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JUAN ARANZADI - Prisa Revistas

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LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA ¿TRANSFORMACIÓN O PARÁLISIS?<br />

reducido que los actuales consejos sociales,<br />

ejercería unas funciones efectivas de<br />

vigilancia sobre las grandes opciones políticas<br />

y estratégicas de la Universidad, descargado<br />

de cualquier tipo de gestión o<br />

control rutinario.<br />

En paralelo a estos órganos ejecutivos,<br />

el diseño institucional de la Universidad<br />

agruparía también órganos colegiados de<br />

carácter representativo de los distintos colectivos,<br />

y que tendrían funciones de control<br />

de las actuaciones del equipo de gobierno,<br />

aprobación de normas básicas y<br />

de asesoramiento. Sin embargo, sólo en<br />

situaciones muy concretas tendrían la capacidad<br />

de incidir en las decisiones de los<br />

órganos ejecutivos. En este sentido, como<br />

medida de simplificación, se podría crear<br />

un nuevo órgano en el que estuvieran representados<br />

todos los colectivos y unidades<br />

de la Universidad y que fuera el resultado<br />

de la fusión de los actuales Claustro<br />

y Junta de Gobierno de la Universidad.<br />

Se trata de dos órganos de carácter representativo<br />

que son conceptualmente muy<br />

parecidos y cuya divergencia fundamental<br />

reside sólo en la dimensión, que favorece<br />

por una parte la frecuente convocatoria<br />

de la Junta de Gobierno, y la escasa convocatoria<br />

del Claustro (básicamente sólo<br />

en las ocasiones que contempla la normativa).<br />

Este nuevo órgano de carácter representativo<br />

se reuniría al menos una vez<br />

cada tres meses, con las funciones antes<br />

mencionadas. El objetivo sería evitar las<br />

prácticas de carácter clientelar que actualmente<br />

condicionan la gestión cotidiana<br />

de la Universidad, pero planteando la posibilidad<br />

de mantener un ámbito de deliberación<br />

y vigilancia sobre las políticas y<br />

las estrategias del rector y de su equipo de<br />

gobierno.<br />

Como ya se ha señalado, sectorialmente<br />

se podrían crear comisiones especializadas<br />

(docencia, investigación, tercer<br />

ciclo, formación permanente, etcétera).<br />

Estas comisiones sectoriales serían presididas<br />

por el rector, pero su función sería<br />

informar, deliberar y realizar un seguimiento<br />

sobre la política y el estado de la<br />

gestión de las “macrocarteras” de la Universidad.<br />

Es decir, sería el vicerrector el<br />

que informaría sobre las gestiones y propuestas<br />

de futuro en su ámbito de actuación,<br />

y la comisión construiría criterios,<br />

introduciría valores y tomaría decisiones<br />

en casos específicos.<br />

3) Política de financiación. El criterio básico<br />

debería ser vincular la financiación al<br />

rendimiento, lo que supondría descartar<br />

el actual modelo de financiación de base<br />

homogénea. En relación con la investigación,<br />

la financiación vinculada a los resultados<br />

ha sido una tendencia creciente durante<br />

los últimos años, y la experiencia ha<br />

sido bastante positiva. Entonces, se trataría<br />

de profundizar más en esta línea de<br />

trabajo y, para la investigación, aportar<br />

todavía más fondos económicos, vinculados<br />

a una mejor evaluación, tanto individual<br />

como de grupos y de departamentos<br />

e institutos en su conjunto. Cada nivel<br />

tiene sus aspectos críticos para el desarrollo<br />

de un clima adecuado para la innovación<br />

y el descubrimiento, y deben ser incentivados<br />

en cada caso. Este argumento<br />

no debe apreciarse como la inevitable solicitud<br />

de fondos públicos que hace cualquier<br />

instancia o colectivo profesional. El<br />

incremento debería subsanar el déficit<br />

histórico en investigación y desarrollo que<br />

padece nuestro país. Además, las inversiones<br />

en I+D van a ser bien aprovechadas,<br />

ya que durante los últimos 10 años las dinámicas<br />

competitivas introducidas por la<br />

Administración en las universidades públicas<br />

han facilitado un gran aprendizaje<br />

en el sector. Si con respecto a la investigación<br />

la solución fuese “más dinero”, lo<br />

que es muy difícil en la práctica pero muy<br />

sencillo conceptualmente, con relación a<br />

la docencia y la gestión la transformación<br />

debería ser mucho más profunda.<br />

El actual sistema de financiación, basado<br />

casi exclusivamente en el número de<br />

alumnos matriculados, no genera muchos<br />

estímulos, salvo en los últimos años para<br />

las universidades pequeñas que han sufrido<br />

ya el impacto de la caída demográfica.<br />

A la financiación por alumno deberían<br />

incorporarse otros criterios que vayan<br />

asociados al rendimiento académico de<br />

los estudiantes, a las actividades docentes<br />

de carácter innovador intensivas en dedicación<br />

temporal, así como a otros criterios<br />

vinculados con la calidad del aprendizaje<br />

de los estudiantes. La financiación<br />

debería responder a un conjunto de indicadores<br />

que representen objetivos públicos<br />

bien definidos, siendo la Administración<br />

muy cuidadosa en evaluar y verificar<br />

la situación de los ámbitos sobre los que<br />

alcanzar objetivos para evitar una utilización<br />

“perversa” de estos indicadores. Con<br />

estos mismos cuidados, además, sería lógico<br />

que las universidades recibieran una<br />

parte de su financiación vinculada directamente<br />

a la investigación y al tercer ciclo<br />

(cosa que no ocurre actualmente), con<br />

una parte variable en función de los resultados<br />

que éstas obtuvieran.<br />

El mecanismo emergente en la actualidad,<br />

los contratos-programa, puede ser<br />

un buen sistema que fomente un importante<br />

cambio en las dinámicas de las universidades<br />

y que facilite un proceso de<br />

aprendizaje en la correcta utilización de la<br />

autonomía universitaria y en la obtención<br />

de los resultados esperados por las administraciones<br />

que financian su funcionamiento.<br />

En efecto, un modelo organizativo<br />

divisional, utilizando la conceptualización<br />

de Mintzberg, implica la autonomía<br />

en la gestión de las distintas instancias en<br />

que se ha descentralizado funcionalmente<br />

el modelo (es decir, las diferentes universidades).<br />

Un modelo divisional se coordina<br />

y controla mediante la fijación, por<br />

parte de la entidad matriz (la Administración),<br />

de los resultados que debe alcanzar<br />

cada institución, dando una gran libertad<br />

en la utilización de los recursos y en el diseño<br />

de los procesos. Hasta el momento,<br />

en nuestro sistema universitario esto no se<br />

ha producido en ningún caso: las universidades<br />

no han recibido objetivos que<br />

cumplir por parte de la Administración,<br />

salvo objetivos estratégicos muy genéricos,<br />

y la Administración ha limitado la libertad<br />

de las universidades en la disposición<br />

de recursos y en la organización de<br />

sus ámbitos institucionales y en el diseño<br />

de sus procedimientos. Finalmente, tampoco<br />

se ha cumplido el requisito de controlar<br />

y coordinar por resultados, ya que<br />

resulta imposible hacerlo si previamente<br />

no se definen objetivos ni indicadores, y<br />

no ha habido demasiada voluntad, salvo<br />

desde hace unos pocos años, por invertir<br />

en la evaluación del sistema y de sus elementos.<br />

4) Autonomía universitaria y rendición de<br />

cuentas. Tanto las propuestas sobre la política<br />

de profesorado como las relativas al<br />

diseño institucional y la política de financiación<br />

van orientadas a favorecer al máximo<br />

la autonomía universitaria. La autonomía<br />

de las universidades no debe tener<br />

sólo un valor simbólico vinculado a la libertad<br />

intelectual, sino también un valor<br />

de gestión que favorezca la eficacia y eficiencia<br />

de unos sistemas extremadamente<br />

complejos. La autonomía debe favorecer<br />

fórmulas experimentales para alcanzar el<br />

máximo rendimiento en la docencia y en<br />

la investigación. La autonomía en un sistema<br />

universitario en el que coexiste un<br />

volumen considerable de universidades<br />

debería favorecer una cierta competencia,<br />

en el marco de los valores públicos, que<br />

posibilite una dinámica racionalmente<br />

asimétrica donde las universidades que<br />

consigan mejores resultados obtengan beneficios<br />

adicionales y donde las universi-<br />

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105

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