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JUAN ARANZADI - Prisa Revistas

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Septiembre 2000<br />

DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Directores<br />

Septiembre 2000<br />

Javier Pradera / Fernando Savater Precio 900 Pta. 5,41 € N.º105<br />

J. M. SÁNCHEZ RON<br />

Max Planck<br />

Un hombre de honor<br />

JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />

Quienes tienen tendrán más<br />

FERNANDO<br />

SAVATER<br />

Carta a mi madre<br />

<strong>JUAN</strong> <strong>ARANZADI</strong><br />

Euskadi e Israel<br />

GERMÀ BEL<br />

Liberalización y competencia<br />

J. RUBIO CARRACEDO/<br />

R. GARGARELLA/F. OVEJERO<br />

Sobre el cansancio de la democracia


DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Dirección<br />

JAVIER PRADERA Y FERNANDO SAVATER<br />

Edita<br />

PROMOTORA GENERAL DE REVISTAS, SA<br />

Presidente<br />

JESÚS DE POLANCO<br />

Consejero delegado<br />

<strong>JUAN</strong> LUIS CEBRIÁN<br />

Director general<br />

IGNACIO QUINTANA<br />

Coordinación editorial<br />

NURIA CLAVER<br />

Maquetación<br />

ANTONIO OTIÑANO<br />

Ilustraciones<br />

ALMA LARROCA (Argentina, 1970)<br />

Diseñadora gráfica por la Universidad<br />

de Buenos Aires, se ha especializado<br />

en técnicas mixtas, objeto-collage y<br />

arte digital. Ha trabajado como<br />

docente y realizado cortometrajes de<br />

animación; las ilustraciones incluidas<br />

en este número muestran su manera<br />

de emplear el collage para transmitir<br />

sus propios mensajes.<br />

Caricaturas<br />

LOREDANO<br />

Correo electrónico: claves@progresa.es<br />

Internet: www.progresa.es/claves<br />

Correspondencia: PROGRESA.<br />

GRAN VÍA, 32; 2ª PLANTA. 28013 MADRID.<br />

TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />

Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />

28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />

Impresión: MATEU CROMO.<br />

Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />

Esta revista es miembro de<br />

ARCE (Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

Culturales Españolas)<br />

Esta revista es miembro<br />

de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

de Información<br />

Max<br />

Planck<br />

Para petición de suscripciones<br />

y números atrasados dirigirse a:<br />

Progresa. Gran Vía, 32; 2ª planta. 28013<br />

Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91<br />

S U M A R I O<br />

NÚMERO 105 SEPTIEMBRE 2000<br />

FERNANDO SAVATER 4 CARTA A MI MADRE<br />

LOS INMIGRANTES<br />

SAMI NAÏR 7 Y EL ISLAM EUROPEO<br />

JOAQUÍN ESTEFANÍA 14 QUIENES TIENEN TENDRÁN MÁS<br />

<strong>JUAN</strong> <strong>ARANZADI</strong> 20 EUSKADI E ISRAEL<br />

GERMÀ BEL 23 LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />

JACINT JORDANA LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA<br />

CARLES RAMIÓ 30 ¿Transformación o parálisis?<br />

Ciencia<br />

José Manuel Sánchez Ron 40 Max Planck, un hombre de honor<br />

Política La Irlanda socialista<br />

Iñaki Vázquez Larrea 46 de James Connolly<br />

Criminología De cómo confundimos al<br />

Gustavo Soppelsa 52 doctor Frankenstein con su hijo<br />

Ciencias sociales<br />

Helena Béjar 56 Viñetas de virtud<br />

Ensayo<br />

Alberto Ciria 60 Una apología filosófica de Raphael<br />

Cine<br />

Ana Martín Morán 66 Allô, Hulot!<br />

Objeciones y comentarios Democracia representativa<br />

R. Gargarella/F. Ovejero 69 y virtud cívica<br />

Objeciones y comentarios ¿Cansancio de la democracia<br />

J. Rubio Carracedo 76 o acomodo de los políticos?


“Porque allí nace alegre el Niño<br />

engendrado con horrendo dolor;<br />

igual que recogemos con alegría el fruto<br />

que sembramos con amargas lágrimas”.<br />

William Blake, El viajero mental<br />

Q<br />

uerida mamá, te escribo esta carta<br />

ficticia en torpe compensación<br />

por tantas cartas verdaderas no escritas<br />

–ahora que lo pienso, no recuerdo<br />

haberte dirigido nunca una carta personal<br />

verdaderamente a ti, algo que fuera más<br />

allá de postales o misivas familiares, donde<br />

quedabas englobada como destinataria en<br />

un “queridos todos” o cosa parecida– y por<br />

tantas palabras nunca dichas o, aún peor<br />

quizá, mal dichas… malditas. Te la escribo<br />

ahora que aún estás, pero ya no estás, es<br />

decir, cuando todavía formas parte de mis<br />

preocupaciones pero yo ya no estoy en las<br />

tuyas, de las que tantas veces –¡ay!– fui<br />

protagonista. ¿Sigues teniendo hoy preocupaciones<br />

de algún tipo, pese al mal de Alzheimer,<br />

la arteriosclerosis o como quieran<br />

llamar a la dolencia que te ha robado la<br />

mente los doctos que no pueden curarla?<br />

Supongo que sí, sean provocadas por el<br />

frío, el calor, el hambre o cualquier otra incomodidad,<br />

es decir, siempre relativas a la<br />

privación de los pocos goces meramente<br />

negativos que aún te quedan. Nada tendrán<br />

que ver ya con el amor ni el cuidado<br />

por los tuyos, que fueron ocupación central<br />

de tu vida, pero aún así serán cuidados<br />

personales de uno u otro tipo, porque<br />

mientras dura la vida podemos perderlo<br />

todos menos el apremio tibio y, sin embargo,<br />

inexorable de cuidarnos. Sólo la muerte<br />

nos descuida por completo al cogernos<br />

por descuido.<br />

Cuando voy a verte a la residencia con<br />

alguno de mis hermanos, de vez en cuando,<br />

me sonríes al saludarte con un beso. Y<br />

creo que te brilla en los ojos una chispita<br />

de la antigua ironía, algo que podría ser un<br />

atisbo de reconocimiento. ¿No decían<br />

CARTA A MI MADRE<br />

FERNANDO SAVATER<br />

siempre que yo era tu preferido, el que más<br />

se parecía a ti en lo físico y también espiritualmente,<br />

en la mala leche polémica?<br />

Quizá al verme piensas hacerme alguna<br />

broma sobre lo viejo que estoy, sobre lo<br />

blanca que tengo la barba, sobre lo asustado<br />

que llego a esa antesala de la muerte<br />

que es el hogar de ancianos (Mors. O quam<br />

amara est memoria tua), sobre lo poquísimo<br />

que me parezco ya al niño cabezón y<br />

nervioso de enormes orejas despegadas al<br />

que tú mimabas; piensas alguna pulla o algún<br />

consuelo para mí, pero luego se te olvida<br />

y sigues sin hablar. Habría tanto que<br />

decir que las palabras se han vuelto imposibles.<br />

Sólo de vez en cuando farfullas algo<br />

poco inteligible, cuando te enoja nuestra<br />

obsequiosidad o estás fastidiada por cualquier<br />

motivo que sólo tú conoces. Por lo<br />

menos aún te quedan ganas de protestar.<br />

También le pasa a otras, como esa compañera<br />

de achaques sentada al fondo de la sala<br />

de visitas que al oírnos hablar contigo<br />

repite una y otra vez en voz muy alta: “¿Y<br />

lo mío, lo mío, lo mío qué? ¿Y lo mío, lo<br />

mío?”. Nadie le responde porque no hay<br />

respuesta.<br />

Es un terrible lugar la residencia, aunque<br />

sea de lujo y estés muy bien atendida.<br />

No objetivamente terrible para quienes allí<br />

están, sino subjetivamente para el que viene<br />

de fuera y quizá también para ti misma,<br />

a ratos. Es el espanto de lo irremediable.<br />

De allí jamás podremos salir, ni tú ni tampoco<br />

yo desde que fui a verte por primera<br />

vez. Sé de lo que hablo, porque estuve hace<br />

más de treinta años en la cárcel unos cuantos<br />

días y ya nunca me he librado de ella<br />

por completo; ahora estoy seguro de que<br />

tampoco de esta residencia –ajardinada,<br />

cómoda, inexpugnable– volveré a irme del<br />

todo, hasta que quizá un día me instalen<br />

en un lugar semejante a esperar el final.<br />

Mientras la otra señora insiste en su queja<br />

inútil, que es imposible no compartir –“¿y<br />

lo mío, lo mío, lo mío?”– porque ninguno<br />

sabemos adónde se fue todo ni cómo se va<br />

yendo lo que nos queda, yo por hacer algo<br />

te doy una revista. Y entonces lees los titulares<br />

con voz clara y entonada, con la voz<br />

de siempre. ¡Qué fiero y cruel prodigio: se<br />

te ha olvidado hablar pero aún sabes leer!<br />

Ya sólo puedo oírte como antes cuando me<br />

lees en voz alta, como me leías hace medio<br />

siglo aquellos cuentos que yo me aprendía<br />

de memoria para después fingir leerlos a<br />

mi vez en el libro infantil antes de haber<br />

aprendido siquiera las primeras letras,<br />

asombrando a algunas visitas crédulas.<br />

Tu voz precisa y entonada de lectora,<br />

la que yo más he amado, es la última que<br />

aún se resiste a abandonarte. Ninguna madre<br />

tiene derecho a quejarse de que sus hijos<br />

nunca lean o lean a regañadientes si ella<br />

no ha sido capaz de leerles de vez en cuando<br />

como tú me leías a mí… incluso mucho<br />

después de que supiese ya leer perfectamente,<br />

sólo por darme gusto. No hay cosa<br />

que más deteste ahora que verme<br />

obligado a soportar una lectura de poemas<br />

o un capítulo de novela balbuceado con<br />

narcisismo incompetente por su autor o<br />

una conferencia leída (que frente a una espontáneamente<br />

recitada es algo así como<br />

alimentarse con guisos enlatados en lugar<br />

de tomar alimentos frescos): pero si tú aún<br />

pudieras leer para mí cuentos de hadas o<br />

historias de animales que hablan, me acostaría<br />

a escucharte como cuando tenía fiebre.<br />

Para siempre.<br />

No fuiste una intelectual –te recuerdo<br />

defectos pero no pedanterías… y así quisiera<br />

que me recordasen a mí–, aunque en<br />

cambio te gustó siempre muchísimo leer.<br />

Te gustaba leer y, por tanto, leías por gusto.<br />

No te imagino leyendo algo ilustre pero<br />

aburrido y a mí me sedujiste a la lectura<br />

sin proponerme jamás un programa cultural.<br />

Para convencerme de que leer es algo<br />

maravilloso e imprescindible me bastó ver<br />

el entusiasmo con que comprabas la última<br />

novela de Agatha Christie aparecida en<br />

4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


editorial Molino. Si te hubiera oído citar a<br />

Dante o a Proust seguramente me hubiese<br />

dedicado al fútbol. Según un ritual pueril<br />

que no sé si aún se practica, cada diente que<br />

se me caía debía ponerlo debajo de la almohada<br />

para que un misterioso ratón me<br />

trajese un regalo. Siempre fueron libros y<br />

así obtuve por primera vez El candor del<br />

padre Brown, de Chesterton, y La montaña<br />

de luz, de Salgari, entre tantos otros como<br />

dientes de leche cambié por colmillos más<br />

adultos. ¿Cómo podrían agradecerse suficientemente<br />

tales regalos? Determinaron<br />

mi vida entera, mis aficiones: me hiciste el<br />

alma. También me condenaste, desde luego,<br />

a seguir buscando sin cesar –volumen<br />

tras volumen– la reconquista de aquella felicidad<br />

primera. Nunca te equivocabas en<br />

lo que iba a gustarme ni nunca dudé de tu<br />

criterio. Cuando mostraba interés por algunas<br />

de las novelas de Plaza que tú leías<br />

con fruición, como Viki Baum, Pearl S.<br />

Buck o Cecil Roberts, te limitabas a decirme:<br />

“Éste no es para ti”. ¡Cuánta razón tenías!<br />

Aún hoy siguen sin serlo. En cambio<br />

me pasabas después de haberlas leído otras<br />

como El ataúd griego, de John Dickson<br />

Carr (quizá fuese de Ellery Queen, lo único<br />

que recuerdo bien es que en el intrigante<br />

féretro había dos cadáveres en lugar de<br />

uno) o alguna de S. S. van Dine, el alimento<br />

imaginario que yo precisamente necesitaba.<br />

Con el tiempo he ido ampliando<br />

el ámbito de mis lecturas y creo haber hecho<br />

algunos descubrimientos esenciales en<br />

ese campo por mí mismo: pero los primeros<br />

libros que tú elegiste para mí componen<br />

el disco duro de mi alma literaria y no<br />

han dejado de gustarme nunca.<br />

Sólo una vez me diste un terrible disgusto<br />

literario, pero fruto no de un error<br />

sino de tu mayor acierto. Muchos de aquellos<br />

obsequios preciosos, como los libros de<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Chesterton; los Cuentos de las colinas, de<br />

Kipling, o las Novelas de pavor y misterio,<br />

de Stevenson (que incluían a Jekyll y Hyde<br />

junto a la espeluznante historia de Juana la<br />

Cuellituerta), me llegaban en las primorosas<br />

ediciones de la colección Crisol de<br />

Aguilar, mi preferida entre todas, encuadernadas<br />

en piel de diferentes colores según<br />

los géneros y con hojas de papel biblia<br />

impresa en letra diminuta. Por entonces<br />

comencé a tener problemas de visión y se<br />

descubrió que tenía un ojo con mucha mayor<br />

miopía que el otro, casi atrofiado a<br />

fuerza de no utilizarlo. Hube de ponerme<br />

gafas y comenzaste a vigilar para que no leyera<br />

con poca luz o un tipo de letra que<br />

me obligara a forzar demasiado la vista. Y<br />

fue precisamente entonces cuando me hablaste<br />

de Sherlock Holmes y encontré en<br />

nuestra pequeña librería Paternina de la calle<br />

Fuenterrabía, frente a casa, el primer<br />

volumen de las obras completas de sir Arthur<br />

Conan Doyle, en la colección Joya de<br />

Aguilar, hermana mayor de Crisol, pero<br />

con el mismo papel finísimo y la misma letra<br />

microscópica. Empecé Estudio en escarlata<br />

y supe desde el primer momento que<br />

me adentraba en un paraíso donde serían<br />

comestibles no sólo las manzanas prohibidas,<br />

sino hasta las serpientes tentadoras.<br />

Pero entonces, al verme aferrado al volumen<br />

congestionado de más de mil páginas<br />

y renglones minúsculos, te entró un escrúpulo<br />

oftalmológico y me dijiste que debía<br />

devolver el libro: ya me buscarías una edición<br />

más legible de las andanzas del gran<br />

detective. ¡Renunciar a Sherlock Holmes<br />

ahora que lo tenía todo junto en la mano!<br />

¡Ser declarado inútil total para Baker Street<br />

–donde ya había decidido vivir hasta el fin<br />

de los tiempos– por culpa de mi mala vista,<br />

que luego no me sirvió ni siquiera para<br />

evitar la mili! Monté tan dramática zapa-<br />

tiesta que volví a recuperar el amado volumen<br />

–sólo estuvo fuera de mi tutela unas<br />

cuantas horas– y hasta conseguí que me<br />

compraras sucesiva y espaciadamente los<br />

otros cuatro que formaban las obras completas<br />

de sir Arthur. El afán que no admite<br />

demoras ni cortapisas por un libro, eso es<br />

algo que tú podías entender. Y yo soy tu<br />

hijo ante todo porque fuiste capaz de comprender<br />

eso y no sólo por haber salido de<br />

tu vientre.<br />

También eras capaz de discutir, artera<br />

e incansablemente. Nunca he tenido mejor<br />

adversario polémico que tú, es decir, nunca<br />

lo he tenido peor. Después de haber cruzado<br />

armas verbales contigo durante años,<br />

todas las batallas dialécticas me parecen sosas.<br />

Tenías la honradez básica de aceptar de<br />

inmediato el núcleo de lo que se debatía<br />

en cada caso, para luego desplegar todas las<br />

artimañas imaginables capaces de debilitar<br />

la posición contraria. Percibías infaliblemente<br />

la más pequeña grieta en la armadura<br />

del adversario y arremetías sin contemplaciones.<br />

En especial fuiste siempre magistral<br />

en el manejo de la ironía demoledora y<br />

en el subrayado de ese aspecto ridículo o<br />

enclenque de nuestra posición que todos<br />

evitamos poner a la luz. Me temo que también<br />

en esta peligrosa habilidad he sido un<br />

discípulo tuyo incluso demasiado aventajado…<br />

Nuestros torneos tenían lugar por las<br />

mañanas, en el cuarto de baño, mientras tú<br />

completabas tu aseo personal. Yo me sentaba<br />

en la tapa del retrete mientras ibas y venías<br />

ritualmente entre esponjas, polvos y<br />

lociones. La cuestión en litigio era lo de<br />

menos, aunque solía pertenecer al campo<br />

de la teología y –un poco más tarde– al de<br />

la política. Como toda polemista de raza,<br />

preferías los temas infinitos, imposibles<br />

de resolver. Aceptabas y hasta propiciabas<br />

5


CARTA A MI MADRE<br />

de buen grado las disgresiones, pero no tolerabas<br />

las inconsecuencias. Todavía hoy,<br />

cuando discuto con algún incauto y le cuelo<br />

de rondón cualquier argumento con<br />

mera apariencia de solidez, suelo pensar:<br />

“Éste mi madre no me lo hubiera dejado<br />

pasar”. Me adiestraste insuperablemente<br />

para refutar, aunque quizá tanto a ti como<br />

a mí nos ha faltado siempre humilde disponibilidad<br />

para aceptar ser refutados.<br />

Otras dos cosas más aprendí de ti o<br />

merced a ti. Con todo lo que tenías de<br />

crítica y discutidora en cuestiones de opinión,<br />

siempre fuiste fácil de conformar en<br />

los asuntos prácticos. Ante el plato dudoso<br />

de comida, ante la habitación mediocre<br />

del hotel o la butaca con mala visibilidad<br />

en el teatro, procurabas siempre conformarte<br />

(¡y conformarnos!) celebrando<br />

con entusiasmo contagioso las excelencias<br />

imaginarias de lo que no las tenía reales.<br />

Nunca te interesó lo suntuoso ni lo refinado,<br />

ese énfasis ridículo en lo accesorio<br />

que desde entonces para mí siempre ha<br />

despertado sospechas de estrechez de alma.<br />

Soporto el buen gusto, pero no las<br />

ínfulas de quienes creen tenerlo. Preferiste<br />

lo confortable a lo exquisito, lo cordial<br />

a lo sublime, lo habitual a lo insólito y sobre<br />

todo lo que hay (y de momento basta)<br />

al nuevo instrumento mágico que recomiendan<br />

los creadores de falsas necesidades.<br />

Pese a pertenecer a una familia<br />

acomodada y a vivir estupendamente,<br />

nunca tuve sensación en mi infancia o<br />

adolescencia de que el derroche superfluo<br />

fuese cosa recomendable, ni siquiera decente.<br />

Resultaba lógico comprarse un libro<br />

interesante aunque fuese caro, porque<br />

los libros importan, pero era absurdo gastarse<br />

más de lo debido en una camisa, si<br />

las hay buenas y baratas, o beber Veuve<br />

Clicot en Navidad cuando el cava rosado<br />

del Ampurdán está también riquísimo y<br />

lo que más importa es la buena compañía.<br />

A fin de cuentas, casi nada es insoportablemente<br />

malo para quien contempla las<br />

cosas con ojos de coraje y alegría. Un personaje<br />

de Shakespeare (en King Lear, si la<br />

memoria no me falla otra vez) dice: “Aún<br />

no está ocurriendo lo peor cuando uno<br />

puede decir: esto es lo peor”. Así pensabas<br />

y así pienso yo también y de aquí debería<br />

partir todo verdadero inconformismo no<br />

melindroso. Quiero pensar que incluso si<br />

hubieras podido verte hoy plácidamente<br />

demente en la residencia de la muerte no<br />

hubieras cambiado de criterio. En cuanto<br />

a lo que me concierne o, mejor concernirá,<br />

también lo afirmo. Mientras dure la<br />

vida y el dolor resulte soportable, no hay<br />

que dar por perdida la aventura.<br />

Durante años te vi sacrificarte y también<br />

rebelarte contra la necesidad del sacrificio:<br />

otra importante lección para mí. Te<br />

casaste aún joven con un hombre mucho<br />

más viejo que tú, hermano mayor del novio<br />

casi adolescente que te asesinaron en la<br />

guerra civil. Se trataba además de un enfermo<br />

crónico –aunque lleno de buen humor<br />

y capacidad de trabajo– al que debías cuidar<br />

mucho para que llegara a ver crecer a<br />

sus hijos. Y los hijos fueron nada más ni<br />

nada menos que cuatro. Añadamos a esta<br />

nómina de responsabilidades tu extremadamente<br />

anciana suegra y tus propios padres,<br />

pues todos acabaron viviendo y muriendo<br />

contigo, bajo tu tutela. No hay juventud<br />

que resista tantas obligaciones,<br />

tantas renuncias a viajes y diversiones que<br />

pudieran apartarte demasiado tiempo de la<br />

trinchera donde debías combatir contra todas<br />

esas alarmas diferentes. Y, sin embargo,<br />

nunca llegué entonces a verte marchita,<br />

siempre me pareció que conservabas una<br />

animosa y hasta agresiva lozanía. Se notaba,<br />

sin embargo, que eras consciente de cada<br />

una de tus renuncias y por supuesto<br />

que no te gustaba renunciar. Creo que viviste<br />

la mayor parte de tu vida atrapada en<br />

tu deber y, sobre todo, prisionera de una<br />

concepción de la mujer que convierte demasiadas<br />

necesidades hospitalarias en tristes<br />

virtudes femeninas.<br />

Cumpliste escrupulosamente hasta el<br />

final, pero se te escapaban con frecuencia<br />

no tanto gritos de protesta como miradas y<br />

suspiros de rebelión. Yo te explotaba como<br />

los demás –¡más quizá que los demás!–, pero<br />

a la vez vigilaba y comprendía tu ocasional<br />

descontento. Incluso, tu inconsciente<br />

rencor contra lo inevitable, que barnizabas<br />

con la desmejorada purpurina de la resignación<br />

cristiana. Mis ojos paganos leyeron<br />

tu ejemplo al revés, seguramente porque<br />

soy mucho peor que tú: decidí enseguida<br />

no sacrificarme jamás o por lo menos no<br />

confundir la excelencia con la renuncia,<br />

demasiadas veces inevitable para no incurrir<br />

en mera inhumanidad. En efecto, lo<br />

inhumano debe ser evitado aunque a veces<br />

nos cueste mucho, pero la gloria de lo humano<br />

reside en un lugar muy diferente,<br />

bajo el sol de lo jubilosamente apetecible<br />

que sólo condesciende a regañadientes y en<br />

dosis mínimas a lo irremediable… Así, pobre<br />

querida mía, con egoísmo triunfal y<br />

reivindicativo, fui terriblemente feliz a costa<br />

tuya.<br />

En su hoy injustamente preterido librito<br />

El arte de amar, Erich Fromm comenta<br />

–al hablar del amor materno– la<br />

metáfora bíblica de la tierra que mana “leche<br />

y miel”. Y dice: “La leche es el símbolo<br />

del primer aspecto del amor, el de cuidado<br />

y afirmación. La miel simboliza la dulzura<br />

de la vida, el amor por ella y la felicidad de<br />

estar vivo”. La buena madre, como la mejor<br />

tierra prometida, es la que no sólo da<br />

leche a sus hijos, sino también miel. La<br />

que les contagia su amor a la vida y no sólo<br />

les protege o asegura su subsistencia. Concluye<br />

Fromm: “Es posible distinguir, entre<br />

los niños –y los adultos– los que sólo recibieron<br />

‘leche’ y los que recibieron ‘leche y<br />

miel”. Yo recibí leche y miel antes, ay, de<br />

abandonar la tierra prometida. Cuando me<br />

relamo, madre, aún siento bañados en indeleble<br />

dulzura los labios que alimentaste.<br />

Creías en mí, en la fuerza que había en<br />

mí; mejor dicho, en mí llegó a haber cierta<br />

fuerza porque tú me convenciste de que<br />

creías en ella. Te enfrentabas con mis rebeliones,<br />

incluso rabiosamente a veces, pero<br />

nunca me desalentabas. Recibí aliento hasta<br />

de tus menos razonables intransigencias.<br />

De modo que te debo radicalmente mi alegría,<br />

ese secreto trágico que suelen envidiarme;<br />

porque nadie, ni la muerte futura<br />

y ya presente, puede debilitar la alegría de<br />

quien se ha sabido de veras amado –no mimado,<br />

no adulado– por su madre, de<br />

quien ha notado crecer su propia inteligencia<br />

en inteligencia con ella. Cuando las cosas<br />

han comenzado tan estupendamente,<br />

nada sabrá nunca ya ir mal del todo. Aún<br />

sigo rodando, gozando y combatiendo gracias<br />

al empellón fabuloso con que me proyectaste<br />

a un mundo transgresor en cuyos<br />

vicios mayores sólo pudiste participar a<br />

través de las novelas. A veces quiero creer<br />

que te he vengado, de algún modo… Pero<br />

ya da igual, porque la fricción inmisericorde<br />

del tiempo y la realidad van frenando<br />

poco a poco la inercia confiada, generosa,<br />

arrolladora, que supiste darme. Ahora llego<br />

estremecido a esta residencia y te veo muda,<br />

liberada de todos los cuidados que te<br />

abrumaron, pero esclavizada del todo, indescifrable.<br />

Y siento un último instinto depredador,<br />

un afán de rapiña desesperada:<br />

sentarme a tu lado, cogerte las manos frías<br />

y reclamarte injustamente al oído “mamá,<br />

¿y lo mío, lo mío, lo mío?”. n<br />

Fernando Savater es catedrático de Ética. Autor<br />

de La ética como amor propio, Ética para Amador, El<br />

jardín de las dudas y Las preguntas de la vida.<br />

6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


D<br />

esde el final de la Segunda Guerra<br />

Mundial, Europa está sufriendo<br />

una profunda y significativa transformación<br />

de la población ligada a las<br />

mutaciones étnica y confesional de los<br />

flujos migratorios. Si bien tras aquella<br />

guerra los países europeos contaron con<br />

los desplazamientos de la propia población<br />

europea, sobre todo del Sur, para enfrentarse<br />

a la gigantesca tarea de la reconstrucción<br />

económica, es obligatorio constatar<br />

que esta fuente se agotó<br />

rápidamente y que los flujos migratorios<br />

provinieron cada vez más de la otra orilla<br />

del Mediterráneo. Francia se nutrió sobre<br />

todo del crisol magrebí, Inglaterra del espacio<br />

asiático y Alemania de la orilla este<br />

del Mediterráneo (Turquía, Yugoslavia).<br />

La inmigración intraeuropea belga, polaca,<br />

italiana, española y griega de confesión<br />

cristiana fue así progresivamente reemplazada<br />

por emigrados turcos, magrebíes<br />

y africanos de confesión musulmana.<br />

¿Qué es un musulmán, nos preguntaremos?<br />

Y no lo haremos en vano, ya que<br />

muchos musulmanes se ven catalogados<br />

como tales sin quererlo. Las estadísticas<br />

no se basan en las declaraciones de fe. Su<br />

preocupación por la práctica religiosa es<br />

imperfecta. Cuando los que pretenden<br />

captar a estos inmigrados desde la óptica<br />

confesional se refieren más bien a lo más<br />

evidente: el patronímico. Éste aparecería<br />

en cierto modo como un marcador seguro<br />

y objetivo del origen confesional. Naturalmente<br />

esto no significa en absoluto<br />

que estos musulmanes se definan como<br />

tales –aunque algunos pretendan hablar<br />

en su nombre–. Pero, sea lo que sea, esta<br />

población crece cada vez más. Los musulmanes<br />

turcos y marroquíes se sitúan sistemáticamente<br />

entre las 10 primeras nacionalidades<br />

que entran cada año a Bélgica,<br />

Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania,<br />

Holanda, Suecia… Los marroquíes son<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

LOS INMIGRANTES<br />

Y EL ISLAM EUROPEO<br />

SAMI NAÏR<br />

también la primera nacionalidad extranjera<br />

en España e Italia. Si mantenemos el<br />

criterio neutro y objetivo del nombre,<br />

Francia cuenta con tres millones de musulmanes<br />

(aunque también podemos decir<br />

que tiene 60 millones de cristianos);<br />

Alemania, con unos 3,2 millones; Gran<br />

Bretaña, con más de un millón; Holanda,<br />

con unos 700.000. También podemos,<br />

mutatis mutandis, considerar que la población<br />

musulmana que vive en la actualidad<br />

en la Unión Europea está en torno a<br />

los 10 millones de personas, lo cual es poco<br />

en relación con el conjunto de la población,<br />

pero resulta muy significativo<br />

desde el punto de vista del cambio de estructura<br />

cultural de las poblaciones europeas.<br />

No hace falta ser un gran experto<br />

para comprender que esta transformación<br />

conlleva importantes mutaciones étnicas,<br />

culturales y políticas. A lo que también<br />

hay que añadir los efectos inevitables de<br />

la dinámica demográfica que se desarrolla<br />

al sur y al este del Mediterráneo. La inmigración<br />

proveniente de los países musulmanes<br />

deberá aumentar, no sólo por ese<br />

crecimiento, sino también por la acentuación<br />

de las desigualdades económicas entre<br />

el Norte y el Sur, en un contexto en el<br />

que la Unión Europea parece interesarse<br />

más por el este de Europa que por el norte<br />

de África u Oriente Medio. Recordemos<br />

que, según las previsiones de la<br />

ONU, el 98% del crecimiento futuro de<br />

la población mundial tendrá lugar en los<br />

países del Sur. Las previsiones para el entorno<br />

mediterráneo de aquí a 2025 son<br />

elocuentes 1 : un crecimiento de más del<br />

50% de la población total, es decir, el paso<br />

de 210 millones de habitantes en 1995<br />

a 320 millones en 2025, mientras que la<br />

1 Jacques Ouldaoudia: Perspectives démographiques<br />

des pays Partenaires Méditerrannéens, Ministerio<br />

de Economía y Finanzas. París, 9 de abril de 1999.<br />

población europea sufrirá una descenso<br />

de 373 millones de habitantes en 2000 a<br />

371 millones en 2025. El efecto conjunto<br />

de la presencia de los inmigrantes en Europa<br />

y la presión migratoria estructural ligada<br />

al aumento de la población en el Sur<br />

conduce a la aparición de una nueva y<br />

compleja demanda de reconocimiento<br />

identitario, expresión de la implantación<br />

duradera de la religión musulmana en<br />

Europa.<br />

La dimensión confesional de esta demanda<br />

es particularmente aparente, no<br />

porque el índice de practicantes entre estos<br />

inmigrantes sea muy elevado (menos<br />

de la mitad de la población musulmana es<br />

practicante en Holanda, menos del 20%<br />

pertenece a una organización cultural<br />

confesional en Alemania…), sino por tres<br />

razones históricas fundamentales. Por una<br />

parte, la religión musulmana es un marcador<br />

de diferencia fuerte en los sistemas<br />

político-culturales europeos, tradicionalmente<br />

homogéneos desde el punto de vista<br />

de la confesión. Sin por ello pretender<br />

exagerar esta novedad, me permito señalar<br />

que es la primera vez desde la Edad<br />

Media que el islam aparece con tanta<br />

fuerza en la estructura de las poblaciones<br />

europeas.<br />

Por otra parte, la exclusión de la que<br />

son víctimas con frecuencia los inmigrados,<br />

especialmente los jóvenes, les lleva a<br />

buscar en el islam los elementos necesarios<br />

para la afirmación de su identidad.<br />

Este regreso a su “pertenencia” confesional<br />

es una reacción de conservación identitaria<br />

y al mismo tiempo una construcción,<br />

con frecuencia polémica, formal, de<br />

una “identidad negativa”, en el sentido de<br />

Erikson. La mayoría de las encuestas que<br />

se refieren a la vivencia del islam entre los<br />

jóvenes nacidos en la emigración, como<br />

entre bastantes primo-migrantes, demuestran<br />

que el islam se vive menos con la serenidad<br />

de una fe libremente aceptada y<br />

7


LOS INMIGRANTES Y EL ISLAM EUROPEO<br />

asumida que como una polémica afirmación<br />

de identidad relacionada con la exclusión<br />

social y cultural. También sabemos<br />

que ésa es la mejor manera de transformar<br />

esa adhesión confesional polémica<br />

en firme convicción.<br />

Finalmente, es evidente que no es posible<br />

aislar esta demanda identitaria del<br />

contexto histórico global en el que se produce.<br />

La proposición de Hegel según la<br />

cual “la verdad es el todo” jamás ha sido<br />

tan… verdadera. La referencia a la religión<br />

es cada vez más una característica capital<br />

del desplazamiento de las formas de<br />

identidad, iniciado en los años ochenta y<br />

que hará de las primeras décadas del siglo<br />

XXI el siglo de las identidades. Relacionado<br />

con la globalización de la economía,<br />

de las representaciones culturales e imaginarias,<br />

este desplazamiento identitario<br />

modela tanto la relación de cada uno con<br />

el sentido como la del individuo con la<br />

comunidad. Podríamos resumir esquemáticamente<br />

la situación de la siguiente manera:<br />

esta globalización engendra la mutación<br />

de las pertenencias, la desregulación<br />

de las identidades nacionales, la ausencia<br />

de un paradigma de referencia colectiva.<br />

De ahí el repliegue sobre los marcadores<br />

primarios: la identidad personal, la referencia<br />

confesional, la pertenencia étnica,<br />

la identidad lingüística diferencial (y diferenciante),<br />

etcétera. No podemos comprender<br />

la vivacidad especial con que los<br />

inmigrantes reivindican actualmente “su”<br />

identidad confesional sin tener en cuenta<br />

los profundos cambios globales que afectan<br />

a toda la civilización occidental. Lejos<br />

de ser únicamente sujetos al afirmar su<br />

identidad, son también objetos en el<br />

transcurrir del mundo. Es en este contexto<br />

histórico concreto en el que es importante<br />

pensar las reacciones de las sociedades<br />

europeas frente al arraigamiento del<br />

islam.<br />

La presencia duradera del islam en<br />

Europa cuestiona en profundidad a las sociedades<br />

europeas. Aparecen nuevos problemas,<br />

reaparecen antiguas reacciones,<br />

resurgen viejas cuentas pendientes, se<br />

vuelven necesarias aclaraciones detalladas.<br />

Este entrelazamiento concreto dirá más<br />

de la capacidad de las sociedades europeas<br />

para adaptarse a los nuevos tiempos que<br />

todos los discursos “multiculturalistas”<br />

que algunos pretenden imponer sin tener<br />

en cuenta las estructuras profundas de las<br />

identidades colectivas. En primer lugar<br />

será necesario vaciar de contenido la vieja<br />

y poderosa tradición de enemistad entre<br />

el islam y el cristianismo. Evidentemente,<br />

éste es un tema muy amplio: la relación<br />

de Europa con el mundo arabo-musulmán<br />

está hecha de oposición confesional,<br />

de desconfianza, frecuentemente de lucha,<br />

siempre de separaciones. Sin embargo,<br />

aunque haya caracterizado la historia<br />

de las relaciones entre las dos orillas desde<br />

el siglo XV, el enfrentamiento no ha sido<br />

siempre la regla. Largos periodos de reconocimiento<br />

mutuo, de comercio y de paz<br />

acompasan periódicamente una relación<br />

que, en todo caso, es estructuralmente<br />

conflictiva. También sabemos que esta relación<br />

no carece, nunca lo ha hecho, de<br />

influencias recíprocas. En realidad, los<br />

cruces culturales soterrados, los intercambios<br />

intelectuales, los conjuntos identitarios<br />

comunes, dibujan las representaciones<br />

y la estructura de las poblaciones desde<br />

el siglo VIII, cuando España fue<br />

conquistada por los musulmanes. De modo<br />

que la exterioridad del islam, afirmada<br />

con tanta brutalidad como externa a la<br />

identidad europea desde el siglo XV, esconde<br />

profundos estratos comunes de<br />

pertenencia, aunque reprimidos y ocultos.<br />

Esta tradición de enemistad, de la que habla<br />

Jacques Le Goff en su obra Civilisation<br />

médiévale, sigue siendo lo que, todavía<br />

hoy, determina en gran medida la mirada<br />

del europeo hacia el musulmán.<br />

Después está la experiencia histórica<br />

reciente entre las dos orillas del Mediterráneo.<br />

El XIX fue el siglo de la colonización<br />

europea (Francia, España, Inglaterra,<br />

Italia) del sur del Mediterráneo. Esta colonización,<br />

arma decisiva del imperialismo<br />

occidental, ha contribuido, paradójicamente,<br />

a fortalecer el islam. Éste se ha<br />

convertido en el valor refugio de identidades<br />

colectivas ridiculizadas y despreciadas<br />

por Occidente. No ha sido, por tanto,<br />

únicamente una creencia, una fe, sino<br />

también una identidad global, total, frente<br />

al colonizador.<br />

Por último está la representación imaginaria<br />

actual del islam en Occidente. El<br />

islam está preso en una red de prejuicios<br />

extremadamente fuertes por aparentemente<br />

legitimados por los acontecimientos.<br />

Como fondo, subyace ante todo la<br />

idea de que en el islam no hay separación<br />

de lo espiritual y lo temporal –y por tanto<br />

de que esta religión sería potencialmente<br />

totalitaria–. El ejemplo de Irán lo testimoniaría<br />

holgadamente. Hay también en<br />

esta religión una forma de absolutismo<br />

antifemenino, del que da testimonio el<br />

estatuto de la mujer en casi todos los países<br />

musulmanes. Por último, está también<br />

la ecuación sangrienta entre religión y terrorismo,<br />

de la que la mayoría de las sociedades<br />

arabo-musulmanas sufren hoy<br />

los estragos.<br />

Estas cuestiones condicionan, con razón<br />

o sin ella, la mirada de las poblaciones<br />

europeas sobre su propia población musulmana<br />

inmigrada. También plantean una<br />

serie de interrogantes a los que todos los<br />

Estados europeos deben en mayor o menor<br />

medida responder. ¿Qué organización<br />

deberá tener el islam? ¿Qué relaciones con<br />

la tradición secular, a veces laica, del Estado<br />

en Europa? ¿Qué relaciones con las<br />

otras religiones? ¿Quién es musulmán y<br />

quién representa a los musulmanes? ¿Qué<br />

relaciones, por último, tienen éstos con sus<br />

países de origen? Muchas preguntas a las<br />

que no es posible responder exhaustivamente<br />

y, aún menos, fácilmente. Hace falta<br />

tener en cuenta diversas variables.<br />

La variable histórico-política de los<br />

Estados de acogida<br />

Francia, con un régimen laico basado en<br />

la separación de la religión y el Estado<br />

desde el comienzo del siglo XX, asegura el<br />

respeto y el tratamiento igualitario de todas<br />

las religiones. Sin embargo, éstas deben<br />

quedar confinadas a la esfera privada.<br />

Más adelante volveré con detalle sobre el<br />

ejemplo francés.<br />

Alemania, después de la Reforma, ha<br />

privilegiado el reconocimiento de la pluralidad<br />

religiosa, pero este reconocimiento<br />

resulta bastante parcial en la medida en<br />

que se limita, por el momento, a las religiones<br />

cristianas y judías, a pesar de que<br />

el judaísmo ha sido –con la ayuda de la<br />

aberración nazi– literalmente erradicado,<br />

y los musulmanes –los más numerosos en<br />

la actualidad– no son reconocidos por el<br />

pluralismo oficial. Así, las personas que<br />

practican el islam no pueden mencionarlo<br />

en los censos; el Estado no cobra ningún<br />

impuesto para la comunidad musulmana<br />

como hace con las otras religiones. Además,<br />

los tribunales han negado sistemáticamente<br />

a las asociaciones musulmanas el<br />

estatuto que permitiría su oficialización<br />

–el de “corporación de derecho público”,<br />

necesario para beneficiarse de todos los<br />

derechos de las iglesias oficiales–. La situación,<br />

que se encuentra bloqueada, es<br />

compleja y fuertemente conflictiva. Las<br />

iglesias oficiales (al contrario que en Francia)<br />

presionan a los poderes públicos para<br />

impedir la entrada del islam en el campo<br />

religioso oficial. Para salir de este punto<br />

muerto, los poderes públicos proponen,<br />

por ejemplo, que el islam se enseñe en los<br />

colegios públicos. Pero ahí se enfrentan<br />

con el rechazo de las asociaciones musulmanas<br />

y de las iglesias, que ahora se encuentran<br />

del mismo lado para impedir<br />

8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


cualquier disminución de su control sobre<br />

una materia religiosa. Consecuencia<br />

práctica: ante esta imposibilidad de ejercer<br />

su religión como las otras, la “comunidad<br />

musulmana”, muy fragmentada,<br />

muy estrechamente controlada por los países<br />

de origen, es víctima de un racismo<br />

poderoso y de un desprecio latente.<br />

En Holanda, el Estado privilegia un<br />

reconocimiento estrictamente igualitario<br />

de todas las religiones. La ambigüedad de<br />

su actitud reside, sin embargo, en la ausencia<br />

de una definición estricta de las relaciones<br />

que el Estado debe mantener con<br />

la religión en general (financiación, control,<br />

etcétera). El islam se beneficia del<br />

mismo estatuto que las otras religiones:<br />

posibilidad de prestar juramento sobre el<br />

Corán como sobre la Biblia; misma regulación<br />

para la llamada a la oración y para<br />

las campanas cristianas; idéntico estatuto<br />

para las escuelas islámicas (que son 30),<br />

que se benefician, como el resto, de financiación<br />

pública. Ventajas idénticas para<br />

las mezquitas (400) y para las iglesias.<br />

Y los problemas que se le presentan al is-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

lam, por ejemplo la financiación de la<br />

formación de los imanes, se le pueden<br />

presentar igualmente a las otras religiones.<br />

Esta normalización del islam en Holanda,<br />

país ejemplarmente protestante y tradicionalmente<br />

tolerante, es todavía más significativa<br />

porque, como he dicho más<br />

arriba, los musulmanes apenas representan<br />

el 4,5% de la población total.<br />

En Gran Bretaña, la situación es totalmente<br />

opuesta. El Estado es confesional.<br />

Pero hasta ahora el islam ha sido<br />

siempre marginado y hasta despreciado.<br />

La obsesión antiislámica es tan fuerte que<br />

hizo falta un informe oficial en 1998 sobre<br />

la “islamofobia” para llamar la atención<br />

de los poderes públicos. Desde hace<br />

dos años, éstos intentan favorecer con diversas<br />

medidas una mejor integración de<br />

los musulmanes. Así, los programas escolares<br />

deben ahora tener en cuenta la diversidad<br />

religiosa: la creación de escuelas<br />

musulmanas, financiadas por el Estado, a<br />

la manera de los centros judíos y cristianos,<br />

fue autorizada en 1998; finalmente<br />

se han dado títulos nobiliarios a dos pares<br />

SAMI NAÏR<br />

musulmanes de la Cámara de los Lores.<br />

Sin embargo, estas reformas son demasiado<br />

recientes para que se pueda hacer un<br />

balance de las mismas.<br />

En segundo lugar, la variable de los<br />

Estados de origen de los inmigrantes<br />

En todos los lugares aparecen las mismas<br />

tendencias. Los Estados de origen buscan<br />

controlar a sus nacionales a través de su<br />

propia inserción en la organización del islam<br />

en el país de acogida. Además, con<br />

frecuencia entran unos con otros en las<br />

lógicas de competencia (es el caso de<br />

Francia, donde Argelia y Marruecos se<br />

disputan el control de las múltiples organizaciones<br />

que federan a los musulmanes).<br />

Ayer estos Estados inducían a sus<br />

nacionales a no integrarse en el país de<br />

acogida (es el caso sobre todo de Marruecos:<br />

podemos recordar al rey Hassan II<br />

declarando que estaba de acuerdo... ¡con<br />

Le Pen!) para asegurarse la fuente de ingresos<br />

asociada al trabajo inmigrado. Hoy,<br />

la situación ha cambiado, y esos mismos<br />

Estados apoyan discretamente la voluntad<br />

de los inmigrados de acceder a la nacionalidad<br />

del país de acogida mientras intentan<br />

controlarles a través de la pertenencia<br />

religiosa. El objetivo es ganar influencia<br />

en el interior de los países de acogida a<br />

través de una inmigración confesionalmente<br />

cautiva. De este modo, en Alemania<br />

la organización más importante de<br />

asociaciones musulmanas y de mezquitas<br />

turcas, la DITIB (Diyanet Isleri Turk Islam<br />

Birligi), depende directamente del primer<br />

ministro turco, a través de los consulados<br />

turcos en Alemania. Esta asociación<br />

trae además a sus imanes directamente de<br />

Turquía. Marruecos, Argelia, Arabia Saudí,<br />

Pakistán, actúan más o menos de<br />

acuerdo con la misma estrategia.<br />

Por último, la variable del juego de los<br />

movimientos islamistas<br />

Sería especialmente ingenuo subestimar la<br />

capacidad de crear conflicto de estos movimientos.<br />

Aprovechándose de la disgregación<br />

de los colectivos sociales clásicos (partidos,<br />

clases, etcétera), de la polémica reconstrucción<br />

de la identidad en torno a la<br />

etnia o la religión, motivada por la exclusión<br />

de la que los inmigrantes musulmanes<br />

son frecuentemente víctimas, estos movimientos<br />

intentan obtener apoyos mediante<br />

la movilización de los musulmanes por su<br />

causa. Se apoyan especialmente en la juventud<br />

marginalizada y desorientada de los<br />

barrios periféricos. De este modo, de nuevo<br />

en Alemania, la segunda federación de<br />

asociaciones musulmanas en importancia,<br />

9


LOS INMIGRANTES Y EL ISLAM EUROPEO<br />

la Milli Gorusi, está directamente asociada<br />

al ex partido integrista turco, el Refah. Éste<br />

milita explícita y activamente por el rechazo<br />

de todo laicismo. En Francia e Inglaterra<br />

los grupos integristas son numerosos,<br />

aunque los poderes públicos los controlen<br />

en cierta medida. A ellos se suma el papel<br />

de las cofradías religiosas, que pueden ser<br />

inofensivas, como las sectas sufíes, o realmente<br />

peligrosas, como la jama’at al tabligh,<br />

de origen hindú.<br />

Este rápido examen muestra con claridad<br />

que, por el momento, no se ha logrado<br />

la organización del islam en ningún<br />

país europeo. Sin embargo, dos países parecen<br />

estar en el camino de una integración<br />

consensuada del islam, aunque de<br />

diferente modo: Holanda y Francia. Ya he<br />

mencionado rápidamente el principio en<br />

el que se basa la integración en Holanda:<br />

el del reconocimiento estrictamente igualitario.<br />

A continuación desarrollaré el caso<br />

de Francia.<br />

La organización del islam en Francia<br />

Integrar el islam es, en primer lugar, hablar<br />

con él. Pero para dialogar se requiere<br />

un interlocutor representativo –no determinado<br />

Estado de origen, determinada<br />

corriente religiosa, determinada agrupación<br />

autoproclamada–. Dicho de otro<br />

modo, la cuestión clave es la de la representación<br />

del islam, de su legitimidad y su<br />

eficiencia en la comunidad musulmana (la<br />

Umma). El problema es aún más complejo<br />

en la medida en que duplica una deficiencia<br />

propia de la religión musulmana,<br />

que rechaza –prohíbe, de hecho– una representación<br />

estructurada autónoma de la<br />

comunidad de creyentes. Desde luego, en<br />

la realidad histórica las cosas han tomado<br />

un camino diferente. Desde el origen de la<br />

proclamación de Mahoma, los conflictos<br />

de legitimidad han supuesto de hecho la<br />

construcción de dos clericaturas: la chiíta,<br />

en la línea de Ali, y la sunita, encarnada<br />

por Mouawya, designado por el consejo<br />

representante de los musulmanes y ajena a<br />

toda referencia a la familia del profeta. Este<br />

cisma da, por tanto, nacimiento a un islam<br />

chiíta, dotado de un clero y cuyos<br />

mollahs son representantes legítimos, investidos<br />

por la comunidad. El sunismo,<br />

confundido desde el comienzo con las estructuras<br />

del Estado musulmán, rechazará<br />

constituir un clero autónomo y oscilará<br />

siempre entre la existencia de un cuerpo<br />

de doctores de la ley, reconocidos por su<br />

competencia en materia religiosa, y de un<br />

clero designado por el poder político, encargado<br />

de transmitir la verdad oficial (es<br />

decir, histórica, para los sunitas) a la co-<br />

munidad de los creyentes.<br />

Jacques Berque, en L’Islam au défi destaca<br />

esta ambigüedad: “Aunque no haya<br />

Iglesia en el islam, ¿podemos negar que se<br />

ejerce un magisterio que ofrece los aspectos<br />

más solemnes de continuidad corporativa?”<br />

2 . Además, la legitimidad en la tradición<br />

sunita (que prevalece en el Magreb y<br />

en Oriente Medio) finalmente siempre la<br />

confiere el asentimiento de la comunidad.<br />

Por tanto, volvemos al punto de partida:<br />

¿qué es la comunidad islámica?, ¿cómo se<br />

confiere la legitimidad de la representación?<br />

Y lo que es todavía más grave: ¿qué<br />

tipo de representación? En una primera<br />

aproximación las respuestas pueden parecer<br />

sencillas: la comunidad islámica se<br />

constituye por todos aquellos que se definen<br />

como musulmanes; son portavoces legítimos<br />

todos aquellos que son escogidos<br />

libremente por dicha comunidad; la repre-<br />

2 Gallimard, pág. 242, 1980.<br />

sentación no es autónoma respecto a esta<br />

comunidad, es decir, no constituye una<br />

Iglesia propiamente dicha. Se funda en la<br />

comunidad y, en último caso, está sometida<br />

a su autoridad. Sin embargo, aunque<br />

las dos primeras respuestas en teoría puedan<br />

parecer satisfactorias, la tercera, la relativa<br />

a la representación, plantea considerables<br />

problemas. Es esta cuestión la que<br />

los poderes públicos franceses tienen dificultades<br />

para resolver. Es ésta la cuestión<br />

que Jean-Pierre Chevènement, ministro<br />

de Interior y de los Cultos, aborda en la<br />

actualidad. Si la República ha aceptado el<br />

reto de las otras religiones, ¿por qué tener<br />

miedo del islam? Aún mejor, ¿no significa<br />

para el islam francés una oportunidad única<br />

de estructurarse desde su especificidad<br />

en el centro de una Europa secular donde<br />

las religiones cristiana, judía, budista, así<br />

como el ateísmo, juegan un papel esencial<br />

en las estructuras mentales colectivas,<br />

conscientes e inconscientes?<br />

En Francia las relaciones entre reli-<br />

10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


1905: “La República”, se especifica en<br />

ella, “no reconoce ni asalaria ni subvenciona<br />

ningún culto” (art. 2). Garantiza,<br />

en compensación, el ejercicio privado y el<br />

respeto a todos los cultos: “La República<br />

asegura la libertad de conciencia y garantiza<br />

el libre ejercicio de los cultos” (art. 1).<br />

Así fundado, el laicismo es al mismo<br />

tiempo, según el ministro del Interior y<br />

de Cultos, la “creencia en la capacidad de<br />

todos los ciudadanos (…) de entenderse<br />

sobre el bien común a la única luz de la<br />

razón natural” 3 y el medio de asegurar el<br />

respeto de la conciencia y la religión de<br />

los individuos. Como podemos ver, el enfoque<br />

que prevalece recurre tanto a la<br />

Ilustración como al mensaje de 1789: razón<br />

natural, libertad de conciencia, bien<br />

común. Es, mutatis mutandis, respecto a<br />

este paradigma religioso como se han organizado,<br />

tras la separación de la Iglesia y<br />

el Estado (1905), las otras confesiones.<br />

El Estado francés, por tanto, debe<br />

acoger un nuevo culto y, al mismo tiempo,<br />

resolver la cuestión de la representatividad<br />

de los musulmanes. El islam no es<br />

un desconocido para él. De hecho, el Estado<br />

republicano tiene una vieja experiencia<br />

institucional en su trato con el islam,<br />

aunque siempre ha estado mediatizada<br />

–por no decir corrompida– por la relación<br />

colonial, en particular en Argelia. El<br />

matiz específico, la nota de originalidad,<br />

el desafío cultural también, es que en la<br />

actualidad el Estado debe organizar el islam<br />

en Francia al mismo tiempo que los<br />

musulmanes tienen que asumir una situación<br />

en la que son una minoría y en la<br />

que la realidad temporal es laico.<br />

La innovación reside principalmente<br />

en el método utilizado para establecer una<br />

relación desprovista de prejuicios y segundas<br />

intenciones, no en una visión a priori<br />

de lo que debe ser este islam francés. Es<br />

sin duda la mejor manera de evitar el<br />

montaje de un islam institucionalmente<br />

prefabricado, condenado por definición<br />

ante los ojos de la comunidad musulmana<br />

de Francia. Se trata, por tanto, de proceder<br />

de tal forma que la cuestión de la<br />

representación legítima esté centrada en<br />

la elaboración de un acuerdo mayoritario<br />

y consensuado en el seno de la “comunidad<br />

de los creyentes”, aunque sólo sea para<br />

asegurar el respeto a los derechos y deberes<br />

ligados a la práctica de esta religión.<br />

3 Discurso de Jean-Pierre Chevènement, ministro<br />

de Interior, con ocasión de la primera reunión plenaria<br />

del proceso de consulta entre el Estado y los representantes<br />

del islam en Francia, 28 de enero de<br />

2000.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Esta metodología implica la consulta y, en<br />

cierto modo, al inscribirse en el ethos propio<br />

del islam, la llamada al ijtihad, es decir,<br />

al esfuerzo colectivo para abrir una<br />

vía, de y por la propia comunidad. Incluso<br />

si los interlocutores elegidos previamente<br />

no disponen de la legitimidad suficiente<br />

para hablar en nombre de la comunidad,<br />

el método permite avanzar por consenso<br />

sobre la necesidad de alcanzar una forma<br />

organizada del islam, lo que incluye ir renovando<br />

y ampliando los interlocutores<br />

en la medida en que sea necesario. Junto<br />

al ministro de Interior, los representantes<br />

de las diferentes sensibilidades del islam<br />

son elegidos de la siguiente manera: a) un<br />

primer colegio que incluye a las principales<br />

federaciones de ámbito nacional, aunque<br />

sus mezquitas no llegan a representar<br />

la mitad de los lugares de culto en Francia;<br />

b) un segundo colegio que agrupa a<br />

las seis grandes mezquitas con proyección<br />

regional; c) un tercer colegio compuesto<br />

por seis personalidades representativas de<br />

las principales corrientes de pensamiento<br />

o investigación sobre el islam. Los objetivos<br />

de este proceso de consulta son claros<br />

para todos: se trata de definir las relaciones<br />

entre el Estado laico y la religión musulmana<br />

sobre la base intangible del derecho<br />

positivo existente, es decir, del derecho<br />

civil napoleónico y no del derecho<br />

del estatuto personal musulmán. Este supuesto<br />

hace inadmisible cualquier pretensión<br />

de los musulmanes a reivindicar un<br />

derecho de familia específico (fundado en<br />

la desigualdad estructural de la mujer). Es<br />

sobre esta base sobre la que se debe favorecer<br />

el surgimiento de una estructura representativa<br />

del islam en Francia, futura<br />

interlocutora del Estado.<br />

Durante la primera reunión, que tuvo<br />

lugar el 28 de enero de 2000, los interlocutores<br />

de la consulta se pusieron de<br />

acuerdo sobre un primer texto que servirá<br />

de base a las futuras relaciones. Este texto<br />

recuerda en su preámbulo los principios<br />

fundamentales del pacto republicano, al<br />

cual se adhieren los interlocutores: respeto<br />

a la libertad de conciencia y de religión,<br />

principio de igualdad de los seres<br />

humanos que prohíbe la discriminación<br />

basada en el sexo, la religión o la pertenencia<br />

étnica. Le siguen ocho títulos que<br />

se refieren a la creación de asociaciones<br />

culturales, la implantación de lugares de<br />

culto, la nacionalidad de los ministros del<br />

Culto (que deben ser mayoritariamente<br />

franceses), la creación de lugares de ora-<br />

4 22 de abril de 2000.<br />

SAMI NAÏR<br />

ción en los centros públicos, el derecho a<br />

la existencia de centros de enseñanza privada,<br />

las prescripciones alimentarias, los<br />

lugares de sepultura, las fiestas religiosas.<br />

El 20 de abril de 2000, la segunda reunión<br />

plenaria permitió, según el diario Le<br />

Monde, disponer de “un primer balance<br />

más bien optimista tras tres meses de trabajo”<br />

4 .<br />

Este modo de proceder “consultativo”<br />

constituye un vuelco total en el acercamiento<br />

tradicional al islam en Francia,<br />

que consistía bien en reconocer como interlocutores<br />

válidos únicamente a los representantes<br />

de los Estados de origen,<br />

bien en elegir en el seno de la propia comunidad<br />

de inmigrantes musulmanes a<br />

unos interlocutores clientelizados, manipulables<br />

a voluntad. El carácter ejemplar<br />

para Europa se reside en lo siguiente:<br />

Jean-Pierre Chevènement, inspirado en su<br />

conocimiento del mundo arabo-musulmán,<br />

aplica una metodología inspirada en<br />

los mismos procedimientos que el propio<br />

islam utiliza para conseguir el consenso.<br />

Este método, ligado a su objeto, implica<br />

dos movimientos simultáneos: la oferta<br />

de la chura, es decir, precisamente de la<br />

consulta a la comunidad, y la llamada, en<br />

el seno de esta comunidad, a la ijtihad, es<br />

decir, precisamente al “esfuerzo categórico<br />

de reflexión” (Jacques Berque) para obtener<br />

una organización legítima. Ésta es<br />

exactamente la vía (tariqua) por la cual se<br />

constituye el consenso en la umma (comunidad)<br />

islámica. Este proceso, ni impuesto<br />

desde el exterior ni manipulado<br />

desde el interior, sino estructurado en un<br />

marco previo –el Estado republicano–,<br />

debería recibir el asentimiento de todos.<br />

Evidentemente, el ejemplo francés no<br />

constituye la panacea universal. Cada país<br />

debe tener en cuenta su situación histórica<br />

y cultural. No obstante, no se puede<br />

continuar haciendo como si el islam no<br />

existiese en Europa. Aunque no haya solución<br />

ideal, es, sin embargo, inevitable la<br />

necesidad de institucionalizar esta religión,<br />

respetando tanto la confesión de los<br />

inmigrados como los fundamentos de la<br />

civilización de las sociedades europeas. n<br />

Traducción de María Cordón.<br />

[Este texto forma parte del libro El peaje de la vida<br />

que, firmado por Juan Goytisolo y Sami Naïr, publicará<br />

la editorial Aguilar en octubre de 2000].<br />

Sami Naïr es diputado europeo del Movimiento de<br />

los Ciudadanos.<br />

11


stados Unidos, bajo los dos mandatos<br />

de Bill Clinton, ha tenido el periodo<br />

de expansión económica más<br />

dilatado y profundo de la historia contemporánea.<br />

Cuando la expansión estaba<br />

a punto de ser centenaria en relación al<br />

número de meses continuados de crecimiento,<br />

el semanario Business Week calificó<br />

esa etapa, que estaba haciendo compatible<br />

el fuerte crecimiento con el equilibrio<br />

macroeconómico (baja inflación,<br />

pleno empleo, cuentas públicas saneadas,<br />

etcétera), de “nueva economía” (a partir<br />

de ahora, NE). Había nacido otro paradigma,<br />

sin duda el más significativo desde<br />

el keynesianismo.<br />

En su inicio, uno de los economistas<br />

más críticos con el concepto de NE fue el<br />

norteamericano Paul Krugman, que expresaba<br />

sus dudas de que llegase a ser un<br />

modelo novedoso que hubiera acabado<br />

con la teoría de los ciclos económicos y le<br />

quitaba solemnidad. Irónico, escribía<br />

Krugman en uno de sus artículos en medio<br />

de la última crisis financiera de 1997:<br />

“Supongamos que compraran ustedes un<br />

ejemplar del manual más vendido de economía<br />

internacional. ¿Qué diría sobre la<br />

manera de afrontar una pérdida semejante<br />

de confianza de los inversores internacionales?<br />

En realidad, poca cosa. Créanme:<br />

soy el coautor de ese manual” 1 E<br />

. El<br />

profesor del Instituto Tecnológico de<br />

Massachusetts (MIT) intentaba reflejar la<br />

crisis de la teoría económica, que veía<br />

aparecer un nuevo paradigma sin que se<br />

hubiesen establecido previamente las bases<br />

teóricas de llegar a él. Heilbroner y<br />

Milberg han descrito la crisis de la teoría<br />

económica como consecuencia de la ausencia<br />

de una visión de conjunto de los<br />

1 William Pfaff: ‘The Crunch Has a Massage for<br />

Europes Central Bank’, en Internacitional Herald Tribune,<br />

16 de octubre de 1998.<br />

QUIENES TIENEN<br />

TENDRÁN MÁS<br />

JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />

conceptos políticos y sociales de los que,<br />

en última instancia, depende la economía.<br />

Describen la “impecable elegancia” a<br />

la hora de exponer los términos de lo que<br />

acontece, acompañada de una “absoluta<br />

inoperancia” en cuanto a su aplicación<br />

práctica. “La fuerte teorización del presente<br />

periodo alcanza un grado de irrealidad<br />

que sólo se puede comparar con la escolástica<br />

medieval” 2 . Hasta que el contexto<br />

social del comportamiento económico<br />

no sea reconocido de forma abierta, la teoría<br />

económica será incapaz de tener un<br />

papel útil como intérprete de las perspectivas<br />

humanas. La teoría tiene influencia<br />

en los ciudadanos cuando su visión moviliza<br />

las simpatías morales; el keynesianismo<br />

fue incapaz de dar un tratamiento coherente<br />

a la inflación, paralelo al desempleo,<br />

y fracasó al aparecer en el horizonte<br />

el concepto de estanflación. Pero hasta<br />

ahora, el descrédito keynesiano no había<br />

producido un paradigma lo suficientemente<br />

potente para reemplazarlo; el monetarismo,<br />

las expectativas racionales, la<br />

economía de la oferta, el neoclasicismo…<br />

buscaron sin éxito proporcionar un nuevo<br />

punto de vista intelectual dominante. Así,<br />

en los albores de un nuevo milenio aparece<br />

la NE con promesas de bienestar universal.<br />

En su tradicional Estructura de las<br />

revoluciones científicas, escribe Thomas<br />

Kuhn: “Una revolución teórica sólo tiene<br />

lugar cuando frente al paradigma en crisis<br />

contamos con un paradigma teórico alternativo”<br />

3 . Éste no es el caso todavía.<br />

La NE puede definirse como una<br />

mezcla de crecimiento económico sin inflación,<br />

gracias a la aplicación de las nue-<br />

2 Robert Heilbroner y William Milberg: La crisis<br />

de visión del pensamiento económico, pág. 22. Paidós<br />

Editorial, Barcelona, 1998.<br />

3 Thomas Kuhn: Estructura de las revoluciones<br />

científicas, pág. 60. Fondo de Cultura Económica,<br />

México, 1990.<br />

vas tecnologías y a la eliminación global<br />

de las barreras comerciales, así como al libre<br />

movimiento de capitales. Algún analista<br />

(Robert Samuelson, en The Washington<br />

Post) ha hecho una descripción más<br />

psicologista: “Parece ser principalmente<br />

un estado mental: una convicción de que<br />

a través de las maravillas de la tecnología,<br />

la economía ha entrado en un estado de<br />

permanente éxtasis. Todo es una promesa<br />

y no hay peligros”. Ese estado mental incluía<br />

la tesis del final de los ciclos económicos<br />

(sucesivas expansiones y contracciones<br />

económicas: depresión, recuperación,<br />

auge y recesión); la NE, en su<br />

versión más épica, rompe con la idea de<br />

que el crecimiento tiene su final y, en sentido<br />

contrario, incorpora la de que puede<br />

haber un crecimiento continuo.<br />

En la valoración de la NE se distinguen<br />

los que opinan que el centro de la<br />

misma es la flexibilidad de las herramientas<br />

económicas que comporta, y los que<br />

inciden con más énfasis en la revolución<br />

tecnológica que la acompaña: la difusión<br />

radical y la utilización generalizada de<br />

nuevas tecnologías del conocimiento. Lo<br />

comparan a momentos históricos como la<br />

aparición de la máquina de vapor, de la<br />

electricidad o del ferrocarril; episodios<br />

que han tenido lugar en la historia en<br />

muy pocas ocasiones y que han inducido<br />

cambios profundos en los procesos de<br />

producción y comercialización, en los<br />

mercados y en las instituciones, con la<br />

multiplicación de los productos y de los<br />

servicios a disposición de los ciudadanos.<br />

La polémica académica consiste en si<br />

fue antes la tecnología o la economía; si la<br />

incorporación de las nuevas tecnologías de<br />

la información, y en particular la infraestructura<br />

que proporciona Internet, lleva<br />

irremediablemente a una adaptación de<br />

las funciones de producción, distribución,<br />

comercialización y organización de las empresas.<br />

O al revés: si una mayor flexibiliza-<br />

14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


ción en los mecanismos del nacimiento de<br />

las empresas (menores costes y plazos de<br />

tramitación) y de su desaparición cuando<br />

los proyectos fracasan, si una mayor capacidad<br />

de emprender y la existencia de condiciones<br />

más propicias para la asunción de<br />

riesgos, si un sistema financiero flexible<br />

con más instrumentos para la cobertura<br />

de proyectos empresariales, con un mayor<br />

equilibrio entre la intermediación bancaria<br />

tradicional y los mercados de capitales…<br />

son los instrumentos que determinan<br />

la NE como una economía del conocimiento,<br />

apoyados en las tecnologías.<br />

Sea como fuere, la combinación de<br />

estabilidad macroeconómica (baja inflación,<br />

desaparición del déficit público…)<br />

con la aplicación masiva de la informática<br />

y de Internet, más el impacto de la globalización<br />

(con fenómenos como la aproximación<br />

al ciudadano de un número casi<br />

infinito de productos de todo el mundo,<br />

o el abandono por parte de las empresas<br />

de la necesidad de inventarios, al tener a<br />

su alcance las mercancías en el momento<br />

de ser demandadas) y la liberalización de<br />

amplios sectores de la producción, los servicios<br />

o el capital… todo ello caracteriza a<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

la NE, multiplicando los beneficios de<br />

quienes pueden incorporarse a ella (que<br />

no son todos los ciudadanos), ya que<br />

mantiene en el tiempo los procesos de inversión<br />

y multiplica la productividad. En<br />

el extremo teórico, la NE transformaría al<br />

ciudadano en un cliente universal que posee<br />

el poder de decisión, y a cada individuo<br />

en una especie de capitalista sui géneris.<br />

En este sentido, la NE define nada<br />

menos que un proyecto de sociedad –una<br />

especie de weltanschauung– que permitiría<br />

terminar con la alternancia del crecimiento<br />

y la recesión.<br />

Aumentos de productividad<br />

Para los hagiógrafos de la NE no hay novedad<br />

filosófica en la misma; sólo en los instrumentos<br />

que aplica. El secretario del Tesoro<br />

de EE UU, Lawrence Summers, afirma<br />

que “la NE está construida sobre viejas<br />

virtudes: ahorro, inversión y dejar operar a<br />

las fuerzas del mercado” 4 . El corazón de la<br />

4 Citado por Emilio Ontiveros en La nueva economía,<br />

en CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 103,<br />

págs. 16 a 26, junio de 2000.<br />

NE son los aumentos de productividad,<br />

como elemento básico de una economía<br />

en lo que respecta a la capacidad de competir<br />

en los mercados, ya que indica el mejor<br />

o peor uso que se hace de los factores<br />

de producción; la productividad es la clave<br />

de los estándares de vida de una sociedad y<br />

mide la producción horaria de un trabajador<br />

promedio. Por primera vez en una generación,<br />

la productividad de los ciudadanos<br />

estadounidenses se ha acelerado sustantivamente:<br />

de 1996 a 1999 la productividad<br />

creció a una media del 2,6% anual, frente al<br />

1,4% anual de 1974 a 1995. Al 1,4%<br />

anual, los estándares de vida se duplican en<br />

50 años; al 2,6% se duplican en 27 años.<br />

En 1999, último año computado, la productividad<br />

expresó otro crecimiento espectacular:<br />

el último trimestre de ese año había<br />

aumentado un 5%, mientras los costes laborales<br />

bajaron un 1%; en el conjunto del<br />

ejercicio la productividad subió un 2,9%,<br />

y los costes laborales crecieron tan sólo un<br />

1,8%.<br />

La representación geográfica por excelencia<br />

de la NE son, pues, Estados Unidos<br />

y su antecedente, la era Clinton. Hay<br />

una identificación casi total entre NE y<br />

15


QUIENES TIENEN TENDRÁN MÁS<br />

EE UU. Incluso dentro del periodo de los<br />

dos mandatos de la presidencia de Clinton<br />

se puede hacer una diferenciación:<br />

desde 1992 la economía crece, disminuye<br />

la inflación, se reduce el déficit público,<br />

aumenta el empleo y la productividad,<br />

pero es desde 1996 cuando esos fenómenos<br />

se hacen más nítidos. Durante tres<br />

años seguidos, 1997, 1998 y 1999, la<br />

economía americana ha crecido por encima<br />

del 4%, lo que no ocurría desde la<br />

segunda mitad de los años sesenta. Un<br />

círculo virtuoso, si no se contemplan los<br />

aspectos distributivos del bienestar: crecimiento,<br />

inflación domeñada, pleno empleo<br />

y superávit de las cuentas públicas<br />

(124.000 millones de dólares de superávit<br />

presupuestario en 1999).<br />

En ese periodo se ha dado una reestructuración<br />

acelerada de la economía de<br />

EE UU: un tercio de su crecimiento económico<br />

se debe a las inversiones en telecomunicaciones<br />

y en informática. El centro<br />

de la NE es el Valle del Silicio. Según<br />

algunos analistas, en Silicon Valley se ha<br />

producido la mayor generación de riqueza<br />

de toda la historia de la humanidad:<br />

un grupo de ingenieros y un puñado de<br />

empresas y sociedades de capital riesgo<br />

–dispuestas a financiar la explosión de innovación<br />

y creatividad tecnológica que se<br />

estaba generando allí– transformaron la<br />

economía americana no sólo en sus resultados<br />

cuantitativos, sino en cuanto a las<br />

formas de producción y organización.<br />

El invento se llamaba democratización<br />

de Internet. Según una investigación<br />

de la Universidad de Texas sobre el impacto<br />

de Internet en la economía de Estados<br />

Unidos, elaborada en 1998 por encargo<br />

de Cisco Systems, se daban las siguientes<br />

transformaciones:<br />

– Internet proporcionó unos ingresos<br />

mundiales superiores a 300.000 millones<br />

de dólares a las empresas norteamericanas,<br />

y dio trabajo a 1,2 millones de personas.<br />

Las empresas de EE UU son responsables<br />

del 85% de los ingresos totales de<br />

la economía de Internet.<br />

– Tras cinco o seis años de funcionamiento,<br />

esa economía (la de Internet) puede<br />

mirar a la cara –y pronto superará– a industrias<br />

como la del automóvil (cuyo valor<br />

comparativo es de 350.000 millones de dólares),<br />

la energía (223.000 millones) o las<br />

telecomunicaciones (270.000 millones).<br />

– Si se comparan esos 300.000 millones<br />

de dólares que genera Internet en<br />

EE UU con el PIB de los países, se situaría<br />

como la economía decimoctava del<br />

mundo, por detrás de Suiza y por delante<br />

de Argentina.<br />

Según un informe de 1998, del Departamento<br />

de Comercio de EE UU, el<br />

22% del crecimiento del PIB de EE UU<br />

se debió a las industrias de la información.<br />

Haciendo prospectiva, señala que en<br />

el año 2006, la mitad de los ciudadanos<br />

norteamericanos (el 49%) trabajará en<br />

compañías productoras o usuarias de productos<br />

y servicios de tecnología de la información.<br />

Según cifras proporcionadas<br />

por Nortel Networks, una de las primeras<br />

empresas del mundo en equipos para telecomunicaciones,<br />

la economía generada<br />

por Internet se convertirá en 2003 en la<br />

tercera más grande del mundo, tras Estados<br />

Unidos y Japón, y por encima del<br />

PIB alemán, francés o británico.<br />

El semanario Business Week ha descrito<br />

siete pasos para avanzar desde la vieja economía,<br />

o economía tradicional, a la NE:<br />

1. Incrementar el porcentaje que la<br />

inversión empresarial en tecnología representa<br />

sobre el PIB.<br />

2. Reestructurar las empresas mejorando<br />

la eficiencia y creando los incentivos<br />

para que aumenten su intensidad de<br />

capital y el uso de nuevas tecnologías.<br />

3. Desregular los mercados de capitales<br />

para hacer posible que la competencia<br />

entre los distintos instrumentos financieros<br />

permita que los inversores elijan la<br />

combinación deseada de liquidez, rentabilidad<br />

y riesgo.<br />

4. Desarrollar las instituciones de capital<br />

riesgo y facilitar la salida a Bolsa de<br />

nuevas empresas.<br />

5. Fomentar la cultura empresarial (es<br />

decir, la predisposición a asumir riesgos) y<br />

facilitar el inicio de nuevos negocios.<br />

6. Acelerar la desregulación de las telecomunicaciones<br />

y del mercado de trabajo.<br />

7. Adaptar la política monetaria a las<br />

realidades del nuevo ciclo, evitando la<br />

tentación de subir preventivamente los tipos<br />

de interés para conjurar los riesgos de<br />

un rebrote de la inflación, que muy probablemente<br />

no se va a producir nunca.<br />

Las bolsas de valores<br />

Una de las representaciones más concretas<br />

de la NE se da en las bolsas de valores.<br />

Nunca ha habido tantos ciudadanos invirtiendo<br />

sus ahorros –o endeudándose–<br />

en los mercados bursátiles (tampoco nunca<br />

ha habido tantos ciudadanos invirtiendo<br />

en acciones de compañías de las que<br />

apenas saben nada; tan sólo intuyen sus<br />

expectativas de creación de valor), hasta<br />

tal punto que el comportamiento de estos<br />

mercados se ha convertido en una fuente<br />

autónoma del crecimiento económico.<br />

Busquemos una instantánea estática. Día<br />

29 de marzo de 2000; en esa fecha, los<br />

medios de comunicación reproducen la<br />

siguiente noticia: el fabricante de equipos<br />

para Internet Cisco Systems se convirtió<br />

ayer en la corporación más valiosa del<br />

mundo al superar en cotización bursátil a<br />

Microsoft. Cisco tenía una capitalización<br />

de 555.400 millones de dólares (alrededor<br />

de 94,4 billones de pesetas), y Microsoft<br />

541.600 millones de dólares (92,01<br />

billones de pesetas). [En ese momento el<br />

PIB español era de unos 98 billones de<br />

pesetas, lo que sirve para hacer analogías].<br />

En el ranking de capitalización bursátil,<br />

detrás de Cisco y Microsoft, dos compañías<br />

de informática representativas de la<br />

NE, figuraban General Electric, Intel, ExxonMobil,<br />

Oracle, IBM, Lucent, Citigroup<br />

y Nortel. Cisco se había creado tan<br />

sólo 14 años antes, en el campus de la<br />

Universidad de Stanford, en California, y<br />

salió a Bolsa en 1990. Las acciones de<br />

Cisco se estaban negociando a un precio<br />

que supone 136 veces sus ganancias; si un<br />

inversor hubiera comprado 10.000 dólares<br />

de la compañía hace 10 años, en ese<br />

momento su capital sería nada menos que<br />

de unos 13,6 millones de dólares. Cisco<br />

superó a Microsoft cuando la empresa de<br />

Bill Gates sufrió su derrota ante el Departamento<br />

de Justicia de Estados Unidos y<br />

fue sentenciada por abuso de su monopolio.<br />

En esas fechas, el juez Thomas Penfield<br />

Jackson declaró a Microsoft culpable<br />

de violar la ley Sherman antimonopolio,<br />

aprobada hace más de un siglo (1890) para<br />

hacer frente a gigantes como la Standard<br />

Oil de John Rockefeller. El juez<br />

Jackson escribió en su sentencia: “Microsoft<br />

mantuvo su posición monopolista<br />

(en el mercado de sistemas operativos)<br />

por métodos contrarios a la competencia<br />

e intentó monopolizar también el mercado<br />

de navegadores por Internet”. Con sólo<br />

25 años de existencia, Microsoft, la<br />

empresa más señera de la NE, ha devenido<br />

en una de las compañías más antiguas<br />

del mercado Nasdaq, tal es el nivel de rotación<br />

empresarial. La paradoja es que<br />

Microsoft es al mismo tiempo la parábola<br />

más nítida de la NE y un monstruo anticompetencia,<br />

según la sentencia del juez<br />

Jackson.<br />

En este tiempo se ha pasado de una<br />

generación Dow Jones (los amos del<br />

universo, de Tom Wolfe) a una generación<br />

Nasdaq (el mercado electrónico, nacido en<br />

1971, es el lugar favorito en el que las empresas<br />

innovadoras, denominadas star-ups,<br />

formadas con dinero aportado por las sociedades<br />

de capital riesgo, buscan las inyecciones<br />

de financiación que necesitan)<br />

16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


que cree que mirar al pasado y seguir las<br />

lecciones de la historia es un engorro en<br />

las bolsas de valores, ya que Dios las creó<br />

precisamente para enriquecerlos. Que hay<br />

descensos del valor de las acciones, sí, pero<br />

muy coyunturales y extraordinarios,<br />

porque lo ordinario es que suban y conseguir<br />

plusvalías de al menos el 50%. La<br />

Bolsa y los valores tecnológicos devienen<br />

en el nuevo Eldorado de esa generación.<br />

Como ha escrito el catedrático de Economía<br />

de la Empresa Emilio Ontiveros, en<br />

el mercado Nasdaq “se registran acciones<br />

de aquellas empresas que, además de pertenecer<br />

genéricamente al cada vez más<br />

amplio sector de las nuevas tecnologías,<br />

disponen de una potencialidad de crecimiento<br />

y, en todo caso, de volatilidad en<br />

su precio que aconseja segregarlas de los<br />

demás mercados organizados configurando<br />

una plataforma de negociación específica,<br />

susceptible de admitir variaciones en<br />

el precio de una misma jornada de contratación<br />

muy superiores a las aceptadas<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

en los mercados de acciones tradicionales.<br />

Son las expectativas, concepto clave en los<br />

nuevos esquemas de valoración, las que<br />

pasan a jugar un papel dominante, mucho<br />

mayor, en todo caso, que las evidencias<br />

que arrojan las cuentas de resultados<br />

actuales o históricas o los recursos propios<br />

de las empresas cotizadas, cuestionando<br />

en muchos casos cualquier atisbo de racionalidad<br />

propio de los tradicionales<br />

principios de valoración de empresas” 5 .<br />

En el segmento bursátil de la NE las<br />

ideas se valoran extraordinariamente.<br />

Hasta tal punto que algunas empresas de<br />

capital riesgo han acudido a proyectos<br />

que ni siquiera tenían plan de negocios,<br />

ya que el sector evoluciona tan rápidamente<br />

que no hay tiempo para realizarlos<br />

o actualizarlos. Traducir ideas en empresas<br />

es la mejor definición de la capacidad<br />

de emprender. Para que ello sea así, el<br />

marco institucional (desde la tramitación<br />

administrativa de los nacimientos de empresas<br />

hasta la estructura del sistema financiero)<br />

debe propiciar la asunción de<br />

riesgos con más amplitud que en otros<br />

ámbitos de la economía tradicional. Nace<br />

así el concepto de “incubadoras de empresas”.<br />

Las “incubadoras” son instrumentos<br />

destinados a facilitar el crecimiento<br />

de empresas a través del suministro de<br />

diversos recursos y servicios de apoyo<br />

esenciales en los primeros momentos de<br />

la vida de una empresa (hospedaje de oficinas,<br />

equipamiento informático, servicios<br />

de gestión, etcétera). Se da una complicidad<br />

activa de las “incubadoras” con<br />

las escuelas de administración de empresas<br />

de las universidades, canalizando a los<br />

nuevos graduados hacia la creación de<br />

empresas, en especial en el sector de las<br />

tecnologías de la información. Sólo los estudiantes<br />

y los profesores del MIT han<br />

creado más de 4.000 empresas en los últimos<br />

10 años, con una capitalización bursátil<br />

superior a la del total de la Bolsa española;<br />

el espíritu emprendedor inculcado<br />

a los estudiantes, unido a las<br />

facilidades de obtención de capital riesgo<br />

y a la facilidad para cotizar en Bolsa sin<br />

obtener beneficios inmediatos, son los<br />

factores fundamentales de esa explosión<br />

de empresas tecnológicas. Hay una conexión<br />

directa entre la financiación de empresas<br />

recién nacidas y los mercados bursátiles<br />

mediante la extensión de las modalidades<br />

de capital riesgo: el destino de<br />

cualquier empresa de este sector, una vez<br />

que ha recibido la inyección de recursos<br />

5 Ídem.<br />

JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />

para afianzar sus proyectos, no es otro<br />

que la salida a Bolsa mediante la oferta<br />

pública de acciones, devorada por una<br />

amplia comunidad de inversores, muchas<br />

veces escasamente acostumbrados a invertir<br />

sus ahorros en los mercados de valores.<br />

Cuando se producen pérdidas, los<br />

primeros perjudicados son los pequeños<br />

accionistas, aquellos que han dispuesto<br />

sus ahorros o se han endeudado para<br />

comprar acciones de cualquier compañía<br />

que se denomine “.com”. Muchos de ellos<br />

lo hacen a través de un efecto emulación<br />

(ven a sus conciudadanos ganar mucho<br />

dinero); en ocasiones ni siquiera saben a<br />

qué se dedica la empresa en la que han invertido<br />

su dinero (leído en la prensa: “Ni<br />

sé qué hacen ni me importa. Miré el sector,<br />

que estaba subiendo mucho, y averigüé<br />

que todavía había siete que todavía<br />

no habían despegado. Compré acciones<br />

de todas. Dos meses más tarde tres de<br />

ellas habían triplicado su valor, una lo había<br />

multiplicado por siete, y otras tres seguían<br />

deambulando por la parte baja del<br />

índice, sin muchos movimientos. Ya las<br />

he vendido todas”).<br />

La casuística se complica con el apalancamiento<br />

(comprar valores endeudándose).<br />

En Estados Unidos se ha hecho popular<br />

el llamado efecto riqueza: las familias<br />

norteamericanas se sienten más ricas de lo<br />

que realmente son, a pesar de que sus ingresos<br />

están estancados, como media, desde<br />

1989. La razón está en Wall Street: un<br />

48% de los hogares invierte en Bolsa, y el<br />

valor medio de sus inversiones alcanza los<br />

cuatro millones de pesetas. El ingreso medio<br />

por familia es ahora muy poco superior<br />

al de 1989: 5,37 millones de pesetas<br />

frente a 5,28 millones. Lo que contrasta<br />

con la riqueza neta familiar: el promedio<br />

ha pasado de 9,6 millones de pesetas a<br />

11,5 millones; una subida de casi el 17%<br />

debido a las inversiones bursátiles.<br />

Los préstamos a los inversores para<br />

comprar acciones se han disparado. El inversor<br />

solicita a su intermediario bursátil<br />

un préstamo para comprar acciones. La<br />

perversidad del mecanismo es la siguiente:<br />

si el valor de las acciones compradas a<br />

crédito cae por debajo de un determinado<br />

nivel, los intermediarios bursátiles pasan<br />

el mensaje de que o se aporta más dinero<br />

o venden las acciones, en algunos casos de<br />

forma inmediata. Ese mensaje ejerce un<br />

efecto nocivo para el mercado en general.<br />

Un porcentaje muy alto de los inversores<br />

endeudados que reciben el toque de atención<br />

de su intermediario no tiene liquidez,<br />

por lo que tienen que vender sus acciones.<br />

La venta forzada de acciones arras-<br />

17


QUIENES TIENEN TENDRÁN MÁS<br />

tra el índice hacia abajo, lo que provoca<br />

que nuevos inversores se queden al descubierto:<br />

nuevas ventas, siguen las caídas,<br />

etcétera.<br />

Las experiencias traumáticas se olvidan<br />

pronto. El recuerdo de las catástrofes<br />

bursátiles es muy débil. En su Breve historia<br />

de la euforia financiera, Galbraith hace<br />

una invitación a la cautela, una llamada<br />

de atención contra la posibilidad de convertirse<br />

en víctima de la más ineludiblemente<br />

cierta de las aberraciones del capitalismo:<br />

la emoción generada por los, en<br />

apariencia, nuevos instrumentos financieros<br />

y por el presunto genio de sus artífices.<br />

“Unos y otros”, escribe Galbraith,<br />

“desencadenan la seductora dinámica de<br />

la especulación, dinámica que, hasta el<br />

día del desencanto, parece venir justificada<br />

por la perspectiva del enriquecimiento<br />

personal. Las acciones de los que persiguen<br />

la riqueza fuerzan al alza el precio de<br />

los valores, los terrenos o las obras de arte,<br />

y por tanto reafirman las expectativas. El<br />

proceso continúa hasta que se agotan los<br />

recursos de quienes buscan el enriquecimiento<br />

o, acaso, hasta que algún suceso<br />

externo precipita la gran e inevitable carrera<br />

para abandonar” 6 .<br />

Los valores tecnológicos, representados<br />

en el Nasdaq, han tenido un largo periodo<br />

de impunidad. Parecía que sólo podían<br />

subir, y exponencialmente. El 14 de<br />

abril de 2000 cambió el sentido de su valoración<br />

en las bolsas y se inició una etapa<br />

de picos de sierra y tendencia a la baja.<br />

Ese día se publicó en Estados Unidos una<br />

serie de datos sobre la coyuntura, que incluían<br />

la aparición de tensiones inflacionistas,<br />

lo que inmediatamente generó expectativas<br />

de subidas de tipos de interés.<br />

Wall Street primero, y luego el resto de<br />

los mercados mundiales, comenzaron un<br />

periodo de inestabilidad y confusión. Y<br />

con ello un punto de inflexión.<br />

Los datos de ese 14 de abril y días siguientes<br />

indican una especie de minicrash<br />

en el corto plazo que había tenido, 10 días<br />

antes, un inquietante precedente: la condena<br />

a Microsoft por violar las leyes antimonopolio.<br />

El 4 de abril el índice Nasdaq<br />

abría en las primeras horas de la jornada<br />

con una caída brutal: 700.000 millones de<br />

dólares se hacían humo virtual. El 14 se<br />

conocía el índice de inflación correspondiente<br />

al mes de marzo (0,7%), lo que<br />

provocó otra gran caída, que esta vez afectó<br />

también a los valores tradicionales, re-<br />

6 John Kennett Galbraith: Breve historia de la euforia<br />

financiera, pág. 98. Ariel, Barcelona, 1987.<br />

presentados en el Dow Jones; según algunos<br />

cálculos, entre el 4 y el 14 de abril se<br />

evaporaron 2,1 billones de dólares (un billón<br />

solamente en la jornada del 14, la<br />

más grande caída absoluta en un solo día<br />

en la Bolsa), lo que equivale a la totalidad<br />

de la deuda externa del Tercer Mundo.<br />

Ganadores y perdedores<br />

La NE no ha cambiado una de las tendencias<br />

centrales de la globalización: la<br />

desigualdad. El capitalismo global es el<br />

marco de referencia de nuestra época, y<br />

dentro del mismo no cabe hacer análisis<br />

parciales de una sóla parte del planeta. La<br />

NE no es un fenómeno universal, sino<br />

que ha tenido su laboratorio de prácticas<br />

en Estados Unidos e intenta trasladarse a<br />

la Unión Europea. Pero mientras esta parte<br />

del mundo ensaya, dentro de la abundancia,<br />

el final de la teoría de los ciclos,<br />

otra parte no ha entrado todavía en la revolución<br />

industrial. Los datos indican<br />

que la globalización está multiplicando el<br />

bienestar en los países ricos (sin entrar en<br />

los aspectos de distribución de ese bienes-<br />

tar) y ha creado una nueva categoría de<br />

países: los países emergentes, que se han<br />

despegado de los países pobres y tienden<br />

a comportarse como países desarrollados.<br />

Pero si es capaz de engendrar lo mejor,<br />

también lo es de generar lo peor. Bastan<br />

para convencerse de ello las cifras que<br />

cada año, desde 1990, publica el Programa<br />

de las Naciones Unidas para el Desarrollo<br />

(PNUD). Recordemos algunas de<br />

las más estrepitosas: en 1999 unos 1.200<br />

millones de personas sobreviven cada día<br />

con menos de un dólar; la riqueza combinada<br />

de las 200 personas más ricas del<br />

mundo ascendió a un billón de dólares,<br />

10 veces más que la suma de los ingresos<br />

de 582 millones de habitantes de los 43<br />

países menos desarrollados; 790 millones<br />

de personas no están adecuadamente alimentadas;<br />

el analfabetismo y la falta de<br />

acceso al agua potable afectan a mil millones,<br />

etcétera. Lo significativo no son<br />

sólo los números, sino la tendencia: de<br />

año en año aumenta la diferencia en la<br />

renta y la riqueza entre esas dos partes del<br />

mundo.<br />

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


En su libro La riqueza y la pobreza de<br />

las naciones, que estudia la distancia que<br />

media entre países ricos y pobres, el historiador<br />

David Landes afirma que la relación<br />

entre la renta per cápita de la nación<br />

más rica, digamos Suiza, y la del país no<br />

industrializado más pobre, Mozambique,<br />

es de 400 a 1; hace 250 años esa relación<br />

entre la nación más rica y la más pobre<br />

era quizá de cinco a uno, y la diferencia<br />

entre Europa y, por ejemplo, el este o el<br />

sur de Asia giraba en torno al 1,5 o 2 a<br />

1 7 . El presidente del Banco Mundial, James<br />

Wolfhenson (entidad que últimamente<br />

ha acelerado su mensaje social ante<br />

las críticas recibidas), daba en 1998 una<br />

conferencia titulada La otra crisis, en la<br />

que decía: “Mientras hablamos de crisis<br />

financiera, en todo el mundo 1.300 millones<br />

de personas subsisten con menos<br />

de un dólar al día; 3.000 millones viven<br />

con menos de dos dólares al día; 1.300<br />

millones no tienen agua potable; 3.000<br />

millones carecen de servicios de saneamiento<br />

y 2.000 millones no tienen electricidad…”.<br />

Según un informe del Banco Mundial<br />

dado a conocer en junio de 2000 8 , la situación<br />

era la siguiente: el África subsahariana,<br />

excluyendo Suráfrica, tiene menos<br />

carreteras que Polonia, menos de un<br />

quinto de la población tiene electricidad,<br />

uno de cada cinco africanos vive en un<br />

país en guerra y la mayoría vive a dos horas<br />

del teléfono más próximo. El nivel de<br />

vida en el subcontinente era en ese momento<br />

más bajo que a finales de los años<br />

sesenta. La producción económica colectiva<br />

de los 48 países del África subsahariana<br />

no es mucho mayor que la de Bélgica;<br />

su contribución al PIB mundial apenas<br />

supone el 1% y tan sólo representa el 2%<br />

del comercio internacional. Además, su<br />

participación en la exportación global de<br />

bienes manufactureros es casi nula. “Durante<br />

los pasados 30 años”, señala el informe,<br />

“África ha perdido la mitad de su<br />

cuota de mercado en el comercio global,<br />

incluido el tradicional de materias primas”.<br />

Menos de la mitad de la población<br />

tiene acceso al agua potable o a algún tipo<br />

de servicio sanitario; sólo el 16% de las<br />

carreteras están asfaltadas; de los 10 millones<br />

de teléfonos que existen en la región,<br />

la mitad está en Suráfrica, y sólo<br />

hay 10 líneas por cada 1.000 habitantes,<br />

7 David Landes: La riqueza y la pobreza de las<br />

naciones, pág. 15, Crítica, Barcelona, 1999.<br />

8 Banco Mundial: ‘¿Puede África aspirar al siglo<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

mientras que en Europa hay 204 y en<br />

América Latina, 110.<br />

Las desigualdades, que han aumentado<br />

exponencialmente en las últimas dos<br />

décadas (en el periodo de hegemonía de<br />

la revolución conservadora), no se producen<br />

sólo entre el Primer y el Tercer Mundo,<br />

sino también en el interior de las propias<br />

sociedades. Por ejemplo, en la zona<br />

norteamericana de la NE. Pese a la expansión<br />

de la década de los noventa, el foso<br />

entre ricos y pobres aumenta: en conjunto,<br />

los ricos son ahora más ricos mientras<br />

los pobres se mantienen como hace 10<br />

años, según un estudio conjunto del Instituto<br />

de Política Económica y del Centro<br />

para las Prioridades Presupuestarias. Tal<br />

estudio divide a las familias estadounidenses<br />

en cinco grupos de igual tamaño,<br />

en función de sus niveles de renta. Sus<br />

conclusiones son las siguientes:<br />

– El grupo más acomodado, el 20%<br />

de los hogares que a finales de los noventa<br />

ingresaban anualmente, antes de pagar<br />

impuestos, una media de 137.000 dólares,<br />

está 10 veces mejor situado económicamente<br />

que el más desfavorecido, el<br />

20% de los que ingresaban una media de<br />

13.000 dólares.<br />

– El agravante es que este abismo era<br />

menor a finales de los ochenta, antes de<br />

que comenzara el actual ciclo de crecimiento,<br />

el más largo y robusto de la historia<br />

contemporánea de EE UU.<br />

– Los ingresos reales, una vez descontada<br />

la inflación, del segmento de población<br />

más rico crecieron entre 1988 y 1998<br />

un 15%, mientras que los de los grupos<br />

más pobres lo hicieron apenas un 1%; las<br />

rentas de los obreros y las clases medias se<br />

han estancado o incluso han caído.<br />

– Los salarios de los trabajadores no<br />

cualificados apenas se han incrementado<br />

en términos reales durante el actual ciclo;<br />

el bajo nivel de desempleo ha conseguido<br />

por lo menos que no se redujeran, como<br />

ocurrió en los setenta y ochenta.<br />

– Los ingresos de empleados, directivos,<br />

inversores, profesionales y trabajadores<br />

cualificados se han disparado bajo la<br />

presidencia de Clinton, a través de las subidas<br />

de las retribuciones salariales, mediante<br />

entrega de bonos o pagas, incentivos<br />

como las stock options y ganancias de<br />

Bolsa.<br />

Un informe de la Reserva Federal corrobora<br />

las anteriores tendencias: los ingresos<br />

de la familia media estadounidense,<br />

ajustados a la inflación, aumentaron<br />

entre 60.900 dólares y 71.600 dólares<br />

anuales entre 1995 y 1998, pero sobre todo<br />

por el tirón de los más afortunados. El<br />

JOAQUÍN ESTEFANÍA<br />

porcentaje de familias que tienen acciones<br />

en la Bolsa subió desde el 31,6% en 1988<br />

al 48,8% en 1998. Las familias menos<br />

afortunadas, las que ganan menos de<br />

50.000 dólares anuales, han empeorado<br />

su situación relativa.<br />

La NE, como la globalización, aumenta<br />

la riqueza, pero ésta acaba fundamentalmente<br />

en manos de dos tipos de<br />

personas: aquellos que se benefician del<br />

amplio acceso a las tecnologías y al capital<br />

(los trabajadores de los países emergentes)<br />

y los sectores de los países avanzados que,<br />

directa o indirectamente, venden tecnología<br />

y capital (los ricos y los cultos). Pero,<br />

¿qué se hace con los demás, con los que<br />

quedan fuera de la fiesta de la distribución<br />

de la riqueza y el poder? Al mismo<br />

tiempo que el capitalismo global crea riqueza<br />

y ha sido más beneficioso que cualquier<br />

otro sistema para una parte de la<br />

humanidad, la concentra en exceso y produce<br />

una extraordinaria desigualdad. Hay<br />

muchos excluidos del bienestar.<br />

Y se hace verdad la canción de Billy<br />

Holiday: “Quienes tienen tendrán más”. n<br />

XXI?’. Citado en El País, 16 de junio de 2000. Joaquín Estefanía es escritor y periodista.<br />

19


E<br />

l objetivo final de los nacionalistas<br />

vascos de todas las tendencias ha sido<br />

siempre, desde los tiempos de Sabino<br />

Arana hasta hoy, la construcción de una nación<br />

vasca constituida, de forma exclusiva o<br />

predominante, por aquellos a quienes ellos,<br />

los abertzales, definen como vascos con arreglo<br />

a un criterio de etnicidad que ha ido variando<br />

con el tiempo.<br />

Lo que ha cambiado a lo largo de la historia<br />

y lo que distingue hoy a los distintos<br />

partidos, grupos y tendencias abertzales es la<br />

extensión territorial y la forma política (comunidad<br />

autónoma, Estado independiente,<br />

“entidad” soberana, etcétera) que postulan o<br />

aceptan para esa anhelada nación vasca, así<br />

como los medios utilizados para lograrla<br />

(pacíficos o violentos); pero la distinción<br />

étnica y la consiguiente discriminación política<br />

entre vascos y no-vascos definida de<br />

uno u otro modo es tan consustancial al<br />

nacionalismo vasco como la distinción étnico-política,<br />

y la consiguiente discriminación<br />

legal entre nacionales y “extranjeros”, lo<br />

es a cualquier nacionalismo de cualquier<br />

nación-Estado.<br />

La eliminación física por ETA de cuantos<br />

“no-vascos” o “malos vascos”, opuestos a su<br />

proyecto político, le permite su “capacidad<br />

operativa” deja pocas dudas acerca de los<br />

nulos escrúpulos que tendría la “organización<br />

armada” si gozara del poder suficiente<br />

para llevar a cabo la “limpieza étnica” que su<br />

proyecto de nación vasca demanda; pero<br />

sería incierto e injusto, incluso después de<br />

Lizarra, defender que el PNV y EA están<br />

dispuestos a seguirle incondicionalmente<br />

por ese imposible camino genocida (imposible<br />

de facto, dada la escasa y decreciente capacidad<br />

de ETA para matar). Los nacionalistas<br />

del PNV o EA no desean ni necesitan<br />

la eliminación física de los “no-vascos” o<br />

“malos vascos” (llámeseles maketos, inmigrantes,<br />

españoles, “españolistas”, sociatas,<br />

“populares” o renegados); se conforman con<br />

su eliminación social, con su discriminación<br />

EUSKADI E ISRAEL<br />

<strong>JUAN</strong> <strong>ARANZADI</strong><br />

política y su exclusión ideológica, con su<br />

reducción al ostracismo y a la irrelevancia.<br />

Ese objetivo nacionalista de discriminación<br />

social y política entre “vascos” y “novascos”<br />

lo han perseguido el PNV y EA, y lo<br />

siguen persiguiendo, incluso después de Lizarra,<br />

por medios pacíficos y democráticos,<br />

respetando escrupulosamente las reglas del<br />

juego características de la forma de gobierno<br />

que habitualmente se designa como democracia<br />

y que es la que, sin sombra alguna de<br />

duda, impera en España. Obviamente, no<br />

es el caso de ETA y EH, cuyo instrumento<br />

principal para construir la nación vasca es el<br />

terrorismo.<br />

En cuanto a la forma de gobierno que el<br />

PNV y EA desean y postulan para la nación<br />

vasca, bajo la forma de comunidad autónoma<br />

o de Estado independiente, ésta es sin<br />

duda alguna la democracia, es decir, un sistema<br />

parlamentario representativo con división<br />

de poderes, libertad de partidos, etcétera.<br />

Y, nos guste o no, por cínico e increíble<br />

que pueda parecernos, ésa es<br />

también la forma de gobierno que ETA dice<br />

postular para la nación vasca: tras muchos<br />

años de indefinición ideológica sobre<br />

ese punto, durante los cuales, sin embargo,<br />

ETA suscribía la crítica marxista revolucionaria<br />

a la “democracia burguesa”, sus últimos<br />

comunicados muestran que también<br />

ETA se ha convencido de las virtudes de la<br />

democracia como forma de gobierno para la<br />

nación vasca formada por aquellos a quienes<br />

ella, la organización armada, defina como<br />

“vascos”.<br />

Pueden resultar paradójicas, indigeribles<br />

y escandalosas, pero las dos siguientes afirmaciones<br />

me parecen irreprochables: a) el<br />

PNV y EA, los nacionalistas “moderados”,<br />

persiguen por medios pacíficos y democráticos<br />

la construcción de una nación vasca<br />

cuya forma de gobierno, la democracia parlamentaria,<br />

discrimine socialmente a los<br />

“no-vascos”; b) ETA y EH, los abertzales<br />

“radicales”, persiguen por medios violentos<br />

y antidemocráticos la construcción de una<br />

nación vasca que excluya a los “no-vascos” y<br />

en la que sólo aquéllos a quienes ellos definen<br />

como “vascos” disfruten de una forma<br />

de gobierno democrática.<br />

Para que esas dos afirmaciones adquieran<br />

todo su sentido es preciso hacer explícita una<br />

distinción cuyo simultáneo uso y difuminación<br />

es muy frecuente en la retórica política:<br />

la distinción entre la democracia como simple<br />

forma de gobierno, como sistema de reglas<br />

del juego político (definida por la representación<br />

parlamentaria, la división de poderes,<br />

la libertad de partidos, etcétera), y la<br />

democracia como ideología definida por un<br />

sistema de valores (igualdad de todos los<br />

hombres; legitimación exclusiva del poder<br />

político en la voluntad de los individuos; rechazo<br />

de toda fundamentación religiosa, naturalista,<br />

tradicional o historicista del poder<br />

político o el estatus social, etcétera). Sólo a<br />

la luz de esa necesaria distinción se percibe la<br />

demagógica falacia encerrada en la presentación<br />

de los perfiles actuales del conflicto político<br />

en el País Vasco como una cruzada maniquea<br />

de los demócratas constitucionalistas<br />

contra el fascismo de ETA y sus “compañeros<br />

de viaje” del PNV y EA.<br />

El fascismo de ETA<br />

Si los que califican de fascistas a los etarras y<br />

filoetarras persiguen con ese calificativo algo<br />

más que su propia catarsis, algo más que insultarles,<br />

algo más que llamarles criminales,<br />

asesinos, hijos de puta; si persiguen añadir<br />

algo con un mínimo valor analítico, cognitivo,<br />

no sólo se equivocan, sino que contribuyen<br />

a oscurecer gravemente importantes<br />

dimensiones del problema.<br />

Más allá de su obvia aplicabilidad a quienes<br />

explícitamente se proclamaron o proclaman<br />

fascistas o nacional-socialistas y a<br />

quienes profesan una concepción organicista<br />

y totalitaria de la sociedad y del Estado,<br />

la categoría de “fascismo” adolece de<br />

una notable indefinición y ambigüedad que<br />

20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


la convierten en fácil objeto de abuso. Lo<br />

que no deja de ser curioso es que, con frecuencia,<br />

sean los mismos que extreman su<br />

prudencia analítica a la hora de calificar como<br />

fascista la sublevación militar del 18 de<br />

julio de 1936 los que relajan su rigor teórico<br />

a la hora de aplicar el calificativo a ETA.<br />

Ello se debe sin duda al rendimiento retórico<br />

del término, inversamente proporcional<br />

a su fecundidad analítica.<br />

¿Qué se gana llamando fascista a ETA,<br />

pese a que ella insiste en presentarse lisa y<br />

llanamente como una “organización armada”<br />

nacionalista que persigue la democracia<br />

vasca? Lo único que se gana, sin duda, es<br />

capacidad de movilización emocional contra<br />

ella por parte de quienes se consideran<br />

demócratas irreprochables y no pueden<br />

imaginar siquiera que pueda haber alguna<br />

posibilidad de conciliar democracia y racismo,<br />

democracia y terrorismo. El demócrata<br />

que hoy llama fascista a ETA repite la<br />

misma operación catártica y ofuscadora que<br />

practicaba hace unos años el comunista<br />

que llamaba fascista a la ETA que se proclamaba<br />

marxista, revolucionaria y de izquierdas:<br />

ambos consideran inconcebible<br />

que el mal que rechazan asqueados y escandalizados<br />

(los asesinatos de ETA, la violencia<br />

abertzale, la discriminación étnica) pue-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

de tener alguna relación, algún punto de<br />

contacto, alguna vía de conciliación, con lo<br />

que ellos son, con lo que ETA insistentemente<br />

dice ser, es decir, demócrata o comunista<br />

(o nacionalista “bueno” o cristiano).<br />

Llamar fascista a ETA es un puro ejercicio<br />

de exorcismo que impide enfrentarse<br />

con lucidez a lo que en verdad es y, de rebote,<br />

a lo que quizá son quienes sólo logran<br />

definirse políticamente por oposición a ella.<br />

Plantear el conflicto vasco actual como<br />

una batalla entre demócratas y fascistas conduce<br />

inevitablemente a superponer sobre él<br />

una poderosa evocación simbólica de la que<br />

algunos intelectuales, políticos y periodistas<br />

no han podido resistirse a abusar: la imagen<br />

de los nazis abertzales persiguiendo y asesinando<br />

a los judíos no-nacionalistas.<br />

Sin embargo, la analogía cruje en cuanto<br />

se piensa un poco en ella. No resulta fácil<br />

imaginar a los judíos alemanes, por analogía<br />

con los vascos “españolistas”, pudiendo<br />

recurrir a la protección de un Estado<br />

judío del que Alemania hubiera sido una<br />

comunidad autónoma en la que los judíos<br />

habrían sido la mitad de la población. Se<br />

hace un poco raro imaginar a los judíos alemanes<br />

gozando de representación política<br />

propia, tanto en la “comunidad autónoma”<br />

alemana (vasca) como en el Estado judío<br />

(español), teniendo a su disposición una<br />

policía y un ejército mucho más poderosos<br />

que las abertzales Gestapo, SS y SA (el análogo<br />

nazi de ETA). Ello no ha impedido<br />

que prospere esa grotesca caricatura de las<br />

víctimas del terrorismo etarra como “los judíos<br />

de Euskadi”.<br />

Lo ridículo bordea lo escandaloso cuando<br />

quienes utilizan esa retórica absurda son políticos<br />

de partidos como el PSOE o el PP,<br />

que, al mismo tiempo que pactan en Madrid<br />

o en Vitoria con aquellos mismos a quienes<br />

denuncian como nazis o como cómplices de<br />

los nazis, el PNV y EA, llaman a la movilización<br />

cívica contra ellos a quienes les han<br />

elegido, tanto a unos como a otros, para que<br />

resuelvan los problemas políticos del País<br />

Vasco en el Parlamento y no en la calle. En la<br />

aburrida democracia parlamentaria sobran<br />

los héroes y las manifestaciones callejeras; algo<br />

va mal cuando unos y otras proliferan y,<br />

sobre todo, cuando son los propios Gobiernos<br />

y partidos democráticos, que debieran<br />

hacerlas inútiles, los que las promueven.<br />

Un Estado judío<br />

Concebir todo conflicto político actual, en<br />

el País Vasco o en los Balcanes, como una<br />

batalla de la eterna lucha entre el bien y el<br />

mal, entre la libertad y el totalitarismo, cuya<br />

imagen paradigmática sería la guerra victoriosa<br />

de la democracia contra el nazismo,<br />

revela una sospechosa fijación en un pasado<br />

irrepetible cuya función quizá sea desviar<br />

la vista del incómodo presente. Pues lo cierto<br />

es que la mejor prefiguración de lo que<br />

los nacionalistas vascos aspiran a construir,<br />

el mejor modelo de lo que la nación vasca<br />

ha empezado poco a poco a ser, no es la<br />

Alemania nazi, sino el actual Estado judío<br />

de Israel, un Estado que concilia una forma<br />

de gobierno democrática con una legitimación<br />

étnico-religiosa en la que fundamenta<br />

una política discriminatoria hacia los<br />

israelíes no-judíos y una actitud belicosa de<br />

exclusión de los palestinos no-israelíes.<br />

21


EUSKADI E ISRAEL<br />

Hubo un tiempo, allá por los primeros<br />

sesenta, en que algunos sectores de ETA buscaron<br />

inspiración en el terrorismo sionista de<br />

la Irgum, la organización armada dirigida<br />

por el futuro primer ministro Menahem Begin<br />

que no dudó en recurrir al asesinato para<br />

lograr un Israel independiente, judío y<br />

democrático. Su inmersión en la poderosa<br />

ola tercermundista e izquierdista iniciada a<br />

mediados de los sesenta llevó más tarde a<br />

ETA a simpatizar con el terrorismo palestino<br />

y a alejarse del sionismo. No quisiera<br />

darles ideas, pero lo cierto es que es difícil<br />

encontrar mejor modelo que el Estado judío<br />

de Israel para un nacionalismo que, como el<br />

vasco, busca construir un Estado étnico y democrático<br />

en un territorio en el que los “nacionales”<br />

son minoritarios.<br />

Del mismo modo que los nacionalistas<br />

vascos se reservan el derecho a decidir, con<br />

arreglo a su ideología, quién es vasco y<br />

quién no, con independencia de dónde haya<br />

nacido y dónde resida, los sionistas que<br />

lograron la proclamación por la ONU del<br />

Estado de Israel se reservaron el derecho de<br />

definir, con arreglo a su ideología, la condición<br />

de judío, la problemática identidad judía<br />

que daba derecho automático, fuere cual<br />

fuere el territorio de nacimiento y residencia,<br />

a la ciudadanía israelí.<br />

La definición sionista de judío (es judío el<br />

hijo de madre judía que no se haya convertido<br />

a otra religión o el converso al judaísmo)<br />

recurre a un criterio étnico-religioso que intenta<br />

conciliar el imposible laicismo sionista<br />

con las exigencias religiosas del judaísmo.<br />

Los judíos así definidos por los sionistas disfrutan<br />

en el Estado de Israel, cuya forma de<br />

gobierno es inequívocamente democrática,<br />

de una larga serie de privilegios con respecto<br />

a los discriminados ciudadanos “no-judíos”<br />

de Israel (“no-judíos” de religión o de etnia:<br />

cristianos, musulmanes, árabes, drusos, etcétera)<br />

y excluyen de la ciudadanía y de los<br />

derechos consiguientes a los palestinos y demás<br />

residentes no-israelitas en la variable extensión<br />

de territorio que los distintos sionismos<br />

consideran “tierra judía”.<br />

La influyente distinción talmúdica entre<br />

el supremo valor de la vida de un judío<br />

y el valor mucho menor de la vida de un<br />

gentil (valor tan escaso que, aun en caso de<br />

grave peligro de esta última, un judío piadoso<br />

no debe romper el obligado reposo<br />

del sabbath para intentar salvarla) hace que<br />

esa discriminación y esa exclusión tengan en<br />

Israel consecuencias nada baladíes, como se<br />

han encargado periódicamente de recordarnos<br />

los “excesos” represivos del Ejército<br />

israelí en los territorios ocupados y las acciones<br />

criminales, aplaudidas por rabinos<br />

ortodoxos, de Yonah Avashmi, Ami Poper,<br />

Baruch Goldstein, Yigal Amir y demás terroristas<br />

judío-sionistas incubados en los<br />

asentamientos del Gush Emunim que el<br />

Gobierno de Israel no quiere o no se atreve<br />

a desmantelar.<br />

En la actitud de los gobiernos sionistas<br />

democráticos hacia el terrorismo judío salido<br />

de sus propias filas, una actitud por supuesto<br />

muy distinta a su inclemente represión<br />

del terrorismo de Hamas y de los nuevos davides<br />

de la Intifada rampante, puede encontrar<br />

el Gobierno vasco un buen modelo de su<br />

actitud ante ETA y su kale borroka.<br />

Problemas abiertos<br />

Reflexionar sobre las semejanzas entre el<br />

nacionalismo vasco y el sionismo, entre<br />

el proyecto de nación vasca y la realidad del<br />

Estado de Israel, obliga a reflexionar (más<br />

allá de autocomplacientes repeticiones de<br />

la triunfante cruzada de la democracia contra<br />

el fascismo) sobre la posibilidad de<br />

conciliación entre la democracia entendida<br />

como forma de gobierno, la legitimación<br />

étnico-religiosa del Estado y una política<br />

nacionalista de discriminación étnica y de<br />

exclusión violenta del “extranjero”. En la<br />

medida en que la fundación del Estado de<br />

Israel es la primera y principal novedad del<br />

orden jurídico-político internacional de<br />

posguerra, es inevitable desembocar en una<br />

reflexión sobre lo que ese hecho supone y<br />

sobre las características del tipo de democracia<br />

que se impone en Occidente tras la<br />

derrota nazi y la victoria norteamericana.<br />

No parece fácil soslayar la conclusión de<br />

que la proclamación por la ONU del Estado<br />

de Israel supone el reconocimiento de la<br />

incapacidad de Occidente de resolver el<br />

“problema judío” por la única vía conciliable<br />

con los valores democráticos (la ausencia de<br />

discriminación legal y social de los judíos, es<br />

decir, su emancipación política y su asimilación<br />

social, con la consiguiente relegación de<br />

la religión judía al ámbito exclusivamente<br />

privado), así como una sanción positiva a<br />

la legitimación étnico-religiosa del Estado y<br />

a la política de discriminación étnica consiguiente.<br />

Ocultando su impotencia práctica<br />

bajo su renuncia ideológica, la civilización<br />

occidental desveló en ese acto hasta qué punto<br />

su nuevo modelo universalista de democracia<br />

se distanciaba del modelo europeo<br />

–igualitario, laico, socialdemócrata– para<br />

mimetizar el modelo liberal norteamericano:<br />

un modelo de democracia que vino al mundo<br />

y se ha desarrollado hasta hoy en perfecta<br />

armonía con el racismo (con la esclavitud<br />

de los negros primero y con la discriminación<br />

legal y social después) y con el fundamentalismo<br />

étnico-religioso WASP (White<br />

Anglo-Saxon Protestant) en el que arraigan<br />

la religión civil y el mesianismo nacionalista<br />

e imperialista de EE UU. Motivo adicional<br />

para reflexionar sobre los avatares “nacionales”<br />

de los valores democráticos y sobre su<br />

variable relación con la forma democrática<br />

de gobierno.<br />

Quizá, después de todo, ni el nacionalismo<br />

serbio ni el vasco sean tan anacrónicos<br />

como algunos denuncian; quizá ETA haya<br />

descubierto por fin, como antes hicieron el<br />

racista austriaco Haider y toda la extrema<br />

derecha europea, que no hay incompatibilidad<br />

alguna entre la forma democrática de<br />

gobierno y el más furibundo nacionalismo<br />

etnista; quizá la actitud racista del alcalde<br />

“popular” de El Ejido con “los moros” no sea<br />

sino una variante de la actitud de Arzalluz hacia<br />

“los maketos”; quizá la actitud disculpatoria,<br />

tolerante y protectora de Aznar y Mayor<br />

Oreja con la horda linchadora de Almería<br />

sea idéntica a la actitud del Gobierno<br />

vasco con la kale borroka; quizá cualquier ley<br />

de extranjería sea inevitablemente etnista, incluso,<br />

racista; quizá la política oficial de la democrática<br />

Comunidad Europea respecto a<br />

la emigración no se diferencie demasiado en<br />

sus fundamentos ideológicos de la que el racista<br />

Haider propugna; quizá un demócrata<br />

realista, prudente y sensato, curado de utopías,<br />

tenga que acabar aceptando que una<br />

cierta dosis de nacionalismo, de etnismo, de<br />

racismo, es inevitable y políticamente necesaria,<br />

además de perfectamente conciliable<br />

con la democracia “bien entendida”.<br />

Demasiados quizás, demasiados motivos<br />

de reflexión. Sobre todo porque, si abrimos<br />

además la caja de los truenos de la distinción<br />

entre los valores democráticos y la democracia<br />

como forma de gobierno, tampoco<br />

se nos revela muy consistente la equiparación,<br />

en el bando de “los buenos”, entre<br />

demócratas y constitucionalistas. Pues si<br />

bien desde el punto de vista democráticoformal<br />

la Constitución española y su proceso<br />

de aprobación son indiscutiblemente<br />

democráticos, desde el punto de vista de<br />

los valores democráticos hay muchas cosas<br />

en la Constitución, y de notable enjundia,<br />

que no saldrían muy bien paradas de un<br />

examen crítico. Más vale dejar las cosas como<br />

están y ahorrarse el disgusto de abrir<br />

demasiadas llagas ideológicas. Más vale desahogarse<br />

llamando a ETA fascista, resucitar<br />

la simbología heroica del pasado y jugar a<br />

vencer otra vez al fantasma de Hitler. n<br />

Juan Aranzadi es antropólogo.<br />

22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />

Introducción<br />

Poco antes de llegar al ecuador de la última<br />

legislatura (1996-2000) se había hecho ya<br />

evidente que los programas de “liberalización”<br />

anunciados por el gobierno del Partido<br />

Popular eran poco más que una recopilación<br />

de enunciados genéricos, sin operatividad<br />

práctica. De hecho, en algunos<br />

casos las medidas pretendidamente liberalizadoras<br />

tenían efectos (e intenciones, se<br />

puede añadir) contrarios a los anunciados,<br />

como en el caso de los servicios de farmacia.<br />

En ese contexto, el entonces Secretario<br />

de Estado de Economía –y actual Ministro<br />

de Hacienda– anunció la ralentización deliberada<br />

de las medidas liberalizadoras de<br />

los mercados de productos. Su argumento<br />

fue que no era preciso acelerar la liberalización<br />

en un contexto de tasas altas de crecimiento<br />

económico. Por el contrario, había<br />

que esperar a que llegara un momento recesivo<br />

de la economía para aprovechar entonces<br />

el impulso a la actividad económica<br />

que podía suponer la liberalización.<br />

Esta situación, poco recordada, ilustra<br />

con claridad cuál ha sido la actitud real del<br />

Gobierno popular en relación con la liberalización<br />

de la economía. Más allá de las<br />

proclamas retóricas de los ministros económicos,<br />

se ha avanzado poco, mucho menos<br />

de lo que era necesario, en las reformas<br />

estructurales de los mercados. Se ha aplicado<br />

una lógica estrictamente electoral: cualquier<br />

medida liberalizadora genera reacción<br />

defensiva de los sectores afectados, sin<br />

llegar a suscitar entusiasmo en los sectores<br />

que van a resultar beneficiados –más amplios,<br />

aunque con un beneficio particular<br />

menos intenso– 1 . Por tanto, ¿para qué asumir<br />

costes políticos si la evolución general<br />

1 Los grupos reducidos y fáciles de organizar, en<br />

que el perjuicio (o beneficio) de un cambio es muy intenso<br />

tienen mucho más incentivo a la presión y a la<br />

movilización que los grupos amplios y difíciles de or-<br />

Nº XX n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

GERMÀ BEL<br />

de la economía, medida por los grandes<br />

indicadores macroeconómicos, es positiva?<br />

Del absentismo reformador del Gobierno<br />

ya comienzan a desprenderse consecuencias<br />

de relieve, como su contribución<br />

al ensanchamiento del diferencial de<br />

inflación entre España y los países centrales<br />

de la Unión Europea. Sin embargo, me parece<br />

más importante destacar ahora que la<br />

aproximación del Gobierno a la política de<br />

liberalización ha cometido dos errores importantes<br />

en términos de proceso de reforma<br />

económica:<br />

1. Despreciar la secuencia lógica de la<br />

reforma, bien conocida por los estudiosos<br />

de la política económica: las reformas de liberalización<br />

de mercados son más viables<br />

en momentos de auge económico. Los efectos<br />

perjudiciales (para aquellos que pierden<br />

sus privilegios) de la reforma quedan<br />

más diluidos en el contexto de crecimiento<br />

económico general. Por eso, la oposición de<br />

los afectados negativamente tiende a ser<br />

menor en momentos de crecimiento que<br />

en los momentos de estancamiento económico.<br />

2. La liberalización es una política dirigida<br />

a aumentar la flexibilidad general de<br />

la economía y su capacidad de respuesta a<br />

los cambios del entorno. Por tanto, es algo<br />

obvio que una de las consecuencias de la liberalización<br />

es la preparación de la respuesta<br />

de la economía para lograr adaptaciones<br />

más rápidas a futuras caídas de la actividad<br />

económica. Precisamente por eso<br />

es más adecuado liberalizar en momentos<br />

de expansión económica que esperar a la<br />

llegada de la fase baja del ciclo.<br />

ganizar, en que el beneficio (o perjuicio) es muy diluido,<br />

y por tanto la percepción del mismo es menos intensa.<br />

El gran trabajo de Mancur Olson, The Logic of<br />

Collective Action. Public Goods and the Theory of Groups.<br />

Cambrige (Mass.): Harvard University Press, 1965,<br />

aportó, y aún continúa aportando, mucha luz sobre los<br />

incentivos materiales y los estímulos a la organización y<br />

a la acción colectiva.<br />

La insuficiencia de reformas en este ámbito<br />

es uno de los pasivos más evidentes<br />

con los que España afrontará el futuro. Este<br />

texto se propone argumentar la necesidad<br />

de incorporar la liberalización a las prioridades<br />

de la política económica española.<br />

Para ello, primero se discuten las acepciones<br />

del concepto liberalización. Segundo, se<br />

analizan los principales retos para la competencia<br />

en las condiciones actuales de entorno<br />

económico. Tercero, se discuten algunas<br />

medidas de reforma que mejorarían la<br />

situación de la competencia y reducirían el<br />

abuso monopolístico en España, favoreciendo<br />

por tanto a la gran mayoría de empresas<br />

y a los consumidores. Por último, se<br />

resumen las conclusiones y propuestas que<br />

me parecen más destacables.<br />

1. Liberalización: ¿queremos<br />

decir todos lo mismo?<br />

El concepto de política de liberalización<br />

no es el mismo en todas y cada una de sus<br />

expresiones. A grandes rasgos, existen dos<br />

concepciones diferentes sobre lo que implica<br />

la liberalización, en función de cuál se<br />

considere que es el objetivo de esta política:<br />

1. Liberalización equivalente a libre<br />

mercado. El objetivo de la liberalización sería<br />

dejar que los mercados funcionen libremente,<br />

con la creencia de que la libertad de<br />

mercado garantiza, en cualquier circunstancia,<br />

el funcionamiento eficiente de la<br />

economía. En esta concepción, liberalización<br />

es equivalente a laisser-faire. Está conectada<br />

intelectualmente con las teorías del<br />

interés privado de la regulación y la intervención<br />

del Estado, cuyo exponente más<br />

significativo es la Escuela de Chicago. Esta<br />

visión se enraíza en la creencia de que todo<br />

obstáculo al funcionamiento libre del mercado<br />

tiene consecuencias más negativas que<br />

cualquier fallo de la competencia que intente<br />

corregir.<br />

2. Liberalización asociada a introducción<br />

o aumento de la competencia. El objetivo de la<br />

23


LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />

liberalización sería conseguir que exista competencia<br />

en los mercados. En ausencia de<br />

externalidades, problemas de información<br />

relevantes u objetivos sociales de carácter<br />

distributivo muy acentuados, la competencia<br />

estimulará el bienestar social. El funcionamiento<br />

libre del mercado será un instrumento<br />

útil para conseguir la competencia<br />

cuando no existan muchos problemas derivados<br />

de fallos en la competencia. Pero el libre<br />

mercado no garantiza la competencia<br />

cuando se produzcan, por ejemplo, situaciones<br />

de monopolio, de posición dominante<br />

de alguna empresa o de facilidad para<br />

que las empresas de una industria puedan<br />

llegar a acuerdos restrictivos de la competencia.<br />

Esta concepción se conecta intelectualmente<br />

con las teorías del interés público<br />

de la regulación y sostiene que, en determinadas<br />

circunstancias, la intervención del Estado<br />

puede ayudar a que la economía funcione<br />

de forma no sólo más justa, sino también<br />

más eficiente.<br />

Parece razonable pensar que la competencia<br />

deba ser el objetivo de una política<br />

de liberalización, mientras que el libre mer-<br />

cado es el instrumento que –ocasionalmente–<br />

puede facilitar la emergencia de la<br />

competencia 2 . Por tanto, si el objetivo es<br />

la competencia, la política de liberalización<br />

tiene dos dimensiones.<br />

Una primera dimensión, que podemos<br />

considerar como “pasiva”, consiste en la eliminación<br />

de las disposiciones legales que<br />

son perjudiciales para la competencia en los<br />

mercados potencialmente competitivos. Es<br />

la desregulación procompetitiva 3 . Por otra<br />

parte, existe una segunda dimensión que<br />

podemos considerar como “activa”. Con-<br />

2 Ésta es la aproximación a la cuestión que comparten<br />

hoy la socialdemocracia y el centro progresista en<br />

Europa y los demócratas en Estados Unidos. Siempre<br />

me ha parecido curioso –e interesante– observar que en<br />

la discusión política y económica en EE UU el término<br />

“liberal” es espetado peyorativamente desde los sectores<br />

más tradicionales de la derecha republicana hacia los sectores<br />

más progresivos de los demócratas.<br />

3 Quiero precisar que por regulación económica<br />

me refiero aquí a las normas que restringen el funcionamiento<br />

de los mercados de productos en aquellos aspectos<br />

que pueden distorsionar la competencia. No me<br />

refiero, por tanto, a otro tipo de regulaciones como las<br />

sociales, sanitarias, etcétera.<br />

siste en la actuación pública para estimular<br />

la competencia en los mercados potencialmente<br />

competitivos en los que existan condiciones<br />

idóneas para que se produzcan actuaciones<br />

restrictivas de la competencia,<br />

bien porque una empresa dominante pueda<br />

evitarla o bien porque unas cuantas empresas<br />

que concentren la actividad en el sector<br />

puedan restringirla mediante acuerdos entre<br />

ellas.<br />

2. Políticas favorables a la competencia:<br />

¿qué hemos aprendido?<br />

2.a. La desregulación procompetitiva<br />

La desregulación procompetitiva (en cuanto<br />

una parte de la política de liberalización)<br />

ha eliminado muchas de las restricciones legales<br />

al funcionamiento de los mercados<br />

que obstaculizaban la competencia. En algunos<br />

casos, existe la percepción de que<br />

sus efectos no han beneficiado por igual a<br />

todos los consumidores, individuales o empresas.<br />

Pero, en términos generales, los resultados<br />

de este proceso han sido positivos<br />

en términos de precios, opciones de bienes<br />

y servicios para elegir, calidad de la oferta,<br />

24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


etcétera 4 . El balance global es claro: el proceso<br />

de desregulación ha generado beneficios<br />

sustanciales: tanto los productores como<br />

los consumidores se benefician de la<br />

combinación de un aumento de la productividad,<br />

de nuevas oportunidades de<br />

mercado y de una presión a la baja sobre los<br />

precios. Estos beneficios se traducen en<br />

ocasiones en los sectores liberalizados y<br />

en otras en nuevas actividades económicas, en<br />

creación de empleo 5 .<br />

Pues bien, en España todavía nos queda<br />

un buen trecho por recorrer en esta materia.<br />

Restricciones como las relativas a la apertura<br />

de farmacias o a los horarios comerciales,<br />

y muchas otras de efectos similares, se habían<br />

implantado apelando a la protección<br />

del bienestar social, la protección de los consumidores,<br />

la protección de la cohesión territorial,<br />

etcétera. Pero, en muchos casos,<br />

sus efectos han sido aumentar los precios de<br />

los productos y servicios, reducir las posibilidades<br />

de elección de los consumidores y las<br />

empresas de los sectores competitivos de la<br />

economía, y aumentar los beneficios de algunos<br />

de los agentes económicos que actuaban<br />

en las actividades reguladas.<br />

La tendencia a buscar protección para<br />

los ya presentes en un sector industrial ha sido<br />

y será una constante de la actuación de<br />

los grupos de interés particular. Un ejemplo<br />

actual de esta tendencia son las propuestas<br />

dirigidas a la implantación de la pasantía para<br />

el ejercicio de la abogacía; en este caso, la<br />

imposición de una barrera de entrada que<br />

reduce la oferta potencial de servicios jurídicos<br />

y, por tanto, restringe la competencia.<br />

La agenda de la política pública del futuro<br />

debería desplazar la carga de la prueba hacia<br />

las medidas y propuestas restrictivas de la<br />

competencia en los mercados de productos.<br />

¿A qué intereses (generales, particulares,<br />

una mezcla de ambos) favorece cualquier<br />

restricción de la competencia en los mercados<br />

de productos? Además, y en cualquier<br />

caso, es necesario evaluar los costes de cualquier<br />

restricción legal de la competencia.<br />

2.b. Las políticas de defensa de la competencia<br />

La recomendación de política económica de-<br />

4 La panorámica más completa sobre los efectos de<br />

la desregulación procompetitiva continúa siendo la<br />

de Clifford Winston: ‘Economic deregulation: Days of<br />

reckoning for microeconomists’, en Journal of Economic<br />

Literature, 31 (1993), págs. 1263-1289. Este texto está<br />

traducido al castellano en Germà Bel, ed., Privatización,<br />

desregulación y ¿competencia?, págs. 117-159. Civitas,<br />

Madrid, 1996.<br />

5 El lector interesado puede encontrar una serie de<br />

trabajos recientes sobre la relación entre liberalización y<br />

empleo en: Antón Costas y Germà Bel, eds., Los beneficios<br />

de la liberalización de los mercados de productos. Servicio<br />

de Estudios de La Caixa, Barcelona, 1997.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

rivada hasta ahora es clara: acentuar el énfasis<br />

en las reformas orientadas a la liberalización<br />

de los mercados de bienes y servicios.<br />

Pero ¿quiere esto decir que debe desaparecer<br />

la intervención del Estado? No. La desregulación<br />

debe ir acompañada de una acción<br />

pública paralela orientada a garantizar el funcionamiento<br />

competitivo de nuevos mercados<br />

liberalizados. Porque es la competencia la<br />

que garantiza que los beneficios de la liberalización<br />

lleguen a todos los ciudadanos.<br />

Como se apuntaba más arriba, muchas<br />

industrias presentan problemas de competencia<br />

importantes, porque la estructura<br />

del mercado permite que se produzcan actuaciones<br />

restrictivas de la competencia.<br />

Existen dos tipos básicos de situación de este<br />

tipo. Primero, la existencia de acuerdos<br />

entre empresas. Segundo, el abuso de posición<br />

dominante por parte de una empresa<br />

que goce de poder de mercado. En estos escenarios<br />

la política de defensa de la competencia<br />

es una dimensión extraordinariamente<br />

importante de la liberalización.<br />

La posibilidad de que se establezcan<br />

acuerdos entre empresas para restringir la<br />

competencia, y los daños que esta actitud<br />

provoca para los consumidores y para otras<br />

empresas que usan sus productos o servicios,<br />

son conocidos desde hace mucho tiempo.<br />

Ya en 1776 Adam Smith, en su Riqueza<br />

de las Naciones, aludía al fenómeno y sus<br />

consecuencias. Si unas pocas empresas concentran<br />

una cuota de mercado muy alta en<br />

una industria tendrán la tentación permanente<br />

de llegar a acuerdos para restringir la<br />

competencia y conseguir beneficios extraordinarios,<br />

derivados de los mayores precios<br />

pagados por los consumidores.<br />

En un entorno como el actual, en el<br />

que los cambios tecnológicos y los cambios<br />

legales han ampliado los espacios abiertos a<br />

la competencia, me parece una hipótesis<br />

plausible la de que muchas de las actuales<br />

fusiones y operaciones de concentración<br />

empresarial son una respuesta defensiva a la<br />

amenaza de la competencia 6 . Parece evidente<br />

que en muchos servicios estamos llegando<br />

a una “situación donde las relaciones<br />

entre algunas empresas, muy contadas, se<br />

6 Por supuesto, el motivo estándar aducido para la<br />

fusión es el de realización de economías de escala. Pero<br />

estudios de reputadas consultoras sobre resultados de fusiones<br />

inducen a escepticismo sobre tal argumento.<br />

Se han sugerido otros motivos para algunas operaciones<br />

de fusión. Por ejemplo, el de aumentar la dimensión<br />

para dificultar la amenaza de absorción de las<br />

empresas preexistentes mediante una OPA. Desde luego,<br />

esto no está muy de acuerdo con lo que la nueva teoría<br />

de la organización industrial nos ha enseñado sobre<br />

incentivos en la relación entre propiedad y control, y la<br />

virtud disciplinaria del mercado de capitales.<br />

GERMÀ BEL<br />

parecen cada vez más a una tela de araña” 7 ,<br />

con los riesgos derivados de ausencia de<br />

competencia y concentración de poder económico.<br />

Cada vez está más a la orden el<br />

análisis de la experiencia legislativa de<br />

EE UU en el último cuarto del siglo XIX.<br />

El tratado constitutivo de la Comunidad<br />

Europea se hizo eco de este tipo de<br />

problemas, prohibiendo en su artículo 85<br />

(actual artículo 81) las prácticas restrictivas<br />

de la competencia. Durante mucho tiempo<br />

se establecieron excepciones a los acuerdos<br />

prohibidos en este artículo. Pero desde la<br />

mitad de los ochenta la Unión Europea y,<br />

más lentamente, los Estados miembros,<br />

han aumentado su beligerancia contra las<br />

prácticas restrictivas. En la actualidad se ha<br />

hecho normal la existencia de órganos específicos<br />

de defensa de la competencia; en<br />

España, el Tribunal de Defensa de la Competencia<br />

(TDC) y el Servicio de Defensa de<br />

la Competencia (SDC). Más abajo volvemos<br />

a estos órganos y a la organización de<br />

sus competencias y posición institucional.<br />

Un problema de raíz distinta emerge<br />

cuando una empresa alcanza la posición<br />

dominante en el mercado. A veces, porque<br />

la propia evolución competitiva de la industria<br />

y el éxito innovador y comercial de<br />

la empresa le permiten ganar una gran cuota<br />

de mercado. Tal caso es frecuente en industrias<br />

en que el cambio tecnológico avanza<br />

con mucha rapidez, como la de programación<br />

informática. En otras ocasiones, la<br />

posición dominante puede darse como<br />

consecuencia de la apertura a la competencia<br />

de industrias en que una empresa disfrutaba<br />

anteriormente de poder monopolístico,<br />

por causas tecnológicas o legales.<br />

Ante la entrada de nuevos rivales, la empresa<br />

que tenía el monopolio goza a menudo<br />

de una posición ya consolidada que le<br />

otorga poder de mercado. Este caso es habitual<br />

en las telecomunicaciones o el transporte<br />

aéreo, industrias en que los monopolios<br />

tradicionales permanecen como operadores<br />

dominantes.<br />

La dimensión de una gran empresa o la<br />

existencia de una situación dominante no<br />

es en sí el problema. Éste aparece cuando la<br />

empresa dominante abusa de su poder de<br />

mercado, y lo utiliza para perjudicar a la<br />

competencia que ha surgido, o para prevenirla<br />

antes de que se manifieste. La propia<br />

existencia de un problema en estos casos ha<br />

sido una cuestión sujeta a controversia. A<br />

7 Zulima Fernández: Banca, energía y telecomunicaciones.<br />

La nueva estructura de los núcleos duros de la economía<br />

española. XIV Jornadas de Alicante sobre Economía<br />

Española, Octubre de 1999, pág. 9.<br />

25


LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />

Cuadro 1. El abuso de la posición dominante<br />

Tipo de conducta Contenido Ejemplo<br />

1. Aplicar precios de depredación Una empresa dominante puede bajar los A principios de 1998, tras la entrada en<br />

de los rivales. precios de algunos de sus productos por debajo telecomunicaciones de Retevisión,<br />

de su coste real para expulsar del mercado a Telefónica anunció un plan de precios<br />

una competidora que haya entrado y descuentos especiales dirigidos a<br />

recientemente, y después regresar a precios de determinados clientes con alto volumen<br />

monopolio (o de oligopolio, si en la industria de facturación. La Comisión Nacional<br />

hay diferentes operadores parcialmente del Mercado de Telecomunicaciones<br />

dominantes que actúen de acuerdo con paró por un tiempo la entrada en<br />

modelos de competencia oligopolística funcionamiento del plan de descuentos<br />

estratégica). de Telefónica y lo hizo modificar antes de<br />

autorizarlo unos meses después.<br />

2. Aumentar costes o reducir ingresos Una empresa dominante puede perjudicar los Hasta 1995 la empresa Microsoft<br />

de los rivales. costes de los rivales o disminuir sus ingresos si obligaba a los productores de<br />

ocupa una posición dominante en el mercado. ordenadores a pagar un royalty por cada<br />

ordenador que vendieran, con<br />

independencia de que instalasen o no el<br />

software de Microsoft. Si no lo aceptaban<br />

no tenían permiso de instalación de<br />

Microsoft para ninguno de sus<br />

ordenadores. Esto hacía que, de forma<br />

inevitable, los ordenadores que instalasen<br />

software de una empresa diferente a<br />

Microsoft soportasen un sobrecoste.<br />

3. Operar en mercados diferentes Una empresa dominante puede utilizar En Gran Bretaña ha estado prohibido<br />

y conectados. beneficios monopolísticos para, mediante durante muchos años que las operadoras<br />

subsidios cruzados, distorsionar la competencia dominantes en telecomunicaciones<br />

en otros mercados competitivos donde esté pudiesen participar en el negocio de<br />

presente. emisión audiovisual en abierto. En<br />

cambio, en España, aunque la<br />

liberalización es más reciente, la<br />

operadora dominante –Telefónica- no ha<br />

tenido problemas para entrar<br />

impetuosamente en negocios de<br />

comunicación audiovisual en abierto,<br />

mediante la compra de paquetes<br />

mayoritarios en empresas como<br />

Antena 3-TV u Onda Cero.<br />

Nota: Se puede pensar que una operadora dominante no puede aplicar de forma continuada precios predatorios, y que si lo hiciese beneficiaría al consumidor. Pero, si la<br />

operadora dominante consigue crearse una reputación de contestación agresiva a cualquier intento de competencia, esto puede disuadir a futuros competidores potenciales<br />

de entrar en el negocio, y puede permitir a la operadora dominante recuperar los precios de monopolio.<br />

Fuente: Elaboración propia.<br />

principios de los ochenta un conocido trabajo<br />

de Baumol 8 defendió que en realidad<br />

este problema no existía, porque una situación<br />

de este tipo no podía durar demasiado:<br />

el propio mercado se auto-regulaba.<br />

Su razonamiento era el siguiente: lo importante<br />

no es que en un mercado exista la<br />

competencia, sino que ésta sea posible. Por<br />

ello, si una empresa gana una posición do-<br />

8 Se trata de William Baumol: ‘Contestable markets:<br />

Un uprising in the Theory of industry structure’,<br />

American Economic Review, vol. 72 (1982), págs. 1-15.<br />

minante y de esta posición extrae unos beneficios<br />

extraordinarios, otras empresas<br />

querrán hacerle la competencia entrando<br />

en la industria.<br />

Las cosas seguirían la orientación indicada<br />

por Baumol si la entrada y la salida en la<br />

industria tuviesen pocos costes. Entonces el<br />

operador dominante tendría poco interés en<br />

establecer precios tan altos que atrajeran más<br />

competencia a entrar en el mercado. Pero en<br />

la economía real muchas actividades exigen<br />

fuertes costes de entrada. Especialmente, las<br />

industrias en que existen operadores dominantes,<br />

que se caracterizan por tener costes de<br />

entrada importantes. Por esto, ahora existe<br />

un amplio acuerdo en que el abuso de posición<br />

dominante sigue siendo un problema<br />

para la competencia que los mercados no resuelven<br />

con la auto-regulación 9 .<br />

El cuadro 1 presenta los tipos de conductas<br />

abusivas de la posición dominante<br />

que causan más preocupación por sus efectos<br />

perjudiciales sobre la competencia.<br />

9 Este problema fue también reconocido en el Tratado<br />

Constitutivo de la Comunidad Europea, cuyo artículo<br />

86 (actual artículo 82) prohíbe este tipo de prácticas.<br />

26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


La consideración de una vertiente de la<br />

intervención del Estado como una componente<br />

de la política de liberalización puede<br />

resultar algo paradójico a quienes se han acostumbrado<br />

a tratar sistemáticamente de forma<br />

opuesta al Estado y al mercado, a ver contradicciones<br />

permanentes entre lo público y<br />

lo privado; es decir, tanto a los idealistas del<br />

Estado como a los idealistas del mercado.<br />

Sin embargo, desde una aproximación más<br />

laica y menos dogmática de las relaciones<br />

entre Estado y mercado la cuestión importante<br />

en muchas ocasiones es analizar cuál es<br />

el espacio apropiado de cada uno de ellos, y<br />

cómo cada uno de ellos puede ayudar al otro<br />

a hacer lo que le es propio 10 .<br />

El Estado tiene un papel fundamental<br />

para ayudar a que los mercados funcionen<br />

mejor y puedan desplegar de forma más<br />

completa sus potencialidades: la defensa y<br />

el estímulo de la competencia a través, por<br />

ejemplo, de actuaciones contra los acuerdos<br />

restrictivos de la competencia; o contra la<br />

interposición de barreras de entrada de hecho<br />

a nuevos rivales por parte de las empresas<br />

ya instaladas en la industria. En este<br />

sentido, las políticas activas de defensa de la<br />

competencia tendrán un papel muy relevante.<br />

Estos problemas configuran una dimensión<br />

muy importante de la política<br />

económica moderna. Algunos son nuevos.<br />

Otros, aunque existen desde hace tiempo,<br />

se han acentuado con el cambio tecnológico,<br />

el aumento de las dimensiones de las<br />

economías y los cambios en los marcos regulatorios.<br />

En el futuro inmediato su resolución<br />

tendrá una importancia central en el<br />

funcionamiento de los mercados de productos,<br />

en la configuración del poder económico<br />

en las sociedades modernas. Y, aún<br />

más allá, en la propia calidad de la democracia<br />

y sus inherentes equilibrios de poder.<br />

3. Monopolios, oligopolios, Gobierno<br />

y consumidores en España: una nueva<br />

agenda de reformas institucionales<br />

En los procesos de privatización se ha producido<br />

una confusión entre privatización y<br />

liberalización, con consecuencias negativas<br />

nada desdeñables para la competencia; porque<br />

la privatización no trae consigo la competencia.<br />

10 En el capítulo sexto del Economic Report of the<br />

President enviado al Congreso de los EE UU en febrero<br />

de 1997 por el Consejo de Asesores Económicos del<br />

Presidente puede encontrase una crítica amplia y profunda<br />

de la idea de que el mercado y el Gobierno sean<br />

sustitutos irreconciliables. Un extracto de este capítulo<br />

puede encontrarse en Antón Costas y Germà Bel, eds.,<br />

Los beneficios de la liberalización…, op. cit., págs. 97-129.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

De hecho, en el caso de las privatizaciones<br />

de empresas que desempeñan sus actividades<br />

en entornos altamente competitivos,<br />

la privatización ha aparecido más bien<br />

como la consecuencia de la competencia 11 .<br />

Cambios de entorno económico e institucional<br />

(por ejemplo, la integración económica<br />

regional, el aumento de la dimensión<br />

de los mercados y la mayor dificultad para<br />

efectuar subvenciones públicas) han introducido<br />

mayores niveles de competencia en<br />

algunos sectores; y una respuesta funcional<br />

de los Gobiernos antes esos cambios procompetitivos<br />

ha sido la privatización de empresas<br />

públicas que actúan en esos sectores.<br />

La privatización no ha tenido como consecuencia<br />

la competencia. La relación causal<br />

ha sido la inversa: el aumento de espacio para<br />

la competencia ha tenido como efecto<br />

que existan más empresas privadas y menos<br />

empresas públicas.<br />

Giremos ahora nuestra atención a<br />

aquellos sectores con problemas de competencia,<br />

donde se conservan segmentos de<br />

carácter monopolístico o se configuran posiciones<br />

dominantes susceptibles de abuso.<br />

La confusión (ingenua o deliberada) entre<br />

privatización y liberalización ha inducido<br />

errores en la secuencia de la reforma,<br />

errores que pueden incluso dificultar el aumento<br />

de la competencia en los mercados<br />

problemáticos. En su evaluación de los resultados<br />

de los procesos de reforma de mercados,<br />

Joseph E. Stiglitz concluye:<br />

“En efecto, muchos países adoptaron la política<br />

de ‘privatizar ahora, regular después’. Aquí, otra vez,<br />

las privatizaciones iniciales en un ambiente carente de<br />

regulación apropiada dieron lugar a fuertes intereses<br />

creados para bloquear los intentos posteriores de regulación<br />

en el caso de monopolio natural, o para<br />

crear mercados competitivos, en el caso de las industrias<br />

en que la competencia era viable. Se suponía<br />

que la privatización suavizaría la intrusión política<br />

en los procesos de mercado; pero la privatización<br />

proporcionó un instrumento adicional por medio<br />

del cual los intereses particulares, y el poder político,<br />

han podido mantener su poder” 12 .<br />

El caso de España encaja bastante bien<br />

en el escenario apuntado por Stiglitz. La sa-<br />

11 Esta hipótesis está más desarrollada en Germà<br />

Bel y Antón Costas: ‘Privatización, competencia y consumidores:<br />

una nueva agenda de reformas para la posprivatización’,<br />

Economistas, 84 (2000), págs. 329-335.<br />

En este trabajo y en Germà Bel, ‘Posprivatización, reforma<br />

regulatoria y beneficios de los consumidores:<br />

¿laisser faire versus competencia?’, Sistema, 149 (1999),<br />

págs. 111-126, descansa esta sección.<br />

12 Joseph E. Stiglitz: Whither Reform? Ten Years of<br />

the Transition. World Bank. 1999 Annual Bank Conference<br />

on Development Economics. Washington DC,<br />

EE UU. Stiglitz presidió el Consejo de Asesores del<br />

Presidente Clinton hasta finales de 1997 y fue vicepresidente<br />

del Banco Mundial hasta finales de 1999.<br />

GERMÀ BEL<br />

lida del Estado de las telecomunicaciones o<br />

de la energía eléctrica se produjo sin reestructuración<br />

previa del sector. Como también<br />

sucede en Gran Bretaña, en España el<br />

mercado de la generación eléctrica está dominado<br />

por un duopolio y la existencia de<br />

competencia en la generación eléctrica es<br />

más un desiderátum teórico que una realidad<br />

práctica.<br />

Por otra parte, la experiencia española<br />

en materia de concentración entre telecomunicaciones<br />

y audiovisual ilustra cómo<br />

puede ser incluso más fácil para el<br />

poder político articular grupos de control<br />

de servicios mediante la privatización<br />

de operadoras dominantes. Estos procedimientos<br />

pueden gozar ahora incluso de<br />

la ventaja de quedar eximidos del control<br />

de las instituciones democráticas. Desde<br />

luego, con la privatización no acaba la<br />

posibilidad de intervención política, como<br />

se había llegado a pensar de forma<br />

un tanto ingenua.<br />

La experiencia de la posprivatización<br />

permite identificar riesgos de las privatizaciones<br />

de empresas públicas que operaban<br />

en el campo de los servicios públicos en<br />

régimen de monopolio o que disponían de<br />

un importante poder de mercado. La experiencia<br />

española muestra que el riesgo<br />

más evidente en el momento presente es<br />

que las regulaciones están adquiriendo frecuentemente<br />

un sesgo favorable a las empresas<br />

privatizadas. Este riesgo regulatorio<br />

parece ser más probable cuando los Gobiernos<br />

se han comprometido y beneficiado<br />

del éxito político de las privatizaciones y<br />

han estimulado la creación de bases accionariales<br />

amplias 13 . Su consecuencia es la<br />

existencia de impuestos ocultos sobre los<br />

consumidores a través de las tarifas u otras<br />

compensaciones, como por ejemplo la permisividad<br />

con el deterioro del servicio por<br />

infrainversión.<br />

Como se ha argumentado más arriba,<br />

existen políticas activas a través de las cuales<br />

los Gobiernos pueden proteger los intereses<br />

de los consumidores. A veces, indirectamente,<br />

con políticas que fomenten y<br />

protejan la competencia en los mercados de<br />

productos, con la esperanza de que la competencia<br />

dará lugar a mayores cantidades y<br />

calidades a disposición del consumidor, a<br />

precios que reflejen los costes de provisión<br />

o de producción. Otras veces de forma di-<br />

13 Esto explica que, ante propuestas de reducción<br />

de tarifas y liberalización, la preocupación por los resultados<br />

de las empresas del sector y por su cotización en<br />

Bolsa ha llevado en España a actitudes sesgadas del Gobierno,<br />

persistentemente favorables a las empresas privatizadas.<br />

27


LIBERALIZACIÓN Y COMPETENCIA<br />

Cuadro 2. Efectos en relación con la comptencia de las principales medidas<br />

de los paquetes llamados “liberalizadores” de 23 de junio de 2000<br />

Efectos sobre la competencia Medidas<br />

Favorables a la competencia – liberalización de horarios comerciales para el pequeño comercio<br />

– libertad de descuento en libros de texto<br />

– libertad de descuento con limitaciones en los servicios de fe pública<br />

– apertura del mercado de las ITV<br />

– apertura del mercado de la intermediación inmobiliaria<br />

Insuficientes, irrelevantes – límites a la cuota de mercado de los distribuidores de hidrocarburos<br />

o meramente propagandísticas – desconsideración de la propiedad de CLH<br />

– límites a la cuota de mercado de los distribuidores de gas<br />

– anticipación de la liberalización del gas<br />

– límites a la cuota de mercado de los operadores eléctricos<br />

– anticipación de la liberalización del sector eléctrico<br />

Contrarias a la competencia – nuevos requisitos para fabricantes e importadores de tabaco<br />

y/o perjudiciales para el consumidor – límite máximo a futuras reducciones de las tarifas eléctricas<br />

– elevación a rango legal de la tarifa eléctrica por “garantía de potencia”<br />

– aumento del margen profesional en los medicamentos genéricos<br />

– limitación al 10% de la libertad de descuento en las especialidades farmacéuticas<br />

publicitadas<br />

– autorización gubernativa de OPA y otras fusiones<br />

Nota: La valoración como medida restrictiva del descuento máximo del 10% en especialidades farmacéuticas publicitadas merece un comentario. Paradójicamente, el<br />

marco legal vigente no contenía hasta ahora limitación alguna para hacer descuentos (aunque los colegioos de farmacéuticos indicaran mediante circular a sus miembros<br />

que los descuentos estaban prohibidos). Esto es así porque en ningún lugar de la legislación se especifica que los márgenes de farmacia tengan carácter de “fijos”. En cambio,<br />

ahora el descuento tiene ya un límite máximo.<br />

Fuente: Elaboración propia.<br />

recta, mediante una adecuada regulación<br />

de las tarifas y condiciones de prestación de<br />

los servicios en industrias que mantienen<br />

segmentos de monopolio. En este contexto,<br />

podemos apuntar una serie de orientaciones<br />

para la política económica española:<br />

a) El Tribunal de Defensa de la Competencia<br />

debe ser dotado de un grado de independencia<br />

elevado (similar al de los bancos<br />

centrales), y debe ser capaz de introducir<br />

regímenes efectivos de competencia y de<br />

sancionar las conductas restrictivas 14 .<br />

b) Son necesarios marcos y organismos<br />

reguladores independientes, con capacidad<br />

para disciplinar a las empresas que disponen<br />

de poder de mercado. Esto aumentará<br />

las posibilidades de conseguir que las eventuales<br />

ganancias de productividad se trasladen,<br />

vía precios, a los consumidores y a la<br />

generalidad de las empresas productoras de<br />

bienes y servicios 15 .<br />

14 En Julio Segura, ‘Sobre políticas de oferta’, El<br />

País, 6 de diciembre de 1999, pág. 76, se pueden encontrar<br />

una serie de propuestas razonables, muy concretas<br />

y detalladas.<br />

15 Miguel Ángel Fernández Ordóñez ofrece una<br />

buena síntesis de las razones por las que es conveniente<br />

tener órganos reguladores independientes en la pospri-<br />

c) Es trascendental asegurar la máxima<br />

transparencia en la adopción de decisiones<br />

de regulación y respetar el proceso formal<br />

de toma de decisiones, muy especialmente<br />

cuando se trata de la regulación de<br />

monopolios de servicios públicos. Existen<br />

fuertes incentivos para el secreto en la regulación<br />

de los monopolios, y el secreto<br />

agrava los potenciales fallos de la regulación.<br />

Además, la opacidad favorece la “captura”<br />

del regulador, sea éste una agencia<br />

independiente o un organismo público<br />

autónomo.<br />

d) Es conveniente plantearse la conveniencia<br />

de la separación legal entre las actividades<br />

de las empresas que gestionan segmentos<br />

de negocios en régimen monopolístico<br />

con las actividades de las mismas<br />

empresas en mercados competitivos. La<br />

concurrencia de actividades puede ser una<br />

tentación demasiado grande que lleve a<br />

perseguir beneficios monopolísticos en las<br />

actividades reguladas y su empleo en la distorsión<br />

de la competencia en los mercados<br />

competitivos en que actúan.<br />

vatización, en su introducción al libro de Miguel Ángel<br />

Lasheras: La regulación económica de los servicios públicos,<br />

págs. 5-11. Ariel, Barcelona, 1999.<br />

Como puede apreciarse, las orientaciones<br />

propuestas van en dirección diametralmente<br />

opuesta a la reforma de la Ley de Defensa<br />

de la Competencia realizada a finales<br />

de 1999. Esta reforma fue muy timorata en<br />

estos aspectos, preservando la debilidad y la<br />

dependencia respecto al gobierno de los órganos<br />

reguladores y de defensa de la competencia.<br />

Fue, sin ningún género de dudas,<br />

la obra de un Gobierno acostumbrado a emplear<br />

la liberalización como un recurso retórico,<br />

pero que no renuncia a las ventajas políticas<br />

que ofrece la connivencia del Gobierno<br />

con los nuevos poderes económicos<br />

fomentados desde el propio Gobierno.<br />

El reciente “paquete liberalizador”<br />

aprobado por el gobierno el 23 de junio de<br />

2000 y que convalidó el Congreso de los<br />

Diputados el 29 de junio ha ofrecido una<br />

nueva muestra de este talante gubernamental.<br />

Las orientaciones de reformas institucionales<br />

sugeridas más arriba tampoco<br />

han encontrado un lugar en el nuevo “paquete”.<br />

De hecho, después de estas medidas,<br />

el sometimiento a la voluntad del gobierno<br />

de la defensa de la competencia y de<br />

la regulación de la energía y las telecomunicaciones<br />

es igual que antes, sino mayor.<br />

El sometimiento de las Ofertas Públicas de<br />

Adquisición a la decisión última del gobierno<br />

es un ejemplo muy claro de au-<br />

28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


mento del grado de intervención gubernamental.<br />

En el cuadro 2 se presentan las medidas<br />

más significativas, así como sus efectos<br />

en relación con la competencia.<br />

4. A modo de conclusiones<br />

En este texto se sostiene la necesidad de incorporar<br />

la liberalización a las prioridades de<br />

la política económica española. Se sitúa la<br />

competencia, más que el libre mercado per<br />

se, como objetivo prioritario de la liberalización.<br />

Por tanto, se consideran dos dimensiones<br />

de la política de liberalización:<br />

una primera pasiva, la desregulación procompetitiva,<br />

consistente en la eliminación<br />

de las disposiciones legales que son perjudiciales<br />

para la competencia en los mercados<br />

potencialmente competitivos. Ante la existencia<br />

o la propuesta de introducción de<br />

medidas restrictivas de la competencia en<br />

los mercados de productos, la carga de la<br />

prueba debe trasladarse a quienes defienden<br />

o proponen la restricción de la competencia.<br />

La segunda dimensión de la política de<br />

liberalización, que podemos considerar como<br />

activa, consiste en la actuación pública<br />

para estimular la competencia en los mercados<br />

potencialmente competitivos en los<br />

que existan condiciones idóneas para que se<br />

produzcan actuaciones restrictivas de la<br />

competencia, bien porque una empresa dominante<br />

pueda evitarla, o bien porque unas<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

cuantas empresas que concentren la actividad<br />

en el sector puedan restringirla mediante<br />

acuerdos entre ellas. En este sentido,<br />

el Estado tiene un papel fundamental para<br />

ayudar a que los mercados funcionen mejor<br />

y puedan desplegar de forma más completa<br />

sus potencialidades.<br />

Asimismo, y aunque fuera del dominio<br />

estricto de lo que se entiende por política<br />

de liberalización, el Estado debe establecer<br />

reglas que impidan la explotación del consumidor<br />

y maximicen el bienestar social en<br />

aquellas industrias cuya estructura determine<br />

la subsistencia de las características<br />

de monopolio natural, al menos hasta que<br />

cambios tecnológicos debiliten en el futuro<br />

estas condiciones, y hagan viable o deseable<br />

la introducción de competencia.<br />

Por último, se formulan una serie de<br />

orientaciones de carácter institucional dirigidas<br />

a mejorar la formulación de la política<br />

de defensa de la competencia y de la prevención<br />

de abusos monopolísticos. Con carácter<br />

general, se enfatiza la necesidad de<br />

acentuar la independencia tanto del Tribunal<br />

de Defensa de la Competencia como de las<br />

Órganos Reguladores. Además, se da gran<br />

16 Este trabajo debe mucho a un diálogo continuado<br />

sobre la materia con Antón Costas y el resto de integrantes<br />

del grupo de investigación ‘Políticas públicas y<br />

regulación económica’ de la Universitat de Barcelona.<br />

GERMÀ BEL<br />

importancia a la mejora de la transparencia<br />

y a evitar la opacidad en las actuaciones de<br />

los órganos reguladores y en su relación con<br />

las empresas reguladas. La publicidad es, sin<br />

duda, uno de los mecanismos más adecuados<br />

para garantizar la eficacia de la regulación<br />

y para prevenir la captura del regulador<br />

por parte del regulado.<br />

El proceso de concentración del poder<br />

económico en los sectores de servicios públicos<br />

en España es muy acelerado. Grandes<br />

empresas financieras y de servicios comparten<br />

posiciones accionariales de importancia<br />

en otras empresas de servicios que, teóricamente,<br />

deberían estar orientadas a competir<br />

entre sí. Además, y esto es más importante,<br />

esta concentración de poder económico está<br />

debilitando de forma progresiva los equilibrios<br />

de poder consustanciales a cualquier<br />

democracia. En el futuro inmediato, la cuestión<br />

del fomento de la competencia y de la<br />

prevención del poder monopolístico no es ya<br />

sólo una necesidad para mejorar la eficiencia<br />

de la economía española. Es también un imperativo<br />

para mejorar la calidad de la propia<br />

democracia. 16 n<br />

Germà Bel es profesor de Política Económica en la<br />

Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales<br />

de la Universitat de Barcelona.<br />

29


LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA<br />

¿Transformación o parálisis?<br />

E<br />

n este artículo se pretenden discutir<br />

algunas ideas sobre las posibilidades<br />

de cambio de la Universidad pública<br />

española, considerando su situación actual,<br />

los antecedentes y los retos de cara al<br />

futuro como una contribución más al intenso<br />

debate que se ha producido en los<br />

últimos tiempos en nuestro país.<br />

1. La transformación reciente<br />

de la Universidad pública española<br />

En primer lugar, es importante reconocer<br />

la gran mejora que ha experimentado la<br />

Universidad española durante los últimos<br />

15 años, aproximadamente desde la aprobación<br />

de la Ley de Reforma Universitaria<br />

(LRU). Durante estos años, nuestras<br />

universidades y su sistema regulador han<br />

afrontado, con más acierto que desacierto,<br />

los retos a los que debía dar respuesta.<br />

En 1982, para situarnos en un espacio<br />

temporal que simboliza el inicio de una<br />

importante transformación de nuestro<br />

país, la Universidad pública española se<br />

encontraba en una situación anacrónica,<br />

incapaz de absorber con unas mínimas<br />

garantías de calidad la gran presión que<br />

ejercía el impacto de la explosión demográfica<br />

derivada del desarrollismo de la<br />

década de los sesenta. La sociedad española<br />

se había transformado mucho y demandaba<br />

y exigía a la Universidad una<br />

respuesta cuantitativa y cualitativa a la altura<br />

de esta importante transformación.<br />

La dificultad residía en combinar una necesidad<br />

inédita en nuestra secular tradición<br />

universitaria: ajustar calidad docente<br />

e investigadora con un elevado número<br />

de alumnos. Hasta el momento, la Universidad<br />

española había sido capaz de formar<br />

más o menos dignamente a un reducido<br />

volumen de estudiantes de elevada<br />

extracción social. Era una Universidad<br />

elitista, tal vez no con el mismo nivel de<br />

otros países occidentales, pero que aprovechaba<br />

una gran tradición académica e<br />

JACINT JORDANA / CARLES RAMIÓ<br />

intelectual y conseguía unos resultados<br />

formativos relativamente satisfactorios.<br />

Pero la transformación de una Universidad<br />

de élites en una Universidad de<br />

masas generó muchos problemas, que en<br />

su momento, a finales de los años setenta<br />

y principios de los ochenta, parecían insalvables.<br />

Una vez superados los periodos<br />

de convulsión política de la década de los<br />

setenta, cuando la producción docente e<br />

investigadora de nuestras universidades<br />

estaba en un segundo plano, las lagunas y<br />

los déficit se manifestaron claramente. La<br />

Universidad ya no tenía como misión formar<br />

élites ni colectivos concienciados políticamente<br />

para transformar el país, sino<br />

que debía formar profesionales que permitieran<br />

afrontar los retos de unas demandas<br />

ocupacionales con unas ciertas<br />

garantías de éxito, similares a las del resto<br />

de los países europeos.<br />

Los que a principios de los años<br />

ochenta iniciamos la aventura universitaria<br />

como estudiantes nos encontramos<br />

con una Universidad pública en un estado<br />

bastante precario. Infraestructuras<br />

muy deficientes, aulas saturadas en pésimas<br />

condiciones físicas, bibliotecas muy<br />

poco actualizadas, abundantes profesores<br />

séniors habituados a formar estudiantes ya<br />

previamente estimulados por su entorno<br />

social, numerosos profesores júniors inmersos<br />

en dinámicas políticas rutinarias,<br />

o muy preocupados por sus condiciones<br />

laborales y por definir su carrera académica<br />

(recordemos los penenes). Pero si el estilo<br />

y capacidad docente eran desalentadores,<br />

en mucho peor estado se encontraba<br />

la situación de la investigación. En<br />

muchas áreas de conocimiento, la investigación<br />

se reducía a la elaboración de manuales<br />

o a la publicación de algunos artículos<br />

de divulgación en la prensa. Nada<br />

hacía presagiar que una importante transformación<br />

iba a producirse a partir de<br />

aquel momento.<br />

En efecto, si hoy visitamos cualquier<br />

centro público universitario de nuestro<br />

país comprobaremos que la mejora ha sido<br />

radical. Unos campus universitarios a<br />

la altura o incluso mejores que los que<br />

poseen los países de nuestro entorno y<br />

una mayoría de profesores inmersos en<br />

una fuerte dinámica investigadora que está<br />

alcanzando un cierto protagonismo en<br />

la esfera internacional. En muchos ámbitos<br />

científicos, la presencia de investigadores<br />

españoles en revistas internacionales<br />

de prestigio, en congresos, seminarios,<br />

etcétera, ha experimentado un gran crecimiento,<br />

contribuyendo en gran manera al<br />

desarrollo del sistema español de innovación<br />

(COTEC, 1998). Respecto a la docencia,<br />

en cambio, siguen las luces y sombras,<br />

lo que no permite realizar un balance<br />

tan positivo. Luces, ya que ha crecido<br />

el nivel de seriedad y profesionalidad en<br />

la labor docente; sombras, ya que la inversión<br />

de los académicos en la investigación<br />

ha ido en detrimento de su dedicación<br />

en la docencia. Además, la docencia<br />

sigue anclada en tradiciones pedagógicas<br />

poco acordes con los tiempos que corren<br />

(Consejo de Universidades, 1997; AQ-<br />

SUC, 1998). Una evidencia de ello son<br />

las elevadas y persistentes tasas de fracaso<br />

escolar que sufren una buena parte de las<br />

universidades, las cuales tienen unas notables<br />

bolsas de estudiantes repetidores,<br />

muchos de los cuales abandonan sus estudios<br />

sin conseguir graduarse.<br />

Es evidente que el balance positivo<br />

que podemos hacer de estos últimos 15<br />

años de la Universidad no ha surgido de<br />

forma espontánea. La Administración ha<br />

invertido unas grandes cantidades de recursos<br />

económicos en infraestructuras,<br />

becas destinadas a la formación de investigadores<br />

y docentes, e importantes ayudas<br />

y estímulos a la investigación. Se podría<br />

afirmar que cuando la Administración<br />

ha hecho una apuesta para aumentar<br />

30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


el nivel de recursos –quizá excesivamente<br />

tímida–, la Universidad ha respondido de<br />

forma rotunda. El marco regulador y el<br />

diseño institucional, de la mano de la<br />

LRU, también han contribuido a conseguir<br />

lo que era su gran reto, la “reforma<br />

de la Universidad” (Michavila y Calvo,<br />

1998).<br />

Pero si la Universidad española ha<br />

mejorado en muchos aspectos con relación<br />

a como era hace 15 años, también<br />

hay que señalar que la sociedad que la envuelve<br />

y le exige resultados también ha<br />

cambiado muchísimo en el mismo periodo<br />

de tiempo. Numerosos servicios públicos<br />

han mejorado también de forma espectacular<br />

en las dos últimas décadas en<br />

España, alcanzando niveles de calidad similares<br />

a los europeos o incluso superiores;<br />

pero, desgraciadamente, la Universidad<br />

pública española no está todavía a la<br />

altura de tales posiciones. Es lógico, ya<br />

que no es lo mismo conseguir, por ejemplo,<br />

unos ferrocarriles a la altura de los estándares<br />

de los países más avanzados que<br />

lograr lo mismo con la Universidad. La<br />

Universidad genera y gestiona conocimiento,<br />

materia en la que es mucho más<br />

difícil alcanzar en unos pocos años a los<br />

países que disponen de una gran tradición<br />

investigadora y docente. No obstante, el<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

objetivo básico debería ser estar en condiciones<br />

de no quedarse definitivamente<br />

“rezagados”, fuera del juego globalizado<br />

de la generación de conocimiento. La inversión<br />

pública en las universidades, o en<br />

investigación y desarrollo en general, está<br />

todavía lejos porcentualmente de la media<br />

del nivel de estos países de referencia<br />

que, además, generan mayor riqueza (San<br />

Segundo, 1996). Pero la cuestión no reside<br />

sólo en invertir más recursos, sino<br />

también en diseñar una arquitectura institucional,<br />

unos mecanismos de gestión y<br />

un compromiso con el control, la evaluación<br />

y la rendición de cuentas que permita<br />

conseguir el máximo rendimiento de<br />

los recursos económicos que se vayan invirtiendo<br />

en las universidades (Banco<br />

Mundial, 1994).<br />

2. Elementos que frenan el<br />

desarrollo de la Universidad<br />

Obstáculos muy diversos parecen impedir<br />

a la Universidad un ajuste mejor y más<br />

rápido a los cambios de los contextos,<br />

tanto locales como internacionales, perdiendo<br />

día a día muchas oportunidades,<br />

lo que puede generar graves dificultades<br />

para contribuir de forma efectiva al desarrollo<br />

general del país. Si el balance de los<br />

últimos 15 años ha sido bastante positivo,<br />

no se puede decir lo mismo de las expectativas<br />

de cara al futuro inmediato si la<br />

Administración no adopta un conjunto<br />

de medidas que modifiquen las dinámicas<br />

actuales.<br />

En los últimos tiempos se han efectuado<br />

numerosas propuestas para modificar<br />

elementos clave del sistema universitario,<br />

bien sea la selección y promoción del<br />

profesorado, las fórmulas de financiación<br />

o las formas de gobierno y elección del<br />

rector. Se percibe en muchas de ellas una<br />

cierta sensación de que un elemento clave<br />

impide la renovación del sistema universitario<br />

y que es necesario actuar sobre él para<br />

mejorar la situación existente. Sin embargo,<br />

con frecuencia se analizan poco los<br />

motivos del persistente estancamiento, o<br />

la inexistencia de cambios que vive la<br />

Universidad española desde hace bastantes<br />

años, a pesar de los graves problemas<br />

que sufre. Tampoco son frecuentes visiones<br />

claras sobre lo que debería ser la Universidad<br />

para la sociedad española en el<br />

futuro. Por ello, a los ojos de sectores de<br />

la sociedad lejanos al mundo universitario,<br />

algunas de estas propuestas pueden<br />

llegar a ser vistas como argumentos bastante<br />

interesados que transmiten el mensaje<br />

de diversos colectivos comprometidos<br />

en mantener o reforzar su capacidad de<br />

31


LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />

influencia sobre la institución universitaria.<br />

Mientras tanto, los políticos observan<br />

las instituciones universitarias como un<br />

fenómeno extraño y temen verse demasiado<br />

inmiscuidos en sus problemas. Esto<br />

último no es un asunto menor si tenemos<br />

en cuenta que el actual Gobierno del Partido<br />

Popular, de corte conservador, mantiene<br />

una relación bastante singular con la<br />

Universidad. Estamos ante un Gobierno<br />

que mantiene unas relaciones algo acomplejadas<br />

con algunos sectores de la sociedad,<br />

como, por ejemplo, los sindicatos o<br />

los diversos colectivos de intelectuales. La<br />

Universidad puede ser percibida como<br />

una institución en manos de sectores de<br />

intelectuales con gran influencia sobre la<br />

opinión pública, a los que en la medida<br />

de lo posible hay que mantener al margen<br />

de la agenda política, satisfaciendo algunas<br />

de sus demandas corporativas más<br />

tradicionales. Es decir, una opción posible<br />

podría ser “pagar” para mantener a la<br />

Universidad reivindicativamente adormecida<br />

y no afrontar en absoluto su necesaria<br />

modernización institucional. Una<br />

reforma a fondo, obviamente, generaría<br />

resistencias y polémicas que fomentarían<br />

que los profesores universitarios, asiduos<br />

colaboradores de los medios de comunicación,<br />

dieran rienda suelta a su gran potencial<br />

crítico. Los profesores universitarios<br />

pueden ser vistos por el Gobierno como<br />

“francotiradores de la crítica”, ávidos<br />

de una diana tan sugerente como el Gobierno<br />

del Estado.<br />

Los elementos de parálisis<br />

de la Universidad<br />

A nuestro entender, existen actualmente<br />

en la Universidad española cuatro grandes<br />

elementos de parálisis, muy interrelacionados<br />

entre sí: a) la selección y gestión<br />

del profesorado; b) el volumen y la forma<br />

de financiación; c) las características de su<br />

diseño organizativo; y d) las formas de regulación<br />

y control que ejerce la Administración<br />

sobre la Universidad. En cada una<br />

de estas cuestiones, la ausencia de cambios<br />

en los últimos años ha sido notable.<br />

En este sentido, el argumento que se<br />

quiere desarrollar es que la imposibilidad<br />

de modificar la situación actual no es tanto<br />

debida a unos problemas específicos,<br />

sino a las interdependencias existentes entre<br />

éstos. Su fuerte interdependencia es lo<br />

que hace extremadamente difícil introducir<br />

dinámicas de cambio, ya que, en su<br />

conjunto, las condiciones actuales configuran<br />

un equilibrio institucional relativamente<br />

estable a pesar de que no dejen satisfecho<br />

a nadie. Otro obstáculo añadido<br />

es la escasa percepción de estas fuertes interdependencias<br />

–a la vista del debate<br />

existente–, que aún dificulta más un proceso<br />

de discusión abierto sobre las vías<br />

posibles para transformar la Universidad<br />

pública española, que permita también<br />

esclarecer los objetivos a alcanzar. Si la<br />

Universidad no ha demandado cambios<br />

sustantivos durante los últimos años, se<br />

debe precisamente a este singular equilibrio<br />

institucional en el que se han ido<br />

acomodando las aspiraciones profesionales<br />

y económicas de los diversos colectivos<br />

implicados. Aunque no nos atrevamos a<br />

considerar como perverso el estado actual<br />

de la Universidad, no podemos engañarnos<br />

más y hay que reconocer que el sistema,<br />

de cara a un futuro más o menos inmediato,<br />

va a empeorar de forma cada vez<br />

más intensa a no ser que se emprendan<br />

profundas reformas.<br />

El profesorado como elemento<br />

que relaciona las diferentes problemáticas<br />

Para ilustrar esta fuerte interrelación, analizamos<br />

el caso de la selección y gestión<br />

del profesorado, mostrando su vinculación<br />

con los otros problemas mencionados.<br />

Un punto evidente de partida es la<br />

ausencia de políticas claras en este ámbito<br />

por parte de la Administración, ya que<br />

durante muchos años ésta ha abandonado<br />

su gestión, estableciéndose un fuego cruzado<br />

entre la tendencia a la autorregulación<br />

de los cuerpos de funcionarios de élite<br />

y las expectativas de autogestión de los<br />

profesores de cada universidad. El campo<br />

de batalla lo han constituido los departamentos<br />

universitarios (unidades organiza-<br />

tivas que agrupan a profesores con especialidades<br />

semejantes), donde se sitúan<br />

buena parte de los engranajes para generar<br />

la oferta de plazas. Sin embargo, con<br />

la intención de buscar un cierto equilibrio,<br />

el marco legal difumina las responsabilidades<br />

de la selección del profesorado<br />

entre el Cuerpo y el Departamento y la<br />

Universidad, favoreciendo así la aparición<br />

de arbitrariedades en los procesos de decisión<br />

dada la incoherencia entre las distintas<br />

lógicas de regulación profesional. Los<br />

órganos centrales de las universidades generalmente<br />

sólo han ejercido de intermediarios<br />

en estas dinámicas, con escasa capacidad<br />

para introducir una visión global<br />

de las necesidades de la Universidad frente<br />

a las dinámicas atomizadas e incrementalistas<br />

de los núcleos más influyentes del<br />

profesorado. Así, la complicidad interesada,<br />

o el mirar hacia otra parte, han sido<br />

comportamientos habituales de la Administración<br />

y de los órganos de gobierno<br />

de las universidades.<br />

Para crear nuevas plazas de profesorado,<br />

durante estos años el único criterio de<br />

crecimiento ha consistido en aumentar la<br />

oferta docente y así conseguir nuevos fondos<br />

de la Administración. La Administración,<br />

sin embargo, nunca intervenía en<br />

las decisiones sobre las nuevas plazas.<br />

Actualmente, el descenso demográfico ha<br />

puesto en tela de juicio toda esta lógica<br />

incrementalista, y las universidades afrontan<br />

perplejas la necesidad de reformular<br />

sus sistemas de distribución interna de recursos<br />

en un contexto completamente<br />

distinto. En este sentido, las nuevas propuestas<br />

de selección que sugieren aumen-<br />

32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


tar la presencia externa en las comisiones<br />

de selección en el fondo sólo son una vía<br />

para reforzar la autorregulación de los<br />

cuerpos funcionariales, debilitando la autonomía<br />

de los departamentos. Sin entrar<br />

con más profundidad en este tema, cabe<br />

señalar que posiblemente ninguna de ambas<br />

fórmulas asegura que los méritos docentes<br />

e investigadores de los candidatos<br />

sean realmente tenidos en cuenta con<br />

cierta objetividad, ya que tienden a promover<br />

variedades distintas de patronazgo<br />

dentro de un modelo general basado en la<br />

ausencia de políticas ordenadoras de los<br />

recursos humanos en las universidades.<br />

De todos modos, es de justicia señalar<br />

que, si bien el proceso de selección es deficiente<br />

e incluso en ocasiones injusto, esto<br />

no significa necesariamente que la mayoría<br />

de los profesores que superan las<br />

oposiciones no acrediten un currículo que<br />

les haga merecedores de su acceso a la<br />

Universidad. Pero el problema reside en<br />

que el sistema no genera suficientes estímulos<br />

para seleccionar a los mejores profesionales.<br />

El tema de la selección del profesorado<br />

está muy relacionado con los problemas<br />

del diseño institucional para la toma<br />

de decisiones en la Universidad española.<br />

Los procesos que conducen a la distribución<br />

de recursos se encuentran vinculados<br />

a los equilibrios de poder en el conjunto<br />

de la institución; y estos equilibrios están<br />

bastante decantados hacia los núcleos más<br />

influyentes del profesorado permanente<br />

de cada Universidad, no sólo por su prestigio,<br />

sino por su presencia en todos los<br />

órganos de decisión. Así, tanto para establecer<br />

nuevos estudios y convocar nuevas<br />

plazas como para seleccionar a los candidatos<br />

se producen complejos procesos internos<br />

de decisión, mayoritariamente de<br />

carácter informal, donde hay un déficit<br />

de mecanismos institucionales y de controles<br />

efectivos. Además, hay que tener<br />

presente que, hasta el momento, para casi<br />

todas las decisiones de las universidades el<br />

factor de mayor peso, aunque escasamente<br />

visible, ha sido la intención de promover<br />

crecimientos internos de las plantillas<br />

de una u otra especialidad y con uno u<br />

otro perfil y grado académico. Todo ello<br />

genera continuamente luchas internas en<br />

la Universidad entre el profesorado de<br />

distintas especialidades para acceder a algunos<br />

recursos adicionales que permitan<br />

el crecimiento de su área de conocimiento.<br />

No hay unos contrapesos fuertes y<br />

efectivos en los órganos centrales de las<br />

universidades que promuevan una visión<br />

global y equilibrada de las funciones de la<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Universidad en la sociedad actual. Por<br />

otra parte, tampoco han emergido unas<br />

reglas de “juego limpio” entre el profesorado,<br />

como la extendida costumbre, en el<br />

ámbito germánico y anglosajón, de evitar<br />

que los doctores por una universidad puedan<br />

tener una posición permanente en la<br />

misma sin solución de continuidad, o el<br />

respeto a la autonomía de cada Universidad<br />

para seleccionar a sus profesores.<br />

El problema del profesorado también<br />

está relacionado con los recursos económicos<br />

disponibles por las universidades.<br />

Cabe destacar que, realmente, nadie gestiona<br />

en España las plantillas de profesores<br />

universitarios; ni la Administración ni<br />

en muchos casos las propias universidades.<br />

Incluso podríamos añadir que el ministerio<br />

y la mayor parte de las comunidades<br />

autónomas saben apenas cuántos<br />

profesores hay y, evidentemente, no conocen<br />

la dedicación docente del profesorado<br />

profesional ni el grado de utilización en la<br />

docencia de profesores no doctores, como<br />

los profesores ayudantes, la mayoría de los<br />

profesores asociados y los becarios. Sin<br />

embargo, para una buena gestión del profesorado<br />

–sea ésta centralizada o descentralizada–<br />

es necesario un importante<br />

aumento de los recursos y, por tanto, un aumento<br />

de la financiación de las universidades.<br />

Para todos los niveles, los salarios<br />

de los profesores universitarios son muy<br />

bajos, tanto si los comparamos con los salarios<br />

de los otros ámbitos de gestión de<br />

las administraciones públicas para puestos<br />

de cualificación similar como si los comparamos<br />

con las retribuciones de los profesores<br />

universitarios de los países de<br />

nuestro entorno. Sorprende, por tanto,<br />

que aparte de las lamentables situaciones<br />

de extrema precarización laboral en que<br />

han caído algunas universidades, haya pocas<br />

reivindicaciones laborales. La paradoja<br />

se explica en parte por la ausencia de sindicalización<br />

significativa en estos colectivos,<br />

pero aún más por la existencia de un<br />

cierto consenso para no indagar demasiado<br />

sobre la dedicación efectiva de los profesores<br />

a la Universidad, así como sobre la<br />

obtención de ingresos adicionales al salario<br />

por la realización de otras actividades.<br />

Pero, evidentemente, las oportunidades<br />

que ofrece el mercado para los conocimientos<br />

de los profesores universitarios<br />

son enormemente desiguales, y ello genera<br />

todo tipo de recelos y malestares. Así,<br />

al no existir ningún tipo de políticas de<br />

personal, se genera una situación de dispersión<br />

absoluta. Los salarios no premian<br />

la dedicación intensiva a las tareas más específicas<br />

de la Universidad sino que son<br />

JACINT JORDANA/CARLES RAMIÓ<br />

indiferentes las actividades de los profesores;<br />

por el contrario, podríamos decir que<br />

penalizan a los que le otorgan mayor dedicación<br />

(en la docencia, en la gestión y,<br />

en menor medida, en la investigación), ya<br />

que no obtienen rentas adicionales. Así,<br />

ya desde el inicio de la carrera universitaria,<br />

los extremadamente bajos salarios de<br />

los primeros niveles universitarios fomentan<br />

la búsqueda de ingresos adicionales<br />

para los nuevos profesores, cuyas actividades<br />

externas son generosamente toleradas<br />

–e incluso incentivadas– por las propias<br />

universidades. Todo ello no parece un<br />

modelo muy atractivo para conseguir establecer<br />

organizaciones activas y con capacidad<br />

de impulsar el desarrollo del país<br />

en una sociedad avanzada. Alguien con<br />

sentido común diría que debería hacerse<br />

todo lo contrario: elevar de forma importante<br />

los salarios mediante incentivos<br />

efectivos e introducir al mismo tiempo<br />

mecanismos más estrictos para impedir<br />

que los profesores dedicaran parte de su<br />

jornada laboral a actividades ajenas que<br />

les complementen el salario y, si lo hicieran,<br />

fuera mediante fórmulas de dedicación<br />

parcial a la Universidad, o bien con<br />

actividades organizadas a través de la Universidad<br />

y en las que ésta consiguiera<br />

también beneficios institucionales y económicos.<br />

Sin embargo, mejorar los niveles salariales<br />

sería caro y, dadas las formas de gobierno<br />

y las tradiciones actualmente existentes<br />

en la Universidad actual, es poco<br />

seguro el éxito de los nuevos incentivos y<br />

fórmulas de control que se introdujeran:<br />

se impondrían los nuevos salarios, pero<br />

las posibilidades de que todo siguiera<br />

igual, sin apenas ganancias para la sociedad,<br />

serían muy elevadas. Esta última dificultad<br />

nos lleva a relacionar el problema<br />

del profesorado universitario con el cuarto<br />

de los grandes problemas antes mencionados:<br />

la ausencia de fórmulas de<br />

regulación efectivas por parte del Gobierno<br />

y la Administración sobre las instituciones<br />

universitarias. Actualmente, la autonomía<br />

de las universidades es una autonomía<br />

blanda, no tanto debido a los<br />

controles externos que establece la Administración<br />

–que son bastante formales y<br />

retóricos– sino a la propia incapacidad de<br />

la Universidad para generar y articular<br />

una auténtica acción intencional y orientarse<br />

estratégicamente. Esta “minoría de<br />

edad” de la Universidad española, que parece<br />

perpetua (consagrada por la LRU y la<br />

tradición centralista del país), tiene bastante<br />

que ver con la difuminación de responsabilidades<br />

(y de sus consecuencias)<br />

33


LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />

que generalmente ha caracterizado la toma<br />

de decisiones por parte de los actores<br />

universitarios respecto a la mayor parte de<br />

los temas clave, incluyendo, por supuesto,<br />

la selección y promoción del profesorado.<br />

Para ser efectiva, una intervención externa<br />

desde la Administración y el sistema político<br />

debería establecer nuevos sistemas de<br />

incentivos –positivos y negativos– que<br />

contribuyeran a evitar, en la medida de lo<br />

posible, la tendencia hacia la patrimonialización<br />

de la Universidad y de sus recursos<br />

por parte de algunos colectivos de<br />

profesores, para pasar a promocionar la<br />

introducción de dinámicas más corporativas,<br />

en el buen sentido de la palabra. No<br />

es nada nuevo decir que los docentes universitarios<br />

representan un paradigma extremo<br />

de lo que Mintzberg (1988) ha<br />

conceptualizado como “burocracia profesional”,<br />

que es un modelo de organización<br />

que se caracteriza por la alta autonomía<br />

de sus profesionales, que se coordinan<br />

gracias a sus específicos sistemas de<br />

formación y de socialización y a los que es<br />

muy difícil dirigir, controlar y normalizar<br />

sus actividades y resultados por parte del<br />

ápice estratégico y de la tecnoestructura<br />

de la Universidad (Vallès, 1996). Es decir,<br />

muchos de los profesores con numerosas<br />

actividades externas a la Universidad deberían<br />

dejar de verse a sí mismos como<br />

“empresarios autónomos” para pasar a<br />

considerarse a sí mismos como “trabajadores<br />

asalariados” o quizá, siendo más<br />

realistas, como “socios”, miembros de una<br />

unidad –el Departamento– y una corporación<br />

–la Universidad– que tiene unos<br />

objetivos y unos intereses que comparten.<br />

En este sentido, su papel debería ser muy<br />

activo, pero su dinamismo debería estar<br />

en relación con la propia institución, obteniendo<br />

recursos y reputación para ella,<br />

y no capturando recursos y reputación sólo<br />

para sí mismos. Sin embargo, pasar de<br />

la situación difusa y ambigua existente actualmente<br />

a una situación de clarificación<br />

de responsabilidades y a una estructura de<br />

incentivos bien definida probablemente<br />

sea poco atractivo para los sectores de<br />

profesores que mayor partido obtienen<br />

de la situación y que, a su manera, también<br />

aportan dinamismo a las pasivas universidades<br />

actuales, desde un punto de<br />

vista institucional.<br />

El círculo perverso aparentemente<br />

inexpugnable<br />

Con ello cerramos el círculo de problemas<br />

interrelacionados que hemos planteado<br />

partiendo del problema inicial: una selección<br />

del profesorado difusa y clientelar,<br />

posible gracias a un diseño institucional<br />

de las universidades que favorece la multiplicidad<br />

de pequeños núcleos de decisión<br />

concentrados cada uno de ellos en torno a<br />

las especialidades académicas, se autorregula<br />

gracias a la ausencia de controles internos<br />

y externos. Tratándose los profesores<br />

universitarios de colectivos profesionales<br />

que, como buena “burocracia<br />

profesional”, son muy reacios a la introducción<br />

de cualquier fórmula de control<br />

externa a su propio ámbito de especialidad,<br />

la única forma de conseguir cambios<br />

en su forma de dedicación a la Universidad<br />

podría ser mediante la introducción<br />

de incentivos salariales que eliminen las<br />

bajas remuneraciones que justifican muchas<br />

de las deficientes prácticas actuales.<br />

Sin embargo, para evitar que los incentivos<br />

se conviertan en fórmulas perversas<br />

que empeoren la situación actual, es necesario<br />

poder incidir en el elemento clave<br />

de la reproducción del sistema: los mecanismos<br />

de selección y promoción del profesorado.<br />

Y así cerramos el círculo y volvemos<br />

al inicio.<br />

El descontento generalizado que se<br />

detecta actualmente en el mundo universitario<br />

es producto, en buena parte, de<br />

que no se percibe la forma de salir del túnel.<br />

Unos problemas empujan a los otros,<br />

generándose una espiral de perversiones y<br />

bloqueos que impiden o anulan cualquier<br />

iniciativa de reforma. Detrás de cada tipo<br />

de problema se encuentran generalmente<br />

distintos colectivos universitarios que<br />

consideran como crucial su problema,<br />

tendiendo a ver como marginal el resto de<br />

cuestiones que afectan a la renovación de<br />

la Universidad. Así, las visiones y los intereses<br />

sobre lo que se quiere reformar son<br />

muy distintos; y a ello cabe añadir que<br />

generalmente se encuentran formulados<br />

de forma bastante confusa y poco explícita.<br />

El diagnóstico, sin embargo, parece<br />

claro: hay que avanzar mucho más en<br />

profesionalizar a los actores universitarios,<br />

de arriba abajo, y en institucionalizar a la<br />

Universidad en su conjunto.<br />

3. Las encrucijadas de la Universidad<br />

pública española en el presente<br />

Actualmente existe un conjunto de oportunidades<br />

históricas para la Universidad<br />

española cuya conjunción no tenemos<br />

ninguna seguridad de que se vuelva a producir<br />

en muchos años. Por un lado, el<br />

inicio de una orientación hacia la homogeneización<br />

de los estudios universitarios<br />

en Europa que puede facilitar una movilidad<br />

mucho mayor de estudiantes y profesores<br />

a través de toda la Unión Europea.<br />

En segundo lugar, el descenso demográfico<br />

puede permitir desmasificar la Universidad,<br />

generando una gran oportunidad<br />

para aumentar la calidad de la docencia.<br />

En tercer lugar, la actual presencia española<br />

en América Latina y su dinámica de<br />

crecimiento empieza a apuntar la configuración<br />

de una enorme comunidad universitaria,<br />

en la cual pueden generarse numerosas<br />

oportunidades de estudio y empleo<br />

con una gran movilidad en todos los<br />

sentidos. Finalmente, el propio estado de<br />

ánimo de la comunidad universitaria en<br />

España es oportuno: existe un gran consenso<br />

en que estamos en una situación de<br />

inquietante parálisis, en que es necesario<br />

realizar cambios importantes en el ámbito<br />

universitario.<br />

Sin embargo, si continúa la senda actual<br />

de bajo rendimiento y de enquistamiento<br />

interno, es probable que se vaya<br />

generando un creciente deterioro del sistema<br />

universitario público del cual tal vez<br />

se salven algunas universidades pero donde<br />

la tendencia general sea la huida de los<br />

profesores con perfiles más investigadores<br />

a estructuras –públicas o privadas– separadas<br />

de la Universidad, y el trasvase de<br />

parte de la demanda estudiantil, la que<br />

dispone de rentas más elevadas, a una<br />

oferta emergente de universidades privadas<br />

o a universidades del resto de Europa<br />

o de Estados Unidos. Además, el cambio<br />

de ciclo demográfico puede ser vivido solamente<br />

como una inflexión de la tendencia<br />

incrementalista que han experimentado<br />

las universidades durante las últimas<br />

décadas, arreciando disputas internas por<br />

los recursos disponibles. Así, un panorama<br />

pesimista de la Universidad pública<br />

española dentro de 10 años nos podría dibujar<br />

unas instituciones difusas y en continua<br />

disputa interna por unos recursos<br />

menguantes, con bajos niveles de calidad<br />

en la docencia y poca investigación, de las<br />

cuales estarían huyendo continuamente<br />

sus actores más dinámicos. En definitiva,<br />

un sistema residual dentro de las vías de<br />

formación e investigación presentes en la<br />

sociedad española de la próxima década.<br />

4. Algunas propuestas para la<br />

transformación de la<br />

Universidad en el futuro<br />

No obstante, también es posible un modelo<br />

de Universidad pública de gran calidad<br />

en la España del siglo XXI. Para ello,<br />

sin embargo, es necesario renunciar a las<br />

pretensiones extremadamente igualitarias<br />

o jerárquicas, fáciles de defender para sindicatos<br />

y colectivos profesionales respectivamente<br />

pero que a menudo acaban<br />

34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


generando situaciones absolutamente contrarias<br />

a las deseadas. Por el contrario,<br />

tanto individual como colectivamente debe<br />

aumentar la credibilidad de los procesos<br />

de decisión universitarios; y la distribución<br />

de recursos debe justificarse por<br />

los resultados obtenidos en cada institución.<br />

El conjunto del sistema universitario<br />

debería asumir, para su propia supervivencia,<br />

la necesidad de introducir un<br />

cierto grado de desigualdad y de autonomía<br />

efectiva en sus estructuras, tanto dentro<br />

de cada universidad como entre universidades,<br />

que fomentara una cierta<br />

competitividad según criterios públicos<br />

para evitar que sea finalmente el mercado<br />

el que introduzca mayores desigualdades,<br />

según criterios mucho menos refinados.<br />

No hace falta recordar que en el mundo<br />

del conocimiento y la información, la demanda<br />

solvente es mucho más cruel que<br />

en cualquier otra parte, al expulsar todo<br />

aquello que no es útil a corto plazo.<br />

Las políticas universitarias actuales<br />

–así como los sistemas de control e incentivación–<br />

tratan por igual a todos los sectores<br />

de profesorado, a todas las habilidades<br />

universitarias y a todas comunidades<br />

de conocimiento, a pesar de que todos<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

éstos son muy distintos entre sí, también<br />

internamente, y de que –como consecuencia–<br />

sus estrategias laborales y de<br />

promoción social se han ido diferenciando<br />

muchísimo a lo largo de los años. Es<br />

necesario aceptar esta realidad y plantear<br />

una diversificación, exigiendo una mayor<br />

responsabilidad y profesionalidad a todos<br />

los niveles, correspondiendo a ésta con<br />

una remuneración adecuada y garantizando<br />

a la sociedad la mayor transparencia<br />

posible sobre los procesos de selección y<br />

promoción adoptados. Para salir de la interdependencia<br />

que estabiliza el equilibrio<br />

actual, debemos plantearnos como objetivo<br />

alcanzar un nuevo equilibrio, mucho<br />

más satisfactorio; en otras palabras, se trata<br />

de disponer de una visión realista –y<br />

optimista– sobre cómo puede ser la nueva<br />

universidad española en el futuro. La convergencia<br />

de expectativas sobre un nuevo<br />

modelo puede provocar el cambio.<br />

A continuación, esbozamos algunas<br />

propuestas concretas como sugerencias<br />

para reflexionar sobre posibles alternativas<br />

institucionales y organizativas realmente<br />

diferentes a las actuales. En todo caso, y<br />

siguiendo el argumento desarrollado, para<br />

conseguir una mejora significativa de la<br />

JACINT JORDANA/CARLES RAMIÓ<br />

universidad pública en España las nuevas<br />

reformas deberían atender, con un cierto<br />

grado de simultaneidad, a los cuatro<br />

grandes problemas mencionados:<br />

1) Política de selección del profesorado. Cada<br />

Universidad debería tener la capacidad<br />

de reclutar autónomamente a su profesorado,<br />

haciendo uso de la autonomía universitaria<br />

en la capacidad de selección de<br />

sus recursos humanos. Ello debería complementarse<br />

con un conjunto de controles<br />

internos y externos para asegurar la corrección<br />

de los procesos de selección. En<br />

todo caso, ¿cómo se pueden exigir responsabilidades<br />

a instituciones que no tienen<br />

la capacidad formal y real de seleccionar<br />

los efectivos de personal que consideran<br />

más capacitados –siempre respetando<br />

los principios públicos de acceso– para<br />

que contribuyan a alcanzar sus objetivos<br />

estratégicos?<br />

En primer lugar, es muy importante<br />

diferenciar los procesos de contratación<br />

del profesorado de carácter permanente<br />

de los que afectan al profesorado no permanente.<br />

Con relación a este último,<br />

consideramos que debería tener mucho<br />

más peso en nuestras universidades, pero<br />

con unas características distintas a las actuales,<br />

ya que a menudo se utiliza la contratación<br />

no permanente, en forma de<br />

ayudantías y contratos de asociados, como<br />

una fórmula de mantenimiento de<br />

una plantilla endogámica cada vez más<br />

envejecida, con unas condiciones laborales<br />

y económicas muy precarias, donde no<br />

se priman los principios de capacidad y<br />

mérito. En este sentido, una alternativa<br />

sería clarificar el carácter no permanente<br />

de los profesores en proceso de formación,<br />

distinguiendo los profesores que son<br />

doctores de los que aún se encuentran<br />

realizando el doctorado. Por una parte,<br />

para los doctores recientes, se trataría de<br />

fomentar su estabilidad con unas condiciones<br />

económicas próximas a las del profesorado<br />

permanente; mientras que para<br />

los no doctores, se debería fomentar más<br />

la vía de las becas y los contratos de ayudante.<br />

No se trata de conseguir profesorado<br />

“más barato”, sino de diseñar una carrera<br />

académica que introduzca un paso<br />

intermedio entre la obtención del título<br />

de doctor y la obtención de la condición<br />

de funcionario. De esta forma, la carrera<br />

académica del profesorado presentaría un<br />

nuevo momento-filtro que se añadiría a los<br />

dos filtros clásicos como son la consecución<br />

del doctorado y la obtención de una<br />

plaza de funcionario. Se trata de introducir<br />

una nueva categoría en la carrera aca-<br />

35


LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />

démica, que tendría su inicio en el momento<br />

en que un profesor adquiere el<br />

grado de doctor y posee un cierto bagaje<br />

como investigador, situación en la que estaría<br />

en disposición de alcanzar un puesto<br />

no permanente con unas condiciones laborales<br />

y económicas próximas a las de<br />

un profesor titular. Para evitar la persistencia<br />

de la tendencia a la endogamia, un<br />

criterio podría ser impedir que las universidades<br />

contrataran a sus propios doctores,<br />

favoreciendo la aparición de ofertas<br />

competitivas de plazas no permanentes<br />

posdoctorales que estimularan al máximo<br />

la movilidad del profesorado. Este mecanismo<br />

podría romper con un sistema<br />

donde se defiende la antigüedad y los<br />

vínculos de carácter personal por encima<br />

de la calidad.<br />

Así, una carrera habitual consistiría<br />

en que una vez un profesor ha conseguido<br />

un contrato posdoctoral en una universidad<br />

distinta a la que se ha doctorado, y<br />

habiendo desarrollado su actividad docente<br />

e investigadora durante un determinado<br />

periodo de tiempo con esta vinculación<br />

laboral no permanente (entre cuatro<br />

y ocho años, aproximadamente, pero supervisada<br />

por su departamento en las renovaciones<br />

del contrato –cada dos años,<br />

por ejemplo–), estaría en condiciones de<br />

ser evaluado para una plaza de profesor<br />

permanente en la Universidad que lo hubiera<br />

contratado (es decir, alcanzar una<br />

plaza de profesor titular e ingresar en la<br />

carrera académica del personal permanente<br />

o numerario).<br />

Un tema distinto sería la movilidad<br />

de los profesores numerarios, donde se<br />

debería favorecer que las universidades<br />

pudieran ejercer una cierta capacidad de<br />

atracción mediante incentivos de carácter<br />

profesional. En todo caso, el profesorado<br />

debería ser seleccionado con total autonomía<br />

por cada Universidad, donde básicamente<br />

fueran los miembros del departamento<br />

los que ejercieran libremente la<br />

función de selección, teniendo en cuenta<br />

el currículo y los temas y perfiles de investigación<br />

y docencia prioritarios en cada<br />

momento por el departamento. En el<br />

caso del profesorado no permanente se<br />

debería seguir este criterio sin ningún matiz.<br />

Respecto a la selección de profesorado<br />

permanente también debería primar el<br />

criterio de autonomía de cada departamento<br />

universitario, pero introduciendo<br />

algunos mecanismos de control.<br />

Un ejemplo de mecanismo de control<br />

respetuoso con la autonomía universitaria<br />

podría ser el establecimiento de una comisión<br />

de profesorado de la Universidad<br />

que dispusiera de un elevado grado de autonomía,<br />

y con una posible incorporación<br />

de algunos miembros externos, que revisara<br />

los candidatos a una plaza de profesor<br />

permanente propuestos por cada departamento,<br />

disponiendo de capacidad de<br />

veto sobre tales propuestas. Así, por ejemplo,<br />

una comisión de especialistas, formada<br />

por miembros permanentes del departamento,<br />

tal vez con la incorporación de<br />

algunos profesores de otras universidades,<br />

debería realizar el proceso de selección del<br />

candidato, elevando finalmente una propuesta<br />

a la comisión de profesorado de la<br />

Universidad. Otra posibilidad podría ser<br />

configurar comisiones de especialistas integradas<br />

por miembros del departamento<br />

contratante junto a otros seleccionados<br />

directamente por las instancias centrales<br />

de la Universidad contratante. En todo<br />

caso, mejor que definir homogéneamente<br />

todas sus características, la forma de elección<br />

y renovación de las comisiones, su<br />

composición y competencias concretas,<br />

etcétera, podría ser algo que quedara en el<br />

ámbito de los estatutos de cada Universidad<br />

y bajo el control del Gobierno autonómico.<br />

Lo interesante del mecanismo es<br />

conseguir establecer un juego virtuoso entre<br />

las dos comisiones (la del departamento<br />

y de la Universidad) que favoreciera la<br />

calidad de los profesores seleccionados.<br />

Un elemento adicional que podría<br />

contribuir al buen funcionamiento del<br />

mecanismo señalado (aumentando el nivel<br />

de información de todos los participantes<br />

en el juego) sería que cualquiera de<br />

las dos comisiones pudiera solicitar a una<br />

agencia estatal de evaluación u organismo<br />

similar un informe sobre el currículo de<br />

los candidatos finalistas. No se trataría<br />

tanto de informes positivos o negativos sino<br />

simplemente de informes que ubicaran,<br />

en términos comparativos y mediante<br />

la combinación de diversos elementos<br />

cuantitativos y cualitativos, la calidad, el<br />

interés y el valor de la investigación realizada<br />

por el candidato. En ningún caso<br />

podría ser un elemento determinante del<br />

proceso de decisión, pero podría contribuir<br />

a evitar casos de información asimétrica<br />

entre la comisión de especialistas del<br />

departamento y la de generalistas de la<br />

Universidad.<br />

Una propuesta en la línea esbozada<br />

dejaría completamente de lado el actual<br />

36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


sistema 3+2 (tres profesores seleccionados<br />

aleatoriamente entre los miembros de los<br />

cuerpos nacionales de profesores y dos<br />

profesores elegidos por la Universidad<br />

contratante) o la insistente especulación<br />

de cara a un futuro inmediato de 4+1<br />

(cuatro profesores del cuerpo nacional<br />

objeto a convocatoria ajenos a la Universidad<br />

contratante, y uno de la Universidad<br />

contratante). La supresión de este sistema<br />

mixto externo-interno de las comisiones<br />

de evaluación-selección por un<br />

sistema interno implicaría fomentar al<br />

máximo la autonomía universitaria dejando<br />

libertad a que cada Universidad eligiera<br />

a los candidatos que considerase más<br />

idóneos. El actual sistema de elección de<br />

los candidatos es un proceso complejo, de<br />

carácter más político que académico,<br />

donde convergen los criterios de cada<br />

universidad con criterios de carácter corporativo<br />

y favorece en algunas ocasiones<br />

grandes conflictos de intereses o coaliciones<br />

poco claras.<br />

¿Qué ocurre si, a pesar del filtro o de<br />

los filtros que establece la Universidad, un<br />

departamento no selecciona a un buen<br />

candidato? Es evidente que este supuesto<br />

puede suceder, pero también es verdad<br />

que la autonomía consiste en acertar y<br />

también en equivocarse y en rendir cuentas<br />

por ello. De todos modos, un elemento<br />

que ayudaría a su implementación sería<br />

establecer el criterio de que una Universidad<br />

no pudiera contratar a sus<br />

propios doctores salvo que éstos hubieran<br />

obtenido ya un reconocimiento profesional<br />

en otra institución. Aunque en estos<br />

temas mucho más efectivo que las normas<br />

legales lo acaba siendo la reputación y el<br />

prestigio académico en la medida que<br />

circula adecuadamente la información.<br />

2) Diseño institucional de la Universidad.<br />

Aunque se podría plantear la total autonomía<br />

de las universidades a la hora de<br />

configurar su diseño institucional, ya que<br />

la capacidad de autoorganización representa<br />

el principio básico de la gestión autónoma,<br />

también es cierto que si cada<br />

Universidad utilizara discrecionalmente<br />

esta posibilidad, el sistema universitario<br />

en el ámbito autonómico y mucho más<br />

en el ámbito estatal sería muy difícil de<br />

coordinar y mantener estrategias globales<br />

para la Universidad pública. Por esta razón<br />

es necesario un cierto diseño institucional<br />

homogéneo de carácter conceptual<br />

para todas las universidades, aunque sea<br />

con una amplia discrecionalidad en el<br />

momento de definir los aspectos más<br />

concretos. Los principios que deberían<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

regir la arquitectura institucional de las<br />

universidades serían:<br />

• Separar la línea ejecutiva y de gestión<br />

de los órganos colegiados que representan<br />

los diferentes intereses corporativos.<br />

• Profesionalizar al máximo las responsabilidades<br />

ejecutivas y de gestión académica<br />

y de investigación: pocos cargos de<br />

responsabilidad ejecutiva con un alto nivel<br />

de dedicación y con una retribución económica<br />

muy atractiva que favorezca la profesionalización<br />

y la dedicación intensiva.<br />

• La gestión administrativa debería profesionalizarse<br />

en el ámbito estratégico (figura<br />

de vicerrector) y en el ámbito de la gestión<br />

(figura de gerente).<br />

• Los intereses específicos de los profesores,<br />

estudiantes y del personal de administración<br />

y servicios deberían estar articulados<br />

en comisiones asesoras de los órganos<br />

ejecutivos de carácter unipersonal. Su<br />

participación podría ser discrecional en la<br />

mayoría de los temas, preceptiva pero no<br />

completamente vinculante en un conjunto<br />

de decisiones básicas. Por otra parte, un<br />

único órgano debería integrar todas las vías<br />

de representación.<br />

• La Administración y la sociedad no<br />

participarían directamente en la gestión<br />

de las universidades, aunque su posición<br />

debería ser preeminente en la elección de<br />

los cargos ejecutivos. En este sentido, se<br />

trata de superar el planteamiento actual<br />

de los consejos sociales, que han respondido<br />

escasamente a las expectativas y a los<br />

planteamientos de la LRU.<br />

• Por el contrario, la rendición de cuentas<br />

a la sociedad, la evaluación de la investigación<br />

y la docencia y los controles a posteriori<br />

de la gestión deberían estar incorporados<br />

formalmente en la arquitectura<br />

institucional de la Universidad.<br />

La Universidad debería tener a un<br />

rector elegido entre el colectivo de profesores<br />

catedráticos de la Universidad por<br />

periodos de cinco o seis años, con posibilidad<br />

de renovar un mandato. El rector,<br />

una vez elegido, no debería poder ser destituido<br />

por los colectivos de la Universidad.<br />

Sólo podría serlo por supuestos claramente<br />

tipificados. Pero ¿quién elige al<br />

rector? Ésta es una cuestión crítica, en la<br />

que es muy difícil presentar una propuesta<br />

satisfactoria y que nos obliga a plantear<br />

una posibilidad concebida más como un<br />

“mal menor” que como una solución definitiva<br />

y exenta de problemas. De todos<br />

modos, sí pueden presentarse a este respecto<br />

unos parámetros de diseño muy<br />

claros, como son la independencia del<br />

rector con relación a los distintos colectivos<br />

internos de la Universidad, la necesi-<br />

JACINT JORDANA/CARLES RAMIÓ<br />

dad de otorgar al rector una relevancia<br />

política e institucional, reforzar su papel<br />

ejecutivo y, finalmente, la necesidad de<br />

conseguir estos objetivos sin vulnerar el<br />

principio de autonomía universitaria.<br />

Una posibilidad podría ser que el nombramiento<br />

siguiera siendo una competencia<br />

del Claustro Universitario, pero que<br />

fuera un patronato de la propia Universidad<br />

el que propusiera un único candidato<br />

a la aceptación del Claustro. Es más rechazable<br />

la opción de que cada Administración<br />

o Parlamento autonómico tenga<br />

la facultad de proponer directamente a los<br />

rectores, ya que este mecanismo podría<br />

poner en cuestión la autonomía universitaria.<br />

El patronato en cuestión, que podría<br />

asumir además algunas funciones supervisoras<br />

sobre la Universidad, sustituiría<br />

a los actuales consejos sociales y estaría<br />

formado por un número reducido de<br />

miembros, todos ellos personas de reconocido<br />

prestigio académico o profesional.<br />

Una posible fórmula para su composición<br />

sería que la mitad de sus miembros fueran<br />

nombrados por el Parlamento autonómico<br />

y la otra mitad por el órgano más representativo<br />

de la propia Universidad. El<br />

modelo no constituiría una novedad absoluta<br />

en nuestra tradición universitaria,<br />

ya que fue experimentado con bastante<br />

éxito en algunos ensayos de autonomía<br />

universitaria durante la Segunda República<br />

española (Trias Pujol, 1935).<br />

De lo que se trata es de conseguir la<br />

máxima legitimidad externa del rector y<br />

de que tenga una posición claramente política<br />

e institucional, para que todo ello<br />

posibilite la máxima autoridad e independencia<br />

en la gestión ejecutiva. Un rector<br />

no es un simple gestor, sino que debe tener<br />

una dimensión política. No parece<br />

muy acertada la posibilidad de poder<br />

nombrar un rector ajeno a la Universidad<br />

que va a dirigir, por el rechazo que podría<br />

producirse en el seno de la institución y<br />

por problemas derivados de su desconocimiento<br />

de las especificidades del centro<br />

universitario. El rector, a su vez, elige libremente<br />

a un grupo muy reducido de vicerrectores.<br />

Tanto el rector como los vicerrectores<br />

estarán dedicados a tiempo completo<br />

en sus actividades de gestión, y su<br />

retribución estará en consonancia con sus<br />

responsabilidades. Es decir, la novedad sería<br />

la profesionalización de los vicerrectores,<br />

que permitiría una mejor gestión y<br />

una clara definición de sus responsabilidades.<br />

Así, el rector, los vicerrectores y el<br />

gerente (con voz y voto) de la Universidad<br />

configurarían el gobierno de la misma.<br />

Mientras, el patronato, mucho más<br />

37


LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />

reducido que los actuales consejos sociales,<br />

ejercería unas funciones efectivas de<br />

vigilancia sobre las grandes opciones políticas<br />

y estratégicas de la Universidad, descargado<br />

de cualquier tipo de gestión o<br />

control rutinario.<br />

En paralelo a estos órganos ejecutivos,<br />

el diseño institucional de la Universidad<br />

agruparía también órganos colegiados de<br />

carácter representativo de los distintos colectivos,<br />

y que tendrían funciones de control<br />

de las actuaciones del equipo de gobierno,<br />

aprobación de normas básicas y<br />

de asesoramiento. Sin embargo, sólo en<br />

situaciones muy concretas tendrían la capacidad<br />

de incidir en las decisiones de los<br />

órganos ejecutivos. En este sentido, como<br />

medida de simplificación, se podría crear<br />

un nuevo órgano en el que estuvieran representados<br />

todos los colectivos y unidades<br />

de la Universidad y que fuera el resultado<br />

de la fusión de los actuales Claustro<br />

y Junta de Gobierno de la Universidad.<br />

Se trata de dos órganos de carácter representativo<br />

que son conceptualmente muy<br />

parecidos y cuya divergencia fundamental<br />

reside sólo en la dimensión, que favorece<br />

por una parte la frecuente convocatoria<br />

de la Junta de Gobierno, y la escasa convocatoria<br />

del Claustro (básicamente sólo<br />

en las ocasiones que contempla la normativa).<br />

Este nuevo órgano de carácter representativo<br />

se reuniría al menos una vez<br />

cada tres meses, con las funciones antes<br />

mencionadas. El objetivo sería evitar las<br />

prácticas de carácter clientelar que actualmente<br />

condicionan la gestión cotidiana<br />

de la Universidad, pero planteando la posibilidad<br />

de mantener un ámbito de deliberación<br />

y vigilancia sobre las políticas y<br />

las estrategias del rector y de su equipo de<br />

gobierno.<br />

Como ya se ha señalado, sectorialmente<br />

se podrían crear comisiones especializadas<br />

(docencia, investigación, tercer<br />

ciclo, formación permanente, etcétera).<br />

Estas comisiones sectoriales serían presididas<br />

por el rector, pero su función sería<br />

informar, deliberar y realizar un seguimiento<br />

sobre la política y el estado de la<br />

gestión de las “macrocarteras” de la Universidad.<br />

Es decir, sería el vicerrector el<br />

que informaría sobre las gestiones y propuestas<br />

de futuro en su ámbito de actuación,<br />

y la comisión construiría criterios,<br />

introduciría valores y tomaría decisiones<br />

en casos específicos.<br />

3) Política de financiación. El criterio básico<br />

debería ser vincular la financiación al<br />

rendimiento, lo que supondría descartar<br />

el actual modelo de financiación de base<br />

homogénea. En relación con la investigación,<br />

la financiación vinculada a los resultados<br />

ha sido una tendencia creciente durante<br />

los últimos años, y la experiencia ha<br />

sido bastante positiva. Entonces, se trataría<br />

de profundizar más en esta línea de<br />

trabajo y, para la investigación, aportar<br />

todavía más fondos económicos, vinculados<br />

a una mejor evaluación, tanto individual<br />

como de grupos y de departamentos<br />

e institutos en su conjunto. Cada nivel<br />

tiene sus aspectos críticos para el desarrollo<br />

de un clima adecuado para la innovación<br />

y el descubrimiento, y deben ser incentivados<br />

en cada caso. Este argumento<br />

no debe apreciarse como la inevitable solicitud<br />

de fondos públicos que hace cualquier<br />

instancia o colectivo profesional. El<br />

incremento debería subsanar el déficit<br />

histórico en investigación y desarrollo que<br />

padece nuestro país. Además, las inversiones<br />

en I+D van a ser bien aprovechadas,<br />

ya que durante los últimos 10 años las dinámicas<br />

competitivas introducidas por la<br />

Administración en las universidades públicas<br />

han facilitado un gran aprendizaje<br />

en el sector. Si con respecto a la investigación<br />

la solución fuese “más dinero”, lo<br />

que es muy difícil en la práctica pero muy<br />

sencillo conceptualmente, con relación a<br />

la docencia y la gestión la transformación<br />

debería ser mucho más profunda.<br />

El actual sistema de financiación, basado<br />

casi exclusivamente en el número de<br />

alumnos matriculados, no genera muchos<br />

estímulos, salvo en los últimos años para<br />

las universidades pequeñas que han sufrido<br />

ya el impacto de la caída demográfica.<br />

A la financiación por alumno deberían<br />

incorporarse otros criterios que vayan<br />

asociados al rendimiento académico de<br />

los estudiantes, a las actividades docentes<br />

de carácter innovador intensivas en dedicación<br />

temporal, así como a otros criterios<br />

vinculados con la calidad del aprendizaje<br />

de los estudiantes. La financiación<br />

debería responder a un conjunto de indicadores<br />

que representen objetivos públicos<br />

bien definidos, siendo la Administración<br />

muy cuidadosa en evaluar y verificar<br />

la situación de los ámbitos sobre los que<br />

alcanzar objetivos para evitar una utilización<br />

“perversa” de estos indicadores. Con<br />

estos mismos cuidados, además, sería lógico<br />

que las universidades recibieran una<br />

parte de su financiación vinculada directamente<br />

a la investigación y al tercer ciclo<br />

(cosa que no ocurre actualmente), con<br />

una parte variable en función de los resultados<br />

que éstas obtuvieran.<br />

El mecanismo emergente en la actualidad,<br />

los contratos-programa, puede ser<br />

un buen sistema que fomente un importante<br />

cambio en las dinámicas de las universidades<br />

y que facilite un proceso de<br />

aprendizaje en la correcta utilización de la<br />

autonomía universitaria y en la obtención<br />

de los resultados esperados por las administraciones<br />

que financian su funcionamiento.<br />

En efecto, un modelo organizativo<br />

divisional, utilizando la conceptualización<br />

de Mintzberg, implica la autonomía<br />

en la gestión de las distintas instancias en<br />

que se ha descentralizado funcionalmente<br />

el modelo (es decir, las diferentes universidades).<br />

Un modelo divisional se coordina<br />

y controla mediante la fijación, por<br />

parte de la entidad matriz (la Administración),<br />

de los resultados que debe alcanzar<br />

cada institución, dando una gran libertad<br />

en la utilización de los recursos y en el diseño<br />

de los procesos. Hasta el momento,<br />

en nuestro sistema universitario esto no se<br />

ha producido en ningún caso: las universidades<br />

no han recibido objetivos que<br />

cumplir por parte de la Administración,<br />

salvo objetivos estratégicos muy genéricos,<br />

y la Administración ha limitado la libertad<br />

de las universidades en la disposición<br />

de recursos y en la organización de<br />

sus ámbitos institucionales y en el diseño<br />

de sus procedimientos. Finalmente, tampoco<br />

se ha cumplido el requisito de controlar<br />

y coordinar por resultados, ya que<br />

resulta imposible hacerlo si previamente<br />

no se definen objetivos ni indicadores, y<br />

no ha habido demasiada voluntad, salvo<br />

desde hace unos pocos años, por invertir<br />

en la evaluación del sistema y de sus elementos.<br />

4) Autonomía universitaria y rendición de<br />

cuentas. Tanto las propuestas sobre la política<br />

de profesorado como las relativas al<br />

diseño institucional y la política de financiación<br />

van orientadas a favorecer al máximo<br />

la autonomía universitaria. La autonomía<br />

de las universidades no debe tener<br />

sólo un valor simbólico vinculado a la libertad<br />

intelectual, sino también un valor<br />

de gestión que favorezca la eficacia y eficiencia<br />

de unos sistemas extremadamente<br />

complejos. La autonomía debe favorecer<br />

fórmulas experimentales para alcanzar el<br />

máximo rendimiento en la docencia y en<br />

la investigación. La autonomía en un sistema<br />

universitario en el que coexiste un<br />

volumen considerable de universidades<br />

debería favorecer una cierta competencia,<br />

en el marco de los valores públicos, que<br />

posibilite una dinámica racionalmente<br />

asimétrica donde las universidades que<br />

consigan mejores resultados obtengan beneficios<br />

adicionales y donde las universi-<br />

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


dades con peores resultados vean amenazados<br />

sus recursos. Tal vez moderadamente,<br />

pero en forma de amenaza creíble, teniendo<br />

en cuenta para este propósito que<br />

lo importante es premiar la capacidad de<br />

mejora, y no tanto los resultados obtenidos<br />

en términos absolutos. Es evidente<br />

que con este sistema se introducirían estímulos<br />

propios de los sistemas de mercado,<br />

aunque en este caso serían mercados<br />

públicos, que deberían estar adecuadamente<br />

regulados y vigilados sin llegar a<br />

fórmulas excesivamente proteccionistas.<br />

Para generar una cierta competencia, las<br />

universidades deberían poder competir en<br />

la docencia para atraer y formar adecuadamente<br />

a los alumnos (de lo que se derivaría<br />

una determinada línea de financiación<br />

pública); y respecto a la investigación,<br />

por proyectos y resultados. La<br />

competitividad tiene el inconveniente de<br />

que puede generar distintas categorías,<br />

pero la ventaja de producir constantes incentivos<br />

que fomentan una tendencia hacia<br />

la igualdad “por arriba” y no, como<br />

podría estimular el modelo actual, una<br />

igualdad “hacia abajo”.<br />

Por lo que se refiere a la rendición de<br />

cuentas a la sociedad, parece obvio que se<br />

encuentra íntimamente vinculada a la autonomía<br />

universitaria, en cierto modo como<br />

contraprestación a la independencia<br />

frente a la Administración y la esfera política<br />

que reclaman las tareas universitarias.<br />

En este sentido, apostando por difundir<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

la más amplia información, poco hay que<br />

añadir sobre la cuestión. Tal vez tan sólo<br />

insistir en una distinción importante y<br />

cuyo olvido genera en ocasiones discusiones<br />

bastante inútiles. Se trata de la necesidad<br />

de mantener claramente diferenciados<br />

cuatro mecanismos de información<br />

sobre la Universidad que tienen fuentes,<br />

propósitos y destinatarios muy distintos.<br />

Tenemos, en primer lugar, la información<br />

que se deriva de los procesos de evaluación<br />

–internos o externos– de las actividades<br />

universitarias (docencia, gestión, investigación)<br />

de carácter individual o colectivo,<br />

y cuyos destinatarios directos son<br />

las mismas universidades y sus órganos de<br />

control, aunque parcialmente puedan difundirse<br />

a un público más amplio. En segundo<br />

lugar, tenemos los indicadores de<br />

rendimiento, cuyos destinatarios principales<br />

deben ser los financiadores de las<br />

universidades (los cuales deben asegurarse<br />

de la calidad y la homogeneidad de las<br />

fuentes de información con que se construyen<br />

tales indicadores), y que generalmente<br />

responden al mandato político en<br />

nuestros sistemas democráticos. En tercer<br />

lugar, se encuentra la política de información<br />

pública de cada Universidad –o del<br />

conjunto de éstas de forma coordinada–,<br />

que debería tener como propósito acentuar<br />

su prestigio social mediante una<br />

transparencia ejemplar de sus actividades,<br />

asumiendo la posibilidad de crítica en el<br />

caso de que no todos sus resultados fueran<br />

excelentes. Finalmente, un cuarto mecanismo<br />

de información a la sociedad lo<br />

ejercen los medios de comunicación de<br />

forma independiente, los cuales, generando<br />

de forma independiente la información<br />

(encuestas, entrevistas) o recogiendo<br />

y analizando la información disponible<br />

mediante los tres mecanismos anteriores,<br />

elaboran y publican informaciones y valoraciones<br />

que consideran de interés para el<br />

público.<br />

En definitiva, planteamos una reforma<br />

de nuestro sistema universitario que<br />

puede ser considerada como radical, pero<br />

que se encuentra dentro de unos límites<br />

que permiten considerarla todavía como<br />

una refor,ma y no como una ruptura<br />

frontal con el sistema actual diseñado por<br />

la LRU. Es evidente que hay muchos problemas<br />

y posibles alternativas que el presente<br />

artículo no ha mencionado. No es<br />

posible abordar al detalle toda la compleja<br />

problemática asociada a la Universidad.<br />

Pero en este artículo hemos intentado<br />

mostrar cuáles son los grandes problemas,<br />

los cuatro elementos de parálisis cuya re-<br />

forma debería emprenderse sin más dilaciones<br />

(la selección y promoción del profesorado,<br />

el diseño institucional y organizativo,<br />

la política de financiación y las<br />

formas de regulación y control). Analizando<br />

con profundidad los problemas y<br />

déficit de estos cuatro elementos estratégicos,<br />

y proponiendo mecanismos integrales<br />

de reforma de los mismos, debería<br />

configurarse el camino hacia una transformación<br />

de nuestras universidades, para<br />

superar la actual situación de parálisis global<br />

del sistema. n<br />

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Jacint Jordana y Carles Ramió son profesores de<br />

Ciencia Política y de la Administración. Departamento<br />

de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad<br />

Pompeu Fabra.<br />

39


S<br />

i hay episodios de la ciencia<br />

contemporánea que se<br />

han mostrado influyentes,<br />

tanto en el desarrollo científico<br />

que les siguió como en la forma<br />

en que han afectado al conjunto<br />

de la sociedad, uno es, sin duda<br />

alguna, la introducción (descubrimiento<br />

si se prefiere) de los<br />

cuantos de energía por parte de<br />

Max Planck, en 1900, hace ahora,<br />

precisamente, un siglo.<br />

La física que surgió de ese<br />

hallazgo, la física cuántica,<br />

cuenta en su haber con aportaciones<br />

del tipo de, entre muchas<br />

otras, la mecánica matricial<br />

y ondulatoria, el principio<br />

de incertidumbre, la electrodinámica<br />

cuántica o la teoría electrodébil,<br />

que nos permiten entender<br />

la estructura de los átomos,<br />

el origen y naturaleza de<br />

las radiaciones que éstos emiten,<br />

la interacción entre materia<br />

y radiación, la formación y orden<br />

de los elementos químicos,<br />

o de qué constituyentes (también<br />

llamados “partículas elementales”)<br />

están formados esos<br />

elementos. Y hay más: no se trata<br />

únicamente de elucubraciones<br />

teóricas que se comprueban<br />

en lugares o situaciones remotas<br />

y muy difícilmente observables<br />

en lo que a la vida diaria se refiere.<br />

La física cuántica nos ha<br />

proporcionado la clave para<br />

comprender, o ha permitido<br />

construir, fenómenos o instrumentos<br />

más cotidianos, como<br />

las células fotoeléctricas o los<br />

aparatos electrónicos que utilizan<br />

semiconductores del tipo de<br />

los ya clásicos transistores, así<br />

como los más modernos y poderosos<br />

chips en los que sus elementos<br />

están integrados en un<br />

pequeño bloque de material,<br />

habitualmente silicio.<br />

Hoy, transistores y chips desempeñan<br />

funciones básicas en,<br />

por ejemplo, los billones de microprocesadores<br />

que controlan<br />

motores de coche, teléfonos celulares,<br />

misiles, satélites, tuberías<br />

de gas, hornos de microondas,<br />

computadores o aparatos para escuchar<br />

discos compactos. Han<br />

cambiado, literalmente, las formas<br />

en las que nos comunicamos,<br />

relacionamos con el dinero,<br />

escuchamos música, vemos televisión,<br />

conducimos coches, lavamos<br />

nuestras ropas o cocinamos.<br />

Algunas estimaciones señalan<br />

que se fabrican –empaquetados<br />

por millones en todo tipo de microprocesadores–<br />

en torno a 500<br />

CIENCIA<br />

MAX PLANCK,<br />

UN HOMBRE DE HONOR<br />

JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON<br />

millones de transistores… ¡cada<br />

segundo! No es exagerado, por<br />

consiguiente, decir que el transistor<br />

constituye la “célula nerviosa”<br />

de la era electrónica.<br />

Nada de esto habría llegado a<br />

ser sin que se descubriese que la<br />

energía está cuantizada, que procede<br />

en paquetes. Y aunque, es<br />

verdad, otros pudieron llegar –y<br />

habrían llegado– a proponer semejante<br />

idea, el hecho es que<br />

fue Max Planck quien tuvo ese<br />

honor… o esa suerte. Un honor,<br />

una suerte, que no se ve disminuida<br />

porque él mismo tuviese<br />

problemas a la hora de llevar<br />

a sus últimas consecuencias<br />

la idea de la cuantización ener-<br />

Max Planck<br />

gética, algo que tendría que esperar<br />

cinco años más, a Albert<br />

Einstein.<br />

Max Planck, un buen científico,<br />

no un genio<br />

Max Planck nació en 1858, en<br />

Kiel, hijo de Wilhelm Johann<br />

Julius, profesor de jurisprudencia,<br />

y Emma (Patzig de soltera).<br />

El prestigio y autoridad que<br />

Planck llegaría a alcanzar en la<br />

comunidad científica alemana y<br />

mundial no responde tanto a sus<br />

capacidades científicas como a<br />

su diligencia, rectitud y fortaleza<br />

de carácter. Aun cuando es<br />

difícil determinar qué es el genio,<br />

no es demasiado arriesga-<br />

40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


do señalar que Planck no fue un<br />

genio: fue un científico capaz,<br />

muy capaz, pero lejos de la categoría<br />

de un Einstein, un Bohr o<br />

un Rutherford. Sus profesores<br />

en el Maximilians-Gymnasium<br />

de Múnich (adonde su familia<br />

se trasladó cuando, en 1867, su<br />

padre obtuvo la cátedra de Derecho<br />

Civil en la Universidad de<br />

la capital bávara) solían situarle<br />

cerca de los primeros puestos de<br />

la clase, pero nunca en el primero:<br />

cuarto de 28 en 1868-<br />

1869, y de ahí en adelante,<br />

quinto de 37, octavo de 23, tercero<br />

de 21 y cuarto de 19. En lo<br />

que sí parecía destacar era en el<br />

estudio de religión y en conducta,<br />

áreas en las que con mucha<br />

frecuencia recibía el premio<br />

de su clase. Siempre fue, efectivamente,<br />

un “hombre de orden”.<br />

Cuando le llegó el momento<br />

de elegir qué carrera universitaria<br />

elegir, el joven Max dudó entre<br />

música, filología antigua y<br />

física. A pesar de que cuando<br />

preguntó al físico de Múnich<br />

Philipp von Jolly, éste le respondió<br />

que no le aconsejaba que estudiara<br />

física, ya que todo estaba<br />

descubierto después del hallazgo<br />

de los principios de la termodinámica<br />

y que no quedaban más<br />

que algunas lagunas por completar,<br />

Planck eligió finalmente<br />

seguir la carrera de Física en la<br />

Universidad de Múnich, estudios<br />

que comenzó el semestre<br />

de invierno de 1874-1875. Encontramos<br />

algunas claves que<br />

explican esa decisión en una carta<br />

que Planck escribió muchos<br />

años después, el 14 de diciembre<br />

de 1930, a Joseph Strasser:<br />

“Yo podría haberme convertido<br />

también en un filólogo o en un historiador.<br />

Lo que me llevó a las ciencias<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

exactas provino de circunstancias más<br />

bien exteriores: un curso de matemáticas<br />

(el del profesor Gustav Bauer) al<br />

que asistí, en la universidad, me suscitó<br />

una gran satisfacción interior y me<br />

abrió nuevos horizontes. El hecho de<br />

que terminase pasándome de las matemáticas<br />

puras a la física tuvo que ver<br />

con mi pasión por las cuestiones relativas<br />

a la concepción del mundo; estas<br />

cuestiones, sin duda, no podían ser resueltas<br />

por las matemáticas”.<br />

En 1877, y hasta 1879, continuó<br />

sus estudios en Berlín,<br />

donde pudo seguir los cursos de<br />

tres gigantes de la ciencia: el fisiólogo<br />

y físico Hermann von<br />

Helmholtz, el físico Gustav<br />

Kirchhoff y el matemático Karl<br />

Weierstrass. Sus clases, sin embargo,<br />

dejaban que desear:<br />

Helmholtz, recordaría Planck<br />

años después,<br />

“no preparaba sus clases; se interrumpía<br />

constantemente para buscar en un cuaderno<br />

los datos necesarios; por otra parte,<br />

cometía constantemente errores de<br />

cálculo en la pizarra, y daba la impresión<br />

de aburrirse tanto como nosotros<br />

en su curso”.<br />

Kirchhoff sí preparaba con<br />

cuidado sus clases:<br />

“Cada frase estaba en su lugar. No<br />

faltaba ninguna palabra, no sobraba nada.<br />

Pero daba la impresión de que todo<br />

estaba aprendido de memoria, lo que le<br />

convertía en seco y monótono. Admirábamos<br />

al orador, pero no lo que decía”.<br />

En semejantes circunstancias,<br />

“el único recurso que me permitía satisfacer<br />

mi sed de conocimientos era leer<br />

las obras que me interesaban; se trataba,<br />

bien entendido, de las que se relacionaban<br />

con el principio de energía. Fue<br />

así cómo descubrí los tratados de Rudolf<br />

Clausius, cuya claridad me impresionó<br />

profundamente y en los que me<br />

sumergí con un entusiasmo creciente.<br />

Admiraba especialmente la formulación<br />

exacta que dio de los dos principios de<br />

la termodinámica [el de la conserva-<br />

ción de la energía y el del crecimiento<br />

de la entropía] y la relación existente<br />

entre ellos” 1 .<br />

Rudolf Clausius (1822-<br />

1888) fue, efectivamente, el<br />

gran héroe científico de Planck a<br />

lo largo de toda la vida. Tal vez<br />

por ello, aunque también por la<br />

seguridad, por la validez universal<br />

que prometía, hizo Planck<br />

del estudio de la termodinámica<br />

el centro principal de su atención<br />

cuando se convirtió en un<br />

físico profesional. Comenzando<br />

con su tesis doctoral, que dedicó<br />

(sin recibir ninguna ayuda de<br />

sus profesores) al tema del papel<br />

de los procesos irreversibles en la<br />

definición de entropía y que<br />

presentó en Múnich en 1879.<br />

A pesar de sus esfuerzos, los<br />

resultados de su disertación atrajeron<br />

muy poca atención: en<br />

Múnich, el famoso químico<br />

Adolf von Baeyer, uno de sus<br />

examinadores, le expresó claramente<br />

su opinión de que la física<br />

teórica le parecía superflua;<br />

Helmholtz, quien de hecho había<br />

sido uno de los padres fundadores<br />

de la termodinámica<br />

(en 1847 formuló en toda su generalidad<br />

el principio de conservación<br />

de la energía), seguramente<br />

nunca leyó la tesis; Kirchhoff<br />

la desaprobó; y no pudo<br />

entrar en contacto con Clausius,<br />

que nunca contestó a sus cartas<br />

y al que no pudo ver en Bonn,<br />

porque cuando fue a visitarlo no<br />

estaba en su casa.<br />

En cualquier caso, y tras presentar<br />

en 1880 la correspondiente<br />

habilitación, pudo ense-<br />

1 Planck, M.: Physikalische Abhandlungen<br />

und Vorträge, vol. III, pág. 375.<br />

Braunschweig, 1958.<br />

ñar, como privatdozent, en Munich.<br />

En 1885 fue designado<br />

profesor extraordinario (esto es,<br />

sin cátedra) de Física en la Universidad<br />

de Kiel, sustituyendo a<br />

Heinrich Hertz, el discípulo favorito<br />

de Helmholtz. Hertz, para<br />

quien Kiel estaba preparando<br />

convertir el puesto de profesor<br />

extraordinario que ocupaba<br />

en el de catedrático, aceptó una<br />

oferta de Karlsruhe (en donde,<br />

en 1888, llevó a cabo su gran<br />

aportación a la física: la demostración<br />

experimental de la existencia<br />

de las ondas electromagnéticas<br />

de baja frecuencia que se<br />

deducía de la teoría del electromagnetismo<br />

de Maxwell).<br />

En Kiel, la carrera científica<br />

de Planck fue avanzando, poco a<br />

poco, centrada todavía en el segundo<br />

principio de la termodinámica.<br />

Después de sólo cuatro<br />

años en Kiel le llegó una nueva,<br />

magnífica, oportunidad: nada<br />

más y nada menos que de la<br />

Universidad de Berlín, la universidad<br />

de la capital de Prusia,<br />

del centro neurálgico del nuevo<br />

imperio alemán, la ciudad que<br />

iba camino de convertirse también<br />

en una de las capitales del<br />

mundo. De nuevo, a quien Berlín<br />

realmente quería era a Hertz,<br />

pero éste aceptó una oferta de<br />

Bonn (algo que, por cierto,<br />

muestra que por entonces la posición<br />

de Berlín en el contexto<br />

de la ciencia germana todavía no<br />

era del indiscutible liderazgo que<br />

sería muy poco tiempo después).<br />

En su lugar, aunque como profesor<br />

extraordinario, eligieron a<br />

Planck. Tres años después, en<br />

1892, recibió el nombramiento<br />

de catedrático. Dos años más<br />

tarde, con el apoyo del propio<br />

Helmholtz, fue elegido miembro<br />

ordinario de la Academia<br />

41


MAX PLANCK, UN HOMBRE DE HONOR<br />

Prusiana de Ciencias. Llegaba a<br />

la cumbre de su profesión. En<br />

Berlín pasaría el resto de su vida,<br />

y en Berlín, en 1900, lograría<br />

su gran éxito científico: la<br />

introducción de los cuantos de<br />

energía.<br />

Los cuantos de energía<br />

Esa introducción estuvo asociada<br />

al descubrimiento de una nueva<br />

ley para la distribución de la densidad<br />

de energía de radiación de<br />

un cuerpo negro (radiación que<br />

está en equilibrio con la materia,<br />

y que por tanto absorbe y emite<br />

la misma cantidad de energía<br />

para cualquier longitud de onda),<br />

ley que también propuso<br />

Planck en 1900. Ahora bien,<br />

¿cómo es que un físico como<br />

Planck, formado en el estudio<br />

de los escritos de Clausius y cuyo<br />

programa de investigación se<br />

centraba en los principios de la<br />

termodinámica, y más concretamente<br />

en el segundo, el del<br />

crecimiento de la entropía, terminó<br />

asociando su nombre a un<br />

problema como el de la ley de<br />

distribución de la energía de un<br />

cuerpo negro? La respuesta a esta<br />

pregunta no es difícil: Planck<br />

no dudaba de la universalidad<br />

del crecimiento de la entropía<br />

total (es más, la búsqueda de absolutos,<br />

de verdades universales,<br />

es lo que orientaba –y continuó<br />

orientando a lo largo de toda su<br />

vida– sus trabajos científicos),<br />

pero quería, no obstante, relacionar<br />

esta irreversibilidad con<br />

otras leyes también fundamentales.<br />

En concreto quería desarrollar<br />

una teoría macroscópica<br />

basada en la termodinámica y el<br />

electromagnetismo, esperando<br />

deducir de ella el principio del<br />

crecimiento de la entropía. Y el<br />

problema de la radiación del<br />

cuerpo negro se prestaba de manera<br />

magnífica para semejante<br />

propósito. En primer lugar, lo<br />

que se tiene en este caso es un<br />

proceso de interacción entre ondas<br />

electromagnéticas y materia<br />

(la cavidad que aloja a las ondas).<br />

En segundo lugar, Planck<br />

tenía a su disposición el resultado<br />

obtenido en 1859 por su antiguo<br />

profesor, Gustav Kirchhoff,<br />

que asegura que la distri-<br />

bución de radiación en equilibrio<br />

es independiente del sistema<br />

con el que interacciona la<br />

radiación. Era obvio, por su<br />

sencillez, considerar entonces a<br />

la cavidad del cuerpo negro como<br />

formada por una colección<br />

de osciladores armónicos cargados.<br />

El problema se planteaba,<br />

por consiguiente, en términos<br />

del estudio de la interacción entre<br />

ondas electromagnéticas y<br />

osciladores, para tratar de entender<br />

así, mediante procesos de<br />

difusión, cómo se obtiene el estado<br />

de equilibrio para la radiación<br />

del cuerpo negro. Planck<br />

esperaba que la simetría temporal<br />

de partida en las interacciones<br />

electromagnéticas desapareciese,<br />

generando de esta manera<br />

la irreversibilidad contenida en<br />

el segundo principio, que quedaría<br />

así “explicado” al estudiar<br />

la termodinámica de la radiación.<br />

Que Planck no fuese capaz<br />

de desarrollar este programa,<br />

aunque en algún momento creyese<br />

que lo había conseguido, es<br />

algo que no nos interesa demasiado.<br />

Lo importante es señalar<br />

que sus investigaciones le prepararon<br />

para cuando, en octubre<br />

de 1900, Heinrich Rubens y<br />

Ferdinand Kurlbraum, colegas<br />

de Planck en Berlín, llevaron a<br />

cabo en el Physikalisch-Technische<br />

Reichsanstalt, el laboratorio<br />

nacional alemán, experimentos<br />

con los que demostraban<br />

que para longitudes de<br />

onda grandes la hasta entonces<br />

aceptada –aunque con reparos–<br />

ley de radiación de Wien no era<br />

correcta. Planck reaccionó entonces<br />

inmediatamente generalizando<br />

heurísticamente lo que<br />

hasta entonces había hecho. La<br />

modificación que introdujo en<br />

sus desarrollos le llevó a una<br />

nueva ley de distribución de la<br />

radiación del cuerpo negro, ley<br />

que presentó en la reunión de<br />

la Sociedad de Física Alemana<br />

que se celebró en Berlín el 19<br />

de octubre de 1900. Al día siguiente<br />

Rubens le informaba<br />

que sus cálculos demostraban<br />

que la nueva fórmula se ajustaba<br />

perfectamente a los resultados<br />

experimentales. Casi inespera-<br />

damente, como por sorpresa,<br />

Planck se encontró con que disponía<br />

de una aparentemente correcta<br />

ley de distribución para<br />

la radiación del cuerpo negro,<br />

cuya explicación teórica, sin embargo,<br />

ignoraba (la extensión<br />

heurística que había realizado<br />

no significaba ninguna explicación<br />

teórica).<br />

Naturalmente, Planck se dedicó<br />

inmediatamente a la tarea<br />

de explicar teóricamente esa ley,<br />

lográndolo poco después, en diciembre.<br />

Más de treinta años<br />

después, en una carta que escribió<br />

el 7 de octubre de 1931 al físico<br />

estadounidense Robert Williams<br />

Wood, recordó que,<br />

“resumido brevemente, se puede describir<br />

lo que hice como un acto de desesperación.<br />

Por naturaleza soy pacífico<br />

y rechazo toda aventura dudosa. Pero<br />

por entonces había estado luchando sin<br />

éxito durante seis años (desde 1894)<br />

con el problema del equilibrio entre radiación<br />

y materia y sabía que este problema<br />

tenía una importancia fundamental<br />

para la física; también conocía<br />

la fórmula que expresa la distribución<br />

de la energía en los espectros normales.<br />

Por consiguiente, había que encontrar,<br />

costase lo que costase, una interpretación<br />

teórica. Tenía claro que la física<br />

clásica no podía ofrecer una solución a<br />

este problema, puesto que con ella se<br />

llega a que a partir de un cierto momento<br />

toda la energía será trasferida de<br />

la materia a la radiación. Para evitar esto<br />

se necesita una nueva constante que<br />

asegure que la energía no se desintegre.<br />

Pero la única manera de averiguar cómo<br />

se puede hacer esto es partiendo de<br />

un punto de vista definido. En mi caso,<br />

el punto de partida fue el mantener las<br />

dos leyes de la termodinámica. Hay que<br />

conservar, me parece, estas dos leyes<br />

bajo cualquier circunstancia. Por lo demás,<br />

estaba dispuesto a sacrificar cualquiera<br />

de mis convicciones anteriores<br />

sobre las leyes físicas. Boltzmann había<br />

explicado cómo se establece el equilibrio<br />

termodinámico mediante<br />

un equilibrio estadístico, y si se aplica<br />

semejante método al equilibrio entre la<br />

materia y la radiación, se encuentra que<br />

se puede evitar la continua transformación<br />

de energía en radiación suponiendo<br />

que la energía está obligada, desde el<br />

comienzo, a permanecer agrupada en<br />

ciertos cuantos. Ésta fue una suposición<br />

puramente formal y en realidad<br />

no pensé mucho en ella” 2 .<br />

2 Citada en Hermann, Armin: The<br />

Genesis of Quantum Theory (1899-1913),<br />

págs. 23 y 24. The MIT Press, Cambridge<br />

(Massachusetts), 1971.<br />

El “acto de desesperación” al<br />

que se refería Planck fue, en<br />

efecto, adoptar la formulación<br />

estadística de la entropía propuesta<br />

por Ludwig Boltzmann<br />

en 1877. Para este físico austríaco<br />

la entropía de un sistema venía<br />

dada por la célebre expresión<br />

S=k.ln W, donde k es una<br />

constante (introducida precisamente<br />

por Planck posteriormente<br />

y denominada “constante<br />

de Boltzmann”) y lnW el<br />

logaritmo neperiano de la probabilidad<br />

de que tenga lugar el<br />

estado en cuestión. Doblegarse<br />

ante semejante planteamiento,<br />

aceptar que el crecimiento de la<br />

entropía estaba asociado con<br />

probabilidades y que, por consiguiente,<br />

no era tan universal como<br />

él pensaba, que podía ser<br />

violada, debió ser doloroso para<br />

un físico del talante de Planck,<br />

dolor sólo mitigado haciendo de<br />

este paso una “suposición puramente<br />

formal”. El hecho, en<br />

cualquier caso, es que combinando<br />

su ley de radiación con<br />

los procedimientos estadísticos<br />

de Boltzmann, Planck se vio<br />

conducido a que los osciladores<br />

cargados que suponía formaban<br />

la cavidad que contenía la radiación<br />

de cuerpo negro intercambiaban<br />

energía con la radiación<br />

de manera discontinua, a<br />

saltos. La expresión matemática<br />

para ese intercambio es la ya célebre<br />

formula de Planck:<br />

E=hυ<br />

La “constante h” vino en denominarse<br />

“constante de Planck”.<br />

Si hay algo que caracteriza a la<br />

teoría cuántica es esta constante<br />

(υ es la frecuencia de la radiación).<br />

El honor del funcionario<br />

weberiano<br />

Ya aludí al hecho de que Planck<br />

no fue un genio científico del calibre<br />

de otros contemporáneos<br />

suyos. Esta impresión se ve reforzada<br />

cuando se analiza el conjunto<br />

de sus aportaciones científicas:<br />

su currículo, aunque impresionante,<br />

hace que sea difícil<br />

evitar la sensación de que el lugar<br />

privilegiado que ocupa en la galería<br />

de los grandes científicos de<br />

42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


la historia (por lo menos de la<br />

historia de la física del siglo XX)<br />

no está justificado por su producción<br />

científica… salvo, naturalmente,<br />

por sus trabajos de<br />

1900. Semejante constatación, o<br />

impresión, conduce de forma natural<br />

a plantearse la pregunta de<br />

si existen otros motivos, aparte<br />

de los “cuánticos”, que ayuden a<br />

explicar la fama y respeto de que<br />

gozó. Es complicado contestar a<br />

esta cuestión, pero en mi opinión<br />

la respuesta es: “Seguramente sí”.<br />

El descubrimiento de los cuantos<br />

proporcionó a Planck la base sobre<br />

la que se levantaría la fama y respeto<br />

de que gozó, pero para comprender<br />

verdaderamente ambos,<br />

más aún el respeto, hay que tomar<br />

en consideración otros aspectos<br />

de su biografía. Hay que tener<br />

en cuenta, sobre todo, que<br />

Planck constituyó un espléndido<br />

ejemplo del funcionario germano<br />

cuyas más nobles virtudes<br />

ensalzó Max Weber; recordemos<br />

sino como definió en 1919 Weber<br />

al funcionariado moderno 3 :<br />

“Un conjunto de trabajadores intelectuales,<br />

altamente cualificados y especializados<br />

mediante una preparación<br />

de años, con un honor estamental muy<br />

desarrollado en beneficio de la integridad,<br />

sin la cual se cerniría sobre nosotros<br />

como un destino el peligro de una<br />

terrible corrupción y de una brutal incompetencia<br />

e incluso estaría amenazado<br />

el rendimiento técnico del aparato<br />

estatal”.<br />

Fue precisamente ese honor,<br />

la dignidad que presidió su vida,<br />

la que hizo de él una persona<br />

tan respetada entre sus colegas.<br />

Einstein, en tantos sentidos tan<br />

diferente a Planck, lo adoraba,<br />

no sólo, ni siquiera sobre todo,<br />

por sus aportaciones científicas,<br />

sino por la persona que era. Nadie<br />

hizo más que Planck por<br />

atraerlo y retenerlo en Berlín. En<br />

los peores tiempos, en agosto de<br />

1933, desde Princeton, escribía a<br />

Haber, tras haber sabido que éste<br />

también se había convertido<br />

3 Weber, Max: La política como profesión,<br />

pág. 108. Espasa-Calpe, Madrid,<br />

1992.<br />

4 Stern, Fritz: Einstein’s German<br />

World, págs. 159 y 160. Princeton University<br />

Press, Princeton, 1999.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

finalmente en un exiliado 4 :<br />

“Espero que no regresará a Alemania.<br />

No merece la pena trabajar para<br />

un grupo intelectual formado por hombres<br />

que se apoyan en sus estómagos<br />

delante de criminales comunes y que<br />

incluso simpatizan en algún grado con<br />

estos criminales. No me decepcionan,<br />

porque nunca tuve ningún respeto o<br />

simpatía por ellos, aparte de unas finas<br />

personalidades (Planck, 60% noble, y<br />

Laue, 100%)”.<br />

El aprecio y respeto que siempre<br />

tuvo Einstein por Planck se<br />

deben valorar aún más si tenemos<br />

en cuenta cuán diferentes eran sus<br />

ideas políticas, en particular su<br />

percepción del nacionalismo. Un<br />

ejemplo especialmente significativo<br />

en este sentido se encuentra<br />

en sus respectivas actitudes en la<br />

I Guerra Mundial. Planck fue<br />

uno de los firmantes, el 4 de octubre<br />

de 1914, del famoso manifiesto<br />

Aufruf an die Kulturwelt<br />

(Llamamiento al mundo civilizado),<br />

en el que 93 intelectuales<br />

alemanes (entre los que figuraban<br />

otros científicos, como von<br />

Baeyer, Haber, Klein, Lenard,<br />

Nernst, Ostwald, Röntgen,<br />

Wien o Willstätter) expresaban<br />

su repulsa por las opiniones que<br />

se habían vertido en el mundo<br />

ante las noticias de la invasión<br />

germana de Bélgica. Basta citar<br />

algunos pasajes de ese manifiesto<br />

para hacerse una idea de su<br />

contenido:<br />

“Nosotros, representantes de la<br />

ciencia y el arte alemanes, delante de<br />

todo el mundo, contra las mentiras y<br />

calumnias detrás de las que nuestros<br />

enemigos pretenden ocultar la causa<br />

pura de Alemania, en la difícil lucha<br />

que se le ha impuesto… proclamamos<br />

la verdad”.<br />

“No es verdad que Alemania haya<br />

sido la causante de la guerra. Ni el pueblo,<br />

ni el Gobierno, ni el emperador la<br />

han querido. Se ha hecho todo lo posible<br />

por evitarla desde la parte alemana…<br />

A lo largo de los 26 años de su<br />

reinado, Guillermo II ha demostrado<br />

muchas veces que es el protector de la<br />

paz mundial…”.<br />

“No es verdad que hayamos violado<br />

de una manera criminal la neutralidad<br />

de Bélgica…”.<br />

“No es cierto que nuestros soldados<br />

hayan tocado la vida y la propiedad de<br />

un sólo ciudadano belga sin haber sido<br />

empujados a ello por sus defensores.<br />

Porque, todavía y siempre, a pesar de<br />

todas las advertencias, la población les<br />

ha preparado emboscadas para disparar<br />

sobre ellos, mutilando heridos, asesinando<br />

médicos mientras desempeñaban<br />

su obra de samaritanos”.<br />

“No es verdad que nuestras tropas<br />

hayan saqueado brutalmente Lovaina.<br />

Ellas se han visto obligadas a tomar<br />

represalias contra los habitantes furiosos<br />

que les han asesinado traidoramente,<br />

y con un corazón cariacontecido<br />

han bombardeado la ciudad. La<br />

mayor parte de Lovaina ha sido conservada…”.<br />

“No es verdad que la lucha contra lo<br />

que se ha llamado nuestro militarismo<br />

no sea una lucha contra nuestra cultura,<br />

como pretenden hipócritamente<br />

nuestros enemigos. Sin el militarismo<br />

alemán, la cultura alemana habría desaparecido<br />

de la faz de la tierra hace<br />

mucho tiempo. Es para proteger esa<br />

cultura, que un país que durante siglos<br />

ha sufrido más invasiones que ningún<br />

otro, ha salido de sus fronteras. El ejército<br />

y el pueblo alemanes forman una<br />

unidad…”.<br />

Por el contrario, Einstein<br />

fue uno de los ¡cuatro! firmantes<br />

de un manifiesto (que no<br />

llegó a ser publicado) preparado<br />

unos pocos días después de<br />

la aparición del Aufruf an die<br />

Kulturwelt por el pacifista Georg<br />

Friedrich Nicolai, catedrático<br />

de Fisiología en la Universidad<br />

de Berlín. Llevaba un<br />

hermoso título, Manifiesto a los<br />

europeos, y entre sus pasajes se<br />

pueden leer frases como las siguientes:<br />

“Todo aquel al que le importe algo<br />

una cultura mundial común esta doblemente<br />

comprometido a luchar por el<br />

mantenimiento de los principios en que<br />

se basa. Y sin embargo, aquellos en<br />

quienes habría que haber supuesto tales<br />

sentimientos –principalmente los científicos<br />

y los artistas– hasta el momento<br />

han dicho casi exclusivamente cosas<br />

que hacen sospechar que han abandonado<br />

el deseo de que continúen las relaciones<br />

internacionales. Se han expresado<br />

con un espíritu hostil; no han hablado<br />

en defensa de la paz…”.<br />

“La guerra que ruge difícilmente<br />

puede dar un vencedor; todas las naciones<br />

que participan en ella pagarán,<br />

con toda probabilidad, un precio extremadamente<br />

alto… La inestable y<br />

fluida situación en Europa, creada por<br />

la guerra, debe utilizarse para transformar<br />

el continente en una unidad orgánica.<br />

Técnica e intelectualmente, las<br />

condiciones están maduras para tal proceso…”.<br />

JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON<br />

“El primer paso en esa dirección<br />

sería el que unan sus fuerzas todos<br />

aquellos que aman realmente la cultura<br />

de Europa; todos aquellos a los que<br />

Goethe proféticamente llamó “buenos<br />

europeos”. No debemos abandonar la<br />

esperanza de que, hablando al unísono,<br />

su voz pueda, incluso hoy, levantarse<br />

por encima del choque de las armas,<br />

en particular si se les unen aquellos<br />

que ya disfrutan de renombre y<br />

autoridad”.<br />

Planck fue, repito, uno de los<br />

firmantes del Manifiesto de los 93,<br />

aunque, es cierto, no tardó demasiado<br />

en arrepentirse: en marzo<br />

de 1915 se disculpaba en privado<br />

ante el holandés Hendrik<br />

A. Lorentz, el más querido y respetado<br />

internacionalmente de<br />

todos los físicos europeos. Lo<br />

había firmado, explicaba a su<br />

colega, convencido de que Alemania<br />

estaba luchando por su<br />

existencia y que tenían que mostrarse<br />

unidos.<br />

¿Cómo se puede soportar<br />

tanta desgracia?<br />

El honor del funcionario weberiano<br />

también tiene sus inconvenientes.<br />

Fue debido a ese honor<br />

que Planck no pudo rebelarse<br />

contra el Estado, por<br />

mucho que éste pudiese comportarse<br />

en alguna ocasión de<br />

manera que él considerase indigna.<br />

Fue, es cierto, el introductor<br />

de una revolución científica,<br />

pero en modo alguno<br />

puede ser él considerado un revolucionario.<br />

Sin embargo, si<br />

pensamos que la desgracia, el<br />

drama o la desesperación constituyen<br />

magníficos caldos de<br />

cultivo para hacer que una persona<br />

se haga “revolucionaria” o,<br />

simplemente, “rebelde”, Planck<br />

habría debido ser uno de los<br />

mayores rebeldes. Y es que la vida<br />

personal de Planck fue una<br />

sucesión de terribles desgracias,<br />

en un –cierto es– océano de honores<br />

sociales y científicos (en<br />

1919, por ejemplo, recibió el<br />

Premio Nobel de Física correspondiente<br />

a 1918). Veamos qué<br />

quiero decir.<br />

El 31 de marzo de 1887, con<br />

la seguridad que le daba su puesto<br />

en Kiel, Planck se casó con<br />

Marie Merck. Tuvieron cuatro<br />

hijos: dos varones y dos gemelas.<br />

43


MAX PLANCK, UN HOMBRE DE HONOR<br />

El primer golpe fue la muerte<br />

de Marie, en octubre de 1909.<br />

El 26 de mayo de 1916 llegó el<br />

segundo: su hijo mayor, Karl,<br />

murió en Verdún, de heridas sufridas<br />

luchando en las filas del<br />

ejército alemán en la I Guerra<br />

Mundial. El 15 de mayo de<br />

1917 su hija Grete falleció una<br />

semana después de dar a luz a su<br />

primer hijo. Emma, su hermana,<br />

se ocupó entonces del niño,<br />

y terminó casándose en enero<br />

de 1919 con el viudo. Antes de<br />

que acabase el año, el 21 de noviembre,<br />

padeció exactamente<br />

el mismo final que su hermana.<br />

La tragedia casi destruyó a<br />

Planck. El 21 de diciembre, escribía<br />

a Hendrik Lorentz 5 :<br />

“Ahora lloró amargamente a mis<br />

dos queridas hijas, y me siento robado<br />

y empobrecido. ¡Ha habido momentos<br />

en los que he dudado del valor de la<br />

propia vida!”.<br />

Tampoco sobrevivió, aunque<br />

viviese más, su otro hijo, Erwin,<br />

con quien estaba particularmente<br />

unido. Erwin fue ejecutado<br />

el 23 de enero de 1945,<br />

acusado de haber participado en<br />

el famoso intento de acabar con<br />

la vida de Hitler. Parece que no<br />

participó en él, aunque sin duda<br />

conocía a muchos de los conspiradores<br />

y simpatizaba con su<br />

causa. Max Planck movió cielo y<br />

tierra para intentar que la pena<br />

de muerte le fuera conmutada, y<br />

creyó haberlo logrado: el 18 de<br />

febrero supo que el perdón llegaría<br />

pronto. Pero a los cinco<br />

días lo que llegó fue la noticia<br />

del ajusticiamiento. “Mi pena<br />

no puede expresarse en palabras”,<br />

escribió (4 de febrero) a<br />

Arnold Sommerfeld. Y a unos<br />

sobrinos, Fritz y Grete Lenz (2<br />

de febrero):<br />

“Él era una parte preciosa de mi ser.<br />

Era mi luz del sol, mi orgullo, mi esperanza.<br />

Ninguna palabra puede describir<br />

lo que he perdido con él” 6 .<br />

5 Citado en Heilbron, John L.: The<br />

Dilemmas of an Upright Man, pág. 83.<br />

University of California Press, California,<br />

1986.<br />

6 Citado en Heilbron, op. cit., pág.<br />

195.<br />

Seguramente entonces se plantearía<br />

con toda la crudeza y desesperación<br />

del mundo para qué<br />

había valido ser un leal servidor<br />

del Estado, para qué la entrevista<br />

que había mantenido con Hitler<br />

en 1933 (parece que fue en mayo),<br />

en la que Planck había intentado<br />

convencer al führer de<br />

que la emigración forzada de judíos<br />

podía matar a la ciencia alemana<br />

y que los judíos también<br />

podían ser buenos alemanes. La<br />

entrevista, que muchos de sus<br />

colegas (especialmente los que<br />

abandonaron Alemania) criticaron<br />

duramente, terminó con Hitler<br />

señalando que no tenía nada<br />

contra los judíos, sólo contra los<br />

comunistas, momento en el que<br />

dio rienda suelta a su rabia, vociferando,<br />

con lo que el encuentro<br />

finalizó.<br />

Más afortunado fue con su segunda<br />

esposa, Marga von Hoesslin,<br />

sobrina de Marie Merck-<br />

Planck, 25 años más joven que<br />

Max, con la que se casó un año<br />

después de quedarse viudo.<br />

“Fue en gran medida gracias a<br />

ella”, escribió Wilhelm Westphal,<br />

“que Planck, al que todavía<br />

le aguardaban duras pruebas, se<br />

mantuvo hasta el fin de su vida<br />

en una forma excelente, tanto<br />

física como intelectual, y que<br />

conservó siempre el deseo de vivir”<br />

7 . “Siempre el deseo de vivir”<br />

es, seguramente, una expresión<br />

exagerada. Más adecuado sería:<br />

“La fuerza para seguir viviendo”.<br />

Por si fuera poco todo lo<br />

que ya he señalado, mencionaré<br />

que la noche del 15 de febrero<br />

de 1944, durante un formidable<br />

ataque aéreo de los aliados, su<br />

casa de Berlín, con su espléndida<br />

biblioteca –testimonio y homenaje<br />

a la mejor cultura germana–<br />

y papeles personales, fue<br />

destruida completamente. Nada<br />

se salvó. Especialmente dramáticos<br />

fueron los últimos momentos<br />

de la guerra. Para escapar<br />

de los bombardeos de Berlín,<br />

Max y Marga Planck se<br />

trasladaron a Rogätz, en la ori-<br />

7 Westphal, Wilhelm H.: ‘Max<br />

Planck als Mensch’, Die Naturwissenschaften<br />

45, 234-236; pág. 235. 1958.<br />

lla oeste del Elba, cerca de Magdeburg.<br />

Cuando Rogätz se convirtió<br />

también en un campo de<br />

batalla, los Planck (y recordemos<br />

que Max era entonces un<br />

anciano, su espalda fuertemente<br />

curvada, con grandes dificultades<br />

para caminar) tuvieron<br />

que vagar, escondiéndose, por<br />

los bosques, durmiendo en<br />

donde podían. Allí fueron encontrados<br />

por militares estadounidenses,<br />

probablemente<br />

alertados por Robert Pohl, catedrático<br />

de Física experimental<br />

en Gotinga.<br />

¿Cómo puede una persona<br />

soportar tanta desgracia? Sabemos<br />

que la capacidad de los humanos,<br />

de algunos al menos, es<br />

muy grande. En el caso de Max<br />

Planck seguramente le ayudó<br />

precisamente su sentido del honor<br />

y la lealtad que siempre<br />

mantuvo para con su país. Un<br />

sentido del honor que, junto a<br />

su consustancial prudencia, hacía<br />

que fuese para él extremadamente<br />

difícil llegar a enfrentarse<br />

abiertamente con el poder establecido,<br />

airear a los cuatro vientos<br />

sus diferencias con él. Aun<br />

así, ese mismo sentido del honor<br />

le llevó, le obligó en al menos<br />

una ocasión a un enfrentamiento<br />

de tal tipo. Fue después de la<br />

muerte del químico Fritz Haber,<br />

pero para entender completamente<br />

la acción de Planck es<br />

preciso ofrecer unos detalles.<br />

Defendiendo a Haber<br />

Muy poco después de llegar al<br />

poder, Hitler comenzó a implementar<br />

su ideología racial. El 31<br />

de marzo, jueces judíos fueron<br />

apartados de sus funciones en<br />

Prusia. Una semana después, el<br />

7 de abril, se promulgaba la famosa<br />

“Ley de restauración de la<br />

carrera del funcionariado”, con<br />

la que de hecho se pretendía<br />

purgar todas las escalas de funcionarios,<br />

profesores universitarios<br />

incluidos, por supuesto:<br />

“(1) Serán apartados de sus puestos<br />

todos los funcionarios que no sean de<br />

origen ario. En lo que se refiere a los<br />

funcionarios honorarios, serán apartados<br />

de todo tipo de funciones oficiales”.<br />

“(2) El parágrafo (1) no se aplicará<br />

a aquellos funcionarios que lo fuesen el<br />

1 de agosto de 1914, o que luchasen en<br />

el frente defendiendo al Imperio Alemán<br />

o a sus aliados durante la Guerra,<br />

o cuyos padres o hijos cayesen en la<br />

Guerra”.<br />

Asimismo, se determinaba<br />

que se suspendería a “los funcionarios<br />

cuyas actividades políticas<br />

previas no ofrezcan la seguridad<br />

de que apoyarán invariablemente<br />

y sin reserva al<br />

Estado Nacional”. En otras palabras:<br />

los funcionarios que habían<br />

conseguido su puesto durante<br />

la República de Weimar,<br />

que no eran de ascendencia aria<br />

o cuyas actividades políticas no<br />

garantizasen que servirían sin reservas<br />

al nuevo régimen tenían<br />

que abandonar sus puestos. En<br />

teoría, los no-arios que habían<br />

obtenido sus puestos antes del<br />

comienzo de la I Guerra Mundial,<br />

que habían luchado en el<br />

frente durante aquella guerra o<br />

cuyos padres o hijos habían fallecido<br />

en acto de servicio en la<br />

guerra podían conservar sus empleos.<br />

En la práctica, sin embargo,<br />

también estas personas perdieron<br />

sus puestos con bastante<br />

rapidez. Y aquí entra Fritz Haber,<br />

una de las figuras más prominentes<br />

de la ciencia alemana<br />

de la época: sus contribuciones a<br />

la química constituyeron un<br />

apoyo inestimable a la sociedad<br />

germana: el proceso Haber-<br />

Bosch para la síntesis del amoniaco,<br />

además de resultar enormemente<br />

rentable desde el punto<br />

de vista industrial, aseguró a<br />

Alemania la producción de abonos,<br />

explosivos y municiones<br />

durante la I Guerra Mundial,<br />

contienda en la que Haber también<br />

participó de manera muy<br />

destacada con sus aportaciones a<br />

la guerra química. De hecho, la<br />

derrota alemana afectó duramente<br />

a Haber, quien pasó algunos<br />

meses con problemas nerviosos.<br />

Además, su destacado<br />

papel en el desarrollo de la guerra<br />

química hizo que durante algunos<br />

años numerosos colegas<br />

de otros países intentaran evitarle,<br />

más aún en tanto que no<br />

renegó de las actividades que había<br />

desempeñado en defensa de<br />

su patria. Su categoría científica<br />

era, de todas maneras, demasia-<br />

44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


do elevada y la Academia Sueca<br />

de Ciencias le otorgó el premio<br />

Nobel de Química de 1918.<br />

Obviamente, Haber constituía<br />

una de las excepciones previstas<br />

por la ley del 7 de abril;<br />

sin embargo, él no quiso utilizar<br />

tal posibilidad y el 30 de abril<br />

dirigía la siguiente carta al ministro<br />

para la Ciencia, arte y<br />

educación 8 :<br />

“Honorable señor:<br />

Por la presente le solicito respetuosamente<br />

mi jubilación, con fecha del 1<br />

de octubre de 1933, de mi puesto en<br />

Prusia de director de uno de los institutos<br />

Káiser Guillermo, así como de<br />

mi, secundario, puesto de catedrático<br />

en la Universidad de Berlín. De acuerdo<br />

con las previsiones de la Ley para<br />

Empleados Gubernamentales del 7 de<br />

abril de 1933, que se ordenó fuese aplicada<br />

a los institutos de la Sociedad Káiser<br />

Guillermo, tengo derecho a conservar<br />

mi puesto a pesar de ser descendiente<br />

de abuelos y padres judíos. Sin<br />

embargo, no deseo aprovecharme de<br />

este permiso más allá de lo que sea necesario<br />

para abandonar de manera ordenada<br />

los deberes científicos y administrativos<br />

de mis puestos…<br />

Mi decisión de pedir la jubilación ha<br />

surgido del contraste entre la tradición<br />

investigadora en la que he vivido hasta<br />

ahora y los puntos de vista diferentes<br />

que usted, señor ministro, y su ministerio<br />

defienden como protagonistas del<br />

actual gran movimiento nacional. En<br />

mi puesto científico, mi tradición exige<br />

que al escoger mis colaboradores tenga<br />

en cuenta solamente las cualificaciones<br />

profesionales y personales de los solicitantes,<br />

independientemente de sus ascendientes<br />

raciales. No esperará usted<br />

de un hombre de 65 años el que altere<br />

la forma de pensar que le ha guiado durante<br />

los últimos 39 años de su vida<br />

universitaria, y comprenderá que el orgullo<br />

con el que ha servido toda su vida<br />

a su patria alemana le dicta ahora esta<br />

solicitud de jubilación.<br />

Respetuosamente<br />

F. Haber”.<br />

La postura adoptada por Haber<br />

se puede considerar como la<br />

lógica de una persona honorable<br />

y ya mayor, pero casi es más<br />

interesante la reacción del ministro,<br />

Bernhard Rust, quien el<br />

día después de recibir la carta de<br />

Haber realizó los siguientes co-<br />

8 Citada en Willstätter, Richard:<br />

From My Life, pág. 289. W. A. Benjamin,<br />

Nueva York, 1965.<br />

9 Willstätter, op. cit., págs. 289 y 290.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

mentarios en un acto público 9 :<br />

“¡Estudiantes y profesores alemanes!<br />

No culpo en absoluto a los caballeros<br />

que no son de origen ario por intentar,<br />

siguiendo el instinto de su sangre,<br />

emplear a aquellos instructores y<br />

ayudantes que les son más cercanos por<br />

sangre. Pero yo no lo puedo permitir. Y<br />

cuando un muy conocido profesor del<br />

Instituto Káiser Guillermo me escribe<br />

ayer diciéndome que él no va a someterse<br />

en modo alguno a que se le dicte la<br />

composición del grupo de investigación<br />

que él ha creado, yo debo declarar que<br />

no estoy autorizado a no llevar a la práctica<br />

las leyes que el pueblo alemán se ha<br />

dado a sí mismo a través del Gobierno<br />

del Reich. En el futuro, la generación<br />

que surja en las universidades debe ser<br />

aria o fracasaremos. Personalmente simpatizo<br />

profundamente con la tragedia<br />

de la gente que en lo profundo de sí<br />

mismos quieren considerarse miembros<br />

de la comunidad de personas alemanas<br />

y que han aportado su trabajo a ella.<br />

No hay nada más duro para mí que tener<br />

que firmar con mi nombre la jubilación<br />

de hombres que como individuos<br />

a menudo no me han dado motivo para<br />

hacer tal cosa. Pero se debe mantener<br />

el principio en beneficio del futuro.<br />

Cuando hayamos establecido una vez<br />

más… entre los dirigentes y los dirigidos<br />

en las universidades alemanas la<br />

misma relación que existe en el pueblo<br />

alemán entre no arios y arios, entonces,<br />

señores, no habrá más guerra racial en<br />

Alemania. Entiéndanme correctamente:<br />

detendremos la guerra de esa manera,<br />

porque habremos reestablecido la relación<br />

adecuada”.<br />

Tal era la auténtica situación<br />

en que se encontraban las “excepciones”<br />

a la ley del 7 de abril.<br />

Pero volvamos a Haber: tras<br />

abandonar sus puestos en Alemania,<br />

se trasladó a Inglaterra,<br />

invitado por la Universidad de<br />

Cambridge. Aparentemente, ni<br />

el ambiente ni el clima ayudaron<br />

a levantar su estado anímico<br />

y energías, falleciendo el 30 de<br />

enero de 1934, cuando se dirigía<br />

a Basilea a pasar unas vacaciones.<br />

Y en este punto aparece<br />

Planck. A instancias de Max von<br />

Laue, Planck, entonces presidente<br />

de la Sociedad Káiser<br />

Guillermo (una, en gran medida,<br />

agrupación privada, para la<br />

promoción de la investigación<br />

científica), decidió organizar<br />

una sesión pública para honrar<br />

la memoria de Haber. El Go-<br />

bierno y el partido nazi intentaron<br />

impedir tal sesión, aunque<br />

únicamente pudieron prohibir<br />

a los funcionarios, empleados<br />

públicos, que asistieran a ella.<br />

La sesión se celebró en una sala<br />

abarrotada, con muchas mujeres<br />

asistiendo en lugar de sus maridos,<br />

obligados a no participar.<br />

Otto Hahn pronunció el discurso<br />

principal, leyendo también<br />

el texto preparado por el<br />

químico Karl Friedrich Bonhoeffer,<br />

el leal estudiante de Haber,<br />

que como funcionario civil también<br />

se vio impedido de asistir.<br />

Al final de la ceremonia, Planck<br />

declaró: “Haber fue leal con nosotros;<br />

nosotros seremos leales<br />

con él”. No era fácil decir aquello,<br />

organizar semejante reunión<br />

en aquellos tiempos. Pero<br />

Planck era un hombre de honor,<br />

y como tal merece ser recordado.<br />

n<br />

José Manuel Sánchez Ron es catedrático<br />

de Historia de la Ciencia en la<br />

Universidad Autónoma de Madrid. www.progresa.es/claves<br />

DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

dirección internet<br />

claves@progresa.es<br />

correo electrónico<br />

45


“La llamada de Kaitlin Ni hUllachain<br />

fue una atracción más poderosa para él<br />

que el canto de la Internacional” 1 .<br />

Sean O’Casey<br />

“Los apóstoles de la libertad son siempre<br />

idolatrados una vez muertos, pero<br />

crucificados en vida. Wolfe Tone fue<br />

crucificado en vida, ahora se venera su<br />

muerte” 2 .<br />

James Connolly<br />

Pueblo, clase, raza:<br />

etnicismo esencialista como<br />

analogía de un proceso<br />

revolucionario socialista<br />

“La etnicidad es a veces descrita como<br />

una piel, como un destino que nos puede<br />

ser alterado. Por el contrario, lo que es<br />

consustancial a la etnicidad es su plasticidad.<br />

No es una piel, sino una máscara,<br />

constantemente recoloreada” 3 .<br />

Tal y como afirma Isaiah Berlin,<br />

el siglo XIX europeo estuvo<br />

plagado de profetas de los ismos,<br />

pequeña burguesía hegeliana que<br />

lloraba las virtudes de un pasado<br />

orgánico virtuoso ante el ostracismo<br />

social al que irremisiblemente<br />

parecía condenarles el<br />

emergente capitalismo liberal.<br />

Desde Carlyle a Dostoievski en<br />

Europa, desde Thomas Davis a<br />

Patrick Pearse en la propia Irlanda,<br />

lo cierto es que<br />

“el siglo XIX, generó un gran número<br />

de utopías y profetas. Liberales, socialistas,<br />

tecnócratas, y aquellos que estaban<br />

imbuidos de una nostalgia medieval, anhelando<br />

un imaginario Gemeinschaft en<br />

1 Sean O’Casey: The Story of The Irish<br />

Citizen Army. The Talbot Press, Dublín,<br />

1971.<br />

2 James Connolly: Worker’s Republic,<br />

agosto, 1988.<br />

3 Michael Ignatieff: The Warrior’s Honor<br />

(Ethnic War and The Modern Conscience),<br />

pág. 56. Chato and Windus, Londres,<br />

1998.<br />

el pasado. Sistemas, por otra parte, perdidos<br />

y olvidados en las profundidades la<br />

Historia” 4 .<br />

James Connolly no fue una<br />

excepción. A lo largo del siglo<br />

XIX, el marxismo tendía a establecer<br />

una relación orgánica entre<br />

las luchas de liberación nacional<br />

y la socialista proletaria.<br />

El propio Marx no ocultaba su<br />

simpatía por el nacionalismo extremista<br />

de la Fenian Brotherhood<br />

como posible instrumento<br />

de lucha contra el capitalismo<br />

inglés. Tanto Lenin como Trotski<br />

veneraron el psicodrama de la<br />

Pascua de 1916. La Eastern Rebelion<br />

(La rebelión de Pascua) era<br />

ante todo un modelo estratégico<br />

a seguir. Ante los ojos de Lenin,<br />

reafirmaba la idea de que una<br />

vanguardia iluminada podía<br />

efectivamente ejercer de catalizador<br />

y guía de las masas para<br />

su encuentro irremisible con el<br />

determinismo historicista, con la<br />

verdad científica, con la promesa<br />

del paraíso socialista.<br />

Indudablemente existían excepciones.<br />

No es casualidad que<br />

proviniesen del polvorín balcánico<br />

o del este de Europa, donde<br />

el coqueteo con el nacionalismo<br />

étnico era más bien visto<br />

como algo básicamente contrarrevolucionario.<br />

Mientras, el socialista<br />

Radek consideró la rebelión<br />

de Pascua como un mero<br />

intento de coup d’etat de la pequeña<br />

burguesía nacionalista irlandesa.<br />

Rosa Luxemburgo observaba<br />

el nacionalismo irlandés<br />

con el mismo desdén que el movimiento<br />

de liberación nacional<br />

POLÍTICA<br />

LA IRLANDA SOCIALISTA<br />

DE JAMES CONNOLLY<br />

4 Isaiah Berlin: Against The Current<br />

(Essays in The History of Ideas). Clarendon<br />

Press, Oxford, 334, 1979.<br />

IÑAKI VÁZQUEZ LARREA<br />

polaco 5 . Lenin no dudaba en<br />

comparar la amenaza secesionista<br />

lealista del Ulster en 1912<br />

con la contrarrevolución blanca<br />

zarista. Trotski, explicándole las<br />

virtudes del terrorismo proletario<br />

a la hija de James Connolly<br />

(Nora Connolly), poco después<br />

de la muerte de su padre, reconocía<br />

que su conocimiento sobre<br />

los asuntos irlandeses no pasaba<br />

de ser para él un mero ideal platónico.<br />

James Connolly nace en<br />

Edimburgo, en el gueto católico<br />

irlandés de Cowgate, en junio de<br />

1868. La penuria económica familiar<br />

le lleva a enrolarse en el<br />

Ejército Británico, el Royal Scots<br />

Regiment. La breve experiencia<br />

castrense le valdrá para tener un<br />

primer contacto con la realidad<br />

irlandesa. En 1890 se une a la Federación<br />

Socialista Escocesa. En<br />

5 Dr. O’Connor Lysaght: The Communists<br />

and The Irish Revolution. Litereire<br />

Publishers, Dublín, 1993. Las analogías<br />

ideológicas más cercanas a Connolly habría<br />

que buscarlas en el líder de liberación<br />

nacional polaco Pilsudski, que en 1892<br />

funda el Partido Socialista Polaco. En ambos<br />

casos, el ideario socialista se asemeja<br />

más bien a un retorno byroniano, a una<br />

arcadia nacional perdida. Lenin nunca conoció<br />

el pensamiento político de Connolly,<br />

pero coincidía con Rosa Luxemburgo en<br />

considerar las veleidades nacionalistas de<br />

Pilsudski como contrarrevolucionarias. No<br />

obstante, a diferencia de Rosa Luxemburgo,<br />

Lenin tendía a resaltar las virtudes estratégicas<br />

derivadas de las aspiraciones de la pequeña<br />

burguesía nacionalista ante lo que<br />

se suponía eran los últimos estertores de<br />

un capitalismo imperialista herido de muerte.<br />

La apatía revolucionaria de la aristocracia<br />

del trabajo británica tenía su contrapartida<br />

en Irlanda. La rebelión de Pascua fue<br />

para Lenin una revuelta nacionalista pequeño-burguesa<br />

con la participación activa<br />

de un proletariado sin conciencia. En realidad<br />

venía a reforzar toda la teoría de partido<br />

leninista formulada en 1904 (¿Qué hacer?),<br />

repudiada por Rosa Luxemburgo.<br />

Véase en este sentido: Connolly y la cuestión<br />

polaca. Athol Books, Belfast, 1985.<br />

1896, sin trabajo, acepta la invitación<br />

del Club Socialista de Dublín<br />

para convertirse en su organizador.<br />

En mayo de ese mismo<br />

año, funda el IRSP (Irish Socialist<br />

Republican Party) partiendo de<br />

la compatibilidad de la lucha de<br />

liberación nacional y de clase hacia<br />

un único objetivo: la instauración<br />

de una república socialista<br />

independiente. En un breve encuentro<br />

con Maud Gonne, la<br />

musa nacionalista de W. B. Yeats<br />

a principios de 1897, Gonne no<br />

dudaba en ensalzar las virtudes<br />

de “un hombre joven de carácter<br />

melancólico” 6 . Para entonces James<br />

Connolly ya había revestido<br />

de patriotismo su ideario socialista.<br />

Ya en 1897 Connolly se reafirmaba<br />

en esa particular síntesis<br />

entre republicanismo y socialismo<br />

que conformará la base de todo<br />

su pensamiento. En las páginas<br />

de L’Irlande Libre esboza una<br />

narrativa patriótica situada fuera<br />

de los márgenes del materialismo<br />

histórico marxista. Para Connolly,<br />

6 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />

Gill and Macmillan, Dublín, 136,<br />

1998. Para Kieran Allen, la aceptación de<br />

Connolly del militarismo insurreccional republicano<br />

tiene sus orígenes en los análisis<br />

que el propio Connolly hizo sobre la cuestión<br />

nacional en la década de los noventa.<br />

No fue únicamente la desesperación de la<br />

I Guerra Mundial lo que le llevó a la insurrección<br />

de Pascua de 1916. Los orígenes<br />

habría que buscarlos en las coordenadas<br />

ideológicas nacionalistas de sus primeros<br />

escritos. Especialmente Erin’s Hope en<br />

1897. “Durante cerca de veinte años Connolly<br />

pretendió llevar el nacionalismo a la<br />

izquierda. Con la guerra se incrementó la<br />

presión por sustituir las escasas expectativas<br />

revolucionarias de una clase trabajadora terriblemente<br />

debilitada por otro tipo de alternativas.<br />

Esto le llevó en última instancia<br />

a una alianza dependiente con respecto a los<br />

republicanos”. Véase Kieran Allen: The Politics<br />

of James Connolly. Pluto Press, Londres,<br />

173, 1990.<br />

46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


James Connolly<br />

“el nacionalismo sin socialismo, sin una<br />

nueva reorganización de la sociedad que<br />

recoja las estructuras de propiedad comunal<br />

sobre las que se basaba la Antigua<br />

Erin, no es sino una mera recreación nacional”.<br />

En suma, la venida del socialismo<br />

irlandés se identifica con el<br />

rescate del genuino ethos nacional<br />

irlandés. Una arcadia gaélica<br />

que guarda las esencias de un primitivo<br />

comunismo corrompido<br />

por la llegada de la civilización<br />

individualista inglesa. De esta forma,<br />

concibe la acción revolucionaria<br />

socialista como la venganza<br />

histórica de un orden gaélico aristocrático<br />

irlandés, derrotado y expoliado<br />

por las tropas inglesas en<br />

la batalla de Kinsale (1601). La<br />

venganza patriótica, exige sangre,<br />

martirio y redención.<br />

“El Partido Socialista Republicano<br />

de Irlanda ha llegado a las mismas conclusiones<br />

que el más irreconciliable de<br />

nuestros nacionalistas. El poder de In-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

glaterra que pesa sobre nosotros debe ser<br />

destruido. Las cadenas que nos apresan,<br />

deben ser rotas” 7 .<br />

El determinismo historicista es<br />

otra de las marcas impresas en el<br />

ideario connollysta. La clase trabajadora<br />

irlandesa es en Connolly<br />

una abstracción esencialista suprahistórica,<br />

el depositario moderno<br />

de un pueblo celta que trata<br />

de renacer en continua lucha<br />

agónica con Inglaterra. Al hecho<br />

de asumir una línea historicista<br />

anglófoba se le aúna la concepción<br />

de un proletariado imaginario<br />

con una función histórica a<br />

cumplir. Esta visión esencialista<br />

culmina con la necesaria llegada<br />

de una república socialista independiente.<br />

7 Proinsias MacAonghusa: What Connolly<br />

Said. New Island Books, Dublín, 24,<br />

1995.<br />

“Estamos por una Irlanda para los irlandeses.<br />

Pero ¿quiénes son los irlandeses?<br />

La clase trabajadora irlandesa. La única<br />

base sólida sobre la cual articular una nación<br />

libre. La causa obrera es la causa de<br />

Irlanda. La causa de Irlanda es la causa<br />

obrera” 8 .<br />

La clase trabajadora irlandesa<br />

imaginada por Connolly es, en<br />

definitiva, un ente étnico suprahistórico<br />

con atributos esencialistas:<br />

gaélica, revolucionaria y<br />

anglófoba. El partido socialista de<br />

Connolly despierta e ilumina a la<br />

clase; además la guía concebida<br />

siempre como una realidad esencialista<br />

preexistente o dada. En<br />

Connolly se confunden constantemente<br />

nociones como clase,<br />

pueblo, raza, dentro de un discurso<br />

ideológico unidimensional<br />

que confronta dos imaginarios<br />

8 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />

Gill and Macmillan, 136, 1998.<br />

antagónicos: Irlanda (virtuosismo<br />

socialista gaélico) versus Inglaterra<br />

(capitalismo individualista sajón).<br />

Respecto al renacer literario celta<br />

de finales de siglo, Connolly llegará<br />

a afirmar que<br />

“el principal enemigo del renacer literario<br />

celta es la fuerza implacable de un<br />

capitalismo que destruye nuestras características<br />

raciales y nacionales, y que por<br />

su preeminencia reduce Galway o Dublín<br />

a una versión adulterada de Manchester<br />

o Glasgow. Durante seiscientos<br />

años los ingleses trataron de suprimir el<br />

carácter diferencial del Gael, su lengua.<br />

Fracasaron. En una generación, nuestros<br />

políticos han hecho lo que Inglaterra no<br />

pudo hacer” 9 .<br />

En 1897, Connolly publica<br />

Erin’s Hope (La esperanza de Irlanda),<br />

donde se reafirma en las<br />

coordenadas ideológicas anteriormente<br />

señaladas. Una óptica historicista<br />

nacionalista sirve de argumento<br />

para justificar la necesidad<br />

de una república socialista<br />

que vaya mucho más lejos que el<br />

autogobierno. Connolly nos explica<br />

que hasta el siglo XVII Irlanda<br />

era un desecho de virtudes gaélico-socialistas,<br />

e ignora con ello<br />

las relaciones protofeudales, la<br />

atomización política y la jerarquización<br />

extrema propias de la<br />

sociedad gaélica irlandesa del periodo<br />

10 . Para Connolly, el feudalismo<br />

y el capitalismo irlandés son<br />

9 James Connolly: The Harp, agosto<br />

de 1908.<br />

10 Irlanda no fue una realidad política,<br />

jurídica y administrativa unitaria hasta<br />

1541, año en que Enrique VIII se declara<br />

rey de Inglaterra e Irlanda. Desde las primeras<br />

incursiones de barones normandos a<br />

fines del siglo XII hasta mediados del siglo<br />

XVI, Irlanda se caracterizó por una balcanización<br />

política. La unidad político-administrativa<br />

básica era la tuath, controlada por<br />

una élite nobiliar local gaélica o de ascendencia<br />

anglo-normanda gaélizada, a quie-<br />

47


LA IRLANDA SOCIALISTA DE JAMES CONNOLLY<br />

una mera exportación inglesa que<br />

ha corrompido la arcadia y el genuino<br />

carácter nacional irlandés.<br />

La clase propietaria católica que<br />

constituye el sostén básico del<br />

constitucionalismo autonomista<br />

es considerada como no irlandesa<br />

por pretender acomodarse a la estructura<br />

capitalista imperial. Es<br />

decir, al pretender aceptar un sistema<br />

económico foráneo, esa clase<br />

media traiciona el espíritu nacional<br />

irlandés. Considerando éste<br />

con los rasgos exclusivos<br />

anteriormente planteados: gaélico,<br />

anglófobo y socialista. El pueblo<br />

trabajador irlandés imaginado<br />

como auténtico depositario del<br />

carácter nacional tiene la misión<br />

histórica de rescatar la arcadia nacional<br />

perdida.<br />

Desde su nativismo esencialista,<br />

dibuja la sociedad gael como<br />

un cuadro platónico:<br />

“Esta sociedad, cuyas leyes eran codificadas<br />

a través del sistema Brehon,<br />

concebía sólo la propiedad comunal de la<br />

tierra. La propiedad privada sólo existía<br />

en pequeñas esferas de la vida social. La<br />

unidad básica era la tribu. El líder de la<br />

tribu era ajeno al concepto de primogenitura.<br />

Era un simple representante de<br />

una sociedad libre. Aunque el control<br />

nominal de la tierra pudiera estar en manos<br />

del líder, en la práctica estaba en manos<br />

de la totalidad de la tribu”.<br />

El capitalismo y el feudalismo<br />

son una mera imposición inglesa:<br />

“El poder inglés y los subsiguientes<br />

parlamentos de Dublín, fueron los garantes<br />

del feudalismo y la propiedad privada<br />

de la tierra. Impusieron un sistema<br />

antagónico al propio de la sociedad de<br />

clanes celta y la propiedad comunal de la<br />

nes los diferentes clanes debían obediencia<br />

y fidelidad política. La ausencia del concepto<br />

de primogenitura agudizaba las tensiones<br />

y las luchas intestinas entre los clanes<br />

más poderosos por el control del poder en<br />

la isla. La lengua gaélica carecía de connotación<br />

política alguna; nunca definió vínculos<br />

de fidelidad política nacional o étnica.<br />

En el orden gaélico de la Irlanda del siglo<br />

XVI “el término extranjero se aplicaba al enemigo<br />

inglés, pero también a todo aquel que<br />

amenazaba las tierras de la nobleza local. La<br />

conciencia gaélica venía definida por un arcaismo<br />

aristocratizante localista. No existía<br />

nada similar a una conciencia nacional. El<br />

canto agónico del bardo celta era una llamada<br />

al mantenimiento de un ideal aristocrático<br />

localista, una llamada al statu quo, no<br />

una llamada de unidad nacional”. Véase<br />

R. F. Foster: Modern Ireland 1600-1972,<br />

pág. 43. Penguin Books, Londres.<br />

tierra. Un sistema que bien podríamos<br />

considerar como la marca de la libertad<br />

política y social, que una vez tuvo un<br />

pueblo 11 ”.<br />

La Nueva Irlanda de Connolly<br />

implica acabar con todos los rasgos<br />

de conquista; en los ámbitos<br />

político, social y cultural. Implica,<br />

en definitiva, el retorno a la esencia<br />

de una antañona y esplendorosa<br />

sociedad gaélica.<br />

“Somos socialistas, porque vemos en<br />

el socialismo no solamente el principio<br />

moderno que venía implícito en las leyes<br />

brehonas de nuestros ancestros, sino porque<br />

también consideramos que es el único<br />

principio a través del cual la clase trabajadora<br />

puede alcanzar su libertad” 12 .<br />

Sobre la clase media propietaria<br />

católica, beneficiada por el reformismo<br />

agrario liberal auspiciado<br />

por Gladstone a partir de<br />

1870 y soporte social básico del<br />

nacionalismo constitucionalista<br />

liderado por Redmond, Connolly<br />

considera que<br />

“el nacionalismo de aquellos que desean<br />

mantener el actual sistema económico<br />

y social no emana de una conciencia<br />

natural, es un mero aborto. El verdadero<br />

nacionalista es separatista. El<br />

imperio siempre ha tratado de crear un<br />

híbrido irlandés que asimile un sistema<br />

social, una lengua y un carácter extranjeros”<br />

13 .<br />

Obviamente ello le llevó a<br />

mantener políticas ambiguas y en<br />

muchos casos contradictorias<br />

cuando el autogobierno irlandés<br />

comenzó a ser una puerta entreabierta<br />

en 1912. En ocasiones consideraba<br />

que el futuro Parlamento<br />

autónomo irlandés, sería el más<br />

reaccionario de toda Europa, porque<br />

supuestamente carecería de<br />

cualquier representación obrera,<br />

mientras que otras veces lo apoyaba,<br />

considerando que una solución<br />

parcial de la cuestión nacional<br />

abriría la caja de pandora<br />

de la lucha de clases en Irlanda.<br />

El problema es que Connolly<br />

nunca entendió la naturaleza de<br />

11 Kieran Allen: The Politics of James<br />

Connolly. Pluto Press, Londres, 1990: 35.<br />

12 Kieran Allen: The Politics of James<br />

Connolly. Pluto Press, Londres, 1990: 36.<br />

13 Kieran Allen: The Politics of James<br />

Connolly. Pluto Press, Londres, 1990: 37.<br />

la sociedad agraria irlandesa, y el<br />

hecho de que el autogobierno daría<br />

satisfación a las aspiraciones<br />

de la mayoría social en el sur de<br />

Irlanda. Su natural optimismo<br />

contrastaba con la endeblez crónica<br />

del movimiento obrero irlandés.<br />

Subestimó la grave división<br />

sectaria de la clase trabajadora<br />

en el Ulster y el grado de<br />

oposición lealista protestante al<br />

autogobierno irlandés. Tal y como<br />

dice el historiador irlandés<br />

Paul Bew:<br />

“Por muchos años Connolly intentó<br />

convencerse a sí mismo de que un proyecto<br />

socialista podía defenderse mejor<br />

en una Irlanda independiente que dentro<br />

de Gran Bretaña. Lo cierto es que el autogobierno<br />

hacía justicia a la realidad social<br />

del sur de Irlanda. Afirmó que no habría<br />

un solo representante socialista en el<br />

futuro Parlamento irlandés. Sin embargo,<br />

ello no afectó en nada a las coordenadas<br />

nacionalistas de todo su discurso.<br />

Siguió exigiendo la independencia aun<br />

cuando afirmaba que el futuro parlamento<br />

irlandés sería el más reaccionario<br />

de toda Europa” 14 .<br />

En 1903 ante el fracaso del<br />

grupúsculo de la IRSP, carcomido<br />

por las divisiones entre revolucionarios<br />

y reformistas, James<br />

Connolly acepta la invitación de<br />

viajar a Estados Unidos. Sus actividades<br />

en el movimiento socialista<br />

norteamericano se circunscriben<br />

al SLP (Socialist Labour<br />

Party) de De Leon y al<br />

sindicalismo del IWW (Industrial<br />

Workers of the World).<br />

Aunque Connolly era profundamente<br />

hostil a las veleidades<br />

anarcosindicalistas de amplios<br />

sectores de la IWW, comenzó a<br />

valorar positivamente las virtudes<br />

de un sindicalismo de corte<br />

revolucionario que afianzase las<br />

posiciones obreras en las relaciones<br />

de producción como fórmula<br />

para afianzar posiciones socialistas<br />

en el ámbito político. La<br />

función del partido guía seguía<br />

siendo esencial para Connolly.<br />

Pero sus ojos seguían puestos en<br />

una Irlanda que comenzaba a<br />

convulsionarse políticamente ante<br />

la promesa del autogobierno<br />

14 Ciaran Brady: Worsted in the Game<br />

(Losers in Irish History). The Lilput Press,<br />

Dublín, 1984: 166.<br />

lanzada por el Gobierno liberal<br />

de Asquith y la efervescencia de<br />

las reivindicaciones sindicales. El<br />

paro obrero en los astilleros de<br />

Belfast en 1907, la resaca de la<br />

guerra de los bóers y la reactivación<br />

del jingoismo 15 imperialista<br />

británico, junto con los primeros<br />

balbuceos sindicales en Dublín,<br />

parecían ofrecer un escenario ideal<br />

para propulsar su promesa revolucionaria,<br />

la nacionalista y la<br />

socialista marxista. En julio de<br />

1910 Connolly regresa a Irlanda<br />

donde ingresará en las filas del<br />

sindicato fundado por Jim Larkin,<br />

el ITGWU (Irish Transport<br />

and General Workers Union).<br />

En 1911 se traslada a Belfast,<br />

donde ejercerá las labores de enlace<br />

y coordinador del sindicato.<br />

En este periodo escribe su obra<br />

política más importante, Labour<br />

in Irish History. El propio Connolly<br />

advierte en las páginas finales<br />

de su obra, que<br />

“la presente obra no aspira a dar cuenta<br />

de la historia del movimiento obrero en<br />

Irlanda sino del papel que ha jugado el<br />

movimiento obrero en la historia de Irlanda”.<br />

El apunte es importante porque<br />

al historiar en clave nativista<br />

y esencialista Connolly borra del<br />

relato al grueso de la clase trabajadora<br />

irlandesa; esto es, la clase<br />

trabajadora protestante del Ulster<br />

que, a medida que avanza el<br />

siglo XIX, se desliza definitivamente<br />

por la pendiente del lealismo<br />

orangista. En su lugar, Connolly<br />

se remite a intentar buscar<br />

retazos socialistas en el movimiento<br />

nacionalista separatista irlandés.<br />

Connolly comienza esta obra<br />

afirmando que “los siglos XVII y<br />

XVIII fueron el calvario de la raza<br />

irlandesa”. Connolly no ofrece<br />

dato alguno sobre las vicisitudes<br />

de los protestantes irlandeses: al<br />

parecer no comparten las virtudes<br />

raciales y nacionales de sus vecinos<br />

católicos, que son los genuinamente<br />

irlandeses.<br />

15 Corriente de opinión que exaltaba el<br />

poder y el imperialismo británicos, y que se<br />

manifestó en los últimos decenios del siglos<br />

XIX, representada por J. Chamberlain y R.<br />

Kipling.<br />

48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


“En esos siglos el gael irlandés desapareció,<br />

y su hueco fue llenado por políticos,<br />

capitalistas y eclesiásticos de clase<br />

media, que intentaron crear un híbrido<br />

irlandés, asimilando un sistema<br />

social extranjero, una lengua extranjera<br />

y un carácter extranjero. Hoy por hoy,<br />

sólo la clase trabajadora permanece como<br />

heredera incorrupto de la lucha por<br />

la libertad en Irlanda” 16 .<br />

Connolly pasa a continuación<br />

a dar cuenta de la lucha liderada<br />

por la aristocracia jacobita católico<br />

irlandesa en la segunda mitad<br />

del siglo XVII, considerándolos como<br />

los líderes del pueblo irlandés<br />

en aquel periodo. El esquema<br />

doctrinario es idéntico: los protestantes<br />

irlandeses no poseían líderes<br />

ni aspiraciones, no son parte<br />

del pueblo irlandés ni de la nación<br />

irlandesa. Sólo el gael poseía<br />

líderes y aspiraciones.<br />

“Era la clase nobiliar y aristocrática la<br />

que poseía el liderazgo del pueblo de Irlanda<br />

en aquel periodo” 17 .<br />

Con los Irlandeses Unidos, a<br />

fines del siglo XVIII, la nación, necesitada<br />

de una vanguardia que<br />

la dirija, comenzaría a ver la luz.<br />

Connolly llega a entrever veleidades<br />

protosocialistas en el jacobinismo<br />

liberal de Wolfe Tone y<br />

de Robert Emmet. Anacronismo<br />

del que da cuenta Robert Purdie<br />

en su Ireland: Divided Class, Divided<br />

Nation 18 :<br />

16 James Connolly: Labour in Irish History.<br />

Irish Transport and General Workers<br />

Union, Dublín, 1934: 11.<br />

17 James Connolly: Labor in Irish History.<br />

Irish Transport and General Workers<br />

Union, Dublín, 1934: 12.<br />

La aristocracia gaélica/católica desposeída<br />

por la política de plantaciones auspiciada<br />

por la reina Isabel y Jaime I de Escocia<br />

a principios del siglo XVII intentó a lo<br />

largo del siglo invertir su situación. La rebelión<br />

de la Confederación Católica en<br />

1641 se llevó la vida de varios millares de<br />

colonos protestantes en el Ulster. El reverso<br />

de la moneda vino en 1649, cuando el<br />

ejército puritano de Oliver Cromwell llevó<br />

a cabo una matanza indiscriminada de católicos<br />

en Drogheda. En 1689, la nobleza<br />

católica irlandesa desposeída apoyó los derechos<br />

de sucesión al trono de Inglaterra de<br />

Jacobo II, a quien se consideraba un aliado<br />

natural de la cruzada contrarreformista católica<br />

de Luis XIV en Europa. La nobleza<br />

católica irlandesa fue finalmente derrotada<br />

por las tropas de Guillermo de Orange en<br />

la mítica batalla de Boyne (1690).<br />

18 Robert Purdie: Ireland: Divided Class,<br />

Divided Nation, Links, Dublin, 1980: 34.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

“La referencia de Tone a los hombres<br />

sin propiedad fue esencialmente una<br />

advertencia a la clase propietaria católica<br />

irlandesa de que si no se sumaban a un<br />

movimiento de corte liberal y republicano<br />

se verían engullidos por una revuelta<br />

del campesinado irlandés más desfavorecido”.<br />

Respecto a Emmet, según<br />

Connolly “el más laureado de los<br />

mártires irlandeses”, nunca pasó<br />

de postular la nacionalización de<br />

los bienes eclesiásticos poco antes<br />

de su ejecución en 1803.<br />

Más cuestionable aún sería<br />

que los intelectuales de la Joven<br />

Irlanda fuesen socialistas o “sentasen<br />

las semillas de un futuro social<br />

pacífico en Irlanda”. Para<br />

Connolly, el que la masa católica<br />

desposeída no siguiese los postulados<br />

de John Mitchell o Fintan<br />

Lalor y no se alzase contra Inglaterra<br />

en medio del cataclismo de<br />

la Gran Hambruna (1848)<br />

“fue el precio que tuvo que pagar Irlanda<br />

por la elocuencia de sus rebeldes<br />

y la tozuda negación de los preceptos<br />

socialistas auspiciados por sus intelectuales”<br />

19 .<br />

Connolly olvida que la Joven<br />

Irlanda y su consecuente relevo<br />

político, la IRB (Irish Republican<br />

Brotherhood) en 1858, eran<br />

organizaciones integradas enteramente<br />

por una pequeña burguesía<br />

urbana influenciada por<br />

los preceptos de Mazzini, las<br />

odas medievalizantes de Thomas<br />

Moore y el romanticismo alemán<br />

anglófobo de Thomas Davis.<br />

Tanto Davis como Mitchell<br />

o Fintan Lalor eran profundamente<br />

hostiles al socialismo de<br />

inspiración marxista. Lalor inscribe<br />

los derechos de propiedad<br />

privada dentro de los márgenes<br />

del contrato social de Rousseau.<br />

En su escrito The Rights of Labour<br />

(1848) deja claro que<br />

“es necesaria la existencia de grandes<br />

desigualdades sociales en relación a la<br />

riqueza. Esto es, deben existir ricos y<br />

pobres. La naturaleza de la sociedad es<br />

así y no debería ser de otra forma. Aunque<br />

algunos puedan nacer pobres y, en<br />

19 James Connolly: Labour in Irish History.<br />

Irish Transport and General Workers<br />

Union, Dublín, 1934: 190.<br />

consecuencia, no hereden ninguna riqueza<br />

o capital, no tienen derecho a<br />

exigir una redistribución de la riqueza,<br />

es decir, a que la propiedad de los ricos<br />

les deba ser entregada” 20 .<br />

John Mitchell no dudó en<br />

apoyar la causa de la Confederación<br />

en la guerra de secesión<br />

norteamericana en virtud del<br />

“derecho de autodeterminación<br />

sureño”, ensoñando la viabilidad<br />

de una guerra feniana contra<br />

Inglaterra desde su exilio<br />

norteamericano. La propia<br />

Constitución de la Irish Republican<br />

Brotherhood en 1869 no<br />

hacía mención a fórmula alguna<br />

de comunismo agrario; por ser,<br />

ni tan siquiera era democrática.<br />

Por el contrario, poseía una elaborada<br />

estructura con el objeto<br />

de controlar una futurible vía<br />

insurreccional, en la medida en<br />

que ellos, la vanguardia feniana,<br />

eran la República irlandesa.<br />

El recuento socialista del siglo<br />

XIX irlandés culmina en<br />

Connolly, con las experiencias<br />

socialistas utopistas de Willian<br />

Thompson y Robert Owen en<br />

el condado de Clare en la década<br />

de los treinta, aunque el<br />

organicismo gaélico de Standish<br />

O’Grady dentro del renacer<br />

literario celta de fines del<br />

siglo XIX también habría de tener<br />

ribetes socializantes dentro<br />

de su esquema doctrinario. La<br />

clase trabajadora protestante<br />

lealista, por no nacionalista, es<br />

simplemente ignorada por<br />

Connolly.<br />

Connolly ante la problemática<br />

del Ulster<br />

“En una ocasión, un tipo interrumpió a<br />

Connolly en una conferencia en la Library<br />

Street de Belfast, allá por 1915.<br />

Aquel tipo esgrimía una copia del Ulster<br />

Covenant, reiterando que no habría<br />

autogobierno para Irlanda, y que él y<br />

miles como él, se asegurarían de que<br />

ello no sucediese. Connolly, con una<br />

irónica sonrisa, le dijo que guardase el<br />

20 Austin Morgan and Bob Purdie: Ireland:<br />

Divided Nation, Divided Class. Ink<br />

Links, Londres, 1980: 88.<br />

21 James Connolly: The Worker’s Republic<br />

(A selection from the writings of James<br />

Connolly). The Sing of Three Candles, Dublín,<br />

1951: 24.<br />

IÑAKI VÁZQUEZ LARREA<br />

documento, añadiendo que sus hijos se<br />

reirían de él” 21 .<br />

En 1911 Connolly se establece<br />

en Belfast como miembro<br />

del recién creado ILP (Independent<br />

Labour Party), haciendo<br />

las veces de enlace sindical para<br />

la ITGWU de Jim Larkin.<br />

Connolly de esta manera tendrá<br />

una experiencia de primera<br />

mano sobre el grado de división<br />

sectaria en la ciudad. Ante la<br />

aparente inminencia del autogobierno<br />

para Irlanda, el conflicto<br />

sectario comienza a expresarse<br />

ya con especial virulencia.<br />

Ese mismo año, cerca de<br />

2.000 trabajadores católicos son<br />

expulsados de los astilleros Harland<br />

and Wolf. En 1912, medio<br />

millón de protestantes firman<br />

el Ulster Covenant, comprometiéndose<br />

a luchar contra el autogobierno<br />

irlandés y a favor del<br />

Acta de Unión de 1801. Edward<br />

Carson crea la Ulster Volunteer<br />

Force (UVF), como<br />

vanguardia militar de la causa<br />

lealista. Los rumores sobre una<br />

posible exclusión temporal del<br />

Ulster, del proyectado autogobierno<br />

irlandés son cada vez<br />

más abundantes.<br />

Lo verdaderamente sorprendente<br />

en el caso de Connolly es<br />

que, pese a la relativamente prolongada<br />

estancia en Belfast, su<br />

interés a la hora de confrontar el<br />

lealismo protestante sea básicamente<br />

nulo. La razón fundamental<br />

puede ser la firme creencia<br />

en el determinismo historicista<br />

de sus postulados, pues<br />

Connolly creía que el unionismo<br />

irlandés pertenecía a los residuos<br />

de la historia y que era<br />

inevitable el advenimiento de la<br />

República Socialista unitaria irlandesa,<br />

de forma que observa<br />

el lealismo protestante desde<br />

una actitud que oscila entre el<br />

paternalismo y el narcisismo sectario.<br />

En general, Connolly consideraba<br />

que el unionismo era<br />

un “residuo atávico”, por emplear<br />

sus propias palabras, instrumentalizado<br />

por el conservadurismo<br />

británico, la aristocracia<br />

y la plutocracia capitalista<br />

irlandesa: una ideología reaccionaria,<br />

orientada exclusivamen-<br />

49


LA IRLANDA SOCIALISTA DE JAMES CONNOLLY<br />

te a dividir la clase trabajadora<br />

irlandesa, que paradójicamente<br />

sólo es progresista cuando es nacionalista.<br />

Un botón de muestra<br />

lo constituye la controversia sobre<br />

las posibilidades de unidad<br />

socialista en Irlanda entre Connolly<br />

y su homólogo socialista<br />

protestante Willian Walker. Su<br />

esquematismo teológico pasa<br />

por considerar el unionismo como<br />

un mero apéndice del conservadurismo<br />

tory 22 .<br />

Ante el hecho de que la clase<br />

trabajadora protestante se afilie<br />

a la mitología orangista lealista,<br />

piensa que eso sucede porque son<br />

ajenos a una conciencia natural, la<br />

nacionalista. Son un proletariado<br />

mentalmente esclavo o pertenecen<br />

a la aristocracia del trabajo. En última<br />

instancia, lo que Connolly<br />

ofrece a la clase trabajadora protestante<br />

lealista es o bien la conversión<br />

o la pura coerción nacionalista.<br />

En 1912 afirma:<br />

“Debemos hacer frente a la verdad,<br />

por muy fea que resulte: la clase trabajadora<br />

orangista es mentalmente esclava<br />

porque ha crecido entre gente cuyas<br />

condiciones de servidumbre eran aún<br />

peores que las de ellos” 23 . “Aquí, en Irlanda,<br />

la palabra protestante es sinónimo<br />

de tory, de lealismo reaccionario,<br />

de adoración servil a la aristocracia, así<br />

como de odio a todo lo que signifique<br />

una genuina independencia política” 24 .<br />

Del abierto sectarismo, Connolly<br />

pasaba en ocasiones al paternalismo:<br />

“Los trabajadores protestantes de<br />

Belfast, son esencialmente democráticos<br />

en instinto, pero ni un solo parlamentario<br />

lealista apoyaría un acta parlamentaria<br />

que garantizase pensiones a<br />

nuestros mayores. Los parlamentarios<br />

lealistas saben que el tronar de los tambores<br />

orangistas acabaría con cualquier<br />

conato de protesta social” 25 .<br />

Connolly sólo realiza una<br />

aproximación escatológica al<br />

problema de la división comu-<br />

22 The Connolly-Walker Controversy<br />

(On Socialist Unity in Ireland), The Cork<br />

Workers Club, mayo de 1911.<br />

23 Proinsias MacAonghusa: What Connolly<br />

said. New Island Books, Dublín,<br />

1995: 47.<br />

24 James Connoly: Forward, 3 de mayo<br />

de 1913.<br />

25 James Connolly: Forward, 3 de marzo<br />

de 1911.<br />

nal sectaria viendo la identidad<br />

lealista como una subcultura primitiva<br />

asociada a la idea de alienación<br />

y/o reacción capitalista,<br />

situada fuera de los márgenes<br />

de un finalismo historicista cuya<br />

realización última e inexorable<br />

es una Irlanda libre y socialista.<br />

La revocación del Acta de<br />

Unión es un fetiche futurista<br />

hacia la articulación definitiva<br />

de una comunidad orgánica, estática<br />

donde, milagrosamente,<br />

sin que nos lo explique Connolly,<br />

las animosidades entre católicos<br />

y protestantes serán superadas.<br />

La unión con Inglaterra<br />

es el gran satán, la fuente de<br />

todos los males irlandeses:<br />

“El desarrollo de la democracia en<br />

Irlanda ha sido reprimido por la<br />

Unión, desagámonos de esa barrera.<br />

Hagamos ver a los irlandeses las verdaderas<br />

causas de la falta de progreso, de<br />

la falta de desarrollo cívico y nacional.<br />

Entonces el espíritu de progreso democrático<br />

invadirá y permeará todas nuestras<br />

instituciones cívicas y sociales” 26 .<br />

Sin embargo, cuando la partición<br />

de Irlanda comienza a<br />

plantearse como una alternativa<br />

plausible en 1914, Connolly<br />

aborda la problemática desde<br />

una óptica exclusivamente nacionalista<br />

y sectaria, abandonando<br />

la retórica marxista y apareciendo<br />

desnudo su republicanismo.<br />

El 14 de marzo de 1914<br />

en las páginas del Irish Worker<br />

indicó que la partición significaría<br />

“una traición a la democracia nacional<br />

por parte del Ulster industrial, un carnaval<br />

de reacción tanto en el Norte como<br />

en el Sur… La partición deberá<br />

contar con la más firme oposición del<br />

movimiento obrero; contra ella, el proletariado<br />

del Ulster deberá combatir<br />

hasta la muerte si es necesario, de la<br />

misma forma que lo hicieron nuestros<br />

padres”.<br />

26 James Connolly: Forward, 3 de marzo<br />

de 1911.<br />

27 Para febrero de 1914 el Gobierno<br />

liberal de Asquith estaba firmemente convencido<br />

de que la partición era el único antídoto<br />

ante el espectro de una guerra civil irlandesa.<br />

Redmond, líder del partido autonomista<br />

irlandés, asumía que la exclusión<br />

temporal del Ulster del proyectado autogobierno<br />

irlandés era una realidad inevitable.<br />

El unionismo del Ulster, tras la firma<br />

del Ulster Covenant, el 28 de septiembre de<br />

En la práctica, James Connolly<br />

estaba haciendo un llamamiento<br />

a la guerra civil entre irlandeses<br />

27 .<br />

Redención nacional<br />

y proletaria; el camino hacia<br />

1916 (un deseo de muerte)<br />

“Los irlandeses hemos demostrado que<br />

estamos dispuestos a morir por aquellos<br />

derechos nacionales que el Gobierno británico<br />

nos exige ganar para Bélgica. Siendo<br />

éste el caso, la causa de la libertad de<br />

Irlanda ha sido ganada” 28 .<br />

1914 fue un año desastroso para<br />

las expectativas revolucionarias de<br />

Connolly, sobre todo tras el fracaso<br />

del cierre patronal dublinés<br />

bajo los auspicios de la ITGWU.<br />

En julio de 1914, la exclusión del<br />

Ulster del proyectado autogobierno<br />

irlandés es asumida por el<br />

nacionalismo constitucionalista<br />

liderado por Redmond. El movimiento<br />

socialista sucumbe a la<br />

vorágine nacionalista que engulle<br />

a la vieja Europa en uno de sus<br />

baños de sangre más espantosos.<br />

Lo que es peor, decenas de miles<br />

de irlandeses de ambas tradiciones<br />

van en socorro de Inglaterra a<br />

los campos de la muerte de Bélgica<br />

y Francia. Connolly se siente<br />

frustrado y desmoralizado. A<br />

partir de entonces Connolly refleja<br />

en sus escritos un anhelo re-<br />

1912, se negaba a participar en un futuro<br />

parlamento autónomo dominado por el<br />

emergente nacionalismo católico irlandés.<br />

Si en un principio el unionismo se movilizó<br />

en defensa del Acta de Unión de 1801,<br />

tras el consentimiento monárquico al autogobierno<br />

irlandés, en septiembre de<br />

1914, comenzó a observar la posible articulación<br />

de un parlamento autónomo norirlandés<br />

bajo dominio protestante como<br />

un mal menor. Redmond consideraba que<br />

la participación bélica nacionalista en la<br />

Gran Guerra serviría para asegurar mayores<br />

cotas de autogobierno, así como para mejorar<br />

las relaciones entre el Norte y el Sur de<br />

la isla. Paradójicamente Edward Carson y<br />

Bonar Law, líderes unionistas, expresaron<br />

deseos similares muy poco antes de la rebelión<br />

de Pascua en 1916. Ésta fue vista por<br />

los unionistas como un ejemplo de traición<br />

nacionalista (stab in the back); mientras,<br />

miles de soldados irlandeses de ambas<br />

tradiciones morían codo con codo en Bélgica<br />

y Francia. Véase Paul Bew: Ideology<br />

and the Irish Question (Ulster Unionism and<br />

Irish Nationalism 1912-1916). Clarendon<br />

Press, Oxford, 1994.<br />

28 Últimas palabras de Connolly antes<br />

de ser ejecutado, el 16 de mayo de 1916.<br />

dentorista patriótico que enlaza<br />

con la tradición feniana. Su retórica<br />

marxista es ya inexistente: el<br />

ideario feniano aparece desnudo.<br />

Connolly empieza a imaginar ser<br />

un profeta que redime con su<br />

muerte la pecadora Irlanda que<br />

apoya a Inglaterra.<br />

El imaginado pueblo trabajador<br />

irlandés de Connolly ha dejado<br />

huérfana a la madre patria, la<br />

ha traicionado al socorrer a Inglaterra.<br />

Connolly no oculta su<br />

frustración ante el hecho. En diciembre<br />

de 1915 afirma:<br />

“Por unos cuantos chelines, los trabajadores<br />

irlandeses han vendido a su<br />

país, en el momento en que su patria<br />

más les necesitaba” 29 .<br />

En los umbrales de la insurrección<br />

de 1916 el tono es aún<br />

más mesiánico, redentorista y<br />

agónico:<br />

“No existe razón alguna para que se<br />

posponga el pago que los socialistas deben<br />

a la causa. Se debe pagar ahora. Puede<br />

pagarse en forma de martirio. Pero<br />

¿qué supone el martirio de unos pocos<br />

cientos, ante la matanza indiscriminada<br />

de centenares de miles? No existe una<br />

sola porción de la población irlandesa<br />

que no haya sucumbido a esta lepra política,<br />

social y cultural. La clase trabajadora<br />

irlandesa ha ido a luchar voluntariamente<br />

por un Imperio que la ultrajó,<br />

pisoteó y apaleó” 30 .<br />

Connolly cree legítima la idea<br />

de que una vanguardia iluminada<br />

rescate el espíritu nacional que yace<br />

agónico y corrompido. En<br />

1914 Connolly entra en contacto<br />

con la IRB (Irish Republican<br />

Brotherhood). En noviembre de<br />

ese año asume la dirección de la<br />

milicia socialista republicana ICA<br />

(Irish Citizen Army) tras la partida<br />

de Jim Larkin a Estados Unidos.<br />

A instancias de Tom Clarke<br />

(uno de los signatarios del Gobierno<br />

Provisional de la República<br />

en la insurrección de 1916),<br />

Connolly escribe un artículo en<br />

noviembre de 1915 defendiendo<br />

la necesidad de la ICA con el argumento<br />

de que<br />

29 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />

Gill and Macmillan, Dublín, 1998:<br />

134. 30 Kieran Allen: The Politics of James<br />

Connolly. Pluto Press, Londres, 1996: 134.<br />

50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


“el ejército irlandés ciudadano, reitera en<br />

su Constitución que sus miembros deben<br />

luchar por una libertad republicana<br />

para Irlanda. Sus miembros saben que la<br />

llamada del deber puede exigir la entrega<br />

de sus vidas, como punto de partida de<br />

otra gloriosa tradición. Una tradición<br />

que mantenga viva el alma de la nación”<br />

31 .<br />

La secuencia que inspira el psicodrama<br />

de la rebelión de Pascua<br />

comienza a entreverse de forma<br />

nítida; el martirio heroico del patriota<br />

es la antesala de la resurrección<br />

esencialista de una Irlanda<br />

corrompida, agónica que sufre el<br />

abandono de la causa nacional y<br />

socialista.<br />

Tras el funeral de O’Donnovan<br />

Rossa (líder feniano) en<br />

agosto de 1915, Connolly sucumbe<br />

totalmente a la oratoria<br />

pearseana y su ideario patriótico<br />

aparece ahora revestido de una<br />

mística sacramental, cuasi religiosa.<br />

La fascinación por la radicalidad<br />

nacionalista es absoluta:<br />

Connolly define el culto al<br />

mártir feniano como el advenimiento<br />

de una misión de divina<br />

ascendencia. Las páginas del<br />

Worker’s Republic pasan a estar<br />

repletas de referencias al culto<br />

martirológico patriota, y el propio<br />

Connolly ensalza la idea de<br />

la necesaria muerte del soldado<br />

nacionalista para que la nación<br />

resucite. Habría llegado la hora<br />

de que un Cristo nacionalista,<br />

al que la religión patriótica le ha<br />

sido revelada, redima con su<br />

muerte al pueblo irlandés, siguiendo<br />

la tradición feniana.<br />

Sobre los mártires fenianos de<br />

Manchester, ejecutados por los<br />

británicos en 1867, Connolly nos<br />

dice en noviembre de 1915:<br />

“Allen, Larkin y O’Brien murieron<br />

para dar fe del derecho a la independencia<br />

de Irlanda. Su muerte, su sangre sirvió<br />

para que un día la República irlandesa<br />

pueda vivir. Los hijos de Irlanda<br />

que hoy se alzan en armas lo hacen en<br />

nombre de Inglaterra. La sangre irlandesa<br />

que fluye como el río, fluye por Inglaterra.<br />

Los irlandeses que mueren luchando<br />

como héroes y semidioses, mueren<br />

luchando por Inglaterra. Irlanda no<br />

los conoce, jamás podrá considerarlos<br />

31 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />

Gill and Macmillan, Dublín, 1998:<br />

129.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

como suyos, jamás podrá contar la historia<br />

de sus sufrimientos y explotarlos<br />

para su causa” 32 .<br />

Para Connolly el funeral de<br />

O’Donnovan Rossa, se asemejaba<br />

a<br />

“aquellas leyendas medievales que nos<br />

dicen que en los momentos difíciles de<br />

lucha para un ejército, o en la desesperación<br />

de una nación, un ángel o profeta es<br />

enviado para salvar a aquellos favorecidos<br />

por el altísimo. Muchos piensan, que el<br />

funeral de O’Donnovan Rossa vino en<br />

un momento de agonía nacional, vino a<br />

Irlanda en misión de ascensión y revelación<br />

divina. La confusión, las dudas, la<br />

corrupción, el veneno se desvanecieron<br />

ante el espectáculo de los auténticos<br />

hombres y mujeres de la nación, rindiendo<br />

tributo a las viejas ideas. Siendo<br />

testigos solemnes de la fe y la determinación<br />

de aquellos que lucharon y mantuvieron<br />

la fe” 33 .<br />

La vanguardia iluminada por<br />

la fe nacionalista debe, por tanto,<br />

actuar en consecuencia. La insurrección<br />

contra Inglaterra es el ritual<br />

que rescata a la nación postrada,<br />

agónica. La tradición que<br />

les fusiona con la elevación espiritual<br />

de sus ancestros:<br />

“La mera concepción de combatir al<br />

Imperio Británico cuando éste estaba<br />

en paz con todo el mundo eleva a la<br />

condición de héroes a aquellos que murieron<br />

y sufrieron por ello. Grandioso<br />

en verdad ha debido ser su espíritu,<br />

magnífico el coraje. Espléndido el idealismo<br />

de aquellas mujeres y hombres<br />

que con el horror de la Gran Hambruna<br />

en sus mentes, fueron capaces de alzarse<br />

al nivel espiritual de retar el poder<br />

de Inglaterra en 1865 o 1867. ¡Qué gigantes<br />

los de aquellos tiempos! ¿Somos<br />

simples pigmeos hoy día?” 34 .<br />

En sus memorias, el dramaturgo<br />

socialista Sean O’Casey nos<br />

da cuenta del giro radical nacionalista<br />

de Connolly, que arrastrará<br />

a los milicianos de la ICA a la<br />

insurrección de Pascua en 1916:<br />

“El credo sagrado del nacionalismo se<br />

convirtió en su rosario diario. La humanidad<br />

internacionalista de la que una vez<br />

32 Ruth Dudley Edwards: James Connolly.<br />

Gill and Macmillan, Dublín, 1998:<br />

110.<br />

33 James Connolly: Worker’s Republic, 7<br />

de agosto de 1915.<br />

34 James Connolly: Worker’s Republic,<br />

31 de julio de 1915.<br />

hizo gala desapareció para siempre, e Irlanda<br />

acabó perdiendo un líder socialista.<br />

Alguien dijo alguna vez que Connolly<br />

fue el primer mártir del socialismo irlandés.<br />

Pero Connolly no fue más mártir socialista<br />

de lo que pudo ser Robert Emmet,<br />

Patrick Pearse o Wolfe Tone” 35 .<br />

Pocas semanas antes de la insurrección,<br />

la ICA liderada por<br />

Connolly se instaura en el Liberty<br />

Hall de Dublín, donde la<br />

bandera verde de Irlanda ondeaba<br />

junto a la del Arado y las estrellas,<br />

emblema del Irish Citizen<br />

Army. Allí Connolly escribe<br />

su única pieza teatral conocida,<br />

Under Which Flag (Bajo qué<br />

bandera). La obra nos relata el<br />

dilema de un trabajador irlandés<br />

que tiene que elegir entre alistarse<br />

en el Ejército Británico o en<br />

la Irish Republican Brotherho-<br />

35 Sean O’Casey: The Story of the Irish<br />

Citizen Army. The Talbot Press, Dublín,<br />

1971.<br />

El Arado y las estrellas fue una de las<br />

obras teatrales más famosas de Sean O’Casey.<br />

La obra criticaba duramente la participación<br />

socialista en la que el dramaturgo<br />

consideró ser una revuelta nacionalista pequeño<br />

burguesa. O’Casey recibió durísimas<br />

críticas por sus obras teatrales en Irlanda,<br />

sobre todo tras su paso por el Abbey<br />

Theatre, dirigido por lady Gregory y W. B.<br />

Yeats.<br />

36 Albert Camus: Los justos. Alianza<br />

Editorial, Madrid, 1996.<br />

37 F. Lyons: Culture and Anarchy in<br />

Ireland 1890-1939. Clarendon Press, Oxford,<br />

1979: 97.<br />

38 Republican News: agosto de 1978.<br />

En enero de 1970 el recién creado movimiento<br />

Provisional esgrimía, como una de<br />

las principales causas de la escisión republicana,<br />

“la infiltración de elementos socialistas<br />

extremistas dentro del movimiento republicano”.<br />

No obstante, durante 1970 y<br />

1972, el IRA Provisional se ve forzado a esgrimir<br />

un modelo socialista frente a otros<br />

grupos republicanos que declarándose marxista-leninistas<br />

abandonan la lucha armada<br />

y acusan de sectarismo al IRA Provisional.<br />

El IRA se orientará en un principio a modelos<br />

tercermundistas compatibles con la<br />

doctrina social católica o el esencialismo<br />

arcádico celta, a los que colgará la etiqueta<br />

de socialistas. En su Our People, Our Future<br />

(Dublín, 1973), el que fuera líder del<br />

movimiento republicano irlandés Ruari<br />

O’Bradaigh considera el socialismo argelino<br />

o tanzano como compatibles “con nuestro<br />

socialismo basado en la tradición celta<br />

del Combargh nag gCombars an, que supone<br />

tanto la garantía del control obrero de<br />

los medios de producción, como el mantenimiento<br />

de nuestros valores cristianos”.<br />

Tras la crisis provocada por el alto el fuego<br />

de 1975, el IRA comienza a verse como<br />

heredero de los postulados de James Connolly.<br />

En 1986 Gerry Adams culmina el viraje<br />

connollysta de los provisionales.<br />

IÑAKI VÁZQUEZ LARREA<br />

od (IRB). Como Connolly, comandante<br />

en jefe de las fuerzas<br />

insurgentes en abril de 1916, el<br />

trabajador decide luchar con los<br />

fenianos irlandeses. Al igual que<br />

Iván Kaliayev, el personaje de Los<br />

justos, de Albert Camus, para<br />

Connolly la muerte es lo que en<br />

última instancia justifica la propia<br />

idea 36 . A la pregunta de un<br />

íntimo amigo de la IRB sobre<br />

las posibilidades reales de triunfo<br />

de la insurrección, el lunes de<br />

Pascua de 1916, Connolly respondía:<br />

“Ninguna, en absoluto,<br />

vamos allí a que nos masacren”<br />

37 . Con su ejecución, James<br />

Connolly será finalmente<br />

elevado a los altares del culto<br />

martirológico republicano. Su<br />

efigie es aún venerada y representada<br />

en las áreas de apoyo al<br />

Sinn Fein/IRA en Belfast Oeste.<br />

Su figura emerge de entre las llamas<br />

del General Post Office, bajo<br />

el epígrafe ¿Quién teme hablar<br />

de 1916? En agosto de 1978 el<br />

IRA se declaraba como “heredero<br />

de los postulados revolucionarios<br />

de James Connolly” 38 . La<br />

vuelta a la Irlanda Socialista de<br />

Connolly permitía así a los provisionales<br />

la expansión de su base<br />

social yuxtaponiendo un barniz<br />

socialista marxista y un nativismo<br />

esencialista gaélico. En<br />

1982 el Sinn Fein rompe con la<br />

idea del Eire Nua, para apostar<br />

por la República Socialista unitaria<br />

de 32 condados, ensoñada<br />

ya tiempo atrás por el propio<br />

Connolly. n<br />

Iñaki Vázquez Larrea es investigador,<br />

becario del Gobierno vasco y doctorando<br />

de la UPV.<br />

51


R<br />

arísimo. Cuando el debate<br />

sobre la pena de muerte se<br />

tiñe de erudición, abandona<br />

el campo de lo puramente<br />

lógico y se adentra en los dominios<br />

de las opciones éticas. Seguramente,<br />

por razones análogas<br />

a las que sostenían la estrategia<br />

de la famosa prueba<br />

ontológica de la existencia de<br />

Dios de san Anselmo de Canterbury,<br />

quien sabe de lo que está<br />

hablando al defender el castigo<br />

capital miente o, lo que es lo<br />

mismo, trata de engañar, con las<br />

consecuencias morales que de<br />

ello se derivan. Al revés, cuando<br />

la controversia se vuelca a la calle<br />

y serpentea entre los que<br />

transitaron poco las aulas universitarias,<br />

el tema, de manera<br />

asombrosa, se ve dotado de interesantes<br />

connotaciones, mucho<br />

más permeables al diálogo,<br />

a la intersubjetividad, en suma, a<br />

las vicisitudes de la teoría del conocimiento.<br />

La objeción central que suele<br />

oponerse a los que no compartimos<br />

la “solución” de la ejecución<br />

del condenado como corolario<br />

del proceso penal es el<br />

“abismo práctico”, siempre presente,<br />

entre el dolor de los deudos<br />

de las víctimas y los principios<br />

humanistas consagratorios<br />

o derivados del “no matarás” bíblico.<br />

El doliente –se arguye–<br />

tiene derecho a la vindicación, la<br />

sangre derramada pide sangre,<br />

lo que, dicho sea de paso también<br />

tiene soporte en la Biblia, y,<br />

“hablando con franqueza”, se<br />

nos desafiará en un recodo del<br />

laberinto, ¿qué haría usted si alguien<br />

asesinara a su padre, su<br />

esposa o su hijo?: ¿Seguiría impasible<br />

manteniendo la serena<br />

tesis que hoy sustenta? Estoy<br />

impedido, es obvio, de respon-<br />

der por el resto de los que se alinean<br />

junto conmigo debido a<br />

inspiraciones diversas y heterogéneas;<br />

yo, a mi turno, suelo ser<br />

sincero al contestar que, en honor<br />

a la verdad, no sé cuál sería<br />

mi actitud concreta en ese caso.<br />

Por lo demás, he tomado suficiente<br />

distancia de esas ingenuidades<br />

ciegas de las que se disfruta<br />

y por las que se padece durante<br />

las primeras décadas del<br />

recreo biológico como para darme<br />

por enterado de que impartir<br />

alguna lección, escribir un artículo<br />

o charlar en un café son a<br />

menudo actos triviales y olvidables<br />

en el curso de los que pontificamos<br />

sobre abstracciones y<br />

normas que olvidamos sin ningún<br />

trámite frente a los embates<br />

emocionales. ¿Es contradictoria<br />

mi reacción? Sospecho que no;<br />

aún más, sospecho que tampoco<br />

me deja huérfano ante la necesidad<br />

de dar explicaciones y que<br />

además las fundamenta y las respalda.<br />

Principistas, pragmáticos<br />

y patíbulos<br />

Arriesgo que podrían resumirse<br />

los cimientos de las tendencias<br />

opuestas a la aplicación de la pena<br />

de muerte en dos grandes corrientes:<br />

a) una sustancialista,<br />

proclamatoria de un a priori que<br />

decreta la eminente dignidad de<br />

la vida humana y su correspondiente<br />

e inatacable intangibilidad;<br />

y b) una lógica, que señala<br />

los vicios de razonamiento que<br />

guían (o desorientan) las pautas<br />

de una organización social que<br />

admita la entronización del verdugo<br />

como funcionario público.<br />

Adelantaré, por si acaso, que<br />

suscribo la primera por simpatía<br />

espontánea hacia la gente (lo que,<br />

CRIMINOLOGÍA<br />

DE CÓMO CONFUNDIMOS AL<br />

DOCTOR FRANKENSTEIN CON SU HIJO<br />

GUSTAVO SOPPELSA<br />

sin mucha perspicacia, imputaré<br />

al hecho de que me he criado entre<br />

la gente…) y por otras causas<br />

variadas. Sin embargo, encuentro,<br />

por lo menos, estos graves<br />

impedimentos para asirme a ella<br />

en una discusión: las posiciones<br />

absolutas son, sin que ello implique<br />

mengua de sus quilates,<br />

producto de la fe íntima; simultáneamente,<br />

siendo yo ajeno en<br />

general a lo que vulgarmente se<br />

denomina la ética preceptiva o a<br />

la identificación de esas áreas de<br />

la filosofía con un catálogo de<br />

disposiciones o instrucciones para<br />

conducirse sobre este mundo,<br />

y reconociéndolas sólo como<br />

meditación personal y autónoma<br />

sobre el destino humano, soportaría<br />

el rol de predicador como<br />

el ubicado en el sitio más<br />

distante de mis naturales vocaciones<br />

laborales.<br />

La segunda, de prosapia no<br />

tan rancia, dado que es un lugar<br />

común considerar síntoma de<br />

sabiduría la pronunciación del<br />

aserto de que lo terrenal está un<br />

escalón por debajo del cosmos<br />

de las ideas platónicas o cualquiera<br />

de sus equivalentes, resiste<br />

–es de prever– con mejor<br />

suerte los embates discursivos y<br />

presupone mayor empeño de los<br />

adláteres del garrote vil, la horca,<br />

la guillotina, la jeringa –tan espantosamente<br />

trivial– y otros inventos<br />

horrendos que escandalizan<br />

la consciencia de cualquiera<br />

que no haya sido abandonado<br />

por el don de sentir compasión.<br />

Una digresión que no lo es<br />

forzosamente: la cinematografía<br />

ha mostrado muchas veces estas<br />

posturas fundantes del abolicionismo.<br />

Muy en especial la reciente<br />

y bastante difundida<br />

Mientras estés conmigo (cuyo título<br />

en inglés, alusivo a las prác-<br />

ticas carcelarias estadounidenses<br />

y a su extravagante crueldad ritual,<br />

transcribe la consigna –Dead<br />

man walking!– lanzada por<br />

un empleado pagado por el honesto<br />

contribuyente de América<br />

del Norte cuando el/la infeliz<br />

se encamina sin remedio hacia<br />

el recinto en que se perpetrará el<br />

homicidio legal) se aferra al<br />

mandamiento del decálogo mosaico,<br />

al punto que el victimario-víctima,<br />

en su discurso final<br />

y nunca más final, afirma conmovedoramente,<br />

luego de haberse<br />

reconocido como criminal:<br />

“Sólo quiero decir que matar<br />

es una mala acción, y lo es<br />

tanto si la cometo yo como si la<br />

comete el Estado”.<br />

En el otro extremo, y sin involucrar<br />

puntualmente a la pena<br />

de muerte, aunque versando sobre<br />

una cepa masiva y voraz de<br />

la misma planta –la guerra–,<br />

Apocalypse now arrasa críticamente<br />

en su guión, sin hacer<br />

mayores distinciones, con la manía<br />

bélica y los crímenes solitarios<br />

perpetrados al amparo de<br />

exigencias comunitarias o nacionales.<br />

La película se encolumna<br />

con decisión en el ala de<br />

los que descalificamos al castigo<br />

capital por estar entrampado en<br />

un marasmo absurdo, en el que<br />

una distorsionada instrumentación<br />

de los mecanismos protectorios<br />

del imperativo de la preservación<br />

de nuestra especie destruye<br />

su propio fin en el instante<br />

en que el legislador o el “estadista”<br />

dibujan una única e idéntica<br />

circunferencia demoníaca<br />

sobre la que el verdugo y el asesino<br />

–hipotéticamente distintos<br />

y antagónicos– giran hasta que<br />

sus rostros se confunden. (Brevemente,<br />

cabe recordar que<br />

Marlon Brando interpreta en el<br />

52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


Mary W. Shelley<br />

filme a un oficial de las Fuerzas<br />

Armadas enajenado, que ha establecido<br />

en la selva un reino<br />

macabro, arbitrario y vesánico,<br />

alguien que ha sido empujado<br />

a la demencia por la presión irresistible<br />

desatada en el centro de<br />

su cerebro por la imposición<br />

de códigos de conducta militar,<br />

apoyados por una resonante palabrería<br />

seudomoral, que coexisten<br />

con deberes “operativos”,<br />

entre los que se cuenta el masacrar<br />

niños; en resumen, alguien<br />

tan simple y naturalmente cuerdo<br />

que no tolera la satanización<br />

de la omisión de una venia al<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

superior y la beatificación de la<br />

evisceración de un ser humano<br />

por vía de la utilización de iguales<br />

parámetros axiológicos y<br />

dentro de un mismo ordenamiento,<br />

digamos, jurídico. Nobleza<br />

obliga, Francis Ford Coppola,<br />

ese largometraje germinó,<br />

después de transcurridos más de<br />

diez años, en estas reflexiones<br />

ahora escritas y entonces sencillamente<br />

meditadas in péctore).<br />

Que yo recuerde y haya visto,<br />

entre ellas, estilísticamente hablando,<br />

y con un sustrato difícil<br />

de poner en palabras –y por eso<br />

tal vez el más rico, el más pro-<br />

fundo e irrefutable– puede ubicarse<br />

una joya (El secreto) que<br />

circula por los buenos canales<br />

de cable y que debería servir para<br />

abolir, sobre todo en la mente<br />

de los abogados, cualquier<br />

propensión a ejercer la defensa<br />

de la pena de muerte.<br />

Lo que antecede ha adelantado<br />

y sintetizado lo elemental de<br />

mi pensamiento: no hay confirmación<br />

de la validez del uso de<br />

la silla eléctrica a través del atajo,<br />

no en pocas ocasiones demagógico,<br />

de la identificación de<br />

pretendidos fines sociales con<br />

los sentimientos de los dolientes<br />

de la víctima, y esto por un motivo<br />

primario y otro secundario.<br />

La cuchara vengativa<br />

En esencia, el Estado –por virtud<br />

y por defecto– carece en<br />

sentido estricto de las características<br />

de la persona. Un vetusto<br />

sistema ideológico, que apadrinó<br />

e incubó los totalitarismos<br />

y es mencionado en ciencia política<br />

como “organicismo”, quiso<br />

dotar al monstruo de Hobbes<br />

de odios, apetitos, claustrofobias,<br />

sed de venganza, penas,<br />

¿lujuria?, y quién sabe cuántas<br />

otras vicisitudes biográficas. El<br />

resultado de la ciclotimia de ese<br />

Estado animado que sentaría de<br />

maravillas al gusto de quien selecciona<br />

los elencos del Fox Kids<br />

ya lo conocemos, y estamos enterados<br />

también de que, indefectiblemente,<br />

ella era el reflejo<br />

automático de la del rey, el primer<br />

ministro, el jefe del Politburó,<br />

el presidente, el káiser, la<br />

mayoría del Congreso o madame<br />

Pompadour, e ainda mais.<br />

Se concibe, en general, como<br />

un avance notable el que hayamos<br />

percibido, tras soportar el<br />

tránsito por esas mitomanías interesadas,<br />

que la organización<br />

política debe ser, para desempeñarse<br />

aceptable y humanitariamente,<br />

un espectro medianamente<br />

indolente, un fantasma<br />

afectado de cierta catatonia que<br />

deglute para bien (y en algunas<br />

épocas, Dios sabrá cómo quitar<br />

a las creaciones del homo sapiens<br />

su ambivalencia, para mal) la<br />

pasión individual cuando es indispensable,<br />

y la reduce a efusiones<br />

inocuas o la magnifica<br />

bajo algunas de las formas de la<br />

potencia colectiva. En esas circunstancias,<br />

el Estado no se materializa<br />

ni siquiera como un<br />

53


DE CÓMO CONFUNDIMOS AL DOCTOR FRANKENSTEIN CON SU HIJO<br />

Otro; es más bien, aclarado sea<br />

para contrarrestar cualquier ambivalencia,<br />

Otra Cosa. Siempre<br />

es diferente a todos y cada uno<br />

de nosotros para no ser igual a<br />

nadie, para no servir a ninguno<br />

con exclusividad (como prevendría<br />

la máxima ciceroniana, el<br />

que dicta la ley que aherroja a<br />

los romanos a su esclavitud para<br />

que no sean esclavos de otros romanos).<br />

En verdad, si no fuera una<br />

tontería verbal, ante una requisitoria<br />

al respecto, estaría dispuesto<br />

a comparar al viejo y venerable<br />

Estado, esquemáticamente,<br />

con una cuchara. Nada<br />

menos ni nada… más. Hace milenios<br />

que nos acostumbramos a<br />

vivir con ambos, no nos imaginamos<br />

sin ellos a diario y es poco<br />

probable que prescindamos<br />

de alguno de los integrantes de<br />

ese simpático dúo en el futuro.<br />

Pero, al igual que sucede con las<br />

cucharas y otros objetos endiabladamente<br />

sofisticados como el<br />

cromatógrafo de fase gaseosa, a<br />

aquél nadie lo vio jamás emocionarse<br />

o encolerizarse en serio<br />

(salvo la siempre previsible aparición<br />

de algunos testigos ingenuos<br />

y despistados predispuestos<br />

a zambullirse en la insensatez de<br />

creer, entre otros disparates, que<br />

Inglaterra sufre de vértigo cuando<br />

la reina Isabel II se sube a la<br />

torre de Londres o que los utensilios<br />

parlantes de los cortos publicitarios<br />

que promocionan artículos<br />

de limpieza son del mismo<br />

tipo que el de los cubiertos<br />

guardados en los cajones de sus<br />

muebles de cocina). Lo estatal<br />

participa de la naturaleza de las<br />

cosas en cuanto a su modo de<br />

existir, y así permanecerá, sin terrores<br />

nocturnos, sin libido, sin<br />

inspiraciones primaverales frenéticas<br />

o melancolías otoñales<br />

ni cefaleas o incontinencias urinarias,<br />

hasta tanto no resucitemos<br />

el ideal de Cayo Julio César<br />

Germánico (alias Calígula), aunque<br />

a ese precio habremos abandonado<br />

la libertad política al<br />

alegre compás de algún fast<br />

track.<br />

En cuanto a su modo de parecer,<br />

lo propio del Estado sí ostenta<br />

una cualidad distintiva en<br />

relación a las cucharas, los ascensores<br />

y las pelucas: está revestido<br />

de señales o símbolos de<br />

máxima importancia vital (convengamos<br />

que la ausencia de<br />

dentición, la fatiga que importa<br />

el remontar varios pisos o la calvicie<br />

son fenómenos bastante<br />

soslayables para la metafísica…),<br />

está destinado a ser mirado, y<br />

en el sentido que Fernando Savater<br />

ilustra en sus trabajos –a<br />

pesar de que al español no le<br />

gustaría que yo usase aquí y justamente<br />

aquí su arsenal conceptual–<br />

tiene reservada la tarea del<br />

héroe (perdón, amigo, por incurrir<br />

en la contradicción superficial<br />

de afirmar lo que recientemente<br />

he negado humanizando<br />

lo inhumano). Ya sé<br />

que abuso de esas aproximaciones,<br />

porque el autor de Ética para<br />

Amador escribió un libro titulado<br />

Contra las patrias, que no<br />

he leído, pero que a juzgar por el<br />

resto de sus aseveraciones dispersas<br />

en otros volúmenes podría<br />

verosímilmente tornarse,<br />

mutatis mutandis, en un Contra<br />

los Estados. Lo hago de buena fe<br />

y a resguardo de la venia benévola<br />

que me otorgan las metáforas<br />

y la posibilidad de que, sin<br />

rencores, el catedrático ibérico<br />

cargue a la cuenta de mis limitaciones<br />

y mi admiración las distorsiones<br />

en que incurra en esa<br />

referencia.<br />

Para evitar la exageración,<br />

sostendré mínimamente en este<br />

punto que el Estado es un compendio<br />

de propósitos y valores<br />

que se imponen y se muestran<br />

en ese orden, e inversamente de<br />

manera alternativa. Cuáles han<br />

de ser esos objetivos y cualidades<br />

valiosas es materia de discusión;<br />

de todas formas, la base desde la<br />

que es inexcusable partir, se sabe<br />

desde hace mucho, no puede ser<br />

menos que el intento de preservar<br />

la vida de los individuos. Y<br />

esto aun sin entrar en detalle<br />

acerca de lo que Savater llama la<br />

“vida buena”, que por cierto no<br />

hemos de esperar, coincido con<br />

él, en que nos la proporcionen<br />

ni la Seguridad Social, la Corte<br />

Suprema, la policía o los partidos<br />

políticos. La reducción que<br />

menciono queda así confinada a<br />

un ideario y a una compulsión<br />

normativa primarios, anteriores<br />

causalmente a cualesquier otros:<br />

la preservación contra la aniquilación<br />

física involuntaria.<br />

Vuelta al comienzo, entonces:<br />

¿puede dirimirse en el plano de<br />

mis apetencias o las de mi vecino<br />

la controversia sobre la justificación<br />

de la pena de muerte en el<br />

derecho positivo vigente? Definitivamente,<br />

no. El cumplimiento<br />

de la sentencia capital no<br />

involucra una muerte a secas, un<br />

homicidio puro y simple, sino<br />

un asesinato calificado por varios<br />

adjetivos precisos y necesarios:<br />

pactado, votado, legal, regulado<br />

o regularizado, normado,<br />

plebiscitado, consentido, en<br />

suma, estatizado. Es notorio que<br />

la interpelación habitual (es decir,<br />

política) sobre su conveniencia<br />

no se realiza teniendo en<br />

cuenta esa calidad, por lo que en<br />

última instancia, si bien éticamente<br />

corresponde –y no puede<br />

impedirse– que cada uno estime<br />

si quiere ver ahorcado a los criminales,<br />

no es admisible otorgar<br />

a cada cual el poder de decidir si<br />

la pena máxima es incluida o no<br />

en el Código Penal, en la misma<br />

y exacta medida que la habilitación<br />

ineludible y fatal de la<br />

opción ética de representarse o<br />

no como deseable la reducción a<br />

cenizas del prójimo tampoco<br />

conlleva la facultad jurídica de<br />

matar. O volviendo al maestro<br />

Savater, bajo otra formulación:<br />

todos los seres humanos son respetables,<br />

aunque no todas las<br />

opiniones lo son en sí –y eso a<br />

pesar de que no pueda evitarse<br />

que sean asumidas y emitidas,<br />

con escarnio, frecuentemente, de<br />

la moral prescriptiva o a costa<br />

de nuestra repugnancia.<br />

Códigos del ‘shopping center’<br />

La legalización de la pena de<br />

muerte, o sea la eliminación<br />

de un reo a expensas de un procedimiento<br />

público consentido<br />

por el poder, no puede depender,<br />

en orden a su validación,<br />

del gusto del consumidor: en el<br />

hipermercado del Estado está<br />

autorizada, si de dejar volar la<br />

fantasía se trata, la oferta de<br />

cualquier mercadería, pero hay<br />

una mercancía –la falta de respeto<br />

por la preservación de la<br />

existencia física de los individuos–<br />

cuya venta (o donación<br />

promocional…) está absolutamente<br />

prohibida porque, en el<br />

fondo, esa transacción configura<br />

la irreverencia deletérea propicia<br />

a la abominación beligerante<br />

del arquitecto que gestó el<br />

proyecto de las instalaciones<br />

donde se trafica, al trastocamiento<br />

del plano que él plasmó<br />

para el dichoso comercio, al derrumbe<br />

del edificio del establecimiento<br />

y a la desaparición…<br />

del cliente. Y, ténganlo ustedes<br />

por inexorable: no hay franquicias<br />

lógicas para esta veda mercantil,<br />

ni siquiera para la entidad<br />

estatal que intente arrogárselas<br />

por prepotencia, de facto, escudándose<br />

en su carácter de fuente<br />

primigenia de todo derecho.<br />

Las interrogaciones –y las respuestas<br />

a ellas asignadas– sobre<br />

hipotéticas conductas personales<br />

54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


(las mías, las tuyas, las de los lastimados<br />

por los crímenes terribles,<br />

lector) de cara al asesino<br />

aberrante son irrelevantes a la<br />

hora de justificar la pena de<br />

muerte. Podrías declararme que<br />

lo estrangularías con saña, podría<br />

yo reconocer que le quitaría<br />

la vida atroz y lentamente, y más<br />

tarde, voz a voz, sería plausible<br />

entretejer, con esfuerzo sobrehumano,<br />

una sucesión, cercana<br />

a los límites de la infinitud,<br />

con las solicitudes particulares<br />

más salvajes peticionando<br />

el ajusticiamiento de los delincuentes<br />

hasta alcanzar una cantidad<br />

de demandas equivalente<br />

al total del padrón electoral;<br />

ninguna de esas contestaciones<br />

por sí aisladamente ni todas ellas<br />

sumadas agregarían una milésima<br />

de razón a la legitimación<br />

de la condena capital: el verdugo<br />

–al que se ve exteriormente<br />

como un sujeto y es, en realidad,<br />

un cuerpo poseído por el<br />

Estado– no está presente en las<br />

penitenciarías llenando su lúgubre<br />

tarea, como dije más arriba,<br />

ni siquiera como el Otro, sino<br />

como Otra Cosa al momento<br />

de detener los latidos del corazón<br />

en nombre de la ley.<br />

La pregunta está, pues, mal<br />

formulada; o mejor: mal dirigida.<br />

La pregunta no encierra una<br />

cavilación acerca del doctor<br />

Frankenstein y la incertidumbre<br />

que nos acomete cuando inquirimos<br />

si éste debe, puede o quiere<br />

matar (y no menos erróneo<br />

es sugerir que él es el indicado<br />

para elucidarla soberanamente<br />

con el propósito de traernos la<br />

calma). El cuestionario, muy<br />

por el contrario, se da de bruces<br />

–inútilmente– con ese cráneo,<br />

repleto de cicatrices y tornillos<br />

pintados por el cómic e inserto<br />

al tope del desdichado rompecabezas<br />

anatómico que aquel<br />

aventurero de la ciencia armó.<br />

Las licencias literarias nos conceden<br />

margen para suponer, en<br />

ese contexto, que el científico<br />

patrocinado por la gótica Mary<br />

Shelley podía discurrir en nombre<br />

propio –como cualquier hijo<br />

de vecino– sin ataduras sobre<br />

el asunto, pero cabrían reparos<br />

atendibles respecto de liberali-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

dades del mismo tenor otorgadas<br />

a la criatura de sus ingenios;<br />

ella no era ciertamente un<br />

miembro original y sui iuris del<br />

género humano y, las peripecias<br />

de la imaginería popular lo acreditan,<br />

no estamos convencidos<br />

definitivamente de que hubiera<br />

que otorgarle carta de ciudadanía<br />

en el planeta (pende sobre<br />

mí, lo estoy divisando, una invectiva<br />

por discriminación de<br />

monstruos o una querella promovida<br />

por una eventual y no<br />

difícil de concebir American<br />

Freaks Association). Y yendo<br />

con este juego más allá todavía:<br />

¿podía el doctor, autoinvistiéndose<br />

de su curatela, responder<br />

por la Cosa, y volverse contra<br />

las reglas de su arte desdeñando,<br />

no tal vez una determinada preceptiva<br />

ética, pero sí un cierto<br />

método en el que había sido<br />

educado y las finalidades para<br />

las que había sido pergeñado ese<br />

método? Claro que podía, porque<br />

en el terreno de las decisiones<br />

nada está concluido. Ahora,<br />

de allí a admitir, por ejemplo,<br />

que le estuviera permitido proporcionarle,<br />

si lo hubiera deseado,<br />

un hacha al muchacho acunado<br />

a golpes de electricidad en<br />

su laboratorio y a continuación<br />

impulsarlo a que entrara a saco<br />

en la aldea más cercana para exterminar<br />

a su prójimo (al del<br />

doctor, digo), hay un trecho<br />

considerablemente largo.<br />

Posdata<br />

Me he mirado azorado a mí<br />

mismo al contemplar ese inmenso<br />

y probablemente bastante<br />

exitoso ensayo de democracia<br />

que es Estados Unidos. Me he<br />

mirado extrañado –y he visto a<br />

los que me rodean también–<br />

con los ojos desmesuradamente<br />

abiertos ante un espectáculo<br />

grotesco y nauseabundo actuado<br />

en el país que presume de ser el<br />

más adelantado de la comunidad<br />

internacional y llevar la antorcha<br />

de la civilización. Más<br />

aún: las muestras televisivas más<br />

horripilantes de una organización<br />

social vejando sus propios<br />

principios y enloqueciendo a sus<br />

ciudadanos con mensajes furibundos<br />

de amor, que se niegan a<br />

través del teatro de los medios<br />

encargados de reproducir hasta<br />

el hartazgo la labor de los ejecutores<br />

de la pena de muerte, no<br />

me llegaron (lo relato con consternación)<br />

desde la precaria<br />

tranquilidad de la ficción, sino<br />

del cine documental. He mirado<br />

(al modo de una parodia aborrecible<br />

de las peripecias del<br />

Borges cegado por la infinita<br />

cantidad de imágenes de El<br />

Aleph), con la sensación espeluznante<br />

del que observa casi la<br />

traición de los constructores<br />

de la historia, cómo un grupo de<br />

personas festejaba en EE UU,<br />

en las afueras de una prisión, el<br />

exterminio autorizado de otra<br />

persona, y me he asido a un<br />

consuelo infantil. He pensado<br />

que, quizá, me haya equivocado,<br />

que todos nos hayamos equivocado,<br />

y que esa muerte no haya<br />

sido infligida por el Estado, porque<br />

no puede ser tal esa estructura<br />

ciclópea, con bellos frisos<br />

de mármol en el frente de sus<br />

tribunales, con sus jueces togados,<br />

y su maquinaria pulida,<br />

aséptica, poderosa y admirablemente<br />

productiva pero bifronte,<br />

mentirosa, maligna y gobernada<br />

por hombres y mujeres que supuestamente<br />

castigan el homicidio<br />

con sus leyes mientras alimentan,<br />

con la indiferencia de<br />

quien nutre a cachorros de una<br />

misma mascota inofensiva y estúpida,<br />

al pueblo todo con el<br />

gusto por la muerte del semejante<br />

o a sus adolescentes con<br />

cereales.<br />

He pensado que sobrevendrá<br />

tarde o temprano, en alguna<br />

parte, un Estado auténtico, y<br />

que me gustaría haberme encontrado<br />

con Karla Faye Tucker<br />

durante algunos minutos para<br />

confesarle que no hubiera sabido<br />

decirle si debía o no morir, o<br />

si yo no la hubiera matado si<br />

hubiera herido a quienes quiero,<br />

pero que, a la vez, experimentaba<br />

una certeza inconmovible:<br />

pudo o debió, no lo sé, perecer<br />

por obra de cualquier individuo<br />

de cualquier condición, sexo,<br />

edad, raza, religión o profesión;<br />

es intolerable y ultraja el sentido<br />

común que haya tenido que dejar<br />

este mundo con la coopera-<br />

GUSTAVO SOPPELSA<br />

ción de un agente administrativo<br />

equiparable a un inspector<br />

de escuelas o un recaudador de<br />

impuestos –como aquél de la<br />

Receptoría de Rentas que resurge<br />

en algunas conversaciones queribles<br />

y arcaizantes de mi madre.<br />

n<br />

Gustavo Soppelsa es abogado y periodista.<br />

Profesor titular en la Universidad<br />

de Concepción, de Uruguay.<br />

55


1Nuestra cultura ha distorsionado<br />

la idea de libertad.<br />

Moraba en el ámbito político y<br />

pasó al dominio interno. El cristianismo<br />

y el liberalismo, que<br />

coinciden en acentuar lo privado<br />

en detrimento de lo público,<br />

oficiaron la conversión. El cristianismo<br />

cultivó la interioridad<br />

y la quietud. Por su parte, la<br />

modernidad liberal mudó el ideal<br />

de actividad desde la arena<br />

política al espacio económico<br />

del mercado. Ambos construyeron<br />

un individualismo del que<br />

ya no podemos prescindir. Pero,<br />

mucho antes del individuo, con<br />

su vida interior y sus derechos,<br />

era el ciudadano.<br />

La tradición del republicanismo<br />

teoriza lo que la antigüedad<br />

clásica llamó vita activa, frente<br />

al ideal de vita contemplativa<br />

que invadió Occidente desde la<br />

caída de Roma. El primer modelo<br />

centraba la autorrealización<br />

del hombre en la participación<br />

en la esfera pública; el segundo,<br />

aventado por el cristianismo, cifraba<br />

la valía de la persona en el<br />

ámbito íntimo. Con el correr de<br />

los siglos la tradición del liberalismo,<br />

nucleado en torno al individuo<br />

poseedor y no al ciudadano<br />

participante, se desarrolla<br />

en paralelo al republicanismo.<br />

Lo que sigue son unas calas en<br />

esta historia intelectual de los<br />

dos paradigmas que permean la<br />

urdimbre ideológica y moral de<br />

nuestra cultura. En primer lugar<br />

presento el importante debate<br />

entre la virtud y el comercio,<br />

que ilustra la pugna en Europa<br />

entre el republicanismo en descenso<br />

y el liberalismo ascendente.<br />

La segunda cala es la contribución<br />

seminal al republicanismo<br />

clásico y una peculiar<br />

defensa de la virtud de Jean-<br />

Jacques Rousseau. Por último,<br />

avanzo algunas de las líneas posibles<br />

para actualizar la virtud<br />

como pasión política.<br />

Ya en la modernidad, alrededor<br />

de 1675, tiene lugar en Inglaterra<br />

un debate entre la<br />

Country y la Court, que revela<br />

las tensiones entre los partidarios<br />

del orden feudal y decadente,<br />

de un lado, y los que defienden<br />

los valores ascendentes de<br />

la corte absolutista, crisol de la<br />

nueva sociabilidad, de otro. Se<br />

enfrentan por una parte la vieja<br />

nobleza, que se ve a sí misma<br />

como una comunidad de una<br />

virtud guerrera afín al republicanismo<br />

en retroceso y, por<br />

otra, la nueva aristocracia, dispuesta<br />

a integrarse en la corte<br />

centralizada y a unirse a la compraventa<br />

de cargos. Un medio<br />

de movilidad social que los tories<br />

consideran una indecencia<br />

de los nuevos tiempos. Los partidarios<br />

de la Country hacen<br />

una interpretación decadente<br />

de la historia inglesa y rememoran<br />

la virtud del pasado, percibiendo<br />

el cambio social como<br />

un proceso de declive, y no de<br />

renovación, como creía Maquiavelo.<br />

En el alba del liberalismo<br />

el tema del comercio se<br />

abre paso. A su vez, la noción<br />

de virtud como amor a la patria<br />

ha de ser redefinida.<br />

El ejército es aquí un asunto<br />

clave. Mientras que el bando de<br />

la Court (en el que se alinea el<br />

insigne Daniel Defoe) es partidario<br />

de un ejército pagado por<br />

el rey, controlado por el parlamento<br />

y orientado a un imperio<br />

basado en el comercio naval, los<br />

partidarios de la Country deploran<br />

–como Maquiavelo– que la<br />

milicia sea sustituida por profesionales<br />

de las armas.<br />

CIENCIAS SOCIALES<br />

VIÑETAS DE VIRTUD<br />

HELENA BÉJAR<br />

La contraposición entre virtud<br />

y comercio que se enciende<br />

en la Ilustración confiere un<br />

nuevo sentido al lujo. Afín al<br />

refinamiento de los sentidos,<br />

aquél no se condena porque<br />

engendre corrupción y afeminamiento,<br />

sino porque es amigo<br />

del ocio. Mas si se mantiene<br />

en su punto medio, el lujo<br />

contribuirá a que los tiempos<br />

sean más felices, arguye David<br />

Hume. Relacionado por los<br />

antiguos con la venalidad, el<br />

lujo<br />

“en realidad aumenta la industria, la<br />

civilidad y las artes, regula nuestros<br />

sentimientos morales y políticos y representa,<br />

como laudable e inocente, lo<br />

que antes se había considerado pernicioso<br />

y condenable” 1 .<br />

Hume esboza una conexión<br />

entre lujo y refinamiento para<br />

describir la nueva sociabilidad:<br />

“Cuanto más se desarrollan las artes<br />

refinadas, más sociables se hacen<br />

los hombres (…) acuden en tropel a<br />

las ciudades, arden en recibir y comunicar<br />

conocimiento, en mostrar su ingenio<br />

o su cuna, su gusto en la conversación<br />

o modo de vida, en sus ropas<br />

o sus muebles (…) Clubs y<br />

sociedades particulares se forman por<br />

doquier: ambos sexos se encuentran<br />

de forma fácil y sociable; y el genio de<br />

los hombres, así como su comportamiento,<br />

se refinan rápidamente (…)<br />

deben sentir un incremento en su humanidad<br />

por el mero hábito de conversar<br />

(...) Tal industria, conocimiento<br />

y humanidad se hallan vinculados por<br />

una cadena indisoluble, y sucede que<br />

están más pulidos (...) en las épocas<br />

de mayor lujo” 2 .<br />

1 D. Hume: ‘Of benevolence’, en Essays<br />

(Moral, political and literary), pág.<br />

178. Longman, Green & Co., Londres,<br />

1912.<br />

2 D. Hume: ‘Of refinement in the<br />

arts’, en op. cit., pág. 302.<br />

La sociedad ilustrada desprecia<br />

la soledad como propia<br />

de un salvajismo primitivo<br />

(que será reivindicado por los<br />

críticos de la Ilustración), pero<br />

alaba el fomento de la interioridad,<br />

tan contrario al republicanismo.<br />

La gestación de la esfera<br />

privada y de la intimidad<br />

va de la mano de la suavización<br />

de las costumbres:<br />

“Las facciones son menos empedernidas,<br />

las revoluciones menos trágicas,<br />

la autoridad menos severa y las<br />

sediciones menos frecuentes” 3 .<br />

En opinión de Hume, se hace<br />

mal en exaltar tiempos pretéritos,<br />

cuando la vida era menos<br />

segura en manos de un moro o<br />

de un tártaro que en las de un<br />

ilustrado francés o inglés. La fiereza,<br />

asociada con frecuencia al<br />

patriotismo, ha sido reemplazada<br />

por el honor en el lento curso<br />

de la civilización.<br />

Pero más que el lujo, el enemigo<br />

de la Country inglesa es el<br />

crédito, que cobra especial relevancia<br />

durante el largo gobierno<br />

whig de Walpole –de<br />

1721 a 1742–, caracterizado<br />

por la pacificación interna, la<br />

expansión económica y un clima<br />

de especulación generalizada.<br />

El crédito es una figura<br />

ambivalente y asociada al carácter<br />

voluble de la mujer –como<br />

antes lo fuera la Fortuna–,<br />

así como a una propiedad volátil<br />

frente a la certeza que daba<br />

la propiedad de la tierra. El<br />

crédito supone confianza y<br />

unas relaciones sociales orientadas<br />

al futuro, frente al presentismo<br />

de los vínculos en<br />

torno a la conquista, núcleo<br />

3 D. Hume: op. cit., pág. 303.<br />

56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


Rousseau y Hume<br />

del universo antiguo. Asimismo,<br />

requiere lo que por entonces<br />

se empieza a llamar opinión<br />

pública, compuesta por<br />

individuos que cultivan intimidad<br />

y aficiones al calor de nuevos<br />

ámbitos colectivos: salones,<br />

cafés y clubes. Tal monde o society<br />

descansa en una “delicadeza<br />

del gusto que amplía la esfera<br />

tanto de nuestra felicidad<br />

como de nuestra miseria”. La<br />

sociabilidad en torno a una<br />

cultura refinada no sólo suaviza<br />

las costumbres, sino que introduce<br />

una nueva idea de felicidad<br />

como un talento interior<br />

que crece en el ámbito del aislamiento<br />

voluntario y en el recogimiento<br />

selectivo con los<br />

pares sensibles:<br />

“Nada mejora tanto el temperamento<br />

como el estudio de las cosas<br />

bellas, tanto la poesía o la elocuencia<br />

como la música o la pintura. Confieren<br />

una cierta elegancia de sentimiento<br />

ajena al resto de la humanidad. Las<br />

emociones que excitan son blandas y<br />

tiernas. Rescatan a la mente de la prisa<br />

del negocio y el interés; abrigan la<br />

reflexión; disponen a la tranquilidad;<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

y producen una agradable melancolía<br />

que, entre todas las disposiciones de la<br />

mente, es la que más se aviene con el<br />

amor y la amistad” 4 .<br />

Esta sociabilidad tejida de<br />

afinidades humanas y libros<br />

escogidos se enmarca en la<br />

transformación del ideal de<br />

virtud. Si para Maquiavelo ésta<br />

era una cualidad personal<br />

identificada con el arrojo o la<br />

fantasía, necesaria para domeñar<br />

la esquiva Fortuna, ahora<br />

se asocia a la moderación y al<br />

autodominio. La virtud deja<br />

de ser política y se hace social.<br />

El sacrificio da paso a la benevolencia,<br />

afín a una modernidad<br />

que va a girar en torno al<br />

acuerdo, no al fervor patriótico.<br />

Así, el ciudadano de la república<br />

desaparece ante el empuje<br />

de la privatización. Los<br />

afanes del ilustrado en el universo<br />

comercial se centran en<br />

manejar su vida social, practicar<br />

los modales que ésta re-<br />

4 D. Hume: op. cit., pág. 93.<br />

quiere y contribuir al crédito y<br />

la confianza interpersonal.<br />

Pero la certeza que tejen las<br />

nuevas convenciones depende, a<br />

su vez, de la complejización de<br />

las relaciones sociales y económicas<br />

que trae el comercio, la<br />

intersubjetividad de la opinión y<br />

la sutileza de la recién descubierta<br />

empatía. Nada que ver con la<br />

austeridad económica, la homogeneidad<br />

en las formas de vida y<br />

la indiferenciación cultural del<br />

universo antiguo. Hume contrasta<br />

vívidamente el gobierno<br />

antiguo de Lacedemonia y el<br />

moderno. El primero era “violento<br />

y contrario al curso natural<br />

de las cosas”, propio de una<br />

era en la que se estaba continuamente<br />

en guerra. Regía entonces<br />

una economía de subsistencia<br />

que preconizaba la igualdad de<br />

las fortunas. Todo ello suponía<br />

un desinterés –al menos teórico–<br />

de los ciudadanos por las riquezas,<br />

algo de todo punto insostenible<br />

en los tiempos modernos,<br />

cuyos hombres se<br />

mueven por pasiones que giran<br />

en torno al trabajo y la vida privada,<br />

y en donde el límite de la<br />

riqueza desde el Gobierno se<br />

siente como una intrusión tiránica.<br />

La prudencia y la distancia<br />

orientan ahora a los Gobiernos<br />

de la sociedad comercial, ajenos<br />

al proyecto republicano de reforma<br />

moral:<br />

“Los soberanos deben aceptar la humanidad<br />

tal como la encuentran, y no<br />

pueden pretender introducir ningún<br />

cambio violento en sus principios ni<br />

modos de pensar” 5 .<br />

La función educativa del<br />

Gobierno, esencial del republi-<br />

5 D. Hume: op. cit., pág. 292.<br />

canismo, se ha puesto en tela<br />

de juicio.<br />

Dentro del debate entre virtud<br />

y comercio, se oyen otras<br />

voces además de las neomaquiavelianas<br />

(que no puedo reproducir<br />

aquí) o la del templado utilitarismo<br />

de Hume. Una de ellas<br />

es la de Montesquieu, que guarda<br />

sus distancias respecto al comercio<br />

mientras reconoce su<br />

conveniencia e inevitabilidad.<br />

Es cierto que le doux commerce<br />

cura los prejuicios destructores:<br />

“Es casi una regla general que allí<br />

donde hay costumbres apacibles existe<br />

el comercio y allí donde hay comercio<br />

hay costumbres apacibles” 6 .<br />

Dentro de éstas, el barón diferencia<br />

la cortesía de las costumbres,<br />

que nos distingue de<br />

los bárbaros, de la cortesía de los<br />

modales, que se abre paso en la<br />

modernidad ilustrada. El comercio,<br />

que genera “una cantidad<br />

prodigiosa de pequeños intereses<br />

particulares”, produce también<br />

una sólida red de interdependencias<br />

intraestatales, cuyo efecto es<br />

la paz internacional:<br />

“Dos naciones que negocian entre<br />

sí se hacen recíprocamente dependientes:<br />

si a una le interesa comprar, a la<br />

otra le interesa vender; y ya sabemos<br />

que todas las uniones se fundamentan<br />

en necesidades mutuas. Pero si el efecto<br />

del comercio une a las naciones, no une<br />

en la misma medida a los particulares.<br />

En los países dominados solamente por<br />

el espíritu del comercio se trafica con<br />

todas las acciones humanas y con todas<br />

las virtudes morales: las cosas más pequeñas,<br />

incluso las que pide la humanidad,<br />

se hacen o se dan por dinero” 7 .<br />

6 Montesquieu: Del espíritu de las leyes,<br />

XX, 1, pág. 220. Tecnos, Madrid,<br />

1993.<br />

7 Montesquieu; op. cit., XX, 2, pág.<br />

222.<br />

57


VIÑETAS DE VIRTUD<br />

El avance del autointerés no<br />

se admite, pues, sin matices y<br />

reticencias. Por su parte, Hume<br />

prefiere creer que el interés puede<br />

engarzarse con el bien común,<br />

y también que la forma<br />

más segura de producir moderación<br />

en cada partido (el tema de<br />

las facciones o particiones políticas<br />

es preocupación general) es<br />

aumentar nuestro celo por lo<br />

público. Ardua empresa cuando<br />

se reconoce el egoísmo implantado<br />

en la naturaleza humana,<br />

una pulsión que exige olvidar el<br />

mundo antiguo y adecuar la estructura<br />

del comercio con los<br />

nuevos móviles de la sociedad<br />

profesional-burguesa:<br />

“Si pudiéramos convertir una ciudad<br />

en un campo militar, e inspirar en<br />

todos los corazones ese genio marcial y<br />

esa pasión por el bien público que lleva<br />

a todos los ciudadanos a exponerse a las<br />

mayores fatigas por amor a lo público,<br />

las costumbres antiguas podrían revivir<br />

sobre la tierra: no se conocería más que<br />

la industria necesaria para la subsistencia<br />

y ello sería suficiente para mantener<br />

a la sociedad. Habría que prohibir absolutamente<br />

todo arte y todo lujo y volverlas<br />

semejantes a los campos militares<br />

y, disminuyendo el gasto de la mesa y<br />

de la indumentaria, escatimar los víveres<br />

y el consumo de aquellas bocas inútiles<br />

que el lujo y el gusto por los placeres<br />

hubiera atraído. Tales principios<br />

son demasiado desinteresados como para<br />

que los hombres se sometan a ellos<br />

por mucho tiempo y los tomen como<br />

reglas de conducta. Pasiones menos nobles<br />

deben gobernarlos y animarlos por el<br />

espíritu de la avaricia, la industria, las<br />

artes y el lujo” 8 .<br />

Y es que los hombres modernos<br />

no parecen dispuestos a renunciar<br />

a las mieles de la civilización.<br />

Una vida dedicada a la<br />

guerra y al ascetismo material será<br />

una empresa muy meritoria,<br />

pero es poco atrayente para los<br />

ilustrados refinados que han descubierto<br />

los placeres de las formas<br />

y el valor social del refinamiento.<br />

Entonces, ¿cómo es posible<br />

defender todavía la virtud?<br />

2 Hijo<br />

de la Ilustración, a<br />

contracorazón, Rousseau<br />

plantea magistralmente el nú-<br />

8 Op. cit., ‘Of commerce’, págs. 16 y<br />

17, énfasis mío.<br />

cleo del republicanismo: ¿cómo<br />

puede llegar la ley al corazón de<br />

los hombres? Para Rousseau dicho<br />

problema tiene una resolución<br />

tan difícil, en política, como<br />

el de la cuadratura del círculo.<br />

Para Rousseau, “la materia<br />

última de la política es afectiva”.<br />

Ello permite entender al ginebrino<br />

como un demócrata radical<br />

y como un eslabón crucial<br />

en la tradición de la virtud. La<br />

política afectiva que preconiza<br />

Rousseau no pretende arrancar<br />

de los corazones los vicios que<br />

ha traído el avance de la historia:<br />

el amor al lujo, el interés por<br />

lo particular y la cultura fútil.<br />

Perdida sin remedio la naturaleza,<br />

hay que reinventar la inocencia<br />

a través de una conjunción<br />

virtuosa entre leyes, costumbres<br />

e instituciones. Se trata de transformar<br />

a los atomizados, competitivos<br />

y egoístas individuos<br />

modernos en ciudadanos a través<br />

de la participación.<br />

La comunidad política republicana<br />

concede una identidad<br />

plena, mas el coste de la virtud<br />

colectiva es muy alto; nada menos<br />

que la entrega absoluta y sin<br />

quiebras a la comunidad y a la<br />

asamblea:<br />

“Tal como en el primer momento<br />

de la vida hay que empezar a merecer<br />

vivir, y tal como se participa al nacer de<br />

los derechos del hombre, el instante<br />

de nuestro nacimiento debe ser el comienzo<br />

del ejercicio de nuestros deberes”<br />

9 .<br />

Frente al universo de los derechos<br />

que se va abriendo paso<br />

con el auge del paradigma liberal,<br />

el republicanismo enfatiza el<br />

deber, la contribución cotidiana<br />

a la colectividad redentora. El<br />

proyecto rousseauniano se opone<br />

frontalmente al vicio de<br />

la vanidad, un tema crucial en la<br />

Ilustración y que se emparenta<br />

con el ascenso del interés propio.<br />

El “amor propio” es el móvil<br />

de unos humanos que, estando<br />

a merced de una opinión pública<br />

corrupta y alambicada,<br />

9 J. J. Rousseau: ‘Economie polítique’,<br />

en Oeuvres complètes, 2, pág. 285.París,<br />

Seuil, 1971.<br />

Rousseau cree infelices. Esta<br />

opinión cortesana que se gesta<br />

en una esfera pública preburguesa<br />

ha de ser enmendada para<br />

retornar al buen camino de los<br />

antiguos: la virtud, la guerra, la<br />

participación.<br />

En su sociología de la libertad,<br />

Rousseau continúa la senda<br />

que Maquiavelo abre con la religión<br />

civil, institución republicana<br />

clave. En la versión rousseauniana<br />

–y jacobina– aquélla se<br />

torna muy severa: el ocio no es<br />

un asunto privado, sino un bien<br />

público. Los hombres no deben<br />

jugar a su antojo, sino que es<br />

menester que lo hagan todos<br />

juntos y en público, de manera<br />

que haya siempre una meta común.<br />

Y es que “un hombre solo<br />

es un hombre nulo”. Puesto que<br />

la ciudadanía confiere identidad<br />

plena a los hombres, la actividad<br />

política debe ser permanente.<br />

Por eso hay que eliminar la cultura<br />

cortesana: “El juego, el teatro,<br />

las comedias: todo lo que<br />

afemina al hombre, todo lo<br />

que le distrae, le aísla y le hace<br />

olvidar su patria y su deber”. La<br />

arquitectura, el arte más público<br />

y potencialmente más comunitario,<br />

debe transmitir al pueblo la<br />

sensación de permanencia y solemnidad.<br />

No olvidemos que la<br />

religión civil se basa, más que en<br />

unas creencias, en un ceremonial<br />

que rememore la pertenencia comunitaria.<br />

De esta manera, los<br />

ritos colectivos recrean esa seguridad<br />

que proviene de la fe en<br />

construir un proyecto común.<br />

El amor a la patria que exige<br />

el republicanismo desprecia el<br />

cosmopolitismo que hace furor<br />

en los ambientes ilustrados. Para<br />

los cosmopolitas la patria se encuentra<br />

en cualquier sitio donde<br />

uno se sienta bien; para los patriotas,<br />

sólo se está a gusto en la<br />

patria. El cosmopolitismo es<br />

una afección por esa “patria del<br />

género humano” por la cual en<br />

realidad no sentimos nada especial.<br />

Rousseau ironiza sobre tal<br />

género, idea puramente colectiva<br />

que no supone ninguna<br />

unión real entre los individuos<br />

que la constituyen. Asimismo,<br />

pone en solfa a la “sociedad general”<br />

que, si fuera algo más que<br />

una calentura de filósofos, probaría<br />

su existencia con una lengua<br />

universal que todos los<br />

hombres sabrían para entenderse<br />

y, sobre todo, sentir al unísono.<br />

El cosmopolitismo, hoy tan<br />

en boga por mor del multiculturalismo,<br />

es una burla a la auténtica<br />

condición de hombre, la<br />

de ciudadano. O una añagaza de<br />

intelectuales displicentes con la<br />

humanidad, una familia demasiado<br />

extensa para ser amada:<br />

“Concebimos la sociedad general<br />

según nuestras sociedades particulares,<br />

el establecimiento de las pequeñas<br />

repúblicas nos hace soñar con la grande,<br />

y sólo empezamos a transformarnos<br />

en hombres después de haber sido<br />

ciudadanos. De donde se ve lo que<br />

hay que pensar de esos pretendidos<br />

cosmopolitas que, justificando el<br />

amor a la patria por el amor al género<br />

humano, se jactan de querer a todo el<br />

mundo para tener el derecho de no<br />

querer a nadie” 10 .<br />

Del mismo modo, otro principio<br />

hoy incontestable es la tolerancia,<br />

un invento de mentes<br />

civilizadas que confunden el<br />

cosmopolitismo con la indiferencia<br />

por la patria. No hay<br />

aproximación a los otros más<br />

que a través de lo particular, y<br />

esos “otros” son los ciudadanos<br />

hermanados en un proyecto común.<br />

El particularismo republicano<br />

define una nueva identidad<br />

de ciudadanía excluyente<br />

que el nacionalismo desarrollará<br />

en nombre del reconocimiento,<br />

ansia moderna que salta del terreno<br />

de lo personal al de los<br />

pueblos, las naciones y, más recientemente,<br />

los grupos.<br />

Como buen republicano,<br />

Rousseau conecta la libertad<br />

moderna con la apatía política,<br />

expresión del abandono de una<br />

comunidad autorrealizadora,<br />

que es a su vez metáfora de una<br />

unidad irremisiblemente perdida.<br />

El patriotismo exige una in-<br />

10 Le Contrat Social, pág. 395. No<br />

piensa lo mismo Martha Nussbaum, que<br />

plantea una defensa del cosmopolitismo<br />

con intención polémica en For Love of<br />

Country. (Debating the Limits of Patriotism).<br />

Beacon Press, Boston, 1996. Los límites<br />

del patriotismo. Paidós, Barcelona,<br />

1999.<br />

58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


tensidad que los modernos no<br />

pueden ni quieren experimentar.<br />

La seguridad que logra la<br />

pertenencia a la comunidad política<br />

puede reencontrarse a través<br />

de lo que me gusta llamar el<br />

modelo íntimo. Es decir, en la<br />

construcción de una moral de<br />

resistencia mirando adentro.<br />

El elemento crucial del modelo<br />

íntimo es la voluntad, que fija<br />

los contornos de una identidad<br />

problematizada porque se ha retirado<br />

del mundanal ruido. La<br />

voluntad se orienta a una suerte<br />

de acción negativa, propia de un<br />

individualismo hosco definido<br />

contra el prójimo, amenaza y límite<br />

del yo. Así como el modelo<br />

espartano exige un hombre unificado,<br />

espejo de la voluntad general,<br />

el modelo íntimo busca<br />

una seguridad que sólo se halla<br />

en la quietud, física y volitiva. A<br />

partir de estas premisas se entiende<br />

que la esperanza se vea<br />

como algo debilitante por ser<br />

capaz de turbar el reposo interno,<br />

“porque está siempre mezclada<br />

con la inquietud y no hay<br />

verdadero reposo más que en la<br />

resignación”. Por eso “cuán poderoso,<br />

cuán fuerte se es cuando<br />

no se espera nada ya de los<br />

hombres”. El estoicismo rousseauniano<br />

precisa poner diques<br />

a otra capacidad que goza de<br />

buena prensa, la fantasía, que en<br />

realidad eleva a los hombres para<br />

luego destruirlos cuando aterrizan<br />

bruscamente sobre los<br />

otros. La voluntad es el baluarte<br />

de un ser sensible y generoso que<br />

precisa, para ser fuerte, sentirse<br />

uno, alejado de los espejismos y<br />

asechanzas con que nos topamos<br />

afuera. Nos blinda de las insidias<br />

de la opinión y nos hace dueños<br />

de nosotros mismos.<br />

Independencia, autosuficiencia<br />

y fuerza de voluntad son los<br />

elementos que componen la virtud<br />

íntima, tal como el heroísmo<br />

y el patriotismo conformaban<br />

la republicana. La virtud<br />

colectiva era una esforzada construcción<br />

de una república cerrada<br />

a otros Estados y poco proclive<br />

a tolerar la diferencia entre<br />

sus ciudadanos. Igual que en<br />

el modelo íntimo, su núcleo era<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

el triunfo de una peculiar racionalidad,<br />

del abandono de la espontaneidad<br />

mezclada con una<br />

batería de sentimientos morales<br />

colectivos. Paideia de la constricción,<br />

la república implicaba<br />

la desnaturalización de los hombres<br />

y su transformación en seres<br />

políticos. La mudanza del<br />

hombre en ciudadano se produce<br />

por el orgullo de pertenecer a<br />

una comunidad en la que uno<br />

cuenta y que confiere vigor y seguridad.<br />

Ésa es la atracción de la<br />

república desde un patriotismo<br />

que nos permita realizarnos y<br />

construir una potencia colectiva<br />

productora de autonomía. El<br />

proyecto rousseauniano, en su<br />

doble vertiente colectiva e íntima,<br />

refleja la complejidad del<br />

republicanismo a las puertas de<br />

la modernidad. Otras voces que<br />

no puedo convocar aquí desarrollan<br />

la tarea de construir la<br />

Buena Sociedad en condiciones<br />

de modernidad. Será tras la Revolución<br />

Francesa, en la democracia<br />

individualista, a través de<br />

los cuerpos secundarios que<br />

conforman una solidaridad de<br />

nuevo cuño. Con todo, cabe<br />

preguntarse qué queda del proyecto<br />

republicano hoy. Para no<br />

agotar al lector en la prolijidad<br />

del desarrollo del paradigma republicano,<br />

tanto en teoría política<br />

como en la sociología contemporánea,<br />

sólo esbozaré algunas<br />

líneas de reflexión.<br />

3 El<br />

republicanismo clásico,<br />

también llamado humanismo<br />

cívico o tradición de la virtud,<br />

considera al hombre como<br />

un animal político, como un<br />

ciudadano. Por ello construye<br />

un mapa valorativo desigual de<br />

las esferas pública y privada. El<br />

relieve lo marca lo público,<br />

mientras que lo privado queda<br />

en huecograbado. El espacio público<br />

es, en primer lugar, el terreno<br />

de una acción que trasciende<br />

la futilidad de la vida,<br />

transmutada en un marco de<br />

una creatividad y espontaneidad<br />

colectivas. En segundo lugar, el<br />

ámbito público es la arena de la<br />

deliberación y la persuasión de<br />

un homo rhetor que habla sobre<br />

asuntos de interés general a tra-<br />

vés de la discusión entre iguales,<br />

en una intersubjetividad que<br />

amplía su juicio particular y le<br />

lleva a ejercer un uso público de<br />

la razón. En tercer lugar, la esfera<br />

pública es el reino de la independencia,<br />

un espacio donde<br />

“ni se gobierna ni se es gobernado”<br />

–según decía Aristóteles– y<br />

que alude a una rotunda liberación<br />

de cadenas personales. Es<br />

cierto que la independencia respecto<br />

a los otros y al Gobierno,<br />

así como la liberación de los lazos<br />

personales, forma parte también<br />

de la libertad negativa del<br />

ideario liberal. Hay quien habla<br />

de la libertad republicana como<br />

“no-dominación”, si bien no me<br />

parece una idea lo bastante fuerte<br />

como para apuntalar la libertad<br />

privativa por la que el republicanismo<br />

clama. Sin duda, lo<br />

característico de la libertad cívica<br />

es que se cumple en la participación<br />

y tiene como horizonte<br />

el bien común.<br />

En esta tradición, política y<br />

moral se solapan porque la integridad<br />

y la supervivencia de la<br />

república descansan en la virtud<br />

de los hombres que la componen.<br />

O lo que es lo mismo, la<br />

politeia sólo se mantiene a través<br />

de la implicación continua de<br />

los ciudadanos en las instituciones.<br />

Si aquéllos la abandonan<br />

para mecerse en los asuntos privados,<br />

perecerá.<br />

Para acercar la república a<br />

nuestros tiempos puede aventurarse<br />

una conexión entre civismo<br />

y socialidad. Una unión entre<br />

una comunidad puramente<br />

política, como la sueña el republicanismo<br />

clásico, y una comunidad<br />

asociativa moderna donde<br />

la sociedad civil y la política se<br />

confunden. También de la comunidad<br />

asociativa se puede extraer<br />

la seguridad personal que<br />

alienta en la virtud clásica. No<br />

ya a través de un patriotismo,<br />

que es siempre excluyente (algo<br />

que los teóricos actuales del<br />

republicanismo pretenden disimular<br />

para hacerlo más tolerable),<br />

sino de la participación en<br />

las nuevas formas de vinculación<br />

que procuren confianza y<br />

competencia. La clave es extender<br />

el hábito de ser libres, prac-<br />

HELENA BÉJAR<br />

ticar la cooperación, juzgar los<br />

asuntos comunes; asociarse, en<br />

suma. Ello apunta a una esfera<br />

de interacción ciudadana distinta<br />

tanto del espacio público –estatal<br />

y de la Administración–<br />

como del privado –mercado, familia<br />

y sociedad civil–. Frente al<br />

modelo dicotómico liberal, este<br />

tercer espacio se vislumbra en la<br />

socialidad cívico-altruista y en<br />

los grupos profesionales. Todo<br />

ello complementa el modelo republicano,<br />

centrado en la esfera<br />

pública y que reduce la importancia<br />

y el valor del polo privado.<br />

El tercer sector redescubre lo<br />

público-privado y humaniza la<br />

participación.<br />

En nuestros días, la diversidad<br />

de intereses alienta una pluralidad<br />

de asociaciones, políticas<br />

y cívicas. El particularismo asociativo<br />

quizá sólo sirva para<br />

mantener una red de microintereses<br />

que sostienen la socialidad<br />

moderna. Mas en la modernidad<br />

tardía la arquitectura cívica<br />

podría sostenerse en la interdependencia<br />

que enseñan los grupos<br />

secundarios. Así, si del republicanismo<br />

clásico quitamos el<br />

coraje guerrero y la devoción<br />

por la religión civil, todavía quedaría<br />

el proyecto de educación<br />

moral. Eso sí, con nuevas instituciones.<br />

Tal vez haya que volver<br />

los ojos a la llamada filantropía<br />

democrática que se está desarrollando<br />

en la Europa actual<br />

y que tiene una larga historia en<br />

Estados Unidos. Tal vez el voluntariado<br />

sea un fenómeno que<br />

refleje la nueva virtud, el nuevo<br />

impulso comunitario. Ésa es la<br />

incógnita. Sobre la naturaleza de<br />

tal vínculo, profundamente ambivalente<br />

entre el individualismo<br />

como lenguaje primario de<br />

nuestra era y el altruismo que<br />

bebe de varias tradiciones, entre<br />

ellas el humanismo cívico, les<br />

invito a leer, más allá de estas viñetas<br />

republicanas. n<br />

[Este texto es un avance de la obra El<br />

corazón de la república. (Avatares de la<br />

virtud política), que será publicada<br />

por Paidós].<br />

Helena Béjar es autora de El ámbito<br />

íntimo y La cultura del yo.<br />

59


a celebrada publicación de<br />

¿Y mañana, qué? 1 , las tan<br />

largo tiempo aguardadas<br />

memorias de Raphael, brinda la<br />

ocasión más propicia para una reflexión<br />

sobre el principio interpretativo<br />

fundamental de este<br />

–según las atinadas palabras del<br />

crítico Luis Lles– “animal de escenario”.<br />

Pues lo que nos va a<br />

ocupar aquí no son unos productos<br />

cuyo valor podría considerarse<br />

acaso con merecimiento, cuanto<br />

menos en algunas ocasiones,<br />

cuestionable, sino precisamente<br />

un planteamiento artístico de<br />

hondísima significación al cual<br />

ellos obedecen y del cual proceden.<br />

Ya no se trata de que, como<br />

sostuvo Friedrich Schlegel, un espíritu<br />

grandioso, toda vez que sus<br />

objetivaciones son forzosamente<br />

limitadas, sólo puede exponerse<br />

parcialmente, de tal manera que<br />

toda subjetividad creadora debe<br />

buscar conscientemente la autolimitación,<br />

ese desajuste entre lo<br />

mostrado y lo oculto en el que, a<br />

juicio del romántico, consiste la<br />

ironía como actitud artística inevitable2<br />

L<br />

. Se trata de que, aun en<br />

objetivaciones devaluadas, un espíritu<br />

grandioso también es capaz<br />

de exponerse íntegramente;<br />

de que unas manifestaciones chabacanas,<br />

ordinarias y de gusto dudoso<br />

no sólo no privan necesariamente<br />

a la fuente de la cual<br />

han brotado de la posibilidad de<br />

grandeza sino que, en ciertos casos,<br />

la vulgaridad de la expresión<br />

viene exigida con entera consecuencia<br />

desde la sublime exube-<br />

rancia del alma que interviene;<br />

que una actuación bochornosa<br />

puede estar al servicio consciente<br />

de una intención excelsa.<br />

El especial de Año Nuevo que<br />

la primera cadena emitió en 1998<br />

fue abierto, en su parte musical,<br />

por un número de Raphael en el<br />

que el célebre Niño de Linares<br />

interpretó su popular éxito Escándalo.<br />

Según es habitual en esta<br />

figura, el número no se limitó<br />

a los cinco minutos de la canción:<br />

al terminar ésta, y aleccionado<br />

por las palmas y las enfervecidas<br />

expresiones de ánimo del público<br />

y los bailarines, el artista ofreció,<br />

en una prolongación en solitario,<br />

unos pases de baile característicos<br />

del sur peninsular aparentemente<br />

improvisados, que no sólo<br />

excedieron los límites de lo lamentable<br />

y lo penoso sino que<br />

acercaron el organismo del cantante<br />

al riesgo de una contrarreacción<br />

cardiaca por sobreabuso y<br />

exceso. Cuando toda aquella deplorable<br />

exhibición hubo tocado<br />

a su fin, el cantante, sobreponiéndose<br />

a una fatiga ostensible y<br />

dirigiéndose al público, trazó sobre<br />

éste con su mano derecha la<br />

señal de la cruz, al tiempo que<br />

con una claridad digna de todo<br />

encomio, y en medio de una hilaridad<br />

general incontenida, articulaba<br />

las palabras “Que Dios<br />

les bendiga a todos”. Con este extraño<br />

gesto, Raphael llevó a su<br />

culminación, a las 0.15 del 1 de<br />

enero de 1998, una síntesis suprema<br />

de dos actos extremos, característica<br />

y exclusivamente humanos,<br />

que el espíritu artístico del<br />

hombre había intuido y perseguido<br />

desde largos siglos atrás: la acción<br />

bufonesca y la acción absolutoria,<br />

el ridículo y la redención.<br />

Aunque ambas acciones son,<br />

desde luego, de naturaleza hete-<br />

ENSAYO<br />

UNA APOLOGÍA FILOSÓFICA DE RAPHAEL<br />

La redención a través del ridículo en cuatro figuras ejemplares<br />

1 Raphael-Alfonso Gil: ¿Y mañana,<br />

qué? Barcelona, Plaza & Janés, 1998.<br />

2 Esto es la aplicación en el ámbito estético<br />

del principio fichteano según el cual,<br />

en una posición limitada, el Yo sólo puede<br />

afirmarse limitadamente.<br />

ALBERTO CIRIA<br />

rogénea, según la cual les corresponden<br />

vías y tradiciones específicas,<br />

hay, no obstante, una determinación<br />

común que cuanto<br />

menos permite su fusión en un<br />

acto único, a saber: el autoinculpamiento<br />

que acontece en la primera<br />

y que funciona como condición<br />

de posibilidad para la segunda.<br />

El hombre ridículo<br />

Es difícil determinar la aparición,<br />

los límites y la extensión que en la<br />

historia del arte tiene la figura del<br />

bufón, cabalmente porque representa<br />

una posibilidad efectiva y,<br />

en ocasiones, incluso una necesidad<br />

ineluctable hondamente enraizada<br />

en la naturaleza del alma<br />

humana. Aunque sin duda cabría<br />

hallar precedentes, la representación<br />

bufonesca suele asociarse con<br />

chanzas y espectáculos medievales,<br />

y sus epígonos alcanzan hasta los<br />

actuales cabaretistas alemanes. Sin<br />

embargo, en la edad moderna<br />

acontece un fenómeno peculiar,<br />

a saber: el bufón aparece ya no<br />

sólo como sujeto de producción<br />

artística, sino como objeto de tratamiento<br />

temático 3 . Con entera<br />

seguridad podría rastrearse la aparición<br />

como objeto de esta figura<br />

en todas las literaturas nacionales<br />

(en Occidente aparece en diversas<br />

formas teatrales y narrativas), pero<br />

parece que es en la tradición<br />

rusa donde goza de un tratamiento<br />

privilegiado: en primer lugar,<br />

por el carácter festivo, lúdico y de-<br />

3 Este desarrollo característico de la modernidad<br />

se puede apreciar además en otros<br />

caracteres. A propósito, por ejemplo, de lo<br />

demoniaco, ver Jacinto Choza: ‘Lo satánico<br />

como fuente y como tema de la creación<br />

artística’, en su La realización del hombre en<br />

la cultura, págs. 261-293, Rialp, Madrid,<br />

1990.<br />

senfrenado del pueblo ruso y por<br />

el hecho de que la literatura rusa<br />

buscó ser eminentemente expresión<br />

del alma del pueblo 4 ; en segundo<br />

lugar, porque la literatura<br />

nacional rusa fue una literatura<br />

de configuración y retrato de caracteres<br />

y tipos (más que una literatura<br />

de ideas, de tramas, de acción,<br />

etcétera), y, en tercer lugar,<br />

por el peso que la doctrina de la<br />

redención tiene en la mentalidad<br />

ortodoxa y por la peculiar conexión<br />

entre ridículo y redención<br />

que ya se ha esbozado y que se<br />

examinará más detenidamente en<br />

lo que sigue. Ya en el Borís Godunov<br />

de Puschkin –y en su versión<br />

operística de Moussorgski, que Tarkovski<br />

escenificó en colaboración<br />

con Claudio Abbado–, encontramos<br />

al Jurodivi, el “bendito de<br />

Dios”, que siendo objeto de la<br />

burla de todos es el único que percibe<br />

y que expresa la verdad de<br />

los acontecimientos que suceden.<br />

El tema reaparece con modificaciones<br />

en las Memorias de un loco,<br />

de Gogol. Pero habrá de ser Dostoievski<br />

quien por vez primera alcance<br />

a dar una caracterización literaria<br />

precisa del bufón, distinguiéndolo<br />

inequívocamente tanto<br />

del “bendito” –la María Timofeievna<br />

de Los demonios– como<br />

del mero “idiota”, concretamente<br />

en los personajes del protagonista<br />

de El sueño de un hombre ridículo<br />

y del Fiódor Pávlovich de Los hermanos<br />

Karamazov, cuyo epíteto<br />

es “el viejo bufón”. Mientras que<br />

el idiota es desconocedor de su<br />

4 Refiriéndose al “viejo bufón”: “Lo repito<br />

una vez más: no es cuestión de estupidez,<br />

la mayoría de estos insensatos son bastante<br />

inteligentes y astutos; son, precisamente,<br />

de una torpeza peculiar, nacional”.<br />

F. M. Dostoievski: Los hermanos Karamazov,<br />

pág. 75. Cátedra, Madrid, 1987.<br />

60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


propia condición de tal 5 , el bufón<br />

y el hombre ridículo asumen<br />

hasta el fondo y representan con<br />

plena conciencia su papel de tales,<br />

pudiendo dicha representación<br />

llegar a ser en ocasiones una elaboración<br />

artística bien tramada y<br />

compleja.<br />

‘El sueño de un hombre ridículo’,<br />

aparecido en el Diario de<br />

un escritor en abril de 1877, comienza<br />

con un tratamiento del<br />

personaje en el que, aparte de su<br />

carácter de ridículo a los ojos de<br />

todo el mundo, se exponen ya<br />

de modo explícito estas cinco notas<br />

esenciales: a) el hecho de ser<br />

un tipo único y, en tal medida,<br />

solitario e incomunicable; b) la<br />

conciencia plena y lúcida de ser<br />

esto; c) la superioridad moral que<br />

alcanza por ser a) y b); d) en virtud<br />

de c), la posibilidad de desdeñar<br />

el juicio ajeno, y e) la conmiseración<br />

que, desde esta superioridad<br />

moral, es capaz de sentir<br />

hacia los demás:<br />

“Soy un hombre ridículo.<br />

Ahora me tienen incluso por loco.<br />

Eso todavía sería un ascenso<br />

de graduación si, a pesar de ello,<br />

no siguiera siendo siempre para<br />

5 “¿Pero qué clase de idiota puedo ser<br />

ahora, cuando yo mismo comprendo que<br />

me toman por idiota?”. El idiota, pág. 112,<br />

Alianza Editorial, Madrid, 1996. En este<br />

sentido, el señor Goliadkin, el protagonista<br />

de El doble, oscila entre el ridículo y la<br />

idiotez, pues el grado de conciencia que<br />

tiene de su propia situación ante los demás<br />

lo adquiere sólo de modo reflejo, a través de<br />

su doble.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Dostoievski y Raphael<br />

ellos ridículo. Pero esto ahora ya<br />

no me enfada, ahora todos ellos<br />

me son queridos, incluso cuando<br />

se ríen de mí. Sí, precisamente<br />

entonces, por algún motivo especial,<br />

me son particularmente<br />

queridos. A gusto me reiría con<br />

ellos, no exactamente sobre mí,<br />

sino por amor hacia ellos, si es<br />

que el contemplarlos no me hiciera<br />

tan triste. Triste, porque no<br />

conocen la verdad. Pero yo conozco<br />

la verdad. ¡Ay, qué duro<br />

ser el único en conocer la verdad!<br />

Pero esto ellos no lo entenderán.<br />

No, jamás lo entenderán. Antes<br />

me afligía mucho el hecho de que<br />

aparecía como ridículo. No, no<br />

ya que aparecía como ridículo, sino<br />

que lo era. Quizá siempre he<br />

sido ridículo, ya desde mi nacimiento,<br />

y lo he sabido. […] Pero<br />

ninguno de ellos ha sabido y ni siquiera<br />

ha intuido que, si en alguna<br />

parte del mundo había alguien<br />

que se diera más cuenta que ellos<br />

de mi ridiculez, ese alguien era<br />

yo. Y justamente esto era lo que<br />

más me afligía: que no lo supieran”<br />

6 .<br />

La ridiculez del “hombre ridículo”<br />

consiste, pues, en que éste<br />

es el conocedor exclusivo de una<br />

verdad que, por un motivo determinado,<br />

es incapaz de comunicar<br />

a nadie. ¿Cuál es esta verdad?<br />

En el transcurso del cuento,<br />

6 ‘Traum eines lächerlichen Menschen’,<br />

en Sämmtliche Erzählungen, págs. 498-499.<br />

Piper Verlag, Múnich, 1984.<br />

este hombre nos refiere cómo una<br />

noche, apesadumbrado porque<br />

“todo me era indiferente”, decide<br />

suicidarse disparándose al corazón.<br />

Pero justo antes de apretar el<br />

gatillo cae en una ensoñación en<br />

la que se ve transportado a una<br />

especie de paraíso de hombres<br />

puros, inocentes y felices que le<br />

acogen como a un hermano. Sin<br />

embargo, el “hombre ridículo”,<br />

que procede del Petersburgo decimonónico,<br />

de modo enteramente<br />

involuntario y, al comienzo,<br />

hasta inofensivo, les transmite<br />

la capacidad de engañar. Pero<br />

este “átomo de mentira” prende<br />

en los corazones de aquellos hombres<br />

puros y va arrastrando sucesivos<br />

vicios, hasta que todo aquel<br />

paraíso acaba sumido en el pecado<br />

y el sufrimiento. El “hombre<br />

ridículo” adquiere conciencia plena<br />

de que el responsable de toda<br />

aquella corrupción es él y sólo él:<br />

“Les dije que todo aquello lo había<br />

hecho yo, que yo tenía la culpa<br />

de todo aquello: yo, yo solo 7 ”.<br />

Y en cambio, al contemplar a<br />

aquellas gentes sufrientes y pecadoras,<br />

observa maravillado cómo<br />

ahora los ama todavía más que<br />

antes, cabalmente porque ahora,<br />

cuando entre esos hombres ha<br />

aparecido el mal y el dolor, son<br />

más capaces de ser amados: “Pero<br />

yo les amaba quizá más aún que<br />

antes, cuando en sus rostros no<br />

había todavía sufrimiento alguno<br />

y eran tan inocentes y tan bellos”<br />

8 . El dolor anímico que provoca<br />

este amor tan arrebatado<br />

oprime físicamente su corazón<br />

hasta despertarlo de su ensoñación.<br />

Esta verdad, que uno es responsable<br />

de todos los pecados de<br />

7 Ibíd., pág. 518.<br />

8 Ibíd.<br />

todos los hombres, colectivos y<br />

personales, junto con el amor<br />

universal que de aquí resulta, es la<br />

que sólo puede anunciarse a riesgo<br />

de ser tenido por loco: “Y finalmente<br />

me explicaron que me<br />

había vuelto peligroso para ellos<br />

[por anunciar esta verdad] y que<br />

me encerrarían en un manicomio<br />

si no me callaba de una vez” 9 .<br />

Acaso por vez primera en la literatura<br />

universal aparece la conexión<br />

entre el ridículo y la redención<br />

como asunción universal de<br />

toda culpa con un propósito expiador.<br />

El autoinculpamiento que<br />

aquí se verifica ya no se refiere a<br />

una culpa propia, como es siempre<br />

el caso en las sensaciones corrientes<br />

de ridículo, sino que es<br />

capaz de cargar sobre sí también<br />

culpas ajenas. En este cuento, el<br />

ridículo es una consecuencia de<br />

que dicha asunción, por ser un<br />

acto eminentemente individual,<br />

no puede hacerse comprender absolutamente<br />

a nadie, y a los ojos<br />

del mundo aparece entonces como<br />

un completo disparate 10 .<br />

El bufón Fiódor Karamazov<br />

En 1879-1880 aparece Los hermanos<br />

Karamazov, la obra cumbre<br />

de Dostoievski. Desde el punto<br />

de vista de la conexión entre<br />

ridículo y redención, la figura de<br />

Fiódor Pávlovich, “el viejo bufón”,<br />

representa un paso adelante respecto<br />

del “hombre ridículo”: a sa-<br />

9 Ibíd. En la exégesis que en Temor y<br />

temblor Kierkegaard hace del sacrificio de<br />

Abraham se insiste en que “Abraham no<br />

puede comunicarse”.<br />

10 De modo análogo, en la película de<br />

Tarkovski Sacrificio, Alexander es mandado<br />

a internar por aquellos que no han comprendido<br />

el sentido de su acción sacrificial.<br />

En la exégesis kierkegaardiana del sacrificio<br />

de Abraham, esta incomprensión se corresponde<br />

con la categoría de lo absurdo.<br />

61


UNA APOLOGÍA FILOSÓFICA DE RAPHAEL<br />

ber, el ridículo no es aquí una consecuencia<br />

mediata de la caída en<br />

pecado de los demás –el miembro<br />

intermedio es la asunción sobre sí<br />

del pecado ajeno–, sino que pasa a<br />

ser la causa inmediata de que los<br />

demás caigan en pecado. Sófocles<br />

nos ha dado con su Edipo la figura<br />

de un hombre que es simultáneamente<br />

el responsable de los<br />

males de su pueblo y la persona de<br />

quien depende su salvación. Pero<br />

Edipo desconoce que, efectivamente,<br />

él es el culpable. En Fiódor<br />

Pávlovich, Dostoievski nos presenta<br />

a un hombre que de un modo<br />

voluntario y consciente provoca<br />

la caída en culpa de los demás<br />

para de este modo abrirse a sí<br />

mismo la posibilidad de redimirlos:<br />

el bufón.<br />

La caracterización psicológica<br />

de Fiódor Pávlovich Karamazov,<br />

el padre de los tres hermanos, se<br />

desarrolla fundamentalmente en<br />

el capítulo primero del libro primero<br />

de la primera parte, y en los<br />

capítulos segundo y octavo del libro<br />

segundo de la primera parte.<br />

Estos tres capítulos se titulan, respectivamente,<br />

‘Fiódor Pávlovich’,<br />

‘El viejo bufón’ y ‘El escándalo’<br />

(¡adviértase la coincidencia con la<br />

canción de Raphael!). Ya desde el<br />

primer momento nos es presentado<br />

como alguien que busca conscientemente<br />

el papel de bufón:<br />

“[…] Fiódor Pávlovich […] en<br />

realidad no era más que un bufón<br />

maligno” 11 . “Muchos hasta añadían<br />

que a él le gustaba presentarse<br />

con un renovado aspecto de<br />

bufón, y que adrede, para que se<br />

rieran más, aparentaba no darse<br />

cuenta de su cómica situación” 12 .<br />

Pero no basta con este retrato<br />

del personaje a cargo del cronista<br />

de la historia. Es preciso que el<br />

viejo bufón entre en escena y actúe<br />

y se defina por sí mismo (este<br />

detalle, como al final se verá, es de<br />

una importancia capital para el<br />

propósito último de este artículo):<br />

“¡Tiene usted ante sí a un auténtico<br />

bufón! Como tal me presento”<br />

13 . Su actuación llena todo<br />

11 Op. cit., pág. 76.<br />

12 Pág. 78. Adviértase: “Aparentaba no<br />

darse cuenta”, luego era plenamente consciente.<br />

el segundo libro de la novela, en el<br />

que los hermanos se reúnen con<br />

el padre en presencia de un anciano<br />

monje venerable para dirimir las<br />

disputas relativas a la cuestión de<br />

la herencia. Tan pronto como Fiódor<br />

se ve en presencia del venerable,<br />

comienza su actuación: “Soy<br />

bufón hasta los tuétanos, lo soy<br />

de nacimiento, como pasa con los<br />

benditos” 14 . Como sucedía con<br />

el hombre ridículo, en Fiódor<br />

Pávlovich encontramos el mismo<br />

movimiento de autoensalzamiento<br />

sobre la base de una autohumillación:<br />

“Precisamente, cuando<br />

me acerco a la gente siempre me<br />

parece que yo soy el más vil de<br />

todos y que todos me toman por<br />

un bufón; así que me digo: ‘¡Hala!<br />

Voy a hacer de bufón, no tengo<br />

miedo a lo que pensáis, porque<br />

todos, ¡absolutamente todos, sois<br />

más canallas que yo!’. Por eso soy<br />

un bufón. Soy bufón por vergüenza.<br />

[…] Si alboroto es sólo<br />

por timidez. Si estuviera convencido<br />

de que cuando entro en un<br />

lugar todos van a tomarme por<br />

un hombre encantador e inteligente,<br />

¡Dios del cielo, qué buena<br />

persona sería yo entonces!” 15 . Justamente<br />

porque el monje venerable<br />

no le trata como a un bufón,<br />

al final, Fiódor tiene que acabar<br />

retirándose de su presencia. Despertar<br />

y centrar sobre sí el escarnio<br />

de los demás se ordena no obstante<br />

a engendrar un sentimiento<br />

de naturaleza superior: “Cierto,<br />

cierto, es agradable ofenderse [sc.<br />

porque los demás se burlen de<br />

uno]. […] Cierto, cierto, toda mi<br />

vida me he dado por ofendido,<br />

hasta me ha resultado agradable,<br />

me he ofendido por estética, pues<br />

estar ofendido no sólo es agrada-<br />

13 Pág. 122.<br />

14 Pág. 123.<br />

15 Pág. 126. Otro rasgo común al<br />

“hombre ridículo” y a Fiódor Pávlovich lo<br />

ofrecen las sorprendentes coincidencias en<br />

sus correspondientes relatos de la corrupción<br />

del hombre, respectivamente, en la<br />

parte V del ‘Sueño’ y al comienzo del capítulo<br />

‘El viejo bufón’. Sin embargo, hay que<br />

significar también las diferencias entre ambos.<br />

El carácter bufonesco de Fiódor obedece<br />

a una necesidad de reconocimiento<br />

que le mueve a ratificar la opinión en que le<br />

tienen los demás. La ridiculez del hombre<br />

ridículo consiste, justo al contrario, en la incapacidad<br />

de ser reconocido.<br />

ble, sino que, a veces, hasta resulta<br />

hermoso. […] ¡Hasta es hermoso!”<br />

16 . Este sentimiento de naturaleza<br />

superior, el bufón lo acaba<br />

proyectando sobre aquellos<br />

mismos que hacen mofa de él; no<br />

es, pues, un mero masoquista, que<br />

se encierra en sí mismo y busca al<br />

sádico sólo como instrumento. Su<br />

caracterización se completa en el<br />

capítulo ‘El escándalo’, donde se<br />

produce el enfrentamiento entre<br />

Fiódor y Miúsov. En la novela,<br />

Miúsov representa al liberal ruso<br />

de los años cuarenta y cincuenta<br />

del siglo pasado: su tipo consiste<br />

en representar una pose mientras<br />

que, en realidad, lleva una vida en<br />

contradicción con ella. Miúsov<br />

quiere demostrar a los monjes que<br />

él no es de la calaña de Fiódor. Lo<br />

importante es que siente la necesidad<br />

de demostrárselo a alguien,<br />

que necesita del reconocimiento<br />

ajeno para sostener su identidad.<br />

Para poner de manifiesto su magnanimidad,<br />

cede a los monjes los<br />

derechos sobre la tala de un bosque<br />

de su propiedad, “tanto más<br />

cuanto que todo aquello tenía<br />

muy poco valor” 17 . Pero Fiódor lo<br />

cala a fondo, y profiere unas palabras<br />

que vienen a ser una auténtica<br />

definición del bufón: “[Miúsov]<br />

gusta de que en las palabras<br />

haya plus de noblesse que de sincerité;<br />

en cambio, a mí me gusta<br />

que en mis palabras haya plus de<br />

sincerité que de noblesse” 18 . La bufonada<br />

tiene en último término<br />

un efecto desenmascarador: “La<br />

falsedad no me gusta, padres.<br />

¡Quiero la verdad!” 19 . Así, reprocha<br />

a los monjes buscar la<br />

salvación encerrándose en el monasterio,<br />

“querer comprar a Dios<br />

comiendo coles”, y les reta a salir<br />

al mundo, donde la salvación<br />

es algo más “dificilillo” 20 . En virtud<br />

de esta expresión de la verdad,<br />

el juicio definitivo del escritor<br />

sobre este personaje ha de<br />

ser, pues, pese a todo, magnánimo:<br />

“En la mayor parte de los<br />

casos, la gente, incluso la mala<br />

gente, es mucho más ingenua y<br />

16 Pág. 127.<br />

17 Pág. 180.<br />

18 Pág. 185.<br />

19 Pág. 187.<br />

20 Ibíd.<br />

bondadosa de lo que nosotros<br />

nos figuramos” 21 .<br />

El bufón de Andréi Rublev<br />

“Dostoievski podría llegar a ser<br />

la quintaesencia de todo cuanto<br />

deseo llevar a cabo en mis películas”.<br />

Así comienzan los diarios de<br />

Tarkovski, que el cineasta tituló,<br />

tan significativamente, Martirologio<br />

22 . En la filmografía del ruso,<br />

la figura del bufón aparece en Andréi<br />

Rublev, película cuyo tema<br />

es el sentido sacrificial y redentor<br />

de la creación artística 23 . Prescindiendo<br />

del Prólogo, la escena del<br />

globo, el primer capítulo de la<br />

película es el encuentro entre el<br />

monje Rublev y el bufón. Sorprendido<br />

en su peregrinación por<br />

una fuerte lluvia, el monje se<br />

apresura a buscar cobijo en una<br />

cabaña, donde un bufón hace payasadas<br />

para provocar la hilaridad<br />

de los concurrentes. Cuando entra<br />

el monje, el bufón comienza a<br />

hacer escarnio de él, hasta que<br />

unos guardias le detienen y le<br />

condenan a trabajos forzados a<br />

causa de su burla. En un principio<br />

parece que con esta escena<br />

Tarkovski quiere resaltar la oposición<br />

entre el monje –la gravedad,<br />

la seriedad, la religiosidad– y el<br />

bufón –lo grotesco, la chanza,<br />

el mundo sensible–. Pero esta interpretación<br />

se compadece poco<br />

con el segundo y a todas luces<br />

inesperado encuentro entre monje<br />

y bufón, ya casi al final de la<br />

película. Significativo es, sobre todo,<br />

que este segundo encuentro<br />

acontece justo antes de la escena<br />

21 Pág. 79.<br />

22 Andrej Tarkowskij: Martyrolog, pág.<br />

33. Limes, Berlín, 1989. También su Elogio<br />

del hombre débil, esa apología de los tipos<br />

marginales e inadaptados, comienza<br />

con una alusión al escritor.<br />

23 El coguionista de esta película fue<br />

Andréi Konchalovski, que bien merece un<br />

par de líneas por representar una progresión<br />

artística sin parangón en la historia del séptimo<br />

arte. Hermano del también cineasta<br />

Nikita Michailkov (Ojos negros, Urga), comenzó<br />

su carrera con Tarkovski, como<br />

codirector de El violín y la apisonadora y como<br />

coguionista de Andréi Rublev, y terminó<br />

en Hollywood, dirigiendo Tango y Cash,<br />

con Sylvester Stallone y Kurt Russell. Cabe<br />

decir en desagravio suyo que entre tanto había<br />

rodado Expreso al infierno, ese poema<br />

fílmico a la libertad con Jon Voight sobre<br />

un guión de Kurosawa.<br />

62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


de la campana, en la que al monje<br />

le es revelado el sentido redentor<br />

que puede encerrar la obra de arte.<br />

Un bufón demacrado por la<br />

condena reconoce al monje por<br />

cuya culpa ha sufrido largos años<br />

de castigos corporales, y su primera<br />

reacción es abalanzarse contra<br />

Rublev armado de un hacha para<br />

cobrarse venganza. Sin embargo,<br />

en el último momento, arroja el<br />

hacha al suelo y, poniéndose boca<br />

abajo, comienza a caminar con las<br />

manos, volviendo a sus bufonadas:<br />

el bufón ha perdonado. Esta<br />

reacción del bufón viene a ser, según<br />

su disposición en la película,<br />

como un preludio del sentido sacrificial<br />

que enseguida se le va a<br />

revelar al monje en la creación artística.<br />

El bufón es quien provoca<br />

que los demás se burlen de él para<br />

luego poder perdonarles. La diferencia<br />

con el hombre ridículo, ya<br />

se ha dicho, es que la ridiculez procede<br />

de la intransferibilidad del sacrificio<br />

(la secuencia es: pecado de<br />

los demás, sacrificio expiador de<br />

esos pecados, burla de los demás a<br />

causa de que el sacrificio no es<br />

comprendido, propio ridículo), y,<br />

en conexión con esto, la situación<br />

de pecado es un hecho previo; el<br />

bufón provoca la situación (la secuencia<br />

es: propia bufonada, burla<br />

de los demás, pecado de los demás,<br />

absolución de esos pecados).<br />

Y en comparación con Fiódor<br />

Pávlovich se ha incrementado la<br />

conciencia de la vinculación entre<br />

el ridículo y la creación de arte, en<br />

tanto que la intervención bufonesca<br />

tiene como interlocutor la<br />

figura de un pintor de iconos cuya<br />

conciencia redentora de algún modo<br />

es despertada por aquélla. Sin<br />

embargo, a diferencia de los dos<br />

primeros tipos ejemplares, ridículo<br />

y redención quedan encarnados<br />

por dos caracteres diferentes<br />

que, además, siguen siendo personajes<br />

de una producción artística.<br />

Con toda la progresión que se ha<br />

ganado con este tercer carácter, ha<br />

quedado, sin embargo, una doble<br />

síntesis por resolver: la de ambas<br />

acciones en un personaje único, y<br />

la de este personaje con su creador.<br />

Las edades de Raphael<br />

Se ha dicho que en la edad moderna<br />

un determinado tipo hu-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

mano que durante el medioevo<br />

había venido funcionando como<br />

sujeto de la producción artística se<br />

transforma en tema, en asunto<br />

de tratamiento literario. Pues<br />

bien, la significación artística de<br />

Raphael consiste en que, conservando<br />

e invirtiendo a un tiempo<br />

dicho proceso, no sólo recoge todo<br />

aquello que, a modo de prototipos,<br />

el “hombre ridículo”, el<br />

“viejo bufón” de Fiódor Pávlovich<br />

y el bufón de Andréi Rublev son y<br />

representan como objetos de tratamiento<br />

literario, sino que lo carga<br />

sobre sí, fundiéndose con ello<br />

entero él mismo como sujeto de la<br />

actividad artística, es decir, como<br />

cantante, en el sentido de que este<br />

determinado personaje y su propio<br />

autor se sintetizan. Desde aquí<br />

se explica no sólo su dedicación a<br />

un arte escénico –sin olvidar su<br />

filmografía–, sino el tremendo<br />

histrionismo con el que se le asocia,<br />

así como, por encima de todo,<br />

su nombre artístico, Raphael, una<br />

curiosa transformación de su<br />

nombre original que, a pesar de<br />

todo, lo deja intacto.<br />

Para valorar correctamente la<br />

figura de Raphael hay que tener<br />

en consideración dos factores. El<br />

primero de ellos es que su discografía<br />

se articula en una diversidad<br />

de etapas que, desde luego,<br />

vienen a corresponderse con el<br />

cambio del timbre de su voz por<br />

motivos de maduración fisiológica,<br />

pero que, igualmente, encuentran<br />

reflejo en ciertas modificaciones<br />

en los temas y, sobre<br />

todo, en la actitud del cantante 24 .<br />

Así, y dejando de lado sus grabaciones<br />

infantiles, cabe distinguir<br />

tres etapas, cada una de las cuales<br />

alcanza expresión máxima en un<br />

disco: a) el Raphael eurovisivo de<br />

los sesenta, recopilado en El disco<br />

de oro de Raphael, del cual se editó<br />

en 1996 una valiosa antología<br />

24 En el mundo de la música ligera hay<br />

cantantes que, a lo largo de toda su carrera,<br />

conservan inalterado el timbre de voz y<br />

tampoco modifican su estilo interpretativo.<br />

El ejemplo más paradigmático es, seguramente,<br />

Julio. Hay también quienes experimentan<br />

un cambio de voz pero mantienen<br />

su estilo, y quienes conservan la misma voz<br />

pero modifican su modo de interpretar. En<br />

Raphael se aprecia una evolución en los<br />

dos aspectos.<br />

en tres volúmenes titulados Los<br />

ep’s originales; b) el Raphael de fines<br />

de los setenta y comienzos de<br />

los ochenta, que culmina en su ya<br />

legendario En carne viva (1981),<br />

y que en los restantes ochenta conocerá<br />

su epígono y su decadencia;<br />

c) el Raphael de los noventa,<br />

que resurge con su simbólico Ave<br />

Fénix (1992), y del cual da excelente<br />

testimonio su reciente Desde<br />

el fondo de mi alma (1995).<br />

Cierto que existen momentos de<br />

transición, recogidos en discos correspondientes,<br />

y, además, épocas<br />

de extravío, con producciones<br />

que no aportan nada esencial<br />

y que pueden sin más ser olvidadas<br />

cabalmente porque en ellas el<br />

cantante ha acudido al amparo<br />

de otros artistas de rango inferior:<br />

es el caso de sus colaboraciones en<br />

los ochenta con J. L. Perales.<br />

El segundo factor es que, ya<br />

desde su segunda etapa, y de modo<br />

progresivo, en su discografía<br />

comienzan a aparecer canciones<br />

en las que Raphael se expresa a sí<br />

mismo como tal, como personalidad<br />

única. Es decir, a diferencia<br />

de otras composiciones en las que<br />

el cantante trata temas como el<br />

amor, el abandono, la ruptura, la<br />

infidelidad, el despecho, etcétera,<br />

en éstas pone su alma al descubierto:<br />

“De por qué doy siempre<br />

el alma cuando me pongo a<br />

cantar”. “Yo sigo siendo aquel<br />

que va dejando el alma entre sus<br />

versos”. “Porque pasé de la niñez<br />

a mi garganta para cantar canciones<br />

como ésta, para cantar canciones<br />

de mi alma”. “Yo tengo<br />

por misión cantar” 25 . Cabe denominarlas<br />

“canciones autoexpositivas”:<br />

Qué sabe nadie, Escándalo,<br />

Soy lo peor, son sólo algunas<br />

de las más populares.<br />

En la discografía de Raphael, y<br />

en concreto en estas últimas canciones,<br />

cabe rastrear el conjunto<br />

entero de las cinco determinaciones<br />

que vinculan en una misma<br />

25 Respectivamente de Qué sabe nadie,<br />

Yo sigo siendo aquel, Volveré a nacer y Al<br />

margen de la vida. Estas “canciones autoexpositivas”,<br />

si bien no exclusivas de Raphael,<br />

sí que se reservan en cambio sólo a las<br />

más grandes personalidades artísticas. Aquí<br />

queremos citar sólo a Concha Piquer y a<br />

Torrebruno: “Me llamo Torrebruno, payaso<br />

número uno, etcétera”.<br />

ALBERTO CIRIA<br />

persona la situación de ridículo a<br />

los ojos del mundo y el acto redentor<br />

que es posibilitado sólo<br />

desde aquélla. Estas cinco determinaciones<br />

son asumidas y representadas<br />

por el cantante de modo<br />

no sólo consciente, sino plenamente<br />

voluntario y responsable 26 .<br />

Las cinco determinaciones<br />

del ridículo<br />

El primer movimiento es, pues,<br />

de autoinculpación, autohumillación<br />

y autodegradación. El mejor<br />

testimonio de ello lo aportan<br />

los versos de Soy lo peor: “De entre<br />

lo peor de lo peor, soy lo peor:<br />

aplico todos mis defectos en mis<br />

locas actitudes y me fallan las virtudes.<br />

[…] De entre lo peor de lo<br />

peor soy lo peor: un individuo<br />

insoportable, muchas veces indeseable,<br />

sé que soy inaguantable”.<br />

Este “sé que soy”, donde de<br />

modo ejemplar se formula toda<br />

la conciencia de la propia situación,<br />

emparenta a Raphael con<br />

los caracteres elaborados por<br />

Dostoievski. Tal como el príncipe<br />

Myschkin advertía que, tan<br />

pronto como un idiota se da<br />

cuenta “de que todo el mundo<br />

me toma por un idiota”, deja de<br />

serlo en el acto, Raphael tiene lúcida<br />

conciencia de la consideración<br />

en que es tenido, puesto<br />

que, en último término, él mismo<br />

la ha provocado: “A veces oigo<br />

sin querer algún murmullo” 27 .<br />

Esta autohumillación por debajo<br />

de las culpas de todo el<br />

mundo le eleva a rango de figura<br />

única, en el sentido de que quien,<br />

26 Aunque, desde luego, hubiera sido<br />

bien posible, en orden a destacar la progresión<br />

que Raphael representa, se ha renunciado<br />

a una exposición de las determinaciones<br />

paralela a la del “hombre ridículo”.<br />

Precisamente, desde que, como se verá,<br />

en Raphael las cinco determinaciones se<br />

cumplen de vez, es irrelevante el orden de<br />

su exposición.<br />

27 De Qué sabe nadie. Por oír los murmullos<br />

de los demás, es consciente de cómo<br />

el mundo le enjuicia. Pero este “sin querer”<br />

se refiere a la azarosidad de la captación de<br />

los murmullos y no afecta al hecho de que<br />

la propia actitud del artista es enteramente<br />

voluntaria. Contra esta tesis no se puede esgrimir<br />

como contraejemplo la canción Se<br />

me olvidó que te olvidé, de tan manifiestas<br />

resonancias heideggerianas, puesto que el<br />

reconocimiento y la confesión del olvido<br />

del olvido es de suyo su propia superación.<br />

63


UNA APOLOGÍA FILOSÓFICA DE RAPHAEL<br />

de entre lo peor de lo peor, es el<br />

peor, no tiene semejante. En algunas<br />

ocasiones, esto se refleja ya<br />

en los mismos títulos: Yo soy<br />

aquel, Yo sigo siendo aquel, o, más<br />

condensadamente, Yo. Pero con<br />

más frecuencia aparece en las letras:<br />

“Pienso diferente, no vivo<br />

con la gente. […] Vivo mi vida,<br />

soy como soy” 28 . Precisamente<br />

por ser único no puede comunicar<br />

su verdad y queda condenado<br />

a la incomprensión, según declara<br />

de modo paradigmático su<br />

Qué sabe nadie, o también Al<br />

margen de la vida: “Tal vez al final<br />

llegue a recoger del mundo traiciones,<br />

mas yo siempre seguiré<br />

sembrando canciones”. Como todo<br />

entusiasta bien sabe, Raphael<br />

siempre aparece solo llenando el<br />

escenario. Su soledad es la segunda<br />

determinación.<br />

Sin embargo, no es esta soledad<br />

una tal que se vuelva exclusivamente<br />

sobre sí misma y se autoclausure,<br />

sino que, sin renunciar<br />

a su carácter de unicidad,<br />

abre desde sí dos vías positivas<br />

hacia el prójimo: la una, inmediata,<br />

que constituirá la tercera<br />

determinación, y la otra, mediata,<br />

cuyo medio y cuyo fin habrán de<br />

ser respectivamente las determinaciones<br />

cuarta y quinta.<br />

En primer lugar, la propia situación<br />

de hundimiento despierta<br />

en el cantante una especial simpatía<br />

hacia otros marginados e incomprendidos,<br />

que son tenidos<br />

como semejantes: “Los amantes<br />

se van, riendo se van porque no<br />

los entienden” 29 . Amén de Inmensidad,<br />

sus canciones Le llaman<br />

Jesús y La dulce Mimí, dos<br />

piezas que, significativamente,<br />

poseen una estructura compositiva<br />

y una melodía muy semejantes,<br />

son igualmente ejemplos elocuentes.<br />

Pero, por otro lado, su carácter<br />

de figura única le dispone simultáneamente<br />

en una cierta situación<br />

de superioridad moral, desde<br />

la cual le es permitido manifestar<br />

su voluntad soberana:<br />

“Ahora no hay quien me detenga,<br />

aunque no pare la lengua de la<br />

28 De Escándalo.<br />

29 De Los amantes.<br />

alta sociedad. […] Si tengo ganas,<br />

hago lo que me da la gana.<br />

Soy yo quien decide sí o no” 30 ; así<br />

como desdeñar el judicium mundi:<br />

“No me importa que murmuren<br />

ni que mi nombre censuren<br />

por todita la ciudad. […] Un<br />

alma libre siempre he sido yo.<br />

Pienso diferente, no vivo con la<br />

gente, y mi manera no la voy a<br />

cambiar. […] Vivo mi vida, soy<br />

como soy, no hay quien me pare<br />

por donde voy. […] No me interesa:<br />

¿qué más me da? Nada me<br />

importa, digan lo que digan” 31 .<br />

“A veces oigo sin querer algún<br />

murmullo, mas no hago caso y<br />

yo me río y me pregunto: ¿qué sabe<br />

nadie?”. De hecho, la expresión<br />

“digan lo que digan”, que<br />

aparece cuanto menos en cuatro<br />

canciones (Digan lo que digan,<br />

Los hombres también lloran, Qué<br />

dirán de mí, Escándalo), pasa por<br />

ser la más recurrente del cantante,<br />

amén de una expresión concentrada<br />

de su alma entera. Hasta<br />

que finalmente, desde esta situación<br />

de superioridad, se compadece<br />

de quienes, burlándose de<br />

él, han caído en culpa, y los eleva<br />

hacia sí bendiciéndoles o, cuanto<br />

menos, perdonándoles: “Te juro<br />

que no he sido rencoroso; […] si<br />

quieres regresar, hazlo deprisa,<br />

hazlo ya” 32 . “Soy lo peor. Mas no<br />

hagas caso de mis locos sentimientos<br />

ni [de] mi mal comportamiento;<br />

no hagas caso, por favor,<br />

porque a la hora de extrañarte<br />

como un necio un beso tuyo<br />

para mí no tiene precio, y para<br />

amarte como así [sc., así como<br />

para] necesitarte soy el mejor” 33 .<br />

Ahora, por fin, pero sólo ahora,<br />

es posible entonar ese cántico<br />

de alabanza y glorificación que<br />

encierra en sí el cosmos entero,<br />

ese hosanna universal y esa celebración<br />

de la armonía del todo,<br />

un congratularse por existir que<br />

no es la alegría ignorante del paraíso<br />

sin pecado, sino un gozo del<br />

ser que ha atravesado por el purgatorio<br />

del dolor y la tiniebla y ha<br />

30 De Escándalo. En Dostoievski, esta<br />

absolutización de la voluntad tiene como<br />

precedente el Kirillov de Los demonios.<br />

31 De Escándalo.<br />

32 De Qué tal te va sin mí.<br />

33 De Soy lo peor.<br />

triunfado sobre él: “Es mucha<br />

más la luz que la oscuridad” 34 ,<br />

una afirmación que, adviértase,<br />

sólo puede sostener quien, habiendo<br />

conocido ambas, se ha resuelto<br />

a favor de una.<br />

Hemos visto de qué modo Escándalo<br />

es la expresión de una<br />

afirmación olímpica de la propia<br />

voluntad. Un “escándalo” es la<br />

irrupción de un acontecimiento<br />

que, por no ajustarse a los patrones<br />

vigentes, tiende a ser rechazado,<br />

y un modo del rechazo es la<br />

burla. Raphael, de manera voluntaria,<br />

se pone a sí mismo en<br />

situación de ridículo para despertar<br />

la burla de los demás y su<br />

consiguiente caída en culpa. ¿Por<br />

qué? Porque sólo ahora que, a<br />

causa del mismo escarnio que ha<br />

hecho, el mundo ha caído en pecado,<br />

es posible su redención, y<br />

hacia ésta se ordena en último<br />

término la actitud del cantante.<br />

Con conocimiento no hemos<br />

designado estas cinco partes que<br />

configuran semejante actitud artística<br />

como etapas o como estadios,<br />

sino como determinaciones:<br />

las cinco se cumplen a un tiempo,<br />

a saber: en el transcurso de la actuación.<br />

De otro modo que en<br />

un golpe único no es posible esa<br />

autoafirmación absoluta que sucede<br />

en el ridículo.<br />

Los grados de voluntad son eo<br />

ipso grados de conciencia. Con<br />

el establecimiento absoluto de<br />

una voluntad que todo lo desdeña<br />

se corresponde una apropiación<br />

consciente progresiva del<br />

propio ser. Por eso, y porque, a<br />

diferencia de otros temples anímicos,<br />

hacer el ridículo es indiscernible<br />

de la plena conciencia<br />

de estar haciéndolo 35 , era necesaria<br />

en la discografía de nuestro<br />

cantante la aparición de esas que<br />

hemos llamado canciones auto-<br />

34 De Digan lo que digan. Cada verso<br />

de esta canción expresa la resolución de<br />

una voluntad que, habiendo tenido que<br />

escoger entre los polos cósmicos opuestos<br />

del bien y el mal, se ha decidido por el<br />

primero.<br />

35 No cabe hacer el ridículo sin darse<br />

cuenta de que se está haciendo el ridículo,<br />

o, dicho más radicalmente, hacer el ridículo<br />

es la conciencia de hacerlo. La redacción<br />

de unas memorias viene a ser, en este sentido,<br />

un paso más en el proceso de autoapropiación<br />

cognoscitiva.<br />

expositivas, en las que el artista se<br />

expresa nudamente a sí mismo<br />

“desde el fondo de mi alma”. No<br />

se puede obviar que muchas de<br />

sus canciones, e incluso discos<br />

enteros, como meros productos<br />

artísticos, son de un valor menguado<br />

y de un gusto prosaico,<br />

pero justamente la grandeza del<br />

cantante consiste en que a esas<br />

intervenciones chabacanas se entrega<br />

infinitamente, en que embarca<br />

su ser entero sin distingos<br />

en la calidad de la expresión, tanto<br />

si ésta es sublime como si es<br />

vulgar (“de por qué doy siempre<br />

el alma cuando me pongo a cantar”;<br />

de ahí que, cuando sus mismas<br />

canciones son interpretadas<br />

por otros cantantes, pierden en<br />

gran medida su interés, según<br />

pudo comprobarse en el especial<br />

La gran noche de Raphael, que fue<br />

retransmitido el 23 de febrero de<br />

1999), y es justo esta autoexhibición<br />

incondicional y sin reserva<br />

ninguna lo que, a su vez, posibilita<br />

hacer el ridículo y atraer sobre<br />

sí el escarnio del mundo. Un<br />

espíritu dotado de un gusto refinado,<br />

pero de nada más que de<br />

un gusto refinado, jamás alcanzará<br />

a comprender cuán grande<br />

generosidad de ánimo es exigida<br />

para exponerse de modo absoluto<br />

en una objetivación estrecha.<br />

Sí: todos los detractores de<br />

Raphael cometen, sin excepción,<br />

el error de obcecarse de modo exclusivo,<br />

bien con los productos<br />

(¡pero precisamente Raphael no<br />

es autor de las canciones que interpreta!),<br />

bien con su actitud sobre<br />

el escenario, cuando es justamente<br />

la relación entre ambos la<br />

señal de que lo que aquéllos tomaron<br />

por amaneramiento y desmesura<br />

no es sino una abundancia<br />

cordial que, volcándose sobre<br />

lo deprimido y menguado, lo alza<br />

y acrecienta. Pero ya sabemos<br />

que la incomprensión es el hábito<br />

del misericordioso.<br />

El nombre artístico<br />

Ya se ha llamado la atención sobre<br />

la paradoja que encierra el<br />

nombre artístico “Raphael”. El<br />

nombre propio es la palabra en la<br />

que el ser personal se manifiesta.<br />

Un nombre artístico es una ficción,<br />

una apariencia que garantiza<br />

64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


el discernimiento cabal entre la<br />

representación y el ser auténtico,<br />

por muy equívoca que sea la primera.<br />

Un nombre artístico que,<br />

pese a todo, deja intacto el nombre<br />

propio, es una apariencia de<br />

apariencia, una ficción de ficción<br />

que habla de una manifestación<br />

íntegra y sincera a través de una<br />

expresión artificiosa e histriónica.<br />

Éste es también el sentido que<br />

encierran su seseo y su yeísmo tan<br />

característicos: se trata de intensificar<br />

la veracidad de la expresión a<br />

fuerza de enrarecerla 36 ; o, en términos<br />

de Fiódor Pávlovich, se<br />

trata de sacrificar la nobleza a la<br />

sinceridad 37 . Así se explica la dedicación<br />

de Raphael al arte musical.<br />

En su autobiografía, él mismo<br />

desdeña ser calificado como<br />

“cantante”, y dice preferir ser considerado<br />

“artista”. Pues bien, en el<br />

contexto que se ha definido, cantar<br />

viene a ser un modo “artificioso”<br />

de hablar, en orden, precisamente,<br />

a incrementar la significatividad<br />

de lo enunciado. Como<br />

igualmente ha señalado Luis Lles,<br />

esta figura de la canción siempre<br />

será inalcanzable a todo ensayo<br />

de imitación, merced precisamente<br />

a que su apariencia es ella<br />

misma sólo aparente. Este es el<br />

significado profundo del título de<br />

su disco Las apariencias engañan,<br />

y también de su portada, ese cuadro<br />

de Raphael en pose con un<br />

maquillaje que, lejos de ocultar<br />

sus facciones, aún las remarca. Es<br />

la veracidad del maquillaje: las<br />

apariencias engañan en tanto<br />

que apariencias, engañan porque<br />

no son engañosas, y el maquillaje<br />

se aprovecha como cauce de comunicación,<br />

y no como obstáculo<br />

38 . Casi cabría decir que ese cuadro<br />

es la versión pictórica del planteamiento<br />

de su interpretación<br />

36 También, por ejemplo, es característico<br />

que, en la interpretación en directo de<br />

Yo soy aquel, este verso se transforma en<br />

“Yo soy aquel aquél”, una sustantivación de<br />

un artículo demostrativo que sacrifica la<br />

gramática a la semántica.<br />

37 Balzac lo dice así: “La elegía es esencialmente<br />

linfática, así como el ditirambo es<br />

esencialmente bilioso”.<br />

38 Raphael triunfa en el mismo empeño<br />

en el que Gustav von Aschenbach había<br />

fracasado. Pero, en honor a la justicia, hay<br />

que decir que esta interpretación de la portada<br />

no puede hacerse extensiva a la can-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

musical, si no es porque, en vez<br />

de vivificar el gesto, lo congela 39 .<br />

Kierkegaard nos enseñó que<br />

con esa automostración parcial<br />

en que consiste la ironía se corresponde<br />

el pseudónimo, la palabra<br />

en que se recoge un aspecto,<br />

pero sólo uno, de la personalidad.<br />

Pero ni Rafael es un irónico<br />

ni “Raphael” es un pseudónimo.<br />

Raphael es un nombre artístico.<br />

Así como, cuando en una posición<br />

parcial el Yo se afirma parcialmente,<br />

queda exigida y garantizada<br />

a un tiempo una sucesión<br />

futura indefinida de<br />

posiciones parciales, eso que Fichte<br />

llamó un proceso indefinido<br />

de perfeccionamiento, cuando el<br />

Yo se afirma infinitamente, aun si<br />

lo hace en una posición parcial, el<br />

presente se absolutiza y, en consecuencia,<br />

el futuro se vacía: ¿y<br />

mañana, qué? (huelga decir que la<br />

postura interpretativa que se corresponde<br />

con la absolutización<br />

del presente es la improvisación,<br />

disciplina en la cual nuestro Raphael<br />

es un maestro consumado,<br />

así como que la improvisación es<br />

lo más opuesto a aquello que<br />

Fichte llamaba “plan”). Como actitud<br />

personal, evidentemente, esta<br />

postura es a la larga insostenible<br />

–piénsese en el Kirillov de<br />

Dostoievski–, pero no lo es como<br />

postura artística, siempre y cuando<br />

ambos dominios queden discernidos<br />

(pues de otro modo no<br />

sería una afirmación, sino una<br />

anulación) y a la vez unificados<br />

(pues de otro modo la afirmación<br />

no sería infinita, sino parcial).<br />

Ya en el “hombre ridículo” encontramos<br />

esta síntesis de apariencia<br />

y ser: “No ya [sólo] que<br />

aparecía como ridículo, sino<br />

que lo era”; una fusión que el bufón<br />

premoderno no puede culminar<br />

en modo alguno porque,<br />

en él, expresión y ser todavía no<br />

se han disociado y cohabitan, aún<br />

ción homónima, que, justamente, no es<br />

una canción autoexpositiva.<br />

39 Por este motivo, pese a todo, nos parecen<br />

más acertadas las portadas de En carne<br />

viva y, sobre todo, por haber captado el<br />

movimiento mismo, de Desde el fondo de mi<br />

alma, que no en vano son dos de sus mejores<br />

discos. No obstante, según lo expuesto,<br />

no cabe en rigor una expresión pictórica del<br />

indiscernibles, en una unidad inmediata<br />

y pacífica: “Soy bufón de<br />

nacimiento” 40 . “La apariencia<br />

misma le es esencial a la esencia,<br />

no habría verdad si ésta no apareciera<br />

y se manifestara”, escribió<br />

una vez Hegel 41 . Pero una vez<br />

que la escisión entre ambas ha<br />

acontecido, la expresión ya no<br />

puede ser una manifestación espontánea,<br />

sino que por fuerza ha<br />

de ser una apariencia artificiosa,<br />

esto es, artística 42 . Por eso Raphael<br />

es un artista a la altura de los<br />

tiempos. En ¿Y mañana, qué?, tal<br />

reencuentro de dos posiciones<br />

que han conocido en efecto el extrañamiento<br />

recíproco es lo que<br />

celebran los capítulos XIX y<br />

XLI 43 , esos geniales “diálogos entre<br />

Rafael y Raphael” que testimonian<br />

una mutua pertenencia<br />

restablecida de autor y actor, de<br />

persona y máscara que, luego,<br />

40 El hecho de que, no siendo Dostoievski<br />

premoderno, su personaje sí lo sea,<br />

testimonia la distancia entre ambos.<br />

41 Georg Wilhelm Friedrich Hegel:<br />

‘Vorlesungen über die Ästhetik I’, en Werke,<br />

vol. 13, pág. 21. Ed. Moldenhauer/Michel,<br />

Francfort del Meno, 1970.<br />

42 Dentro de la música ligera hay cantantes<br />

que, más allá de interpretar sus canciones,<br />

no representan nada. Otros representan<br />

un cierto temple anímico, una actitud<br />

o un principio. Así, por ejemplo, Mari<br />

Trini representa, no la nostalgia de la infancia<br />

vivida, sino la melancolía por una<br />

infancia no vivida, y Dyango, más que el<br />

fracaso, la voluptuosidad en el fracaso, un<br />

deleite morboso experimentado en la humillación<br />

–por eso tiene un punto de vicioso–.<br />

Esta clase de cantante encuentra su<br />

público en un determinado tipo humano<br />

–los melancólicos o los abandonados y perdedores–.<br />

En estos términos, Raphael, en<br />

efecto, representa, pero no otra cosa que a<br />

sí mismo, o, si se prefiere, representa la representación,<br />

y por este motivo, al tiempo<br />

que máximamente individual, es máximamente<br />

universal, porque, según las palabras<br />

de Hegel, la diferencia entre ser y manifestación<br />

es, en términos filosóficos, un<br />

trascendental.<br />

43 Op. cit., págs. 284-285 y 555-560.<br />

44 En el mundo del espectáculo, un caso<br />

pintoresco de síntesis fallida de ser auténtico<br />

y apariencia artificiosa son los ventrílocuos.<br />

Un tipo patológico, clínicamente<br />

interesantísimo, lo representa J. L.<br />

Moreno, una subjetividad psicótica que<br />

siente la necesidad de insultarse a sí misma<br />

a través de un muñeco. De hecho, como<br />

precedente del actual ventrílocuo, cabe señalar<br />

al bufón, pero el muñeco que el bufón<br />

porta no es un interlocutor con quien<br />

aquél dialoga, sino el constructo a través del<br />

cual se vehicula su expresión hacia el exterior.<br />

45 De Escándalo.<br />

ALBERTO CIRIA<br />

puede convertir la aparición escénica<br />

en un acto de mostración<br />

abierta e inequívoca 44 .<br />

Pues el ridículo es, en efecto, la<br />

sensación de verse al descubierto,<br />

desnudo y sin protección, sin<br />

velos y como transparente ante<br />

unos ojos efectivamente presentes.<br />

Es en virtud de esta presencia<br />

efectiva que no se reduce a un<br />

mero avergonzamiento o arrepentimiento,<br />

en tanto que éste es<br />

siempre posterior a la acción<br />

obrada. El ridículo es, por consiguiente,<br />

una sensación de escenario:<br />

la larga filmografía de<br />

nuestro artista no bastaba, pues<br />

este temple anímico sólo se sufre<br />

en presente, durante una actuación<br />

en vivo. En el ridículo acontece<br />

un encontrarse afirmado infinita<br />

y abiertamente en una posición<br />

relativamente estrecha.<br />

Sólo que esta autoafirmación, en<br />

la medida en que es consciente y<br />

activa, puede asimismo ser buscada,<br />

y en esa misma medida<br />

puede ordenarse a un propósito<br />

superior. Por eso, cuando en la<br />

madrugada del primer día de<br />

1998 el cantante, al final de su<br />

bochornosa actuación, trazó sobre<br />

el público la señal de la cruz<br />

encomendándolo a la bendición<br />

divina, lanzó una señal a todos<br />

aquellos que tienen ojos para ver.<br />

Raphael ha comprendido que no<br />

bastaba con una formulación literaria<br />

ni cinematográfica para<br />

culminar esta redención a través<br />

del propio ridículo. Ha comprendido<br />

esto, y se ha dicho: “Mi<br />

cuerpo no se acostumbra a este<br />

amor entre penumbra. […] Escondidos<br />

de la Luna no se puede<br />

continuar” 45 . Animado de un<br />

propósito de purificación del prójimo,<br />

era preciso no descargar tal<br />

cumplimiento sobre un personaje<br />

ficticio que actúa en un escenario<br />

ficticio, sino arriesgar el paso<br />

intrépido de asumir sobre sí<br />

mismo esta carga, un paso que<br />

nadie, absolutamente nadie hasta<br />

la irrupción en la escena artística<br />

de nuestro Niño de Linares, había<br />

osado dar jamás. n<br />

principio interpretativo del cantante Alberto Ciria es filósofo.<br />

65


E<br />

n 1949 se estrenó en Francia<br />

Jour de fête (Día de fiesta),<br />

primer largometraje en<br />

la reducida, aunque excepcional,<br />

filmografía de Jacques Tati. Han<br />

pasado 60 años desde la aparición<br />

de la obra que supuso el<br />

descubrimiento del cometa Tati,<br />

cuya originalidad como cineasta<br />

está irremediablemente unida a<br />

su talento como actor cómico.<br />

Su inmensa aportación al arte cinematográfico,<br />

llena de hallazgos<br />

memorables en ambas facetas,<br />

no llegó, sin embargo, a crear<br />

escuela en el cada vez más<br />

anquilosado género cómico. Lo<br />

inclasificable de su universo, su<br />

resistencia frente a las fórmulas<br />

vigentes y las convenciones de<br />

la industria del cine le valieron<br />

no pocas dificultades a lo largo<br />

de toda su carrera. Con el paso de<br />

los años, Tati aparece ahora como<br />

una figura aislada, casi inesperada,<br />

que, con el único apoyo<br />

de su propio convencimiento,<br />

logró sacar adelante un puñado<br />

de películas imprescindibles que<br />

seguirán fascinándonos por mucho<br />

tiempo.<br />

Día de fiesta no es, en realidad,<br />

la primera aparición de Tati<br />

en la pantalla, ni su primer trabajo<br />

como realizador. El nieto<br />

del último embajador zarista en<br />

París se dedicó inicialmente al<br />

deporte, para introducirse en<br />

1931 en el mundo del music<br />

hall, donde interpretaba pantomimas<br />

paródicas de actividades<br />

deportivas. El mismo rumbo toman<br />

sus primeras apariciones<br />

delante de la cámara en diversos<br />

cortometrajes rodados en estos<br />

años y en los que Tati se ejercita<br />

a su vez como guionista. En<br />

1937 idea e interpreta el cortometraje<br />

Soigne ton gauche, realizado<br />

por el también principian-<br />

te René Clément, donde se advierte<br />

ya su personal aptitud para<br />

la comedia, trabajando con las<br />

técnicas aprendidas en el music<br />

hall y en el circo al servicio del<br />

puro estilo burlesco cinematográfico.<br />

Después del paréntesis<br />

de la guerra, colabora en dos pequeños<br />

papeles en sendas películas<br />

de Claude Autant-Lara, y<br />

en 1947 dirige, en ausencia de<br />

Clément, el cortometraje L’École<br />

des facteurs. El propio Tati ha<br />

insistido en la importancia que<br />

esta experiencia primeriza tendría<br />

para su formación como realizador.<br />

Desgraciadamente, son<br />

trabajos de difícil recuperación,<br />

incluso en el reducido ámbito de<br />

las filmotecas.<br />

Pero, como ya hemos señalado,<br />

la revelación de este torbellino<br />

no llegará para el gran público<br />

hasta el estreno de Día de fiesta.<br />

La producción francesa de<br />

aquellos años respondía en su<br />

mayoría al académico cinéma de<br />

qualité y, en lo que concierne al<br />

género cómico, resultaba bastante<br />

rudimentaria, por no decir<br />

inexistente, en comparación con<br />

la boyante comedia americana.<br />

En este panorama, la aparición<br />

de la película adquiere dimensiones<br />

completamente inesperadas<br />

y se traduce, contra todo<br />

pronóstico, en un éxito de taquilla.<br />

De hecho, antes del estreno<br />

había sido necesaria la calurosa<br />

acogida del público asistente<br />

a una proyección privada<br />

en Neuilly para convencer a los<br />

distribuidores del interés de una<br />

película que, en principio, rechazaban.<br />

Por otra parte, Tati<br />

había concebido el filme en color,<br />

en lo que era una prefiguración<br />

de las investigaciones que<br />

se materializarán 20 años más<br />

tarde en Playtime. La sociedad<br />

CINE<br />

ALLÔ, HULOT!<br />

ANA MARTÍN MORÁN<br />

Thompson, que por aquellas fechas<br />

estaba experimentando con<br />

los nuevos procedimientos de<br />

color, había puesto todos los medios<br />

a su alcance. Sin embargo,<br />

debido a problemas técnicos, no<br />

fue posible sacar copias para la<br />

distribución y Tati hubo de conformarse<br />

con la versión en blanco<br />

y negro que había sido filmada<br />

simultáneamente. Sólo en<br />

1995, con motivo del centenario<br />

del cine, se estrenó la copia restaurada<br />

en la que volvían a encontrarse<br />

los colores originales.<br />

Rodada en la pequeña localidad<br />

de Sainte Sévère, con la participación<br />

de todo el pueblo, Día de<br />

fiesta describe los preparativos y<br />

la celebración de su feria anual,<br />

que se verán continuamente interrumpidos<br />

por François, el cartero<br />

rural encarnado por Tati,<br />

empeñado en hacer suyos los<br />

avanzados procedimientos del<br />

servicio de correos norteamericano<br />

que ha visto en un documental.<br />

Para Tati, “no hay película<br />

cómica que no sea crítica”.<br />

Teniendo en cuenta que éstos<br />

son los años del Plan Marshall,<br />

no es difícil descubrir, bajo la<br />

aparente candidez de una recreación<br />

costumbrista, la desconfianza<br />

del autor hacia el American<br />

Way of Life. Se desatan así<br />

catástrofes y situaciones delirantes,<br />

en un primer boceto que<br />

avanza lo que será su definitiva<br />

encarnación.<br />

Una carrera muy distinta de<br />

la que siguió hubiera supuesto<br />

para este artista íntegro el aceptar<br />

las propuestas que se le hicieron,<br />

incluso desde Hollywood, para<br />

continuar con la saga del cartero<br />

François. Eran simplemente, como<br />

él explica, trabajos que no le<br />

apasionaban. Así, dedica cuatro<br />

años a preparar un proyecto dis-<br />

tinto y a definir el personaje que<br />

irremediablemente confundimos<br />

con su persona: Monsieur Hulot.<br />

Es, en boca de su creador e<br />

intérprete, “un personaje de una<br />

independencia total, de un desinterés<br />

absoluto, a quien el descuido,<br />

su principal defecto, convierte,<br />

en nuestra época funcional,<br />

en un inadaptado”. Hulot<br />

no habla; si consiente en sacarse<br />

la pipa de la boca, farfulla alguna<br />

frase completamente irrelevante.<br />

Alto como una pértiga,<br />

viste un impermeable inglés y<br />

unos pantalones demasiado cortos<br />

que dejan ver sus calcetines<br />

de rayas; camina doblado hacia<br />

delante, brincando distraídamente.<br />

Cumple un perfil concreto<br />

y definitorio como, por<br />

otra parte, lo hacen siempre los<br />

personajes cómicos. Pero, al contrario<br />

que figuras del cine burlesco<br />

americano como Chaplin o<br />

Keaton, a los que admira abiertamente,<br />

Tati invierte la lógica<br />

clásica de la comedia. En lugar<br />

de un ser excepcional en un<br />

mundo normal, Tati filma a Hulot<br />

como un hombre cualquiera<br />

enfrentado a un universo caótico.<br />

No hace nada a propósito,<br />

todo se produce por azar y él no<br />

muestra nunca una clara voluntad<br />

frente a los acontecimientos.<br />

Parece haber salido de cualquier<br />

sitio, como si se hubiera colado<br />

casualmente en el mundo y no<br />

tuviese un origen y destino precisos.<br />

Si en Día de fiesta los momentos<br />

que provocan carcajadas<br />

son protagonizados siempre por<br />

el personaje de François, a partir<br />

de Les vacances de Monsieur Hulot<br />

(Las vacaciones de Monsieur<br />

Hulot, 1953) el espectador reirá<br />

si sabe desfocalizar su atención<br />

de Hulot y mira a los otros personajes.<br />

Su no excepcionalidad<br />

66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


evidencia las cualidades cómicas<br />

del resto de los personajes y coloca<br />

al espectador en una posición<br />

de incondicional complicidad.<br />

De este modo, Tati se propone<br />

“democratizar” el gag: “Lo<br />

que he intentado hacer siempre<br />

es darle al personaje cómico una<br />

mayor verdad”. Elegía minuciosamente<br />

a todos los intérpretes<br />

de sus películas, pero muchos de<br />

ellos no son actores profesionales.<br />

“No hace falta ser un cómico<br />

para hacer un gag (…). No hace<br />

falta ser un gran personaje cómico<br />

para verte envuelto en una<br />

situación cómica”. Esta voluntaria<br />

falta de protagonismo es la<br />

raíz de la profunda humanidad<br />

de Hulot, que lo aleja de la caricatura<br />

y aporta posibilidades de<br />

tratamiento temático más innovadoras<br />

y originales.<br />

Pero, volvamos por un momento<br />

al espíritu de las vacaciones<br />

que Tati supo encerrar para<br />

siempre en una película que no<br />

tiene referente en la historia del<br />

cine. A pesar del éxito de taquilla<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Jacques Tati<br />

de su primer largometraje, Las<br />

vacaciones de Monsieur Hulot comenzó<br />

a rodarse de manera artesanal<br />

en 1951 y debió ser interrumpida<br />

durante un año por falta<br />

de recursos económicos. La<br />

trama argumental se reduce hasta<br />

casi desaparecer, y el resultado<br />

descompone la línea narrativa clásica<br />

para presentar una estructura<br />

que, mediante la articulación coherente<br />

de escenas independientes,<br />

responde, precisamente, al<br />

tiempo estancado de las vacaciones.<br />

En el universo cerrado de un<br />

hotelito frente al mar, poblado<br />

de veraneantes que se empeñan<br />

en ritualizar al máximo este paréntesis<br />

de placidez con pasatiempos<br />

de obligado cumplimiento,<br />

irrumpe Hulot imponiendo<br />

el desorden de la libertad.<br />

Al estreno de la película se suceden<br />

nuevamente el éxito, las<br />

propuestas profesionales y las negativas<br />

de Tati a perder su independencia.<br />

Sin embargo, Hulot<br />

volverá de vacaciones después de<br />

cinco años en los que Tati segui-<br />

rá maquinando. Esta vez, con un<br />

presupuesto aceptable y verdadera<br />

libertad, se rueda Mi tío<br />

(Mon oncle, 1958). La historia,<br />

porque en esta ocasión sí hay<br />

una consecutividad en los hechos<br />

narrados, presenta el mundo<br />

cotidiano de M. Hulot, estilizándolo<br />

en una clara dicotomía.<br />

Por un lado, conocemos a<br />

la familia Arpel, formada por la<br />

hermana de Hulot, perfecta ama<br />

de casa futurista; su marido, un<br />

circunspecto industrial, y Gérard,<br />

el pequeño de la familia,<br />

que escapa por las tardes con su<br />

tío a ver lo que hay más allá de<br />

su ultramoderno hogar. Por otro,<br />

el barrio popular donde vive<br />

Hulot, cuya vieja casa, con su laberíntico<br />

circuito de escaleras, se<br />

opone a la villa mecanizada de<br />

los Arpel y la fábrica donde trabaja<br />

el cuñado. Tati suscribe en<br />

este segundo Hulot una visión<br />

del mundo mejor dibujada que<br />

en el filme precedente. Mi tío<br />

defiende al hombre frente a la<br />

máquina, la libertad individual<br />

frente a las trampas sociales, y<br />

apela a un sentido de la proporción<br />

y la humanidad que contrasta<br />

con la arquitectura alienante<br />

y las pesadillas mecánicas<br />

de la sociedad de consumo. El<br />

encadenamiento de los gags no<br />

endurece, sin embargo, la ternura<br />

de la mirada: Hulot es una<br />

persona desplazada que no se da<br />

cuenta de su desfase con respecto<br />

a un mundo sorprendente del<br />

que se mantiene, sencillamente,<br />

a distancia. Los únicos que lo<br />

aceptan son algunos de sus vecinos<br />

y los niños, personajes que,<br />

como él, no han interiorizado<br />

todavía la hipocresía dominante<br />

y conservan intacta la inocencia.<br />

Dentro de la evolución temática<br />

y estilística del cine de Tati,<br />

Mi tío supone un paso intermedio<br />

entre el costumbrismo de sus<br />

dos primeras películas y la crítica<br />

estilizada de la sociedad contemporánea<br />

de sus posteriores<br />

trabajos. El cuestionamiento del<br />

hombre moderno sumergido en<br />

un mundo de objetos que lo enmudecen<br />

lo conducirá a la crítica<br />

de la moderna civilización urbana<br />

(urbanismo, funcionalismo,<br />

tecnología, diseño), y,<br />

después de otro larguísimo intervalo<br />

y de superar otros tantos<br />

problemas financieros, técnicos e<br />

incluso de exhibición, se estrena<br />

en 1967 Playtime, la que puede<br />

considerarse su opus magnum.<br />

Concebida en 70 milímetros para<br />

utilizar toda la superficie de la<br />

pantalla y enteramente realizada<br />

en un gigantesco estudio a fin<br />

de que cada detalle produzca un<br />

gag, es una obra magistral en la<br />

que el personaje de M. Hulot se<br />

disuelve en un inmenso campo<br />

cómico difundido hacia todos<br />

los actores y hacia todas las esquinas<br />

del cuadro. Como explica<br />

Tati, “la intención cómica<br />

procede de la situación”. La trama<br />

argumental no le interesa<br />

tanto como la recreación de un<br />

universo asombroso, pero no por<br />

ello habrá de resentirse el ritmo<br />

interno de la narración, que alcanzará<br />

su cima en la apoteósica<br />

secuencia de la inauguración del<br />

night-club. Si M. Hulot está absolutamente<br />

irresistible en la sala<br />

de espera donde prueba los<br />

curiosos sillones deformables,<br />

modulados acústicamente, la feria<br />

de exposiciones es, incluso<br />

sin Hulot, una verdadera mina<br />

de gags, nacidos de los objetos,<br />

pero también de los paseantes (el<br />

amante de los folletos, por ejemplo),<br />

que está llena de una astuta<br />

poesía (París no se reconoce si-<br />

67


ALLÔ, HULOT!<br />

no por el accidental reflejo de<br />

sus monumentos en los cristales<br />

de los edificios-pecera). Pero el<br />

público continúa buscando a<br />

Hulot, quizá porque el que haya<br />

dejado de ser el objeto de nuestras<br />

carcajadas nos obliga a reírnos<br />

de nosotros mismos. Tati,<br />

principal productor del filme,<br />

tendrá que pagar hasta su muerte<br />

las deudas de esta colosal invención.<br />

La riqueza y profundidad<br />

de esta obra son inabarcables,<br />

y las partes en las que se<br />

tiende a desconectar en una primera<br />

visión son en realidad<br />

aquellas que aportan más detalles<br />

extraordinarios. Cada nueva<br />

visión descubre, en suma, un<br />

nuevo Playtime superior al anterior.<br />

La derrota comercial condiciona<br />

desde este momento la carrera<br />

de Tati. En 1970, con la<br />

aportación de financiación holandesa,<br />

comienza el rodaje de<br />

Trafic (Tráfico), para la que, en<br />

un principio, sólo estaba contratado<br />

como guionista e intérprete.<br />

Los escenarios naturales sustituyen<br />

a la estética de estudio<br />

en esta road movie cuyo espíritu<br />

ha sido dictado por las circunstancias<br />

(el fracaso de Playtime,<br />

la obligación de reutilizar a Hulot<br />

para poder rodar de nuevo,<br />

las condiciones de una coproducción<br />

y correalización holandesa).<br />

Para la ocasión, M. Hulot<br />

aparece convertido en el diseñador<br />

de un camping-car (equipado<br />

con toda clase de inesperados<br />

accesorios), encargado de<br />

conseguir que el prototipo llegue<br />

desde París al Salón del Automóvil<br />

de Amsterdam. En el<br />

pintoresco trayecto se suceden<br />

incidentes imprevistos que retrasarán<br />

la llegada hasta que es ya<br />

demasiado tarde. En Trafic parece<br />

reinar (al contrario que en<br />

Playtime, donde la rigurosa puesta<br />

en escena se basa en la selección<br />

y exclusión de los elementos)<br />

el principio de la aceptación<br />

y la convivencia. Paralelamente a<br />

las secuencias del Salón del Automóvil,<br />

herederas del filme precedente,<br />

encontramos las de las<br />

pequeñas carreteras comarcales<br />

donde la realidad se abre paso y<br />

la naturaleza es rescatada no só-<br />

lo en el paisaje sino también en<br />

la mayor viveza y humanidad de<br />

los personajes. Las condiciones<br />

de producción no son la única<br />

causa de este cambio de tono.<br />

Parece que el acelerado pulso de<br />

Tati se ha detenido en la contemplación<br />

y que su mirada ha<br />

vuelto a ser bucólica. En este<br />

sentido, su evolución no es tan<br />

lineal y escalonada; conserva el<br />

equilibrio inestable de la búsqueda<br />

tenaz.<br />

Puede sorprendernos lo inusual<br />

de su último trabajo, realizado<br />

para la televisión sueca en<br />

1974. En realidad, lo que Tati<br />

se propone con Parade (estrenada<br />

en España como Zafarrancho<br />

en el circo) es, según sus palabras,<br />

“suprimir el cristal que existe entre<br />

la pantalla y los espectadores”.<br />

La aspiración de mantener<br />

con el espectador un contacto<br />

directo y de darle la mayor participación<br />

posible dentro del espectáculo<br />

tiene su origen en la<br />

experiencia de Tati en el music<br />

hall y en la añoranza de la presencia<br />

de un público que pueda<br />

modificar con sus reacciones el<br />

ritmo de los acontecimientos.<br />

De esta manera, y con la colaboración<br />

de la troupe del circo<br />

con el que trabajaba ocasionalmente<br />

como medio de subsistencia,<br />

Tati consigue desprenderse<br />

completamente del personaje<br />

de M. Hulot. Por primera<br />

vez escuchamos su voz y alcanzamos<br />

a ver su rostro, desposeído<br />

de las señas de la identidad de<br />

Hulot. En Parade, Tati nos regala<br />

sus imitaciones deportivas y<br />

ejerce también de presentador<br />

del resto de los números. Todo<br />

ello en un decorado inacabado<br />

en el que los espectadores, colectiva<br />

o individualmente, entran<br />

a formar parte del espectáculo.<br />

La ligereza y el aire informal<br />

del juego improvisado<br />

hacen surgir la magia.<br />

Para Tati la observación lo es<br />

todo. Cuando fija su mirada en<br />

lo cotidiano, los objetos adquieren<br />

una dimensión distinta y la<br />

conducta humana, bajo la lógica<br />

convencional, se revela absurda.<br />

Estudia cada plano para sacarle<br />

el mayor provecho comunicativo<br />

a los elementos que contiene,<br />

guiando la mirada del espectador<br />

dentro del cuadro. En este<br />

sentido, su utilización del color<br />

es admirable. Con su audaz<br />

puesta en escena consigue introducir<br />

el germen de la perturbación<br />

en todas las situaciones antes<br />

de que se produzca efectivamente<br />

el gag. En Playtime, por<br />

ejemplo, organiza desde el comienzo<br />

las arquitecturas y los<br />

movimientos en línea recta para<br />

introducir la metáfora en forma<br />

de circunferencia, convirtiendo,<br />

al final de la película, una rotonda<br />

inundada de coches en un<br />

tiovivo. Para que el azar, elemento<br />

básico del cine de Tati,<br />

se manifieste es necesaria una<br />

premeditada minuciosidad. En<br />

el momento del rodaje nada es<br />

improvisado. Por otra parte, una<br />

vez logrado el efecto perseguido,<br />

no abusa jamás de la repetición,<br />

una de las formas clásicas de articular<br />

el discurso de la comedia.<br />

Pero si hay una innovación<br />

que lo diferencia del resto de los<br />

realizadores, incluidos los maestros<br />

del cine burlesco americano,<br />

es la utilización del sonido.<br />

Hulot se presenta en Las vacaciones<br />

de Monsieur Hulot a través<br />

del insólito sonido de su coche;<br />

así su habitual inoportunidad<br />

queda patente sin que diga una<br />

sola palabra. Las situaciones cómicas<br />

se articulan mediante el<br />

contrapunto de la imagen y la<br />

banda sonora, en la que los ruidos<br />

cobran una importancia inusitada;<br />

el diálogo irrelevante, que<br />

no inaudible, queda en un segundo<br />

plano. Esta superación física<br />

de la palabra es lo que la hace<br />

irrisoria. Para Tati, las necesidades<br />

de la imagen son el criterio<br />

para la elección y la selección de<br />

la banda sonora, que acentuará<br />

el efecto visual (el sonido de los<br />

tacones de Madame Arpel en<br />

Mi tío o el del panel del conserje<br />

de Playtime son un ejemplo).<br />

Crea la profundidad de campo<br />

haciendo que un sonido en segundo<br />

plano prevalezca sobre el<br />

primer plano visual (el ruido del<br />

mar en Las vacaciones de Monsieur<br />

Hulot se convierte en una<br />

presencia predominante a lo largo<br />

de todo el filme). Este elemento<br />

adquiere una función<br />

perturbadora que invierte o amplía<br />

la lógica de las acciones sin<br />

contradecirla formalmente. De<br />

esta manera, el estruendo que<br />

provoca la puerta del comedor<br />

ocupado por los veraneantes de<br />

Las vacaciones de Monsieur Hulot<br />

forma parte del “cuestionamiento<br />

global” que Tati persigue en<br />

su trabajo.<br />

Desde 1949 a 1974, Tati escribió,<br />

dirigió e interpretó únicamente<br />

seis largometrajes. El<br />

primer periodo de su carrera<br />

constituye, como se ha dicho,<br />

un oasis en el desierto del cine<br />

francés de aquellos años y es, a<br />

finales de los cincuenta, uno de<br />

los pocos directores galos respetados<br />

por los jóvenes ideólogos<br />

de la nouvelle vague. François<br />

Truffaut le dedica su particular<br />

homenaje, introduciendo al desgarbado<br />

M. Hulot intentando<br />

coger el metro en una secuencia<br />

de Domicile conjugal (Domicilio<br />

conyugal, 1970). Este pequeño<br />

guiño cinéfilo singulariza el reconocimiento<br />

que una nueva generación<br />

de cineastas, y de público<br />

en general, no podía dejar<br />

de sentir por un autor que, sin<br />

duda, se había adelantado al llamado<br />

nuevo cine. El inconfundible<br />

estilo de Tati es difícilmente<br />

imitable, pero sí ofrece<br />

un horizonte mucho más amplio<br />

de aquel con el que hoy solemos<br />

conformarnos al hablar de<br />

comedia cinematográfica. La<br />

senda iniciada por Tati parece<br />

haber sido abandonada por la<br />

mayoría de los profesionales del<br />

séptimo arte. Es posible que estos<br />

esfuerzos no resulten rentables,<br />

aunque sean geniales, divertidos<br />

e inteligentes.<br />

Al final de cada película de<br />

Tati nos arrastra una melancolía<br />

inesperada como si fuésemos niños<br />

en el último día de las vacaciones.<br />

Todo sería diferente si a<br />

la salida de clase nos esperara el<br />

tío Hulot. n<br />

Ana Martín Morán es historiadora de<br />

cine.<br />

68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


on distinto tono y perspectiva,<br />

dos destacados investigadores<br />

de las instituciones<br />

políticas, Francisco Laporta<br />

y Giovanni Sartori, han<br />

coincidido en advertirnos contra<br />

los intentos de criticar la democracia<br />

nuestra de cada día1 . Tanto<br />

Laporta como Sartori, desde<br />

diferentes enfoques, han realizado<br />

importantes contribuciones<br />

en la exploración de los fundamentos<br />

normativos de la democracia<br />

y, muy en particular, sobre<br />

la idea de representación2 C<br />

.<br />

Seguramente no somos del todo<br />

justos con sus puntos de vista,<br />

siempre equilibrados, al tomar<br />

como excusa para las presentes<br />

reflexiones dos trabajos que, por<br />

tratarse de conferencias públicas<br />

dirigidas a un público no académico,<br />

no siempre pueden permitirse<br />

las matizaciones. Pero esas<br />

mismas circunstancias, por la rotundidad<br />

de los juicios a que<br />

obliga la economía expositiva,<br />

propician que las tesis aparezcan<br />

más diáfanas. El carácter “panorámico”<br />

de sus intervenciones,<br />

deudor también de las mismas<br />

circunstancias, es una razón adicional<br />

para agradecerles la ocasión<br />

que proporcionan para discutir<br />

problemas importantes de<br />

la democracia contemporánea.<br />

Sus defensas de la democracia<br />

representativa son a la vez una<br />

crítica a propuestas democráticas<br />

más radicalmente participativas<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />

DEMOCRACIA REPRESENTATIVA<br />

Y VIRTUD CÍVICA<br />

1 G. Sartori: En defensa de la representación<br />

política, CLAVES DE RAZÓN PRÁCTI-<br />

CA, 91, 1999; F. Laporta: El cansancio de la<br />

democracia, CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA,<br />

99, 2000.<br />

2 F. Laporta: ‘Sobre la teoría de la democracia<br />

y el concepto de representación<br />

política’, Doxa 6, 1989; G. Sartori: ‘Representación’,<br />

Elementos de teoría política,<br />

Alianza, Madrid, 1992.<br />

ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />

o deliberativas. Aunque, obviamente,<br />

los dos asuntos son distintos,<br />

y no es lo mismo defender<br />

a Juan que criticar a Pedro, resulta<br />

interesante esa elección de<br />

punto de vista. Implícitamente<br />

parece asumir que las dos ideas<br />

de democracia buscan lo mismo.<br />

Comparamos al CD con el disco<br />

de vinilo y no con la estilográfica<br />

porque aquellos dos son tasables<br />

por el mismo criterio, por lo que<br />

se busca con ellos: mejor audición.<br />

El reconocimiento de que<br />

las dos propuestas de democracia<br />

intentan maximizar la misma cosa<br />

nos proporciona un terreno<br />

desde donde aquilatar las razones<br />

y ver cuál asegura mejor la realización<br />

de los valores que importan.<br />

En todo caso, se impone deslindar<br />

las tareas. Una cosa son los<br />

problemas que podrían tener las<br />

democracias “alternativas” y otra<br />

los que realmente tienen las democracias<br />

existentes. La intervención<br />

de Laporta se ocupa sobre<br />

todo del primer asunto,<br />

mientras que Sartori es quien encara<br />

con más detalle el segundo.<br />

Hay cierta división del trabajo,<br />

pero es pura división técnica. Los<br />

dos autores vienen a coincidir en<br />

que el trasunto intelectual de la<br />

democracias “alternativas” es “desastrosamente<br />

disparatado” (Sartori,<br />

pág. 6).Y los dos coinciden<br />

en que los problemas de la democracia<br />

representativa son circunstanciales,<br />

en que, para decirlo<br />

con Laporta, “lo que nos<br />

aburre son ciertas jugadas repetitivas<br />

y trilladas de unos y otros”,<br />

no “el sentido mismo del juego”<br />

(pág. 20). En su sentir, los problemas<br />

repetidos de la democracia<br />

no indican nada acerca de la<br />

calidad de su raíz más esencial.<br />

De todos modos, la división del<br />

trabajo facilitará la presente exposición,<br />

que, siempre a partir<br />

de sus propios argumentos, sin<br />

destacar otros problemas que los<br />

que a ellos les preocupan, en su<br />

primera parte se ocupará de sus<br />

defensas de la democracia “representativa”<br />

y en la segunda de<br />

sus críticas a las “otras” democracias,<br />

a las democracias que con<br />

algunas violencias, léxicas y conceptuales,<br />

se podrían llamar “participacionistas/deliberativistas”.<br />

Hay otra coincidencia en los<br />

dos textos que también conviene<br />

resaltar: el maltrato intelectual al<br />

que se ven sometidos los defensores<br />

de las propuestas “alternativas”.<br />

Conviene resaltarlo porque<br />

nos pone sobre la pista de algunas<br />

carencias de sus argumentaciones.<br />

Pero, eso se verá más abajo,<br />

cuando se aborden sus críticas<br />

a las “otras democracias”.<br />

La sensatez representativa<br />

A tenor de sus referencias y tono,<br />

el lector de Sartori se puede quedar<br />

con la impresión de que la<br />

crítica a la democracia representativa<br />

es cosa de la “literatura de<br />

aeropuerto” o de asamblearios<br />

gritones, que no hay investigación<br />

teórica, empírica o normativa<br />

que dude de la democracia<br />

representativa 3 . Su defensa adopta<br />

dos estrategias. Por una parte,<br />

trata de mostrar que la democra-<br />

3 La lectura de los textos de Laporta y<br />

Sartori podría sugerir la impresión de que<br />

las críticas a la democracia representativa<br />

sólo proceden de la filosofía política y que<br />

la defensa de las “otras” democracias no<br />

pasan de la especulación. No es así. En lo<br />

que atañe a lo primero, tanto la teoría de la<br />

elección colectiva como la teoría económica<br />

de la información han proporcionado<br />

resultados que complican bastante la<br />

defensa de la democracia representativa.<br />

De lo primero, el clásico es W. Ricker: Liberalism<br />

against Populism, Freeman, San<br />

cia contemporánea es una verdadera<br />

democracia, esto es, que es<br />

realmente representativa. Por<br />

otra, que aun si tiene problemas,<br />

éstos son circunstanciales, no alcanzan<br />

a su núcleo duro.<br />

Sartori no resulta especialmente<br />

moroso en la primera tarea.<br />

Su defensa de la tesis de que<br />

en la moderna democracia “la representación<br />

política no es una<br />

farsa” no pasa de unas pocas líneas.<br />

Sartori se limita a establecer<br />

tres requisitos que asocia a la representación<br />

y a afirmar que la<br />

democracia los salva. En sus propios<br />

términos, literales: “La ‘representación<br />

electiva’ trae ciertamente<br />

consigo a) receptividad<br />

(responsivennes), los parlamenta-<br />

Francisco, 1982, y desde entonces legión.<br />

Un panorama de lo segundo en: J. Ferejhon,<br />

J. Kulinski (eds.): Information and<br />

Democratic Processes, University of Illinois<br />

Press, Urban, 1990; R. Calvertt: Models<br />

of Imperfect Information in Politics, Harwood<br />

Academic Publishers, Nueva York,<br />

1986. En lo que respecta a las “otras democracias”,<br />

es verdad que predomina la<br />

literatura normativa o analítica. Por cierto<br />

de excelente calidad y con notable conciencia<br />

autocrítica. Tres ejemplos recientes:<br />

J. Bhoman, W. Rehg (eds.): Deliberative<br />

Democracy, Mass: The MIT Press, Cambridge,<br />

1997; J. Elster (ed.): Deliberative<br />

Democracy, Cambridge U.P., Cambridge,<br />

1998; S. Macedo (ed.): Deliberative Politics,<br />

Oxford U.P., Oxford, 1999. Para un<br />

panorama de los problemas: J. Bohman:<br />

‘The Survey Article: The Coming of Age<br />

of Deliberative Democracy’, The Journal of<br />

Political Philosophy, 4, 1998. Pero también<br />

hay investigación empírica. En el<br />

ámbito de la democracia deliberativa:<br />

A. Fung, E. Wright: Experiments in Deliberative<br />

Democracy (manuscrito) y los trabajos<br />

presentados en enero de 2000 en la<br />

conferencia del mismo título en Madison,<br />

Universidad de Wisconsin (a aparecer<br />

en Politics and Society, se pueden<br />

ver en: http://www.ssc.wisc.edu/~wright/<br />

RealUtopias.htm). En el ámbito de la democracia<br />

directa: S. Bowler, T. Donovan,<br />

C. Tolbert (eds.): Citizens as Legislators.<br />

Direct Democracy in the United States.<br />

Ohio, State U.P., Columbus, 1998.<br />

69


DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y VIRTUD CÍVICA<br />

rios escuchan a su electorado y<br />

ceden a sus demandas; b) rendición<br />

de cuentas (accountabilility),<br />

los parlamentarios han de responder,<br />

aunque difusamente, de<br />

sus actos, y c) posibilidad de destitución<br />

(removability), si bien<br />

únicamente en momentos determinados,<br />

por ejemplo mediante<br />

castigo electoral” (pág. 4). Nada<br />

más. Que, como se ve, no es mucho.<br />

Una declaración más que<br />

una argumentación. En todo caso,<br />

a la luz de la propia descripción<br />

de Sartori, parece que “la representación<br />

electiva” supera los<br />

tres requisitos con un aprobado<br />

discreto. El lector se queda con la<br />

duda de si no valdría la pena explorar<br />

otras propuestas que dieran<br />

una nota más alta en cada una de<br />

esas asignaturas, que ahondaran el<br />

carácter representativo, que profundizaran<br />

en la receptividad, en<br />

la rendición de cuentas y en la<br />

posibilidad de destitución. Es de<br />

suponer que si no lo hace Sartori<br />

es porque ello le obligaría a sugerir<br />

iniciativas no muy diferentes<br />

de las que critica.<br />

Sartori parece satisfecho con<br />

darle un mero “aprobado” al sistema<br />

representativo. No le parece<br />

que la representación se deba<br />

mejorar. Hay aquí un problema<br />

no despreciable para su defensa<br />

de la bondad de la “representación<br />

electiva”. Para su defensa y<br />

para bastantes estrategias de fundamentación<br />

de la democracia<br />

“electiva” que apelan a su calidad<br />

representativa y que a la vez critican<br />

a los “directistas”, a quienes<br />

sostienen que la democracia<br />

no es verdaderamente representativa.<br />

Mientras, por una parte,<br />

en su fundamentación, inevitablemente,<br />

tienen que invocar<br />

unos valores (la representatividad)<br />

que avalan la calidad democrática<br />

del sistema; por otra, ponen<br />

en duda los intentos de profundizar<br />

en la realización de esos<br />

valores, cuando no los valores<br />

mismos. No es sencillo realizar<br />

las dos tareas al mismo tiempo.<br />

Sartori es un caso paradigmático<br />

de ese “no saber qué hacer”<br />

con la representación. Se deja ver<br />

sobre todo en lo mal que se lleva<br />

su idea de democracia con los requisitos<br />

que él mismo ha esta-<br />

blecido como condiciones de la<br />

representatividad de sistema.<br />

El primer criterio le disgusta al<br />

propio Sartori, le parece mal:<br />

“Un Gobierno que cede simplemente<br />

a las demandas se convierte<br />

en un Gobierno altamente<br />

irresponsable” (pág. 6). Le parece<br />

mal y, además, le parece que ni<br />

siquiera es el caso, en tanto que la<br />

democracia moderna –salvo que<br />

se degrade– tiene una de sus virtudes<br />

en que el representante no<br />

se atiene al mandato de sus electores<br />

sino a su propia opinión.<br />

El segundo, la rendición de<br />

cuentas, le parece imposible, o le<br />

debería parecer a poco que se tomara<br />

en serio sus ideas sobre la ignorancia<br />

del electorado, ideas que<br />

son básicas en su defensa de la<br />

necesidad de “elegir” a los mejores.<br />

Para echar las cuentas de la<br />

calidad de una gestión hay que<br />

conocer no sólo qué se ha hecho,<br />

sino lo que se puede hacer. La<br />

contabilidad es inútil sin la posibilidad<br />

de la consultoría. Tarea<br />

que no resulta sencilla cuando<br />

“cada vez tenemos una opinión<br />

pública cuyos conocimientos están<br />

más empobrecidos” (Sartori,<br />

pág. 6). La sugerencia de que no<br />

es lo mismo decidir sobre las<br />

cuestiones que decidir sobre<br />

quién decidirá sobre las cuestiones<br />

no resuelve nada; de hecho, lo<br />

complica: para evaluar a los gestores<br />

hay que conocer sobre la<br />

gestión 4 . Es más, no hay ninguna<br />

razón para pensar que el político<br />

no se encuentre respecto al técnico,<br />

a la Administración, en la<br />

misma situación que el elector<br />

respecto al político: tampoco los<br />

políticos conocen la gestión de<br />

los asuntos que encomiendan 5 .<br />

De ser consecuente con sus ideas,<br />

con su reiterada comparación entre<br />

las labores políticas y los quehaceres<br />

médicos, Sartori debería<br />

abandonar cualquier forma de<br />

“sociedad abierta”, de democra-<br />

4 Es un problema de “agente-principal”<br />

en los términos de la microeconomía moderna.<br />

Cfr. para lo que aquí interesa: A.<br />

Przewoski, S. Stokes, B. Manin (eds.): Democracy,<br />

Accountability and Representation.<br />

Cambridge U.P., Cambridge, 1999.<br />

5 W. Niskanen: Bureaucracy and Representative<br />

Governement. Aldine, Chicago,<br />

1971.<br />

cia y buscar la compañía del Platón<br />

popperiano para enfilar juntos<br />

la vereda de la tecnocracia 6 .<br />

El tercer criterio, la posibilidad<br />

de destitución, sencillamente<br />

no se corresponde con cómo son<br />

las cosas. Destituir es algo bien<br />

distinto de “no elegir”: nadie diría<br />

que todos los candidatos a un trabajo<br />

que no han sido elegidos han<br />

sido destituidos. Por lo demás,<br />

los pocos mecanismos –listas<br />

abiertas– que la democracia podría<br />

ofrecer para mejorar la aplicación<br />

de este criterio no parecen<br />

muy del gusto de Sartori.<br />

La otra tarea consiste en mostrar<br />

que los fallos de “representación”<br />

de la democracia representativa<br />

no son insuperables, que<br />

tienen remedio. La tarea resulta<br />

obligada. De otro modo, si los<br />

“fallos” no son circunstanciales, si<br />

la democracia tiene problemas<br />

esenciales a la hora de asegurar la<br />

representación, estaría condenada<br />

como democracia representativa.<br />

Sartori se concentra en dos<br />

problemas.<br />

El primero, el problema de la<br />

distancia “entre representado y<br />

representante”; cuando lo mira<br />

de cerca le parece un seudoproblema,<br />

“un sentimiento subjetivo<br />

suscitado por el bombardeo<br />

de opinión realizado en los últimos<br />

30 años por los enemigos<br />

de la democracia representativa”<br />

(pág. 5). Aun si se acepta esta<br />

ejemplar muestra de explicación<br />

conspirativa, queda la duda de si<br />

en el asunto que nos ocupa, a saber,<br />

la calidad de la representación,<br />

el que uno no se sienta representado<br />

es razón suficiente para<br />

que pensemos que no está<br />

representado. Cualquier otra posibilidad<br />

reclama un criterio externo<br />

al propio individuo que<br />

nos permita determinar cuáles<br />

son sus genuinos intereses y convicciones.<br />

Sobre todo si no se le<br />

concede al ciudadano la posibilidad<br />

de (o las luces para) sopesar<br />

sus opiniones, de corregir sus<br />

puntos de vista, a través de la deliberación.<br />

El segundo problema de la democracia<br />

representativa es el de<br />

6 Cfr. nota siguiente.<br />

“la calidad de las personas dedicadas<br />

a la política” (Sartori,<br />

pág. 5). Éste es el verdadero centro<br />

gravitacional de la argumentación<br />

de Sartori. Sólo si los políticos<br />

son gente “especial”, si en<br />

algún sentido son “los mejores”,<br />

se entiende que su opinión pese<br />

más que la de quienes los eligen o<br />

que no puedan ser controlados<br />

por sus electores de un modo<br />

más sencillo y frecuente, que se<br />

salten a la torera la receptividad y<br />

la rendición de cuentas 7 . Las<br />

elecciones deberían cumplir –y<br />

no cumplen– la función de “seleccionar”<br />

a los mejores: “La representación<br />

es también, en último<br />

término, una construcción<br />

normativa. Como dijo Carl Friedrich,<br />

el que una persona sustituya<br />

a otra en interés de ésta es,<br />

debe ser, incuestionable y altruista”<br />

(Sartori, pág. 5). También<br />

en este caso la culpa la tienen<br />

“los estudiosos de la política.<br />

Los políticos tienen, al fin y al<br />

cabo, y por encima de todo, el<br />

problema de conseguir que los<br />

elijan” (Sartori, pág. 5). El último<br />

paso no es irrelevante y obliga a<br />

mucho. Sartori nos está diciendo<br />

que un sistema que funciona sobre<br />

el principio de que los políticos<br />

buscan maximizar los votos<br />

está en condiciones de seleccionar<br />

a los más altruistas. No es pequeño<br />

el requisito 8 . Desde luego,<br />

no parece que sean más reales estos<br />

refinados políticos que, a pesar<br />

de competir con todas sus armas<br />

por los votos, mantienen in-<br />

7 Los políticos han de ser “los mejores”<br />

en más de un sentido. Pues si, por una<br />

parte, está más allá de los talentos de los<br />

electores la posibilidad de tutelarlos, a<br />

los suyos, a los talentos de los políticos, no<br />

escapa el escrutinio de los técnicos. En rigor,<br />

las mismas circunstancias que impiden<br />

a los ciudadanos (su ignorancia) controlar<br />

la tarea de los políticos y tomar decisiones<br />

concurren en la relación entre los políticos<br />

y los técnicos de la Administración. Sólo<br />

atribuyéndoles una extraordinaria capacidad<br />

puede Sartori evitar caer en la tecnocracia.<br />

En la tecnocracia de los técnicos, no<br />

en la de los “políticos”, claro.<br />

8 Repárese en que esto es bastante más<br />

de lo que el mercado –supuestamente–<br />

consigue: un sistema en el que los individuos<br />

buscan maximizar sus beneficios permite<br />

detectar a los más eficaces. Pero en el<br />

caso del mercado político tiene que detectar<br />

a los que son –no a los que se comportan<br />

como– “altruistas”.<br />

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


tacta su moralidad, que esas hipotéticas<br />

poblaciones virtuosas y<br />

en perpetuo estado de participación<br />

que –falsamente– nuestros<br />

autores fijan como condición de<br />

funcionamiento de la deliberación.<br />

Lo segundo acaso sea improbable;<br />

lo primero es llanamente<br />

imposible.<br />

En contra del parecer de Sartori,<br />

sucede que los dos problemas<br />

no son independientes y tienen<br />

mucho que ver con la esencia<br />

de la democracia “representativa”.<br />

Como no se olvidan de enfatizar<br />

sus defensores, a diferencia de las<br />

“otras” democracias, la democracia<br />

“representativa” no necesita de<br />

ninguna disposición cívica ni<br />

tampoco de mayores luces, porque<br />

“puede operar aunque su<br />

electorado sea analfabeto, incompetente<br />

o esté desinformado”<br />

(Sartori, pág. 6) o, con más respeto<br />

y finura, porque “ahorra costes<br />

de información” (Laporta,<br />

pág. 22). Basta con que cada uno<br />

procure por lo sus: los votantes<br />

por sus intereses; los políticos por<br />

asegurarse sus cargos. La democracia<br />

funciona desde la vigilancia<br />

interesada: un poder controla a<br />

otro, los políticos compiten y se<br />

vigilan mutuamente, los ciudadanos<br />

desconfían de la Administración.<br />

La democracia se contempla<br />

como un mercado en el<br />

que los políticos, si quieren acceder<br />

al poder, se ven obligados a<br />

atender los intereses del máximo<br />

número de ciudadanos. Los políticos<br />

están interesados en mantener<br />

su poder y, para ello, instrumentalmente,<br />

han de satisfacer<br />

las demandas de los votantes. Por<br />

su parte, éstos se comportan como<br />

consumidores que eligen entre<br />

distintos productos aquel que<br />

satisface mejor sus demandas. Es,<br />

como señala Laporta, “una división<br />

del trabajo”; aunque cueste<br />

más coincidir con él en que esa<br />

división está “acordada electoralmente”<br />

(pág. 22), entre otras razones<br />

porque disponer de recursos<br />

es una condición necesaria para<br />

participar en la competencia<br />

electoral 9 . El mercado político es<br />

9 Como nos lo recuerdan las interesantes<br />

reflexiones del propio Laporta sobre<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

un mercado con altísimos costos<br />

de entrada, lo que, como a los<br />

otros, a los económicos, los aleja<br />

de las condiciones de eficiencia.<br />

Los dos problemas mencionados<br />

(el de la distancia y el de la<br />

calidad de los representantes) no<br />

son circunstanciales. Al revés,<br />

resultan inevitables en virtud de<br />

que la democracia representativa<br />

funciona del modo descrito, esto<br />

es, con los ciudadanos como<br />

consumidores, los políticos intentando<br />

asegurar su elección y<br />

con desigual información entre<br />

unos y otros (la “división del trabajo”).<br />

En efecto, el ciudadano<br />

no tiene modo de saber si su “representante”<br />

le proporciona información<br />

fiable, no tiene modo<br />

de saber si el político lo hace<br />

bien o no. “No sabe” y por eso<br />

“elige” a un “gestor” que le proporciona<br />

diagnóstico y solución.<br />

Y en esto la comparación de Sartori<br />

con “abogados y médicos”<br />

(o mecánicos) resulta pertinente.<br />

Al contratar los servicios de éstos<br />

no hay modo de conocer lo<br />

que se compra, de detallar un<br />

contrato que especifique lo que<br />

se adquiere. Cuando contratamos<br />

sus servicios, nosotros ignoramos<br />

si sus diagnósticos son<br />

“reales” o no (si no, no les contrataríamos).<br />

Son ellos los que<br />

deciden la naturaleza del producto<br />

y describen cómo lo obtienen.<br />

En esas condiciones, en<br />

el mercado tienen incentivos para<br />

proporcionar información<br />

distorsionada y obtener un benéfico<br />

extraordinario. Del mismo<br />

modo, en un sistema que<br />

funciona bajo la lógica de la maximización<br />

del voto, la ausencia<br />

de información de los votantes<br />

favorece que los políticos actúen<br />

pro domo sua y en contra de los<br />

intereses del votante. El político<br />

honesto no tiene modo de transmitir<br />

a los votantes la “calidad”<br />

de su gestión ni por ende la suya<br />

propia. No ha sido elegido<br />

para realizar una tarea concreta<br />

–no es un mandatario– y, por<br />

ello, no hay un contrato detalla-<br />

la corrupción política: Cfr. F. Laporta,<br />

S. Álvarez (eds.): La corrupción política.<br />

Alianza, Madrid, 1997.<br />

do que precise tareas y plazos de<br />

ejecución. Circunstancia que<br />

aumenta la desconfianza (primer<br />

problema) en un votante<br />

que sabe que el político lo que<br />

busca es que lo elijan y que no<br />

tiene modo de conocer si realiza<br />

una correcta labor.<br />

Por su parte, el político tiene<br />

que escoger entre la virtud y la<br />

reelección, entre asignar su tiempo<br />

a las labores de publicidad,<br />

de captación de medios y poder<br />

asociadas a su permanencia o,<br />

por el contrario, realizar una tarea<br />

honesta pero que no se conoce<br />

ni se puede hacer conocer a<br />

un votante que, por la imprecisión<br />

del contrato, haga lo que<br />

haga el político, desconfiará, y<br />

siempre pensará que cabe hacer<br />

más. Es ahí donde (segundo problema)<br />

encuentra terreno abonado<br />

el mal político descrito por<br />

Burke y que tanto preocupa a<br />

Sartori: “Cuando los líderes optan<br />

por convertirse en postores<br />

de la subasta de la popularidad,<br />

su talento no será de utilidad para<br />

la construcción del Estado”<br />

(pág. 5). No sólo se trata de que<br />

el sistema no separe el trigo de la<br />

paja; es que parece que se queda<br />

con la paja, que las dos cosas, el<br />

mecanismo de funcionamiento<br />

y el resultado que se persigue,<br />

apunten en direcciones opuestas.<br />

Si ya resulta complicado que,<br />

dadas las motivaciones (mantenerse<br />

en el poder) que se le atribuyen,<br />

los políticos sean esa aristocracia<br />

natural atenta al bienestar<br />

ajeno, resulta sencillamente<br />

imposible que, aun si se diera esa<br />

aristocracia, el sistema la detectase<br />

o alentase. No sólo se trata<br />

de que el mecanismo funcione<br />

desde la desconfianza; es que socava<br />

la virtud, es que el mal político<br />

–como el mal producto–<br />

desplazará al honesto 10 . Desde<br />

luego, nada que invite a pensar<br />

que la democracia representativa<br />

“no tiene rival hoy por hoy en<br />

cuanto a eficiencia en materia de<br />

decisión política” (Laporta,<br />

pág. 22), se entienda por eficiencia<br />

lo que se entienda. En<br />

10 F. Ovejero: ‘La política de la desconfianza’,<br />

Agenda, 2, 1999.<br />

ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />

todo caso, no estará de más recordar<br />

que las condiciones descritas<br />

(información asimétrica y<br />

motivaciones) son las que caracterizan<br />

en la microeconomía<br />

moderna a los mercados ineficientes.<br />

En suma: los dos problemas<br />

son consecuencia inflexible<br />

del mecanismo de funcionamiento<br />

de la democracia<br />

representativa, en ningún caso<br />

un salpullido estacional.<br />

Pero hay otro problema para<br />

la democracia que funciona como<br />

un mercado. Un problema<br />

que afecta a su fundamentación.<br />

La defensa de la democracia representativa<br />

resulta complicada<br />

cuando se desconfía de los representados.<br />

De ahí el dilema entre<br />

“imponer valores al demos” o<br />

“dejarlo en libertad” al precio de<br />

acabar con los valores democráticos<br />

(Laporta, pág. 23). Para preservar<br />

valores –de igualdad, de<br />

respeto a las minorías– asociados<br />

a la democracia hay que protegerla<br />

del demos, “vulgar y absentista”<br />

(Laporta), acotar el territorio<br />

de lo que puede ser decidido.<br />

Pareciera que el mejor modo de<br />

salvar la democracia es disminuir<br />

la democracia, que el mejor modo<br />

de preservar los valores es alejarlos<br />

de las sociedades que deben<br />

cultivarlos 11 . La alternativa de<br />

11 El dilema se sitúa en los términos de<br />

“imponer valores al demos” o acabar con la<br />

democracia sólo si se asume un demos con<br />

“preferencias dadas”, cuya voluntad hay<br />

que orientar mediante mecanismos que<br />

prefiguren los resultados (se “diga lo que se<br />

diga”). Mecanismos que dejan intactas las<br />

preferencias. Pero esas son “soluciones”<br />

profundamente inestables. Por esa vía, con<br />

los principios alejados de los escenarios de<br />

la democracia, con facilidad los ciudadanos<br />

acaban por desconfiar de los filtros-procedimientos,<br />

de los principios democráticos<br />

que los inspiran. Unos y otros se perciben<br />

como imposiciones. Al fin, los valores que<br />

se pretenden preservar, alejados de sus nutrientes<br />

naturales, de la ciudadanía, acaban<br />

en hipocresía colectiva y, a la mínima,<br />

cuando aparezca algún “personaje dudoso”<br />

(Laporta) dispuesto a alentar las irracionalidades<br />

contenidas, éstas aflorarán y, en catarata,<br />

arrumbarán con los principios y las<br />

reglas, con la democracia. Los fenómenos<br />

Perot o Gil son bastante elocuentes al respecto.<br />

Como ha mostrado la psicología social,<br />

cuando las creencias o los principios<br />

no se han sometido a discusión, se quiebran<br />

a la primera duda (cfr. E. Aronson: El<br />

animal social, Alianza, Madrid, 1994). Basta<br />

que aparezcan unos cuantos “extremis-<br />

71


DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y VIRTUD CÍVICA<br />

una ciudadanía más activa en escenarios<br />

deliberativos se contempla<br />

como irrealizable o, en todo<br />

caso, se juzga indeseable. Pero lo<br />

cierto es que, contra lo que sostienen<br />

sus críticos, la deliberación<br />

no presume ni ángeles ni<br />

ordenadores. Antes al contrario,<br />

es porque los ciudadanos, como<br />

los políticos, no tienen toda la<br />

información, o todas las experiencias,<br />

o porque pueden confundir<br />

sus intereses con los de todos,<br />

por lo que la exposición pública<br />

de las razones de sus<br />

decisiones puede preservar mejor<br />

las virtudes de los procesos<br />

democráticos. La deliberación es<br />

precisamente un instrumento para<br />

corregir las carencias de la virtud<br />

o de la razón y las patologías<br />

del directismo 12 .<br />

Pero ni Laporta ni Sartori parecen<br />

tener mucha confianza en<br />

las iniciativas deliberativas. Su<br />

defensa de la democracia representativa<br />

corre paralela a una<br />

dura crítica a las “otras” democracias.<br />

Bueno será ver el alcance<br />

de sus críticas que, de acuer-<br />

tas” (una masa crítica) que asuman el costo<br />

de ser los primeros discrepantes para<br />

que los demás, que opinan lo mismo pero<br />

“no se atreven”, se suban al carro con la satisfacción<br />

de quien se libera de un tabú, de<br />

un prejuicio. Porque no hay que engañarse,<br />

los principios, aun los más decentes,<br />

sostenidos exclusivamente en penalizaciones,<br />

son prejuicios. Cuando no se afincan<br />

en el convencimiento, nos encontramos<br />

con situaciones como la del cuento del<br />

“rey está desnudo”: todos callan, pero nadie<br />

otorga. Los prejuicios pueden ser progresistas,<br />

pero no dejarán de ser prejuicios.<br />

El único modo de que los valores democráticos<br />

fructifiquen y de que el compromiso<br />

con los derechos sea algo más que<br />

“el respeto” es que se anclen en el convencimiento<br />

y eso, de un modo u otro, pasa<br />

por asegurar su presencia en los escenarios<br />

públicos. Los prejuicios desaparecen cuando<br />

se reconocen sin posible fundamento; o<br />

cuando encuentran buenas razones para<br />

sostenerse, cuando devienen juicios. Es entonces<br />

cuando iniciativas como las de la<br />

paridad pueden llegar a resultar realmente<br />

eficaces, cuando contribuyen a corregir las<br />

preferencias, a establecer marcos donde se<br />

criben y modifiquen los juicios. Sobre estos<br />

procesos: T. Kuran: Private Truts, Public<br />

Lies, Harvard U.P., Cambridge, 1995.<br />

Para las implicaciones de esta idea para la<br />

democracia, también para la deliberativa:<br />

cfr. el número monográfico ‘Public Ignorance’,<br />

Critical Review, 2, 1998.<br />

12 Para un desarrollo más detenido de<br />

esta tesis, F. Ovejero: Modelos de democracia<br />

y economía de la virtud (en curso de<br />

publicación).<br />

do con su proceder, parece ser<br />

que también es un modo de valorar<br />

a la propia democracia representativa.<br />

Las democracias<br />

“irresponsables”<br />

Si hemos de creer lo que Laporta<br />

y Sartori nos cuentan sobre las<br />

“otras democracias”, los defensores<br />

de éstas son unos insensatos,<br />

empeñados en poco más que la<br />

cuadratura del círculo. Ante todo,<br />

y sin mayores trámites, ambos autores<br />

despachan sumariamente<br />

buena parte de las reformas ofrecidas<br />

por los críticos de la democracia<br />

representativa. Basten algunos<br />

pocos ejemplos: no hay<br />

que adoptar mandatos imperativos<br />

porque atentan contra la democracia<br />

(Sartori, pág. 4); no hay<br />

que promover la representación<br />

política de grupos porque limita y<br />

degrada al elector (Laporta,<br />

pág. 22); no hay que dar más relevancia<br />

a los movimientos sociales<br />

porque ello favorece la corporativización<br />

de la política (Laporta,<br />

pág. 23); no hay que alentar la<br />

democracia “electrónica” porque<br />

es muy exigente con la ciudadanía<br />

(Laporta, pág. 21) y por disparatada<br />

(Sartori, pág. 6); no hay<br />

que promover un “acortamiento”<br />

de la “distancia” entre representantes<br />

y representados porque es<br />

imposible hacer nada al respecto<br />

(Sartori, pág. 5); no hay que mejorar<br />

la “receptividad” de los representantes<br />

porque se los termina<br />

convirtiendo en irresponsables<br />

(Sartori, pág. 6); no hay que reorganizar<br />

los medios de comunicación<br />

porque no tenemos idea<br />

de qué hacer al respecto (Laporta,<br />

pág. 21) y porque las medidas<br />

que puedan tomarse en tal dirección<br />

sólo van a empobrecer todavía<br />

más a la opinión pública<br />

(Sartori, pág. 6); no hay que fomentar<br />

la incorporación de “independientes”<br />

dentro de las listas<br />

políticas porque socavan las bases<br />

de la militancia partidaria (Laporta,<br />

pág. 25); no hay que promover<br />

“elecciones primarias” porque<br />

pueden tener aspectos muy<br />

negativos (Laporta, pág. 25); no<br />

hay que propiciar más discusión<br />

dentro de los partidos políticos<br />

porque si no se va a acusar a los<br />

políticos de estar todo el día discutiendo<br />

(Laporta, pág. 24). En<br />

conclusión, no cabe sino aceptar<br />

las cosas como están ahora.<br />

Más específicamente, los críticos<br />

de la democracia representativa<br />

(fundamentalmente, “participacionistas”<br />

y “deliberativistas”)<br />

podrían expresar su queja<br />

acerca de los escritos de Sartori y<br />

Laporta ante lo que aparece como<br />

un cierto “maltrato intelectual”.<br />

Ello, en primer lugar, porque<br />

se les coloca a unos y a otros<br />

en el mismo lote sin citar prácticamente<br />

nunca a ninguno de sus<br />

(aparentemente) numerosos adherentes.<br />

Saber a quiénes se está<br />

refiriendo ayudaría a determinar<br />

la pertinencia de sus críticas. En<br />

segundo lugar, este ataque indiferenciado<br />

a “participacionistas”<br />

y “deliberativistas” (más evidente<br />

en el trabajo de Laporta) merece<br />

objetarse dadas las significativas<br />

diferencias que separan a<br />

los autores supuestamente ubicados<br />

en cada uno de estos grupos,<br />

así como las diferencias existentes<br />

en el seno de cada uno de<br />

tales grupos. Podemos encontrarnos,<br />

en efecto, con autores<br />

que defienden una mayor participación<br />

popular a la vez que rechazan<br />

la deliberación política<br />

(notablemente, en el caso de J. J.<br />

Rousseau, quien veía la discusión<br />

pública como una de las peores<br />

amenazas frente a la pretensión<br />

de conocer la “voluntad general”)<br />

13 ; con “deliberativistas” que<br />

verían con un justificado horror<br />

la “democracia electrónica” 14 ;<br />

con “participacionistas” de muy<br />

diferente tipo (los que defienden<br />

la recurrencia a plebiscitos; los<br />

que –como muchos antifederalistas<br />

norteamericanos– propugnan<br />

fundamentalmente la descentralización<br />

en la toma de decisiones;<br />

los que defienden un<br />

“asambleísmo” permanente; etcétera);<br />

con “deliberativistas” elitistas<br />

(como Edmund Burke) y<br />

otros directamente antielitistas<br />

13 Cfr., por ejemplo, B. Manin: “On<br />

Legitimacy and Political Deliberation”,<br />

Political Theory, vol. 15, núm. 3, 1987.<br />

14 Cfr., por ejemplo, C. Nino: La<br />

Constitución de la democracia deliberativa.<br />

Gedisa, Barcelona, 1993.<br />

(como en el caso de nuestro contemporáneo<br />

Habermas). Despreocupados<br />

por estas posibles<br />

distinciones, Laporta y Sartori<br />

agrupan a todos los críticos de la<br />

democracia representativa en un<br />

mismo saco y presentan frente a<br />

todos ellos, indistintamente, los<br />

mismos reproches.<br />

Los ejemplos de “maltrato” a<br />

la postura rival se multiplican<br />

en ambos textos. En ocasiones,<br />

la crítica que se lleva adelante<br />

consiste, simplemente, en una<br />

caricatura del adversario, una reducción<br />

al absurdo de sus propuestas,<br />

una exageración indebida<br />

de sus proclamas. Para tomar<br />

un primer ejemplo, Laporta<br />

sostiene que la democracia participativa<br />

es inaceptable para<br />

cualquier ser normal porque ella<br />

implicaría un sistema en donde<br />

“por la mañana [debemos concurrir]<br />

a la asamblea del barrio,<br />

luego al comité de empresa, más<br />

tarde a la asamblea de padres de<br />

alumnos”, y así hasta completar<br />

el día y la noche (Laporta,<br />

pág. 21). Pero, está claro, no es<br />

en absoluto necesario suscribir<br />

un modelo tan torpe y demandante<br />

para defender un sistema<br />

más participativo. Laporta presenta,<br />

también, la imagen de<br />

“una sociedad efervescente, en<br />

plena y constante deliberación,<br />

habitada por unos ciudadanos<br />

afanosos que se entregan sin tasa<br />

a solventar actos de interés<br />

general y están pertrechados de<br />

una gran vocación cívica” (Laporta,<br />

pág. 20), como si quienes<br />

criticasen el sistema representativo<br />

fueran unos ingenuos idealistas.<br />

Laporta debería aclararnos<br />

qué autor asume presupuestos<br />

tan exigentes para defender<br />

una intervención ciudadana más<br />

15 Tal vez Laporta esté haciendo referencia<br />

a los casos en que “participacionistas”<br />

o “deliberativistas” presentan un ideal<br />

regulativo, un horizonte destinado a ordenar<br />

ideas y a sugerir reformas. Pero si éste<br />

es el caso, entonces, una crítica como la de<br />

Laporta no tiene sentido: no nos enfrentaríamos<br />

allí a unos ingenuos de la política,<br />

sino a gente involucrada en una de las operaciones<br />

más comunes y razonables del<br />

quehacer intelectual, la de pensar el actual<br />

estado de cosas desde un punto de vista crítico,<br />

obviamente idealizado.<br />

72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


activa en la vida pública 15 .<br />

De un modo similar, Sartori<br />

también recurre a este tipo de reducciones<br />

al absurdo. Habla entonces<br />

de adversarios que “distribuyen<br />

indiscriminadamente permisos<br />

de conducir a todos con<br />

independencia de que sepan conducir<br />

o no” (Sartori, pág. 6); y<br />

defiende su posición diciendo<br />

que “no podemos aceptar que<br />

[con la pretensión de curarlo, finalmente]<br />

se mate al paciente”<br />

(Sartori, pág. 6). Este tipo de argumentos,<br />

nuevamente, resultan<br />

cuestionables por presentar a la<br />

posición contraria en su modalidad<br />

más extrema y absurda. En<br />

idéntico sentido, Sartori nos advierte<br />

de que “devaluando la selección<br />

[de representantes] no<br />

conseguimos sino la selección de<br />

lo malo” (Sartori, pág. 5), como<br />

si todo cambio en los métodos<br />

electorales estuviese condenado<br />

a la peor de las catástrofes. Por lo<br />

demás, este tipo de argumentos<br />

resultan irrespetuosos de la tradición<br />

republicana más conocida,<br />

preocupada no sólo por estrechar<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

los lazos de la representación sino<br />

también, y fundamentalmente,<br />

por asegurar una mayor fiscalización<br />

sobre los que ejercen el<br />

poder 16 .<br />

Los escritos de Laporta y Sartori<br />

coinciden, además, en una<br />

estrategia crítica contradictoria.<br />

Por un lado, ambos estigmatizan<br />

a los defensores de la democracia<br />

participativa por proponer una<br />

democracia demasiado exigente,<br />

demasiado “completa” o plena de<br />

requisitos. Sin embargo, y por<br />

otro lado, critican a tales autores<br />

por no dar hasta los últimos detalles<br />

acerca de cómo organizar<br />

institucionalmente el tipo de democracia<br />

que prefieren. Así, Laporta<br />

acusa a sus adversarios de<br />

no decirnos precisamente qué se<br />

debe hacer con los medios de comunicación<br />

y qué con la educación<br />

(Laporta, pág. 21). Sartori,<br />

por su parte, exige respuestas precisas<br />

sobre qué hacer para acortar<br />

16 Ver, por ejemplo, P. Pettit: Republicanismo.<br />

Paidós, Barcelona, 1999.<br />

la distancia entre representantes y<br />

representados –un tema en el<br />

que, según su opinión, no puede<br />

hacerse “nada”– (Sartori, pág. 5).<br />

Frente a ambos autores cabría<br />

decir, ante todo, que una propuesta<br />

no pierde validez o atractivo<br />

teórico por su incapacidad<br />

para dar una respuesta precisa<br />

frente a “todos” los problemas a<br />

los que, institucionalmente, podemos<br />

enfrentarnos. En parte, la<br />

empresa teórica consiste en esto:<br />

en tener algunas herramientas<br />

básicas a partir de las cuales pensar<br />

problemas, remedios, alternativas.<br />

La notable teoría política<br />

de Rawls no dice casi nada de<br />

cómo resolver problemas muy específicos,<br />

ni nos da pistas demasiado<br />

claras en relación con prácticas<br />

que tengan que ver<br />

con el “mundo real” y, sin embargo,<br />

sigue siendo una teoría valiosa,<br />

privilegiada, digna del más<br />

detenido estudio. Por otro lado,<br />

además, tampoco es cierto que<br />

los autores criticados se mantengan<br />

callados sobre temas tan particulares<br />

como los mencionados.<br />

ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />

Más bien, muchos de ellos nos<br />

han ofrecido propuestas de reforma<br />

sensatas y detalladas, sobre<br />

las que se volverá más adelante.<br />

También hay cierta paradoja<br />

en las críticas de Laporta a las<br />

exigencias deliberativas respecto<br />

a la ciudadanía democrática.<br />

Por un lado, denosta a los proyectos<br />

participacionistas por suponer<br />

o exigir “ciudadanos informados<br />

y con vocación civil”<br />

–un tipo de ciudadanos, agrega,<br />

que “no se puede inventar así<br />

como así”– (Laporta pág. 21).<br />

Por otro lado, sin embargo, Laporta<br />

cierra su artículo y, en todo<br />

caso, también su propuesta<br />

alternativa, sugiriendo la creación<br />

de “un pueblo adulto” (“de<br />

esto es de lo que debemos empezar<br />

a hablar”, concluye). “Pero<br />

bien”, podrían replicarle los<br />

críticos de la representación, “si<br />

de eso es justamente de lo que<br />

nosotros estábamos intentando<br />

hablar hasta que vinieron a acallarnos”:<br />

de la necesidad de un<br />

nuevo tipo de ciudadano, de los<br />

73


DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y VIRTUD CÍVICA<br />

individuos cívicamente comprometidos,<br />

de sujetos más virtuosos,<br />

más fraternales, más apegados a la<br />

suerte de su comunidad 17 .<br />

Esa tensión es muy central en<br />

el texto de Laporta y nos pone<br />

sobre la pista de una línea de demarcación<br />

clara entre las dos ideas<br />

de democracia. En el arranque<br />

de su intervención muestra una<br />

honesta preocupación frente a<br />

quienes descalifican, entre otras<br />

cosas, la militancia política y sugiere<br />

que esa descalificación, en la<br />

medida que cuestiona la democracia,<br />

es “de cierta gravedad”.<br />

Luego, a lo largo de su exposición,<br />

parece asumir que, después<br />

de todo, la democracia no necesita<br />

de la militancia política para<br />

funcionar, que aun con un demos<br />

“vulgar” y desinteresado el<br />

sistema “resulta eficiente” y critica<br />

a las propuestas radicales porque<br />

éstas operan bajo el supuesto<br />

de un activismo exagerado, como<br />

si en la vida no hubiera otra<br />

cosa que política. En el trasfondo<br />

de su argumentación opera el supuesto<br />

de que toda actividad pública<br />

es una actividad costosa,<br />

que no es retributiva por sí misma.<br />

En el caso de la democracia<br />

representativa esto se resuelve con<br />

la profesionalización, con la retribución<br />

de los políticos. Pero<br />

eso no sucede con las otras actividades<br />

públicas, y de ahí que se<br />

juzguen irrealistas las exigencias<br />

participativas 18 .<br />

Lo cierto es que la valoración<br />

como “irrealista” esconde una<br />

pobre idea de la naturaleza humana,<br />

según la cual la calidad<br />

de vecino o progenitor es, inevitablemente,<br />

una carga, un coste.<br />

Desde luego, los individuos reales<br />

no son así. Son vecinos, padres<br />

o trabajadores y no viven<br />

esas condiciones como “un cos-<br />

17 Cfr., por ejemplo, M. Sandel: Democracy’s<br />

Discontent. Mass. Harvard U.P.,<br />

Cambridge, 1996.<br />

18 De la argumentación de Laporta parece<br />

desprenderse que establece tres requisitos<br />

para calificar una actividad como política:<br />

a) que sea pública; b) que sea costosa;<br />

c) que sea retribuida. Las “otras”<br />

actividades satisfacen los dos primeros requisitos<br />

y no el tercero. Son costosas y públicas,<br />

pero no están retribuidas. Solo la<br />

política “profesional” satisfacería los tres.<br />

te”. El único modelo antropológico<br />

que reduce todas sus actividades<br />

a la contabilidad de costos<br />

y beneficios es el homo economicus,<br />

quien, por cierto, no se lleva<br />

muy bien con la democracia,<br />

con ningún tipo de democracia.<br />

Por eso Sartori necesita políticos<br />

“altruistas” para la democracia<br />

representativa. Incluso, como<br />

votante, el homo economicus es<br />

una rareza: el impacto de su voto<br />

–uno entre millones– es infinitesimal:<br />

los beneficios de votar<br />

son mínimos e improbables,<br />

comparados con los muy ciertos<br />

de “perder el tiempo” comparando<br />

programas y acudiendo a<br />

las urnas.<br />

Junto a las críticas examinadas,<br />

de carácter general, Laporta<br />

y Sartori, al paso, descalifican<br />

diversas propuestas específicas<br />

de los defensores de las “otras”<br />

democracias. En sus críticas detectan<br />

innegables debilidades de<br />

propuestas que están lejos de alcanzar<br />

la concreción de las fórmulas<br />

representativas “clásicas”,<br />

entre otras razones porque la<br />

concreción no es independiente<br />

de la posibilidad de tomar iniciativas<br />

políticas y éstas dependen<br />

muy fundamentalmente de<br />

quien manda. En todo caso, para<br />

no rehuir el bulto bueno será<br />

terminar estas líneas intentando<br />

decir algo en favor de las propuestas<br />

objetadas. Dada la diversidad<br />

de reformas que nuestros<br />

autores critican, hemos optado<br />

por referirnos sólo a<br />

algunas de ellas, por su importancia<br />

o su carácter especialmente<br />

polémico.<br />

A) Mandatos imperativos. Vaya<br />

por delante que la propuesta no<br />

carece de problemas y Sartori señala<br />

adecuadamente algunos de<br />

ellos. Ahora bien, no es tan obvio<br />

que la demanda de mandatos<br />

imperativos resulte ridícula<br />

en sus pretensiones, ni mucho<br />

menos que deba ser “prohibida”<br />

como “condición inherente” de<br />

la democracia. En la poca experiencia<br />

que ha habido al respecto,<br />

no se pretendió utilizar el<br />

mandato para “todos los casos”<br />

sino para unas pocas y muy específicas<br />

situaciones. Funda-<br />

mentalmente, la existencia de<br />

mandatos imperativos no negaba<br />

la posibilidad de que en muchos<br />

casos el representante “pensara<br />

por su cuenta”, independientemente<br />

de la voluntad de<br />

sus electores. Lo que se buscaba,<br />

más bien, era que, en cuestiones<br />

que la comunidad consideraba<br />

especialmente cruciales<br />

(por ejemplo, la eliminación de<br />

un cierto impuesto), el representante<br />

no defraudase a la voluntad<br />

mayoritaria.<br />

Desde sus orígenes, además,<br />

el mandato imperativo tendió a<br />

girar sobre ciertos principios o<br />

ideas generales, más allá de los<br />

cuales el representante podía operar<br />

con libertad. Por ejemplo, el<br />

principal reclamo de los norteamericanos<br />

sobre sus representantes,<br />

antes de la independencia,<br />

era uno como el siguiente: “Que<br />

los ingleses no nos cobren más<br />

impuestos sin consultarnos”. Este<br />

reclamo general no negaba la<br />

posibilidad de que los representantes,<br />

a partir de allí, ajustaran<br />

los detalles de la exigencia popular.<br />

En este sentido, no es cierto<br />

que el mandato imperativo implique<br />

siempre la prevalencia de<br />

los intereses localistas sobre los<br />

intereses generales, como dogmáticamente<br />

asevera Sartori (Sartori,<br />

pág. 4). El mandato imperativo<br />

es compatible con políticas<br />

prácticas flexibles y con representantes<br />

abiertos a cambiar<br />

de ideas en una multiplicidad de<br />

cuestiones. Más aún, el mandato<br />

imperativo no sólo no niega necesariamente,<br />

sino que además<br />

puede favorecer a las políticas<br />

más deliberativas 19 . Ello, por<br />

ejemplo, al obligar a la comunidad<br />

a llegar a un acuerdo sobre lo<br />

que van a exigir a sus mandatarios;<br />

al propiciar el diálogo entre<br />

representantes y representados<br />

(las propuestas de unos a otros,<br />

aun las quejas mutuas). Ocurre<br />

que la deliberación democrática<br />

no consiste, exclusivamente, en la<br />

deliberación entre los representantes,<br />

sino también en la deli-<br />

19 Esto, por ejemplo, contra C. Sunstein.<br />

Ver The Partial Constitution, cap. 1,<br />

Harvard U.P., Cambridge, 1993.<br />

beración entre representantes y<br />

representados, y en la discusión<br />

de los representados entre sí.<br />

B) Representación por grupos.<br />

También en este caso nos encontramos<br />

frente a una propuesta<br />

que, sin estar exenta de alguna<br />

dificultad, merece ser atendida<br />

–una propuesta, además, que hoy<br />

resulta objeto de detallados estudios–.<br />

¿Qué es lo que puede decirse<br />

en favor de este sistema de<br />

representación? Por lo pronto, la<br />

representación por grupos puede<br />

ayudar a que conozcamos puntos<br />

de vista que de otro modo no<br />

conoceríamos. Puede enriquecer,<br />

así, el debate público y, así también,<br />

favorecer la imparcialidad<br />

colectiva de nuestras decisiones.<br />

Laporta nos dice: pero entonces<br />

caemos en el peligro del “desliz” o<br />

slippery slope: esto es, todos los infinitos<br />

grupos sociales existentes<br />

(los protestantes, los arquitectos,<br />

los incapacitados físicos, los peluqueros,<br />

etcétera) van a querer estar<br />

representados (pongamos, en<br />

el Parlamento), una vez que se<br />

asegure, digamos, la representación<br />

del grupo de las mujeres (Laporta,<br />

pág. 22). Sin embargo, podría<br />

contestársele a Laporta, la<br />

idea del slippery slope es algo sesgada:<br />

no es cierto, por ejemplo,<br />

que porque creemos un Código<br />

Penal y establezcamos un sistema<br />

de penas vamos a terminar “penándolo<br />

todo”; no es cierto que<br />

porque el Gobierno cobre algunos<br />

impuestos sobre la propiedad<br />

vaya a terminar “quitándonos todo<br />

lo que poseemos”. Sabemos<br />

poner límites como individuos,<br />

o como comunidad. Lo hemos<br />

demostrado en repetidas ocasiones.<br />

Por otra parte, si hay tantos<br />

grupos que demandan, por ejemplo,<br />

esta representación parlamentaria,<br />

podremos decirles (como<br />

“dice” el Estado, a la hora de<br />

repartir subsidios, o a la hora<br />

de distribuir medicamentos):<br />

“Veamos quiénes son los que tienen<br />

las necesidades más urgentes,<br />

quiénes son los que sufren los<br />

problemas más graves, cuál es el<br />

grupo más numeroso que demanda<br />

esto, cuál de estas demandas<br />

es la más importante”.<br />

Muchos Estados modernos, a<br />

74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


pesar de las presiones que sufren o<br />

las dificultades de información<br />

a las que se enfrentan, saben distinguir<br />

entre demandas más acuciantes<br />

(digamos, las de los enfermos<br />

de sida, a la hora de distribuir<br />

recursos médicos) y demandas<br />

menos importantes (digamos, las<br />

de quienes quieren atención médica<br />

para mejorar el aspecto de su<br />

nariz) 20 . Es posible establecer, públicamente,<br />

prioridades y límites.<br />

La deliberación puede ayudar a<br />

ello, al revelar la falta de razones<br />

de algunas demandas (cirugía<br />

plástica), la ausencia de discriminación<br />

de algunos grupos (los peluqueros)<br />

o lo injustificado de algunas<br />

prácticas (sectas religiosas).<br />

La representación de grupos<br />

puede ser importante, en todo caso,<br />

temporalmente, como forma<br />

de empezar a resolver ciertos problemas<br />

serios (el privilegio a ciertos<br />

grupos, por ejemplo, ha servido<br />

enormemente en Estados<br />

Unidos para ayudar a integrar a<br />

los miembros de las comunidades<br />

de color en la Universidad, en la<br />

que en un momento eran impedidos<br />

de ingresar) 21 . Ello, aunque<br />

dicha representación de grupos<br />

–tal vez– no constituya una<br />

parte necesaria de la democracia.<br />

Nos dirá Laporta: pero ésta es<br />

una forma de degradar al elector,<br />

de decirle que no acabamos de<br />

confiar en él 22 . No, no es así. Lo<br />

que ocurre es que muchos de los<br />

prejuicios y las barreras a las que<br />

se enfrentan ciertos sectores (es el<br />

caso, por ejemplo, de la comunidad<br />

negra en Estados Unidos)<br />

han sido explícitamente creados<br />

por las normas estatales (que les<br />

impedían, por ejemplo, votar o<br />

participar en la Universidad). De<br />

ahí que los remedios estatales<br />

puedan ser necesarios para comenzar<br />

a resolver los problemas<br />

20 Cfr. al respecto, por ejemplo, Jane<br />

Mansbridge: ‘Should Blacks Represent<br />

Blacks and Women Represent Women?<br />

A Contingent ‘Yes’, The Journal of Politics,<br />

vol. 61, núm. 3, 1999.<br />

21 Cfr. R. Gargarella (ed.): Derecho y<br />

grupos desaventajados. Gedisa, Barcelona,<br />

1999.<br />

22 De confirmarle, mejor, porque tampoco<br />

Sartori y, en menor grado, Laporta se<br />

fían mucho del votante. Esa desconfianza<br />

es uno de los ejes de su defensa de la democracia<br />

representativa.<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

que el mismo Estado ha contribuido<br />

decisivamente a crear. En la<br />

medida en que tales remedios<br />

acaben impregnando las prácticas<br />

deliberativas y ayuden a modificar<br />

las preferencias, ellos acabarán<br />

por resultar prescindibles.<br />

C) Deliberación y asambleas colectivas.<br />

La defensa de un sistema institucional<br />

deliberativo no supone,<br />

obviamente, la necesidad de poner<br />

en discusión todas las cuestiones<br />

de interés colectivo, ni exige que la<br />

discusión favorecida se celebre en<br />

asambleas gigantescas, ni tampoco<br />

necesita de ciudadanos que dediquen<br />

la mayor parte de sus vidas a<br />

aburridas discusiones. Un objetivo<br />

central, al menos en muchos autores<br />

“deliberativistas” (como<br />

C. Nino, J. Cohen o J. Fishkin), es<br />

el de favorecer la deliberación colectiva<br />

dados los beneficios que<br />

pueden asociarse a dicha práctica<br />

(ganar información, corregir mutuos<br />

errores, educar a la ciudadanía<br />

en la tolerancia de opiniones diversas,<br />

“forzarnos” a pensar en los<br />

demás) y los perjuicios que pueden<br />

asociarse a la falta de discusión<br />

pública (decisiones dogmáticas,<br />

decisiones destinadas a favorecer<br />

a un pequeño grupo, incremento<br />

de la desconfianza de la ciudadanía<br />

hacia sus representantes). Debe<br />

quedar claro, sin embargo, que<br />

asumir este presupuesto no implica<br />

asumir que recurriendo a la discusión,<br />

mágicamente, conseguimos<br />

decisiones más imparciales y<br />

una ciudadanía más ilustrada 23 .<br />

La discusión puede llevarnos a resultados<br />

poco atractivos: por ejemplo,<br />

luego de ser manipulada por<br />

demagogos, o por gente retóricamente<br />

más preparada o, simplemente,<br />

por los que tienen más recursos<br />

para comprar propaganda<br />

en favor de sus propuestas. Pero<br />

–podrán alegar los “deliberativistas”–<br />

este tipo de problemas, junto<br />

con muchos otros, también distinguen<br />

al sistema representativo<br />

actual, alimentado a través de una<br />

infinidad de recursos volcados en<br />

las campañas electorales y distinguido<br />

por sus líderes “mass-me-<br />

23 Cfr. A. Przeworski en Manin, Przeworski,<br />

Stokes, op. cit.<br />

diáticos”.<br />

Por otra parte –pueden decirnos<br />

los “deliberativistas”– existen<br />

múltiples y muy conocidas formas<br />

de favorecer la deliberación,<br />

reglar sus procedimientos y controlar<br />

sus resultados –de modo tal<br />

de maximizar los beneficios esperados<br />

de la discusión y minimizar<br />

sus posibles costes–. Una forma<br />

de favorecer la discusión colectiva<br />

sin siquiera recurrir a las asambleas<br />

masivas que asustan a nuestros<br />

autores es a través del uso de los<br />

medios de comunicación. En Estados<br />

Unidos, por ejemplo, y durante<br />

años, se puso en práctica la<br />

llamada “doctrina de la equidad”<br />

(Fairness Doctrine) (celebrada por<br />

la misma Corte Suprema en Red<br />

Lion Broadcasting Co. v. FCC,<br />

1969), que obligaba a los medios<br />

a ocuparse de cuestiones de interés<br />

público y a hacerlo confrontando<br />

distintos puntos de vista. Como<br />

bien dijeron los jueces que examinaron<br />

la propuesta, en su momento,<br />

dicha propuesta (como<br />

muchas otras que pueden pensarse<br />

a la hora de incentivar la deliberación)<br />

requiere ser evaluada<br />

concretamente en cada ámbito en<br />

donde se la aplique para que pueda<br />

determinarse así, poco a poco,<br />

hasta qué punto la misma cumple<br />

con lo que promete o contribuye,<br />

por el contrario, a empobrecer el<br />

debate público. Esto es, propuestas<br />

“deliberativas” como la señalada<br />

no necesitan aplicarse ciegamente,<br />

o “de una vez y para siempre”,<br />

sino que pueden y merecen<br />

ser aplicadas con cautela (en procesos<br />

de “ensayo y error”) y supervisadas<br />

de cerca por los organismos<br />

de control público.<br />

La deliberación también puede<br />

favorecerse de muchos otros<br />

modos: descentralizando la toma<br />

de decisiones; reduciendo la capacidad<br />

del Gobierno para decidir<br />

por decretos; subsidiando las<br />

voces de grupos normalmente no<br />

escuchados; promoviendo prácticas<br />

como la de los amicus curiae<br />

24 B. Manin: The Principles of Representative<br />

Government, pág. 1. Cambridge<br />

U.P., Cambridge, 1997.<br />

25 José Luís Martí Mármol leyó un borrador<br />

de estas notas. Con seguridad, sus<br />

comentarios ayudaron a mejorarlas.<br />

ROBERTO GARGARELLA / FÉLIX OVEJERO<br />

(para que, frente a casos judiciales<br />

concretos, pueda conocerse el<br />

punto de vista de ciudadanos o<br />

grupos preocupados también por<br />

el caso); formalizando la consulta<br />

a los sectores potencialmente<br />

afectados (por ejemplo, ciertas<br />

minorías étnicas o lingüísticas)<br />

antes de la aprobación de determinadas<br />

normas legales. De allí<br />

que la imagen de las asambleas<br />

gigantescas y vociferantes no parezca<br />

la más apropiada para defender<br />

las políticas de la deliberación<br />

ni para dar cuenta de lo<br />

que sus defensores proponen.<br />

La historia de la democracia es<br />

una mezcla de razones y poderes.<br />

“Lo que hoy llamamos democracia<br />

representativa tiene sus orígenes<br />

en un sistema de instituciones<br />

(…) que, en sus orígenes, no se<br />

consideraba forma de democracia<br />

o de gobierno del pueblo” 24 . En<br />

esa historia se fueron imponiendo<br />

muchas propuestas que en su día<br />

se juzgaban como irresponsables,<br />

empezando por el sufragio universal.<br />

Las formas políticas que<br />

hoy conocemos no siempre fueron<br />

el resultado de iniciativas nacidas<br />

en refinadas discusiones académicas.<br />

Sin embargo, una vez<br />

instituidas alcanzaron perfil y precisión.<br />

También se orillaron otras,<br />

por las mismas razones. Se orillaron<br />

y, por eso mismo, no hubo<br />

ocasión de abordar los problemas<br />

de realización que siempre acompañan<br />

inevitablemente a todo<br />

aquello que arranca en el terreno<br />

de los principios, por lo menos<br />

desde la Enciclopedia. Comparar<br />

la precisión de unos con la vaguedad<br />

de otros quizá no sea del todo<br />

lícito. De momento, la discusión<br />

sólo puede situarse en el terreno<br />

de los principios. Y lo cierto es<br />

que la democracia representativa<br />

no siempre parece estar a la altura<br />

de los suyos, de la representación.<br />

Desde sus orígenes 25 . n<br />

Roberto Gargarella es profesor en la<br />

Universidad Pompeu Fabra (Barcelona) y<br />

en la Universidad Torcuato Di Tella<br />

(Buenos Aires).<br />

Félix Ovejero es economista y profesor<br />

de Metodología de las Ciencias Sociales.<br />

75


E<br />

n los últimos meses se ha<br />

acentuado entre nosotros<br />

y se ha elevado el tono<br />

contra el deterioro que han alcanzado<br />

las instituciones y las<br />

prácticas de la democracia liberal<br />

representacional, que cualquier<br />

observador aprecia por doquier,<br />

y que alcanza ya a los países anglosajones<br />

y hasta a los nórdicos.<br />

Se trata de un fenómeno<br />

psicosocial muy complejo, que<br />

recibe diversas denominaciones,<br />

entre las que me quedo con la<br />

de “desafección a la democracia”<br />

y que podría enunciarse así: aun<br />

reconociendo que la democracia<br />

es insustituible, un número<br />

creciente de ciudadanos se desentiende<br />

de la democracia realmente<br />

existente, en diferentes<br />

grados y niveles de aborrecimiento.<br />

Y si continúan participando<br />

en los procesos electorales,<br />

lo hacen a pesar del sistema<br />

(tapándose oídos y nariz). Todo<br />

parece indicar que esta situación<br />

está llegando en España al nivel<br />

de la observación que Flores<br />

D’Arcais establece para Italia:<br />

“los italianos, en su grandísima mayoría,<br />

sienten que su mayor enemigo es la<br />

partidocracia, es decir, los políticos profesionales<br />

y, como consecuencia, la política<br />

misma” (El País, 20-4-2000).<br />

Sin embargo, no faltan los<br />

defensores del sistema, aunque<br />

sea bajo la modalidad de la lógica<br />

del mal menor, ya que cualquier<br />

reforma del mismo entrañaría<br />

mayores riesgos. Y porque,<br />

en definitiva, la raíz del problema<br />

no está tanto en la clase política<br />

cuanto en el “demos”, la<br />

masa popular ignorante y embrutecida,<br />

que arrastra a los políticos.<br />

Tal es el tono y la argumentación<br />

con que Francisco J.<br />

OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />

¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA<br />

O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />

Laporta ha presentado en un ensayo<br />

reciente*, en el contexto español,<br />

la crisis generalizada del<br />

modelo democrático liberal, que<br />

diagnostica como “cansancio o<br />

hastío de la democracia”. Laporta<br />

registra “una cierta atmósfera<br />

de descalificación implícita<br />

o explícita de todo aquello que<br />

suene a representación electoral,<br />

a actividades de partido o a militancia<br />

política” (20). Y ello le<br />

parece “de cierta gravedad”.<br />

Tanto que cree necesario hacer<br />

sonar las alarmas.<br />

En efecto, Laporta comienza<br />

por evocar la ilusión que suscitaba<br />

el papel democrático de los<br />

partidos políticos en la época<br />

anterior a la transición, para seguidamente<br />

lamentar la ligereza<br />

con la que se los condena actualmente,<br />

proponiendo alternativas<br />

a los mismos que tienen<br />

con frecuencia más carácter de<br />

“receta” o de “sahumerio” que<br />

de propuestas sensatas. Y es que<br />

la crítica actual a la democracia<br />

de partidos llega a cuestionar el<br />

concepto mismo de representación<br />

para apelar con harta ligereza<br />

a alternativas tales como las<br />

“elecciones primarias”, etcétera.<br />

Y aquí es donde Laporta quiere<br />

poner el énfasis: tales alternativas<br />

se revelan como “incógnitas”<br />

peligrosas cuando se las somete<br />

a un análisis objetivo. Y se<br />

propone demostrarlo al examinar<br />

“cuatro manifestaciones de<br />

ese mal”: la apelación a la democracia<br />

“participativa”, la exigencia<br />

de la “democracia paritaria”,<br />

la alternativa de los “nuevos<br />

movimientos sociales” y la<br />

* El cansancio de la democracia, CLA-<br />

VES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 99, págs.<br />

20-25, enero-febrero de 2000.<br />

JOSÉ RUBIO CARRACEDO<br />

llamada a “la apertura a la sociedad”<br />

de los partidos políticos.<br />

Esta selección de alternativas<br />

a enjuiciar no deja de ser discutible,<br />

pero puede aceptarse<br />

dada su intención ilustrativa. Lo<br />

que resulta decepcionante, sin<br />

embargo, es la cortedad de horizontes,<br />

la falta de imaginación<br />

política y, en definitiva, al acomodo<br />

con que presenta su análisis<br />

pretendidamente realista de<br />

las mismas. Pero examinémoslas<br />

paso a paso, una por una.<br />

Los engaños de la<br />

participación<br />

Está claro que a Laporta le irritan<br />

las apelaciones genéricas que<br />

tan frecuentemente se hacen en<br />

pro de una democracia más participativa,<br />

en la que los ciudadanos<br />

intervengan en los procesos<br />

deliberativos, sin ofrecer indicaciones<br />

mínimamente precisas<br />

sobre cuestiones como quién<br />

participa, cómo, dónde, en qué<br />

cuestiones (¿también en las decisiones?).<br />

La parece inevitable<br />

que, fuera de los “concejos<br />

abiertos” de núcleos municipales<br />

muy pequeños, habrá que contar<br />

con alguna organización que<br />

fije la agenda, presente y modere<br />

los debates, etcétera. Deja patente<br />

su rechazo de las asambleas<br />

“vociferantes y caóticas” y<br />

considera infantiles y peligrosas<br />

las apelaciones a la teledemocracia<br />

o a la vía Internet. También<br />

el referéndum es descartado desdeñosa<br />

y genéricamente, así como<br />

los procedimientos de democracia<br />

directa que atribuye a<br />

la “democracia griega” (en realidad,<br />

sólo Atenas) y al “ideal<br />

rousseauniano” (no es así, Rousseau<br />

rechaza expresamente la democracia<br />

directa) en cuanto “democracias<br />

de señoritos”. Por lo<br />

demás, estas apelaciones a una<br />

mayor participación ciudadana<br />

en la deliberación presuponen<br />

lo que no existe ni se puede inventar:<br />

unos “ciudadanos informados<br />

y con vocación civil”. Lo<br />

que realmente existe es la “sociedad<br />

deliberante” de los medios<br />

de comunicación, con su<br />

filtro selectivo de temas y enfoques.<br />

Habría que regular previamente<br />

los medios y el diseño<br />

educativo. Pero “nadie naturalmente<br />

tiene claro cómo se hace<br />

eso, ni si es deseable que se haga”<br />

(20-22).<br />

Hasta cierto punto es comprensible<br />

la irritación que provocan<br />

las apelaciones excesivamente<br />

genéricas a una mayor<br />

participación ciudadana en las<br />

instituciones democráticas. Pero<br />

ello no puede ocultar que existen<br />

importantes contribuciones<br />

o propuestas concretas que pudieran<br />

ponerse en marcha de inmediato<br />

o de modo paulatino,<br />

según los casos, si hubiera voluntad<br />

política para hacerlo en<br />

quienes tienen la llave de las reformas,<br />

esto es, en los partidos<br />

políticos. Ahí están desde hace<br />

muchos años las propuestas por<br />

Barber (1984), algunas de ellas<br />

existentes ya en Estados Unidos<br />

a nivel intraestatal y que sólo sería<br />

preciso potenciar en otros casos.<br />

Y más recientemente cabe<br />

citar las contribuciones de autores<br />

como Cronin (1989),<br />

Fishkin (1992), Budge (1996),<br />

etcétera. Por lo demás, asistimos<br />

hoy a un renacimiento vigoroso<br />

de los enfoques de republicanismo<br />

democrático en todo el<br />

mundo, entre cuyos defensores<br />

moderados me sitúo, como es<br />

bien sabido.<br />

Por supuesto, nadie –incluso<br />

los que hablan de democracia<br />

76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


“directa”– quiere resucitar la democracia<br />

asamblearia ateniense,<br />

desacreditada convincentemente<br />

desde Tucídides. Se trata, más<br />

bien, de corregir las graves deformaciones<br />

oligocráticas del<br />

modelo liberal de representación<br />

indirecta, por una parte, y de realizar<br />

ciertos implantes del modelo<br />

republicano en las instituciones<br />

actualmente existentes,<br />

por la otra. ¿Por qué esa descalificación<br />

global de la institución<br />

referendaria cuando sirve excelentes<br />

servicios cuando es correctamente<br />

aplicada como sucede<br />

en nuestro contexto europeo<br />

más cercano, tanto más<br />

cuanto que resulta necesaria para<br />

legitimar la solución de las<br />

cuestiones de especial trascendencia<br />

política nacional (¿qué<br />

demócrata cree realmente que<br />

cumple una función meramente<br />

consultiva, incluso, pese a la letra<br />

–sonrojante– de la Constitución<br />

Española?). ¿Por qué se descarta<br />

una reforma en profundidad de<br />

la ley electoral de modo que se<br />

aligeren las exigencias para la<br />

participación de los diversos colectivos<br />

y, sobre todo, para desbloquear<br />

las listas electorales previamente<br />

elegidas por las cúpulas<br />

burocráticas de los partidos, y<br />

que se presentan a los electores<br />

como un trágalas?<br />

¡Eso sí que es fomentar la información<br />

y el espíritu cívico!<br />

Más adelante volveré sobre ello,<br />

pero me importa subrayar que,<br />

en efecto, en la educación democrática<br />

de los ciudadanos está<br />

el eslabón estratégico. Lamento<br />

tanto como Laporta el<br />

bajísimo nivel informativo, así<br />

como la pasividad democrática<br />

de los ciudadanos. Verdaderamente,<br />

tenemos la democracia<br />

que nos merecemos. Pero La-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

porta no parece ser consciente<br />

de que es el modelo liberal representacional<br />

(que no realmente<br />

representativo) el gran responsable<br />

de tener el demos que<br />

tenemos. ¿Quién ha persuadido<br />

a los ciudadanos durante los dos<br />

últimos siglos para que dejasen<br />

los asuntos públicos al cuidado<br />

de una clase profesional y se dedicasen<br />

enteramente a los negocios<br />

y al disfrute de la vida privada,<br />

porque cada cuatro años<br />

serían libres para reelegir o no a<br />

sus representantes?<br />

Democracia paritaria<br />

Advierto de antemano que en<br />

este punto estoy de acuerdo con<br />

Laporta, aunque no exactamente<br />

por las mismas razones. Para<br />

él se trataría, ante todo, de un<br />

intento para corregir la reproducción<br />

del machismo social en<br />

las listas electorales: por un<br />

tiempo, al menos, se presentarían<br />

listas paritarias de varones y<br />

mujeres. Pero Laporta, pese a<br />

ver la idea con simpatía, encuentra<br />

obstáculos para salvar la<br />

pureza de la representación política,<br />

que pasaría a ser más bien<br />

una “representación-reflejo” de<br />

la presión social hacia la paritaridad,<br />

cambiando a tal fin el<br />

procedimiento normal, con lo<br />

que se limitaría la libertad del<br />

elector. La consecuencia es que<br />

ello obligaría a que las listas permaneciesen<br />

cerradas y bloqueadas,<br />

con lo que se contradice<br />

otra de las aspiraciones reformistas:<br />

las listas abiertas o, al<br />

menos, el desbloqueo de las listas<br />

cerradas. Los reformadores<br />

entran, pues, en contradicción<br />

consigo mismos.<br />

Otra razón para la cautela es<br />

la consabida objeción de “pendiente<br />

deslizante”: si se admite<br />

aquí la discriminación inversa,<br />

esto es, el privilegio (“acción positiva”,<br />

según el eufemismo al<br />

uso), sería a partir de considerar<br />

a las mujeres como un colectivo<br />

“marginado y ninguneado”, con<br />

lo que habría que conceder también<br />

discriminación inversa a todos<br />

los colectivos infrarrepresentados;<br />

entrarían en liza las razas,<br />

las edades, las religiones, los<br />

discapacitados, etcétera: todos<br />

tendrían derecho a que la proporcionalidad<br />

social se reflejase<br />

en el Parlamento. Y, por último,<br />

Laporta remacha su argumentación<br />

invocando la falta de respeto<br />

y de confianza que tales<br />

imposiciones implicarían sobre<br />

el demos. La solución correcta<br />

no es imponerle valores que no<br />

comparte, sino educarle previamente<br />

para ello (22-23).<br />

La primera razón me parece<br />

certera, pero un tanto tramposa,<br />

porque sólo es válida para los reformistas<br />

que comparten el postulado<br />

de la paritaridad. Para la<br />

mayoría de ellos, entre los que<br />

me cuento, la presión por la “democracia<br />

paritaria” (expresión<br />

autocontradictoria y hasta ridícula)<br />

es, en realidad, efecto de<br />

una contaminación de la mentalidad<br />

sindicalista en la práctica<br />

democrática. Porque resulta obvio<br />

que tal distribución paritaria<br />

cabe únicamente en la organización<br />

interna de los partidos<br />

políticos. Y aun así le alcanzaría<br />

también la objeción de la “pendiente<br />

deslizante”, pero sería<br />

cuestión privada de cada partido.<br />

Pero la actitud sindicalista<br />

de reparto de puestos y de cargos<br />

choca frontalmente con la<br />

exigencia democrática de mérito<br />

y de competencia como únicos<br />

criterios. Ahora resultaría que<br />

ser de uno u otro sexo podría<br />

ser decisivo para ser elegido diputado,<br />

consejero o ministro. Y<br />

pronto se exigirá que el próximo<br />

presidente del Gobierno sea una<br />

mujer. La lógica sindicalista es la<br />

misma (sin embargo, desde ahora<br />

apuesto a que la primera mujer<br />

presidente del Gobierno no<br />

saldrá de las filas paritarias). Y<br />

siguiendo la misma lógica, también<br />

se exigirá que la concesión<br />

del Premio Nobel respete la paritaridad.<br />

La lógica es siempre<br />

la misma: se trata de compensar<br />

la discriminación machista de la<br />

mujer y estimular su participación<br />

en condiciones de igualdad.<br />

Pero es manifiesto que la<br />

discriminación positiva sólo tiene<br />

sentido en la EGB, acaso en<br />

la ESO, quizá hasta en el Bachillerato,<br />

pero nunca debe alcanzar<br />

la Universidad. ¿O es que se<br />

puede llegar a obtener el título<br />

profesional gracias a un privilegio?<br />

Flaco favor, por otra parte,<br />

porque ¿quién confiaría en tales<br />

profesionales? ¿Qué decir entonces<br />

de los diputados o ministros,<br />

que son inconcebibles<br />

sin una idoneidad real y presente?<br />

Sobre toda mujer caerá la<br />

duda de si es o no una mujercuota.<br />

Pero ya se sabe, el sindicalismo<br />

es otra cosa: sólo le interesa<br />

el acceso garantizado al<br />

reparto de los cargos.<br />

Es obvio que la paritaridad<br />

mujeres-varones desvirtúa gravemente<br />

las reglas del juego democrático.<br />

Y, en efecto, obligaría<br />

a otras proporcionalidades<br />

con la misma (in)justicia: la más<br />

clara es la variable de edad.<br />

¿Cuántos grupos de edad habría<br />

que formar? Me parece que no<br />

menos de cuatro (de nuevo reunidos<br />

los sexos): la juventud, la<br />

primera madurez, los adultos y<br />

la tercera edad. Y luego vendrí-<br />

77


¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />

an las cuotas de los grupos minoritarios,<br />

las religiones, los discapacitados,<br />

etcétera. ¿Cómo<br />

podría evitarse?<br />

¿Movimientos sociales?<br />

Laporta advierte que mientras<br />

que a los partidos políticos se<br />

les niega la confianza y la credibilidad,<br />

éstas le son otorgadas<br />

sin reservas a las organizaciones<br />

no gubernamentales y a los movimientos<br />

sociales. Sólo puede<br />

entenderlo como una moda que<br />

sigue al prestigio del término<br />

“movimiento”, que connota<br />

“una presunta espontaneidad y<br />

flexibilidad, autenticidad y vitalidad”,<br />

por contraste precisamente<br />

con los viejos partidos.<br />

Nuestro autor no ve ningún<br />

fundamento en tal presunción<br />

y hasta evoca los ecos de la retórica<br />

reaccionaria del franquismo<br />

contra los partidos. Los movimientos<br />

sociales denotan una realidad<br />

muy heterogénea (“pacifistas,<br />

ecologistas, feministas,<br />

tercera edad, etcétera”), y hasta<br />

“fantasmagórica”, lo que les incapacita<br />

para ser “interlocutores<br />

sociales”, ya que no tienen líderes<br />

ni se conocen sus “propuestas”.<br />

Su idea es que “deben organizarse”<br />

al modo de los partidos.<br />

Justamente, lo que ellos<br />

rechazan por principio como<br />

condición de autenticidad y de<br />

supervivencia. Pero Laporta tiene<br />

todavía otro reproche: a diferencia<br />

de los partidos, ellos persiguen<br />

un objetivo único, y esto<br />

es mucho más un defecto que<br />

una virtud.<br />

Eso sí, reconoce que muchos<br />

movimientos sociales son “un<br />

acicate para la dinamización de<br />

la vida política y un instrumento<br />

para situar en la agenda política<br />

temas y problemas que, de<br />

no ser por ellos, no se plantearían<br />

con tanta convicción”. Pero<br />

carecen de “legitimación para<br />

participar en decisión política<br />

alguna”, porque “no toman parte<br />

en el proceso electoral”. Si se<br />

les admitiera, sería al modo de<br />

grupos de presión, lo que daría<br />

alas a la “democracia corporativa”.<br />

En efecto, “¿no estaremos<br />

envalentonando a unas organizaciones<br />

a entrar en el inter-<br />

cambio de negociaciones y presiones<br />

con el resto de la sociedad<br />

corporatista para satisfacer sus<br />

intereses peculiares al margen<br />

del interés general?”. Lo que, en<br />

último término, sería también<br />

una desconsideración imperdonable<br />

para con los ciudadanos<br />

que no forman parte de ninguno<br />

de esos movimientos (23).<br />

Me resulta difícil entender estas<br />

valoraciones fuera del contexto<br />

de la retórica partidista.<br />

Porque es obvio que no es oro<br />

todo lo que reluce en los nuevos<br />

movimientos sociales y en las organizaciones<br />

no gubernamentales.<br />

Pero si algo es patente es que<br />

huyen como de la peste de todo<br />

lo que pueda asimilarles a los<br />

partidos políticos y a las organizaciones<br />

gubernamentales. ¿Por<br />

qué será? Explicarlo como mero<br />

efecto de la presión de modas y<br />

corporatismos resulta por lo menos<br />

muy subjetivo y objetivamente<br />

injusto. Y no es que, en<br />

unos y en otros, no aparezcan<br />

defectos de enfoque (es cierto, el<br />

objetivo único también puede<br />

ser peligroso) y desviaciones corporatistas<br />

y sindicalistas (ahí esta<br />

el movimiento internacional<br />

de emancipación femenina actuando<br />

en muchas organizaciones,<br />

en especial de la izquierda,<br />

con mentalidad sindicalista: primero<br />

el poder, después la revolución,<br />

¿no les suena? En otros<br />

casos se han convertido en grupos<br />

oficiales de presión). Pero<br />

reducir tal eclosión sociopolítica<br />

a sus desviaciones puntuales parece<br />

más efecto de una ceguera<br />

profesional que de un análisis<br />

crítico. Porque se trata de una<br />

eclosión social de alcance político;<br />

pese a su voluntad, se trata<br />

de una alternativa a los partidos<br />

políticos, aunque sus miembros<br />

lo nieguen porque no quieren<br />

verse contaminados por “la política”.<br />

Pero su acción social, incluso<br />

a su pesar, tiene proyección<br />

política directa. No pretenden<br />

sustituir a los partidos<br />

políticos (aunque éstos se sienten<br />

amenazados: de ahí su reacción<br />

defensiva-agresiva), sino<br />

pasar de ellos. Pese a todo, los<br />

políticos siguen repitiendo: dado<br />

que tenemos los partidos po-<br />

líticos, ¿quién necesita movimientos<br />

sociales ni ONGs?<br />

Pero, ¿por qué no pueden ser<br />

“sujetos coadyuvantes del proceso<br />

electoral”? Simplemente, porque<br />

la ley electoral, al servicio de<br />

los partidos políticos, lo impide.<br />

Pero todo es cuestión de cambiar<br />

la ley electoral y de ser fieles<br />

a la Constitución, que en su artículo<br />

6 reconoce a los partidos<br />

políticos ser “instrumento fundamental<br />

para la participación<br />

política” (no “el” instrumento<br />

fundamental ni el exclusivo, como<br />

tradujo la ley electoral consensuada<br />

por los partidos), pero<br />

a condición de que “expresen el<br />

pluralismo político y concurran<br />

a la formación y manifestación<br />

de la voluntad popular” y de que<br />

“su estructura interna y funcionamiento<br />

deberán ser democráticos”.<br />

Lamentablemente los partidos<br />

funcionan como meras organizaciones<br />

oligocráticas y no<br />

cumplen la primera condición<br />

(la inmensa mayoría de sus iniciativas<br />

han sido vampirizadas<br />

de las agendas de los movimientos<br />

sociales) como tampoco la<br />

segunda (¿hace falta probarlo?).<br />

Partidos cerrados<br />

y partidos abiertos<br />

Está claro que Laporta se muestra<br />

lacerado por el descrédito<br />

abrumador de los partidos políticos.<br />

No comprende en qué<br />

puede basarse esta especie de<br />

conjura universal contra ellos. Y<br />

aunque me consta sobradamente<br />

que no es un “intelectual orgánico”,<br />

su reacción recuerda<br />

objetivamente el cometido asignado<br />

a tales intelectuales. Ahí<br />

queda su denuncia de que los<br />

partidos sean presentados como<br />

“la bestia negra” del cansancio<br />

de la democracia, que se les atribuyan<br />

todas las perversiones<br />

“partidistas” (sí, de ahí procede<br />

el término), que sean presentados<br />

como “un verdadero obstáculo<br />

a la ‘auténtica’ democracia<br />

entendida como proceso libre y<br />

total de información, debate y<br />

decisión”. De ahí que denuncie<br />

que la militancia, y hasta la mera<br />

cercanía a los mismos, sea vista<br />

con extrema desconfianza,<br />

“como una suerte de contagio o<br />

infección”. Y que se dé por supuesto<br />

que sólo fuera de los partidos<br />

puede “haber competencia,<br />

independencia, objetividad,<br />

honestidad, generosidad e interés<br />

general”. ¿Por qué será? Un<br />

liberal sincero como B. Manin<br />

(1997) recoge y apunta estos defectos<br />

con pasmosa sinceridad.<br />

Laporta apela también a la<br />

ley de Michels sobre el inevitable<br />

deslizamiento de los partidos<br />

hacia la oligarquización. Pero<br />

enseguida aduce, con razón,<br />

que dicha ley afecta a “toda organización<br />

humana que persiga<br />

fines” (en realidad, a toda organización<br />

que compita por el poder).<br />

Y aduce, también con toda<br />

razón, que las “cúpulas sindicales<br />

son tan rígidas e inamovibles”,<br />

así como las organizaciones<br />

religiosas, empresariales, las<br />

grandes corporaciones, los clubes<br />

de fútbol, etcétera. Pero los<br />

partidos tendrían, a su juicio,<br />

una ventaja única: sólo ellos se<br />

someten periódicamente al voto<br />

ciudadano, mientras que los demás<br />

“se blindan” frente a este<br />

voto (y a veces hasta contra sus<br />

asociados). Pero la realidad es<br />

que tampoco los partidos se someten<br />

al voto ciudadano, al menos<br />

en cuanto de ellos depende:<br />

se limitan a ofrecer a los electores<br />

unas listas de candidatos previamente<br />

elegidos, y las ofrecen<br />

en forma cerrada y bloqueada,<br />

como un simple lo tomas o lo<br />

dejas. Y a los ciudadanos no les<br />

queda otra alternativa que votar<br />

a unos o a otros. Excepto el voto<br />

en blanco o la abstención.<br />

Por último, me resulta llamativo<br />

el escepticismo y hasta la<br />

cerrazón con que Laporta examina<br />

las cuatro propuestas principales<br />

que, a su juicio, se han<br />

presentado para abrir los partidos<br />

a la sociedad: el debate interno,<br />

el sistema proporcional, la<br />

incorporación de independientes<br />

y simpatizantes, y las elecciones<br />

primarias.<br />

El “debate interno” puede tener<br />

efectos saludables, pero se<br />

pervierte fácilmente en un “debate<br />

incesante”, en el que insensatamente<br />

se pone todo en cuestión<br />

y se termina en un “cúmulo<br />

de desacuerdos internos” en<br />

78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


lugar de “sintetizar en un mensaje<br />

coherente un programa de<br />

acciones políticas para enfrentar<br />

problemas reales”. Pero de esto<br />

último se trata precisamente, y<br />

para esto se postula el debate interno,<br />

en lugar de dejar a los dirigentes<br />

el monopolio del saber<br />

y del decir. Y si se llega al “debate<br />

incesante” y al cuestionamiento<br />

de todo, ¿no será síntoma<br />

de hasta dónde había llegado<br />

la desviación? No hay madurez<br />

sin crisis y la crisis bien resuelta<br />

suele conducir a la madurez.<br />

Al examinar la segunda propuesta,<br />

la del sistema proporcional<br />

en las votaciones internas,<br />

revela Laporta una de las<br />

razones de su escepticismo a la<br />

primera: el debate interno es “el<br />

disfraz que adopta a veces algún<br />

descontento sectorial”, y de aquí<br />

esta segunda apelación. Pero entonces<br />

el partido se configurará<br />

como un conjunto de “facciones”<br />

o “sensibilidades”. No necesariamente.<br />

¿O es que son tan<br />

irracionales los miembros de los<br />

partidos políticos? Precisamente,<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

la ley de Michels no es inexorable<br />

si se toman las oportunas<br />

precauciones: una de ellas es la<br />

de evitar el monolitismo y las<br />

mayorías aplastantes, y el voto<br />

proporcional puede ser un buen<br />

antídoto contra ello. Aunque todo<br />

puede tener efectos perversos,<br />

claro está.<br />

Tampoco la tercera propuesta<br />

le parece seria, ya que presupone<br />

que los meros simpatizantes y los<br />

independientes no compartirían<br />

los defectos partidarios. Y ello le<br />

parece a la vez irreal y ofensivo<br />

para tantos militantes, que de un<br />

modo tan abnegado como legítimo<br />

(o una cosa o la otra, pero<br />

no las dos al mismo tiempo) tienen<br />

derecho a “incentivos selectivos”<br />

(¡vaya eufemismo!) para<br />

escalar puestos de responsabilidad<br />

en el partido. Efectivamente,<br />

ese es el problema.<br />

La cuarta propuesta tampoco<br />

le merece crédito alguno. El<br />

concepto de “elecciones primarias”<br />

es una importación artificial<br />

y ajena a nuestro sistema.<br />

Su lógica le parece poco clara y<br />

puede conllevar “aspectos negativos”,<br />

ya que pueden “forzar las<br />

cuadernas de la organización de<br />

un modo insensato”. Obviamente,<br />

han de limitarse a los<br />

cargos del partido. Pero aun así<br />

se estaría poniendo en juego una<br />

doble legitimidad: la del voto<br />

del congreso del partido y la del<br />

voto directo de los militantes. Y<br />

si ambas no coinciden se daría<br />

paso a la fragmentación, no a la<br />

apertura. Pero es que Laporta<br />

no parece ser consciente de que<br />

en este caso, como en del referéndum,<br />

no puede darse esa doble<br />

legitimidad: cuando hay<br />

apelación directa al voto ciudadano,<br />

los representantes, por<br />

electos que sean, quedan por definición<br />

de lado en tal asunto.<br />

Finalmente, Laporta encuentra<br />

al verdadero culpable de todo<br />

este desaguisado: las propuestas<br />

de reforma son soluciones vacías<br />

o problemáticas porque el demos<br />

es “vulgar y absentista”, actúa<br />

“muchas veces inspirado en prejuicios<br />

viejos e insostenibles” y<br />

“cuando ingresa en las institucio-<br />

JOSÉ RUBIO CARRACEDO<br />

nes y los partidos reproduce dentro<br />

de ellos las viejas taras hereditarias<br />

y las antiguas rutinas”. Por<br />

tanto, se trata de un diagnóstico<br />

equivocado. El verdadero cansancio<br />

no es el de la democracia<br />

de partidos, sino el cansancio de<br />

semejante demos. Y el problema<br />

no tendrá remedio hasta que “caigamos<br />

en la cuenta de que la democracia<br />

representativa de partidos<br />

no es lo que funciona mal ni<br />

tiene ningún déficit intrínseco,<br />

sino que es el propio demos y sus<br />

comportamientos lo que no nos<br />

gusta”. Por tanto, lo que nos hace<br />

falta es “un pueblo adulto” (Giner<br />

de los Ríos) y “de esto es de lo<br />

que debemos empezar a hablar”<br />

(24-25, énfasis mío).<br />

Por fin se comprenden sus espesas<br />

reticencias a admitir ninguna<br />

de las propuestas de reforma<br />

de los partidos políticos. Resulta<br />

que los partidos políticos<br />

funcionan bien en realidad y lo<br />

único que pasa es que el pueblo<br />

no está a su altura y resulta una<br />

carga para los partidos. Y quienes<br />

tienen razón para estar cansados<br />

79


¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />

son los líderes de los partidos,<br />

que tienen que bregar, abnegados<br />

ellos, con la plebe ignorante<br />

y díscola. ¿A quién suena más, a<br />

Felipe González o a Julio Anguita?<br />

No estoy de acuerdo, profesor<br />

Laporta, con su diagnóstico: después<br />

de más de dos siglos de democracia<br />

liberal ilustrada y de legitimación<br />

representacional, el<br />

pueblo no puede ser el culpable,<br />

porque de eso se trataba justamente:<br />

de mantener a los ciudadanos<br />

en minoría de edad política<br />

permanente. Tal fue el designio<br />

de la burguesía ilustrada<br />

triunfante en las revoluciones liberales,<br />

y tal lo ha seguido siendo<br />

hasta hoy desde que se adoptó el<br />

sistema de partidos en la segunda<br />

mitad del siglo XX. La exposición<br />

sería muy extensa y, por lo demás,<br />

de sobra conocida.<br />

En lo que sí estoy de acuerdo<br />

es en la cita de Giner de los Ríos<br />

y en que, en efecto, hemos de<br />

empezar a hablar de contribuir a<br />

la construcción de un “pueblo<br />

adulto”. Pero discrepamos enteramente<br />

en el cómo. Educar ciudadanos<br />

es la clave que abrirá las<br />

puertas a la regeneración de la<br />

democracia liberal, pero la vía hacia<br />

la misma no puede ser la de<br />

cerrarles a los ciudadanos una<br />

mayor participación. Justamente,<br />

la gran demanda actual se dirige<br />

a ese objetivo, aunque no todas<br />

las propuestas sean acertadas. Pero<br />

algunas de ellas me parecen<br />

objetivamente claras e indispensables<br />

para iniciar el proceso que<br />

permitirá a la vez regenerar el demos<br />

y la democracia. Porque se<br />

trata de un proceso de retroalimentación:<br />

basta un mínimo de<br />

espíritu cívico para iniciar la reforma<br />

porque la misma regeneración<br />

de las instituciones y de<br />

las leyes promueve el aumento<br />

del espíritu cívico. Y así sucesivamente,<br />

sin término, porque nunca<br />

se alcanzarán los niveles óptimos.<br />

Ahí van algunas propuestas-indicaciones,<br />

aunque sea de<br />

forma rápida.<br />

Cinco propuestas<br />

a) Educar ciudadanos. Comencemos<br />

por recordar una evidencia:<br />

el demócrata no nace, se hace.<br />

El mito de Prometeo en la<br />

versión del Protágoras platónico<br />

ilustra perfectamente esta realidad:<br />

la especie es naturalmente<br />

insociable y pendenciera. Zeus<br />

hubo de echarle una mano, incluso<br />

después de las mejoras introducidas<br />

por Prometeo: hubo<br />

de otorgarle los “dones divinos”<br />

del pudor y de la justicia (ética y<br />

política, para entendernos) como<br />

condición de la supervivencia<br />

de los humanos. Además,<br />

Hermes recibió el encargo expreso<br />

de cuidarse de que cada<br />

hombre (¡genérico!) recibiese su<br />

parte, porque de otro modo sería<br />

considerado inhumano y<br />

arrojado como tal de la sociedad.<br />

En efecto, no nacemos naturalmente<br />

demócratas; la democracia<br />

es una conquista decisiva<br />

de la humanidad, pero el<br />

contrato social ha de renovarse<br />

en cada generación, porque no<br />

es hereditario. Al contrario, el<br />

naturalismo político (el impulso<br />

de dominación) resurge con cada<br />

individuo que nace. Se precisa,<br />

pues, una educación ciudadana,<br />

incesante y sistemática,<br />

una auténtica educación democrática,<br />

capaz de superar el naturalismo<br />

político espontáneo.<br />

Y esto es lo que el modelo liberal<br />

representacional deja enteramente<br />

de lado. Un país sin<br />

apenas tradición democrática<br />

como España pasó, por conversación<br />

espontánea (al parecer),<br />

del franquismo sociológico mayoritario<br />

a la democracia. Y eso<br />

que la Constitución responsabiliza<br />

a “los poderes públicos” de<br />

“promover las condiciones para<br />

que la libertad y la igualdad del<br />

individuo y de los grupos en que<br />

se integra sean reales y efectivas;<br />

remover los obstáculos que impidan<br />

o dificulten su plenitud y<br />

facilitar la participación de todos<br />

los ciudadanos en la vida política,<br />

económica, cultural y social”<br />

(art. 9.2). Pero nuestros gobernantes<br />

y partidos han interpretado<br />

este mandato en clave feminista;<br />

de hecho, se han limitado<br />

a crear el Organismo<br />

Autónomo Instituto de la Mujer<br />

(1983). Y cuando más adelante<br />

(art. 48) se repite el mandato<br />

para la juventud (“los poderes<br />

público promoverán las condi-<br />

ciones para la participación libre<br />

y eficaz de la juventud en el<br />

desarrollo político, social, económico<br />

y cultural”) se han limitado<br />

a crear el inoperante Organismo<br />

Autónomo Consejo de<br />

la Juventud de España (1983);<br />

aunque, eso sí, cada partido político<br />

ha organizado su rama juvenil,<br />

es decir, se ha dotado de<br />

una cantera propia. No se ha regulado,<br />

en cambio, con la mínima<br />

seriedad una materia académica<br />

autónoma, con profesorado<br />

específicamente preparado,<br />

por el absurdo complejo de repetir<br />

la franquista “educación<br />

del espíritu nacional”. ¿Cómo<br />

lamentarse después de que el<br />

pueblo carezca de cultura y de<br />

sensibilidad democrática?<br />

¿Dónde está la escuela de democracia<br />

de los españoles? En<br />

la práctica, en los medios de comunicación.<br />

Pero estos medios<br />

se limitan a reflejar acríticamente<br />

los usos de la democracia realmente<br />

existente. Entre otras<br />

cosas, porque tampoco en las facultades<br />

de Ciencias de la Información<br />

se imparte una materia<br />

que estudie seriamente la Constitución<br />

española. Y de sobra es<br />

sabido que el neoliberalismo<br />

predomina ampliamente, sobre<br />

todo en los medios audiovisuales.<br />

Y, sin embargo, un libro como<br />

el de R. Dahl La democracia.<br />

Una guía para los ciudadanos debería<br />

ser familiar para la mayoría<br />

de los españoles si efectivamente<br />

recibiesen una educación política.<br />

Con la reflexión democrática<br />

mínimamente educada los ciudadanos<br />

dejan de ser los entes<br />

pasivos y resignados que reflejan<br />

las encuestas que intentan medir<br />

el nivel de interés participativo<br />

en la política. Porque se sobrentiende<br />

–¿cómo no?– que se trata<br />

de participar en la política realmente<br />

existente, la única que conocen.<br />

Pero tampoco se precisan<br />

niveles máximos de espíritu<br />

cívico para hacer posibles las reformas<br />

imprescindibles para devolverle<br />

a la democracia su sentido,<br />

como falazmente argumentan<br />

los defensores del statu<br />

quo liberal representacional. Lo<br />

decisivo es comenzar el proceso<br />

de reformas del sistema con la<br />

sensibilización democrática, por<br />

dos razones: primera, porque sin<br />

sentido democrático no es posible<br />

ser demócrata ni exigir democracia<br />

y, por tanto, resulta<br />

imposible iniciar reforma alguna<br />

si los ciudadanos son incapaces<br />

de entenderla y apoyarla; y segunda,<br />

porque una vez iniciado<br />

el proceso se produce una retroalimentación<br />

incesante entre la<br />

cultura y la participación, como<br />

luego apuntaré.<br />

b) ¿Por qué no un código ético para<br />

políticos demócratas? Cada vez<br />

me parece más obvio que la situación<br />

actual de los partidos<br />

políticos demanda con urgencia<br />

un código ético de conducta similar<br />

al que está vigente, con<br />

aceptables resultados, pese a todo,<br />

en el ámbito de la publicidad<br />

o del periodismo, como en<br />

toda profesión seria. ¿Por qué va<br />

a ser la política, y más la democrática,<br />

el único campo en que<br />

se legitima el “todo vale” con tal<br />

de conseguir el éxito? El mal llamado<br />

realismo político –que, en<br />

realidad, es naturalismo prepolítico–<br />

ha venido exigiendo tan<br />

dudoso privilegio, que encontró<br />

en Schumpeter a uno de sus<br />

más influyentes y estimados<br />

portavoces al asimilar el método<br />

democrático al método económico,<br />

aunque otorgándole al<br />

primero una permisividad casi<br />

total, con exclusión de la violencia,<br />

pretendidamente a causa<br />

de su naturaleza especial. Esta<br />

nefasta herencia schumpeteriana,<br />

pese a su tufillo maquiavélico,<br />

ha pesado decisivamente en<br />

la legitimación de modos y<br />

comportamientos repelentes en<br />

cualquier otra actividad humana<br />

digna de tal nombre.<br />

Precisamente, ahí radica el<br />

error. Es muy frecuente considerar<br />

los códigos éticos, sobre<br />

todo los profesionales, como<br />

una serie de cortapisas externas<br />

a la propia profesión, que vienen a<br />

limitar su libertad de movimiento<br />

y de acción. Y, sin embargo,<br />

los códigos éticos se limitan<br />

a señalar la lógica de la<br />

acción profesional a medio y largo<br />

plazo, permitiendo iluminar<br />

80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105


decisivamente las confusiones y<br />

desvaríos que provocan la mera<br />

consideración del presente y del<br />

corto plazo, en los que el “todo<br />

vale” parece el enfoque más eficiente.<br />

Justamente, el código ético<br />

de la publicidad comercial<br />

ilustra elocuentemente cómo sus<br />

pautas –aceptadas por el colectivo<br />

como un autocontrol consensuado–<br />

no sólo señalan la lógica<br />

de la acción publicitaria, sino<br />

que significan la salvaguarda<br />

de la profesión: ¿para qué serviría<br />

una publicidad sin autocontrol?<br />

¿Quién le daría el menor<br />

crédito? El “todo vale”, que podría<br />

parecer exitoso por un momento,<br />

conduciría directamente<br />

a su desaparición.<br />

Pues bien, mi tesis es que la<br />

política democrática sufre un<br />

gravísimo deterioro justamente<br />

porque carece de un código ético<br />

de conducta democrática.<br />

Ello ha sido posible porque se<br />

ha venido confundiendo la política<br />

cruda con la política democrática.<br />

La primera traza las<br />

reglas de la adquisición y mantenimiento<br />

del poder como realidad<br />

natural (poder como dominación),<br />

ajena a todo contrato<br />

social; pero la segunda traza<br />

las reglas del poder consensuado,<br />

esto es, del poder democrático,<br />

el único legítimo entre nosotros.<br />

Las constituciones democráticas<br />

marcan las reglas del<br />

juego y todo lo que se haga al<br />

margen de tales reglas es juego<br />

sucio, desleal e ilegal (aunque el<br />

nuevo Código Penal de la democracia<br />

tampoco lo sancione).<br />

No es éste el lugar para formular<br />

el código ético del político<br />

demócrata, pero bastará una<br />

aproximación desde el código<br />

de la publicidad comercial.<br />

¿Qué les parecerían a nuestros<br />

políticos demócratas, y no sólo<br />

en campaña electoral, las normas<br />

de veracidad (información<br />

no engañosa), de autolimitación<br />

al propio producto, de buena fe,<br />

de no explotación del miedo de<br />

los ciudadanos, de no incitación<br />

al error al referirse a la competencia,<br />

de respetar el buen gusto,<br />

de evitar la propaganda discriminatoria,<br />

del derecho al honor<br />

de los adversarios (que no ene-<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

migos), de garantía de demostrabilidad<br />

de lo afirmado, de<br />

evitación del plagio y/o de la<br />

distorsión de la competencia, de<br />

evitación de las comparaciones<br />

inexactas o malévolas…, todo<br />

ello sometido a un jurado (o un<br />

arbitraje) institucional y con capacidad<br />

sancionadora real?<br />

Ahora bien, ¿cómo sería posible<br />

formular y hacer vigente<br />

tal código? Esto es ya una cuestión<br />

técnica. Podría recogerse en<br />

la propia ley de partidos políticos<br />

o en la ley electoral. Pero<br />

quizá fuera preferible una ley específica,<br />

obviamente aprobada<br />

por las cámaras, en la que se fijaría<br />

el código democrático y la<br />

institución encargada de implementarlo.<br />

Incluso podría pensarse<br />

en que los propios partidos<br />

se encargasen del código en<br />

términos de autocontrol consensuado,<br />

puesto que nadie debería<br />

estar más interesado que<br />

ellos mismos en su credibilidad.<br />

Pero me temo que eso sería pedirle<br />

peras al olmo.<br />

La puesta en marcha de tal<br />

Código de Conducta Democrática<br />

podría ser un buen comienzo,<br />

como lo ha sido en términos<br />

generales la vigencia del Código<br />

de Conducta Publicitaria<br />

para los consumidores, ya que<br />

con ello se pondría en marcha<br />

un mecanismo de realimentación<br />

democrática incesante. En<br />

este sentido, tal código democrático<br />

podría desempeñar, además,<br />

un papel primordial para<br />

educar ciudadanos exigentes y<br />

responsables, contando con la<br />

base mínima antes postulada,<br />

porque de poco servirían unos<br />

dictámenes institucionales sobre<br />

las violaciones del código democrático<br />

si la ciudadanía es incapaz<br />

de apreciarlos y valorarlos.<br />

También la clase política terminaría<br />

por sensibilizarse<br />

paulatinamente o sería forzada<br />

al retiro.<br />

c) El Consejo de Control de los<br />

Partidos. Desde hace algún tiempo<br />

se viene insistiendo, sobre todo<br />

en los países anglosajones<br />

(aunque también José María<br />

Maravall simpatiza con la misma<br />

idea: véase su colaboración<br />

en el libro recientemente coordinado<br />

por Przeworski, Stokes<br />

y Manin), en la necesidad de<br />

crear institucionalmente un<br />

“Consejo de Control de los Partidos”<br />

como un remedio eficaz<br />

para combatir su creciente descontrol.<br />

Se trataría de una institución<br />

de rango estatal, independiente<br />

de los partidos políticos,<br />

formada por expertos de<br />

reconocido prestigio profesional<br />

y personal (¿al modo del Consejo<br />

de Estado?), que emitiría de<br />

modo periódico informes regulares<br />

relativos al funcionamiento<br />

de los partidos políticos y, en especial,<br />

sobre el grado de coherencia<br />

de cada uno de ellos en el<br />

mantenimiento de las promesas<br />

electorales tanto en el ejercicio<br />

del poder como en el de la oposición.<br />

El valor de tales informes<br />

sería a la vez científico y político,<br />

en cuanto fuente fiable de<br />

información para la opinión pública,<br />

con las presumibles consecuencias<br />

electorales por parte<br />

de los ciudadanos. Obviamente,<br />

la nueva institución no vendría a<br />

suplantar a ninguna de las ya<br />

existentes, sino a llenar un vacío<br />

y cumplir una función que hasta<br />

ahora realizan los propios partidos<br />

mediante acusaciones mutuas<br />

pero carentes de credibilidad<br />

a causa precisamente de su<br />

partidismo, esto es, de la retórica<br />

falsa y profundamente desleal<br />

que todos ellos practican en<br />

mayor o menor medida.<br />

Encuentro, en cambio, difícil<br />

de aplicar en España la propuesta<br />

anglosajona de instaurar unos<br />

“Jurados de Ciudadanos”, también<br />

con diseño institucional, para<br />

favorecer el desarrollo de una<br />

“democracia deliberativa”, con los<br />

que se han realizado ya prácticas<br />

prometedoras (Held, 1996; G.<br />

Smith-C. Wales, 2000), ya que<br />

presupone la tradición y la práctica<br />

de los jurados judiciales. En<br />

España, como en la mayoría de<br />

los países europeos, podría intentarse<br />

la organización y planificación<br />

de debates entre expertos independientes<br />

con aptitudes didácticas<br />

en los medios públicos<br />

(y privados, si éstos lo desean) de<br />

comunicación, en horarios fijos,<br />

aunque evitando el formato de<br />

JOSÉ RUBIO CARRACEDO<br />

las actuales tertulias. Soy algo escéptico<br />

respecto a los resultados,<br />

dado el actual contexto de cultura<br />

de masas, pero habría que intentarlo.<br />

d) El partido del voto en blanco es<br />

ya el quinto partido (o el tercero).<br />

Casi no es preciso insistir en que<br />

la vigente ley electoral es un reflejo<br />

fiel de la partidocracia, incompatible<br />

con la autodefinición<br />

de “democracia avanzada” de<br />

nuestra Constitución. Un buen<br />

número de disposiciones no tienen<br />

otra finalidad que asegurar<br />

el monopolio de los grandes partidos<br />

y, en especial, de las cúpulas<br />

burocráticas de los mismos. Y<br />

algo parecido cabe decir del estatuto<br />

del diputado y del mismo<br />

reglamento del Congreso.<br />

Me voy a limitar, sin embargo,<br />

a denunciar el mantenimiento<br />

a toda costa del bloqueo<br />

de las listas electorales cerradas,<br />

pese a las repetidas protestas de<br />

los ciudadanos que se ven obligados<br />

a ejercer su derecho-deber<br />

de votar siguiendo la mera lógica<br />

del mal menor…, o que se<br />

vean abocados a votar en blanco<br />

(y terminan por abstenerse). Es<br />

intolerable que el votante se vea<br />

forzado a refrendar simplemente<br />

la elección previa de las oligocracias<br />

de los partidos. Pero está<br />

claro que sin el bloqueo (y no<br />

digamos la opción de listas abiertas)<br />

los líderes de los partidos y<br />

sus burócratas de turno tendrían<br />

dificultades para mantener su<br />

hegemonía indiscutible para cortar<br />

por lo sano todo intento de<br />

discrepancia. Porque una cosa es<br />

la disciplina y otra muy distinta<br />

es la mordaza bajo el temor a ser<br />

arrojado de las listas (“quien se<br />

mueva no sale en la foto”, en<br />

efecto; los “gusanos votantes” se<br />

limitan a seguir la consigna).<br />

¿Quién puede imaginar que en<br />

el Parlamento español pudiera<br />

producirse el espectáculo del Senado<br />

norteamericano con republicanos<br />

votando en contra del<br />

enjuiciamiento de Clinton y demócratas<br />

a favor del mismo?<br />

Pero volvamos a las listas electorales<br />

bloqueadas. No hace mucho<br />

llegó a abrirse paso en algunos<br />

miembros de la clase políti-<br />

81


¿CANSANCIO DE LA DEMOCRACIA O ACOMODO DE LOS POLÍTICOS?<br />

ca la idea de adoptar el sistema<br />

alemán del doble voto como una<br />

solución aceptable para todos.<br />

Pero pronto se comprendió que<br />

su efecto era equivalente al desbloqueo<br />

de las listas cerradas. Y<br />

se cortó en seco esta posibilidad.<br />

Así, la comisión nombrada al<br />

efecto, tras varios años de estudiar<br />

las reformas a introducir, no<br />

encuentra ninguna que no venga<br />

a complicar el perfecto control<br />

actual (ya se sabe: ¡las posibles<br />

tachaduras de candidatos complicarían<br />

mucho el recuento de<br />

votos!). Un efecto directo es el<br />

incesante aumento de los votos<br />

en blanco, que en las elecciones<br />

generales alcanzó el 1,58%, es<br />

decir, fue el quinto colectivo,<br />

con mayor número de votos que<br />

el PNV (1,53%). Es de notar<br />

que el voto en blanco es el voto<br />

de quien acude a votar y no<br />

puede hacerlo, por lo que expresa<br />

directamente una protesta. Claro<br />

está que la intención de lo que<br />

supone el voto en blanco es muy<br />

superior: unos prefieren escribir<br />

su protesta, por lo que su voto se<br />

computa como nulo (0,67%); y<br />

otros, mucho más numerosos,<br />

sienten demasiado hastío como<br />

para acercarse siquiera a su distrito<br />

electoral, siendo computados<br />

en el cajón de sastre de la<br />

abstención. En realidad, son<br />

muchos los electores que ni siquiera<br />

conocen la posibilidad de<br />

votar en blanco y otros tantos<br />

que no saben que consiste en entregar<br />

el sobre vacío. Y quedan<br />

todavía los que prefieren votar<br />

más bien por despecho a partidos<br />

testimoniales o pintorescos,<br />

como otra forma más de protesta.<br />

Computado lo cual es muy<br />

probable que supere en realidad a<br />

los porcentajes de CiU (4,20%)<br />

y de IU (5,46%), por lo que resultaría<br />

ser ya el tercer partido.<br />

Obviamente, un colectivo especialmente<br />

denostado por los partidos<br />

políticos, mucho más que<br />

la abstención. Pero muy significativo.<br />

¿Hasta qué porcentaje<br />

tendrá que subir el voto en blanco<br />

para que la clase política de este<br />

país se dé por aludida?<br />

e) ¿Quién necesita un líder carismático?<br />

También aquí colea la<br />

dudosa herencia de Schumpeter,<br />

que fue quien labró el mito de que<br />

la democracia moderna, al igual<br />

que el mundo empresarial, precisaba<br />

de líderes (aunque, en realidad,<br />

es más que apreciable la<br />

contaminación de los Führer y<br />

los Duce). Pero el impacto creciente<br />

de los medios de comunicación<br />

de masas y, sobre todo, el<br />

influjo del modelo presidencialista<br />

americano, con toda su parafernalia,<br />

hizo el resto. Y el mito<br />

perdura por doquier, pese a<br />

la nefasta experiencia de los caudillajes<br />

(tal es la traducción castellana<br />

de Leader, lo siento) democráticos,<br />

que terminan casi<br />

siempre cargándose por un tiempo<br />

a su partido (¿recuerdan los<br />

nombres de De Gaulle, Mitterrand,<br />

Thatcher, Andreotti, Felipe<br />

González y el mismísimo<br />

Kohl?). La mayoría de los Estados,<br />

al menos, han puesto plazo<br />

a sus mandatos, a diferencia de<br />

otros como España (aunque Aznar<br />

lo haya prometido a título<br />

particular, ¡quizá porque no se<br />

siente líder carismático!). Porque<br />

resulta obvio que si la oligarquía<br />

es incompatible con la deliberación<br />

democrática y con la decisión<br />

colectiva, ¡qué decir de los<br />

monarcas populistas que gobiernan<br />

a golpe de carisma!<br />

Se insiste en que un líder resulta<br />

necesario para movilizar el<br />

electorado. Que se lo digan a Jesús<br />

Gil. Para ello ha de ser carismático.<br />

Pero, ¿no habíamos<br />

quedado en que Aznar no tenía<br />

carisma? La existencia de líderes<br />

justifica también los ridículos,<br />

pero muy costosos, mítines<br />

y actos electorales. Pero al mismo<br />

tiempo sabemos que éstos<br />

sirven solamente para satisfacer<br />

a los propios militantes, mientras<br />

que los indecisos no pisan<br />

jamás un mitin. Éstos se justifican<br />

también porque permiten<br />

elaborar los espacios electorales<br />

para los medios de comunicación,<br />

esto es, para elaborar una<br />

propaganda generalmente deleznable<br />

con un presupuesto<br />

exagerado. ¡Qué caros nos cuestan<br />

estos festivales a los contribuyentes!<br />

Y todo ¿para qué? Supuestamente,<br />

para captar al pequeño<br />

porcentaje de indecisos.<br />

Pero éstos suelen ser ciudadanos<br />

reflexivos, que pasan en buena<br />

medida de la propaganda. Casi<br />

todo queda en la prescindible<br />

tarea de animar o enardecer al<br />

propio electorado.<br />

Porque nunca se toma suficientemente<br />

en consideración<br />

que la mayoría de los votantes<br />

son electores fijos, que votan a<br />

“los míos”, por identificación<br />

ideológica genérica, o por simple<br />

tradición familiar. En efecto,<br />

si de los aproximadamente 28<br />

millones de electores españoles<br />

restamos los seis millones de votantes<br />

fijos que tiene el PSOE, y<br />

otros tantos el PP, más el millón<br />

y medio de IU y los dos millones<br />

y medio de votos nacionalistas,<br />

y eliminamos también los<br />

que se abstienen (seis millones y<br />

medio) y los que votan en blanco<br />

(cerca de medio millón), quedan<br />

unos seis millones de votantes<br />

(es decir, poco más del<br />

20%) cuyo voto fluctúa según la<br />

situación y decide el resultado<br />

electoral. Para estos votantes la<br />

propaganda electoral al uso sólo<br />

sirve para aumentarles su indecisión,<br />

de modo que han de decidirse<br />

finalmente por la lógica<br />

del mal menor. Por lo que también<br />

son candidatos potenciales<br />

al voto en blanco.<br />

Buena parte de estos votantes<br />

reflexivos votaría, si pudiera, por<br />

teledemocracia; en el futuro inmediato,<br />

sobre todo por Internet.<br />

Ésta es una realidad que no<br />

está tan lejana como parece. En<br />

efecto, en el Estado de Arizona<br />

se ha realizado ya a título experimental,<br />

y con todas las garantías<br />

exigibles, la primera cibervotación<br />

legalmente válida en<br />

las elecciones primarias de Estados<br />

Unidos, con casi un 10%<br />

de los votos. Y para 2006 está<br />

previsto extender la cibervotación<br />

a todos los Estados y a todos<br />

los efectos, calculándose que<br />

en 2008 EE UU pueden “estar<br />

preparados para celebrar una<br />

elecciones exclusivamente on line”<br />

(Muy Interesante, núm. 228,<br />

mayo 2000, 122), quedando el<br />

actual sistema como mero complemento.<br />

Este votante cibernauta<br />

supone todo un desafío<br />

para la actual propaganda basa-<br />

da, sobre todo, en los medios y<br />

las técnicas audiovisuales espectaculares.<br />

Ello obligará también<br />

a replantear muchos conceptos<br />

en el funcionamiento de la democracia<br />

actual. n<br />

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José Rubio Carracedo es catedrático<br />

de la Universidad de Málaga. Autor de<br />

Educación moral, postmodernidad y democracia<br />

(1996).<br />

82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105

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