JUAN ARANZADI - Prisa Revistas
JUAN ARANZADI - Prisa Revistas
JUAN ARANZADI - Prisa Revistas
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />
reducido que los actuales consejos sociales,<br />
ejercería unas funciones efectivas de<br />
vigilancia sobre las grandes opciones políticas<br />
y estratégicas de la Universidad, descargado<br />
de cualquier tipo de gestión o<br />
control rutinario.<br />
En paralelo a estos órganos ejecutivos,<br />
el diseño institucional de la Universidad<br />
agruparía también órganos colegiados de<br />
carácter representativo de los distintos colectivos,<br />
y que tendrían funciones de control<br />
de las actuaciones del equipo de gobierno,<br />
aprobación de normas básicas y<br />
de asesoramiento. Sin embargo, sólo en<br />
situaciones muy concretas tendrían la capacidad<br />
de incidir en las decisiones de los<br />
órganos ejecutivos. En este sentido, como<br />
medida de simplificación, se podría crear<br />
un nuevo órgano en el que estuvieran representados<br />
todos los colectivos y unidades<br />
de la Universidad y que fuera el resultado<br />
de la fusión de los actuales Claustro<br />
y Junta de Gobierno de la Universidad.<br />
Se trata de dos órganos de carácter representativo<br />
que son conceptualmente muy<br />
parecidos y cuya divergencia fundamental<br />
reside sólo en la dimensión, que favorece<br />
por una parte la frecuente convocatoria<br />
de la Junta de Gobierno, y la escasa convocatoria<br />
del Claustro (básicamente sólo<br />
en las ocasiones que contempla la normativa).<br />
Este nuevo órgano de carácter representativo<br />
se reuniría al menos una vez<br />
cada tres meses, con las funciones antes<br />
mencionadas. El objetivo sería evitar las<br />
prácticas de carácter clientelar que actualmente<br />
condicionan la gestión cotidiana<br />
de la Universidad, pero planteando la posibilidad<br />
de mantener un ámbito de deliberación<br />
y vigilancia sobre las políticas y<br />
las estrategias del rector y de su equipo de<br />
gobierno.<br />
Como ya se ha señalado, sectorialmente<br />
se podrían crear comisiones especializadas<br />
(docencia, investigación, tercer<br />
ciclo, formación permanente, etcétera).<br />
Estas comisiones sectoriales serían presididas<br />
por el rector, pero su función sería<br />
informar, deliberar y realizar un seguimiento<br />
sobre la política y el estado de la<br />
gestión de las “macrocarteras” de la Universidad.<br />
Es decir, sería el vicerrector el<br />
que informaría sobre las gestiones y propuestas<br />
de futuro en su ámbito de actuación,<br />
y la comisión construiría criterios,<br />
introduciría valores y tomaría decisiones<br />
en casos específicos.<br />
3) Política de financiación. El criterio básico<br />
debería ser vincular la financiación al<br />
rendimiento, lo que supondría descartar<br />
el actual modelo de financiación de base<br />
homogénea. En relación con la investigación,<br />
la financiación vinculada a los resultados<br />
ha sido una tendencia creciente durante<br />
los últimos años, y la experiencia ha<br />
sido bastante positiva. Entonces, se trataría<br />
de profundizar más en esta línea de<br />
trabajo y, para la investigación, aportar<br />
todavía más fondos económicos, vinculados<br />
a una mejor evaluación, tanto individual<br />
como de grupos y de departamentos<br />
e institutos en su conjunto. Cada nivel<br />
tiene sus aspectos críticos para el desarrollo<br />
de un clima adecuado para la innovación<br />
y el descubrimiento, y deben ser incentivados<br />
en cada caso. Este argumento<br />
no debe apreciarse como la inevitable solicitud<br />
de fondos públicos que hace cualquier<br />
instancia o colectivo profesional. El<br />
incremento debería subsanar el déficit<br />
histórico en investigación y desarrollo que<br />
padece nuestro país. Además, las inversiones<br />
en I+D van a ser bien aprovechadas,<br />
ya que durante los últimos 10 años las dinámicas<br />
competitivas introducidas por la<br />
Administración en las universidades públicas<br />
han facilitado un gran aprendizaje<br />
en el sector. Si con respecto a la investigación<br />
la solución fuese “más dinero”, lo<br />
que es muy difícil en la práctica pero muy<br />
sencillo conceptualmente, con relación a<br />
la docencia y la gestión la transformación<br />
debería ser mucho más profunda.<br />
El actual sistema de financiación, basado<br />
casi exclusivamente en el número de<br />
alumnos matriculados, no genera muchos<br />
estímulos, salvo en los últimos años para<br />
las universidades pequeñas que han sufrido<br />
ya el impacto de la caída demográfica.<br />
A la financiación por alumno deberían<br />
incorporarse otros criterios que vayan<br />
asociados al rendimiento académico de<br />
los estudiantes, a las actividades docentes<br />
de carácter innovador intensivas en dedicación<br />
temporal, así como a otros criterios<br />
vinculados con la calidad del aprendizaje<br />
de los estudiantes. La financiación<br />
debería responder a un conjunto de indicadores<br />
que representen objetivos públicos<br />
bien definidos, siendo la Administración<br />
muy cuidadosa en evaluar y verificar<br />
la situación de los ámbitos sobre los que<br />
alcanzar objetivos para evitar una utilización<br />
“perversa” de estos indicadores. Con<br />
estos mismos cuidados, además, sería lógico<br />
que las universidades recibieran una<br />
parte de su financiación vinculada directamente<br />
a la investigación y al tercer ciclo<br />
(cosa que no ocurre actualmente), con<br />
una parte variable en función de los resultados<br />
que éstas obtuvieran.<br />
El mecanismo emergente en la actualidad,<br />
los contratos-programa, puede ser<br />
un buen sistema que fomente un importante<br />
cambio en las dinámicas de las universidades<br />
y que facilite un proceso de<br />
aprendizaje en la correcta utilización de la<br />
autonomía universitaria y en la obtención<br />
de los resultados esperados por las administraciones<br />
que financian su funcionamiento.<br />
En efecto, un modelo organizativo<br />
divisional, utilizando la conceptualización<br />
de Mintzberg, implica la autonomía<br />
en la gestión de las distintas instancias en<br />
que se ha descentralizado funcionalmente<br />
el modelo (es decir, las diferentes universidades).<br />
Un modelo divisional se coordina<br />
y controla mediante la fijación, por<br />
parte de la entidad matriz (la Administración),<br />
de los resultados que debe alcanzar<br />
cada institución, dando una gran libertad<br />
en la utilización de los recursos y en el diseño<br />
de los procesos. Hasta el momento,<br />
en nuestro sistema universitario esto no se<br />
ha producido en ningún caso: las universidades<br />
no han recibido objetivos que<br />
cumplir por parte de la Administración,<br />
salvo objetivos estratégicos muy genéricos,<br />
y la Administración ha limitado la libertad<br />
de las universidades en la disposición<br />
de recursos y en la organización de<br />
sus ámbitos institucionales y en el diseño<br />
de sus procedimientos. Finalmente, tampoco<br />
se ha cumplido el requisito de controlar<br />
y coordinar por resultados, ya que<br />
resulta imposible hacerlo si previamente<br />
no se definen objetivos ni indicadores, y<br />
no ha habido demasiada voluntad, salvo<br />
desde hace unos pocos años, por invertir<br />
en la evaluación del sistema y de sus elementos.<br />
4) Autonomía universitaria y rendición de<br />
cuentas. Tanto las propuestas sobre la política<br />
de profesorado como las relativas al<br />
diseño institucional y la política de financiación<br />
van orientadas a favorecer al máximo<br />
la autonomía universitaria. La autonomía<br />
de las universidades no debe tener<br />
sólo un valor simbólico vinculado a la libertad<br />
intelectual, sino también un valor<br />
de gestión que favorezca la eficacia y eficiencia<br />
de unos sistemas extremadamente<br />
complejos. La autonomía debe favorecer<br />
fórmulas experimentales para alcanzar el<br />
máximo rendimiento en la docencia y en<br />
la investigación. La autonomía en un sistema<br />
universitario en el que coexiste un<br />
volumen considerable de universidades<br />
debería favorecer una cierta competencia,<br />
en el marco de los valores públicos, que<br />
posibilite una dinámica racionalmente<br />
asimétrica donde las universidades que<br />
consigan mejores resultados obtengan beneficios<br />
adicionales y donde las universi-<br />
38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105