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SANTOS JULIÁ - Prisa Revistas

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Para Juan Antonio Rivera,<br />

naturalmente<br />

LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />

La mirada del pensamiento único<br />

Hace unos años, Fukuyama contribuyó a<br />

poner en circulación mediática una imagen<br />

que aprovisionó al pensamiento conservador:<br />

el final de la historia. La humanidad<br />

había llegado a su estación término y ésta<br />

no era el comunismo, sino el mercado y la<br />

democracia. Con alguna tardanza, tiempo<br />

después la izquierda lanzó su réplica, que<br />

también se dejaba explicar con sencillez: el<br />

final de la historia era un cuento. La crítica<br />

de la izquierda se refería a la trama de la<br />

historia, al cuento, que era antiguo, en otro<br />

tiempo llamado “liberalismo” y, sobre todo,<br />

se refería a la manera de contar, a la presunción<br />

de que no había otra mirada sobre la<br />

historia que la que, complacida, se reconciliaba<br />

con el presente. Como en estos asuntos<br />

la eficacia de las fórmulas es decisiva, la<br />

izquierda se procuró su propia metáfora para<br />

el conjunto de la operación: “Pensamiento<br />

único”. Era una metáfora para la otra<br />

metáfora, para esa mirada sesgada que se<br />

pretendía “objetiva”.<br />

Aún en su tosquedad, la crítica apuntaba<br />

a problemas importantes: si la historia se<br />

había terminado, se habían acabado muchas<br />

otras decisiones que tenían que ver<br />

con el modo de vivir. Si la estructura de derechos,<br />

las formas de distribución, las instituciones<br />

y las disposiciones humanas que<br />

acompañan al liberalismo eran tan inevitables<br />

como la trayectoria de los planetas, no<br />

quedaba casi nada por decidir. Para ser claros,<br />

lo que se había terminado era la política.<br />

A lo sumo se podían escoger los gestores,<br />

nunca la naturaleza del negocio. Desde<br />

esa perspectiva, la crítica al pensamiento<br />

único aparecía como una invitación a dar<br />

un paso atrás, a mirar inauguralmente los<br />

supuestos en los que andaba instalada la<br />

cultura política. Quizá era cosa de preguntarse<br />

no sólo por cómo jugar sino por las<br />

reglas del propio juego. Cuando Gramsci<br />

usaba la palabra “hegemonía” se refería a<br />

FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />

algo parecido a eso, al predominio de<br />

una mirada del mundo, de lo que se entiende<br />

como justo y lo que no, de lo que<br />

se juzga como no necesitado de justificación,<br />

como “evidente”, y lo que se tiene<br />

que demostrar. La etiqueta de “pensamiento<br />

único”, con todas sus torpezas, apuntaba<br />

a esa mirada que acaparaba –o aspiraba a<br />

acaparar– todas las perspectivas.<br />

La fórmula “pensamiento único” fue<br />

prontamente descalificada. Se dijo que no<br />

había tal, que se trataba de un simple espantajo<br />

creado por la izquierda para cultivar<br />

sus propias simplicidades. No sólo es<br />

que no existiera, es que tampoco se sabía<br />

muy bien en qué consistía. Tampoco existen<br />

los centauros, aunque al menos tenemos<br />

clara la idea de lo que un centauro<br />

pueda ser. Pero el pensamiento único parecía<br />

peor que los centauros: la idea misma<br />

era imprecisa, lo peor que le puede pasar a<br />

una idea. Y lo cierto es que no se faltaba<br />

a la verdad. La “tesis” del pensamiento único<br />

no era la geometría euclidiana. La cosa<br />

incluso empeoraba, ganaba en vaguedad,<br />

cuando se cargaba la suerte y, ya en la pendiente<br />

de facundia desatada, se contrapuso<br />

el pensamiento único a un supuesto “pensamiento<br />

crítico”, de cuya existencia no había<br />

otra evidencia que la propia partida verbal<br />

de bautismo, ni una sola idea 1 . Sin du-<br />

1 El nombre y su trasfondo mismo invitaban a la<br />

reserva. En el mejor de los casos, lo de “pensamiento<br />

crítico” es un pleonasmo, pues no se entiende muy<br />

bien qué podría ser un pensamiento que careciera de<br />

disposición crítica, que no admitiera la revisión; en el<br />

peor, se convierte en deudor, en subordinado, del<br />

pensamiento al que crítica, como le sucede al “disidente<br />

por principio”, al cazurro que arranca siempre<br />

con un “eso que va usted a decir es mentira”, que, por<br />

definición, no forma sus opiniones de modo autónomo,<br />

sino a la “contra”, esclavo al fin de los humores y<br />

mudanzas de los otros. Por lo demás, la presentación<br />

del pensamiento “crítico” como una “alternativa” al<br />

pensamiento único parece sugerir una especie de supermercado<br />

de las ideas en el que cada cual escoge según<br />

su particular capricho de cada hora.<br />

da, no falta algún tino a la descalificación.<br />

Pero también había algo más. Por lo pronto,<br />

las prisas y empeños por “demostrar”<br />

que no existía el pensamiento único tenían<br />

algo de paradoja pragmática. La insistencia<br />

en negar la existencia era la mejor prueba<br />

de existencia. Cierto tipo de negaciones no<br />

hace sino confirmar lo que niegan. Sucede<br />

como con las conspiraciones. Cuando alguien<br />

se entretiene en negar una conspiración,<br />

casi siempre está conspirando. Si no<br />

hubiera conspiración no quedaría nadie para<br />

negarla. Demasiadas explicaciones y demasiado<br />

urgentes. Y ya se sabe: excusatio<br />

non petita, accusatio manifesta.<br />

La crítica al pensamiento único era la<br />

denuncia de una de esas metáforas que tamizan<br />

la manera de mirar, uno de esos esquemas<br />

cognitivos que impregnan la intelección<br />

de la realidad. Elecciones de palabras<br />

y valores, casi siempre encubiertos, que<br />

cuajaban en estrategias argumentales que,<br />

de un modo natural, invitaban a entregarse<br />

con satisfecho fatalismo al curso de la historia.<br />

Urdidas con mayor o menor consistencia,<br />

proporcionan una manera de contemplar<br />

la realidad, una concepción del mundo,<br />

que enfatiza unos aspectos y desatiende<br />

otros, decidiendo las preguntas y las respuestas<br />

aceptables, cimentando las condenas<br />

y las aprobaciones. Si, así, de corrido, se<br />

empieza por decir que “el Estado, los políticos,<br />

nos quitan nuestro dinero para usarlo<br />

como quieren, y decidir qué es lo que nos<br />

conviene”, están ya cantadas las descalificaciones<br />

morales de lo público: por ladrón,<br />

por paternalista, por contrapuesto a la sociedad<br />

civil, que aparece, de este modo, dominada.<br />

La polémica del pensamiento único<br />

no era más que el recordatorio de que la<br />

disputa de las ideas seguía teniendo sentido<br />

porque por detrás estaba lo que importa:<br />

las decisiones acerca de cómo vivir<br />

compartidamente. Ésa es una razón no<br />

despreciable para entretenerse en deslin-<br />

24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121

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