JUAN ARANZADI - Prisa Revistas
JUAN ARANZADI - Prisa Revistas
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Septiembre 2000<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Directores<br />
Septiembre 2000<br />
Javier Pradera / Fernando Savater Precio 900 Pta. 5,41 € N.º105<br />
J. M. SÁNCHEZ RON<br />
Max Planck<br />
Un hombre de honor<br />
JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />
Quienes tienen tendrán más<br />
FERNANDO<br />
SAVATER<br />
Carta a mi madre<br />
<strong>JUAN</strong> <strong>ARANZADI</strong><br />
Euskadi e Israel<br />
GERMÀ BEL<br />
Liberalización y competencia<br />
J. RUBIO CARRACEDO/<br />
R. GARGARELLA/F. OVEJERO<br />
Sobre el cansancio de la democracia
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Dirección<br />
JAVIER PRADERA Y FERNANDO SAVATER<br />
Edita<br />
PROMOTORA GENERAL DE REVISTAS, SA<br />
Presidente<br />
JESÚS DE POLANCO<br />
Consejero delegado<br />
<strong>JUAN</strong> LUIS CEBRIÁN<br />
Director general<br />
IGNACIO QUINTANA<br />
Coordinación editorial<br />
NURIA CLAVER<br />
Maquetación<br />
ANTONIO OTIÑANO<br />
Ilustraciones<br />
ALMA LARROCA (Argentina, 1970)<br />
Diseñadora gráfica por la Universidad<br />
de Buenos Aires, se ha especializado<br />
en técnicas mixtas, objeto-collage y<br />
arte digital. Ha trabajado como<br />
docente y realizado cortometrajes de<br />
animación; las ilustraciones incluidas<br />
en este número muestran su manera<br />
de emplear el collage para transmitir<br />
sus propios mensajes.<br />
Caricaturas<br />
LOREDANO<br />
Correo electrónico: claves@progresa.es<br />
Internet: www.progresa.es/claves<br />
Correspondencia: PROGRESA.<br />
GRAN VÍA, 32; 2ª PLANTA. 28013 MADRID.<br />
TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />
Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />
28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />
Impresión: MATEU CROMO.<br />
Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />
Esta revista es miembro de<br />
ARCE (Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
Culturales Españolas)<br />
Esta revista es miembro<br />
de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
de Información<br />
Max<br />
Planck<br />
Para petición de suscripciones<br />
y números atrasados dirigirse a:<br />
Progresa. Gran Vía, 32; 2ª planta. 28013<br />
Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91<br />
S U M A R I O<br />
NÚMERO 105 SEPTIEMBRE 2000<br />
FERNANDO SAVATER 4 CARTA A MI MADRE<br />
LOS INMIGRANTES<br />
SAMI NAÏR 7 Y EL ISLAM EUROPEO<br />
JOAQUÍN ESTEFANÍA 14 QUIENES TIENEN TENDRÁN MÁS<br />
<strong>JUAN</strong> <strong>ARANZADI</strong> 20 EUSKADI E ISRAEL<br />
GERMÀ BEL 23 LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />
JACINT JORDANA LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA<br />
CARLES RAMIÓ 30 ¿Transformación o parálisis?<br />
Ciencia<br />
José Manuel Sánchez Ron 40 Max Planck, un hombre de honor<br />
Política La Irlanda socialista<br />
Iñaki Vázquez Larrea 46 de James Connolly<br />
Criminología De cómo confundimos al<br />
Gustavo Soppelsa 52 doctor Frankenstein con su hijo<br />
Ciencias sociales<br />
Helena Béjar 56 Viñetas de virtud<br />
Ensayo<br />
Alberto Ciria 60 Una apología filosófica de Raphael<br />
Cine<br />
Ana Martín Morán 66 Allô, Hulot!<br />
Objeciones y comentarios Democracia representativa<br />
R. Gargarella/F. Ovejero 69 y virtud cívica<br />
Objeciones y comentarios ¿Cansancio de la democracia<br />
J. Rubio Carracedo 76 o acomodo de los políticos?
“Porque allí nace alegre el Niño<br />
engendrado con horrendo dolor;<br />
igual que recogemos con alegría el fruto<br />
que sembramos con amargas lágrimas”.<br />
William Blake, El viajero mental<br />
Q<br />
uerida mamá, te escribo esta carta<br />
ficticia en torpe compensación<br />
por tantas cartas verdaderas no escritas<br />
–ahora que lo pienso, no recuerdo<br />
haberte dirigido nunca una carta personal<br />
verdaderamente a ti, algo que fuera más<br />
allá de postales o misivas familiares, donde<br />
quedabas englobada como destinataria en<br />
un “queridos todos” o cosa parecida– y por<br />
tantas palabras nunca dichas o, aún peor<br />
quizá, mal dichas… malditas. Te la escribo<br />
ahora que aún estás, pero ya no estás, es<br />
decir, cuando todavía formas parte de mis<br />
preocupaciones pero yo ya no estoy en las<br />
tuyas, de las que tantas veces –¡ay!– fui<br />
protagonista. ¿Sigues teniendo hoy preocupaciones<br />
de algún tipo, pese al mal de Alzheimer,<br />
la arteriosclerosis o como quieran<br />
llamar a la dolencia que te ha robado la<br />
mente los doctos que no pueden curarla?<br />
Supongo que sí, sean provocadas por el<br />
frío, el calor, el hambre o cualquier otra incomodidad,<br />
es decir, siempre relativas a la<br />
privación de los pocos goces meramente<br />
negativos que aún te quedan. Nada tendrán<br />
que ver ya con el amor ni el cuidado<br />
por los tuyos, que fueron ocupación central<br />
de tu vida, pero aún así serán cuidados<br />
personales de uno u otro tipo, porque<br />
mientras dura la vida podemos perderlo<br />
todos menos el apremio tibio y, sin embargo,<br />
inexorable de cuidarnos. Sólo la muerte<br />
nos descuida por completo al cogernos<br />
por descuido.<br />
Cuando voy a verte a la residencia con<br />
alguno de mis hermanos, de vez en cuando,<br />
me sonríes al saludarte con un beso. Y<br />
creo que te brilla en los ojos una chispita<br />
de la antigua ironía, algo que podría ser un<br />
atisbo de reconocimiento. ¿No decían<br />
CARTA A MI MADRE<br />
FERNANDO SAVATER<br />
siempre que yo era tu preferido, el que más<br />
se parecía a ti en lo físico y también espiritualmente,<br />
en la mala leche polémica?<br />
Quizá al verme piensas hacerme alguna<br />
broma sobre lo viejo que estoy, sobre lo<br />
blanca que tengo la barba, sobre lo asustado<br />
que llego a esa antesala de la muerte<br />
que es el hogar de ancianos (Mors. O quam<br />
amara est memoria tua), sobre lo poquísimo<br />
que me parezco ya al niño cabezón y<br />
nervioso de enormes orejas despegadas al<br />
que tú mimabas; piensas alguna pulla o algún<br />
consuelo para mí, pero luego se te olvida<br />
y sigues sin hablar. Habría tanto que<br />
decir que las palabras se han vuelto imposibles.<br />
Sólo de vez en cuando farfullas algo<br />
poco inteligible, cuando te enoja nuestra<br />
obsequiosidad o estás fastidiada por cualquier<br />
motivo que sólo tú conoces. Por lo<br />
menos aún te quedan ganas de protestar.<br />
También le pasa a otras, como esa compañera<br />
de achaques sentada al fondo de la sala<br />
de visitas que al oírnos hablar contigo<br />
repite una y otra vez en voz muy alta: “¿Y<br />
lo mío, lo mío, lo mío qué? ¿Y lo mío, lo<br />
mío?”. Nadie le responde porque no hay<br />
respuesta.<br />
Es un terrible lugar la residencia, aunque<br />
sea de lujo y estés muy bien atendida.<br />
No objetivamente terrible para quienes allí<br />
están, sino subjetivamente para el que viene<br />
de fuera y quizá también para ti misma,<br />
a ratos. Es el espanto de lo irremediable.<br />
De allí jamás podremos salir, ni tú ni tampoco<br />
yo desde que fui a verte por primera<br />
vez. Sé de lo que hablo, porque estuve hace<br />
más de treinta años en la cárcel unos cuantos<br />
días y ya nunca me he librado de ella<br />
por completo; ahora estoy seguro de que<br />
tampoco de esta residencia –ajardinada,<br />
cómoda, inexpugnable– volveré a irme del<br />
todo, hasta que quizá un día me instalen<br />
en un lugar semejante a esperar el final.<br />
Mientras la otra señora insiste en su queja<br />
inútil, que es imposible no compartir –“¿y<br />
lo mío, lo mío, lo mío?”– porque ninguno<br />
sabemos adónde se fue todo ni cómo se va<br />
yendo lo que nos queda, yo por hacer algo<br />
te doy una revista. Y entonces lees los titulares<br />
con voz clara y entonada, con la voz<br />
de siempre. ¡Qué fiero y cruel prodigio: se<br />
te ha olvidado hablar pero aún sabes leer!<br />
Ya sólo puedo oírte como antes cuando me<br />
lees en voz alta, como me leías hace medio<br />
siglo aquellos cuentos que yo me aprendía<br />
de memoria para después fingir leerlos a<br />
mi vez en el libro infantil antes de haber<br />
aprendido siquiera las primeras letras,<br />
asombrando a algunas visitas crédulas.<br />
Tu voz precisa y entonada de lectora,<br />
la que yo más he amado, es la última que<br />
aún se resiste a abandonarte. Ninguna madre<br />
tiene derecho a quejarse de que sus hijos<br />
nunca lean o lean a regañadientes si ella<br />
no ha sido capaz de leerles de vez en cuando<br />
como tú me leías a mí… incluso mucho<br />
después de que supiese ya leer perfectamente,<br />
sólo por darme gusto. No hay cosa<br />
que más deteste ahora que verme<br />
obligado a soportar una lectura de poemas<br />
o un capítulo de novela balbuceado con<br />
narcisismo incompetente por su autor o<br />
una conferencia leída (que frente a una espontáneamente<br />
recitada es algo así como<br />
alimentarse con guisos enlatados en lugar<br />
de tomar alimentos frescos): pero si tú aún<br />
pudieras leer para mí cuentos de hadas o<br />
historias de animales que hablan, me acostaría<br />
a escucharte como cuando tenía fiebre.<br />
Para siempre.<br />
No fuiste una intelectual –te recuerdo<br />
defectos pero no pedanterías… y así quisiera<br />
que me recordasen a mí–, aunque en<br />
cambio te gustó siempre muchísimo leer.<br />
Te gustaba leer y, por tanto, leías por gusto.<br />
No te imagino leyendo algo ilustre pero<br />
aburrido y a mí me sedujiste a la lectura<br />
sin proponerme jamás un programa cultural.<br />
Para convencerme de que leer es algo<br />
maravilloso e imprescindible me bastó ver<br />
el entusiasmo con que comprabas la última<br />
novela de Agatha Christie aparecida en<br />
4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
editorial Molino. Si te hubiera oído citar a<br />
Dante o a Proust seguramente me hubiese<br />
dedicado al fútbol. Según un ritual pueril<br />
que no sé si aún se practica, cada diente que<br />
se me caía debía ponerlo debajo de la almohada<br />
para que un misterioso ratón me<br />
trajese un regalo. Siempre fueron libros y<br />
así obtuve por primera vez El candor del<br />
padre Brown, de Chesterton, y La montaña<br />
de luz, de Salgari, entre tantos otros como<br />
dientes de leche cambié por colmillos más<br />
adultos. ¿Cómo podrían agradecerse suficientemente<br />
tales regalos? Determinaron<br />
mi vida entera, mis aficiones: me hiciste el<br />
alma. También me condenaste, desde luego,<br />
a seguir buscando sin cesar –volumen<br />
tras volumen– la reconquista de aquella felicidad<br />
primera. Nunca te equivocabas en<br />
lo que iba a gustarme ni nunca dudé de tu<br />
criterio. Cuando mostraba interés por algunas<br />
de las novelas de Plaza que tú leías<br />
con fruición, como Viki Baum, Pearl S.<br />
Buck o Cecil Roberts, te limitabas a decirme:<br />
“Éste no es para ti”. ¡Cuánta razón tenías!<br />
Aún hoy siguen sin serlo. En cambio<br />
me pasabas después de haberlas leído otras<br />
como El ataúd griego, de John Dickson<br />
Carr (quizá fuese de Ellery Queen, lo único<br />
que recuerdo bien es que en el intrigante<br />
féretro había dos cadáveres en lugar de<br />
uno) o alguna de S. S. van Dine, el alimento<br />
imaginario que yo precisamente necesitaba.<br />
Con el tiempo he ido ampliando<br />
el ámbito de mis lecturas y creo haber hecho<br />
algunos descubrimientos esenciales en<br />
ese campo por mí mismo: pero los primeros<br />
libros que tú elegiste para mí componen<br />
el disco duro de mi alma literaria y no<br />
han dejado de gustarme nunca.<br />
Sólo una vez me diste un terrible disgusto<br />
literario, pero fruto no de un error<br />
sino de tu mayor acierto. Muchos de aquellos<br />
obsequios preciosos, como los libros de<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Chesterton; los Cuentos de las colinas, de<br />
Kipling, o las Novelas de pavor y misterio,<br />
de Stevenson (que incluían a Jekyll y Hyde<br />
junto a la espeluznante historia de Juana la<br />
Cuellituerta), me llegaban en las primorosas<br />
ediciones de la colección Crisol de<br />
Aguilar, mi preferida entre todas, encuadernadas<br />
en piel de diferentes colores según<br />
los géneros y con hojas de papel biblia<br />
impresa en letra diminuta. Por entonces<br />
comencé a tener problemas de visión y se<br />
descubrió que tenía un ojo con mucha mayor<br />
miopía que el otro, casi atrofiado a<br />
fuerza de no utilizarlo. Hube de ponerme<br />
gafas y comenzaste a vigilar para que no leyera<br />
con poca luz o un tipo de letra que<br />
me obligara a forzar demasiado la vista. Y<br />
fue precisamente entonces cuando me hablaste<br />
de Sherlock Holmes y encontré en<br />
nuestra pequeña librería Paternina de la calle<br />
Fuenterrabía, frente a casa, el primer<br />
volumen de las obras completas de sir Arthur<br />
Conan Doyle, en la colección Joya de<br />
Aguilar, hermana mayor de Crisol, pero<br />
con el mismo papel finísimo y la misma letra<br />
microscópica. Empecé Estudio en escarlata<br />
y supe desde el primer momento que<br />
me adentraba en un paraíso donde serían<br />
comestibles no sólo las manzanas prohibidas,<br />
sino hasta las serpientes tentadoras.<br />
Pero entonces, al verme aferrado al volumen<br />
congestionado de más de mil páginas<br />
y renglones minúsculos, te entró un escrúpulo<br />
oftalmológico y me dijiste que debía<br />
devolver el libro: ya me buscarías una edición<br />
más legible de las andanzas del gran<br />
detective. ¡Renunciar a Sherlock Holmes<br />
ahora que lo tenía todo junto en la mano!<br />
¡Ser declarado inútil total para Baker Street<br />
–donde ya había decidido vivir hasta el fin<br />
de los tiempos– por culpa de mi mala vista,<br />
que luego no me sirvió ni siquiera para<br />
evitar la mili! Monté tan dramática zapa-<br />
tiesta que volví a recuperar el amado volumen<br />
–sólo estuvo fuera de mi tutela unas<br />
cuantas horas– y hasta conseguí que me<br />
compraras sucesiva y espaciadamente los<br />
otros cuatro que formaban las obras completas<br />
de sir Arthur. El afán que no admite<br />
demoras ni cortapisas por un libro, eso es<br />
algo que tú podías entender. Y yo soy tu<br />
hijo ante todo porque fuiste capaz de comprender<br />
eso y no sólo por haber salido de<br />
tu vientre.<br />
También eras capaz de discutir, artera<br />
e incansablemente. Nunca he tenido mejor<br />
adversario polémico que tú, es decir, nunca<br />
lo he tenido peor. Después de haber cruzado<br />
armas verbales contigo durante años,<br />
todas las batallas dialécticas me parecen sosas.<br />
Tenías la honradez básica de aceptar de<br />
inmediato el núcleo de lo que se debatía<br />
en cada caso, para luego desplegar todas las<br />
artimañas imaginables capaces de debilitar<br />
la posición contraria. Percibías infaliblemente<br />
la más pequeña grieta en la armadura<br />
del adversario y arremetías sin contemplaciones.<br />
En especial fuiste siempre magistral<br />
en el manejo de la ironía demoledora y<br />
en el subrayado de ese aspecto ridículo o<br />
enclenque de nuestra posición que todos<br />
evitamos poner a la luz. Me temo que también<br />
en esta peligrosa habilidad he sido un<br />
discípulo tuyo incluso demasiado aventajado…<br />
Nuestros torneos tenían lugar por las<br />
mañanas, en el cuarto de baño, mientras tú<br />
completabas tu aseo personal. Yo me sentaba<br />
en la tapa del retrete mientras ibas y venías<br />
ritualmente entre esponjas, polvos y<br />
lociones. La cuestión en litigio era lo de<br />
menos, aunque solía pertenecer al campo<br />
de la teología y –un poco más tarde– al de<br />
la política. Como toda polemista de raza,<br />
preferías los temas infinitos, imposibles<br />
de resolver. Aceptabas y hasta propiciabas<br />
5
CARTA A MI MADRE<br />
de buen grado las disgresiones, pero no tolerabas<br />
las inconsecuencias. Todavía hoy,<br />
cuando discuto con algún incauto y le cuelo<br />
de rondón cualquier argumento con<br />
mera apariencia de solidez, suelo pensar:<br />
“Éste mi madre no me lo hubiera dejado<br />
pasar”. Me adiestraste insuperablemente<br />
para refutar, aunque quizá tanto a ti como<br />
a mí nos ha faltado siempre humilde disponibilidad<br />
para aceptar ser refutados.<br />
Otras dos cosas más aprendí de ti o<br />
merced a ti. Con todo lo que tenías de<br />
crítica y discutidora en cuestiones de opinión,<br />
siempre fuiste fácil de conformar en<br />
los asuntos prácticos. Ante el plato dudoso<br />
de comida, ante la habitación mediocre<br />
del hotel o la butaca con mala visibilidad<br />
en el teatro, procurabas siempre conformarte<br />
(¡y conformarnos!) celebrando<br />
con entusiasmo contagioso las excelencias<br />
imaginarias de lo que no las tenía reales.<br />
Nunca te interesó lo suntuoso ni lo refinado,<br />
ese énfasis ridículo en lo accesorio<br />
que desde entonces para mí siempre ha<br />
despertado sospechas de estrechez de alma.<br />
Soporto el buen gusto, pero no las<br />
ínfulas de quienes creen tenerlo. Preferiste<br />
lo confortable a lo exquisito, lo cordial<br />
a lo sublime, lo habitual a lo insólito y sobre<br />
todo lo que hay (y de momento basta)<br />
al nuevo instrumento mágico que recomiendan<br />
los creadores de falsas necesidades.<br />
Pese a pertenecer a una familia<br />
acomodada y a vivir estupendamente,<br />
nunca tuve sensación en mi infancia o<br />
adolescencia de que el derroche superfluo<br />
fuese cosa recomendable, ni siquiera decente.<br />
Resultaba lógico comprarse un libro<br />
interesante aunque fuese caro, porque<br />
los libros importan, pero era absurdo gastarse<br />
más de lo debido en una camisa, si<br />
las hay buenas y baratas, o beber Veuve<br />
Clicot en Navidad cuando el cava rosado<br />
del Ampurdán está también riquísimo y<br />
lo que más importa es la buena compañía.<br />
A fin de cuentas, casi nada es insoportablemente<br />
malo para quien contempla las<br />
cosas con ojos de coraje y alegría. Un personaje<br />
de Shakespeare (en King Lear, si la<br />
memoria no me falla otra vez) dice: “Aún<br />
no está ocurriendo lo peor cuando uno<br />
puede decir: esto es lo peor”. Así pensabas<br />
y así pienso yo también y de aquí debería<br />
partir todo verdadero inconformismo no<br />
melindroso. Quiero pensar que incluso si<br />
hubieras podido verte hoy plácidamente<br />
demente en la residencia de la muerte no<br />
hubieras cambiado de criterio. En cuanto<br />
a lo que me concierne o, mejor concernirá,<br />
también lo afirmo. Mientras dure la<br />
vida y el dolor resulte soportable, no hay<br />
que dar por perdida la aventura.<br />
Durante años te vi sacrificarte y también<br />
rebelarte contra la necesidad del sacrificio:<br />
otra importante lección para mí. Te<br />
casaste aún joven con un hombre mucho<br />
más viejo que tú, hermano mayor del novio<br />
casi adolescente que te asesinaron en la<br />
guerra civil. Se trataba además de un enfermo<br />
crónico –aunque lleno de buen humor<br />
y capacidad de trabajo– al que debías cuidar<br />
mucho para que llegara a ver crecer a<br />
sus hijos. Y los hijos fueron nada más ni<br />
nada menos que cuatro. Añadamos a esta<br />
nómina de responsabilidades tu extremadamente<br />
anciana suegra y tus propios padres,<br />
pues todos acabaron viviendo y muriendo<br />
contigo, bajo tu tutela. No hay juventud<br />
que resista tantas obligaciones,<br />
tantas renuncias a viajes y diversiones que<br />
pudieran apartarte demasiado tiempo de la<br />
trinchera donde debías combatir contra todas<br />
esas alarmas diferentes. Y, sin embargo,<br />
nunca llegué entonces a verte marchita,<br />
siempre me pareció que conservabas una<br />
animosa y hasta agresiva lozanía. Se notaba,<br />
sin embargo, que eras consciente de cada<br />
una de tus renuncias y por supuesto<br />
que no te gustaba renunciar. Creo que viviste<br />
la mayor parte de tu vida atrapada en<br />
tu deber y, sobre todo, prisionera de una<br />
concepción de la mujer que convierte demasiadas<br />
necesidades hospitalarias en tristes<br />
virtudes femeninas.<br />
Cumpliste escrupulosamente hasta el<br />
final, pero se te escapaban con frecuencia<br />
no tanto gritos de protesta como miradas y<br />
suspiros de rebelión. Yo te explotaba como<br />
los demás –¡más quizá que los demás!–, pero<br />
a la vez vigilaba y comprendía tu ocasional<br />
descontento. Incluso, tu inconsciente<br />
rencor contra lo inevitable, que barnizabas<br />
con la desmejorada purpurina de la resignación<br />
cristiana. Mis ojos paganos leyeron<br />
tu ejemplo al revés, seguramente porque<br />
soy mucho peor que tú: decidí enseguida<br />
no sacrificarme jamás o por lo menos no<br />
confundir la excelencia con la renuncia,<br />
demasiadas veces inevitable para no incurrir<br />
en mera inhumanidad. En efecto, lo<br />
inhumano debe ser evitado aunque a veces<br />
nos cueste mucho, pero la gloria de lo humano<br />
reside en un lugar muy diferente,<br />
bajo el sol de lo jubilosamente apetecible<br />
que sólo condesciende a regañadientes y en<br />
dosis mínimas a lo irremediable… Así, pobre<br />
querida mía, con egoísmo triunfal y<br />
reivindicativo, fui terriblemente feliz a costa<br />
tuya.<br />
En su hoy injustamente preterido librito<br />
El arte de amar, Erich Fromm comenta<br />
–al hablar del amor materno– la<br />
metáfora bíblica de la tierra que mana “leche<br />
y miel”. Y dice: “La leche es el símbolo<br />
del primer aspecto del amor, el de cuidado<br />
y afirmación. La miel simboliza la dulzura<br />
de la vida, el amor por ella y la felicidad de<br />
estar vivo”. La buena madre, como la mejor<br />
tierra prometida, es la que no sólo da<br />
leche a sus hijos, sino también miel. La<br />
que les contagia su amor a la vida y no sólo<br />
les protege o asegura su subsistencia. Concluye<br />
Fromm: “Es posible distinguir, entre<br />
los niños –y los adultos– los que sólo recibieron<br />
‘leche’ y los que recibieron ‘leche y<br />
miel”. Yo recibí leche y miel antes, ay, de<br />
abandonar la tierra prometida. Cuando me<br />
relamo, madre, aún siento bañados en indeleble<br />
dulzura los labios que alimentaste.<br />
Creías en mí, en la fuerza que había en<br />
mí; mejor dicho, en mí llegó a haber cierta<br />
fuerza porque tú me convenciste de que<br />
creías en ella. Te enfrentabas con mis rebeliones,<br />
incluso rabiosamente a veces, pero<br />
nunca me desalentabas. Recibí aliento hasta<br />
de tus menos razonables intransigencias.<br />
De modo que te debo radicalmente mi alegría,<br />
ese secreto trágico que suelen envidiarme;<br />
porque nadie, ni la muerte futura<br />
y ya presente, puede debilitar la alegría de<br />
quien se ha sabido de veras amado –no mimado,<br />
no adulado– por su madre, de<br />
quien ha notado crecer su propia inteligencia<br />
en inteligencia con ella. Cuando las cosas<br />
han comenzado tan estupendamente,<br />
nada sabrá nunca ya ir mal del todo. Aún<br />
sigo rodando, gozando y combatiendo gracias<br />
al empellón fabuloso con que me proyectaste<br />
a un mundo transgresor en cuyos<br />
vicios mayores sólo pudiste participar a<br />
través de las novelas. A veces quiero creer<br />
que te he vengado, de algún modo… Pero<br />
ya da igual, porque la fricción inmisericorde<br />
del tiempo y la realidad van frenando<br />
poco a poco la inercia confiada, generosa,<br />
arrolladora, que supiste darme. Ahora llego<br />
estremecido a esta residencia y te veo muda,<br />
liberada de todos los cuidados que te<br />
abrumaron, pero esclavizada del todo, indescifrable.<br />
Y siento un último instinto depredador,<br />
un afán de rapiña desesperada:<br />
sentarme a tu lado, cogerte las manos frías<br />
y reclamarte injustamente al oído “mamá,<br />
¿y lo mío, lo mío, lo mío?”. n<br />
Fernando Savater es catedrático de Ética. Autor<br />
de La ética como amor propio, Ética para Amador, El<br />
jardín de las dudas y Las preguntas de la vida.<br />
6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
D<br />
esde el final de la Segunda Guerra<br />
Mundial, Europa está sufriendo<br />
una profunda y significativa transformación<br />
de la población ligada a las<br />
mutaciones étnica y confesional de los<br />
flujos migratorios. Si bien tras aquella<br />
guerra los países europeos contaron con<br />
los desplazamientos de la propia población<br />
europea, sobre todo del Sur, para enfrentarse<br />
a la gigantesca tarea de la reconstrucción<br />
económica, es obligatorio constatar<br />
que esta fuente se agotó<br />
rápidamente y que los flujos migratorios<br />
provinieron cada vez más de la otra orilla<br />
del Mediterráneo. Francia se nutrió sobre<br />
todo del crisol magrebí, Inglaterra del espacio<br />
asiático y Alemania de la orilla este<br />
del Mediterráneo (Turquía, Yugoslavia).<br />
La inmigración intraeuropea belga, polaca,<br />
italiana, española y griega de confesión<br />
cristiana fue así progresivamente reemplazada<br />
por emigrados turcos, magrebíes<br />
y africanos de confesión musulmana.<br />
¿Qué es un musulmán, nos preguntaremos?<br />
Y no lo haremos en vano, ya que<br />
muchos musulmanes se ven catalogados<br />
como tales sin quererlo. Las estadísticas<br />
no se basan en las declaraciones de fe. Su<br />
preocupación por la práctica religiosa es<br />
imperfecta. Cuando los que pretenden<br />
captar a estos inmigrados desde la óptica<br />
confesional se refieren más bien a lo más<br />
evidente: el patronímico. Éste aparecería<br />
en cierto modo como un marcador seguro<br />
y objetivo del origen confesional. Naturalmente<br />
esto no significa en absoluto<br />
que estos musulmanes se definan como<br />
tales –aunque algunos pretendan hablar<br />
en su nombre–. Pero, sea lo que sea, esta<br />
población crece cada vez más. Los musulmanes<br />
turcos y marroquíes se sitúan sistemáticamente<br />
entre las 10 primeras nacionalidades<br />
que entran cada año a Bélgica,<br />
Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania,<br />
Holanda, Suecia… Los marroquíes son<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
LOS INMIGRANTES<br />
Y EL ISLAM EUROPEO<br />
SAMI NAÏR<br />
también la primera nacionalidad extranjera<br />
en España e Italia. Si mantenemos el<br />
criterio neutro y objetivo del nombre,<br />
Francia cuenta con tres millones de musulmanes<br />
(aunque también podemos decir<br />
que tiene 60 millones de cristianos);<br />
Alemania, con unos 3,2 millones; Gran<br />
Bretaña, con más de un millón; Holanda,<br />
con unos 700.000. También podemos,<br />
mutatis mutandis, considerar que la población<br />
musulmana que vive en la actualidad<br />
en la Unión Europea está en torno a<br />
los 10 millones de personas, lo cual es poco<br />
en relación con el conjunto de la población,<br />
pero resulta muy significativo<br />
desde el punto de vista del cambio de estructura<br />
cultural de las poblaciones europeas.<br />
No hace falta ser un gran experto<br />
para comprender que esta transformación<br />
conlleva importantes mutaciones étnicas,<br />
culturales y políticas. A lo que también<br />
hay que añadir los efectos inevitables de<br />
la dinámica demográfica que se desarrolla<br />
al sur y al este del Mediterráneo. La inmigración<br />
proveniente de los países musulmanes<br />
deberá aumentar, no sólo por ese<br />
crecimiento, sino también por la acentuación<br />
de las desigualdades económicas entre<br />
el Norte y el Sur, en un contexto en el<br />
que la Unión Europea parece interesarse<br />
más por el este de Europa que por el norte<br />
de África u Oriente Medio. Recordemos<br />
que, según las previsiones de la<br />
ONU, el 98% del crecimiento futuro de<br />
la población mundial tendrá lugar en los<br />
países del Sur. Las previsiones para el entorno<br />
mediterráneo de aquí a 2025 son<br />
elocuentes 1 : un crecimiento de más del<br />
50% de la población total, es decir, el paso<br />
de 210 millones de habitantes en 1995<br />
a 320 millones en 2025, mientras que la<br />
1 Jacques Ouldaoudia: Perspectives démographiques<br />
des pays Partenaires Méditerrannéens, Ministerio<br />
de Economía y Finanzas. París, 9 de abril de 1999.<br />
población europea sufrirá una descenso<br />
de 373 millones de habitantes en 2000 a<br />
371 millones en 2025. El efecto conjunto<br />
de la presencia de los inmigrantes en Europa<br />
y la presión migratoria estructural ligada<br />
al aumento de la población en el Sur<br />
conduce a la aparición de una nueva y<br />
compleja demanda de reconocimiento<br />
identitario, expresión de la implantación<br />
duradera de la religión musulmana en<br />
Europa.<br />
La dimensión confesional de esta demanda<br />
es particularmente aparente, no<br />
porque el índice de practicantes entre estos<br />
inmigrantes sea muy elevado (menos<br />
de la mitad de la población musulmana es<br />
practicante en Holanda, menos del 20%<br />
pertenece a una organización cultural<br />
confesional en Alemania…), sino por tres<br />
razones históricas fundamentales. Por una<br />
parte, la religión musulmana es un marcador<br />
de diferencia fuerte en los sistemas<br />
político-culturales europeos, tradicionalmente<br />
homogéneos desde el punto de vista<br />
de la confesión. Sin por ello pretender<br />
exagerar esta novedad, me permito señalar<br />
que es la primera vez desde la Edad<br />
Media que el islam aparece con tanta<br />
fuerza en la estructura de las poblaciones<br />
europeas.<br />
Por otra parte, la exclusión de la que<br />
son víctimas con frecuencia los inmigrados,<br />
especialmente los jóvenes, les lleva a<br />
buscar en el islam los elementos necesarios<br />
para la afirmación de su identidad.<br />
Este regreso a su “pertenencia” confesional<br />
es una reacción de conservación identitaria<br />
y al mismo tiempo una construcción,<br />
con frecuencia polémica, formal, de<br />
una “identidad negativa”, en el sentido de<br />
Erikson. La mayoría de las encuestas que<br />
se refieren a la vivencia del islam entre los<br />
jóvenes nacidos en la emigración, como<br />
entre bastantes primo-migrantes, demuestran<br />
que el islam se vive menos con la serenidad<br />
de una fe libremente aceptada y<br />
7
LOS INMIGRANTES Y EL ISLAM EUROPEO<br />
asumida que como una polémica afirmación<br />
de identidad relacionada con la exclusión<br />
social y cultural. También sabemos<br />
que ésa es la mejor manera de transformar<br />
esa adhesión confesional polémica<br />
en firme convicción.<br />
Finalmente, es evidente que no es posible<br />
aislar esta demanda identitaria del<br />
contexto histórico global en el que se produce.<br />
La proposición de Hegel según la<br />
cual “la verdad es el todo” jamás ha sido<br />
tan… verdadera. La referencia a la religión<br />
es cada vez más una característica capital<br />
del desplazamiento de las formas de<br />
identidad, iniciado en los años ochenta y<br />
que hará de las primeras décadas del siglo<br />
XXI el siglo de las identidades. Relacionado<br />
con la globalización de la economía,<br />
de las representaciones culturales e imaginarias,<br />
este desplazamiento identitario<br />
modela tanto la relación de cada uno con<br />
el sentido como la del individuo con la<br />
comunidad. Podríamos resumir esquemáticamente<br />
la situación de la siguiente manera:<br />
esta globalización engendra la mutación<br />
de las pertenencias, la desregulación<br />
de las identidades nacionales, la ausencia<br />
de un paradigma de referencia colectiva.<br />
De ahí el repliegue sobre los marcadores<br />
primarios: la identidad personal, la referencia<br />
confesional, la pertenencia étnica,<br />
la identidad lingüística diferencial (y diferenciante),<br />
etcétera. No podemos comprender<br />
la vivacidad especial con que los<br />
inmigrantes reivindican actualmente “su”<br />
identidad confesional sin tener en cuenta<br />
los profundos cambios globales que afectan<br />
a toda la civilización occidental. Lejos<br />
de ser únicamente sujetos al afirmar su<br />
identidad, son también objetos en el<br />
transcurrir del mundo. Es en este contexto<br />
histórico concreto en el que es importante<br />
pensar las reacciones de las sociedades<br />
europeas frente al arraigamiento del<br />
islam.<br />
La presencia duradera del islam en<br />
Europa cuestiona en profundidad a las sociedades<br />
europeas. Aparecen nuevos problemas,<br />
reaparecen antiguas reacciones,<br />
resurgen viejas cuentas pendientes, se<br />
vuelven necesarias aclaraciones detalladas.<br />
Este entrelazamiento concreto dirá más<br />
de la capacidad de las sociedades europeas<br />
para adaptarse a los nuevos tiempos que<br />
todos los discursos “multiculturalistas”<br />
que algunos pretenden imponer sin tener<br />
en cuenta las estructuras profundas de las<br />
identidades colectivas. En primer lugar<br />
será necesario vaciar de contenido la vieja<br />
y poderosa tradición de enemistad entre<br />
el islam y el cristianismo. Evidentemente,<br />
éste es un tema muy amplio: la relación<br />
de Europa con el mundo arabo-musulmán<br />
está hecha de oposición confesional,<br />
de desconfianza, frecuentemente de lucha,<br />
siempre de separaciones. Sin embargo,<br />
aunque haya caracterizado la historia<br />
de las relaciones entre las dos orillas desde<br />
el siglo XV, el enfrentamiento no ha sido<br />
siempre la regla. Largos periodos de reconocimiento<br />
mutuo, de comercio y de paz<br />
acompasan periódicamente una relación<br />
que, en todo caso, es estructuralmente<br />
conflictiva. También sabemos que esta relación<br />
no carece, nunca lo ha hecho, de<br />
influencias recíprocas. En realidad, los<br />
cruces culturales soterrados, los intercambios<br />
intelectuales, los conjuntos identitarios<br />
comunes, dibujan las representaciones<br />
y la estructura de las poblaciones desde<br />
el siglo VIII, cuando España fue<br />
conquistada por los musulmanes. De modo<br />
que la exterioridad del islam, afirmada<br />
con tanta brutalidad como externa a la<br />
identidad europea desde el siglo XV, esconde<br />
profundos estratos comunes de<br />
pertenencia, aunque reprimidos y ocultos.<br />
Esta tradición de enemistad, de la que habla<br />
Jacques Le Goff en su obra Civilisation<br />
médiévale, sigue siendo lo que, todavía<br />
hoy, determina en gran medida la mirada<br />
del europeo hacia el musulmán.<br />
Después está la experiencia histórica<br />
reciente entre las dos orillas del Mediterráneo.<br />
El XIX fue el siglo de la colonización<br />
europea (Francia, España, Inglaterra,<br />
Italia) del sur del Mediterráneo. Esta colonización,<br />
arma decisiva del imperialismo<br />
occidental, ha contribuido, paradójicamente,<br />
a fortalecer el islam. Éste se ha<br />
convertido en el valor refugio de identidades<br />
colectivas ridiculizadas y despreciadas<br />
por Occidente. No ha sido, por tanto,<br />
únicamente una creencia, una fe, sino<br />
también una identidad global, total, frente<br />
al colonizador.<br />
Por último está la representación imaginaria<br />
actual del islam en Occidente. El<br />
islam está preso en una red de prejuicios<br />
extremadamente fuertes por aparentemente<br />
legitimados por los acontecimientos.<br />
Como fondo, subyace ante todo la<br />
idea de que en el islam no hay separación<br />
de lo espiritual y lo temporal –y por tanto<br />
de que esta religión sería potencialmente<br />
totalitaria–. El ejemplo de Irán lo testimoniaría<br />
holgadamente. Hay también en<br />
esta religión una forma de absolutismo<br />
antifemenino, del que da testimonio el<br />
estatuto de la mujer en casi todos los países<br />
musulmanes. Por último, está también<br />
la ecuación sangrienta entre religión y terrorismo,<br />
de la que la mayoría de las sociedades<br />
arabo-musulmanas sufren hoy<br />
los estragos.<br />
Estas cuestiones condicionan, con razón<br />
o sin ella, la mirada de las poblaciones<br />
europeas sobre su propia población musulmana<br />
inmigrada. También plantean una<br />
serie de interrogantes a los que todos los<br />
Estados europeos deben en mayor o menor<br />
medida responder. ¿Qué organización<br />
deberá tener el islam? ¿Qué relaciones con<br />
la tradición secular, a veces laica, del Estado<br />
en Europa? ¿Qué relaciones con las<br />
otras religiones? ¿Quién es musulmán y<br />
quién representa a los musulmanes? ¿Qué<br />
relaciones, por último, tienen éstos con sus<br />
países de origen? Muchas preguntas a las<br />
que no es posible responder exhaustivamente<br />
y, aún menos, fácilmente. Hace falta<br />
tener en cuenta diversas variables.<br />
La variable histórico-política de los<br />
Estados de acogida<br />
Francia, con un régimen laico basado en<br />
la separación de la religión y el Estado<br />
desde el comienzo del siglo XX, asegura el<br />
respeto y el tratamiento igualitario de todas<br />
las religiones. Sin embargo, éstas deben<br />
quedar confinadas a la esfera privada.<br />
Más adelante volveré con detalle sobre el<br />
ejemplo francés.<br />
Alemania, después de la Reforma, ha<br />
privilegiado el reconocimiento de la pluralidad<br />
religiosa, pero este reconocimiento<br />
resulta bastante parcial en la medida en<br />
que se limita, por el momento, a las religiones<br />
cristianas y judías, a pesar de que<br />
el judaísmo ha sido –con la ayuda de la<br />
aberración nazi– literalmente erradicado,<br />
y los musulmanes –los más numerosos en<br />
la actualidad– no son reconocidos por el<br />
pluralismo oficial. Así, las personas que<br />
practican el islam no pueden mencionarlo<br />
en los censos; el Estado no cobra ningún<br />
impuesto para la comunidad musulmana<br />
como hace con las otras religiones. Además,<br />
los tribunales han negado sistemáticamente<br />
a las asociaciones musulmanas el<br />
estatuto que permitiría su oficialización<br />
–el de “corporación de derecho público”,<br />
necesario para beneficiarse de todos los<br />
derechos de las iglesias oficiales–. La situación,<br />
que se encuentra bloqueada, es<br />
compleja y fuertemente conflictiva. Las<br />
iglesias oficiales (al contrario que en Francia)<br />
presionan a los poderes públicos para<br />
impedir la entrada del islam en el campo<br />
religioso oficial. Para salir de este punto<br />
muerto, los poderes públicos proponen,<br />
por ejemplo, que el islam se enseñe en los<br />
colegios públicos. Pero ahí se enfrentan<br />
con el rechazo de las asociaciones musulmanas<br />
y de las iglesias, que ahora se encuentran<br />
del mismo lado para impedir<br />
8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
cualquier disminución de su control sobre<br />
una materia religiosa. Consecuencia<br />
práctica: ante esta imposibilidad de ejercer<br />
su religión como las otras, la “comunidad<br />
musulmana”, muy fragmentada,<br />
muy estrechamente controlada por los países<br />
de origen, es víctima de un racismo<br />
poderoso y de un desprecio latente.<br />
En Holanda, el Estado privilegia un<br />
reconocimiento estrictamente igualitario<br />
de todas las religiones. La ambigüedad de<br />
su actitud reside, sin embargo, en la ausencia<br />
de una definición estricta de las relaciones<br />
que el Estado debe mantener con<br />
la religión en general (financiación, control,<br />
etcétera). El islam se beneficia del<br />
mismo estatuto que las otras religiones:<br />
posibilidad de prestar juramento sobre el<br />
Corán como sobre la Biblia; misma regulación<br />
para la llamada a la oración y para<br />
las campanas cristianas; idéntico estatuto<br />
para las escuelas islámicas (que son 30),<br />
que se benefician, como el resto, de financiación<br />
pública. Ventajas idénticas para<br />
las mezquitas (400) y para las iglesias.<br />
Y los problemas que se le presentan al is-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
lam, por ejemplo la financiación de la<br />
formación de los imanes, se le pueden<br />
presentar igualmente a las otras religiones.<br />
Esta normalización del islam en Holanda,<br />
país ejemplarmente protestante y tradicionalmente<br />
tolerante, es todavía más significativa<br />
porque, como he dicho más<br />
arriba, los musulmanes apenas representan<br />
el 4,5% de la población total.<br />
En Gran Bretaña, la situación es totalmente<br />
opuesta. El Estado es confesional.<br />
Pero hasta ahora el islam ha sido<br />
siempre marginado y hasta despreciado.<br />
La obsesión antiislámica es tan fuerte que<br />
hizo falta un informe oficial en 1998 sobre<br />
la “islamofobia” para llamar la atención<br />
de los poderes públicos. Desde hace<br />
dos años, éstos intentan favorecer con diversas<br />
medidas una mejor integración de<br />
los musulmanes. Así, los programas escolares<br />
deben ahora tener en cuenta la diversidad<br />
religiosa: la creación de escuelas<br />
musulmanas, financiadas por el Estado, a<br />
la manera de los centros judíos y cristianos,<br />
fue autorizada en 1998; finalmente<br />
se han dado títulos nobiliarios a dos pares<br />
SAMI NAÏR<br />
musulmanes de la Cámara de los Lores.<br />
Sin embargo, estas reformas son demasiado<br />
recientes para que se pueda hacer un<br />
balance de las mismas.<br />
En segundo lugar, la variable de los<br />
Estados de origen de los inmigrantes<br />
En todos los lugares aparecen las mismas<br />
tendencias. Los Estados de origen buscan<br />
controlar a sus nacionales a través de su<br />
propia inserción en la organización del islam<br />
en el país de acogida. Además, con<br />
frecuencia entran unos con otros en las<br />
lógicas de competencia (es el caso de<br />
Francia, donde Argelia y Marruecos se<br />
disputan el control de las múltiples organizaciones<br />
que federan a los musulmanes).<br />
Ayer estos Estados inducían a sus<br />
nacionales a no integrarse en el país de<br />
acogida (es el caso sobre todo de Marruecos:<br />
podemos recordar al rey Hassan II<br />
declarando que estaba de acuerdo... ¡con<br />
Le Pen!) para asegurarse la fuente de ingresos<br />
asociada al trabajo inmigrado. Hoy,<br />
la situación ha cambiado, y esos mismos<br />
Estados apoyan discretamente la voluntad<br />
de los inmigrados de acceder a la nacionalidad<br />
del país de acogida mientras intentan<br />
controlarles a través de la pertenencia<br />
religiosa. El objetivo es ganar influencia<br />
en el interior de los países de acogida a<br />
través de una inmigración confesionalmente<br />
cautiva. De este modo, en Alemania<br />
la organización más importante de<br />
asociaciones musulmanas y de mezquitas<br />
turcas, la DITIB (Diyanet Isleri Turk Islam<br />
Birligi), depende directamente del primer<br />
ministro turco, a través de los consulados<br />
turcos en Alemania. Esta asociación<br />
trae además a sus imanes directamente de<br />
Turquía. Marruecos, Argelia, Arabia Saudí,<br />
Pakistán, actúan más o menos de<br />
acuerdo con la misma estrategia.<br />
Por último, la variable del juego de los<br />
movimientos islamistas<br />
Sería especialmente ingenuo subestimar la<br />
capacidad de crear conflicto de estos movimientos.<br />
Aprovechándose de la disgregación<br />
de los colectivos sociales clásicos (partidos,<br />
clases, etcétera), de la polémica reconstrucción<br />
de la identidad en torno a la<br />
etnia o la religión, motivada por la exclusión<br />
de la que los inmigrantes musulmanes<br />
son frecuentemente víctimas, estos movimientos<br />
intentan obtener apoyos mediante<br />
la movilización de los musulmanes por su<br />
causa. Se apoyan especialmente en la juventud<br />
marginalizada y desorientada de los<br />
barrios periféricos. De este modo, de nuevo<br />
en Alemania, la segunda federación de<br />
asociaciones musulmanas en importancia,<br />
9
LOS INMIGRANTES Y EL ISLAM EUROPEO<br />
la Milli Gorusi, está directamente asociada<br />
al ex partido integrista turco, el Refah. Éste<br />
milita explícita y activamente por el rechazo<br />
de todo laicismo. En Francia e Inglaterra<br />
los grupos integristas son numerosos,<br />
aunque los poderes públicos los controlen<br />
en cierta medida. A ellos se suma el papel<br />
de las cofradías religiosas, que pueden ser<br />
inofensivas, como las sectas sufíes, o realmente<br />
peligrosas, como la jama’at al tabligh,<br />
de origen hindú.<br />
Este rápido examen muestra con claridad<br />
que, por el momento, no se ha logrado<br />
la organización del islam en ningún<br />
país europeo. Sin embargo, dos países parecen<br />
estar en el camino de una integración<br />
consensuada del islam, aunque de<br />
diferente modo: Holanda y Francia. Ya he<br />
mencionado rápidamente el principio en<br />
el que se basa la integración en Holanda:<br />
el del reconocimiento estrictamente igualitario.<br />
A continuación desarrollaré el caso<br />
de Francia.<br />
La organización del islam en Francia<br />
Integrar el islam es, en primer lugar, hablar<br />
con él. Pero para dialogar se requiere<br />
un interlocutor representativo –no determinado<br />
Estado de origen, determinada<br />
corriente religiosa, determinada agrupación<br />
autoproclamada–. Dicho de otro<br />
modo, la cuestión clave es la de la representación<br />
del islam, de su legitimidad y su<br />
eficiencia en la comunidad musulmana (la<br />
Umma). El problema es aún más complejo<br />
en la medida en que duplica una deficiencia<br />
propia de la religión musulmana,<br />
que rechaza –prohíbe, de hecho– una representación<br />
estructurada autónoma de la<br />
comunidad de creyentes. Desde luego, en<br />
la realidad histórica las cosas han tomado<br />
un camino diferente. Desde el origen de la<br />
proclamación de Mahoma, los conflictos<br />
de legitimidad han supuesto de hecho la<br />
construcción de dos clericaturas: la chiíta,<br />
en la línea de Ali, y la sunita, encarnada<br />
por Mouawya, designado por el consejo<br />
representante de los musulmanes y ajena a<br />
toda referencia a la familia del profeta. Este<br />
cisma da, por tanto, nacimiento a un islam<br />
chiíta, dotado de un clero y cuyos<br />
mollahs son representantes legítimos, investidos<br />
por la comunidad. El sunismo,<br />
confundido desde el comienzo con las estructuras<br />
del Estado musulmán, rechazará<br />
constituir un clero autónomo y oscilará<br />
siempre entre la existencia de un cuerpo<br />
de doctores de la ley, reconocidos por su<br />
competencia en materia religiosa, y de un<br />
clero designado por el poder político, encargado<br />
de transmitir la verdad oficial (es<br />
decir, histórica, para los sunitas) a la co-<br />
munidad de los creyentes.<br />
Jacques Berque, en L’Islam au défi destaca<br />
esta ambigüedad: “Aunque no haya<br />
Iglesia en el islam, ¿podemos negar que se<br />
ejerce un magisterio que ofrece los aspectos<br />
más solemnes de continuidad corporativa?”<br />
2 . Además, la legitimidad en la tradición<br />
sunita (que prevalece en el Magreb y<br />
en Oriente Medio) finalmente siempre la<br />
confiere el asentimiento de la comunidad.<br />
Por tanto, volvemos al punto de partida:<br />
¿qué es la comunidad islámica?, ¿cómo se<br />
confiere la legitimidad de la representación?<br />
Y lo que es todavía más grave: ¿qué<br />
tipo de representación? En una primera<br />
aproximación las respuestas pueden parecer<br />
sencillas: la comunidad islámica se<br />
constituye por todos aquellos que se definen<br />
como musulmanes; son portavoces legítimos<br />
todos aquellos que son escogidos<br />
libremente por dicha comunidad; la repre-<br />
2 Gallimard, pág. 242, 1980.<br />
sentación no es autónoma respecto a esta<br />
comunidad, es decir, no constituye una<br />
Iglesia propiamente dicha. Se funda en la<br />
comunidad y, en último caso, está sometida<br />
a su autoridad. Sin embargo, aunque<br />
las dos primeras respuestas en teoría puedan<br />
parecer satisfactorias, la tercera, la relativa<br />
a la representación, plantea considerables<br />
problemas. Es esta cuestión la que<br />
los poderes públicos franceses tienen dificultades<br />
para resolver. Es ésta la cuestión<br />
que Jean-Pierre Chevènement, ministro<br />
de Interior y de los Cultos, aborda en la<br />
actualidad. Si la República ha aceptado el<br />
reto de las otras religiones, ¿por qué tener<br />
miedo del islam? Aún mejor, ¿no significa<br />
para el islam francés una oportunidad única<br />
de estructurarse desde su especificidad<br />
en el centro de una Europa secular donde<br />
las religiones cristiana, judía, budista, así<br />
como el ateísmo, juegan un papel esencial<br />
en las estructuras mentales colectivas,<br />
conscientes e inconscientes?<br />
En Francia las relaciones entre reli-<br />
10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
1905: “La República”, se especifica en<br />
ella, “no reconoce ni asalaria ni subvenciona<br />
ningún culto” (art. 2). Garantiza,<br />
en compensación, el ejercicio privado y el<br />
respeto a todos los cultos: “La República<br />
asegura la libertad de conciencia y garantiza<br />
el libre ejercicio de los cultos” (art. 1).<br />
Así fundado, el laicismo es al mismo<br />
tiempo, según el ministro del Interior y<br />
de Cultos, la “creencia en la capacidad de<br />
todos los ciudadanos (…) de entenderse<br />
sobre el bien común a la única luz de la<br />
razón natural” 3 y el medio de asegurar el<br />
respeto de la conciencia y la religión de<br />
los individuos. Como podemos ver, el enfoque<br />
que prevalece recurre tanto a la<br />
Ilustración como al mensaje de 1789: razón<br />
natural, libertad de conciencia, bien<br />
común. Es, mutatis mutandis, respecto a<br />
este paradigma religioso como se han organizado,<br />
tras la separación de la Iglesia y<br />
el Estado (1905), las otras confesiones.<br />
El Estado francés, por tanto, debe<br />
acoger un nuevo culto y, al mismo tiempo,<br />
resolver la cuestión de la representatividad<br />
de los musulmanes. El islam no es<br />
un desconocido para él. De hecho, el Estado<br />
republicano tiene una vieja experiencia<br />
institucional en su trato con el islam,<br />
aunque siempre ha estado mediatizada<br />
–por no decir corrompida– por la relación<br />
colonial, en particular en Argelia. El<br />
matiz específico, la nota de originalidad,<br />
el desafío cultural también, es que en la<br />
actualidad el Estado debe organizar el islam<br />
en Francia al mismo tiempo que los<br />
musulmanes tienen que asumir una situación<br />
en la que son una minoría y en la<br />
que la realidad temporal es laico.<br />
La innovación reside principalmente<br />
en el método utilizado para establecer una<br />
relación desprovista de prejuicios y segundas<br />
intenciones, no en una visión a priori<br />
de lo que debe ser este islam francés. Es<br />
sin duda la mejor manera de evitar el<br />
montaje de un islam institucionalmente<br />
prefabricado, condenado por definición<br />
ante los ojos de la comunidad musulmana<br />
de Francia. Se trata, por tanto, de proceder<br />
de tal forma que la cuestión de la<br />
representación legítima esté centrada en<br />
la elaboración de un acuerdo mayoritario<br />
y consensuado en el seno de la “comunidad<br />
de los creyentes”, aunque sólo sea para<br />
asegurar el respeto a los derechos y deberes<br />
ligados a la práctica de esta religión.<br />
3 Discurso de Jean-Pierre Chevènement, ministro<br />
de Interior, con ocasión de la primera reunión plenaria<br />
del proceso de consulta entre el Estado y los representantes<br />
del islam en Francia, 28 de enero de<br />
2000.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Esta metodología implica la consulta y, en<br />
cierto modo, al inscribirse en el ethos propio<br />
del islam, la llamada al ijtihad, es decir,<br />
al esfuerzo colectivo para abrir una<br />
vía, de y por la propia comunidad. Incluso<br />
si los interlocutores elegidos previamente<br />
no disponen de la legitimidad suficiente<br />
para hablar en nombre de la comunidad,<br />
el método permite avanzar por consenso<br />
sobre la necesidad de alcanzar una forma<br />
organizada del islam, lo que incluye ir renovando<br />
y ampliando los interlocutores<br />
en la medida en que sea necesario. Junto<br />
al ministro de Interior, los representantes<br />
de las diferentes sensibilidades del islam<br />
son elegidos de la siguiente manera: a) un<br />
primer colegio que incluye a las principales<br />
federaciones de ámbito nacional, aunque<br />
sus mezquitas no llegan a representar<br />
la mitad de los lugares de culto en Francia;<br />
b) un segundo colegio que agrupa a<br />
las seis grandes mezquitas con proyección<br />
regional; c) un tercer colegio compuesto<br />
por seis personalidades representativas de<br />
las principales corrientes de pensamiento<br />
o investigación sobre el islam. Los objetivos<br />
de este proceso de consulta son claros<br />
para todos: se trata de definir las relaciones<br />
entre el Estado laico y la religión musulmana<br />
sobre la base intangible del derecho<br />
positivo existente, es decir, del derecho<br />
civil napoleónico y no del derecho<br />
del estatuto personal musulmán. Este supuesto<br />
hace inadmisible cualquier pretensión<br />
de los musulmanes a reivindicar un<br />
derecho de familia específico (fundado en<br />
la desigualdad estructural de la mujer). Es<br />
sobre esta base sobre la que se debe favorecer<br />
el surgimiento de una estructura representativa<br />
del islam en Francia, futura<br />
interlocutora del Estado.<br />
Durante la primera reunión, que tuvo<br />
lugar el 28 de enero de 2000, los interlocutores<br />
de la consulta se pusieron de<br />
acuerdo sobre un primer texto que servirá<br />
de base a las futuras relaciones. Este texto<br />
recuerda en su preámbulo los principios<br />
fundamentales del pacto republicano, al<br />
cual se adhieren los interlocutores: respeto<br />
a la libertad de conciencia y de religión,<br />
principio de igualdad de los seres<br />
humanos que prohíbe la discriminación<br />
basada en el sexo, la religión o la pertenencia<br />
étnica. Le siguen ocho títulos que<br />
se refieren a la creación de asociaciones<br />
culturales, la implantación de lugares de<br />
culto, la nacionalidad de los ministros del<br />
Culto (que deben ser mayoritariamente<br />
franceses), la creación de lugares de ora-<br />
4 22 de abril de 2000.<br />
SAMI NAÏR<br />
ción en los centros públicos, el derecho a<br />
la existencia de centros de enseñanza privada,<br />
las prescripciones alimentarias, los<br />
lugares de sepultura, las fiestas religiosas.<br />
El 20 de abril de 2000, la segunda reunión<br />
plenaria permitió, según el diario Le<br />
Monde, disponer de “un primer balance<br />
más bien optimista tras tres meses de trabajo”<br />
4 .<br />
Este modo de proceder “consultativo”<br />
constituye un vuelco total en el acercamiento<br />
tradicional al islam en Francia,<br />
que consistía bien en reconocer como interlocutores<br />
válidos únicamente a los representantes<br />
de los Estados de origen,<br />
bien en elegir en el seno de la propia comunidad<br />
de inmigrantes musulmanes a<br />
unos interlocutores clientelizados, manipulables<br />
a voluntad. El carácter ejemplar<br />
para Europa se reside en lo siguiente:<br />
Jean-Pierre Chevènement, inspirado en su<br />
conocimiento del mundo arabo-musulmán,<br />
aplica una metodología inspirada en<br />
los mismos procedimientos que el propio<br />
islam utiliza para conseguir el consenso.<br />
Este método, ligado a su objeto, implica<br />
dos movimientos simultáneos: la oferta<br />
de la chura, es decir, precisamente de la<br />
consulta a la comunidad, y la llamada, en<br />
el seno de esta comunidad, a la ijtihad, es<br />
decir, precisamente al “esfuerzo categórico<br />
de reflexión” (Jacques Berque) para obtener<br />
una organización legítima. Ésta es<br />
exactamente la vía (tariqua) por la cual se<br />
constituye el consenso en la umma (comunidad)<br />
islámica. Este proceso, ni impuesto<br />
desde el exterior ni manipulado<br />
desde el interior, sino estructurado en un<br />
marco previo –el Estado republicano–,<br />
debería recibir el asentimiento de todos.<br />
Evidentemente, el ejemplo francés no<br />
constituye la panacea universal. Cada país<br />
debe tener en cuenta su situación histórica<br />
y cultural. No obstante, no se puede<br />
continuar haciendo como si el islam no<br />
existiese en Europa. Aunque no haya solución<br />
ideal, es, sin embargo, inevitable la<br />
necesidad de institucionalizar esta religión,<br />
respetando tanto la confesión de los<br />
inmigrados como los fundamentos de la<br />
civilización de las sociedades europeas. n<br />
Traducción de María Cordón.<br />
[Este texto forma parte del libro El peaje de la vida<br />
que, firmado por Juan Goytisolo y Sami Naïr, publicará<br />
la editorial Aguilar en octubre de 2000].<br />
Sami Naïr es diputado europeo del Movimiento de<br />
los Ciudadanos.<br />
11
stados Unidos, bajo los dos mandatos<br />
de Bill Clinton, ha tenido el periodo<br />
de expansión económica más<br />
dilatado y profundo de la historia contemporánea.<br />
Cuando la expansión estaba<br />
a punto de ser centenaria en relación al<br />
número de meses continuados de crecimiento,<br />
el semanario Business Week calificó<br />
esa etapa, que estaba haciendo compatible<br />
el fuerte crecimiento con el equilibrio<br />
macroeconómico (baja inflación,<br />
pleno empleo, cuentas públicas saneadas,<br />
etcétera), de “nueva economía” (a partir<br />
de ahora, NE). Había nacido otro paradigma,<br />
sin duda el más significativo desde<br />
el keynesianismo.<br />
En su inicio, uno de los economistas<br />
más críticos con el concepto de NE fue el<br />
norteamericano Paul Krugman, que expresaba<br />
sus dudas de que llegase a ser un<br />
modelo novedoso que hubiera acabado<br />
con la teoría de los ciclos económicos y le<br />
quitaba solemnidad. Irónico, escribía<br />
Krugman en uno de sus artículos en medio<br />
de la última crisis financiera de 1997:<br />
“Supongamos que compraran ustedes un<br />
ejemplar del manual más vendido de economía<br />
internacional. ¿Qué diría sobre la<br />
manera de afrontar una pérdida semejante<br />
de confianza de los inversores internacionales?<br />
En realidad, poca cosa. Créanme:<br />
soy el coautor de ese manual” 1 E<br />
. El<br />
profesor del Instituto Tecnológico de<br />
Massachusetts (MIT) intentaba reflejar la<br />
crisis de la teoría económica, que veía<br />
aparecer un nuevo paradigma sin que se<br />
hubiesen establecido previamente las bases<br />
teóricas de llegar a él. Heilbroner y<br />
Milberg han descrito la crisis de la teoría<br />
económica como consecuencia de la ausencia<br />
de una visión de conjunto de los<br />
1 William Pfaff: ‘The Crunch Has a Massage for<br />
Europes Central Bank’, en Internacitional Herald Tribune,<br />
16 de octubre de 1998.<br />
QUIENES TIENEN<br />
TENDRÁN MÁS<br />
JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />
conceptos políticos y sociales de los que,<br />
en última instancia, depende la economía.<br />
Describen la “impecable elegancia” a<br />
la hora de exponer los términos de lo que<br />
acontece, acompañada de una “absoluta<br />
inoperancia” en cuanto a su aplicación<br />
práctica. “La fuerte teorización del presente<br />
periodo alcanza un grado de irrealidad<br />
que sólo se puede comparar con la escolástica<br />
medieval” 2 . Hasta que el contexto<br />
social del comportamiento económico<br />
no sea reconocido de forma abierta, la teoría<br />
económica será incapaz de tener un<br />
papel útil como intérprete de las perspectivas<br />
humanas. La teoría tiene influencia<br />
en los ciudadanos cuando su visión moviliza<br />
las simpatías morales; el keynesianismo<br />
fue incapaz de dar un tratamiento coherente<br />
a la inflación, paralelo al desempleo,<br />
y fracasó al aparecer en el horizonte<br />
el concepto de estanflación. Pero hasta<br />
ahora, el descrédito keynesiano no había<br />
producido un paradigma lo suficientemente<br />
potente para reemplazarlo; el monetarismo,<br />
las expectativas racionales, la<br />
economía de la oferta, el neoclasicismo…<br />
buscaron sin éxito proporcionar un nuevo<br />
punto de vista intelectual dominante. Así,<br />
en los albores de un nuevo milenio aparece<br />
la NE con promesas de bienestar universal.<br />
En su tradicional Estructura de las<br />
revoluciones científicas, escribe Thomas<br />
Kuhn: “Una revolución teórica sólo tiene<br />
lugar cuando frente al paradigma en crisis<br />
contamos con un paradigma teórico alternativo”<br />
3 . Éste no es el caso todavía.<br />
La NE puede definirse como una<br />
mezcla de crecimiento económico sin inflación,<br />
gracias a la aplicación de las nue-<br />
2 Robert Heilbroner y William Milberg: La crisis<br />
de visión del pensamiento económico, pág. 22. Paidós<br />
Editorial, Barcelona, 1998.<br />
3 Thomas Kuhn: Estructura de las revoluciones<br />
científicas, pág. 60. Fondo de Cultura Económica,<br />
México, 1990.<br />
vas tecnologías y a la eliminación global<br />
de las barreras comerciales, así como al libre<br />
movimiento de capitales. Algún analista<br />
(Robert Samuelson, en The Washington<br />
Post) ha hecho una descripción más<br />
psicologista: “Parece ser principalmente<br />
un estado mental: una convicción de que<br />
a través de las maravillas de la tecnología,<br />
la economía ha entrado en un estado de<br />
permanente éxtasis. Todo es una promesa<br />
y no hay peligros”. Ese estado mental incluía<br />
la tesis del final de los ciclos económicos<br />
(sucesivas expansiones y contracciones<br />
económicas: depresión, recuperación,<br />
auge y recesión); la NE, en su<br />
versión más épica, rompe con la idea de<br />
que el crecimiento tiene su final y, en sentido<br />
contrario, incorpora la de que puede<br />
haber un crecimiento continuo.<br />
En la valoración de la NE se distinguen<br />
los que opinan que el centro de la<br />
misma es la flexibilidad de las herramientas<br />
económicas que comporta, y los que<br />
inciden con más énfasis en la revolución<br />
tecnológica que la acompaña: la difusión<br />
radical y la utilización generalizada de<br />
nuevas tecnologías del conocimiento. Lo<br />
comparan a momentos históricos como la<br />
aparición de la máquina de vapor, de la<br />
electricidad o del ferrocarril; episodios<br />
que han tenido lugar en la historia en<br />
muy pocas ocasiones y que han inducido<br />
cambios profundos en los procesos de<br />
producción y comercialización, en los<br />
mercados y en las instituciones, con la<br />
multiplicación de los productos y de los<br />
servicios a disposición de los ciudadanos.<br />
La polémica académica consiste en si<br />
fue antes la tecnología o la economía; si la<br />
incorporación de las nuevas tecnologías de<br />
la información, y en particular la infraestructura<br />
que proporciona Internet, lleva<br />
irremediablemente a una adaptación de<br />
las funciones de producción, distribución,<br />
comercialización y organización de las empresas.<br />
O al revés: si una mayor flexibiliza-<br />
14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
ción en los mecanismos del nacimiento de<br />
las empresas (menores costes y plazos de<br />
tramitación) y de su desaparición cuando<br />
los proyectos fracasan, si una mayor capacidad<br />
de emprender y la existencia de condiciones<br />
más propicias para la asunción de<br />
riesgos, si un sistema financiero flexible<br />
con más instrumentos para la cobertura<br />
de proyectos empresariales, con un mayor<br />
equilibrio entre la intermediación bancaria<br />
tradicional y los mercados de capitales…<br />
son los instrumentos que determinan<br />
la NE como una economía del conocimiento,<br />
apoyados en las tecnologías.<br />
Sea como fuere, la combinación de<br />
estabilidad macroeconómica (baja inflación,<br />
desaparición del déficit público…)<br />
con la aplicación masiva de la informática<br />
y de Internet, más el impacto de la globalización<br />
(con fenómenos como la aproximación<br />
al ciudadano de un número casi<br />
infinito de productos de todo el mundo,<br />
o el abandono por parte de las empresas<br />
de la necesidad de inventarios, al tener a<br />
su alcance las mercancías en el momento<br />
de ser demandadas) y la liberalización de<br />
amplios sectores de la producción, los servicios<br />
o el capital… todo ello caracteriza a<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
la NE, multiplicando los beneficios de<br />
quienes pueden incorporarse a ella (que<br />
no son todos los ciudadanos), ya que<br />
mantiene en el tiempo los procesos de inversión<br />
y multiplica la productividad. En<br />
el extremo teórico, la NE transformaría al<br />
ciudadano en un cliente universal que posee<br />
el poder de decisión, y a cada individuo<br />
en una especie de capitalista sui géneris.<br />
En este sentido, la NE define nada<br />
menos que un proyecto de sociedad –una<br />
especie de weltanschauung– que permitiría<br />
terminar con la alternancia del crecimiento<br />
y la recesión.<br />
Aumentos de productividad<br />
Para los hagiógrafos de la NE no hay novedad<br />
filosófica en la misma; sólo en los instrumentos<br />
que aplica. El secretario del Tesoro<br />
de EE UU, Lawrence Summers, afirma<br />
que “la NE está construida sobre viejas<br />
virtudes: ahorro, inversión y dejar operar a<br />
las fuerzas del mercado” 4 . El corazón de la<br />
4 Citado por Emilio Ontiveros en La nueva economía,<br />
en CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 103,<br />
págs. 16 a 26, junio de 2000.<br />
NE son los aumentos de productividad,<br />
como elemento básico de una economía<br />
en lo que respecta a la capacidad de competir<br />
en los mercados, ya que indica el mejor<br />
o peor uso que se hace de los factores<br />
de producción; la productividad es la clave<br />
de los estándares de vida de una sociedad y<br />
mide la producción horaria de un trabajador<br />
promedio. Por primera vez en una generación,<br />
la productividad de los ciudadanos<br />
estadounidenses se ha acelerado sustantivamente:<br />
de 1996 a 1999 la productividad<br />
creció a una media del 2,6% anual, frente al<br />
1,4% anual de 1974 a 1995. Al 1,4%<br />
anual, los estándares de vida se duplican en<br />
50 años; al 2,6% se duplican en 27 años.<br />
En 1999, último año computado, la productividad<br />
expresó otro crecimiento espectacular:<br />
el último trimestre de ese año había<br />
aumentado un 5%, mientras los costes laborales<br />
bajaron un 1%; en el conjunto del<br />
ejercicio la productividad subió un 2,9%,<br />
y los costes laborales crecieron tan sólo un<br />
1,8%.<br />
La representación geográfica por excelencia<br />
de la NE son, pues, Estados Unidos<br />
y su antecedente, la era Clinton. Hay<br />
una identificación casi total entre NE y<br />
15
QUIENES TIENEN TENDRÁN MÁS<br />
EE UU. Incluso dentro del periodo de los<br />
dos mandatos de la presidencia de Clinton<br />
se puede hacer una diferenciación:<br />
desde 1992 la economía crece, disminuye<br />
la inflación, se reduce el déficit público,<br />
aumenta el empleo y la productividad,<br />
pero es desde 1996 cuando esos fenómenos<br />
se hacen más nítidos. Durante tres<br />
años seguidos, 1997, 1998 y 1999, la<br />
economía americana ha crecido por encima<br />
del 4%, lo que no ocurría desde la<br />
segunda mitad de los años sesenta. Un<br />
círculo virtuoso, si no se contemplan los<br />
aspectos distributivos del bienestar: crecimiento,<br />
inflación domeñada, pleno empleo<br />
y superávit de las cuentas públicas<br />
(124.000 millones de dólares de superávit<br />
presupuestario en 1999).<br />
En ese periodo se ha dado una reestructuración<br />
acelerada de la economía de<br />
EE UU: un tercio de su crecimiento económico<br />
se debe a las inversiones en telecomunicaciones<br />
y en informática. El centro<br />
de la NE es el Valle del Silicio. Según<br />
algunos analistas, en Silicon Valley se ha<br />
producido la mayor generación de riqueza<br />
de toda la historia de la humanidad:<br />
un grupo de ingenieros y un puñado de<br />
empresas y sociedades de capital riesgo<br />
–dispuestas a financiar la explosión de innovación<br />
y creatividad tecnológica que se<br />
estaba generando allí– transformaron la<br />
economía americana no sólo en sus resultados<br />
cuantitativos, sino en cuanto a las<br />
formas de producción y organización.<br />
El invento se llamaba democratización<br />
de Internet. Según una investigación<br />
de la Universidad de Texas sobre el impacto<br />
de Internet en la economía de Estados<br />
Unidos, elaborada en 1998 por encargo<br />
de Cisco Systems, se daban las siguientes<br />
transformaciones:<br />
– Internet proporcionó unos ingresos<br />
mundiales superiores a 300.000 millones<br />
de dólares a las empresas norteamericanas,<br />
y dio trabajo a 1,2 millones de personas.<br />
Las empresas de EE UU son responsables<br />
del 85% de los ingresos totales de<br />
la economía de Internet.<br />
– Tras cinco o seis años de funcionamiento,<br />
esa economía (la de Internet) puede<br />
mirar a la cara –y pronto superará– a industrias<br />
como la del automóvil (cuyo valor<br />
comparativo es de 350.000 millones de dólares),<br />
la energía (223.000 millones) o las<br />
telecomunicaciones (270.000 millones).<br />
– Si se comparan esos 300.000 millones<br />
de dólares que genera Internet en<br />
EE UU con el PIB de los países, se situaría<br />
como la economía decimoctava del<br />
mundo, por detrás de Suiza y por delante<br />
de Argentina.<br />
Según un informe de 1998, del Departamento<br />
de Comercio de EE UU, el<br />
22% del crecimiento del PIB de EE UU<br />
se debió a las industrias de la información.<br />
Haciendo prospectiva, señala que en<br />
el año 2006, la mitad de los ciudadanos<br />
norteamericanos (el 49%) trabajará en<br />
compañías productoras o usuarias de productos<br />
y servicios de tecnología de la información.<br />
Según cifras proporcionadas<br />
por Nortel Networks, una de las primeras<br />
empresas del mundo en equipos para telecomunicaciones,<br />
la economía generada<br />
por Internet se convertirá en 2003 en la<br />
tercera más grande del mundo, tras Estados<br />
Unidos y Japón, y por encima del<br />
PIB alemán, francés o británico.<br />
El semanario Business Week ha descrito<br />
siete pasos para avanzar desde la vieja economía,<br />
o economía tradicional, a la NE:<br />
1. Incrementar el porcentaje que la<br />
inversión empresarial en tecnología representa<br />
sobre el PIB.<br />
2. Reestructurar las empresas mejorando<br />
la eficiencia y creando los incentivos<br />
para que aumenten su intensidad de<br />
capital y el uso de nuevas tecnologías.<br />
3. Desregular los mercados de capitales<br />
para hacer posible que la competencia<br />
entre los distintos instrumentos financieros<br />
permita que los inversores elijan la<br />
combinación deseada de liquidez, rentabilidad<br />
y riesgo.<br />
4. Desarrollar las instituciones de capital<br />
riesgo y facilitar la salida a Bolsa de<br />
nuevas empresas.<br />
5. Fomentar la cultura empresarial (es<br />
decir, la predisposición a asumir riesgos) y<br />
facilitar el inicio de nuevos negocios.<br />
6. Acelerar la desregulación de las telecomunicaciones<br />
y del mercado de trabajo.<br />
7. Adaptar la política monetaria a las<br />
realidades del nuevo ciclo, evitando la<br />
tentación de subir preventivamente los tipos<br />
de interés para conjurar los riesgos de<br />
un rebrote de la inflación, que muy probablemente<br />
no se va a producir nunca.<br />
Las bolsas de valores<br />
Una de las representaciones más concretas<br />
de la NE se da en las bolsas de valores.<br />
Nunca ha habido tantos ciudadanos invirtiendo<br />
sus ahorros –o endeudándose–<br />
en los mercados bursátiles (tampoco nunca<br />
ha habido tantos ciudadanos invirtiendo<br />
en acciones de compañías de las que<br />
apenas saben nada; tan sólo intuyen sus<br />
expectativas de creación de valor), hasta<br />
tal punto que el comportamiento de estos<br />
mercados se ha convertido en una fuente<br />
autónoma del crecimiento económico.<br />
Busquemos una instantánea estática. Día<br />
29 de marzo de 2000; en esa fecha, los<br />
medios de comunicación reproducen la<br />
siguiente noticia: el fabricante de equipos<br />
para Internet Cisco Systems se convirtió<br />
ayer en la corporación más valiosa del<br />
mundo al superar en cotización bursátil a<br />
Microsoft. Cisco tenía una capitalización<br />
de 555.400 millones de dólares (alrededor<br />
de 94,4 billones de pesetas), y Microsoft<br />
541.600 millones de dólares (92,01<br />
billones de pesetas). [En ese momento el<br />
PIB español era de unos 98 billones de<br />
pesetas, lo que sirve para hacer analogías].<br />
En el ranking de capitalización bursátil,<br />
detrás de Cisco y Microsoft, dos compañías<br />
de informática representativas de la<br />
NE, figuraban General Electric, Intel, ExxonMobil,<br />
Oracle, IBM, Lucent, Citigroup<br />
y Nortel. Cisco se había creado tan<br />
sólo 14 años antes, en el campus de la<br />
Universidad de Stanford, en California, y<br />
salió a Bolsa en 1990. Las acciones de<br />
Cisco se estaban negociando a un precio<br />
que supone 136 veces sus ganancias; si un<br />
inversor hubiera comprado 10.000 dólares<br />
de la compañía hace 10 años, en ese<br />
momento su capital sería nada menos que<br />
de unos 13,6 millones de dólares. Cisco<br />
superó a Microsoft cuando la empresa de<br />
Bill Gates sufrió su derrota ante el Departamento<br />
de Justicia de Estados Unidos y<br />
fue sentenciada por abuso de su monopolio.<br />
En esas fechas, el juez Thomas Penfield<br />
Jackson declaró a Microsoft culpable<br />
de violar la ley Sherman antimonopolio,<br />
aprobada hace más de un siglo (1890) para<br />
hacer frente a gigantes como la Standard<br />
Oil de John Rockefeller. El juez<br />
Jackson escribió en su sentencia: “Microsoft<br />
mantuvo su posición monopolista<br />
(en el mercado de sistemas operativos)<br />
por métodos contrarios a la competencia<br />
e intentó monopolizar también el mercado<br />
de navegadores por Internet”. Con sólo<br />
25 años de existencia, Microsoft, la<br />
empresa más señera de la NE, ha devenido<br />
en una de las compañías más antiguas<br />
del mercado Nasdaq, tal es el nivel de rotación<br />
empresarial. La paradoja es que<br />
Microsoft es al mismo tiempo la parábola<br />
más nítida de la NE y un monstruo anticompetencia,<br />
según la sentencia del juez<br />
Jackson.<br />
En este tiempo se ha pasado de una<br />
generación Dow Jones (los amos del<br />
universo, de Tom Wolfe) a una generación<br />
Nasdaq (el mercado electrónico, nacido en<br />
1971, es el lugar favorito en el que las empresas<br />
innovadoras, denominadas star-ups,<br />
formadas con dinero aportado por las sociedades<br />
de capital riesgo, buscan las inyecciones<br />
de financiación que necesitan)<br />
16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
que cree que mirar al pasado y seguir las<br />
lecciones de la historia es un engorro en<br />
las bolsas de valores, ya que Dios las creó<br />
precisamente para enriquecerlos. Que hay<br />
descensos del valor de las acciones, sí, pero<br />
muy coyunturales y extraordinarios,<br />
porque lo ordinario es que suban y conseguir<br />
plusvalías de al menos el 50%. La<br />
Bolsa y los valores tecnológicos devienen<br />
en el nuevo Eldorado de esa generación.<br />
Como ha escrito el catedrático de Economía<br />
de la Empresa Emilio Ontiveros, en<br />
el mercado Nasdaq “se registran acciones<br />
de aquellas empresas que, además de pertenecer<br />
genéricamente al cada vez más<br />
amplio sector de las nuevas tecnologías,<br />
disponen de una potencialidad de crecimiento<br />
y, en todo caso, de volatilidad en<br />
su precio que aconseja segregarlas de los<br />
demás mercados organizados configurando<br />
una plataforma de negociación específica,<br />
susceptible de admitir variaciones en<br />
el precio de una misma jornada de contratación<br />
muy superiores a las aceptadas<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
en los mercados de acciones tradicionales.<br />
Son las expectativas, concepto clave en los<br />
nuevos esquemas de valoración, las que<br />
pasan a jugar un papel dominante, mucho<br />
mayor, en todo caso, que las evidencias<br />
que arrojan las cuentas de resultados<br />
actuales o históricas o los recursos propios<br />
de las empresas cotizadas, cuestionando<br />
en muchos casos cualquier atisbo de racionalidad<br />
propio de los tradicionales<br />
principios de valoración de empresas” 5 .<br />
En el segmento bursátil de la NE las<br />
ideas se valoran extraordinariamente.<br />
Hasta tal punto que algunas empresas de<br />
capital riesgo han acudido a proyectos<br />
que ni siquiera tenían plan de negocios,<br />
ya que el sector evoluciona tan rápidamente<br />
que no hay tiempo para realizarlos<br />
o actualizarlos. Traducir ideas en empresas<br />
es la mejor definición de la capacidad<br />
de emprender. Para que ello sea así, el<br />
marco institucional (desde la tramitación<br />
administrativa de los nacimientos de empresas<br />
hasta la estructura del sistema financiero)<br />
debe propiciar la asunción de<br />
riesgos con más amplitud que en otros<br />
ámbitos de la economía tradicional. Nace<br />
así el concepto de “incubadoras de empresas”.<br />
Las “incubadoras” son instrumentos<br />
destinados a facilitar el crecimiento<br />
de empresas a través del suministro de<br />
diversos recursos y servicios de apoyo<br />
esenciales en los primeros momentos de<br />
la vida de una empresa (hospedaje de oficinas,<br />
equipamiento informático, servicios<br />
de gestión, etcétera). Se da una complicidad<br />
activa de las “incubadoras” con<br />
las escuelas de administración de empresas<br />
de las universidades, canalizando a los<br />
nuevos graduados hacia la creación de<br />
empresas, en especial en el sector de las<br />
tecnologías de la información. Sólo los estudiantes<br />
y los profesores del MIT han<br />
creado más de 4.000 empresas en los últimos<br />
10 años, con una capitalización bursátil<br />
superior a la del total de la Bolsa española;<br />
el espíritu emprendedor inculcado<br />
a los estudiantes, unido a las<br />
facilidades de obtención de capital riesgo<br />
y a la facilidad para cotizar en Bolsa sin<br />
obtener beneficios inmediatos, son los<br />
factores fundamentales de esa explosión<br />
de empresas tecnológicas. Hay una conexión<br />
directa entre la financiación de empresas<br />
recién nacidas y los mercados bursátiles<br />
mediante la extensión de las modalidades<br />
de capital riesgo: el destino de<br />
cualquier empresa de este sector, una vez<br />
que ha recibido la inyección de recursos<br />
5 Ídem.<br />
JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />
para afianzar sus proyectos, no es otro<br />
que la salida a Bolsa mediante la oferta<br />
pública de acciones, devorada por una<br />
amplia comunidad de inversores, muchas<br />
veces escasamente acostumbrados a invertir<br />
sus ahorros en los mercados de valores.<br />
Cuando se producen pérdidas, los<br />
primeros perjudicados son los pequeños<br />
accionistas, aquellos que han dispuesto<br />
sus ahorros o se han endeudado para<br />
comprar acciones de cualquier compañía<br />
que se denomine “.com”. Muchos de ellos<br />
lo hacen a través de un efecto emulación<br />
(ven a sus conciudadanos ganar mucho<br />
dinero); en ocasiones ni siquiera saben a<br />
qué se dedica la empresa en la que han invertido<br />
su dinero (leído en la prensa: “Ni<br />
sé qué hacen ni me importa. Miré el sector,<br />
que estaba subiendo mucho, y averigüé<br />
que todavía había siete que todavía<br />
no habían despegado. Compré acciones<br />
de todas. Dos meses más tarde tres de<br />
ellas habían triplicado su valor, una lo había<br />
multiplicado por siete, y otras tres seguían<br />
deambulando por la parte baja del<br />
índice, sin muchos movimientos. Ya las<br />
he vendido todas”).<br />
La casuística se complica con el apalancamiento<br />
(comprar valores endeudándose).<br />
En Estados Unidos se ha hecho popular<br />
el llamado efecto riqueza: las familias<br />
norteamericanas se sienten más ricas de lo<br />
que realmente son, a pesar de que sus ingresos<br />
están estancados, como media, desde<br />
1989. La razón está en Wall Street: un<br />
48% de los hogares invierte en Bolsa, y el<br />
valor medio de sus inversiones alcanza los<br />
cuatro millones de pesetas. El ingreso medio<br />
por familia es ahora muy poco superior<br />
al de 1989: 5,37 millones de pesetas<br />
frente a 5,28 millones. Lo que contrasta<br />
con la riqueza neta familiar: el promedio<br />
ha pasado de 9,6 millones de pesetas a<br />
11,5 millones; una subida de casi el 17%<br />
debido a las inversiones bursátiles.<br />
Los préstamos a los inversores para<br />
comprar acciones se han disparado. El inversor<br />
solicita a su intermediario bursátil<br />
un préstamo para comprar acciones. La<br />
perversidad del mecanismo es la siguiente:<br />
si el valor de las acciones compradas a<br />
crédito cae por debajo de un determinado<br />
nivel, los intermediarios bursátiles pasan<br />
el mensaje de que o se aporta más dinero<br />
o venden las acciones, en algunos casos de<br />
forma inmediata. Ese mensaje ejerce un<br />
efecto nocivo para el mercado en general.<br />
Un porcentaje muy alto de los inversores<br />
endeudados que reciben el toque de atención<br />
de su intermediario no tiene liquidez,<br />
por lo que tienen que vender sus acciones.<br />
La venta forzada de acciones arras-<br />
17
QUIENES TIENEN TENDRÁN MÁS<br />
tra el índice hacia abajo, lo que provoca<br />
que nuevos inversores se queden al descubierto:<br />
nuevas ventas, siguen las caídas,<br />
etcétera.<br />
Las experiencias traumáticas se olvidan<br />
pronto. El recuerdo de las catástrofes<br />
bursátiles es muy débil. En su Breve historia<br />
de la euforia financiera, Galbraith hace<br />
una invitación a la cautela, una llamada<br />
de atención contra la posibilidad de convertirse<br />
en víctima de la más ineludiblemente<br />
cierta de las aberraciones del capitalismo:<br />
la emoción generada por los, en<br />
apariencia, nuevos instrumentos financieros<br />
y por el presunto genio de sus artífices.<br />
“Unos y otros”, escribe Galbraith,<br />
“desencadenan la seductora dinámica de<br />
la especulación, dinámica que, hasta el<br />
día del desencanto, parece venir justificada<br />
por la perspectiva del enriquecimiento<br />
personal. Las acciones de los que persiguen<br />
la riqueza fuerzan al alza el precio de<br />
los valores, los terrenos o las obras de arte,<br />
y por tanto reafirman las expectativas. El<br />
proceso continúa hasta que se agotan los<br />
recursos de quienes buscan el enriquecimiento<br />
o, acaso, hasta que algún suceso<br />
externo precipita la gran e inevitable carrera<br />
para abandonar” 6 .<br />
Los valores tecnológicos, representados<br />
en el Nasdaq, han tenido un largo periodo<br />
de impunidad. Parecía que sólo podían<br />
subir, y exponencialmente. El 14 de<br />
abril de 2000 cambió el sentido de su valoración<br />
en las bolsas y se inició una etapa<br />
de picos de sierra y tendencia a la baja.<br />
Ese día se publicó en Estados Unidos una<br />
serie de datos sobre la coyuntura, que incluían<br />
la aparición de tensiones inflacionistas,<br />
lo que inmediatamente generó expectativas<br />
de subidas de tipos de interés.<br />
Wall Street primero, y luego el resto de<br />
los mercados mundiales, comenzaron un<br />
periodo de inestabilidad y confusión. Y<br />
con ello un punto de inflexión.<br />
Los datos de ese 14 de abril y días siguientes<br />
indican una especie de minicrash<br />
en el corto plazo que había tenido, 10 días<br />
antes, un inquietante precedente: la condena<br />
a Microsoft por violar las leyes antimonopolio.<br />
El 4 de abril el índice Nasdaq<br />
abría en las primeras horas de la jornada<br />
con una caída brutal: 700.000 millones de<br />
dólares se hacían humo virtual. El 14 se<br />
conocía el índice de inflación correspondiente<br />
al mes de marzo (0,7%), lo que<br />
provocó otra gran caída, que esta vez afectó<br />
también a los valores tradicionales, re-<br />
6 John Kennett Galbraith: Breve historia de la euforia<br />
financiera, pág. 98. Ariel, Barcelona, 1987.<br />
presentados en el Dow Jones; según algunos<br />
cálculos, entre el 4 y el 14 de abril se<br />
evaporaron 2,1 billones de dólares (un billón<br />
solamente en la jornada del 14, la<br />
más grande caída absoluta en un solo día<br />
en la Bolsa), lo que equivale a la totalidad<br />
de la deuda externa del Tercer Mundo.<br />
Ganadores y perdedores<br />
La NE no ha cambiado una de las tendencias<br />
centrales de la globalización: la<br />
desigualdad. El capitalismo global es el<br />
marco de referencia de nuestra época, y<br />
dentro del mismo no cabe hacer análisis<br />
parciales de una sóla parte del planeta. La<br />
NE no es un fenómeno universal, sino<br />
que ha tenido su laboratorio de prácticas<br />
en Estados Unidos e intenta trasladarse a<br />
la Unión Europea. Pero mientras esta parte<br />
del mundo ensaya, dentro de la abundancia,<br />
el final de la teoría de los ciclos,<br />
otra parte no ha entrado todavía en la revolución<br />
industrial. Los datos indican<br />
que la globalización está multiplicando el<br />
bienestar en los países ricos (sin entrar en<br />
los aspectos de distribución de ese bienes-<br />
tar) y ha creado una nueva categoría de<br />
países: los países emergentes, que se han<br />
despegado de los países pobres y tienden<br />
a comportarse como países desarrollados.<br />
Pero si es capaz de engendrar lo mejor,<br />
también lo es de generar lo peor. Bastan<br />
para convencerse de ello las cifras que<br />
cada año, desde 1990, publica el Programa<br />
de las Naciones Unidas para el Desarrollo<br />
(PNUD). Recordemos algunas de<br />
las más estrepitosas: en 1999 unos 1.200<br />
millones de personas sobreviven cada día<br />
con menos de un dólar; la riqueza combinada<br />
de las 200 personas más ricas del<br />
mundo ascendió a un billón de dólares,<br />
10 veces más que la suma de los ingresos<br />
de 582 millones de habitantes de los 43<br />
países menos desarrollados; 790 millones<br />
de personas no están adecuadamente alimentadas;<br />
el analfabetismo y la falta de<br />
acceso al agua potable afectan a mil millones,<br />
etcétera. Lo significativo no son<br />
sólo los números, sino la tendencia: de<br />
año en año aumenta la diferencia en la<br />
renta y la riqueza entre esas dos partes del<br />
mundo.<br />
18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
En su libro La riqueza y la pobreza de<br />
las naciones, que estudia la distancia que<br />
media entre países ricos y pobres, el historiador<br />
David Landes afirma que la relación<br />
entre la renta per cápita de la nación<br />
más rica, digamos Suiza, y la del país no<br />
industrializado más pobre, Mozambique,<br />
es de 400 a 1; hace 250 años esa relación<br />
entre la nación más rica y la más pobre<br />
era quizá de cinco a uno, y la diferencia<br />
entre Europa y, por ejemplo, el este o el<br />
sur de Asia giraba en torno al 1,5 o 2 a<br />
1 7 . El presidente del Banco Mundial, James<br />
Wolfhenson (entidad que últimamente<br />
ha acelerado su mensaje social ante<br />
las críticas recibidas), daba en 1998 una<br />
conferencia titulada La otra crisis, en la<br />
que decía: “Mientras hablamos de crisis<br />
financiera, en todo el mundo 1.300 millones<br />
de personas subsisten con menos<br />
de un dólar al día; 3.000 millones viven<br />
con menos de dos dólares al día; 1.300<br />
millones no tienen agua potable; 3.000<br />
millones carecen de servicios de saneamiento<br />
y 2.000 millones no tienen electricidad…”.<br />
Según un informe del Banco Mundial<br />
dado a conocer en junio de 2000 8 , la situación<br />
era la siguiente: el África subsahariana,<br />
excluyendo Suráfrica, tiene menos<br />
carreteras que Polonia, menos de un<br />
quinto de la población tiene electricidad,<br />
uno de cada cinco africanos vive en un<br />
país en guerra y la mayoría vive a dos horas<br />
del teléfono más próximo. El nivel de<br />
vida en el subcontinente era en ese momento<br />
más bajo que a finales de los años<br />
sesenta. La producción económica colectiva<br />
de los 48 países del África subsahariana<br />
no es mucho mayor que la de Bélgica;<br />
su contribución al PIB mundial apenas<br />
supone el 1% y tan sólo representa el 2%<br />
del comercio internacional. Además, su<br />
participación en la exportación global de<br />
bienes manufactureros es casi nula. “Durante<br />
los pasados 30 años”, señala el informe,<br />
“África ha perdido la mitad de su<br />
cuota de mercado en el comercio global,<br />
incluido el tradicional de materias primas”.<br />
Menos de la mitad de la población<br />
tiene acceso al agua potable o a algún tipo<br />
de servicio sanitario; sólo el 16% de las<br />
carreteras están asfaltadas; de los 10 millones<br />
de teléfonos que existen en la región,<br />
la mitad está en Suráfrica, y sólo<br />
hay 10 líneas por cada 1.000 habitantes,<br />
7 David Landes: La riqueza y la pobreza de las<br />
naciones, pág. 15, Crítica, Barcelona, 1999.<br />
8 Banco Mundial: ‘¿Puede África aspirar al siglo<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
mientras que en Europa hay 204 y en<br />
América Latina, 110.<br />
Las desigualdades, que han aumentado<br />
exponencialmente en las últimas dos<br />
décadas (en el periodo de hegemonía de<br />
la revolución conservadora), no se producen<br />
sólo entre el Primer y el Tercer Mundo,<br />
sino también en el interior de las propias<br />
sociedades. Por ejemplo, en la zona<br />
norteamericana de la NE. Pese a la expansión<br />
de la década de los noventa, el foso<br />
entre ricos y pobres aumenta: en conjunto,<br />
los ricos son ahora más ricos mientras<br />
los pobres se mantienen como hace 10<br />
años, según un estudio conjunto del Instituto<br />
de Política Económica y del Centro<br />
para las Prioridades Presupuestarias. Tal<br />
estudio divide a las familias estadounidenses<br />
en cinco grupos de igual tamaño,<br />
en función de sus niveles de renta. Sus<br />
conclusiones son las siguientes:<br />
– El grupo más acomodado, el 20%<br />
de los hogares que a finales de los noventa<br />
ingresaban anualmente, antes de pagar<br />
impuestos, una media de 137.000 dólares,<br />
está 10 veces mejor situado económicamente<br />
que el más desfavorecido, el<br />
20% de los que ingresaban una media de<br />
13.000 dólares.<br />
– El agravante es que este abismo era<br />
menor a finales de los ochenta, antes de<br />
que comenzara el actual ciclo de crecimiento,<br />
el más largo y robusto de la historia<br />
contemporánea de EE UU.<br />
– Los ingresos reales, una vez descontada<br />
la inflación, del segmento de población<br />
más rico crecieron entre 1988 y 1998<br />
un 15%, mientras que los de los grupos<br />
más pobres lo hicieron apenas un 1%; las<br />
rentas de los obreros y las clases medias se<br />
han estancado o incluso han caído.<br />
– Los salarios de los trabajadores no<br />
cualificados apenas se han incrementado<br />
en términos reales durante el actual ciclo;<br />
el bajo nivel de desempleo ha conseguido<br />
por lo menos que no se redujeran, como<br />
ocurrió en los setenta y ochenta.<br />
– Los ingresos de empleados, directivos,<br />
inversores, profesionales y trabajadores<br />
cualificados se han disparado bajo la<br />
presidencia de Clinton, a través de las subidas<br />
de las retribuciones salariales, mediante<br />
entrega de bonos o pagas, incentivos<br />
como las stock options y ganancias de<br />
Bolsa.<br />
Un informe de la Reserva Federal corrobora<br />
las anteriores tendencias: los ingresos<br />
de la familia media estadounidense,<br />
ajustados a la inflación, aumentaron<br />
entre 60.900 dólares y 71.600 dólares<br />
anuales entre 1995 y 1998, pero sobre todo<br />
por el tirón de los más afortunados. El<br />
JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />
porcentaje de familias que tienen acciones<br />
en la Bolsa subió desde el 31,6% en 1988<br />
al 48,8% en 1998. Las familias menos<br />
afortunadas, las que ganan menos de<br />
50.000 dólares anuales, han empeorado<br />
su situación relativa.<br />
La NE, como la globalización, aumenta<br />
la riqueza, pero ésta acaba fundamentalmente<br />
en manos de dos tipos de<br />
personas: aquellos que se benefician del<br />
amplio acceso a las tecnologías y al capital<br />
(los trabajadores de los países emergentes)<br />
y los sectores de los países avanzados que,<br />
directa o indirectamente, venden tecnología<br />
y capital (los ricos y los cultos). Pero,<br />
¿qué se hace con los demás, con los que<br />
quedan fuera de la fiesta de la distribución<br />
de la riqueza y el poder? Al mismo<br />
tiempo que el capitalismo global crea riqueza<br />
y ha sido más beneficioso que cualquier<br />
otro sistema para una parte de la<br />
humanidad, la concentra en exceso y produce<br />
una extraordinaria desigualdad. Hay<br />
muchos excluidos del bienestar.<br />
Y se hace verdad la canción de Billy<br />
Holiday: “Quienes tienen tendrán más”. n<br />
XXI?’. Citado en El País, 16 de junio de 2000. Joaquín Estefanía es escritor y periodista.<br />
19
E<br />
l objetivo final de los nacionalistas<br />
vascos de todas las tendencias ha sido<br />
siempre, desde los tiempos de Sabino<br />
Arana hasta hoy, la construcción de una nación<br />
vasca constituida, de forma exclusiva o<br />
predominante, por aquellos a quienes ellos,<br />
los abertzales, definen como vascos con arreglo<br />
a un criterio de etnicidad que ha ido variando<br />
con el tiempo.<br />
Lo que ha cambiado a lo largo de la historia<br />
y lo que distingue hoy a los distintos<br />
partidos, grupos y tendencias abertzales es la<br />
extensión territorial y la forma política (comunidad<br />
autónoma, Estado independiente,<br />
“entidad” soberana, etcétera) que postulan o<br />
aceptan para esa anhelada nación vasca, así<br />
como los medios utilizados para lograrla<br />
(pacíficos o violentos); pero la distinción<br />
étnica y la consiguiente discriminación política<br />
entre vascos y no-vascos definida de<br />
uno u otro modo es tan consustancial al<br />
nacionalismo vasco como la distinción étnico-política,<br />
y la consiguiente discriminación<br />
legal entre nacionales y “extranjeros”, lo<br />
es a cualquier nacionalismo de cualquier<br />
nación-Estado.<br />
La eliminación física por ETA de cuantos<br />
“no-vascos” o “malos vascos”, opuestos a su<br />
proyecto político, le permite su “capacidad<br />
operativa” deja pocas dudas acerca de los<br />
nulos escrúpulos que tendría la “organización<br />
armada” si gozara del poder suficiente<br />
para llevar a cabo la “limpieza étnica” que su<br />
proyecto de nación vasca demanda; pero<br />
sería incierto e injusto, incluso después de<br />
Lizarra, defender que el PNV y EA están<br />
dispuestos a seguirle incondicionalmente<br />
por ese imposible camino genocida (imposible<br />
de facto, dada la escasa y decreciente capacidad<br />
de ETA para matar). Los nacionalistas<br />
del PNV o EA no desean ni necesitan<br />
la eliminación física de los “no-vascos” o<br />
“malos vascos” (llámeseles maketos, inmigrantes,<br />
españoles, “españolistas”, sociatas,<br />
“populares” o renegados); se conforman con<br />
su eliminación social, con su discriminación<br />
EUSKADI E ISRAEL<br />
<strong>JUAN</strong> <strong>ARANZADI</strong><br />
política y su exclusión ideológica, con su<br />
reducción al ostracismo y a la irrelevancia.<br />
Ese objetivo nacionalista de discriminación<br />
social y política entre “vascos” y “novascos”<br />
lo han perseguido el PNV y EA, y lo<br />
siguen persiguiendo, incluso después de Lizarra,<br />
por medios pacíficos y democráticos,<br />
respetando escrupulosamente las reglas del<br />
juego características de la forma de gobierno<br />
que habitualmente se designa como democracia<br />
y que es la que, sin sombra alguna de<br />
duda, impera en España. Obviamente, no<br />
es el caso de ETA y EH, cuyo instrumento<br />
principal para construir la nación vasca es el<br />
terrorismo.<br />
En cuanto a la forma de gobierno que el<br />
PNV y EA desean y postulan para la nación<br />
vasca, bajo la forma de comunidad autónoma<br />
o de Estado independiente, ésta es sin<br />
duda alguna la democracia, es decir, un sistema<br />
parlamentario representativo con división<br />
de poderes, libertad de partidos, etcétera.<br />
Y, nos guste o no, por cínico e increíble<br />
que pueda parecernos, ésa es<br />
también la forma de gobierno que ETA dice<br />
postular para la nación vasca: tras muchos<br />
años de indefinición ideológica sobre<br />
ese punto, durante los cuales, sin embargo,<br />
ETA suscribía la crítica marxista revolucionaria<br />
a la “democracia burguesa”, sus últimos<br />
comunicados muestran que también<br />
ETA se ha convencido de las virtudes de la<br />
democracia como forma de gobierno para la<br />
nación vasca formada por aquellos a quienes<br />
ella, la organización armada, defina como<br />
“vascos”.<br />
Pueden resultar paradójicas, indigeribles<br />
y escandalosas, pero las dos siguientes afirmaciones<br />
me parecen irreprochables: a) el<br />
PNV y EA, los nacionalistas “moderados”,<br />
persiguen por medios pacíficos y democráticos<br />
la construcción de una nación vasca<br />
cuya forma de gobierno, la democracia parlamentaria,<br />
discrimine socialmente a los<br />
“no-vascos”; b) ETA y EH, los abertzales<br />
“radicales”, persiguen por medios violentos<br />
y antidemocráticos la construcción de una<br />
nación vasca que excluya a los “no-vascos” y<br />
en la que sólo aquéllos a quienes ellos definen<br />
como “vascos” disfruten de una forma<br />
de gobierno democrática.<br />
Para que esas dos afirmaciones adquieran<br />
todo su sentido es preciso hacer explícita una<br />
distinción cuyo simultáneo uso y difuminación<br />
es muy frecuente en la retórica política:<br />
la distinción entre la democracia como simple<br />
forma de gobierno, como sistema de reglas<br />
del juego político (definida por la representación<br />
parlamentaria, la división de poderes,<br />
la libertad de partidos, etcétera), y la<br />
democracia como ideología definida por un<br />
sistema de valores (igualdad de todos los<br />
hombres; legitimación exclusiva del poder<br />
político en la voluntad de los individuos; rechazo<br />
de toda fundamentación religiosa, naturalista,<br />
tradicional o historicista del poder<br />
político o el estatus social, etcétera). Sólo a<br />
la luz de esa necesaria distinción se percibe la<br />
demagógica falacia encerrada en la presentación<br />
de los perfiles actuales del conflicto político<br />
en el País Vasco como una cruzada maniquea<br />
de los demócratas constitucionalistas<br />
contra el fascismo de ETA y sus “compañeros<br />
de viaje” del PNV y EA.<br />
El fascismo de ETA<br />
Si los que califican de fascistas a los etarras y<br />
filoetarras persiguen con ese calificativo algo<br />
más que su propia catarsis, algo más que insultarles,<br />
algo más que llamarles criminales,<br />
asesinos, hijos de puta; si persiguen añadir<br />
algo con un mínimo valor analítico, cognitivo,<br />
no sólo se equivocan, sino que contribuyen<br />
a oscurecer gravemente importantes<br />
dimensiones del problema.<br />
Más allá de su obvia aplicabilidad a quienes<br />
explícitamente se proclamaron o proclaman<br />
fascistas o nacional-socialistas y a<br />
quienes profesan una concepción organicista<br />
y totalitaria de la sociedad y del Estado,<br />
la categoría de “fascismo” adolece de<br />
una notable indefinición y ambigüedad que<br />
20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
la convierten en fácil objeto de abuso. Lo<br />
que no deja de ser curioso es que, con frecuencia,<br />
sean los mismos que extreman su<br />
prudencia analítica a la hora de calificar como<br />
fascista la sublevación militar del 18 de<br />
julio de 1936 los que relajan su rigor teórico<br />
a la hora de aplicar el calificativo a ETA.<br />
Ello se debe sin duda al rendimiento retórico<br />
del término, inversamente proporcional<br />
a su fecundidad analítica.<br />
¿Qué se gana llamando fascista a ETA,<br />
pese a que ella insiste en presentarse lisa y<br />
llanamente como una “organización armada”<br />
nacionalista que persigue la democracia<br />
vasca? Lo único que se gana, sin duda, es<br />
capacidad de movilización emocional contra<br />
ella por parte de quienes se consideran<br />
demócratas irreprochables y no pueden<br />
imaginar siquiera que pueda haber alguna<br />
posibilidad de conciliar democracia y racismo,<br />
democracia y terrorismo. El demócrata<br />
que hoy llama fascista a ETA repite la<br />
misma operación catártica y ofuscadora que<br />
practicaba hace unos años el comunista<br />
que llamaba fascista a la ETA que se proclamaba<br />
marxista, revolucionaria y de izquierdas:<br />
ambos consideran inconcebible<br />
que el mal que rechazan asqueados y escandalizados<br />
(los asesinatos de ETA, la violencia<br />
abertzale, la discriminación étnica) pue-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
de tener alguna relación, algún punto de<br />
contacto, alguna vía de conciliación, con lo<br />
que ellos son, con lo que ETA insistentemente<br />
dice ser, es decir, demócrata o comunista<br />
(o nacionalista “bueno” o cristiano).<br />
Llamar fascista a ETA es un puro ejercicio<br />
de exorcismo que impide enfrentarse<br />
con lucidez a lo que en verdad es y, de rebote,<br />
a lo que quizá son quienes sólo logran<br />
definirse políticamente por oposición a ella.<br />
Plantear el conflicto vasco actual como<br />
una batalla entre demócratas y fascistas conduce<br />
inevitablemente a superponer sobre él<br />
una poderosa evocación simbólica de la que<br />
algunos intelectuales, políticos y periodistas<br />
no han podido resistirse a abusar: la imagen<br />
de los nazis abertzales persiguiendo y asesinando<br />
a los judíos no-nacionalistas.<br />
Sin embargo, la analogía cruje en cuanto<br />
se piensa un poco en ella. No resulta fácil<br />
imaginar a los judíos alemanes, por analogía<br />
con los vascos “españolistas”, pudiendo<br />
recurrir a la protección de un Estado<br />
judío del que Alemania hubiera sido una<br />
comunidad autónoma en la que los judíos<br />
habrían sido la mitad de la población. Se<br />
hace un poco raro imaginar a los judíos alemanes<br />
gozando de representación política<br />
propia, tanto en la “comunidad autónoma”<br />
alemana (vasca) como en el Estado judío<br />
(español), teniendo a su disposición una<br />
policía y un ejército mucho más poderosos<br />
que las abertzales Gestapo, SS y SA (el análogo<br />
nazi de ETA). Ello no ha impedido<br />
que prospere esa grotesca caricatura de las<br />
víctimas del terrorismo etarra como “los judíos<br />
de Euskadi”.<br />
Lo ridículo bordea lo escandaloso cuando<br />
quienes utilizan esa retórica absurda son políticos<br />
de partidos como el PSOE o el PP,<br />
que, al mismo tiempo que pactan en Madrid<br />
o en Vitoria con aquellos mismos a quienes<br />
denuncian como nazis o como cómplices de<br />
los nazis, el PNV y EA, llaman a la movilización<br />
cívica contra ellos a quienes les han<br />
elegido, tanto a unos como a otros, para que<br />
resuelvan los problemas políticos del País<br />
Vasco en el Parlamento y no en la calle. En la<br />
aburrida democracia parlamentaria sobran<br />
los héroes y las manifestaciones callejeras; algo<br />
va mal cuando unos y otras proliferan y,<br />
sobre todo, cuando son los propios Gobiernos<br />
y partidos democráticos, que debieran<br />
hacerlas inútiles, los que las promueven.<br />
Un Estado judío<br />
Concebir todo conflicto político actual, en<br />
el País Vasco o en los Balcanes, como una<br />
batalla de la eterna lucha entre el bien y el<br />
mal, entre la libertad y el totalitarismo, cuya<br />
imagen paradigmática sería la guerra victoriosa<br />
de la democracia contra el nazismo,<br />
revela una sospechosa fijación en un pasado<br />
irrepetible cuya función quizá sea desviar<br />
la vista del incómodo presente. Pues lo cierto<br />
es que la mejor prefiguración de lo que<br />
los nacionalistas vascos aspiran a construir,<br />
el mejor modelo de lo que la nación vasca<br />
ha empezado poco a poco a ser, no es la<br />
Alemania nazi, sino el actual Estado judío<br />
de Israel, un Estado que concilia una forma<br />
de gobierno democrática con una legitimación<br />
étnico-religiosa en la que fundamenta<br />
una política discriminatoria hacia los<br />
israelíes no-judíos y una actitud belicosa de<br />
exclusión de los palestinos no-israelíes.<br />
21
EUSKADI E ISRAEL<br />
Hubo un tiempo, allá por los primeros<br />
sesenta, en que algunos sectores de ETA buscaron<br />
inspiración en el terrorismo sionista de<br />
la Irgum, la organización armada dirigida<br />
por el futuro primer ministro Menahem Begin<br />
que no dudó en recurrir al asesinato para<br />
lograr un Israel independiente, judío y<br />
democrático. Su inmersión en la poderosa<br />
ola tercermundista e izquierdista iniciada a<br />
mediados de los sesenta llevó más tarde a<br />
ETA a simpatizar con el terrorismo palestino<br />
y a alejarse del sionismo. No quisiera<br />
darles ideas, pero lo cierto es que es difícil<br />
encontrar mejor modelo que el Estado judío<br />
de Israel para un nacionalismo que, como el<br />
vasco, busca construir un Estado étnico y democrático<br />
en un territorio en el que los “nacionales”<br />
son minoritarios.<br />
Del mismo modo que los nacionalistas<br />
vascos se reservan el derecho a decidir, con<br />
arreglo a su ideología, quién es vasco y<br />
quién no, con independencia de dónde haya<br />
nacido y dónde resida, los sionistas que<br />
lograron la proclamación por la ONU del<br />
Estado de Israel se reservaron el derecho de<br />
definir, con arreglo a su ideología, la condición<br />
de judío, la problemática identidad judía<br />
que daba derecho automático, fuere cual<br />
fuere el territorio de nacimiento y residencia,<br />
a la ciudadanía israelí.<br />
La definición sionista de judío (es judío el<br />
hijo de madre judía que no se haya convertido<br />
a otra religión o el converso al judaísmo)<br />
recurre a un criterio étnico-religioso que intenta<br />
conciliar el imposible laicismo sionista<br />
con las exigencias religiosas del judaísmo.<br />
Los judíos así definidos por los sionistas disfrutan<br />
en el Estado de Israel, cuya forma de<br />
gobierno es inequívocamente democrática,<br />
de una larga serie de privilegios con respecto<br />
a los discriminados ciudadanos “no-judíos”<br />
de Israel (“no-judíos” de religión o de etnia:<br />
cristianos, musulmanes, árabes, drusos, etcétera)<br />
y excluyen de la ciudadanía y de los<br />
derechos consiguientes a los palestinos y demás<br />
residentes no-israelitas en la variable extensión<br />
de territorio que los distintos sionismos<br />
consideran “tierra judía”.<br />
La influyente distinción talmúdica entre<br />
el supremo valor de la vida de un judío<br />
y el valor mucho menor de la vida de un<br />
gentil (valor tan escaso que, aun en caso de<br />
grave peligro de esta última, un judío piadoso<br />
no debe romper el obligado reposo<br />
del sabbath para intentar salvarla) hace que<br />
esa discriminación y esa exclusión tengan en<br />
Israel consecuencias nada baladíes, como se<br />
han encargado periódicamente de recordarnos<br />
los “excesos” represivos del Ejército<br />
israelí en los territorios ocupados y las acciones<br />
criminales, aplaudidas por rabinos<br />
ortodoxos, de Yonah Avashmi, Ami Poper,<br />
Baruch Goldstein, Yigal Amir y demás terroristas<br />
judío-sionistas incubados en los<br />
asentamientos del Gush Emunim que el<br />
Gobierno de Israel no quiere o no se atreve<br />
a desmantelar.<br />
En la actitud de los gobiernos sionistas<br />
democráticos hacia el terrorismo judío salido<br />
de sus propias filas, una actitud por supuesto<br />
muy distinta a su inclemente represión<br />
del terrorismo de Hamas y de los nuevos davides<br />
de la Intifada rampante, puede encontrar<br />
el Gobierno vasco un buen modelo de su<br />
actitud ante ETA y su kale borroka.<br />
Problemas abiertos<br />
Reflexionar sobre las semejanzas entre el<br />
nacionalismo vasco y el sionismo, entre<br />
el proyecto de nación vasca y la realidad del<br />
Estado de Israel, obliga a reflexionar (más<br />
allá de autocomplacientes repeticiones de<br />
la triunfante cruzada de la democracia contra<br />
el fascismo) sobre la posibilidad de<br />
conciliación entre la democracia entendida<br />
como forma de gobierno, la legitimación<br />
étnico-religiosa del Estado y una política<br />
nacionalista de discriminación étnica y de<br />
exclusión violenta del “extranjero”. En la<br />
medida en que la fundación del Estado de<br />
Israel es la primera y principal novedad del<br />
orden jurídico-político internacional de<br />
posguerra, es inevitable desembocar en una<br />
reflexión sobre lo que ese hecho supone y<br />
sobre las características del tipo de democracia<br />
que se impone en Occidente tras la<br />
derrota nazi y la victoria norteamericana.<br />
No parece fácil soslayar la conclusión de<br />
que la proclamación por la ONU del Estado<br />
de Israel supone el reconocimiento de la<br />
incapacidad de Occidente de resolver el<br />
“problema judío” por la única vía conciliable<br />
con los valores democráticos (la ausencia de<br />
discriminación legal y social de los judíos, es<br />
decir, su emancipación política y su asimilación<br />
social, con la consiguiente relegación de<br />
la religión judía al ámbito exclusivamente<br />
privado), así como una sanción positiva a<br />
la legitimación étnico-religiosa del Estado y<br />
a la política de discriminación étnica consiguiente.<br />
Ocultando su impotencia práctica<br />
bajo su renuncia ideológica, la civilización<br />
occidental desveló en ese acto hasta qué punto<br />
su nuevo modelo universalista de democracia<br />
se distanciaba del modelo europeo<br />
–igualitario, laico, socialdemócrata– para<br />
mimetizar el modelo liberal norteamericano:<br />
un modelo de democracia que vino al mundo<br />
y se ha desarrollado hasta hoy en perfecta<br />
armonía con el racismo (con la esclavitud<br />
de los negros primero y con la discriminación<br />
legal y social después) y con el fundamentalismo<br />
étnico-religioso WASP (White<br />
Anglo-Saxon Protestant) en el que arraigan<br />
la religión civil y el mesianismo nacionalista<br />
e imperialista de EE UU. Motivo adicional<br />
para reflexionar sobre los avatares “nacionales”<br />
de los valores democráticos y sobre su<br />
variable relación con la forma democrática<br />
de gobierno.<br />
Quizá, después de todo, ni el nacionalismo<br />
serbio ni el vasco sean tan anacrónicos<br />
como algunos denuncian; quizá ETA haya<br />
descubierto por fin, como antes hicieron el<br />
racista austriaco Haider y toda la extrema<br />
derecha europea, que no hay incompatibilidad<br />
alguna entre la forma democrática de<br />
gobierno y el más furibundo nacionalismo<br />
etnista; quizá la actitud racista del alcalde<br />
“popular” de El Ejido con “los moros” no sea<br />
sino una variante de la actitud de Arzalluz hacia<br />
“los maketos”; quizá la actitud disculpatoria,<br />
tolerante y protectora de Aznar y Mayor<br />
Oreja con la horda linchadora de Almería<br />
sea idéntica a la actitud del Gobierno<br />
vasco con la kale borroka; quizá cualquier ley<br />
de extranjería sea inevitablemente etnista, incluso,<br />
racista; quizá la política oficial de la democrática<br />
Comunidad Europea respecto a<br />
la emigración no se diferencie demasiado en<br />
sus fundamentos ideológicos de la que el racista<br />
Haider propugna; quizá un demócrata<br />
realista, prudente y sensato, curado de utopías,<br />
tenga que acabar aceptando que una<br />
cierta dosis de nacionalismo, de etnismo, de<br />
racismo, es inevitable y políticamente necesaria,<br />
además de perfectamente conciliable<br />
con la democracia “bien entendida”.<br />
Demasiados quizás, demasiados motivos<br />
de reflexión. Sobre todo porque, si abrimos<br />
además la caja de los truenos de la distinción<br />
entre los valores democráticos y la democracia<br />
como forma de gobierno, tampoco<br />
se nos revela muy consistente la equiparación,<br />
en el bando de “los buenos”, entre<br />
demócratas y constitucionalistas. Pues si<br />
bien desde el punto de vista democráticoformal<br />
la Constitución española y su proceso<br />
de aprobación son indiscutiblemente<br />
democráticos, desde el punto de vista de<br />
los valores democráticos hay muchas cosas<br />
en la Constitución, y de notable enjundia,<br />
que no saldrían muy bien paradas de un<br />
examen crítico. Más vale dejar las cosas como<br />
están y ahorrarse el disgusto de abrir<br />
demasiadas llagas ideológicas. Más vale desahogarse<br />
llamando a ETA fascista, resucitar<br />
la simbología heroica del pasado y jugar a<br />
vencer otra vez al fantasma de Hitler. n<br />
Juan Aranzadi es antropólogo.<br />
22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />
Introducción<br />
Poco antes de llegar al ecuador de la última<br />
legislatura (1996-2000) se había hecho ya<br />
evidente que los programas de “liberalización”<br />
anunciados por el gobierno del Partido<br />
Popular eran poco más que una recopilación<br />
de enunciados genéricos, sin operatividad<br />
práctica. De hecho, en algunos<br />
casos las medidas pretendidamente liberalizadoras<br />
tenían efectos (e intenciones, se<br />
puede añadir) contrarios a los anunciados,<br />
como en el caso de los servicios de farmacia.<br />
En ese contexto, el entonces Secretario<br />
de Estado de Economía –y actual Ministro<br />
de Hacienda– anunció la ralentización deliberada<br />
de las medidas liberalizadoras de<br />
los mercados de productos. Su argumento<br />
fue que no era preciso acelerar la liberalización<br />
en un contexto de tasas altas de crecimiento<br />
económico. Por el contrario, había<br />
que esperar a que llegara un momento recesivo<br />
de la economía para aprovechar entonces<br />
el impulso a la actividad económica<br />
que podía suponer la liberalización.<br />
Esta situación, poco recordada, ilustra<br />
con claridad cuál ha sido la actitud real del<br />
Gobierno popular en relación con la liberalización<br />
de la economía. Más allá de las<br />
proclamas retóricas de los ministros económicos,<br />
se ha avanzado poco, mucho menos<br />
de lo que era necesario, en las reformas<br />
estructurales de los mercados. Se ha aplicado<br />
una lógica estrictamente electoral: cualquier<br />
medida liberalizadora genera reacción<br />
defensiva de los sectores afectados, sin<br />
llegar a suscitar entusiasmo en los sectores<br />
que van a resultar beneficiados –más amplios,<br />
aunque con un beneficio particular<br />
menos intenso– 1 . Por tanto, ¿para qué asumir<br />
costes políticos si la evolución general<br />
1 Los grupos reducidos y fáciles de organizar, en<br />
que el perjuicio (o beneficio) de un cambio es muy intenso<br />
tienen mucho más incentivo a la presión y a la<br />
movilización que los grupos amplios y difíciles de or-<br />
Nº XX n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
GERMÀ BEL<br />
de la economía, medida por los grandes<br />
indicadores macroeconómicos, es positiva?<br />
Del absentismo reformador del Gobierno<br />
ya comienzan a desprenderse consecuencias<br />
de relieve, como su contribución<br />
al ensanchamiento del diferencial de<br />
inflación entre España y los países centrales<br />
de la Unión Europea. Sin embargo, me parece<br />
más importante destacar ahora que la<br />
aproximación del Gobierno a la política de<br />
liberalización ha cometido dos errores importantes<br />
en términos de proceso de reforma<br />
económica:<br />
1. Despreciar la secuencia lógica de la<br />
reforma, bien conocida por los estudiosos<br />
de la política económica: las reformas de liberalización<br />
de mercados son más viables<br />
en momentos de auge económico. Los efectos<br />
perjudiciales (para aquellos que pierden<br />
sus privilegios) de la reforma quedan<br />
más diluidos en el contexto de crecimiento<br />
económico general. Por eso, la oposición de<br />
los afectados negativamente tiende a ser<br />
menor en momentos de crecimiento que<br />
en los momentos de estancamiento económico.<br />
2. La liberalización es una política dirigida<br />
a aumentar la flexibilidad general de<br />
la economía y su capacidad de respuesta a<br />
los cambios del entorno. Por tanto, es algo<br />
obvio que una de las consecuencias de la liberalización<br />
es la preparación de la respuesta<br />
de la economía para lograr adaptaciones<br />
más rápidas a futuras caídas de la actividad<br />
económica. Precisamente por eso<br />
es más adecuado liberalizar en momentos<br />
de expansión económica que esperar a la<br />
llegada de la fase baja del ciclo.<br />
ganizar, en que el beneficio (o perjuicio) es muy diluido,<br />
y por tanto la percepción del mismo es menos intensa.<br />
El gran trabajo de Mancur Olson, The Logic of<br />
Collective Action. Public Goods and the Theory of Groups.<br />
Cambrige (Mass.): Harvard University Press, 1965,<br />
aportó, y aún continúa aportando, mucha luz sobre los<br />
incentivos materiales y los estímulos a la organización y<br />
a la acción colectiva.<br />
La insuficiencia de reformas en este ámbito<br />
es uno de los pasivos más evidentes<br />
con los que España afrontará el futuro. Este<br />
texto se propone argumentar la necesidad<br />
de incorporar la liberalización a las prioridades<br />
de la política económica española.<br />
Para ello, primero se discuten las acepciones<br />
del concepto liberalización. Segundo, se<br />
analizan los principales retos para la competencia<br />
en las condiciones actuales de entorno<br />
económico. Tercero, se discuten algunas<br />
medidas de reforma que mejorarían la<br />
situación de la competencia y reducirían el<br />
abuso monopolístico en España, favoreciendo<br />
por tanto a la gran mayoría de empresas<br />
y a los consumidores. Por último, se<br />
resumen las conclusiones y propuestas que<br />
me parecen más destacables.<br />
1. Liberalización: ¿queremos<br />
decir todos lo mismo?<br />
El concepto de política de liberalización<br />
no es el mismo en todas y cada una de sus<br />
expresiones. A grandes rasgos, existen dos<br />
concepciones diferentes sobre lo que implica<br />
la liberalización, en función de cuál se<br />
considere que es el objetivo de esta política:<br />
1. Liberalización equivalente a libre<br />
mercado. El objetivo de la liberalización sería<br />
dejar que los mercados funcionen libremente,<br />
con la creencia de que la libertad de<br />
mercado garantiza, en cualquier circunstancia,<br />
el funcionamiento eficiente de la<br />
economía. En esta concepción, liberalización<br />
es equivalente a laisser-faire. Está conectada<br />
intelectualmente con las teorías del<br />
interés privado de la regulación y la intervención<br />
del Estado, cuyo exponente más<br />
significativo es la Escuela de Chicago. Esta<br />
visión se enraíza en la creencia de que todo<br />
obstáculo al funcionamiento libre del mercado<br />
tiene consecuencias más negativas que<br />
cualquier fallo de la competencia que intente<br />
corregir.<br />
2. Liberalización asociada a introducción<br />
o aumento de la competencia. El objetivo de la<br />
23
LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />
liberalización sería conseguir que exista competencia<br />
en los mercados. En ausencia de<br />
externalidades, problemas de información<br />
relevantes u objetivos sociales de carácter<br />
distributivo muy acentuados, la competencia<br />
estimulará el bienestar social. El funcionamiento<br />
libre del mercado será un instrumento<br />
útil para conseguir la competencia<br />
cuando no existan muchos problemas derivados<br />
de fallos en la competencia. Pero el libre<br />
mercado no garantiza la competencia<br />
cuando se produzcan, por ejemplo, situaciones<br />
de monopolio, de posición dominante<br />
de alguna empresa o de facilidad para<br />
que las empresas de una industria puedan<br />
llegar a acuerdos restrictivos de la competencia.<br />
Esta concepción se conecta intelectualmente<br />
con las teorías del interés público<br />
de la regulación y sostiene que, en determinadas<br />
circunstancias, la intervención del Estado<br />
puede ayudar a que la economía funcione<br />
de forma no sólo más justa, sino también<br />
más eficiente.<br />
Parece razonable pensar que la competencia<br />
deba ser el objetivo de una política<br />
de liberalización, mientras que el libre mer-<br />
cado es el instrumento que –ocasionalmente–<br />
puede facilitar la emergencia de la<br />
competencia 2 . Por tanto, si el objetivo es<br />
la competencia, la política de liberalización<br />
tiene dos dimensiones.<br />
Una primera dimensión, que podemos<br />
considerar como “pasiva”, consiste en la eliminación<br />
de las disposiciones legales que<br />
son perjudiciales para la competencia en los<br />
mercados potencialmente competitivos. Es<br />
la desregulación procompetitiva 3 . Por otra<br />
parte, existe una segunda dimensión que<br />
podemos considerar como “activa”. Con-<br />
2 Ésta es la aproximación a la cuestión que comparten<br />
hoy la socialdemocracia y el centro progresista en<br />
Europa y los demócratas en Estados Unidos. Siempre<br />
me ha parecido curioso –e interesante– observar que en<br />
la discusión política y económica en EE UU el término<br />
“liberal” es espetado peyorativamente desde los sectores<br />
más tradicionales de la derecha republicana hacia los sectores<br />
más progresivos de los demócratas.<br />
3 Quiero precisar que por regulación económica<br />
me refiero aquí a las normas que restringen el funcionamiento<br />
de los mercados de productos en aquellos aspectos<br />
que pueden distorsionar la competencia. No me<br />
refiero, por tanto, a otro tipo de regulaciones como las<br />
sociales, sanitarias, etcétera.<br />
siste en la actuación pública para estimular<br />
la competencia en los mercados potencialmente<br />
competitivos en los que existan condiciones<br />
idóneas para que se produzcan actuaciones<br />
restrictivas de la competencia,<br />
bien porque una empresa dominante pueda<br />
evitarla o bien porque unas cuantas empresas<br />
que concentren la actividad en el sector<br />
puedan restringirla mediante acuerdos entre<br />
ellas.<br />
2. Políticas favorables a la competencia:<br />
¿qué hemos aprendido?<br />
2.a. La desregulación procompetitiva<br />
La desregulación procompetitiva (en cuanto<br />
una parte de la política de liberalización)<br />
ha eliminado muchas de las restricciones legales<br />
al funcionamiento de los mercados<br />
que obstaculizaban la competencia. En algunos<br />
casos, existe la percepción de que<br />
sus efectos no han beneficiado por igual a<br />
todos los consumidores, individuales o empresas.<br />
Pero, en términos generales, los resultados<br />
de este proceso han sido positivos<br />
en términos de precios, opciones de bienes<br />
y servicios para elegir, calidad de la oferta,<br />
24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
etcétera 4 . El balance global es claro: el proceso<br />
de desregulación ha generado beneficios<br />
sustanciales: tanto los productores como<br />
los consumidores se benefician de la<br />
combinación de un aumento de la productividad,<br />
de nuevas oportunidades de<br />
mercado y de una presión a la baja sobre los<br />
precios. Estos beneficios se traducen en<br />
ocasiones en los sectores liberalizados y<br />
en otras en nuevas actividades económicas, en<br />
creación de empleo 5 .<br />
Pues bien, en España todavía nos queda<br />
un buen trecho por recorrer en esta materia.<br />
Restricciones como las relativas a la apertura<br />
de farmacias o a los horarios comerciales,<br />
y muchas otras de efectos similares, se habían<br />
implantado apelando a la protección<br />
del bienestar social, la protección de los consumidores,<br />
la protección de la cohesión territorial,<br />
etcétera. Pero, en muchos casos,<br />
sus efectos han sido aumentar los precios de<br />
los productos y servicios, reducir las posibilidades<br />
de elección de los consumidores y las<br />
empresas de los sectores competitivos de la<br />
economía, y aumentar los beneficios de algunos<br />
de los agentes económicos que actuaban<br />
en las actividades reguladas.<br />
La tendencia a buscar protección para<br />
los ya presentes en un sector industrial ha sido<br />
y será una constante de la actuación de<br />
los grupos de interés particular. Un ejemplo<br />
actual de esta tendencia son las propuestas<br />
dirigidas a la implantación de la pasantía para<br />
el ejercicio de la abogacía; en este caso, la<br />
imposición de una barrera de entrada que<br />
reduce la oferta potencial de servicios jurídicos<br />
y, por tanto, restringe la competencia.<br />
La agenda de la política pública del futuro<br />
debería desplazar la carga de la prueba hacia<br />
las medidas y propuestas restrictivas de la<br />
competencia en los mercados de productos.<br />
¿A qué intereses (generales, particulares,<br />
una mezcla de ambos) favorece cualquier<br />
restricción de la competencia en los mercados<br />
de productos? Además, y en cualquier<br />
caso, es necesario evaluar los costes de cualquier<br />
restricción legal de la competencia.<br />
2.b. Las políticas de defensa de la competencia<br />
La recomendación de política económica de-<br />
4 La panorámica más completa sobre los efectos de<br />
la desregulación procompetitiva continúa siendo la<br />
de Clifford Winston: ‘Economic deregulation: Days of<br />
reckoning for microeconomists’, en Journal of Economic<br />
Literature, 31 (1993), págs. 1263-1289. Este texto está<br />
traducido al castellano en Germà Bel, ed., Privatización,<br />
desregulación y ¿competencia?, págs. 117-159. Civitas,<br />
Madrid, 1996.<br />
5 El lector interesado puede encontrar una serie de<br />
trabajos recientes sobre la relación entre liberalización y<br />
empleo en: Antón Costas y Germà Bel, eds., Los beneficios<br />
de la liberalización de los mercados de productos. Servicio<br />
de Estudios de La Caixa, Barcelona, 1997.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
rivada hasta ahora es clara: acentuar el énfasis<br />
en las reformas orientadas a la liberalización<br />
de los mercados de bienes y servicios.<br />
Pero ¿quiere esto decir que debe desaparecer<br />
la intervención del Estado? No. La desregulación<br />
debe ir acompañada de una acción<br />
pública paralela orientada a garantizar el funcionamiento<br />
competitivo de nuevos mercados<br />
liberalizados. Porque es la competencia la<br />
que garantiza que los beneficios de la liberalización<br />
lleguen a todos los ciudadanos.<br />
Como se apuntaba más arriba, muchas<br />
industrias presentan problemas de competencia<br />
importantes, porque la estructura<br />
del mercado permite que se produzcan actuaciones<br />
restrictivas de la competencia.<br />
Existen dos tipos básicos de situación de este<br />
tipo. Primero, la existencia de acuerdos<br />
entre empresas. Segundo, el abuso de posición<br />
dominante por parte de una empresa<br />
que goce de poder de mercado. En estos escenarios<br />
la política de defensa de la competencia<br />
es una dimensión extraordinariamente<br />
importante de la liberalización.<br />
La posibilidad de que se establezcan<br />
acuerdos entre empresas para restringir la<br />
competencia, y los daños que esta actitud<br />
provoca para los consumidores y para otras<br />
empresas que usan sus productos o servicios,<br />
son conocidos desde hace mucho tiempo.<br />
Ya en 1776 Adam Smith, en su Riqueza<br />
de las Naciones, aludía al fenómeno y sus<br />
consecuencias. Si unas pocas empresas concentran<br />
una cuota de mercado muy alta en<br />
una industria tendrán la tentación permanente<br />
de llegar a acuerdos para restringir la<br />
competencia y conseguir beneficios extraordinarios,<br />
derivados de los mayores precios<br />
pagados por los consumidores.<br />
En un entorno como el actual, en el<br />
que los cambios tecnológicos y los cambios<br />
legales han ampliado los espacios abiertos a<br />
la competencia, me parece una hipótesis<br />
plausible la de que muchas de las actuales<br />
fusiones y operaciones de concentración<br />
empresarial son una respuesta defensiva a la<br />
amenaza de la competencia 6 . Parece evidente<br />
que en muchos servicios estamos llegando<br />
a una “situación donde las relaciones<br />
entre algunas empresas, muy contadas, se<br />
6 Por supuesto, el motivo estándar aducido para la<br />
fusión es el de realización de economías de escala. Pero<br />
estudios de reputadas consultoras sobre resultados de fusiones<br />
inducen a escepticismo sobre tal argumento.<br />
Se han sugerido otros motivos para algunas operaciones<br />
de fusión. Por ejemplo, el de aumentar la dimensión<br />
para dificultar la amenaza de absorción de las<br />
empresas preexistentes mediante una OPA. Desde luego,<br />
esto no está muy de acuerdo con lo que la nueva teoría<br />
de la organización industrial nos ha enseñado sobre<br />
incentivos en la relación entre propiedad y control, y la<br />
virtud disciplinaria del mercado de capitales.<br />
GERMÀ BEL<br />
parecen cada vez más a una tela de araña” 7 ,<br />
con los riesgos derivados de ausencia de<br />
competencia y concentración de poder económico.<br />
Cada vez está más a la orden el<br />
análisis de la experiencia legislativa de<br />
EE UU en el último cuarto del siglo XIX.<br />
El tratado constitutivo de la Comunidad<br />
Europea se hizo eco de este tipo de<br />
problemas, prohibiendo en su artículo 85<br />
(actual artículo 81) las prácticas restrictivas<br />
de la competencia. Durante mucho tiempo<br />
se establecieron excepciones a los acuerdos<br />
prohibidos en este artículo. Pero desde la<br />
mitad de los ochenta la Unión Europea y,<br />
más lentamente, los Estados miembros,<br />
han aumentado su beligerancia contra las<br />
prácticas restrictivas. En la actualidad se ha<br />
hecho normal la existencia de órganos específicos<br />
de defensa de la competencia; en<br />
España, el Tribunal de Defensa de la Competencia<br />
(TDC) y el Servicio de Defensa de<br />
la Competencia (SDC). Más abajo volvemos<br />
a estos órganos y a la organización de<br />
sus competencias y posición institucional.<br />
Un problema de raíz distinta emerge<br />
cuando una empresa alcanza la posición<br />
dominante en el mercado. A veces, porque<br />
la propia evolución competitiva de la industria<br />
y el éxito innovador y comercial de<br />
la empresa le permiten ganar una gran cuota<br />
de mercado. Tal caso es frecuente en industrias<br />
en que el cambio tecnológico avanza<br />
con mucha rapidez, como la de programación<br />
informática. En otras ocasiones, la<br />
posición dominante puede darse como<br />
consecuencia de la apertura a la competencia<br />
de industrias en que una empresa disfrutaba<br />
anteriormente de poder monopolístico,<br />
por causas tecnológicas o legales.<br />
Ante la entrada de nuevos rivales, la empresa<br />
que tenía el monopolio goza a menudo<br />
de una posición ya consolidada que le<br />
otorga poder de mercado. Este caso es habitual<br />
en las telecomunicaciones o el transporte<br />
aéreo, industrias en que los monopolios<br />
tradicionales permanecen como operadores<br />
dominantes.<br />
La dimensión de una gran empresa o la<br />
existencia de una situación dominante no<br />
es en sí el problema. Éste aparece cuando la<br />
empresa dominante abusa de su poder de<br />
mercado, y lo utiliza para perjudicar a la<br />
competencia que ha surgido, o para prevenirla<br />
antes de que se manifieste. La propia<br />
existencia de un problema en estos casos ha<br />
sido una cuestión sujeta a controversia. A<br />
7 Zulima Fernández: Banca, energía y telecomunicaciones.<br />
La nueva estructura de los núcleos duros de la economía<br />
española. XIV Jornadas de Alicante sobre Economía<br />
Española, Octubre de 1999, pág. 9.<br />
25
LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />
Cuadro 1. El abuso de la posición dominante<br />
Tipo de conducta Contenido Ejemplo<br />
1. Aplicar precios de depredación Una empresa dominante puede bajar los A principios de 1998, tras la entrada en<br />
de los rivales. precios de algunos de sus productos por debajo telecomunicaciones de Retevisión,<br />
de su coste real para expulsar del mercado a Telefónica anunció un plan de precios<br />
una competidora que haya entrado y descuentos especiales dirigidos a<br />
recientemente, y después regresar a precios de determinados clientes con alto volumen<br />
monopolio (o de oligopolio, si en la industria de facturación. La Comisión Nacional<br />
hay diferentes operadores parcialmente del Mercado de Telecomunicaciones<br />
dominantes que actúen de acuerdo con paró por un tiempo la entrada en<br />
modelos de competencia oligopolística funcionamiento del plan de descuentos<br />
estratégica). de Telefónica y lo hizo modificar antes de<br />
autorizarlo unos meses después.<br />
2. Aumentar costes o reducir ingresos Una empresa dominante puede perjudicar los Hasta 1995 la empresa Microsoft<br />
de los rivales. costes de los rivales o disminuir sus ingresos si obligaba a los productores de<br />
ocupa una posición dominante en el mercado. ordenadores a pagar un royalty por cada<br />
ordenador que vendieran, con<br />
independencia de que instalasen o no el<br />
software de Microsoft. Si no lo aceptaban<br />
no tenían permiso de instalación de<br />
Microsoft para ninguno de sus<br />
ordenadores. Esto hacía que, de forma<br />
inevitable, los ordenadores que instalasen<br />
software de una empresa diferente a<br />
Microsoft soportasen un sobrecoste.<br />
3. Operar en mercados diferentes Una empresa dominante puede utilizar En Gran Bretaña ha estado prohibido<br />
y conectados. beneficios monopolísticos para, mediante durante muchos años que las operadoras<br />
subsidios cruzados, distorsionar la competencia dominantes en telecomunicaciones<br />
en otros mercados competitivos donde esté pudiesen participar en el negocio de<br />
presente. emisión audiovisual en abierto. En<br />
cambio, en España, aunque la<br />
liberalización es más reciente, la<br />
operadora dominante –Telefónica- no ha<br />
tenido problemas para entrar<br />
impetuosamente en negocios de<br />
comunicación audiovisual en abierto,<br />
mediante la compra de paquetes<br />
mayoritarios en empresas como<br />
Antena 3-TV u Onda Cero.<br />
Nota: Se puede pensar que una operadora dominante no puede aplicar de forma continuada precios predatorios, y que si lo hiciese beneficiaría al consumidor. Pero, si la<br />
operadora dominante consigue crearse una reputación de contestación agresiva a cualquier intento de competencia, esto puede disuadir a futuros competidores potenciales<br />
de entrar en el negocio, y puede permitir a la operadora dominante recuperar los precios de monopolio.<br />
Fuente: Elaboración propia.<br />
principios de los ochenta un conocido trabajo<br />
de Baumol 8 defendió que en realidad<br />
este problema no existía, porque una situación<br />
de este tipo no podía durar demasiado:<br />
el propio mercado se auto-regulaba.<br />
Su razonamiento era el siguiente: lo importante<br />
no es que en un mercado exista la<br />
competencia, sino que ésta sea posible. Por<br />
ello, si una empresa gana una posición do-<br />
8 Se trata de William Baumol: ‘Contestable markets:<br />
Un uprising in the Theory of industry structure’,<br />
American Economic Review, vol. 72 (1982), págs. 1-15.<br />
minante y de esta posición extrae unos beneficios<br />
extraordinarios, otras empresas<br />
querrán hacerle la competencia entrando<br />
en la industria.<br />
Las cosas seguirían la orientación indicada<br />
por Baumol si la entrada y la salida en la<br />
industria tuviesen pocos costes. Entonces el<br />
operador dominante tendría poco interés en<br />
establecer precios tan altos que atrajeran más<br />
competencia a entrar en el mercado. Pero en<br />
la economía real muchas actividades exigen<br />
fuertes costes de entrada. Especialmente, las<br />
industrias en que existen operadores dominantes,<br />
que se caracterizan por tener costes de<br />
entrada importantes. Por esto, ahora existe<br />
un amplio acuerdo en que el abuso de posición<br />
dominante sigue siendo un problema<br />
para la competencia que los mercados no resuelven<br />
con la auto-regulación 9 .<br />
El cuadro 1 presenta los tipos de conductas<br />
abusivas de la posición dominante<br />
que causan más preocupación por sus efectos<br />
perjudiciales sobre la competencia.<br />
9 Este problema fue también reconocido en el Tratado<br />
Constitutivo de la Comunidad Europea, cuyo artículo<br />
86 (actual artículo 82) prohíbe este tipo de prácticas.<br />
26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
La consideración de una vertiente de la<br />
intervención del Estado como una componente<br />
de la política de liberalización puede<br />
resultar algo paradójico a quienes se han acostumbrado<br />
a tratar sistemáticamente de forma<br />
opuesta al Estado y al mercado, a ver contradicciones<br />
permanentes entre lo público y<br />
lo privado; es decir, tanto a los idealistas del<br />
Estado como a los idealistas del mercado.<br />
Sin embargo, desde una aproximación más<br />
laica y menos dogmática de las relaciones<br />
entre Estado y mercado la cuestión importante<br />
en muchas ocasiones es analizar cuál es<br />
el espacio apropiado de cada uno de ellos, y<br />
cómo cada uno de ellos puede ayudar al otro<br />
a hacer lo que le es propio 10 .<br />
El Estado tiene un papel fundamental<br />
para ayudar a que los mercados funcionen<br />
mejor y puedan desplegar de forma más<br />
completa sus potencialidades: la defensa y<br />
el estímulo de la competencia a través, por<br />
ejemplo, de actuaciones contra los acuerdos<br />
restrictivos de la competencia; o contra la<br />
interposición de barreras de entrada de hecho<br />
a nuevos rivales por parte de las empresas<br />
ya instaladas en la industria. En este<br />
sentido, las políticas activas de defensa de la<br />
competencia tendrán un papel muy relevante.<br />
Estos problemas configuran una dimensión<br />
muy importante de la política<br />
económica moderna. Algunos son nuevos.<br />
Otros, aunque existen desde hace tiempo,<br />
se han acentuado con el cambio tecnológico,<br />
el aumento de las dimensiones de las<br />
economías y los cambios en los marcos regulatorios.<br />
En el futuro inmediato su resolución<br />
tendrá una importancia central en el<br />
funcionamiento de los mercados de productos,<br />
en la configuración del poder económico<br />
en las sociedades modernas. Y, aún<br />
más allá, en la propia calidad de la democracia<br />
y sus inherentes equilibrios de poder.<br />
3. Monopolios, oligopolios, Gobierno<br />
y consumidores en España: una nueva<br />
agenda de reformas institucionales<br />
En los procesos de privatización se ha producido<br />
una confusión entre privatización y<br />
liberalización, con consecuencias negativas<br />
nada desdeñables para la competencia; porque<br />
la privatización no trae consigo la competencia.<br />
10 En el capítulo sexto del Economic Report of the<br />
President enviado al Congreso de los EE UU en febrero<br />
de 1997 por el Consejo de Asesores Económicos del<br />
Presidente puede encontrase una crítica amplia y profunda<br />
de la idea de que el mercado y el Gobierno sean<br />
sustitutos irreconciliables. Un extracto de este capítulo<br />
puede encontrarse en Antón Costas y Germà Bel, eds.,<br />
Los beneficios de la liberalización…, op. cit., págs. 97-129.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
De hecho, en el caso de las privatizaciones<br />
de empresas que desempeñan sus actividades<br />
en entornos altamente competitivos,<br />
la privatización ha aparecido más bien<br />
como la consecuencia de la competencia 11 .<br />
Cambios de entorno económico e institucional<br />
(por ejemplo, la integración económica<br />
regional, el aumento de la dimensión<br />
de los mercados y la mayor dificultad para<br />
efectuar subvenciones públicas) han introducido<br />
mayores niveles de competencia en<br />
algunos sectores; y una respuesta funcional<br />
de los Gobiernos antes esos cambios procompetitivos<br />
ha sido la privatización de empresas<br />
públicas que actúan en esos sectores.<br />
La privatización no ha tenido como consecuencia<br />
la competencia. La relación causal<br />
ha sido la inversa: el aumento de espacio para<br />
la competencia ha tenido como efecto<br />
que existan más empresas privadas y menos<br />
empresas públicas.<br />
Giremos ahora nuestra atención a<br />
aquellos sectores con problemas de competencia,<br />
donde se conservan segmentos de<br />
carácter monopolístico o se configuran posiciones<br />
dominantes susceptibles de abuso.<br />
La confusión (ingenua o deliberada) entre<br />
privatización y liberalización ha inducido<br />
errores en la secuencia de la reforma,<br />
errores que pueden incluso dificultar el aumento<br />
de la competencia en los mercados<br />
problemáticos. En su evaluación de los resultados<br />
de los procesos de reforma de mercados,<br />
Joseph E. Stiglitz concluye:<br />
“En efecto, muchos países adoptaron la política<br />
de ‘privatizar ahora, regular después’. Aquí, otra vez,<br />
las privatizaciones iniciales en un ambiente carente de<br />
regulación apropiada dieron lugar a fuertes intereses<br />
creados para bloquear los intentos posteriores de regulación<br />
en el caso de monopolio natural, o para<br />
crear mercados competitivos, en el caso de las industrias<br />
en que la competencia era viable. Se suponía<br />
que la privatización suavizaría la intrusión política<br />
en los procesos de mercado; pero la privatización<br />
proporcionó un instrumento adicional por medio<br />
del cual los intereses particulares, y el poder político,<br />
han podido mantener su poder” 12 .<br />
El caso de España encaja bastante bien<br />
en el escenario apuntado por Stiglitz. La sa-<br />
11 Esta hipótesis está más desarrollada en Germà<br />
Bel y Antón Costas: ‘Privatización, competencia y consumidores:<br />
una nueva agenda de reformas para la posprivatización’,<br />
Economistas, 84 (2000), págs. 329-335.<br />
En este trabajo y en Germà Bel, ‘Posprivatización, reforma<br />
regulatoria y beneficios de los consumidores:<br />
¿laisser faire versus competencia?’, Sistema, 149 (1999),<br />
págs. 111-126, descansa esta sección.<br />
12 Joseph E. Stiglitz: Whither Reform? Ten Years of<br />
the Transition. World Bank. 1999 Annual Bank Conference<br />
on Development Economics. Washington DC,<br />
EE UU. Stiglitz presidió el Consejo de Asesores del<br />
Presidente Clinton hasta finales de 1997 y fue vicepresidente<br />
del Banco Mundial hasta finales de 1999.<br />
GERMÀ BEL<br />
lida del Estado de las telecomunicaciones o<br />
de la energía eléctrica se produjo sin reestructuración<br />
previa del sector. Como también<br />
sucede en Gran Bretaña, en España el<br />
mercado de la generación eléctrica está dominado<br />
por un duopolio y la existencia de<br />
competencia en la generación eléctrica es<br />
más un desiderátum teórico que una realidad<br />
práctica.<br />
Por otra parte, la experiencia española<br />
en materia de concentración entre telecomunicaciones<br />
y audiovisual ilustra cómo<br />
puede ser incluso más fácil para el<br />
poder político articular grupos de control<br />
de servicios mediante la privatización<br />
de operadoras dominantes. Estos procedimientos<br />
pueden gozar ahora incluso de<br />
la ventaja de quedar eximidos del control<br />
de las instituciones democráticas. Desde<br />
luego, con la privatización no acaba la<br />
posibilidad de intervención política, como<br />
se había llegado a pensar de forma<br />
un tanto ingenua.<br />
La experiencia de la posprivatización<br />
permite identificar riesgos de las privatizaciones<br />
de empresas públicas que operaban<br />
en el campo de los servicios públicos en<br />
régimen de monopolio o que disponían de<br />
un importante poder de mercado. La experiencia<br />
española muestra que el riesgo<br />
más evidente en el momento presente es<br />
que las regulaciones están adquiriendo frecuentemente<br />
un sesgo favorable a las empresas<br />
privatizadas. Este riesgo regulatorio<br />
parece ser más probable cuando los Gobiernos<br />
se han comprometido y beneficiado<br />
del éxito político de las privatizaciones y<br />
han estimulado la creación de bases accionariales<br />
amplias 13 . Su consecuencia es la<br />
existencia de impuestos ocultos sobre los<br />
consumidores a través de las tarifas u otras<br />
compensaciones, como por ejemplo la permisividad<br />
con el deterioro del servicio por<br />
infrainversión.<br />
Como se ha argumentado más arriba,<br />
existen políticas activas a través de las cuales<br />
los Gobiernos pueden proteger los intereses<br />
de los consumidores. A veces, indirectamente,<br />
con políticas que fomenten y<br />
protejan la competencia en los mercados de<br />
productos, con la esperanza de que la competencia<br />
dará lugar a mayores cantidades y<br />
calidades a disposición del consumidor, a<br />
precios que reflejen los costes de provisión<br />
o de producción. Otras veces de forma di-<br />
13 Esto explica que, ante propuestas de reducción<br />
de tarifas y liberalización, la preocupación por los resultados<br />
de las empresas del sector y por su cotización en<br />
Bolsa ha llevado en España a actitudes sesgadas del Gobierno,<br />
persistentemente favorables a las empresas privatizadas.<br />
27
LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />
Cuadro 2. Efectos en relación con la comptencia de las principales medidas<br />
de los paquetes llamados “liberalizadores” de 23 de junio de 2000<br />
Efectos sobre la competencia Medidas<br />
Favorables a la competencia – liberalización de horarios comerciales para el pequeño comercio<br />
– libertad de descuento en libros de texto<br />
– libertad de descuento con limitaciones en los servicios de fe pública<br />
– apertura del mercado de las ITV<br />
– apertura del mercado de la intermediación inmobiliaria<br />
Insuficientes, irrelevantes – límites a la cuota de mercado de los distribuidores de hidrocarburos<br />
o meramente propagandísticas – desconsideración de la propiedad de CLH<br />
– límites a la cuota de mercado de los distribuidores de gas<br />
– anticipación de la liberalización del gas<br />
– límites a la cuota de mercado de los operadores eléctricos<br />
– anticipación de la liberalización del sector eléctrico<br />
Contrarias a la competencia – nuevos requisitos para fabricantes e importadores de tabaco<br />
y/o perjudiciales para el consumidor – límite máximo a futuras reducciones de las tarifas eléctricas<br />
– elevación a rango legal de la tarifa eléctrica por “garantía de potencia”<br />
– aumento del margen profesional en los medicamentos genéricos<br />
– limitación al 10% de la libertad de descuento en las especialidades farmacéuticas<br />
publicitadas<br />
– autorización gubernativa de OPA y otras fusiones<br />
Nota: La valoración como medida restrictiva del descuento máximo del 10% en especialidades farmacéuticas publicitadas merece un comentario. Paradójicamente, el<br />
marco legal vigente no contenía hasta ahora limitación alguna para hacer descuentos (aunque los colegioos de farmacéuticos indicaran mediante circular a sus miembros<br />
que los descuentos estaban prohibidos). Esto es así porque en ningún lugar de la legislación se especifica que los márgenes de farmacia tengan carácter de “fijos”. En cambio,<br />
ahora el descuento tiene ya un límite máximo.<br />
Fuente: Elaboración propia.<br />
recta, mediante una adecuada regulación<br />
de las tarifas y condiciones de prestación de<br />
los servicios en industrias que mantienen<br />
segmentos de monopolio. En este contexto,<br />
podemos apuntar una serie de orientaciones<br />
para la política económica española:<br />
a) El Tribunal de Defensa de la Competencia<br />
debe ser dotado de un grado de independencia<br />
elevado (similar al de los bancos<br />
centrales), y debe ser capaz de introducir<br />
regímenes efectivos de competencia y de<br />
sancionar las conductas restrictivas 14 .<br />
b) Son necesarios marcos y organismos<br />
reguladores independientes, con capacidad<br />
para disciplinar a las empresas que disponen<br />
de poder de mercado. Esto aumentará<br />
las posibilidades de conseguir que las eventuales<br />
ganancias de productividad se trasladen,<br />
vía precios, a los consumidores y a la<br />
generalidad de las empresas productoras de<br />
bienes y servicios 15 .<br />
14 En Julio Segura, ‘Sobre políticas de oferta’, El<br />
País, 6 de diciembre de 1999, pág. 76, se pueden encontrar<br />
una serie de propuestas razonables, muy concretas<br />
y detalladas.<br />
15 Miguel Ángel Fernández Ordóñez ofrece una<br />
buena síntesis de las razones por las que es conveniente<br />
tener órganos reguladores independientes en la pospri-<br />
c) Es trascendental asegurar la máxima<br />
transparencia en la adopción de decisiones<br />
de regulación y respetar el proceso formal<br />
de toma de decisiones, muy especialmente<br />
cuando se trata de la regulación de<br />
monopolios de servicios públicos. Existen<br />
fuertes incentivos para el secreto en la regulación<br />
de los monopolios, y el secreto<br />
agrava los potenciales fallos de la regulación.<br />
Además, la opacidad favorece la “captura”<br />
del regulador, sea éste una agencia<br />
independiente o un organismo público<br />
autónomo.<br />
d) Es conveniente plantearse la conveniencia<br />
de la separación legal entre las actividades<br />
de las empresas que gestionan segmentos<br />
de negocios en régimen monopolístico<br />
con las actividades de las mismas<br />
empresas en mercados competitivos. La<br />
concurrencia de actividades puede ser una<br />
tentación demasiado grande que lleve a<br />
perseguir beneficios monopolísticos en las<br />
actividades reguladas y su empleo en la distorsión<br />
de la competencia en los mercados<br />
competitivos en que actúan.<br />
vatización, en su introducción al libro de Miguel Ángel<br />
Lasheras: La regulación económica de los servicios públicos,<br />
págs. 5-11. Ariel, Barcelona, 1999.<br />
Como puede apreciarse, las orientaciones<br />
propuestas van en dirección diametralmente<br />
opuesta a la reforma de la Ley de Defensa<br />
de la Competencia realizada a finales<br />
de 1999. Esta reforma fue muy timorata en<br />
estos aspectos, preservando la debilidad y la<br />
dependencia respecto al gobierno de los órganos<br />
reguladores y de defensa de la competencia.<br />
Fue, sin ningún género de dudas,<br />
la obra de un Gobierno acostumbrado a emplear<br />
la liberalización como un recurso retórico,<br />
pero que no renuncia a las ventajas políticas<br />
que ofrece la connivencia del Gobierno<br />
con los nuevos poderes económicos<br />
fomentados desde el propio Gobierno.<br />
El reciente “paquete liberalizador”<br />
aprobado por el gobierno el 23 de junio de<br />
2000 y que convalidó el Congreso de los<br />
Diputados el 29 de junio ha ofrecido una<br />
nueva muestra de este talante gubernamental.<br />
Las orientaciones de reformas institucionales<br />
sugeridas más arriba tampoco<br />
han encontrado un lugar en el nuevo “paquete”.<br />
De hecho, después de estas medidas,<br />
el sometimiento a la voluntad del gobierno<br />
de la defensa de la competencia y de<br />
la regulación de la energía y las telecomunicaciones<br />
es igual que antes, sino mayor.<br />
El sometimiento de las Ofertas Públicas de<br />
Adquisición a la decisión última del gobierno<br />
es un ejemplo muy claro de au-<br />
28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
mento del grado de intervención gubernamental.<br />
En el cuadro 2 se presentan las medidas<br />
más significativas, así como sus efectos<br />
en relación con la competencia.<br />
4. A modo de conclusiones<br />
En este texto se sostiene la necesidad de incorporar<br />
la liberalización a las prioridades de<br />
la política económica española. Se sitúa la<br />
competencia, más que el libre mercado per<br />
se, como objetivo prioritario de la liberalización.<br />
Por tanto, se consideran dos dimensiones<br />
de la política de liberalización:<br />
una primera pasiva, la desregulación procompetitiva,<br />
consistente en la eliminación<br />
de las disposiciones legales que son perjudiciales<br />
para la competencia en los mercados<br />
potencialmente competitivos. Ante la existencia<br />
o la propuesta de introducción de<br />
medidas restrictivas de la competencia en<br />
los mercados de productos, la carga de la<br />
prueba debe trasladarse a quienes defienden<br />
o proponen la restricción de la competencia.<br />
La segunda dimensión de la política de<br />
liberalización, que podemos considerar como<br />
activa, consiste en la actuación pública<br />
para estimular la competencia en los mercados<br />
potencialmente competitivos en los<br />
que existan condiciones idóneas para que se<br />
produzcan actuaciones restrictivas de la<br />
competencia, bien porque una empresa dominante<br />
pueda evitarla, o bien porque unas<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
cuantas empresas que concentren la actividad<br />
en el sector puedan restringirla mediante<br />
acuerdos entre ellas. En este sentido,<br />
el Estado tiene un papel fundamental para<br />
ayudar a que los mercados funcionen mejor<br />
y puedan desplegar de forma más completa<br />
sus potencialidades.<br />
Asimismo, y aunque fuera del dominio<br />
estricto de lo que se entiende por política<br />
de liberalización, el Estado debe establecer<br />
reglas que impidan la explotación del consumidor<br />
y maximicen el bienestar social en<br />
aquellas industrias cuya estructura determine<br />
la subsistencia de las características<br />
de monopolio natural, al menos hasta que<br />
cambios tecnológicos debiliten en el futuro<br />
estas condiciones, y hagan viable o deseable<br />
la introducción de competencia.<br />
Por último, se formulan una serie de<br />
orientaciones de carácter institucional dirigidas<br />
a mejorar la formulación de la política<br />
de defensa de la competencia y de la prevención<br />
de abusos monopolísticos. Con carácter<br />
general, se enfatiza la necesidad de<br />
acentuar la independencia tanto del Tribunal<br />
de Defensa de la Competencia como de las<br />
Órganos Reguladores. Además, se da gran<br />
16 Este trabajo debe mucho a un diálogo continuado<br />
sobre la materia con Antón Costas y el resto de integrantes<br />
del grupo de investigación ‘Políticas públicas y<br />
regulación económica’ de la Universitat de Barcelona.<br />
GERMÀ BEL<br />
importancia a la mejora de la transparencia<br />
y a evitar la opacidad en las actuaciones de<br />
los órganos reguladores y en su relación con<br />
las empresas reguladas. La publicidad es, sin<br />
duda, uno de los mecanismos más adecuados<br />
para garantizar la eficacia de la regulación<br />
y para prevenir la captura del regulador<br />
por parte del regulado.<br />
El proceso de concentración del poder<br />
económico en los sectores de servicios públicos<br />
en España es muy acelerado. Grandes<br />
empresas financieras y de servicios comparten<br />
posiciones accionariales de importancia<br />
en otras empresas de servicios que, teóricamente,<br />
deberían estar orientadas a competir<br />
entre sí. Además, y esto es más importante,<br />
esta concentración de poder económico está<br />
debilitando de forma progresiva los equilibrios<br />
de poder consustanciales a cualquier<br />
democracia. En el futuro inmediato, la cuestión<br />
del fomento de la competencia y de la<br />
prevención del poder monopolístico no es ya<br />
sólo una necesidad para mejorar la eficiencia<br />
de la economía española. Es también un imperativo<br />
para mejorar la calidad de la propia<br />
democracia. 16 n<br />
Germà Bel es profesor de Política Económica en la<br />
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales<br />
de la Universitat de Barcelona.<br />
29
LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA<br />
¿Transformación o parálisis?<br />
E<br />
n este artículo se pretenden discutir<br />
algunas ideas sobre las posibilidades<br />
de cambio de la Universidad pública<br />
española, considerando su situación actual,<br />
los antecedentes y los retos de cara al<br />
futuro como una contribución más al intenso<br />
debate que se ha producido en los<br />
últimos tiempos en nuestro país.<br />
1. La transformación reciente<br />
de la Universidad pública española<br />
En primer lugar, es importante reconocer<br />
la gran mejora que ha experimentado la<br />
Universidad española durante los últimos<br />
15 años, aproximadamente desde la aprobación<br />
de la Ley de Reforma Universitaria<br />
(LRU). Durante estos años, nuestras<br />
universidades y su sistema regulador han<br />
afrontado, con más acierto que desacierto,<br />
los retos a los que debía dar respuesta.<br />
En 1982, para situarnos en un espacio<br />
temporal que simboliza el inicio de una<br />
importante transformación de nuestro<br />
país, la Universidad pública española se<br />
encontraba en una situación anacrónica,<br />
incapaz de absorber con unas mínimas<br />
garantías de calidad la gran presión que<br />
ejercía el impacto de la explosión demográfica<br />
derivada del desarrollismo de la<br />
década de los sesenta. La sociedad española<br />
se había transformado mucho y demandaba<br />
y exigía a la Universidad una<br />
respuesta cuantitativa y cualitativa a la altura<br />
de esta importante transformación.<br />
La dificultad residía en combinar una necesidad<br />
inédita en nuestra secular tradición<br />
universitaria: ajustar calidad docente<br />
e investigadora con un elevado número<br />
de alumnos. Hasta el momento, la Universidad<br />
española había sido capaz de formar<br />
más o menos dignamente a un reducido<br />
volumen de estudiantes de elevada<br />
extracción social. Era una Universidad<br />
elitista, tal vez no con el mismo nivel de<br />
otros países occidentales, pero que aprovechaba<br />
una gran tradición académica e<br />
JACINT JORDANA / CARLES RAMIÓ<br />
intelectual y conseguía unos resultados<br />
formativos relativamente satisfactorios.<br />
Pero la transformación de una Universidad<br />
de élites en una Universidad de<br />
masas generó muchos problemas, que en<br />
su momento, a finales de los años setenta<br />
y principios de los ochenta, parecían insalvables.<br />
Una vez superados los periodos<br />
de convulsión política de la década de los<br />
setenta, cuando la producción docente e<br />
investigadora de nuestras universidades<br />
estaba en un segundo plano, las lagunas y<br />
los déficit se manifestaron claramente. La<br />
Universidad ya no tenía como misión formar<br />
élites ni colectivos concienciados políticamente<br />
para transformar el país, sino<br />
que debía formar profesionales que permitieran<br />
afrontar los retos de unas demandas<br />
ocupacionales con unas ciertas<br />
garantías de éxito, similares a las del resto<br />
de los países europeos.<br />
Los que a principios de los años<br />
ochenta iniciamos la aventura universitaria<br />
como estudiantes nos encontramos<br />
con una Universidad pública en un estado<br />
bastante precario. Infraestructuras<br />
muy deficientes, aulas saturadas en pésimas<br />
condiciones físicas, bibliotecas muy<br />
poco actualizadas, abundantes profesores<br />
séniors habituados a formar estudiantes ya<br />
previamente estimulados por su entorno<br />
social, numerosos profesores júniors inmersos<br />
en dinámicas políticas rutinarias,<br />
o muy preocupados por sus condiciones<br />
laborales y por definir su carrera académica<br />
(recordemos los penenes). Pero si el estilo<br />
y capacidad docente eran desalentadores,<br />
en mucho peor estado se encontraba<br />
la situación de la investigación. En<br />
muchas áreas de conocimiento, la investigación<br />
se reducía a la elaboración de manuales<br />
o a la publicación de algunos artículos<br />
de divulgación en la prensa. Nada<br />
hacía presagiar que una importante transformación<br />
iba a producirse a partir de<br />
aquel momento.<br />
En efecto, si hoy visitamos cualquier<br />
centro público universitario de nuestro<br />
país comprobaremos que la mejora ha sido<br />
radical. Unos campus universitarios a<br />
la altura o incluso mejores que los que<br />
poseen los países de nuestro entorno y<br />
una mayoría de profesores inmersos en<br />
una fuerte dinámica investigadora que está<br />
alcanzando un cierto protagonismo en<br />
la esfera internacional. En muchos ámbitos<br />
científicos, la presencia de investigadores<br />
españoles en revistas internacionales<br />
de prestigio, en congresos, seminarios,<br />
etcétera, ha experimentado un gran crecimiento,<br />
contribuyendo en gran manera al<br />
desarrollo del sistema español de innovación<br />
(COTEC, 1998). Respecto a la docencia,<br />
en cambio, siguen las luces y sombras,<br />
lo que no permite realizar un balance<br />
tan positivo. Luces, ya que ha crecido<br />
el nivel de seriedad y profesionalidad en<br />
la labor docente; sombras, ya que la inversión<br />
de los académicos en la investigación<br />
ha ido en detrimento de su dedicación<br />
en la docencia. Además, la docencia<br />
sigue anclada en tradiciones pedagógicas<br />
poco acordes con los tiempos que corren<br />
(Consejo de Universidades, 1997; AQ-<br />
SUC, 1998). Una evidencia de ello son<br />
las elevadas y persistentes tasas de fracaso<br />
escolar que sufren una buena parte de las<br />
universidades, las cuales tienen unas notables<br />
bolsas de estudiantes repetidores,<br />
muchos de los cuales abandonan sus estudios<br />
sin conseguir graduarse.<br />
Es evidente que el balance positivo<br />
que podemos hacer de estos últimos 15<br />
años de la Universidad no ha surgido de<br />
forma espontánea. La Administración ha<br />
invertido unas grandes cantidades de recursos<br />
económicos en infraestructuras,<br />
becas destinadas a la formación de investigadores<br />
y docentes, e importantes ayudas<br />
y estímulos a la investigación. Se podría<br />
afirmar que cuando la Administración<br />
ha hecho una apuesta para aumentar<br />
30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
el nivel de recursos –quizá excesivamente<br />
tímida–, la Universidad ha respondido de<br />
forma rotunda. El marco regulador y el<br />
diseño institucional, de la mano de la<br />
LRU, también han contribuido a conseguir<br />
lo que era su gran reto, la “reforma<br />
de la Universidad” (Michavila y Calvo,<br />
1998).<br />
Pero si la Universidad española ha<br />
mejorado en muchos aspectos con relación<br />
a como era hace 15 años, también<br />
hay que señalar que la sociedad que la envuelve<br />
y le exige resultados también ha<br />
cambiado muchísimo en el mismo periodo<br />
de tiempo. Numerosos servicios públicos<br />
han mejorado también de forma espectacular<br />
en las dos últimas décadas en<br />
España, alcanzando niveles de calidad similares<br />
a los europeos o incluso superiores;<br />
pero, desgraciadamente, la Universidad<br />
pública española no está todavía a la<br />
altura de tales posiciones. Es lógico, ya<br />
que no es lo mismo conseguir, por ejemplo,<br />
unos ferrocarriles a la altura de los estándares<br />
de los países más avanzados que<br />
lograr lo mismo con la Universidad. La<br />
Universidad genera y gestiona conocimiento,<br />
materia en la que es mucho más<br />
difícil alcanzar en unos pocos años a los<br />
países que disponen de una gran tradición<br />
investigadora y docente. No obstante, el<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
objetivo básico debería ser estar en condiciones<br />
de no quedarse definitivamente<br />
“rezagados”, fuera del juego globalizado<br />
de la generación de conocimiento. La inversión<br />
pública en las universidades, o en<br />
investigación y desarrollo en general, está<br />
todavía lejos porcentualmente de la media<br />
del nivel de estos países de referencia<br />
que, además, generan mayor riqueza (San<br />
Segundo, 1996). Pero la cuestión no reside<br />
sólo en invertir más recursos, sino<br />
también en diseñar una arquitectura institucional,<br />
unos mecanismos de gestión y<br />
un compromiso con el control, la evaluación<br />
y la rendición de cuentas que permita<br />
conseguir el máximo rendimiento de<br />
los recursos económicos que se vayan invirtiendo<br />
en las universidades (Banco<br />
Mundial, 1994).<br />
2. Elementos que frenan el<br />
desarrollo de la Universidad<br />
Obstáculos muy diversos parecen impedir<br />
a la Universidad un ajuste mejor y más<br />
rápido a los cambios de los contextos,<br />
tanto locales como internacionales, perdiendo<br />
día a día muchas oportunidades,<br />
lo que puede generar graves dificultades<br />
para contribuir de forma efectiva al desarrollo<br />
general del país. Si el balance de los<br />
últimos 15 años ha sido bastante positivo,<br />
no se puede decir lo mismo de las expectativas<br />
de cara al futuro inmediato si la<br />
Administración no adopta un conjunto<br />
de medidas que modifiquen las dinámicas<br />
actuales.<br />
En los últimos tiempos se han efectuado<br />
numerosas propuestas para modificar<br />
elementos clave del sistema universitario,<br />
bien sea la selección y promoción del<br />
profesorado, las fórmulas de financiación<br />
o las formas de gobierno y elección del<br />
rector. Se percibe en muchas de ellas una<br />
cierta sensación de que un elemento clave<br />
impide la renovación del sistema universitario<br />
y que es necesario actuar sobre él para<br />
mejorar la situación existente. Sin embargo,<br />
con frecuencia se analizan poco los<br />
motivos del persistente estancamiento, o<br />
la inexistencia de cambios que vive la<br />
Universidad española desde hace bastantes<br />
años, a pesar de los graves problemas<br />
que sufre. Tampoco son frecuentes visiones<br />
claras sobre lo que debería ser la Universidad<br />
para la sociedad española en el<br />
futuro. Por ello, a los ojos de sectores de<br />
la sociedad lejanos al mundo universitario,<br />
algunas de estas propuestas pueden<br />
llegar a ser vistas como argumentos bastante<br />
interesados que transmiten el mensaje<br />
de diversos colectivos comprometidos<br />
en mantener o reforzar su capacidad de<br />
31
LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />
influencia sobre la institución universitaria.<br />
Mientras tanto, los políticos observan<br />
las instituciones universitarias como un<br />
fenómeno extraño y temen verse demasiado<br />
inmiscuidos en sus problemas. Esto<br />
último no es un asunto menor si tenemos<br />
en cuenta que el actual Gobierno del Partido<br />
Popular, de corte conservador, mantiene<br />
una relación bastante singular con la<br />
Universidad. Estamos ante un Gobierno<br />
que mantiene unas relaciones algo acomplejadas<br />
con algunos sectores de la sociedad,<br />
como, por ejemplo, los sindicatos o<br />
los diversos colectivos de intelectuales. La<br />
Universidad puede ser percibida como<br />
una institución en manos de sectores de<br />
intelectuales con gran influencia sobre la<br />
opinión pública, a los que en la medida<br />
de lo posible hay que mantener al margen<br />
de la agenda política, satisfaciendo algunas<br />
de sus demandas corporativas más<br />
tradicionales. Es decir, una opción posible<br />
podría ser “pagar” para mantener a la<br />
Universidad reivindicativamente adormecida<br />
y no afrontar en absoluto su necesaria<br />
modernización institucional. Una<br />
reforma a fondo, obviamente, generaría<br />
resistencias y polémicas que fomentarían<br />
que los profesores universitarios, asiduos<br />
colaboradores de los medios de comunicación,<br />
dieran rienda suelta a su gran potencial<br />
crítico. Los profesores universitarios<br />
pueden ser vistos por el Gobierno como<br />
“francotiradores de la crítica”, ávidos<br />
de una diana tan sugerente como el Gobierno<br />
del Estado.<br />
Los elementos de parálisis<br />
de la Universidad<br />
A nuestro entender, existen actualmente<br />
en la Universidad española cuatro grandes<br />
elementos de parálisis, muy interrelacionados<br />
entre sí: a) la selección y gestión<br />
del profesorado; b) el volumen y la forma<br />
de financiación; c) las características de su<br />
diseño organizativo; y d) las formas de regulación<br />
y control que ejerce la Administración<br />
sobre la Universidad. En cada una<br />
de estas cuestiones, la ausencia de cambios<br />
en los últimos años ha sido notable.<br />
En este sentido, el argumento que se<br />
quiere desarrollar es que la imposibilidad<br />
de modificar la situación actual no es tanto<br />
debida a unos problemas específicos,<br />
sino a las interdependencias existentes entre<br />
éstos. Su fuerte interdependencia es lo<br />
que hace extremadamente difícil introducir<br />
dinámicas de cambio, ya que, en su<br />
conjunto, las condiciones actuales configuran<br />
un equilibrio institucional relativamente<br />
estable a pesar de que no dejen satisfecho<br />
a nadie. Otro obstáculo añadido<br />
es la escasa percepción de estas fuertes interdependencias<br />
–a la vista del debate<br />
existente–, que aún dificulta más un proceso<br />
de discusión abierto sobre las vías<br />
posibles para transformar la Universidad<br />
pública española, que permita también<br />
esclarecer los objetivos a alcanzar. Si la<br />
Universidad no ha demandado cambios<br />
sustantivos durante los últimos años, se<br />
debe precisamente a este singular equilibrio<br />
institucional en el que se han ido<br />
acomodando las aspiraciones profesionales<br />
y económicas de los diversos colectivos<br />
implicados. Aunque no nos atrevamos a<br />
considerar como perverso el estado actual<br />
de la Universidad, no podemos engañarnos<br />
más y hay que reconocer que el sistema,<br />
de cara a un futuro más o menos inmediato,<br />
va a empeorar de forma cada vez<br />
más intensa a no ser que se emprendan<br />
profundas reformas.<br />
El profesorado como elemento<br />
que relaciona las diferentes problemáticas<br />
Para ilustrar esta fuerte interrelación, analizamos<br />
el caso de la selección y gestión<br />
del profesorado, mostrando su vinculación<br />
con los otros problemas mencionados.<br />
Un punto evidente de partida es la<br />
ausencia de políticas claras en este ámbito<br />
por parte de la Administración, ya que<br />
durante muchos años ésta ha abandonado<br />
su gestión, estableciéndose un fuego cruzado<br />
entre la tendencia a la autorregulación<br />
de los cuerpos de funcionarios de élite<br />
y las expectativas de autogestión de los<br />
profesores de cada universidad. El campo<br />
de batalla lo han constituido los departamentos<br />
universitarios (unidades organiza-<br />
tivas que agrupan a profesores con especialidades<br />
semejantes), donde se sitúan<br />
buena parte de los engranajes para generar<br />
la oferta de plazas. Sin embargo, con<br />
la intención de buscar un cierto equilibrio,<br />
el marco legal difumina las responsabilidades<br />
de la selección del profesorado<br />
entre el Cuerpo y el Departamento y la<br />
Universidad, favoreciendo así la aparición<br />
de arbitrariedades en los procesos de decisión<br />
dada la incoherencia entre las distintas<br />
lógicas de regulación profesional. Los<br />
órganos centrales de las universidades generalmente<br />
sólo han ejercido de intermediarios<br />
en estas dinámicas, con escasa capacidad<br />
para introducir una visión global<br />
de las necesidades de la Universidad frente<br />
a las dinámicas atomizadas e incrementalistas<br />
de los núcleos más influyentes del<br />
profesorado. Así, la complicidad interesada,<br />
o el mirar hacia otra parte, han sido<br />
comportamientos habituales de la Administración<br />
y de los órganos de gobierno<br />
de las universidades.<br />
Para crear nuevas plazas de profesorado,<br />
durante estos años el único criterio de<br />
crecimiento ha consistido en aumentar la<br />
oferta docente y así conseguir nuevos fondos<br />
de la Administración. La Administración,<br />
sin embargo, nunca intervenía en<br />
las decisiones sobre las nuevas plazas.<br />
Actualmente, el descenso demográfico ha<br />
puesto en tela de juicio toda esta lógica<br />
incrementalista, y las universidades afrontan<br />
perplejas la necesidad de reformular<br />
sus sistemas de distribución interna de recursos<br />
en un contexto completamente<br />
distinto. En este sentido, las nuevas propuestas<br />
de selección que sugieren aumen-<br />
32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
tar la presencia externa en las comisiones<br />
de selección en el fondo sólo son una vía<br />
para reforzar la autorregulación de los<br />
cuerpos funcionariales, debilitando la autonomía<br />
de los departamentos. Sin entrar<br />
con más profundidad en este tema, cabe<br />
señalar que posiblemente ninguna de ambas<br />
fórmulas asegura que los méritos docentes<br />
e investigadores de los candidatos<br />
sean realmente tenidos en cuenta con<br />
cierta objetividad, ya que tienden a promover<br />
variedades distintas de patronazgo<br />
dentro de un modelo general basado en la<br />
ausencia de políticas ordenadoras de los<br />
recursos humanos en las universidades.<br />
De todos modos, es de justicia señalar<br />
que, si bien el proceso de selección es deficiente<br />
e incluso en ocasiones injusto, esto<br />
no significa necesariamente que la mayoría<br />
de los profesores que superan las<br />
oposiciones no acrediten un currículo que<br />
les haga merecedores de su acceso a la<br />
Universidad. Pero el problema reside en<br />
que el sistema no genera suficientes estímulos<br />
para seleccionar a los mejores profesionales.<br />
El tema de la selección del profesorado<br />
está muy relacionado con los problemas<br />
del diseño institucional para la toma<br />
de decisiones en la Universidad española.<br />
Los procesos que conducen a la distribución<br />
de recursos se encuentran vinculados<br />
a los equilibrios de poder en el conjunto<br />
de la institución; y estos equilibrios están<br />
bastante decantados hacia los núcleos más<br />
influyentes del profesorado permanente<br />
de cada Universidad, no sólo por su prestigio,<br />
sino por su presencia en todos los<br />
órganos de decisión. Así, tanto para establecer<br />
nuevos estudios y convocar nuevas<br />
plazas como para seleccionar a los candidatos<br />
se producen complejos procesos internos<br />
de decisión, mayoritariamente de<br />
carácter informal, donde hay un déficit<br />
de mecanismos institucionales y de controles<br />
efectivos. Además, hay que tener<br />
presente que, hasta el momento, para casi<br />
todas las decisiones de las universidades el<br />
factor de mayor peso, aunque escasamente<br />
visible, ha sido la intención de promover<br />
crecimientos internos de las plantillas<br />
de una u otra especialidad y con uno u<br />
otro perfil y grado académico. Todo ello<br />
genera continuamente luchas internas en<br />
la Universidad entre el profesorado de<br />
distintas especialidades para acceder a algunos<br />
recursos adicionales que permitan<br />
el crecimiento de su área de conocimiento.<br />
No hay unos contrapesos fuertes y<br />
efectivos en los órganos centrales de las<br />
universidades que promuevan una visión<br />
global y equilibrada de las funciones de la<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Universidad en la sociedad actual. Por<br />
otra parte, tampoco han emergido unas<br />
reglas de “juego limpio” entre el profesorado,<br />
como la extendida costumbre, en el<br />
ámbito germánico y anglosajón, de evitar<br />
que los doctores por una universidad puedan<br />
tener una posición permanente en la<br />
misma sin solución de continuidad, o el<br />
respeto a la autonomía de cada Universidad<br />
para seleccionar a sus profesores.<br />
El problema del profesorado también<br />
está relacionado con los recursos económicos<br />
disponibles por las universidades.<br />
Cabe destacar que, realmente, nadie gestiona<br />
en España las plantillas de profesores<br />
universitarios; ni la Administración ni<br />
en muchos casos las propias universidades.<br />
Incluso podríamos añadir que el ministerio<br />
y la mayor parte de las comunidades<br />
autónomas saben apenas cuántos<br />
profesores hay y, evidentemente, no conocen<br />
la dedicación docente del profesorado<br />
profesional ni el grado de utilización en la<br />
docencia de profesores no doctores, como<br />
los profesores ayudantes, la mayoría de los<br />
profesores asociados y los becarios. Sin<br />
embargo, para una buena gestión del profesorado<br />
–sea ésta centralizada o descentralizada–<br />
es necesario un importante<br />
aumento de los recursos y, por tanto, un aumento<br />
de la financiación de las universidades.<br />
Para todos los niveles, los salarios<br />
de los profesores universitarios son muy<br />
bajos, tanto si los comparamos con los salarios<br />
de los otros ámbitos de gestión de<br />
las administraciones públicas para puestos<br />
de cualificación similar como si los comparamos<br />
con las retribuciones de los profesores<br />
universitarios de los países de<br />
nuestro entorno. Sorprende, por tanto,<br />
que aparte de las lamentables situaciones<br />
de extrema precarización laboral en que<br />
han caído algunas universidades, haya pocas<br />
reivindicaciones laborales. La paradoja<br />
se explica en parte por la ausencia de sindicalización<br />
significativa en estos colectivos,<br />
pero aún más por la existencia de un<br />
cierto consenso para no indagar demasiado<br />
sobre la dedicación efectiva de los profesores<br />
a la Universidad, así como sobre la<br />
obtención de ingresos adicionales al salario<br />
por la realización de otras actividades.<br />
Pero, evidentemente, las oportunidades<br />
que ofrece el mercado para los conocimientos<br />
de los profesores universitarios<br />
son enormemente desiguales, y ello genera<br />
todo tipo de recelos y malestares. Así,<br />
al no existir ningún tipo de políticas de<br />
personal, se genera una situación de dispersión<br />
absoluta. Los salarios no premian<br />
la dedicación intensiva a las tareas más específicas<br />
de la Universidad sino que son<br />
JACINT JORDANA/CARLES RAMIÓ<br />
indiferentes las actividades de los profesores;<br />
por el contrario, podríamos decir que<br />
penalizan a los que le otorgan mayor dedicación<br />
(en la docencia, en la gestión y,<br />
en menor medida, en la investigación), ya<br />
que no obtienen rentas adicionales. Así,<br />
ya desde el inicio de la carrera universitaria,<br />
los extremadamente bajos salarios de<br />
los primeros niveles universitarios fomentan<br />
la búsqueda de ingresos adicionales<br />
para los nuevos profesores, cuyas actividades<br />
externas son generosamente toleradas<br />
–e incluso incentivadas– por las propias<br />
universidades. Todo ello no parece un<br />
modelo muy atractivo para conseguir establecer<br />
organizaciones activas y con capacidad<br />
de impulsar el desarrollo del país<br />
en una sociedad avanzada. Alguien con<br />
sentido común diría que debería hacerse<br />
todo lo contrario: elevar de forma importante<br />
los salarios mediante incentivos<br />
efectivos e introducir al mismo tiempo<br />
mecanismos más estrictos para impedir<br />
que los profesores dedicaran parte de su<br />
jornada laboral a actividades ajenas que<br />
les complementen el salario y, si lo hicieran,<br />
fuera mediante fórmulas de dedicación<br />
parcial a la Universidad, o bien con<br />
actividades organizadas a través de la Universidad<br />
y en las que ésta consiguiera<br />
también beneficios institucionales y económicos.<br />
Sin embargo, mejorar los niveles salariales<br />
sería caro y, dadas las formas de gobierno<br />
y las tradiciones actualmente existentes<br />
en la Universidad actual, es poco<br />
seguro el éxito de los nuevos incentivos y<br />
fórmulas de control que se introdujeran:<br />
se impondrían los nuevos salarios, pero<br />
las posibilidades de que todo siguiera<br />
igual, sin apenas ganancias para la sociedad,<br />
serían muy elevadas. Esta última dificultad<br />
nos lleva a relacionar el problema<br />
del profesorado universitario con el cuarto<br />
de los grandes problemas antes mencionados:<br />
la ausencia de fórmulas de<br />
regulación efectivas por parte del Gobierno<br />
y la Administración sobre las instituciones<br />
universitarias. Actualmente, la autonomía<br />
de las universidades es una autonomía<br />
blanda, no tanto debido a los<br />
controles externos que establece la Administración<br />
–que son bastante formales y<br />
retóricos– sino a la propia incapacidad de<br />
la Universidad para generar y articular<br />
una auténtica acción intencional y orientarse<br />
estratégicamente. Esta “minoría de<br />
edad” de la Universidad española, que parece<br />
perpetua (consagrada por la LRU y la<br />
tradición centralista del país), tiene bastante<br />
que ver con la difuminación de responsabilidades<br />
(y de sus consecuencias)<br />
33
LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />
que generalmente ha caracterizado la toma<br />
de decisiones por parte de los actores<br />
universitarios respecto a la mayor parte de<br />
los temas clave, incluyendo, por supuesto,<br />
la selección y promoción del profesorado.<br />
Para ser efectiva, una intervención externa<br />
desde la Administración y el sistema político<br />
debería establecer nuevos sistemas de<br />
incentivos –positivos y negativos– que<br />
contribuyeran a evitar, en la medida de lo<br />
posible, la tendencia hacia la patrimonialización<br />
de la Universidad y de sus recursos<br />
por parte de algunos colectivos de<br />
profesores, para pasar a promocionar la<br />
introducción de dinámicas más corporativas,<br />
en el buen sentido de la palabra. No<br />
es nada nuevo decir que los docentes universitarios<br />
representan un paradigma extremo<br />
de lo que Mintzberg (1988) ha<br />
conceptualizado como “burocracia profesional”,<br />
que es un modelo de organización<br />
que se caracteriza por la alta autonomía<br />
de sus profesionales, que se coordinan<br />
gracias a sus específicos sistemas de<br />
formación y de socialización y a los que es<br />
muy difícil dirigir, controlar y normalizar<br />
sus actividades y resultados por parte del<br />
ápice estratégico y de la tecnoestructura<br />
de la Universidad (Vallès, 1996). Es decir,<br />
muchos de los profesores con numerosas<br />
actividades externas a la Universidad deberían<br />
dejar de verse a sí mismos como<br />
“empresarios autónomos” para pasar a<br />
considerarse a sí mismos como “trabajadores<br />
asalariados” o quizá, siendo más<br />
realistas, como “socios”, miembros de una<br />
unidad –el Departamento– y una corporación<br />
–la Universidad– que tiene unos<br />
objetivos y unos intereses que comparten.<br />
En este sentido, su papel debería ser muy<br />
activo, pero su dinamismo debería estar<br />
en relación con la propia institución, obteniendo<br />
recursos y reputación para ella,<br />
y no capturando recursos y reputación sólo<br />
para sí mismos. Sin embargo, pasar de<br />
la situación difusa y ambigua existente actualmente<br />
a una situación de clarificación<br />
de responsabilidades y a una estructura de<br />
incentivos bien definida probablemente<br />
sea poco atractivo para los sectores de<br />
profesores que mayor partido obtienen<br />
de la situación y que, a su manera, también<br />
aportan dinamismo a las pasivas universidades<br />
actuales, desde un punto de<br />
vista institucional.<br />
El círculo perverso aparentemente<br />
inexpugnable<br />
Con ello cerramos el círculo de problemas<br />
interrelacionados que hemos planteado<br />
partiendo del problema inicial: una selección<br />
del profesorado difusa y clientelar,<br />
posible gracias a un diseño institucional<br />
de las universidades que favorece la multiplicidad<br />
de pequeños núcleos de decisión<br />
concentrados cada uno de ellos en torno a<br />
las especialidades académicas, se autorregula<br />
gracias a la ausencia de controles internos<br />
y externos. Tratándose los profesores<br />
universitarios de colectivos profesionales<br />
que, como buena “burocracia<br />
profesional”, son muy reacios a la introducción<br />
de cualquier fórmula de control<br />
externa a su propio ámbito de especialidad,<br />
la única forma de conseguir cambios<br />
en su forma de dedicación a la Universidad<br />
podría ser mediante la introducción<br />
de incentivos salariales que eliminen las<br />
bajas remuneraciones que justifican muchas<br />
de las deficientes prácticas actuales.<br />
Sin embargo, para evitar que los incentivos<br />
se conviertan en fórmulas perversas<br />
que empeoren la situación actual, es necesario<br />
poder incidir en el elemento clave<br />
de la reproducción del sistema: los mecanismos<br />
de selección y promoción del profesorado.<br />
Y así cerramos el círculo y volvemos<br />
al inicio.<br />
El descontento generalizado que se<br />
detecta actualmente en el mundo universitario<br />
es producto, en buena parte, de<br />
que no se percibe la forma de salir del túnel.<br />
Unos problemas empujan a los otros,<br />
generándose una espiral de perversiones y<br />
bloqueos que impiden o anulan cualquier<br />
iniciativa de reforma. Detrás de cada tipo<br />
de problema se encuentran generalmente<br />
distintos colectivos universitarios que<br />
consideran como crucial su problema,<br />
tendiendo a ver como marginal el resto de<br />
cuestiones que afectan a la renovación de<br />
la Universidad. Así, las visiones y los intereses<br />
sobre lo que se quiere reformar son<br />
muy distintos; y a ello cabe añadir que<br />
generalmente se encuentran formulados<br />
de forma bastante confusa y poco explícita.<br />
El diagnóstico, sin embargo, parece<br />
claro: hay que avanzar mucho más en<br />
profesionalizar a los actores universitarios,<br />
de arriba abajo, y en institucionalizar a la<br />
Universidad en su conjunto.<br />
3. Las encrucijadas de la Universidad<br />
pública española en el presente<br />
Actualmente existe un conjunto de oportunidades<br />
históricas para la Universidad<br />
española cuya conjunción no tenemos<br />
ninguna seguridad de que se vuelva a producir<br />
en muchos años. Por un lado, el<br />
inicio de una orientación hacia la homogeneización<br />
de los estudios universitarios<br />
en Europa que puede facilitar una movilidad<br />
mucho mayor de estudiantes y profesores<br />
a través de toda la Unión Europea.<br />
En segundo lugar, el descenso demográfico<br />
puede permitir desmasificar la Universidad,<br />
generando una gran oportunidad<br />
para aumentar la calidad de la docencia.<br />
En tercer lugar, la actual presencia española<br />
en América Latina y su dinámica de<br />
crecimiento empieza a apuntar la configuración<br />
de una enorme comunidad universitaria,<br />
en la cual pueden generarse numerosas<br />
oportunidades de estudio y empleo<br />
con una gran movilidad en todos los<br />
sentidos. Finalmente, el propio estado de<br />
ánimo de la comunidad universitaria en<br />
España es oportuno: existe un gran consenso<br />
en que estamos en una situación de<br />
inquietante parálisis, en que es necesario<br />
realizar cambios importantes en el ámbito<br />
universitario.<br />
Sin embargo, si continúa la senda actual<br />
de bajo rendimiento y de enquistamiento<br />
interno, es probable que se vaya<br />
generando un creciente deterioro del sistema<br />
universitario público del cual tal vez<br />
se salven algunas universidades pero donde<br />
la tendencia general sea la huida de los<br />
profesores con perfiles más investigadores<br />
a estructuras –públicas o privadas– separadas<br />
de la Universidad, y el trasvase de<br />
parte de la demanda estudiantil, la que<br />
dispone de rentas más elevadas, a una<br />
oferta emergente de universidades privadas<br />
o a universidades del resto de Europa<br />
o de Estados Unidos. Además, el cambio<br />
de ciclo demográfico puede ser vivido solamente<br />
como una inflexión de la tendencia<br />
incrementalista que han experimentado<br />
las universidades durante las últimas<br />
décadas, arreciando disputas internas por<br />
los recursos disponibles. Así, un panorama<br />
pesimista de la Universidad pública<br />
española dentro de 10 años nos podría dibujar<br />
unas instituciones difusas y en continua<br />
disputa interna por unos recursos<br />
menguantes, con bajos niveles de calidad<br />
en la docencia y poca investigación, de las<br />
cuales estarían huyendo continuamente<br />
sus actores más dinámicos. En definitiva,<br />
un sistema residual dentro de las vías de<br />
formación e investigación presentes en la<br />
sociedad española de la próxima década.<br />
4. Algunas propuestas para la<br />
transformación de la<br />
Universidad en el futuro<br />
No obstante, también es posible un modelo<br />
de Universidad pública de gran calidad<br />
en la España del siglo XXI. Para ello,<br />
sin embargo, es necesario renunciar a las<br />
pretensiones extremadamente igualitarias<br />
o jerárquicas, fáciles de defender para sindicatos<br />
y colectivos profesionales respectivamente<br />
pero que a menudo acaban<br />
34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
generando situaciones absolutamente contrarias<br />
a las deseadas. Por el contrario,<br />
tanto individual como colectivamente debe<br />
aumentar la credibilidad de los procesos<br />
de decisión universitarios; y la distribución<br />
de recursos debe justificarse por<br />
los resultados obtenidos en cada institución.<br />
El conjunto del sistema universitario<br />
debería asumir, para su propia supervivencia,<br />
la necesidad de introducir un<br />
cierto grado de desigualdad y de autonomía<br />
efectiva en sus estructuras, tanto dentro<br />
de cada universidad como entre universidades,<br />
que fomentara una cierta<br />
competitividad según criterios públicos<br />
para evitar que sea finalmente el mercado<br />
el que introduzca mayores desigualdades,<br />
según criterios mucho menos refinados.<br />
No hace falta recordar que en el mundo<br />
del conocimiento y la información, la demanda<br />
solvente es mucho más cruel que<br />
en cualquier otra parte, al expulsar todo<br />
aquello que no es útil a corto plazo.<br />
Las políticas universitarias actuales<br />
–así como los sistemas de control e incentivación–<br />
tratan por igual a todos los sectores<br />
de profesorado, a todas las habilidades<br />
universitarias y a todas comunidades<br />
de conocimiento, a pesar de que todos<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
éstos son muy distintos entre sí, también<br />
internamente, y de que –como consecuencia–<br />
sus estrategias laborales y de<br />
promoción social se han ido diferenciando<br />
muchísimo a lo largo de los años. Es<br />
necesario aceptar esta realidad y plantear<br />
una diversificación, exigiendo una mayor<br />
responsabilidad y profesionalidad a todos<br />
los niveles, correspondiendo a ésta con<br />
una remuneración adecuada y garantizando<br />
a la sociedad la mayor transparencia<br />
posible sobre los procesos de selección y<br />
promoción adoptados. Para salir de la interdependencia<br />
que estabiliza el equilibrio<br />
actual, debemos plantearnos como objetivo<br />
alcanzar un nuevo equilibrio, mucho<br />
más satisfactorio; en otras palabras, se trata<br />
de disponer de una visión realista –y<br />
optimista– sobre cómo puede ser la nueva<br />
universidad española en el futuro. La convergencia<br />
de expectativas sobre un nuevo<br />
modelo puede provocar el cambio.<br />
A continuación, esbozamos algunas<br />
propuestas concretas como sugerencias<br />
para reflexionar sobre posibles alternativas<br />
institucionales y organizativas realmente<br />
diferentes a las actuales. En todo caso, y<br />
siguiendo el argumento desarrollado, para<br />
conseguir una mejora significativa de la<br />
JACINT JORDANA/CARLES RAMIÓ<br />
universidad pública en España las nuevas<br />
reformas deberían atender, con un cierto<br />
grado de simultaneidad, a los cuatro<br />
grandes problemas mencionados:<br />
1) Política de selección del profesorado. Cada<br />
Universidad debería tener la capacidad<br />
de reclutar autónomamente a su profesorado,<br />
haciendo uso de la autonomía universitaria<br />
en la capacidad de selección de<br />
sus recursos humanos. Ello debería complementarse<br />
con un conjunto de controles<br />
internos y externos para asegurar la corrección<br />
de los procesos de selección. En<br />
todo caso, ¿cómo se pueden exigir responsabilidades<br />
a instituciones que no tienen<br />
la capacidad formal y real de seleccionar<br />
los efectivos de personal que consideran<br />
más capacitados –siempre respetando<br />
los principios públicos de acceso– para<br />
que contribuyan a alcanzar sus objetivos<br />
estratégicos?<br />
En primer lugar, es muy importante<br />
diferenciar los procesos de contratación<br />
del profesorado de carácter permanente<br />
de los que afectan al profesorado no permanente.<br />
Con relación a este último,<br />
consideramos que debería tener mucho<br />
más peso en nuestras universidades, pero<br />
con unas características distintas a las actuales,<br />
ya que a menudo se utiliza la contratación<br />
no permanente, en forma de<br />
ayudantías y contratos de asociados, como<br />
una fórmula de mantenimiento de<br />
una plantilla endogámica cada vez más<br />
envejecida, con unas condiciones laborales<br />
y económicas muy precarias, donde no<br />
se priman los principios de capacidad y<br />
mérito. En este sentido, una alternativa<br />
sería clarificar el carácter no permanente<br />
de los profesores en proceso de formación,<br />
distinguiendo los profesores que son<br />
doctores de los que aún se encuentran<br />
realizando el doctorado. Por una parte,<br />
para los doctores recientes, se trataría de<br />
fomentar su estabilidad con unas condiciones<br />
económicas próximas a las del profesorado<br />
permanente; mientras que para<br />
los no doctores, se debería fomentar más<br />
la vía de las becas y los contratos de ayudante.<br />
No se trata de conseguir profesorado<br />
“más barato”, sino de diseñar una carrera<br />
académica que introduzca un paso<br />
intermedio entre la obtención del título<br />
de doctor y la obtención de la condición<br />
de funcionario. De esta forma, la carrera<br />
académica del profesorado presentaría un<br />
nuevo momento-filtro que se añadiría a los<br />
dos filtros clásicos como son la consecución<br />
del doctorado y la obtención de una<br />
plaza de funcionario. Se trata de introducir<br />
una nueva categoría en la carrera aca-<br />
35
LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />
démica, que tendría su inicio en el momento<br />
en que un profesor adquiere el<br />
grado de doctor y posee un cierto bagaje<br />
como investigador, situación en la que estaría<br />
en disposición de alcanzar un puesto<br />
no permanente con unas condiciones laborales<br />
y económicas próximas a las de<br />
un profesor titular. Para evitar la persistencia<br />
de la tendencia a la endogamia, un<br />
criterio podría ser impedir que las universidades<br />
contrataran a sus propios doctores,<br />
favoreciendo la aparición de ofertas<br />
competitivas de plazas no permanentes<br />
posdoctorales que estimularan al máximo<br />
la movilidad del profesorado. Este mecanismo<br />
podría romper con un sistema<br />
donde se defiende la antigüedad y los<br />
vínculos de carácter personal por encima<br />
de la calidad.<br />
Así, una carrera habitual consistiría<br />
en que una vez un profesor ha conseguido<br />
un contrato posdoctoral en una universidad<br />
distinta a la que se ha doctorado, y<br />
habiendo desarrollado su actividad docente<br />
e investigadora durante un determinado<br />
periodo de tiempo con esta vinculación<br />
laboral no permanente (entre cuatro<br />
y ocho años, aproximadamente, pero supervisada<br />
por su departamento en las renovaciones<br />
del contrato –cada dos años,<br />
por ejemplo–), estaría en condiciones de<br />
ser evaluado para una plaza de profesor<br />
permanente en la Universidad que lo hubiera<br />
contratado (es decir, alcanzar una<br />
plaza de profesor titular e ingresar en la<br />
carrera académica del personal permanente<br />
o numerario).<br />
Un tema distinto sería la movilidad<br />
de los profesores numerarios, donde se<br />
debería favorecer que las universidades<br />
pudieran ejercer una cierta capacidad de<br />
atracción mediante incentivos de carácter<br />
profesional. En todo caso, el profesorado<br />
debería ser seleccionado con total autonomía<br />
por cada Universidad, donde básicamente<br />
fueran los miembros del departamento<br />
los que ejercieran libremente la<br />
función de selección, teniendo en cuenta<br />
el currículo y los temas y perfiles de investigación<br />
y docencia prioritarios en cada<br />
momento por el departamento. En el<br />
caso del profesorado no permanente se<br />
debería seguir este criterio sin ningún matiz.<br />
Respecto a la selección de profesorado<br />
permanente también debería primar el<br />
criterio de autonomía de cada departamento<br />
universitario, pero introduciendo<br />
algunos mecanismos de control.<br />
Un ejemplo de mecanismo de control<br />
respetuoso con la autonomía universitaria<br />
podría ser el establecimiento de una comisión<br />
de profesorado de la Universidad<br />
que dispusiera de un elevado grado de autonomía,<br />
y con una posible incorporación<br />
de algunos miembros externos, que revisara<br />
los candidatos a una plaza de profesor<br />
permanente propuestos por cada departamento,<br />
disponiendo de capacidad de<br />
veto sobre tales propuestas. Así, por ejemplo,<br />
una comisión de especialistas, formada<br />
por miembros permanentes del departamento,<br />
tal vez con la incorporación de<br />
algunos profesores de otras universidades,<br />
debería realizar el proceso de selección del<br />
candidato, elevando finalmente una propuesta<br />
a la comisión de profesorado de la<br />
Universidad. Otra posibilidad podría ser<br />
configurar comisiones de especialistas integradas<br />
por miembros del departamento<br />
contratante junto a otros seleccionados<br />
directamente por las instancias centrales<br />
de la Universidad contratante. En todo<br />
caso, mejor que definir homogéneamente<br />
todas sus características, la forma de elección<br />
y renovación de las comisiones, su<br />
composición y competencias concretas,<br />
etcétera, podría ser algo que quedara en el<br />
ámbito de los estatutos de cada Universidad<br />
y bajo el control del Gobierno autonómico.<br />
Lo interesante del mecanismo es<br />
conseguir establecer un juego virtuoso entre<br />
las dos comisiones (la del departamento<br />
y de la Universidad) que favoreciera la<br />
calidad de los profesores seleccionados.<br />
Un elemento adicional que podría<br />
contribuir al buen funcionamiento del<br />
mecanismo señalado (aumentando el nivel<br />
de información de todos los participantes<br />
en el juego) sería que cualquiera de<br />
las dos comisiones pudiera solicitar a una<br />
agencia estatal de evaluación u organismo<br />
similar un informe sobre el currículo de<br />
los candidatos finalistas. No se trataría<br />
tanto de informes positivos o negativos sino<br />
simplemente de informes que ubicaran,<br />
en términos comparativos y mediante<br />
la combinación de diversos elementos<br />
cuantitativos y cualitativos, la calidad, el<br />
interés y el valor de la investigación realizada<br />
por el candidato. En ningún caso<br />
podría ser un elemento determinante del<br />
proceso de decisión, pero podría contribuir<br />
a evitar casos de información asimétrica<br />
entre la comisión de especialistas del<br />
departamento y la de generalistas de la<br />
Universidad.<br />
Una propuesta en la línea esbozada<br />
dejaría completamente de lado el actual<br />
36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
sistema 3+2 (tres profesores seleccionados<br />
aleatoriamente entre los miembros de los<br />
cuerpos nacionales de profesores y dos<br />
profesores elegidos por la Universidad<br />
contratante) o la insistente especulación<br />
de cara a un futuro inmediato de 4+1<br />
(cuatro profesores del cuerpo nacional<br />
objeto a convocatoria ajenos a la Universidad<br />
contratante, y uno de la Universidad<br />
contratante). La supresión de este sistema<br />
mixto externo-interno de las comisiones<br />
de evaluación-selección por un<br />
sistema interno implicaría fomentar al<br />
máximo la autonomía universitaria dejando<br />
libertad a que cada Universidad eligiera<br />
a los candidatos que considerase más<br />
idóneos. El actual sistema de elección de<br />
los candidatos es un proceso complejo, de<br />
carácter más político que académico,<br />
donde convergen los criterios de cada<br />
universidad con criterios de carácter corporativo<br />
y favorece en algunas ocasiones<br />
grandes conflictos de intereses o coaliciones<br />
poco claras.<br />
¿Qué ocurre si, a pesar del filtro o de<br />
los filtros que establece la Universidad, un<br />
departamento no selecciona a un buen<br />
candidato? Es evidente que este supuesto<br />
puede suceder, pero también es verdad<br />
que la autonomía consiste en acertar y<br />
también en equivocarse y en rendir cuentas<br />
por ello. De todos modos, un elemento<br />
que ayudaría a su implementación sería<br />
establecer el criterio de que una Universidad<br />
no pudiera contratar a sus<br />
propios doctores salvo que éstos hubieran<br />
obtenido ya un reconocimiento profesional<br />
en otra institución. Aunque en estos<br />
temas mucho más efectivo que las normas<br />
legales lo acaba siendo la reputación y el<br />
prestigio académico en la medida que<br />
circula adecuadamente la información.<br />
2) Diseño institucional de la Universidad.<br />
Aunque se podría plantear la total autonomía<br />
de las universidades a la hora de<br />
configurar su diseño institucional, ya que<br />
la capacidad de autoorganización representa<br />
el principio básico de la gestión autónoma,<br />
también es cierto que si cada<br />
Universidad utilizara discrecionalmente<br />
esta posibilidad, el sistema universitario<br />
en el ámbito autonómico y mucho más<br />
en el ámbito estatal sería muy difícil de<br />
coordinar y mantener estrategias globales<br />
para la Universidad pública. Por esta razón<br />
es necesario un cierto diseño institucional<br />
homogéneo de carácter conceptual<br />
para todas las universidades, aunque sea<br />
con una amplia discrecionalidad en el<br />
momento de definir los aspectos más<br />
concretos. Los principios que deberían<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
regir la arquitectura institucional de las<br />
universidades serían:<br />
• Separar la línea ejecutiva y de gestión<br />
de los órganos colegiados que representan<br />
los diferentes intereses corporativos.<br />
• Profesionalizar al máximo las responsabilidades<br />
ejecutivas y de gestión académica<br />
y de investigación: pocos cargos de<br />
responsabilidad ejecutiva con un alto nivel<br />
de dedicación y con una retribución económica<br />
muy atractiva que favorezca la profesionalización<br />
y la dedicación intensiva.<br />
• La gestión administrativa debería profesionalizarse<br />
en el ámbito estratégico (figura<br />
de vicerrector) y en el ámbito de la gestión<br />
(figura de gerente).<br />
• Los intereses específicos de los profesores,<br />
estudiantes y del personal de administración<br />
y servicios deberían estar articulados<br />
en comisiones asesoras de los órganos<br />
ejecutivos de carácter unipersonal. Su<br />
participación podría ser discrecional en la<br />
mayoría de los temas, preceptiva pero no<br />
completamente vinculante en un conjunto<br />
de decisiones básicas. Por otra parte, un<br />
único órgano debería integrar todas las vías<br />
de representación.<br />
• La Administración y la sociedad no<br />
participarían directamente en la gestión<br />
de las universidades, aunque su posición<br />
debería ser preeminente en la elección de<br />
los cargos ejecutivos. En este sentido, se<br />
trata de superar el planteamiento actual<br />
de los consejos sociales, que han respondido<br />
escasamente a las expectativas y a los<br />
planteamientos de la LRU.<br />
• Por el contrario, la rendición de cuentas<br />
a la sociedad, la evaluación de la investigación<br />
y la docencia y los controles a posteriori<br />
de la gestión deberían estar incorporados<br />
formalmente en la arquitectura<br />
institucional de la Universidad.<br />
La Universidad debería tener a un<br />
rector elegido entre el colectivo de profesores<br />
catedráticos de la Universidad por<br />
periodos de cinco o seis años, con posibilidad<br />
de renovar un mandato. El rector,<br />
una vez elegido, no debería poder ser destituido<br />
por los colectivos de la Universidad.<br />
Sólo podría serlo por supuestos claramente<br />
tipificados. Pero ¿quién elige al<br />
rector? Ésta es una cuestión crítica, en la<br />
que es muy difícil presentar una propuesta<br />
satisfactoria y que nos obliga a plantear<br />
una posibilidad concebida más como un<br />
“mal menor” que como una solución definitiva<br />
y exenta de problemas. De todos<br />
modos, sí pueden presentarse a este respecto<br />
unos parámetros de diseño muy<br />
claros, como son la independencia del<br />
rector con relación a los distintos colectivos<br />
internos de la Universidad, la necesi-<br />
JACINT JORDANA/CARLES RAMIÓ<br />
dad de otorgar al rector una relevancia<br />
política e institucional, reforzar su papel<br />
ejecutivo y, finalmente, la necesidad de<br />
conseguir estos objetivos sin vulnerar el<br />
principio de autonomía universitaria.<br />
Una posibilidad podría ser que el nombramiento<br />
siguiera siendo una competencia<br />
del Claustro Universitario, pero que<br />
fuera un patronato de la propia Universidad<br />
el que propusiera un único candidato<br />
a la aceptación del Claustro. Es más rechazable<br />
la opción de que cada Administración<br />
o Parlamento autonómico tenga<br />
la facultad de proponer directamente a los<br />
rectores, ya que este mecanismo podría<br />
poner en cuestión la autonomía universitaria.<br />
El patronato en cuestión, que podría<br />
asumir además algunas funciones supervisoras<br />
sobre la Universidad, sustituiría<br />
a los actuales consejos sociales y estaría<br />
formado por un número reducido de<br />
miembros, todos ellos personas de reconocido<br />
prestigio académico o profesional.<br />
Una posible fórmula para su composición<br />
sería que la mitad de sus miembros fueran<br />
nombrados por el Parlamento autonómico<br />
y la otra mitad por el órgano más representativo<br />
de la propia Universidad. El<br />
modelo no constituiría una novedad absoluta<br />
en nuestra tradición universitaria,<br />
ya que fue experimentado con bastante<br />
éxito en algunos ensayos de autonomía<br />
universitaria durante la Segunda República<br />
española (Trias Pujol, 1935).<br />
De lo que se trata es de conseguir la<br />
máxima legitimidad externa del rector y<br />
de que tenga una posición claramente política<br />
e institucional, para que todo ello<br />
posibilite la máxima autoridad e independencia<br />
en la gestión ejecutiva. Un rector<br />
no es un simple gestor, sino que debe tener<br />
una dimensión política. No parece<br />
muy acertada la posibilidad de poder<br />
nombrar un rector ajeno a la Universidad<br />
que va a dirigir, por el rechazo que podría<br />
producirse en el seno de la institución y<br />
por problemas derivados de su desconocimiento<br />
de las especificidades del centro<br />
universitario. El rector, a su vez, elige libremente<br />
a un grupo muy reducido de vicerrectores.<br />
Tanto el rector como los vicerrectores<br />
estarán dedicados a tiempo completo<br />
en sus actividades de gestión, y su<br />
retribución estará en consonancia con sus<br />
responsabilidades. Es decir, la novedad sería<br />
la profesionalización de los vicerrectores,<br />
que permitiría una mejor gestión y<br />
una clara definición de sus responsabilidades.<br />
Así, el rector, los vicerrectores y el<br />
gerente (con voz y voto) de la Universidad<br />
configurarían el gobierno de la misma.<br />
Mientras, el patronato, mucho más<br />
37
LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />
reducido que los actuales consejos sociales,<br />
ejercería unas funciones efectivas de<br />
vigilancia sobre las grandes opciones políticas<br />
y estratégicas de la Universidad, descargado<br />
de cualquier tipo de gestión o<br />
control rutinario.<br />
En paralelo a estos órganos ejecutivos,<br />
el diseño institucional de la Universidad<br />
agruparía también órganos colegiados de<br />
carácter representativo de los distintos colectivos,<br />
y que tendrían funciones de control<br />
de las actuaciones del equipo de gobierno,<br />
aprobación de normas básicas y<br />
de asesoramiento. Sin embargo, sólo en<br />
situaciones muy concretas tendrían la capacidad<br />
de incidir en las decisiones de los<br />
órganos ejecutivos. En este sentido, como<br />
medida de simplificación, se podría crear<br />
un nuevo órgano en el que estuvieran representados<br />
todos los colectivos y unidades<br />
de la Universidad y que fuera el resultado<br />
de la fusión de los actuales Claustro<br />
y Junta de Gobierno de la Universidad.<br />
Se trata de dos órganos de carácter representativo<br />
que son conceptualmente muy<br />
parecidos y cuya divergencia fundamental<br />
reside sólo en la dimensión, que favorece<br />
por una parte la frecuente convocatoria<br />
de la Junta de Gobierno, y la escasa convocatoria<br />
del Claustro (básicamente sólo<br />
en las ocasiones que contempla la normativa).<br />
Este nuevo órgano de carácter representativo<br />
se reuniría al menos una vez<br />
cada tres meses, con las funciones antes<br />
mencionadas. El objetivo sería evitar las<br />
prácticas de carácter clientelar que actualmente<br />
condicionan la gestión cotidiana<br />
de la Universidad, pero planteando la posibilidad<br />
de mantener un ámbito de deliberación<br />
y vigilancia sobre las políticas y<br />
las estrategias del rector y de su equipo de<br />
gobierno.<br />
Como ya se ha señalado, sectorialmente<br />
se podrían crear comisiones especializadas<br />
(docencia, investigación, tercer<br />
ciclo, formación permanente, etcétera).<br />
Estas comisiones sectoriales serían presididas<br />
por el rector, pero su función sería<br />
informar, deliberar y realizar un seguimiento<br />
sobre la política y el estado de la<br />
gestión de las “macrocarteras” de la Universidad.<br />
Es decir, sería el vicerrector el<br />
que informaría sobre las gestiones y propuestas<br />
de futuro en su ámbito de actuación,<br />
y la comisión construiría criterios,<br />
introduciría valores y tomaría decisiones<br />
en casos específicos.<br />
3) Política de financiación. El criterio básico<br />
debería ser vincular la financiación al<br />
rendimiento, lo que supondría descartar<br />
el actual modelo de financiación de base<br />
homogénea. En relación con la investigación,<br />
la financiación vinculada a los resultados<br />
ha sido una tendencia creciente durante<br />
los últimos años, y la experiencia ha<br />
sido bastante positiva. Entonces, se trataría<br />
de profundizar más en esta línea de<br />
trabajo y, para la investigación, aportar<br />
todavía más fondos económicos, vinculados<br />
a una mejor evaluación, tanto individual<br />
como de grupos y de departamentos<br />
e institutos en su conjunto. Cada nivel<br />
tiene sus aspectos críticos para el desarrollo<br />
de un clima adecuado para la innovación<br />
y el descubrimiento, y deben ser incentivados<br />
en cada caso. Este argumento<br />
no debe apreciarse como la inevitable solicitud<br />
de fondos públicos que hace cualquier<br />
instancia o colectivo profesional. El<br />
incremento debería subsanar el déficit<br />
histórico en investigación y desarrollo que<br />
padece nuestro país. Además, las inversiones<br />
en I+D van a ser bien aprovechadas,<br />
ya que durante los últimos 10 años las dinámicas<br />
competitivas introducidas por la<br />
Administración en las universidades públicas<br />
han facilitado un gran aprendizaje<br />
en el sector. Si con respecto a la investigación<br />
la solución fuese “más dinero”, lo<br />
que es muy difícil en la práctica pero muy<br />
sencillo conceptualmente, con relación a<br />
la docencia y la gestión la transformación<br />
debería ser mucho más profunda.<br />
El actual sistema de financiación, basado<br />
casi exclusivamente en el número de<br />
alumnos matriculados, no genera muchos<br />
estímulos, salvo en los últimos años para<br />
las universidades pequeñas que han sufrido<br />
ya el impacto de la caída demográfica.<br />
A la financiación por alumno deberían<br />
incorporarse otros criterios que vayan<br />
asociados al rendimiento académico de<br />
los estudiantes, a las actividades docentes<br />
de carácter innovador intensivas en dedicación<br />
temporal, así como a otros criterios<br />
vinculados con la calidad del aprendizaje<br />
de los estudiantes. La financiación<br />
debería responder a un conjunto de indicadores<br />
que representen objetivos públicos<br />
bien definidos, siendo la Administración<br />
muy cuidadosa en evaluar y verificar<br />
la situación de los ámbitos sobre los que<br />
alcanzar objetivos para evitar una utilización<br />
“perversa” de estos indicadores. Con<br />
estos mismos cuidados, además, sería lógico<br />
que las universidades recibieran una<br />
parte de su financiación vinculada directamente<br />
a la investigación y al tercer ciclo<br />
(cosa que no ocurre actualmente), con<br />
una parte variable en función de los resultados<br />
que éstas obtuvieran.<br />
El mecanismo emergente en la actualidad,<br />
los contratos-programa, puede ser<br />
un buen sistema que fomente un importante<br />
cambio en las dinámicas de las universidades<br />
y que facilite un proceso de<br />
aprendizaje en la correcta utilización de la<br />
autonomía universitaria y en la obtención<br />
de los resultados esperados por las administraciones<br />
que financian su funcionamiento.<br />
En efecto, un modelo organizativo<br />
divisional, utilizando la conceptualización<br />
de Mintzberg, implica la autonomía<br />
en la gestión de las distintas instancias en<br />
que se ha descentralizado funcionalmente<br />
el modelo (es decir, las diferentes universidades).<br />
Un modelo divisional se coordina<br />
y controla mediante la fijación, por<br />
parte de la entidad matriz (la Administración),<br />
de los resultados que debe alcanzar<br />
cada institución, dando una gran libertad<br />
en la utilización de los recursos y en el diseño<br />
de los procesos. Hasta el momento,<br />
en nuestro sistema universitario esto no se<br />
ha producido en ningún caso: las universidades<br />
no han recibido objetivos que<br />
cumplir por parte de la Administración,<br />
salvo objetivos estratégicos muy genéricos,<br />
y la Administración ha limitado la libertad<br />
de las universidades en la disposición<br />
de recursos y en la organización de<br />
sus ámbitos institucionales y en el diseño<br />
de sus procedimientos. Finalmente, tampoco<br />
se ha cumplido el requisito de controlar<br />
y coordinar por resultados, ya que<br />
resulta imposible hacerlo si previamente<br />
no se definen objetivos ni indicadores, y<br />
no ha habido demasiada voluntad, salvo<br />
desde hace unos pocos años, por invertir<br />
en la evaluación del sistema y de sus elementos.<br />
4) Autonomía universitaria y rendición de<br />
cuentas. Tanto las propuestas sobre la política<br />
de profesorado como las relativas al<br />
diseño institucional y la política de financiación<br />
van orientadas a favorecer al máximo<br />
la autonomía universitaria. La autonomía<br />
de las universidades no debe tener<br />
sólo un valor simbólico vinculado a la libertad<br />
intelectual, sino también un valor<br />
de gestión que favorezca la eficacia y eficiencia<br />
de unos sistemas extremadamente<br />
complejos. La autonomía debe favorecer<br />
fórmulas experimentales para alcanzar el<br />
máximo rendimiento en la docencia y en<br />
la investigación. La autonomía en un sistema<br />
universitario en el que coexiste un<br />
volumen considerable de universidades<br />
debería favorecer una cierta competencia,<br />
en el marco de los valores públicos, que<br />
posibilite una dinámica racionalmente<br />
asimétrica donde las universidades que<br />
consigan mejores resultados obtengan beneficios<br />
adicionales y donde las universi-<br />
38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
dades con peores resultados vean amenazados<br />
sus recursos. Tal vez moderadamente,<br />
pero en forma de amenaza creíble, teniendo<br />
en cuenta para este propósito que<br />
lo importante es premiar la capacidad de<br />
mejora, y no tanto los resultados obtenidos<br />
en términos absolutos. Es evidente<br />
que con este sistema se introducirían estímulos<br />
propios de los sistemas de mercado,<br />
aunque en este caso serían mercados<br />
públicos, que deberían estar adecuadamente<br />
regulados y vigilados sin llegar a<br />
fórmulas excesivamente proteccionistas.<br />
Para generar una cierta competencia, las<br />
universidades deberían poder competir en<br />
la docencia para atraer y formar adecuadamente<br />
a los alumnos (de lo que se derivaría<br />
una determinada línea de financiación<br />
pública); y respecto a la investigación,<br />
por proyectos y resultados. La<br />
competitividad tiene el inconveniente de<br />
que puede generar distintas categorías,<br />
pero la ventaja de producir constantes incentivos<br />
que fomentan una tendencia hacia<br />
la igualdad “por arriba” y no, como<br />
podría estimular el modelo actual, una<br />
igualdad “hacia abajo”.<br />
Por lo que se refiere a la rendición de<br />
cuentas a la sociedad, parece obvio que se<br />
encuentra íntimamente vinculada a la autonomía<br />
universitaria, en cierto modo como<br />
contraprestación a la independencia<br />
frente a la Administración y la esfera política<br />
que reclaman las tareas universitarias.<br />
En este sentido, apostando por difundir<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
la más amplia información, poco hay que<br />
añadir sobre la cuestión. Tal vez tan sólo<br />
insistir en una distinción importante y<br />
cuyo olvido genera en ocasiones discusiones<br />
bastante inútiles. Se trata de la necesidad<br />
de mantener claramente diferenciados<br />
cuatro mecanismos de información<br />
sobre la Universidad que tienen fuentes,<br />
propósitos y destinatarios muy distintos.<br />
Tenemos, en primer lugar, la información<br />
que se deriva de los procesos de evaluación<br />
–internos o externos– de las actividades<br />
universitarias (docencia, gestión, investigación)<br />
de carácter individual o colectivo,<br />
y cuyos destinatarios directos son<br />
las mismas universidades y sus órganos de<br />
control, aunque parcialmente puedan difundirse<br />
a un público más amplio. En segundo<br />
lugar, tenemos los indicadores de<br />
rendimiento, cuyos destinatarios principales<br />
deben ser los financiadores de las<br />
universidades (los cuales deben asegurarse<br />
de la calidad y la homogeneidad de las<br />
fuentes de información con que se construyen<br />
tales indicadores), y que generalmente<br />
responden al mandato político en<br />
nuestros sistemas democráticos. En tercer<br />
lugar, se encuentra la política de información<br />
pública de cada Universidad –o del<br />
conjunto de éstas de forma coordinada–,<br />
que debería tener como propósito acentuar<br />
su prestigio social mediante una<br />
transparencia ejemplar de sus actividades,<br />
asumiendo la posibilidad de crítica en el<br />
caso de que no todos sus resultados fueran<br />
excelentes. Finalmente, un cuarto mecanismo<br />
de información a la sociedad lo<br />
ejercen los medios de comunicación de<br />
forma independiente, los cuales, generando<br />
de forma independiente la información<br />
(encuestas, entrevistas) o recogiendo<br />
y analizando la información disponible<br />
mediante los tres mecanismos anteriores,<br />
elaboran y publican informaciones y valoraciones<br />
que consideran de interés para el<br />
público.<br />
En definitiva, planteamos una reforma<br />
de nuestro sistema universitario que<br />
puede ser considerada como radical, pero<br />
que se encuentra dentro de unos límites<br />
que permiten considerarla todavía como<br />
una refor,ma y no como una ruptura<br />
frontal con el sistema actual diseñado por<br />
la LRU. Es evidente que hay muchos problemas<br />
y posibles alternativas que el presente<br />
artículo no ha mencionado. No es<br />
posible abordar al detalle toda la compleja<br />
problemática asociada a la Universidad.<br />
Pero en este artículo hemos intentado<br />
mostrar cuáles son los grandes problemas,<br />
los cuatro elementos de parálisis cuya re-<br />
forma debería emprenderse sin más dilaciones<br />
(la selección y promoción del profesorado,<br />
el diseño institucional y organizativo,<br />
la política de financiación y las<br />
formas de regulación y control). Analizando<br />
con profundidad los problemas y<br />
déficit de estos cuatro elementos estratégicos,<br />
y proponiendo mecanismos integrales<br />
de reforma de los mismos, debería<br />
configurarse el camino hacia una transformación<br />
de nuestras universidades, para<br />
superar la actual situación de parálisis global<br />
del sistema. n<br />
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Pompeu Fabra.<br />
39
S<br />
i hay episodios de la ciencia<br />
contemporánea que se<br />
han mostrado influyentes,<br />
tanto en el desarrollo científico<br />
que les siguió como en la forma<br />
en que han afectado al conjunto<br />
de la sociedad, uno es, sin duda<br />
alguna, la introducción (descubrimiento<br />
si se prefiere) de los<br />
cuantos de energía por parte de<br />
Max Planck, en 1900, hace ahora,<br />
precisamente, un siglo.<br />
La física que surgió de ese<br />
hallazgo, la física cuántica,<br />
cuenta en su haber con aportaciones<br />
del tipo de, entre muchas<br />
otras, la mecánica matricial<br />
y ondulatoria, el principio<br />
de incertidumbre, la electrodinámica<br />
cuántica o la teoría electrodébil,<br />
que nos permiten entender<br />
la estructura de los átomos,<br />
el origen y naturaleza de<br />
las radiaciones que éstos emiten,<br />
la interacción entre materia<br />
y radiación, la formación y orden<br />
de los elementos químicos,<br />
o de qué constituyentes (también<br />
llamados “partículas elementales”)<br />
están formados esos<br />
elementos. Y hay más: no se trata<br />
únicamente de elucubraciones<br />
teóricas que se comprueban<br />
en lugares o situaciones remotas<br />
y muy difícilmente observables<br />
en lo que a la vida diaria se refiere.<br />
La física cuántica nos ha<br />
proporcionado la clave para<br />
comprender, o ha permitido<br />
construir, fenómenos o instrumentos<br />
más cotidianos, como<br />
las células fotoeléctricas o los<br />
aparatos electrónicos que utilizan<br />
semiconductores del tipo de<br />
los ya clásicos transistores, así<br />
como los más modernos y poderosos<br />
chips en los que sus elementos<br />
están integrados en un<br />
pequeño bloque de material,<br />
habitualmente silicio.<br />
Hoy, transistores y chips desempeñan<br />
funciones básicas en,<br />
por ejemplo, los billones de microprocesadores<br />
que controlan<br />
motores de coche, teléfonos celulares,<br />
misiles, satélites, tuberías<br />
de gas, hornos de microondas,<br />
computadores o aparatos para escuchar<br />
discos compactos. Han<br />
cambiado, literalmente, las formas<br />
en las que nos comunicamos,<br />
relacionamos con el dinero,<br />
escuchamos música, vemos televisión,<br />
conducimos coches, lavamos<br />
nuestras ropas o cocinamos.<br />
Algunas estimaciones señalan<br />
que se fabrican –empaquetados<br />
por millones en todo tipo de microprocesadores–<br />
en torno a 500<br />
CIENCIA<br />
MAX PLANCK,<br />
UN HOMBRE DE HONOR<br />
JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON<br />
millones de transistores… ¡cada<br />
segundo! No es exagerado, por<br />
consiguiente, decir que el transistor<br />
constituye la “célula nerviosa”<br />
de la era electrónica.<br />
Nada de esto habría llegado a<br />
ser sin que se descubriese que la<br />
energía está cuantizada, que procede<br />
en paquetes. Y aunque, es<br />
verdad, otros pudieron llegar –y<br />
habrían llegado– a proponer semejante<br />
idea, el hecho es que<br />
fue Max Planck quien tuvo ese<br />
honor… o esa suerte. Un honor,<br />
una suerte, que no se ve disminuida<br />
porque él mismo tuviese<br />
problemas a la hora de llevar<br />
a sus últimas consecuencias<br />
la idea de la cuantización ener-<br />
Max Planck<br />
gética, algo que tendría que esperar<br />
cinco años más, a Albert<br />
Einstein.<br />
Max Planck, un buen científico,<br />
no un genio<br />
Max Planck nació en 1858, en<br />
Kiel, hijo de Wilhelm Johann<br />
Julius, profesor de jurisprudencia,<br />
y Emma (Patzig de soltera).<br />
El prestigio y autoridad que<br />
Planck llegaría a alcanzar en la<br />
comunidad científica alemana y<br />
mundial no responde tanto a sus<br />
capacidades científicas como a<br />
su diligencia, rectitud y fortaleza<br />
de carácter. Aun cuando es<br />
difícil determinar qué es el genio,<br />
no es demasiado arriesga-<br />
40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
do señalar que Planck no fue un<br />
genio: fue un científico capaz,<br />
muy capaz, pero lejos de la categoría<br />
de un Einstein, un Bohr o<br />
un Rutherford. Sus profesores<br />
en el Maximilians-Gymnasium<br />
de Múnich (adonde su familia<br />
se trasladó cuando, en 1867, su<br />
padre obtuvo la cátedra de Derecho<br />
Civil en la Universidad de<br />
la capital bávara) solían situarle<br />
cerca de los primeros puestos de<br />
la clase, pero nunca en el primero:<br />
cuarto de 28 en 1868-<br />
1869, y de ahí en adelante,<br />
quinto de 37, octavo de 23, tercero<br />
de 21 y cuarto de 19. En lo<br />
que sí parecía destacar era en el<br />
estudio de religión y en conducta,<br />
áreas en las que con mucha<br />
frecuencia recibía el premio<br />
de su clase. Siempre fue, efectivamente,<br />
un “hombre de orden”.<br />
Cuando le llegó el momento<br />
de elegir qué carrera universitaria<br />
elegir, el joven Max dudó entre<br />
música, filología antigua y<br />
física. A pesar de que cuando<br />
preguntó al físico de Múnich<br />
Philipp von Jolly, éste le respondió<br />
que no le aconsejaba que estudiara<br />
física, ya que todo estaba<br />
descubierto después del hallazgo<br />
de los principios de la termodinámica<br />
y que no quedaban más<br />
que algunas lagunas por completar,<br />
Planck eligió finalmente<br />
seguir la carrera de Física en la<br />
Universidad de Múnich, estudios<br />
que comenzó el semestre<br />
de invierno de 1874-1875. Encontramos<br />
algunas claves que<br />
explican esa decisión en una carta<br />
que Planck escribió muchos<br />
años después, el 14 de diciembre<br />
de 1930, a Joseph Strasser:<br />
“Yo podría haberme convertido<br />
también en un filólogo o en un historiador.<br />
Lo que me llevó a las ciencias<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
exactas provino de circunstancias más<br />
bien exteriores: un curso de matemáticas<br />
(el del profesor Gustav Bauer) al<br />
que asistí, en la universidad, me suscitó<br />
una gran satisfacción interior y me<br />
abrió nuevos horizontes. El hecho de<br />
que terminase pasándome de las matemáticas<br />
puras a la física tuvo que ver<br />
con mi pasión por las cuestiones relativas<br />
a la concepción del mundo; estas<br />
cuestiones, sin duda, no podían ser resueltas<br />
por las matemáticas”.<br />
En 1877, y hasta 1879, continuó<br />
sus estudios en Berlín,<br />
donde pudo seguir los cursos de<br />
tres gigantes de la ciencia: el fisiólogo<br />
y físico Hermann von<br />
Helmholtz, el físico Gustav<br />
Kirchhoff y el matemático Karl<br />
Weierstrass. Sus clases, sin embargo,<br />
dejaban que desear:<br />
Helmholtz, recordaría Planck<br />
años después,<br />
“no preparaba sus clases; se interrumpía<br />
constantemente para buscar en un cuaderno<br />
los datos necesarios; por otra parte,<br />
cometía constantemente errores de<br />
cálculo en la pizarra, y daba la impresión<br />
de aburrirse tanto como nosotros<br />
en su curso”.<br />
Kirchhoff sí preparaba con<br />
cuidado sus clases:<br />
“Cada frase estaba en su lugar. No<br />
faltaba ninguna palabra, no sobraba nada.<br />
Pero daba la impresión de que todo<br />
estaba aprendido de memoria, lo que le<br />
convertía en seco y monótono. Admirábamos<br />
al orador, pero no lo que decía”.<br />
En semejantes circunstancias,<br />
“el único recurso que me permitía satisfacer<br />
mi sed de conocimientos era leer<br />
las obras que me interesaban; se trataba,<br />
bien entendido, de las que se relacionaban<br />
con el principio de energía. Fue<br />
así cómo descubrí los tratados de Rudolf<br />
Clausius, cuya claridad me impresionó<br />
profundamente y en los que me<br />
sumergí con un entusiasmo creciente.<br />
Admiraba especialmente la formulación<br />
exacta que dio de los dos principios de<br />
la termodinámica [el de la conserva-<br />
ción de la energía y el del crecimiento<br />
de la entropía] y la relación existente<br />
entre ellos” 1 .<br />
Rudolf Clausius (1822-<br />
1888) fue, efectivamente, el<br />
gran héroe científico de Planck a<br />
lo largo de toda la vida. Tal vez<br />
por ello, aunque también por la<br />
seguridad, por la validez universal<br />
que prometía, hizo Planck<br />
del estudio de la termodinámica<br />
el centro principal de su atención<br />
cuando se convirtió en un<br />
físico profesional. Comenzando<br />
con su tesis doctoral, que dedicó<br />
(sin recibir ninguna ayuda de<br />
sus profesores) al tema del papel<br />
de los procesos irreversibles en la<br />
definición de entropía y que<br />
presentó en Múnich en 1879.<br />
A pesar de sus esfuerzos, los<br />
resultados de su disertación atrajeron<br />
muy poca atención: en<br />
Múnich, el famoso químico<br />
Adolf von Baeyer, uno de sus<br />
examinadores, le expresó claramente<br />
su opinión de que la física<br />
teórica le parecía superflua;<br />
Helmholtz, quien de hecho había<br />
sido uno de los padres fundadores<br />
de la termodinámica<br />
(en 1847 formuló en toda su generalidad<br />
el principio de conservación<br />
de la energía), seguramente<br />
nunca leyó la tesis; Kirchhoff<br />
la desaprobó; y no pudo<br />
entrar en contacto con Clausius,<br />
que nunca contestó a sus cartas<br />
y al que no pudo ver en Bonn,<br />
porque cuando fue a visitarlo no<br />
estaba en su casa.<br />
En cualquier caso, y tras presentar<br />
en 1880 la correspondiente<br />
habilitación, pudo ense-<br />
1 Planck, M.: Physikalische Abhandlungen<br />
und Vorträge, vol. III, pág. 375.<br />
Braunschweig, 1958.<br />
ñar, como privatdozent, en Munich.<br />
En 1885 fue designado<br />
profesor extraordinario (esto es,<br />
sin cátedra) de Física en la Universidad<br />
de Kiel, sustituyendo a<br />
Heinrich Hertz, el discípulo favorito<br />
de Helmholtz. Hertz, para<br />
quien Kiel estaba preparando<br />
convertir el puesto de profesor<br />
extraordinario que ocupaba<br />
en el de catedrático, aceptó una<br />
oferta de Karlsruhe (en donde,<br />
en 1888, llevó a cabo su gran<br />
aportación a la física: la demostración<br />
experimental de la existencia<br />
de las ondas electromagnéticas<br />
de baja frecuencia que se<br />
deducía de la teoría del electromagnetismo<br />
de Maxwell).<br />
En Kiel, la carrera científica<br />
de Planck fue avanzando, poco a<br />
poco, centrada todavía en el segundo<br />
principio de la termodinámica.<br />
Después de sólo cuatro<br />
años en Kiel le llegó una nueva,<br />
magnífica, oportunidad: nada<br />
más y nada menos que de la<br />
Universidad de Berlín, la universidad<br />
de la capital de Prusia,<br />
del centro neurálgico del nuevo<br />
imperio alemán, la ciudad que<br />
iba camino de convertirse también<br />
en una de las capitales del<br />
mundo. De nuevo, a quien Berlín<br />
realmente quería era a Hertz,<br />
pero éste aceptó una oferta de<br />
Bonn (algo que, por cierto,<br />
muestra que por entonces la posición<br />
de Berlín en el contexto<br />
de la ciencia germana todavía no<br />
era del indiscutible liderazgo que<br />
sería muy poco tiempo después).<br />
En su lugar, aunque como profesor<br />
extraordinario, eligieron a<br />
Planck. Tres años después, en<br />
1892, recibió el nombramiento<br />
de catedrático. Dos años más<br />
tarde, con el apoyo del propio<br />
Helmholtz, fue elegido miembro<br />
ordinario de la Academia<br />
41
MAX PLANCK, UN HOMBRE DE HONOR<br />
Prusiana de Ciencias. Llegaba a<br />
la cumbre de su profesión. En<br />
Berlín pasaría el resto de su vida,<br />
y en Berlín, en 1900, lograría<br />
su gran éxito científico: la<br />
introducción de los cuantos de<br />
energía.<br />
Los cuantos de energía<br />
Esa introducción estuvo asociada<br />
al descubrimiento de una nueva<br />
ley para la distribución de la densidad<br />
de energía de radiación de<br />
un cuerpo negro (radiación que<br />
está en equilibrio con la materia,<br />
y que por tanto absorbe y emite<br />
la misma cantidad de energía<br />
para cualquier longitud de onda),<br />
ley que también propuso<br />
Planck en 1900. Ahora bien,<br />
¿cómo es que un físico como<br />
Planck, formado en el estudio<br />
de los escritos de Clausius y cuyo<br />
programa de investigación se<br />
centraba en los principios de la<br />
termodinámica, y más concretamente<br />
en el segundo, el del<br />
crecimiento de la entropía, terminó<br />
asociando su nombre a un<br />
problema como el de la ley de<br />
distribución de la energía de un<br />
cuerpo negro? La respuesta a esta<br />
pregunta no es difícil: Planck<br />
no dudaba de la universalidad<br />
del crecimiento de la entropía<br />
total (es más, la búsqueda de absolutos,<br />
de verdades universales,<br />
es lo que orientaba –y continuó<br />
orientando a lo largo de toda su<br />
vida– sus trabajos científicos),<br />
pero quería, no obstante, relacionar<br />
esta irreversibilidad con<br />
otras leyes también fundamentales.<br />
En concreto quería desarrollar<br />
una teoría macroscópica<br />
basada en la termodinámica y el<br />
electromagnetismo, esperando<br />
deducir de ella el principio del<br />
crecimiento de la entropía. Y el<br />
problema de la radiación del<br />
cuerpo negro se prestaba de manera<br />
magnífica para semejante<br />
propósito. En primer lugar, lo<br />
que se tiene en este caso es un<br />
proceso de interacción entre ondas<br />
electromagnéticas y materia<br />
(la cavidad que aloja a las ondas).<br />
En segundo lugar, Planck<br />
tenía a su disposición el resultado<br />
obtenido en 1859 por su antiguo<br />
profesor, Gustav Kirchhoff,<br />
que asegura que la distri-<br />
bución de radiación en equilibrio<br />
es independiente del sistema<br />
con el que interacciona la<br />
radiación. Era obvio, por su<br />
sencillez, considerar entonces a<br />
la cavidad del cuerpo negro como<br />
formada por una colección<br />
de osciladores armónicos cargados.<br />
El problema se planteaba,<br />
por consiguiente, en términos<br />
del estudio de la interacción entre<br />
ondas electromagnéticas y<br />
osciladores, para tratar de entender<br />
así, mediante procesos de<br />
difusión, cómo se obtiene el estado<br />
de equilibrio para la radiación<br />
del cuerpo negro. Planck<br />
esperaba que la simetría temporal<br />
de partida en las interacciones<br />
electromagnéticas desapareciese,<br />
generando de esta manera<br />
la irreversibilidad contenida en<br />
el segundo principio, que quedaría<br />
así “explicado” al estudiar<br />
la termodinámica de la radiación.<br />
Que Planck no fuese capaz<br />
de desarrollar este programa,<br />
aunque en algún momento creyese<br />
que lo había conseguido, es<br />
algo que no nos interesa demasiado.<br />
Lo importante es señalar<br />
que sus investigaciones le prepararon<br />
para cuando, en octubre<br />
de 1900, Heinrich Rubens y<br />
Ferdinand Kurlbraum, colegas<br />
de Planck en Berlín, llevaron a<br />
cabo en el Physikalisch-Technische<br />
Reichsanstalt, el laboratorio<br />
nacional alemán, experimentos<br />
con los que demostraban<br />
que para longitudes de<br />
onda grandes la hasta entonces<br />
aceptada –aunque con reparos–<br />
ley de radiación de Wien no era<br />
correcta. Planck reaccionó entonces<br />
inmediatamente generalizando<br />
heurísticamente lo que<br />
hasta entonces había hecho. La<br />
modificación que introdujo en<br />
sus desarrollos le llevó a una<br />
nueva ley de distribución de la<br />
radiación del cuerpo negro, ley<br />
que presentó en la reunión de<br />
la Sociedad de Física Alemana<br />
que se celebró en Berlín el 19<br />
de octubre de 1900. Al día siguiente<br />
Rubens le informaba<br />
que sus cálculos demostraban<br />
que la nueva fórmula se ajustaba<br />
perfectamente a los resultados<br />
experimentales. Casi inespera-<br />
damente, como por sorpresa,<br />
Planck se encontró con que disponía<br />
de una aparentemente correcta<br />
ley de distribución para<br />
la radiación del cuerpo negro,<br />
cuya explicación teórica, sin embargo,<br />
ignoraba (la extensión<br />
heurística que había realizado<br />
no significaba ninguna explicación<br />
teórica).<br />
Naturalmente, Planck se dedicó<br />
inmediatamente a la tarea<br />
de explicar teóricamente esa ley,<br />
lográndolo poco después, en diciembre.<br />
Más de treinta años<br />
después, en una carta que escribió<br />
el 7 de octubre de 1931 al físico<br />
estadounidense Robert Williams<br />
Wood, recordó que,<br />
“resumido brevemente, se puede describir<br />
lo que hice como un acto de desesperación.<br />
Por naturaleza soy pacífico<br />
y rechazo toda aventura dudosa. Pero<br />
por entonces había estado luchando sin<br />
éxito durante seis años (desde 1894)<br />
con el problema del equilibrio entre radiación<br />
y materia y sabía que este problema<br />
tenía una importancia fundamental<br />
para la física; también conocía<br />
la fórmula que expresa la distribución<br />
de la energía en los espectros normales.<br />
Por consiguiente, había que encontrar,<br />
costase lo que costase, una interpretación<br />
teórica. Tenía claro que la física<br />
clásica no podía ofrecer una solución a<br />
este problema, puesto que con ella se<br />
llega a que a partir de un cierto momento<br />
toda la energía será trasferida de<br />
la materia a la radiación. Para evitar esto<br />
se necesita una nueva constante que<br />
asegure que la energía no se desintegre.<br />
Pero la única manera de averiguar cómo<br />
se puede hacer esto es partiendo de<br />
un punto de vista definido. En mi caso,<br />
el punto de partida fue el mantener las<br />
dos leyes de la termodinámica. Hay que<br />
conservar, me parece, estas dos leyes<br />
bajo cualquier circunstancia. Por lo demás,<br />
estaba dispuesto a sacrificar cualquiera<br />
de mis convicciones anteriores<br />
sobre las leyes físicas. Boltzmann había<br />
explicado cómo se establece el equilibrio<br />
termodinámico mediante<br />
un equilibrio estadístico, y si se aplica<br />
semejante método al equilibrio entre la<br />
materia y la radiación, se encuentra que<br />
se puede evitar la continua transformación<br />
de energía en radiación suponiendo<br />
que la energía está obligada, desde el<br />
comienzo, a permanecer agrupada en<br />
ciertos cuantos. Ésta fue una suposición<br />
puramente formal y en realidad<br />
no pensé mucho en ella” 2 .<br />
2 Citada en Hermann, Armin: The<br />
Genesis of Quantum Theory (1899-1913),<br />
págs. 23 y 24. The MIT Press, Cambridge<br />
(Massachusetts), 1971.<br />
El “acto de desesperación” al<br />
que se refería Planck fue, en<br />
efecto, adoptar la formulación<br />
estadística de la entropía propuesta<br />
por Ludwig Boltzmann<br />
en 1877. Para este físico austríaco<br />
la entropía de un sistema venía<br />
dada por la célebre expresión<br />
S=k.ln W, donde k es una<br />
constante (introducida precisamente<br />
por Planck posteriormente<br />
y denominada “constante<br />
de Boltzmann”) y lnW el<br />
logaritmo neperiano de la probabilidad<br />
de que tenga lugar el<br />
estado en cuestión. Doblegarse<br />
ante semejante planteamiento,<br />
aceptar que el crecimiento de la<br />
entropía estaba asociado con<br />
probabilidades y que, por consiguiente,<br />
no era tan universal como<br />
él pensaba, que podía ser<br />
violada, debió ser doloroso para<br />
un físico del talante de Planck,<br />
dolor sólo mitigado haciendo de<br />
este paso una “suposición puramente<br />
formal”. El hecho, en<br />
cualquier caso, es que combinando<br />
su ley de radiación con<br />
los procedimientos estadísticos<br />
de Boltzmann, Planck se vio<br />
conducido a que los osciladores<br />
cargados que suponía formaban<br />
la cavidad que contenía la radiación<br />
de cuerpo negro intercambiaban<br />
energía con la radiación<br />
de manera discontinua, a<br />
saltos. La expresión matemática<br />
para ese intercambio es la ya célebre<br />
formula de Planck:<br />
E=hυ<br />
La “constante h” vino en denominarse<br />
“constante de Planck”.<br />
Si hay algo que caracteriza a la<br />
teoría cuántica es esta constante<br />
(υ es la frecuencia de la radiación).<br />
El honor del funcionario<br />
weberiano<br />
Ya aludí al hecho de que Planck<br />
no fue un genio científico del calibre<br />
de otros contemporáneos<br />
suyos. Esta impresión se ve reforzada<br />
cuando se analiza el conjunto<br />
de sus aportaciones científicas:<br />
su currículo, aunque impresionante,<br />
hace que sea difícil<br />
evitar la sensación de que el lugar<br />
privilegiado que ocupa en la galería<br />
de los grandes científicos de<br />
42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
la historia (por lo menos de la<br />
historia de la física del siglo XX)<br />
no está justificado por su producción<br />
científica… salvo, naturalmente,<br />
por sus trabajos de<br />
1900. Semejante constatación, o<br />
impresión, conduce de forma natural<br />
a plantearse la pregunta de<br />
si existen otros motivos, aparte<br />
de los “cuánticos”, que ayuden a<br />
explicar la fama y respeto de que<br />
gozó. Es complicado contestar a<br />
esta cuestión, pero en mi opinión<br />
la respuesta es: “Seguramente sí”.<br />
El descubrimiento de los cuantos<br />
proporcionó a Planck la base sobre<br />
la que se levantaría la fama y respeto<br />
de que gozó, pero para comprender<br />
verdaderamente ambos,<br />
más aún el respeto, hay que tomar<br />
en consideración otros aspectos<br />
de su biografía. Hay que tener<br />
en cuenta, sobre todo, que<br />
Planck constituyó un espléndido<br />
ejemplo del funcionario germano<br />
cuyas más nobles virtudes<br />
ensalzó Max Weber; recordemos<br />
sino como definió en 1919 Weber<br />
al funcionariado moderno 3 :<br />
“Un conjunto de trabajadores intelectuales,<br />
altamente cualificados y especializados<br />
mediante una preparación<br />
de años, con un honor estamental muy<br />
desarrollado en beneficio de la integridad,<br />
sin la cual se cerniría sobre nosotros<br />
como un destino el peligro de una<br />
terrible corrupción y de una brutal incompetencia<br />
e incluso estaría amenazado<br />
el rendimiento técnico del aparato<br />
estatal”.<br />
Fue precisamente ese honor,<br />
la dignidad que presidió su vida,<br />
la que hizo de él una persona<br />
tan respetada entre sus colegas.<br />
Einstein, en tantos sentidos tan<br />
diferente a Planck, lo adoraba,<br />
no sólo, ni siquiera sobre todo,<br />
por sus aportaciones científicas,<br />
sino por la persona que era. Nadie<br />
hizo más que Planck por<br />
atraerlo y retenerlo en Berlín. En<br />
los peores tiempos, en agosto de<br />
1933, desde Princeton, escribía a<br />
Haber, tras haber sabido que éste<br />
también se había convertido<br />
3 Weber, Max: La política como profesión,<br />
pág. 108. Espasa-Calpe, Madrid,<br />
1992.<br />
4 Stern, Fritz: Einstein’s German<br />
World, págs. 159 y 160. Princeton University<br />
Press, Princeton, 1999.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
finalmente en un exiliado 4 :<br />
“Espero que no regresará a Alemania.<br />
No merece la pena trabajar para<br />
un grupo intelectual formado por hombres<br />
que se apoyan en sus estómagos<br />
delante de criminales comunes y que<br />
incluso simpatizan en algún grado con<br />
estos criminales. No me decepcionan,<br />
porque nunca tuve ningún respeto o<br />
simpatía por ellos, aparte de unas finas<br />
personalidades (Planck, 60% noble, y<br />
Laue, 100%)”.<br />
El aprecio y respeto que siempre<br />
tuvo Einstein por Planck se<br />
deben valorar aún más si tenemos<br />
en cuenta cuán diferentes eran sus<br />
ideas políticas, en particular su<br />
percepción del nacionalismo. Un<br />
ejemplo especialmente significativo<br />
en este sentido se encuentra<br />
en sus respectivas actitudes en la<br />
I Guerra Mundial. Planck fue<br />
uno de los firmantes, el 4 de octubre<br />
de 1914, del famoso manifiesto<br />
Aufruf an die Kulturwelt<br />
(Llamamiento al mundo civilizado),<br />
en el que 93 intelectuales<br />
alemanes (entre los que figuraban<br />
otros científicos, como von<br />
Baeyer, Haber, Klein, Lenard,<br />
Nernst, Ostwald, Röntgen,<br />
Wien o Willstätter) expresaban<br />
su repulsa por las opiniones que<br />
se habían vertido en el mundo<br />
ante las noticias de la invasión<br />
germana de Bélgica. Basta citar<br />
algunos pasajes de ese manifiesto<br />
para hacerse una idea de su<br />
contenido:<br />
“Nosotros, representantes de la<br />
ciencia y el arte alemanes, delante de<br />
todo el mundo, contra las mentiras y<br />
calumnias detrás de las que nuestros<br />
enemigos pretenden ocultar la causa<br />
pura de Alemania, en la difícil lucha<br />
que se le ha impuesto… proclamamos<br />
la verdad”.<br />
“No es verdad que Alemania haya<br />
sido la causante de la guerra. Ni el pueblo,<br />
ni el Gobierno, ni el emperador la<br />
han querido. Se ha hecho todo lo posible<br />
por evitarla desde la parte alemana…<br />
A lo largo de los 26 años de su<br />
reinado, Guillermo II ha demostrado<br />
muchas veces que es el protector de la<br />
paz mundial…”.<br />
“No es verdad que hayamos violado<br />
de una manera criminal la neutralidad<br />
de Bélgica…”.<br />
“No es cierto que nuestros soldados<br />
hayan tocado la vida y la propiedad de<br />
un sólo ciudadano belga sin haber sido<br />
empujados a ello por sus defensores.<br />
Porque, todavía y siempre, a pesar de<br />
todas las advertencias, la población les<br />
ha preparado emboscadas para disparar<br />
sobre ellos, mutilando heridos, asesinando<br />
médicos mientras desempeñaban<br />
su obra de samaritanos”.<br />
“No es verdad que nuestras tropas<br />
hayan saqueado brutalmente Lovaina.<br />
Ellas se han visto obligadas a tomar<br />
represalias contra los habitantes furiosos<br />
que les han asesinado traidoramente,<br />
y con un corazón cariacontecido<br />
han bombardeado la ciudad. La<br />
mayor parte de Lovaina ha sido conservada…”.<br />
“No es verdad que la lucha contra lo<br />
que se ha llamado nuestro militarismo<br />
no sea una lucha contra nuestra cultura,<br />
como pretenden hipócritamente<br />
nuestros enemigos. Sin el militarismo<br />
alemán, la cultura alemana habría desaparecido<br />
de la faz de la tierra hace<br />
mucho tiempo. Es para proteger esa<br />
cultura, que un país que durante siglos<br />
ha sufrido más invasiones que ningún<br />
otro, ha salido de sus fronteras. El ejército<br />
y el pueblo alemanes forman una<br />
unidad…”.<br />
Por el contrario, Einstein<br />
fue uno de los ¡cuatro! firmantes<br />
de un manifiesto (que no<br />
llegó a ser publicado) preparado<br />
unos pocos días después de<br />
la aparición del Aufruf an die<br />
Kulturwelt por el pacifista Georg<br />
Friedrich Nicolai, catedrático<br />
de Fisiología en la Universidad<br />
de Berlín. Llevaba un<br />
hermoso título, Manifiesto a los<br />
europeos, y entre sus pasajes se<br />
pueden leer frases como las siguientes:<br />
“Todo aquel al que le importe algo<br />
una cultura mundial común esta doblemente<br />
comprometido a luchar por el<br />
mantenimiento de los principios en que<br />
se basa. Y sin embargo, aquellos en<br />
quienes habría que haber supuesto tales<br />
sentimientos –principalmente los científicos<br />
y los artistas– hasta el momento<br />
han dicho casi exclusivamente cosas<br />
que hacen sospechar que han abandonado<br />
el deseo de que continúen las relaciones<br />
internacionales. Se han expresado<br />
con un espíritu hostil; no han hablado<br />
en defensa de la paz…”.<br />
“La guerra que ruge difícilmente<br />
puede dar un vencedor; todas las naciones<br />
que participan en ella pagarán,<br />
con toda probabilidad, un precio extremadamente<br />
alto… La inestable y<br />
fluida situación en Europa, creada por<br />
la guerra, debe utilizarse para transformar<br />
el continente en una unidad orgánica.<br />
Técnica e intelectualmente, las<br />
condiciones están maduras para tal proceso…”.<br />
JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON<br />
“El primer paso en esa dirección<br />
sería el que unan sus fuerzas todos<br />
aquellos que aman realmente la cultura<br />
de Europa; todos aquellos a los que<br />
Goethe proféticamente llamó “buenos<br />
europeos”. No debemos abandonar la<br />
esperanza de que, hablando al unísono,<br />
su voz pueda, incluso hoy, levantarse<br />
por encima del choque de las armas,<br />
en particular si se les unen aquellos<br />
que ya disfrutan de renombre y<br />
autoridad”.<br />
Planck fue, repito, uno de los<br />
firmantes del Manifiesto de los 93,<br />
aunque, es cierto, no tardó demasiado<br />
en arrepentirse: en marzo<br />
de 1915 se disculpaba en privado<br />
ante el holandés Hendrik<br />
A. Lorentz, el más querido y respetado<br />
internacionalmente de<br />
todos los físicos europeos. Lo<br />
había firmado, explicaba a su<br />
colega, convencido de que Alemania<br />
estaba luchando por su<br />
existencia y que tenían que mostrarse<br />
unidos.<br />
¿Cómo se puede soportar<br />
tanta desgracia?<br />
El honor del funcionario weberiano<br />
también tiene sus inconvenientes.<br />
Fue debido a ese honor<br />
que Planck no pudo rebelarse<br />
contra el Estado, por<br />
mucho que éste pudiese comportarse<br />
en alguna ocasión de<br />
manera que él considerase indigna.<br />
Fue, es cierto, el introductor<br />
de una revolución científica,<br />
pero en modo alguno<br />
puede ser él considerado un revolucionario.<br />
Sin embargo, si<br />
pensamos que la desgracia, el<br />
drama o la desesperación constituyen<br />
magníficos caldos de<br />
cultivo para hacer que una persona<br />
se haga “revolucionaria” o,<br />
simplemente, “rebelde”, Planck<br />
habría debido ser uno de los<br />
mayores rebeldes. Y es que la vida<br />
personal de Planck fue una<br />
sucesión de terribles desgracias,<br />
en un –cierto es– océano de honores<br />
sociales y científicos (en<br />
1919, por ejemplo, recibió el<br />
Premio Nobel de Física correspondiente<br />
a 1918). Veamos qué<br />
quiero decir.<br />
El 31 de marzo de 1887, con<br />
la seguridad que le daba su puesto<br />
en Kiel, Planck se casó con<br />
Marie Merck. Tuvieron cuatro<br />
hijos: dos varones y dos gemelas.<br />
43
MAX PLANCK, UN HOMBRE DE HONOR<br />
El primer golpe fue la muerte<br />
de Marie, en octubre de 1909.<br />
El 26 de mayo de 1916 llegó el<br />
segundo: su hijo mayor, Karl,<br />
murió en Verdún, de heridas sufridas<br />
luchando en las filas del<br />
ejército alemán en la I Guerra<br />
Mundial. El 15 de mayo de<br />
1917 su hija Grete falleció una<br />
semana después de dar a luz a su<br />
primer hijo. Emma, su hermana,<br />
se ocupó entonces del niño,<br />
y terminó casándose en enero<br />
de 1919 con el viudo. Antes de<br />
que acabase el año, el 21 de noviembre,<br />
padeció exactamente<br />
el mismo final que su hermana.<br />
La tragedia casi destruyó a<br />
Planck. El 21 de diciembre, escribía<br />
a Hendrik Lorentz 5 :<br />
“Ahora lloró amargamente a mis<br />
dos queridas hijas, y me siento robado<br />
y empobrecido. ¡Ha habido momentos<br />
en los que he dudado del valor de la<br />
propia vida!”.<br />
Tampoco sobrevivió, aunque<br />
viviese más, su otro hijo, Erwin,<br />
con quien estaba particularmente<br />
unido. Erwin fue ejecutado<br />
el 23 de enero de 1945,<br />
acusado de haber participado en<br />
el famoso intento de acabar con<br />
la vida de Hitler. Parece que no<br />
participó en él, aunque sin duda<br />
conocía a muchos de los conspiradores<br />
y simpatizaba con su<br />
causa. Max Planck movió cielo y<br />
tierra para intentar que la pena<br />
de muerte le fuera conmutada, y<br />
creyó haberlo logrado: el 18 de<br />
febrero supo que el perdón llegaría<br />
pronto. Pero a los cinco<br />
días lo que llegó fue la noticia<br />
del ajusticiamiento. “Mi pena<br />
no puede expresarse en palabras”,<br />
escribió (4 de febrero) a<br />
Arnold Sommerfeld. Y a unos<br />
sobrinos, Fritz y Grete Lenz (2<br />
de febrero):<br />
“Él era una parte preciosa de mi ser.<br />
Era mi luz del sol, mi orgullo, mi esperanza.<br />
Ninguna palabra puede describir<br />
lo que he perdido con él” 6 .<br />
5 Citado en Heilbron, John L.: The<br />
Dilemmas of an Upright Man, pág. 83.<br />
University of California Press, California,<br />
1986.<br />
6 Citado en Heilbron, op. cit., pág.<br />
195.<br />
Seguramente entonces se plantearía<br />
con toda la crudeza y desesperación<br />
del mundo para qué<br />
había valido ser un leal servidor<br />
del Estado, para qué la entrevista<br />
que había mantenido con Hitler<br />
en 1933 (parece que fue en mayo),<br />
en la que Planck había intentado<br />
convencer al führer de<br />
que la emigración forzada de judíos<br />
podía matar a la ciencia alemana<br />
y que los judíos también<br />
podían ser buenos alemanes. La<br />
entrevista, que muchos de sus<br />
colegas (especialmente los que<br />
abandonaron Alemania) criticaron<br />
duramente, terminó con Hitler<br />
señalando que no tenía nada<br />
contra los judíos, sólo contra los<br />
comunistas, momento en el que<br />
dio rienda suelta a su rabia, vociferando,<br />
con lo que el encuentro<br />
finalizó.<br />
Más afortunado fue con su segunda<br />
esposa, Marga von Hoesslin,<br />
sobrina de Marie Merck-<br />
Planck, 25 años más joven que<br />
Max, con la que se casó un año<br />
después de quedarse viudo.<br />
“Fue en gran medida gracias a<br />
ella”, escribió Wilhelm Westphal,<br />
“que Planck, al que todavía<br />
le aguardaban duras pruebas, se<br />
mantuvo hasta el fin de su vida<br />
en una forma excelente, tanto<br />
física como intelectual, y que<br />
conservó siempre el deseo de vivir”<br />
7 . “Siempre el deseo de vivir”<br />
es, seguramente, una expresión<br />
exagerada. Más adecuado sería:<br />
“La fuerza para seguir viviendo”.<br />
Por si fuera poco todo lo<br />
que ya he señalado, mencionaré<br />
que la noche del 15 de febrero<br />
de 1944, durante un formidable<br />
ataque aéreo de los aliados, su<br />
casa de Berlín, con su espléndida<br />
biblioteca –testimonio y homenaje<br />
a la mejor cultura germana–<br />
y papeles personales, fue<br />
destruida completamente. Nada<br />
se salvó. Especialmente dramáticos<br />
fueron los últimos momentos<br />
de la guerra. Para escapar<br />
de los bombardeos de Berlín,<br />
Max y Marga Planck se<br />
trasladaron a Rogätz, en la ori-<br />
7 Westphal, Wilhelm H.: ‘Max<br />
Planck als Mensch’, Die Naturwissenschaften<br />
45, 234-236; pág. 235. 1958.<br />
lla oeste del Elba, cerca de Magdeburg.<br />
Cuando Rogätz se convirtió<br />
también en un campo de<br />
batalla, los Planck (y recordemos<br />
que Max era entonces un<br />
anciano, su espalda fuertemente<br />
curvada, con grandes dificultades<br />
para caminar) tuvieron<br />
que vagar, escondiéndose, por<br />
los bosques, durmiendo en<br />
donde podían. Allí fueron encontrados<br />
por militares estadounidenses,<br />
probablemente<br />
alertados por Robert Pohl, catedrático<br />
de Física experimental<br />
en Gotinga.<br />
¿Cómo puede una persona<br />
soportar tanta desgracia? Sabemos<br />
que la capacidad de los humanos,<br />
de algunos al menos, es<br />
muy grande. En el caso de Max<br />
Planck seguramente le ayudó<br />
precisamente su sentido del honor<br />
y la lealtad que siempre<br />
mantuvo para con su país. Un<br />
sentido del honor que, junto a<br />
su consustancial prudencia, hacía<br />
que fuese para él extremadamente<br />
difícil llegar a enfrentarse<br />
abiertamente con el poder establecido,<br />
airear a los cuatro vientos<br />
sus diferencias con él. Aun<br />
así, ese mismo sentido del honor<br />
le llevó, le obligó en al menos<br />
una ocasión a un enfrentamiento<br />
de tal tipo. Fue después de la<br />
muerte del químico Fritz Haber,<br />
pero para entender completamente<br />
la acción de Planck es<br />
preciso ofrecer unos detalles.<br />
Defendiendo a Haber<br />
Muy poco después de llegar al<br />
poder, Hitler comenzó a implementar<br />
su ideología racial. El 31<br />
de marzo, jueces judíos fueron<br />
apartados de sus funciones en<br />
Prusia. Una semana después, el<br />
7 de abril, se promulgaba la famosa<br />
“Ley de restauración de la<br />
carrera del funcionariado”, con<br />
la que de hecho se pretendía<br />
purgar todas las escalas de funcionarios,<br />
profesores universitarios<br />
incluidos, por supuesto:<br />
“(1) Serán apartados de sus puestos<br />
todos los funcionarios que no sean de<br />
origen ario. En lo que se refiere a los<br />
funcionarios honorarios, serán apartados<br />
de todo tipo de funciones oficiales”.<br />
“(2) El parágrafo (1) no se aplicará<br />
a aquellos funcionarios que lo fuesen el<br />
1 de agosto de 1914, o que luchasen en<br />
el frente defendiendo al Imperio Alemán<br />
o a sus aliados durante la Guerra,<br />
o cuyos padres o hijos cayesen en la<br />
Guerra”.<br />
Asimismo, se determinaba<br />
que se suspendería a “los funcionarios<br />
cuyas actividades políticas<br />
previas no ofrezcan la seguridad<br />
de que apoyarán invariablemente<br />
y sin reserva al<br />
Estado Nacional”. En otras palabras:<br />
los funcionarios que habían<br />
conseguido su puesto durante<br />
la República de Weimar,<br />
que no eran de ascendencia aria<br />
o cuyas actividades políticas no<br />
garantizasen que servirían sin reservas<br />
al nuevo régimen tenían<br />
que abandonar sus puestos. En<br />
teoría, los no-arios que habían<br />
obtenido sus puestos antes del<br />
comienzo de la I Guerra Mundial,<br />
que habían luchado en el<br />
frente durante aquella guerra o<br />
cuyos padres o hijos habían fallecido<br />
en acto de servicio en la<br />
guerra podían conservar sus empleos.<br />
En la práctica, sin embargo,<br />
también estas personas perdieron<br />
sus puestos con bastante<br />
rapidez. Y aquí entra Fritz Haber,<br />
una de las figuras más prominentes<br />
de la ciencia alemana<br />
de la época: sus contribuciones a<br />
la química constituyeron un<br />
apoyo inestimable a la sociedad<br />
germana: el proceso Haber-<br />
Bosch para la síntesis del amoniaco,<br />
además de resultar enormemente<br />
rentable desde el punto<br />
de vista industrial, aseguró a<br />
Alemania la producción de abonos,<br />
explosivos y municiones<br />
durante la I Guerra Mundial,<br />
contienda en la que Haber también<br />
participó de manera muy<br />
destacada con sus aportaciones a<br />
la guerra química. De hecho, la<br />
derrota alemana afectó duramente<br />
a Haber, quien pasó algunos<br />
meses con problemas nerviosos.<br />
Además, su destacado<br />
papel en el desarrollo de la guerra<br />
química hizo que durante algunos<br />
años numerosos colegas<br />
de otros países intentaran evitarle,<br />
más aún en tanto que no<br />
renegó de las actividades que había<br />
desempeñado en defensa de<br />
su patria. Su categoría científica<br />
era, de todas maneras, demasia-<br />
44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
do elevada y la Academia Sueca<br />
de Ciencias le otorgó el premio<br />
Nobel de Química de 1918.<br />
Obviamente, Haber constituía<br />
una de las excepciones previstas<br />
por la ley del 7 de abril;<br />
sin embargo, él no quiso utilizar<br />
tal posibilidad y el 30 de abril<br />
dirigía la siguiente carta al ministro<br />
para la Ciencia, arte y<br />
educación 8 :<br />
“Honorable señor:<br />
Por la presente le solicito respetuosamente<br />
mi jubilación, con fecha del 1<br />
de octubre de 1933, de mi puesto en<br />
Prusia de director de uno de los institutos<br />
Káiser Guillermo, así como de<br />
mi, secundario, puesto de catedrático<br />
en la Universidad de Berlín. De acuerdo<br />
con las previsiones de la Ley para<br />
Empleados Gubernamentales del 7 de<br />
abril de 1933, que se ordenó fuese aplicada<br />
a los institutos de la Sociedad Káiser<br />
Guillermo, tengo derecho a conservar<br />
mi puesto a pesar de ser descendiente<br />
de abuelos y padres judíos. Sin<br />
embargo, no deseo aprovecharme de<br />
este permiso más allá de lo que sea necesario<br />
para abandonar de manera ordenada<br />
los deberes científicos y administrativos<br />
de mis puestos…<br />
Mi decisión de pedir la jubilación ha<br />
surgido del contraste entre la tradición<br />
investigadora en la que he vivido hasta<br />
ahora y los puntos de vista diferentes<br />
que usted, señor ministro, y su ministerio<br />
defienden como protagonistas del<br />
actual gran movimiento nacional. En<br />
mi puesto científico, mi tradición exige<br />
que al escoger mis colaboradores tenga<br />
en cuenta solamente las cualificaciones<br />
profesionales y personales de los solicitantes,<br />
independientemente de sus ascendientes<br />
raciales. No esperará usted<br />
de un hombre de 65 años el que altere<br />
la forma de pensar que le ha guiado durante<br />
los últimos 39 años de su vida<br />
universitaria, y comprenderá que el orgullo<br />
con el que ha servido toda su vida<br />
a su patria alemana le dicta ahora esta<br />
solicitud de jubilación.<br />
Respetuosamente<br />
F. Haber”.<br />
La postura adoptada por Haber<br />
se puede considerar como la<br />
lógica de una persona honorable<br />
y ya mayor, pero casi es más<br />
interesante la reacción del ministro,<br />
Bernhard Rust, quien el<br />
día después de recibir la carta de<br />
Haber realizó los siguientes co-<br />
8 Citada en Willstätter, Richard:<br />
From My Life, pág. 289. W. A. Benjamin,<br />
Nueva York, 1965.<br />
9 Willstätter, op. cit., págs. 289 y 290.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
mentarios en un acto público 9 :<br />
“¡Estudiantes y profesores alemanes!<br />
No culpo en absoluto a los caballeros<br />
que no son de origen ario por intentar,<br />
siguiendo el instinto de su sangre,<br />
emplear a aquellos instructores y<br />
ayudantes que les son más cercanos por<br />
sangre. Pero yo no lo puedo permitir. Y<br />
cuando un muy conocido profesor del<br />
Instituto Káiser Guillermo me escribe<br />
ayer diciéndome que él no va a someterse<br />
en modo alguno a que se le dicte la<br />
composición del grupo de investigación<br />
que él ha creado, yo debo declarar que<br />
no estoy autorizado a no llevar a la práctica<br />
las leyes que el pueblo alemán se ha<br />
dado a sí mismo a través del Gobierno<br />
del Reich. En el futuro, la generación<br />
que surja en las universidades debe ser<br />
aria o fracasaremos. Personalmente simpatizo<br />
profundamente con la tragedia<br />
de la gente que en lo profundo de sí<br />
mismos quieren considerarse miembros<br />
de la comunidad de personas alemanas<br />
y que han aportado su trabajo a ella.<br />
No hay nada más duro para mí que tener<br />
que firmar con mi nombre la jubilación<br />
de hombres que como individuos<br />
a menudo no me han dado motivo para<br />
hacer tal cosa. Pero se debe mantener<br />
el principio en beneficio del futuro.<br />
Cuando hayamos establecido una vez<br />
más… entre los dirigentes y los dirigidos<br />
en las universidades alemanas la<br />
misma relación que existe en el pueblo<br />
alemán entre no arios y arios, entonces,<br />
señores, no habrá más guerra racial en<br />
Alemania. Entiéndanme correctamente:<br />
detendremos la guerra de esa manera,<br />
porque habremos reestablecido la relación<br />
adecuada”.<br />
Tal era la auténtica situación<br />
en que se encontraban las “excepciones”<br />
a la ley del 7 de abril.<br />
Pero volvamos a Haber: tras<br />
abandonar sus puestos en Alemania,<br />
se trasladó a Inglaterra,<br />
invitado por la Universidad de<br />
Cambridge. Aparentemente, ni<br />
el ambiente ni el clima ayudaron<br />
a levantar su estado anímico<br />
y energías, falleciendo el 30 de<br />
enero de 1934, cuando se dirigía<br />
a Basilea a pasar unas vacaciones.<br />
Y en este punto aparece<br />
Planck. A instancias de Max von<br />
Laue, Planck, entonces presidente<br />
de la Sociedad Káiser<br />
Guillermo (una, en gran medida,<br />
agrupación privada, para la<br />
promoción de la investigación<br />
científica), decidió organizar<br />
una sesión pública para honrar<br />
la memoria de Haber. El Go-<br />
bierno y el partido nazi intentaron<br />
impedir tal sesión, aunque<br />
únicamente pudieron prohibir<br />
a los funcionarios, empleados<br />
públicos, que asistieran a ella.<br />
La sesión se celebró en una sala<br />
abarrotada, con muchas mujeres<br />
asistiendo en lugar de sus maridos,<br />
obligados a no participar.<br />
Otto Hahn pronunció el discurso<br />
principal, leyendo también<br />
el texto preparado por el<br />
químico Karl Friedrich Bonhoeffer,<br />
el leal estudiante de Haber,<br />
que como funcionario civil también<br />
se vio impedido de asistir.<br />
Al final de la ceremonia, Planck<br />
declaró: “Haber fue leal con nosotros;<br />
nosotros seremos leales<br />
con él”. No era fácil decir aquello,<br />
organizar semejante reunión<br />
en aquellos tiempos. Pero<br />
Planck era un hombre de honor,<br />
y como tal merece ser recordado.<br />
n<br />
José Manuel Sánchez Ron es catedrático<br />
de Historia de la Ciencia en la<br />
Universidad Autónoma de Madrid. www.progresa.es/claves<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
dirección internet<br />
claves@progresa.es<br />
correo electrónico<br />
45
“La llamada de Kaitlin Ni hUllachain<br />
fue una atracción más poderosa para él<br />
que el canto de la Internacional” 1 .<br />
Sean O’Casey<br />
“Los apóstoles de la libertad son siempre<br />
idolatrados una vez muertos, pero<br />
crucificados en vida. Wolfe Tone fue<br />
crucificado en vida, ahora se venera su<br />
muerte” 2 .<br />
James Connolly<br />
Pueblo, clase, raza:<br />
etnicismo esencialista como<br />
analogía de un proceso<br />
revolucionario socialista<br />
“La etnicidad es a veces descrita como<br />
una piel, como un destino que nos puede<br />
ser alterado. Por el contrario, lo que es<br />
consustancial a la etnicidad es su plasticidad.<br />
No es una piel, sino una máscara,<br />
constantemente recoloreada” 3 .<br />
Tal y como afirma Isaiah Berlin,<br />
el siglo XIX europeo estuvo<br />
plagado de profetas de los ismos,<br />
pequeña burguesía hegeliana que<br />
lloraba las virtudes de un pasado<br />
orgánico virtuoso ante el ostracismo<br />
social al que irremisiblemente<br />
parecía condenarles el<br />
emergente capitalismo liberal.<br />
Desde Carlyle a Dostoievski en<br />
Europa, desde Thomas Davis a<br />
Patrick Pearse en la propia Irlanda,<br />
lo cierto es que<br />
“el siglo XIX, generó un gran número<br />
de utopías y profetas. Liberales, socialistas,<br />
tecnócratas, y aquellos que estaban<br />
imbuidos de una nostalgia medieval, anhelando<br />
un imaginario Gemeinschaft en<br />
1 Sean O’Casey: The Story of The Irish<br />
Citizen Army. The Talbot Press, Dublín,<br />
1971.<br />
2 James Connolly: Worker’s Republic,<br />
agosto, 1988.<br />
3 Michael Ignatieff: The Warrior’s Honor<br />
(Ethnic War and The Modern Conscience),<br />
pág. 56. Chato and Windus, Londres,<br />
1998.<br />
el pasado. Sistemas, por otra parte, perdidos<br />
y olvidados en las profundidades la<br />
Historia” 4 .<br />
James Connolly no fue una<br />
excepción. A lo largo del siglo<br />
XIX, el marxismo tendía a establecer<br />
una relación orgánica entre<br />
las luchas de liberación nacional<br />
y la socialista proletaria.<br />
El propio Marx no ocultaba su<br />
simpatía por el nacionalismo extremista<br />
de la Fenian Brotherhood<br />
como posible instrumento<br />
de lucha contra el capitalismo<br />
inglés. Tanto Lenin como Trotski<br />
veneraron el psicodrama de la<br />
Pascua de 1916. La Eastern Rebelion<br />
(La rebelión de Pascua) era<br />
ante todo un modelo estratégico<br />
a seguir. Ante los ojos de Lenin,<br />
reafirmaba la idea de que una<br />
vanguardia iluminada podía<br />
efectivamente ejercer de catalizador<br />
y guía de las masas para<br />
su encuentro irremisible con el<br />
determinismo historicista, con la<br />
verdad científica, con la promesa<br />
del paraíso socialista.<br />
Indudablemente existían excepciones.<br />
No es casualidad que<br />
proviniesen del polvorín balcánico<br />
o del este de Europa, donde<br />
el coqueteo con el nacionalismo<br />
étnico era más bien visto<br />
como algo básicamente contrarrevolucionario.<br />
Mientras, el socialista<br />
Radek consideró la rebelión<br />
de Pascua como un mero<br />
intento de coup d’etat de la pequeña<br />
burguesía nacionalista irlandesa.<br />
Rosa Luxemburgo observaba<br />
el nacionalismo irlandés<br />
con el mismo desdén que el movimiento<br />
de liberación nacional<br />
POLÍTICA<br />
LA IRLANDA SOCIALISTA<br />
DE JAMES CONNOLLY<br />
4 Isaiah Berlin: Against The Current<br />
(Essays in The History of Ideas). Clarendon<br />
Press, Oxford, 334, 1979.<br />
IÑAKI VÁZQUEZ LARREA<br />
polaco 5 . Lenin no dudaba en<br />
comparar la amenaza secesionista<br />
lealista del Ulster en 1912<br />
con la contrarrevolución blanca<br />
zarista. Trotski, explicándole las<br />
virtudes del terrorismo proletario<br />
a la hija de James Connolly<br />
(Nora Connolly), poco después<br />
de la muerte de su padre, reconocía<br />
que su conocimiento sobre<br />
los asuntos irlandeses no pasaba<br />
de ser para él un mero ideal platónico.<br />
James Connolly nace en<br />
Edimburgo, en el gueto católico<br />
irlandés de Cowgate, en junio de<br />
1868. La penuria económica familiar<br />
le lleva a enrolarse en el<br />
Ejército Británico, el Royal Scots<br />
Regiment. La breve experiencia<br />
castrense le valdrá para tener un<br />
primer contacto con la realidad<br />
irlandesa. En 1890 se une a la Federación<br />
Socialista Escocesa. En<br />
5 Dr. O’Connor Lysaght: The Communists<br />
and The Irish Revolution. Litereire<br />
Publishers, Dublín, 1993. Las analogías<br />
ideológicas más cercanas a Connolly habría<br />
que buscarlas en el líder de liberación<br />
nacional polaco Pilsudski, que en 1892<br />
funda el Partido Socialista Polaco. En ambos<br />
casos, el ideario socialista se asemeja<br />
más bien a un retorno byroniano, a una<br />
arcadia nacional perdida. Lenin nunca conoció<br />
el pensamiento político de Connolly,<br />
pero coincidía con Rosa Luxemburgo en<br />
considerar las veleidades nacionalistas de<br />
Pilsudski como contrarrevolucionarias. No<br />
obstante, a diferencia de Rosa Luxemburgo,<br />
Lenin tendía a resaltar las virtudes estratégicas<br />
derivadas de las aspiraciones de la pequeña<br />
burguesía nacionalista ante lo que<br />
se suponía eran los últimos estertores de<br />
un capitalismo imperialista herido de muerte.<br />
La apatía revolucionaria de la aristocracia<br />
del trabajo británica tenía su contrapartida<br />
en Irlanda. La rebelión de Pascua fue<br />
para Lenin una revuelta nacionalista pequeño-burguesa<br />
con la participación activa<br />
de un proletariado sin conciencia. En realidad<br />
venía a reforzar toda la teoría de partido<br />
leninista formulada en 1904 (¿Qué hacer?),<br />
repudiada por Rosa Luxemburgo.<br />
Véase en este sentido: Connolly y la cuestión<br />
polaca. Athol Books, Belfast, 1985.<br />
1896, sin trabajo, acepta la invitación<br />
del Club Socialista de Dublín<br />
para convertirse en su organizador.<br />
En mayo de ese mismo<br />
año, funda el IRSP (Irish Socialist<br />
Republican Party) partiendo de<br />
la compatibilidad de la lucha de<br />
liberación nacional y de clase hacia<br />
un único objetivo: la instauración<br />
de una república socialista<br />
independiente. En un breve encuentro<br />
con Maud Gonne, la<br />
musa nacionalista de W. B. Yeats<br />
a principios de 1897, Gonne no<br />
dudaba en ensalzar las virtudes<br />
de “un hombre joven de carácter<br />
melancólico” 6 . Para entonces James<br />
Connolly ya había revestido<br />
de patriotismo su ideario socialista.<br />
Ya en 1897 Connolly se reafirmaba<br />
en esa particular síntesis<br />
entre republicanismo y socialismo<br />
que conformará la base de todo<br />
su pensamiento. En las páginas<br />
de L’Irlande Libre esboza una<br />
narrativa patriótica situada fuera<br />
de los márgenes del materialismo<br />
histórico marxista. Para Connolly,<br />
6 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />
Gill and Macmillan, Dublín, 136,<br />
1998. Para Kieran Allen, la aceptación de<br />
Connolly del militarismo insurreccional republicano<br />
tiene sus orígenes en los análisis<br />
que el propio Connolly hizo sobre la cuestión<br />
nacional en la década de los noventa.<br />
No fue únicamente la desesperación de la<br />
I Guerra Mundial lo que le llevó a la insurrección<br />
de Pascua de 1916. Los orígenes<br />
habría que buscarlos en las coordenadas<br />
ideológicas nacionalistas de sus primeros<br />
escritos. Especialmente Erin’s Hope en<br />
1897. “Durante cerca de veinte años Connolly<br />
pretendió llevar el nacionalismo a la<br />
izquierda. Con la guerra se incrementó la<br />
presión por sustituir las escasas expectativas<br />
revolucionarias de una clase trabajadora terriblemente<br />
debilitada por otro tipo de alternativas.<br />
Esto le llevó en última instancia<br />
a una alianza dependiente con respecto a los<br />
republicanos”. Véase Kieran Allen: The Politics<br />
of James Connolly. Pluto Press, Londres,<br />
173, 1990.<br />
46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
James Connolly<br />
“el nacionalismo sin socialismo, sin una<br />
nueva reorganización de la sociedad que<br />
recoja las estructuras de propiedad comunal<br />
sobre las que se basaba la Antigua<br />
Erin, no es sino una mera recreación nacional”.<br />
En suma, la venida del socialismo<br />
irlandés se identifica con el<br />
rescate del genuino ethos nacional<br />
irlandés. Una arcadia gaélica<br />
que guarda las esencias de un primitivo<br />
comunismo corrompido<br />
por la llegada de la civilización<br />
individualista inglesa. De esta forma,<br />
concibe la acción revolucionaria<br />
socialista como la venganza<br />
histórica de un orden gaélico aristocrático<br />
irlandés, derrotado y expoliado<br />
por las tropas inglesas en<br />
la batalla de Kinsale (1601). La<br />
venganza patriótica, exige sangre,<br />
martirio y redención.<br />
“El Partido Socialista Republicano<br />
de Irlanda ha llegado a las mismas conclusiones<br />
que el más irreconciliable de<br />
nuestros nacionalistas. El poder de In-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
glaterra que pesa sobre nosotros debe ser<br />
destruido. Las cadenas que nos apresan,<br />
deben ser rotas” 7 .<br />
El determinismo historicista es<br />
otra de las marcas impresas en el<br />
ideario connollysta. La clase trabajadora<br />
irlandesa es en Connolly<br />
una abstracción esencialista suprahistórica,<br />
el depositario moderno<br />
de un pueblo celta que trata<br />
de renacer en continua lucha<br />
agónica con Inglaterra. Al hecho<br />
de asumir una línea historicista<br />
anglófoba se le aúna la concepción<br />
de un proletariado imaginario<br />
con una función histórica a<br />
cumplir. Esta visión esencialista<br />
culmina con la necesaria llegada<br />
de una república socialista independiente.<br />
7 Proinsias MacAonghusa: What Connolly<br />
Said. New Island Books, Dublín, 24,<br />
1995.<br />
“Estamos por una Irlanda para los irlandeses.<br />
Pero ¿quiénes son los irlandeses?<br />
La clase trabajadora irlandesa. La única<br />
base sólida sobre la cual articular una nación<br />
libre. La causa obrera es la causa de<br />
Irlanda. La causa de Irlanda es la causa<br />
obrera” 8 .<br />
La clase trabajadora irlandesa<br />
imaginada por Connolly es, en<br />
definitiva, un ente étnico suprahistórico<br />
con atributos esencialistas:<br />
gaélica, revolucionaria y<br />
anglófoba. El partido socialista de<br />
Connolly despierta e ilumina a la<br />
clase; además la guía concebida<br />
siempre como una realidad esencialista<br />
preexistente o dada. En<br />
Connolly se confunden constantemente<br />
nociones como clase,<br />
pueblo, raza, dentro de un discurso<br />
ideológico unidimensional<br />
que confronta dos imaginarios<br />
8 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />
Gill and Macmillan, 136, 1998.<br />
antagónicos: Irlanda (virtuosismo<br />
socialista gaélico) versus Inglaterra<br />
(capitalismo individualista sajón).<br />
Respecto al renacer literario celta<br />
de finales de siglo, Connolly llegará<br />
a afirmar que<br />
“el principal enemigo del renacer literario<br />
celta es la fuerza implacable de un<br />
capitalismo que destruye nuestras características<br />
raciales y nacionales, y que por<br />
su preeminencia reduce Galway o Dublín<br />
a una versión adulterada de Manchester<br />
o Glasgow. Durante seiscientos<br />
años los ingleses trataron de suprimir el<br />
carácter diferencial del Gael, su lengua.<br />
Fracasaron. En una generación, nuestros<br />
políticos han hecho lo que Inglaterra no<br />
pudo hacer” 9 .<br />
En 1897, Connolly publica<br />
Erin’s Hope (La esperanza de Irlanda),<br />
donde se reafirma en las<br />
coordenadas ideológicas anteriormente<br />
señaladas. Una óptica historicista<br />
nacionalista sirve de argumento<br />
para justificar la necesidad<br />
de una república socialista<br />
que vaya mucho más lejos que el<br />
autogobierno. Connolly nos explica<br />
que hasta el siglo XVII Irlanda<br />
era un desecho de virtudes gaélico-socialistas,<br />
e ignora con ello<br />
las relaciones protofeudales, la<br />
atomización política y la jerarquización<br />
extrema propias de la<br />
sociedad gaélica irlandesa del periodo<br />
10 . Para Connolly, el feudalismo<br />
y el capitalismo irlandés son<br />
9 James Connolly: The Harp, agosto<br />
de 1908.<br />
10 Irlanda no fue una realidad política,<br />
jurídica y administrativa unitaria hasta<br />
1541, año en que Enrique VIII se declara<br />
rey de Inglaterra e Irlanda. Desde las primeras<br />
incursiones de barones normandos a<br />
fines del siglo XII hasta mediados del siglo<br />
XVI, Irlanda se caracterizó por una balcanización<br />
política. La unidad político-administrativa<br />
básica era la tuath, controlada por<br />
una élite nobiliar local gaélica o de ascendencia<br />
anglo-normanda gaélizada, a quie-<br />
47
LA IRLANDA SOCIALISTA DE JAMES CONNOLLY<br />
una mera exportación inglesa que<br />
ha corrompido la arcadia y el genuino<br />
carácter nacional irlandés.<br />
La clase propietaria católica que<br />
constituye el sostén básico del<br />
constitucionalismo autonomista<br />
es considerada como no irlandesa<br />
por pretender acomodarse a la estructura<br />
capitalista imperial. Es<br />
decir, al pretender aceptar un sistema<br />
económico foráneo, esa clase<br />
media traiciona el espíritu nacional<br />
irlandés. Considerando éste<br />
con los rasgos exclusivos<br />
anteriormente planteados: gaélico,<br />
anglófobo y socialista. El pueblo<br />
trabajador irlandés imaginado<br />
como auténtico depositario del<br />
carácter nacional tiene la misión<br />
histórica de rescatar la arcadia nacional<br />
perdida.<br />
Desde su nativismo esencialista,<br />
dibuja la sociedad gael como<br />
un cuadro platónico:<br />
“Esta sociedad, cuyas leyes eran codificadas<br />
a través del sistema Brehon,<br />
concebía sólo la propiedad comunal de la<br />
tierra. La propiedad privada sólo existía<br />
en pequeñas esferas de la vida social. La<br />
unidad básica era la tribu. El líder de la<br />
tribu era ajeno al concepto de primogenitura.<br />
Era un simple representante de<br />
una sociedad libre. Aunque el control<br />
nominal de la tierra pudiera estar en manos<br />
del líder, en la práctica estaba en manos<br />
de la totalidad de la tribu”.<br />
El capitalismo y el feudalismo<br />
son una mera imposición inglesa:<br />
“El poder inglés y los subsiguientes<br />
parlamentos de Dublín, fueron los garantes<br />
del feudalismo y la propiedad privada<br />
de la tierra. Impusieron un sistema<br />
antagónico al propio de la sociedad de<br />
clanes celta y la propiedad comunal de la<br />
nes los diferentes clanes debían obediencia<br />
y fidelidad política. La ausencia del concepto<br />
de primogenitura agudizaba las tensiones<br />
y las luchas intestinas entre los clanes<br />
más poderosos por el control del poder en<br />
la isla. La lengua gaélica carecía de connotación<br />
política alguna; nunca definió vínculos<br />
de fidelidad política nacional o étnica.<br />
En el orden gaélico de la Irlanda del siglo<br />
XVI “el término extranjero se aplicaba al enemigo<br />
inglés, pero también a todo aquel que<br />
amenazaba las tierras de la nobleza local. La<br />
conciencia gaélica venía definida por un arcaismo<br />
aristocratizante localista. No existía<br />
nada similar a una conciencia nacional. El<br />
canto agónico del bardo celta era una llamada<br />
al mantenimiento de un ideal aristocrático<br />
localista, una llamada al statu quo, no<br />
una llamada de unidad nacional”. Véase<br />
R. F. Foster: Modern Ireland 1600-1972,<br />
pág. 43. Penguin Books, Londres.<br />
tierra. Un sistema que bien podríamos<br />
considerar como la marca de la libertad<br />
política y social, que una vez tuvo un<br />
pueblo 11 ”.<br />
La Nueva Irlanda de Connolly<br />
implica acabar con todos los rasgos<br />
de conquista; en los ámbitos<br />
político, social y cultural. Implica,<br />
en definitiva, el retorno a la esencia<br />
de una antañona y esplendorosa<br />
sociedad gaélica.<br />
“Somos socialistas, porque vemos en<br />
el socialismo no solamente el principio<br />
moderno que venía implícito en las leyes<br />
brehonas de nuestros ancestros, sino porque<br />
también consideramos que es el único<br />
principio a través del cual la clase trabajadora<br />
puede alcanzar su libertad” 12 .<br />
Sobre la clase media propietaria<br />
católica, beneficiada por el reformismo<br />
agrario liberal auspiciado<br />
por Gladstone a partir de<br />
1870 y soporte social básico del<br />
nacionalismo constitucionalista<br />
liderado por Redmond, Connolly<br />
considera que<br />
“el nacionalismo de aquellos que desean<br />
mantener el actual sistema económico<br />
y social no emana de una conciencia<br />
natural, es un mero aborto. El verdadero<br />
nacionalista es separatista. El<br />
imperio siempre ha tratado de crear un<br />
híbrido irlandés que asimile un sistema<br />
social, una lengua y un carácter extranjeros”<br />
13 .<br />
Obviamente ello le llevó a<br />
mantener políticas ambiguas y en<br />
muchos casos contradictorias<br />
cuando el autogobierno irlandés<br />
comenzó a ser una puerta entreabierta<br />
en 1912. En ocasiones consideraba<br />
que el futuro Parlamento<br />
autónomo irlandés, sería el más<br />
reaccionario de toda Europa, porque<br />
supuestamente carecería de<br />
cualquier representación obrera,<br />
mientras que otras veces lo apoyaba,<br />
considerando que una solución<br />
parcial de la cuestión nacional<br />
abriría la caja de pandora<br />
de la lucha de clases en Irlanda.<br />
El problema es que Connolly<br />
nunca entendió la naturaleza de<br />
11 Kieran Allen: The Politics of James<br />
Connolly. Pluto Press, Londres, 1990: 35.<br />
12 Kieran Allen: The Politics of James<br />
Connolly. Pluto Press, Londres, 1990: 36.<br />
13 Kieran Allen: The Politics of James<br />
Connolly. Pluto Press, Londres, 1990: 37.<br />
la sociedad agraria irlandesa, y el<br />
hecho de que el autogobierno daría<br />
satisfación a las aspiraciones<br />
de la mayoría social en el sur de<br />
Irlanda. Su natural optimismo<br />
contrastaba con la endeblez crónica<br />
del movimiento obrero irlandés.<br />
Subestimó la grave división<br />
sectaria de la clase trabajadora<br />
en el Ulster y el grado de<br />
oposición lealista protestante al<br />
autogobierno irlandés. Tal y como<br />
dice el historiador irlandés<br />
Paul Bew:<br />
“Por muchos años Connolly intentó<br />
convencerse a sí mismo de que un proyecto<br />
socialista podía defenderse mejor<br />
en una Irlanda independiente que dentro<br />
de Gran Bretaña. Lo cierto es que el autogobierno<br />
hacía justicia a la realidad social<br />
del sur de Irlanda. Afirmó que no habría<br />
un solo representante socialista en el<br />
futuro Parlamento irlandés. Sin embargo,<br />
ello no afectó en nada a las coordenadas<br />
nacionalistas de todo su discurso.<br />
Siguió exigiendo la independencia aun<br />
cuando afirmaba que el futuro parlamento<br />
irlandés sería el más reaccionario<br />
de toda Europa” 14 .<br />
En 1903 ante el fracaso del<br />
grupúsculo de la IRSP, carcomido<br />
por las divisiones entre revolucionarios<br />
y reformistas, James<br />
Connolly acepta la invitación de<br />
viajar a Estados Unidos. Sus actividades<br />
en el movimiento socialista<br />
norteamericano se circunscriben<br />
al SLP (Socialist Labour<br />
Party) de De Leon y al<br />
sindicalismo del IWW (Industrial<br />
Workers of the World).<br />
Aunque Connolly era profundamente<br />
hostil a las veleidades<br />
anarcosindicalistas de amplios<br />
sectores de la IWW, comenzó a<br />
valorar positivamente las virtudes<br />
de un sindicalismo de corte<br />
revolucionario que afianzase las<br />
posiciones obreras en las relaciones<br />
de producción como fórmula<br />
para afianzar posiciones socialistas<br />
en el ámbito político. La<br />
función del partido guía seguía<br />
siendo esencial para Connolly.<br />
Pero sus ojos seguían puestos en<br />
una Irlanda que comenzaba a<br />
convulsionarse políticamente ante<br />
la promesa del autogobierno<br />
14 Ciaran Brady: Worsted in the Game<br />
(Losers in Irish History). The Lilput Press,<br />
Dublín, 1984: 166.<br />
lanzada por el Gobierno liberal<br />
de Asquith y la efervescencia de<br />
las reivindicaciones sindicales. El<br />
paro obrero en los astilleros de<br />
Belfast en 1907, la resaca de la<br />
guerra de los bóers y la reactivación<br />
del jingoismo 15 imperialista<br />
británico, junto con los primeros<br />
balbuceos sindicales en Dublín,<br />
parecían ofrecer un escenario ideal<br />
para propulsar su promesa revolucionaria,<br />
la nacionalista y la<br />
socialista marxista. En julio de<br />
1910 Connolly regresa a Irlanda<br />
donde ingresará en las filas del<br />
sindicato fundado por Jim Larkin,<br />
el ITGWU (Irish Transport<br />
and General Workers Union).<br />
En 1911 se traslada a Belfast,<br />
donde ejercerá las labores de enlace<br />
y coordinador del sindicato.<br />
En este periodo escribe su obra<br />
política más importante, Labour<br />
in Irish History. El propio Connolly<br />
advierte en las páginas finales<br />
de su obra, que<br />
“la presente obra no aspira a dar cuenta<br />
de la historia del movimiento obrero en<br />
Irlanda sino del papel que ha jugado el<br />
movimiento obrero en la historia de Irlanda”.<br />
El apunte es importante porque<br />
al historiar en clave nativista<br />
y esencialista Connolly borra del<br />
relato al grueso de la clase trabajadora<br />
irlandesa; esto es, la clase<br />
trabajadora protestante del Ulster<br />
que, a medida que avanza el<br />
siglo XIX, se desliza definitivamente<br />
por la pendiente del lealismo<br />
orangista. En su lugar, Connolly<br />
se remite a intentar buscar<br />
retazos socialistas en el movimiento<br />
nacionalista separatista irlandés.<br />
Connolly comienza esta obra<br />
afirmando que “los siglos XVII y<br />
XVIII fueron el calvario de la raza<br />
irlandesa”. Connolly no ofrece<br />
dato alguno sobre las vicisitudes<br />
de los protestantes irlandeses: al<br />
parecer no comparten las virtudes<br />
raciales y nacionales de sus vecinos<br />
católicos, que son los genuinamente<br />
irlandeses.<br />
15 Corriente de opinión que exaltaba el<br />
poder y el imperialismo británicos, y que se<br />
manifestó en los últimos decenios del siglos<br />
XIX, representada por J. Chamberlain y R.<br />
Kipling.<br />
48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
“En esos siglos el gael irlandés desapareció,<br />
y su hueco fue llenado por políticos,<br />
capitalistas y eclesiásticos de clase<br />
media, que intentaron crear un híbrido<br />
irlandés, asimilando un sistema<br />
social extranjero, una lengua extranjera<br />
y un carácter extranjero. Hoy por hoy,<br />
sólo la clase trabajadora permanece como<br />
heredera incorrupto de la lucha por<br />
la libertad en Irlanda” 16 .<br />
Connolly pasa a continuación<br />
a dar cuenta de la lucha liderada<br />
por la aristocracia jacobita católico<br />
irlandesa en la segunda mitad<br />
del siglo XVII, considerándolos como<br />
los líderes del pueblo irlandés<br />
en aquel periodo. El esquema<br />
doctrinario es idéntico: los protestantes<br />
irlandeses no poseían líderes<br />
ni aspiraciones, no son parte<br />
del pueblo irlandés ni de la nación<br />
irlandesa. Sólo el gael poseía<br />
líderes y aspiraciones.<br />
“Era la clase nobiliar y aristocrática la<br />
que poseía el liderazgo del pueblo de Irlanda<br />
en aquel periodo” 17 .<br />
Con los Irlandeses Unidos, a<br />
fines del siglo XVIII, la nación, necesitada<br />
de una vanguardia que<br />
la dirija, comenzaría a ver la luz.<br />
Connolly llega a entrever veleidades<br />
protosocialistas en el jacobinismo<br />
liberal de Wolfe Tone y<br />
de Robert Emmet. Anacronismo<br />
del que da cuenta Robert Purdie<br />
en su Ireland: Divided Class, Divided<br />
Nation 18 :<br />
16 James Connolly: Labour in Irish History.<br />
Irish Transport and General Workers<br />
Union, Dublín, 1934: 11.<br />
17 James Connolly: Labor in Irish History.<br />
Irish Transport and General Workers<br />
Union, Dublín, 1934: 12.<br />
La aristocracia gaélica/católica desposeída<br />
por la política de plantaciones auspiciada<br />
por la reina Isabel y Jaime I de Escocia<br />
a principios del siglo XVII intentó a lo<br />
largo del siglo invertir su situación. La rebelión<br />
de la Confederación Católica en<br />
1641 se llevó la vida de varios millares de<br />
colonos protestantes en el Ulster. El reverso<br />
de la moneda vino en 1649, cuando el<br />
ejército puritano de Oliver Cromwell llevó<br />
a cabo una matanza indiscriminada de católicos<br />
en Drogheda. En 1689, la nobleza<br />
católica irlandesa desposeída apoyó los derechos<br />
de sucesión al trono de Inglaterra de<br />
Jacobo II, a quien se consideraba un aliado<br />
natural de la cruzada contrarreformista católica<br />
de Luis XIV en Europa. La nobleza<br />
católica irlandesa fue finalmente derrotada<br />
por las tropas de Guillermo de Orange en<br />
la mítica batalla de Boyne (1690).<br />
18 Robert Purdie: Ireland: Divided Class,<br />
Divided Nation, Links, Dublin, 1980: 34.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
“La referencia de Tone a los hombres<br />
sin propiedad fue esencialmente una<br />
advertencia a la clase propietaria católica<br />
irlandesa de que si no se sumaban a un<br />
movimiento de corte liberal y republicano<br />
se verían engullidos por una revuelta<br />
del campesinado irlandés más desfavorecido”.<br />
Respecto a Emmet, según<br />
Connolly “el más laureado de los<br />
mártires irlandeses”, nunca pasó<br />
de postular la nacionalización de<br />
los bienes eclesiásticos poco antes<br />
de su ejecución en 1803.<br />
Más cuestionable aún sería<br />
que los intelectuales de la Joven<br />
Irlanda fuesen socialistas o “sentasen<br />
las semillas de un futuro social<br />
pacífico en Irlanda”. Para<br />
Connolly, el que la masa católica<br />
desposeída no siguiese los postulados<br />
de John Mitchell o Fintan<br />
Lalor y no se alzase contra Inglaterra<br />
en medio del cataclismo de<br />
la Gran Hambruna (1848)<br />
“fue el precio que tuvo que pagar Irlanda<br />
por la elocuencia de sus rebeldes<br />
y la tozuda negación de los preceptos<br />
socialistas auspiciados por sus intelectuales”<br />
19 .<br />
Connolly olvida que la Joven<br />
Irlanda y su consecuente relevo<br />
político, la IRB (Irish Republican<br />
Brotherhood) en 1858, eran<br />
organizaciones integradas enteramente<br />
por una pequeña burguesía<br />
urbana influenciada por<br />
los preceptos de Mazzini, las<br />
odas medievalizantes de Thomas<br />
Moore y el romanticismo alemán<br />
anglófobo de Thomas Davis.<br />
Tanto Davis como Mitchell<br />
o Fintan Lalor eran profundamente<br />
hostiles al socialismo de<br />
inspiración marxista. Lalor inscribe<br />
los derechos de propiedad<br />
privada dentro de los márgenes<br />
del contrato social de Rousseau.<br />
En su escrito The Rights of Labour<br />
(1848) deja claro que<br />
“es necesaria la existencia de grandes<br />
desigualdades sociales en relación a la<br />
riqueza. Esto es, deben existir ricos y<br />
pobres. La naturaleza de la sociedad es<br />
así y no debería ser de otra forma. Aunque<br />
algunos puedan nacer pobres y, en<br />
19 James Connolly: Labour in Irish History.<br />
Irish Transport and General Workers<br />
Union, Dublín, 1934: 190.<br />
consecuencia, no hereden ninguna riqueza<br />
o capital, no tienen derecho a<br />
exigir una redistribución de la riqueza,<br />
es decir, a que la propiedad de los ricos<br />
les deba ser entregada” 20 .<br />
John Mitchell no dudó en<br />
apoyar la causa de la Confederación<br />
en la guerra de secesión<br />
norteamericana en virtud del<br />
“derecho de autodeterminación<br />
sureño”, ensoñando la viabilidad<br />
de una guerra feniana contra<br />
Inglaterra desde su exilio<br />
norteamericano. La propia<br />
Constitución de la Irish Republican<br />
Brotherhood en 1869 no<br />
hacía mención a fórmula alguna<br />
de comunismo agrario; por ser,<br />
ni tan siquiera era democrática.<br />
Por el contrario, poseía una elaborada<br />
estructura con el objeto<br />
de controlar una futurible vía<br />
insurreccional, en la medida en<br />
que ellos, la vanguardia feniana,<br />
eran la República irlandesa.<br />
El recuento socialista del siglo<br />
XIX irlandés culmina en<br />
Connolly, con las experiencias<br />
socialistas utopistas de Willian<br />
Thompson y Robert Owen en<br />
el condado de Clare en la década<br />
de los treinta, aunque el<br />
organicismo gaélico de Standish<br />
O’Grady dentro del renacer<br />
literario celta de fines del<br />
siglo XIX también habría de tener<br />
ribetes socializantes dentro<br />
de su esquema doctrinario. La<br />
clase trabajadora protestante<br />
lealista, por no nacionalista, es<br />
simplemente ignorada por<br />
Connolly.<br />
Connolly ante la problemática<br />
del Ulster<br />
“En una ocasión, un tipo interrumpió a<br />
Connolly en una conferencia en la Library<br />
Street de Belfast, allá por 1915.<br />
Aquel tipo esgrimía una copia del Ulster<br />
Covenant, reiterando que no habría<br />
autogobierno para Irlanda, y que él y<br />
miles como él, se asegurarían de que<br />
ello no sucediese. Connolly, con una<br />
irónica sonrisa, le dijo que guardase el<br />
20 Austin Morgan and Bob Purdie: Ireland:<br />
Divided Nation, Divided Class. Ink<br />
Links, Londres, 1980: 88.<br />
21 James Connolly: The Worker’s Republic<br />
(A selection from the writings of James<br />
Connolly). The Sing of Three Candles, Dublín,<br />
1951: 24.<br />
IÑAKI VÁZQUEZ LARREA<br />
documento, añadiendo que sus hijos se<br />
reirían de él” 21 .<br />
En 1911 Connolly se establece<br />
en Belfast como miembro<br />
del recién creado ILP (Independent<br />
Labour Party), haciendo<br />
las veces de enlace sindical para<br />
la ITGWU de Jim Larkin.<br />
Connolly de esta manera tendrá<br />
una experiencia de primera<br />
mano sobre el grado de división<br />
sectaria en la ciudad. Ante la<br />
aparente inminencia del autogobierno<br />
para Irlanda, el conflicto<br />
sectario comienza a expresarse<br />
ya con especial virulencia.<br />
Ese mismo año, cerca de<br />
2.000 trabajadores católicos son<br />
expulsados de los astilleros Harland<br />
and Wolf. En 1912, medio<br />
millón de protestantes firman<br />
el Ulster Covenant, comprometiéndose<br />
a luchar contra el autogobierno<br />
irlandés y a favor del<br />
Acta de Unión de 1801. Edward<br />
Carson crea la Ulster Volunteer<br />
Force (UVF), como<br />
vanguardia militar de la causa<br />
lealista. Los rumores sobre una<br />
posible exclusión temporal del<br />
Ulster, del proyectado autogobierno<br />
irlandés son cada vez<br />
más abundantes.<br />
Lo verdaderamente sorprendente<br />
en el caso de Connolly es<br />
que, pese a la relativamente prolongada<br />
estancia en Belfast, su<br />
interés a la hora de confrontar el<br />
lealismo protestante sea básicamente<br />
nulo. La razón fundamental<br />
puede ser la firme creencia<br />
en el determinismo historicista<br />
de sus postulados, pues<br />
Connolly creía que el unionismo<br />
irlandés pertenecía a los residuos<br />
de la historia y que era<br />
inevitable el advenimiento de la<br />
República Socialista unitaria irlandesa,<br />
de forma que observa<br />
el lealismo protestante desde<br />
una actitud que oscila entre el<br />
paternalismo y el narcisismo sectario.<br />
En general, Connolly consideraba<br />
que el unionismo era<br />
un “residuo atávico”, por emplear<br />
sus propias palabras, instrumentalizado<br />
por el conservadurismo<br />
británico, la aristocracia<br />
y la plutocracia capitalista<br />
irlandesa: una ideología reaccionaria,<br />
orientada exclusivamen-<br />
49
LA IRLANDA SOCIALISTA DE JAMES CONNOLLY<br />
te a dividir la clase trabajadora<br />
irlandesa, que paradójicamente<br />
sólo es progresista cuando es nacionalista.<br />
Un botón de muestra<br />
lo constituye la controversia sobre<br />
las posibilidades de unidad<br />
socialista en Irlanda entre Connolly<br />
y su homólogo socialista<br />
protestante Willian Walker. Su<br />
esquematismo teológico pasa<br />
por considerar el unionismo como<br />
un mero apéndice del conservadurismo<br />
tory 22 .<br />
Ante el hecho de que la clase<br />
trabajadora protestante se afilie<br />
a la mitología orangista lealista,<br />
piensa que eso sucede porque son<br />
ajenos a una conciencia natural, la<br />
nacionalista. Son un proletariado<br />
mentalmente esclavo o pertenecen<br />
a la aristocracia del trabajo. En última<br />
instancia, lo que Connolly<br />
ofrece a la clase trabajadora protestante<br />
lealista es o bien la conversión<br />
o la pura coerción nacionalista.<br />
En 1912 afirma:<br />
“Debemos hacer frente a la verdad,<br />
por muy fea que resulte: la clase trabajadora<br />
orangista es mentalmente esclava<br />
porque ha crecido entre gente cuyas<br />
condiciones de servidumbre eran aún<br />
peores que las de ellos” 23 . “Aquí, en Irlanda,<br />
la palabra protestante es sinónimo<br />
de tory, de lealismo reaccionario,<br />
de adoración servil a la aristocracia, así<br />
como de odio a todo lo que signifique<br />
una genuina independencia política” 24 .<br />
Del abierto sectarismo, Connolly<br />
pasaba en ocasiones al paternalismo:<br />
“Los trabajadores protestantes de<br />
Belfast, son esencialmente democráticos<br />
en instinto, pero ni un solo parlamentario<br />
lealista apoyaría un acta parlamentaria<br />
que garantizase pensiones a<br />
nuestros mayores. Los parlamentarios<br />
lealistas saben que el tronar de los tambores<br />
orangistas acabaría con cualquier<br />
conato de protesta social” 25 .<br />
Connolly sólo realiza una<br />
aproximación escatológica al<br />
problema de la división comu-<br />
22 The Connolly-Walker Controversy<br />
(On Socialist Unity in Ireland), The Cork<br />
Workers Club, mayo de 1911.<br />
23 Proinsias MacAonghusa: What Connolly<br />
said. New Island Books, Dublín,<br />
1995: 47.<br />
24 James Connoly: Forward, 3 de mayo<br />
de 1913.<br />
25 James Connolly: Forward, 3 de marzo<br />
de 1911.<br />
nal sectaria viendo la identidad<br />
lealista como una subcultura primitiva<br />
asociada a la idea de alienación<br />
y/o reacción capitalista,<br />
situada fuera de los márgenes<br />
de un finalismo historicista cuya<br />
realización última e inexorable<br />
es una Irlanda libre y socialista.<br />
La revocación del Acta de<br />
Unión es un fetiche futurista<br />
hacia la articulación definitiva<br />
de una comunidad orgánica, estática<br />
donde, milagrosamente,<br />
sin que nos lo explique Connolly,<br />
las animosidades entre católicos<br />
y protestantes serán superadas.<br />
La unión con Inglaterra<br />
es el gran satán, la fuente de<br />
todos los males irlandeses:<br />
“El desarrollo de la democracia en<br />
Irlanda ha sido reprimido por la<br />
Unión, desagámonos de esa barrera.<br />
Hagamos ver a los irlandeses las verdaderas<br />
causas de la falta de progreso, de<br />
la falta de desarrollo cívico y nacional.<br />
Entonces el espíritu de progreso democrático<br />
invadirá y permeará todas nuestras<br />
instituciones cívicas y sociales” 26 .<br />
Sin embargo, cuando la partición<br />
de Irlanda comienza a<br />
plantearse como una alternativa<br />
plausible en 1914, Connolly<br />
aborda la problemática desde<br />
una óptica exclusivamente nacionalista<br />
y sectaria, abandonando<br />
la retórica marxista y apareciendo<br />
desnudo su republicanismo.<br />
El 14 de marzo de 1914<br />
en las páginas del Irish Worker<br />
indicó que la partición significaría<br />
“una traición a la democracia nacional<br />
por parte del Ulster industrial, un carnaval<br />
de reacción tanto en el Norte como<br />
en el Sur… La partición deberá<br />
contar con la más firme oposición del<br />
movimiento obrero; contra ella, el proletariado<br />
del Ulster deberá combatir<br />
hasta la muerte si es necesario, de la<br />
misma forma que lo hicieron nuestros<br />
padres”.<br />
26 James Connolly: Forward, 3 de marzo<br />
de 1911.<br />
27 Para febrero de 1914 el Gobierno<br />
liberal de Asquith estaba firmemente convencido<br />
de que la partición era el único antídoto<br />
ante el espectro de una guerra civil irlandesa.<br />
Redmond, líder del partido autonomista<br />
irlandés, asumía que la exclusión<br />
temporal del Ulster del proyectado autogobierno<br />
irlandés era una realidad inevitable.<br />
El unionismo del Ulster, tras la firma<br />
del Ulster Covenant, el 28 de septiembre de<br />
En la práctica, James Connolly<br />
estaba haciendo un llamamiento<br />
a la guerra civil entre irlandeses<br />
27 .<br />
Redención nacional<br />
y proletaria; el camino hacia<br />
1916 (un deseo de muerte)<br />
“Los irlandeses hemos demostrado que<br />
estamos dispuestos a morir por aquellos<br />
derechos nacionales que el Gobierno británico<br />
nos exige ganar para Bélgica. Siendo<br />
éste el caso, la causa de la libertad de<br />
Irlanda ha sido ganada” 28 .<br />
1914 fue un año desastroso para<br />
las expectativas revolucionarias de<br />
Connolly, sobre todo tras el fracaso<br />
del cierre patronal dublinés<br />
bajo los auspicios de la ITGWU.<br />
En julio de 1914, la exclusión del<br />
Ulster del proyectado autogobierno<br />
irlandés es asumida por el<br />
nacionalismo constitucionalista<br />
liderado por Redmond. El movimiento<br />
socialista sucumbe a la<br />
vorágine nacionalista que engulle<br />
a la vieja Europa en uno de sus<br />
baños de sangre más espantosos.<br />
Lo que es peor, decenas de miles<br />
de irlandeses de ambas tradiciones<br />
van en socorro de Inglaterra a<br />
los campos de la muerte de Bélgica<br />
y Francia. Connolly se siente<br />
frustrado y desmoralizado. A<br />
partir de entonces Connolly refleja<br />
en sus escritos un anhelo re-<br />
1912, se negaba a participar en un futuro<br />
parlamento autónomo dominado por el<br />
emergente nacionalismo católico irlandés.<br />
Si en un principio el unionismo se movilizó<br />
en defensa del Acta de Unión de 1801,<br />
tras el consentimiento monárquico al autogobierno<br />
irlandés, en septiembre de<br />
1914, comenzó a observar la posible articulación<br />
de un parlamento autónomo norirlandés<br />
bajo dominio protestante como<br />
un mal menor. Redmond consideraba que<br />
la participación bélica nacionalista en la<br />
Gran Guerra serviría para asegurar mayores<br />
cotas de autogobierno, así como para mejorar<br />
las relaciones entre el Norte y el Sur de<br />
la isla. Paradójicamente Edward Carson y<br />
Bonar Law, líderes unionistas, expresaron<br />
deseos similares muy poco antes de la rebelión<br />
de Pascua en 1916. Ésta fue vista por<br />
los unionistas como un ejemplo de traición<br />
nacionalista (stab in the back); mientras,<br />
miles de soldados irlandeses de ambas<br />
tradiciones morían codo con codo en Bélgica<br />
y Francia. Véase Paul Bew: Ideology<br />
and the Irish Question (Ulster Unionism and<br />
Irish Nationalism 1912-1916). Clarendon<br />
Press, Oxford, 1994.<br />
28 Últimas palabras de Connolly antes<br />
de ser ejecutado, el 16 de mayo de 1916.<br />
dentorista patriótico que enlaza<br />
con la tradición feniana. Su retórica<br />
marxista es ya inexistente: el<br />
ideario feniano aparece desnudo.<br />
Connolly empieza a imaginar ser<br />
un profeta que redime con su<br />
muerte la pecadora Irlanda que<br />
apoya a Inglaterra.<br />
El imaginado pueblo trabajador<br />
irlandés de Connolly ha dejado<br />
huérfana a la madre patria, la<br />
ha traicionado al socorrer a Inglaterra.<br />
Connolly no oculta su<br />
frustración ante el hecho. En diciembre<br />
de 1915 afirma:<br />
“Por unos cuantos chelines, los trabajadores<br />
irlandeses han vendido a su<br />
país, en el momento en que su patria<br />
más les necesitaba” 29 .<br />
En los umbrales de la insurrección<br />
de 1916 el tono es aún<br />
más mesiánico, redentorista y<br />
agónico:<br />
“No existe razón alguna para que se<br />
posponga el pago que los socialistas deben<br />
a la causa. Se debe pagar ahora. Puede<br />
pagarse en forma de martirio. Pero<br />
¿qué supone el martirio de unos pocos<br />
cientos, ante la matanza indiscriminada<br />
de centenares de miles? No existe una<br />
sola porción de la población irlandesa<br />
que no haya sucumbido a esta lepra política,<br />
social y cultural. La clase trabajadora<br />
irlandesa ha ido a luchar voluntariamente<br />
por un Imperio que la ultrajó,<br />
pisoteó y apaleó” 30 .<br />
Connolly cree legítima la idea<br />
de que una vanguardia iluminada<br />
rescate el espíritu nacional que yace<br />
agónico y corrompido. En<br />
1914 Connolly entra en contacto<br />
con la IRB (Irish Republican<br />
Brotherhood). En noviembre de<br />
ese año asume la dirección de la<br />
milicia socialista republicana ICA<br />
(Irish Citizen Army) tras la partida<br />
de Jim Larkin a Estados Unidos.<br />
A instancias de Tom Clarke<br />
(uno de los signatarios del Gobierno<br />
Provisional de la República<br />
en la insurrección de 1916),<br />
Connolly escribe un artículo en<br />
noviembre de 1915 defendiendo<br />
la necesidad de la ICA con el argumento<br />
de que<br />
29 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />
Gill and Macmillan, Dublín, 1998:<br />
134. 30 Kieran Allen: The Politics of James<br />
Connolly. Pluto Press, Londres, 1996: 134.<br />
50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
“el ejército irlandés ciudadano, reitera en<br />
su Constitución que sus miembros deben<br />
luchar por una libertad republicana<br />
para Irlanda. Sus miembros saben que la<br />
llamada del deber puede exigir la entrega<br />
de sus vidas, como punto de partida de<br />
otra gloriosa tradición. Una tradición<br />
que mantenga viva el alma de la nación”<br />
31 .<br />
La secuencia que inspira el psicodrama<br />
de la rebelión de Pascua<br />
comienza a entreverse de forma<br />
nítida; el martirio heroico del patriota<br />
es la antesala de la resurrección<br />
esencialista de una Irlanda<br />
corrompida, agónica que sufre el<br />
abandono de la causa nacional y<br />
socialista.<br />
Tras el funeral de O’Donnovan<br />
Rossa (líder feniano) en<br />
agosto de 1915, Connolly sucumbe<br />
totalmente a la oratoria<br />
pearseana y su ideario patriótico<br />
aparece ahora revestido de una<br />
mística sacramental, cuasi religiosa.<br />
La fascinación por la radicalidad<br />
nacionalista es absoluta:<br />
Connolly define el culto al<br />
mártir feniano como el advenimiento<br />
de una misión de divina<br />
ascendencia. Las páginas del<br />
Worker’s Republic pasan a estar<br />
repletas de referencias al culto<br />
martirológico patriota, y el propio<br />
Connolly ensalza la idea de<br />
la necesaria muerte del soldado<br />
nacionalista para que la nación<br />
resucite. Habría llegado la hora<br />
de que un Cristo nacionalista,<br />
al que la religión patriótica le ha<br />
sido revelada, redima con su<br />
muerte al pueblo irlandés, siguiendo<br />
la tradición feniana.<br />
Sobre los mártires fenianos de<br />
Manchester, ejecutados por los<br />
británicos en 1867, Connolly nos<br />
dice en noviembre de 1915:<br />
“Allen, Larkin y O’Brien murieron<br />
para dar fe del derecho a la independencia<br />
de Irlanda. Su muerte, su sangre sirvió<br />
para que un día la República irlandesa<br />
pueda vivir. Los hijos de Irlanda<br />
que hoy se alzan en armas lo hacen en<br />
nombre de Inglaterra. La sangre irlandesa<br />
que fluye como el río, fluye por Inglaterra.<br />
Los irlandeses que mueren luchando<br />
como héroes y semidioses, mueren<br />
luchando por Inglaterra. Irlanda no<br />
los conoce, jamás podrá considerarlos<br />
31 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />
Gill and Macmillan, Dublín, 1998:<br />
129.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
como suyos, jamás podrá contar la historia<br />
de sus sufrimientos y explotarlos<br />
para su causa” 32 .<br />
Para Connolly el funeral de<br />
O’Donnovan Rossa, se asemejaba<br />
a<br />
“aquellas leyendas medievales que nos<br />
dicen que en los momentos difíciles de<br />
lucha para un ejército, o en la desesperación<br />
de una nación, un ángel o profeta es<br />
enviado para salvar a aquellos favorecidos<br />
por el altísimo. Muchos piensan, que el<br />
funeral de O’Donnovan Rossa vino en<br />
un momento de agonía nacional, vino a<br />
Irlanda en misión de ascensión y revelación<br />
divina. La confusión, las dudas, la<br />
corrupción, el veneno se desvanecieron<br />
ante el espectáculo de los auténticos<br />
hombres y mujeres de la nación, rindiendo<br />
tributo a las viejas ideas. Siendo<br />
testigos solemnes de la fe y la determinación<br />
de aquellos que lucharon y mantuvieron<br />
la fe” 33 .<br />
La vanguardia iluminada por<br />
la fe nacionalista debe, por tanto,<br />
actuar en consecuencia. La insurrección<br />
contra Inglaterra es el ritual<br />
que rescata a la nación postrada,<br />
agónica. La tradición que<br />
les fusiona con la elevación espiritual<br />
de sus ancestros:<br />
“La mera concepción de combatir al<br />
Imperio Británico cuando éste estaba<br />
en paz con todo el mundo eleva a la<br />
condición de héroes a aquellos que murieron<br />
y sufrieron por ello. Grandioso<br />
en verdad ha debido ser su espíritu,<br />
magnífico el coraje. Espléndido el idealismo<br />
de aquellas mujeres y hombres<br />
que con el horror de la Gran Hambruna<br />
en sus mentes, fueron capaces de alzarse<br />
al nivel espiritual de retar el poder<br />
de Inglaterra en 1865 o 1867. ¡Qué gigantes<br />
los de aquellos tiempos! ¿Somos<br />
simples pigmeos hoy día?” 34 .<br />
En sus memorias, el dramaturgo<br />
socialista Sean O’Casey nos<br />
da cuenta del giro radical nacionalista<br />
de Connolly, que arrastrará<br />
a los milicianos de la ICA a la<br />
insurrección de Pascua en 1916:<br />
“El credo sagrado del nacionalismo se<br />
convirtió en su rosario diario. La humanidad<br />
internacionalista de la que una vez<br />
32 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />
Gill and Macmillan, Dublín, 1998:<br />
110.<br />
33 James Connolly: Worker’s Republic, 7<br />
de agosto de 1915.<br />
34 James Connolly: Worker’s Republic,<br />
31 de julio de 1915.<br />
hizo gala desapareció para siempre, e Irlanda<br />
acabó perdiendo un líder socialista.<br />
Alguien dijo alguna vez que Connolly<br />
fue el primer mártir del socialismo irlandés.<br />
Pero Connolly no fue más mártir socialista<br />
de lo que pudo ser Robert Emmet,<br />
Patrick Pearse o Wolfe Tone” 35 .<br />
Pocas semanas antes de la insurrección,<br />
la ICA liderada por<br />
Connolly se instaura en el Liberty<br />
Hall de Dublín, donde la<br />
bandera verde de Irlanda ondeaba<br />
junto a la del Arado y las estrellas,<br />
emblema del Irish Citizen<br />
Army. Allí Connolly escribe<br />
su única pieza teatral conocida,<br />
Under Which Flag (Bajo qué<br />
bandera). La obra nos relata el<br />
dilema de un trabajador irlandés<br />
que tiene que elegir entre alistarse<br />
en el Ejército Británico o en<br />
la Irish Republican Brotherho-<br />
35 Sean O’Casey: The Story of the Irish<br />
Citizen Army. The Talbot Press, Dublín,<br />
1971.<br />
El Arado y las estrellas fue una de las<br />
obras teatrales más famosas de Sean O’Casey.<br />
La obra criticaba duramente la participación<br />
socialista en la que el dramaturgo<br />
consideró ser una revuelta nacionalista pequeño<br />
burguesa. O’Casey recibió durísimas<br />
críticas por sus obras teatrales en Irlanda,<br />
sobre todo tras su paso por el Abbey<br />
Theatre, dirigido por lady Gregory y W. B.<br />
Yeats.<br />
36 Albert Camus: Los justos. Alianza<br />
Editorial, Madrid, 1996.<br />
37 F. Lyons: Culture and Anarchy in<br />
Ireland 1890-1939. Clarendon Press, Oxford,<br />
1979: 97.<br />
38 Republican News: agosto de 1978.<br />
En enero de 1970 el recién creado movimiento<br />
Provisional esgrimía, como una de<br />
las principales causas de la escisión republicana,<br />
“la infiltración de elementos socialistas<br />
extremistas dentro del movimiento republicano”.<br />
No obstante, durante 1970 y<br />
1972, el IRA Provisional se ve forzado a esgrimir<br />
un modelo socialista frente a otros<br />
grupos republicanos que declarándose marxista-leninistas<br />
abandonan la lucha armada<br />
y acusan de sectarismo al IRA Provisional.<br />
El IRA se orientará en un principio a modelos<br />
tercermundistas compatibles con la<br />
doctrina social católica o el esencialismo<br />
arcádico celta, a los que colgará la etiqueta<br />
de socialistas. En su Our People, Our Future<br />
(Dublín, 1973), el que fuera líder del<br />
movimiento republicano irlandés Ruari<br />
O’Bradaigh considera el socialismo argelino<br />
o tanzano como compatibles “con nuestro<br />
socialismo basado en la tradición celta<br />
del Combargh nag gCombars an, que supone<br />
tanto la garantía del control obrero de<br />
los medios de producción, como el mantenimiento<br />
de nuestros valores cristianos”.<br />
Tras la crisis provocada por el alto el fuego<br />
de 1975, el IRA comienza a verse como<br />
heredero de los postulados de James Connolly.<br />
En 1986 Gerry Adams culmina el viraje<br />
connollysta de los provisionales.<br />
IÑAKI VÁZQUEZ LARREA<br />
od (IRB). Como Connolly, comandante<br />
en jefe de las fuerzas<br />
insurgentes en abril de 1916, el<br />
trabajador decide luchar con los<br />
fenianos irlandeses. Al igual que<br />
Iván Kaliayev, el personaje de Los<br />
justos, de Albert Camus, para<br />
Connolly la muerte es lo que en<br />
última instancia justifica la propia<br />
idea 36 . A la pregunta de un<br />
íntimo amigo de la IRB sobre<br />
las posibilidades reales de triunfo<br />
de la insurrección, el lunes de<br />
Pascua de 1916, Connolly respondía:<br />
“Ninguna, en absoluto,<br />
vamos allí a que nos masacren”<br />
37 . Con su ejecución, James<br />
Connolly será finalmente<br />
elevado a los altares del culto<br />
martirológico republicano. Su<br />
efigie es aún venerada y representada<br />
en las áreas de apoyo al<br />
Sinn Fein/IRA en Belfast Oeste.<br />
Su figura emerge de entre las llamas<br />
del General Post Office, bajo<br />
el epígrafe ¿Quién teme hablar<br />
de 1916? En agosto de 1978 el<br />
IRA se declaraba como “heredero<br />
de los postulados revolucionarios<br />
de James Connolly” 38 . La<br />
vuelta a la Irlanda Socialista de<br />
Connolly permitía así a los provisionales<br />
la expansión de su base<br />
social yuxtaponiendo un barniz<br />
socialista marxista y un nativismo<br />
esencialista gaélico. En<br />
1982 el Sinn Fein rompe con la<br />
idea del Eire Nua, para apostar<br />
por la República Socialista unitaria<br />
de 32 condados, ensoñada<br />
ya tiempo atrás por el propio<br />
Connolly. n<br />
Iñaki Vázquez Larrea es investigador,<br />
becario del Gobierno vasco y doctorando<br />
de la UPV.<br />
51
R<br />
arísimo. Cuando el debate<br />
sobre la pena de muerte se<br />
tiñe de erudición, abandona<br />
el campo de lo puramente<br />
lógico y se adentra en los dominios<br />
de las opciones éticas. Seguramente,<br />
por razones análogas<br />
a las que sostenían la estrategia<br />
de la famosa prueba<br />
ontológica de la existencia de<br />
Dios de san Anselmo de Canterbury,<br />
quien sabe de lo que está<br />
hablando al defender el castigo<br />
capital miente o, lo que es lo<br />
mismo, trata de engañar, con las<br />
consecuencias morales que de<br />
ello se derivan. Al revés, cuando<br />
la controversia se vuelca a la calle<br />
y serpentea entre los que<br />
transitaron poco las aulas universitarias,<br />
el tema, de manera<br />
asombrosa, se ve dotado de interesantes<br />
connotaciones, mucho<br />
más permeables al diálogo,<br />
a la intersubjetividad, en suma, a<br />
las vicisitudes de la teoría del conocimiento.<br />
La objeción central que suele<br />
oponerse a los que no compartimos<br />
la “solución” de la ejecución<br />
del condenado como corolario<br />
del proceso penal es el<br />
“abismo práctico”, siempre presente,<br />
entre el dolor de los deudos<br />
de las víctimas y los principios<br />
humanistas consagratorios<br />
o derivados del “no matarás” bíblico.<br />
El doliente –se arguye–<br />
tiene derecho a la vindicación, la<br />
sangre derramada pide sangre,<br />
lo que, dicho sea de paso también<br />
tiene soporte en la Biblia, y,<br />
“hablando con franqueza”, se<br />
nos desafiará en un recodo del<br />
laberinto, ¿qué haría usted si alguien<br />
asesinara a su padre, su<br />
esposa o su hijo?: ¿Seguiría impasible<br />
manteniendo la serena<br />
tesis que hoy sustenta? Estoy<br />
impedido, es obvio, de respon-<br />
der por el resto de los que se alinean<br />
junto conmigo debido a<br />
inspiraciones diversas y heterogéneas;<br />
yo, a mi turno, suelo ser<br />
sincero al contestar que, en honor<br />
a la verdad, no sé cuál sería<br />
mi actitud concreta en ese caso.<br />
Por lo demás, he tomado suficiente<br />
distancia de esas ingenuidades<br />
ciegas de las que se disfruta<br />
y por las que se padece durante<br />
las primeras décadas del<br />
recreo biológico como para darme<br />
por enterado de que impartir<br />
alguna lección, escribir un artículo<br />
o charlar en un café son a<br />
menudo actos triviales y olvidables<br />
en el curso de los que pontificamos<br />
sobre abstracciones y<br />
normas que olvidamos sin ningún<br />
trámite frente a los embates<br />
emocionales. ¿Es contradictoria<br />
mi reacción? Sospecho que no;<br />
aún más, sospecho que tampoco<br />
me deja huérfano ante la necesidad<br />
de dar explicaciones y que<br />
además las fundamenta y las respalda.<br />
Principistas, pragmáticos<br />
y patíbulos<br />
Arriesgo que podrían resumirse<br />
los cimientos de las tendencias<br />
opuestas a la aplicación de la pena<br />
de muerte en dos grandes corrientes:<br />
a) una sustancialista,<br />
proclamatoria de un a priori que<br />
decreta la eminente dignidad de<br />
la vida humana y su correspondiente<br />
e inatacable intangibilidad;<br />
y b) una lógica, que señala<br />
los vicios de razonamiento que<br />
guían (o desorientan) las pautas<br />
de una organización social que<br />
admita la entronización del verdugo<br />
como funcionario público.<br />
Adelantaré, por si acaso, que<br />
suscribo la primera por simpatía<br />
espontánea hacia la gente (lo que,<br />
CRIMINOLOGÍA<br />
DE CÓMO CONFUNDIMOS AL<br />
DOCTOR FRANKENSTEIN CON SU HIJO<br />
GUSTAVO SOPPELSA<br />
sin mucha perspicacia, imputaré<br />
al hecho de que me he criado entre<br />
la gente…) y por otras causas<br />
variadas. Sin embargo, encuentro,<br />
por lo menos, estos graves<br />
impedimentos para asirme a ella<br />
en una discusión: las posiciones<br />
absolutas son, sin que ello implique<br />
mengua de sus quilates,<br />
producto de la fe íntima; simultáneamente,<br />
siendo yo ajeno en<br />
general a lo que vulgarmente se<br />
denomina la ética preceptiva o a<br />
la identificación de esas áreas de<br />
la filosofía con un catálogo de<br />
disposiciones o instrucciones para<br />
conducirse sobre este mundo,<br />
y reconociéndolas sólo como<br />
meditación personal y autónoma<br />
sobre el destino humano, soportaría<br />
el rol de predicador como<br />
el ubicado en el sitio más<br />
distante de mis naturales vocaciones<br />
laborales.<br />
La segunda, de prosapia no<br />
tan rancia, dado que es un lugar<br />
común considerar síntoma de<br />
sabiduría la pronunciación del<br />
aserto de que lo terrenal está un<br />
escalón por debajo del cosmos<br />
de las ideas platónicas o cualquiera<br />
de sus equivalentes, resiste<br />
–es de prever– con mejor<br />
suerte los embates discursivos y<br />
presupone mayor empeño de los<br />
adláteres del garrote vil, la horca,<br />
la guillotina, la jeringa –tan espantosamente<br />
trivial– y otros inventos<br />
horrendos que escandalizan<br />
la consciencia de cualquiera<br />
que no haya sido abandonado<br />
por el don de sentir compasión.<br />
Una digresión que no lo es<br />
forzosamente: la cinematografía<br />
ha mostrado muchas veces estas<br />
posturas fundantes del abolicionismo.<br />
Muy en especial la reciente<br />
y bastante difundida<br />
Mientras estés conmigo (cuyo título<br />
en inglés, alusivo a las prác-<br />
ticas carcelarias estadounidenses<br />
y a su extravagante crueldad ritual,<br />
transcribe la consigna –Dead<br />
man walking!– lanzada por<br />
un empleado pagado por el honesto<br />
contribuyente de América<br />
del Norte cuando el/la infeliz<br />
se encamina sin remedio hacia<br />
el recinto en que se perpetrará el<br />
homicidio legal) se aferra al<br />
mandamiento del decálogo mosaico,<br />
al punto que el victimario-víctima,<br />
en su discurso final<br />
y nunca más final, afirma conmovedoramente,<br />
luego de haberse<br />
reconocido como criminal:<br />
“Sólo quiero decir que matar<br />
es una mala acción, y lo es<br />
tanto si la cometo yo como si la<br />
comete el Estado”.<br />
En el otro extremo, y sin involucrar<br />
puntualmente a la pena<br />
de muerte, aunque versando sobre<br />
una cepa masiva y voraz de<br />
la misma planta –la guerra–,<br />
Apocalypse now arrasa críticamente<br />
en su guión, sin hacer<br />
mayores distinciones, con la manía<br />
bélica y los crímenes solitarios<br />
perpetrados al amparo de<br />
exigencias comunitarias o nacionales.<br />
La película se encolumna<br />
con decisión en el ala de<br />
los que descalificamos al castigo<br />
capital por estar entrampado en<br />
un marasmo absurdo, en el que<br />
una distorsionada instrumentación<br />
de los mecanismos protectorios<br />
del imperativo de la preservación<br />
de nuestra especie destruye<br />
su propio fin en el instante<br />
en que el legislador o el “estadista”<br />
dibujan una única e idéntica<br />
circunferencia demoníaca<br />
sobre la que el verdugo y el asesino<br />
–hipotéticamente distintos<br />
y antagónicos– giran hasta que<br />
sus rostros se confunden. (Brevemente,<br />
cabe recordar que<br />
Marlon Brando interpreta en el<br />
52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
Mary W. Shelley<br />
filme a un oficial de las Fuerzas<br />
Armadas enajenado, que ha establecido<br />
en la selva un reino<br />
macabro, arbitrario y vesánico,<br />
alguien que ha sido empujado<br />
a la demencia por la presión irresistible<br />
desatada en el centro de<br />
su cerebro por la imposición<br />
de códigos de conducta militar,<br />
apoyados por una resonante palabrería<br />
seudomoral, que coexisten<br />
con deberes “operativos”,<br />
entre los que se cuenta el masacrar<br />
niños; en resumen, alguien<br />
tan simple y naturalmente cuerdo<br />
que no tolera la satanización<br />
de la omisión de una venia al<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
superior y la beatificación de la<br />
evisceración de un ser humano<br />
por vía de la utilización de iguales<br />
parámetros axiológicos y<br />
dentro de un mismo ordenamiento,<br />
digamos, jurídico. Nobleza<br />
obliga, Francis Ford Coppola,<br />
ese largometraje germinó,<br />
después de transcurridos más de<br />
diez años, en estas reflexiones<br />
ahora escritas y entonces sencillamente<br />
meditadas in péctore).<br />
Que yo recuerde y haya visto,<br />
entre ellas, estilísticamente hablando,<br />
y con un sustrato difícil<br />
de poner en palabras –y por eso<br />
tal vez el más rico, el más pro-<br />
fundo e irrefutable– puede ubicarse<br />
una joya (El secreto) que<br />
circula por los buenos canales<br />
de cable y que debería servir para<br />
abolir, sobre todo en la mente<br />
de los abogados, cualquier<br />
propensión a ejercer la defensa<br />
de la pena de muerte.<br />
Lo que antecede ha adelantado<br />
y sintetizado lo elemental de<br />
mi pensamiento: no hay confirmación<br />
de la validez del uso de<br />
la silla eléctrica a través del atajo,<br />
no en pocas ocasiones demagógico,<br />
de la identificación de<br />
pretendidos fines sociales con<br />
los sentimientos de los dolientes<br />
de la víctima, y esto por un motivo<br />
primario y otro secundario.<br />
La cuchara vengativa<br />
En esencia, el Estado –por virtud<br />
y por defecto– carece en<br />
sentido estricto de las características<br />
de la persona. Un vetusto<br />
sistema ideológico, que apadrinó<br />
e incubó los totalitarismos<br />
y es mencionado en ciencia política<br />
como “organicismo”, quiso<br />
dotar al monstruo de Hobbes<br />
de odios, apetitos, claustrofobias,<br />
sed de venganza, penas,<br />
¿lujuria?, y quién sabe cuántas<br />
otras vicisitudes biográficas. El<br />
resultado de la ciclotimia de ese<br />
Estado animado que sentaría de<br />
maravillas al gusto de quien selecciona<br />
los elencos del Fox Kids<br />
ya lo conocemos, y estamos enterados<br />
también de que, indefectiblemente,<br />
ella era el reflejo<br />
automático de la del rey, el primer<br />
ministro, el jefe del Politburó,<br />
el presidente, el káiser, la<br />
mayoría del Congreso o madame<br />
Pompadour, e ainda mais.<br />
Se concibe, en general, como<br />
un avance notable el que hayamos<br />
percibido, tras soportar el<br />
tránsito por esas mitomanías interesadas,<br />
que la organización<br />
política debe ser, para desempeñarse<br />
aceptable y humanitariamente,<br />
un espectro medianamente<br />
indolente, un fantasma<br />
afectado de cierta catatonia que<br />
deglute para bien (y en algunas<br />
épocas, Dios sabrá cómo quitar<br />
a las creaciones del homo sapiens<br />
su ambivalencia, para mal) la<br />
pasión individual cuando es indispensable,<br />
y la reduce a efusiones<br />
inocuas o la magnifica<br />
bajo algunas de las formas de la<br />
potencia colectiva. En esas circunstancias,<br />
el Estado no se materializa<br />
ni siquiera como un<br />
53
DE CÓMO CONFUNDIMOS AL DOCTOR FRANKENSTEIN CON SU HIJO<br />
Otro; es más bien, aclarado sea<br />
para contrarrestar cualquier ambivalencia,<br />
Otra Cosa. Siempre<br />
es diferente a todos y cada uno<br />
de nosotros para no ser igual a<br />
nadie, para no servir a ninguno<br />
con exclusividad (como prevendría<br />
la máxima ciceroniana, el<br />
que dicta la ley que aherroja a<br />
los romanos a su esclavitud para<br />
que no sean esclavos de otros romanos).<br />
En verdad, si no fuera una<br />
tontería verbal, ante una requisitoria<br />
al respecto, estaría dispuesto<br />
a comparar al viejo y venerable<br />
Estado, esquemáticamente,<br />
con una cuchara. Nada<br />
menos ni nada… más. Hace milenios<br />
que nos acostumbramos a<br />
vivir con ambos, no nos imaginamos<br />
sin ellos a diario y es poco<br />
probable que prescindamos<br />
de alguno de los integrantes de<br />
ese simpático dúo en el futuro.<br />
Pero, al igual que sucede con las<br />
cucharas y otros objetos endiabladamente<br />
sofisticados como el<br />
cromatógrafo de fase gaseosa, a<br />
aquél nadie lo vio jamás emocionarse<br />
o encolerizarse en serio<br />
(salvo la siempre previsible aparición<br />
de algunos testigos ingenuos<br />
y despistados predispuestos<br />
a zambullirse en la insensatez de<br />
creer, entre otros disparates, que<br />
Inglaterra sufre de vértigo cuando<br />
la reina Isabel II se sube a la<br />
torre de Londres o que los utensilios<br />
parlantes de los cortos publicitarios<br />
que promocionan artículos<br />
de limpieza son del mismo<br />
tipo que el de los cubiertos<br />
guardados en los cajones de sus<br />
muebles de cocina). Lo estatal<br />
participa de la naturaleza de las<br />
cosas en cuanto a su modo de<br />
existir, y así permanecerá, sin terrores<br />
nocturnos, sin libido, sin<br />
inspiraciones primaverales frenéticas<br />
o melancolías otoñales<br />
ni cefaleas o incontinencias urinarias,<br />
hasta tanto no resucitemos<br />
el ideal de Cayo Julio César<br />
Germánico (alias Calígula), aunque<br />
a ese precio habremos abandonado<br />
la libertad política al<br />
alegre compás de algún fast<br />
track.<br />
En cuanto a su modo de parecer,<br />
lo propio del Estado sí ostenta<br />
una cualidad distintiva en<br />
relación a las cucharas, los ascensores<br />
y las pelucas: está revestido<br />
de señales o símbolos de<br />
máxima importancia vital (convengamos<br />
que la ausencia de<br />
dentición, la fatiga que importa<br />
el remontar varios pisos o la calvicie<br />
son fenómenos bastante<br />
soslayables para la metafísica…),<br />
está destinado a ser mirado, y<br />
en el sentido que Fernando Savater<br />
ilustra en sus trabajos –a<br />
pesar de que al español no le<br />
gustaría que yo usase aquí y justamente<br />
aquí su arsenal conceptual–<br />
tiene reservada la tarea del<br />
héroe (perdón, amigo, por incurrir<br />
en la contradicción superficial<br />
de afirmar lo que recientemente<br />
he negado humanizando<br />
lo inhumano). Ya sé<br />
que abuso de esas aproximaciones,<br />
porque el autor de Ética para<br />
Amador escribió un libro titulado<br />
Contra las patrias, que no<br />
he leído, pero que a juzgar por el<br />
resto de sus aseveraciones dispersas<br />
en otros volúmenes podría<br />
verosímilmente tornarse,<br />
mutatis mutandis, en un Contra<br />
los Estados. Lo hago de buena fe<br />
y a resguardo de la venia benévola<br />
que me otorgan las metáforas<br />
y la posibilidad de que, sin<br />
rencores, el catedrático ibérico<br />
cargue a la cuenta de mis limitaciones<br />
y mi admiración las distorsiones<br />
en que incurra en esa<br />
referencia.<br />
Para evitar la exageración,<br />
sostendré mínimamente en este<br />
punto que el Estado es un compendio<br />
de propósitos y valores<br />
que se imponen y se muestran<br />
en ese orden, e inversamente de<br />
manera alternativa. Cuáles han<br />
de ser esos objetivos y cualidades<br />
valiosas es materia de discusión;<br />
de todas formas, la base desde la<br />
que es inexcusable partir, se sabe<br />
desde hace mucho, no puede ser<br />
menos que el intento de preservar<br />
la vida de los individuos. Y<br />
esto aun sin entrar en detalle<br />
acerca de lo que Savater llama la<br />
“vida buena”, que por cierto no<br />
hemos de esperar, coincido con<br />
él, en que nos la proporcionen<br />
ni la Seguridad Social, la Corte<br />
Suprema, la policía o los partidos<br />
políticos. La reducción que<br />
menciono queda así confinada a<br />
un ideario y a una compulsión<br />
normativa primarios, anteriores<br />
causalmente a cualesquier otros:<br />
la preservación contra la aniquilación<br />
física involuntaria.<br />
Vuelta al comienzo, entonces:<br />
¿puede dirimirse en el plano de<br />
mis apetencias o las de mi vecino<br />
la controversia sobre la justificación<br />
de la pena de muerte en el<br />
derecho positivo vigente? Definitivamente,<br />
no. El cumplimiento<br />
de la sentencia capital no<br />
involucra una muerte a secas, un<br />
homicidio puro y simple, sino<br />
un asesinato calificado por varios<br />
adjetivos precisos y necesarios:<br />
pactado, votado, legal, regulado<br />
o regularizado, normado,<br />
plebiscitado, consentido, en<br />
suma, estatizado. Es notorio que<br />
la interpelación habitual (es decir,<br />
política) sobre su conveniencia<br />
no se realiza teniendo en<br />
cuenta esa calidad, por lo que en<br />
última instancia, si bien éticamente<br />
corresponde –y no puede<br />
impedirse– que cada uno estime<br />
si quiere ver ahorcado a los criminales,<br />
no es admisible otorgar<br />
a cada cual el poder de decidir si<br />
la pena máxima es incluida o no<br />
en el Código Penal, en la misma<br />
y exacta medida que la habilitación<br />
ineludible y fatal de la<br />
opción ética de representarse o<br />
no como deseable la reducción a<br />
cenizas del prójimo tampoco<br />
conlleva la facultad jurídica de<br />
matar. O volviendo al maestro<br />
Savater, bajo otra formulación:<br />
todos los seres humanos son respetables,<br />
aunque no todas las<br />
opiniones lo son en sí –y eso a<br />
pesar de que no pueda evitarse<br />
que sean asumidas y emitidas,<br />
con escarnio, frecuentemente, de<br />
la moral prescriptiva o a costa<br />
de nuestra repugnancia.<br />
Códigos del ‘shopping center’<br />
La legalización de la pena de<br />
muerte, o sea la eliminación<br />
de un reo a expensas de un procedimiento<br />
público consentido<br />
por el poder, no puede depender,<br />
en orden a su validación,<br />
del gusto del consumidor: en el<br />
hipermercado del Estado está<br />
autorizada, si de dejar volar la<br />
fantasía se trata, la oferta de<br />
cualquier mercadería, pero hay<br />
una mercancía –la falta de respeto<br />
por la preservación de la<br />
existencia física de los individuos–<br />
cuya venta (o donación<br />
promocional…) está absolutamente<br />
prohibida porque, en el<br />
fondo, esa transacción configura<br />
la irreverencia deletérea propicia<br />
a la abominación beligerante<br />
del arquitecto que gestó el<br />
proyecto de las instalaciones<br />
donde se trafica, al trastocamiento<br />
del plano que él plasmó<br />
para el dichoso comercio, al derrumbe<br />
del edificio del establecimiento<br />
y a la desaparición…<br />
del cliente. Y, ténganlo ustedes<br />
por inexorable: no hay franquicias<br />
lógicas para esta veda mercantil,<br />
ni siquiera para la entidad<br />
estatal que intente arrogárselas<br />
por prepotencia, de facto, escudándose<br />
en su carácter de fuente<br />
primigenia de todo derecho.<br />
Las interrogaciones –y las respuestas<br />
a ellas asignadas– sobre<br />
hipotéticas conductas personales<br />
54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
(las mías, las tuyas, las de los lastimados<br />
por los crímenes terribles,<br />
lector) de cara al asesino<br />
aberrante son irrelevantes a la<br />
hora de justificar la pena de<br />
muerte. Podrías declararme que<br />
lo estrangularías con saña, podría<br />
yo reconocer que le quitaría<br />
la vida atroz y lentamente, y más<br />
tarde, voz a voz, sería plausible<br />
entretejer, con esfuerzo sobrehumano,<br />
una sucesión, cercana<br />
a los límites de la infinitud,<br />
con las solicitudes particulares<br />
más salvajes peticionando<br />
el ajusticiamiento de los delincuentes<br />
hasta alcanzar una cantidad<br />
de demandas equivalente<br />
al total del padrón electoral;<br />
ninguna de esas contestaciones<br />
por sí aisladamente ni todas ellas<br />
sumadas agregarían una milésima<br />
de razón a la legitimación<br />
de la condena capital: el verdugo<br />
–al que se ve exteriormente<br />
como un sujeto y es, en realidad,<br />
un cuerpo poseído por el<br />
Estado– no está presente en las<br />
penitenciarías llenando su lúgubre<br />
tarea, como dije más arriba,<br />
ni siquiera como el Otro, sino<br />
como Otra Cosa al momento<br />
de detener los latidos del corazón<br />
en nombre de la ley.<br />
La pregunta está, pues, mal<br />
formulada; o mejor: mal dirigida.<br />
La pregunta no encierra una<br />
cavilación acerca del doctor<br />
Frankenstein y la incertidumbre<br />
que nos acomete cuando inquirimos<br />
si éste debe, puede o quiere<br />
matar (y no menos erróneo<br />
es sugerir que él es el indicado<br />
para elucidarla soberanamente<br />
con el propósito de traernos la<br />
calma). El cuestionario, muy<br />
por el contrario, se da de bruces<br />
–inútilmente– con ese cráneo,<br />
repleto de cicatrices y tornillos<br />
pintados por el cómic e inserto<br />
al tope del desdichado rompecabezas<br />
anatómico que aquel<br />
aventurero de la ciencia armó.<br />
Las licencias literarias nos conceden<br />
margen para suponer, en<br />
ese contexto, que el científico<br />
patrocinado por la gótica Mary<br />
Shelley podía discurrir en nombre<br />
propio –como cualquier hijo<br />
de vecino– sin ataduras sobre<br />
el asunto, pero cabrían reparos<br />
atendibles respecto de liberali-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
dades del mismo tenor otorgadas<br />
a la criatura de sus ingenios;<br />
ella no era ciertamente un<br />
miembro original y sui iuris del<br />
género humano y, las peripecias<br />
de la imaginería popular lo acreditan,<br />
no estamos convencidos<br />
definitivamente de que hubiera<br />
que otorgarle carta de ciudadanía<br />
en el planeta (pende sobre<br />
mí, lo estoy divisando, una invectiva<br />
por discriminación de<br />
monstruos o una querella promovida<br />
por una eventual y no<br />
difícil de concebir American<br />
Freaks Association). Y yendo<br />
con este juego más allá todavía:<br />
¿podía el doctor, autoinvistiéndose<br />
de su curatela, responder<br />
por la Cosa, y volverse contra<br />
las reglas de su arte desdeñando,<br />
no tal vez una determinada preceptiva<br />
ética, pero sí un cierto<br />
método en el que había sido<br />
educado y las finalidades para<br />
las que había sido pergeñado ese<br />
método? Claro que podía, porque<br />
en el terreno de las decisiones<br />
nada está concluido. Ahora,<br />
de allí a admitir, por ejemplo,<br />
que le estuviera permitido proporcionarle,<br />
si lo hubiera deseado,<br />
un hacha al muchacho acunado<br />
a golpes de electricidad en<br />
su laboratorio y a continuación<br />
impulsarlo a que entrara a saco<br />
en la aldea más cercana para exterminar<br />
a su prójimo (al del<br />
doctor, digo), hay un trecho<br />
considerablemente largo.<br />
Posdata<br />
Me he mirado azorado a mí<br />
mismo al contemplar ese inmenso<br />
y probablemente bastante<br />
exitoso ensayo de democracia<br />
que es Estados Unidos. Me he<br />
mirado extrañado –y he visto a<br />
los que me rodean también–<br />
con los ojos desmesuradamente<br />
abiertos ante un espectáculo<br />
grotesco y nauseabundo actuado<br />
en el país que presume de ser el<br />
más adelantado de la comunidad<br />
internacional y llevar la antorcha<br />
de la civilización. Más<br />
aún: las muestras televisivas más<br />
horripilantes de una organización<br />
social vejando sus propios<br />
principios y enloqueciendo a sus<br />
ciudadanos con mensajes furibundos<br />
de amor, que se niegan a<br />
través del teatro de los medios<br />
encargados de reproducir hasta<br />
el hartazgo la labor de los ejecutores<br />
de la pena de muerte, no<br />
me llegaron (lo relato con consternación)<br />
desde la precaria<br />
tranquilidad de la ficción, sino<br />
del cine documental. He mirado<br />
(al modo de una parodia aborrecible<br />
de las peripecias del<br />
Borges cegado por la infinita<br />
cantidad de imágenes de El<br />
Aleph), con la sensación espeluznante<br />
del que observa casi la<br />
traición de los constructores<br />
de la historia, cómo un grupo de<br />
personas festejaba en EE UU,<br />
en las afueras de una prisión, el<br />
exterminio autorizado de otra<br />
persona, y me he asido a un<br />
consuelo infantil. He pensado<br />
que, quizá, me haya equivocado,<br />
que todos nos hayamos equivocado,<br />
y que esa muerte no haya<br />
sido infligida por el Estado, porque<br />
no puede ser tal esa estructura<br />
ciclópea, con bellos frisos<br />
de mármol en el frente de sus<br />
tribunales, con sus jueces togados,<br />
y su maquinaria pulida,<br />
aséptica, poderosa y admirablemente<br />
productiva pero bifronte,<br />
mentirosa, maligna y gobernada<br />
por hombres y mujeres que supuestamente<br />
castigan el homicidio<br />
con sus leyes mientras alimentan,<br />
con la indiferencia de<br />
quien nutre a cachorros de una<br />
misma mascota inofensiva y estúpida,<br />
al pueblo todo con el<br />
gusto por la muerte del semejante<br />
o a sus adolescentes con<br />
cereales.<br />
He pensado que sobrevendrá<br />
tarde o temprano, en alguna<br />
parte, un Estado auténtico, y<br />
que me gustaría haberme encontrado<br />
con Karla Faye Tucker<br />
durante algunos minutos para<br />
confesarle que no hubiera sabido<br />
decirle si debía o no morir, o<br />
si yo no la hubiera matado si<br />
hubiera herido a quienes quiero,<br />
pero que, a la vez, experimentaba<br />
una certeza inconmovible:<br />
pudo o debió, no lo sé, perecer<br />
por obra de cualquier individuo<br />
de cualquier condición, sexo,<br />
edad, raza, religión o profesión;<br />
es intolerable y ultraja el sentido<br />
común que haya tenido que dejar<br />
este mundo con la coopera-<br />
GUSTAVO SOPPELSA<br />
ción de un agente administrativo<br />
equiparable a un inspector<br />
de escuelas o un recaudador de<br />
impuestos –como aquél de la<br />
Receptoría de Rentas que resurge<br />
en algunas conversaciones queribles<br />
y arcaizantes de mi madre.<br />
n<br />
Gustavo Soppelsa es abogado y periodista.<br />
Profesor titular en la Universidad<br />
de Concepción, de Uruguay.<br />
55
1Nuestra cultura ha distorsionado<br />
la idea de libertad.<br />
Moraba en el ámbito político y<br />
pasó al dominio interno. El cristianismo<br />
y el liberalismo, que<br />
coinciden en acentuar lo privado<br />
en detrimento de lo público,<br />
oficiaron la conversión. El cristianismo<br />
cultivó la interioridad<br />
y la quietud. Por su parte, la<br />
modernidad liberal mudó el ideal<br />
de actividad desde la arena<br />
política al espacio económico<br />
del mercado. Ambos construyeron<br />
un individualismo del que<br />
ya no podemos prescindir. Pero,<br />
mucho antes del individuo, con<br />
su vida interior y sus derechos,<br />
era el ciudadano.<br />
La tradición del republicanismo<br />
teoriza lo que la antigüedad<br />
clásica llamó vita activa, frente<br />
al ideal de vita contemplativa<br />
que invadió Occidente desde la<br />
caída de Roma. El primer modelo<br />
centraba la autorrealización<br />
del hombre en la participación<br />
en la esfera pública; el segundo,<br />
aventado por el cristianismo, cifraba<br />
la valía de la persona en el<br />
ámbito íntimo. Con el correr de<br />
los siglos la tradición del liberalismo,<br />
nucleado en torno al individuo<br />
poseedor y no al ciudadano<br />
participante, se desarrolla<br />
en paralelo al republicanismo.<br />
Lo que sigue son unas calas en<br />
esta historia intelectual de los<br />
dos paradigmas que permean la<br />
urdimbre ideológica y moral de<br />
nuestra cultura. En primer lugar<br />
presento el importante debate<br />
entre la virtud y el comercio,<br />
que ilustra la pugna en Europa<br />
entre el republicanismo en descenso<br />
y el liberalismo ascendente.<br />
La segunda cala es la contribución<br />
seminal al republicanismo<br />
clásico y una peculiar<br />
defensa de la virtud de Jean-<br />
Jacques Rousseau. Por último,<br />
avanzo algunas de las líneas posibles<br />
para actualizar la virtud<br />
como pasión política.<br />
Ya en la modernidad, alrededor<br />
de 1675, tiene lugar en Inglaterra<br />
un debate entre la<br />
Country y la Court, que revela<br />
las tensiones entre los partidarios<br />
del orden feudal y decadente,<br />
de un lado, y los que defienden<br />
los valores ascendentes de<br />
la corte absolutista, crisol de la<br />
nueva sociabilidad, de otro. Se<br />
enfrentan por una parte la vieja<br />
nobleza, que se ve a sí misma<br />
como una comunidad de una<br />
virtud guerrera afín al republicanismo<br />
en retroceso y, por<br />
otra, la nueva aristocracia, dispuesta<br />
a integrarse en la corte<br />
centralizada y a unirse a la compraventa<br />
de cargos. Un medio<br />
de movilidad social que los tories<br />
consideran una indecencia<br />
de los nuevos tiempos. Los partidarios<br />
de la Country hacen<br />
una interpretación decadente<br />
de la historia inglesa y rememoran<br />
la virtud del pasado, percibiendo<br />
el cambio social como<br />
un proceso de declive, y no de<br />
renovación, como creía Maquiavelo.<br />
En el alba del liberalismo<br />
el tema del comercio se<br />
abre paso. A su vez, la noción<br />
de virtud como amor a la patria<br />
ha de ser redefinida.<br />
El ejército es aquí un asunto<br />
clave. Mientras que el bando de<br />
la Court (en el que se alinea el<br />
insigne Daniel Defoe) es partidario<br />
de un ejército pagado por<br />
el rey, controlado por el parlamento<br />
y orientado a un imperio<br />
basado en el comercio naval, los<br />
partidarios de la Country deploran<br />
–como Maquiavelo– que la<br />
milicia sea sustituida por profesionales<br />
de las armas.<br />
CIENCIAS SOCIALES<br />
VIÑETAS DE VIRTUD<br />
HELENA BÉJAR<br />
La contraposición entre virtud<br />
y comercio que se enciende<br />
en la Ilustración confiere un<br />
nuevo sentido al lujo. Afín al<br />
refinamiento de los sentidos,<br />
aquél no se condena porque<br />
engendre corrupción y afeminamiento,<br />
sino porque es amigo<br />
del ocio. Mas si se mantiene<br />
en su punto medio, el lujo<br />
contribuirá a que los tiempos<br />
sean más felices, arguye David<br />
Hume. Relacionado por los<br />
antiguos con la venalidad, el<br />
lujo<br />
“en realidad aumenta la industria, la<br />
civilidad y las artes, regula nuestros<br />
sentimientos morales y políticos y representa,<br />
como laudable e inocente, lo<br />
que antes se había considerado pernicioso<br />
y condenable” 1 .<br />
Hume esboza una conexión<br />
entre lujo y refinamiento para<br />
describir la nueva sociabilidad:<br />
“Cuanto más se desarrollan las artes<br />
refinadas, más sociables se hacen<br />
los hombres (…) acuden en tropel a<br />
las ciudades, arden en recibir y comunicar<br />
conocimiento, en mostrar su ingenio<br />
o su cuna, su gusto en la conversación<br />
o modo de vida, en sus ropas<br />
o sus muebles (…) Clubs y<br />
sociedades particulares se forman por<br />
doquier: ambos sexos se encuentran<br />
de forma fácil y sociable; y el genio de<br />
los hombres, así como su comportamiento,<br />
se refinan rápidamente (…)<br />
deben sentir un incremento en su humanidad<br />
por el mero hábito de conversar<br />
(...) Tal industria, conocimiento<br />
y humanidad se hallan vinculados por<br />
una cadena indisoluble, y sucede que<br />
están más pulidos (...) en las épocas<br />
de mayor lujo” 2 .<br />
1 D. Hume: ‘Of benevolence’, en Essays<br />
(Moral, political and literary), pág.<br />
178. Longman, Green & Co., Londres,<br />
1912.<br />
2 D. Hume: ‘Of refinement in the<br />
arts’, en op. cit., pág. 302.<br />
La sociedad ilustrada desprecia<br />
la soledad como propia<br />
de un salvajismo primitivo<br />
(que será reivindicado por los<br />
críticos de la Ilustración), pero<br />
alaba el fomento de la interioridad,<br />
tan contrario al republicanismo.<br />
La gestación de la esfera<br />
privada y de la intimidad<br />
va de la mano de la suavización<br />
de las costumbres:<br />
“Las facciones son menos empedernidas,<br />
las revoluciones menos trágicas,<br />
la autoridad menos severa y las<br />
sediciones menos frecuentes” 3 .<br />
En opinión de Hume, se hace<br />
mal en exaltar tiempos pretéritos,<br />
cuando la vida era menos<br />
segura en manos de un moro o<br />
de un tártaro que en las de un<br />
ilustrado francés o inglés. La fiereza,<br />
asociada con frecuencia al<br />
patriotismo, ha sido reemplazada<br />
por el honor en el lento curso<br />
de la civilización.<br />
Pero más que el lujo, el enemigo<br />
de la Country inglesa es el<br />
crédito, que cobra especial relevancia<br />
durante el largo gobierno<br />
whig de Walpole –de<br />
1721 a 1742–, caracterizado<br />
por la pacificación interna, la<br />
expansión económica y un clima<br />
de especulación generalizada.<br />
El crédito es una figura<br />
ambivalente y asociada al carácter<br />
voluble de la mujer –como<br />
antes lo fuera la Fortuna–,<br />
así como a una propiedad volátil<br />
frente a la certeza que daba<br />
la propiedad de la tierra. El<br />
crédito supone confianza y<br />
unas relaciones sociales orientadas<br />
al futuro, frente al presentismo<br />
de los vínculos en<br />
torno a la conquista, núcleo<br />
3 D. Hume: op. cit., pág. 303.<br />
56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
Rousseau y Hume<br />
del universo antiguo. Asimismo,<br />
requiere lo que por entonces<br />
se empieza a llamar opinión<br />
pública, compuesta por<br />
individuos que cultivan intimidad<br />
y aficiones al calor de nuevos<br />
ámbitos colectivos: salones,<br />
cafés y clubes. Tal monde o society<br />
descansa en una “delicadeza<br />
del gusto que amplía la esfera<br />
tanto de nuestra felicidad<br />
como de nuestra miseria”. La<br />
sociabilidad en torno a una<br />
cultura refinada no sólo suaviza<br />
las costumbres, sino que introduce<br />
una nueva idea de felicidad<br />
como un talento interior<br />
que crece en el ámbito del aislamiento<br />
voluntario y en el recogimiento<br />
selectivo con los<br />
pares sensibles:<br />
“Nada mejora tanto el temperamento<br />
como el estudio de las cosas<br />
bellas, tanto la poesía o la elocuencia<br />
como la música o la pintura. Confieren<br />
una cierta elegancia de sentimiento<br />
ajena al resto de la humanidad. Las<br />
emociones que excitan son blandas y<br />
tiernas. Rescatan a la mente de la prisa<br />
del negocio y el interés; abrigan la<br />
reflexión; disponen a la tranquilidad;<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
y producen una agradable melancolía<br />
que, entre todas las disposiciones de la<br />
mente, es la que más se aviene con el<br />
amor y la amistad” 4 .<br />
Esta sociabilidad tejida de<br />
afinidades humanas y libros<br />
escogidos se enmarca en la<br />
transformación del ideal de<br />
virtud. Si para Maquiavelo ésta<br />
era una cualidad personal<br />
identificada con el arrojo o la<br />
fantasía, necesaria para domeñar<br />
la esquiva Fortuna, ahora<br />
se asocia a la moderación y al<br />
autodominio. La virtud deja<br />
de ser política y se hace social.<br />
El sacrificio da paso a la benevolencia,<br />
afín a una modernidad<br />
que va a girar en torno al<br />
acuerdo, no al fervor patriótico.<br />
Así, el ciudadano de la república<br />
desaparece ante el empuje<br />
de la privatización. Los<br />
afanes del ilustrado en el universo<br />
comercial se centran en<br />
manejar su vida social, practicar<br />
los modales que ésta re-<br />
4 D. Hume: op. cit., pág. 93.<br />
quiere y contribuir al crédito y<br />
la confianza interpersonal.<br />
Pero la certeza que tejen las<br />
nuevas convenciones depende, a<br />
su vez, de la complejización de<br />
las relaciones sociales y económicas<br />
que trae el comercio, la<br />
intersubjetividad de la opinión y<br />
la sutileza de la recién descubierta<br />
empatía. Nada que ver con la<br />
austeridad económica, la homogeneidad<br />
en las formas de vida y<br />
la indiferenciación cultural del<br />
universo antiguo. Hume contrasta<br />
vívidamente el gobierno<br />
antiguo de Lacedemonia y el<br />
moderno. El primero era “violento<br />
y contrario al curso natural<br />
de las cosas”, propio de una<br />
era en la que se estaba continuamente<br />
en guerra. Regía entonces<br />
una economía de subsistencia<br />
que preconizaba la igualdad de<br />
las fortunas. Todo ello suponía<br />
un desinterés –al menos teórico–<br />
de los ciudadanos por las riquezas,<br />
algo de todo punto insostenible<br />
en los tiempos modernos,<br />
cuyos hombres se<br />
mueven por pasiones que giran<br />
en torno al trabajo y la vida privada,<br />
y en donde el límite de la<br />
riqueza desde el Gobierno se<br />
siente como una intrusión tiránica.<br />
La prudencia y la distancia<br />
orientan ahora a los Gobiernos<br />
de la sociedad comercial, ajenos<br />
al proyecto republicano de reforma<br />
moral:<br />
“Los soberanos deben aceptar la humanidad<br />
tal como la encuentran, y no<br />
pueden pretender introducir ningún<br />
cambio violento en sus principios ni<br />
modos de pensar” 5 .<br />
La función educativa del<br />
Gobierno, esencial del republi-<br />
5 D. Hume: op. cit., pág. 292.<br />
canismo, se ha puesto en tela<br />
de juicio.<br />
Dentro del debate entre virtud<br />
y comercio, se oyen otras<br />
voces además de las neomaquiavelianas<br />
(que no puedo reproducir<br />
aquí) o la del templado utilitarismo<br />
de Hume. Una de ellas<br />
es la de Montesquieu, que guarda<br />
sus distancias respecto al comercio<br />
mientras reconoce su<br />
conveniencia e inevitabilidad.<br />
Es cierto que le doux commerce<br />
cura los prejuicios destructores:<br />
“Es casi una regla general que allí<br />
donde hay costumbres apacibles existe<br />
el comercio y allí donde hay comercio<br />
hay costumbres apacibles” 6 .<br />
Dentro de éstas, el barón diferencia<br />
la cortesía de las costumbres,<br />
que nos distingue de<br />
los bárbaros, de la cortesía de los<br />
modales, que se abre paso en la<br />
modernidad ilustrada. El comercio,<br />
que genera “una cantidad<br />
prodigiosa de pequeños intereses<br />
particulares”, produce también<br />
una sólida red de interdependencias<br />
intraestatales, cuyo efecto es<br />
la paz internacional:<br />
“Dos naciones que negocian entre<br />
sí se hacen recíprocamente dependientes:<br />
si a una le interesa comprar, a la<br />
otra le interesa vender; y ya sabemos<br />
que todas las uniones se fundamentan<br />
en necesidades mutuas. Pero si el efecto<br />
del comercio une a las naciones, no une<br />
en la misma medida a los particulares.<br />
En los países dominados solamente por<br />
el espíritu del comercio se trafica con<br />
todas las acciones humanas y con todas<br />
las virtudes morales: las cosas más pequeñas,<br />
incluso las que pide la humanidad,<br />
se hacen o se dan por dinero” 7 .<br />
6 Montesquieu: Del espíritu de las leyes,<br />
XX, 1, pág. 220. Tecnos, Madrid,<br />
1993.<br />
7 Montesquieu; op. cit., XX, 2, pág.<br />
222.<br />
57
VIÑETAS DE VIRTUD<br />
El avance del autointerés no<br />
se admite, pues, sin matices y<br />
reticencias. Por su parte, Hume<br />
prefiere creer que el interés puede<br />
engarzarse con el bien común,<br />
y también que la forma<br />
más segura de producir moderación<br />
en cada partido (el tema de<br />
las facciones o particiones políticas<br />
es preocupación general) es<br />
aumentar nuestro celo por lo<br />
público. Ardua empresa cuando<br />
se reconoce el egoísmo implantado<br />
en la naturaleza humana,<br />
una pulsión que exige olvidar el<br />
mundo antiguo y adecuar la estructura<br />
del comercio con los<br />
nuevos móviles de la sociedad<br />
profesional-burguesa:<br />
“Si pudiéramos convertir una ciudad<br />
en un campo militar, e inspirar en<br />
todos los corazones ese genio marcial y<br />
esa pasión por el bien público que lleva<br />
a todos los ciudadanos a exponerse a las<br />
mayores fatigas por amor a lo público,<br />
las costumbres antiguas podrían revivir<br />
sobre la tierra: no se conocería más que<br />
la industria necesaria para la subsistencia<br />
y ello sería suficiente para mantener<br />
a la sociedad. Habría que prohibir absolutamente<br />
todo arte y todo lujo y volverlas<br />
semejantes a los campos militares<br />
y, disminuyendo el gasto de la mesa y<br />
de la indumentaria, escatimar los víveres<br />
y el consumo de aquellas bocas inútiles<br />
que el lujo y el gusto por los placeres<br />
hubiera atraído. Tales principios<br />
son demasiado desinteresados como para<br />
que los hombres se sometan a ellos<br />
por mucho tiempo y los tomen como<br />
reglas de conducta. Pasiones menos nobles<br />
deben gobernarlos y animarlos por el<br />
espíritu de la avaricia, la industria, las<br />
artes y el lujo” 8 .<br />
Y es que los hombres modernos<br />
no parecen dispuestos a renunciar<br />
a las mieles de la civilización.<br />
Una vida dedicada a la<br />
guerra y al ascetismo material será<br />
una empresa muy meritoria,<br />
pero es poco atrayente para los<br />
ilustrados refinados que han descubierto<br />
los placeres de las formas<br />
y el valor social del refinamiento.<br />
Entonces, ¿cómo es posible<br />
defender todavía la virtud?<br />
2 Hijo<br />
de la Ilustración, a<br />
contracorazón, Rousseau<br />
plantea magistralmente el nú-<br />
8 Op. cit., ‘Of commerce’, págs. 16 y<br />
17, énfasis mío.<br />
cleo del republicanismo: ¿cómo<br />
puede llegar la ley al corazón de<br />
los hombres? Para Rousseau dicho<br />
problema tiene una resolución<br />
tan difícil, en política, como<br />
el de la cuadratura del círculo.<br />
Para Rousseau, “la materia<br />
última de la política es afectiva”.<br />
Ello permite entender al ginebrino<br />
como un demócrata radical<br />
y como un eslabón crucial<br />
en la tradición de la virtud. La<br />
política afectiva que preconiza<br />
Rousseau no pretende arrancar<br />
de los corazones los vicios que<br />
ha traído el avance de la historia:<br />
el amor al lujo, el interés por<br />
lo particular y la cultura fútil.<br />
Perdida sin remedio la naturaleza,<br />
hay que reinventar la inocencia<br />
a través de una conjunción<br />
virtuosa entre leyes, costumbres<br />
e instituciones. Se trata de transformar<br />
a los atomizados, competitivos<br />
y egoístas individuos<br />
modernos en ciudadanos a través<br />
de la participación.<br />
La comunidad política republicana<br />
concede una identidad<br />
plena, mas el coste de la virtud<br />
colectiva es muy alto; nada menos<br />
que la entrega absoluta y sin<br />
quiebras a la comunidad y a la<br />
asamblea:<br />
“Tal como en el primer momento<br />
de la vida hay que empezar a merecer<br />
vivir, y tal como se participa al nacer de<br />
los derechos del hombre, el instante<br />
de nuestro nacimiento debe ser el comienzo<br />
del ejercicio de nuestros deberes”<br />
9 .<br />
Frente al universo de los derechos<br />
que se va abriendo paso<br />
con el auge del paradigma liberal,<br />
el republicanismo enfatiza el<br />
deber, la contribución cotidiana<br />
a la colectividad redentora. El<br />
proyecto rousseauniano se opone<br />
frontalmente al vicio de<br />
la vanidad, un tema crucial en la<br />
Ilustración y que se emparenta<br />
con el ascenso del interés propio.<br />
El “amor propio” es el móvil<br />
de unos humanos que, estando<br />
a merced de una opinión pública<br />
corrupta y alambicada,<br />
9 J. J. Rousseau: ‘Economie polítique’,<br />
en Oeuvres complètes, 2, pág. 285.París,<br />
Seuil, 1971.<br />
Rousseau cree infelices. Esta<br />
opinión cortesana que se gesta<br />
en una esfera pública preburguesa<br />
ha de ser enmendada para<br />
retornar al buen camino de los<br />
antiguos: la virtud, la guerra, la<br />
participación.<br />
En su sociología de la libertad,<br />
Rousseau continúa la senda<br />
que Maquiavelo abre con la religión<br />
civil, institución republicana<br />
clave. En la versión rousseauniana<br />
–y jacobina– aquélla se<br />
torna muy severa: el ocio no es<br />
un asunto privado, sino un bien<br />
público. Los hombres no deben<br />
jugar a su antojo, sino que es<br />
menester que lo hagan todos<br />
juntos y en público, de manera<br />
que haya siempre una meta común.<br />
Y es que “un hombre solo<br />
es un hombre nulo”. Puesto que<br />
la ciudadanía confiere identidad<br />
plena a los hombres, la actividad<br />
política debe ser permanente.<br />
Por eso hay que eliminar la cultura<br />
cortesana: “El juego, el teatro,<br />
las comedias: todo lo que<br />
afemina al hombre, todo lo<br />
que le distrae, le aísla y le hace<br />
olvidar su patria y su deber”. La<br />
arquitectura, el arte más público<br />
y potencialmente más comunitario,<br />
debe transmitir al pueblo la<br />
sensación de permanencia y solemnidad.<br />
No olvidemos que la<br />
religión civil se basa, más que en<br />
unas creencias, en un ceremonial<br />
que rememore la pertenencia comunitaria.<br />
De esta manera, los<br />
ritos colectivos recrean esa seguridad<br />
que proviene de la fe en<br />
construir un proyecto común.<br />
El amor a la patria que exige<br />
el republicanismo desprecia el<br />
cosmopolitismo que hace furor<br />
en los ambientes ilustrados. Para<br />
los cosmopolitas la patria se encuentra<br />
en cualquier sitio donde<br />
uno se sienta bien; para los patriotas,<br />
sólo se está a gusto en la<br />
patria. El cosmopolitismo es<br />
una afección por esa “patria del<br />
género humano” por la cual en<br />
realidad no sentimos nada especial.<br />
Rousseau ironiza sobre tal<br />
género, idea puramente colectiva<br />
que no supone ninguna<br />
unión real entre los individuos<br />
que la constituyen. Asimismo,<br />
pone en solfa a la “sociedad general”<br />
que, si fuera algo más que<br />
una calentura de filósofos, probaría<br />
su existencia con una lengua<br />
universal que todos los<br />
hombres sabrían para entenderse<br />
y, sobre todo, sentir al unísono.<br />
El cosmopolitismo, hoy tan<br />
en boga por mor del multiculturalismo,<br />
es una burla a la auténtica<br />
condición de hombre, la<br />
de ciudadano. O una añagaza de<br />
intelectuales displicentes con la<br />
humanidad, una familia demasiado<br />
extensa para ser amada:<br />
“Concebimos la sociedad general<br />
según nuestras sociedades particulares,<br />
el establecimiento de las pequeñas<br />
repúblicas nos hace soñar con la grande,<br />
y sólo empezamos a transformarnos<br />
en hombres después de haber sido<br />
ciudadanos. De donde se ve lo que<br />
hay que pensar de esos pretendidos<br />
cosmopolitas que, justificando el<br />
amor a la patria por el amor al género<br />
humano, se jactan de querer a todo el<br />
mundo para tener el derecho de no<br />
querer a nadie” 10 .<br />
Del mismo modo, otro principio<br />
hoy incontestable es la tolerancia,<br />
un invento de mentes<br />
civilizadas que confunden el<br />
cosmopolitismo con la indiferencia<br />
por la patria. No hay<br />
aproximación a los otros más<br />
que a través de lo particular, y<br />
esos “otros” son los ciudadanos<br />
hermanados en un proyecto común.<br />
El particularismo republicano<br />
define una nueva identidad<br />
de ciudadanía excluyente<br />
que el nacionalismo desarrollará<br />
en nombre del reconocimiento,<br />
ansia moderna que salta del terreno<br />
de lo personal al de los<br />
pueblos, las naciones y, más recientemente,<br />
los grupos.<br />
Como buen republicano,<br />
Rousseau conecta la libertad<br />
moderna con la apatía política,<br />
expresión del abandono de una<br />
comunidad autorrealizadora,<br />
que es a su vez metáfora de una<br />
unidad irremisiblemente perdida.<br />
El patriotismo exige una in-<br />
10 Le Contrat Social, pág. 395. No<br />
piensa lo mismo Martha Nussbaum, que<br />
plantea una defensa del cosmopolitismo<br />
con intención polémica en For Love of<br />
Country. (Debating the Limits of Patriotism).<br />
Beacon Press, Boston, 1996. Los límites<br />
del patriotismo. Paidós, Barcelona,<br />
1999.<br />
58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
tensidad que los modernos no<br />
pueden ni quieren experimentar.<br />
La seguridad que logra la<br />
pertenencia a la comunidad política<br />
puede reencontrarse a través<br />
de lo que me gusta llamar el<br />
modelo íntimo. Es decir, en la<br />
construcción de una moral de<br />
resistencia mirando adentro.<br />
El elemento crucial del modelo<br />
íntimo es la voluntad, que fija<br />
los contornos de una identidad<br />
problematizada porque se ha retirado<br />
del mundanal ruido. La<br />
voluntad se orienta a una suerte<br />
de acción negativa, propia de un<br />
individualismo hosco definido<br />
contra el prójimo, amenaza y límite<br />
del yo. Así como el modelo<br />
espartano exige un hombre unificado,<br />
espejo de la voluntad general,<br />
el modelo íntimo busca<br />
una seguridad que sólo se halla<br />
en la quietud, física y volitiva. A<br />
partir de estas premisas se entiende<br />
que la esperanza se vea<br />
como algo debilitante por ser<br />
capaz de turbar el reposo interno,<br />
“porque está siempre mezclada<br />
con la inquietud y no hay<br />
verdadero reposo más que en la<br />
resignación”. Por eso “cuán poderoso,<br />
cuán fuerte se es cuando<br />
no se espera nada ya de los<br />
hombres”. El estoicismo rousseauniano<br />
precisa poner diques<br />
a otra capacidad que goza de<br />
buena prensa, la fantasía, que en<br />
realidad eleva a los hombres para<br />
luego destruirlos cuando aterrizan<br />
bruscamente sobre los<br />
otros. La voluntad es el baluarte<br />
de un ser sensible y generoso que<br />
precisa, para ser fuerte, sentirse<br />
uno, alejado de los espejismos y<br />
asechanzas con que nos topamos<br />
afuera. Nos blinda de las insidias<br />
de la opinión y nos hace dueños<br />
de nosotros mismos.<br />
Independencia, autosuficiencia<br />
y fuerza de voluntad son los<br />
elementos que componen la virtud<br />
íntima, tal como el heroísmo<br />
y el patriotismo conformaban<br />
la republicana. La virtud<br />
colectiva era una esforzada construcción<br />
de una república cerrada<br />
a otros Estados y poco proclive<br />
a tolerar la diferencia entre<br />
sus ciudadanos. Igual que en<br />
el modelo íntimo, su núcleo era<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
el triunfo de una peculiar racionalidad,<br />
del abandono de la espontaneidad<br />
mezclada con una<br />
batería de sentimientos morales<br />
colectivos. Paideia de la constricción,<br />
la república implicaba<br />
la desnaturalización de los hombres<br />
y su transformación en seres<br />
políticos. La mudanza del<br />
hombre en ciudadano se produce<br />
por el orgullo de pertenecer a<br />
una comunidad en la que uno<br />
cuenta y que confiere vigor y seguridad.<br />
Ésa es la atracción de la<br />
república desde un patriotismo<br />
que nos permita realizarnos y<br />
construir una potencia colectiva<br />
productora de autonomía. El<br />
proyecto rousseauniano, en su<br />
doble vertiente colectiva e íntima,<br />
refleja la complejidad del<br />
republicanismo a las puertas de<br />
la modernidad. Otras voces que<br />
no puedo convocar aquí desarrollan<br />
la tarea de construir la<br />
Buena Sociedad en condiciones<br />
de modernidad. Será tras la Revolución<br />
Francesa, en la democracia<br />
individualista, a través de<br />
los cuerpos secundarios que<br />
conforman una solidaridad de<br />
nuevo cuño. Con todo, cabe<br />
preguntarse qué queda del proyecto<br />
republicano hoy. Para no<br />
agotar al lector en la prolijidad<br />
del desarrollo del paradigma republicano,<br />
tanto en teoría política<br />
como en la sociología contemporánea,<br />
sólo esbozaré algunas<br />
líneas de reflexión.<br />
3 El<br />
republicanismo clásico,<br />
también llamado humanismo<br />
cívico o tradición de la virtud,<br />
considera al hombre como<br />
un animal político, como un<br />
ciudadano. Por ello construye<br />
un mapa valorativo desigual de<br />
las esferas pública y privada. El<br />
relieve lo marca lo público,<br />
mientras que lo privado queda<br />
en huecograbado. El espacio público<br />
es, en primer lugar, el terreno<br />
de una acción que trasciende<br />
la futilidad de la vida,<br />
transmutada en un marco de<br />
una creatividad y espontaneidad<br />
colectivas. En segundo lugar, el<br />
ámbito público es la arena de la<br />
deliberación y la persuasión de<br />
un homo rhetor que habla sobre<br />
asuntos de interés general a tra-<br />
vés de la discusión entre iguales,<br />
en una intersubjetividad que<br />
amplía su juicio particular y le<br />
lleva a ejercer un uso público de<br />
la razón. En tercer lugar, la esfera<br />
pública es el reino de la independencia,<br />
un espacio donde<br />
“ni se gobierna ni se es gobernado”<br />
–según decía Aristóteles– y<br />
que alude a una rotunda liberación<br />
de cadenas personales. Es<br />
cierto que la independencia respecto<br />
a los otros y al Gobierno,<br />
así como la liberación de los lazos<br />
personales, forma parte también<br />
de la libertad negativa del<br />
ideario liberal. Hay quien habla<br />
de la libertad republicana como<br />
“no-dominación”, si bien no me<br />
parece una idea lo bastante fuerte<br />
como para apuntalar la libertad<br />
privativa por la que el republicanismo<br />
clama. Sin duda, lo<br />
característico de la libertad cívica<br />
es que se cumple en la participación<br />
y tiene como horizonte<br />
el bien común.<br />
En esta tradición, política y<br />
moral se solapan porque la integridad<br />
y la supervivencia de la<br />
república descansan en la virtud<br />
de los hombres que la componen.<br />
O lo que es lo mismo, la<br />
politeia sólo se mantiene a través<br />
de la implicación continua de<br />
los ciudadanos en las instituciones.<br />
Si aquéllos la abandonan<br />
para mecerse en los asuntos privados,<br />
perecerá.<br />
Para acercar la república a<br />
nuestros tiempos puede aventurarse<br />
una conexión entre civismo<br />
y socialidad. Una unión entre<br />
una comunidad puramente<br />
política, como la sueña el republicanismo<br />
clásico, y una comunidad<br />
asociativa moderna donde<br />
la sociedad civil y la política se<br />
confunden. También de la comunidad<br />
asociativa se puede extraer<br />
la seguridad personal que<br />
alienta en la virtud clásica. No<br />
ya a través de un patriotismo,<br />
que es siempre excluyente (algo<br />
que los teóricos actuales del<br />
republicanismo pretenden disimular<br />
para hacerlo más tolerable),<br />
sino de la participación en<br />
las nuevas formas de vinculación<br />
que procuren confianza y<br />
competencia. La clave es extender<br />
el hábito de ser libres, prac-<br />
HELENA BÉJAR<br />
ticar la cooperación, juzgar los<br />
asuntos comunes; asociarse, en<br />
suma. Ello apunta a una esfera<br />
de interacción ciudadana distinta<br />
tanto del espacio público –estatal<br />
y de la Administración–<br />
como del privado –mercado, familia<br />
y sociedad civil–. Frente al<br />
modelo dicotómico liberal, este<br />
tercer espacio se vislumbra en la<br />
socialidad cívico-altruista y en<br />
los grupos profesionales. Todo<br />
ello complementa el modelo republicano,<br />
centrado en la esfera<br />
pública y que reduce la importancia<br />
y el valor del polo privado.<br />
El tercer sector redescubre lo<br />
público-privado y humaniza la<br />
participación.<br />
En nuestros días, la diversidad<br />
de intereses alienta una pluralidad<br />
de asociaciones, políticas<br />
y cívicas. El particularismo asociativo<br />
quizá sólo sirva para<br />
mantener una red de microintereses<br />
que sostienen la socialidad<br />
moderna. Mas en la modernidad<br />
tardía la arquitectura cívica<br />
podría sostenerse en la interdependencia<br />
que enseñan los grupos<br />
secundarios. Así, si del republicanismo<br />
clásico quitamos el<br />
coraje guerrero y la devoción<br />
por la religión civil, todavía quedaría<br />
el proyecto de educación<br />
moral. Eso sí, con nuevas instituciones.<br />
Tal vez haya que volver<br />
los ojos a la llamada filantropía<br />
democrática que se está desarrollando<br />
en la Europa actual<br />
y que tiene una larga historia en<br />
Estados Unidos. Tal vez el voluntariado<br />
sea un fenómeno que<br />
refleje la nueva virtud, el nuevo<br />
impulso comunitario. Ésa es la<br />
incógnita. Sobre la naturaleza de<br />
tal vínculo, profundamente ambivalente<br />
entre el individualismo<br />
como lenguaje primario de<br />
nuestra era y el altruismo que<br />
bebe de varias tradiciones, entre<br />
ellas el humanismo cívico, les<br />
invito a leer, más allá de estas viñetas<br />
republicanas. n<br />
[Este texto es un avance de la obra El<br />
corazón de la república. (Avatares de la<br />
virtud política), que será publicada<br />
por Paidós].<br />
Helena Béjar es autora de El ámbito<br />
íntimo y La cultura del yo.<br />
59
a celebrada publicación de<br />
¿Y mañana, qué? 1 , las tan<br />
largo tiempo aguardadas<br />
memorias de Raphael, brinda la<br />
ocasión más propicia para una reflexión<br />
sobre el principio interpretativo<br />
fundamental de este<br />
–según las atinadas palabras del<br />
crítico Luis Lles– “animal de escenario”.<br />
Pues lo que nos va a<br />
ocupar aquí no son unos productos<br />
cuyo valor podría considerarse<br />
acaso con merecimiento, cuanto<br />
menos en algunas ocasiones,<br />
cuestionable, sino precisamente<br />
un planteamiento artístico de<br />
hondísima significación al cual<br />
ellos obedecen y del cual proceden.<br />
Ya no se trata de que, como<br />
sostuvo Friedrich Schlegel, un espíritu<br />
grandioso, toda vez que sus<br />
objetivaciones son forzosamente<br />
limitadas, sólo puede exponerse<br />
parcialmente, de tal manera que<br />
toda subjetividad creadora debe<br />
buscar conscientemente la autolimitación,<br />
ese desajuste entre lo<br />
mostrado y lo oculto en el que, a<br />
juicio del romántico, consiste la<br />
ironía como actitud artística inevitable2<br />
L<br />
. Se trata de que, aun en<br />
objetivaciones devaluadas, un espíritu<br />
grandioso también es capaz<br />
de exponerse íntegramente;<br />
de que unas manifestaciones chabacanas,<br />
ordinarias y de gusto dudoso<br />
no sólo no privan necesariamente<br />
a la fuente de la cual<br />
han brotado de la posibilidad de<br />
grandeza sino que, en ciertos casos,<br />
la vulgaridad de la expresión<br />
viene exigida con entera consecuencia<br />
desde la sublime exube-<br />
rancia del alma que interviene;<br />
que una actuación bochornosa<br />
puede estar al servicio consciente<br />
de una intención excelsa.<br />
El especial de Año Nuevo que<br />
la primera cadena emitió en 1998<br />
fue abierto, en su parte musical,<br />
por un número de Raphael en el<br />
que el célebre Niño de Linares<br />
interpretó su popular éxito Escándalo.<br />
Según es habitual en esta<br />
figura, el número no se limitó<br />
a los cinco minutos de la canción:<br />
al terminar ésta, y aleccionado<br />
por las palmas y las enfervecidas<br />
expresiones de ánimo del público<br />
y los bailarines, el artista ofreció,<br />
en una prolongación en solitario,<br />
unos pases de baile característicos<br />
del sur peninsular aparentemente<br />
improvisados, que no sólo<br />
excedieron los límites de lo lamentable<br />
y lo penoso sino que<br />
acercaron el organismo del cantante<br />
al riesgo de una contrarreacción<br />
cardiaca por sobreabuso y<br />
exceso. Cuando toda aquella deplorable<br />
exhibición hubo tocado<br />
a su fin, el cantante, sobreponiéndose<br />
a una fatiga ostensible y<br />
dirigiéndose al público, trazó sobre<br />
éste con su mano derecha la<br />
señal de la cruz, al tiempo que<br />
con una claridad digna de todo<br />
encomio, y en medio de una hilaridad<br />
general incontenida, articulaba<br />
las palabras “Que Dios<br />
les bendiga a todos”. Con este extraño<br />
gesto, Raphael llevó a su<br />
culminación, a las 0.15 del 1 de<br />
enero de 1998, una síntesis suprema<br />
de dos actos extremos, característica<br />
y exclusivamente humanos,<br />
que el espíritu artístico del<br />
hombre había intuido y perseguido<br />
desde largos siglos atrás: la acción<br />
bufonesca y la acción absolutoria,<br />
el ridículo y la redención.<br />
Aunque ambas acciones son,<br />
desde luego, de naturaleza hete-<br />
ENSAYO<br />
UNA APOLOGÍA FILOSÓFICA DE RAPHAEL<br />
La redención a través del ridículo en cuatro figuras ejemplares<br />
1 Raphael-Alfonso Gil: ¿Y mañana,<br />
qué? Barcelona, Plaza & Janés, 1998.<br />
2 Esto es la aplicación en el ámbito estético<br />
del principio fichteano según el cual,<br />
en una posición limitada, el Yo sólo puede<br />
afirmarse limitadamente.<br />
ALBERTO CIRIA<br />
rogénea, según la cual les corresponden<br />
vías y tradiciones específicas,<br />
hay, no obstante, una determinación<br />
común que cuanto<br />
menos permite su fusión en un<br />
acto único, a saber: el autoinculpamiento<br />
que acontece en la primera<br />
y que funciona como condición<br />
de posibilidad para la segunda.<br />
El hombre ridículo<br />
Es difícil determinar la aparición,<br />
los límites y la extensión que en la<br />
historia del arte tiene la figura del<br />
bufón, cabalmente porque representa<br />
una posibilidad efectiva y,<br />
en ocasiones, incluso una necesidad<br />
ineluctable hondamente enraizada<br />
en la naturaleza del alma<br />
humana. Aunque sin duda cabría<br />
hallar precedentes, la representación<br />
bufonesca suele asociarse con<br />
chanzas y espectáculos medievales,<br />
y sus epígonos alcanzan hasta los<br />
actuales cabaretistas alemanes. Sin<br />
embargo, en la edad moderna<br />
acontece un fenómeno peculiar,<br />
a saber: el bufón aparece ya no<br />
sólo como sujeto de producción<br />
artística, sino como objeto de tratamiento<br />
temático 3 . Con entera<br />
seguridad podría rastrearse la aparición<br />
como objeto de esta figura<br />
en todas las literaturas nacionales<br />
(en Occidente aparece en diversas<br />
formas teatrales y narrativas), pero<br />
parece que es en la tradición<br />
rusa donde goza de un tratamiento<br />
privilegiado: en primer lugar,<br />
por el carácter festivo, lúdico y de-<br />
3 Este desarrollo característico de la modernidad<br />
se puede apreciar además en otros<br />
caracteres. A propósito, por ejemplo, de lo<br />
demoniaco, ver Jacinto Choza: ‘Lo satánico<br />
como fuente y como tema de la creación<br />
artística’, en su La realización del hombre en<br />
la cultura, págs. 261-293, Rialp, Madrid,<br />
1990.<br />
senfrenado del pueblo ruso y por<br />
el hecho de que la literatura rusa<br />
buscó ser eminentemente expresión<br />
del alma del pueblo 4 ; en segundo<br />
lugar, porque la literatura<br />
nacional rusa fue una literatura<br />
de configuración y retrato de caracteres<br />
y tipos (más que una literatura<br />
de ideas, de tramas, de acción,<br />
etcétera), y, en tercer lugar,<br />
por el peso que la doctrina de la<br />
redención tiene en la mentalidad<br />
ortodoxa y por la peculiar conexión<br />
entre ridículo y redención<br />
que ya se ha esbozado y que se<br />
examinará más detenidamente en<br />
lo que sigue. Ya en el Borís Godunov<br />
de Puschkin –y en su versión<br />
operística de Moussorgski, que Tarkovski<br />
escenificó en colaboración<br />
con Claudio Abbado–, encontramos<br />
al Jurodivi, el “bendito de<br />
Dios”, que siendo objeto de la<br />
burla de todos es el único que percibe<br />
y que expresa la verdad de<br />
los acontecimientos que suceden.<br />
El tema reaparece con modificaciones<br />
en las Memorias de un loco,<br />
de Gogol. Pero habrá de ser Dostoievski<br />
quien por vez primera alcance<br />
a dar una caracterización literaria<br />
precisa del bufón, distinguiéndolo<br />
inequívocamente tanto<br />
del “bendito” –la María Timofeievna<br />
de Los demonios– como<br />
del mero “idiota”, concretamente<br />
en los personajes del protagonista<br />
de El sueño de un hombre ridículo<br />
y del Fiódor Pávlovich de Los hermanos<br />
Karamazov, cuyo epíteto<br />
es “el viejo bufón”. Mientras que<br />
el idiota es desconocedor de su<br />
4 Refiriéndose al “viejo bufón”: “Lo repito<br />
una vez más: no es cuestión de estupidez,<br />
la mayoría de estos insensatos son bastante<br />
inteligentes y astutos; son, precisamente,<br />
de una torpeza peculiar, nacional”.<br />
F. M. Dostoievski: Los hermanos Karamazov,<br />
pág. 75. Cátedra, Madrid, 1987.<br />
60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
propia condición de tal 5 , el bufón<br />
y el hombre ridículo asumen<br />
hasta el fondo y representan con<br />
plena conciencia su papel de tales,<br />
pudiendo dicha representación<br />
llegar a ser en ocasiones una elaboración<br />
artística bien tramada y<br />
compleja.<br />
‘El sueño de un hombre ridículo’,<br />
aparecido en el Diario de<br />
un escritor en abril de 1877, comienza<br />
con un tratamiento del<br />
personaje en el que, aparte de su<br />
carácter de ridículo a los ojos de<br />
todo el mundo, se exponen ya<br />
de modo explícito estas cinco notas<br />
esenciales: a) el hecho de ser<br />
un tipo único y, en tal medida,<br />
solitario e incomunicable; b) la<br />
conciencia plena y lúcida de ser<br />
esto; c) la superioridad moral que<br />
alcanza por ser a) y b); d) en virtud<br />
de c), la posibilidad de desdeñar<br />
el juicio ajeno, y e) la conmiseración<br />
que, desde esta superioridad<br />
moral, es capaz de sentir<br />
hacia los demás:<br />
“Soy un hombre ridículo.<br />
Ahora me tienen incluso por loco.<br />
Eso todavía sería un ascenso<br />
de graduación si, a pesar de ello,<br />
no siguiera siendo siempre para<br />
5 “¿Pero qué clase de idiota puedo ser<br />
ahora, cuando yo mismo comprendo que<br />
me toman por idiota?”. El idiota, pág. 112,<br />
Alianza Editorial, Madrid, 1996. En este<br />
sentido, el señor Goliadkin, el protagonista<br />
de El doble, oscila entre el ridículo y la<br />
idiotez, pues el grado de conciencia que<br />
tiene de su propia situación ante los demás<br />
lo adquiere sólo de modo reflejo, a través de<br />
su doble.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Dostoievski y Raphael<br />
ellos ridículo. Pero esto ahora ya<br />
no me enfada, ahora todos ellos<br />
me son queridos, incluso cuando<br />
se ríen de mí. Sí, precisamente<br />
entonces, por algún motivo especial,<br />
me son particularmente<br />
queridos. A gusto me reiría con<br />
ellos, no exactamente sobre mí,<br />
sino por amor hacia ellos, si es<br />
que el contemplarlos no me hiciera<br />
tan triste. Triste, porque no<br />
conocen la verdad. Pero yo conozco<br />
la verdad. ¡Ay, qué duro<br />
ser el único en conocer la verdad!<br />
Pero esto ellos no lo entenderán.<br />
No, jamás lo entenderán. Antes<br />
me afligía mucho el hecho de que<br />
aparecía como ridículo. No, no<br />
ya que aparecía como ridículo, sino<br />
que lo era. Quizá siempre he<br />
sido ridículo, ya desde mi nacimiento,<br />
y lo he sabido. […] Pero<br />
ninguno de ellos ha sabido y ni siquiera<br />
ha intuido que, si en alguna<br />
parte del mundo había alguien<br />
que se diera más cuenta que ellos<br />
de mi ridiculez, ese alguien era<br />
yo. Y justamente esto era lo que<br />
más me afligía: que no lo supieran”<br />
6 .<br />
La ridiculez del “hombre ridículo”<br />
consiste, pues, en que éste<br />
es el conocedor exclusivo de una<br />
verdad que, por un motivo determinado,<br />
es incapaz de comunicar<br />
a nadie. ¿Cuál es esta verdad?<br />
En el transcurso del cuento,<br />
6 ‘Traum eines lächerlichen Menschen’,<br />
en Sämmtliche Erzählungen, págs. 498-499.<br />
Piper Verlag, Múnich, 1984.<br />
este hombre nos refiere cómo una<br />
noche, apesadumbrado porque<br />
“todo me era indiferente”, decide<br />
suicidarse disparándose al corazón.<br />
Pero justo antes de apretar el<br />
gatillo cae en una ensoñación en<br />
la que se ve transportado a una<br />
especie de paraíso de hombres<br />
puros, inocentes y felices que le<br />
acogen como a un hermano. Sin<br />
embargo, el “hombre ridículo”,<br />
que procede del Petersburgo decimonónico,<br />
de modo enteramente<br />
involuntario y, al comienzo,<br />
hasta inofensivo, les transmite<br />
la capacidad de engañar. Pero<br />
este “átomo de mentira” prende<br />
en los corazones de aquellos hombres<br />
puros y va arrastrando sucesivos<br />
vicios, hasta que todo aquel<br />
paraíso acaba sumido en el pecado<br />
y el sufrimiento. El “hombre<br />
ridículo” adquiere conciencia plena<br />
de que el responsable de toda<br />
aquella corrupción es él y sólo él:<br />
“Les dije que todo aquello lo había<br />
hecho yo, que yo tenía la culpa<br />
de todo aquello: yo, yo solo 7 ”.<br />
Y en cambio, al contemplar a<br />
aquellas gentes sufrientes y pecadoras,<br />
observa maravillado cómo<br />
ahora los ama todavía más que<br />
antes, cabalmente porque ahora,<br />
cuando entre esos hombres ha<br />
aparecido el mal y el dolor, son<br />
más capaces de ser amados: “Pero<br />
yo les amaba quizá más aún que<br />
antes, cuando en sus rostros no<br />
había todavía sufrimiento alguno<br />
y eran tan inocentes y tan bellos”<br />
8 . El dolor anímico que provoca<br />
este amor tan arrebatado<br />
oprime físicamente su corazón<br />
hasta despertarlo de su ensoñación.<br />
Esta verdad, que uno es responsable<br />
de todos los pecados de<br />
7 Ibíd., pág. 518.<br />
8 Ibíd.<br />
todos los hombres, colectivos y<br />
personales, junto con el amor<br />
universal que de aquí resulta, es la<br />
que sólo puede anunciarse a riesgo<br />
de ser tenido por loco: “Y finalmente<br />
me explicaron que me<br />
había vuelto peligroso para ellos<br />
[por anunciar esta verdad] y que<br />
me encerrarían en un manicomio<br />
si no me callaba de una vez” 9 .<br />
Acaso por vez primera en la literatura<br />
universal aparece la conexión<br />
entre el ridículo y la redención<br />
como asunción universal de<br />
toda culpa con un propósito expiador.<br />
El autoinculpamiento que<br />
aquí se verifica ya no se refiere a<br />
una culpa propia, como es siempre<br />
el caso en las sensaciones corrientes<br />
de ridículo, sino que es<br />
capaz de cargar sobre sí también<br />
culpas ajenas. En este cuento, el<br />
ridículo es una consecuencia de<br />
que dicha asunción, por ser un<br />
acto eminentemente individual,<br />
no puede hacerse comprender absolutamente<br />
a nadie, y a los ojos<br />
del mundo aparece entonces como<br />
un completo disparate 10 .<br />
El bufón Fiódor Karamazov<br />
En 1879-1880 aparece Los hermanos<br />
Karamazov, la obra cumbre<br />
de Dostoievski. Desde el punto<br />
de vista de la conexión entre<br />
ridículo y redención, la figura de<br />
Fiódor Pávlovich, “el viejo bufón”,<br />
representa un paso adelante respecto<br />
del “hombre ridículo”: a sa-<br />
9 Ibíd. En la exégesis que en Temor y<br />
temblor Kierkegaard hace del sacrificio de<br />
Abraham se insiste en que “Abraham no<br />
puede comunicarse”.<br />
10 De modo análogo, en la película de<br />
Tarkovski Sacrificio, Alexander es mandado<br />
a internar por aquellos que no han comprendido<br />
el sentido de su acción sacrificial.<br />
En la exégesis kierkegaardiana del sacrificio<br />
de Abraham, esta incomprensión se corresponde<br />
con la categoría de lo absurdo.<br />
61
UNA APOLOGÍA FILOSÓFICA DE RAPHAEL<br />
ber, el ridículo no es aquí una consecuencia<br />
mediata de la caída en<br />
pecado de los demás –el miembro<br />
intermedio es la asunción sobre sí<br />
del pecado ajeno–, sino que pasa a<br />
ser la causa inmediata de que los<br />
demás caigan en pecado. Sófocles<br />
nos ha dado con su Edipo la figura<br />
de un hombre que es simultáneamente<br />
el responsable de los<br />
males de su pueblo y la persona de<br />
quien depende su salvación. Pero<br />
Edipo desconoce que, efectivamente,<br />
él es el culpable. En Fiódor<br />
Pávlovich, Dostoievski nos presenta<br />
a un hombre que de un modo<br />
voluntario y consciente provoca<br />
la caída en culpa de los demás<br />
para de este modo abrirse a sí<br />
mismo la posibilidad de redimirlos:<br />
el bufón.<br />
La caracterización psicológica<br />
de Fiódor Pávlovich Karamazov,<br />
el padre de los tres hermanos, se<br />
desarrolla fundamentalmente en<br />
el capítulo primero del libro primero<br />
de la primera parte, y en los<br />
capítulos segundo y octavo del libro<br />
segundo de la primera parte.<br />
Estos tres capítulos se titulan, respectivamente,<br />
‘Fiódor Pávlovich’,<br />
‘El viejo bufón’ y ‘El escándalo’<br />
(¡adviértase la coincidencia con la<br />
canción de Raphael!). Ya desde el<br />
primer momento nos es presentado<br />
como alguien que busca conscientemente<br />
el papel de bufón:<br />
“[…] Fiódor Pávlovich […] en<br />
realidad no era más que un bufón<br />
maligno” 11 . “Muchos hasta añadían<br />
que a él le gustaba presentarse<br />
con un renovado aspecto de<br />
bufón, y que adrede, para que se<br />
rieran más, aparentaba no darse<br />
cuenta de su cómica situación” 12 .<br />
Pero no basta con este retrato<br />
del personaje a cargo del cronista<br />
de la historia. Es preciso que el<br />
viejo bufón entre en escena y actúe<br />
y se defina por sí mismo (este<br />
detalle, como al final se verá, es de<br />
una importancia capital para el<br />
propósito último de este artículo):<br />
“¡Tiene usted ante sí a un auténtico<br />
bufón! Como tal me presento”<br />
13 . Su actuación llena todo<br />
11 Op. cit., pág. 76.<br />
12 Pág. 78. Adviértase: “Aparentaba no<br />
darse cuenta”, luego era plenamente consciente.<br />
el segundo libro de la novela, en el<br />
que los hermanos se reúnen con<br />
el padre en presencia de un anciano<br />
monje venerable para dirimir las<br />
disputas relativas a la cuestión de<br />
la herencia. Tan pronto como Fiódor<br />
se ve en presencia del venerable,<br />
comienza su actuación: “Soy<br />
bufón hasta los tuétanos, lo soy<br />
de nacimiento, como pasa con los<br />
benditos” 14 . Como sucedía con<br />
el hombre ridículo, en Fiódor<br />
Pávlovich encontramos el mismo<br />
movimiento de autoensalzamiento<br />
sobre la base de una autohumillación:<br />
“Precisamente, cuando<br />
me acerco a la gente siempre me<br />
parece que yo soy el más vil de<br />
todos y que todos me toman por<br />
un bufón; así que me digo: ‘¡Hala!<br />
Voy a hacer de bufón, no tengo<br />
miedo a lo que pensáis, porque<br />
todos, ¡absolutamente todos, sois<br />
más canallas que yo!’. Por eso soy<br />
un bufón. Soy bufón por vergüenza.<br />
[…] Si alboroto es sólo<br />
por timidez. Si estuviera convencido<br />
de que cuando entro en un<br />
lugar todos van a tomarme por<br />
un hombre encantador e inteligente,<br />
¡Dios del cielo, qué buena<br />
persona sería yo entonces!” 15 . Justamente<br />
porque el monje venerable<br />
no le trata como a un bufón,<br />
al final, Fiódor tiene que acabar<br />
retirándose de su presencia. Despertar<br />
y centrar sobre sí el escarnio<br />
de los demás se ordena no obstante<br />
a engendrar un sentimiento<br />
de naturaleza superior: “Cierto,<br />
cierto, es agradable ofenderse [sc.<br />
porque los demás se burlen de<br />
uno]. […] Cierto, cierto, toda mi<br />
vida me he dado por ofendido,<br />
hasta me ha resultado agradable,<br />
me he ofendido por estética, pues<br />
estar ofendido no sólo es agrada-<br />
13 Pág. 122.<br />
14 Pág. 123.<br />
15 Pág. 126. Otro rasgo común al<br />
“hombre ridículo” y a Fiódor Pávlovich lo<br />
ofrecen las sorprendentes coincidencias en<br />
sus correspondientes relatos de la corrupción<br />
del hombre, respectivamente, en la<br />
parte V del ‘Sueño’ y al comienzo del capítulo<br />
‘El viejo bufón’. Sin embargo, hay que<br />
significar también las diferencias entre ambos.<br />
El carácter bufonesco de Fiódor obedece<br />
a una necesidad de reconocimiento<br />
que le mueve a ratificar la opinión en que le<br />
tienen los demás. La ridiculez del hombre<br />
ridículo consiste, justo al contrario, en la incapacidad<br />
de ser reconocido.<br />
ble, sino que, a veces, hasta resulta<br />
hermoso. […] ¡Hasta es hermoso!”<br />
16 . Este sentimiento de naturaleza<br />
superior, el bufón lo acaba<br />
proyectando sobre aquellos<br />
mismos que hacen mofa de él; no<br />
es, pues, un mero masoquista, que<br />
se encierra en sí mismo y busca al<br />
sádico sólo como instrumento. Su<br />
caracterización se completa en el<br />
capítulo ‘El escándalo’, donde se<br />
produce el enfrentamiento entre<br />
Fiódor y Miúsov. En la novela,<br />
Miúsov representa al liberal ruso<br />
de los años cuarenta y cincuenta<br />
del siglo pasado: su tipo consiste<br />
en representar una pose mientras<br />
que, en realidad, lleva una vida en<br />
contradicción con ella. Miúsov<br />
quiere demostrar a los monjes que<br />
él no es de la calaña de Fiódor. Lo<br />
importante es que siente la necesidad<br />
de demostrárselo a alguien,<br />
que necesita del reconocimiento<br />
ajeno para sostener su identidad.<br />
Para poner de manifiesto su magnanimidad,<br />
cede a los monjes los<br />
derechos sobre la tala de un bosque<br />
de su propiedad, “tanto más<br />
cuanto que todo aquello tenía<br />
muy poco valor” 17 . Pero Fiódor lo<br />
cala a fondo, y profiere unas palabras<br />
que vienen a ser una auténtica<br />
definición del bufón: “[Miúsov]<br />
gusta de que en las palabras<br />
haya plus de noblesse que de sincerité;<br />
en cambio, a mí me gusta<br />
que en mis palabras haya plus de<br />
sincerité que de noblesse” 18 . La bufonada<br />
tiene en último término<br />
un efecto desenmascarador: “La<br />
falsedad no me gusta, padres.<br />
¡Quiero la verdad!” 19 . Así, reprocha<br />
a los monjes buscar la<br />
salvación encerrándose en el monasterio,<br />
“querer comprar a Dios<br />
comiendo coles”, y les reta a salir<br />
al mundo, donde la salvación<br />
es algo más “dificilillo” 20 . En virtud<br />
de esta expresión de la verdad,<br />
el juicio definitivo del escritor<br />
sobre este personaje ha de<br />
ser, pues, pese a todo, magnánimo:<br />
“En la mayor parte de los<br />
casos, la gente, incluso la mala<br />
gente, es mucho más ingenua y<br />
16 Pág. 127.<br />
17 Pág. 180.<br />
18 Pág. 185.<br />
19 Pág. 187.<br />
20 Ibíd.<br />
bondadosa de lo que nosotros<br />
nos figuramos” 21 .<br />
El bufón de Andréi Rublev<br />
“Dostoievski podría llegar a ser<br />
la quintaesencia de todo cuanto<br />
deseo llevar a cabo en mis películas”.<br />
Así comienzan los diarios de<br />
Tarkovski, que el cineasta tituló,<br />
tan significativamente, Martirologio<br />
22 . En la filmografía del ruso,<br />
la figura del bufón aparece en Andréi<br />
Rublev, película cuyo tema<br />
es el sentido sacrificial y redentor<br />
de la creación artística 23 . Prescindiendo<br />
del Prólogo, la escena del<br />
globo, el primer capítulo de la<br />
película es el encuentro entre el<br />
monje Rublev y el bufón. Sorprendido<br />
en su peregrinación por<br />
una fuerte lluvia, el monje se<br />
apresura a buscar cobijo en una<br />
cabaña, donde un bufón hace payasadas<br />
para provocar la hilaridad<br />
de los concurrentes. Cuando entra<br />
el monje, el bufón comienza a<br />
hacer escarnio de él, hasta que<br />
unos guardias le detienen y le<br />
condenan a trabajos forzados a<br />
causa de su burla. En un principio<br />
parece que con esta escena<br />
Tarkovski quiere resaltar la oposición<br />
entre el monje –la gravedad,<br />
la seriedad, la religiosidad– y el<br />
bufón –lo grotesco, la chanza,<br />
el mundo sensible–. Pero esta interpretación<br />
se compadece poco<br />
con el segundo y a todas luces<br />
inesperado encuentro entre monje<br />
y bufón, ya casi al final de la<br />
película. Significativo es, sobre todo,<br />
que este segundo encuentro<br />
acontece justo antes de la escena<br />
21 Pág. 79.<br />
22 Andrej Tarkowskij: Martyrolog, pág.<br />
33. Limes, Berlín, 1989. También su Elogio<br />
del hombre débil, esa apología de los tipos<br />
marginales e inadaptados, comienza<br />
con una alusión al escritor.<br />
23 El coguionista de esta película fue<br />
Andréi Konchalovski, que bien merece un<br />
par de líneas por representar una progresión<br />
artística sin parangón en la historia del séptimo<br />
arte. Hermano del también cineasta<br />
Nikita Michailkov (Ojos negros, Urga), comenzó<br />
su carrera con Tarkovski, como<br />
codirector de El violín y la apisonadora y como<br />
coguionista de Andréi Rublev, y terminó<br />
en Hollywood, dirigiendo Tango y Cash,<br />
con Sylvester Stallone y Kurt Russell. Cabe<br />
decir en desagravio suyo que entre tanto había<br />
rodado Expreso al infierno, ese poema<br />
fílmico a la libertad con Jon Voight sobre<br />
un guión de Kurosawa.<br />
62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
de la campana, en la que al monje<br />
le es revelado el sentido redentor<br />
que puede encerrar la obra de arte.<br />
Un bufón demacrado por la<br />
condena reconoce al monje por<br />
cuya culpa ha sufrido largos años<br />
de castigos corporales, y su primera<br />
reacción es abalanzarse contra<br />
Rublev armado de un hacha para<br />
cobrarse venganza. Sin embargo,<br />
en el último momento, arroja el<br />
hacha al suelo y, poniéndose boca<br />
abajo, comienza a caminar con las<br />
manos, volviendo a sus bufonadas:<br />
el bufón ha perdonado. Esta<br />
reacción del bufón viene a ser, según<br />
su disposición en la película,<br />
como un preludio del sentido sacrificial<br />
que enseguida se le va a<br />
revelar al monje en la creación artística.<br />
El bufón es quien provoca<br />
que los demás se burlen de él para<br />
luego poder perdonarles. La diferencia<br />
con el hombre ridículo, ya<br />
se ha dicho, es que la ridiculez procede<br />
de la intransferibilidad del sacrificio<br />
(la secuencia es: pecado de<br />
los demás, sacrificio expiador de<br />
esos pecados, burla de los demás a<br />
causa de que el sacrificio no es<br />
comprendido, propio ridículo), y,<br />
en conexión con esto, la situación<br />
de pecado es un hecho previo; el<br />
bufón provoca la situación (la secuencia<br />
es: propia bufonada, burla<br />
de los demás, pecado de los demás,<br />
absolución de esos pecados).<br />
Y en comparación con Fiódor<br />
Pávlovich se ha incrementado la<br />
conciencia de la vinculación entre<br />
el ridículo y la creación de arte, en<br />
tanto que la intervención bufonesca<br />
tiene como interlocutor la<br />
figura de un pintor de iconos cuya<br />
conciencia redentora de algún modo<br />
es despertada por aquélla. Sin<br />
embargo, a diferencia de los dos<br />
primeros tipos ejemplares, ridículo<br />
y redención quedan encarnados<br />
por dos caracteres diferentes<br />
que, además, siguen siendo personajes<br />
de una producción artística.<br />
Con toda la progresión que se ha<br />
ganado con este tercer carácter, ha<br />
quedado, sin embargo, una doble<br />
síntesis por resolver: la de ambas<br />
acciones en un personaje único, y<br />
la de este personaje con su creador.<br />
Las edades de Raphael<br />
Se ha dicho que en la edad moderna<br />
un determinado tipo hu-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
mano que durante el medioevo<br />
había venido funcionando como<br />
sujeto de la producción artística se<br />
transforma en tema, en asunto<br />
de tratamiento literario. Pues<br />
bien, la significación artística de<br />
Raphael consiste en que, conservando<br />
e invirtiendo a un tiempo<br />
dicho proceso, no sólo recoge todo<br />
aquello que, a modo de prototipos,<br />
el “hombre ridículo”, el<br />
“viejo bufón” de Fiódor Pávlovich<br />
y el bufón de Andréi Rublev son y<br />
representan como objetos de tratamiento<br />
literario, sino que lo carga<br />
sobre sí, fundiéndose con ello<br />
entero él mismo como sujeto de la<br />
actividad artística, es decir, como<br />
cantante, en el sentido de que este<br />
determinado personaje y su propio<br />
autor se sintetizan. Desde aquí<br />
se explica no sólo su dedicación a<br />
un arte escénico –sin olvidar su<br />
filmografía–, sino el tremendo<br />
histrionismo con el que se le asocia,<br />
así como, por encima de todo,<br />
su nombre artístico, Raphael, una<br />
curiosa transformación de su<br />
nombre original que, a pesar de<br />
todo, lo deja intacto.<br />
Para valorar correctamente la<br />
figura de Raphael hay que tener<br />
en consideración dos factores. El<br />
primero de ellos es que su discografía<br />
se articula en una diversidad<br />
de etapas que, desde luego,<br />
vienen a corresponderse con el<br />
cambio del timbre de su voz por<br />
motivos de maduración fisiológica,<br />
pero que, igualmente, encuentran<br />
reflejo en ciertas modificaciones<br />
en los temas y, sobre<br />
todo, en la actitud del cantante 24 .<br />
Así, y dejando de lado sus grabaciones<br />
infantiles, cabe distinguir<br />
tres etapas, cada una de las cuales<br />
alcanza expresión máxima en un<br />
disco: a) el Raphael eurovisivo de<br />
los sesenta, recopilado en El disco<br />
de oro de Raphael, del cual se editó<br />
en 1996 una valiosa antología<br />
24 En el mundo de la música ligera hay<br />
cantantes que, a lo largo de toda su carrera,<br />
conservan inalterado el timbre de voz y<br />
tampoco modifican su estilo interpretativo.<br />
El ejemplo más paradigmático es, seguramente,<br />
Julio. Hay también quienes experimentan<br />
un cambio de voz pero mantienen<br />
su estilo, y quienes conservan la misma voz<br />
pero modifican su modo de interpretar. En<br />
Raphael se aprecia una evolución en los<br />
dos aspectos.<br />
en tres volúmenes titulados Los<br />
ep’s originales; b) el Raphael de fines<br />
de los setenta y comienzos de<br />
los ochenta, que culmina en su ya<br />
legendario En carne viva (1981),<br />
y que en los restantes ochenta conocerá<br />
su epígono y su decadencia;<br />
c) el Raphael de los noventa,<br />
que resurge con su simbólico Ave<br />
Fénix (1992), y del cual da excelente<br />
testimonio su reciente Desde<br />
el fondo de mi alma (1995).<br />
Cierto que existen momentos de<br />
transición, recogidos en discos correspondientes,<br />
y, además, épocas<br />
de extravío, con producciones<br />
que no aportan nada esencial<br />
y que pueden sin más ser olvidadas<br />
cabalmente porque en ellas el<br />
cantante ha acudido al amparo<br />
de otros artistas de rango inferior:<br />
es el caso de sus colaboraciones en<br />
los ochenta con J. L. Perales.<br />
El segundo factor es que, ya<br />
desde su segunda etapa, y de modo<br />
progresivo, en su discografía<br />
comienzan a aparecer canciones<br />
en las que Raphael se expresa a sí<br />
mismo como tal, como personalidad<br />
única. Es decir, a diferencia<br />
de otras composiciones en las que<br />
el cantante trata temas como el<br />
amor, el abandono, la ruptura, la<br />
infidelidad, el despecho, etcétera,<br />
en éstas pone su alma al descubierto:<br />
“De por qué doy siempre<br />
el alma cuando me pongo a<br />
cantar”. “Yo sigo siendo aquel<br />
que va dejando el alma entre sus<br />
versos”. “Porque pasé de la niñez<br />
a mi garganta para cantar canciones<br />
como ésta, para cantar canciones<br />
de mi alma”. “Yo tengo<br />
por misión cantar” 25 . Cabe denominarlas<br />
“canciones autoexpositivas”:<br />
Qué sabe nadie, Escándalo,<br />
Soy lo peor, son sólo algunas<br />
de las más populares.<br />
En la discografía de Raphael, y<br />
en concreto en estas últimas canciones,<br />
cabe rastrear el conjunto<br />
entero de las cinco determinaciones<br />
que vinculan en una misma<br />
25 Respectivamente de Qué sabe nadie,<br />
Yo sigo siendo aquel, Volveré a nacer y Al<br />
margen de la vida. Estas “canciones autoexpositivas”,<br />
si bien no exclusivas de Raphael,<br />
sí que se reservan en cambio sólo a las<br />
más grandes personalidades artísticas. Aquí<br />
queremos citar sólo a Concha Piquer y a<br />
Torrebruno: “Me llamo Torrebruno, payaso<br />
número uno, etcétera”.<br />
ALBERTO CIRIA<br />
persona la situación de ridículo a<br />
los ojos del mundo y el acto redentor<br />
que es posibilitado sólo<br />
desde aquélla. Estas cinco determinaciones<br />
son asumidas y representadas<br />
por el cantante de modo<br />
no sólo consciente, sino plenamente<br />
voluntario y responsable 26 .<br />
Las cinco determinaciones<br />
del ridículo<br />
El primer movimiento es, pues,<br />
de autoinculpación, autohumillación<br />
y autodegradación. El mejor<br />
testimonio de ello lo aportan<br />
los versos de Soy lo peor: “De entre<br />
lo peor de lo peor, soy lo peor:<br />
aplico todos mis defectos en mis<br />
locas actitudes y me fallan las virtudes.<br />
[…] De entre lo peor de lo<br />
peor soy lo peor: un individuo<br />
insoportable, muchas veces indeseable,<br />
sé que soy inaguantable”.<br />
Este “sé que soy”, donde de<br />
modo ejemplar se formula toda<br />
la conciencia de la propia situación,<br />
emparenta a Raphael con<br />
los caracteres elaborados por<br />
Dostoievski. Tal como el príncipe<br />
Myschkin advertía que, tan<br />
pronto como un idiota se da<br />
cuenta “de que todo el mundo<br />
me toma por un idiota”, deja de<br />
serlo en el acto, Raphael tiene lúcida<br />
conciencia de la consideración<br />
en que es tenido, puesto<br />
que, en último término, él mismo<br />
la ha provocado: “A veces oigo<br />
sin querer algún murmullo” 27 .<br />
Esta autohumillación por debajo<br />
de las culpas de todo el<br />
mundo le eleva a rango de figura<br />
única, en el sentido de que quien,<br />
26 Aunque, desde luego, hubiera sido<br />
bien posible, en orden a destacar la progresión<br />
que Raphael representa, se ha renunciado<br />
a una exposición de las determinaciones<br />
paralela a la del “hombre ridículo”.<br />
Precisamente, desde que, como se verá,<br />
en Raphael las cinco determinaciones se<br />
cumplen de vez, es irrelevante el orden de<br />
su exposición.<br />
27 De Qué sabe nadie. Por oír los murmullos<br />
de los demás, es consciente de cómo<br />
el mundo le enjuicia. Pero este “sin querer”<br />
se refiere a la azarosidad de la captación de<br />
los murmullos y no afecta al hecho de que<br />
la propia actitud del artista es enteramente<br />
voluntaria. Contra esta tesis no se puede esgrimir<br />
como contraejemplo la canción Se<br />
me olvidó que te olvidé, de tan manifiestas<br />
resonancias heideggerianas, puesto que el<br />
reconocimiento y la confesión del olvido<br />
del olvido es de suyo su propia superación.<br />
63
UNA APOLOGÍA FILOSÓFICA DE RAPHAEL<br />
de entre lo peor de lo peor, es el<br />
peor, no tiene semejante. En algunas<br />
ocasiones, esto se refleja ya<br />
en los mismos títulos: Yo soy<br />
aquel, Yo sigo siendo aquel, o, más<br />
condensadamente, Yo. Pero con<br />
más frecuencia aparece en las letras:<br />
“Pienso diferente, no vivo<br />
con la gente. […] Vivo mi vida,<br />
soy como soy” 28 . Precisamente<br />
por ser único no puede comunicar<br />
su verdad y queda condenado<br />
a la incomprensión, según declara<br />
de modo paradigmático su<br />
Qué sabe nadie, o también Al<br />
margen de la vida: “Tal vez al final<br />
llegue a recoger del mundo traiciones,<br />
mas yo siempre seguiré<br />
sembrando canciones”. Como todo<br />
entusiasta bien sabe, Raphael<br />
siempre aparece solo llenando el<br />
escenario. Su soledad es la segunda<br />
determinación.<br />
Sin embargo, no es esta soledad<br />
una tal que se vuelva exclusivamente<br />
sobre sí misma y se autoclausure,<br />
sino que, sin renunciar<br />
a su carácter de unicidad,<br />
abre desde sí dos vías positivas<br />
hacia el prójimo: la una, inmediata,<br />
que constituirá la tercera<br />
determinación, y la otra, mediata,<br />
cuyo medio y cuyo fin habrán de<br />
ser respectivamente las determinaciones<br />
cuarta y quinta.<br />
En primer lugar, la propia situación<br />
de hundimiento despierta<br />
en el cantante una especial simpatía<br />
hacia otros marginados e incomprendidos,<br />
que son tenidos<br />
como semejantes: “Los amantes<br />
se van, riendo se van porque no<br />
los entienden” 29 . Amén de Inmensidad,<br />
sus canciones Le llaman<br />
Jesús y La dulce Mimí, dos<br />
piezas que, significativamente,<br />
poseen una estructura compositiva<br />
y una melodía muy semejantes,<br />
son igualmente ejemplos elocuentes.<br />
Pero, por otro lado, su carácter<br />
de figura única le dispone simultáneamente<br />
en una cierta situación<br />
de superioridad moral, desde<br />
la cual le es permitido manifestar<br />
su voluntad soberana:<br />
“Ahora no hay quien me detenga,<br />
aunque no pare la lengua de la<br />
28 De Escándalo.<br />
29 De Los amantes.<br />
alta sociedad. […] Si tengo ganas,<br />
hago lo que me da la gana.<br />
Soy yo quien decide sí o no” 30 ; así<br />
como desdeñar el judicium mundi:<br />
“No me importa que murmuren<br />
ni que mi nombre censuren<br />
por todita la ciudad. […] Un<br />
alma libre siempre he sido yo.<br />
Pienso diferente, no vivo con la<br />
gente, y mi manera no la voy a<br />
cambiar. […] Vivo mi vida, soy<br />
como soy, no hay quien me pare<br />
por donde voy. […] No me interesa:<br />
¿qué más me da? Nada me<br />
importa, digan lo que digan” 31 .<br />
“A veces oigo sin querer algún<br />
murmullo, mas no hago caso y<br />
yo me río y me pregunto: ¿qué sabe<br />
nadie?”. De hecho, la expresión<br />
“digan lo que digan”, que<br />
aparece cuanto menos en cuatro<br />
canciones (Digan lo que digan,<br />
Los hombres también lloran, Qué<br />
dirán de mí, Escándalo), pasa por<br />
ser la más recurrente del cantante,<br />
amén de una expresión concentrada<br />
de su alma entera. Hasta<br />
que finalmente, desde esta situación<br />
de superioridad, se compadece<br />
de quienes, burlándose de<br />
él, han caído en culpa, y los eleva<br />
hacia sí bendiciéndoles o, cuanto<br />
menos, perdonándoles: “Te juro<br />
que no he sido rencoroso; […] si<br />
quieres regresar, hazlo deprisa,<br />
hazlo ya” 32 . “Soy lo peor. Mas no<br />
hagas caso de mis locos sentimientos<br />
ni [de] mi mal comportamiento;<br />
no hagas caso, por favor,<br />
porque a la hora de extrañarte<br />
como un necio un beso tuyo<br />
para mí no tiene precio, y para<br />
amarte como así [sc., así como<br />
para] necesitarte soy el mejor” 33 .<br />
Ahora, por fin, pero sólo ahora,<br />
es posible entonar ese cántico<br />
de alabanza y glorificación que<br />
encierra en sí el cosmos entero,<br />
ese hosanna universal y esa celebración<br />
de la armonía del todo,<br />
un congratularse por existir que<br />
no es la alegría ignorante del paraíso<br />
sin pecado, sino un gozo del<br />
ser que ha atravesado por el purgatorio<br />
del dolor y la tiniebla y ha<br />
30 De Escándalo. En Dostoievski, esta<br />
absolutización de la voluntad tiene como<br />
precedente el Kirillov de Los demonios.<br />
31 De Escándalo.<br />
32 De Qué tal te va sin mí.<br />
33 De Soy lo peor.<br />
triunfado sobre él: “Es mucha<br />
más la luz que la oscuridad” 34 ,<br />
una afirmación que, adviértase,<br />
sólo puede sostener quien, habiendo<br />
conocido ambas, se ha resuelto<br />
a favor de una.<br />
Hemos visto de qué modo Escándalo<br />
es la expresión de una<br />
afirmación olímpica de la propia<br />
voluntad. Un “escándalo” es la<br />
irrupción de un acontecimiento<br />
que, por no ajustarse a los patrones<br />
vigentes, tiende a ser rechazado,<br />
y un modo del rechazo es la<br />
burla. Raphael, de manera voluntaria,<br />
se pone a sí mismo en<br />
situación de ridículo para despertar<br />
la burla de los demás y su<br />
consiguiente caída en culpa. ¿Por<br />
qué? Porque sólo ahora que, a<br />
causa del mismo escarnio que ha<br />
hecho, el mundo ha caído en pecado,<br />
es posible su redención, y<br />
hacia ésta se ordena en último<br />
término la actitud del cantante.<br />
Con conocimiento no hemos<br />
designado estas cinco partes que<br />
configuran semejante actitud artística<br />
como etapas o como estadios,<br />
sino como determinaciones:<br />
las cinco se cumplen a un tiempo,<br />
a saber: en el transcurso de la actuación.<br />
De otro modo que en<br />
un golpe único no es posible esa<br />
autoafirmación absoluta que sucede<br />
en el ridículo.<br />
Los grados de voluntad son eo<br />
ipso grados de conciencia. Con<br />
el establecimiento absoluto de<br />
una voluntad que todo lo desdeña<br />
se corresponde una apropiación<br />
consciente progresiva del<br />
propio ser. Por eso, y porque, a<br />
diferencia de otros temples anímicos,<br />
hacer el ridículo es indiscernible<br />
de la plena conciencia<br />
de estar haciéndolo 35 , era necesaria<br />
en la discografía de nuestro<br />
cantante la aparición de esas que<br />
hemos llamado canciones auto-<br />
34 De Digan lo que digan. Cada verso<br />
de esta canción expresa la resolución de<br />
una voluntad que, habiendo tenido que<br />
escoger entre los polos cósmicos opuestos<br />
del bien y el mal, se ha decidido por el<br />
primero.<br />
35 No cabe hacer el ridículo sin darse<br />
cuenta de que se está haciendo el ridículo,<br />
o, dicho más radicalmente, hacer el ridículo<br />
es la conciencia de hacerlo. La redacción<br />
de unas memorias viene a ser, en este sentido,<br />
un paso más en el proceso de autoapropiación<br />
cognoscitiva.<br />
expositivas, en las que el artista se<br />
expresa nudamente a sí mismo<br />
“desde el fondo de mi alma”. No<br />
se puede obviar que muchas de<br />
sus canciones, e incluso discos<br />
enteros, como meros productos<br />
artísticos, son de un valor menguado<br />
y de un gusto prosaico,<br />
pero justamente la grandeza del<br />
cantante consiste en que a esas<br />
intervenciones chabacanas se entrega<br />
infinitamente, en que embarca<br />
su ser entero sin distingos<br />
en la calidad de la expresión, tanto<br />
si ésta es sublime como si es<br />
vulgar (“de por qué doy siempre<br />
el alma cuando me pongo a cantar”;<br />
de ahí que, cuando sus mismas<br />
canciones son interpretadas<br />
por otros cantantes, pierden en<br />
gran medida su interés, según<br />
pudo comprobarse en el especial<br />
La gran noche de Raphael, que fue<br />
retransmitido el 23 de febrero de<br />
1999), y es justo esta autoexhibición<br />
incondicional y sin reserva<br />
ninguna lo que, a su vez, posibilita<br />
hacer el ridículo y atraer sobre<br />
sí el escarnio del mundo. Un<br />
espíritu dotado de un gusto refinado,<br />
pero de nada más que de<br />
un gusto refinado, jamás alcanzará<br />
a comprender cuán grande<br />
generosidad de ánimo es exigida<br />
para exponerse de modo absoluto<br />
en una objetivación estrecha.<br />
Sí: todos los detractores de<br />
Raphael cometen, sin excepción,<br />
el error de obcecarse de modo exclusivo,<br />
bien con los productos<br />
(¡pero precisamente Raphael no<br />
es autor de las canciones que interpreta!),<br />
bien con su actitud sobre<br />
el escenario, cuando es justamente<br />
la relación entre ambos la<br />
señal de que lo que aquéllos tomaron<br />
por amaneramiento y desmesura<br />
no es sino una abundancia<br />
cordial que, volcándose sobre<br />
lo deprimido y menguado, lo alza<br />
y acrecienta. Pero ya sabemos<br />
que la incomprensión es el hábito<br />
del misericordioso.<br />
El nombre artístico<br />
Ya se ha llamado la atención sobre<br />
la paradoja que encierra el<br />
nombre artístico “Raphael”. El<br />
nombre propio es la palabra en la<br />
que el ser personal se manifiesta.<br />
Un nombre artístico es una ficción,<br />
una apariencia que garantiza<br />
64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
el discernimiento cabal entre la<br />
representación y el ser auténtico,<br />
por muy equívoca que sea la primera.<br />
Un nombre artístico que,<br />
pese a todo, deja intacto el nombre<br />
propio, es una apariencia de<br />
apariencia, una ficción de ficción<br />
que habla de una manifestación<br />
íntegra y sincera a través de una<br />
expresión artificiosa e histriónica.<br />
Éste es también el sentido que<br />
encierran su seseo y su yeísmo tan<br />
característicos: se trata de intensificar<br />
la veracidad de la expresión a<br />
fuerza de enrarecerla 36 ; o, en términos<br />
de Fiódor Pávlovich, se<br />
trata de sacrificar la nobleza a la<br />
sinceridad 37 . Así se explica la dedicación<br />
de Raphael al arte musical.<br />
En su autobiografía, él mismo<br />
desdeña ser calificado como<br />
“cantante”, y dice preferir ser considerado<br />
“artista”. Pues bien, en el<br />
contexto que se ha definido, cantar<br />
viene a ser un modo “artificioso”<br />
de hablar, en orden, precisamente,<br />
a incrementar la significatividad<br />
de lo enunciado. Como<br />
igualmente ha señalado Luis Lles,<br />
esta figura de la canción siempre<br />
será inalcanzable a todo ensayo<br />
de imitación, merced precisamente<br />
a que su apariencia es ella<br />
misma sólo aparente. Este es el<br />
significado profundo del título de<br />
su disco Las apariencias engañan,<br />
y también de su portada, ese cuadro<br />
de Raphael en pose con un<br />
maquillaje que, lejos de ocultar<br />
sus facciones, aún las remarca. Es<br />
la veracidad del maquillaje: las<br />
apariencias engañan en tanto<br />
que apariencias, engañan porque<br />
no son engañosas, y el maquillaje<br />
se aprovecha como cauce de comunicación,<br />
y no como obstáculo<br />
38 . Casi cabría decir que ese cuadro<br />
es la versión pictórica del planteamiento<br />
de su interpretación<br />
36 También, por ejemplo, es característico<br />
que, en la interpretación en directo de<br />
Yo soy aquel, este verso se transforma en<br />
“Yo soy aquel aquél”, una sustantivación de<br />
un artículo demostrativo que sacrifica la<br />
gramática a la semántica.<br />
37 Balzac lo dice así: “La elegía es esencialmente<br />
linfática, así como el ditirambo es<br />
esencialmente bilioso”.<br />
38 Raphael triunfa en el mismo empeño<br />
en el que Gustav von Aschenbach había<br />
fracasado. Pero, en honor a la justicia, hay<br />
que decir que esta interpretación de la portada<br />
no puede hacerse extensiva a la can-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
musical, si no es porque, en vez<br />
de vivificar el gesto, lo congela 39 .<br />
Kierkegaard nos enseñó que<br />
con esa automostración parcial<br />
en que consiste la ironía se corresponde<br />
el pseudónimo, la palabra<br />
en que se recoge un aspecto,<br />
pero sólo uno, de la personalidad.<br />
Pero ni Rafael es un irónico<br />
ni “Raphael” es un pseudónimo.<br />
Raphael es un nombre artístico.<br />
Así como, cuando en una posición<br />
parcial el Yo se afirma parcialmente,<br />
queda exigida y garantizada<br />
a un tiempo una sucesión<br />
futura indefinida de<br />
posiciones parciales, eso que Fichte<br />
llamó un proceso indefinido<br />
de perfeccionamiento, cuando el<br />
Yo se afirma infinitamente, aun si<br />
lo hace en una posición parcial, el<br />
presente se absolutiza y, en consecuencia,<br />
el futuro se vacía: ¿y<br />
mañana, qué? (huelga decir que la<br />
postura interpretativa que se corresponde<br />
con la absolutización<br />
del presente es la improvisación,<br />
disciplina en la cual nuestro Raphael<br />
es un maestro consumado,<br />
así como que la improvisación es<br />
lo más opuesto a aquello que<br />
Fichte llamaba “plan”). Como actitud<br />
personal, evidentemente, esta<br />
postura es a la larga insostenible<br />
–piénsese en el Kirillov de<br />
Dostoievski–, pero no lo es como<br />
postura artística, siempre y cuando<br />
ambos dominios queden discernidos<br />
(pues de otro modo no<br />
sería una afirmación, sino una<br />
anulación) y a la vez unificados<br />
(pues de otro modo la afirmación<br />
no sería infinita, sino parcial).<br />
Ya en el “hombre ridículo” encontramos<br />
esta síntesis de apariencia<br />
y ser: “No ya [sólo] que<br />
aparecía como ridículo, sino<br />
que lo era”; una fusión que el bufón<br />
premoderno no puede culminar<br />
en modo alguno porque,<br />
en él, expresión y ser todavía no<br />
se han disociado y cohabitan, aún<br />
ción homónima, que, justamente, no es<br />
una canción autoexpositiva.<br />
39 Por este motivo, pese a todo, nos parecen<br />
más acertadas las portadas de En carne<br />
viva y, sobre todo, por haber captado el<br />
movimiento mismo, de Desde el fondo de mi<br />
alma, que no en vano son dos de sus mejores<br />
discos. No obstante, según lo expuesto,<br />
no cabe en rigor una expresión pictórica del<br />
indiscernibles, en una unidad inmediata<br />
y pacífica: “Soy bufón de<br />
nacimiento” 40 . “La apariencia<br />
misma le es esencial a la esencia,<br />
no habría verdad si ésta no apareciera<br />
y se manifestara”, escribió<br />
una vez Hegel 41 . Pero una vez<br />
que la escisión entre ambas ha<br />
acontecido, la expresión ya no<br />
puede ser una manifestación espontánea,<br />
sino que por fuerza ha<br />
de ser una apariencia artificiosa,<br />
esto es, artística 42 . Por eso Raphael<br />
es un artista a la altura de los<br />
tiempos. En ¿Y mañana, qué?, tal<br />
reencuentro de dos posiciones<br />
que han conocido en efecto el extrañamiento<br />
recíproco es lo que<br />
celebran los capítulos XIX y<br />
XLI 43 , esos geniales “diálogos entre<br />
Rafael y Raphael” que testimonian<br />
una mutua pertenencia<br />
restablecida de autor y actor, de<br />
persona y máscara que, luego,<br />
40 El hecho de que, no siendo Dostoievski<br />
premoderno, su personaje sí lo sea,<br />
testimonia la distancia entre ambos.<br />
41 Georg Wilhelm Friedrich Hegel:<br />
‘Vorlesungen über die Ästhetik I’, en Werke,<br />
vol. 13, pág. 21. Ed. Moldenhauer/Michel,<br />
Francfort del Meno, 1970.<br />
42 Dentro de la música ligera hay cantantes<br />
que, más allá de interpretar sus canciones,<br />
no representan nada. Otros representan<br />
un cierto temple anímico, una actitud<br />
o un principio. Así, por ejemplo, Mari<br />
Trini representa, no la nostalgia de la infancia<br />
vivida, sino la melancolía por una<br />
infancia no vivida, y Dyango, más que el<br />
fracaso, la voluptuosidad en el fracaso, un<br />
deleite morboso experimentado en la humillación<br />
–por eso tiene un punto de vicioso–.<br />
Esta clase de cantante encuentra su<br />
público en un determinado tipo humano<br />
–los melancólicos o los abandonados y perdedores–.<br />
En estos términos, Raphael, en<br />
efecto, representa, pero no otra cosa que a<br />
sí mismo, o, si se prefiere, representa la representación,<br />
y por este motivo, al tiempo<br />
que máximamente individual, es máximamente<br />
universal, porque, según las palabras<br />
de Hegel, la diferencia entre ser y manifestación<br />
es, en términos filosóficos, un<br />
trascendental.<br />
43 Op. cit., págs. 284-285 y 555-560.<br />
44 En el mundo del espectáculo, un caso<br />
pintoresco de síntesis fallida de ser auténtico<br />
y apariencia artificiosa son los ventrílocuos.<br />
Un tipo patológico, clínicamente<br />
interesantísimo, lo representa J. L.<br />
Moreno, una subjetividad psicótica que<br />
siente la necesidad de insultarse a sí misma<br />
a través de un muñeco. De hecho, como<br />
precedente del actual ventrílocuo, cabe señalar<br />
al bufón, pero el muñeco que el bufón<br />
porta no es un interlocutor con quien<br />
aquél dialoga, sino el constructo a través del<br />
cual se vehicula su expresión hacia el exterior.<br />
45 De Escándalo.<br />
ALBERTO CIRIA<br />
puede convertir la aparición escénica<br />
en un acto de mostración<br />
abierta e inequívoca 44 .<br />
Pues el ridículo es, en efecto, la<br />
sensación de verse al descubierto,<br />
desnudo y sin protección, sin<br />
velos y como transparente ante<br />
unos ojos efectivamente presentes.<br />
Es en virtud de esta presencia<br />
efectiva que no se reduce a un<br />
mero avergonzamiento o arrepentimiento,<br />
en tanto que éste es<br />
siempre posterior a la acción<br />
obrada. El ridículo es, por consiguiente,<br />
una sensación de escenario:<br />
la larga filmografía de<br />
nuestro artista no bastaba, pues<br />
este temple anímico sólo se sufre<br />
en presente, durante una actuación<br />
en vivo. En el ridículo acontece<br />
un encontrarse afirmado infinita<br />
y abiertamente en una posición<br />
relativamente estrecha.<br />
Sólo que esta autoafirmación, en<br />
la medida en que es consciente y<br />
activa, puede asimismo ser buscada,<br />
y en esa misma medida<br />
puede ordenarse a un propósito<br />
superior. Por eso, cuando en la<br />
madrugada del primer día de<br />
1998 el cantante, al final de su<br />
bochornosa actuación, trazó sobre<br />
el público la señal de la cruz<br />
encomendándolo a la bendición<br />
divina, lanzó una señal a todos<br />
aquellos que tienen ojos para ver.<br />
Raphael ha comprendido que no<br />
bastaba con una formulación literaria<br />
ni cinematográfica para<br />
culminar esta redención a través<br />
del propio ridículo. Ha comprendido<br />
esto, y se ha dicho: “Mi<br />
cuerpo no se acostumbra a este<br />
amor entre penumbra. […] Escondidos<br />
de la Luna no se puede<br />
continuar” 45 . Animado de un<br />
propósito de purificación del prójimo,<br />
era preciso no descargar tal<br />
cumplimiento sobre un personaje<br />
ficticio que actúa en un escenario<br />
ficticio, sino arriesgar el paso<br />
intrépido de asumir sobre sí<br />
mismo esta carga, un paso que<br />
nadie, absolutamente nadie hasta<br />
la irrupción en la escena artística<br />
de nuestro Niño de Linares, había<br />
osado dar jamás. n<br />
principio interpretativo del cantante Alberto Ciria es filósofo.<br />
65
E<br />
n 1949 se estrenó en Francia<br />
Jour de fête (Día de fiesta),<br />
primer largometraje en<br />
la reducida, aunque excepcional,<br />
filmografía de Jacques Tati. Han<br />
pasado 60 años desde la aparición<br />
de la obra que supuso el<br />
descubrimiento del cometa Tati,<br />
cuya originalidad como cineasta<br />
está irremediablemente unida a<br />
su talento como actor cómico.<br />
Su inmensa aportación al arte cinematográfico,<br />
llena de hallazgos<br />
memorables en ambas facetas,<br />
no llegó, sin embargo, a crear<br />
escuela en el cada vez más<br />
anquilosado género cómico. Lo<br />
inclasificable de su universo, su<br />
resistencia frente a las fórmulas<br />
vigentes y las convenciones de<br />
la industria del cine le valieron<br />
no pocas dificultades a lo largo<br />
de toda su carrera. Con el paso de<br />
los años, Tati aparece ahora como<br />
una figura aislada, casi inesperada,<br />
que, con el único apoyo<br />
de su propio convencimiento,<br />
logró sacar adelante un puñado<br />
de películas imprescindibles que<br />
seguirán fascinándonos por mucho<br />
tiempo.<br />
Día de fiesta no es, en realidad,<br />
la primera aparición de Tati<br />
en la pantalla, ni su primer trabajo<br />
como realizador. El nieto<br />
del último embajador zarista en<br />
París se dedicó inicialmente al<br />
deporte, para introducirse en<br />
1931 en el mundo del music<br />
hall, donde interpretaba pantomimas<br />
paródicas de actividades<br />
deportivas. El mismo rumbo toman<br />
sus primeras apariciones<br />
delante de la cámara en diversos<br />
cortometrajes rodados en estos<br />
años y en los que Tati se ejercita<br />
a su vez como guionista. En<br />
1937 idea e interpreta el cortometraje<br />
Soigne ton gauche, realizado<br />
por el también principian-<br />
te René Clément, donde se advierte<br />
ya su personal aptitud para<br />
la comedia, trabajando con las<br />
técnicas aprendidas en el music<br />
hall y en el circo al servicio del<br />
puro estilo burlesco cinematográfico.<br />
Después del paréntesis<br />
de la guerra, colabora en dos pequeños<br />
papeles en sendas películas<br />
de Claude Autant-Lara, y<br />
en 1947 dirige, en ausencia de<br />
Clément, el cortometraje L’École<br />
des facteurs. El propio Tati ha<br />
insistido en la importancia que<br />
esta experiencia primeriza tendría<br />
para su formación como realizador.<br />
Desgraciadamente, son<br />
trabajos de difícil recuperación,<br />
incluso en el reducido ámbito de<br />
las filmotecas.<br />
Pero, como ya hemos señalado,<br />
la revelación de este torbellino<br />
no llegará para el gran público<br />
hasta el estreno de Día de fiesta.<br />
La producción francesa de<br />
aquellos años respondía en su<br />
mayoría al académico cinéma de<br />
qualité y, en lo que concierne al<br />
género cómico, resultaba bastante<br />
rudimentaria, por no decir<br />
inexistente, en comparación con<br />
la boyante comedia americana.<br />
En este panorama, la aparición<br />
de la película adquiere dimensiones<br />
completamente inesperadas<br />
y se traduce, contra todo<br />
pronóstico, en un éxito de taquilla.<br />
De hecho, antes del estreno<br />
había sido necesaria la calurosa<br />
acogida del público asistente<br />
a una proyección privada<br />
en Neuilly para convencer a los<br />
distribuidores del interés de una<br />
película que, en principio, rechazaban.<br />
Por otra parte, Tati<br />
había concebido el filme en color,<br />
en lo que era una prefiguración<br />
de las investigaciones que<br />
se materializarán 20 años más<br />
tarde en Playtime. La sociedad<br />
CINE<br />
ALLÔ, HULOT!<br />
ANA MARTÍN MORÁN<br />
Thompson, que por aquellas fechas<br />
estaba experimentando con<br />
los nuevos procedimientos de<br />
color, había puesto todos los medios<br />
a su alcance. Sin embargo,<br />
debido a problemas técnicos, no<br />
fue posible sacar copias para la<br />
distribución y Tati hubo de conformarse<br />
con la versión en blanco<br />
y negro que había sido filmada<br />
simultáneamente. Sólo en<br />
1995, con motivo del centenario<br />
del cine, se estrenó la copia restaurada<br />
en la que volvían a encontrarse<br />
los colores originales.<br />
Rodada en la pequeña localidad<br />
de Sainte Sévère, con la participación<br />
de todo el pueblo, Día de<br />
fiesta describe los preparativos y<br />
la celebración de su feria anual,<br />
que se verán continuamente interrumpidos<br />
por François, el cartero<br />
rural encarnado por Tati,<br />
empeñado en hacer suyos los<br />
avanzados procedimientos del<br />
servicio de correos norteamericano<br />
que ha visto en un documental.<br />
Para Tati, “no hay película<br />
cómica que no sea crítica”.<br />
Teniendo en cuenta que éstos<br />
son los años del Plan Marshall,<br />
no es difícil descubrir, bajo la<br />
aparente candidez de una recreación<br />
costumbrista, la desconfianza<br />
del autor hacia el American<br />
Way of Life. Se desatan así<br />
catástrofes y situaciones delirantes,<br />
en un primer boceto que<br />
avanza lo que será su definitiva<br />
encarnación.<br />
Una carrera muy distinta de<br />
la que siguió hubiera supuesto<br />
para este artista íntegro el aceptar<br />
las propuestas que se le hicieron,<br />
incluso desde Hollywood, para<br />
continuar con la saga del cartero<br />
François. Eran simplemente, como<br />
él explica, trabajos que no le<br />
apasionaban. Así, dedica cuatro<br />
años a preparar un proyecto dis-<br />
tinto y a definir el personaje que<br />
irremediablemente confundimos<br />
con su persona: Monsieur Hulot.<br />
Es, en boca de su creador e<br />
intérprete, “un personaje de una<br />
independencia total, de un desinterés<br />
absoluto, a quien el descuido,<br />
su principal defecto, convierte,<br />
en nuestra época funcional,<br />
en un inadaptado”. Hulot<br />
no habla; si consiente en sacarse<br />
la pipa de la boca, farfulla alguna<br />
frase completamente irrelevante.<br />
Alto como una pértiga,<br />
viste un impermeable inglés y<br />
unos pantalones demasiado cortos<br />
que dejan ver sus calcetines<br />
de rayas; camina doblado hacia<br />
delante, brincando distraídamente.<br />
Cumple un perfil concreto<br />
y definitorio como, por<br />
otra parte, lo hacen siempre los<br />
personajes cómicos. Pero, al contrario<br />
que figuras del cine burlesco<br />
americano como Chaplin o<br />
Keaton, a los que admira abiertamente,<br />
Tati invierte la lógica<br />
clásica de la comedia. En lugar<br />
de un ser excepcional en un<br />
mundo normal, Tati filma a Hulot<br />
como un hombre cualquiera<br />
enfrentado a un universo caótico.<br />
No hace nada a propósito,<br />
todo se produce por azar y él no<br />
muestra nunca una clara voluntad<br />
frente a los acontecimientos.<br />
Parece haber salido de cualquier<br />
sitio, como si se hubiera colado<br />
casualmente en el mundo y no<br />
tuviese un origen y destino precisos.<br />
Si en Día de fiesta los momentos<br />
que provocan carcajadas<br />
son protagonizados siempre por<br />
el personaje de François, a partir<br />
de Les vacances de Monsieur Hulot<br />
(Las vacaciones de Monsieur<br />
Hulot, 1953) el espectador reirá<br />
si sabe desfocalizar su atención<br />
de Hulot y mira a los otros personajes.<br />
Su no excepcionalidad<br />
66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
evidencia las cualidades cómicas<br />
del resto de los personajes y coloca<br />
al espectador en una posición<br />
de incondicional complicidad.<br />
De este modo, Tati se propone<br />
“democratizar” el gag: “Lo<br />
que he intentado hacer siempre<br />
es darle al personaje cómico una<br />
mayor verdad”. Elegía minuciosamente<br />
a todos los intérpretes<br />
de sus películas, pero muchos de<br />
ellos no son actores profesionales.<br />
“No hace falta ser un cómico<br />
para hacer un gag (…). No hace<br />
falta ser un gran personaje cómico<br />
para verte envuelto en una<br />
situación cómica”. Esta voluntaria<br />
falta de protagonismo es la<br />
raíz de la profunda humanidad<br />
de Hulot, que lo aleja de la caricatura<br />
y aporta posibilidades de<br />
tratamiento temático más innovadoras<br />
y originales.<br />
Pero, volvamos por un momento<br />
al espíritu de las vacaciones<br />
que Tati supo encerrar para<br />
siempre en una película que no<br />
tiene referente en la historia del<br />
cine. A pesar del éxito de taquilla<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Jacques Tati<br />
de su primer largometraje, Las<br />
vacaciones de Monsieur Hulot comenzó<br />
a rodarse de manera artesanal<br />
en 1951 y debió ser interrumpida<br />
durante un año por falta<br />
de recursos económicos. La<br />
trama argumental se reduce hasta<br />
casi desaparecer, y el resultado<br />
descompone la línea narrativa clásica<br />
para presentar una estructura<br />
que, mediante la articulación coherente<br />
de escenas independientes,<br />
responde, precisamente, al<br />
tiempo estancado de las vacaciones.<br />
En el universo cerrado de un<br />
hotelito frente al mar, poblado<br />
de veraneantes que se empeñan<br />
en ritualizar al máximo este paréntesis<br />
de placidez con pasatiempos<br />
de obligado cumplimiento,<br />
irrumpe Hulot imponiendo<br />
el desorden de la libertad.<br />
Al estreno de la película se suceden<br />
nuevamente el éxito, las<br />
propuestas profesionales y las negativas<br />
de Tati a perder su independencia.<br />
Sin embargo, Hulot<br />
volverá de vacaciones después de<br />
cinco años en los que Tati segui-<br />
rá maquinando. Esta vez, con un<br />
presupuesto aceptable y verdadera<br />
libertad, se rueda Mi tío<br />
(Mon oncle, 1958). La historia,<br />
porque en esta ocasión sí hay<br />
una consecutividad en los hechos<br />
narrados, presenta el mundo<br />
cotidiano de M. Hulot, estilizándolo<br />
en una clara dicotomía.<br />
Por un lado, conocemos a<br />
la familia Arpel, formada por la<br />
hermana de Hulot, perfecta ama<br />
de casa futurista; su marido, un<br />
circunspecto industrial, y Gérard,<br />
el pequeño de la familia,<br />
que escapa por las tardes con su<br />
tío a ver lo que hay más allá de<br />
su ultramoderno hogar. Por otro,<br />
el barrio popular donde vive<br />
Hulot, cuya vieja casa, con su laberíntico<br />
circuito de escaleras, se<br />
opone a la villa mecanizada de<br />
los Arpel y la fábrica donde trabaja<br />
el cuñado. Tati suscribe en<br />
este segundo Hulot una visión<br />
del mundo mejor dibujada que<br />
en el filme precedente. Mi tío<br />
defiende al hombre frente a la<br />
máquina, la libertad individual<br />
frente a las trampas sociales, y<br />
apela a un sentido de la proporción<br />
y la humanidad que contrasta<br />
con la arquitectura alienante<br />
y las pesadillas mecánicas<br />
de la sociedad de consumo. El<br />
encadenamiento de los gags no<br />
endurece, sin embargo, la ternura<br />
de la mirada: Hulot es una<br />
persona desplazada que no se da<br />
cuenta de su desfase con respecto<br />
a un mundo sorprendente del<br />
que se mantiene, sencillamente,<br />
a distancia. Los únicos que lo<br />
aceptan son algunos de sus vecinos<br />
y los niños, personajes que,<br />
como él, no han interiorizado<br />
todavía la hipocresía dominante<br />
y conservan intacta la inocencia.<br />
Dentro de la evolución temática<br />
y estilística del cine de Tati,<br />
Mi tío supone un paso intermedio<br />
entre el costumbrismo de sus<br />
dos primeras películas y la crítica<br />
estilizada de la sociedad contemporánea<br />
de sus posteriores<br />
trabajos. El cuestionamiento del<br />
hombre moderno sumergido en<br />
un mundo de objetos que lo enmudecen<br />
lo conducirá a la crítica<br />
de la moderna civilización urbana<br />
(urbanismo, funcionalismo,<br />
tecnología, diseño), y,<br />
después de otro larguísimo intervalo<br />
y de superar otros tantos<br />
problemas financieros, técnicos e<br />
incluso de exhibición, se estrena<br />
en 1967 Playtime, la que puede<br />
considerarse su opus magnum.<br />
Concebida en 70 milímetros para<br />
utilizar toda la superficie de la<br />
pantalla y enteramente realizada<br />
en un gigantesco estudio a fin<br />
de que cada detalle produzca un<br />
gag, es una obra magistral en la<br />
que el personaje de M. Hulot se<br />
disuelve en un inmenso campo<br />
cómico difundido hacia todos<br />
los actores y hacia todas las esquinas<br />
del cuadro. Como explica<br />
Tati, “la intención cómica<br />
procede de la situación”. La trama<br />
argumental no le interesa<br />
tanto como la recreación de un<br />
universo asombroso, pero no por<br />
ello habrá de resentirse el ritmo<br />
interno de la narración, que alcanzará<br />
su cima en la apoteósica<br />
secuencia de la inauguración del<br />
night-club. Si M. Hulot está absolutamente<br />
irresistible en la sala<br />
de espera donde prueba los<br />
curiosos sillones deformables,<br />
modulados acústicamente, la feria<br />
de exposiciones es, incluso<br />
sin Hulot, una verdadera mina<br />
de gags, nacidos de los objetos,<br />
pero también de los paseantes (el<br />
amante de los folletos, por ejemplo),<br />
que está llena de una astuta<br />
poesía (París no se reconoce si-<br />
67
ALLÔ, HULOT!<br />
no por el accidental reflejo de<br />
sus monumentos en los cristales<br />
de los edificios-pecera). Pero el<br />
público continúa buscando a<br />
Hulot, quizá porque el que haya<br />
dejado de ser el objeto de nuestras<br />
carcajadas nos obliga a reírnos<br />
de nosotros mismos. Tati,<br />
principal productor del filme,<br />
tendrá que pagar hasta su muerte<br />
las deudas de esta colosal invención.<br />
La riqueza y profundidad<br />
de esta obra son inabarcables,<br />
y las partes en las que se<br />
tiende a desconectar en una primera<br />
visión son en realidad<br />
aquellas que aportan más detalles<br />
extraordinarios. Cada nueva<br />
visión descubre, en suma, un<br />
nuevo Playtime superior al anterior.<br />
La derrota comercial condiciona<br />
desde este momento la carrera<br />
de Tati. En 1970, con la<br />
aportación de financiación holandesa,<br />
comienza el rodaje de<br />
Trafic (Tráfico), para la que, en<br />
un principio, sólo estaba contratado<br />
como guionista e intérprete.<br />
Los escenarios naturales sustituyen<br />
a la estética de estudio<br />
en esta road movie cuyo espíritu<br />
ha sido dictado por las circunstancias<br />
(el fracaso de Playtime,<br />
la obligación de reutilizar a Hulot<br />
para poder rodar de nuevo,<br />
las condiciones de una coproducción<br />
y correalización holandesa).<br />
Para la ocasión, M. Hulot<br />
aparece convertido en el diseñador<br />
de un camping-car (equipado<br />
con toda clase de inesperados<br />
accesorios), encargado de<br />
conseguir que el prototipo llegue<br />
desde París al Salón del Automóvil<br />
de Amsterdam. En el<br />
pintoresco trayecto se suceden<br />
incidentes imprevistos que retrasarán<br />
la llegada hasta que es ya<br />
demasiado tarde. En Trafic parece<br />
reinar (al contrario que en<br />
Playtime, donde la rigurosa puesta<br />
en escena se basa en la selección<br />
y exclusión de los elementos)<br />
el principio de la aceptación<br />
y la convivencia. Paralelamente a<br />
las secuencias del Salón del Automóvil,<br />
herederas del filme precedente,<br />
encontramos las de las<br />
pequeñas carreteras comarcales<br />
donde la realidad se abre paso y<br />
la naturaleza es rescatada no só-<br />
lo en el paisaje sino también en<br />
la mayor viveza y humanidad de<br />
los personajes. Las condiciones<br />
de producción no son la única<br />
causa de este cambio de tono.<br />
Parece que el acelerado pulso de<br />
Tati se ha detenido en la contemplación<br />
y que su mirada ha<br />
vuelto a ser bucólica. En este<br />
sentido, su evolución no es tan<br />
lineal y escalonada; conserva el<br />
equilibrio inestable de la búsqueda<br />
tenaz.<br />
Puede sorprendernos lo inusual<br />
de su último trabajo, realizado<br />
para la televisión sueca en<br />
1974. En realidad, lo que Tati<br />
se propone con Parade (estrenada<br />
en España como Zafarrancho<br />
en el circo) es, según sus palabras,<br />
“suprimir el cristal que existe entre<br />
la pantalla y los espectadores”.<br />
La aspiración de mantener<br />
con el espectador un contacto<br />
directo y de darle la mayor participación<br />
posible dentro del espectáculo<br />
tiene su origen en la<br />
experiencia de Tati en el music<br />
hall y en la añoranza de la presencia<br />
de un público que pueda<br />
modificar con sus reacciones el<br />
ritmo de los acontecimientos.<br />
De esta manera, y con la colaboración<br />
de la troupe del circo<br />
con el que trabajaba ocasionalmente<br />
como medio de subsistencia,<br />
Tati consigue desprenderse<br />
completamente del personaje<br />
de M. Hulot. Por primera<br />
vez escuchamos su voz y alcanzamos<br />
a ver su rostro, desposeído<br />
de las señas de la identidad de<br />
Hulot. En Parade, Tati nos regala<br />
sus imitaciones deportivas y<br />
ejerce también de presentador<br />
del resto de los números. Todo<br />
ello en un decorado inacabado<br />
en el que los espectadores, colectiva<br />
o individualmente, entran<br />
a formar parte del espectáculo.<br />
La ligereza y el aire informal<br />
del juego improvisado<br />
hacen surgir la magia.<br />
Para Tati la observación lo es<br />
todo. Cuando fija su mirada en<br />
lo cotidiano, los objetos adquieren<br />
una dimensión distinta y la<br />
conducta humana, bajo la lógica<br />
convencional, se revela absurda.<br />
Estudia cada plano para sacarle<br />
el mayor provecho comunicativo<br />
a los elementos que contiene,<br />
guiando la mirada del espectador<br />
dentro del cuadro. En este<br />
sentido, su utilización del color<br />
es admirable. Con su audaz<br />
puesta en escena consigue introducir<br />
el germen de la perturbación<br />
en todas las situaciones antes<br />
de que se produzca efectivamente<br />
el gag. En Playtime, por<br />
ejemplo, organiza desde el comienzo<br />
las arquitecturas y los<br />
movimientos en línea recta para<br />
introducir la metáfora en forma<br />
de circunferencia, convirtiendo,<br />
al final de la película, una rotonda<br />
inundada de coches en un<br />
tiovivo. Para que el azar, elemento<br />
básico del cine de Tati,<br />
se manifieste es necesaria una<br />
premeditada minuciosidad. En<br />
el momento del rodaje nada es<br />
improvisado. Por otra parte, una<br />
vez logrado el efecto perseguido,<br />
no abusa jamás de la repetición,<br />
una de las formas clásicas de articular<br />
el discurso de la comedia.<br />
Pero si hay una innovación<br />
que lo diferencia del resto de los<br />
realizadores, incluidos los maestros<br />
del cine burlesco americano,<br />
es la utilización del sonido.<br />
Hulot se presenta en Las vacaciones<br />
de Monsieur Hulot a través<br />
del insólito sonido de su coche;<br />
así su habitual inoportunidad<br />
queda patente sin que diga una<br />
sola palabra. Las situaciones cómicas<br />
se articulan mediante el<br />
contrapunto de la imagen y la<br />
banda sonora, en la que los ruidos<br />
cobran una importancia inusitada;<br />
el diálogo irrelevante, que<br />
no inaudible, queda en un segundo<br />
plano. Esta superación física<br />
de la palabra es lo que la hace<br />
irrisoria. Para Tati, las necesidades<br />
de la imagen son el criterio<br />
para la elección y la selección de<br />
la banda sonora, que acentuará<br />
el efecto visual (el sonido de los<br />
tacones de Madame Arpel en<br />
Mi tío o el del panel del conserje<br />
de Playtime son un ejemplo).<br />
Crea la profundidad de campo<br />
haciendo que un sonido en segundo<br />
plano prevalezca sobre el<br />
primer plano visual (el ruido del<br />
mar en Las vacaciones de Monsieur<br />
Hulot se convierte en una<br />
presencia predominante a lo largo<br />
de todo el filme). Este elemento<br />
adquiere una función<br />
perturbadora que invierte o amplía<br />
la lógica de las acciones sin<br />
contradecirla formalmente. De<br />
esta manera, el estruendo que<br />
provoca la puerta del comedor<br />
ocupado por los veraneantes de<br />
Las vacaciones de Monsieur Hulot<br />
forma parte del “cuestionamiento<br />
global” que Tati persigue en<br />
su trabajo.<br />
Desde 1949 a 1974, Tati escribió,<br />
dirigió e interpretó únicamente<br />
seis largometrajes. El<br />
primer periodo de su carrera<br />
constituye, como se ha dicho,<br />
un oasis en el desierto del cine<br />
francés de aquellos años y es, a<br />
finales de los cincuenta, uno de<br />
los pocos directores galos respetados<br />
por los jóvenes ideólogos<br />
de la nouvelle vague. François<br />
Truffaut le dedica su particular<br />
homenaje, introduciendo al desgarbado<br />
M. Hulot intentando<br />
coger el metro en una secuencia<br />
de Domicile conjugal (Domicilio<br />
conyugal, 1970). Este pequeño<br />
guiño cinéfilo singulariza el reconocimiento<br />
que una nueva generación<br />
de cineastas, y de público<br />
en general, no podía dejar<br />
de sentir por un autor que, sin<br />
duda, se había adelantado al llamado<br />
nuevo cine. El inconfundible<br />
estilo de Tati es difícilmente<br />
imitable, pero sí ofrece<br />
un horizonte mucho más amplio<br />
de aquel con el que hoy solemos<br />
conformarnos al hablar de<br />
comedia cinematográfica. La<br />
senda iniciada por Tati parece<br />
haber sido abandonada por la<br />
mayoría de los profesionales del<br />
séptimo arte. Es posible que estos<br />
esfuerzos no resulten rentables,<br />
aunque sean geniales, divertidos<br />
e inteligentes.<br />
Al final de cada película de<br />
Tati nos arrastra una melancolía<br />
inesperada como si fuésemos niños<br />
en el último día de las vacaciones.<br />
Todo sería diferente si a<br />
la salida de clase nos esperara el<br />
tío Hulot. n<br />
Ana Martín Morán es historiadora de<br />
cine.<br />
68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
on distinto tono y perspectiva,<br />
dos destacados investigadores<br />
de las instituciones<br />
políticas, Francisco Laporta<br />
y Giovanni Sartori, han<br />
coincidido en advertirnos contra<br />
los intentos de criticar la democracia<br />
nuestra de cada día1 . Tanto<br />
Laporta como Sartori, desde<br />
diferentes enfoques, han realizado<br />
importantes contribuciones<br />
en la exploración de los fundamentos<br />
normativos de la democracia<br />
y, muy en particular, sobre<br />
la idea de representación2 C<br />
.<br />
Seguramente no somos del todo<br />
justos con sus puntos de vista,<br />
siempre equilibrados, al tomar<br />
como excusa para las presentes<br />
reflexiones dos trabajos que, por<br />
tratarse de conferencias públicas<br />
dirigidas a un público no académico,<br />
no siempre pueden permitirse<br />
las matizaciones. Pero esas<br />
mismas circunstancias, por la rotundidad<br />
de los juicios a que<br />
obliga la economía expositiva,<br />
propician que las tesis aparezcan<br />
más diáfanas. El carácter “panorámico”<br />
de sus intervenciones,<br />
deudor también de las mismas<br />
circunstancias, es una razón adicional<br />
para agradecerles la ocasión<br />
que proporcionan para discutir<br />
problemas importantes de<br />
la democracia contemporánea.<br />
Sus defensas de la democracia<br />
representativa son a la vez una<br />
crítica a propuestas democráticas<br />
más radicalmente participativas<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />
DEMOCRACIA REPRESENTATIVA<br />
Y VIRTUD CÍVICA<br />
1 G. Sartori: En defensa de la representación<br />
política, CLAVES DE RAZÓN PRÁCTI-<br />
CA, 91, 1999; F. Laporta: El cansancio de la<br />
democracia, CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA,<br />
99, 2000.<br />
2 F. Laporta: ‘Sobre la teoría de la democracia<br />
y el concepto de representación<br />
política’, Doxa 6, 1989; G. Sartori: ‘Representación’,<br />
Elementos de teoría política,<br />
Alianza, Madrid, 1992.<br />
ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />
o deliberativas. Aunque, obviamente,<br />
los dos asuntos son distintos,<br />
y no es lo mismo defender<br />
a Juan que criticar a Pedro, resulta<br />
interesante esa elección de<br />
punto de vista. Implícitamente<br />
parece asumir que las dos ideas<br />
de democracia buscan lo mismo.<br />
Comparamos al CD con el disco<br />
de vinilo y no con la estilográfica<br />
porque aquellos dos son tasables<br />
por el mismo criterio, por lo que<br />
se busca con ellos: mejor audición.<br />
El reconocimiento de que<br />
las dos propuestas de democracia<br />
intentan maximizar la misma cosa<br />
nos proporciona un terreno<br />
desde donde aquilatar las razones<br />
y ver cuál asegura mejor la realización<br />
de los valores que importan.<br />
En todo caso, se impone deslindar<br />
las tareas. Una cosa son los<br />
problemas que podrían tener las<br />
democracias “alternativas” y otra<br />
los que realmente tienen las democracias<br />
existentes. La intervención<br />
de Laporta se ocupa sobre<br />
todo del primer asunto,<br />
mientras que Sartori es quien encara<br />
con más detalle el segundo.<br />
Hay cierta división del trabajo,<br />
pero es pura división técnica. Los<br />
dos autores vienen a coincidir en<br />
que el trasunto intelectual de la<br />
democracias “alternativas” es “desastrosamente<br />
disparatado” (Sartori,<br />
pág. 6).Y los dos coinciden<br />
en que los problemas de la democracia<br />
representativa son circunstanciales,<br />
en que, para decirlo<br />
con Laporta, “lo que nos<br />
aburre son ciertas jugadas repetitivas<br />
y trilladas de unos y otros”,<br />
no “el sentido mismo del juego”<br />
(pág. 20). En su sentir, los problemas<br />
repetidos de la democracia<br />
no indican nada acerca de la<br />
calidad de su raíz más esencial.<br />
De todos modos, la división del<br />
trabajo facilitará la presente exposición,<br />
que, siempre a partir<br />
de sus propios argumentos, sin<br />
destacar otros problemas que los<br />
que a ellos les preocupan, en su<br />
primera parte se ocupará de sus<br />
defensas de la democracia “representativa”<br />
y en la segunda de<br />
sus críticas a las “otras” democracias,<br />
a las democracias que con<br />
algunas violencias, léxicas y conceptuales,<br />
se podrían llamar “participacionistas/deliberativistas”.<br />
Hay otra coincidencia en los<br />
dos textos que también conviene<br />
resaltar: el maltrato intelectual al<br />
que se ven sometidos los defensores<br />
de las propuestas “alternativas”.<br />
Conviene resaltarlo porque<br />
nos pone sobre la pista de algunas<br />
carencias de sus argumentaciones.<br />
Pero, eso se verá más abajo,<br />
cuando se aborden sus críticas<br />
a las “otras democracias”.<br />
La sensatez representativa<br />
A tenor de sus referencias y tono,<br />
el lector de Sartori se puede quedar<br />
con la impresión de que la<br />
crítica a la democracia representativa<br />
es cosa de la “literatura de<br />
aeropuerto” o de asamblearios<br />
gritones, que no hay investigación<br />
teórica, empírica o normativa<br />
que dude de la democracia<br />
representativa 3 . Su defensa adopta<br />
dos estrategias. Por una parte,<br />
trata de mostrar que la democra-<br />
3 La lectura de los textos de Laporta y<br />
Sartori podría sugerir la impresión de que<br />
las críticas a la democracia representativa<br />
sólo proceden de la filosofía política y que<br />
la defensa de las “otras” democracias no<br />
pasan de la especulación. No es así. En lo<br />
que atañe a lo primero, tanto la teoría de la<br />
elección colectiva como la teoría económica<br />
de la información han proporcionado<br />
resultados que complican bastante la<br />
defensa de la democracia representativa.<br />
De lo primero, el clásico es W. Ricker: Liberalism<br />
against Populism, Freeman, San<br />
cia contemporánea es una verdadera<br />
democracia, esto es, que es<br />
realmente representativa. Por<br />
otra, que aun si tiene problemas,<br />
éstos son circunstanciales, no alcanzan<br />
a su núcleo duro.<br />
Sartori no resulta especialmente<br />
moroso en la primera tarea.<br />
Su defensa de la tesis de que<br />
en la moderna democracia “la representación<br />
política no es una<br />
farsa” no pasa de unas pocas líneas.<br />
Sartori se limita a establecer<br />
tres requisitos que asocia a la representación<br />
y a afirmar que la<br />
democracia los salva. En sus propios<br />
términos, literales: “La ‘representación<br />
electiva’ trae ciertamente<br />
consigo a) receptividad<br />
(responsivennes), los parlamenta-<br />
Francisco, 1982, y desde entonces legión.<br />
Un panorama de lo segundo en: J. Ferejhon,<br />
J. Kulinski (eds.): Information and<br />
Democratic Processes, University of Illinois<br />
Press, Urban, 1990; R. Calvertt: Models<br />
of Imperfect Information in Politics, Harwood<br />
Academic Publishers, Nueva York,<br />
1986. En lo que respecta a las “otras democracias”,<br />
es verdad que predomina la<br />
literatura normativa o analítica. Por cierto<br />
de excelente calidad y con notable conciencia<br />
autocrítica. Tres ejemplos recientes:<br />
J. Bhoman, W. Rehg (eds.): Deliberative<br />
Democracy, Mass: The MIT Press, Cambridge,<br />
1997; J. Elster (ed.): Deliberative<br />
Democracy, Cambridge U.P., Cambridge,<br />
1998; S. Macedo (ed.): Deliberative Politics,<br />
Oxford U.P., Oxford, 1999. Para un<br />
panorama de los problemas: J. Bohman:<br />
‘The Survey Article: The Coming of Age<br />
of Deliberative Democracy’, The Journal of<br />
Political Philosophy, 4, 1998. Pero también<br />
hay investigación empírica. En el<br />
ámbito de la democracia deliberativa:<br />
A. Fung, E. Wright: Experiments in Deliberative<br />
Democracy (manuscrito) y los trabajos<br />
presentados en enero de 2000 en la<br />
conferencia del mismo título en Madison,<br />
Universidad de Wisconsin (a aparecer<br />
en Politics and Society, se pueden<br />
ver en: http://www.ssc.wisc.edu/~wright/<br />
RealUtopias.htm). En el ámbito de la democracia<br />
directa: S. Bowler, T. Donovan,<br />
C. Tolbert (eds.): Citizens as Legislators.<br />
Direct Democracy in the United States.<br />
Ohio, State U.P., Columbus, 1998.<br />
69
DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y VIRTUD CÍVICA<br />
rios escuchan a su electorado y<br />
ceden a sus demandas; b) rendición<br />
de cuentas (accountabilility),<br />
los parlamentarios han de responder,<br />
aunque difusamente, de<br />
sus actos, y c) posibilidad de destitución<br />
(removability), si bien<br />
únicamente en momentos determinados,<br />
por ejemplo mediante<br />
castigo electoral” (pág. 4). Nada<br />
más. Que, como se ve, no es mucho.<br />
Una declaración más que<br />
una argumentación. En todo caso,<br />
a la luz de la propia descripción<br />
de Sartori, parece que “la representación<br />
electiva” supera los<br />
tres requisitos con un aprobado<br />
discreto. El lector se queda con la<br />
duda de si no valdría la pena explorar<br />
otras propuestas que dieran<br />
una nota más alta en cada una de<br />
esas asignaturas, que ahondaran el<br />
carácter representativo, que profundizaran<br />
en la receptividad, en<br />
la rendición de cuentas y en la<br />
posibilidad de destitución. Es de<br />
suponer que si no lo hace Sartori<br />
es porque ello le obligaría a sugerir<br />
iniciativas no muy diferentes<br />
de las que critica.<br />
Sartori parece satisfecho con<br />
darle un mero “aprobado” al sistema<br />
representativo. No le parece<br />
que la representación se deba<br />
mejorar. Hay aquí un problema<br />
no despreciable para su defensa<br />
de la bondad de la “representación<br />
electiva”. Para su defensa y<br />
para bastantes estrategias de fundamentación<br />
de la democracia<br />
“electiva” que apelan a su calidad<br />
representativa y que a la vez critican<br />
a los “directistas”, a quienes<br />
sostienen que la democracia<br />
no es verdaderamente representativa.<br />
Mientras, por una parte,<br />
en su fundamentación, inevitablemente,<br />
tienen que invocar<br />
unos valores (la representatividad)<br />
que avalan la calidad democrática<br />
del sistema; por otra, ponen<br />
en duda los intentos de profundizar<br />
en la realización de esos<br />
valores, cuando no los valores<br />
mismos. No es sencillo realizar<br />
las dos tareas al mismo tiempo.<br />
Sartori es un caso paradigmático<br />
de ese “no saber qué hacer”<br />
con la representación. Se deja ver<br />
sobre todo en lo mal que se lleva<br />
su idea de democracia con los requisitos<br />
que él mismo ha esta-<br />
blecido como condiciones de la<br />
representatividad de sistema.<br />
El primer criterio le disgusta al<br />
propio Sartori, le parece mal:<br />
“Un Gobierno que cede simplemente<br />
a las demandas se convierte<br />
en un Gobierno altamente<br />
irresponsable” (pág. 6). Le parece<br />
mal y, además, le parece que ni<br />
siquiera es el caso, en tanto que la<br />
democracia moderna –salvo que<br />
se degrade– tiene una de sus virtudes<br />
en que el representante no<br />
se atiene al mandato de sus electores<br />
sino a su propia opinión.<br />
El segundo, la rendición de<br />
cuentas, le parece imposible, o le<br />
debería parecer a poco que se tomara<br />
en serio sus ideas sobre la ignorancia<br />
del electorado, ideas que<br />
son básicas en su defensa de la<br />
necesidad de “elegir” a los mejores.<br />
Para echar las cuentas de la<br />
calidad de una gestión hay que<br />
conocer no sólo qué se ha hecho,<br />
sino lo que se puede hacer. La<br />
contabilidad es inútil sin la posibilidad<br />
de la consultoría. Tarea<br />
que no resulta sencilla cuando<br />
“cada vez tenemos una opinión<br />
pública cuyos conocimientos están<br />
más empobrecidos” (Sartori,<br />
pág. 6). La sugerencia de que no<br />
es lo mismo decidir sobre las<br />
cuestiones que decidir sobre<br />
quién decidirá sobre las cuestiones<br />
no resuelve nada; de hecho, lo<br />
complica: para evaluar a los gestores<br />
hay que conocer sobre la<br />
gestión 4 . Es más, no hay ninguna<br />
razón para pensar que el político<br />
no se encuentre respecto al técnico,<br />
a la Administración, en la<br />
misma situación que el elector<br />
respecto al político: tampoco los<br />
políticos conocen la gestión de<br />
los asuntos que encomiendan 5 .<br />
De ser consecuente con sus ideas,<br />
con su reiterada comparación entre<br />
las labores políticas y los quehaceres<br />
médicos, Sartori debería<br />
abandonar cualquier forma de<br />
“sociedad abierta”, de democra-<br />
4 Es un problema de “agente-principal”<br />
en los términos de la microeconomía moderna.<br />
Cfr. para lo que aquí interesa: A.<br />
Przewoski, S. Stokes, B. Manin (eds.): Democracy,<br />
Accountability and Representation.<br />
Cambridge U.P., Cambridge, 1999.<br />
5 W. Niskanen: Bureaucracy and Representative<br />
Governement. Aldine, Chicago,<br />
1971.<br />
cia y buscar la compañía del Platón<br />
popperiano para enfilar juntos<br />
la vereda de la tecnocracia 6 .<br />
El tercer criterio, la posibilidad<br />
de destitución, sencillamente<br />
no se corresponde con cómo son<br />
las cosas. Destituir es algo bien<br />
distinto de “no elegir”: nadie diría<br />
que todos los candidatos a un trabajo<br />
que no han sido elegidos han<br />
sido destituidos. Por lo demás,<br />
los pocos mecanismos –listas<br />
abiertas– que la democracia podría<br />
ofrecer para mejorar la aplicación<br />
de este criterio no parecen<br />
muy del gusto de Sartori.<br />
La otra tarea consiste en mostrar<br />
que los fallos de “representación”<br />
de la democracia representativa<br />
no son insuperables, que<br />
tienen remedio. La tarea resulta<br />
obligada. De otro modo, si los<br />
“fallos” no son circunstanciales, si<br />
la democracia tiene problemas<br />
esenciales a la hora de asegurar la<br />
representación, estaría condenada<br />
como democracia representativa.<br />
Sartori se concentra en dos<br />
problemas.<br />
El primero, el problema de la<br />
distancia “entre representado y<br />
representante”; cuando lo mira<br />
de cerca le parece un seudoproblema,<br />
“un sentimiento subjetivo<br />
suscitado por el bombardeo<br />
de opinión realizado en los últimos<br />
30 años por los enemigos<br />
de la democracia representativa”<br />
(pág. 5). Aun si se acepta esta<br />
ejemplar muestra de explicación<br />
conspirativa, queda la duda de si<br />
en el asunto que nos ocupa, a saber,<br />
la calidad de la representación,<br />
el que uno no se sienta representado<br />
es razón suficiente para<br />
que pensemos que no está<br />
representado. Cualquier otra posibilidad<br />
reclama un criterio externo<br />
al propio individuo que<br />
nos permita determinar cuáles<br />
son sus genuinos intereses y convicciones.<br />
Sobre todo si no se le<br />
concede al ciudadano la posibilidad<br />
de (o las luces para) sopesar<br />
sus opiniones, de corregir sus<br />
puntos de vista, a través de la deliberación.<br />
El segundo problema de la democracia<br />
representativa es el de<br />
6 Cfr. nota siguiente.<br />
“la calidad de las personas dedicadas<br />
a la política” (Sartori,<br />
pág. 5). Éste es el verdadero centro<br />
gravitacional de la argumentación<br />
de Sartori. Sólo si los políticos<br />
son gente “especial”, si en<br />
algún sentido son “los mejores”,<br />
se entiende que su opinión pese<br />
más que la de quienes los eligen o<br />
que no puedan ser controlados<br />
por sus electores de un modo<br />
más sencillo y frecuente, que se<br />
salten a la torera la receptividad y<br />
la rendición de cuentas 7 . Las<br />
elecciones deberían cumplir –y<br />
no cumplen– la función de “seleccionar”<br />
a los mejores: “La representación<br />
es también, en último<br />
término, una construcción<br />
normativa. Como dijo Carl Friedrich,<br />
el que una persona sustituya<br />
a otra en interés de ésta es,<br />
debe ser, incuestionable y altruista”<br />
(Sartori, pág. 5). También<br />
en este caso la culpa la tienen<br />
“los estudiosos de la política.<br />
Los políticos tienen, al fin y al<br />
cabo, y por encima de todo, el<br />
problema de conseguir que los<br />
elijan” (Sartori, pág. 5). El último<br />
paso no es irrelevante y obliga a<br />
mucho. Sartori nos está diciendo<br />
que un sistema que funciona sobre<br />
el principio de que los políticos<br />
buscan maximizar los votos<br />
está en condiciones de seleccionar<br />
a los más altruistas. No es pequeño<br />
el requisito 8 . Desde luego,<br />
no parece que sean más reales estos<br />
refinados políticos que, a pesar<br />
de competir con todas sus armas<br />
por los votos, mantienen in-<br />
7 Los políticos han de ser “los mejores”<br />
en más de un sentido. Pues si, por una<br />
parte, está más allá de los talentos de los<br />
electores la posibilidad de tutelarlos, a<br />
los suyos, a los talentos de los políticos, no<br />
escapa el escrutinio de los técnicos. En rigor,<br />
las mismas circunstancias que impiden<br />
a los ciudadanos (su ignorancia) controlar<br />
la tarea de los políticos y tomar decisiones<br />
concurren en la relación entre los políticos<br />
y los técnicos de la Administración. Sólo<br />
atribuyéndoles una extraordinaria capacidad<br />
puede Sartori evitar caer en la tecnocracia.<br />
En la tecnocracia de los técnicos, no<br />
en la de los “políticos”, claro.<br />
8 Repárese en que esto es bastante más<br />
de lo que el mercado –supuestamente–<br />
consigue: un sistema en el que los individuos<br />
buscan maximizar sus beneficios permite<br />
detectar a los más eficaces. Pero en el<br />
caso del mercado político tiene que detectar<br />
a los que son –no a los que se comportan<br />
como– “altruistas”.<br />
70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
tacta su moralidad, que esas hipotéticas<br />
poblaciones virtuosas y<br />
en perpetuo estado de participación<br />
que –falsamente– nuestros<br />
autores fijan como condición de<br />
funcionamiento de la deliberación.<br />
Lo segundo acaso sea improbable;<br />
lo primero es llanamente<br />
imposible.<br />
En contra del parecer de Sartori,<br />
sucede que los dos problemas<br />
no son independientes y tienen<br />
mucho que ver con la esencia<br />
de la democracia “representativa”.<br />
Como no se olvidan de enfatizar<br />
sus defensores, a diferencia de las<br />
“otras” democracias, la democracia<br />
“representativa” no necesita de<br />
ninguna disposición cívica ni<br />
tampoco de mayores luces, porque<br />
“puede operar aunque su<br />
electorado sea analfabeto, incompetente<br />
o esté desinformado”<br />
(Sartori, pág. 6) o, con más respeto<br />
y finura, porque “ahorra costes<br />
de información” (Laporta,<br />
pág. 22). Basta con que cada uno<br />
procure por lo sus: los votantes<br />
por sus intereses; los políticos por<br />
asegurarse sus cargos. La democracia<br />
funciona desde la vigilancia<br />
interesada: un poder controla a<br />
otro, los políticos compiten y se<br />
vigilan mutuamente, los ciudadanos<br />
desconfían de la Administración.<br />
La democracia se contempla<br />
como un mercado en el<br />
que los políticos, si quieren acceder<br />
al poder, se ven obligados a<br />
atender los intereses del máximo<br />
número de ciudadanos. Los políticos<br />
están interesados en mantener<br />
su poder y, para ello, instrumentalmente,<br />
han de satisfacer<br />
las demandas de los votantes. Por<br />
su parte, éstos se comportan como<br />
consumidores que eligen entre<br />
distintos productos aquel que<br />
satisface mejor sus demandas. Es,<br />
como señala Laporta, “una división<br />
del trabajo”; aunque cueste<br />
más coincidir con él en que esa<br />
división está “acordada electoralmente”<br />
(pág. 22), entre otras razones<br />
porque disponer de recursos<br />
es una condición necesaria para<br />
participar en la competencia<br />
electoral 9 . El mercado político es<br />
9 Como nos lo recuerdan las interesantes<br />
reflexiones del propio Laporta sobre<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
un mercado con altísimos costos<br />
de entrada, lo que, como a los<br />
otros, a los económicos, los aleja<br />
de las condiciones de eficiencia.<br />
Los dos problemas mencionados<br />
(el de la distancia y el de la<br />
calidad de los representantes) no<br />
son circunstanciales. Al revés,<br />
resultan inevitables en virtud de<br />
que la democracia representativa<br />
funciona del modo descrito, esto<br />
es, con los ciudadanos como<br />
consumidores, los políticos intentando<br />
asegurar su elección y<br />
con desigual información entre<br />
unos y otros (la “división del trabajo”).<br />
En efecto, el ciudadano<br />
no tiene modo de saber si su “representante”<br />
le proporciona información<br />
fiable, no tiene modo<br />
de saber si el político lo hace<br />
bien o no. “No sabe” y por eso<br />
“elige” a un “gestor” que le proporciona<br />
diagnóstico y solución.<br />
Y en esto la comparación de Sartori<br />
con “abogados y médicos”<br />
(o mecánicos) resulta pertinente.<br />
Al contratar los servicios de éstos<br />
no hay modo de conocer lo<br />
que se compra, de detallar un<br />
contrato que especifique lo que<br />
se adquiere. Cuando contratamos<br />
sus servicios, nosotros ignoramos<br />
si sus diagnósticos son<br />
“reales” o no (si no, no les contrataríamos).<br />
Son ellos los que<br />
deciden la naturaleza del producto<br />
y describen cómo lo obtienen.<br />
En esas condiciones, en<br />
el mercado tienen incentivos para<br />
proporcionar información<br />
distorsionada y obtener un benéfico<br />
extraordinario. Del mismo<br />
modo, en un sistema que<br />
funciona bajo la lógica de la maximización<br />
del voto, la ausencia<br />
de información de los votantes<br />
favorece que los políticos actúen<br />
pro domo sua y en contra de los<br />
intereses del votante. El político<br />
honesto no tiene modo de transmitir<br />
a los votantes la “calidad”<br />
de su gestión ni por ende la suya<br />
propia. No ha sido elegido<br />
para realizar una tarea concreta<br />
–no es un mandatario– y, por<br />
ello, no hay un contrato detalla-<br />
la corrupción política: Cfr. F. Laporta,<br />
S. Álvarez (eds.): La corrupción política.<br />
Alianza, Madrid, 1997.<br />
do que precise tareas y plazos de<br />
ejecución. Circunstancia que<br />
aumenta la desconfianza (primer<br />
problema) en un votante<br />
que sabe que el político lo que<br />
busca es que lo elijan y que no<br />
tiene modo de conocer si realiza<br />
una correcta labor.<br />
Por su parte, el político tiene<br />
que escoger entre la virtud y la<br />
reelección, entre asignar su tiempo<br />
a las labores de publicidad,<br />
de captación de medios y poder<br />
asociadas a su permanencia o,<br />
por el contrario, realizar una tarea<br />
honesta pero que no se conoce<br />
ni se puede hacer conocer a<br />
un votante que, por la imprecisión<br />
del contrato, haga lo que<br />
haga el político, desconfiará, y<br />
siempre pensará que cabe hacer<br />
más. Es ahí donde (segundo problema)<br />
encuentra terreno abonado<br />
el mal político descrito por<br />
Burke y que tanto preocupa a<br />
Sartori: “Cuando los líderes optan<br />
por convertirse en postores<br />
de la subasta de la popularidad,<br />
su talento no será de utilidad para<br />
la construcción del Estado”<br />
(pág. 5). No sólo se trata de que<br />
el sistema no separe el trigo de la<br />
paja; es que parece que se queda<br />
con la paja, que las dos cosas, el<br />
mecanismo de funcionamiento<br />
y el resultado que se persigue,<br />
apunten en direcciones opuestas.<br />
Si ya resulta complicado que,<br />
dadas las motivaciones (mantenerse<br />
en el poder) que se le atribuyen,<br />
los políticos sean esa aristocracia<br />
natural atenta al bienestar<br />
ajeno, resulta sencillamente<br />
imposible que, aun si se diera esa<br />
aristocracia, el sistema la detectase<br />
o alentase. No sólo se trata<br />
de que el mecanismo funcione<br />
desde la desconfianza; es que socava<br />
la virtud, es que el mal político<br />
–como el mal producto–<br />
desplazará al honesto 10 . Desde<br />
luego, nada que invite a pensar<br />
que la democracia representativa<br />
“no tiene rival hoy por hoy en<br />
cuanto a eficiencia en materia de<br />
decisión política” (Laporta,<br />
pág. 22), se entienda por eficiencia<br />
lo que se entienda. En<br />
10 F. Ovejero: ‘La política de la desconfianza’,<br />
Agenda, 2, 1999.<br />
ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />
todo caso, no estará de más recordar<br />
que las condiciones descritas<br />
(información asimétrica y<br />
motivaciones) son las que caracterizan<br />
en la microeconomía<br />
moderna a los mercados ineficientes.<br />
En suma: los dos problemas<br />
son consecuencia inflexible<br />
del mecanismo de funcionamiento<br />
de la democracia<br />
representativa, en ningún caso<br />
un salpullido estacional.<br />
Pero hay otro problema para<br />
la democracia que funciona como<br />
un mercado. Un problema<br />
que afecta a su fundamentación.<br />
La defensa de la democracia representativa<br />
resulta complicada<br />
cuando se desconfía de los representados.<br />
De ahí el dilema entre<br />
“imponer valores al demos” o<br />
“dejarlo en libertad” al precio de<br />
acabar con los valores democráticos<br />
(Laporta, pág. 23). Para preservar<br />
valores –de igualdad, de<br />
respeto a las minorías– asociados<br />
a la democracia hay que protegerla<br />
del demos, “vulgar y absentista”<br />
(Laporta), acotar el territorio<br />
de lo que puede ser decidido.<br />
Pareciera que el mejor modo de<br />
salvar la democracia es disminuir<br />
la democracia, que el mejor modo<br />
de preservar los valores es alejarlos<br />
de las sociedades que deben<br />
cultivarlos 11 . La alternativa de<br />
11 El dilema se sitúa en los términos de<br />
“imponer valores al demos” o acabar con la<br />
democracia sólo si se asume un demos con<br />
“preferencias dadas”, cuya voluntad hay<br />
que orientar mediante mecanismos que<br />
prefiguren los resultados (se “diga lo que se<br />
diga”). Mecanismos que dejan intactas las<br />
preferencias. Pero esas son “soluciones”<br />
profundamente inestables. Por esa vía, con<br />
los principios alejados de los escenarios de<br />
la democracia, con facilidad los ciudadanos<br />
acaban por desconfiar de los filtros-procedimientos,<br />
de los principios democráticos<br />
que los inspiran. Unos y otros se perciben<br />
como imposiciones. Al fin, los valores que<br />
se pretenden preservar, alejados de sus nutrientes<br />
naturales, de la ciudadanía, acaban<br />
en hipocresía colectiva y, a la mínima,<br />
cuando aparezca algún “personaje dudoso”<br />
(Laporta) dispuesto a alentar las irracionalidades<br />
contenidas, éstas aflorarán y, en catarata,<br />
arrumbarán con los principios y las<br />
reglas, con la democracia. Los fenómenos<br />
Perot o Gil son bastante elocuentes al respecto.<br />
Como ha mostrado la psicología social,<br />
cuando las creencias o los principios<br />
no se han sometido a discusión, se quiebran<br />
a la primera duda (cfr. E. Aronson: El<br />
animal social, Alianza, Madrid, 1994). Basta<br />
que aparezcan unos cuantos “extremis-<br />
71
DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y VIRTUD CÍVICA<br />
una ciudadanía más activa en escenarios<br />
deliberativos se contempla<br />
como irrealizable o, en todo<br />
caso, se juzga indeseable. Pero lo<br />
cierto es que, contra lo que sostienen<br />
sus críticos, la deliberación<br />
no presume ni ángeles ni<br />
ordenadores. Antes al contrario,<br />
es porque los ciudadanos, como<br />
los políticos, no tienen toda la<br />
información, o todas las experiencias,<br />
o porque pueden confundir<br />
sus intereses con los de todos,<br />
por lo que la exposición pública<br />
de las razones de sus<br />
decisiones puede preservar mejor<br />
las virtudes de los procesos<br />
democráticos. La deliberación es<br />
precisamente un instrumento para<br />
corregir las carencias de la virtud<br />
o de la razón y las patologías<br />
del directismo 12 .<br />
Pero ni Laporta ni Sartori parecen<br />
tener mucha confianza en<br />
las iniciativas deliberativas. Su<br />
defensa de la democracia representativa<br />
corre paralela a una<br />
dura crítica a las “otras” democracias.<br />
Bueno será ver el alcance<br />
de sus críticas que, de acuer-<br />
tas” (una masa crítica) que asuman el costo<br />
de ser los primeros discrepantes para<br />
que los demás, que opinan lo mismo pero<br />
“no se atreven”, se suban al carro con la satisfacción<br />
de quien se libera de un tabú, de<br />
un prejuicio. Porque no hay que engañarse,<br />
los principios, aun los más decentes,<br />
sostenidos exclusivamente en penalizaciones,<br />
son prejuicios. Cuando no se afincan<br />
en el convencimiento, nos encontramos<br />
con situaciones como la del cuento del<br />
“rey está desnudo”: todos callan, pero nadie<br />
otorga. Los prejuicios pueden ser progresistas,<br />
pero no dejarán de ser prejuicios.<br />
El único modo de que los valores democráticos<br />
fructifiquen y de que el compromiso<br />
con los derechos sea algo más que<br />
“el respeto” es que se anclen en el convencimiento<br />
y eso, de un modo u otro, pasa<br />
por asegurar su presencia en los escenarios<br />
públicos. Los prejuicios desaparecen cuando<br />
se reconocen sin posible fundamento; o<br />
cuando encuentran buenas razones para<br />
sostenerse, cuando devienen juicios. Es entonces<br />
cuando iniciativas como las de la<br />
paridad pueden llegar a resultar realmente<br />
eficaces, cuando contribuyen a corregir las<br />
preferencias, a establecer marcos donde se<br />
criben y modifiquen los juicios. Sobre estos<br />
procesos: T. Kuran: Private Truts, Public<br />
Lies, Harvard U.P., Cambridge, 1995.<br />
Para las implicaciones de esta idea para la<br />
democracia, también para la deliberativa:<br />
cfr. el número monográfico ‘Public Ignorance’,<br />
Critical Review, 2, 1998.<br />
12 Para un desarrollo más detenido de<br />
esta tesis, F. Ovejero: Modelos de democracia<br />
y economía de la virtud (en curso de<br />
publicación).<br />
do con su proceder, parece ser<br />
que también es un modo de valorar<br />
a la propia democracia representativa.<br />
Las democracias<br />
“irresponsables”<br />
Si hemos de creer lo que Laporta<br />
y Sartori nos cuentan sobre las<br />
“otras democracias”, los defensores<br />
de éstas son unos insensatos,<br />
empeñados en poco más que la<br />
cuadratura del círculo. Ante todo,<br />
y sin mayores trámites, ambos autores<br />
despachan sumariamente<br />
buena parte de las reformas ofrecidas<br />
por los críticos de la democracia<br />
representativa. Basten algunos<br />
pocos ejemplos: no hay<br />
que adoptar mandatos imperativos<br />
porque atentan contra la democracia<br />
(Sartori, pág. 4); no hay<br />
que promover la representación<br />
política de grupos porque limita y<br />
degrada al elector (Laporta,<br />
pág. 22); no hay que dar más relevancia<br />
a los movimientos sociales<br />
porque ello favorece la corporativización<br />
de la política (Laporta,<br />
pág. 23); no hay que alentar la<br />
democracia “electrónica” porque<br />
es muy exigente con la ciudadanía<br />
(Laporta, pág. 21) y por disparatada<br />
(Sartori, pág. 6); no hay<br />
que promover un “acortamiento”<br />
de la “distancia” entre representantes<br />
y representados porque es<br />
imposible hacer nada al respecto<br />
(Sartori, pág. 5); no hay que mejorar<br />
la “receptividad” de los representantes<br />
porque se los termina<br />
convirtiendo en irresponsables<br />
(Sartori, pág. 6); no hay que reorganizar<br />
los medios de comunicación<br />
porque no tenemos idea<br />
de qué hacer al respecto (Laporta,<br />
pág. 21) y porque las medidas<br />
que puedan tomarse en tal dirección<br />
sólo van a empobrecer todavía<br />
más a la opinión pública<br />
(Sartori, pág. 6); no hay que fomentar<br />
la incorporación de “independientes”<br />
dentro de las listas<br />
políticas porque socavan las bases<br />
de la militancia partidaria (Laporta,<br />
pág. 25); no hay que promover<br />
“elecciones primarias” porque<br />
pueden tener aspectos muy<br />
negativos (Laporta, pág. 25); no<br />
hay que propiciar más discusión<br />
dentro de los partidos políticos<br />
porque si no se va a acusar a los<br />
políticos de estar todo el día discutiendo<br />
(Laporta, pág. 24). En<br />
conclusión, no cabe sino aceptar<br />
las cosas como están ahora.<br />
Más específicamente, los críticos<br />
de la democracia representativa<br />
(fundamentalmente, “participacionistas”<br />
y “deliberativistas”)<br />
podrían expresar su queja<br />
acerca de los escritos de Sartori y<br />
Laporta ante lo que aparece como<br />
un cierto “maltrato intelectual”.<br />
Ello, en primer lugar, porque<br />
se les coloca a unos y a otros<br />
en el mismo lote sin citar prácticamente<br />
nunca a ninguno de sus<br />
(aparentemente) numerosos adherentes.<br />
Saber a quiénes se está<br />
refiriendo ayudaría a determinar<br />
la pertinencia de sus críticas. En<br />
segundo lugar, este ataque indiferenciado<br />
a “participacionistas”<br />
y “deliberativistas” (más evidente<br />
en el trabajo de Laporta) merece<br />
objetarse dadas las significativas<br />
diferencias que separan a<br />
los autores supuestamente ubicados<br />
en cada uno de estos grupos,<br />
así como las diferencias existentes<br />
en el seno de cada uno de<br />
tales grupos. Podemos encontrarnos,<br />
en efecto, con autores<br />
que defienden una mayor participación<br />
popular a la vez que rechazan<br />
la deliberación política<br />
(notablemente, en el caso de J. J.<br />
Rousseau, quien veía la discusión<br />
pública como una de las peores<br />
amenazas frente a la pretensión<br />
de conocer la “voluntad general”)<br />
13 ; con “deliberativistas” que<br />
verían con un justificado horror<br />
la “democracia electrónica” 14 ;<br />
con “participacionistas” de muy<br />
diferente tipo (los que defienden<br />
la recurrencia a plebiscitos; los<br />
que –como muchos antifederalistas<br />
norteamericanos– propugnan<br />
fundamentalmente la descentralización<br />
en la toma de decisiones;<br />
los que defienden un<br />
“asambleísmo” permanente; etcétera);<br />
con “deliberativistas” elitistas<br />
(como Edmund Burke) y<br />
otros directamente antielitistas<br />
13 Cfr., por ejemplo, B. Manin: “On<br />
Legitimacy and Political Deliberation”,<br />
Political Theory, vol. 15, núm. 3, 1987.<br />
14 Cfr., por ejemplo, C. Nino: La<br />
Constitución de la democracia deliberativa.<br />
Gedisa, Barcelona, 1993.<br />
(como en el caso de nuestro contemporáneo<br />
Habermas). Despreocupados<br />
por estas posibles<br />
distinciones, Laporta y Sartori<br />
agrupan a todos los críticos de la<br />
democracia representativa en un<br />
mismo saco y presentan frente a<br />
todos ellos, indistintamente, los<br />
mismos reproches.<br />
Los ejemplos de “maltrato” a<br />
la postura rival se multiplican<br />
en ambos textos. En ocasiones,<br />
la crítica que se lleva adelante<br />
consiste, simplemente, en una<br />
caricatura del adversario, una reducción<br />
al absurdo de sus propuestas,<br />
una exageración indebida<br />
de sus proclamas. Para tomar<br />
un primer ejemplo, Laporta<br />
sostiene que la democracia participativa<br />
es inaceptable para<br />
cualquier ser normal porque ella<br />
implicaría un sistema en donde<br />
“por la mañana [debemos concurrir]<br />
a la asamblea del barrio,<br />
luego al comité de empresa, más<br />
tarde a la asamblea de padres de<br />
alumnos”, y así hasta completar<br />
el día y la noche (Laporta,<br />
pág. 21). Pero, está claro, no es<br />
en absoluto necesario suscribir<br />
un modelo tan torpe y demandante<br />
para defender un sistema<br />
más participativo. Laporta presenta,<br />
también, la imagen de<br />
“una sociedad efervescente, en<br />
plena y constante deliberación,<br />
habitada por unos ciudadanos<br />
afanosos que se entregan sin tasa<br />
a solventar actos de interés<br />
general y están pertrechados de<br />
una gran vocación cívica” (Laporta,<br />
pág. 20), como si quienes<br />
criticasen el sistema representativo<br />
fueran unos ingenuos idealistas.<br />
Laporta debería aclararnos<br />
qué autor asume presupuestos<br />
tan exigentes para defender<br />
una intervención ciudadana más<br />
15 Tal vez Laporta esté haciendo referencia<br />
a los casos en que “participacionistas”<br />
o “deliberativistas” presentan un ideal<br />
regulativo, un horizonte destinado a ordenar<br />
ideas y a sugerir reformas. Pero si éste<br />
es el caso, entonces, una crítica como la de<br />
Laporta no tiene sentido: no nos enfrentaríamos<br />
allí a unos ingenuos de la política,<br />
sino a gente involucrada en una de las operaciones<br />
más comunes y razonables del<br />
quehacer intelectual, la de pensar el actual<br />
estado de cosas desde un punto de vista crítico,<br />
obviamente idealizado.<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
activa en la vida pública 15 .<br />
De un modo similar, Sartori<br />
también recurre a este tipo de reducciones<br />
al absurdo. Habla entonces<br />
de adversarios que “distribuyen<br />
indiscriminadamente permisos<br />
de conducir a todos con<br />
independencia de que sepan conducir<br />
o no” (Sartori, pág. 6); y<br />
defiende su posición diciendo<br />
que “no podemos aceptar que<br />
[con la pretensión de curarlo, finalmente]<br />
se mate al paciente”<br />
(Sartori, pág. 6). Este tipo de argumentos,<br />
nuevamente, resultan<br />
cuestionables por presentar a la<br />
posición contraria en su modalidad<br />
más extrema y absurda. En<br />
idéntico sentido, Sartori nos advierte<br />
de que “devaluando la selección<br />
[de representantes] no<br />
conseguimos sino la selección de<br />
lo malo” (Sartori, pág. 5), como<br />
si todo cambio en los métodos<br />
electorales estuviese condenado<br />
a la peor de las catástrofes. Por lo<br />
demás, este tipo de argumentos<br />
resultan irrespetuosos de la tradición<br />
republicana más conocida,<br />
preocupada no sólo por estrechar<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
los lazos de la representación sino<br />
también, y fundamentalmente,<br />
por asegurar una mayor fiscalización<br />
sobre los que ejercen el<br />
poder 16 .<br />
Los escritos de Laporta y Sartori<br />
coinciden, además, en una<br />
estrategia crítica contradictoria.<br />
Por un lado, ambos estigmatizan<br />
a los defensores de la democracia<br />
participativa por proponer una<br />
democracia demasiado exigente,<br />
demasiado “completa” o plena de<br />
requisitos. Sin embargo, y por<br />
otro lado, critican a tales autores<br />
por no dar hasta los últimos detalles<br />
acerca de cómo organizar<br />
institucionalmente el tipo de democracia<br />
que prefieren. Así, Laporta<br />
acusa a sus adversarios de<br />
no decirnos precisamente qué se<br />
debe hacer con los medios de comunicación<br />
y qué con la educación<br />
(Laporta, pág. 21). Sartori,<br />
por su parte, exige respuestas precisas<br />
sobre qué hacer para acortar<br />
16 Ver, por ejemplo, P. Pettit: Republicanismo.<br />
Paidós, Barcelona, 1999.<br />
la distancia entre representantes y<br />
representados –un tema en el<br />
que, según su opinión, no puede<br />
hacerse “nada”– (Sartori, pág. 5).<br />
Frente a ambos autores cabría<br />
decir, ante todo, que una propuesta<br />
no pierde validez o atractivo<br />
teórico por su incapacidad<br />
para dar una respuesta precisa<br />
frente a “todos” los problemas a<br />
los que, institucionalmente, podemos<br />
enfrentarnos. En parte, la<br />
empresa teórica consiste en esto:<br />
en tener algunas herramientas<br />
básicas a partir de las cuales pensar<br />
problemas, remedios, alternativas.<br />
La notable teoría política<br />
de Rawls no dice casi nada de<br />
cómo resolver problemas muy específicos,<br />
ni nos da pistas demasiado<br />
claras en relación con prácticas<br />
que tengan que ver<br />
con el “mundo real” y, sin embargo,<br />
sigue siendo una teoría valiosa,<br />
privilegiada, digna del más<br />
detenido estudio. Por otro lado,<br />
además, tampoco es cierto que<br />
los autores criticados se mantengan<br />
callados sobre temas tan particulares<br />
como los mencionados.<br />
ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />
Más bien, muchos de ellos nos<br />
han ofrecido propuestas de reforma<br />
sensatas y detalladas, sobre<br />
las que se volverá más adelante.<br />
También hay cierta paradoja<br />
en las críticas de Laporta a las<br />
exigencias deliberativas respecto<br />
a la ciudadanía democrática.<br />
Por un lado, denosta a los proyectos<br />
participacionistas por suponer<br />
o exigir “ciudadanos informados<br />
y con vocación civil”<br />
–un tipo de ciudadanos, agrega,<br />
que “no se puede inventar así<br />
como así”– (Laporta pág. 21).<br />
Por otro lado, sin embargo, Laporta<br />
cierra su artículo y, en todo<br />
caso, también su propuesta<br />
alternativa, sugiriendo la creación<br />
de “un pueblo adulto” (“de<br />
esto es de lo que debemos empezar<br />
a hablar”, concluye). “Pero<br />
bien”, podrían replicarle los<br />
críticos de la representación, “si<br />
de eso es justamente de lo que<br />
nosotros estábamos intentando<br />
hablar hasta que vinieron a acallarnos”:<br />
de la necesidad de un<br />
nuevo tipo de ciudadano, de los<br />
73
DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y VIRTUD CÍVICA<br />
individuos cívicamente comprometidos,<br />
de sujetos más virtuosos,<br />
más fraternales, más apegados a la<br />
suerte de su comunidad 17 .<br />
Esa tensión es muy central en<br />
el texto de Laporta y nos pone<br />
sobre la pista de una línea de demarcación<br />
clara entre las dos ideas<br />
de democracia. En el arranque<br />
de su intervención muestra una<br />
honesta preocupación frente a<br />
quienes descalifican, entre otras<br />
cosas, la militancia política y sugiere<br />
que esa descalificación, en la<br />
medida que cuestiona la democracia,<br />
es “de cierta gravedad”.<br />
Luego, a lo largo de su exposición,<br />
parece asumir que, después<br />
de todo, la democracia no necesita<br />
de la militancia política para<br />
funcionar, que aun con un demos<br />
“vulgar” y desinteresado el<br />
sistema “resulta eficiente” y critica<br />
a las propuestas radicales porque<br />
éstas operan bajo el supuesto<br />
de un activismo exagerado, como<br />
si en la vida no hubiera otra<br />
cosa que política. En el trasfondo<br />
de su argumentación opera el supuesto<br />
de que toda actividad pública<br />
es una actividad costosa,<br />
que no es retributiva por sí misma.<br />
En el caso de la democracia<br />
representativa esto se resuelve con<br />
la profesionalización, con la retribución<br />
de los políticos. Pero<br />
eso no sucede con las otras actividades<br />
públicas, y de ahí que se<br />
juzguen irrealistas las exigencias<br />
participativas 18 .<br />
Lo cierto es que la valoración<br />
como “irrealista” esconde una<br />
pobre idea de la naturaleza humana,<br />
según la cual la calidad<br />
de vecino o progenitor es, inevitablemente,<br />
una carga, un coste.<br />
Desde luego, los individuos reales<br />
no son así. Son vecinos, padres<br />
o trabajadores y no viven<br />
esas condiciones como “un cos-<br />
17 Cfr., por ejemplo, M. Sandel: Democracy’s<br />
Discontent. Mass. Harvard U.P.,<br />
Cambridge, 1996.<br />
18 De la argumentación de Laporta parece<br />
desprenderse que establece tres requisitos<br />
para calificar una actividad como política:<br />
a) que sea pública; b) que sea costosa;<br />
c) que sea retribuida. Las “otras”<br />
actividades satisfacen los dos primeros requisitos<br />
y no el tercero. Son costosas y públicas,<br />
pero no están retribuidas. Solo la<br />
política “profesional” satisfacería los tres.<br />
te”. El único modelo antropológico<br />
que reduce todas sus actividades<br />
a la contabilidad de costos<br />
y beneficios es el homo economicus,<br />
quien, por cierto, no se lleva<br />
muy bien con la democracia,<br />
con ningún tipo de democracia.<br />
Por eso Sartori necesita políticos<br />
“altruistas” para la democracia<br />
representativa. Incluso, como<br />
votante, el homo economicus es<br />
una rareza: el impacto de su voto<br />
–uno entre millones– es infinitesimal:<br />
los beneficios de votar<br />
son mínimos e improbables,<br />
comparados con los muy ciertos<br />
de “perder el tiempo” comparando<br />
programas y acudiendo a<br />
las urnas.<br />
Junto a las críticas examinadas,<br />
de carácter general, Laporta<br />
y Sartori, al paso, descalifican<br />
diversas propuestas específicas<br />
de los defensores de las “otras”<br />
democracias. En sus críticas detectan<br />
innegables debilidades de<br />
propuestas que están lejos de alcanzar<br />
la concreción de las fórmulas<br />
representativas “clásicas”,<br />
entre otras razones porque la<br />
concreción no es independiente<br />
de la posibilidad de tomar iniciativas<br />
políticas y éstas dependen<br />
muy fundamentalmente de<br />
quien manda. En todo caso, para<br />
no rehuir el bulto bueno será<br />
terminar estas líneas intentando<br />
decir algo en favor de las propuestas<br />
objetadas. Dada la diversidad<br />
de reformas que nuestros<br />
autores critican, hemos optado<br />
por referirnos sólo a<br />
algunas de ellas, por su importancia<br />
o su carácter especialmente<br />
polémico.<br />
A) Mandatos imperativos. Vaya<br />
por delante que la propuesta no<br />
carece de problemas y Sartori señala<br />
adecuadamente algunos de<br />
ellos. Ahora bien, no es tan obvio<br />
que la demanda de mandatos<br />
imperativos resulte ridícula<br />
en sus pretensiones, ni mucho<br />
menos que deba ser “prohibida”<br />
como “condición inherente” de<br />
la democracia. En la poca experiencia<br />
que ha habido al respecto,<br />
no se pretendió utilizar el<br />
mandato para “todos los casos”<br />
sino para unas pocas y muy específicas<br />
situaciones. Funda-<br />
mentalmente, la existencia de<br />
mandatos imperativos no negaba<br />
la posibilidad de que en muchos<br />
casos el representante “pensara<br />
por su cuenta”, independientemente<br />
de la voluntad de<br />
sus electores. Lo que se buscaba,<br />
más bien, era que, en cuestiones<br />
que la comunidad consideraba<br />
especialmente cruciales<br />
(por ejemplo, la eliminación de<br />
un cierto impuesto), el representante<br />
no defraudase a la voluntad<br />
mayoritaria.<br />
Desde sus orígenes, además,<br />
el mandato imperativo tendió a<br />
girar sobre ciertos principios o<br />
ideas generales, más allá de los<br />
cuales el representante podía operar<br />
con libertad. Por ejemplo, el<br />
principal reclamo de los norteamericanos<br />
sobre sus representantes,<br />
antes de la independencia,<br />
era uno como el siguiente: “Que<br />
los ingleses no nos cobren más<br />
impuestos sin consultarnos”. Este<br />
reclamo general no negaba la<br />
posibilidad de que los representantes,<br />
a partir de allí, ajustaran<br />
los detalles de la exigencia popular.<br />
En este sentido, no es cierto<br />
que el mandato imperativo implique<br />
siempre la prevalencia de<br />
los intereses localistas sobre los<br />
intereses generales, como dogmáticamente<br />
asevera Sartori (Sartori,<br />
pág. 4). El mandato imperativo<br />
es compatible con políticas<br />
prácticas flexibles y con representantes<br />
abiertos a cambiar<br />
de ideas en una multiplicidad de<br />
cuestiones. Más aún, el mandato<br />
imperativo no sólo no niega necesariamente,<br />
sino que además<br />
puede favorecer a las políticas<br />
más deliberativas 19 . Ello, por<br />
ejemplo, al obligar a la comunidad<br />
a llegar a un acuerdo sobre lo<br />
que van a exigir a sus mandatarios;<br />
al propiciar el diálogo entre<br />
representantes y representados<br />
(las propuestas de unos a otros,<br />
aun las quejas mutuas). Ocurre<br />
que la deliberación democrática<br />
no consiste, exclusivamente, en la<br />
deliberación entre los representantes,<br />
sino también en la deli-<br />
19 Esto, por ejemplo, contra C. Sunstein.<br />
Ver The Partial Constitution, cap. 1,<br />
Harvard U.P., Cambridge, 1993.<br />
beración entre representantes y<br />
representados, y en la discusión<br />
de los representados entre sí.<br />
B) Representación por grupos.<br />
También en este caso nos encontramos<br />
frente a una propuesta<br />
que, sin estar exenta de alguna<br />
dificultad, merece ser atendida<br />
–una propuesta, además, que hoy<br />
resulta objeto de detallados estudios–.<br />
¿Qué es lo que puede decirse<br />
en favor de este sistema de<br />
representación? Por lo pronto, la<br />
representación por grupos puede<br />
ayudar a que conozcamos puntos<br />
de vista que de otro modo no<br />
conoceríamos. Puede enriquecer,<br />
así, el debate público y, así también,<br />
favorecer la imparcialidad<br />
colectiva de nuestras decisiones.<br />
Laporta nos dice: pero entonces<br />
caemos en el peligro del “desliz” o<br />
slippery slope: esto es, todos los infinitos<br />
grupos sociales existentes<br />
(los protestantes, los arquitectos,<br />
los incapacitados físicos, los peluqueros,<br />
etcétera) van a querer estar<br />
representados (pongamos, en<br />
el Parlamento), una vez que se<br />
asegure, digamos, la representación<br />
del grupo de las mujeres (Laporta,<br />
pág. 22). Sin embargo, podría<br />
contestársele a Laporta, la<br />
idea del slippery slope es algo sesgada:<br />
no es cierto, por ejemplo,<br />
que porque creemos un Código<br />
Penal y establezcamos un sistema<br />
de penas vamos a terminar “penándolo<br />
todo”; no es cierto que<br />
porque el Gobierno cobre algunos<br />
impuestos sobre la propiedad<br />
vaya a terminar “quitándonos todo<br />
lo que poseemos”. Sabemos<br />
poner límites como individuos,<br />
o como comunidad. Lo hemos<br />
demostrado en repetidas ocasiones.<br />
Por otra parte, si hay tantos<br />
grupos que demandan, por ejemplo,<br />
esta representación parlamentaria,<br />
podremos decirles (como<br />
“dice” el Estado, a la hora de<br />
repartir subsidios, o a la hora<br />
de distribuir medicamentos):<br />
“Veamos quiénes son los que tienen<br />
las necesidades más urgentes,<br />
quiénes son los que sufren los<br />
problemas más graves, cuál es el<br />
grupo más numeroso que demanda<br />
esto, cuál de estas demandas<br />
es la más importante”.<br />
Muchos Estados modernos, a<br />
74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
pesar de las presiones que sufren o<br />
las dificultades de información<br />
a las que se enfrentan, saben distinguir<br />
entre demandas más acuciantes<br />
(digamos, las de los enfermos<br />
de sida, a la hora de distribuir<br />
recursos médicos) y demandas<br />
menos importantes (digamos, las<br />
de quienes quieren atención médica<br />
para mejorar el aspecto de su<br />
nariz) 20 . Es posible establecer, públicamente,<br />
prioridades y límites.<br />
La deliberación puede ayudar a<br />
ello, al revelar la falta de razones<br />
de algunas demandas (cirugía<br />
plástica), la ausencia de discriminación<br />
de algunos grupos (los peluqueros)<br />
o lo injustificado de algunas<br />
prácticas (sectas religiosas).<br />
La representación de grupos<br />
puede ser importante, en todo caso,<br />
temporalmente, como forma<br />
de empezar a resolver ciertos problemas<br />
serios (el privilegio a ciertos<br />
grupos, por ejemplo, ha servido<br />
enormemente en Estados<br />
Unidos para ayudar a integrar a<br />
los miembros de las comunidades<br />
de color en la Universidad, en la<br />
que en un momento eran impedidos<br />
de ingresar) 21 . Ello, aunque<br />
dicha representación de grupos<br />
–tal vez– no constituya una<br />
parte necesaria de la democracia.<br />
Nos dirá Laporta: pero ésta es<br />
una forma de degradar al elector,<br />
de decirle que no acabamos de<br />
confiar en él 22 . No, no es así. Lo<br />
que ocurre es que muchos de los<br />
prejuicios y las barreras a las que<br />
se enfrentan ciertos sectores (es el<br />
caso, por ejemplo, de la comunidad<br />
negra en Estados Unidos)<br />
han sido explícitamente creados<br />
por las normas estatales (que les<br />
impedían, por ejemplo, votar o<br />
participar en la Universidad). De<br />
ahí que los remedios estatales<br />
puedan ser necesarios para comenzar<br />
a resolver los problemas<br />
20 Cfr. al respecto, por ejemplo, Jane<br />
Mansbridge: ‘Should Blacks Represent<br />
Blacks and Women Represent Women?<br />
A Contingent ‘Yes’, The Journal of Politics,<br />
vol. 61, núm. 3, 1999.<br />
21 Cfr. R. Gargarella (ed.): Derecho y<br />
grupos desaventajados. Gedisa, Barcelona,<br />
1999.<br />
22 De confirmarle, mejor, porque tampoco<br />
Sartori y, en menor grado, Laporta se<br />
fían mucho del votante. Esa desconfianza<br />
es uno de los ejes de su defensa de la democracia<br />
representativa.<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
que el mismo Estado ha contribuido<br />
decisivamente a crear. En la<br />
medida en que tales remedios<br />
acaben impregnando las prácticas<br />
deliberativas y ayuden a modificar<br />
las preferencias, ellos acabarán<br />
por resultar prescindibles.<br />
C) Deliberación y asambleas colectivas.<br />
La defensa de un sistema institucional<br />
deliberativo no supone,<br />
obviamente, la necesidad de poner<br />
en discusión todas las cuestiones<br />
de interés colectivo, ni exige que la<br />
discusión favorecida se celebre en<br />
asambleas gigantescas, ni tampoco<br />
necesita de ciudadanos que dediquen<br />
la mayor parte de sus vidas a<br />
aburridas discusiones. Un objetivo<br />
central, al menos en muchos autores<br />
“deliberativistas” (como<br />
C. Nino, J. Cohen o J. Fishkin), es<br />
el de favorecer la deliberación colectiva<br />
dados los beneficios que<br />
pueden asociarse a dicha práctica<br />
(ganar información, corregir mutuos<br />
errores, educar a la ciudadanía<br />
en la tolerancia de opiniones diversas,<br />
“forzarnos” a pensar en los<br />
demás) y los perjuicios que pueden<br />
asociarse a la falta de discusión<br />
pública (decisiones dogmáticas,<br />
decisiones destinadas a favorecer<br />
a un pequeño grupo, incremento<br />
de la desconfianza de la ciudadanía<br />
hacia sus representantes). Debe<br />
quedar claro, sin embargo, que<br />
asumir este presupuesto no implica<br />
asumir que recurriendo a la discusión,<br />
mágicamente, conseguimos<br />
decisiones más imparciales y<br />
una ciudadanía más ilustrada 23 .<br />
La discusión puede llevarnos a resultados<br />
poco atractivos: por ejemplo,<br />
luego de ser manipulada por<br />
demagogos, o por gente retóricamente<br />
más preparada o, simplemente,<br />
por los que tienen más recursos<br />
para comprar propaganda<br />
en favor de sus propuestas. Pero<br />
–podrán alegar los “deliberativistas”–<br />
este tipo de problemas, junto<br />
con muchos otros, también distinguen<br />
al sistema representativo<br />
actual, alimentado a través de una<br />
infinidad de recursos volcados en<br />
las campañas electorales y distinguido<br />
por sus líderes “mass-me-<br />
23 Cfr. A. Przeworski en Manin, Przeworski,<br />
Stokes, op. cit.<br />
diáticos”.<br />
Por otra parte –pueden decirnos<br />
los “deliberativistas”– existen<br />
múltiples y muy conocidas formas<br />
de favorecer la deliberación,<br />
reglar sus procedimientos y controlar<br />
sus resultados –de modo tal<br />
de maximizar los beneficios esperados<br />
de la discusión y minimizar<br />
sus posibles costes–. Una forma<br />
de favorecer la discusión colectiva<br />
sin siquiera recurrir a las asambleas<br />
masivas que asustan a nuestros<br />
autores es a través del uso de los<br />
medios de comunicación. En Estados<br />
Unidos, por ejemplo, y durante<br />
años, se puso en práctica la<br />
llamada “doctrina de la equidad”<br />
(Fairness Doctrine) (celebrada por<br />
la misma Corte Suprema en Red<br />
Lion Broadcasting Co. v. FCC,<br />
1969), que obligaba a los medios<br />
a ocuparse de cuestiones de interés<br />
público y a hacerlo confrontando<br />
distintos puntos de vista. Como<br />
bien dijeron los jueces que examinaron<br />
la propuesta, en su momento,<br />
dicha propuesta (como<br />
muchas otras que pueden pensarse<br />
a la hora de incentivar la deliberación)<br />
requiere ser evaluada<br />
concretamente en cada ámbito en<br />
donde se la aplique para que pueda<br />
determinarse así, poco a poco,<br />
hasta qué punto la misma cumple<br />
con lo que promete o contribuye,<br />
por el contrario, a empobrecer el<br />
debate público. Esto es, propuestas<br />
“deliberativas” como la señalada<br />
no necesitan aplicarse ciegamente,<br />
o “de una vez y para siempre”,<br />
sino que pueden y merecen<br />
ser aplicadas con cautela (en procesos<br />
de “ensayo y error”) y supervisadas<br />
de cerca por los organismos<br />
de control público.<br />
La deliberación también puede<br />
favorecerse de muchos otros<br />
modos: descentralizando la toma<br />
de decisiones; reduciendo la capacidad<br />
del Gobierno para decidir<br />
por decretos; subsidiando las<br />
voces de grupos normalmente no<br />
escuchados; promoviendo prácticas<br />
como la de los amicus curiae<br />
24 B. Manin: The Principles of Representative<br />
Government, pág. 1. Cambridge<br />
U.P., Cambridge, 1997.<br />
25 José Luís Martí Mármol leyó un borrador<br />
de estas notas. Con seguridad, sus<br />
comentarios ayudaron a mejorarlas.<br />
ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />
(para que, frente a casos judiciales<br />
concretos, pueda conocerse el<br />
punto de vista de ciudadanos o<br />
grupos preocupados también por<br />
el caso); formalizando la consulta<br />
a los sectores potencialmente<br />
afectados (por ejemplo, ciertas<br />
minorías étnicas o lingüísticas)<br />
antes de la aprobación de determinadas<br />
normas legales. De allí<br />
que la imagen de las asambleas<br />
gigantescas y vociferantes no parezca<br />
la más apropiada para defender<br />
las políticas de la deliberación<br />
ni para dar cuenta de lo<br />
que sus defensores proponen.<br />
La historia de la democracia es<br />
una mezcla de razones y poderes.<br />
“Lo que hoy llamamos democracia<br />
representativa tiene sus orígenes<br />
en un sistema de instituciones<br />
(…) que, en sus orígenes, no se<br />
consideraba forma de democracia<br />
o de gobierno del pueblo” 24 . En<br />
esa historia se fueron imponiendo<br />
muchas propuestas que en su día<br />
se juzgaban como irresponsables,<br />
empezando por el sufragio universal.<br />
Las formas políticas que<br />
hoy conocemos no siempre fueron<br />
el resultado de iniciativas nacidas<br />
en refinadas discusiones académicas.<br />
Sin embargo, una vez<br />
instituidas alcanzaron perfil y precisión.<br />
También se orillaron otras,<br />
por las mismas razones. Se orillaron<br />
y, por eso mismo, no hubo<br />
ocasión de abordar los problemas<br />
de realización que siempre acompañan<br />
inevitablemente a todo<br />
aquello que arranca en el terreno<br />
de los principios, por lo menos<br />
desde la Enciclopedia. Comparar<br />
la precisión de unos con la vaguedad<br />
de otros quizá no sea del todo<br />
lícito. De momento, la discusión<br />
sólo puede situarse en el terreno<br />
de los principios. Y lo cierto es<br />
que la democracia representativa<br />
no siempre parece estar a la altura<br />
de los suyos, de la representación.<br />
Desde sus orígenes 25 . n<br />
Roberto Gargarella es profesor en la<br />
Universidad Pompeu Fabra (Barcelona) y<br />
en la Universidad Torcuato Di Tella<br />
(Buenos Aires).<br />
Félix Ovejero es economista y profesor<br />
de Metodología de las Ciencias Sociales.<br />
75
E<br />
n los últimos meses se ha<br />
acentuado entre nosotros<br />
y se ha elevado el tono<br />
contra el deterioro que han alcanzado<br />
las instituciones y las<br />
prácticas de la democracia liberal<br />
representacional, que cualquier<br />
observador aprecia por doquier,<br />
y que alcanza ya a los países anglosajones<br />
y hasta a los nórdicos.<br />
Se trata de un fenómeno<br />
psicosocial muy complejo, que<br />
recibe diversas denominaciones,<br />
entre las que me quedo con la<br />
de “desafección a la democracia”<br />
y que podría enunciarse así: aun<br />
reconociendo que la democracia<br />
es insustituible, un número<br />
creciente de ciudadanos se desentiende<br />
de la democracia realmente<br />
existente, en diferentes<br />
grados y niveles de aborrecimiento.<br />
Y si continúan participando<br />
en los procesos electorales,<br />
lo hacen a pesar del sistema<br />
(tapándose oídos y nariz). Todo<br />
parece indicar que esta situación<br />
está llegando en España al nivel<br />
de la observación que Flores<br />
D’Arcais establece para Italia:<br />
“los italianos, en su grandísima mayoría,<br />
sienten que su mayor enemigo es la<br />
partidocracia, es decir, los políticos profesionales<br />
y, como consecuencia, la política<br />
misma” (El País, 20-4-2000).<br />
Sin embargo, no faltan los<br />
defensores del sistema, aunque<br />
sea bajo la modalidad de la lógica<br />
del mal menor, ya que cualquier<br />
reforma del mismo entrañaría<br />
mayores riesgos. Y porque,<br />
en definitiva, la raíz del problema<br />
no está tanto en la clase política<br />
cuanto en el “demos”, la<br />
masa popular ignorante y embrutecida,<br />
que arrastra a los políticos.<br />
Tal es el tono y la argumentación<br />
con que Francisco J.<br />
OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />
¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA<br />
O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />
Laporta ha presentado en un ensayo<br />
reciente*, en el contexto español,<br />
la crisis generalizada del<br />
modelo democrático liberal, que<br />
diagnostica como “cansancio o<br />
hastío de la democracia”. Laporta<br />
registra “una cierta atmósfera<br />
de descalificación implícita<br />
o explícita de todo aquello que<br />
suene a representación electoral,<br />
a actividades de partido o a militancia<br />
política” (20). Y ello le<br />
parece “de cierta gravedad”.<br />
Tanto que cree necesario hacer<br />
sonar las alarmas.<br />
En efecto, Laporta comienza<br />
por evocar la ilusión que suscitaba<br />
el papel democrático de los<br />
partidos políticos en la época<br />
anterior a la transición, para seguidamente<br />
lamentar la ligereza<br />
con la que se los condena actualmente,<br />
proponiendo alternativas<br />
a los mismos que tienen<br />
con frecuencia más carácter de<br />
“receta” o de “sahumerio” que<br />
de propuestas sensatas. Y es que<br />
la crítica actual a la democracia<br />
de partidos llega a cuestionar el<br />
concepto mismo de representación<br />
para apelar con harta ligereza<br />
a alternativas tales como las<br />
“elecciones primarias”, etcétera.<br />
Y aquí es donde Laporta quiere<br />
poner el énfasis: tales alternativas<br />
se revelan como “incógnitas”<br />
peligrosas cuando se las somete<br />
a un análisis objetivo. Y se<br />
propone demostrarlo al examinar<br />
“cuatro manifestaciones de<br />
ese mal”: la apelación a la democracia<br />
“participativa”, la exigencia<br />
de la “democracia paritaria”,<br />
la alternativa de los “nuevos<br />
movimientos sociales” y la<br />
* El cansancio de la democracia, CLA-<br />
VES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 99, págs.<br />
20-25, enero-febrero de 2000.<br />
JOSÉ RUBIO CARRACEDO<br />
llamada a “la apertura a la sociedad”<br />
de los partidos políticos.<br />
Esta selección de alternativas<br />
a enjuiciar no deja de ser discutible,<br />
pero puede aceptarse<br />
dada su intención ilustrativa. Lo<br />
que resulta decepcionante, sin<br />
embargo, es la cortedad de horizontes,<br />
la falta de imaginación<br />
política y, en definitiva, al acomodo<br />
con que presenta su análisis<br />
pretendidamente realista de<br />
las mismas. Pero examinémoslas<br />
paso a paso, una por una.<br />
Los engaños de la<br />
participación<br />
Está claro que a Laporta le irritan<br />
las apelaciones genéricas que<br />
tan frecuentemente se hacen en<br />
pro de una democracia más participativa,<br />
en la que los ciudadanos<br />
intervengan en los procesos<br />
deliberativos, sin ofrecer indicaciones<br />
mínimamente precisas<br />
sobre cuestiones como quién<br />
participa, cómo, dónde, en qué<br />
cuestiones (¿también en las decisiones?).<br />
La parece inevitable<br />
que, fuera de los “concejos<br />
abiertos” de núcleos municipales<br />
muy pequeños, habrá que contar<br />
con alguna organización que<br />
fije la agenda, presente y modere<br />
los debates, etcétera. Deja patente<br />
su rechazo de las asambleas<br />
“vociferantes y caóticas” y<br />
considera infantiles y peligrosas<br />
las apelaciones a la teledemocracia<br />
o a la vía Internet. También<br />
el referéndum es descartado desdeñosa<br />
y genéricamente, así como<br />
los procedimientos de democracia<br />
directa que atribuye a<br />
la “democracia griega” (en realidad,<br />
sólo Atenas) y al “ideal<br />
rousseauniano” (no es así, Rousseau<br />
rechaza expresamente la democracia<br />
directa) en cuanto “democracias<br />
de señoritos”. Por lo<br />
demás, estas apelaciones a una<br />
mayor participación ciudadana<br />
en la deliberación presuponen<br />
lo que no existe ni se puede inventar:<br />
unos “ciudadanos informados<br />
y con vocación civil”. Lo<br />
que realmente existe es la “sociedad<br />
deliberante” de los medios<br />
de comunicación, con su<br />
filtro selectivo de temas y enfoques.<br />
Habría que regular previamente<br />
los medios y el diseño<br />
educativo. Pero “nadie naturalmente<br />
tiene claro cómo se hace<br />
eso, ni si es deseable que se haga”<br />
(20-22).<br />
Hasta cierto punto es comprensible<br />
la irritación que provocan<br />
las apelaciones excesivamente<br />
genéricas a una mayor<br />
participación ciudadana en las<br />
instituciones democráticas. Pero<br />
ello no puede ocultar que existen<br />
importantes contribuciones<br />
o propuestas concretas que pudieran<br />
ponerse en marcha de inmediato<br />
o de modo paulatino,<br />
según los casos, si hubiera voluntad<br />
política para hacerlo en<br />
quienes tienen la llave de las reformas,<br />
esto es, en los partidos<br />
políticos. Ahí están desde hace<br />
muchos años las propuestas por<br />
Barber (1984), algunas de ellas<br />
existentes ya en Estados Unidos<br />
a nivel intraestatal y que sólo sería<br />
preciso potenciar en otros casos.<br />
Y más recientemente cabe<br />
citar las contribuciones de autores<br />
como Cronin (1989),<br />
Fishkin (1992), Budge (1996),<br />
etcétera. Por lo demás, asistimos<br />
hoy a un renacimiento vigoroso<br />
de los enfoques de republicanismo<br />
democrático en todo el<br />
mundo, entre cuyos defensores<br />
moderados me sitúo, como es<br />
bien sabido.<br />
Por supuesto, nadie –incluso<br />
los que hablan de democracia<br />
76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
“directa”– quiere resucitar la democracia<br />
asamblearia ateniense,<br />
desacreditada convincentemente<br />
desde Tucídides. Se trata, más<br />
bien, de corregir las graves deformaciones<br />
oligocráticas del<br />
modelo liberal de representación<br />
indirecta, por una parte, y de realizar<br />
ciertos implantes del modelo<br />
republicano en las instituciones<br />
actualmente existentes,<br />
por la otra. ¿Por qué esa descalificación<br />
global de la institución<br />
referendaria cuando sirve excelentes<br />
servicios cuando es correctamente<br />
aplicada como sucede<br />
en nuestro contexto europeo<br />
más cercano, tanto más<br />
cuanto que resulta necesaria para<br />
legitimar la solución de las<br />
cuestiones de especial trascendencia<br />
política nacional (¿qué<br />
demócrata cree realmente que<br />
cumple una función meramente<br />
consultiva, incluso, pese a la letra<br />
–sonrojante– de la Constitución<br />
Española?). ¿Por qué se descarta<br />
una reforma en profundidad de<br />
la ley electoral de modo que se<br />
aligeren las exigencias para la<br />
participación de los diversos colectivos<br />
y, sobre todo, para desbloquear<br />
las listas electorales previamente<br />
elegidas por las cúpulas<br />
burocráticas de los partidos, y<br />
que se presentan a los electores<br />
como un trágalas?<br />
¡Eso sí que es fomentar la información<br />
y el espíritu cívico!<br />
Más adelante volveré sobre ello,<br />
pero me importa subrayar que,<br />
en efecto, en la educación democrática<br />
de los ciudadanos está<br />
el eslabón estratégico. Lamento<br />
tanto como Laporta el<br />
bajísimo nivel informativo, así<br />
como la pasividad democrática<br />
de los ciudadanos. Verdaderamente,<br />
tenemos la democracia<br />
que nos merecemos. Pero La-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
porta no parece ser consciente<br />
de que es el modelo liberal representacional<br />
(que no realmente<br />
representativo) el gran responsable<br />
de tener el demos que<br />
tenemos. ¿Quién ha persuadido<br />
a los ciudadanos durante los dos<br />
últimos siglos para que dejasen<br />
los asuntos públicos al cuidado<br />
de una clase profesional y se dedicasen<br />
enteramente a los negocios<br />
y al disfrute de la vida privada,<br />
porque cada cuatro años<br />
serían libres para reelegir o no a<br />
sus representantes?<br />
Democracia paritaria<br />
Advierto de antemano que en<br />
este punto estoy de acuerdo con<br />
Laporta, aunque no exactamente<br />
por las mismas razones. Para<br />
él se trataría, ante todo, de un<br />
intento para corregir la reproducción<br />
del machismo social en<br />
las listas electorales: por un<br />
tiempo, al menos, se presentarían<br />
listas paritarias de varones y<br />
mujeres. Pero Laporta, pese a<br />
ver la idea con simpatía, encuentra<br />
obstáculos para salvar la<br />
pureza de la representación política,<br />
que pasaría a ser más bien<br />
una “representación-reflejo” de<br />
la presión social hacia la paritaridad,<br />
cambiando a tal fin el<br />
procedimiento normal, con lo<br />
que se limitaría la libertad del<br />
elector. La consecuencia es que<br />
ello obligaría a que las listas permaneciesen<br />
cerradas y bloqueadas,<br />
con lo que se contradice<br />
otra de las aspiraciones reformistas:<br />
las listas abiertas o, al<br />
menos, el desbloqueo de las listas<br />
cerradas. Los reformadores<br />
entran, pues, en contradicción<br />
consigo mismos.<br />
Otra razón para la cautela es<br />
la consabida objeción de “pendiente<br />
deslizante”: si se admite<br />
aquí la discriminación inversa,<br />
esto es, el privilegio (“acción positiva”,<br />
según el eufemismo al<br />
uso), sería a partir de considerar<br />
a las mujeres como un colectivo<br />
“marginado y ninguneado”, con<br />
lo que habría que conceder también<br />
discriminación inversa a todos<br />
los colectivos infrarrepresentados;<br />
entrarían en liza las razas,<br />
las edades, las religiones, los<br />
discapacitados, etcétera: todos<br />
tendrían derecho a que la proporcionalidad<br />
social se reflejase<br />
en el Parlamento. Y, por último,<br />
Laporta remacha su argumentación<br />
invocando la falta de respeto<br />
y de confianza que tales<br />
imposiciones implicarían sobre<br />
el demos. La solución correcta<br />
no es imponerle valores que no<br />
comparte, sino educarle previamente<br />
para ello (22-23).<br />
La primera razón me parece<br />
certera, pero un tanto tramposa,<br />
porque sólo es válida para los reformistas<br />
que comparten el postulado<br />
de la paritaridad. Para la<br />
mayoría de ellos, entre los que<br />
me cuento, la presión por la “democracia<br />
paritaria” (expresión<br />
autocontradictoria y hasta ridícula)<br />
es, en realidad, efecto de<br />
una contaminación de la mentalidad<br />
sindicalista en la práctica<br />
democrática. Porque resulta obvio<br />
que tal distribución paritaria<br />
cabe únicamente en la organización<br />
interna de los partidos<br />
políticos. Y aun así le alcanzaría<br />
también la objeción de la “pendiente<br />
deslizante”, pero sería<br />
cuestión privada de cada partido.<br />
Pero la actitud sindicalista<br />
de reparto de puestos y de cargos<br />
choca frontalmente con la<br />
exigencia democrática de mérito<br />
y de competencia como únicos<br />
criterios. Ahora resultaría que<br />
ser de uno u otro sexo podría<br />
ser decisivo para ser elegido diputado,<br />
consejero o ministro. Y<br />
pronto se exigirá que el próximo<br />
presidente del Gobierno sea una<br />
mujer. La lógica sindicalista es la<br />
misma (sin embargo, desde ahora<br />
apuesto a que la primera mujer<br />
presidente del Gobierno no<br />
saldrá de las filas paritarias). Y<br />
siguiendo la misma lógica, también<br />
se exigirá que la concesión<br />
del Premio Nobel respete la paritaridad.<br />
La lógica es siempre<br />
la misma: se trata de compensar<br />
la discriminación machista de la<br />
mujer y estimular su participación<br />
en condiciones de igualdad.<br />
Pero es manifiesto que la<br />
discriminación positiva sólo tiene<br />
sentido en la EGB, acaso en<br />
la ESO, quizá hasta en el Bachillerato,<br />
pero nunca debe alcanzar<br />
la Universidad. ¿O es que se<br />
puede llegar a obtener el título<br />
profesional gracias a un privilegio?<br />
Flaco favor, por otra parte,<br />
porque ¿quién confiaría en tales<br />
profesionales? ¿Qué decir entonces<br />
de los diputados o ministros,<br />
que son inconcebibles<br />
sin una idoneidad real y presente?<br />
Sobre toda mujer caerá la<br />
duda de si es o no una mujercuota.<br />
Pero ya se sabe, el sindicalismo<br />
es otra cosa: sólo le interesa<br />
el acceso garantizado al<br />
reparto de los cargos.<br />
Es obvio que la paritaridad<br />
mujeres-varones desvirtúa gravemente<br />
las reglas del juego democrático.<br />
Y, en efecto, obligaría<br />
a otras proporcionalidades<br />
con la misma (in)justicia: la más<br />
clara es la variable de edad.<br />
¿Cuántos grupos de edad habría<br />
que formar? Me parece que no<br />
menos de cuatro (de nuevo reunidos<br />
los sexos): la juventud, la<br />
primera madurez, los adultos y<br />
la tercera edad. Y luego vendrí-<br />
77
¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />
an las cuotas de los grupos minoritarios,<br />
las religiones, los discapacitados,<br />
etcétera. ¿Cómo<br />
podría evitarse?<br />
¿Movimientos sociales?<br />
Laporta advierte que mientras<br />
que a los partidos políticos se<br />
les niega la confianza y la credibilidad,<br />
éstas le son otorgadas<br />
sin reservas a las organizaciones<br />
no gubernamentales y a los movimientos<br />
sociales. Sólo puede<br />
entenderlo como una moda que<br />
sigue al prestigio del término<br />
“movimiento”, que connota<br />
“una presunta espontaneidad y<br />
flexibilidad, autenticidad y vitalidad”,<br />
por contraste precisamente<br />
con los viejos partidos.<br />
Nuestro autor no ve ningún<br />
fundamento en tal presunción<br />
y hasta evoca los ecos de la retórica<br />
reaccionaria del franquismo<br />
contra los partidos. Los movimientos<br />
sociales denotan una realidad<br />
muy heterogénea (“pacifistas,<br />
ecologistas, feministas,<br />
tercera edad, etcétera”), y hasta<br />
“fantasmagórica”, lo que les incapacita<br />
para ser “interlocutores<br />
sociales”, ya que no tienen líderes<br />
ni se conocen sus “propuestas”.<br />
Su idea es que “deben organizarse”<br />
al modo de los partidos.<br />
Justamente, lo que ellos<br />
rechazan por principio como<br />
condición de autenticidad y de<br />
supervivencia. Pero Laporta tiene<br />
todavía otro reproche: a diferencia<br />
de los partidos, ellos persiguen<br />
un objetivo único, y esto<br />
es mucho más un defecto que<br />
una virtud.<br />
Eso sí, reconoce que muchos<br />
movimientos sociales son “un<br />
acicate para la dinamización de<br />
la vida política y un instrumento<br />
para situar en la agenda política<br />
temas y problemas que, de<br />
no ser por ellos, no se plantearían<br />
con tanta convicción”. Pero<br />
carecen de “legitimación para<br />
participar en decisión política<br />
alguna”, porque “no toman parte<br />
en el proceso electoral”. Si se<br />
les admitiera, sería al modo de<br />
grupos de presión, lo que daría<br />
alas a la “democracia corporativa”.<br />
En efecto, “¿no estaremos<br />
envalentonando a unas organizaciones<br />
a entrar en el inter-<br />
cambio de negociaciones y presiones<br />
con el resto de la sociedad<br />
corporatista para satisfacer sus<br />
intereses peculiares al margen<br />
del interés general?”. Lo que, en<br />
último término, sería también<br />
una desconsideración imperdonable<br />
para con los ciudadanos<br />
que no forman parte de ninguno<br />
de esos movimientos (23).<br />
Me resulta difícil entender estas<br />
valoraciones fuera del contexto<br />
de la retórica partidista.<br />
Porque es obvio que no es oro<br />
todo lo que reluce en los nuevos<br />
movimientos sociales y en las organizaciones<br />
no gubernamentales.<br />
Pero si algo es patente es que<br />
huyen como de la peste de todo<br />
lo que pueda asimilarles a los<br />
partidos políticos y a las organizaciones<br />
gubernamentales. ¿Por<br />
qué será? Explicarlo como mero<br />
efecto de la presión de modas y<br />
corporatismos resulta por lo menos<br />
muy subjetivo y objetivamente<br />
injusto. Y no es que, en<br />
unos y en otros, no aparezcan<br />
defectos de enfoque (es cierto, el<br />
objetivo único también puede<br />
ser peligroso) y desviaciones corporatistas<br />
y sindicalistas (ahí esta<br />
el movimiento internacional<br />
de emancipación femenina actuando<br />
en muchas organizaciones,<br />
en especial de la izquierda,<br />
con mentalidad sindicalista: primero<br />
el poder, después la revolución,<br />
¿no les suena? En otros<br />
casos se han convertido en grupos<br />
oficiales de presión). Pero<br />
reducir tal eclosión sociopolítica<br />
a sus desviaciones puntuales parece<br />
más efecto de una ceguera<br />
profesional que de un análisis<br />
crítico. Porque se trata de una<br />
eclosión social de alcance político;<br />
pese a su voluntad, se trata<br />
de una alternativa a los partidos<br />
políticos, aunque sus miembros<br />
lo nieguen porque no quieren<br />
verse contaminados por “la política”.<br />
Pero su acción social, incluso<br />
a su pesar, tiene proyección<br />
política directa. No pretenden<br />
sustituir a los partidos<br />
políticos (aunque éstos se sienten<br />
amenazados: de ahí su reacción<br />
defensiva-agresiva), sino<br />
pasar de ellos. Pese a todo, los<br />
políticos siguen repitiendo: dado<br />
que tenemos los partidos po-<br />
líticos, ¿quién necesita movimientos<br />
sociales ni ONGs?<br />
Pero, ¿por qué no pueden ser<br />
“sujetos coadyuvantes del proceso<br />
electoral”? Simplemente, porque<br />
la ley electoral, al servicio de<br />
los partidos políticos, lo impide.<br />
Pero todo es cuestión de cambiar<br />
la ley electoral y de ser fieles<br />
a la Constitución, que en su artículo<br />
6 reconoce a los partidos<br />
políticos ser “instrumento fundamental<br />
para la participación<br />
política” (no “el” instrumento<br />
fundamental ni el exclusivo, como<br />
tradujo la ley electoral consensuada<br />
por los partidos), pero<br />
a condición de que “expresen el<br />
pluralismo político y concurran<br />
a la formación y manifestación<br />
de la voluntad popular” y de que<br />
“su estructura interna y funcionamiento<br />
deberán ser democráticos”.<br />
Lamentablemente los partidos<br />
funcionan como meras organizaciones<br />
oligocráticas y no<br />
cumplen la primera condición<br />
(la inmensa mayoría de sus iniciativas<br />
han sido vampirizadas<br />
de las agendas de los movimientos<br />
sociales) como tampoco la<br />
segunda (¿hace falta probarlo?).<br />
Partidos cerrados<br />
y partidos abiertos<br />
Está claro que Laporta se muestra<br />
lacerado por el descrédito<br />
abrumador de los partidos políticos.<br />
No comprende en qué<br />
puede basarse esta especie de<br />
conjura universal contra ellos. Y<br />
aunque me consta sobradamente<br />
que no es un “intelectual orgánico”,<br />
su reacción recuerda<br />
objetivamente el cometido asignado<br />
a tales intelectuales. Ahí<br />
queda su denuncia de que los<br />
partidos sean presentados como<br />
“la bestia negra” del cansancio<br />
de la democracia, que se les atribuyan<br />
todas las perversiones<br />
“partidistas” (sí, de ahí procede<br />
el término), que sean presentados<br />
como “un verdadero obstáculo<br />
a la ‘auténtica’ democracia<br />
entendida como proceso libre y<br />
total de información, debate y<br />
decisión”. De ahí que denuncie<br />
que la militancia, y hasta la mera<br />
cercanía a los mismos, sea vista<br />
con extrema desconfianza,<br />
“como una suerte de contagio o<br />
infección”. Y que se dé por supuesto<br />
que sólo fuera de los partidos<br />
puede “haber competencia,<br />
independencia, objetividad,<br />
honestidad, generosidad e interés<br />
general”. ¿Por qué será? Un<br />
liberal sincero como B. Manin<br />
(1997) recoge y apunta estos defectos<br />
con pasmosa sinceridad.<br />
Laporta apela también a la<br />
ley de Michels sobre el inevitable<br />
deslizamiento de los partidos<br />
hacia la oligarquización. Pero<br />
enseguida aduce, con razón,<br />
que dicha ley afecta a “toda organización<br />
humana que persiga<br />
fines” (en realidad, a toda organización<br />
que compita por el poder).<br />
Y aduce, también con toda<br />
razón, que las “cúpulas sindicales<br />
son tan rígidas e inamovibles”,<br />
así como las organizaciones<br />
religiosas, empresariales, las<br />
grandes corporaciones, los clubes<br />
de fútbol, etcétera. Pero los<br />
partidos tendrían, a su juicio,<br />
una ventaja única: sólo ellos se<br />
someten periódicamente al voto<br />
ciudadano, mientras que los demás<br />
“se blindan” frente a este<br />
voto (y a veces hasta contra sus<br />
asociados). Pero la realidad es<br />
que tampoco los partidos se someten<br />
al voto ciudadano, al menos<br />
en cuanto de ellos depende:<br />
se limitan a ofrecer a los electores<br />
unas listas de candidatos previamente<br />
elegidos, y las ofrecen<br />
en forma cerrada y bloqueada,<br />
como un simple lo tomas o lo<br />
dejas. Y a los ciudadanos no les<br />
queda otra alternativa que votar<br />
a unos o a otros. Excepto el voto<br />
en blanco o la abstención.<br />
Por último, me resulta llamativo<br />
el escepticismo y hasta la<br />
cerrazón con que Laporta examina<br />
las cuatro propuestas principales<br />
que, a su juicio, se han<br />
presentado para abrir los partidos<br />
a la sociedad: el debate interno,<br />
el sistema proporcional, la<br />
incorporación de independientes<br />
y simpatizantes, y las elecciones<br />
primarias.<br />
El “debate interno” puede tener<br />
efectos saludables, pero se<br />
pervierte fácilmente en un “debate<br />
incesante”, en el que insensatamente<br />
se pone todo en cuestión<br />
y se termina en un “cúmulo<br />
de desacuerdos internos” en<br />
78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
lugar de “sintetizar en un mensaje<br />
coherente un programa de<br />
acciones políticas para enfrentar<br />
problemas reales”. Pero de esto<br />
último se trata precisamente, y<br />
para esto se postula el debate interno,<br />
en lugar de dejar a los dirigentes<br />
el monopolio del saber<br />
y del decir. Y si se llega al “debate<br />
incesante” y al cuestionamiento<br />
de todo, ¿no será síntoma<br />
de hasta dónde había llegado<br />
la desviación? No hay madurez<br />
sin crisis y la crisis bien resuelta<br />
suele conducir a la madurez.<br />
Al examinar la segunda propuesta,<br />
la del sistema proporcional<br />
en las votaciones internas,<br />
revela Laporta una de las<br />
razones de su escepticismo a la<br />
primera: el debate interno es “el<br />
disfraz que adopta a veces algún<br />
descontento sectorial”, y de aquí<br />
esta segunda apelación. Pero entonces<br />
el partido se configurará<br />
como un conjunto de “facciones”<br />
o “sensibilidades”. No necesariamente.<br />
¿O es que son tan<br />
irracionales los miembros de los<br />
partidos políticos? Precisamente,<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
la ley de Michels no es inexorable<br />
si se toman las oportunas<br />
precauciones: una de ellas es la<br />
de evitar el monolitismo y las<br />
mayorías aplastantes, y el voto<br />
proporcional puede ser un buen<br />
antídoto contra ello. Aunque todo<br />
puede tener efectos perversos,<br />
claro está.<br />
Tampoco la tercera propuesta<br />
le parece seria, ya que presupone<br />
que los meros simpatizantes y los<br />
independientes no compartirían<br />
los defectos partidarios. Y ello le<br />
parece a la vez irreal y ofensivo<br />
para tantos militantes, que de un<br />
modo tan abnegado como legítimo<br />
(o una cosa o la otra, pero<br />
no las dos al mismo tiempo) tienen<br />
derecho a “incentivos selectivos”<br />
(¡vaya eufemismo!) para<br />
escalar puestos de responsabilidad<br />
en el partido. Efectivamente,<br />
ese es el problema.<br />
La cuarta propuesta tampoco<br />
le merece crédito alguno. El<br />
concepto de “elecciones primarias”<br />
es una importación artificial<br />
y ajena a nuestro sistema.<br />
Su lógica le parece poco clara y<br />
puede conllevar “aspectos negativos”,<br />
ya que pueden “forzar las<br />
cuadernas de la organización de<br />
un modo insensato”. Obviamente,<br />
han de limitarse a los<br />
cargos del partido. Pero aun así<br />
se estaría poniendo en juego una<br />
doble legitimidad: la del voto<br />
del congreso del partido y la del<br />
voto directo de los militantes. Y<br />
si ambas no coinciden se daría<br />
paso a la fragmentación, no a la<br />
apertura. Pero es que Laporta<br />
no parece ser consciente de que<br />
en este caso, como en del referéndum,<br />
no puede darse esa doble<br />
legitimidad: cuando hay<br />
apelación directa al voto ciudadano,<br />
los representantes, por<br />
electos que sean, quedan por definición<br />
de lado en tal asunto.<br />
Finalmente, Laporta encuentra<br />
al verdadero culpable de todo<br />
este desaguisado: las propuestas<br />
de reforma son soluciones vacías<br />
o problemáticas porque el demos<br />
es “vulgar y absentista”, actúa<br />
“muchas veces inspirado en prejuicios<br />
viejos e insostenibles” y<br />
“cuando ingresa en las institucio-<br />
JOSÉ RUBIO CARRACEDO<br />
nes y los partidos reproduce dentro<br />
de ellos las viejas taras hereditarias<br />
y las antiguas rutinas”. Por<br />
tanto, se trata de un diagnóstico<br />
equivocado. El verdadero cansancio<br />
no es el de la democracia<br />
de partidos, sino el cansancio de<br />
semejante demos. Y el problema<br />
no tendrá remedio hasta que “caigamos<br />
en la cuenta de que la democracia<br />
representativa de partidos<br />
no es lo que funciona mal ni<br />
tiene ningún déficit intrínseco,<br />
sino que es el propio demos y sus<br />
comportamientos lo que no nos<br />
gusta”. Por tanto, lo que nos hace<br />
falta es “un pueblo adulto” (Giner<br />
de los Ríos) y “de esto es de lo<br />
que debemos empezar a hablar”<br />
(24-25, énfasis mío).<br />
Por fin se comprenden sus espesas<br />
reticencias a admitir ninguna<br />
de las propuestas de reforma<br />
de los partidos políticos. Resulta<br />
que los partidos políticos<br />
funcionan bien en realidad y lo<br />
único que pasa es que el pueblo<br />
no está a su altura y resulta una<br />
carga para los partidos. Y quienes<br />
tienen razón para estar cansados<br />
79
¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />
son los líderes de los partidos,<br />
que tienen que bregar, abnegados<br />
ellos, con la plebe ignorante<br />
y díscola. ¿A quién suena más, a<br />
Felipe González o a Julio Anguita?<br />
No estoy de acuerdo, profesor<br />
Laporta, con su diagnóstico: después<br />
de más de dos siglos de democracia<br />
liberal ilustrada y de legitimación<br />
representacional, el<br />
pueblo no puede ser el culpable,<br />
porque de eso se trataba justamente:<br />
de mantener a los ciudadanos<br />
en minoría de edad política<br />
permanente. Tal fue el designio<br />
de la burguesía ilustrada<br />
triunfante en las revoluciones liberales,<br />
y tal lo ha seguido siendo<br />
hasta hoy desde que se adoptó el<br />
sistema de partidos en la segunda<br />
mitad del siglo XX. La exposición<br />
sería muy extensa y, por lo demás,<br />
de sobra conocida.<br />
En lo que sí estoy de acuerdo<br />
es en la cita de Giner de los Ríos<br />
y en que, en efecto, hemos de<br />
empezar a hablar de contribuir a<br />
la construcción de un “pueblo<br />
adulto”. Pero discrepamos enteramente<br />
en el cómo. Educar ciudadanos<br />
es la clave que abrirá las<br />
puertas a la regeneración de la<br />
democracia liberal, pero la vía hacia<br />
la misma no puede ser la de<br />
cerrarles a los ciudadanos una<br />
mayor participación. Justamente,<br />
la gran demanda actual se dirige<br />
a ese objetivo, aunque no todas<br />
las propuestas sean acertadas. Pero<br />
algunas de ellas me parecen<br />
objetivamente claras e indispensables<br />
para iniciar el proceso que<br />
permitirá a la vez regenerar el demos<br />
y la democracia. Porque se<br />
trata de un proceso de retroalimentación:<br />
basta un mínimo de<br />
espíritu cívico para iniciar la reforma<br />
porque la misma regeneración<br />
de las instituciones y de<br />
las leyes promueve el aumento<br />
del espíritu cívico. Y así sucesivamente,<br />
sin término, porque nunca<br />
se alcanzarán los niveles óptimos.<br />
Ahí van algunas propuestas-indicaciones,<br />
aunque sea de<br />
forma rápida.<br />
Cinco propuestas<br />
a) Educar ciudadanos. Comencemos<br />
por recordar una evidencia:<br />
el demócrata no nace, se hace.<br />
El mito de Prometeo en la<br />
versión del Protágoras platónico<br />
ilustra perfectamente esta realidad:<br />
la especie es naturalmente<br />
insociable y pendenciera. Zeus<br />
hubo de echarle una mano, incluso<br />
después de las mejoras introducidas<br />
por Prometeo: hubo<br />
de otorgarle los “dones divinos”<br />
del pudor y de la justicia (ética y<br />
política, para entendernos) como<br />
condición de la supervivencia<br />
de los humanos. Además,<br />
Hermes recibió el encargo expreso<br />
de cuidarse de que cada<br />
hombre (¡genérico!) recibiese su<br />
parte, porque de otro modo sería<br />
considerado inhumano y<br />
arrojado como tal de la sociedad.<br />
En efecto, no nacemos naturalmente<br />
demócratas; la democracia<br />
es una conquista decisiva<br />
de la humanidad, pero el<br />
contrato social ha de renovarse<br />
en cada generación, porque no<br />
es hereditario. Al contrario, el<br />
naturalismo político (el impulso<br />
de dominación) resurge con cada<br />
individuo que nace. Se precisa,<br />
pues, una educación ciudadana,<br />
incesante y sistemática,<br />
una auténtica educación democrática,<br />
capaz de superar el naturalismo<br />
político espontáneo.<br />
Y esto es lo que el modelo liberal<br />
representacional deja enteramente<br />
de lado. Un país sin<br />
apenas tradición democrática<br />
como España pasó, por conversación<br />
espontánea (al parecer),<br />
del franquismo sociológico mayoritario<br />
a la democracia. Y eso<br />
que la Constitución responsabiliza<br />
a “los poderes públicos” de<br />
“promover las condiciones para<br />
que la libertad y la igualdad del<br />
individuo y de los grupos en que<br />
se integra sean reales y efectivas;<br />
remover los obstáculos que impidan<br />
o dificulten su plenitud y<br />
facilitar la participación de todos<br />
los ciudadanos en la vida política,<br />
económica, cultural y social”<br />
(art. 9.2). Pero nuestros gobernantes<br />
y partidos han interpretado<br />
este mandato en clave feminista;<br />
de hecho, se han limitado<br />
a crear el Organismo<br />
Autónomo Instituto de la Mujer<br />
(1983). Y cuando más adelante<br />
(art. 48) se repite el mandato<br />
para la juventud (“los poderes<br />
público promoverán las condi-<br />
ciones para la participación libre<br />
y eficaz de la juventud en el<br />
desarrollo político, social, económico<br />
y cultural”) se han limitado<br />
a crear el inoperante Organismo<br />
Autónomo Consejo de<br />
la Juventud de España (1983);<br />
aunque, eso sí, cada partido político<br />
ha organizado su rama juvenil,<br />
es decir, se ha dotado de<br />
una cantera propia. No se ha regulado,<br />
en cambio, con la mínima<br />
seriedad una materia académica<br />
autónoma, con profesorado<br />
específicamente preparado,<br />
por el absurdo complejo de repetir<br />
la franquista “educación<br />
del espíritu nacional”. ¿Cómo<br />
lamentarse después de que el<br />
pueblo carezca de cultura y de<br />
sensibilidad democrática?<br />
¿Dónde está la escuela de democracia<br />
de los españoles? En<br />
la práctica, en los medios de comunicación.<br />
Pero estos medios<br />
se limitan a reflejar acríticamente<br />
los usos de la democracia realmente<br />
existente. Entre otras<br />
cosas, porque tampoco en las facultades<br />
de Ciencias de la Información<br />
se imparte una materia<br />
que estudie seriamente la Constitución<br />
española. Y de sobra es<br />
sabido que el neoliberalismo<br />
predomina ampliamente, sobre<br />
todo en los medios audiovisuales.<br />
Y, sin embargo, un libro como<br />
el de R. Dahl La democracia.<br />
Una guía para los ciudadanos debería<br />
ser familiar para la mayoría<br />
de los españoles si efectivamente<br />
recibiesen una educación política.<br />
Con la reflexión democrática<br />
mínimamente educada los ciudadanos<br />
dejan de ser los entes<br />
pasivos y resignados que reflejan<br />
las encuestas que intentan medir<br />
el nivel de interés participativo<br />
en la política. Porque se sobrentiende<br />
–¿cómo no?– que se trata<br />
de participar en la política realmente<br />
existente, la única que conocen.<br />
Pero tampoco se precisan<br />
niveles máximos de espíritu<br />
cívico para hacer posibles las reformas<br />
imprescindibles para devolverle<br />
a la democracia su sentido,<br />
como falazmente argumentan<br />
los defensores del statu<br />
quo liberal representacional. Lo<br />
decisivo es comenzar el proceso<br />
de reformas del sistema con la<br />
sensibilización democrática, por<br />
dos razones: primera, porque sin<br />
sentido democrático no es posible<br />
ser demócrata ni exigir democracia<br />
y, por tanto, resulta<br />
imposible iniciar reforma alguna<br />
si los ciudadanos son incapaces<br />
de entenderla y apoyarla; y segunda,<br />
porque una vez iniciado<br />
el proceso se produce una retroalimentación<br />
incesante entre la<br />
cultura y la participación, como<br />
luego apuntaré.<br />
b) ¿Por qué no un código ético para<br />
políticos demócratas? Cada vez<br />
me parece más obvio que la situación<br />
actual de los partidos<br />
políticos demanda con urgencia<br />
un código ético de conducta similar<br />
al que está vigente, con<br />
aceptables resultados, pese a todo,<br />
en el ámbito de la publicidad<br />
o del periodismo, como en<br />
toda profesión seria. ¿Por qué va<br />
a ser la política, y más la democrática,<br />
el único campo en que<br />
se legitima el “todo vale” con tal<br />
de conseguir el éxito? El mal llamado<br />
realismo político –que, en<br />
realidad, es naturalismo prepolítico–<br />
ha venido exigiendo tan<br />
dudoso privilegio, que encontró<br />
en Schumpeter a uno de sus<br />
más influyentes y estimados<br />
portavoces al asimilar el método<br />
democrático al método económico,<br />
aunque otorgándole al<br />
primero una permisividad casi<br />
total, con exclusión de la violencia,<br />
pretendidamente a causa<br />
de su naturaleza especial. Esta<br />
nefasta herencia schumpeteriana,<br />
pese a su tufillo maquiavélico,<br />
ha pesado decisivamente en<br />
la legitimación de modos y<br />
comportamientos repelentes en<br />
cualquier otra actividad humana<br />
digna de tal nombre.<br />
Precisamente, ahí radica el<br />
error. Es muy frecuente considerar<br />
los códigos éticos, sobre<br />
todo los profesionales, como<br />
una serie de cortapisas externas<br />
a la propia profesión, que vienen a<br />
limitar su libertad de movimiento<br />
y de acción. Y, sin embargo,<br />
los códigos éticos se limitan<br />
a señalar la lógica de la<br />
acción profesional a medio y largo<br />
plazo, permitiendo iluminar<br />
80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105
decisivamente las confusiones y<br />
desvaríos que provocan la mera<br />
consideración del presente y del<br />
corto plazo, en los que el “todo<br />
vale” parece el enfoque más eficiente.<br />
Justamente, el código ético<br />
de la publicidad comercial<br />
ilustra elocuentemente cómo sus<br />
pautas –aceptadas por el colectivo<br />
como un autocontrol consensuado–<br />
no sólo señalan la lógica<br />
de la acción publicitaria, sino<br />
que significan la salvaguarda<br />
de la profesión: ¿para qué serviría<br />
una publicidad sin autocontrol?<br />
¿Quién le daría el menor<br />
crédito? El “todo vale”, que podría<br />
parecer exitoso por un momento,<br />
conduciría directamente<br />
a su desaparición.<br />
Pues bien, mi tesis es que la<br />
política democrática sufre un<br />
gravísimo deterioro justamente<br />
porque carece de un código ético<br />
de conducta democrática.<br />
Ello ha sido posible porque se<br />
ha venido confundiendo la política<br />
cruda con la política democrática.<br />
La primera traza las<br />
reglas de la adquisición y mantenimiento<br />
del poder como realidad<br />
natural (poder como dominación),<br />
ajena a todo contrato<br />
social; pero la segunda traza<br />
las reglas del poder consensuado,<br />
esto es, del poder democrático,<br />
el único legítimo entre nosotros.<br />
Las constituciones democráticas<br />
marcan las reglas del<br />
juego y todo lo que se haga al<br />
margen de tales reglas es juego<br />
sucio, desleal e ilegal (aunque el<br />
nuevo Código Penal de la democracia<br />
tampoco lo sancione).<br />
No es éste el lugar para formular<br />
el código ético del político<br />
demócrata, pero bastará una<br />
aproximación desde el código<br />
de la publicidad comercial.<br />
¿Qué les parecerían a nuestros<br />
políticos demócratas, y no sólo<br />
en campaña electoral, las normas<br />
de veracidad (información<br />
no engañosa), de autolimitación<br />
al propio producto, de buena fe,<br />
de no explotación del miedo de<br />
los ciudadanos, de no incitación<br />
al error al referirse a la competencia,<br />
de respetar el buen gusto,<br />
de evitar la propaganda discriminatoria,<br />
del derecho al honor<br />
de los adversarios (que no ene-<br />
Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
migos), de garantía de demostrabilidad<br />
de lo afirmado, de<br />
evitación del plagio y/o de la<br />
distorsión de la competencia, de<br />
evitación de las comparaciones<br />
inexactas o malévolas…, todo<br />
ello sometido a un jurado (o un<br />
arbitraje) institucional y con capacidad<br />
sancionadora real?<br />
Ahora bien, ¿cómo sería posible<br />
formular y hacer vigente<br />
tal código? Esto es ya una cuestión<br />
técnica. Podría recogerse en<br />
la propia ley de partidos políticos<br />
o en la ley electoral. Pero<br />
quizá fuera preferible una ley específica,<br />
obviamente aprobada<br />
por las cámaras, en la que se fijaría<br />
el código democrático y la<br />
institución encargada de implementarlo.<br />
Incluso podría pensarse<br />
en que los propios partidos<br />
se encargasen del código en<br />
términos de autocontrol consensuado,<br />
puesto que nadie debería<br />
estar más interesado que<br />
ellos mismos en su credibilidad.<br />
Pero me temo que eso sería pedirle<br />
peras al olmo.<br />
La puesta en marcha de tal<br />
Código de Conducta Democrática<br />
podría ser un buen comienzo,<br />
como lo ha sido en términos<br />
generales la vigencia del Código<br />
de Conducta Publicitaria<br />
para los consumidores, ya que<br />
con ello se pondría en marcha<br />
un mecanismo de realimentación<br />
democrática incesante. En<br />
este sentido, tal código democrático<br />
podría desempeñar, además,<br />
un papel primordial para<br />
educar ciudadanos exigentes y<br />
responsables, contando con la<br />
base mínima antes postulada,<br />
porque de poco servirían unos<br />
dictámenes institucionales sobre<br />
las violaciones del código democrático<br />
si la ciudadanía es incapaz<br />
de apreciarlos y valorarlos.<br />
También la clase política terminaría<br />
por sensibilizarse<br />
paulatinamente o sería forzada<br />
al retiro.<br />
c) El Consejo de Control de los<br />
Partidos. Desde hace algún tiempo<br />
se viene insistiendo, sobre todo<br />
en los países anglosajones<br />
(aunque también José María<br />
Maravall simpatiza con la misma<br />
idea: véase su colaboración<br />
en el libro recientemente coordinado<br />
por Przeworski, Stokes<br />
y Manin), en la necesidad de<br />
crear institucionalmente un<br />
“Consejo de Control de los Partidos”<br />
como un remedio eficaz<br />
para combatir su creciente descontrol.<br />
Se trataría de una institución<br />
de rango estatal, independiente<br />
de los partidos políticos,<br />
formada por expertos de<br />
reconocido prestigio profesional<br />
y personal (¿al modo del Consejo<br />
de Estado?), que emitiría de<br />
modo periódico informes regulares<br />
relativos al funcionamiento<br />
de los partidos políticos y, en especial,<br />
sobre el grado de coherencia<br />
de cada uno de ellos en el<br />
mantenimiento de las promesas<br />
electorales tanto en el ejercicio<br />
del poder como en el de la oposición.<br />
El valor de tales informes<br />
sería a la vez científico y político,<br />
en cuanto fuente fiable de<br />
información para la opinión pública,<br />
con las presumibles consecuencias<br />
electorales por parte<br />
de los ciudadanos. Obviamente,<br />
la nueva institución no vendría a<br />
suplantar a ninguna de las ya<br />
existentes, sino a llenar un vacío<br />
y cumplir una función que hasta<br />
ahora realizan los propios partidos<br />
mediante acusaciones mutuas<br />
pero carentes de credibilidad<br />
a causa precisamente de su<br />
partidismo, esto es, de la retórica<br />
falsa y profundamente desleal<br />
que todos ellos practican en<br />
mayor o menor medida.<br />
Encuentro, en cambio, difícil<br />
de aplicar en España la propuesta<br />
anglosajona de instaurar unos<br />
“Jurados de Ciudadanos”, también<br />
con diseño institucional, para<br />
favorecer el desarrollo de una<br />
“democracia deliberativa”, con los<br />
que se han realizado ya prácticas<br />
prometedoras (Held, 1996; G.<br />
Smith-C. Wales, 2000), ya que<br />
presupone la tradición y la práctica<br />
de los jurados judiciales. En<br />
España, como en la mayoría de<br />
los países europeos, podría intentarse<br />
la organización y planificación<br />
de debates entre expertos independientes<br />
con aptitudes didácticas<br />
en los medios públicos<br />
(y privados, si éstos lo desean) de<br />
comunicación, en horarios fijos,<br />
aunque evitando el formato de<br />
JOSÉ RUBIO CARRACEDO<br />
las actuales tertulias. Soy algo escéptico<br />
respecto a los resultados,<br />
dado el actual contexto de cultura<br />
de masas, pero habría que intentarlo.<br />
d) El partido del voto en blanco es<br />
ya el quinto partido (o el tercero).<br />
Casi no es preciso insistir en que<br />
la vigente ley electoral es un reflejo<br />
fiel de la partidocracia, incompatible<br />
con la autodefinición<br />
de “democracia avanzada” de<br />
nuestra Constitución. Un buen<br />
número de disposiciones no tienen<br />
otra finalidad que asegurar<br />
el monopolio de los grandes partidos<br />
y, en especial, de las cúpulas<br />
burocráticas de los mismos. Y<br />
algo parecido cabe decir del estatuto<br />
del diputado y del mismo<br />
reglamento del Congreso.<br />
Me voy a limitar, sin embargo,<br />
a denunciar el mantenimiento<br />
a toda costa del bloqueo<br />
de las listas electorales cerradas,<br />
pese a las repetidas protestas de<br />
los ciudadanos que se ven obligados<br />
a ejercer su derecho-deber<br />
de votar siguiendo la mera lógica<br />
del mal menor…, o que se<br />
vean abocados a votar en blanco<br />
(y terminan por abstenerse). Es<br />
intolerable que el votante se vea<br />
forzado a refrendar simplemente<br />
la elección previa de las oligocracias<br />
de los partidos. Pero está<br />
claro que sin el bloqueo (y no<br />
digamos la opción de listas abiertas)<br />
los líderes de los partidos y<br />
sus burócratas de turno tendrían<br />
dificultades para mantener su<br />
hegemonía indiscutible para cortar<br />
por lo sano todo intento de<br />
discrepancia. Porque una cosa es<br />
la disciplina y otra muy distinta<br />
es la mordaza bajo el temor a ser<br />
arrojado de las listas (“quien se<br />
mueva no sale en la foto”, en<br />
efecto; los “gusanos votantes” se<br />
limitan a seguir la consigna).<br />
¿Quién puede imaginar que en<br />
el Parlamento español pudiera<br />
producirse el espectáculo del Senado<br />
norteamericano con republicanos<br />
votando en contra del<br />
enjuiciamiento de Clinton y demócratas<br />
a favor del mismo?<br />
Pero volvamos a las listas electorales<br />
bloqueadas. No hace mucho<br />
llegó a abrirse paso en algunos<br />
miembros de la clase políti-<br />
81
¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />
ca la idea de adoptar el sistema<br />
alemán del doble voto como una<br />
solución aceptable para todos.<br />
Pero pronto se comprendió que<br />
su efecto era equivalente al desbloqueo<br />
de las listas cerradas. Y<br />
se cortó en seco esta posibilidad.<br />
Así, la comisión nombrada al<br />
efecto, tras varios años de estudiar<br />
las reformas a introducir, no<br />
encuentra ninguna que no venga<br />
a complicar el perfecto control<br />
actual (ya se sabe: ¡las posibles<br />
tachaduras de candidatos complicarían<br />
mucho el recuento de<br />
votos!). Un efecto directo es el<br />
incesante aumento de los votos<br />
en blanco, que en las elecciones<br />
generales alcanzó el 1,58%, es<br />
decir, fue el quinto colectivo,<br />
con mayor número de votos que<br />
el PNV (1,53%). Es de notar<br />
que el voto en blanco es el voto<br />
de quien acude a votar y no<br />
puede hacerlo, por lo que expresa<br />
directamente una protesta. Claro<br />
está que la intención de lo que<br />
supone el voto en blanco es muy<br />
superior: unos prefieren escribir<br />
su protesta, por lo que su voto se<br />
computa como nulo (0,67%); y<br />
otros, mucho más numerosos,<br />
sienten demasiado hastío como<br />
para acercarse siquiera a su distrito<br />
electoral, siendo computados<br />
en el cajón de sastre de la<br />
abstención. En realidad, son<br />
muchos los electores que ni siquiera<br />
conocen la posibilidad de<br />
votar en blanco y otros tantos<br />
que no saben que consiste en entregar<br />
el sobre vacío. Y quedan<br />
todavía los que prefieren votar<br />
más bien por despecho a partidos<br />
testimoniales o pintorescos,<br />
como otra forma más de protesta.<br />
Computado lo cual es muy<br />
probable que supere en realidad a<br />
los porcentajes de CiU (4,20%)<br />
y de IU (5,46%), por lo que resultaría<br />
ser ya el tercer partido.<br />
Obviamente, un colectivo especialmente<br />
denostado por los partidos<br />
políticos, mucho más que<br />
la abstención. Pero muy significativo.<br />
¿Hasta qué porcentaje<br />
tendrá que subir el voto en blanco<br />
para que la clase política de este<br />
país se dé por aludida?<br />
e) ¿Quién necesita un líder carismático?<br />
También aquí colea la<br />
dudosa herencia de Schumpeter,<br />
que fue quien labró el mito de que<br />
la democracia moderna, al igual<br />
que el mundo empresarial, precisaba<br />
de líderes (aunque, en realidad,<br />
es más que apreciable la<br />
contaminación de los Führer y<br />
los Duce). Pero el impacto creciente<br />
de los medios de comunicación<br />
de masas y, sobre todo, el<br />
influjo del modelo presidencialista<br />
americano, con toda su parafernalia,<br />
hizo el resto. Y el mito<br />
perdura por doquier, pese a<br />
la nefasta experiencia de los caudillajes<br />
(tal es la traducción castellana<br />
de Leader, lo siento) democráticos,<br />
que terminan casi<br />
siempre cargándose por un tiempo<br />
a su partido (¿recuerdan los<br />
nombres de De Gaulle, Mitterrand,<br />
Thatcher, Andreotti, Felipe<br />
González y el mismísimo<br />
Kohl?). La mayoría de los Estados,<br />
al menos, han puesto plazo<br />
a sus mandatos, a diferencia de<br />
otros como España (aunque Aznar<br />
lo haya prometido a título<br />
particular, ¡quizá porque no se<br />
siente líder carismático!). Porque<br />
resulta obvio que si la oligarquía<br />
es incompatible con la deliberación<br />
democrática y con la decisión<br />
colectiva, ¡qué decir de los<br />
monarcas populistas que gobiernan<br />
a golpe de carisma!<br />
Se insiste en que un líder resulta<br />
necesario para movilizar el<br />
electorado. Que se lo digan a Jesús<br />
Gil. Para ello ha de ser carismático.<br />
Pero, ¿no habíamos<br />
quedado en que Aznar no tenía<br />
carisma? La existencia de líderes<br />
justifica también los ridículos,<br />
pero muy costosos, mítines<br />
y actos electorales. Pero al mismo<br />
tiempo sabemos que éstos<br />
sirven solamente para satisfacer<br />
a los propios militantes, mientras<br />
que los indecisos no pisan<br />
jamás un mitin. Éstos se justifican<br />
también porque permiten<br />
elaborar los espacios electorales<br />
para los medios de comunicación,<br />
esto es, para elaborar una<br />
propaganda generalmente deleznable<br />
con un presupuesto<br />
exagerado. ¡Qué caros nos cuestan<br />
estos festivales a los contribuyentes!<br />
Y todo ¿para qué? Supuestamente,<br />
para captar al pequeño<br />
porcentaje de indecisos.<br />
Pero éstos suelen ser ciudadanos<br />
reflexivos, que pasan en buena<br />
medida de la propaganda. Casi<br />
todo queda en la prescindible<br />
tarea de animar o enardecer al<br />
propio electorado.<br />
Porque nunca se toma suficientemente<br />
en consideración<br />
que la mayoría de los votantes<br />
son electores fijos, que votan a<br />
“los míos”, por identificación<br />
ideológica genérica, o por simple<br />
tradición familiar. En efecto,<br />
si de los aproximadamente 28<br />
millones de electores españoles<br />
restamos los seis millones de votantes<br />
fijos que tiene el PSOE, y<br />
otros tantos el PP, más el millón<br />
y medio de IU y los dos millones<br />
y medio de votos nacionalistas,<br />
y eliminamos también los<br />
que se abstienen (seis millones y<br />
medio) y los que votan en blanco<br />
(cerca de medio millón), quedan<br />
unos seis millones de votantes<br />
(es decir, poco más del<br />
20%) cuyo voto fluctúa según la<br />
situación y decide el resultado<br />
electoral. Para estos votantes la<br />
propaganda electoral al uso sólo<br />
sirve para aumentarles su indecisión,<br />
de modo que han de decidirse<br />
finalmente por la lógica<br />
del mal menor. Por lo que también<br />
son candidatos potenciales<br />
al voto en blanco.<br />
Buena parte de estos votantes<br />
reflexivos votaría, si pudiera, por<br />
teledemocracia; en el futuro inmediato,<br />
sobre todo por Internet.<br />
Ésta es una realidad que no<br />
está tan lejana como parece. En<br />
efecto, en el Estado de Arizona<br />
se ha realizado ya a título experimental,<br />
y con todas las garantías<br />
exigibles, la primera cibervotación<br />
legalmente válida en<br />
las elecciones primarias de Estados<br />
Unidos, con casi un 10%<br />
de los votos. Y para 2006 está<br />
previsto extender la cibervotación<br />
a todos los Estados y a todos<br />
los efectos, calculándose que<br />
en 2008 EE UU pueden “estar<br />
preparados para celebrar una<br />
elecciones exclusivamente on line”<br />
(Muy Interesante, núm. 228,<br />
mayo 2000, 122), quedando el<br />
actual sistema como mero complemento.<br />
Este votante cibernauta<br />
supone todo un desafío<br />
para la actual propaganda basa-<br />
da, sobre todo, en los medios y<br />
las técnicas audiovisuales espectaculares.<br />
Ello obligará también<br />
a replantear muchos conceptos<br />
en el funcionamiento de la democracia<br />
actual. n<br />
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José Rubio Carracedo es catedrático<br />
de la Universidad de Málaga. Autor de<br />
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(1996).<br />
82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105