JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas
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Marzo 2001<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Directores<br />
Marzo 2001<br />
Javier Pradera / Fernando Savater Precio 900 Pta. 5,41 € N.º110<br />
JESÚS FERRERO<br />
Malcolm Lowry<br />
JUAN LUIS ARSUAGA<br />
El fractal de la teoría evolutiva<br />
N. BIRNBAUM<br />
Las elecciones presidenciales<br />
en Estados Unidos<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong><br />
<strong>ORTEGA</strong><br />
Del nacional-socialismo<br />
alemán y del vasco<br />
JAVIER PRADERA<br />
De ‘Novecento’ a ‘El Padrino’<br />
MIGUEL REVENGA<br />
Servicios de Inteligencia: la ley imprescindible
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Dirección<br />
JAVIER PRADERA Y FERNANDO SAVATER<br />
Edita<br />
PROMOTORA GENERAL DE REVISTAS, SA<br />
Presidente<br />
JESÚS DE POLANCO<br />
Consejero delegado<br />
JUAN LUIS CEBRIÁN<br />
Director general<br />
IGNACIO QUINTANA<br />
Coordinación editorial<br />
NURIA CLAVER<br />
Maquetación<br />
ANTONIO OTIÑANO<br />
Ilustraciones<br />
MARGARITA PUNCEL (A Coruña, 1943)<br />
Pintora y escultora, ha realizado escenografías<br />
utilizando diferentes técnicas y<br />
soportes y experimentado con materiales<br />
textiles; tiene, asimismo, una larga experiencia<br />
como ilustradora de libros y ha<br />
colaborado en diversos medios de<br />
comunicación. Desde 1958 ha exhibido<br />
su obra en galerías de arte de varias ciudades<br />
de España y también en Nueva<br />
York, Francfort, París y Buenos Aires.<br />
Caricaturas<br />
LOREDANO<br />
Correo electrónico: claves@progresa.es<br />
Internet: www.progresa.es/claves<br />
Correspondencia: PROGRESA.<br />
GRAN VÍA, 32; 2ª PLANTA. 28013 MADRID.<br />
TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />
Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />
28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />
Impresión: MATEU CROMO.<br />
ISSN: 1130-3689<br />
Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />
Esta revista es miembro de<br />
ARCE (Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
Culturales Españolas)<br />
Esta revista es miembro<br />
de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />
de Información<br />
Malcolm<br />
Lowry<br />
Para petición de suscripciones<br />
y números atrasados dirigirse a:<br />
Progresa. Gran Vía, 32; 2ª planta. 28013<br />
Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91<br />
S U M A R I O<br />
NÚMERO 110 MARZO 2001<br />
JUAN LUIS ARSUAGA 4 EL FRACTAL DE LA TEORÍA EVOLUTIVA<br />
DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong> 8 Y DEL VASCO<br />
ANDRÉS<br />
DE BLAS GUERRERO 22 CONCIENCIA NACIONAL EN PÍO BAROJA<br />
SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />
MIGUEL REVENGA 28 La ley imprescindible<br />
EMILIO MONTESERÍN 36 VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />
Política Tras la debacle<br />
Norman Birnbaum 46 Las elecciones presidenciales en EE UU<br />
Narrativa<br />
Javier Pradera 54 De ‘Novecento’ a ‘El Padrino’<br />
Sociología<br />
Fernando Díez 62 El trabajador de carácter<br />
Objeciones y comentarios Sobre ‘amicus curiae’<br />
F. Peregrín Gutiérrez 68 y epistemología libertaria<br />
Objeciones y comentarios<br />
Javier García Sanz 74 En el nombre del caos<br />
Entrevistas imaginarias<br />
Jesús Ferrero 80 Malcolm Lowry
Ioan P. Couliano es un historiador de las<br />
religiones que escribió, junto con su<br />
maestro Mircea Eliade, un Diccionario<br />
de las religiones (terminado en 1989). Pero la<br />
introducción es toda de Couliano, y lleva el<br />
sugestivo título de “La religión como sistema”.<br />
La tesis que en ella defiende es la de<br />
que las religiones complejas (como la cristiana<br />
o la musulmana) son fractales, es decir,<br />
sistemas que se ramifican indefinidamente<br />
siguiendo determinadas reglas. De<br />
acuerdo con tal enfoque, las religiones no<br />
tienen historia, porque todas y cada una de<br />
sus numerosas variantes son sincrónicas, se<br />
construyen de una sola vez, aunque se hayan<br />
ido manifestando diacrónicamente, a lo<br />
largo del tiempo. Eso significa ni más ni<br />
menos que todas las iglesias, herejías o sectas,<br />
las infinitas ramas del fractal, estaban<br />
contenidas en el sistema desde el principio:<br />
una vez sentadas las condiciones de partida<br />
(los datos fundamentales, como en el cristianismo<br />
la Santísima Trinidad) se derivan<br />
(se deducen) unas de otras inevitablemente.<br />
Dicho de otro modo, antes o después<br />
tenía que haber un Arrio, un Nestorio o un<br />
Lutero en la religión cristiana, por la sencilla<br />
razón de que el nestorianismo, por ejemplo,<br />
es una de las ramas deducibles del fractal.<br />
Los nestorianos son cristianos que creen<br />
que Jesucristo era divino, y no humano, que<br />
es la otra posibilidad lógica de la dicotomía.<br />
Pero esta rama de los que creen que Jesucristo<br />
era divino se divide a su vez en dos: la<br />
de los que creen que no era solamente divino,<br />
sino también humano, y la opuesta de<br />
los que creen que era solamente divino (el<br />
docetismo). Pues bien, dentro de los que<br />
creen que Jesucristo era divino, pero no solamente<br />
divino, los nestorianos forman una<br />
derivación: la de los que creen que las naturalezas<br />
divina y humana estaban separadas;<br />
a los nestorianos se oponen los que creen<br />
que las dos naturalezas estaban juntas<br />
(y, a su vez, esas dos naturalezas podrían estar<br />
confundidas, como creen los ortodo-<br />
EL FRACTAL DE LA<br />
TEORÍA EVOLUTIVA<br />
JUAN LUIS ARSUAGA<br />
xos). En palabras de Couliano, “antes de<br />
que aparezca un Arrio, o un Nestorio, yo<br />
sé que habrá un Arrio o un Nestorio, porque<br />
las soluciones de éstos forman parte de un<br />
sistema, y es ese sistema el que piensa a<br />
Arrio, y el que piensa a Nestorio, en el momento<br />
mismo en que tanto Arrio como<br />
Nestorio creen a su vez pensar el sistema”.<br />
¿Por qué a un paleontólogo (que es un<br />
historiador de la vida y no un historiador de<br />
las religiones) se le ocurre hablar de Arrio y<br />
de Nestorio? Pues porque Couliano termina<br />
el párrafo diciendo: “Y lo que es válido para<br />
la cristología o la mariología lo es igualmente<br />
para cualquier otro sistema, incluidas la<br />
ciencia y la epistemología, e incluso el análisis<br />
sistémico de cada uno de esos sistemas”.<br />
Mientras yo leía este texto pensaba en la teoría<br />
evolutiva, con sus numerosas escuelas,<br />
sus crisis y sus avatares a lo largo del tiempo,<br />
sus ortodoxias y sus “herejías”, y me preguntaba:<br />
¿estará el último de los “profetas”<br />
de la teoría evolutiva, el paleontólogo Stephen<br />
Jay Gould, también él contenido en el<br />
fractal de la teoría desde el principio, desde<br />
que Darwin publicara El origen de las especies<br />
en 1859? Es decir, cuando Gould planteó en<br />
1972 (junto con Niles Eldredge) el modelo<br />
del “equilibrio puntuado” como algo nuevo<br />
y revolucionario en el campo de la teoría<br />
evolutiva, ¿no estaría en realidad siendo a<br />
su vez “pensado” por el sistema, la propia teoría<br />
evolutiva? ¿No sería él tan sólo una rama<br />
más del fractal? ¿Lo que pasó en 1972,<br />
no estaría en verdad “ocurriendo” en 1859?<br />
La respuesta a estos interrogantes la dio el<br />
propio Gould en 1977, en un artículo titulado<br />
‘Las eternas metáforas de la paleontología’<br />
(contenido en el libro Patterns of Evolution,<br />
editado por A. Hallam). Y lo sorprendente<br />
es que Gould fue aún más lejos<br />
que mis preguntas. Para Gould, los paleontólogos,<br />
desde que existe esta disciplina y<br />
también en el futuro, por los siglos de los siglos,<br />
hemos visto y veremos la historia de la<br />
vida de ocho modos distintos, que resultan<br />
de todas las combinaciones posibles de tres<br />
variables, cada una de ellas con dos alternativas.<br />
Quizá haga falta aclarar que cuando<br />
nace la paleontología moderna con Cuvier<br />
a principios del siglo XIX (y por tanto antes<br />
del evolucionismo) ya se sabe que la biosfera<br />
ha cambiado a lo largo del tiempo, o sea,<br />
que la vida tiene una historia.<br />
Las variables a las que he aludido antes<br />
son: dirección de cambio, modo de cambio<br />
y ritmo de cambio (“tempo”). Respecto de la<br />
primera variable, se puede pensar: a) que<br />
la historia de la vida no muestra direcciones<br />
preferentes (perspectiva que llamaré “no direccionalista”),<br />
o b) que la historia de la vida<br />
muestra direcciones marcadas (“direccionalismo”),<br />
como, por ejemplo, hacia un aumento<br />
de la complejidad de los organismos<br />
(“progresionismo”) o hacia un aumento de la<br />
diversidad en la biosfera, por poner las dos<br />
tendencias más citadas.<br />
Respecto del modo de cambio, las dos<br />
alternativas son: a) el cambio se debe a la acción<br />
del ambiente (actitud que llamaré “ambientalista”),<br />
y b) el cambio obedece a factores<br />
internos de los organismos (“internalismo”).<br />
Finalmente, hay dos ritmos posibles de<br />
cambio: a) el cambio, cuando se produce, es<br />
muy rápido, tanto que incluso puede llegar<br />
a ser a saltos, lo que da a la historia de la vida<br />
un carácter episódico, discontinuo (perspectiva<br />
que, siguiendo a Gould, nombraré<br />
como “puntuacionista”), y b) el cambio es<br />
lento y continuo (“gradualismo”).<br />
Las ocho posibles visiones de la historia<br />
de la vida, que representan combinaciones de<br />
las tres variables, cada una con sus dos opciones,<br />
son: perspectiva no direccionalista,<br />
ambientalista y puntuacionista; perspectiva<br />
no direccionalista, ambientalista y gradualista;<br />
perspectiva no direccionalista, internalista<br />
y puntuacionista; perspectiva no<br />
direccionalista, internalista y gradualista;<br />
perspectiva direccionalista, ambientalista y<br />
puntuacionista; perspectiva direccionalista,<br />
4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
ambientalista y gradualista; perspectiva direccionalista,<br />
internalista y puntuacionista;<br />
perspectiva direccionalista, internalista y<br />
gradualista.<br />
Lyell y Darwin eran básicamente no direccionalistas,<br />
ambientalistas y gradualistas.<br />
Lyell no era direccionalista porque creía en el<br />
eterno ciclo de la vida, hasta tal punto que<br />
en su Principios de Geología, de 1842, llegó a<br />
pronosticar el retorno de los iguanodontes,<br />
de los pterosaurios y de los ictiosaurios a las<br />
tierras, los aires y los mares del futuro: “Entonces<br />
podrían esos tipos de animales volver,<br />
de los cuales se conserva memoria en las antiguas<br />
rocas de nuestros continentes”. Darwin<br />
era no direccionalista simplemente porque<br />
creía que la evolución era oportunista y<br />
se adaptaba en cada caso a las circunstancias<br />
del momento, cambiando sin rumbo fijo.<br />
Sin embargo, sostiene Gould que Darwin y<br />
también (al final) Lyell admitieron cierto<br />
grado de dirección (en el sentido de progreso<br />
o mejora) en la evolución.<br />
Gould incluye a Lamarck entre los no direccionalistas<br />
(versión internalista y gradualista),<br />
lo que podría llamar la atención;<br />
pero aquí Gould sigue a Simpson en su interpretación<br />
del pensamiento de Lamarck:<br />
aunque la evolución camina desde la ameba<br />
hacia la perfección encarnada en el ser humano,<br />
la degradación de los cuerpos a sus<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
elementos más simples después de la muerte<br />
hace comenzar un nuevo ciclo con la aparición<br />
de organismos inferiores por generación<br />
espontánea.<br />
Para demostrar que siempre ha habido<br />
paleontólogos partidarios de las ocho combinaciones<br />
posibles, Gould pasa revista a<br />
la nómina de las grandes autoridades de la<br />
materia en tres diferentes contextos: el preevolucionista,<br />
el evolucionista y el de la paleontología<br />
actual. La conclusión a la que<br />
llega Gould es que las actitudes con las<br />
que se contempla la historia de la vida siempre<br />
son las mismas, y que lo único que cambia<br />
es el contexto en el que se sitúa el observador;<br />
uno puede ser no direccionalista, ambientalista<br />
y puntuacionista, por ejemplo, y al<br />
mismo tiempo ser evolucionista o, por el<br />
contrario, no creer en la evolución. Eso no le<br />
quita, según Gould, importancia al contexto,<br />
ni mucho menos: el cambio de contextos es,<br />
para este autor, el objeto de la paleontología.<br />
En la teoría sistémica de las religiones de<br />
Couliano, todas las ramificaciones están previstas<br />
en el sistema (del que son sus soluciones),<br />
aunque aparezcan en diferentes momentos<br />
de la flecha de la historia; la opinión<br />
de Gould no puede ser más<br />
coincidente, ya que según él: “Las cuestiones<br />
esenciales de una disciplina [los datos básicos<br />
del sistema en Couliano] son generalmente<br />
planteadas por los primeros pensadores competentes.<br />
La intensa actividad profesional de<br />
siglos posteriores puede a menudo identificarse<br />
como variaciones de un conjunto de<br />
temas. La flecha de la historia especifica una<br />
secuencia de contextos cambiantes en los<br />
cuales las mismas viejas cuestiones son debatidas<br />
sin fin”. De hecho, un capítulo de su<br />
artículo se titula “La paleobiología contemporánea<br />
recicla los antiguos temas”.<br />
De acuerdo con el pensamiento de<br />
Gould, y aunque se pueda algún día modificar<br />
el contexto actual, debemos renunciar<br />
a resolver de una vez para siempre viejos<br />
problemas tan importantes como los de si la<br />
evolución es direccional o no, la influencia<br />
del medio sobre la evolución o el modo del<br />
cambio. Como dice Gould: “En el tiempo<br />
de Lyell, las tres cuestiones ya habían sido<br />
planteadas y debatidas extensamente. Desde<br />
entonces, no hemos parado, y dudo que<br />
paremos alguna vez”. Tenemos que conformarnos<br />
con escoger nuestro punto de vista<br />
en función de nuestras preferencias (a su<br />
vez consecuencia de la cultura y de la posición<br />
social, en esto Gould se muestra muy<br />
“ambientalista”) y disfrutar del panorama,<br />
porque el problema es demasiado complejo<br />
como para encontrar una solución única.<br />
Pero hay otro planteamiento, muy diferente,<br />
que dice que la historia de la vida, en<br />
5
EL FRACTAL DE LA TEORÍA EVOLUTIVA<br />
todas sus dimensiones, es un problema científico<br />
y que como tal puede ser abordado y<br />
resuelto de una vez por todas. Repasemos<br />
brevemente la historia de las ideas evolucionistas<br />
para ver si logramos percibir una dirección<br />
de progreso científico en este campo.<br />
Es bien sabido que el mecanismo que<br />
Darwin y Wallace propusieron como “motor”<br />
de la evolución es la selección natural<br />
actuando sobre la variación al azar que se<br />
produce espontáneamente en las poblaciones.<br />
Y aunque la teoría de la evolución se<br />
había impuesto una década después de El<br />
origen de las especies, el seleccionismo no fue<br />
ni mucho menos aceptado universalmente.<br />
Como ha puesto de manifiesto con rigor<br />
Peter Bowler, se opusieron a él los lamarckistas<br />
(partidarios de la herencia de los caracteres<br />
adquiridos), los ortogenetistas (que<br />
creían en una evolución direccional impulsada<br />
por factores internos de los organismos),<br />
los partidarios de la evolución teísta<br />
(controlada de un modo u otro por el más<br />
externo de todos los factores posibles: uno<br />
sobrenatural) y finalmente, los partidarios<br />
de la teoría de la mutación (la aparición súbita<br />
de una especie por un cambio drástico<br />
y de gran magnitud en los genes).<br />
Así, en los años del cambio del siglo XIX<br />
al XX se produjo lo que Julian Huxley denominó<br />
el eclipse del darwinismo. Ninguna<br />
de las piezas del rompecabezas de la biología<br />
terminaba de encajar con otra. La genética,<br />
una nueva disciplina que gozaba del<br />
prestigio de ser experimental, parecía oponerse<br />
a lo que veían los biólogos de campo<br />
tanto como a lo que medían los biométricos<br />
en sus gabinetes de historia natural. En el laboratorio<br />
de los genéticos no se percibía esa<br />
señal de continuidad casi infinita que emite<br />
la naturaleza. El redescubrimiento de las<br />
leyes de Mendel y el descubrimiento de la<br />
mutación a principios del siglo XX ofrecían<br />
por fin las tan deseadas leyes de la herencia<br />
de los caracteres, así como la fuente de variación<br />
espontánea y aleatoria que necesitaba<br />
el darwinismo para que sobre ella actuara<br />
la selección natural. Pero los factores hereditarios<br />
que identificaba el mendelismo, y<br />
los caracteres que esos factores determinaban,<br />
aparecían demasiado discontinuos<br />
cuando se comparaban con la variación<br />
continua que se observaba y medía en las<br />
poblaciones. Los genéticos mendelianos se<br />
fijaban en caracteres cualitativos (discretos),<br />
mientras que los biométricos trabajaban con<br />
variables cuantitativas.<br />
Por otro lado, si algo definía el registro fósil<br />
era la discontinuidad, por lo que la paleontología<br />
no era casi nunca invocada en<br />
auxilio del darwinismo. En efecto, uno de los<br />
más grandes problemas a los que se enfrentó<br />
Figura 1. Una tendencia evolutiva, tal y como la concibe el Equilibrio Puntuado (A) y según la Síntesis (B).<br />
En A, las especies no cambian de morfología una vez que aparecen. La tendencia se produce porque se van sucediendo<br />
especies cada vez más hacia la derecha. Los mecanismos que podrían explicar esa sucesión direccional<br />
de especies se explican en la figura 2. Los esquemas proceden del artículo de Gould ‘El equilibrio puntuado<br />
y el enfoque jerárquico de la macroevolución’, Revista de Occidente, 18-19, 1982.<br />
Darwin fue la ausencia completa de fósiles<br />
intermedios entre las grandes categorías de<br />
organismos. De hecho, en el siglo XIX, su siglo,<br />
sólo se descubrió uno de esos tan buscados<br />
“eslabones perdidos”, el Archaeopteryx,<br />
una forma intermedia entre los reptiles y las<br />
aves. Thomas H. Huxley, el amigo y principal<br />
valedor de Darwin, se aferró a este fósil,<br />
pero sin embargo le fue imposible esgrimir<br />
alguna forma intermedia entre los reptiles y<br />
los mamíferos, hasta el punto de que se vio<br />
obligado a postular que los mamíferos descendían<br />
directamente de los anfibios.<br />
Pero si había enormes vacíos entre las<br />
grandes clases de organismos, los fósiles<br />
planteaban además otro grave problema al<br />
darwinismo, esta vez dentro de las grandes<br />
categorías de organismos: el de las tendencias<br />
evolutivas, uno de los temas recurrentes<br />
de la paleontología. Las tendencias evolutivas<br />
son sucesiones de especies que parecen<br />
evolucionar siguiendo una determinada dirección<br />
preferente de cambio morfológico,<br />
dirección que se mantiene a lo largo de dilatados<br />
periodos de tiempo. Tal constancia<br />
de las tendencias en mantener trayectorias<br />
lineales casaba mal con el mecanismo de la<br />
selección natural actuando sobre la variación<br />
al azar, y parecían más bien responder<br />
a impulsos internos de los propios organismos,<br />
abonando el terreno del lamarckismo<br />
o del ortogenetismo.<br />
Sin embargo, los trabajos de un genético,<br />
Thomas Hunt Morgan, abrieron en la segunda<br />
década del siglo XX el camino para una<br />
visión integradora del problema. A Morgan lo<br />
siguieron en los años treinta R. A. Fisher, S.<br />
Wright y J. B. S. Haldane, que combinaron<br />
con éxito la genética con la estadística. Las<br />
mutaciones viables afectaban a genes individuales<br />
y por lo general eran de pequeña magnitud:<br />
sólo producían ligeras variantes de lo<br />
existente (las grandes mutaciones daban lugar<br />
a individuos inviables). Ahora ya se podía<br />
volver a pensar en la fuerza de la selección natural<br />
actuando sobre las poblaciones y modificando<br />
continuamente, de un modo casi imperceptible,<br />
sus frecuencias génicas: lo que<br />
importa no es el individuo sino la población.<br />
El paleontólogo George Gaylord Simpson<br />
afirmó que esa misma continuidad se podía<br />
apreciar también en el registro fósil, pese a su<br />
inevitable imperfección (que explicaba sus<br />
aparentes discontinuidades). Así surgió, en<br />
los años cuarenta y cincuenta del sigo XX,la<br />
Teoría Sintética de la Evolución, que reconciliaba<br />
a Darwin con Mendel y con los fósiles<br />
y que parecía ser la solución final al problema<br />
de cómo se produce la evolución. Es significativo<br />
que los tres principales creadores de la<br />
Teoría Sintética trabajaran en los tres grandes<br />
niveles en los que se produce la evolución:<br />
Theodosius Dobzhansdy en el de los genes,<br />
Ernst Mayr en el de las especies, y Simpson en<br />
el de las grandes categorías de organismos.<br />
Al ponerse de acuerdo entre sí cerraban la<br />
puerta a cualquier posible crítica.<br />
En esencia, la Síntesis ocuparía tan sólo<br />
una rama del fractal de la historia de las<br />
ideas evolucionistas, la que postula el cam-<br />
6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Figura 2. Según la teoría del Equilibrio Puntuado, las tendencias evolutivas se pueden deber a varias causas: a)<br />
Se producen siempre más especies en la rama derecha (2) que en la izquierda (1), de manera que al cabo del tiempo<br />
(en II) predominan las especies de la derivación 2. b) La especiación ocurre más frecuentemente en una determinada<br />
dirección, por lo que al final (en II) sólo hay especies de la derecha. c) Las especies de la rama derecha<br />
viven más que las de la rama de la izquierda, y, finalmente (en II), sólo queda representada esa rama. Cada<br />
uno de estos tres sesgos requiere a su vez un mecanismo explicativo, cuya exposición excede la extensión de este<br />
artículo. Sin embargo, a mi juicio, es en la explicación de las tendencias donde se encuentra el flanco más débil<br />
de la Teoría del Equilibrio Puntuado. Dibujos tomados del mismo artículo de Gould que los de la figura 1.<br />
bio no direccional, de origen ambiental y de<br />
carácter gradual (se entiende que como modo<br />
preferente de la evolución, aunque admita<br />
algunas excepciones y cierta flexibilidad).<br />
La Síntesis se convirtió entonces en<br />
ortodoxia y proclamó que las otras ramas<br />
del fractal eran falsas.<br />
Pero ese no es el fin de esta historia. El<br />
fantasma de la evolución a saltos, por macromutaciones,<br />
nunca se ha desvanecido del<br />
todo. Defendido con fuerza en los años<br />
treinta y cuarenta por el genético del desarrollo<br />
Richard Goldschmidt y el paleontólogo<br />
Otto Schindewolf, pareció haber sucumbido<br />
ante el empuje de la Síntesis, pero<br />
ha sido muy recientemente invocado<br />
ante los últimos descubrimientos de la genética<br />
del desarrollo. La herejía de los llamados<br />
por Goldschmidt “monstruos con<br />
esperanza” consiste en creer que un cambio<br />
pequeño en uno de los genes que regulan el<br />
desarrollo puede tener efectos drásticos en<br />
el resultado final y, sin embargo, producir<br />
de tiempo en tiempo un individuo viable y<br />
radicalmente diferente. Así se socaban a la<br />
vez los dos principios básicos del darwinismo,<br />
es decir, el seleccionismo (que identificaba<br />
a la selección natural como el agente<br />
que guía la evolución de las especies) y el<br />
“utilitarismo”, que dice que las estructuras y<br />
los órganos de los organismos se adaptan<br />
para cumplir mejor su función (para ser<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
más útiles) bajo la acción siempre vigilante<br />
de la selección natural.<br />
El modo en el que la moderna genética<br />
del desarrollo irrumpe en el campo de las<br />
teorías evolutivas es también a través de los<br />
genes reguladores. Se ha descubierto que éstos<br />
son muy conservadores, y que esencialmente<br />
son los mismos en las grandes categorías<br />
de metazoos. Aunque parezca increíble,<br />
algunos genes reguladores, en particular<br />
los llamados “homeobox” (o “cajas homeóticas”),<br />
no difieren en esencia en una mosca<br />
del vinagre y un ser humano. Todo parece<br />
indicar que la base genética para el plan corporal<br />
de los metazoos está determinada desde<br />
hace mucho tiempo, desde antes del final<br />
del Cámbrico (hace 500 millones de años),<br />
y que luego se ha retocado y modificado para<br />
producir los diferentes tipos de metazoos,<br />
los diferentes filos, como los cordados (a los<br />
que pertenecen los vertebrados) o los antrópodos<br />
(donde se incluyen los insectos). Estos<br />
filos también se remontan al Cámbrico, por<br />
lo que desde entonces los cambios genéticos<br />
han debido de ser menores, aunque no obstante<br />
han seguido produciéndose para dar<br />
lugar a los distintos tipos de vertebrados pisciformes,<br />
a los anfibios, reptiles, mamíferos<br />
y aves, todos ellos a su vez muy variados.<br />
Y desde el terreno de la paleontología<br />
también vinieron Eldredge y Gould en<br />
1972 a desafiar a la Síntesis y proclamaron<br />
que el registro fósil mostraba sobre todo estabilidad,<br />
y que las especies aparecían rápidamente<br />
(por “puntuaciones”) y luego permanecían<br />
“estáticas” (inmutables); es decir,<br />
reivindicaban el carácter episódico (y no<br />
gradual) de la historia de la vida. Y también<br />
dijeron que había un mecanismo distinto de<br />
la selección natural para abordar el problema<br />
de las tendencias evolutivas (figura 1).<br />
O mejor dicho, lo que Eldredge y Gould<br />
afirmaron es que existía un tipo de selección<br />
natural que Darwin no había previsto: la<br />
“selección entre especies”. La Teoría del<br />
Equilibrio Puntuado descompone la evolución<br />
en dos niveles: la “microevolución”,<br />
que se produce al nivel de las poblaciones, y<br />
la “macroevolución”, que lo hace al nivel<br />
de las especies. Así, éstas son consideradas<br />
como individuos, entidades históricas tan<br />
protagonistas de la evolución como los organismos<br />
individuales (figura 2).<br />
En consecuencia, parece que no todo lo<br />
que se necesita saber sobre la evolución puede<br />
averiguarse en los frascos donde los genéticos<br />
crían sus drosófilas, porque hay procesos<br />
que operan a escala geológica: en principio<br />
una buena noticia para los paleontólogos,<br />
que siempre se han resistido a admitir que la<br />
dimensión temporal no sea relevante a la hora<br />
de construir una teoría evolutiva.<br />
Como se puede ver, la historia de los debates<br />
evolucionistas no se ha cerrado con la<br />
Síntesis, y podemos pensar, con Gould, que<br />
no terminará nunca. Pero antes de pronunciarnos<br />
oigamos otra voz. Simpson tuvo<br />
tiempo de ver nacer y crecer a la “herejía”<br />
del Equilibrio Puntuado. Y en 1988 escribió:<br />
“Gradualismo’ sensu Gould es un extremo<br />
de un continuo, y el ‘equilibrio puntuado’<br />
el otro extremo. Tenemos por lo tanto<br />
aquí un par de proposiciones antitéticas,<br />
una dialéctica hegeliana o marxista. La aparente<br />
contradicción entre tesis y antítesis<br />
lleva lógicamente, no a la una o a la otra, sino<br />
a la síntesis. Eso es lo que hace la teoría<br />
sintética”. Me parece ver en el argumento<br />
un detalle de fino humor en el viejo Simpson,<br />
porque Gould se declara marxista. n<br />
BIBLIOGRAFIA<br />
JUAN LUIS ARSUAGA<br />
AGUSTI, J.: La evolución y sus metáforas. Metatemas,<br />
Barcelona, 1994.<br />
BOWLER, P. J.: El eclipse del darwinismo. Labor Universitaria,<br />
Barcelona, 1985.<br />
DENNET, D. C.: La peligrosa idea de Darwin. Galaxia<br />
Gutemberg-Círculo de Lectores, Barcelona, 1999.<br />
Juan Luis Arsuaga es catedrático de Paleontología y<br />
codirector de las investigaciones de la sierra de Atapuerca.<br />
Autor de Atapuerca. Un millón de años de<br />
historia y El enigma de la esfinge (en prensa).<br />
7
DEL NACIONAL-SOCIALISMO<br />
ALEMÁN Y DEL VASCO<br />
“Una cruz gamada se está formando<br />
entre nosotros” * .<br />
Había en España hambre de paz”, escribía<br />
el general Lersundi al conde<br />
de Toreno en los años convulsos<br />
del sexenio revolucionario (1868-1874);<br />
en España, en general, y, en el País Vasco en<br />
particular, podría decirse hoy con propiedad.<br />
Es natural, de una naturaleza humana<br />
decente, y hasta una aspiración simplemente<br />
higiénica, desear hondamente el<br />
fin de tanta barbarie y tanta afrenta moral.<br />
Es razonable, pues, la reacción generalizada<br />
queriendo buscar un fin negociado.<br />
Resulta, asimismo, comprensible el<br />
escondido optimismo bienpensante que<br />
subconscientemente rechaza el horror de<br />
fines inconfesados e inasumibles, para<br />
aferrarse a la idea de que la violencia tiene<br />
un precio aceptable, un precio medido en<br />
términos de soberanía. Acabemos con<br />
tanto espanto y degradación moral del<br />
país –del País Vasco– dándoles lo que piden,<br />
lo que exigen algunos violentos; antes<br />
la amnistía y la autonomía, ahora la<br />
autodeterminación. Objetivos, además,<br />
articulados con envoltura democrática:<br />
hay violencia –nos aseguran fabricantes y<br />
vendedores del producto– porque se niega<br />
el derecho democrático a la autodeterminación<br />
de un pueblo. Dejemos a un lado,<br />
y en aras del argumento principal, lo<br />
ambiguo del término. Olvidemos también<br />
la falacia histórica que ello supone<br />
en el caso del País Vasco y del resto de España.<br />
Hagamos incluso abstracción de la<br />
complejidad y contradicción de residenciar<br />
esa transferencia de soberanía en el<br />
territorio de la actual comunidad autónoma,<br />
hurtándosela a cada una de las tres<br />
provincias forales en donde, según los<br />
* Citado por P. Unzueta, El País, 26 de octubre<br />
de 2000, pág. 19.<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />
propios nacionalistas, se origina la legitimidad<br />
histórica de la pretendida reivindicación.<br />
Quedémonos, pues, en la magia de<br />
la palabra: autodeterminación de los pueblos,<br />
talismán democrático con que el presidente<br />
Wilson buscó en Versalles (1919)<br />
resolver las enconadas querellas centroeuropeas,<br />
pero que terminó en un despiece<br />
del viejo y civilizado imperio austro-húngaro,<br />
cauce de culturas, razas y religiones,<br />
en un mosaico de pequeños Estados rivales,<br />
más etnocentristas que etnocéntricos<br />
(G. Dallas), “a merced” de una Alemania<br />
más resentida que debilitada (Kissinger).<br />
Una Alemania, la de los años treinta,<br />
donde algunos acertaron a darle vuelta al<br />
sacrosanto principio: autodeterminación,<br />
¿por qué no?; pero autode- terminación<br />
para todos, también para las minorías alemanas<br />
marginadas en la nueva Checoslovaquia<br />
y Polonia; autodeterminación, en<br />
fin, para la propia Alemania (Anton<br />
Drexler), “esclavizada” por los extranjeros<br />
de Versalles y desde dentro por “el sistema”<br />
de los traidores de Weimar (Goebbels).<br />
En todo caso, un buen señuelo democrático<br />
con que inquietar a las conciencias<br />
liberales y bienpensantes<br />
europeas del momento como el propio<br />
Keynes, corroídos por remordimientos de<br />
una paz punitiva impuesta a la derrotada<br />
Alemania de 1918.<br />
La autodeterminación como coartada<br />
Autodeterminación, una reivindicación<br />
impecablemente democrática, un objetivo<br />
parcial deseado sin duda, pero también<br />
una coartada con la que justificar la violencia<br />
terrorista interior y exterior, en estudiada<br />
combinación con las tácticas electorales<br />
con que el partido nazi jalonó su<br />
asalto al poder. Unas tácticas que tuvieron<br />
enorme éxito durante más de veinte años<br />
porque convencieron a muchos fuera y<br />
dentro de Alemania. Y que tienen un<br />
nombre: puertas afuera, se conocieron co-<br />
mo la política del “apaciguamiento” y,<br />
dentro de Alemania, como la política de<br />
colaboración en el frente nacionalista<br />
de Harzburg. Respetemos, pues, las secuencias<br />
intermedias y no interpretemos situaciones<br />
anteriores en función del lóbrego<br />
final de la película. Gentes socialmente<br />
relevantes, como el conde de Athlone,<br />
lord Lothian y hasta el propio Eduardo<br />
VIII creían que se podía pactar con Hitler.<br />
Antes del ataque a Polonia en septiembre<br />
de 1939, o al menos de la ocupación<br />
de Praga y la anexión de Memel, la<br />
autodeterminación de las minorías y territorios<br />
alemanes parecieron los objetivos<br />
estratégicos de Hitler, objetivos legítimos.<br />
Incluso la ocupación del Sarre (1935), la<br />
militarización del Rin (1936), hasta la incorporación<br />
de Austria (marzo de 1938) y<br />
la anexión de los Sudetes (septiembre de<br />
1938) eran aceptadas como parte del programa<br />
de autodeterminación. Los atentados<br />
terroristas o la kale borroka de las SA 1<br />
se tenían por manifestaciones deplorables<br />
de elementos extremistas, atemperables o<br />
controlables mediante concesiones al exterior<br />
y la participación en el poder democrático<br />
de la República, dentro de Alemania.<br />
Con Hitler, en suma, se podía, se<br />
debía negociar porque, según lord Halifax,<br />
no ambicionaba una hegemonía europea<br />
a escala napoleónica.<br />
Hoy sabemos que, en efecto, la escala<br />
era mucho mayor, el contenido infinitamente<br />
más terrible. Y, sobre todo, sabemos<br />
que su objetivo principal no era tanto<br />
la autodeterminación como la conquista<br />
de Europa y el poder totalitario en Alemania.<br />
Una comprobación que los alemanes<br />
disidentes constataron desde enero de<br />
1933. Pero no antes. Entre 1930 y 1933,<br />
muchos, demasiados alemanes creyeron o<br />
quisieron creer que el objetivo político de<br />
1 Sturm Abteilung (secciones de asalto).<br />
8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Hitler era la liquidación de las reparaciones<br />
de Versalles y la introducción de una<br />
política nacionalista extrema en todos los<br />
órdenes. Extrema pero controlable. Eso<br />
comenzaron a pensar algunos partidos hacia<br />
1930. Una “estrategia de domesticación”<br />
que se demostró fundamental en la<br />
resistible ascensión del nazismo, para tomar<br />
prestado el título brechtiano. Porque,<br />
en este sentido, es sabido, aunque frecuentemente<br />
olvidado, que Hitler no ganó el<br />
poder en unas elecciones ni su investidura<br />
de una votación parlamentaria, de hecho,<br />
nunca logró en unas elecciones libres más<br />
del 37% del voto ni más de 230 escaños<br />
en una cámara de 583 diputados 2 . Fue<br />
nombrado canciller por los poderes especiales<br />
que el artículo 48 de la Constitución<br />
de Weimar atribuía al presidente<br />
Hindenburg. Y en la decisión que llevó a<br />
este nombramiento, fruto de una complicada<br />
y tortuosa “partida de ajedrez por el<br />
poder” (Goebbels), la idea de aceptar a los<br />
nazis (NSDAP) 3 en el juego político, coaligarse<br />
con ellos, pactar, intentar utilizarlos,<br />
atraérselos o dividirlos –que de todo<br />
hubo en aquellos años– la idea, en fin, de<br />
2 En las elecciones de julio de 1932.<br />
3 Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei<br />
(Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores).<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
concederles beligerancia política y tratarles<br />
en definitiva “como uno más” (Hitler), resultó<br />
decisiva.<br />
Hasta 1929, los nazis estuvieron relegados<br />
al ostracismo político. Lo mismo<br />
que los comunistas entre la izquierda democrática,<br />
el NSDAP era considerado en<br />
la derecha y el centro democráticos, incluso<br />
entre la derecha reaccionaria del<br />
DNVP 4 , reliquia del imperio derrotado,<br />
como un partido apestado, radical y violento,<br />
dirigido por un “don nadie de Viena”,<br />
arquitecto frustrado y pintor fracasado,<br />
un “tenor heroico” (Spengler) y “maestro<br />
de oratoria histérica” (A. J. P. Taylor),<br />
histriónico y ciclotímico, a quien el rancio<br />
presidente Hindenburg consideraba “un<br />
cabo de Bohemia” déclassé, inadecuado para<br />
cualquier puesto de responsabilidad estatal<br />
más allá de la administración de correos.<br />
Y lo cierto es que hasta 1930 los nazis<br />
formaban un partido marginal que<br />
ocupaba tan sólo 12 escaños en un congreso<br />
de casi quinientos diputados. Marginal<br />
pero violento y vociferante. El abandono<br />
de las tácticas golpistas que habían<br />
llevado al fracasado putsch de Múnich en<br />
1923, convenció a Hitler de que la confrontación<br />
directa con el Estado era un<br />
4 Deutschnationale Volkspartei (Partido Nacional<br />
Alemán del Pueblo).<br />
error estratégico peligroso y de que el partido<br />
debería concentrar sus esfuerzos en la<br />
organización interna y la lucha electoral.<br />
Pero la nueva línea Adolf légalité evitaba el<br />
choque con la autoridad, pero no la violencia<br />
contra el adversario político. Una<br />
violencia que tenía su expresión en un<br />
sangriento vandalismo callejero y una propaganda<br />
desorbitada y vociferante. Las soflamas<br />
nazis hacían diana sobre todo en<br />
las “vergonzosas y monstruosas” (Hitler)<br />
reparaciones que la República debía pagar<br />
a los Aliados como prueba de “esclavización”<br />
de Alemania por la rapacidad extranjera,<br />
en convivencia con el corrupto<br />
“sistema” de Weimar, según los nacionalistas<br />
“una democracia judía” (Hitler), “artificial”<br />
y hueca, servida por políticos incapaces<br />
y traidores. A pesar de su aliento resentido<br />
y xenófobo, fondo disparatado e<br />
irracional, reacciones “histéricas”, gestos<br />
“dervichescos” (Thomas Mann), rituales<br />
wagnerianos 5 “primitivos” (Klemperer) y<br />
ademanes desencajados que a muchos recordarían<br />
hoy las teatrales procesiones<br />
abertzales, aquella “enciclopedia del resentimiento”<br />
–para tomar prestado el término<br />
que Mikel Azurmendi adjudica al dis-<br />
5 B. Williams: ‘Wagner & Politics’, The New<br />
York Review of Books, 2 de noviembre de 2000,<br />
pág. 42.<br />
9
DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />
curso abertzale– calaba en un contexto internacional<br />
viciado por el contenido punitivo<br />
de Versalles, una situación económica<br />
severamente lastrada por la crisis del 29 y<br />
un ambiente social asfixiado por un creciente<br />
desempleo. Era ciertamente una situación<br />
muy complicada, pero en modo<br />
alguno desesperada y menos aún abocada<br />
a un desastre inevitable.<br />
La deriva nacionalista del Zentrum<br />
El descalabro vino de las opciones políticas<br />
elegidas. Hasta 1930 la República de<br />
Weimar se sostuvo gobernada por una<br />
“gran coalición” democrática, variada en<br />
sus formas, que oscilaba con diversas combinaciones,<br />
de derecha a izquierda, entre<br />
el Volkspartei (DVP) 6 , el Zentrum<br />
católico 7 , con sus aliados nacionalistas bávaros,<br />
el pequeño partido demócrata y el<br />
SPD 8 , la gran fuerza de la izquierda democrática<br />
y durante muchos años el principal<br />
partido del Reichstag. Un congreso<br />
del Zentrum, celebrado en Colonia en<br />
1928, responsable de la elección de monseñor<br />
Kaas al frente de un partido que se<br />
precipitaba rápidamente hacia un nacionalismo<br />
extremo, y la muerte de Streseman,<br />
garante de la línea liberal-democrática<br />
en el DVP, al año siguiente, ilustran el<br />
resquebrajamiento de la gran coalición democrática<br />
de Weimar. En marzo de 1930,<br />
con la caída del Gobierno de Müller<br />
(SPD) y el nombramiento del primer gabinete<br />
“presidencial” –que no por los votos<br />
del Reichstag– encabezado por Brüning,<br />
comienza la ruptura de la coalición<br />
democrática. Una carrera al precipicio en<br />
pos del señuelo nacionalista que llevó,<br />
desde 1929 a 1931, a sectores significativos<br />
y respetables de la derecha y el centro<br />
a “una liaison dangereuse con el nazismo”<br />
(Ferguson), conduciéndoles desde la coalición<br />
democrática de Weimar al frente nacionalista<br />
de Harzburg. Fue un tortuoso sendero<br />
que derechistas y centristas recorrieron<br />
convencidos de que era la manera de<br />
ganar votos, a la par que restaban apoyo al<br />
movimiento nazi. Pero ocurrió exactamente<br />
lo contrario. Desde la “irresponsable”<br />
y “catastrófica” elección de 1930, en<br />
que los nazis lograron catapultar su representación<br />
parlamentaria de 12 a 107 diputados,<br />
el NSDAP incrementaría progresivamente<br />
su voto a costa de la derecha y el<br />
6 Partido del Pueblo Alemán.<br />
7 Un partido cuya impecable tradición democrática<br />
se remontaba al siglo anterior, habiéndose forjado<br />
en la oposición a la Kulturkampf bismarkiana.<br />
8 Sozialdemokratische Partei Deutschlands (Partido<br />
Socialdemócrata de Alemania).<br />
centro-derecha. Del mismo modo, la idea<br />
de integrar para domesticar, o dividir para<br />
neutralizar, al movimiento nazi, también<br />
se saldó con un fracaso trágico a la postre.<br />
El frente de Harzburg, montado por “la<br />
oposición nacionalista” para “romper las<br />
cadenas de Versalles” (Ritter) y repudiar el<br />
plan en que el financiero norteamericano<br />
Owen D. Young proponía escalonar los<br />
pagos de reparaciones alemanas, fue un<br />
primer ensayo en la política de integración<br />
del nazismo como fórmula para apaciguar<br />
y controlar dentro del sistema político al<br />
nacional-socialismo radical. Aunque el<br />
frente de Harzburg propiamente hablando<br />
se liquidó con un fracaso –en la medida<br />
que no logró impedir la aprobación del<br />
Plan Young–, su expresión simbólica tuvo<br />
efectos devastadores: pulverizó la coalición<br />
democrática, arrastró la política alemana<br />
al terreno de la competencia nacionalista<br />
y, para colmo, otorgó al movimiento nazi<br />
el espaldarazo de respetabilidad que necesitaba.<br />
A pesar de que Hitler se sintió incómodo<br />
en aquel ambiente encopetado, el<br />
hecho es que se le vio rodeado por el rancio<br />
nacionalismo guillermino, políticos<br />
consagrados, militares de alta graduación,<br />
banqueros y grandes empresarios. “Ya los<br />
tengo en el bolsillo: me han aceptado como<br />
socio”, parece que comentó Hitler satisfecho.<br />
Además de los saludables efectos<br />
que aquellas imágenes tuvieron en las maltrechas<br />
finanzas del NSDAP, lo verdaderamente<br />
trascendente estribaba en que desde<br />
entonces el juego se desarrolló en campo<br />
propio, con unas reglas y una meta que los<br />
nazis dominaban.<br />
El 30 de mayo de 1932, el anciano y<br />
apergaminado mariscal presidente Hindenburg,<br />
siguiendo el consejo de quienes<br />
abogaban por atraer al nacionalismo radi-<br />
10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
cal, retiró su confianza al canciller Brüning,<br />
un hombre inhábil que había rehusado<br />
la colaboración con el SPD, convocado<br />
gratuitamente unas elecciones desastrosas<br />
(en septiembre de 1930), gobernado la<br />
crisis de espaldas al Parlamento con medidas<br />
económicas severamente deflacionarias<br />
y enormemente impopulares, pero que<br />
también había sabido imponer una política<br />
honesta y firme de orden público devolviendo<br />
la calle a la ciudadanía al prohibir<br />
las manifestaciones vandálicas de las<br />
SA hitlerianas. Ya desde fines de 1930,<br />
monseñor Kaas, en la idea de que compartir<br />
responsabilidades les “calmaría” y<br />
“canalizaría sus energías”, había estado<br />
predicando la necesidad de una “asamblea<br />
popular” –pero inconstitucional– que incluyera<br />
al nacional-socialismo, una especie<br />
de Udalbitza de “compañeros del pueblo”<br />
(o Volksgenossen), un término acuñado<br />
por el nacionalismo en contraposición<br />
a la “república artificial” de ciudadanos<br />
(Bürger) articulada por la Constitución de<br />
Weimar. Pero la solución que daría Hindenburg<br />
dos años después, cesando a<br />
Brüning y nombrando a Franz von Papen,<br />
disidente del Zentrum y un bon vivant<br />
diletante, al frente de un apolillado<br />
“gabinete de barones”, no era precisamente<br />
la salida que el obispo político tenía en<br />
la cabeza. La reacción del centro fue fulminante<br />
y en dirección abiertamente nacionalista:<br />
el mismo día 31 de mayo, los<br />
líderes centristas Kaas y Perlitius hicieron<br />
serias advertencias contra combinaciones<br />
“parciales”, demandando una “solución<br />
total” que incluyera a los nazis en el Gobierno.<br />
La estrategia de domesticación<br />
e integración del nazismo<br />
Al menos en la orientación, el nuevo canciller<br />
no desentonó con el rumbo nacionalista<br />
que había tomado el centro católico.<br />
Además de intervenir y ocupar inconstitucionalmente<br />
el Gobierno (SPD)<br />
del Estado de Prusia sin que los socialistas<br />
reaccionaran, Papen intentó el acercamiento<br />
a los nazis, levantando las medidas<br />
de prohibición que habían limpiado<br />
las calles alemanas del vandalismo sangriento<br />
de las SA. Los nazis no perdieron<br />
la oportunidad de volver a la combinación<br />
de legalismo electoral y terrorismo<br />
callejero que tan buenos resultados les había<br />
producido: asaltos a sedes de partidos<br />
rivales, atentados contra comercios y locales<br />
enemigos, incendios de librerías y periódicos<br />
críticos, a teatros y a cines que<br />
proyectaran obras “disolventes” –como<br />
ocurrió con la versión en celuloide de la<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
famosa novela pacifista de Remarque–,<br />
palizas y atentados a los contrincantes.<br />
Sólo en julio el saldo fue de 86 muertos.<br />
El Gobierno de Papen dejaba hacer. Contenía<br />
a la policía para evitar el enfrentamiento<br />
político con los nazis, cuya colaboración<br />
recababa y cuya popularidad soñaba<br />
con heredar. Lo más grave era la<br />
sensación de indefensión e impunidad<br />
que fue adueñándose del ambiente. En<br />
agosto de 1932, cinco sicarios de las SA,<br />
convictos y confesos de la tortura y asesinato,<br />
en presencia de su madre, de un jornalero<br />
en paro y simpatizante comunista,<br />
fueron indultados por temor a las amenazas<br />
nazis, administradas con dosis de matonismo<br />
y –como les prometiera Hitler en<br />
un retador telegrama público– en menos<br />
de un año estaban en la calle. Para colmo,<br />
en las elecciones de ese verano sangriento,<br />
los nazis consiguieron 230 actas, superando<br />
el listón de los 13 millones de votos.<br />
La derecha, buena parte del centro-derecha<br />
y los demócratas fueron pulverizados<br />
y engullidos por la marea nazi. Sólo resistieron,<br />
aunque con pérdidas significativas,<br />
el Zentrum católico y sus aliados nacionalistas<br />
bávaros. Así pues, el viraje del<br />
centro hacia el nacionalismo, ni domesticaba,<br />
ni calmaba, ni reducía al nacionalismo<br />
radical y violento. Antes al contrario.<br />
Ello no obstante, el Zentrum y Papen<br />
persistieron en la misma línea de atracción<br />
y apaciguamiento del NSDAP. Papen<br />
ofreció a Hitler la entrada en el Gobierno,<br />
una coalición que el Führer condicionaba<br />
a su nombramiento como<br />
canciller, experiencia que Papen no estaba<br />
todavía dispuesto a conceder ni Hindenburg<br />
a tolerar aún que “un pintor de brocha<br />
gorda ocupara el sillón de Bismarck”.<br />
Pero al filo del otoño de 1932, la crisis<br />
empezó a remitir y la opinión a volverse<br />
contra el “bolchevismo pardo”, ilustrado<br />
por el vandalismo sangriento y el apoyo<br />
nazi prestado a la violenta huelga de<br />
inspiración comunista en el transporte<br />
de Berlín. De hecho, en las elecciones del 6<br />
de noviembre, el NSDAP perdió más de<br />
2 millones de votos y cerca de cuarenta<br />
escaños. Y en la elección parcial de Turingia<br />
de diciembre, el descenso se agravó:<br />
los nazis cedieron casi un 40% del voto<br />
alcanzado en las generales de julio de<br />
1932. Sus expectativas de revolución legal<br />
empezaron a alejarse, sus militantes a descorazonarse,<br />
sus finanzas a resentirse y sus<br />
cuadros a “desintegrarse” (Kershaw). Fue<br />
uno de los momentos más difíciles para<br />
el movimiento nazi y más delicado para el<br />
propio liderazgo de Hitler, en un contexto<br />
además que empezaba a racionarles el<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />
combustible revolucionario. La salvación,<br />
primero, y el éxito, después, no les llegó<br />
solamente de sus propios aciertos, sino<br />
del apoyo prestado por la derecha y el<br />
centro, además de las vacilaciones y errores<br />
del SPD y de la estrategia antidemocrática<br />
de los comunistas. Después de noviembre,<br />
los líderes del centro siguieron<br />
pidiendo la formación de “un gobierno<br />
nacional fuerte que incluyera a los nacional<br />
socialistas”. Un gobierno que contaría<br />
con apoyo parlamentario y que podía estar<br />
encabezado por “cualquiera” que el<br />
presidente de la República decidiera<br />
–apostillaba monseñor Kaas a Hindenburg<br />
el 18 de noviembre en clara referencia<br />
a Hitler. Un arriesgado plan se iba<br />
abriendo paso: “contratar” (Papen) al<br />
“furtivo de guardia jurado” (Krosigk), en<br />
la peregrina idea de que era “el zorro<br />
quien mejor guardaba el gallinero”.<br />
Sin embargo, Hindenburg prefirió<br />
nombrar a Kurt von Schleicher, un general<br />
de gabinete, inteligente pero intrigante,<br />
que, como tantos, vivía fascinado por<br />
la popularidad del nacionalismo radical y<br />
ambicionaba parte de su bolsa de votos.<br />
Soñaba con un gobierno autoritario pero<br />
populista. De este modo, el general canciller<br />
tampoco buscó destruir al nazismo; ni<br />
siquiera contenerlo o marginarlo. Como<br />
la derecha y el centro, quiso controlarlo<br />
para luego heredar su capital de popularidad.<br />
Pero, a diferencia de Papen, no intentó<br />
su atracción por coalición, sino por<br />
división. El general von Schleicher ensayó<br />
quebrar el movimiento por su izquierda,<br />
para segregar en beneficio propio la facción<br />
más socialista de los nazis (Gregor<br />
Strasser). La atracción por división tampoco<br />
funcionó. El NSDAP, “mucho más<br />
un movimiento que un partido” 9 , era, en<br />
efecto, un conglomerado heterogéneo e<br />
ideológicamente contradictorio de elementos<br />
muy diversos, desde grupos folclóricos<br />
y excursionistas a asociaciones de<br />
ex combatientes y sindicales, alimentados<br />
todos por un sentimiento común de frustración<br />
y resentimiento que la propaganda<br />
nacional socialista había sabido tensionar<br />
y el liderazgo nazi dirigir a un mismo<br />
élan revolucionario, en que casi todo era<br />
admisible y flexible menos la dirección<br />
del poder. Ésta era, férrea e incuestionable,<br />
la “autoridad del caudillo”. Strasser terminó<br />
dimitido y Hitler reforzado. Pero lo de<br />
menos ya fue el fracaso de la estratégica<br />
política de von Schleicher. Una vez más,<br />
9 F. Stern (ed.): The path to dictatorship, 1918-<br />
1933, pág. 205. Nueva York, 1966.<br />
11
DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />
lo peor fue que su ademán de atraerse a<br />
los nazis –o a una parte de ellos– en vez<br />
de combatirlos dejó a descubierto un interés<br />
por el nazismo que lo legitimaba y<br />
encumbraba. Fue un cabo de salvación<br />
que les “sac[ó] del pozo” (Joseba Egibar)<br />
10 –como el PNV a ETA después de<br />
Bidart y Ermua– en un momento político<br />
delicado para un movimiento revolucionario<br />
que vivía y crecía con la esperanza<br />
del poder, pero que resistía mal la frustración<br />
de expectativas.<br />
Por otro lado, las aperturas socializantes<br />
del “general rojo” fueron consideradas<br />
por la aristocracia terrateniente de los<br />
Junkers prusianos como “política bolchevique”.<br />
La camarilla que rodeaba al viejo<br />
Hindenburg se indignó con el canciller<br />
von Schleicher, y cuando éste solicitó la<br />
firma del presidente para disolver un<br />
Reichstag que no podía manejar, se encontró,<br />
con la negativa del mariscal, compelido<br />
a dimitir. Si el primer Gobierno de<br />
Papen y los intentos de seducción de von<br />
Schleicher supusieron un “balón de oxígeno”<br />
–tomando prestada la expresión de<br />
Gurruchaga en relación al PNV y ETA–<br />
para una revolución que comenzaba a desinflarse,<br />
la segunda combinación muñida<br />
por von Papen en diciembre del 1932,<br />
trajo el triunfo definitivo del nazismo. En<br />
realidad, supuso una reedición del “frente<br />
nacionalista” (Frau von Ribbentrop) de<br />
Harzburg, pero con Hitler de protagonista<br />
(Colloti). El nuevo Gobierno aparejado<br />
por Von Papen –y en el cual el político<br />
centrista iba de vicecanciller– agrupaba<br />
elementos nacionalistas del DNVP (Hugenberg,<br />
el magnate de la prensa alemana),<br />
centristas, populares e independientes<br />
ocupando las carteras más numerosas<br />
y de mayor peso económico. Papen alardeó<br />
de tener “tan pillados a los nazis [con<br />
un Gobierno de tal composición] que<br />
pronto terminarían rechinando”. Hitler<br />
sería canciller, pero “un canciller encadenado”<br />
(Papen), “prisionero” (A. J. P. Taylor)<br />
de las ilusiones de centristas y nacionalistas<br />
guillerminos. Sin embargo, la realidad<br />
demostró lo opuesto. Hitler había<br />
cedido influencia y representación pero<br />
exigido el poder gubernativo en cambio.<br />
En el nuevo gabinete, se había reservado<br />
la cancillería para sí mismo, y los ministerios<br />
de Interior –del Estado y de Prusia–<br />
para Frick y Goering. Dentro<br />
de una política constitucional y parlamentaria<br />
parecía una pobre cosecha, pero para<br />
10 Apud A. Elorza. (coord.): La historia de ETA<br />
[en adelante, Elorza], pág. 69. Madrid, 2000.<br />
una estrategia de golpe de estado legal<br />
(Machtergreifung), que era en realidad el<br />
objetivo político de Hitler, cancillería y<br />
gobernación eran las carteras claves.<br />
De la revolución legal<br />
a la revolución nacional<br />
Los resultados no se hicieron esperar. Los<br />
nazis fueron controlando la Administración<br />
central del Estado, más por inflación<br />
que por dimisión. Sobre todo la policía.<br />
Goering hizo buena avant la lettre la idea<br />
de Fanon de que el movimiento revolucionario<br />
aspira en última instancia a convertirse<br />
en la policía del nuevo Estado:<br />
unos 40.000 miembros de las SA –la organización<br />
promotora del terrorismo urbano<br />
a la sazón– “obtuvieron atribuciones”<br />
(Hildebrand) policiales (Hilfspolizei).<br />
Desde entonces (enero de 1933), “una<br />
oleada de terror pardo” fue “depurando<br />
las calles” (Muchow), ocupando el espacio<br />
público –urbano y burocrático– con<br />
total impunidad, ante la indiferencia y<br />
hasta el apoyo de las fuerzas de seguridad.<br />
Los comunistas fueron masacrados, los<br />
socialistas, perseguidos, y los políticos rivales,<br />
centristas, populares y demócratas,<br />
acosados. Las elecciones de marzo de<br />
1933 no fueron ya unas elecciones libres,<br />
en la medida que los candidatos de oposición<br />
al nazismo se vieron coaccionados y<br />
acorralados. Aún así, el NSDAP quedó<br />
lejos de la mayoría absoluta (43% del voto;<br />
288 de un total de 647 escaños). Para<br />
entonces, ya nadie hablaba de las reparaciones<br />
de Versalles, la independencia de<br />
Alemania, la nacionalización de la economía<br />
y otros señuelos u objetivos parciales<br />
de la propaganda nazi. Hasta había desaparecido<br />
la tan traída y llevada autodeterminación<br />
de las minorías alemanas, que<br />
no reaparecería en el contexto internacional<br />
hasta un año más tarde. “Primero el<br />
poder, luego la política” (Hitler). En esos<br />
primeros meses de 1933, efectivamente,<br />
el Führer tenía una agenda de política interior<br />
clara y urgente; su verdadero objetivo<br />
estratégico: el poder totalitario. El decreto<br />
de poderes especiales de 28 de febrero<br />
y las leyes de plenos poderes y<br />
uniformización (de facto, la abolición de<br />
garantías y la supresión de la autonomía<br />
de los länder) de 23 y 31 de marzo de<br />
1933 fueron las piezas clave del proceso.<br />
En palabras del Kölnische Volkszeitung, la<br />
Constitución de Weimar había sido enterrada<br />
“sin un funeral de Estado”. La ley<br />
de 23 de marzo se votó en el Reichstag y<br />
la votaron centristas y nacionalistas del<br />
DNVP. Antes, Hindenburg había concedido<br />
a Hitler el decreto de disolución del<br />
Parlamento. Aparte del propio canciller,<br />
los nazis sólo tenían dos miembros en el<br />
gabinete. Pero los ministros centristas y<br />
nacionalistas del DNVP toleraron sin<br />
mayor tumulto (Toland) el terror sangriento<br />
de febrero y marzo como “inevitables<br />
excesos” de los “nuevos vientos” (Papen).<br />
La conclusión también es inevitable.<br />
Hitler, que no había logrado el poder<br />
de unas elecciones, tampoco lo había conquistado<br />
en una revolución. Se lo entregaron,<br />
primero, se lo confirmaron libre<br />
de controles y garantías, después, algunos<br />
políticos influyentes que, aun arrepentidos<br />
posteriormente, participaban de muchos<br />
de sus objetivos tácticos, comulgaban<br />
con unas ideas, una moral y un estilo<br />
patológico y siniestro (Ayçoberry).<br />
Consumada la revolución legal, empezó<br />
la revolución nacional (Bracher). El terrorismo<br />
callejero fue haciéndose más organizado,<br />
si no menos violento (cfr. Kristalnacht).<br />
Comenzó el terrorismo del<br />
Estado, con las detenciones arbitrarias (en<br />
abril, sólo en Prusia, ya se registraban<br />
25.000 detenidos), torturas, asesinatos y<br />
campos de concentración. Primero fueron<br />
los comunistas tras el incendio del<br />
Reichstag. Al poco, siguieron los socialistas.<br />
También el Zentrum. Monseñor Kaas<br />
se retiró a Roma y la jerarquía alemana,<br />
con el acuerdo y consejo del Vaticano, accedió<br />
a disolver el partido a cambio de un<br />
concordato. Pero el tratado no libró al<br />
centrista y vicepresidente del Reichstag,<br />
Thomas Esser, de la cárcel, o al pastor<br />
Paul Schneider del martirio en el campo<br />
de concentración de Buchenwald, ni a<br />
800 sacerdotes católicos y 400 ministros<br />
protestantes de morir en Dachau. Y siempre,<br />
claro, los judíos.<br />
La Ley de 14 de julio de 1933 prohibía<br />
el restablecimiento de partidos políticos.<br />
En 1934 no quedaba en Alemania<br />
más partido que el NSDAP. El 30 de junio<br />
de ese año, la purga conocida como<br />
“noche de los cuchillos largos” no sólo liquidó<br />
a los elementos radicales de las SA;<br />
en el mismo baño de sangre cayó lo que<br />
de oposición organizada al régimen quedaba<br />
(como el círculo de Múnich y de la<br />
Universidad de Marburgo de Edgar J.<br />
Jung) o tuvo que cruzar precipitadamente<br />
la frontera, como el ex ministro centrista<br />
Treviranus o el propio Brüning, para evitar<br />
ser asesinados, como acaeciera con el<br />
ex canciller Kurt von Schleicher y el general<br />
de división Ferdinand von Bredow.<br />
Para entonces, hasta antiguos líderes nacionalistas<br />
como Beppo Römer, veterano<br />
del Cuerpo de Voluntarios Oberland, estaban<br />
firmemente convencidos de la ne-<br />
12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
cesidad de eliminar a Hitler, porque, como<br />
vino a asegurar el industrial nacionalista<br />
Nikolaus von Halem después de la lóbrega<br />
noche de junio de 1934, sólo la<br />
fuerza era respuesta ante los “mensajeros<br />
del caos”. En marzo de 1939, Hitler ocupaba<br />
Praga, y el 3 de septiembre invadía<br />
Polonia. En ninguno de esos lugares había<br />
minorías alemanas significativas que<br />
quisieran autodeterminarse. Churchill,<br />
hasta entonces marginado y arrinconado<br />
como un agorero extremista, tuvo a la<br />
postre razón. La autodeterminación y<br />
la “liberación nacional” (Kershaw) de los<br />
alemanes no era la meta del nazismo –o al<br />
menos no lo era principalmente: el verdadero<br />
objetivo estratégico era la dictadura<br />
totalitaria en el interior y la conquista en<br />
el exterior. Ninguna de las dos era inevitable.<br />
Fue el optimismo voluntarista, la<br />
natural repugnancia a enfrentarse con una<br />
realidad demasiado terrible como para ser<br />
asimilada, fueron los errores de muchos<br />
políticos dentro y fuera de Alemania, su<br />
incapacidad de comprender la naturaleza<br />
violenta y revolucionaria de aquel movimiento<br />
radicalmente inasimilable, fue su<br />
ambición por hurtar parte del capital político<br />
del nacionalismo nazi, su confusión,<br />
en fin, de metas tácticas (reparaciones,<br />
nacionalismo, autodeterminación) por<br />
objetivos estratégicos (poder totalitario y<br />
conquista militar) lo que las hizo posibles.<br />
El pueblo frente a los ciudadanos:<br />
el PNV y la construcción<br />
de un nacionalismo revolucionario<br />
Hasta aquí el caso alemán. Las diferencias<br />
entre el espinoso contexto internacional y<br />
económico de la Alemania de entregue-<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
rras y la España próspera y segura de la<br />
Unión Europea no necesitan ser subrayadas.<br />
Son evidentes. Y, sin embargo, existen<br />
ciertas similitudes interesantes e instructivas<br />
entre los dos casos. La naturaleza<br />
totalitaria y la composición heterogénea<br />
del movimiento nazi, su capacidad de<br />
aglutinar grupos muy distintos en un<br />
propósito común revolucionario y etnocentrista,<br />
de un nacionalismo excluyente<br />
y agresivo, es semejante en el Movimiento<br />
de Liberación Nacional Vasco (MLNV).<br />
La hábil combinación entre tácticas legalistas<br />
y violencia, con algunas diferencias,<br />
también es común a ambos movimientos.<br />
La capacidad de explotar, hasta el desconcierto<br />
y la desesperación de Gobiernos y<br />
políticos democráticos, los resquicios de<br />
una estructura legal garantista, de un sistema<br />
político tolerante y de una opinión<br />
indulgente, cuando no remordida, no es<br />
tan distinta en uno y en otro caso. Pero el<br />
emparejamiento más curioso se produce<br />
observando la reacción que ambos movimientos<br />
han suscitado entre sus rivales. El<br />
PNV padece la misma fascinación por el<br />
populismo violento nacionalista que infectó<br />
al Zentrum católico y a sus aliados<br />
nacionalistas bávaros desde 1930. En ambos<br />
casos, hay una curiosa mezcla, explosiva<br />
a la postre, entre la ambición por heredar<br />
el capital social y político de los violentos<br />
y el convencimiento de poder<br />
manipularlos políticamente. En los dos<br />
casos, una dosis sobrada de soberbia intelectual<br />
les lleva a confundir tosquedad y<br />
barbarie, violencia y crueldad con estupidez.<br />
“La historia del nacional-socialismo”,<br />
nos advierte Karl Dietrich Bracher, “es la<br />
historia de su subestimación”. En los dos<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />
casos, el nacionalismo supuestamente<br />
moderado ha considerado que le era políticamente<br />
más rentable liquidar una coalición<br />
democrática (el PNV con el PSOE,<br />
el Zentrum con el SPD) para encabezar<br />
un frente nacionalista (llámese de Estella<br />
o de Harzburg). Y, en ambos casos, el relativo<br />
varapalo electoral no les ha empujado<br />
a rectificar, sino a porfiar en una línea<br />
política que rápidamente iba abandonando<br />
el marco constitucional para precipitarse<br />
en la oscura construcción de una comunidad<br />
étnica, donde “la creencia de<br />
base cívica” se desvanece “a consecuencia<br />
de la creencia de base holista en el pueblo”<br />
(Azurmendi). En los dos casos también,<br />
la utopía de la construcción de la<br />
“nación auténtica”, con la quimera por<br />
atraerse e integrar al nacionalismo revolucionario,<br />
ha servido en la práctica de legitimación<br />
y coartada justificativa a los violentos,<br />
ha degradado gravemente –en muchos<br />
casos invertido– los parámetros<br />
morales de las respectivas sociedades, ha<br />
frenado, y hasta paralizado o desvirtuado,<br />
la acción de las fuerzas de orden (de la<br />
Ertzaintza, en el País Vasco) hasta originar<br />
un clima de impunidad que ha permitido<br />
la muerte, persecución o coacción<br />
de los disidentes demócratas y la ocupación<br />
del espacio público por el vandalismo<br />
totalitario.<br />
La persistente obsesión de los partidos<br />
nacionalistas de centro-derecha por<br />
colocarse al frente de la manifestación nacionalista,<br />
y su horror a verse desbordados<br />
en este punto por revolucionarios y violentos,<br />
es común en ambos tiempos y latitudes<br />
y merece un pensamiento. En ambos<br />
casos, parte de dos premisas harto<br />
discutibles (tres para el País Vasco, siendo<br />
la tercera el convencimiento y temor ante<br />
facto del PNV que la amenaza del fin del<br />
nacionalismo revolucionario, tras la caída<br />
de la cúpula de ETA en Bidart, “los golpes<br />
judiciales” y “el rechazo masivo” en<br />
Ermua, “pudiera conllevar la derrota de<br />
todo nacionalismo”) 11 . Las dos premisas<br />
compartidas tienen relación con la naturaleza<br />
del nacional-socialismo (nazi o<br />
etarra) y con la peculiar idea que el nacionalismo<br />
de centro-derecha tiene de los<br />
objetivos políticos de sus aliados revolucionarios.<br />
En su afán por integrarlos y dirigirlos,<br />
es lo cierto que el centro y la derecha<br />
(Zentrum-VP-DNVP o PNV-EA)<br />
ignoran la naturaleza revolucionaria y totalitaria<br />
de los violentos o han pretendido<br />
11 Vid. J. M. Calleja: La diáspora vasca [en adelante,<br />
Calleja], págs. 252 y 253. Madrid, 1999.<br />
13
DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />
manipularla. Un ejercicio de wishful-thinking<br />
político que ni entonces ni ahora ha<br />
dado resultado. La ceremonia de confusión<br />
ha hecho particulares estragos en el<br />
escenario español con ayuda del desconcierto<br />
que produce el recurso sistemático<br />
al atentado terrorista de parte del complejo<br />
etarra. Nazis y, hasta el presente, el movimiento<br />
etarra han resultado inasimilables<br />
dentro del sistema democrático. Del<br />
mismo modo y a pesar de su contradictoria<br />
heterogeneidad de grupos y programas,<br />
ambos movimientos han sabido restañar<br />
con la disciplina que impone la violencia<br />
y la cohesión que imprime la<br />
exaltación revolucionaria, disensiones, divisiones<br />
y fraccionalismo. Los intentos de<br />
atracción por captación (von Papen) o escisión<br />
(von Schleicher), cimentados en la<br />
idea de imaginadas diferencias, ficticias<br />
divisiones, sensibilidades diversas entre<br />
un Hitler –Goering o Goebbels– dialogante<br />
frente a unas SA radicales, fueron<br />
entonces tan fútiles como hoy resultan<br />
irrelevantes las diferencias políticas entre<br />
un Otegui, los periodistas de Gara o los<br />
sindicalistas de LAB y los pistoleros liberados.<br />
Se trata del mismo movimiento revolucionario<br />
y totalitario, con “instrumentos<br />
diferentes” 12 e intercambiables<br />
(Gurruchaga). El radicalismo totalitario,<br />
respaldado por el “prestigio” 13 que dan las<br />
pistolas (KAS-ETA), lleva la dirección –e<br />
imprime la cohesión– del movimiento revolucionario<br />
vasco (Baltasar Garzón) 14 ,<br />
como el carisma del caudillaje hitleriano<br />
lo hacía entre los nazis. Las pretendidas<br />
divisiones y diferencias son ensoñaciones<br />
con que el centro y la derecha nacionalistas<br />
(amén de la izquierda comunista para<br />
el caso español, “en régimen de tonto<br />
útil”, según Calleja) han querido justificar<br />
aproximaciones, frentes y alianzas con el<br />
totalitarismo revolucionario.<br />
El poder totalitario como<br />
objetivo estratégico<br />
Pero la coartada más contagiosa, porque<br />
se extendió por gran parte de la sociedad<br />
alemana de entonces y lo ha hecho hoy<br />
en la española, es aquella que hace a la interpretación<br />
que Zentrum y PNV dieron<br />
y dan de los objetivos del totalitarismo revolucionario.<br />
En el caso actual del PNV<br />
12 Suberbiola (Haika) a Die Welt, apud Abc, 2 de<br />
septiembre de 2000, pág. 20.<br />
13 M. Montero: Viaje al país de los vascos [en adelante,<br />
Montero], pág. 21. S. Sebastián, 2000.<br />
14 Apud C. Gurruchaga e I. San Sebastián: El árbol<br />
y las nueces [en adelante, Gurruchaga], pág. 225.<br />
Madrid, 2000.<br />
el contagio y confusión entre metas tácticas<br />
(soberanistas) y objetivos estratégicos<br />
(el poder totalitario y, para los nazis, además,<br />
la conquista de unas indias en el<br />
oriente del continente europeo) ha resultado<br />
particularmente gangrenoso porque<br />
el partido vasco vende con el producto un<br />
envoltorio atractivo (algo, por otra parte,<br />
que hizo Hitler con los aliados occidentales<br />
hasta bien entrado 1938): paz a cambio<br />
de autodeterminación (Arzalluz) 15 . Y<br />
con ello cree el PNV obtener doble dividendo:<br />
evitar que la derrota del nacionalismo<br />
totalitario arrastre la propia (teoría<br />
no demostrada pero sí compartida por los<br />
bizkaitarras) y “consolidarse” como el<br />
partido “hegemónico del futuro” (Calleja),<br />
clave y garante de la “resolución del<br />
conflicto” (Gurruchaga), al tiempo que<br />
descerraja la cancela del soberanismo. Y<br />
con el mismo paquete, claro, se adquiere<br />
15 Apud El Periódico de Catalunya, 5 de octubre<br />
de 2000.<br />
la sumisión y dependencia del nacionalismo<br />
totalitario. Ése es el fondo de las tesis<br />
de Ollora, Egibar y Aguirre que desde<br />
unos años a esta parte han triunfado en el<br />
seno del PNV, tomado carta de naturaleza<br />
política en Estella y que, sin duda, se ensayará<br />
más pronto que tarde en alguna<br />
otra versión y nueva tregua –tácticas, como<br />
puede observarse, no muy alejadas del<br />
frente de Harzburg o las piruetas de Zentrum<br />
siete décadas atrás–. En ambos casos,<br />
toda la arquitectura, filosófica y política,<br />
precio y producto, paz y autodeterminación<br />
penden de la noción de que el<br />
objetivo estratégico del nacionalismo totalitario<br />
es efectivamente la soberanía.<br />
Pero ¿y si no lo fuera? ¿Y si el objetivo<br />
estratégico del nacional-socialismo vasco,<br />
como quedó trágicamente demostrado en<br />
el caso alemán, no fuera un asunto de redefinir<br />
el sujeto de soberanía? ¿O no lo<br />
fuera única ni principalmente? Entonces<br />
estaríamos pagando un precio –la autodeterminación–<br />
por un producto, la paz,<br />
que no vamos a recibir. Aún peor, si la<br />
14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
autodeterminación –como antes la amnistía,<br />
la democracia y la autonomía– se demostrara<br />
una etapa, una meta transitoria<br />
o un objetivo parcial, su concesión no haría<br />
sino alimentar la espiral de exaltación<br />
revolucionaria y consagrar el principio de<br />
la violencia como un método legítimo y<br />
rentable de hacer política. Cualquier política,<br />
entiéndase bien. En este aspecto los<br />
nacionalistas –incluidos los nacionalistas<br />
democráticos– tienen una idea curiosa del<br />
embrollo y de cuál es la naturaleza y funcionamiento<br />
de un sistema democrático.<br />
El problema que genera la violencia –aseguran–<br />
es “político” 16 , de soberanía; superado<br />
ese escollo, desaparecerá la violencia.<br />
¡Fantástico razonamiento! Por la misma<br />
regla de tres, como el problema que acucia<br />
a los atracadores de joyerías es de naturaleza<br />
económica, negociado con ellos<br />
el botín y entregada una parte de las joyas,<br />
desaparecerá el violento método de<br />
solucionar los agobios de fin de mes. Y no<br />
se diga que el ejemplo es chusco. A decir<br />
de Aristóteles, el primer motivo de disputa<br />
política se centró en torno a cuestiones<br />
de propiedad. Aplicando, pues, la regla<br />
nacionalista, si se admite la violencia para<br />
resolver un problema, político, de soberanía,<br />
por qué no admitirla para resolver<br />
otro problema, también político, de distribución<br />
de la renta. No. En democracia<br />
todos los “contenciosos” son políticos. Y<br />
no es la democracia un sistema de consensos<br />
y acuerdos más que en la forma civilizada<br />
y pacífica de gestionar los desacuerdos.<br />
Los conflictos políticos son la vida<br />
normal de las democracias; el problema, la<br />
patología, es la violencia, un precipicio en<br />
el cual terminaríamos –como se lamentaba<br />
Cánovas hace casi siglo y medio– “fiando<br />
la resolución de los problemas políticos<br />
al triste recurso de la fuerza”. Los desencuentros,<br />
bien sean sobre cuestiones de<br />
propiedad o cualesquiera otros, tienen su<br />
trámite electoral y su cauce parlamentario.<br />
De hecho, las diferencias en torno al sujeto<br />
de soberanía, censitaria o universal –su<br />
extensión a un universo mayor o menor<br />
de la población adulta– fue motivo central<br />
de disputa política desde fines del siglo<br />
XVIII, y todavía lo es en algunos cantones<br />
suizos en relación al voto femenino.<br />
Juzguemos las cosas por su comportamiento<br />
y resultados. La experiencia demuestra<br />
que ni la democracia ni la autonomía<br />
más amplia conocida en la Europa<br />
contemporánea se han traducido en me-<br />
16 Arzalluz: Abc, 2 de setiembre de 2000,<br />
pág. 19.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
nor violencia por parte del nacionalismo<br />
totalitario. ¿En virtud de qué hechos y<br />
datos se piensa que un comportamiento<br />
de naturaleza tal va a cambiar? Fuera del<br />
asidero del deseo y la esperanza o de la estratagema<br />
política, ¿hay alguien que crea<br />
seriamente que el nacional-socialismo<br />
vasco va a abandonar una estrategia de<br />
violencia que le ha sido tan rentable? ¿Es<br />
que se piensa que los etarras van a dejar<br />
de asesinar y vandalizar las calles, exiliar y<br />
amordazar a los oponentes? ¿Es que por<br />
ventura pretende convencernos el señor<br />
Egibar que el incipiente estado revolucionario<br />
etarra va a renunciar graciosamente<br />
a la industria del secuestro, a un tinglado<br />
fiscal terrorista que, al parecer, ha recaudado<br />
más de 5.000 millones desde el verano<br />
17 y a las empresas que reciclan esas<br />
rentas tras una simple transferencia de soberanía?<br />
¿Qué decimos autodeterminación?:<br />
¡Ni siquiera la independencia de las<br />
tres provincias que constituyen actualmente<br />
la comunidad autónoma produciría<br />
el abandono de la violencia revolucionaria!<br />
¿No es más cierto que ya se han<br />
construido su Irlanda irredenta?: “Euskal<br />
Herria”, dicen, “son los territorios donde<br />
se habla o habló euskera” (Unzueta).<br />
Siempre quedaría Navarra por conquistar<br />
y los territorios franceses por invadir –de<br />
indefinidos contornos y límites para mayor<br />
complicación. Los propios etarras ya<br />
lo han anunciado: aún con la autodeterminación,<br />
y con el fin de “vigilar” el proceso,<br />
“las armas no se entrega[rán]”. Seguirá,<br />
pues, la perversa pero astuta combinación,<br />
a la manera nazi, entre violencia<br />
y legalidad, treguas-frentes y rupturas.<br />
¿Hasta cuándo? Hasta que el movimiento<br />
nacional-socialista ocupe el poder o sea<br />
destruido. Que nadie se engañe, pues, la<br />
independencia, el abandono a su suerte<br />
de las provincias forales no traerá sosiego.<br />
Con toda probabilidad, producirá un enfrentamiento<br />
civil en el País Vasco y hará<br />
peligrar la democracia en el resto de España.<br />
Por eso tampoco pienso que “la autodeterminación<br />
s[ea] la paz”, como predican<br />
algunos (Egibar). Porque los mili<br />
[tantes] –así se apellidan ellos mismos– de<br />
la violencia 18 no se han dejado –ni se dejarán–<br />
“convencer” (Montero) por la matemática<br />
electoral como expresión de una<br />
voluntad democrática. Para ellos “sólo cabe<br />
el camino de las armas” (Gatari) 19 . Los<br />
17 El País, 28 de enero de 2001, pág. 17.<br />
18 P. Unzueta: El País, 26 de octubre de 2000,<br />
pág. 19.<br />
19 Apud Elorza, pág. 429.<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />
militares nacionalistas miden su éxito o<br />
fracaso, en eso, en términos bélicos; y sólo<br />
la victoria, o derrota militar, lato sensu,<br />
podrá convencerles. Los sesudos –y sagaces<br />
(Herrero de Miñón)– argumentos de<br />
corte constitucional o democrático carecen,<br />
pues, de sentido último para ellos.<br />
Son coartadas, cuando mucho objetivos<br />
tácticos. Del mismo modo que la autodeterminación<br />
de las minorías alemanas<br />
del Reich nunca fue objetivo prioritario del<br />
partido nazi en los treinta, tampoco el<br />
objetivo estratégico del nacionalismo totalitario<br />
de nuestros días ha sido ayer la<br />
autonomía, no es hoy la autodeterminación,<br />
ni será mañana siquiera la independencia:<br />
“ETA lo que quiere es el poder”<br />
(Savater) 20 . El asunto, pues, no es principalmente<br />
y en última instancia un tema<br />
de redefinir el sujeto de soberanía, sino<br />
una cuestión de naturaleza de poder. Y<br />
ése precisamente es el escollo insalvable<br />
que lleva a un enfrentamiento difícil de<br />
evitar. A estas alturas, son probablemente<br />
muchos los que consideran el planteamiento<br />
soberanista históricamente distorsionado,<br />
anacrónico e impreciso, una<br />
adulteración de la realidad vasca, española<br />
y europea; en suma, un despropósito que<br />
parecería un poquito ridículo si la violencia<br />
no lo convirtiera en trágico. Con todo,<br />
su tratamiento pacífico y libre, su debate<br />
en un marco democrático y civilizado,<br />
fuera de toda coacción y amenaza, a<br />
pocos llevaría más allá de la melancolía<br />
cualquiera que fuese el desenlace. El tema<br />
de la soberanía no es, pues, lo angustioso.<br />
Lo que a muchos les hace poner pies en<br />
pared es el espectro de una “siniestra dictadura<br />
totalitaria” (Calleja) “impon[iendo]<br />
su doctrina de una sola tribu vasca<br />
con un Estado no liberal” (Azurmendi),<br />
en que una parte sustancial de la población<br />
queda reducida a la categoría de ilotas,<br />
“depurados” del “censo vasco” 21 por<br />
mor de una política etnolingüística<br />
(Krutwig) y una estrategia tercermundista<br />
como instrumentos de “una operación<br />
destinada a excluir a la mitad de la ciudadanía<br />
vasca” 22 .<br />
A pesar de las peroratas de Goebbels,<br />
la mitología nórdica, acordes de los “Nibelungos”<br />
y vigorizantes paisajes del “bosque<br />
originario” teutónico en clave de Tácito,<br />
el nazismo no fue derivada inevitable<br />
de la historia germana (Stern) ni la resul-<br />
20 El País, 24 de noviembre de 2000.<br />
21 P. Unzueta: El País, 26 de octubre de 2000,<br />
pág. 19.<br />
22 S. Juliá: El País, 24 de diciembre de 2000,<br />
pág. 22.<br />
15
DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />
tante de una conspiración internacional<br />
contra Alemania. Fue un producto de filosofía<br />
vitalista banalizada y mal digerida<br />
(Sontheimer). Fue parte del detritus ideológico<br />
del resentimiento de posguerra. Pero,<br />
sobre todo, fue una invención, una<br />
opción política revolucionaria, agresiva y<br />
excluyente que se proponía transformar<br />
radicalmente Alemania mucho más que<br />
recobrar su pasado. De modo similar, el<br />
nacional-socialismo vasco no es el intento<br />
de redimir una arcadia bucólica (Félix<br />
de Azúa), asociada “al mito de una edad de<br />
oro” perdida, tan sabia y bellamente descrita<br />
por Jon Juaristi. Mucho menos es<br />
–aunque demasiados nacionalistas así lo<br />
crean, para asombro de propios y extraños–<br />
la continuación de un imaginado<br />
“conflicto secular” (Martínez Montoya),<br />
“la guerra milenaria” entre vascos y españoles<br />
(Jon Juaristi) que arrancaría desde<br />
Arrigorriaga (888) y Roncesvalles (Montero),<br />
o cuando menos de la Constitución<br />
de 1812 23 , y que continuaría en un carlismo<br />
irreconocible 24 , divorciado de sus homólogos<br />
aragoneses o asturianos y de sus<br />
congéneres europeos (el miguelismo portugués<br />
o el legitimismo francés), para<br />
atornillarlo forzadamente en una rebelión<br />
independentista inventada (Azurmendi).<br />
El único paralelismo que puede establecerse<br />
entre el carlismo y la situación actual<br />
es que hoy los ciudadanos vascos libres<br />
están sitiados por el fanatismo y la<br />
intolerancia, como lo estuvieron sus<br />
abuelos en Bilbao hace 165 años. Si forzamos<br />
y rebuscamos en la arqueología del<br />
conflicto, todos los países han tenido<br />
contenciosos diversos y remotos. Todas<br />
las culturas esconden un lado oscuro. Pero<br />
ni unos ni otros son el sostén explicativo<br />
de lo que básicamente son opciones de<br />
un presente: la violencia etarra “no es un<br />
resultado [histórico] inevitable sino una<br />
acción deliberada” (Fusi).<br />
Una sociedad amedrentada<br />
y desmoralizada<br />
Hagamos abstracción del crimen abyecto.<br />
Hagamos un esfuerzo por contener la natural<br />
repugnancia e intentemos tomar distancia<br />
para observar el fenómeno en su<br />
conjunto, desde los terrenos grises peneuvistas<br />
del diálogo, acuerdos, pactos explícitos<br />
e inconfesados, comprensiones, matizaciones<br />
y otras perversiones del lenguaje,<br />
hasta el ámbito más descarnado de aquellas<br />
23 Josu Ortuondo: Abc, 21 de septiembre de<br />
2000, pág. 21.<br />
24 J. L. de la Granja: El País, 23 de enero de 1999.<br />
ikastolas que siembran odio y racismo, las<br />
herrikotabernas que exhiben fotografías de<br />
asesinos y hacen colectas para criminales,<br />
las publicaciones que señalan objetivos,<br />
partidos, sindicatos, grupos y asociaciones<br />
que prestan cobertura al terrorismo callejero,<br />
para llegar por fin a los pistoleros, sus<br />
encubridores, proveedores e informadores,<br />
en una secuencia tenebrosa que no termina<br />
siquiera con el crimen; continúa con la injuria,<br />
el ultraje de la víctima, hasta la profanación<br />
de la tumba con grafittis escalofriantes:<br />
“españolazo, devuélvenos la bala”<br />
–un ritual macabro, por cierto muy empleado<br />
por los nazis con sus víctimas judías.<br />
Ganada la perspectiva, ¿qué destaca entre<br />
esta nube siniestra? En primer lugar, el<br />
arrojo y la valentía de quienes arriesgan<br />
tranquilidad y seguridad, quienes se juegan<br />
la vida en testimonio de libertad; pero<br />
también la degradación y la cobardía moral<br />
de una sociedad “aterrorizada y amargada,<br />
dominada por el idiotismo moral” 25<br />
que, en una parte no desdeñable, ha decidido<br />
aprender a convivir con la opresión,<br />
la injusticia y el crimen, a tolerarlo, disculparlo<br />
y hasta justificarlo. Una perversión<br />
ésta de valores que subvierte los parámetros<br />
naturales, convirtiendo lo monstruoso<br />
en normal, hasta hacer aparecer el forzado<br />
acuerdo en el rescate de un secuestro como<br />
si de una obligación de deuda libremente<br />
contraída se tratara (Atutxa) 26 .<br />
En segundo lugar, advirtamos que la<br />
inmoralidad y la desmoralización escoltan<br />
a la ausencia de autoridad y al desgobierno.<br />
El Estado casi ha desaparecido del<br />
País Vasco. Y el PNV no gobierna, “frena[ndo][a]<br />
la Ertzaintza” (Arzalluz) 27 para<br />
no ofender a sus socios etarras (Gurruchaga).<br />
El pretexto de una revolución, con su<br />
corolario de desgobierno e impunidad,<br />
son pobres títulos para reivindicar un supuesto<br />
derecho que no se puede o no se<br />
quiere ejercer desde el Gobierno. Sin capacidad<br />
o voluntad para garantizar al menos<br />
el monopolio de la violencia y el monopolio<br />
fiscal no existe soberanía, ni legitimidad<br />
para reclamarla ni credibilidad<br />
para exigirla. Pero, paradójicamente, el<br />
PNV cumplimenta dos de los requisitos<br />
negativos con que los imperios europeos<br />
del XIX justificaban la intervención colonial:<br />
la incapacidad de garantizar el orden<br />
público y el económico, de gobernar sus<br />
calles e impedir que otros también cobren<br />
25 P. Unzueta: El País, 26 de octubre de 2000,<br />
pág. 19.<br />
26 Apud Gurruchaga, págs. 199 y 200.<br />
27 Apud Gurruchaga, págs. 70 y 67, 179.<br />
impuestos pistola en mano. En demasiados<br />
ámbitos sociales, en muchas áreas<br />
–sobre todo fuera de las grandes ciudades–<br />
del País Vasco ha caído un tenebroso<br />
telón de miedo, opresión, amenazas y coacciones,<br />
de ese silencio atronador que es<br />
heraldo de tiranía. Basta una imagen: el<br />
rictus de terror, el balbuceo del temor con<br />
que el alcalde de Marquina justificaba su<br />
resignación ante el homenaje municipal a<br />
unos sicarios accidentalmente fallecidos<br />
en el traslado de su macabro instrumental.<br />
No hace falta medir “la dictadura del<br />
miedo” (Calleja) en las encuestas, donde<br />
un 40% de la población vasca no se atreve<br />
a hablar de política en público. Sobra<br />
con la evidencia empírica directa, que ya<br />
no son opiniones ni estimaciones sino<br />
realidades y decisiones: la de los militantes<br />
locales de partidos constitucionalistas que<br />
desertan aterrorizados las listas de candidatos<br />
municipales para ser remplazados<br />
por otros correligionarios residentes en<br />
santuarios alejados del País Vasco. Algo<br />
parecido a las elecciones alemanas de<br />
1933: no hay pucherazo pero no se cumplen<br />
condiciones equilibradas de concurrencia;<br />
se respeta la demanda pero se restringe<br />
la oferta. Eufemismos aparte, se<br />
coacciona, persigue y asesina, se aterroriza,<br />
en suma, a las candidaturas rivales. En<br />
otras palabras, en demasiados lugares del<br />
País Vasco ha desaparecido la democracia.<br />
Habría que remontarse a la guerra en ambos<br />
bandos, o al totalitarismo franquista<br />
de los primeros cuarenta, para encontrar<br />
algo parecido.<br />
Terrorismo y revolución totalitaria<br />
Si logramos que el fogonazo de las pistolas<br />
no ciegue nuestro entendimiento, observaremos,<br />
pues, y en tercer lugar, que en el<br />
País Vasco no hay sólo terrorismo, o al<br />
menos este fenómeno no es la característica<br />
principal –por más que le preste un<br />
mordiente fundamental. Tomémosles la<br />
palabra: ETA se autodefine como “movimiento<br />
nacionalista revolucionario” (Gurutz<br />
Jaúregui). En el País Vasco hay, pues,<br />
un movimiento revolucionario lanzado a<br />
la conquista del poder totalitario en el que<br />
el pistolerismo terrorista constituye su<br />
vanguardia y dirección. Un movimiento<br />
que “aglutina” (Gurruchaga) a una multitud<br />
heterogénea de quizá 150 o 200.000<br />
personas, en variada relación de compromiso,<br />
desde el simple apoyo electoral a la<br />
servidumbre mafiosa, y que recibe la comprensión,<br />
cuando no la complicidad, de<br />
un número indeterminado pero no desdeñable<br />
de parientes y amigos, en lo que<br />
constituye el tejido de “una microsocie-<br />
16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
dad” (Elorza), entrelazada y de un alto nivel<br />
de relaciones endogámicas. Se trata de<br />
un movimiento “autista” (Azurmendi) e<br />
impermeable, “una sociedad dentro de la<br />
sociedad” 28 , con un nivel de debate elemental,<br />
muy controlado y de un alcance<br />
teórico rudimentario. Lo cual no obsta para<br />
que haya demostrado una flexibilidad y<br />
una astucia táctica notables. Estamos,<br />
pues, ante un movimiento minoritario pero<br />
ramificado y flexible, radicalizado y con<br />
un regusto romántico por el “primitivismo<br />
y el culto a la violencia” (Caro Baroja),<br />
partidario de la acción directa y tan huérfano<br />
de equipaje ideológico como sobrado<br />
de “vitalismo irracionalista” 29 del Blut,<br />
Boden und [Sprache] en mixtura con las<br />
doctrinas de liberación nacional de posguerra,<br />
lo cual le otorga una capacidad<br />
importante a la hora de cobijar grupos<br />
marginales e iniciativas heterogéneas y<br />
hasta contradictorias en un impulso revo-<br />
28 K. Aulestia: Crónica de un delirio, págs. 165 y<br />
sgs. Madrid, 1998.<br />
29 Ayestaran Lecuona, El País, 11 de noviembre<br />
de 2000, pág. 15; y P. Unzueta, 26 de octubre de<br />
2000, pág. 19.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
lucionario común. De hecho, los etarras<br />
han prestado su apoyo sangriento a movimientos<br />
ecologistas anti-central nuclear de<br />
Lemóniz, al tiempo que apoyan una política<br />
de autosuficiencia energética. En mi<br />
opinión, es un movimiento inasimilable<br />
dentro de una democracia. Con toda probabilidad,<br />
proseguirá su estrategia de violencia<br />
hasta provocar su destrucción por<br />
una acción represiva del poder público o,<br />
de manera mucho más cruenta, en un enfrentamiento<br />
civil. El punto central, en<br />
suma, es la conquista violenta del poder. Y<br />
no van a parar “hasta obtener el poder”,<br />
como confesaba Wagner, un diputado nazi<br />
en julio de 1930. Mientras la violencia,<br />
políticamente hablando, en lugar de penalizarla,<br />
se remunere –o así lo interpreten<br />
los revolucionarios– no van a parar. El general<br />
Groener, honesto militar prusiano y<br />
ministro de gobernación en el gabinete<br />
Brüning, responsable de la prohibición de<br />
la SA durante algunos meses, le comentó<br />
al profesor Meinecke algo que viene al caso<br />
y aparece recogido en el famoso ensayo<br />
Die deutsche Katastrophe: “No bastaba; debimos<br />
haberlos destruido cuando podíamos<br />
hacerlo”.<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />
Desde una perspectiva democrática,<br />
tiene razón el PP cuando afirma que “la<br />
paz y la libertad son derechos por los que<br />
no puede pagarse precio político”. Del<br />
mismo modo, las movilizaciones ciudadanas<br />
pacíficas y tolerantes de manos blancas,<br />
del “¡Vascos, sí; ETA, no!” y del<br />
“¡Basta ya!”, resultan conmovedoras y encauzan<br />
de manera civilizada y democrática<br />
la indignación popular. O al menos lo<br />
han hecho hasta ahora 30 . La pregunta es<br />
hasta cuándo. Porque en algún momento<br />
“Ya no bast[ará]” 31 . Al parecer, al propio<br />
Himmler le fascinaba la mansedumbre<br />
del holocausto y se preguntaba hasta qué<br />
límite asume la naturaleza humana el sacrificio<br />
dócilmente, sin rebelarse. El crimen<br />
repugnante de Miguel Ángel Blanco<br />
desencadenó el revulsivo moral, generoso<br />
y pacífico que conocemos como el espíritu<br />
de Ermua. El asesinato masivo de Hipercor<br />
quedó contenido en una civilizada<br />
repulsa ciudadana. ¿Hasta cuándo? Durante<br />
algún tiempo, el terrorismo del IRA<br />
no obtuvo otra respuesta que la de las<br />
fuerzas de seguridad. Un día la situación<br />
cambió. Resurgió otro terrorismo, una<br />
militancia de acción directa, tan violenta<br />
como el IRA. Los volunteers et al fabricaron<br />
su máquina de matar y socializaron el<br />
conflicto (Bowyer Bell). Dice el dirigente<br />
etarra, Arnaldo Otegui –y dice mal– que<br />
“existen expresiones de violencia en todas<br />
direcciones” 32 . No es cierto. Matar no<br />
matan más que unos. Por ahora. El día<br />
que lo hagan otros, el señor Otegui necesitará<br />
guardaespaldas y los políticos “legales”<br />
de EH, pasamontañas (igual que la<br />
policía hoy oculta su rostro –símbolo, por<br />
cierto, del eclipse del Estado). Entonces,<br />
se habrá desencadenado de verdad el conflicto<br />
civil (Calleja) à l’irlandaise que tanto<br />
envidian los etarras. El nacional-socialismo<br />
etarra está atrapando a una sociedad<br />
pequeña y entrelazada como la vasca<br />
en un dilema poco confortable: tener que<br />
elegir entre conflictos con familiares y<br />
amistades o un enfrentamiento civil sangriento<br />
y de incalculable alcance, en el<br />
entendimiento que el desencadenamiento<br />
de éste último no ahorrará el sufrimiento<br />
de los primeros. Antes o después, ése es<br />
un escenario probable. Pero no inevitable,<br />
si el Estado retoma el control de la calle y<br />
penaliza la violencia de manera sistemática<br />
y contundente. “La realidad de los paí-<br />
30 F. Savater: Abc, 12 noviembre de 2000,<br />
pág. 21.<br />
31 E. Lamo: El País, 6 de noviembre de 2000.<br />
32 Abc, 11 de noviembre de 2000, pág. 18.<br />
17
DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />
ses en donde la ley y el gobierno han sido<br />
abatidos no es alentadora ¿Hay alguien<br />
que quiera vivir en Beirut?” (Shklar) 33 .<br />
Una de las pocas regularidades históricas<br />
que existen es que la violencia no es un<br />
producto de mercado. Y cuando lo fue<br />
produjo el feudalismo, un género social<br />
inestable, criatura del barbarismo germano<br />
que la tradición clásica de la iglesia romana<br />
medieval intentó atemperar y regular.<br />
La violencia por su propia volatilidad<br />
tiende al monopolio natural. Si el Estado<br />
–que se inventó para eso– no asegura el<br />
orden, en algún momento surgirán “vigilantes”,<br />
empresarios de la violencia que<br />
oferten su producto a una sociedad inerme.<br />
La intensa demanda social de seguridad<br />
–que es garantía de libertad– ha sido<br />
también con frecuencia su verdugo, si no<br />
se le presta un cauce democrático efectivo.<br />
La democracia debe ser contundente<br />
en la aplicación de la fuerza legítima precisamente<br />
para evitar que la indignación<br />
general se desborde en ese “furor popular”<br />
que impulsaba Carnot pero atemorizaba a<br />
Tocqueville. Ha llegado efectivamente “la<br />
hora de pasar de condenar el terrorismo a<br />
combatirlo” (Rodríguez Zapatero) 34 .<br />
Conflicto civil o restauración de<br />
la autoridad democrática<br />
El problema vasco no es simplemente asunto<br />
de pistoleros, un conflicto terrorista de<br />
baja intensidad; el goteo de muertos de fin<br />
de semana con el que todavía especulan demasiados<br />
políticos como estadística asumible.<br />
Es una revolución de progresiva envergadura<br />
centrada en la conquista violenta<br />
del poder. Desgraciadamente no es un fenómeno<br />
asimilable y hay que destruirlo; es<br />
decir, hay que destruir las expectativas de<br />
poder de sus seguidores. Y ya no basta con<br />
detener pistoleros y desarticular comandos.<br />
Aunque sea de todo punto necesario, ni siquiera<br />
es ya suficiente con quebrar esa empresa<br />
del asesinato y la extorsión, arruinando<br />
su infraestructura económica e interrumpiendo<br />
su cadena logística. Hay que<br />
desarticular su entramado social y político,<br />
sus terminales de información letal, su macabra<br />
cultura de confrontación, violencia y<br />
muerte. Hay que reafirmar la autoridad del<br />
Estado y recobrar la calle. Los etarras creen<br />
como las SA que “la posesión de la calle es<br />
la llave del poder” (Bullock). El espacio público<br />
es importante; los símbolos –consti-<br />
33 Citado por M. Azurmendi, La herida patriótica.<br />
La cultura del nacionalismo vasco [en adelante,<br />
Azurmendi], pág. 87. Madrid, 1998.<br />
34 Abc, 17 de diciembre de 2000, pág. 25.<br />
tucionales (Jon Juaristi) 35 y totalitarios–<br />
también: es un reto, una afrenta moral y<br />
una política disfuncional que en el mismo<br />
hall universitario donde se colocaron varios<br />
kilos de dinamita sigan flameando carteles<br />
de consignas totalitarias 36 . Como en todo<br />
fenómeno revolucionario, la cuestión es en<br />
gran medida de orden psicológico, de psicología<br />
de las masas. Hay que reducirles de<br />
la exaltación al desánimo, conduciéndoles a<br />
la disolución por el sendero de la desilusión.<br />
Ése es el reto y no otro menos desagradable<br />
y espinoso, coartada que nos construyamos<br />
mentalmente confundiendo deseos<br />
con realidad. La situación en el País<br />
Vasco –decía hace ya algún tiempo Fernando<br />
Savater– “no es grave; es gravísima”<br />
y, en mi opinión, insostenible a medio<br />
plazo. Como en una economía con<br />
las variables fundamentales descontroladas,<br />
la pregunta no es si procede un ajuste<br />
que el mercado impondrá implacablemente<br />
en todo caso. La cuestión es cuándo<br />
y quién lo realizará y, el problema, es<br />
cómo administrarlo al menor costo posible.<br />
Desde lo que es una política de Estado,<br />
Gobierno y oposición –PNV incluido–<br />
harán bien en prepararse para un escenario<br />
de represión que destruya esa<br />
maquinaria revolucionaria menos traumá-<br />
35 Abc, 29 de octubre de 2000, pág. 3.<br />
36 Abc, 19 de diciembre de 2000, pág. 5.<br />
ticamente que la alternativa plausible de<br />
un conflicto civil.<br />
Encarecer el desafuero<br />
y penalizar la violencia<br />
Algunas voces del Partido Socialista proponen<br />
rehacer la coalición democrática<br />
rescatando al PNV del frente nacionalista.<br />
Se trata de un escenario optimista. El contramodelo<br />
Ollora-Egibar y, a la postre,<br />
una apuesta más segura: que en lugar<br />
de una revolución, el PNV presida, sin contemplaciones<br />
ni ambigüedades, la contraofensiva<br />
democrática. El problema es que la<br />
aventurada estrategia Egibar del PNV no<br />
ha sufrido sino un revés muy limitado, lejos<br />
del descalabro que jalean los medios de<br />
comunicación constitucionalistas. Y con<br />
toda probabilidad se trata de pérdidas ya<br />
descontadas por sus inversores soberanistas.<br />
Una cosa es concluir que al final no<br />
les salgan las cuentas, precisamente por el<br />
contundente rubro revolucionario que los<br />
soberanistas del PNV tienden a descontar<br />
como asimilable o manipulable, y otra<br />
muy distinta es despreciar la virtuosidad<br />
del planteamiento. Desde el punto de vista<br />
del PNV, la apuesta de Estella sigue<br />
siendo válida y sus pérdidas se mueven todavía<br />
en parámetros muy asumibles. “Paz<br />
por soberanía” (Gurruchaga) se traduce<br />
para el PNV en votos radicales más votos<br />
moderados –exultantes ante la independencia<br />
revolucionaria, unos; esperanzados<br />
18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
con la paz, los otros– y equivaldría, de salir<br />
el bingo, liderando, neutralizando y<br />
controlando al nacionalismo violento, a<br />
convertirse en el partido hegemónico, algo<br />
muy parecido a la añorada unidad sabiniana<br />
de “la familia nacionalista” (Gurruchaga).<br />
Pero la belleza de la apuesta radica en<br />
que se trata de una inversión muy lucrativa,<br />
pero de bajo riesgo porque la peor alternativa,<br />
contemplada a ojos de sus estrategas,<br />
tiene un costo moderado. Y así ha<br />
sido. “Fallaron los cálculos electorales y el<br />
PNV no avanzó” como esperaba y ambicionaba<br />
(Gurruchaga). Luego, ETA destapó<br />
las vergüenzas de un pacto anticonstitucional<br />
siniestro con el terror totalitario.<br />
Volvieron los asesinatos, las coacciones,<br />
extorsiones y amenazas, la violencia callejera<br />
de una ETA que había utilizado la tregua<br />
para reorganizarse y pertrecharse. En<br />
suma, fracasó Estella. Y el PNV lejos de<br />
retractarse, ha porfiado en declaraciones y<br />
actitudes anti-constitucionales, rupturistas<br />
y contrarias al Estatuto que legaliza y legitima<br />
su propio gobierno. Sin embargo, el<br />
precio pagado ha sido muy limitado. Apenas<br />
dos o tres escaños 37 . Un costo asumible,<br />
en todo caso. ¿Por qué variar, pues,<br />
una estrategia tan barata en pérdidas como<br />
generosa en beneficios potenciales?<br />
Pagar poco por sus errores es algo a lo<br />
que los nacionalistas nos tienen acostumbrados.<br />
Han vivido y medrado en una cultura<br />
política que, desde la transición, ha remunerado<br />
la exigencia y la confrontación y<br />
que ni siquiera ha penalizado la violencia.<br />
Es el costo de haber hecho una transición<br />
–que no ruptura– con ex franquistas atenazados<br />
por complejos varios; el pasivo, en<br />
suma, de un proceso que presenta, por otro<br />
lado, una resultante muy positiva. Desde la<br />
perspectiva que da este último cuarto de siglo,<br />
hemos de reconocer que el saldo autonómico<br />
no les cuadra del todo a la inmensa<br />
mayoría de los españoles. Ni siquiera se les<br />
ha perdonado la vida a cambio de lo que<br />
han aceptado con tanta liberalidad y generosidad.<br />
Desde el punto de vista de quizá el<br />
85% de la población española, la presunción<br />
era que del autogobierno se devengaría lealtad<br />
constitucional en el uso de competencias<br />
(por ejemplo, en el ámbito de la enseñanza)<br />
y al menos una disminución, cuando no una<br />
renuncia a la violencia. Una constatación<br />
empírica elemental nos indica que esa ecuación<br />
no se ha resuelto. Cámbiese, pues, el<br />
rumbo. En lugar de remunerarla, como en<br />
Lemóniz y Leizarán (Rufi Etxeberria) 38 , pe-<br />
37 Arriba o abajo, según los últimos sondeos.<br />
38 Apud Gurruchaga, pág. 89.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
nalícese la violencia. Elévese el costo del desafuero<br />
para que al menos los elementos<br />
moderados del nacionalismo puedan esgrimir<br />
un argumento de carestía con verosimilitud.<br />
El nacionalismo de cualquier laya –el<br />
españolista incluido– es en general un producto<br />
de baja condición intelectual que sobregeneraliza,<br />
se desenvuelve mezclando<br />
agregados heterogéneos y piensa con estereotipos.<br />
Pero no hay por qué responder a<br />
sus desplantes con la misma moneda de<br />
irracionalidad romántica y apasionada.<br />
Hay que aprender a modular el tono y<br />
controlar el gesto. Menos algarabia pública<br />
y mucho diálogo en privado; discreto pero<br />
rotundo. Calaveradas y piruetas le han salido<br />
casi gratis al PNV, entre otras cosas<br />
porque desde la oposición constitucionalista<br />
se han atacado poco sus flancos de voto.<br />
Se ha increpado mucho más que recordado<br />
sin tapujos y temores lo que su baladronada<br />
independentista realmente significa,<br />
además de enfrentamiento y tragedia: la<br />
independencia de la Unión Europea, cuyo<br />
protocolo de adhesión fue firmado en su<br />
día por el Reino de España, que no por<br />
una inexistente república de Euskadi. Tiene,<br />
pues, razón el presidente Arzalluz, los<br />
españoles en cualquier territorio de la<br />
Unión serían como alemanes en Mallorca.<br />
No necesitarían pasaporte; los vascos independientes,<br />
sí. Precisarían, además, visado<br />
y sus productos devengarían un arancel.<br />
Tendrían que esperar, junto a turcos y rumanos,<br />
a ser admitidos en la Unión, previo<br />
el voto de los Estados miembros –Francia<br />
y España incluidas, a quien se supone también<br />
independientes para decidir lo que<br />
mejor les acomode– 39 . Si hemos de juzgar<br />
por la reacción que ha suscitado el señor<br />
Haider, pueden ir calculando cuál sería la<br />
actitud europea ante un fenómeno del<br />
mismo pelaje pero infinitamente más grave.<br />
Convendría que los constitucionalistas<br />
ganaran en confianza y se les quitara el<br />
miedo de hablar abiertamente de ciertas<br />
cosas. Incluso de realizarlas; al menos<br />
aquellos experimentos que son de gaseosa.<br />
Un poco de pedagogía, a modo de los ingleses<br />
en Irlanda, quizá no viniera mal.<br />
¿Exigen un equipo de fútbol independiente?<br />
Pues ¿por qué no? Pero con todas sus<br />
consecuencias, como las de jugar su propia<br />
liga, fuera de la española. Y luego que expliquen<br />
a su electorado lo que realmente<br />
significa la independencia. En todo. Por-<br />
39 A. Ortega: ‘¿Seguirá Euskadi en la Unión Europea?’:<br />
El País, 20 de noviembre de 2000; e ídem.,<br />
‘Escisión y permanencia en la UE’: CLAVES DE RAZÓN<br />
PRÁCTICA, marzo 2000.<br />
<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />
que básicamente, el razonamiento nacionalista<br />
se basa en un contrafactual: yo me<br />
muevo; pero todo, y todos los demás, deben<br />
seguir igual. Se trata de una curiosa<br />
forma de pensar de la misma estirpe que<br />
aquella proposición que tanto desconcertó<br />
–y con razón– a los anarquistas en las colectivizaciones<br />
de Aragón durante la guerra<br />
civil: “Entre lo que tengo y lo que me toque<br />
en el reparto…”. A los nacionalistas<br />
les cuesta reconocer que hay economías de<br />
escala y que la suma de las partes resultará<br />
menos que el todo. A veces, pareciera que<br />
no quieren tanto la independencia –y aun<br />
menos asumir sus consecuencias– como<br />
gestionar el independentismo como fuente<br />
de conflicto permanente y gantzua de concesiones.<br />
Pero es el caso que las acciones<br />
provocan reacciones. Afortunadamente, no<br />
tienen por qué ser violentas; pero pueden<br />
serlo contundentes: los empresarios de “la<br />
nueva economía” trasladarán su capital<br />
y producción a otros lugares más pacíficos y<br />
más seguros. Ya lo están haciendo 40 . Es curioso<br />
que los partidos constitucionalistas<br />
vascos no hayan castigado los flancos de<br />
voto de una opinión que podría ser sensible<br />
al argumento: ¿qué costo de oportunidad,<br />
qué efecto redistributivo a favor de<br />
otras regiones españolas ha tenido la violencia<br />
etarra?; ¿qué estimación puede hacerse<br />
del monto económico de la independencia<br />
en términos de deslocalización de<br />
inversiones? Puesto que los partidos nacionalistas,<br />
en el libre ejercicio de sus derechos<br />
constitucionales, postulan la independencia,<br />
parece natural que los constitucionalistas,<br />
aun con menor libertad y mayor<br />
riesgo, expongan sus hipótesis sobre este<br />
escenario. En un alucinado País Vasco independiente,<br />
en que los etarras serían<br />
héroes (Azurmendi), cuando no policías o<br />
jueces (Josu Ternera ya forma parte de una<br />
comisión de derechos humanos del Parlamento<br />
autonómico), quizá resultara verosímil<br />
aventurar que muchos harían las maletas.<br />
Y se las llevarían; pero no vacías. Hace<br />
siglos, el conde duque de Olivares quería<br />
“obligar” a los españoles a ser comerciantes.<br />
Fracasó. La inversión no se fuerza, se<br />
estimula. En un mercado de libre concurrencia,<br />
no es posible obligar a nadie a<br />
comprar productos de un lugar donde se<br />
le discrimina y asesina. Hablando de Alemania<br />
nazi, nunca en Europa occidental<br />
se produjo mayor evasión de capitales que<br />
cuando Hitler amenazó con castigar tal<br />
práctica de libre comercio con la pena capital.<br />
40 Calleja: caps. II y III y págs. 89-90.<br />
19
DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />
Si se quiere la colaboración del PNV,<br />
su cautela y moderación, sin pedir tampoco<br />
adhesiones y entusiasmos imposibles,<br />
sin reclamar arrepentimientos y trágalas<br />
públicos pero exigiendo una ruptura firme,<br />
por más que discreta, con los totalitarios,<br />
lo mejor sería parafrasear a Theodore<br />
Roosevelt: hablar bajito y portar una gran<br />
estaca. La estaca de los constitucionalistas<br />
no está sólo –ni puede que principalmente–<br />
en unas elecciones inequitativas cuyo<br />
resultado quizá no varíe de manera drástica<br />
la arquitectura del poder autonómico,<br />
relegando al PNV a una terapéutica de<br />
oposición. La estaca es la propia Constitución.<br />
Y el razonamiento, desde el punto<br />
de vista constitucionalista,<br />
puede ser impecable: si el<br />
Estatuto es una “imposición<br />
española” 41 inservible<br />
(PNV), desde<br />
el propio Gobierno<br />
autónomo<br />
se invoca la memoria<br />
de Gandhi<br />
(quien dicho sea<br />
de paso<br />
prefería seguir<br />
siendo británico a<br />
pactar con la violencia)<br />
para llamar a la<br />
desobediencia civil, la<br />
policía no se emplea y la<br />
calle no se gobierna, el terrorismo<br />
aumenta y hay una<br />
revolución en marcha. Así las cosas,<br />
el Gobierno central podría, por el mismo<br />
costo, pensar en recobrar los poderes e introducir<br />
fiscalización y controles en aplicación<br />
de los artículos 153, 155 y 158 de<br />
la Constitución. Si nada vale y todo está<br />
en revisión, dialoguemos, efectivamente,<br />
pero desde el punto de partida al statu quo<br />
ante esa legislación autonómica que tanto<br />
se desprecia. La apertura de ese melón, no<br />
tiene por qué ser –no debe ser, desde el<br />
punto de vista constitucionalista– del más<br />
a más. Sería una medida que convendría<br />
esgrimir discreta y tranquilamente, pero<br />
con seriedad y firmeza. Esa receta, que<br />
también entra dentro del diálogo, es un<br />
buen aviso para navegantes de longitudes<br />
diversas. Y sobran gestos teatrales conjurando<br />
al dios de los ejércitos, tanques,<br />
brunetes y otras tonterías. Aquí la sustancia<br />
está más en la intendencia que en la<br />
santabárbara. Basta con que algunos dirigentes<br />
del PNV aficionados a las aventuras<br />
calculen qué sería del partido sin conciertos<br />
ni Gobierno ni el reparto de prebendas<br />
a ellos asociado (Ayestaran<br />
Lecuona). Va siendo hora de que cada palo<br />
aguante su vela, que la apuesta irresponsable,<br />
el error político –no digamos la<br />
violencia–, en lugar de ser remunerados,<br />
resulten penalizados.<br />
La construcción de un patriotismo<br />
constitucional para una democracia<br />
fuerte y sin complejos<br />
Después de un cuarto de siglo de generosidad<br />
y tolerancia, el plus de legitimidad,<br />
el complejo de culpa y las actitudes vergonzantes<br />
ante los nacionalismos, debe-<br />
41 S. Juliá: El País, 17 de diciembre de 2000,<br />
pág. 19.<br />
rían ser títulos amortizados. Sobre todo<br />
cuando el nacionalismo español ha sucumbido<br />
hace décadas asfixiado por la hipérbole<br />
franquista. Y la mejor prueba de<br />
su desvanecimiento es que ha podido tolerar<br />
y convivir con la construcción en contraste,<br />
a menudo agresivo, de otras naciones<br />
ibéricas. Si se quiere sustituir la antigualla<br />
y rellenar el vacío con ladrillos de<br />
un patriotismo constitucional fundado en<br />
sólidas convicciones democráticas y en el<br />
legítimo orgullo de lo mucho y bueno logrado<br />
en esta segunda mitad de siglo, más<br />
valdría armar un discurso y hasta una simbología<br />
respetable, contundente, segura y<br />
templada. Sobre todo desde la izquierda.<br />
Porque convengamos en que la derecha<br />
española ha sabido hacer sus deberes al<br />
respecto. Su travesía del desierto en la década<br />
de los ochenta le ha servido para desprenderse<br />
del lastre autoritario que le maneaba<br />
desde los jóvenes mauristas de los<br />
años veinte, los maurrasianos de los treinta<br />
y los franquistas de los cuarenta, y recobrar<br />
sus orígenes liberales. Ha abandonado<br />
su patriotismo de tambor y trompeta<br />
para construir un sólido discurso democrático,<br />
discutible pero no sospechoso. Es<br />
curioso, por el contrario, que haya sido la<br />
izquierda española, nacida y crecida en este<br />
país, desde Prim a Prieto, con la noción<br />
de soberanía nacional en clave de libertad<br />
y democracia, quien peor haya digerido la<br />
ofensiva nacionalista, sucumbiendo a una<br />
ceremonia del desconcierto que todavía<br />
confunde nacionalismo con progresismo,<br />
en un plus de legitimidad aderezado en<br />
complejo de culpa. El resultado es un pensamiento<br />
blando y confuso. Pero el problema,<br />
desde cierto punto de vista, es que<br />
para diseñar un patriotismo constitucionalista<br />
y democrático convincente, la izquierda<br />
es el elemento más importante<br />
porque cuenta con un envoltorio progresista<br />
que es la carta franca del producto.<br />
William Shirer, el conocido periodista<br />
y escritor norteamericano, nos cuenta que<br />
cuando llegó a Alemania mediados los<br />
años veinte encontró un país en pleno resurgimiento<br />
y progreso, lleno de iniciativas<br />
y entusiasmo, “el lugar más apasionante”<br />
de Europa, pero resguardado por una república<br />
que curiosamente –y en el mejor<br />
de los casos– no despertaba más que indiferencia.<br />
No merece ese destino la democracia<br />
española porque con el andamiaje<br />
de los resultados alcanzados a la luz del<br />
proyecto secular de la modernización de<br />
España, esa teoría y esa retórica de un patriotismo<br />
constitucional firme, que no vergonzante,<br />
debería ser posible. Llegados a<br />
este fin de siglo, punto miliar de balance y<br />
20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
arqueo, quizá fuera pertinente advertir que<br />
la agenda de modernización española<br />
–acertada o no, que ésa es consideración<br />
de otro linaje– formulada en 1898, rigurosamente<br />
articulada hacia 1914 pero descalabrada<br />
en 1936, y penosa, trabajosamente<br />
retomada apenas en 1950, se ha visto básicamente<br />
cumplida. En buena medida, podría<br />
afirmarse que espectacularmente. Me<br />
caben pocas dudas de que esta segunda mitad<br />
de siglo pasará a las crónicas como la<br />
historia de un éxito; un éxito cuyo denominador<br />
común –nos relata con elegancia<br />
José Luis García Delgado– se encuentra en<br />
la estabilidad. La convergencia con la Europa<br />
más desarrollada se está produciendo<br />
a ojos vistas 42 . Y no es, pues, extraño que<br />
una transformación de tal envergadura llevara<br />
al presidente Aznar a la siguiente afirmación:<br />
“Creo que Ortega ahora estaría a<br />
gusto en su patria”. Sin duda, el camino<br />
recorrido ha sido muy considerable, sólido<br />
y profundo. Tiene razón Felipe González,<br />
mirando hacia atrás sin ira y revanchismo,<br />
¡es tanto lo que hemos superado! Pero, las<br />
soluciones de unos problemas generan sus<br />
propias contradicciones o resucitan e intensifican<br />
viejas querellas. Quizá el tema,<br />
el problema de nuestro tiempo sea hacer<br />
compatible la alternancia democrática estable<br />
con una articulación territorial, viable,<br />
funcional y compartida (Fusi). Al fin y al<br />
cabo, la estrategia del nacionalismo totalitario<br />
consiste en forzar a la realidad plural<br />
un dilema falso y reduccionista entre identidad<br />
nacional y democracia, queriéndonos,<br />
otra vez, imponer después de tantas<br />
décadas y padecimientos, la más castiza de<br />
las economías del poder: aquella que introduce<br />
la violencia como moneda política de<br />
curso legítimo. Desgraciadamente, no deberíamos<br />
engañarnos con una ecuación<br />
optimista falsa. A veces la opción que nos<br />
propone la realidad no es elegible y me temo<br />
que el problema que hoy se nos plantea<br />
no sea el de redefinir el sujeto de soberanía.<br />
Tengo el firme convencimiento de que<br />
el dilema con que hoy se nos confronta<br />
–y el objetivo estratégico que se persigue–<br />
atañe a la naturaleza del poder: el de un poder<br />
militar, totalitario y excluyente. La sociedad<br />
española ha demostrado una notable<br />
capacidad de consenso, una tolerancia<br />
insuperable y una generosidad conmovedora.<br />
Ante este trance, veremos si también<br />
tiene convicciones democráticas firmes, y<br />
42 J. Velarde: Abc, 19 de noviembre de 2000,<br />
pág. 58. Y Fusi: Abc, 2 de enero de 2001, pág. 5.<br />
43 Apud Gurruchaga, pág. 89.<br />
44 Jon Juaristi: Abc, 29 de octubre de 2000, pág. 3.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
el Estado que ha construido, temple, porque<br />
no olvidemos que el nacional-socialismo<br />
vive en la esperanza de que no resistirá,<br />
de que no aguantaremos el tirón de la violencia<br />
-como, según ellos, quedó demostrado<br />
al haber “ganado [Leizarán], como<br />
en su día gana[ron] Lemóniz y mañana la<br />
autodeterminación” (Rufi Etxeberria) 43 .<br />
La España constitucional es razonablemente<br />
próspera, plural, libre y tolerante.<br />
Un buen país para vivir. No hay tantos lugares<br />
así en el mundo. Merece la pena conservarlo.<br />
Y es natural que muchos ciudadanos<br />
quieran defender aquello que lo hace<br />
posible: “Defender la Constitución, defender<br />
las libertades cívicas, defender la España<br />
democrática en el País Vasco y el País<br />
Vasco libre en la España democrática” 44 . n<br />
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José Varela Ortega es catedrático de Historia Contemporánea.<br />
Autor de Los amigos políticos.<br />
21
ío Baroja es quizá el integrante de la generación<br />
del 98, y discúlpeseme la paradoja<br />
de calificar así al más destacado<br />
impugnador de la existencia de esta generación,<br />
que tiene más viva una conciencia nacional,<br />
un sentimiento patriótico de signo<br />
español. Con independencia de la existencia<br />
de alguna referencia en su obra contraria al<br />
reconocimiento de esa conciencia y sentimiento1<br />
P<br />
, constituye una constante a lo largo<br />
de su obra la reivindicación de una conexión<br />
entre la obra artística y esa conciencia<br />
nacional:<br />
“La obra científica es más, por su carácter, universal,<br />
y no puede suponérsela, después de creada,<br />
nacional o regional; en cambio, la obra artística es<br />
siempre nacional, aunque pueda llegar por su intensidad<br />
o por su belleza a universalizarse” 2 . “El escritor<br />
fuera de su país no es nada; es un vagabundo,<br />
no porque le atiendan o no le atiendan, que eso no<br />
tiene gran importancia, sino porque no tiene en el<br />
extranjero, motivos de inspiración; por lo mismo es<br />
patriota. Es una de las razones de su vivir” 3 .<br />
Por eso tiene interés en rechazar la acusación<br />
de antipatriotismo dirigida a los escritores<br />
españoles:<br />
1 Recoge en este sentido Miguel Sánchez Ostiz,<br />
en una reciente antología del pensamiento de Pío Baroja,<br />
una cita de Las horas solitarias en la que matizadamente<br />
se rechaza esa identificación con el nacionalismo y el<br />
patriotismo: “Me reprocha el periódico catalán de nacionalista<br />
porque digo que defendería el país si lo atacaran.<br />
No hay tal nacionalismo. Yo no sólo soy enemigo<br />
del nacionalismo, sino de la misma idea de la patria.<br />
‘El mundo para todos los hombres’, ése sería mi lema,<br />
y si éste pareciese demasiado amplio, me contentaría con<br />
este otro: ‘Europa para los europeos’.<br />
Pero en el estado actual, si el país de uno fuera atacado,<br />
¿qué iba a hacer el habitante? Naturalmente, contestar<br />
a la agresión”. Las horas solitarias, op. cit., vol. XIII,<br />
pág. 485. Una declaración que no invalida la tesis mantenida<br />
en este artículo, pero que ilustra el riesgo de contradicciones<br />
a lo largo de la extensa obra barojiana incluso<br />
en posiciones firmes del autor ante las grandes<br />
cuestiones políticas y sociales.<br />
2 ‘Divagaciones apasionadas’, Obras completas,<br />
vol. XIII, pág. 882. Edición del Círculo de Lectores,<br />
Barcelona 1997-1999.<br />
3 Textos dispersos, op. cit., vol. XVI, pág. 140.<br />
CONCIENCIA NACIONAL<br />
En ‘Memorias de un hombre de acción’, de Pío Baroja<br />
ANDRÉS DE BLAS GUERRERO<br />
“Otro reproche que se nos ha hecho a los escritores<br />
en España, desde el lado conservador, ha sido el<br />
ser poco patriotas. Es una acusación falsa. El escritor<br />
siempre es patriota. Está vinculado con el idioma,<br />
con el paisaje, con la historia de su país, y es muy difícil<br />
que no sea patriota” 4 . “Yo parezco poco patriota:<br />
sin embargo, lo soy. Yo no puedo hacer que mi<br />
calidad de español o de vasco sean las únicas categorías<br />
para mirar el mundo, y si creo que un concepto<br />
nuevo se puede adquirir colocándose en una actitud<br />
internacionalista, no tengo inconveniente en dejar<br />
momentáneamente de sentirme español y vasco…<br />
Yo quisiera que España fuera el mejor rincón del<br />
mundo, y el País Vasco, el mejor rincón de España…<br />
La verdad nacional calentada por el deseo del bien y<br />
por la simpatía, creo yo que debe ser el patriotismo” 5 .<br />
La coyuntura finisecular supone una<br />
refundación del nacionalismo español que<br />
ampara esta conciencia patriótica. A la reacción<br />
a la derrota, se une el surgimiento de<br />
un nacionalismo de la modernización, de la<br />
regeneración española, que necesita de<br />
la movilización de los recursos nacionales<br />
como vía para lograr la ansiada europeización<br />
del país. Todavía hay que añadir la reacción<br />
del nacionalismo español a la configuración<br />
de unos definidos movimientos<br />
nacionalistas en Cataluña y el País Vasco,<br />
una reacción que se concreta en proyectos<br />
de integración o de eliminación de esa protesta<br />
nacionalista de signo periférico. Se<br />
trata, pues, de una conciencia nacional barojiana<br />
bien entonada en la coyuntura general<br />
de la vida española. Una conciencia<br />
nacional que se inserta en una larga tradición<br />
de nacionalismo liberal español que,<br />
en el siglo XX, tiene una manifestación preferente<br />
en la obra de Ortega, M. Azaña y en<br />
algunos representantes de la generación del<br />
98, como M. de Unamuno, Azorín, A. Machado<br />
y el propio Baroja.<br />
A partir de esta constatación, se hace<br />
tentadora la relectura de su larga serie de<br />
4 Ayer, hoy, op. cit., vol. XVI, pág. 167.<br />
5 Juventud egolatría, op. cit., vol. XIII, pág. 356.<br />
novelas históricas Memorias de un hombre<br />
de acción con la vista puesta en esta cuestión<br />
nacional. En esta serie de 22 novelas publicadas<br />
entre 1912 y 1934, con una estructura<br />
narrativa compleja en que se suceden<br />
los retrocesos y las recuperaciones del<br />
hilo narrativo 6 , Baroja aborda importantes<br />
aspectos de la vida política española de la<br />
primera mitad del siglo XIX a propósito de<br />
la vida del guerrillero y conspirador y pariente<br />
suyo Eugenio de Aviraneta. En ocasiones<br />
se ha subrayado el contraste de la<br />
visión nacionalista de Benito Pérez Galdós<br />
en sus Episodios nacionales con la visión<br />
más universalista de la revolución liberal<br />
que subyace a la vida novelada de Eugenio<br />
de Aviranta:<br />
“Las diferencias entre las novelas históricas de<br />
Galdós y Baroja –escribe en este sentido Jon Juaristi–<br />
son de fundamento. Don Pío no quiso escribir<br />
una novela histórica nacional, sino una novela sobre<br />
un personaje histórico cuyo tiempo fue, casualmente,<br />
el de la construcción del Estado-nación español.<br />
Pero este personaje, Aviraneta, traspasa con frecuencia<br />
los límites geográficos de España. Sus actividades<br />
conspirativas lo llevan a Bayona, a París, a Londres;<br />
viaja a México, a Alemania, a Egipto y a Grecia. Esta<br />
continua movilidad le permite establecer comparaciones,<br />
ver el liberalismo como un vasto movimiento<br />
que abarca continentes: no como un asunto<br />
nacional, sino como una corriente general de la civilización”<br />
7 .<br />
Mi impresión es que, aunque las Memorias<br />
de un hombre de acción no constituyen<br />
una visión nacional similar a los Episodios<br />
nacionales, hay a lo largo de sus páginas<br />
suficientes apuntes para poner de manifiesto<br />
la hondura de la conciencia nacional<br />
barojiana. En su discurso de ingreso en la<br />
Real Academia Española, no tiene reparo<br />
6 Un estudio relativamente reciente de la estructura<br />
narrativa de la serie en Mariano Ezequiel Gowland:<br />
Las memorias de un hombre de acción, de Pío Baroja,<br />
editorial Pliegos, 1996.<br />
7 Jon Juaristi: Prólogo a la edición de Obras completas<br />
del Círculo de Lectores, vol. III, pág. 29.<br />
22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Pío Baroja en confesar las raíces de su patriotismo:<br />
“Para sentir el patriotismo, yo al menos no he<br />
necesitado enterarme bien de las épocas brillantes<br />
de la historia de España. Me ha bastado conocer los<br />
primeros tiempos del siglo XIX, de alteraciones y de<br />
dolores, porque en las acciones históricas me ha entusiasmado<br />
más el ímpetu que el éxito y más el merecimiento<br />
que la fortuna” 8 .<br />
Aunque Memorias de un hombre de acción<br />
no es la única contribución barojiana a<br />
la historia del XIX español, sí es la más significativa,<br />
y su elaboración constituye el núcleo<br />
organizador de sus aproximaciones a ese periodo<br />
de la historia española. No es otra mi<br />
intención en este artículo que llamar la atención<br />
sobre algunos apuntes de esta serie de<br />
novelas en torno a esta cuestión nacional.<br />
El secuestro militar del patriotismo<br />
En la primera novela de la serie, El aprendiz<br />
de conspirador, hay un diálogo revelador<br />
entre Martín Zurbano y Aviraneta en el<br />
que el protagonista de la serie se enfrenta a<br />
la tentación militarista representada por el<br />
primero.<br />
“Yo estoy convencido”, dice Zurbano, “de que en<br />
España, hoy, lo mejor sería un dictador militar, una<br />
dictadura de un hombre justo, valiente, que supiera<br />
sentar las costillas a todo el que quisiera salirse de la ley.<br />
8 La formación psicológica de un escritor, op. cit., vol.<br />
XIV, pág. 1246.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
–No, Martín –contestó Aviraneta– ¡No estoy<br />
conforme! España no necesita más que una dictadura:<br />
la de la justicia, la de la inteligencia, la de la libertad.<br />
Nada de fuerza, nada de soldados que quieran<br />
imitar a Napoleón. El poder civil debe estar<br />
siempre por encima del poder militar. El ejército no<br />
debe ser más que el brazo de la nación, nunca la cabeza”<br />
9 .<br />
Una actitud antimilitarista que permanece<br />
en Baroja hasta, por lo menos, el inicio<br />
de la guerra civil de 1936, en que en su<br />
libro Ayer y hoy matiza su posición ante la<br />
cuestión al calor del trauma originado por<br />
la sacudida social y política abierta en España<br />
con esa fecha.<br />
Un segundo apunte de significación<br />
nacional es la visión de la coyuntura de los<br />
inicios del siglo XIX con una percepción de<br />
acento noventayochista:<br />
“Sin preparación, sin cultura, sin medios, recogimos<br />
nosotros el momento más difícil de España. El<br />
edificio legado por los antepasados se cuarteaba, se<br />
venía abajo. Era la crisis de la patria, del imperio<br />
colonial y, al mismo tiempo, del absolutismo, de la<br />
Inquisición, de toda la vida antigua” 10 .<br />
El antimilitarismo de su liberalismo es<br />
una constante en Memorias de un hombre<br />
de acción. Baroja siente un profundo desprecio<br />
por el saber militar:<br />
9 Op. cit., vol. III, pág. 155.<br />
10 ‘El aprendiz de conspirador’, Obras completas,<br />
vol. III, pág. 182.<br />
“A pesar de las largas disertaciones de los escritores<br />
militares, se ve que la guerra, en el fondo, es un<br />
producto intuitivo, y mientras exista la barbarie que<br />
la produce habrá, en mayor o menor escala, generales<br />
improvisados tan hábiles en batallas como los llenos<br />
de conocimientos tácticos y estratégicos aprendidos<br />
en los libros” 11 .<br />
Porque guerrear no es otra cosa, afirma<br />
en esta misma obra, “(que) …suspensión<br />
durante un periodo de la civilización, el orden,<br />
la justicia; abolir el mundo moral creado<br />
con tanto trabajo, retroceder a épocas de<br />
barbarie y salvajismo” 12 . La guerra, dice más<br />
adelante, es una reina que lleva como séquito<br />
el hambre, la peste, la rapiña, la violación,<br />
el incendio, el engaño y el fraude.<br />
“Todos estos horrores, la guerra los sabe cubrir<br />
con el manto de la gloria. Para el militar, soldado es<br />
sinónimo de noble, de esforzado, de glorioso; para el<br />
campesino que sufre las tropelías, soldado es sinónimo<br />
de ladrón” 13 .<br />
Tan baja idea de la profesión militar la<br />
repetirá en Los caminos del mundo: “Todos<br />
son iguales, sean franceses, alemanes o rusos<br />
–dijo el mayor Witkamp–. Militar y<br />
ladrón son sinónimos” 14 . Vuelve a insistir<br />
más adelante en su serie de novelas sobre la<br />
negativa del arte de la guerra:<br />
“No creo en tal arte. Me parece una mixtificación<br />
de los militares. Yo no he vivido en las guerras<br />
más que desorden, brutalidad y estupidez. Casualidad,<br />
casualidad y casualidad” 15 .<br />
Una percepción de la guerra y la profesión<br />
militar que es inseparable de la experiencia<br />
guerrillera y conspirativa de nuestro<br />
11 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />
pág. 289.<br />
12 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />
pág. 300.<br />
13 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />
pág. 389.<br />
14 Los caminos del mundo, op. cit., vol. III,<br />
pág. 523.<br />
15 Los caudillos de 1830, op. cit., vol. IV, pág. 149.<br />
23
CONCIENCIA NACIONAL<br />
protagonista, pero que traduce claramente<br />
la intención de Baroja de no dejar sin repuesta<br />
el intento de monopolizar la revolución<br />
liberal por el protagonismo militar.<br />
‘El escuadrón del brigante’<br />
En El escuadrón del brigante, una novela<br />
muy significativa por lo que hace a la cuestión<br />
que nos ocupa, hay una constatación<br />
de las circunstancias que ponen de relieve la<br />
identificación con la patria:<br />
“Ignacio se manifestaba muy patriota, cosa que<br />
yo entonces no comprendía, porque la patria no se<br />
siente fuertemente más que cuando se está fuera de ella<br />
y cuando se encuentra uno en peligro de perderla” 16 .<br />
El exilio como “ambiente” de la patria, al<br />
modo señalado por lord Acton, y el peligro<br />
exterior, al modo subrayado por Fichte en<br />
Discursos a la nación alemana, son los dos<br />
grandes acicates a la activación del expediente<br />
patriótico. Pero en esta novela en la que se<br />
recoge la experiencia guerrillera de Aviraneta<br />
junto al cura Merino por tierras de Castilla,<br />
hay un elemento a destacar que completa la<br />
visión actual de la guerra de la Independencia.<br />
Me refiero a su componente patriótico,<br />
nacional, un componente del que es consciente<br />
toda la tradición liberal española del siglo<br />
XIX y los inicios del XX, pero que, últimamente,<br />
se ha visto sepultado tras lo que la<br />
contienda arrastraba de guerra civil, de lucha<br />
religiosa y de reacción casticista. Los guerrilleros<br />
del cura Merino cargan contra el enemigo<br />
al grito de “viva España”, un grito que<br />
resultaría ajeno a algunas visiones actuales<br />
de la guerra de 1808-1814 17 . Una conciencia<br />
nacional que los guerrilleros contemplan<br />
asombrados y envidiosos en los derrotados<br />
franceses en la batalla de Hontoria del Pinar<br />
cuando, en un momento del combate, las<br />
tropas imperiales rodeadas por los guerrilleros<br />
se reagrupan para cantar la Marsellesa:<br />
“Aquella escena, aquel canto tan inesperado,<br />
nos sobrecogió a todos. Los franceses parecían transfigurarse.<br />
Se les veía entre el humo, en medio del ruido<br />
de los sables y de los gritos e imprecaciones nuestras,<br />
cantando, con los ojos ardientes llenos de llamas,<br />
el aire fresco y terrible.<br />
Parecía que habían encontrado una defensa, un<br />
punto de apoyo en su himno; una defensa ideal que<br />
nosotros no teníamos” 18 .<br />
16 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />
pág. 239.<br />
17 Pueden verse sobre el tema las referencias a la<br />
cuestión de J. Álvarez Junco, particularmente ‘El nacionalismo<br />
español como mito movilizador. Cuatro<br />
guerras’, en R. Cruz y M. Pérez Ledesma (eds.): Cultura<br />
y movilización en la España Contemporánea. Alianza<br />
Universidad, Madrid, 1997.<br />
18 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />
pág. 359.<br />
En esta novela hay una visión de España<br />
que cuadra bastante bien con la visión<br />
del país a la que permaneció leal Baroja a lo<br />
largo de su vida. Refiriéndose a los guerrilleros<br />
castellanos integrantes de la partida<br />
del cura Merino, escribe:<br />
“La mayoría de los guerrilleros sentía un laconismo<br />
tan exagerado que consideraban que del Duero<br />
para abajo y del Ebro para arriba acababa España”<br />
19 .<br />
Si a ese mapa ideal se une el País Vasco<br />
y Navarra y, por excepción, Madrid, tenemos<br />
trazado el mapa nacional sentimental<br />
de Baroja. Éste es el corazón de la nación,<br />
al que el resto de los territorios españoles<br />
son meros agregados. Se trata de una visión<br />
de España de innegable inspiración vascó-<br />
19 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />
pág. 373.<br />
fila a la que Baroja permaneció siempre leal,<br />
con alguna concesión a Andalucía y Castilla<br />
la Nueva como territorios conectados<br />
al corazón castellano. De prosperar el nacionalismo<br />
catalán, piensa Baroja, de contagiarse<br />
a otros puntos de la periferia española,<br />
siempre quedará la opción de reconstruir<br />
España con base en Castilla y el País<br />
Vasco y Andalucía como agregado.<br />
Memorias de un hombre de acción permanece<br />
leal al mito originario que supone<br />
el inicio de la revolución liberal en España.<br />
Baroja ve en la guerra de independencia<br />
un momento de unidad nacional que contrasta<br />
con los desgarros sociales a los que se<br />
va a ver enfrentado el curso de esa revolución.<br />
Efectivamente, la serie de novelas en<br />
torno a la vida de Aviraneta es la constatación<br />
de la débil película que constituye un<br />
liberalismo español desprovisto de fuertes<br />
apoyos sociales:<br />
24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
“El liberalismo en España ha tenido y tiene figuras<br />
admirables; pero nuestra historia de hoy es la<br />
historia de un país pobre, exhausto, aniquilado por<br />
tres siglos de aventura en América… A nuestros<br />
hombres les ha faltado el pedestal…, la masa, el pueblo…<br />
y también la cultura” 20 .<br />
La revolución liberal siempre tendrá<br />
un obstáculo formidable en una resistencia<br />
absolutista que, como expresaba el padre<br />
Orri, el padre puñal, se concreta en los gritos<br />
de “¡viva la religión!, ¡muera la patria y<br />
la nación!, ¡viva el rey absoluto! y ¡mueran<br />
las leyes!” 21 . Y por debajo de esa resistencia<br />
absolutista, la resistencia de un orden tradicional<br />
a un orden liberal, capitalista y urbano:<br />
“Es posible que todas las guerras civiles modernas<br />
no sean más que la lucha del campo contra la ciudad;<br />
del campo, que queda inmóvil, contra la ciudad<br />
que cambia y evoluciona” 22 .<br />
Una constatación que se abre al patriotismo<br />
del desfallecimiento y que se expresa<br />
bien en la evocación de Álvaro Mendoza<br />
en el momento de cruzar la frontera,<br />
una evocación que recuerda la generada<br />
por otro cruce de frontera, el de Larra camino<br />
de Portugal, en época similar:<br />
“Al llegar a la frontera, al notar la tranquilidad<br />
y el orden que reinaba en Francia, llevó su imaginación<br />
inmediatamente con melancolía, hacia las tierras<br />
de España, a aquella nave de los locos, desgarrada,<br />
sangrienta, zarrapastrosa y pobre que era su país” 23 .<br />
Hay dos percepciones de la patria<br />
complementarias en Memorias de un hombre<br />
de acción. La primera conecta con la ya<br />
aludida honda conciencia de la necesidad<br />
de la patria para el escritor, presente a lo<br />
largo de la obra de Baroja. De modo paralelo<br />
al pintor, el escritor necesita el contacto<br />
con la tierra natal para poder llevar<br />
adelante su obra. Este contacto es, en última<br />
instancia, garantía de una vida digna.<br />
En un diálogo entre Aviranta y Aguado en<br />
Los caudillos de 1830 se hace referencia al<br />
tema:<br />
“Sí, será verdad; pero no se puede vivir más<br />
que en el propio país; lo demás es vegetar, llevar una<br />
vida mísera y disminuida”. “En esto tiene usted razón”<br />
24 .<br />
Una idea que se repite en un diálogo<br />
entre Mansilla y Tilly en La isabelina:<br />
20 Los caminos del mundo, op. cit., vol. III,<br />
pág. 625.<br />
21 Con la pluma y con el sable, op. cit., vol. III,<br />
pág. 830.<br />
22 Las furias, op. cit., vol. IV, pág. 601.<br />
23 La nave de los locos, op. cit., vol. IV, pág. 1388.<br />
24 Los caudillos de 1830, op. cit., vol. IV, pág. 128.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
“Ambos se hallaban cansados de la vida en el extranjero<br />
y convencidos de que únicamente en el propio<br />
país se puede prosperar” 25 .<br />
Junto a esta necesidad vital del patriotismo<br />
está presente la reacción ante la crítica<br />
exterior a la patria. El narrador la manifiesta<br />
en El amor, el dandismo y la intriga:<br />
“Si algunas veces yo chocaba con las opiniones<br />
de Delfina llevándole la contraria, ella me hería siempre<br />
que hablaba de España y de los españoles. La mala<br />
opinión que tenía de nosotros me irritaba, y a veces<br />
le replicaba violentamente” 26 .<br />
Pero junto a “… este lado negativo del<br />
patriotismo (reacción de la soberbia herida<br />
frente a la impertinencia y hostilidad del<br />
extranjero)”, señalaba José María Salaverría,<br />
“existe también en Pío Baroja la parte positiva.<br />
Es esa íntima simpatía que a lo largo<br />
de su extensa obra literaria pone al describir<br />
las cosas, el ambiente, las personas típicas<br />
y las grandes creaciones de la patria que<br />
mejor se avienen con su humor descontentadizo<br />
y amargo” 27 . Una visión positiva que<br />
es siempre complementaria al rechazo de<br />
un patriotismo retórico, de “final de banquete”,<br />
ajeno al patriotismo de la crítica y<br />
el dolor, con orígenes en la obra de Larra,<br />
en el que Baroja coincide con el resto de sus<br />
compañeros de generación.<br />
La doble lealtad vasca<br />
y española<br />
Es muy significativo de la visión patriótica<br />
de Baroja su lealtad a un sentimiento vasquista<br />
que atraviesa a lo largo de su obra y<br />
también Memorias de un hombre de acción.<br />
Por debajo de su enfrentamiento al nacionalismo<br />
sabiniano, late en Baroja un sentido<br />
de la doble lealtad al País Vasco y a España<br />
que es una de sus grandes contribuciones<br />
a la cuestión tratada. Su nostalgia<br />
por el pueblo vasco se hace sentir claramente<br />
en La ruta del aventurero:<br />
“Parece que este pequeño pueblo tiene la conciencia<br />
vaga de su desaparición, de su absorción por<br />
los de alrededor, y le queda la tristeza y el orgullo de<br />
los pueblos viejos que se hunden sin dejar apenas rastro<br />
de su existencia” 28 .<br />
Pero no sólo se trata de nostalgia, sino<br />
de un auténtico orgullo vasquista el que<br />
tiene expresión en Baroja. Escribe así en<br />
La veleta de Gastizar:<br />
25 La isabelina, op. cit., vol. IV, pág. 256.<br />
26 El amor, el dandismo y la intriga, op. cit., vol. IV,<br />
pág. 737.<br />
27 J. M. Salaverría: ‘Retratos’, en Fernando Baeza<br />
(dir. de ed.): Baroja y su mundo, vol. II, pág. 154. Arión,<br />
Madrid, 1961.<br />
28 La ruta del aventurero, op. cit., vol. III, pág. 1.<br />
ANDRÉS DE BLAS GUERRERO<br />
“¿Que estas comarcas que nos rodean, que han<br />
hablado dialectos latinos, tienen más cultura que nosotros<br />
por el uso de un idioma más civilizado que el<br />
nuestro? ¿Y eso qué importa? Nosotros queremos vivir<br />
en nuestro país, sin tener gran cosa que ver con los<br />
que hablan esas jergas latinas” 29 .<br />
Un amor por el País Vasco que tiene en<br />
don Pío una manifestación de especial afecto<br />
por el País Vasco francés:<br />
“La verdad es que este país vascofrancés es encantador,<br />
más templado que el vascoespañol, menos<br />
montañoso y más soleado, parece hecho únicamente<br />
para dormir y soñar. Yo no he visto nada más<br />
ingenuo, más suave, ni más amable. Allí no hay preciosidades<br />
artísticas, ni gente muy rica, ni gente muy<br />
pobre; todo es alegre, pequeño, sin exageración, claro,<br />
reposado” 30 .<br />
Este sentimiento de fidelidad al pueblo<br />
y la cultura vasca viene acompañado, como<br />
el resto de la obra barojiana, por una defensa<br />
de la singularidad vasca antes de la<br />
cristianización:<br />
“Contra la brujería, contra el paganismo innato<br />
y contra la libertad sexual del país vasco, el cura católico<br />
ha luchado a brazo partido, con energía, con<br />
honradez y con fanatismo.<br />
Jehová y los cultos semíticos latinos han vencido<br />
a los dioses locales; la unidad dogmática y absoluta,<br />
a la variedad y a la libertad.<br />
Han vencido en toda línea, es cierto; pero quizá<br />
al vencer han esterilizado para siempre lo bueno y<br />
original que podía haber en el país vasco” 31 .<br />
Elementos suficientes todos ellos para<br />
justificar una relectura vasquista de la obra<br />
barojiana, una relectura que no ha faltado<br />
en la literatura vasca de hoy, siempre que<br />
esa relectura se abra al profundo sentido<br />
de la doble lealtad nacional presente en el<br />
escritor donostiarra. Carece de cualquier<br />
fundamento, en todo caso, la adjudicación<br />
a Baroja de unos sentimientos antivasquistas<br />
que nunca van más allá de su oposición<br />
al nacionalismo sabiniano. A este imaginado<br />
antivasquismo se referirá el autor en<br />
1935:<br />
“El supuesto antivasquismo tampoco lo advertirá<br />
el lector en mis obras. Yo he escrito mucho del<br />
País Vasco, y siempre con simpatía. Tal simpatía no<br />
se extiende a los ultramontanos. Éstos, por su fanatismo,<br />
por su odio al libre examen y a la verdad limpia<br />
y pura, me parecen productos exóticos, antirraciales,<br />
que han ahogado con sus férulas durante siglos<br />
la originalidad que podía haber en nuestro pueblo” 32 .<br />
Baroja niega cualquier manifestación<br />
de opresión nacional en el pueblo vasco; en<br />
29 La veleta de Gastizar, op. cit., vol. III, pág. 55.<br />
30 El amor, el dandismo y la intriga, op. cit., vol. IV,<br />
pág. 776.<br />
31 Las mascaradas sangrientas, op. cit., vol. V,<br />
pág. 77.<br />
32 Op. cit., vol. XVI, pág. 1340.<br />
25
CONCIENCIA NACIONAL<br />
todo caso, apunta, estaríamos ante una reacción<br />
en defensa del privilegio:<br />
“El guipuzcoano no ha sentido nunca opresión<br />
alguna; al revés, el guipuzcoano ha visto que era uno<br />
de los privilegiados de España, lo que le ha dado<br />
una posición aristocrática dentro del Estado español”<br />
33 .<br />
Lo que no cabe es la confusión entre la<br />
defensa de la cultura vasca y la asunción de<br />
un programa político separatista:<br />
“Pero ¿por qué eúscaros y bizkaitarristas se hayan<br />
dedicado a encubrir sus ideas sacristanescas con<br />
el eucarismo, hemos de desear los vascongados que<br />
desaparezca el vascuence? No. Ni los demás españoles<br />
tiene motivo para desearlo. El vascuence no ha hecho<br />
separatista a nadie. La provincia vascongada en<br />
que más se habla el vascuence es Guipúzcoa, y no ha<br />
habido en ella nunca separatismo” 34 .<br />
En su visión del carlismo hay observaciones<br />
significativas en torno a la cuestión.<br />
Al fin y al cabo, la primera guerra civil ocupa<br />
el lugar central de sus escritos históricos.<br />
Aviraneta está dispuesto a conceder al carlismo<br />
un sentimiento patriótico no muy<br />
acorde con el paralelismo general entre revolución<br />
liberal y construcción nacional.<br />
Baroja está atento igualmente a la presencia<br />
de un componente vasquista en la primera<br />
guerra carlista, una sensibilidad que le emparenta,<br />
salvadas todas las distancias, con la<br />
visión foránea de Chaho. Por último, subraya<br />
lo que hay en el carlismo de “demagogia<br />
negra”, de ausencia en él de aristocracia<br />
y, en general, de proyecto con visos<br />
de establecerse en la Europa del primer tercio<br />
del siglo XIX.<br />
Componente nacional en<br />
‘Memorias de un hombre de acción’<br />
Las Memorias de un hombre de acción no<br />
son, efectivamente, una serie de novelas de<br />
intención nacional, similar a los Episodios<br />
nacionales de B. Pérez Galdós. Con todo,<br />
está presente en ella la obra de reconstrucción<br />
nacional abordada por el liberalismo<br />
español como una de sus necesidades estructurales.<br />
Resulta en este sentido un testimonio<br />
notable para la historia del nacionalismo<br />
español y un testimonio todavía<br />
más directo del calado de las convicciones<br />
patrióticas españolas que, en combinación<br />
con su sensibilidad vasquista, caracterizan al<br />
conjunto de la obra barojiana.<br />
Hay una última contribución de las<br />
Memorias de un hombre de acción a la construcción<br />
de un nacionalismo español. Es<br />
la contribución indirecta que se deriva de la<br />
33 Momentum catastrophicum, vol. XIII, pág. 671.<br />
34 Op. cit., ‘El vascuence’, vol. XVI, pág. 961.<br />
serie de las novelas barojianas al levantamiento<br />
de una historiografía española del<br />
siglo XIX. Baroja, además de novelista, era<br />
hombre de extensos conocimientos y, particularmente,<br />
de extensos conocimientos<br />
históricos sobre la España del siglo pasado.<br />
Él creía en la capacidad de la novela para<br />
penetrar en ese campo de conocimiento y<br />
hacerlo incluso con ventaja sobre la historia<br />
académica. Algunos episodios de sus<br />
novelas históricas constituyen investigaciones<br />
de primera mano sobre el curso de<br />
nuestra revolución liberal 35 y, con mayor<br />
razón, podemos decir algo parecido de sus<br />
breves ensayos históricos. Y es indudable<br />
que, en su conjunto, sus novelas históricas<br />
contribuyeron muy eficazmente a modelar<br />
la imagen que sobre nuestro pasado inmediato<br />
tuvieron los españoles del primer<br />
tercio del siglo XX. Sin llegar a la influencia<br />
de Benito Pérez Galdós, cabe conceder a<br />
Baroja la facultad de ser constructor parcial<br />
de nuestro pasado nacional. Una circunstancia<br />
que por sí sola obliga a recordar su<br />
nombre en un intento de reconstruir las<br />
vicisitudes de nuestro mal conocido nacionalismo<br />
español.<br />
El nacionalismo de Baroja<br />
Permítanme unas palabras finales sobre el<br />
nacionalismo de Baroja. ¿Qué es ser nacionalista?<br />
Hay una visión estrecha de esta condición,<br />
que lleva a identificarla con la posición<br />
de los “nacionalistas”. Merecerían esta<br />
calificación los políticos y escritores identificados<br />
con un discurso de exaltación nacional,<br />
de propensión chauvinista o abiertamente<br />
imperialista, tal como manifiestan en<br />
la vida francesa los seguidores de M. Barrés<br />
y los hombres de Action Française. De conformidad<br />
con esta visión estrecha de la etiqueta<br />
nacionalista harían justicia al adjetivo,<br />
en el primer tercio del siglo XX español, los<br />
hombres de Acción Española, autores como<br />
R. de Maeztu o Salaverría y los primeros<br />
manifestantes de una opción a favor del fascismo<br />
español, particularmente Giménez<br />
Caballero y Ledesma Ramos. No es éste el<br />
contexto nacionalista en el que encaja P. Baroja.<br />
Junto a este nacionalismo militante, se<br />
manifiesta en la vida española, del mismo<br />
modo que en el conjunto de la vida europea<br />
del momento, una conciencia nacional pacífica,<br />
fiel a sus orígenes liberales, que tiene<br />
su expresión en una movilización de signo<br />
35 Una referencia detallada a las fuentes históricas<br />
empleadas por Baroja en la redacción de Memorias de un<br />
hombre de acción, en C. Longhurst: Las novelas históricas<br />
de Pío Baroja. Ed. Guadarrama, Madrid, 1974.<br />
También, en Francisco J. Flores Arroyuelo: Pío Baroja<br />
y la historia. Madrid, 1971.<br />
patriótico, que rehuye en el mayor número<br />
de casos la identificación misma con posiciones<br />
declaradamente nacionalistas.<br />
Se trata de una conciencia nacional expresada<br />
en una identificación con el pasado<br />
histórico y la realidad cultural española,<br />
abierta al reconocimiento de otras manifestaciones<br />
culturales en el conjunto de la vida<br />
española, dispuesta a una rectificación de la<br />
planta política del Estado liberal, tal como<br />
se pondrá de manifiesto en la construcción<br />
del Estado integral republicano. Se trata de<br />
un nacionalismo débil, tan débil que no<br />
acostumbra a manifestarse como tal, imbricado<br />
en la tradición liberal decimonónica,<br />
que tiene su expresión en la línea política<br />
expresada por el partido liberal y, extramuros<br />
del régimen, por el complejo movimiento<br />
republicano. Una conciencia nacional<br />
que entronca con el intento de reforma<br />
intelectual auspiciado por la tradición krausista-institucionalista<br />
y que alcanza su plenitud<br />
política con la II República. El fracaso<br />
de la experiencia democrática en los años<br />
treinta, un fracaso inducido por las fuertes<br />
tensiones económico-sociales del momento,<br />
va a impedir concretar un nuevo proyecto<br />
nacional al fin interrumpido por el estallido<br />
de la guerra civil. En este proyecto se inserta<br />
claramente el programa nacional de Pío<br />
Baroja, un nacionalista, un patriota español,<br />
fuera de la tradición de los “nacionalistas”,<br />
del mismo modo que el grueso de la inteligencia<br />
liberal española del primer tercio del<br />
siglo XX. n<br />
Andrés de Blas Guerrero, es catedrático de Teoría<br />
del Estado de la UNED. Autor de Nacionalismo e<br />
ideologías políticas contemporáneas y Tradición republicana<br />
y nacionalismo español.<br />
26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />
La ley imprescindible<br />
E<br />
l mundo de los servicios de Inteligencia<br />
no acaba de desprenderse de<br />
la imagen del espía llegado del frío,<br />
propia de las más tópicas novelas del género.<br />
El tiempo no parece pasar por ellos y,<br />
cuando atraen la atención pública, suele<br />
ser por razones que en nada contribuyen a<br />
corregir aquella imagen tópica. Unas “revelaciones<br />
explosivas” de algún agente<br />
traidor, seguido del correspondiente escándalo<br />
mediático (como ha ocurrido hace<br />
poco en el Reino Unido con el caso David<br />
Shayler), continúa siendo el cauce habitual<br />
de acceso al mundo de los servicios<br />
por el público. Claro es que lo que entonces<br />
se obtiene suele ser exactamente lo<br />
buscado: una realidad construida a imagen<br />
y semejanza, cuanto más fiel mejor, de<br />
los caminos trazados por la ficción.<br />
Sobre todo cuanto atañe al espionaje,<br />
la información o la Inteligencia –según el<br />
anglicismo al uso– tiende a echarse un<br />
manto de silencio. “Cuanto menos se sepa,<br />
mejor”, parece ser el lema motor que preside<br />
el tratamiento de unos organismos tenidos,<br />
sin embargo, por imprescindibles, y<br />
cuyas asignaciones presupuestarias son cada<br />
vez más cuantiosas. Un caso paradigmático<br />
al respecto es, como es bien sabido, el del<br />
Servicio de Inteligencia Exterior británico,<br />
el hoy célebre MI-6, una especie de espectro<br />
administrativo invisible que no alcanzó<br />
existencia oficial hasta fechas bien recientes.<br />
En un ámbito donde el expediente racionalizador<br />
de la modernidad todavía encuentra<br />
dificultades para imponerse, los<br />
problemas políticos suelen plantearse en<br />
términos bastante alejados de los discursos<br />
analíticos que se utilizan en las demás esferas<br />
de la vida pública. Los servicios de<br />
Inteligencia se convierten, así, en un lugar<br />
donde el sobreentendido, y la credibilidad<br />
de quienes guardan lo que saben, importan<br />
mucho más que la sustancia misma<br />
de lo guardado. Un examen de la prensa de<br />
los últimos meses da algún ejemplo.<br />
MIGUEL REVENGA<br />
El Parlamento europeo viene mostrando<br />
su interés por la existencia de un programa<br />
de espionaje, conocido como Red<br />
Echelon, que permite a Estados Unidos interceptar<br />
de forma masiva, mediante satélite,<br />
conversaciones telefónicas. La preocupación<br />
por Echelon tiene mucho que ver<br />
con el espionaje industrial y con los mecanismos<br />
de comunicación, supuestamente<br />
exclusivos, entre los Servicios de Inteligencia<br />
anglosajones, unos focos de interés que<br />
denotan la erosión irreversible de un valor<br />
como el de la intimidad. Pero lo que sorprende<br />
es el punto de vista de la ex consejera<br />
general de la CIA, preguntada sobre el<br />
particular con motivo de una visita a España<br />
(cfr. El País, 6 de agosto de 2000):<br />
“¡Hay tanta información que recoger que<br />
eso sería una prioridad realmente menor!”,<br />
responde la ex consejera refiriéndose al espionaje<br />
industrial. Aviso para ingenuos, si<br />
es que queda alguno. No se niega la mayor;<br />
hay interceptación masiva de comunicaciones,<br />
pero descuiden, créanme (parece<br />
decírsenos), “legalmente no podemos hacer<br />
espionaje de ese género y, además”,<br />
concluye la entrevistada, aduciendo varias<br />
razones, “eso sería poco práctico”.<br />
Conocer qué es lo que legalmente se<br />
puede hacer en ese ámbito o en el de las<br />
llamadas operaciones encubiertas (a<br />
las que también se refiere la ex consejera: “la<br />
gente tiende a no creer lo que le digo, pero<br />
le aseguro que es la verdad. Hoy día<br />
hay mucho menos de todo eso de lo que<br />
se piensa”) requeriría una investigación<br />
concienzuda, quizá sólo posible a raíz de<br />
otro gran escándalo del estilo Irán-Contra.<br />
En todo caso quienes tienen responsabilidades<br />
directas en ello no lo dicen, entre<br />
otras cosas porque lo que se puede hacer<br />
sin vulnerar la ley dista de ser claro, especialmente<br />
cuando la seguridad nacional se<br />
halla en juego. La ambigüedad normativa,<br />
el oscurantismo al alcance de avezados o,<br />
peor, el silencio, son los mejores aliados<br />
para que los servicios todavía llamados<br />
muchas veces secretos puedan convertirse<br />
en “islotes” oficiales con intraideología distinta<br />
a la que alumbra el Estado de derecho.<br />
Véase, si no, el tira y afloja que han<br />
librado durante los últimos meses, también<br />
en Estados Unidos, la secretaria de<br />
Estado, Albright, y George Tenet, director<br />
de la CIA, con motivo de la desclasificación<br />
de documentos relacionados con la<br />
actuación del servicio de Inteligencia durante<br />
el régimen de Pinochet.<br />
Los inicios de la presente legislatura<br />
trajeron a España la noticia de que el nuevo<br />
ministro de Defensa tiene entre sus<br />
prioridades la de enviar al Parlamento un<br />
proyecto de ley regulador del Centro Superior<br />
de Información de la Defensa (Cesid).<br />
El propósito parece oportuno, pero<br />
lo que queremos demostrar, como sugiere<br />
el título de este trabajo, es que una ley del<br />
Cesid resulta, además, jurídicamente imprescindible.<br />
Así se deduce de un somero<br />
análisis de la actual regulación, y así se infiere<br />
de alguno de los problemas que ha<br />
suscitado la actuación de nuestro servicio<br />
secreto, sobre todo si los subsiguientes<br />
avatares jurídicos se examinan a la luz de<br />
determinadas sentencias del Tribunal Europeo<br />
de Derechos Humanos.<br />
Las insuficiencias de lo actual: el<br />
defectuoso encuadre jurídico del Cesid<br />
Para los textos constitucionales los servicios<br />
de inteligencia continúan siendo la<br />
“cara oculta de la luna”. Aunque a veces se<br />
diga de tales textos que son códigos políticos,<br />
una Constitución es cada vez menos<br />
–si es que alguna vez lo fue– un código,<br />
en el sentido que esta palabra tiene en el<br />
lenguaje corriente: una norma que regula<br />
de manera sistemática y omnicomprensiva<br />
algún sector de la actividad humana. La<br />
edad de la codificación hace ya tiempo<br />
que pasó, de modo que el lugar de los códigos<br />
es ocupado hoy por repertorios de<br />
28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
leyes y disposiciones, gruesos volúmenes<br />
de papel-biblia preparados por expertos y<br />
a cuyo manejo estamos habituados los juristas.<br />
En el caso de la actividad política, la<br />
Constitución tiene su complemento o desarrollo<br />
natural en las leyes políticas, un<br />
conjunto más o menos extenso de normas<br />
que vienen agrupadas, bajo tal nombre u<br />
otros semejantes, a criterio de quienes las<br />
editan. Para denotar el carácter fragmentario<br />
de lo que se recopila, la mayor parte de<br />
tales repertorios suelen llevar en su encabezamiento<br />
la palabra “básica”, pero no<br />
deja de sorprender la falta generalizada de<br />
cualquier referencia en ellos a la normativa<br />
propia del Cesid. Uno tan sólo de los seis<br />
o siete que tengo a mano (el auspiciado<br />
por el Centro de Estudios Políticos y<br />
Constitucionales, en coedición con el<br />
BOE) contiene una referencia a pie de página<br />
bajo el epígrafe “Administración militar.<br />
Fuerzas Armadas”.<br />
Quien quiera hacerse una idea de las<br />
normas que regulan nuestro servicio secreto<br />
dispone, sin embargo, de un camino expeditivo:<br />
la consulta de la página web del<br />
propio Cesid (http://esint60.tsai.es/cesid),<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
donde encontrará un concisa glosa del encuadre<br />
del organismo. Los servicios de Inteligencia<br />
–se lee allí– son “organismos estatales<br />
encargados de conocer e informar al<br />
Gobierno de aquello que pueda afectar a la<br />
seguridad, estabilidad y defensa de un Estado,<br />
tanto en el ámbito exterior como en<br />
el interior, con objeto de ayudar a los responsables<br />
políticos a tomar las decisiones<br />
más oportunas en estos campos”. Una función<br />
que el Cesid desempeña, según la página,<br />
en régimen de exclusividad y con dependencia<br />
funcional del presidente del<br />
Gobierno, si bien a efectos orgánicos y administrativos<br />
está subordinado al ministro<br />
de Defensa, pese a lo cual –se puntualiza–<br />
el Cesid no es un organismo militar, pues<br />
“el centro, como tal, posee un ámbito de<br />
actuación y competencias diferentes a las<br />
de los servicios que atienden las necesidades<br />
de los ejércitos”.<br />
Esas precisiones iniciales se infieren de<br />
una norma de 1996: el Real Decreto<br />
1.883/1996, de 2 de agosto, sobre “Estructura<br />
orgánica básica del Ministerio de<br />
Defensa”; una norma que tiene, como todas<br />
las que afectan de lleno al Cesid, una<br />
característica que llama poderosamente la<br />
atención; todas ellas son normas de rango<br />
reglamentario. Siendo de tanta importancia<br />
la función, como en efecto lo es, sorprende<br />
el salto verificado, una auténtica<br />
pirueta normativa, desde la cima constitucional,<br />
donde se halla la dirección por el<br />
Gobierno de la defensa del Estado (art. 97<br />
CE), hasta un semioculto vericueto del<br />
derecho vigente: un Real Decreto del Ministerio<br />
de Administraciones Públicas,<br />
concebido para dar una organización interna<br />
básica al Ministerio de Defensa,<br />
donde se deja caer como al descuido lo<br />
que es el Cesid.<br />
No se busquen estaciones intermedias<br />
donde podría haberlas si las razones de<br />
buena técnica y sistemática legislativa tuvieran<br />
algún peso frente a las de pura conveniencia<br />
u oportunidad políticas. Por<br />
ejemplo, en la ley (orgánica por más señas)<br />
6/1980, por la que se regulan los criterios<br />
básicos de la defensa nacional y de<br />
la organización militar. Se comprende<br />
que, a la altura de 1980, los tiempos no<br />
estuvieran maduros para debates parlamentarios<br />
sobre los servicios de Inteligen-<br />
29
SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />
cia. Pero se entiende menos que continuaran<br />
sin estarlo diecisiete años después, en<br />
1997, cuando el velo del Cesid ante la<br />
opinión pública había ya caído con estrépito,<br />
y fue aprobada una Ley (la 50/1997,<br />
llamada escuetamente “del Gobierno”),<br />
cuyo Título I se dedica a la “composición,<br />
organización y órganos de colaboración y<br />
apoyo” al mismo.<br />
El citado precepto reglamentario de<br />
1996 no es la única norma reguladora<br />
de nuestro servicio de inteligencia. A partir<br />
de un Real Decreto aprobado en marzo<br />
de 1981, hay una plétora de reglamentos de<br />
diverso calibre que van enmendándose sucesivamente<br />
y que no hacen sencilla la tarea<br />
de saber qué es lo que en efecto rige.<br />
Esto último, así como la predisposición<br />
innata hacia lo caótico de los órganos de<br />
la Administración pública, es habitual en<br />
bastantes sectores del Derecho, tal y como<br />
demostró hace ya años Alejandro Nieto en<br />
su Organización del desgobierno 1. En el caso<br />
del Cesid, además del defecto de rango,<br />
que es un defecto fatal, como enseguida<br />
veremos, el mal endémico de tal normativa<br />
es la mezcolanza en que incurre entre lo<br />
sustantivo/funcional y lo orgánico/procedimental,<br />
algo que es fuente de constante<br />
ambigüedad, ya desde el mismo nombre<br />
del servicio (“Centro Superior de Información<br />
de la Defensa”, desde un Decreto<br />
de 1977): demasiado amplio como para<br />
hacerse una idea de los cometidos del organismo<br />
y, a la vez, demasiado estricto,<br />
por sugerir un perfil rigurosamente militar<br />
que no se corresponde con la realidad.<br />
Por poner un ejemplo; si lo que se desea<br />
conocer es algo tan básico como cuáles<br />
son las competencias del Cesid, han de<br />
consultarse no menos de tres disposiciones,<br />
cuya localización lleva no poco tiempo. La<br />
más sustantiva de ellas es, absurdamente,<br />
no sólo la más antigua, sino la de menor<br />
rango jerárquico (también en el seno de los<br />
reglamentos hay clases y categorías): una<br />
Orden del Ministerio de Defensa, la<br />
135/1982, de 30 de septiembre, sobre “Estructura<br />
y misiones” del Cesid. Éste, se lee<br />
allí, habrá de “satisfacer las necesidades de<br />
información del presidente del Gobierno<br />
(...) en materia de defensa”, y también las<br />
del ministro de Defensa en “la ejecución<br />
de la política militar” (art. 1). A tal efecto,<br />
el Cesid deberá “obtener, evaluar y difundir”<br />
toda la información que resulte necesaria<br />
para prevenir amenazas y peligros en<br />
una serie de ámbitos (art. 3): agresiones ex-<br />
1 Alejandro Nieto: Organización del desgobierno.<br />
Ariel, Barcelona, 1984<br />
teriores contra la independencia o la integridad<br />
territorial de España; amenazas (en<br />
sentido amplio) contra los intereses nacionales<br />
en los campos político, económico,<br />
tecnológico y militar; oposición y neutralización,<br />
dentro y fuera del territorio nacional,<br />
del espionaje extranjero; protección de<br />
instalaciones, tecnología e información relevantes<br />
para la defensa, así como (literalmente)<br />
“información relativa a los procesos<br />
internos que, mediante procedimientos<br />
anticonstitucionales, atenten contra la unidad<br />
de la patria y la estabilidad de sus Instituciones<br />
fundamentales”. Cúmulo de<br />
funciones a las que el antes citado Real<br />
Decreto 1.883/1996 añade la de coordinar<br />
los distintos organismos que utilizan procedimientos<br />
de cifra, así como la de garantizar<br />
la seguridad criptográfica. Ha de tenerse<br />
en cuenta, además, que un decreto<br />
de 1985, éste del Ministerio de la Presidencia,<br />
realiza la correspondiente distribución<br />
de funciones entre el director general<br />
del Cesid y las distintas divisiones de Inteligencia<br />
(Exterior, Interior, Contrainteli-<br />
gencia, y Economía y Tecnología). El redactor<br />
de esta última norma aprovechó,<br />
por cierto, la ocasión para actualizar el lenguaje:<br />
donde se decía “unidad de la patria”<br />
e “instituciones fundamentales” se dice<br />
ahora (art. 6) “unidad de España” e “instituciones”<br />
a secas.<br />
Lo que enseña el ‘caso de las escuchas’.<br />
Las ventajas del principio de legalidad<br />
El principio de legalidad es, desde la Revolución<br />
Francesa, uno de los arcos de bóveda<br />
a los que se confía la salvaguarda de<br />
los derechos de los ciudadanos. Es, desde<br />
luego, un arco sujeto a desgaste: nadie<br />
atribuye hoy a la discusión parlamentaria,<br />
plasmada en una ley general, las capacidades<br />
prodigiosas que en otros tiempos se le<br />
atribuyeron. Pero el principio de legalidad<br />
sigue importando, y puede invocar en su<br />
favor argumentos cuya lógica no está alejada<br />
de la que informaba a los ilustrados<br />
dieciochescos.<br />
Por lo pronto, discusión legislativa en<br />
sede parlamentaria significa cruce de opi-<br />
30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
niones realizado con publicidad. El contraste<br />
con las normas reglamentarias no<br />
puede ser, desde este punto de vista, más<br />
llamativo. Bien sabemos que en un caso y<br />
en otro quienes preparan las normas son<br />
los mismos técnicos por encargo del Gobierno<br />
de turno. Pero en el caso de la ley,<br />
el camino que tiene que recorrer hasta su<br />
publicación en el BOE garantiza que ésta<br />
adquiera una legitimidad que se añade a la<br />
que de por sí ya tiene quien impulsa su<br />
aprobación gracias a la regla de la mayoría.<br />
El plus de legitimidad de la ley con respecto<br />
al reglamento explica también algo<br />
de lo que ella disfruta en exclusiva, el llamado<br />
privilegio jurisdiccional de la ley, lo<br />
que significa vinculación especialmente<br />
intensa del juez, el cual viene obligado a<br />
aplicar la ley mientras esté en vigor, a menos<br />
que la justicia constitucional, que por<br />
lo demás tiende a dar por bueno el desarrollo<br />
interpretativo de la Constitución<br />
plasmado en la ley (presunción de constitucionalidad<br />
de la ley), la declare nula.<br />
En favor del principio de legalidad sigue,<br />
pues, actuando la lógica del valor intrínseco<br />
de la discusión pública, algo emparentado<br />
bien de cerca con el carácter de<br />
la ley como norma autoconsentida que la<br />
distingue y cualifica como norma primaria<br />
de la producción jurídica frente al estatuto<br />
derivado y segundón de la norma reglamentaria.<br />
Dicho carácter explica también<br />
la técnica de las reservas de ley para la<br />
regulación de lo importante, sobre todo<br />
cuando se trata de intervenir en la esfera<br />
de la libertad de los ciudadanos, una de las<br />
ideas motrices de la Declaración de Derechos<br />
de 1789, que continúa siendo esencial<br />
entre nosotros a la hora de dotar de<br />
garantías a los derechos fundamentales.<br />
Lo que cabe deducir de todo ello es<br />
que nada impediría que un organismo como<br />
el Cesid tuviera vida gracias a una<br />
norma reglamentaria (aunque el art. 103.2<br />
CE exige que los órganos de la Administración<br />
del Estado sean creados, regidos y<br />
coordinados de acuerdo con la ley), pero<br />
entonces estaríamos hablando de una vida<br />
administrativa subalterna, algo que no se<br />
corresponde con lo que tenemos. Quién<br />
niega que el Cesid existe: he ahí su dotación<br />
presupuestaria (aumentada en los<br />
presupuestos del año 2001), sus imponentes<br />
instalaciones y su presencia cada vez<br />
más normalizada en la vida pública. El legislador<br />
no debería continuar prestando<br />
“vista gorda” donde otros han dirigido a<br />
fondo su mirada, porque no es que la vida<br />
administrativa subalterna haya sido la vida<br />
burocrática del trabajo despacioso y el café<br />
a las once. Los conflictos y los escándalos<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
de eco duradero hasta el hastío han venido<br />
caracterizando su existencia.<br />
Primero fue el turno de los papeles del<br />
Cesid. La negativa del Consejo de Ministros<br />
a desclasificarlos, al amparo de una ley<br />
de 1968, la de secretos oficiales, que se cae<br />
también de vieja (pese al maquillaje de urgencia<br />
que se le puso en 1978), obligó a<br />
los jueces a ser imaginativos y a hallar una<br />
solución que nuestras leyes procesales continúan<br />
ignorando: el examen a puerta cerrada<br />
de unos papeles cuyo contenido, según<br />
pudimos ver, tampoco justificaba tanto<br />
secreto. Luego vinieron el caso de las<br />
escuchas y el del espionaje a una sede de<br />
Herri Batasuna. Este último se halla todavía<br />
en una fase muy incipiente de la investigación<br />
judicial, a raíz de una querella de<br />
la coalición abertzale. El caso de las escuchas,<br />
en cambio, ha dado ya lugar a una<br />
importante sentencia de la Sección 15 de<br />
la Audiencia Provincial de Madrid, recurrida<br />
en casación ante el Tribunal Supremo,<br />
que permite comprobar algunas cosas.<br />
Lo que la sentencia resuelve es si incurrieron<br />
en el delito de interceptación ilícita<br />
de comunicaciones los encausados que,<br />
desde diferentes destinos y responsabilidades<br />
en el Cesid, intervinieron en la captación<br />
aleatoria, grabación y almacenamiento<br />
de conversaciones producidas mediante<br />
telefonía celular. Los hechos enjuiciados se<br />
remontan a mediados de los años 80,<br />
cuando el uso de teléfonos celulares era<br />
cosa de vips y la tecnología invasora de un<br />
instrumento comunicativo que hoy se emplea<br />
ya más que el teléfono convencional<br />
no había alcanzado la sofisticación actual.<br />
Todo en el caso de las escuchas tiene así un<br />
aire decididamente retro y descarnado. Entendámonos:<br />
no es que estemos restando<br />
importancia a algo tan fundamental para<br />
la salvaguarda de la intimidad como el<br />
blindaje de las comunicaciones. Sobre<br />
el particular no puede ser la Constitución<br />
más rotunda: sólo la resolución judicial<br />
permite levantar el secreto que protege a<br />
éstas, sean “postales, telegráficas o telefónicas”<br />
(art. 18.3 CE). En ausencia de resolución<br />
judicial previa autorizante, que no se<br />
ve cómo podría haber recabado nuestro<br />
servicio secreto faltando norma que le habilite<br />
para ello, parecería que un caso como<br />
el de las escuchas da para poca discusión<br />
jurídica. Y, sin embargo, la indeterminación<br />
normativa por debajo del techo<br />
constitucional (diáfano en este particular<br />
extremo) propicia y alienta tal discusión<br />
con los argumentos más rudimentarios.<br />
Así, por ejemplo, el consistente en<br />
desplazar el centro de gravedad del problema<br />
hacia la bondad de las intenciones de<br />
MIGUEL REVENGA<br />
los escuchantes: si la escucha de conversaciones<br />
sólo es delictiva cuando es deliberada<br />
y buscada a propósito, es decir, mediando<br />
dolo específico, como se dice en<br />
Derecho Penal, y si el Cesid tiene atribuidas<br />
unas funciones pero sin prever los medios<br />
para alcanzarlas, entonces la ausencia<br />
de previsión legal, junto a la buena fe de<br />
quienes participan en la interceptación<br />
(sea cual sea su posición en la cadena decisoria,<br />
que eso ya es harina de otro costal),<br />
la creencia de estar obrando conforme a<br />
derecho, aún más, cumpliendo las obligaciones<br />
que son propias de quienes allí trabajan,<br />
convierten las escuchas indiscriminadas<br />
en algo plenamente legal. Tal fue el<br />
argumento en el que se basó el Juzgado de<br />
Instrucción que tramitaba las diligencias<br />
previas del caso de las escuchas para decretar<br />
en su día el sobreseimiento de la causa,<br />
en una resolución que fue corregida por la<br />
misma sección de la Audiencia Provincial<br />
que finalmente condenó a los encausados.<br />
La defensa numantina de lo legítimo-desde-el-punto-de-vista-subjetivo,<br />
que se atrinchera<br />
tras los silencios de lo legal, se aprecia,<br />
por cierto, también en las explicaciones<br />
ofrecidas en abril de 1998 ante el<br />
Congreso de los Diputados por el ministro<br />
de Defensa y por el presidente del Gobierno<br />
a raíz del caso del espionaje sobre<br />
una sede de Herri Batasuna.<br />
Para justificar y dar cierto fuste jurídico<br />
a lo que no es sino clamorosa falta de<br />
cualquier previsión, se dice a veces que la<br />
seguridad del Estado es “el primero de los<br />
derechos fundamentales”. Se trata de un<br />
argumento emocional que sitúa a quien lo<br />
objeta ante la incómoda tesitura de pasar<br />
por persona condescendiente con causas<br />
(o, aún peor, con procedimientos) del todo<br />
indeseables. No importa que en nuestro<br />
sistema constitucional, como en cualquiera<br />
digno de tal nombre, el Estado no<br />
sea titular de derecho fundamental alguno,<br />
ni que el derecho a la seguridad sea<br />
(como ocurre con todos los derechos) un<br />
derecho de las personas. Tampoco vale recordar<br />
que la seguridad, personal y colectiva,<br />
no es un valor al que la eficacia de los<br />
derechos venga a restar peso, como si<br />
aquélla y éstos se situaran en lugares distintos<br />
de la balanza.<br />
La sentencia de la Audiencia Provincial<br />
en el caso de las escuchas expresa de<br />
manera consistente ésas y otras objeciones,<br />
resaltando que la seguridad nacional o del<br />
Estado nunca puede erigirse en una especie<br />
de macro-causa general de justificación<br />
en favor del Estado, capaz de legitimar vulneraciones<br />
masivas de los derechos, pues<br />
ello supondría (literalmente) “un puro in-<br />
31
SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />
tento de recuperación de la más cruda forma<br />
de razón de Estado, que es incompatible<br />
con el Estado constitucional de derecho<br />
y, más en concreto, con el encarnado en la<br />
Constitución española de 1978” (véanse especialmente<br />
los apartados I.3 y II.6 de la<br />
motivación de dicha sentencia).<br />
Lo que se infiere, en suma, de un caso<br />
como el de las escuchas es lo siguiente: la<br />
falta de imperio de ley al que sujetarse actúa<br />
como un poderoso incentivo para que<br />
germine una supuesta cultura interna praeter<br />
legem de la eficacia, aunque la misma<br />
resulte contra Constitutionem y se revele, a<br />
la postre, como absolutamente ineficaz y<br />
costosa para la consistencia y credibilidad<br />
del servicio.<br />
La otra vertiente del principio: legalidad<br />
como seguridad<br />
En las decisiones sobre el caso de las escuchas<br />
se cita profusamente un caso resuelto<br />
en 1978 por el Tribunal Europeo de Derechos<br />
Humanos (TEDH). Se trata del caso<br />
Klass y otros contra la República Federal de<br />
Alemania, el conflicto inaugural de una serie<br />
de casos en los que el TEDH examina<br />
la medida en que la seguridad nacional<br />
o la prevención del delito justifican injerencias<br />
de la autoridad pública en el ámbito<br />
protegido por el derecho a la vida privada<br />
(art. 8 del Convenio Europeo de Derechos<br />
Humanos).<br />
Klass llegó al TEDH tras un amplio<br />
debate, a finales de los años sesenta, sobre<br />
las posibilidades de actuación de los servicios<br />
secretos de la RFA frente a las amenazas<br />
exteriores y el terrorismo. El debate se<br />
adentró de lleno en la política constitucional<br />
y arrojó como resultado la reforma del<br />
artículo 10 de la (por entonces) Ley Fundamental<br />
de Bonn para autorizar la intervención<br />
de comunicaciones sin control judicial<br />
cuando así lo exija “la protección<br />
del orden fundamental, libre y democrático,<br />
o bien la existencia o la seguridad de la<br />
Federación o de un Land”. Un tipo de democracia<br />
calificado desde 1961 por el Tribunal<br />
Constitucional alemán como “democracia<br />
militante” (streitbare demokratie),<br />
con una defensa fuerte (como la<br />
plasmada en el artículo de la Constitución<br />
dedicado a los partidos políticos) frente a<br />
sus potenciales enemigos, supone un incentivo<br />
para operaciones de reforma difícilmente<br />
concebibles entre nosotros. Prueba<br />
adicional de ello es que hace bien poco,<br />
en enero de 1998, el Bundestag aprobaba<br />
una nueva reforma, esta vez del artículo<br />
13 de la Constitución de la Alemania reunificada,<br />
para permitir la instalación, con<br />
autorización judicial, de “medios técnicos<br />
para la vigilancia acústica de los domicilios”<br />
como un instrumento más de la lucha<br />
contra el delito.<br />
Pero, volviendo al caso Klass, lo que el<br />
TEDH tuvo que decidir cuando el asunto<br />
llegó hasta él fue si la ley alemana de<br />
1968, que vino a concretar la reforma<br />
constitucional, satisfacía las exigencias garantistas<br />
contenidas en el Convenio Europeo.<br />
La ley alemana superó entonces el<br />
test de convencionalidad en una decisión<br />
que simpatiza plenamente con la utilización<br />
por el Estado de medidas excepcionales<br />
de vigilancia. Pero, como ocurre a menudo<br />
con unas sentencias de texto kilométrico<br />
cuyo contenido se negocia para<br />
satisfacer a jueces de nacionalidad y tendencia<br />
ideológica diversas, Klass anticipa<br />
algunas ideas en las que el TEDH insistirá<br />
a partir de entonces. Así, por ejemplo, en<br />
la necesidad de estatuir mecanismos eficaces<br />
de control sobre la utilización por el<br />
ejecutivo de las medidas excepcionales, un<br />
control que debería confiarse en último<br />
extremo al Poder Judicial, pues es dicho<br />
poder, dice el párrafo 58 de la sentencia<br />
Klass, “el que ofrece las mejores garantías<br />
de independencia, imparcialidad y procedimiento<br />
legal”.<br />
En el caso Klass subyace además algo<br />
en lo que ha ido profundizando el TEDH<br />
desde 1978 para acá, en un intento de<br />
precisar dónde se encuentran los límites<br />
de lo posible en la lucha contra el crimen,<br />
a la luz del sistema del Convenio. Me refiero<br />
a la calidad del soporte normativo en<br />
el que vienen contempladas las medidas<br />
de vigilancia. El hecho de que el Convenio<br />
exija que las medidas limitadoras de<br />
los derechos estén previstas en la ley (in<br />
accordance with the law, o prévues par la<br />
loi, en las versiones inglesa y francesa) ha<br />
obligado al TEDH a ser muy imaginativo<br />
para no socavar tradiciones jurídicas diversas.<br />
Lo que se infiere, en esencia, de la jurisprudencia<br />
del TEDH es que “previstas<br />
por la ley” no significa necesariamente ley<br />
formal, esto es, aprobada en sede parlamentaria,<br />
pero sí impone un régimen jurídico<br />
de las medidas limitadoras de los derechos<br />
capaz de satisfacer estrictos cánones<br />
de certeza y predictibilidad en lo que atañe<br />
al uso de las mismas (cfr., especialmente<br />
los casos Malone contra el Reino Unido,<br />
Kruslin contra Francia y Huvig contra<br />
Francia, el primero fallado en 1984 y los<br />
dos últimos en 1990, así como, más recientemente,<br />
Halford contra el Reino Unido<br />
y Kopp contra Suiza).<br />
En 1998 el Reino de España era condenado<br />
por el TEDH precisamente como<br />
consecuencia de la deficiente previsión le-<br />
gislativa en materia de escuchas telefónicas.<br />
Cualquier abogado (sobre todo si está<br />
familiarizado en el trato con la justicia penal)<br />
conoce el esfuerzo realizado por la jurisprudencia,<br />
ordinaria y constitucional,<br />
para dotar a las escuchas de un régimen<br />
jurídico adecuado, un esfuerzo que, hasta<br />
la reforma de la Ley de Enjuiciamiento<br />
Criminal en 1988, vino a suplir el pertinaz<br />
silencio del legislador en la materia.<br />
En el caso Valenzuela Contreras contra España,<br />
el TEDH examinó unas intervenciones<br />
telefónicas autorizadas por el juez<br />
antes de dicha reforma, estimando que las<br />
mismas habían vulnerado el Convenio,<br />
ante la “falta de reglas claras y detalladas<br />
(...), tanto más cuanto que los procedimientos<br />
técnicos (de intervención de las<br />
comunicaciones) no dejan de perfeccionarse”<br />
(párrafo 46.III de Valenzuela Contreras).<br />
Con todas las salvedades propias del<br />
caso, de cara a una hipotética autorización<br />
para realizar escuchas en favor de nuestros<br />
servicios de inteligencia, he aquí lo que el<br />
TEDH considera como estándares mínimos<br />
de calidad del régimen normativo de<br />
las escuchas (párrafo 46.IV de Valenzuela<br />
Contreras): “definición de las categorías de<br />
personas susceptibles de ser sometidas a<br />
vigilancia telefónica judicial; carácter de<br />
las infracciones cuya investigación pueda<br />
dar lugar a la vigilancia; fijación de límites<br />
para la duración de la medida; procedimiento<br />
para la transcripción y registro de<br />
las conversaciones interceptadas, y medidas<br />
de salvaguarda dirigidas a la adecuada<br />
conservación de las mismas, así como al<br />
acceso a ellas por parte de la defensa y por<br />
parte del juez; circunstancias en las que se<br />
podrá (o se deberá) proceder al borrado o<br />
a la destrucción de las cintas, especialmente<br />
en los casos de sobreseimiento o absolución”.<br />
¿Qué debería contener una ley de los<br />
servicios de inteligencia?<br />
Apuntes urgentes para un guión<br />
Basta tener una vaga idea acerca del modus<br />
operandi de los servicios de inteligencia para<br />
suponer que las escuchas telefónicas no<br />
son para ellos el único, y ni siquiera el principal,<br />
instrumento de trabajo. Uno de los<br />
males que suele provocar el estallido de escándalos<br />
es la distorsión de la imagen<br />
de los servicios ante la opinión pública. Pero<br />
aun cuando la imagen pueda resultar<br />
distorsionada, los beneficios del escándalo,<br />
si se cobran en términos de situar la necesidad<br />
de una reforma en el centro de la agenda<br />
política, sobrepasan con creces los inconvenientes.<br />
32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Las escuchas, la infiltración de agentes<br />
y, en general, las técnicas de espionaje,<br />
abiertas o cerradas, por más atracción que<br />
tengan para la curiosidad pública, no son<br />
más que algo colateral con respecto a las<br />
cuestiones que deberían ocupar el centro<br />
del debate. Tales cuestiones deberían versar<br />
sobre el tipo de servicios secretos que<br />
queremos, así como sobre el mandato legal<br />
que les confiramos. Las exigencias formales<br />
cuando los procedimientos de trabajo<br />
sean susceptibles de interferir el ejercicio<br />
de derechos fundamentales, así como<br />
el establecimiento de vías de rendición de<br />
cuentas y mecanismos de control, son<br />
asuntos secuencialmente subordinados a<br />
aquellas cuestiones centrales.<br />
A tenor de lo que se ha publicado sobre<br />
los proyectos al respecto, parece que<br />
ha llegado la hora de separar la función de<br />
inteligencia militar de aquella otra de naturaleza<br />
estrictamente política. La confusión<br />
de los dos planos ha sido fuente constante<br />
de problemas organizativos: pese a<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
su nombre, y su dependencia orgánica del<br />
ministro de Defensa, el Cesid nunca ha<br />
“fagocitado” toda la función de inteligencia<br />
militar. Siempre han subsistido servicios<br />
de información de los ejércitos frente<br />
a los cuales sería conveniente delimitar el<br />
ámbito propio de la inteligencia civil, sin<br />
perjuicio de prever el modo de hacer efectivo<br />
un deber de colaboración entre las<br />
dos instancias. Otro tanto cabe decir en lo<br />
que afecta a la no delimitación de esferas<br />
competenciales entre inteligencia política<br />
y función de información de las fuerzas de<br />
seguridad. Como atestigua el reciente libro<br />
sobre los servicios secretos de Bardavío,<br />
Cernuda y Jáuregui 2 , los problemas<br />
derivados de la falta de comunicación entre<br />
ambas esferas, provocados en parte por<br />
cuestiones de “celo profesional”, han sido<br />
una constante. Y, sin embargo, la teoría es<br />
2 Bardavío, Cernuda y Jáuregui: Servicios secretos.<br />
Plaza y Janés, Barcelona, 2000.<br />
MIGUEL REVENGA<br />
diáfana: un servicio de inteligencia no es<br />
una agencia que vele por el cumplimiento<br />
de la ley, ni tenga como cometido primordial<br />
la lucha contra el crimen. Ambas cosas<br />
incumben a la policía o a la Guardia<br />
Civil, aunque bien puede ocurrir que hayan<br />
de actuar a partir de las informaciones<br />
elaboradas por los servicios de inteligencia.<br />
En todo caso es claro que la coordinación<br />
entre aquéllas y éstos (del estilo de la<br />
que se ensayó en algún momento con el<br />
Mando Único de la Lucha Contraterrorista)<br />
no puede quedar al albur del mejor o<br />
peor talante comunicativo de personas determinadas.<br />
Un mandato legal que delimite con<br />
claridad los ámbitos a que se extiende el<br />
radio de acción de los servicios de inteligencia<br />
es el primer requisito para prevenir<br />
sobresaltos. Así lo han entendido siempre<br />
los comités de diversa naturaleza que se<br />
crearon por doquier en algún momento<br />
para investigar lo que había ido mal en los<br />
servicios e intentar poner remedios. Buenos<br />
ejemplos al respecto se encuentran en<br />
Canadá (McDonald Commission), Estados<br />
Unidos (Church Committee), Australia<br />
(Hope Commission) y el Reino Unido<br />
(Scott Inquiry). Se trata de países cuya tradición<br />
en materia de espionaje incluye<br />
también entre sus componentes el hecho<br />
de haber debatido en profundidad –casi<br />
siempre para evitar la repetición de males<br />
ya constatados– qué es lo que se quería.<br />
Un somero conocimiento del mandato<br />
legal conferido a los servicios de inteligencia<br />
en los países citados demuestra que<br />
el recurso a conceptos vagos (“amenaza”,<br />
“riesgo potencial”, “actividades subversivas”,<br />
“bienestar económico”, etcétera), entre<br />
los cuales el de seguridad nacional quizá<br />
sirve como síntesis de todos ellos, es algo<br />
inevitable. Pero los niveles de<br />
indeterminación varían mucho de una ley<br />
a otra. Concédasenos que no es lo mismo<br />
señalar genéricamente que será función de<br />
la agencia “proteger la seguridad nacional”,<br />
como hace la Security Service Act británica<br />
de 1989, que decir que corresponderá<br />
al servicio secreto “obtener y evaluar<br />
información con respecto a actividades de<br />
las que quepa sospechar razonablemente<br />
que puedan ser una amenaza para la seguridad<br />
(...)”, como se lee en la Security Intelligence<br />
Service Act canadiense de 1984. En<br />
el primer caso vemos enunciada la función,<br />
pero la ley no nos permite hacernos<br />
la más ligera idea de los límites en los que<br />
se enmarca, ni de los medios para cumplirla.<br />
En el segundo caso, sabemos que se<br />
trata estrictamente de recolectar datos, de<br />
analizarlos y de “informar y asesorar al<br />
33
SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />
Gobierno” (shall report to and advise the<br />
Governmemt of Canada). La línea que separa<br />
la función de inteligencia de la función<br />
policial, por sutil que pueda ser, conviene<br />
trazarla. Y para ello, lo mismo que<br />
para intentar aquilatar el alcance de los<br />
términos ambiguos, no hay mejor técnica<br />
legislativa que fijar lo que los servicios de<br />
inteligencia no pueden hacer. En este sentido<br />
es ejemplar la Australian Security Intelligence<br />
Organization Act de 1979, cuando<br />
señala que no es función de ella “llevar a<br />
cabo o imponer” medidas para la seguridad<br />
(it is not a function of the Organization<br />
to carry out or enforce measures for security).<br />
Pero por más ocurrente que sea el legislador<br />
alumbrado por el deseo de ser claro<br />
(que tanto puede serlo en la ambigüedad<br />
como en la precisión), ninguna fórmula<br />
refuerza mejor un funcionamiento<br />
eficaz de los servicios de inteligencia que<br />
el establecimiento de mecanismos de control<br />
rutinarios (en cuanto a su secuencia<br />
temporal) y efectivos en términos de seguimiento<br />
y conocimiento informado de la<br />
labor de ellos. En su ensayo titulado La<br />
senda del mal 3 , Rafael del Águila reivindica<br />
la “lógica de la prudencia en pluralidad”<br />
para habérselas con los asuntos<br />
que sean de verdad merecedores del sello<br />
de materia secreta. Se trata de un juicio de<br />
carácter estrictamente político y regido<br />
por consideraciones que no tienen por<br />
qué coincidir (aunque tampoco por qué<br />
ser contrapuestas) a las que son propias<br />
del criterio de la legalidad. Sobrepasan este<br />
criterio y lo trascienden, sin hacerle de<br />
menos; no es cuestión de subsumir hechos<br />
en reglas, sino de evaluar acciones y prever<br />
consecuencias.<br />
Nada convendría más a una ley reguladora<br />
del Cesid que el acuerdo, lo más amplio<br />
posible, para impulsar un conjunto de<br />
medidas de política legislativa que aparecen<br />
estrechamente relacionadas con ella.<br />
Así ocurre con el secreto oficial y la actualización<br />
de su régimen jurídico, con expresa<br />
previsión de un sistema de resolución del<br />
conflicto que pueda ocasionar el uso de información<br />
clasificada en los procedimientos<br />
judiciales. Y así sucede también con el<br />
acceso del Congreso a los secretos oficiales,<br />
regulado actualmente por una resolución<br />
del presidente de dicha Cámara, de junio<br />
de 1992, en la que se prevé una comisión<br />
parlamentaria de control. Dicha comisión<br />
debería revitalizarse mediante el<br />
mandato de controlar el funcionamiento de<br />
3 Rafael del Águila, La senda del mal. Política y<br />
razón de Estado, Taurus, Madrid, 2000.<br />
los servicios de Inteligencia. Ello si es que no<br />
se considera mejor crear una de nuevo cuño,<br />
quizá mixta Congreso-Senado, ante la<br />
que el director del Cesid debería comparecer<br />
siempre que la Comisión lo requiriera,<br />
y en todo caso periódicamente, para informar.<br />
Una composición plural y a la vez restringida,<br />
y sanciones efectivas en caso de<br />
incumplimiento del deber de sigilo por<br />
parte de los parlamentarios (algo no infrecuente<br />
en el caso de la comisión de secretos<br />
oficiales), vendrían a completar el esquema<br />
de lo deseable.<br />
De lo que hemos podido leer hasta<br />
ahora se deduce también que no parece<br />
estar muy clara la diferenciación entre el<br />
terreno de los controles políticos y el de<br />
las coberturas de legalidad para determinadas<br />
actuaciones del servicio secreto. Si<br />
algo acreditan los casos escuchas y espionaje<br />
a la sede de HB en Vitoria, es lo insostenible<br />
de una situación en la que el abandono<br />
del legislador, la anomia en cuanto a<br />
procedimientos operativos de los servicios,<br />
se pretendía hacer compatible con un eficaz<br />
desempeño de las funciones de información<br />
e inteligencia. Si se considera que<br />
la intervención de teléfonos es un instrumento<br />
irrenunciable, regúlese, que para<br />
ello no hay más que cumplir la Constitución,<br />
bastante clara en este extremo: rango<br />
de ley orgánica por la incidencia directa<br />
en el desarrollo del derecho al secreto de<br />
las comunicaciones (art. 81 CE) y necesidad<br />
de resolución judicial (art. 18.3 CE).<br />
Resolución judicial significa control motivado<br />
de legalidad, esto es, examen, por sucinto<br />
que sea, de la adecuación y proporcionalidad<br />
de la medida a la luz de los objetivos<br />
del servicio y las circunstancias del<br />
caso. Si no se cumplen esos cánones mínimos<br />
de legalidad, no hay control político<br />
que pueda convalidar la intervención. Por<br />
eso no nos parece un buen sistema el consistente<br />
en depositar en un solo órgano de<br />
composición mixta los controles políticos<br />
y los jurisdiccionales, tal como hace, por<br />
cierto, entre nosotros, la llamada Ley de<br />
Videovigilancia.<br />
Mayores dificultades constitucionales<br />
encontraría legalizar la disposición de aparatos<br />
de escucha en domicilios o sedes sociales,<br />
que es lo que se ha propiciado en<br />
Alemania mediante una reforma de la<br />
Constitución. La CE contempla el levantamiento<br />
de la inviolabilidad domiciliaria<br />
en determinadas circunstancias y con resolución<br />
judicial (art. 18.2), pero no creo<br />
que consintiera un apoderamiento in toto<br />
y con carácter permanente del derecho a<br />
la intimidad de los espiados. En cambio,<br />
otro de los recursos clásicos del espionaje,<br />
el uso de agentes infiltrados, tiene desde<br />
1999 cobertura en nuestro derecho positivo<br />
(art. 282 bis, de la Ley de Enjuiciamiento<br />
Criminal) como instrumento policial<br />
en la lucha contra el narcotráfico. En<br />
el caso de los servicios de inteligencia, parece<br />
que también habría que cumplir lo<br />
que dicho artículo dispone en consonancia<br />
con la doctrina del TEDH: autorización<br />
judicial para el uso de la figura y<br />
prohibición de actividades susceptibles de<br />
incitar a la comisión de delitos.<br />
Conclusión<br />
Una acabada regulación legal de los servicios<br />
de inteligencia es el mejor parapeto<br />
frente a las manipulaciones y entredichos<br />
a que suele verse sometida la labor de<br />
ellos. La autoconfianza interna, alimentada<br />
regularmente a través de mecanismos<br />
plurales de control, y el alejamiento de los<br />
lugares centrales del espacio público, consecuencia<br />
de una legitimidad bien asentada,<br />
se muestran entonces como ventajas<br />
indiscutibles.<br />
Hace unos meses, en una de sus columnas<br />
del diario El País, denunciaba Herrero<br />
de Miñón, a propósito del conflicto<br />
suscitado por la celebración del Día de las<br />
Fuerzas Armadas en la ciudad de Barcelona,<br />
la absoluta falta de una “cultura de defensa”<br />
capaz de percibir cuáles son los riesgos<br />
que se ciernen sobre nosotros y cuáles<br />
las necesidades para atajarlos. Dicha carencia<br />
es, quizá, la causa, pero también la<br />
consecuencia, de haber llevado hasta extremos<br />
injustificados un principio de reserva<br />
que, tal y como hasta ahora se ha<br />
aplicado, no cuadra con las necesidades de<br />
información de una sociedad democrática.<br />
El grado de madurez que hayamos alcanzado<br />
desde este punto de vista es algo que<br />
el debate sobre la anunciada ley del Cesid<br />
debería poner a prueba. n<br />
Miguel Revenga es profesor titular de Derecho<br />
Constitucional. Autor de El imperio de la política y<br />
editor de Acceso judicial a la obtención de datos.<br />
34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Introducción<br />
Algunos afirman que las cárceles sobran.<br />
Institución en crisis o escuelas de delincuencia,<br />
señalan otros. Y casi todos coinciden<br />
en que la prisión no resuelve los<br />
problemas ni pacifica la sociedad. La realidad<br />
es que, hoy por hoy, ninguna sociedad<br />
puede prescindir de ella. Aunque, si<br />
bien esto es cierto, no lo es menos que<br />
existen indicios claros de que se pueden<br />
formular otras alternativas a las penas de<br />
prisión para un gran número de delincuentes.<br />
Nosotros disponemos de una ley que<br />
se puede considerar progresista. En su décimo<br />
aniversario yo realizaba un breve balance<br />
de dicha norma (El País, 24-1-<br />
1990), que, tomando como referente el<br />
marco constitucional, recogiendo las recomendaciones<br />
de las Naciones Unidas<br />
para el tratamiento de los presos y la doctrina<br />
internacional, configuró una ley más<br />
restrictiva que privativa de libertad. Sin<br />
embargo, una cosa es lo que se refleja en<br />
el papel y otra muy distinta su práctica. A<br />
pesar de eso, resaltábamos los cambios<br />
positivos que se estaban operando: a) la<br />
conversión de una estructura panóptica y<br />
filomilitar carcelaria en una institución<br />
piramidal cerrada pero que permite ciertos<br />
márgenes y consideraciones hacia los<br />
internos y que supuso una distensión y<br />
acercamiento en las relaciones funcionario-interno;<br />
b) el derecho del interno a la<br />
resocialización y la obligación de la Administración<br />
a proporcionársela. Con este<br />
fin, se le fue restando protagonismo al orden<br />
y la disciplina y orientándolos en<br />
función de las llamadas “actividades de<br />
tratamiento” (terapéuticas, formativas,<br />
deportivas, recreativas y culturales); c) la<br />
entrada y participación de organizaciones<br />
no gubernamentales (ONG), instituciones<br />
y voluntariado social proporcionó aire<br />
fresco a todo el colectivo prisión. Poco a<br />
poco fue calando la idea de que las perso-<br />
VEINTE AÑOS DE<br />
LEY PENITENCIARIA<br />
EMILIO MONTESERÍN<br />
nas presas no eran patrimonio del director<br />
y sus funcionarios, sino que pertenecían<br />
a toda la sociedad y necesitaban de la<br />
comprensión y ayuda de todos para facilitar<br />
su recuperación social; d) la introducción<br />
del juez de vigilancia penitenciaria<br />
para que vele por el cumplimiento de la<br />
normativa y defienda los derechos de los<br />
internos causó el correspondiente recelo y<br />
malestar entre el funcionariado. Actualmente,<br />
y aunque diariamente se producen<br />
criterios enfrentados, casi todos los profesionales<br />
penitenciarios tienen asumido<br />
que el poder judicial debe de actuar en este<br />
ámbito lo mismo que lo hace en cualquier<br />
otro.<br />
Después de 20 años de andadura se<br />
han puesto de manifiesto sus luces y sombras,<br />
cumplimientos e incumplimientos,<br />
contradicciones y perversidades. Éstas,<br />
porque todavía hay que lamentar denuncias<br />
de malos tratos 1 que considero se trata<br />
de hechos puntuales y concretos, pero<br />
no debería de producirse ninguno. La Ley<br />
Orgánica General Penitenciaria (LOGP)<br />
es clara y tajante, “ningún interno será sometido<br />
a malos tratos de palabra u obra”<br />
(art. 6). Y contradicciones, porque el Reglamento<br />
Penitenciario (RP) señala en<br />
1 Ver Ríos, J., y Cabrera, P. J.: Mil voces presas,<br />
págs. 104 y sigs. Universidad Pontificia de Comillas,<br />
Madrid, 1998. Estudio basado en testimonios de<br />
1.000 internos. El Informe del Defensor del Pueblo,<br />
págs. 109-112, Madrid, 1998. También algunas asociaciones<br />
han recogido denuncias de malos tratos. Por<br />
mi parte, no conozco casos concretos, pero sí he escuchado<br />
a internos que me merecen mucha confianza<br />
hechos de esa naturaleza.<br />
La Ley Orgánica General Penitenciaria fue aprobada<br />
por consenso de todas las fuerzas políticas el 26-<br />
9-1979, siendo director general de Instituciones Penitenciarias.<br />
Carlos García Valdés era el padre y artífice<br />
de dicho texto. Fue modificada ligeramente por Ley<br />
Orgánica 13/1995, de 18 de diciembre; el artículo 29,<br />
respecto a ampliación del permiso de mujeres trabajadoras<br />
embarazadas, y el artículo 38, referente al máximo<br />
de tres años de edad de los hijos que pueden vivir<br />
con sus madres en prisión.<br />
amplios artículos las formas de participación<br />
de los internos en la organización de<br />
actividades y desarrollo de la vida diaria<br />
del centro 2 . Sin embargo, hasta ahora se<br />
han quedado inéditos, obviamente porque<br />
la prisión ordinaria se configura intrínsecamente<br />
de forma piramidal y antidemocrática,<br />
que hace inviable cualquier<br />
discusión. Abolicionistas, retribucionistas,<br />
reformadores, juristas o penitenciaristas<br />
no dejan de analizar y expresar diferentes<br />
opiniones sobre la cárcel y sus consecuencias,<br />
necesidad y superación. A mi juicio,<br />
y como señala el profesor Beristain 3 , por<br />
un lado, es necesario profundizar en los<br />
mecanismos más asequibles, plausibles y<br />
humanos que ofrece nuestro sistema; y,<br />
por otro, poner en marcha otras medidas<br />
menos traumáticas que las penas de prisión.<br />
Desde esta perspectiva, intentaré realizar<br />
una pequeña reflexión desde la experiencia<br />
y aplicación de nuestra normativa<br />
penitenciaria de los últimos años. En<br />
consecuencia, nos centraremos en los<br />
avances, deficiencias, posibilidades y alternativas.<br />
Avances<br />
1. El juez de vigilancia penitenciaria<br />
Qué duda cabe que la creación de los juzgados<br />
de vigilancia penitenciaria constituyen<br />
un importante avance por la garantía,<br />
apoyo y defensa que vienen a prestar a todas<br />
las personas presas. Su competencia<br />
en todos los órdenes regimentales, trata-<br />
2 Artículos 55-61 del reglamento actual (Real<br />
Decreto de 9-2-1996). Este nuevo reglamento modifica<br />
al anterior (Real Decreto de 8-5-1981).<br />
3 Beristain, A.: ‘¿Derechos y deberes humano-fraternales<br />
en las prisiones?’, en La Ley, revista jurídica española,<br />
Madrid, 3 y 6-9-1999. En estos dos números<br />
el autor realiza un análisis de la situación de los presos<br />
de ETA y de las penas de prisión en general. Señala varias<br />
propuestas en su ya conocida línea humanista y subraya<br />
que las cárceles destruyen a las personas y urge<br />
convertirlas en centros de repersonalización.<br />
36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
mentales, clasificación y permisos, permite<br />
que este órgano decida teóricamente la<br />
suerte de los internos. Sin embargo, en<br />
la realidad no es así. La suerte de la mayoría<br />
de ellos la deciden las juntas de tratamiento<br />
de los centros, porque aunque<br />
muchos recurren sus decisiones muchas<br />
veces los jueces no estiman el recurso y<br />
otras tardan tanto tiempo en resolver que<br />
aunque les den la razón ya no les sirve.<br />
De modo que dependerá de la sensibilidad<br />
penitenciaria o judicial o de la suerte<br />
el que un interno salga antes o después a<br />
la calle. Pero todavía les queda otro recurso<br />
de apelación a la Audiencia Provincial,<br />
de cuya actuación en Madrid los internos<br />
se hallan muy satisfechos. En numerosas<br />
ocasiones este órgano judicial corrige criterios<br />
habituales de las juntas de tratamiento<br />
de los centros. Respecto a no proponer<br />
permiso en base a la lejanía de las<br />
tres cuartas partes de la condena, razona<br />
la sala que esto no constituye una motivación<br />
bien fundamentada, puesto que la<br />
ley señala que se podrán conceder permisos<br />
una vez cumplida la cuarta parte de la<br />
pena y no a las tres cuartas partes. Porque<br />
ese solo factor no debe impedir la iniciación<br />
de la preparación para la vida en libertad<br />
cuya finalidad persiguen las salidas<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
de permiso 4 . Ciertamente, en esta materia<br />
las juntas de tratamiento de los centros<br />
tienen la competencia de enviar las propuestas<br />
a los juzgados de vigilancia. Pero<br />
la dirección general interviene mediante<br />
circulares orientadoras de criterios que<br />
insta tener en cuenta a ese órgano colegiado.<br />
Así, en 1993 con los sucesos de las niñas<br />
de Alcàsser (Alicante) y otros casos similares<br />
que crearon gran alarma social 5 ,<br />
la dirección general remitió a los centros<br />
una circular en la que señalaba 10 variables<br />
de riesgo de quebrantamiento o de<br />
hacer mal uso de permiso. Posteriormente<br />
en otra circular de 1994 las amplió a 18:<br />
a) relacionadas con la persona: extranjería,<br />
trastorno psicopatológico, drogode-<br />
4 Auto 68/2000 de la Audiencia Provincial de<br />
Madrid, secc. 5ª. Esta resolución sigue la doctrina del<br />
Tribunal Constitucional, que en sentencia 112/1996,<br />
de 24 de junio, razona en este sentido.<br />
5 En enero de 1993 aparecieron los cuerpos sin<br />
vida y con signos de violación de las tres niñas desaparecidas<br />
dos meses antes. Los crímenes fueron atribuidos<br />
a delincuentes que no habían regresado de permiso.<br />
Tales sucesos produjeron gran impacto social y llenaron<br />
las primeras páginas de los medios, fueron<br />
objeto de debates y programas especiales durante meses<br />
y se continuó hablando durante años. Otros casos<br />
de violación y muerte se produjeron también en 1992<br />
en Valladolid, A Coruña y Burgos.<br />
pendencia, inestabilidad y marginalidad;<br />
b) relacionadas con la actividad delictiva:<br />
tipo delictivo, profesionalidad, reincidencia<br />
y repercusión social; c) trayectoria penitenciaria:<br />
quebrantamientos, haber estado<br />
en primer grado, lejanía de las tres<br />
cuartas partes de la condena, ausencia de<br />
permisos y menos de tres meses en el centro;<br />
d) referente al permiso en sí: falta de<br />
control externo, deficiencia convivencial,<br />
lejanía geográfica y presiones internas. La<br />
valoración de estas variables creó mucha<br />
controversia en las juntas de tratamiento.<br />
Pues algunas, como inestabilidad personal,<br />
reincidencia, drogodependencia, ausencia<br />
de permisos, etcétera, resultaban<br />
absurdas. Y si se tuviesen en cuenta todas<br />
y cada una de ellas no saldría prácticamente<br />
nadie. En un primer momento y<br />
según los centros, se realizaba el cálculo<br />
matemático del perfil de riesgo, que podría<br />
ser máximo, alto y medio. Se abandonó<br />
pronto esa medida cuantitativa; pero<br />
se había captado el mensaje y ahí permanecen<br />
esos criterios restrictivos que<br />
modelan la toma de decisiones de los profesionales<br />
penitenciarios.<br />
Sobre la clasificación en tercer grado,<br />
subraya la audiencia en varios autos, aludiendo<br />
al artículo 72.4 de la LOGP, que<br />
37
VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />
“en ningún caso se mantendrá a un interno<br />
en un grado inferior cuando por la<br />
evolución de su tratamiento se haga merecedor<br />
a su progresión”. De este modo,<br />
siempre que se cumplan las condiciones<br />
señaladas en dicha norma, la clasificación<br />
en tercer grado debe ser la norma y no la<br />
excepción. Con respecto a la concesión de<br />
la libertad condicional a enfermos muy<br />
graves con padecimientos incurables (art.<br />
104.4 del RP), merece destacarse un auto<br />
de dicha sala V 6 en el que, entre otros aspectos,<br />
subraya que el respeto a la vida y a<br />
la integridad física y moral y la prohibición<br />
constitucional de penas inhumanas<br />
pueden convertir tales sufrimientos “en<br />
una carga adicional al cumplimiento de la<br />
pena”. Por otro lado, se fundamenta en<br />
dicho auto que, si se pretende asegurar la<br />
dificultad para delinquir, se reducirá el<br />
beneficio de la libertad condicional al derecho<br />
a sobrevivir, agonizar y morir. Y<br />
añade que es preferible el riesgo de acordar<br />
la libertad condicional que el riesgo<br />
de estar sometiendo a una persona a una<br />
pena inhumana hasta la preagonía. En esta<br />
materia, las juntas de tratamiento de<br />
los centros sólo tienen la facultad de proponer,<br />
por lo que la clasificación en tercer<br />
grado y como consecuencia la libertad<br />
condicional debe de pasar antes por la dirección<br />
general, quien decide, muchas veces,<br />
en función de criterios de oportunidad<br />
o coyuntura política.<br />
Pero los jueces de vigilancia también<br />
han necesitado de un rodaje para creerse<br />
realmente sus funciones. En los 10 primeros<br />
años de actuación se aprecia claramente<br />
cómo estimaban muy pocos recursos<br />
de los internos, apenas visitaban los<br />
centros o prestaban atención a sus problemas<br />
7 . Poco a poco esto fue cambiando,<br />
probablemente estimulados por los recursos<br />
de apelación que los afectados interponían<br />
una y otra vez ante los tribunales<br />
superiores. Actualmente, la mayoría de<br />
jueces y fiscales visitan con frecuencia los<br />
centros, atienden, escuchan y conocen directamente<br />
a los internos y a sus familiares.<br />
De esta forma, tienen una mayor información<br />
para poder fundamentar mejor<br />
sus decisiones. Por otra parte, los jueces<br />
de vigilancia han cobrado mayor inde-<br />
6 Respecto al tercer grado, Auto de 18-3-1999; y<br />
respecto a la libertad condicional por enfermedad<br />
muy grave e incurable, Auto de 16-1-1998 de la Audiencia<br />
Provincial de Madrid, secc. 5ª.<br />
7 Hubo alguna juez de vigilancia que quiso entrevistarse<br />
con los internos a través de los locutorios (cristales),<br />
a lo que muchos se opusieron, y tuvo que rectificar<br />
su criterio y acceder a las entrevistas cara a cara.<br />
pendencia para valorar sus resoluciones<br />
respecto a la clasificación en tercer grado<br />
y la libertad condicional. Pues, se señala<br />
en el artículo 90.1 del nuevo Código Penal<br />
(CP), podrá concederse a aquellos que<br />
“exista respecto de los mismos un pronóstico<br />
individualizado favorable de reinserción<br />
social, emitido por los expertos que<br />
el juez estime convenientes”. Por consiguiente,<br />
este órgano puede tener en cuenta<br />
los informes de los profesionales penitenciarios,<br />
o bien, fundamentarse en los<br />
emitidos por otros especialistas.<br />
2. La participación social en las penas<br />
privativas de libertad<br />
La LOGP señala, en su título III, referente<br />
al tratamiento, que se fomente la participación<br />
de los internos en la programación<br />
de las actividades y que se recabe la<br />
colaboración ciudadana con el fin de lograr<br />
la recuperación social de los penados.<br />
Pues bien, mientras la formación de las<br />
comisiones de internos está resultando un<br />
verdadero fracaso, a mi entender por las<br />
razones ya señaladas de la estructuración<br />
piramidal y antidemocrática de la prisión<br />
que las hacen inviables, sin embargo admite<br />
cierta permeabilidad la participación<br />
de la sociedad en la ejecución de estas penas.<br />
Actualmente son más de 44 asociaciones<br />
las que trabajan o colaboran de<br />
una u otra forma en este medio, habiendo<br />
centros que cuentan con la colaboración<br />
de varias asociaciones y varias asociaciones<br />
que actúan en diferentes centros como<br />
Proyecto Hombre, que tiene presencia<br />
en 34 centros 8 .<br />
En el siguiente cuadro podemos comprobar<br />
las actuaciones que algunas ONG<br />
desarrollan tanto en los centros penitenciarios<br />
como en los barrios de nuestras<br />
ciudades 9 .<br />
Entre las asociaciones que intervienen<br />
en el resto de España debemos destacar:<br />
Proyecto Hombre, que desarrolla comunidades<br />
terapéuticas para drogodependientes<br />
y programas intrapenitenciarios de<br />
motivación para la rehabilitación, con<br />
1.024 y 872 beneficiarios, respectivamente,<br />
en 1999; Institut de Reinserció Social<br />
(IRES) de Barcelona, que viene desarrollando<br />
sus actividades en el medio delincuencial<br />
desde 1974; Nuevo Futuro y<br />
Cruz Roja llevan a cabo su trabajo en dife-<br />
8 Dirección General de Instituciones Penitenciarias<br />
(DGIP), Informe general 1998, págs. 131 y 132.<br />
9 Datos facilitados por responsables de las asociaciones<br />
y correspondientes a 31-12-1999. Otra fuente<br />
de datos corresponde a la DGIP, Informe general<br />
1998, págs. 35 y 36, 131 y 132.<br />
rentes ciudades; FENPROP en Valladolid;<br />
y la Generalitat Valenciana y el Gobierno<br />
vasco en sus respectivas comunidades.<br />
En el cuadro anterior se puede observar<br />
determinadas instituciones públicas<br />
que se ocupan de la reinserción de estas<br />
personas. Pero es, sobre todo, la participación<br />
de las ONG la que se está convirtiendo<br />
en un esperanzado hecho relevante,<br />
del que, a mi entender, se deben subrayar<br />
los siguientes aspectos:<br />
a) La acogida y atención de enfermos<br />
graves e incurables supone una actuación<br />
imprescindible para que muchas de estas<br />
personas puedan vivir la última etapa de<br />
su vida fuera de la cárcel: en compañía<br />
del personal voluntario o profesional recuperan<br />
la dignidad y pueden disfrutar<br />
del aprecio, afecto y cariño que la mayoría<br />
de ellos nunca tuvieron.<br />
b) Aproximadamente un 20% de internos<br />
que salen de permiso pueden disfrutarlo<br />
gracias a la acogida que les proporcionan<br />
estas asociaciones. Esta tutela<br />
resulta vital respecto a los internos extranjeros,<br />
cuyo colectivo representa un 17%<br />
de la población reclusa. Casi todos carecen<br />
de familia, amigos o dinero y se vieron<br />
empujados a delinquir (tráfico de<br />
drogas) por la situación de pobreza que<br />
vivían en su país iberoamericano o africano<br />
10 y muchos han arriesgado su vida<br />
portando la cocaína en el estómago (boleros).<br />
c) Algunas asociaciones realizan su colaboración<br />
con niños menores desarrollando<br />
actividades intrapenitenciarias,<br />
efectuando salidas terapéuticas o viajando<br />
con ellos cuando a sus madres les trasladan<br />
de centro. Indudablemente esto constituye<br />
una ayuda inestimable para paliar<br />
los sufrimientos, a veces traumáticos para<br />
estos seres inocentes.<br />
d) Según datos de las propias asociaciones,<br />
suman alrededor de 3.000 los voluntarios<br />
sociales y profesionales que intra o extrapenitenciariamente,<br />
de una u otra for-<br />
10 Según datos de la DGIP (30-6-1999), la población<br />
reclusa ascendía a 45.650 internos, el número<br />
de extranjeros en las prisiones españolas representaba<br />
el 17%, el grupo más numeroso correspondía a los<br />
marroquíes (2.142), seguido de los colombianos<br />
(1.234). Sobre este colectivo, véase Monteserín Fernández,<br />
E. (1995), que en un trabajo-tesis doctoral<br />
‘Los correos de la cocaína’, Facultad de Sociología<br />
Universidad Complutense de Madrid, se comprobó<br />
que casi todos los colombianos que venían a España<br />
por primera vez eran detenidos en el aeropuerto de<br />
Barajas y el 35% portaban la droga en bolas introducidas<br />
en el estómago. Este grupo de camellos colombianos,<br />
entre los que se encontraba un 23% de mujeres,<br />
representaba tanto como el resto de países iberoamericanos.<br />
38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
ma, actúan sobre este colectivo tanto en<br />
reinserción como en prevención. Así pues,<br />
no nos encontramos ante una elogiable colaboración<br />
testimonial o voluntarista de<br />
unos pocos sino que se está configurando<br />
un movimiento humanizador, dinamizador<br />
y alternativo a las penas de prisión. Esta<br />
mayor implicación de la sociedad en la resocialización<br />
de personas en prisión parece<br />
responder a una creciente conciencia social<br />
de que los delitos son la consecuencia de<br />
problemas que se originan en la sociedad y<br />
deben ser resueltos por ella. Por eso, en mi<br />
opinión, éste constituye el avance penitenciario<br />
más importante desde que entró en<br />
vigor la LOGP. Solamente advertimos un<br />
peligro: que, poco a poco, estos colectivos<br />
sociales se conviertan en empresas privadas<br />
cuyo móvil lo constituya el ánimo de lucro,<br />
en una tendencia privatizadora de las cárceles<br />
al puro estilo norteamericano y perdiendo<br />
así ese carácter crítico y de servicio social<br />
que ahora mantienen.<br />
Deficiencias<br />
Sin pretender hacer demagogia, que resultaría<br />
bastante fácil en un tema como éste,<br />
ni entrar a valorar lo ineficiente o absurdo<br />
que resulta la prisión, nos centraremos en<br />
las mayores deficiencias que hemos obser-<br />
vado durante el desarrollo de la ley y que<br />
con una mayor voluntad serían superadas.<br />
Nos referimos a los traslados, los enfermos<br />
de sida, los internos clasificados en primer<br />
grado, retroceso de las clasificaciones en<br />
tercer grado, el predominio del régimen<br />
sobre el tratamiento, la deficiencia en el<br />
tratamiento de toxicómanos en prisión,<br />
jóvenes en la cárcel en estado puro, la falta<br />
y explotación en el trabajo productivo, los<br />
nuevos centros como segregación social y<br />
la deficiencia de profesionales.<br />
1. Los traslados<br />
La forma de llevar a cabo el traslado de internos<br />
de una prisión a otra ha sido materia<br />
de reiteradas quejas ante los juzgados de vigilancia<br />
y otras instancias. Manuela Carmena,<br />
siendo juez de vigilancia en 1989, dictó<br />
varias normas con las condiciones que deberían<br />
reunir los autobuses que efectuaban<br />
tales traslados. Diez años después esas condiciones<br />
apenas han mejorado. Las rutas,<br />
aunque no sean de larga distancia, continúan<br />
prolongándose durante semanas con paradas<br />
temporales en diferentes centros recogiendo<br />
y dejando internos. Esto hace que,<br />
al margen de las deficientes condiciones<br />
materiales, los internos se sientan muy perjudicados,<br />
porque muchas veces sus fami-<br />
EMILIO MONTESERÍN<br />
ASOCIACIONES CUMPLIMIENTO ACOGIDA PROGRAMAS DE PROGRAMAS<br />
MÁS IMPORTANTES EN UNIDADES EN PERMISO INSERCIÓN EN DE ACTIVIDADES EN<br />
QUE ACTÚAN EN LA DEPENDIENTES BARRIOS Y/O LOS CENTROS<br />
COMUNIDAD O EXTRAPENITENCIARIAS TUTELA DE LIBERADOS<br />
DE MADRID CONDICIONALES<br />
HORIZONTES ABIERTOS Dos pisos Tres pisos Un piso de madres con Diariamente, en<br />
Plazas: 16 Plazas: 27 hijos menores programas específicos<br />
Plazas: 9 Semanalmente, grupos<br />
Tres pisos de liberados de voluntarios en<br />
condicionales enfermos incurables programas de apoyo<br />
Plazas: 30<br />
PUNTO OMEGA Tres pisos Un piso Programas de: Diariamente, en<br />
Plazas: 24 Plazas: 8 – formación profesional programas específicos<br />
– ayuda a drogodependientes, de ayuda a<br />
enfermos de sida y sus familias delincuentes drogadictos<br />
– Escuela de Formación Social Semanalmente, grupos<br />
de voluntarios en<br />
programas de apoyo<br />
MARILLAC Un piso Dos pisos Programas de: Diariamente, en<br />
Plazas: 10 Plazas: 12 – prevención infantil programas específicos<br />
(talleres de formación para Semanalmente, grupos<br />
madres y niños) de voluntarios en<br />
– talleres de inserción programas de apoyo<br />
para terceros grados<br />
y liberados condicionales<br />
– dos pisos de apoyo<br />
a liberados condicionales<br />
ASOCIACIÓN CRISTIANA Dos pisos Visitas a familiares Semanalmente, grupos<br />
DE AYUDA A Plazas: 17 Atención y apoyo de voluntarios en<br />
LOS PRESOS (ACAP) puntual a niños de programas de apoyo<br />
madres encarceladas<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
liares no saben dónde se encuentran ni, a<br />
veces, tampoco las autoridades penitenciarias<br />
cuando lo demandan las judiciales. Pero<br />
más grave resulta que, debido a las condiciones<br />
inhumanas y degradantes de esos<br />
traslados, se producen hechos tan tristes y<br />
lamentables como lo ocurrido a una mujer<br />
de 65 años, que falleció, al parecer, por el<br />
agravamiento de su enfermedad al ser trasladada<br />
en las bodegas de un barco y furgón<br />
de la Guardia Civil desde Tenerife a<br />
Ávila 11 .<br />
2. Los enfermos de sida<br />
El que se haya producido en los últimos<br />
años un mayor control de esta enfermedad<br />
se ha reflejado también en una disminución<br />
de los fallecidos en prisión. Pero, desde<br />
1989 a 1995 fallecieron por esta causa<br />
1.233 internos 12 , si bien eran excarcelados<br />
unos días o semanas antes con el fin de<br />
que estadísticamente no figurasen muertos<br />
en prisión. En 1995 se produjo el punto<br />
11 Ríos, J.: abogado, profesor y coautor de Mil<br />
voces presas, efectuó la denuncia de este caso ocurrido<br />
el 14-9-1999, después de tres semanas de penoso y asfixiante<br />
viaje. Ver, El Mundo, 19-1-2000.<br />
12 Informe del Defensor del Pueblo 1988-1996,<br />
págs. 118-124. DGIP, Informe general 1998, págs.<br />
39
VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />
de inflexión, y a partir de entonces la cifra<br />
comenzó a descender, habiéndose producido<br />
51 muertes en 1999. Lo que sí se continúa<br />
observando es que las juntas de tratamiento<br />
suelen restar importancia a los informes<br />
médicos y valorar detenidamente la<br />
dificultad para delinquir y la peligrosidad<br />
social que presenta el interno cuando se estudian<br />
estos casos de progresión a tercer<br />
grado y concesión de la libertad condicional<br />
(art. 104.4 y 196.2 del RP). Sin embargo,<br />
la Sentencia 48/1996 del Tribunal<br />
Constitucional señala sobre esta cuestión<br />
que “no es la situación de terminalidad o<br />
no del interno gravemente enfermo lo<br />
que debe valorarse principalmente, sino que<br />
se debe ponderar en qué medida el mantenimiento<br />
de su estancia en prisión es causa<br />
de agravamiento de los padecimientos y<br />
riesgo de pérdida de vida”. Por lo que estos<br />
criterios de la más alta magistratura judicial<br />
se corresponden muy poco con los<br />
predominantes en la Administración penitenciaria.<br />
Fundamentándose en éstos o parecidos<br />
razonamientos la Audiencia Provincial<br />
de Madrid ha excarcelado a varios<br />
internos, como ya hemos visto.<br />
3. Los internos<br />
clasificados en primer grado<br />
Ciertamente hay que señalar que el número<br />
de internos clasificados en este grado<br />
de tratamiento ha disminuido considerablemente<br />
en la última década, pasando<br />
de un 4,9% en 1990 a un 2,4% en<br />
1999, lo cual constituye un hecho positivo<br />
13 . Pero para esos aproximadamente<br />
700 internos que se hallan en esa situación<br />
la cárcel produce en ellos unos efectos<br />
ineludiblemente perniciosos y destructores<br />
de su personalidad. Según se señala<br />
en el estudio realizado por J. Ríos y<br />
P. J. Cabrera (1998), la mayor parte de los<br />
que han pasado por esta situación afirman<br />
que han sido maltratados física o<br />
psicológicamente, sufrieron cacheos con<br />
desnudo integral, vejatorios y humillantes,<br />
no disfrutaron de las tres o cuatro horas<br />
de patio que contempla el RP y con<br />
frecuencia se autolesionan y suicidan.<br />
Con este triste panorama, y aunque no<br />
conozco de forma muy precisa la situación<br />
pero sí testimonios directos que corroboran<br />
una situación similar, no cabe<br />
115 y sigs. Igualmente, sobre este problema se puede<br />
consultar las manifestaciones de los internos, en Ríos,<br />
J., y Cabrera, P. J. (1998), op. cit., págs. 190 y sigs.<br />
13 Datos de la DGIP (31-12-1999). Información<br />
más amplia en Informe general 1998, págs. 24-29. Y<br />
Ríos, J., y Cabrera, P. J., op. cit., págs. 55-70 y 95-112,<br />
1998.<br />
duda de que el régimen de primer grado<br />
propicia la vulneración del respeto a la<br />
dignidad que posee toda persona, aunque<br />
se halle presa, facilita el abuso de la autoridad<br />
y favorece la impunidad. Aquí la<br />
cárcel manifiesta su verdadero ser: control<br />
y dominio total del sujeto y ausencia del<br />
mínimo programa de tratamiento.<br />
4. Retroceso de las clasificaciones<br />
en tercer grado<br />
Si resaltábamos cómo se había producido<br />
un descenso en las clasificaciones en primer<br />
grado, resulta menos satisfactorio<br />
comprobar un claro retroceso de las clasificaciones<br />
en tercer grado. Pues en esos mismos<br />
datos se refleja que en 1990 se había<br />
clasificado en este grado de tratamiento un<br />
16,9% y en 1999 un 11,9%. Este 5% menos<br />
puede no suponer mucho en términos<br />
absolutos, pero sí representa un síntoma<br />
inequívoco de una tendencia regresiva en<br />
materia de tratamiento. Otros datos que<br />
confirman esa política penitenciaria claramente<br />
punitiva quedan reflejados en la<br />
Comunidad de Madrid, que alberga en<br />
torno a 6.500 internos en siete centros; se<br />
construyeron cuatro en los últimos años y<br />
solamente dispone de uno con 300 plazas<br />
para penados en tercer grado. Madrid IV,<br />
un centro con 1.000 internos penados en<br />
segundo grado, no dispone siquiera de un<br />
departamento para ese régimen de semilibertad.<br />
Sin embargo, en la década de los<br />
ochenta se había mantenido y aún producido<br />
un ligero crecimiento. Lo que se aprecia<br />
es que, desde hace varios años, la mayor<br />
preocupación de los directivos penitenciarios<br />
se centra en la política de dispersión<br />
de internos de ETA y la construcción de<br />
nuevos centros, mientras el tratamiento<br />
cae en despreocupación y retroceso. Y no<br />
se observa que con la entrada en vigor del<br />
nuevo RP, que teóricamente refuerza la importancia<br />
del área de tratamiento sobre la<br />
de régimen, se refleje cambio alguno.<br />
5. Predominio del régimen sobre<br />
el tratamiento<br />
A pesar de que la LOGP señala de manera<br />
40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
expresa en su artículo 71 que la finalidad<br />
del régimen en los centros de cumplimiento<br />
consiste en “lograr el ambiente adecuado<br />
para el éxito del tratamiento; en consecuencia,<br />
las funciones regimentales deben<br />
ser consideradas como medios y no como<br />
finalidades en sí mismas”, la realidad resulta<br />
otra. Con demasiada frecuencia se afirma<br />
que no se pueden realizar actividades<br />
de tratamiento por falta de funcionarios de<br />
vigilancia que las acompañen. O, lo que es<br />
lo mismo, se prima la seguridad estática<br />
sobre la seguridad dinámica 14 . Funcionarios<br />
de vigilancia asignan y quitan destinos<br />
de actividades remuneradas cuando esas<br />
funciones corresponden a las juntas de tratamiento.<br />
Y más incomprensible aún resulta<br />
que la comisión disciplinar sancione a<br />
un interno por regresar dos horas tarde de<br />
permiso señalando que cometió falta grave<br />
por “desobediencia”, cuando, en mi opinión,<br />
debe considerarse incumplimiento<br />
de un deber de una medida tratamental<br />
como es un permiso. En general, se puede<br />
afirmar que todas y cada una de las actuaciones<br />
que se producen en prisión ordinaria<br />
y que revisten ciertas dudas siempre se<br />
resuelven con predominio de la autoridad<br />
disciplinar.<br />
6. El tratamiento<br />
de toxicómanos en prisión<br />
Si el tratamiento en prisión del delincuente<br />
en general resulta muy difícil, mucho<br />
más lo es si se trata de un delincuente drogadicto.<br />
El mismo legislador así lo reconoce<br />
al establecer que no entrarán en prisión<br />
aquellos que hubiesen delinquido a causa<br />
de su drogodependencia, se encuentren en<br />
tratamiento de rehabilitación o se comprometan<br />
a hacerlo y se considere que su entrada<br />
frustraría los fines de prevención y<br />
reinserción social 15 . En este sentido se ha<br />
pronunciado el Tribunal Supremo en sentencia<br />
de fecha 11-4-2000, señalando que<br />
al delincuente funcional, merecedor de un<br />
menor reproche social por incurso en una<br />
situación de responsabilidad atenuada, deberían<br />
aplicársele las medidas de seguridad<br />
y no la prisión. Todo ello nos sitúa en una<br />
clara contradicción con las presuntas funciones<br />
resocializadoras de las penas de prisión<br />
recogidas en nuestra Constitución<br />
(art. 25.2). Así pues, la intervención-trata-<br />
14 Redondo, S.: Evaluar e intervenir en las prisiones,<br />
pág. 38. PPU, Universidad de Barcelona, 1993.<br />
15 CP artículos 20.2, 21 y 87. Carmena, M.:<br />
Crónica de un desorden, págs. 80-89. Alianza, Madrid,<br />
1997. Reflexiona la autora sobre lo absurdo e inutilidad<br />
de las penas de prisión en general y para los delincuentes<br />
drogadictos en particular.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
miento en prisión sobre el delincuente<br />
drogadicto a lo más que puede llegar es a<br />
prestar una ayuda paliativa. En todo caso,<br />
si deben permanecer un tiempo en la cárcel,<br />
porque así se les impone, lo que necesitan<br />
son programas específicos que<br />
contemplen terapia individual, grupal y<br />
ocupacional, educación para la salud, prevención<br />
de recaídas, etcétera. Pero apenas<br />
existen. Sí cuentan casi todos los centros<br />
con un grupo de ayuda al drogodependiente<br />
(GAD), compuesto por varios profesionales,<br />
en los que se les proporciona información<br />
sobre la drogodependencia, los<br />
recursos, la salud, las salidas alternativas, y,<br />
sobre todo, se les invita a introducirse en el<br />
programa de metadona. Mediante este recurso,<br />
que utilizan un alto número de internos<br />
16 , éstos controlan más o menos y<br />
temporalmente su problema, pero ese tratamiento<br />
no va acompañado de un seguimiento<br />
de ayuda terapéutica y cobertura<br />
de otras carencias con el objetivo de lograr<br />
la deshabituación y recuperación social. En<br />
resumen, con más profesionales, más programas<br />
específicos, más voluntad y confianza<br />
en la capacidad de cambio de las<br />
personas afectadas, se podría mejorar sustancialmente<br />
esta problemática.<br />
7. Jóvenes en la cárcel en estado puro<br />
El nuevo RP señala entre las formas especiales<br />
de ejecución las que se deben llevar a<br />
cabo con jóvenes menores de 21 años. Sus<br />
artículos 173-177 afirman, entre otras cosas,<br />
que la actuación sobre los jóvenes se<br />
realizará en unas condiciones arquitectónicas<br />
y ambientales de forma que les permita<br />
desarrollar actividades y programas de tratamiento<br />
de acuerdo a sus necesidades. Se<br />
habla de educación básica, formación laboral,<br />
formación para el ocio y la cultura,<br />
programas de educación física y deporte,<br />
programas de intervención en drogodependencias<br />
y de carácter psicosocial,<br />
etcétera. Poco o nada de esto se ha realizado.<br />
Ciertamente, se eliminaron muchos<br />
departamentos juveniles de diferentes prisiones<br />
y se crearon nuevos centros como<br />
Monterroso (Lugo), Cáceres II, Valencia<br />
y Madrid. Sin embargo, por distintas causas<br />
no podemos señalar ningún centro en<br />
el que se cumplan los principios indicados<br />
por el Consejo de Europa y que inspiraron<br />
los contenidos de nuestra reglamentación.<br />
Por el contrario, en Madrid<br />
16 Según datos de la DGIP, Informe general<br />
1998, pág. 137, durante 1998 habían recibido tratamiento<br />
con metadona 16.283 internos, de los que el<br />
40% había comenzado el tratamiento en prisión.<br />
EMILIO MONTESERÍN<br />
abandonaron el centro más moderno y<br />
escaparate para exhibir a visitantes penitenciarios,<br />
conocido como “Alcalá piscinas”<br />
(primer centro que disponía de este<br />
medio para refrescarse en verano), y pasaron<br />
a ocupar dos departamentos de Madrid<br />
II, donde la falta de espacio y toda la<br />
configuración arquitectónica les impide<br />
desarrollar con normalidad actividades<br />
deportivas, recreativas, terapéuticas e incluso<br />
de educación general básica, a pesar<br />
del esfuerzo de sus profesionales.<br />
Esta situación deberá cambiar para algunos<br />
con la reciente entrada en vigor de la<br />
Ley Penal del Menor, que eleva de 16 a 18<br />
años la edad penal y contempla para estos<br />
menores el internamiento en centros no<br />
penitenciarios de régimen cerrado, semiabierto<br />
y abierto, según la clase de delito.<br />
8. Precarización del trabajo productivo<br />
La LOGP considera en su artículo 26 el<br />
trabajo como un derecho y un deber del interno<br />
y un elemento fundamental de su<br />
tratamiento. La realidad es que el trabajo<br />
remunerado en prisión se ha convertido<br />
desde hace tiempo en un bien muy escaso<br />
que todos quisieran tener. Con excepción<br />
de algún centro, sólo trabaja un 20% aproximadamente.<br />
Los talleres productivos más<br />
abundantes están constituidos por manipulados<br />
de carácter temporal. El carácter monótono,<br />
carente de creatividad y escasa remuneración<br />
económica, convierte la tarea<br />
en un trabajo muy poco estimulante, precario<br />
y explotador. Sirva como ejemplo el<br />
que un interno construyendo carpetas, cajas<br />
o perchas durante siete horas no suele<br />
alcanzar las 2.000 pesetas. Y si nos fijamos<br />
en ciertos servicios de los centros que últimamente<br />
la Administración penitenciaria<br />
ha convertido en tareas remuneradas, tampoco<br />
ningún puesto alcanza el salario mínimo<br />
interprofesional, a pesar de que muchos<br />
trabajan ocho horas diarias y descansan un<br />
solo día semanal. Y ocurre esto aunque sus<br />
derechos como trabajadores están reconocidos<br />
en la Constitución y el Estatuto de los<br />
Trabajadores 17 . Sin embargo, los internos<br />
aprecian y desean este tipo de trabajos. ¿Por<br />
qué? Sencillamente necesitan pasar-matar el<br />
tiempo, evadirse o “robarle horas al juez”.<br />
Porque necesitan ganar algún dinero para<br />
gastos personales y si pueden enviar un po-<br />
17 La Constitución, en su artículo 25.2, además<br />
del tan comentado derecho a la reeducación y reinserción,<br />
señala que, “el condenado a pena de prisión…<br />
tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios<br />
correspondientes de la Seguridad Social”. El Estatuto<br />
de los Trabajadores, texto refundido de Real<br />
Decreto 1/1995, de 24 de marzo, artículo 2-1.c, con-<br />
41
VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />
co a su familia. Y porque, aunque no resulte<br />
creativo, formativo ni productivo, sí experimentan<br />
una tranquilizante ergoterapia.<br />
9. Los nuevos centros como<br />
segregación social<br />
Si realmente pretendiésemos la recuperación<br />
social de las personas afectadas mediante<br />
el cumplimiento de estas penas<br />
asignaríamos a la ubicación de los centros<br />
un papel fundamental. Pero se practica un<br />
discurso segregador, selectivamente definido<br />
por todo el entramado penal y que han<br />
puesto de relieve las teorías criminológicas<br />
del labelling approach, conflicto social o<br />
criminología crítica. La política de sustituir<br />
los vetustos centros urbanos por grandes<br />
centros modernos emprendida en el<br />
periodo de Antoni Asunción (1988-1992)<br />
resultaba necesaria, pues se trataba de crear<br />
más y mejores plazas para hacer frente a la<br />
masificación que sufrían los centros. Lo<br />
que resulta incomprensible es que se ubicasen<br />
casi todos a más de 30 kilómetros<br />
de las ciudades, en un páramo y sin apenas<br />
acceso con transporte público. Esto<br />
constituye una seria dificultad para las familias<br />
de los internos y para ellos mismos<br />
cuando salen y reingresan de permiso; para<br />
los abogados, funcionarios judiciales y<br />
trabajadores penitenciarios; y, sobre todo,<br />
para el personal voluntario que de forma<br />
gratuita y solidaria desea dedicar un poco<br />
de su tiempo a promover vínculos de<br />
unión social con este colectivo. Este diseño<br />
de centros grandes y alejados sin régimen<br />
abierto constituye un segregador aislante<br />
social e incumple la LOGP, que atribuye<br />
a la ubicación de los centros la<br />
función de evitar el desarraigo social de<br />
los penados.<br />
10. La deficiencia de profesionales<br />
Una observación general sobre la ratio<br />
profesional/interno refleja que a cada profesional<br />
le corresponde, aproximadamente,<br />
atender al siguiente número de internos:<br />
Profesional Nº de internos<br />
Jurista ..............................................350<br />
Psicólogo .........................................250<br />
Educador .........................................100<br />
Trabajador social..............................125<br />
Monitor (deportivo-ocupacional) ......400<br />
Maestro de EGB ..............................125<br />
Funcionario de vigilancia ..................40<br />
sidera el trabajo penitenciario como “relación laboral<br />
especial”, que afecta a causar baja, etcétera, pero no a<br />
los derechos básicos de los trabajadores.<br />
Si tenemos en cuenta que la mayoría<br />
de los internos son personas carenciales<br />
que necesitan reaprender autoconocimiento,<br />
autoestima, autocontrol, valores<br />
humanos, habilidades sociales, educación<br />
básica, formación laboral, etcétera, resulta<br />
evidente que nos hallamos muy deficitarios,<br />
al menos, en psicólogos, educadores,<br />
trabajadores sociales y monitores, profesionales<br />
de la conducta más necesarios para<br />
recomponer en los internos su desestructuración<br />
personal, familiar y social. A<br />
esta deficiencia en cantidad, me atrevería<br />
añadir calidad; y no porque adolezcamos<br />
de competencia profesional los que trabajamos<br />
en este campo: hay de todo, como<br />
en cualquier otro. El problema radica, en<br />
mi opinión, en la falta de preparación para<br />
la intervención en contexto penitenciario.<br />
Señala Valverde (1991) que los tres<br />
elementos básicos para esta intervención<br />
deben ser: educador-terapeuta, paciente y<br />
contexto 18 . Siendo éste anormalizador, el<br />
paciente inadaptado responde como lo<br />
demanda su entorno. Por tanto, el educador<br />
debe ser capaz de empatizar con el<br />
inadaptado para poder comprender, explicar<br />
y orientar la intervención y sus posibilidades<br />
de éxito. Para este autor, el delito<br />
no constituye el elemento esencial del<br />
diagnóstico. Lo más importante son los<br />
procesos conductuales desarrollados, no el<br />
acto concreto del delito, que tiene su importancia<br />
a la hora de realizar un diagnóstico<br />
e intervención pero a otros niveles.<br />
Lo que se produce en los equipos de tratamiento<br />
de nuestros centros se le parece<br />
poco. En los análisis de los casos para su<br />
valoración tratamental suele predominar<br />
la opinión del jurista recordando los hechos<br />
delictivos y determinando el resultado<br />
del acuerdo. Mientras, no se tienen en<br />
cuenta los elementos precursores de un<br />
determinado comportamiento y los profesionales<br />
de la conducta que debieran estudiar<br />
los porqués y establecer los programas<br />
de intervención asumen muy a menudo<br />
un papel secundario.<br />
Posibilidades<br />
No se pueden negar las muchas posibilidades<br />
que ofrece nuestro sistema. Sólo me<br />
voy a referir, por una parte, a las indicadas<br />
en el nuevo RP (1996), que dedica el<br />
título VII a las formas especiales de ejecución;<br />
entre ellas, los centros de inserción<br />
social (CIS), unidades extrapenitenciarias,<br />
unidades dependientes y unidades de ma-<br />
18 Valverde, J.: La cárcel y sus consecuencias, págs.<br />
145 y sigs., Popular, Madrid, 1991.<br />
dres con niños menores. Y, por otra, las<br />
recogidas en el nuevo CP (1995), que en<br />
su exposición de motivos considera que el<br />
nuevo sistema de penas permitirá alcanzar<br />
“los objetivos de resocialización que la<br />
Constitución le asigna”. Aunque esta afirmación<br />
resulta algo pretenciosa, sí merecen<br />
destacarse algunas medidas penales<br />
como arrestos fin de semana, trabajos en<br />
beneficio de la comunidad, suspensión y<br />
sustitución de la pena, que indudablemente<br />
representan un avance con respecto<br />
al CP anterior.<br />
1. Los CIS<br />
Los principios que inspiran y los objetivos<br />
que persiguen los centros de inserción<br />
social (CIS) quedarían resumidos en: escasas<br />
medidas de control, autorresponsabilidad,<br />
normalización, prevención de la<br />
desestructuración familiar y social, y coordinación<br />
con instituciones y colectivos<br />
que trabajan en la reinserción de estas<br />
personas. Este método de régimen abierto<br />
o tercer grado de tratamiento intenta<br />
conseguir la finalidad asignada por mandato<br />
constitucional a las penas privativas<br />
de libertad. Ofrece una menor reincidencia<br />
y un menor coste económico y social<br />
porque al penado se le aparta pero no se<br />
le aísla de la sociedad. Si esto es así, ¿por<br />
qué no se desarrolla más? A numerosos<br />
delincuentes drogadictos, primarios, ocasionales<br />
o que han demostrado su cambio<br />
de conducta durante varios años, les correspondería<br />
justamente este tratamiento.<br />
2. Unidades extrapenitenciarias<br />
y dependientes<br />
Con esta modalidad de tercer grado el<br />
nuevo RP viene a cubrir una deficiencia<br />
del reglamento anterior 19 y a desarrollar lo<br />
que establece la LOGP sobre la conveniencia<br />
de “solicitar la colaboración de los<br />
ciudadanos, instituciones o asociaciones<br />
públicas o privadas ocupadas en la resocialización<br />
de los reclusos”. La irrupción de<br />
las drogodependencias en el mundo delincuencial<br />
originó la necesidad de la actuación<br />
de muchos colectivos sociales para<br />
hacer frente a este problema desde un horizonte<br />
que no fuese meramente punitivo.<br />
Así, se fueron desarrollando un buen número<br />
de comunidades terapéuticas con<br />
cientos de beneficiarios en proceso de deshabituación<br />
de drogas. Sin embargo, si te-<br />
19 El reglamento anterior se refería al tercer grado<br />
en los artículos 45 y 43; solamente en éste, in fine,<br />
se refería a la posibilidad de colaboración de asociaciones<br />
o instituciones. Sin embargo, el reglamento actual<br />
dedica a este tema varios capítulos.<br />
42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
nemos en cuenta que aproximadamente el<br />
50% de la población reclusa tiene problemas<br />
de toxicomanías 20 y solamente el<br />
12% está clasificado en tercer grado, comprobaremos<br />
lo lejos que nos encontramos<br />
de tratar al delincuente drogadicto como<br />
necesita. Con la mencionada sentencia del<br />
Tribunal Supremo de 11-4-2000, varios<br />
grupos sociales sensibilizados en el tema<br />
demandaron un cambio de rumbo. Lo<br />
que se puede afirmar es que disponemos<br />
de suficientes medios legales pero falta la<br />
voluntad política para desarrollarlos.<br />
3. Unidades de madres y otras<br />
posibilidades de la<br />
normativa penitenciaria<br />
La LOGP (art. 38) y el RP (arts. 178 y<br />
181) abordan la problemática cuestión de<br />
las madres con hijos menores de tres años.<br />
Y lo hacen tratando de conjugar los derechos<br />
de la madre a tener a su hijo en su<br />
compañía y a que éste disponga de las<br />
condiciones necesarias para el desarrollo<br />
de la relación materno-filial y formación<br />
de su personalidad. Sin embargo, en<br />
la situación de prisión ordinaria en que se<br />
encuentra la madre resulta muy difícil la<br />
armonización de ambos intereses 21 . No<br />
obstante, existe la posibilidad de que estas<br />
madres clasificadas en tercer grado cumplan<br />
condena en unidades dependientes<br />
como ya lo realizan algunas ONG. En este<br />
sentido, se han realizado iniciativas por<br />
parte de la asociación Horizontes Abiertos<br />
y el Defensor del Menor de la Comunidad<br />
de Madrid para desarrollar un programa<br />
en el que todas las madres que se encuentren<br />
en esta situación abandonen la<br />
prisión.<br />
Otras posibilidades de la normativa<br />
penitenciaria están contenidas en: unidades<br />
mixtas internos-internas para matrimonios<br />
o parejas de hecho con el fin de<br />
que no se deteriore la convivencia que<br />
mantenían en libertad; unidades psiquiátricas<br />
para personas con patología psíquica<br />
a las que les haya sido aplicada una medida<br />
de seguridad de internamiento; unidades<br />
para jóvenes menores de 21 años, de<br />
las que ya nos hemos ocupado. Y por último,<br />
señalar que las posibilidades penitenciarias<br />
o flexibilidad en el cumplimiento<br />
de las penas eran mayores en la reglamentación<br />
anterior. Pues al desaparecer la re-<br />
20 DGIP, Informe general 1998, pág. 119. Otras<br />
fuentes también citan cifras parecidas.<br />
21 Ver nota 1, respecto a la modificación de la<br />
Ley Penitenciaria 13/1995, de 18 de diciembre, por<br />
la se rebaja de seis a tres años la edad de los hijos que<br />
pueden estar con sus madres en prisión.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
dención de penas por el trabajo, reducir<br />
prisión ahora se limita al adelantamiento<br />
de la libertad condicional a las dos terceras<br />
partes en vez de las tres cuartas partes de<br />
la condena y el indulto particular 22 . Ambos<br />
procedimientos se encuentran prácticamente<br />
inéditos.<br />
4. Arrestos fin de semana<br />
Con la introducción en el nuevo CP de<br />
algunas modalidades penales para delitos<br />
menores, ya muy desarrolladas en otros<br />
países europeos, el legislador ha pretendido<br />
encontrar una sanción alternativa a la<br />
prisión. Los arrestos fin de semana (36<br />
horas entre viernes y domingo) debería ser<br />
una de ellas; sin embargo, se están cumpliendo<br />
con encerramiento en celda, control,<br />
cacheos y medidas de seguridad cual<br />
si fuese prisión ordinaria. No es extraño,<br />
pues, que muchos penados quieran cumplirla<br />
en prisión y el Consejo General del<br />
Poder Judicial pidiese que fuera cumplida<br />
con un control pero en su domicilio.<br />
5. Trabajos en beneficio<br />
de la comunidad<br />
Esta sanción penal, una de las más novedosas,<br />
se enmarca en el concepto de delito<br />
como situación-problema que huye de<br />
respuestas expeditivas, opta por analizar el<br />
problema detenidamente y promete resultar<br />
positiva y eficaz. Porque promueve el<br />
reconocimiento del daño causado y la necesidad<br />
de repararlo en lo posible, suscita<br />
un diálogo para la resolución del conflicto<br />
y posibilita en el infractor la reflexión y<br />
búsqueda de medios que le permitan no<br />
volver a delinquir. De momento se ha<br />
aplicado muy poco.<br />
6. Suspensión y sustitución de la pena<br />
Según establece el CP (arts. 80-87), se podrá<br />
suspender la ejecución de las penas inferiores<br />
a dos años o tres si el delito fuese<br />
cometido a causa de la drogodependencia.<br />
Teóricamente, nos encontramos con uno<br />
de los aspectos más positivos y a la vez<br />
contradictorio del CP llamado “de la democracia”.<br />
Pues de manera expresa prioriza<br />
la rehabilitación, implica al penado y<br />
condiciona la suspensión de la prisión al<br />
cumplimiento de obligaciones como participación<br />
en programas formativos, laborales,<br />
culturales, educación vial, sexual, no<br />
22 Los beneficios penitenciarios están regulados<br />
en los artículos 202-206 del RP, en los que también<br />
se recoge las condiciones necesarias para poder acceder<br />
a ellos, como buena conducta, participación en<br />
actividades laborales y de tratamiento y durante un<br />
tiempo mínimo de dos años.<br />
EMILIO MONTESERÍN<br />
acudir a determinados sitios, o no ausentarse<br />
de determinados lugares, etcétera. La<br />
sustitución de la pena por arrestos fin de<br />
semana o multa constituye otra posibilidad<br />
de eludir la prisión. Pero lo que más<br />
resalta de todo esto es lo poco que el legislador<br />
confía en el carácter resocializador<br />
de la prisión, confirmando las tesis que venimos<br />
defendiendo.<br />
Alternativas<br />
1. ¿Por qué se deben buscar<br />
alternativas?<br />
a) Porque la mayor parte de delincuentes en<br />
prisión son personas carenciales pertenecientes<br />
a un grupo social que dispuso de escasas<br />
oportunidades. Si esto es así, y lo es,<br />
como lo demuestra el hecho de que a mayor<br />
igualdad social menos delincuencia y menos<br />
personas en prisión 23 , entonces parece plausible<br />
considerar que la sociedad como cooperadora<br />
necesaria del delito tiene la obligación<br />
de poner los medios para conseguir la<br />
recuperación social del delincuente. Así, el<br />
profesor Beristain (1986) señala la necesidad<br />
de la función repersonalizadora de la<br />
pena; de lo contrario, se convertiría en mera<br />
venganza 24 . Además, se enfrentaría a los<br />
principios humanistas, cristianos y de nuestra<br />
Constitución. Del mismo modo, Cid<br />
Moliné (1998) defiende el derecho a la reinserción<br />
social del penado como un derecho<br />
fundamental reconocido en la Carta Magna,<br />
por tanto, de obligado cumplimiento.<br />
b) Se deben buscar alternativas a la<br />
prisión porque se ha constatado suficientemente<br />
su fracaso como medida resocializadora<br />
25 . La política de lucha contra el<br />
delito en EE UU refleja muy bien esta situación.<br />
Hace 24 años que se reinstauró<br />
23 Verdú, V.: El planeta americano, pág. 63.<br />
Anagrama, Barcelona, 1996. Suecia es de los países<br />
con menos desigualdades sociales y también menos<br />
delincuencia y personas en prisión.<br />
24 Beristain, A.: Ciencia penal y criminología,<br />
págs. 101-123. Tecnos, Madrid, 1986. Señala el autor<br />
que una cosa es castigar y otra es sancionar. Dos conceptos<br />
diferentes que conviene tener claro y sustituir<br />
la pena por la sanción. Alude a la filosofía humanista,<br />
al cristianismo, a la realidad latinoamericana, etcétera.<br />
Cid Moliné: ‘Derecho a la reinserción social’, en revista<br />
Jueces para la democracia, núm. 32, julio/1999,<br />
págs. 36-48. Madrid, 1998.<br />
25 Sobre este tema existe abundante bibliografía,<br />
entre la que podemos citar: El correo de la Unesco, junio<br />
1998, París. Bajo el título ‘La cárcel una institución<br />
en crisis’ escriben autores de distintos países. Beristain,<br />
A.: La Ley, 3 y 6 de septiembre de 1999, Madrid.<br />
Éxodo, núm. 44, mayo-junio 1999, Madrid,<br />
número monográfico sobre las cárceles cuya portada titula<br />
‘Las cárceles sobran’ y en la que escriben varios expertos.<br />
El ciervo, núms. 426 y 427, agosto-septiembre<br />
de 1986, Barcelona; bajo el título ‘Las cárceles universidades<br />
del crimen’ analizan el tema diferentes autores.<br />
Corintios XIII, núm. 68, octubre-diciembre 1993, Barcelona.<br />
‘Los derechos humanos en la cárcel un com-<br />
43
VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />
la pena de muerte en la mayoría de los<br />
Estados y en 1999 se aplicó a 98 personas.<br />
Actualmente, 3.500 esperan en el corredor<br />
de la muerte a ser ejecutadas, miles<br />
se encuentran condenadas a cadena perpetua<br />
y suman 1,8 millones las personas<br />
que abarrotan las penitenciarías. Sin embargo,<br />
simultáneamente los delitos han<br />
continuado creciendo. Por otra parte, en<br />
España y otros países europeos con un<br />
sistema penal mucho más respetuoso con<br />
los derechos humanos se está consiguiendo<br />
una tasa delictiva mucho menor y una<br />
ratio de personas en prisión siete veces inferior<br />
(EE UU 750/100.000 habitantes y<br />
España 114/100.000 habitantes). Estos<br />
datos parecen suficientemente esclarecedores.<br />
La reacción violenta engendra más<br />
violencia y el temor a un mayor castigo<br />
no disuade al delincuente, del mismo<br />
modo que el terror o terrorismo tampoco<br />
logra vencer la libertad ni la dignidad humanas.<br />
c) Y se deben buscar alternativas a la<br />
cárcel porque, además, es muy cara. Según<br />
datos de la Administración penitenciaria,<br />
un interno le cuesta a la sociedad<br />
cuatro millones/año, mientras que en<br />
unidades extrapenitenciarias gestionadas<br />
por ONG cuesta un millón/año.<br />
2. El régimen de semilibertad<br />
A la hora de proponer alternativas a la<br />
cárcel no nos estamos planteando el sí o<br />
el no, el todo o nada, blanco o negro. La<br />
realidad nunca suele ser así y ésta mucho<br />
menos. Como señalábamos al principio,<br />
ninguna sociedad puede prescindir de esta<br />
clase de pena pero la introducción del<br />
régimen de semilibertad nos permite<br />
comprobar que se pueden llevar a cabo<br />
sanciones menos despersonalizantes y más<br />
humanas y eficaces. El tercer grado o situación<br />
de semilibertad nace como consecuencia<br />
de un mayor respeto, confianza y<br />
consideración hacia la persona presa. Es<br />
decir, se les ofrece ejercer la autorresponsabilidad<br />
y se les presta ayuda para resolver<br />
sus problemas, a lo que la mayoría<br />
responde positivamente. Tuvo su origen a<br />
finales del siglo XIX en Italia y se consagró<br />
en la penología contemporánea hacia la<br />
mitad del siglo XX, en los congresos de La<br />
promiso para la Iglesia’. Morris, N.: El futuro de las<br />
prisiones, pág. 10. Siglo XXI, Madrid, 1985.<br />
Referente a la delincuencia en EE UU, ver Verdú,<br />
V., op. cit., págs. 67-89, 1996. Ortega, A. (1998):<br />
‘Encarcelar el problema’, El País, 20-4-1999, y más<br />
recientemente, El País, 19-12-1999 y 24-6-2000. Frecuentemente,<br />
con motivo de alguna ejecución aparecen<br />
en prensa y en otros medios de comunicación datos<br />
de este grave problema que sufre ese país.<br />
Haya, 1950, y Ginebra, 1955 26 . Con voluntad<br />
e imaginación se fue desarrollando<br />
esta novedosa y esperanzadora forma de<br />
prisión. Y este sistema de normalización<br />
emprendido fue adquiriendo diferentes<br />
matices en función de las necesidades de<br />
intervención que demandan el carácter<br />
individual del tratamiento. De ahí que se<br />
realicen en centros abiertos (CIS), comunidades<br />
terapéuticas o unidades dependientes<br />
de las que ya nos ocupamos. Todas<br />
estas formas tienen como finalidad<br />
primordial conseguir la recuperación social<br />
del penado. ¿Esta restricción de libertad<br />
constituye prisión? A mi juicio, sí,<br />
aunque atenuada. Porque el interno depende<br />
de forma absoluta de las autoridades<br />
del centro donde se encuentra. Dispone<br />
de cierto ejercicio de libertad, pero está<br />
sometido a una serie de obligaciones<br />
(incluido cacheo personal y de pertenencias)<br />
que condicionan su vida diaria y con<br />
la amenaza constante de que la comisión<br />
de un fallo le puede acarrear la pérdida de<br />
su privilegiada situación. Por otra parte,<br />
¿se puede considerar alternativa a la prisión<br />
ordinaria? No dudo en afirmar que sí<br />
porque ante todo esta forma de ejecución<br />
pretende lograr la resocialización. Al delincuente<br />
se le aparta pero no se le aísla de<br />
la sociedad, se respetan sus derechos fundamentales<br />
y se prioriza el tratamiento<br />
dentro de un clima de normalización social<br />
que evita la desestructuración personal,<br />
familiar, laboral y social.<br />
3. La mediación social entre<br />
delincuente-víctima<br />
Enfrentarse a la delincuencia solamente<br />
con el llamado complejo industrial de justicia<br />
penal (sistemas policial, penal y penitenciario)<br />
constituye un auténtico fracaso.<br />
Por tanto, es necesario concederle un mayor<br />
protagonismo a las ciencias de la conducta<br />
para que participen en el núcleo<br />
central del problema y coadyuven, no a<br />
erradicarlo, pero sí a controlarlo y reducirlo.<br />
Convencidos de la necesidad de encontrar<br />
algo mejor que la prisión ordinaria, se<br />
pusieron en marcha mecanismos en los<br />
cuales se desprende a la pena de ese fuerte<br />
carácter punitivo, considerando al delitodelincuente<br />
como una situación-problema<br />
cuya solución es necesario abordar con detenimiento.<br />
De este modo se fue consolidando<br />
la prisión abierta. Primeramente,<br />
según modelo de la Administración penitenciaria<br />
y posteriormente según modelo y<br />
26 García Valdés, C.: Comentarios a la legislación<br />
penitenciaria, págs. 227 y sigs. Cívitas, Madrid, 1995.<br />
gestión de ONG. En el transcurso de este<br />
desarrollo se producen, a mi juicio, dos<br />
hechos relevantes. Por una parte, con la<br />
sanción penal se procura ante todo una finalidad<br />
resocializadora. Y, por otra, en este<br />
proceso de objetivos normalizadores juegan<br />
un papel fundamental la participación de<br />
colectivos y mediadores sociales. Avanzando<br />
un poco más en esta actuación participativa<br />
de la sociedad en la resolución de<br />
conflictos nace la mediación social entre<br />
delincuente-víctima 27 . Este sistema de justicia<br />
restauradora se estableció por primera<br />
vez en Canadá en 1974, difundiéndose<br />
posteriormente por otros países. En España<br />
se viene empleando bastante en conflictos<br />
matrimoniales y familiares; y en el ámbito<br />
penal se desarrolla con menores desde hace<br />
unos años en Cataluña y más recientemente,<br />
en Valencia, País Vasco y Madrid. Entre<br />
los aspectos más destacables que presenta la<br />
mediación podemos señalar:<br />
a) Organización y objetivos. Se pretende<br />
la solución del conflicto al margen<br />
del sistema procesal penal convocando a<br />
las partes interesadas. Con la intervención<br />
de un mediador social se procura iniciar<br />
un diálogo que culmine en un entendimiento<br />
entre víctima y ofensor. Éste, asumiendo<br />
su culpa y el compromiso de reparar<br />
en lo posible el daño causado; y<br />
aquélla, aceptando las disculpas o perdón<br />
del ofensor. Se intenta que la fuerza de la<br />
pena ceda su lugar a la asunción de la responsabilidad,<br />
cuyo reconocimiento facilita<br />
el perdón de la víctima y produce en el<br />
ofensor, al escuchar y comprobar directamente<br />
las consecuencias de los daños que<br />
causó, efectos educativos y reformadores.<br />
b) Diferencias con la justicia penal.<br />
En el sistema procesal penal, tanto el agresor<br />
como la víctima mantienen un papel<br />
de confrontación: aquél ignora el daño infligido,<br />
y se le aconseja que niegue los hechos<br />
o busque excusas. La víctima, que<br />
permanece ignorada, desconoce las circunstancias<br />
personales y sociales del autor.<br />
En toda la actuación judicial, ellos, los<br />
principales implicados en la cuestión, se<br />
mueven en la periferia como meros sujetos<br />
pasivos. Sin embargo, en los proyectos de<br />
mediación las partes interesadas encuentran<br />
un marco alejado de los órganos judiciales<br />
que les facilita la participación en<br />
27 Ver Carrasco Andrino, M.: ‘La mediación delincuente-víctima<br />
en EE UU’, en Jueces para la democracia,<br />
núm. 34, marzo de 1999, Madrid. Chena, S.:<br />
‘Mediación y justicia penal’, en Otrosí, revista del Colegio<br />
de Abogados de Madrid, núms. 4 y 5, mayo de<br />
1999. García-Pablos, A.: Tratado de criminología,<br />
págs. 988-1.022. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999.<br />
44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
usca de resultados individualizados que<br />
satisfagan las necesidades de ambos. De<br />
este modo, se llega más fácilmente a la<br />
comprensión de lo qué ocurrió y por qué.<br />
c) Resultados. Afirmaba que la mediación<br />
producía en el delincuente unos<br />
efectos más resocializadores que la justicia<br />
penal. A mi juicio, porque al margen del<br />
sistema oficial de suma de estrategias, excusas<br />
y mentiras, la actuación conciliadora<br />
y reparadora sitúa al delincuente frente<br />
al hecho reprobable que ha realizado; y<br />
no conozco a ninguno que se alegre del<br />
daño causado. Por el contrario, algunos<br />
sienten desprecio de sí mismos, muchos<br />
se presentan voluntariamente y la mayoría<br />
son sensibles al rechazo social, reconocen<br />
que son merecedores de una sanción<br />
penal y desean ser perdonados. En cuanto<br />
a la víctima, impotente y olvidada en el<br />
sistema penal, se siente más satisfecha al<br />
percibir alguna compensación económica,<br />
moral, etcétera. Por tanto, la justicia de<br />
mediación y reparación aborda la raíz del<br />
problema y logra mejor los objetivos de<br />
pacificación de la sociedad, prevención<br />
general y especial que pretende la reacción<br />
penal. Lógicamente, no siempre es<br />
posible la conciliación ni siempre existen<br />
víctimas identificadas. A veces, la reparación<br />
puede ser la realización de trabajos<br />
en beneficio de la comunidad u otros modelos<br />
mixtos que se pueden arbitrar de<br />
acuerdo con el ministerio fiscal. En resu-<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
men, la mediación hay que contemplarla<br />
como una respuesta más a incorporar para<br />
ofrecer alternativas a la prisión.<br />
Conclusiones<br />
Hoy resulta incuestionable que el fenómeno<br />
de la delincuencia necesita ser<br />
abordado desde diferentes perspectivas y<br />
que la primera de ellas debe ser la preventiva.<br />
Prevención primaria, desarrollando<br />
una justa distribución de la riqueza. Prevención<br />
secundaria, promoviendo la<br />
igualdad de oportunidades entre aquellos<br />
grupos sociales más desfavorecidos. Y la<br />
prevención terciaria, que, ante el fracaso<br />
de las dos anteriores, intervendría sobre la<br />
persona ya delincuente. Para actuar sobre<br />
la persona que infringe la ley, señalaba<br />
Beccaria hace ya dos siglos 28 , la finalidad<br />
de la pena no es “afligir” sino “impedir”<br />
que el reo cause nuevos daños a los ciudadanos<br />
y retraer a los demás de hacerlo.<br />
Nuestra legislación penitenciaria, al poner<br />
en práctica los permisos, las comunicaciones<br />
vis-à-vis, la entrada regular de personal<br />
ajeno a la institución, etcétera, aceptó<br />
el reto de atender las demandas más prioritarias<br />
de esa parte de la sociedad en pri-<br />
28 Beccaria de Cesare (1738-1794): De los delitos<br />
y las penas, pág. 45. Traducción de Juan A. de las Casas,<br />
Alianza, Madrid, 1968.<br />
29 Savater, F.: El Valor de educar, págs. 7-8. Ed.<br />
Ariel, Barcelona, 1997.<br />
EMILIO MONTESERÍN<br />
sión, y también los deseos de sus familiares,<br />
amigos y comunidad en general. Si<br />
los resultados de estos avances se pueden<br />
considerar positivos y satisfactorios es<br />
porque las personas delincuentes han respondido<br />
a la confianza depositada. Entonces,<br />
¿por qué no continuar avanzando?<br />
En este sentido, los delincuentes drogadictos<br />
necesitan otro tipo de tratamiento<br />
que no pase por su ingreso en prisión. Las<br />
autoridades penitenciarias resaltan el tratamiento<br />
que se realiza en unidades específicas<br />
de 18 centros, el tratamiento con<br />
metadona a todo aquel que lo demanda y<br />
la derivación que se efectúa a los centros<br />
de ayuda a la drogodependencia (CAD)<br />
cuando salen en libertad. Pero no se puede<br />
ocultar que muchos agravan su dependencia<br />
o se enganchan a las drogas en<br />
prisión y muy pocos se deshabitúan y<br />
reinsertan. Por otra parte, con toda la<br />
conflictividad que generan las drogas, a<br />
mi juicio éstas no están en el origen del<br />
problema. Los delincuentes drogadictos<br />
presentan un perfil problemático de carácter<br />
carencial multifactorial. De modo<br />
que su etiología hunde sus raíces en sus<br />
carencias personales, laborales, educativas,<br />
culturales y sociales que durante el proceso<br />
de socialización encontraron en esas<br />
sustancias adictivas una forma de evasión.<br />
Por tanto, no basta con que superen la<br />
deshabituación a las drogas; es necesario<br />
abordar otros muchos problemas que probablemente<br />
les empujaron a ellas.<br />
En resumen, como señala Fernando<br />
Savater (1997), a una sociedad se le reconoce<br />
su desarrollo humano por la consideración<br />
que muestra respecto a la educación,<br />
y más concretamente a los maestros<br />
y profesores. Y, además, por la importancia<br />
y consideración que ofrece al sistema<br />
penitenciario 29 . Fijándonos en éste, quizá<br />
nuestro país pueda respirar con cierta<br />
tranquilidad en comparación con muchos<br />
otros. Pero precisamente porque<br />
comprobamos que nuestro sistema funciona<br />
mejor, resulta necesario profundizar<br />
y avanzar para no retroceder. Y a esta empresa<br />
estamos convocados todos. Los directamente<br />
afectados, profesionales penitenciarios,<br />
colectivos sociales, instituciones,<br />
jueces, criminólogos y sociedad en<br />
general. n<br />
Emilio Monteserín es sociólogo y educador de Instituciones<br />
Penitenciarias. Colaborador de la Universidad<br />
Complutense.<br />
45
A<br />
diferencia de lo que cree<br />
el resto del mundo, Estados<br />
Unidos es una nación<br />
esclava de su memoria histórica.<br />
¿Cómo se explica, si no,<br />
la permanencia de diferencias<br />
políticas en los antiguos Estados<br />
de la Confederación, en los que,<br />
un siglo después del final de la<br />
Guerra Civil, el Gobierno federal<br />
tuvo que imponer la supresión<br />
de la segregación racial? La<br />
memoria también explica la convicción<br />
(existente en todos los<br />
grupos étnicos y razas) de que la<br />
vida en nuestro país es infinitamente<br />
superior a la que hay en<br />
las tierras de las que proceden la<br />
mayoría de los estadounidenses,<br />
lo que justifica la inmigración.<br />
Del mismo modo, la memoria<br />
del triunfo en la guerra fría determina<br />
la barroca creencia de<br />
nuestra élite de que Estados Unidos<br />
tiene la misión y el derecho<br />
de dirigir el mundo, una creencia<br />
que es compartida por la población,<br />
aunque de forma no racionalizada.<br />
El mito fundador de<br />
la nación (un nuevo orden de la<br />
historia) modela en gran parte la<br />
memoria, y, naturalmente, se<br />
funde con ella para ocultar la diferencia<br />
entre la memoria y el<br />
mito en la vida pública estadounidense.<br />
Es por ello por lo que, aunque<br />
la reciente debacle electoral<br />
(las elecciones presidenciales de<br />
2000, ganadas por George<br />
W. Bush) no ha sido olvidada,<br />
apenas destaca en el discurso<br />
público y, a la hora de fabricar la<br />
opinión pública, ha sido sistemáticamente<br />
subordinada al mito<br />
del consenso. No hay en Estados<br />
Unidos un imperativo<br />
más apremiante que la tarea cotidiana<br />
de gobernar; entendida,<br />
sobre todo, como un evitar en-<br />
frentarse directamente a los<br />
principales conflictos sociales–.<br />
Escribo estas líneas cuando Bush<br />
lleva ya diez días ocupando la<br />
Casa Blanca: la insistente repetición<br />
en los medios de comunicación<br />
de las ideas de continuidad<br />
y legitimidad hacen pensar<br />
que vivimos en una monarquía<br />
republicana. Aquellos que insisten<br />
en llamar la atención sobre<br />
lo obvio, que la elección fue un<br />
fraude, alteran la paz. Es la paz<br />
de los cementerios; e incluso al<br />
actual Tribunal Supremo le sería<br />
difícil justificar la condena de<br />
un ciudadano por lesa majestad.<br />
No importa, plantear esa cuestión<br />
se considera ahora una obcecación<br />
ideológica, una clara<br />
muestra de la situación marginal<br />
de quienes lo hacen.<br />
Al nuevo presidente le resulta<br />
fácil propagar una paz espuria:<br />
sólo necesita repetir, virtualmente<br />
intactas, las palabras con las<br />
que libró la batalla electoral. El<br />
suyo era un mensaje eminentemente<br />
político: la antipolítica.<br />
Proponía, presentando una versión<br />
ficticia de su actuación como<br />
gobernador, superar el desagradable<br />
partidismo en el interés<br />
más elevado de la nación. A ello<br />
añadía la evocación, convincentemente<br />
poco sutil, de las debilidades<br />
humanas del presidente<br />
Clinton: él, Bush, devolvería “el<br />
honor y la integridad” a la Casa<br />
Blanca. Bush hizo de su poco<br />
santo pasado una ventaja. Unas<br />
veces se negó a hablar de ello,<br />
pues sería una concesión a la<br />
“política de destrucción personal”,<br />
frase usada en Washington<br />
para referirse a aquellas ocasiones<br />
en que no se puede seguir negando<br />
la evidencia de un comportamiento<br />
lamentable por parte<br />
de un aliado político. Otras<br />
POLÍTICA<br />
TRAS LA DEBACLE<br />
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos<br />
NORMAN BIRNBAUM<br />
veces, declaró que había pecado<br />
(sin especificar cómo), pero que<br />
se había redimido mediante la<br />
conversión religiosa. Aunque<br />
esos deístas ilustrados que fueron<br />
nuestros primeros presidentes<br />
afirmaban sin asomo de duda<br />
que nuestra nación era favorecida<br />
por Dios, ninguno de ellos<br />
declaró, a diferencia de su sucesor,<br />
que mantenía relaciones personales<br />
con Jesucristo.<br />
Los apoyos electorales<br />
de Bush<br />
Bush ha movilizado a dos colectivos<br />
de votantes apoyándose en<br />
la conjunción de la antipolítica<br />
(que considera que el debate divide<br />
intrínsecamente) y la moralidad<br />
personal (recientemente<br />
aleccionó a la nación sobre cómo<br />
las políticas adoptadas por<br />
los miembros que había nombrado<br />
para su gabinete eran mucho<br />
menos importantes que la<br />
bondad de sus corazones). Un<br />
gran grupo de ciudadanos ve la<br />
política nacional como corrupta<br />
e ineficaz. Este grupo incluye<br />
aquellos para los que cualquier<br />
conflicto de ideas es psicológicamente<br />
intolerable y aquellos<br />
que son conscientes de que el<br />
diálogo democrático se ha vuelto<br />
imposible debido a un sistema<br />
en el que unos donantes con<br />
intereses muy concretos que fomentar<br />
se gastaron tres mil millones<br />
de dólares en las elecciones.<br />
Ese frente común de los ingenuos<br />
y los sofisticados bien<br />
puede representar o abarcar a un<br />
tercio del electorado. Bush consiguió<br />
atraerles, a pesar de sus<br />
muy visibles vínculos con el gran<br />
capital.<br />
Hay un solapamiento entre<br />
este grupo y los indignados moralizadores<br />
de las Iglesias funda-<br />
mentalistas protestantes, aproximadamente<br />
un 15% del electorado.<br />
Generalmente antagonistas<br />
del Partido Demócrata<br />
(dado el respaldo de éste a la legitimidad<br />
del aborto y los derechos<br />
de la mujer, su identificación<br />
con los negros, hispanos y<br />
judíos, su adopción de una cultura<br />
laica), los fundamentalistas<br />
consideraron a Bush un candidato<br />
favorable a sus puntos de<br />
vista. Sus dirigentes fueron relativamente<br />
discretos durante la<br />
campaña, aunque entendieron<br />
que las principales ideas asumidas<br />
por Bush estaban muy en<br />
consonancia con las grandes líneas<br />
de su proyecto: la recristianización<br />
(por supuesto, en sus<br />
términos) de la sociedad estadounidense.<br />
Esas ideas incluían<br />
el énfasis puesto por el candidato<br />
en el derecho de las comunidades<br />
locales y los Estados a la<br />
autonomía frente a las leyes y<br />
regulaciones federales (un énfasis<br />
con el que no congenian menos<br />
aquellos que están a favor<br />
de la desregulación en áreas como<br />
la protección al consumidor,<br />
el medio ambiente, las relaciones<br />
de género o raza, las normas<br />
laborales o las armas). Concentrados<br />
en el Sur y el Oeste, los<br />
fundamentalistas se habían movilizado<br />
a escala local para promover<br />
los componentes de su<br />
programa (por ejemplo, las oraciones<br />
cristianas en las escuelas<br />
públicas), desafiando con frecuencia<br />
de la ley federal. En<br />
cierto modo, su discreción fue<br />
completamente innecesaria; su<br />
candidato declaró que el Gobierno<br />
federal subvencionaría a<br />
las iglesias de forma directa en<br />
dos ámbitos: uno, el de la educación,<br />
donde su propuesta de<br />
usar el dinero público para per-<br />
46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
George W. Bush<br />
mitir a los padres sacar a sus hijos<br />
de las escuelas públicas suponía<br />
dar fondos a los colegios<br />
religiosos; el otro estaba relacionado<br />
con la asistencia social de<br />
todo tipo (rehabilitación y bienestar),<br />
para la que defendía la<br />
ayuda del Gobierno a los programas<br />
de las Iglesias.<br />
El mensaje de Bush consolidaba<br />
claramente la base republicana<br />
de los fundamentalistas y la<br />
formada por aquellos que, por<br />
causa de temas tan diversos como<br />
el aborto, el control de las<br />
armas de fuego o las relaciones<br />
raciales, se oponían a los programas<br />
federales debidos fundamentalmente<br />
a los demócratas.<br />
Su postura en los temas económicos<br />
le atrajo indudablemente<br />
el apoyo (es decir, cientos de millones<br />
de dólares) de gran parte<br />
del capital organizado. Las pro-<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
mesas de desregulación, de grandes<br />
recortes de impuestos para<br />
las categorías de ingresos elevados,<br />
de la eliminación de impuestos<br />
en las transmisiones de<br />
herencias, forman parte de los<br />
proyectos republicanos tradicionales.<br />
Y la obediencia al capital<br />
de la Administración Clinton<br />
los había hecho más plausibles.<br />
Clinton entró en funciones<br />
en 1993 con la intención de estimular<br />
la economía con un<br />
programa de gasto social gubernamental<br />
a gran escala. En lugar<br />
de esto, permitió que su asesor<br />
de Wall Street, Robert Rubin<br />
(más tarde secretario del Tesoro),<br />
negociase un acuerdo con<br />
Alan Greenspan, presidente de<br />
la Reserva Federal, el banco nacional.<br />
A cambio de que el presidente<br />
(y la mayoría demócrata<br />
que en ese periodo dominaba la<br />
Cámara de Representantes y el Senado)<br />
renunciasen a un gran aumento<br />
del gasto federal, Greenspan<br />
bajó los tipos de interés. Ello<br />
hizo posible el boom económico<br />
del último lustro, una mezcla<br />
inextricable de inversión, en gran<br />
medida especulativa, en nuevas<br />
tecnologías, aumento de la productividad,<br />
derroche (y endeudamiento)<br />
de los consumidores y<br />
financiación extranjera del creciente<br />
déficit de las cuentas de la<br />
nación con el resto del mundo,<br />
lo cual permitió un superávit en<br />
el presupuesto federal que a su<br />
vez facilitó un recorte de los impuestos.<br />
Se ha discutido bastante sobre<br />
la aparente inversión de los<br />
roles ideológicos entre los Partidos<br />
Demócrata y Republicano.<br />
Los demócratas fueron, en su<br />
momento, keynesianos, menos<br />
preocupados por los déficits del<br />
Gobierno federal que por el aumento<br />
del empleo y el aumento<br />
del gasto federal para cubrir necesidades<br />
sociales ignoradas por<br />
el sector privado. Durante los<br />
dos Gobiernos de Clinton hubo<br />
un cierto incremento del gasto<br />
social, pero el énfasis económico<br />
se ponía en ahorrar el superávit<br />
para pagar los futuros costes de<br />
la Seguridad Social (las pensiones)<br />
y Medicare (el programa federal<br />
de seguros para los mayores<br />
de 65 años). Los demócratas,<br />
y especialmente los nuevos demócratas<br />
como Clinton y Gore,<br />
insistieron también en que la reducción<br />
de los tipos de interés<br />
permitida por la retirada forzosa<br />
del Gobierno del mercado de<br />
bonos había contribuido a la<br />
prosperidad general al posibilitar<br />
mayores inversiones del sector<br />
privado. La afirmación es cierta<br />
sólo en parte: la prosperidad general<br />
se reduce, entonces, a los<br />
modelos de distribución de los<br />
ingresos y la riqueza existentes.<br />
Al atenuar considerablemente<br />
los demócratas su enfoque expansivo<br />
y positivo de la intervención<br />
gubernamental en la<br />
economía, la nítida antítesis con<br />
los republicanos desaparecía del<br />
horizonte histórico. Los republicanos<br />
emergían como el partido<br />
de la liberalidad gubernamental<br />
con los planes de Bush<br />
de hacer grandes recortes de los<br />
impuestos (que, con toda probabilidad<br />
beneficiarían, y de<br />
modo extremadamente desproporcional,<br />
a aquellos con propiedades<br />
y riqueza) como elemento<br />
central de su programa.<br />
A pesar de ello, Bush y los republicanos<br />
seguían teniendo un<br />
problema electoral. Los fundamentalistas<br />
y los iracundos pro-<br />
47
TRAS LA DEBACLE. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ESTADOS UNIDOS<br />
pietarios de armas de fuego se<br />
unirían a la singular alianza de<br />
provincianos despolitizados y<br />
predadores urbanos que eran los<br />
republicanos, pero, aún así, no<br />
llegaban a constituir la mayoría<br />
ni siquiera del reducido electorado<br />
de Estados Unidos. Bush<br />
podía contar con los votos de<br />
los Estados del Sur y del Oeste,<br />
pero necesitaba ganar algunos<br />
en el Nordeste y el Medio Oeste<br />
para acumular suficientes votos<br />
electorales para ganar. No<br />
contaban con ganar los tres Estados<br />
de la costa del Pacífico.<br />
Había allí demasiados asiáticos,<br />
negros, hispanos, judíos, inmigrantes<br />
recientes (California),<br />
ecologistas (California y Oregón)<br />
y sindicalistas (Washington).<br />
El Nordeste y el Medio<br />
Oeste constituían (junto con<br />
California) zonas de importancia<br />
decisiva para la moderna reforma<br />
social estadounidense,<br />
con un gran número de católicos<br />
(algunos de los cuales recordaban<br />
la doctrina social católica),<br />
sindicalistas y una clase media<br />
educada y laica poco<br />
receptiva a los fundamentalistas.<br />
Eran, fundamentalmente, zonas<br />
urbanas en las que los programas<br />
de educación, salud y transporte<br />
del Gobierno federal tenían<br />
sentido. Allí, la táctica de<br />
Bush fue difuminar las diferencias<br />
entre él y Gore.<br />
Lo hizo poniendo el énfasis<br />
en el “conservadurismo compasivo”.<br />
Iba a proteger la Seguridad<br />
Social a través de una reforma<br />
para incluir un componente<br />
de ahorro privado. Se introduciría<br />
en Medicare una ayuda para<br />
las recetas médicas. Habría más<br />
presupuesto federal para las escuelas<br />
y un nuevo programa para<br />
mejorar los niveles educativos.<br />
En las propuestas sobre cada<br />
uno de estos temas, los componentes<br />
del discurso tradicional<br />
republicano aparecían de manera<br />
destacada: el rechazo de las<br />
prestaciones sociales universales<br />
y la preferencia por soluciones<br />
privatizadas y administradas por<br />
los Estados y no por el Gobierno<br />
federal, reservando la ayuda federal<br />
para los más pobres. Los<br />
medios de comunicación, en la<br />
medida que prestaron más atención<br />
a los contenidos que a cuestiones<br />
triviales relativas a su personalidad,<br />
ayudaron a Bush al<br />
referirse incesantemente al “centrismo”<br />
y la “moderación” de<br />
unas propuestas que, en realidad,<br />
proseguirían el desmantelamiento<br />
del Estado de bienestar<br />
estadounidense iniciado por Reagan<br />
(y continuado, enfáticamente,<br />
mediante la reforma de los<br />
programas de asistencia social hecha<br />
por Clinton).<br />
La campaña de Gore<br />
Bush no ganó en Illinois, Michigan,<br />
Minnesota y Pensilvania,<br />
donde los votos de los sindicatos<br />
(y los negros) hicieron<br />
posible la victoria de Gore. Sin<br />
embargo, obligó a éste a intensificar<br />
la campaña en estos Estados<br />
que, en otras circunstancias,<br />
habría llevado a cabo con más<br />
comodidad, con lo que le mantuvo<br />
alejado de Estados más<br />
marginales que pueden haber<br />
definido la diferencia en votos<br />
electorales, a pesar de la pérdida,<br />
impuesta por los tribunales, de<br />
Florida. Llego así a la cuestión<br />
de la campaña de Gore. En estos<br />
momentos los expertos están de<br />
acuerdo en que los que votaron<br />
fijándose en los contenidos fueron<br />
favorables a Gore, y que<br />
aquellos que lo hicieron por “carácter”<br />
o “moralidad” eligieron a<br />
Bush. Esta explicación oculta<br />
tanto como aclara.<br />
Bush se ganó a una amplia<br />
mayoría de votantes hombres y<br />
blancos, de cualquier clase social.<br />
Éstos son, precisamente, los<br />
ciudadanos que no siempre<br />
muestran entusiasmo por las recientes<br />
tendencias sociales y culturales<br />
que se plasman en las actuaciones<br />
federales de ayuda a<br />
la igualdad de los negros y las<br />
mujeres en el mercado laboral.<br />
Recientemente, un comentarista<br />
republicano decía que los demócratas<br />
favorecían un modelo<br />
de gobierno “femenino” o “maternal”,<br />
mientras que los republicanos<br />
son más “masculinos”.<br />
Aquí el género simboliza las diferencias<br />
en el reconocimiento<br />
de la dependencia. Bush, naturalmente,<br />
captó la atención de<br />
los hombres blancos con un tema<br />
explícito: los demócratas les<br />
estaban insultando al decir que<br />
necesitaban protección gubernamental;<br />
y lo que es peor, era<br />
una excusa para intervenir de<br />
manera abusiva en sus vidas.<br />
Bush dejó a sus electores la tarea<br />
de completar el cuadro (o añadir<br />
los detalles): los demócratas les<br />
quitarían sus armas, usarían sus<br />
impuestos para ayudar a los pobres<br />
que no se lo merecen, especialmente<br />
a los negros, y animarían<br />
a sus mujeres e hijas a pedir<br />
más independencia. Sin embargo,<br />
las mujeres –también de todas<br />
las clases sociales– eran más<br />
proclives a votar a Gore. La cuestión<br />
del aborto fue, sin duda,<br />
fundamental, pero era todo un<br />
conjunto de actitudes lo que estaba<br />
en juego. Algunos segmentos<br />
del público educado criticaron,<br />
con frecuencia incluso se<br />
burlaron, de Bush por su falta<br />
de profundidad intelectual. Para<br />
muchos votantes esto puede haber<br />
sido una ventaja: se sentían<br />
incómodos con la ostentosa e incluso<br />
condescendiente actitud de<br />
superioridad intelectual de Gore,<br />
que les resultaba extremadamente<br />
evidente. Al parecer el término<br />
“carácter” tiene un número<br />
indefinido de dimensiones.<br />
En el Partido Demócrata ha<br />
estallado una ácida discusión.<br />
Ganaron las elecciones, pero<br />
con tan escaso margen que le<br />
dieron a los republicanos la<br />
oportunidad de expropiárselas.<br />
El debate se vincula a cuatro<br />
cuestiones. La primera se ventila<br />
rápido: tiene que ver con el<br />
carácter de Gore. En otras circunstancias,<br />
su distancia, su estiramiento,<br />
incluso su soberbia,<br />
podrían haber sido ventajas o<br />
haber sido interpretadas por<br />
gran parte del público como<br />
muestras de su competencia y<br />
seriedad. Cuando Gore consiguió<br />
atraerse más la simpatía de<br />
la población fue en noviembre y<br />
diciembre, cuando se negó tenazmente<br />
a capitular frente a<br />
una campaña organizada (no<br />
menos por los medios de comunicación)<br />
que le pedía que lo hiciese.<br />
Pero los buenos perdedores<br />
pertenecen a una tradición<br />
de la que el Partido Demócrata<br />
tal vez no puede prescindir.<br />
La segunda cuestión se refiere<br />
a su relación con Clinton. Éste,<br />
al final de su mandato, tenía<br />
gran aceptación por parte de<br />
aquellos que tienen capacidad e<br />
interés para diferenciar sus debilidades<br />
como persona de su<br />
competencia política. Los que<br />
le odian son, indudablemente,<br />
proclives a votar a los republicanos.<br />
A pesar de ello, Gore sufría<br />
abiertamente para conseguir<br />
distanciarse del presidente. Como<br />
candidato vicepresidente eligió<br />
al senador demócrata Joseph<br />
Lieberman, que fue el primero<br />
en criticar públicamente a Clinton<br />
al principio del caso Lewinsky.<br />
A la larga, este distanciamiento<br />
parece haber confirmado<br />
la estrategia republicana.<br />
Si a su propio vicepresidente le<br />
parecía conveniente distanciarse<br />
de Clinton, podía ser que lo<br />
conveniente fuera un cambio<br />
total en Washington. Las muestras<br />
que dio Lieberman de devoción<br />
al Viejo Testamento fueron<br />
solemnemente aprobadas<br />
por los fundamentalistas, que<br />
votaron a Bush tal y como pensaban<br />
hacer desde el principio.<br />
Es posible que Lieberman haya<br />
consolidado el voto judío para<br />
Gore, pero era un voto que nunca<br />
se puso en duda. El historial<br />
de Lieberman como nuevo demócrata,<br />
su proximidad a las<br />
grandes compañías de seguros<br />
(muchas de ellas tienen su sede<br />
en su Estado, Connecticut), sus<br />
dudas sobre la viabilidad de los<br />
programas federales para acabar<br />
con la discriminación económica<br />
o la identidad de sus puntos<br />
de vista con los de los republicanos<br />
en lo que a las ayudas a la<br />
educación privada se refiere, supusieron<br />
para Gore dificultades<br />
innecesarias a la hora de movilizar<br />
a los grupos clave de votantes<br />
del Partido Demócrata. Lo<br />
que enlaza con la tercera cuestión<br />
que divide en la actualidad<br />
a los demócratas: ¿Cuánto hay<br />
que conservar de la tradición del<br />
partido en lo que a reformas sociales<br />
se refiere?<br />
El diablo puede citar a la Biblia<br />
en provecho propio, y los<br />
48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
políticos enfrentados ideológicamente<br />
pueden referirse a las<br />
encuestas. Los nuevos demócratas<br />
dijeron en el Consejo de Dirección<br />
Demócrata que la gente<br />
percibía a Gore como demasiado<br />
cercano a los sindicatos y a<br />
los negros, como demasiado poco<br />
interesado en “modernizar”<br />
los elementos del Estado de bienestar<br />
de Estados Unidos, frase<br />
que, al ser analizada, puede entenderse<br />
como “privatizar”. Según<br />
ellos, Gore no atrajo lo suficiente<br />
el interés del segmento<br />
de la fuerza de trabajo formado<br />
por la clase media, que valora la<br />
autonomía económica y la responsabilidad<br />
individual; no<br />
consiguió transmitir que se<br />
identificaba con la nueva economía<br />
y, por el contrario, parecía<br />
un nostálgico de la época del<br />
new deal, en la que su padre,<br />
que fue senador al final de su<br />
vida, había crecido. La respuesta<br />
de los otros sectores del Partido<br />
Demócrata fue igualmente<br />
directa. Para los negros, ecologistas,<br />
feministas y sindicalistas,<br />
los nuevos demócratas ignoraban<br />
el hecho de que Gore había<br />
destacado en las encuestas tras<br />
adoptar sus causas; tampoco tenían<br />
en cuenta las considerables<br />
movilizaciones a su favor que<br />
sus organizaciones habían logrado<br />
y que habían sido decisivas<br />
para su victoria en los grandes<br />
Estados industriales; por último,<br />
consideraban que los nuevos demócratas<br />
daban como probada<br />
una dudosa hipótesis política:<br />
que había pasado la época del<br />
Gobierno de la economía por<br />
parte del Estado. La nueva economía<br />
puede requerir una mayor,<br />
y no menor, intervención<br />
estatal. En cualquier caso, la<br />
prosperidad de la era Clinton<br />
no se había distribuido de manera<br />
igualitaria. Los programas<br />
de Gore en educación, salud o<br />
Seguridad Social buscaban equilibrar<br />
la balanza. Sus técnicas de<br />
gobierno, incentivos fiscales finamente<br />
ajustados y programas<br />
medidos con precisión, eran en<br />
realidad muy modernos. Por último,<br />
lejos de ignorar las ventajas<br />
de la globalización, Gore había<br />
propuesto hacerla más acep-<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
table al insistir en que los parámetros<br />
ambientales y laborales<br />
debían formar parte de los<br />
acuerdos comerciales.<br />
La candidatura de<br />
Ralph Nader<br />
Sin embargo, había un aspecto<br />
en el que coincidían los dos sectores<br />
del Partido Demócrata: la<br />
candidatura del Partido Verde<br />
de Ralph Nader puede haber<br />
costado la presidencia a los demócratas.<br />
Nader obtuvo 97.000<br />
votos en Florida: si un pequeño<br />
porcentaje de ellos hubiese sido<br />
para Gore se habría evitado en<br />
ese Estado el recuento sesgado.<br />
Puede que ambos sectores se<br />
equivoquen. Nader no consiguió<br />
el 5% que se había propuesto<br />
y muchos de los que en<br />
principio iban a votar por él<br />
cambiaron en el último momento<br />
y lo hicieron por Gore.<br />
Las intenciones de voto para<br />
Nader eran del 4% el fin de semana<br />
previo a las elecciones, pero<br />
obtuvo un 2,6% de los votos.<br />
Se podría decir que Nader atrajo<br />
a las urnas a nuevos votantes,<br />
especialmente entre los más jóvenes,<br />
y puede haber acabado<br />
por incrementar los votos de<br />
Gore. También se puede argumentar<br />
que esa movilización logró<br />
que los demócratas empataran<br />
en el Senado. Aunque excluido<br />
de los debates televisados<br />
nacionales y con muy poco dinero<br />
y escasa organización, Nader<br />
era más el candidato de la<br />
tradición reformista que el tecnocráticamente<br />
prudente Gore.<br />
En una sociedad en la que el capitalismo<br />
de las multinacionales<br />
modela las vidas de los individuos,<br />
él era quien ponía de relieve<br />
la idea de una ciudadanía<br />
crítica y autónoma.<br />
Al final, entre Gore y Nader<br />
obtuvieron el 52% de los votos.<br />
Gore tuvo casi 350.000 votos<br />
populares más que Bush. Habría<br />
sido suficientemente lamentable<br />
que el problema hubiese<br />
radicado únicamente en el<br />
funcionamiento del colegio electoral.<br />
Éste fue concebido para<br />
dar respuesta al miedo a la democracia<br />
directa que sentían los<br />
fundadores de la República y<br />
para dar apoyo institucional a<br />
los derechos de los Estados separatistas,<br />
fundamentalmente el<br />
derecho de los Estados del Sur a<br />
mantener la esclavitud. En el<br />
presente, los votantes de muchos<br />
Estados pequeños tienen<br />
un peso dos o tres veces superior<br />
al de los Estados grandes a la<br />
hora de elegir electores: la relación<br />
entre votantes y electores<br />
es considerablemente desproporcionada.<br />
Pese a la aparente<br />
indiferencia, pasividad y resignación<br />
de gran parte de la gente,<br />
el hecho de que no esté en absoluto<br />
claro que el gobernador<br />
Bush haya obtenido realmente<br />
la mayoría de los votos en Florida<br />
ha ocasionado una crisis de<br />
legitimidad.<br />
El recuento de Florida<br />
El escándalo de Florida empezó<br />
por una situación que también<br />
se ha dado en muchos otros lugares<br />
de la nación: en los distritos<br />
donde vive la población pobre,<br />
la maquinaria electoral está<br />
obsoleta y funciona mal. En<br />
Florida la situación se complicó<br />
por la frecuencia con que se denegó,<br />
con diversos pretextos, el<br />
derecho al voto a muchos ciudadanos<br />
negros. Entre las elecciones<br />
del 6 de noviembre y la<br />
decisión de la Corte Suprema<br />
federal nacional del 12 de diciembre,<br />
transcurrió un mes<br />
confuso y presidido por los conflictos<br />
en el que el Gobierno republicano<br />
del Estado de Florida<br />
obstaculizó un recuento efectivo<br />
de los votos en aquellos distritos<br />
en que había clara evidencia de<br />
que se habían producido una serie<br />
de errores sistemáticos.<br />
La intervención del Tribunal<br />
Supremo para parar el recuento<br />
fue una farsa judicial y moral<br />
tan grotesca que incluso (o especialmente)<br />
los republicanos<br />
prefirieron no hablar del tema.<br />
Naturalmente, sus aliados en los<br />
medios de comunicación insistían,<br />
desde mucho antes de la<br />
decisión del Tribunal, en que el<br />
interés público no yacía en que<br />
se realizase un recuento exacto,<br />
sino en que Gore renunciase a<br />
su derecho a solicitarlo. Invocaron<br />
una demanda pública, to-<br />
NORMAN BIRNBAUM<br />
talmente inventada, de que acabase<br />
la crisis. De hecho, a la población<br />
le satisfacía que se dejase<br />
que los acontecimientos siguiesen<br />
su curso. Tal vez gran<br />
parte de la tranquilidad real de<br />
la nación durante el debate provenía<br />
de la penetrante fuerza de<br />
la despolitización. Una confrontación<br />
total entre los votantes<br />
demócratas y republicanos habría<br />
enfrentado al 26% de la nación<br />
contra el 25%; el resto no<br />
votó. Muchos de los que sí lo<br />
hicieron no se sintieron demasiado<br />
molestos porque el Tribunal<br />
Supremo se erigiese como<br />
sustituto del electorado. No es<br />
previsible en un plazo breve (en<br />
el calendario histórico inmediato)<br />
otra guerra civil en Estados<br />
Unidos. Los negros se sienten<br />
justamente agraviados, en especial<br />
por el hecho de que cuando<br />
los congresistas demócratas de<br />
Florida (principalmente negros)<br />
cuestionaron la legitimidad de<br />
la votación de su Estado, en el<br />
momento en que las dos cámaras<br />
del Congreso recibían reunidas<br />
los votos del colegio electoral,<br />
no se levantó ningún senador<br />
para permitir que se<br />
abriera un debate.<br />
Los demócratas en su conjunto<br />
parecen aturdidos o inmovilizados.<br />
Han perdido la presidencia.<br />
No han conseguido recuperar<br />
la mayoría en la Cámara<br />
de Representantes, donde los republicanos<br />
tienen 222 escaños y<br />
ellos 212, y aunque consiguieron<br />
ganar suficientes escaños en<br />
el Senado para igualar los 50 de<br />
los republicanos, en caso de empate<br />
el voto decisivo lo tiene el<br />
vicepresidente republicano Richard<br />
Cheney. En el conjunto<br />
del país, los republicanos tienen<br />
la mayoría de los gobernadores y<br />
controlan la mayoría de los legislativos<br />
estatales. Los demócratas<br />
se consuelan con el hecho<br />
de que en el conjunto de las elecciones<br />
(incluidas las elecciones a<br />
gobernadores y a cámaras estatales)<br />
tuvieron más votos que los<br />
republicanos. Los demócratas<br />
que se consideran inscritos en la<br />
tradición del new deal se sienten<br />
alentados por las encuestas que<br />
muestran que las mayorías están<br />
49
TRAS LA DEBACLE. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ESTADOS UNIDOS<br />
a favor de los programas sociales<br />
gubernamentales, incluso de un<br />
mínimo razonable de redistribución.<br />
Sin embargo, tanto en el<br />
Senado como en la Cámara de<br />
Representantes hay igual número<br />
de nuevos demócratas que de<br />
demócratas del Estado de Bienestar:<br />
el partido es incoherente.<br />
La ausencia de una movilización<br />
pública continua, la inercia institucional<br />
y la vulgaridad y el servilismo<br />
ideológico de los medios<br />
de comunicación favorecen a los<br />
republicanos. Éste era el supuesto<br />
implícito en la estrategia electoral<br />
de Bush. A juzgar por la<br />
habilidad con que ha comenzado<br />
su presidencia, éste continuará<br />
siendo el supuesto que guíe a<br />
la Casa Blanca.<br />
El discurso inaugural de Bush<br />
El discurso inaugural del presidente<br />
fue bien recibido. No<br />
siempre es razonable atribuir a<br />
un personaje político las ideas<br />
de la persona que le escribe los<br />
discursos, pero en este caso podemos<br />
asumir que el presidente<br />
no disentía del texto. Lo que resulta<br />
extraño es la ausencia de<br />
las habituales referencias a la nación<br />
como inmersa en un viaje<br />
inacabado, es decir, a la idea de<br />
progreso. En su lugar, la nación<br />
fue descrita en términos adecuados<br />
para una Iglesia: pidiendo<br />
caridad para sus miembros<br />
más débiles, dependientes y desfavorecidos.<br />
(La mayor ovación<br />
de los republicanos reunidos en<br />
la ceremonia se produjo tras la<br />
mención del presidente a una<br />
reducción de sus impuestos: parece<br />
ser que algunos piensan que<br />
su diezmo es demasiado elevado).<br />
La característica espiritual<br />
de una Iglesia es ser una comunidad<br />
moral única, en la que el<br />
conflicto y la disensión no existen<br />
o son gratificantemente mínimos.<br />
El instinto del presidente es<br />
acertado. Cuenta con lo que<br />
constituye el más profundo,<br />
aunque no siempre el más discutido,<br />
aspecto de nuestra sociedad:<br />
su absoluta inmanencia,<br />
el tipo de pragmatismos que llena<br />
nuestras películas y novelas.<br />
Las notas amargas y sardónicas<br />
del humor estadounidense expresan<br />
una profunda resignación:<br />
el calvinismo que se encuentra<br />
en el clásico sermón de<br />
Jonathan Edwards: Pecadores en<br />
las manos de un dios furioso. Fue<br />
pronunciado en 1741, una generación<br />
antes de la Revolución<br />
estadounidense, pero incluso el<br />
erotismo y el hedonismo fabricados<br />
por la industria cultural<br />
parecen un intento desesperado<br />
y vano de responderle. La ética<br />
individualizada de una sociedad<br />
fragmentada es el legado presente<br />
que el calvinismo ha dejado<br />
a la política. Es verdad que,<br />
en momentos de crisis, el calvinismo<br />
ha dado energía a grandes<br />
movimientos sociales, el abolicionismo<br />
y la reforma social<br />
protestante. En este momento,<br />
el movimiento social que tiene<br />
más éxito en este país (la campaña<br />
contra el Gobierno de una<br />
derecha organizada en fundaciones<br />
y lobbies) pretende reducir<br />
a la impotencia el legado institucional<br />
del abolicionismo y la<br />
reforma social. Tal es el significado<br />
de la insistencia del presidente<br />
en convertir a las iglesias<br />
en canales y conductos, pagados<br />
por el Gobierno federal, de los<br />
programas sociales; en la práctica,<br />
niega la indispensabilidad de<br />
la organización de la solidaridad<br />
social por el Gobierno; y, de un<br />
modo bastante literal, nos retrotrae,<br />
no ya a hace 100 años, sino<br />
a hace 150, antes de que tuviésemos<br />
hospitales, pensiones y escuelas<br />
públicas. También es un<br />
intento de comprar y neutralizar<br />
a un importante grupo de votantes<br />
negros, las iglesias negras.<br />
También existe otro móvil<br />
presidencial. Los demócratas están<br />
divididos y muchos de ellos<br />
asustados ante las consecuencias<br />
políticas de parecer demasiado<br />
combativos. Ello alteraría esa colaboración<br />
constructiva entre los<br />
partidos que pretendidamente<br />
desea la mayoría de los estadounidenses<br />
y les expondría a la<br />
acusación presidencial de ser<br />
partidistas. En el Congreso, los<br />
republicanos no están menos divididos:<br />
asuntos como la recristianización<br />
cultural, la desregulación<br />
económica y social, el<br />
desmantelamiento de los programas<br />
sociales o los beneficios<br />
fiscales para sus clientes y patrocinadores<br />
son prioritarios para<br />
distintos segmentos de los legisladores<br />
republicanos. Evidentemente,<br />
cada uno de ellos tiene<br />
también intereses locales y regionales<br />
que defender. Algunos<br />
deben afrontar una intensa<br />
competencia demócrata, por lo<br />
que electoralmente no pueden<br />
permitirse parecer tan inflexibles<br />
como los líderes republicanos de<br />
la Cámara de Representantes,<br />
los tejanos Richard Armey y<br />
Thomas DeLay. La actitud más<br />
conciliadora del presidente de la<br />
Cámara, Dennis Hastert, refleja<br />
estas divergencias. En el Senado,<br />
donde sólo superan a los demócratas<br />
por un voto, el líder<br />
republicano Trent Lott tiene<br />
problemas similares. Divide y<br />
vencerás será el enfoque del presidente,<br />
no sólo hacia los demócratas,<br />
sino también hacia los republicanos.<br />
Éstos, sin embargo,<br />
tienen una ventaja considerable:<br />
con un republicano en la Casa<br />
Blanca, todo el aparato del Gobierno<br />
federal está también a su<br />
disposición. Unas iniciativas legislativas<br />
aparentemente modestas<br />
en manos de funcionarios favorables<br />
en los ministerios pueden<br />
tener grandes consecuencias<br />
en áreas tan variadas como educación,<br />
medio ambiente, política<br />
fiscal, relaciones raciales o el entorno<br />
laboral. Ni siquiera es necesario<br />
introducir nuevas medidas:<br />
los programas ya existentes<br />
pueden ser ampliados mediante<br />
generosos presupuestos y los que<br />
no interesen pueden ser desprovistos<br />
de fondos.<br />
La ocupación republicana<br />
del poder<br />
El presidente hizo su campaña<br />
presentándose como un candidato<br />
antipolítico, como el enemigo<br />
de un Gobierno hipertrofiado.<br />
Una vez que su elección<br />
estaba asegurada, los republicanos<br />
(de las empresas y despachos<br />
de abogados, de las cámaras parlamentarias,<br />
de los lobbies y las<br />
universidades) se movieron con<br />
considerable eficiencia para tomar<br />
el control del Estado. Cada<br />
nuevo presidente puede designar<br />
a unos tres mil funcionarios en<br />
un primer momento y otros dos<br />
mil más durante su mandato.<br />
Los puestos clave no son sólo los<br />
más visibles, como los de jefe de<br />
departamento ministerial. Entre<br />
los funcionarios de segundo y<br />
tercer nivel, entre los centenares<br />
que trabajan en la propia Casa<br />
Blanca, se encuentran aquellos<br />
que negocian la legislación con el<br />
Congreso y con los grupos de interés,<br />
los que dirigen la actividad<br />
cotidiana de los departamentos,<br />
los que asesoran al presidente para<br />
las relaciones con los medios<br />
de comunicación y los ciudadanos,<br />
los encargados de la relación<br />
con los Gobiernos estatales y locales<br />
o los que preparan las estrategias<br />
políticas a largo plazo. Bajo<br />
la dirección del vicepresidente<br />
Cheney (que actuará como un<br />
primer ministro) viejos y jóvenes<br />
veteranos de los Gobiernos de<br />
Reagan y del primer Bush han<br />
formado la primera avanzadilla<br />
de la incautación republicana del<br />
Estado. Evidentemente, muchos<br />
provienen del sector privado<br />
(donde buen número de ellos no<br />
trabajaban en las finanzas, la producción<br />
o el comercio, sino en la<br />
propia política, como miembros<br />
de los lobbies). Otros vienen de<br />
las universidades: en Estados<br />
Unidos existe una intelligentsia<br />
de la derecha, al menos tan bien<br />
implantada y ruidosa como la de<br />
la izquierda, que ha proporcionado<br />
al nuevo Gobierno tanto<br />
ideólogos como tecnócratas.<br />
Otros vienen del Congreso o de<br />
Gobiernos locales o estatales.<br />
Una figura característica es Andrew<br />
Card, el jefe de gabinete de<br />
la Casa Blanca. Secretario de<br />
Transporte en el Gobierno del<br />
padre del actual presidente, era al<br />
mismo tiempo el principal lobbista<br />
de la industria del automóvil.<br />
En un gobierno republicano,<br />
la simbiosis entre el capital<br />
organizado y el Gobierno es especialmente<br />
acentuada. (Sería absurdo<br />
suponer que no existe en<br />
ningún grado en los Gobiernos<br />
demócratas).<br />
La estrategia de Bush tiene<br />
dos trayectorias. Su retórica es<br />
la retórica del compromiso y la<br />
50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
inclusión, un cebo ideológico<br />
para prevenir un posible frente<br />
común de los demócratas en su<br />
contra. Sus políticas buscan<br />
consolidar a su propio electorado<br />
y neutralizar a la oposición,<br />
dividiéndola. No hay dudas de<br />
que ha decidido que no formará<br />
el equivalente estadounidense de<br />
un gobierno de coalición. Aunque<br />
perdió el voto popular y está<br />
en la presidencia gracias a la<br />
justicia republicana, ha decidido<br />
actuar como si no tuviese ningún<br />
problema de legitimidad<br />
ante la expectativa, completamente<br />
plausible, de que los ciudadanos<br />
y grupos que consideran<br />
que su presidencia no tiene<br />
legitimidad no serán capaces de<br />
mantener su oposición.<br />
Sus primeras iniciativas han<br />
tenido lugar en el campo, relativamente<br />
poco controvertido, de<br />
la educación. El Gobierno federal<br />
sólo desembolsa alrededor<br />
del 8% del presupuesto de educación,<br />
que es responsabilidad<br />
estatal y local. El principal problema<br />
de la educación estadounidense<br />
son las desigualdades raciales<br />
y de clase (estrechamente<br />
relacionadas) existentes en la sociedad,<br />
que afectan a todo, desde<br />
la capacidad de aprendizaje<br />
hasta las grandes diferencias en<br />
gastos entre los distintos distritos<br />
escolares. En un principio,<br />
Bush defendía los “cheques escolares”,<br />
subsidios a los padres<br />
para que lleven a sus hijos a colegios<br />
privados (en Estados Unidos,<br />
el 90% de los niños van a<br />
escuelas públicas). Los demócratas<br />
y muchos educadores se opusieron:<br />
los subsidios contribuirían<br />
a debilitar a la escuela pública<br />
y posiblemente abrirían el camino<br />
a la expropiación del sistema<br />
educativo por parte del capital<br />
privado. Por el momento, Bush<br />
se ha contentado con unos planes<br />
para elevar el nivel de la educación,<br />
que serán definidos por<br />
cada Estado y que incluyen también<br />
un aumento del gasto federal,<br />
aunque de modo bastante<br />
limitado. Todavía persiste la posibilidad<br />
de una amplia privatización<br />
de la educación pública,<br />
pero para ello sería necesario el<br />
colapso de la tradición de la<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
educación pública y una derrota<br />
total en el plano político del sindicato<br />
de profesores. El principal<br />
aliado demócrata con que<br />
cuenta Bush para este proyecto<br />
es el senador Lieberman, que<br />
demuestra una notable capacidad<br />
para perdonar lo que sucedió<br />
en Florida.<br />
Política económica<br />
Bush ha aprovechado los síntomas<br />
de recesión económica para<br />
afirmar la necesidad de un amplio<br />
recorte de impuestos. Le ha<br />
apoyado Alan Greenspan, cuya<br />
visión del ascetismo en el gasto<br />
gubernamental es bastante selectiva:<br />
las reducciones de impuestos<br />
para los ricos y la reducción<br />
de los gravámenes sobre<br />
los beneficios de las empresas<br />
son estímulos a la productividad,<br />
mientras que los gastos en<br />
infraestructuras sociales no lo<br />
son. Greenspan acaba de descubrir<br />
otro peligro. Si el Gobierno<br />
federal puede pagar la deuda nacional,<br />
podría invertir el excedente<br />
presupuestario e introducir<br />
a hurtadillas el socialismo en<br />
Estados Unidos. Las actuales<br />
previsiones de un creciente excedente<br />
presupuestario no son<br />
seguras: si hubiese una recesión<br />
se reducirían los ingresos del<br />
Gobierno. Sin embargo, los que<br />
apoyan al presidente en el sector<br />
privado son insistentes y se están<br />
ignorando las demandas demócratas<br />
de prudencia (o de que<br />
las reducciones de impuestos se<br />
hagan de modo selectivo para<br />
responder a las necesidades de<br />
colectivos específicos). Se espera<br />
un amplio recorte fiscal, cuya<br />
regresividad será parcialmente<br />
limitada por los demócratas. Lo<br />
que no se espera es una estrategia<br />
gubernamental coherente en<br />
el caso de que se desarrolle la recesión.<br />
Bush y sus asesores no<br />
creen en los gastos gubernamentales<br />
anticíclicos y es probable<br />
que, en caso de crisis, se<br />
vean paralizados por su propia<br />
ideología de mercado. Con motivo<br />
de la seria crisis energética<br />
de California (consecuencia de<br />
la ausencia de planificación gubernamental<br />
y de la confianza<br />
en el mercado), la respuesta del<br />
nuevo Gobierno ha sido ya negar<br />
la responsabilidad del Gobierno<br />
federal y culpar a las políticas<br />
ambientales, restrictivas.<br />
La política de Bush en el área<br />
de la financiación federal de la<br />
sanidad tendrá las mismas características.<br />
La ampliación de<br />
la cobertura, considerada como<br />
un derecho básico, mediante un<br />
programa universal es inadmisible<br />
para los republicanos. Por<br />
el contrario, proponen ayudas<br />
que permitan a los ciudadanos<br />
menos prósperos contratar un<br />
seguro médico. Una serie de<br />
subsidios, que se otorgarán mediante<br />
un test financiero de los<br />
demandantes, ayudarán al gasto<br />
farmacéutico de los participantes<br />
en el programa Medicare,<br />
que asiste a todos los mayores<br />
de 65 años. De este modo, las<br />
compañías de seguros y la industria<br />
farmacéutica recibirán<br />
importantes subsidios indirectos,<br />
sin necesidad de verse sujetas<br />
a regulaciones públicas.<br />
Una confianza similar en el<br />
mercado caracteriza la propuesta<br />
de Bush para la reforma de la<br />
Seguridad Social, el sistema de<br />
pensiones universal. Una parte<br />
de la contribución de los participantes<br />
será invertida en una<br />
cuenta privada (en condiciones<br />
y con limitaciones que todavía<br />
no se han detallado). Evidentemente,<br />
significa un importante<br />
regalo para la industria de los<br />
servicios financieros, pero ¿qué<br />
sucederá si las inversiones de los<br />
participantes resultan no ser rentables?<br />
Por el momento, la propuesta<br />
está en suspenso, dada la<br />
volatilidad actual de los merca-<br />
NORMAN BIRNBAUM<br />
dos de valores.<br />
Hay dos áreas, la Administración<br />
de Justicia y la Regulación<br />
Ambiental, en las que los nombramientos<br />
en el gabinete de<br />
Bush han provocado nerviosismo<br />
y algo más que una apariencia<br />
de oposición. El ex senador<br />
John Ashcroft, elegido para el<br />
cargo de fiscal general (equivalente<br />
a ministro de Justicia), es<br />
un fundamentalista protestante<br />
que tiene una aversión explícita,<br />
entre otras cosas, al aborto y a los<br />
derechos de la mujer en general,<br />
a la homosexualidad y al sostén<br />
público a la integración racial.<br />
Ha alabado la moralidad de los<br />
Estados Confederados de América<br />
y condenado la separación<br />
entre Iglesia y Estado. A pesar<br />
de los gestos de Bush hacia los<br />
negros, este nombramiento retrotrae<br />
al país a hace al menos<br />
medio siglo, si no más. Dada la<br />
importancia del poder judicial<br />
para establecer los límites, y frecuentemente<br />
también el contenido,<br />
de las políticas económicas<br />
y sociales, el papel de Ashcroft<br />
como principal asesor del presidente<br />
para la designación de los<br />
jueces federales será de gran relevancia.<br />
Gale Norton, la persona<br />
elegida por Bush para el cargo<br />
de secretaria de Interior, responsable<br />
de la considerable<br />
extensión de territorio propiedad<br />
del Estado, ha provocado<br />
una oposición apenas menor. Esta<br />
abogada se ha opuesto firmemente<br />
a la regulación ambiental,<br />
ha criticado la idea de que<br />
exista un interés público en la<br />
conservación de los espacios públicos<br />
y ha asignado una prioridad<br />
absoluta a los derechos de<br />
los propietarios. Según las palabras<br />
de Bush, se trata de restablecer<br />
el equilibrio entre la regulación<br />
y el mercado; en realidad,<br />
lo que se restablece es la<br />
soberanía del mercado.<br />
Política exterior<br />
La política exterior apenas estuvo<br />
presente durante la larga<br />
campaña electoral, que se llevó a<br />
cabo como si el resto del mundo<br />
estuviese en la otra cara de la luna.<br />
Uno de los motivos es que<br />
los candidatos estaban funda-<br />
51
TRAS LA DEBACLE. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ESTADOS UNIDOS<br />
mentalmente de acuerdo. Si se<br />
le hubiese preguntado, Bush hubiera<br />
respondido, sin duda alguna,<br />
que el deber de los europeos<br />
es aceptar el liderazgo de<br />
Estados Unidos. Gore habría sido<br />
ligeramente más discreto y<br />
habría dicho que les interesaba<br />
hacerlo. Aunque hay algunas diferencias<br />
entre los partidos, ya<br />
que los demócratas son algo más<br />
sensibles a los problemas de la<br />
desigualdad global o de los derechos<br />
humanos y tienen una<br />
concepción algo más multilateral<br />
de la forma de gobernar, las<br />
diferencias son mínimas en lo<br />
que respecta a temas esenciales,<br />
como la prioridad que debe<br />
concederse a la expansión mundial<br />
del capital estadounidense.<br />
Durante la campaña, Gore intentó<br />
suavizar su apoyo al libre<br />
comercio al mencionar la necesidad<br />
de mantener unos parámetros<br />
laborales y ambientales<br />
internacionales. Esto fue un gesto<br />
hacia los sindicatos, que<br />
habían estado singularmente ausentes<br />
de la política real del Gobierno<br />
de Clinton. Los republicanos,<br />
que ven las regulaciones<br />
ambientales y la protección laboral<br />
en el mercado interno como<br />
obstáculos para la eficiencia<br />
de los mercados, difícilmente<br />
pueden estar interesados en incorporar<br />
estos temas a su política<br />
comercial. Su reacción a protestas<br />
como las que se manifestaron<br />
en Seattle o se discutieron<br />
en el Foro Social Global de Porto<br />
Alegre, es desecharlas por absurdas,<br />
y ofrecer más ayuda estadounidense<br />
a los Gobiernos<br />
amigos que quieran ampliar la<br />
capacidad represora de sus fuerzas<br />
de policía. Es un error describir<br />
al Partido Republicano<br />
como el del aislacionismo: es el<br />
partido del unilateralismo estadounidense.<br />
(Henry Cabot Lodge,<br />
el republicano de Massachusetts,<br />
gran adversario de Woodrow<br />
Wilson, que se opuso al<br />
Tratado de la Liga de las Naciones,<br />
lo hizo por entender que limitaría<br />
la libertad de acción de<br />
Estados Unidos en otros países).<br />
¿Es posible precisar más lo<br />
que se puede esperar del Gobierno<br />
de Bush respecto a las re-<br />
laciones internacionales? Lo que<br />
sí está claro es lo que no puede<br />
esperarse. Un informe reciente<br />
del Consejo Nacional de Inteligencia<br />
(NIC), un organismo<br />
académico dependiente de la<br />
Agencia Central de Inteligencia<br />
(CIA), era en realidad una advertencia<br />
al Gobierno entrante<br />
por parte del sector más ponderado<br />
de la burocracia de la política<br />
exterior. Incluía las referencias<br />
habituales a las amenazas<br />
del “fundamentalismo” (por supuesto,<br />
islámico) y del “terrorismo”.<br />
Una observación de los autores<br />
sobre el peligro de una<br />
guerra civil en Israel fue eliminada<br />
por el director de la CIA,<br />
que declaró que, aunque indudablemente<br />
era cierto, no se podía<br />
decir una cosa así en Washington.<br />
Lo más importante del<br />
documento, sin embargo, era<br />
que situaba los grandes problemas<br />
de las próximas décadas en<br />
los ámbitos económico y social<br />
y decía que la primacía del mercado<br />
es más un eslogan que una<br />
solución.<br />
Se puede predecir con bastante<br />
seguridad que el informe<br />
no será usado especialmente por<br />
los asesores de Bush en política<br />
exterior: piensan de otro modo.<br />
El informe de la CIA hacia hincapié<br />
en las luchas por la continuidad<br />
cultural y religiosa en<br />
una situación en la que el capitalismo<br />
global tiene efectos homogeneizadores,<br />
pero la loable<br />
capacidad de los autores para<br />
entender los puntos de vista ajenos<br />
serán tomadas por algunos<br />
republicanos como muestras de<br />
debilidad moral. El informe<br />
también trataba de las amenazas<br />
para la salud, especialmente<br />
del sida. Tampoco es probable<br />
que esto mueva al Gobierno a<br />
actuar. Su clientela electoral cristiana<br />
piensa que el sida es un<br />
castigo para los pecadores y ya<br />
ha elogiado la decisión del presidente<br />
de acabar con las ayudas<br />
para las agencias internacionales<br />
que facilitan los abortos o<br />
cualquier forma de control de<br />
la natalidad. Por el contrario, un<br />
informe encargado por una comisión<br />
de política exterior del<br />
Congreso, y que acaba de ser he-<br />
cho público, tendrá mucha mayor<br />
aceptación. Trata de la posibilidad<br />
de un acoso terrorista a<br />
Estados Unidos usando armamento<br />
avanzado y pide que se<br />
intensifiquen las medidas de seguridad<br />
internas.<br />
Aquí, la petición de mayor<br />
dureza en la vigilancia policial<br />
en el interior del país y la supuesta<br />
omnipresencia de amenazas<br />
en el exterior se funden<br />
en un programa que acercaría<br />
los Estados Unidos a un Estado<br />
policial, de una manera que recuerda<br />
a las peores tradiciones<br />
de la República (las Actas de Sedición<br />
y de Extranjería para<br />
oponerse a la Revolución Francesa,<br />
la represión del movimiento<br />
contra la I Guerra Mundial y<br />
la destrucción del Partido Socialista<br />
a partir de 1917, las persecuciones<br />
del maccarthysmo en<br />
los años cuarenta y cincuenta y<br />
el ataque a los movimientos de<br />
finales de los sesenta y principios<br />
de los setenta). El informe<br />
de la nueva comisión propone<br />
reorganizar por completo el aparato<br />
de seguridad nacional y su<br />
burocracia. También pide una<br />
integración más completa del<br />
diseño de la política económica<br />
en ese aparato.<br />
Respecto al resto de la sociedad<br />
estadounidense, la élite de la<br />
política exterior está excesivamente<br />
cerrada en sí misma: sus<br />
miembros prácticamente sólo<br />
hablan entre sí. Durante la guerra<br />
fría (y con anterioridad) había<br />
una amplia consonancia entre<br />
los puntos de vista de la población<br />
y los de la élite, que, por<br />
supuesto, se esforzaba por educar<br />
(o, más exactamente, modelar)<br />
la opinión. Ahora la élite actúa<br />
por defecto: la opinión pública<br />
en general no se siente<br />
muy interesada por la política<br />
exterior y las asociaciones no gubernamentales<br />
o los grupos de<br />
interés público que sí se interesan<br />
tienen poca resonancia. El<br />
grupo que ocupa los cargos superiores<br />
en el nuevo Gobierno<br />
está formado por veteranos de<br />
los últimos años de la guerra fría<br />
y de la Guerra del Golfo. Dan<br />
por supuesta la supremacía moral<br />
y fáctica de Estados Unidos y<br />
responden con un herido asombro<br />
a las sugerencias de que el<br />
resto del mundo no piensa así.<br />
La insistencia del nuevo Gobierno<br />
en llevar a cabo el proyecto<br />
del Escudo antimisiles balísticos<br />
puede considerarse sintomático<br />
de este punto de vista<br />
global. El hecho de que no esté<br />
disponible la tecnología necesaria<br />
es una ventaja adicional: su<br />
desarrollo proporcionará fondos<br />
a la industria aerospacial durante<br />
un futuro indefinido. Que<br />
China y Rusia hayan declarado<br />
que responderán a la puesta en<br />
marcha del proyecto con un aumento<br />
de sus inversiones en sistemas<br />
ofensivos ha sido visto como<br />
una amenaza huera. Las advertencias<br />
de los miembros<br />
europeos de la OTAN de que el<br />
proyecto pondría en peligro las<br />
relaciones de la OTAN con Rusia<br />
han sido interpretadas como<br />
una muestra de la inconsecuencia<br />
europea. Los planes de la<br />
Unión Europea de crear una<br />
fuerza europea independiente,<br />
que eran vistos con escepticismo<br />
por el Gobierno de Clinton,<br />
ha sido recibidos con irritación y<br />
susceptibilidad por los que van a<br />
ocupar los cargos superiores con<br />
Bush. Lo más inaceptable es un<br />
síndrome que algunos de ellos<br />
denominan “vedrinismo”, y que<br />
los franceses llamarían “veleidades”<br />
de independencia. Al fin y<br />
al cabo, la Unión Europea, tanto<br />
en sus tendencias socialdemócratas<br />
como socialcristianas,<br />
ha seguido aferrándose de modo<br />
retrógrado a obsoletas nociones<br />
de solidaridad social. También<br />
se resiste inexplicablemente a las<br />
exigencias morales del liderazgo<br />
estadounidense (véase su insolencia<br />
al criticar la pena de<br />
muerte en Estados Unidos). La<br />
táctica de divide y vencerás que<br />
Bush aplica en el interior pronto<br />
aparecerá en Europa, y también<br />
podemos esperar intervenciones<br />
abiertas y encubiertas en<br />
la política interna de los países<br />
de la Unión Europea.<br />
Dejando a un lado la retórica,<br />
no queda muy claro cuál será<br />
el tratamiento que el nuevo<br />
Gobierno va a dar a Oriente<br />
Medio (el acceso al petróleo, el<br />
52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
enfrentamiento entre Israel y los<br />
países árabes o Irán e Iraq), a<br />
América Latina (donde Chávez<br />
podría reemplazar a Castro como<br />
problema) y a la contención<br />
de la República Popular China,<br />
que se niega a no ser tratada como<br />
una superpotencia por derecho<br />
propio. Un sector de los republicanos<br />
es relativamente prudente,<br />
está preparado para<br />
aceptar acuerdos ad hoc y mira<br />
con indiferencia, e incluso cinismo,<br />
la retórica de expansionismo<br />
moral que ha sido, durante<br />
el último siglo, parte inseparable<br />
de nuestra política<br />
exterior. Sin embargo, otro sector<br />
desciende de la generación<br />
de estadounidenses que, tras haber<br />
contribuido a las arriesgadas<br />
aventuras misioneras protestantes<br />
en China, se sintió gravemente<br />
ofendida por la negativa<br />
de los chinos a convertirse. Naturalmente,<br />
el segmento del Partido<br />
Republicano vinculado a<br />
los negocios está dispuesto a dejar<br />
de lado la ideología y la religión<br />
en aras de los beneficios.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Tienen claro que no quieren<br />
una guerra con China por Taiwan<br />
(o por los derechos humanos)<br />
y recientemente han hecho<br />
una campaña pidiendo una mayor<br />
apertura hacia Cuba. Por<br />
otro lado, un grupo reaganiano,<br />
que incluye a ex demócratas,<br />
acaba de presentar un manifiesto<br />
en el que pide que los republicanos<br />
sitúen los valores por<br />
encima de los beneficios: su defensa<br />
de la moralidad política<br />
hubiese resultado más convincente<br />
si sus firmantes no fuesen<br />
partidarios incondicionales de<br />
Israel. Y es precisamente Israel el<br />
que ilustra varios de los dilemas<br />
a que se enfrenta la política exterior<br />
republicana. Dentro del<br />
aparato de seguridad nacional,<br />
Israel (junto con Turquía) es<br />
considerado un aliado frente a<br />
enemigos reales y potenciales en<br />
Oriente Medio e incluso Asia<br />
Central y como un Estado cliente<br />
militar. Por otro lado, los republicanos<br />
no quieren que las<br />
relaciones de Estados Unidos<br />
con las monarquías del Golfo o<br />
con Egipto se vean socavadas<br />
por su cercanía a Israel. El nuevo<br />
equipo de relaciones exteriores<br />
republicano ha declarado<br />
que se guiará por el “interés de<br />
la nación”. Evidentemente, lo<br />
que ello quiera decir depende<br />
siempre de la interpretación, de<br />
la elección política.<br />
La confianza en sí mismo que<br />
muestra el nuevo equipo de política<br />
exterior de Bush se desvanecerá<br />
con toda seguridad cuando<br />
deba enfrentarse a una crisis (digamos,<br />
por ejemplo, una guerra<br />
civil en Arabia Saudí). Hay una<br />
cosa segura: no tiene ningún sentido<br />
declarar que la inexperiencia<br />
del nuevo presidente se verá<br />
compensada por la sagacidad de<br />
sus consejeros. No tenemos pruebas<br />
de que Bush entienda gran<br />
cosa del mundo más allá de nuestras<br />
fronteras y deberá tomar decisiones<br />
después haber recibido<br />
consejos contradictorios. Hasta<br />
ahora, la técnica de evitar manifiestamente<br />
los conflictos y de<br />
llevar a cabo una política resueltamente<br />
unilateral, que ha pues-<br />
NORMAN BIRNBAUM<br />
to en práctica en Tejas, en la<br />
campaña electoral presidencial<br />
así como en los comienzos de su<br />
Gobierno, le ha funcionado bastante<br />
bien dentro del país. Sin<br />
embargo, se adapta especialmente<br />
mal a la situación internacional.<br />
En Estados Unidos surgirá,<br />
antes o después, un conflicto político<br />
serio. Las consecuencias para<br />
nuestras relaciones con el resto<br />
del mundo, considerablemente<br />
menos predecibles y estables<br />
de lo que muchos creen, son imposibles<br />
de prever. n<br />
Traducción de Sara Barceló<br />
Norman Birnbaum es catedrático del<br />
Law Center en la Universidad de Georgetown.<br />
Autor de After Progress.<br />
53
Raúl Guerra Garrido<br />
Lectura insólita de ‘El capital’<br />
Ediciones Destino, Barcelona, 1976<br />
La carta<br />
Espasa Calpe, Madrid, 1990<br />
einticinco años después<br />
de haber obtenido en<br />
1976 el Premio Nadal,<br />
esta séptima edición de la novela<br />
de Raúl Guerra Garrido (R.<br />
G. G.) conmemora en las librerías<br />
españolas ese aniversario bibliográfico.<br />
Abstracción hecha<br />
de sus dimensiones estrictamente<br />
literarias, merecidamente valoradas<br />
por críticos e historiadores<br />
de la narrativa española<br />
contemporánea, Lectura insólita<br />
de ‘El capital’ (LIC) fue la primera<br />
obra de ficción en la que<br />
figuran de manera a la vez significativa<br />
y verídica militantes<br />
de ETA, tratados como elementos<br />
centrales de la trama y reconocibles<br />
como transposiciones<br />
fabuladas de la crónica histórica.<br />
Casi tres lustros después de recibir<br />
el premio, R. G. G. regresaría<br />
al mundo del terrorismo con<br />
otra novela, La carta (LC) 1 V<br />
.<br />
Esta recesión no es un artículo<br />
de crítica literaria ni de sociología<br />
de la novela, ni menos<br />
aún un intento de reducir la escritura<br />
de un relato a sus contenidos<br />
anecdóticos o ejemplarizantes.<br />
Trata sólo de comparar<br />
los elementos de continuidad y<br />
discontinuidad –reflejados en<br />
ambas novelas– entre la ETA de<br />
la dictadura y la ETA que continuó<br />
secuestrando y asesinando<br />
después de la muerte de Franco<br />
y de la aprobación de la Constitución<br />
de 1978 y del Estatuto<br />
de Guernika de 1979. Aunque<br />
la datación no sea explícita, la<br />
acción en tiempo presente de<br />
LIC se desarrolla durante los<br />
años finales del franquismo; y<br />
LC, en plena normalidad democrática,<br />
con Felipe González como<br />
presidente del Gobierno.<br />
Las semejanzas entre ambas etapas<br />
son obvias: antes y después<br />
del fallecimiento de Franco,<br />
ETA se ha definido como una<br />
organización a la vez nacionalista<br />
y socialista, dice defender<br />
al tiempo al País Vasco y a la libertad<br />
(Euskadi ta Askatasuna),<br />
y se arroga el derecho a matar o<br />
a secuestrar a los adversarios sin<br />
otro límite que su omnímoda<br />
voluntad como vanguardia revolucionaria.<br />
La perspectiva<br />
ofrecida por el paso del tiempo<br />
(los 33 años transcurridos desde<br />
los primeros asesinatos de ETA<br />
perpetrados en 1968) carga de<br />
razón los juicios morales que<br />
consideran igualmente reprobables<br />
los crímenes cometidos antes<br />
y después de 1975. Sin embargo,<br />
tampoco faltan las diferencias<br />
ético-políticas a uno y<br />
otro lado de esa frontera temporal,<br />
rastreables indirectamente<br />
mediante el cotejo de los dos<br />
libros de R. G. G.<br />
LIC y LC son una lectura altamente<br />
recomendable para<br />
quienes no conozcan de primera<br />
mano la situación actual del<br />
País Vasco y tiendan a creer que<br />
el deterioro de la convivencia civilizada<br />
en su seno no es tan grave<br />
como denuncian las víctimas.<br />
Ambas novelas tienen como<br />
trasfondo una rica, documentada<br />
y veraz información sobre el<br />
pesado clima de crímenes, atentados,<br />
amenazas y chantajes que<br />
NARRATIVA<br />
DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />
El mundo de ETA a través de dos novelas<br />
1 Las ediciones utilizadas para las referencias<br />
a las páginas de las novelas dentro<br />
de los paréntesis son la edición de bolsillo<br />
de 1981 de LIC y la edición de bolsillo<br />
de LC de 1999.<br />
JAVIER PRADERA<br />
envuelve todavía hoy a los ciudadanos<br />
de una parte de la<br />
Unión Europea, titulares teóricos<br />
de los derechos y libertades<br />
propios de un Estado de derecho<br />
y dotados de las instituciones<br />
de autogobierno más amplias<br />
y eficaces de todo el continente.<br />
No es imprescindible<br />
recibir una carta de ETA exigiendo<br />
el chantaje mafioso burlonamente<br />
llamado impuesto revolucionario<br />
(como les ha ocurrido<br />
a tantos empresarios y<br />
profesionales apolíticos desde los<br />
años setenta), ni sufrir en propia<br />
carne los efectos de la kale borroka<br />
(como le sucedió a la madre<br />
del diputado del PNV Anasagasti<br />
mientras viajaba en un<br />
autobús donostiarra, en el verano<br />
del año 2000), para llegar a<br />
la conclusión de que –contra lo<br />
que ha venido afirmando el Gobierno<br />
de Vitoria– el País Vasco<br />
no es precisamente el lugar más<br />
seguro con que se pueda soñar<br />
para vivir en España.<br />
1. La historia de un ferrón<br />
Lejos de servir de telón de fondo<br />
dramático o costumbrista al relato,<br />
la presencia de ETA se inserta<br />
en el corazón mismo de la<br />
trama de LIC: el secuestro de<br />
José María Lizarraga (un industrial<br />
siderúrgico sesentón con los<br />
primeros ocho apellidos euskaldunes),<br />
por cuya libertad los raptores<br />
(disfrazados bajo una segunda<br />
marca de la organización<br />
terrorista) exigen 50 millones de<br />
pesetas y la aceptación de la plataforma<br />
reivindicativa de los trabajadores<br />
de la factoría número<br />
dos de Eibain, en huelga general<br />
a raíz de un trágico accidente laboral.<br />
La narración se articula según<br />
dos ejes diferentes: de un<br />
lado, el arranque, el desarrollo y<br />
el final del secuestro es narrado<br />
en tercera persona desde la perspectiva<br />
omnipresente del novelista,<br />
dueño también del flujo<br />
de conciencia del secuestrado; de<br />
otro, un amplio coro de testigos<br />
cuenta en primera persona a un<br />
forastero, en funciones de investigador,<br />
sus recuerdos. opiniones<br />
y juicios sobre el secuestrado.<br />
La esposa y los dos hermanos<br />
de Lizarraga, el erudito<br />
local (autor de una Breve historia<br />
de Eibain), el alcalde franquista,<br />
el comisario de policía, el director<br />
del banco, el maestro, un dirigente<br />
en el exilio del PNV, trabajadores<br />
en huelga, un activista<br />
de ETA, la viuda y el hijo de<br />
su mejor amigo ya fallecido, curas<br />
y monjas, amigos de la sociedad<br />
gastronómica, empleados<br />
reticentes o de confianza, comerciantes<br />
y vecinos contribuyen<br />
a reconstruir la biografía de<br />
un personaje típico (utilizando<br />
libremente la terminología de<br />
Max Weber y Lukacs) de la sociedad<br />
guipuzcoana. Si la vida<br />
de Lizarraga sólo se entiende en<br />
su contexto social, la historia<br />
empresarial y la historia del movimiento<br />
obrero en el País Vasco<br />
son las dos caras de una misma<br />
moneda, pese a que los cultivadores<br />
de la primera especialidad<br />
disciplinaria –actualmente de<br />
moda– tiendan a devolver la tarjeta<br />
de visita de la unilateralidad<br />
metodológica a la historiografía<br />
social de inspiración marxista<br />
–dominante durante mucho<br />
años– con el propósito de poner<br />
exclusivamente el acento en la<br />
figura de los emprendedores.<br />
La rememoración colectiva<br />
saca a la luz diferentes etapas de<br />
la existencia de Lizarraga, desde<br />
su primera niñez en Argentina<br />
54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Raúl Guerra Garrido<br />
como hijo de vascos emigrados<br />
hasta las vivencias de la guerra<br />
civil primero en zona republicana<br />
y luego en zona rebelde, pasando<br />
por el regreso a Irún tras la<br />
Gran Guerra y los agitados años<br />
de la República. Pero el núcleo<br />
de esa reconstrucción coral es la<br />
historia de la segunda gran ola<br />
de industrialización guipuzcoana<br />
durante la posguerra española y<br />
europea, que a su vez evoca las<br />
luchas reivindicativas bajo la dictadura<br />
de los trabajadores, en cuyo<br />
nombre hablan los grupos<br />
políticos revolucionarios. Biografía<br />
individual, historia industrial,<br />
movimiento obrero y ETA<br />
son las cuatro madejas del tapiz<br />
tejido por R. G. G.<br />
La ambigüedad del retrato del<br />
secuestrado no se debe al pintor,<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
sino que está inscrita en los hechos.<br />
Lizarraga tiene el rasgo de<br />
humor negro de pedir a sus secuestradores,<br />
que le ofrecen material<br />
de lectura, alguna traducción<br />
castellana de El capital. En<br />
la soledad del encierro se enfrasca<br />
en una edición abreviada de la<br />
obra de Karl Marx para tratar de<br />
desentrañar la teoría del valor, el<br />
significado de la fórmula ‘D-M-D’<br />
y las diferencias entre valor de<br />
uso y valor de cambio. Tal vez la<br />
lectura de otros textos de Marx<br />
le hubiera resultado al empresario<br />
secuestrado, si no menos insólita,<br />
más comprensible. Casi siglo<br />
y medio antes de que R. G. G.<br />
eligiera como personaje de su<br />
novela a un vigoroso ferrón guipuzcoano,<br />
Marx había ya dejado<br />
constancia en La ideología ale-<br />
mana de sus sentimientosencontrados<br />
de rechazo y admiración<br />
hacia la gran<br />
industria, universalizadora<br />
del maquinismo,<br />
creadora del mercado<br />
mundial, fundadora de la<br />
historia global y destructora<br />
de la ideología, la religión y<br />
la moral del antiguo régimen.<br />
El Manifiesto comunista hace el<br />
elogio del papel revolucionario<br />
desempeñado en la historia por<br />
la burguesía, que destruye las relaciones<br />
feudales, funda enormes<br />
ciudades, arranca a la población<br />
campesina del idiotismo rural,<br />
desarrolla fuerzas productivas<br />
más colosales de lo que habían<br />
logrado todas las generaciones<br />
anteriores e inventa maravillas<br />
superiores a las pirámides de<br />
Egipto, los acueductos romanos<br />
y las catedrales góticas.<br />
Al igual que otros manufactureros<br />
guipuzcoanos de la época,<br />
el protagonista de LIC recurre<br />
a la autofinanciación, invierte<br />
los beneficios en la ampliación<br />
de su actividad fabril, vende en<br />
el mercado nacional sin competencia<br />
exterior gracias a los elevados<br />
aranceles y las restricciones<br />
cuantitativas a la importación,<br />
se beneficia de la ayuda estatal a<br />
las exportaciones, se abastece de<br />
mano de obra barata suministrada<br />
por la gran oleada de inmigrantes<br />
huidos de la miseria de la<br />
España rural, se protege de las<br />
huelgas con la ayuda de la Guardia<br />
Civil y trata de sustituir la<br />
imposible negociación sindical<br />
con prácticas paternalistas. Descargado<br />
de problemas financieros<br />
y laborales, su principal dificultad<br />
son los cuellos de botella<br />
administrativos para la importación<br />
de maquinaria y el sumi-<br />
nistro de productos primarios o<br />
semiterminados, la otra cara –esta<br />
vez adversa– de la autarquía y<br />
la economía contingentada. La<br />
habilidad en los tratos con los<br />
beneficiarios de algún monopolio<br />
de oferta, la corrupción de<br />
las autoridades encargadas de dar<br />
las licencias de importación y el<br />
contrabando eran las únicas vías<br />
de salida posibles a esas situaciones<br />
de escasez inducidas por el<br />
proteccionismo franquista.<br />
Desde esa perspectiva –digamos–<br />
historiográfica o sociológica,<br />
LIC constituye una inteligente<br />
abreviatura del subvertidor<br />
proceso de cambio social<br />
producido bajo el franquismo.<br />
La voluntad de hierro –nunca<br />
mejor dicho– de Lizarraga se<br />
identifica con el trabajo:<br />
“Su vida era su industria y sin crecer<br />
la empresa se ahogaba en una medianía<br />
deleznable […] crecer en contra de los<br />
consejos paternos, fraternos, amistosos,<br />
tecnocráticos, la decisión solitaria de la<br />
apuesta a una sola carta, a un pulso, cincuenta<br />
a caras, la sublime y terrible soledad<br />
en la toma de decisión, momento<br />
supremo, la hora del tigre a cambio de<br />
las siete vidas del gato”. (LIC, 60).<br />
Los contrapuestos puntos de<br />
vista reunidos por el investigador<br />
forastero permiten reconstruir<br />
la inextricable combinación<br />
de creación y explotación, épica<br />
y picaresca, generosidad y codicia,<br />
intereses generales y metas<br />
particulares, solidaridad y egoísmo<br />
que caracterizan el tránsito<br />
del artesanado a la gran industria,<br />
del mundo rural a la sociedad<br />
urbana, de la seguridad de<br />
las viejas costumbres locales a la<br />
incertidumbre creada por las<br />
desconocidas condiciones de<br />
existencia globales.<br />
El primer paso será el traslado<br />
–a comienzos de la década de los<br />
55
DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />
treinta– de la fundición paterna<br />
de hierro colado, dedicada hasta<br />
entonces a la forja de balcones,<br />
verjas y cocinas de carbón con<br />
herrajes de latón, desde Irún a<br />
Elbain para ampliar la gama de<br />
productos 2 . Cuando los estrangulamientos<br />
producidos por la<br />
falta de suministros resultan más<br />
acuciantes durante la posguerra,<br />
Lizarraga compra un alto horno<br />
abandonado por obsoleto para<br />
trasladarlo de Orbaiceta a Eibain,<br />
ponerlo de nuevo en funcionamiento<br />
y subrogarse en la licencia<br />
que le da entrada al numerus<br />
clausus de la aristocracia siderúrgica.<br />
Más tarde vendrán los tiempos<br />
ambiciosos de la acería y el<br />
tren de laminación. Un ejecutivo<br />
abrepuertas bien relacionado en<br />
Madrid con militares y falangistas<br />
le conseguirá los permisos<br />
de importación y las licencias de<br />
apertura necesarias. La generalización<br />
durante la posguerra del<br />
estraperlo le permite acceder al<br />
mercado negro pagando altos<br />
precios. Y el contrabando a través<br />
de la muga navarra le resolverá<br />
los casos extremos: una pareja de<br />
bueyes dopados con simpatina y<br />
arreados por ocho akullaris tarda<br />
dos noches en arrastrar el bastidor<br />
de un torno de una tonelada<br />
de peso.<br />
“Así se escribe la historia, sin nosotros<br />
–concluye el contrabandista encuestado–<br />
no se hubiera industrializado<br />
el País Vasco, ¿cómo no le vamos a caer<br />
bien a la gente y a los poetas?” (LIC,<br />
148).<br />
La llegada al poder de los tecnócratas<br />
del Opus, la estabilización<br />
de 1959, la apertura al exterior,<br />
los planes de desarrollo, la<br />
2 “Eibain es mi Macondo particular;<br />
no se corresponde con ningún pueblo<br />
concreto por más que su nombre sea la<br />
contracción de Eibar y Andoain; podría<br />
ser cualquier pueblo con tradición industrial,<br />
en el Goiherri, en el fondo de un valle”.<br />
(Raúl Guerra Garrido, A los veinticinco<br />
años de ‘Cacereño’, pág. 32. Fundación<br />
Alzate, 1994). Eibain es el escenario<br />
no sólo de LIC sino también de Cacereño<br />
(Alfaguara, 1969) y Tantos inocentes (Espasa<br />
Calpe, 1996); LC hace abundantes<br />
referencias a ese pueblo. Son igualmente<br />
frecuentes en las novelas de R. G. G. las<br />
alusiones a vecinos y acontecimientos de<br />
Eibain mencionados en obras anteriores.<br />
ampliación de la demanda interna<br />
y la fiebre del consumo<br />
obligarán a Lizarraga a cambiar<br />
de estrategia en sus relaciones<br />
con el poder y en sus proyectos<br />
empresariales; fabricará incluso<br />
–con mala fortuna– electrodomésticos.<br />
2. Lucha de clases y opresión<br />
nacional<br />
El coste de la industrialización<br />
vasca en términos de medio ambiente<br />
fue elevadísimo: la deforestación<br />
de los viejos robledales<br />
y hayedos para alimentar con<br />
carbón vegetal el apetito insaciable<br />
de los hornos ha dejado<br />
sus cicatrices en el paisaje guipuzcoano.<br />
El testimonio de un<br />
hombre de confianza de Lizarraga<br />
recogido por el imaginario<br />
investigador rememora las dimensiones<br />
del destrozo:<br />
“El horno se comía todo el carbón<br />
vegetal que le echásemos […] se contrató<br />
a un ejército de aizkolaris, de carborenos<br />
[…] no dejamos un roble en<br />
pie […] a veces te daban pena, tan hermosos<br />
y más de cien años para hacerse<br />
[…] movilizamos ejércitos enteros de<br />
carborenos, parecía lo de las pirámides<br />
[…] crismamos bosques enteros […]<br />
hasta Arantzazu mondo y lirondo”<br />
(LIC, 160-161).<br />
La falta de escrúpulos para<br />
alojar en los estrechos valles guipuzcoanos<br />
a las oleadas de inmigrantes<br />
destinados a servir de<br />
mano de obra fabril barata es<br />
también visible en los atentados<br />
urbanísticos perpetrados a partir<br />
de los cincuenta:<br />
“Casas hacinadas en el monte, los<br />
cacereños son los que las han construido<br />
y después se las han comprado al<br />
contratista, vasco of course”.<br />
Y el alcalde franquista de Eibain<br />
autoriza la construcción junto<br />
al cementerio de los bloques de<br />
casas baratas encargadas por Lizarraga<br />
(LIC, 34, 87).<br />
Tal vez los lectores a quienes<br />
falte un conocimiento directo o<br />
familiaridad historiográfica con<br />
las encarnaciones singulares del<br />
tipo ideal de empresario guipuzcoano,<br />
ese patrono que ha<br />
pasado de trabajar con sus manos<br />
a presidir una corporación<br />
sin cambiar de carácter, de afi-<br />
ciones, de amigos y de ambiciones,<br />
puedan atribuir la talla berroqueña<br />
del personaje novelesco<br />
de LIC a una inexistente inclinación<br />
de R. G. G. por la<br />
sencillez de rasgos. Pero la relativa<br />
abundancia de lizarragas en<br />
el País Vasco de ayer y de hoy<br />
prueba no sólo la verosimilitud<br />
novelística del protagonista de<br />
LIC, sino también la veracidad<br />
histórica de las figuras de carne y<br />
hueso utilizadas como referencia.<br />
Aunque no se puedan elevar<br />
a la condición normativa de categoría<br />
antropológica rasgos singulares<br />
como la propensión a la<br />
misoginia, la fraternidad viril sublimada,<br />
el medio familiar clerical,<br />
la fortaleza física, la pasión<br />
gastronómica, el nacionalismo<br />
moderado o el apoliticismo pragmático,<br />
cabe tomar esas huellas<br />
de carácter como una pista capaz<br />
de conducir hasta el mundo<br />
del arquetipo. Basta con subrayar<br />
los parecidos genéricos del daguerrotipo<br />
imaginario de la novela<br />
con otros personajes identificables<br />
en la historia contemporánea<br />
para incluirle en un álbum<br />
fotográfico de familia en el que se<br />
inscriben los retratos de muchos<br />
empresarios vascos de su tiempo 3 .<br />
En cualquier caso, Lizarraga<br />
no es sólo el precipitado de los<br />
rasgos de carácter comunes a<br />
los portadores de un papel social<br />
determinado en la Guipúzcoa<br />
de la posguerra. Los recuerdos de<br />
infancia (el viaje con el padre a<br />
ver la ballena varada en la playa<br />
de Zumaya, la añoranza de las<br />
noches de verano bajo el nogal<br />
frente al caserío), las relaciones<br />
familiares (la boda con la muchacha<br />
que cuidó a su madre<br />
hasta su muerte) y las exhibiciones<br />
de coraje (la mano mutilada<br />
da testimonio de su sentido del<br />
riesgo) confieren vida propia al<br />
personaje. La amistad fraterna<br />
3 Lizarraga y su fábrica de Eibain “forman<br />
un binomio que en cuanto a modelo<br />
de crecimiento podría corresponderse<br />
con Orbegozo de Zumárraga, pero que en<br />
realidad es una mezcla más maliciosa que<br />
aleatoria de otros tantos binomios empresa-localidad:<br />
la forja ineludiblemente<br />
es la de Patricio Echevarría, la ‘bellota’<br />
de su marca falsificada como un ‘trébol”<br />
(ibídem).<br />
con Olaso, su compañero de fatigas,<br />
simpatizante de los socialistas<br />
y muerto en un accidente<br />
laboral, es el hilo rojo de la trama:<br />
esta vez no es Marx sino<br />
Freud quien puede ayudar a entender<br />
la relación personal entre<br />
los dos jentis (un apelativo genérico<br />
de incierto origen, nimbado<br />
con el aura mítica de los<br />
ferrones de antaño ni romanizados<br />
ni cristianizados) y el inesperado<br />
final de la novela (LIC,<br />
26), a la altura de las mejores<br />
soluciones dadas a las narraciones<br />
de intriga.<br />
Si LIC puede ser leída parcialmente<br />
como una historia de<br />
la segunda gran oleada de inmigración<br />
e industrialización en<br />
Guipúzcoa, también evoca los<br />
grandes conflictos inherentes a<br />
ese proceso, la cara oscura de esa<br />
luna habitada en su parte iluminada<br />
por las tasas de crecimiento,<br />
las cifras de población ocupada<br />
y las toneladas de hierro y<br />
de acero producidas. Aunque<br />
puedan alentar emociones diametralmente<br />
opuestas, esas dos<br />
visiones no son perspectivas alternativas,<br />
sino complementarias:<br />
el orgullo de Lizarraga, que<br />
zarandea a un presuntuoso jefe<br />
de marketing para mostrarle por<br />
la ventana a través de una suspensión<br />
neblinosa de arrabio el<br />
paisaje industrial erizado de chimeneas<br />
de Eibain<br />
(“¡Mira si tienes ojos! ¡Esto no es imaginación!<br />
¡Esto es creatividad! ¡Antes<br />
no era nada, monte!”),<br />
tiene como respuesta los sentimientos<br />
de desposesión y alienación<br />
de sus trabajadores en<br />
huelga, para quienes tan sólo es<br />
un miembro de<br />
“la inefable raza de los capitalistas españoles<br />
que con sus miniempresas no<br />
competitivas son tan nefastos para la<br />
clase obrera como los señoritos andaluces<br />
de los latifundios” (LIC, 203, 55).<br />
Esas posiciones encontradas<br />
se prestan a mitificaciones –cinematográficas<br />
en estos ejemplos–<br />
paralelas: dos filmes de<br />
Wadja están ambivalentemente<br />
animados por la épica de la industrialización<br />
capitalista (La<br />
tierra de la gran promesa) y so-<br />
56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
cialista (El hombre de mármol)<br />
en Polonia; la película de John<br />
Ford ¡Qué verde era mi valle! describe<br />
los destrozos mineros en<br />
el medio ambiente galés; y el<br />
Novecento, de Bertolucci, es un<br />
cántico a la solidaridad de los<br />
trabajadores.<br />
LIC armoniza dentro del<br />
mismo relato los dos polos de<br />
esa relación dialéctica: la visión<br />
simultánea y contradictoria de<br />
la factoría de Eibain como resultado<br />
conjunto de la voluntad<br />
emprendedora del ferrón visionario<br />
y de la plusvalía de sus trabajadores.<br />
La imagen insólita del<br />
industrial Lizarraga leyendo una<br />
versión abreviada de El capital<br />
en la tienda de campaña instalada<br />
en una escombrera abandonada<br />
que le sirve de prisión es la<br />
metáfora irónica de esa articulación<br />
de opuestos. La focalización<br />
calvinista de la vida en el<br />
trabajo deja poco espacio para<br />
las preocupaciones políticas. En<br />
octubre de 1934 Lizarraga y<br />
Olaso se enfrentan, armados<br />
con barras de hierro y pistolas, a<br />
los piquetes que pretenden cerrar<br />
los talleres de la fundición.<br />
Tras la entrada en Eibain de los<br />
requetés, la empresa será reconvertida<br />
en industria de armamento<br />
para suministrar material<br />
bélico al ejército de Franco.<br />
Durante los duros años de la<br />
posguerra, el pragmatismo colaboracionista<br />
guiará sus relaciones<br />
con las autoridades locales,<br />
provinciales y nacionales.<br />
Aunque los sentimientos nacionalistas<br />
moderados le lleven a<br />
ayudar económicamente –desde<br />
que sean legalmente posibles–<br />
las iniciativas educativas y<br />
culturales de ayuda al euskera,<br />
Lizarraga se niega a figurar públicamente<br />
como patrocinador de<br />
un concurso literario. Dentro<br />
de la fábrica, el paternalismo ahoga<br />
o reduce al máximo la autonomía<br />
organizativa y reivindicativa<br />
de los trabajadores.<br />
¿Qué pretendía la FERE, una<br />
segunda marca organizativa de<br />
sigla indescifrable elegida por<br />
ETA para la ocasión, con el secuestro<br />
del empresario? El comando<br />
numerado de tres hombres<br />
–Abelbat, Abelbi, Abeliru–<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
se propone con la operación Caín<br />
no sólo obtener 50 millones de<br />
pesetas, sino también cumplir<br />
un objetivo político-revolucionario:<br />
la aceptación por la empresa<br />
de la plataforma reivindicativa<br />
de los trabajadores en<br />
huelga de la factoría número dos<br />
como paso en el camino de la<br />
toma de conciencia y organización<br />
de la clase obrera vasca.<br />
Durante el franquismo, las<br />
discusiones dentro de ETA y sus<br />
subsiguientes escisiones versaron<br />
en torno a la forma de conciliar<br />
los polos dialécticos de su doble<br />
compromiso: nacionalismo y socialismo,<br />
defensa de la identidad<br />
vasca como pueblo y hegemonía<br />
en su seno del pueblo trabajador<br />
vasco (definido como todos<br />
aquellos que viven y venden su<br />
fuerza de trabajo en Esuskadi),<br />
lucha de liberación nacional y lucha<br />
de clases. El recurso a la violencia<br />
ni fue patrimonio exclusivo<br />
del nacionalismo vasco (baste<br />
con citar al Frente Revolucionario<br />
Antifascista y Patriótico<br />
–FRAP–), ni se puede explicar<br />
sólo en función de la dictadura<br />
franquista. La violencia de izquierda<br />
se esparció por toda Europa,<br />
como práctica o como proyecto,<br />
en la resaca de mayo de<br />
1968: los troubles irlandeses, los<br />
años de plomo del terrorismo italiano,<br />
el Ejército Rojo alemán, la<br />
propagación por todo el continente<br />
de grupúsculos –sobre todo<br />
estudiantiles– inspirados en<br />
la ideología y en la práctica maoísta,<br />
leninista, fanoniana, castrista,<br />
vietnamita o camboyana. Los estudiantes<br />
del Frente de Liberación<br />
Nacional (FELIPE), desperdigados<br />
a partir de los setenta<br />
en otros partidos, no sólo coquetearon<br />
con la idea de la lucha armada,<br />
sino que contactaron con<br />
Argelia y Yugoslavia para llevar a<br />
cabo su nunca realizado proyecto.<br />
Pero los sentimientos mezclados<br />
de atracción y de rechazo, de<br />
fascinación y de horror ante la<br />
violencia, cuando la izquierda antifranquista<br />
comprobó cómo la<br />
letra de los manuales de marxismo-leninismo<br />
y de guerra revolucionaria<br />
se transformaba en<br />
sangre, cobraron todavía mayor<br />
fuerza en relación con ETA. Só-<br />
lo la novela, a falta de diarios personales<br />
o de memorias que no<br />
desfiguren los recuerdos en provecho<br />
de sus autores, podría recrear<br />
las pesadillas monstruosas<br />
que los sueños de la razón provocan<br />
en los adversarios de las<br />
dictaduras dentro de las sociedades<br />
cerradas; un riesgo que desde<br />
luego no corrieron quienes colaboraron<br />
–como sucedió en España<br />
en el caso de muy ilustres<br />
gobernantes contemporáneos–<br />
con los regímenes autoritarios o<br />
coexistieron pacíficamente con<br />
sus desmanes. LIC muestra a los<br />
lectores del siglo XXI los efectos<br />
del veneno destilado por las ideologías<br />
políticas empeñadas en<br />
descubrir la receta del nacionalismo<br />
revolucionario como una<br />
invencible mezcla de comunidad<br />
y sociedad, culto al pasado y utopía<br />
futura, etnicismo e internacionalismo,<br />
particularidad y universalidad.<br />
La idea de controlar<br />
con la misma mano las riendas<br />
de las fuerzas faústicas de la lucha<br />
contra la opresión nacional y de<br />
la lucha contra la opresión económica,<br />
que multiplicarían sus<br />
efectos dinamizadores al caminar<br />
juntas, fue el espejismo que hizo<br />
sucumbir a una parte de la izquierda<br />
antifranquista ante ETA.<br />
3. La industria de la extorsión<br />
Aunque la publicación de LIC y<br />
LC se hallen separadas tan sólo<br />
por 14 años de distancia, durante<br />
ese lapso de tiempo habían<br />
corrido aguas embravecidas bajo<br />
los puentes políticos, sociales,<br />
económicos e ideológicos del País<br />
Vasco y del resto de España. Tras<br />
la muerte de Franco y la proclamación<br />
de Juan Carlos de Borbón<br />
como su sucesor a título de<br />
Rey de la Monarquía del 18<br />
de julio en noviembre de 1975,<br />
la transición desde la dictadura<br />
hasta una monarquía parlamentaria<br />
homologable con los sistemas<br />
democráticos del resto de<br />
Europa quedó formalizada con<br />
la Constitución española de<br />
1978 y el Estatuto de Guernica<br />
de 1979. La Ley de Amnistía<br />
aprobada por las Cortes Generales<br />
en el otoño de 1977 había sido<br />
también aplicada a los miembros<br />
de ETA acusados de delitos<br />
JAVIER PRADERA<br />
de sangre y vaciado las cárceles<br />
españolas de presos vascos. Sin<br />
embargo, la organización terrorista<br />
(hasta 1981 escindida en<br />
dos ramas igualmente operativas),<br />
lejos de abandonar las armas<br />
en lógica respuesta al restablecimiento<br />
del Estado democrático<br />
de derecho y de las<br />
instituciones vascas de autogobierno,<br />
multiplicó sus atentados,<br />
asesinatos y secuestros. Las estadísticas<br />
funerarias son contundentes:<br />
si durante los ocho años<br />
anteriores a la muerte de Franco<br />
ETA dio muerte –desde junio<br />
de 1968 a noviembre de 1975– a<br />
43 personas, los siete años de<br />
transición previos a la llegada al<br />
poder de los socialistas (1976-<br />
1982) sumaron 331 asesinatos y<br />
los casi catorce de mandato socialista<br />
otros 375 4 .<br />
La situación económica se<br />
había deteriorado a causa de la<br />
recesión económica inducida<br />
por la crisis mundial del petróleo,<br />
las medidas contraproducentes<br />
adoptadas por el franquismo<br />
para afrontarla y la lógica<br />
prioridad concedida por los<br />
Gobiernos de la transición a la<br />
política. La lenta pero progresiva<br />
apertura del mercado interno<br />
a la competencia exterior y la<br />
creciente capacidad del movimiento<br />
obrero organizado para<br />
negociar convenios y declarar<br />
huelgas habían reducido sensiblemente<br />
las rentas de situación<br />
empresariales proporcionadas<br />
durante el franquismo por la autarquía<br />
y la represión. Los lectores<br />
de LC conocen a través de<br />
uno de los amigos del protagonista,<br />
subdirector de compras de<br />
la factoría número dos, que Lizarraga<br />
se halla a mediados de<br />
los ochenta en suspensión de pagos<br />
(LC, 47) 5 .<br />
La incidencia de la crisis sobre<br />
la cotidianidad queda registrada<br />
en la novela de R. G. G. de una<br />
manera a primera vista sorpren-<br />
4 Los datos están tomados de José<br />
María Calleja: Contra la barbarie. Temas<br />
de Hoy, 1997.<br />
5 La información la suministra José<br />
Bajo Pérez, el protagonista de Cacereño,<br />
que ha llegado a ser –en LC– subdirector<br />
de compras de la factoría número dos.<br />
57
DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />
dente: la sofocante densidad dramática<br />
de LIC deja paso en LC al<br />
clima parcialmente bienhumorado<br />
de la tragicomedia. La trama<br />
del relato gira en torno a una<br />
carta enviada por ETA para exigir<br />
50 millones de pesetas a diferentes<br />
industriales, comerciantes<br />
y profesionales en concepto de<br />
impuesto revolucionario. Uno de los<br />
destinatarios de la misiva es un<br />
diseñador a punto de abrir una<br />
elegante tienda de moda masculina<br />
en pleno centro de San Sebastián.<br />
La carta responsabiliza a<br />
Luis Casas –“usted y la clase a<br />
que pertenece”– de una situación<br />
“insostenible” de “paro,<br />
marginación progresiva de la<br />
lengua y la cultura vascas, salvaje<br />
ocupación militar, centenares<br />
de presos en cárceles de exterminio”<br />
y le acusa de contribuir<br />
“ideológica y económicamente a<br />
través del pago de los impuestos<br />
al sostenimiento del Estado policial”.<br />
De no pagar esos 50 millones<br />
“en billetes usados de numeración<br />
discontinua” entregados a un<br />
cobrador de ETA “en concepto de<br />
colaboración a la lucha del pueblo<br />
trabajador”, el destinatario del<br />
chantaje “será ejecutado allí donde<br />
se encuentre” (LC, 27).<br />
Los protagonistas de las dos<br />
novelas de R. G. G. se encuentran<br />
casi en las antípodas. A diferencia<br />
de Lizarraga (“más vasco<br />
que las boinas de Elósegui”, LIC,<br />
116), un euskaldún sobrio y ahorrativo<br />
que se ha abierto camino<br />
en la industria con el trabajo de<br />
sus manos y que se halla camino<br />
de la vejez, Luis Casas, un castellanohablante<br />
nacido en el Bierzo,<br />
se ha dedicado desde siempre<br />
a la publicidad, el diseño, el<br />
marketing o las ventas y recibe<br />
la carta del chantaje el día en que<br />
cumple 50 años. Vinculado al<br />
País Vasco por su boda con una<br />
muchacha de Eibain de familia<br />
hidalga, Luis Casas no tiene demasiadas<br />
cosas en común con<br />
Lizarraga: el arraigo social en<br />
Guipúzcoa, la pertenencia a la<br />
sociedad gastronómica Lagunak<br />
y el apoliticismo. Narrada en primera<br />
persona desde la voz del<br />
extorsionado, la novela cuenta<br />
las angustias de un personaje algo<br />
chisgarabís escrutado repen-<br />
tinamente por la mirada de la<br />
muerte en el mejor momento de<br />
su vida: con buena salud y padre<br />
de tres hijos, estrena piso en un<br />
barrio distinguido frente al río<br />
Urumea y se siente querido por<br />
sus amigos, entre los que no faltan<br />
jatorras aficionados a participar<br />
en la tamborrada donostiarra<br />
y en los carnavales. El contrapunto<br />
dramático de la amenaza<br />
provocada por la carta es el secuestro<br />
ya realizado del industrial<br />
bilbaíno Ángel Larrañaga,<br />
en poder de ETA desde hacía varias<br />
semanas; y el contraste cómico,<br />
el inesperado cruce de otra<br />
extorsión hecha a Luis Casas a<br />
cuenta de una aventura galante.<br />
Si LIC puede emparentarse<br />
cinematográficamente con La<br />
tierra de la gran promesa, El<br />
hombre de mármol, ¡Qué verde<br />
era mi valle! o Novecento, los paralelismos<br />
fílmicos de LC son las<br />
comedias italianas de Alberto<br />
Sordi, Ugo Tognazzi o Vittorio<br />
Gassman, la pareja aventurera<br />
de Bonnie and Clyde, de Arthur<br />
Penn, el sindicalismo mafioso<br />
de La ley del silencio, de Elia Kazan,<br />
o el sórdido clima de El Padrino,<br />
de Francis Ford Coppola.<br />
A diferencia de LIC, los etarras<br />
no llegan a aparecer en escena,<br />
aunque el lector sepa que negocian<br />
tranquilamente las condiciones<br />
para el pago y el cobro<br />
de los impuestos revolucionarios<br />
en los restaurantes de Hendaya.<br />
En cualquier caso, la percepción<br />
social de ETA ha sufrido<br />
cambios entre LIC y LC. Siguen<br />
vivos los lugares comunes sobre<br />
las motivaciones y las metas políticas<br />
de sus atentados, en teoría<br />
dirigidos sólo contra los agentes<br />
del aparato represivo del Estado<br />
y sus cómplices: “Ninguno de<br />
los cadáveres era civil: son unos<br />
asesinos, pero no se puede negar<br />
que cuidadosos y eficaces”,<br />
le dice a Luis Casas el amigo que<br />
ha identificado desde el balcón al<br />
autor de un sangriento atentado<br />
y ni siquiera se plantea la posibilidad<br />
de denunciarlo (LC, 103).<br />
Un banquero comenta que esos<br />
“muchachos” de ETA “tienen<br />
una cosa a su favor, la profesionalidad,<br />
y eso, hasta en el delito,<br />
es una garantía” (LC, 233). Los<br />
nacionalistas moderados llevan<br />
su comprensión todavía mas allá:<br />
los etarras “están en contra de la<br />
empresa privada pero no desean<br />
arruinar el país”, razón por la<br />
cual son muy “sensibles” al riesgo<br />
de que sus extorsionados<br />
quiebren (LC, 259).<br />
A mediados de los ochenta,<br />
sin embargo, sigue perdiendo<br />
fuerza el pathos de ETA creado<br />
bajo el franquismo, esto es, la<br />
presunción favorable a las motivaciones<br />
de los verdugos y contraria<br />
(“algo habrá hecho”) a sus<br />
víctimas. Un trabajador en huelga<br />
de la factoría número dos<br />
cuando Lizarraga se encuentra<br />
secuestrado sostiene<br />
“que ningún grupo, ni siquiera los que<br />
han optado por la violencia, ha cometido<br />
jamás un acto de terrorismo puro,<br />
de violencia gratuita que escandalizaría<br />
al pueblo porque todos los actos han sido<br />
de terrorismo político contra personas<br />
vinculadas al régimen, no neutrales,<br />
y éste es un proceso no deseable pero<br />
lógico cuando a una organización política<br />
se le cierran los cauces democratizadores”<br />
(LIC, 207 y 208).<br />
En esa asimétrica división de<br />
virtudes y pecados, la satanización<br />
de las víctimas es todavía<br />
más odiosa que la glorificación<br />
de sus verdugos. En Eibain es<br />
asesinado de madrugada en el<br />
portal de su casa con un tiro en<br />
la nuca un guardia municipal<br />
afiliado a Comisiones Obreras<br />
“querido por su simpatía y apreciado<br />
por su diligencia”; corre la<br />
voz de que el crimen es obra de<br />
“los fachas, los incontrolados”, y<br />
el funeral se convierte en una<br />
manifestación de duelo multitudinaria;<br />
tras la lectura del<br />
evangelio, sin embargo, “radio<br />
macuto” propala la noticia de<br />
que ETA reivindica la muerte<br />
del guardia “por chivato”: la inmensa<br />
nave del templo<br />
“empezó a vaciarse con el mismo comedimiento<br />
que si se hubiera declarado<br />
un incendio” (LC, 140).<br />
Pero la correlación entre los<br />
asesinados por ETA y su supuesta<br />
culpabilidad perdió definitivamente<br />
todo sentido después<br />
de matanzas como el atentado<br />
de Hipercor de 1987.<br />
También bajo la democracia se<br />
fueron aflojando los nexos entre<br />
nacionalismo y socialismo. Todavía<br />
a mediados de los setenta<br />
un portavoz de la organización<br />
terrorista declara al forastero que<br />
recoge en Eibain testimonios sobre<br />
el secuestro de Lizarraga que<br />
“la riqueza de Euskadi es debida en<br />
gran parte al sudor de miles de trabajadores<br />
inmigrados […] nuestra liberación<br />
como clase trabajadora vasca será<br />
posible mediante la conjunción solidaria,<br />
nunca supeditación, de los esfuerzos<br />
de revolucionarios de todos los oprimidos<br />
y explotados dentro del Estado<br />
español y francés” (LIC, 249).<br />
A mediados de los ochenta, el<br />
etnicismo excluyente de ETA y<br />
la inhumanidad de sus procedimientos<br />
son ya plenamente evidentes<br />
para los vascos que no<br />
pertenezcan a la familia nacionalista.<br />
En esa época surgen<br />
también los paralelismos entre<br />
las broncas callejeras organizadas<br />
por los nacionalistas radicales<br />
afines a ETA y el matonismo<br />
fascista de antaño.<br />
“Gente aguerrida de gatillo alegre”<br />
[comenta un automovilista obligado a<br />
abandonar su coche frente a una barricada<br />
formada por adolescentes de HB].<br />
“Gente increíble de camisa azul blandiendo<br />
la enseña falangista, la misma<br />
araña negra pero ésta con las flechas en<br />
horizontal, gente irascible desalojando al<br />
proletariado al grito de baja fascista en<br />
vez de baja rojo, el mundo al revés, un<br />
admirable ejército que va a la guerra pidiendo<br />
amnistía al enemigo” (LC, 284).<br />
Al imaginarse a los “guardianes<br />
de la esencia nacional” que<br />
le amenazan con la muerte si no<br />
paga, Luis Casas concluye:<br />
“Los revolucionarios son los ángeles<br />
custodios de su propio orden, imponen<br />
la multa y después eligen al infractor,<br />
es el castigo en busca de culpa, perversa<br />
inversión más cronológica que ética”<br />
(LC, 262).<br />
Una novedad de LC es la siniestra<br />
bandada de banqueros y<br />
abogados que han hecho en el<br />
País Vasco de la intermediación<br />
en las extorsiones y los secuestros<br />
a la vez un lucrativo negocio<br />
y una forma de mantenerse a salvo<br />
de ese tipo de chantajes, sin<br />
renunciar, al tiempo, a buscar<br />
motivaciones ennoblecedoras a<br />
58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
su chalaneo. Alguno se limita<br />
a manifestar su vocación humanitaria<br />
y a recomendar al chantajeado<br />
el deber de supervivencia:<br />
“Lo primero, mentalizarse<br />
con esta pregunta: ¿qué tengo yo<br />
que valga más que mi vida? Y<br />
con la única respuesta posible:<br />
sea cual sea el precio, mi vida vale<br />
más” (LC, 158) Otro desvergonzado<br />
mediador se dedica esa<br />
tarea porque “considero un deber<br />
la pacificación del país y trato<br />
de conseguirlo disminuyendo<br />
la violencia” (LC, 99) Si la verosimilitud<br />
literaria del relato coincidiera<br />
–como es de temer– con<br />
la veracidad histórica de los hechos,<br />
la penetración en la sociedad<br />
civil vasca de la trama dedicada<br />
a financiar a ETA mostraría<br />
un irreversible deterioro moral.<br />
Hay retratos muy logrados de<br />
esos profesionales de la extorsión:<br />
el intermediario que cita a<br />
sus clientes en Ulía mientras<br />
practica el jogging y cobra el<br />
10% sobre los pagos a ETA como<br />
compensación por los gastos<br />
realizados; el director de la caja<br />
que trabaja en colaboración con<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
un atildado abogado abertzale y<br />
propone operaciones crediticias<br />
con dinero negro; el banquero<br />
que aconseja pagar el chantaje<br />
como si fuese “una carga de estructura<br />
fija en su empresa” (LC,<br />
234). La distanciada actitud de<br />
los amigos ante sus problemas<br />
le enseña a Luis Casas el desapego<br />
aprensivo que suscitan las<br />
enfermedades contagiosas y “la<br />
limitada preocupación con que<br />
se analiza un problema ajeno”<br />
(LC, 81). La frialdad del entorno<br />
produce el efecto perverso<br />
añadido de agravar la situación;<br />
“el peligro radica en las lágrimas<br />
derramadas en un hombro tras<br />
otro: extenderse uno mismo el<br />
certificado de víctima es propiciar<br />
el advenimiento de la catástrofe”<br />
(LC, 123) El chantajeado<br />
se siente un pelmazo al contar<br />
sus cuitas a los amigos y tiene la<br />
vaga sensación de acelerar la catástrofe<br />
al interiorizar el pecado:<br />
ser víctima de una extorsión<br />
“no es ninguna lacra, y sin embargo<br />
acaba contaminándote,<br />
por algún extraño mecanismo<br />
termina uno siendo culpable”<br />
(LC, 183). Las alienadas relaciones<br />
de la víctima con sus verdugos<br />
producen una inversión de<br />
papeles: “Mi miedo es su poder”<br />
(LC, 327). El temor de los indiferentes<br />
coadyuva al aislamiento:<br />
“Entre los hielos del espanto<br />
crece el edelwaiss de la cobardía,<br />
la bella flor de un futuro sin<br />
amenazas” (LC, 328).<br />
4. Nacionalismo y religión<br />
El terrorismo se define por la inseguridad<br />
generalizada que producen<br />
sus imprevisibles designios<br />
sobre la sociedad entera.<br />
Con dos excepciones: el mundo<br />
de la Iglesia y la trama civil relacionada<br />
con ETA. Por un lado,<br />
los ensotanados herederos del<br />
cura Santa Cruz, el párroco carlista<br />
de Hernialde que obligaba<br />
a confesar y a comulgar a sus<br />
víctimas antes de fusilarlas, logran<br />
con su complicidad activa,<br />
su connivencia pasiva o su benevolencia<br />
neutral el privilegio<br />
de no ser molestados; “son mis<br />
enemigos sobrenaturales –piensa<br />
Luis Casas– y no estoy dispuesto<br />
a bailarles el agua: si exis-<br />
te el infierno allí lo discutiremos<br />
con más libertad que en una de<br />
sus sanguinarias sacristías” (LC,<br />
138). De otro, los nacionalistas<br />
moderados establecen unas relaciones<br />
de pacífica y atemorizada<br />
coexistencia con “la casta intocable”<br />
de esa “minoría inasequible<br />
al desánimo que dirige<br />
una unidad de destino en lo<br />
universal” (LC, 328).<br />
El apoyo, la complicidad, el<br />
encubrimiento o la equidistancia<br />
entre el Estado de derecho y<br />
la banda terrorista ofrecidos a<br />
ETA por el mundo eclesiástico y<br />
por la familia nacionalista constituyen<br />
la principal invariante<br />
del periodo transcurrido entre<br />
la publicación de las dos novelas<br />
de R. G. G. No resulta fácil establecer<br />
el lugar preciso que<br />
ocupan en esa línea continua,<br />
que va desde la colaboración encubierta<br />
hasta la neutralidad hipócrita,<br />
todos y cada uno de los<br />
obispos, frailes, sacerdotes o exclaustrados<br />
y de los dirigentes,<br />
militantes, votantes o simpatizantes<br />
del Partido Nacionalista<br />
Vasco (PNV) y Eusko Alkartasuna<br />
(EA) Es evidente, en cambio,<br />
que ETA ha recibido de<br />
esos ámbitos el oxígeno suficiente<br />
para seguir respirando<br />
durante sus peores crisis, sea la<br />
disolución de ETA (político-militar)<br />
en 1981, la caída en Bidart<br />
de su cúpula dirigente en<br />
1992 y el desmantelamiento de<br />
su aparato legal (con el cierre<br />
de Egin incluido) durante el verano<br />
de 1998. Del lado de la<br />
Iglesia, a los sociólogos de la religión<br />
les corresponde la tarea<br />
de descubrir las claves de la necrófila<br />
pasión de los sacerdotes<br />
por el martirologio ajeno, sea<br />
para fomentarlo, sea para compadecerlo,<br />
y de su empatía por<br />
los nacionalismos. La tradicional<br />
enemiga de los eclesiásticos al<br />
poder de los laicos también ayuda<br />
a entender la sistemática<br />
apuesta de la Iglesia contra el<br />
Estado, su gran competidor a la<br />
hora de conseguir la lealtad y la<br />
obediencia voluntaria de los fieles.<br />
Pero el apoyo del clero vasco<br />
al nacionalismo radical o moderado<br />
tiene seguramente claves específicas,<br />
relacionadas con la reli-<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
www.progresa.es/claves<br />
dirección internet<br />
claves@progresa.es<br />
correo electrónico<br />
59
DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />
giosidad tradicional del campesinado<br />
vasco antes de la revolución<br />
industrial (alzado en armas durante<br />
las guerras carlistas en defensa<br />
del altar y el trono) y con la<br />
tradicional hostilidad eclesiástica<br />
hacia la cultura ilustrada, liberal,<br />
tolerante y urbana de la mayoría<br />
de los vascos no nacionalistas.<br />
Con independencia del lugar<br />
que ocupen en esa línea continua<br />
desde la simpatía hasta la<br />
equidistancia la mayoría de los<br />
militantes de base, los votantes y<br />
los simpatizantes del PNV y de<br />
EA, un cualificado sector de la<br />
cúpula dirigente de ambos partidos<br />
ha jugado en varios tapetes<br />
y con distintas barajas la partida<br />
de la política vasca desde el restablecimiento<br />
de la democracia.<br />
Por una parte, ha optimizado las<br />
oportunidades brindadas por el<br />
Estatuto de Guernica; situado<br />
el PNV sin solución de continuidad<br />
desde 1979 al frente del<br />
Gobierno autonómico, el nacionalismo<br />
moderado ha construido<br />
un impresionante aparato<br />
de clientelismo y de poder<br />
dotado de los rasgos tradicionales<br />
del Estado (autonomía financiera,<br />
policía propia, televisión<br />
pública manipuladora, control<br />
de la educación y de la<br />
cultura, administración de los<br />
servicios de salud y de las ayudas<br />
sociales) y ha manejado la amenaza<br />
terrorista como argumento<br />
disuasorio para fortalecer y ampliar<br />
sus competencias estatutarias.<br />
La metáfora del árbol y las<br />
nueces, según la cual ETA sacude<br />
el nogal con el crímenes para<br />
que el PNV recoja los frutos con<br />
la política, resume a la perfección<br />
ese ambiguo comportamiento<br />
6 . Los dos acuerdos del<br />
verano de 1998 (el pacto secreto<br />
del PNV y EA con ETA y el<br />
pacto público de Estella 7 suscrito<br />
por todos los nacionalistas<br />
moderados o radicales) muestran<br />
la articulación dialéctica de<br />
esa estrategia común orientada a<br />
6 En mayo de 1992 el juez Garzón<br />
requisó en el domicilio de Rafael Díez<br />
Usabiaga, secretario general de LAB, el<br />
resumen o el acta de una reunión política<br />
entre dos delegaciones del PNV y de HB<br />
celebrada el 26 de marzo de 1991, a la<br />
obtener por las buenas con el nacionalismo<br />
moderado lo que<br />
ETA no logró conseguir por las<br />
malas: el inicio de un camino<br />
irreversible hacia la unificación<br />
forzosa de Navarra, los territorios<br />
vasco-franceses y las tres<br />
provincias de la actual comunidad<br />
autónoma y la posterior<br />
creación de un Estado independiente<br />
en el que sólo los vascos<br />
nacionalistas tendrían plenos derechos<br />
de ciudadanía mientras<br />
que los vascos no nacionalistas<br />
deberían elegir entre el exilio o el<br />
papel de extranjeros tolerados.<br />
5. La caída del muro<br />
Como era inevitable, la reconciliación<br />
de ETA con las tradiciones<br />
etnicistas enraizadas en el legado<br />
de Sabino Arana para hacer<br />
posible un frente patriótico de<br />
rechazo con el PNV y EA exigía<br />
la renuncia al ingrediente de izquierda<br />
en el explosivo cóctel del<br />
socialismo revolucionario. Tras<br />
la muerte de Franco, las vinculaciones<br />
etarras con el movimiento<br />
obrero organizado de implantación<br />
estatal desaparecieron; la<br />
alianza del sindicato radical LAB<br />
con el sindicato ELA-STV aspira<br />
al control del empleo público<br />
y abre paso a prácticas mafiosas<br />
en el sector privado. ETA no ha<br />
vacilado en asesinar a prestigiosos<br />
socialistas y otros hombres<br />
de la izquierda democrática como<br />
el ex diputado general de<br />
que asistieron Xabier Arzalluz y Gorka<br />
Agirre, por el PNV, y José Luis Elkoro,<br />
Rafael Díez Usabiaga y Martín Garitano,<br />
por HB. El documento resume las diferentes<br />
intervenciones de los diversos participantes<br />
y atribuye a Arzalluz las siguientes<br />
frases: “No conozco de ningún<br />
pueblo que haya alcanzado su liberación<br />
sin que unos arreen y otros discutan”.<br />
“Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo,<br />
para que caigan las nueces, y otros las<br />
recogen para repartirlas”. “Antes, aunque<br />
sin un acuerdo explícito, había un cierto<br />
valor entendido de esa complementariedad.<br />
Desde hace unos años, tras la muerte<br />
de Txomin, estamos olvidando esto y<br />
nos lleva a situaciones peligrosas” (Reproducido<br />
en: Carmen Gurruchaga e Isabel<br />
San Sebastián, El árbol y las nueces,<br />
pág. 73. Temas de Hoy, 2000).<br />
7 Tanto el acuerdo secreto como el<br />
Pacto de Estella han sido reproducidos íntegramente<br />
en: Patxo Unzueta, Ante todo,<br />
no rendirse, CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA,<br />
Álava Fernando Buesa, el abogado<br />
Fernando Múgica, el ex<br />
ministro Ernest Lluch, el miembro<br />
del Foro de Ermua José Luis<br />
López de Lacalle, el ex gobernador<br />
civil de Guipúzcoa Juan María<br />
Jáuregui y el ex presidente del<br />
Tribunal Constitucional Francisco<br />
Tomás y Valiente. Y tampoco<br />
los apoyos procedentes de<br />
la izquierda autoritaria han corrido<br />
mejor suerte: la caída del<br />
muro de Berlín y el desmantelamiento<br />
de los regímenes del llamado<br />
socialismo real en la Unión<br />
Soviética y Europa Central pusieron<br />
fin al ensueño de un País<br />
Vasco capaz de alcanzar –como<br />
llegó a decir Txema Montero antes<br />
de abandonar HB– la independencia<br />
nacional de Albania<br />
y la eficiencia económica de<br />
la República Democrática Alemana.<br />
El proyecto de reunir lo<br />
mejor de los mundos posibles,<br />
la fuerza movilizadora contra la<br />
opresión nacional y la fuerza<br />
movilizadora contra la opresión<br />
económica, se ha esfumado.<br />
ETA no es ya una organización<br />
nacionalista y socialista, sino exclusivamente<br />
nacional-socialista.<br />
Una complicada secuencia de<br />
malentendidos, engaños, debilidades,<br />
cobardías y errores desemboca<br />
en un trágico accidente<br />
que desvía la trama de LC hacia<br />
un final casi de gran guiñol, tan<br />
sorprendente como inesperado<br />
era el desenlace de LIC. No se<br />
trata de una moraleja ejemplarizante,<br />
sino de una inversión de<br />
papeles: el azar depara a Luis Casas<br />
la oportunidad de ingresar en<br />
ese territorio exento de atentados,<br />
secuestros. amenazas y<br />
chantajes que el mundo de ETA<br />
ofrece a quienes opten por el colaboracionismo,<br />
la equidistancia<br />
y la neutralidad con el terrorismo<br />
y acepten instalarse dentro<br />
del confortable útero proporcionado<br />
por un nacionalismo antidemocrático<br />
eclesiásticamente<br />
bendecido. Pero el diablo arrojado<br />
por la puerta acostumbra a<br />
regresar por la ventana: si Luis<br />
Casas logra ver perdonada su<br />
imaginaria deuda, la misiva del<br />
chantaje no tarda en llegar al buzón<br />
de su mejor amigo.<br />
La relectura –por tantas razo-<br />
nes apasionante– de LIC y LC<br />
permite descubrir elementos de<br />
continuidad y discontinuidad en<br />
la percepción social vasca del terrorismo<br />
a lo largo de casi tres<br />
lustros. La construcción armonizadora<br />
del irredentismo nacionalista<br />
y del milenarismo revolucionario<br />
de la ETA imaginada<br />
por sus primeros ideólogos ha<br />
saltado en pedazos –junto con<br />
800 víctimas– por obra de los<br />
coches-bomba, los tiros en la nuca,<br />
los secuestros y las extorsiones<br />
mafiosas de la ETA realmente<br />
existente. La obstinada<br />
terquedad de los hechos –tres<br />
décadas de muertes y de sufrimientos<br />
en vano– muestra cómo<br />
el verbalismo épico de la<br />
doble lucha de ETA contra<br />
la opresión nacional y contra la<br />
opresión económica era sólo un<br />
sangriento espejismo: Novecento<br />
desemboca inexorablemente en<br />
El Padrino. Separadas LIC (1976)<br />
y LC (1990) por 14 años, cabe<br />
formular el deseo y abrigar la esperanza<br />
de que R. G. G. pueda<br />
escribir en el futuro (un pitagórico<br />
diría que en 2004) una tercera<br />
novela en la que ETA apareciera<br />
sólo como el mal recuerdo<br />
de un pasado definitivamente enterrado<br />
por una sociedad vasca<br />
reconciliada con el pluralismo, los<br />
derechos humanos y la libertad. n<br />
núm. 109. Javier Pradera es periodista.<br />
60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Richard Sennett<br />
La corrosión del carácter. Las consecuencias<br />
personales del trabajo en el<br />
nuevo capitalismo<br />
Anagrama<br />
Barcelona, 2000<br />
L<br />
a corrosión del carácter es<br />
un ensayo de sociología<br />
del trabajo que presenta<br />
algunas novedades que merecen<br />
ser destacadas. No es frecuente,<br />
en los tiempos que corren,<br />
hablar de carácter y, todavía<br />
menos, de caracteres<br />
débiles. No es habitual plantear<br />
los problemas del trabajo en<br />
las sociedades más avanzadas<br />
desde la perspectiva de sus<br />
efectos sobre el carácter de los<br />
trabajadores. Y, sin embargo, el<br />
ensayo de Sennett versa, todo<br />
entero, sobre los deletéreos<br />
efectos del trabajo flexible y de<br />
equipo sobre “el aspecto duradero,<br />
a largo plazo, de nuestra<br />
experiencia emocional”. Si el<br />
carácter se manifiesta “por la<br />
lealtad y el compromiso mutuo”<br />
a través de la búsqueda de<br />
objetivos a largo plazo, y por<br />
“la práctica de postergar la gratificación<br />
en función de un objetivo<br />
futuro” (las frases entrecomilladas<br />
siempre son y serán<br />
de Sennett), las condiciones<br />
del trabajo del capitalismo de<br />
última hora suponen una grave<br />
amenaza para su configuración.<br />
Estaríamos a las puertas de<br />
unas formas de trabajo que arrasan<br />
el carácter de los que trabajan;<br />
y esto supondría comprometer<br />
de raíz la posibilidad de<br />
que los trabajadores puedan<br />
afrontar su propia vida como un<br />
relato pleno de sentido y significado.<br />
Además de la novedad de<br />
que un sociólogo plantee el pro-<br />
blema del trabajo en términos<br />
de carácter, el ensayo no dejará de<br />
sorprender al lector por su defensa<br />
de las formas históricas<br />
del trabajo rutinario y burocratizado<br />
como formas de trabajo<br />
con una gran capacidad para<br />
forjar carácter. El trabajador tipo<br />
de la segunda revolución industrial<br />
fue un trabajador de carácter.<br />
Los procesos productivos,<br />
de prestación de servicios y<br />
de organización del trabajo,<br />
propios de la nueva revolución<br />
en curso, están imponiendo una<br />
nueva figura caracterizada por<br />
las condiciones de la impaciencia,<br />
la inmediatez, el corto plazo,<br />
los rápidos procesos de desintegración<br />
y reorganización<br />
propios del capitalismo flexible.<br />
El libro de Sennett se apodera<br />
con rapidez del lector y lo hace<br />
no sólo por la inteligencia con<br />
la que está escrito, sino también<br />
por hablarle de un problema<br />
que éste fácilmente siente cercano.<br />
Las notas críticas que siguen<br />
buscan el desasimiento del encantamiento<br />
sabiamente administrado<br />
por el autor; lo que no<br />
es contradictorio con la encarecida<br />
recomendación de la lectura<br />
del libro por la indudable<br />
importancia de sus tesis y por<br />
las interesantes sugerencias que<br />
necesariamente despertará en el<br />
lector.<br />
Rutina<br />
El ensayo de Sennett se abre<br />
con una referencia histórica<br />
harto problemática, aunque<br />
muy significativa para comprender<br />
el alcance y la ambición<br />
de su propuesta. En los<br />
orígenes de la idea moderna de<br />
trabajo están ya presentes las<br />
dos visiones divergentes sobre<br />
el trabajo rutinario en las eco-<br />
SOCIOLOGÍA<br />
EL TRABAJADOR DE CARÁCTER<br />
FERNANDO DÍEZ<br />
nomías capitalistas. Dos valoraciones,<br />
refrendadas por el<br />
prestigio de pensadores muy<br />
cualificados, que inauguran las<br />
dos rutas que se seguirán, hasta<br />
nuestros días, para la comprensión<br />
de la relación entre trabajo<br />
y carácter.<br />
Diderot es el autor elegido<br />
para desbrozar la idea positiva<br />
de la rutina laboral. Los grabados<br />
de la Enciclopedia son, para<br />
Sennett, la apología iconográfica,<br />
el manifiesto figurativo de<br />
la forma rutinaria de trabajo:<br />
un trabajo con “dignidad intrínseca”<br />
(“la especial dignidad<br />
de la rutina”); en el que “todo<br />
el mundo sabe lo que tiene que<br />
hacer”; promotor de “igualdad”<br />
y “fraternidad”; de trabajadores<br />
con rostros “serenos” y<br />
“en paz consigo mismos”.<br />
La interpretación que Sennett<br />
hace de la idea de trabajo<br />
de Diderot está sobrada de licencias.<br />
Diderot no puede ser<br />
presentado, en ningún caso,<br />
como el primer abogado del<br />
trabajo rutinario en el sentido<br />
fuerte que rutina tiene en el vocabulario<br />
laboral de Sennett.<br />
La idea del trabajo de oficio de<br />
Diderot y su intencionalidad<br />
en la manera de presentarlo en<br />
las planchas de la Enciclopedia<br />
no responde a las expectativas<br />
de nuestro ensayista. Todavía<br />
menos puede ser presentado<br />
como el caso opuesto al trabajo<br />
rutinario tal como lo entenderá<br />
Adam Smith, autor que representa,<br />
para nuestro autor, el<br />
inicio de la ruta contraria, la de<br />
la idea negativa de trabajo rutinario.<br />
Lo que Sennett toma<br />
por rutina laboral en Diderot<br />
es, en realidad, la alternativa<br />
del philosophe a las rutinas del<br />
taller artesanal tradicional. A<br />
un mundo productivo y laboral<br />
presidido por la tradición<br />
ciega, lóbrego, sucio, abigarrado,<br />
regido por prácticas productivas<br />
poco esclarecidas, poco<br />
explicadas y formalizadas,<br />
por hábitos de trabajo y de<br />
producción adocenados. Diderot<br />
no tiene una buena opinión<br />
del trabajo artesano tradicional.<br />
El problema no es someterlo<br />
a rutinas, por ejemplo,<br />
a las rutinas de la división del<br />
trabajo, sino racionalizar la<br />
propia ejecución del trabajo de<br />
oficio (altamente cualificado)<br />
mediante su ejecución en talleres<br />
limpios y ordenados. Racionalizar<br />
el aprendizaje del oficio<br />
mediante la disposición de textos<br />
e imágenes que clarifiquen<br />
el propio proceso de producción<br />
y la utilización de máquinas<br />
y herramientas, es decir,<br />
que promuevan y enseñen a<br />
hacer con racionalidad lo que<br />
venía haciéndose de la forma<br />
acostumbrada.<br />
El taller de Diderot no es la<br />
fábrica de alfileres de Smith.<br />
Diderot, el hijo del cuchillero<br />
de Langres, el buen conocedor<br />
de los oficios y su cultura<br />
por biografía y preocupaciones<br />
filosóficas, el pensador francés<br />
(Francia es la patria del trabajo<br />
artesanal de calidad por antonomasia),<br />
no se plantea el problema<br />
del trabajo en los términos<br />
de las consecuencias de una intensa<br />
división del trabajo. El fenómeno<br />
de la parcelación de las<br />
tareas en el proceso de producción<br />
de bienes no es, para él, un<br />
asunto prioritario. Si alguna<br />
idea de rutina puede manejar,<br />
no es la misma que esgrimirá,<br />
de manera a la vez exultante<br />
y amenazadora, el economista y<br />
filósofo moral escocés.<br />
62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Con Smith también se permite<br />
Sennett más de una licencia<br />
de difícil justificación. El<br />
escocés es, para nuestro autor,<br />
el promotor de la idea negativa<br />
de rutina laboral. La intensa<br />
división del trabajo es desastrosa<br />
para el ser humano. “Smith<br />
identifica el crecimiento de los<br />
mercados y la división del trabajo<br />
con el progreso material<br />
de la sociedad, pero no con su<br />
progreso moral”. Cualquier<br />
posibilidad de desarrollo del<br />
carácter del trabajador pasa por<br />
romper con la rutina de una<br />
minuciosa división del trabajo.<br />
Para Adam Smith, los efectos<br />
negativos de la rutina son el<br />
efecto de la intensa parcelación<br />
de las tareas en el puesto de<br />
trabajo, un problema, en cualquier<br />
caso, regional. La división<br />
del trabajo aparece en su<br />
obra económica como la instancia<br />
fundamental de una<br />
economía de progreso que<br />
puede generar sistemáticamente<br />
un bienestar y prosperidad<br />
compartidos por las tres clases<br />
económicas en que divide la<br />
sociedad. La división del trabajo<br />
también tiene efectos positivos<br />
sobre la sociabilidad en la<br />
economía de libertad natural,<br />
lo que significa que es un factor<br />
positivo de civilidad y un<br />
facilitador más de la simpatía<br />
humana. Para Smith, por tanto,<br />
el problema de la rutina es<br />
un problema, ni más ni menos.<br />
El problema de un trabajo<br />
muy dividido que estupidiza a<br />
los que lo ejercen, que compromete,<br />
por tanto, en el puesto<br />
de trabajo, su fuste moral y aun<br />
su inteligencia. Hay, pues, en<br />
Smith un enunciado del problema<br />
de la alienación del<br />
hombre por el trabajo rutina-<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
rio. Pero también hay un bosquejo<br />
de la restauración humana<br />
fuera del trabajo, por la<br />
educación según su propuesta.<br />
Es decir, hay en el escocés la<br />
primitiva formulación del problema<br />
de la no coincidencia,<br />
en numerosos casos, entre trabajo<br />
y vida, de la difícil identificación<br />
completa de estas dos<br />
realidades.<br />
Sennett confunde los términos<br />
de la discusión sobre el<br />
trabajo en el Siglo de las Luces.<br />
En ningún caso puede sostenerse<br />
que ésta enfrentase las<br />
ideas positiva y negativa de la<br />
rutina laboral. Un Diderot inexistente<br />
frente a un Smith sesgado.<br />
Ni el primero es lo que<br />
pretende Sennett ni el segundo<br />
es tal como lo pretende. Si examinamos<br />
la historia de los discursos<br />
del trabajo en el Siglo<br />
de las Luces, la principal oposición<br />
que encontramos es la<br />
que enfrenta a los philosophes<br />
franceses e ilustrados escoceses<br />
y a Rousseau. Pero esta diferencia<br />
no discute de la rutina<br />
del trabajo sino, siendo breve,<br />
de diferentes opciones respecto<br />
a la misma realidad ontológica<br />
del trabajo, particularmente del<br />
trabajo manual. Frente a un<br />
discurso sobre la realidad del<br />
trabajo de muy bajo perfil ontológico,<br />
otro, el de Rousseau,<br />
en el que el trabajo se convierte<br />
en un elemento fuerte para<br />
la propia configuración del ser<br />
humano. En esta discusión, Diderot<br />
no juega un papel relevante,<br />
Smith sí.<br />
Las licencias y el desenfoque<br />
de Sennett cuando remite<br />
a los orígenes la polémica sobre<br />
el trabajo rutinario tienen su<br />
efecto y trascendencia. Nuestro<br />
autor sostiene que la rutina<br />
(idea positiva de rutina) es capaz<br />
de sustentar una imagen<br />
fuerte del trabajo y, por tanto,<br />
la convierte en un importante<br />
factor del carácter fuerte del<br />
trabajador más moderno. Sin<br />
embargo, argumentar así supone<br />
situarse no ya en la estela<br />
inexistente de Diderot sino, en<br />
tal caso, en la de Rousseau. Es<br />
decir, rechazar totalmente, de<br />
entrada, la opción más débil, la<br />
que entendía que el trabajo,<br />
precisamente el trabajo productivo,<br />
nunca podría soportar<br />
un sentido y una significación<br />
de gran espesor: el trabajo como<br />
una imprescindible realidad<br />
humana en la que, sin embargo,<br />
no puede anclarse todo<br />
el hombre, todo el carácter del<br />
hombre.<br />
Sennett traza la línea gruesa<br />
de la idea negativa de rutina<br />
laboral, la que va de Adam<br />
Smith a Marx y de éste a las visiones<br />
críticas del fordismo,<br />
avatar definitivo de la rutina<br />
laboral smithiana. De la fábrica<br />
de alfileres del economista escocés<br />
a la General Motors de<br />
Willow Run, visitada de la mano<br />
de Daniel Bell. En toda esta<br />
tradición, la rutina es una degradación<br />
de lo humano.<br />
Recorrido este itinerario,<br />
nuestro autor vuelve la vista<br />
atrás, a Diderot. Frente a tanto<br />
menosprecio y tanta crítica de<br />
la rutina, recuperemos el discurso<br />
que permite presentarla<br />
con ropajes mucho más halagüeños.<br />
Recuperemos a Diderot,<br />
aunque este Diderot, como<br />
ya apuntamos, sea difícilmente<br />
recuperable por inexistente.<br />
“La rutina puede degradar, pero<br />
también puede proteger,<br />
puede descomponer el trabajo,<br />
pero también componer una<br />
vida”, afirma Sennett, y añade:<br />
“Diderot no creía que la rutina<br />
fuera degradante; al contrario,<br />
creía que la rutina fomentaba<br />
la aparición de una narrativa a<br />
medida que las reglas y los ritmos<br />
del trabajo evolucionaban<br />
gradualmente”. De todas formas,<br />
si Diderot, alejado de nosotros<br />
más de doscientos años,<br />
no puede ser reclamado como<br />
un sostén demasiado firme de<br />
las ventajas de la rutina, a mano<br />
tenemos otros diderots<br />
puestos al día, bregados en las<br />
batallas de la crítica social y<br />
cultural de nuestro propio<br />
tiempo. A la voz de Sennett se<br />
presenta solícito Anthony Giddens,<br />
“el mayor heredero moderno<br />
de Diderot”. Giddens<br />
aporta al relato el valor fundamental<br />
de la costumbre en las<br />
prácticas sociales y en la autocomprensión.<br />
Es decir, las ventajas<br />
de la tan malparada rutina<br />
del trabajo, aquí identificada,<br />
sin más, con las rutinas de<br />
la vida.<br />
Sennett sostiene que la<br />
idea de la rutina como algo degradante<br />
en sí mismo termina<br />
por atacar la misma naturaleza<br />
del proceso de trabajo y a su<br />
“madre”, “la mano muerta de<br />
la burocracia”. Detrás de esta<br />
peligrosa operación, el autor ve<br />
la imposibilidad de replantearnos<br />
las condiciones mismas en<br />
las que se realiza el proceso del<br />
trabajo, pues esto último supone<br />
asumir la propia rutina del<br />
trabajo, la “jaula de hierro” de<br />
la burocratización que rutiniza<br />
el trabajo. Las ventajas de la<br />
rutina y de la burocratización<br />
son las ventajas de lo permanente,<br />
de lo que permite la planificación<br />
de la vida a largo<br />
plazo, de lo que facilita una na-<br />
63
EL TRABAJADOR DE CARÁCTER<br />
rración, con sentido, de la propia<br />
biografía personal o un<br />
propio proyecto biográfico<br />
consistente. Todas condiciones<br />
para la permanencia del carácter,<br />
para prevenir su corrosión.<br />
Cuando frente a la rutina y<br />
la burocratización se esgrime la<br />
flexibilidad y la espontaneidad,<br />
la ruptura con las ataduras del<br />
trabajo burocratizado, Sennett<br />
se pregunta por las condiciones<br />
reales que la flexibilidad y espontaneidad<br />
adoptan en el neocapitalismo:<br />
¿qué flexibilidad<br />
sustituye a la rutina?<br />
Weber y Sennett<br />
El Weber de La ética protestante<br />
y el espíritu del capitalismo es<br />
reclamado por el autor como<br />
un crítico que denuncia lo destructivo<br />
de este tipo de ética<br />
del trabajo para el hombre.<br />
Sennett rechaza, apoyado en<br />
Weber, la ética del trabajo surgida<br />
de la tradición del protestantismo<br />
ascético.<br />
Me temo que esto es simplificar<br />
demasiado la posición<br />
de Weber. Si la ética del trabajo<br />
del ascetismo intramundano<br />
es dura con el ser humano,<br />
también tiene el efecto de forjar<br />
un carácter fuerte para el<br />
hombre. Además, otorga al trabajo<br />
y al trabajador un profundo<br />
sentido, un espeso significado.<br />
La desaparición del Dios de<br />
Calvino despierta en Weber<br />
sentimientos encontrados. Por<br />
un lado, es una liberación; por<br />
el otro, la puerta abierta a la<br />
pérdida de sentido del trabajo,<br />
por lo menos a la pérdida de<br />
un sentido hondo, capaz, como<br />
gustaría de decir Sennett,<br />
de facilitar la configuración de<br />
un relato de la propia vida que<br />
la dota de sentido y significado<br />
(MacIntyre hablaría de una<br />
“unidad de narración encarnada<br />
por una vida única”). Admitamos,<br />
al menos, la inquieta<br />
ambigüedad de Weber y recordemos<br />
el sentimiento de pérdida<br />
que expresan fehacientemente<br />
las páginas finales de su famoso<br />
ensayo. Después de todo, éste es<br />
precisamente un rasgo muy significativo<br />
de la crítica cultural<br />
weberiana de la modernidad.<br />
De la Ética protestante y el<br />
espíritu del capitalismo dice Sennett:<br />
“Como crítica de cierto tipo<br />
de carácter, tanto su propósito<br />
como su ejecución son coherentes.<br />
La ética del trabajo de<br />
este tipo de hombre no le parece<br />
a Max Weber una fuente de<br />
felicidad humana, y tampoco<br />
de fuerza psicológica. El hombre<br />
exigido está demasiado cargado<br />
por la importancia que ha<br />
llegado a atribuirle al trabajo”.<br />
Y, comenta, “sin duda, el debilitamiento<br />
de la ética del trabajo<br />
sería un logro para la civilización”.<br />
Por aquí no hay solución<br />
para la corrosión del carácter<br />
promovida por el trabajo del<br />
neocapitalismo. No puede restaurarse<br />
algún tipo de ética que<br />
apele al ascetismo, al deber religioso<br />
o al deber político. Es un<br />
peso excesivo presto a sofocar al<br />
ser humano. Demasiada ascética<br />
para los tiempos que corren.<br />
La nueva ética del trabajo<br />
del neocapitalismo es, según<br />
Sennett, la ética del trabajo de<br />
equipo: “La moderna ética del<br />
trabajo se centra en el trabajo<br />
de equipo” y, a su vez, “trabajo<br />
de equipo es la ética del trabajo<br />
que conviene a una economía<br />
política flexible”. Se trata<br />
de “un ethos del trabajo que<br />
permanece en la superficie de la<br />
experiencia. El trabajo de equipo<br />
es la práctica en grupo de la<br />
superficialidad degradante”. Si<br />
en la ética ascética del trabajo<br />
encontramos demasiado carácter,<br />
tanto carácter que el hombre<br />
sale finalmente vapuleado e<br />
infeliz, en la ética del equipo el<br />
carácter se erosiona, se corroe<br />
hasta extremos sorprendentes, y<br />
el ser humano es pasto de una<br />
experiencia superficial y tan variable<br />
que, necesariamente,<br />
pierde la posibilidad de forjarse<br />
una vida con sentido; el tipo de<br />
vida que necesita del carácter.<br />
Así pues, la ética del trabajo de<br />
equipo, la del trabajo flexible, la<br />
propia del neocapitalismo, no<br />
puede ser una alternativa aceptable<br />
a la ética del ascetismo estudiada<br />
por Weber. Rechazada<br />
esta última por lesiva para el<br />
hombre, “todo depende de cómo<br />
se alivie el peso sobre el yo<br />
trabajador”. Pero, en cualquier<br />
caso, las formas éticas del trabajo<br />
de equipo son una solución<br />
en clave de farsa para lo que,<br />
efectivamente, es una verdadera<br />
tragedia.<br />
Y, sin embargo, hay weberianismo<br />
en Sennett a la hora<br />
de la crítica del trabajo neocapitalista.<br />
Su yo weberiano le<br />
dice que el problema debe ser<br />
planteado en los términos del<br />
carácter. La argumentación discurre<br />
de la siguiente manera:<br />
no a la solución del protestantismo<br />
ascético, o cualquiera de<br />
sus manifestaciones vicarias,<br />
para el problema del carácter<br />
fundado en el trabajo; sustitución<br />
de la fundamentación ascética<br />
del carácter por una fundamentación<br />
del mismo en la<br />
rutina y la burocratización de<br />
los procesos del trabajo; acoso<br />
extremo de esta nueva forma<br />
de trabajo y carácter por la<br />
economía política del neocapitalismo<br />
de ultimísima hora,<br />
mediante los requisitos de la<br />
flexibilidad del trabajo y las<br />
formas actuales del trabajo como<br />
trabajo de equipo. La argumentación<br />
de Sennett sostiene<br />
que el problema, el verdadero<br />
problema, es la desaparición<br />
del trabajo rutinario y burocrático<br />
a manos del trabajo flexible<br />
y de equipo. La desaparición<br />
de aquel trabajo que, precisamente<br />
para el Weber de<br />
principio del siglo XX, inauguraba<br />
una era de imparable corrosión<br />
del carácter. No del carácter<br />
en un sentido mostrenco,<br />
es decir, del deber compulsivo<br />
de la laboriosidad, pero sí de<br />
un trabajo capaz de soportar,<br />
por sí mismo, el carácter definido<br />
de quien tiene sentido y significado.<br />
Para Weber, el trabajo<br />
de la rutina y de la burocratización<br />
es la jaula de hierro vacía,<br />
estólida por su ferralla sin alma.<br />
Se esfumó el espíritu que la habitaba<br />
y quedó una laboriosidad<br />
sistemática, disciplinada,<br />
opresiva para el trabajador por<br />
su sinsentido.<br />
Trabajo rutinario y carácter<br />
Sennett da la vuelta al pesimismo<br />
weberiano. Un nuevo ca-<br />
rácter del trabajador floreció en<br />
los medios, aparentemente poco<br />
propicios, de la rutina y de<br />
la burocratización. Los medios<br />
del trabajo industrial y de servicios<br />
propios de la segunda revolución<br />
industrial. Las rutinas<br />
del trabajo son, ahora, las rutinas<br />
de un medio estable de trabajo<br />
en el que se consolida algún<br />
tipo de conciencia de grupo<br />
y aun de clase. Un medio en<br />
el que tiene sentido ser un<br />
buen trabajador, y serlo es importante.<br />
Encontramos aquí<br />
una identidad laboral fuerte;<br />
unos trabajadores que ocupan<br />
una posición social precisa y<br />
clara para ellos mismos; un trabajo<br />
que favorece un compromiso<br />
fuerte, y no superficial,<br />
por parte de quien lo realiza.<br />
Un trabajo alejado de las condiciones<br />
de contingencia y externalidad<br />
propias del trabajo<br />
flexible y de equipo. Todas éstas<br />
son condiciones del trabajo<br />
que propician el carácter del<br />
trabajador. Y, sin embargo, el<br />
trabajo es repetitivo, pesado,<br />
frecuentemente agotador, en<br />
condiciones de limpieza y salubridad<br />
que dejan mucho que<br />
desear, organizado según pautas<br />
de jerarquía rígida y fácil a deslizarse<br />
hacia actitudes de discriminación<br />
hacia otras etnias y<br />
otros sexos.<br />
Si de las rutinas del trabajo<br />
pasamos a la burocratización<br />
del trabajo, Sennett encuentra<br />
una forma de trabajo con “directrices<br />
burocráticas” apropiadas<br />
para organizar la experiencia<br />
personal del trabajador a<br />
largo plazo. Puestos de trabajo<br />
que pueden pasar de padres a<br />
hijos; presencia del sindicato y<br />
de la sección sindical local en la<br />
regulación del trabajo; estructura<br />
rígida de salarios, de participación<br />
en beneficios, de pensiones.<br />
El trabajador del trabajo<br />
rutinario y burocratizado<br />
puede representarse su vida<br />
con la relativa continuidad de<br />
su duración total: seguridad en<br />
el empleo, seguridad en el ingreso<br />
de la renta del trabajo,<br />
seguridad en el cobro de una<br />
pensión. Posibilidad de planificar,<br />
al menos idealmente, una<br />
64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
vida casi completa, la suya y la<br />
de su familia. También las<br />
oportunidades de sus hijos.<br />
El trabajo rutinario y burocratizado<br />
permite, por las condiciones<br />
apuntadas, promover<br />
el uso autodisciplinado del<br />
tiempo y el valor de la gratificación<br />
postergada: “Trabajar duro<br />
y esperar”. Es decir, fomenta,<br />
frente al pronóstico de Weber,<br />
una verdadera ética del trabajo<br />
definida, de total acuerdo con<br />
Weber, por la capacidad de<br />
postergación de las satisfacciones,<br />
a la vez que se mantiene<br />
una sistemática laboriosidad. Se<br />
trata, pues, de un trabajo con<br />
sentido, de un trabajo que promueve<br />
el carácter, que hace trabajadores<br />
de carácter.<br />
El ensayo de Sennett es<br />
una explicación de la corrosión<br />
del carácter asentado en el trabajo<br />
y promovida por el trabajo.<br />
De manera inteligente, con<br />
mucho oficio, Sennett escribe<br />
su ensayo a partir de las experiencias<br />
cotidianas de tres tipos<br />
de trabajadores dislocados del<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
trabajo rutinario y burocratizado<br />
por los requisitos del neocapitalismo<br />
y lanzados hacia las<br />
arenas movedizas del trabajo<br />
flexible y de equipo. El ensayo<br />
tiene su parte de sociología de<br />
barra. El libro alienta en el lector<br />
una inevitable complicidad<br />
con quien, en las tediosas horas<br />
de un viaje transoceánico, acodado<br />
en la barra del Trout o en<br />
las mesas del River Winds Café,<br />
recibe las confidencias de unas<br />
historias de vida que son el<br />
epítome de los efectos destructivos<br />
que sobre el carácter tiene<br />
la nueva organización del trabajo.<br />
Testimonios directos,<br />
confidencias de agudos y anónimos<br />
observadores de su propia<br />
peripecia laboral.<br />
Pero no todo funciona en<br />
el libro. La destacable habilidad<br />
literaria y narrativa del autor<br />
tiene el efecto de apoderarse<br />
del lector más allá de lo que<br />
sería deseable en un ensayo sociológico.<br />
Es decir, consigue<br />
relatar algunas de las efectivas<br />
inquietudes sobre el trabajo<br />
propias de nuestro tiempo de<br />
manera muy directa, implosiva<br />
y confidencial, de manera que<br />
el lector, sobre todo el lector<br />
con un yo comunitarista e izquierdista<br />
suficientemente desarrollados,<br />
avanza por sus páginas<br />
sufriendo un proceso de<br />
creciente identificación. ¡Qué<br />
de verdades en tan poco espacio!<br />
¡Cuántas claves afortunadas<br />
para nombrar los males del<br />
trabajo en el capitalismo de<br />
nuestros días! ¡Cuánta lucidez<br />
y cuántas sugerencias!<br />
El lector se topa, página sí<br />
página no, con el discurso de<br />
denuncia propio de la crítica<br />
cultural del comunitarismo,<br />
de algún tipo de socialismo y de<br />
conservadurismo, presta a fustigar<br />
los males de la modernidad<br />
y la posmodernidad.<br />
Aquellos retos y transformaciones<br />
que dislocan nuestros discursos<br />
y nuestras vidas y nos<br />
producen una inevitable melancolía;<br />
la melancolía que parcialmente<br />
enjugan ensayos de<br />
este tipo.<br />
FERNANDO DÍEZ<br />
No es mi intención negar<br />
los males del trabajo flexible o<br />
del trabajo de equipo (lo que<br />
Sennett denuncia como trabajo<br />
de equipo). Estoy dispuesto a<br />
suscribir gran parte de los males<br />
que Sennett denuncia, pero<br />
no su denuncia. Si Sennett hubiera<br />
leído con más detenimiento<br />
a Adam Smith y hubiera<br />
tirado un poco más del hilo<br />
del problema del trabajo rutinario<br />
(intensamente dividido)<br />
hasta llegar, por ejemplo, a<br />
Condorcet, se hubiera dado<br />
cuenta de que, desde los inicios<br />
de la formación de la idea moderna<br />
de trabajo, se planteó,<br />
con suficiente claridad, el problema<br />
de la relación que puede<br />
establecerse entre el trabajo y la<br />
vida del hombre. Dicho en términos<br />
sennetianos, el grado de<br />
intensidad en la relación entre<br />
trabajo y carácter. Desde sus<br />
comienzos, el discurso moderno<br />
del trabajo bascula entre<br />
una idea débil y una idea fuerte<br />
de trabajo. Entre Condorcet (y<br />
Smith) y Rousseau. La segunda<br />
65
EL TRABAJADOR DE CARÁCTER<br />
vendría a plantear exigencias<br />
muy serias al trabajo como realidad<br />
sustancial para la propia<br />
definición y realización del ser<br />
humano. La primera relativiza<br />
el hecho del trabajo y sostiene<br />
que no siempre hay coincidencia<br />
entre trabajo y hombre. Al<br />
menos una coincidencia suficiente<br />
como para pedir al trabajo,<br />
de manera universal, el<br />
cumplimiento de objetivos ontológicos<br />
inexcusables. La segunda<br />
tiende a situar el trabajo<br />
en primer término y lo convierte<br />
en un lugar central de la crítica<br />
económica, social, política<br />
y cultural. Es, evidentemente,<br />
la opción de Sennett. La opción<br />
ilustrada y liberal desplaza<br />
el trabajo de su posición privilegiada<br />
y tiende a reivindicar<br />
otras esferas de la vida del<br />
hombre como más importantes<br />
que el trabajo, al menos que<br />
muchos trabajos necesarios, o<br />
tan importantes como él. El<br />
trabajo salió de estas manos no<br />
sólo desacralizado, es decir, absolutamente<br />
secularizado, sino<br />
también relativizado.<br />
Estas dos grandes líneas en<br />
los discursos del trabajo pasaron<br />
al siglo XIX y permanecen<br />
hasta nuestros días. Recordemos<br />
cómo, en su largo periplo<br />
de consideración del trabajo,<br />
un personaje tan interesado<br />
por el trabajo como Marx pasa<br />
de una a la otra. Si el Marx joven,<br />
el Marx de los Manuscritos,<br />
comparte una idea fuerte<br />
del trabajo manual, del trabajo<br />
obrero, el Marx maduro, el de<br />
los Grundisse, utiliza una idea<br />
relativizada del trabajo industrial<br />
muy vinculada a la idea de<br />
tiempo de trabajo. Después<br />
de todo, una concepción del<br />
trabajo más próxima a Smith<br />
que a Rousseau.<br />
El libro de Sennett es un<br />
ensayo. Aceptémoslo como tal.<br />
Su propuesta es unívoca (con<br />
la determinación propia de un<br />
género literario de opinión y<br />
de combate). No hay lugar, en<br />
ella, para la consideración discriminativa<br />
de sesudos trabajos<br />
de sociología e historia del trabajo<br />
sobre las condiciones empíricas<br />
e históricas del trabajo<br />
rutinario y burocratizado. No<br />
es la opción elegida. Sin embargo,<br />
debemos tenerlo en<br />
cuenta. Algo sabemos sobre el<br />
uso generalizado de estimulantes<br />
de muy diverso jaez y química<br />
en las cadenas de montaje<br />
rutinarias. También de los problemas<br />
de integración y rechazo<br />
de los trabajadores en el<br />
puesto de trabajo y las estructuras<br />
burocráticas de las industrias<br />
y servicios de la segunda<br />
revolución industrial. Sin este<br />
tipo de advertencias, la argumentación<br />
de Sennett parece<br />
alentar, aunque él declare alguna<br />
prevención al respecto, la<br />
idea de “aquellos viejos buenos<br />
tiempos” que rememoramos<br />
con melancolía pero que no<br />
podemos asegurar que existieran<br />
realmente. El relato ensayístico<br />
de nuestro autor toma<br />
un decidido partido por la importancia<br />
decisiva e imprescindible<br />
del trabajo para la formación<br />
del carácter. Por la necesaria<br />
reivindicación del trabajo<br />
como una realidad antropológica<br />
inexcusable para la configuración<br />
del carácter del ser<br />
humano. En este aspecto se<br />
mueve en el rastro de la melancolía<br />
weberiana, aunque con<br />
otros argumentos. Ciertamente,<br />
no es una mala apuesta retórica<br />
descubrir en el trabajo<br />
rutinario y burocratizado una<br />
nueva y fuerte vinculación entre<br />
trabajo y carácter, con lo<br />
que se vendría a rellenar, al<br />
menos vicariamente, el vacío<br />
de la jaula de hierro. Y, sin embargo,<br />
el lector fácilmente queda<br />
insatisfecho y desorientado.<br />
Quizá no sea posible hablar<br />
de trabajo, sino de trabajos; de<br />
rutina, sino de rutinas. Quizá<br />
no sea oportuno el tono un<br />
tanto profético de la crítica cultural<br />
de Sennett. Seguramente<br />
esconde y vela más que aclara y<br />
muestra. Fácilmente nos proporciona<br />
un modelo de discurso<br />
que, con su impactante denuncia,<br />
nos hace un flaco favor;<br />
nos ratifica en prejuicios<br />
simplificadores y unívocos,<br />
cuando lo que necesitamos son<br />
nuevas ideas que nos ayuden a<br />
recomponer y reordenar las<br />
complejidades del presente. El<br />
ensayo de Sennett está condicionado<br />
por la propia imagen<br />
de una historia de los discursos<br />
del trabajo que enfrenta a los<br />
que están a favor y en contra de<br />
la rutina y el trabajo burocratizado.<br />
Quizá la perspectiva del<br />
análisis cambia cuando hacemos<br />
una relectura de la historia<br />
del discurso del trabajo en los<br />
términos, más verídicos, de<br />
los que esperan mucho y de los<br />
que esperan poco del trabajo, al<br />
menos de una enorme cantidad<br />
de trabajos necesarios. Los ilustrados<br />
y liberales de primera<br />
época nos previnieron frente al<br />
hecho de esperar demasiado del<br />
trabajo, es decir, de sobrecargar<br />
el trabajo de sentidos y significados<br />
que difícilmente puede<br />
soportar o que, si los soporta,<br />
lo hará en condiciones difícilmente<br />
tolerables por personas<br />
libres, sociables y tolerantes.<br />
Toda una tradición, que nunca<br />
rompió los lazos con la idea del<br />
trabajo relativizado, nos ha enseñado<br />
que no podemos seguir<br />
demasiado encantados por y<br />
con el trabajo, a no ser que<br />
queramos sufrir algunas graves<br />
decepciones.<br />
El ensayo de Sennett nos<br />
devuelve a la melancolía weberiana.<br />
Después del trabajo rutinario<br />
y burocratizado, ¿qué podemos<br />
esperar? Parece que más<br />
allá sólo hay desolación; y que<br />
si el sistema se empeña en no<br />
tenerlo en cuenta verá seriamente<br />
comprometida su propia<br />
legitimidad (es su salida).<br />
No parece que todo pueda<br />
ser achacado al neocapitalismo<br />
y sus peculiaridades de globalización<br />
y organización social del<br />
trabajo. No resulta verosímil<br />
que el carácter se erosione únicamente<br />
por el trabajo flexible<br />
y de equipo. Pensamos, más<br />
bien, que el trabajo sólo es un<br />
dato del problema, si queremos<br />
plantear el problema en términos<br />
de carácter, y que también<br />
el trabajo rutinario y burocratizado<br />
tiene efectos destructivos<br />
sobre el propio carácter, que<br />
Sennett soslaya. Quizá el problema<br />
del trabajo, “las consecuencias<br />
personales del traba-<br />
jo”, sigue teniendo mucho que<br />
ver con el tiempo de trabajo.<br />
Con la brutal centralidad del<br />
trabajo en la vida de muchos<br />
seres humanos. Y, por otra parte,<br />
con las graves dificultades<br />
del tiempo del no trabajo, es decir,<br />
el tiempo de la ciudadanía,<br />
el tiempo del consumo, el de la<br />
vecindad y la familia, el de<br />
la amistad, el tiempo del ocio. Es<br />
difícil creer, como parece sugerir<br />
Sennett, que los graves problemas<br />
del hombre actual sean,<br />
en estos ámbitos, una especie<br />
de epifenómenos de la corrosión<br />
del carácter producida,<br />
prioritariamente, en el tiempo<br />
y el puesto de trabajo. Tampoco<br />
que la vuelta al reforzamiento<br />
del carácter por el trabajo<br />
sea el objetivo para solucionar<br />
los problemas que se originan<br />
fuera del trabajo. n<br />
Fernando Díez es profesor de Historia<br />
Contemporánea en la Universidad de<br />
Valencia. Autor de Utilidad, deseo y virtud.<br />
La formación de la idea moderna de<br />
trabajo.<br />
66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Herr Ritter, wisst:<br />
Sixtus Beckmesser Merker ist;<br />
Hier im Gemerk<br />
Verrichtet er still<br />
Sein strenges Werk<br />
Sieben Fehler gibt<br />
er Euch vor, die merker er mit<br />
Kreide dort an:<br />
Wenn er über sieben<br />
Fehler verlor,<br />
dann versang der<br />
Herr Rittersmann.<br />
R. Wagner:<br />
Los maestros cantores de Nuremberg 1<br />
o acostumbro a mandar<br />
cartas de protesta a los jurados<br />
de los premios literarios ni<br />
siquiera cuando estoy convencido<br />
de que su fallo es objetivamente<br />
erróneo, entre otras razones<br />
porque no soy lector asiduo<br />
de libros con premio. Sucedió,<br />
empero, que por causa de amistades<br />
comunes con algunos de<br />
los componentes del jurado del<br />
Premio Espasa Ensayo 1999, redacté<br />
un comentario sobre la<br />
obra premiada, una especie de<br />
amicus curiae a posteriori 2 N<br />
que<br />
hice llegar privadamente a dichos<br />
miembros del jurado, en el<br />
cual se intentaba llamar la aten-<br />
OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />
SOBRE ‘AMICUS CURIAE’<br />
Y EPISTEMOLOGÍA LIBERTARIA<br />
1 Sabed, señor caballero, que / Sixtus<br />
Beckmesser es marcador. / Aquí, en este<br />
estrado, / cumplo en silencio / mi ineludible<br />
obligación.<br />
Os concederé un margen / de siete<br />
faltas, / que iré apuntando / con la tiza, /<br />
y si pasáis de las siete, / señor caballero, /<br />
seréis suspendido... (Traducción de Ángel<br />
F. Mayo). Marcador equivale aquí a juez.<br />
Parlamento de Sixtus Beckmesser a<br />
Walter von Stolzing, un joven caballero<br />
francón.<br />
2 Un guiño amistoso a los lectores de<br />
letras por aquello de la convergencia de las<br />
dos culturas de las que habló C. P. Snow;<br />
aunque, me temo que para tender puentes<br />
entre ellas, lo menos aconsejable sea<br />
dejar caer de vez en cuando en un texto<br />
algún que otro latinismo o tecnicismo.<br />
FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
ción sobre los serios errores de<br />
forma y fondo en los que incurría<br />
Escohotado en las numerosas<br />
páginas de su libro Caos y orden<br />
destinadas a revisar algunas<br />
teorías físicas y ciertas disciplinas<br />
matemáticas que, evidentemente,<br />
desconocía. Pensábamos<br />
mis amigos y yo que era prudente<br />
advertir al jurado sobre lo<br />
poco serio que iba a resultar premiar<br />
un libro plagado de equivocaciones,<br />
una vez que la crítica<br />
literaria establecida los descubriera<br />
y sacara a la luz 3 . Craso<br />
error el nuestro, pues salvo “dos<br />
reseñas feroces” 4 como califica el<br />
propio autor a la de Antonio<br />
Fernández-Rañada 5 y mi, repito,<br />
carta privada al jurado, su libro<br />
ha recibido “bastantes críticas<br />
benignas, e incluso alguna entusiasta”<br />
6 . Al parecer, los errores<br />
que a unos pocos nos resultaron<br />
evidentes y graves pasaron desapercibidos<br />
para muchos o no les<br />
concedieron demasiada impor-<br />
3 Escohotado, Antonio: Caos y orden.<br />
Espasa, Madrid, 1999.<br />
4 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />
y complejidad. CLAVES DE RAZÓN<br />
PRÁCTICA, núm. 106, octubre de 2000,<br />
pág. 28.<br />
5 Fernández-Rañada, Antonio: ‘Del<br />
caos posmoderno’. Revista de Libros, abril<br />
de 2000, pág. 33.<br />
6 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />
y complejidad, pág. 28. En ese mismo<br />
número de CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
se publica otra crítica, firmada por M.<br />
Martínez Chicharro en la que dice: “Y,<br />
sin embargo, es un libro interesante”. La<br />
reserva del reseñador se entiende leyendo<br />
el final: “En resumen, pese a que Escohotado<br />
y otros autores (sobre todo franceses)<br />
hagan mucho sensacionalismo o<br />
amarillismo con las consecuencias de la<br />
aparición de la teoría del caos y otros desarrollos<br />
recientes de la ciencia, bien está<br />
que, aunque sea con lamentables errores<br />
físicos y matemáticos, introduzca el tema<br />
entre nosotros un autor español”<br />
(págs. 73 a 75). Siento no estar de acuerdo<br />
con este patriotero criterio sobre lo<br />
tancia.<br />
La réplica de Escohotado a<br />
Antonio Fernández-Rañada la<br />
entiendo, aunque no estoy de<br />
acuerdo con nada de lo que en<br />
ella se dice. Mas que replique públicamente<br />
a una carta privada<br />
mía de la que no era destinatario,<br />
incluyendo citas fragmentarias de<br />
mi escrito, me produce cierta<br />
perplejidad ya que, ante todo,<br />
debo suponer que, siguiendo una<br />
elemental regla de cortesía, ha recabado<br />
y recibido la correspondiente<br />
autorización por parte de<br />
alguna de las personas a las que<br />
iba dirigida, de lo que no tengo<br />
noticia; y admitiendo esto –no<br />
tengo razones para dudar–, supongo<br />
que Escohotado es consciente<br />
de que con su actitud,<br />
amén de no respetar la intención<br />
del autor de un documento privado<br />
de que permanezca como<br />
tal –cosa que, para mí, en este<br />
caso, no tiene mayor importancia–,<br />
se le priva al lector de una<br />
documentación a la que se hacen<br />
referencias, pero a la cual no<br />
tiene acceso, precisamente por<br />
no ser de carácter público.<br />
Escrito esto, y tras leer la respuesta<br />
de Fernández-Rañada 7 a<br />
la réplica original de Escohotado,<br />
podría dar por mi parte por<br />
terminado el asunto y dedicar<br />
mi tiempo a otros menesteres.<br />
Mas, releyendo dicha réplica,<br />
que merece y no merece publicarse en<br />
cuestiones de divulgación científica; que a<br />
Escohotado se le perdonen sus asombrosas<br />
pifias científicas por ser español y escribir<br />
en castellano no dejaría de ser un<br />
ejemplo de ese absurdo chauvinismo editorial.<br />
Pero que, además, se le premie por<br />
ello, me parece excesivo.<br />
7 Fernández-Rañada, Antonio: Desorden<br />
y caos: la estrategia de la confusión.<br />
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 108,<br />
diciembre de 2000, págs. 78 a 82.<br />
me he sentido impulsado a terciar<br />
en la polémica (pero sin ánimo<br />
de refutar punto por punto<br />
lo que de ella me atañe ni señalar<br />
todos los nuevos errores de<br />
Escohotado, que no faltan),<br />
pues pienso que hay algo más<br />
en este asunto que la impresión<br />
que parece desprenderse del tono<br />
defensivo del ensayista premiado,<br />
debido a que el profesor<br />
Fernández-Rañada y yo nos hemos<br />
dedicado a marcar con saña<br />
en una pizarra, como si de Sixtus<br />
Beckmesser se tratase, los<br />
errores técnicos, imprecisiones<br />
de concepto y disparates científicos<br />
que plagan el primer tercio<br />
de Caos y orden; y consiste en<br />
que, al quedarnos en la superficie<br />
de los tecnicismos, en la torre<br />
marfileña de la ortodoxia<br />
cientificista, no hemos captado<br />
la profundidad del discurso del<br />
autor (trasunto en el campo de<br />
la ensayística del caballero Walter<br />
von Stolzing, cuyo canto,<br />
poco ortodoxo pero lleno de<br />
fuego, inspiración e intuición<br />
artística, supone el triunfo de la<br />
nueva estética, libre y espontánea,<br />
frente al anquilosamiento<br />
academicista-autor); repito, que<br />
está convencido de que, a pesar<br />
de sus errores técnicos, que reconoce<br />
dada su condición de lego<br />
y autodidacto, ha sido capaz<br />
de denunciar la obsolescencia<br />
del viejo paradigma inercial y<br />
determinista, sustituido por el<br />
nuevo de los órdenes caóticos,<br />
de describir “algunas pontificaciones<br />
del físico y el matemático,<br />
allí donde se relacionan con<br />
una concepción del mundo en<br />
crisis” 8 , y de exponer una visión<br />
8 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />
y complejidad, pág. 28.<br />
68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
nueva de la ciencia basada en un<br />
giro radical debido a una serie<br />
de científicos, de cuyas ideas y<br />
logros ha tenido noticia leyendo<br />
y consultando algunos libros de<br />
divulgación. Se presenta, en suma,<br />
como apóstol de las nuevas<br />
ideas sobre el mundo, perseguido<br />
por dos inquisidores del viejo<br />
dogmatismo científico que<br />
tiene como “fundamento teológico-político<br />
una idea rigurosamente<br />
pasiva o inerte del<br />
mundo físico” 9 , y que en vez de<br />
discutir ideas con ideas, le anatematizamos<br />
por sus pifias técnicas.<br />
Sucede, no obstante, que<br />
es muy distinto ser heterodoxo<br />
en las artes, y hasta en los saberes<br />
sobre materias sociales, que<br />
en las ciencias de la naturaleza.<br />
Para discutir las ideas científicas,<br />
conviene tenerlas lo más<br />
precisas y determinadas posibles,<br />
y expresarlas con claridad y un<br />
mínimo de rigor; la duda no debe<br />
confundirse con la ambigüedad<br />
en la exposición, y las metáforas<br />
están para explicar, no<br />
para despistar al lector. Una argumentación<br />
seria debe empezar<br />
por las cuestiones de ontología<br />
científica, esto es, por lo que entendemos<br />
son los objetos de la<br />
naturaleza, sus propiedades fundamentales<br />
y sus relaciones entre<br />
ellos, y analizarlas a la luz<br />
de lo que sabemos y del grado de<br />
confianza de que sean conocimientos<br />
verídicos, es decir, que<br />
se ajusten lo más fielmente posible<br />
a la realidad objetiva. A este<br />
tenor, tal vez entre los yerros<br />
conceptuales más significativos<br />
en que incurre Escohotado estén<br />
su confusión entre predecibili-<br />
9 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />
pág. 77.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
dad, leyes científicas deterministas<br />
y determinismo 10 , y entre<br />
este último concepto y el de la<br />
inercia asociada a la masa de los<br />
objetos físicos.<br />
El dogma de la<br />
materia inerte<br />
Un auténtico leitmotiv 11 de Caos<br />
y orden es que el nuevo paradigma<br />
–especie de cajón de sastre<br />
donde se mezclan diversas teorías<br />
de varias disciplinas científicas–<br />
libera a la física del dogma<br />
de la inercia. “Y puesto que ni la<br />
física relativista ni la cuántica”,<br />
escribe Escohotado, “ponen en<br />
cuestión el dogma de una materia<br />
pasiva, regida por inmateriales<br />
fuerzas o leyes” 12 , ambas teorías<br />
son desterradas del templo<br />
de las verdades del nuevo paradigma<br />
que con tanto entusiasmo<br />
predica el autor, y pese a los<br />
cambios que representan frente<br />
al Antiguo Régimen newtoniano,<br />
reprobadas junto con éste,<br />
ante la espontaneidad y libertad<br />
creativa de las complejidades autoorganizadas<br />
y los órdenes caóticos.<br />
El concepto de masa inercial<br />
es muy claro y preciso, y su sentido<br />
físico apenas ha variado<br />
desde los tiempos de Galileo,<br />
Descartes y Newton, aunque no<br />
conozcamos muy bien su origen.<br />
Hoy día se sabe que, con<br />
10 Sobre predecibilidad y leyes deterministas<br />
ya se ha escrito en esta polémica<br />
(Desorden y caos, págs. 78 y 79).<br />
11 Mi buen amigo y mejor wagneriano<br />
Ángel F. Mayo me reprochará esta<br />
analogía, ya que la monotonía y simpleza<br />
con que Escohotado trata el concepto de<br />
inercia en su libro corresponde más a la<br />
idée fixe berlioziana que al leitmotiv wagneriano.<br />
12 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />
pág. 77.<br />
enorme precisión, la masa inercial<br />
(la que hace que usted y yo<br />
nos sintamos pegados al respaldo<br />
del asiento cuando el coche<br />
acelera) y la gravitatoria (la que<br />
hace que tengamos los pies pegados<br />
a la tierra) son equivalentes,<br />
y que el mecanismo que<br />
opera para la aparición de la masa<br />
en el llamado Modelo Estándar<br />
(conjunto de teorías e hipótesis<br />
auxiliares que reflejan actualmente<br />
nuestro mejor saber<br />
sobre la naturaleza a su nivel<br />
más elemental) se conoce y<br />
comprende parcialmente. Hace<br />
muy poco tiempo hemos podido<br />
leer en los periódicos y otros<br />
medios de comunicación que en<br />
el CERN se han detectado lo<br />
que parecen ser los primeros indicios<br />
de ese mecanismo, es decir,<br />
el llamado bosón de Higgs, y<br />
es muy posible que cuando<br />
vuelva a entrar en funcionamiento<br />
el citado laboratorio europeo<br />
de partículas de alta energía<br />
(cerrado por reforma justo<br />
después de estos indicios), se obtengan<br />
pruebas concluyentes de<br />
la existencia de dicha partícula,<br />
si en el entretanto no se le ha<br />
dado ya caza en Estados Unidos.<br />
La idea básica de que la<br />
inercia es una medida de la resistencia<br />
de la materia –desde<br />
su nivel más básico– a cambiar su<br />
estado de movimiento, es un<br />
concepto fundamental que no<br />
ha sido cuestionado seriamente<br />
por ninguna experiencia ni ninguna<br />
teoría consistente y no especulativa<br />
de las partículas elementales.<br />
Para Escohotado la inercia es<br />
una paradoja, pues, al parecer,<br />
piensa que no es compatible con<br />
la diversidad y complejidad que<br />
vemos surgir, de forma espontánea,<br />
activa e impredecible, a<br />
nuestro alrededor. No hay tal<br />
paradoja, pues hasta la fecha no<br />
se sabe de ningún fenómeno de<br />
la naturaleza que sea incompatible<br />
con el carácter intrínsecamente<br />
inercial de la materia. Por<br />
el contrario, sin la inercia, sería<br />
imposible explicar la realidad<br />
que nos rodea. La naturaleza es<br />
como es, independientemente<br />
de nuestras creencias religiosas,<br />
ideologías políticas o sentimientos<br />
intuitivos más profundos.<br />
Sirva el caos –que, por cierto,<br />
no se considera generalmente un<br />
paradigma 13 –, al que constantemente<br />
alude Escohotado, como<br />
ejemplo paradigmático de<br />
la esplendorosa inventiva de una<br />
materia inerte y de unas leyes<br />
deterministas como son las de<br />
la mecánica newtoniana 14 . Claro<br />
que la inventiva de la naturaleza<br />
es conceptualmente distinta<br />
de la de los seres humanos, y razonar<br />
por analogía entre una y<br />
otra, buscando fundamentos<br />
“teológico-políticos” a las ideas<br />
que científicamente nos hemos<br />
ido formando de la naturaleza, o<br />
haciendo de éstas base para credos<br />
religiosos o convicciones<br />
ideológicas, conduce generalmente<br />
a serias equivocaciones.<br />
Hay otros muchos errores<br />
ontológicos en Caos y orden, debido<br />
también a que en las ciencias<br />
de la naturaleza es a veces<br />
muy difícil separarlos de los<br />
errores técnicos, ya que muchos<br />
conceptos básicos requieren de<br />
definiciones muy técnicas. Se sa-<br />
13 En el sentido clásico de este concepto,<br />
formulado por Thomas S. Kuhn<br />
en La estructura de las revoluciones científicas,<br />
Fondo de Cultura Económica, México,<br />
1971, págs. 33 y 34.<br />
14 Fernández-Rañada, Antonio: Desorden<br />
y caos, págs. 78 y 79.<br />
69
SOBRE ‘AMICUS CURIAE’ Y EPISTEMOLOGÍA LIBERTARIA<br />
be, por ejemplo, que uno de los<br />
fundamentos de la mecánica<br />
cuántica consiste en la imposibilidad<br />
de asignar simultáneamente<br />
valores con precisión ilimitada<br />
a ciertos pares de variables<br />
dinámicas, que en la jerga<br />
técnica se llaman canónicas conjugadas.<br />
Es lo que se conoce como<br />
relaciones de incertidumbre<br />
de Heisenberg, que están íntimamente<br />
relacionadas con cierta<br />
clase de probabilidades que<br />
aparecen en los fundamentos de<br />
esta teoría. Confundir una variable<br />
como es el momento de<br />
una partícula con un parámetro<br />
como es su carga es un error técnico<br />
que, por evidente, resulta<br />
divertido, y que es indicativo del<br />
grado de despiste o ignorancia<br />
de quien lo comete; mas insistir<br />
en el desliz sin reconocerlo, justificándolo<br />
como licencia estética<br />
para no repetir en sucesivas<br />
ocasiones la palabra momento<br />
15 , es confundir la ontología<br />
natural con la crítica literaria y<br />
demostrar el desprecio de un diletante<br />
por el valor y significado<br />
de los conceptos e ideas científicas.<br />
¿Se imaginan un libro de recetas<br />
para cocinar donde, para<br />
evitar repeticiones de la palabra<br />
sal, se sustituyese ésta ad libitum<br />
por sartén, frigorífico o fogón,<br />
simplemente porque todas<br />
esas cosas están en la cocina?<br />
Las leyes de la naturaleza y<br />
las leyes de la ciencia<br />
La existencia y características de<br />
las leyes de la naturaleza y su relación<br />
con las leyes de la ciencia<br />
es un asunto fundamental, muy<br />
complejo y complicado, de la filosofía<br />
de este saber. Básicamente<br />
se puede resumir así: asu-<br />
15 Espontaneidad y complejidad,<br />
pág. 31, nota 26. Escohotado sigue empecinado<br />
en no utilizar el término correcto,<br />
el momento, anunciando que en<br />
las próximas ediciones se sustituirá “carga”<br />
por “energía”. Acierta relativamente,<br />
pues la energía es función del momento.<br />
Pero se deja en el tintero, por ignorancia<br />
o por testarudez, que es el tiempo y no la<br />
posición lo que debería aparecer en la relación<br />
de incertidumbre junto con la<br />
energía. El sentido físico de la indeterminación<br />
tiempo-energía es de enorme riqueza,<br />
base de los sucesos que incluyen a<br />
las llamadas partículas virtuales.<br />
miendo que las leyes científicas<br />
–su existencia no puede ponerse<br />
en cuestión– sean, salvo alguna<br />
u otra excepción, aproximadas<br />
y de limitado ámbito de aplicación,<br />
¿hay otro tipo de leyes, sin<br />
duda más complejas, que son<br />
exactas y que representan la verdad<br />
sobre la naturaleza? Y, caso<br />
de existir, ¿cuál es su relación<br />
con las leyes de la ciencia?<br />
Cuando, por ejemplo, generaciones<br />
de filósofos han meditado<br />
–y siguen meditando– sobre<br />
si el determinismo físico es incompatible<br />
con el libre albedrío,<br />
sus reflexiones se centraban, y<br />
se centran, en el segundo tipo<br />
de leyes, las leyes de la propia<br />
naturaleza.<br />
La postura que Escohotado<br />
atribuye a lo que él denomina<br />
científico clásico –que parece incluir<br />
a la gran mayoría de la comunidad<br />
científica que no está<br />
inmersa en la ciencia del caos y<br />
disciplinas anejas– es la de un<br />
cientificismo extremo y trasnochado:<br />
las leyes de la ciencia son<br />
las leyes de la naturaleza, cuando<br />
no, impuestas a la naturaleza y<br />
de obligado cumplimiento (no<br />
queda clara en Caos y orden ni en<br />
Espontaneidad y complejidad la<br />
relación entre ambos tipos de leyes;<br />
es más, parece que la naturaleza<br />
no tiene leyes, o son muy<br />
laxas). Esto no tiene mucho sentido,<br />
ni siquiera en el figurado,<br />
pues me cuesta trabajo creer que<br />
alguien piense que cuando en<br />
una publicación científica, técnica<br />
o de divulgación, nos topamos<br />
con una aseveración como<br />
“tal o cual proceso o reacción está<br />
prohibida por la ley de la conservación<br />
de la energía…” se debe<br />
entender esta prohibición de<br />
la misma manera que cuando se<br />
lee un decreto-ley en el BOE o<br />
una ordenanza militar 16 . La forma<br />
en que se tratan las leyes de<br />
la naturaleza en Caos y orden es<br />
16 Valga esta frase como ejemplo:<br />
“Cuando el cambio se encomienda a algún<br />
orden restringido o cerrado –desde la<br />
instrucción militar o monacal a supuestas<br />
‘leyes de la naturaleza’– el caos sigue allí,<br />
informando cada elemento y cada práctica,<br />
mientras el verdadero cambio –el<br />
que afecta a nuestra perspectiva– queda<br />
siempre postergado a un mañana remoto”<br />
un ejemplo de ambigüedad que<br />
mezcla cuestiones ontológicas (la<br />
existencia de esas leyes y sus características<br />
fundamentales) con<br />
epistemológicas (cómo se llegan<br />
a formular las leyes de la ciencia a<br />
partir de las informaciones que<br />
obtenemos sobre las leyes de la<br />
naturaleza y qué representan en<br />
relación con ellas) sin que se<br />
pueda entender claramente de<br />
qué se está hablando en cada<br />
momento. Así, por ejemplo,<br />
cuando se nos dice que “[…]<br />
hay algo más, expresable en el<br />
hecho de que ningún objeto real<br />
acaba de obedecer: cuanto más<br />
atendemos a sus pormenores<br />
menos inerte se muestra” 17 , o<br />
que “tras milenios (sic) de ser<br />
usadas para descubrir leyes que<br />
gobiernan sobre una naturaleza<br />
fundamentalmente pasiva, las<br />
matemáticas descubren los atractores<br />
o focos activos internos de<br />
cada sistema físico” 18 , no sabemos<br />
si es que, en realidad, no<br />
hay tales leyes de la naturaleza, o<br />
ahora resulta que se han convertido<br />
en atractores, o que las leyes<br />
de la ciencia son tan inútiles que<br />
la naturaleza prescinde olímpicamente<br />
de ellas.<br />
La cuestión de si existen y en<br />
qué consisten las leyes de la na-<br />
(Espontaneidad y complejidad, págs. 35 y<br />
36). También me ha llamado la atención<br />
lo del “constructo mandobediente newtoniano”,<br />
que figura en varios lugares,<br />
tanto del libro como de la réplica de Escohotado.<br />
17 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />
pág. 28. A renglón seguido nos pone<br />
el ejemplo de un balón de verdad. Esta<br />
frase, tomada como metáfora de lo difícil<br />
que es calcular la trayectoria de un balón<br />
real, puede resultar acertada; pero Escohotado<br />
dedica las 100 páginas siguientes<br />
a explicarnos por qué él está convencido<br />
de que es verdad que el balón no obedece.<br />
Me parece que muchos entrenadores de<br />
fútbol, hartos de cosechar derrotas, se sentirán<br />
tentados de estar de acuerdo con<br />
nuestro autor cada vez que alguno de sus<br />
jugadores dispare a puerta y el balón se<br />
pierda por las gradas.<br />
18 Difícilmente puede ser el atractor<br />
–caso de existir, ya que no ocurre en cada<br />
sistema físico– un foco activo interno, ya<br />
que se trata de un concepto matemático<br />
definido en el espacio de fases, que además<br />
es geométricamente cerrado, acotado e invariante<br />
y que constituye una especie de límite<br />
estático de las trayectorias en dicho<br />
espacio de fases cuando el tiempo crece indefinidamente.<br />
Lo de milenios, supongo<br />
que es un lapsus de fin de milenio.<br />
turaleza o si, por el contrario, el<br />
orden y las regularidades que<br />
observamos a nuestro alrededor<br />
son fruto de una coincidencia<br />
cósmica accidental, es uno de los<br />
problemas fundamentales de la<br />
filosofía de la ciencia. Y la relación<br />
entre estas leyes de la naturaleza<br />
y las de la ciencia es uno<br />
de los fundamentos principales<br />
en que se apoyan las distintas<br />
opciones epistemológicas. Sin<br />
embargo, y pese a que para Escohotado<br />
Caos y orden “más que<br />
un ensayo es un panfleto epistemológico”<br />
19 , poco o nada se dice<br />
en dicho libro sobre epistemología.<br />
Prácticamente el único<br />
aspecto epistémico es una continua<br />
y obsesiva devaluación de<br />
la predecibilidad (la capacidad<br />
de cuantificar magnitudes para<br />
compararlas con los datos experimentales),<br />
como uno de los<br />
criterios más poderosos y sólidos<br />
de demarcación de ciertas<br />
ciencias, y para valorar la probabilidad<br />
de verdad (su concordancia<br />
con las leyes de la naturaleza)<br />
de una teoría científica.<br />
Al hilo de esto, y ante la crítica<br />
que le hicimos Fernández-Rañada<br />
y yo, Escohotado responde<br />
con este críptico comentario:<br />
“Respeto tanto como mis dos<br />
inquisidores ‘los aspectos cuantitativos<br />
y experimentales de la<br />
ciencia’. Pero distingo el respeto<br />
de la sumisión, y más aún de<br />
maniobras tendentes a producir<br />
ese ánimo abyecto en algún incauto”<br />
20 . No me consta que sea<br />
frecuente que los profesionales<br />
de la ciencia actual realicen maniobras<br />
para producir en los incautos<br />
la sumisión abyecta a los<br />
datos y experimentos que constituyen<br />
el pan suyo de cada<br />
día 21 . Y, aún siendo ése el caso<br />
de algunos científicos corruptos<br />
19 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />
y complejidad, pág. 35.<br />
20 Ibíd., pág. 31.<br />
21 En la ciencia, como en toda actividad<br />
humana, hay buenos y malos, tontos<br />
y listos, honrados y sinvergüenzas… Pero<br />
no conozco ninguna otra tarea humana<br />
donde haya tanta crítica, tantos controles,<br />
tanta transparencia y tanta duda sistemática<br />
e inquisitiva. No es, desde luego, un<br />
buen caldo de cultivo para los caraduras<br />
ni los fraudulentos.<br />
70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
y manipuladores, vendidos a los<br />
poderes militares o al capitalismo<br />
de las multinacionales de la<br />
ingeniería genética 22 , ¿qué tiene<br />
eso que ver con una discusión<br />
seria sobre predecibilidad y<br />
poder explicativo de una teoría?<br />
Para defender una epistemología<br />
relativista, cargada de subjetivismo,<br />
de corte libertario, en la<br />
cual, en lugar del “todo vale” de<br />
Feyerabend, vale la intuición, la<br />
experiencia sensible, los aspectos<br />
cualitativos y las analogías<br />
antropomórficas, y no valen, o<br />
vale de muy poco, los métodos<br />
de uso común entre científicos<br />
(hipotético-deductivo, con predicciones<br />
que pueden ser contrastadas<br />
mediante observaciones<br />
empíricas o experimentales,<br />
etcétera), se precisan razones, no<br />
acusaciones sin fundamento 23 .<br />
Sobre gotas de aceite<br />
y los fundamentos de la<br />
matemática<br />
Para apoyar dicha epistemología<br />
arcaizante 24 , basada en aspectos<br />
cualitativos y significados<br />
intuitivos de las teorías científicas,<br />
Escohotado esgrime un anexo<br />
de su libro dedicado a lo que<br />
él llama grandiosa crisis de fundamentos<br />
de la matemática y<br />
que titula ‘Las trivialidades del<br />
rigor’ 25 , lamentándose de que<br />
tanto Fernández-Rañada como<br />
yo lo hayamos pasado por alto<br />
en nuestras críticas. Por mi par-<br />
22 Luciferes muy comunes en la imaginería<br />
de escritores e intelectuales con fobia<br />
irreversible e irracional hacia la ciencia.<br />
23 No sé si Escohotado será consciente<br />
de que los estudios y disciplinas de los<br />
campos científicos que él engloba en el<br />
“nuevo paradigma” nacieron, fundamentalmente,<br />
para poder hacer predicciones<br />
lo más fiables posible de fenómenos muy<br />
complejos y difíciles de cuantificar.<br />
24 Es lo que se desprende de aseveraciones<br />
como ésta: “Parecía maduro el momento<br />
para no seguir atribuyendo el monopolio<br />
de lo real a las leyes. En otras palabras,<br />
para reanudar un diálogo entre el espíritu<br />
newtoniano y el aristotélico, cuyo núcleo es<br />
una Physis que va inventándose y que, por<br />
lo mismo, resulta tan impenetrable a adivinaciones<br />
y exactitud como afín a lo cualitativo”<br />
(Caos y orden, pág. 44).<br />
25 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />
págs. 100 a 114. La crisis de fundamentos<br />
es materia de la metamatemática,<br />
y no afecta al rigor matemático en cada<br />
nivel jerárquico de fundamentos.<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
te, preferiría dejar las cosas como<br />
están, pues me parece penoso<br />
que a estas alturas se quiera<br />
argumentar con el non sequitur<br />
que va desde la crisis de ciertos<br />
fundamentos de la matemática<br />
al rigor general en ella, y de<br />
aquí, al valor de los cálculos que<br />
den datos para cuantificar los aspectos<br />
experimentales de la ciencia.<br />
No merece la pena debatir la<br />
falta de rigor con que está escrito<br />
dicho anexo, mas quizá sea<br />
conveniente –ya que el autor reclama<br />
una opinión– señalar por<br />
qué lo que se dice no tiene nada<br />
que ver con lo que se pretende<br />
demostrar.<br />
He aquí lo que parece ser la<br />
clave del problema de la medición,<br />
del valor de la cuantificación<br />
en las ciencias de la naturaleza:<br />
“Será preciso esperar más de un siglo,<br />
desde entonces [desde Kant], para<br />
que no sólo la geometría sino la aritmética<br />
se revisen a la luz de nuestra<br />
concreta experiencia. En efecto, ¿qué<br />
sentido tiene aplicar los conceptos de<br />
cantidad e igualdad al mundo real?<br />
¿Acaso añadir una gota de aceite a otra<br />
produce dos gotas? ¿Acaso añadir dos<br />
gotas de agua a otras dos produce cuatro<br />
gotas? ¿Dónde hemos percibido algo<br />
realmente numerable e idéntico a<br />
cualquier cosa? ¿Cómo puede abordarse<br />
la adición material como suma aritmética?”<br />
26 .<br />
Estas aseveraciones e interrogaciones,<br />
o van seguidas de una<br />
disertación seria y bien argumentada<br />
–que no tiene por qué<br />
ser ni extensa ni muy técnica–<br />
sobre metamatemática, sobre la<br />
relación entre las matemáticas<br />
y las teorías científicas, e, incluso,<br />
sobre las teorías del significado<br />
y el lenguaje en conexión<br />
con las ciencias naturales, y se<br />
da noticia de esa revisión de la<br />
aritmética a la que se alude, o,<br />
por el contrario, y en el contexto<br />
en que se insertan, son un<br />
conjunto de perogrulladas bastante<br />
frívolas, sin otro motivo<br />
aparente que depreciar la abstracción<br />
matemática y, por tanto,<br />
restar valor a cualquier aspecto<br />
cuantitativo de las cien-<br />
26 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />
pág. 110.<br />
cias, independientemente de la<br />
autoridad a la que se atribuyen<br />
estas preguntas 27 , formuladas<br />
en un contexto del que no se<br />
nos informa. Mas esto último<br />
carece de importancia para<br />
refutar lo citado por Escohotado<br />
–doy por sentado que lo ha<br />
hecho correctamente–, pues<br />
Helhmholz escribió lo que le<br />
atribuye nuestro autor mucho<br />
antes de que la naturaleza echara<br />
definitivamente por tierra<br />
que “no alguna idea o axioma,<br />
sino sólo la ‘sensibilidad’ garantiza<br />
que los objetos de una colección<br />
física son idénticos (hasta<br />
cierto punto), y descriptibles<br />
mediante un número” 28 . Con<br />
el advenimiento de la física<br />
cuántica llegó la noticia de la<br />
indistinción total y absoluta, no<br />
hasta cierto punto solamente,<br />
de las partículas elementales (un<br />
electrón es totalmente idéntico<br />
a todos los demás, lo que no<br />
convence a Escohotado, que escribe,<br />
a propósito de la igualdad<br />
del espín de estas partículas:<br />
“Finalmente, lo que se niega es<br />
la diferencia o principio individuador”<br />
29 ); y, con el principio<br />
de exclusión de Pauli, la imposibilidad<br />
de que dos electrones<br />
pudiesen ocupar el mismo estado<br />
cuántico simultáneamente,<br />
por lo cual, pese a su identidad,<br />
nos es posible saber que, al añadir<br />
un segundo electrón a uno<br />
ya presente en un sistema con<br />
sólo dos estados cuánticos, tenemos<br />
dos electrones –cada uno<br />
en cada estado cuántico disponible–<br />
y no uno solo, habiéndose<br />
comprobado esto hasta el<br />
extremo de ser una evidencia<br />
más allá de toda duda razona-<br />
27 Ibíd. Escohotado cita el opúsculo<br />
de Helmholtz titulado Contar y medir,<br />
pero no da más datos al respecto. Califica<br />
a Helmholtz como “el Einstein del siglo<br />
XIX”, tal vez para enfatizar este testimonio<br />
de autoridad o por relacionarlos a<br />
ambos por sus teorías sobre la energía.<br />
Sin ánimo de minusvalorar la producción<br />
de este científico alemán, la gran mayoría<br />
de los historiadores de la ciencia pondrían<br />
a James C. Maxwell como el científico<br />
del XIX con el prestigio y la importancia<br />
equivalentes a la que, en el siglo siguiente,<br />
se otorgó a Einstein.<br />
28 Ibíd., pág. 111.<br />
29 Ibíd., pág. 75.<br />
FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />
ble. La naturaleza nos ha enseñado<br />
a abordar la adición material<br />
como suma aritmética, y la<br />
hidrodinámica a comprender<br />
por qué, según y como añadamos<br />
una gota de aceite a otra,<br />
podemos acabar teniendo una,<br />
dos o cientos de ellas 30 .<br />
Las divagaciones<br />
de la divulgación científica<br />
Reprocha Escohotado a sus inquisidores<br />
que se le haga responsable<br />
de los despropósitos<br />
que éstos denuncian cuando él<br />
se ha limitado a ser propagador<br />
de lo divulgado por otros autores<br />
de prestigiosas credenciales<br />
científicas 31 . Se podría simplemente<br />
responder a este descontento<br />
diciendo que el autor no<br />
ha entendido lo que otros han<br />
escrito; pero esto sería sólo una<br />
parte de la cuestión, ya que con<br />
demasiada frecuencia se leen<br />
afirmaciones claramente equivocadas<br />
e, incluso, científicamente<br />
patológicas que, según<br />
sus autores, parafrasean las opiniones<br />
vertidas por renombrados<br />
expertos. Bernard d’Espagnat,<br />
a propósito de este problema,<br />
habla de “divulgación<br />
engañosa” y del “esoterismo<br />
(bastante temible, es verdad),<br />
que engendra una comprensión<br />
imperfecta de las novedades” 32 .<br />
Ocurre que este problema viene<br />
de largo; Richard P. Feynman,<br />
en sus célebres y legendarios libros<br />
de texto sobre física, y a<br />
propósito de la mecánica cuántica,<br />
escribe: “Como siempre,<br />
hay dos aspectos del problema:<br />
uno es las implicaciones filosóficas<br />
de la física, y el otro, la extrapolación<br />
de estas materias filosóficas<br />
a otros campos. Cuando<br />
las ideas filosóficas asociadas<br />
con la ciencia se extrapolan a<br />
30 Otra fuente continua de confusiones<br />
en Caos y orden es la dificultad para<br />
comprender los distintos y concretos significados,<br />
tanto en matemáticas como en<br />
las ciencias empíricas, de los términos<br />
exactitud y precisión.<br />
31 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />
y complejidad, pág. 30.<br />
32 D’Espagnat, Bernard: ‘Los números,<br />
esencia de las cosas’, en El universo de<br />
los números. Mundo Científico, Barcelona,<br />
2000, pág. 103.<br />
71
SOBRE ‘AMICUS CURIAE’ Y EPISTEMOLOGÍA LIBERTARIA<br />
otros campos, generalmente se<br />
distorsionan por completo” 33 .<br />
Lo recíproco también sucede: a<br />
veces, las ideas y conceptos de la<br />
ciencia se retuercen para que,<br />
más o menos, concuerden con<br />
opiniones, juicios o posturas<br />
que son competencia de otras<br />
áreas del conocimiento. La mayoría<br />
de los errores en que incurre<br />
Escohotado tienen que<br />
ver con su deseo de que las leyes<br />
de la física reflejen cuestiones<br />
de filosofía, de política, de historia<br />
o sociología, según su propio<br />
criterio; y no es necesario<br />
establecer una correspondencia<br />
puntual entre materias científicas<br />
y humanísticas –que el autor<br />
niega acertadamente que pueda<br />
realizarse– para que surjan<br />
por doquier los despropósitos,<br />
ya que basta con pretender que<br />
“si no anda desencaminada, la<br />
evolución epistemológica engrana<br />
con la histórica o general,<br />
ofreciendo unas veces figura<br />
y otras fondo para las transformaciones”<br />
34 , para incurrir en<br />
toda clase de analogías improcedentes.<br />
Lo dicho anteriormente sobre<br />
transportar conceptos entre<br />
distintos saberes reza tanto para<br />
el experto científico que divulga<br />
como para el lego que parafrasea<br />
o especula sobre lo que ya de<br />
por sí puede ser una especulación.<br />
Máxime, cuando la ambigüedad<br />
del testimonio de autoridad<br />
deja de ser reflejo de la duda<br />
racional y se convierte en<br />
estilo y propósito. En estos casos,<br />
los riesgos del disparate<br />
científico del que plagia, cita o<br />
parafrasea, se acrecientan aún<br />
más. Algo así sucede, por ejemplo,<br />
si no se leen con sumo cuidado<br />
los libros de divulgación<br />
de Ilya Prigogine, en los que se<br />
ha inspirado a fondo, según<br />
confesión propia, Escohotado 35 .<br />
Las últimas obras de este carismático<br />
premio Nobel, y las que<br />
33 Feynmam, Richard P.: The Feynman<br />
Lectures on Physics. Addison-Wesley,<br />
Reading, 1966, vol. III, 2-8.<br />
34 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />
pág. 132.<br />
35 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />
y complejidad, pág. 30.<br />
ha escrito en colaboración con la<br />
socióloga y filósofa relativista<br />
Isabelle Stengers deben analizarse<br />
con los cinturones de seguridad<br />
del escepticismo y del pensamiento<br />
crítico bien abrochados<br />
36 . Aunque, pensándolo<br />
mejor, esta sana precaución es,<br />
en realidad, de aplicación universal.<br />
Además, existe otro aspecto<br />
en la comunicación de los conocimientos<br />
científicos que, de<br />
alguna manera, está relacionado<br />
con lo que escribe Fernández-<br />
Rañada sobre “saberlo todo o<br />
no saber nada” en ciencia 37 , y<br />
que consiste en lo que John R.<br />
Pierce llama “ignorancia informada”<br />
del experto, que es “básicamente<br />
distinta de la ignorancia<br />
científica del lego, puesto<br />
que el conjunto de datos y<br />
teorías establecidos en el cual<br />
los científicos basan su peculiar<br />
clase de ignorancia excluye de<br />
sus especulaciones una gran<br />
cantidad de sin sentidos”; sin<br />
embargo, “es muy difícil para el<br />
lego separar la ignorancia científica<br />
de los hechos científicos.<br />
Porque la ignorancia, al tener<br />
que expresarse necesariamente<br />
en términos más vagos, esquemáticos<br />
y menos especializados<br />
que los hechos, es más fácil de<br />
asimilar. Porque, al tratar sobre<br />
grandes problemas aún no resueltos,<br />
es más romántica”. Y<br />
concluye: “Pero mientras el<br />
científico que airea su ignoran-<br />
36 Bricmont, Jean: ‘Science Of Chaos<br />
or Chaos in Science?’, Physicalia Magazine,<br />
núm. 17 (1995), 3-4, págs. 159 a 208.<br />
Se trata sin duda de la más completa, excelente<br />
y demoledora crítica de muchas de<br />
las ideas que sobre caos, determinismo e<br />
irreversibilidad ha publicado Prigogine<br />
en sus libros de divulgación. También recomiendo,<br />
de Heinz Pangels, ‘Is the irreversibility<br />
we see a fundamental property<br />
of Nature?’, Physics Today, enero de 1985,<br />
págs. 97 a 99. Isabelle Stengers se destaca<br />
muchas veces por su relativismo cognitivo<br />
extremo, que hace que defienda sin<br />
fundamento racional ni científico alguno<br />
la homeopatía o la parapsicología de<br />
Rhine (véase Fernando Peregrín: ‘El debate<br />
sobre la homeopatía’, El Escéptico,<br />
núm. 2, otoño de 1998, págs. 59 a 63; y<br />
Isabelle Stengers: L’Invention des Sciences<br />
Modernes, La Découverte, París, 1993,<br />
pág. 113).<br />
37 Desorden y caos: la estrategia de la<br />
confusión, págs. 80 a 82.<br />
cia generalmente sabe lo que dice,<br />
el desapercibido lego, no; y<br />
así, se queda perdido en montañas<br />
brumosas sin haber puesto<br />
nunca pie en los continentes<br />
del conocimiento” 38 .<br />
La ensayística de vocación<br />
sincrética, que pretende exponer<br />
grandes ideas unificadoras<br />
de los distintos saberes científicos<br />
y humanísticos, es una especie<br />
de moda literaria que nos<br />
llega, como tantas otras, con<br />
cierto retraso. En este tipo de<br />
ensayos es muy difícil no aventurar<br />
más de una idea o hipótesis<br />
sin demasiada base real o<br />
teorizar sin suficiente información<br />
en la que apoyarse. Todos<br />
tenemos derecho a equivocarnos<br />
cuando exponemos honestamente,<br />
sin pretensiones, y según<br />
nuestro leal saber y entender,<br />
ideas sobre asuntos tan<br />
complejos como el estado actual<br />
de las teorías físicas y demás<br />
disciplinas científicas; mas<br />
cuando se copian datos e informaciones<br />
técnicos sin otro aparente<br />
propósito que el de abrumar<br />
al lector con una erudición<br />
de la que se carece, los errores<br />
tienen para mí otra consideración,<br />
muy próxima a lo que Sokal<br />
y Bricmont 39 llaman imposturas<br />
intelectuales. Escohotado<br />
incurre en numerosas<br />
ocasiones en errores de este último<br />
tipo, tal y como se le ha<br />
señalado en escritos privados y<br />
públicos. Me parece lógico que<br />
defienda su libro; pero más razonable<br />
me hubiese parecido<br />
que, antes de replicar a los que<br />
él llama sus dos inquisidores,<br />
sin perjuicio de su autodidactismo,<br />
que considero encomiable<br />
y digno de mejores logros,<br />
se hubiese tomado la molestia<br />
38 Pierce, John R.: An Introduction to<br />
Information Theory: Symbols, Signals and<br />
Noice. Dover, Nueva York, 1980, págs.<br />
108 y 109).<br />
39 Sokal, Alan, y Bricmont, Jean: Imposturas<br />
intelectuales. Paidós, Barcelona,<br />
1999. La crítica de Escohotado (Espontaneidad<br />
y complejidad, pág. 32) a lo que se<br />
dice en este libro sobre epistemología<br />
popperiana e inducción es simplista y poco<br />
acertada. Véase, al respecto, Hilary<br />
Putnam: ‘The Corroboration of Theories’,<br />
en The Philosophy of Karl Popper,<br />
vol. II. La Salle, 1974.<br />
de consultar a algún amigo versado<br />
en los complejos temas<br />
científicos que se discuten, ya<br />
que, con su buen consejo, tal<br />
vez no hubiese repetido errores<br />
ni cometido otros nuevos en su<br />
artículo de réplica. n<br />
Fernando Peregrín Gutiérrez es autor<br />
de La informática en España.<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
“El valor de su metafísica es proporcional<br />
a los conocimientos matemáticos<br />
y físicos del autor dividido por su confianza<br />
en razonar a partir de los nombres<br />
de objetos”.<br />
James Clerk Maxwell*<br />
E<br />
n 1909, el historiador norteamericano<br />
Henry Adams<br />
escribió un ensayo titulado<br />
La regla de fases aplicadas a la historia.<br />
Adams observaba una decadencia<br />
en la evolución social y<br />
pensó que podía tener una justificación<br />
en las ciencias naturales.<br />
Creyó encontrarla en la regla de<br />
las fases de Gibbs. Adams comparaba<br />
las fases de la historia con<br />
las fases posibles de una sustancia.<br />
Con esta idea y algunas matemáticas<br />
extrañas llegó a la conclusión<br />
de que la era del pensamiento<br />
llegaría a su fin en el año 1921.<br />
Parece ser que no fue así.<br />
¿Qué es lo que fallaba en el razonamiento?<br />
¿Acaso la regla de<br />
las fases de Gibbs es falsa? ¿O es<br />
ilegítima la extrapolación de leyes<br />
físicas a contextos sociales?<br />
Ambas preguntas son interesantes<br />
y discutibles, pero en el caso<br />
que nos ocupa la respuesta es<br />
más simple: sencillamente<br />
Adams no había entendido nada<br />
de la regla de las fases.<br />
De hecho, antes de publicar<br />
su ensayo Adams tuvo el buen<br />
sentido de pedir a su editor que se<br />
lo diera a leer a alguien competente<br />
para destripar sus argumentos.<br />
James F. Jameson, editor de la<br />
American Historical Review, envió<br />
el manuscrito a Henry A.<br />
Bumstead, de Yale, que había sido<br />
discípulo de Gibbs. Bumstead<br />
* Texto perteneciente a una carta de<br />
Maxwell a Peter Guthrie Tait, 23 de diciembre<br />
de 1867.<br />
OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />
EN EL NOMBRE DEL CAOS<br />
escribió un comentario de 26 páginas<br />
señalando los errores de<br />
Adams. La regla de fases tan sólo<br />
indica el número de fases o estados<br />
de agregación de una sustancia<br />
que pueden coexistir en unas<br />
determinadas condiciones de presión<br />
y temperatura; por ejemplo,<br />
que el hielo, el agua líquida y el<br />
vapor de agua sólo pueden coexistir<br />
a una presión y temperatura<br />
precisas. Difícilmente tiene que<br />
ver con lo que pretendía Adams.<br />
Éste reconoció su error y empezó<br />
a modificar su ensayo, aunque no<br />
pudo terminarlo. Fue publicado<br />
varios años más tarde por su hermano<br />
Brook.<br />
Por desgracia, no todos los autores<br />
tienen el buen juicio de<br />
Adams. Al parecer, basta con advertir<br />
de entrada que se es lego<br />
en ciertos temas para poder afirmar<br />
toda clase de disparates<br />
sobre los mismos. Si otros denuncian<br />
tales disparates es indudablemente<br />
porque quieren<br />
mantener el statu quo científico<br />
que les da de comer, “aferrándose<br />
como un hambriento a su pan”, o<br />
porque quieren perpetuar la división<br />
entre las dos culturas o, simplemente,<br />
por pura ignorancia 1 .<br />
Debería advertir por ello que<br />
quien esto escribe es profesional<br />
de la física y de la enseñanza.<br />
Además de esto, me une también<br />
una buena amistad con el “inquisidor”<br />
Fernández-Rañada. Por<br />
ello, es indudable que mis críticas<br />
están impulsadas por un espíritu<br />
1 En este texto hay varias citas indirectas<br />
de Escohotado sin referencia de página<br />
a las obras de origen. Las de los párrafos<br />
iniciales y finales son de su artículo<br />
Espiritualidad y complejidad, CLAVES DE<br />
RAZÓN PRÁCTICA, núm. 106, octubre de<br />
2000. Los de la parte central se refieren a<br />
su libro Caos y orden: algunos son literales<br />
y otros resúmenes de ideas.<br />
JAVIER GARCÍA SANZ<br />
corporativo (del cuerpo de inquisidores,<br />
por supuesto). Tampoco<br />
descarto que esté “transmitiendo<br />
una irritabilidad crónica” fruto de<br />
algún trauma derivado de mis<br />
días escolares en los que algún<br />
profesor trataba de enseñarme a<br />
resolver ecuaciones de segundo<br />
grado, o incluso de alguna fascinación<br />
oculta por el orden cerrado<br />
de mis días de recluta.<br />
Ciertamente, en el caso de<br />
Caos y orden, el libro de Antonio<br />
Escohotado, la tarea del inquisidor<br />
es abrumadora. El “inquisidor”<br />
Fernández-Rañada comenta<br />
que dejó de marcar errores cuando<br />
llegó a las 60 marcas; de ello<br />
deduzco que se cansó de marcar<br />
al cabo de unas pocas páginas de<br />
lectura. También me parece un<br />
prodigio de concisión por parte<br />
del “inquisidor” Peregrín que fuera<br />
capaz de resumir todos los<br />
errores en 20 páginas. Pero, además<br />
de abrumadora, la tarea parece<br />
condenada al fracaso. No se<br />
trata sólo de la contumacia en el<br />
error del señor Escohotado, sino<br />
de su manifiesta incapacidad para<br />
identificar siquiera los errores<br />
que se le advierten.<br />
Para ser justos, hay que decir<br />
que Escohotado sí ha reconocido<br />
dos errores. El primero es el haber<br />
confundido a Fermi con<br />
Pauli, para lo que tenía una buena<br />
razón. El segundo es haber<br />
sustituido carga por momento<br />
en una explicación del principio<br />
de indeterminación. También<br />
para esto había una buena razón:<br />
se trataba de no repetir tres<br />
veces la palabra momento. Por la<br />
misma razón, Newton debería<br />
haber utilizado de vez en cuando<br />
las palabras velocidad, ápside o<br />
cónica en lugar de masa, para<br />
que esta última no resultara tan<br />
repetitiva en su libro. Pese a to-<br />
do, Escohotado ha consentido<br />
en rectificar, y en las últimas ediciones<br />
ha sustituido la palabra<br />
carga por energía. Lo que Escohotado<br />
parece ignorar es que con<br />
ello no desaparece el disparate<br />
(o los disparates), como bien sabe<br />
cualquiera que tenga un mínimo<br />
conocimiento del principio<br />
de indeterminación.<br />
Otros errores que se señalan<br />
no son tales puesto que Escohotado<br />
los ha leído en algún libro.<br />
Por ejemplo, nadie tiene por qué<br />
extrañarse de que Lorenz tardara<br />
en darse cuenta de que sus ecuaciones<br />
eran no lineales, porque<br />
así lo dice Gleick en su libro y<br />
Gleick habló con Lorenz. Además,<br />
¿no estamos hartos de ver<br />
cómo los personajes de los dibujos<br />
animados tardan un tiempo<br />
en darse cuenta de que están caminando<br />
en el vacío?<br />
También tiene de su parte al<br />
mismísimo Feynman, cuya lectura<br />
recomienda a Fernández-<br />
Rañada. A decir verdad, no estoy<br />
seguro de a qué Feynman se refiere.<br />
El Feynman de Escohotado<br />
es autor de “un único libro<br />
sistemático”, que es, por supuesto,<br />
“su texto canónico”. Fernández-Rañada<br />
y yo conocemos a<br />
un Feynman autor de libros bastante<br />
sistemáticos como Quantum<br />
Mechanics and Path Integrals,<br />
Quantum Electrodynamics,<br />
Photon-Hadron Interactions o sus<br />
célebres Feynman’s Lectures on<br />
Physics. También escribió algunos<br />
libros de anécdotas divertidas<br />
y un librito de divulgación,<br />
titulado QED, en el que trata de<br />
explicar algunas particularidades<br />
de la teoría cuántica a quienes<br />
no están familiarizados con la<br />
aritmética de los números complejos.<br />
Para ello Feynman utiliza<br />
una representación gráfica a ba-<br />
74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
se de flechas con la que trata de<br />
explicar la diferencia esencial que<br />
existe en mecánica cuántica entre<br />
amplitudes de probabilidad<br />
y probabilidades. Escohotado<br />
tergiversa el significado de las flechas,<br />
confunde amplitudes con<br />
probabilidades y se permite recomendar<br />
a Fernández-Rañada<br />
la lectura de algo que él obviamente<br />
no ha entendido.<br />
A Escohotado le molesta también<br />
que le llamen posmoderno.<br />
No sólo alaba a Sokal y Bricmont<br />
por denunciar las imposturas de<br />
éstos, sino que se declara un popperiano<br />
convencido. ¡Es como un<br />
acusado de ateísmo que invocara<br />
en su defensa al padre Ripalda!<br />
En nombre de Popper, Escohotado<br />
califica a Sokal y Bricmont de<br />
epistemólogos bisoños por atreverse<br />
a defender la inducción.<br />
Quizá sea exagerado alardear de<br />
tanta pureza de sangre, sobre todo<br />
si después se va a hablar de<br />
nuevos y viejos paradigmas, pero<br />
ya veremos que el rechazo de la<br />
inducción tiene sus ventajas.<br />
Escohotado afirma que las<br />
críticas que se le han hecho son<br />
cuestiones de detalle. Por tanto,<br />
quizá valga la pena comentar algunas<br />
de sus tesis en la primera<br />
parte del libro:<br />
1.<br />
“Desde Newton la física se ha reducido<br />
a un esquema de ‘masas inertes’ sometidas<br />
a ‘fuerzas inmateriales y trascendentes’<br />
que reproduce fielmente el esquema<br />
del sirviente sometido al soberano<br />
absoluto”.<br />
Ésta es una tesis central del libro.<br />
Escohotado refuerza esta<br />
idea con el argumento definitivo<br />
de que vis (fuerza) es sinónimo de<br />
imperium, una prerrogativa del<br />
soberano. La pega de este profundo<br />
argumento es que New-<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
ton también llama a la inercia vis<br />
inertiae, y la describe como una<br />
“fuerza inherente a la materia”<br />
y un “poder de resistir” que un<br />
cuerpo ejerce cuando sobre él actúa<br />
una fuerza impresa. De modo<br />
que la materia sería cuando<br />
menos un siervo respondón.<br />
Pero por interesantes que<br />
puedan ser estos juegos de palabras<br />
para entender el tránsito de<br />
la mecánica prenewtoniana a la<br />
newtoniana, los términos arcaicos<br />
sólo sirven de confusión a la<br />
hora de entender el auténtico<br />
significado de la inercia en la<br />
mecánica clásica. La mejor prueba<br />
de esta falta de comprensión<br />
la ofrece el propio Escohotado.<br />
Según él, la “formulación correcta<br />
del principio inercial” afirma<br />
que el “movimiento” será un<br />
estado como el reposo, mantenido<br />
o suspendido por algún motor<br />
2 . ¿Estamos hablando de<br />
Newton o de Nicolás de Cusa?<br />
La esencia del principio inercial<br />
newtoniano es precisamente<br />
que no hace falta ningún mo-<br />
2 En la introducción a una inefable<br />
edición española de los Pincipia (Principios<br />
matemáticos de la filosofía natural.<br />
Editora Nacional, Madrid, 1982) se nos<br />
advierte de que Newton “toma evidentemente<br />
de Descartes la noción de fuerza<br />
ínsita o inercial, reteniendo el matiz kepleriano<br />
de la fuerza inactiva”. Pero el concepto<br />
newtoniano de inercia difiere esencialmente<br />
del de Kepler. Según la inercia<br />
kepleriana, un cuerpo en movimiento<br />
tenderá al reposo cuando sobre él deje de<br />
actuar alguna fuerza; según la inercia newtoniana,<br />
es necesaria una fuerza para que<br />
un cuerpo inicialmente en movimiento<br />
llegue al reposo. Parece confirmado que<br />
Newton no supo que Kepler había utilizado<br />
el término inercia hasta que el hecho<br />
fue señalado por Leibniz en un comentario<br />
a la primera edición. Por ello, Newton<br />
tenía previsto añadir a la segunda edición<br />
de los Principia que “no me refiero a la<br />
fuerza de inercia de Kepler, por la que los<br />
cuerpos tienden al reposo, sino a una<br />
tor para mantener el movimiento<br />
(uniforme). Es el cambio en<br />
la cantidad de movimiento, y<br />
no el propio movimiento, el que<br />
requiere una fuerza. En otras palabras,<br />
las fuerzas producen aceleraciones<br />
y no velocidades. La<br />
diferencia es crucial puesto que<br />
exige que la velocidad debe aparecer<br />
necesariamente, junto con<br />
la posición, en la especificación<br />
del estado de un sistema, y esto<br />
determina el número de grados<br />
de libertad del sistema dinámico<br />
correspondiente. Esto hace posible,<br />
entre otras cosas, que pueda<br />
aparecer caos en sistemas<br />
simples en los que no aparecería<br />
con inercia al modo kepleriano.<br />
2.<br />
“A lo largo de su historia, la mecánica<br />
clásica no ha variado en esencia el esquema<br />
newtoniano. En particular, la<br />
mecánica clásica sólo se ha ocupado del<br />
movimiento ideal de sólidos perfectos<br />
en medios sin razonamiento” 3 .<br />
Si, además de editar, Escohotado<br />
hubiera leído los Principia<br />
de Newton, sabría que ya en<br />
ellos se estudia la deformación<br />
de la Tierra y otros cuerpos ce-<br />
fuerza de permanecer en el mismo estado…”,<br />
aunque finalmente creyó innecesaria<br />
la corrección. (Sin duda, sobrestimó<br />
a sus editores posteriores).<br />
Olvidaba decir, que el autor de la<br />
mencionada edición española es el propio<br />
Escohotado. Sin embargo, es curioso que<br />
este mismo tergiverse cuando conviene a<br />
su propia edición. Así, por ejemplo, cuando<br />
en Caos y orden reproduce el Escolio<br />
General de los Principia, añade de forma<br />
totalmente interesada el calificativo todo<br />
fuerza a la descripción del Señor pantocrator.<br />
3 Algún comentarista del libro ha llegado<br />
a decir incluso que “hay una peligrosa<br />
amistad entre la mecánica determinada<br />
de los sólidos y la teología política<br />
del Estado absoluto”. El País, ‘Babelia’, de<br />
24 diciembre de 1999.<br />
lestes debida a la rotación. Es<br />
precisamente esta deformación<br />
la que explica fenómenos como la<br />
precesión de los equinoccios,<br />
que no existirían si los astros<br />
fueran esferas perfectas. Además,<br />
el libro segundo está casi enteramente<br />
dedicado a estudiar el<br />
movimiento de cuerpos sólidos<br />
de diversas formas a través de<br />
fluidos que ofrecen diferentes tipos<br />
de rozamiento; su propósito<br />
era precisamente el demostrar<br />
que los movimientos planetarios<br />
eran incompatibles con la existencia<br />
de un medio resistente.<br />
Evidentemente, la mecánica<br />
de fluidos de Newton era bastante<br />
rudimentaria. Sin embargo,<br />
tan sólo 30 años después de<br />
Newton, Euler, al tiempo que<br />
daba una formulación rigurosa<br />
para la mecánica basada en el<br />
cálculo diferencial, establecía la<br />
mecánica de los medios continuos<br />
en general, en donde, por<br />
cierto, ya aparecen inevitablemente<br />
ecuaciones diferenciales<br />
no lineales. A partir de entonces,<br />
los fluidos ocupan un lugar<br />
fundamental en la obra de los<br />
Bernoulli, Lagrange, Clairaut,<br />
Cauchy, Navier y tantos otros.<br />
Por otra parte, las bases conceptuales<br />
de la mecánica clásica<br />
han sido objeto de discusión<br />
permanente, en especial para librarlas<br />
de cualquier vestigio metafísico.<br />
Escohotado parece desconocer<br />
la formulación hamiltoniana<br />
de la mecánica, los<br />
intentos de Saint Venant, Kirchhoff<br />
o Hertz por eliminar las<br />
fuerzas en la formulación de la<br />
mecánica, los esfuerzos de Neumann<br />
por definir sistemas inerciales<br />
para la mecánica celeste,<br />
los de los maxwellianos por explicar<br />
la inercia de las partículas<br />
cargadas por su autointeracción<br />
75
EN EL NOMBRE DEL CAOS<br />
electromagnética o los de Mach<br />
por explicar la inercia no como<br />
una propiedad inherente a cada<br />
cuerpo, sino como expresión de<br />
su relación con el resto de los<br />
cuerpos del universo.<br />
3.<br />
“Este esquema de sólidos perfectos, masas<br />
inertes y fuerzas soberanas conduce<br />
a un determinismo estéril, que confirma<br />
el fracaso de la mecánica clásica”.<br />
En casi todas las discusiones sobre<br />
determinismo, Laplace es el malo<br />
de la película. En Caos y orden es<br />
tan malo que hasta se le atribuyen<br />
pecados de los que es inocente,<br />
como que en su Mecánica analítica<br />
se congratula expresamente<br />
de no incluir ninguna figura o<br />
ilustración en el texto 4 .<br />
En defensa de Laplace sólo<br />
tengo que remitir al lector a algunas<br />
páginas del libro de Sokal<br />
y Bricmont 5 . Lo que Laplace<br />
afirmaba en su celebérrimo comentario<br />
es que el estado actual<br />
del universo es el efecto de su estado<br />
anterior y la causa del que<br />
ha de seguirle. Ésta es simplemente<br />
una formulación de un<br />
principio de casualidad, y lo que<br />
está aquí en juego es la estructura<br />
causal del espacio y el tiempo<br />
6 . Se puede estar en desacuerdo<br />
con esta idea: alguien podría<br />
defender que el estado actual del<br />
universo depende de toda su historia<br />
anterior o que el universo<br />
se inventa a cada instante sin<br />
ninguna relación con el instante<br />
anterior, pero entonces debería<br />
prescindir de las ecuaciones diferenciales,<br />
sean lineales o no.<br />
Una vez que se ha admitido un<br />
tiempo absoluto, continuo y homogéneo,<br />
es casi obligado mo-<br />
4 Si Escohotado se hubiera molestado<br />
en consultar la Mecánica analítica sabría<br />
que su autor no es Laplace, sino Lagrange.<br />
Mucho más interesante es que también<br />
habría visto que 6 de sus 20 secciones<br />
están dedicadas a la mecánica de fluidos,<br />
esa disciplina “hasta hace poco<br />
indigna de físicos y matemáticos”.<br />
5 Imposturas intelectuales. Paidós, Barcelona,<br />
1999.<br />
6 Por supuesto que, estrictamente hablando,<br />
la inercia también tiene que ver<br />
con las propiedades que se le atribuyan al<br />
espacio y el tiempo. Seguramente Escohotado<br />
nos deleitará a este respecto con<br />
alguna reflexión sobre el sensorio de Dios.<br />
delizar la evolución de un sistema<br />
físico como un sistema dinámico,<br />
y esto equivale a decir<br />
que (en condiciones muy generales)<br />
dado el estado del sistema<br />
en un instante dado, está dado el<br />
estado en cualquier otro instante<br />
anterior o posterior. Probablemente<br />
Escohotado se asombraría<br />
de que René Thom, uno de sus<br />
héroes de la ciencia del caos,<br />
defienda el determinismo: “Las<br />
debilidades del determinismo”,<br />
afirma éste, “son más que nada<br />
debilidades de nuestra imaginación”<br />
(‘Determinismo e innovación’,<br />
en Proceso al azar, VV<br />
AA, Tusquets, Barcelona, 1987).<br />
Por otra parte, Laplace era<br />
perfectamente consciente de<br />
que, aunque esta evolución estuviera<br />
determinada, su predicción<br />
precisa requeriría poseer la<br />
información de un intelecto supremo<br />
del que nosotros siempre<br />
estaremos “infinitamente alejados”,<br />
por lo que nos vemos obligados<br />
a recurrir a las probabilidades.<br />
(Como a Bricmont, siempre<br />
me ha sorprendido el poco<br />
énfasis que se hace en que el archirrepetido<br />
comentario de Laplace<br />
se encuentra al principio<br />
de su Ensayo filosófico sobre las<br />
probabilidades). El matiz que introducen<br />
las ecuaciones no lineales,<br />
y ciertamente no es desdeñable,<br />
es que ahora estamos todavía<br />
más infinitamente alejados<br />
que antes de la inteligencia suprema.<br />
Aunque en algunos sistemas<br />
físicos el ruido externo sea<br />
prácticamente despreciable, la<br />
extrema sensibilidad a las condiciones<br />
iniciales hace muy difícil<br />
cualquier predicción. Pero esto<br />
tampoco es nuevo: ya hace<br />
más de un siglo Maxwell señalaba<br />
que hay una gran diferencia<br />
entre decir que “de causas iguales<br />
se siguen efectos iguales” y decir<br />
que “de causas parecidas se siguen<br />
efectos parecidos”. Difícilmente<br />
puede expresarse mejor la<br />
diferencia entre determinismo y<br />
predecibilidad.<br />
En definitiva, la existencia de<br />
atractores extraños (caóticos) no<br />
sólo no es incompatible con el<br />
determinismo, sino que, en cierto<br />
modo, deriva de éste. Si el<br />
atractor extraño se pliega una y<br />
otra vez sobre sí mismo es porque<br />
las trayectorias de un sistema<br />
dinámico no se pueden cortar:<br />
si lo hicieran, un mismo estado<br />
en un instante dado podría<br />
dar lugar a varias evoluciones diferentes,<br />
y el determinismo se<br />
violaría.<br />
4.<br />
“Reconocidos como no integrables, la<br />
inmensa mayoría de las ecuaciones ya<br />
no se plantean como un asunto a ‘resolver’.<br />
Se tratan de forma iterativa o<br />
autoorganizadora, dejando que el proceso<br />
haga su camino en vez de clausurarlo<br />
mediante alguna ‘solución”.<br />
“El cálculo sólo admite fenómenos<br />
expresables linealmente”.<br />
“Las calculadoras de bolsillo, con<br />
su simplicidad binaria, precisan diferencias<br />
infinitamente pequeñas”.<br />
He aquí un conjunto de errores<br />
en cadena difícilmente superable.<br />
Que un sistema sea no integrable<br />
quiere decir simplemente que su<br />
solución no se puede expresar en<br />
forma cerrada en función de integrales<br />
primeras del movimiento;<br />
pero esto no equivale ni mucho<br />
menos a que no tenga solución.<br />
Esto sería tanto como decir que<br />
una ecuación algebraica de quinto<br />
grado no tiene solución por el<br />
hecho de que no puede expresarse<br />
en forma analítica.<br />
Por si fuera poco, se nos dice<br />
que puesto que es imposible<br />
calcular soluciones, los físicos se<br />
han dedicado a hacer iteraciones,<br />
un método realmente novedoso<br />
y revolucionario 7 . (Esto<br />
recuerda a la parodia de Sokal,<br />
cuando afirmaba que la teoría de<br />
los números complejos era una<br />
de las ramas más recientes de las<br />
matemáticas). Al parecer, Escohotado<br />
no sabe que desde hace<br />
más de doscientos años los métodos<br />
iterativos se vienen utilizando<br />
para resolver ecuaciones<br />
algebraicas, incluso para aquellas<br />
que tienen solución analítica.<br />
Y, por consiguiente, también se<br />
7 “En vez de limitarse a despejar incógnitas<br />
en sistemas lineales idealizados,<br />
emplean una técnica iterativa donde las<br />
funciones se realimentan por el procedimiento<br />
de volver sobre ellas mismas… La<br />
iteración es una variante del campo que<br />
Haken llama ‘sinergética’, un procedimiento<br />
autoorganizativo”.<br />
utilizan en la resolución numérica<br />
de las ecuaciones diferenciales<br />
que constituyen un sistema dinámico.<br />
En este caso, iterar significa<br />
precisamente obtener el<br />
estado del sistema en un instante<br />
dado a partir del estado en un<br />
instante anterior; ¡ni más ni menos<br />
que lo que decía Laplace!<br />
La diferencia está en que precisamente<br />
por su simplicidad (digital)<br />
las calculadoras no pueden<br />
apreciar diferencias infinitesimales.<br />
Por ello, para resolver numéricamente<br />
una ecuación diferencial<br />
hay que traducirla antes en<br />
una ecuación en diferencias (discreta).<br />
Pero esto sólo es posible<br />
con ayuda del análisis matemático,<br />
pues sólo éste puede asegurarnos<br />
que la solución numérica<br />
converge a la solución exacta de<br />
la ecuación diferencial. (Y esto<br />
no tiene nada que ver con que la<br />
ecuación sea lineal o no). ¿Cómo,<br />
si no, obtuvo Lorenz su<br />
atractor extraño? En realidad, si<br />
no fuera por el análisis matemático<br />
ni siquiera podríamos asegurar<br />
que el comportamiento extraño<br />
es genuino y no un artificio<br />
del cálculo numérico.<br />
5.<br />
“La mecánica celeste es incapaz de explicar<br />
el movimiento de la Luna”.<br />
Éste parece ser un tema favorito<br />
de Escohotado, quien tergiversa<br />
una famosa cita de Lighthill que<br />
nada tiene que ver con ello 8 . Indudablemente,<br />
el movimiento<br />
de la Luna es el más difícil e irregular<br />
del Sistema Solar, pero sigue<br />
siendo perfectamente explicable<br />
por la mecánica clásica.<br />
Sospecho que cuando Escohotado<br />
habla de aberraciones lunares,<br />
y dice que los errores de la<br />
mecánica celeste se deben a ha-<br />
8 La primera parte de la cita, que Escohotado<br />
omite, remite expresamente a la<br />
diferencia entre determinismo y predecibilidad:<br />
“Hoy somos muy conscientes de<br />
que el entusiasmo que animaba a nuestros<br />
predecesores debido al maravilloso logro<br />
de la mecánica newtoniana les llevó a generalizaciones<br />
en el dominio de la predecibilidad<br />
(…) que ahora sabemos falsas”<br />
(‘The Recently Recognized Failure of the<br />
Royal Society’, London, A 407, 1986,<br />
pp. 35-50).<br />
76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
er olvidado “un factor tan capital<br />
como la velocidad de la<br />
luz”, está malinterpretando el<br />
término aberración, que es simplemente<br />
la diferencia entre la<br />
posición aparente y la posición<br />
real debida a la velocidad finita<br />
de la luz. Pero esta aberración<br />
es algo que la mecánica celeste<br />
tiene en cuenta desde el siglo<br />
XVIII. También dice Escohotado<br />
que “los cálculos clásicos no son<br />
groseramente inexactos debido<br />
al factor casual de que las distancias<br />
de los planetas al Sol son<br />
pequeñas”, pero precisamente,<br />
el único error apreciable (y con<br />
dificultad) de la mecánica celeste<br />
newtoniana era relativo a la<br />
precesión del perihelio de Mercurio,<br />
y esto se debe a su proximidad<br />
al Sol, que hace necesarias<br />
correcciones relativistas.<br />
6.<br />
Llegamos a la mecánica cuántica.<br />
Ésta es una teoría esencialmente<br />
lineal, de modo que sorprende<br />
que se mencione siquiera<br />
cuando se nos ha dicho<br />
repetidamente que lo lineal es<br />
el colmo de todos los males.<br />
Hay una segunda sorpresa agradable:<br />
por una vez se nos ahorra<br />
la tópica y temible discusión sobre<br />
la relación entre el libre albedrío<br />
y el principio de indeterminación,<br />
aunque sí se nos ofrece<br />
una descripción errónea de<br />
este último. Tras ello encontramos<br />
un resumen botánico y plagado<br />
de errores de las teorías<br />
cuánticas de campos y sus dificultades.<br />
Uno esperaría que el<br />
hecho de que las teorías cuánticas<br />
de campos contemplen partículas<br />
sin masa e interacciones<br />
mediadas por partículas masivas<br />
supusiese alguna diferencia conceptual<br />
importante respecto al<br />
esquema de materia inerte versus<br />
fuerzas inmateriales trascendentes.<br />
O que la suponga el hecho<br />
de que los campos cuánticos<br />
pueden neutralizarse mediante<br />
una transformación “gauge”. O<br />
que se busque el origen de la<br />
masa en la resistencia al movimiento<br />
que oponen los campos<br />
del vacío cuántico. ¿Será esto lo<br />
que quiere decir Escohotado<br />
cuando afirma que ahora hay<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
“un demiurgo algo más alma<br />
mundi panteísta y algo menos<br />
Amo newtoniano”? Pero nuestro<br />
gozo en un pozo: al parecer,<br />
la mecánica cuántica sigue incurriendo<br />
en los mismos errores<br />
que la clásica 9 .<br />
7.<br />
Llega ahora el otro punto importante.<br />
“Frente a la materia<br />
inactiva de la mecánica clásica,<br />
sometida al poder omnímodo<br />
del soberano, la materia de la<br />
nueva física se autoorganiza”.<br />
Por ejemplo, el efecto Bénard<br />
pone de manifiesto la formación<br />
de “estructuras disipativas”. En<br />
efecto, cuando el gradiente de<br />
temperatura en un fluido alcanza<br />
un determinado valor crítico,<br />
las moléculas de fluido “se<br />
ponen de acuerdo” e inician un<br />
movimiento ordenado. ¿Qué<br />
mejor ejemplo de autoorganización?<br />
Pero para que se mantenga<br />
esta estructura ordenada, alguien<br />
externo tiene que mantener<br />
dicho gradiente. En los<br />
experimentos, este gradiente es<br />
el “parámetro de control” y<br />
quien lo controla es un experimentador<br />
exterior al sistema. En<br />
los sistemas reales, el controlador<br />
es el entorno del sistema.<br />
En cualquier caso, la “auto”-organización<br />
es relativa pues hace<br />
falta alguien o algo más ordenado<br />
externo al sistema que fije las<br />
condiciones para que dicho sistema<br />
se autoorganice.<br />
En definitiva, cuando los parámetros<br />
que aparecen en ecuaciones<br />
no lineales que rigen la<br />
evolución dinámica de un sistema<br />
físico (y que están determinados<br />
por condiciones externas<br />
a dicho sistema) alcanzan los valores<br />
adecuados, dichas ecuaciones<br />
pueden presentar soluciones<br />
que tienden a un atractor, y el<br />
comportamiento físico del sistema<br />
manifiesta una “estructu-<br />
9 Éste hubiera sido también un buen<br />
momento para comentar lo que realmente<br />
implicaría la restauración del determinismo<br />
a nivel cuántico para la estructura<br />
causal del espacio y el tiempo, lo que sin<br />
duda constituye uno de los descubrimientos<br />
más sorprendentes de toda la historia<br />
de la ciencia.<br />
ra”. Pero si el lector busca ejemplos<br />
en el libro de Escohotado<br />
irá de sorpresa en sorpresa. Por<br />
ejemplo, las estructuras disipativas<br />
pueden ser “un gas, un genoma,<br />
un planeta o un cadáver”.<br />
(¡Sin duda debe tratarse de un<br />
cadáver de La noche de los muertos<br />
vivientes!). Además, “en los<br />
sistemas simples los atractores<br />
suelen ser puntos”. Aquí Escohotado<br />
se muestra curiosamente<br />
conservador. Precisamente, uno<br />
de los logros fundamentales de<br />
la teoría del caos es el haber demostrado<br />
que los atractores extraños<br />
se presentan ya en los sistemas<br />
más simples en los que<br />
pueden aparecer: en sistemas<br />
con sólo tres grados de libertad.<br />
En cuanto a los atractores no extraños,<br />
muchos de ellos son periódicos<br />
(ciclos límite), pero quizá<br />
no conviene decirlo teniendo<br />
en cuenta que durante todo<br />
el libro se ha insistido en las<br />
maldades de lo periódico 10 .<br />
Todavía quedan sorpresas por<br />
llegar. Después de cantarnos las<br />
virtudes del no equilibrio como<br />
fundador de coherencias, Escohotado<br />
nos pone el ejemplo de<br />
la magnetización, ¡el ejemplo típico<br />
de una transición de fase<br />
en equilibrio! Y, finalmente, para<br />
dejar claro lo que es un atractor,<br />
¡nos enteramos que hasta el<br />
péndulo simple, el más puro<br />
ejemplo de sistema conservativo,<br />
tiene uno!<br />
No quisiera terminar el repaso<br />
de esta parte del libro sin<br />
plantear una pregunta que me<br />
intriga desde que hojeé por primera<br />
vez el libro y sus bonitas<br />
imágenes: ¿qué tienen que ver<br />
con todo esto las teselas de Penrose?<br />
El breve resumen anterior no<br />
agota, ni mucho menos, todas<br />
las inexactitudes, pero estas cosas<br />
son “cuestiones de detalle”<br />
10 Precisamente, la reacción de Belusov-Zhabotinsky<br />
constituye un ejemplo<br />
típico de atractor periódico. Es interesante<br />
ver la fantástica descripción que hace<br />
Escohotado de dicha reacción: se trata de<br />
dos fluidos (uno rojo y otro azul) que oscilan<br />
periódicamente sin mezclarse. No menos<br />
disparatada es la caracterización del<br />
efecto Bénard como un flujo turbulento.<br />
JAVIER GARCÍA SANZ<br />
que se “limitan a 100 páginas<br />
del libro (sobre un total de<br />
390)”. Al margen de esta pequeña<br />
trampa con los números<br />
(ya se sabe que el cálculo no es el<br />
fuerte del autor), uno se acuerda<br />
de aquél personaje de Woody<br />
Allen: cuando su novia le dejaba<br />
por feo, tonto, egoísta, inmaduro<br />
y desequilibrado, él contestaba:<br />
“Bueno, pero aparte de eso<br />
¿qué defectos tengo?”.<br />
Ahora es cuando se entienden<br />
las ventajas de la deducción<br />
sobre la inducción. Por inducción<br />
estaríamos autorizados a<br />
pensar que si la primera parte<br />
está llena de errores, la segunda<br />
no va a ser diferente. Sin embargo,<br />
la lógica deductiva nos<br />
dice que ex falso sequitur quodlibet,<br />
es decir, que la segunda<br />
parte puede estar exenta de disparates<br />
por mucho que los haya<br />
en la primera. Hay un inconveniente,<br />
y es que Escohotado nos<br />
ha dicho que “ambos niveles se<br />
realimentan sin pausa, como los<br />
órganos de un mismo cuerpo”,<br />
pero pasémoslo por alto por el<br />
momento y adentrémonos en la<br />
segunda parte. Para ello tenemos<br />
que atravesar un mare mágnum<br />
donde cabe un resumen de<br />
una tesis doctoral sobre la ingeniería<br />
financiera, un pasaje sobre<br />
las incomodidades de los pasajeros<br />
de Iberia, y otro sobre los<br />
problemas del consumidor para<br />
encontrar la chaqueta que quiere<br />
en unos grandes almacenes.<br />
Cuando el lector consigue situarse<br />
en este revoltijo, lo primero<br />
que se puede preguntar es cuál<br />
es el papel de la mecánica cuántica<br />
en un argumento centrado<br />
en atractores, estructuras disipativas,<br />
etcétera. La respuesta está<br />
en que la ingeniería financiera ha<br />
acudido a los métodos de la mecánica<br />
cuántica para “granulizar”<br />
los riesgos en las inversiones.<br />
¡Probablemente por no conocer<br />
la mecánica cuántica es por lo<br />
que Newton perdió 20.000 libras<br />
en el crack financiero de la<br />
Burbuja de los Mares del Sur!<br />
Resulta que los títulos se cuantizan<br />
de la misma forma que está<br />
cuantizada “la velocidad del espín<br />
electrónico”. Teniendo en<br />
cuenta que la velocidad del es-<br />
77
EN EL NOMBRE DEL CAOS<br />
pín electrónico es un concepto<br />
totalmente absurdo, uno podría<br />
pensar que ésta es la causa de los<br />
fracasos de la ingeniería financiera.<br />
Pero la causa real de los fracasos<br />
es más sutil: al parecer, el<br />
principio de indeterminación se<br />
extiende (no sabemos cómo) a la<br />
relación entre el riesgo y el precio<br />
de las acciones, y ya sabemos que<br />
con este principio no se puede<br />
llegar a nada bueno.<br />
Vayamos ahora a los atractores<br />
y las estructuras disipativas.<br />
Aquí las cosas no están mucho<br />
más claras, aunque, con algún<br />
esfuerzo, el lector puede llegar<br />
a las conclusiones siguientes:<br />
Las fuerzas trascendentes de<br />
la mecánica clásica tienen su<br />
equivalente en el poder omnímodo<br />
del príncipe, para quien<br />
“los individuos son leal pueblo o<br />
turba sediciosa”. Así Stalin, Mao<br />
o el reverendo Jim Jones, líder<br />
de la secta del templo del pueblo<br />
que se inmoló en la Guayana,<br />
son producto del paradigma<br />
newtoniano.<br />
Por el contrario, el nuevo paradigma<br />
nos ofrece otra visión.<br />
En el universo político existe un<br />
atractor. Aunque “parece remotísimo<br />
el día en que podamos representar<br />
con mínima nitidez el<br />
atractor político” (pág. 165), ya<br />
podemos dar algunas de sus características.<br />
Este atractor tiene<br />
una parte que es el “Estado-nación”<br />
y otra parte que es el “pueblo”.<br />
La parte del atractor que es<br />
el Estado-nación “está bifurcada<br />
en varias ramas cuya conducta resulta<br />
muy asimétrica en función<br />
de su respectiva estabilidad o inestabilidad”<br />
(pág. 132); además, esta<br />
parte del atractor “segrega como<br />
cemento el patriotismo” (pág.<br />
136). En cuanto a la parte “pueblo”,<br />
ésta también tiene ramificaciones<br />
y subramificaciones,<br />
aunque éstas se borran al borrarse<br />
la cuenta del atractor “pueblo”<br />
(que, al parecer, no es la misma<br />
que la del Estado-nación) (pág.<br />
161). Por supuesto, el pueblo “no<br />
carece de analogías con un objeto<br />
fractal: en vez de trayectorias finitas<br />
despliega –operando sobre sí<br />
mismo– trayectorias infinitas”<br />
(pág. 352). Supongo que ya se va<br />
entendiendo la idea, así que sólo<br />
doy el resumen final: “El ‘pueblo’<br />
concebido como atractor extraño<br />
es el límite específico para un<br />
proceso caótico. Sometido a transiciones<br />
de fase, en ese proceso el<br />
flujo de la deliberación nacional<br />
se une a otros innumerables flujos,<br />
constantes e inconstantes, definiendo<br />
un curso que genera rápidos<br />
y se remansa para repetir<br />
ciclo en parajes siempre otros, haciendo<br />
camino hacia un mar de<br />
verdadero ser o verdadera nada,<br />
tan remoto como magnético”<br />
(pág. 352) 11 .<br />
El humilde y bien conocido<br />
termostato es otro ejemplo de<br />
la ayuda que suponen los conceptos<br />
físicos para entender procesos<br />
históricos. Por ejemplo:<br />
“Encendiendo y apagando la calefacción<br />
cuando la temperatura de una<br />
casa baja o sube de cierto nivel, el termostato<br />
suponen, un formidable ahorro<br />
de energía si se compara con la política<br />
de bandazos que implica encender<br />
cuando sentimos frío y apagar cuando<br />
hace demasiado calor. Pero la historia<br />
contiene una sucesión de castillos y palacios<br />
donde las chimeneas de vastas estancias<br />
crepitan sin aguardar a que sus<br />
propietarios decidan visitarlas. El invierno<br />
de 1788-1789, meses antes de<br />
caer la Bastilla, mató de frío a muchos<br />
campesinos, obligados a un alto tributo<br />
de leña para calentar mansiones de nobles<br />
muchas veces ausentes” (pág. 334).<br />
Quizá si se hubiera inventado<br />
el termostato en el siglo XVIII se<br />
hubiese evitado la Revolución<br />
Francesa.<br />
En general, confieso que soy absolutamente<br />
incapaz de discernir<br />
si lo que dice Escohotado en esta<br />
segunda parte es verdadero o falso.<br />
Si acaso, creo que, como diría<br />
Pauli, ¡ni siquiera es falso! Ciertamente,<br />
hay cosas decididamente<br />
falsas: la mente del inquisidor se<br />
sobresalta un poco cuando lee<br />
11 No obstante, hay alguna excepción<br />
a esta descripción general. Además del Estado-nación<br />
existe un Estado-región, fruto<br />
de una ideología política más libertaria.<br />
Un ejemplo, es Estados Unidos, donde<br />
“el pueblo americano no se condujo como<br />
un atractor extraño, sino como un atractor<br />
más próximo al ámbito lineal”. Lo realmente<br />
curioso es que Jefferson era un ferviente<br />
newtoniano, aunque al parecer se le<br />
pasaron por alto las implicaciones teológicas<br />
y políticas de sus teorías.<br />
que los Cien Mil Hijos de San<br />
Luis es un ejemplo de alzamiento,<br />
que gracias al reloj de cuerda se<br />
pudo determinar la latitud (con<br />
cursiva) o que la varianza de una<br />
distribución estadística expresa el<br />
cuadrado de la desviación estándar<br />
con respecto a la “distribución<br />
normal”. Pero ya sabemos<br />
que esto son nimiedades. En<br />
cambio, hay otras cosas verdaderas,<br />
como esta profunda reflexión:<br />
“Pero los fluidos son configurados<br />
por sus cauces, a la vez que los configuran,<br />
como prueba la dialéctica entre<br />
Tierra y naturaleza humana. A principios<br />
de siglo las personas se desplazaban<br />
básicamente por tracción animal, pegadas<br />
a la superficie del planeta, mientras<br />
a finales de siglo viajan gracias al<br />
motor de reacción, a unos 10.000 metros<br />
de altura cuando su destino se encuentra<br />
lejos” (pág. 198).<br />
Resulta inevitable remitirse de<br />
nuevo a Sokal y Bricmont. De<br />
hecho, cuando leí Caos y orden,<br />
pensé que su autor había tratado<br />
de hacer algo semejante a la parodia<br />
de Sokal, mezclando y tergiversando<br />
términos científicos<br />
para producir conceptos totalmente<br />
absurdos, o imitando ideas<br />
de otros autores. Por ejemplo, la<br />
idea de que después del principio<br />
de indeterminación la física<br />
está incapacitada para ofrecer<br />
predicciones es ya un tópico en<br />
sociólogos como Steve Fuller. Alvin<br />
Toffler nos deleitaba hace ya<br />
20 años con la jerga de las estructuras<br />
disipativas y las bifurcaciones.<br />
Conceptos tomados de<br />
la teoría del caos y la turbulencia<br />
son frecuentes en politólogos como<br />
James Rosenau 12 . También<br />
12 Incluso en España tenemos interesantes<br />
antecedentes, como es el caso de<br />
Antonio García Trevijano, quien dio una<br />
cristalina explicación de la huelga general<br />
del 14 de diciembre de 1988. Frente a<br />
quienes defendían que el éxito de la huelga<br />
se debió a múltiples y contradictorias<br />
motivaciones individuales sin relación con<br />
las reivindicaciones concretas de las organizaciones<br />
convocantes, García Trevijano<br />
recurría a Prigogine para afirmar: “Este cínico<br />
argumento fabricado en los círculos<br />
intelectuales próximos al partido gobernante…<br />
se vuelve contra quien lo esgrime<br />
porque, como acontece en los sistemas físicos,<br />
es precisamente en los Estados lejos<br />
del equilibrio, en las situaciones de inestabilidad,<br />
donde el orden macroscópico (éxito<br />
de la huelga) emerge del desorden mi-<br />
es fácil encontrar párrafos tan incomprensibles<br />
como algunos de<br />
Caos y orden en algunos libros<br />
recientes 13 , etcétera.<br />
Parece, no obstante, que no<br />
hay ninguna intención paródica<br />
en el libro, lo que situaría a su<br />
autor del lado de los autores parodiados<br />
por Sokal. Respeto, sin<br />
embargo, el vehemente rechazo<br />
de Escohotado a incluirse entre<br />
los posmodernos. En realidad,<br />
no hace falta acudir a los posmodernos<br />
para encontrar críticas<br />
al newtonianismo muy similares<br />
a las de Escohotado: están<br />
ya en William Blake, y en<br />
toda la Natürphilosophie. Por<br />
lo demás, Escohotado no ataca a<br />
la ciencia, sino que la defiende<br />
incluso de los científicos: “La<br />
Ciencia es un mito grandioso,<br />
hermoso, digno de venerarse como<br />
norte supremo…”, pero “salir<br />
al paso de la matemática como<br />
inmaculada verdad… es urgente<br />
para la vasta legión de<br />
educadores y becarios acogidos a<br />
la profesión científica…” (pág.<br />
123). ¿No recuerda esto las palabras<br />
de Schlegel: “Una física<br />
pura debe estar completamente<br />
divorciada de las matemáticas;<br />
sólo entonces revelará la visión<br />
poética de la Naturaleza”?<br />
Pese a todo, algunas de las razones<br />
que esgrime Escohotado<br />
para distanciarse de los posmodernos<br />
me dejan algo perplejo:<br />
frente a las vagas analogías de<br />
éstos, su libro “no menciona A<br />
para hablar de B, sino que intenta<br />
hablar de A con atención<br />
incompartida, y luego de B con<br />
la misma atención incompartida…<br />
Lo que deslinda un tipo<br />
de exposición del otro es, a<br />
fin de cuentas, sacar o no de<br />
contexto las referencias”. ¿Qué<br />
croscópico (motivaciones caóticas individuales)<br />
siempre que concurra una circunstancia<br />
catalizadora (convocatoria de los sindicatos)…<br />
Es cierto que los sistemas a que<br />
se refiere esta teoría son aquellos donde<br />
impera el segundo principio de la termodinámica,<br />
pero también es cierto que<br />
muestra su fecundidad aplicada a los sistemas<br />
políticos” (‘Juegos peligrosos en sistemas<br />
inestables’, El País, diciembre 1988).<br />
13 Ver, por ejemplo, Dieu, l’Homme<br />
et la Nature, de A. Ganoczy; Dieu pour<br />
Penser. 4. Le Cosmos, de A. Gesché, ambos<br />
en Ed. du Cerf, París.<br />
78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
significa atención incompartida:<br />
quiere esto decir que escribió<br />
dos libros independientes que<br />
luego se empalmaron por un<br />
error informático? ¿No es sacar<br />
de contexto las referencias hablar<br />
del principio de indeterminación<br />
para los precios de las acciones?<br />
¿Y, qué decir del “pueblo”<br />
como un atractor fractal?<br />
Curiosamente, es Escohotado<br />
el que culpa a los científicos<br />
de sacar cosas de contexto. Sokal<br />
y Bricmont son censurados por<br />
no haber criticado que científicos<br />
como Gell-Mann tomen palabras<br />
de uso cotidiano para<br />
nombrar algunos conceptos<br />
científicos. (Al parecer, Aristóteles<br />
tenía derecho a tomar la<br />
palabra “hylé” del habla ordinaria,<br />
pero este derecho ya no les<br />
asiste a científicos posteriores.<br />
Puestos a tomar palabras de<br />
prestado, podían haberlo hecho<br />
con palabras que le permitieran<br />
hacer a Escohotado algún brillante<br />
ejercicio etimológico al<br />
modo heideggeriano). Sucede,<br />
sin embargo, que aunque los fí-<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
sicos tomen palabras del habla<br />
ordinaria para bautizar conceptos<br />
científicos, suelen tener la<br />
buena costumbre de definir claramente<br />
lo que entienden por<br />
ellas, y cuando uno entiende las<br />
ideas y no se queda en los nombres<br />
es difícil llamarse a engaño.<br />
Nadie espera encontrar vacas<br />
en los campos electromagnéticos,<br />
ni nadie adereza una<br />
ensalada con los “sabores” de las<br />
partículas elementales. (Por cierto,<br />
que no hay dos “sabores”,<br />
una “extrañeza” y un “encanto”,<br />
sino que hay seis “sabores” entre<br />
los que se encuentran la “extrañeza”<br />
y el “encanto”). Y, desde<br />
luego, Gell-Mann no escribió<br />
ningún ensayo sobre fisiología<br />
del gusto “con atención incompartida”<br />
antes de enunciar su teoría<br />
de partículas.<br />
Pero si el tomar palabras prestadas<br />
de este tipo no entraña demasiado<br />
peligro, sí es peligroso<br />
hacer extrapolaciones injustificadas<br />
de unos dominios a otros;<br />
y hay que reconocer que en esto<br />
los científicos tampoco están li-<br />
bres de pecado ni mucho menos.<br />
Criticar los excesos cometidos<br />
en nombre de la ciencia es<br />
una actividad muy saludable, pero<br />
en cualquier caso convendría<br />
distinguir las extrapolaciones hechas<br />
a partir de una idea correcta<br />
de las hechas a partir de un<br />
puro disparate. ¡De poco serviría<br />
hoy criticar los excesos a los que<br />
puede llevar la ingeniería genética<br />
si tomamos los escritos de Lysenko<br />
como punto de partida!<br />
No sé si ha quedado claro que<br />
no me gusta Caos y orden. Quisiera,<br />
sin embargo, decir algo a<br />
favor de las intenciones de Escohotado.<br />
Hace algo más de setenta<br />
años, el nacimiento de la<br />
mecánica cuántica hizo correr<br />
ríos de tinta acerca de que la física<br />
había restaurado el libre albedrío.<br />
Muchos creyentes la saludaron<br />
con alborozo, y parece<br />
que ello también supuso un<br />
gran alivio para algunas personas<br />
que hasta entonces se creían<br />
en manos del ciego destino.<br />
Quizá estas personas se hayan<br />
venido abajo cuando Escohotado<br />
les ha sacado de su error: la<br />
mecánica cuántica no ha hecho<br />
más que profundizar en la idea<br />
de dominio de las cosas y no ha<br />
hecho nada por liberar al ciudadano.<br />
Algunas quizá se vean<br />
abocadas al posmodernismo<br />
“por una mezcla la pesimismo e<br />
izquierdismo”. Pero hay una solución:<br />
si su detergente cuántico<br />
aún le deja manchas fatalistas<br />
cámbiese a Caos. Volverá a sentirse<br />
libre y tener su destino en<br />
sus manos. Siempre está bien tener<br />
teorías reconfortantes de repuesto.<br />
n<br />
Javier García Sanz es profesor titular<br />
de Física de la Materia Condensada.<br />
79
En 1946, cuando Dolfos era<br />
aún muy joven, estuvo entrevistando,<br />
en el café de<br />
un hotel de Cuernavaca, a Malcolm<br />
Lowry, en la época en la<br />
que mi amigo colaboraba con<br />
un periódico de aquella ciudad.<br />
Dolfos me contó que en el<br />
café del hotel había, junto a una<br />
fuente interior, una estatua de<br />
Quetzalcóatl, recortándose contra<br />
una ventana que daba a la<br />
barranca y desde la que se veía el<br />
volcán. También me contó que<br />
Lowry llevaba un traje cruzado<br />
de lino tostado y un sombrero<br />
del mismo color. Su ropa estaba<br />
arrugada y sólo llevaba un calcetín.<br />
–Quetzalcóatl nació de una<br />
virgen, se autoinmoló voluntariamente,<br />
bajó a los infiernos y<br />
más tarde renació. Somos hijos<br />
de su sangre… –le había dicho<br />
Lowry a Dolfos, señalando la estatua<br />
del dios.<br />
Dolfos le dio la razón a medias.<br />
Llamar al portador de la<br />
sangre primordial Quetzalcóatl<br />
era una forma más de decir que<br />
éramos hijos del sacrificio cruento,<br />
del descenso a los infiernos y<br />
del despertar: un despertar que<br />
quizá había sido producido por<br />
“el resplandor de la sangre”, como<br />
hubiese dicho Antonio Enrique.<br />
Dolfos se separó de Lowry y<br />
se acercó a la estatua. Una de<br />
sus caras, la que estaba viendo,<br />
mostraba al dios en su aspecto<br />
más benigno, si bien no por eso<br />
dejaba de parecer una máscara<br />
funeraria, de la que se desprendía<br />
una frialdad de ultratumba.<br />
Podía parecer la cara de un resucitado,<br />
pero de un resucitado<br />
que ha pasado por el infierno.<br />
No había expresión. El artífice<br />
de la estatua no la había busca-<br />
ENTREVISTAS IMAGINARIAS DE DOLFOS NERVO<br />
MALCOLM LOWRY<br />
do. Había sólo la sensación de<br />
un gran vacío y un gran silencio.<br />
Pero si uno giraba en torno a<br />
la estatua, aparecía una imagen<br />
aún más tétrica. La cara trasera<br />
del dios se reducía a una calavera<br />
sardónica, su pecho trasero estaba<br />
abierto y se veía su corazón.<br />
Dolfos había observado que<br />
los estudiosos atribuían a Quetzalcóatl<br />
la síntesis del bien y el<br />
mal, las dos caras, el señorío de<br />
la Vida y el señorío de la Muerte,<br />
y así se lo hizo saber, con petulancia,<br />
a Lowry.<br />
El escritor sonrió con ironía,<br />
después se agitó absurdamente<br />
antes de decir:<br />
–No crea en esa clase de simplificaciones<br />
estúpidas, joven.<br />
Basta con la mera observación<br />
de esa imagen de Quetzalcóatl<br />
para saber que, más que una<br />
oposición (vida-muerte, bienmal,<br />
luz-oscuridad), el dios<br />
muestra los dos grados de una<br />
misma dialéctica mortífera…<br />
–¿Puede explicármela?<br />
–Con mucho gusto –dijo<br />
Lowry, haciendo una leve inclinación–.<br />
Como usted mismo ha<br />
comprobado, primero el dios<br />
aparece como un ser muerto,<br />
como un ser habitado por el vacío<br />
y el silencio, cuya cara es en<br />
realidad una máscara fúnebre.<br />
¿No es cierto?<br />
–Así es.<br />
–Luego el dios aparece como<br />
“el sin rostro”, el “sin máscara”,<br />
el que ha renunciado a la carne y<br />
a la piel, últimas caretas, y muestra<br />
la autoridad de sus huesos, la<br />
autoridad de su muerte. Quetzalcóatl<br />
no tiene propiamente<br />
rostro, no tiene cara. Su lado<br />
más benigno posee, como mucho,<br />
una máscara de ojos vacíos.<br />
Ni trágica ni cómica ni tragicómica.<br />
Está simplemente vacía.<br />
JESÚS FERRERO<br />
¿Y qué me dice de la calavera de<br />
su lado maligno? ¿Es o no es una<br />
máscara?<br />
Dolfos miró con estupor a<br />
Lowry antes de decir:<br />
–Parece ser que sí.<br />
–¿Parece? Lo es. Es la última<br />
máscara, y su visión no promete<br />
nada bueno. ¿Acepta que le invite<br />
a una copa de mezcal, amigo?<br />
–Naturalmente.<br />
Lowry miró con inquietud<br />
hacia la pared en la que se sucedían<br />
las botellas como libros en<br />
los anaqueles de una biblioteca.<br />
–Necesito una copa con urgencia,<br />
y eso que, como Quetzalcóatl,<br />
acabo de llegar del infierno.<br />
Aunque igual la necesito<br />
justamente por eso.<br />
Dolfos y Lowry se sentaron<br />
en una mesa junto a la estatua.<br />
Un camarero apareció en ese<br />
momento y les sirvió una botella<br />
de mezcal y dos vasos.<br />
Lowry abrió con júbilo la botella<br />
y llenó los dos vasos. Brindaron,<br />
y dieron el primer trago.<br />
Dolfos le pasó a Lowry su picadura<br />
para pipa y dijo:<br />
–¿Qué entiende usted por el<br />
infierno?<br />
Mientras cebaba su pipa,<br />
Lowry miró a Dolfos interrogativamente.<br />
Luego su mirada se<br />
hundió hacia dentro: fue un<br />
descenso evidente y rápido, como<br />
el de un ave de presa, del<br />
que se desprendió una oscuridad<br />
metálica y de una gran densidad.<br />
Por más que le extrañase<br />
a Dolfos, se trataba de una mirada<br />
fría y profunda, sin llegar a<br />
ser exactamente desesperanzadora.<br />
–¿El infierno? –Lowry dejó<br />
su pipa sobre la mesa y negó con<br />
la cabeza–. No se lo puedo decir.<br />
–¿He de deducir que para usted<br />
el infierno es inexpresable?<br />
Lowry movió enérgicamente<br />
la cabeza. Luego agotó el<br />
mezcal de su vaso, se sirvió más<br />
y dijo:<br />
–No, no… Creo que se puede<br />
expresar.<br />
–¿Lo ha intentado?<br />
–Sí, lo he intentado expresar<br />
en una novela que espera en la<br />
mesa de mi editor, y que aún no<br />
sé si me la van a publicar. Sí, puedo<br />
intentar expresar el infierno;<br />
puedo, incluso, conseguirlo, pero<br />
no con dos palabras…<br />
–Según usted, hay mucho<br />
que contar del infierno…<br />
Lowry volvió a apurar su vaso.<br />
–Desde luego…<br />
–¿Más que del cielo?<br />
–Decididamente más…<br />
–¿Quiere usted decir que el<br />
infierno tiene más posibilidades<br />
narrativas que el cielo?<br />
–Muchas más. Hay que aceptarlo,<br />
aunque le moleste al cielo.<br />
Y no olvide que al infierno se<br />
puede llegar, como al cielo, por<br />
elevación y por inmersión.<br />
–¿Cómo?<br />
Lowry apuró su vaso. Luego<br />
me señaló con el dedo y empezó<br />
a decir:<br />
–No olvide que al infierno<br />
no sólo nos arrastran los fantasmas<br />
del inconsciente, también<br />
pueden arrastrarnos al infierno<br />
los fantasmas de la conciencia.<br />
Yo no vine a México para encontrar<br />
la aniquilación y la humillación<br />
extrema. Yo vine para<br />
encontrar la iluminación…<br />
–¿Y por qué eligió México?<br />
¿Le parece una tierra propicia<br />
para la iluminación?<br />
–Sí y no.<br />
–¿Podría matizar algo más?<br />
Lowry volvió a llenar su vaso.<br />
–Quiero decir que si la iluminación<br />
incluye antes una travesía<br />
por un laberinto aterrador,<br />
80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
Malcolm Lowry<br />
sí que México me parece el lugar<br />
de la iluminación.<br />
–¿De la iluminación del horror?<br />
–No, de la iluminación sin<br />
más.<br />
–Da la impresión de que usted<br />
relacionase este país con la<br />
tragedia…<br />
–¿Se puede relacionar con<br />
otra cosa?<br />
–No me ha dejado acabar.<br />
Quería decir con la tragedia<br />
griega.<br />
–Alabo su intuición, señor<br />
Dolfos. La tragedia griega… Mire,<br />
yo he escrito una tragedia<br />
griega pero ambientada aquí, en<br />
Cuernavaca… Es como la tragedia<br />
de Edipo, pero en esta escenografía<br />
árida, amplia, aterradora,<br />
y cuento la historia de varias<br />
almas que se agitan bajo un volcán<br />
que es el que vemos y que es<br />
también el que no vemos… Le<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
hablo sólo del comienzo de un<br />
proyecto más amplio… Quiero<br />
escribir la tragedia misma del<br />
hombre… ¿Le parece difícil?<br />
–No sé qué decirle…<br />
–Sé que le parece difícil, a mí<br />
también… No sé si voy a tener<br />
fuerzas… El maldito mezcal… El<br />
mezcal es como un río de lava,<br />
amigo… Ah, el misterio del mezcal…<br />
Un río que acaba en un delta…<br />
Un delta muy amplio que<br />
conduce a un océano en llamas…<br />
Ja, ja… –Lowry se rió involuntariamente,<br />
luego repitió–: Sé que<br />
le parece difícil… ¿Puedo hacerle<br />
una revelación sin precedentes?<br />
–Adelante.<br />
–El hombre es una ficción.<br />
–¿En qué sentido?<br />
–El hombre es un mito.<br />
–¿Nada más?<br />
–Un mito doloroso, que siempre<br />
acaba mostrando su dolorosa<br />
verdad de fondo. A los veinte años<br />
yo era un mito para mí mismo.<br />
Supongo que ahora estoy destruyendo<br />
completamente ese mito…<br />
–¿En beneficio de otro mito?<br />
–Exactamente. Ahora el mito<br />
humano se me antoja más tormentoso.<br />
Observo que los precipicios<br />
son más amplios y más estremecedores.<br />
–¿Es usted siempre tan apocalíptico?<br />
–En el fondo sí. No es fácil<br />
escapar al propio destino, amigo.<br />
–¿Y cuál es el suyo?<br />
–A pesar de que nunca me<br />
faltan los proyectos, de momento<br />
mi destino es la indeterminación.<br />
Lo griegos lo llamaban<br />
apeiron. ¿Y el suyo?<br />
–En este momento mi destino<br />
es escuchar a todo un príncipe<br />
de las tinieblas.<br />
–Matice más. En este momento<br />
su destino es escuchar a<br />
todo un príncipe de las tinieblas<br />
del mezcal. “Yo soy el desdichado,<br />
el buey, el desconsolado, / el<br />
príncipe de Aquitania de la torre<br />
abolida. / Mi única estrella ha<br />
muerto y mi laúd constelada /<br />
lleva el negro sol de la melancolía”.<br />
¿Conoce el poema?<br />
–Sí.<br />
–Yo he visto el negro sol aquí,<br />
en Cuernavaca. Mi eclipse se está<br />
produciendo aquí. Espero<br />
que de este pantanal surja otro<br />
estado de mí mismo, que puedo<br />
imaginar tan catastrófico como<br />
los anteriores pero más elevado.<br />
¿Quiere otra copa?<br />
–Sí. Dígame una cosa, señor<br />
Lowry, ¿qué piensa de las mujeres?<br />
El escritor volvió a poner cara<br />
circunspecta.<br />
–Para mí han sido una maldición,<br />
si bien creo que se trata de<br />
una maldición necesaria. Cómo<br />
decírselo… Necesito que me cuiden,<br />
ése es mi error fundamental…<br />
Ahora no está ella, sabe…<br />
¿Y qué hago yo? Vivir transportado,<br />
vivir todo el tiempo en otra<br />
parte, gracias al alcohol.<br />
–¿Si ella estuviera aquí no bebería<br />
tanto?<br />
–Lo más paradójico es que<br />
bebería igual.<br />
Los dos se echaron a reír y<br />
brindaron con gran cordialidad.<br />
–A veces usted me recuerda a<br />
Fitzgerald –dijo Dolfos.<br />
–¿Lo conoció?<br />
–Sí. Lo estuve entrevistado<br />
en Hollywood poco antes de su<br />
muerte…<br />
Lowry asintió gravemente y<br />
exclamó:<br />
–Pobre Scotty… ¡Así que le<br />
parezco tan patético como Fitzgerald…!<br />
No intente rectificar.<br />
No me molesta. ¿A mí? ¿Molestarme?<br />
¿Imposible! –rugió–. El<br />
patetismo bien entendido es la<br />
81
MALCOLM LOWRY<br />
mejor escuela poética… Fíjese<br />
en Sófocles… Aunque era otra<br />
época, más inteligente que la<br />
nuestra y también más piadosa…<br />
Sí, sí, en tiempos de Sófocles podían<br />
matarse y se mataban, pero<br />
existían formas de piedad muy<br />
poderosas. ¿Ahora existen? Dígame,<br />
¿existen? Igual existen como<br />
reminiscencias de algo, como recuerdos<br />
vagos, que se transparentan<br />
en algunos gestos de cortesía,<br />
pero nada más… ¿He tenido<br />
piedad con mis mujeres?, me<br />
pregunto ahora. No, decididamente<br />
no. Pero, ellas, ¿la han tenido<br />
conmigo? Se lo pregunto.<br />
¿La han tenido? No, amigo, no,<br />
no la han tenido…<br />
–¿Piensa usted que esa falta<br />
de piedad está en la naturaleza<br />
humana?<br />
–Está, y se puede experimentar<br />
y desarrollar hasta grados de<br />
una muy elevada crueldad.<br />
–¿Usted lo ha experimentado?<br />
–¿Usted no? Pero le diré una<br />
cosa, nunca el hombre se presenta<br />
tan misterioso como cuando<br />
sabe perdonar.<br />
–¿Usted sabe hacerlo?<br />
–La mayoría de las veces no.<br />
De lo que deduzco que tiendo a<br />
resultar poco misterioso para las<br />
mujeres. Mire, amigo, yo puedo<br />
perdonar… Quiero decir: puedo<br />
perdonar en profundidad, sintiendo<br />
el perdón hasta los huesos.<br />
Pero de pronto surge un volcán en<br />
la mente… Miras a la mujer a la<br />
que acabas de perdonar y te das<br />
cuenta de que es falso. No puedes<br />
perdonar todavía lo imperdonable.<br />
No puedes perdonarlo nunca.<br />
–¿Y qué es para usted lo imperdonable?<br />
–Lo imperdonable, en todas<br />
las mujeres que al parecer me<br />
han querido, es que sólo creen<br />
en lo que hago.<br />
–¿Piensa usted que han de<br />
creer también en lo que no hace?<br />
–Sobre todo han de creer en<br />
lo que no hago.<br />
–¿Y qué es lo que usted no<br />
hace?<br />
–Dejar de beber.<br />
–¿Las mujeres no creen en su<br />
ebriedad?<br />
–No.<br />
–Igual su ebriedad es un infierno.<br />
–¿Y qué? –rugió–. ¿La sobriedad<br />
no lo es? Pero voy a dejar de<br />
beber, se lo juro… ¿Sabe que he<br />
visto a la muerte? Sí, en una<br />
cantina, en El Farolito, ayer por<br />
la noche… Era una “borrachona”,<br />
pero de piel de porcelana…<br />
Demasiado delicada para ser tocada,<br />
demasiado delicada para<br />
ser mirada… Los ojos tenían<br />
una frialdad malsana, se lo puedo<br />
asegurar… Le diré más: su<br />
cara era una máscara funeraria,<br />
como la cara benigna de Quetzalcóatl…<br />
Una máscara funeraria<br />
labrada con mucha delicadeza,<br />
créame… Aunque resultase<br />
muerta, aunque resultase fúnebre,<br />
emocionaba por la belleza<br />
de sus formas… El óvalo de su<br />
cara era perfecto y sus pómulos<br />
y su boca. Pero de pronto la mujer<br />
se dio la vuelta y… ¡Ay, Dios<br />
mío! La parte trasera de su cabeza<br />
era una calavera. Se lo juro…<br />
Entonces me acordé de que estábamos<br />
en martes de Carnaval<br />
y que no sólo ella, también los<br />
demás llevaban máscara, y había<br />
quienes, como ella, la llevaban<br />
por detrás. Pensé en acercarme a<br />
la mujer para saludarla, para seducirla,<br />
y me miré a mí mismo.<br />
Con dolor me di cuenta de que<br />
sólo llevaba un calcetín… ¿Sabe<br />
que últimamente me desaparecen<br />
los calcetines como por arte<br />
de magia? Juraría que se los come<br />
una serpiente… Pero, ¿qué<br />
le estaba diciendo?<br />
–Hablaba usted de la mujer<br />
de porcelana…<br />
–Ah, sí… Y de que yo llevaba,<br />
como ahora, un solo calcetín…<br />
Recuerdo que la volví a mirar.<br />
Pensé que ella no le iba a dar importancia<br />
a mi leve descuido indumentario<br />
y me acerqué. Toqué<br />
su calavera y…<br />
–¿Sí?<br />
–… y me quedé paralizado.<br />
Era una calavera fría, tan fría<br />
que me dolían los dedos… Un<br />
frío metálico, que parecía surgir<br />
del frío más profundo de la materia…<br />
Fue entonces cuando<br />
sentí un puñetazo en el rostro y<br />
perdí la conciencia. Me desperté<br />
junto a la barranca…<br />
–¿En serio?<br />
Lowry miró a Dolfos con los<br />
ojos de la desesperación.<br />
–¡Claro que en serio!<br />
–Un juego peligroso.<br />
–No lo llame juego…<br />
–¿Cómo hay que llamarlo?<br />
Lowry movió confusamente<br />
la cabeza antes de decir:<br />
–Hay que llamarlo lucha…<br />
Y también hay que llamarlo<br />
danza…<br />
–¿La danza de Zaratustra?<br />
–La danza de Zaratustra borracho…<br />
–¿Borracho junto al abismo?<br />
–¿Cree usted que un Zaratustra<br />
borracho puede bailar en<br />
algún otro lugar? Pero estoy exagerando<br />
por vanidad y por idiotez…<br />
En realidad me desperté<br />
en una atalaya que daba a la<br />
muerte. Eso es lo real, lo único<br />
real de todo esto. ¿Lo entiende?<br />
–Sí.<br />
Tras un breve silencio, Lowry<br />
empezó a decir:<br />
–Fue una experiencia horrible.<br />
Por eso quiero irme de<br />
Cuernavaca. Ahora imagino un<br />
paraíso frío, nórdico… Necesito<br />
ese frío para sobrevivir después<br />
de haber vivido…<br />
Lowry dio muestras de estar a<br />
punto de desvanecerse, pero volvió<br />
a apurar la copa de mezcal.<br />
–¿Sí?<br />
–… después de haber vivido<br />
tanto tiempo bajo el volcán<br />
–sentenció el escritor, y se desplomó,<br />
estrellándose contra el<br />
suelo.<br />
Entre Dolfos y el hostelero<br />
consiguieron llevarlo hasta su<br />
casa, donde Lowry pareció espabilarse.<br />
Esa misma mañana,<br />
gloriosa para él, recibió un telegrama<br />
de una editorial de Nueva<br />
York que estaba dispuesta a<br />
publicar finalmente Bajo el volcán.<br />
Lowry decidió celebrarlo con<br />
una copa de mezcal. El joven<br />
Dolfos Nervo rehusó su invitación<br />
y huyó de la casa del escritor<br />
con la cabeza ardiendo. n<br />
Jesús Ferrero es escritor. Autor de<br />
Bélver Yin, Amador, El último banquete,<br />
El diablo en los ojos y Juanelo o el<br />
hombre nuevo.<br />
82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110