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JUAN ARANZADI - Prisa Revistas

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generando situaciones absolutamente contrarias<br />

a las deseadas. Por el contrario,<br />

tanto individual como colectivamente debe<br />

aumentar la credibilidad de los procesos<br />

de decisión universitarios; y la distribución<br />

de recursos debe justificarse por<br />

los resultados obtenidos en cada institución.<br />

El conjunto del sistema universitario<br />

debería asumir, para su propia supervivencia,<br />

la necesidad de introducir un<br />

cierto grado de desigualdad y de autonomía<br />

efectiva en sus estructuras, tanto dentro<br />

de cada universidad como entre universidades,<br />

que fomentara una cierta<br />

competitividad según criterios públicos<br />

para evitar que sea finalmente el mercado<br />

el que introduzca mayores desigualdades,<br />

según criterios mucho menos refinados.<br />

No hace falta recordar que en el mundo<br />

del conocimiento y la información, la demanda<br />

solvente es mucho más cruel que<br />

en cualquier otra parte, al expulsar todo<br />

aquello que no es útil a corto plazo.<br />

Las políticas universitarias actuales<br />

–así como los sistemas de control e incentivación–<br />

tratan por igual a todos los sectores<br />

de profesorado, a todas las habilidades<br />

universitarias y a todas comunidades<br />

de conocimiento, a pesar de que todos<br />

Nº 105 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

éstos son muy distintos entre sí, también<br />

internamente, y de que –como consecuencia–<br />

sus estrategias laborales y de<br />

promoción social se han ido diferenciando<br />

muchísimo a lo largo de los años. Es<br />

necesario aceptar esta realidad y plantear<br />

una diversificación, exigiendo una mayor<br />

responsabilidad y profesionalidad a todos<br />

los niveles, correspondiendo a ésta con<br />

una remuneración adecuada y garantizando<br />

a la sociedad la mayor transparencia<br />

posible sobre los procesos de selección y<br />

promoción adoptados. Para salir de la interdependencia<br />

que estabiliza el equilibrio<br />

actual, debemos plantearnos como objetivo<br />

alcanzar un nuevo equilibrio, mucho<br />

más satisfactorio; en otras palabras, se trata<br />

de disponer de una visión realista –y<br />

optimista– sobre cómo puede ser la nueva<br />

universidad española en el futuro. La convergencia<br />

de expectativas sobre un nuevo<br />

modelo puede provocar el cambio.<br />

A continuación, esbozamos algunas<br />

propuestas concretas como sugerencias<br />

para reflexionar sobre posibles alternativas<br />

institucionales y organizativas realmente<br />

diferentes a las actuales. En todo caso, y<br />

siguiendo el argumento desarrollado, para<br />

conseguir una mejora significativa de la<br />

JACINT JORDANA/CARLES RAMIÓ<br />

universidad pública en España las nuevas<br />

reformas deberían atender, con un cierto<br />

grado de simultaneidad, a los cuatro<br />

grandes problemas mencionados:<br />

1) Política de selección del profesorado. Cada<br />

Universidad debería tener la capacidad<br />

de reclutar autónomamente a su profesorado,<br />

haciendo uso de la autonomía universitaria<br />

en la capacidad de selección de<br />

sus recursos humanos. Ello debería complementarse<br />

con un conjunto de controles<br />

internos y externos para asegurar la corrección<br />

de los procesos de selección. En<br />

todo caso, ¿cómo se pueden exigir responsabilidades<br />

a instituciones que no tienen<br />

la capacidad formal y real de seleccionar<br />

los efectivos de personal que consideran<br />

más capacitados –siempre respetando<br />

los principios públicos de acceso– para<br />

que contribuyan a alcanzar sus objetivos<br />

estratégicos?<br />

En primer lugar, es muy importante<br />

diferenciar los procesos de contratación<br />

del profesorado de carácter permanente<br />

de los que afectan al profesorado no permanente.<br />

Con relación a este último,<br />

consideramos que debería tener mucho<br />

más peso en nuestras universidades, pero<br />

con unas características distintas a las actuales,<br />

ya que a menudo se utiliza la contratación<br />

no permanente, en forma de<br />

ayudantías y contratos de asociados, como<br />

una fórmula de mantenimiento de<br />

una plantilla endogámica cada vez más<br />

envejecida, con unas condiciones laborales<br />

y económicas muy precarias, donde no<br />

se priman los principios de capacidad y<br />

mérito. En este sentido, una alternativa<br />

sería clarificar el carácter no permanente<br />

de los profesores en proceso de formación,<br />

distinguiendo los profesores que son<br />

doctores de los que aún se encuentran<br />

realizando el doctorado. Por una parte,<br />

para los doctores recientes, se trataría de<br />

fomentar su estabilidad con unas condiciones<br />

económicas próximas a las del profesorado<br />

permanente; mientras que para<br />

los no doctores, se debería fomentar más<br />

la vía de las becas y los contratos de ayudante.<br />

No se trata de conseguir profesorado<br />

“más barato”, sino de diseñar una carrera<br />

académica que introduzca un paso<br />

intermedio entre la obtención del título<br />

de doctor y la obtención de la condición<br />

de funcionario. De esta forma, la carrera<br />

académica del profesorado presentaría un<br />

nuevo momento-filtro que se añadiría a los<br />

dos filtros clásicos como son la consecución<br />

del doctorado y la obtención de una<br />

plaza de funcionario. Se trata de introducir<br />

una nueva categoría en la carrera aca-<br />

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