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SANTOS JULIÁ - Prisa Revistas

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Abril 2002<br />

DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Directores<br />

Abril 2002<br />

Javier Pradera / Fernando Savater Precio 5,41 € N.º121<br />

CARLOS MOYA<br />

La sucesión de Mahoma<br />

JAVIER DE LUCAS<br />

Política de inmigración: 30 propuestas<br />

FÉLIX OVEJERO<br />

La libertad inhóspita<br />

<strong>SANTOS</strong><br />

<strong>JULIÁ</strong><br />

¿Falange liberal o<br />

intelectuales fascistas?<br />

JUAN DELVAL<br />

El parto de los montes<br />

en la educación<br />

EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />

Lengua, Nación y Estado


DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Dirección<br />

JAVIER PRADERA<br />

FERNANDO SAVATER<br />

Edita<br />

PROMOTORA GENERAL<br />

DE REVISTAS, SA<br />

Director general<br />

ALFONSO ESTÉVEZ<br />

Coordinación editorial<br />

NURIA CLAVER<br />

Maquetación<br />

ELENA BAYLÍN<br />

RAQUEL RIVAS<br />

Ilustraciones<br />

ALICIA MARTÍNEZ (El Tiemblo Ávila, 1953).<br />

Entre los años 1970 y 1980, realizó estudios<br />

de pintura, cerámica, grabado y<br />

figurines; tras montar algunas exposiciones<br />

colectivas, trabajó como figurinista<br />

en el teatro Español y con diversos grupos<br />

de teatro independiente. Actualmente<br />

colabora como monitora del taller<br />

de Artes Plásticas en el Centro Penitenciario<br />

de Mujeres de Alcalá.<br />

Mahoma<br />

Caricaturas<br />

LOREDANO<br />

Correo electrónico: claves@progresa.es<br />

Internet: www.progresa.es/claves<br />

Correspondencia: PROGRESA.<br />

FUENCARRAL, 6; 2ª PLANTA. 28004 MADRID.<br />

TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />

Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />

28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />

Impresión: MATEU CROMO.<br />

ISSN: 1130-3689<br />

Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />

Esta revista es miembro de<br />

ARCE (Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

Culturales Españolas)<br />

Esta revista es miembro<br />

de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

de Información<br />

Para petición de suscripciones<br />

y números atrasados dirigirse a:<br />

Progresa. Fuencarral, 6; 4ª planta. 28004<br />

Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91<br />

S U M A R I O<br />

NÚMERO 121 ABRIL 2002<br />

¿FALANGE LIBERAL<br />

<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong> 4 O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />

EMILIO LAMO DE ESPINOSA 14 LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />

FÉLIX OVEJERO LUCAS 24 LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />

POLÍTICA DE INMIGRACIÓN:<br />

JAVIER DE LUCAS 32 30 PROPUESTAS<br />

LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO<br />

JOSEP M. COLOMER 38 INSTITUCIONAL<br />

EL PARTO DE LOS MONTES<br />

JUAN DELVAL 44 EN LA EDUCACIÓN<br />

Semblanza<br />

Carlos Moya 52 La sucesión de Mahoma<br />

Política<br />

Javier Tusell 56 Chile desde España<br />

Educación<br />

Julio Seoane Pinilla 59 Educación y democracia<br />

Ciencias Sociales<br />

Helena Béjar 65 Los lenguajes del altruismo<br />

Historia Antisemitismo alemán<br />

Rodrigo Tena Arregui 68 y nacionalismo vasco<br />

Literatura Severo Sarduy, prisionero<br />

Edgardo Cozarinsky 72 de Saint-Germaine-des-Prés<br />

Filosofía<br />

Reyes Mate 75 Restos humanos<br />

Casa de citas Stanislaw Jerzy Lec<br />

Ramón Eder 81 El hombre que se escapó del infierno


4<br />

¿FALANGE LIBERAL O<br />

INTELECTUALES FASCISTAS?<br />

Cuando se pronuncian, cualquiera<br />

que sea el orden, los nombres de<br />

Dionisio Ridruejo, Pedro Laín, Antonio<br />

Tovar, corre la imaginación hacia<br />

los últimos años treinta, los primeros cuarenta;<br />

se evoca la revista Escorial y se define<br />

lo que el grupo y la revista representaron<br />

durante aquellos primeros años de la<br />

dictadura con el paradójico concepto de<br />

falangismo liberal. Es ciertamente extraño<br />

que un partido político de clara adscripción<br />

fascista pueda ser explícitamente<br />

connotado de liberal, estando como siempre<br />

estuvieron fascismo y liberalismo en<br />

las antípodas de las ideologías políticas. El<br />

fascismo no se limita a ser cosa distinta al<br />

liberalismo, sino que lo niega: es, por definición,<br />

antiliberal. Sin embargo, en España,<br />

donde nada original se ha aportado<br />

a las ideologías políticas contemporáneas,<br />

se habría dado esa cuadratura del círculo<br />

que consiste en fundir fascismo y liberalismo.<br />

Ahí está el grupo Laín-Tovar-Ridruejo,<br />

ahí está la revista Escorial para demostrarlo.<br />

La invención de la “Falange liberal”<br />

Esta invención del sintagma “Falange liberal”<br />

y esta mirada a Escorial como paradigma<br />

de revista liberal no es de hoy; ni siquiera<br />

es de esos productos que se suelen<br />

atribuir a la transición, como si un presunto<br />

olvido del pasado hubiera vuelto, en<br />

la lejanía, a todos los gatos pardos y, por<br />

tanto, a un selecto grupo de convencidos<br />

fascistas en liberales. El sintagma “falange<br />

liberal” es más antiguo, viene de las postrimerías<br />

de los combates ideológicos entre<br />

lo que Ridruejo bautizó como “comprensivos”<br />

y “excluyentes”, esto es, entre su<br />

propio grupo y los intelectuales del Opus<br />

Dei reunidos en torno a Rafael Calvo Serer;<br />

se reafirmó en el segundo tramo de la<br />

dictadura y recibió carta de naturaleza<br />

cuando distinguidos filósofos políticos, no<br />

<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />

siempre, aunque sí en algunos casos, procedentes<br />

de la filas de Falange o del Movimiento,<br />

lo emplearon como obvia definición<br />

del grupo. Carlos París, en su contribución<br />

a La España de los 70, se refería a<br />

las personalidades del equipo ministerial<br />

formado por Joaquín Ruiz Giménez en<br />

1951, Laín, Tovar, Pérez Villanueva, como<br />

miembros del grupo que “en correspondencia<br />

con el signo de la revista Escorial<br />

desarrollaba un falangismo liberal”. Es<br />

esta misma expresión, falangismo liberal,<br />

la que utiliza siempre Elías Díaz cuando se<br />

refiere a la más distinguida trinidad de la<br />

intelectualidad de Falange. Y Juan F. Marsal<br />

evocaba con idéntico sintagma el momento<br />

en que tomó contacto con la corriente<br />

“que luego se ha llamado falangismo<br />

liberal y que auspició el ministerio de<br />

Ruiz Giménez”. Marsal consideraba difícil<br />

que alguien pudiera entender como elemento<br />

liberalizador el orteguismo joseantoniano,<br />

pero había que trasladarse al<br />

punto en que él, y otros como él, se situaban<br />

para comprenderlo de inmediato. Era,<br />

por tanto, una cuestión de perspectiva la<br />

posibilidad misma de resolver la aparente<br />

contradicción de ser falangista a la par que<br />

liberal 1 .<br />

Una cuestión de perspectiva que, lógicamente,<br />

le faltaba al grupo en 1938<br />

cuando saltó por vez primera a la escena<br />

pública para hacerse cargo de los “servicios<br />

nacionales” de prensa y propaganda de la<br />

dictadura instaurada en la guerra civil. Por<br />

supuesto, adquirir una perspectiva es sólo<br />

cuestión de distancia y de tiempo e, inventado<br />

el sintagma, algunos relevantes<br />

miembros del grupo no dudaron en mirar<br />

1 Carlos París, ‘La Universidad’, en M. Fraga, J.<br />

Velarde y S. del Campo (coords.), La España de los<br />

70, vol. III-2, págs. 541 y 542; Elías Díaz, Pensamiento<br />

español en la era de Franco [1974], pág. 63, Madrid,<br />

1983; Juan F. Marsal, Pensar bajo el franquismo,<br />

pág. 10, Barcelona, 1979.<br />

hacia atrás sin ira –aquellos que en efecto<br />

miraron–, calificando su empresa y su<br />

momento como el de una Falange liberal.<br />

Ya en 1968 Pedro Laín había postulado<br />

un “liberalismo intelectual” como característica<br />

propia de ciertos sectores de la<br />

primera Falange, la de 1936. Para Ridruejo,<br />

que no vacilaba al definir a Falange<br />

como fascista y al afirmar que fascistas<br />

eran también sus afiliados, lo liberal indicaba<br />

un talante que se habría extendido<br />

entre “los confesos de ideología fascista” 2 .<br />

Luego, en las memorias de los implicados,<br />

esta relevancia de lo presuntamente<br />

liberal de un sentimiento, de un talante o<br />

de una actitud, dejará más que en la penumbra,<br />

en el olvido, la carga fascista de<br />

Falange Española. Así, por ejemplo,<br />

Moure Mariño, compañero de Tovar en<br />

el departamento de Radiodifusión del<br />

Servicio Nacional de Propaganda, asegura<br />

que quienes coincidieron en Burgos durante<br />

las exaltantes jornadas de la guerra<br />

–Tovar, Foxá, Martín Almagro, Agustí,<br />

Martínez Santaolalla, él– “éramos, en el<br />

fondo, hombres liberales”. Tan liberales<br />

eran que “no flotaba sobre nuestras almas<br />

ni un solo poso de doctrina autoritaria”.<br />

Si adoptaron “la postura que adoptamos”<br />

–que Moure no define– se debió a la situación<br />

histórica. Cambiada la situación,<br />

aquel fondo liberal sobre el que no pesaba<br />

ningún poso de totalitarismo emergió de<br />

nuevo a la superficie 3 .<br />

Más claro lo ha escrito Emiliano<br />

Aguado, ratificado por José María García<br />

Escudero: “Veníamos del liberalismo y al<br />

2 Para Laín y otros antecedentes, Susana Wahnon,<br />

La estética literaria de la posguerra: del fascismo a<br />

la vanguardia, págs. 114-121, Amsterdam, 1998; Ridruejo,<br />

declaraciones para La Actualidad Económica,<br />

10 de julio de 1971, en Casi unas memorias,<br />

págs. 438 y 439.<br />

3 Luis Moure Mariño, La generación del 36. Memorias<br />

de Salamanca y Burgos, A Coruña, 1989.


liberalismo volvíamos”. Los que no comprendan<br />

esta profunda verdad de la biografía<br />

colectiva del grupo serán, para García<br />

Escudero, no más que gentes aferradas<br />

a tópicos usuales. Para quien no esté aferrado<br />

a tópico alguno, con sólo evocar los<br />

nombres de, por ejemplo, Eugenio Montes<br />

o Rafael Sánchez Mazas, dejará de ser<br />

desconcertante el fenómeno del “neoliberalismo<br />

falangista”, cuyo “espíritu de integración<br />

cultural” echó profundas raíces en<br />

el mismo García Escudero, afiliado a la<br />

Asociación Católica Nacional de Propagandistas<br />

(ACNP) y cercano al Opus, lo<br />

que le proporcionaba una privilegiada posición<br />

para desarrollar ese espíritu de integración.<br />

Desconcertante no lo era tampoco<br />

para Gonzalo Torrente Ballester, que<br />

hizo su primer conocimiento de Tovar en<br />

aquella “Prensa y Propaganda” de 1938 y<br />

que fue con Laín al departamento de Ediciones:<br />

un grupo casi de muchachos, cuyo<br />

pensamiento, “diverso en el matiz individual,<br />

coincidía en cierto humanismo,<br />

liberal en las cosas del espíritu y radical en<br />

materia económica”; y que, replegados<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

tras su fracaso político, decidieron editar<br />

Escorial, una revista, tal vez no en su fachada,<br />

pero sí en su corazón liberal. ¿La<br />

prueba? Una extensa nómina de colaboradores<br />

–Lafuente, Maravall, Marías, Gullón,<br />

Suárez Carreño, Cossío, Camón,<br />

Zubiri, Arboleya…– “de quienes nadie se<br />

atrevería a sospechar el menor contacto<br />

con el color añil”. Liberalismo equilibrado,<br />

que ponía de manifiesto la presencia<br />

como secretario de redacción de Antonio<br />

Marichalar, un liberal de los de antes, de<br />

los que en tiempos de la República se habían<br />

agrupado en torno a Ortega y su Revista<br />

de Occidente 4 .<br />

Liberal o fascista, los historiadores de la<br />

cultura y los críticos literarios se han dividi-<br />

4 José M. García Escudero, Mis siete vidas,<br />

págs. 164-169, Barcelona, 1995; Gonzalo Torrente<br />

Ballester, ‘Epístola a Antonio Tovar’, Escorial, 9 (julio<br />

de 1941) pág. 125; ‘Lo que Laín no dice de sí mismo’,<br />

8 diciembre 1965, en Memoria de un inconformista,<br />

págs. 382-386, Madrid, 1997, y ‘Escorial en el<br />

recuerdo’, en Dionisio Ridruejo, de la Falange a la oposición,<br />

págs. 65-67, Madrid, 1976.<br />

do en su juicio sobre lo que el grupo o la<br />

revista fueron y representaron en su momento.<br />

José Carlos Mainer la considera<br />

“una revista liberal, casi prototípica”, aunque<br />

no para los dogmáticos propósitos iniciales<br />

–la propaganda de la alta manera–,<br />

sino para los resultados finales. Pero si la revista<br />

lo era, ¿cómo no habrían de serlo sus<br />

promotores?: Escorial estuvo sostenida por<br />

el falangismo liberal, afirma el Equipo Reseña,<br />

que define también como “sexenio<br />

liberal” los cinco mal cumplidos años, junio<br />

de 1951 a febrero de 1956, del Ministerio<br />

de Educación regido por Ruiz Giménez,<br />

con Laín y Tovar de rectores de Madrid<br />

y Salamanca; los “liberalizantes de la<br />

publicación falangista Escorial”, los llama<br />

Dámaso Santos, que alguna poesía publicó<br />

en la revista. Thomas Mermall ratifica como<br />

“núcleo del falangismo liberal” a los<br />

Laín, Ridruejo, Tovar, Rosales, Vivanco y<br />

Torrente del momento fundacional de Escorial,<br />

o sea, 1940, y, en fechas recientes,<br />

José L. Villacañas los ha dibujado evolucionando<br />

hacia posiciones cercanas a la democracia<br />

¡en 1943! y, claro está, plenamente li-<br />

5


¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />

berales en 1951, cuando entraron en el Ministerio<br />

de Educación 5 . No faltan, desde<br />

luego, intelectuales cercanos al grupo, como<br />

José L. López Aranguren, que hayan señalado<br />

“la contradicción interna, el callejón<br />

sin salida del ‘falangismo liberal”, ni historiadores<br />

y críticos que hayan negado la adscripción<br />

liberal de la revista para resaltar su<br />

contenido y su estética totalitarios o fascistas<br />

6 . Será preciso, pues, seguir al grupo en<br />

sus primeros avatares y luego indagar en su<br />

ideología política, en el contenido de<br />

su empeño editorial, Escorial, “residencia<br />

y mirador de la intelectualidad española”, y<br />

en las razones que hayan podido existir para<br />

que aquel proyecto cultural de la España<br />

de 1940, cuando se fusilaba a mansalva tras<br />

sumarísimos consejos de guerra, haya pasado<br />

a definirse, por mor del tiempo y de la<br />

perspectiva, como un proyecto liberal.<br />

Un grupo de jóvenes entusiastas<br />

Ante todo, ¿quiénes eran? No es un misterio<br />

su nómina, aunque algunos de ellos<br />

y sus discípulos hayan preferido saltar sobre<br />

las huellas que entre 1939 y 1944 dejaron<br />

impresas en revistas y periódicos.<br />

Todos fueron personajes más o menos<br />

públicos, todos utilizaron profusamente<br />

las dos armas propias de los intelectuales:<br />

la escritura y la palabra. De todos hay rastros<br />

más que suficientes: llegaron a dominar<br />

el aparato de prensa y propaganda del<br />

nuevo Estado en construcción, que era<br />

mastodóntico aunque menesteroso, y dispusieron<br />

de revistas magníficamente editadas<br />

y de periódicos a los que no faltó<br />

papel incluso en los peores tiempos del<br />

hambre y de la penuria. Por otra parte,<br />

muchos de ellos vieron su nombre impreso<br />

en el Boletín Oficial del Estado: escalaron<br />

puestos relevantes en la Administración,<br />

fueron directores generales, jefes de<br />

servicios y departamentos, ocuparon cátedras,<br />

no siempre, pero sí en muchos casos<br />

vacantes gracias a la depuración ejecutada<br />

desde los sucesivos ministerios de Educación,<br />

en manos católicas. Y, por si faltara<br />

algo, muchos han dejado memorias escri-<br />

5 José Carlos Mainer, Falange y literatura, págs.<br />

46-56, Barcelona, 1971; Equipo Reseña, La cultura<br />

española durante el franquismo, págs. 147 y 151, Bilbao,<br />

1977; Dámaso Santos, ‘Ayer y nuevamente: Ernesto<br />

Giménez Caballero’, Anthropos, 84 (1988) pág.<br />

35. Thomas Mermall, La retórica del humanismo. La<br />

cultura española después de Ortega, pág. 18, Madrid,<br />

1978. José L. Villacañas, Ramiro de Maeztu y el ideal<br />

de la burguesía en España, pág. 422, Madrid, 2000.<br />

6 José L. López Aranguren, Memorias y esperanzas<br />

españolas, Obras Completas, vol. 6, pág. 206, Madrid,<br />

1997. De contradicción en los términos lo califica<br />

Pedro González Cuevas: Historia de las derechas españolas.,<br />

pag. 377. Madrid, 200.<br />

tas de aquellos tiempos, de cómo se conocieron,<br />

de qué ricas fueron las relaciones<br />

que entre todos se trabaron, de a qué proyectos<br />

tan ilusionantes se entregaron.<br />

Su ascenso a puestos de mando o de<br />

influencia en el aparato de Falange y del<br />

Gobierno, sus luchas con las otras facciones<br />

de Falange y el resto de fuerzas de la<br />

coalición vencedora en la guerra civil siguieron<br />

trayectorias hoy suficientemente<br />

conocidas. Después del decreto de unificación<br />

de abril de 1937, que fundía la Falange<br />

Española de las JONS con la Comunión<br />

Tradicionalista, el líder emergente<br />

de la nueva Falange, Ramón Serrano Suñer,<br />

acometió la empresa de fascistización<br />

del régimen para conducir el Estado campamental<br />

que había encontrado en Salamanca<br />

hasta el Estado fascista que anhelaba<br />

con aquella fe apasionada y aquel odio<br />

a Francia que en él descubrió el conde<br />

Ciano. Nadie mejor que el mismo Serrano<br />

para definir su proyecto: restitución de los<br />

días totales de la patria, fin del espectáculo<br />

triste de la vida pública partida, de la invocación<br />

petulante y estúpida a la supremacía<br />

del poder civil propia del Estado liberal.<br />

Se trataba de “desmontar el armatoste<br />

polvoriento y arcaico del Estado<br />

liberal y sustituirlo por un Estado autoritario<br />

de integración nacional” 7 .<br />

Este Serrano Suñer conoció en la primavera<br />

de 1937, en Salamanca, a un joven<br />

falangista –no había cumplido aún<br />

los 25 años– que le protestaba cada día<br />

por el decreto de unificación, pero que<br />

acabó, con tanta protesta, prendido de su<br />

doliente pasión nacional: entre ambos nació<br />

una estimación y amistad recíproca,<br />

como la recuerda Serrano, una relación<br />

que había de convertirse en íntimamente<br />

amistosa, como lo dice Dionisio Ridruejo,<br />

que tal era el nombre del joven jefe de<br />

la Falange vallisoletana 8 . Cuando Serrano<br />

se hizo cargo en enero de 1938 del Ministerio<br />

del Interior, refundido a final de ese<br />

mismo año con el de Orden Público para<br />

formar el de la Gobernación, unificó todos<br />

los dispersos servicios de prensa y<br />

propaganda que habían florecido a la<br />

sombra de la Junta Técnica del Estado y<br />

de Falange Española, y se los llevó a su<br />

ministerio, nombrando como jefe del Ser-<br />

7 Galeazzo Ciano, Diario, 1937-1943, pág. 307,<br />

Milán, 1994, anotación de 5, 6 y 7 de junio de 1939;<br />

Ramón Serrano Suñer, ‘Discurso pronunciado en el<br />

teatro Coliseo España de Sevilla el día 2 de abril de<br />

1938’, en Siete discursos, págs. 19-24, Bilbao, 1938.<br />

8 Serrano Suñer, ‘La renuncia’, y Antonio Tovar,<br />

‘La guerra’ en Dionisio Ridruejo, págs. 53-55 y<br />

89; Ridruejo, Escrito en España [1963], pág. 25, Madrid,<br />

1976.<br />

vicio Nacional de Prensa a José Antonio<br />

Giménez Arnau y de Propaganda a su joven<br />

y nuevo amigo Dionisio Ridruejo.<br />

En Salamanca, en San Sebastián, en<br />

Pamplona, se habían formado durante los<br />

primeros meses de la guerra grupos de jóvenes<br />

falangistas dedicados con entusiasmo<br />

a las tareas de propaganda. A todos<br />

ellos se dirigió Ridruejo para traerlos a<br />

Burgos y desarrollar un plan “amplio y<br />

totalitario [que] apuntaba al dirigismo<br />

cultural y a la organización de los instrumentos<br />

de comunicación”. Organizó su<br />

servicio en una serie de departamentos<br />

unidos por una secretaría: Radiodifusión,<br />

Ediciones, Cinematografía, Teatro, Música,<br />

Artes Plásticas, Propaganda Directa y<br />

en los frentes. A Pedro Laín, que había<br />

encontrado en Pamplona, le encomendó<br />

la dirección del departamento de Ediciones,<br />

al que se incorporaron sus “amigos<br />

para siempre” Antonio Macipe, Luis Rosales,<br />

Luis Felipe Vivanco, Gonzalo Torrente<br />

Ballester y, más tarde, Carlos Alonso<br />

del Real y Melchor Fernández Almagro.<br />

Antonio Tovar, amigo de la<br />

adolescencia de Ridruejo y alumno, como<br />

él, de los agustinos de El Escorial, se quedó<br />

con la Radio, junto con Luis Moure,<br />

Torre Enciso y Tomás Seseña. La Plástica<br />

fue para Juan Cabanas, la Cinematografía<br />

para García Viñolas y Goyanes, y del Teatro<br />

se encargó Luis Escobar. Por allí cerca<br />

andaban también los catalanes, “germinal<br />

expresión de la sincera y fallida voluntad<br />

asuntiva y superadora de Dionisio y todos<br />

nosotros”: Ignacio Agustí, José Vergés, Javier<br />

de Salas, José Ramón Masoliver, que<br />

pondrán en marcha una revista con título<br />

evocador de las primeras esencias falangistas,<br />

Destino. Unía a todos “la animosa juventud<br />

y una relativa esperanza, a un<br />

tiempo real y autocultivada, en el triunfo<br />

definitivo de nuestra actitud frente al problema<br />

de España”; los unía además el entusiasmo<br />

de Ridruejo, jefe ideal, como lo<br />

recuerda Tovar; los unía sobre todo el<br />

“mando político” de Serrano, orgulloso<br />

de contar a su vera, bajo sus órdenes, con<br />

el “grupo intelectual más distinguido que<br />

haya tenido el régimen” 9 . Juventud, fe en<br />

el ideal, exaltación religiosa, amistad honda<br />

y sincera, una tarea, una misión por<br />

delante, como intelectuales a la par falangistas<br />

y católicos; medios para culminarla;<br />

era, en verdad, en el Burgos de 1938, un<br />

grupo entusiasta, dominado por la con-<br />

9 Memorias y recuerdos de Ridruejo, Serrano,<br />

Moure y Tovar, cit., y Pedro Laín, Descargo de conciencia<br />

(1930-1960), Madrid, 1976, passim.<br />

6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


vicción de que estaban entonces “en España<br />

como cuando los Reyes Católicos<br />

comenzaban”, cuando todo había de ser<br />

hecho de nuevo y ellos, los falangistas,<br />

poseían la “heroica tensión” necesaria para<br />

que la empresa iniciada el 18 de julio<br />

no se detuviera nunca 10 .<br />

Además de los responsables de los distintos<br />

departamentos, llegaron a Burgos,<br />

como en un alud, los llamados para ocupar<br />

segundos y terceros escalones de la incipiente<br />

Administración de un nuevo Estado<br />

que todavía, en enero de 1938, nadie<br />

tenía muy claro en qué habría de<br />

resultar. La indeterminación de lo que<br />

fuera a ser definitivamente no procedía,<br />

sin embargo, de que nadie tuviera ideas<br />

claras respecto a lo que pretendía, sino de<br />

lo contrario: de que había más de uno<br />

con ideas demasiado claras: los falangistas<br />

que rodeaban a Serrano, con la llegada de<br />

su jefe al Ministerio del Interior, creían al<br />

alcance de la mano la institucionalización<br />

de un Estado fascista; los católicos, que se<br />

habían quedado sin partido ni sindicatos<br />

ni asociaciones varias, se refugiaban en<br />

sus jerarquías episcopales y pretendían,<br />

ante todo, la restauración de un Estado<br />

confesional; los monárquicos, sin haber<br />

decidido todavía en qué persona de regia<br />

estirpe depositar sus amores, confiaban en<br />

una pronta restauración de la institución;<br />

los militares, entre los que había de todo,<br />

fascistas, católicos y monárquicos, querían<br />

más que nada ganar la guerra y después<br />

ya se vería, pero, por si acaso, habían depositado<br />

todo el poder del Estado y de la<br />

representación exterior del país, así como<br />

la suprema capacidad legislativa, en manos<br />

de uno de ellos, a quien hicieron además<br />

generalísimo de los ejércitos de tierra,<br />

mar y aire y jefe del ejército de operaciones.<br />

De manera que lo que cada cual pretendía<br />

a principios de 1938, cuando se<br />

constituyó este distinguido elenco de intelectuales<br />

falangistas, era consolidar una<br />

parcela de poder desde la que aspirar a la<br />

conquista del todo. La parcela, lógicamente,<br />

no era el todo, todavía. Pero tampoco<br />

era nada, sobre todo si se tiene en<br />

cuenta que Falange dominaba por completo<br />

la suya y podía ejercer la censura sobre<br />

las demás: publicaciones, radio, teatro…<br />

nadie podía moverse en este terreno, ni siquiera<br />

los monárquicos, a quienes no se<br />

10 Pedro Laín, ‘Sermón de la tarea nueva: mensaje<br />

a los intelectuales católicos’, Jerarquía, 3 (1938);<br />

Antonio Tovar, ‘Cuatro conferencias sobre historia de<br />

España’, Barcelona, septiembre de 1939, en El Imperio<br />

de España, 4ª ed., págs. 165 y 176, Madrid, 1941.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

permitió volver a editar Acción Española,<br />

ni en la guerra ni después; ni siquiera los<br />

católicos, que perdieron su gran periódico,<br />

El Debate, prohibido; que debieron<br />

aceptar en la dirección de Ya a un enviado<br />

del Gobierno y que fueron obligados a disolver<br />

sus sindicatos y sus confederaciones<br />

estudiantiles para incorporarlas a la Organización<br />

Sindical o al Sindicato Español<br />

Universitario. No, no era un gueto al revés,<br />

un mero aderezo para el lucimiento o<br />

una reserva literaria, como lo define Laín<br />

con la nostalgia del tiempo y la distancia,<br />

lo que se reunió en Burgos en 1938; ni<br />

eran gentes cansadas, penetradas ya de la<br />

fatiga que producen las batallas perdidas;<br />

se habían incorporado voluntaria y fervorosamente<br />

a Falange y presumían de profesar<br />

de modo formal una vida militante:<br />

obediencia, prontitud, desvelo, sobriedad,<br />

distinción y hermandad 11 . Nada más lejos<br />

de la realidad que ese clima como de<br />

lejanía y sorda disidencia que se quiere<br />

proyectar sobre aquel momento, teñido<br />

más bien con los colores del alba, de la<br />

aurora, del amanecer, por emplear imágenes<br />

familiares al grupo. Sin duda, el régimen<br />

en construcción se fundaba en una<br />

coalición de fuerzas dispares, cada cual<br />

pugnando duramente por su parcela de<br />

poder; pero la convicción dominante entre<br />

estos jóvenes entusiastas era que los posibles<br />

competidores políticos de Falange, los<br />

católicos y los monárquicos, estaban condenados<br />

por la historia y acabarían por<br />

desalojar las posiciones de mando que el<br />

jefe nacional y caudillo de España tenía<br />

todavía a bien reservarles.<br />

Ése era el clima de la época, en Burgos<br />

primero y luego… “¡qué ilusión y qué esperanza<br />

–bellísimas, inquietas, irrepetibles–<br />

las de aquellos primeros días de Barcelona<br />

recién conquistada!”. Recordaré<br />

siempre, escribió Laín antes de recordarse<br />

como liberal, “la voz grave de Dionisio en<br />

los tremendos altavoces de la plaza de Cataluña…<br />

Era hora de completas y en medio<br />

de un aguacero diluvial corríamos<br />

Antonio Tovar y yo, solos en la gran plaza,<br />

hacia la Radio de la Rambla de Canaletas”<br />

12 . Después, a partir del verano de<br />

1939, Madrid. La seguridad de haber llegado,<br />

de haber triunfado y la expectativa<br />

de que todo lo que aún quedaba por conquistar<br />

caería como fruta madura en sus<br />

11 Como lo dice Laín en ‘Meditaciones sobre la<br />

vida militante. I’, Arriba, 24 de marzo de 1942.<br />

12 Laín, ‘Dionisio Ridruejo o la vida en amistad’,<br />

Escorial, 17 (marzo de 1942), pág. 407. La cita sigue:<br />

“Después, Madrid, la fundación de Escorial, la marcha<br />

de la División Azul, las cartas desde Rusia…”.<br />

<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />

manos. De lo que se había triunfado era,<br />

claro está, del liberalismo. Es cierto que el<br />

nacionalsindicalismo se había alzado, a<br />

principios de los años treinta, contra el triple<br />

orden de realidades históricas que imperaban<br />

“sobre el haz de nuestra España”,<br />

la liberal, la marxista y la contrarrevolucionaria<br />

o derechista 13 . Falange, esta Falange<br />

de Serrano, Ridruejo, Laín, Tovar, se<br />

definía por su anticomunismo; pero el comunismo<br />

no era para ellos sino una forma<br />

errada, y hasta cierto punto cercana, de resolver<br />

la fragmentación, la pérdida de la<br />

patria una y unida, la partición de la unidad<br />

del hombre y su destino que había<br />

traído el liberalismo. En España, el fascismo,<br />

si impregnó a la derecha católica,<br />

quedó en no menor medida impregnado<br />

por el catolicismo: afirmándose enfáticamente<br />

como falangista y como católico<br />

cantó Pedro Laín su elegía a Los valores<br />

morales del nacionalsindicalismo. Y era un<br />

axioma de la doctrina social de la Iglesia,<br />

compartido por Falange, que el origen de<br />

todos los males del presente, de la división<br />

del hombre, de la desagregación y pérdida<br />

de la nación, radicaba en el liberalismo.<br />

Fue la utopía liberal, como escribirá poco<br />

después Corts Grau al celebrar que por fin<br />

Estado y nación volvían a identificarse, la<br />

que “dilaceró en sí mismo al hombre, y, al<br />

disgregarle de la verdad, acabó por desarraigarle<br />

de su patria, vagabundo en un<br />

Estado a la deriva”. Se entiende perfectamente<br />

que una consigna de Laín fuera “no<br />

queremos transacciones liberales, no queremos<br />

catolicismo alicorto” 14 .<br />

De todas formas, el triunfo sobre el<br />

liberalismo no sería pleno hasta no poner<br />

en pie el Estado totalitario. Ésta era la<br />

queja de la “Falange liberal”: que Franco,<br />

su jefe nacional, no se decidía a entregarles<br />

el todo. No lo hizo en enero de 1938,<br />

cuando nombró su primer Gobierno, pero<br />

entonces la cosa era comprensible: se<br />

estaba en guerra, el futuro no aparecía del<br />

todo despejado y era prematuro pedir<br />

más de la cuenta. Pero tampoco lo hizo<br />

en agosto de 1939, aun si en la formación<br />

del nuevo Gobierno el poder de Serrano<br />

había sido determinante. La cuestión, sin<br />

embargo, era no perder terreno, y en eso<br />

sí que podían darse por satisfechos: es<br />

cierto que los militares incrementaban su<br />

poder político y estaban decididos a asu-<br />

13 Laín, Los valores morales del nacionalsindicalismo,<br />

pág. 16, Madrid, 1941.<br />

14 José Corts Grau, ‘Los motivos de la España<br />

eterna’, Revista de Estudios Políticos, 9 (mayo-junio de<br />

1943), pág. 7. Laín, ‘Cuatro polos y cuatro dimensiones’,<br />

Arriba España, 6 de octubre de 1937.<br />

7


¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />

mir la gestión de la economía, pero no lo<br />

era menos que católicos oficiales y monárquicos<br />

de diversa procedencia se habían<br />

mostrado incapaces de acrecentar el suyo.<br />

Por el contrario, todos los pasos que se<br />

dieron a partir de la formación del nuevo<br />

Gobierno se encaminaban a reforzar el<br />

poder político de Falange con la creación<br />

de una presidencia para su junta política,<br />

que asumirá Serrano, a partir de ese momento<br />

ministro-presidente; el impulso a<br />

la Delegación Nacional de Sindicatos,<br />

desde la que Gerardo Salvador Merino intentará<br />

poner en pie, con la ayuda de la<br />

Ley de Unidad Sindical y la Ley de Bases<br />

de la Organización Sindical, una estructura<br />

de poder sindical; la disolución de las<br />

agrupaciones católicas y tradicionalistas<br />

de estudiantes universitarios y su obligatoria<br />

asimilación por el Sindicato Español<br />

Universitario; la creación de la Sección<br />

Femenina y del Frente de Juventudes; la<br />

reserva ilimitada de puestos en las distintas<br />

comisarías, delegaciones, gobiernos civiles<br />

de la burocracia del nuevo Estado<br />

destinada a ex combatientes, camisas viejas,<br />

huérfanos, viudas; por no hablar, como<br />

dirá muchos años después Pedro Laín<br />

valiéndose de un elocuente eufemismo,<br />

de “los numerosos huecos producidos<br />

por nuestra guerra de liberación en el<br />

mundo intelectual y técnico”, y ocupados<br />

por los vencedores a lo largo del decenio<br />

1940-1950 15 .<br />

A todo esto, que no era poco, se sumó<br />

en el frente exterior el derrumbe francés<br />

ante la ofensiva alemana: la capitulación<br />

de Francia, como lo sería la de Inglaterra,<br />

que por aquellos días se daba por<br />

descontada, significaba la confirmación<br />

tanto tiempo ansiada de que la nueva España<br />

marchaba por el buen camino: los<br />

falangistas vivieron los días de la derrota<br />

francesa y de la amenaza sobre Inglaterra<br />

“con el alma traspasada de impaciencia y<br />

de ambición en esta dura amanecida de<br />

un mundo que sólo nosotros supimos<br />

ver”. Así, al menos, lo sentía Pedro Laín<br />

en las semanas inmediatamente anteriores<br />

a la salida de Escorial, inmediatamente<br />

posteriores a la caída de París 16 : no es el<br />

ánimo de un decepcionado por cómo<br />

iban las cosas en España y en el mundo. Y<br />

su amigo Salvador Lissarrague vivía embargado<br />

ante la inminente llegada del<br />

15 Laín, ‘Informe respecto a la situación espiritual<br />

de la juventud española’, diciembre 1955, en Roberto<br />

Mesa, Jaraneros y alborotadores, pág. 49, Madrid,<br />

1982.<br />

16 Laín, ‘José Antonio y el hombre’, Arriba, 29<br />

de octubre de 1940.<br />

momento en que “una minoría revolucionaria<br />

encuadradora de la comunidad nacional,<br />

en tanto que poseída de un designio<br />

político firme, claro, terminante, pusiera<br />

fin al caso peregrino de una Falange<br />

pendiente de conquistar el poder después<br />

de haber triunfado”. Falange había triunfado,<br />

pero no había conquistado el poder,<br />

tal era la paradoja. Para resolverla sólo<br />

quedaba un paso: que todos los puestos<br />

de la Administración del Estado se atribuyeran<br />

al partido. La caída de Francia marcaba<br />

el único camino: “Europa tiene ya<br />

un régimen totalitario fuera del cual es<br />

perfectamente imposible vivir políticamente<br />

en ella” 17 . Ridruejo, siempre apasionado,<br />

escribía que la única, impar, pura<br />

y eterna Falange volvía a sentir el amanecer<br />

de la alegría en sus entrañas;<br />

siempre poeta, veía a su Falange con “una<br />

prisa alegre de vísperas ardiendo en la<br />

sangre”. Tovar, por su parte, creía llegada<br />

la hora de la inteligencia actuando en política<br />

como razón revolucionaria para hacer<br />

tabla rasa de todo, derruir y limpiar,<br />

construir geométricamente, educar con<br />

conciencia, creer que la gimnasia es buena,<br />

razonar y recortar espontaneidades:<br />

17 Salvador Lissarrague, ‘Estado y partido en la<br />

coyuntura española’, Arriba, 15 de septiembre de<br />

1940.<br />

seguramente Antígona tenía también sus<br />

razones reaccionarias, dignas de ser comprendidas,<br />

pero la razón revolucionaria, la<br />

geometría de la ciudad nueva, pertenecía<br />

a Creonte. Y José Antonio Maravall se dejará<br />

también llevar de aquel clima de entusiasmo<br />

proclamando el totalitarismo<br />

como “régimen europeo”: la victoria del<br />

que triunfa, escribía en 1940 después de<br />

la hecatombe de Francia, hace nacer el<br />

deseo de seguir su ejemplo; la guerra<br />

arrastra y hace desaparecer de la escena<br />

política aquellos tipos de organización ligados<br />

al inmediato pasado. Su consigna<br />

de principios de año, desterrar el liberalismo<br />

obedeciendo “la orden, el inexorable<br />

mandato de quien tiene la potestad absoluta,<br />

de quien es supremo señor, ungido<br />

para realizar la empresa actual de España”,<br />

parecía por fin cumplida 18 .<br />

‘Escorial’, un proyecto totalitario<br />

Si todo esto es lo que escribían y esperaban<br />

los publicistas de Falange Española y<br />

sus ideólogos más cercanos en octubre de<br />

18 Ridruejo, ‘La patria como síntesis’, Arriba, 29<br />

de octubre de 1940; Tovar, ‘Antígona y el tirano o la<br />

inteligencia en la política’, junio de 1942, en Ensayos<br />

y peregrinaciones, págs. 13-35, Madrid, 1960; José Antonio<br />

Maravall, ‘Desterrar el liberalismo’ y ‘El totalitarismo,<br />

régimen europeo’, Arriba, 27 de febrero y 26<br />

de septiembre de 1940.<br />

8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


1940, con Francia a los pies de Alemania,<br />

Inglaterra sometida a los bombardeos<br />

aéreos y Serrano Suñer en la cima de su<br />

poder, recién elevado a ministro de Asuntos<br />

Exteriores, ¿cómo podría ser que en<br />

noviembre, cuando Escorial ve la luz, sus<br />

responsables y colaboradores se manifestaran<br />

como representantes de un falangismo<br />

liberal? Cierto, el tiempo pasaba, la revolución<br />

–o sea, Falange dueña de todo el poder–<br />

se demoraba y los militares reticentes<br />

ante el poder de Serrano reafirmaban sus<br />

posiciones, especialmente a partir de mayo<br />

de 1941, cuando en un reajuste ministerial,<br />

el coronel Valentín Galarza, un antifalangista<br />

confeso, se hizo cargo de Gobernación,<br />

y Ridruejo y Tovar perdieron sus<br />

puestos en los servicios de propaganda. Por<br />

el momento, sin embargo, las espadas seguían<br />

en alto. El 19 del mismo mes, con la<br />

crisis de gobierno inusitadamente alargada,<br />

la presencia de Falange en el Gobierno se<br />

incrementó con la entrada de José Antonio<br />

Girón, José Luis Arrese y Miguel Primo de<br />

Rivera, tres camisas negras, no precisamente<br />

de la cuerda de Serrano.<br />

Estas luchas por el poder, entre falangistas<br />

y militares, de un lado, y entre los<br />

diversos estratos de falangistas, del otro,<br />

con católicos y monárquicos a la espera de<br />

tiempos mejores, en una situación tan dependiente<br />

en el volumen y la coloración de<br />

sus fluidos de la voluntad del generalísimo/caudillo,<br />

contribuyeron a reafirmar la<br />

identidad del grupo, falangista puro, de<br />

esencias joseantonianas, y a presentar su<br />

nueva revista como una publicación de Falange.<br />

Evidentemente, de liberalismo, en<br />

cualquiera de las múltiples acepciones del<br />

concepto, no hay ni el más lejano atisbo en<br />

la salida de Escorial a la calle. Todo lo contrario:<br />

lo que abunda en estos primeros números,<br />

en realidad hasta que Ridruejo ceda<br />

la dirección de la revista a José María Alfaro<br />

en otoño de 1942, es el réquiem por el liberalismo<br />

derrotado, la exultación por el<br />

triunfo del totalitarismo y la racionalización<br />

teórica del Estado totalitario como<br />

modo de organización de la gran potencia<br />

en su plenitud, “como modo de organización<br />

propio del Estado moderno en su fase<br />

cualitativamente diferenciada de gran potencia”,<br />

según argumentaba con su característico<br />

vigor Javier Conde 19 .<br />

No lo ocultaron, no disimularon lo<br />

que eran ni lo que, con su revista, se proponían.<br />

Escorial se publicó por iniciativa<br />

19 Francisco Javier Conde, ‘El Estado totalitario<br />

como forma de organización de las grandes potencias’,<br />

Escorial, 23 (septiembre de 1942), pág. 384.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

de Dionisio Ridruejo, que fue el inventor<br />

del título; Escorial porque, como explicó<br />

en su ‘Manifiesto editorial’, “ésta es la suprema<br />

forma creada por el hombre español<br />

como testimonio de su grandeza y explicación<br />

de su sentido. El Escorial, que es<br />

–no huyamos del tópico– religioso de oficio<br />

y militar de estructura: sereno, firme,<br />

armónico, sin cosa superflua, como un Estado<br />

de piedra”, una simbología que, en<br />

sentido y forma, procedían directamente<br />

de Ernesto Giménez Caballero 20 . Fue<br />

también Ridruejo su primer director; fue<br />

él quien llevó como subdirector a Pedro<br />

Laín y quien tuvo el acierto, según lo califica<br />

el mismo Laín, de situar como secretarios<br />

de redacción a Luis Rosales y a Antonio<br />

Marichalar, el primero procedente<br />

de la revista Cruz y Raya, que José Bergamín<br />

había dirigido entre 1934 y 1936; el<br />

segundo, de Revista de Occidente, que José<br />

Ortega dirigió desde su primer número en<br />

1923 hasta su desaparición en 1936. Existía,<br />

por tanto, en la intención de sus directores<br />

la voluntad expresa de conectar con<br />

la cultura de antes de la guerra, voluntad<br />

que queda de manifiesto en el elegante<br />

formato de la revista, su predilección por<br />

el ensayo, el considerable lugar que en ella<br />

ocupa la poesía, la abundancia de reflexión<br />

histórica, la amplia y diversa nómina<br />

de colaboradores 21 .<br />

Tal como ellos mismos lo dejaron claro<br />

en su ‘Manifiesto editorial’, Escorial surgió<br />

con la voluntad de ofrecer a la revolución<br />

española y a su misión en el mundo<br />

un arma y un vehículo. Revolución española,<br />

en noviembre de 1940, se sabe bien<br />

lo que era: hacerse Falange con el control<br />

completo de la Administración del Estado,<br />

como reclamaba Lissarrague desde las páginas<br />

de Arriba; ocupar los falangistas todas<br />

las cátedras, controlar la Universidad<br />

frente al acoso de los sectores confesionales<br />

y eclesiásticos, como animarán Laín y Tovar<br />

a los estudiantes del SEU cuando vaya<br />

declinando el año 1941 y Falange vea cada<br />

vez más lejana la hora de la revolución 22 .<br />

En definitiva, como protestará dos años<br />

20 Sultana Wahnon, La estética, pág. 110.<br />

21 Recuerdos de la fundación de Escorial, Ridruejo,<br />

Escrito en España, págs. 27 y 28; Laín, Descargo<br />

de conciencia, págs. 285-287; Torrente, ‘Escorial en<br />

el recuerdo’, págs. 61-65. Cfr. José Carlos Mainer, ‘La<br />

revista Escorial en la vida literaria de su tiempo (1941-<br />

1950)’, en íd., Literatura y pequeña burguesía en España<br />

(1890-1950), págs. 241-262, Madrid, 1972.<br />

22 Conferencias de Laín y Tovar en el V Consejo<br />

Nacional del SEU, celebrado en Alcalá de Henares en<br />

diciembre de 1941, ampliamente citadas por Miguel<br />

A. Ruiz Carnicer, El Sindicato Español Universitario<br />

(SEU), 1939-1965, págs. 151-155.<br />

<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />

después Ridruejo ante Franco, revolución<br />

era que el régimen entero estuviera ocupado<br />

por auténticos falangistas, por ese<br />

“grupo reducido” formado, según lo veía<br />

Laín, en torno al caudillo; por “los hombres<br />

que sepan incorporar una creadora y<br />

pura actitud nacionalsindicalista –nacional-proletaria–<br />

al hecho de nuestra victoria<br />

militar y a la empresa inmediata de<br />

España” 23 .<br />

En Escorial lo dicen de la manera<br />

más elevada: rehacer la comunidad española,<br />

realizar la unidad de la patria y<br />

poner a esa unidad al servicio de un<br />

destino universal y propio. Si se leen las<br />

coetáneas páginas de Arriba, la unidad<br />

de la patria será la obra del Estado totalitario,<br />

y ese destino universal y propio<br />

consistía en participar con Alemania e<br />

Italia en la configuración de la nueva<br />

Europa. Es una tarea excitante, de magnitud<br />

y alcance histórico, y, para culminarla,<br />

Escorial dirige un llamamiento “a<br />

todos los valores españoles que no hayan<br />

dimitido por entero”, a todos los<br />

que “no hayan servido de auxiliadores<br />

en el crimen”. A las gentes de pensamiento<br />

y de letras, a los que va dirigido<br />

este primer editorial, lo que se les exige<br />

desde Escorial es que vengan a llenar de<br />

su afán espiritual, de su trabajo y de su<br />

inteligencia a un “régimen que bien justificado<br />

está por la sangre” y a empujar<br />

a la obra cultural española hacia una intención<br />

única, larga y transcendente.<br />

No, ciertamente; no había lugar para<br />

que con esta llamada fuera posible<br />

restablecer una comunidad “con equívocos<br />

y despropósitos” 24 . Las cosas estaban<br />

claras.<br />

A esta original exigencia y a este<br />

propósito se atuvo la trayectoria de<br />

Escorial. De lo que se trataba a finales<br />

de 1940 era de reconstruir una comunidad<br />

quebrada por dos posiciones históricas<br />

que propugnaban y practicaban la<br />

división, como escribirá Luis Díez del<br />

Corral en su exposición y apología de<br />

la Ley Sindical: el liberalismo y el socialismo.<br />

Frente a esos dos principios disgregadores,<br />

lo que Escorial proclama es<br />

“nuestro sentido orgánico y unitario,<br />

nuestro rabioso unitarismo” 25 . Y como<br />

23 Ridruejo, ‘Carta a Franco’, 7 de julio de 1942,<br />

en Casi unas memorias, págs. 236-238; Laín, Los valores,<br />

pág. 38.<br />

24 ‘Manifiesto editorial’, Escorial, 1 (noviembre<br />

de 1940). Para un análisis de sus contenidos<br />

políticos, Manuel Contreras, ‘Ideología y cultura.<br />

La revista Escorial (1940-1950)’, en M. Ramírez<br />

(coord.), Las fuentes ideológicas de un régimen<br />

(España 1939-1945), págs. 55-80, Zaragoza, 1978.<br />

9


¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />

ese unitarismo rabioso no acababa de llegar,<br />

a medida que el dominio nazi se extiende<br />

con la ofensiva contra la Unión<br />

Soviética, los acentos se vuelven más perentorios.<br />

Apóstoles de una moral nacional,<br />

los redactores de Escorial sienten la<br />

ocasión incitante para la patria que, alejándoles<br />

de la abstención cobarde, nos enseña<br />

dónde ha estado y está el enemigo.<br />

Bajo la consigna de “orden europeo nuevo”<br />

se esconden ideas nobles y útiles. Pero<br />

lo importante es que el orden de ayer, el<br />

orden liberal y democrático de Europa,<br />

el orden de Ginebra y de Versalles, no pudo<br />

ser peor para la patria. Y esta constatación<br />

es la que eleva los ánimos y enardece<br />

las palabras de Escorial: la ira contra Francia<br />

que Ciano percibió en Serrano se amplía<br />

ahora en la “ira contra Europa”, que<br />

se extiende hasta más allá de los tiempos<br />

de la ilustración, más allá del siglo de Luis<br />

XIV, hasta alcanzar a la reina Isabel y sus<br />

piratas. Ira que muy pronto se convertirá<br />

en una propuesta de beligerancia: Escorial<br />

quiere entrar en la guerra 26 .<br />

Por eso, más allá del siempre cauto<br />

caudillo, Escorial se declara beligerante.<br />

Nosotros somos los falangistas que escribimos<br />

Escorial, dicen en su editorial de<br />

junio de 1941, no por casualidad mes<br />

en que Alemania invadió la Unión Soviética.<br />

Nosotros tomamos posición ante<br />

el hecho enorme de la guerra, de esta<br />

guerra universal y terrible que a todos<br />

obliga a tomar partido. El repertorio de<br />

posiciones posibles es muy escaso: la<br />

muerta, que es inercia e indiferencia; y<br />

la viva, que por vida es temblor, angustia,<br />

inquietud y batalla, pasión, partido<br />

y combate. La elección es clara: la viva,<br />

es decir, la beligerancia. ¿Contra quién?:<br />

de una parte, el comunismo, desde luego;<br />

la fe en Jesucristo y la creencia en el<br />

hombre portador de valores eternos así<br />

lo exige. Pero esa misma creencia obliga<br />

también a situarse frente al capitalismo:<br />

contra él, por la misma causa, es el combate<br />

de Escorial. Pero aún hay más: juramos<br />

defender la unidad del hombre, frase<br />

que encierra la pavorosa realidad de<br />

25 Luis Díez del Corral, ‘Hechos de la Falange.<br />

Comunidad Nacional Sindicalista’, Escorial, 2 (diciembre<br />

de 1940), págs. 326-328. Cfr. la serie de artículos<br />

que Maravall dedicó a comentar la Ley de Bases de la<br />

Organización Sindical, en Arriba, enero-marzo de<br />

1941, y la exaltación de los valores del nacionalsindicalismo<br />

que Pedro Laín publicó para la ocasión y que<br />

Maravall reseñó en ‘Laín Entralgo, Pedro, Los valores<br />

morales del Nacionalsindicalismo’, Revista de Estudios<br />

Políticos, 1: 3 (julio de 1941) págs. 563-566.<br />

26 ‘Ante la guerra’, Escorial, 4 (febrero de 1941)<br />

págs. 159-164.<br />

que el hombre está partido. Y ¿quién lo<br />

partió, quién hizo perder al hombre su<br />

unidad? Pues nada menos que la monstruosa<br />

alianza del capitalismo con el liberalismo<br />

democrático. He ahí, por tanto,<br />

la tarea de Escorial: “Como no hemos<br />

encontrado la fórmula de separar la<br />

democracia liberal del capitalismo, contra<br />

una y contra otro nos proclamamos<br />

beligerantes”. No por motivos de política<br />

internacional, de ansias de imperio,<br />

sino “por la sagrada unidad del hombre,<br />

por la comunidad de los hombres en<br />

Dios y en la patria”. Y así será siempre<br />

porque así fue desde el principio, “porque<br />

el combate que la Falange empeñó<br />

antes del primer tronar de las ametralladoras<br />

en las calles desapacibles de España<br />

contra el marxismo y contra el liberalismo<br />

de izquierdas y de derechas fue<br />

ante todo dialéctica de puños y<br />

pistolas” 27 .<br />

No se trata, por tanto, en esta denuncia<br />

de, y combate contra, el liberalismo<br />

de una exigencia meramente política:<br />

en Falange, entendida al modo en<br />

que la viven los hombres –no hay ni una<br />

sola mujer en Escorial- que hacen la revista,<br />

se ha establecido el primado de la<br />

contemplación y de la voluntad religiosa<br />

y poética, como escribirá Sánchez Mazas.<br />

Eso es lo que les diferencia de los<br />

otros movimientos que en Europa puedan<br />

parecer afines. Por esa voluntad religiosa<br />

y poética, base del imperio, por<br />

esa decisión de situar al cristianismo como<br />

origen y fuente de la revolución<br />

poética, los falangistas que hacen Escorial<br />

tendrán como misión primera acabar<br />

con la pedantería que procede del renacimiento,<br />

que se agrava en el siglo XVII<br />

y que acaba su carrera humanística en<br />

el liberalismo, en el personalismo, en el<br />

subjetivismo 28 .<br />

La beligerancia que Escorial proclama<br />

en el primer semestre del año 1941<br />

se convierte en el segundo, cuando “ya<br />

están allá –en las llanuras donde Europa<br />

linda con el Infierno– nuestros mozos<br />

voluntarios”, en decisión de formar parte<br />

de la vanguardia que construye el<br />

“nuevo orden europeo”. En efecto, para<br />

este grupo de falangistas no sería lícito<br />

dudar sobre el puesto de España, de<br />

nuestra España, en la construcción del<br />

nuevo orden del mundo. La historia y la<br />

27 ‘Nosotros ante la guerra’, Escorial, 8 (junio de<br />

1941) págs. 325-329.<br />

28 Rafael Sánchez Mazas, ‘Textos de una política<br />

de arte’, Escorial, 24 (octubre de 1942), págs. 6 y 7.<br />

sangre señalan un lugar eminente. El<br />

mundo caduco que ha sucumbido ante<br />

el ímpetu de este nuevo orden fue<br />

“quien puso su pie en nuestro cuello”, el<br />

culpable de que durante dos siglos haya<br />

vivido España en servidumbre. El deber,<br />

pero también el derecho, que impone la<br />

sangre de nuestros más recientes muertos<br />

consiste en formar en los cuadros<br />

“de ese proclamado y nonnato orden<br />

nuevo”. España deberá añadir algunos<br />

acentos de su voz a ese naciente concierto<br />

cultural del nuevo orden europeo 29 .<br />

No será preciso insistir más: por su<br />

contenido político e ideológico, Escorial<br />

fue una revista beligerante contra el liberalismo;<br />

una aliada consciente, con<br />

verdadera ansia de formar parte de su<br />

vanguardia cultural, del totalitarismo,<br />

régimen que sus colaboradores propugnaron<br />

durante todos esos meses desde<br />

las páginas de otras publicaciones de Falange.<br />

¿Habrá sido, entonces, liberal el<br />

grupo y la revista por su talante, por no<br />

hacer distingos, por tender la mano a<br />

todos los que, vencedores o derrotados<br />

en la guerra civil, tuvieran algo que decir?<br />

Este es, en efecto, el hecho que los<br />

protagonistas de esta historia dan por<br />

supuesto en sus recuerdos: que Escorial<br />

fue una empresa de “integración de valores”,<br />

que allí se dio acogida sin preguntar<br />

por el pasado, que en ella pudieron<br />

recalar intelectuales que habían sufrido<br />

la depuración, que vivían en un<br />

exilio interior o que tropezaban con infranqueables<br />

obstáculos en cualquier<br />

otra publicación. La nómina no es, ciertamente,<br />

desdeñable. En Escorial escribieron,<br />

como recuerda Laín, muchos de<br />

los congregados en Burgos: Ridruejo,<br />

Tovar, Rosales, Vivanco, Torrente, Conde,<br />

Salas, Alonso del Real, el mismo<br />

Laín. Escribieron también falangistas de<br />

antes de la guerra civil: Montes, Alfaro,<br />

Santa Marina, Aguado, Ros. Jóvenes<br />

con su carrera literaria o publicista recién<br />

iniciada: Caro Baroja, Cunqueiro,<br />

Corral, Gómez Arboleya, Maravall, Marías,<br />

Muñoz Rojas, Orozco, Panero,<br />

Martín de Riquer, Sopeña, Suárez Carreño.<br />

Y no pocos que antes de 1936 habían<br />

brillado con luz propia: Dámaso<br />

Alonso, Azorín, Baroja, Cossío, Diego,<br />

Almagro, García Gómez, Lafuente, Marañón,<br />

Menéndez Pidal, D’Ors, Zaragüeta,<br />

Zubiri. Son los que Laín recuerda,<br />

son los que cualquiera puede corro-<br />

29 ‘La cultura en el nuevo orden europeo’, Escorial,<br />

(enero de 1942), págs. 5-7.<br />

CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


orar recorriendo los índices de su colección.<br />

Escorial les abrió las puertas:<br />

antiliberal por su contenido, Escorial habría<br />

sido entonces liberal por su actitud.<br />

La modificación de la memoria<br />

¿Qué hay de esto? Es indudable que, entre<br />

los promotores de la revista, Escorial<br />

dejó una huella profunda, que su recuerdo<br />

ha perdurado y ha sido renovado cada<br />

vez que tuvieron ocasión de mirar hacia<br />

atrás, hacia lo que fueron y lo que proyectaron<br />

en aquellos años, para ellos tan excitantes,<br />

de la primera posguerra. Pero las<br />

huellas o trazas de los acontecimientos del<br />

pasado no son como registros de ordenador,<br />

siempre idénticos a sí mismos, sino<br />

que se reinterpretan y representan continuamente:<br />

son como “trazas que los hechos<br />

han dejado para ser interpretadas y<br />

analizadas más adelante” 30 . La memoria<br />

individual de un acontecimiento que ha<br />

dejado su huella en la corteza cerebral o<br />

en nuestra vida afectiva cambia con el<br />

tiempo. Lo mismo vale también para la<br />

memoria social, sea privada o pública: a<br />

pesar de las políticas de la memoria que<br />

pretenden fijar para siempre una imagen<br />

30 Alberto Rosa, Guglielmo Bellelli y David<br />

Barkhurst, ‘Representaciones del pasado, cultura personal<br />

e identidad nacional’, en íd., Memoria colectiva e<br />

identidad nacional, pág. 43, Madrid, Biblioteca Nueva,<br />

2000.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

del pasado, idéntica a sí misma, cargada<br />

de los valores y las emociones del momento,<br />

y edifican monumentos duraderos,<br />

de mármol, o establecen rituales conmemorativos,<br />

la representación social del<br />

pasado cambia con el tiempo, adaptándose<br />

a las nuevas informaciones recibidas o<br />

elaboradas y a las nuevas experiencias vividas<br />

por quienes fueron testigos de aquellos<br />

acontecimientos.<br />

La posibilidad de modificación de la<br />

memoria o, más exactamente, la posibilidad<br />

de que los acontecimientos del pasado<br />

puedan ser continuamente re/presentados,<br />

re/creados, re/interpretados, abre<br />

un amplio campo a la voluntad individual<br />

y a la decisión política. El ejercicio<br />

de la memoria por parte de aquellos falangistas<br />

que soñaban con un régimen<br />

ocupado de arriba abajo por ellos no podía<br />

dejar de modificar, desde cada presente<br />

en que ese ejercicio se realiza, lo que<br />

fueron en el pasado. No se trata aquí de<br />

calificar como impostura el contenido<br />

de ese recuerdo y adoptar ninguna airada<br />

ni sarcástica forma de denuncia. Esa actitud,<br />

para el ejercicio de la comprensión<br />

histórica, no conduce a nada; sólo tal vez<br />

a la autosatisfacción de quien se cree más<br />

listo o más auténtico que aquellos a quienes<br />

estudia. Como tampoco conduce a<br />

nada la voluntad de ocultar lo que fueron<br />

tal como ha quedado registrado, no en la<br />

memoria de los protagonistas, sino en<br />

<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />

las manifestaciones públicas de su pensamiento<br />

o de su acción: saltar por encima<br />

de sus biografías, calificar lo que en un<br />

momento fue esencial para ellos como algo<br />

episódico y sin sustancia; peor aún,<br />

justificarlo con el argumento de la circunstancia<br />

histórica. Se trata aquí de otra<br />

cosa: de saber por qué habiendo sido fascistas,<br />

habiendo soñado con implantar un<br />

régimen totalitario y habiendo pugnado<br />

por que España ocupara un puesto de<br />

vanguardia en la construcción del nuevo<br />

orden europeo, reinterpretaron aquel momento<br />

como un momento liberal y se tuvieron<br />

a sí mismos como liberales.<br />

La respuesta más inmediata y más<br />

obvia es: porque cuando hablaron de su<br />

pasado lo eran; porque, en el momento<br />

de recordar, habían llegado a ser liberales<br />

y hasta demócratas; porque, como recuerda<br />

Torrente, “hoy [o sea, en 1968]<br />

mantienen actitudes del más amplio liberalismo”;<br />

porque, como dice González de<br />

Cardedal a propósito de Aranguren y<br />

de sus recuerdos de las conversaciones<br />

católicas de Gredos, “releyó su historia<br />

anterior a la luz de su posterior actitud”,<br />

lo que habría dado lugar a “una malinteligencia<br />

y una malinterpretación”. La<br />

memoria, como la historia, siempre está<br />

en relación con preguntas y exigencias<br />

planteadas por el tiempo presente. Tenía<br />

razón Benedetto Croce cuando afirmaba<br />

que las demandas prácticas que laten bajo<br />

cada juicio histórico dan a toda la historia<br />

el carácter de historia contemporánea.<br />

Contamos el pasado requeridos por<br />

las necesidades del presente y, por tanto,<br />

es una pretensión ingenua aspirar a un<br />

relato histórico objetivamente verdadero<br />

y válido para cualquier tiempo y lugar.<br />

Lo mismo vale para la memoria: recordamos<br />

o echamos al olvido según lo que<br />

el presente requiere que hagamos con las<br />

huellas del pasado. Cuando Torrente Ballester<br />

escribe, a propósito de la transición<br />

a la democracia, que ellos, desde Escorial,<br />

en los primeros años cuarenta,<br />

quisieron hacer algo parecido, está reinterpretando<br />

aquel pasado a partir de una<br />

experiencia del presente que modifica<br />

por completo el sentido de su acción,<br />

pero que adquiere un sentido nuevo sólo<br />

para quien ha vivido la dos experiencias<br />

y busca encontrar un hilo, una coherencia,<br />

entre ellas. Es, por lo demás, la explicación<br />

que ofrece Juan Marichal<br />

cuando afirma que la trayectoria biográfica<br />

de Laín y Ridruejo demuestra que<br />

los propósitos conciliadores de Escorial<br />

respondían a una verdadera voluntad de<br />

convivencia. Se trata, en este caso,<br />

11


¿FALANGE LIBERAL O INTELECTUALES FASCISTAS?<br />

de iluminar lo que se fue en el pasado<br />

por lo que se ha llegado a ser en el presente<br />

31 .<br />

Pero que desde un presente liberal hayan<br />

recordado sus primeros pasos públicos<br />

como liberales no era en modo alguno<br />

obligado ni es la manera adecuada de dar<br />

cuenta del pasado: Escorial nunca fue liberal,<br />

ni ahora ni después. Sus promotores<br />

pudieron haber reconstruido una trayectoria<br />

que les llevó –a ellos, no a la revista–<br />

del fascismo y totalitarismo al<br />

liberalismo y la democracia, fuera ésta católica<br />

o social, interpretando como fascista<br />

y totalitario su proyecto de 1939 y los<br />

instrumentos en que ese proyecto plasmó,<br />

entre ellos, Escorial. Pues esa voluntad de<br />

integración de intelectuales de distinta<br />

procedencia en un proyecto de reunificación<br />

nacional, de rehacer la unidad de la<br />

patria, esa confesada asunción de lo que<br />

de valioso encontrara el grupo en la herencia<br />

de quienes le precedieron o de<br />

quienes, habiendo sufrido la derrota, quisieran<br />

incorporarse a su proyecto, puede<br />

ser perfectamente entendida en términos<br />

fascistas como una repetición de la política<br />

cultural seguida por Gentile en Italia,<br />

en los años 1925-1926, cuando intentó<br />

“atraer a la órbita del fascismo a intelectuales<br />

de diversa extracción ideológica, no<br />

en nombre del partido fascista sino de la<br />

cultura nacional” 32 . Lo nacional por encima<br />

del partido en un tiempo en que el<br />

partido, por no haber logrado todavía su<br />

objetivo de totalitaria revolución nacional,<br />

estaba aún lejos de identificarse en la<br />

práctica con la nación.<br />

El enfrentamiento con el Opus Dei<br />

En España la atracción se ejerció sobre<br />

derrotados, a veces exiliados, otras depurados<br />

o sometidos a consejos de guerra, lo<br />

que da en sus primeros momentos a toda<br />

esa política cultural el aire de un expolio.<br />

En una reflexión de fecha tan tardía como<br />

1952, en pleno enfrentamiento con los<br />

intelectuales católicos neoautoritarios del<br />

Opus Dei que se expresaban en Arbor,<br />

Dionisio Ridruejo les recordaba que el<br />

“modo único de quitar al adversario la<br />

parte de razón que tiene o tuvo es el de<br />

31 Olegario González de Cardedal, ‘Semblanza<br />

de Alfonso Querejazu’, en Afonso Querejazu, Joaquín<br />

Garrigues. Correspondencia y escritos (1954-1974),<br />

pág. 49, Madrid, 2000; Juan Marichal, ‘Modalidades<br />

del pensamiento político bajo la tiranía’, en El secreto<br />

de España, págs. 314 y 315, Madrid, 1995.<br />

32 Como escribe Gabriele Turi, ‘Fascismo e cultura<br />

ieri e oggi’, en A. del Boca, M. Legnani y M. G.<br />

Rossi, Il regime fascista. Storia e storiografia, págs. 545<br />

y 546, Roma-Bari, 1995.<br />

hacerla propia cuando se le ha vencido”.<br />

No podría definirse mejor la naturaleza<br />

de la política cultural fascista de integración<br />

del adversario: ante todo, vencerlo;<br />

una vez vencido, “absorberlo, asimilarlo y<br />

convertirlo”. Y por si no quedaba claro en<br />

qué consistía exactamente el empeño, todavía<br />

un año después volverá Ridruejo a<br />

lo mismo descubriendo el despojo del adversario<br />

que caracterizaba su propuesta.<br />

Le parecía una imperdonable falta de curiosidad<br />

“la de no tratar de averiguar qué<br />

datos de la realidad aconsejaron al liberal<br />

para ser liberal o laico y al marxista para<br />

ser marxista”; imperdonable falta, y aquí<br />

radica toda la sustancia del asunto, porque<br />

“el único modo de destruir el partidismo<br />

es desvalijarlo de todas sus razones<br />

y actitudes, y a eso llamamos superación”.<br />

Gentile se había propuesto superar al liberalismo<br />

y al socialismo fundiéndolos en<br />

una síntesis superior: el fascismo; Ridruejo,<br />

frente a los excluyentes, se tenía por<br />

comprensivo porque pretendía destruir a<br />

sus contrarios asumiéndolos: “Ni absolutistas<br />

ni liberales, ni tradicionalistas ni revolucionarios,<br />

ni derechistas ni izquierdistas,<br />

han sabido en España destruir a sus<br />

contrarios asumiéndolos” 33 .<br />

Quitar al adversario su parte de razón<br />

haciéndola propia después de vencido;<br />

destruir a los contrarios asumiéndolos: esa<br />

política, perfectamente fascista, conduce<br />

sin embargo a considerar “importante la<br />

razón del adversario” y abre, por tanto,<br />

una política de “comprensión” hacia<br />

aquella razón. Para eso era preciso, si ya<br />

habían muerto, acercarse a su obra, leerlos,<br />

interpretarlos, cribar el grano de la<br />

paja, limpiarlos de lo nocivo para finalmente<br />

hacer propio lo saludable; encontrar<br />

su “yo esencial” sin dejarse “enredar<br />

en esta o la otra peripecia de su yo accidental”,<br />

como proponía Laín en el primer<br />

y relativamente temprano homenaje editorial<br />

dedicado por su grupo a Antonio<br />

Machado, a quien Aranguren definía como<br />

hombre verdaderamente religioso<br />

que, si “católico nunca lo fue, acaso habría<br />

llegado a serlo” 34 . Lo mismo si estaban<br />

vivos: tender la mano, ofrecer la<br />

oportunidad de expresarse, poco a poco,<br />

primero una reseña de algún libro inocuo,<br />

33 Dionisio Ridruejo, ‘Excluyentes y comprensivos’,<br />

Revista, 17 de abril de 1952, y ‘Meditación para<br />

el 1º de abril’, Arriba, 1 abril de 1953, en Casi unas<br />

memorias, págs. 301-303 y 322-325.<br />

34 Pedro Laín, ‘Desde el tú esencial’, y José L.<br />

López Aranguren, ‘Esperanza y desesperanza de Dios<br />

en la experiencia de la vida de Antonio Machado’,<br />

Cuadernos Hispanoamericanos, 11-12 (septiembre-diciembre<br />

de 1949), págs. 237-238 y 396.<br />

luego un pequeño ensayo que no levantara<br />

suspicacias. En la práctica, en un medio<br />

dominado por la política cultural de<br />

la Iglesia de exterminar al disidente,<br />

de censura y prohibición de leer y publicar<br />

a los autores “venenosos”, esa actitud<br />

exigía entrar en contacto con ellos, abrir<br />

las puertas de los espacios de sociabilidad,<br />

las tertulias, los encuentros, las conferencias,<br />

los seminarios. Ésa fue la política<br />

que siguió Laín, así estableció el trato con<br />

algunos colaboradores de Escorial que no<br />

procedían de Falange, como fue el caso de<br />

Julián Marías: “Me expresó su deseo<br />

de que colaborase en Escorial; no por ahora<br />

un ensayo, precisó; sería peligroso; pero<br />

sí una nota sobre algún libro” 35 . Y será<br />

la ausencia de esa política lo que echarán<br />

en cara a quienes Ridruejo llamó excluyentes,<br />

a quienes Laín llamará confinados,<br />

es decir, a los católicos que les combatían<br />

desde las páginas de Arbor.<br />

Pues la política de comprender la razón<br />

del vencido para integrarlo en el proyecto<br />

común tropezó de inmediato con la<br />

dura oposición levantada desde otro frente<br />

de la coalición vencedora, el formado<br />

por antiguos miembros de Acción Española,<br />

que habían recibido la transfusión<br />

de nueva sangre procedente del Opus<br />

Dei. No es un dato baladí: los que emprenderán<br />

las duras batallas ideológicas y<br />

políticas del decenio 1948-1957 representan<br />

una nueva manera de ser intelectual<br />

en España que, si debe mucho de su teoría<br />

a Acción Española y no poco de su<br />

práctica a la ACNP, introducen una sustancial<br />

novedad: vienen guiados por el<br />

ideal calvinista de la santidad en el mundo.<br />

Comparten no ya redacciones de revistas<br />

y secciones de periódicos, como<br />

aquella intelectualidad formada en torno<br />

a Ortega; coinciden no sólo en su vinculación<br />

a una institución dotada de una sólida<br />

burocracia, la Iglesia católica, o en su<br />

asistencia y participación a círculos de estudio,<br />

como los propagandistas; pero además<br />

de redacciones de revistas, dirección<br />

de instituciones culturales, asistencia a<br />

tertulias y círculos, los intelectuales del<br />

Opus Dei comparten también residencia,<br />

unos, los numerarios, como vivienda;<br />

otros, los supernumerarios, como espacio<br />

habitual de sociabilidad. No son intelectuales<br />

aislados, cada cual buscando como<br />

puede su espacio público, en el periódico,<br />

en la conferencia, a la manera del 98; no<br />

forman parte de una minoría selecta a la<br />

35 Julián Marías, Una vida presente. Memorias 1,<br />

pág. 307, Madrid, 1988.<br />

12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


manera orteguiana, en la redacción de revistas,<br />

en el impulso a ligas y agrupaciones<br />

destinadas a influir en la política; ni<br />

siquiera son selectos llamados a conquistar<br />

el mundo en la reforzada manera de<br />

los propagandistas, ocupando cátedras,<br />

aspirando a puestos en los altos cuerpos<br />

de la burocracia del Estado; son otra cosa:<br />

grupo de presión, los define enseguida<br />

Vicente Marrero, que tuvo el honor de<br />

conocerlos y trabajar con ellos 36 , pero la<br />

definición es insuficiente, si no engañosa:<br />

no se contentan con presionar desde fuera,<br />

quieren también ocupar posiciones de<br />

poder. Son otra cosa: una congregación<br />

formada por lo que Weber llamaría “santos<br />

en el mundo”, al modo calvinista, con<br />

el añadido, que viene del modo católico,<br />

de fuertes vínculos jerárquicos y corporativos<br />

entre los miembros de la comunidad<br />

de creyentes.<br />

Desde las posiciones de poder cultural<br />

conquistadas por esta facción durante<br />

la posguerra, su única política ante los<br />

vencidos consistió en negarles la existencia,<br />

en tenerles por cumplidamente exterminados:<br />

eran culpables de un horrendo<br />

crimen de lesa patria, habían sido derrotados,<br />

fueron destruidos y bien enterrados<br />

estaban. Tratar con ellos, leer sus obras si<br />

no era con ánimo de enviarlas al índice de<br />

libros prohibidos, intentar rescatar de la<br />

ruina cualquier resto valioso de su naufragio,<br />

no sólo estaba fuera de lugar sino que<br />

atentaba contra el significado del 18 de<br />

julio; era una muestra de debilidad propia<br />

del siglo liberal que ponía en peligro lo<br />

conquistado en aquellas fechas y reiniciaba<br />

la pendiente hacia una nueva catástrofe.<br />

Todo el debate que enfrentará en los<br />

años cincuenta a los intelectuales católicos<br />

“excluyentes” con los “comprensivos”<br />

girará precisamente en torno a qué hacer<br />

con los no católicos, si buscar en ellos lo<br />

verdadero y valioso para hacerlo propio,<br />

como proponían Ridruejo y Laín, o arrojarlos<br />

a las llamas del infierno, como respondían,<br />

por ejemplo, Pérez Embid o Jesús<br />

Arellano.<br />

Fue el enfrentamiento con los que<br />

proclamaban la clase de “santa intransigencia”,<br />

defendida por Pérez Embid o<br />

Arellano, lo que modificó los objetivos<br />

de aquella política que Ridruejo definía<br />

como destruir al contrario asumiéndolo,<br />

reinterpretándolo, en lo político, como<br />

apertura y liberalismo, y, en lo cultural,<br />

36 Según lo escribe en el primer intento de dar<br />

cuenta de estas batallas, La guerra española y el trust de<br />

los cerebros, pág. 494, Madrid, 1961.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

como comprensión y arrojo, o sea, como<br />

voluntad de entender lo que de valioso<br />

existiera en las tradiciones derrotadas, saliendo<br />

en el empeño fuera de sí, arrojándose<br />

al exterior. Aquella división de los<br />

intelectuales católicos en excluyentes y<br />

comprensivos, propuesta por Ridruejo,<br />

será reinterpretada por Laín en octubre<br />

de 1957 como división entre confinados<br />

y arrojados 37 . En efecto, cuando, a consecuencia<br />

de las manifestaciones y protestas<br />

universitarias de febrero de 1956,<br />

Ruiz-Giménez, Pérez Villanueva, Laín y<br />

Tovar perdieron el ministerio y los rectorados,<br />

y dejaron de ocupar posiciones de<br />

poder, se alejaron del régimen, se sintieron<br />

expulsados de la “vida católica oficial”,<br />

denunciados y hostigados por la ortodoxia<br />

militante flanqueada por religiosos<br />

y frailes de diversa especie, jesuitas,<br />

dominicos, franciscanos, y comenzaron a<br />

hablar un lenguaje de democracia 38 . Volvieron<br />

a ser intelectuales en el sentido original<br />

del vocablo: gentes que participan<br />

en el debate público con las solas armas<br />

de la palabra y la escritura; eso fue lo que<br />

acabó por hacerles liberales, por ser insultados<br />

como tales por sus adversarios católicos<br />

los del Opus Dei, y reconocidos como<br />

lo mismo por sus principales enemigos<br />

de la guerra civil, los comunistas 39 .<br />

Pues una vez despojados de cargos<br />

políticos, y desaparecida desde hacia más<br />

de diez años la referencia fascista, aquella<br />

política cultural que consistía en tratar de<br />

entender la parte de razón de los vencidos<br />

para, una vez purificada, asumirla en un<br />

proyecto común, católico, nacional y totalitario<br />

no podía ser interpretada sino en<br />

términos de apertura y liberalización. A la<br />

altura de 1956, cuando fueron expulsados<br />

37 Pedro Laín, ‘El intelectual católico en la sociedad<br />

actual’, octubre de 1957, en Ejercicios de comprensión,<br />

págs. 42-54, Madrid, 1959.<br />

38 En su ‘Declaración personal e informe polémico<br />

sobre los sucesos universitarios de Madrid en febrero<br />

de 1956’ atribuyó la caída de Ruiz Giménez a<br />

“las rudas embestidas de tal o cual organización sectaria<br />

y no pocas zonas de la jerarquía eclesiástica”, y escribió:<br />

“La palabra Democracia de manera colecticia y<br />

penúltima, sin superstición y con pena de no encontrar<br />

a mano otra menos equívoca”, Casi unas memorias,<br />

págs. 339-342.<br />

39 En la resolución política “Por la reconciliación<br />

nacional, por una solución democrática y pacífica del<br />

problema español”, de junio de 1956, el PCE catalogaba<br />

de “movimiento liberal” al grupo de Laín, Ridruejo,<br />

Marañón y los dirigentes universitarios encarcelados.<br />

40 Ruiz-Giménez evocó su camisa azul en las<br />

emotivas palabras de despedida como ministro de<br />

Educación Nacional, Abc, 17 de febrero de 1956, y<br />

recuerda su pasado político como católico liberal en<br />

‘¿Hubo una estrategia de cambio en la Iglesia?’, XX<br />

Siglos, IV: 6 (1993), 149-151.<br />

<strong>SANTOS</strong> <strong>JULIÁ</strong><br />

del ministerio, el fascismo llevaba ya 11<br />

años derrotado en Europa y el ideal de<br />

una solución española, católica, a la cuestión<br />

del Estado había naufragado; ni fascismo<br />

ni estado nacional-católico, sólo<br />

pudieron pensarse a sí mismos como liberales<br />

y sólo pudieron atribuir su salida del<br />

ministerio a su intento aperturista, rápidamente<br />

connotado de liberalizador. De<br />

este modo, llegaron a verse a sí mismos<br />

como liberales desde su origen, pues desde<br />

el mismo origen habían estado empeñados<br />

en un combate con la facción reaccionaria<br />

y, en no menor grado que ellos,<br />

católica de la coalición vencedora en la<br />

guerra civil. Interpretaron su primera derrota,<br />

la salida de Serrano Suñer del Ministerio<br />

de Asuntos Exteriores y de todas<br />

las posiciones de poder político en septiembre<br />

de 1942, la pérdida de Escorial y<br />

el simultáneo ascenso de los católicos oficiales<br />

al poder, como fracaso de un intento<br />

de liberalización, cuando en realidad<br />

fue el fracaso de un proyecto de fascistización,<br />

el más avanzado de los que nunca se<br />

plantearon en España. Y llegaron a<br />

creer que su experiencia de poder entre<br />

1938 y 1942 había sido como una especie<br />

de ensayo general con todo de lo que habría<br />

de sucederles otra vez entre 1951 y<br />

1956, cuando asumieron con similar entusiasmo<br />

puestos de dirección en el Ministerio<br />

de Educación Nacional, hasta que<br />

fueron nuevamente derrotados y su segundo<br />

y último valedor, un católico procedente<br />

de la ACNP que durante la guerra<br />

había recorrido los campos de batalla de<br />

España vestido con la camisa azul, y en los<br />

primeros años de la posguerra había dirigido<br />

la incorporación de la Confederación<br />

de Estudiantes Católicos en el SEU, fue<br />

destituido, cómo no, por sus tendencias<br />

“liberalizantes y democratizantes” 40 . n<br />

[Este artículo es una versión revisada de la ponencia<br />

presentada en el congreso “Autobiografía en España:<br />

un balance”, celebrado en la Universidad de<br />

Córdoba en octubre de 2001].<br />

Santos Juliá es catedrático de historia del Pensamiento<br />

y de los Movientos Sociales y Políticos en la<br />

Universidad a Distancia. Autor de La izquierda del<br />

13


LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />

“El prejuicio es bueno porque hace feliz. Empuja a<br />

los pueblos hacia su centro, fortalece los lazos de la<br />

raza, hace florecer a los pueblos en su forma propia,<br />

los hace más ardientes y, consiguientemente<br />

más felices”.<br />

Herder.<br />

Otra filosofía de la historia<br />

para la educación de la humanidad. 1774.<br />

“El Estado comienza cuando el hombre se afana<br />

por evadirse de la sociedad nativa dentro de la cual<br />

la sangre lo ha inscrito. Y quien dice la sangre dice<br />

también cualquier otro principio natural; por<br />

ejemplo, el idioma. Originariamente el Estado<br />

consiste en la mezcla de sangres y lenguas. Es superación<br />

de toda sociedad natural. Es mestizo y plurilingüe”.<br />

Ortega y Gasset.<br />

La rebelión de las masas, 1929.<br />

1. Territorios, pueblos,<br />

Estados y lenguas<br />

¿Quién es ciudadano, es decir, quién forma<br />

parte del pueblo de un Estado? Todo<br />

Estado tiene al menos dos elementos, territorio<br />

y pueblo, que se refieren mutuamente.<br />

Pero la primacía de uno u otro varía<br />

grandemente en el tiempo. En el Antiguo<br />

Régimen los súbditos se vinculan<br />

directamente a la Corona por una relación<br />

de subordinación y lealtad. Se es<br />

pueblo de un Estado porque se tiene el<br />

mismo soberano, de modo que la conexión<br />

política es vertical, no horizontal. El<br />

Estado construye el pueblo; no al revés.<br />

La democracia supone, por el contrario,<br />

un previo pacto preconstituyente horizontal<br />

entre ciudadanos (no súbditos) sobre<br />

el que se construye el Estado, y por<br />

ello tiene como prerrequisito un grupo<br />

humano, un demos, un pueblo, una comunidad<br />

en su sentido clásico (Gemeinschaft)<br />

que ha generado una solidaridad<br />

interna, una confianza ab intra, previa a y<br />

base del pacto constituyente. Eso es la nación:<br />

un grupo con la suficiente solidaridad<br />

como para generar un proyecto de vida<br />

política en común (Renan).<br />

EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />

Pues bien, a la hora de pensar la relación<br />

entre pueblo y Estado el pensamiento<br />

político europeo y, por supuesto el español<br />

se ha estructurado a partir de una simple y<br />

sencilla fórmula que funciona en el pensamiento<br />

como una creencia más que como<br />

una idea, por retomar la distinción de Ortega:<br />

más que pensar esas ideas somos pensados<br />

por ellas. Y la fórmula dice que una<br />

Nación es un Estado y un Estado es<br />

una Nación, de modo que ni la moderna<br />

idea del Estado plurinacional ni la de nación<br />

de naciones encajan fácilmente en esa<br />

tradición. Que por el contrario –y no sin<br />

importantes excepciones, que veremos– se<br />

ha ajustado a un doble modelo, aparentemente<br />

contradictorio pero finalmente coincidente<br />

en la identidad lengua=nación=Estado.<br />

Es decir, allí donde hay una lengua<br />

hay una nación; y allí donde hay una nación,<br />

hay (o debe haber) un Estado. Pero<br />

también viceversa, de modo que la fórmula<br />

no debe leerse sólo de abajo arriba, de la<br />

lengua hacia el Estado, sino también de<br />

arriba abajo, desde el Estado a la lengua. Y<br />

ahora lo que resulta es que allí donde hay<br />

un Estado debe haber una nación; y para<br />

que haya una nación debe haber una sola<br />

lengua. Así, cuando se dice que el hecho diferencial<br />

de una lengua otorga derechos de<br />

autodeterminación se argumenta desde la<br />

nación al Estado, de abajo arriba. Pero<br />

cuando un Estado trata de imponer una<br />

lengua (como intentaba en Francia en<br />

1794 el Abbé Gregoire), la lógica funciona<br />

de arriba abajo: si queremos tener una democracia<br />

viable debemos crear una nación<br />

a través de la lengua.<br />

Los modelos<br />

de Francia y Alemania<br />

Es importante entender que ambos modelos<br />

reproducen específicas experiencias<br />

históricas de construcción del Estado-nación:<br />

la francesa y la alemana. Y<br />

así encontramos, de una parte, el mode-<br />

lo francés que, partiendo de la preexistencia<br />

del Estado Absoluto francés, trastocado<br />

por los revolucionarios de 1789<br />

en voluntad del pueblo, construye la nación<br />

francesa imponiendo la lengua desde<br />

el mismo Estado y utilizando como<br />

instrumentos privilegiados la escuela y<br />

el cuartel, de modo que ser francés –más<br />

allá de razas, religiones u otros símbolos<br />

identificadores– es pertenecer a la nación<br />

francesa cuyo rasgo determinante<br />

es hablar una lengua. Tarea nada sencilla<br />

pues, como mostró Eugen Weber, la<br />

transformación de los campesinos en<br />

franceses no culminaría sino con la brutal<br />

sacudida de la Gran Guerra 1 .<br />

Y de otra parte el modelo alemán de<br />

nacionalidad étnica, que parte de otra<br />

experiencia histórica: la nación precede<br />

al Estado (no al revés, como Francia), de<br />

modo que se es alemán porque se habla<br />

alemán y la pertenencia a esa nación hace<br />

a uno ciudadano. Francia es Estado<br />

ya en el siglo XVIII o incluso antes, mucho<br />

antes de ser nación, cosa que solo<br />

alcanza a lo largo del XIX; Alemania es<br />

ya nación a comienzos del XIX (véanse<br />

los Discursos a la nación alemana de<br />

Fichte), mucho antes de la unificación<br />

de Bismarck de 1870 2 . Aunque, incluso<br />

en este caso, Bismarck necesitó lanzar<br />

una Kulturkampf tras la unificación para<br />

reforzar la nación desde el Estado.<br />

Pero lo paradójico es que el resultado,<br />

ya sea porque el Estado hace a la nación o<br />

porque la nación hace al Estado, es el mismo:<br />

Estado, nación y lengua coinciden.<br />

Bien porque los ciudadanos deben ser nacionales<br />

o porque los nacionales deben ser<br />

1 Weber, E.: Peasants into Frenchmen: the modernization<br />

of rural France 1870-1914. Chatto and Windus,<br />

Londres, 1976.<br />

2 Fichte, Johann Gottfried von: Discursos a la<br />

nación alemana, e.o. 1807-1808. Editora Nacional,<br />

Madrid, 1977.<br />

14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


CUADRO 1<br />

ciudadanos, en la fórmula ilustrada de la<br />

civilización cosmopolita y republicana francesa<br />

o en la fórmula romántica de la cultura<br />

casticista y étnica, la tradición ilustrada del<br />

ius soli y la tradición historicista del ius sanguinis<br />

acaban coincidiendo: el Estado lo<br />

forman ciudadanos culturalmente homogéneos;<br />

el demos que sustenta al Estado es culturalmente<br />

homogéneo y extrae su solidaridad<br />

política –aquella sobre la que se asienta<br />

el Estado– de esa misma homogeneidad. Y<br />

por supuesto, ambos nacionalismos se caracterizan<br />

porque, al tiempo que niegan diferencias<br />

hacia dentro, exigen el reconoci-<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Estado=Política<br />

Francia Alemania<br />

El Estado precede a la nación La nación precede al Estado<br />

Ciudadanía republicana Ciudadanía étnica<br />

La Republique El Volkgeist<br />

Ius soli Ius sanguinis<br />

Una “civilización” Las “culturas”<br />

Asimilación Exclusión<br />

Nación=Cultura<br />

miento de ellos mismos como diferentes<br />

hacia fuera.<br />

Por supuesto, más allá de la similitud,<br />

hay diferencias muy importantes. Así, el<br />

modelo germánico está abierto a la diversidad<br />

de culturas (incluso las fomenta) y<br />

no tiene el pathos imperialista o “civilizador”<br />

del francés que, asentado como cree<br />

estar en una única Raison universal, no reconoce<br />

otra forma de ser hombre que la<br />

del citôyen. De modo que las actitudes hacia<br />

el reconocimiento de la diversidad son<br />

muy distintas, lo que muestra la profunda<br />

ambivalencia que late detrás de ambos<br />

modelos: el aparente multiculturalismo y<br />

respeto a la diversidad del germánico esconde<br />

malamente una voluntad identitaria,<br />

xenófoba o incluso racista, mientras<br />

que el imperialismo del modelo francés<br />

abre amplias vías para la integración y es<br />

respetuoso con el principio de igualdad.<br />

El esquema alemán tiende, pues, a un<br />

multiculturalismo de la separación, mientras<br />

el francés, que tiende a la homogeneidad,<br />

lo hace desde la perspectiva de la incorporación<br />

y la asimilación.<br />

Por lo demás, el argumento de que<br />

sólo un demos culturalmente homogéneo<br />

puede sostener la democracia no está lamentablemente<br />

muerto y renace no sólo<br />

dentro de los viejos o nuevos Estados sino<br />

también a la hora de abordar procesos de<br />

articulación política supraestatal. Así, y<br />

como recordaba hace poco Luis María<br />

Díez Picazo, la famosa sentencia del Tribunal<br />

Constitucional alemán de 12 de<br />

octubre de 1993 relativa al tratado<br />

de Maastricht se basaba justamente en la<br />

idea de que “la democracia sólo puede llegar<br />

a funcionar allí donde existe una previa<br />

realidad nacional; y ello, por supuesto,<br />

no en un sentido étnico, sino predomi-<br />

15


LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />

nantemente cultural: sólo quienes comparten<br />

un núcleo de tradiciones, creencias<br />

y valores estarían en condiciones de organizar<br />

su vida colectiva democráticamente.<br />

A falta de ese acuerdo básico, de naturaleza<br />

eminentemente prepolítica, no cabría<br />

la democracia” 3 . Europa, por tanto, sólo<br />

podrá ser democrática cuando sea una nación,<br />

requisito que, si ha sido de difícil<br />

cumplimiento dentro de los Estados, lo<br />

será más aun en este marco más vasto.<br />

Los imperios<br />

En todo caso, los modelos tienden a imponerse<br />

por su propia sencillez; y este que<br />

equipara lengua, nación y Estado, más<br />

simple que sencillo, alcanzó una popularidad<br />

abrumadora impulsado por el romanticismo,<br />

el historicismo e incluso la<br />

ilustración, para recibir su espaldarazo<br />

tras la Gran Guerra. A lo que sin duda<br />

contribuyó el que las excepciones más conocidas<br />

a la regla lengua=nación=Estado<br />

fueran todas ellas Imperios y no democracias,<br />

justamente los derrotados en aquel<br />

campo de batalla.<br />

Al analizar las lenguas de los Estados<br />

Universales (de los Imperios) el gran historiador<br />

Arnold Toynbee ya puso de manifiesto<br />

que, salvo raras excepciones (el<br />

shogunato Tokugawa en Japón o el Imperio<br />

zarista), éstos se caracterizan por su<br />

pluralismo lingüístico. “En la Administración<br />

de los Estados Universales parece<br />

constituir la regla una pluralidad de lenguas<br />

oficiales, y la que goza de la primacía<br />

legal puede no ser, en la práctica, la más<br />

usada” 4 . Es el caso del Raj británico en la<br />

India, que conservo el persa inicialmente<br />

para aceptar después el hindustaní o el<br />

urdo. En el Imperio otomano, aun cuando<br />

declaró el turco lengua oficial, la lingua<br />

franca de la Administración fue el serbocroata<br />

mientras que en la marina se<br />

usaba el italiano. También los romanos<br />

se resistieron a eliminar el griego en las<br />

provincias orientales y se contentaron con<br />

hacer del latín la lengua del mando militar,<br />

al tiempo que en la Administración se<br />

usaban ambas. Y Toynbee cita el caso del<br />

Imperio español en el que se predicaba el<br />

evangelio en quechua, la lingua franca del<br />

mundo andino que había sido impuesta<br />

por los incas. Y así, los imperios modernos,<br />

el Austrohúngaro, el Ruso, el Britá-<br />

3 Luis María Díez Picazo: ‘Contra el romanticismo<br />

político. Notas sobre la idea de nación en la construcción<br />

europea’, Revista de Occidente, 243, pág. 101,<br />

2001.<br />

4 Toynbee, Arnold: La Historia, pág. 294. Editorial<br />

Noguer, SA, Barcelona, 1975.<br />

nico, el Otomano y en no poca medida el<br />

Español, fueron todos multilingüisticos.<br />

Pero en todo caso, si en ellos cabía un<br />

demos plurinacional y/o plurilingüístico<br />

era por dos razones que les diferencian<br />

claramente de la fórmula política de los<br />

Estados-nación. La primera es que ese demos<br />

no constituía una comunidad sino<br />

una pluralidad de ellas: una pluralidad de<br />

“naciones” unificadas solo y únicamente<br />

por la común dependencia del poder imperial.<br />

No podemos hablar de Imperiosnación.<br />

Pero además en los modelos imperiales<br />

no había ciudadanos propiamente<br />

dichos sino más bien –como en el<br />

Antiguo Régimen– súbditos, carentes de<br />

derechos políticos en cuanto no fueran<br />

otorgados por la Corona, fuente única de<br />

legitimidad.<br />

Estas dos razones (falta de fusión interna<br />

y falta de igualdad) explican que tan<br />

pronto se derrumban los Imperios emergen<br />

de nuevo como sujetos políticos las nacionalidades<br />

en cuanto demos básico sobre el<br />

que construir la arquitectura política. Así<br />

ocurrió en España tras el 98; en el Imperio<br />

Austrohúngaro o el Otomano tras la Primera<br />

Guerra Mundial; en el Británico tras<br />

la segunda y de nuevo recientemente tras el<br />

hundimiento del Imperio soviético: los Estados-nación<br />

devoran al Imperio.<br />

Estados Unidos<br />

Decía que casi todas las excepciones a las<br />

reglas fueron Imperios. Cierto, casi todas<br />

pero no todas. Estados Unidos muestra, finalmente,<br />

aunque de modo imperfecto, la<br />

posibilidad ausente: una nación constituida<br />

alrededor de una pluralidad de etnias y sin<br />

lengua oficial alguna, multicultural pues<br />

pero igualitaria y democrática, cosa que no<br />

fueron los Imperios. Cierto que el pluralismo<br />

americano se limitó inicialmente a emigrantes<br />

de algunos pocos países europeos;<br />

que la emigración del sur (italiana sobre todo)<br />

tuvo serias dificultades para su integración;<br />

y que, finalmente, la población no<br />

europea, los afroamericanos, han tenido y<br />

aún tienen serios problemas de integración.<br />

Cierto también que el multiculturalismo<br />

americano no ha sido de integración, sino<br />

de asimilación por una base anglosajona<br />

preexistente. Pero aún con éstos y otros<br />

matices sigue siendo cierto que su amplio<br />

multiculturalismo, acentuado desde la desmovilización<br />

posterior a la Segunda Guerra<br />

Mundial y reforzado a partir de la lucha<br />

por los derechos civiles de 1968, no impide<br />

la existencia de una poderosa nación que<br />

extrae no poco de su fuerza y vigor de la variedad<br />

y diversidad internas, una nación<br />

que integra numerosas nacionalidades en<br />

su seno sin que éstas se planteen jamás como<br />

objetivo llegar a ser Estado, una “nación<br />

de nacionalidades”, como la denomina<br />

Sartori 5 .<br />

2. De como Dios hizo un mundo<br />

complejo<br />

No obstante, y aun cuando seguimos<br />

pensando en términos de Estado-nación<br />

considerando a los otros como excepción,<br />

la realidad es la contraria. Pues desde luego,<br />

y a pesar de su gran Sabiduría, Dios<br />

no organizó el mundo distribuyendo la<br />

totalidad del territorio entre diversas culturas<br />

o etnias con claras y nítidas fronteras,<br />

supuesto de notable simpleza, pero<br />

que es, según Tilly, nada menos que el<br />

primero de los Ocho Postulados Malignos<br />

de la ciencia social del siglo XX:<br />

“La sociedad es una entidad separada; el mundo<br />

como un todo se divide en ‘sociedades’ distintas,<br />

cada una con su cultura, Gobierno, economía y solidaridad,<br />

mas o menos autónoma” 6 .<br />

No podía ser de otro modo si consideramos<br />

que hay no menos de 1.500 etnias, algo<br />

más de 6.700 lenguas y algo menos de 200<br />

Estados. Veamos los datos de la composición<br />

étnica y lingüística de los Estados para poder<br />

formarnos una idea del grado de realización<br />

efectiva de ese postulado maligno.<br />

a. La complejidad étnica de los Estados: Estados-nación<br />

y naciones-Estados<br />

Comencemos analizando la relación entre<br />

nación y Estado. Por fortuna disponemos<br />

de una muy valiosa cuantificación de la<br />

composición étnica de la población del<br />

mundo y de su organización política elaborada<br />

por G. P. Nielssen 7 a finales de los<br />

años ochenta a partir del estudio de la distribución<br />

de 575 etnias 8 , agregado de las<br />

más de 1.500 principales que pueden iden-<br />

5 G. Sartori: La sociedad multiétnica, pág. 51.<br />

Taurus, Madrid, 2001.<br />

6 En Charles Tilly: Big Structures, Large Processes,<br />

Huge Comparisons (Rusell Sage, Nueva York, 1984;<br />

hay traducción en Alianza Editorial); la cita es de la<br />

pág. 11. Kedourie lo señaló con anterioridad al remarcar<br />

que el discurso nacionalista se basa en tres supuestos<br />

idealtípicos: “que la humanidad se divide naturalmente<br />

en naciones; que las naciones se conocen por<br />

ciertas características que pueden determinarse; y que<br />

el único tipo de gobierno legítimo es el autogobierno<br />

nacional”, E. Kedourie: Nationalism, pág. 9. Praeger,<br />

Nueva York, 1960.<br />

7 G. P. Nielssen: Sobre los conceptos de etnicidad,<br />

nación y Estado en Alfonso Pérez-Agote (edit.), Sociología<br />

del nacionalismo, págs. 193 y sigs. Gobierno Vasco,<br />

Bilbao, 1989.<br />

8 Entendiendo por tal a “cualquier grupo de personas<br />

distinto de otras en términos de criterios culturales<br />

objetivos y que contiene dentro de los miembros<br />

que la compone, en principio o en la práctica, los elementos<br />

para una completa división del trabajo y para<br />

16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


tificarse 9 . Datos que permiten ya aventurar<br />

una hipótesis pues de ellos podemos<br />

deducir que la media de población por etnia<br />

es de poco más de ocho millones de<br />

personas. Pues bien, lo primero que se pudo<br />

constatar es la amplia dispersión de las<br />

categorías étnicas. Muy pocas categorías<br />

étnicas (sólo 12 de 575) comprendían<br />

más de la mitad de la población mundial,<br />

mientras que en el extremo opuesto, 383<br />

categorías comprendían menos del 4%<br />

del total.<br />

Pues bien, si analizamos la distribución<br />

de estas categorías en Estados encontramos<br />

un cuadro que dista mucho de la<br />

idílica correspondencia puntual entre etnias<br />

y Estados. Pues el análisis de Nielssen<br />

ponía de manifiesto, de una parte, que la<br />

mayoría de los Estados tienen más de una<br />

categoría étnica (no son Estados-nación).<br />

Pero el análisis no debe pararse ahí pues,<br />

de otra parte, encontramos que un buen<br />

número de etnias están a su vez distribuidas<br />

entre varios Estados (no son naciones-<br />

Estado). Y es este juego entre el Estadonación<br />

de una parte, y la nación-Estado<br />

de otra, lo que debe ser objeto de atención.<br />

Para ello Nielssen distingue entre<br />

Estados-nación (donde más del 90% de la<br />

población del Estado esta formada por<br />

miembros de una sola categoría étnica),<br />

naciones-Estados (en los que una categoría<br />

étnica representa entre el 40% y el<br />

90% de la población) y Estados multinacionales<br />

(en los que la etnia más numerosa<br />

abarca menos del 40% de la población).<br />

Con ello puede analizar la composición<br />

étnica de los Estados existentes.<br />

Pero es necesario combinar esas tres categorías<br />

con otras que discriminen la composición<br />

estatal de las etnias, de modo<br />

que las tres categorías anteriores se dicotomizan<br />

en monoestatales y multiestatales:<br />

lo primero si más del 90% de los<br />

miembros de la etnia residen dentro de<br />

ese Estado; y lo segundo en otro caso. De<br />

la reproducción”. La definición es de Paul R. Brass,<br />

Ethnicity and Nationality Formation en Ethnicity, 3<br />

(1976) 225. La cita es la pág. 226, reproducida por<br />

Nielsson. Así se separa la categoría étnica del grupo<br />

étnico que emerge si los miembros de una categoría<br />

mantienen una interacción continua.<br />

9 La investigación de Nielsson utilizaba como<br />

población el censo de Estados entonces existentes (un<br />

total de 165). Podría pensarse que, de repetir el análisis<br />

hoy, con los 188 Estados reconocidos en Naciones<br />

Unidas, la mayoría de ellos resultantes del desmembramiento<br />

de la Unión Soviética, el número de Estados-Nación<br />

aumentaría. Aunque ese incremento –como<br />

veremos– no afectaría sustancialmente a las cifras<br />

ni al argumento de este trabajo, lo cierto es que no<br />

pocos de los nuevos Estados (la mayoría de los del Este<br />

de Europa más los nuevos Estados Bálticos) son<br />

plurinacionales y multilingüisticos.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

CUADRO 2<br />

Distribución mundial de categorías étnicas por Estados<br />

este modo obtenemos una clasificación<br />

continua cuyos extremos son:<br />

• Estados-nación monoestatales, en los<br />

que el 90% de la población del Estado corresponde<br />

a una etnia y el 90% de la población<br />

de esa etnia reside en ese Estado; es decir,<br />

Estados-nación que son al tiempo naciones-Estado<br />

y que son los únicos que realizan<br />

plenamente el ideal del Estado-nación.<br />

• Estados multinacionales y multiestatales,<br />

en los que la etnia más numerosa<br />

del Estado representa menos del 40% de<br />

su población y menos del 90% del total<br />

de esa etnia; es decir, Estados propiamente<br />

multiétnicos.<br />

Pues bien, el resultado que obtiene es<br />

que sólo 28 Estados de los 161 existentes<br />

cuando se confeccionó el censo responden<br />

al ideal de correspondencia biunívoca<br />

entre nación y Estado, es decir, un 17,3%<br />

del total de Estados. O por leerlo al contrario,<br />

de las 575 etnias identificadas, sólo<br />

28 han realizado la ecuación mágica del<br />

Estado-nación y de la nación-Estado, una<br />

lectura que reduce el porcentaje de éxito a<br />

menos del 5% de las etnias.<br />

El trabajo de Nielsson pone sobre la<br />

mesa todo un campo de análisis nuevo: no<br />

ya el de los Estados multinacionales, sino el<br />

de las naciones multiestatales, sin cuya<br />

comprensión el fenómeno queda incompleto.<br />

De modo que podemos concluir con<br />

el que “el número de Estados que se enfrentan<br />

a presiones para la acomodación<br />

política entre varias naciones es lo suficientemente<br />

grande para sugerir que existen<br />

más relaciones internacionales dentro de los<br />

Estados que entre ellos”.<br />

b. Lengua y Estado<br />

Pero analicemos ahora la otra parte de la<br />

EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />

Tipo de Estado Número de naciones Total de Estados<br />

Estados-nación<br />

(+ del 90% de una etnia)<br />

Monoestatales 28 28<br />

Multiestatales<br />

Naciones-Estado<br />

(entre el 40% y el 90% de una etnia)<br />

17 38<br />

Monoestatales 30 30<br />

Multiestatales<br />

Estados multinacionales<br />

(menos del 40% de una etnia)<br />

27 39<br />

Monoestatales 41 2<br />

Multiestatales 34 24<br />

Total 161<br />

ecuación, la que relaciona lengua y Estado.<br />

Para comenzar, la diversidad lingüística no<br />

es menor que la étnica, pues se estima que<br />

hay unas 6.700 lenguas vivas en el mundo,<br />

de las que sólo 78 tienen alguna literatura<br />

escrita en uno de los 106 alfabetos inventados<br />

a lo largo de la historia 10 . De esas casi<br />

siete mil lenguas, más de la mitad corresponden<br />

a Asia y África. No obstante, la<br />

mayor diversidad lingüística le corresponde<br />

al Pacífico que, con solo el 1% de la población,<br />

tiene el 19% de las lenguas, seguido<br />

por África (con el 15% de la población<br />

tiene el 30% de las lenguas).<br />

CUADRO 3<br />

Lenguas en el mundo<br />

según los continentes<br />

Población % Lenguas %<br />

(millones) vivas<br />

Asia 2500 50 2165 32<br />

África 725 15 2011 30<br />

Pacífico 30 1 1302 19<br />

América 760 15 1000 15<br />

Europa 982 20 225 3<br />

Total 4997 100 6703 100<br />

Fuente: ‘Ethnologue’, 13ª edición, Bárbara F. Grimes<br />

Editor, Summer Institute of Linguistics Inc., 1996.<br />

No obstante la diversidad de lenguas,<br />

de nuevo encontramos que la concentración<br />

de hablantes en unas pocas es clara,<br />

10 La misma cifra y similar distribución de lenguas<br />

en el mundo puede encontrarse en la Cambridge<br />

Encyclopedia of Language (1997), citada en el Informe<br />

Mundial sobre la Cultura. Unesco, 2000.<br />

17


LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />

consecuencia sin duda, de las múltiples<br />

ventajas que tiene el uso de una lengua común,<br />

de modo que las 10 lenguas más habladas<br />

cubren la mitad de los hablantes<br />

considerados.<br />

Dada la extensión de estas 10 principales<br />

lenguas podríamos sospechar que la mayoría<br />

de los Estados deberían ser monolingüísticos.<br />

Pero la realidad de la distribución<br />

lingüística de los Estados es justamente la<br />

contraria. Pues a partir del dato de los más<br />

de 5.000 millones de habitantes del mundo<br />

se deduce que la media de hablantes por<br />

lengua es de poco más de 700.000 personas<br />

y que, inversamente, la media de lenguas<br />

por Estados es nada menos que 30 11 . Datos<br />

agregados que, como siempre, encubren<br />

una tremenda dispersión. Así, el continente<br />

con una media de lenguas por país menor y<br />

un mayor número de hablantes por lengua<br />

(es decir, el más “normalizado”) es, con<br />

gran diferencia, Europa. La media europea<br />

de hablantes de cada lengua, 4,4 millones,<br />

es cuatro veces mayor que la media mundial<br />

de hablantes de cada lengua. A su vez,<br />

la media europea de lenguas por país, sólo<br />

4,6, es casi la sexta parte de la media mundial,<br />

aproximadamente 30 lenguas por país.<br />

Podemos, pues, decir que, por las razones<br />

que sean, la complejidad lingüística de Europa<br />

es incomparablemente menor que la<br />

del resto del mundo; y quizá por eso Europa,<br />

y sólo Europa, ha podido creer durante<br />

tanto tiempo en la ecuación lengua-nación-<br />

Estado, que resulta ser así otro más de los<br />

esquemas eurocéntricos con los que malpensamos<br />

el mundo.<br />

Esta fuerte normalización u homogeneización<br />

lingüística de Europa contrasta<br />

con la fuerte dispersión en otros continentes,<br />

singularmente Oceanía, donde la media<br />

de lenguas por país es casi 50 y la media<br />

de hablantes por lengua ¡no llega a 25.000!<br />

Estos dos extremos, Europa y Oceanía, no<br />

deben hacernos olvidar que América, por<br />

ejemplo, tiene una media de casi 22 lenguas<br />

por Estado y menos de un millón de<br />

hablantes por lengua.<br />

El resultado final (siempre según estimaciones<br />

de Jacques Leclerc, del Centre International<br />

de Recherche en Aménagement<br />

Linguistique [CIRAL] de la Universidad<br />

Laval de Canadá 12 ), es que sólo habría 25<br />

Estados lingüísticamente homogéneos 13 ,<br />

11 Nótese que los datos de número de Estados<br />

incluyen, por razones que se me escapan, 30 Estados<br />

no soberanos.<br />

12 Pueden verse estos datos en www.ciral.ulaval.ca/alx/<br />

13 Entendiendo por tal que el 90% o más de la<br />

población habla la misma lengua.<br />

CUADRO 4<br />

Las 10 primeras lenguas del mundo<br />

Rango Lengua País principal Población<br />

1 Chino mandarín China 885.000.000<br />

2 Español México 332.000.000<br />

3 Inglés Estados Unidos 322.000.000<br />

4 Bengalí Bangla Desh 189.000.000<br />

5 Hindi India 182.000.000<br />

6 Portugués Brasil 170.000.000<br />

7 Ruso Rusia 170.000.000<br />

8 Japonés Japón 125.000.000<br />

9 Alemán Alemania 98.000.000<br />

10 Chino wu China 77.175.000<br />

Total 2.550.175.000<br />

CUADRO 5<br />

Fuente: ‘Ethnologue’, 13 e edición, Bárbara F. Grimes Editor, Summer Institute of Linguistics Inc., 1996.<br />

Población Estados Lenguas Media de Media de<br />

lenguas hablantes de<br />

por país cada lengua<br />

(millones) (millones)<br />

Europa 982 49 225 4,6 4,4<br />

América 770 46 1.000 21,7 0,8<br />

África 725 56 2.011 35,9 0,4<br />

Asia 2.500 46 2.165 47,1 1,2<br />

Oceanía 30 27 1.302 48,2 0,0<br />

Total 5.007 224 6.703 29,9 0,7<br />

Fuente: ‘Ethnologue’, 13ª édition, Barbara F. Grimes Editor, Summer Institute of Linguistics Inc., 1996.<br />

más otros 9 Estados no soberanos. Y llama<br />

poderosamente la atención el que casi todos<br />

ellos (salvo Bangla Desh, Japón, Corea<br />

y Polonia) son de escaso número de hablantes,<br />

10 millones o menos. El sorprendente<br />

resultado es que, contra una extendidísima<br />

creencia, menos del 15% de los Estados<br />

(que engloban menos del 10% de la<br />

población del mundo) son lingüísticamente<br />

homogéneos, mientras el 85% restante,<br />

los Estados multilingües, engloban a más<br />

del 90% de la población. Vivir en un Estado<br />

lingüísticamente homogéneo tiene,<br />

pues, una probabilidad de 1 a 10.<br />

3. Y los humanos<br />

lo complicamos más aún<br />

De modo que Dios sí hizo un mundo complejo<br />

en identidades, lenguas y Estados. Y<br />

por si fuera poco los humanos nos hemos<br />

entretenido en complejizarlo aún más.<br />

La globalización<br />

Sabemos que la actual historia mundial<br />

(lo que, desde otra perspectiva, llamamos<br />

hoy “globalización”) comenzó con<br />

la expansión europea del siglo XVI iniciada<br />

por los pioneers ibéricos (la expresión<br />

es de Toynbee), que llevó la cultura-civilización<br />

occidental a todo el mundo,<br />

colonizándolo, y cuyo momento de<br />

inflexión fue la Segunda Guerra Mundial.<br />

La descolonización subsiguiente<br />

implicó la transformación de las colo-<br />

14 Para este debate entre cultura y civilización,<br />

véase el trabajo de Paloma García Picazo: ‘Totalidad y<br />

fragmentación. El mundo de la cultura, el universo de<br />

la civilización’, en Revista Española de Investigaciones<br />

Sociológicas, 64 (1993) 81-104. Puede verse un estudio<br />

sobre los orígenes del término “civilización” en uno de<br />

sus últimos defensores (por supuesto, francés), el historiador<br />

F. Braudel: Las civilizaciones actuales. Estudio de<br />

historia económica y social, Tecnos, Madrid, 1983.<br />

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


CUADRO 6<br />

Los 34 Estados lingüísticamente homogéneos<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />

Estado Continente Población Lengua Lengua Porcentaje<br />

Materna Materna<br />

Antigua América 93 Inglés Creole 97%<br />

Bermudas* América 60,8 Inglés Inglés 96%<br />

Cuba América 10.600 Español Español 94%<br />

R. Dominicana América 87 Inglés Creole 96%<br />

Haití América 7.100 Francés/creole Creole 98%<br />

Martinica* América 381 Francés Creole 96%<br />

Guadalupe* América 421,6 Francés Creole 96%<br />

Puerto Rico* América 3.900 Español Español 99%<br />

Paraguay América 4.800 Español Guaraní 95%<br />

Maldivas* América 2 Inglés Inglés 100%<br />

Uruguay América 3.200 Español Español 93%<br />

Rwanda África 8.500 Kinyarwanda<br />

y francés<br />

Swati/inglés<br />

Kinyarwanda 98%<br />

Swazilandia África 938 Swati 90%<br />

Albania Europa 3.500 Albanés Albanés 97%<br />

Austria Europa 7.400 Alemán Alemán 98%<br />

Dinamarca Europa 5.100 Danés Danés 98%<br />

Islandia Europa 264 Islandés Islandés 90%<br />

Liechtenstein Europa 30,5 Alemán Alemán 98%<br />

Polonia Europa 39.300 Polaco Polaco 92%<br />

Portugal Europa 10.400 Portugués Portugués 96%<br />

Jordania Asia 3.800 Árabe Árabe 95%<br />

Líbano Asia 3.200 Árabe Árabe 93%<br />

Bangla Desh Asia 132.200 Bengalí Bengalí 95%<br />

Japón Asia 126.300 Japonés Japonés 96%<br />

Corea del Norte Asia 25.500 Coreano Coreano 99%<br />

Corea del Sur Asia 44.800 Coreano Coreano 98%<br />

Macao* Asia 445 Portugués/<br />

cantones<br />

Cantones 99%<br />

Cook* Oceanía 18,3 Inglés Maori 91%<br />

Samoa (USA)* Oceanía 43 Inglés Samoano 90%<br />

Kiribati Oceanía 72 Kiribati/inglés Kiribati 97%<br />

Niu* Oceanía 2,1 Inglés Niuan 97%<br />

Palao Oceanía 14,8 Inglés Paulauan 100%<br />

Tonga Oceanía 98 Tonguien/<br />

inglés<br />

Tonguiano 98%<br />

Tuvalu Oceanía 9,9 Tuvaluan/<br />

inglés<br />

Tuvaluano 97%<br />

Nota: el asterisco indica que el Estado no es soberano<br />

nias en Estados soberanos que intentaron<br />

e intentan recobrar sus viejas culturas,<br />

lenguas o “identidades” anteriormente<br />

menospreciadas y oprimidas por<br />

la potencia colonizadora. Y así, lo que el<br />

pensamiento del XIX concibió como<br />

el avance de la “civilización” (única y<br />

europea, por supuesto) sobre la “barbarie”<br />

(que sólo merecía ser estudiada por<br />

la antropología) pasó a ser concebido,<br />

no sin dificultades, como la interacción<br />

entre diferentes “culturas”. La “civiliza-<br />

ción occidental” es poco a poco entendida<br />

como “otra cultura”, de modo que<br />

aquélla dejó de monopolizar la posesión<br />

de principios cognitivos, éticos o estéticos<br />

de validez universal 14 . Al contrario,<br />

también en ella había y hay particularis-<br />

19


LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />

mo y no poco etnocentrismo. En resumen,<br />

la descolonización ha supuesto restablecer<br />

la diversidad. El libro de Huntington<br />

The Clash of Civilizations tiene<br />

al menos esta verdad: las viejas culturas<br />

colonizadas viven de nuevo y orientan<br />

hoy la política de Estados (y de regiones<br />

de Estados) hacia caminos específicos,<br />

unificando sus actuaciones tanto más<br />

que el comercio o internet 15 .<br />

Y por ello, si en una lectura superficial<br />

la dinámica de la cultura mundial es<br />

la americanización, por debajo observamos<br />

una revitalización de viejas culturas,<br />

muchas (la mayoría) más antiguas y<br />

ampliamente extendidas geográficamente,<br />

impulsadas/inventadas por nuevos<br />

Estados descolonizados que recrean/inventan<br />

tradiciones como sistemas de legitimación<br />

16 .<br />

Las migraciones<br />

Y es sobre un mundo culturalmente diversificado<br />

sobre lo que trabaja el proceso<br />

globalizador. Tendemos a analizar la<br />

globalización sólo en términos económicos;<br />

y cuando la observamos desde una<br />

15 La mejor prueba de este triunfo de la cultura<br />

frente a la civilización (que es un triunfo de la visión<br />

antropológica-sociológica del hombre sobre la jurídico-política)<br />

está representado por el gran pensador<br />

francés Claude Levi-Strauss; véase La mirada distante<br />

(1984) y Raza y cultura (1993).<br />

16 Véase, Mbuyi Kabunda Badi: Las ideologías de<br />

integración nacional en Africa: mitos y realidades, en<br />

VV AA: Hablar y dejar hablar, Ediciones de la<br />

UNAM, Madrid, 1994, op. cit., págs. 201y sigs. El<br />

texto clásico es de E. Hobsbawm y T. Renger: The Invention<br />

of Tradition, Cambridge University Press,<br />

Cambridge, 1983.<br />

perspectiva cultural parece que sólo percibimos<br />

otra occidentalización más,<br />

aunque esta vez liderada por Estados<br />

Unidos más que por Europa: la MacDonaldización<br />

o Cocacolización de la cultura<br />

mundial 17 . Ambas perspectivas son<br />

simplificaciones. Cierto que la globalización<br />

comenzó en los mercados financieros,<br />

pero detrás de ella ha avanzado<br />

imparable la circulación de mensajes de<br />

todo orden (comunicación); detrás<br />

de ellos la circulación de mercancías<br />

(comercio); y detrás, inevitablemente, la<br />

circulación de personas (emigración).<br />

Y así, asistimos a una nueva oleada<br />

migratoria 18 mayor incluso que la de<br />

comienzos del siglo pues afecta a todas<br />

las regiones del globo. El Informe sobre<br />

el Desarrollo Humano de las Naciones<br />

Unidas de 1999 19 nos recuerda que en<br />

1975 había sólo 84 millones de personas<br />

viviendo fuera de sus países de origen:<br />

digamos emigrantes “legalmente inscritos”.<br />

Esta cifra subió a 104 millones 10<br />

años más tarde y a 145 en 1998. Si a<br />

ellos añadimos un desconocido pero alto<br />

volumen de “ilegales” y comparamos<br />

la suma resultante (sin duda superior a<br />

los 200 millones) con el tamaño de los<br />

países del mundo podríamos concluir<br />

que los “emigrantes” son hoy uno de los<br />

17 G. Ritzer, ‘The MacDonaldization of Society’<br />

en Journal of American Culture, 6 (1983) págs. 100 y<br />

sigs. También: Big Mac Attack: The MacDonaldization<br />

of Society, Lexington Books, Nueva York, 1993.<br />

18 Castles, S. and Miller, M. J.: The age of migration:<br />

international populations movements in the modern<br />

world. Macmillan, Londres, 1993.<br />

19 Mundi Prensa, pág. 32. Madrid, 1999.<br />

“países” más poblados del mundo. Una<br />

migración impulsada por motivos y razones<br />

variadas. Ciertamente la búsqueda<br />

de oportunidades de vida y bienestar<br />

mayores sigue siendo el móvil principal,<br />

pero encontramos detrás de esa etiqueta<br />

circunstancias variadas: estudiantes o<br />

profesores buscando conocimiento; investigadores<br />

que buscan datos o intercambio<br />

de ideas; ejecutivos o trabajadores<br />

cualificados movilizados por sus empresas;<br />

jubilados buscando lugares al sol<br />

de bajo coste de vida y un largo etcétera.<br />

Tan variadas son ya las razones para el<br />

nomadismo que incluso la etiqueta<br />

“emigración “ comienza a ser obsoleta y<br />

se habla de emigración transnacional o<br />

“transmigración”. Y a medida que las<br />

fronteras se hacen porosas (la expresión<br />

es del filósofo canadiense Charles<br />

Taylor 20 ) y los Estados pierden soberanía<br />

descubrimos que la regla no es ya<br />

tanto la sedentariedad dentro de las<br />

fronteras de los Estados sino el nomadismo,<br />

concomitante con la globalización.<br />

Pero además, y paradójicamente,<br />

una de las más importantes causas de las<br />

actuales emigraciones es el intento de<br />

purificación étnica en muchas zonas,<br />

que expulsa población “impura”, que<br />

pasa a reforzar la diversidad étnica o<br />

cultural de otras zonas “polucionandolas”,<br />

de modo que el intento de generar<br />

20 Taylor, C.: ‘The politics of Recognition’, en<br />

Gutmann, A. (ed.) Multiculturalism: examining the<br />

politics of recognition, págs. 25-74. Princeton University<br />

Press, Princeton, 1994.<br />

20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Estados-nación en algunas partes es la<br />

causa de la pérdida de ese mismo carácter<br />

en otras.<br />

“La persecución racial” –señala la ACNUR– “es<br />

una de las principales causas de que los refugiados<br />

huyan… Irónicamente, estos mismos flujos de refugiados<br />

se citan como una de las causas de las<br />

nuevas tendencias xenófobas”.<br />

En todo caso, la gente que emigra o<br />

simplemente se traslada geográficamente<br />

ya no lo hace como “bárbaro” a la búsqueda<br />

de la “civilización”, sino como<br />

miembro de otra cultura y junto con ella,<br />

y espera ser respetado en esa adscripción<br />

del mismo modo que en su país se respeta<br />

la cultura occidental. Hasta hace pocos<br />

años se podía esperar que el inmigrante<br />

(salvo que fuera un gestarbeiter, trabajador<br />

temporalmente invitado) acabaría integrándose,<br />

lo que era tanto como decir<br />

asimilándose a la sociedad receptora, según<br />

la pauta tradicional de desarrollo en<br />

dos o –como mucho– tres generaciones.<br />

Sabemos que, por múltiples razones (y la<br />

facilidad de comunicación con sus sociedades<br />

de origen, otro efecto de la globalización,<br />

es la más importante), esta disposición<br />

a la asimilación es cada vez más<br />

débil 21 y la tendencia es, por el contrario,<br />

conservar (o incluso acentuar) las diferencias<br />

como símbolos de identidad 22 . La<br />

consecuencia es la emergencia de “ciudades<br />

globales”, literalmente microcosmos<br />

del mundo (usualmente de áreas de influencia<br />

política de esa metrópolis) en los<br />

que las fronteras políticas se dislocan en<br />

relación con las fronteras culturales.<br />

Aquellas, las fronteras políticas, son relativamente<br />

estables; pero las culturales devienen<br />

lo que hace años llamé microfronteras<br />

23 , a saber, gentes con variadas creencias<br />

religiosas, lenguas maternas,<br />

perteneciendo a distintos grupos étnicos,<br />

con variados hábitos culinarios, vestidos<br />

y modos de amar, cantar o llorar, que viven<br />

juntos coexistiendo (y eventualmente<br />

conviviendo) en los mismos espacios sociales,<br />

fábricas, oficinas, universidades,<br />

supermercados, hoteles, museos o disco-<br />

21 Aunque no tanto como se cree. Acerca de la<br />

asimilación lingüística de los emigrantes en Estados<br />

Unidos véase el interesante trabajo de Alejandro Portes<br />

y Lingxin Hao en Revista de Occidente, Nº 24,<br />

abril del 2001.<br />

22 Véase, por ejemplo, Glick Schiller, N., Basch,<br />

L. y Blanc-Szanton, C. (eds): Towards a transnational<br />

perspective on migration, New York Academy of Sciences,<br />

Nueva York, 1992.<br />

23 Véase, ‘Fronteras culturales’, en E. Lamo de<br />

Espinosa (editor): Culturas, Estados, Ciudadanos, págs.<br />

13-79. Alianza Editorial, Madrid, 1996.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

tecas. Una tendencia a la emergencia de<br />

espacios de coexistencia multicultural sin<br />

duda creciente, que continuará incluso si<br />

el desarrollo económico hiciera innecesaria<br />

la emigración económica pues sus raíces<br />

están en la globalización misma por la<br />

que el mundo deviene un solo mundo.<br />

Es por ello por lo que los tradicionales<br />

melting-pots, es decir, lugares de mezcla y<br />

fusión de etnias o culturas están pasando<br />

a ser salad-bowl, una mezcla abigarrada<br />

de tipos humanos con las más plurales<br />

referencias.<br />

Veamos algunos ejemplos generados<br />

por las fortísimas inmigraciones internacionales.<br />

Se estima que en 1995 emigraron a<br />

Estados Unidos unos 90.000 mexicanos,<br />

algo bien conocido. Pero se ignora que<br />

también emigraron 55.000 rusos, 51.000<br />

filipinos, 42.000 vietnamitas, 39.000 dominicanos<br />

y unos 35.000 chinos. El fenómeno<br />

se repite en otras muchos Estados. A<br />

Japón emigraron ese mismo año 39.000<br />

chinos, 30.000 filipinos, 27.000 americanos,<br />

12.000 brasileños y unos 6.000 tailandeses.<br />

A Canadá emigraron 32.000 chinos<br />

de Hong Kong, 16.000 indios, 15.000 filipinos,<br />

13.000 chinos y 9.000 de Sri Lanka.<br />

Y se estima que anualmente emigran permanentemente<br />

1,5 millones de personas y<br />

que otros tantos solicitan asilo, unos procesos<br />

de movimiento de población sólo comparables<br />

(aunque mayores) a los que se produjeron<br />

a finales del siglo pasado. Esta<br />

complejidad de los movimientos de población<br />

(de los flujos) modifica poderosamente<br />

la composición de los stocks, de modo<br />

que si en Madrid hay un 3% de población<br />

extranjera y un 10% en El Ejido, son el<br />

16% en París, el 20% de Londres o el 56%<br />

de Nueva York. Hay colegios de Madrid y<br />

Barcelona con más de 30 minorías lingüísticas,<br />

pero hay más de 200 minorías en los<br />

de Nueva York. Ésta es la verdadera globalización<br />

puesto que, más allá del regusto positivo<br />

o negativo que pueda producirnos el<br />

vocablo multiculturalismo, y más allá de<br />

repetidas discusiones filosóficas sobre el relativismo<br />

o los valores occidentales, el multiculturalismo<br />

es un hecho, una realidad<br />

que se juega cotidianamente en la coexistencia<br />

de personas con adscripciones culturales<br />

variadas conviviendo en andamios, invernaderos,<br />

supermercados, bares, plazas,<br />

discotecas o simples rellanos de la escalera.<br />

El mundo se está llenando de espacios sociales<br />

de convivencia multicultural, nos<br />

guste o no.<br />

4. Conclusión: la democracia<br />

de la diversidad<br />

De modo que Dios sí hizo un mundo<br />

EMILIO LAMO DE ESPINOSA<br />

complejo en identidades, lenguas y Estados.<br />

Y por si fuera poco los humanos<br />

nos hemos entretenido en complejizarlo.<br />

¿Qué conclusiones podemos sacar de todo<br />

ello?<br />

La primera es que el problema es cómo<br />

gestionamos la diversidad cuando la<br />

arquitectura de la política no puede ya<br />

basarse en una previa ciudadanía culturalmente<br />

homogénea. Aceptar que sólo<br />

en matemáticas ser diferente de algo (#)<br />

quiere decir ser más o menos; que algo<br />

diferente es sólo eso y no mejor o peor;<br />

que la libertad es también la libertad de<br />

expresión y esta la de expresar la propia<br />

cultura, una actitud que choca con hábitos<br />

centenarios etnocéntricos de rechazo<br />

de la diferencia. Las democracias,<br />

los Estados mismos, serán (son) crecientemente<br />

multiculturales, multiétnicos y<br />

multilingüisticos pues todo ello es, antes<br />

de nada, un hecho, un dato de la modernidad<br />

avanzada, fácilmente perceptible<br />

en las grandes urbes de todo el mundo<br />

o en los resorts turísticos, pero que<br />

avanza imparable en todas direcciones.<br />

La segunda conclusión es que hay<br />

muchos modos de gestionar la diversidad.<br />

La homogeneidad es simple pero la<br />

diversidad es, ciertamente, diversa. Podemos<br />

encontrar una sola minoría, dentro<br />

de una sola mayoría, o diversas minorías<br />

que, unidas, serían mayoría. Las<br />

minorías pueden ser de incorporación<br />

reciente o no; las distancias culturales<br />

entre las minorías o entre éstas y la<br />

eventual mayoría pueden ser grandes o<br />

pequeñas. En ciertos casos las distancias<br />

lingüísticas son enormes y en otros el<br />

aprendizaje de la nueva lengua (el bilingüismo)<br />

es fácil de alcanzar. No tiene<br />

nada que ver la situación de los cubanos<br />

en Florida con la de los argelinos en<br />

Francia, los turcos en Alemania, los catalanes<br />

en España, los aymara o quechua<br />

en Bolivia, y un largo etcétera. Los paisajes<br />

sociales son muy distintos y por<br />

ello, aunque no es imposible encontrar<br />

una filosofía común y es quizá sencillo<br />

definir lo que no se debe hacer, es dudoso<br />

que encontremos una única solución.<br />

En todo caso, la formula del Estadonación<br />

se ha quedado obsoleta, si es que<br />

alguna vez fue algo más que ideología.<br />

Pretender que los 188 Estados hoy existentes<br />

se asienten sobre un demos culturalmente<br />

homogéneos es un sin sentido.<br />

Pues o bien multiplicamos los Estados<br />

para ajustarlos a las naciones/lenguas<br />

hasta hacer el mundo políticamente inmanejable<br />

(y ya lo es con los existentes),<br />

justo cuando a consecuencia de la acele-<br />

21


LENGUA, NACIÓN Y ESTADO<br />

rada globalización económica el mundo<br />

necesita un fuerte control político. O<br />

bien abandonamos la idea del Estadonación.<br />

La conclusión es pues obvia: si<br />

deseamos crear Estados viables que no<br />

estén sometidos a tensiones separatistas<br />

o violencias sobre/contra minorías étnicas,<br />

no hay más alternativa que separar<br />

la lealtad y la pertenencia a un Estado<br />

de la identidad cultural: separar, pues, la<br />

arquitectura política, el modo como el<br />

mundo se organiza políticamente, de la<br />

arquitectura cultural, diferenciar entre<br />

fronteras políticas y fronteras culturales.<br />

Debemos visualizar la relación entre<br />

cultura y política no como espacios que<br />

se solapan sino como realidades secantes:<br />

la misma identidad cultural se asentará<br />

sobre una pluralidad de Estados.<br />

Pero también a la viceversa: la misma realidad<br />

estatal se asentara sobre una pluralidad<br />

de culturas. Los Estados pluriculturales<br />

y/o plurilinguisticos son y serán<br />

la regla. Algo similar a lo que ocurre<br />

con las regiones o incluso, las áreas metropolitanas,<br />

pues también éstas saltan<br />

por encima de las fronteras para ser pluriestatales.<br />

Es tanto como profundizar<br />

en la tendencia de secularización del Estado<br />

que comenzó ya en el siglo XVII<br />

tras las guerras de religión. Pues al igual<br />

que entonces se rompió con el principio<br />

tardomedieval un roi, une foi, une loi,<br />

que forzaba a los súbditos de las viejas<br />

monarquías a seguir la religión del Príncipe,<br />

se trata ahora de llevar ese pluralismo<br />

cultural mas allá del estricto espacio<br />

de la religión para hacer Estados laicos<br />

también en lo cultural. Pues si los Estados<br />

no tienen religión, ¿cómo pueden<br />

tener culturas propias, que son en todas<br />

partes un derivado de las religiones? Limitar<br />

la secularización del Estado a las<br />

identidades religiosas es un primer paso,<br />

que debe continuar en todos los ámbitos<br />

de la cultura.<br />

Pero desacoplar cultura y política es<br />

tanto como decir que la lealtad a un pueblo<br />

(y la misma identidad como pueblo)<br />

se expresa de muchos modos y se dice<br />

en muchas lenguas. Que se puede ser<br />

norteamericano en inglés, pero también<br />

en español, en yoruba, en tagalo o en<br />

urdo. En todas esas identidades deberá<br />

haber lealtad a la Constitución como<br />

presupuesto mínimo sobre el que crear<br />

una identidad de nación, pero de nación<br />

plurinacional, variada, diversa. Estoy,<br />

pues, hablando de naciones complejas<br />

que, mas allá del modelo del Estado-nación,<br />

resultan de la fusión dinámica de<br />

una pluralidad de naciones, identidades<br />

y lenguas en un proyecto de vida en común.<br />

Y hablamos también de democracias<br />

de la diversidad, no de la homogeneidad,<br />

donde la igualdad legal no debe<br />

presuponer la igualdad cultural.<br />

La imposibilidad del Estado-nación<br />

romántico no debe, sin embargo, conducirnos<br />

a demonizar todas las formas<br />

de nacionalismo. Y ello porque –regresando<br />

al principio– todo Estado estable<br />

debe reposar en un demos, una comunidad<br />

o una Gemeinschaft, que se caracteriza<br />

por una mayor solidaridad interna,<br />

reposa en una ciudadanía que mentalmente<br />

traza una frontera entre “nosotros”<br />

y los “otros”: no tanto con ánimo<br />

de expulsar o rechazar a los otros, sino<br />

24 J. Habermas: Identidades nacionales y potenciales,<br />

Tecnos, Madrid, 1989. También, ‘Ciudadanía e<br />

identidad nacional. Consideraciones sobre el futuro<br />

europeo0’, en Debats, 39, pág. 11 y sigs. (1992)<br />

25 L. M. Díez Picazo: Contra el romanticismo político,<br />

op. cit., pág. 106.<br />

26 Jenkins, R.: Essays and speeches. pág. 267. Collins,<br />

Londres, 1967. Entrecomillado mío.<br />

con ánimo de fusionar o unir a quienes<br />

forman parte de ese “nosotros”. Hay,<br />

pues, una nación debajo de todo Estado,<br />

al menos debajo de todo Estado estable<br />

y viable. El limite mínimo de esa<br />

comunidad, de ese nacionalismo posnacionalista,<br />

es el patriotismo constitucional<br />

de Habermas, la lealtad a la Constitución<br />

como marco de convivencia y tolerancia<br />

en libertad 24 . Creo, sin<br />

embargo, con Luis María Díez Picazo,<br />

que la propuesta de Habermas es más<br />

un diagnostico que una terapia 25 y obvia<br />

el difícil problema de la articulación de<br />

sentimientos que se oculta tras el término<br />

patriotismo. Pues leído como solidaridad,<br />

empatía, proximidad, y por tanto,<br />

como generosidad y ayuda mutua, el nacionalismo<br />

es una fuerza extraordinariamente<br />

positiva. La fraternidad universal<br />

que predican las grandes religiones –y<br />

que es también la base expansiva de la<br />

lógica democrática– sólo puede ser la resultante<br />

final de un proceso dinámico<br />

de ampliación del espacio de la solidaridad.<br />

Pretender que desde ya nuestra solidaridad<br />

abarque por completo a toda<br />

la población del globo, que se vierta<br />

igual sobre los próximos que sobre los<br />

lejanos, sobre quienes llevan conviviendo<br />

siglos que sobre quienes han vivido<br />

de espaldas, sobre quienes hablan la<br />

misma lengua y se entienden que sobre<br />

quienes hablan lenguas distintas, pretender<br />

pues la fusión instantánea en una<br />

fraternidad universal es no sólo una utopía<br />

sino una utopía peligrosa si no es<br />

gestionada con prudencia. Ciertamente,<br />

el objetivo final sólo puede ser un Estado<br />

democrático universal y cosmopolita;<br />

pero la postulación de ese objetivo no<br />

nos exime de realizar las tareas diarias<br />

que lo puedan hacer posible. Mientras<br />

tanto, la fórmula propuesta en 1966 por<br />

Roy Jenkins, entonces ministro de Interior<br />

del Reino Unido, es más que razonable<br />

para orientar nuestro camino:<br />

“No creo que necesitemos en este país un melting<br />

pot, que haga de cada uno una copia de la visión<br />

estereotipada del Englishman… Por ello defino la<br />

integración, no como un proceso plano de asimilación<br />

sino como igualdad de oportunidades conjuntamente<br />

con diversidad cultural en una atmósfera<br />

de tolerancia mutua” 26 .n<br />

Emilio Lamo de Espinosa es catedrático de Sociología<br />

en la Universidad Complutense, y director<br />

del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales<br />

y Estratégicos.<br />

22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Para Juan Antonio Rivera,<br />

naturalmente<br />

LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />

La mirada del pensamiento único<br />

Hace unos años, Fukuyama contribuyó a<br />

poner en circulación mediática una imagen<br />

que aprovisionó al pensamiento conservador:<br />

el final de la historia. La humanidad<br />

había llegado a su estación término y ésta<br />

no era el comunismo, sino el mercado y la<br />

democracia. Con alguna tardanza, tiempo<br />

después la izquierda lanzó su réplica, que<br />

también se dejaba explicar con sencillez: el<br />

final de la historia era un cuento. La crítica<br />

de la izquierda se refería a la trama de la<br />

historia, al cuento, que era antiguo, en otro<br />

tiempo llamado “liberalismo” y, sobre todo,<br />

se refería a la manera de contar, a la presunción<br />

de que no había otra mirada sobre la<br />

historia que la que, complacida, se reconciliaba<br />

con el presente. Como en estos asuntos<br />

la eficacia de las fórmulas es decisiva, la<br />

izquierda se procuró su propia metáfora para<br />

el conjunto de la operación: “Pensamiento<br />

único”. Era una metáfora para la otra<br />

metáfora, para esa mirada sesgada que se<br />

pretendía “objetiva”.<br />

Aún en su tosquedad, la crítica apuntaba<br />

a problemas importantes: si la historia se<br />

había terminado, se habían acabado muchas<br />

otras decisiones que tenían que ver<br />

con el modo de vivir. Si la estructura de derechos,<br />

las formas de distribución, las instituciones<br />

y las disposiciones humanas que<br />

acompañan al liberalismo eran tan inevitables<br />

como la trayectoria de los planetas, no<br />

quedaba casi nada por decidir. Para ser claros,<br />

lo que se había terminado era la política.<br />

A lo sumo se podían escoger los gestores,<br />

nunca la naturaleza del negocio. Desde<br />

esa perspectiva, la crítica al pensamiento<br />

único aparecía como una invitación a dar<br />

un paso atrás, a mirar inauguralmente los<br />

supuestos en los que andaba instalada la<br />

cultura política. Quizá era cosa de preguntarse<br />

no sólo por cómo jugar sino por las<br />

reglas del propio juego. Cuando Gramsci<br />

usaba la palabra “hegemonía” se refería a<br />

FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />

algo parecido a eso, al predominio de<br />

una mirada del mundo, de lo que se entiende<br />

como justo y lo que no, de lo que<br />

se juzga como no necesitado de justificación,<br />

como “evidente”, y lo que se tiene<br />

que demostrar. La etiqueta de “pensamiento<br />

único”, con todas sus torpezas, apuntaba<br />

a esa mirada que acaparaba –o aspiraba a<br />

acaparar– todas las perspectivas.<br />

La fórmula “pensamiento único” fue<br />

prontamente descalificada. Se dijo que no<br />

había tal, que se trataba de un simple espantajo<br />

creado por la izquierda para cultivar<br />

sus propias simplicidades. No sólo es<br />

que no existiera, es que tampoco se sabía<br />

muy bien en qué consistía. Tampoco existen<br />

los centauros, aunque al menos tenemos<br />

clara la idea de lo que un centauro<br />

pueda ser. Pero el pensamiento único parecía<br />

peor que los centauros: la idea misma<br />

era imprecisa, lo peor que le puede pasar a<br />

una idea. Y lo cierto es que no se faltaba<br />

a la verdad. La “tesis” del pensamiento único<br />

no era la geometría euclidiana. La cosa<br />

incluso empeoraba, ganaba en vaguedad,<br />

cuando se cargaba la suerte y, ya en la pendiente<br />

de facundia desatada, se contrapuso<br />

el pensamiento único a un supuesto “pensamiento<br />

crítico”, de cuya existencia no había<br />

otra evidencia que la propia partida verbal<br />

de bautismo, ni una sola idea 1 . Sin du-<br />

1 El nombre y su trasfondo mismo invitaban a la<br />

reserva. En el mejor de los casos, lo de “pensamiento<br />

crítico” es un pleonasmo, pues no se entiende muy<br />

bien qué podría ser un pensamiento que careciera de<br />

disposición crítica, que no admitiera la revisión; en el<br />

peor, se convierte en deudor, en subordinado, del<br />

pensamiento al que crítica, como le sucede al “disidente<br />

por principio”, al cazurro que arranca siempre<br />

con un “eso que va usted a decir es mentira”, que, por<br />

definición, no forma sus opiniones de modo autónomo,<br />

sino a la “contra”, esclavo al fin de los humores y<br />

mudanzas de los otros. Por lo demás, la presentación<br />

del pensamiento “crítico” como una “alternativa” al<br />

pensamiento único parece sugerir una especie de supermercado<br />

de las ideas en el que cada cual escoge según<br />

su particular capricho de cada hora.<br />

da, no falta algún tino a la descalificación.<br />

Pero también había algo más. Por lo pronto,<br />

las prisas y empeños por “demostrar”<br />

que no existía el pensamiento único tenían<br />

algo de paradoja pragmática. La insistencia<br />

en negar la existencia era la mejor prueba<br />

de existencia. Cierto tipo de negaciones no<br />

hace sino confirmar lo que niegan. Sucede<br />

como con las conspiraciones. Cuando alguien<br />

se entretiene en negar una conspiración,<br />

casi siempre está conspirando. Si no<br />

hubiera conspiración no quedaría nadie para<br />

negarla. Demasiadas explicaciones y demasiado<br />

urgentes. Y ya se sabe: excusatio<br />

non petita, accusatio manifesta.<br />

La crítica al pensamiento único era la<br />

denuncia de una de esas metáforas que tamizan<br />

la manera de mirar, uno de esos esquemas<br />

cognitivos que impregnan la intelección<br />

de la realidad. Elecciones de palabras<br />

y valores, casi siempre encubiertos, que<br />

cuajaban en estrategias argumentales que,<br />

de un modo natural, invitaban a entregarse<br />

con satisfecho fatalismo al curso de la historia.<br />

Urdidas con mayor o menor consistencia,<br />

proporcionan una manera de contemplar<br />

la realidad, una concepción del mundo,<br />

que enfatiza unos aspectos y desatiende<br />

otros, decidiendo las preguntas y las respuestas<br />

aceptables, cimentando las condenas<br />

y las aprobaciones. Si, así, de corrido, se<br />

empieza por decir que “el Estado, los políticos,<br />

nos quitan nuestro dinero para usarlo<br />

como quieren, y decidir qué es lo que nos<br />

conviene”, están ya cantadas las descalificaciones<br />

morales de lo público: por ladrón,<br />

por paternalista, por contrapuesto a la sociedad<br />

civil, que aparece, de este modo, dominada.<br />

La polémica del pensamiento único<br />

no era más que el recordatorio de que la<br />

disputa de las ideas seguía teniendo sentido<br />

porque por detrás estaba lo que importa:<br />

las decisiones acerca de cómo vivir<br />

compartidamente. Ésa es una razón no<br />

despreciable para entretenerse en deslin-<br />

24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


dar las tesis que, de rondón, bajo la excusa<br />

del curso de la historia, se presentaban<br />

como indiscutibles. De eso tratan estas<br />

páginas, de la urdimbre última con la que<br />

se tejían las consignas que abastecían al<br />

pensamiento único, que no era otra que<br />

la tradición liberal. Porque si bien es cierto<br />

que, como tal, el pensamiento único<br />

–ni el pensamiento de sus críticos, a qué<br />

negarlo– no era de hondo calado 2 , sí lo<br />

era la trastienda en la que con enorme naturalidad<br />

nos instalaba, la perspectiva a la<br />

que apenas perceptiblemente nos conducía:<br />

el liberalismo.<br />

2 En cierto modo, la propia flojera del pensamiento<br />

único era antes que otra cosa señal de su fuerza<br />

práctica. Como nos enseñó el desbravado marxismo<br />

cultivado en la URSS, sucede por lo general que,<br />

cuando se tiene el poder bien amarrado, los ideólogos<br />

no pierden las horas en pulir doctrina. Total, para<br />

qué. Cuando estamos acríticamente instalados en un<br />

modo de vida, ni se nos ocurre pensar en justificarlo.<br />

Nadie se preocupa de “fundamentar” la respiración o<br />

la visión. Sencillamente, sucede.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

En las líneas que siguen se intentarán<br />

mostrar algunos de los nervios argumentales<br />

que dan vida al pensamiento único. Se<br />

seguirá el hilo que lleva desde la metáfora<br />

publicística, desde esa imprecisa argamasa<br />

de conjeturas, de datos más o menos bien<br />

hilvanados, hasta una suerte de piezas argumentales<br />

que apuntan directamente a los<br />

principios liberales. Se verá que, por debajo<br />

de la palabrería periodística, hay estrategias<br />

argumentales y apelaciones normativas que<br />

entroncan con el núcleo liberal. Una de<br />

ellas recupera argumentos “clásicos” al servicio<br />

de la tesis del “final de la historia”: el<br />

mercado estaría más allá de disputa moral<br />

porque constituye una inexorable estación<br />

de paso –y término– de la evolución humana.<br />

En otros casos, no se escamotea el punto<br />

de vista moral: sencillamente se juzga<br />

que la mirada “única” lo es porque arranca<br />

de principios más allá de toda disputa. Se<br />

verán cuatro de esas formulaciones de principio<br />

que, respectivamente, apelan a la incompatibilidad<br />

entre libertad e igualdad, la<br />

responsabilidad y el esfuerzo, la propiedad,<br />

los derechos.<br />

Las dos estrategias coinciden en el diagnóstico<br />

de la indisputabilidad del escenario<br />

institucional. Pero hay una importante variación<br />

en los procedimientos. Mientras la<br />

primera se presenta como “amoral”, la segunda<br />

se reconoce radicalmente moralista.<br />

La primera viene a decir que disputar sobre<br />

la moralidad del mercado es como disputar<br />

sobre la bondad de la estructura atómica:<br />

un puro desatino. El mercado está más allá<br />

de cualquier disputa, es ajeno a la moral y<br />

no reclama justificación alguna. Por contra,<br />

la segunda estrategia reconoce su compromiso<br />

con ciertos valores y, más en general,<br />

con los derechos, y por derivación, defiende<br />

ciertas formas institucionales que, entiende,<br />

se acomodan mejor a la realización de estos<br />

valores. No se trata, se dice, de que el mercado<br />

y la democracia –cierta idea de democracia–<br />

estén más allá de la moral, es que<br />

moralmente son indiscutibles.<br />

Conviene en todo caso advertir que las<br />

estrategias anteriores pocas veces aparecen<br />

desnudas, que lo más común en los “ejercicios”<br />

de pensamiento único es una amalgama<br />

de juicios empíricos, de “teoría” económica<br />

de periódico (o de consultorías o de<br />

analistas financieros) y de valoraciones encubiertas<br />

al servicio de argumentaciones de<br />

“sentido común”.<br />

Las estrategias clásicas<br />

La tesis de la “amoralidad del mercado” se<br />

presenta en diversas formulaciones 3 . Una<br />

reconstrucción compacta de la mejor versión<br />

no variaría mucho de la siguiente. El<br />

mercado ha permitido sustituir a sociedades<br />

asentadas en reclamos morales y en relaciones<br />

personales por una sociedad en<br />

3 Con más detalle, F. Ovejero, Mercado, ética y<br />

economía, Icaria, Barcelona, 1994. Son diversas las líneas<br />

de argumentación que apuntan a la “amoralidad” del<br />

25


LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />

donde basta con que cada uno vaya a la suya<br />

para que las actividades sociales se coordinen.<br />

El panadero no ama ni odia a nadie,<br />

sólo que, si quiere obtener beneficios en un<br />

escenario competitivo, no le queda más remedio<br />

que producir con eficiencia, que<br />

ofrecer el mejor producto al mejor precio.<br />

Si no lo hace así, otro vendrá a aprovechar<br />

las oportunidades de beneficio. De ese modo,<br />

el panadero atiende las necesidades de<br />

los otros, pero no le preocupan sus necesidades.<br />

Si los clientes no tienen dinero, aun<br />

con las mismas necesidades, no los atenderá.<br />

Las emociones o la moral no forman<br />

parte de sus motivaciones (o en todo caso<br />

resultan prescindibles). Para que la sociedad<br />

funcione no se necesita otro combustible<br />

que ciertas reglas de juego (un escenario<br />

descentralizado, competitivo) y un combustible<br />

motivacional: el egoísmo, la conducta<br />

propia del homo oeconomicus. El mercado<br />

asegura la coordinación de las actividades<br />

sociales básicas: qué se produce,<br />

cómo, para quién y en qué cantidad. La sociedad<br />

funciona como resultado de la acción<br />

de todos, pero sin que nadie se ocupe<br />

de ello. Los productores ineficientes quedan<br />

penalizados, los consumidores satisfechos,<br />

el mecanismo se reproduce una y otra<br />

vez y la moral no aparece por parte alguna.<br />

Una mirada reposada muestra que las<br />

cosas son algo más complicadas. Sencillamente,<br />

no es verdad que el mecanismo social<br />

funcione sin moralidad. El mercado<br />

necesita de una red moral para funcionar.<br />

De una red moral y emocional: la propiedad<br />

se acepta sin necesidad de apelar a la<br />

violencia o a los tribunales; en la empresa<br />

rigen principios de jerarquía, centralización<br />

(planificada) o de justicia distributiva ajenos<br />

a la descentralización indiferente del<br />

mercado “teórico” 4 ; la mayor parte de las<br />

transacciones se producen con unas dilacio-<br />

mercado o, en general, de la mano invisible, que, ha de<br />

advertirse, no es lo mismo: desde la clásica tesis weberiana<br />

del capitalismo como asentamiento de la racionalidad<br />

instrumental hasta los intentos desde la teoría de la<br />

negociación de reducir todas las normas (de convención,<br />

como las de etiqueta, y las morales, incluida la justicia) a<br />

acuerdos entre egoístas (porque a todos les “sale a cuenta”<br />

la existencia de las normas). También cabría una formulación,<br />

entre kantiana y evolucionista, que adujera la<br />

“superación” de la ética mediante la disolución del<br />

triángulo donde se instala la reflexión moral, el que forman<br />

los vértices qué se quiere ser, qué se puede ser y qué se<br />

debe ser: el mercado obligaría a hacer lo que se quiere<br />

hacer (el beneficio) que es lo único que se puede hacer<br />

(por la competencia que elimina a quienes no lo hacen)<br />

y que es lo que se debe hacer, el comportamiento que<br />

asegura la eficiencia, el bien(estar).<br />

4 La empresa clásica es un ejemplo de “feudalismo”<br />

en las relaciones de poder y de planificación centralizada<br />

en la producción. Ahora las cosas podrían<br />

cambiar. Según algunos economistas, no todos simples<br />

apologistas de la (¿extinta?) religión de la “nueva<br />

nes temporales, entre el momento de entrega<br />

y el de recepción, que serían imposibles<br />

si no existiera algún tipo de lealtad y respeto<br />

entre quienes las realizan. El mercado se<br />

justifica por su eficiencia y rapidez, pero si<br />

no hubiera un trasfondo de confianza, los<br />

intercambios, pendientes de una sanción<br />

jurídica, necesitados de perpetua vigilancia,<br />

serían lentos y costosos 5 . Los contratos funcionan<br />

porque tenemos expectativas de que<br />

la “parte contratante” cumplirá sus compromisos<br />

sin necesidad de acabar en disputas<br />

legales en cada ocasión, porque tenemos<br />

ciertas certidumbres acerca de la buena disposición<br />

de los otros que, desde luego, no<br />

cabría esperar en sujetos egoístas. En un<br />

mundo de egoístas los contratos perderían<br />

toda fuerza vinculante, no comprometerían<br />

a nadie y desaparecerían: sabedores todos<br />

de que los pleitos resultan fatigosos, inciertos<br />

y caros, y de que todos conocen esa circunstancia,<br />

nadie se fiaría de lo que cada<br />

uno cree que para el otro –como para él– es<br />

papel mojado. En breve, el mercado no<br />

puede prescindir de la moralidad, funciona<br />

–y no puede dejar de funcionar si no es<br />

así– sobre un territorio de normas 6 .<br />

Por lo demás, si realmente fuera cierto<br />

que el mercado está más allá del bien y del<br />

mal, no vendrían a cuento tampoco los elogios<br />

del mercado. Si es tan natural e inevitable<br />

como la trayectoria de los planetas,<br />

sin duda no ha lugar para la condena moral;<br />

pero tampoco para las alabanzas. Será<br />

por eso que la otra estrategia apuesta por la<br />

afirmación de la superioridad moral. En este<br />

caso, la indisputabilidad del presente<br />

tendría que ver con su indiscutibilidad nor-<br />

economía”, los procesos de informatización abren la<br />

posibilidad de introducir el mercado también “dentro”<br />

de la empresa. Se habría producido la sustitución<br />

de la gran empresa centralizada por una red de unidades<br />

de producción autónomas y coordinadas. A la vez,<br />

en virtud de los singulares rendimientos de escala de<br />

la información (una vez se dispone del producto no<br />

aumentan los costos de reproducirlo), en determinadas<br />

áreas de producción los monopolios (temporales,<br />

hasta el nuevo descubrimiento) son frecuentes; de hecho,<br />

hay quien conjetura que la posibilidad de un monopolio<br />

temporal alienta la eficiencia. El caso es que<br />

se produce, por una parte, descentralización de actividades<br />

internas y, por otra, monopolio en el mercado<br />

externo. Esas circunstancias, junto con las nuevas posibilidades<br />

(de conocimiento instantáneo de demandas,<br />

de control de inventarios y stocks) abiertas por las<br />

nuevas tecnologías de la información, son una invitación<br />

para pensar de nuevo las posibilidades del socialismo.<br />

Después de todo, el economista teórico más<br />

importante del socialismo del siglo XX, Oskar Lange,<br />

anticipó el mucho provecho que la cibernética abría a<br />

la planificación socialista.<br />

5 A. Sen, ‘Moral codes and economic success’, A.<br />

Halmin (ed.), Market capitalism and moral values,<br />

Nueva York: Edward Elgar, 1995.<br />

6 F. Ovejero, ‘De mercado al instinto (o de los<br />

intereses a las pasiones)’, Isegoría, 18, 1998.<br />

mativa: el mercado y la democracia –cierta<br />

idea de democracia, es necesario insistir–<br />

vendrían a ser el único modo de asegurar la<br />

pervivencia de valores como la libertad o<br />

la responsabilidad. La argumentación en su<br />

anatomía última se apoyaría en dos pasos:<br />

el primero mostraría que existe un núcleo<br />

normativo, de valores, X (una particular<br />

idea de libertad, por ejemplo), que está fuera<br />

de toda disputa razonable; el segundo relacionaría<br />

X con el marco institucional Y<br />

(el mercado, por ejemplo).<br />

Naturalmente, la crítica a esta estrategia<br />

tiene abiertas dos posibilidades. La primera,<br />

tibia, ataca la segunda premisa, mostrando<br />

que está lejos de ser firme el vínculo<br />

entre los valores y las instituciones, entre<br />

los principios invocados y las prácticas políticas<br />

o económicas. Cabría mostrar que no<br />

hay tal vínculo, que las instituciones atentan<br />

contra tales principios; mostrar, por<br />

ejemplo, que el mercado antes que alentar<br />

la libertad la socava, o, también, que otras<br />

instituciones aseguran una mejor realización<br />

de esos principios. En ese sentido, la<br />

estrategia no abandonaría el fondo normativo<br />

liberal: los problemas no tendrían que<br />

ver con los valores defendidos, no discutidos,<br />

sino con las formas institucionales en<br />

las que aquellos toman cuerpo; se discutiría<br />

si es cierto que el mercado y la democracia<br />

(de competencia electoral) constituyen la<br />

mejor garantía de los valores. La segunda<br />

estrategia crítica es más radical: ataca el núcleo<br />

normativo, examina los valores X que<br />

sirven de justificación. Las críticas que destacan<br />

que el pensamiento único supone<br />

unas anteojeras morales, un compromiso<br />

velado con cierta concepción del mundo<br />

que se ha extendido incluso a las gentes de<br />

izquierda, apuntan en esta segunda dirección.<br />

Intentan mostrar que, por detrás de la<br />

hojarasca propagandística, hay un conjunto<br />

de tesis normativas nada triviales. Ese trasunto<br />

normativo no es otro que el liberalismo.<br />

Y con eso vamos, ahora en detalle, a la<br />

otra estrategia, la que aboca directamente a<br />

las puertas de los principios liberales.<br />

Del pensamiento único<br />

a los principios liberales<br />

El procedimiento más frecuente en el pensamiento<br />

único es otro: es directamente<br />

normativo. Ello no quiere decir que aparezca<br />

como tal, como pura afirmación de<br />

principios. A la hora de caracterizar su género<br />

literario, presenta los rasgos inevitablemente<br />

fronterizos de las ideologías. Por eso<br />

conviene aclararlo pronto: que el pensamiento<br />

único no sea una teoría no quiere<br />

decir que todo en él sea puro punto de vista<br />

ideológico. Como se apuntó, conviven<br />

26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


en él tesis empíricas y tesis teóricas, tesis<br />

acerca de cómo es el mundo y tesis acerca<br />

de por qué es de esa manera; y, por supuesto,<br />

hay tesis normativas, tesis acerca de por<br />

qué está bien que sea como es. Hay conjeturas<br />

de dispar hondura y pretensión. Hay<br />

tesis de bajo nivel, que se refieren a cómo<br />

son las cosas o a cómo han sido: que los déficit<br />

presupuestarios han empeorado la situación<br />

de las economías, que los mercados<br />

de trabajo no “flexibles” han propiciado el<br />

aumento del desempleo, que la protección<br />

social y las políticas redistributivas han “estrangulado”<br />

el crecimiento o que el sistema<br />

sanitario público resulta insostenible. Y hay<br />

otras de mayor ambición, con la vocación<br />

de genuinas teorías: que el mercado es incondicionalmente<br />

eficaz o que es un buen<br />

instrumento para acabar con la pobreza,<br />

que el aumento de los salarios atenta contra<br />

el empleo o que el cobro por las prestaciones<br />

de desempleo limita la disposición a<br />

buscar trabajo. No siempre es fácil el deslinde<br />

entre unas tesis y otras, entre las afirmaciones<br />

acerca de cómo es la realidad y las<br />

que buscan explicarla. Pero ninguna de<br />

las tesis empíricas, de alto o bajo nivel, es<br />

imprescindible, decisiva. Primero, porque<br />

no son compartidas por todos los supuestos<br />

“simpatizantes” del pensamiento único<br />

que, como acostumbra a suceder en el terreno<br />

de las disputas ideológicas, ante las<br />

críticas, siempre “están en otra parte”, siempre<br />

tienen a mano un “bueno, en realidad,<br />

no me refería exactamente a eso”. Sin embargo,<br />

lo verdaderamente importante, lo<br />

que otorga un carácter subordinado a las<br />

tesis anteriores, es otra circunstancia, común<br />

a las piezas ideológicas: la prioridad de<br />

las tesis normativas.<br />

Es importante no descuidar la jerarquía:<br />

aun si se mostraran falsas cada una de<br />

las anteriores tesis, empíricas o teóricas, y<br />

hay razones para pensar que no carecen de<br />

problemas 7 , nada de ello llevaría a rectificar<br />

un núcleo de pensamiento que no está<br />

comprometido –si acaso derivativamente–<br />

con el bienestar o el empleo, sino con ciertos<br />

principios que, ésos sí, suscribe incondicionalmente,<br />

principios que, con frecuencia,<br />

pasan desapercibidos porque son “tan<br />

evidentes” que se dan por supuestos. Circunstancia<br />

a no olvidar: por más pobres<br />

que se “arrojen encima de la mesa”, por<br />

más recordatorios de las verdades del carbonero<br />

acerca del despilfarro de unos pocos y<br />

7 Las tesis anteriores no se han escogido al buen<br />

tuntún, han sido criticadas por A. Castells; N. Bosch<br />

(ed.), El futuro del Estado del bienestar, Civitas, Madrid,<br />

1998; y V. Navarro, Neoliberalismo y Estado del<br />

bienestar, Ariel, Barcelona 1998.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

del hambre de muchos, por más “datos”<br />

que se invoquen, los ideólogos conservadores<br />

del pensamiento único no modificarán<br />

un milímetro sus compromisos valorativos.<br />

La existencia de necesidades por cubrir, aun<br />

en mitad de la abundancia, no constituye<br />

para ellos prueba de nada. Si, por ejemplo,<br />

juzgan que “los pobres se lo han buscado”,<br />

que han elegido libremente modos de vida<br />

irresponsables o que, teniendo oportunidades,<br />

no se han esforzado lo suficiente, concluirán<br />

que no hay ninguna obligación moral<br />

de socorrerlos o, lo que es lo mismo,<br />

que las instituciones públicas no tienen razones<br />

para intervenir en su ayuda, aun si,<br />

por supuesto, es buena cosa que voluntariamente<br />

las gentes puedan hacerlo. En menos<br />

palabras: el meollo del pensamiento único<br />

es normativo y, por ello, resulta inatacable<br />

empíricamente de un modo concluyente.<br />

Otra cosa es que, como corresponde a<br />

una perspectiva fundamentalmente política,<br />

los principios no se presentan desnudos.<br />

Aparecen en una urdimbre en la que,<br />

junto a ellos, se traban consideraciones<br />

empíricas o teóricas, acerca –para seguir<br />

con el ejemplo– de por qué los pobres<br />

han acabado pobres o de cómo se distribuye<br />

la riqueza. De hecho, los principios<br />

pueden llegar a pasar desapercibidos.<br />

Después de todo, cuanto más impregnan<br />

la perspectiva de todos, menos necesario<br />

se hace afirmarlos. Llegan a formar parte<br />

del paisaje moral compartido, se consideran<br />

evidentes. No sólo en el sentido en el<br />

que damos por hecho que la tierra es redonda<br />

o que si no comemos nos morimos.<br />

Más bien en el mismo sentido en el<br />

que damos por hecho que somos mortales.<br />

Aun si nadie se entretiene en recordar<br />

esa “evidencia” a cada instante, contamina<br />

–da sentido– a buena parte de nuestras<br />

acciones: nos invita a decidir, a protegernos.<br />

Su “evidencia”, como se dijo, permea<br />

buena parte de las maneras de mirar, y<br />

por eso mismo la presencia de los principios<br />

pasa desapercibida. Toman la forma<br />

de “intuiciones” cuyo nudo argumental<br />

parece más allá de disputa. Constituyen<br />

“paquetes” argumentales compactos y autónomos,<br />

aun si, casi siempre, acostumbran<br />

a aparecer trabados 8 . Para no hablar<br />

a humo de pajas, bueno será sistematizar<br />

–y criticar– algunas de esas “intuiciones”,<br />

las más frecuentes. Todas ellas conducen<br />

directamente al liberalismo y todas ellas<br />

tienen consecuencias institucionales bastante<br />

inmediatas 9 :<br />

8 De hecho remiten a un núcleo normativo muy<br />

austero. Cfr. nota 12.<br />

FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />

a) La tesis de la incompatibilidad esencial entre<br />

libertad e igualdad.<br />

Esta tesis arranca desde una precisa idea<br />

de libertad como “ausencia de interferencias”:<br />

A tiene libertad de x (viajar, opinar)<br />

cuando no se le prohíbe x. Por supuesto,<br />

que no se le prohíba acceder a x no quiere<br />

decir que pueda acceder a x. Esto último<br />

requiere, con frecuencia, distribuir recursos,<br />

medios. Que nadie me prohíba comer<br />

en Maxim’s no quiere decir que pueda hacerlo.<br />

Pero, según el liberalismo, no es tarea<br />

de las instituciones públicas asegurar<br />

los medios para que la gente realice sus<br />

objetivos ni, por supuesto, tampoco garantizar<br />

su bienestar. Las redistribuciones<br />

realizadas por las instituciones atentan<br />

contra la libertad porque, de un modo u<br />

otro, requieren interferencias, intromisiones,<br />

sea porque se arrebata a unos (los ricos),<br />

sea porque se decide paternalmente<br />

acerca de la vida que conviene a otros (los<br />

pobres). De modo que toda iniciativa en<br />

favor de la igualdad menoscaba la libertad.<br />

Situados ante la necesidad de elegir, el<br />

pensamiento único toma el campo de la<br />

libertad. En ocasiones la tesis de la incompatibilidad<br />

se presenta como la tesis de la<br />

prioridad de la libertad y bajo una formulación<br />

más general, a saber: no se pueden<br />

perseguir radicalmente dos valores a la<br />

vez. Pero, en esencia, el trasunto es el mismo.<br />

Puesto que no hay modo de procurar<br />

máximamente dos objetivos y dado que el<br />

liberalismo está comprometido incondicionalmente<br />

con la libertad, se sigue que<br />

cualquier otro valor o principio institucional<br />

(incluida, por cierto, la democracia) ha<br />

de estar subordinado a la libertad.<br />

b) La tesis de la responsabilidad.<br />

Los individuos han de asumir las consecuencias<br />

de sus actos, para bien y para mal.<br />

9 La argumentación que sigue se sitúa en el descarnado,<br />

y aclarador, terreno de los principios. El mismo<br />

terreno en el que se instaló, por ejemplo, Anarquía, Estado<br />

y Utopía, el brillante ensayo en el que, en 1974,<br />

Robert Nozick pulimentó con excepcional robustez el<br />

núcleo de un pensamiento que dotó a muchos conservadores<br />

–a la Thacher– de herramientas ideológicas de referencia.<br />

Aprovecho la corrección de galeradas para rendir<br />

un pequeño homenaje a ese excepcional filósofo,<br />

uno de los más grandes del siglo XX, fallecido el 23 de<br />

enero 2002 a la edad de 63 años. Nozick realizó contribuciones<br />

importantes, además de en filosofía política,<br />

las que lo “consagraron”, en metafísica, teoría del conocimiento<br />

y teoría de la racionalidad. Sus méritos fueron<br />

muchos, entre ellos la honestidad intelectual, que le llevó<br />

a modificar algunos de los puntos de vista que tan<br />

popular lo hicieron entre los defensores del capitalismo.<br />

Por supuesto los liberal-conservadores “políticos” no<br />

atendieron a las modificaciones, como de hecho<br />

no atendieron a sus otros puntos de vista liberales. Tampoco<br />

parecen haberse acordado mucho de él, al menos<br />

por estos pagos, en la hora de su muerte.<br />

27


LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />

El principio permite recompensar el esfuerzo<br />

individual y, también, abandonar a su<br />

suerte a los que, libremente, han elegido<br />

mal. El empresario tiene derecho sobre lo<br />

que es resultado de sus esfuerzos, pero también<br />

ha de asumir las consecuencias de sus<br />

malas elecciones. Si, por ejemplo, yo escojo<br />

una vida de riesgo (empresas temerarias,<br />

conducir sin casco, fumar) y como consecuencia<br />

de ello sufro ciertas peripecias (ruina,<br />

accidente, enfermedad), no hay ninguna<br />

obligación moral de socorrerme por parte<br />

de los demás. No es tarea de las<br />

instituciones públicas protegerme de mis<br />

elecciones. En ese sentido, exigir a los demás<br />

que paguen impuestos para asegurarme<br />

frente a riesgos libremente asumidos no<br />

es diferente de un robo: se arrebata a la<br />

fuerza a uno lo que es legítimamente suyo<br />

para dárselo a otro que no tiene ninguna<br />

justificación moral para disfrutarlo. Ello no<br />

quita que quepa elogiar la generosidad de<br />

quienes voluntariamente me presten su<br />

ayuda. Pero una cosa es la voluntad, cosa<br />

de cada cual, y otra la obligación, la que está<br />

detrás de impuestos y redistribuciones.<br />

c) La tesis de la propiedad (de los “recursos<br />

externos”).<br />

Para realizar mis objetivos, para que pueda<br />

controlar mi propia vida, necesito disponer<br />

libremente de lo que es legítimamente<br />

mío 10 . Para ser libre yo he de disponer<br />

de mis bienes como dispongo de<br />

mi cuerpo, de mis talentos o habilidades.<br />

Yo puedo ser una suerte de Ferrari humano,<br />

repleto de poder y sabiduría, pero estaré<br />

tan inmóvil como una piedra si no<br />

puedo disponer de combustible. De hecho,<br />

ni siquiera podré disponer de mí<br />

mismo, de mi poder o de mi sabiduría.<br />

Sin combustible, el Ferrari será igual al<br />

motocarro: los dos incapaces de hacer uso<br />

de sus capacidades. Si para ejercer mis capacidades<br />

necesito recursos externos, bienes,<br />

y es el caso que no puedo disponer libremente<br />

de éstos, porque, por ejemplo,<br />

son de propiedad común, en rigor tampoco<br />

puedo hacer uso de mis capacidades.<br />

Y en la medida en que no puedo desplegar<br />

mis talentos, no soy ni siquiera<br />

dueño de mi propio cuerpo. Si la comunidad<br />

puede decidir qué hacer con todos<br />

10 El adverbio es importante. No se discutirá<br />

aquí qué se entiende por “legítimamente mío”. Cuando<br />

se describe el sistema impositivo como un “robo”,<br />

se asume que: a) la distribución actual de la riqueza<br />

(por parte del mercado) es la justa; b) la distribución<br />

de los derechos de propiedad inicial es la justa (“natural”)<br />

y la violencia empieza por “la interferencia” impositiva,<br />

por la intromisión de la ley.<br />

los recursos “externos”, cualquier proyecto<br />

de vida, que siempre necesita de bienes<br />

“externos”, será de imposible realización.<br />

Si todos disponen de todo, yo no puedo<br />

hacer nada: ¿de qué me sirve ser dueño de<br />

mí mismo si necesito la autorización de los<br />

demás para hacer uso de mis bienes y sin<br />

mis bienes no puedo ejercer mis talentos?<br />

La comunidad, al disponer de mis bienes,<br />

está, de hecho, disponiendo de mí. Cuando<br />

el Estado interviene en mis bienes es como<br />

si dispusiera de mis talentos. No hay una<br />

diferencia de principio entre un Estado que<br />

establece un impuesto a los ricos para obligarles<br />

a ayudar a los pobres y otro que les<br />

obligara a trabajar. En ambos casos se dispone<br />

de facto de mis capacidades sin que yo<br />

pueda decidir nada. Y eso supone violar mi<br />

libertad: si no hay consentimiento, no hay<br />

intervención justificada. Nadie disfruta de<br />

un derecho que no sea resultado de un<br />

acuerdo libre. Todo lo demás, esclavitud.<br />

d) La tesis de los derechos negativos.<br />

Los derechos deben proteger las libertades<br />

básicas y están justificados en la medida en<br />

que aseguran que no se producen intromisiones.<br />

En ese sentido, sólo se consideran<br />

genuinos derechos los “negativos”, que<br />

protegen frente a las interferencias; en ningún<br />

caso los llamados “derechos sociales” o<br />

positivos, los derechos a la asistencia o al<br />

bienestar. El trazo entre unos y otros es<br />

limpio. Los derechos negativos, como la libertad<br />

de expresión, la propiedad, la vida,<br />

asociados a las libertades básicas, toman la<br />

forma de simples prohibiciones (no se puede<br />

hacer x –robar, matar, impedir viajar–)<br />

y, por ende, no requieren recursos, resultan<br />

sencillos de asegurar y, además, es fácil reconocer<br />

cuando se violan. Por contra, los<br />

derechos positivos, como el “derecho” al<br />

bienestar, que toman la forma de “los ciudadanos<br />

han de poder hacer/tener garantizado<br />

x”, reclaman recursos y nunca hay<br />

modo de averiguar si han sido violados ni<br />

tampoco cuándo se han realizado realmente.<br />

Sucede como con la felicidad: no es un<br />

asunto fácil de traducir en disposiciones legales.<br />

Asegurar el bienestar de los individuos,<br />

precisar cuándo están satisfechos, parece<br />

bastante más complicado que impedir<br />

que les roben o que determinar cuándo su<br />

libertad de expresión ha sido socavada.<br />

Habida cuenta de que las instituciones<br />

han de procurar la libertad, esto es, que<br />

las interferencias sean mínimas, su compromiso<br />

se agota en los derechos negativos.<br />

Es más, la (imposible) garantía de los<br />

derechos positivos requiere interferencias<br />

arbitrarias y, en ese sentido, atenta contra<br />

los derechos negativos: hay que quitar recursos<br />

a unos y, paternalmente, procurar<br />

una buena vida a todos 11 .<br />

28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Los problemas de los principios<br />

Las cuatro tesis anteriores sistematizan cuatro<br />

ideas que “están en el aire” en las estrategias<br />

del pensamiento único. Conforman<br />

un conjunto de argumentos, que, de un<br />

modo u otro, con dispar acento, están en la<br />

gramática oculta de no pocas las intervenciones<br />

políticas. Cierto es que si recorriéramos<br />

el trayecto completo, después de lo<br />

hasta aquí avanzado, desde el vaporoso<br />

“pensamiento único” hasta las estrategias<br />

argumentales descritas, el siguiente paso<br />

nos permitiría recalar en una formulación<br />

más austera que conduce directamente al<br />

núcleo liberal, a ciertos principios normativos<br />

y a unas pocas ideas acerca de los humanos<br />

y sus relaciones, de cómo somos, de<br />

las instituciones y las leyes 12 . Sin embargo,<br />

se ajusta mejor a cómo son realmente las<br />

cosas en el debate contemporáneo la formulación<br />

en los términos anteriores, como<br />

cuatro principios independientes. Por lo<br />

demás, la anterior presentación muestra la<br />

“natural” transición entre los principios<br />

normativos y las prácticas políticas que han<br />

servido de crítica a las intervenciones públicas.<br />

Es hora de repasar su solvencia:<br />

a) La tesis de la incompatibilidad se ampara<br />

en un falso dilema.<br />

Según esa tesis, toda redistribución de recursos<br />

supone una interferencia y, atendiendo<br />

a la definición de libertad, como<br />

ausencia de intromisiones, equivale a una<br />

disminución de la libertad. De ese modo se<br />

11 En ocasiones, a los anteriores argumentos se<br />

añade algún otro que invoca la democracia. Pero la<br />

democracia tiene mal acomodo en el núcleo liberal del<br />

pensamiento único. De un modo o de otro, la democracia<br />

tiene que ver con la toma común de decisiones<br />

acerca de la vida colectiva, y eso no encaja bien con el<br />

liberalismo. El liberal tiene una visión territorial de las<br />

decisiones: si la sociedad –los demás, todos– aumenta<br />

su número de ámbitos de decisión, menos me queda a<br />

mí por decidir. Desde esa perspectiva, los derechos<br />

vienen a ser como fronteras, como una suerte de coto<br />

que limita el territorio accesible a la voluntad general.<br />

Los derechos aseguran que nadie, la sociedad, puede<br />

decir nada acerca de cómo yo vivo. Si tú quieres vivir<br />

en Barcelona antes que en Madrid, no es cosa de los<br />

demás terciar en ello. Repárese en que no se trata de<br />

que todos aseguremos los derechos de cada uno (visión<br />

republicana o, en cierta medida, de liberales heterodoxos<br />

como J. Waldron); en este caso, que todos<br />

garanticemos tu (justo) derecho a vivir donde te plazca.<br />

Esa posibilidad, la garantía pública de los derechos<br />

justos, acercaría a una idea positiva de la libertad que<br />

choca con los derechos negativos liberales, con la libertad<br />

entendida como “ausencia de interferencias”.<br />

12 Los cuatro principios anteriores se podrían<br />

formular como desarrollos de uno o dos principios<br />

más básicos –nucleares para el liberalismo— referidos<br />

a los derechos y a la libertad “como ausencia de interferencias”.<br />

Si los derechos se entienden como absolutos,<br />

en el doble sentido de inviolables, y de incondicionales,<br />

de tener prioridad sobre cualquier otra consideración,<br />

los argumentos anteriores se siguen de un<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

produce necesariamente un dilema entre<br />

igualdad y libertad. Sin embargo, mirado<br />

de cerca, el dilema lo es menos, incluso si se<br />

acepta la idea de libertad “como falta de interferencias”,<br />

si se está de acuerdo en que A<br />

es libre de (hacer uso de) x si no está interferido<br />

para acceder a x. Esto es así por algo<br />

muy sencillo que todos experimentamos<br />

cotidianamente: el dinero es un pasaporte<br />

universal. Si dispones de recursos, puedes<br />

comprar, puedes modificar la estructura de<br />

propiedad y con ella las interferencias que<br />

gobiernan tu vida. En efecto, salvo que sea<br />

su propietario, yo no puedo usar libremente<br />

un bien; me veo “interferido”. Si lo adquiero,<br />

las cosas cambian. Cuando es mío,<br />

eres tú el que no puede –no es libre de– hacer<br />

uso del bien. Ser propietario de un bien<br />

es asegurarse de que los demás no pueden<br />

usarlo, de que están interferidos para hacerlo.<br />

Así las cosas, si recibes una asignación<br />

de dinero se contempla la posibilidad de<br />

que desaparezcan algunas de las interferencias<br />

que regulaban tu vida. Por tanto, una<br />

asignación de recursos supone una asignación<br />

de libertad, aun en el estrecho sentido<br />

de la “libertad como ausencia de interferencias”.<br />

(Por supuesto, al igual que aumenta<br />

la libertad de unos, la redistribución puede<br />

disminuir la de otros, la de quienes ven sus<br />

ingresos disminuidos, pero eso, en el peor<br />

de los casos, supone una simple “reasignación”<br />

de libertad, no una disminución).<br />

b) La tesis de la responsabilidad resulta inconsistente<br />

con las prácticas políticas que<br />

quiere inspirar.<br />

Según la tesis, el individuo ha de asumir<br />

las consecuencias de sus elecciones. Si me<br />

juego el dinero en la Bolsa y me vienen<br />

modo bastante natural. El primero y el último, por<br />

definición, en virtud de la caracterización de la libertad<br />

como “ausencia de interferencias”, el compromiso<br />

incondicional con ella y el criterio (la definición) que<br />

permite el trazo entre derechos positivos y negativos.<br />

Los principios de responsabilidad y de propiedad,<br />

también. El de responsabilidad ya se ha visto de qué<br />

modo se relaciona con la libertad negativa: obligar a<br />

los demás a paliar los males resultado de mis acciones<br />

es atentar contra su libertad. Sin duda, es buena cosa<br />

que las gentes ayuden a los demás, pero eso es asunto<br />

de cada cual. Si yo, buen cristiano, te doy dinero para<br />

paliar los males derivados de tu vida disipada, no hay<br />

nada que decir: es un “acuerdo voluntario”. Si el dinero<br />

se me exige, se comete un robo, no es un acuerdo<br />

consentido. En ningún caso hay una obligación moral<br />

de entregar el dinero y, por supuesto, el Estado no<br />

puede interferir en los derechos de los ciudadanos para<br />

reclamar que atiendan a los otros. La existencia de<br />

necesidades insatisfechas no justificaría en ningún caso<br />

interferir en lo que es legítimamente propiedad de<br />

uno. Y ahí ya estamos en el principio de propiedad,<br />

cuya relación con la “ausencia de interferencias” también<br />

es inmediata: decidir sobre lo mío es interferir en<br />

mi vida, limitar lo que yo puedo hacer.<br />

FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />

mal dadas, es mi problema. El principio<br />

no compromete a aliviar el sufrimiento<br />

qua sufrimiento, sino sólo el que no es merecido,<br />

el que no es resultado de una elección<br />

libre. Ahora bien, quien se compromete<br />

con el principio de que “no hay obligación<br />

de mitigar el mal que es resultado<br />

de una torpe elección”, implícitamente parece<br />

asumir que “hay obligación de mitigar<br />

el mal no elegido”. Y este último principio<br />

obliga a bastantes más cosas de las que el<br />

liberal puede estar dispuesto a admitir.<br />

Nacer en una familia (o en un país o<br />

región) pobre, con un sexo (o cultura) sometido<br />

a discriminación, con menos talentos<br />

físicos o intelectuales, no es responsabilidad<br />

de uno, no es una elección,<br />

sino un puro azar social, geográfico o biológico:<br />

uno no ha “merecido” ese infortunio.<br />

La tesis de la responsabilidad parece<br />

conllevar que ese mal no elegido debe ser<br />

reparado. Pero incluso hay más. Para que<br />

el individuo discriminado o con carencias<br />

pueda realmente elegir como los otros, ser<br />

igualmente libre, tener las mismas oportunidades,<br />

necesitará unos recursos que<br />

compensen ese mal azar, ese “mal no elegido”.<br />

De forma que, de un modo u otro,<br />

la tesis de la responsabilidad está comprometida<br />

con políticas bienestaristas, redistributivas.<br />

(Exactamente, lo que debe corregirse<br />

no es el “mal” X, sino las [malas,<br />

injustas] consecuencias distributivas de X.<br />

No es un mal, por ejemplo, nacer en cierta<br />

cultura, con cierto sexo, o ser menos<br />

fuerte. Lo que debe corregirse es un escenario<br />

social [distributivo] que, de un modo<br />

u otro, penaliza a los X) 13 .<br />

c) La tesis de la propiedad resulta inconsistente<br />

con la tesis de la incompatibilidad<br />

(entre igualdad y libertad) y, en sentido estricto,<br />

impediría calificar como “sociedad<br />

libre” al capitalismo.<br />

La tesis de la propiedad empieza por reconocer<br />

que para realizar los planes de vida<br />

se necesitan recursos. Como se ha visto, la<br />

tesis permitía sostener que no hay una diferencia<br />

esencial entre que la sociedad disponga<br />

de mi cuerpo y que disponga de<br />

mis recursos, porque en un caso y en otro<br />

yo estoy impedido para realizar mis fines.<br />

Para ser libre se necesitan recursos externos,<br />

bienes. Pero si es ése el caso no queda<br />

muy bien parado el primer principio,<br />

la contraposición entre libertad e igual-<br />

13 E. Anderson ha destacado con brillantez el carácter<br />

estigmatizador de ciertas defensas de la igualdad:<br />

el problema no es la diferencia, sino que esa diferencia<br />

esté penalizada; cfr. ‘What is the point of Equality?’,<br />

Ethics, 109, 1999.<br />

29


LA LIBERTAD INHÓSPITA<br />

dad, que– no se olvide– se amparaba en la<br />

presunción de que la libertad sólo tiene<br />

que ver con “la prohibición” de perseguir<br />

fines, no con su realización. No sólo eso.<br />

La tesis de la propiedad choca frontalmente<br />

con los fundamentos normativos<br />

que llevan a calificar al capitalismo como<br />

“sociedad libre”.<br />

Para los defensores del capitalismo<br />

también son libres los trabajadores,<br />

aquellos que, por no tener nada, se ven<br />

“obligados” a vender su fuerza de trabajo.<br />

Según ellos, hay una diferencia esencial<br />

entre el esclavo y el trabajador:<br />

aquél no puede disponer de su propio<br />

cuerpo y éste sí. En el capitalismo, las<br />

relaciones entre trabajadores y empresarios,<br />

como las relaciones entre vendedores<br />

y compradores, son contractuales:<br />

los individuos son libres de mantenerlas<br />

o no. Realizan transacciones “bilateralmente<br />

voluntarias”. Ahora bien, la tesis<br />

de la propiedad criticaba la “disposición<br />

pública” (conjunta, democrática) de los<br />

bienes porque dejaba, de facto, a los individuos<br />

en una situación similar a la de<br />

quien no puede disponer del propio<br />

cuerpo: si he de “pedir permiso” para<br />

usar los bienes externos, y si es el caso<br />

que la propiedad de uno mismo sin bienes<br />

con los que ejercerse no es tal, no es<br />

libre disposición, entonces yo dependo<br />

de todos en cada elección. Es como “tener<br />

un sacacorchos cuando se nos prohíbe<br />

acceder a las botellas de vino”.<br />

Pero si es verdad que la ausencia de<br />

bienes externos deja a los individuos en<br />

una situación similar a la de quien no<br />

puede disponer de su propio cuerpo,<br />

tampoco cabe considerar dueño de sí<br />

mismo, libre, al trabajador que carece de<br />

recursos externos. Lo mismo, la incompatibilidad<br />

entre el principio de la propiedad<br />

y el de la contraposición entre la libertad<br />

y la igualdad se puede ver desde el<br />

otro lado: si se quiere seguir calificando al<br />

trabajador como libre, sólo se puede hacer<br />

asumiendo que la disposición de recursos<br />

externos no es una condición para<br />

la libertad. Pero si eso es así, no hay razones<br />

para criticar la propiedad pública<br />

(“la decisión colectiva de los recursos externos”)<br />

y, con ello, la tesis de la propiedad<br />

pierde fundamento 14 .<br />

14 G. Cohen, ‘Freedom and Money’ (mimeo): G.<br />

Cohen, Self-ownership, Freedom and Equality, Cambridge<br />

University Press, Cambridge, 1995. Por supuesto se<br />

podría criticar la propiedad pública por otras razones,<br />

por razones de eficiencia, por ejemplo. Pero la estrategia<br />

liberal está argumentando desde la libertad (para disponer<br />

de uno mismo), no desde el bienestar.<br />

d) La tesis de los derechos negativos se sustenta<br />

en un criterio de imposible especificación.<br />

La distinción entre derechos positivos y derechos<br />

negativos se basa en dos características<br />

que se presentan como específicas de los<br />

primeros y que resultan inconvenientes<br />

desde la perspectiva liberal-conservadora:<br />

a) requieren recursos y, por tanto, obligan a<br />

realizar interferencias, a atentar contra la libertad;<br />

b) resultan insaciables, esto es, nunca<br />

habría modo de saber cuando están<br />

cumplidos completamente 15 .<br />

Sin embargo, tales criterios están lejos<br />

de resultar inequívocos. Por una parte, los<br />

derechos negativos también necesitan recursos.<br />

Pensemos en uno de los derechos<br />

negativos más queridos para la tradición<br />

liberal: el derecho a la propiedad 16 . No<br />

hay propiedad privada si no se está en<br />

15 S. Holmes, C. Sunstein, The Cost of Rights,<br />

Norton, Nueva York, 1999.<br />

16 Conviene advertir en todo caso que la idea de<br />

propiedad liberal, como derecho a hacer lo que se quiere<br />

con lo “de uno”, con unas pocas limitaciones del Gobierno,<br />

no es la única; cfr. J. Singer, Entitlement, Yale<br />

University Press, New Havent, 2000.<br />

condiciones de excluir a los demás de su<br />

uso, si no hay medios para defenderla. La<br />

garantía de que no me veo interferido en<br />

el uso de mi propiedad, el ejercicio de mi<br />

derecho, requiere sistemas de vigilancia,<br />

policías, marcos legales y sistemas de justicia.<br />

La protección frente a “la intromisión<br />

de la sociedad” es imposible sin un<br />

soporte social. Soporte que se ampara,<br />

por supuesto, en la aceptación como legítimo<br />

de mi derecho, pero también en la<br />

existencia de unos recursos dedicados a<br />

ello. En EE UU, en 1996, fueron 11,6<br />

mil millones de dólares los dedicados a<br />

hacer posible ese derecho. Otro ejemplo:<br />

el derecho a la libertad de opinión, otro<br />

supuesto derecho negativo, también necesita<br />

medios para su ejercicio y para su garantía.<br />

No basta con no “intervenir”. Es<br />

necesario mantener espacios públicos habilitados<br />

y seguros (¿carece de costos el<br />

ejercicio del derecho a manifestarse en favor<br />

de Fidel Castro en Miami, por ejemplo?)<br />

para expresar opiniones; espacios<br />

que no sólo son pagados por los que apoyan<br />

o expresan sus ideas, sino por todos.<br />

Otro tanto sucede con el otro criterio,<br />

con la “insaciabilidad”, con la im-<br />

30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


posibilidad de saber cuándo se dan por<br />

cumplidos. Lo cierto es que, una vez se<br />

reconoce que siempre se necesitan medios,<br />

en un mundo con recursos escasos<br />

nunca hay modo de garantizar completamente<br />

ningún derecho y, por ende, todos<br />

los derechos resultan igualmente insaciables.<br />

Siempre hay decisiones sobre<br />

prioridades: ¿es mejor proteger la propiedad<br />

de unos, en los barrios residenciales,<br />

en Park Avenue, que la vida de<br />

otros, en Harlem? Por supuesto, las elecciones<br />

pueden ser más o menos razonables,<br />

pero son siempre elecciones: por<br />

qué en A y no en B; qué cantidad de recursos,<br />

etcétera. Si todos los derechos<br />

emplean recursos, hay que discutir acerca<br />

de cuáles son importantes, en qué<br />

medida lo son y hasta dónde hay que<br />

asegurarlos. De hecho, “cuando se afirma<br />

que ‘no hay recursos’ para los derechos<br />

–y todos requieren recursos– lo<br />

que se está queriendo decir es que ‘sería<br />

políticamente costoso modificar la estructura<br />

impositiva’. La posibilidad de<br />

cambiar radicalmente la distribución<br />

de renta es simplemente ignorada” 17 .<br />

Obviamente, la dificultad no es técnica:<br />

no hay una imposibilidad material; ni<br />

normativa: no es inmoral. Sencillamente,<br />

no hay capacidad –o decisión– para<br />

modificar el statu quo, para sustituir<br />

unas interferencias por otras. Exactamente<br />

el territorio de la política 18 .<br />

Para acabar<br />

Es cierto que “la tesis” del pensamiento<br />

único no tenía el perfil de una teoría,<br />

que andaba más cerca de la metáfora.<br />

Pero eso en la polémica política, el terreno<br />

donde se situaba, es antes ley que<br />

excepción 19 . Desde siempre la batalla<br />

política se ha provisto de munición en<br />

el territorio de las metáforas. La analogía<br />

espacial está en el origen de la política<br />

parlamentaria moderna: el equilibrio,<br />

la estabilidad, “los montañeses” de la<br />

17 J. Waldron, Liberal Rights, Cambridge University<br />

Press, Cambridge 1993, pág. 2.<br />

18 En algunas formulaciones, a los dos criterios expuestos<br />

(recursos y saciabilidad) se añade un tercero: los<br />

derechos negativos aparecen como “apolíticos”. Pero,<br />

como se acaba de apuntar, se sigue de los anteriores: la<br />

crítica a los dos primeros criterios nos ha llevado a concluir<br />

que hay lugar para las decisiones colectivas.<br />

19 Quizá no resulte ocioso recordar que el brillantísimo<br />

panfleto antisocialista de Hayek, Camino de servidumbre,<br />

debe su éxito a que el Reader’s Digest realizó<br />

una versión abreviada que distribuyó con devoción militante<br />

en todo el mundo (la University of Chicago Press<br />

cedió gratis los derechos de su edición de 1944); cfr. F.<br />

Hayek, Obras completas, vol. I, Editorial Nacional, Madrid,<br />

1997, pág. 102.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Revolución Francesa, la izquierda y la<br />

derecha de cada día. Al cabo, el lenguaje<br />

político se nutre del lenguaje común,<br />

tan trufado de imágenes. No sólo se nutre,<br />

se aprovecha, hay intencionalidad:<br />

quien consigue que las propias metáforas<br />

se conviertan en la cartografía con la<br />

que se mapea el mundo, tiene aseguradas<br />

bastantes victorias 20 . Si uno está en<br />

el centro, es que los otros están en “los<br />

extremos”, es que son unos “extremistas”.<br />

Si la nación (o la empresa) se asimila<br />

a una familia, quién será el descastado<br />

que tenga el mal gusto de preguntar<br />

acerca de cómo se reparten las tareas<br />

domésticas o los ingresos. Si el mercado<br />

es “libre”, dónde está el valiente que se<br />

atreve a atentar contra “la libertad”.<br />

Asegurada la analogía están decididas las<br />

preguntas apropiadas y las inoportunas,<br />

incluso, las imposibles. “Abusar de las<br />

palabras es apoderarse de todo el poder<br />

social”, dejó dicho Robespierre.<br />

Con sus tiros a bulto sobre un blanco<br />

huidizo y de contornos difusos los<br />

críticos no aspiraban más que a invitarnos<br />

a dudar acerca de la solvencia de algunas<br />

certidumbres en que se cimentaba<br />

nuestra mirada sobre el mundo. En cierto<br />

modo, forzando en trazo y estirando<br />

la ambición, era una elemental prolongación,<br />

en el tiempo de los medios de<br />

comunicación masivos, de la vieja aspiración<br />

ilustrada de adquirir conciencia<br />

crítica de nuestro estar en el mundo. La<br />

tarea resultaba particularmente necesaria<br />

para una izquierda que, apenas perceptiblemente,<br />

había ido haciendo suyo un<br />

modo prestado de mirar que establecía<br />

prioridades y desatenciones, que enfatizaba<br />

unos problemas y escamoteaba<br />

otros 21 . El trayecto recorrido en las pá-<br />

20 Sobre la eficacia política de las metáforas conservadoras:<br />

G. Lakoff, Moral Politics. What Conservatives<br />

know that Liberals don’t, University of Chicago<br />

Press, Chicago, 1996.<br />

21 La presencia de esa cartografía ajena se dejaba<br />

ver, especialmente, en la manera de defender las ideas.<br />

Sucedía, incluso, con las ideas que otorgaban identidad,<br />

que justificaban la propia existencia de la izquierda, empezando<br />

por ese peculiar modo de “defender” la igualdad<br />

que insistía en mostrar que “la igualdad es eficiente”.<br />

El problema con ese proceder no es si es verdad o<br />

no que “la igualdad es eficiente”. Es muy posible que así<br />

sea, que la igualdad contribuya a la eficiencia, pero,<br />

cuando esa tesis está al servicio de la “justificación” de la<br />

igualdad, el problema ya no es de “verdad o falsedad”,<br />

sino de “qué es lo que importa”, de cuáles son las prioridades.<br />

Si la eficiencia es el valor último, parece obligado<br />

admitir que, si las cosas fueran de distinto modo, que si<br />

la igualdad dejara de ser eficiente, tocaría abandonar la<br />

igualdad. Desde esa perspectiva, los valores que daban<br />

sentido a la existencia de la izquierda parecen reclamar<br />

un aval “ulterior”, más básico, fundante. Sólo quedaría<br />

pedir disculpas por la propia identidad.<br />

FÉLIX OVEJERO LUCAS<br />

ginas anteriores nos ha mostrado que,<br />

después de todo, no era trivial filosofía<br />

de periodistas la convicción de que “hay<br />

otras miradas” y, lo que es más importante,<br />

que la mirada en la que se andaba<br />

estaba lejos de resultar convincente. n<br />

[Introducción adaptada del libro de mismo título de<br />

próxima aparición en editorial Paidós.]<br />

Félix Ovejero Lucas es profesor de Ética y economía<br />

en la Universidad de Barcelona. Autor de Sombras<br />

Liberales.<br />

31


POLÍTICA DE INMIGRACIÓN:<br />

30 PROPUESTAS<br />

La aprobación en el Reino Unido, el<br />

14 de diciembre de 2001, de la nueva<br />

y dura ley antiterrorista impulsada<br />

por D. Blunkett, ministro del Interior del<br />

Gobierno Blair, demuestra los riesgos de<br />

la estrategia nacida el 12 de septiembre<br />

de 2001. Esa ley permite la detención indefinida<br />

de extranjeros sospechosos de terrorismo,<br />

sin que la policía deba ponerlos<br />

a disposición del juez antes de 72 horas; es<br />

decir, rompe con el principio de habeas<br />

corpus que rige en ese país desde 1679.<br />

Además, su aprobación ha exigido la suspensión<br />

del artículo 5 del Convenio Europeo<br />

de Derechos Humanos apenas 13 meses<br />

después de su incorporación a la legislación<br />

nacional. Para ello, el Gobierno ha<br />

tenido que alegar que el Reino Unido se<br />

encuentra en una de las situaciones previstas<br />

en el artículo 15 del mismo convenio,<br />

“Emergencia o estado de guerra”. ¿Y a<br />

quién se va a aplicar esta legislación de excepción?<br />

Siguiendo los pasos del fiscal general<br />

Ashcroft, que ha desarrollado con<br />

inusitada dureza las posibilidades abiertas<br />

por la U.S. Patriot Act en EE UU, los destinatarios<br />

son los emigrantes que tengan vinculación<br />

con el mundo árabe o la confesión<br />

islámica (en el caso de EE UU, el principio<br />

de sospecha se extiende a todos los extranjeros<br />

residentes con esas características, incluso,<br />

aunque tengan condición de ciudadanos),<br />

que se sitúan así en el punto de<br />

mira de la estrategia desplegada en la guerra<br />

antiterrorista, que hace del hecho de<br />

inmigrar una condición de sospecha.<br />

Política de inmigración y lucha<br />

contra el terrorismo<br />

En efecto, desde el 12 de septiembre, y<br />

ante la prioridad absoluta de esa “guerra”<br />

contra el terrorismo, las políticas de inmigración<br />

han desaparecido –al menos como<br />

prioridad– de la agenda política europea,<br />

salvo en su vinculación a las cuestiones de<br />

JAVIER DE LUCAS<br />

home policy; o, para decirlo con más claridad<br />

y precisión, en su conexión con la dimensión<br />

de seguridad y orden público,<br />

una clave de interpretación del fenómeno<br />

migratorio que la UE parecía haber empezado<br />

a superar tras la cumbre de Tampere<br />

de 1999 y tras la importante propuesta del<br />

comisario Vitorino en su Comunicación<br />

757 final, de 22 de noviembre de 2000.<br />

Detener esa vuelta de tuerca constituye,<br />

a juicio de muchos de nosotros, una<br />

prioridad inexcusable 1 . Y no sólo por la<br />

inadecuación de dicho modelo para ofrecer<br />

una respuesta legítima y adecuada a la<br />

gestión de los flujos migratorios sino, más<br />

sencillamente, porque semejante “política”<br />

de gestión de la inmigración, lejos de<br />

contribuir a la victoria en la batalla frente<br />

al terrorismo, la dificulta. La estigmatización<br />

de la inmigración que trata de llegar<br />

a la Unión Europea (UE), al menos de<br />

una parte importante de ella, la que procede<br />

del sur y del oriente del Mediterráneo<br />

y de países africanos con fuerte tradición<br />

islámica, es un elemento que ahonda<br />

esa “globalización de la rabia”, que es un<br />

factor cuyas causas se deben eliminar si de<br />

verdad nos tomamos en serio el combate<br />

contra las nuevas formas de terrorismo<br />

internacional.<br />

En particular, el síndrome securitario<br />

que está alcanzando la dimensión de un<br />

reflejo condicionado cada vez que se menciona<br />

la cuestión de los flujos migratorios<br />

que proceden de diferentes países del continente<br />

africano y en particular del Magreb,<br />

es aún más contraproducente en un<br />

país como España, para el que la política<br />

euromediterránea, entendida en términos<br />

de construir una asociación mutuamente<br />

beneficiosa y no de edificar un muro que<br />

1 Así lo han advertido, con diferentes argumentos,<br />

Castles (2000), Bauböck (2001), Martiniello<br />

(2001), Zapata (2002) y De Lucas (2002).<br />

nos preserve de las amenazas que llegan<br />

del sur, debiera constituir una prioridad<br />

absoluta. En ese sentido parece más que<br />

preocupante el decaimiento del programa<br />

surgido de la Conferencia de Barcelona,<br />

sobre todo por lo que se refiere a las condiciones<br />

previas de esa política de colaboración<br />

y, no digamos, de asociación: mutuo<br />

conocimiento, cauces constantes de<br />

diálogo y mecanismos eficaces de lucha<br />

frente a los prejuicios. Sin esos cimientos,<br />

no puede consolidarse lo que es más importante,<br />

la existencia y el fortalecimiento<br />

de los intereses compartidos reales.<br />

Hoy, frente a los riesgos denunciados<br />

en aquella conferencia, en particular en su<br />

foro civil y en el foro alternativo, crece<br />

hasta alcanzar casi el grado de obsesión el<br />

viejo diagnóstico del “conflicto de civilizaciones”,<br />

concretado en el fobotipo del<br />

inmigrante de la ribera sur, identificado<br />

en términos acríticos y generalizantes<br />

–pero sumamente eficaces ante la opinión<br />

pública– como fundamentalista islámico<br />

y terrorista, frente a quien (Sartori dixit)<br />

no vale el discurso de la ciudadanía, la democracia<br />

y los derechos, por su carácter<br />

inasimilable e incompatible (una argumentación<br />

que pasa del diferencialismo cultural<br />

–que es el mensaje del nuevo racismo–<br />

a la justificación de discriminaciones inaceptables<br />

en su status jurídico y político).<br />

Lamentablemente, la imprecisión parece<br />

rodear al programa de la conferencia de<br />

Valencia de abril de 2002, quizá la última<br />

oportunidad para recuperar algo de ese<br />

impulso, que no debiera perderse en declaraciones<br />

retóricas que todos comparten<br />

porque no cuestan nada y no se van a<br />

concretar en exigencias de actuación.<br />

Modelos de gestión de la inmigración<br />

La consecuencia de todo ello es volver a<br />

un modelo de gestión de la inmigración<br />

(factor importante pero no exclusivo de la<br />

multiculturalidad, desde luego no en los<br />

32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


países del sur de la UE) en términos de<br />

política instrumental y defensiva, de policía<br />

de fronteras y adecuación coyuntural a<br />

las necesidades del mercado de trabajo<br />

(incluida la economía sumergida). Una<br />

política de inmigración que, al igual que<br />

sucede con algunas políticas de gestión de<br />

la multiculturalidad, se basa paradójicamente<br />

en la negación de su objeto 2 , pues<br />

consiste en negar al inmigrante como tal<br />

inmigrante, es decir, alguien cuyo proyecto<br />

–plural– puede ser perfectamente tratar<br />

de quedarse en el país de recepción, al<br />

menos durante un periodo estable, que<br />

tampoco significa necesariamente (sobre<br />

todo en los tiempos de la globalización)<br />

quedarse para toda la vida, al menos en el<br />

proyecto de la primera generación. Se niega<br />

la posibilidad de ser inmigrante de verdad,<br />

esto es, libre en su proyecto migratorio<br />

(el que sea), basado simplemente en la<br />

libertad de circulación. En lugar de aceptar<br />

esa posibilidad o, al menos, de abrirla, se<br />

extranjeriza al inmigrante, se le estigmatiza,<br />

congelándolo en su diferencia, como<br />

distinto (extranjero) y sólo como trabajador<br />

útil en nuestro mercado formal de trabajo<br />

aquí y ahora. Por eso, se le imponen<br />

2 Y por eso en realidad –es decir, no sólo por sus<br />

deficiencias en términos de eficacia– es por lo que la<br />

política de inmigración española puede calificarse, como<br />

lo ha hecho Subirats (2002), como una “no política<br />

de inmigración”.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

condiciones forzadas de inmigración, supeditadas<br />

al interés exclusivo e instrumental<br />

de la sociedad de destino, que sólo le necesita<br />

como mano de obra y sujeta a plazo.<br />

Ése es un modelo de gestión de la inmigración<br />

construido a base de la creación<br />

de distinciones pretendidamente científicas<br />

pero de enorme trascendencia normativa y,<br />

sobre todo, maniqueas, como han mostrado,<br />

por ejemplo, Castles o Bauböck. Lo<br />

más grave es que esas categorías clasificatorias,<br />

pese a su pretendida objetividad, no<br />

responden a la realidad, no se adecuan a<br />

ella y por tanto difícilmente pueden servir<br />

como instrumentos eficaces para gestionarla.<br />

Lo que es aún peor, ignoran la realidad<br />

pues se empeñan en negarla, en desconocerla.<br />

Así, distinguen entre buenos y malos<br />

inmigrantes, es decir, entre los que se ajustan<br />

a lo que nosotros entendemos como<br />

inmigrantes necesarios (adecuados a la coyuntura<br />

oficial del mercado formal de trabajo<br />

3 , asimilables culturalmente, dóciles) y<br />

los demás, que son rechazables, bien por<br />

delincuentes (cometen actos delictivos, comenzando<br />

por entrar clandestinamente en<br />

nuestro país, lo que evoca connivencia con<br />

las mafias), bien por imposibles de aceptar<br />

(porque desbordan nuestros nichos laborales<br />

o son inasimilables): por una u otra razón,<br />

constituyen el ejército de reserva de la<br />

3 Cfr. Martiniello (2001).<br />

delincuencia y, rizando el rizo de la argumentación,<br />

generan racismo y xenofobia<br />

contra los inmigrantes buenos. Aún más.<br />

Como ha criticado Castles, buena parte de<br />

las políticas contemporáneas de inmigración<br />

han elaborado una tipificación más<br />

eficaz, más “científica”, la que permite distinguir<br />

entre verdadera y falsa inmigración.<br />

‘Verdadera’ y ‘falsa’ inmigración<br />

La falsa, la inmigración “forzada” –como<br />

si la otra fuera puramente libre–, está<br />

constituida por las manifestaciones clásicas<br />

de refugio y asilo, junto a los fenómenos<br />

más recientes que calificamos como<br />

desplazamientos masivos de población, característicos<br />

de quienes huyen de catástrofes<br />

de todo tipo, desde las naturales (terremotos,<br />

hambrunas, inundaciones, sequías)<br />

hasta las sociales (guerras civiles, conflictos<br />

étnicos, religiosos, etcétera). Esta segunda<br />

clase, la falsa inmigración, además, tiene<br />

hoy una cómoda y –para nosotros– rentable<br />

etiqueta: “lo humanitario”, de forma<br />

que podemos olvidarnos de ella como un<br />

asunto a gestionar en el ámbito de políticas<br />

de inmigración, salvo para vigilar que<br />

ningún inmigrante tout court (el económico)<br />

intente “colarse”, utilizando fraudulentamente<br />

esta segunda vía.<br />

Por el contrario, para asegurarnos de<br />

cuándo nos encontramos ante la primera,<br />

la verdadera inmigración, que es, claro, la<br />

económico-laboral, la de los trabajadores,<br />

33


POLÍTICA DE INMIGRACIÓN: 30 PROPUESTAS<br />

se les impone a éstos un corsé diseñado<br />

según el viejo modelo del Gastarbeiter, el<br />

guest worker, el trabajador invitado, que<br />

es, sobre todo, extranjero. Esa figura significa<br />

en primer lugar eso, que no es un<br />

inmigrante, porque no se quiere aceptar<br />

la posibilidad de que venga aquí en otra<br />

calidad que la de trabajador; aún menos,<br />

de trabajador dentro de un cupo predeterminado.<br />

Frente al Gastarbeiter no hay,<br />

no puede haber, voluntad de integración,<br />

porque no se acepta la posibilidad<br />

de que pueda aspirar a quedarse establemente<br />

(aunque no sea de forma definitiva,<br />

insisto). No hay integración, que supone<br />

aceptar que el inmigrante es parte<br />

activa en un proceso bidireccional que<br />

involucra en el cambio también a la sociedad<br />

de acogida, y por eso el Bild podía<br />

titular el pasado verano, al recoger la<br />

noticia de un programa de reclutamiento<br />

de la RFA de técnicos informáticos titulados<br />

en universidades de la India: Inder,<br />

nicht Kinder! (queremos indios, trabajadores<br />

superiores informáticos indios, sí,<br />

pero nada de niños, nada de quedarse a<br />

formar familia y vivir entre nosotros más<br />

allá de su contrato). Por eso, una condición<br />

tan necesaria del proceso de integración<br />

como el ejercicio del derecho de<br />

reagrupamiento familiar no es reconocida<br />

como tal, sino como un problema,<br />

como una vía no deseada de entrada de<br />

seudoinmigrantes (pues sólo son familiares<br />

del trabajador, del verdadero inmigrante,<br />

que es el trabajador). Por eso no<br />

se plantea la prioridad de las condiciones<br />

de residencia estable o de verdadera libertad<br />

de circulación en los dos sentidos.<br />

Por eso la insistencia en que los derechos<br />

que corresponde reconocer son sólo los<br />

derechos humanos universales, y aun estos<br />

fuertemente restringidos. Por eso, lo<br />

inconcebible de pensar al inmigrante como<br />

posible ciudadano 4 .<br />

Las tres piezas de una política<br />

de inmigración<br />

Recordemos una obviedad en la que han<br />

insistido reiteradamente todos los expertos,<br />

como Sami Naïr 5 . No hay política<br />

de inmigración sin tres piezas: a) una<br />

gestión legal de los flujos (gestión, que<br />

no doinio o control unilateral), respetuosacon<br />

los principios del Estado de derecho,<br />

lo que parece exigir el reconocimiento<br />

de la equiparación de derechos,<br />

4 Es lo que señalan, por ejemplo, Bauböck<br />

(2001), o Castles y Davidson (2000).<br />

5 Cfr. Naïr y De Lucas (1997).<br />

34<br />

más allá incluso de los derechos humanos<br />

básicos 6 ; b) un ambicioso programa<br />

de codesarrollo que asocie a los países de<br />

recepción con los países de origen y transforme<br />

a la inmigración en un factor beneficioso<br />

para esa dos partes y para los propios<br />

inmigrantes, que son los principales<br />

agentes de este proceso, aunque lo olvidemos;<br />

y, finalmente, c) mecanismos –políticas<br />

públicas– de integración de los inmigrantes,<br />

o de acomodación, como prefieren<br />

decir Ricard Zapata y Jeff Halper 7 .<br />

La agenda europea no parece encaminada<br />

a avanzar en esos tres ámbitos como<br />

prioridad. En lugar de ello, el pilar internacional<br />

(la política de convenios con los países<br />

de origen y tránsito de los flujos migratorios<br />

que tienen por destino la UE) parece<br />

orientado al objetivo de asociar a esos países<br />

exclusivamente en la función de policía<br />

de fronteras, conforme a la prioridad de esta<br />

política, que es la lucha contra la inmigración<br />

ilegal, contra las mafias. En cuanto<br />

a la integración de los inmigrantes, difícilmente<br />

se camina hacia ese objetivo si predomina<br />

la visión instrumental del inmigrante<br />

como Gastarbeiter, del trabajador invitado,<br />

como lo muestra el regateo del<br />

derecho al reagrupamiento familiar 8 o la<br />

segmentación de derechos sociales –no digamos<br />

de los políticos–, o la resistencia al<br />

reconocimiento de un status de residente<br />

permanente europeo equiparable a la ciudadanía<br />

para los inmigrantes asentados establemente.<br />

Todo ello se vincula a la primacía<br />

de un modelo policial de gestión de<br />

la inmigración que instituye una especie<br />

de carrera de obstáculos en la que además<br />

cabe la marcha atrás, la caída en la ilegali-<br />

6 Es difícilmente justificable, simplemente desde<br />

una concepción de la justicia coherente con los postulados<br />

liberales, sostener que la discriminación de derechos<br />

hacia los extranjeros pueda presentarse como justificada,<br />

más allá de argumentos meramente prudenciales.<br />

Esa tesis es incompatible con tomar en serio la<br />

universalidad de los derechos, la condición de todos<br />

los seres humanos de agentes morales y titulares de dichos<br />

derechos. Es lo que advierten, desde posiciones<br />

muy diversas, Balibar (1992), Carens (2000) o Ferrajoli<br />

(1998). Pero si superamos el corsé liberal, como<br />

nos proponen Benhabib (1996) o Young (1998), siguiendo<br />

a Honneth y Taylor e incluso a Kymlicka, y<br />

así parece exigirlo el modelo de gestión democrática<br />

de las sociedades multiculturales, esto es, una democracia<br />

plural e inclusiva, entonces esa asimetría en derechos<br />

y ciudadanía es insostenible: cfr. Requejo<br />

(1999) y De Lucas (2002).<br />

7 Cfr. Zapata (2002) y Halper (2002).<br />

8 La persecución y el regateo de los que es objeto<br />

el reconocimiento de este derecho se complementan<br />

con la extraordinaria paradoja que entraña el mecanismo<br />

de sospecha respecto a los denominados “matrimonios<br />

de conveniencia”. Con agudeza y brillantez, Sánchez<br />

Lorenzo (2001) ha criticado la “contaminación romano-canónica”<br />

que supone ese argumento respecto al<br />

modelo de matrimonio civil más fiel a la Constitución.<br />

dad debido al círculo vicioso de permiso<br />

de residencia y trabajo y a la apuesta por<br />

esa ficción de que todos los flujos migratorios<br />

se produzcan por el cauce de la contratación<br />

desde los países de origen.<br />

La Presidencia española de la UE debería<br />

ser una oportunidad para recuperar otro<br />

modelo, más fiel a las recomendaciones de<br />

Tampere y a las propuestas del comisario<br />

Vitorino. Recuperar en primer lugar la política<br />

de inmigración como prioridad en la<br />

agenda política de la UE, más allá del compromiso<br />

de la cumbre de Laeken de diciembre<br />

de 2001. En lo que sigue, formulo<br />

30 propuestas (10 de ámbito europeo, 10 en<br />

el ámbito español, 5 en el de las comunidades<br />

autónomas y 5 más en el ámbito<br />

local) dirigidas a las diferentes instancias<br />

que intervienen en la creación de estas<br />

políticas, desde el convencimiento de que<br />

las contribuciones más positivas a la gestión<br />

de los flujos migratorios proceden de<br />

abajo (comunidades autónomas, ayuntamientos)<br />

y del exterior (los agentes sociales,<br />

las ONG, los sindicatos, las universidades,<br />

las empresas) de la Administración<br />

Central del Estado.<br />

La agenda europea<br />

La agenda europea debería considerar las<br />

siguientes prioridades:<br />

1. Desvincular la política de inmigración<br />

de la guerra contra el terrorismo:<br />

evitar la criminalización de los inmigrantes<br />

y la confusión entre lucha contra las<br />

mafias de inmigración (que son en buena<br />

medida europeas, no extranjeras) y<br />

lucha contra el terrorismo. Para empezar,<br />

no está nada claro qué sean las mafias de<br />

la inmigración, pues, según la amplitud<br />

del concepto, pueden incluir todas las<br />

redes con las que se crea y funciona el<br />

desplazamiento; es decir, calificar como<br />

mafias las redes que permiten el tráfico,<br />

el tránsito, pero libremente, sin explotación:<br />

redes de familia, de vecindad, de<br />

amistad, que actúan como mecanismo<br />

de inserción y facilitan el proyecto migratorio,<br />

y constituyen hoy un mecanismo<br />

básico de la estrategia que lleva a la<br />

inmigración, como han subrayado Izquierdo<br />

o Castles. Criminalizar esas redes,<br />

además de injusto, es un grave error,<br />

pues haría clandestino (aún más de lo<br />

que ya lo es en no pocos casos) un instrumento<br />

eficaz y casi irremplazable de<br />

los flujos migratorios.<br />

2. Evitar los recortes de derechos y libertades<br />

de los inmigrantes y avanzar coherentemente<br />

hacia el reconocimiento y<br />

CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


garantía del principio de igualdad; esto<br />

es, tomar medidas no sólo para luchar<br />

contra la discriminación sino también<br />

para garantizar positivamente su equiparación<br />

en esos derechos con los de los<br />

ciudadanos europeos, con especial atención<br />

a los derechos sociales, pero también<br />

a los políticos, comenzando al menos<br />

en el ámbito local. Si apostamos<br />

por la desvinculación mencionada, no<br />

es cierto que la integración y estabilidad<br />

de los inmigrantes legales exija como<br />

condición previa (menos aún prioritaria)<br />

la prioridad de la expulsión de los<br />

irregulares. Por eso es un error presentar<br />

como condición sine qua non las directivas<br />

que parecen constituir hoy la prioridad<br />

exclusiva de la política europea<br />

(lucha contra las mafias y la inmigración<br />

clandestina: por ejemplo, directiva<br />

contra los “pasadores” de inmigración<br />

ilegal y directiva marco sobre responsabilidad<br />

de los transportistas, propuestas<br />

sobre refuerzo del sistema Eurodac recientemente<br />

acordadas en la cumbre de<br />

ministros de Justicia e Interior en Santiago,<br />

etcétera). Ése es un planteamiento<br />

unilateral.<br />

3. Priorizar la lucha contra la discriminación/subordinaciónjurídicopolítica<br />

de género que han creado los<br />

instrumentos de política de inmigración<br />

y que afectan a las mujeres inmigrantes.<br />

4. Reforzar el reagrupamiento familiar<br />

como derecho de todos los<br />

miembros de la familia, sin condicionamiento<br />

de prejuicios etnoculturales.<br />

Insisto, como derecho, no como instrumento<br />

de la política de inmigración,<br />

como un trámite. Así lo exige el Convenio<br />

de Roma.<br />

5. Prestar especial atención a la situación<br />

de los menores inmigrantes y en particular<br />

a quienes se encuentran en territorio<br />

de la UE sin el núcleo familiar.<br />

6. Dar prioridad en la agenda europea<br />

a la directiva sobre acceso y libre<br />

circulación de trabajadores [Comunicación<br />

386 (final) de 11 de julio de<br />

2001]. Pero es preciso que en esa directiva<br />

se revisen al menos dos elementos:<br />

la identificación del contingente como<br />

medida básica, una herramienta que ha<br />

sido criticada por sus efectos perversos<br />

y su ineficacia (sobre todo en su identificación<br />

como instrumento prioritario<br />

de la política de inmigración) por el<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

propio comisario europeo en la Comunicación<br />

757 ya mencionada, y, además,<br />

la creación del permiso para búsqueda<br />

de trabajo 9 .<br />

7. Priorizar el objetivo de establecer un<br />

estatuto común del residente permanente<br />

europeo, que garantice a los inmigrantes<br />

cuyo proyecto de presencia estable haya sido<br />

reconocido el nivel de equiparación en<br />

derechos y status con los ciudadanos europeos,<br />

más allá de la propuesta sobre estatuto<br />

de nacionales de países terceros residentes<br />

de larga duración [Comunicación 127<br />

(final) de 13 de marzo de 2001].<br />

8. En el pilar internacional, conceder<br />

prioridad en la acción exterior de la UE a<br />

la política de vinculación de codesarrollo e<br />

inmigración, mediante convenios bilaterales<br />

y multilaterales que superen el objetivo<br />

unilateral de asociación de los países de<br />

origen y tránsito en la función de policía<br />

de fronteras. Proveer de instrumentos financieros<br />

a ese respecto, como el Banco<br />

Euromediterráneo de Desarrollo, que es algo<br />

más que una línea de crédito específica.<br />

9. Además, renovar la política euromediterránea<br />

mediante el impulso en la cumbre<br />

de Valencia de los objetivos señalados<br />

en Barcelona y reformulados en el rapport<br />

Naïr al Parlamento Europeo. Reactualizar<br />

el programa marco MEDA. Relativizar como<br />

prioridad –si no como único objetivo<br />

real– la gestión policial común de la frontera<br />

sur mediterránea (directrices comunes<br />

sobre visados, creación de la policía europea<br />

de fronteras).<br />

10. Desarrollar programas de educación<br />

intercultural que supongan, en primer,<br />

lugar el conocimiento de las otras culturas<br />

(más allá de estereotipos que sólo<br />

sirven para construir la ajenidad) y luchar<br />

contra el prejuicio y las bases de la discriminación,<br />

es decir, el racismo y la xenofobia.<br />

Para este propósito es particularmente<br />

importante el fomento de las actividades<br />

de intercambio entre medios de<br />

comunicación para introducir el cambio<br />

de óptica también en los propios medios,<br />

cuya tarea a este respecto sólo es parangonable<br />

por su importancia con la de la escuela<br />

primaria y secundaria.<br />

9 En todo caso, se trata de exigir el cumplimiento<br />

de la legalidad: es decir, de tomar en serio aquello a lo<br />

que nos obliga el Convenio núm. 111 de la OIT, de<br />

1958, ratificado por España en 1967 (también podríamos<br />

hablar del núm. 143), o la Directiva 2000/43 de<br />

la UE, sobre no discriminación en el acceso al empleo.<br />

JAVIER DE LUCAS<br />

La política del Gobierno<br />

El Gobierno de España tiene una oportunidad<br />

para rehacer un modelo de política<br />

de inmigración (en lugar de la actual<br />

no-política, como la calificaba recientemente<br />

Joan Subirats) tomando en consideración<br />

los siguientes objetivos:<br />

11. Recuperar el consenso social en<br />

materia de política de inmigración, más<br />

allá de la aritmética parlamentaria.<br />

12. Revisar la puesta en práctica de un<br />

auténtico plan estatal de integración, de<br />

carácter interdepartamental, lo que exige<br />

al menos actualizar la aplicación del plan<br />

GRECO y su dotación presupuestaria.<br />

13. Crear y dotar inmediatamente la<br />

red pública de centros de inmigraciones<br />

prevista en los artículos 145 a 147 de la<br />

sección segunda del capítulo V del Reglamento<br />

de Aplicación de la Ley 8/2000<br />

(RD 864/2001) y dependiente del Ministerio<br />

de Trabajo y Asuntos Sociales: establecer<br />

su reglamento interno, sus funciones, su<br />

dotación presupuestaria y los criterios de<br />

coordinación con instrumentos similares<br />

de las demás administraciones y de las<br />

ONG, así como el control jurisdiccional.<br />

14. Revisar el permiso excepcional<br />

para búsqueda de trabajo concedido en el<br />

ámbito del servicio doméstico, que, de<br />

hecho, no se ha llegado a poner en práctica.<br />

La propuesta consiste en extenderlo<br />

con carácter de permiso general de estancia,<br />

rompiendo así el círculo vicioso entre<br />

permiso de residencia y trabajo (con contrato<br />

de trabajo en origen) que está en la<br />

raíz de la condición de irregularidad. La<br />

pretensión de contrato exclusivo desde el<br />

país de origen ha sido criticada por los<br />

propios empleadores y los sindicatos. Por<br />

ejemplo, el Confederación Europea de<br />

Sindicatos (CES) en su memoria de 2000<br />

ponía de manifiesto que se trata de “un<br />

esquema puramente ideal que raramente<br />

se cumple” y que obligaría a las oficinas<br />

consulares a convertirse en agencia de<br />

empleo. Asimismo destacaba que los datos<br />

de servicio público de empleo tienen<br />

un porcentaje de error superior al 15%.<br />

15. Habilitar la participación política<br />

de los inmigrantes a escala municipal y<br />

regional, lo que debe incluir el derecho a<br />

voto, en esos ámbitos, de los residentes<br />

a paritr de tres años.<br />

16. Establecer medidas concretas de<br />

35


POLÍTICA DE INMIGRACIÓN: 30 PROPUESTAS<br />

fomento del asociacionismo entre los inmigrantes:<br />

¿acaso no acaba de proclamar<br />

el PP en la ponencia sobre igualdad de<br />

oportunidades de su Congreso de 2002<br />

que el patriotismo constitucional permite<br />

calificar como españoles a todos los inmigrantes<br />

con voluntad de integración y que<br />

se adhieran a ese patriotismo, sin más<br />

identidades culturales?<br />

17. Revisar el Consejo Superior de<br />

Política de Inmigración para asegurar y<br />

optimizar la coordinación de los poderes<br />

públicos de las tres administraciones, con<br />

especial atención al protagonismo de la<br />

Administración municipal.<br />

18. Revisar la composición y atribuciones<br />

del Foro, especialmente el papel de los<br />

inmigrantes, de sus asociaciones, cuya representación<br />

debiera ser paritaria (un tercio).<br />

19. Facilitar y poner los medios necesarios<br />

para que los denunciantes de tráfico<br />

ilegal y/o de explotación no se vean<br />

desamparados. Asegurar la tramitación de<br />

la documentación y del expediente de regularización,<br />

los permisos y el seguimiento<br />

de la ayuda, especialmente en lo relativo<br />

a la jurídica.<br />

20. Aceptar permisos B-iniciales de<br />

trabajo para quienes los solicitan a raíz<br />

de la transformación de su permiso porque<br />

ya tenían permiso de residencia y solicitan<br />

su transformación.<br />

Las comunidades autónomas<br />

Las comunidades autónomas son una<br />

pieza clave en la política de inmigración<br />

propia de un Estado al menos descentralizado,<br />

y más aún en uno que, conforme<br />

a nuestra Constitución, se aproxima a la<br />

dimensión federal. Es necesario reconocer<br />

su capacidad en la gestión de esa política,<br />

en términos de coordinación eficaz,<br />

como antes se ha recordado, pero también<br />

en los de su idoneidad para establecer<br />

cauces eficaces de gestión de los flujos,<br />

por razones de inmediatez en la relación<br />

con los inmigrantes y más aún en<br />

aquellos casos en los que el techo competencial<br />

está claramente reconocido. Es<br />

cierto que habría que distinguir así entre<br />

las que disponen de esa plenitud de<br />

transferencias y las que no, entre las que<br />

reciben una muy significativa inmigración<br />

y las que todavía hoy ofrecen más<br />

bien un saldo de emigración (interior o<br />

internacional). La situación actual es heterogénea,<br />

como han mostrado los estudios<br />

de Eliseo Aja. Hay comunidades co-<br />

mo Cataluña, Andalucía, Baleares, Rioja<br />

o Navarra que han creado departamentos<br />

específicos e incluso ambiciosos planes de<br />

integración en varios casos interdepartamentales<br />

y con dotación presupuestaria.<br />

En términos generales y refiriéndonos sobre<br />

todo a las comunidades autónomas<br />

que no se han dotado de instrumentos<br />

propios de gestión, podríamos hablar de<br />

al menos cinco propuestas:<br />

21. Asignar una dotación presupuestaria<br />

clara a la Delegación para Inmigración, que<br />

debería depender de Presidencia del Gobierno<br />

autónomo. Comparecer ante los Parlamentos<br />

autónomos para explicar las propuestas,<br />

programa y criterios de actuación.<br />

22. Crear un plan interdepartamental<br />

y plurianual de integración de los inmigrantes<br />

en la comunidad autónoma. Prestar<br />

especial atención al fomento de la intervención<br />

de la Administración local en este ámbito<br />

y al papel de las ONG.<br />

23. Organizar inmediatamente el Foro<br />

Autonómico para la Integración, de carácter<br />

plural y abierto no sólo a las grandes<br />

ONG: el papel de los inmigrantes ha de ser<br />

reconocido en esos foros con una representación<br />

de al menos un tercio.<br />

24. Crear un Observatorio Permanente<br />

de Inmigración. Dotar programas de<br />

investigación en colaboración con las universidades,<br />

centros de investigación y empresas.<br />

Fomentar programas conjuntos de<br />

investigación con centros homólogos<br />

de países de origen.<br />

25. Establecer programas de formación<br />

para funcionarios públicos, agentes<br />

sociales y voluntarios que trabajen en este<br />

ámbito.<br />

Las delegaciones del Gobierno<br />

Finalmente, en el ámbito de las delegaciones<br />

y subdelegaciones del Gobierno cabría<br />

pensar en cinco actuaciones inmediatas:<br />

26. Asignar una dotación adecuada a<br />

las oficinas únicas de extranjería.<br />

27. Crear subsedes en las cabeceras de<br />

las comarcas o principales ciudades de cada<br />

provincia.<br />

28. Establecer un término de tres meses<br />

para resolver los expedientes administrativos<br />

de inmigrantes.<br />

29. Proceder a la resolución inmediata<br />

de los casos pendientes de regularización.<br />

30. Aplicar una interpretación favorable<br />

(amplia) en la concesión de permisos<br />

de trabajo y residencia por regularización.<br />

Paralizar o suspender la orden ministerial<br />

del día 14 de enero de 2002 que<br />

veta cualquier solicitud de residencia y<br />

trabajo al margen del contingente.<br />

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Políticas Públicas, núm. 20, 2002.<br />

—L’hora dels inmigrants. Esferes de justicia i politiques<br />

d’acomodació, Proa, Barcelona, 2002.<br />

[Una primera versión de este texto fue presentada<br />

en el Simposio Internacional Europa-Mediterráneo<br />

sobre Políticas Europeas de Inmigración, organizado<br />

por la Universitat Pompeu Fabra y el Institut<br />

Catalá de la Mediterránea, en Barcelona, a finales<br />

de enero de 2002].<br />

Javier de Lucas es catedrático de Filosofía del<br />

Derecho en la Universidad de Valencia. Autor de<br />

36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO<br />

INSTITUCIONAL<br />

La mayor parte de los países democráticos<br />

no practican el patriotismo constitucional.<br />

Por el contrario, las instituciones<br />

políticas se reforman y sustituyen<br />

con mayor frecuencia de lo que<br />

suponen muchos líderes políticos en España<br />

y, también, de lo que se había supuesto<br />

tradicionalmente en algunos estudios<br />

políticos.<br />

En primer lugar, el cambio de régimen<br />

y la democratización ha sido un fenómeno<br />

frecuente en los tiempos recientes.<br />

Cabe registrar no menos de 118 intentos<br />

de democratización sólo en países<br />

con más de un millón de habitantes desde<br />

finales del siglo XIX, mientras que ha habido<br />

133 cambios desde y hacia la democracia<br />

sólo desde 1945 (según los recuentos<br />

de Colomer,2001, y Przeworski et al.,<br />

2000, respectivamente).<br />

En segundo lugar, tienden a proliferar<br />

los cambios institucionales importantes<br />

en el seno de los regímenes democráticos,<br />

incluidos los cambios del sistema electoral,<br />

la introducción de elecciones directas<br />

de presidentes ejecutivos y la descentralización<br />

(Lijphart, 1999).<br />

En tercer lugar, también son muy frecuentes<br />

los cambios institucionales aparentemente<br />

menores, los cuales parecen<br />

tan habituales como los cambios de políticas<br />

públicas en otros campos, pero tienen<br />

a menudo consecuencias notables sobre<br />

las estrategias electorales, los sistemas de<br />

partidos y los resultados de los Gobiernos.<br />

1. El cambio institucional<br />

La relativa frecuencia del cambio institucional<br />

no había sido incluida en muchos<br />

análisis de los procesos políticos centrados<br />

en las elecciones de gobernantes y la toma<br />

de decisiones políticas. Los modelos más<br />

habituales en la ciencia política y los estudios<br />

de políticas públicas se centraban<br />

principalmente en tres elementos: las<br />

preferencias de los ciudadanos, las posi-<br />

JOSEP M. COLOMER<br />

ciones de los partidos políticos y las reglas<br />

institucionales. El supuesto más habitual<br />

era que el conjunto de reglas institucionales<br />

es el más estable de estos elementos,<br />

de modo que el juego político<br />

se desarrollaba mediante intercambios<br />

entre los ciudadanos y los partidos según<br />

las oportunidades, condicionantes e incentivos<br />

proporcionados por el marco<br />

institucional dado.<br />

Las instituciones se han concebido<br />

como mecanismos restrictivos para inducir<br />

estabilidad, además de resolver problemas<br />

de coordinación, cooperación y<br />

agencia. Los modelos de tipo económico<br />

o de elección racional que se han ido difundiendo<br />

en la literatura académica<br />

desde los años setenta muestran que un<br />

proceso abierto de interacciones entre los<br />

ciudadanos y los partidos podría generar<br />

desequilibrio, es decir, resultados impredecibles<br />

e inestables, sobre todo en sociedades<br />

complejas con múltiples dimensiones<br />

de temas políticos y preferencias<br />

dispersas de los ciudadanos. En esta<br />

perspectiva, las regularidades y los equilibrios<br />

políticos pueden ser concebidos<br />

como resultados inducidos por instituciones<br />

relativamente estables a pesar de<br />

lo impredecibles e inestables que serían<br />

potencialmente las interacciones entre<br />

ciudadanos y partidos. (El concepto de<br />

“equilibrio inducido institucionalmente”<br />

fue desarrollado, sobre todo, por Shepsle,<br />

1979, 1986, 1989).<br />

Sin embargo, la observación empírica<br />

más actualizada parece que desafía el realismo<br />

de este supuesto con respecto al<br />

grado relativo de estabilidad de cada uno<br />

de los tres elementos políticos básicos<br />

antes mencionados. En primer lugar, las<br />

preferencias de los ciudadanos, aunque<br />

pueden formarse endógenamente al proceso<br />

político y ser manipulables a corto<br />

plazo, muestran una gran estabilidad a<br />

largo plazo, como lo indican, por ejem-<br />

plo, ciertos estudios del comportamiento<br />

y la volatilidad electoral (por ejemplo, el<br />

de Bartolini y Mair, 1990).<br />

En segundo lugar, los partidos políticos<br />

parecen más móviles y más capaces de<br />

modificar sus agendas y programas de una<br />

elección a otra que los electores. Pero las<br />

observaciones a largo plazo también muestran<br />

que los partidos mayores en las democracias<br />

duraderas tienden a permanecer<br />

pegados a sus etiquetas ideológicas sobre<br />

el eje izquierda-derecha u otras construcciones<br />

similares. Los movimientos espectaculares,<br />

como el de saltar por encima de<br />

las posiciones de otros partidos, son arriesgados<br />

y tienden a ser evitados, especialmente<br />

porque perjudicarían la capacidad<br />

de los líderes políticos de comunicarse con<br />

sus votantes. Precisamente porque las posiciones<br />

ideológicas básicas de cada partido<br />

funcionan como útiles herramientas<br />

heurísticas e informativas en las elecciones<br />

de masas –como se ha subrayado tradicionalmente<br />

en la teoría espacial del voto–,<br />

requieren cierto grado de continuidad. (La<br />

estabilidad de las posiciones relativas de<br />

los partidos puede observarse en los sondeos<br />

y análisis para diferentes periodos<br />

publicados por Castles y Mair, 1984; Laver<br />

y Hunt, 1992; Huber e Inglehart,<br />

1995; Knutsen, 1998).<br />

En este marco de preferencias de los<br />

ciudadanos y posiciones de los partidos<br />

relativamente estables, los cambios de resultados<br />

electorales, de gobernantes y de<br />

políticas públicas pueden depender en<br />

gran medida de la habilidad manipuladora<br />

de los líderes políticos a corto plazo,<br />

incluidas sus maniobras en la selección<br />

de temas de relieve y la formación de la<br />

agenda pública, la retórica y el comportamiento<br />

estratégico en las instituciones.<br />

(Véanse los análisis de Riker, 1983,<br />

1986, 1993).<br />

Pero la estabilidad de las instituciones<br />

formales parece haber sido sobreestimada.<br />

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


En algunas versiones muy notables del esquema<br />

antes apuntado, como la teoría de<br />

las instituciones en equilibrio del premio<br />

Nobel de Economía Douglass North, se<br />

ha subrayado la capacidad de las instituciones<br />

de autorreforzarse y de dificultar<br />

su sustitución mediante los efectos de los<br />

incentivos proporcionados por su propia<br />

estructura. Según el conocido esquema de<br />

North, las instituciones ineficientes pueden<br />

sobrevivir como consecuencia del<br />

aprendizaje por el uso de los actores, la<br />

adaptación de éstos a las regularidades<br />

institucionales y los costes del cambio.<br />

(North y Thomas, 1973; North, 1990;<br />

Pierson, 2000; para una exposición de la<br />

teoría de North en esta misma revista,<br />

con motivo de la concesión del Premio<br />

Nobel, véase Colomer, 1993).<br />

El fundamento principal de este argumento<br />

es que los desarrollos institucionales<br />

están sujetos a rendimientos crecientes,<br />

es decir, que la gente obtiene beneficios<br />

netos positivos con el uso de las<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

instituciones existente y que los costes de<br />

cambiarlas tienden a aumentar. Los análisis<br />

iniciales en este enfoque desarrollado<br />

por economistas tienden a concentrarse<br />

en instituciones como los derechos de<br />

propiedad, las garantías de los contratos,<br />

el Estado de derecho, la justicia y otras<br />

que producen mercados eficientes para la<br />

provisión de bienes privados. Las aplicaciones<br />

a la política son apropiadas en la<br />

medida en que ciertas instituciones para<br />

la provisión de bienes públicos también<br />

pueden producir una amplia satisfacción<br />

entre un gran número de ciudadanos, incluso<br />

beneficios universales, porque ciertos<br />

bienes públicos pueden ser consumidos<br />

por todos los ciudadanos por vías<br />

que cada uno de ellos difícilmente puede<br />

anticipar (incluyendo, por ejemplo, la<br />

defensa nacional, la seguridad y la protección<br />

ambiental).<br />

Pero los bienes públicos también son<br />

objeto de la competencia política, porque<br />

siempre comportan alguna dimensión re-<br />

distributiva, incluyendo los impuestos, la<br />

asignación de muchos gastos, las decisiones<br />

sobre localización, etcétera. De hecho,<br />

toda la actividad política –y la política<br />

electoral en particular– comporta<br />

cierto grado de competencia y la producción<br />

de ganadores y perdedores. En otras<br />

palabras, los beneficios y los costes de<br />

muchos resultados políticos institucionales<br />

son significativamente diferentes para<br />

diferentes actores. En estos contextos, para<br />

algunos actores la tentación de salir de<br />

las instituciones existentes puede ser neutralizada,<br />

hasta cierto punto, por los beneficios<br />

relativos de la rutina, la previsibilidad<br />

y la adaptación anterior a las reglas<br />

institucionales existentes, pero no<br />

necesariamente porque obtengan beneficios<br />

brutos importantes derivados de los<br />

resultados institucionales. Así pues, ciertos<br />

aspectos de la política institucional<br />

pueden no estar sujetos a rendimientos<br />

crecientes porque, para ciertos actores,<br />

aprender y adaptarse a las reglas existentes<br />

puede ser casi equivalente a acostumbrarse<br />

a perder. En tal caso, si los costes<br />

de la salida son relativamente bajos, la<br />

promoción del cambio institucional puede<br />

ser una estrategia racional.<br />

Más exactamente, los actores que anticipan<br />

que se convertirán en perdedores<br />

absolutos y permanentes como consecuencia<br />

del juego político desarrollado<br />

bajos las reglas institucionales existentes<br />

pueden preferir el cambio institucional –a<br />

pesar de sus beneficios inciertos y sus costes<br />

ciertos– antes que la derrota asegurada.<br />

Los actores interesados en los cambios<br />

institucionales no son sólo los perdedores<br />

permanentes en el juego. También los gobernantes<br />

con aversión al riesgo que se<br />

ven sometidos a nuevos desafíos de ganadores<br />

potenciales alternativos pueden elegir<br />

racionalmente el cambio de las reglas<br />

institucionales del juego para minimizar<br />

sus pérdidas probables.<br />

39


LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO INSTITUCIONAL<br />

De algún modo, la alta frecuencia potencial<br />

de los cambios institucionales fue<br />

anticipada por el politólogo William Riker<br />

en su obra seminal sobre el estudio de<br />

las instituciones. Según Riker, “las reglas<br />

o instituciones no son más que otras alternativas<br />

en el espacio de políticas públicas,<br />

y el statu quo de un conjunto de reglas<br />

puede ser sustituido por otro conjunto<br />

de reglas” (Riker, 1980, pág. 22).<br />

Desde luego, Riker observó que los cambios<br />

y las reformas institucionales pueden<br />

ser restringidos o retrasados por la incertidumbre<br />

de los actores con respecto a los<br />

efectos de las nuevas instituciones y por<br />

los costes del cambio. Como consecuencia,<br />

las instituciones tienden a ser relativamente<br />

más estables que los sucesivos<br />

equipos de ganadores y perdedores electorales<br />

y las políticas correspondientes, los<br />

cuales son resultado de interacciones a<br />

corto plazo más cómodas y más frecuentes<br />

entre las preferencias de los ciudadanos<br />

y las habilidades manipuladoras de<br />

los líderes. En palabras de Riker, “la revelación<br />

del desequilibrio institucional es<br />

probablemente un proceso más largo que<br />

la revelación de los desequilibrios de los<br />

gustos (sobre políticas públicas)” (Riker,<br />

1980). Pero el mismo autor afirmó que<br />

“la diferencia entre las decisiones sobre<br />

instituciones y las decisiones sobre políticas<br />

públicas es de grado, no de tipo”. Riker<br />

desarrolló varios análisis del amplio<br />

campo de maniobra que existe cuando se<br />

eligen instituciones y de su correspondiente<br />

imprevisibilidad, incluido el muy<br />

notable de las maniobras estratégicas de<br />

los políticos durante el proceso de ratificación<br />

de la Constitución de Estados<br />

Unidos en 1787 (Riker, 1996).<br />

Para desarrollar un análisis sistemático<br />

de las decisiones sobre instituciones y las<br />

decisiones sobre políticas públicas, la definición<br />

precisa del grado de frecuencia del<br />

cambio en el cual una diferencia de tipo<br />

puede ser reducida a una diferencia de<br />

grado es una tarea difícil. Pero, de todos<br />

modos, muchos desarrollos institucionales<br />

recientes en diversas partes del mundo<br />

sugieren que la frecuencia de los cambios<br />

institucionales reales es mayor de lo que<br />

se había supuesto.<br />

La lógica de una estrategia a favor del<br />

cambio institucional puede ser presentada<br />

en pocas palabras: los actores políticos<br />

pueden considerar que vale la pena emprender<br />

un proceso de cambio institucional<br />

si la probabilidad de que las fórmulas<br />

institucionales alternativas produzcan<br />

consecuencias no deseadas y los costes de<br />

reemplazar las instituciones existentes<br />

producen menos desventajas que jugar según<br />

las reglas institucionales existentes.<br />

Por tanto, el cambio institucional puede<br />

ser facilitado por diversas vías. En primer<br />

lugar, puede ser promovido por un<br />

aprendizaje acumulativo de los beneficios<br />

que cabe razonablemente esperar de distintas<br />

fórmulas institucionales para la selección<br />

de gobernantes y políticas, así como<br />

por la imitación o el contagio de<br />

cambios en otras comunidades donde esas<br />

instituciones alternativas hayan producido<br />

efectos deseables. En segundo lugar,<br />

los riesgos de que los efectos del cambio<br />

institucional no sean los esperados, incluida<br />

la posibilidad de que puedan favorecer<br />

políticas amenazadoras para ciertos<br />

actores o incluso un amplio conflicto social,<br />

pueden ser reducidos mediante la introducción<br />

en el proceso de reforma de<br />

acuerdos y garantías paralelas entre los actores<br />

relevantes con respecto a ciertos temas<br />

y derechos básicos. Por último, los<br />

riesgos del cambio institucional también<br />

pueden ser reducidos mediante la realización<br />

de reformas parciales en vez de cambios<br />

globales del régimen institucional.<br />

Estas y otras condiciones favorables al<br />

cambio institucional y las correspondientes<br />

estrategias son muy comunes en los<br />

desarrollos internacionales recientes.<br />

2. Instituciones estratégicas<br />

Los cambios de reglas institucionales<br />

orientados a modificar los subsiguientes<br />

resultados políticos pueden desarrollarse<br />

mediante cálculos estratégicos y decisiones<br />

similares a los que producen resultados<br />

políticos en el marco de esquemas institucionales<br />

estables. Un supuesto básico puede<br />

ser que los actores políticos buscan su<br />

propio interés en términos de poder, cualesquiera<br />

que sean las políticas públicas<br />

que promueven. Este supuesto realista se<br />

basa en el hecho de que el poder institucional<br />

es siempre, al menos, un medio necesario<br />

para ejecutar las políticas deseadas,<br />

si no un fin en sí mismo. De acuerdo con<br />

ello, las preferencias de los actores con respecto<br />

a las instituciones políticas dependerán<br />

en gran medida de las expectativas que<br />

les proporcionen distintos esquemas institucionales<br />

de mantener o conseguir poder,<br />

de su probabilidad, su proximidad esperada<br />

y su durabilidad.<br />

Las expectativas de los actores de conseguir<br />

poder pueden depender del grado<br />

de inclusividad del régimen institucional<br />

existente y del desafío o amenaza a que<br />

los actores estén sometidos. Aparece una<br />

situación de incertidumbre cuando los<br />

gobernantes son desafiados por las de-<br />

mandas de nuevos actores. Si el esquema<br />

institucional existente es más bien excluyente,<br />

es decir, si sólo permite la victoria<br />

absoluta de un actor (un partido, un grupo<br />

social o un grupo étnico con preferencias<br />

compactas) a costa de todos los demás,<br />

los gobernantes corren el riesgo de<br />

convertirse en perdedores absolutos. La<br />

oposición emergente puede alimentar la<br />

expectativa de convertirse en un nuevo<br />

ganador absoluto y reemplazar a los gobernantes<br />

en el poder bajo las reglas institucionales<br />

existentes. Pero si la oposición<br />

comparte también cierto grado de incertidumbre<br />

acerca de los resultados futuros,<br />

puede desarrollar preferencias adversas al<br />

riesgo similares a las de los gobernantes a<br />

favor de instituciones más inclusivas.<br />

En otras palabras, los actores con expectativas<br />

inciertas de permanecer en el<br />

poder o de conquistarlo pueden promover<br />

o aceptar cambios institucionales a favor<br />

de mayor apertura e inclusividad con<br />

objeto de minimizar el riesgo de ser completamente<br />

excluidos del poder. Los cambios<br />

de este tipo incluyen la introducción<br />

de derechos de voto amplios que crean<br />

electorados complejos, los sistemas electorales<br />

que permite la formación y la supervivencia<br />

de nuevos partidos, y las elecciones<br />

separadas para diferentes cargos capaces<br />

de producir múltiples ganadores y de<br />

promover negociaciones y poder compartido<br />

multipartidario e interinstitucional.<br />

Mediante cambios hacia fórmulas institucionales<br />

más inclusivas, tanto los gobernantes<br />

en peligro como la oposición<br />

emergente pueden esperar que evitarán su<br />

derrota completa y la consiguiente exclusión<br />

del poder, y se garantizarán un mínimo<br />

de poder para sí mismos a largo plazo.<br />

El apoyo de los actores, bien a las instituciones<br />

existentes, bien a las recién establecidas,<br />

depende de la distribución de<br />

poder que cabe esperar de cada alternativa.<br />

Si algunos actores importantes son<br />

perdedores habituales y esperan permanecer<br />

en esta situación (como ocurre en<br />

esquemas institucionales excluyentes que<br />

producen un solo ganador absoluto, como<br />

los que se basan en la regla de la mayoría<br />

relativa y una alta concentración<br />

del poder institucional), pueden preferir<br />

poner en cuestión las instituciones existentes.<br />

En cambio, si estos actores tienen<br />

expectativas razonables de conseguir o<br />

compartir poder en el marco institucional<br />

existente (como ocurre en esquemas<br />

institucionales que favorecen el multipartidismo,<br />

la división de poderes y la descentralización),<br />

probablemente, lo apoyarán.<br />

Contrariamente a lo que ocurre con<br />

40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


los regímenes excluyentes, las reglas institucionales<br />

que producen múltiples ganadores<br />

y una difundida satisfacción con<br />

los resultados políticos son capaces de<br />

promover una aceptación amplia de los<br />

arreglos institucionales existentes –la que<br />

se deriva de su alto número de beneficiarios.<br />

(Para mayor discusión de estas ideas,<br />

véase Colomer, 1995, 2000, 2001a,<br />

2001b; así como Miller, 1983; Przeworski,<br />

1991; Elster, 1991, 1993; Lijphart,<br />

1992; Geddes, 1996).<br />

En este enfoque, cabe comparar estrategias<br />

de cambio institucional en diferentes<br />

contextos. Los gobernantes en regímenes<br />

autoritarios pueden aceptar o promover<br />

una liberalización o una democratización<br />

por razones similares a las que pueden<br />

mover a actores democráticos en un régimen<br />

democrático simple que favorece la<br />

concentración del poder (como el típico<br />

modelo Westminster de régimen parlamentario<br />

bipartidista) a apoyar reformas<br />

institucionales hacia fórmulas más complejas<br />

que induzcan el multipartidismo y<br />

la división de poderes. El esquema analítico<br />

antes presentado puede ser, pues, válido<br />

para analizar cambios institucionales<br />

de diversos tipos: entre dictaduras y dictablandas,<br />

para estabilizar la democracia, y<br />

desde democracias mayoritaristas a democracias<br />

pluralistas y otros cambios institucionales<br />

democráticos.<br />

Este enfoque sugiere un continuo analítico<br />

de regímenes políticos. Esto significa<br />

que cabe distinguir diferentes grados de inclusividad<br />

y exclusividad relativas tanto en<br />

el seno de regímenes autoritarios como<br />

en el seno de regímenes democráticos. Pero<br />

puede ser conveniente advertir que esto<br />

no sólo es compatible con una distinción<br />

normativa entre la dictadura y la democracia,<br />

sino que puede incluso ayudar a<br />

precisar la distinción, la cual puede ser<br />

asociada a un punto en el continuo en el<br />

que se cumplan ciertas condiciones mínimas:<br />

básicamente, derechos civiles, sufragio<br />

amplio, competencia electoral con ganadores<br />

inciertos y Estado de derecho.<br />

3. La democracia pluralista<br />

De acuerdo con el modelo aquí esbozado,<br />

cabe observar una tendencia general hacia<br />

fórmulas institucionales más inclusivas y<br />

pluralistas en: a) el ritmo acelerado de democratización<br />

en diferentes partes del<br />

mundo; b) los cambios importantes de régimen<br />

democrático (referidos a los fundamentos<br />

del sistema electoral y las relaciones<br />

entre el ejecutivo y el legislativo), y c)<br />

los cambios institucionales relativamente<br />

menores en el seno de regímenes demo-<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

cráticos. Estas tres categorías de cambio<br />

institucional son revisadas brevemente a<br />

continuación.<br />

a) Democratización<br />

En 1900 había sólo nueve democracias<br />

electorales con sufragio masculino universal<br />

en un total de 55 países independientes<br />

en el mundo (menos de un quinto). En<br />

2001, el numero de democracias se ha<br />

multiplicado por 10, mientras que el número<br />

de países independientes ha aumentado<br />

menos de cuatro veces: 92 democracias<br />

liberales sobre 191 países (casi la mitad).<br />

Si se consideran también las<br />

democracias electorales o regímenes parcialmente<br />

libres (según la denominación de la<br />

agencia internacional Freedom House), el<br />

número de países con formas suaves de<br />

gobierno en el mundo actual asciende a<br />

141, es decir, unos tres cuartos de los países<br />

independientes, que incluyen a dos<br />

tercios de la población mundial.<br />

El número de democracias actualmente<br />

existentes que fueron establecidas en<br />

diferentes periodos muestra un ritmo creciente.<br />

Si empezamos el recuento con el<br />

establecimiento del sufragio masculino<br />

universal en la democracia actual más antigua,<br />

Suiza, y limitamos el cálculo a países<br />

con más de un millón de habitantes,<br />

sólo nueve democracias duraderas hasta<br />

hoy fueron establecidas durante la primera<br />

ola, de 69 años de duración, entre 1874 y<br />

1943; se establecieron, en cambio, 18 democracias<br />

duraderas durante la segunda<br />

ola, de 29 años de duración, entre 1944 y<br />

1973 (el doble que en la ola anterior más<br />

larga), y 37 democracias duraderas desde<br />

1974 (otra vez más del doble en un periodo<br />

más corto). Este proceso acelerado a<br />

largo plazo se ha confirmado durante la<br />

tercera ola: se establecieron 18 democracias<br />

duraderas durante un periodo de 15<br />

años, entre 1974 y 1988, y otras 19 democracias<br />

durante los siguientes 10 años.<br />

La difusión de la democracia ha comportado<br />

un florecimiento del pluralismo<br />

institucional. La mayor parte de los intentos<br />

de democratización durante la primera<br />

ola fueron promovidos con instituciones<br />

relativamente restrictivas. Concretamente,<br />

seis de las nueve democracias<br />

electorales o parcialmente libres que cabe<br />

identificar en 1900 eran regímenes parlamentarios<br />

con sistemas electorales basados<br />

en la regla de la mayoría, que limitaban<br />

la competencia política a dos grandes<br />

partidos (Canadá, España, Francia, Reino<br />

Unido, Nueva Zelanda y Suiza). En contraste,<br />

sólo había un régimen presidencial<br />

(Estados Unidos) y dos regímenes parla-<br />

JOSEP M. COLOMER<br />

mentarios con representación proporcional<br />

(Bélgica y Noruega). Pero las fórmulas<br />

democráticas restrictivas basadas en elecciones<br />

por la regla de la mayoría relativa y<br />

el consiguiente bipartidismo, según el modelo<br />

británico, provocaron un alto número<br />

de fracasos en algunos de los países mencionados<br />

y en subsiguientes intentos de democratización,<br />

tanto en Europa en los<br />

decenios de 1920 y 1930 como en muchas<br />

antiguas colonias británicas en África<br />

y Asia con una composición racial, religiosa<br />

o lingüística plural.<br />

En cambio, la democratización con<br />

instituciones parlamentarias basadas en<br />

una representación proporcional obtuvieron<br />

mayores tasas de éxito. Es notable<br />

que las 11 democracias europeas con representación<br />

proporcional que quebraron<br />

entre las dos guerras mundiales restablecieran<br />

sin excepción la representación<br />

proporcional: siete al final de la Segunda<br />

Guerra Mundial (Alemania, Austria, Bélgica,<br />

Dinamarca, Holanda, Italia y Noruega)<br />

y cuatro a la caída del comunismo<br />

a finales de siglo (Checoslovaquia, Estonia,<br />

Letonia y Lituania). (Fuentes: Gasiorowski<br />

1996, Przewroski et al., 2000; Colomer,<br />

2001a, y los informes anuales de<br />

Freedom House).<br />

Las ventajas de otro elemento importante<br />

de pluralismo institucional y división<br />

de poderes (las elecciones separadas<br />

de presidente y asamblea) han sido sometidas<br />

a intensa discusión entre los estudiosos<br />

de la política en los últimos años. Pero<br />

la observación empírica en una perspectiva<br />

a largo plazo sugiere que, una vez establecidas,<br />

las elecciones presidenciales directas<br />

no son fácilmente abandonadas.<br />

Ha habido algún caso de cambio a la inversa,<br />

como en Alemania después del nazismo.<br />

Pero en la mayor parte de los países<br />

la redemocratización, tras un periodo<br />

autoritario, ha comportado el restablecimiento<br />

de las elecciones presidenciales directas,<br />

especialmente en América Latina a<br />

partir de 1980. (Véase la discusión sobre<br />

el presidencialismo en Linz y Valenzuela,<br />

1994; Mainwaring y Shugart, 1997; Power<br />

y Gasiorowski, 1997; Nohlen y Fernández,<br />

1998; Colomer, 2001ª; Haggard<br />

y McCubbins, 2001, y Lanzaro, 2001).<br />

b) Cambio de régimen democrático<br />

Si, de acuerdo con lo esbozado anteriormente,<br />

distinguimos tres tipos de régimen<br />

democrático (parlamentario con regla de<br />

la mayoría, parlamentario con representación<br />

proporcional, y de tipo presidencial),<br />

cabe identificar cinco casos de cambio de<br />

régimen sin ruptura de la democracia.<br />

41


LA ESTRATEGIA DEL CAMBIO INSTITUCIONAL<br />

Tres de ellos son cambios en regímenes<br />

parlamentarios desde sistemas electorales<br />

mayoritaristas que producen Gobiernos<br />

de un solo partido hacia la representación<br />

proporcional o fórmulas mixtas que permiten<br />

el multipartidismo y los Gobiernos<br />

de coalición: Suiza en 1918, Nueva Zelanda<br />

en 1993 y Japón en 1994. Otros<br />

dos son cambios desde regímenes parlamentarios<br />

a fórmulas de tipo presidencialista<br />

con frecuentes mayorías diferentes en<br />

la asamblea y en apoyo del jefe del Ejecutivo:<br />

Francia en 1958 e Israel en 1996, el<br />

segundo de los cuales ha sido revertido a<br />

la fórmula anterior en 2001. Parece muy<br />

significativo que ninguna democracia establecida<br />

haya cambiado hasta ahora desde<br />

alguna de las fórmulas pluralistas mencionadas<br />

hacia una fórmula más restrictiva,<br />

como un régimen parlamentario con<br />

sistema electoral basado en la regla de la<br />

mayoría. Incluso en el Reino Unido se<br />

han introducido recientemente ciertas reglas<br />

electorales de representación proporcional<br />

y la descentralización.<br />

Como consecuencia de este proceso a<br />

largo plazo favorable al pluralismo institucional,<br />

a principios del siglo XXI, de las<br />

64 democracias existentes en países con<br />

más de un millón de habitantes, sólo un<br />

sexto son regímenes parlamentarios con<br />

reglas electorales de mayoría, mientras<br />

que un tercio son regímenes parlamentarios<br />

con representación proporcional y la<br />

mitad son regímenes presidenciales o semipresidenciales.<br />

c) Cambios institucionales en regímenes<br />

democráticos<br />

Además de democratización y de cambios<br />

de régimen democrático, hay muy<br />

frecuentes cambios, relativamente menores,<br />

de la estructura institucional en la<br />

mayor parte de los regímenes democráticos<br />

ya establecidos. Arend Lijphart identificó<br />

70 sistemas electorales diferentes<br />

que se habían usado en 27 democracias<br />

duraderas durante el periodo 1945-1990.<br />

Al menos diez de estas democracias experimentaron<br />

cambios en uno o más de los<br />

elementos básicos: la magnitud de los<br />

distritos, la fórmula electoral, el umbral<br />

de exclusión o el tamaño de la asamblea<br />

(incluidos Francia y Alemania, con seis<br />

sistemas electorales diferentes cada una;<br />

Grecia, con cinco sólo entre 1974 y<br />

1990; Israel; Italia; Japón; Malta; Nueva<br />

Zelanda; Noruega, y Suecia). Se introdujeron<br />

cambios menos radicales en los<br />

mismos elementos en al menos otras siete<br />

democracias estables (Australia, Austria,<br />

Costa Rica, Dinamarca, Holanda, India e<br />

Islandia). Siete países introdujeron nuevas<br />

reglas electorales para las elecciones<br />

del Parlamento Europeo. Así pues, sólo<br />

tres democracias antiguas retuvieron los<br />

elementos básicos de sus sistemas electorales<br />

sin modificar en el periodo mencionado<br />

(Canadá, Estados Unidos y Suiza).<br />

“La tendencia global ha sido hacia una<br />

mayor proporcionalidad en los sistemas<br />

electorales” (Lijphart, 1994, págs. 52-56,<br />

cita en pág. 53; la lista ha sido actualizada<br />

por el autor de este artículo).<br />

También los cambios en las reglas para<br />

las elecciones presidenciales en democracias<br />

más recientes no incluidas en el examen<br />

citado se han orientado siempre hacia<br />

fórmulas más inclusivas. La regla de la<br />

mayoría relativa simple ha sido sustituida<br />

por la regla de la mayoría absoluta con segunda<br />

vuelta o por reglas de mayoría relativa<br />

cualificada en 12 países de América<br />

Latina durante el periodo 1987-2001<br />

(Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Re-<br />

pública Dominicana, Ecuador, El Salvador,<br />

Guatemala, Nicaragua, Perú, Uruguay<br />

y Venezuela). La regla de la mayoría<br />

relativa sólo se usa actualmente en cuatro<br />

países latinoamericanos (Honduras, México,<br />

Panamá y Paraguay).<br />

Se han introducido reformas institucionales<br />

importantes de los límites y la<br />

duración de los mandatos presidenciales,<br />

y de las relaciones entre el Ejecutivo y el<br />

Legislativo, en al menos nueve democracias<br />

latinoamericanas desde 1991 (Argentina,<br />

Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,<br />

Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela). En<br />

la mayor parte de los casos, estas reformas<br />

han creado divisiones de poderes más balanceadas,<br />

más oportunidades de rendimiento<br />

de cuentas de los presidentes y<br />

mayor cooperación interinstitucional (véanse<br />

detalles en Colomer, 2001a).<br />

Todos estos y otros cambios institucionales<br />

presentan un panorama general de<br />

la política que no se centra siempre en in-<br />

42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


tercambios de políticas públicas entre los<br />

ciudadanos y los líderes políticos en el<br />

marco de reglas institucionales estables.<br />

La observación más bien sugiere que los<br />

líderes intercambian tanto políticas públicas<br />

como alternativas institucionales sobre<br />

la base de unas preferencias de los ciudadanos<br />

relativamente estables. Ya sabemos<br />

que el alcance de las decisiones sobre políticas<br />

públicas depende en parte de las reglas<br />

institucionales existentes en cada momento.<br />

Pero también las instituciones son<br />

elegidas, reformadas y sustituidas por medio<br />

de decisiones estratégicas, y con mucha<br />

mayor frecuencia de lo que algunos<br />

parecen sospechar. n<br />

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Josep M. Colomer es profesor de Investigación<br />

en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas<br />

y en la Universidad Pompeu Fabra. Autor de<br />

Instituciones políticas y Transiciones estratégicas.<br />

43


EL PARTO DE LOS MONTES<br />

ucha gente comparte la idea de<br />

que los asuntos educativos no funcionan<br />

tan bien como debieran,<br />

por lo que se acepta fácilmente que son<br />

precisas reformas. Nuestra sociedad y<br />

otras parecidas han cambiado profundamente:<br />

se han hecho más democráticas, el<br />

nivel de vida ha aumentado de forma notable,<br />

la información fluye por todas partes<br />

de tal manera que no está confinada<br />

en las escuelas y los centros de enseñanza,<br />

etcétera. Y el lector podría enumerar sin<br />

dificultad otros muchos cambios que le<br />

parezcan relevantes. En cambio, si observamos<br />

el funcionamiento de las escuelas y<br />

lo comparamos con el que existía hace<br />

unos siglos resulta fácil darse cuenta de<br />

que los cambios que se han producido<br />

son más bien superficiales, referentes al<br />

aumento de los contenidos escolares, a las<br />

características de los libros de texto, a la<br />

relajación de la disciplina, todo ello unido<br />

a un crecimiento enorme en el número de<br />

alumnos escolarizados.<br />

En particular hay dos fenómenos sociales<br />

que tienen una incidencia extraordinaria<br />

sobre la actividad escolar: la importancia<br />

que tienen los medios de comunicación,<br />

y sobre todo la televisión, en la<br />

sociedad actual, y los cambios en la posición<br />

social de los niños y jóvenes referentes<br />

a sus expectativas de trabajo, su acceso<br />

al consumo, sus valores, y a estar mucho<br />

menos sometidos a la autoridad. Estos<br />

problemas no están limitados a un único<br />

país, sino que son comunes a todos los<br />

países desarrollados. Los problemas de la<br />

calidad de la educación y de la adecuación<br />

de la enseñanza a la sociedad actual<br />

se planteen periódicamente en los países<br />

europeos y en Estados Unidos, y en ninguno<br />

de ellos parece que se encuentran<br />

soluciones duraderas1 M<br />

. Se inician reformas<br />

parciales que tratan de algún aspecto de la<br />

educación y que pueden llegar a propor-<br />

EN LA EDUCACIÓN<br />

JUAN DELVAL<br />

cionar algunas mejoras, pero no se abordan<br />

los problemas de conjunto, las relaciones<br />

entre la escuela y la sociedad o el<br />

papel de los medios de comunicación.<br />

Por tanto, cuando se habla de que hay<br />

que equipararse con los países del entorno<br />

una de las cosas que no debemos olvidar<br />

es que esos países tienen problemas parecidos<br />

a los nuestros. En definitiva, lo que<br />

parece es que los Gobiernos, en ningún<br />

país, se deciden a abordar los problemas<br />

fundamentales de la educación.<br />

El Gobierno del Partido Popular ha señalado<br />

que una de sus prioridades es “la reforma<br />

en profundidad de nuestro sistema<br />

educativo con el objetivo esencial de elevar<br />

significativamente sus niveles de calidad”,<br />

como ha manifestado varias veces Aznar.<br />

Pero las propuestas sobre una futura Ley<br />

de Calidad de la Educación, anunciadas<br />

por la Ministra de Educación Pilar del<br />

Castillo, tal como se presentan en el Documento<br />

de Bases dado a conocer el 11<br />

de marzo de 2002, sólo abordan asuntos<br />

de organización, sin que se ofrezca un análisis<br />

de los problemas, como ha sido costumbre<br />

en las anteriores reformas educativas,<br />

y menos de sus causas.<br />

Las propuestas principales son el establecimiento<br />

de una reválida o Prueba General<br />

de Bachillerato al término de ese periodo,<br />

itinerarios diferenciados para los<br />

alumnos a partir de los 14 años, reforzar la<br />

enseñanza de idiomas, aumentar la repetición<br />

de curso, la creación de “grupos de refuerzo<br />

educativo” para los alumnos que vayan<br />

mal, algunas modificaciones en la se-<br />

1 En el Reino Unido se está poniendo en marcha<br />

una reforma, que afecta al periodo de los 14 a los 19<br />

años, en la que llama la atención la falta de referencias<br />

a la formación de los alumnos como ciudadanos y<br />

participantes en una sociedad democrática frente al<br />

énfasis puesto en atender a las necesidades de los empleadores.<br />

Puede consultarse el Libro verde en:<br />

www.dfes.gov.uk/14-19greenpaper.<br />

lección de los directores de centros y poco<br />

más. Es decir, sí contiene algunas cosas sorprendentes,<br />

como que se haya suprimido u<br />

“olvidado” (según declaraciones posteriores<br />

de la ministra) la educación artística<br />

en la Primaria; que en Infantil (a los tres<br />

años) se hable, en cambio, de la tecnologías<br />

de la información y de la comunicación;<br />

que no se sepa qué va a pasar con<br />

los alumnos que aprobaron todas las asignaturas<br />

de bachillerato pero no superan la<br />

prueba general, o que no se proponga nada<br />

nuevo para la formación inicial del<br />

profesorado de secundaria y bachillerato,<br />

uno de los grandes asuntos pendientes en<br />

una reforma.<br />

Entre las grandes lagunas de ese documento<br />

está que no se haga ninguna alusión<br />

a la financiación, cuando el gasto<br />

educativo disminuye continuamente en<br />

porcentaje del PIB desde hace años y todas<br />

esas actuaciones costarán dinero. En<br />

todo caso, la orientación que dejan traslucir<br />

las medidas es que se quiere hacer una<br />

educación más selectiva y crear una “cultura<br />

del esfuerzo” basada en suspender<br />

más para excluir antes a los que van peor<br />

o tienen más problemas, acabando así con<br />

la escuela comprensiva.<br />

Por tanto, parecen medidas demasiado<br />

escuálidas frente al anunciado a bombo<br />

y platillo “incremento de la calidad del<br />

sistema educativo”. Parece que estamos<br />

ante una nueva versión del parto de los<br />

montes de la fábula, en la que tras prolongado<br />

y tremendo embarazo los enormes<br />

montes dieron a luz un ratoncillo. Lo<br />

peor es que nos encontramos ante el segundo<br />

embarazo, pues en el primero ya<br />

nació la enseñanza de las humanidades,<br />

actuando de partera la ministra Esperanza<br />

Aguirre.<br />

Lo peor es que los responsables políticos<br />

del Gobierno se apoyan en los más<br />

viejos e insostenibles tópicos sobre los<br />

problemas educativos, y tampoco la opo-<br />

44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


sición está siendo capaz de proponer alternativas.<br />

Por ello es conveniente hacer<br />

algunas consideraciones sobre esas creencias<br />

populares, que tienen escaso sustento<br />

teórico y práctico, y a la luz de ellas señalar<br />

por dónde debería transcurrir una<br />

auténtica reforma.<br />

El nivel educativo baja<br />

Un tópico muy arraigado es que se está<br />

produciendo un descenso del nivel educativo<br />

y que los alumnos terminan hoy sus estudios<br />

con menos conocimientos y una<br />

preparación peor que los de antes. La idea<br />

es tan antigua que ya Platón la menciona,<br />

lamentándose de que los jóvenes de su época<br />

no eran como los de antes. Si desde hace<br />

más de dos mil años la formación de la juventud<br />

se deteriora, ¿en qué abismo nos debemos<br />

encontrar ahora? En una época reciente<br />

en España se ha pretendido que<br />

cuando se suprimió el examen de estado y<br />

se implantó el bachillerato elemental, superior<br />

y preuniversitario, el nivel había bajado.<br />

Se volvió a decir lo mismo tras la implantación<br />

de la Ley General de Educación<br />

en 1970. Y ahora se dice lo mismo con respecto<br />

a las reformas que propició el PSOE.<br />

Es una idea que no resiste el mínimo análisis<br />

y que sólo se basa en impresiones subjetivas.<br />

Para analizarla con rigor hay que precisar<br />

cómo se establecen las comparaciones.<br />

¿Se quiere decir que si se toman dos alumnos<br />

al azar del mismo nivel educativo, uno<br />

que terminó el bachillerato hace 20 o 50<br />

años y otro ahora, el de ahora sabe menos?<br />

Hay muchas razones para dudarlo, pero en<br />

todo caso para hacer esas comparaciones<br />

hay que considerar también el número de<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

alumnos que hay en un nivel educativo.<br />

Naturalmente escolarizar a todos los<br />

alumnos entre los 6 y los 16 años de edad<br />

puede suponer que algunos de ellos tengan<br />

un nivel inferior al que adquirían los pocos<br />

alumnos que estudiaban por ejemplo a<br />

principios del siglo XX. Según el censo de<br />

1910, el número de analfabetos era el<br />

59,35% de la población española, y ese año<br />

obtuvieron el grado de bachiller 4.038<br />

alumnos (Briones, 1915). La población española<br />

se ha duplicado desde entonces, pero<br />

si comparáramos el nivel de esos alumnos<br />

con el de los 8.076 mejores alumnos de<br />

entre los 337.272 que terminaron estudios<br />

equivalentes en 1998 [COU, bachillerato<br />

LOGSE, bachillerato Experimental, COU<br />

a distancia, FP2] (MECD, 2001) nos encontraríamos<br />

con un nivel de conocimientos<br />

infinitamente superior en estos últimos.<br />

Lo que no tiene sentido es hacer la comparación<br />

sin más cuando el número de bachilleres<br />

se ha multiplicado por 83 y la población<br />

sólo por dos 2 .<br />

Pero sin entrar en ese tipo de especulaciones,<br />

podemos contar con un valioso<br />

estudio realizado por dos conocidos estudiosos<br />

franceses del sistema escolar, Baudelot<br />

y Establet (1989), en el que refutan<br />

ese extendido tópico, a través de un pormenorizado<br />

estudio del problema. Para<br />

plantearse el problema con rigor van abordando<br />

distintos indicadores, como el cre-<br />

2 Sólo les falta, de momento, anunciar que van a<br />

incrementar el uso de ordenadores e Internet en las<br />

escuelas, medidas típicas de los gobernantes desorientados,<br />

como las que propuso el presidente Fox en México<br />

durante su campaña.<br />

cimiento de los títulos y el aumento brutal<br />

de instrucción que se ha producido y que<br />

ha llevado a que en 80 años el promedio<br />

de estancia en la escuela haya pasado a ser<br />

más del doble. También examinan la relación<br />

entre la evolución de los títulos y la<br />

riqueza del país, mostrando cómo ha crecido<br />

el número de intelectuales y técnicos,<br />

y cómo cada año de estudios equivale, en<br />

términos de salario, a dos años y medio de<br />

experiencia en la empresa. Pero también<br />

tratan de analizar directamente los conocimientos,<br />

y para ello se basan en los resultados<br />

de los exámenes que, desde hace<br />

años, se realizan al comienzo del servicio<br />

militar, es decir, sobre una población de<br />

unos 400.000 jóvenes. Los resultados parecen<br />

concluyentes pues, utilizando las<br />

mismas pruebas, las notas se han elevado<br />

significativamente.<br />

Así pues, no creo que pueda hablarse<br />

de degradación de la calidad de la enseñanza<br />

en términos generales. Si hace 100<br />

o 50 años eran muy pocos los que estudiaban<br />

el bachillerato, es probable que hoy<br />

podamos encontrar algunos alumnos que<br />

sepan menos que los de aquella época, sobre<br />

todo si comparamos el rendimiento<br />

con las exigencias de los programas en cada<br />

momento, otro factor importante que<br />

hay que considerar. Estableciendo comparaciones<br />

en términos generales, creo que<br />

hay que admitir que la enseñanza no se<br />

deteriora, sino que mejora.<br />

El fracaso escolar<br />

Otra creencia extremadamente arraigada<br />

pero cuyos fundamentos se muestran igualmente<br />

débiles es que existe un elevado índice<br />

de fracaso escolar. Esta idea es compartida<br />

por una gran parte de la población y parece<br />

también autoevidente, pero cuando se<br />

analiza muestra su carácter confuso. Lo primero<br />

que tenemos que plantearnos es qué<br />

entendemos por fracaso escolar. Actualmente<br />

el fracaso escolar se mide a través del<br />

45


EL PARTO DE LOS MONTES EN LA EDUCACIÓN<br />

número de alumnos que no consiguen superar<br />

una etapa de la educación, o todas<br />

ellas. Pero, naturalmente, el que se considere<br />

que los alumnos tienen las competencias<br />

suficientes para pasar una etapa depende de<br />

los criterios que utilicemos; utilizando un<br />

símil deportivo, de donde coloquemos el<br />

listón. Si exigimos más aumentará el número<br />

de alumnos que fracasa; si exigimos menos,<br />

disminuirá.<br />

El sistema educativo tiene una función<br />

de selección social y los profesores<br />

nos vemos obligados a calificar. Pero sólo<br />

tenemos una conciencia difusa de lo que<br />

debemos exigir a nuestros alumnos, que<br />

está determinada por los objetivos y la<br />

amplitud de los programas, por el nivel<br />

medio de la clase y por otros muchos factores<br />

que son difíciles de establecer con<br />

precisión. Los análisis que realicé hace<br />

años sobre el fracaso escolar en la EGB<br />

(Delval, 1986), creo que muestran claramente<br />

que depende en gran medida de<br />

decisiones más bien de tipo administrativo<br />

que de las características de los alumnos.<br />

Hace años, provincias de características<br />

bastantes semejantes tenían tasas de fracaso<br />

escolar muy distintas, que sólo son atribuibles<br />

a diferencias de criterio entre los<br />

profesores.<br />

Por tanto, para resolver el problema del<br />

fracaso escolar tal y como está planteado lo<br />

que podría hacerse es decidir aprobar a un<br />

número mayor de alumnos, y con eso se<br />

habría resuelto el problema, tal y como lo<br />

están planteando los responsables de la<br />

educación. Por ejemplo, en el curso 1951-<br />

1952 aprobaron el examen de estado<br />

14.871 alumnos, lo que representaba el<br />

44,6% de los que se presentaron. En el curso<br />

1954-1955 aprobaron la prueba de madurez,<br />

que vino a sustituir al anterior examen,<br />

el 64,8% de los presentados (INE,<br />

1959). ¿Quiere eso decir que con aquella<br />

reforma había aumentado notablemente el<br />

nivel de los alumnos? No parece probable:<br />

esa disminución de los que fracasaban en<br />

un 20% se debía simplemente a cambios<br />

en el sistema de evaluación. Es evidente<br />

que hay algunos alumnos que tienen dificultades<br />

para seguir la escolaridad porque<br />

no disponen de las capacidades intelectuales<br />

necesarias, porque presentan algún tipo<br />

de retraso mental, porque tienen problemas<br />

de disciplina o porque no se interesan en<br />

absoluto por estudiar, son “objetores escolares”.<br />

Pero cada uno de esos casos necesita<br />

una consideración individual y constituyen<br />

un porcentaje muy pequeño de los alumnos.<br />

Podrían caber otras consideraciones y<br />

análisis del llamado problema del fracaso<br />

escolar si se fuera capaz de establecer con<br />

precisión lo que los alumnos deben alcanzar<br />

al término de su periodo de escolaridad<br />

obligatoria y si fuera posible poner en<br />

funcionamiento pruebas adecuadas para<br />

medirlo. Pero desgraciadamente esto no<br />

se hace y no resulta fácil de hacer. Para<br />

llevarlo a cabo sería necesario determinar<br />

sin ambigüedades cuáles deberían ser las<br />

competencias que tiene que alcanzar un<br />

alumno a los 16 años al término de la enseñanza<br />

secundaria obligatoria (ESO).<br />

Naturalmente, los objetivos que se quieren<br />

alcanzar dependen de la sociedad y del momento<br />

histórico que estemos considerando.<br />

Esos objetivos no están determinados por<br />

razones educativas, sino por demandas sociales<br />

que están fuera de la escuela. Si uno<br />

de los objetivos es que el muchacho o la<br />

muchacha sea un buen ciudadano, conocedor<br />

de sus derechos y sus obligaciones y<br />

respetuoso con las leyes, o si otro de los objetivos<br />

es que conozca en sus grandes líneas<br />

la historia de la humanidad, con más detalle<br />

la historia de Europa, y aún con más<br />

precisión la historia de su propio país, nos<br />

podemos dar cuenta de la dificultad que<br />

tendería a evaluar si un alumno ha alcanzado<br />

esos objetivos. Evidentemente, objetivos<br />

mucho más fáciles de establecer serían poder<br />

enumerar los países de Europa y sus capitales,<br />

pero eso por sí sólo no parece que<br />

tenga demasiado interés.<br />

La formación actual de los alumnos deja<br />

bastante que desear y es francamente mejorable,<br />

pero eso no se mide ni con las tasas<br />

de fracaso escolar ni con ningún otro de los<br />

procedimientos que se utilizan actualmente,<br />

porque nadie se preocupa por abordar el<br />

problema fundamental, que es el del tipo<br />

de hombre o de mujer que queremos formar<br />

por medio de la educación ni cuál es la<br />

jerarquía de los objetivos educativos.<br />

La medida del conocimiento<br />

Mucha gente cree también que el nivel de<br />

conocimientos alcanzado por los alumnos,<br />

y la utilidad de las enseñanzas escolares,<br />

se puede medir a través de la capacidad<br />

de repetición de datos, fechas, nombres<br />

o aspectos superficiales, como las<br />

faltas de ortografía.<br />

Tomemos el ejemplo de estas últimas,<br />

que tanto preocupan al actual presidente<br />

del Gobierno. Cualquier persona puede<br />

darse cuenta de que se han cometido faltas<br />

de ortografía, pues ni siquiera tiene que saber<br />

escribir bien, sino que basta con disponer<br />

de un diccionario o de un corrector ortográfico<br />

en un ordenador. Pero las faltas de<br />

ortografía pueden ser un indicador de falta<br />

de cultura, poca familiaridad con la lectura<br />

o la escritura, y puede estar unido, aunque<br />

no necesariamente, a la dificultad para expresar<br />

por escrito lo que se piensa. Esto me<br />

parece más grave que poner “vurro”, por<br />

chocante que nos resulte verlo escrito así.<br />

Está muy difundida entre la población<br />

lega la idea de que el conocimiento puede<br />

medirse a través del recuerdo de acontecimientos<br />

episódicos, como son la capacidad<br />

de enunciar nombres como respuesta a una<br />

pregunta. Ese conocimiento “episódico”,<br />

para que sea de utilidad, tiene que estar inserto<br />

dentro de estructuras más amplias<br />

que podemos denominar de tipo “semántico”,<br />

es decir, que se refieren al significado.<br />

De poca utilidad es que un alumno ante la<br />

pregunta “¿Cuál es la capital de Polonia?”<br />

conteste “Varsovia”, si no sabe qué significa<br />

“ser capital de”, carece de ideas sobre cuál<br />

es la organización administrativa de una<br />

nación y sabe muy poco sobre dónde está<br />

Polonia o sobre las características o la historia<br />

de ese país. En todo caso, es un dato<br />

que puede obtenerse fácilmente mirando<br />

en cualquier enciclopedia, y resulta mucho<br />

más importante saber cómo puede obtenerse<br />

que conservar en la memoria un<br />

nombre sin ningún significado. La importancia<br />

que se atribuye a ese tipo de conocimiento<br />

se pone de manifiesto en que se dedican<br />

a ello múltiples concursos en los programas<br />

de televisión, que sólo sirven para<br />

fomentar en la opinión pública la idea de<br />

que una persona culta es la que puede contestar<br />

con el nombre adecuado ante una<br />

pregunta. Si lo que se pretende es determinar<br />

lo que realmente saben los alumnos tenemos<br />

que ir a otro tipo de pruebas, a<br />

pruebas que se dirijan a medir su capacidad<br />

para resolver problemas, uno de los cuales<br />

puede ser encontrar la información que se<br />

precisa. Es cierto que una persona que está<br />

acostumbrada a pensar, una persona culta,<br />

una persona que tiene conocimiento sobre<br />

diferentes campos, podrá responder a muchas<br />

preguntas de tipo memorístico, pero<br />

no porque haya pretendido memorizar esas<br />

respuestas, sino porque forman parte de estructuras<br />

generales de conocimiento en las<br />

que lo importante son precisamente esas estructuras<br />

y no los datos concretos.<br />

Los exámenes<br />

La función de los exámenes es controlar el<br />

conocimiento de los alumnos. Pero ese<br />

control puede tener dos finalidades: ayudar<br />

a que el alumno pueda progresar y tome<br />

conciencia de lo que sabe y lo que no sabe,<br />

o como forma de control social, para escoger<br />

a los mejores, a los que tienen más capacidades<br />

para realizar una determinada tarea.<br />

En el primer caso podemos hablar de<br />

46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


una evaluación formativa y en el segundo<br />

de un control. Actualmente, una de las<br />

propuestas avanzadas por los responsables<br />

de educación es la necesidad de esa prueba<br />

general de bachillerato. Es difícil pronunciarse<br />

sobre este asunto si no se tiene claro<br />

qué es lo que se pretende con esa prueba final<br />

ni cómo se va a realizar.<br />

Planteada por sí sola, la conveniencia<br />

de realizar un examen de conjunto parece<br />

un asunto bastante irrelevante desde el<br />

punto de vista de la calidad educativa, aunque<br />

pueda no serlo para la vida y el destino<br />

de los estudiantes. Una de las afirmaciones<br />

que le gusta repetir a Aznar es que parece a<br />

todas luces necesario que al menos una vez<br />

al cabo de 10 o 12 años los alumnos sean<br />

evaluados. Probablemente, el presidente del<br />

Gobierno no se acuerda ya de sus años escolares,<br />

pero los alumnos son evaluados casi<br />

continuamente, y no sólo una vez en la vida.<br />

Los profesores tienen la costumbre de<br />

preguntar a los alumnos, de mandarles trabajos<br />

y corregirlos, de poner pruebas perió-<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

dicas en cada asignatura, de evaluar su conducta,<br />

su aprovechamiento, su interés, su<br />

capacidad de respuesta, y otros muchos aspectos.<br />

Por tanto, es inexacto decir que los<br />

alumnos no son evaluados, y resulta mucho<br />

más deseable que haya una evaluación continua<br />

y no una evaluación puntual única.<br />

Pero, además, está claramente documentada<br />

la imprecisión de una evaluación<br />

única. Existe una disciplina que se denomina<br />

la “docimología” que se ocupa precisamente<br />

de evaluar la precisión de las pruebas.<br />

Uno de los propulsores de esta disciplina,<br />

el psicólogo francés Henri Piéron<br />

(1969), proporciona datos chocantes. En<br />

un estudio sobre la prueba de bachillerato<br />

en Francia, un mismo examen evaluado<br />

por cinco correctores podía dar diferencias<br />

de puntuación de hasta 13 puntos sobre 20<br />

en composición francesa y de 9 puntos en<br />

matemáticas, y la desviación más frecuente<br />

en composición era de 6 y 7 puntos. La correlación<br />

entre las notas de una pareja de<br />

correctores en filosofía era de 0,43, lejos<br />

JUAN DELVAL<br />

de un acuerdo perfecto que arrojaría una<br />

correlación de 1. Pero incluso la correlación<br />

entre las puntuaciones de un mismo corrector<br />

cuando vuelve a evaluar una prueba<br />

varios meses después es muy baja. Con esto,<br />

lo único que queremos señalar es que<br />

una evaluación única está sujeta a numerosos<br />

errores. Piéron nos dice que para predecir<br />

la nota de un candidato es mejor conocer<br />

al examinador que al alumno. Un candidato<br />

situado el primero entre 16 por un<br />

tribunal fue colocado el 13 por otro tribunal;<br />

y el primero del tribunal 2, estaba en el<br />

lugar 11 para el tribunal 1. La única manera<br />

de evitar esos errores es la evaluación por<br />

múltiples correctores con criterios previos<br />

claros y específicos, cosa para la cual no se<br />

suele disponer del tiempo suficiente y que<br />

en la práctica es imposible en pruebas multitudinarias,<br />

como puede ser una reválida.<br />

Piéron (1969, pág. 23) señala que para tener<br />

una nota fiable en matemáticas sería<br />

necesario que fuera puntuada por 13 examinadores<br />

competentes, pero en filosofía se<br />

precisarían 127. Tenemos que concluir entonces<br />

que ese tipo de pruebas tiene poca<br />

utilidad desde el punto de vista educativo y<br />

no contribuye para nada a una mejor evaluación<br />

de los alumnos.<br />

Lo que pone de manifiesto querer introducir<br />

ese tipo de pruebas es una desconfianza<br />

en la labor de evaluación que realizan<br />

los profesores. Lo que se está diciendo<br />

es que la evaluación que realizan no vale y<br />

que es necesario realizar otra externa. Pero<br />

ése es un problema que afecta a los profesores<br />

y no a los alumnos. Si desconfiamos de<br />

su capacidad de evaluación, o suponemos<br />

que por razones diversas tratan de favorecer<br />

a sus alumnos, lo que sería necesario es hacer<br />

una evaluación de las evaluaciones de<br />

los profesores por inspectores del Ministerio<br />

de Educación, Cultura y Deporte<br />

(MECD). Y esto puede llevarse a cabo de<br />

una manera aleatoria, eligiendo cada año<br />

algunos centros cuyas evaluaciones serán<br />

analizadas para ver si se realizan de una manera<br />

correcta. Si lo que se pretende es realizar<br />

una labor de selección social, para destinar<br />

a algunos alumnos a mejores carreras y<br />

orientar a otros hacia trabajos manuales repetitivos<br />

que se consideran de calidad inferior,<br />

se debería decir así, sin tratar de engañar<br />

a los ciudadanos, pero al mismo tiempo<br />

dejar claro cuáles son los criterios que se<br />

van a utilizar y los objetivos que se pretenden<br />

alcanzar.<br />

La repetición de curso<br />

Otra idea trivial y carente de fundamento<br />

es la de que el nivel educativo es bajo porque<br />

existe la promoción automática,<br />

47


EL PARTO DE LOS MONTES EN LA EDUCACIÓN<br />

porque los alumnos pasan de curso aunque<br />

su rendimiento no sea el adecuado, y eso<br />

les hace esforzarse poco.<br />

En primer lugar, hay que recordar que<br />

bastantes alumnos repiten (el 35% de los<br />

alumnos de 15 años ha repetido algún curso).<br />

Pero, además, si tratamos de producir<br />

individuos que sean autónomos, lo que tenemos<br />

que favorecer es la motivación intrínseca<br />

de los alumnos, es decir, que se esfuercen<br />

por su propia convicción, porque<br />

lo que realizan les resulte interesante o vislumbren<br />

su utilidad para el futuro. Pasar de<br />

curso o repetir es, por el contrario, una forma<br />

de promover la motivación extrínseca,<br />

basada en el poder y la autoridad, y asociada<br />

con el castigo. Las desventajas de la repetición<br />

de curso han sido señaladas muchas<br />

veces y, sin duda, son mayores cuanto<br />

más jóvenes son los alumnos. Esa práctica<br />

conduce a separar al alumno de sus compañeros,<br />

a segregarle de su grupo y representa<br />

una forma de castigo de gran dureza. El<br />

alumno que repite es valorado negativamente<br />

por sus nuevos compañeros y probablemente<br />

el profesor también lo mira con<br />

desconfianza.<br />

Si lo que se busca es una educación<br />

democrática hay que proporcionar a todos<br />

los alumnos las mismas oportunidades.<br />

El alumno que no consigue alcanzar<br />

los niveles establecidos para un curso está<br />

poniendo de manifiesto algún tipo de<br />

problema que es necesario detectar con<br />

precisión porque puede deberse a muy diversas<br />

causas, que requerirán tratamientos<br />

muy diferentes. El origen puede estar en<br />

simples problemas de tipo físico que no<br />

se han detectado, como que el niño ve u<br />

oye mal o que tiene alguna otra pequeña<br />

deficiencia, que puede ser debida a múltiples<br />

causas, lo que puede conducir a que el<br />

niño tenga poca capacidad de atención, sea<br />

hiperactivo o no se interese por las actividades<br />

escolares. O las dificultades pueden<br />

ser de carácter social al no vivir en unas<br />

condiciones adecuadas o encontrarse en un<br />

medio que no estimula para nada su trabajo<br />

escolar. Hay que tener en cuenta que los<br />

niños de clase baja parten en la carrera educativa<br />

en condiciones mucho peores que los<br />

hijos de profesionales, que de algún modo<br />

se han familiarizado con el conocimiento<br />

desde que nacen. Esos son los problemas<br />

que hay que detectar para ayudar al niño o<br />

la niña que no consigue seguir el ritmo de<br />

escolaridad normal. Pero tal y como se están<br />

planteando las cosas, parece que los chicos<br />

no avanzan porque no tienen ganas de<br />

estudiar y no se les obliga suficientemente.<br />

Naturalmente, prestar atención a esas dificultades<br />

es algo que hay realizar de una ma-<br />

nera individualizada y requiere un personal<br />

competente para ello. En esa tarea pueden<br />

colaborar los profesores, pero no pueden<br />

ser completamente responsables de ella, sino<br />

que se requiere otro personal de apoyo.<br />

La escuela diferenciada. Los itinerarios<br />

Uno de los grandes triunfos democráticos<br />

que ha conseguido la educación es haber<br />

hecho que todos los niños y jóvenes tengan<br />

acceso a ella en condiciones relativamente<br />

similares. El sistema educativo anterior<br />

a la Ley General de Educación de<br />

1970 era claramente discriminador porque<br />

separaba a los niños a los 10 años<br />

mediante el examen de ingreso, dirigiendo<br />

a unos hacia la continuación de los estudios<br />

y manteniendo otros durante cuatro<br />

años más en la escuela en un callejón<br />

sin salida. La Ley de 1970 estableció un<br />

sistema unificado para todos hasta los 14<br />

años.<br />

Creo que uno de los rasgos de los niños<br />

y jóvenes de hoy es que se encuentran<br />

enormemente desorientados ante sus<br />

perspectivas futuras. Se les mantiene en<br />

un estado infantil durante muchos más<br />

años que antes y por ello los adolescentes<br />

tienen cada vez menos claro, no lo que<br />

querrían ser, sino lo que podrán ser. Sin<br />

embargo, las decisiones legislativas anticipadas<br />

por la ministra de Educación proponen<br />

que hacia los 14 años los alumnos<br />

tengan que elegir un camino o sean<br />

orientados hacia él en función de su rendimiento,<br />

cosa que actualmente tienen<br />

que hacer hacia los 16. Parece que es a todas<br />

luces prematuro, y se verán obligados<br />

a hacerlo sin ningún fundamento. Habría<br />

que evitar por todos los medios que esa<br />

decisión sea irreversible.<br />

En todo caso, tampoco parece que sea<br />

una medida que pueda contribuir a mejorar<br />

la educación, sino simplemente a establecer<br />

una discriminación más temprana.<br />

Algunos alumnos serán encaminados hacia<br />

una vía que les permita seguir estudiando,<br />

mientras que otros entrarán en un callejón<br />

que no tiene otra salida que una temprana<br />

inserción laboral, que previsiblemente tampoco<br />

se producirá, puesto que no hay trabajo<br />

para los jóvenes. Por tanto, en una sociedad<br />

que ha conseguido un nivel económico<br />

relativamente elevado, y en la que se<br />

considera que el estudio aumenta las posibilidades<br />

laborales, el bienestar, y que es un<br />

bien en sí mismo, se va a reducir la posibilidad<br />

de seguir estudiando para muchos jóvenes,<br />

que probablemente serán los socialmente<br />

más desfavorecidos. Sabemos perfectamente<br />

que el origen social tiene una<br />

influencia decisiva sobre el rendimiento es-<br />

colar, influencia que los Gobiernos que se<br />

preocupan por el futuro de sus ciudadanos<br />

procuran minimizar por medio de medidas<br />

de discriminación positiva. Las actuales<br />

propuestas del Gobierno van justamente en<br />

la dirección contraria.<br />

Las disputas sobre el contenido<br />

de los programas<br />

Se ha comprobado en numerosas ocasiones<br />

que cuando un Gobierno quiere hacer<br />

reformas educativas, pero en realidad no<br />

tiene nada que proponer, comienza por<br />

modificar los programas, variar el nombre<br />

de las asignaturas o modificar el número<br />

de horas semanales que se les dedican. En<br />

esto consistió principalmente el debate<br />

sobre las humanidades con el que nos distrajo<br />

durante algún tiempo la ministra<br />

Esperanza Aguirre.<br />

El problema de los contenidos de los<br />

programas tiene una importancia secundaria,<br />

ya que lo verdaderamente relevante es<br />

cómo se enseña y cómo se aprende, y eso<br />

depende sólo en una medida mínima de los<br />

contenidos. La cantidad de conocimientos<br />

existentes en la actualidad y que serían susceptibles<br />

de ser transmitidos en la escuela es<br />

abrumadora, por lo que resulta absolutamente<br />

indispensable seleccionar algunos.<br />

Me he ocupado extensamente de este asunto<br />

en diversos escritos (Delval, 1983, 1990,<br />

2000) y lo único que quiero recordar aquí<br />

es que lo importante es el modo en que se<br />

trabajen esos contenidos. Lo que habría<br />

que procurar es que los alumnos aprendieran<br />

a interpretar el mundo y a explicarlo,<br />

construyendo su propio conocimiento.<br />

Cuando un alumno es capaz de pensar por<br />

sí mismo, de buscar información, de valorar<br />

y criticar las ideas que se le presentan,<br />

podemos decir que está aprendiendo a pensar<br />

y no simplemente acumulando información.<br />

Y eso lo puede hacer sobre contenidos<br />

muy diversos. Pero para adquirir esas<br />

capacidades se requiere una escuela que esté<br />

organizada para promover el pensamiento<br />

creativo y profesores capaces de hacerlo.<br />

La reforma que realizó el PSOE trataba<br />

de establecer una serie de capacidades que<br />

constituían el contenido de los objetivos<br />

educativos. Intentaban especificar al máximo<br />

cuáles deberían ser los objetivos alcanzados<br />

al término de cada etapa educativa.<br />

Objetivos tan hermosos como pueda ser el<br />

siguiente correspondiente a las ciencias sociales:<br />

Identificar los procesos y mecanismos básicos<br />

que rigen el funcionamiento de los hechos sociales,<br />

utilizar este conocimiento para comprender las sociedades<br />

contemporáneas, analizar los problemas más<br />

acuciantes de las mismas y formarse un juicio perso-<br />

48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


nal crítico y razonado.<br />

Alcanzar objetivos o competencias del<br />

tipo de la que acabamos de citar puede resultar<br />

muy deseable, pero es difícil de conseguir.<br />

Ya les gustaría a los más afamados<br />

sociólogos explicar el funcionamiento de<br />

los hechos sociales y comprender las sociedades<br />

contemporáneas. Pero los profesores<br />

lo que tienen que saber es cómo puede hacerse<br />

eso, cómo puede alcanzarse ese objetivo,<br />

y con qué nivel de precisión hay que<br />

hacerlo. Para ello necesitan modelos de trabajo,<br />

unidades didácticas que les muestren<br />

con ejemplos cómo se puede trabajar en esa<br />

línea. Los responsables de la reforma de la<br />

Ley Orgánica de Ordenación General del<br />

Sistema Educativo (LOGSE) creyeron que<br />

bastaba escribir esos objetivos para que los<br />

profesores pusieran los medios para alcanzarlos,<br />

cuando ésa es la tarea más difícil. Se<br />

esforzaron en establecer tipologías, categorías<br />

y diferencias en el vacío; y los contenidos<br />

se organizaban en conceptos, procedimientos<br />

y actitudes, estableciendo distinciones<br />

forzadas y en muchos casos carentes<br />

de significación. Pero el problema está en<br />

los medios que se utilizan para alcanzar<br />

esos objetivos.<br />

Esto no parece que vaya a resolverlo la<br />

reforma del PP. El Real Decreto de 29 de<br />

diciembre de 2000, referente a las enseñanzas<br />

mínimas correspondientes a la enseñanza<br />

secundaria obligatoria (ESO) resulta<br />

prácticamente idéntico en los objetivos y<br />

en la manera de establecerlos al de 1991, en<br />

el que está directamente inspirado. Porque<br />

lo que nos tenemos que plantear es: ¿quién<br />

va a ser el responsable de que se alcancen<br />

esos objetivos? Sin duda esa responsabilidad<br />

recae en buena medida en los profesores,<br />

que tienen que contar con una organización<br />

adecuada en los centros y con los recursos<br />

necesarios. Pero, ¿están preparados<br />

los profesores para poner los medios para<br />

que sus alumnos alcancen esos objetivos?,<br />

¿cuentan con las condiciones para hacerlo?<br />

Es un asunto al que se ha prestado una<br />

atención insuficiente cuando resulta el problema<br />

fundamental.<br />

Para tratar de resolver los problemas<br />

educativos, los responsables de la educación<br />

parecen creer que basta con promulgar<br />

nuevas leyes. Pero, al menos en el ámbito<br />

de la educación, las leyes son de poca utilidad,<br />

pues, en el mejor de los casos, sólo<br />

constituyen un marco en el que puedan<br />

realizarse otras reformas que son las importantes,<br />

pero menos vistosas. Y también se<br />

plantea de forma inadecuada el asunto de<br />

la financiación. La educación no es deficiente<br />

sólo porque exista falta de financiación.<br />

Introducir cambios profundos en la<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

educación requiere disponer de los medios<br />

económicos adecuados, ya que sin ellos no<br />

podrán alcanzarse, pero hay que partir de<br />

un modelo claro de lo que se pretende conseguir.<br />

Por ejemplo, tener los centros educativos<br />

abiertos durante todo el día, que sería<br />

una de las medidas que deberían tomarse<br />

para facilitar una formación<br />

complementaria y actividades de ocio, requiere<br />

una financiación suplementaria,<br />

pues precisa de personal y de material para<br />

realizar esa apertura. Igualmente, disponer<br />

de profesores con la formación adecuada,<br />

actualizarles periódicamente y proporcionarles<br />

materiales que les sirvan de modelo<br />

en su trabajo también requiere una inversión<br />

económica considerable, pero todo<br />

ello debe estar subordinado a tener objetivos<br />

claros.<br />

El papel de los profesores<br />

De acuerdo con todo lo anterior, lo que resulta<br />

absolutamente esencial es capacitar los<br />

profesores para que puedan organizar la dinámica<br />

de la clase de tal manera que los<br />

alumnos alcancen los objetivos pretendidos.<br />

Para ello necesitan materiales que les<br />

muestren cómo realizar el trabajo, y que no<br />

pueden limitarse al libro de texto.<br />

Para alcanzar el nuevo tipo de enseñanza<br />

que se pretende, la actitud de los profesores<br />

debe cambiar. Los profesores tenemos<br />

que olvidar la idea de que somos capaces<br />

de enseñar y aceptar que los alumnos tienen<br />

que construir sus propios conocimientos<br />

y que la función del profesor es fundamentalmente<br />

poner los medios para que el<br />

alumno realice esa construcción. Para esto<br />

es necesario ser mucho más sensible a los<br />

conocimientos que los alumnos traen. Porque<br />

también sabemos cada vez con más claridad<br />

que los alumnos no llegan en blanco<br />

a los diferentes niveles escolares, sino que<br />

vienen con ideas propias que son producto<br />

de ese trabajo constructivo que han realizado<br />

pero que frecuentemente sólo está formado<br />

por explicaciones incompletas, cuando<br />

no incorrectas. No me extenderé sobre<br />

este asunto, del que ya me he ocupado en<br />

numerosas ocasiones, pues mi tema de estudio<br />

principal es el de las representaciones<br />

que los alumnos forman acerca del mundo<br />

social. Si no se parte de esas representaciones,<br />

de esas ideas previas, el profesor lo único<br />

que conseguirá es que los alumnos<br />

aprendan a repetir algunas frases o que adquieran<br />

un conocimiento memorístico que<br />

se olvidará con facilidad.<br />

Actualmente, buena parte de los profesores<br />

están completamente desencantados<br />

con las reformas educativas y con las dificultades<br />

que encuentran en su trabajo dia-<br />

JUAN DELVAL<br />

rio en relación con la falta de interés de los<br />

alumnos, con los problemas de disciplina,<br />

con la organización de la clase. El prestigio<br />

de los profesores se ha visto muy mermado<br />

en los últimos años porque han dejado de<br />

ser modelos o referentes para los alumnos,<br />

que tienden a encontrar esos modelos en<br />

los medios de comunicación.<br />

Los cambios en la situación<br />

de los jóvenes<br />

En estas sociedades, que tanto han cambiado,<br />

la situación de los niños y jóvenes también<br />

se ha modificado profundamente, incluyendo<br />

sus relaciones con los adultos.<br />

Por una parte, los niños y niñas tienen<br />

mucha menor relación con adultos, incluso<br />

de su propia familia, al estar en desaparición<br />

la familia extensa. Incluso las relaciones<br />

con niños de otras edades se han<br />

limitado, ya que los sistemas escolares<br />

han introducido un sistema estricto de<br />

compartimentación por edad y se ha reducido<br />

el número de hermanos. Pero al<br />

mismo tiempo los niños tienen mucha<br />

más información que antes, adquirida sobre<br />

todo a través de los medios de comunicación,<br />

en algunos aspectos mayor que<br />

la de los adultos, en particular respecto a<br />

las nuevas tecnologías, que consiguen dominar<br />

mucho más fácilmente. Esto conlleva<br />

una pérdida de prestigio de los adultos<br />

y una pérdida de autoridad, por lo<br />

que podemos decir que se ha producido<br />

una enorme subversión en las relaciones<br />

niño-adulto.<br />

En contradicción con todo lo anterior,<br />

el periodo formativo se ha alargado,<br />

pues es necesario aprender muchas más<br />

cosas, y las posibilidades de encontrar trabajo<br />

son mucho más remotas sin una formación<br />

muy larga, lo cual mantiene a los<br />

jóvenes en situación de dependencia durante<br />

muchos años, al mismo tiempo que<br />

se sienten mucho más competentes y tienen<br />

cierta capacidad económica a través<br />

del dinero que reciben de sus padres que<br />

los convierte en buenos consumidores.<br />

Esta situación tan contradictoria hace<br />

que el tránsito de la adolescencia a la<br />

edad adulta sea muy traumático para<br />

muchos jóvenes, lo que da lugar a manifestaciones<br />

preocupantes de tipos muy<br />

variados, que van desde el aumento de la<br />

violencia juvenil, el consumo de drogas<br />

destructivo, la anorexia o el crecimiento<br />

de los suicidios adolescentes. Los padres<br />

se sienten muy impotentes ante situaciones<br />

que son completamente nuevas para<br />

ellos, pues tienen poco que ver con lo<br />

que vivieron en su propia adolescencia y,<br />

además, tienen mucha menos autoridad<br />

49


EL PARTO DE LOS MONTES EN LA EDUCACIÓN<br />

ante sus propios ojos, y ante los de sus<br />

hijos, que la que tenían sus padres. Por<br />

ello tienden abandonar parte de sus responsabilidades<br />

delegándolas en la escuela<br />

(como ha mostrado de forma convincente<br />

Savater, 1997), que, sin embargo, con<br />

su organización actual, no está en condiciones<br />

de asumirlas. Todo ello hace que<br />

los jóvenes se sientan extraordinariamente<br />

perdidos para incorporarse al mundo<br />

adulto, ya que los medios de comunicación<br />

y el consumo parecen desplegar ante<br />

ellos posibilidades inmensas, mientras<br />

que en la práctica les cuesta encontrar su<br />

camino y hallar formas de insertarse en el<br />

mundo del trabajo.<br />

Se arma un gran revuelo con el llamado<br />

problema del botellón, pero no se intenta<br />

explicar por qué niños y jóvenes se<br />

ven abocados a la bebida sin ningún autocontrol.<br />

¿No les estamos impulsando de<br />

alguna manera a que busquen en esa conducta<br />

escapista la única salida que se les<br />

presenta para su diversión? ¿Les ofrecemos<br />

alternativas? Mientras se siguen presentando<br />

anuncios de bebidas alcohólicas<br />

por todas partes, los valores sociales principales<br />

son divertirse, tener éxito ante los<br />

demás, triunfar, ser conocido, y no aparece<br />

ningún medio que conduzca a esos objetivos,<br />

que para la mayoría son irreales y<br />

completamente inalcanzables. Entonces<br />

una de las pocas salidas es evadirse del<br />

mundo, no enfrentarse con la realidad, y<br />

eso parece que se puede conseguir con el<br />

alcohol y las drogas. Mientras se está en<br />

el estado alterado proporcionado por esas<br />

sustancias parece que el mundo es menos<br />

tenebroso de como se presenta cuando se<br />

está sobrio.<br />

A lo anterior se une la inmensa influencia<br />

que han adquirido los medios de<br />

comunicación, uno de los vehículos principales<br />

de penetración del poder de las<br />

grandes empresas, asunto al que es necesario<br />

dedicar un nuevo apartado.<br />

La escuela y los medios<br />

de comunicación<br />

Creo que todo el mundo es consciente de<br />

la influencia que están teniendo los medios<br />

de comunicación, y en especial la televisión,<br />

para modelar nuestra vida. Determina<br />

nuestros gustos, nuestros hábitos de consumo,<br />

los temas de conversación, nuestros<br />

horarios, las opiniones políticas; en definitiva,<br />

lo que es importante y lo que no lo es.<br />

Esa influencia se ejerce igualmente sobre<br />

los escolares, que pasan tres o cuatro horas<br />

al día mirándola, por lo que da contenido a<br />

sus juegos, determina sus gustos, sus actitudes,<br />

sus valores, y les transmite una enorme<br />

cantidad de información. La escuela tiene<br />

que tomar conciencia de que se enfrenta<br />

con un duro competidor en los medios de<br />

comunicación y no puede seguir ignorándolos<br />

como hasta ahora. Éste es uno de los<br />

problemas esenciales en la actualidad, cuyas<br />

consecuencias no se alcanzan a ver todavía<br />

perfectamente. Tanto si la función principal<br />

que se atribuye a la escuela es la de<br />

transmisión de conocimientos como la<br />

de formar valores, la televisión realiza también<br />

estas dos funciones, aunque posiblemente<br />

no de la misma forma. Pero tiene al<br />

menos dos características esenciales en contraste<br />

con la escuela.<br />

Por una parte proporciona información<br />

de una manera mucho “más atractiva” que<br />

la escuela. Probablemente, lo que transmite<br />

es una ilusión de conocimiento que tiene<br />

más que ver con la narración que con el conocimiento<br />

abstracto. Es un conocimiento<br />

esencialmente figurativo, que sólo puede<br />

convertirse en operativo si el sujeto dispone<br />

previamente de las capacidades para ello;<br />

pero esas capacidades no puede adquirirlas<br />

a través de la televisión, sino que precisa<br />

hacerlo a través de la acción, y un lugar para<br />

ello sería la escuela.<br />

En segundo lugar, los medios de comunicación,<br />

y en particular la televisión, gozan<br />

de un enorme “prestigio” del que carece totalmente<br />

la escuela. Actualmente, todo lo<br />

importante pasa por la televisión, hasta el<br />

punto de que ésta empieza a crear la realidad<br />

y lo que está fuera de ella no existe. Los<br />

modelos, los valores, son impuestos por la<br />

televisión. En consecuencia, se produce una<br />

pérdida de prestigio de la función del profesor.<br />

Los maestros, que en la sociedad rural<br />

eran individuos prestigiosos que encarnaban<br />

el saber y lo transmitían, en este momento<br />

son figuras con poco prestigio social<br />

y que nadie considera como fuentes de saber.<br />

Por ello no es extraño que los alumnos<br />

tampoco les respeten mucho, excepto los<br />

más pequeños, que todavía entienden mal<br />

cómo funciona el mundo.<br />

El poder de los medios de comunicación<br />

es un fenómeno de consecuencias incalculables.<br />

Durante mucho tiempo la<br />

educación ha estado en manos de todos<br />

los adultos de la comunidad que socializaban<br />

a los jóvenes. Con la extensión y el<br />

auge de las escuelas, éstas pasaron a tener<br />

el monopolio de la educación. Pero lo<br />

que acontece con los nuevos medios de<br />

3 En un libro interesante y esclarecedor sobre el<br />

tipo de educación que promocionan las grandes empresas,<br />

un libro de lectura aconsejable para todos los<br />

que se interesan por la educación. Ver también, Buckingham,<br />

2000.<br />

comunicación es que el peso de la educación<br />

está empezando a recaer en ellos, que<br />

están al servicio y financiados por las<br />

grandes empresas. Como adecuadamente<br />

señalan Steinberg y Kincheloe (1997,<br />

pág. 24) 3 , refiriéndose a Estados Unidos:<br />

“Los profesores más importantes de la sociedad<br />

no ejercen su oficio en las escuelas, lo mismo<br />

que la política ‘oficial’ sobre los niños de la nación<br />

no la diseñan los funcionarios electos en Washington,<br />

DC. Los pedagogos y artífices de política más<br />

influyentes son los productores de cultura infantil<br />

de las empresas comerciales norteamericanas”.<br />

Desgraciadamente esto es tan cierto<br />

respecto a Estados Unidos como para el<br />

resto de los países de Occidente, que somos<br />

cada vez más una colonia de aquellos.<br />

El “currículo oculto” de la televisión<br />

es todavía mucho más oculto que el de la<br />

escuela, pues como señalan los ya citados<br />

Steinberg y Kincheloe:<br />

“En la televisión o las películas infantiles no se<br />

transparenta nada, pero están enviando mensajes a<br />

nuestros hijos con la intención de provocar creencias<br />

y acciones particulares en mayor provecho de<br />

quienes las producen”.<br />

Toda esta cultura popular, financiada<br />

y al servicio de las grandes empresas multinacionales,<br />

trata de promover una “teología<br />

del consumo” que promete la felicidad<br />

a través del acto ritual de consumir,<br />

en definitiva para mayor gloria de esas<br />

empresas. Las formas de penetración de<br />

su ideología son extremadamente sutiles,<br />

por lo que resulta mucho más difícil resistirse<br />

a ella.<br />

Además, la flexibilidad de la televisión<br />

para adaptarse a los cambios gobernados<br />

por la audiencia frente a la rigidez<br />

de la escuela, institución enormemente<br />

burocratizada, que no tiene que justificar<br />

sus resultados, o cuyos resultados sólo se<br />

perciben al cabo de muchos años, la convierte<br />

en un instrumento muy poderoso<br />

para el moldeamiento cultural.<br />

Una escuela para la democracia<br />

Creo que el objetivo fundamental que debe<br />

guiar las reformas educativas es establecer<br />

una escuela para la democracia, es<br />

decir, una escuela que exista en una sociedad<br />

democrática y que contribuya a mejorarla<br />

y perfeccionarla. Para ello tiene<br />

que prestar especial atención a fomentar<br />

la “autonomía” de los alumnos, lo cual<br />

tiene que ir unido a tratar de eliminar todas<br />

las formas de intolerancia y de exclusión<br />

de los otros, es decir, que debe combatir<br />

el racismo, el odio hacia los inmigrantes,<br />

el nacionalismo estrecho, la<br />

exclusión religiosa, las actitudes machistas<br />

o de exclusión basadas en el sexo.<br />

50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


La escuela para la democracia (diferente<br />

pero relacionada con una escuela<br />

democrática; ver Apple y Beane, 1997)<br />

tiene que ser una escuela que esté alejada<br />

de cualquier forma de adoctrinamiento.<br />

Hay que fomentar en los alumnos su capacidad<br />

de participación en la vida social<br />

en un sistema democrático, es decir, en<br />

un sistema en el que existe igualdad de<br />

derechos y de deberes para todos con independencia<br />

de su posición social o de<br />

sus creencias. Creo que lo único que debe<br />

ser inviolable son los principios democráticos,<br />

tal y como están expresados en la<br />

Constitución o norma fundamental. La<br />

formación que se da en las escuelas debe<br />

permitir que los alumnos se formen sus<br />

propias opiniones para que puedan elegir<br />

las creencias que les parezcan mejores,<br />

más justas, más racionales, más acordes<br />

con el funcionamiento social. Por tanto,<br />

igual que no se debe inculcar una ideología<br />

política, tampoco es la escuela el lugar<br />

para inculcar una ideología religiosa y cada<br />

uno debe adoptar las creencias religiosas<br />

que le resulten más coherentes y respondan<br />

mejor a sus necesidades (Savater,<br />

1997). La formación religiosa, si los<br />

alumnos o sus padres la desean, tiene que<br />

realizarse fuera de las escuelas, y en éstas<br />

debe prohibirse toda manifestación externa<br />

de creencias religiosas. Una sociedad<br />

democrática tiene que ser necesariamente<br />

respetuosa con todo tipo de creencias,<br />

siempre que no afecten a los fundamentos<br />

mismos de la vida social; pero ese ámbito<br />

de las creencias personales e íntimas debe<br />

quedar fuera de lo que se enseña en las escuelas,<br />

pues si no es muy fácil caer en el<br />

peligro del adoctrinamiento.<br />

La formación que hay que proporcionar<br />

en las escuelas tiene que constituir un<br />

entrenamiento sistemático en el pensamiento<br />

crítico, en pensar por uno mismo<br />

tratando de distanciarse de las ideas recibidas<br />

y sometiendo a crítica las propias<br />

ideas. Hacer eso requiere un aprendizaje y<br />

es fundamental que nos guíen para aprender<br />

a hacerlo. Creo que hay que aprender<br />

cómo lo han hecho las personas que han<br />

realizado aportaciones sustanciales a la<br />

cultura humana, siguiendo su ejemplo,<br />

analizando los problemas, aprendiendo a<br />

ver las cosas desde diferentes perspectivas,<br />

valorando las opiniones ajenas, pero siendo<br />

capaces también de ver en ellas sus insuficiencias,<br />

generando explicaciones que<br />

tenemos que contrastar con lo que sucede<br />

en la realidad y con las opiniones de<br />

otros. Esto hay que realizarlo con personas<br />

que sean capaces de promover las situaciones<br />

en que se puedan poner mani-<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

fiesto esas capacidades, que las exijan, que<br />

creen los ambientes de aprendizaje adecuados.<br />

Y ésa es la tarea que tiene que realizar<br />

el profesor, no tanto la de enseñar<br />

como la de poner las condiciones para<br />

que sus alumnos aprendan.<br />

Entrenarse en el pensamiento exige<br />

una disciplina, dentro de la que se incluye<br />

aprender métodos de trabajo, a exponer<br />

las propias ideas para que sean comprensibles<br />

por otros, a entender lo que otros<br />

dicen y analizar el sentido de los textos, a<br />

formular hipótesis que sirvan para explicación<br />

de un fenómeno y a contrastar<br />

nuestras explicaciones con lo que realmente<br />

sucede, a ser capaz de valorar dos<br />

explicaciones distintas buscando las ventajas<br />

y los inconvenientes de cada una.<br />

Todo esto es un trabajo sistemático que<br />

resulta difícil realizar fuera de la escuela y<br />

que en todo caso debería constituir la<br />

función fundamental de ésta. Por eso<br />

la escuela debe ser un laboratorio desde el<br />

que se aprenda a analizar el mundo, y esa<br />

capacidad es la que deberían alcanzar los<br />

alumnos en el mayor grado posible al término<br />

de sus estudios. Lo que se debería<br />

tratar de conseguir es que los alumnos, al<br />

término de la escolaridad obligatoria,<br />

sean personas adultas, maduras, capaces<br />

de discernir lo que más les conviene y lo<br />

que no les conviene, que sean capaces de<br />

planificar y organizar la vida por ellos<br />

mismos, que sean capaces de juzgar críticamente<br />

la organización social, que desde<br />

el punto de vista moral sean capaces de<br />

comportarse como agentes autónomos, y<br />

de respetar la libertad, la integridad, los<br />

derechos de los demás.<br />

La política del florero<br />

A través de las declaraciones y propósitos<br />

manifestados hasta ahora en relación con<br />

la política educativa nos podemos dar<br />

cuenta de que el Gobierno carece totalmente<br />

de un diagnóstico de la situación y<br />

no ha elaborado ningún documento para<br />

analizarla. Nada sabemos sobre la adecuación<br />

de las actuales enseñanzas escolares<br />

al mundo en el que viven los jóvenes, la<br />

relación entre la escuela y el mundo del<br />

trabajo, la influencia que tienen los medios<br />

de comunicación en la formación de<br />

los jóvenes o sobre cómo se imparte la enseñanza.<br />

Las únicas intenciones que se dejan<br />

entrever en las propuestas es que se<br />

quiere hacer un sistema más selectivo, y<br />

probablemente más excluyente, y que se<br />

tiende a favorecer la enseñanza privada.<br />

La calidad no aflora por ningún lado y lo<br />

único que han sido capaces de anunciar<br />

son medidas irrelevantes, que podemos<br />

JUAN DELVAL<br />

comparar con intentar arreglar una casa<br />

agrietada colocando algunos adornos. n<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

APPLE, Michael W., y BEANE, James A. (Comps.):<br />

Escuelas democráticas, 1997. Trad. cast. de T. del<br />

Amo, Morata, Madrid, 1997.<br />

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El nivel educativo sube. Morata, Madrid, 1990.<br />

BRIONES, Gabriel: España. Datos geográficos y estadísticos.<br />

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BUCKINGHAM, David (2000): Crecer en la era de los<br />

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DELVAL, Juan: Crecer y pensar. La construcción del conocimiento<br />

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1983. Reeditado en Barcelona, Paidós, 1998.<br />

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PIÉRON, Henri: Examens et docimologie. Presses Universitaires<br />

de France, París, 1969.<br />

SAVATER, Fernando (1997): El valor de educar. Ariel,<br />

Barcelona.<br />

Juan Delval es catedrático de Psicología Evolutiva<br />

51


Un hadiz atribuido a Aixa,<br />

la joven preferida entre las<br />

muchas mujeres de Mahoma,<br />

nos informa sobre la explosiva<br />

situación del emergente estado<br />

islámico a la muerte del Enviado.<br />

“Cuando murió el Profeta, los beduinos<br />

apostataron. Los judíos y los cristianos<br />

levantaron cabeza. La incredulidad<br />

que se había ocultado, se manifestó.<br />

Los musulmanes fueron como un rebaño<br />

de corderos, sobresaltados por la lluvia de<br />

una noche de invierno. Su Profeta ya no<br />

estaba allí. Por fin Alá los reunió alrededor<br />

de Abú Bakr” (cit. en Gaudefroy-<br />

Demombynes, 1969, 206).<br />

1. Mahoma ha muerto sin<br />

nombrar sucesor. Una reunión de<br />

urgencia de los Compañeros del<br />

Profeta resuelve la peligrosa crisis<br />

de sucesión nombrando “califa”<br />

(vicario del Enviado de Alá) a<br />

Abú Bakr, padre de Aixa, a la sazón<br />

un venerable anciano. A los<br />

dos años muere envenenado tras<br />

haber sometido con mano de hierro<br />

a los rebeldes beduinos y designado<br />

a Omar como sucesor.<br />

“Un hombre fue a escuchar a Omar<br />

y se dirigió a él como Califa de Alá (vicario<br />

de Dios). Omar le maldijo y dijo:<br />

‘Ése fue David’. Entonces el hombre le<br />

llamó ‘Califa (vicario) del Profeta de<br />

Dios’ y Omar dijo: ‘Pero ése fue Abú<br />

Bakr, que ahora ha muerto’. Así el hombre<br />

se dirigió a él como ‘Califa del Califa<br />

(vicario del vicario) del Profeta de<br />

Dios’, y Omar dijo: ‘Esto es correcto,<br />

pero el título acabará haciéndose demasiado<br />

largo’, y el hombre le preguntó:<br />

‘Entonces, ¿cómo te llamaremos?’, y<br />

Omar le respondió: ‘Sois creyentes y yo<br />

soy vuestro príncipe, por tanto, llamadme<br />

Príncipe de los Creyentes (Emir al-<br />

Muminim)’ (vid. Lewis, 1990, 79).<br />

El califato es la primera y más<br />

importante institución de soberanía<br />

en la historia islámica, re-<br />

solviendo en la Umma el vacío<br />

de poder producido por la muerte<br />

del Profeta. El hadiz mentado<br />

hace referencia a las discusiones<br />

entre los Compañeros sobre el alcance<br />

de tal término como título<br />

de soberanía. Expresamente mentado<br />

en una aleya del Corán:<br />

“¡David! No te hemos colocado<br />

como califa en la tierra. ¡Juzga entre<br />

los hombres según la verdad!”<br />

(38, 25). “El califa es, en realidad,<br />

el lugarteniente del Legislador<br />

inspirado ((Mahoma)), encargado<br />

de mantener la religión y<br />

de servirse de ella para gobernar el<br />

mundo” (Ibn Jaldún, 1977, 379).<br />

Omar, el primer gran estratega<br />

militar de la expansión islámica,<br />

arrasó el Imperio Persa de los sasánidas<br />

y derrotó al Imperio Bizantino:<br />

Persia, Siria, Palestina y<br />

Egipto se incorporaron al naciente<br />

imperio islámico. Malherido<br />

por un cristiano persa (armado<br />

con un alfanje envenenado),<br />

Omar, antes de morir, nombró<br />

una junta con los seis Compañeros<br />

más distinguidos para que eligiesen<br />

entre ellos su sucesor<br />

(644). Resultó Utman, era el de<br />

más años y, como los dos califas<br />

precedentes, yerno del Profeta.<br />

Doblemente yerno, pues fue el<br />

único musulmán que casó, sucesivamente,<br />

con dos hijas de Mahoma<br />

(con la segunda, tras enviudar<br />

de la primera): de ahí su<br />

apodo como “el dueño de las dos<br />

luces” (Vernet, 1990, 151-152).<br />

Utman prosiguió la expansión<br />

islámica y fijó canónicamente las<br />

suras del Corán. Durante su califato,<br />

cundió el descontento entre<br />

los musulmanes más rigurosos<br />

y los Compañeros menos favorecidos,<br />

denunciando el nepotismo<br />

y la corrupción de los gobernantes.<br />

En 656, mientras leía en su<br />

residencia de Medina una copia<br />

SEMBLANZA<br />

LA SUCESIÓN DE MAHOMA<br />

Genealogía del Islam<br />

CARLOS MOYA<br />

del libro sagrado, murió a manos<br />

de los jarichíes, un movimento<br />

sectario que pretendía volver a la<br />

pureza religiosa de los orígenes.<br />

Un hijo de Abú Bakr, de nombre<br />

Muhammad (como su yerno el<br />

Profeta), fue el primero en allanar<br />

la morada califal y herir al anciano.<br />

Inmediatamente, en la mezquita<br />

de Medina, fue proclamado<br />

Alí: era primo hermano del Profeta,<br />

uno de sus primerísimos<br />

conversos (junto con Kadiya,<br />

Abú Bakr y el esclavo Zaid) y estaba<br />

casado con su hija predilecta,<br />

Fátima, madre de sus dos únicos<br />

descendientes masculinos.<br />

El partido que representaba<br />

Alí, autodenominado “pueblo de<br />

divina designación y ordenación”<br />

(al-Sharastani), los xiíes, mantenía<br />

que el nuevo Califa había sido<br />

señalado desde un principio, por<br />

Alá y su Profeta, como su legítimo<br />

sucesor; que sus tres antecesores<br />

en el califato, mediante engaños,<br />

le habían privado hasta entonces<br />

de sus legítimos derechos: había<br />

llegado la hora de restablecer el<br />

Islam en toda su pureza. La noble<br />

apostura de Alí, su probado valor<br />

y santidad, enardecía a sus seguidores<br />

xiíes (chiítas).<br />

“Cuando ocurrió el asesinato de Utman,<br />

los muslimes se hallaban dispersos<br />

en las comarcas del imperio (para ocuparlas<br />

y guardarlas), de suerte que sólo un<br />

pequeño número asistió a la exaltación<br />

de Alí al califato. Entre éstos, unos le<br />

prestaron el juramento de fidelidad<br />

(baiáa); pero los otros tomaron el partido<br />

de esperar hasta que se reunieran todos<br />

los musulmanes y escogieran un imam<br />

por unanimidad… Al mismo tiempo,<br />

los que se encontraban en las comarcas<br />

optaron por no reconocer la autoridad de<br />

Alí hasta después de vengar la muerte<br />

de Utman” (Ibn Jaldún, 1977, 413).<br />

Una confusa situación que<br />

acabaría desembocando en guerra<br />

civil. Mientras que los dos pri-<br />

meros califas pertenecían a los<br />

“emigrados” a Medina, Utman<br />

representaba a la nobleza coraixí<br />

de La Meca, que sólo al final, derrotada<br />

por el Profeta, había aceptado<br />

el Islam. Los asesinos de Utman<br />

procedían de la secta jarichí:<br />

surgida en los últimos años de<br />

Omar, con el propósito de establecer<br />

tribunales religiosos para<br />

juzgar quiénes eran auténticos<br />

creyentes y quiénes no de entre<br />

las tribus recién convertidas, había<br />

apoyado la exaltación al califato<br />

de Alí frente a la corrupción<br />

coraixí disparada en tiempos de<br />

su antecesor. El poderoso gobernador<br />

militar de Siria, Muawiya,<br />

pariente del califa asesinado, se<br />

erigió en su vengador, y se enfrentó<br />

a Alí (a quien previamente<br />

no había prestado juramento).<br />

Los padres de Muawiya se<br />

habían contado entre los peores<br />

enemigos del Profeta: Abú Sufian<br />

fue un poderoso mercader mequí,<br />

dirigente del clan omeya<br />

dentro de la tribu coraixí; Hind,<br />

la madre, ha pasado a todas las<br />

crónicas por su terrible ferocidad:<br />

habiendo muerto a Hamza, tío<br />

del Profeta, le abrió el pecho para<br />

comerse su hígado, en venganza<br />

por la muerte de su padre y<br />

hermanos en un choque armado<br />

con los musulmanes. Muawiya<br />

no sólo contaba con el apoyo de<br />

los potentes coraixíes, enaltecidos<br />

por Utman, sino con la infatigable<br />

inquina de Aixa contra Alí.<br />

La joven viuda del Profeta, que ya<br />

ostentaba el título de “madre de<br />

todos los creyentes”, a la vez que<br />

soliviantaba el ánimo de los<br />

Compañeros más reticentes contra<br />

el actual califa, legitimaba la<br />

“pureza religiosa” del partido de<br />

Muawiya.<br />

El odio de Aixa contra el primo<br />

y yerno de Mahoma venía<br />

52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Mahoma<br />

de lejos. Hacia el año 6 de la hégira<br />

(628), Alí (posiblemente influido<br />

por su mujer Fátima) había<br />

encontrado sospechosa de<br />

adulterio a la jovencísima esposa<br />

del Profeta, y el caso sólo se resolvió<br />

con la ayuda de Alá, revelando<br />

a su elegido las oportunas<br />

aleyas. La presencia de Aixa sobre<br />

un palanquín a lomos de un<br />

camello en la primera confrontración<br />

militar entre Alí y Muawiya<br />

se recuerda como “la batalla<br />

del camello” (657). Venció<br />

Alí en este primer encuentro,<br />

evitando toda agresión a la “madre<br />

de los creyentes”, a la que<br />

desterró a Medina, al ascético recato<br />

en que vivían las otras viudas<br />

del Enviado. Pero la guerra<br />

civil prosiguió. A los pocos meses,<br />

a medio camino entre Siria e<br />

Irak, sobre el río Éufrates, en el<br />

lugar de Saffin, tuvo lugar el encuentro<br />

decisivo: la escrupulosa<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

indecisión de Alí frente a sus<br />

enemigos resultaría fatal.<br />

“El indomable llevaba ganada la batalla<br />

cuando sus adversarios, los hombres<br />

de Muawiya, acudieron a la famosa<br />

trampa de los coranes: desgarrando las<br />

páginas del libro santo, las ensartaron en<br />

sus lanzas y pidieron detener los combates<br />

para que se impusiera el juicio de<br />

Dios. Y Alí cometió el segundo de sus<br />

grandes errores. Aceptó parar la batalla.<br />

Los dos bandos escogieron a sus representantes,<br />

los cuales, después de discutirlo,<br />

deciden alejar a los dos hombres que<br />

llevaron a los musulmanes a matarse entre<br />

sí y escoger a un tercero capaz de reunificarlos.<br />

El representante de Alí toma la<br />

palabra en primera instancia y, quitándose<br />

el anillo que llevaba, proclama: ‘Como<br />

me quito este anillo te quito, Alí, de<br />

la dirección de los musulmanes’. Luego<br />

deja lugar al representante de Muawiya,<br />

quien, hablando fuerte y claro, dijo: ‘Y<br />

yo, como me pongo este anillo, te confirmo,<br />

Muawiya, a la cabeza de los musulmanes”<br />

(Antaki, 1990, 100).<br />

La piadosa ingenuidad política<br />

de Alí, evitando derramar la san-<br />

gre de sus encoranados rivales,<br />

había concluido en una perversa<br />

celada. A muerte contra el falaz<br />

Muawiya, los jarichíes, “aquellos<br />

que salieron”, encontrando idiota<br />

a su jefe, le abandonaron allí mismo.<br />

Rodeado de sus fieles xiíes,<br />

Alí trasladó su capital a Kufa, en<br />

el Irak, donde se fortificó militarmente,<br />

mientras su opositor<br />

hacía lo mismo en Damasco, tras<br />

haberse proclamado califa de Jerusalén.<br />

En lugar de organizar inmediatamente<br />

un nuevo ejército<br />

contra Muawiya, Alí se dedicó a<br />

perseguir a los jarichíes, intentando<br />

arrasarlos. En venganza,<br />

unos cuantos de éstos se juramentaron<br />

para matarle, así como<br />

a Muawiya. Los vengadores no<br />

pudieron atravesar la organizada<br />

protección policial del omeya;<br />

frente a Alí lo tuvieron más fácil.<br />

Un jarichí le abrió la cabeza con<br />

un alfanje envenenado, y Mua-<br />

wiya se convirtió en el quinto califa,<br />

iniciando la dinastía imperial<br />

de los omeyas.<br />

El poder tribal de los grandes<br />

mercaderes coraixíes, asentados<br />

en La Meca, había desplazado el<br />

originario poder de los Compañeros<br />

centrado en Medina. Controlando<br />

la prosperidad de Siria,<br />

la más rica de las nuevas provincias<br />

islámicas, así como las rutas<br />

comerciales hacia el Creciente<br />

Fértil y el Mediterráneo, Damasco<br />

sería la capital omeya. Frente al<br />

piadoso entusiasmo religioso de<br />

los primeros califas, se imponían<br />

ahora cálculos económico-políticos<br />

mucho más fríos y despóticos<br />

al servicio de la grandeza imperial<br />

del soberano y la ortodoxa pacificación<br />

sumnita del Islam. Y así,<br />

“el califato se transformó en monarquía”<br />

(Ibn Jaldún).<br />

2. Desde su decisiva investigación<br />

y reflexión teórica sobre los<br />

avatares de la función de soberanía<br />

en el Islam, Ibn Jaldún nos<br />

transmite su reinterpretación de<br />

toda esta movida secuencia histórica.<br />

“El Profeta, estando en su lecho de<br />

muerte, y queriendo confiar a Abú Bakr<br />

las funciones más importantes de la religión,<br />

le ordenó presidir la oración pública<br />

en calidad de Vicario suyo (califa).<br />

Toda la comunidad aceptó complacida la<br />

nominación de Abú Bakr en el Califato,<br />

cargo que consiste en dirigir la comunidad<br />

en la observancia de la ley. En aquella<br />

época nadie pensaba ni en el nombre<br />

de rey; se creía que la monarquía era un<br />

foco de vanidad, una institución peculiar<br />

de los infieles y de los enemigos de la religión.<br />

Abú Bakr cumplió sus deberes siguiendo<br />

las tradiciones de su maestro:<br />

combatió a las tribus que había apostatado<br />

y concluyó por reunir a todos los<br />

árabes en torno al islam. Omar, a quien<br />

transmitió el califato, continuó por la<br />

misma trayectoria; hizo la guerra a los<br />

otros pueblos, les sojuzgó y autorizó a<br />

53


LA SUCESIÓN DE MAHOMA<br />

los árabes a despojar a los vencidos y arrebatarles<br />

el poder. El califato pasa enseguida<br />

a Utman, luego a Alí, jefes para<br />

quienes la realeza y sus usos no tenían<br />

ningún atractivo”.<br />

“Lo que fortalecía entre ellos ese<br />

sentimiento de aversión era el gran hábito<br />

de privaciones que impone el islamismo<br />

y la vida del desierto. Los árabes eran<br />

a la sazón el pueblo menos acostumbrado<br />

a los bienes del mundo y la abundancia:<br />

de un lado, su religión les estimulaba<br />

a abstenerse de los placeres que proporciona<br />

la profusión de riquezas; de<br />

otro, su propio hábito de vivir en la aridez,<br />

rodeados de penurias y privaciones.<br />

No ha habido jamás un pueblo cuya escasez<br />

sobrepasara a la de aquellos árabes<br />

modanitas; vivían en el Hidjaz, país que<br />

carece de agricultura y ganadería; las regiones<br />

fértiles y ricas en cereales les estaban<br />

vedadas, tanto por la lejanía, cuanto<br />

porque pertenecían a otras tribus: las de<br />

Rabiah y las yemenitas. No pudiendo<br />

aspirar a la abundancia que ofrecían esas<br />

comarcas, se veían reducidos muy a menudo<br />

a alimentarse de alacranes y escarabajos;<br />

se ufanaban incluso cuando lograban<br />

comer el aalhaz, manjar compuesto<br />

de pelo de camello y sangre,<br />

amasados con una piedra y cocidos al<br />

fuego” (Ibn Jaldún, Al-Muqaddimah,<br />

1977, 399).<br />

A los cuatro primeros califas<br />

les conoce la tradición islámica<br />

sumnita como los “guiados”, los<br />

“ortodoxos” (rashidum). Íntimos<br />

del Profeta, emparentados con él<br />

a través de su matrimonio con<br />

sus respectivas hijas o de su misma<br />

sangre, como Alí (casado además<br />

con Fátima, hija de Mahoma),<br />

su comportamiento refleja<br />

su carismática inmediatez con el<br />

Fundador: la pureza de su fe, iluminando<br />

sus vidas, les convierte<br />

en ejemplo y arquetipo ideal de la<br />

soberanía auténticamente muslim:<br />

el Califato originario, cuasi<br />

republicano por comparación<br />

con la monarquía imperial de Bizancio<br />

o de la Persia sasánida<br />

donde la realeza se consideraba<br />

como derecho divino hereditario.<br />

La inextricable unión entre la intensidad<br />

religiosa de tales personajes<br />

y la ascética austeridad derivada<br />

de su previa condición de<br />

nómadas explica para Ibn Jaldún<br />

la consitencia interna de su modélico<br />

califato.<br />

Tradicionalmente, la jefatura<br />

tribal entre los árabes, la designación<br />

de el Said (Señor), no era<br />

propiamente hereditaria, sino<br />

más bien electiva, siguiendo la lí-<br />

nea del parentesco agnaticio más<br />

antiguo, que se argumentaba y<br />

discutía hasta su común aceptación<br />

en reuniones formales, donde<br />

los “parientes mayores”, los cabezas<br />

de facción o clan, son las<br />

“caras” de la tribu –los rostros que<br />

personifican tal comunidad–, encarnando<br />

la unidad de la confederación<br />

tribal. En ausencia del<br />

fallecido Enviado, en las sucesivas<br />

crisis sucesorias que se abren tras<br />

la muerte de cada califa, las últimas<br />

decisiones sobre el liderazgo<br />

religioso-político de la Umma se<br />

toman en el seno de los sobrevivientes<br />

Compañeros del Enviado.<br />

Esa originaria coalición de los<br />

“emigrados” mequíes con los “defensores”<br />

mediníes que, en su<br />

momento, fue la clave impulsora<br />

y organizatoria del poder soberano<br />

de Mahoma en Medina.<br />

Bajo la inspirada palabra del<br />

Profeta, los ritos de confraternización<br />

tribal han disuelto religiosamente<br />

sus originarias diferencias<br />

clánico-tribales. En cada crisis<br />

de sucesión, retrotrayéndose a<br />

su originario particularismo, éstas<br />

devienen materia prima de partidos<br />

y movimientos de índole sectaria,<br />

amenazando la unidad de la<br />

Umma. Nadie como los cabezas<br />

de esas originarias afiliaciones de<br />

orden clánico-tribal, los más nobles<br />

Compañeros y su inmediato<br />

séquito, para atizar ese crónico<br />

riesgo. Un círculo de círculos<br />

configurando la organización<br />

central de la expansiva espiral de<br />

la fraternidad muslim, conjurando<br />

religiosamente las feroces pasiones<br />

particularistas de individuos,<br />

familias, clanes y tribus en<br />

el inspirado universalismo de la<br />

comunión islámica. Imponiéndose<br />

expansivamente sobre el inmenso<br />

espacio árabe, para desbordarse<br />

violentamente sobre el<br />

mundo circundante, arrasando a<br />

los viejos imperios de antaño. Nada<br />

como la expansión exterior para<br />

resolver las violentas disidencias<br />

internas con su crónica amenaza<br />

de secesión y guerra civil (fitna).<br />

Oportunamente animada de<br />

nuevos (“falsos”) profetas beduinos<br />

que intentan reiterar, a su<br />

propio y heterodoxo aire, la portentosa<br />

carrera del Enviado. Provocando,<br />

una y otra vez, su ful-<br />

minante represión militar por la<br />

ortodoxia califal de los Compañeros.<br />

En este senatorial círculo<br />

de círculos, de cuyo propio seno<br />

ha surgido su proclamación, descansa<br />

la última legitimación fáctica<br />

de cada califa, así como la<br />

confianza popular en sus propios<br />

lugartenientes y generales que detentan<br />

inmediatamente el poder<br />

militar.<br />

“¡Combatid a quienes no creen<br />

en Dios ni en el último Día<br />

ni prohíben lo que Dios y su<br />

Enviado prohíben, a quienes no<br />

practican la religión de la verdad<br />

entre aquellos a quienes fue<br />

dado el Libro, hasta que paguen<br />

el tributo personalmente y en<br />

actitud humilde”, reza la aleya<br />

29 de la sura 9 del Corán. El<br />

botín de guerra y la sucesiva explotación<br />

fiscal de los nuevos territorios<br />

conquistados es el motor<br />

económico de la acelerada<br />

expansión islámica, multiplicando<br />

la riqueza del Califato y la<br />

de sus celosos Compañeros.<br />

“Los tributos exigidos por los<br />

nuevos conquistadores eran siempre<br />

menores que los exigidos por<br />

los antiguos, y los países conquistados<br />

podían con más libertad<br />

y menos interferencia proseguir<br />

sus propias prácticas religiosas…<br />

La masa del pueblo en<br />

Siria, Mesopotamia y Persia no<br />

profesó la religión de Mahoma<br />

hasta el siglo II o el III de la era islámica:<br />

largo tiempo después de la<br />

conquista militar de estas regiones.<br />

Y cuando se convirtieron el<br />

motivo fue principalmente el propio<br />

interés en librarse de los tributos<br />

e identificarse con la clase<br />

rectora” (Hitti, 1950, 112, 114).<br />

“Las huestes del Profeta se apoderaron<br />

de reinos y bienes de sus adversarios,<br />

viéndose bien pronto nadando en la<br />

opulencia… Bajo el gobierno de Utman”,<br />

dice Masudí, “los Compañeros<br />

poseyeron aldeas y dinero. Este mismo<br />

califa, cuando lo asesinaron, tenía en poder<br />

de su tesorero ciento cincuenta mil<br />

dinares y un millón de dirhemes; las fincas<br />

rústicas que tenían en Wadi-el-Qora,<br />

en Honain y otras partes, valían doscientos<br />

mil dinares; la cantidad de camellos<br />

y caballos que dejó era igualmente<br />

considerable. La octava parte de la herencia<br />

dejada por Az-Zobair montaba a<br />

cincuenta mil dinares. Poseía mil caballos<br />

y mil domésticas. Talha sacaba de sus<br />

tierras en Irak un rendimiento de mil dinares<br />

por día; las que poseía en Sarat reportaban<br />

aún más… Se ve por lo que<br />

precede la magnitud de las fortunas<br />

que los muslimes habían acumulado”<br />

(Ibn Jaldún, loc. cit., 400-401).<br />

“Todos tenían demasiado oro y plata<br />

y pujaban entre sí… Se encontraban<br />

ante una inflación por exceso de numerario<br />

del mismo tipo de la que describe<br />

Suetonio en Roma, después de la batalla<br />

de Actium y de la que iban a conocer los<br />

conquistadores españoles de América”,argumenta<br />

Juan Vernet (1990, 159).<br />

Al enriquecerse todos a la vez, se dispararon<br />

al alza los precios y muchos se<br />

sintieron progresivamente más pobres.<br />

Nada tan arrasador para la solidaria fraternidad<br />

universal que proclama el credo<br />

igualitario de la Umma, originariamente<br />

sustentado por la previa austeridad tribal<br />

de los primeros tiempos.<br />

“Cuando la influencia de la vida nómada<br />

y de su concomitante penuria se<br />

fue desvaneciendo paulatinamente para<br />

dejar de existir, surgió la índole del imperio<br />

que determina la solidaridad clánico-tribal<br />

((asabiyya)) y se impuso el predominio<br />

y la sujeción. El régimen imperial<br />

es entonces para el pueblo una fuente<br />

de bienestar y de riquezas… Como la<br />

posesión del imperio conduce naturalmente<br />

a la autocracia, al gobierno individual,<br />

Muawiya y sus amigos no pudieron<br />

resistir a esa seducción, a la cual confiere<br />

siempre una gran fuerza el espíritu<br />

de clan…<br />

En resumen, el califato se transformó<br />

en monarquía, conservando sus funciones<br />

esenciales: el soberano se esfuerza<br />

constantemente por hacer observar los<br />

preceptos y la práctica de la religión procurando<br />

seguir la senda de la verdad.<br />

Ningún cambio notable se efectuó en<br />

ello, excepto en la autoridad moderadora<br />

que, ejercida antes por la religión, vino<br />

a ser sustituida por la fuerza de un<br />

partido y la de la espada. Tal fue el estado<br />

de cosas en tiempo de Muawiya, de<br />

Mernán, de Abd-el-Malik ((Omeyas)) y<br />

el de los primeros califas abbasíes… El<br />

régimen de gobierno se convierte en monarquía<br />

pura, y la índole de la dominación,<br />

llevada ahora a su más alta meta, se<br />

emplea para conquistar y para halagar<br />

las pasiones, multiplicando los deleites<br />

del soberano” (Ibn Jaldún, 1977, 403-<br />

405).<br />

3. Con la ascensión de Muawiya<br />

al Califato, la guerra civil no<br />

había terminado: Alí había dejado<br />

dos hijos, Hassan y Hussain<br />

que ahora encarnaban la expectativa<br />

califal de los derrotados xiíes<br />

(chiítas). Para su despecho, el primero,<br />

el mayor, negoció la renuncia<br />

de sus derechos con Mua-<br />

54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


wiya a cambio de una notable<br />

compensación económica. Antes<br />

que el improbable trono, le interesaba<br />

la vida muelle del harén: se<br />

dice que casó y se divorció no<br />

menos de cien veces. Hassan murió<br />

a los 45 años, envenenado, al<br />

parecer, por una intriga del serrallo.<br />

Once años más tarde, cuando<br />

falleció el enérgico Muawiya<br />

(680), nombrando sucesor a su<br />

hijo Yazid, Hussain, el hijo superviviente<br />

de Alí, se negó a reconocerle<br />

como califa.<br />

La exasperada piedad chiíta<br />

había convertido la memoria de<br />

Alí en la de un santo mártir sólo<br />

comparable a Mahoma: tal y<br />

como éste era el Profeta, el asesinado<br />

califa era el Wali (amigo<br />

y vicerregente) de Alá, el único<br />

heredero legítimo del Enviado.<br />

A diferencia de su padre, escrupulosamente<br />

religioso en todo<br />

lo formal y dotado de una gran<br />

astucia política, Yazid escandalizaba<br />

la piedad muslim con su<br />

alegre jovialidad y afición por la<br />

poesía, la caza, el baile y la música.<br />

Parecía preferir la vieja libertad<br />

de los jeques beduinos de<br />

cuando “el tiempo de la ignorancia”,<br />

a la austera y respetuosa<br />

sumisión religiosa exigida por la<br />

iluminación coránica. Los sirios<br />

de Damasco, apenas islamizados<br />

aún, le adoraban; se le aborrecía<br />

en Medina y en Kufa, la capital<br />

iraquí de Alí, que aparte de haber<br />

sido ferozmente reprimida<br />

por el hermano bastardo de<br />

Muawiya, Ziyad, se había visto<br />

desplazada por Damasco como<br />

corte soberana de la dinastía<br />

omeya. Al frente de una reducida<br />

hueste de guerreros, Hussain<br />

cabalgó hacia Kufa, reclamado<br />

por sus partidarios. Entre tanto,<br />

el hijo de Ziyad, tras reprimir<br />

la anunciada revuelta kufí,<br />

organizó sus tropas militares,<br />

mucho más numerosas y profesionales<br />

que el heroico séquito<br />

de Alí.<br />

“El desdichado Hussain supo estas<br />

fatales nuevas cerca de Kufa, sin embargo<br />

continuó su camino; la loca y ciega<br />

credulidad, que parece ser el sino de los<br />

pretendientes, no le abandonó: estaba<br />

convencido de que en llegando a las<br />

puertas de Kufa sus habitantes se armarían<br />

en su favor” (Dozy, 1982, I, 101).<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

A la altura de Kerbala se tropezó<br />

con el poderoso ejército<br />

enemigo. No quiso rendirse y<br />

parlamentó. Nuevos refuerzos<br />

y órdenes enviados por el hijo de<br />

Ziyad desde Kufa acabaron con<br />

los escrúpulos de aquel general,<br />

remiso a verter la sangre del hijo<br />

de Fátima.<br />

“En vano gritaba Hussain a sus enemigos:<br />

‘Si creéis en la religión fundada<br />

por mi abuelo, ¿cómo podréis justificar<br />

vuestra conducta el día de la resurrección?’.En<br />

vano hizo atar Coranes a las<br />

lanzas: dada la orden por Chamir, se le<br />

cargó espada en mano, y se le mató. Casi<br />

todos sus compañeros quedaron en el<br />

campo de batalla, después de haber vendido<br />

cara su vida (10 de octubre de<br />

680)” (Dozy, loc. cit., 102).<br />

Era el 10 del mes de muharram<br />

según el calendario islámico.<br />

Desde entonces hasta ahora el<br />

mundo islámico quedó escindido<br />

irreconciliablemente en ortodoxos<br />

summitas y chiítas disidentes.<br />

Crónicamente perseguidos<br />

por los califas ortodoxos, escindiéndose<br />

una y otra vez en sectas<br />

y movimientos enfrentados entre<br />

sí, con revivals periódicos que a<br />

veces consiguen imponer sus propias<br />

dinastías y, por supuesto, asegurar<br />

su afligida fe en torno a sus<br />

santos lugares. Zaydíes, ismaelitas,<br />

fatimíes, nizaríes, tayyibíes y<br />

duodecimanos son algunos de los<br />

nombres de las sectas chiítas más<br />

famosas, un fermento decisivo en<br />

la especulación mística islámica<br />

junto a las órdenes sufíes, más ortodoxas<br />

políticamente. Algún hadiz<br />

cuenta cómo el Profeta previene<br />

a sus creyentes contra el<br />

riesgo de fragmentar la unicidad<br />

de la Umma en 73 sectas. Sin esa<br />

fervorosa y dinámica pluralidad,<br />

la civilización islámica hubiese sido<br />

infinitamente más monótona<br />

y más pobre.<br />

“La muerte de Hussain no fue en vano.<br />

Durante la resurrección se le confía la<br />

llave del paraíso. Dios mismo dispone:<br />

‘El derecho de intercesión es expresamente<br />

suyo. Hussain sea, por mi gracia<br />

especial, el mediador para todos’. El Profeta<br />

Mahoma entrega a Hussain las llaves<br />

del paraíso y dice: ‘Ve tú y salva de las llamas<br />

a cada uno de los que durante su vida<br />

lloraron una única lágrima por ti, a<br />

cada uno de los que te ayudaron de alguna<br />

manera, a cada uno de los que emprendieron<br />

una peregrinación a tu san-<br />

tuario o que hicieron lamentaciones por<br />

ti, y a cada uno de los que escribieron<br />

versos trágicos para ti. Lleva a cada uno y<br />

a todos contigo al paraíso” (Canetti,<br />

1977, 149).<br />

La tumba de Hussain en Kerbala<br />

es el centro de peregrinación<br />

más importante de los chiítas.<br />

Dadas las expectativas de salvación<br />

que irradia ese santuario sobre<br />

su inmediato territorio, allí<br />

acuden no sólo caravanas de piadosos<br />

peregrinos, sino caravanas<br />

portando los cadáveres de los<br />

chiítas cuya última voluntad fue<br />

enterrarse junto a su martirizado<br />

imam. Y en esta forma Kerbala es<br />

hoy una inmensa ciudad cementerio.<br />

“4.000 ángeles rodean la tumba de<br />

Hussain, que lloran por el día y noche.<br />

Van al encuentro de cada peregrino, venga<br />

de donde venga, a la frontera. Quien<br />

visita este sepulcro consigue las siguientes<br />

ventajas: el techo de su casa nunca se le derrumbará<br />

encima. Nunca se ahogará. No<br />

perece en el fuego. Los animales salvajes a<br />

él no lo atacan. Además, quien ora con fe<br />

real en este sepulcro recibe años adicionales<br />

de vida. Gana el mérito de mil peregrinajes<br />

a la Meca, mil muertes de mártir,<br />

mil días de ayuno, mil liberaciones de esclavos.<br />

El año siguiente nada podrán contra<br />

él los diablos y malos espíritus. Si es<br />

que muere, entonces es enterrado por ángeles,<br />

y el día de la resurrección se incorporará<br />

con los creyentes del imam Hussain,<br />

a quien reconoce por la bandera que<br />

lleva en la mano. El imam conduce a sus<br />

peregrinos triunfal y directamente al paraíso”<br />

(Canetti, 1977, 144).<br />

Desde aquel 10 de muharram<br />

hasta aquí, esta fecha se<br />

convirtió en el Viernes Santo de<br />

los chiítas en todas las provincias<br />

islámicas donde mantienen comunidades.<br />

Culmina ese día su<br />

fervorosa celebración de la pasión<br />

y muerte de Hussain, que se inicia<br />

el 1 de muharram, marcando a la<br />

vez el comienzo del año nuevo.<br />

“La fiesta muharram de los chiítas”:<br />

en el clásico libro de Elías<br />

Canetti, Masa y poder, el curioso<br />

lector cuenta con un impresionante<br />

relato de tan tremenda y<br />

masiva celebración. En 1978, su<br />

pánico despliegue en Teherán,<br />

por entonces capital de la modernidad<br />

imperial del sha de Persia,<br />

acabó con su terrible aparato militar<br />

policial para entronizar al<br />

ayatolá Jomeini. En el mes de diciembre<br />

de 1978, cuatro millo-<br />

nes de iraníes salieron a la calle<br />

gritando: ‘Muera el shah, muera<br />

Yazid, shah Hussein, shah Jomeini”<br />

(Ikram Antaki, 1990, 102).<br />

Aquel acontecimiento fue para<br />

la revolución iraní un equivalente<br />

al de la toma de la Bastilla<br />

el 14 de julio de 1789 para la<br />

Revolución Francesa. Un traumático<br />

aguijón para la Revolución<br />

conservadora despegando<br />

en Occidente por esas fechas: se<br />

había perdido el control sobre el<br />

petróleo iraní y el fantasma de la<br />

Revolución islámica, amenazaba<br />

los intereses vitales de las petroleras<br />

angloamericanas y de Israel en<br />

el Oriente Medio. Según el profesor<br />

Huntington –ilustre preceptor<br />

estratégico de la República<br />

Imperial EE UU– la revolución<br />

iraní arranca la cuasi guerra de civilizaciones<br />

entre Occidente y el<br />

islam que parece culminar en<br />

nuestros días. Ese proseguido<br />

“choque de civilizaciones” (Huntington,<br />

1993, 1996) que el atroz<br />

atentado del 11 de septiembre de<br />

2001 EE UU, elevó al paroxismo,<br />

disparando la actualísima<br />

cruzada mundial de Occidente<br />

contra el terror islamista. n<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

CARLOS MOYA<br />

ANTAKI, I.: La cultura de los árabes. Siglo<br />

XXI, México, 1990.<br />

El Bokhari: “L’a thentique tradition musulmane,<br />

Choix de h’adiths”. Bernard<br />

Graset, París, 1996.<br />

El Corán (traducción de Juan Vernet).<br />

Plaza & Janés, Barcelona, 1980.<br />

CANETTI, E.: Masa y poder. Muchnik,<br />

Barcelona, 1977.<br />

DOZY, R. P.: Historia de los musulmanes<br />

en España, tomo I. Turner, Madrid, 1982.<br />

GAUDDEFROY-DEMOMBYNES, M.: Mahomet.<br />

Alvin Michel, París, 1962.<br />

HITTI, P. K.: Historia de los árabes. Razón<br />

y Fe, Madrid, 1950.<br />

IBN JALDÚN: Introducción a la Historia<br />

Universal (Al-Muqaddimah). Fondo de<br />

Cultura Económica, México, 1977.<br />

LEWIS, B.: El lenguaje político del Islam.<br />

Taurus, Madrid, 1990.<br />

VERNET, J.: Los orígenes del Islam. Historia<br />

16, Madrid, 1990.<br />

Carlos Moya es catedrático de Sociología<br />

(UNED). Autor de Sociólogos y<br />

Sociología. De la ciudad y de su razón y<br />

Señas de Leviatán.<br />

55


Carlos Hunneus,<br />

El régimen de Pinochet.<br />

Editorial Sudamericana<br />

Santiago de Chile, 2000.<br />

Felipe Portales,<br />

Chile, una democracia tutelada.<br />

Editorial Sudamericana<br />

Santiago de Chile, 2000.<br />

La lectura de dos nuevos libros<br />

sobre el pasado reciente de Chile<br />

resulta aleccionadora para un español<br />

no sólo por el impacto que<br />

la evolución última de este país<br />

ha tenido sobre el panorama internacional<br />

iberoamericano o por<br />

las cuestiones relacionadas con el<br />

procesamiento de Pinochet sino,<br />

sobre todo, por la comparación<br />

entre esa trayectoria política y la<br />

nuestra. Con frecuencia los perfiles<br />

de una evolución histórica<br />

aparecen de forma más nítida<br />

cuando se perciben con el trasfondo<br />

de otra en parte semejante<br />

y en parte distinta. Se trata<br />

de dos libros, aunque aparecidos<br />

en una misma editorial, de<br />

muy diversa factura. El de Hunneus,<br />

conocido especialista en<br />

ciencia política y autor del mejor<br />

texto extenso aparecido hasta<br />

el momento acerca de la<br />

Unión de Centro Democrático<br />

española, busca la distancia, la<br />

comparación y la frialdad del<br />

científico, mientras que el de<br />

Portales, lleno de signos de exclamación,<br />

reivindica una democracia<br />

plena para su país y<br />

deplora las repetidas cesiones de<br />

los políticos demócratas chilenos<br />

frente a los restos del pasado<br />

dictatorial. Lo que resulta más<br />

interesante de ambos no es tanto<br />

la información que proporcionan,<br />

con ser ésta merecedora<br />

del calificativo, sino que el conocedor<br />

del caso español a través<br />

de sus páginas adivina, ha-<br />

ciendo un ejercicio de historia<br />

virtual, lo que acaso hubiera podido<br />

suceder en la etapa mas<br />

decisiva de nuestro pasado reciente.<br />

Dos dictaduras<br />

El libro de Hunneus es, sin duda,<br />

el mejor estudio acerca de la<br />

dictadura de Pinochet actualmente<br />

existente. Su lectura permite<br />

constatar las muy curiosas<br />

similitudes existentes con el franquismo,<br />

a pesar de la distancia<br />

cronológica existente entre los<br />

momentos de gestación de las<br />

respectivas dictaduras. Lo que<br />

llama más la atención no es tanto<br />

el paralelo entre ambos regímenes<br />

sino que se tratara del<br />

único caso de semejanza buscada<br />

de forma voluntaria y eligiendo<br />

el modelo español como tal, en<br />

especial teniendo en cuenta que<br />

el paralelismo se produjo en la<br />

fase final del régimen de Franco,<br />

cuando éste estaba en su fase declinante.<br />

Otros paralelismos del<br />

régimen de Franco derivan de la<br />

sintonía cronológica en algún<br />

momento preciso.<br />

La comparación es posible,<br />

en primer término, desde el<br />

punto de vista de la personalidad<br />

de los dictadores. Como<br />

Franco, Pinochet fue un tardío<br />

conspirador por quien las autoridades<br />

legales no tuvieron tan<br />

graves motivos de desconfianza<br />

hasta el final. Ni siquiera fue el<br />

mas brutal de los militares golpistas,<br />

papel que en la etapa inicial<br />

parece haberle correspondido<br />

al general de aviación Leigh,<br />

autor del bombardeo del palacio<br />

presidencial. A diferencia de<br />

Franco, no parece haber sido un<br />

general particularmente prestigioso;<br />

su carrera profesional tuvo<br />

un carácter burocrático, al la-<br />

POLÍTICA<br />

CHILE DESDE ESPAÑA<br />

JAVIER TUSELL<br />

do del general Prats, cuya confianza<br />

acabó traicionando. A pesar<br />

de su condición de militares,<br />

ambos personajes no estuvieron<br />

exentos de capacidades<br />

políticas. Pinochet, por ejemplo,<br />

a pesar de haber hecho la friolera<br />

de casi cincuenta cambios ministeriales,<br />

consiguió evitar las<br />

defecciones políticas que fueron<br />

habituales en el franquismo.<br />

En lo que de nuevo aparece<br />

la semejanza entre el pinochetismo<br />

y el franquismo es en el<br />

logro de un grado notable de estabilidad<br />

a partir del momento<br />

en que se originó el régimen.<br />

Ésta es una diferencia con respecto<br />

a las dictaduras iberoamericanas<br />

de la década de los setenta,<br />

mucho mas efímeras. En<br />

ello, aunque sin duda jugó un<br />

papel objetivo la habilidad de<br />

cada uno de los dictadores, hubo<br />

también, claro está, factores<br />

derivados de las circunstancias.<br />

En España se produjo una larga<br />

guerra civil y en Chile una grave<br />

crisis del Estado. Prueba de<br />

esta última es que no sólo se trató<br />

de aplicar un programa que<br />

tenía en su contra a la mayoría de<br />

la población sino que la totalidad<br />

del Ejército estuvo a favor<br />

de la subversión del orden legal, y<br />

que también el poder judicial<br />

y la contraloría contribuyeron<br />

indirectamente a ella. En España,<br />

en cambio, fue la división<br />

del Ejército y de las fuerzas de<br />

orden público la que, al impedir<br />

la victoria instantánea de los sublevados,<br />

provocó la guerra. Pero<br />

no hubo en Chile enfrentamientos<br />

armados de verdadera<br />

entidad, ni siquiera algo relativamente<br />

semejante, como la<br />

existencia de miles de guerrilleros<br />

en la Argentina previa al golpe<br />

militar.<br />

Inexistente el peligro de una<br />

subversión revolucionaria, lo<br />

que creó la ruptura con respecto<br />

al pasado –y, en definitiva, permitió<br />

la estabilidad de la dictadura–<br />

fue una represión muy<br />

violenta al principio, como en<br />

el caso del franquismo. Hubo<br />

un total de 3.200 muertos, de<br />

los que 1.823 fueron en 1973,<br />

pero la eliminación física del adversario<br />

perduró hasta el mismo<br />

final del régimen. Sin duda, este<br />

último rasgo señala la verdadera<br />

diferencia entre los dos casos.<br />

En términos cuantitativos y<br />

proporcionales, la represión franquista<br />

fue infinitamente superior,<br />

pero la de Pinochet estaba<br />

demasiado cercana como para<br />

poder ser olvidada, mientras que<br />

en la España de Franco las ejecuciones<br />

de septiembre de 1975<br />

en absoluto pueden compararse<br />

en número con las de 1939. La<br />

represión franquista podía ser<br />

perdonada porque el paso del<br />

tiempo (y el recuerdo de que<br />

también la izquierda la había llevado<br />

a cabo) lo permitía, pero<br />

no fue ése, en absoluto, el caso<br />

de Chile.<br />

Hasta ahora nos hemos referido<br />

a los orígenes de la dictadura<br />

chilena; a continuación se<br />

pueden establecer paralelismos<br />

sobre el propio régimen una vez<br />

ya estabilizado. Por más que en<br />

Chile hubiera en el Poder Judicial<br />

y en la universidad un proceso<br />

adaptación forzada a la dictadura<br />

con la correspondiente<br />

selección del personal, la purga<br />

producida en España en el conjunto<br />

de la Administración fue<br />

incomparablemente superior.<br />

En los dos regímenes hubo un<br />

cierto y peculiar pluralismo, pero<br />

distinto porque la distancia<br />

existente entre los grupos del pi-<br />

56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Pinochet<br />

nochetismo fue menor que la<br />

existente entre las familias del<br />

franquismo. En Chile no hubo<br />

en realidad en ningún momento<br />

aspiración a partido único, y<br />

en España sí, aunque diversos<br />

organismos juveniles o femeninos<br />

sirvieron en el país iberomericano<br />

de instancias de movilización<br />

parecidas a las del<br />

franquismo. El “gremialismo”<br />

de Guzmán, que vino a ser algo<br />

parecido a las tesis de Fernández<br />

de la Mora, los “Chicago<br />

boys”, ultraliberales en economía,<br />

el antiguo conservadurismo<br />

y el aperturismo de Jarpa<br />

ofrecen un panorama de la política<br />

chilena en la etapa dictatorial<br />

que recuerda, a lo sumo, la<br />

pluralidad del franquismo más<br />

tardío y no del inicial.<br />

No puede hablarse de diferencias<br />

generacionales en las políticas<br />

auspiciadas por esos grupos<br />

políticos pues la duración<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

de la dictadura no dio lugar a<br />

que se hicieran patentes. De<br />

cualquier modo, en los años<br />

fundacionales del franquismo,<br />

entre un militar, un antiguo cedista,<br />

un tradicionalista y un falangista<br />

la distancia era superior<br />

a la que existió durante el pinochetismo<br />

entre cada uno de esos<br />

grupos. En los dos casos de regímenes<br />

dictatorial, el paralelismo<br />

se puede extender también a<br />

la personalización del poder y al<br />

carácter militar del régimen.<br />

Como el de Franco, el poder de<br />

Pinochet fue personal más que<br />

corporativo de una institución<br />

a la que representara, pero él estuvo<br />

mucho más limitado por<br />

el papel político atribuido al<br />

Ejército como colectividad y por<br />

la relativa autonomía de la Marina<br />

y la Aviación dentro de él<br />

(la dictadura fue, sobre todo, del<br />

Ejército de Tierra). En el caso<br />

de Franco no existieron esos lí-<br />

mites impuestos por la colectividad<br />

militar, porque el franquismo<br />

fue una dictadura de un<br />

general, no del Ejército. Aunque<br />

en él hubo generales a cargo<br />

de las carteras económicas durante<br />

bastante tiempo, nunca los<br />

rectores de universidad ni muchos<br />

de los embajadores –salvo<br />

en la época de la Segunda Guerra<br />

Mundial– fueron militares<br />

de alta graduación, como en<br />

Chile. En la etapa democrática<br />

el Ejército chileno como colectividad<br />

se había enfrentado a la<br />

izquierda por una cuestión presupuestaria.<br />

Cierto es que Pinochet,<br />

a base de multiplicar el número<br />

de generales, en cierto modo<br />

lo adaptó a su imagen y<br />

semejanza. Pero nunca lo logró<br />

en tal grado como Franco, quien<br />

tuvo tras de sí a toda la oficialidad<br />

joven después de la guerra,<br />

una vez que hubo eliminado a<br />

posibles adversarios.<br />

Sería posible, en fin, establecer<br />

una comparación entre las<br />

respectivas políticas económicas.<br />

En este aspecto las distancias<br />

fueron siempre abismales. Frente<br />

a la propensión estatista del<br />

franquismo inicial, que se mantuvo<br />

hasta el final, las privatizaciones<br />

fueron el eje de la política<br />

pinochetista. La comparación<br />

que a este respecto cabe hacer<br />

se referiría a las que han tenido<br />

lugar en España durante el Gobierno<br />

de Aznar, pero corregidas<br />

y agravadas hasta el extremo.<br />

En ambos casos lograron,<br />

para los que se beneficiaron de<br />

ellas, no sólo un importante<br />

poder económico sino también<br />

político. Las agencias administradoras<br />

de los fondos de pensiones,<br />

la novedad más radical, se<br />

convirtieron también en un poder<br />

económico no sólo durante<br />

esta etapa sino también en la<br />

posterior al régimen dictatorial.<br />

Resultan muy curiosas las semejanzas<br />

y las diferencias entre<br />

los dos regímenes dictatoriales en<br />

su fase tardía. En ambos países<br />

hubo aperturismo sincopado y titubeante,<br />

parálisis decisoria e incertidumbre,<br />

pero se manifestaron<br />

también desemejanzas. A diferencia<br />

de lo sucedido en España,<br />

hubo unidad en una oposición<br />

que de España tomó el ejemplo<br />

del consenso, pero quizá, ante la<br />

solidez de la dictadura, lo llevó<br />

hasta un extremo excesivo. El poder<br />

también extrajo una curiosa<br />

lección del caso español. Visto lo<br />

que había acontecido al otro lado<br />

del Atlántico, alguno de los colaboradores<br />

de Pinochet, como el<br />

“gremialista” Guzmán, recomendó<br />

que la transición se hiciera con<br />

él en el poder. Eso implicaba, de<br />

hecho, en la mente de los dirigentes<br />

dictatoriales la subsistencia<br />

57


CHILE DESDE ESPAÑA<br />

de un resto de liberalismo y la<br />

consideración de la dictadura como<br />

un expediente temporal, en<br />

vez de la fijación en un régimen<br />

por completo contrario al pasado<br />

institucional chileno. Pinochet, a<br />

diferencia de Franco, no abominó<br />

propiamente del sufragio universal<br />

sino tan sólo de los partidos<br />

políticos. Eso no quiere decir que<br />

cuando consultó al pueblo lo hiciera<br />

de forma honesta sino que la<br />

dictadura chilena movilizó los recursos<br />

del Estado a su favor. Pero<br />

las encuestas siempre dieron la<br />

victoria a la respuesta negativa a<br />

sus propósitos de perpetuarse en el<br />

poder, caso que, de haberse dado<br />

en España con Carrero o Franco<br />

vivos (o incluso Arias Navarro como<br />

presidente), hubiera dado lugar<br />

con toda seguridad a una pura<br />

vuelta atrás. Iniciado el proceso,<br />

las propias instituciones del régimen,<br />

como el Tribunal Constitucional,<br />

adquirieron una cierta autonomía,<br />

lo que implicó, a su vez,<br />

el establecimiento de garantías de<br />

expresión correcta del sufragio. Pinochet<br />

fue derrotado pero conservó<br />

el 43% de los votos.<br />

Tal como se habían producido<br />

los acontecimientos, inmediatamente<br />

a continuación tuvo<br />

lugar una reinterpretación del<br />

pasado, que en España también<br />

algunos intentaron pero consiguiendo<br />

mucho menos éxito. Al<br />

otro lado del Atlántico la derecha<br />

dijo entonces que durante el<br />

tiempo dictatorial había tenido<br />

lugar una revolución liberal en<br />

economía y política que hacía<br />

posible emprender una democracia<br />

nueva, por más que en realidad<br />

estuviera tutelada. En España<br />

sólo Alianza Popular hizo<br />

esta interpretación. Aun así, en<br />

ella y mucho más en UCD o<br />

en el posterior PP los vínculos<br />

con el pasado resultaron mucho<br />

más tenues.<br />

Dos transiciones<br />

Resulta también muy interesante<br />

la comparación que permiten<br />

los dos libros mencionados entre<br />

la transición española y la chilena<br />

a la democracia. Resumiendo<br />

muy brevemente los paralelismos<br />

y las diferencias, cabe decir<br />

que confirman la impresión po-<br />

sitiva que merece la española.<br />

Claro está que ello dependió no<br />

sólo de las virtudes o habilidades<br />

de los dirigentes políticos sino<br />

también de factores objetivos<br />

que no derivaban propia y directamente<br />

de ellos.<br />

Sin duda los dirigentes políticos<br />

en la transición española<br />

actuaron de buena fe y con sinceridad<br />

en el camino hacia el logro<br />

de una democracia efectiva<br />

para todos. Al margen de ello, se<br />

dieron cuenta, además, de que si<br />

querían una Monarquía consolidada<br />

debían actuar de esta manera,<br />

evitando que una intromisión<br />

de los militares convirtiera<br />

el objetivo final democrático en<br />

tan sólo una apariencia o una<br />

caricatura. Por su parte, sin duda,<br />

la oposición les ayudó no<br />

forzando unas demandas imposibles<br />

de cumplir. En conclusión,<br />

hubo una pugna sorda y<br />

oculta, muy difícil de historiar,<br />

entre quienes querían la democracia<br />

y los que se oponían a ella<br />

o querían recortarla, concluida<br />

en la clara victoria de los primeros.<br />

Si la lograron fue no sólo<br />

por su habilidad sino por el hecho<br />

de que no había más claro y<br />

explícito sucesor del dictador<br />

que el monarca.<br />

En Chile la pugna fue pública<br />

y el resultado fue ambiguo. Los<br />

que han sido denominados como<br />

los “amarres” de la transición,<br />

que determinaron la existencia<br />

de “enclaves” no ya autoritarios<br />

sino semidictatoriales, fueron<br />

otras tantas victorias logradas por<br />

el pinochetismo. Lo curioso del<br />

caso es que fueron el resultado<br />

no sólo de que el Ejército ejerciera<br />

el poder real o de que la<br />

oposición se diera cuenta de sus<br />

debilidades sino también de la<br />

relativa flexibilidad y de la decisión<br />

de los protagonistas de la<br />

dictadura. A fin de cuentas, tras<br />

su derrota en el referéndum Pinochet<br />

demostró una mayor voluntad<br />

de aceptar el cambio que<br />

el búnker español: la inflexibilidad<br />

de éste fue suicida a corto<br />

plazo. El dictador chileno, por<br />

su parte, logró en esta fase no<br />

sólo ventajas materiales, relativas<br />

a un mínimo de presupuesto<br />

militar, ley de amnistía, se-<br />

nadores nombrados y no elegidos,<br />

etcétera, sino incluso un sistema<br />

electoral, una burocracia<br />

inamovible y no purgable, un<br />

poder judicial controlado por la<br />

derecha y un quórum para cambiar<br />

la constitución que limitó<br />

seriamente el contenido de la<br />

democracia lograda. Todo ello<br />

se mantuvo, además, porque Pinochet<br />

tuvo un liderazgo y una<br />

actitud en la transición chilena<br />

de los que no existe paralelo en<br />

la española.<br />

No hubo nadie en la derecha<br />

española que reivindicara de forma<br />

sistemática, no ya la dictadura,<br />

sino la legitimidad de la actuación<br />

política del Ejército si se<br />

reprodujeran las circunstancias<br />

de 1973, incluso en otras latitudes<br />

como en Perú. En España el<br />

deseo social de reconciliación fue<br />

más sincero. Nadie del régimen<br />

anterior se convirtió en una especie<br />

de juez dictaminador de la<br />

bondad del proceso ni se exhibió<br />

con petulancia en defensa de<br />

ese pasado, como ocurrió en<br />

Chile con Pinochet. Probablemente<br />

a la extrema derecha le faltó<br />

ese personaje pero tampoco<br />

parece que una parte significativa<br />

de la sociedad española lo hubiera<br />

aceptado o se hubiera identificado<br />

con él. Ahora bien, ¿cuál<br />

fue el resultado?<br />

Dos interpretaciones posibles<br />

sobre la realidad chilena de los<br />

años noventa son la de que no se<br />

llegó a la democracia real y la<br />

de que, a fin de cuentas, las cautelas<br />

impuestas por los militares,<br />

con Pinochet a la cabeza, resultaron<br />

relativamente intrascendentes.<br />

En este sentido, su<br />

propia denominación –“amarres”,<br />

“enclaves”– parecería indicar<br />

que no suponían un factor<br />

definitorio del nuevo régimen.<br />

Probablemente la interpretación<br />

más ajustada lleva a concluir que<br />

la democracia fue tan efectiva<br />

como conflictiva a corto y medio<br />

plazo. Una cosa es que hubiera<br />

democracia; otra cosa es<br />

que esos rasgos supusieron una<br />

confrontación permanente e<br />

irresuelta durante mucho tiempo.<br />

Cualquier acto judicial contra<br />

los represores se vio extremadamente<br />

dificultado e inclu-<br />

so la reivindicación de la memoria<br />

de los desaparecidos no<br />

fue atendida por el poder político<br />

democrático sino con el<br />

transcurso de bastante tiempo.<br />

Hubo algo más grave todavía:<br />

esos “amarres” o “enclaves” resultaron<br />

un factor definitorio de<br />

la derecha, de modo que su<br />

componente civilista quedó preterido<br />

durante mucho tiempo<br />

frente a una identificación absoluta<br />

con el pasado.<br />

Ahora bien, eso hubiera podido<br />

suceder también en España.<br />

Imagínese por un momento<br />

que un fuerte liderazgo militar<br />

hubiera impuesto en su momento<br />

el mantenimiento en la<br />

ilegalidad del PCE y que hubiera<br />

triunfado frente al Gobierno<br />

de Suárez o el propio Rey. Esa<br />

posibilidad no es nada remoto:<br />

recuérdense las posturas de personas<br />

tan cercanas al poder como<br />

Alfonso Ossorio o Sabino<br />

Fernández Campos en ese momento<br />

preciso. En ese lapso pudo<br />

nacer también una democracia<br />

“tutelada” en España.<br />

Volviendo a Chile, una última<br />

conclusión se refiere al propio<br />

papel que de cara al sistema<br />

político de este país jugó el procesamiento<br />

de Pinochet provocado<br />

por su propia insensatez<br />

viajera, llevada a cabo de forma<br />

petulante y provocadora. Es<br />

comprensible que en su momento<br />

una parte de la sociedad<br />

chilena viera este hecho como<br />

una intromisión en sus asuntos<br />

internos. Pero no ya desde el<br />

punto de vista de la defensa de<br />

los derechos humanos sino desde<br />

la óptica del propio sistema<br />

político chileno, la decisión del<br />

juez Garzón fue sin la menor<br />

duda enormemente positiva para<br />

impulsar hacia delante el sistema<br />

político chileno. La duda<br />

que se plantea a estas alturas es<br />

hasta qué punto se habrá llegado<br />

a una solución oportuna y correcta.<br />

n<br />

Javier Tusell es catedrático de Historia.<br />

Autor de La revolución posdemocrática.<br />

58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


En lo que sigue quisiera defender<br />

la idea de que si<br />

nuestra escuela tiene hoy algún<br />

sentido es el que la comprende<br />

bajo el compromiso con<br />

la democracia; puesto que hoy<br />

parece que no cabe tal sentido<br />

por parte de quienes enviamos a<br />

nuestros hijos a la escuela, es lógico<br />

que nuestros docentes anden<br />

sin apoyos ni reconocimiento,<br />

nuestros estudiantes no tengan<br />

ningún concernimiento con<br />

su educación y nosotros mismos<br />

no sepamos qué hacer con los estudios<br />

que hemos organizado.<br />

Para mayor confusión: nuestra<br />

escuela no se ha configurado en<br />

primer término para formar profesionales<br />

con lo que tampoco<br />

esa salida les queda ni a profesores<br />

ni a estudiantes. Esta es en<br />

esencia la preocupación que conduce<br />

las siguientes reflexiones a<br />

las que doy paso sin más demora,<br />

no sin antes avisar que mi uso<br />

del término “escuela” será amplio<br />

y aunque se fijará en la educación<br />

que hoy llamamos obligatoria,<br />

también lanzará sus miradas<br />

a esa otra educación que se<br />

da en la Universidad y que hoy<br />

no me atrevería a calificar de superior.<br />

1. La educación<br />

enciclopedística<br />

Estamos acostumbrados a reflejar<br />

el espíritu de la Ilustración en<br />

la publicación de la Enciclopedia.<br />

Tan acostumbrados que no<br />

sabemos ver lo que realmente<br />

significó la acumulación de todos<br />

los saberes en una obra que<br />

en principio cualquiera podía<br />

consultar. Todos podían libremente<br />

acceder al saber y verse<br />

libre de las ataduras que el despotismo<br />

ligaba entre la ignorancia,<br />

el engaño y la superstición;<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

éste es el razonamiento vehemente<br />

y revolucionario que se<br />

tiene en mente cuando aparece<br />

la mención de la Enciclopedia.<br />

Pero ¿realmente era tan importante<br />

acceder al saber?, ¿en verdad<br />

el despotismo desaparecía<br />

con la ignorancia? La idea en la<br />

que se formó nuestra modernidad<br />

era que sí, que la ciencia<br />

–que en esencia era lo que se<br />

reflejaba en la Enciclopedia– era<br />

mirar a la realidad sin ataduras y<br />

tan sólo ver lo que todos pueden<br />

ver. Las leyes de la ciencia<br />

todos las podían comprobar,<br />

eran objetivas, neutrales, desinteresadas,<br />

por supuesto, y por<br />

ello las únicas a las que nos podemos<br />

someter sin caer en dominación<br />

o desigualdad. Que<br />

fueran compatibles con la libertad<br />

individual o nos hicieran<br />

hombres máquina predeterminados<br />

y sin voluntad propia era<br />

algo que podía ser discutido,<br />

pero en todo caso, lo que resultaba<br />

indiscutible era que aquellas<br />

leyes se imponían por su<br />

propia legalidad y no por voluntad<br />

de nadie (eran lo que<br />

son las cosas). Dejando aparte<br />

lo cierto o no de esta percepción<br />

del conocimiento (que a<br />

partir del XVIII y casi hasta nuestros<br />

días ya siempre fue por antonomasia<br />

el conocimiento<br />

científico), lo aquí me interesa<br />

recalcar es que la Enciclopedia, al<br />

acumular todos los saberes, nos<br />

presentaba el elenco de las únicas<br />

leyes justas que satisfacían la<br />

vida del hombre cuando no estaba<br />

oprimido ni bajo una situación<br />

de dominación o desigualdad.<br />

Y ésta es la tesis que<br />

va a estructurar lo que aquí voy<br />

a decir: el conocimiento se presentaba<br />

en toda su extensión no<br />

para aprender cómo era la cons-<br />

EDUCACIÓN<br />

EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />

JULIO SEOANE PINILLA<br />

titución íntima de la realidad,<br />

sino porque aprendiéndolo teníamos<br />

el camino que nos conducía<br />

a un mundo justo.<br />

Lo cierto es que el mundo<br />

que dio lugar a la constitución<br />

de la esencia de las formas políticas<br />

de nuestro presente comenzó<br />

a concebir la instrucción<br />

de los ciudadanos en forma de<br />

Enciclopedia. Ello significaba<br />

que los ciudadanos del nuevo<br />

orden debían ser instruidos y<br />

que en esa enseñanza se presentaba<br />

la realidad tal cual era, tal<br />

como fríamente la ciencia nos<br />

la presentaba. Era la Enciclopedia<br />

la que daba el contenido a<br />

tal instrucción y la que presentaba<br />

a los hombres y mujeres del<br />

orden republicano la nueva realidad<br />

en la que podían y debían<br />

habitar. A partir de este momento<br />

el periodo educativo de<br />

los niños y jóvenes se convirtió<br />

en un proceso más o menos largo<br />

en el tiempo por el cual el<br />

nuevo ciudadano aprendía la<br />

Enciclopedia del mundo para,<br />

una vez con ella en la cabeza,<br />

poder obrar como un hombre<br />

libre y autónomo (i. e.: un individuo,<br />

que ajeno a cualquier dominación,<br />

toma sus propias decisiones).<br />

Éste es en esencia el<br />

fundamento que subyace al modo<br />

en como hoy se organizan<br />

los estudios de nuestros hijos y<br />

es la razón de que cuando se llegue<br />

a la aparición de la escuela<br />

pública ésta no sea solamente<br />

un paso en el ámbito de la formación<br />

personal de los individuos<br />

(un dotar a todo individuo<br />

del saber que le puede servir para<br />

cultivarse personalmente), sino<br />

que también, y a la vez, resultará<br />

ser un mecanismo de<br />

formación de hombres libres,<br />

iguales y autónomos: a punto<br />

tal que sin escuela pública (organizada<br />

enciclopedísticamente)<br />

nunca será fácil imaginarse<br />

cómo se pueda configurar un<br />

mundo donde la ciudadanía democrática<br />

llegue a desarrollarse.<br />

Un pequeño vistazo a los programas<br />

educativos nos confirmará<br />

que la instrucción que damos<br />

en las escuelas es un compendio<br />

de todas las ciencias particulares,<br />

una Enciclopedia desarrollada<br />

con más bien poca fortuna a lo<br />

largo de los años de educación escolar;<br />

mas si aún confiamos en la<br />

educación enciclopedística más<br />

que enciclopédica –y en esto somos<br />

fieles herederos del legado<br />

democrático– hoy ya hemos olvidado<br />

la segunda parte de la proposición,<br />

aquella que daba el sentido<br />

a la Enciclopedia y que consideraba<br />

que la introducción de<br />

todos los saberes en la cabeza<br />

de nuestros hijos tenía valor si<br />

además de su cultivo personal se<br />

capacitaba a un ciudadano para<br />

vivir en un mundo libre, igual y<br />

justo (que eran los fundamentos<br />

de lo que hoy se llama democracia).<br />

Es decir, olvidamos que si<br />

nuestros hijos tienen que saber<br />

muchas cosas es sencillamente<br />

porque creemos que sólo sabiéndolas<br />

podrán ser los ciudadanos<br />

libres, iguales, tolerantes y solidarios<br />

que son propios de una realidad<br />

democrática. Sin esta última<br />

asunción ¿realmente tiene sentido<br />

enviar a nuestros hijos a una escuela<br />

enciclopedística? Sin esta<br />

asunción, es decir, bajo el convencimiento<br />

hoy tan extendido<br />

de que la escuela debe capacitar a<br />

cada individuo para un trabajo<br />

determinado o de que debe formar<br />

para que cada hombre y mujer<br />

logren desempeñar una labor<br />

profesional de una forma exitosa,<br />

¿tiene alguna importancia saber<br />

59


EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />

determinadas ciencias que una<br />

vez estudiadas quedarán relegadas<br />

al olvido más profundo?<br />

Cuando la educación tomó la<br />

forma de Enciclopedia acompañaba<br />

su instrucción de un fundamental<br />

sentimiento de ciudadanía;<br />

más o menos profundo, es<br />

cierto, de un signo u otro, sesgado<br />

o no, pero lo cierto es que resultaba<br />

difícil de entender, tal y<br />

como hoy parecemos afirmar,<br />

que amueblar nuestra cabeza con<br />

cientos de conocimientos únicamente<br />

tuviera como objetivo hacer<br />

un erudito de cada ciudadano;<br />

si se sabía, fuera mucho o<br />

poco, era para poder tomar decisiones<br />

por uno mismo; si alguna<br />

vez se soñó que nuestros hijos tuvieran<br />

una Enciclopedia en la cabeza<br />

era porque se consideraba<br />

sinceramente que tan sólo así a<br />

nadie tendrían que preguntar,<br />

que de nadie tendrían que depender<br />

y que en la Enciclopedia<br />

estaba la base de la promoción de<br />

la autonomía que nos posibilitaba<br />

pedir voz y voto para exponer y<br />

realizar lo que cada cual considerábamos<br />

más propio y adecuado<br />

a nuestra identidad. Cuando la<br />

Enciclopedia ilustrada se convirtió<br />

en escuela pública se tuvo la<br />

mejor explicación de lo que debía<br />

suponer el paso del voto censitario<br />

al universal: todos los hombres,<br />

y no sólo los instruidos finamente,<br />

eran capaces de ser libres<br />

y autónomos. Y eso era el<br />

orden democrático. Como lúcidamente<br />

ha mostrado Macedo 1 ,<br />

la escuela pública no sólo vale como<br />

extensión del conocimiento a<br />

toda la ciudadanía, sino también<br />

y sobre todo, porque con tal extensión<br />

se está suponiendo que<br />

todos son ciudadanos, que todos<br />

pueden hablar y alzar reclamaciones.<br />

Para eso es la instrucción.<br />

Y por eso, siguiendo a Macedo,<br />

en la escuela pública tenemos, sin<br />

darnos cuenta siquiera, el único y<br />

principal sitio desde el que la democracia<br />

comienza a andar. Y ello<br />

no porque en la escuela se impar-<br />

1 Stephen Macedo, Diversity and Distrust.<br />

Civic Education in a Multicultural<br />

Democracy, Cambridge, Harvard University<br />

Press, 2000.<br />

ta una asignatura de ciudadanía,<br />

sino porque si enseñamos matemáticas<br />

y física, lengua y ciencias<br />

naturales, historia y geografía, es<br />

decir, la Enciclopedia, es porque<br />

creemos que sólo con quien sabe<br />

esa Enciclopedia puede echar a<br />

andar la democracia 2 .<br />

Enseñar y al enseñar recoger<br />

democracia. Es evidente que la<br />

escuela ni era ni debe ser un mecanismo<br />

de adoctrinamiento de la<br />

ciudadanía democrática; muy por<br />

el contrario su objetivo, primero<br />

era cultivar la autonomía personal<br />

y promocionar la facultad crítica<br />

del particular dándole una serie<br />

amplia de todos los conocimientos.<br />

Aunque la práctica siempre<br />

traicionó cualquier propósito inicial,<br />

lo cierto es que nunca se fue<br />

tan grosero como para concebir<br />

primeramente la escuela pública<br />

como un lugar de formación de<br />

acólitos; si tuvo fuerza el ideal<br />

de la escuela pública –igual que si<br />

la tuvo el proyecto de la Enciclopedia–<br />

fue porque se deseaba dar<br />

libertad al individuo, capacidad<br />

de autonomía, de libre decisión; y<br />

para ello se le daba conocimientos.<br />

Pero, repito, éstos no estaban<br />

dirigidos únicamente a la promoción<br />

individual, sino que si todos<br />

los ciudadanos eran autónomos,<br />

resultaba fácil imaginar que la sociedad<br />

resultante sería autónoma,<br />

libre, democrática, solidaria…<br />

2. La vocación profesional<br />

No quiero que se entienda de forma<br />

gruesa la relación entre Enciclopedia<br />

y democracia; es algo<br />

sencillo que por desgracia hoy no<br />

resulta simple de explicar, pues<br />

tendemos con premura al adoctrinamiento<br />

de todo tipo: si conocemos<br />

es porque deseamos desarrollar<br />

todas nuestras potencialidades,<br />

porque queremos, en<br />

definitiva, ser felices haciendo lo<br />

que más deseamos hacer; pero pa-<br />

2 Eso dice, y mucho, del hecho de que<br />

hoy seamos incapaces de defender el apretado<br />

elenco de materias; quizá no sea posible<br />

tal defensa, pero si no lo es, si debemos<br />

pelearnos por unos volúmenes y no por<br />

otros de la Enciclopedia, creo que a renglón<br />

seguido habría que cuestionar todas las asignaturas,<br />

puesto que si aparecen las que aparecen<br />

es bajo el fundamento de la Enciclopedia<br />

completa<br />

ra realizar tal cosa necesitamos un<br />

mundo donde a nuestra realización<br />

personal no se le pongan trabas.<br />

Esta relación entre la promoción<br />

individual y la provisión<br />

para un mundo nuevo –democrático–<br />

fue subrayada por la escuela<br />

con energía; mas la alianza<br />

entre dos conceptos diferentes,<br />

una vez perdido el sentido ciudadano<br />

de la Enciclopedia, se convirtió<br />

en una herramienta férrea<br />

que ha terminado por conducir a<br />

nuestra educación hacia la mera<br />

formación de profesionales. Nada<br />

más. Leo en estos días en uno de<br />

los suplementos de “trabajo” que<br />

últimamente se han adherido a<br />

la prensa dominical, un reportaje<br />

sobre algunos centros de enseñanza<br />

que, con alambicadísimos<br />

nombres, se dedican a la impartición<br />

de masters dirigidos a la capacitación<br />

de grados medios y superiores<br />

para las empresas; y es<br />

repetido en todos los entrevistados<br />

el siguiente argumento de fe:<br />

“la enseñanza ha de tener como<br />

principal objetivo capacitar a los<br />

futuros profesionales”. Cualquiera<br />

consideraría de sentido común<br />

tal aserción y en principio nos parece<br />

de lo más conveniente hasta<br />

el punto de que, a renglón seguido,<br />

asentiríamos sin dudarlo a<br />

aquello que implícitamente también<br />

dice: “las universidades y la<br />

escuela pública han fracasado a la<br />

hora de formar jóvenes capacitados<br />

para desempeñar su tarea en<br />

el mundo de hoy”.<br />

No habría ningún problema<br />

en admitir estas dos afirmaciones,<br />

por lo demás tan llenas de<br />

razón, si no fuera porque en ellas<br />

se asiente a una tercera que también<br />

va implícita en lo dicho: “y<br />

tal fracaso ha sido por fijarse en<br />

exceso en conocimientos que no<br />

tienen relación con el mundo<br />

profesional de hoy, a saber, el<br />

mundo de la informática, los negocios,<br />

las relaciones jurídicas empresariales…”.<br />

No es desinteresada,<br />

ni tampoco una observación<br />

objetiva, la consideración<br />

de que “hoy nuestro mundo” es<br />

el que se refleja en las escuelas de<br />

negocios, marketing o informática.<br />

Dejando aparte la evidencia<br />

de que hoy nuestro mundo es el<br />

compendio de ésos y otros mu-<br />

chos enfoques de la realidad formando<br />

(en el doble sentido de la<br />

palabra) una ciudadanía tan plural<br />

como diversa, lo que me interesa<br />

recalcar es que los directores<br />

y delegados entrevistados habían<br />

olvidado –muy interesadamente–<br />

que la educación democrática es,<br />

en primer lugar, enciclopedística<br />

y no únicamente vocacional.<br />

Aunque, para ser sincero, ese<br />

olvido también se ha dado en<br />

nuestra escuela, pues hoy, efectivamente,<br />

aunque la educación sigue<br />

el modo compositivo de la<br />

Enciclopedia, ya no se acuerda nadie<br />

del motivo que la hacía organizarse<br />

de tal modo. Nuestra escuela<br />

sigue repitiendo al Emilio<br />

de Rousseau: hasta la adolescencia<br />

preparamos a nuestros hijos para<br />

ser “hombres y mujeres libres,<br />

iguales y dignos” y por eso les damos<br />

todos los conocimientos; una<br />

vez sabidos todos, a partir de los<br />

15 o 16 años, les preparamos en<br />

una profesión. Pero si Rousseau<br />

tenía muy clara esta mezcla de Enciclopedia<br />

y vocación, no así nosotros,<br />

pues cuando enseñamos a<br />

ser “hombres”, enseñamos a ser<br />

hombres vocacionales, enseñamos<br />

a desarrollar nuestras potencialidades<br />

particulares, a cultivar nuestra<br />

identidad personal, pero todo<br />

ello muy lejos de la preocupación<br />

por hacerlo siempre en un mundo<br />

de igualdad, libertad y autonomía;<br />

y así terminamos yendo a la<br />

escuela para aprender conocimientos<br />

sin más motivos que el de<br />

tener almacenados muchos datos<br />

en la cabeza y la débil idea de que<br />

eso será bueno para nuestro futuro.<br />

No es extraño que, puestos en<br />

esa tesitura, no se le vea otro objetivo<br />

al saber acumulado en años<br />

de estudio que el de participar en<br />

algún programa concurso televisivo.<br />

No se ve otro fin a poseer una<br />

enciclopedia en la cabeza, no se ve<br />

que el conocimiento pueda servir<br />

a más objetivos que los del perfecto<br />

acoplamiento profesional y<br />

su correspondiente contrapartida<br />

3 Y no deja de ser curioso cómo incluso<br />

la idea de “realización” personal, de llevar<br />

a cabo las potencialidades internas que<br />

cada cual considere propias, ha quedado<br />

arrinconada en la prehistoria del sentimentalismo<br />

y se ha sustituido por la de acopla-<br />

60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


pecuniaria 3 .<br />

Y no viéndolo, no se entiende<br />

la escuela (hasta la Universidad),<br />

sino como una guardería, como<br />

un sitio donde almacenar a nuestros<br />

hijos a base de atosigarles de<br />

conocimientos sin una utilidad<br />

muy clara, pero con la clara finalidad<br />

de que no anden en la calle<br />

jugando o quejándose de la falta<br />

de trabajo 4 . Y no viéndolo, no se<br />

ve que el profesor sea algo más<br />

que un autómata funcionario cuyo<br />

objetivo es la repetición un<br />

año y otro de un mismo y monótono<br />

temario (sin tampoco tener<br />

muy claro por qué ese temario<br />

y no otro). Y no viéndolo, tenemos<br />

problemas para engarzar<br />

las distintas asignaturas que en su<br />

gran mayoría han perdido todo<br />

su sentido a punto tal que nuestro<br />

mundo del saber es el de los<br />

juegos de mesa: todos los conocimientos<br />

valen lo mismo, versen<br />

sobre física cuántica, filosofía, deportes<br />

o sucesos de la prensa rosa.<br />

Y estos puntos ciegos de<br />

nuestra visión escolar afectan a<br />

todos, a quienes confían en la<br />

escuela y a quienes la componen:<br />

nadie sabe ya por qué estudiamos<br />

lo que estudiamos, nadie<br />

sabe siquiera, y eso es lo peor,<br />

por qué debemos estudiar lo que<br />

miento, capacitación profesional. Como si<br />

ni siquiera el conocimiento sirviera a la configuración<br />

de nuestra identidad y, no sirviendo<br />

tampoco a la construcción de la ciudadanía,<br />

quedara como una herramienta<br />

flotando en manos de un impersonal mercado<br />

–de trabajo–.<br />

4 Y aquí es una realidad dolorosa el hecho<br />

de que, de una manera inercial, cada<br />

vez sean más los jóvenes que acuden a la<br />

Universidad sin otro motivo confesado que<br />

retrasar su entrada en el mercado de trabajo<br />

y con el reconocimiento, no sé si un tanto<br />

cínico, de que sus estudios universitarios<br />

no les darán conocimientos que les vayan a<br />

servir en su futura dedicación profesional.<br />

Ésta es una de las partes problemáticas de<br />

las muchas que tiene hoy nuestra Universidad<br />

–y nuestros estudios secundarios superiores–.<br />

Y la de peor arreglo. Porque ya<br />

no es sólo que se haya perdido el sentido de<br />

la Enciclopedia; es que se abomina incluso<br />

de la Enciclopedia por ser algo poco<br />

acorde con los intereses laborales –que casi<br />

son los único intereses contemporáneos–<br />

y en tal abominación se ha perdido –por<br />

inútil, desfasada y falta de lógica– la misma<br />

necesidad de aprender, de conocer. Cualquier<br />

moderno de los de antes diría que se<br />

ha perdido la misma necesidad de ser libre<br />

y autónomo –la misma necesidad de la democracia.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

estudiamos. Por ello nuestra situación<br />

hoy debiera plantearnos<br />

no ante el problema de si eliminamos<br />

una o dos asignaturas, sino<br />

ante la cuestión más profunda<br />

de si merece la pena enviar a<br />

nuestros hijos a la escuela que<br />

les hemos construido y preparar<br />

a nuestros futuros conciudadanos<br />

según el modelo de instrucción<br />

que les tenemos reservado.<br />

Ya no si latín, música o<br />

economía, sino si realmente merece<br />

la pena que la enseñanza<br />

pública sea un compendio de saberes<br />

(que van de las matemáticas<br />

a la historia, de la geografía a<br />

las ciencias de la vida) o debiera<br />

ser algo de signo muy diferente<br />

(a saber: un repertorio de habilidades<br />

para pensar, para ver la<br />

televisión, quizá simplemente algunas,<br />

muy pocas, materias bien<br />

encaminadas al desempeño profesional…).<br />

3. La confusión de objetivos<br />

en la educación que hemos<br />

construido<br />

En verdad, puestos a capacitar a<br />

nuestros hijos para su futura<br />

profesión, resulta absurdo un<br />

planteamiento escolar tan profuso<br />

en asignaturas diferentes<br />

como el que les hemos preparado.<br />

Ahora bien, ¿es deseable –es<br />

democrática– la educación meramente<br />

vocacional? A mi modo<br />

de ver la respuesta ha de ser claramente<br />

negativa. Y de tal negación<br />

debiera derivarse un replanteamiento<br />

completo de<br />

nuestra escuela que en este momento<br />

prefiero dejar para más<br />

adelante para ocuparme ahora<br />

de la postura que respondiera<br />

que sí, que realmente la escuela<br />

no debe sino prepararnos primordialmente<br />

para nuestra propia<br />

y privada “realización” personal<br />

(cualquier cosa que sea esa<br />

“realización” enajenada del bien<br />

público). Pues bien, ni siquiera<br />

para eso vale hoy nuestra escuela<br />

y aquí tenían mucha razón<br />

aquellos directores de cursos y<br />

masters dirigidos a la capacitación<br />

profesional. No, nuestra escuela<br />

no sirve para la preparación<br />

puramente vocacional. Y<br />

por ello, no es raro que nuestros<br />

hijos a quienes nadie les ha di-<br />

cho que sirva para otra cosa, se<br />

sientan incómodos en ella, poco<br />

atañidos 5 . ¿Para qué sirve?<br />

En verdad la respuesta al para<br />

qué enseñamos (la pregunta<br />

que hoy aparece de modo recurrente<br />

en las reflexiones sobre el<br />

“desastre” de nuestra educación<br />

obligatoria) es simple: enseñamos<br />

para poder desarrollar una ciudadanía<br />

feliz, para cultivarnos, para<br />

ser mejores. De aquí que la preocupación<br />

para que los estudiantes<br />

se interesen en sus muy variadas<br />

asignaturas que van de la educación<br />

física a las matemáticas y de<br />

la literatura a las ciencias naturales<br />

sólo pueda surtir efecto si el estudiante<br />

sabe que se está formando,<br />

que se está cultivando, que<br />

toda aquella disciplina (en el doble<br />

sentido de la palabra) que se le<br />

impone tiene como fin hacerle<br />

mejor, perfeccionarle, darle, en<br />

definitiva, un cultivo moral. Mas<br />

como hoy todos esos objetivos ya<br />

no nos dicen nada la misma educación<br />

escolar carece de sentido (y<br />

aquí lo peor del caso es que no<br />

dicen nada a quienes hoy estudian,<br />

y no nos dicen nada ni siquiera<br />

a nosotros, ni siquiera a<br />

quienes insistimos en que nuestros<br />

hijos deben ser educados<br />

–¿educados?, ¿para qué?, ¿en qué?–).<br />

4. La educación liberal<br />

No quiero que se entienda nada<br />

raro con esta proclama por el cultivo<br />

moral y por el perfeccionamiento.<br />

Realmente la Enciclopedia<br />

nunca fue un conjunto de<br />

volúmenes convenientemente encuadernados<br />

y archivados, sino<br />

un vivo laborar de saberes y conocimientos<br />

con el que se auspiciaba<br />

una ciudadanía crítica, solidaria<br />

e imaginativamente empá-<br />

5 Sí es evidente que no todos los alumnos<br />

se sienten desafectos con sus estudios,<br />

pero aquellos que aceptan con ganas la educación<br />

enciclopedística son aquellos que realmente<br />

son capaces de entrever (por habilidad,<br />

adivinación o educación familiar),<br />

que tras la escuela camina algún tipo de<br />

perfeccionamiento. Y no sólo verlo, también<br />

apechar con el ridículo de creérselo<br />

en plena adolescencia.<br />

6 Sigo en este punto a Martha C.<br />

Nussbaum: El cultivo de la humanidad.<br />

Una defensa clásica de la reforma en la<br />

educación liberal, Editorial Andrés Bello,<br />

Barcelona/Santiago de Chile, 2001.


EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />

tica 6 . Ésas son las tres habilidades<br />

de la autonomía individual a las<br />

que se tendía con leyes justas y<br />

enseñando a ser un ciudadano<br />

democrático, es decir, entre el<br />

voto y la escuela. El primero<br />

construía el mundo justo que se<br />

mantenía con la segunda. Por<br />

ello, si en las escuelas no enseñamos<br />

a nuestros hijos a ser ciudadanos<br />

y a poder desarrollar todo<br />

lo que desde su autonomía les<br />

parezca importante, ¿qué les vamos<br />

a enseñar?<br />

Y aquí no se trata de que debamos<br />

asolar el cerebro de nuestros<br />

hijos con conocimientos varios<br />

y después introducir una<br />

asignatura que les “dé sentido<br />

democrático”; no, educar al ciudadano<br />

democrático nada tiene<br />

que ver con el adoctrinamiento<br />

comunitario, con alguna moralina<br />

ciudadana o con historias<br />

más o menos ad hoc; muy por el<br />

contrario, si en la escuela se estudian<br />

conocimientos diferentes<br />

y con poco que ver entre ellos es<br />

porque:<br />

a) queremos que nuestros hijos<br />

sepan que todo se puede estudiar<br />

(que sean críticos y puedan<br />

dudar de todas aquellas asunciones<br />

con las que dan cuenta de sí y<br />

de los demás de una manera primera<br />

–e ingenua por no cuestionada–);<br />

b) que sean solidarios y afilen<br />

la capacidad de reconocerse en<br />

medio de un mundo complejo<br />

donde son tan sólo un punto pequeño<br />

(el más importante, posiblemente,<br />

pero también de los<br />

más pequeños) y<br />

c) porque sabemos que sólo conociendo<br />

alguna pequeña parte<br />

de la tremenda complejidad de<br />

nuestra realidad tendrán la imaginación<br />

suficiente como para creer<br />

y luchar por mundos muy distintos<br />

(posiblemente más justos).<br />

Muy posiblemente un ingeniero,<br />

un maestro o un médico<br />

no necesite conocer a Séneca, ni<br />

tener idea de nociones básicas de<br />

Economía o Publicidad; pero tal<br />

ignorancia no se la puede permitir<br />

el ciudadano de una democracia.<br />

Y no porque con ello sea un<br />

hombre poco culto o el hazmerreír<br />

de los concursos o de los juegos<br />

de mesa, sino porque al igno-<br />

rarlos demuestra una actitud que<br />

nos hace sospechar de su deseo de<br />

ser crítico, de su capacidad para<br />

sentir como sienten sus congéneres<br />

y de su habilidad para imaginar<br />

un mundo más justo que el<br />

que nos ha tocado vivir (¿acaso<br />

es democrático un beneficio tan<br />

particular que no sabe salir de sí<br />

para sentir y padecer con quienes<br />

están a su lado?).<br />

Pretender, por ejemplo, que<br />

las decisiones económicas pertenecen<br />

tan sólo a la ciencia económica<br />

y que el ciudadano no puede<br />

menos que aceptarlas puesto<br />

que son de gran complejidad (y<br />

“ya están para eso los expertos”),<br />

es haber olvidado la educación<br />

enciclopedística por la profesional<br />

y supone haber admitido que el<br />

saber nada tiene que ver con la realidad<br />

democrática; que cada cual<br />

sabe de su desempeño profesional;<br />

y que si, por ejemplo, la globalización<br />

económica se impone<br />

en la manera de que “quienes saben”<br />

dicen qué ha de imponerse,<br />

el ciudadano no puede sino acatar<br />

–y aprender– de aquellos que saben.<br />

Pero para eso no se aprendía<br />

en el espíritu que forjó la escuela<br />

enciclopedística deseando proveer<br />

para un mundo nuevo donde se<br />

pudiera ser feliz (porque se podía<br />

ser libre, autónomo e igual); por<br />

el contrario, la escuela enseñaba<br />

de muchas cosas para saber<br />

que de nada se puede decir<br />

sin que todos podamos opinar;<br />

para poder sentir como sienten<br />

aquellos que se ven afectados<br />

por cosas que a nosotros nunca<br />

nos afectarán; y para dar material<br />

a la imaginación en orden a<br />

que pueda suponer mundos diferentes<br />

(lo cual es esencial al conocimiento<br />

científico y al comportamientos<br />

ético y político que<br />

bebe de la Ilustración enciclopedística).<br />

Si atendemos a los razonamientos<br />

que dan cuenta de la<br />

inevitabilidad de la globalización<br />

económica no es simplemente<br />

para guardarlos y archivarlos, sino<br />

para enciclopedísticamente<br />

inquirirlos, intentar preguntarles<br />

desde otros datos y ver si la realidad<br />

resultante con tales datos entra<br />

en contradicción o favorece<br />

la realidad que nuestra educación<br />

enciclopedística también nos ha<br />

enseñado a reconocer.<br />

5. ¿Qué debe enseñar<br />

la escuela?<br />

Es innegable que la complejización<br />

del saber ha obligado a que<br />

el ideal enciclopedístico quiebre,<br />

pues resulta imposible imaginar<br />

una Enciclopedia cuando nuestro<br />

conocimiento de la realidad se<br />

agudiza hasta el punto que parece<br />

imposible dejar de añadir<br />

apéndices rápida y constantemente.<br />

Eso nos debería hacer<br />

pensar lo dicho anteriormente<br />

con algún cuidado; pues aun admitiendo<br />

la Enciclopedia, es menester<br />

también admitir que debemos<br />

seleccionar los conocimientos,<br />

ya que todos no caben<br />

ni al mismo tiempo ni siquiera a<br />

veces en el diferido proceso de la<br />

educación de nuestros hijos; y si<br />

ello es así parece que volveríamos<br />

a la pregunta inicial: ¿cuáles conocimientos,<br />

qué asignaturas, se<br />

han de impartir? Tenemos suerte<br />

que esta pregunta sea de imposible<br />

resolución, que sea un problema<br />

infinito que tan sólo se solventará<br />

con una actitud receptiva<br />

que no tema al cambio y actualización<br />

(y que reconozca que tal<br />

cambio será una modernización y<br />

nunca una mejora). Personalmente<br />

echo de menos materias<br />

que nos enseñen a “ver la televisión”,<br />

a comprender algunos procesos<br />

económicos o la publicidad<br />

y técnicas de marketing; y siempre<br />

me ha parecido un misterio el<br />

motivo por el cual se estudia literatura<br />

y se olvida el aprendizaje<br />

musical (y más incomprensible<br />

aún que en un país tan variado<br />

como el nuestro no sean relevantes<br />

las lenguas e historias “co-oficiales”).<br />

Pero, en todo caso, eso<br />

será una discusión posterior a la<br />

que tan sólo deberemos exigirle el<br />

convencimiento de que, se impartan<br />

las materias que se impartan<br />

en la escuela, todas han de tener<br />

como objetivo promover la<br />

democracia (proveer para la identidad<br />

personal y social de nuestros<br />

hijos). Lo importante del proceso<br />

educativo, al cabo, no es si se enseña<br />

esto o estotro, sino ser conscientes<br />

de para qué queremos<br />

educar. Y sólo siendo nosotros<br />

conscientes el niño o el joven<br />

que se forma será consciente que<br />

aprende conocimientos y ciudadanía<br />

(saberes y autonomía), de<br />

que estudie lo que estudie, lo hace<br />

con un doble objetivo: su realización<br />

personal en un mundo<br />

democrático (doble objetivo que<br />

queda reunido en un concepto<br />

de autonomía el cual, bajo el lema<br />

“educación del ciudadano democrático”,<br />

deberíamos reconceptualizar<br />

por extenso).<br />

Esto que vengo diciendo realmente<br />

no es nada ajeno a nuestra<br />

educación obligatoria. En la ley<br />

que aún la regula ya se contempla<br />

la necesidad de una serie de materias<br />

transversales que tratan de<br />

aportar al estudio ese sentido último,<br />

esa integración en la realidad<br />

social que da, en definitiva, el<br />

encuadre necesario para que la escuela<br />

no sea un añadido extraño a<br />

nuestro mundo. Las materias<br />

transversales se plantean como<br />

asignaturas que sin tener una dedicación<br />

específica por parte del<br />

profesor se imparten al hilo de<br />

aquellas otras materias que sí entran<br />

dentro del currículo de modo<br />

que, por ejemplo, la materia<br />

transversal de ética y educación<br />

moral o la de educación vial se<br />

supone que aun sin tener una hora<br />

de dedicación específica sí que<br />

tiene que construir de un modo<br />

más o menos continuo la explicación<br />

de la materia que el maestro<br />

imparta. Pero es precisamente<br />

en el modo de acoplamiento a<br />

la escuela de tales materias donde<br />

se ve con más claridad la quiebra<br />

de nuestra enseñanza edificada<br />

sobre la Enciclopedia, pero dirigida<br />

tan sólo a la vocación. Y ello<br />

en un doble sentido:<br />

a) la transversalidad planea<br />

siempre como un objetivo loable<br />

que cuesta llevarlo a cabo y que<br />

tan sólo se puede desarrollar si a la<br />

materia en cuestión se le dedica al<br />

menos una hora semanal (por<br />

ello suele faltar tiempo para reivindicar<br />

que una materia transversal<br />

cobre cuerpo de asignatura<br />

con lo que el alumno acaba estudiando<br />

educación cívica, de la salud<br />

o vial como puede estudiar<br />

matemáticas o literatura, es decir,<br />

con el consabido ¿para qué? 7 ).<br />

b) Los profesores no están preparados<br />

más que para impartir su<br />

materia y no otra de “transversa-<br />

62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />

lidad democrática” que les sobrecarga<br />

con una responsabilidad en<br />

principio ajena a sus estudios profesionales.<br />

Educamos al maestro<br />

de nuestros hijos de una forma<br />

especializadísima, poco enciclopedística,<br />

pues no consideramos<br />

preciso que quien les vaya a enseñar<br />

matemáticas deba tener conocimientos<br />

de higiene o moral y,<br />

sin embargo, cargamos la impartición<br />

de sus materias de una<br />

transversalidad que les hace poco<br />

menos que los paladines de la<br />

provisión de nuestra ciudadanía.<br />

Los docentes apechan voluntariosamente<br />

con ello (porque la<br />

docencia misma es una vocación<br />

voluntariosa más que profesional),<br />

pero realmente no creo que<br />

en las condiciones que les hemos<br />

dejado estén preparados para tal<br />

cometido. Otra cosa sería que el<br />

profesor tuviera pocos alumnos y<br />

años sabáticos para preparar e investigar<br />

en su docencia. Pero no<br />

es el caso puesto que solemos<br />

condenar al maestro a ser un funcionario<br />

que una vez aprobadas<br />

sus oposiciones (o encontrado un<br />

contrato más o menos fijo) no<br />

tiene sino que enseñar. ¿El<br />

qué?¿Para qué? Ya hemos visto<br />

que no lo tenemos muy claro. Y<br />

sin tenerlo claro no vamos a<br />

aportar muchos medios ni dinero<br />

al tema.<br />

Es de esto último de lo que<br />

quiero terminar hablando, porque<br />

la no disposición de medios<br />

y dinero no es sólo una negativa<br />

a gastar tiempo y dinero, es sobre<br />

todo un no ver el sentido a hacerlo.<br />

No deja de ser relevante<br />

cómo en las entrevistas con profesores<br />

de secundaria aparecidas<br />

últimamente en los medios de<br />

comunicación a raíz de la inminente<br />

reforma del último periodo<br />

de educación obligatoria, to-<br />

7 En la polémica sobre el botellón no se<br />

ha tardado en proponer como principal respuesta<br />

el que los jóvenes estudien en su educación<br />

secundaria una asignatura de “higiene<br />

y salud”; mas si tal asignatura sigue siendo<br />

una fuente de información que se toma<br />

sin saber que se ha de integrar en el cultivo<br />

de la propia identidad, ya se me dirá para<br />

qué puede servir. Tener la información es<br />

importante, pero como cotidianamente nos<br />

demuestran nuestros hijos, no es suficiente.<br />

Es menester saber para qué se tiene.<br />

dos los docentes, inclusos los más<br />

desafectos con la LOGSE, desean<br />

garantizar profesores para los<br />

programas de diversificación. Estos<br />

programas no se conciben<br />

como un remolque para los<br />

alumnos desmotivados y frustrados,<br />

no son un enganche para<br />

quien no quiere nada con la escuela,<br />

sino que se dirigen a aquellos<br />

alumnos que aunque tienen<br />

dificultades están deseosos de obtener<br />

el currículo escolar. El argumento<br />

es evidente: la enseñanza<br />

debe ser obligatoria y ello<br />

significa que creemos –y eso está<br />

fuera de dudas– que es menester<br />

escolarizar a todos los futuros<br />

ciudadanos; incluso consideramos<br />

necesario escolarizar a la<br />

fuerza a aquellos que no han comenzado<br />

desde el principio con<br />

el currículo escolar estándar –a<br />

aquellos que han venido de fuera<br />

y se han integrado “a la mitad”<br />

en nuestra ciudadanía–. Y todo<br />

ello está bien, todo ello es correcto<br />

y deseable pero como han<br />

mostrado los profesores en su<br />

bregar cotidiano, esa obligatoriedad<br />

exige que escolaricemos no<br />

por imperativo legal, sino por solidaridad<br />

ciudadana, que no nos<br />

conformemos con meter en la escuela<br />

a todos los que están en<br />

edad de recibir la educación obligatoria,<br />

sino que nos sintamos<br />

concernidos con los futuros ciudadanos<br />

y les deseemos dar la<br />

educación que les proveerá de herramientas<br />

para encontrar una<br />

futura realización personal la<br />

cual, estamos convencidos, que<br />

sólo la hallaran en un mundo<br />

mejor, más justo, más libre. Aquí<br />

reside el sentido último de la<br />

obligatoriedad de la enseñanza,<br />

que es tanto un derecho del nuevo<br />

y futuro ciudadano, cuanto<br />

un deber que en este momento<br />

me es difícil articular con prudencia,<br />

pero que creo que se podría<br />

especificar en el deseo de<br />

construir su vida en el currículo<br />

que con la escuela se desarrolla.<br />

Aquí reside también el sentido<br />

de la transversalidad y del hecho<br />

de que debamos ayudar a aquellos<br />

que tiene problemas con la<br />

escuela, de que debamos desarrollar<br />

programas y proyectos, de<br />

que debamos dedicarles medios y<br />

dinero. Pero, repito, todo ello dirigido<br />

a quienes desean integrarse<br />

en el proyecto de la escuela.<br />

Lo trágico de nuestra escuela<br />

es que existan aquellos que no<br />

quieren tener nada que ver con<br />

ella, que no ven que sin ella no<br />

tienen mundo (no ya profesional<br />

ni siquiera personal). Y para resolver<br />

ese problema de poco pueden<br />

valer reválidas o multiplicar<br />

los itinerarios escolares, pues con<br />

tales soluciones tan sólo expulsamos<br />

directamente de la escuela a<br />

quien no quiere nada con ella,<br />

con lo que obtendremos una bolsa<br />

que cada vez se hará más grande<br />

de ciudadanos poco concernidos<br />

con el mundo en el que deberían<br />

vivir y encontrar su propia<br />

felicidad. Lo cual no es el espíritu<br />

que anima la escuela que desea<br />

una instrucción de todos los ciudadanos.<br />

¿Qué hacer con quien<br />

no quiere nada con la escuela? La<br />

solución puede ser más o menos<br />

compleja, pero en cualquier caso<br />

ha de pasar por confesar:<br />

a) si nosotros queremos tener<br />

algo que ver con la escuela;<br />

b) si realmente nos importa la<br />

instrucción de nuestros hijos porque<br />

suponemos que el conocimiento<br />

no es algo que se adhiere<br />

al ciudadano, sino algo que le<br />

construye y le ayuda a componer<br />

una comunidad donde la autonomía,<br />

la igualdad y la solidaridad<br />

son las piedras angulares y,<br />

por último,<br />

c) si estamos dispuesto a educar,<br />

pero hacerlo no por imperativo<br />

legal sino por solidaridad,<br />

porque deseamos acoger en<br />

nuestro mundo a aquellos que<br />

alimentarán un día la democracia<br />

por la que lucharon nuestros<br />

padres.<br />

Educar y hacer de la educación<br />

un proceso de cultivo de la<br />

identidad, de reconocimiento del<br />

alumno de que puede desarrollarse<br />

y perfeccionarse y que merece<br />

la pena hacerlo. Un proceso,<br />

por qué dudarlo, de disciplina,<br />

de obligatoriedad a la hora de<br />

aprender ciertos modelos de perfección<br />

personal y no otros, ciertas<br />

materias de importancia social<br />

y no otras, pero si tal disciplina<br />

y obligatoriedad al final<br />

construye a un hombre autóno-<br />

mo (con aquellas tres habilidades<br />

arriba mencionadas: crítica, solidaridad<br />

e imaginación empática),<br />

no creo que debamos rechazarla.<br />

Para todo ello hay que comenzar<br />

a repensar la carrera misma del<br />

docente a quien se le ha de educar<br />

liberalmente y no prepararle tan<br />

sólo de una forma puramente<br />

profesional, hay que comenzar a<br />

reclamar la participación activa<br />

de los padres que también, sobre<br />

todo en las primeras etapas de la<br />

educación, son parte integrante<br />

de la escuela (y ello cuesta tiempo<br />

y dinero: no es de recibo que hoy<br />

un tutor de 80 o 90 alumnos de<br />

secundaria disponga tan sólo de<br />

una hora semanal para su dedicación,<br />

tampoco que haya trabas<br />

para faltar al trabajo por un asunto<br />

escolar), y, por último, hay que<br />

empezar a repensar qué le vamos<br />

a pedir realmente a la escuela. Si<br />

tan sólo deseamos que quien llegue<br />

a los 16 años no tenga faltas<br />

de ortografía sí que pueden valer<br />

las peregrinas ideas de hacer más<br />

estrechos los filtros y los exámenes<br />

o de diversificar a los alumnos en<br />

itinerarios cada vez más especializados<br />

según el grado de implicación<br />

escolar; mas si deseamos que<br />

quien no comete faltas de ortografía<br />

en un dictado no las cometa<br />

porque presta la misma<br />

atención al dictado que a su vida<br />

personal o ciudadana, es obvio<br />

que de poco valen parches como<br />

el que se anuncia con la Revalida.<br />

La exigencia es necesaria, el rigor<br />

es preciso, los profesores mismos<br />

reclaman herramientas para luchar<br />

contra la indisciplina, pero<br />

tales herramientas nunca se reclaman<br />

de modo gratuito, no se<br />

enarbolan bajo la bandera de<br />

echar a quienes nada quieren con<br />

la escuela (o de reducirles a ámbitos<br />

donde no molesten), sino<br />

que se solicitan junto a la reclamación<br />

de una cierta moralización<br />

de la vida pública en la que<br />

el alumno y la escuela se integra.<br />

Moralización que, por desgracia<br />

para la educación de nuestros hijos,<br />

suena a chino a aquellos que<br />

hoy dicen querer reformar nuestra<br />

escuela.n<br />

Julio Seone es profesor en la Universidad<br />

de Alcalá.<br />

64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


1. ¿Es el voluntariado una moda?<br />

Las instituciones proclamaron<br />

2001 como Año Internacional<br />

del Voluntariado. Lo más llamativo<br />

de la supuesta celebración<br />

han sido los anuncios en prensa<br />

que Benetton ha sacado sobre<br />

voluntarios a todo color. ¿Es<br />

el voluntariado una nueva forma<br />

de participación, la propia de una<br />

sociedad posutópica? Y, además<br />

de su dimensión social y política,<br />

entrando en un terreno más psicosociológico,<br />

¿por qué se ayuda<br />

a un extraño? ¿Cuáles son las motivaciones<br />

de lo que se ha dado en<br />

llamar filantropía democrática?<br />

Las páginas que siguen tratan sobre<br />

el altruismo organizado, es<br />

decir, sobre el voluntariado formal,<br />

adscrito a organizaciones; en<br />

concreto, sobre el llamado voluntariado<br />

social, que intenta paliar<br />

las necesidades del “otro cercano”,<br />

siendo el tipo de ayuda que<br />

más luz arroja sobre nuestra condición<br />

moral. Y, sin embargo, es<br />

el voluntariado de cooperación al<br />

desarrollo (la ayuda al Tercer<br />

Mundo) el que ha acaparado la<br />

atención tanto institucional como<br />

mediática, el que ha cogido,<br />

metonímicamente, el nombre de<br />

la acción social en cuestión. Por<br />

eso va siendo hora de fijarse en<br />

ese voluntariado discreto que ha<br />

sido relegado a las tinieblas de la<br />

desinformación.<br />

¿Significa el voluntariado una<br />

recuperación de la virtud moral y<br />

política? O, por el contrario, ¿está<br />

el altruismo organizado imbuido<br />

del individualismo privatista que<br />

ha gobernado los últimos decenios<br />

de la cultura occidental? Y si<br />

es así, ¿cuál es su dimensión colectiva?<br />

El voluntariado se desarrolla<br />

en el ámbito de la sociedad<br />

civil, entendida como área de gestación<br />

de los valores. Dicho ám-<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

bito, que la tradición republicana<br />

prefiere llamar sociedad política,<br />

alberga esta práctica cuyo entramado<br />

social y normativo me interesa<br />

desbrozar. Esbozaré aquí si<br />

el voluntariado se sostiene por un<br />

nuevo comunitarismo o, por el<br />

contrario, está hecho de una urdimbre<br />

de valores de raíz individualista.<br />

O de una mezcla de ambos.<br />

La exposición de las motivaciones<br />

de los voluntarios ayuda<br />

a entender, por ejemplo, la imagen<br />

de la comunidad como propiedad<br />

simbólica colectiva, la ciudadanía<br />

como participación, y los<br />

ideales de libertad y vinculación.<br />

Con el análisis del mapa cognitivo<br />

y valorativo del voluntariado<br />

en nuestro país entenderemos<br />

mejor el horizonte de esta nueva<br />

forma de ciudadanía.<br />

Parto de que las motivaciones<br />

del voluntariado son sociológicamente<br />

significativas. Primero,<br />

porque orientan la acción personal<br />

y social y discriminan entre<br />

sus posibles objetos; es decir, porque<br />

influyen en la intensidad de<br />

la ayuda organizada. En segundo<br />

lugar, porque, al verbalizarlas, influyen<br />

en los demás, cuestión clave<br />

en un comportamiento imitativo<br />

como el voluntariado. En este<br />

sentido, creo que la motivación<br />

determina el tipo de vinculación<br />

en tiempo y en implicación emocional<br />

que se establece con el objeto<br />

de auxilio.<br />

El discurso sobre el voluntariado<br />

se asienta sobre dos lenguajes<br />

morales. Por una parte, el llamado<br />

lenguaje primario, dominante y<br />

hegemónico, que entronca con la<br />

tradición del individualismo liberal.<br />

Dicho lenguaje se encuentra<br />

prioritariamente en los voluntarios<br />

jóvenes y mayoritariamente<br />

estudiantes –entre 20 y 25<br />

años– que forman el grueso del<br />

CIENCIAS SOCIALES<br />

LOS LENGUAJES DEL ALTRUISMO<br />

HELENA BÉJAR<br />

ejército de la nueva filantropía.<br />

Por otra parte está el llamado lenguaje<br />

secundario, tácito y en retroceso,<br />

que defiende una moral<br />

fuerte anclada en la virtud. En su<br />

acepción moral, la virtud se encuentra<br />

en el discurso del voluntariado<br />

tradicional, de raigambre<br />

cristiana, formado por amas de<br />

casa –de edades comprendidas<br />

entre los 50 y los 65 años–. En su<br />

sentido político, la virtud se identifica<br />

con la participación cívica, y<br />

se halla, aunque de manera muy<br />

matizada, en el discurso de los<br />

profesionales –entre 35 y 55<br />

años–. Veamos los principales argumentos<br />

que anudan –y desmembran–<br />

la filantropía organizada.<br />

2. Ya Alexis de Tocqueville esbozó<br />

los rasgos del altruismo democrático.<br />

Basado en la igualdad, dicho<br />

altruismo descansa en una<br />

“benevolencia tranquila” producto<br />

de una suave identificación<br />

con el prójimo. En las democracias,<br />

la igualdad de condiciones<br />

acerca a los hombres y favorece la<br />

extensión de una moral de ayuda<br />

mutua basada en la reciprocidad.<br />

Así, “no es que los hombres se interesen<br />

profundamente en la<br />

suerte [de los demás], pues si por<br />

casualidad resultan inútiles los esfuerzos<br />

que hacen por socorrerles,<br />

les olvidan pronto y vuelven a sí<br />

mismos, pero se ha formado entre<br />

ellos una especie de acuerdo<br />

tácito y casi involuntario por el<br />

cual cada uno debe a los demás<br />

un apoyo momentáneo que a su<br />

vez podrá reclamar para sí” 1 . El<br />

fundamento del altruismo mo-<br />

1 Alexis de Tocqueville, La democracia<br />

en América. Madrid, Aguilar, 1989,<br />

vol.2, págs. 218-219<br />

derno no es pues –como se tendería<br />

a pensar– el sentimiento,<br />

cuyo valor nuclear es la compasión,<br />

tal como veremos enseguida,<br />

sino una racionalidad sostenida<br />

por la reciprocidad. Al sentirse<br />

iguales, los hombres de las<br />

democracias devienen intercambiables,<br />

incluso en ese auxilio que<br />

requieren antes o después y que se<br />

presenta como una ley tácita de<br />

convivencia. Por ello, el altruismo<br />

democrático es compatible<br />

con el individualismo, con ese olvido<br />

fácil del otro y ese retorno de<br />

sí que anunciaba Tocqueville.<br />

Volviendo a nuestros días, el<br />

privatismo que conforma los hábitos<br />

de los modernos parece desvanecerse<br />

en el voluntariado más<br />

llamativo, el de la cooperación al<br />

desarrollo, que amplifican los medios<br />

de comunicación. Pero dicha<br />

filantropía espectacular satura<br />

la sensibilidad de los espectadores.<br />

Piénsese en los mal llamados desastres<br />

humanitarios, servidos todos<br />

los días repetidas veces. El resultado<br />

es la trivialización de la<br />

necesidad (el hambre o la pobreza<br />

extremas) y la producción de<br />

una información que llega a resultar<br />

obscena por demasiado explícita.<br />

Mas la génesis de un altruismo<br />

indoloro (generalmente celebrado<br />

en carnavales mediáticos de gran<br />

impacto que se exhiben periódicamente)<br />

no es la única crítica<br />

que los miembros del voluntariado<br />

social hacen de la cooperación<br />

al desarrollo. Así, por ejemplo,<br />

los voluntarios critican la financiación<br />

de las organizaciones del<br />

cuidado. La objeción a la financiación<br />

se aplica, primero, a la<br />

privada, con el argumento de<br />

la contaminación (que imponen<br />

ciertas firmas comerciales como<br />

Fortuna o Benetton), pero tam-<br />

65


LOS LENGUAJES DEL ALTRUISMO<br />

bién a la financiación pública,<br />

con el argumento de la dependencia<br />

de las ONG respecto a<br />

las subvenciones estatales. Mas,<br />

puesto que se reconoce que las<br />

campañas publicitarias azuzan<br />

las conciencias, ya que los voluntarios<br />

y los socios son pocos para<br />

sufragar las organizaciones, cabe<br />

preguntar, tras tanta crítica, cuál<br />

sería la fuente adecuada de sostén<br />

económico.<br />

En segundo lugar, los voluntarios<br />

jóvenes censuran a las ONG<br />

a través del argumento de la rigifidicación.<br />

El impulso del voluntario<br />

que se inscribe en una<br />

ONG pronto se ahoga en una estructura<br />

compleja y ajena, “un<br />

pulpo con su cabeza y unos tentáculos<br />

que no hacen más que<br />

obedecer”. La crítica a la formalización<br />

hace que se perciba al voluntario<br />

como un “primo” que<br />

sirve a los intereses del Estado,<br />

enemigo ubicuo que se aprovecha<br />

de la buena voluntad de la<br />

gente. En tercer lugar, los jóvenes<br />

critican la politización del voluntariado.<br />

Ésta se manifiesta tanto<br />

desde una entronización institucional<br />

que se entiende como<br />

falsa (la Semana del Voluntariado,<br />

el Año del Voluntariado, etcétera).<br />

También en la propuesta de<br />

incentivos selectivos que animen<br />

el impulso solidario. Así, el carnet<br />

y el seguro de voluntario, así como<br />

el cumplimiento de la prestación<br />

social sustitutoria (hoy ya<br />

extinguida) son formas de atraer a<br />

un gorrón que sólo quiere sacar<br />

beneficios sociales. El voluntario<br />

que acepta tales incentivos selectivos<br />

se ve no sólo como un aprovechado,<br />

sino también como un<br />

“traidor” a una causa inconcreta y<br />

elevada. Causa que, paradójicamente,<br />

se desgaja del compromiso<br />

que supone la pertenencia a<br />

una organización.<br />

En pocas palabras, la triple crítica<br />

a la financiación, a la formalización<br />

y a la politización de las<br />

organizaciones de ayuda muestran<br />

la profunda desconfianza institucional<br />

de los voluntarios jóvenes,<br />

que tienen una concepción conspirativa<br />

de la política como un<br />

mundo extraño y enemigo. Embargados<br />

por un espontaneísmo<br />

que hace muy difícil la transmi-<br />

sión y por ende la perduración de<br />

la acción voluntaria, y carentes<br />

de un lenguaje político que enmarque<br />

el voluntariado en la práctica<br />

de una ciudadanía consciente<br />

que debe crecer, los voluntarios<br />

recrean, sin saberlo, el imaginario<br />

liberal que dicen detestar. Una<br />

doctrina que identifica la política<br />

con la Administración y el Estado.<br />

Y con dicha identificación los voluntarios<br />

se olvidan de que “la política”<br />

puede ser una construcción<br />

colectiva en la que ellos sean una<br />

pieza clave.<br />

La trama política del discurso<br />

juvenil se concatena con la urdimbre<br />

moral que teje la acción<br />

social de la filantropía. El análisis<br />

de los discursos de los voluntarios<br />

revela la existencia de dos<br />

mandatos que repiten machaconamente<br />

los responsables de formación<br />

de las ONG, a saber, el<br />

distanciamiento afectivo y la educación<br />

en la autonomía. Ambas<br />

producen una fuerte ambivalencia<br />

moral. Ésta es consecuencia<br />

de la tensión entre el deseo del<br />

voluntario de ayudar (sobre todo<br />

el recién llegado a la organización),<br />

por una parte, y el adiestramiento<br />

de aquél en la distancia<br />

de rol, requisito funcional de la<br />

ONG, por otra. Los voluntarios<br />

mencionan asimismo la necesidad<br />

de “no meterse en el territorio”<br />

de quienes cuidan. Apunto<br />

aquí otro guión de las organizaciones.<br />

La metáfora del territorio<br />

muestra cómo la cautela inspira el<br />

trato con el drogadicto, el enfermo<br />

o el anciano, entre otros objetos<br />

de ayuda del voluntariado<br />

social. Asimismo, la reserva y la<br />

distancia, formas negativas de socialización<br />

que enlazan con el ideal<br />

liberal de privacidad como esfera<br />

ideal de autonomía y autodesarrollo.<br />

La defensa por parte<br />

del voluntario de dicha esfera y la<br />

creencia de tener que estimular<br />

la autonomía del ayudado refuerzan<br />

una empatía limitada, una<br />

implicación sostenida como modelo<br />

de la conducta voluntaria.<br />

Una ayuda alumbrada por el<br />

valor nuclear de la independencia<br />

pone en cuestión la idea misma<br />

de la necesidad, es decir, de la precariedad<br />

del otro. También la<br />

condición de víctima y la responsabilidad<br />

tanto personal como colectiva.<br />

En resumen, el voluntariado<br />

de los jóvenes, al que las<br />

instituciones están prestando mayor<br />

atención, expresa la práctica<br />

de un altruismo endocéntrico que<br />

subraya la satisfacción personal<br />

derivada de la ayuda, de la gratificación<br />

interna de cuidado al extraño<br />

2 .<br />

3. Frente al nuevo voluntariado<br />

de los jóvenes la filantropía tradicional<br />

no es una moda. Mientras<br />

que el valor principal de la configuración<br />

individualista era la independencia<br />

(y sus valores derivados,<br />

la autosuficiencia y la autorrealización),<br />

el eje axial del<br />

discurso cristiano es la caridad,<br />

que tiene en la compasión su sentimiento<br />

moral más importante y<br />

en la vocación su motivación más<br />

llamativa. El voluntario cristiano<br />

se caracteriza por “tener un talento<br />

o un carisma especial”, término<br />

que se relaciona explícitamente<br />

con la vocación, identificada<br />

tanto con “una llamada” como<br />

con “un camino”. Ambos aluden<br />

a una naturaleza especial de carácter<br />

moral que induce al amparo<br />

y que está dictada por el<br />

cumplimiento de un objetivo extraindividual,<br />

más allá del referente<br />

del yo como eje principal<br />

que articula el lenguaje moral<br />

primario del individualismo.<br />

Como llamada, la vocación<br />

conecta con el seguimiento de un<br />

ejemplo moral: Jesucristo por encima<br />

de todo y, más cercanos, Teresa<br />

de Calcuta y Vicente Ferrer,<br />

entre otros. Por otra parte, la vocación<br />

como camino entiende la<br />

vida como un relato con sentido<br />

orientado al compromiso. Nada<br />

que ver con la justificación del<br />

voluntariado como una “actitud”<br />

personal o como consecuencia de<br />

una elección subjetiva entre “diferentes<br />

opciones”, algo en lo que<br />

2 La oposición entre altruismo endocéntrico<br />

y exocéntrico se puede ver en<br />

Jerzy Karylowksi en ‘Two types of altruistic<br />

behavior: doing good to feel good or to<br />

make the other feel good’, en C. I. Derlega<br />

y J. Grzlak (comps.), Cooperation and<br />

Helping Behavior. Theories and Research.<br />

Nueva York, New York Academic Press,<br />

1982.<br />

insisten los voluntarios jóvenes.<br />

La vocación, en un sentido moralmente<br />

fuerte ya en desuso, entronca<br />

con la caridad como eje<br />

axial del discurso cristiano y que<br />

remite a un imperativo externo<br />

que ordena el amparo al otro. Así,<br />

“porque Dios lo manda y punto”<br />

es una motivación suficiente para<br />

el voluntariado cristiano. Entre los<br />

diversos sentidos de la caridad, me<br />

centraré en la acepción de virtud,<br />

que entronca con la compasión<br />

como sentimiento moral clave del<br />

lenguaje secundario.<br />

La compasión no es un instinto.<br />

Como bien sabían Smith y<br />

Rousseau, es algo que tiene lugar<br />

en sociedad. Por ello cabe pensar<br />

que puede ser educada y convertida<br />

en una virtud que mejore la<br />

sociabilidad. Para desarrollar una<br />

paideia de la compasión, de la “beneficencia<br />

activa” rousseauniana,<br />

habría pues que superar el mandato<br />

de la educación en la autonomía,<br />

que engendraba la desaparición<br />

de la necesidad, la negación<br />

por parte del voluntario de<br />

que el otro me necesita. Frente a la<br />

independencia, que nucleaba el<br />

discurso individualista, una cultura<br />

compasiva ha de reconocer<br />

el valor de la interdependencia.<br />

En segundo lugar, una defensa sociológica<br />

(y no meramente psicológica,<br />

como teje el discurso individualista)<br />

de la compasión precisa<br />

recuperar el sentimiento moral<br />

de la gratitud. Ésta ha sido desterrada<br />

en nuestra cultura individualista,<br />

que sospecha de los actos<br />

que se salen de una lógica económico-utilitaria.<br />

Esta cifra en el interés<br />

la razón última de toda acción<br />

social, incluida la ayuda a los<br />

extraños. Recuperar la gratitud supone<br />

apreciar el don del voluntario<br />

–en tiempo y en esfuerzo emocional–<br />

y, en dicho reconocimiento,<br />

abrir la posibilidad de<br />

forjar un vínculo duradero.<br />

Aunque el discurso cristiano<br />

subraye el lenguaje moral secundario,<br />

hay que señalar que no deja<br />

de manifestarse entre los voluntarios<br />

cristianos una caridad<br />

mixta donde aparece la huella del<br />

individualismo. Así, por ejemplo,<br />

se dice: “Frente a la gente que lo<br />

hace por altruismo o por la humanidad<br />

yo lo hago por Dios, y<br />

66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


ello es muy gratificante”. La alusión<br />

a lo “gratificante” indica la<br />

fuerza del expresivismo y de<br />

la autorrealización como motivación<br />

principal de la ayuda, incluso<br />

en el comunitarismo cristiano.<br />

En general, desde el lenguaje<br />

moral secundario, los actos de<br />

compasión resultan un amparo<br />

sostenido y duradero: el voluntario<br />

cristiano se convierte en sostén<br />

del necesitado. Resurge así el valor<br />

de la dependencia como consecuencia<br />

de la fragilidad humana,<br />

algo que la cultura individualista<br />

niega. Además de su sentido<br />

moral, la compasión es una costumbre.<br />

Un hábito virtuoso (tal<br />

como sostiene la teología tradicional<br />

y repiten los participantes)<br />

que “requiere un ejercicio constante”<br />

porque si no se te olvida.<br />

Una frase que expresa la ambivalencia<br />

del voluntariado: ¿Es más<br />

parecido a un deber cívico o a un<br />

ejercicio gimnástico? A pesar de<br />

las intromisiones del individualismo<br />

y su metáfora deportiva, el<br />

discurso cristiano se articula alrededor<br />

del altruismo exocéntrico,<br />

dirigido a aumentar el contento<br />

del otro, así como de razonamientos<br />

morales que explican la<br />

ayuda organizada.<br />

Tanto entre los jóvenes cristianos<br />

entrevistados como en las señoras<br />

que articulan el discurso<br />

tradicional, se menciona el pago<br />

de una deuda simbólica como<br />

uno de los motivos del voluntariado.<br />

En adelante se atenderá a<br />

los extraños como si fueran próximos,<br />

a los que quizá se descuidó.<br />

Es decir, se ampliará una conciencia<br />

de ayuda o una caridad<br />

expansiva que produce simultáneamente<br />

una regeneración moral<br />

propia y una extensión social<br />

del don. Se refuerza así la defensa<br />

sociológica de la compasión. Asimismo,<br />

se esboza una noción de<br />

libertad que no es ya libertad de<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

elección (entre “opciones” de<br />

igual valor , tal como defiende el<br />

expresivismo individualista) ni<br />

tampoco la libertad negativa<br />

–“frente a”– sino, por el contrario,<br />

una libertad “hacia”, un ideal<br />

que subraya la conexión y no la<br />

independencia.<br />

4. ¿Es el voluntariado un puente<br />

entre el individualismo liberal y la<br />

participación cívica? Su actual<br />

prestigio revive la dimensión ética<br />

de la actividad social, la implicación<br />

en la esfera colectiva. Para<br />

abarcar los discursos principales<br />

era necesario profundizar en la<br />

versión laica del lenguaje secundario.<br />

Para ello analicé el discurso<br />

de un voluntariado minoritario<br />

(frente al de los jóvenes, el mayoritario)<br />

y nuevo (frente al tradicional<br />

de las mujeres de mediana<br />

edad cristiana). Dicho voluntariado<br />

se puede encontrar en las<br />

llamadas generaciones cívicas.<br />

(Dejo para otro lugar la especificidad<br />

de un voluntariado nuevo y<br />

que ha atraído la atención de las<br />

instituciones, el formado por los<br />

jubilados y los prejubilados).<br />

Tomé el concepto de generación<br />

cívica de Robert D. Putnam<br />

y lo apliqué al grupo de edad entre<br />

35 y 55 años. En dicho estrato<br />

buscaba un discurso cívico y<br />

progresista que articulara la ayuda<br />

como una empresa no sólo moral<br />

–como creen los cristianos–, sino<br />

también colectiva. Mas hay<br />

que señalar que tal discurso brilla<br />

por su ausencia. Del mismo modo<br />

que entre los jóvenes voluntarios<br />

el espontaneísmo sustituía a<br />

la conciencia de pertenencia<br />

a una organización que forma<br />

parte de una sociedad política<br />

transformadora, entre los profesionales<br />

maduros se combinan un<br />

realismo de corte individualista y<br />

un voluntarismo de raigambre cívica.<br />

Así, en vez de un lenguaje<br />

que insistiera en la prioridad de lo<br />

público, son la esfera privada (el<br />

ámbito de los afectos) y la llamada<br />

esfera social (según Hannah<br />

Arendt), en este caso la de la profesión,<br />

las que precisan de atención<br />

primaria. Lo demás viene<br />

después.<br />

Los profesionales insisten en<br />

la socialidad de mezcla –de clases y<br />

de edad– que promueve el voluntariado,<br />

algo que crea un comunitarismo<br />

muy estimulante<br />

que detrae de la poderosa tendencia<br />

al privatismo. Pero hay<br />

que señalar que el lenguaje secundario<br />

–en su versión secularcívica–<br />

de dichos voluntarios aparece<br />

teñido, cómo no, de individualismo.<br />

Ello se observa, por<br />

ejemplo, en las referencias al estilo<br />

de vida. El voluntariado, dicen<br />

los profesionales, dejará de ser<br />

una actividad extraordinaria y se<br />

integrará en una forma de vida<br />

normalizada. Dentro de este progreso<br />

de la urbanidad cabe señalar<br />

un sentimiento moral: el interés<br />

bien entendido, materia de una<br />

sociedad privatizada y pragmática.<br />

En pocas palabras, mecidos<br />

por un escepticismo posideológico,<br />

los profesionales no acaban de articular<br />

un lenguaje moral alternativo<br />

al hegemónico del individualismo.<br />

(El cuadro resume parte<br />

de los contenidos del discurso<br />

voluntario).<br />

A modo de conclusión, hay<br />

que resaltar, en primer lugar, que<br />

desde la defensa psicologicista de<br />

la ayuda a los extraños el sostén<br />

de la nueva filantropía es muy débil.<br />

El altruismo endocéntrico da<br />

lugar así a un voluntariado inestable<br />

que presta ayuda para “sentirse<br />

bien”. En segundo lugar, es<br />

menester resaltar la espontaneidad,<br />

enfermedad infantil de la<br />

participación, que prende en el<br />

voluntariado juvenil. La desconfianza<br />

institucional, extendida so-<br />

HELENA BÉJAR<br />

Discurso Eje Acción Sentimientos Formas Modelo Metáfora<br />

axial social morales de socialización de vinculación foluntariado<br />

Individualista independencia racional benevolencia distancia, cautela, libertad negativa, empatía<br />

(jóvenes) reserva libertad de elección limitada<br />

Comunitarista-cristiano caridad afectiva compasión entrega, deber amparo<br />

(amas de casa) sacrificio duradero<br />

Cívico responsabilidad racional interés solidaridad, interdependencia costumbre<br />

(profesionales) bien entendido justicia cívica<br />

bre una esfera pública muy desdibujada,<br />

da lugar a la desvalorización<br />

de la imagen del propio voluntario,<br />

“primo” o “gorrón” de<br />

un Estado demonizado. En tercer<br />

lugar, el predominio del lenguaje<br />

individualista, con su insistencia<br />

en la autosuficiencia y la<br />

libertad negativa, produce la desaparición<br />

de la necesidad. Si todos<br />

somos iguales (en “potencialidades”<br />

y en “autonomía”) ¿a quiénes<br />

ayudar y para qué? Tales son<br />

algunas de las paradojas del altruismo<br />

democrático.<br />

Y sin embargo, más allá del<br />

emotivismo del lenguaje primario,<br />

cabe una defensa sociológica<br />

de la ayuda, tanto en clave cristiana<br />

como laica. Dicha defensa sociológica<br />

es compatible con el<br />

modelo del intercambio: el voluntariado<br />

es un don que vuelve.<br />

Algo que aquí sólo puedo apuntar.<br />

Pero el retorno simbólico del<br />

don ha de ir apoyado por sentimientos<br />

y mores que combatan al<br />

individualismo reinante. También<br />

son necesarias instituciones apropiadas<br />

como enclaves de virtud.<br />

Toda una tarea cívica que debe<br />

formar parte de cualquier programa<br />

político progresista. Es responsabilidad<br />

de los gobiernos extender<br />

a través de la educación<br />

una conciencia ciudadana politizada.<br />

Ello se logra rescatando el<br />

triángulo republicano compuesto<br />

por un buen gobierno que geste<br />

unas leyes justas que transformen<br />

las costumbres de los ciudadanos.<br />

Mientras, mantengamos una mirada<br />

crítica a los discursos morales<br />

que producimos. Ellos hablan de<br />

nuestra naturaleza política o de su<br />

declive. n<br />

Helena Béjar es autora de El mal samaritano<br />

(El altruismo en tiempos de escepticismo),<br />

finalista del XXIX Premio<br />

Anagrama de Ensayo.<br />

67


Antes de comenzar, conviene<br />

aclarar que una analogía<br />

no busca comparar<br />

conceptos sino relaciones; en<br />

nuestro caso, las relaciones de ambos<br />

fenómenos políticos con la<br />

violencia. No se pretende, por<br />

tanto, equiparar éticamente ambas<br />

actitudes, el antisemitismo es<br />

siempre moralmente indigno y el<br />

nacionalismo no tiene por qué<br />

serlo. Pero existe una curiosa<br />

coincidencia entre el antisemitismo<br />

alemán anterior a 1945 y el<br />

nacionalismo vasco, por lo menos<br />

tal como hoy es predicado de<br />

forma mayoritaria tanto por “moderados”<br />

como “radicales”, su carácter<br />

fantástico o mítico; y una<br />

lamentable consecuencia común:<br />

la violencia política. Pretendo<br />

analizar simplemente las semejanzas<br />

entre los dos fenómenos<br />

con el objetivo de ayudar a comprender<br />

un poco mejor el último<br />

de ellos. En definitiva, cumplir<br />

con la finalidad de toda analogía:<br />

que la relación entre dos polos<br />

ayude a entender mejor la relación<br />

entre otros dos.<br />

El “problema judío”<br />

en Alemania<br />

El “problema judío” era tan antiguo<br />

en Alemania en 1933 –quizá<br />

mucho más– como hoy aquí el<br />

“contencioso vasco”. La consideración<br />

de los judíos como el principal<br />

problema político de Alemania,<br />

pese a suponer menos del<br />

1% de la población, puede parecer<br />

asombroso en nuestros días,<br />

pero era algo mayoritariamente<br />

compartido por los alemanes<br />

desde principios del siglo XIX<br />

hasta mediados del siguiente. Los<br />

judíos suponían la amenaza fundamental<br />

para el Volk o pueblo<br />

alemán. Se les consideraba como<br />

una nación distinta dentro de los<br />

límites territoriales de Alemania,<br />

muy bien organizada y poderosa,<br />

confabulada para el parasitismo,<br />

corrupción, degeneración y consiguiente<br />

destrucción de cualquier<br />

sociedad, pero especialmente la<br />

alemana. Los judíos se encontraban<br />

en la génesis de las nuevas<br />

ideologías disolventes, desde el<br />

comunismo revolucionario al capitalismo<br />

sin escrúpulos; en el<br />

origen de la derrota militar en la<br />

Gran Guerra (la famosa “puñalada<br />

por la espalda”); en la aparición<br />

del “arte degenerado”; en<br />

cualquier manifestación política,<br />

social, económica y cultural que<br />

cuestionase las perennes esencias<br />

históricas del Volk. Poco importa<br />

que estas acusaciones fuesen fantásticas,<br />

contradictorias o no resistiesen<br />

el más mínimo análisis<br />

racional: sencillamente nadie se<br />

planteaba ni siquiera hacer tal<br />

análisis. Lo incuestionable no se<br />

cuestiona. Se aprende, o, mejor,<br />

se aprehende y punto. No cabe<br />

duda de que con cada niño que<br />

nace la historia del hombre comienza<br />

de nuevo y la atmósfera<br />

cultural en que ese niño es educado<br />

le proporciona unos pilares<br />

básicos e incuestionables sobre los<br />

que ir construyendo más adelante<br />

con materiales menos seguros.<br />

Sólo unos pocos elegidos en cada<br />

sociedad son capaces de someter a<br />

crítica razonada todo lo transmitido<br />

por sus mayores, incluidos<br />

los mismos fundamentos sociales;<br />

y precisamente por ello ¡pobre<br />

de aquellas sociedades que transmiten<br />

a sus hijos pilares irracionales<br />

sobre los que construir sus<br />

vidas! Pues bien, esa atmósfera<br />

existía en Alemania desde hacía<br />

mucho más de un siglo cuando<br />

los nazis llegaron al poder. El<br />

“problema judío” tenía para ellos<br />

todo su significado. No se cues-<br />

HISTORIA<br />

ANTISEMITISMO ALEMÁN<br />

Y NACIONALISMO VASCO<br />

RODRIGO TENA ARREGUI<br />

tionaban que existiese. Dado el<br />

problema –incuestionable– buscan<br />

la solución. Hoy, cuando hablamos<br />

del problema judío en la<br />

Alemania nazi, pensamos en<br />

la discriminación, acoso y aniquilación<br />

que sufrió este pueblo a<br />

manos de sus verdugos. Pensamos<br />

en por qué ocurrió, en cómo<br />

ocurrió, en los sufrimientos de<br />

esa gente. Pero, lógicamente, ése<br />

no era el “problema judío” al que<br />

se referían los alemanes de los<br />

años treinta, sino todo lo contrario.<br />

A lo que se referían era al acoso,<br />

traición y degradación que<br />

ellos como nación sufrían a manos<br />

de los judíos.<br />

El “contencioso raso”<br />

No es necesario detenerse en el<br />

origen mítico o fantástico del nacionalismo<br />

vasco (otros mucho<br />

más autorizados lo han hecho ya<br />

con gran competencia) porque a<br />

nuestros efectos no interesa averiguar<br />

cómo surgió. No interesa rebatir<br />

el hecho de una hipotética<br />

invasión o de una mítica supresión<br />

de cualesquiera derechos nacionales,<br />

ni discutir si se trató o<br />

no de un invento más o menos<br />

consciente de un grupo de iluminados.<br />

Tampoco nos hemos detenido<br />

en el origen del antisemitismo<br />

en Alemania, en sus<br />

orígenes cristianos, en sus antecedentes<br />

luteranos, en su conversión<br />

de un problema religioso en<br />

un problema racial. Lo que importa<br />

destacar aquí es que el antisemitismo<br />

en Alemania en los<br />

años treinta no tenía ninguna base<br />

racional, y pese a ello no se discutía;<br />

al igual que el nacionalismo<br />

vasco de corte soberanista no tiene<br />

en la Europa de hoy ninguna<br />

base racional y pese a ello se transmite<br />

generación tras generación<br />

sin tampoco discutirse. Se parte<br />

de la existencia de un pueblo, de<br />

un nuevo Volk, homogéneo e impermeable<br />

en su origen racial y en<br />

su devenir histórico, sojuzgado<br />

por dos Estados colonialistas e<br />

imposibilitado de decidir su destino.<br />

Lo único que se plantea<br />

–principal problema político del<br />

País Vasco– es si este nuevo Volk<br />

tiene derecho o no a decidir su<br />

futuro. Todo lo demás no tiene<br />

importancia. No soy consciente<br />

de haber escuchado jamás ningún<br />

debate político en el que partidarios<br />

de diversas opciones discutieran<br />

las ventajas e inconvenientes<br />

de la independencia en<br />

relación con su coste. En la Europa<br />

del mercado único, de la armonización<br />

fiscal, de la moneda<br />

única, de las decisiones por mayoría<br />

y de la seguridad común, la<br />

independencia implica primero<br />

aislamiento y en un futuro lejano,<br />

tras la travesía del desierto, aspirar<br />

a lo que se tiene ya hoy. Decidir<br />

por sí mismos, sí: pero ¿decidir<br />

el qué? Tampoco se discute por<br />

qué razón una mayoría en Guipúzcoa<br />

puede imponer esa travesía<br />

del desierto a los habitantes<br />

de Sangüesa o Laguardia, que<br />

mayoritariamente no la quieran,<br />

y no a los de Sos o de Castro Urdiales.<br />

No se considera que para<br />

plantear simplemente este tema<br />

haya que tener decidido apoyo<br />

mayoritario en todos los territorios<br />

afectados. Se da por descontado<br />

que el resto de los españoles<br />

no tienen ni voz ni voto en la decisión<br />

de poner fronteras dentro<br />

de lo que antes era su país. Ninguna<br />

de estas cuestiones se piensa<br />

que tenga una importancia<br />

principal, porque el problema es<br />

puramente emocional, como puramente<br />

emocional era el antisemitismo.<br />

Como simples emociones<br />

no son especialmente peli-<br />

68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Hitler<br />

grosas, al margen de que, como<br />

ya he comentado, el antisemitismo<br />

sea moralmente despreciable.<br />

Pero si se hubieran quedado ahí<br />

hoy no hablaríamos de estos temas.<br />

El inconveniente es precisamente<br />

que todo “problema” exige<br />

una “solución”.<br />

Cuando hoy se habla del “contencioso<br />

vasco” o del “problema<br />

vasco” podemos entender dos cosas,<br />

al igual que lo que ocurría<br />

con el antisemitismo. La mayor<br />

parte de la gente piensa en el acoso<br />

y paulatino exterminio físico<br />

que sufren los no soberanistas en<br />

el País Vasco y fuera de él. Discutimos<br />

por qué ocurre, cómo ocurre,<br />

cómo detenerlo. Pero los nacionalistas<br />

consideran que el problema<br />

es la opresión que ellos<br />

como nación sufren a manos de<br />

dos imperios. Tanto en el caso<br />

del Volk alemán como en el del<br />

pueblo vasco, sus componentes<br />

no sufren individualmente (nadie<br />

les persigue, les acosa, les priva<br />

de sus derechos básicos, les discrimina,<br />

les mata), sino colectivamente<br />

como pueblo. Y ese<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

sufrimiento colectivo, fantástico,<br />

implica un autoinfligido sufrimiento<br />

individual que genera una<br />

consecuencia muy interesante sobre<br />

la que luego volveremos: el<br />

odio. Sufro porque sufre mi pueblo<br />

y odio por ello. Aunque en realidad<br />

no hay un sufrimiento individual<br />

diferente del odio: sufro<br />

porque odio. Y ese odio es el que<br />

les lleva a perseguir, acosar, discriminar<br />

y, finalmente, liquidar a<br />

los que consideran causantes de<br />

ese sufrimiento colectivo.<br />

La “solución final”<br />

Los problemas sólo terminan<br />

cuando se solucionan. Por eso es<br />

extraordinariamente peligroso toparse<br />

con un problema fantástico<br />

y no reconocerlo como tal. El<br />

problema grita clama pidiendo<br />

solución. Si lo tengo asumido no<br />

descansaré hasta solucionarlo; y<br />

si el problema es irracional, la solución<br />

será irracional. En Alemania,<br />

una vez detectado y asumido<br />

el “problema”, procedía buscar su<br />

“solución”. Se empezó por acosar,<br />

perseguir, vejar y aterrorizar a los<br />

judíos con la finalidad de forzar<br />

su emigración. Se continuó dictando<br />

normas discriminatorias<br />

con la finalidad de sumirlos en la<br />

miseria. Se prosiguió reuniéndolos<br />

en guetos e incluso planeando<br />

su deportación masiva. Pero ninguna<br />

de estas medidas implicaban<br />

una auténtica solución al<br />

“problema”, como ya habían advertido<br />

muchas voces décadas antes<br />

de la llegada de los nazis al poder.<br />

La única solución racional a<br />

este planteamiento irracional era<br />

la aniquilación total, perfectamente<br />

llamada la “solución final”.<br />

El problema vasco para los no<br />

soberanistas terminará cuando se<br />

les deje de acosar, perseguir y asesinar.<br />

Una solución racional para<br />

un problema muy real. Pero para<br />

los nacionalistas el “problema” sólo<br />

se solucionará con la independencia.<br />

No existe ontológicamente<br />

ninguna posibilidad intermedia,<br />

pues cualquier otra no es<br />

“solución” al “problema”. Sólo vale<br />

la victoria total. Si en un hipotético<br />

referéndum los ciudadanos<br />

vascos (aunque no se sepa exactamente<br />

muy bien de qué lugar ni<br />

cómo organizarlo) decidieran mayoritariamente<br />

no independizarse,<br />

el “problema” no se habría solucionado.<br />

Habría que crear entonces<br />

un censo especial de<br />

ciudadanos verdaderamente vascos<br />

(que son los que por definición<br />

quieren la independencia)<br />

con el fin de buscar de nuevo la<br />

única solución al “problema”. Si<br />

sólo vale la independencia y es<br />

muy poco probable que se obtengan<br />

los votos necesarios, el<br />

único medio para conseguirlo es<br />

que sea “concedida” por el Estado;<br />

y como los Estados son bastante<br />

reacios a “conceder” tales<br />

cosas, es preciso arrancársela a base<br />

de intimidación, agresiones y<br />

asesinatos. En la concepción antisemita,<br />

la eliminación del judío<br />

era la eliminación de la personificación<br />

del mal y simultáneamente<br />

la consecución de la solución al<br />

“problema”. Era un fin en sí mismo.<br />

En el caso vasco, el asesinato<br />

es un simple medio para conseguir<br />

un fin distinto absolutamente<br />

independiente, lo que no significa<br />

que moralmente sea menos<br />

repugnante, más bien puede<br />

que al contrario.<br />

Antisemitas moderados<br />

y nacionalistas democráticos<br />

Pero, un momento, ¿es que no se<br />

puede ser antisemita moderado o<br />

nacionalista “democrático”? En<br />

Alemania la gran mayoría de la<br />

ciudadanía era rabiosamente antisemita,<br />

pero podemos aceptar<br />

como razonable que entre ellos<br />

existía un considerable grupo de<br />

personas disconformes con la “solución<br />

final”. A éstos los llamaremos<br />

antisemitas moderados. Detectaban<br />

el “problema”, asumían<br />

el “problema”, pero no consideraban<br />

adecuada la “solución” propuesta<br />

por los nazis. Desgraciadamente<br />

sus voces no fueron demasiado<br />

importantes ni<br />

frecuentes; pero casi más grave<br />

todavía era que la asunción del<br />

“problema” de forma indiscutida<br />

les inhabilitaba para oponerse de<br />

una manera eficaz a la solución<br />

exterminadora. Si el argumento<br />

era que, aunque efectivamente los<br />

judíos suponían un gravísimo<br />

problema para la seguridad de la<br />

nación alemana, no era éticamente<br />

cristiano asesinar hombres,<br />

mujeres y niños, los nazis no tenían<br />

más que responder que ellos<br />

no eran cristianos y que –teniendo<br />

que elegir– mejor era salvar a<br />

nuestros hijos que a los hijos de<br />

los judíos. En este punto la pos-<br />

69


ANTISEMITISMO ALEMÁN Y NACIONALISMO VASCO<br />

tura de los obispos alemanes es<br />

extraordinariamente significativa.<br />

Apenas se alzaron voces contra el<br />

exterminio, pese a conocerlo; y<br />

cuando se hizo se discutió únicamente<br />

el valor ético de la solución<br />

adoptada y nunca su auténtica eficacia<br />

para resolver el indiscutible<br />

“problema”. Es absolutamente<br />

evidente que con esta oposición<br />

no se puede llegar muy lejos.<br />

Algo muy similar ocurre hoy<br />

en el País Vasco entre los nacionalistas<br />

“democráticos”, incluidos<br />

importantes elementos de la Iglesia.<br />

Bastaría con traer a colación<br />

las conocidas frases del árbol y las<br />

nueces, tener más miedo a España<br />

que a ETA, etcétera, para ilustrar<br />

esa actitud. Pero lo importante<br />

es destacar que esta postura<br />

es perfectamente “racional”. Si no<br />

se discute el “problema” sino que<br />

se da por sentado, algo tiene que<br />

hacer “moverse” al Estado inmovilista,<br />

que en definitiva es el que<br />

tiene la llave de la solución. La<br />

lógica del “problema” lo exige,<br />

aunque la conciencia del sujeto<br />

lo rechace. Matar es malo, pero<br />

porque es éticamente rechazable,<br />

no porque sea una solución eficaz<br />

para resolver el “problema”.<br />

La justificación<br />

de los verdugos<br />

Pero el que sea éticamente rechazable<br />

para unos no significa<br />

que lo deba ser para otros. La<br />

experiencia alemana demuestra<br />

que cuando se decidió enfilar la<br />

vía exterminadora, los alemanes<br />

implicados en su ejecución (miles<br />

y miles) la asumieron con<br />

poca o nula objeción moral, más<br />

bien al contrario, con alegría. Si<br />

los judíos eran el cáncer de cualquier<br />

sociedad, extirpar el tumor<br />

era un acto incluso humanitario<br />

e indiscutiblemente patriótico.<br />

El genocidio podía ser<br />

considerado en sí como un acto<br />

físicamente desagradable, pero<br />

honraba al que lo ejecutaba; y<br />

no pocas condecoraciones se<br />

dieron a los integrantes de los<br />

batallones móviles que actuaban<br />

en la retaguardia y que fueron<br />

responsables de los asesinatos<br />

más crueles. Sólo esta concepción<br />

puede explicar que las escasísimas<br />

bajas sufridas por estos<br />

batallones a manos de partisanos<br />

rusos o polacos fueran calificadas<br />

por los que día tras día<br />

asesinaban a miles de ancianos,<br />

mujeres y niños de “cobardes<br />

asesinatos” y suscitasen venganzas<br />

atroces entre la población<br />

ocupada. La íntima idea de estar<br />

desarrollando una importantísima<br />

labor patriótica inmunizaba<br />

absolutamente a los verdugos<br />

frente a cualquier bacilo de periclitada<br />

e ineficaz moralidad.<br />

Después de las matanzas eran<br />

frecuentes fiestas y celebraciones.<br />

Esta actitud era perfectamente<br />

racional, siempre que se<br />

enfoque únicamente en función<br />

del “problema”. Antes de comenzar<br />

el vaciado de los guetos<br />

y proceder al salvaje asesinato<br />

de todos sus ocupantes, los jefes<br />

arengaban a sus subordinados<br />

recordándoles los atroces bombardeos<br />

que sus mujeres e hijos<br />

tenían que sufrir en Alemania<br />

como consecuencia de esta guerra<br />

instigada por los judíos. En<br />

definitiva, les recordaba “el problema”.<br />

Que los verdugos de ETA y sus<br />

cómplices responden al mismo esquema<br />

mental es algo que hoy cae<br />

por su propio peso. Equiparar la<br />

muerte de los que transportan<br />

una bomba que les explota a la<br />

muerte de las víctimas a las que<br />

está destinada, honrarles en sus<br />

funerales, calificarlos de patriotas,<br />

grabar los nombres de los verdugos<br />

en las bombas destinadas a los<br />

futuros asesinatos, es incompatible<br />

con cualquier sentimiento de<br />

vergüenza o de inquietud moral, y<br />

perfectamente compatible con el<br />

orgullo patriótico y el sentimiento<br />

del servicio hecho a la nación:<br />

ésta es la única forma de hacer<br />

“moverse” al Estado. Al igual que<br />

los miembros alemanes de los batallones<br />

itinerantes se ofrecían voluntariamente<br />

para desempeñar<br />

la labor genocida, hoy los jóvenes<br />

educados en la guerrilla ciudadana<br />

a los que un buen día se les<br />

transmitió el “problema” por inmersión,<br />

se muestran dispuestos a<br />

asumir nuevas responsabilidades<br />

en la lucha patriótica; y los que<br />

son reacios a ello, al igual que algunos<br />

de los integrantes de dichos<br />

batallones, lo hacen más por cues-<br />

tiones colaterales (familia, miedo,<br />

repulsión física) que por verdadera<br />

disensión con la solución<br />

adoptada.<br />

El lenguaje utilizado para explicar<br />

y calificar el propio hecho<br />

del asesinato o del genocidio es altamente<br />

revelador de este fenómeno.<br />

Que una persona pueda<br />

calificar de “cobarde asesinato” la<br />

muerte en combate de un soldado<br />

de un ejército agresor en un<br />

país invadido a manos de un grupo<br />

de partisanos, mientras que<br />

habla de “acción de limpieza” o<br />

incluso “operación festival de la<br />

cosecha” para referirse al hecho<br />

de sacar de su casa a un anciano<br />

o a un niño de dos años, llevarles<br />

a un bosque cercano y dispararles<br />

un tiro en la cabeza, resulta para<br />

nosotros absolutamente inconcebible<br />

si no fuera porque el ejemplo<br />

de terrorismo vaco nos demuestra<br />

cómo esto puede parecer<br />

perfectamente normal hoy día a<br />

gran cantidad de gente. Que la<br />

detención violenta en plena vía<br />

pública de un miembro de un comando<br />

de ETA que acaba de cometer<br />

un atentado sea calificada<br />

como “tortura” o “malos tratos”,<br />

mientras el secuestro de un funcionario<br />

de prisiones durante más<br />

de un año en un miserable agujero<br />

se denomine “retención”; que<br />

la muerte de un terrorista en un<br />

intercambio de disparos sea calificada<br />

como “asesinato” y que se<br />

llame “acción” al hecho de poner<br />

un coche bomba a un guardia civil,<br />

periodista, concejal o conductor<br />

de autobús, revela la terrorífica<br />

fuerza con la que la asunción<br />

indiscutida del “problema”<br />

obliga a buscar coherencia hasta<br />

adentrarse de esta forma tan profunda<br />

en lo irracional.<br />

La espiral del odio<br />

Uno de los efectos más curiosos a<br />

los que obliga esta espiral es el de<br />

generar odio en los verdugos y no<br />

en las víctimas, como ya se ha comentado.<br />

Tanto en el caso alemán<br />

como en el vasco, las víctimas<br />

no son consideradas desde el<br />

punto de vista de unos desgraciados<br />

pero inevitables efectos colaterales<br />

de la única vía racional para<br />

resolver el “problema”, sino que<br />

se les odia y se les mata con saña.<br />

El dolor autoinfligido necesita esta<br />

vía de escape, necesita el chivo<br />

expiatorio. Faltaría más que siendo<br />

los judíos o los españoles los<br />

“causantes” de mi sufrimiento<br />

ellos no sufrieran. Es lo que entre<br />

los cómplices del terrorismo vasco<br />

se denomina “la generalización<br />

del sufrimiento”. Se desea, se busca<br />

este sufrimiento, y en ambos<br />

casos se consigue con creces. En<br />

Alemania, la política antisemita<br />

estuvo destinada a buscar el sufrimiento<br />

de los judíos desde las<br />

primeras medidas discriminatorias<br />

hasta los mal llamados campos<br />

de “trabajo” y marchas de<br />

“evacuación” en los días finales<br />

del régimen. La intensidad con<br />

la que se les hizo sufrir no dependió<br />

nunca más que de cuestiones<br />

coyunturales. En los primeros<br />

días, cuando la opinión internacional<br />

todavía contaba, las<br />

medidas podían calificarse de<br />

moderadas, sobre todo en relación<br />

con lo que vendría después,<br />

cuando durante la guerra los límites<br />

externos al propio deseo de<br />

los nazis desaparecieron completamente.<br />

En el caso vasco, sólo<br />

un odio virulento puede explicar<br />

celebrar con una opípara cena un<br />

asesinato cometido ese mismo<br />

día, pedir champaña al funcionario<br />

de prisiones cuando un compañero<br />

descerraja sendos tiros en<br />

la cabeza a unos jóvenes padres,<br />

gritar a unas personas que se manifiestan<br />

pacíficamente “ETA,<br />

mátalos”, insultar a los que se acaba<br />

de asesinar, acosar incesantemente<br />

a los disidentes o lindezas<br />

parecidas. En el caso vasco, el<br />

odio es el que transmuta el asesinato<br />

de un simple medio para<br />

conseguir un fin en casi un fin<br />

en sí mismo; y que nadie dude de<br />

que sólo la estrategia coyuntural<br />

limita el deseo de los asesinos de<br />

continuar poniendo bombas en<br />

los hipermercados.<br />

Pero lo más curioso es que ese<br />

mismo odio, exigido de forma radical<br />

por el “problema”, entorpece<br />

de manera un tanto absurda<br />

la estrategia más “racional” para<br />

resolverlo. Una característica sorprendente<br />

del antisemitismo nazi<br />

es que su pasión por culminar<br />

el proceso eliminador fue tal que<br />

obstaculizó gravemente la propia<br />

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


maquinaria de guerra alemana en<br />

una contienda en que a esta nación<br />

–por lo menos desde el punto<br />

de vista de Hitler– le iba el ser<br />

o no ser. Ya no es sólo el que los<br />

transportes de judíos destinados a<br />

los campos de exterminio tuviesen<br />

preferencia incluso sobre los<br />

de tropas y material con dirección<br />

al frente, ni que soldados<br />

cualificados estuviesen íntegramente<br />

destinados a esta tarea genocida,<br />

sino que la masiva eliminación<br />

de judíos con preparación<br />

técnica dejó multitud de instalaciones<br />

productivas absolutamente<br />

inoperantes en un momento<br />

crítico en el que la guerra estaba<br />

aún por decidirse. Hasta los últimos<br />

días, hasta las últimas horas,<br />

cuando todo estaba perdido, los<br />

alemanes siguieron matando judíos.<br />

Por su parte, en el País Vasco,<br />

no parece que la estrategia de<br />

acosar, intimidar, agredir y asesinar<br />

a los disidentes de la causa<br />

sea el mecanismo más adecuado<br />

para incorporarlos a la misma; no<br />

parece que sea la estrategia más<br />

adecuada para mover a un Estado<br />

que por definición sabe que ante<br />

lo único que no puede ceder es<br />

ante esto, ni para asociar al proyecto<br />

a los otros partidos nacionalistas,<br />

ni para ganar estima o<br />

reconocimiento en los foros internacionales,<br />

lo que es fundamental<br />

en iniciativas de este tipo.<br />

Y lo que es peor, los propios<br />

instrumentos de terror utilizados<br />

muestran claramente que los “patriotas<br />

vascos” pagarían con gusto<br />

el precio de la destrucción del tejido<br />

productivo, de la convivencia<br />

ciudadana, en definitiva, de la<br />

frustración vital de varias generaciones<br />

de sus compatriotas, con<br />

tal de avanzar un metro hacia la<br />

independencia. Pero es que esta<br />

actitud, aunque no sea racional,<br />

obedece a un concatenado de<br />

causa-efecto lógico. La asunción<br />

del “problema” crea autosufrimiento,<br />

lo que es igual al odio; y<br />

el odio te lleva a acosar, extorsionar<br />

y matar, aunque esta última<br />

consecuencia pueda trastocar la<br />

vía más racional de atacar el “problema”.<br />

Las víctimas y los cómplices<br />

Las víctimas del holocausto nazi,<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

por lo que sabemos de la mayoría<br />

de los supervivientes de los campos,<br />

no odian. Piden memoria y<br />

justicia, por supuesto, pero no<br />

podemos confundir esto con el<br />

odio. La obsesión de todo superviviente<br />

es contarlo. Que las personas<br />

de bien conozcan que han<br />

sufrido atrozmente, materialmente<br />

y, lo más importante de<br />

todo, injustamente. Por eso demandan<br />

justicia, no venganza. Y<br />

justicia en los términos en que la<br />

comunidad de hombres de bien<br />

consideren suficientes. Resulta un<br />

hecho sorprendentemente positivo<br />

y significativo la ausencia de<br />

voces que, incluso entre las víctimas<br />

más directas, pidan en España<br />

la pena de muerte. Resulta sorprendente<br />

la forma tan civilizada<br />

con la que se asumió durante la<br />

transición la amnistía general a<br />

los terroristas. En este ámbito, la<br />

sociedad española ha demostrado<br />

una enorme generosidad. Por<br />

el contrario, una persona que mata<br />

a un periodista, a un concejal o<br />

a un magistrado de lo social “para<br />

generalizar el sufrimiento”, y<br />

una vez muerto le insulta delante<br />

de su familia, nunca puede actuar<br />

por justicia, sino por odio y<br />

venganza.<br />

Pero también sería ilusorio<br />

considerar que todos los que intervienen<br />

en la maquinaria eliminadora<br />

están poseídos por el odio.<br />

Especialmente existen muchos<br />

cómplices que probablemente no<br />

odian, quizá porque no tienen<br />

tan sensibilizada su fibra antisemita<br />

o nacionalista como para<br />

producirles sufrimiento-odio, pero,<br />

a casi todos los efectos, actúan<br />

como si odiasen. En la Alemania<br />

de los años veinte y treinta –no<br />

digamos durante la guerra– el<br />

peor insulto era llamar a alguien<br />

“amigo de los judíos”. Para nosotros<br />

hoy es difícil comprender<br />

que esto pudiese ser una descalificación<br />

tan atroz como para llenar<br />

de pánico al más pintado.<br />

Quizá empezamos a comprenderlo<br />

ahora por comparación con<br />

expresiones tales como “españolazo”<br />

o “nacionalista español”. Al<br />

que está fuera de ese mundo esto<br />

le trae sin cuidado, pero para el<br />

que necesariamente se encuentra<br />

inmerso en el mismo la cosa cam-<br />

bia radicalmente. Toda persona<br />

necesita por naturaleza integrarse<br />

de alguna forma en el ámbito social<br />

en que se mueve. Lo contrario<br />

–la muerte social– es insoportable<br />

para el ser humano, especialmente<br />

si es joven.<br />

En Alemania, las pocas personas<br />

que no compartían sentimientos<br />

antisemitas se cuidaban<br />

mucho de manifestarlo. Se autocensuraban,<br />

pero más que por<br />

miedo por vergüenza. Incluso algunos<br />

guardianes de los campos<br />

que mostraban ciertos sentimientos<br />

humanitarios con respecto a<br />

los prisioneros judíos los golpeaban<br />

con saña cuando se encontraban<br />

en presencia de sus compañeros,<br />

simplemente por la vergüenza<br />

de poder ser calificados<br />

de “amigo de los judíos”. Se podía<br />

ser humanitario. Nadie iba a ser<br />

sancionado por ello. Pero ninguno<br />

quería, por lo menos en presencia<br />

de los demás. Hubiera significado<br />

su muerte social. Si en<br />

un determinado ambiente no<br />

asumir el “problema” te descalifica<br />

como miembro de esa sociedad,<br />

hay que tener mucho valor,<br />

madurez, fortaleza e integridad<br />

moral para no hacerlo y comportarse<br />

en consecuencia. Y esas cualidades<br />

no abundan ni en Alemania<br />

ni en el País Vasco ni, me temo,<br />

en ninguna parte.<br />

Conclusión<br />

A la vista de todas estas reflexiones,<br />

y de los últimos acontecimientos<br />

en nuestro país, puede<br />

parecer sorprendente que termine<br />

afirmando que hoy nos encontramos<br />

en el mejor momento en<br />

la lucha contra la sinrazón en los<br />

últimos 30 años. No digo que sea<br />

bueno (todavía falta plantear y<br />

explicar las cosas mejor, y me temo<br />

que muchos años, para que la<br />

locura termine), sino simplemente<br />

que es el mejor. Una última<br />

analogía con el antisemitismo<br />

nos lo aclarará. En la Europa<br />

ocupada por los nazis, el genocidio<br />

se extendió por doquier, pero<br />

hubo algún país, especialmente<br />

uno, en el que la barbarie apenas<br />

se hizo sentir. Éste fue el caso de<br />

Dinamarca. Un país pequeño, sin<br />

ninguna posibilidad militar de<br />

hacer frente a los nazis, pero con<br />

RODRIGO TENA ARREGUI<br />

una tremenda fortaleza moral. Su<br />

incansable comportamiento cívico,<br />

su lucha constante por hacer<br />

ver a los invasores la irracionalidad<br />

del “problema”, significó la<br />

vida para miles y miles de judíos.<br />

Por diálogo no entendían cesión<br />

o capitulación ante las demandas<br />

nazis, sino combate dialéctico.<br />

No pretendieron “negociar” con<br />

ellos, por lo menos al modo en<br />

que lo hicieron incluso muchos<br />

jefes judíos de guetos. Consideraciones<br />

tales como “entregaremos<br />

ahora mil judíos para salvar<br />

cien mil”, “organizaremos este<br />

transporte ya que nos han prometido<br />

que será el último” y otras<br />

semejantes, son hoy fáciles de criticar<br />

desde el punto de vista moral,<br />

lo que quizá no sea del todo<br />

justo; pero de lo que no cabe ninguna<br />

duda es de que desde el<br />

punto de vista de su eficacia fueron<br />

un absoluto fracaso, no ya<br />

para evitar el holocausto, sino ni<br />

siquiera para retardarlo. En realidad,<br />

su colaboración se demostró<br />

decisiva para engrasar la máquina<br />

eliminadora, lo cual es muy<br />

lógico; una “negociación” de este<br />

tipo implica una tácita asunción<br />

del “problema”, aunque sea una<br />

asunción no querida y forzada<br />

por el miedo y la violencia, pero<br />

que legitima e incentiva a los verdugos<br />

en su lucha por la solución<br />

final. Los daneses, por el contrario,<br />

se negaron absolutamente<br />

a prestar su ayuda a cualquier<br />

iniciativa que reconociese a los<br />

deseos nazis la más mínima legitimidad<br />

racional. Su decidida<br />

actitud logró paulatinamente<br />

cambiar la mentalidad de las<br />

fuerzas alemanas de ocupación,<br />

que a su vez se negaron a obedecer<br />

las órdenes de deportación<br />

que llegaban directamente del<br />

Reich. Como comentaba Hannah<br />

Arendt, ésta es una historia<br />

ejemplar para cualquiera que<br />

quiera aprender algo acerca de<br />

la enorme potencialidad de las<br />

acciones pacíficas de resistencia<br />

frente a un enemigo superior en<br />

el uso del terror y la violencia.<br />

Y si ellos vencieron, ¿cómo no<br />

vamos a vencer nosotros? n<br />

Rodrigo Tena Arregui es notario.<br />

71


Hay libros que es imposible<br />

leer sin recordar que son el<br />

último de su autor. Cocuyo,<br />

de Severo Sarduy, por ejemplo.<br />

En cubano, cocuyo es una luciérnaga,<br />

y esa luz frágil, efímera, lujo<br />

y gratuidad de lo creado, me<br />

parece una metáfora de la literatura<br />

de Sarduy, aun de su autor.<br />

La inmensa tristeza del niño<br />

cabezón que sobrevive a humorísticas,<br />

grotescas, atroces, seudomíticas<br />

pruebas de iniciación, sin<br />

que esas ordalías le permitan ingresar<br />

en la adultez, permanece<br />

en el lector como una herida silenciosa.<br />

Apagadas las luces del<br />

“gran cabaret del mundo”, extinguidas<br />

las apariencias pintorescas<br />

y variadas que componen su simulacro,<br />

devueltas a ese vacío<br />

central, única realidad que a la<br />

vez disfrazan y delatan, Cocuyo<br />

invoca por última vez la noción<br />

del barroco que Sarduy teorizó<br />

y practicó pero ya no en clave<br />

festiva.<br />

Las efímeras seducciones del<br />

sexo y el misticismo, del cabaret y<br />

el monasterio, fingen disputarse<br />

como en toda su obra, tal vez sólo<br />

para señalar el punto posible de<br />

un encuentro utópico: la intersección<br />

de barroco y budismo. El<br />

horror vacui tal vez ha sido la intuición<br />

primera de Sarduy: un vacío<br />

central que putti de yeso y<br />

profusas guirnaldas, inciensos de<br />

colores y divinidades maquilladas<br />

revelan por su mero exceso a<br />

nuestro despavorido reconocimiento.<br />

Allí donde otros se felicitaban<br />

de señalar un orgasmo en la<br />

santa Teresa de Bernini, Sarduy<br />

reconocería en ese éxtasis la ardua<br />

disciplina de contemplación<br />

de un mandala.<br />

Entre Colibrí, “monstruo cabezón”,<br />

y su pariente Cocuyo,<br />

Sarduy había pasado de los oro-<br />

peles virtuales del show al barro y<br />

los excrementos demasiado físicos<br />

de un delta aluvional. Una<br />

imagen patética del marginal,<br />

triunfante mientras pueda prolongarse<br />

la ilusión del espectáculo,<br />

vencido cuando éste toca a su<br />

fin, cuando se apagan los proyectores,<br />

se pliegan los telones y veloces,<br />

invisibles maquinistas dejan<br />

vacía la escena.<br />

La revista ‘Tel Quel’<br />

Severo Sarduy murió en París el 8<br />

de junio de 1993. La implacable<br />

diosa de la moda permitió que<br />

pocos años más tarde sus libros<br />

estén ausentes de las librerías francesas,<br />

su nombre casi olvidado<br />

por el periodismo cultural de su<br />

país de asilo. En Cuba, su patria,<br />

De dónde son los cantantes, apareció<br />

tímidamente en 1995, tras<br />

décadas de silencio y ocasional vilipendio<br />

para su autor. Gracias a<br />

la indispensable colección Archivos,<br />

auspiciada por la Unesco, pero<br />

independiente de su política,<br />

una edición crítica de sus obras<br />

completas finalmente ha visto la<br />

luz.<br />

En París, engañosos halagos<br />

y prescindibles reconocimientos<br />

habían arrastrado a Sarduy a<br />

representar el papel de Sarduy.<br />

Fue su desdicha creer que había<br />

hallado su voz en la sumisión a<br />

una ventriloquia ajena. A través<br />

de lo más propio y valioso que<br />

había llevado de Cuba a Saint-<br />

Germain-des-Prés, del mestizaje<br />

étnico y cultural celebrado<br />

gozosamente, de una práctica<br />

juguetona aunque artísticamente<br />

muy elaborada de lo que él<br />

aún no sabía que Bajtín había<br />

llamado polifonía y carnaval,<br />

otras voces se hicieron oír. Sarduy<br />

empezó a transmitir, cada<br />

vez menos paródicamente, to-<br />

LITERATURA<br />

SEVERO SARDUY<br />

Prisionero de Saint-Germain-des-Prés<br />

EDGARDO COZARINSKY<br />

da una ideología que durante<br />

unos años estuvo asociada, sin<br />

humor, con pedantería, a la revista<br />

Tel Quel.<br />

La empresa antiindividualista,<br />

antihumanista, antiliteraria de<br />

Tel Quel, no dejó víctimas en<br />

el campo de batalla intelectual<br />

parisiense: signo, tal vez, de que<br />

en el fondo nadie nunca la tomó<br />

en serio. En la segunda mitad de<br />

los años setenta, sobre las ruinas<br />

de la aventura teórica parisiense,<br />

empezó a reeditarse, por ejemplo,<br />

a Jane Austen, a Arthur<br />

Schnitzler; pronto se llegó a<br />

Edith Wharton, a Leo Perutz, a<br />

Mario Praz. Fue como si una<br />

ventana se abriese súbitamente<br />

en una pieza asfixiada por humo<br />

y vahos largo tiempo encerrados.<br />

No es casual que la vuelta<br />

a la literatura, en una Francia<br />

donde la capacidad de ficción,<br />

debilitada, amenazaba con agotarse,<br />

haya sido en gran parte la<br />

reaparición de autores traducidos<br />

mucho antes, hacía tiempo<br />

agotados, fondo de catálogos<br />

editoriales semiolvidados por un<br />

público que, sin embargo, no se<br />

resignaba a la “productividad<br />

textual”.<br />

(Hoy, los promotores de Tel<br />

Quel hace tiempo que se han “reciclado”<br />

–un vocablo proveniente<br />

de la economía de consumo parece<br />

el único apto para evocarlos–<br />

en la grafomanía con aspiraciones<br />

de best seller, en el psicoanálisis<br />

silvestre, en la conferencia<br />

televisiva, en el zapping cultural).<br />

Puede entenderse la vampirización<br />

parisiense del talento de<br />

Sarduy como un avatar (modesto,<br />

mundano) de la leyenda fáustica:<br />

un “provinciano” accede a la feria<br />

de vanidades de la “capital” a<br />

cambio de su alma… Pero esos<br />

fastos eran más bien falaces espe-<br />

jismos. Sarduy nunca “prendió”<br />

realmente en la bolsa de valores literarios<br />

de París. Observado con<br />

una sonrisa divertida por sus amigos<br />

franceses más cercanos, en sus<br />

treinta años de Saint-Germaindes-Prés<br />

resultó un aditamento<br />

pintoresco para una serie de escaramuzas<br />

intelectuales que sólo<br />

apasionaban a los nativos. Obligado<br />

por la necesidad material a<br />

aceptar la langue de bois del medio<br />

en que actuaba, sólo decía en privado,<br />

a algún amigo hispanoamericano,<br />

el ridículo que no dejaba<br />

de ver en el publicitado viaje<br />

a China, en pleno genocidio<br />

cambodiano, de una variopinta<br />

bande des quatre: Barthes, Sollers,<br />

Kristeva y François Wahl (sobrino<br />

del filósofo Jean Wahl y asesor de<br />

las Editions du Seuil).<br />

Sarduy terminó encontrando<br />

en París censuras menos letales pero<br />

tan rígidas como en Cuba, cuyos<br />

sonidos, colores y sabores tanto<br />

le faltaban. En más de un momento,<br />

al comprobar que le era<br />

materialmente imposible sobrevivir<br />

en París si se divorciaba del establishment<br />

que lo había adoptado,<br />

fantaseó con la idea de volver<br />

a la isla, confiado en la protección<br />

de una hermana, funcionaria importante,<br />

que pudiese obtenerle<br />

algún empleo, aun modesto, pero<br />

que le salvara de la alternancia de<br />

ostracismo y chicanas que, por<br />

ejemplo, amargaron los últimos<br />

años de Virgilio Piñera.<br />

La muerte temprana ha liberado<br />

a Sarduy de la complicidad<br />

tóxica en la que él creyó ver su<br />

triunfo. Sus libros permanecen,<br />

no contaminados, y lo confirman<br />

como un escritor de otro nivel,<br />

de otra calidad, que aquellos ocasionales<br />

vecinos. Su originalidad<br />

era demasiado auténtica como<br />

para acatar una gimnasia de eter-<br />

72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Severo Sarduy<br />

na adaptación a un mercado intelectual,<br />

no por limitado menos<br />

influyente.<br />

La gracia, la espontaneidad<br />

con que en la conversación, aun<br />

antes que en la escritura, Sarduy<br />

proponía insólitas alianzas entre<br />

las letras, la música popular, la<br />

lingüística y la digresión sexual,<br />

era algo inimitable para su empacado<br />

primer público. Sólo Roland<br />

Barthes podía, desde otro registro,<br />

intuir exactamente la naturaleza<br />

de su genio. Para los<br />

demás parroquianos de Saint-<br />

Germain-des-Prés, ese cubano<br />

auténtico fue convirtiéndose en<br />

un cubano di maniera, diversión<br />

de intelectuales que en él festejaban<br />

la exhibición de esa misma<br />

heterodoxia lúdica que en Cuba<br />

lo habría llevado al trabajo forzado<br />

en un campo de la UMAP. En<br />

Sarduy, esa secta sólo supo ver<br />

un reflejo exótico que la confirmaba<br />

en su existencia metropolitana.<br />

Sus secuaces fueron incapaces<br />

de reconocer en él a<br />

un escritor de veras, cuya obra<br />

relegaba sus propias gesticulaciones<br />

a un bajo anaquel.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

El París de Sarduy tenía por<br />

centro, anacrónico, al café de Flore.<br />

Éste ya no era un café literario<br />

cuando él lo hizo ingresar en su<br />

mitología personal. El prestigioso<br />

decorado de los años cuarenta,<br />

donde los escritores habían buscado<br />

un poco de calor en tiempos<br />

de ocupación y racionamiento,<br />

convertido en la posguerra en<br />

centro de una bohemia internacional,<br />

pero intrínsecamente literaria,<br />

cultural, a fines de los años<br />

sesenta ya se había entregado a<br />

una fauna interlope de publicistas,<br />

modelos, gigolós y otros aspirantes<br />

a esos 15 minutos de fama<br />

que un profeta neoyorquino predijo<br />

para todo el mundo en un<br />

futuro que es hoy. Severo, mejor<br />

que nadie, iba a describir ese submundo<br />

en un texto de El Cristo<br />

de la rue Jacob. Que el aburrimiento<br />

crónico de Roland Barthes<br />

haya elegido ese café por parada<br />

casi cotidiana no es inexplicable:<br />

en su afán clasificatorio<br />

(Sade, Fourier, Loyola) y sistematizador<br />

(Fragments d’un discours<br />

amoureux), el profesor tal vez expiaba<br />

con ese peregrinaje su vis-<br />

ceral timidez ante lo imaginario.<br />

(Después de Valéry, creo que<br />

no ha habido en el idioma francés<br />

un pensamiento literario tan fino<br />

como el de Barthes, una capacidad<br />

tan admirable para libar,<br />

abeille savante, marxismo, estructuralismo,<br />

semiología, y luego segregar<br />

algo siempre diferente,<br />

nunca prisionero de esos severos<br />

enrejados. Su coqueteo amistoso,<br />

hábilmente huidizo, con los más<br />

jóvenes e irremediablemente subalternos<br />

redactores de Tel Quel,<br />

es una de las facetas de esa estrategia.<br />

En tiempos en que la revista,<br />

coqueluche de algunos intelectuales<br />

parisienses y provincianos<br />

transatlánticos, ofrendaba en<br />

los altares de la semiótica y el leninismo,<br />

y citaba la poesía de<br />

Mao Zedong, Barthes ya “estaba<br />

en otra cosa”: lieder, Werther, redescubrir<br />

los sentimientos).<br />

La cuba mestiza<br />

Así como Guillermo Cabrera Infante<br />

reinventó La Habana perdida<br />

como la luz de una vela apagada,<br />

Sarduy se hizo su propio<br />

país portátil con la Cuba que pro-<br />

puso en De dónde son los cantantes.<br />

Para medir el coraje implícito<br />

en ese libro hay que recordar<br />

que, en la primera década de la<br />

revolución, Cuba, bendecida por<br />

la visita de tantos invitados biempensantes,<br />

procuraba aniquilar la<br />

misma rica tradición de mestizaje<br />

cultural que el libro de Sarduy<br />

celebra. El marxismo-leninismo,<br />

entronizado en disciplina científica,<br />

creía poseer la clave indiscutible<br />

del futuro, el “sentido de la<br />

Historia”; consideraba, luego, residuos<br />

de superstición, marcas de<br />

“atraso”, particularismos retrógrados,<br />

rastros de incultura, fermentos<br />

reaccionarios, las múltiples<br />

manifestaciones de religiosidad<br />

animista africana que en la<br />

isla habían esposado al catolicismo,<br />

o la presencia china en la<br />

música y la cocina. En nombre de<br />

la “construcción del socialismo”<br />

se combatía lo más auténtico y<br />

propio de una cultura.<br />

En ese libro Sarduy celebra<br />

una Cuba mestiza, impura, entregada<br />

al despilfarro de lo imaginario,<br />

al goce de lo creado. De<br />

dónde son los cantantes apareció<br />

en Francia más o menos simultáneamente<br />

con el ensayo, publicado<br />

en la revista Critique, donde<br />

Kristeva presentaba al lector<br />

no ruso la obra de Mijail Bajtín.<br />

Ese ensayo seminal iba a marcar<br />

durante más de dos décadas no<br />

sólo a profesores no eslavos, sino<br />

también a cantidad de críticos,<br />

aun a escritores que, como los<br />

lectores más próximos a la autora,<br />

extirpaban esas intuiciones<br />

críticas del contexto soviético<br />

donde adquirían un filo transgresor.<br />

Leída a la luz de Bajtín, la<br />

novela de Sarduy parecía cumplir<br />

con los requisitos de lo polifónico<br />

y lo carnavalesco. Pero ese<br />

texto cubano, aunque resultase<br />

73


SEVERO SARDUY<br />

apetecible para la teoría literaria,<br />

era sencillamente irrecuperable<br />

para la ideología del poder. Permaneció,<br />

previsiblemente, impublicable<br />

en Cuba hasta dos<br />

años después de la muerte del<br />

autor y cuatro después de disuelta<br />

la Unión Soviética, cuando<br />

en la isla un poder fatigado ya<br />

empezaba a claudicar.<br />

(Tal vez sea uno de los signos<br />

más patéticos del destino de la revolución<br />

cubana que, una vez derrumbado<br />

el imperio que la mantenía<br />

en vida, como un agonizante<br />

bajo perfusión, su líder casi<br />

senil haya abierto la isla al turismo,<br />

al Papa, a la prostitución, logrando<br />

así una caricatura –que<br />

no renuncia a los signos exteriores<br />

de la retórica marxista– de lo que<br />

según la propaganda gobernante<br />

había sido Cuba antes de su conquista<br />

del poder).<br />

Juegos verbales<br />

Toda la obra de Sarduy pone en la<br />

escena del lenguaje una serie, en<br />

apariencia indefinida, tal vez innumerable,<br />

de metamorfosis que<br />

simultáneamente dan por abolido<br />

todo punto de origen y toda posibilidad<br />

de meta final, movimiento<br />

que parecería haberse iniciado<br />

mucho antes de la primera<br />

frase de Gestos, su primer libro, y<br />

prolongarse más allá del crepúsculo<br />

de Cocuyo.<br />

De Cobra, Emir Rodríguez<br />

Monegal pudo escribir que “la<br />

novela misma provee los elementos<br />

básicos de su exégesis”; de De<br />

dónde son los cantantes propuso Julio<br />

Ortega que es una “crítica de la<br />

literatura en sí misma”. Esto es<br />

cierto de la obra entera de Sarduy,<br />

autocrítica por su ejercicio integral<br />

de la parodia, paródica en su<br />

incorporación de nombres y vocablos<br />

provenientes de un espacio<br />

cultural. Sus ensayos –Escrito<br />

sobre un cuerpo y Barroco– aportan,<br />

por si fuera necesario, el elenco<br />

de fuentes, referencias y resonancias<br />

(literarias, plásticas, filosóficas)<br />

dentro del cual sus libros<br />

de ficción deberán ser leídos, apreciados,<br />

analizados. Un volumen<br />

de 1976 (Severo Sarduy, compilador<br />

Julián Ríos, Espiral / Fundamentos,<br />

Madrid) permite comprobar<br />

hasta dónde la crítica his-<br />

panoamericana se aventuró en el<br />

estudio de la obra de Sarduy. Más<br />

allá de algunos textos franceses y<br />

norteamericanos de circunstancias,<br />

sobre todo valiosos como signos<br />

de reconocimiento en otros<br />

ámbitos lingüísticos, allí se pone<br />

en acción cuanta idea y práctica<br />

conmovía y parecía renovar el trabajo<br />

crítico de la época.<br />

En ese libro encuentro, invocados<br />

con pertinencia y agudeza,<br />

por ejemplo, el impacto que la<br />

India de Octavio Paz, espacio<br />

místico-lingüístico, tuvo en Sarduy,<br />

con hondas huellas evidentes<br />

a partir de Cobra (Emir Rodríguez<br />

Monegal); los vínculos<br />

y discrepancias entre la noción<br />

de barroco en Sarduy y el “neobarroco”<br />

de Lezama Lima y Carpentier,<br />

así como el contexto<br />

(Saussure, Lévi-Strauss, Derrida<br />

y, desde luego, Paz) de su literatura<br />

(Roberto González Echevarría);<br />

aun una inesperada exploración<br />

de la posible intertextualidad<br />

Borges-Sarduy (Suzanne<br />

Jill Levine). Sería injusto concluir<br />

que Sarduy escribía para sus<br />

exégetas, para un lector universitario,<br />

estudioso de literatura,<br />

aun de teoría literaria. Sobre todo<br />

hasta Cobra, el humor, la<br />

autoironía y la infatigable invención<br />

verbal de sus libros no tienen<br />

nada en común con, digamos,<br />

las performances aplicadas,<br />

puntillosas, de los colaboradores<br />

de Tel Quel, que parecieron promover<br />

la obra de Sarduy tal vez<br />

con la esperanza de apropiarse<br />

de un poco de su audacia y liviandad.<br />

El eco múltiple que hasta Cobra<br />

tuvieron los primeros libros<br />

de Sarduy en la comunidad académica<br />

se fue extinguiendo a partir<br />

de Maitreya. El budismo, más<br />

ampliamente el misticismo hindú,<br />

todo el almacén de éxtasis y<br />

metáforas estructurada por Paz<br />

en ensayos y poemas en los años<br />

precedentes, depara menos sugerencias<br />

y revelaciones en la novela-mandala<br />

de Sarduy. Cabaret y<br />

travestidos fueron perdiendo su<br />

capacidad de divertir y parodiar<br />

las teorías de moda. En Colibrí, el<br />

lector asiste a una representación<br />

“a la manera de” Sarduy, cuidada,<br />

respetuosa, pero donde poco que-<br />

da de los destellos, de la seducción,<br />

del asombro, del descubrimiento<br />

que sigue suscitando De<br />

dónde son los cantantes. Como las<br />

formas y colores constantemente<br />

variados de un caleidoscopio,<br />

el juego verbal trasunta cierta fatiga,<br />

una sospecha de sistematización<br />

una insidiosa monotonía.<br />

Los últimos años<br />

En sus últimos años Sarduy entendió<br />

que había sido traicionado.<br />

Peor: que se había dejado traicionar<br />

o que se había traicionado<br />

a sí mismo. No podemos imaginar<br />

qué habría sido de su vida de<br />

no haber dejado Cuba tan joven.<br />

¿Un interminable ocaso, como el<br />

de Piñera, escamoteado de la vida<br />

pública hasta en sus pompas fúnebres?<br />

¿Una autoexpulsión ruidosa,<br />

peleadora, como la de Arenas?<br />

Su paso por la vida literaria<br />

francesa es una fuente rica en malentendidos<br />

y equívocos. (En la<br />

Buenos Aires frívola y amnésica<br />

que visitó en 1968 se diría de<br />

él que “la había puesto maracas a<br />

Tel Quel”: “Vaste programme” o<br />

“Misérable miracle”, según el clásico<br />

que se prefiera…). Afortunadamente<br />

para su obra, nunca se<br />

encandiló con el llamado boom<br />

latinoamericano, rehusó las dimensiones<br />

adiposas requeridas<br />

por el best seller y cinceló una prosa<br />

fuera de moda como concepto<br />

y ejercicio, para la que, más allá<br />

de Lezama Lima, Darío aparece<br />

como la única referencia posible.<br />

A fines de los años ochenta,<br />

en momentos de quiebra en el<br />

mercado ideológico parisiense,<br />

Sarduy se vio obligado a abandonar<br />

Seuil, la editorial donde creía<br />

haber hecho “carrera”, donde de<br />

pronto sólo era visto como el superfluo<br />

protegido de un asesor recién<br />

jubilado de oficio. Acogido<br />

por Gallimard, la más tradicional<br />

editorial francesa, intentó<br />

malhadadamente resucitar una<br />

colección otrora prestigiosa: La<br />

Croix du Sud, creada por Roger<br />

Caillois en los años cincuenta. La<br />

inseguridad de su situación profesional,<br />

ciertos errores de criterio,<br />

lo llevaron a exagerar la prudencia.<br />

Vivía cada gesto de docilidad<br />

ante el medio como una herida<br />

íntima, que sólo podía aliviar por<br />

la escritura. Todo esto se trasluce<br />

en Cocuyo: esos otros sobre los<br />

que al final vomita el niño retardado<br />

de la ficción remedan a los<br />

mediocres, a esas nulidades de<br />

quienes dependía el escritor para<br />

su subsistencia, que le imponían<br />

aliados ideológicos y mundanos.<br />

En cierto sentido, el basural final<br />

de su última novela es lo que París<br />

había pasado a significar para<br />

el desolado ocaso de la vida de<br />

Sarduy.<br />

Sobre Severo Sarduy he querido<br />

escribir en primera persona.<br />

No pretendo abordar el misterio<br />

de la fortuna tornadiza de su prestigio<br />

literario con los instrumentos<br />

de la crítica. Ésta puede revelar<br />

en su espejo cóncavo más resonancias<br />

y convergencias entre<br />

la obra y su tiempo que las visibles<br />

para una mirada profana; pero<br />

esa imagen, no necesariamente<br />

deformada pero sí perfecta (en<br />

el sentido de total, conclusa), me<br />

parece más bien el reflejo de un<br />

álter ego de Sarduy. Con el tiempo<br />

ese reflejo será la única efigie<br />

del escritor y, tal vez, es justo que<br />

así sea, pero antes que esta persona<br />

definitiva se cristalice, concentración<br />

de tantos fluidos palpitantes<br />

en una superficie firme,<br />

quisiera dejar una huella de otro<br />

Sarduy, aquel que en París sólo<br />

podía decir en castellano, como<br />

una confidencia, algo muy distinto<br />

de lo que decía, públicamente,<br />

en francés. n<br />

Edgardo Cozarinsky es escritor y cineasta,<br />

Autor de La novia de Odessa.<br />

74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


Las reglas del parque humano<br />

Peter Sloterdijk<br />

Siruela, Madrid, 2000<br />

1. La humanidad del hombre no<br />

deja de intrigar al propio hombre<br />

debido, sin duda, a que lo que<br />

tiene a mano es barbarie y para<br />

creerse lo de la humanidad de la<br />

especie ha de hacer un enorme<br />

esfuerzo teórico. Parece adquirido<br />

que cualquier reflexión sobre el<br />

hombre debe partir de su inhumanidad<br />

histórica. Lo que queda<br />

abierto es el punto de llegada: hay<br />

estrategias que, a modo de sueño<br />

eterno, hacen coincidir el principio<br />

y el fin; y otras que fían la<br />

conquista de la humanidad al poder<br />

de la teoría, con lo que la ansiada<br />

humanidad del hombre sería<br />

algo tan deseado como inexistente.<br />

De ahí la polémica que<br />

suscita hoy cualquier discurso o<br />

carta sobre el humanismo; por<br />

ejemplo, el texto de Peter Sloterdijk<br />

titulado Las reglas del parque<br />

humano 1 . Cabe entonces preguntarse<br />

si el hombre no tiene más salida<br />

que optar entre ser integrante<br />

del zoo humano o número de<br />

una humanidad abstracta.<br />

Para Sloterdijk la “humanitas”<br />

es el nombre del proyecto<br />

civilizatorio de la filosofía occidental.<br />

Él se la representa como<br />

una cadena de cartas a amigos<br />

que seducimos y quienes, a su<br />

vez, la hacen llegar a otros para<br />

ganarles igualmente a la causa.<br />

Así entendieron los romanos los<br />

escritos de los griegos, como cartas<br />

dirigidas a ellos; cartas que,<br />

una vez leídas y comentadas, los<br />

1 P. Sloterdijk: Reglas para el parque<br />

humano. Siruela, Madrid, 2000. Una información<br />

sobre el debate consiguiente<br />

puede leerse en Revista de Occidente, núm.<br />

228, mayo de 2000.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

romanos difundieron por el todo<br />

el mundo, aprovechando su<br />

posición hegemónica.<br />

Pues bien, la cadena de cartas<br />

se ha roto; es decir, esas cartas ya<br />

no son capaces de servir de lazo<br />

comunicacional de la sociedad<br />

moderna. Señala dos razones. En<br />

primer lugar, porque la nueva sociedad<br />

ya no responde al modelo<br />

de una sociedad literaria, esto es,<br />

escolar y educativa, como era la<br />

humanitas clásica. Y esto, ¿por<br />

qué? Pues porque vivimos en una<br />

sociedad telemática en la que la<br />

comunicación no es libresca o literaria<br />

sino que se vehicula a través<br />

de Internet, de la televisión o<br />

de las técnicas características del<br />

mundo virtual 2 . En segundo lugar,<br />

porque las cartas escritas ya<br />

no cumplen la función esencial<br />

atribuida históricamente a la humanitas:<br />

desviar los pasos del<br />

hombre, cuya inercia natural le<br />

encaminan al anfiteatro en el que<br />

se ofrece el espectáculo inhumano<br />

de la pelea del hombre con la bestia;<br />

en vez de al anfiteatro, al libro.<br />

FILOSOFÍA<br />

RESTOS HUMANOS<br />

Levi y Semprúm<br />

2 J. Echeverría dedica su libro Los señores<br />

del aire a la exposición y análisis crítico<br />

de esta nueva confirmación de la sociedad<br />

contemporánea que él califica de<br />

“tercer entorno”.<br />

REYES MATE<br />

La prueba de esta impotencia la<br />

tenemos en el siglo XX, que debería<br />

ser el de mayor madurez<br />

civilizatoria pero que en realidad<br />

ha sido el más bárbaro de la<br />

historia: más de mil millones de<br />

muertos civiles por efectos de<br />

las guerras.<br />

En esta reflexión crítica sobre<br />

la humanitas que lleva a cabo<br />

Peter Sloterdijk no está ausente<br />

el Heidegger de la Carta<br />

sobre el Humanismo 3 . Como se<br />

recordará, ese escrito de Heidegger<br />

surge como la respuesta a<br />

la pregunta comment redonner<br />

un sens au mot humanisme que<br />

en 1946 –es decir, al día siguiente<br />

de la guerra– le dirige<br />

un joven francés, Jean Beaufret.<br />

Heidegger se pregunta si vale la<br />

pena intentarlo, pues el problema<br />

no consiste en devolver brillo<br />

a un venerable término ya<br />

caduco, sino en re-pensar lo que<br />

sea el hombre. Mientras mantengamos<br />

la definición del hombre<br />

que subyace al viejo humanismo,<br />

de nada servirán los afei-<br />

3 La referencia a la obra de Heidegger<br />

(Carta sobre el humanismo, Taurus, Madrid,<br />

1996) Figura en el subtítulo del libro<br />

de Sloterdijk.<br />

tes que apliquemos a un término<br />

aquejado del mayor de los<br />

desprestigios.<br />

Re-pensar al hombre significa<br />

cuestionar de arriba abajo la definición<br />

clásica de animal rationale.<br />

Entre el hombre y el animal no<br />

hay sólo una diferencia específica,<br />

tal y como presupone la definición<br />

aristotélica, sino una diferencia<br />

ontológica. El hombre no<br />

es una especie de animal sino que<br />

consiste en estar-en-el-mundo. Lo<br />

que él entiende por ello lo explica<br />

con la metáfora de “el hombre<br />

pastor del ser”. ¿Cómo guarda el<br />

hombre al ser? No pasivamente,<br />

como quien guarda cama, sino<br />

como un pastor guarda su ganado:<br />

siempre atento al movimiento<br />

de las ovejas. Ser hombre es estar<br />

a la escucha del ser o, como dirá<br />

en otro momento, el hombre es<br />

un “oyente de la palabra”, pues el<br />

lenguaje es “la casa del ser”.<br />

Notemos que hay una gran diferencia<br />

entre ser “lector de cartas”<br />

y ser “pastor del ser” u “oyente de<br />

la palabra”. El lector se somete a la<br />

letra escrita, al autor de las cartas.<br />

Y como la función del escribidor<br />

de cartas es desviar al hombre del<br />

circo, es decir, civilizar, lo que se<br />

espera del lector es someter la animalitas<br />

a la rationalitas, domesticar<br />

a la natura. El “pastor del ser”,<br />

por el contrario, no está supeditado<br />

a mandatos escritos, no tiene<br />

por prioridad domesticar a la bestia,<br />

sino escuchar al ser. El autor<br />

no es un hombre sino el ser, con<br />

lo que el pastor queda literalmente<br />

a la intemperie.<br />

Al llegar a este punto, Sloterdijk<br />

abandona el discurso de<br />

Heidegger y no le sigue en su escucha<br />

del ser. Sloterdijk prefiere<br />

hacer su propia escucha, fijándose<br />

en dos momentos en los que el<br />

ser habla, dos momentos estelares<br />

75


RESTOS HUMANOS<br />

del estar-en-el-mundo del hombre.<br />

El primero se remonta a los<br />

orígenes del existir humano. Lo<br />

que caracteriza, en efecto, el nacimiento<br />

del hombre es la neotecnia,<br />

el nacimiento prematuro.<br />

Nacemos demasiado pronto, mal<br />

pertrechados como animales; por<br />

eso tenemos que compensarlo espabilando,<br />

saliendo al mundo,<br />

buscando recursos en el mundo<br />

o, dicho heideggerianamente,<br />

“orientándonos al ser”. La primera<br />

convocatoria del ser es a espabilarnos,<br />

a inventar soluciones<br />

fuera de nosotros mismos. Para<br />

esa faena el lenguaje es fundamental,<br />

pues nos permite dominar<br />

las cosas y entendernos entre<br />

nosotros mismos.<br />

Pero resulta que el hombre,<br />

además de lenguaje, tiene casa –y<br />

ésta es la segunda manifestación<br />

del ser–. El hombre es un ser doméstico,<br />

domesticado. El ser-doméstico<br />

del hombre hay que entenderlo<br />

no en sentido metafórico<br />

sino literal. Hay que entender<br />

la domesticación como cría, doma<br />

y selección. Ese proceso se ha<br />

cobrado un alto precio según<br />

Nietzsche, a quien el autor cita.<br />

“Para vivir en esas casas” dice Nietzsche<br />

4 “el hombre tiene que empequeñecerse.<br />

Y es a causa de eso que los hombres<br />

enseñan la felicidad y la virtud”.<br />

Esa transformación del hombre<br />

original en hombre domesticado<br />

es la obra del humanismo. Y<br />

no es que Sloterdijk esté en contra<br />

de la cría, doma y selección<br />

del hombre; sólo está en contra<br />

de una interpretación jibarizada<br />

de la domesticación. Él, como<br />

Nietzsche, entrevé que el problema<br />

relevante de la futura humanitas<br />

se resuelve en un “combate<br />

entre criadores del hombre pequeño<br />

y del superhombre”.<br />

Llegados a este punto, Sloterdijk<br />

saca sus propias conclusiones.<br />

La crisis del hombre, de la<br />

humanitas, se debe al uso de malas<br />

técnicas de cría y doma, a malas<br />

“antropotécnicas”. Esa defi-<br />

4 Lo que dice Nietzsche en el párrafo<br />

‘De la virtud que humilla’, segundo libro de<br />

Así habló Zaratustra (en la edición de Edaf,<br />

pág. 175, Madrid, 1990).<br />

ciencia tiene su origen en la ceguera<br />

de la humanitas, que no ha<br />

querido ver lo evidente, a saber,<br />

que lo que está en juego, hoy como<br />

ayer, es la domesticación del<br />

hombre. Eso no lo ha sabido ver<br />

ni el humanismo clásico, ni la Escuela<br />

de Francfort, ni las filosofías<br />

humanistas de la posguerra (los<br />

existencialismos, los personalismos<br />

o las filosofías dialógicas).<br />

La filosofía moral tiene que<br />

plantearse la domesticación y selección<br />

del hombre teniendo en<br />

cuenta la existencia de un nuevo<br />

factor, desconocido por los antiguos:<br />

la posibilidad de un poder<br />

de selección que no tenía hasta<br />

ahora el hombre. Es la posibilidad<br />

técnica de una reforma genética<br />

de las propiedades de la especie.<br />

El hombre puede ya sacudirse el<br />

fatalismo del nacimiento, recurriendo<br />

al nacimiento opcional o<br />

a la selección prenatal. El autor<br />

aboga por el uso de las nuevas<br />

“antropotécnicas” con vistas a superar<br />

la crisis del hombre, una<br />

crisis que, como hemos visto,<br />

consiste en la incapacidad de la<br />

humanitas para superar la barbarie.<br />

Eso explica que, en el debate<br />

consiguiente, tanto Habermas como<br />

Tugendhat subrayen que lo<br />

que está en juego no es sino la<br />

sustitución de la ética por la genética<br />

como medio de mejorar<br />

moralmente la especie.<br />

La polémica se ha centrado en<br />

las relaciones entre ética y genética.<br />

A Tugendhat 5 eso de la “selección”,<br />

propiciada por Sloterdijk,<br />

le evoca las rampas de<br />

Auschwitz. Hay que reconocer,<br />

sin embargo, que el escrito Las<br />

reglas del parque humano va mucho<br />

más allá. Sloterdijk, en efecto,<br />

es bien sensible a la crisis del humanismo,<br />

al fracaso del ideal humano<br />

que hemos conocido. Lo<br />

que ocurre es que pasa demasiado<br />

deprisa sobre las causas de ese fenómeno,<br />

pues no se detiene en el<br />

fracaso, como si las ruinas del humanismo<br />

no significaran nada.<br />

Esa premura vicia su propuesta<br />

de solución. El problema no es,<br />

5 E. Tugendhat: ‘No hay genes para la<br />

moral,’ en Revista Occidente, núm. 220,<br />

pág. 107, mayo, 2000.<br />

en efecto, la sustitución de una<br />

estrategia ineficaz (la representada<br />

por la ética) por otra eficaz (la<br />

que propicia la genética). En ese<br />

planteamiento, Sloterdijk parece<br />

saber demasiado bien lo que sea el<br />

hombre o lo que tenga que ser.<br />

Hay que hilar más fino. Para<br />

señalar una nueva dirección del<br />

humanismo hay que analizar bien<br />

en qué consiste su deshumanización,<br />

pues como dice Juliana<br />

González el problema no se resuelve<br />

negando la humanitas sino<br />

resolviendo sus contradicciones 6 .<br />

2. Hay que partir de un análisis<br />

riguroso de la crisis del hombre.<br />

Ahora bien, el hombre moderno<br />

no muere en el circo romano,<br />

ni en el “tercer entorno”, ni en<br />

los bombardeos de la población<br />

civil, sino en Auschwitz, es decir,<br />

en los hornos crematorios de las<br />

cámaras de gas. ¿Por qué esa relevancia<br />

de Auschwitz? Pues porque<br />

en las cámaras de gas no sólo<br />

muere el hombre físicamente sino<br />

que la muerte física es la consecuencia<br />

de una liquidación metafísica<br />

previa. No hay que olvidar<br />

que el campo era campo de exterminio<br />

y campo de concentración;<br />

en el primero se asesinaba al prisionero;<br />

el objeto del segundo era<br />

acabar con la humanidad del<br />

hombre. El judío tenía que morir<br />

físicamente porque ya se le había<br />

excluido metafísicamente de la<br />

humanidad del hombre.<br />

2.1. El campo es el lugar mayor<br />

de la reflexión filosófica del<br />

siglo XX pues su existencia es inexplicable<br />

sin la cultura que es la<br />

nuestra. El campo no es la negación<br />

de la modernidad sino una<br />

posibilidad de la misma. El campo<br />

no cierra sus puertas con la llegada<br />

de los aliados sino que éstas<br />

siguen abiertas, abiertas a nuestras<br />

propias lógicas; de ahí que<br />

tengamos que detenernos en el<br />

análisis de la relación entre modernidad<br />

y barbarie.<br />

La relación entre el campo y la<br />

modernidad puede ser investigada<br />

6 Juliana González: El ethos destino<br />

del hombre. FCE, México.<br />

7 Z. Bauman: Modernidad y Holocausto.<br />

Sequitur, Toledo, 1997.<br />

desde un punto de vista sociológico<br />

y, también, filosófico. Zygmund<br />

Baumann ha intentado el<br />

primero de ellos 7 . Su tesis es que<br />

el campo es impensable sin la organización<br />

burocrática de la sociedad<br />

moderna. Dos características<br />

la definen. En primer lugar,<br />

la presencia en la misma del principio<br />

weberiano de la “división en<br />

esferas”. La vieja racionalidad carismática,<br />

la que pretendía dar un<br />

sentido unitario y finalista a cualquier<br />

acción humana, ha quedado<br />

parcelada en racionalidades<br />

sectoriales (la “lógica del poder”,<br />

la “lógica del dinero”, la “lógica<br />

del saber”) que son autónomas.<br />

Se es racional si uno se atiene a cada<br />

lógica específica, sin preocuparse<br />

por el sentido final de cada<br />

acción. Lo importante es saber<br />

cómo llegar a la meta, sin preocuparse<br />

de si la meta es buena o<br />

mala, racional o irracional. El nazi<br />

que accionaba la cámara de gas<br />

lo que tenía que hacer es que el<br />

mecanismo funcionara sin preguntarse<br />

sobre el sentido de esa<br />

acción, que comportaba, de hecho,<br />

la muerte del judío por ser<br />

judío. Eso explica la facilidad con<br />

la que luego, en los juicios, se declararán<br />

inocentes invocando la<br />

obediencia debida.<br />

En segundo lugar, la validez<br />

indiscutible del “maximin”, esto<br />

es, cifrar la racionalidad de una<br />

acción en el logro del objetivo al<br />

menor costo posible. Máximo de<br />

beneficio al menor costo posible.<br />

Según Bauman, lo que en un<br />

principio pretendía el nazismo<br />

con los judíos no era su liquidación<br />

física sino salvaguardar la raza<br />

aria de la posible contaminación<br />

por razas inferiores. Por eso,<br />

la primera medida consistió en<br />

expulsar a los judíos de Alemania,<br />

para evitar la contaminación<br />

racial. Sólo cuando el pangermanismo<br />

comprendió que no había<br />

nada exterior a Alemania se planteó<br />

la estrategia de la “solución final”.<br />

Si nada había exterior a Alemania,<br />

todo era campo y, por tanto,<br />

la solución a la pureza aria era<br />

la liquidación física del judío.<br />

Más importante para nuestro<br />

propósito es el análisis filosófico<br />

del campo. Podríamos apelar a la<br />

tesis de Foucault y Agamben<br />

76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


cuando caracterizan la política,<br />

también la moderna, de biopolítica<br />

8 . En el origen de esta caracterización<br />

está el artículo de Levinas,<br />

de 1934, titulado Quelques<br />

reflexions sur la doctrine du hitlerisme.<br />

Ahí define al fascismo como<br />

biopolítica, es decir, como<br />

una doctrina caracterizada por el<br />

encadenamiento del hombre al<br />

cuerpo. Ese encadenamiento no<br />

es visto como una maldición sino<br />

que es elevado a principio espiritual<br />

supremo; de ahí que la autenticidad<br />

se entienda como fidelidad<br />

al cuerpo, esto es, a la sangre<br />

y a la tierra. A Levinas lo que le<br />

interesa es llamar la atención sobre<br />

la novedad de esta “doctrina<br />

del hitlerismo”, que rompe todo<br />

el esfuerzo civilizatorio, protagonizado<br />

“por el judaísmo, el cristianismo<br />

y el liberalismo”, empeñados<br />

en liberar al hombre del<br />

encarcelamiento que suponen el<br />

cuerpo y el tiempo. Ahora bien,<br />

en la reimpresión que hace en<br />

1990 añade una apostilla muy<br />

significativa. Se pregunta, en efecto,<br />

si la modernidad escapa realmente<br />

al encarcelamiento, inicialmente<br />

asignado al fascismo.<br />

En 1979 Foucault retoma el<br />

tema de la biopolítica para significar<br />

la quintaesencia política de la<br />

modernidad: el liberalismo. Éste<br />

no sería, en contra de lo que se<br />

suele decir, la expresión del entusiasmo<br />

moderno por la libertad,<br />

una organización de la vida política<br />

desde la libertad, sino más<br />

bien una apuesta por la seguridad<br />

del cuerpo. La libertad sólo interviene<br />

como combustible necesario<br />

al buen funcionamiento de un<br />

orden social volcado en el desarrollo<br />

del individuo y en las garantías<br />

de seguridad del cuerpo.<br />

Agamben da un paso más. Para<br />

él no sólo la modernidad sino<br />

toda la filosofía política occidental,<br />

desde Aristóteles hasta la de-<br />

8 Obligado en este punto es la obra de<br />

G. Agamben Homo Sacer, Pre-Textos,<br />

Valencia, 1998, y también G. Agamben,<br />

Lo que queda de Auschwitz, Pre-Textos,<br />

Valencia, 1999. El texto de Foucault está<br />

parcialmente publicado en Magazin Literaire,<br />

núm. 207, mayo de 1984, págs. 35-<br />

39. Cf. igualmente E. Levinas, Quelques<br />

reflexions su la philosophie du hitlerisme,<br />

Rivages de Poche, París, 1997.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

mocracia liberal, está afectada del<br />

mal de la biopolítica. Es una tesis<br />

muy osada, pues parecería que<br />

entre el fascismo y el liberalismo<br />

no hay diferencias. ¿Cómo lo argumenta?<br />

Para la política el hombre<br />

no es un sujeto de derechos sino<br />

“nuda vida” o, dicho en sus<br />

propios términos, un “homo sacer”,<br />

esto es, alguien a quien cualquiera<br />

puede matar impunemente<br />

pues su vida no tiene ningún<br />

valor sacrificial. El hombre se encuentra<br />

ante el poder como el<br />

hombre de Kafka Ante la Ley,<br />

abandonado, supeditado a un<br />

bando que le obliga al sometimiento<br />

sin poder saber por qué ni<br />

en qué. Vistas así las cosas, el campo<br />

se convierte en el símbolo de la<br />

política. En el campo, en efecto,<br />

se suspende la ley y el hombre sólo<br />

vale como nuda vida. Pero ¿no<br />

es un poco exagerado concebir al<br />

ciudadano de un sistema democrático<br />

como nuda vida?, ¿acaso<br />

no se le reconocen unos derechos<br />

humanos?, ¿acaso no es él el principio<br />

de legitimidad de la ley?,<br />

¿qué tiene que ver un dictador<br />

con un presidente democrático?<br />

Son preguntas legítimas pero que<br />

se disuelven tan pronto como las<br />

confrontamos con la realidad: juzguemos<br />

la doctrina de los derechos<br />

humanos a la luz de la débil<br />

figura del sin-papeles; reflexionemos<br />

sobre quién decide los grandes<br />

asuntos de nuestro tiempo;<br />

pensemos en lo que significa la<br />

vida de los vivos en países asolados<br />

por el terrorismo 9 ; no perdamos<br />

de vista el papel de la violencia<br />

en la fundamentación y<br />

conservación del derecho... Al final<br />

de estas reflexiones podríamos<br />

encontrarnos como el campesino<br />

de Kafka que decide un buen día<br />

visitar la ley como quien visita un<br />

parque. Resulta que no puede en-<br />

9 El debate moderno sobre el terrorismo<br />

(también en España) está viciado de<br />

alguna manera, pues tanto el Estado como<br />

los terroristas juegan con un mismo<br />

principio pero de dudosa moralidad, a saber,<br />

que el día que dejen de matar se hará<br />

“borrón y cuenta nueva”. Si bien se<br />

mira, lo que subyace a este principio es la<br />

valoración absoluta de la vida de los vivos.<br />

Todo (se puede pagar) por los vivos. Como<br />

si la reconciliación fuera posible al<br />

margen del significado de los muertos.<br />

trar, aunque esté la puerta abierta<br />

y el guarda se haga a un lado. Allí<br />

quedará esperando y morirá Ante<br />

la Ley, preguntándose hasta el último<br />

minuto por qué le prohíben<br />

la entrada.<br />

Agamben no sólo tiene a su<br />

favor la letra pequeña (la confrontación<br />

de las grandes palabras<br />

con la realidad de los hechos),<br />

sino el apoyo de una larga<br />

tradición de filosofía política.<br />

Cuando Carl Schmitt define la<br />

política como el enfrentamiento<br />

entre un pueblo amigo y otro<br />

enemigo, precisando que la<br />

amistad de un pueblo consiste<br />

en la comunión de sangre y tierra,<br />

lo que nos está diciendo es<br />

que la sola diferencia racial convierte<br />

al otro pueblo en enemigo.<br />

En política, el otro, por ser otro,<br />

es enemigo; de ahí que Hegel<br />

entienda que la relación de un<br />

Estado con otro Estado sólo<br />

pueda ser la guerra. Bien es verdad<br />

que la biopolítica añade un<br />

plus a la definición schmittiana,<br />

pues aquélla no sólo desconoce<br />

cualquier atisbo de subjetividad<br />

moral en el otro (en esto coincidiría<br />

con Schmitt), sino ni siquiera<br />

en el propio. El nazi sólo<br />

puede ver al judío como nuda<br />

vida si él previamente ha encarcelado<br />

su ser en la tierra y en la<br />

sangre. Y tratará de destruir al<br />

otro por lo que ese otro tiene de<br />

amenaza al grupo de pertenencia<br />

cuya razón de ser es precisamente<br />

la afirmación de lo que les distingue<br />

de los otros y que el otro<br />

pone en peligro: la raza.<br />

Pero por muy tentadora que<br />

sea esa línea de reflexión, prefiero<br />

seguir otra más ceñida al<br />

tema que nos ocupa y que no<br />

es sino el de la relación entre<br />

progreso y barbarie. Esa otra línea<br />

es la que abre Walter Benjamin<br />

en sus notas Sobre el concepto<br />

de Historia 10 . Pues bien,<br />

en la tesis VIII hace esta sorprendente<br />

confesión a propósito<br />

del fascismo:<br />

“Su fortuna proviene desde hace bastante<br />

del hecho de que sus adversarios lo<br />

combaten en nombre del progreso”.<br />

10 W Benjamin: Discursos interrupidos,<br />

págs. 177-190. Taurus, Madrid, 1989.<br />

REYES MATE<br />

Nada favorece tanto al fascismo<br />

como ser considerado lo<br />

opuesto al progreso, pues de esta<br />

guisa se favorece... al progreso de<br />

la barbarie. Resulta extraño concebir<br />

el progreso como el caldo<br />

de cultivo del fascismo. Pero ¿en<br />

qué el progreso y el fascismo se<br />

dan la mano? Hay un punto de<br />

convergencia. Observemos, en<br />

efecto, que lo propio del fascismo<br />

es tratar al hombre como nuda<br />

vida y no ya como sujeto de<br />

derechos. Y ¿el progreso?, ¿acaso<br />

no debemos al progreso el reconocimiento<br />

del hombre, de todo<br />

hombre, como sujeto de derechos?<br />

¿No dice la Declaration des<br />

droits de l’homme et du citoyen, de<br />

1789, que todo hombre, por el<br />

hecho de nacer, es sujeto de tales<br />

derechos? Eso es verdad, pero no<br />

hay que olvidar que lo que caracteriza<br />

a las concepciones progresistas<br />

de la historia, del derecho o<br />

de la moral es fijar el sentido del<br />

hombre individual fuera de él; esto<br />

es, en un punto espacial o temporal<br />

exterior al individuo de carne<br />

y hueso. Ese punto exterior<br />

puede llamarse futuro o mayoría<br />

social. El sentido del individuo<br />

está en función del futuro o de la<br />

mayoría, lo que quiere decir que<br />

en sí mismo no es nada, es sólo<br />

combustible de un futuro mejor o<br />

del interés general.<br />

Lo que hace la concepción<br />

progresista es mirar el todo desde<br />

el punto de vista del progreso, de<br />

los beneficiados por el progreso.<br />

Naturalmente que reconoce que<br />

en ese camino triunfal hay víctimas,<br />

hombres concretos que<br />

quedan en las cunetas de la historia,<br />

pero éstos son la excepción<br />

que confirma la regla. Es el precio<br />

de la historia. Benjamin, que<br />

ha observado atentamente toda<br />

la trayectoria del progreso, rompe<br />

el discurso con esta intempestiva<br />

reflexión: “La tradición de<br />

los oprimidos, el estado de excepción,<br />

es la regla” (tesis VIII).<br />

Podemos hacer dos lecturas de la<br />

historia: una progresista y otra<br />

desde los oprimidos. Para la primera,<br />

la opresión, la injusticia,<br />

es un precio provisional, una etapa<br />

pasajera, una excepcionalidad;<br />

para los oprimidos, sin embargo,<br />

la susodicha excepcionalidad<br />

77


RESTOS HUMANOS<br />

es la regla. Y no puede haber progreso<br />

si lo constante de la historia<br />

es la opresión. Progreso y barbarie<br />

son cara y cruz de la misma<br />

moneda, de ahí la sentencia benjaminiana:<br />

“No hay un solo documento de cultura<br />

que no lo sea también de barbarie”<br />

(tesis VII).<br />

Entiéndase bien, Benjamin no<br />

dice en ningún momento que el<br />

progreso sea barbarie. Lo bárbaro<br />

es la concepción progresista de la<br />

historia pues pone al progreso como<br />

objetivo de la humanidad y<br />

no a la humanidad como objetivo<br />

del progreso. Por eso el progreso<br />

no nos saca del campo, pues en algún<br />

lugar y de alguna manera genera<br />

barbarie. La barbarie es una<br />

posibilidad del progreso; posibilidad<br />

que, a la vista de lo que ha<br />

ocurrido después de Auschwitz,<br />

ha sido incesantemente activada.<br />

2.2. Pero con eso no está todo<br />

dicho sobre las posibilidades letales<br />

de la modernidad. No olvidemos<br />

que Benjamin muere en<br />

1940, en un momento, por tanto,<br />

en el que la muerte moderna del<br />

hombre sólo aparece como posibilidad,<br />

lejos aún del vertido destructor<br />

que vendrá con la “solución<br />

final”. Pero la posibilidad se<br />

hizo realidad: por eso estamos<br />

obligados a entrar en el campo. Es<br />

dentro del campo, y no sólo antes<br />

o fuera de él, donde tiene lugar la<br />

muerte moderna del hombre.<br />

Hay que entrar dentro para poder<br />

hablar fundadamente de la crisis<br />

del hombre.<br />

De Auschwitz han hablado los<br />

historiadores, los sociólogos, los<br />

teólogos, los filósofos... Nadie debería<br />

tener la pretensión de comprender<br />

Auschwitz, pues “comprender<br />

sería tanto como justificar”,<br />

dice Levi. Para el químico<br />

que era Levi, comprender es tanto<br />

como explicar adecuada y convincentemente<br />

un fenómeno. Pero<br />

no hay causas que expliquen<br />

racionalmente Auschwitz, porque<br />

el genocidio del judaísmo europeo<br />

perpetrado por el nacionalsocialismo<br />

no puede ser el efecto lógico<br />

de causa alguna: no hay causa<br />

que explique racionalmente ese<br />

efecto. Hay un punto de locura e<br />

irracionalidad que se resiste a re-<br />

sumirse en una causa; locura e<br />

irracionalidad que no son atribuibles<br />

a sujetos dementes sino a<br />

hombres y mujeres que libremente<br />

abrazaron la locura e irracionalidad<br />

de la barbarie.<br />

Pero si no podemos comprender,<br />

sí debemos hacer un esfuerzo<br />

por conocerlo, añade el propio<br />

Levi. Ahora bien, ese conocimiento<br />

del campo lo tenemos<br />

que hacer de la mano de los testigos.<br />

Conviene detenerse un momento<br />

sobre esta figura del testigo,<br />

tan importante en el derecho<br />

y tan irrelevante en filosofía. Un<br />

testigo, en un proceso judicial,<br />

puede establecer la verdad de los<br />

hechos. Es un testigo de la verdad.<br />

En filosofía no hay nada semejante.<br />

Las teorías de la verdad poco<br />

tienen que ver con las pretensiones<br />

de verdad de los sujetos: la<br />

verdad es un asunto “objetivo” en<br />

el que hay que hacer abstracción<br />

del mundo de la vida del sujeto. A<br />

lo más que se aproxima la filosofía<br />

es a la figura del observador,<br />

que es un testigo no implicado.<br />

Según Kant, el observador o, mejor,<br />

el entusiasmo de los espectadores<br />

puede convertirse en el termómetro<br />

de la calificación moral<br />

de un acontecimiento 11 . El entusiasmo<br />

que provocó, por ejemplo,<br />

la Revolución Francesa entre<br />

sus muchos espectadores es un<br />

buen criterio para certificar el carácter<br />

moral de la revolución. Si<br />

nos fijamos bien, el valor del observador<br />

le viene de su no implicación;<br />

esa distancia, que no tienen<br />

los protagonistas o testigos<br />

implicados, es garantía de su objetividad.<br />

El poco crédito que merece a<br />

la razón moderna el testimonio<br />

de un testigo implicado se lo sabían<br />

muy bien los verdugos nazis.<br />

No tenían miedo a los posibles<br />

testimonios de los testigos. Bien es<br />

verdad que lo dispusieron todo<br />

para que nadie pudiera contarlo;<br />

pero, aunque salieran vivos, sabían<br />

que la desmesura de su testimonio<br />

iba a resbalar por la pen-<br />

11 E. Kant: Ideas para una historia universal<br />

en clave cosmopolita y otros escritos sobre<br />

Filosofía de la Historia, pág. 88. Tecnos,<br />

Madrid.<br />

diente de los prejuicios racionales<br />

más modernos. Para que lo que<br />

contaban fuera tomado en serio,<br />

como una verdad, era necesario<br />

algo más que los testimonios de<br />

los supervivientes. Si recordamos<br />

las dificultades que encontró Levi<br />

para publicar su primer relato –Si<br />

esto es un hombre– y los 13 años<br />

que mediaron entre este escrito y<br />

el siguiente, tendremos que reconocer<br />

que los nazis no estaban tan<br />

mal encaminados.<br />

Tenemos, pues, que el reconocimiento<br />

del campo hay que hacerlo<br />

de la mano de los Primo Levi,<br />

Robert Antelme, Jean Améry,<br />

Elie Wisel, Jorge Semprún etcétera.<br />

¿Qué dicen los testigos?<br />

Cuentan experiencias que se resumen<br />

en grandes preguntas sobre<br />

el hombre, sobre Dios o sobre<br />

la capacidad de representación del<br />

sufrimiento: ¿dónde estaba Dios?,<br />

¿dónde estaba el hombre? ¿se pueden<br />

escribir ya poemas?...<br />

Pienso, sin embargo, que mucho<br />

más importante que las preguntas<br />

que formulan los testigos<br />

es la compleja estructura del testimonio.<br />

Recordemos, en efecto,<br />

que en la literatura del campo se<br />

habla no sólo del testigo sino del<br />

testigo integral, que en la jerga del<br />

campo era dicho el “musulmán”,<br />

que no es un musulmán, sino el<br />

prisionero judío en el último estadio<br />

de su deterioro físico y moral.<br />

Muertos vivientes o vivos<br />

muertos, indiferentes a la vida y a<br />

la muerte y de los que había desaparecido<br />

toda chispa del espíritu.<br />

Trudi Birger, testigo excepcional<br />

de ese trance último (excepcional<br />

no porque los musulmán<br />

fueran escasos sino porque pocos<br />

volvían de ese estadio) nos describe<br />

la indiferencia ante la vida y<br />

la muerte como el lento caminar<br />

de los mismos, sin gritos ni oposiciones,<br />

hasta la misma boca del<br />

horno crematorio que los recogía<br />

vivos y no ya muertos, si a esa vida<br />

se le puede llamar aún vida 12 .<br />

Pues bien, el musulmán 13 es el<br />

nervio del campo. Esto quiere decir<br />

12 Trudi Birger: Ante el fuego. Una<br />

memoria del Holocausto. Aguilar, España,<br />

2000.<br />

13 El término musulmán, con grafías<br />

diferentes, pertenece a la jerga concentra-<br />

que el objetivo del verdugo nazi<br />

no era matar judíos. La muerte<br />

física sólo debía sobrevenir cuando<br />

el prisionero hubiera interiorizado<br />

su inhumanidad, la no pertenencia<br />

a la especie humana. En<br />

el campo debía reproducirse a escala<br />

individual lo que epocalmente<br />

ya se había conseguido: que la<br />

liquidación física fuera una consecuencia<br />

de la exclusión metafísica<br />

del judío de la humanidad.<br />

Si queremos atender a la ruina del<br />

hombre y entender lo que significa<br />

la crisis del humanismo, tenemos<br />

que fijarnos en el musulmán.<br />

Él pone a prueba todas nuestras<br />

categorías civilizatorias, particularmente<br />

las morales. Tugendhat<br />

14 , en un esfuerzo supremo<br />

por buscar la fundamentación de<br />

las morales modernas, llega a la<br />

conclusión de que lo que subyace<br />

a todos los variopintos intentos<br />

de fundamentación de la moral<br />

es el convencimiento de la<br />

dignidad humana y del respeto<br />

de sí. Lo que fundamenta las insuficientes<br />

fundamentaciones<br />

modernas de la moral sería este<br />

extendido pre-juicio de que todos<br />

los hombres disponemos de<br />

la misma dignidad y tenemos derecho<br />

al mismo respeto. Ahora<br />

bien, si hay algo en lo que coinciden<br />

todos los testigos es en reconocer<br />

que en el campo no había<br />

lugar para la dignidad ni el<br />

respeto de sí. Todo eso había que<br />

dejarlo fuera para sobrevivir. Es<br />

más, hacer gala de dignidad tenía<br />

algo de obsceno. El musulmán<br />

era la mejor ilustración de esa in-<br />

cionaria, sin que se sepa muy bien su origen<br />

y sentido. La Enciclopedia Judaica dice que<br />

se usaba en Auschwitz y de ahí pasó a otros<br />

lugares. Su origen pudiera deberse a esa<br />

forma de “estar acurrucados en el suelo,<br />

con las piernas replegadas al modo oriental,<br />

con la cara rígida como una máscara”.<br />

Otros la remiten al yiddish Mozl-mener<br />

que podría traducirse por “hombre infectado<br />

por la rubeola”. Aunque el origen de la<br />

palabra sea desconocido, de lo que no hay<br />

duda es de su uso y destino. En Los hundidos<br />

y los salvados (Muchnik, Barcelona,<br />

1989), Levi los llama “el nervio del campo”<br />

o “los verdaderos testigos” y eso ha dado pie<br />

a G. Agamben para proponer una radical<br />

teoría del testigo, certera al remitir la palabra<br />

del superviviente al silencio del que tuvo<br />

que callar, pero discutible en cuanto vacía<br />

de sentido la palabra del testigo.<br />

14 E. Tugendhat: Diálogo en Leticia.<br />

Gedisa, Barcelona, 1999.<br />

78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


dignidad y ausencia de respeto<br />

por uno mismo.<br />

Esto quiere decir que si tuviéramos<br />

que medir al musulmán<br />

con los criterios de la moral moderna<br />

habría que declararles inmorales.<br />

No a-morales sino inmorales.<br />

Pero ¿quién lo osará? El<br />

testigo superviviente no lo toleraría.<br />

El musulmán, y con él el<br />

prisionero del campo, escapa a<br />

nuestra moralidad pero nos obliga<br />

a plantearnos de una manera<br />

nueva la moral. Porque, una de<br />

dos: o dejamos fuera de la ética<br />

todo el campo, considerando amoral<br />

una buena parte de la acción<br />

del hombre moderno, o nos<br />

planteamos la ética desde ellos.<br />

Pero ¿qué puede significar replantearse<br />

la ética desde Auschwitz<br />

si es allí donde se pone en<br />

evidencia la obsolescencia de<br />

nuestras morales? Un desplazamiento<br />

de la moral. El punto de<br />

partida no puede ser ya la dignidad<br />

del hombre sino la inhumanidad<br />

del musulmán. La cuestión<br />

fundante de la ética no puede ser<br />

ya ¿cómo ser bueno? o ¿dónde está<br />

la diferencia entre el mal y el<br />

bien?, sino esta otra: ¿en qué consiste<br />

la humanidad del hombre<br />

habida cuenta de la inhumanidad<br />

del musulmán. La nueva pregunta<br />

ética está perfectamente recogida<br />

en el título de la primera<br />

obra de Levi: Si esto es un hombre.<br />

Esta inhumanidad que yo represento<br />

¿es acaso humana?<br />

Notemos que inhumana es la<br />

existencia de la víctima e inhumana<br />

la del verdugo. El buen alemán<br />

que regresaba a casa, tras su<br />

empleo en el campo, para ejercer<br />

de buen padre de familia y devoto<br />

burgués dominical no podía<br />

ser humano si tenía tras de sí la tarea<br />

de deshumanizar a la víctima.<br />

Inhumanidad, pues, de la víctima<br />

y del verdugo, pero con una<br />

diferencia notable. Así como la<br />

víctima no duda en reconocer la<br />

inhumanidad en la que vive durante<br />

su encarcelamiento, el verdugo,<br />

jamás. Se sienten dignos,<br />

no-culpables, debidos a la obediencia<br />

y, por tanto, merecedores<br />

del respeto, del que se dan a sí<br />

mismos y del que esperan de los<br />

demás. Los que imparten órdenes,<br />

todavía menos. Entienden<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

que el ejercicio del poder del<br />

hombre es siempre, en cuanto activación<br />

del poder, algo humano;<br />

que ese poder pueda tener efectos<br />

destructores es algo secundario.<br />

Ante el poder destructivo ponen<br />

el acento en el poder, en el ejercicio<br />

del poder, que es algo profundamente<br />

humano. Lo destructivo<br />

del poder es un mero adjetivo que<br />

puede ser conveniente o incluso<br />

una perversión, pero que en nada<br />

empece la naturaleza humana del<br />

poder: el poder es humano, aunque<br />

sea inmoral.<br />

Esas distintas experiencias de la<br />

inhumanidad son fundamentales<br />

para la respuesta a la pregunta por<br />

la humanidad desde la inhumanidad.<br />

Si la inhumanidad real del<br />

verdugo es vivida subjetivamente<br />

como humanidad, la nueva humanidad<br />

sería más de lo mismo,<br />

es decir, voluntad de poder. No<br />

habría ninguna esperanza a la inhumanidad<br />

del hombre. Lo desesperado<br />

de esta vía queda bien<br />

en evidencia en el relato que hace<br />

Antelme 15 cuando, a la salida precipitada<br />

del campo, con los tanques<br />

rusos en sus talones, la columna<br />

de carceleros y sobrevivientes<br />

atraviesa un pueblo en el<br />

que Antelme se para en la fuente<br />

pública. Cuando levanta la cabeza<br />

observa que una mujer le espera<br />

para recoger agua. Antelme le<br />

da la vez con un cumplido “je<br />

vous en prie madame”. La mujer<br />

se espanta, se horroriza al constatar<br />

que de ese manojo de piel y<br />

huesos, que es el cuerpo de un<br />

habitante del campo, pueda salir<br />

un gesto humano. Ella, que hacía<br />

tiempo que había declarado inhumano<br />

al campo, se siente amenazada<br />

en su humanidad por la<br />

inhumanidad del otro. Pero no<br />

era inhumana la palabra cortés de<br />

Antelme sino el alma nazificada<br />

de la alemana, incapaz ya de reconocer<br />

un auténtico gesto humano.<br />

Ningún futuro de humanidad<br />

anuncia la inhumanidad<br />

del verdugo.<br />

Sólo cuando la inhumanidad<br />

es vivida como tal cabe plantearse<br />

la experiencia de inhuma-<br />

15 R. Antelme: L’espèce humaine. pág.<br />

255. Gallimard, París, 1957.


RESTOS HUMANOS<br />

nidad como un punto de partida.<br />

Quien es consciente de su<br />

inhumanidad puede preguntarse<br />

si esto es un hombre, en el<br />

sentido fundante de ¿no debería<br />

ser el hombre de otro modo?<br />

Estamos suponiendo en todo<br />

este discurso que el punto de<br />

partida es la inhumanidad del<br />

musulmán, que es él, por tanto,<br />

quien nos pregunta y se pregunta<br />

“si esto es un hombre”. Pero<br />

aquí nos topamos con un grave<br />

escollo, porque resulta que el<br />

musulmán, por definición, no<br />

habla, no pregunta. El testigo integral<br />

del fuego queda consumido<br />

en cenizas; quien ha descendido<br />

al infierno del sufrimiento<br />

no vuelve. ¿Cómo interpretar su<br />

silencio? Para entender el silencio,<br />

es decir, la pregunta del musulmán,<br />

y no perdernos en disquisiciones<br />

que sólo serían proyecciones<br />

de nuestros propios<br />

fantasmas, hay que tener muy<br />

en cuenta la relación entre el testigo<br />

superviviente y el musulmán.<br />

El musulmán es el testigo<br />

integral; el superviviente es un<br />

testigo, sí, pero que no ha apurado<br />

el caliz de la experiencia victimal,<br />

aunque la conoce. Lo que<br />

el testigo superviviente nos cuenta,<br />

las preguntas que nos plantea,<br />

constituyen el punto de partida<br />

de un proceso que no se agota en<br />

el testimonio del superviviente<br />

sino que remite al silencio del<br />

musulmán. Pero ese silencio sólo<br />

aparece en toda su profundidad<br />

cuando hemos escuchado la<br />

palabra del superviviente.<br />

Agamben habla de un “resto” o<br />

plus significativo en las figuras del<br />

testigo y del musulmán, resto que<br />

emerge precisamente cuando esas<br />

dos figuras entran en relación, remitiéndose<br />

una a otra. Lo propio<br />

del testigo es su testimonio, es decir,<br />

una palabra autorizada que<br />

nos desvela un continente de horror<br />

que cuestiona radicalmente<br />

las categorías establecidas de<br />

nuestro mundo cultural; pues<br />

bien, el “resto” del testigo es la remisión<br />

de esas palabras al silencio<br />

del musulmán, como si todo lo<br />

dicho no fuera nada. Pero para<br />

captar la densidad del silencio hay<br />

que haber pasado por las preguntas<br />

del testigo.<br />

Sin las palabras del testigo,<br />

pues, el silencio del musulmán sería<br />

una desmesura inconcebible<br />

para cualquiera de nosotros. El<br />

“resto” del musulmán es la autoridad<br />

que su silencio confiere a la<br />

palabra del testigo; si la palabra<br />

del testigo es algo más que el análisis<br />

del filósofo o que la información<br />

del historiador es por el respaldo<br />

del musulmán. El “resto”<br />

del testigo es el silencio del musulmán;<br />

y el “resto” de éste, la autoridad<br />

conferida a la palabra del<br />

testigo.<br />

Si esto lo trasladamos a la fundamentación<br />

de la ética, tendremos<br />

que el desplazamiento del<br />

“ser bueno” al “ser hombre” es<br />

inagotable e inalcanzable. La pregunta<br />

que se nos dirige desde las<br />

múltiples experiencias de inhumanidad<br />

16 –“si esto es un hombre”–<br />

conlleva una tarea infinita,<br />

no sólo porque el mal moral es<br />

incesante sino porque es inagotable,<br />

escapa a la palabra humana,<br />

como el silencio del musulmán.<br />

No hay una respuesta a la pregunta<br />

que versa sobre la humanidad<br />

del hombre; y eso significa,<br />

subjetivamente, que nadie está al<br />

abrigo de la inhumanidad y que<br />

nadie, objetivamente, tiene la palabra<br />

definitiva. No hay ningún<br />

lugar exterior a la pregunta de la<br />

inhumanidad en el que pueda<br />

darse la humanitas; no hay un<br />

mundo ideal en el que podamos<br />

alquilar el concepto de humanidad;<br />

ésta sólo se da incoactivamente<br />

en la experiencia de inhumanidad.<br />

Y toda pretensión de<br />

acabar con el mal moral por la<br />

vía expedita de la genética, es decir,<br />

toda pretensión de tener una<br />

respuesta definitiva a lo que sea el<br />

hombre, es una monstruosidad,<br />

pues la humanitas no postula un<br />

punto final sino una atención infinita<br />

a las experiencias de inhumanidad.<br />

3. La mención a la genética<br />

nos permite regresar al punto de<br />

16 Aquí aflora el grave problema de la<br />

unicidad o singularidad de Auschwitz.<br />

Auschwitz es único pero, al mismo tiempo,<br />

es una figura ejemplar que nos ayuda a descubrir<br />

la trama moral de otras barbaries.<br />

Musulmanes los hay en otros mucho lugares.<br />

partida, a una concepción de la<br />

humanitas en la que la genética<br />

sustituye a la ética, habida cuenta<br />

de la incapacidad de la ética de<br />

domesticar al bárbaro que llevamos<br />

dentro. Tras lo dicho, lo que<br />

resulta inaceptable de la “antropotécnica”<br />

propuesta por Sloterdijk<br />

es que sea la técnica la fuente<br />

de la moral, pues eso sería su<br />

acta de defunción. La ética tiene<br />

unas exigencias innegociables. Las<br />

podríamos formular en los siguientes<br />

términos: racionalidad<br />

de los objetivos, humanidad de<br />

la experimentación y subjetividad<br />

del investigador.<br />

Que la racionalidad de los objetivos<br />

sea una exigencia ética se<br />

entenderá si tenemos en cuenta<br />

que la ciencia opera con un tipo<br />

de racionalidad (la “razón pura”,<br />

en términos kantianos) especializada<br />

en ganar etapas pero que no<br />

sabe dónde colocar las metas. La<br />

razón científica es instrumental o<br />

teleológica (sabe cómo conseguir<br />

los fines propuestos), pero es muda<br />

a la hora de definir los fines.<br />

Eso queda fuera de su racionalidad<br />

y en la medida en que la ciencia<br />

o los filósofos de la ciencia erigen<br />

la razón científica en paradigma<br />

de la razón, la designación<br />

de los objetivos pasa a ser un<br />

asunto perfectamente irracional<br />

(cosas del mercado, de la guerra o<br />

del juego político). Pero ¿por qué<br />

renunciar a una fijación racional<br />

de los objetivos? De eso se encarga,<br />

en la filosofía kantiana, la “razón<br />

práctica”, que solemos traducir<br />

por “ética” pero que, no lo olvidemos,<br />

es también “razón”.<br />

Reclamar, en segundo lugar,<br />

como exigencia ética que el hombre<br />

no pierda su humanidad<br />

cuando sea considerado objeto de<br />

investigación es exigir que no renuncie<br />

a la memoria. No hay por<br />

qué descartar la capacidad de un<br />

laboratorio de fabricar un hombre<br />

nuevo, inocente, extraño al mal<br />

en el mundo, sin sentido de la<br />

responsabilidad. Un hombre con<br />

una memoria semejante a la del<br />

ordenador o computadora que<br />

pudiera decir, como la mítica Antígona,<br />

“nunca sufrió un inocente”,<br />

pues se sobreentiende que todo<br />

sufrimiento es culpable. Ese<br />

hombre, que cambiaría responsa-<br />

bilidad por competitividad, poco<br />

tendría que ver con el hombre<br />

que hemos conocido.<br />

Finalmente, exigir que el hombre<br />

no renuncie a su subjetividad<br />

a la hora de investigar. Acabar con<br />

la escisión entre el Labor y Leben,<br />

entre el trabajo y la vida. El investigador<br />

no puede renunciar al<br />

mundo de la vida. Los investigadores<br />

no pueden ser todos intercambiables.<br />

El sujeto que investiga<br />

es ciudadano, con opciones políticas<br />

o religiosas o éticas. No<br />

puede hacer abstracción de su<br />

subjetividad, esperando que otros<br />

decidan o pensando que nada de<br />

eso tiene que ver con la investigación.<br />

No tendrá que ver con la<br />

“razón pura”, pero sí con la “razón<br />

práctica” de la investigación.<br />

Se podría resumir sucintamente<br />

lo que he tratado de decir osando<br />

encerrarlo en el siguiente imperativo<br />

práctico: “Que el hombre<br />

sea más su memoria y menos su<br />

propio experimento”. La humanitas,<br />

en efecto, va unida a la memoria,<br />

es decir, a la experiencia de<br />

la inhumanidad del hombre.<br />

Ahora bien, esa experiencia de la<br />

inhumanidad del otro se esfuma si<br />

se la traduce por experimentación<br />

del hombre, si se trueca la experiencia<br />

de la inhumanidad del<br />

otro por experimento del propio<br />

hombre. ¿Por qué? Porque el laboratorio<br />

puede lograr un tipo de<br />

hombre inocente, sin memoria ni,<br />

por tanto, responsabilidad por el<br />

otro. La lógica del laboratorio es la<br />

aceleración del poder del hombre<br />

y, para ese viaje, la responsabilidad<br />

es una rémora. n<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

G. AGAMBEN: Lo que queda de Auschwitz.<br />

Pre-textos, Valencia.<br />

‘La filosofía después del holocausto’, monográfico<br />

de la revista Isegoría, núm. 23,<br />

2000.<br />

W. BENJAMIN: ‘El narrador’, en Sobre el<br />

programa de la filosofía futura, págs. 189-<br />

213. Monte Ávila Editores, Caracas,<br />

1970.<br />

M. BELTRAN; J. M. MARDONES; REYES<br />

MATE: eds.: Judaísmo y límites de la modernidad.<br />

Ríopiedras, Barcelona.<br />

Reyes Mate es profesor de investigación<br />

del CSIC.<br />

80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121


El hombre que se escapó del infierno<br />

Del escritor polaco J. S. Lec sólo se conoce en España su<br />

libro de aforismos Pensamientos despeinados (traducido para<br />

Península, por Emilio Quintana), en el que podemos<br />

encontrar frases memorables, como “Lo lapidaron con<br />

una estatua” o “Lástima que al paraíso se vaya en coche<br />

fúnebre”. Lec fue un escritor lapidario, irónico y sutil. Y<br />

merecería la pena que se tradujeran otras obras suyas. Pero<br />

también fue el protagonista de una hazaña con la que<br />

es difícil no simpatizar. Lec nació en 1909, en Lwów, perteneciente<br />

entonces al Imperio Austrohúngaro, en el seno<br />

de una acaudalada familia judía. Y cuando los nazis invadieron<br />

esa ciudad fue detenido e internado en el campo<br />

de concentración de Tarnopol.<br />

En estas condiciones, Lec hizo algo sorprendente. Se fugó.<br />

Para el que haya leído libros sobre los láguer resultará casi<br />

increíble que tal cosa pudiera realizarse. Pero Lec lo hizo.<br />

Quizá asumiendo que era mejor morir de una manera va-<br />

n Durante los procesos las brujas<br />

reconocían haber mantenido<br />

tratos con el diablo. ¡Se nos revuelve la<br />

sangre! ¡Cómo se las pudo forzar a eso,<br />

si el diablo no existe! Pero la voz de la<br />

razón nos dice: “¡No es verdad, no es<br />

verdad, no es verdad!”<br />

El diablo existe, era el inquisidor.<br />

n Al derribar las estatuas, respetad los<br />

pedestales. Siempre pueden ser útiles.<br />

n He soñado con la realidad. Con qué<br />

alivio me he despertado.<br />

n Siempre habrá esquimales<br />

que elaboren para los habitantes<br />

del Congo belga instrucciones<br />

sobre cómo comportarse cuando hace<br />

mucho calor.<br />

n Se podría inventar la cadena perpetua<br />

agravada con el prolongamiento artificial<br />

de la vida.<br />

n ¿Aquél? ¡Posee una ignorancia<br />

enciclopédica!<br />

n Que haya muerto no prueba<br />

suficientemente que haya vivido.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

CASA DE CITAS<br />

STANISLAW JERZY LEC<br />

n “¡Eppur si muove!”,<br />

gritó furioso un verdugo<br />

tras una ejecución.<br />

n A la conciencia también<br />

le cambia la voz.<br />

n No está bien sospechar<br />

de alguien cuando no cabe la menor<br />

duda.<br />

n La gente que no tiene<br />

nada que ver con el arte<br />

no debería tener nada que<br />

ver con el arte. ¿Me explico?<br />

n En la cima se está al borde del abismo.<br />

n Cualquiera puede ser tu última palabra.<br />

¡Valóralas!<br />

n El amor a la patria no conoce<br />

fronteras ajenas.<br />

n Muchos han intentado obtener la<br />

piedra filosofal mediante la petrificación<br />

del pensamiento.<br />

n El momento en que se reconoce la falta<br />

de talento es un destello de genio.<br />

liente que vivir en unas condiciones inhumanas. Y el método<br />

que empleó fue rocambolesco y admirable. Sería interesante<br />

conocer los pormenores de su fuga. Lo que sí se<br />

sabe es que salió del campo de Tarnopol vestido con el<br />

uniforme de las SS. ¡Un judío con el uniforme de las SS!<br />

Lo cierto es que se escapó del infierno. Y, enseguida, se<br />

puso a luchar contra los nazis en la resistencia comunista<br />

polaca.<br />

Al acabar la guerra fue condecorado por su valor. Algún cinéfilo<br />

dirá: “¡Qué guión para una película!”. Quizá. Pero,<br />

sobre todo, qué hazaña... Lec (Lwów, 1909-Varsovia, 1966)<br />

está traducido a numerosas lenguas. Los aforismos de Lec,<br />

sarcásticos e inteligentes, son un excelente antídoto contra<br />

el dogmatismo, el autoritarismo y la estupidez. Algunas de<br />

sus frases brillantes tienen la virtud de quedarse en la memoria,<br />

iluminándola para siempre.<br />

Selección de Ramón Eder<br />

n Se puede perseguir coherentemente<br />

un objetivo durante toda la vida,<br />

si continuamente se va alejando.<br />

n Quien ha sobrevivido a una tragedia,<br />

no fue su protagonista.<br />

n Me he dado cuenta de que a la gente le<br />

gustan los pensamientos que no obligan<br />

a pensar.<br />

n Tira la piedra el primero, si no te<br />

llamarán epígono.<br />

n Pobre hombre el que no ve las estrellas<br />

si no media un puñetazo.<br />

n A menudo tener un techo bajo el que<br />

cobijarse no le permite a la gente crecer.<br />

n Y sin embargo la humanidad progresa.<br />

Cada vez se juzga a los genocidas de un<br />

modo más humano.<br />

n Quien tiene sueños de poder, que no<br />

ronque en voz alta.<br />

n Un verdadero bufón no puede burlarse<br />

de otro verdadero bufón. Uno de los dos<br />

tiene que ser falso.<br />

81


EL HOMBRE QUE SE ESCAPÓ DEL INFIERNO<br />

n Al final se entendieron. Llegaron a la<br />

unánime conclusión de que eran<br />

enemigos.<br />

n Algunos deberían como premio vivir<br />

una segunda vez, otros como castigo.<br />

n Una prueba del aumento del nivel de<br />

vida: ¡quién vendería hoy su<br />

primogenitura por un plato de lentejas!<br />

n Tened cuidado, no sólo un error de<br />

imprenta puede transformar<br />

“racionalismo” en “nacionalismo”.<br />

n De qué estás formado, depende de la<br />

genética: en qué te convertirás, de la<br />

política.<br />

n Se ha jugado la última carta. Ahora es<br />

peligroso, tiene las manos libres.<br />

n Problema jurídico: ¿hasta cuántos<br />

cadáveres está permitido equivocarse?<br />

n Tanto la entrada como la salida de la<br />

caverna del “hombre” fue un progreso.<br />

n Cuando un náufrago tiene que salvarse,<br />

tiene derecho a descubrir América por<br />

segunda vez.<br />

n ¿No será que nos representamos al<br />

hombre demasiado<br />

antropomórficamente?<br />

n ¿Que me aprecia mucho, dices? Lo sé,<br />

exigiría más de treinta monedas.<br />

n No se mienta la soga en casa del<br />

ahorcado. ¿Y en casa del verdugo?<br />

n Estoy convencido de que el hombre<br />

creará algún día al “homúnculo”, el<br />

hombre artificial, pero por el amor de<br />

Dios, lo insto a que no repita su error y<br />

no lo cree a su imagen y semejanza.<br />

n ¡Satíricos, cuidado con alumbrar ideas!<br />

En la película de R. Clair À nous la<br />

liberté!, de 1931, el estribillo de una de las<br />

canciones irónicas decía: “Le travail c´est<br />

la liberté” y en 1940, sobre la verja del<br />

campo de Auschwitz, apareció la<br />

inscripción: “Arbeit macht frei”.<br />

n ¿Una mentira hermosa? ¡Ojo! Eso ya es<br />

creatividad.<br />

n En caso de cambio político en el cielo<br />

los santos seguro que van a utilizar en sus<br />

currículos las acusaciones que el “abogado<br />

del diablo” les incriminó en el proceso de<br />

canonización.<br />

n Quien tiene buena memoria, consigue<br />

más fácilmente olvidar muchas cosas.<br />

n A Dios lo que es de Dios, al César lo<br />

que es del César. ¿Y a los hombres, qué?<br />

n Me han propuesto de provincias que<br />

por unos honorarios más bajos les escriba<br />

pensamientos más pobres.<br />

n ¿No darle la espalda a la realidad?<br />

Pero ¿y si la realidad nos rodea por todas<br />

partes? ¡Vaya por Dios!<br />

n Estaban tan pegados que ya no había<br />

lugar para los sentimientos.<br />

n Ha caído sobre él la sombra de la<br />

sospecha. Y en esa sombra se esconde.<br />

n El optimismo y el pesimismo<br />

se diferencian solamente<br />

en la fecha del fin del mundo.<br />

n Lo más difícil es establecer la verdad en<br />

tiempos en que todo puede ser verdad.<br />

n Es posible pasarse a las posiciones del<br />

enemigo permaneciendo en las propias.<br />

n También las posiciones transparentes<br />

arrojan una sombra sobre sí mismas.<br />

n A veces hay que callarse para ser<br />

escuchado.<br />

n Procura no caer bajo la rueda de la<br />

fortuna de nadie.<br />

n Es posible quedarse con la boca abierta,<br />

y cerrarla de un bostezo.<br />

n Varsovia, en tiempos de Hitler.<br />

Por la mañana temprano. En el muro<br />

junto a la garita de la gendarmería una<br />

pintada fresca y apresurada grita:<br />

“¡Viva la libertad!”. “¡Eso no es más<br />

que un lugar común!”,<br />

dijo a mis espaldas el eximio<br />

lógico X, apretando el paso<br />

tras salir del refugio.<br />

n Los refranes se contradicen.<br />

En eso consiste propiamente<br />

la sabiduría popular.<br />

n Los delincuentes juveniles no tienen el<br />

futuro asegurado. Todavía pueden llegar a<br />

ser hombres de bien.<br />

n Sólo se puede escribir de él usando<br />

superlativos negativos.<br />

n Un extraño esnob: soñaba con que en<br />

su tarjeta de visita figurara delante de su<br />

apellido no un “Dr.”o un “Conde”, sino<br />

un “San”.<br />

n Si hay que dar la voz de alarma, dala,<br />

aunque no estés en la plantilla de<br />

campaneros.<br />

n Con un gorro de bufón no se pueden<br />

hacer reverencias.<br />

n No es un callejón sin salida aquel en el<br />

que se puede dar marcha atrás.<br />

n “De una cruz se podrían hacer dos<br />

horcas”, dijo el especialista con desprecio.<br />

n El gallo canta incluso la mañana en la<br />

que va a acabar en la olla.<br />

n Se puede ser un virtuoso en<br />

interpretaciones falsas.<br />

n Un signo de exclamación, cuando se<br />

afloja, se convierte en un signo de<br />

interrogación.<br />

n No llames a las cosas por su nombre si<br />

no conoces su apellido.<br />

n A veces la mentira se ajusta tanto a la<br />

verdad, que resulta difícil vivir en la<br />

rendija.<br />

Ramón Eder es escritor. Autor de Lágrimas de cocodrilo<br />

(poesía).<br />

82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121

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