13.05.2013 Views

JUAN ARANZADI - Prisa Revistas

JUAN ARANZADI - Prisa Revistas

JUAN ARANZADI - Prisa Revistas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

DEMOCRACIA REPRESENTATIVA Y VIRTUD CÍVICA<br />

rios escuchan a su electorado y<br />

ceden a sus demandas; b) rendición<br />

de cuentas (accountabilility),<br />

los parlamentarios han de responder,<br />

aunque difusamente, de<br />

sus actos, y c) posibilidad de destitución<br />

(removability), si bien<br />

únicamente en momentos determinados,<br />

por ejemplo mediante<br />

castigo electoral” (pág. 4). Nada<br />

más. Que, como se ve, no es mucho.<br />

Una declaración más que<br />

una argumentación. En todo caso,<br />

a la luz de la propia descripción<br />

de Sartori, parece que “la representación<br />

electiva” supera los<br />

tres requisitos con un aprobado<br />

discreto. El lector se queda con la<br />

duda de si no valdría la pena explorar<br />

otras propuestas que dieran<br />

una nota más alta en cada una de<br />

esas asignaturas, que ahondaran el<br />

carácter representativo, que profundizaran<br />

en la receptividad, en<br />

la rendición de cuentas y en la<br />

posibilidad de destitución. Es de<br />

suponer que si no lo hace Sartori<br />

es porque ello le obligaría a sugerir<br />

iniciativas no muy diferentes<br />

de las que critica.<br />

Sartori parece satisfecho con<br />

darle un mero “aprobado” al sistema<br />

representativo. No le parece<br />

que la representación se deba<br />

mejorar. Hay aquí un problema<br />

no despreciable para su defensa<br />

de la bondad de la “representación<br />

electiva”. Para su defensa y<br />

para bastantes estrategias de fundamentación<br />

de la democracia<br />

“electiva” que apelan a su calidad<br />

representativa y que a la vez critican<br />

a los “directistas”, a quienes<br />

sostienen que la democracia<br />

no es verdaderamente representativa.<br />

Mientras, por una parte,<br />

en su fundamentación, inevitablemente,<br />

tienen que invocar<br />

unos valores (la representatividad)<br />

que avalan la calidad democrática<br />

del sistema; por otra, ponen<br />

en duda los intentos de profundizar<br />

en la realización de esos<br />

valores, cuando no los valores<br />

mismos. No es sencillo realizar<br />

las dos tareas al mismo tiempo.<br />

Sartori es un caso paradigmático<br />

de ese “no saber qué hacer”<br />

con la representación. Se deja ver<br />

sobre todo en lo mal que se lleva<br />

su idea de democracia con los requisitos<br />

que él mismo ha esta-<br />

blecido como condiciones de la<br />

representatividad de sistema.<br />

El primer criterio le disgusta al<br />

propio Sartori, le parece mal:<br />

“Un Gobierno que cede simplemente<br />

a las demandas se convierte<br />

en un Gobierno altamente<br />

irresponsable” (pág. 6). Le parece<br />

mal y, además, le parece que ni<br />

siquiera es el caso, en tanto que la<br />

democracia moderna –salvo que<br />

se degrade– tiene una de sus virtudes<br />

en que el representante no<br />

se atiene al mandato de sus electores<br />

sino a su propia opinión.<br />

El segundo, la rendición de<br />

cuentas, le parece imposible, o le<br />

debería parecer a poco que se tomara<br />

en serio sus ideas sobre la ignorancia<br />

del electorado, ideas que<br />

son básicas en su defensa de la<br />

necesidad de “elegir” a los mejores.<br />

Para echar las cuentas de la<br />

calidad de una gestión hay que<br />

conocer no sólo qué se ha hecho,<br />

sino lo que se puede hacer. La<br />

contabilidad es inútil sin la posibilidad<br />

de la consultoría. Tarea<br />

que no resulta sencilla cuando<br />

“cada vez tenemos una opinión<br />

pública cuyos conocimientos están<br />

más empobrecidos” (Sartori,<br />

pág. 6). La sugerencia de que no<br />

es lo mismo decidir sobre las<br />

cuestiones que decidir sobre<br />

quién decidirá sobre las cuestiones<br />

no resuelve nada; de hecho, lo<br />

complica: para evaluar a los gestores<br />

hay que conocer sobre la<br />

gestión 4 . Es más, no hay ninguna<br />

razón para pensar que el político<br />

no se encuentre respecto al técnico,<br />

a la Administración, en la<br />

misma situación que el elector<br />

respecto al político: tampoco los<br />

políticos conocen la gestión de<br />

los asuntos que encomiendan 5 .<br />

De ser consecuente con sus ideas,<br />

con su reiterada comparación entre<br />

las labores políticas y los quehaceres<br />

médicos, Sartori debería<br />

abandonar cualquier forma de<br />

“sociedad abierta”, de democra-<br />

4 Es un problema de “agente-principal”<br />

en los términos de la microeconomía moderna.<br />

Cfr. para lo que aquí interesa: A.<br />

Przewoski, S. Stokes, B. Manin (eds.): Democracy,<br />

Accountability and Representation.<br />

Cambridge U.P., Cambridge, 1999.<br />

5 W. Niskanen: Bureaucracy and Representative<br />

Governement. Aldine, Chicago,<br />

1971.<br />

cia y buscar la compañía del Platón<br />

popperiano para enfilar juntos<br />

la vereda de la tecnocracia 6 .<br />

El tercer criterio, la posibilidad<br />

de destitución, sencillamente<br />

no se corresponde con cómo son<br />

las cosas. Destituir es algo bien<br />

distinto de “no elegir”: nadie diría<br />

que todos los candidatos a un trabajo<br />

que no han sido elegidos han<br />

sido destituidos. Por lo demás,<br />

los pocos mecanismos –listas<br />

abiertas– que la democracia podría<br />

ofrecer para mejorar la aplicación<br />

de este criterio no parecen<br />

muy del gusto de Sartori.<br />

La otra tarea consiste en mostrar<br />

que los fallos de “representación”<br />

de la democracia representativa<br />

no son insuperables, que<br />

tienen remedio. La tarea resulta<br />

obligada. De otro modo, si los<br />

“fallos” no son circunstanciales, si<br />

la democracia tiene problemas<br />

esenciales a la hora de asegurar la<br />

representación, estaría condenada<br />

como democracia representativa.<br />

Sartori se concentra en dos<br />

problemas.<br />

El primero, el problema de la<br />

distancia “entre representado y<br />

representante”; cuando lo mira<br />

de cerca le parece un seudoproblema,<br />

“un sentimiento subjetivo<br />

suscitado por el bombardeo<br />

de opinión realizado en los últimos<br />

30 años por los enemigos<br />

de la democracia representativa”<br />

(pág. 5). Aun si se acepta esta<br />

ejemplar muestra de explicación<br />

conspirativa, queda la duda de si<br />

en el asunto que nos ocupa, a saber,<br />

la calidad de la representación,<br />

el que uno no se sienta representado<br />

es razón suficiente para<br />

que pensemos que no está<br />

representado. Cualquier otra posibilidad<br />

reclama un criterio externo<br />

al propio individuo que<br />

nos permita determinar cuáles<br />

son sus genuinos intereses y convicciones.<br />

Sobre todo si no se le<br />

concede al ciudadano la posibilidad<br />

de (o las luces para) sopesar<br />

sus opiniones, de corregir sus<br />

puntos de vista, a través de la deliberación.<br />

El segundo problema de la democracia<br />

representativa es el de<br />

6 Cfr. nota siguiente.<br />

“la calidad de las personas dedicadas<br />

a la política” (Sartori,<br />

pág. 5). Éste es el verdadero centro<br />

gravitacional de la argumentación<br />

de Sartori. Sólo si los políticos<br />

son gente “especial”, si en<br />

algún sentido son “los mejores”,<br />

se entiende que su opinión pese<br />

más que la de quienes los eligen o<br />

que no puedan ser controlados<br />

por sus electores de un modo<br />

más sencillo y frecuente, que se<br />

salten a la torera la receptividad y<br />

la rendición de cuentas 7 . Las<br />

elecciones deberían cumplir –y<br />

no cumplen– la función de “seleccionar”<br />

a los mejores: “La representación<br />

es también, en último<br />

término, una construcción<br />

normativa. Como dijo Carl Friedrich,<br />

el que una persona sustituya<br />

a otra en interés de ésta es,<br />

debe ser, incuestionable y altruista”<br />

(Sartori, pág. 5). También<br />

en este caso la culpa la tienen<br />

“los estudiosos de la política.<br />

Los políticos tienen, al fin y al<br />

cabo, y por encima de todo, el<br />

problema de conseguir que los<br />

elijan” (Sartori, pág. 5). El último<br />

paso no es irrelevante y obliga a<br />

mucho. Sartori nos está diciendo<br />

que un sistema que funciona sobre<br />

el principio de que los políticos<br />

buscan maximizar los votos<br />

está en condiciones de seleccionar<br />

a los más altruistas. No es pequeño<br />

el requisito 8 . Desde luego,<br />

no parece que sean más reales estos<br />

refinados políticos que, a pesar<br />

de competir con todas sus armas<br />

por los votos, mantienen in-<br />

7 Los políticos han de ser “los mejores”<br />

en más de un sentido. Pues si, por una<br />

parte, está más allá de los talentos de los<br />

electores la posibilidad de tutelarlos, a<br />

los suyos, a los talentos de los políticos, no<br />

escapa el escrutinio de los técnicos. En rigor,<br />

las mismas circunstancias que impiden<br />

a los ciudadanos (su ignorancia) controlar<br />

la tarea de los políticos y tomar decisiones<br />

concurren en la relación entre los políticos<br />

y los técnicos de la Administración. Sólo<br />

atribuyéndoles una extraordinaria capacidad<br />

puede Sartori evitar caer en la tecnocracia.<br />

En la tecnocracia de los técnicos, no<br />

en la de los “políticos”, claro.<br />

8 Repárese en que esto es bastante más<br />

de lo que el mercado –supuestamente–<br />

consigue: un sistema en el que los individuos<br />

buscan maximizar sus beneficios permite<br />

detectar a los más eficaces. Pero en el<br />

caso del mercado político tiene que detectar<br />

a los que son –no a los que se comportan<br />

como– “altruistas”.<br />

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 105

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!