JUAN ARANZADI - Prisa Revistas
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MAX PLANCK, UN HOMBRE DE HONOR<br />
El primer golpe fue la muerte<br />
de Marie, en octubre de 1909.<br />
El 26 de mayo de 1916 llegó el<br />
segundo: su hijo mayor, Karl,<br />
murió en Verdún, de heridas sufridas<br />
luchando en las filas del<br />
ejército alemán en la I Guerra<br />
Mundial. El 15 de mayo de<br />
1917 su hija Grete falleció una<br />
semana después de dar a luz a su<br />
primer hijo. Emma, su hermana,<br />
se ocupó entonces del niño,<br />
y terminó casándose en enero<br />
de 1919 con el viudo. Antes de<br />
que acabase el año, el 21 de noviembre,<br />
padeció exactamente<br />
el mismo final que su hermana.<br />
La tragedia casi destruyó a<br />
Planck. El 21 de diciembre, escribía<br />
a Hendrik Lorentz 5 :<br />
“Ahora lloró amargamente a mis<br />
dos queridas hijas, y me siento robado<br />
y empobrecido. ¡Ha habido momentos<br />
en los que he dudado del valor de la<br />
propia vida!”.<br />
Tampoco sobrevivió, aunque<br />
viviese más, su otro hijo, Erwin,<br />
con quien estaba particularmente<br />
unido. Erwin fue ejecutado<br />
el 23 de enero de 1945,<br />
acusado de haber participado en<br />
el famoso intento de acabar con<br />
la vida de Hitler. Parece que no<br />
participó en él, aunque sin duda<br />
conocía a muchos de los conspiradores<br />
y simpatizaba con su<br />
causa. Max Planck movió cielo y<br />
tierra para intentar que la pena<br />
de muerte le fuera conmutada, y<br />
creyó haberlo logrado: el 18 de<br />
febrero supo que el perdón llegaría<br />
pronto. Pero a los cinco<br />
días lo que llegó fue la noticia<br />
del ajusticiamiento. “Mi pena<br />
no puede expresarse en palabras”,<br />
escribió (4 de febrero) a<br />
Arnold Sommerfeld. Y a unos<br />
sobrinos, Fritz y Grete Lenz (2<br />
de febrero):<br />
“Él era una parte preciosa de mi ser.<br />
Era mi luz del sol, mi orgullo, mi esperanza.<br />
Ninguna palabra puede describir<br />
lo que he perdido con él” 6 .<br />
5 Citado en Heilbron, John L.: The<br />
Dilemmas of an Upright Man, pág. 83.<br />
University of California Press, California,<br />
1986.<br />
6 Citado en Heilbron, op. cit., pág.<br />
195.<br />
Seguramente entonces se plantearía<br />
con toda la crudeza y desesperación<br />
del mundo para qué<br />
había valido ser un leal servidor<br />
del Estado, para qué la entrevista<br />
que había mantenido con Hitler<br />
en 1933 (parece que fue en mayo),<br />
en la que Planck había intentado<br />
convencer al führer de<br />
que la emigración forzada de judíos<br />
podía matar a la ciencia alemana<br />
y que los judíos también<br />
podían ser buenos alemanes. La<br />
entrevista, que muchos de sus<br />
colegas (especialmente los que<br />
abandonaron Alemania) criticaron<br />
duramente, terminó con Hitler<br />
señalando que no tenía nada<br />
contra los judíos, sólo contra los<br />
comunistas, momento en el que<br />
dio rienda suelta a su rabia, vociferando,<br />
con lo que el encuentro<br />
finalizó.<br />
Más afortunado fue con su segunda<br />
esposa, Marga von Hoesslin,<br />
sobrina de Marie Merck-<br />
Planck, 25 años más joven que<br />
Max, con la que se casó un año<br />
después de quedarse viudo.<br />
“Fue en gran medida gracias a<br />
ella”, escribió Wilhelm Westphal,<br />
“que Planck, al que todavía<br />
le aguardaban duras pruebas, se<br />
mantuvo hasta el fin de su vida<br />
en una forma excelente, tanto<br />
física como intelectual, y que<br />
conservó siempre el deseo de vivir”<br />
7 . “Siempre el deseo de vivir”<br />
es, seguramente, una expresión<br />
exagerada. Más adecuado sería:<br />
“La fuerza para seguir viviendo”.<br />
Por si fuera poco todo lo<br />
que ya he señalado, mencionaré<br />
que la noche del 15 de febrero<br />
de 1944, durante un formidable<br />
ataque aéreo de los aliados, su<br />
casa de Berlín, con su espléndida<br />
biblioteca –testimonio y homenaje<br />
a la mejor cultura germana–<br />
y papeles personales, fue<br />
destruida completamente. Nada<br />
se salvó. Especialmente dramáticos<br />
fueron los últimos momentos<br />
de la guerra. Para escapar<br />
de los bombardeos de Berlín,<br />
Max y Marga Planck se<br />
trasladaron a Rogätz, en la ori-<br />
7 Westphal, Wilhelm H.: ‘Max<br />
Planck als Mensch’, Die Naturwissenschaften<br />
45, 234-236; pág. 235. 1958.<br />
lla oeste del Elba, cerca de Magdeburg.<br />
Cuando Rogätz se convirtió<br />
también en un campo de<br />
batalla, los Planck (y recordemos<br />
que Max era entonces un<br />
anciano, su espalda fuertemente<br />
curvada, con grandes dificultades<br />
para caminar) tuvieron<br />
que vagar, escondiéndose, por<br />
los bosques, durmiendo en<br />
donde podían. Allí fueron encontrados<br />
por militares estadounidenses,<br />
probablemente<br />
alertados por Robert Pohl, catedrático<br />
de Física experimental<br />
en Gotinga.<br />
¿Cómo puede una persona<br />
soportar tanta desgracia? Sabemos<br />
que la capacidad de los humanos,<br />
de algunos al menos, es<br />
muy grande. En el caso de Max<br />
Planck seguramente le ayudó<br />
precisamente su sentido del honor<br />
y la lealtad que siempre<br />
mantuvo para con su país. Un<br />
sentido del honor que, junto a<br />
su consustancial prudencia, hacía<br />
que fuese para él extremadamente<br />
difícil llegar a enfrentarse<br />
abiertamente con el poder establecido,<br />
airear a los cuatro vientos<br />
sus diferencias con él. Aun<br />
así, ese mismo sentido del honor<br />
le llevó, le obligó en al menos<br />
una ocasión a un enfrentamiento<br />
de tal tipo. Fue después de la<br />
muerte del químico Fritz Haber,<br />
pero para entender completamente<br />
la acción de Planck es<br />
preciso ofrecer unos detalles.<br />
Defendiendo a Haber<br />
Muy poco después de llegar al<br />
poder, Hitler comenzó a implementar<br />
su ideología racial. El 31<br />
de marzo, jueces judíos fueron<br />
apartados de sus funciones en<br />
Prusia. Una semana después, el<br />
7 de abril, se promulgaba la famosa<br />
“Ley de restauración de la<br />
carrera del funcionariado”, con<br />
la que de hecho se pretendía<br />
purgar todas las escalas de funcionarios,<br />
profesores universitarios<br />
incluidos, por supuesto:<br />
“(1) Serán apartados de sus puestos<br />
todos los funcionarios que no sean de<br />
origen ario. En lo que se refiere a los<br />
funcionarios honorarios, serán apartados<br />
de todo tipo de funciones oficiales”.<br />
“(2) El parágrafo (1) no se aplicará<br />
a aquellos funcionarios que lo fuesen el<br />
1 de agosto de 1914, o que luchasen en<br />
el frente defendiendo al Imperio Alemán<br />
o a sus aliados durante la Guerra,<br />
o cuyos padres o hijos cayesen en la<br />
Guerra”.<br />
Asimismo, se determinaba<br />
que se suspendería a “los funcionarios<br />
cuyas actividades políticas<br />
previas no ofrezcan la seguridad<br />
de que apoyarán invariablemente<br />
y sin reserva al<br />
Estado Nacional”. En otras palabras:<br />
los funcionarios que habían<br />
conseguido su puesto durante<br />
la República de Weimar,<br />
que no eran de ascendencia aria<br />
o cuyas actividades políticas no<br />
garantizasen que servirían sin reservas<br />
al nuevo régimen tenían<br />
que abandonar sus puestos. En<br />
teoría, los no-arios que habían<br />
obtenido sus puestos antes del<br />
comienzo de la I Guerra Mundial,<br />
que habían luchado en el<br />
frente durante aquella guerra o<br />
cuyos padres o hijos habían fallecido<br />
en acto de servicio en la<br />
guerra podían conservar sus empleos.<br />
En la práctica, sin embargo,<br />
también estas personas perdieron<br />
sus puestos con bastante<br />
rapidez. Y aquí entra Fritz Haber,<br />
una de las figuras más prominentes<br />
de la ciencia alemana<br />
de la época: sus contribuciones a<br />
la química constituyeron un<br />
apoyo inestimable a la sociedad<br />
germana: el proceso Haber-<br />
Bosch para la síntesis del amoniaco,<br />
además de resultar enormemente<br />
rentable desde el punto<br />
de vista industrial, aseguró a<br />
Alemania la producción de abonos,<br />
explosivos y municiones<br />
durante la I Guerra Mundial,<br />
contienda en la que Haber también<br />
participó de manera muy<br />
destacada con sus aportaciones a<br />
la guerra química. De hecho, la<br />
derrota alemana afectó duramente<br />
a Haber, quien pasó algunos<br />
meses con problemas nerviosos.<br />
Además, su destacado<br />
papel en el desarrollo de la guerra<br />
química hizo que durante algunos<br />
años numerosos colegas<br />
de otros países intentaran evitarle,<br />
más aún en tanto que no<br />
renegó de las actividades que había<br />
desempeñado en defensa de<br />
su patria. Su categoría científica<br />
era, de todas maneras, demasia-<br />
44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105