiento con<br />
su educación y nosotros mismos<br />
no sepamos qué hacer con los estudios<br />
que hemos organizado.<br />
Para mayor confusión: nuestra<br />
escuela no se ha configurado en<br />
primer término para formar profesionales<br />
con lo que tampoco<br />
esa salida les queda ni a profesores<br />
ni a estudiantes. Esta es en<br />
esencia la preocupación que conduce<br />
las siguientes reflexiones a<br />
las que doy paso sin más demora,<br />
no sin antes avisar que mi uso<br />
del término “escuela” será amplio<br />
y aunque se fijará en la educación<br />
que hoy llamamos obligatoria,<br />
también lanzará sus miradas<br />
a esa otra educación que se<br />
da en la Universidad y que hoy<br />
no me atrevería a calificar de superior.<br />
1. La educación<br />
enciclopedística<br />
Estamos acostumbrados a reflejar<br />
el espíritu de la Ilustración en<br />
la publicación de la Enciclopedia.<br />
Tan acostumbrados que no<br />
sabemos ver lo que realmente<br />
significó la acumulación de todos<br />
los saberes en una obra que<br />
en principio cualquiera podía<br />
consultar. Todos podían libremente<br />
acceder al saber y verse<br />
libre de las ataduras que el despotismo<br />
ligaba entre la ignorancia,<br />
el engaño y la superstición;<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
éste es el razonamiento vehemente<br />
y revolucionario que se<br />
tiene en mente cuando aparece<br />
la mención de la Enciclopedia.<br />
Pero ¿realmente era tan importante<br />
acceder al saber?, ¿en verdad<br />
el despotismo desaparecía<br />
con la ignorancia? La idea en la<br />
que se formó nuestra modernidad<br />
era que sí, que la ciencia<br />
–que en esencia era lo que se<br />
reflejaba en la Enciclopedia– era<br />
mirar a la realidad sin ataduras y<br />
tan sólo ver lo que todos pueden<br />
ver. Las leyes de la ciencia<br />
todos las podían comprobar,<br />
eran objetivas, neutrales, desinteresadas,<br />
por supuesto, y por<br />
ello las únicas a las que nos podemos<br />
someter sin caer en dominación<br />
o desigualdad. Que<br />
fueran compatibles con la libertad<br />
individual o nos hicieran<br />
hombres máquina predeterminados<br />
y sin voluntad propia era<br />
algo que podía ser discutido,<br />
pero en todo caso, lo que resultaba<br />
indiscutible era que aquellas<br />
leyes se imponían por su<br />
propia legalidad y no por voluntad<br />
de nadie (eran lo que<br />
son las cosas). Dejando aparte<br />
lo cierto o no de esta percepción<br />
del conocimiento (que a<br />
partir del XVIII y casi hasta nuestros<br />
días ya siempre fue por antonomasia<br />
el conocimiento<br />
científico), lo aquí me interesa<br />
recalcar es que la Enciclopedia, al<br />
acumular todos los saberes, nos<br />
presentaba el elenco de las únicas<br />
leyes justas que satisfacían la<br />
vida del hombre cuando no estaba<br />
oprimido ni bajo una situación<br />
de dominación o desigualdad.<br />
Y ésta es la tesis que<br />
va a estructurar lo que aquí voy<br />
a decir: el conocimiento se presentaba<br />
en toda su extensión no<br />
para aprender cómo era la cons-<br />
EDUCACIÓN<br />
EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />
JULIO SEOANE PINILLA<br />
titución íntima de la realidad,<br />
sino porque aprendiéndolo teníamos<br />
el camino que nos conducía<br />
a un mundo justo.<br />
Lo cierto es que el mundo<br />
que dio lugar a la constitución<br />
de la esencia de las formas políticas<br />
de nuestro presente comenzó<br />
a concebir la instrucción<br />
de los ciudadanos en forma de<br />
Enciclopedia. Ello significaba<br />
que los ciudadanos del nuevo<br />
orden debían ser instruidos y<br />
que en esa enseñanza se presentaba<br />
la realidad tal cual era, tal<br />
como fríamente la ciencia nos<br />
la presentaba. Era la Enciclopedia<br />
la que daba el contenido a<br />
tal instrucción y la que presentaba<br />
a los hombres y mujeres del<br />
orden republicano la nueva realidad<br />
en la que podían y debían<br />
habitar. A partir de este momento<br />
el periodo educativo de<br />
los niños y jóvenes se convirtió<br />
en un proceso más o menos largo<br />
en el tiempo por el cual el<br />
nuevo ciudadano aprendía la<br />
Enciclopedia del mundo para,<br />
una vez con ella en la cabeza,<br />
poder obrar como un hombre<br />
libre y autónomo (i. e.: un individuo,<br />
que ajeno a cualquier dominación,<br />
toma sus propias decisiones).<br />
Éste es en esencia el<br />
fundamento que subyace al modo<br />
en como hoy se organizan<br />
los estudios de nuestros hijos y<br />
es la razón de que cuando se llegue<br />
a la aparición de la escuela<br />
pública ésta no sea solamente<br />
un paso en el ámbito de la formación<br />
personal de los individuos<br />
(un dotar a todo individuo<br />
del saber que le puede servir para<br />
cultivarse personalmente), sino<br />
que también, y a la vez, resultará<br />
ser un mecanismo de<br />
formación de hombres libres,<br />
iguales y autónomos: a punto<br />
tal que sin escuela pública (organizada<br />
enciclopedísticamente)<br />
nunca será fácil imaginarse<br />
cómo se pueda configurar un<br />
mundo donde la ciudadanía democrática<br />
llegue a desarrollarse.<br />
Un pequeño vistazo a los programas<br />
educativos nos confirmará<br />
que la instrucción que damos<br />
en las escuelas es un compendio<br />
de todas las ciencias particulares,<br />
una Enciclopedia desarrollada<br />
con más bien poca fortuna a lo<br />
largo de los años de educación escolar;<br />
mas si aún confiamos en la<br />
educación enciclopedística más<br />
que enciclopédica –y en esto somos<br />
fieles herederos del legado<br />
democrático– hoy ya hemos olvidado<br />
la segunda parte de la proposición,<br />
aquella que daba el sentido<br />
a la Enciclopedia y que consideraba<br />
que la introducción de<br />
todos los saberes en la cabeza<br />
de nuestros hijos tenía valor si<br />
además de su cultivo personal se<br />
capacitaba a un ciudadano para<br />
vivir en un mundo libre, igual y<br />
justo (que eran los fundamentos<br />
de lo que hoy se llama democracia).<br />
Es decir, olvidamos que si<br />
nuestros hijos tienen que saber<br />
muchas cosas es sencillamente<br />
porque creemos que sólo sabiéndolas<br />
podrán ser los ciudadanos<br />
libres, iguales, tolerantes y solidarios<br />
que son propios de una realidad<br />
democrática. Sin esta última<br />
asunción ¿realmente tiene sentido<br />
enviar a nuestros hijos a una escuela<br />
enciclopedística? Sin esta<br />
asunción, es decir, bajo el convencimiento<br />
hoy tan extendido<br />
de que la escuela debe capacitar a<br />
cada individuo para un trabajo<br />
determinado o de que debe formar<br />
para que cada hombre y mujer<br />
logren desempeñar una labor<br />
profesional de una forma exitosa,<br />
¿tiene alguna importancia saber<br />
59
EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />
determinadas ciencias que una<br />
vez estudiadas quedarán relegadas<br />
al olvido más profundo?<br />
Cuando la educación tomó la<br />
forma de Enciclopedia acompañaba<br />
su instrucción de un fundamental<br />
sentimiento de ciudadanía;<br />
más o menos profundo, es<br />
cierto, de un signo u otro, sesgado<br />
o no, pero lo cierto es que resultaba<br />
difícil de entender, tal y<br />
como hoy parecemos afirmar,<br />
que amueblar nuestra cabeza con<br />
cientos de conocimientos únicamente<br />
tuviera como objetivo hacer<br />
un erudito de cada ciudadano;<br />
si se sabía, fuera mucho o<br />
poco, era para poder tomar decisiones<br />
por uno mismo; si alguna<br />
vez se soñó que nuestros hijos tuvieran<br />
una Enciclopedia en la cabeza<br />
era porque se consideraba<br />
sinceramente que tan sólo así a<br />
nadie tendrían que preguntar,<br />
que de nadie tendrían que depender<br />
y que en la Enciclopedia<br />
estaba la base de la promoción de<br />
la autonomía que nos posibilitaba<br />
pedir voz y voto para exponer y<br />
realizar lo que cada cual considerábamos<br />
más propio y adecuado<br />
a nuestra identidad. Cuando la<br />
Enciclopedia ilustrada se convirtió<br />
en escuela pública se tuvo la<br />
mejor explicación de lo que debía<br />
suponer el paso del voto censitario<br />
al universal: todos los hombres,<br />
y no sólo los instruidos finamente,<br />
eran capaces de ser libres<br />
y autónomos. Y eso era el<br />
orden democrático. Como lúcidamente<br />
ha mostrado Macedo 1 ,<br />
la escuela pública no sólo vale como<br />
extensión del conocimiento a<br />
toda la ciudadanía, sino también<br />
y sobre todo, porque con tal extensión<br />
se está suponiendo que<br />
todos son ciudadanos, que todos<br />
pueden hablar y alzar reclamaciones.<br />
Para eso es la instrucción.<br />
Y por eso, siguiendo a Macedo,<br />
en la escuela pública tenemos, sin<br />
darnos cuenta siquiera, el único y<br />
principal sitio desde el que la democracia<br />
comienza a andar. Y ello<br />
no porque en la escuela se impar-<br />
1 Stephen Macedo, Diversity and Distrust.<br />
Civic Education in a Multicultural<br />
Democracy, Cambridge, Harvard University<br />
Press, 2000.<br />
ta una asignatura de ciudadanía,<br />
sino porque si enseñamos matemáticas<br />
y física, lengua y ciencias<br />
naturales, historia y geografía, es<br />
decir, la Enciclopedia, es porque<br />
creemos que sólo con quien sabe<br />
esa Enciclopedia puede echar a<br />
andar la democracia 2 .<br />
Enseñar y al enseñar recoger<br />
democracia. Es evidente que la<br />
escuela ni era ni debe ser un mecanismo<br />
de adoctrinamiento de la<br />
ciudadanía democrática; muy por<br />
el contrario su objetivo, primero<br />
era cultivar la autonomía personal<br />
y promocionar la facultad crítica<br />
del particular dándole una serie<br />
amplia de todos los conocimientos.<br />
Aunque la práctica siempre<br />
traicionó cualquier propósito inicial,<br />
lo cierto es que nunca se fue<br />
tan grosero como para concebir<br />
primeramente la escuela pública<br />
como un lugar de formación de<br />
acólitos; si tuvo fuerza el ideal<br />
de la escuela pública –igual que si<br />
la tuvo el proyecto de la Enciclopedia–<br />
fue porque se deseaba dar<br />
libertad al individuo, capacidad<br />
de autonomía, de libre decisión; y<br />
para ello se le daba conocimientos.<br />
Pero, repito, éstos no estaban<br />
dirigidos únicamente a la promoción<br />
individual, sino que si todos<br />
los ciudadanos eran autónomos,<br />
resultaba fácil imaginar que la sociedad<br />
resultante sería autónoma,<br />
libre, democrática, solidaria…<br />
2. La vocación profesional<br />
No quiero que se entienda de forma<br />
gruesa la relación entre Enciclopedia<br />
y democracia; es algo<br />
sencillo que por desgracia hoy no<br />
resulta simple de explicar, pues<br />
tendemos con premura al adoctrinamiento<br />
de todo tipo: si conocemos<br />
es porque deseamos desarrollar<br />
todas nuestras potencialidades,<br />
porque queremos, en<br />
definitiva, ser felices haciendo lo<br />
que más deseamos hacer; pero pa-<br />
2 Eso dice, y mucho, del hecho de que<br />
hoy seamos incapaces de defender el apretado<br />
elenco de materias; quizá no sea posible<br />
tal defensa, pero si no lo es, si debemos<br />
pelearnos por unos volúmenes y no por<br />
otros de la Enciclopedia, creo que a renglón<br />
seguido habría que cuestionar todas las asignaturas,<br />
puesto que si aparecen las que aparecen<br />
es bajo el fundamento de la Enciclopedia<br />
completa<br />
ra realizar tal cosa necesitamos un<br />
mundo donde a nuestra realización<br />
personal no se le pongan trabas.<br />
Esta relación entre la promoción<br />
individual y la provisión<br />
para un mundo nuevo –democrático–<br />
fue subrayada por la escuela<br />
con energía; mas la alianza<br />
entre dos conceptos diferentes,<br />
una vez perdido el sentido ciudadano<br />
de la Enciclopedia, se convirtió<br />
en una herramienta férrea<br />
que ha terminado por conducir a<br />
nuestra educación hacia la mera<br />
formación de profesionales. Nada<br />
más. Leo en estos días en uno de<br />
los suplementos de “trabajo” que<br />
últimamente se han adherido a<br />
la prensa dominical, un reportaje<br />
sobre algunos centros de enseñanza<br />
que, con alambicadísimos<br />
nombres, se dedican a la impartición<br />
de masters dirigidos a la capacitación<br />
de grados medios y superiores<br />
para las empresas; y es<br />
repetido en todos los entrevistados<br />
el siguiente argumento de fe:<br />
“la enseñanza ha de tener como<br />
principal objetivo capacitar a los<br />
futuros profesionales”. Cualquiera<br />
consideraría de sentido común<br />
tal aserción y en principio nos parece<br />
de lo más conveniente hasta<br />
el punto de que, a renglón seguido,<br />
asentiríamos sin dudarlo a<br />
aquello que implícitamente también<br />
dice: “las universidades y la<br />
escuela pública han fracasado a la<br />
hora de formar jóvenes capacitados<br />
para desempeñar su tarea en<br />
el mundo de hoy”.<br />
No habría ningún problema<br />
en admitir estas dos afirmaciones,<br />
por lo demás tan llenas de<br />
razón, si no fuera porque en ellas<br />
se asiente a una tercera que también<br />
va implícita en lo dicho: “y<br />
tal fracaso ha sido por fijarse en<br />
exceso en conocimientos que no<br />
tienen relación con el mundo<br />
profesional de hoy, a saber, el<br />
mundo de la informática, los negocios,<br />
las relaciones jurídicas empresariales…”.<br />
No es desinteresada,<br />
ni tampoco una observación<br />
objetiva, la consideración<br />
de que “hoy nuestro mundo” es<br />
el que se refleja en las escuelas de<br />
negocios, marketing o informática.<br />
Dejando aparte la evidencia<br />
de que hoy nuestro mundo es el<br />
compendio de ésos y otros mu-<br />
chos enfoques de la realidad formando<br />
(en el doble sentido de la<br />
palabra) una ciudadanía tan plural<br />
como diversa, lo que me interesa<br />
recalcar es que los directores<br />
y delegados entrevistados habían<br />
olvidado –muy interesadamente–<br />
que la educación democrática es,<br />
en primer lugar, enciclopedística<br />
y no únicamente vocacional.<br />
Aunque, para ser sincero, ese<br />
olvido también se ha dado en<br />
nuestra escuela, pues hoy, efectivamente,<br />
aunque la educación sigue<br />
el modo compositivo de la<br />
Enciclopedia, ya no se acuerda nadie<br />
del motivo que la hacía organizarse<br />
de tal modo. Nuestra escuela<br />
sigue repitiendo al Emilio<br />
de Rousseau: hasta la adolescencia<br />
preparamos a nuestros hijos para<br />
ser “hombres y mujeres libres,<br />
iguales y dignos” y por eso les damos<br />
todos los conocimientos; una<br />
vez sabidos todos, a partir de los<br />
15 o 16 años, les preparamos en<br />
una profesión. Pero si Rousseau<br />
tenía muy clara esta mezcla de Enciclopedia<br />
y vocación, no así nosotros,<br />
pues cuando enseñamos a<br />
ser “hombres”, enseñamos a ser<br />
hombres vocacionales, enseñamos<br />
a desarrollar nuestras potencialidades<br />
particulares, a cultivar nuestra<br />
identidad personal, pero todo<br />
ello muy lejos de la preocupación<br />
por hacerlo siempre en un mundo<br />
de igualdad, libertad y autonomía;<br />
y así terminamos yendo a la<br />
escuela para aprender conocimientos<br />
sin más motivos que el de<br />
tener almacenados muchos datos<br />
en la cabeza y la débil idea de que<br />
eso será bueno para nuestro futuro.<br />
No es extraño que, puestos en<br />
esa tesitura, no se le vea otro objetivo<br />
al saber acumulado en años<br />
de estudio que el de participar en<br />
algún programa concurso televisivo.<br />
No se ve otro fin a poseer una<br />
enciclopedia en la cabeza, no se ve<br />
que el conocimiento pueda servir<br />
a más objetivos que los del perfecto<br />
acoplamiento profesional y<br />
su correspondiente contrapartida<br />
3 Y no deja de ser curioso cómo incluso<br />
la idea de “realización” personal, de llevar<br />
a cabo las potencialidades internas que<br />
cada cual considere propias, ha quedado<br />
arrinconada en la prehistoria del sentimentalismo<br />
y se ha sustituido por la de acopla-<br />
60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
pecuniaria 3 .<br />
Y no viéndolo, no se entiende<br />
la escuela (hasta la Universidad),<br />
sino como una guardería, como<br />
un sitio donde almacenar a nuestros<br />
hijos a base de atosigarles de<br />
conocimientos sin una utilidad<br />
muy clara, pero con la clara finalidad<br />
de que no anden en la calle<br />
jugando o quejándose de la falta<br />
de trabajo 4 . Y no viéndolo, no se<br />
ve que el profesor sea algo más<br />
que un autómata funcionario cuyo<br />
objetivo es la repetición un<br />
año y otro de un mismo y monótono<br />
temario (sin tampoco tener<br />
muy claro por qué ese temario<br />
y no otro). Y no viéndolo, tenemos<br />
problemas para engarzar<br />
las distintas asignaturas que en su<br />
gran mayoría han perdido todo<br />
su sentido a punto tal que nuestro<br />
mundo del saber es el de los<br />
juegos de mesa: todos los conocimientos<br />
valen lo mismo, versen<br />
sobre física cuántica, filosofía, deportes<br />
o sucesos de la prensa rosa.<br />
Y estos puntos ciegos de<br />
nuestra visión escolar afectan a<br />
todos, a quienes confían en la<br />
escuela y a quienes la componen:<br />
nadie sabe ya por qué estudiamos<br />
lo que estudiamos, nadie<br />
sabe siquiera, y eso es lo peor,<br />
por qué debemos estudiar lo que<br />
miento, capacitación profesional. Como si<br />
ni siquiera el conocimiento sirviera a la configuración<br />
de nuestra identidad y, no sirviendo<br />
tampoco a la construcción de la ciudadanía,<br />
quedara como una herramienta<br />
flotando en manos de un impersonal mercado<br />
–de trabajo–.<br />
4 Y aquí es una realidad dolorosa el hecho<br />
de que, de una manera inercial, cada<br />
vez sean más los jóvenes que acuden a la<br />
Universidad sin otro motivo confesado que<br />
retrasar su entrada en el mercado de trabajo<br />
y con el reconocimiento, no sé si un tanto<br />
cínico, de que sus estudios universitarios<br />
no les darán conocimientos que les vayan a<br />
servir en su futura dedicación profesional.<br />
Ésta es una de las partes problemáticas de<br />
las muchas que tiene hoy nuestra Universidad<br />
–y nuestros estudios secundarios superiores–.<br />
Y la de peor arreglo. Porque ya<br />
no es sólo que se haya perdido el sentido de<br />
la Enciclopedia; es que se abomina incluso<br />
de la Enciclopedia por ser algo poco<br />
acorde con los intereses laborales –que casi<br />
son los único intereses contemporáneos–<br />
y en tal abominación se ha perdido –por<br />
inútil, desfasada y falta de lógica– la misma<br />
necesidad de aprender, de conocer. Cualquier<br />
moderno de los de antes diría que se<br />
ha perdido la misma necesidad de ser libre<br />
y autónomo –la misma necesidad de la democracia.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
estudiamos. Por ello nuestra situación<br />
hoy debiera plantearnos<br />
no ante el problema de si eliminamos<br />
una o dos asignaturas, sino<br />
ante la cuestión más profunda<br />
de si merece la pena enviar a<br />
nuestros hijos a la escuela que<br />
les hemos construido y preparar<br />
a nuestros futuros conciudadanos<br />
según el modelo de instrucción<br />
que les tenemos reservado.<br />
Ya no si latín, música o<br />
economía, sino si realmente merece<br />
la pena que la enseñanza<br />
pública sea un compendio de saberes<br />
(que van de las matemáticas<br />
a la historia, de la geografía a<br />
las ciencias de la vida) o debiera<br />
ser algo de signo muy diferente<br />
(a saber: un repertorio de habilidades<br />
para pensar, para ver la<br />
televisión, quizá simplemente algunas,<br />
muy pocas, materias bien<br />
encaminadas al desempeño profesional…).<br />
3. La confusión de objetivos<br />
en la educación que hemos<br />
construido<br />
En verdad, puestos a capacitar a<br />
nuestros hijos para su futura<br />
profesión, resulta absurdo un<br />
planteamiento escolar tan profuso<br />
en asignaturas diferentes<br />
como el que les hemos preparado.<br />
Ahora bien, ¿es deseable –es<br />
democrática– la educación meramente<br />
vocacional? A mi modo<br />
de ver la respuesta ha de ser claramente<br />
negativa. Y de tal negación<br />
debiera derivarse un replanteamiento<br />
completo de<br />
nuestra escuela que en este momento<br />
prefiero dejar para más<br />
adelante para ocuparme ahora<br />
de la postura que respondiera<br />
que sí, que realmente la escuela<br />
no debe sino prepararnos primordialmente<br />
para nuestra propia<br />
y privada “realización” personal<br />
(cualquier cosa que sea esa<br />
“realización” enajenada del bien<br />
público). Pues bien, ni siquiera<br />
para eso vale hoy nuestra escuela<br />
y aquí tenían mucha razón<br />
aquellos directores de cursos y<br />
masters dirigidos a la capacitación<br />
profesional. No, nuestra escuela<br />
no sirve para la preparación<br />
puramente vocacional. Y<br />
por ello, no es raro que nuestros<br />
hijos a quienes nadie les ha di-<br />
cho que sirva para otra cosa, se<br />
sientan incómodos en ella, poco<br />
atañidos 5 . ¿Para qué sirve?<br />
En verdad la respuesta al para<br />
qué enseñamos (la pregunta<br />
que hoy aparece de modo recurrente<br />
en las reflexiones sobre el<br />
“desastre” de nuestra educación<br />
obligatoria) es simple: enseñamos<br />
para poder desarrollar una ciudadanía<br />
feliz, para cultivarnos, para<br />
ser mejores. De aquí que la preocupación<br />
para que los estudiantes<br />
se interesen en sus muy variadas<br />
asignaturas que van de la educación<br />
física a las matemáticas y de<br />
la literatura a las ciencias naturales<br />
sólo pueda surtir efecto si el estudiante<br />
sabe que se está formando,<br />
que se está cultivando, que<br />
toda aquella disciplina (en el doble<br />
sentido de la palabra) que se le<br />
impone tiene como fin hacerle<br />
mejor, perfeccionarle, darle, en<br />
definitiva, un cultivo moral. Mas<br />
como hoy todos esos objetivos ya<br />
no nos dicen nada la misma educación<br />
escolar carece de sentido (y<br />
aquí lo peor del caso es que no<br />
dicen nada a quienes hoy estudian,<br />
y no nos dicen nada ni siquiera<br />
a nosotros, ni siquiera a<br />
quienes insistimos en que nuestros<br />
hijos deben ser educados<br />
–¿educados?, ¿para qué?, ¿en qué?–).<br />
4. La educación liberal<br />
No quiero que se entienda nada<br />
raro con esta proclama por el cultivo<br />
moral y por el perfeccionamiento.<br />
Realmente la Enciclopedia<br />
nunca fue un conjunto de<br />
volúmenes convenientemente encuadernados<br />
y archivados, sino<br />
un vivo laborar de saberes y conocimientos<br />
con el que se auspiciaba<br />
una ciudadanía crítica, solidaria<br />
e imaginativamente empá-<br />
5 Sí es evidente que no todos los alumnos<br />
se sienten desafectos con sus estudios,<br />
pero aquellos que aceptan con ganas la educación<br />
enciclopedística son aquellos que realmente<br />
son capaces de entrever (por habilidad,<br />
adivinación o educación familiar),<br />
que tras la escuela camina algún tipo de<br />
perfeccionamiento. Y no sólo verlo, también<br />
apechar con el ridículo de creérselo<br />
en plena adolescencia.<br />
6 Sigo en este punto a Martha C.<br />
Nussbaum: El cultivo de la humanidad.<br />
Una defensa clásica de la reforma en la<br />
educación liberal, Editorial Andrés Bello,<br />
Barcelona/Santiago de Chile, 2001.
EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />
tica 6 . Ésas son las tres habilidades<br />
de la autonomía individual a las<br />
que se tendía con leyes justas y<br />
enseñando a ser un ciudadano<br />
democrático, es decir, entre el<br />
voto y la escuela. El primero<br />
construía el mundo justo que se<br />
mantenía con la segunda. Por<br />
ello, si en las escuelas no enseñamos<br />
a nuestros hijos a ser ciudadanos<br />
y a poder desarrollar todo<br />
lo que desde su autonomía les<br />
parezca importante, ¿qué les vamos<br />
a enseñar?<br />
Y aquí no se trata de que debamos<br />
asolar el cerebro de nuestros<br />
hijos con conocimientos varios<br />
y después introducir una<br />
asignatura que les “dé sentido<br />
democrático”; no, educar al ciudadano<br />
democrático nada tiene<br />
que ver con el adoctrinamiento<br />
comunitario, con alguna moralina<br />
ciudadana o con historias<br />
más o menos ad hoc; muy por el<br />
contrario, si en la escuela se estudian<br />
conocimientos diferentes<br />
y con poco que ver entre ellos es<br />
porque:<br />
a) queremos que nuestros hijos<br />
sepan que todo se puede estudiar<br />
(que sean críticos y puedan<br />
dudar de todas aquellas asunciones<br />
con las que dan cuenta de sí y<br />
de los demás de una manera primera<br />
–e ingenua por no cuestionada–);<br />
b) que sean solidarios y afilen<br />
la capacidad de reconocerse en<br />
medio de un mundo complejo<br />
donde son tan sólo un punto pequeño<br />
(el más importante, posiblemente,<br />
pero también de los<br />
más pequeños) y<br />
c) porque sabemos que sólo conociendo<br />
alguna pequeña parte<br />
de la tremenda complejidad de<br />
nuestra realidad tendrán la imaginación<br />
suficiente como para creer<br />
y luchar por mundos muy distintos<br />
(posiblemente más justos).<br />
Muy posiblemente un ingeniero,<br />
un maestro o un médico<br />
no necesite conocer a Séneca, ni<br />
tener idea de nociones básicas de<br />
Economía o Publicidad; pero tal<br />
ignorancia no se la puede permitir<br />
el ciudadano de una democracia.<br />
Y no porque con ello sea un<br />
hombre poco culto o el hazmerreír<br />
de los concursos o de los juegos<br />
de mesa, sino porque al igno-<br />
rarlos demuestra una actitud que<br />
nos hace sospechar de su deseo de<br />
ser crítico, de su capacidad para<br />
sentir como sienten sus congéneres<br />
y de su habilidad para imaginar<br />
un mundo más justo que el<br />
que nos ha tocado vivir (¿acaso<br />
es democrático un beneficio tan<br />
particular que no sabe salir de sí<br />
para sentir y padecer con quienes<br />
están a su lado?).<br />
Pretender, por ejemplo, que<br />
las decisiones económicas pertenecen<br />
tan sólo a la ciencia económica<br />
y que el ciudadano no puede<br />
menos que aceptarlas puesto<br />
que son de gran complejidad (y<br />
“ya están para eso los expertos”),<br />
es haber olvidado la educación<br />
enciclopedística por la profesional<br />
y supone haber admitido que el<br />
saber nada tiene que ver con la realidad<br />
democrática; que cada cual<br />
sabe de su desempeño profesional;<br />
y que si, por ejemplo, la globalización<br />
económica se impone<br />
en la manera de que “quienes saben”<br />
dicen qué ha de imponerse,<br />
el ciudadano no puede sino acatar<br />
–y aprender– de aquellos que saben.<br />
Pero para eso no se aprendía<br />
en el espíritu que forjó la escuela<br />
enciclopedística deseando proveer<br />
para un mundo nuevo donde se<br />
pudiera ser feliz (porque se podía<br />
ser libre, autónomo e igual); por<br />
el contrario, la escuela enseñaba<br />
de muchas cosas para saber<br />
que de nada se puede decir<br />
sin que todos podamos opinar;<br />
para poder sentir como sienten<br />
aquellos que se ven afectados<br />
por cosas que a nosotros nunca<br />
nos afectarán; y para dar material<br />
a la imaginación en orden a<br />
que pueda suponer mundos diferentes<br />
(lo cual es esencial al conocimiento<br />
científico y al comportamientos<br />
ético y político que<br />
bebe de la Ilustración enciclopedística).<br />
Si atendemos a los razonamientos<br />
que dan cuenta de la<br />
inevitabilidad de la globalización<br />
económica no es simplemente<br />
para guardarlos y archivarlos, sino<br />
para enciclopedísticamente<br />
inquirirlos, intentar preguntarles<br />
desde otros datos y ver si la realidad<br />
resultante con tales datos entra<br />
en contradicción o favorece<br />
la realidad que nuestra educación<br />
enciclopedística también nos ha<br />
enseñado a reconocer.<br />
5. ¿Qué debe enseñar<br />
la escuela?<br />
Es innegable que la complejización<br />
del saber ha obligado a que<br />
el ideal enciclopedístico quiebre,<br />
pues resulta imposible imaginar<br />
una Enciclopedia cuando nuestro<br />
conocimiento de la realidad se<br />
agudiza hasta el punto que parece<br />
imposible dejar de añadir<br />
apéndices rápida y constantemente.<br />
Eso nos debería hacer<br />
pensar lo dicho anteriormente<br />
con algún cuidado; pues aun admitiendo<br />
la Enciclopedia, es menester<br />
también admitir que debemos<br />
seleccionar los conocimientos,<br />
ya que todos no caben<br />
ni al mismo tiempo ni siquiera a<br />
veces en el diferido proceso de la<br />
educación de nuestros hijos; y si<br />
ello es así parece que volveríamos<br />
a la pregunta inicial: ¿cuáles conocimientos,<br />
qué asignaturas, se<br />
han de impartir? Tenemos suerte<br />
que esta pregunta sea de imposible<br />
resolución, que sea un problema<br />
infinito que tan sólo se solventará<br />
con una actitud receptiva<br />
que no tema al cambio y actualización<br />
(y que reconozca que tal<br />
cambio será una modernización y<br />
nunca una mejora). Personalmente<br />
echo de menos materias<br />
que nos enseñen a “ver la televisión”,<br />
a comprender algunos procesos<br />
económicos o la publicidad<br />
y técnicas de marketing; y siempre<br />
me ha parecido un misterio el<br />
motivo por el cual se estudia literatura<br />
y se olvida el aprendizaje<br />
musical (y más incomprensible<br />
aún que en un país tan variado<br />
como el nuestro no sean relevantes<br />
las lenguas e historias “co-oficiales”).<br />
Pero, en todo caso, eso<br />
será una discusión posterior a la<br />
que tan sólo deberemos exigirle el<br />
convencimiento de que, se impartan<br />
las materias que se impartan<br />
en la escuela, todas han de tener<br />
como objetivo promover la<br />
democracia (proveer para la identidad<br />
personal y social de nuestros<br />
hijos). Lo importante del proceso<br />
educativo, al cabo, no es si se enseña<br />
esto o estotro, sino ser conscientes<br />
de para qué queremos<br />
educar. Y sólo siendo nosotros<br />
conscientes el niño o el joven<br />
que se forma será consciente que<br />
aprende conocimientos y ciudadanía<br />
(saberes y autonomía), de<br />
que estudie lo que estudie, lo hace<br />
con un doble objetivo: su realización<br />
personal en un mundo<br />
democrático (doble objetivo que<br />
queda reunido en un concepto<br />
de autonomía el cual, bajo el lema<br />
“educación del ciudadano democrático”,<br />
deberíamos reconceptualizar<br />
por extenso).<br />
Esto que vengo diciendo realmente<br />
no es nada ajeno a nuestra<br />
educación obligatoria. En la ley<br />
que aún la regula ya se contempla<br />
la necesidad de una serie de materias<br />
transversales que tratan de<br />
aportar al estudio ese sentido último,<br />
esa integración en la realidad<br />
social que da, en definitiva, el<br />
encuadre necesario para que la escuela<br />
no sea un añadido extraño a<br />
nuestro mundo. Las materias<br />
transversales se plantean como<br />
asignaturas que sin tener una dedicación<br />
específica por parte del<br />
profesor se imparten al hilo de<br />
aquellas otras materias que sí entran<br />
dentro del currículo de modo<br />
que, por ejemplo, la materia<br />
transversal de ética y educación<br />
moral o la de educación vial se<br />
supone que aun sin tener una hora<br />
de dedicación específica sí que<br />
tiene que construir de un modo<br />
más o menos continuo la explicación<br />
de la materia que el maestro<br />
imparta. Pero es precisamente<br />
en el modo de acoplamiento a<br />
la escuela de tales materias donde<br />
se ve con más claridad la quiebra<br />
de nuestra enseñanza edificada<br />
sobre la Enciclopedia, pero dirigida<br />
tan sólo a la vocación. Y ello<br />
en un doble sentido:<br />
a) la transversalidad planea<br />
siempre como un objetivo loable<br />
que cuesta llevarlo a cabo y que<br />
tan sólo se puede desarrollar si a la<br />
materia en cuestión se le dedica al<br />
menos una hora semanal (por<br />
ello suele faltar tiempo para reivindicar<br />
que una materia transversal<br />
cobre cuerpo de asignatura<br />
con lo que el alumno acaba estudiando<br />
educación cívica, de la salud<br />
o vial como puede estudiar<br />
matemáticas o literatura, es decir,<br />
con el consabido ¿para qué? 7 ).<br />
b) Los profesores no están preparados<br />
más que para impartir su<br />
materia y no otra de “transversa-<br />
62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />
lidad democrática” que les sobrecarga<br />
con una responsabilidad en<br />
principio ajena a sus estudios profesionales.<br />
Educamos al maestro<br />
de nuestros hijos de una forma<br />
especializadísima, poco enciclopedística,<br />
pues no consideramos<br />
preciso que quien les vaya a enseñar<br />
matemáticas deba tener conocimientos<br />
de higiene o moral y,<br />
sin embargo, cargamos la impartición<br />
de sus materias de una<br />
transversalidad que les hace poco<br />
menos que los paladines de la<br />
provisión de nuestra ciudadanía.<br />
Los docentes apechan voluntariosamente<br />
con ello (porque la<br />
docencia misma es una vocación<br />
voluntariosa más que profesional),<br />
pero realmente no creo que<br />
en las condiciones que les hemos<br />
dejado estén preparados para tal<br />
cometido. Otra cosa sería que el<br />
profesor tuviera pocos alumnos y<br />
años sabáticos para preparar e investigar<br />
en su docencia. Pero no<br />
es el caso puesto que solemos<br />
condenar al maestro a ser un funcionario<br />
que una vez aprobadas<br />
sus oposiciones (o encontrado un<br />
contrato más o menos fijo) no<br />
tiene sino que enseñar. ¿El<br />
qué?¿Para qué? Ya hemos visto<br />
que no lo tenemos muy claro. Y<br />
sin tenerlo claro no vamos a<br />
aportar muchos medios ni dinero<br />
al tema.<br />
Es de esto último de lo que<br />
quiero terminar hablando, porque<br />
la no disposición de medios<br />
y dinero no es sólo una negativa<br />
a gastar tiempo y dinero, es sobre<br />
todo un no ver el sentido a hacerlo.<br />
No deja de ser relevante<br />
cómo en las entrevistas con profesores<br />
de secundaria aparecidas<br />
últimamente en los medios de<br />
comunicación a raíz de la inminente<br />
reforma del último periodo<br />
de educación obligatoria, to-<br />
7 En la polémica sobre el botellón no se<br />
ha tardado en proponer como principal respuesta<br />
el que los jóvenes estudien en su educación<br />
secundaria una asignatura de “higiene<br />
y salud”; mas si tal asignatura sigue siendo<br />
una fuente de información que se toma<br />
sin saber que se ha de integrar en el cultivo<br />
de la propia identidad, ya se me dirá para<br />
qué puede servir. Tener la información es<br />
importante, pero como cotidianamente nos<br />
demuestran nuestros hijos, no es suficiente.<br />
Es menester saber para qué se tiene.<br />
dos los docentes, inclusos los más<br />
desafectos con la LOGSE, desean<br />
garantizar profesores para los<br />
programas de diversificación. Estos<br />
programas no se conciben<br />
como un remolque para los<br />
alumnos desmotivados y frustrados,<br />
no son un enganche para<br />
quien no quiere nada con la escuela,<br />
sino que se dirigen a aquellos<br />
alumnos que aunque tienen<br />
dificultades están deseosos de obtener<br />
el currículo escolar. El argumento<br />
es evidente: la enseñanza<br />
debe ser obligatoria y ello<br />
significa que creemos –y eso está<br />
fuera de dudas– que es menester<br />
escolarizar a todos los futuros<br />
ciudadanos; incluso consideramos<br />
necesario escolarizar a la<br />
fuerza a aquellos que no han comenzado<br />
desde el principio con<br />
el currículo escolar estándar –a<br />
aquellos que han venido de fuera<br />
y se han integrado “a la mitad”<br />
en nuestra ciudadanía–. Y todo<br />
ello está bien, todo ello es correcto<br />
y deseable pero como han<br />
mostrado los profesores en su<br />
bregar cotidiano, esa obligatoriedad<br />
exige que escolaricemos no<br />
por imperativo legal, sino por solidaridad<br />
ciudadana, que no nos<br />
conformemos con meter en la escuela<br />
a todos los que están en<br />
edad de recibir la educación obligatoria,<br />
sino que nos sintamos<br />
concernidos con los futuros ciudadanos<br />
y les deseemos dar la<br />
educación que les proveerá de herramientas<br />
para encontrar una<br />
futura realización personal la<br />
cual, estamos convencidos, que<br />
sólo la hallaran en un mundo<br />
mejor, más justo, más libre. Aquí<br />
reside el sentido último de la<br />
obligatoriedad de la enseñanza,<br />
que es tanto un derecho del nuevo<br />
y futuro ciudadano, cuanto<br />
un deber que en este momento<br />
me es difícil articular con prudencia,<br />
pero que creo que se podría<br />
especificar en el deseo de<br />
construir su vida en el currículo<br />
que con la escuela se desarrolla.<br />
Aquí reside también el sentido<br />
de la transversalidad y del hecho<br />
de que debamos ayudar a aquellos<br />
que tiene problemas con la<br />
escuela, de que debamos desarrollar<br />
programas y proyectos, de<br />
que debamos dedicarles medios y<br />
dinero. Pero, repito, todo ello dirigido<br />
a quienes desean integrarse<br />
en el proyecto de la escuela.<br />
Lo trágico de nuestra escuela<br />
es que existan aquellos que no<br />
quieren tener nada que ver con<br />
ella, que no ven que sin ella no<br />
tienen mundo (no ya profesional<br />
ni siquiera personal). Y para resolver<br />
ese problema de poco pueden<br />
valer reválidas o multiplicar<br />
los itinerarios escolares, pues con<br />
tales soluciones tan sólo expulsamos<br />
directamente de la escuela a<br />
quien no quiere nada con ella,<br />
con lo que obtendremos una bolsa<br />
que cada vez se hará más grande<br />
de ciudadanos poco concernidos<br />
con el mundo en el que deberían<br />
vivir y encontrar su propia<br />
felicidad. Lo cual no es el espíritu<br />
que anima la escuela que desea<br />
una instrucción de todos los ciudadanos.<br />
¿Qué hacer con quien<br />
no quiere nada con la escuela? La<br />
solución puede ser más o menos<br />
compleja, pero en cualquier caso<br />
ha de pasar por confesar:<br />
a) si nosotros queremos tener<br />
algo que ver con la escuela;<br />
b) si realmente nos importa la<br />
instrucción de nuestros hijos porque<br />
suponemos que el conocimiento<br />
no es algo que se adhiere<br />
al ciudadano, sino algo que le<br />
construye y le ayuda a componer<br />
una comunidad donde la autonomía,<br />
la igualdad y la solidaridad<br />
son las piedras angulares y,<br />
por último,<br />
c) si estamos dispuesto a educar,<br />
pero hacerlo no por imperativo<br />
legal sino por solidaridad,<br />
porque deseamos acoger en<br />
nuestro mundo a aquellos que<br />
alimentarán un día la democracia<br />
por la que lucharon nuestros<br />
padres.<br />
Educar y hacer de la educación<br />
un proceso de cultivo de la<br />
identidad, de reconocimiento del<br />
alumno de que puede desarrollarse<br />
y perfeccionarse y que merece<br />
la pena hacerlo. Un proceso,<br />
por qué dudarlo, de disciplina,<br />
de obligatoriedad a la hora de<br />
aprender ciertos modelos de perfección<br />
personal y no otros, ciertas<br />
materias de importancia social<br />
y no otras, pero si tal disciplina<br />
y obligatoriedad al final<br />
construye a un hombre autóno-<br />
mo (con aquellas tres habilidades<br />
arriba mencionadas: crítica, solidaridad<br />
e imaginación empática),<br />
no creo que debamos rechazarla.<br />
Para todo ello hay que comenzar<br />
a repensar la carrera misma del<br />
docente a quien se le ha de educar<br />
liberalmente y no prepararle tan<br />
sólo de una forma puramente<br />
profesional, hay que comenzar a<br />
reclamar la participación activa<br />
de los padres que también, sobre<br />
todo en las primeras etapas de la<br />
educación, son parte integrante<br />
de la escuela (y ello cuesta tiempo<br />
y dinero: no es de recibo que hoy<br />
un tutor de 80 o 90 alumnos de<br />
secundaria disponga tan sólo de<br />
una hora semanal para su dedicación,<br />
tampoco que haya trabas<br />
para faltar al trabajo por un asunto<br />
escolar), y, por último, hay que<br />
empezar a repensar qué le vamos<br />
a pedir realmente a la escuela. Si<br />
tan sólo deseamos que quien llegue<br />
a los 16 años no tenga faltas<br />
de ortografía sí que pueden valer<br />
las peregrinas ideas de hacer más<br />
estrechos los filtros y los exámenes<br />
o de diversificar a los alumnos en<br />
itinerarios cada vez más especializados<br />
según el grado de implicación<br />
escolar; mas si deseamos que<br />
quien no comete faltas de ortografía<br />
en un dictado no las cometa<br />
porque presta la misma<br />
atención al dictado que a su vida<br />
personal o ciudadana, es obvio<br />
que de poco valen parches como<br />
el que se anuncia con la Revalida.<br />
La exigencia es necesaria, el rigor<br />
es preciso, los profesores mismos<br />
reclaman herramientas para luchar<br />
contra la indisciplina, pero<br />
tales herramientas nunca se reclaman<br />
de modo gratuito, no se<br />
enarbolan bajo la bandera de<br />
echar a quienes nada quieren con<br />
la escuela (o de reducirles a ámbitos<br />
donde no molesten), sino<br />
que se solicitan junto a la reclamación<br />
de una cierta moralización<br />
de la vida pública en la que<br />
el alumno y la escuela se integra.<br />
Moralización que, por desgracia<br />
para la educación de nuestros hijos,<br />
suena a chino a aquellos que<br />
hoy dicen querer reformar nuestra<br />
escuela.n<br />
Julio Seone es profesor en la Universidad<br />
de Alcalá.<br />
64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
1. ¿Es el voluntariado una moda?<br />
Las instituciones proclamaron<br />
2001 como Año Internacional<br />
del Voluntariado. Lo más llamativo<br />
de la supuesta celebración<br />
han sido los anuncios en prensa<br />
que Benetton ha sacado sobre<br />
voluntarios a todo color. ¿Es<br />
el voluntariado una nueva forma<br />
de participación, la propia de una<br />
sociedad posutópica? Y, además<br />
de su dimensión social y política,<br />
entrando en un terreno más psicosociológico,<br />
¿por qué se ayuda<br />
a un extraño? ¿Cuáles son las motivaciones<br />
de lo que se ha dado en<br />
llamar filantropía democrática?<br />
Las páginas que siguen tratan sobre<br />
el altruismo organizado, es<br />
decir, sobre el voluntariado formal,<br />
adscrito a organizaciones; en<br />
concreto, sobre el llamado voluntariado<br />
social, que intenta paliar<br />
las necesidades del “otro cercano”,<br />
siendo el tipo de ayuda que<br />
más luz arroja sobre nuestra condición<br />
moral. Y, sin embargo, es<br />
el voluntariado de cooperación al<br />
desarrollo (la ayuda al Tercer<br />
Mundo) el que ha acaparado la<br />
atención tanto institucional como<br />
mediática, el que ha cogido,<br />
metonímicamente, el nombre de<br />
la acción social en cuestión. Por<br />
eso va siendo hora de fijarse en<br />
ese voluntariado discreto que ha<br />
sido relegado a las tinieblas de la<br />
desinformación.<br />
¿Significa el voluntariado una<br />
recuperación de la virtud moral y<br />
política? O, por el contrario, ¿está<br />
el altruismo organizado imbuido<br />
del individualismo privatista que<br />
ha gobernado los últimos decenios<br />
de la cultura occidental? Y si<br />
es así, ¿cuál es su dimensión colectiva?<br />
El voluntariado se desarrolla<br />
en el ámbito de la sociedad<br />
civil, entendida como área de gestación<br />
de los valores. Dicho ám-<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
bito, que la tradición republicana<br />
prefiere llamar sociedad política,<br />
alberga esta práctica cuyo entramado<br />
social y normativo me interesa<br />
desbrozar. Esbozaré aquí si<br />
el voluntariado se sostiene por un<br />
nuevo comunitarismo o, por el<br />
contrario, está hecho de una urdimbre<br />
de valores de raíz individualista.<br />
O de una mezcla de ambos.<br />
La exposición de las motivaciones<br />
de los voluntarios ayuda<br />
a entender, por ejemplo, la imagen<br />
de la comunidad como propiedad<br />
simbólica colectiva, la ciudadanía<br />
como participación, y los<br />
ideales de libertad y vinculación.<br />
Con el análisis del mapa cognitivo<br />
y valorativo del voluntariado<br />
en nuestro país entenderemos<br />
mejor el horizonte de esta nueva<br />
forma de ciudadanía.<br />
Parto de que las motivaciones<br />
del voluntariado son sociológicamente<br />
significativas. Primero,<br />
porque orientan la acción personal<br />
y social y discriminan entre<br />
sus posibles objetos; es decir, porque<br />
influyen en la intensidad de<br />
la ayuda organizada. En segundo<br />
lugar, porque, al verbalizarlas, influyen<br />
en los demás, cuestión clave<br />
en un comportamiento imitativo<br />
como el voluntariado. En este<br />
sentido, creo que la motivación<br />
determina el tipo de vinculación<br />
en tiempo y en implicación emocional<br />
que se establece con el objeto<br />
de auxilio.<br />
El discurso sobre el voluntariado<br />
se asienta sobre dos lenguajes<br />
morales. Por una parte, el llamado<br />
lenguaje primario, dominante y<br />
hegemónico, que entronca con la<br />
tradición del individualismo liberal.<br />
Dicho lenguaje se encuentra<br />
prioritariamente en los voluntarios<br />
jóvenes y mayoritariamente<br />
estudiantes –entre 20 y 25<br />
años– que forman el grueso del<br />
CIENCIAS SOCIALES<br />
LOS LENGUAJES DEL ALTRUISMO<br />
HELENA BÉJAR<br />
ejército de la nueva filantropía.<br />
Por otra parte está el llamado lenguaje<br />
secundario, tácito y en retroceso,<br />
que defiende una moral<br />
fuerte anclada en la virtud. En su<br />
acepción moral, la virtud se encuentra<br />
en el discurso del voluntariado<br />
tradicional, de raigambre<br />
cristiana, formado por amas de<br />
casa –de edades comprendidas<br />
entre los 50 y los 65 años–. En su<br />
sentido político, la virtud se identifica<br />
con la participación cívica, y<br />
se halla, aunque de manera muy<br />
matizada, en el discurso de los<br />
profesionales –entre 35 y 55<br />
años–. Veamos los principales argumentos<br />
que anudan –y desmembran–<br />
la filantropía organizada.<br />
2. Ya Alexis de Tocqueville esbozó<br />
los rasgos del altruismo democrático.<br />
Basado en la igualdad, dicho<br />
altruismo descansa en una<br />
“benevolencia tranquila” producto<br />
de una suave identificación<br />
con el prójimo. En las democracias,<br />
la igualdad de condiciones<br />
acerca a los hombres y favorece la<br />
extensión de una moral de ayuda<br />
mutua basada en la reciprocidad.<br />
Así, “no es que los hombres se interesen<br />
profundamente en la<br />
suerte [de los demás], pues si por<br />
casualidad resultan inútiles los esfuerzos<br />
que hacen por socorrerles,<br />
les olvidan pronto y vuelven a sí<br />
mismos, pero se ha formado entre<br />
ellos una especie de acuerdo<br />
tácito y casi involuntario por el<br />
cual cada uno debe a los demás<br />
un apoyo momentáneo que a su<br />
vez podrá reclamar para sí” 1 . El<br />
fundamento del altruismo mo-<br />
1 Alexis de Tocqueville, La democracia<br />
en América. Madrid, Aguilar, 1989,<br />
vol.2, págs. 218-219<br />
derno no es pues –como se tendería<br />
a pensar– el sentimiento,<br />
cuyo valor nuclear es la compasión,<br />
tal como veremos enseguida,<br />
sino una racionalidad sostenida<br />
por la reciprocidad. Al sentirse<br />
iguales, los hombres de las<br />
democracias devienen intercambiables,<br />
incluso en ese auxilio que<br />
requieren antes o después y que se<br />
presenta como una ley tácita de<br />
convivencia. Por ello, el altruismo<br />
democrático es compatible<br />
con el individualismo, con ese olvido<br />
fácil del otro y ese retorno de<br />
sí que anunciaba Tocqueville.<br />
Volviendo a nuestros días, el<br />
privatismo que conforma los hábitos<br />
de los modernos parece desvanecerse<br />
en el voluntariado más<br />
llamativo, el de la cooperación al<br />
desarrollo, que amplifican los medios<br />
de comunicación. Pero dicha<br />
filantropía espectacular satura<br />
la sensibilidad de los espectadores.<br />
Piénsese en los mal llamados desastres<br />
humanitarios, servidos todos<br />
los días repetidas veces. El resultado<br />
es la trivialización de la<br />
necesidad (el hambre o la pobreza<br />
extremas) y la producción de<br />
una información que llega a resultar<br />
obscena por demasiado explícita.<br />
Mas la génesis de un altruismo<br />
indoloro (generalmente celebrado<br />
en carnavales mediáticos de gran<br />
impacto que se exhiben periódicamente)<br />
no es la única crítica<br />
que los miembros del voluntariado<br />
social hacen de la cooperación<br />
al desarrollo. Así, por ejemplo,<br />
los voluntarios critican la financiación<br />
de las organizaciones del<br />
cuidado. La objeción a la financiación<br />
se aplica, primero, a la<br />
privada, con el argumento de<br />
la contaminación (que imponen<br />
ciertas firmas comerciales como<br />
Fortuna o Benetton), pero tam-<br />
65
LOS LENGUAJES DEL ALTRUISMO<br />
bién a la financiación pública,<br />
con el argumento de la dependencia<br />
de las ONG respecto a<br />
las subvenciones estatales. Mas,<br />
puesto que se reconoce que las<br />
campañas publicitarias azuzan<br />
las conciencias, ya que los voluntarios<br />
y los socios son pocos para<br />
sufragar las organizaciones, cabe<br />
preguntar, tras tanta crítica, cuál<br />
sería la fuente adecuada de sostén<br />
económico.<br />
En segundo lugar, los voluntarios<br />
jóvenes censuran a las ONG<br />
a través del argumento de la rigifidicación.<br />
El impulso del voluntario<br />
que se inscribe en una<br />
ONG pronto se ahoga en una estructura<br />
compleja y ajena, “un<br />
pulpo con su cabeza y unos tentáculos<br />
que no hacen más que<br />
obedecer”. La crítica a la formalización<br />
hace que se perciba al voluntario<br />
como un “primo” que<br />
sirve a los intereses del Estado,<br />
enemigo ubicuo que se aprovecha<br />
de la buena voluntad de la<br />
gente. En tercer lugar, los jóvenes<br />
critican la politización del voluntariado.<br />
Ésta se manifiesta tanto<br />
desde una entronización institucional<br />
que se entiende como<br />
falsa (la Semana del Voluntariado,<br />
el Año del Voluntariado, etcétera).<br />
También en la propuesta de<br />
incentivos selectivos que animen<br />
el impulso solidario. Así, el carnet<br />
y el seguro de voluntario, así como<br />
el cumplimiento de la prestación<br />
social sustitutoria (hoy ya<br />
extinguida) son formas de atraer a<br />
un gorrón que sólo quiere sacar<br />
beneficios sociales. El voluntario<br />
que acepta tales incentivos selectivos<br />
se ve no sólo como un aprovechado,<br />
sino también como un<br />
“traidor” a una causa inconcreta y<br />
elevada. Causa que, paradójicamente,<br />
se desgaja del compromiso<br />
que supone la pertenencia a<br />
una organización.<br />
En pocas palabras, la triple crítica<br />
a la financiación, a la formalización<br />
y a la politización de las<br />
organizaciones de ayuda muestran<br />
la profunda desconfianza institucional<br />
de los voluntarios jóvenes,<br />
que tienen una concepción conspirativa<br />
de la política como un<br />
mundo extraño y enemigo. Embargados<br />
por un espontaneísmo<br />
que hace muy difícil la transmi-<br />
sión y por ende la perduración de<br />
la acción voluntaria, y carentes<br />
de un lenguaje político que enmarque<br />
el voluntariado en la práctica<br />
de una ciudadanía consciente<br />
que debe crecer, los voluntarios<br />
recrean, sin saberlo, el imaginario<br />
liberal que dicen detestar. Una<br />
doctrina que identifica la política<br />
con la Administración y el Estado.<br />
Y con dicha identificación los voluntarios<br />
se olvidan de que “la política”<br />
puede ser una construcción<br />
colectiva en la que ellos sean una<br />
pieza clave.<br />
La trama política del discurso<br />
juvenil se concatena con la urdimbre<br />
moral que teje la acción<br />
social de la filantropía. El análisis<br />
de los discursos de los voluntarios<br />
revela la existencia de dos<br />
mandatos que repiten machaconamente<br />
los responsables de formación<br />
de las ONG, a saber, el<br />
distanciamiento afectivo y la educación<br />
en la autonomía. Ambas<br />
producen una fuerte ambivalencia<br />
moral. Ésta es consecuencia<br />
de la tensión entre el deseo del<br />
voluntario de ayudar (sobre todo<br />
el recién llegado a la organización),<br />
por una parte, y el adiestramiento<br />
de aquél en la distancia<br />
de rol, requisito funcional de la<br />
ONG, por otra. Los voluntarios<br />
mencionan asimismo la necesidad<br />
de “no meterse en el territorio”<br />
de quienes cuidan. Apunto<br />
aquí otro guión de las organizaciones.<br />
La metáfora del territorio<br />
muestra cómo la cautela inspira el<br />
trato con el drogadicto, el enfermo<br />
o el anciano, entre otros objetos<br />
de ayuda del voluntariado<br />
social. Asimismo, la reserva y la<br />
distancia, formas negativas de socialización<br />
que enlazan con el ideal<br />
liberal de privacidad como esfera<br />
ideal de autonomía y autodesarrollo.<br />
La defensa por parte<br />
del voluntario de dicha esfera y la<br />
creencia de tener que estimular<br />
la autonomía del ayudado refuerzan<br />
una empatía limitada, una<br />
implicación sostenida como modelo<br />
de la conducta voluntaria.<br />
Una ayuda alumbrada por el<br />
valor nuclear de la independencia<br />
pone en cuestión la idea misma<br />
de la necesidad, es decir, de la precariedad<br />
del otro. También la<br />
condición de víctima y la responsabilidad<br />
tanto personal como colectiva.<br />
En resumen, el voluntariado<br />
de los jóvenes, al que las<br />
instituciones están prestando mayor<br />
atención, expresa la práctica<br />
de un altruismo endocéntrico que<br />
subraya la satisfacción personal<br />
derivada de la ayuda, de la gratificación<br />
interna de cuidado al extraño<br />
2 .<br />
3. Frente al nuevo voluntariado<br />
de los jóvenes la filantropía tradicional<br />
no es una moda. Mientras<br />
que el valor principal de la configuración<br />
individualista era la independencia<br />
(y sus valores derivados,<br />
la autosuficiencia y la autorrealización),<br />
el eje axial del<br />
discurso cristiano es la caridad,<br />
que tiene en la compasión su sentimiento<br />
moral más importante y<br />
en la vocación su motivación más<br />
llamativa. El voluntario cristiano<br />
se caracteriza por “tener un talento<br />
o un carisma especial”, término<br />
que se relaciona explícitamente<br />
con la vocación, identificada<br />
tanto con “una llamada” como<br />
con “un camino”. Ambos aluden<br />
a una naturaleza especial de carácter<br />
moral que induce al amparo<br />
y que está dictada por el<br />
cumplimiento de un objetivo extraindividual,<br />
más allá del referente<br />
del yo como eje principal<br />
que articula el lenguaje moral<br />
primario del individualismo.<br />
Como llamada, la vocación<br />
conecta con el seguimiento de un<br />
ejemplo moral: Jesucristo por encima<br />
de todo y, más cercanos, Teresa<br />
de Calcuta y Vicente Ferrer,<br />
entre otros. Por otra parte, la vocación<br />
como camino entiende la<br />
vida como un relato con sentido<br />
orientado al compromiso. Nada<br />
que ver con la justificación del<br />
voluntariado como una “actitud”<br />
personal o como consecuencia de<br />
una elección subjetiva entre “diferentes<br />
opciones”, algo en lo que<br />
2 La oposición entre altruismo endocéntrico<br />
y exocéntrico se puede ver en<br />
Jerzy Karylowksi en ‘Two types of altruistic<br />
behavior: doing good to feel good or to<br />
make the other feel good’, en C. I. Derlega<br />
y J. Grzlak (comps.), Cooperation and<br />
Helping Behavior. Theories and Research.<br />
Nueva York, New York Academic Press,<br />
1982.<br />
insisten los voluntarios jóvenes.<br />
La vocación, en un sentido moralmente<br />
fuerte ya en desuso, entronca<br />
con la caridad como eje<br />
axial del discurso cristiano y que<br />
remite a un imperativo externo<br />
que ordena el amparo al otro. Así,<br />
“porque Dios lo manda y punto”<br />
es una motivación suficiente para<br />
el voluntariado cristiano. Entre los<br />
diversos sentidos de la caridad, me<br />
centraré en la acepción de virtud,<br />
que entronca con la compasión<br />
como sentimiento moral clave del<br />
lenguaje secundario.<br />
La compasión no es un instinto.<br />
Como bien sabían Smith y<br />
Rousseau, es algo que tiene lugar<br />
en sociedad. Por ello cabe pensar<br />
que puede ser educada y convertida<br />
en una virtud que mejore la<br />
sociabilidad. Para desarrollar una<br />
paideia de la compasión, de la “beneficencia<br />
activa” rousseauniana,<br />
habría pues que superar el mandato<br />
de la educación en la autonomía,<br />
que engendraba la desaparición<br />
de la necesidad, la negación<br />
por parte del voluntario de<br />
que el otro me necesita. Frente a la<br />
independencia, que nucleaba el<br />
discurso individualista, una cultura<br />
compasiva ha de reconocer<br />
el valor de la interdependencia.<br />
En segundo lugar, una defensa sociológica<br />
(y no meramente psicológica,<br />
como teje el discurso individualista)<br />
de la compasión precisa<br />
recuperar el sentimiento moral<br />
de la gratitud. Ésta ha sido desterrada<br />
en nuestra cultura individualista,<br />
que sospecha de los actos<br />
que se salen de una lógica económico-utilitaria.<br />
Esta cifra en el interés<br />
la razón última de toda acción<br />
social, incluida la ayuda a los<br />
extraños. Recuperar la gratitud supone<br />
apreciar el don del voluntario<br />
–en tiempo y en esfuerzo emocional–<br />
y, en dicho reconocimiento,<br />
abrir la posibilidad de<br />
forjar un vínculo duradero.<br />
Aunque el discurso cristiano<br />
subraye el lenguaje moral secundario,<br />
hay que señalar que no deja<br />
de manifestarse entre los voluntarios<br />
cristianos una caridad<br />
mixta donde aparece la huella del<br />
individualismo. Así, por ejemplo,<br />
se dice: “Frente a la gente que lo<br />
hace por altruismo o por la humanidad<br />
yo lo hago por Dios, y<br />
66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
ello es muy gratificante”. La alusión<br />
a lo “gratificante” indica la<br />
fuerza del expresivismo y de<br />
la autorrealización como motivación<br />
principal de la ayuda, incluso<br />
en el comunitarismo cristiano.<br />
En general, desde el lenguaje<br />
moral secundario, los actos de<br />
compasión resultan un amparo<br />
sostenido y duradero: el voluntario<br />
cristiano se convierte en sostén<br />
del necesitado. Resurge así el valor<br />
de la dependencia como consecuencia<br />
de la fragilidad humana,<br />
algo que la cultura individualista<br />
niega. Además de su sentido<br />
moral, la compasión es una costumbre.<br />
Un hábito virtuoso (tal<br />
como sostiene la teología tradicional<br />
y repiten los participantes)<br />
que “requiere un ejercicio constante”<br />
porque si no se te olvida.<br />
Una frase que expresa la ambivalencia<br />
del voluntariado: ¿Es más<br />
parecido a un deber cívico o a un<br />
ejercicio gimnástico? A pesar de<br />
las intromisiones del individualismo<br />
y su metáfora deportiva, el<br />
discurso cristiano se articula alrededor<br />
del altruismo exocéntrico,<br />
dirigido a aumentar el contento<br />
del otro, así como de razonamientos<br />
morales que explican la<br />
ayuda organizada.<br />
Tanto entre los jóvenes cristianos<br />
entrevistados como en las señoras<br />
que articulan el discurso<br />
tradicional, se menciona el pago<br />
de una deuda simbólica como<br />
uno de los motivos del voluntariado.<br />
En adelante se atenderá a<br />
los extraños como si fueran próximos,<br />
a los que quizá se descuidó.<br />
Es decir, se ampliará una conciencia<br />
de ayuda o una caridad<br />
expansiva que produce simultáneamente<br />
una regeneración moral<br />
propia y una extensión social<br />
del don. Se refuerza así la defensa<br />
sociológica de la compasión. Asimismo,<br />
se esboza una noción de<br />
libertad que no es ya libertad de<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
elección (entre “opciones” de<br />
igual valor , tal como defiende el<br />
expresivismo individualista) ni<br />
tampoco la libertad negativa<br />
–“frente a”– sino, por el contrario,<br />
una libertad “hacia”, un ideal<br />
que subraya la conexión y no la<br />
independencia.<br />
4. ¿Es el voluntariado un puente<br />
entre el individualismo liberal y la<br />
participación cívica? Su actual<br />
prestigio revive la dimensión ética<br />
de la actividad social, la implicación<br />
en la esfera colectiva. Para<br />
abarcar los discursos principales<br />
era necesario profundizar en la<br />
versión laica del lenguaje secundario.<br />
Para ello analicé el discurso<br />
de un voluntariado minoritario<br />
(frente al de los jóvenes, el mayoritario)<br />
y nuevo (frente al tradicional<br />
de las mujeres de mediana<br />
edad cristiana). Dicho voluntariado<br />
se puede encontrar en las<br />
llamadas generaciones cívicas.<br />
(Dejo para otro lugar la especificidad<br />
de un voluntariado nuevo y<br />
que ha atraído la atención de las<br />
instituciones, el formado por los<br />
jubilados y los prejubilados).<br />
Tomé el concepto de generación<br />
cívica de Robert D. Putnam<br />
y lo apliqué al grupo de edad entre<br />
35 y 55 años. En dicho estrato<br />
buscaba un discurso cívico y<br />
progresista que articulara la ayuda<br />
como una empresa no sólo moral<br />
–como creen los cristianos–, sino<br />
también colectiva. Mas hay<br />
que señalar que tal discurso brilla<br />
por su ausencia. Del mismo modo<br />
que entre los jóvenes voluntarios<br />
el espontaneísmo sustituía a<br />
la conciencia de pertenencia<br />
a una organización que forma<br />
parte de una sociedad política<br />
transformadora, entre los profesionales<br />
maduros se combinan un<br />
realismo de corte individualista y<br />
un voluntarismo de raigambre cívica.<br />
Así, en vez de un lenguaje<br />
que insistiera en la prioridad de lo<br />
público, son la esfera privada (el<br />
ámbito de los afectos) y la llamada<br />
esfera social (según Hannah<br />
Arendt), en este caso la de la profesión,<br />
las que precisan de atención<br />
primaria. Lo demás viene<br />
después.<br />
Los profesionales insisten en<br />
la socialidad de mezcla –de clases y<br />
de edad– que promueve el voluntariado,<br />
algo que crea un comunitarismo<br />
muy estimulante<br />
que detrae de la poderosa tendencia<br />
al privatismo. Pero hay<br />
que señalar que el lenguaje secundario<br />
–en su versión secularcívica–<br />
de dichos voluntarios aparece<br />
teñido, cómo no, de individualismo.<br />
Ello se observa, por<br />
ejemplo, en las referencias al estilo<br />
de vida. El voluntariado, dicen<br />
los profesionales, dejará de ser<br />
una actividad extraordinaria y se<br />
integrará en una forma de vida<br />
normalizada. Dentro de este progreso<br />
de la urbanidad cabe señalar<br />
un sentimiento moral: el interés<br />
bien entendido, materia de una<br />
sociedad privatizada y pragmática.<br />
En pocas palabras, mecidos<br />
por un escepticismo posideológico,<br />
los profesionales no acaban de articular<br />
un lenguaje moral alternativo<br />
al hegemónico del individualismo.<br />
(El cuadro resume parte<br />
de los contenidos del discurso<br />
voluntario).<br />
A modo de conclusión, hay<br />
que resaltar, en primer lugar, que<br />
desde la defensa psicologicista de<br />
la ayuda a los extraños el sostén<br />
de la nueva filantropía es muy débil.<br />
El altruismo endocéntrico da<br />
lugar así a un voluntariado inestable<br />
que presta ayuda para “sentirse<br />
bien”. En segundo lugar, es<br />
menester resaltar la espontaneidad,<br />
enfermedad infantil de la<br />
participación, que prende en el<br />
voluntariado juvenil. La desconfianza<br />
institucional, extendida so-<br />
HELENA BÉJAR<br />
Discurso Eje Acción Sentimientos Formas Modelo Metáfora<br />
axial social morales de socialización de vinculación foluntariado<br />
Individualista independencia racional benevolencia distancia, cautela, libertad negativa, empatía<br />
(jóvenes) reserva libertad de elección limitada<br />
Comunitarista-cristiano caridad afectiva compasión entrega, deber amparo<br />
(amas de casa) sacrificio duradero<br />
Cívico responsabilidad racional interés solidaridad, interdependencia costumbre<br />
(profesionales) bien entendido justicia cívica<br />
bre una esfera pública muy desdibujada,<br />
da lugar a la desvalorización<br />
de la imagen del propio voluntario,<br />
“primo” o “gorrón” de<br />
un Estado demonizado. En tercer<br />
lugar, el predominio del lenguaje<br />
individualista, con su insistencia<br />
en la autosuficiencia y la<br />
libertad negativa, produce la desaparición<br />
de la necesidad. Si todos<br />
somos iguales (en “potencialidades”<br />
y en “autonomía”) ¿a quiénes<br />
ayudar y para qué? Tales son<br />
algunas de las paradojas del altruismo<br />
democrático.<br />
Y sin embargo, más allá del<br />
emotivismo del lenguaje primario,<br />
cabe una defensa sociológica<br />
de la ayuda, tanto en clave cristiana<br />
como laica. Dicha defensa sociológica<br />
es compatible con el<br />
modelo del intercambio: el voluntariado<br />
es un don que vuelve.<br />
Algo que aquí sólo puedo apuntar.<br />
Pero el retorno simbólico del<br />
don ha de ir apoyado por sentimientos<br />
y mores que combatan al<br />
individualismo reinante. También<br />
son necesarias instituciones apropiadas<br />
como enclaves de virtud.<br />
Toda una tarea cívica que debe<br />
formar parte de cualquier programa<br />
político progresista. Es responsabilidad<br />
de los gobiernos extender<br />
a través de la educación<br />
una conciencia ciudadana politizada.<br />
Ello se logra rescatando el<br />
triángulo republicano compuesto<br />
por un buen gobierno que geste<br />
unas leyes justas que transformen<br />
las costumbres de los ciudadanos.<br />
Mientras, mantengamos una mirada<br />
crítica a los discursos morales<br />
que producimos. Ellos hablan de<br />
nuestra naturaleza política o de su<br />
declive. n<br />
Helena Béjar es autora de El mal samaritano<br />
(El altruismo en tiempos de escepticismo),<br />
finalista del XXIX Premio<br />
Anagrama de Ensayo.<br />
67
Antes de comenzar, conviene<br />
aclarar que una analogía<br />
no busca comparar<br />
conceptos sino relaciones; en<br />
nuestro caso, las relaciones de ambos<br />
fenómenos políticos con la<br />
violencia. No se pretende, por<br />
tanto, equiparar éticamente ambas<br />
actitudes, el antisemitismo es<br />
siempre moralmente indigno y el<br />
nacionalismo no tiene por qué<br />
serlo. Pero existe una curiosa<br />
coincidencia entre el antisemitismo<br />
alemán anterior a 1945 y el<br />
nacionalismo vasco, por lo menos<br />
tal como hoy es predicado de<br />
forma mayoritaria tanto por “moderados”<br />
como “radicales”, su carácter<br />
fantástico o mítico; y una<br />
lamentable consecuencia común:<br />
la violencia política. Pretendo<br />
analizar simplemente las semejanzas<br />
entre los dos fenómenos<br />
con el objetivo de ayudar a comprender<br />
un poco mejor el último<br />
de ellos. En definitiva, cumplir<br />
con la finalidad de toda analogía:<br />
que la relación entre dos polos<br />
ayude a entender mejor la relación<br />
entre otros dos.<br />
El “problema judío”<br />
en Alemania<br />
El “problema judío” era tan antiguo<br />
en Alemania en 1933 –quizá<br />
mucho más– como hoy aquí el<br />
“contencioso vasco”. La consideración<br />
de los judíos como el principal<br />
problema político de Alemania,<br />
pese a suponer menos del<br />
1% de la población, puede parecer<br />
asombroso en nuestros días,<br />
pero era algo mayoritariamente<br />
compartido por los alemanes<br />
desde principios del siglo XIX<br />
hasta mediados del siguiente. Los<br />
judíos suponían la amenaza fundamental<br />
para el Volk o pueblo<br />
alemán. Se les consideraba como<br />
una nación distinta dentro de los<br />
límites territoriales de Alemania,<br />
muy bien organizada y poderosa,<br />
confabulada para el parasitismo,<br />
corrupción, degeneración y consiguiente<br />
destrucción de cualquier<br />
sociedad, pero especialmente la<br />
alemana. Los judíos se encontraban<br />
en la génesis de las nuevas<br />
ideologías disolventes, desde el<br />
comunismo revolucionario al capitalismo<br />
sin escrúpulos; en el<br />
origen de la derrota militar en la<br />
Gran Guerra (la famosa “puñalada<br />
por la espalda”); en la aparición<br />
del “arte degenerado”; en<br />
cualquier manifestación política,<br />
social, económica y cultural que<br />
cuestionase las perennes esencias<br />
históricas del Volk. Poco importa<br />
que estas acusaciones fuesen fantásticas,<br />
contradictorias o no resistiesen<br />
el más mínimo análisis<br />
racional: sencillamente nadie se<br />
planteaba ni siquiera hacer tal<br />
análisis. Lo incuestionable no se<br />
cuestiona. Se aprende, o, mejor,<br />
se aprehende y punto. No cabe<br />
duda de que con cada niño que<br />
nace la historia del hombre comienza<br />
de nuevo y la atmósfera<br />
cultural en que ese niño es educado<br />
le proporciona unos pilares<br />
básicos e incuestionables sobre los<br />
que ir construyendo más adelante<br />
con materiales menos seguros.<br />
Sólo unos pocos elegidos en cada<br />
sociedad son capaces de someter a<br />
crítica razonada todo lo transmitido<br />
por sus mayores, incluidos<br />
los mismos fundamentos sociales;<br />
y precisamente por ello ¡pobre<br />
de aquellas sociedades que transmiten<br />
a sus hijos pilares irracionales<br />
sobre los que construir sus<br />
vidas! Pues bien, esa atmósfera<br />
existía en Alemania desde hacía<br />
mucho más de un siglo cuando<br />
los nazis llegaron al poder. El<br />
“problema judío” tenía para ellos<br />
todo su significado. No se cues-<br />
HISTORIA<br />
ANTISEMITISMO ALEMÁN<br />
Y NACIONALISMO VASCO<br />
RODRIGO TENA ARREGUI<br />
tionaban que existiese. Dado el<br />
problema –incuestionable– buscan<br />
la solución. Hoy, cuando hablamos<br />
del problema judío en la<br />
Alemania nazi, pensamos en<br />
la discriminación, acoso y aniquilación<br />
que sufrió este pueblo a<br />
manos de sus verdugos. Pensamos<br />
en por qué ocurrió, en cómo<br />
ocurrió, en los sufrimientos de<br />
esa gente. Pero, lógicamente, ése<br />
no era el “problema judío” al que<br />
se referían los alemanes de los<br />
años treinta, sino todo lo contrario.<br />
A lo que se referían era al acoso,<br />
traición y degradación que<br />
ellos como nación sufrían a manos<br />
de los judíos.<br />
El “contencioso raso”<br />
No es necesario detenerse en el<br />
origen mítico o fantástico del nacionalismo<br />
vasco (otros mucho<br />
más autorizados lo han hecho ya<br />
con gran competencia) porque a<br />
nuestros efectos no interesa averiguar<br />
cómo surgió. No interesa rebatir<br />
el hecho de una hipotética<br />
invasión o de una mítica supresión<br />
de cualesquiera derechos nacionales,<br />
ni discutir si se trató o<br />
no de un invento más o menos<br />
consciente de un grupo de iluminados.<br />
Tampoco nos hemos detenido<br />
en el origen del antisemitismo<br />
en Alemania, en sus<br />
orígenes cristianos, en sus antecedentes<br />
luteranos, en su conversión<br />
de un problema religioso en<br />
un problema racial. Lo que importa<br />
destacar aquí es que el antisemitismo<br />
en Alemania en los<br />
años treinta no tenía ninguna base<br />
racional, y pese a ello no se discutía;<br />
al igual que el nacionalismo<br />
vasco de corte soberanista no tiene<br />
en la Europa de hoy ninguna<br />
base racional y pese a ello se transmite<br />
generación tras generación<br />
sin tampoco discutirse. Se parte<br />
de la existencia de un pueblo, de<br />
un nuevo Volk, homogéneo e impermeable<br />
en su origen racial y en<br />
su devenir histórico, sojuzgado<br />
por dos Estados colonialistas e<br />
imposibilitado de decidir su destino.<br />
Lo único que se plantea<br />
–principal problema político del<br />
País Vasco– es si este nuevo Volk<br />
tiene derecho o no a decidir su<br />
futuro. Todo lo demás no tiene<br />
importancia. No soy consciente<br />
de haber escuchado jamás ningún<br />
debate político en el que partidarios<br />
de diversas opciones discutieran<br />
las ventajas e inconvenientes<br />
de la independencia en<br />
relación con su coste. En la Europa<br />
del mercado único, de la armonización<br />
fiscal, de la moneda<br />
única, de las decisiones por mayoría<br />
y de la seguridad común, la<br />
independencia implica primero<br />
aislamiento y en un futuro lejano,<br />
tras la travesía del desierto, aspirar<br />
a lo que se tiene ya hoy. Decidir<br />
por sí mismos, sí: pero ¿decidir<br />
el qué? Tampoco se discute por<br />
qué razón una mayoría en Guipúzcoa<br />
puede imponer esa travesía<br />
del desierto a los habitantes<br />
de Sangüesa o Laguardia, que<br />
mayoritariamente no la quieran,<br />
y no a los de Sos o de Castro Urdiales.<br />
No se considera que para<br />
plantear simplemente este tema<br />
haya que tener decidido apoyo<br />
mayoritario en todos los territorios<br />
afectados. Se da por descontado<br />
que el resto de los españoles<br />
no tienen ni voz ni voto en la decisión<br />
de poner fronteras dentro<br />
de lo que antes era su país. Ninguna<br />
de estas cuestiones se piensa<br />
que tenga una importancia<br />
principal, porque el problema es<br />
puramente emocional, como puramente<br />
emocional era el antisemitismo.<br />
Como simples emociones<br />
no son especialmente peli-<br />
68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Hitler<br />
grosas, al margen de que, como<br />
ya he comentado, el antisemitismo<br />
sea moralmente despreciable.<br />
Pero si se hubieran quedado ahí<br />
hoy no hablaríamos de estos temas.<br />
El inconveniente es precisamente<br />
que todo “problema” exige<br />
una “solución”.<br />
Cuando hoy se habla del “contencioso<br />
vasco” o del “problema<br />
vasco” podemos entender dos cosas,<br />
al igual que lo que ocurría<br />
con el antisemitismo. La mayor<br />
parte de la gente piensa en el acoso<br />
y paulatino exterminio físico<br />
que sufren los no soberanistas en<br />
el País Vasco y fuera de él. Discutimos<br />
por qué ocurre, cómo ocurre,<br />
cómo detenerlo. Pero los nacionalistas<br />
consideran que el problema<br />
es la opresión que ellos<br />
como nación sufren a manos de<br />
dos imperios. Tanto en el caso<br />
del Volk alemán como en el del<br />
pueblo vasco, sus componentes<br />
no sufren individualmente (nadie<br />
les persigue, les acosa, les priva<br />
de sus derechos básicos, les discrimina,<br />
les mata), sino colectivamente<br />
como pueblo. Y ese<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
sufrimiento colectivo, fantástico,<br />
implica un autoinfligido sufrimiento<br />
individual que genera una<br />
consecuencia muy interesante sobre<br />
la que luego volveremos: el<br />
odio. Sufro porque sufre mi pueblo<br />
y odio por ello. Aunque en realidad<br />
no hay un sufrimiento individual<br />
diferente del odio: sufro<br />
porque odio. Y ese odio es el que<br />
les lleva a perseguir, acosar, discriminar<br />
y, finalmente, liquidar a<br />
los que consideran causantes de<br />
ese sufrimiento colectivo.<br />
La “solución final”<br />
Los problemas sólo terminan<br />
cuando se solucionan. Por eso es<br />
extraordinariamente peligroso toparse<br />
con un problema fantástico<br />
y no reconocerlo como tal. El<br />
problema grita clama pidiendo<br />
solución. Si lo tengo asumido no<br />
descansaré hasta solucionarlo; y<br />
si el problema es irracional, la solución<br />
será irracional. En Alemania,<br />
una vez detectado y asumido<br />
el “problema”, procedía buscar su<br />
“solución”. Se empezó por acosar,<br />
perseguir, vejar y aterrorizar a los<br />
judíos con la finalidad de forzar<br />
su emigración. Se continuó dictando<br />
normas discriminatorias<br />
con la finalidad de sumirlos en la<br />
miseria. Se prosiguió reuniéndolos<br />
en guetos e incluso planeando<br />
su deportación masiva. Pero ninguna<br />
de estas medidas implicaban<br />
una auténtica solución al<br />
“problema”, como ya habían advertido<br />
muchas voces décadas antes<br />
de la llegada de los nazis al poder.<br />
La única solución racional a<br />
este planteamiento irracional era<br />
la aniquilación total, perfectamente<br />
llamada la “solución final”.<br />
El problema vasco para los no<br />
soberanistas terminará cuando se<br />
les deje de acosar, perseguir y asesinar.<br />
Una solución racional para<br />
un problema muy real. Pero para<br />
los nacionalistas el “problema” sólo<br />
se solucionará con la independencia.<br />
No existe ontológicamente<br />
ninguna posibilidad intermedia,<br />
pues cualquier otra no es<br />
“solución” al “problema”. Sólo vale<br />
la victoria total. Si en un hipotético<br />
referéndum los ciudadanos<br />
vascos (aunque no se sepa exactamente<br />
muy bien de qué lugar ni<br />
cómo organizarlo) decidieran mayoritariamente<br />
no independizarse,<br />
el “problema” no se habría solucionado.<br />
Habría que crear entonces<br />
un censo especial de<br />
ciudadanos verdaderamente vascos<br />
(que son los que por definición<br />
quieren la independencia)<br />
con el fin de buscar de nuevo la<br />
única solución al “problema”. Si<br />
sólo vale la independencia y es<br />
muy poco probable que se obtengan<br />
los votos necesarios, el<br />
único medio para conseguirlo es<br />
que sea “concedida” por el Estado;<br />
y como los Estados son bastante<br />
reacios a “conceder” tales<br />
cosas, es preciso arrancársela a base<br />
de intimidación, agresiones y<br />
asesinatos. En la concepción antisemita,<br />
la eliminación del judío<br />
era la eliminación de la personificación<br />
del mal y simultáneamente<br />
la consecución de la solución al<br />
“problema”. Era un fin en sí mismo.<br />
En el caso vasco, el asesinato<br />
es un simple medio para conseguir<br />
un fin distinto absolutamente<br />
independiente, lo que no significa<br />
que moralmente sea menos<br />
repugnante, más bien puede<br />
que al contrario.<br />
Antisemitas moderados<br />
y nacionalistas democráticos<br />
Pero, un momento, ¿es que no se<br />
puede ser antisemita moderado o<br />
nacionalista “democrático”? En<br />
Alemania la gran mayoría de la<br />
ciudadanía era rabiosamente antisemita,<br />
pero podemos aceptar<br />
como razonable que entre ellos<br />
existía un considerable grupo de<br />
personas disconformes con la “solución<br />
final”. A éstos los llamaremos<br />
antisemitas moderados. Detectaban<br />
el “problema”, asumían<br />
el “problema”, pero no consideraban<br />
adecuada la “solución” propuesta<br />
por los nazis. Desgraciadamente<br />
sus voces no fueron demasiado<br />
importantes ni<br />
frecuentes; pero casi más grave<br />
todavía era que la asunción del<br />
“problema” de forma indiscutida<br />
les inhabilitaba para oponerse de<br />
una manera eficaz a la solución<br />
exterminadora. Si el argumento<br />
era que, aunque efectivamente los<br />
judíos suponían un gravísimo<br />
problema para la seguridad de la<br />
nación alemana, no era éticamente<br />
cristiano asesinar hombres,<br />
mujeres y niños, los nazis no tenían<br />
más que responder que ellos<br />
no eran cristianos y que –teniendo<br />
que elegir– mejor era salvar a<br />
nuestros hijos que a los hijos de<br />
los judíos. En este punto la pos-<br />
69
ANTISEMITISMO ALEMÁN Y NACIONALISMO VASCO<br />
tura de los obispos alemanes es<br />
extraordinariamente significativa.<br />
Apenas se alzaron voces contra el<br />
exterminio, pese a conocerlo; y<br />
cuando se hizo se discutió únicamente<br />
el valor ético de la solución<br />
adoptada y nunca su auténtica eficacia<br />
para resolver el indiscutible<br />
“problema”. Es absolutamente<br />
evidente que con esta oposición<br />
no se puede llegar muy lejos.<br />
Algo muy similar ocurre hoy<br />
en el País Vasco entre los nacionalistas<br />
“democráticos”, incluidos<br />
importantes elementos de la Iglesia.<br />
Bastaría con traer a colación<br />
las conocidas frases del árbol y las<br />
nueces, tener más miedo a España<br />
que a ETA, etcétera, para ilustrar<br />
esa actitud. Pero lo importante<br />
es destacar que esta postura<br />
es perfectamente “racional”. Si no<br />
se discute el “problema” sino que<br />
se da por sentado, algo tiene que<br />
hacer “moverse” al Estado inmovilista,<br />
que en definitiva es el que<br />
tiene la llave de la solución. La<br />
lógica del “problema” lo exige,<br />
aunque la conciencia del sujeto<br />
lo rechace. Matar es malo, pero<br />
porque es éticamente rechazable,<br />
no porque sea una solución eficaz<br />
para resolver el “problema”.<br />
La justificación<br />
de los verdugos<br />
Pero el que sea éticamente rechazable<br />
para unos no significa<br />
que lo deba ser para otros. La<br />
experiencia alemana demuestra<br />
que cuando se decidió enfilar la<br />
vía exterminadora, los alemanes<br />
implicados en su ejecución (miles<br />
y miles) la asumieron con<br />
poca o nula objeción moral, más<br />
bien al contrario, con alegría. Si<br />
los judíos eran el cáncer de cualquier<br />
sociedad, extirpar el tumor<br />
era un acto incluso humanitario<br />
e indiscutiblemente patriótico.<br />
El genocidio podía ser<br />
considerado en sí como un acto<br />
físicamente desagradable, pero<br />
honraba al que lo ejecutaba; y<br />
no pocas condecoraciones se<br />
dieron a los integrantes de los<br />
batallones móviles que actuaban<br />
en la retaguardia y que fueron<br />
responsables de los asesinatos<br />
más crueles. Sólo esta concepción<br />
puede explicar que las escasísimas<br />
bajas sufridas por estos<br />
batallones a manos de partisanos<br />
rusos o polacos fueran calificadas<br />
por los que día tras día<br />
asesinaban a miles de ancianos,<br />
mujeres y niños de “cobardes<br />
asesinatos” y suscitasen venganzas<br />
atroces entre la población<br />
ocupada. La íntima idea de estar<br />
desarrollando una importantísima<br />
labor patriótica inmunizaba<br />
absolutamente a los verdugos<br />
frente a cualquier bacilo de periclitada<br />
e ineficaz moralidad.<br />
Después de las matanzas eran<br />
frecuentes fiestas y celebraciones.<br />
Esta actitud era perfectamente<br />
racional, siempre que se<br />
enfoque únicamente en función<br />
del “problema”. Antes de comenzar<br />
el vaciado de los guetos<br />
y proceder al salvaje asesinato<br />
de todos sus ocupantes, los jefes<br />
arengaban a sus subordinados<br />
recordándoles los atroces bombardeos<br />
que sus mujeres e hijos<br />
tenían que sufrir en Alemania<br />
como consecuencia de esta guerra<br />
instigada por los judíos. En<br />
definitiva, les recordaba “el problema”.<br />
Que los verdugos de ETA y sus<br />
cómplices responden al mismo esquema<br />
mental es algo que hoy cae<br />
por su propio peso. Equiparar la<br />
muerte de los que transportan<br />
una bomba que les explota a la<br />
muerte de las víctimas a las que<br />
está destinada, honrarles en sus<br />
funerales, calificarlos de patriotas,<br />
grabar los nombres de los verdugos<br />
en las bombas destinadas a los<br />
futuros asesinatos, es incompatible<br />
con cualquier sentimiento de<br />
vergüenza o de inquietud moral, y<br />
perfectamente compatible con el<br />
orgullo patriótico y el sentimiento<br />
del servicio hecho a la nación:<br />
ésta es la única forma de hacer<br />
“moverse” al Estado. Al igual que<br />
los miembros alemanes de los batallones<br />
itinerantes se ofrecían voluntariamente<br />
para desempeñar<br />
la labor genocida, hoy los jóvenes<br />
educados en la guerrilla ciudadana<br />
a los que un buen día se les<br />
transmitió el “problema” por inmersión,<br />
se muestran dispuestos a<br />
asumir nuevas responsabilidades<br />
en la lucha patriótica; y los que<br />
son reacios a ello, al igual que algunos<br />
de los integrantes de dichos<br />
batallones, lo hacen más por cues-<br />
tiones colaterales (familia, miedo,<br />
repulsión física) que por verdadera<br />
disensión con la solución<br />
adoptada.<br />
El lenguaje utilizado para explicar<br />
y calificar el propio hecho<br />
del asesinato o del genocidio es altamente<br />
revelador de este fenómeno.<br />
Que una persona pueda<br />
calificar de “cobarde asesinato” la<br />
muerte en combate de un soldado<br />
de un ejército agresor en un<br />
país invadido a manos de un grupo<br />
de partisanos, mientras que<br />
habla de “acción de limpieza” o<br />
incluso “operación festival de la<br />
cosecha” para referirse al hecho<br />
de sacar de su casa a un anciano<br />
o a un niño de dos años, llevarles<br />
a un bosque cercano y dispararles<br />
un tiro en la cabeza, resulta para<br />
nosotros absolutamente inconcebible<br />
si no fuera porque el ejemplo<br />
de terrorismo vaco nos demuestra<br />
cómo esto puede parecer<br />
perfectamente normal hoy día a<br />
gran cantidad de gente. Que la<br />
detención violenta en plena vía<br />
pública de un miembro de un comando<br />
de ETA que acaba de cometer<br />
un atentado sea calificada<br />
como “tortura” o “malos tratos”,<br />
mientras el secuestro de un funcionario<br />
de prisiones durante más<br />
de un año en un miserable agujero<br />
se denomine “retención”; que<br />
la muerte de un terrorista en un<br />
intercambio de disparos sea calificada<br />
como “asesinato” y que se<br />
llame “acción” al hecho de poner<br />
un coche bomba a un guardia civil,<br />
periodista, concejal o conductor<br />
de autobús, revela la terrorífica<br />
fuerza con la que la asunción<br />
indiscutida del “problema”<br />
obliga a buscar coherencia hasta<br />
adentrarse de esta forma tan profunda<br />
en lo irracional.<br />
La espiral del odio<br />
Uno de los efectos más curiosos a<br />
los que obliga esta espiral es el de<br />
generar odio en los verdugos y no<br />
en las víctimas, como ya se ha comentado.<br />
Tanto en el caso alemán<br />
como en el vasco, las víctimas<br />
no son consideradas desde el<br />
punto de vista de unos desgraciados<br />
pero inevitables efectos colaterales<br />
de la única vía racional para<br />
resolver el “problema”, sino que<br />
se les odia y se les mata con saña.<br />
El dolor autoinfligido necesita esta<br />
vía de escape, necesita el chivo<br />
expiatorio. Faltaría más que siendo<br />
los judíos o los españoles los<br />
“causantes” de mi sufrimiento<br />
ellos no sufrieran. Es lo que entre<br />
los cómplices del terrorismo vasco<br />
se denomina “la generalización<br />
del sufrimiento”. Se desea, se busca<br />
este sufrimiento, y en ambos<br />
casos se consigue con creces. En<br />
Alemania, la política antisemita<br />
estuvo destinada a buscar el sufrimiento<br />
de los judíos desde las<br />
primeras medidas discriminatorias<br />
hasta los mal llamados campos<br />
de “trabajo” y marchas de<br />
“evacuación” en los días finales<br />
del régimen. La intensidad con<br />
la que se les hizo sufrir no dependió<br />
nunca más que de cuestiones<br />
coyunturales. En los primeros<br />
días, cuando la opinión internacional<br />
todavía contaba, las<br />
medidas podían calificarse de<br />
moderadas, sobre todo en relación<br />
con lo que vendría después,<br />
cuando durante la guerra los límites<br />
externos al propio deseo de<br />
los nazis desaparecieron completamente.<br />
En el caso vasco, sólo<br />
un odio virulento puede explicar<br />
celebrar con una opípara cena un<br />
asesinato cometido ese mismo<br />
día, pedir champaña al funcionario<br />
de prisiones cuando un compañero<br />
descerraja sendos tiros en<br />
la cabeza a unos jóvenes padres,<br />
gritar a unas personas que se manifiestan<br />
pacíficamente “ETA,<br />
mátalos”, insultar a los que se acaba<br />
de asesinar, acosar incesantemente<br />
a los disidentes o lindezas<br />
parecidas. En el caso vasco, el<br />
odio es el que transmuta el asesinato<br />
de un simple medio para<br />
conseguir un fin en casi un fin<br />
en sí mismo; y que nadie dude de<br />
que sólo la estrategia coyuntural<br />
limita el deseo de los asesinos de<br />
continuar poniendo bombas en<br />
los hipermercados.<br />
Pero lo más curioso es que ese<br />
mismo odio, exigido de forma radical<br />
por el “problema”, entorpece<br />
de manera un tanto absurda<br />
la estrategia más “racional” para<br />
resolverlo. Una característica sorprendente<br />
del antisemitismo nazi<br />
es que su pasión por culminar<br />
el proceso eliminador fue tal que<br />
obstaculizó gravemente la propia<br />
70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
maquinaria de guerra alemana en<br />
una contienda en que a esta nación<br />
–por lo menos desde el punto<br />
de vista de Hitler– le iba el ser<br />
o no ser. Ya no es sólo el que los<br />
transportes de judíos destinados a<br />
los campos de exterminio tuviesen<br />
preferencia incluso sobre los<br />
de tropas y material con dirección<br />
al frente, ni que soldados<br />
cualificados estuviesen íntegramente<br />
destinados a esta tarea genocida,<br />
sino que la masiva eliminación<br />
de judíos con preparación<br />
técnica dejó multitud de instalaciones<br />
productivas absolutamente<br />
inoperantes en un momento<br />
crítico en el que la guerra estaba<br />
aún por decidirse. Hasta los últimos<br />
días, hasta las últimas horas,<br />
cuando todo estaba perdido, los<br />
alemanes siguieron matando judíos.<br />
Por su parte, en el País Vasco,<br />
no parece que la estrategia de<br />
acosar, intimidar, agredir y asesinar<br />
a los disidentes de la causa<br />
sea el mecanismo más adecuado<br />
para incorporarlos a la misma; no<br />
parece que sea la estrategia más<br />
adecuada para mover a un Estado<br />
que por definición sabe que ante<br />
lo único que no puede ceder es<br />
ante esto, ni para asociar al proyecto<br />
a los otros partidos nacionalistas,<br />
ni para ganar estima o<br />
reconocimiento en los foros internacionales,<br />
lo que es fundamental<br />
en iniciativas de este tipo.<br />
Y lo que es peor, los propios<br />
instrumentos de terror utilizados<br />
muestran claramente que los “patriotas<br />
vascos” pagarían con gusto<br />
el precio de la destrucción del tejido<br />
productivo, de la convivencia<br />
ciudadana, en definitiva, de la<br />
frustración vital de varias generaciones<br />
de sus compatriotas, con<br />
tal de avanzar un metro hacia la<br />
independencia. Pero es que esta<br />
actitud, aunque no sea racional,<br />
obedece a un concatenado de<br />
causa-efecto lógico. La asunción<br />
del “problema” crea autosufrimiento,<br />
lo que es igual al odio; y<br />
el odio te lleva a acosar, extorsionar<br />
y matar, aunque esta última<br />
consecuencia pueda trastocar la<br />
vía más racional de atacar el “problema”.<br />
Las víctimas y los cómplices<br />
Las víctimas del holocausto nazi,<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
por lo que sabemos de la mayoría<br />
de los supervivientes de los campos,<br />
no odian. Piden memoria y<br />
justicia, por supuesto, pero no<br />
podemos confundir esto con el<br />
odio. La obsesión de todo superviviente<br />
es contarlo. Que las personas<br />
de bien conozcan que han<br />
sufrido atrozmente, materialmente<br />
y, lo más importante de<br />
todo, injustamente. Por eso demandan<br />
justicia, no venganza. Y<br />
justicia en los términos en que la<br />
comunidad de hombres de bien<br />
consideren suficientes. Resulta un<br />
hecho sorprendentemente positivo<br />
y significativo la ausencia de<br />
voces que, incluso entre las víctimas<br />
más directas, pidan en España<br />
la pena de muerte. Resulta sorprendente<br />
la forma tan civilizada<br />
con la que se asumió durante la<br />
transición la amnistía general a<br />
los terroristas. En este ámbito, la<br />
sociedad española ha demostrado<br />
una enorme generosidad. Por<br />
el contrario, una persona que mata<br />
a un periodista, a un concejal o<br />
a un magistrado de lo social “para<br />
generalizar el sufrimiento”, y<br />
una vez muerto le insulta delante<br />
de su familia, nunca puede actuar<br />
por justicia, sino por odio y<br />
venganza.<br />
Pero también sería ilusorio<br />
considerar que todos los que intervienen<br />
en la maquinaria eliminadora<br />
están poseídos por el odio.<br />
Especialmente existen muchos<br />
cómplices que probablemente no<br />
odian, quizá porque no tienen<br />
tan sensibilizada su fibra antisemita<br />
o nacionalista como para<br />
producirles sufrimiento-odio, pero,<br />
a casi todos los efectos, actúan<br />
como si odiasen. En la Alemania<br />
de los años veinte y treinta –no<br />
digamos durante la guerra– el<br />
peor insulto era llamar a alguien<br />
“amigo de los judíos”. Para nosotros<br />
hoy es difícil comprender<br />
que esto pudiese ser una descalificación<br />
tan atroz como para llenar<br />
de pánico al más pintado.<br />
Quizá empezamos a comprenderlo<br />
ahora por comparación con<br />
expresiones tales como “españolazo”<br />
o “nacionalista español”. Al<br />
que está fuera de ese mundo esto<br />
le trae sin cuidado, pero para el<br />
que necesariamente se encuentra<br />
inmerso en el mismo la cosa cam-<br />
bia radicalmente. Toda persona<br />
necesita por naturaleza integrarse<br />
de alguna forma en el ámbito social<br />
en que se mueve. Lo contrario<br />
–la muerte social– es insoportable<br />
para el ser humano, especialmente<br />
si es joven.<br />
En Alemania, las pocas personas<br />
que no compartían sentimientos<br />
antisemitas se cuidaban<br />
mucho de manifestarlo. Se autocensuraban,<br />
pero más que por<br />
miedo por vergüenza. Incluso algunos<br />
guardianes de los campos<br />
que mostraban ciertos sentimientos<br />
humanitarios con respecto a<br />
los prisioneros judíos los golpeaban<br />
con saña cuando se encontraban<br />
en presencia de sus compañeros,<br />
simplemente por la vergüenza<br />
de poder ser calificados<br />
de “amigo de los judíos”. Se podía<br />
ser humanitario. Nadie iba a ser<br />
sancionado por ello. Pero ninguno<br />
quería, por lo menos en presencia<br />
de los demás. Hubiera significado<br />
su muerte social. Si en<br />
un determinado ambiente no<br />
asumir el “problema” te descalifica<br />
como miembro de esa sociedad,<br />
hay que tener mucho valor,<br />
madurez, fortaleza e integridad<br />
moral para no hacerlo y comportarse<br />
en consecuencia. Y esas cualidades<br />
no abundan ni en Alemania<br />
ni en el País Vasco ni, me temo,<br />
en ninguna parte.<br />
Conclusión<br />
A la vista de todas estas reflexiones,<br />
y de los últimos acontecimientos<br />
en nuestro país, puede<br />
parecer sorprendente que termine<br />
afirmando que hoy nos encontramos<br />
en el mejor momento en<br />
la lucha contra la sinrazón en los<br />
últimos 30 años. No digo que sea<br />
bueno (todavía falta plantear y<br />
explicar las cosas mejor, y me temo<br />
que muchos años, para que la<br />
locura termine), sino simplemente<br />
que es el mejor. Una última<br />
analogía con el antisemitismo<br />
nos lo aclarará. En la Europa<br />
ocupada por los nazis, el genocidio<br />
se extendió por doquier, pero<br />
hubo algún país, especialmente<br />
uno, en el que la barbarie apenas<br />
se hizo sentir. Éste fue el caso de<br />
Dinamarca. Un país pequeño, sin<br />
ninguna posibilidad militar de<br />
hacer frente a los nazis, pero con<br />
RODRIGO TENA ARREGUI<br />
una tremenda fortaleza moral. Su<br />
incansable comportamiento cívico,<br />
su lucha constante por hacer<br />
ver a los invasores la irracionalidad<br />
del “problema”, significó la<br />
vida para miles y miles de judíos.<br />
Por diálogo no entendían cesión<br />
o capitulación ante las demandas<br />
nazis, sino combate dialéctico.<br />
No pretendieron “negociar” con<br />
ellos, por lo menos al modo en<br />
que lo hicieron incluso muchos<br />
jefes judíos de guetos. Consideraciones<br />
tales como “entregaremos<br />
ahora mil judíos para salvar<br />
cien mil”, “organizaremos este<br />
transporte ya que nos han prometido<br />
que será el último” y otras<br />
semejantes, son hoy fáciles de criticar<br />
desde el punto de vista moral,<br />
lo que quizá no sea del todo<br />
justo; pero de lo que no cabe ninguna<br />
duda es de que desde el<br />
punto de vista de su eficacia fueron<br />
un absoluto fracaso, no ya<br />
para evitar el holocausto, sino ni<br />
siquiera para retardarlo. En realidad,<br />
su colaboración se demostró<br />
decisiva para engrasar la máquina<br />
eliminadora, lo cual es muy<br />
lógico; una “negociación” de este<br />
tipo implica una tácita asunción<br />
del “problema”, aunque sea una<br />
asunción no querida y forzada<br />
por el miedo y la violencia, pero<br />
que legitima e incentiva a los verdugos<br />
en su lucha por la solución<br />
final. Los daneses, por el contrario,<br />
se negaron absolutamente<br />
a prestar su ayuda a cualquier<br />
iniciativa que reconociese a los<br />
deseos nazis la más mínima legitimidad<br />
racional. Su decidida<br />
actitud logró paulatinamente<br />
cambiar la mentalidad de las<br />
fuerzas alemanas de ocupación,<br />
que a su vez se negaron a obedecer<br />
las órdenes de deportación<br />
que llegaban directamente del<br />
Reich. Como comentaba Hannah<br />
Arendt, ésta es una historia<br />
ejemplar para cualquiera que<br />
quiera aprender algo acerca de<br />
la enorme potencialidad de las<br />
acciones pacíficas de resistencia<br />
frente a un enemigo superior en<br />
el uso del terror y la violencia.<br />
Y si ellos vencieron, ¿cómo no<br />
vamos a vencer nosotros? n<br />
Rodrigo Tena Arregui es notario.<br />
71
Hay libros que es imposible<br />
leer sin recordar que son el<br />
último de su autor. Cocuyo,<br />
de Severo Sarduy, por ejemplo.<br />
En cubano, cocuyo es una luciérnaga,<br />
y esa luz frágil, efímera, lujo<br />
y gratuidad de lo creado, me<br />
parece una metáfora de la literatura<br />
de Sarduy, aun de su autor.<br />
La inmensa tristeza del niño<br />
cabezón que sobrevive a humorísticas,<br />
grotescas, atroces, seudomíticas<br />
pruebas de iniciación, sin<br />
que esas ordalías le permitan ingresar<br />
en la adultez, permanece<br />
en el lector como una herida silenciosa.<br />
Apagadas las luces del<br />
“gran cabaret del mundo”, extinguidas<br />
las apariencias pintorescas<br />
y variadas que componen su simulacro,<br />
devueltas a ese vacío<br />
central, única realidad que a la<br />
vez disfrazan y delatan, Cocuyo<br />
invoca por última vez la noción<br />
del barroco que Sarduy teorizó<br />
y practicó pero ya no en clave<br />
festiva.<br />
Las efímeras seducciones del<br />
sexo y el misticismo, del cabaret y<br />
el monasterio, fingen disputarse<br />
como en toda su obra, tal vez sólo<br />
para señalar el punto posible de<br />
un encuentro utópico: la intersección<br />
de barroco y budismo. El<br />
horror vacui tal vez ha sido la intuición<br />
primera de Sarduy: un vacío<br />
central que putti de yeso y<br />
profusas guirnaldas, inciensos de<br />
colores y divinidades maquilladas<br />
revelan por su mero exceso a<br />
nuestro despavorido reconocimiento.<br />
Allí donde otros se felicitaban<br />
de señalar un orgasmo en la<br />
santa Teresa de Bernini, Sarduy<br />
reconocería en ese éxtasis la ardua<br />
disciplina de contemplación<br />
de un mandala.<br />
Entre Colibrí, “monstruo cabezón”,<br />
y su pariente Cocuyo,<br />
Sarduy había pasado de los oro-<br />
peles virtuales del show al barro y<br />
los excrementos demasiado físicos<br />
de un delta aluvional. Una<br />
imagen patética del marginal,<br />
triunfante mientras pueda prolongarse<br />
la ilusión del espectáculo,<br />
vencido cuando éste toca a su<br />
fin, cuando se apagan los proyectores,<br />
se pliegan los telones y veloces,<br />
invisibles maquinistas dejan<br />
vacía la escena.<br />
La revista ‘Tel Quel’<br />
Severo Sarduy murió en París el 8<br />
de junio de 1993. La implacable<br />
diosa de la moda permitió que<br />
pocos años más tarde sus libros<br />
estén ausentes de las librerías francesas,<br />
su nombre casi olvidado<br />
por el periodismo cultural de su<br />
país de asilo. En Cuba, su patria,<br />
De dónde son los cantantes, apareció<br />
tímidamente en 1995, tras<br />
décadas de silencio y ocasional vilipendio<br />
para su autor. Gracias a<br />
la indispensable colección Archivos,<br />
auspiciada por la Unesco, pero<br />
independiente de su política,<br />
una edición crítica de sus obras<br />
completas finalmente ha visto la<br />
luz.<br />
En París, engañosos halagos<br />
y prescindibles reconocimientos<br />
habían arrastrado a Sarduy a<br />
representar el papel de Sarduy.<br />
Fue su desdicha creer que había<br />
hallado su voz en la sumisión a<br />
una ventriloquia ajena. A través<br />
de lo más propio y valioso que<br />
había llevado de Cuba a Saint-<br />
Germain-des-Prés, del mestizaje<br />
étnico y cultural celebrado<br />
gozosamente, de una práctica<br />
juguetona aunque artísticamente<br />
muy elaborada de lo que él<br />
aún no sabía que Bajtín había<br />
llamado polifonía y carnaval,<br />
otras voces se hicieron oír. Sarduy<br />
empezó a transmitir, cada<br />
vez menos paródicamente, to-<br />
LITERATURA<br />
SEVERO SARDUY<br />
Prisionero de Saint-Germain-des-Prés<br />
EDGARDO COZARINSKY<br />
da una ideología que durante<br />
unos años estuvo asociada, sin<br />
humor, con pedantería, a la revista<br />
Tel Quel.<br />
La empresa antiindividualista,<br />
antihumanista, antiliteraria de<br />
Tel Quel, no dejó víctimas en<br />
el campo de batalla intelectual<br />
parisiense: signo, tal vez, de que<br />
en el fondo nadie nunca la tomó<br />
en serio. En la segunda mitad de<br />
los años setenta, sobre las ruinas<br />
de la aventura teórica parisiense,<br />
empezó a reeditarse, por ejemplo,<br />
a Jane Austen, a Arthur<br />
Schnitzler; pronto se llegó a<br />
Edith Wharton, a Leo Perutz, a<br />
Mario Praz. Fue como si una<br />
ventana se abriese súbitamente<br />
en una pieza asfixiada por humo<br />
y vahos largo tiempo encerrados.<br />
No es casual que la vuelta<br />
a la literatura, en una Francia<br />
donde la capacidad de ficción,<br />
debilitada, amenazaba con agotarse,<br />
haya sido en gran parte la<br />
reaparición de autores traducidos<br />
mucho antes, hacía tiempo<br />
agotados, fondo de catálogos<br />
editoriales semiolvidados por un<br />
público que, sin embargo, no se<br />
resignaba a la “productividad<br />
textual”.<br />
(Hoy, los promotores de Tel<br />
Quel hace tiempo que se han “reciclado”<br />
–un vocablo proveniente<br />
de la economía de consumo parece<br />
el único apto para evocarlos–<br />
en la grafomanía con aspiraciones<br />
de best seller, en el psicoanálisis<br />
silvestre, en la conferencia<br />
televisiva, en el zapping cultural).<br />
Puede entenderse la vampirización<br />
parisiense del talento de<br />
Sarduy como un avatar (modesto,<br />
mundano) de la leyenda fáustica:<br />
un “provinciano” accede a la feria<br />
de vanidades de la “capital” a<br />
cambio de su alma… Pero esos<br />
fastos eran más bien falaces espe-<br />
jismos. Sarduy nunca “prendió”<br />
realmente en la bolsa de valores literarios<br />
de París. Observado con<br />
una sonrisa divertida por sus amigos<br />
franceses más cercanos, en sus<br />
treinta años de Saint-Germaindes-Prés<br />
resultó un aditamento<br />
pintoresco para una serie de escaramuzas<br />
intelectuales que sólo<br />
apasionaban a los nativos. Obligado<br />
por la necesidad material a<br />
aceptar la langue de bois del medio<br />
en que actuaba, sólo decía en privado,<br />
a algún amigo hispanoamericano,<br />
el ridículo que no dejaba<br />
de ver en el publicitado viaje<br />
a China, en pleno genocidio<br />
cambodiano, de una variopinta<br />
bande des quatre: Barthes, Sollers,<br />
Kristeva y François Wahl (sobrino<br />
del filósofo Jean Wahl y asesor de<br />
las Editions du Seuil).<br />
Sarduy terminó encontrando<br />
en París censuras menos letales pero<br />
tan rígidas como en Cuba, cuyos<br />
sonidos, colores y sabores tanto<br />
le faltaban. En más de un momento,<br />
al comprobar que le era<br />
materialmente imposible sobrevivir<br />
en París si se divorciaba del establishment<br />
que lo había adoptado,<br />
fantaseó con la idea de volver<br />
a la isla, confiado en la protección<br />
de una hermana, funcionaria importante,<br />
que pudiese obtenerle<br />
algún empleo, aun modesto, pero<br />
que le salvara de la alternancia de<br />
ostracismo y chicanas que, por<br />
ejemplo, amargaron los últimos<br />
años de Virgilio Piñera.<br />
La muerte temprana ha liberado<br />
a Sarduy de la complicidad<br />
tóxica en la que él creyó ver su<br />
triunfo. Sus libros permanecen,<br />
no contaminados, y lo confirman<br />
como un escritor de otro nivel,<br />
de otra calidad, que aquellos ocasionales<br />
vecinos. Su originalidad<br />
era demasiado auténtica como<br />
para acatar una gimnasia de eter-<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Severo Sarduy<br />
na adaptación a un mercado intelectual,<br />
no por limitado menos<br />
influyente.<br />
La gracia, la espontaneidad<br />
con que en la conversación, aun<br />
antes que en la escritura, Sarduy<br />
proponía insólitas alianzas entre<br />
las letras, la música popular, la<br />
lingüística y la digresión sexual,<br />
era algo inimitable para su empacado<br />
primer público. Sólo Roland<br />
Barthes podía, desde otro registro,<br />
intuir exactamente la naturaleza<br />
de su genio. Para los<br />
demás parroquianos de Saint-<br />
Germain-des-Prés, ese cubano<br />
auténtico fue convirtiéndose en<br />
un cubano di maniera, diversión<br />
de intelectuales que en él festejaban<br />
la exhibición de esa misma<br />
heterodoxia lúdica que en Cuba<br />
lo habría llevado al trabajo forzado<br />
en un campo de la UMAP. En<br />
Sarduy, esa secta sólo supo ver<br />
un reflejo exótico que la confirmaba<br />
en su existencia metropolitana.<br />
Sus secuaces fueron incapaces<br />
de reconocer en él a<br />
un escritor de veras, cuya obra<br />
relegaba sus propias gesticulaciones<br />
a un bajo anaquel.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
El París de Sarduy tenía por<br />
centro, anacrónico, al café de Flore.<br />
Éste ya no era un café literario<br />
cuando él lo hizo ingresar en su<br />
mitología personal. El prestigioso<br />
decorado de los años cuarenta,<br />
donde los escritores habían buscado<br />
un poco de calor en tiempos<br />
de ocupación y racionamiento,<br />
convertido en la posguerra en<br />
centro de una bohemia internacional,<br />
pero intrínsecamente literaria,<br />
cultural, a fines de los años<br />
sesenta ya se había entregado a<br />
una fauna interlope de publicistas,<br />
modelos, gigolós y otros aspirantes<br />
a esos 15 minutos de fama<br />
que un profeta neoyorquino predijo<br />
para todo el mundo en un<br />
futuro que es hoy. Severo, mejor<br />
que nadie, iba a describir ese submundo<br />
en un texto de El Cristo<br />
de la rue Jacob. Que el aburrimiento<br />
crónico de Roland Barthes<br />
haya elegido ese café por parada<br />
casi cotidiana no es inexplicable:<br />
en su afán clasificatorio<br />
(Sade, Fourier, Loyola) y sistematizador<br />
(Fragments d’un discours<br />
amoureux), el profesor tal vez expiaba<br />
con ese peregrinaje su vis-<br />
ceral timidez ante lo imaginario.<br />
(Después de Valéry, creo que<br />
no ha habido en el idioma francés<br />
un pensamiento literario tan fino<br />
como el de Barthes, una capacidad<br />
tan admirable para libar,<br />
abeille savante, marxismo, estructuralismo,<br />
semiología, y luego segregar<br />
algo siempre diferente,<br />
nunca prisionero de esos severos<br />
enrejados. Su coqueteo amistoso,<br />
hábilmente huidizo, con los más<br />
jóvenes e irremediablemente subalternos<br />
redactores de Tel Quel,<br />
es una de las facetas de esa estrategia.<br />
En tiempos en que la revista,<br />
coqueluche de algunos intelectuales<br />
parisienses y provincianos<br />
transatlánticos, ofrendaba en<br />
los altares de la semiótica y el leninismo,<br />
y citaba la poesía de<br />
Mao Zedong, Barthes ya “estaba<br />
en otra cosa”: lieder, Werther, redescubrir<br />
los sentimientos).<br />
La cuba mestiza<br />
Así como Guillermo Cabrera Infante<br />
reinventó La Habana perdida<br />
como la luz de una vela apagada,<br />
Sarduy se hizo su propio<br />
país portátil con la Cuba que pro-<br />
puso en De dónde son los cantantes.<br />
Para medir el coraje implícito<br />
en ese libro hay que recordar<br />
que, en la primera década de la<br />
revolución, Cuba, bendecida por<br />
la visita de tantos invitados biempensantes,<br />
procuraba aniquilar la<br />
misma rica tradición de mestizaje<br />
cultural que el libro de Sarduy<br />
celebra. El marxismo-leninismo,<br />
entronizado en disciplina científica,<br />
creía poseer la clave indiscutible<br />
del futuro, el “sentido de la<br />
Historia”; consideraba, luego, residuos<br />
de superstición, marcas de<br />
“atraso”, particularismos retrógrados,<br />
rastros de incultura, fermentos<br />
reaccionarios, las múltiples<br />
manifestaciones de religiosidad<br />
animista africana que en la<br />
isla habían esposado al catolicismo,<br />
o la presencia china en la<br />
música y la cocina. En nombre de<br />
la “construcción del socialismo”<br />
se combatía lo más auténtico y<br />
propio de una cultura.<br />
En ese libro Sarduy celebra<br />
una Cuba mestiza, impura, entregada<br />
al despilfarro de lo imaginario,<br />
al goce de lo creado. De<br />
dónde son los cantantes apareció<br />
en Francia más o menos simultáneamente<br />
con el ensayo, publicado<br />
en la revista Critique, donde<br />
Kristeva presentaba al lector<br />
no ruso la obra de Mijail Bajtín.<br />
Ese ensayo seminal iba a marcar<br />
durante más de dos décadas no<br />
sólo a profesores no eslavos, sino<br />
también a cantidad de críticos,<br />
aun a escritores que, como los<br />
lectores más próximos a la autora,<br />
extirpaban esas intuiciones<br />
críticas del contexto soviético<br />
donde adquirían un filo transgresor.<br />
Leída a la luz de Bajtín, la<br />
novela de Sarduy parecía cumplir<br />
con los requisitos de lo polifónico<br />
y lo carnavalesco. Pero ese<br />
texto cubano, aunque resultase<br />
73
SEVERO SARDUY<br />
apetecible para la teoría literaria,<br />
era sencillamente irrecuperable<br />
para la ideología del poder. Permaneció,<br />
previsiblemente, impublicable<br />
en Cuba hasta dos<br />
años después de la muerte del<br />
autor y cuatro después de disuelta<br />
la Unión Soviética, cuando<br />
en la isla un poder fatigado ya<br />
empezaba a claudicar.<br />
(Tal vez sea uno de los signos<br />
más patéticos del destino de la revolución<br />
cubana que, una vez derrumbado<br />
el imperio que la mantenía<br />
en vida, como un agonizante<br />
bajo perfusión, su líder casi<br />
senil haya abierto la isla al turismo,<br />
al Papa, a la prostitución, logrando<br />
así una caricatura –que<br />
no renuncia a los signos exteriores<br />
de la retórica marxista– de lo que<br />
según la propaganda gobernante<br />
había sido Cuba antes de su conquista<br />
del poder).<br />
Juegos verbales<br />
Toda la obra de Sarduy pone en la<br />
escena del lenguaje una serie, en<br />
apariencia indefinida, tal vez innumerable,<br />
de metamorfosis que<br />
simultáneamente dan por abolido<br />
todo punto de origen y toda posibilidad<br />
de meta final, movimiento<br />
que parecería haberse iniciado<br />
mucho antes de la primera<br />
frase de Gestos, su primer libro, y<br />
prolongarse más allá del crepúsculo<br />
de Cocuyo.<br />
De Cobra, Emir Rodríguez<br />
Monegal pudo escribir que “la<br />
novela misma provee los elementos<br />
básicos de su exégesis”; de De<br />
dónde son los cantantes propuso Julio<br />
Ortega que es una “crítica de la<br />
literatura en sí misma”. Esto es<br />
cierto de la obra entera de Sarduy,<br />
autocrítica por su ejercicio integral<br />
de la parodia, paródica en su<br />
incorporación de nombres y vocablos<br />
provenientes de un espacio<br />
cultural. Sus ensayos –Escrito<br />
sobre un cuerpo y Barroco– aportan,<br />
por si fuera necesario, el elenco<br />
de fuentes, referencias y resonancias<br />
(literarias, plásticas, filosóficas)<br />
dentro del cual sus libros<br />
de ficción deberán ser leídos, apreciados,<br />
analizados. Un volumen<br />
de 1976 (Severo Sarduy, compilador<br />
Julián Ríos, Espiral / Fundamentos,<br />
Madrid) permite comprobar<br />
hasta dónde la crítica his-<br />
panoamericana se aventuró en el<br />
estudio de la obra de Sarduy. Más<br />
allá de algunos textos franceses y<br />
norteamericanos de circunstancias,<br />
sobre todo valiosos como signos<br />
de reconocimiento en otros<br />
ámbitos lingüísticos, allí se pone<br />
en acción cuanta idea y práctica<br />
conmovía y parecía renovar el trabajo<br />
crítico de la época.<br />
En ese libro encuentro, invocados<br />
con pertinencia y agudeza,<br />
por ejemplo, el impacto que la<br />
India de Octavio Paz, espacio<br />
místico-lingüístico, tuvo en Sarduy,<br />
con hondas huellas evidentes<br />
a partir de Cobra (Emir Rodríguez<br />
Monegal); los vínculos<br />
y discrepancias entre la noción<br />
de barroco en Sarduy y el “neobarroco”<br />
de Lezama Lima y Carpentier,<br />
así como el contexto<br />
(Saussure, Lévi-Strauss, Derrida<br />
y, desde luego, Paz) de su literatura<br />
(Roberto González Echevarría);<br />
aun una inesperada exploración<br />
de la posible intertextualidad<br />
Borges-Sarduy (Suzanne<br />
Jill Levine). Sería injusto concluir<br />
que Sarduy escribía para sus<br />
exégetas, para un lector universitario,<br />
estudioso de literatura,<br />
aun de teoría literaria. Sobre todo<br />
hasta Cobra, el humor, la<br />
autoironía y la infatigable invención<br />
verbal de sus libros no tienen<br />
nada en común con, digamos,<br />
las performances aplicadas,<br />
puntillosas, de los colaboradores<br />
de Tel Quel, que parecieron promover<br />
la obra de Sarduy tal vez<br />
con la esperanza de apropiarse<br />
de un poco de su audacia y liviandad.<br />
El eco múltiple que hasta Cobra<br />
tuvieron los primeros libros<br />
de Sarduy en la comunidad académica<br />
se fue extinguiendo a partir<br />
de Maitreya. El budismo, más<br />
ampliamente el misticismo hindú,<br />
todo el almacén de éxtasis y<br />
metáforas estructurada por Paz<br />
en ensayos y poemas en los años<br />
precedentes, depara menos sugerencias<br />
y revelaciones en la novela-mandala<br />
de Sarduy. Cabaret y<br />
travestidos fueron perdiendo su<br />
capacidad de divertir y parodiar<br />
las teorías de moda. En Colibrí, el<br />
lector asiste a una representación<br />
“a la manera de” Sarduy, cuidada,<br />
respetuosa, pero donde poco que-<br />
da de los destellos, de la seducción,<br />
del asombro, del descubrimiento<br />
que sigue suscitando De<br />
dónde son los cantantes. Como las<br />
formas y colores constantemente<br />
variados de un caleidoscopio,<br />
el juego verbal trasunta cierta fatiga,<br />
una sospecha de sistematización<br />
una insidiosa monotonía.<br />
Los últimos años<br />
En sus últimos años Sarduy entendió<br />
que había sido traicionado.<br />
Peor: que se había dejado traicionar<br />
o que se había traicionado<br />
a sí mismo. No podemos imaginar<br />
qué habría sido de su vida de<br />
no haber dejado Cuba tan joven.<br />
¿Un interminable ocaso, como el<br />
de Piñera, escamoteado de la vida<br />
pública hasta en sus pompas fúnebres?<br />
¿Una autoexpulsión ruidosa,<br />
peleadora, como la de Arenas?<br />
Su paso por la vida literaria<br />
francesa es una fuente rica en malentendidos<br />
y equívocos. (En la<br />
Buenos Aires frívola y amnésica<br />
que visitó en 1968 se diría de<br />
él que “la había puesto maracas a<br />
Tel Quel”: “Vaste programme” o<br />
“Misérable miracle”, según el clásico<br />
que se prefiera…). Afortunadamente<br />
para su obra, nunca se<br />
encandiló con el llamado boom<br />
latinoamericano, rehusó las dimensiones<br />
adiposas requeridas<br />
por el best seller y cinceló una prosa<br />
fuera de moda como concepto<br />
y ejercicio, para la que, más allá<br />
de Lezama Lima, Darío aparece<br />
como la única referencia posible.<br />
A fines de los años ochenta,<br />
en momentos de quiebra en el<br />
mercado ideológico parisiense,<br />
Sarduy se vio obligado a abandonar<br />
Seuil, la editorial donde creía<br />
haber hecho “carrera”, donde de<br />
pronto sólo era visto como el superfluo<br />
protegido de un asesor recién<br />
jubilado de oficio. Acogido<br />
por Gallimard, la más tradicional<br />
editorial francesa, intentó<br />
malhadadamente resucitar una<br />
colección otrora prestigiosa: La<br />
Croix du Sud, creada por Roger<br />
Caillois en los años cincuenta. La<br />
inseguridad de su situación profesional,<br />
ciertos errores de criterio,<br />
lo llevaron a exagerar la prudencia.<br />
Vivía cada gesto de docilidad<br />
ante el medio como una herida<br />
íntima, que sólo podía aliviar por<br />
la escritura. Todo esto se trasluce<br />
en Cocuyo: esos otros sobre los<br />
que al final vomita el niño retardado<br />
de la ficción remedan a los<br />
mediocres, a esas nulidades de<br />
quienes dependía el escritor para<br />
su subsistencia, que le imponían<br />
aliados ideológicos y mundanos.<br />
En cierto sentido, el basural final<br />
de su última novela es lo que París<br />
había pasado a significar para<br />
el desolado ocaso de la vida de<br />
Sarduy.<br />
Sobre Severo Sarduy he querido<br />
escribir en primera persona.<br />
No pretendo abordar el misterio<br />
de la fortuna tornadiza de su prestigio<br />
literario con los instrumentos<br />
de la crítica. Ésta puede revelar<br />
en su espejo cóncavo más resonancias<br />
y convergencias entre<br />
la obra y su tiempo que las visibles<br />
para una mirada profana; pero<br />
esa imagen, no necesariamente<br />
deformada pero sí perfecta (en<br />
el sentido de total, conclusa), me<br />
parece más bien el reflejo de un<br />
álter ego de Sarduy. Con el tiempo<br />
ese reflejo será la única efigie<br />
del escritor y, tal vez, es justo que<br />
así sea, pero antes que esta persona<br />
definitiva se cristalice, concentración<br />
de tantos fluidos palpitantes<br />
en una superficie firme,<br />
quisiera dejar una huella de otro<br />
Sarduy, aquel que en París sólo<br />
podía decir en castellano, como<br />
una confidencia, algo muy distinto<br />
de lo que decía, públicamente,<br />
en francés. n<br />
Edgardo Cozarinsky es escritor y cineasta,<br />
Autor de La novia de Odessa.<br />
74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
Las reglas del parque humano<br />
Peter Sloterdijk<br />
Siruela, Madrid, 2000<br />
1. La humanidad del hombre no<br />
deja de intrigar al propio hombre<br />
debido, sin duda, a que lo que<br />
tiene a mano es barbarie y para<br />
creerse lo de la humanidad de la<br />
especie ha de hacer un enorme<br />
esfuerzo teórico. Parece adquirido<br />
que cualquier reflexión sobre el<br />
hombre debe partir de su inhumanidad<br />
histórica. Lo que queda<br />
abierto es el punto de llegada: hay<br />
estrategias que, a modo de sueño<br />
eterno, hacen coincidir el principio<br />
y el fin; y otras que fían la<br />
conquista de la humanidad al poder<br />
de la teoría, con lo que la ansiada<br />
humanidad del hombre sería<br />
algo tan deseado como inexistente.<br />
De ahí la polémica que<br />
suscita hoy cualquier discurso o<br />
carta sobre el humanismo; por<br />
ejemplo, el texto de Peter Sloterdijk<br />
titulado Las reglas del parque<br />
humano 1 . Cabe entonces preguntarse<br />
si el hombre no tiene más salida<br />
que optar entre ser integrante<br />
del zoo humano o número de<br />
una humanidad abstracta.<br />
Para Sloterdijk la “humanitas”<br />
es el nombre del proyecto<br />
civilizatorio de la filosofía occidental.<br />
Él se la representa como<br />
una cadena de cartas a amigos<br />
que seducimos y quienes, a su<br />
vez, la hacen llegar a otros para<br />
ganarles igualmente a la causa.<br />
Así entendieron los romanos los<br />
escritos de los griegos, como cartas<br />
dirigidas a ellos; cartas que,<br />
una vez leídas y comentadas, los<br />
1 P. Sloterdijk: Reglas para el parque<br />
humano. Siruela, Madrid, 2000. Una información<br />
sobre el debate consiguiente<br />
puede leerse en Revista de Occidente, núm.<br />
228, mayo de 2000.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
romanos difundieron por el todo<br />
el mundo, aprovechando su<br />
posición hegemónica.<br />
Pues bien, la cadena de cartas<br />
se ha roto; es decir, esas cartas ya<br />
no son capaces de servir de lazo<br />
comunicacional de la sociedad<br />
moderna. Señala dos razones. En<br />
primer lugar, porque la nueva sociedad<br />
ya no responde al modelo<br />
de una sociedad literaria, esto es,<br />
escolar y educativa, como era la<br />
humanitas clásica. Y esto, ¿por<br />
qué? Pues porque vivimos en una<br />
sociedad telemática en la que la<br />
comunicación no es libresca o literaria<br />
sino que se vehicula a través<br />
de Internet, de la televisión o<br />
de las técnicas características del<br />
mundo virtual 2 . En segundo lugar,<br />
porque las cartas escritas ya<br />
no cumplen la función esencial<br />
atribuida históricamente a la humanitas:<br />
desviar los pasos del<br />
hombre, cuya inercia natural le<br />
encaminan al anfiteatro en el que<br />
se ofrece el espectáculo inhumano<br />
de la pelea del hombre con la bestia;<br />
en vez de al anfiteatro, al libro.<br />
FILOSOFÍA<br />
RESTOS HUMANOS<br />
Levi y Semprúm<br />
2 J. Echeverría dedica su libro Los señores<br />
del aire a la exposición y análisis crítico<br />
de esta nueva confirmación de la sociedad<br />
contemporánea que él califica de<br />
“tercer entorno”.<br />
REYES MATE<br />
La prueba de esta impotencia la<br />
tenemos en el siglo XX, que debería<br />
ser el de mayor madurez<br />
civilizatoria pero que en realidad<br />
ha sido el más bárbaro de la<br />
historia: más de mil millones de<br />
muertos civiles por efectos de<br />
las guerras.<br />
En esta reflexión crítica sobre<br />
la humanitas que lleva a cabo<br />
Peter Sloterdijk no está ausente<br />
el Heidegger de la Carta<br />
sobre el Humanismo 3 . Como se<br />
recordará, ese escrito de Heidegger<br />
surge como la respuesta a<br />
la pregunta comment redonner<br />
un sens au mot humanisme que<br />
en 1946 –es decir, al día siguiente<br />
de la guerra– le dirige<br />
un joven francés, Jean Beaufret.<br />
Heidegger se pregunta si vale la<br />
pena intentarlo, pues el problema<br />
no consiste en devolver brillo<br />
a un venerable término ya<br />
caduco, sino en re-pensar lo que<br />
sea el hombre. Mientras mantengamos<br />
la definición del hombre<br />
que subyace al viejo humanismo,<br />
de nada servirán los afei-<br />
3 La referencia a la obra de Heidegger<br />
(Carta sobre el humanismo, Taurus, Madrid,<br />
1996) Figura en el subtítulo del libro<br />
de Sloterdijk.<br />
tes que apliquemos a un término<br />
aquejado del mayor de los<br />
desprestigios.<br />
Re-pensar al hombre significa<br />
cuestionar de arriba abajo la definición<br />
clásica de animal rationale.<br />
Entre el hombre y el animal no<br />
hay sólo una diferencia específica,<br />
tal y como presupone la definición<br />
aristotélica, sino una diferencia<br />
ontológica. El hombre no<br />
es una especie de animal sino que<br />
consiste en estar-en-el-mundo. Lo<br />
que él entiende por ello lo explica<br />
con la metáfora de “el hombre<br />
pastor del ser”. ¿Cómo guarda el<br />
hombre al ser? No pasivamente,<br />
como quien guarda cama, sino<br />
como un pastor guarda su ganado:<br />
siempre atento al movimiento<br />
de las ovejas. Ser hombre es estar<br />
a la escucha del ser o, como dirá<br />
en otro momento, el hombre es<br />
un “oyente de la palabra”, pues el<br />
lenguaje es “la casa del ser”.<br />
Notemos que hay una gran diferencia<br />
entre ser “lector de cartas”<br />
y ser “pastor del ser” u “oyente de<br />
la palabra”. El lector se somete a la<br />
letra escrita, al autor de las cartas.<br />
Y como la función del escribidor<br />
de cartas es desviar al hombre del<br />
circo, es decir, civilizar, lo que se<br />
espera del lector es someter la animalitas<br />
a la rationalitas, domesticar<br />
a la natura. El “pastor del ser”,<br />
por el contrario, no está supeditado<br />
a mandatos escritos, no tiene<br />
por prioridad domesticar a la bestia,<br />
sino escuchar al ser. El autor<br />
no es un hombre sino el ser, con<br />
lo que el pastor queda literalmente<br />
a la intemperie.<br />
Al llegar a este punto, Sloterdijk<br />
abandona el discurso de<br />
Heidegger y no le sigue en su escucha<br />
del ser. Sloterdijk prefiere<br />
hacer su propia escucha, fijándose<br />
en dos momentos en los que el<br />
ser habla, dos momentos estelares<br />
75
RESTOS HUMANOS<br />
del estar-en-el-mundo del hombre.<br />
El primero se remonta a los<br />
orígenes del existir humano. Lo<br />
que caracteriza, en efecto, el nacimiento<br />
del hombre es la neotecnia,<br />
el nacimiento prematuro.<br />
Nacemos demasiado pronto, mal<br />
pertrechados como animales; por<br />
eso tenemos que compensarlo espabilando,<br />
saliendo al mundo,<br />
buscando recursos en el mundo<br />
o, dicho heideggerianamente,<br />
“orientándonos al ser”. La primera<br />
convocatoria del ser es a espabilarnos,<br />
a inventar soluciones<br />
fuera de nosotros mismos. Para<br />
esa faena el lenguaje es fundamental,<br />
pues nos permite dominar<br />
las cosas y entendernos entre<br />
nosotros mismos.<br />
Pero resulta que el hombre,<br />
además de lenguaje, tiene casa –y<br />
ésta es la segunda manifestación<br />
del ser–. El hombre es un ser doméstico,<br />
domesticado. El ser-doméstico<br />
del hombre hay que entenderlo<br />
no en sentido metafórico<br />
sino literal. Hay que entender<br />
la domesticación como cría, doma<br />
y selección. Ese proceso se ha<br />
cobrado un alto precio según<br />
Nietzsche, a quien el autor cita.<br />
“Para vivir en esas casas” dice Nietzsche<br />
4 “el hombre tiene que empequeñecerse.<br />
Y es a causa de eso que los hombres<br />
enseñan la felicidad y la virtud”.<br />
Esa transformación del hombre<br />
original en hombre domesticado<br />
es la obra del humanismo. Y<br />
no es que Sloterdijk esté en contra<br />
de la cría, doma y selección<br />
del hombre; sólo está en contra<br />
de una interpretación jibarizada<br />
de la domesticación. Él, como<br />
Nietzsche, entrevé que el problema<br />
relevante de la futura humanitas<br />
se resuelve en un “combate<br />
entre criadores del hombre pequeño<br />
y del superhombre”.<br />
Llegados a este punto, Sloterdijk<br />
saca sus propias conclusiones.<br />
La crisis del hombre, de la<br />
humanitas, se debe al uso de malas<br />
técnicas de cría y doma, a malas<br />
“antropotécnicas”. Esa defi-<br />
4 Lo que dice Nietzsche en el párrafo<br />
‘De la virtud que humilla’, segundo libro de<br />
Así habló Zaratustra (en la edición de Edaf,<br />
pág. 175, Madrid, 1990).<br />
ciencia tiene su origen en la ceguera<br />
de la humanitas, que no ha<br />
querido ver lo evidente, a saber,<br />
que lo que está en juego, hoy como<br />
ayer, es la domesticación del<br />
hombre. Eso no lo ha sabido ver<br />
ni el humanismo clásico, ni la Escuela<br />
de Francfort, ni las filosofías<br />
humanistas de la posguerra (los<br />
existencialismos, los personalismos<br />
o las filosofías dialógicas).<br />
La filosofía moral tiene que<br />
plantearse la domesticación y selección<br />
del hombre teniendo en<br />
cuenta la existencia de un nuevo<br />
factor, desconocido por los antiguos:<br />
la posibilidad de un poder<br />
de selección que no tenía hasta<br />
ahora el hombre. Es la posibilidad<br />
técnica de una reforma genética<br />
de las propiedades de la especie.<br />
El hombre puede ya sacudirse el<br />
fatalismo del nacimiento, recurriendo<br />
al nacimiento opcional o<br />
a la selección prenatal. El autor<br />
aboga por el uso de las nuevas<br />
“antropotécnicas” con vistas a superar<br />
la crisis del hombre, una<br />
crisis que, como hemos visto,<br />
consiste en la incapacidad de la<br />
humanitas para superar la barbarie.<br />
Eso explica que, en el debate<br />
consiguiente, tanto Habermas como<br />
Tugendhat subrayen que lo<br />
que está en juego no es sino la<br />
sustitución de la ética por la genética<br />
como medio de mejorar<br />
moralmente la especie.<br />
La polémica se ha centrado en<br />
las relaciones entre ética y genética.<br />
A Tugendhat 5 eso de la “selección”,<br />
propiciada por Sloterdijk,<br />
le evoca las rampas de<br />
Auschwitz. Hay que reconocer,<br />
sin embargo, que el escrito Las<br />
reglas del parque humano va mucho<br />
más allá. Sloterdijk, en efecto,<br />
es bien sensible a la crisis del humanismo,<br />
al fracaso del ideal humano<br />
que hemos conocido. Lo<br />
que ocurre es que pasa demasiado<br />
deprisa sobre las causas de ese fenómeno,<br />
pues no se detiene en el<br />
fracaso, como si las ruinas del humanismo<br />
no significaran nada.<br />
Esa premura vicia su propuesta<br />
de solución. El problema no es,<br />
5 E. Tugendhat: ‘No hay genes para la<br />
moral,’ en Revista Occidente, núm. 220,<br />
pág. 107, mayo, 2000.<br />
en efecto, la sustitución de una<br />
estrategia ineficaz (la representada<br />
por la ética) por otra eficaz (la<br />
que propicia la genética). En ese<br />
planteamiento, Sloterdijk parece<br />
saber demasiado bien lo que sea el<br />
hombre o lo que tenga que ser.<br />
Hay que hilar más fino. Para<br />
señalar una nueva dirección del<br />
humanismo hay que analizar bien<br />
en qué consiste su deshumanización,<br />
pues como dice Juliana<br />
González el problema no se resuelve<br />
negando la humanitas sino<br />
resolviendo sus contradicciones 6 .<br />
2. Hay que partir de un análisis<br />
riguroso de la crisis del hombre.<br />
Ahora bien, el hombre moderno<br />
no muere en el circo romano,<br />
ni en el “tercer entorno”, ni en<br />
los bombardeos de la población<br />
civil, sino en Auschwitz, es decir,<br />
en los hornos crematorios de las<br />
cámaras de gas. ¿Por qué esa relevancia<br />
de Auschwitz? Pues porque<br />
en las cámaras de gas no sólo<br />
muere el hombre físicamente sino<br />
que la muerte física es la consecuencia<br />
de una liquidación metafísica<br />
previa. No hay que olvidar<br />
que el campo era campo de exterminio<br />
y campo de concentración;<br />
en el primero se asesinaba al prisionero;<br />
el objeto del segundo era<br />
acabar con la humanidad del<br />
hombre. El judío tenía que morir<br />
físicamente porque ya se le había<br />
excluido metafísicamente de la<br />
humanidad del hombre.<br />
2.1. El campo es el lugar mayor<br />
de la reflexión filosófica del<br />
siglo XX pues su existencia es inexplicable<br />
sin la cultura que es la<br />
nuestra. El campo no es la negación<br />
de la modernidad sino una<br />
posibilidad de la misma. El campo<br />
no cierra sus puertas con la llegada<br />
de los aliados sino que éstas<br />
siguen abiertas, abiertas a nuestras<br />
propias lógicas; de ahí que<br />
tengamos que detenernos en el<br />
análisis de la relación entre modernidad<br />
y barbarie.<br />
La relación entre el campo y la<br />
modernidad puede ser investigada<br />
6 Juliana González: El ethos destino<br />
del hombre. FCE, México.<br />
7 Z. Bauman: Modernidad y Holocausto.<br />
Sequitur, Toledo, 1997.<br />
desde un punto de vista sociológico<br />
y, también, filosófico. Zygmund<br />
Baumann ha intentado el<br />
primero de ellos 7 . Su tesis es que<br />
el campo es impensable sin la organización<br />
burocrática de la sociedad<br />
moderna. Dos características<br />
la definen. En primer lugar,<br />
la presencia en la misma del principio<br />
weberiano de la “división en<br />
esferas”. La vieja racionalidad carismática,<br />
la que pretendía dar un<br />
sentido unitario y finalista a cualquier<br />
acción humana, ha quedado<br />
parcelada en racionalidades<br />
sectoriales (la “lógica del poder”,<br />
la “lógica del dinero”, la “lógica<br />
del saber”) que son autónomas.<br />
Se es racional si uno se atiene a cada<br />
lógica específica, sin preocuparse<br />
por el sentido final de cada<br />
acción. Lo importante es saber<br />
cómo llegar a la meta, sin preocuparse<br />
de si la meta es buena o<br />
mala, racional o irracional. El nazi<br />
que accionaba la cámara de gas<br />
lo que tenía que hacer es que el<br />
mecanismo funcionara sin preguntarse<br />
sobre el sentido de esa<br />
acción, que comportaba, de hecho,<br />
la muerte del judío por ser<br />
judío. Eso explica la facilidad con<br />
la que luego, en los juicios, se declararán<br />
inocentes invocando la<br />
obediencia debida.<br />
En segundo lugar, la validez<br />
indiscutible del “maximin”, esto<br />
es, cifrar la racionalidad de una<br />
acción en el logro del objetivo al<br />
menor costo posible. Máximo de<br />
beneficio al menor costo posible.<br />
Según Bauman, lo que en un<br />
principio pretendía el nazismo<br />
con los judíos no era su liquidación<br />
física sino salvaguardar la raza<br />
aria de la posible contaminación<br />
por razas inferiores. Por eso,<br />
la primera medida consistió en<br />
expulsar a los judíos de Alemania,<br />
para evitar la contaminación<br />
racial. Sólo cuando el pangermanismo<br />
comprendió que no había<br />
nada exterior a Alemania se planteó<br />
la estrategia de la “solución final”.<br />
Si nada había exterior a Alemania,<br />
todo era campo y, por tanto,<br />
la solución a la pureza aria era<br />
la liquidación física del judío.<br />
Más importante para nuestro<br />
propósito es el análisis filosófico<br />
del campo. Podríamos apelar a la<br />
tesis de Foucault y Agamben<br />
76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
cuando caracterizan la política,<br />
también la moderna, de biopolítica<br />
8 . En el origen de esta caracterización<br />
está el artículo de Levinas,<br />
de 1934, titulado Quelques<br />
reflexions sur la doctrine du hitlerisme.<br />
Ahí define al fascismo como<br />
biopolítica, es decir, como<br />
una doctrina caracterizada por el<br />
encadenamiento del hombre al<br />
cuerpo. Ese encadenamiento no<br />
es visto como una maldición sino<br />
que es elevado a principio espiritual<br />
supremo; de ahí que la autenticidad<br />
se entienda como fidelidad<br />
al cuerpo, esto es, a la sangre<br />
y a la tierra. A Levinas lo que le<br />
interesa es llamar la atención sobre<br />
la novedad de esta “doctrina<br />
del hitlerismo”, que rompe todo<br />
el esfuerzo civilizatorio, protagonizado<br />
“por el judaísmo, el cristianismo<br />
y el liberalismo”, empeñados<br />
en liberar al hombre del<br />
encarcelamiento que suponen el<br />
cuerpo y el tiempo. Ahora bien,<br />
en la reimpresión que hace en<br />
1990 añade una apostilla muy<br />
significativa. Se pregunta, en efecto,<br />
si la modernidad escapa realmente<br />
al encarcelamiento, inicialmente<br />
asignado al fascismo.<br />
En 1979 Foucault retoma el<br />
tema de la biopolítica para significar<br />
la quintaesencia política de la<br />
modernidad: el liberalismo. Éste<br />
no sería, en contra de lo que se<br />
suele decir, la expresión del entusiasmo<br />
moderno por la libertad,<br />
una organización de la vida política<br />
desde la libertad, sino más<br />
bien una apuesta por la seguridad<br />
del cuerpo. La libertad sólo interviene<br />
como combustible necesario<br />
al buen funcionamiento de un<br />
orden social volcado en el desarrollo<br />
del individuo y en las garantías<br />
de seguridad del cuerpo.<br />
Agamben da un paso más. Para<br />
él no sólo la modernidad sino<br />
toda la filosofía política occidental,<br />
desde Aristóteles hasta la de-<br />
8 Obligado en este punto es la obra de<br />
G. Agamben Homo Sacer, Pre-Textos,<br />
Valencia, 1998, y también G. Agamben,<br />
Lo que queda de Auschwitz, Pre-Textos,<br />
Valencia, 1999. El texto de Foucault está<br />
parcialmente publicado en Magazin Literaire,<br />
núm. 207, mayo de 1984, págs. 35-<br />
39. Cf. igualmente E. Levinas, Quelques<br />
reflexions su la philosophie du hitlerisme,<br />
Rivages de Poche, París, 1997.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
mocracia liberal, está afectada del<br />
mal de la biopolítica. Es una tesis<br />
muy osada, pues parecería que<br />
entre el fascismo y el liberalismo<br />
no hay diferencias. ¿Cómo lo argumenta?<br />
Para la política el hombre<br />
no es un sujeto de derechos sino<br />
“nuda vida” o, dicho en sus<br />
propios términos, un “homo sacer”,<br />
esto es, alguien a quien cualquiera<br />
puede matar impunemente<br />
pues su vida no tiene ningún<br />
valor sacrificial. El hombre se encuentra<br />
ante el poder como el<br />
hombre de Kafka Ante la Ley,<br />
abandonado, supeditado a un<br />
bando que le obliga al sometimiento<br />
sin poder saber por qué ni<br />
en qué. Vistas así las cosas, el campo<br />
se convierte en el símbolo de la<br />
política. En el campo, en efecto,<br />
se suspende la ley y el hombre sólo<br />
vale como nuda vida. Pero ¿no<br />
es un poco exagerado concebir al<br />
ciudadano de un sistema democrático<br />
como nuda vida?, ¿acaso<br />
no se le reconocen unos derechos<br />
humanos?, ¿acaso no es él el principio<br />
de legitimidad de la ley?,<br />
¿qué tiene que ver un dictador<br />
con un presidente democrático?<br />
Son preguntas legítimas pero que<br />
se disuelven tan pronto como las<br />
confrontamos con la realidad: juzguemos<br />
la doctrina de los derechos<br />
humanos a la luz de la débil<br />
figura del sin-papeles; reflexionemos<br />
sobre quién decide los grandes<br />
asuntos de nuestro tiempo;<br />
pensemos en lo que significa la<br />
vida de los vivos en países asolados<br />
por el terrorismo 9 ; no perdamos<br />
de vista el papel de la violencia<br />
en la fundamentación y<br />
conservación del derecho... Al final<br />
de estas reflexiones podríamos<br />
encontrarnos como el campesino<br />
de Kafka que decide un buen día<br />
visitar la ley como quien visita un<br />
parque. Resulta que no puede en-<br />
9 El debate moderno sobre el terrorismo<br />
(también en España) está viciado de<br />
alguna manera, pues tanto el Estado como<br />
los terroristas juegan con un mismo<br />
principio pero de dudosa moralidad, a saber,<br />
que el día que dejen de matar se hará<br />
“borrón y cuenta nueva”. Si bien se<br />
mira, lo que subyace a este principio es la<br />
valoración absoluta de la vida de los vivos.<br />
Todo (se puede pagar) por los vivos. Como<br />
si la reconciliación fuera posible al<br />
margen del significado de los muertos.<br />
trar, aunque esté la puerta abierta<br />
y el guarda se haga a un lado. Allí<br />
quedará esperando y morirá Ante<br />
la Ley, preguntándose hasta el último<br />
minuto por qué le prohíben<br />
la entrada.<br />
Agamben no sólo tiene a su<br />
favor la letra pequeña (la confrontación<br />
de las grandes palabras<br />
con la realidad de los hechos),<br />
sino el apoyo de una larga<br />
tradición de filosofía política.<br />
Cuando Carl Schmitt define la<br />
política como el enfrentamiento<br />
entre un pueblo amigo y otro<br />
enemigo, precisando que la<br />
amistad de un pueblo consiste<br />
en la comunión de sangre y tierra,<br />
lo que nos está diciendo es<br />
que la sola diferencia racial convierte<br />
al otro pueblo en enemigo.<br />
En política, el otro, por ser otro,<br />
es enemigo; de ahí que Hegel<br />
entienda que la relación de un<br />
Estado con otro Estado sólo<br />
pueda ser la guerra. Bien es verdad<br />
que la biopolítica añade un<br />
plus a la definición schmittiana,<br />
pues aquélla no sólo desconoce<br />
cualquier atisbo de subjetividad<br />
moral en el otro (en esto coincidiría<br />
con Schmitt), sino ni siquiera<br />
en el propio. El nazi sólo<br />
puede ver al judío como nuda<br />
vida si él previamente ha encarcelado<br />
su ser en la tierra y en la<br />
sangre. Y tratará de destruir al<br />
otro por lo que ese otro tiene de<br />
amenaza al grupo de pertenencia<br />
cuya razón de ser es precisamente<br />
la afirmación de lo que les distingue<br />
de los otros y que el otro<br />
pone en peligro: la raza.<br />
Pero por muy tentadora que<br />
sea esa línea de reflexión, prefiero<br />
seguir otra más ceñida al<br />
tema que nos ocupa y que no<br />
es sino el de la relación entre<br />
progreso y barbarie. Esa otra línea<br />
es la que abre Walter Benjamin<br />
en sus notas Sobre el concepto<br />
de Historia 10 . Pues bien,<br />
en la tesis VIII hace esta sorprendente<br />
confesión a propósito<br />
del fascismo:<br />
“Su fortuna proviene desde hace bastante<br />
del hecho de que sus adversarios lo<br />
combaten en nombre del progreso”.<br />
10 W Benjamin: Discursos interrupidos,<br />
págs. 177-190. Taurus, Madrid, 1989.<br />
REYES MATE<br />
Nada favorece tanto al fascismo<br />
como ser considerado lo<br />
opuesto al progreso, pues de esta<br />
guisa se favorece... al progreso de<br />
la barbarie. Resulta extraño concebir<br />
el progreso como el caldo<br />
de cultivo del fascismo. Pero ¿en<br />
qué el progreso y el fascismo se<br />
dan la mano? Hay un punto de<br />
convergencia. Observemos, en<br />
efecto, que lo propio del fascismo<br />
es tratar al hombre como nuda<br />
vida y no ya como sujeto de<br />
derechos. Y ¿el progreso?, ¿acaso<br />
no debemos al progreso el reconocimiento<br />
del hombre, de todo<br />
hombre, como sujeto de derechos?<br />
¿No dice la Declaration des<br />
droits de l’homme et du citoyen, de<br />
1789, que todo hombre, por el<br />
hecho de nacer, es sujeto de tales<br />
derechos? Eso es verdad, pero no<br />
hay que olvidar que lo que caracteriza<br />
a las concepciones progresistas<br />
de la historia, del derecho o<br />
de la moral es fijar el sentido del<br />
hombre individual fuera de él; esto<br />
es, en un punto espacial o temporal<br />
exterior al individuo de carne<br />
y hueso. Ese punto exterior<br />
puede llamarse futuro o mayoría<br />
social. El sentido del individuo<br />
está en función del futuro o de la<br />
mayoría, lo que quiere decir que<br />
en sí mismo no es nada, es sólo<br />
combustible de un futuro mejor o<br />
del interés general.<br />
Lo que hace la concepción<br />
progresista es mirar el todo desde<br />
el punto de vista del progreso, de<br />
los beneficiados por el progreso.<br />
Naturalmente que reconoce que<br />
en ese camino triunfal hay víctimas,<br />
hombres concretos que<br />
quedan en las cunetas de la historia,<br />
pero éstos son la excepción<br />
que confirma la regla. Es el precio<br />
de la historia. Benjamin, que<br />
ha observado atentamente toda<br />
la trayectoria del progreso, rompe<br />
el discurso con esta intempestiva<br />
reflexión: “La tradición de<br />
los oprimidos, el estado de excepción,<br />
es la regla” (tesis VIII).<br />
Podemos hacer dos lecturas de la<br />
historia: una progresista y otra<br />
desde los oprimidos. Para la primera,<br />
la opresión, la injusticia,<br />
es un precio provisional, una etapa<br />
pasajera, una excepcionalidad;<br />
para los oprimidos, sin embargo,<br />
la susodicha excepcionalidad<br />
77
RESTOS HUMANOS<br />
es la regla. Y no puede haber progreso<br />
si lo constante de la historia<br />
es la opresión. Progreso y barbarie<br />
son cara y cruz de la misma<br />
moneda, de ahí la sentencia benjaminiana:<br />
“No hay un solo documento de cultura<br />
que no lo sea también de barbarie”<br />
(tesis VII).<br />
Entiéndase bien, Benjamin no<br />
dice en ningún momento que el<br />
progreso sea barbarie. Lo bárbaro<br />
es la concepción progresista de la<br />
historia pues pone al progreso como<br />
objetivo de la humanidad y<br />
no a la humanidad como objetivo<br />
del progreso. Por eso el progreso<br />
no nos saca del campo, pues en algún<br />
lugar y de alguna manera genera<br />
barbarie. La barbarie es una<br />
posibilidad del progreso; posibilidad<br />
que, a la vista de lo que ha<br />
ocurrido después de Auschwitz,<br />
ha sido incesantemente activada.<br />
2.2. Pero con eso no está todo<br />
dicho sobre las posibilidades letales<br />
de la modernidad. No olvidemos<br />
que Benjamin muere en<br />
1940, en un momento, por tanto,<br />
en el que la muerte moderna del<br />
hombre sólo aparece como posibilidad,<br />
lejos aún del vertido destructor<br />
que vendrá con la “solución<br />
final”. Pero la posibilidad se<br />
hizo realidad: por eso estamos<br />
obligados a entrar en el campo. Es<br />
dentro del campo, y no sólo antes<br />
o fuera de él, donde tiene lugar la<br />
muerte moderna del hombre.<br />
Hay que entrar dentro para poder<br />
hablar fundadamente de la crisis<br />
del hombre.<br />
De Auschwitz han hablado los<br />
historiadores, los sociólogos, los<br />
teólogos, los filósofos... Nadie debería<br />
tener la pretensión de comprender<br />
Auschwitz, pues “comprender<br />
sería tanto como justificar”,<br />
dice Levi. Para el químico<br />
que era Levi, comprender es tanto<br />
como explicar adecuada y convincentemente<br />
un fenómeno. Pero<br />
no hay causas que expliquen<br />
racionalmente Auschwitz, porque<br />
el genocidio del judaísmo europeo<br />
perpetrado por el nacionalsocialismo<br />
no puede ser el efecto lógico<br />
de causa alguna: no hay causa<br />
que explique racionalmente ese<br />
efecto. Hay un punto de locura e<br />
irracionalidad que se resiste a re-<br />
sumirse en una causa; locura e<br />
irracionalidad que no son atribuibles<br />
a sujetos dementes sino a<br />
hombres y mujeres que libremente<br />
abrazaron la locura e irracionalidad<br />
de la barbarie.<br />
Pero si no podemos comprender,<br />
sí debemos hacer un esfuerzo<br />
por conocerlo, añade el propio<br />
Levi. Ahora bien, ese conocimiento<br />
del campo lo tenemos<br />
que hacer de la mano de los testigos.<br />
Conviene detenerse un momento<br />
sobre esta figura del testigo,<br />
tan importante en el derecho<br />
y tan irrelevante en filosofía. Un<br />
testigo, en un proceso judicial,<br />
puede establecer la verdad de los<br />
hechos. Es un testigo de la verdad.<br />
En filosofía no hay nada semejante.<br />
Las teorías de la verdad poco<br />
tienen que ver con las pretensiones<br />
de verdad de los sujetos: la<br />
verdad es un asunto “objetivo” en<br />
el que hay que hacer abstracción<br />
del mundo de la vida del sujeto. A<br />
lo más que se aproxima la filosofía<br />
es a la figura del observador,<br />
que es un testigo no implicado.<br />
Según Kant, el observador o, mejor,<br />
el entusiasmo de los espectadores<br />
puede convertirse en el termómetro<br />
de la calificación moral<br />
de un acontecimiento 11 . El entusiasmo<br />
que provocó, por ejemplo,<br />
la Revolución Francesa entre<br />
sus muchos espectadores es un<br />
buen criterio para certificar el carácter<br />
moral de la revolución. Si<br />
nos fijamos bien, el valor del observador<br />
le viene de su no implicación;<br />
esa distancia, que no tienen<br />
los protagonistas o testigos<br />
implicados, es garantía de su objetividad.<br />
El poco crédito que merece a<br />
la razón moderna el testimonio<br />
de un testigo implicado se lo sabían<br />
muy bien los verdugos nazis.<br />
No tenían miedo a los posibles<br />
testimonios de los testigos. Bien es<br />
verdad que lo dispusieron todo<br />
para que nadie pudiera contarlo;<br />
pero, aunque salieran vivos, sabían<br />
que la desmesura de su testimonio<br />
iba a resbalar por la pen-<br />
11 E. Kant: Ideas para una historia universal<br />
en clave cosmopolita y otros escritos sobre<br />
Filosofía de la Historia, pág. 88. Tecnos,<br />
Madrid.<br />
diente de los prejuicios racionales<br />
más modernos. Para que lo que<br />
contaban fuera tomado en serio,<br />
como una verdad, era necesario<br />
algo más que los testimonios de<br />
los supervivientes. Si recordamos<br />
las dificultades que encontró Levi<br />
para publicar su primer relato –Si<br />
esto es un hombre– y los 13 años<br />
que mediaron entre este escrito y<br />
el siguiente, tendremos que reconocer<br />
que los nazis no estaban tan<br />
mal encaminados.<br />
Tenemos, pues, que el reconocimiento<br />
del campo hay que hacerlo<br />
de la mano de los Primo Levi,<br />
Robert Antelme, Jean Améry,<br />
Elie Wisel, Jorge Semprún etcétera.<br />
¿Qué dicen los testigos?<br />
Cuentan experiencias que se resumen<br />
en grandes preguntas sobre<br />
el hombre, sobre Dios o sobre<br />
la capacidad de representación del<br />
sufrimiento: ¿dónde estaba Dios?,<br />
¿dónde estaba el hombre? ¿se pueden<br />
escribir ya poemas?...<br />
Pienso, sin embargo, que mucho<br />
más importante que las preguntas<br />
que formulan los testigos<br />
es la compleja estructura del testimonio.<br />
Recordemos, en efecto,<br />
que en la literatura del campo se<br />
habla no sólo del testigo sino del<br />
testigo integral, que en la jerga del<br />
campo era dicho el “musulmán”,<br />
que no es un musulmán, sino el<br />
prisionero judío en el último estadio<br />
de su deterioro físico y moral.<br />
Muertos vivientes o vivos<br />
muertos, indiferentes a la vida y a<br />
la muerte y de los que había desaparecido<br />
toda chispa del espíritu.<br />
Trudi Birger, testigo excepcional<br />
de ese trance último (excepcional<br />
no porque los musulmán<br />
fueran escasos sino porque pocos<br />
volvían de ese estadio) nos describe<br />
la indiferencia ante la vida y<br />
la muerte como el lento caminar<br />
de los mismos, sin gritos ni oposiciones,<br />
hasta la misma boca del<br />
horno crematorio que los recogía<br />
vivos y no ya muertos, si a esa vida<br />
se le puede llamar aún vida 12 .<br />
Pues bien, el musulmán 13 es el<br />
nervio del campo. Esto quiere decir<br />
12 Trudi Birger: Ante el fuego. Una<br />
memoria del Holocausto. Aguilar, España,<br />
2000.<br />
13 El término musulmán, con grafías<br />
diferentes, pertenece a la jerga concentra-<br />
que el objetivo del verdugo nazi<br />
no era matar judíos. La muerte<br />
física sólo debía sobrevenir cuando<br />
el prisionero hubiera interiorizado<br />
su inhumanidad, la no pertenencia<br />
a la especie humana. En<br />
el campo debía reproducirse a escala<br />
individual lo que epocalmente<br />
ya se había conseguido: que la<br />
liquidación física fuera una consecuencia<br />
de la exclusión metafísica<br />
del judío de la humanidad.<br />
Si queremos atender a la ruina del<br />
hombre y entender lo que significa<br />
la crisis del humanismo, tenemos<br />
que fijarnos en el musulmán.<br />
Él pone a prueba todas nuestras<br />
categorías civilizatorias, particularmente<br />
las morales. Tugendhat<br />
14 , en un esfuerzo supremo<br />
por buscar la fundamentación de<br />
las morales modernas, llega a la<br />
conclusión de que lo que subyace<br />
a todos los variopintos intentos<br />
de fundamentación de la moral<br />
es el convencimiento de la<br />
dignidad humana y del respeto<br />
de sí. Lo que fundamenta las insuficientes<br />
fundamentaciones<br />
modernas de la moral sería este<br />
extendido pre-juicio de que todos<br />
los hombres disponemos de<br />
la misma dignidad y tenemos derecho<br />
al mismo respeto. Ahora<br />
bien, si hay algo en lo que coinciden<br />
todos los testigos es en reconocer<br />
que en el campo no había<br />
lugar para la dignidad ni el<br />
respeto de sí. Todo eso había que<br />
dejarlo fuera para sobrevivir. Es<br />
más, hacer gala de dignidad tenía<br />
algo de obsceno. El musulmán<br />
era la mejor ilustración de esa in-<br />
cionaria, sin que se sepa muy bien su origen<br />
y sentido. La Enciclopedia Judaica dice que<br />
se usaba en Auschwitz y de ahí pasó a otros<br />
lugares. Su origen pudiera deberse a esa<br />
forma de “estar acurrucados en el suelo,<br />
con las piernas replegadas al modo oriental,<br />
con la cara rígida como una máscara”.<br />
Otros la remiten al yiddish Mozl-mener<br />
que podría traducirse por “hombre infectado<br />
por la rubeola”. Aunque el origen de la<br />
palabra sea desconocido, de lo que no hay<br />
duda es de su uso y destino. En Los hundidos<br />
y los salvados (Muchnik, Barcelona,<br />
1989), Levi los llama “el nervio del campo”<br />
o “los verdaderos testigos” y eso ha dado pie<br />
a G. Agamben para proponer una radical<br />
teoría del testigo, certera al remitir la palabra<br />
del superviviente al silencio del que tuvo<br />
que callar, pero discutible en cuanto vacía<br />
de sentido la palabra del testigo.<br />
14 E. Tugendhat: Diálogo en Leticia.<br />
Gedisa, Barcelona, 1999.<br />
78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
dignidad y ausencia de respeto<br />
por uno mismo.<br />
Esto quiere decir que si tuviéramos<br />
que medir al musulmán<br />
con los criterios de la moral moderna<br />
habría que declararles inmorales.<br />
No a-morales sino inmorales.<br />
Pero ¿quién lo osará? El<br />
testigo superviviente no lo toleraría.<br />
El musulmán, y con él el<br />
prisionero del campo, escapa a<br />
nuestra moralidad pero nos obliga<br />
a plantearnos de una manera<br />
nueva la moral. Porque, una de<br />
dos: o dejamos fuera de la ética<br />
todo el campo, considerando amoral<br />
una buena parte de la acción<br />
del hombre moderno, o nos<br />
planteamos la ética desde ellos.<br />
Pero ¿qué puede significar replantearse<br />
la ética desde Auschwitz<br />
si es allí donde se pone en<br />
evidencia la obsolescencia de<br />
nuestras morales? Un desplazamiento<br />
de la moral. El punto de<br />
partida no puede ser ya la dignidad<br />
del hombre sino la inhumanidad<br />
del musulmán. La cuestión<br />
fundante de la ética no puede ser<br />
ya ¿cómo ser bueno? o ¿dónde está<br />
la diferencia entre el mal y el<br />
bien?, sino esta otra: ¿en qué consiste<br />
la humanidad del hombre<br />
habida cuenta de la inhumanidad<br />
del musulmán. La nueva pregunta<br />
ética está perfectamente recogida<br />
en el título de la primera<br />
obra de Levi: Si esto es un hombre.<br />
Esta inhumanidad que yo represento<br />
¿es acaso humana?<br />
Notemos que inhumana es la<br />
existencia de la víctima e inhumana<br />
la del verdugo. El buen alemán<br />
que regresaba a casa, tras su<br />
empleo en el campo, para ejercer<br />
de buen padre de familia y devoto<br />
burgués dominical no podía<br />
ser humano si tenía tras de sí la tarea<br />
de deshumanizar a la víctima.<br />
Inhumanidad, pues, de la víctima<br />
y del verdugo, pero con una<br />
diferencia notable. Así como la<br />
víctima no duda en reconocer la<br />
inhumanidad en la que vive durante<br />
su encarcelamiento, el verdugo,<br />
jamás. Se sienten dignos,<br />
no-culpables, debidos a la obediencia<br />
y, por tanto, merecedores<br />
del respeto, del que se dan a sí<br />
mismos y del que esperan de los<br />
demás. Los que imparten órdenes,<br />
todavía menos. Entienden<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
que el ejercicio del poder del<br />
hombre es siempre, en cuanto activación<br />
del poder, algo humano;<br />
que ese poder pueda tener efectos<br />
destructores es algo secundario.<br />
Ante el poder destructivo ponen<br />
el acento en el poder, en el ejercicio<br />
del poder, que es algo profundamente<br />
humano. Lo destructivo<br />
del poder es un mero adjetivo que<br />
puede ser conveniente o incluso<br />
una perversión, pero que en nada<br />
empece la naturaleza humana del<br />
poder: el poder es humano, aunque<br />
sea inmoral.<br />
Esas distintas experiencias de la<br />
inhumanidad son fundamentales<br />
para la respuesta a la pregunta por<br />
la humanidad desde la inhumanidad.<br />
Si la inhumanidad real del<br />
verdugo es vivida subjetivamente<br />
como humanidad, la nueva humanidad<br />
sería más de lo mismo,<br />
es decir, voluntad de poder. No<br />
habría ninguna esperanza a la inhumanidad<br />
del hombre. Lo desesperado<br />
de esta vía queda bien<br />
en evidencia en el relato que hace<br />
Antelme 15 cuando, a la salida precipitada<br />
del campo, con los tanques<br />
rusos en sus talones, la columna<br />
de carceleros y sobrevivientes<br />
atraviesa un pueblo en el<br />
que Antelme se para en la fuente<br />
pública. Cuando levanta la cabeza<br />
observa que una mujer le espera<br />
para recoger agua. Antelme le<br />
da la vez con un cumplido “je<br />
vous en prie madame”. La mujer<br />
se espanta, se horroriza al constatar<br />
que de ese manojo de piel y<br />
huesos, que es el cuerpo de un<br />
habitante del campo, pueda salir<br />
un gesto humano. Ella, que hacía<br />
tiempo que había declarado inhumano<br />
al campo, se siente amenazada<br />
en su humanidad por la<br />
inhumanidad del otro. Pero no<br />
era inhumana la palabra cortés de<br />
Antelme sino el alma nazificada<br />
de la alemana, incapaz ya de reconocer<br />
un auténtico gesto humano.<br />
Ningún futuro de humanidad<br />
anuncia la inhumanidad<br />
del verdugo.<br />
Sólo cuando la inhumanidad<br />
es vivida como tal cabe plantearse<br />
la experiencia de inhuma-<br />
15 R. Antelme: L’espèce humaine. pág.<br />
255. Gallimard, París, 1957.
RESTOS HUMANOS<br />
nidad como un punto de partida.<br />
Quien es consciente de su<br />
inhumanidad puede preguntarse<br />
si esto es un hombre, en el<br />
sentido fundante de ¿no debería<br />
ser el hombre de otro modo?<br />
Estamos suponiendo en todo<br />
este discurso que el punto de<br />
partida es la inhumanidad del<br />
musulmán, que es él, por tanto,<br />
quien nos pregunta y se pregunta<br />
“si esto es un hombre”. Pero<br />
aquí nos topamos con un grave<br />
escollo, porque resulta que el<br />
musulmán, por definición, no<br />
habla, no pregunta. El testigo integral<br />
del fuego queda consumido<br />
en cenizas; quien ha descendido<br />
al infierno del sufrimiento<br />
no vuelve. ¿Cómo interpretar su<br />
silencio? Para entender el silencio,<br />
es decir, la pregunta del musulmán,<br />
y no perdernos en disquisiciones<br />
que sólo serían proyecciones<br />
de nuestros propios<br />
fantasmas, hay que tener muy<br />
en cuenta la relación entre el testigo<br />
superviviente y el musulmán.<br />
El musulmán es el testigo<br />
integral; el superviviente es un<br />
testigo, sí, pero que no ha apurado<br />
el caliz de la experiencia victimal,<br />
aunque la conoce. Lo que<br />
el testigo superviviente nos cuenta,<br />
las preguntas que nos plantea,<br />
constituyen el punto de partida<br />
de un proceso que no se agota en<br />
el testimonio del superviviente<br />
sino que remite al silencio del<br />
musulmán. Pero ese silencio sólo<br />
aparece en toda su profundidad<br />
cuando hemos escuchado la<br />
palabra del superviviente.<br />
Agamben habla de un “resto” o<br />
plus significativo en las figuras del<br />
testigo y del musulmán, resto que<br />
emerge precisamente cuando esas<br />
dos figuras entran en relación, remitiéndose<br />
una a otra. Lo propio<br />
del testigo es su testimonio, es decir,<br />
una palabra autorizada que<br />
nos desvela un continente de horror<br />
que cuestiona radicalmente<br />
las categorías establecidas de<br />
nuestro mundo cultural; pues<br />
bien, el “resto” del testigo es la remisión<br />
de esas palabras al silencio<br />
del musulmán, como si todo lo<br />
dicho no fuera nada. Pero para<br />
captar la densidad del silencio hay<br />
que haber pasado por las preguntas<br />
del testigo.<br />
Sin las palabras del testigo,<br />
pues, el silencio del musulmán sería<br />
una desmesura inconcebible<br />
para cualquiera de nosotros. El<br />
“resto” del musulmán es la autoridad<br />
que su silencio confiere a la<br />
palabra del testigo; si la palabra<br />
del testigo es algo más que el análisis<br />
del filósofo o que la información<br />
del historiador es por el respaldo<br />
del musulmán. El “resto”<br />
del testigo es el silencio del musulmán;<br />
y el “resto” de éste, la autoridad<br />
conferida a la palabra del<br />
testigo.<br />
Si esto lo trasladamos a la fundamentación<br />
de la ética, tendremos<br />
que el desplazamiento del<br />
“ser bueno” al “ser hombre” es<br />
inagotable e inalcanzable. La pregunta<br />
que se nos dirige desde las<br />
múltiples experiencias de inhumanidad<br />
16 –“si esto es un hombre”–<br />
conlleva una tarea infinita,<br />
no sólo porque el mal moral es<br />
incesante sino porque es inagotable,<br />
escapa a la palabra humana,<br />
como el silencio del musulmán.<br />
No hay una respuesta a la pregunta<br />
que versa sobre la humanidad<br />
del hombre; y eso significa,<br />
subjetivamente, que nadie está al<br />
abrigo de la inhumanidad y que<br />
nadie, objetivamente, tiene la palabra<br />
definitiva. No hay ningún<br />
lugar exterior a la pregunta de la<br />
inhumanidad en el que pueda<br />
darse la humanitas; no hay un<br />
mundo ideal en el que podamos<br />
alquilar el concepto de humanidad;<br />
ésta sólo se da incoactivamente<br />
en la experiencia de inhumanidad.<br />
Y toda pretensión de<br />
acabar con el mal moral por la<br />
vía expedita de la genética, es decir,<br />
toda pretensión de tener una<br />
respuesta definitiva a lo que sea el<br />
hombre, es una monstruosidad,<br />
pues la humanitas no postula un<br />
punto final sino una atención infinita<br />
a las experiencias de inhumanidad.<br />
3. La mención a la genética<br />
nos permite regresar al punto de<br />
16 Aquí aflora el grave problema de la<br />
unicidad o singularidad de Auschwitz.<br />
Auschwitz es único pero, al mismo tiempo,<br />
es una figura ejemplar que nos ayuda a descubrir<br />
la trama moral de otras barbaries.<br />
Musulmanes los hay en otros mucho lugares.<br />
partida, a una concepción de la<br />
humanitas en la que la genética<br />
sustituye a la ética, habida cuenta<br />
de la incapacidad de la ética de<br />
domesticar al bárbaro que llevamos<br />
dentro. Tras lo dicho, lo que<br />
resulta inaceptable de la “antropotécnica”<br />
propuesta por Sloterdijk<br />
es que sea la técnica la fuente<br />
de la moral, pues eso sería su<br />
acta de defunción. La ética tiene<br />
unas exigencias innegociables. Las<br />
podríamos formular en los siguientes<br />
términos: racionalidad<br />
de los objetivos, humanidad de<br />
la experimentación y subjetividad<br />
del investigador.<br />
Que la racionalidad de los objetivos<br />
sea una exigencia ética se<br />
entenderá si tenemos en cuenta<br />
que la ciencia opera con un tipo<br />
de racionalidad (la “razón pura”,<br />
en términos kantianos) especializada<br />
en ganar etapas pero que no<br />
sabe dónde colocar las metas. La<br />
razón científica es instrumental o<br />
teleológica (sabe cómo conseguir<br />
los fines propuestos), pero es muda<br />
a la hora de definir los fines.<br />
Eso queda fuera de su racionalidad<br />
y en la medida en que la ciencia<br />
o los filósofos de la ciencia erigen<br />
la razón científica en paradigma<br />
de la razón, la designación<br />
de los objetivos pasa a ser un<br />
asunto perfectamente irracional<br />
(cosas del mercado, de la guerra o<br />
del juego político). Pero ¿por qué<br />
renunciar a una fijación racional<br />
de los objetivos? De eso se encarga,<br />
en la filosofía kantiana, la “razón<br />
práctica”, que solemos traducir<br />
por “ética” pero que, no lo olvidemos,<br />
es también “razón”.<br />
Reclamar, en segundo lugar,<br />
como exigencia ética que el hombre<br />
no pierda su humanidad<br />
cuando sea considerado objeto de<br />
investigación es exigir que no renuncie<br />
a la memoria. No hay por<br />
qué descartar la capacidad de un<br />
laboratorio de fabricar un hombre<br />
nuevo, inocente, extraño al mal<br />
en el mundo, sin sentido de la<br />
responsabilidad. Un hombre con<br />
una memoria semejante a la del<br />
ordenador o computadora que<br />
pudiera decir, como la mítica Antígona,<br />
“nunca sufrió un inocente”,<br />
pues se sobreentiende que todo<br />
sufrimiento es culpable. Ese<br />
hombre, que cambiaría responsa-<br />
bilidad por competitividad, poco<br />
tendría que ver con el hombre<br />
que hemos conocido.<br />
Finalmente, exigir que el hombre<br />
no renuncie a su subjetividad<br />
a la hora de investigar. Acabar con<br />
la escisión entre el Labor y Leben,<br />
entre el trabajo y la vida. El investigador<br />
no puede renunciar al<br />
mundo de la vida. Los investigadores<br />
no pueden ser todos intercambiables.<br />
El sujeto que investiga<br />
es ciudadano, con opciones políticas<br />
o religiosas o éticas. No<br />
puede hacer abstracción de su<br />
subjetividad, esperando que otros<br />
decidan o pensando que nada de<br />
eso tiene que ver con la investigación.<br />
No tendrá que ver con la<br />
“razón pura”, pero sí con la “razón<br />
práctica” de la investigación.<br />
Se podría resumir sucintamente<br />
lo que he tratado de decir osando<br />
encerrarlo en el siguiente imperativo<br />
práctico: “Que el hombre<br />
sea más su memoria y menos su<br />
propio experimento”. La humanitas,<br />
en efecto, va unida a la memoria,<br />
es decir, a la experiencia de<br />
la inhumanidad del hombre.<br />
Ahora bien, esa experiencia de la<br />
inhumanidad del otro se esfuma si<br />
se la traduce por experimentación<br />
del hombre, si se trueca la experiencia<br />
de la inhumanidad del<br />
otro por experimento del propio<br />
hombre. ¿Por qué? Porque el laboratorio<br />
puede lograr un tipo de<br />
hombre inocente, sin memoria ni,<br />
por tanto, responsabilidad por el<br />
otro. La lógica del laboratorio es la<br />
aceleración del poder del hombre<br />
y, para ese viaje, la responsabilidad<br />
es una rémora. n<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
G. AGAMBEN: Lo que queda de Auschwitz.<br />
Pre-textos, Valencia.<br />
‘La filosofía después del holocausto’, monográfico<br />
de la revista Isegoría, núm. 23,<br />
2000.<br />
W. BENJAMIN: ‘El narrador’, en Sobre el<br />
programa de la filosofía futura, págs. 189-<br />
213. Monte Ávila Editores, Caracas,<br />
1970.<br />
M. BELTRAN; J. M. MARDONES; REYES<br />
MATE: eds.: Judaísmo y límites de la modernidad.<br />
Ríopiedras, Barcelona.<br />
Reyes Mate es profesor de investigación<br />
del CSIC.<br />
80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121
El hombre que se escapó del infierno<br />
Del escritor polaco J. S. Lec sólo se conoce en España su<br />
libro de aforismos Pensamientos despeinados (traducido para<br />
Península, por Emilio Quintana), en el que podemos<br />
encontrar frases memorables, como “Lo lapidaron con<br />
una estatua” o “Lástima que al paraíso se vaya en coche<br />
fúnebre”. Lec fue un escritor lapidario, irónico y sutil. Y<br />
merecería la pena que se tradujeran otras obras suyas. Pero<br />
también fue el protagonista de una hazaña con la que<br />
es difícil no simpatizar. Lec nació en 1909, en Lwów, perteneciente<br />
entonces al Imperio Austrohúngaro, en el seno<br />
de una acaudalada familia judía. Y cuando los nazis invadieron<br />
esa ciudad fue detenido e internado en el campo<br />
de concentración de Tarnopol.<br />
En estas condiciones, Lec hizo algo sorprendente. Se fugó.<br />
Para el que haya leído libros sobre los láguer resultará casi<br />
increíble que tal cosa pudiera realizarse. Pero Lec lo hizo.<br />
Quizá asumiendo que era mejor morir de una manera va-<br />
n Durante los procesos las brujas<br />
reconocían haber mantenido<br />
tratos con el diablo. ¡Se nos revuelve la<br />
sangre! ¡Cómo se las pudo forzar a eso,<br />
si el diablo no existe! Pero la voz de la<br />
razón nos dice: “¡No es verdad, no es<br />
verdad, no es verdad!”<br />
El diablo existe, era el inquisidor.<br />
n Al derribar las estatuas, respetad los<br />
pedestales. Siempre pueden ser útiles.<br />
n He soñado con la realidad. Con qué<br />
alivio me he despertado.<br />
n Siempre habrá esquimales<br />
que elaboren para los habitantes<br />
del Congo belga instrucciones<br />
sobre cómo comportarse cuando hace<br />
mucho calor.<br />
n Se podría inventar la cadena perpetua<br />
agravada con el prolongamiento artificial<br />
de la vida.<br />
n ¿Aquél? ¡Posee una ignorancia<br />
enciclopédica!<br />
n Que haya muerto no prueba<br />
suficientemente que haya vivido.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
CASA DE CITAS<br />
STANISLAW JERZY LEC<br />
n “¡Eppur si muove!”,<br />
gritó furioso un verdugo<br />
tras una ejecución.<br />
n A la conciencia también<br />
le cambia la voz.<br />
n No está bien sospechar<br />
de alguien cuando no cabe la menor<br />
duda.<br />
n La gente que no tiene<br />
nada que ver con el arte<br />
no debería tener nada que<br />
ver con el arte. ¿Me explico?<br />
n En la cima se está al borde del abismo.<br />
n Cualquiera puede ser tu última palabra.<br />
¡Valóralas!<br />
n El amor a la patria no conoce<br />
fronteras ajenas.<br />
n Muchos han intentado obtener la<br />
piedra filosofal mediante la petrificación<br />
del pensamiento.<br />
n El momento en que se reconoce la falta<br />
de talento es un destello de genio.<br />
liente que vivir en unas condiciones inhumanas. Y el método<br />
que empleó fue rocambolesco y admirable. Sería interesante<br />
conocer los pormenores de su fuga. Lo que sí se<br />
sabe es que salió del campo de Tarnopol vestido con el<br />
uniforme de las SS. ¡Un judío con el uniforme de las SS!<br />
Lo cierto es que se escapó del infierno. Y, enseguida, se<br />
puso a luchar contra los nazis en la resistencia comunista<br />
polaca.<br />
Al acabar la guerra fue condecorado por su valor. Algún cinéfilo<br />
dirá: “¡Qué guión para una película!”. Quizá. Pero,<br />
sobre todo, qué hazaña... Lec (Lwów, 1909-Varsovia, 1966)<br />
está traducido a numerosas lenguas. Los aforismos de Lec,<br />
sarcásticos e inteligentes, son un excelente antídoto contra<br />
el dogmatismo, el autoritarismo y la estupidez. Algunas de<br />
sus frases brillantes tienen la virtud de quedarse en la memoria,<br />
iluminándola para siempre.<br />
Selección de Ramón Eder<br />
n Se puede perseguir coherentemente<br />
un objetivo durante toda la vida,<br />
si continuamente se va alejando.<br />
n Quien ha sobrevivido a una tragedia,<br />
no fue su protagonista.<br />
n Me he dado cuenta de que a la gente le<br />
gustan los pensamientos que no obligan<br />
a pensar.<br />
n Tira la piedra el primero, si no te<br />
llamarán epígono.<br />
n Pobre hombre el que no ve las estrellas<br />
si no media un puñetazo.<br />
n A menudo tener un techo bajo el que<br />
cobijarse no le permite a la gente crecer.<br />
n Y sin embargo la humanidad progresa.<br />
Cada vez se juzga a los genocidas de un<br />
modo más humano.<br />
n Quien tiene sueños de poder, que no<br />
ronque en voz alta.<br />
n Un verdadero bufón no puede burlarse<br />
de otro verdadero bufón. Uno de los dos<br />
tiene que ser falso.<br />
81
EL HOMBRE QUE SE ESCAPÓ DEL INFIERNO<br />
n Al final se entendieron. Llegaron a la<br />
unánime conclusión de que eran<br />
enemigos.<br />
n Algunos deberían como premio vivir<br />
una segunda vez, otros como castigo.<br />
n Una prueba del aumento del nivel de<br />
vida: ¡quién vendería hoy su<br />
primogenitura por un plato de lentejas!<br />
n Tened cuidado, no sólo un error de<br />
imprenta puede transformar<br />
“racionalismo” en “nacionalismo”.<br />
n De qué estás formado, depende de la<br />
genética: en qué te convertirás, de la<br />
política.<br />
n Se ha jugado la última carta. Ahora es<br />
peligroso, tiene las manos libres.<br />
n Problema jurídico: ¿hasta cuántos<br />
cadáveres está permitido equivocarse?<br />
n Tanto la entrada como la salida de la<br />
caverna del “hombre” fue un progreso.<br />
n Cuando un náufrago tiene que salvarse,<br />
tiene derecho a descubrir América por<br />
segunda vez.<br />
n ¿No será que nos representamos al<br />
hombre demasiado<br />
antropomórficamente?<br />
n ¿Que me aprecia mucho, dices? Lo sé,<br />
exigiría más de treinta monedas.<br />
n No se mienta la soga en casa del<br />
ahorcado. ¿Y en casa del verdugo?<br />
n Estoy convencido de que el hombre<br />
creará algún día al “homúnculo”, el<br />
hombre artificial, pero por el amor de<br />
Dios, lo insto a que no repita su error y<br />
no lo cree a su imagen y semejanza.<br />
n ¡Satíricos, cuidado con alumbrar ideas!<br />
En la película de R. Clair À nous la<br />
liberté!, de 1931, el estribillo de una de las<br />
canciones irónicas decía: “Le travail c´est<br />
la liberté” y en 1940, sobre la verja del<br />
campo de Auschwitz, apareció la<br />
inscripción: “Arbeit macht frei”.<br />
n ¿Una mentira hermosa? ¡Ojo! Eso ya es<br />
creatividad.<br />
n En caso de cambio político en el cielo<br />
los santos seguro que van a utilizar en sus<br />
currículos las acusaciones que el “abogado<br />
del diablo” les incriminó en el proceso de<br />
canonización.<br />
n Quien tiene buena memoria, consigue<br />
más fácilmente olvidar muchas cosas.<br />
n A Dios lo que es de Dios, al César lo<br />
que es del César. ¿Y a los hombres, qué?<br />
n Me han propuesto de provincias que<br />
por unos honorarios más bajos les escriba<br />
pensamientos más pobres.<br />
n ¿No darle la espalda a la realidad?<br />
Pero ¿y si la realidad nos rodea por todas<br />
partes? ¡Vaya por Dios!<br />
n Estaban tan pegados que ya no había<br />
lugar para los sentimientos.<br />
n Ha caído sobre él la sombra de la<br />
sospecha. Y en esa sombra se esconde.<br />
n El optimismo y el pesimismo<br />
se diferencian solamente<br />
en la fecha del fin del mundo.<br />
n Lo más difícil es establecer la verdad en<br />
tiempos en que todo puede ser verdad.<br />
n Es posible pasarse a las posiciones del<br />
enemigo permaneciendo en las propias.<br />
n También las posiciones transparentes<br />
arrojan una sombra sobre sí mismas.<br />
n A veces hay que callarse para ser<br />
escuchado.<br />
n Procura no caer bajo la rueda de la<br />
fortuna de nadie.<br />
n Es posible quedarse con la boca abierta,<br />
y cerrarla de un bostezo.<br />
n Varsovia, en tiempos de Hitler.<br />
Por la mañana temprano. En el muro<br />
junto a la garita de la gendarmería una<br />
pintada fresca y apresurada grita:<br />
“¡Viva la libertad!”. “¡Eso no es más<br />
que un lugar común!”,<br />
dijo a mis espaldas el eximio<br />
lógico X, apretando el paso<br />
tras salir del refugio.<br />
n Los refranes se contradicen.<br />
En eso consiste propiamente<br />
la sabiduría popular.<br />
n Los delincuentes juveniles no tienen el<br />
futuro asegurado. Todavía pueden llegar a<br />
ser hombres de bien.<br />
n Sólo se puede escribir de él usando<br />
superlativos negativos.<br />
n Un extraño esnob: soñaba con que en<br />
su tarjeta de visita figurara delante de su<br />
apellido no un “Dr.”o un “Conde”, sino<br />
un “San”.<br />
n Si hay que dar la voz de alarma, dala,<br />
aunque no estés en la plantilla de<br />
campaneros.<br />
n Con un gorro de bufón no se pueden<br />
hacer reverencias.<br />
n No es un callejón sin salida aquel en el<br />
que se puede dar marcha atrás.<br />
n “De una cruz se podrían hacer dos<br />
horcas”, dijo el especialista con desprecio.<br />
n El gallo canta incluso la mañana en la<br />
que va a acabar en la olla.<br />
n Se puede ser un virtuoso en<br />
interpretaciones falsas.<br />
n Un signo de exclamación, cuando se<br />
afloja, se convierte en un signo de<br />
interrogación.<br />
n No llames a las cosas por su nombre si<br />
no conoces su apellido.<br />
n A veces la mentira se ajusta tanto a la<br />
verdad, que resulta difícil vivir en la<br />
rendija.<br />
Ramón Eder es escritor. Autor de Lágrimas de cocodrilo<br />
(poesía).<br />
82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121