JUAN ARANZADI - Prisa Revistas
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VIÑETAS DE VIRTUD<br />
El avance del autointerés no<br />
se admite, pues, sin matices y<br />
reticencias. Por su parte, Hume<br />
prefiere creer que el interés puede<br />
engarzarse con el bien común,<br />
y también que la forma<br />
más segura de producir moderación<br />
en cada partido (el tema de<br />
las facciones o particiones políticas<br />
es preocupación general) es<br />
aumentar nuestro celo por lo<br />
público. Ardua empresa cuando<br />
se reconoce el egoísmo implantado<br />
en la naturaleza humana,<br />
una pulsión que exige olvidar el<br />
mundo antiguo y adecuar la estructura<br />
del comercio con los<br />
nuevos móviles de la sociedad<br />
profesional-burguesa:<br />
“Si pudiéramos convertir una ciudad<br />
en un campo militar, e inspirar en<br />
todos los corazones ese genio marcial y<br />
esa pasión por el bien público que lleva<br />
a todos los ciudadanos a exponerse a las<br />
mayores fatigas por amor a lo público,<br />
las costumbres antiguas podrían revivir<br />
sobre la tierra: no se conocería más que<br />
la industria necesaria para la subsistencia<br />
y ello sería suficiente para mantener<br />
a la sociedad. Habría que prohibir absolutamente<br />
todo arte y todo lujo y volverlas<br />
semejantes a los campos militares<br />
y, disminuyendo el gasto de la mesa y<br />
de la indumentaria, escatimar los víveres<br />
y el consumo de aquellas bocas inútiles<br />
que el lujo y el gusto por los placeres<br />
hubiera atraído. Tales principios<br />
son demasiado desinteresados como para<br />
que los hombres se sometan a ellos<br />
por mucho tiempo y los tomen como<br />
reglas de conducta. Pasiones menos nobles<br />
deben gobernarlos y animarlos por el<br />
espíritu de la avaricia, la industria, las<br />
artes y el lujo” 8 .<br />
Y es que los hombres modernos<br />
no parecen dispuestos a renunciar<br />
a las mieles de la civilización.<br />
Una vida dedicada a la<br />
guerra y al ascetismo material será<br />
una empresa muy meritoria,<br />
pero es poco atrayente para los<br />
ilustrados refinados que han descubierto<br />
los placeres de las formas<br />
y el valor social del refinamiento.<br />
Entonces, ¿cómo es posible<br />
defender todavía la virtud?<br />
2 Hijo<br />
de la Ilustración, a<br />
contracorazón, Rousseau<br />
plantea magistralmente el nú-<br />
8 Op. cit., ‘Of commerce’, págs. 16 y<br />
17, énfasis mío.<br />
cleo del republicanismo: ¿cómo<br />
puede llegar la ley al corazón de<br />
los hombres? Para Rousseau dicho<br />
problema tiene una resolución<br />
tan difícil, en política, como<br />
el de la cuadratura del círculo.<br />
Para Rousseau, “la materia<br />
última de la política es afectiva”.<br />
Ello permite entender al ginebrino<br />
como un demócrata radical<br />
y como un eslabón crucial<br />
en la tradición de la virtud. La<br />
política afectiva que preconiza<br />
Rousseau no pretende arrancar<br />
de los corazones los vicios que<br />
ha traído el avance de la historia:<br />
el amor al lujo, el interés por<br />
lo particular y la cultura fútil.<br />
Perdida sin remedio la naturaleza,<br />
hay que reinventar la inocencia<br />
a través de una conjunción<br />
virtuosa entre leyes, costumbres<br />
e instituciones. Se trata de transformar<br />
a los atomizados, competitivos<br />
y egoístas individuos<br />
modernos en ciudadanos a través<br />
de la participación.<br />
La comunidad política republicana<br />
concede una identidad<br />
plena, mas el coste de la virtud<br />
colectiva es muy alto; nada menos<br />
que la entrega absoluta y sin<br />
quiebras a la comunidad y a la<br />
asamblea:<br />
“Tal como en el primer momento<br />
de la vida hay que empezar a merecer<br />
vivir, y tal como se participa al nacer de<br />
los derechos del hombre, el instante<br />
de nuestro nacimiento debe ser el comienzo<br />
del ejercicio de nuestros deberes”<br />
9 .<br />
Frente al universo de los derechos<br />
que se va abriendo paso<br />
con el auge del paradigma liberal,<br />
el republicanismo enfatiza el<br />
deber, la contribución cotidiana<br />
a la colectividad redentora. El<br />
proyecto rousseauniano se opone<br />
frontalmente al vicio de<br />
la vanidad, un tema crucial en la<br />
Ilustración y que se emparenta<br />
con el ascenso del interés propio.<br />
El “amor propio” es el móvil<br />
de unos humanos que, estando<br />
a merced de una opinión pública<br />
corrupta y alambicada,<br />
9 J. J. Rousseau: ‘Economie polítique’,<br />
en Oeuvres complètes, 2, pág. 285.París,<br />
Seuil, 1971.<br />
Rousseau cree infelices. Esta<br />
opinión cortesana que se gesta<br />
en una esfera pública preburguesa<br />
ha de ser enmendada para<br />
retornar al buen camino de los<br />
antiguos: la virtud, la guerra, la<br />
participación.<br />
En su sociología de la libertad,<br />
Rousseau continúa la senda<br />
que Maquiavelo abre con la religión<br />
civil, institución republicana<br />
clave. En la versión rousseauniana<br />
–y jacobina– aquélla se<br />
torna muy severa: el ocio no es<br />
un asunto privado, sino un bien<br />
público. Los hombres no deben<br />
jugar a su antojo, sino que es<br />
menester que lo hagan todos<br />
juntos y en público, de manera<br />
que haya siempre una meta común.<br />
Y es que “un hombre solo<br />
es un hombre nulo”. Puesto que<br />
la ciudadanía confiere identidad<br />
plena a los hombres, la actividad<br />
política debe ser permanente.<br />
Por eso hay que eliminar la cultura<br />
cortesana: “El juego, el teatro,<br />
las comedias: todo lo que<br />
afemina al hombre, todo lo<br />
que le distrae, le aísla y le hace<br />
olvidar su patria y su deber”. La<br />
arquitectura, el arte más público<br />
y potencialmente más comunitario,<br />
debe transmitir al pueblo la<br />
sensación de permanencia y solemnidad.<br />
No olvidemos que la<br />
religión civil se basa, más que en<br />
unas creencias, en un ceremonial<br />
que rememore la pertenencia comunitaria.<br />
De esta manera, los<br />
ritos colectivos recrean esa seguridad<br />
que proviene de la fe en<br />
construir un proyecto común.<br />
El amor a la patria que exige<br />
el republicanismo desprecia el<br />
cosmopolitismo que hace furor<br />
en los ambientes ilustrados. Para<br />
los cosmopolitas la patria se encuentra<br />
en cualquier sitio donde<br />
uno se sienta bien; para los patriotas,<br />
sólo se está a gusto en la<br />
patria. El cosmopolitismo es<br />
una afección por esa “patria del<br />
género humano” por la cual en<br />
realidad no sentimos nada especial.<br />
Rousseau ironiza sobre tal<br />
género, idea puramente colectiva<br />
que no supone ninguna<br />
unión real entre los individuos<br />
que la constituyen. Asimismo,<br />
pone en solfa a la “sociedad general”<br />
que, si fuera algo más que<br />
una calentura de filósofos, probaría<br />
su existencia con una lengua<br />
universal que todos los<br />
hombres sabrían para entenderse<br />
y, sobre todo, sentir al unísono.<br />
El cosmopolitismo, hoy tan<br />
en boga por mor del multiculturalismo,<br />
es una burla a la auténtica<br />
condición de hombre, la<br />
de ciudadano. O una añagaza de<br />
intelectuales displicentes con la<br />
humanidad, una familia demasiado<br />
extensa para ser amada:<br />
“Concebimos la sociedad general<br />
según nuestras sociedades particulares,<br />
el establecimiento de las pequeñas<br />
repúblicas nos hace soñar con la grande,<br />
y sólo empezamos a transformarnos<br />
en hombres después de haber sido<br />
ciudadanos. De donde se ve lo que<br />
hay que pensar de esos pretendidos<br />
cosmopolitas que, justificando el<br />
amor a la patria por el amor al género<br />
humano, se jactan de querer a todo el<br />
mundo para tener el derecho de no<br />
querer a nadie” 10 .<br />
Del mismo modo, otro principio<br />
hoy incontestable es la tolerancia,<br />
un invento de mentes<br />
civilizadas que confunden el<br />
cosmopolitismo con la indiferencia<br />
por la patria. No hay<br />
aproximación a los otros más<br />
que a través de lo particular, y<br />
esos “otros” son los ciudadanos<br />
hermanados en un proyecto común.<br />
El particularismo republicano<br />
define una nueva identidad<br />
de ciudadanía excluyente<br />
que el nacionalismo desarrollará<br />
en nombre del reconocimiento,<br />
ansia moderna que salta del terreno<br />
de lo personal al de los<br />
pueblos, las naciones y, más recientemente,<br />
los grupos.<br />
Como buen republicano,<br />
Rousseau conecta la libertad<br />
moderna con la apatía política,<br />
expresión del abandono de una<br />
comunidad autorrealizadora,<br />
que es a su vez metáfora de una<br />
unidad irremisiblemente perdida.<br />
El patriotismo exige una in-<br />
10 Le Contrat Social, pág. 395. No<br />
piensa lo mismo Martha Nussbaum, que<br />
plantea una defensa del cosmopolitismo<br />
con intención polémica en For Love of<br />
Country. (Debating the Limits of Patriotism).<br />
Beacon Press, Boston, 1996. Los límites<br />
del patriotismo. Paidós, Barcelona,<br />
1999.<br />
58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105