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JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas

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Marzo 2001<br />

DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Directores<br />

Marzo 2001<br />

Javier Pradera / Fernando Savater Precio 900 Pta. 5,41 € N.º110<br />

JESÚS FERRERO<br />

Malcolm Lowry<br />

JUAN LUIS ARSUAGA<br />

El fractal de la teoría evolutiva<br />

N. BIRNBAUM<br />

Las elecciones presidenciales<br />

en Estados Unidos<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong><br />

<strong>ORTEGA</strong><br />

Del nacional-socialismo<br />

alemán y del vasco<br />

JAVIER PRADERA<br />

De ‘Novecento’ a ‘El Padrino’<br />

MIGUEL REVENGA<br />

Servicios de Inteligencia: la ley imprescindible


DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Dirección<br />

JAVIER PRADERA Y FERNANDO SAVATER<br />

Edita<br />

PROMOTORA GENERAL DE REVISTAS, SA<br />

Presidente<br />

JESÚS DE POLANCO<br />

Consejero delegado<br />

JUAN LUIS CEBRIÁN<br />

Director general<br />

IGNACIO QUINTANA<br />

Coordinación editorial<br />

NURIA CLAVER<br />

Maquetación<br />

ANTONIO OTIÑANO<br />

Ilustraciones<br />

MARGARITA PUNCEL (A Coruña, 1943)<br />

Pintora y escultora, ha realizado escenografías<br />

utilizando diferentes técnicas y<br />

soportes y experimentado con materiales<br />

textiles; tiene, asimismo, una larga experiencia<br />

como ilustradora de libros y ha<br />

colaborado en diversos medios de<br />

comunicación. Desde 1958 ha exhibido<br />

su obra en galerías de arte de varias ciudades<br />

de España y también en Nueva<br />

York, Francfort, París y Buenos Aires.<br />

Caricaturas<br />

LOREDANO<br />

Correo electrónico: claves@progresa.es<br />

Internet: www.progresa.es/claves<br />

Correspondencia: PROGRESA.<br />

GRAN VÍA, 32; 2ª PLANTA. 28013 MADRID.<br />

TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.<br />

Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª.<br />

28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.<br />

Impresión: MATEU CROMO.<br />

ISSN: 1130-3689<br />

Depósito Legal: M. 10.162/1990.<br />

Esta revista es miembro de<br />

ARCE (Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

Culturales Españolas)<br />

Esta revista es miembro<br />

de la Asociación de <strong>Revistas</strong><br />

de Información<br />

Malcolm<br />

Lowry<br />

Para petición de suscripciones<br />

y números atrasados dirigirse a:<br />

Progresa. Gran Vía, 32; 2ª planta. 28013<br />

Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91<br />

S U M A R I O<br />

NÚMERO 110 MARZO 2001<br />

JUAN LUIS ARSUAGA 4 EL FRACTAL DE LA TEORÍA EVOLUTIVA<br />

DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong> 8 Y DEL VASCO<br />

ANDRÉS<br />

DE BLAS GUERRERO 22 CONCIENCIA NACIONAL EN PÍO BAROJA<br />

SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />

MIGUEL REVENGA 28 La ley imprescindible<br />

EMILIO MONTESERÍN 36 VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />

Política Tras la debacle<br />

Norman Birnbaum 46 Las elecciones presidenciales en EE UU<br />

Narrativa<br />

Javier Pradera 54 De ‘Novecento’ a ‘El Padrino’<br />

Sociología<br />

Fernando Díez 62 El trabajador de carácter<br />

Objeciones y comentarios Sobre ‘amicus curiae’<br />

F. Peregrín Gutiérrez 68 y epistemología libertaria<br />

Objeciones y comentarios<br />

Javier García Sanz 74 En el nombre del caos<br />

Entrevistas imaginarias<br />

Jesús Ferrero 80 Malcolm Lowry


Ioan P. Couliano es un historiador de las<br />

religiones que escribió, junto con su<br />

maestro Mircea Eliade, un Diccionario<br />

de las religiones (terminado en 1989). Pero la<br />

introducción es toda de Couliano, y lleva el<br />

sugestivo título de “La religión como sistema”.<br />

La tesis que en ella defiende es la de<br />

que las religiones complejas (como la cristiana<br />

o la musulmana) son fractales, es decir,<br />

sistemas que se ramifican indefinidamente<br />

siguiendo determinadas reglas. De<br />

acuerdo con tal enfoque, las religiones no<br />

tienen historia, porque todas y cada una de<br />

sus numerosas variantes son sincrónicas, se<br />

construyen de una sola vez, aunque se hayan<br />

ido manifestando diacrónicamente, a lo<br />

largo del tiempo. Eso significa ni más ni<br />

menos que todas las iglesias, herejías o sectas,<br />

las infinitas ramas del fractal, estaban<br />

contenidas en el sistema desde el principio:<br />

una vez sentadas las condiciones de partida<br />

(los datos fundamentales, como en el cristianismo<br />

la Santísima Trinidad) se derivan<br />

(se deducen) unas de otras inevitablemente.<br />

Dicho de otro modo, antes o después<br />

tenía que haber un Arrio, un Nestorio o un<br />

Lutero en la religión cristiana, por la sencilla<br />

razón de que el nestorianismo, por ejemplo,<br />

es una de las ramas deducibles del fractal.<br />

Los nestorianos son cristianos que creen<br />

que Jesucristo era divino, y no humano, que<br />

es la otra posibilidad lógica de la dicotomía.<br />

Pero esta rama de los que creen que Jesucristo<br />

era divino se divide a su vez en dos: la<br />

de los que creen que no era solamente divino,<br />

sino también humano, y la opuesta de<br />

los que creen que era solamente divino (el<br />

docetismo). Pues bien, dentro de los que<br />

creen que Jesucristo era divino, pero no solamente<br />

divino, los nestorianos forman una<br />

derivación: la de los que creen que las naturalezas<br />

divina y humana estaban separadas;<br />

a los nestorianos se oponen los que creen<br />

que las dos naturalezas estaban juntas<br />

(y, a su vez, esas dos naturalezas podrían estar<br />

confundidas, como creen los ortodo-<br />

EL FRACTAL DE LA<br />

TEORÍA EVOLUTIVA<br />

JUAN LUIS ARSUAGA<br />

xos). En palabras de Couliano, “antes de<br />

que aparezca un Arrio, o un Nestorio, yo<br />

sé que habrá un Arrio o un Nestorio, porque<br />

las soluciones de éstos forman parte de un<br />

sistema, y es ese sistema el que piensa a<br />

Arrio, y el que piensa a Nestorio, en el momento<br />

mismo en que tanto Arrio como<br />

Nestorio creen a su vez pensar el sistema”.<br />

¿Por qué a un paleontólogo (que es un<br />

historiador de la vida y no un historiador de<br />

las religiones) se le ocurre hablar de Arrio y<br />

de Nestorio? Pues porque Couliano termina<br />

el párrafo diciendo: “Y lo que es válido para<br />

la cristología o la mariología lo es igualmente<br />

para cualquier otro sistema, incluidas la<br />

ciencia y la epistemología, e incluso el análisis<br />

sistémico de cada uno de esos sistemas”.<br />

Mientras yo leía este texto pensaba en la teoría<br />

evolutiva, con sus numerosas escuelas,<br />

sus crisis y sus avatares a lo largo del tiempo,<br />

sus ortodoxias y sus “herejías”, y me preguntaba:<br />

¿estará el último de los “profetas”<br />

de la teoría evolutiva, el paleontólogo Stephen<br />

Jay Gould, también él contenido en el<br />

fractal de la teoría desde el principio, desde<br />

que Darwin publicara El origen de las especies<br />

en 1859? Es decir, cuando Gould planteó en<br />

1972 (junto con Niles Eldredge) el modelo<br />

del “equilibrio puntuado” como algo nuevo<br />

y revolucionario en el campo de la teoría<br />

evolutiva, ¿no estaría en realidad siendo a<br />

su vez “pensado” por el sistema, la propia teoría<br />

evolutiva? ¿No sería él tan sólo una rama<br />

más del fractal? ¿Lo que pasó en 1972,<br />

no estaría en verdad “ocurriendo” en 1859?<br />

La respuesta a estos interrogantes la dio el<br />

propio Gould en 1977, en un artículo titulado<br />

‘Las eternas metáforas de la paleontología’<br />

(contenido en el libro Patterns of Evolution,<br />

editado por A. Hallam). Y lo sorprendente<br />

es que Gould fue aún más lejos<br />

que mis preguntas. Para Gould, los paleontólogos,<br />

desde que existe esta disciplina y<br />

también en el futuro, por los siglos de los siglos,<br />

hemos visto y veremos la historia de la<br />

vida de ocho modos distintos, que resultan<br />

de todas las combinaciones posibles de tres<br />

variables, cada una de ellas con dos alternativas.<br />

Quizá haga falta aclarar que cuando<br />

nace la paleontología moderna con Cuvier<br />

a principios del siglo XIX (y por tanto antes<br />

del evolucionismo) ya se sabe que la biosfera<br />

ha cambiado a lo largo del tiempo, o sea,<br />

que la vida tiene una historia.<br />

Las variables a las que he aludido antes<br />

son: dirección de cambio, modo de cambio<br />

y ritmo de cambio (“tempo”). Respecto de la<br />

primera variable, se puede pensar: a) que<br />

la historia de la vida no muestra direcciones<br />

preferentes (perspectiva que llamaré “no direccionalista”),<br />

o b) que la historia de la vida<br />

muestra direcciones marcadas (“direccionalismo”),<br />

como, por ejemplo, hacia un aumento<br />

de la complejidad de los organismos<br />

(“progresionismo”) o hacia un aumento de la<br />

diversidad en la biosfera, por poner las dos<br />

tendencias más citadas.<br />

Respecto del modo de cambio, las dos<br />

alternativas son: a) el cambio se debe a la acción<br />

del ambiente (actitud que llamaré “ambientalista”),<br />

y b) el cambio obedece a factores<br />

internos de los organismos (“internalismo”).<br />

Finalmente, hay dos ritmos posibles de<br />

cambio: a) el cambio, cuando se produce, es<br />

muy rápido, tanto que incluso puede llegar<br />

a ser a saltos, lo que da a la historia de la vida<br />

un carácter episódico, discontinuo (perspectiva<br />

que, siguiendo a Gould, nombraré<br />

como “puntuacionista”), y b) el cambio es<br />

lento y continuo (“gradualismo”).<br />

Las ocho posibles visiones de la historia<br />

de la vida, que representan combinaciones de<br />

las tres variables, cada una con sus dos opciones,<br />

son: perspectiva no direccionalista,<br />

ambientalista y puntuacionista; perspectiva<br />

no direccionalista, ambientalista y gradualista;<br />

perspectiva no direccionalista, internalista<br />

y puntuacionista; perspectiva no<br />

direccionalista, internalista y gradualista;<br />

perspectiva direccionalista, ambientalista y<br />

puntuacionista; perspectiva direccionalista,<br />

4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


ambientalista y gradualista; perspectiva direccionalista,<br />

internalista y puntuacionista;<br />

perspectiva direccionalista, internalista y<br />

gradualista.<br />

Lyell y Darwin eran básicamente no direccionalistas,<br />

ambientalistas y gradualistas.<br />

Lyell no era direccionalista porque creía en el<br />

eterno ciclo de la vida, hasta tal punto que<br />

en su Principios de Geología, de 1842, llegó a<br />

pronosticar el retorno de los iguanodontes,<br />

de los pterosaurios y de los ictiosaurios a las<br />

tierras, los aires y los mares del futuro: “Entonces<br />

podrían esos tipos de animales volver,<br />

de los cuales se conserva memoria en las antiguas<br />

rocas de nuestros continentes”. Darwin<br />

era no direccionalista simplemente porque<br />

creía que la evolución era oportunista y<br />

se adaptaba en cada caso a las circunstancias<br />

del momento, cambiando sin rumbo fijo.<br />

Sin embargo, sostiene Gould que Darwin y<br />

también (al final) Lyell admitieron cierto<br />

grado de dirección (en el sentido de progreso<br />

o mejora) en la evolución.<br />

Gould incluye a Lamarck entre los no direccionalistas<br />

(versión internalista y gradualista),<br />

lo que podría llamar la atención;<br />

pero aquí Gould sigue a Simpson en su interpretación<br />

del pensamiento de Lamarck:<br />

aunque la evolución camina desde la ameba<br />

hacia la perfección encarnada en el ser humano,<br />

la degradación de los cuerpos a sus<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

elementos más simples después de la muerte<br />

hace comenzar un nuevo ciclo con la aparición<br />

de organismos inferiores por generación<br />

espontánea.<br />

Para demostrar que siempre ha habido<br />

paleontólogos partidarios de las ocho combinaciones<br />

posibles, Gould pasa revista a<br />

la nómina de las grandes autoridades de la<br />

materia en tres diferentes contextos: el preevolucionista,<br />

el evolucionista y el de la paleontología<br />

actual. La conclusión a la que<br />

llega Gould es que las actitudes con las<br />

que se contempla la historia de la vida siempre<br />

son las mismas, y que lo único que cambia<br />

es el contexto en el que se sitúa el observador;<br />

uno puede ser no direccionalista, ambientalista<br />

y puntuacionista, por ejemplo, y al<br />

mismo tiempo ser evolucionista o, por el<br />

contrario, no creer en la evolución. Eso no le<br />

quita, según Gould, importancia al contexto,<br />

ni mucho menos: el cambio de contextos es,<br />

para este autor, el objeto de la paleontología.<br />

En la teoría sistémica de las religiones de<br />

Couliano, todas las ramificaciones están previstas<br />

en el sistema (del que son sus soluciones),<br />

aunque aparezcan en diferentes momentos<br />

de la flecha de la historia; la opinión<br />

de Gould no puede ser más<br />

coincidente, ya que según él: “Las cuestiones<br />

esenciales de una disciplina [los datos básicos<br />

del sistema en Couliano] son generalmente<br />

planteadas por los primeros pensadores competentes.<br />

La intensa actividad profesional de<br />

siglos posteriores puede a menudo identificarse<br />

como variaciones de un conjunto de<br />

temas. La flecha de la historia especifica una<br />

secuencia de contextos cambiantes en los<br />

cuales las mismas viejas cuestiones son debatidas<br />

sin fin”. De hecho, un capítulo de su<br />

artículo se titula “La paleobiología contemporánea<br />

recicla los antiguos temas”.<br />

De acuerdo con el pensamiento de<br />

Gould, y aunque se pueda algún día modificar<br />

el contexto actual, debemos renunciar<br />

a resolver de una vez para siempre viejos<br />

problemas tan importantes como los de si la<br />

evolución es direccional o no, la influencia<br />

del medio sobre la evolución o el modo del<br />

cambio. Como dice Gould: “En el tiempo<br />

de Lyell, las tres cuestiones ya habían sido<br />

planteadas y debatidas extensamente. Desde<br />

entonces, no hemos parado, y dudo que<br />

paremos alguna vez”. Tenemos que conformarnos<br />

con escoger nuestro punto de vista<br />

en función de nuestras preferencias (a su<br />

vez consecuencia de la cultura y de la posición<br />

social, en esto Gould se muestra muy<br />

“ambientalista”) y disfrutar del panorama,<br />

porque el problema es demasiado complejo<br />

como para encontrar una solución única.<br />

Pero hay otro planteamiento, muy diferente,<br />

que dice que la historia de la vida, en<br />

5


EL FRACTAL DE LA TEORÍA EVOLUTIVA<br />

todas sus dimensiones, es un problema científico<br />

y que como tal puede ser abordado y<br />

resuelto de una vez por todas. Repasemos<br />

brevemente la historia de las ideas evolucionistas<br />

para ver si logramos percibir una dirección<br />

de progreso científico en este campo.<br />

Es bien sabido que el mecanismo que<br />

Darwin y Wallace propusieron como “motor”<br />

de la evolución es la selección natural<br />

actuando sobre la variación al azar que se<br />

produce espontáneamente en las poblaciones.<br />

Y aunque la teoría de la evolución se<br />

había impuesto una década después de El<br />

origen de las especies, el seleccionismo no fue<br />

ni mucho menos aceptado universalmente.<br />

Como ha puesto de manifiesto con rigor<br />

Peter Bowler, se opusieron a él los lamarckistas<br />

(partidarios de la herencia de los caracteres<br />

adquiridos), los ortogenetistas (que<br />

creían en una evolución direccional impulsada<br />

por factores internos de los organismos),<br />

los partidarios de la evolución teísta<br />

(controlada de un modo u otro por el más<br />

externo de todos los factores posibles: uno<br />

sobrenatural) y finalmente, los partidarios<br />

de la teoría de la mutación (la aparición súbita<br />

de una especie por un cambio drástico<br />

y de gran magnitud en los genes).<br />

Así, en los años del cambio del siglo XIX<br />

al XX se produjo lo que Julian Huxley denominó<br />

el eclipse del darwinismo. Ninguna<br />

de las piezas del rompecabezas de la biología<br />

terminaba de encajar con otra. La genética,<br />

una nueva disciplina que gozaba del<br />

prestigio de ser experimental, parecía oponerse<br />

a lo que veían los biólogos de campo<br />

tanto como a lo que medían los biométricos<br />

en sus gabinetes de historia natural. En el laboratorio<br />

de los genéticos no se percibía esa<br />

señal de continuidad casi infinita que emite<br />

la naturaleza. El redescubrimiento de las<br />

leyes de Mendel y el descubrimiento de la<br />

mutación a principios del siglo XX ofrecían<br />

por fin las tan deseadas leyes de la herencia<br />

de los caracteres, así como la fuente de variación<br />

espontánea y aleatoria que necesitaba<br />

el darwinismo para que sobre ella actuara<br />

la selección natural. Pero los factores hereditarios<br />

que identificaba el mendelismo, y<br />

los caracteres que esos factores determinaban,<br />

aparecían demasiado discontinuos<br />

cuando se comparaban con la variación<br />

continua que se observaba y medía en las<br />

poblaciones. Los genéticos mendelianos se<br />

fijaban en caracteres cualitativos (discretos),<br />

mientras que los biométricos trabajaban con<br />

variables cuantitativas.<br />

Por otro lado, si algo definía el registro fósil<br />

era la discontinuidad, por lo que la paleontología<br />

no era casi nunca invocada en<br />

auxilio del darwinismo. En efecto, uno de los<br />

más grandes problemas a los que se enfrentó<br />

Figura 1. Una tendencia evolutiva, tal y como la concibe el Equilibrio Puntuado (A) y según la Síntesis (B).<br />

En A, las especies no cambian de morfología una vez que aparecen. La tendencia se produce porque se van sucediendo<br />

especies cada vez más hacia la derecha. Los mecanismos que podrían explicar esa sucesión direccional<br />

de especies se explican en la figura 2. Los esquemas proceden del artículo de Gould ‘El equilibrio puntuado<br />

y el enfoque jerárquico de la macroevolución’, Revista de Occidente, 18-19, 1982.<br />

Darwin fue la ausencia completa de fósiles<br />

intermedios entre las grandes categorías de<br />

organismos. De hecho, en el siglo XIX, su siglo,<br />

sólo se descubrió uno de esos tan buscados<br />

“eslabones perdidos”, el Archaeopteryx,<br />

una forma intermedia entre los reptiles y las<br />

aves. Thomas H. Huxley, el amigo y principal<br />

valedor de Darwin, se aferró a este fósil,<br />

pero sin embargo le fue imposible esgrimir<br />

alguna forma intermedia entre los reptiles y<br />

los mamíferos, hasta el punto de que se vio<br />

obligado a postular que los mamíferos descendían<br />

directamente de los anfibios.<br />

Pero si había enormes vacíos entre las<br />

grandes clases de organismos, los fósiles<br />

planteaban además otro grave problema al<br />

darwinismo, esta vez dentro de las grandes<br />

categorías de organismos: el de las tendencias<br />

evolutivas, uno de los temas recurrentes<br />

de la paleontología. Las tendencias evolutivas<br />

son sucesiones de especies que parecen<br />

evolucionar siguiendo una determinada dirección<br />

preferente de cambio morfológico,<br />

dirección que se mantiene a lo largo de dilatados<br />

periodos de tiempo. Tal constancia<br />

de las tendencias en mantener trayectorias<br />

lineales casaba mal con el mecanismo de la<br />

selección natural actuando sobre la variación<br />

al azar, y parecían más bien responder<br />

a impulsos internos de los propios organismos,<br />

abonando el terreno del lamarckismo<br />

o del ortogenetismo.<br />

Sin embargo, los trabajos de un genético,<br />

Thomas Hunt Morgan, abrieron en la segunda<br />

década del siglo XX el camino para una<br />

visión integradora del problema. A Morgan lo<br />

siguieron en los años treinta R. A. Fisher, S.<br />

Wright y J. B. S. Haldane, que combinaron<br />

con éxito la genética con la estadística. Las<br />

mutaciones viables afectaban a genes individuales<br />

y por lo general eran de pequeña magnitud:<br />

sólo producían ligeras variantes de lo<br />

existente (las grandes mutaciones daban lugar<br />

a individuos inviables). Ahora ya se podía<br />

volver a pensar en la fuerza de la selección natural<br />

actuando sobre las poblaciones y modificando<br />

continuamente, de un modo casi imperceptible,<br />

sus frecuencias génicas: lo que<br />

importa no es el individuo sino la población.<br />

El paleontólogo George Gaylord Simpson<br />

afirmó que esa misma continuidad se podía<br />

apreciar también en el registro fósil, pese a su<br />

inevitable imperfección (que explicaba sus<br />

aparentes discontinuidades). Así surgió, en<br />

los años cuarenta y cincuenta del sigo XX,la<br />

Teoría Sintética de la Evolución, que reconciliaba<br />

a Darwin con Mendel y con los fósiles<br />

y que parecía ser la solución final al problema<br />

de cómo se produce la evolución. Es significativo<br />

que los tres principales creadores de la<br />

Teoría Sintética trabajaran en los tres grandes<br />

niveles en los que se produce la evolución:<br />

Theodosius Dobzhansdy en el de los genes,<br />

Ernst Mayr en el de las especies, y Simpson en<br />

el de las grandes categorías de organismos.<br />

Al ponerse de acuerdo entre sí cerraban la<br />

puerta a cualquier posible crítica.<br />

En esencia, la Síntesis ocuparía tan sólo<br />

una rama del fractal de la historia de las<br />

ideas evolucionistas, la que postula el cam-<br />

6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Figura 2. Según la teoría del Equilibrio Puntuado, las tendencias evolutivas se pueden deber a varias causas: a)<br />

Se producen siempre más especies en la rama derecha (2) que en la izquierda (1), de manera que al cabo del tiempo<br />

(en II) predominan las especies de la derivación 2. b) La especiación ocurre más frecuentemente en una determinada<br />

dirección, por lo que al final (en II) sólo hay especies de la derecha. c) Las especies de la rama derecha<br />

viven más que las de la rama de la izquierda, y, finalmente (en II), sólo queda representada esa rama. Cada<br />

uno de estos tres sesgos requiere a su vez un mecanismo explicativo, cuya exposición excede la extensión de este<br />

artículo. Sin embargo, a mi juicio, es en la explicación de las tendencias donde se encuentra el flanco más débil<br />

de la Teoría del Equilibrio Puntuado. Dibujos tomados del mismo artículo de Gould que los de la figura 1.<br />

bio no direccional, de origen ambiental y de<br />

carácter gradual (se entiende que como modo<br />

preferente de la evolución, aunque admita<br />

algunas excepciones y cierta flexibilidad).<br />

La Síntesis se convirtió entonces en<br />

ortodoxia y proclamó que las otras ramas<br />

del fractal eran falsas.<br />

Pero ese no es el fin de esta historia. El<br />

fantasma de la evolución a saltos, por macromutaciones,<br />

nunca se ha desvanecido del<br />

todo. Defendido con fuerza en los años<br />

treinta y cuarenta por el genético del desarrollo<br />

Richard Goldschmidt y el paleontólogo<br />

Otto Schindewolf, pareció haber sucumbido<br />

ante el empuje de la Síntesis, pero<br />

ha sido muy recientemente invocado<br />

ante los últimos descubrimientos de la genética<br />

del desarrollo. La herejía de los llamados<br />

por Goldschmidt “monstruos con<br />

esperanza” consiste en creer que un cambio<br />

pequeño en uno de los genes que regulan el<br />

desarrollo puede tener efectos drásticos en<br />

el resultado final y, sin embargo, producir<br />

de tiempo en tiempo un individuo viable y<br />

radicalmente diferente. Así se socaban a la<br />

vez los dos principios básicos del darwinismo,<br />

es decir, el seleccionismo (que identificaba<br />

a la selección natural como el agente<br />

que guía la evolución de las especies) y el<br />

“utilitarismo”, que dice que las estructuras y<br />

los órganos de los organismos se adaptan<br />

para cumplir mejor su función (para ser<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

más útiles) bajo la acción siempre vigilante<br />

de la selección natural.<br />

El modo en el que la moderna genética<br />

del desarrollo irrumpe en el campo de las<br />

teorías evolutivas es también a través de los<br />

genes reguladores. Se ha descubierto que éstos<br />

son muy conservadores, y que esencialmente<br />

son los mismos en las grandes categorías<br />

de metazoos. Aunque parezca increíble,<br />

algunos genes reguladores, en particular<br />

los llamados “homeobox” (o “cajas homeóticas”),<br />

no difieren en esencia en una mosca<br />

del vinagre y un ser humano. Todo parece<br />

indicar que la base genética para el plan corporal<br />

de los metazoos está determinada desde<br />

hace mucho tiempo, desde antes del final<br />

del Cámbrico (hace 500 millones de años),<br />

y que luego se ha retocado y modificado para<br />

producir los diferentes tipos de metazoos,<br />

los diferentes filos, como los cordados (a los<br />

que pertenecen los vertebrados) o los antrópodos<br />

(donde se incluyen los insectos). Estos<br />

filos también se remontan al Cámbrico, por<br />

lo que desde entonces los cambios genéticos<br />

han debido de ser menores, aunque no obstante<br />

han seguido produciéndose para dar<br />

lugar a los distintos tipos de vertebrados pisciformes,<br />

a los anfibios, reptiles, mamíferos<br />

y aves, todos ellos a su vez muy variados.<br />

Y desde el terreno de la paleontología<br />

también vinieron Eldredge y Gould en<br />

1972 a desafiar a la Síntesis y proclamaron<br />

que el registro fósil mostraba sobre todo estabilidad,<br />

y que las especies aparecían rápidamente<br />

(por “puntuaciones”) y luego permanecían<br />

“estáticas” (inmutables); es decir,<br />

reivindicaban el carácter episódico (y no<br />

gradual) de la historia de la vida. Y también<br />

dijeron que había un mecanismo distinto de<br />

la selección natural para abordar el problema<br />

de las tendencias evolutivas (figura 1).<br />

O mejor dicho, lo que Eldredge y Gould<br />

afirmaron es que existía un tipo de selección<br />

natural que Darwin no había previsto: la<br />

“selección entre especies”. La Teoría del<br />

Equilibrio Puntuado descompone la evolución<br />

en dos niveles: la “microevolución”,<br />

que se produce al nivel de las poblaciones, y<br />

la “macroevolución”, que lo hace al nivel<br />

de las especies. Así, éstas son consideradas<br />

como individuos, entidades históricas tan<br />

protagonistas de la evolución como los organismos<br />

individuales (figura 2).<br />

En consecuencia, parece que no todo lo<br />

que se necesita saber sobre la evolución puede<br />

averiguarse en los frascos donde los genéticos<br />

crían sus drosófilas, porque hay procesos<br />

que operan a escala geológica: en principio<br />

una buena noticia para los paleontólogos,<br />

que siempre se han resistido a admitir que la<br />

dimensión temporal no sea relevante a la hora<br />

de construir una teoría evolutiva.<br />

Como se puede ver, la historia de los debates<br />

evolucionistas no se ha cerrado con la<br />

Síntesis, y podemos pensar, con Gould, que<br />

no terminará nunca. Pero antes de pronunciarnos<br />

oigamos otra voz. Simpson tuvo<br />

tiempo de ver nacer y crecer a la “herejía”<br />

del Equilibrio Puntuado. Y en 1988 escribió:<br />

“Gradualismo’ sensu Gould es un extremo<br />

de un continuo, y el ‘equilibrio puntuado’<br />

el otro extremo. Tenemos por lo tanto<br />

aquí un par de proposiciones antitéticas,<br />

una dialéctica hegeliana o marxista. La aparente<br />

contradicción entre tesis y antítesis<br />

lleva lógicamente, no a la una o a la otra, sino<br />

a la síntesis. Eso es lo que hace la teoría<br />

sintética”. Me parece ver en el argumento<br />

un detalle de fino humor en el viejo Simpson,<br />

porque Gould se declara marxista. n<br />

BIBLIOGRAFIA<br />

JUAN LUIS ARSUAGA<br />

AGUSTI, J.: La evolución y sus metáforas. Metatemas,<br />

Barcelona, 1994.<br />

BOWLER, P. J.: El eclipse del darwinismo. Labor Universitaria,<br />

Barcelona, 1985.<br />

DENNET, D. C.: La peligrosa idea de Darwin. Galaxia<br />

Gutemberg-Círculo de Lectores, Barcelona, 1999.<br />

Juan Luis Arsuaga es catedrático de Paleontología y<br />

codirector de las investigaciones de la sierra de Atapuerca.<br />

Autor de Atapuerca. Un millón de años de<br />

historia y El enigma de la esfinge (en prensa).<br />

7


DEL NACIONAL-SOCIALISMO<br />

ALEMÁN Y DEL VASCO<br />

“Una cruz gamada se está formando<br />

entre nosotros” * .<br />

Había en España hambre de paz”, escribía<br />

el general Lersundi al conde<br />

de Toreno en los años convulsos<br />

del sexenio revolucionario (1868-1874);<br />

en España, en general, y, en el País Vasco en<br />

particular, podría decirse hoy con propiedad.<br />

Es natural, de una naturaleza humana<br />

decente, y hasta una aspiración simplemente<br />

higiénica, desear hondamente el<br />

fin de tanta barbarie y tanta afrenta moral.<br />

Es razonable, pues, la reacción generalizada<br />

queriendo buscar un fin negociado.<br />

Resulta, asimismo, comprensible el<br />

escondido optimismo bienpensante que<br />

subconscientemente rechaza el horror de<br />

fines inconfesados e inasumibles, para<br />

aferrarse a la idea de que la violencia tiene<br />

un precio aceptable, un precio medido en<br />

términos de soberanía. Acabemos con<br />

tanto espanto y degradación moral del<br />

país –del País Vasco– dándoles lo que piden,<br />

lo que exigen algunos violentos; antes<br />

la amnistía y la autonomía, ahora la<br />

autodeterminación. Objetivos, además,<br />

articulados con envoltura democrática:<br />

hay violencia –nos aseguran fabricantes y<br />

vendedores del producto– porque se niega<br />

el derecho democrático a la autodeterminación<br />

de un pueblo. Dejemos a un lado,<br />

y en aras del argumento principal, lo<br />

ambiguo del término. Olvidemos también<br />

la falacia histórica que ello supone<br />

en el caso del País Vasco y del resto de España.<br />

Hagamos incluso abstracción de la<br />

complejidad y contradicción de residenciar<br />

esa transferencia de soberanía en el<br />

territorio de la actual comunidad autónoma,<br />

hurtándosela a cada una de las tres<br />

provincias forales en donde, según los<br />

* Citado por P. Unzueta, El País, 26 de octubre<br />

de 2000, pág. 19.<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />

propios nacionalistas, se origina la legitimidad<br />

histórica de la pretendida reivindicación.<br />

Quedémonos, pues, en la magia de<br />

la palabra: autodeterminación de los pueblos,<br />

talismán democrático con que el presidente<br />

Wilson buscó en Versalles (1919)<br />

resolver las enconadas querellas centroeuropeas,<br />

pero que terminó en un despiece<br />

del viejo y civilizado imperio austro-húngaro,<br />

cauce de culturas, razas y religiones,<br />

en un mosaico de pequeños Estados rivales,<br />

más etnocentristas que etnocéntricos<br />

(G. Dallas), “a merced” de una Alemania<br />

más resentida que debilitada (Kissinger).<br />

Una Alemania, la de los años treinta,<br />

donde algunos acertaron a darle vuelta al<br />

sacrosanto principio: autodeterminación,<br />

¿por qué no?; pero autode- terminación<br />

para todos, también para las minorías alemanas<br />

marginadas en la nueva Checoslovaquia<br />

y Polonia; autodeterminación, en<br />

fin, para la propia Alemania (Anton<br />

Drexler), “esclavizada” por los extranjeros<br />

de Versalles y desde dentro por “el sistema”<br />

de los traidores de Weimar (Goebbels).<br />

En todo caso, un buen señuelo democrático<br />

con que inquietar a las conciencias<br />

liberales y bienpensantes<br />

europeas del momento como el propio<br />

Keynes, corroídos por remordimientos de<br />

una paz punitiva impuesta a la derrotada<br />

Alemania de 1918.<br />

La autodeterminación como coartada<br />

Autodeterminación, una reivindicación<br />

impecablemente democrática, un objetivo<br />

parcial deseado sin duda, pero también<br />

una coartada con la que justificar la violencia<br />

terrorista interior y exterior, en estudiada<br />

combinación con las tácticas electorales<br />

con que el partido nazi jalonó su<br />

asalto al poder. Unas tácticas que tuvieron<br />

enorme éxito durante más de veinte años<br />

porque convencieron a muchos fuera y<br />

dentro de Alemania. Y que tienen un<br />

nombre: puertas afuera, se conocieron co-<br />

mo la política del “apaciguamiento” y,<br />

dentro de Alemania, como la política de<br />

colaboración en el frente nacionalista<br />

de Harzburg. Respetemos, pues, las secuencias<br />

intermedias y no interpretemos situaciones<br />

anteriores en función del lóbrego<br />

final de la película. Gentes socialmente<br />

relevantes, como el conde de Athlone,<br />

lord Lothian y hasta el propio Eduardo<br />

VIII creían que se podía pactar con Hitler.<br />

Antes del ataque a Polonia en septiembre<br />

de 1939, o al menos de la ocupación<br />

de Praga y la anexión de Memel, la<br />

autodeterminación de las minorías y territorios<br />

alemanes parecieron los objetivos<br />

estratégicos de Hitler, objetivos legítimos.<br />

Incluso la ocupación del Sarre (1935), la<br />

militarización del Rin (1936), hasta la incorporación<br />

de Austria (marzo de 1938) y<br />

la anexión de los Sudetes (septiembre de<br />

1938) eran aceptadas como parte del programa<br />

de autodeterminación. Los atentados<br />

terroristas o la kale borroka de las SA 1<br />

se tenían por manifestaciones deplorables<br />

de elementos extremistas, atemperables o<br />

controlables mediante concesiones al exterior<br />

y la participación en el poder democrático<br />

de la República, dentro de Alemania.<br />

Con Hitler, en suma, se podía, se<br />

debía negociar porque, según lord Halifax,<br />

no ambicionaba una hegemonía europea<br />

a escala napoleónica.<br />

Hoy sabemos que, en efecto, la escala<br />

era mucho mayor, el contenido infinitamente<br />

más terrible. Y, sobre todo, sabemos<br />

que su objetivo principal no era tanto<br />

la autodeterminación como la conquista<br />

de Europa y el poder totalitario en Alemania.<br />

Una comprobación que los alemanes<br />

disidentes constataron desde enero de<br />

1933. Pero no antes. Entre 1930 y 1933,<br />

muchos, demasiados alemanes creyeron o<br />

quisieron creer que el objetivo político de<br />

1 Sturm Abteilung (secciones de asalto).<br />

8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Hitler era la liquidación de las reparaciones<br />

de Versalles y la introducción de una<br />

política nacionalista extrema en todos los<br />

órdenes. Extrema pero controlable. Eso<br />

comenzaron a pensar algunos partidos hacia<br />

1930. Una “estrategia de domesticación”<br />

que se demostró fundamental en la<br />

resistible ascensión del nazismo, para tomar<br />

prestado el título brechtiano. Porque,<br />

en este sentido, es sabido, aunque frecuentemente<br />

olvidado, que Hitler no ganó el<br />

poder en unas elecciones ni su investidura<br />

de una votación parlamentaria, de hecho,<br />

nunca logró en unas elecciones libres más<br />

del 37% del voto ni más de 230 escaños<br />

en una cámara de 583 diputados 2 . Fue<br />

nombrado canciller por los poderes especiales<br />

que el artículo 48 de la Constitución<br />

de Weimar atribuía al presidente<br />

Hindenburg. Y en la decisión que llevó a<br />

este nombramiento, fruto de una complicada<br />

y tortuosa “partida de ajedrez por el<br />

poder” (Goebbels), la idea de aceptar a los<br />

nazis (NSDAP) 3 en el juego político, coaligarse<br />

con ellos, pactar, intentar utilizarlos,<br />

atraérselos o dividirlos –que de todo<br />

hubo en aquellos años– la idea, en fin, de<br />

2 En las elecciones de julio de 1932.<br />

3 Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei<br />

(Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores).<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

concederles beligerancia política y tratarles<br />

en definitiva “como uno más” (Hitler), resultó<br />

decisiva.<br />

Hasta 1929, los nazis estuvieron relegados<br />

al ostracismo político. Lo mismo<br />

que los comunistas entre la izquierda democrática,<br />

el NSDAP era considerado en<br />

la derecha y el centro democráticos, incluso<br />

entre la derecha reaccionaria del<br />

DNVP 4 , reliquia del imperio derrotado,<br />

como un partido apestado, radical y violento,<br />

dirigido por un “don nadie de Viena”,<br />

arquitecto frustrado y pintor fracasado,<br />

un “tenor heroico” (Spengler) y “maestro<br />

de oratoria histérica” (A. J. P. Taylor),<br />

histriónico y ciclotímico, a quien el rancio<br />

presidente Hindenburg consideraba “un<br />

cabo de Bohemia” déclassé, inadecuado para<br />

cualquier puesto de responsabilidad estatal<br />

más allá de la administración de correos.<br />

Y lo cierto es que hasta 1930 los nazis<br />

formaban un partido marginal que<br />

ocupaba tan sólo 12 escaños en un congreso<br />

de casi quinientos diputados. Marginal<br />

pero violento y vociferante. El abandono<br />

de las tácticas golpistas que habían<br />

llevado al fracasado putsch de Múnich en<br />

1923, convenció a Hitler de que la confrontación<br />

directa con el Estado era un<br />

4 Deutschnationale Volkspartei (Partido Nacional<br />

Alemán del Pueblo).<br />

error estratégico peligroso y de que el partido<br />

debería concentrar sus esfuerzos en la<br />

organización interna y la lucha electoral.<br />

Pero la nueva línea Adolf légalité evitaba el<br />

choque con la autoridad, pero no la violencia<br />

contra el adversario político. Una<br />

violencia que tenía su expresión en un<br />

sangriento vandalismo callejero y una propaganda<br />

desorbitada y vociferante. Las soflamas<br />

nazis hacían diana sobre todo en<br />

las “vergonzosas y monstruosas” (Hitler)<br />

reparaciones que la República debía pagar<br />

a los Aliados como prueba de “esclavización”<br />

de Alemania por la rapacidad extranjera,<br />

en convivencia con el corrupto<br />

“sistema” de Weimar, según los nacionalistas<br />

“una democracia judía” (Hitler), “artificial”<br />

y hueca, servida por políticos incapaces<br />

y traidores. A pesar de su aliento resentido<br />

y xenófobo, fondo disparatado e<br />

irracional, reacciones “histéricas”, gestos<br />

“dervichescos” (Thomas Mann), rituales<br />

wagnerianos 5 “primitivos” (Klemperer) y<br />

ademanes desencajados que a muchos recordarían<br />

hoy las teatrales procesiones<br />

abertzales, aquella “enciclopedia del resentimiento”<br />

–para tomar prestado el término<br />

que Mikel Azurmendi adjudica al dis-<br />

5 B. Williams: ‘Wagner & Politics’, The New<br />

York Review of Books, 2 de noviembre de 2000,<br />

pág. 42.<br />

9


DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />

curso abertzale– calaba en un contexto internacional<br />

viciado por el contenido punitivo<br />

de Versalles, una situación económica<br />

severamente lastrada por la crisis del 29 y<br />

un ambiente social asfixiado por un creciente<br />

desempleo. Era ciertamente una situación<br />

muy complicada, pero en modo<br />

alguno desesperada y menos aún abocada<br />

a un desastre inevitable.<br />

La deriva nacionalista del Zentrum<br />

El descalabro vino de las opciones políticas<br />

elegidas. Hasta 1930 la República de<br />

Weimar se sostuvo gobernada por una<br />

“gran coalición” democrática, variada en<br />

sus formas, que oscilaba con diversas combinaciones,<br />

de derecha a izquierda, entre<br />

el Volkspartei (DVP) 6 , el Zentrum<br />

católico 7 , con sus aliados nacionalistas bávaros,<br />

el pequeño partido demócrata y el<br />

SPD 8 , la gran fuerza de la izquierda democrática<br />

y durante muchos años el principal<br />

partido del Reichstag. Un congreso<br />

del Zentrum, celebrado en Colonia en<br />

1928, responsable de la elección de monseñor<br />

Kaas al frente de un partido que se<br />

precipitaba rápidamente hacia un nacionalismo<br />

extremo, y la muerte de Streseman,<br />

garante de la línea liberal-democrática<br />

en el DVP, al año siguiente, ilustran el<br />

resquebrajamiento de la gran coalición democrática<br />

de Weimar. En marzo de 1930,<br />

con la caída del Gobierno de Müller<br />

(SPD) y el nombramiento del primer gabinete<br />

“presidencial” –que no por los votos<br />

del Reichstag– encabezado por Brüning,<br />

comienza la ruptura de la coalición<br />

democrática. Una carrera al precipicio en<br />

pos del señuelo nacionalista que llevó,<br />

desde 1929 a 1931, a sectores significativos<br />

y respetables de la derecha y el centro<br />

a “una liaison dangereuse con el nazismo”<br />

(Ferguson), conduciéndoles desde la coalición<br />

democrática de Weimar al frente nacionalista<br />

de Harzburg. Fue un tortuoso sendero<br />

que derechistas y centristas recorrieron<br />

convencidos de que era la manera de<br />

ganar votos, a la par que restaban apoyo al<br />

movimiento nazi. Pero ocurrió exactamente<br />

lo contrario. Desde la “irresponsable”<br />

y “catastrófica” elección de 1930, en<br />

que los nazis lograron catapultar su representación<br />

parlamentaria de 12 a 107 diputados,<br />

el NSDAP incrementaría progresivamente<br />

su voto a costa de la derecha y el<br />

6 Partido del Pueblo Alemán.<br />

7 Un partido cuya impecable tradición democrática<br />

se remontaba al siglo anterior, habiéndose forjado<br />

en la oposición a la Kulturkampf bismarkiana.<br />

8 Sozialdemokratische Partei Deutschlands (Partido<br />

Socialdemócrata de Alemania).<br />

centro-derecha. Del mismo modo, la idea<br />

de integrar para domesticar, o dividir para<br />

neutralizar, al movimiento nazi, también<br />

se saldó con un fracaso trágico a la postre.<br />

El frente de Harzburg, montado por “la<br />

oposición nacionalista” para “romper las<br />

cadenas de Versalles” (Ritter) y repudiar el<br />

plan en que el financiero norteamericano<br />

Owen D. Young proponía escalonar los<br />

pagos de reparaciones alemanas, fue un<br />

primer ensayo en la política de integración<br />

del nazismo como fórmula para apaciguar<br />

y controlar dentro del sistema político al<br />

nacional-socialismo radical. Aunque el<br />

frente de Harzburg propiamente hablando<br />

se liquidó con un fracaso –en la medida<br />

que no logró impedir la aprobación del<br />

Plan Young–, su expresión simbólica tuvo<br />

efectos devastadores: pulverizó la coalición<br />

democrática, arrastró la política alemana<br />

al terreno de la competencia nacionalista<br />

y, para colmo, otorgó al movimiento nazi<br />

el espaldarazo de respetabilidad que necesitaba.<br />

A pesar de que Hitler se sintió incómodo<br />

en aquel ambiente encopetado, el<br />

hecho es que se le vio rodeado por el rancio<br />

nacionalismo guillermino, políticos<br />

consagrados, militares de alta graduación,<br />

banqueros y grandes empresarios. “Ya los<br />

tengo en el bolsillo: me han aceptado como<br />

socio”, parece que comentó Hitler satisfecho.<br />

Además de los saludables efectos<br />

que aquellas imágenes tuvieron en las maltrechas<br />

finanzas del NSDAP, lo verdaderamente<br />

trascendente estribaba en que desde<br />

entonces el juego se desarrolló en campo<br />

propio, con unas reglas y una meta que los<br />

nazis dominaban.<br />

El 30 de mayo de 1932, el anciano y<br />

apergaminado mariscal presidente Hindenburg,<br />

siguiendo el consejo de quienes<br />

abogaban por atraer al nacionalismo radi-<br />

10 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


cal, retiró su confianza al canciller Brüning,<br />

un hombre inhábil que había rehusado<br />

la colaboración con el SPD, convocado<br />

gratuitamente unas elecciones desastrosas<br />

(en septiembre de 1930), gobernado la<br />

crisis de espaldas al Parlamento con medidas<br />

económicas severamente deflacionarias<br />

y enormemente impopulares, pero que<br />

también había sabido imponer una política<br />

honesta y firme de orden público devolviendo<br />

la calle a la ciudadanía al prohibir<br />

las manifestaciones vandálicas de las<br />

SA hitlerianas. Ya desde fines de 1930,<br />

monseñor Kaas, en la idea de que compartir<br />

responsabilidades les “calmaría” y<br />

“canalizaría sus energías”, había estado<br />

predicando la necesidad de una “asamblea<br />

popular” –pero inconstitucional– que incluyera<br />

al nacional-socialismo, una especie<br />

de Udalbitza de “compañeros del pueblo”<br />

(o Volksgenossen), un término acuñado<br />

por el nacionalismo en contraposición<br />

a la “república artificial” de ciudadanos<br />

(Bürger) articulada por la Constitución de<br />

Weimar. Pero la solución que daría Hindenburg<br />

dos años después, cesando a<br />

Brüning y nombrando a Franz von Papen,<br />

disidente del Zentrum y un bon vivant<br />

diletante, al frente de un apolillado<br />

“gabinete de barones”, no era precisamente<br />

la salida que el obispo político tenía en<br />

la cabeza. La reacción del centro fue fulminante<br />

y en dirección abiertamente nacionalista:<br />

el mismo día 31 de mayo, los<br />

líderes centristas Kaas y Perlitius hicieron<br />

serias advertencias contra combinaciones<br />

“parciales”, demandando una “solución<br />

total” que incluyera a los nazis en el Gobierno.<br />

La estrategia de domesticación<br />

e integración del nazismo<br />

Al menos en la orientación, el nuevo canciller<br />

no desentonó con el rumbo nacionalista<br />

que había tomado el centro católico.<br />

Además de intervenir y ocupar inconstitucionalmente<br />

el Gobierno (SPD)<br />

del Estado de Prusia sin que los socialistas<br />

reaccionaran, Papen intentó el acercamiento<br />

a los nazis, levantando las medidas<br />

de prohibición que habían limpiado<br />

las calles alemanas del vandalismo sangriento<br />

de las SA. Los nazis no perdieron<br />

la oportunidad de volver a la combinación<br />

de legalismo electoral y terrorismo<br />

callejero que tan buenos resultados les había<br />

producido: asaltos a sedes de partidos<br />

rivales, atentados contra comercios y locales<br />

enemigos, incendios de librerías y periódicos<br />

críticos, a teatros y a cines que<br />

proyectaran obras “disolventes” –como<br />

ocurrió con la versión en celuloide de la<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

famosa novela pacifista de Remarque–,<br />

palizas y atentados a los contrincantes.<br />

Sólo en julio el saldo fue de 86 muertos.<br />

El Gobierno de Papen dejaba hacer. Contenía<br />

a la policía para evitar el enfrentamiento<br />

político con los nazis, cuya colaboración<br />

recababa y cuya popularidad soñaba<br />

con heredar. Lo más grave era la<br />

sensación de indefensión e impunidad<br />

que fue adueñándose del ambiente. En<br />

agosto de 1932, cinco sicarios de las SA,<br />

convictos y confesos de la tortura y asesinato,<br />

en presencia de su madre, de un jornalero<br />

en paro y simpatizante comunista,<br />

fueron indultados por temor a las amenazas<br />

nazis, administradas con dosis de matonismo<br />

y –como les prometiera Hitler en<br />

un retador telegrama público– en menos<br />

de un año estaban en la calle. Para colmo,<br />

en las elecciones de ese verano sangriento,<br />

los nazis consiguieron 230 actas, superando<br />

el listón de los 13 millones de votos.<br />

La derecha, buena parte del centro-derecha<br />

y los demócratas fueron pulverizados<br />

y engullidos por la marea nazi. Sólo resistieron,<br />

aunque con pérdidas significativas,<br />

el Zentrum católico y sus aliados nacionalistas<br />

bávaros. Así pues, el viraje del<br />

centro hacia el nacionalismo, ni domesticaba,<br />

ni calmaba, ni reducía al nacionalismo<br />

radical y violento. Antes al contrario.<br />

Ello no obstante, el Zentrum y Papen<br />

persistieron en la misma línea de atracción<br />

y apaciguamiento del NSDAP. Papen<br />

ofreció a Hitler la entrada en el Gobierno,<br />

una coalición que el Führer condicionaba<br />

a su nombramiento como<br />

canciller, experiencia que Papen no estaba<br />

todavía dispuesto a conceder ni Hindenburg<br />

a tolerar aún que “un pintor de brocha<br />

gorda ocupara el sillón de Bismarck”.<br />

Pero al filo del otoño de 1932, la crisis<br />

empezó a remitir y la opinión a volverse<br />

contra el “bolchevismo pardo”, ilustrado<br />

por el vandalismo sangriento y el apoyo<br />

nazi prestado a la violenta huelga de<br />

inspiración comunista en el transporte<br />

de Berlín. De hecho, en las elecciones del 6<br />

de noviembre, el NSDAP perdió más de<br />

2 millones de votos y cerca de cuarenta<br />

escaños. Y en la elección parcial de Turingia<br />

de diciembre, el descenso se agravó:<br />

los nazis cedieron casi un 40% del voto<br />

alcanzado en las generales de julio de<br />

1932. Sus expectativas de revolución legal<br />

empezaron a alejarse, sus militantes a descorazonarse,<br />

sus finanzas a resentirse y sus<br />

cuadros a “desintegrarse” (Kershaw). Fue<br />

uno de los momentos más difíciles para<br />

el movimiento nazi y más delicado para el<br />

propio liderazgo de Hitler, en un contexto<br />

además que empezaba a racionarles el<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />

combustible revolucionario. La salvación,<br />

primero, y el éxito, después, no les llegó<br />

solamente de sus propios aciertos, sino<br />

del apoyo prestado por la derecha y el<br />

centro, además de las vacilaciones y errores<br />

del SPD y de la estrategia antidemocrática<br />

de los comunistas. Después de noviembre,<br />

los líderes del centro siguieron<br />

pidiendo la formación de “un gobierno<br />

nacional fuerte que incluyera a los nacional<br />

socialistas”. Un gobierno que contaría<br />

con apoyo parlamentario y que podía estar<br />

encabezado por “cualquiera” que el<br />

presidente de la República decidiera<br />

–apostillaba monseñor Kaas a Hindenburg<br />

el 18 de noviembre en clara referencia<br />

a Hitler. Un arriesgado plan se iba<br />

abriendo paso: “contratar” (Papen) al<br />

“furtivo de guardia jurado” (Krosigk), en<br />

la peregrina idea de que era “el zorro<br />

quien mejor guardaba el gallinero”.<br />

Sin embargo, Hindenburg prefirió<br />

nombrar a Kurt von Schleicher, un general<br />

de gabinete, inteligente pero intrigante,<br />

que, como tantos, vivía fascinado por<br />

la popularidad del nacionalismo radical y<br />

ambicionaba parte de su bolsa de votos.<br />

Soñaba con un gobierno autoritario pero<br />

populista. De este modo, el general canciller<br />

tampoco buscó destruir al nazismo; ni<br />

siquiera contenerlo o marginarlo. Como<br />

la derecha y el centro, quiso controlarlo<br />

para luego heredar su capital de popularidad.<br />

Pero, a diferencia de Papen, no intentó<br />

su atracción por coalición, sino por<br />

división. El general von Schleicher ensayó<br />

quebrar el movimiento por su izquierda,<br />

para segregar en beneficio propio la facción<br />

más socialista de los nazis (Gregor<br />

Strasser). La atracción por división tampoco<br />

funcionó. El NSDAP, “mucho más<br />

un movimiento que un partido” 9 , era, en<br />

efecto, un conglomerado heterogéneo e<br />

ideológicamente contradictorio de elementos<br />

muy diversos, desde grupos folclóricos<br />

y excursionistas a asociaciones de<br />

ex combatientes y sindicales, alimentados<br />

todos por un sentimiento común de frustración<br />

y resentimiento que la propaganda<br />

nacional socialista había sabido tensionar<br />

y el liderazgo nazi dirigir a un mismo<br />

élan revolucionario, en que casi todo era<br />

admisible y flexible menos la dirección<br />

del poder. Ésta era, férrea e incuestionable,<br />

la “autoridad del caudillo”. Strasser terminó<br />

dimitido y Hitler reforzado. Pero lo de<br />

menos ya fue el fracaso de la estratégica<br />

política de von Schleicher. Una vez más,<br />

9 F. Stern (ed.): The path to dictatorship, 1918-<br />

1933, pág. 205. Nueva York, 1966.<br />

11


DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />

lo peor fue que su ademán de atraerse a<br />

los nazis –o a una parte de ellos– en vez<br />

de combatirlos dejó a descubierto un interés<br />

por el nazismo que lo legitimaba y<br />

encumbraba. Fue un cabo de salvación<br />

que les “sac[ó] del pozo” (Joseba Egibar)<br />

10 –como el PNV a ETA después de<br />

Bidart y Ermua– en un momento político<br />

delicado para un movimiento revolucionario<br />

que vivía y crecía con la esperanza<br />

del poder, pero que resistía mal la frustración<br />

de expectativas.<br />

Por otro lado, las aperturas socializantes<br />

del “general rojo” fueron consideradas<br />

por la aristocracia terrateniente de los<br />

Junkers prusianos como “política bolchevique”.<br />

La camarilla que rodeaba al viejo<br />

Hindenburg se indignó con el canciller<br />

von Schleicher, y cuando éste solicitó la<br />

firma del presidente para disolver un<br />

Reichstag que no podía manejar, se encontró,<br />

con la negativa del mariscal, compelido<br />

a dimitir. Si el primer Gobierno de<br />

Papen y los intentos de seducción de von<br />

Schleicher supusieron un “balón de oxígeno”<br />

–tomando prestada la expresión de<br />

Gurruchaga en relación al PNV y ETA–<br />

para una revolución que comenzaba a desinflarse,<br />

la segunda combinación muñida<br />

por von Papen en diciembre del 1932,<br />

trajo el triunfo definitivo del nazismo. En<br />

realidad, supuso una reedición del “frente<br />

nacionalista” (Frau von Ribbentrop) de<br />

Harzburg, pero con Hitler de protagonista<br />

(Colloti). El nuevo Gobierno aparejado<br />

por Von Papen –y en el cual el político<br />

centrista iba de vicecanciller– agrupaba<br />

elementos nacionalistas del DNVP (Hugenberg,<br />

el magnate de la prensa alemana),<br />

centristas, populares e independientes<br />

ocupando las carteras más numerosas<br />

y de mayor peso económico. Papen alardeó<br />

de tener “tan pillados a los nazis [con<br />

un Gobierno de tal composición] que<br />

pronto terminarían rechinando”. Hitler<br />

sería canciller, pero “un canciller encadenado”<br />

(Papen), “prisionero” (A. J. P. Taylor)<br />

de las ilusiones de centristas y nacionalistas<br />

guillerminos. Sin embargo, la realidad<br />

demostró lo opuesto. Hitler había<br />

cedido influencia y representación pero<br />

exigido el poder gubernativo en cambio.<br />

En el nuevo gabinete, se había reservado<br />

la cancillería para sí mismo, y los ministerios<br />

de Interior –del Estado y de Prusia–<br />

para Frick y Goering. Dentro<br />

de una política constitucional y parlamentaria<br />

parecía una pobre cosecha, pero para<br />

10 Apud A. Elorza. (coord.): La historia de ETA<br />

[en adelante, Elorza], pág. 69. Madrid, 2000.<br />

una estrategia de golpe de estado legal<br />

(Machtergreifung), que era en realidad el<br />

objetivo político de Hitler, cancillería y<br />

gobernación eran las carteras claves.<br />

De la revolución legal<br />

a la revolución nacional<br />

Los resultados no se hicieron esperar. Los<br />

nazis fueron controlando la Administración<br />

central del Estado, más por inflación<br />

que por dimisión. Sobre todo la policía.<br />

Goering hizo buena avant la lettre la idea<br />

de Fanon de que el movimiento revolucionario<br />

aspira en última instancia a convertirse<br />

en la policía del nuevo Estado:<br />

unos 40.000 miembros de las SA –la organización<br />

promotora del terrorismo urbano<br />

a la sazón– “obtuvieron atribuciones”<br />

(Hildebrand) policiales (Hilfspolizei).<br />

Desde entonces (enero de 1933), “una<br />

oleada de terror pardo” fue “depurando<br />

las calles” (Muchow), ocupando el espacio<br />

público –urbano y burocrático– con<br />

total impunidad, ante la indiferencia y<br />

hasta el apoyo de las fuerzas de seguridad.<br />

Los comunistas fueron masacrados, los<br />

socialistas, perseguidos, y los políticos rivales,<br />

centristas, populares y demócratas,<br />

acosados. Las elecciones de marzo de<br />

1933 no fueron ya unas elecciones libres,<br />

en la medida que los candidatos de oposición<br />

al nazismo se vieron coaccionados y<br />

acorralados. Aún así, el NSDAP quedó<br />

lejos de la mayoría absoluta (43% del voto;<br />

288 de un total de 647 escaños). Para<br />

entonces, ya nadie hablaba de las reparaciones<br />

de Versalles, la independencia de<br />

Alemania, la nacionalización de la economía<br />

y otros señuelos u objetivos parciales<br />

de la propaganda nazi. Hasta había desaparecido<br />

la tan traída y llevada autodeterminación<br />

de las minorías alemanas, que<br />

no reaparecería en el contexto internacional<br />

hasta un año más tarde. “Primero el<br />

poder, luego la política” (Hitler). En esos<br />

primeros meses de 1933, efectivamente,<br />

el Führer tenía una agenda de política interior<br />

clara y urgente; su verdadero objetivo<br />

estratégico: el poder totalitario. El decreto<br />

de poderes especiales de 28 de febrero<br />

y las leyes de plenos poderes y<br />

uniformización (de facto, la abolición de<br />

garantías y la supresión de la autonomía<br />

de los länder) de 23 y 31 de marzo de<br />

1933 fueron las piezas clave del proceso.<br />

En palabras del Kölnische Volkszeitung, la<br />

Constitución de Weimar había sido enterrada<br />

“sin un funeral de Estado”. La ley<br />

de 23 de marzo se votó en el Reichstag y<br />

la votaron centristas y nacionalistas del<br />

DNVP. Antes, Hindenburg había concedido<br />

a Hitler el decreto de disolución del<br />

Parlamento. Aparte del propio canciller,<br />

los nazis sólo tenían dos miembros en el<br />

gabinete. Pero los ministros centristas y<br />

nacionalistas del DNVP toleraron sin<br />

mayor tumulto (Toland) el terror sangriento<br />

de febrero y marzo como “inevitables<br />

excesos” de los “nuevos vientos” (Papen).<br />

La conclusión también es inevitable.<br />

Hitler, que no había logrado el poder<br />

de unas elecciones, tampoco lo había conquistado<br />

en una revolución. Se lo entregaron,<br />

primero, se lo confirmaron libre<br />

de controles y garantías, después, algunos<br />

políticos influyentes que, aun arrepentidos<br />

posteriormente, participaban de muchos<br />

de sus objetivos tácticos, comulgaban<br />

con unas ideas, una moral y un estilo<br />

patológico y siniestro (Ayçoberry).<br />

Consumada la revolución legal, empezó<br />

la revolución nacional (Bracher). El terrorismo<br />

callejero fue haciéndose más organizado,<br />

si no menos violento (cfr. Kristalnacht).<br />

Comenzó el terrorismo del<br />

Estado, con las detenciones arbitrarias (en<br />

abril, sólo en Prusia, ya se registraban<br />

25.000 detenidos), torturas, asesinatos y<br />

campos de concentración. Primero fueron<br />

los comunistas tras el incendio del<br />

Reichstag. Al poco, siguieron los socialistas.<br />

También el Zentrum. Monseñor Kaas<br />

se retiró a Roma y la jerarquía alemana,<br />

con el acuerdo y consejo del Vaticano, accedió<br />

a disolver el partido a cambio de un<br />

concordato. Pero el tratado no libró al<br />

centrista y vicepresidente del Reichstag,<br />

Thomas Esser, de la cárcel, o al pastor<br />

Paul Schneider del martirio en el campo<br />

de concentración de Buchenwald, ni a<br />

800 sacerdotes católicos y 400 ministros<br />

protestantes de morir en Dachau. Y siempre,<br />

claro, los judíos.<br />

La Ley de 14 de julio de 1933 prohibía<br />

el restablecimiento de partidos políticos.<br />

En 1934 no quedaba en Alemania<br />

más partido que el NSDAP. El 30 de junio<br />

de ese año, la purga conocida como<br />

“noche de los cuchillos largos” no sólo liquidó<br />

a los elementos radicales de las SA;<br />

en el mismo baño de sangre cayó lo que<br />

de oposición organizada al régimen quedaba<br />

(como el círculo de Múnich y de la<br />

Universidad de Marburgo de Edgar J.<br />

Jung) o tuvo que cruzar precipitadamente<br />

la frontera, como el ex ministro centrista<br />

Treviranus o el propio Brüning, para evitar<br />

ser asesinados, como acaeciera con el<br />

ex canciller Kurt von Schleicher y el general<br />

de división Ferdinand von Bredow.<br />

Para entonces, hasta antiguos líderes nacionalistas<br />

como Beppo Römer, veterano<br />

del Cuerpo de Voluntarios Oberland, estaban<br />

firmemente convencidos de la ne-<br />

12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


cesidad de eliminar a Hitler, porque, como<br />

vino a asegurar el industrial nacionalista<br />

Nikolaus von Halem después de la lóbrega<br />

noche de junio de 1934, sólo la<br />

fuerza era respuesta ante los “mensajeros<br />

del caos”. En marzo de 1939, Hitler ocupaba<br />

Praga, y el 3 de septiembre invadía<br />

Polonia. En ninguno de esos lugares había<br />

minorías alemanas significativas que<br />

quisieran autodeterminarse. Churchill,<br />

hasta entonces marginado y arrinconado<br />

como un agorero extremista, tuvo a la<br />

postre razón. La autodeterminación y<br />

la “liberación nacional” (Kershaw) de los<br />

alemanes no era la meta del nazismo –o al<br />

menos no lo era principalmente: el verdadero<br />

objetivo estratégico era la dictadura<br />

totalitaria en el interior y la conquista en<br />

el exterior. Ninguna de las dos era inevitable.<br />

Fue el optimismo voluntarista, la<br />

natural repugnancia a enfrentarse con una<br />

realidad demasiado terrible como para ser<br />

asimilada, fueron los errores de muchos<br />

políticos dentro y fuera de Alemania, su<br />

incapacidad de comprender la naturaleza<br />

violenta y revolucionaria de aquel movimiento<br />

radicalmente inasimilable, fue su<br />

ambición por hurtar parte del capital político<br />

del nacionalismo nazi, su confusión,<br />

en fin, de metas tácticas (reparaciones,<br />

nacionalismo, autodeterminación) por<br />

objetivos estratégicos (poder totalitario y<br />

conquista militar) lo que las hizo posibles.<br />

El pueblo frente a los ciudadanos:<br />

el PNV y la construcción<br />

de un nacionalismo revolucionario<br />

Hasta aquí el caso alemán. Las diferencias<br />

entre el espinoso contexto internacional y<br />

económico de la Alemania de entregue-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

rras y la España próspera y segura de la<br />

Unión Europea no necesitan ser subrayadas.<br />

Son evidentes. Y, sin embargo, existen<br />

ciertas similitudes interesantes e instructivas<br />

entre los dos casos. La naturaleza<br />

totalitaria y la composición heterogénea<br />

del movimiento nazi, su capacidad de<br />

aglutinar grupos muy distintos en un<br />

propósito común revolucionario y etnocentrista,<br />

de un nacionalismo excluyente<br />

y agresivo, es semejante en el Movimiento<br />

de Liberación Nacional Vasco (MLNV).<br />

La hábil combinación entre tácticas legalistas<br />

y violencia, con algunas diferencias,<br />

también es común a ambos movimientos.<br />

La capacidad de explotar, hasta el desconcierto<br />

y la desesperación de Gobiernos y<br />

políticos democráticos, los resquicios de<br />

una estructura legal garantista, de un sistema<br />

político tolerante y de una opinión<br />

indulgente, cuando no remordida, no es<br />

tan distinta en uno y en otro caso. Pero el<br />

emparejamiento más curioso se produce<br />

observando la reacción que ambos movimientos<br />

han suscitado entre sus rivales. El<br />

PNV padece la misma fascinación por el<br />

populismo violento nacionalista que infectó<br />

al Zentrum católico y a sus aliados<br />

nacionalistas bávaros desde 1930. En ambos<br />

casos, hay una curiosa mezcla, explosiva<br />

a la postre, entre la ambición por heredar<br />

el capital social y político de los violentos<br />

y el convencimiento de poder<br />

manipularlos políticamente. En los dos<br />

casos, una dosis sobrada de soberbia intelectual<br />

les lleva a confundir tosquedad y<br />

barbarie, violencia y crueldad con estupidez.<br />

“La historia del nacional-socialismo”,<br />

nos advierte Karl Dietrich Bracher, “es la<br />

historia de su subestimación”. En los dos<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />

casos, el nacionalismo supuestamente<br />

moderado ha considerado que le era políticamente<br />

más rentable liquidar una coalición<br />

democrática (el PNV con el PSOE,<br />

el Zentrum con el SPD) para encabezar<br />

un frente nacionalista (llámese de Estella<br />

o de Harzburg). Y, en ambos casos, el relativo<br />

varapalo electoral no les ha empujado<br />

a rectificar, sino a porfiar en una línea<br />

política que rápidamente iba abandonando<br />

el marco constitucional para precipitarse<br />

en la oscura construcción de una comunidad<br />

étnica, donde “la creencia de<br />

base cívica” se desvanece “a consecuencia<br />

de la creencia de base holista en el pueblo”<br />

(Azurmendi). En los dos casos también,<br />

la utopía de la construcción de la<br />

“nación auténtica”, con la quimera por<br />

atraerse e integrar al nacionalismo revolucionario,<br />

ha servido en la práctica de legitimación<br />

y coartada justificativa a los violentos,<br />

ha degradado gravemente –en muchos<br />

casos invertido– los parámetros<br />

morales de las respectivas sociedades, ha<br />

frenado, y hasta paralizado o desvirtuado,<br />

la acción de las fuerzas de orden (de la<br />

Ertzaintza, en el País Vasco) hasta originar<br />

un clima de impunidad que ha permitido<br />

la muerte, persecución o coacción<br />

de los disidentes demócratas y la ocupación<br />

del espacio público por el vandalismo<br />

totalitario.<br />

La persistente obsesión de los partidos<br />

nacionalistas de centro-derecha por<br />

colocarse al frente de la manifestación nacionalista,<br />

y su horror a verse desbordados<br />

en este punto por revolucionarios y violentos,<br />

es común en ambos tiempos y latitudes<br />

y merece un pensamiento. En ambos<br />

casos, parte de dos premisas harto<br />

discutibles (tres para el País Vasco, siendo<br />

la tercera el convencimiento y temor ante<br />

facto del PNV que la amenaza del fin del<br />

nacionalismo revolucionario, tras la caída<br />

de la cúpula de ETA en Bidart, “los golpes<br />

judiciales” y “el rechazo masivo” en<br />

Ermua, “pudiera conllevar la derrota de<br />

todo nacionalismo”) 11 . Las dos premisas<br />

compartidas tienen relación con la naturaleza<br />

del nacional-socialismo (nazi o<br />

etarra) y con la peculiar idea que el nacionalismo<br />

de centro-derecha tiene de los<br />

objetivos políticos de sus aliados revolucionarios.<br />

En su afán por integrarlos y dirigirlos,<br />

es lo cierto que el centro y la derecha<br />

(Zentrum-VP-DNVP o PNV-EA)<br />

ignoran la naturaleza revolucionaria y totalitaria<br />

de los violentos o han pretendido<br />

11 Vid. J. M. Calleja: La diáspora vasca [en adelante,<br />

Calleja], págs. 252 y 253. Madrid, 1999.<br />

13


DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />

manipularla. Un ejercicio de wishful-thinking<br />

político que ni entonces ni ahora ha<br />

dado resultado. La ceremonia de confusión<br />

ha hecho particulares estragos en el<br />

escenario español con ayuda del desconcierto<br />

que produce el recurso sistemático<br />

al atentado terrorista de parte del complejo<br />

etarra. Nazis y, hasta el presente, el movimiento<br />

etarra han resultado inasimilables<br />

dentro del sistema democrático. Del<br />

mismo modo y a pesar de su contradictoria<br />

heterogeneidad de grupos y programas,<br />

ambos movimientos han sabido restañar<br />

con la disciplina que impone la violencia<br />

y la cohesión que imprime la<br />

exaltación revolucionaria, disensiones, divisiones<br />

y fraccionalismo. Los intentos de<br />

atracción por captación (von Papen) o escisión<br />

(von Schleicher), cimentados en la<br />

idea de imaginadas diferencias, ficticias<br />

divisiones, sensibilidades diversas entre<br />

un Hitler –Goering o Goebbels– dialogante<br />

frente a unas SA radicales, fueron<br />

entonces tan fútiles como hoy resultan<br />

irrelevantes las diferencias políticas entre<br />

un Otegui, los periodistas de Gara o los<br />

sindicalistas de LAB y los pistoleros liberados.<br />

Se trata del mismo movimiento revolucionario<br />

y totalitario, con “instrumentos<br />

diferentes” 12 e intercambiables<br />

(Gurruchaga). El radicalismo totalitario,<br />

respaldado por el “prestigio” 13 que dan las<br />

pistolas (KAS-ETA), lleva la dirección –e<br />

imprime la cohesión– del movimiento revolucionario<br />

vasco (Baltasar Garzón) 14 ,<br />

como el carisma del caudillaje hitleriano<br />

lo hacía entre los nazis. Las pretendidas<br />

divisiones y diferencias son ensoñaciones<br />

con que el centro y la derecha nacionalistas<br />

(amén de la izquierda comunista para<br />

el caso español, “en régimen de tonto<br />

útil”, según Calleja) han querido justificar<br />

aproximaciones, frentes y alianzas con el<br />

totalitarismo revolucionario.<br />

El poder totalitario como<br />

objetivo estratégico<br />

Pero la coartada más contagiosa, porque<br />

se extendió por gran parte de la sociedad<br />

alemana de entonces y lo ha hecho hoy<br />

en la española, es aquella que hace a la interpretación<br />

que Zentrum y PNV dieron<br />

y dan de los objetivos del totalitarismo revolucionario.<br />

En el caso actual del PNV<br />

12 Suberbiola (Haika) a Die Welt, apud Abc, 2 de<br />

septiembre de 2000, pág. 20.<br />

13 M. Montero: Viaje al país de los vascos [en adelante,<br />

Montero], pág. 21. S. Sebastián, 2000.<br />

14 Apud C. Gurruchaga e I. San Sebastián: El árbol<br />

y las nueces [en adelante, Gurruchaga], pág. 225.<br />

Madrid, 2000.<br />

el contagio y confusión entre metas tácticas<br />

(soberanistas) y objetivos estratégicos<br />

(el poder totalitario y, para los nazis, además,<br />

la conquista de unas indias en el<br />

oriente del continente europeo) ha resultado<br />

particularmente gangrenoso porque<br />

el partido vasco vende con el producto un<br />

envoltorio atractivo (algo, por otra parte,<br />

que hizo Hitler con los aliados occidentales<br />

hasta bien entrado 1938): paz a cambio<br />

de autodeterminación (Arzalluz) 15 . Y<br />

con ello cree el PNV obtener doble dividendo:<br />

evitar que la derrota del nacionalismo<br />

totalitario arrastre la propia (teoría<br />

no demostrada pero sí compartida por los<br />

bizkaitarras) y “consolidarse” como el<br />

partido “hegemónico del futuro” (Calleja),<br />

clave y garante de la “resolución del<br />

conflicto” (Gurruchaga), al tiempo que<br />

descerraja la cancela del soberanismo. Y<br />

con el mismo paquete, claro, se adquiere<br />

15 Apud El Periódico de Catalunya, 5 de octubre<br />

de 2000.<br />

la sumisión y dependencia del nacionalismo<br />

totalitario. Ése es el fondo de las tesis<br />

de Ollora, Egibar y Aguirre que desde<br />

unos años a esta parte han triunfado en el<br />

seno del PNV, tomado carta de naturaleza<br />

política en Estella y que, sin duda, se ensayará<br />

más pronto que tarde en alguna<br />

otra versión y nueva tregua –tácticas, como<br />

puede observarse, no muy alejadas del<br />

frente de Harzburg o las piruetas de Zentrum<br />

siete décadas atrás–. En ambos casos,<br />

toda la arquitectura, filosófica y política,<br />

precio y producto, paz y autodeterminación<br />

penden de la noción de que el<br />

objetivo estratégico del nacionalismo totalitario<br />

es efectivamente la soberanía.<br />

Pero ¿y si no lo fuera? ¿Y si el objetivo<br />

estratégico del nacional-socialismo vasco,<br />

como quedó trágicamente demostrado en<br />

el caso alemán, no fuera un asunto de redefinir<br />

el sujeto de soberanía? ¿O no lo<br />

fuera única ni principalmente? Entonces<br />

estaríamos pagando un precio –la autodeterminación–<br />

por un producto, la paz,<br />

que no vamos a recibir. Aún peor, si la<br />

14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


autodeterminación –como antes la amnistía,<br />

la democracia y la autonomía– se demostrara<br />

una etapa, una meta transitoria<br />

o un objetivo parcial, su concesión no haría<br />

sino alimentar la espiral de exaltación<br />

revolucionaria y consagrar el principio de<br />

la violencia como un método legítimo y<br />

rentable de hacer política. Cualquier política,<br />

entiéndase bien. En este aspecto los<br />

nacionalistas –incluidos los nacionalistas<br />

democráticos– tienen una idea curiosa del<br />

embrollo y de cuál es la naturaleza y funcionamiento<br />

de un sistema democrático.<br />

El problema que genera la violencia –aseguran–<br />

es “político” 16 , de soberanía; superado<br />

ese escollo, desaparecerá la violencia.<br />

¡Fantástico razonamiento! Por la misma<br />

regla de tres, como el problema que acucia<br />

a los atracadores de joyerías es de naturaleza<br />

económica, negociado con ellos<br />

el botín y entregada una parte de las joyas,<br />

desaparecerá el violento método de<br />

solucionar los agobios de fin de mes. Y no<br />

se diga que el ejemplo es chusco. A decir<br />

de Aristóteles, el primer motivo de disputa<br />

política se centró en torno a cuestiones<br />

de propiedad. Aplicando, pues, la regla<br />

nacionalista, si se admite la violencia para<br />

resolver un problema, político, de soberanía,<br />

por qué no admitirla para resolver<br />

otro problema, también político, de distribución<br />

de la renta. No. En democracia<br />

todos los “contenciosos” son políticos. Y<br />

no es la democracia un sistema de consensos<br />

y acuerdos más que en la forma civilizada<br />

y pacífica de gestionar los desacuerdos.<br />

Los conflictos políticos son la vida<br />

normal de las democracias; el problema, la<br />

patología, es la violencia, un precipicio en<br />

el cual terminaríamos –como se lamentaba<br />

Cánovas hace casi siglo y medio– “fiando<br />

la resolución de los problemas políticos<br />

al triste recurso de la fuerza”. Los desencuentros,<br />

bien sean sobre cuestiones de<br />

propiedad o cualesquiera otros, tienen su<br />

trámite electoral y su cauce parlamentario.<br />

De hecho, las diferencias en torno al sujeto<br />

de soberanía, censitaria o universal –su<br />

extensión a un universo mayor o menor<br />

de la población adulta– fue motivo central<br />

de disputa política desde fines del siglo<br />

XVIII, y todavía lo es en algunos cantones<br />

suizos en relación al voto femenino.<br />

Juzguemos las cosas por su comportamiento<br />

y resultados. La experiencia demuestra<br />

que ni la democracia ni la autonomía<br />

más amplia conocida en la Europa<br />

contemporánea se han traducido en me-<br />

16 Arzalluz: Abc, 2 de setiembre de 2000,<br />

pág. 19.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

nor violencia por parte del nacionalismo<br />

totalitario. ¿En virtud de qué hechos y<br />

datos se piensa que un comportamiento<br />

de naturaleza tal va a cambiar? Fuera del<br />

asidero del deseo y la esperanza o de la estratagema<br />

política, ¿hay alguien que crea<br />

seriamente que el nacional-socialismo<br />

vasco va a abandonar una estrategia de<br />

violencia que le ha sido tan rentable? ¿Es<br />

que se piensa que los etarras van a dejar<br />

de asesinar y vandalizar las calles, exiliar y<br />

amordazar a los oponentes? ¿Es que por<br />

ventura pretende convencernos el señor<br />

Egibar que el incipiente estado revolucionario<br />

etarra va a renunciar graciosamente<br />

a la industria del secuestro, a un tinglado<br />

fiscal terrorista que, al parecer, ha recaudado<br />

más de 5.000 millones desde el verano<br />

17 y a las empresas que reciclan esas<br />

rentas tras una simple transferencia de soberanía?<br />

¿Qué decimos autodeterminación?:<br />

¡Ni siquiera la independencia de las<br />

tres provincias que constituyen actualmente<br />

la comunidad autónoma produciría<br />

el abandono de la violencia revolucionaria!<br />

¿No es más cierto que ya se han<br />

construido su Irlanda irredenta?: “Euskal<br />

Herria”, dicen, “son los territorios donde<br />

se habla o habló euskera” (Unzueta).<br />

Siempre quedaría Navarra por conquistar<br />

y los territorios franceses por invadir –de<br />

indefinidos contornos y límites para mayor<br />

complicación. Los propios etarras ya<br />

lo han anunciado: aún con la autodeterminación,<br />

y con el fin de “vigilar” el proceso,<br />

“las armas no se entrega[rán]”. Seguirá,<br />

pues, la perversa pero astuta combinación,<br />

a la manera nazi, entre violencia<br />

y legalidad, treguas-frentes y rupturas.<br />

¿Hasta cuándo? Hasta que el movimiento<br />

nacional-socialista ocupe el poder o sea<br />

destruido. Que nadie se engañe, pues, la<br />

independencia, el abandono a su suerte<br />

de las provincias forales no traerá sosiego.<br />

Con toda probabilidad, producirá un enfrentamiento<br />

civil en el País Vasco y hará<br />

peligrar la democracia en el resto de España.<br />

Por eso tampoco pienso que “la autodeterminación<br />

s[ea] la paz”, como predican<br />

algunos (Egibar). Porque los mili<br />

[tantes] –así se apellidan ellos mismos– de<br />

la violencia 18 no se han dejado –ni se dejarán–<br />

“convencer” (Montero) por la matemática<br />

electoral como expresión de una<br />

voluntad democrática. Para ellos “sólo cabe<br />

el camino de las armas” (Gatari) 19 . Los<br />

17 El País, 28 de enero de 2001, pág. 17.<br />

18 P. Unzueta: El País, 26 de octubre de 2000,<br />

pág. 19.<br />

19 Apud Elorza, pág. 429.<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />

militares nacionalistas miden su éxito o<br />

fracaso, en eso, en términos bélicos; y sólo<br />

la victoria, o derrota militar, lato sensu,<br />

podrá convencerles. Los sesudos –y sagaces<br />

(Herrero de Miñón)– argumentos de<br />

corte constitucional o democrático carecen,<br />

pues, de sentido último para ellos.<br />

Son coartadas, cuando mucho objetivos<br />

tácticos. Del mismo modo que la autodeterminación<br />

de las minorías alemanas<br />

del Reich nunca fue objetivo prioritario del<br />

partido nazi en los treinta, tampoco el<br />

objetivo estratégico del nacionalismo totalitario<br />

de nuestros días ha sido ayer la<br />

autonomía, no es hoy la autodeterminación,<br />

ni será mañana siquiera la independencia:<br />

“ETA lo que quiere es el poder”<br />

(Savater) 20 . El asunto, pues, no es principalmente<br />

y en última instancia un tema<br />

de redefinir el sujeto de soberanía, sino<br />

una cuestión de naturaleza de poder. Y<br />

ése precisamente es el escollo insalvable<br />

que lleva a un enfrentamiento difícil de<br />

evitar. A estas alturas, son probablemente<br />

muchos los que consideran el planteamiento<br />

soberanista históricamente distorsionado,<br />

anacrónico e impreciso, una<br />

adulteración de la realidad vasca, española<br />

y europea; en suma, un despropósito que<br />

parecería un poquito ridículo si la violencia<br />

no lo convirtiera en trágico. Con todo,<br />

su tratamiento pacífico y libre, su debate<br />

en un marco democrático y civilizado,<br />

fuera de toda coacción y amenaza, a<br />

pocos llevaría más allá de la melancolía<br />

cualquiera que fuese el desenlace. El tema<br />

de la soberanía no es, pues, lo angustioso.<br />

Lo que a muchos les hace poner pies en<br />

pared es el espectro de una “siniestra dictadura<br />

totalitaria” (Calleja) “impon[iendo]<br />

su doctrina de una sola tribu vasca<br />

con un Estado no liberal” (Azurmendi),<br />

en que una parte sustancial de la población<br />

queda reducida a la categoría de ilotas,<br />

“depurados” del “censo vasco” 21 por<br />

mor de una política etnolingüística<br />

(Krutwig) y una estrategia tercermundista<br />

como instrumentos de “una operación<br />

destinada a excluir a la mitad de la ciudadanía<br />

vasca” 22 .<br />

A pesar de las peroratas de Goebbels,<br />

la mitología nórdica, acordes de los “Nibelungos”<br />

y vigorizantes paisajes del “bosque<br />

originario” teutónico en clave de Tácito,<br />

el nazismo no fue derivada inevitable<br />

de la historia germana (Stern) ni la resul-<br />

20 El País, 24 de noviembre de 2000.<br />

21 P. Unzueta: El País, 26 de octubre de 2000,<br />

pág. 19.<br />

22 S. Juliá: El País, 24 de diciembre de 2000,<br />

pág. 22.<br />

15


DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />

tante de una conspiración internacional<br />

contra Alemania. Fue un producto de filosofía<br />

vitalista banalizada y mal digerida<br />

(Sontheimer). Fue parte del detritus ideológico<br />

del resentimiento de posguerra. Pero,<br />

sobre todo, fue una invención, una<br />

opción política revolucionaria, agresiva y<br />

excluyente que se proponía transformar<br />

radicalmente Alemania mucho más que<br />

recobrar su pasado. De modo similar, el<br />

nacional-socialismo vasco no es el intento<br />

de redimir una arcadia bucólica (Félix<br />

de Azúa), asociada “al mito de una edad de<br />

oro” perdida, tan sabia y bellamente descrita<br />

por Jon Juaristi. Mucho menos es<br />

–aunque demasiados nacionalistas así lo<br />

crean, para asombro de propios y extraños–<br />

la continuación de un imaginado<br />

“conflicto secular” (Martínez Montoya),<br />

“la guerra milenaria” entre vascos y españoles<br />

(Jon Juaristi) que arrancaría desde<br />

Arrigorriaga (888) y Roncesvalles (Montero),<br />

o cuando menos de la Constitución<br />

de 1812 23 , y que continuaría en un carlismo<br />

irreconocible 24 , divorciado de sus homólogos<br />

aragoneses o asturianos y de sus<br />

congéneres europeos (el miguelismo portugués<br />

o el legitimismo francés), para<br />

atornillarlo forzadamente en una rebelión<br />

independentista inventada (Azurmendi).<br />

El único paralelismo que puede establecerse<br />

entre el carlismo y la situación actual<br />

es que hoy los ciudadanos vascos libres<br />

están sitiados por el fanatismo y la<br />

intolerancia, como lo estuvieron sus<br />

abuelos en Bilbao hace 165 años. Si forzamos<br />

y rebuscamos en la arqueología del<br />

conflicto, todos los países han tenido<br />

contenciosos diversos y remotos. Todas<br />

las culturas esconden un lado oscuro. Pero<br />

ni unos ni otros son el sostén explicativo<br />

de lo que básicamente son opciones de<br />

un presente: la violencia etarra “no es un<br />

resultado [histórico] inevitable sino una<br />

acción deliberada” (Fusi).<br />

Una sociedad amedrentada<br />

y desmoralizada<br />

Hagamos abstracción del crimen abyecto.<br />

Hagamos un esfuerzo por contener la natural<br />

repugnancia e intentemos tomar distancia<br />

para observar el fenómeno en su<br />

conjunto, desde los terrenos grises peneuvistas<br />

del diálogo, acuerdos, pactos explícitos<br />

e inconfesados, comprensiones, matizaciones<br />

y otras perversiones del lenguaje,<br />

hasta el ámbito más descarnado de aquellas<br />

23 Josu Ortuondo: Abc, 21 de septiembre de<br />

2000, pág. 21.<br />

24 J. L. de la Granja: El País, 23 de enero de 1999.<br />

ikastolas que siembran odio y racismo, las<br />

herrikotabernas que exhiben fotografías de<br />

asesinos y hacen colectas para criminales,<br />

las publicaciones que señalan objetivos,<br />

partidos, sindicatos, grupos y asociaciones<br />

que prestan cobertura al terrorismo callejero,<br />

para llegar por fin a los pistoleros, sus<br />

encubridores, proveedores e informadores,<br />

en una secuencia tenebrosa que no termina<br />

siquiera con el crimen; continúa con la injuria,<br />

el ultraje de la víctima, hasta la profanación<br />

de la tumba con grafittis escalofriantes:<br />

“españolazo, devuélvenos la bala”<br />

–un ritual macabro, por cierto muy empleado<br />

por los nazis con sus víctimas judías.<br />

Ganada la perspectiva, ¿qué destaca entre<br />

esta nube siniestra? En primer lugar, el<br />

arrojo y la valentía de quienes arriesgan<br />

tranquilidad y seguridad, quienes se juegan<br />

la vida en testimonio de libertad; pero<br />

también la degradación y la cobardía moral<br />

de una sociedad “aterrorizada y amargada,<br />

dominada por el idiotismo moral” 25<br />

que, en una parte no desdeñable, ha decidido<br />

aprender a convivir con la opresión,<br />

la injusticia y el crimen, a tolerarlo, disculparlo<br />

y hasta justificarlo. Una perversión<br />

ésta de valores que subvierte los parámetros<br />

naturales, convirtiendo lo monstruoso<br />

en normal, hasta hacer aparecer el forzado<br />

acuerdo en el rescate de un secuestro como<br />

si de una obligación de deuda libremente<br />

contraída se tratara (Atutxa) 26 .<br />

En segundo lugar, advirtamos que la<br />

inmoralidad y la desmoralización escoltan<br />

a la ausencia de autoridad y al desgobierno.<br />

El Estado casi ha desaparecido del<br />

País Vasco. Y el PNV no gobierna, “frena[ndo][a]<br />

la Ertzaintza” (Arzalluz) 27 para<br />

no ofender a sus socios etarras (Gurruchaga).<br />

El pretexto de una revolución, con su<br />

corolario de desgobierno e impunidad,<br />

son pobres títulos para reivindicar un supuesto<br />

derecho que no se puede o no se<br />

quiere ejercer desde el Gobierno. Sin capacidad<br />

o voluntad para garantizar al menos<br />

el monopolio de la violencia y el monopolio<br />

fiscal no existe soberanía, ni legitimidad<br />

para reclamarla ni credibilidad<br />

para exigirla. Pero, paradójicamente, el<br />

PNV cumplimenta dos de los requisitos<br />

negativos con que los imperios europeos<br />

del XIX justificaban la intervención colonial:<br />

la incapacidad de garantizar el orden<br />

público y el económico, de gobernar sus<br />

calles e impedir que otros también cobren<br />

25 P. Unzueta: El País, 26 de octubre de 2000,<br />

pág. 19.<br />

26 Apud Gurruchaga, págs. 199 y 200.<br />

27 Apud Gurruchaga, págs. 70 y 67, 179.<br />

impuestos pistola en mano. En demasiados<br />

ámbitos sociales, en muchas áreas<br />

–sobre todo fuera de las grandes ciudades–<br />

del País Vasco ha caído un tenebroso<br />

telón de miedo, opresión, amenazas y coacciones,<br />

de ese silencio atronador que es<br />

heraldo de tiranía. Basta una imagen: el<br />

rictus de terror, el balbuceo del temor con<br />

que el alcalde de Marquina justificaba su<br />

resignación ante el homenaje municipal a<br />

unos sicarios accidentalmente fallecidos<br />

en el traslado de su macabro instrumental.<br />

No hace falta medir “la dictadura del<br />

miedo” (Calleja) en las encuestas, donde<br />

un 40% de la población vasca no se atreve<br />

a hablar de política en público. Sobra<br />

con la evidencia empírica directa, que ya<br />

no son opiniones ni estimaciones sino<br />

realidades y decisiones: la de los militantes<br />

locales de partidos constitucionalistas que<br />

desertan aterrorizados las listas de candidatos<br />

municipales para ser remplazados<br />

por otros correligionarios residentes en<br />

santuarios alejados del País Vasco. Algo<br />

parecido a las elecciones alemanas de<br />

1933: no hay pucherazo pero no se cumplen<br />

condiciones equilibradas de concurrencia;<br />

se respeta la demanda pero se restringe<br />

la oferta. Eufemismos aparte, se<br />

coacciona, persigue y asesina, se aterroriza,<br />

en suma, a las candidaturas rivales. En<br />

otras palabras, en demasiados lugares del<br />

País Vasco ha desaparecido la democracia.<br />

Habría que remontarse a la guerra en ambos<br />

bandos, o al totalitarismo franquista<br />

de los primeros cuarenta, para encontrar<br />

algo parecido.<br />

Terrorismo y revolución totalitaria<br />

Si logramos que el fogonazo de las pistolas<br />

no ciegue nuestro entendimiento, observaremos,<br />

pues, y en tercer lugar, que en el<br />

País Vasco no hay sólo terrorismo, o al<br />

menos este fenómeno no es la característica<br />

principal –por más que le preste un<br />

mordiente fundamental. Tomémosles la<br />

palabra: ETA se autodefine como “movimiento<br />

nacionalista revolucionario” (Gurutz<br />

Jaúregui). En el País Vasco hay, pues,<br />

un movimiento revolucionario lanzado a<br />

la conquista del poder totalitario en el que<br />

el pistolerismo terrorista constituye su<br />

vanguardia y dirección. Un movimiento<br />

que “aglutina” (Gurruchaga) a una multitud<br />

heterogénea de quizá 150 o 200.000<br />

personas, en variada relación de compromiso,<br />

desde el simple apoyo electoral a la<br />

servidumbre mafiosa, y que recibe la comprensión,<br />

cuando no la complicidad, de<br />

un número indeterminado pero no desdeñable<br />

de parientes y amigos, en lo que<br />

constituye el tejido de “una microsocie-<br />

16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


dad” (Elorza), entrelazada y de un alto nivel<br />

de relaciones endogámicas. Se trata de<br />

un movimiento “autista” (Azurmendi) e<br />

impermeable, “una sociedad dentro de la<br />

sociedad” 28 , con un nivel de debate elemental,<br />

muy controlado y de un alcance<br />

teórico rudimentario. Lo cual no obsta para<br />

que haya demostrado una flexibilidad y<br />

una astucia táctica notables. Estamos,<br />

pues, ante un movimiento minoritario pero<br />

ramificado y flexible, radicalizado y con<br />

un regusto romántico por el “primitivismo<br />

y el culto a la violencia” (Caro Baroja),<br />

partidario de la acción directa y tan huérfano<br />

de equipaje ideológico como sobrado<br />

de “vitalismo irracionalista” 29 del Blut,<br />

Boden und [Sprache] en mixtura con las<br />

doctrinas de liberación nacional de posguerra,<br />

lo cual le otorga una capacidad<br />

importante a la hora de cobijar grupos<br />

marginales e iniciativas heterogéneas y<br />

hasta contradictorias en un impulso revo-<br />

28 K. Aulestia: Crónica de un delirio, págs. 165 y<br />

sgs. Madrid, 1998.<br />

29 Ayestaran Lecuona, El País, 11 de noviembre<br />

de 2000, pág. 15; y P. Unzueta, 26 de octubre de<br />

2000, pág. 19.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

lucionario común. De hecho, los etarras<br />

han prestado su apoyo sangriento a movimientos<br />

ecologistas anti-central nuclear de<br />

Lemóniz, al tiempo que apoyan una política<br />

de autosuficiencia energética. En mi<br />

opinión, es un movimiento inasimilable<br />

dentro de una democracia. Con toda probabilidad,<br />

proseguirá su estrategia de violencia<br />

hasta provocar su destrucción por<br />

una acción represiva del poder público o,<br />

de manera mucho más cruenta, en un enfrentamiento<br />

civil. El punto central, en<br />

suma, es la conquista violenta del poder. Y<br />

no van a parar “hasta obtener el poder”,<br />

como confesaba Wagner, un diputado nazi<br />

en julio de 1930. Mientras la violencia,<br />

políticamente hablando, en lugar de penalizarla,<br />

se remunere –o así lo interpreten<br />

los revolucionarios– no van a parar. El general<br />

Groener, honesto militar prusiano y<br />

ministro de gobernación en el gabinete<br />

Brüning, responsable de la prohibición de<br />

la SA durante algunos meses, le comentó<br />

al profesor Meinecke algo que viene al caso<br />

y aparece recogido en el famoso ensayo<br />

Die deutsche Katastrophe: “No bastaba; debimos<br />

haberlos destruido cuando podíamos<br />

hacerlo”.<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />

Desde una perspectiva democrática,<br />

tiene razón el PP cuando afirma que “la<br />

paz y la libertad son derechos por los que<br />

no puede pagarse precio político”. Del<br />

mismo modo, las movilizaciones ciudadanas<br />

pacíficas y tolerantes de manos blancas,<br />

del “¡Vascos, sí; ETA, no!” y del<br />

“¡Basta ya!”, resultan conmovedoras y encauzan<br />

de manera civilizada y democrática<br />

la indignación popular. O al menos lo<br />

han hecho hasta ahora 30 . La pregunta es<br />

hasta cuándo. Porque en algún momento<br />

“Ya no bast[ará]” 31 . Al parecer, al propio<br />

Himmler le fascinaba la mansedumbre<br />

del holocausto y se preguntaba hasta qué<br />

límite asume la naturaleza humana el sacrificio<br />

dócilmente, sin rebelarse. El crimen<br />

repugnante de Miguel Ángel Blanco<br />

desencadenó el revulsivo moral, generoso<br />

y pacífico que conocemos como el espíritu<br />

de Ermua. El asesinato masivo de Hipercor<br />

quedó contenido en una civilizada<br />

repulsa ciudadana. ¿Hasta cuándo? Durante<br />

algún tiempo, el terrorismo del IRA<br />

no obtuvo otra respuesta que la de las<br />

fuerzas de seguridad. Un día la situación<br />

cambió. Resurgió otro terrorismo, una<br />

militancia de acción directa, tan violenta<br />

como el IRA. Los volunteers et al fabricaron<br />

su máquina de matar y socializaron el<br />

conflicto (Bowyer Bell). Dice el dirigente<br />

etarra, Arnaldo Otegui –y dice mal– que<br />

“existen expresiones de violencia en todas<br />

direcciones” 32 . No es cierto. Matar no<br />

matan más que unos. Por ahora. El día<br />

que lo hagan otros, el señor Otegui necesitará<br />

guardaespaldas y los políticos “legales”<br />

de EH, pasamontañas (igual que la<br />

policía hoy oculta su rostro –símbolo, por<br />

cierto, del eclipse del Estado). Entonces,<br />

se habrá desencadenado de verdad el conflicto<br />

civil (Calleja) à l’irlandaise que tanto<br />

envidian los etarras. El nacional-socialismo<br />

etarra está atrapando a una sociedad<br />

pequeña y entrelazada como la vasca<br />

en un dilema poco confortable: tener que<br />

elegir entre conflictos con familiares y<br />

amistades o un enfrentamiento civil sangriento<br />

y de incalculable alcance, en el<br />

entendimiento que el desencadenamiento<br />

de éste último no ahorrará el sufrimiento<br />

de los primeros. Antes o después, ése es<br />

un escenario probable. Pero no inevitable,<br />

si el Estado retoma el control de la calle y<br />

penaliza la violencia de manera sistemática<br />

y contundente. “La realidad de los paí-<br />

30 F. Savater: Abc, 12 noviembre de 2000,<br />

pág. 21.<br />

31 E. Lamo: El País, 6 de noviembre de 2000.<br />

32 Abc, 11 de noviembre de 2000, pág. 18.<br />

17


DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />

ses en donde la ley y el gobierno han sido<br />

abatidos no es alentadora ¿Hay alguien<br />

que quiera vivir en Beirut?” (Shklar) 33 .<br />

Una de las pocas regularidades históricas<br />

que existen es que la violencia no es un<br />

producto de mercado. Y cuando lo fue<br />

produjo el feudalismo, un género social<br />

inestable, criatura del barbarismo germano<br />

que la tradición clásica de la iglesia romana<br />

medieval intentó atemperar y regular.<br />

La violencia por su propia volatilidad<br />

tiende al monopolio natural. Si el Estado<br />

–que se inventó para eso– no asegura el<br />

orden, en algún momento surgirán “vigilantes”,<br />

empresarios de la violencia que<br />

oferten su producto a una sociedad inerme.<br />

La intensa demanda social de seguridad<br />

–que es garantía de libertad– ha sido<br />

también con frecuencia su verdugo, si no<br />

se le presta un cauce democrático efectivo.<br />

La democracia debe ser contundente<br />

en la aplicación de la fuerza legítima precisamente<br />

para evitar que la indignación<br />

general se desborde en ese “furor popular”<br />

que impulsaba Carnot pero atemorizaba a<br />

Tocqueville. Ha llegado efectivamente “la<br />

hora de pasar de condenar el terrorismo a<br />

combatirlo” (Rodríguez Zapatero) 34 .<br />

Conflicto civil o restauración de<br />

la autoridad democrática<br />

El problema vasco no es simplemente asunto<br />

de pistoleros, un conflicto terrorista de<br />

baja intensidad; el goteo de muertos de fin<br />

de semana con el que todavía especulan demasiados<br />

políticos como estadística asumible.<br />

Es una revolución de progresiva envergadura<br />

centrada en la conquista violenta<br />

del poder. Desgraciadamente no es un fenómeno<br />

asimilable y hay que destruirlo; es<br />

decir, hay que destruir las expectativas de<br />

poder de sus seguidores. Y ya no basta con<br />

detener pistoleros y desarticular comandos.<br />

Aunque sea de todo punto necesario, ni siquiera<br />

es ya suficiente con quebrar esa empresa<br />

del asesinato y la extorsión, arruinando<br />

su infraestructura económica e interrumpiendo<br />

su cadena logística. Hay que<br />

desarticular su entramado social y político,<br />

sus terminales de información letal, su macabra<br />

cultura de confrontación, violencia y<br />

muerte. Hay que reafirmar la autoridad del<br />

Estado y recobrar la calle. Los etarras creen<br />

como las SA que “la posesión de la calle es<br />

la llave del poder” (Bullock). El espacio público<br />

es importante; los símbolos –consti-<br />

33 Citado por M. Azurmendi, La herida patriótica.<br />

La cultura del nacionalismo vasco [en adelante,<br />

Azurmendi], pág. 87. Madrid, 1998.<br />

34 Abc, 17 de diciembre de 2000, pág. 25.<br />

tucionales (Jon Juaristi) 35 y totalitarios–<br />

también: es un reto, una afrenta moral y<br />

una política disfuncional que en el mismo<br />

hall universitario donde se colocaron varios<br />

kilos de dinamita sigan flameando carteles<br />

de consignas totalitarias 36 . Como en todo<br />

fenómeno revolucionario, la cuestión es en<br />

gran medida de orden psicológico, de psicología<br />

de las masas. Hay que reducirles de<br />

la exaltación al desánimo, conduciéndoles a<br />

la disolución por el sendero de la desilusión.<br />

Ése es el reto y no otro menos desagradable<br />

y espinoso, coartada que nos construyamos<br />

mentalmente confundiendo deseos<br />

con realidad. La situación en el País<br />

Vasco –decía hace ya algún tiempo Fernando<br />

Savater– “no es grave; es gravísima”<br />

y, en mi opinión, insostenible a medio<br />

plazo. Como en una economía con<br />

las variables fundamentales descontroladas,<br />

la pregunta no es si procede un ajuste<br />

que el mercado impondrá implacablemente<br />

en todo caso. La cuestión es cuándo<br />

y quién lo realizará y, el problema, es<br />

cómo administrarlo al menor costo posible.<br />

Desde lo que es una política de Estado,<br />

Gobierno y oposición –PNV incluido–<br />

harán bien en prepararse para un escenario<br />

de represión que destruya esa<br />

maquinaria revolucionaria menos traumá-<br />

35 Abc, 29 de octubre de 2000, pág. 3.<br />

36 Abc, 19 de diciembre de 2000, pág. 5.<br />

ticamente que la alternativa plausible de<br />

un conflicto civil.<br />

Encarecer el desafuero<br />

y penalizar la violencia<br />

Algunas voces del Partido Socialista proponen<br />

rehacer la coalición democrática<br />

rescatando al PNV del frente nacionalista.<br />

Se trata de un escenario optimista. El contramodelo<br />

Ollora-Egibar y, a la postre,<br />

una apuesta más segura: que en lugar<br />

de una revolución, el PNV presida, sin contemplaciones<br />

ni ambigüedades, la contraofensiva<br />

democrática. El problema es que la<br />

aventurada estrategia Egibar del PNV no<br />

ha sufrido sino un revés muy limitado, lejos<br />

del descalabro que jalean los medios de<br />

comunicación constitucionalistas. Y con<br />

toda probabilidad se trata de pérdidas ya<br />

descontadas por sus inversores soberanistas.<br />

Una cosa es concluir que al final no<br />

les salgan las cuentas, precisamente por el<br />

contundente rubro revolucionario que los<br />

soberanistas del PNV tienden a descontar<br />

como asimilable o manipulable, y otra<br />

muy distinta es despreciar la virtuosidad<br />

del planteamiento. Desde el punto de vista<br />

del PNV, la apuesta de Estella sigue<br />

siendo válida y sus pérdidas se mueven todavía<br />

en parámetros muy asumibles. “Paz<br />

por soberanía” (Gurruchaga) se traduce<br />

para el PNV en votos radicales más votos<br />

moderados –exultantes ante la independencia<br />

revolucionaria, unos; esperanzados<br />

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


con la paz, los otros– y equivaldría, de salir<br />

el bingo, liderando, neutralizando y<br />

controlando al nacionalismo violento, a<br />

convertirse en el partido hegemónico, algo<br />

muy parecido a la añorada unidad sabiniana<br />

de “la familia nacionalista” (Gurruchaga).<br />

Pero la belleza de la apuesta radica en<br />

que se trata de una inversión muy lucrativa,<br />

pero de bajo riesgo porque la peor alternativa,<br />

contemplada a ojos de sus estrategas,<br />

tiene un costo moderado. Y así ha<br />

sido. “Fallaron los cálculos electorales y el<br />

PNV no avanzó” como esperaba y ambicionaba<br />

(Gurruchaga). Luego, ETA destapó<br />

las vergüenzas de un pacto anticonstitucional<br />

siniestro con el terror totalitario.<br />

Volvieron los asesinatos, las coacciones,<br />

extorsiones y amenazas, la violencia callejera<br />

de una ETA que había utilizado la tregua<br />

para reorganizarse y pertrecharse. En<br />

suma, fracasó Estella. Y el PNV lejos de<br />

retractarse, ha porfiado en declaraciones y<br />

actitudes anti-constitucionales, rupturistas<br />

y contrarias al Estatuto que legaliza y legitima<br />

su propio gobierno. Sin embargo, el<br />

precio pagado ha sido muy limitado. Apenas<br />

dos o tres escaños 37 . Un costo asumible,<br />

en todo caso. ¿Por qué variar, pues,<br />

una estrategia tan barata en pérdidas como<br />

generosa en beneficios potenciales?<br />

Pagar poco por sus errores es algo a lo<br />

que los nacionalistas nos tienen acostumbrados.<br />

Han vivido y medrado en una cultura<br />

política que, desde la transición, ha remunerado<br />

la exigencia y la confrontación y<br />

que ni siquiera ha penalizado la violencia.<br />

Es el costo de haber hecho una transición<br />

–que no ruptura– con ex franquistas atenazados<br />

por complejos varios; el pasivo, en<br />

suma, de un proceso que presenta, por otro<br />

lado, una resultante muy positiva. Desde la<br />

perspectiva que da este último cuarto de siglo,<br />

hemos de reconocer que el saldo autonómico<br />

no les cuadra del todo a la inmensa<br />

mayoría de los españoles. Ni siquiera se les<br />

ha perdonado la vida a cambio de lo que<br />

han aceptado con tanta liberalidad y generosidad.<br />

Desde el punto de vista de quizá el<br />

85% de la población española, la presunción<br />

era que del autogobierno se devengaría lealtad<br />

constitucional en el uso de competencias<br />

(por ejemplo, en el ámbito de la enseñanza)<br />

y al menos una disminución, cuando no una<br />

renuncia a la violencia. Una constatación<br />

empírica elemental nos indica que esa ecuación<br />

no se ha resuelto. Cámbiese, pues, el<br />

rumbo. En lugar de remunerarla, como en<br />

Lemóniz y Leizarán (Rufi Etxeberria) 38 , pe-<br />

37 Arriba o abajo, según los últimos sondeos.<br />

38 Apud Gurruchaga, pág. 89.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

nalícese la violencia. Elévese el costo del desafuero<br />

para que al menos los elementos<br />

moderados del nacionalismo puedan esgrimir<br />

un argumento de carestía con verosimilitud.<br />

El nacionalismo de cualquier laya –el<br />

españolista incluido– es en general un producto<br />

de baja condición intelectual que sobregeneraliza,<br />

se desenvuelve mezclando<br />

agregados heterogéneos y piensa con estereotipos.<br />

Pero no hay por qué responder a<br />

sus desplantes con la misma moneda de<br />

irracionalidad romántica y apasionada.<br />

Hay que aprender a modular el tono y<br />

controlar el gesto. Menos algarabia pública<br />

y mucho diálogo en privado; discreto pero<br />

rotundo. Calaveradas y piruetas le han salido<br />

casi gratis al PNV, entre otras cosas<br />

porque desde la oposición constitucionalista<br />

se han atacado poco sus flancos de voto.<br />

Se ha increpado mucho más que recordado<br />

sin tapujos y temores lo que su baladronada<br />

independentista realmente significa,<br />

además de enfrentamiento y tragedia: la<br />

independencia de la Unión Europea, cuyo<br />

protocolo de adhesión fue firmado en su<br />

día por el Reino de España, que no por<br />

una inexistente república de Euskadi. Tiene,<br />

pues, razón el presidente Arzalluz, los<br />

españoles en cualquier territorio de la<br />

Unión serían como alemanes en Mallorca.<br />

No necesitarían pasaporte; los vascos independientes,<br />

sí. Precisarían, además, visado<br />

y sus productos devengarían un arancel.<br />

Tendrían que esperar, junto a turcos y rumanos,<br />

a ser admitidos en la Unión, previo<br />

el voto de los Estados miembros –Francia<br />

y España incluidas, a quien se supone también<br />

independientes para decidir lo que<br />

mejor les acomode– 39 . Si hemos de juzgar<br />

por la reacción que ha suscitado el señor<br />

Haider, pueden ir calculando cuál sería la<br />

actitud europea ante un fenómeno del<br />

mismo pelaje pero infinitamente más grave.<br />

Convendría que los constitucionalistas<br />

ganaran en confianza y se les quitara el<br />

miedo de hablar abiertamente de ciertas<br />

cosas. Incluso de realizarlas; al menos<br />

aquellos experimentos que son de gaseosa.<br />

Un poco de pedagogía, a modo de los ingleses<br />

en Irlanda, quizá no viniera mal.<br />

¿Exigen un equipo de fútbol independiente?<br />

Pues ¿por qué no? Pero con todas sus<br />

consecuencias, como las de jugar su propia<br />

liga, fuera de la española. Y luego que expliquen<br />

a su electorado lo que realmente<br />

significa la independencia. En todo. Por-<br />

39 A. Ortega: ‘¿Seguirá Euskadi en la Unión Europea?’:<br />

El País, 20 de noviembre de 2000; e ídem.,<br />

‘Escisión y permanencia en la UE’: CLAVES DE RAZÓN<br />

PRÁCTICA, marzo 2000.<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />

que básicamente, el razonamiento nacionalista<br />

se basa en un contrafactual: yo me<br />

muevo; pero todo, y todos los demás, deben<br />

seguir igual. Se trata de una curiosa<br />

forma de pensar de la misma estirpe que<br />

aquella proposición que tanto desconcertó<br />

–y con razón– a los anarquistas en las colectivizaciones<br />

de Aragón durante la guerra<br />

civil: “Entre lo que tengo y lo que me toque<br />

en el reparto…”. A los nacionalistas<br />

les cuesta reconocer que hay economías de<br />

escala y que la suma de las partes resultará<br />

menos que el todo. A veces, pareciera que<br />

no quieren tanto la independencia –y aun<br />

menos asumir sus consecuencias– como<br />

gestionar el independentismo como fuente<br />

de conflicto permanente y gantzua de concesiones.<br />

Pero es el caso que las acciones<br />

provocan reacciones. Afortunadamente, no<br />

tienen por qué ser violentas; pero pueden<br />

serlo contundentes: los empresarios de “la<br />

nueva economía” trasladarán su capital<br />

y producción a otros lugares más pacíficos y<br />

más seguros. Ya lo están haciendo 40 . Es curioso<br />

que los partidos constitucionalistas<br />

vascos no hayan castigado los flancos de<br />

voto de una opinión que podría ser sensible<br />

al argumento: ¿qué costo de oportunidad,<br />

qué efecto redistributivo a favor de<br />

otras regiones españolas ha tenido la violencia<br />

etarra?; ¿qué estimación puede hacerse<br />

del monto económico de la independencia<br />

en términos de deslocalización de<br />

inversiones? Puesto que los partidos nacionalistas,<br />

en el libre ejercicio de sus derechos<br />

constitucionales, postulan la independencia,<br />

parece natural que los constitucionalistas,<br />

aun con menor libertad y mayor<br />

riesgo, expongan sus hipótesis sobre este<br />

escenario. En un alucinado País Vasco independiente,<br />

en que los etarras serían<br />

héroes (Azurmendi), cuando no policías o<br />

jueces (Josu Ternera ya forma parte de una<br />

comisión de derechos humanos del Parlamento<br />

autonómico), quizá resultara verosímil<br />

aventurar que muchos harían las maletas.<br />

Y se las llevarían; pero no vacías. Hace<br />

siglos, el conde duque de Olivares quería<br />

“obligar” a los españoles a ser comerciantes.<br />

Fracasó. La inversión no se fuerza, se<br />

estimula. En un mercado de libre concurrencia,<br />

no es posible obligar a nadie a<br />

comprar productos de un lugar donde se<br />

le discrimina y asesina. Hablando de Alemania<br />

nazi, nunca en Europa occidental<br />

se produjo mayor evasión de capitales que<br />

cuando Hitler amenazó con castigar tal<br />

práctica de libre comercio con la pena capital.<br />

40 Calleja: caps. II y III y págs. 89-90.<br />

19


DEL NACIONAL-SOCIALISMO ALEMÁN Y DEL VASCO<br />

Si se quiere la colaboración del PNV,<br />

su cautela y moderación, sin pedir tampoco<br />

adhesiones y entusiasmos imposibles,<br />

sin reclamar arrepentimientos y trágalas<br />

públicos pero exigiendo una ruptura firme,<br />

por más que discreta, con los totalitarios,<br />

lo mejor sería parafrasear a Theodore<br />

Roosevelt: hablar bajito y portar una gran<br />

estaca. La estaca de los constitucionalistas<br />

no está sólo –ni puede que principalmente–<br />

en unas elecciones inequitativas cuyo<br />

resultado quizá no varíe de manera drástica<br />

la arquitectura del poder autonómico,<br />

relegando al PNV a una terapéutica de<br />

oposición. La estaca es la propia Constitución.<br />

Y el razonamiento, desde el punto<br />

de vista constitucionalista,<br />

puede ser impecable: si el<br />

Estatuto es una “imposición<br />

española” 41 inservible<br />

(PNV), desde<br />

el propio Gobierno<br />

autónomo<br />

se invoca la memoria<br />

de Gandhi<br />

(quien dicho sea<br />

de paso<br />

prefería seguir<br />

siendo británico a<br />

pactar con la violencia)<br />

para llamar a la<br />

desobediencia civil, la<br />

policía no se emplea y la<br />

calle no se gobierna, el terrorismo<br />

aumenta y hay una<br />

revolución en marcha. Así las cosas,<br />

el Gobierno central podría, por el mismo<br />

costo, pensar en recobrar los poderes e introducir<br />

fiscalización y controles en aplicación<br />

de los artículos 153, 155 y 158 de<br />

la Constitución. Si nada vale y todo está<br />

en revisión, dialoguemos, efectivamente,<br />

pero desde el punto de partida al statu quo<br />

ante esa legislación autonómica que tanto<br />

se desprecia. La apertura de ese melón, no<br />

tiene por qué ser –no debe ser, desde el<br />

punto de vista constitucionalista– del más<br />

a más. Sería una medida que convendría<br />

esgrimir discreta y tranquilamente, pero<br />

con seriedad y firmeza. Esa receta, que<br />

también entra dentro del diálogo, es un<br />

buen aviso para navegantes de longitudes<br />

diversas. Y sobran gestos teatrales conjurando<br />

al dios de los ejércitos, tanques,<br />

brunetes y otras tonterías. Aquí la sustancia<br />

está más en la intendencia que en la<br />

santabárbara. Basta con que algunos dirigentes<br />

del PNV aficionados a las aventuras<br />

calculen qué sería del partido sin conciertos<br />

ni Gobierno ni el reparto de prebendas<br />

a ellos asociado (Ayestaran<br />

Lecuona). Va siendo hora de que cada palo<br />

aguante su vela, que la apuesta irresponsable,<br />

el error político –no digamos la<br />

violencia–, en lugar de ser remunerados,<br />

resulten penalizados.<br />

La construcción de un patriotismo<br />

constitucional para una democracia<br />

fuerte y sin complejos<br />

Después de un cuarto de siglo de generosidad<br />

y tolerancia, el plus de legitimidad,<br />

el complejo de culpa y las actitudes vergonzantes<br />

ante los nacionalismos, debe-<br />

41 S. Juliá: El País, 17 de diciembre de 2000,<br />

pág. 19.<br />

rían ser títulos amortizados. Sobre todo<br />

cuando el nacionalismo español ha sucumbido<br />

hace décadas asfixiado por la hipérbole<br />

franquista. Y la mejor prueba de<br />

su desvanecimiento es que ha podido tolerar<br />

y convivir con la construcción en contraste,<br />

a menudo agresivo, de otras naciones<br />

ibéricas. Si se quiere sustituir la antigualla<br />

y rellenar el vacío con ladrillos de<br />

un patriotismo constitucional fundado en<br />

sólidas convicciones democráticas y en el<br />

legítimo orgullo de lo mucho y bueno logrado<br />

en esta segunda mitad de siglo, más<br />

valdría armar un discurso y hasta una simbología<br />

respetable, contundente, segura y<br />

templada. Sobre todo desde la izquierda.<br />

Porque convengamos en que la derecha<br />

española ha sabido hacer sus deberes al<br />

respecto. Su travesía del desierto en la década<br />

de los ochenta le ha servido para desprenderse<br />

del lastre autoritario que le maneaba<br />

desde los jóvenes mauristas de los<br />

años veinte, los maurrasianos de los treinta<br />

y los franquistas de los cuarenta, y recobrar<br />

sus orígenes liberales. Ha abandonado<br />

su patriotismo de tambor y trompeta<br />

para construir un sólido discurso democrático,<br />

discutible pero no sospechoso. Es<br />

curioso, por el contrario, que haya sido la<br />

izquierda española, nacida y crecida en este<br />

país, desde Prim a Prieto, con la noción<br />

de soberanía nacional en clave de libertad<br />

y democracia, quien peor haya digerido la<br />

ofensiva nacionalista, sucumbiendo a una<br />

ceremonia del desconcierto que todavía<br />

confunde nacionalismo con progresismo,<br />

en un plus de legitimidad aderezado en<br />

complejo de culpa. El resultado es un pensamiento<br />

blando y confuso. Pero el problema,<br />

desde cierto punto de vista, es que<br />

para diseñar un patriotismo constitucionalista<br />

y democrático convincente, la izquierda<br />

es el elemento más importante<br />

porque cuenta con un envoltorio progresista<br />

que es la carta franca del producto.<br />

William Shirer, el conocido periodista<br />

y escritor norteamericano, nos cuenta que<br />

cuando llegó a Alemania mediados los<br />

años veinte encontró un país en pleno resurgimiento<br />

y progreso, lleno de iniciativas<br />

y entusiasmo, “el lugar más apasionante”<br />

de Europa, pero resguardado por una república<br />

que curiosamente –y en el mejor<br />

de los casos– no despertaba más que indiferencia.<br />

No merece ese destino la democracia<br />

española porque con el andamiaje<br />

de los resultados alcanzados a la luz del<br />

proyecto secular de la modernización de<br />

España, esa teoría y esa retórica de un patriotismo<br />

constitucional firme, que no vergonzante,<br />

debería ser posible. Llegados a<br />

este fin de siglo, punto miliar de balance y<br />

20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


arqueo, quizá fuera pertinente advertir que<br />

la agenda de modernización española<br />

–acertada o no, que ésa es consideración<br />

de otro linaje– formulada en 1898, rigurosamente<br />

articulada hacia 1914 pero descalabrada<br />

en 1936, y penosa, trabajosamente<br />

retomada apenas en 1950, se ha visto básicamente<br />

cumplida. En buena medida, podría<br />

afirmarse que espectacularmente. Me<br />

caben pocas dudas de que esta segunda mitad<br />

de siglo pasará a las crónicas como la<br />

historia de un éxito; un éxito cuyo denominador<br />

común –nos relata con elegancia<br />

José Luis García Delgado– se encuentra en<br />

la estabilidad. La convergencia con la Europa<br />

más desarrollada se está produciendo<br />

a ojos vistas 42 . Y no es, pues, extraño que<br />

una transformación de tal envergadura llevara<br />

al presidente Aznar a la siguiente afirmación:<br />

“Creo que Ortega ahora estaría a<br />

gusto en su patria”. Sin duda, el camino<br />

recorrido ha sido muy considerable, sólido<br />

y profundo. Tiene razón Felipe González,<br />

mirando hacia atrás sin ira y revanchismo,<br />

¡es tanto lo que hemos superado! Pero, las<br />

soluciones de unos problemas generan sus<br />

propias contradicciones o resucitan e intensifican<br />

viejas querellas. Quizá el tema,<br />

el problema de nuestro tiempo sea hacer<br />

compatible la alternancia democrática estable<br />

con una articulación territorial, viable,<br />

funcional y compartida (Fusi). Al fin y al<br />

cabo, la estrategia del nacionalismo totalitario<br />

consiste en forzar a la realidad plural<br />

un dilema falso y reduccionista entre identidad<br />

nacional y democracia, queriéndonos,<br />

otra vez, imponer después de tantas<br />

décadas y padecimientos, la más castiza de<br />

las economías del poder: aquella que introduce<br />

la violencia como moneda política de<br />

curso legítimo. Desgraciadamente, no deberíamos<br />

engañarnos con una ecuación<br />

optimista falsa. A veces la opción que nos<br />

propone la realidad no es elegible y me temo<br />

que el problema que hoy se nos plantea<br />

no sea el de redefinir el sujeto de soberanía.<br />

Tengo el firme convencimiento de que<br />

el dilema con que hoy se nos confronta<br />

–y el objetivo estratégico que se persigue–<br />

atañe a la naturaleza del poder: el de un poder<br />

militar, totalitario y excluyente. La sociedad<br />

española ha demostrado una notable<br />

capacidad de consenso, una tolerancia<br />

insuperable y una generosidad conmovedora.<br />

Ante este trance, veremos si también<br />

tiene convicciones democráticas firmes, y<br />

42 J. Velarde: Abc, 19 de noviembre de 2000,<br />

pág. 58. Y Fusi: Abc, 2 de enero de 2001, pág. 5.<br />

43 Apud Gurruchaga, pág. 89.<br />

44 Jon Juaristi: Abc, 29 de octubre de 2000, pág. 3.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

el Estado que ha construido, temple, porque<br />

no olvidemos que el nacional-socialismo<br />

vive en la esperanza de que no resistirá,<br />

de que no aguantaremos el tirón de la violencia<br />

-como, según ellos, quedó demostrado<br />

al haber “ganado [Leizarán], como<br />

en su día gana[ron] Lemóniz y mañana la<br />

autodeterminación” (Rufi Etxeberria) 43 .<br />

La España constitucional es razonablemente<br />

próspera, plural, libre y tolerante.<br />

Un buen país para vivir. No hay tantos lugares<br />

así en el mundo. Merece la pena conservarlo.<br />

Y es natural que muchos ciudadanos<br />

quieran defender aquello que lo hace<br />

posible: “Defender la Constitución, defender<br />

las libertades cívicas, defender la España<br />

democrática en el País Vasco y el País<br />

Vasco libre en la España democrática” 44 . n<br />

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José Varela Ortega es catedrático de Historia Contemporánea.<br />

Autor de Los amigos políticos.<br />

21


ío Baroja es quizá el integrante de la generación<br />

del 98, y discúlpeseme la paradoja<br />

de calificar así al más destacado<br />

impugnador de la existencia de esta generación,<br />

que tiene más viva una conciencia nacional,<br />

un sentimiento patriótico de signo<br />

español. Con independencia de la existencia<br />

de alguna referencia en su obra contraria al<br />

reconocimiento de esa conciencia y sentimiento1<br />

P<br />

, constituye una constante a lo largo<br />

de su obra la reivindicación de una conexión<br />

entre la obra artística y esa conciencia<br />

nacional:<br />

“La obra científica es más, por su carácter, universal,<br />

y no puede suponérsela, después de creada,<br />

nacional o regional; en cambio, la obra artística es<br />

siempre nacional, aunque pueda llegar por su intensidad<br />

o por su belleza a universalizarse” 2 . “El escritor<br />

fuera de su país no es nada; es un vagabundo,<br />

no porque le atiendan o no le atiendan, que eso no<br />

tiene gran importancia, sino porque no tiene en el<br />

extranjero, motivos de inspiración; por lo mismo es<br />

patriota. Es una de las razones de su vivir” 3 .<br />

Por eso tiene interés en rechazar la acusación<br />

de antipatriotismo dirigida a los escritores<br />

españoles:<br />

1 Recoge en este sentido Miguel Sánchez Ostiz,<br />

en una reciente antología del pensamiento de Pío Baroja,<br />

una cita de Las horas solitarias en la que matizadamente<br />

se rechaza esa identificación con el nacionalismo y el<br />

patriotismo: “Me reprocha el periódico catalán de nacionalista<br />

porque digo que defendería el país si lo atacaran.<br />

No hay tal nacionalismo. Yo no sólo soy enemigo<br />

del nacionalismo, sino de la misma idea de la patria.<br />

‘El mundo para todos los hombres’, ése sería mi lema,<br />

y si éste pareciese demasiado amplio, me contentaría con<br />

este otro: ‘Europa para los europeos’.<br />

Pero en el estado actual, si el país de uno fuera atacado,<br />

¿qué iba a hacer el habitante? Naturalmente, contestar<br />

a la agresión”. Las horas solitarias, op. cit., vol. XIII,<br />

pág. 485. Una declaración que no invalida la tesis mantenida<br />

en este artículo, pero que ilustra el riesgo de contradicciones<br />

a lo largo de la extensa obra barojiana incluso<br />

en posiciones firmes del autor ante las grandes<br />

cuestiones políticas y sociales.<br />

2 ‘Divagaciones apasionadas’, Obras completas,<br />

vol. XIII, pág. 882. Edición del Círculo de Lectores,<br />

Barcelona 1997-1999.<br />

3 Textos dispersos, op. cit., vol. XVI, pág. 140.<br />

CONCIENCIA NACIONAL<br />

En ‘Memorias de un hombre de acción’, de Pío Baroja<br />

ANDRÉS DE BLAS GUERRERO<br />

“Otro reproche que se nos ha hecho a los escritores<br />

en España, desde el lado conservador, ha sido el<br />

ser poco patriotas. Es una acusación falsa. El escritor<br />

siempre es patriota. Está vinculado con el idioma,<br />

con el paisaje, con la historia de su país, y es muy difícil<br />

que no sea patriota” 4 . “Yo parezco poco patriota:<br />

sin embargo, lo soy. Yo no puedo hacer que mi<br />

calidad de español o de vasco sean las únicas categorías<br />

para mirar el mundo, y si creo que un concepto<br />

nuevo se puede adquirir colocándose en una actitud<br />

internacionalista, no tengo inconveniente en dejar<br />

momentáneamente de sentirme español y vasco…<br />

Yo quisiera que España fuera el mejor rincón del<br />

mundo, y el País Vasco, el mejor rincón de España…<br />

La verdad nacional calentada por el deseo del bien y<br />

por la simpatía, creo yo que debe ser el patriotismo” 5 .<br />

La coyuntura finisecular supone una<br />

refundación del nacionalismo español que<br />

ampara esta conciencia patriótica. A la reacción<br />

a la derrota, se une el surgimiento de<br />

un nacionalismo de la modernización, de la<br />

regeneración española, que necesita de<br />

la movilización de los recursos nacionales<br />

como vía para lograr la ansiada europeización<br />

del país. Todavía hay que añadir la reacción<br />

del nacionalismo español a la configuración<br />

de unos definidos movimientos<br />

nacionalistas en Cataluña y el País Vasco,<br />

una reacción que se concreta en proyectos<br />

de integración o de eliminación de esa protesta<br />

nacionalista de signo periférico. Se<br />

trata, pues, de una conciencia nacional barojiana<br />

bien entonada en la coyuntura general<br />

de la vida española. Una conciencia<br />

nacional que se inserta en una larga tradición<br />

de nacionalismo liberal español que,<br />

en el siglo XX, tiene una manifestación preferente<br />

en la obra de Ortega, M. Azaña y en<br />

algunos representantes de la generación del<br />

98, como M. de Unamuno, Azorín, A. Machado<br />

y el propio Baroja.<br />

A partir de esta constatación, se hace<br />

tentadora la relectura de su larga serie de<br />

4 Ayer, hoy, op. cit., vol. XVI, pág. 167.<br />

5 Juventud egolatría, op. cit., vol. XIII, pág. 356.<br />

novelas históricas Memorias de un hombre<br />

de acción con la vista puesta en esta cuestión<br />

nacional. En esta serie de 22 novelas publicadas<br />

entre 1912 y 1934, con una estructura<br />

narrativa compleja en que se suceden<br />

los retrocesos y las recuperaciones del<br />

hilo narrativo 6 , Baroja aborda importantes<br />

aspectos de la vida política española de la<br />

primera mitad del siglo XIX a propósito de<br />

la vida del guerrillero y conspirador y pariente<br />

suyo Eugenio de Aviraneta. En ocasiones<br />

se ha subrayado el contraste de la<br />

visión nacionalista de Benito Pérez Galdós<br />

en sus Episodios nacionales con la visión<br />

más universalista de la revolución liberal<br />

que subyace a la vida novelada de Eugenio<br />

de Aviranta:<br />

“Las diferencias entre las novelas históricas de<br />

Galdós y Baroja –escribe en este sentido Jon Juaristi–<br />

son de fundamento. Don Pío no quiso escribir<br />

una novela histórica nacional, sino una novela sobre<br />

un personaje histórico cuyo tiempo fue, casualmente,<br />

el de la construcción del Estado-nación español.<br />

Pero este personaje, Aviraneta, traspasa con frecuencia<br />

los límites geográficos de España. Sus actividades<br />

conspirativas lo llevan a Bayona, a París, a Londres;<br />

viaja a México, a Alemania, a Egipto y a Grecia. Esta<br />

continua movilidad le permite establecer comparaciones,<br />

ver el liberalismo como un vasto movimiento<br />

que abarca continentes: no como un asunto<br />

nacional, sino como una corriente general de la civilización”<br />

7 .<br />

Mi impresión es que, aunque las Memorias<br />

de un hombre de acción no constituyen<br />

una visión nacional similar a los Episodios<br />

nacionales, hay a lo largo de sus páginas<br />

suficientes apuntes para poner de manifiesto<br />

la hondura de la conciencia nacional<br />

barojiana. En su discurso de ingreso en la<br />

Real Academia Española, no tiene reparo<br />

6 Un estudio relativamente reciente de la estructura<br />

narrativa de la serie en Mariano Ezequiel Gowland:<br />

Las memorias de un hombre de acción, de Pío Baroja,<br />

editorial Pliegos, 1996.<br />

7 Jon Juaristi: Prólogo a la edición de Obras completas<br />

del Círculo de Lectores, vol. III, pág. 29.<br />

22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Pío Baroja en confesar las raíces de su patriotismo:<br />

“Para sentir el patriotismo, yo al menos no he<br />

necesitado enterarme bien de las épocas brillantes<br />

de la historia de España. Me ha bastado conocer los<br />

primeros tiempos del siglo XIX, de alteraciones y de<br />

dolores, porque en las acciones históricas me ha entusiasmado<br />

más el ímpetu que el éxito y más el merecimiento<br />

que la fortuna” 8 .<br />

Aunque Memorias de un hombre de acción<br />

no es la única contribución barojiana a<br />

la historia del XIX español, sí es la más significativa,<br />

y su elaboración constituye el núcleo<br />

organizador de sus aproximaciones a ese periodo<br />

de la historia española. No es otra mi<br />

intención en este artículo que llamar la atención<br />

sobre algunos apuntes de esta serie de<br />

novelas en torno a esta cuestión nacional.<br />

El secuestro militar del patriotismo<br />

En la primera novela de la serie, El aprendiz<br />

de conspirador, hay un diálogo revelador<br />

entre Martín Zurbano y Aviraneta en el<br />

que el protagonista de la serie se enfrenta a<br />

la tentación militarista representada por el<br />

primero.<br />

“Yo estoy convencido”, dice Zurbano, “de que en<br />

España, hoy, lo mejor sería un dictador militar, una<br />

dictadura de un hombre justo, valiente, que supiera<br />

sentar las costillas a todo el que quisiera salirse de la ley.<br />

8 La formación psicológica de un escritor, op. cit., vol.<br />

XIV, pág. 1246.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

–No, Martín –contestó Aviraneta– ¡No estoy<br />

conforme! España no necesita más que una dictadura:<br />

la de la justicia, la de la inteligencia, la de la libertad.<br />

Nada de fuerza, nada de soldados que quieran<br />

imitar a Napoleón. El poder civil debe estar<br />

siempre por encima del poder militar. El ejército no<br />

debe ser más que el brazo de la nación, nunca la cabeza”<br />

9 .<br />

Una actitud antimilitarista que permanece<br />

en Baroja hasta, por lo menos, el inicio<br />

de la guerra civil de 1936, en que en su<br />

libro Ayer y hoy matiza su posición ante la<br />

cuestión al calor del trauma originado por<br />

la sacudida social y política abierta en España<br />

con esa fecha.<br />

Un segundo apunte de significación<br />

nacional es la visión de la coyuntura de los<br />

inicios del siglo XIX con una percepción de<br />

acento noventayochista:<br />

“Sin preparación, sin cultura, sin medios, recogimos<br />

nosotros el momento más difícil de España. El<br />

edificio legado por los antepasados se cuarteaba, se<br />

venía abajo. Era la crisis de la patria, del imperio<br />

colonial y, al mismo tiempo, del absolutismo, de la<br />

Inquisición, de toda la vida antigua” 10 .<br />

El antimilitarismo de su liberalismo es<br />

una constante en Memorias de un hombre<br />

de acción. Baroja siente un profundo desprecio<br />

por el saber militar:<br />

9 Op. cit., vol. III, pág. 155.<br />

10 ‘El aprendiz de conspirador’, Obras completas,<br />

vol. III, pág. 182.<br />

“A pesar de las largas disertaciones de los escritores<br />

militares, se ve que la guerra, en el fondo, es un<br />

producto intuitivo, y mientras exista la barbarie que<br />

la produce habrá, en mayor o menor escala, generales<br />

improvisados tan hábiles en batallas como los llenos<br />

de conocimientos tácticos y estratégicos aprendidos<br />

en los libros” 11 .<br />

Porque guerrear no es otra cosa, afirma<br />

en esta misma obra, “(que) …suspensión<br />

durante un periodo de la civilización, el orden,<br />

la justicia; abolir el mundo moral creado<br />

con tanto trabajo, retroceder a épocas de<br />

barbarie y salvajismo” 12 . La guerra, dice más<br />

adelante, es una reina que lleva como séquito<br />

el hambre, la peste, la rapiña, la violación,<br />

el incendio, el engaño y el fraude.<br />

“Todos estos horrores, la guerra los sabe cubrir<br />

con el manto de la gloria. Para el militar, soldado es<br />

sinónimo de noble, de esforzado, de glorioso; para el<br />

campesino que sufre las tropelías, soldado es sinónimo<br />

de ladrón” 13 .<br />

Tan baja idea de la profesión militar la<br />

repetirá en Los caminos del mundo: “Todos<br />

son iguales, sean franceses, alemanes o rusos<br />

–dijo el mayor Witkamp–. Militar y<br />

ladrón son sinónimos” 14 . Vuelve a insistir<br />

más adelante en su serie de novelas sobre la<br />

negativa del arte de la guerra:<br />

“No creo en tal arte. Me parece una mixtificación<br />

de los militares. Yo no he vivido en las guerras<br />

más que desorden, brutalidad y estupidez. Casualidad,<br />

casualidad y casualidad” 15 .<br />

Una percepción de la guerra y la profesión<br />

militar que es inseparable de la experiencia<br />

guerrillera y conspirativa de nuestro<br />

11 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />

pág. 289.<br />

12 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />

pág. 300.<br />

13 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />

pág. 389.<br />

14 Los caminos del mundo, op. cit., vol. III,<br />

pág. 523.<br />

15 Los caudillos de 1830, op. cit., vol. IV, pág. 149.<br />

23


CONCIENCIA NACIONAL<br />

protagonista, pero que traduce claramente<br />

la intención de Baroja de no dejar sin repuesta<br />

el intento de monopolizar la revolución<br />

liberal por el protagonismo militar.<br />

‘El escuadrón del brigante’<br />

En El escuadrón del brigante, una novela<br />

muy significativa por lo que hace a la cuestión<br />

que nos ocupa, hay una constatación<br />

de las circunstancias que ponen de relieve la<br />

identificación con la patria:<br />

“Ignacio se manifestaba muy patriota, cosa que<br />

yo entonces no comprendía, porque la patria no se<br />

siente fuertemente más que cuando se está fuera de ella<br />

y cuando se encuentra uno en peligro de perderla” 16 .<br />

El exilio como “ambiente” de la patria, al<br />

modo señalado por lord Acton, y el peligro<br />

exterior, al modo subrayado por Fichte en<br />

Discursos a la nación alemana, son los dos<br />

grandes acicates a la activación del expediente<br />

patriótico. Pero en esta novela en la que se<br />

recoge la experiencia guerrillera de Aviraneta<br />

junto al cura Merino por tierras de Castilla,<br />

hay un elemento a destacar que completa la<br />

visión actual de la guerra de la Independencia.<br />

Me refiero a su componente patriótico,<br />

nacional, un componente del que es consciente<br />

toda la tradición liberal española del siglo<br />

XIX y los inicios del XX, pero que, últimamente,<br />

se ha visto sepultado tras lo que la<br />

contienda arrastraba de guerra civil, de lucha<br />

religiosa y de reacción casticista. Los guerrilleros<br />

del cura Merino cargan contra el enemigo<br />

al grito de “viva España”, un grito que<br />

resultaría ajeno a algunas visiones actuales<br />

de la guerra de 1808-1814 17 . Una conciencia<br />

nacional que los guerrilleros contemplan<br />

asombrados y envidiosos en los derrotados<br />

franceses en la batalla de Hontoria del Pinar<br />

cuando, en un momento del combate, las<br />

tropas imperiales rodeadas por los guerrilleros<br />

se reagrupan para cantar la Marsellesa:<br />

“Aquella escena, aquel canto tan inesperado,<br />

nos sobrecogió a todos. Los franceses parecían transfigurarse.<br />

Se les veía entre el humo, en medio del ruido<br />

de los sables y de los gritos e imprecaciones nuestras,<br />

cantando, con los ojos ardientes llenos de llamas,<br />

el aire fresco y terrible.<br />

Parecía que habían encontrado una defensa, un<br />

punto de apoyo en su himno; una defensa ideal que<br />

nosotros no teníamos” 18 .<br />

16 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />

pág. 239.<br />

17 Pueden verse sobre el tema las referencias a la<br />

cuestión de J. Álvarez Junco, particularmente ‘El nacionalismo<br />

español como mito movilizador. Cuatro<br />

guerras’, en R. Cruz y M. Pérez Ledesma (eds.): Cultura<br />

y movilización en la España Contemporánea. Alianza<br />

Universidad, Madrid, 1997.<br />

18 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />

pág. 359.<br />

En esta novela hay una visión de España<br />

que cuadra bastante bien con la visión<br />

del país a la que permaneció leal Baroja a lo<br />

largo de su vida. Refiriéndose a los guerrilleros<br />

castellanos integrantes de la partida<br />

del cura Merino, escribe:<br />

“La mayoría de los guerrilleros sentía un laconismo<br />

tan exagerado que consideraban que del Duero<br />

para abajo y del Ebro para arriba acababa España”<br />

19 .<br />

Si a ese mapa ideal se une el País Vasco<br />

y Navarra y, por excepción, Madrid, tenemos<br />

trazado el mapa nacional sentimental<br />

de Baroja. Éste es el corazón de la nación,<br />

al que el resto de los territorios españoles<br />

son meros agregados. Se trata de una visión<br />

de España de innegable inspiración vascó-<br />

19 El escuadrón del brigante, op. cit., vol. III,<br />

pág. 373.<br />

fila a la que Baroja permaneció siempre leal,<br />

con alguna concesión a Andalucía y Castilla<br />

la Nueva como territorios conectados<br />

al corazón castellano. De prosperar el nacionalismo<br />

catalán, piensa Baroja, de contagiarse<br />

a otros puntos de la periferia española,<br />

siempre quedará la opción de reconstruir<br />

España con base en Castilla y el País<br />

Vasco y Andalucía como agregado.<br />

Memorias de un hombre de acción permanece<br />

leal al mito originario que supone<br />

el inicio de la revolución liberal en España.<br />

Baroja ve en la guerra de independencia<br />

un momento de unidad nacional que contrasta<br />

con los desgarros sociales a los que se<br />

va a ver enfrentado el curso de esa revolución.<br />

Efectivamente, la serie de novelas en<br />

torno a la vida de Aviraneta es la constatación<br />

de la débil película que constituye un<br />

liberalismo español desprovisto de fuertes<br />

apoyos sociales:<br />

24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


“El liberalismo en España ha tenido y tiene figuras<br />

admirables; pero nuestra historia de hoy es la<br />

historia de un país pobre, exhausto, aniquilado por<br />

tres siglos de aventura en América… A nuestros<br />

hombres les ha faltado el pedestal…, la masa, el pueblo…<br />

y también la cultura” 20 .<br />

La revolución liberal siempre tendrá<br />

un obstáculo formidable en una resistencia<br />

absolutista que, como expresaba el padre<br />

Orri, el padre puñal, se concreta en los gritos<br />

de “¡viva la religión!, ¡muera la patria y<br />

la nación!, ¡viva el rey absoluto! y ¡mueran<br />

las leyes!” 21 . Y por debajo de esa resistencia<br />

absolutista, la resistencia de un orden tradicional<br />

a un orden liberal, capitalista y urbano:<br />

“Es posible que todas las guerras civiles modernas<br />

no sean más que la lucha del campo contra la ciudad;<br />

del campo, que queda inmóvil, contra la ciudad<br />

que cambia y evoluciona” 22 .<br />

Una constatación que se abre al patriotismo<br />

del desfallecimiento y que se expresa<br />

bien en la evocación de Álvaro Mendoza<br />

en el momento de cruzar la frontera,<br />

una evocación que recuerda la generada<br />

por otro cruce de frontera, el de Larra camino<br />

de Portugal, en época similar:<br />

“Al llegar a la frontera, al notar la tranquilidad<br />

y el orden que reinaba en Francia, llevó su imaginación<br />

inmediatamente con melancolía, hacia las tierras<br />

de España, a aquella nave de los locos, desgarrada,<br />

sangrienta, zarrapastrosa y pobre que era su país” 23 .<br />

Hay dos percepciones de la patria<br />

complementarias en Memorias de un hombre<br />

de acción. La primera conecta con la ya<br />

aludida honda conciencia de la necesidad<br />

de la patria para el escritor, presente a lo<br />

largo de la obra de Baroja. De modo paralelo<br />

al pintor, el escritor necesita el contacto<br />

con la tierra natal para poder llevar<br />

adelante su obra. Este contacto es, en última<br />

instancia, garantía de una vida digna.<br />

En un diálogo entre Aviranta y Aguado en<br />

Los caudillos de 1830 se hace referencia al<br />

tema:<br />

“Sí, será verdad; pero no se puede vivir más<br />

que en el propio país; lo demás es vegetar, llevar una<br />

vida mísera y disminuida”. “En esto tiene usted razón”<br />

24 .<br />

Una idea que se repite en un diálogo<br />

entre Mansilla y Tilly en La isabelina:<br />

20 Los caminos del mundo, op. cit., vol. III,<br />

pág. 625.<br />

21 Con la pluma y con el sable, op. cit., vol. III,<br />

pág. 830.<br />

22 Las furias, op. cit., vol. IV, pág. 601.<br />

23 La nave de los locos, op. cit., vol. IV, pág. 1388.<br />

24 Los caudillos de 1830, op. cit., vol. IV, pág. 128.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

“Ambos se hallaban cansados de la vida en el extranjero<br />

y convencidos de que únicamente en el propio<br />

país se puede prosperar” 25 .<br />

Junto a esta necesidad vital del patriotismo<br />

está presente la reacción ante la crítica<br />

exterior a la patria. El narrador la manifiesta<br />

en El amor, el dandismo y la intriga:<br />

“Si algunas veces yo chocaba con las opiniones<br />

de Delfina llevándole la contraria, ella me hería siempre<br />

que hablaba de España y de los españoles. La mala<br />

opinión que tenía de nosotros me irritaba, y a veces<br />

le replicaba violentamente” 26 .<br />

Pero junto a “… este lado negativo del<br />

patriotismo (reacción de la soberbia herida<br />

frente a la impertinencia y hostilidad del<br />

extranjero)”, señalaba José María Salaverría,<br />

“existe también en Pío Baroja la parte positiva.<br />

Es esa íntima simpatía que a lo largo<br />

de su extensa obra literaria pone al describir<br />

las cosas, el ambiente, las personas típicas<br />

y las grandes creaciones de la patria que<br />

mejor se avienen con su humor descontentadizo<br />

y amargo” 27 . Una visión positiva que<br />

es siempre complementaria al rechazo de<br />

un patriotismo retórico, de “final de banquete”,<br />

ajeno al patriotismo de la crítica y<br />

el dolor, con orígenes en la obra de Larra,<br />

en el que Baroja coincide con el resto de sus<br />

compañeros de generación.<br />

La doble lealtad vasca<br />

y española<br />

Es muy significativo de la visión patriótica<br />

de Baroja su lealtad a un sentimiento vasquista<br />

que atraviesa a lo largo de su obra y<br />

también Memorias de un hombre de acción.<br />

Por debajo de su enfrentamiento al nacionalismo<br />

sabiniano, late en Baroja un sentido<br />

de la doble lealtad al País Vasco y a España<br />

que es una de sus grandes contribuciones<br />

a la cuestión tratada. Su nostalgia<br />

por el pueblo vasco se hace sentir claramente<br />

en La ruta del aventurero:<br />

“Parece que este pequeño pueblo tiene la conciencia<br />

vaga de su desaparición, de su absorción por<br />

los de alrededor, y le queda la tristeza y el orgullo de<br />

los pueblos viejos que se hunden sin dejar apenas rastro<br />

de su existencia” 28 .<br />

Pero no sólo se trata de nostalgia, sino<br />

de un auténtico orgullo vasquista el que<br />

tiene expresión en Baroja. Escribe así en<br />

La veleta de Gastizar:<br />

25 La isabelina, op. cit., vol. IV, pág. 256.<br />

26 El amor, el dandismo y la intriga, op. cit., vol. IV,<br />

pág. 737.<br />

27 J. M. Salaverría: ‘Retratos’, en Fernando Baeza<br />

(dir. de ed.): Baroja y su mundo, vol. II, pág. 154. Arión,<br />

Madrid, 1961.<br />

28 La ruta del aventurero, op. cit., vol. III, pág. 1.<br />

ANDRÉS DE BLAS GUERRERO<br />

“¿Que estas comarcas que nos rodean, que han<br />

hablado dialectos latinos, tienen más cultura que nosotros<br />

por el uso de un idioma más civilizado que el<br />

nuestro? ¿Y eso qué importa? Nosotros queremos vivir<br />

en nuestro país, sin tener gran cosa que ver con los<br />

que hablan esas jergas latinas” 29 .<br />

Un amor por el País Vasco que tiene en<br />

don Pío una manifestación de especial afecto<br />

por el País Vasco francés:<br />

“La verdad es que este país vascofrancés es encantador,<br />

más templado que el vascoespañol, menos<br />

montañoso y más soleado, parece hecho únicamente<br />

para dormir y soñar. Yo no he visto nada más<br />

ingenuo, más suave, ni más amable. Allí no hay preciosidades<br />

artísticas, ni gente muy rica, ni gente muy<br />

pobre; todo es alegre, pequeño, sin exageración, claro,<br />

reposado” 30 .<br />

Este sentimiento de fidelidad al pueblo<br />

y la cultura vasca viene acompañado, como<br />

el resto de la obra barojiana, por una defensa<br />

de la singularidad vasca antes de la<br />

cristianización:<br />

“Contra la brujería, contra el paganismo innato<br />

y contra la libertad sexual del país vasco, el cura católico<br />

ha luchado a brazo partido, con energía, con<br />

honradez y con fanatismo.<br />

Jehová y los cultos semíticos latinos han vencido<br />

a los dioses locales; la unidad dogmática y absoluta,<br />

a la variedad y a la libertad.<br />

Han vencido en toda línea, es cierto; pero quizá<br />

al vencer han esterilizado para siempre lo bueno y<br />

original que podía haber en el país vasco” 31 .<br />

Elementos suficientes todos ellos para<br />

justificar una relectura vasquista de la obra<br />

barojiana, una relectura que no ha faltado<br />

en la literatura vasca de hoy, siempre que<br />

esa relectura se abra al profundo sentido<br />

de la doble lealtad nacional presente en el<br />

escritor donostiarra. Carece de cualquier<br />

fundamento, en todo caso, la adjudicación<br />

a Baroja de unos sentimientos antivasquistas<br />

que nunca van más allá de su oposición<br />

al nacionalismo sabiniano. A este imaginado<br />

antivasquismo se referirá el autor en<br />

1935:<br />

“El supuesto antivasquismo tampoco lo advertirá<br />

el lector en mis obras. Yo he escrito mucho del<br />

País Vasco, y siempre con simpatía. Tal simpatía no<br />

se extiende a los ultramontanos. Éstos, por su fanatismo,<br />

por su odio al libre examen y a la verdad limpia<br />

y pura, me parecen productos exóticos, antirraciales,<br />

que han ahogado con sus férulas durante siglos<br />

la originalidad que podía haber en nuestro pueblo” 32 .<br />

Baroja niega cualquier manifestación<br />

de opresión nacional en el pueblo vasco; en<br />

29 La veleta de Gastizar, op. cit., vol. III, pág. 55.<br />

30 El amor, el dandismo y la intriga, op. cit., vol. IV,<br />

pág. 776.<br />

31 Las mascaradas sangrientas, op. cit., vol. V,<br />

pág. 77.<br />

32 Op. cit., vol. XVI, pág. 1340.<br />

25


CONCIENCIA NACIONAL<br />

todo caso, apunta, estaríamos ante una reacción<br />

en defensa del privilegio:<br />

“El guipuzcoano no ha sentido nunca opresión<br />

alguna; al revés, el guipuzcoano ha visto que era uno<br />

de los privilegiados de España, lo que le ha dado<br />

una posición aristocrática dentro del Estado español”<br />

33 .<br />

Lo que no cabe es la confusión entre la<br />

defensa de la cultura vasca y la asunción de<br />

un programa político separatista:<br />

“Pero ¿por qué eúscaros y bizkaitarristas se hayan<br />

dedicado a encubrir sus ideas sacristanescas con<br />

el eucarismo, hemos de desear los vascongados que<br />

desaparezca el vascuence? No. Ni los demás españoles<br />

tiene motivo para desearlo. El vascuence no ha hecho<br />

separatista a nadie. La provincia vascongada en<br />

que más se habla el vascuence es Guipúzcoa, y no ha<br />

habido en ella nunca separatismo” 34 .<br />

En su visión del carlismo hay observaciones<br />

significativas en torno a la cuestión.<br />

Al fin y al cabo, la primera guerra civil ocupa<br />

el lugar central de sus escritos históricos.<br />

Aviraneta está dispuesto a conceder al carlismo<br />

un sentimiento patriótico no muy<br />

acorde con el paralelismo general entre revolución<br />

liberal y construcción nacional.<br />

Baroja está atento igualmente a la presencia<br />

de un componente vasquista en la primera<br />

guerra carlista, una sensibilidad que le emparenta,<br />

salvadas todas las distancias, con la<br />

visión foránea de Chaho. Por último, subraya<br />

lo que hay en el carlismo de “demagogia<br />

negra”, de ausencia en él de aristocracia<br />

y, en general, de proyecto con visos<br />

de establecerse en la Europa del primer tercio<br />

del siglo XIX.<br />

Componente nacional en<br />

‘Memorias de un hombre de acción’<br />

Las Memorias de un hombre de acción no<br />

son, efectivamente, una serie de novelas de<br />

intención nacional, similar a los Episodios<br />

nacionales de B. Pérez Galdós. Con todo,<br />

está presente en ella la obra de reconstrucción<br />

nacional abordada por el liberalismo<br />

español como una de sus necesidades estructurales.<br />

Resulta en este sentido un testimonio<br />

notable para la historia del nacionalismo<br />

español y un testimonio todavía<br />

más directo del calado de las convicciones<br />

patrióticas españolas que, en combinación<br />

con su sensibilidad vasquista, caracterizan al<br />

conjunto de la obra barojiana.<br />

Hay una última contribución de las<br />

Memorias de un hombre de acción a la construcción<br />

de un nacionalismo español. Es<br />

la contribución indirecta que se deriva de la<br />

33 Momentum catastrophicum, vol. XIII, pág. 671.<br />

34 Op. cit., ‘El vascuence’, vol. XVI, pág. 961.<br />

serie de las novelas barojianas al levantamiento<br />

de una historiografía española del<br />

siglo XIX. Baroja, además de novelista, era<br />

hombre de extensos conocimientos y, particularmente,<br />

de extensos conocimientos<br />

históricos sobre la España del siglo pasado.<br />

Él creía en la capacidad de la novela para<br />

penetrar en ese campo de conocimiento y<br />

hacerlo incluso con ventaja sobre la historia<br />

académica. Algunos episodios de sus<br />

novelas históricas constituyen investigaciones<br />

de primera mano sobre el curso de<br />

nuestra revolución liberal 35 y, con mayor<br />

razón, podemos decir algo parecido de sus<br />

breves ensayos históricos. Y es indudable<br />

que, en su conjunto, sus novelas históricas<br />

contribuyeron muy eficazmente a modelar<br />

la imagen que sobre nuestro pasado inmediato<br />

tuvieron los españoles del primer<br />

tercio del siglo XX. Sin llegar a la influencia<br />

de Benito Pérez Galdós, cabe conceder a<br />

Baroja la facultad de ser constructor parcial<br />

de nuestro pasado nacional. Una circunstancia<br />

que por sí sola obliga a recordar su<br />

nombre en un intento de reconstruir las<br />

vicisitudes de nuestro mal conocido nacionalismo<br />

español.<br />

El nacionalismo de Baroja<br />

Permítanme unas palabras finales sobre el<br />

nacionalismo de Baroja. ¿Qué es ser nacionalista?<br />

Hay una visión estrecha de esta condición,<br />

que lleva a identificarla con la posición<br />

de los “nacionalistas”. Merecerían esta<br />

calificación los políticos y escritores identificados<br />

con un discurso de exaltación nacional,<br />

de propensión chauvinista o abiertamente<br />

imperialista, tal como manifiestan en<br />

la vida francesa los seguidores de M. Barrés<br />

y los hombres de Action Française. De conformidad<br />

con esta visión estrecha de la etiqueta<br />

nacionalista harían justicia al adjetivo,<br />

en el primer tercio del siglo XX español, los<br />

hombres de Acción Española, autores como<br />

R. de Maeztu o Salaverría y los primeros<br />

manifestantes de una opción a favor del fascismo<br />

español, particularmente Giménez<br />

Caballero y Ledesma Ramos. No es éste el<br />

contexto nacionalista en el que encaja P. Baroja.<br />

Junto a este nacionalismo militante, se<br />

manifiesta en la vida española, del mismo<br />

modo que en el conjunto de la vida europea<br />

del momento, una conciencia nacional pacífica,<br />

fiel a sus orígenes liberales, que tiene<br />

su expresión en una movilización de signo<br />

35 Una referencia detallada a las fuentes históricas<br />

empleadas por Baroja en la redacción de Memorias de un<br />

hombre de acción, en C. Longhurst: Las novelas históricas<br />

de Pío Baroja. Ed. Guadarrama, Madrid, 1974.<br />

También, en Francisco J. Flores Arroyuelo: Pío Baroja<br />

y la historia. Madrid, 1971.<br />

patriótico, que rehuye en el mayor número<br />

de casos la identificación misma con posiciones<br />

declaradamente nacionalistas.<br />

Se trata de una conciencia nacional expresada<br />

en una identificación con el pasado<br />

histórico y la realidad cultural española,<br />

abierta al reconocimiento de otras manifestaciones<br />

culturales en el conjunto de la vida<br />

española, dispuesta a una rectificación de la<br />

planta política del Estado liberal, tal como<br />

se pondrá de manifiesto en la construcción<br />

del Estado integral republicano. Se trata de<br />

un nacionalismo débil, tan débil que no<br />

acostumbra a manifestarse como tal, imbricado<br />

en la tradición liberal decimonónica,<br />

que tiene su expresión en la línea política<br />

expresada por el partido liberal y, extramuros<br />

del régimen, por el complejo movimiento<br />

republicano. Una conciencia nacional<br />

que entronca con el intento de reforma<br />

intelectual auspiciado por la tradición krausista-institucionalista<br />

y que alcanza su plenitud<br />

política con la II República. El fracaso<br />

de la experiencia democrática en los años<br />

treinta, un fracaso inducido por las fuertes<br />

tensiones económico-sociales del momento,<br />

va a impedir concretar un nuevo proyecto<br />

nacional al fin interrumpido por el estallido<br />

de la guerra civil. En este proyecto se inserta<br />

claramente el programa nacional de Pío<br />

Baroja, un nacionalista, un patriota español,<br />

fuera de la tradición de los “nacionalistas”,<br />

del mismo modo que el grueso de la inteligencia<br />

liberal española del primer tercio del<br />

siglo XX. n<br />

Andrés de Blas Guerrero, es catedrático de Teoría<br />

del Estado de la UNED. Autor de Nacionalismo e<br />

ideologías políticas contemporáneas y Tradición republicana<br />

y nacionalismo español.<br />

26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />

La ley imprescindible<br />

E<br />

l mundo de los servicios de Inteligencia<br />

no acaba de desprenderse de<br />

la imagen del espía llegado del frío,<br />

propia de las más tópicas novelas del género.<br />

El tiempo no parece pasar por ellos y,<br />

cuando atraen la atención pública, suele<br />

ser por razones que en nada contribuyen a<br />

corregir aquella imagen tópica. Unas “revelaciones<br />

explosivas” de algún agente<br />

traidor, seguido del correspondiente escándalo<br />

mediático (como ha ocurrido hace<br />

poco en el Reino Unido con el caso David<br />

Shayler), continúa siendo el cauce habitual<br />

de acceso al mundo de los servicios<br />

por el público. Claro es que lo que entonces<br />

se obtiene suele ser exactamente lo<br />

buscado: una realidad construida a imagen<br />

y semejanza, cuanto más fiel mejor, de<br />

los caminos trazados por la ficción.<br />

Sobre todo cuanto atañe al espionaje,<br />

la información o la Inteligencia –según el<br />

anglicismo al uso– tiende a echarse un<br />

manto de silencio. “Cuanto menos se sepa,<br />

mejor”, parece ser el lema motor que preside<br />

el tratamiento de unos organismos tenidos,<br />

sin embargo, por imprescindibles, y<br />

cuyas asignaciones presupuestarias son cada<br />

vez más cuantiosas. Un caso paradigmático<br />

al respecto es, como es bien sabido, el del<br />

Servicio de Inteligencia Exterior británico,<br />

el hoy célebre MI-6, una especie de espectro<br />

administrativo invisible que no alcanzó<br />

existencia oficial hasta fechas bien recientes.<br />

En un ámbito donde el expediente racionalizador<br />

de la modernidad todavía encuentra<br />

dificultades para imponerse, los<br />

problemas políticos suelen plantearse en<br />

términos bastante alejados de los discursos<br />

analíticos que se utilizan en las demás esferas<br />

de la vida pública. Los servicios de<br />

Inteligencia se convierten, así, en un lugar<br />

donde el sobreentendido, y la credibilidad<br />

de quienes guardan lo que saben, importan<br />

mucho más que la sustancia misma<br />

de lo guardado. Un examen de la prensa de<br />

los últimos meses da algún ejemplo.<br />

MIGUEL REVENGA<br />

El Parlamento europeo viene mostrando<br />

su interés por la existencia de un programa<br />

de espionaje, conocido como Red<br />

Echelon, que permite a Estados Unidos interceptar<br />

de forma masiva, mediante satélite,<br />

conversaciones telefónicas. La preocupación<br />

por Echelon tiene mucho que ver<br />

con el espionaje industrial y con los mecanismos<br />

de comunicación, supuestamente<br />

exclusivos, entre los Servicios de Inteligencia<br />

anglosajones, unos focos de interés que<br />

denotan la erosión irreversible de un valor<br />

como el de la intimidad. Pero lo que sorprende<br />

es el punto de vista de la ex consejera<br />

general de la CIA, preguntada sobre el<br />

particular con motivo de una visita a España<br />

(cfr. El País, 6 de agosto de 2000):<br />

“¡Hay tanta información que recoger que<br />

eso sería una prioridad realmente menor!”,<br />

responde la ex consejera refiriéndose al espionaje<br />

industrial. Aviso para ingenuos, si<br />

es que queda alguno. No se niega la mayor;<br />

hay interceptación masiva de comunicaciones,<br />

pero descuiden, créanme (parece<br />

decírsenos), “legalmente no podemos hacer<br />

espionaje de ese género y, además”,<br />

concluye la entrevistada, aduciendo varias<br />

razones, “eso sería poco práctico”.<br />

Conocer qué es lo que legalmente se<br />

puede hacer en ese ámbito o en el de las<br />

llamadas operaciones encubiertas (a<br />

las que también se refiere la ex consejera: “la<br />

gente tiende a no creer lo que le digo, pero<br />

le aseguro que es la verdad. Hoy día<br />

hay mucho menos de todo eso de lo que<br />

se piensa”) requeriría una investigación<br />

concienzuda, quizá sólo posible a raíz de<br />

otro gran escándalo del estilo Irán-Contra.<br />

En todo caso quienes tienen responsabilidades<br />

directas en ello no lo dicen, entre<br />

otras cosas porque lo que se puede hacer<br />

sin vulnerar la ley dista de ser claro, especialmente<br />

cuando la seguridad nacional se<br />

halla en juego. La ambigüedad normativa,<br />

el oscurantismo al alcance de avezados o,<br />

peor, el silencio, son los mejores aliados<br />

para que los servicios todavía llamados<br />

muchas veces secretos puedan convertirse<br />

en “islotes” oficiales con intraideología distinta<br />

a la que alumbra el Estado de derecho.<br />

Véase, si no, el tira y afloja que han<br />

librado durante los últimos meses, también<br />

en Estados Unidos, la secretaria de<br />

Estado, Albright, y George Tenet, director<br />

de la CIA, con motivo de la desclasificación<br />

de documentos relacionados con la<br />

actuación del servicio de Inteligencia durante<br />

el régimen de Pinochet.<br />

Los inicios de la presente legislatura<br />

trajeron a España la noticia de que el nuevo<br />

ministro de Defensa tiene entre sus<br />

prioridades la de enviar al Parlamento un<br />

proyecto de ley regulador del Centro Superior<br />

de Información de la Defensa (Cesid).<br />

El propósito parece oportuno, pero<br />

lo que queremos demostrar, como sugiere<br />

el título de este trabajo, es que una ley del<br />

Cesid resulta, además, jurídicamente imprescindible.<br />

Así se deduce de un somero<br />

análisis de la actual regulación, y así se infiere<br />

de alguno de los problemas que ha<br />

suscitado la actuación de nuestro servicio<br />

secreto, sobre todo si los subsiguientes<br />

avatares jurídicos se examinan a la luz de<br />

determinadas sentencias del Tribunal Europeo<br />

de Derechos Humanos.<br />

Las insuficiencias de lo actual: el<br />

defectuoso encuadre jurídico del Cesid<br />

Para los textos constitucionales los servicios<br />

de inteligencia continúan siendo la<br />

“cara oculta de la luna”. Aunque a veces se<br />

diga de tales textos que son códigos políticos,<br />

una Constitución es cada vez menos<br />

–si es que alguna vez lo fue– un código,<br />

en el sentido que esta palabra tiene en el<br />

lenguaje corriente: una norma que regula<br />

de manera sistemática y omnicomprensiva<br />

algún sector de la actividad humana. La<br />

edad de la codificación hace ya tiempo<br />

que pasó, de modo que el lugar de los códigos<br />

es ocupado hoy por repertorios de<br />

28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


leyes y disposiciones, gruesos volúmenes<br />

de papel-biblia preparados por expertos y<br />

a cuyo manejo estamos habituados los juristas.<br />

En el caso de la actividad política, la<br />

Constitución tiene su complemento o desarrollo<br />

natural en las leyes políticas, un<br />

conjunto más o menos extenso de normas<br />

que vienen agrupadas, bajo tal nombre u<br />

otros semejantes, a criterio de quienes las<br />

editan. Para denotar el carácter fragmentario<br />

de lo que se recopila, la mayor parte de<br />

tales repertorios suelen llevar en su encabezamiento<br />

la palabra “básica”, pero no<br />

deja de sorprender la falta generalizada de<br />

cualquier referencia en ellos a la normativa<br />

propia del Cesid. Uno tan sólo de los seis<br />

o siete que tengo a mano (el auspiciado<br />

por el Centro de Estudios Políticos y<br />

Constitucionales, en coedición con el<br />

BOE) contiene una referencia a pie de página<br />

bajo el epígrafe “Administración militar.<br />

Fuerzas Armadas”.<br />

Quien quiera hacerse una idea de las<br />

normas que regulan nuestro servicio secreto<br />

dispone, sin embargo, de un camino expeditivo:<br />

la consulta de la página web del<br />

propio Cesid (http://esint60.tsai.es/cesid),<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

donde encontrará un concisa glosa del encuadre<br />

del organismo. Los servicios de Inteligencia<br />

–se lee allí– son “organismos estatales<br />

encargados de conocer e informar al<br />

Gobierno de aquello que pueda afectar a la<br />

seguridad, estabilidad y defensa de un Estado,<br />

tanto en el ámbito exterior como en<br />

el interior, con objeto de ayudar a los responsables<br />

políticos a tomar las decisiones<br />

más oportunas en estos campos”. Una función<br />

que el Cesid desempeña, según la página,<br />

en régimen de exclusividad y con dependencia<br />

funcional del presidente del<br />

Gobierno, si bien a efectos orgánicos y administrativos<br />

está subordinado al ministro<br />

de Defensa, pese a lo cual –se puntualiza–<br />

el Cesid no es un organismo militar, pues<br />

“el centro, como tal, posee un ámbito de<br />

actuación y competencias diferentes a las<br />

de los servicios que atienden las necesidades<br />

de los ejércitos”.<br />

Esas precisiones iniciales se infieren de<br />

una norma de 1996: el Real Decreto<br />

1.883/1996, de 2 de agosto, sobre “Estructura<br />

orgánica básica del Ministerio de<br />

Defensa”; una norma que tiene, como todas<br />

las que afectan de lleno al Cesid, una<br />

característica que llama poderosamente la<br />

atención; todas ellas son normas de rango<br />

reglamentario. Siendo de tanta importancia<br />

la función, como en efecto lo es, sorprende<br />

el salto verificado, una auténtica<br />

pirueta normativa, desde la cima constitucional,<br />

donde se halla la dirección por el<br />

Gobierno de la defensa del Estado (art. 97<br />

CE), hasta un semioculto vericueto del<br />

derecho vigente: un Real Decreto del Ministerio<br />

de Administraciones Públicas,<br />

concebido para dar una organización interna<br />

básica al Ministerio de Defensa,<br />

donde se deja caer como al descuido lo<br />

que es el Cesid.<br />

No se busquen estaciones intermedias<br />

donde podría haberlas si las razones de<br />

buena técnica y sistemática legislativa tuvieran<br />

algún peso frente a las de pura conveniencia<br />

u oportunidad políticas. Por<br />

ejemplo, en la ley (orgánica por más señas)<br />

6/1980, por la que se regulan los criterios<br />

básicos de la defensa nacional y de<br />

la organización militar. Se comprende<br />

que, a la altura de 1980, los tiempos no<br />

estuvieran maduros para debates parlamentarios<br />

sobre los servicios de Inteligen-<br />

29


SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />

cia. Pero se entiende menos que continuaran<br />

sin estarlo diecisiete años después, en<br />

1997, cuando el velo del Cesid ante la<br />

opinión pública había ya caído con estrépito,<br />

y fue aprobada una Ley (la 50/1997,<br />

llamada escuetamente “del Gobierno”),<br />

cuyo Título I se dedica a la “composición,<br />

organización y órganos de colaboración y<br />

apoyo” al mismo.<br />

El citado precepto reglamentario de<br />

1996 no es la única norma reguladora<br />

de nuestro servicio de inteligencia. A partir<br />

de un Real Decreto aprobado en marzo<br />

de 1981, hay una plétora de reglamentos de<br />

diverso calibre que van enmendándose sucesivamente<br />

y que no hacen sencilla la tarea<br />

de saber qué es lo que en efecto rige.<br />

Esto último, así como la predisposición<br />

innata hacia lo caótico de los órganos de<br />

la Administración pública, es habitual en<br />

bastantes sectores del Derecho, tal y como<br />

demostró hace ya años Alejandro Nieto en<br />

su Organización del desgobierno 1. En el caso<br />

del Cesid, además del defecto de rango,<br />

que es un defecto fatal, como enseguida<br />

veremos, el mal endémico de tal normativa<br />

es la mezcolanza en que incurre entre lo<br />

sustantivo/funcional y lo orgánico/procedimental,<br />

algo que es fuente de constante<br />

ambigüedad, ya desde el mismo nombre<br />

del servicio (“Centro Superior de Información<br />

de la Defensa”, desde un Decreto<br />

de 1977): demasiado amplio como para<br />

hacerse una idea de los cometidos del organismo<br />

y, a la vez, demasiado estricto,<br />

por sugerir un perfil rigurosamente militar<br />

que no se corresponde con la realidad.<br />

Por poner un ejemplo; si lo que se desea<br />

conocer es algo tan básico como cuáles<br />

son las competencias del Cesid, han de<br />

consultarse no menos de tres disposiciones,<br />

cuya localización lleva no poco tiempo. La<br />

más sustantiva de ellas es, absurdamente,<br />

no sólo la más antigua, sino la de menor<br />

rango jerárquico (también en el seno de los<br />

reglamentos hay clases y categorías): una<br />

Orden del Ministerio de Defensa, la<br />

135/1982, de 30 de septiembre, sobre “Estructura<br />

y misiones” del Cesid. Éste, se lee<br />

allí, habrá de “satisfacer las necesidades de<br />

información del presidente del Gobierno<br />

(...) en materia de defensa”, y también las<br />

del ministro de Defensa en “la ejecución<br />

de la política militar” (art. 1). A tal efecto,<br />

el Cesid deberá “obtener, evaluar y difundir”<br />

toda la información que resulte necesaria<br />

para prevenir amenazas y peligros en<br />

una serie de ámbitos (art. 3): agresiones ex-<br />

1 Alejandro Nieto: Organización del desgobierno.<br />

Ariel, Barcelona, 1984<br />

teriores contra la independencia o la integridad<br />

territorial de España; amenazas (en<br />

sentido amplio) contra los intereses nacionales<br />

en los campos político, económico,<br />

tecnológico y militar; oposición y neutralización,<br />

dentro y fuera del territorio nacional,<br />

del espionaje extranjero; protección de<br />

instalaciones, tecnología e información relevantes<br />

para la defensa, así como (literalmente)<br />

“información relativa a los procesos<br />

internos que, mediante procedimientos<br />

anticonstitucionales, atenten contra la unidad<br />

de la patria y la estabilidad de sus Instituciones<br />

fundamentales”. Cúmulo de<br />

funciones a las que el antes citado Real<br />

Decreto 1.883/1996 añade la de coordinar<br />

los distintos organismos que utilizan procedimientos<br />

de cifra, así como la de garantizar<br />

la seguridad criptográfica. Ha de tenerse<br />

en cuenta, además, que un decreto<br />

de 1985, éste del Ministerio de la Presidencia,<br />

realiza la correspondiente distribución<br />

de funciones entre el director general<br />

del Cesid y las distintas divisiones de Inteligencia<br />

(Exterior, Interior, Contrainteli-<br />

gencia, y Economía y Tecnología). El redactor<br />

de esta última norma aprovechó,<br />

por cierto, la ocasión para actualizar el lenguaje:<br />

donde se decía “unidad de la patria”<br />

e “instituciones fundamentales” se dice<br />

ahora (art. 6) “unidad de España” e “instituciones”<br />

a secas.<br />

Lo que enseña el ‘caso de las escuchas’.<br />

Las ventajas del principio de legalidad<br />

El principio de legalidad es, desde la Revolución<br />

Francesa, uno de los arcos de bóveda<br />

a los que se confía la salvaguarda de<br />

los derechos de los ciudadanos. Es, desde<br />

luego, un arco sujeto a desgaste: nadie<br />

atribuye hoy a la discusión parlamentaria,<br />

plasmada en una ley general, las capacidades<br />

prodigiosas que en otros tiempos se le<br />

atribuyeron. Pero el principio de legalidad<br />

sigue importando, y puede invocar en su<br />

favor argumentos cuya lógica no está alejada<br />

de la que informaba a los ilustrados<br />

dieciochescos.<br />

Por lo pronto, discusión legislativa en<br />

sede parlamentaria significa cruce de opi-<br />

30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


niones realizado con publicidad. El contraste<br />

con las normas reglamentarias no<br />

puede ser, desde este punto de vista, más<br />

llamativo. Bien sabemos que en un caso y<br />

en otro quienes preparan las normas son<br />

los mismos técnicos por encargo del Gobierno<br />

de turno. Pero en el caso de la ley,<br />

el camino que tiene que recorrer hasta su<br />

publicación en el BOE garantiza que ésta<br />

adquiera una legitimidad que se añade a la<br />

que de por sí ya tiene quien impulsa su<br />

aprobación gracias a la regla de la mayoría.<br />

El plus de legitimidad de la ley con respecto<br />

al reglamento explica también algo<br />

de lo que ella disfruta en exclusiva, el llamado<br />

privilegio jurisdiccional de la ley, lo<br />

que significa vinculación especialmente<br />

intensa del juez, el cual viene obligado a<br />

aplicar la ley mientras esté en vigor, a menos<br />

que la justicia constitucional, que por<br />

lo demás tiende a dar por bueno el desarrollo<br />

interpretativo de la Constitución<br />

plasmado en la ley (presunción de constitucionalidad<br />

de la ley), la declare nula.<br />

En favor del principio de legalidad sigue,<br />

pues, actuando la lógica del valor intrínseco<br />

de la discusión pública, algo emparentado<br />

bien de cerca con el carácter de<br />

la ley como norma autoconsentida que la<br />

distingue y cualifica como norma primaria<br />

de la producción jurídica frente al estatuto<br />

derivado y segundón de la norma reglamentaria.<br />

Dicho carácter explica también<br />

la técnica de las reservas de ley para la<br />

regulación de lo importante, sobre todo<br />

cuando se trata de intervenir en la esfera<br />

de la libertad de los ciudadanos, una de las<br />

ideas motrices de la Declaración de Derechos<br />

de 1789, que continúa siendo esencial<br />

entre nosotros a la hora de dotar de<br />

garantías a los derechos fundamentales.<br />

Lo que cabe deducir de todo ello es<br />

que nada impediría que un organismo como<br />

el Cesid tuviera vida gracias a una<br />

norma reglamentaria (aunque el art. 103.2<br />

CE exige que los órganos de la Administración<br />

del Estado sean creados, regidos y<br />

coordinados de acuerdo con la ley), pero<br />

entonces estaríamos hablando de una vida<br />

administrativa subalterna, algo que no se<br />

corresponde con lo que tenemos. Quién<br />

niega que el Cesid existe: he ahí su dotación<br />

presupuestaria (aumentada en los<br />

presupuestos del año 2001), sus imponentes<br />

instalaciones y su presencia cada vez<br />

más normalizada en la vida pública. El legislador<br />

no debería continuar prestando<br />

“vista gorda” donde otros han dirigido a<br />

fondo su mirada, porque no es que la vida<br />

administrativa subalterna haya sido la vida<br />

burocrática del trabajo despacioso y el café<br />

a las once. Los conflictos y los escándalos<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

de eco duradero hasta el hastío han venido<br />

caracterizando su existencia.<br />

Primero fue el turno de los papeles del<br />

Cesid. La negativa del Consejo de Ministros<br />

a desclasificarlos, al amparo de una ley<br />

de 1968, la de secretos oficiales, que se cae<br />

también de vieja (pese al maquillaje de urgencia<br />

que se le puso en 1978), obligó a<br />

los jueces a ser imaginativos y a hallar una<br />

solución que nuestras leyes procesales continúan<br />

ignorando: el examen a puerta cerrada<br />

de unos papeles cuyo contenido, según<br />

pudimos ver, tampoco justificaba tanto<br />

secreto. Luego vinieron el caso de las<br />

escuchas y el del espionaje a una sede de<br />

Herri Batasuna. Este último se halla todavía<br />

en una fase muy incipiente de la investigación<br />

judicial, a raíz de una querella de<br />

la coalición abertzale. El caso de las escuchas,<br />

en cambio, ha dado ya lugar a una<br />

importante sentencia de la Sección 15 de<br />

la Audiencia Provincial de Madrid, recurrida<br />

en casación ante el Tribunal Supremo,<br />

que permite comprobar algunas cosas.<br />

Lo que la sentencia resuelve es si incurrieron<br />

en el delito de interceptación ilícita<br />

de comunicaciones los encausados que,<br />

desde diferentes destinos y responsabilidades<br />

en el Cesid, intervinieron en la captación<br />

aleatoria, grabación y almacenamiento<br />

de conversaciones producidas mediante<br />

telefonía celular. Los hechos enjuiciados se<br />

remontan a mediados de los años 80,<br />

cuando el uso de teléfonos celulares era<br />

cosa de vips y la tecnología invasora de un<br />

instrumento comunicativo que hoy se emplea<br />

ya más que el teléfono convencional<br />

no había alcanzado la sofisticación actual.<br />

Todo en el caso de las escuchas tiene así un<br />

aire decididamente retro y descarnado. Entendámonos:<br />

no es que estemos restando<br />

importancia a algo tan fundamental para<br />

la salvaguarda de la intimidad como el<br />

blindaje de las comunicaciones. Sobre<br />

el particular no puede ser la Constitución<br />

más rotunda: sólo la resolución judicial<br />

permite levantar el secreto que protege a<br />

éstas, sean “postales, telegráficas o telefónicas”<br />

(art. 18.3 CE). En ausencia de resolución<br />

judicial previa autorizante, que no se<br />

ve cómo podría haber recabado nuestro<br />

servicio secreto faltando norma que le habilite<br />

para ello, parecería que un caso como<br />

el de las escuchas da para poca discusión<br />

jurídica. Y, sin embargo, la indeterminación<br />

normativa por debajo del techo<br />

constitucional (diáfano en este particular<br />

extremo) propicia y alienta tal discusión<br />

con los argumentos más rudimentarios.<br />

Así, por ejemplo, el consistente en<br />

desplazar el centro de gravedad del problema<br />

hacia la bondad de las intenciones de<br />

MIGUEL REVENGA<br />

los escuchantes: si la escucha de conversaciones<br />

sólo es delictiva cuando es deliberada<br />

y buscada a propósito, es decir, mediando<br />

dolo específico, como se dice en<br />

Derecho Penal, y si el Cesid tiene atribuidas<br />

unas funciones pero sin prever los medios<br />

para alcanzarlas, entonces la ausencia<br />

de previsión legal, junto a la buena fe de<br />

quienes participan en la interceptación<br />

(sea cual sea su posición en la cadena decisoria,<br />

que eso ya es harina de otro costal),<br />

la creencia de estar obrando conforme a<br />

derecho, aún más, cumpliendo las obligaciones<br />

que son propias de quienes allí trabajan,<br />

convierten las escuchas indiscriminadas<br />

en algo plenamente legal. Tal fue el<br />

argumento en el que se basó el Juzgado de<br />

Instrucción que tramitaba las diligencias<br />

previas del caso de las escuchas para decretar<br />

en su día el sobreseimiento de la causa,<br />

en una resolución que fue corregida por la<br />

misma sección de la Audiencia Provincial<br />

que finalmente condenó a los encausados.<br />

La defensa numantina de lo legítimo-desde-el-punto-de-vista-subjetivo,<br />

que se atrinchera<br />

tras los silencios de lo legal, se aprecia,<br />

por cierto, también en las explicaciones<br />

ofrecidas en abril de 1998 ante el<br />

Congreso de los Diputados por el ministro<br />

de Defensa y por el presidente del Gobierno<br />

a raíz del caso del espionaje sobre<br />

una sede de Herri Batasuna.<br />

Para justificar y dar cierto fuste jurídico<br />

a lo que no es sino clamorosa falta de<br />

cualquier previsión, se dice a veces que la<br />

seguridad del Estado es “el primero de los<br />

derechos fundamentales”. Se trata de un<br />

argumento emocional que sitúa a quien lo<br />

objeta ante la incómoda tesitura de pasar<br />

por persona condescendiente con causas<br />

(o, aún peor, con procedimientos) del todo<br />

indeseables. No importa que en nuestro<br />

sistema constitucional, como en cualquiera<br />

digno de tal nombre, el Estado no<br />

sea titular de derecho fundamental alguno,<br />

ni que el derecho a la seguridad sea<br />

(como ocurre con todos los derechos) un<br />

derecho de las personas. Tampoco vale recordar<br />

que la seguridad, personal y colectiva,<br />

no es un valor al que la eficacia de los<br />

derechos venga a restar peso, como si<br />

aquélla y éstos se situaran en lugares distintos<br />

de la balanza.<br />

La sentencia de la Audiencia Provincial<br />

en el caso de las escuchas expresa de<br />

manera consistente ésas y otras objeciones,<br />

resaltando que la seguridad nacional o del<br />

Estado nunca puede erigirse en una especie<br />

de macro-causa general de justificación<br />

en favor del Estado, capaz de legitimar vulneraciones<br />

masivas de los derechos, pues<br />

ello supondría (literalmente) “un puro in-<br />

31


SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />

tento de recuperación de la más cruda forma<br />

de razón de Estado, que es incompatible<br />

con el Estado constitucional de derecho<br />

y, más en concreto, con el encarnado en la<br />

Constitución española de 1978” (véanse especialmente<br />

los apartados I.3 y II.6 de la<br />

motivación de dicha sentencia).<br />

Lo que se infiere, en suma, de un caso<br />

como el de las escuchas es lo siguiente: la<br />

falta de imperio de ley al que sujetarse actúa<br />

como un poderoso incentivo para que<br />

germine una supuesta cultura interna praeter<br />

legem de la eficacia, aunque la misma<br />

resulte contra Constitutionem y se revele, a<br />

la postre, como absolutamente ineficaz y<br />

costosa para la consistencia y credibilidad<br />

del servicio.<br />

La otra vertiente del principio: legalidad<br />

como seguridad<br />

En las decisiones sobre el caso de las escuchas<br />

se cita profusamente un caso resuelto<br />

en 1978 por el Tribunal Europeo de Derechos<br />

Humanos (TEDH). Se trata del caso<br />

Klass y otros contra la República Federal de<br />

Alemania, el conflicto inaugural de una serie<br />

de casos en los que el TEDH examina<br />

la medida en que la seguridad nacional<br />

o la prevención del delito justifican injerencias<br />

de la autoridad pública en el ámbito<br />

protegido por el derecho a la vida privada<br />

(art. 8 del Convenio Europeo de Derechos<br />

Humanos).<br />

Klass llegó al TEDH tras un amplio<br />

debate, a finales de los años sesenta, sobre<br />

las posibilidades de actuación de los servicios<br />

secretos de la RFA frente a las amenazas<br />

exteriores y el terrorismo. El debate se<br />

adentró de lleno en la política constitucional<br />

y arrojó como resultado la reforma del<br />

artículo 10 de la (por entonces) Ley Fundamental<br />

de Bonn para autorizar la intervención<br />

de comunicaciones sin control judicial<br />

cuando así lo exija “la protección<br />

del orden fundamental, libre y democrático,<br />

o bien la existencia o la seguridad de la<br />

Federación o de un Land”. Un tipo de democracia<br />

calificado desde 1961 por el Tribunal<br />

Constitucional alemán como “democracia<br />

militante” (streitbare demokratie),<br />

con una defensa fuerte (como la<br />

plasmada en el artículo de la Constitución<br />

dedicado a los partidos políticos) frente a<br />

sus potenciales enemigos, supone un incentivo<br />

para operaciones de reforma difícilmente<br />

concebibles entre nosotros. Prueba<br />

adicional de ello es que hace bien poco,<br />

en enero de 1998, el Bundestag aprobaba<br />

una nueva reforma, esta vez del artículo<br />

13 de la Constitución de la Alemania reunificada,<br />

para permitir la instalación, con<br />

autorización judicial, de “medios técnicos<br />

para la vigilancia acústica de los domicilios”<br />

como un instrumento más de la lucha<br />

contra el delito.<br />

Pero, volviendo al caso Klass, lo que el<br />

TEDH tuvo que decidir cuando el asunto<br />

llegó hasta él fue si la ley alemana de<br />

1968, que vino a concretar la reforma<br />

constitucional, satisfacía las exigencias garantistas<br />

contenidas en el Convenio Europeo.<br />

La ley alemana superó entonces el<br />

test de convencionalidad en una decisión<br />

que simpatiza plenamente con la utilización<br />

por el Estado de medidas excepcionales<br />

de vigilancia. Pero, como ocurre a menudo<br />

con unas sentencias de texto kilométrico<br />

cuyo contenido se negocia para<br />

satisfacer a jueces de nacionalidad y tendencia<br />

ideológica diversas, Klass anticipa<br />

algunas ideas en las que el TEDH insistirá<br />

a partir de entonces. Así, por ejemplo, en<br />

la necesidad de estatuir mecanismos eficaces<br />

de control sobre la utilización por el<br />

ejecutivo de las medidas excepcionales, un<br />

control que debería confiarse en último<br />

extremo al Poder Judicial, pues es dicho<br />

poder, dice el párrafo 58 de la sentencia<br />

Klass, “el que ofrece las mejores garantías<br />

de independencia, imparcialidad y procedimiento<br />

legal”.<br />

En el caso Klass subyace además algo<br />

en lo que ha ido profundizando el TEDH<br />

desde 1978 para acá, en un intento de<br />

precisar dónde se encuentran los límites<br />

de lo posible en la lucha contra el crimen,<br />

a la luz del sistema del Convenio. Me refiero<br />

a la calidad del soporte normativo en<br />

el que vienen contempladas las medidas<br />

de vigilancia. El hecho de que el Convenio<br />

exija que las medidas limitadoras de<br />

los derechos estén previstas en la ley (in<br />

accordance with the law, o prévues par la<br />

loi, en las versiones inglesa y francesa) ha<br />

obligado al TEDH a ser muy imaginativo<br />

para no socavar tradiciones jurídicas diversas.<br />

Lo que se infiere, en esencia, de la jurisprudencia<br />

del TEDH es que “previstas<br />

por la ley” no significa necesariamente ley<br />

formal, esto es, aprobada en sede parlamentaria,<br />

pero sí impone un régimen jurídico<br />

de las medidas limitadoras de los derechos<br />

capaz de satisfacer estrictos cánones<br />

de certeza y predictibilidad en lo que atañe<br />

al uso de las mismas (cfr., especialmente<br />

los casos Malone contra el Reino Unido,<br />

Kruslin contra Francia y Huvig contra<br />

Francia, el primero fallado en 1984 y los<br />

dos últimos en 1990, así como, más recientemente,<br />

Halford contra el Reino Unido<br />

y Kopp contra Suiza).<br />

En 1998 el Reino de España era condenado<br />

por el TEDH precisamente como<br />

consecuencia de la deficiente previsión le-<br />

gislativa en materia de escuchas telefónicas.<br />

Cualquier abogado (sobre todo si está<br />

familiarizado en el trato con la justicia penal)<br />

conoce el esfuerzo realizado por la jurisprudencia,<br />

ordinaria y constitucional,<br />

para dotar a las escuchas de un régimen<br />

jurídico adecuado, un esfuerzo que, hasta<br />

la reforma de la Ley de Enjuiciamiento<br />

Criminal en 1988, vino a suplir el pertinaz<br />

silencio del legislador en la materia.<br />

En el caso Valenzuela Contreras contra España,<br />

el TEDH examinó unas intervenciones<br />

telefónicas autorizadas por el juez<br />

antes de dicha reforma, estimando que las<br />

mismas habían vulnerado el Convenio,<br />

ante la “falta de reglas claras y detalladas<br />

(...), tanto más cuanto que los procedimientos<br />

técnicos (de intervención de las<br />

comunicaciones) no dejan de perfeccionarse”<br />

(párrafo 46.III de Valenzuela Contreras).<br />

Con todas las salvedades propias del<br />

caso, de cara a una hipotética autorización<br />

para realizar escuchas en favor de nuestros<br />

servicios de inteligencia, he aquí lo que el<br />

TEDH considera como estándares mínimos<br />

de calidad del régimen normativo de<br />

las escuchas (párrafo 46.IV de Valenzuela<br />

Contreras): “definición de las categorías de<br />

personas susceptibles de ser sometidas a<br />

vigilancia telefónica judicial; carácter de<br />

las infracciones cuya investigación pueda<br />

dar lugar a la vigilancia; fijación de límites<br />

para la duración de la medida; procedimiento<br />

para la transcripción y registro de<br />

las conversaciones interceptadas, y medidas<br />

de salvaguarda dirigidas a la adecuada<br />

conservación de las mismas, así como al<br />

acceso a ellas por parte de la defensa y por<br />

parte del juez; circunstancias en las que se<br />

podrá (o se deberá) proceder al borrado o<br />

a la destrucción de las cintas, especialmente<br />

en los casos de sobreseimiento o absolución”.<br />

¿Qué debería contener una ley de los<br />

servicios de inteligencia?<br />

Apuntes urgentes para un guión<br />

Basta tener una vaga idea acerca del modus<br />

operandi de los servicios de inteligencia para<br />

suponer que las escuchas telefónicas no<br />

son para ellos el único, y ni siquiera el principal,<br />

instrumento de trabajo. Uno de los<br />

males que suele provocar el estallido de escándalos<br />

es la distorsión de la imagen<br />

de los servicios ante la opinión pública. Pero<br />

aun cuando la imagen pueda resultar<br />

distorsionada, los beneficios del escándalo,<br />

si se cobran en términos de situar la necesidad<br />

de una reforma en el centro de la agenda<br />

política, sobrepasan con creces los inconvenientes.<br />

32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Las escuchas, la infiltración de agentes<br />

y, en general, las técnicas de espionaje,<br />

abiertas o cerradas, por más atracción que<br />

tengan para la curiosidad pública, no son<br />

más que algo colateral con respecto a las<br />

cuestiones que deberían ocupar el centro<br />

del debate. Tales cuestiones deberían versar<br />

sobre el tipo de servicios secretos que<br />

queremos, así como sobre el mandato legal<br />

que les confiramos. Las exigencias formales<br />

cuando los procedimientos de trabajo<br />

sean susceptibles de interferir el ejercicio<br />

de derechos fundamentales, así como<br />

el establecimiento de vías de rendición de<br />

cuentas y mecanismos de control, son<br />

asuntos secuencialmente subordinados a<br />

aquellas cuestiones centrales.<br />

A tenor de lo que se ha publicado sobre<br />

los proyectos al respecto, parece que<br />

ha llegado la hora de separar la función de<br />

inteligencia militar de aquella otra de naturaleza<br />

estrictamente política. La confusión<br />

de los dos planos ha sido fuente constante<br />

de problemas organizativos: pese a<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

su nombre, y su dependencia orgánica del<br />

ministro de Defensa, el Cesid nunca ha<br />

“fagocitado” toda la función de inteligencia<br />

militar. Siempre han subsistido servicios<br />

de información de los ejércitos frente<br />

a los cuales sería conveniente delimitar el<br />

ámbito propio de la inteligencia civil, sin<br />

perjuicio de prever el modo de hacer efectivo<br />

un deber de colaboración entre las<br />

dos instancias. Otro tanto cabe decir en lo<br />

que afecta a la no delimitación de esferas<br />

competenciales entre inteligencia política<br />

y función de información de las fuerzas de<br />

seguridad. Como atestigua el reciente libro<br />

sobre los servicios secretos de Bardavío,<br />

Cernuda y Jáuregui 2 , los problemas<br />

derivados de la falta de comunicación entre<br />

ambas esferas, provocados en parte por<br />

cuestiones de “celo profesional”, han sido<br />

una constante. Y, sin embargo, la teoría es<br />

2 Bardavío, Cernuda y Jáuregui: Servicios secretos.<br />

Plaza y Janés, Barcelona, 2000.<br />

MIGUEL REVENGA<br />

diáfana: un servicio de inteligencia no es<br />

una agencia que vele por el cumplimiento<br />

de la ley, ni tenga como cometido primordial<br />

la lucha contra el crimen. Ambas cosas<br />

incumben a la policía o a la Guardia<br />

Civil, aunque bien puede ocurrir que hayan<br />

de actuar a partir de las informaciones<br />

elaboradas por los servicios de inteligencia.<br />

En todo caso es claro que la coordinación<br />

entre aquéllas y éstos (del estilo de la<br />

que se ensayó en algún momento con el<br />

Mando Único de la Lucha Contraterrorista)<br />

no puede quedar al albur del mejor o<br />

peor talante comunicativo de personas determinadas.<br />

Un mandato legal que delimite con<br />

claridad los ámbitos a que se extiende el<br />

radio de acción de los servicios de inteligencia<br />

es el primer requisito para prevenir<br />

sobresaltos. Así lo han entendido siempre<br />

los comités de diversa naturaleza que se<br />

crearon por doquier en algún momento<br />

para investigar lo que había ido mal en los<br />

servicios e intentar poner remedios. Buenos<br />

ejemplos al respecto se encuentran en<br />

Canadá (McDonald Commission), Estados<br />

Unidos (Church Committee), Australia<br />

(Hope Commission) y el Reino Unido<br />

(Scott Inquiry). Se trata de países cuya tradición<br />

en materia de espionaje incluye<br />

también entre sus componentes el hecho<br />

de haber debatido en profundidad –casi<br />

siempre para evitar la repetición de males<br />

ya constatados– qué es lo que se quería.<br />

Un somero conocimiento del mandato<br />

legal conferido a los servicios de inteligencia<br />

en los países citados demuestra que<br />

el recurso a conceptos vagos (“amenaza”,<br />

“riesgo potencial”, “actividades subversivas”,<br />

“bienestar económico”, etcétera), entre<br />

los cuales el de seguridad nacional quizá<br />

sirve como síntesis de todos ellos, es algo<br />

inevitable. Pero los niveles de<br />

indeterminación varían mucho de una ley<br />

a otra. Concédasenos que no es lo mismo<br />

señalar genéricamente que será función de<br />

la agencia “proteger la seguridad nacional”,<br />

como hace la Security Service Act británica<br />

de 1989, que decir que corresponderá<br />

al servicio secreto “obtener y evaluar<br />

información con respecto a actividades de<br />

las que quepa sospechar razonablemente<br />

que puedan ser una amenaza para la seguridad<br />

(...)”, como se lee en la Security Intelligence<br />

Service Act canadiense de 1984. En<br />

el primer caso vemos enunciada la función,<br />

pero la ley no nos permite hacernos<br />

la más ligera idea de los límites en los que<br />

se enmarca, ni de los medios para cumplirla.<br />

En el segundo caso, sabemos que se<br />

trata estrictamente de recolectar datos, de<br />

analizarlos y de “informar y asesorar al<br />

33


SERVICIOS DE INTELIGENCIA<br />

Gobierno” (shall report to and advise the<br />

Governmemt of Canada). La línea que separa<br />

la función de inteligencia de la función<br />

policial, por sutil que pueda ser, conviene<br />

trazarla. Y para ello, lo mismo que<br />

para intentar aquilatar el alcance de los<br />

términos ambiguos, no hay mejor técnica<br />

legislativa que fijar lo que los servicios de<br />

inteligencia no pueden hacer. En este sentido<br />

es ejemplar la Australian Security Intelligence<br />

Organization Act de 1979, cuando<br />

señala que no es función de ella “llevar a<br />

cabo o imponer” medidas para la seguridad<br />

(it is not a function of the Organization<br />

to carry out or enforce measures for security).<br />

Pero por más ocurrente que sea el legislador<br />

alumbrado por el deseo de ser claro<br />

(que tanto puede serlo en la ambigüedad<br />

como en la precisión), ninguna fórmula<br />

refuerza mejor un funcionamiento<br />

eficaz de los servicios de inteligencia que<br />

el establecimiento de mecanismos de control<br />

rutinarios (en cuanto a su secuencia<br />

temporal) y efectivos en términos de seguimiento<br />

y conocimiento informado de la<br />

labor de ellos. En su ensayo titulado La<br />

senda del mal 3 , Rafael del Águila reivindica<br />

la “lógica de la prudencia en pluralidad”<br />

para habérselas con los asuntos<br />

que sean de verdad merecedores del sello<br />

de materia secreta. Se trata de un juicio de<br />

carácter estrictamente político y regido<br />

por consideraciones que no tienen por<br />

qué coincidir (aunque tampoco por qué<br />

ser contrapuestas) a las que son propias<br />

del criterio de la legalidad. Sobrepasan este<br />

criterio y lo trascienden, sin hacerle de<br />

menos; no es cuestión de subsumir hechos<br />

en reglas, sino de evaluar acciones y prever<br />

consecuencias.<br />

Nada convendría más a una ley reguladora<br />

del Cesid que el acuerdo, lo más amplio<br />

posible, para impulsar un conjunto de<br />

medidas de política legislativa que aparecen<br />

estrechamente relacionadas con ella.<br />

Así ocurre con el secreto oficial y la actualización<br />

de su régimen jurídico, con expresa<br />

previsión de un sistema de resolución del<br />

conflicto que pueda ocasionar el uso de información<br />

clasificada en los procedimientos<br />

judiciales. Y así sucede también con el<br />

acceso del Congreso a los secretos oficiales,<br />

regulado actualmente por una resolución<br />

del presidente de dicha Cámara, de junio<br />

de 1992, en la que se prevé una comisión<br />

parlamentaria de control. Dicha comisión<br />

debería revitalizarse mediante el<br />

mandato de controlar el funcionamiento de<br />

3 Rafael del Águila, La senda del mal. Política y<br />

razón de Estado, Taurus, Madrid, 2000.<br />

los servicios de Inteligencia. Ello si es que no<br />

se considera mejor crear una de nuevo cuño,<br />

quizá mixta Congreso-Senado, ante la<br />

que el director del Cesid debería comparecer<br />

siempre que la Comisión lo requiriera,<br />

y en todo caso periódicamente, para informar.<br />

Una composición plural y a la vez restringida,<br />

y sanciones efectivas en caso de<br />

incumplimiento del deber de sigilo por<br />

parte de los parlamentarios (algo no infrecuente<br />

en el caso de la comisión de secretos<br />

oficiales), vendrían a completar el esquema<br />

de lo deseable.<br />

De lo que hemos podido leer hasta<br />

ahora se deduce también que no parece<br />

estar muy clara la diferenciación entre el<br />

terreno de los controles políticos y el de<br />

las coberturas de legalidad para determinadas<br />

actuaciones del servicio secreto. Si<br />

algo acreditan los casos escuchas y espionaje<br />

a la sede de HB en Vitoria, es lo insostenible<br />

de una situación en la que el abandono<br />

del legislador, la anomia en cuanto a<br />

procedimientos operativos de los servicios,<br />

se pretendía hacer compatible con un eficaz<br />

desempeño de las funciones de información<br />

e inteligencia. Si se considera que<br />

la intervención de teléfonos es un instrumento<br />

irrenunciable, regúlese, que para<br />

ello no hay más que cumplir la Constitución,<br />

bastante clara en este extremo: rango<br />

de ley orgánica por la incidencia directa<br />

en el desarrollo del derecho al secreto de<br />

las comunicaciones (art. 81 CE) y necesidad<br />

de resolución judicial (art. 18.3 CE).<br />

Resolución judicial significa control motivado<br />

de legalidad, esto es, examen, por sucinto<br />

que sea, de la adecuación y proporcionalidad<br />

de la medida a la luz de los objetivos<br />

del servicio y las circunstancias del<br />

caso. Si no se cumplen esos cánones mínimos<br />

de legalidad, no hay control político<br />

que pueda convalidar la intervención. Por<br />

eso no nos parece un buen sistema el consistente<br />

en depositar en un solo órgano de<br />

composición mixta los controles políticos<br />

y los jurisdiccionales, tal como hace, por<br />

cierto, entre nosotros, la llamada Ley de<br />

Videovigilancia.<br />

Mayores dificultades constitucionales<br />

encontraría legalizar la disposición de aparatos<br />

de escucha en domicilios o sedes sociales,<br />

que es lo que se ha propiciado en<br />

Alemania mediante una reforma de la<br />

Constitución. La CE contempla el levantamiento<br />

de la inviolabilidad domiciliaria<br />

en determinadas circunstancias y con resolución<br />

judicial (art. 18.2), pero no creo<br />

que consintiera un apoderamiento in toto<br />

y con carácter permanente del derecho a<br />

la intimidad de los espiados. En cambio,<br />

otro de los recursos clásicos del espionaje,<br />

el uso de agentes infiltrados, tiene desde<br />

1999 cobertura en nuestro derecho positivo<br />

(art. 282 bis, de la Ley de Enjuiciamiento<br />

Criminal) como instrumento policial<br />

en la lucha contra el narcotráfico. En<br />

el caso de los servicios de inteligencia, parece<br />

que también habría que cumplir lo<br />

que dicho artículo dispone en consonancia<br />

con la doctrina del TEDH: autorización<br />

judicial para el uso de la figura y<br />

prohibición de actividades susceptibles de<br />

incitar a la comisión de delitos.<br />

Conclusión<br />

Una acabada regulación legal de los servicios<br />

de inteligencia es el mejor parapeto<br />

frente a las manipulaciones y entredichos<br />

a que suele verse sometida la labor de<br />

ellos. La autoconfianza interna, alimentada<br />

regularmente a través de mecanismos<br />

plurales de control, y el alejamiento de los<br />

lugares centrales del espacio público, consecuencia<br />

de una legitimidad bien asentada,<br />

se muestran entonces como ventajas<br />

indiscutibles.<br />

Hace unos meses, en una de sus columnas<br />

del diario El País, denunciaba Herrero<br />

de Miñón, a propósito del conflicto<br />

suscitado por la celebración del Día de las<br />

Fuerzas Armadas en la ciudad de Barcelona,<br />

la absoluta falta de una “cultura de defensa”<br />

capaz de percibir cuáles son los riesgos<br />

que se ciernen sobre nosotros y cuáles<br />

las necesidades para atajarlos. Dicha carencia<br />

es, quizá, la causa, pero también la<br />

consecuencia, de haber llevado hasta extremos<br />

injustificados un principio de reserva<br />

que, tal y como hasta ahora se ha<br />

aplicado, no cuadra con las necesidades de<br />

información de una sociedad democrática.<br />

El grado de madurez que hayamos alcanzado<br />

desde este punto de vista es algo que<br />

el debate sobre la anunciada ley del Cesid<br />

debería poner a prueba. n<br />

Miguel Revenga es profesor titular de Derecho<br />

Constitucional. Autor de El imperio de la política y<br />

editor de Acceso judicial a la obtención de datos.<br />

34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Introducción<br />

Algunos afirman que las cárceles sobran.<br />

Institución en crisis o escuelas de delincuencia,<br />

señalan otros. Y casi todos coinciden<br />

en que la prisión no resuelve los<br />

problemas ni pacifica la sociedad. La realidad<br />

es que, hoy por hoy, ninguna sociedad<br />

puede prescindir de ella. Aunque, si<br />

bien esto es cierto, no lo es menos que<br />

existen indicios claros de que se pueden<br />

formular otras alternativas a las penas de<br />

prisión para un gran número de delincuentes.<br />

Nosotros disponemos de una ley que<br />

se puede considerar progresista. En su décimo<br />

aniversario yo realizaba un breve balance<br />

de dicha norma (El País, 24-1-<br />

1990), que, tomando como referente el<br />

marco constitucional, recogiendo las recomendaciones<br />

de las Naciones Unidas<br />

para el tratamiento de los presos y la doctrina<br />

internacional, configuró una ley más<br />

restrictiva que privativa de libertad. Sin<br />

embargo, una cosa es lo que se refleja en<br />

el papel y otra muy distinta su práctica. A<br />

pesar de eso, resaltábamos los cambios<br />

positivos que se estaban operando: a) la<br />

conversión de una estructura panóptica y<br />

filomilitar carcelaria en una institución<br />

piramidal cerrada pero que permite ciertos<br />

márgenes y consideraciones hacia los<br />

internos y que supuso una distensión y<br />

acercamiento en las relaciones funcionario-interno;<br />

b) el derecho del interno a la<br />

resocialización y la obligación de la Administración<br />

a proporcionársela. Con este<br />

fin, se le fue restando protagonismo al orden<br />

y la disciplina y orientándolos en<br />

función de las llamadas “actividades de<br />

tratamiento” (terapéuticas, formativas,<br />

deportivas, recreativas y culturales); c) la<br />

entrada y participación de organizaciones<br />

no gubernamentales (ONG), instituciones<br />

y voluntariado social proporcionó aire<br />

fresco a todo el colectivo prisión. Poco a<br />

poco fue calando la idea de que las perso-<br />

VEINTE AÑOS DE<br />

LEY PENITENCIARIA<br />

EMILIO MONTESERÍN<br />

nas presas no eran patrimonio del director<br />

y sus funcionarios, sino que pertenecían<br />

a toda la sociedad y necesitaban de la<br />

comprensión y ayuda de todos para facilitar<br />

su recuperación social; d) la introducción<br />

del juez de vigilancia penitenciaria<br />

para que vele por el cumplimiento de la<br />

normativa y defienda los derechos de los<br />

internos causó el correspondiente recelo y<br />

malestar entre el funcionariado. Actualmente,<br />

y aunque diariamente se producen<br />

criterios enfrentados, casi todos los profesionales<br />

penitenciarios tienen asumido<br />

que el poder judicial debe de actuar en este<br />

ámbito lo mismo que lo hace en cualquier<br />

otro.<br />

Después de 20 años de andadura se<br />

han puesto de manifiesto sus luces y sombras,<br />

cumplimientos e incumplimientos,<br />

contradicciones y perversidades. Éstas,<br />

porque todavía hay que lamentar denuncias<br />

de malos tratos 1 que considero se trata<br />

de hechos puntuales y concretos, pero<br />

no debería de producirse ninguno. La Ley<br />

Orgánica General Penitenciaria (LOGP)<br />

es clara y tajante, “ningún interno será sometido<br />

a malos tratos de palabra u obra”<br />

(art. 6). Y contradicciones, porque el Reglamento<br />

Penitenciario (RP) señala en<br />

1 Ver Ríos, J., y Cabrera, P. J.: Mil voces presas,<br />

págs. 104 y sigs. Universidad Pontificia de Comillas,<br />

Madrid, 1998. Estudio basado en testimonios de<br />

1.000 internos. El Informe del Defensor del Pueblo,<br />

págs. 109-112, Madrid, 1998. También algunas asociaciones<br />

han recogido denuncias de malos tratos. Por<br />

mi parte, no conozco casos concretos, pero sí he escuchado<br />

a internos que me merecen mucha confianza<br />

hechos de esa naturaleza.<br />

La Ley Orgánica General Penitenciaria fue aprobada<br />

por consenso de todas las fuerzas políticas el 26-<br />

9-1979, siendo director general de Instituciones Penitenciarias.<br />

Carlos García Valdés era el padre y artífice<br />

de dicho texto. Fue modificada ligeramente por Ley<br />

Orgánica 13/1995, de 18 de diciembre; el artículo 29,<br />

respecto a ampliación del permiso de mujeres trabajadoras<br />

embarazadas, y el artículo 38, referente al máximo<br />

de tres años de edad de los hijos que pueden vivir<br />

con sus madres en prisión.<br />

amplios artículos las formas de participación<br />

de los internos en la organización de<br />

actividades y desarrollo de la vida diaria<br />

del centro 2 . Sin embargo, hasta ahora se<br />

han quedado inéditos, obviamente porque<br />

la prisión ordinaria se configura intrínsecamente<br />

de forma piramidal y antidemocrática,<br />

que hace inviable cualquier<br />

discusión. Abolicionistas, retribucionistas,<br />

reformadores, juristas o penitenciaristas<br />

no dejan de analizar y expresar diferentes<br />

opiniones sobre la cárcel y sus consecuencias,<br />

necesidad y superación. A mi juicio,<br />

y como señala el profesor Beristain 3 , por<br />

un lado, es necesario profundizar en los<br />

mecanismos más asequibles, plausibles y<br />

humanos que ofrece nuestro sistema; y,<br />

por otro, poner en marcha otras medidas<br />

menos traumáticas que las penas de prisión.<br />

Desde esta perspectiva, intentaré realizar<br />

una pequeña reflexión desde la experiencia<br />

y aplicación de nuestra normativa<br />

penitenciaria de los últimos años. En<br />

consecuencia, nos centraremos en los<br />

avances, deficiencias, posibilidades y alternativas.<br />

Avances<br />

1. El juez de vigilancia penitenciaria<br />

Qué duda cabe que la creación de los juzgados<br />

de vigilancia penitenciaria constituyen<br />

un importante avance por la garantía,<br />

apoyo y defensa que vienen a prestar a todas<br />

las personas presas. Su competencia<br />

en todos los órdenes regimentales, trata-<br />

2 Artículos 55-61 del reglamento actual (Real<br />

Decreto de 9-2-1996). Este nuevo reglamento modifica<br />

al anterior (Real Decreto de 8-5-1981).<br />

3 Beristain, A.: ‘¿Derechos y deberes humano-fraternales<br />

en las prisiones?’, en La Ley, revista jurídica española,<br />

Madrid, 3 y 6-9-1999. En estos dos números<br />

el autor realiza un análisis de la situación de los presos<br />

de ETA y de las penas de prisión en general. Señala varias<br />

propuestas en su ya conocida línea humanista y subraya<br />

que las cárceles destruyen a las personas y urge<br />

convertirlas en centros de repersonalización.<br />

36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


mentales, clasificación y permisos, permite<br />

que este órgano decida teóricamente la<br />

suerte de los internos. Sin embargo, en<br />

la realidad no es así. La suerte de la mayoría<br />

de ellos la deciden las juntas de tratamiento<br />

de los centros, porque aunque<br />

muchos recurren sus decisiones muchas<br />

veces los jueces no estiman el recurso y<br />

otras tardan tanto tiempo en resolver que<br />

aunque les den la razón ya no les sirve.<br />

De modo que dependerá de la sensibilidad<br />

penitenciaria o judicial o de la suerte<br />

el que un interno salga antes o después a<br />

la calle. Pero todavía les queda otro recurso<br />

de apelación a la Audiencia Provincial,<br />

de cuya actuación en Madrid los internos<br />

se hallan muy satisfechos. En numerosas<br />

ocasiones este órgano judicial corrige criterios<br />

habituales de las juntas de tratamiento<br />

de los centros. Respecto a no proponer<br />

permiso en base a la lejanía de las<br />

tres cuartas partes de la condena, razona<br />

la sala que esto no constituye una motivación<br />

bien fundamentada, puesto que la<br />

ley señala que se podrán conceder permisos<br />

una vez cumplida la cuarta parte de la<br />

pena y no a las tres cuartas partes. Porque<br />

ese solo factor no debe impedir la iniciación<br />

de la preparación para la vida en libertad<br />

cuya finalidad persiguen las salidas<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

de permiso 4 . Ciertamente, en esta materia<br />

las juntas de tratamiento de los centros<br />

tienen la competencia de enviar las propuestas<br />

a los juzgados de vigilancia. Pero<br />

la dirección general interviene mediante<br />

circulares orientadoras de criterios que<br />

insta tener en cuenta a ese órgano colegiado.<br />

Así, en 1993 con los sucesos de las niñas<br />

de Alcàsser (Alicante) y otros casos similares<br />

que crearon gran alarma social 5 ,<br />

la dirección general remitió a los centros<br />

una circular en la que señalaba 10 variables<br />

de riesgo de quebrantamiento o de<br />

hacer mal uso de permiso. Posteriormente<br />

en otra circular de 1994 las amplió a 18:<br />

a) relacionadas con la persona: extranjería,<br />

trastorno psicopatológico, drogode-<br />

4 Auto 68/2000 de la Audiencia Provincial de<br />

Madrid, secc. 5ª. Esta resolución sigue la doctrina del<br />

Tribunal Constitucional, que en sentencia 112/1996,<br />

de 24 de junio, razona en este sentido.<br />

5 En enero de 1993 aparecieron los cuerpos sin<br />

vida y con signos de violación de las tres niñas desaparecidas<br />

dos meses antes. Los crímenes fueron atribuidos<br />

a delincuentes que no habían regresado de permiso.<br />

Tales sucesos produjeron gran impacto social y llenaron<br />

las primeras páginas de los medios, fueron<br />

objeto de debates y programas especiales durante meses<br />

y se continuó hablando durante años. Otros casos<br />

de violación y muerte se produjeron también en 1992<br />

en Valladolid, A Coruña y Burgos.<br />

pendencia, inestabilidad y marginalidad;<br />

b) relacionadas con la actividad delictiva:<br />

tipo delictivo, profesionalidad, reincidencia<br />

y repercusión social; c) trayectoria penitenciaria:<br />

quebrantamientos, haber estado<br />

en primer grado, lejanía de las tres<br />

cuartas partes de la condena, ausencia de<br />

permisos y menos de tres meses en el centro;<br />

d) referente al permiso en sí: falta de<br />

control externo, deficiencia convivencial,<br />

lejanía geográfica y presiones internas. La<br />

valoración de estas variables creó mucha<br />

controversia en las juntas de tratamiento.<br />

Pues algunas, como inestabilidad personal,<br />

reincidencia, drogodependencia, ausencia<br />

de permisos, etcétera, resultaban<br />

absurdas. Y si se tuviesen en cuenta todas<br />

y cada una de ellas no saldría prácticamente<br />

nadie. En un primer momento y<br />

según los centros, se realizaba el cálculo<br />

matemático del perfil de riesgo, que podría<br />

ser máximo, alto y medio. Se abandonó<br />

pronto esa medida cuantitativa; pero<br />

se había captado el mensaje y ahí permanecen<br />

esos criterios restrictivos que<br />

modelan la toma de decisiones de los profesionales<br />

penitenciarios.<br />

Sobre la clasificación en tercer grado,<br />

subraya la audiencia en varios autos, aludiendo<br />

al artículo 72.4 de la LOGP, que<br />

37


VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />

“en ningún caso se mantendrá a un interno<br />

en un grado inferior cuando por la<br />

evolución de su tratamiento se haga merecedor<br />

a su progresión”. De este modo,<br />

siempre que se cumplan las condiciones<br />

señaladas en dicha norma, la clasificación<br />

en tercer grado debe ser la norma y no la<br />

excepción. Con respecto a la concesión de<br />

la libertad condicional a enfermos muy<br />

graves con padecimientos incurables (art.<br />

104.4 del RP), merece destacarse un auto<br />

de dicha sala V 6 en el que, entre otros aspectos,<br />

subraya que el respeto a la vida y a<br />

la integridad física y moral y la prohibición<br />

constitucional de penas inhumanas<br />

pueden convertir tales sufrimientos “en<br />

una carga adicional al cumplimiento de la<br />

pena”. Por otro lado, se fundamenta en<br />

dicho auto que, si se pretende asegurar la<br />

dificultad para delinquir, se reducirá el<br />

beneficio de la libertad condicional al derecho<br />

a sobrevivir, agonizar y morir. Y<br />

añade que es preferible el riesgo de acordar<br />

la libertad condicional que el riesgo<br />

de estar sometiendo a una persona a una<br />

pena inhumana hasta la preagonía. En esta<br />

materia, las juntas de tratamiento de<br />

los centros sólo tienen la facultad de proponer,<br />

por lo que la clasificación en tercer<br />

grado y como consecuencia la libertad<br />

condicional debe de pasar antes por la dirección<br />

general, quien decide, muchas veces,<br />

en función de criterios de oportunidad<br />

o coyuntura política.<br />

Pero los jueces de vigilancia también<br />

han necesitado de un rodaje para creerse<br />

realmente sus funciones. En los 10 primeros<br />

años de actuación se aprecia claramente<br />

cómo estimaban muy pocos recursos<br />

de los internos, apenas visitaban los<br />

centros o prestaban atención a sus problemas<br />

7 . Poco a poco esto fue cambiando,<br />

probablemente estimulados por los recursos<br />

de apelación que los afectados interponían<br />

una y otra vez ante los tribunales<br />

superiores. Actualmente, la mayoría de<br />

jueces y fiscales visitan con frecuencia los<br />

centros, atienden, escuchan y conocen directamente<br />

a los internos y a sus familiares.<br />

De esta forma, tienen una mayor información<br />

para poder fundamentar mejor<br />

sus decisiones. Por otra parte, los jueces<br />

de vigilancia han cobrado mayor inde-<br />

6 Respecto al tercer grado, Auto de 18-3-1999; y<br />

respecto a la libertad condicional por enfermedad<br />

muy grave e incurable, Auto de 16-1-1998 de la Audiencia<br />

Provincial de Madrid, secc. 5ª.<br />

7 Hubo alguna juez de vigilancia que quiso entrevistarse<br />

con los internos a través de los locutorios (cristales),<br />

a lo que muchos se opusieron, y tuvo que rectificar<br />

su criterio y acceder a las entrevistas cara a cara.<br />

pendencia para valorar sus resoluciones<br />

respecto a la clasificación en tercer grado<br />

y la libertad condicional. Pues, se señala<br />

en el artículo 90.1 del nuevo Código Penal<br />

(CP), podrá concederse a aquellos que<br />

“exista respecto de los mismos un pronóstico<br />

individualizado favorable de reinserción<br />

social, emitido por los expertos que<br />

el juez estime convenientes”. Por consiguiente,<br />

este órgano puede tener en cuenta<br />

los informes de los profesionales penitenciarios,<br />

o bien, fundamentarse en los<br />

emitidos por otros especialistas.<br />

2. La participación social en las penas<br />

privativas de libertad<br />

La LOGP señala, en su título III, referente<br />

al tratamiento, que se fomente la participación<br />

de los internos en la programación<br />

de las actividades y que se recabe la<br />

colaboración ciudadana con el fin de lograr<br />

la recuperación social de los penados.<br />

Pues bien, mientras la formación de las<br />

comisiones de internos está resultando un<br />

verdadero fracaso, a mi entender por las<br />

razones ya señaladas de la estructuración<br />

piramidal y antidemocrática de la prisión<br />

que las hacen inviables, sin embargo admite<br />

cierta permeabilidad la participación<br />

de la sociedad en la ejecución de estas penas.<br />

Actualmente son más de 44 asociaciones<br />

las que trabajan o colaboran de<br />

una u otra forma en este medio, habiendo<br />

centros que cuentan con la colaboración<br />

de varias asociaciones y varias asociaciones<br />

que actúan en diferentes centros como<br />

Proyecto Hombre, que tiene presencia<br />

en 34 centros 8 .<br />

En el siguiente cuadro podemos comprobar<br />

las actuaciones que algunas ONG<br />

desarrollan tanto en los centros penitenciarios<br />

como en los barrios de nuestras<br />

ciudades 9 .<br />

Entre las asociaciones que intervienen<br />

en el resto de España debemos destacar:<br />

Proyecto Hombre, que desarrolla comunidades<br />

terapéuticas para drogodependientes<br />

y programas intrapenitenciarios de<br />

motivación para la rehabilitación, con<br />

1.024 y 872 beneficiarios, respectivamente,<br />

en 1999; Institut de Reinserció Social<br />

(IRES) de Barcelona, que viene desarrollando<br />

sus actividades en el medio delincuencial<br />

desde 1974; Nuevo Futuro y<br />

Cruz Roja llevan a cabo su trabajo en dife-<br />

8 Dirección General de Instituciones Penitenciarias<br />

(DGIP), Informe general 1998, págs. 131 y 132.<br />

9 Datos facilitados por responsables de las asociaciones<br />

y correspondientes a 31-12-1999. Otra fuente<br />

de datos corresponde a la DGIP, Informe general<br />

1998, págs. 35 y 36, 131 y 132.<br />

rentes ciudades; FENPROP en Valladolid;<br />

y la Generalitat Valenciana y el Gobierno<br />

vasco en sus respectivas comunidades.<br />

En el cuadro anterior se puede observar<br />

determinadas instituciones públicas<br />

que se ocupan de la reinserción de estas<br />

personas. Pero es, sobre todo, la participación<br />

de las ONG la que se está convirtiendo<br />

en un esperanzado hecho relevante,<br />

del que, a mi entender, se deben subrayar<br />

los siguientes aspectos:<br />

a) La acogida y atención de enfermos<br />

graves e incurables supone una actuación<br />

imprescindible para que muchas de estas<br />

personas puedan vivir la última etapa de<br />

su vida fuera de la cárcel: en compañía<br />

del personal voluntario o profesional recuperan<br />

la dignidad y pueden disfrutar<br />

del aprecio, afecto y cariño que la mayoría<br />

de ellos nunca tuvieron.<br />

b) Aproximadamente un 20% de internos<br />

que salen de permiso pueden disfrutarlo<br />

gracias a la acogida que les proporcionan<br />

estas asociaciones. Esta tutela<br />

resulta vital respecto a los internos extranjeros,<br />

cuyo colectivo representa un 17%<br />

de la población reclusa. Casi todos carecen<br />

de familia, amigos o dinero y se vieron<br />

empujados a delinquir (tráfico de<br />

drogas) por la situación de pobreza que<br />

vivían en su país iberoamericano o africano<br />

10 y muchos han arriesgado su vida<br />

portando la cocaína en el estómago (boleros).<br />

c) Algunas asociaciones realizan su colaboración<br />

con niños menores desarrollando<br />

actividades intrapenitenciarias,<br />

efectuando salidas terapéuticas o viajando<br />

con ellos cuando a sus madres les trasladan<br />

de centro. Indudablemente esto constituye<br />

una ayuda inestimable para paliar<br />

los sufrimientos, a veces traumáticos para<br />

estos seres inocentes.<br />

d) Según datos de las propias asociaciones,<br />

suman alrededor de 3.000 los voluntarios<br />

sociales y profesionales que intra o extrapenitenciariamente,<br />

de una u otra for-<br />

10 Según datos de la DGIP (30-6-1999), la población<br />

reclusa ascendía a 45.650 internos, el número<br />

de extranjeros en las prisiones españolas representaba<br />

el 17%, el grupo más numeroso correspondía a los<br />

marroquíes (2.142), seguido de los colombianos<br />

(1.234). Sobre este colectivo, véase Monteserín Fernández,<br />

E. (1995), que en un trabajo-tesis doctoral<br />

‘Los correos de la cocaína’, Facultad de Sociología<br />

Universidad Complutense de Madrid, se comprobó<br />

que casi todos los colombianos que venían a España<br />

por primera vez eran detenidos en el aeropuerto de<br />

Barajas y el 35% portaban la droga en bolas introducidas<br />

en el estómago. Este grupo de camellos colombianos,<br />

entre los que se encontraba un 23% de mujeres,<br />

representaba tanto como el resto de países iberoamericanos.<br />

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


ma, actúan sobre este colectivo tanto en<br />

reinserción como en prevención. Así pues,<br />

no nos encontramos ante una elogiable colaboración<br />

testimonial o voluntarista de<br />

unos pocos sino que se está configurando<br />

un movimiento humanizador, dinamizador<br />

y alternativo a las penas de prisión. Esta<br />

mayor implicación de la sociedad en la resocialización<br />

de personas en prisión parece<br />

responder a una creciente conciencia social<br />

de que los delitos son la consecuencia de<br />

problemas que se originan en la sociedad y<br />

deben ser resueltos por ella. Por eso, en mi<br />

opinión, éste constituye el avance penitenciario<br />

más importante desde que entró en<br />

vigor la LOGP. Solamente advertimos un<br />

peligro: que, poco a poco, estos colectivos<br />

sociales se conviertan en empresas privadas<br />

cuyo móvil lo constituya el ánimo de lucro,<br />

en una tendencia privatizadora de las cárceles<br />

al puro estilo norteamericano y perdiendo<br />

así ese carácter crítico y de servicio social<br />

que ahora mantienen.<br />

Deficiencias<br />

Sin pretender hacer demagogia, que resultaría<br />

bastante fácil en un tema como éste,<br />

ni entrar a valorar lo ineficiente o absurdo<br />

que resulta la prisión, nos centraremos en<br />

las mayores deficiencias que hemos obser-<br />

vado durante el desarrollo de la ley y que<br />

con una mayor voluntad serían superadas.<br />

Nos referimos a los traslados, los enfermos<br />

de sida, los internos clasificados en primer<br />

grado, retroceso de las clasificaciones en<br />

tercer grado, el predominio del régimen<br />

sobre el tratamiento, la deficiencia en el<br />

tratamiento de toxicómanos en prisión,<br />

jóvenes en la cárcel en estado puro, la falta<br />

y explotación en el trabajo productivo, los<br />

nuevos centros como segregación social y<br />

la deficiencia de profesionales.<br />

1. Los traslados<br />

La forma de llevar a cabo el traslado de internos<br />

de una prisión a otra ha sido materia<br />

de reiteradas quejas ante los juzgados de vigilancia<br />

y otras instancias. Manuela Carmena,<br />

siendo juez de vigilancia en 1989, dictó<br />

varias normas con las condiciones que deberían<br />

reunir los autobuses que efectuaban<br />

tales traslados. Diez años después esas condiciones<br />

apenas han mejorado. Las rutas,<br />

aunque no sean de larga distancia, continúan<br />

prolongándose durante semanas con paradas<br />

temporales en diferentes centros recogiendo<br />

y dejando internos. Esto hace que,<br />

al margen de las deficientes condiciones<br />

materiales, los internos se sientan muy perjudicados,<br />

porque muchas veces sus fami-<br />

EMILIO MONTESERÍN<br />

ASOCIACIONES CUMPLIMIENTO ACOGIDA PROGRAMAS DE PROGRAMAS<br />

MÁS IMPORTANTES EN UNIDADES EN PERMISO INSERCIÓN EN DE ACTIVIDADES EN<br />

QUE ACTÚAN EN LA DEPENDIENTES BARRIOS Y/O LOS CENTROS<br />

COMUNIDAD O EXTRAPENITENCIARIAS TUTELA DE LIBERADOS<br />

DE MADRID CONDICIONALES<br />

HORIZONTES ABIERTOS Dos pisos Tres pisos Un piso de madres con Diariamente, en<br />

Plazas: 16 Plazas: 27 hijos menores programas específicos<br />

Plazas: 9 Semanalmente, grupos<br />

Tres pisos de liberados de voluntarios en<br />

condicionales enfermos incurables programas de apoyo<br />

Plazas: 30<br />

PUNTO OMEGA Tres pisos Un piso Programas de: Diariamente, en<br />

Plazas: 24 Plazas: 8 – formación profesional programas específicos<br />

– ayuda a drogodependientes, de ayuda a<br />

enfermos de sida y sus familias delincuentes drogadictos<br />

– Escuela de Formación Social Semanalmente, grupos<br />

de voluntarios en<br />

programas de apoyo<br />

MARILLAC Un piso Dos pisos Programas de: Diariamente, en<br />

Plazas: 10 Plazas: 12 – prevención infantil programas específicos<br />

(talleres de formación para Semanalmente, grupos<br />

madres y niños) de voluntarios en<br />

– talleres de inserción programas de apoyo<br />

para terceros grados<br />

y liberados condicionales<br />

– dos pisos de apoyo<br />

a liberados condicionales<br />

ASOCIACIÓN CRISTIANA Dos pisos Visitas a familiares Semanalmente, grupos<br />

DE AYUDA A Plazas: 17 Atención y apoyo de voluntarios en<br />

LOS PRESOS (ACAP) puntual a niños de programas de apoyo<br />

madres encarceladas<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

liares no saben dónde se encuentran ni, a<br />

veces, tampoco las autoridades penitenciarias<br />

cuando lo demandan las judiciales. Pero<br />

más grave resulta que, debido a las condiciones<br />

inhumanas y degradantes de esos<br />

traslados, se producen hechos tan tristes y<br />

lamentables como lo ocurrido a una mujer<br />

de 65 años, que falleció, al parecer, por el<br />

agravamiento de su enfermedad al ser trasladada<br />

en las bodegas de un barco y furgón<br />

de la Guardia Civil desde Tenerife a<br />

Ávila 11 .<br />

2. Los enfermos de sida<br />

El que se haya producido en los últimos<br />

años un mayor control de esta enfermedad<br />

se ha reflejado también en una disminución<br />

de los fallecidos en prisión. Pero, desde<br />

1989 a 1995 fallecieron por esta causa<br />

1.233 internos 12 , si bien eran excarcelados<br />

unos días o semanas antes con el fin de<br />

que estadísticamente no figurasen muertos<br />

en prisión. En 1995 se produjo el punto<br />

11 Ríos, J.: abogado, profesor y coautor de Mil<br />

voces presas, efectuó la denuncia de este caso ocurrido<br />

el 14-9-1999, después de tres semanas de penoso y asfixiante<br />

viaje. Ver, El Mundo, 19-1-2000.<br />

12 Informe del Defensor del Pueblo 1988-1996,<br />

págs. 118-124. DGIP, Informe general 1998, págs.<br />

39


VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />

de inflexión, y a partir de entonces la cifra<br />

comenzó a descender, habiéndose producido<br />

51 muertes en 1999. Lo que sí se continúa<br />

observando es que las juntas de tratamiento<br />

suelen restar importancia a los informes<br />

médicos y valorar detenidamente la<br />

dificultad para delinquir y la peligrosidad<br />

social que presenta el interno cuando se estudian<br />

estos casos de progresión a tercer<br />

grado y concesión de la libertad condicional<br />

(art. 104.4 y 196.2 del RP). Sin embargo,<br />

la Sentencia 48/1996 del Tribunal<br />

Constitucional señala sobre esta cuestión<br />

que “no es la situación de terminalidad o<br />

no del interno gravemente enfermo lo<br />

que debe valorarse principalmente, sino que<br />

se debe ponderar en qué medida el mantenimiento<br />

de su estancia en prisión es causa<br />

de agravamiento de los padecimientos y<br />

riesgo de pérdida de vida”. Por lo que estos<br />

criterios de la más alta magistratura judicial<br />

se corresponden muy poco con los<br />

predominantes en la Administración penitenciaria.<br />

Fundamentándose en éstos o parecidos<br />

razonamientos la Audiencia Provincial<br />

de Madrid ha excarcelado a varios<br />

internos, como ya hemos visto.<br />

3. Los internos<br />

clasificados en primer grado<br />

Ciertamente hay que señalar que el número<br />

de internos clasificados en este grado<br />

de tratamiento ha disminuido considerablemente<br />

en la última década, pasando<br />

de un 4,9% en 1990 a un 2,4% en<br />

1999, lo cual constituye un hecho positivo<br />

13 . Pero para esos aproximadamente<br />

700 internos que se hallan en esa situación<br />

la cárcel produce en ellos unos efectos<br />

ineludiblemente perniciosos y destructores<br />

de su personalidad. Según se señala<br />

en el estudio realizado por J. Ríos y<br />

P. J. Cabrera (1998), la mayor parte de los<br />

que han pasado por esta situación afirman<br />

que han sido maltratados física o<br />

psicológicamente, sufrieron cacheos con<br />

desnudo integral, vejatorios y humillantes,<br />

no disfrutaron de las tres o cuatro horas<br />

de patio que contempla el RP y con<br />

frecuencia se autolesionan y suicidan.<br />

Con este triste panorama, y aunque no<br />

conozco de forma muy precisa la situación<br />

pero sí testimonios directos que corroboran<br />

una situación similar, no cabe<br />

115 y sigs. Igualmente, sobre este problema se puede<br />

consultar las manifestaciones de los internos, en Ríos,<br />

J., y Cabrera, P. J. (1998), op. cit., págs. 190 y sigs.<br />

13 Datos de la DGIP (31-12-1999). Información<br />

más amplia en Informe general 1998, págs. 24-29. Y<br />

Ríos, J., y Cabrera, P. J., op. cit., págs. 55-70 y 95-112,<br />

1998.<br />

duda de que el régimen de primer grado<br />

propicia la vulneración del respeto a la<br />

dignidad que posee toda persona, aunque<br />

se halle presa, facilita el abuso de la autoridad<br />

y favorece la impunidad. Aquí la<br />

cárcel manifiesta su verdadero ser: control<br />

y dominio total del sujeto y ausencia del<br />

mínimo programa de tratamiento.<br />

4. Retroceso de las clasificaciones<br />

en tercer grado<br />

Si resaltábamos cómo se había producido<br />

un descenso en las clasificaciones en primer<br />

grado, resulta menos satisfactorio<br />

comprobar un claro retroceso de las clasificaciones<br />

en tercer grado. Pues en esos mismos<br />

datos se refleja que en 1990 se había<br />

clasificado en este grado de tratamiento un<br />

16,9% y en 1999 un 11,9%. Este 5% menos<br />

puede no suponer mucho en términos<br />

absolutos, pero sí representa un síntoma<br />

inequívoco de una tendencia regresiva en<br />

materia de tratamiento. Otros datos que<br />

confirman esa política penitenciaria claramente<br />

punitiva quedan reflejados en la<br />

Comunidad de Madrid, que alberga en<br />

torno a 6.500 internos en siete centros; se<br />

construyeron cuatro en los últimos años y<br />

solamente dispone de uno con 300 plazas<br />

para penados en tercer grado. Madrid IV,<br />

un centro con 1.000 internos penados en<br />

segundo grado, no dispone siquiera de un<br />

departamento para ese régimen de semilibertad.<br />

Sin embargo, en la década de los<br />

ochenta se había mantenido y aún producido<br />

un ligero crecimiento. Lo que se aprecia<br />

es que, desde hace varios años, la mayor<br />

preocupación de los directivos penitenciarios<br />

se centra en la política de dispersión<br />

de internos de ETA y la construcción de<br />

nuevos centros, mientras el tratamiento<br />

cae en despreocupación y retroceso. Y no<br />

se observa que con la entrada en vigor del<br />

nuevo RP, que teóricamente refuerza la importancia<br />

del área de tratamiento sobre la<br />

de régimen, se refleje cambio alguno.<br />

5. Predominio del régimen sobre<br />

el tratamiento<br />

A pesar de que la LOGP señala de manera<br />

40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


expresa en su artículo 71 que la finalidad<br />

del régimen en los centros de cumplimiento<br />

consiste en “lograr el ambiente adecuado<br />

para el éxito del tratamiento; en consecuencia,<br />

las funciones regimentales deben<br />

ser consideradas como medios y no como<br />

finalidades en sí mismas”, la realidad resulta<br />

otra. Con demasiada frecuencia se afirma<br />

que no se pueden realizar actividades<br />

de tratamiento por falta de funcionarios de<br />

vigilancia que las acompañen. O, lo que es<br />

lo mismo, se prima la seguridad estática<br />

sobre la seguridad dinámica 14 . Funcionarios<br />

de vigilancia asignan y quitan destinos<br />

de actividades remuneradas cuando esas<br />

funciones corresponden a las juntas de tratamiento.<br />

Y más incomprensible aún resulta<br />

que la comisión disciplinar sancione a<br />

un interno por regresar dos horas tarde de<br />

permiso señalando que cometió falta grave<br />

por “desobediencia”, cuando, en mi opinión,<br />

debe considerarse incumplimiento<br />

de un deber de una medida tratamental<br />

como es un permiso. En general, se puede<br />

afirmar que todas y cada una de las actuaciones<br />

que se producen en prisión ordinaria<br />

y que revisten ciertas dudas siempre se<br />

resuelven con predominio de la autoridad<br />

disciplinar.<br />

6. El tratamiento<br />

de toxicómanos en prisión<br />

Si el tratamiento en prisión del delincuente<br />

en general resulta muy difícil, mucho<br />

más lo es si se trata de un delincuente drogadicto.<br />

El mismo legislador así lo reconoce<br />

al establecer que no entrarán en prisión<br />

aquellos que hubiesen delinquido a causa<br />

de su drogodependencia, se encuentren en<br />

tratamiento de rehabilitación o se comprometan<br />

a hacerlo y se considere que su entrada<br />

frustraría los fines de prevención y<br />

reinserción social 15 . En este sentido se ha<br />

pronunciado el Tribunal Supremo en sentencia<br />

de fecha 11-4-2000, señalando que<br />

al delincuente funcional, merecedor de un<br />

menor reproche social por incurso en una<br />

situación de responsabilidad atenuada, deberían<br />

aplicársele las medidas de seguridad<br />

y no la prisión. Todo ello nos sitúa en una<br />

clara contradicción con las presuntas funciones<br />

resocializadoras de las penas de prisión<br />

recogidas en nuestra Constitución<br />

(art. 25.2). Así pues, la intervención-trata-<br />

14 Redondo, S.: Evaluar e intervenir en las prisiones,<br />

pág. 38. PPU, Universidad de Barcelona, 1993.<br />

15 CP artículos 20.2, 21 y 87. Carmena, M.:<br />

Crónica de un desorden, págs. 80-89. Alianza, Madrid,<br />

1997. Reflexiona la autora sobre lo absurdo e inutilidad<br />

de las penas de prisión en general y para los delincuentes<br />

drogadictos en particular.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

miento en prisión sobre el delincuente<br />

drogadicto a lo más que puede llegar es a<br />

prestar una ayuda paliativa. En todo caso,<br />

si deben permanecer un tiempo en la cárcel,<br />

porque así se les impone, lo que necesitan<br />

son programas específicos que<br />

contemplen terapia individual, grupal y<br />

ocupacional, educación para la salud, prevención<br />

de recaídas, etcétera. Pero apenas<br />

existen. Sí cuentan casi todos los centros<br />

con un grupo de ayuda al drogodependiente<br />

(GAD), compuesto por varios profesionales,<br />

en los que se les proporciona información<br />

sobre la drogodependencia, los<br />

recursos, la salud, las salidas alternativas, y,<br />

sobre todo, se les invita a introducirse en el<br />

programa de metadona. Mediante este recurso,<br />

que utilizan un alto número de internos<br />

16 , éstos controlan más o menos y<br />

temporalmente su problema, pero ese tratamiento<br />

no va acompañado de un seguimiento<br />

de ayuda terapéutica y cobertura<br />

de otras carencias con el objetivo de lograr<br />

la deshabituación y recuperación social. En<br />

resumen, con más profesionales, más programas<br />

específicos, más voluntad y confianza<br />

en la capacidad de cambio de las<br />

personas afectadas, se podría mejorar sustancialmente<br />

esta problemática.<br />

7. Jóvenes en la cárcel en estado puro<br />

El nuevo RP señala entre las formas especiales<br />

de ejecución las que se deben llevar a<br />

cabo con jóvenes menores de 21 años. Sus<br />

artículos 173-177 afirman, entre otras cosas,<br />

que la actuación sobre los jóvenes se<br />

realizará en unas condiciones arquitectónicas<br />

y ambientales de forma que les permita<br />

desarrollar actividades y programas de tratamiento<br />

de acuerdo a sus necesidades. Se<br />

habla de educación básica, formación laboral,<br />

formación para el ocio y la cultura,<br />

programas de educación física y deporte,<br />

programas de intervención en drogodependencias<br />

y de carácter psicosocial,<br />

etcétera. Poco o nada de esto se ha realizado.<br />

Ciertamente, se eliminaron muchos<br />

departamentos juveniles de diferentes prisiones<br />

y se crearon nuevos centros como<br />

Monterroso (Lugo), Cáceres II, Valencia<br />

y Madrid. Sin embargo, por distintas causas<br />

no podemos señalar ningún centro en<br />

el que se cumplan los principios indicados<br />

por el Consejo de Europa y que inspiraron<br />

los contenidos de nuestra reglamentación.<br />

Por el contrario, en Madrid<br />

16 Según datos de la DGIP, Informe general<br />

1998, pág. 137, durante 1998 habían recibido tratamiento<br />

con metadona 16.283 internos, de los que el<br />

40% había comenzado el tratamiento en prisión.<br />

EMILIO MONTESERÍN<br />

abandonaron el centro más moderno y<br />

escaparate para exhibir a visitantes penitenciarios,<br />

conocido como “Alcalá piscinas”<br />

(primer centro que disponía de este<br />

medio para refrescarse en verano), y pasaron<br />

a ocupar dos departamentos de Madrid<br />

II, donde la falta de espacio y toda la<br />

configuración arquitectónica les impide<br />

desarrollar con normalidad actividades<br />

deportivas, recreativas, terapéuticas e incluso<br />

de educación general básica, a pesar<br />

del esfuerzo de sus profesionales.<br />

Esta situación deberá cambiar para algunos<br />

con la reciente entrada en vigor de la<br />

Ley Penal del Menor, que eleva de 16 a 18<br />

años la edad penal y contempla para estos<br />

menores el internamiento en centros no<br />

penitenciarios de régimen cerrado, semiabierto<br />

y abierto, según la clase de delito.<br />

8. Precarización del trabajo productivo<br />

La LOGP considera en su artículo 26 el<br />

trabajo como un derecho y un deber del interno<br />

y un elemento fundamental de su<br />

tratamiento. La realidad es que el trabajo<br />

remunerado en prisión se ha convertido<br />

desde hace tiempo en un bien muy escaso<br />

que todos quisieran tener. Con excepción<br />

de algún centro, sólo trabaja un 20% aproximadamente.<br />

Los talleres productivos más<br />

abundantes están constituidos por manipulados<br />

de carácter temporal. El carácter monótono,<br />

carente de creatividad y escasa remuneración<br />

económica, convierte la tarea<br />

en un trabajo muy poco estimulante, precario<br />

y explotador. Sirva como ejemplo el<br />

que un interno construyendo carpetas, cajas<br />

o perchas durante siete horas no suele<br />

alcanzar las 2.000 pesetas. Y si nos fijamos<br />

en ciertos servicios de los centros que últimamente<br />

la Administración penitenciaria<br />

ha convertido en tareas remuneradas, tampoco<br />

ningún puesto alcanza el salario mínimo<br />

interprofesional, a pesar de que muchos<br />

trabajan ocho horas diarias y descansan un<br />

solo día semanal. Y ocurre esto aunque sus<br />

derechos como trabajadores están reconocidos<br />

en la Constitución y el Estatuto de los<br />

Trabajadores 17 . Sin embargo, los internos<br />

aprecian y desean este tipo de trabajos. ¿Por<br />

qué? Sencillamente necesitan pasar-matar el<br />

tiempo, evadirse o “robarle horas al juez”.<br />

Porque necesitan ganar algún dinero para<br />

gastos personales y si pueden enviar un po-<br />

17 La Constitución, en su artículo 25.2, además<br />

del tan comentado derecho a la reeducación y reinserción,<br />

señala que, “el condenado a pena de prisión…<br />

tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios<br />

correspondientes de la Seguridad Social”. El Estatuto<br />

de los Trabajadores, texto refundido de Real<br />

Decreto 1/1995, de 24 de marzo, artículo 2-1.c, con-<br />

41


VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />

co a su familia. Y porque, aunque no resulte<br />

creativo, formativo ni productivo, sí experimentan<br />

una tranquilizante ergoterapia.<br />

9. Los nuevos centros como<br />

segregación social<br />

Si realmente pretendiésemos la recuperación<br />

social de las personas afectadas mediante<br />

el cumplimiento de estas penas<br />

asignaríamos a la ubicación de los centros<br />

un papel fundamental. Pero se practica un<br />

discurso segregador, selectivamente definido<br />

por todo el entramado penal y que han<br />

puesto de relieve las teorías criminológicas<br />

del labelling approach, conflicto social o<br />

criminología crítica. La política de sustituir<br />

los vetustos centros urbanos por grandes<br />

centros modernos emprendida en el<br />

periodo de Antoni Asunción (1988-1992)<br />

resultaba necesaria, pues se trataba de crear<br />

más y mejores plazas para hacer frente a la<br />

masificación que sufrían los centros. Lo<br />

que resulta incomprensible es que se ubicasen<br />

casi todos a más de 30 kilómetros<br />

de las ciudades, en un páramo y sin apenas<br />

acceso con transporte público. Esto<br />

constituye una seria dificultad para las familias<br />

de los internos y para ellos mismos<br />

cuando salen y reingresan de permiso; para<br />

los abogados, funcionarios judiciales y<br />

trabajadores penitenciarios; y, sobre todo,<br />

para el personal voluntario que de forma<br />

gratuita y solidaria desea dedicar un poco<br />

de su tiempo a promover vínculos de<br />

unión social con este colectivo. Este diseño<br />

de centros grandes y alejados sin régimen<br />

abierto constituye un segregador aislante<br />

social e incumple la LOGP, que atribuye<br />

a la ubicación de los centros la<br />

función de evitar el desarraigo social de<br />

los penados.<br />

10. La deficiencia de profesionales<br />

Una observación general sobre la ratio<br />

profesional/interno refleja que a cada profesional<br />

le corresponde, aproximadamente,<br />

atender al siguiente número de internos:<br />

Profesional Nº de internos<br />

Jurista ..............................................350<br />

Psicólogo .........................................250<br />

Educador .........................................100<br />

Trabajador social..............................125<br />

Monitor (deportivo-ocupacional) ......400<br />

Maestro de EGB ..............................125<br />

Funcionario de vigilancia ..................40<br />

sidera el trabajo penitenciario como “relación laboral<br />

especial”, que afecta a causar baja, etcétera, pero no a<br />

los derechos básicos de los trabajadores.<br />

Si tenemos en cuenta que la mayoría<br />

de los internos son personas carenciales<br />

que necesitan reaprender autoconocimiento,<br />

autoestima, autocontrol, valores<br />

humanos, habilidades sociales, educación<br />

básica, formación laboral, etcétera, resulta<br />

evidente que nos hallamos muy deficitarios,<br />

al menos, en psicólogos, educadores,<br />

trabajadores sociales y monitores, profesionales<br />

de la conducta más necesarios para<br />

recomponer en los internos su desestructuración<br />

personal, familiar y social. A<br />

esta deficiencia en cantidad, me atrevería<br />

añadir calidad; y no porque adolezcamos<br />

de competencia profesional los que trabajamos<br />

en este campo: hay de todo, como<br />

en cualquier otro. El problema radica, en<br />

mi opinión, en la falta de preparación para<br />

la intervención en contexto penitenciario.<br />

Señala Valverde (1991) que los tres<br />

elementos básicos para esta intervención<br />

deben ser: educador-terapeuta, paciente y<br />

contexto 18 . Siendo éste anormalizador, el<br />

paciente inadaptado responde como lo<br />

demanda su entorno. Por tanto, el educador<br />

debe ser capaz de empatizar con el<br />

inadaptado para poder comprender, explicar<br />

y orientar la intervención y sus posibilidades<br />

de éxito. Para este autor, el delito<br />

no constituye el elemento esencial del<br />

diagnóstico. Lo más importante son los<br />

procesos conductuales desarrollados, no el<br />

acto concreto del delito, que tiene su importancia<br />

a la hora de realizar un diagnóstico<br />

e intervención pero a otros niveles.<br />

Lo que se produce en los equipos de tratamiento<br />

de nuestros centros se le parece<br />

poco. En los análisis de los casos para su<br />

valoración tratamental suele predominar<br />

la opinión del jurista recordando los hechos<br />

delictivos y determinando el resultado<br />

del acuerdo. Mientras, no se tienen en<br />

cuenta los elementos precursores de un<br />

determinado comportamiento y los profesionales<br />

de la conducta que debieran estudiar<br />

los porqués y establecer los programas<br />

de intervención asumen muy a menudo<br />

un papel secundario.<br />

Posibilidades<br />

No se pueden negar las muchas posibilidades<br />

que ofrece nuestro sistema. Sólo me<br />

voy a referir, por una parte, a las indicadas<br />

en el nuevo RP (1996), que dedica el<br />

título VII a las formas especiales de ejecución;<br />

entre ellas, los centros de inserción<br />

social (CIS), unidades extrapenitenciarias,<br />

unidades dependientes y unidades de ma-<br />

18 Valverde, J.: La cárcel y sus consecuencias, págs.<br />

145 y sigs., Popular, Madrid, 1991.<br />

dres con niños menores. Y, por otra, las<br />

recogidas en el nuevo CP (1995), que en<br />

su exposición de motivos considera que el<br />

nuevo sistema de penas permitirá alcanzar<br />

“los objetivos de resocialización que la<br />

Constitución le asigna”. Aunque esta afirmación<br />

resulta algo pretenciosa, sí merecen<br />

destacarse algunas medidas penales<br />

como arrestos fin de semana, trabajos en<br />

beneficio de la comunidad, suspensión y<br />

sustitución de la pena, que indudablemente<br />

representan un avance con respecto<br />

al CP anterior.<br />

1. Los CIS<br />

Los principios que inspiran y los objetivos<br />

que persiguen los centros de inserción<br />

social (CIS) quedarían resumidos en: escasas<br />

medidas de control, autorresponsabilidad,<br />

normalización, prevención de la<br />

desestructuración familiar y social, y coordinación<br />

con instituciones y colectivos<br />

que trabajan en la reinserción de estas<br />

personas. Este método de régimen abierto<br />

o tercer grado de tratamiento intenta<br />

conseguir la finalidad asignada por mandato<br />

constitucional a las penas privativas<br />

de libertad. Ofrece una menor reincidencia<br />

y un menor coste económico y social<br />

porque al penado se le aparta pero no se<br />

le aísla de la sociedad. Si esto es así, ¿por<br />

qué no se desarrolla más? A numerosos<br />

delincuentes drogadictos, primarios, ocasionales<br />

o que han demostrado su cambio<br />

de conducta durante varios años, les correspondería<br />

justamente este tratamiento.<br />

2. Unidades extrapenitenciarias<br />

y dependientes<br />

Con esta modalidad de tercer grado el<br />

nuevo RP viene a cubrir una deficiencia<br />

del reglamento anterior 19 y a desarrollar lo<br />

que establece la LOGP sobre la conveniencia<br />

de “solicitar la colaboración de los<br />

ciudadanos, instituciones o asociaciones<br />

públicas o privadas ocupadas en la resocialización<br />

de los reclusos”. La irrupción de<br />

las drogodependencias en el mundo delincuencial<br />

originó la necesidad de la actuación<br />

de muchos colectivos sociales para<br />

hacer frente a este problema desde un horizonte<br />

que no fuese meramente punitivo.<br />

Así, se fueron desarrollando un buen número<br />

de comunidades terapéuticas con<br />

cientos de beneficiarios en proceso de deshabituación<br />

de drogas. Sin embargo, si te-<br />

19 El reglamento anterior se refería al tercer grado<br />

en los artículos 45 y 43; solamente en éste, in fine,<br />

se refería a la posibilidad de colaboración de asociaciones<br />

o instituciones. Sin embargo, el reglamento actual<br />

dedica a este tema varios capítulos.<br />

42 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


nemos en cuenta que aproximadamente el<br />

50% de la población reclusa tiene problemas<br />

de toxicomanías 20 y solamente el<br />

12% está clasificado en tercer grado, comprobaremos<br />

lo lejos que nos encontramos<br />

de tratar al delincuente drogadicto como<br />

necesita. Con la mencionada sentencia del<br />

Tribunal Supremo de 11-4-2000, varios<br />

grupos sociales sensibilizados en el tema<br />

demandaron un cambio de rumbo. Lo<br />

que se puede afirmar es que disponemos<br />

de suficientes medios legales pero falta la<br />

voluntad política para desarrollarlos.<br />

3. Unidades de madres y otras<br />

posibilidades de la<br />

normativa penitenciaria<br />

La LOGP (art. 38) y el RP (arts. 178 y<br />

181) abordan la problemática cuestión de<br />

las madres con hijos menores de tres años.<br />

Y lo hacen tratando de conjugar los derechos<br />

de la madre a tener a su hijo en su<br />

compañía y a que éste disponga de las<br />

condiciones necesarias para el desarrollo<br />

de la relación materno-filial y formación<br />

de su personalidad. Sin embargo, en<br />

la situación de prisión ordinaria en que se<br />

encuentra la madre resulta muy difícil la<br />

armonización de ambos intereses 21 . No<br />

obstante, existe la posibilidad de que estas<br />

madres clasificadas en tercer grado cumplan<br />

condena en unidades dependientes<br />

como ya lo realizan algunas ONG. En este<br />

sentido, se han realizado iniciativas por<br />

parte de la asociación Horizontes Abiertos<br />

y el Defensor del Menor de la Comunidad<br />

de Madrid para desarrollar un programa<br />

en el que todas las madres que se encuentren<br />

en esta situación abandonen la<br />

prisión.<br />

Otras posibilidades de la normativa<br />

penitenciaria están contenidas en: unidades<br />

mixtas internos-internas para matrimonios<br />

o parejas de hecho con el fin de<br />

que no se deteriore la convivencia que<br />

mantenían en libertad; unidades psiquiátricas<br />

para personas con patología psíquica<br />

a las que les haya sido aplicada una medida<br />

de seguridad de internamiento; unidades<br />

para jóvenes menores de 21 años, de<br />

las que ya nos hemos ocupado. Y por último,<br />

señalar que las posibilidades penitenciarias<br />

o flexibilidad en el cumplimiento<br />

de las penas eran mayores en la reglamentación<br />

anterior. Pues al desaparecer la re-<br />

20 DGIP, Informe general 1998, pág. 119. Otras<br />

fuentes también citan cifras parecidas.<br />

21 Ver nota 1, respecto a la modificación de la<br />

Ley Penitenciaria 13/1995, de 18 de diciembre, por<br />

la se rebaja de seis a tres años la edad de los hijos que<br />

pueden estar con sus madres en prisión.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

dención de penas por el trabajo, reducir<br />

prisión ahora se limita al adelantamiento<br />

de la libertad condicional a las dos terceras<br />

partes en vez de las tres cuartas partes de<br />

la condena y el indulto particular 22 . Ambos<br />

procedimientos se encuentran prácticamente<br />

inéditos.<br />

4. Arrestos fin de semana<br />

Con la introducción en el nuevo CP de<br />

algunas modalidades penales para delitos<br />

menores, ya muy desarrolladas en otros<br />

países europeos, el legislador ha pretendido<br />

encontrar una sanción alternativa a la<br />

prisión. Los arrestos fin de semana (36<br />

horas entre viernes y domingo) debería ser<br />

una de ellas; sin embargo, se están cumpliendo<br />

con encerramiento en celda, control,<br />

cacheos y medidas de seguridad cual<br />

si fuese prisión ordinaria. No es extraño,<br />

pues, que muchos penados quieran cumplirla<br />

en prisión y el Consejo General del<br />

Poder Judicial pidiese que fuera cumplida<br />

con un control pero en su domicilio.<br />

5. Trabajos en beneficio<br />

de la comunidad<br />

Esta sanción penal, una de las más novedosas,<br />

se enmarca en el concepto de delito<br />

como situación-problema que huye de<br />

respuestas expeditivas, opta por analizar el<br />

problema detenidamente y promete resultar<br />

positiva y eficaz. Porque promueve el<br />

reconocimiento del daño causado y la necesidad<br />

de repararlo en lo posible, suscita<br />

un diálogo para la resolución del conflicto<br />

y posibilita en el infractor la reflexión y<br />

búsqueda de medios que le permitan no<br />

volver a delinquir. De momento se ha<br />

aplicado muy poco.<br />

6. Suspensión y sustitución de la pena<br />

Según establece el CP (arts. 80-87), se podrá<br />

suspender la ejecución de las penas inferiores<br />

a dos años o tres si el delito fuese<br />

cometido a causa de la drogodependencia.<br />

Teóricamente, nos encontramos con uno<br />

de los aspectos más positivos y a la vez<br />

contradictorio del CP llamado “de la democracia”.<br />

Pues de manera expresa prioriza<br />

la rehabilitación, implica al penado y<br />

condiciona la suspensión de la prisión al<br />

cumplimiento de obligaciones como participación<br />

en programas formativos, laborales,<br />

culturales, educación vial, sexual, no<br />

22 Los beneficios penitenciarios están regulados<br />

en los artículos 202-206 del RP, en los que también<br />

se recoge las condiciones necesarias para poder acceder<br />

a ellos, como buena conducta, participación en<br />

actividades laborales y de tratamiento y durante un<br />

tiempo mínimo de dos años.<br />

EMILIO MONTESERÍN<br />

acudir a determinados sitios, o no ausentarse<br />

de determinados lugares, etcétera. La<br />

sustitución de la pena por arrestos fin de<br />

semana o multa constituye otra posibilidad<br />

de eludir la prisión. Pero lo que más<br />

resalta de todo esto es lo poco que el legislador<br />

confía en el carácter resocializador<br />

de la prisión, confirmando las tesis que venimos<br />

defendiendo.<br />

Alternativas<br />

1. ¿Por qué se deben buscar<br />

alternativas?<br />

a) Porque la mayor parte de delincuentes en<br />

prisión son personas carenciales pertenecientes<br />

a un grupo social que dispuso de escasas<br />

oportunidades. Si esto es así, y lo es,<br />

como lo demuestra el hecho de que a mayor<br />

igualdad social menos delincuencia y menos<br />

personas en prisión 23 , entonces parece plausible<br />

considerar que la sociedad como cooperadora<br />

necesaria del delito tiene la obligación<br />

de poner los medios para conseguir la<br />

recuperación social del delincuente. Así, el<br />

profesor Beristain (1986) señala la necesidad<br />

de la función repersonalizadora de la<br />

pena; de lo contrario, se convertiría en mera<br />

venganza 24 . Además, se enfrentaría a los<br />

principios humanistas, cristianos y de nuestra<br />

Constitución. Del mismo modo, Cid<br />

Moliné (1998) defiende el derecho a la reinserción<br />

social del penado como un derecho<br />

fundamental reconocido en la Carta Magna,<br />

por tanto, de obligado cumplimiento.<br />

b) Se deben buscar alternativas a la<br />

prisión porque se ha constatado suficientemente<br />

su fracaso como medida resocializadora<br />

25 . La política de lucha contra el<br />

delito en EE UU refleja muy bien esta situación.<br />

Hace 24 años que se reinstauró<br />

23 Verdú, V.: El planeta americano, pág. 63.<br />

Anagrama, Barcelona, 1996. Suecia es de los países<br />

con menos desigualdades sociales y también menos<br />

delincuencia y personas en prisión.<br />

24 Beristain, A.: Ciencia penal y criminología,<br />

págs. 101-123. Tecnos, Madrid, 1986. Señala el autor<br />

que una cosa es castigar y otra es sancionar. Dos conceptos<br />

diferentes que conviene tener claro y sustituir<br />

la pena por la sanción. Alude a la filosofía humanista,<br />

al cristianismo, a la realidad latinoamericana, etcétera.<br />

Cid Moliné: ‘Derecho a la reinserción social’, en revista<br />

Jueces para la democracia, núm. 32, julio/1999,<br />

págs. 36-48. Madrid, 1998.<br />

25 Sobre este tema existe abundante bibliografía,<br />

entre la que podemos citar: El correo de la Unesco, junio<br />

1998, París. Bajo el título ‘La cárcel una institución<br />

en crisis’ escriben autores de distintos países. Beristain,<br />

A.: La Ley, 3 y 6 de septiembre de 1999, Madrid.<br />

Éxodo, núm. 44, mayo-junio 1999, Madrid,<br />

número monográfico sobre las cárceles cuya portada titula<br />

‘Las cárceles sobran’ y en la que escriben varios expertos.<br />

El ciervo, núms. 426 y 427, agosto-septiembre<br />

de 1986, Barcelona; bajo el título ‘Las cárceles universidades<br />

del crimen’ analizan el tema diferentes autores.<br />

Corintios XIII, núm. 68, octubre-diciembre 1993, Barcelona.<br />

‘Los derechos humanos en la cárcel un com-<br />

43


VEINTE AÑOS DE LEY PENITENCIARIA<br />

la pena de muerte en la mayoría de los<br />

Estados y en 1999 se aplicó a 98 personas.<br />

Actualmente, 3.500 esperan en el corredor<br />

de la muerte a ser ejecutadas, miles<br />

se encuentran condenadas a cadena perpetua<br />

y suman 1,8 millones las personas<br />

que abarrotan las penitenciarías. Sin embargo,<br />

simultáneamente los delitos han<br />

continuado creciendo. Por otra parte, en<br />

España y otros países europeos con un<br />

sistema penal mucho más respetuoso con<br />

los derechos humanos se está consiguiendo<br />

una tasa delictiva mucho menor y una<br />

ratio de personas en prisión siete veces inferior<br />

(EE UU 750/100.000 habitantes y<br />

España 114/100.000 habitantes). Estos<br />

datos parecen suficientemente esclarecedores.<br />

La reacción violenta engendra más<br />

violencia y el temor a un mayor castigo<br />

no disuade al delincuente, del mismo<br />

modo que el terror o terrorismo tampoco<br />

logra vencer la libertad ni la dignidad humanas.<br />

c) Y se deben buscar alternativas a la<br />

cárcel porque, además, es muy cara. Según<br />

datos de la Administración penitenciaria,<br />

un interno le cuesta a la sociedad<br />

cuatro millones/año, mientras que en<br />

unidades extrapenitenciarias gestionadas<br />

por ONG cuesta un millón/año.<br />

2. El régimen de semilibertad<br />

A la hora de proponer alternativas a la<br />

cárcel no nos estamos planteando el sí o<br />

el no, el todo o nada, blanco o negro. La<br />

realidad nunca suele ser así y ésta mucho<br />

menos. Como señalábamos al principio,<br />

ninguna sociedad puede prescindir de esta<br />

clase de pena pero la introducción del<br />

régimen de semilibertad nos permite<br />

comprobar que se pueden llevar a cabo<br />

sanciones menos despersonalizantes y más<br />

humanas y eficaces. El tercer grado o situación<br />

de semilibertad nace como consecuencia<br />

de un mayor respeto, confianza y<br />

consideración hacia la persona presa. Es<br />

decir, se les ofrece ejercer la autorresponsabilidad<br />

y se les presta ayuda para resolver<br />

sus problemas, a lo que la mayoría<br />

responde positivamente. Tuvo su origen a<br />

finales del siglo XIX en Italia y se consagró<br />

en la penología contemporánea hacia la<br />

mitad del siglo XX, en los congresos de La<br />

promiso para la Iglesia’. Morris, N.: El futuro de las<br />

prisiones, pág. 10. Siglo XXI, Madrid, 1985.<br />

Referente a la delincuencia en EE UU, ver Verdú,<br />

V., op. cit., págs. 67-89, 1996. Ortega, A. (1998):<br />

‘Encarcelar el problema’, El País, 20-4-1999, y más<br />

recientemente, El País, 19-12-1999 y 24-6-2000. Frecuentemente,<br />

con motivo de alguna ejecución aparecen<br />

en prensa y en otros medios de comunicación datos<br />

de este grave problema que sufre ese país.<br />

Haya, 1950, y Ginebra, 1955 26 . Con voluntad<br />

e imaginación se fue desarrollando<br />

esta novedosa y esperanzadora forma de<br />

prisión. Y este sistema de normalización<br />

emprendido fue adquiriendo diferentes<br />

matices en función de las necesidades de<br />

intervención que demandan el carácter<br />

individual del tratamiento. De ahí que se<br />

realicen en centros abiertos (CIS), comunidades<br />

terapéuticas o unidades dependientes<br />

de las que ya nos ocupamos. Todas<br />

estas formas tienen como finalidad<br />

primordial conseguir la recuperación social<br />

del penado. ¿Esta restricción de libertad<br />

constituye prisión? A mi juicio, sí,<br />

aunque atenuada. Porque el interno depende<br />

de forma absoluta de las autoridades<br />

del centro donde se encuentra. Dispone<br />

de cierto ejercicio de libertad, pero está<br />

sometido a una serie de obligaciones<br />

(incluido cacheo personal y de pertenencias)<br />

que condicionan su vida diaria y con<br />

la amenaza constante de que la comisión<br />

de un fallo le puede acarrear la pérdida de<br />

su privilegiada situación. Por otra parte,<br />

¿se puede considerar alternativa a la prisión<br />

ordinaria? No dudo en afirmar que sí<br />

porque ante todo esta forma de ejecución<br />

pretende lograr la resocialización. Al delincuente<br />

se le aparta pero no se le aísla de<br />

la sociedad, se respetan sus derechos fundamentales<br />

y se prioriza el tratamiento<br />

dentro de un clima de normalización social<br />

que evita la desestructuración personal,<br />

familiar, laboral y social.<br />

3. La mediación social entre<br />

delincuente-víctima<br />

Enfrentarse a la delincuencia solamente<br />

con el llamado complejo industrial de justicia<br />

penal (sistemas policial, penal y penitenciario)<br />

constituye un auténtico fracaso.<br />

Por tanto, es necesario concederle un mayor<br />

protagonismo a las ciencias de la conducta<br />

para que participen en el núcleo<br />

central del problema y coadyuven, no a<br />

erradicarlo, pero sí a controlarlo y reducirlo.<br />

Convencidos de la necesidad de encontrar<br />

algo mejor que la prisión ordinaria, se<br />

pusieron en marcha mecanismos en los<br />

cuales se desprende a la pena de ese fuerte<br />

carácter punitivo, considerando al delitodelincuente<br />

como una situación-problema<br />

cuya solución es necesario abordar con detenimiento.<br />

De este modo se fue consolidando<br />

la prisión abierta. Primeramente,<br />

según modelo de la Administración penitenciaria<br />

y posteriormente según modelo y<br />

26 García Valdés, C.: Comentarios a la legislación<br />

penitenciaria, págs. 227 y sigs. Cívitas, Madrid, 1995.<br />

gestión de ONG. En el transcurso de este<br />

desarrollo se producen, a mi juicio, dos<br />

hechos relevantes. Por una parte, con la<br />

sanción penal se procura ante todo una finalidad<br />

resocializadora. Y, por otra, en este<br />

proceso de objetivos normalizadores juegan<br />

un papel fundamental la participación de<br />

colectivos y mediadores sociales. Avanzando<br />

un poco más en esta actuación participativa<br />

de la sociedad en la resolución de<br />

conflictos nace la mediación social entre<br />

delincuente-víctima 27 . Este sistema de justicia<br />

restauradora se estableció por primera<br />

vez en Canadá en 1974, difundiéndose<br />

posteriormente por otros países. En España<br />

se viene empleando bastante en conflictos<br />

matrimoniales y familiares; y en el ámbito<br />

penal se desarrolla con menores desde hace<br />

unos años en Cataluña y más recientemente,<br />

en Valencia, País Vasco y Madrid. Entre<br />

los aspectos más destacables que presenta la<br />

mediación podemos señalar:<br />

a) Organización y objetivos. Se pretende<br />

la solución del conflicto al margen<br />

del sistema procesal penal convocando a<br />

las partes interesadas. Con la intervención<br />

de un mediador social se procura iniciar<br />

un diálogo que culmine en un entendimiento<br />

entre víctima y ofensor. Éste, asumiendo<br />

su culpa y el compromiso de reparar<br />

en lo posible el daño causado; y<br />

aquélla, aceptando las disculpas o perdón<br />

del ofensor. Se intenta que la fuerza de la<br />

pena ceda su lugar a la asunción de la responsabilidad,<br />

cuyo reconocimiento facilita<br />

el perdón de la víctima y produce en el<br />

ofensor, al escuchar y comprobar directamente<br />

las consecuencias de los daños que<br />

causó, efectos educativos y reformadores.<br />

b) Diferencias con la justicia penal.<br />

En el sistema procesal penal, tanto el agresor<br />

como la víctima mantienen un papel<br />

de confrontación: aquél ignora el daño infligido,<br />

y se le aconseja que niegue los hechos<br />

o busque excusas. La víctima, que<br />

permanece ignorada, desconoce las circunstancias<br />

personales y sociales del autor.<br />

En toda la actuación judicial, ellos, los<br />

principales implicados en la cuestión, se<br />

mueven en la periferia como meros sujetos<br />

pasivos. Sin embargo, en los proyectos de<br />

mediación las partes interesadas encuentran<br />

un marco alejado de los órganos judiciales<br />

que les facilita la participación en<br />

27 Ver Carrasco Andrino, M.: ‘La mediación delincuente-víctima<br />

en EE UU’, en Jueces para la democracia,<br />

núm. 34, marzo de 1999, Madrid. Chena, S.:<br />

‘Mediación y justicia penal’, en Otrosí, revista del Colegio<br />

de Abogados de Madrid, núms. 4 y 5, mayo de<br />

1999. García-Pablos, A.: Tratado de criminología,<br />

págs. 988-1.022. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999.<br />

44 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


usca de resultados individualizados que<br />

satisfagan las necesidades de ambos. De<br />

este modo, se llega más fácilmente a la<br />

comprensión de lo qué ocurrió y por qué.<br />

c) Resultados. Afirmaba que la mediación<br />

producía en el delincuente unos<br />

efectos más resocializadores que la justicia<br />

penal. A mi juicio, porque al margen del<br />

sistema oficial de suma de estrategias, excusas<br />

y mentiras, la actuación conciliadora<br />

y reparadora sitúa al delincuente frente<br />

al hecho reprobable que ha realizado; y<br />

no conozco a ninguno que se alegre del<br />

daño causado. Por el contrario, algunos<br />

sienten desprecio de sí mismos, muchos<br />

se presentan voluntariamente y la mayoría<br />

son sensibles al rechazo social, reconocen<br />

que son merecedores de una sanción<br />

penal y desean ser perdonados. En cuanto<br />

a la víctima, impotente y olvidada en el<br />

sistema penal, se siente más satisfecha al<br />

percibir alguna compensación económica,<br />

moral, etcétera. Por tanto, la justicia de<br />

mediación y reparación aborda la raíz del<br />

problema y logra mejor los objetivos de<br />

pacificación de la sociedad, prevención<br />

general y especial que pretende la reacción<br />

penal. Lógicamente, no siempre es<br />

posible la conciliación ni siempre existen<br />

víctimas identificadas. A veces, la reparación<br />

puede ser la realización de trabajos<br />

en beneficio de la comunidad u otros modelos<br />

mixtos que se pueden arbitrar de<br />

acuerdo con el ministerio fiscal. En resu-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

men, la mediación hay que contemplarla<br />

como una respuesta más a incorporar para<br />

ofrecer alternativas a la prisión.<br />

Conclusiones<br />

Hoy resulta incuestionable que el fenómeno<br />

de la delincuencia necesita ser<br />

abordado desde diferentes perspectivas y<br />

que la primera de ellas debe ser la preventiva.<br />

Prevención primaria, desarrollando<br />

una justa distribución de la riqueza. Prevención<br />

secundaria, promoviendo la<br />

igualdad de oportunidades entre aquellos<br />

grupos sociales más desfavorecidos. Y la<br />

prevención terciaria, que, ante el fracaso<br />

de las dos anteriores, intervendría sobre la<br />

persona ya delincuente. Para actuar sobre<br />

la persona que infringe la ley, señalaba<br />

Beccaria hace ya dos siglos 28 , la finalidad<br />

de la pena no es “afligir” sino “impedir”<br />

que el reo cause nuevos daños a los ciudadanos<br />

y retraer a los demás de hacerlo.<br />

Nuestra legislación penitenciaria, al poner<br />

en práctica los permisos, las comunicaciones<br />

vis-à-vis, la entrada regular de personal<br />

ajeno a la institución, etcétera, aceptó<br />

el reto de atender las demandas más prioritarias<br />

de esa parte de la sociedad en pri-<br />

28 Beccaria de Cesare (1738-1794): De los delitos<br />

y las penas, pág. 45. Traducción de Juan A. de las Casas,<br />

Alianza, Madrid, 1968.<br />

29 Savater, F.: El Valor de educar, págs. 7-8. Ed.<br />

Ariel, Barcelona, 1997.<br />

EMILIO MONTESERÍN<br />

sión, y también los deseos de sus familiares,<br />

amigos y comunidad en general. Si<br />

los resultados de estos avances se pueden<br />

considerar positivos y satisfactorios es<br />

porque las personas delincuentes han respondido<br />

a la confianza depositada. Entonces,<br />

¿por qué no continuar avanzando?<br />

En este sentido, los delincuentes drogadictos<br />

necesitan otro tipo de tratamiento<br />

que no pase por su ingreso en prisión. Las<br />

autoridades penitenciarias resaltan el tratamiento<br />

que se realiza en unidades específicas<br />

de 18 centros, el tratamiento con<br />

metadona a todo aquel que lo demanda y<br />

la derivación que se efectúa a los centros<br />

de ayuda a la drogodependencia (CAD)<br />

cuando salen en libertad. Pero no se puede<br />

ocultar que muchos agravan su dependencia<br />

o se enganchan a las drogas en<br />

prisión y muy pocos se deshabitúan y<br />

reinsertan. Por otra parte, con toda la<br />

conflictividad que generan las drogas, a<br />

mi juicio éstas no están en el origen del<br />

problema. Los delincuentes drogadictos<br />

presentan un perfil problemático de carácter<br />

carencial multifactorial. De modo<br />

que su etiología hunde sus raíces en sus<br />

carencias personales, laborales, educativas,<br />

culturales y sociales que durante el proceso<br />

de socialización encontraron en esas<br />

sustancias adictivas una forma de evasión.<br />

Por tanto, no basta con que superen la<br />

deshabituación a las drogas; es necesario<br />

abordar otros muchos problemas que probablemente<br />

les empujaron a ellas.<br />

En resumen, como señala Fernando<br />

Savater (1997), a una sociedad se le reconoce<br />

su desarrollo humano por la consideración<br />

que muestra respecto a la educación,<br />

y más concretamente a los maestros<br />

y profesores. Y, además, por la importancia<br />

y consideración que ofrece al sistema<br />

penitenciario 29 . Fijándonos en éste, quizá<br />

nuestro país pueda respirar con cierta<br />

tranquilidad en comparación con muchos<br />

otros. Pero precisamente porque<br />

comprobamos que nuestro sistema funciona<br />

mejor, resulta necesario profundizar<br />

y avanzar para no retroceder. Y a esta empresa<br />

estamos convocados todos. Los directamente<br />

afectados, profesionales penitenciarios,<br />

colectivos sociales, instituciones,<br />

jueces, criminólogos y sociedad en<br />

general. n<br />

Emilio Monteserín es sociólogo y educador de Instituciones<br />

Penitenciarias. Colaborador de la Universidad<br />

Complutense.<br />

45


A<br />

diferencia de lo que cree<br />

el resto del mundo, Estados<br />

Unidos es una nación<br />

esclava de su memoria histórica.<br />

¿Cómo se explica, si no,<br />

la permanencia de diferencias<br />

políticas en los antiguos Estados<br />

de la Confederación, en los que,<br />

un siglo después del final de la<br />

Guerra Civil, el Gobierno federal<br />

tuvo que imponer la supresión<br />

de la segregación racial? La<br />

memoria también explica la convicción<br />

(existente en todos los<br />

grupos étnicos y razas) de que la<br />

vida en nuestro país es infinitamente<br />

superior a la que hay en<br />

las tierras de las que proceden la<br />

mayoría de los estadounidenses,<br />

lo que justifica la inmigración.<br />

Del mismo modo, la memoria<br />

del triunfo en la guerra fría determina<br />

la barroca creencia de<br />

nuestra élite de que Estados Unidos<br />

tiene la misión y el derecho<br />

de dirigir el mundo, una creencia<br />

que es compartida por la población,<br />

aunque de forma no racionalizada.<br />

El mito fundador de<br />

la nación (un nuevo orden de la<br />

historia) modela en gran parte la<br />

memoria, y, naturalmente, se<br />

funde con ella para ocultar la diferencia<br />

entre la memoria y el<br />

mito en la vida pública estadounidense.<br />

Es por ello por lo que, aunque<br />

la reciente debacle electoral<br />

(las elecciones presidenciales de<br />

2000, ganadas por George<br />

W. Bush) no ha sido olvidada,<br />

apenas destaca en el discurso<br />

público y, a la hora de fabricar la<br />

opinión pública, ha sido sistemáticamente<br />

subordinada al mito<br />

del consenso. No hay en Estados<br />

Unidos un imperativo<br />

más apremiante que la tarea cotidiana<br />

de gobernar; entendida,<br />

sobre todo, como un evitar en-<br />

frentarse directamente a los<br />

principales conflictos sociales–.<br />

Escribo estas líneas cuando Bush<br />

lleva ya diez días ocupando la<br />

Casa Blanca: la insistente repetición<br />

en los medios de comunicación<br />

de las ideas de continuidad<br />

y legitimidad hacen pensar<br />

que vivimos en una monarquía<br />

republicana. Aquellos que insisten<br />

en llamar la atención sobre<br />

lo obvio, que la elección fue un<br />

fraude, alteran la paz. Es la paz<br />

de los cementerios; e incluso al<br />

actual Tribunal Supremo le sería<br />

difícil justificar la condena de<br />

un ciudadano por lesa majestad.<br />

No importa, plantear esa cuestión<br />

se considera ahora una obcecación<br />

ideológica, una clara<br />

muestra de la situación marginal<br />

de quienes lo hacen.<br />

Al nuevo presidente le resulta<br />

fácil propagar una paz espuria:<br />

sólo necesita repetir, virtualmente<br />

intactas, las palabras con las<br />

que libró la batalla electoral. El<br />

suyo era un mensaje eminentemente<br />

político: la antipolítica.<br />

Proponía, presentando una versión<br />

ficticia de su actuación como<br />

gobernador, superar el desagradable<br />

partidismo en el interés<br />

más elevado de la nación. A ello<br />

añadía la evocación, convincentemente<br />

poco sutil, de las debilidades<br />

humanas del presidente<br />

Clinton: él, Bush, devolvería “el<br />

honor y la integridad” a la Casa<br />

Blanca. Bush hizo de su poco<br />

santo pasado una ventaja. Unas<br />

veces se negó a hablar de ello,<br />

pues sería una concesión a la<br />

“política de destrucción personal”,<br />

frase usada en Washington<br />

para referirse a aquellas ocasiones<br />

en que no se puede seguir negando<br />

la evidencia de un comportamiento<br />

lamentable por parte<br />

de un aliado político. Otras<br />

POLÍTICA<br />

TRAS LA DEBACLE<br />

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos<br />

NORMAN BIRNBAUM<br />

veces, declaró que había pecado<br />

(sin especificar cómo), pero que<br />

se había redimido mediante la<br />

conversión religiosa. Aunque<br />

esos deístas ilustrados que fueron<br />

nuestros primeros presidentes<br />

afirmaban sin asomo de duda<br />

que nuestra nación era favorecida<br />

por Dios, ninguno de ellos<br />

declaró, a diferencia de su sucesor,<br />

que mantenía relaciones personales<br />

con Jesucristo.<br />

Los apoyos electorales<br />

de Bush<br />

Bush ha movilizado a dos colectivos<br />

de votantes apoyándose en<br />

la conjunción de la antipolítica<br />

(que considera que el debate divide<br />

intrínsecamente) y la moralidad<br />

personal (recientemente<br />

aleccionó a la nación sobre cómo<br />

las políticas adoptadas por<br />

los miembros que había nombrado<br />

para su gabinete eran mucho<br />

menos importantes que la<br />

bondad de sus corazones). Un<br />

gran grupo de ciudadanos ve la<br />

política nacional como corrupta<br />

e ineficaz. Este grupo incluye<br />

aquellos para los que cualquier<br />

conflicto de ideas es psicológicamente<br />

intolerable y aquellos<br />

que son conscientes de que el<br />

diálogo democrático se ha vuelto<br />

imposible debido a un sistema<br />

en el que unos donantes con<br />

intereses muy concretos que fomentar<br />

se gastaron tres mil millones<br />

de dólares en las elecciones.<br />

Ese frente común de los ingenuos<br />

y los sofisticados bien<br />

puede representar o abarcar a un<br />

tercio del electorado. Bush consiguió<br />

atraerles, a pesar de sus<br />

muy visibles vínculos con el gran<br />

capital.<br />

Hay un solapamiento entre<br />

este grupo y los indignados moralizadores<br />

de las Iglesias funda-<br />

mentalistas protestantes, aproximadamente<br />

un 15% del electorado.<br />

Generalmente antagonistas<br />

del Partido Demócrata<br />

(dado el respaldo de éste a la legitimidad<br />

del aborto y los derechos<br />

de la mujer, su identificación<br />

con los negros, hispanos y<br />

judíos, su adopción de una cultura<br />

laica), los fundamentalistas<br />

consideraron a Bush un candidato<br />

favorable a sus puntos de<br />

vista. Sus dirigentes fueron relativamente<br />

discretos durante la<br />

campaña, aunque entendieron<br />

que las principales ideas asumidas<br />

por Bush estaban muy en<br />

consonancia con las grandes líneas<br />

de su proyecto: la recristianización<br />

(por supuesto, en sus<br />

términos) de la sociedad estadounidense.<br />

Esas ideas incluían<br />

el énfasis puesto por el candidato<br />

en el derecho de las comunidades<br />

locales y los Estados a la<br />

autonomía frente a las leyes y<br />

regulaciones federales (un énfasis<br />

con el que no congenian menos<br />

aquellos que están a favor<br />

de la desregulación en áreas como<br />

la protección al consumidor,<br />

el medio ambiente, las relaciones<br />

de género o raza, las normas<br />

laborales o las armas). Concentrados<br />

en el Sur y el Oeste, los<br />

fundamentalistas se habían movilizado<br />

a escala local para promover<br />

los componentes de su<br />

programa (por ejemplo, las oraciones<br />

cristianas en las escuelas<br />

públicas), desafiando con frecuencia<br />

de la ley federal. En<br />

cierto modo, su discreción fue<br />

completamente innecesaria; su<br />

candidato declaró que el Gobierno<br />

federal subvencionaría a<br />

las iglesias de forma directa en<br />

dos ámbitos: uno, el de la educación,<br />

donde su propuesta de<br />

usar el dinero público para per-<br />

46 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


George W. Bush<br />

mitir a los padres sacar a sus hijos<br />

de las escuelas públicas suponía<br />

dar fondos a los colegios<br />

religiosos; el otro estaba relacionado<br />

con la asistencia social de<br />

todo tipo (rehabilitación y bienestar),<br />

para la que defendía la<br />

ayuda del Gobierno a los programas<br />

de las Iglesias.<br />

El mensaje de Bush consolidaba<br />

claramente la base republicana<br />

de los fundamentalistas y la<br />

formada por aquellos que, por<br />

causa de temas tan diversos como<br />

el aborto, el control de las<br />

armas de fuego o las relaciones<br />

raciales, se oponían a los programas<br />

federales debidos fundamentalmente<br />

a los demócratas.<br />

Su postura en los temas económicos<br />

le atrajo indudablemente<br />

el apoyo (es decir, cientos de millones<br />

de dólares) de gran parte<br />

del capital organizado. Las pro-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

mesas de desregulación, de grandes<br />

recortes de impuestos para<br />

las categorías de ingresos elevados,<br />

de la eliminación de impuestos<br />

en las transmisiones de<br />

herencias, forman parte de los<br />

proyectos republicanos tradicionales.<br />

Y la obediencia al capital<br />

de la Administración Clinton<br />

los había hecho más plausibles.<br />

Clinton entró en funciones<br />

en 1993 con la intención de estimular<br />

la economía con un<br />

programa de gasto social gubernamental<br />

a gran escala. En lugar<br />

de esto, permitió que su asesor<br />

de Wall Street, Robert Rubin<br />

(más tarde secretario del Tesoro),<br />

negociase un acuerdo con<br />

Alan Greenspan, presidente de<br />

la Reserva Federal, el banco nacional.<br />

A cambio de que el presidente<br />

(y la mayoría demócrata<br />

que en ese periodo dominaba la<br />

Cámara de Representantes y el Senado)<br />

renunciasen a un gran aumento<br />

del gasto federal, Greenspan<br />

bajó los tipos de interés. Ello<br />

hizo posible el boom económico<br />

del último lustro, una mezcla<br />

inextricable de inversión, en gran<br />

medida especulativa, en nuevas<br />

tecnologías, aumento de la productividad,<br />

derroche (y endeudamiento)<br />

de los consumidores y<br />

financiación extranjera del creciente<br />

déficit de las cuentas de la<br />

nación con el resto del mundo,<br />

lo cual permitió un superávit en<br />

el presupuesto federal que a su<br />

vez facilitó un recorte de los impuestos.<br />

Se ha discutido bastante sobre<br />

la aparente inversión de los<br />

roles ideológicos entre los Partidos<br />

Demócrata y Republicano.<br />

Los demócratas fueron, en su<br />

momento, keynesianos, menos<br />

preocupados por los déficits del<br />

Gobierno federal que por el aumento<br />

del empleo y el aumento<br />

del gasto federal para cubrir necesidades<br />

sociales ignoradas por<br />

el sector privado. Durante los<br />

dos Gobiernos de Clinton hubo<br />

un cierto incremento del gasto<br />

social, pero el énfasis económico<br />

se ponía en ahorrar el superávit<br />

para pagar los futuros costes de<br />

la Seguridad Social (las pensiones)<br />

y Medicare (el programa federal<br />

de seguros para los mayores<br />

de 65 años). Los demócratas,<br />

y especialmente los nuevos demócratas<br />

como Clinton y Gore,<br />

insistieron también en que la reducción<br />

de los tipos de interés<br />

permitida por la retirada forzosa<br />

del Gobierno del mercado de<br />

bonos había contribuido a la<br />

prosperidad general al posibilitar<br />

mayores inversiones del sector<br />

privado. La afirmación es cierta<br />

sólo en parte: la prosperidad general<br />

se reduce, entonces, a los<br />

modelos de distribución de los<br />

ingresos y la riqueza existentes.<br />

Al atenuar considerablemente<br />

los demócratas su enfoque expansivo<br />

y positivo de la intervención<br />

gubernamental en la<br />

economía, la nítida antítesis con<br />

los republicanos desaparecía del<br />

horizonte histórico. Los republicanos<br />

emergían como el partido<br />

de la liberalidad gubernamental<br />

con los planes de Bush<br />

de hacer grandes recortes de los<br />

impuestos (que, con toda probabilidad<br />

beneficiarían, y de<br />

modo extremadamente desproporcional,<br />

a aquellos con propiedades<br />

y riqueza) como elemento<br />

central de su programa.<br />

A pesar de ello, Bush y los republicanos<br />

seguían teniendo un<br />

problema electoral. Los fundamentalistas<br />

y los iracundos pro-<br />

47


TRAS LA DEBACLE. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ESTADOS UNIDOS<br />

pietarios de armas de fuego se<br />

unirían a la singular alianza de<br />

provincianos despolitizados y<br />

predadores urbanos que eran los<br />

republicanos, pero, aún así, no<br />

llegaban a constituir la mayoría<br />

ni siquiera del reducido electorado<br />

de Estados Unidos. Bush<br />

podía contar con los votos de<br />

los Estados del Sur y del Oeste,<br />

pero necesitaba ganar algunos<br />

en el Nordeste y el Medio Oeste<br />

para acumular suficientes votos<br />

electorales para ganar. No<br />

contaban con ganar los tres Estados<br />

de la costa del Pacífico.<br />

Había allí demasiados asiáticos,<br />

negros, hispanos, judíos, inmigrantes<br />

recientes (California),<br />

ecologistas (California y Oregón)<br />

y sindicalistas (Washington).<br />

El Nordeste y el Medio<br />

Oeste constituían (junto con<br />

California) zonas de importancia<br />

decisiva para la moderna reforma<br />

social estadounidense,<br />

con un gran número de católicos<br />

(algunos de los cuales recordaban<br />

la doctrina social católica),<br />

sindicalistas y una clase media<br />

educada y laica poco<br />

receptiva a los fundamentalistas.<br />

Eran, fundamentalmente, zonas<br />

urbanas en las que los programas<br />

de educación, salud y transporte<br />

del Gobierno federal tenían<br />

sentido. Allí, la táctica de<br />

Bush fue difuminar las diferencias<br />

entre él y Gore.<br />

Lo hizo poniendo el énfasis<br />

en el “conservadurismo compasivo”.<br />

Iba a proteger la Seguridad<br />

Social a través de una reforma<br />

para incluir un componente<br />

de ahorro privado. Se introduciría<br />

en Medicare una ayuda para<br />

las recetas médicas. Habría más<br />

presupuesto federal para las escuelas<br />

y un nuevo programa para<br />

mejorar los niveles educativos.<br />

En las propuestas sobre cada<br />

uno de estos temas, los componentes<br />

del discurso tradicional<br />

republicano aparecían de manera<br />

destacada: el rechazo de las<br />

prestaciones sociales universales<br />

y la preferencia por soluciones<br />

privatizadas y administradas por<br />

los Estados y no por el Gobierno<br />

federal, reservando la ayuda federal<br />

para los más pobres. Los<br />

medios de comunicación, en la<br />

medida que prestaron más atención<br />

a los contenidos que a cuestiones<br />

triviales relativas a su personalidad,<br />

ayudaron a Bush al<br />

referirse incesantemente al “centrismo”<br />

y la “moderación” de<br />

unas propuestas que, en realidad,<br />

proseguirían el desmantelamiento<br />

del Estado de bienestar<br />

estadounidense iniciado por Reagan<br />

(y continuado, enfáticamente,<br />

mediante la reforma de los<br />

programas de asistencia social hecha<br />

por Clinton).<br />

La campaña de Gore<br />

Bush no ganó en Illinois, Michigan,<br />

Minnesota y Pensilvania,<br />

donde los votos de los sindicatos<br />

(y los negros) hicieron<br />

posible la victoria de Gore. Sin<br />

embargo, obligó a éste a intensificar<br />

la campaña en estos Estados<br />

que, en otras circunstancias,<br />

habría llevado a cabo con más<br />

comodidad, con lo que le mantuvo<br />

alejado de Estados más<br />

marginales que pueden haber<br />

definido la diferencia en votos<br />

electorales, a pesar de la pérdida,<br />

impuesta por los tribunales, de<br />

Florida. Llego así a la cuestión<br />

de la campaña de Gore. En estos<br />

momentos los expertos están de<br />

acuerdo en que los que votaron<br />

fijándose en los contenidos fueron<br />

favorables a Gore, y que<br />

aquellos que lo hicieron por “carácter”<br />

o “moralidad” eligieron a<br />

Bush. Esta explicación oculta<br />

tanto como aclara.<br />

Bush se ganó a una amplia<br />

mayoría de votantes hombres y<br />

blancos, de cualquier clase social.<br />

Éstos son, precisamente, los<br />

ciudadanos que no siempre<br />

muestran entusiasmo por las recientes<br />

tendencias sociales y culturales<br />

que se plasman en las actuaciones<br />

federales de ayuda a<br />

la igualdad de los negros y las<br />

mujeres en el mercado laboral.<br />

Recientemente, un comentarista<br />

republicano decía que los demócratas<br />

favorecían un modelo<br />

de gobierno “femenino” o “maternal”,<br />

mientras que los republicanos<br />

son más “masculinos”.<br />

Aquí el género simboliza las diferencias<br />

en el reconocimiento<br />

de la dependencia. Bush, naturalmente,<br />

captó la atención de<br />

los hombres blancos con un tema<br />

explícito: los demócratas les<br />

estaban insultando al decir que<br />

necesitaban protección gubernamental;<br />

y lo que es peor, era<br />

una excusa para intervenir de<br />

manera abusiva en sus vidas.<br />

Bush dejó a sus electores la tarea<br />

de completar el cuadro (o añadir<br />

los detalles): los demócratas les<br />

quitarían sus armas, usarían sus<br />

impuestos para ayudar a los pobres<br />

que no se lo merecen, especialmente<br />

a los negros, y animarían<br />

a sus mujeres e hijas a pedir<br />

más independencia. Sin embargo,<br />

las mujeres –también de todas<br />

las clases sociales– eran más<br />

proclives a votar a Gore. La cuestión<br />

del aborto fue, sin duda,<br />

fundamental, pero era todo un<br />

conjunto de actitudes lo que estaba<br />

en juego. Algunos segmentos<br />

del público educado criticaron,<br />

con frecuencia incluso se<br />

burlaron, de Bush por su falta<br />

de profundidad intelectual. Para<br />

muchos votantes esto puede haber<br />

sido una ventaja: se sentían<br />

incómodos con la ostentosa e incluso<br />

condescendiente actitud de<br />

superioridad intelectual de Gore,<br />

que les resultaba extremadamente<br />

evidente. Al parecer el término<br />

“carácter” tiene un número<br />

indefinido de dimensiones.<br />

En el Partido Demócrata ha<br />

estallado una ácida discusión.<br />

Ganaron las elecciones, pero<br />

con tan escaso margen que le<br />

dieron a los republicanos la<br />

oportunidad de expropiárselas.<br />

El debate se vincula a cuatro<br />

cuestiones. La primera se ventila<br />

rápido: tiene que ver con el<br />

carácter de Gore. En otras circunstancias,<br />

su distancia, su estiramiento,<br />

incluso su soberbia,<br />

podrían haber sido ventajas o<br />

haber sido interpretadas por<br />

gran parte del público como<br />

muestras de su competencia y<br />

seriedad. Cuando Gore consiguió<br />

atraerse más la simpatía de<br />

la población fue en noviembre y<br />

diciembre, cuando se negó tenazmente<br />

a capitular frente a<br />

una campaña organizada (no<br />

menos por los medios de comunicación)<br />

que le pedía que lo hiciese.<br />

Pero los buenos perdedores<br />

pertenecen a una tradición<br />

de la que el Partido Demócrata<br />

tal vez no puede prescindir.<br />

La segunda cuestión se refiere<br />

a su relación con Clinton. Éste,<br />

al final de su mandato, tenía<br />

gran aceptación por parte de<br />

aquellos que tienen capacidad e<br />

interés para diferenciar sus debilidades<br />

como persona de su<br />

competencia política. Los que<br />

le odian son, indudablemente,<br />

proclives a votar a los republicanos.<br />

A pesar de ello, Gore sufría<br />

abiertamente para conseguir<br />

distanciarse del presidente. Como<br />

candidato vicepresidente eligió<br />

al senador demócrata Joseph<br />

Lieberman, que fue el primero<br />

en criticar públicamente a Clinton<br />

al principio del caso Lewinsky.<br />

A la larga, este distanciamiento<br />

parece haber confirmado<br />

la estrategia republicana.<br />

Si a su propio vicepresidente le<br />

parecía conveniente distanciarse<br />

de Clinton, podía ser que lo<br />

conveniente fuera un cambio<br />

total en Washington. Las muestras<br />

que dio Lieberman de devoción<br />

al Viejo Testamento fueron<br />

solemnemente aprobadas<br />

por los fundamentalistas, que<br />

votaron a Bush tal y como pensaban<br />

hacer desde el principio.<br />

Es posible que Lieberman haya<br />

consolidado el voto judío para<br />

Gore, pero era un voto que nunca<br />

se puso en duda. El historial<br />

de Lieberman como nuevo demócrata,<br />

su proximidad a las<br />

grandes compañías de seguros<br />

(muchas de ellas tienen su sede<br />

en su Estado, Connecticut), sus<br />

dudas sobre la viabilidad de los<br />

programas federales para acabar<br />

con la discriminación económica<br />

o la identidad de sus puntos<br />

de vista con los de los republicanos<br />

en lo que a las ayudas a la<br />

educación privada se refiere, supusieron<br />

para Gore dificultades<br />

innecesarias a la hora de movilizar<br />

a los grupos clave de votantes<br />

del Partido Demócrata. Lo<br />

que enlaza con la tercera cuestión<br />

que divide en la actualidad<br />

a los demócratas: ¿Cuánto hay<br />

que conservar de la tradición del<br />

partido en lo que a reformas sociales<br />

se refiere?<br />

El diablo puede citar a la Biblia<br />

en provecho propio, y los<br />

48 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


políticos enfrentados ideológicamente<br />

pueden referirse a las<br />

encuestas. Los nuevos demócratas<br />

dijeron en el Consejo de Dirección<br />

Demócrata que la gente<br />

percibía a Gore como demasiado<br />

cercano a los sindicatos y a<br />

los negros, como demasiado poco<br />

interesado en “modernizar”<br />

los elementos del Estado de bienestar<br />

de Estados Unidos, frase<br />

que, al ser analizada, puede entenderse<br />

como “privatizar”. Según<br />

ellos, Gore no atrajo lo suficiente<br />

el interés del segmento<br />

de la fuerza de trabajo formado<br />

por la clase media, que valora la<br />

autonomía económica y la responsabilidad<br />

individual; no<br />

consiguió transmitir que se<br />

identificaba con la nueva economía<br />

y, por el contrario, parecía<br />

un nostálgico de la época del<br />

new deal, en la que su padre,<br />

que fue senador al final de su<br />

vida, había crecido. La respuesta<br />

de los otros sectores del Partido<br />

Demócrata fue igualmente<br />

directa. Para los negros, ecologistas,<br />

feministas y sindicalistas,<br />

los nuevos demócratas ignoraban<br />

el hecho de que Gore había<br />

destacado en las encuestas tras<br />

adoptar sus causas; tampoco tenían<br />

en cuenta las considerables<br />

movilizaciones a su favor que<br />

sus organizaciones habían logrado<br />

y que habían sido decisivas<br />

para su victoria en los grandes<br />

Estados industriales; por último,<br />

consideraban que los nuevos demócratas<br />

daban como probada<br />

una dudosa hipótesis política:<br />

que había pasado la época del<br />

Gobierno de la economía por<br />

parte del Estado. La nueva economía<br />

puede requerir una mayor,<br />

y no menor, intervención<br />

estatal. En cualquier caso, la<br />

prosperidad de la era Clinton<br />

no se había distribuido de manera<br />

igualitaria. Los programas<br />

de Gore en educación, salud o<br />

Seguridad Social buscaban equilibrar<br />

la balanza. Sus técnicas de<br />

gobierno, incentivos fiscales finamente<br />

ajustados y programas<br />

medidos con precisión, eran en<br />

realidad muy modernos. Por último,<br />

lejos de ignorar las ventajas<br />

de la globalización, Gore había<br />

propuesto hacerla más acep-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

table al insistir en que los parámetros<br />

ambientales y laborales<br />

debían formar parte de los<br />

acuerdos comerciales.<br />

La candidatura de<br />

Ralph Nader<br />

Sin embargo, había un aspecto<br />

en el que coincidían los dos sectores<br />

del Partido Demócrata: la<br />

candidatura del Partido Verde<br />

de Ralph Nader puede haber<br />

costado la presidencia a los demócratas.<br />

Nader obtuvo 97.000<br />

votos en Florida: si un pequeño<br />

porcentaje de ellos hubiese sido<br />

para Gore se habría evitado en<br />

ese Estado el recuento sesgado.<br />

Puede que ambos sectores se<br />

equivoquen. Nader no consiguió<br />

el 5% que se había propuesto<br />

y muchos de los que en<br />

principio iban a votar por él<br />

cambiaron en el último momento<br />

y lo hicieron por Gore.<br />

Las intenciones de voto para<br />

Nader eran del 4% el fin de semana<br />

previo a las elecciones, pero<br />

obtuvo un 2,6% de los votos.<br />

Se podría decir que Nader atrajo<br />

a las urnas a nuevos votantes,<br />

especialmente entre los más jóvenes,<br />

y puede haber acabado<br />

por incrementar los votos de<br />

Gore. También se puede argumentar<br />

que esa movilización logró<br />

que los demócratas empataran<br />

en el Senado. Aunque excluido<br />

de los debates televisados<br />

nacionales y con muy poco dinero<br />

y escasa organización, Nader<br />

era más el candidato de la<br />

tradición reformista que el tecnocráticamente<br />

prudente Gore.<br />

En una sociedad en la que el capitalismo<br />

de las multinacionales<br />

modela las vidas de los individuos,<br />

él era quien ponía de relieve<br />

la idea de una ciudadanía<br />

crítica y autónoma.<br />

Al final, entre Gore y Nader<br />

obtuvieron el 52% de los votos.<br />

Gore tuvo casi 350.000 votos<br />

populares más que Bush. Habría<br />

sido suficientemente lamentable<br />

que el problema hubiese<br />

radicado únicamente en el<br />

funcionamiento del colegio electoral.<br />

Éste fue concebido para<br />

dar respuesta al miedo a la democracia<br />

directa que sentían los<br />

fundadores de la República y<br />

para dar apoyo institucional a<br />

los derechos de los Estados separatistas,<br />

fundamentalmente el<br />

derecho de los Estados del Sur a<br />

mantener la esclavitud. En el<br />

presente, los votantes de muchos<br />

Estados pequeños tienen<br />

un peso dos o tres veces superior<br />

al de los Estados grandes a la<br />

hora de elegir electores: la relación<br />

entre votantes y electores<br />

es considerablemente desproporcionada.<br />

Pese a la aparente<br />

indiferencia, pasividad y resignación<br />

de gran parte de la gente,<br />

el hecho de que no esté en absoluto<br />

claro que el gobernador<br />

Bush haya obtenido realmente<br />

la mayoría de los votos en Florida<br />

ha ocasionado una crisis de<br />

legitimidad.<br />

El recuento de Florida<br />

El escándalo de Florida empezó<br />

por una situación que también<br />

se ha dado en muchos otros lugares<br />

de la nación: en los distritos<br />

donde vive la población pobre,<br />

la maquinaria electoral está<br />

obsoleta y funciona mal. En<br />

Florida la situación se complicó<br />

por la frecuencia con que se denegó,<br />

con diversos pretextos, el<br />

derecho al voto a muchos ciudadanos<br />

negros. Entre las elecciones<br />

del 6 de noviembre y la<br />

decisión de la Corte Suprema<br />

federal nacional del 12 de diciembre,<br />

transcurrió un mes<br />

confuso y presidido por los conflictos<br />

en el que el Gobierno republicano<br />

del Estado de Florida<br />

obstaculizó un recuento efectivo<br />

de los votos en aquellos distritos<br />

en que había clara evidencia de<br />

que se habían producido una serie<br />

de errores sistemáticos.<br />

La intervención del Tribunal<br />

Supremo para parar el recuento<br />

fue una farsa judicial y moral<br />

tan grotesca que incluso (o especialmente)<br />

los republicanos<br />

prefirieron no hablar del tema.<br />

Naturalmente, sus aliados en los<br />

medios de comunicación insistían,<br />

desde mucho antes de la<br />

decisión del Tribunal, en que el<br />

interés público no yacía en que<br />

se realizase un recuento exacto,<br />

sino en que Gore renunciase a<br />

su derecho a solicitarlo. Invocaron<br />

una demanda pública, to-<br />

NORMAN BIRNBAUM<br />

talmente inventada, de que acabase<br />

la crisis. De hecho, a la población<br />

le satisfacía que se dejase<br />

que los acontecimientos siguiesen<br />

su curso. Tal vez gran<br />

parte de la tranquilidad real de<br />

la nación durante el debate provenía<br />

de la penetrante fuerza de<br />

la despolitización. Una confrontación<br />

total entre los votantes<br />

demócratas y republicanos habría<br />

enfrentado al 26% de la nación<br />

contra el 25%; el resto no<br />

votó. Muchos de los que sí lo<br />

hicieron no se sintieron demasiado<br />

molestos porque el Tribunal<br />

Supremo se erigiese como<br />

sustituto del electorado. No es<br />

previsible en un plazo breve (en<br />

el calendario histórico inmediato)<br />

otra guerra civil en Estados<br />

Unidos. Los negros se sienten<br />

justamente agraviados, en especial<br />

por el hecho de que cuando<br />

los congresistas demócratas de<br />

Florida (principalmente negros)<br />

cuestionaron la legitimidad de<br />

la votación de su Estado, en el<br />

momento en que las dos cámaras<br />

del Congreso recibían reunidas<br />

los votos del colegio electoral,<br />

no se levantó ningún senador<br />

para permitir que se<br />

abriera un debate.<br />

Los demócratas en su conjunto<br />

parecen aturdidos o inmovilizados.<br />

Han perdido la presidencia.<br />

No han conseguido recuperar<br />

la mayoría en la Cámara<br />

de Representantes, donde los republicanos<br />

tienen 222 escaños y<br />

ellos 212, y aunque consiguieron<br />

ganar suficientes escaños en<br />

el Senado para igualar los 50 de<br />

los republicanos, en caso de empate<br />

el voto decisivo lo tiene el<br />

vicepresidente republicano Richard<br />

Cheney. En el conjunto<br />

del país, los republicanos tienen<br />

la mayoría de los gobernadores y<br />

controlan la mayoría de los legislativos<br />

estatales. Los demócratas<br />

se consuelan con el hecho<br />

de que en el conjunto de las elecciones<br />

(incluidas las elecciones a<br />

gobernadores y a cámaras estatales)<br />

tuvieron más votos que los<br />

republicanos. Los demócratas<br />

que se consideran inscritos en la<br />

tradición del new deal se sienten<br />

alentados por las encuestas que<br />

muestran que las mayorías están<br />

49


TRAS LA DEBACLE. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ESTADOS UNIDOS<br />

a favor de los programas sociales<br />

gubernamentales, incluso de un<br />

mínimo razonable de redistribución.<br />

Sin embargo, tanto en el<br />

Senado como en la Cámara de<br />

Representantes hay igual número<br />

de nuevos demócratas que de<br />

demócratas del Estado de Bienestar:<br />

el partido es incoherente.<br />

La ausencia de una movilización<br />

pública continua, la inercia institucional<br />

y la vulgaridad y el servilismo<br />

ideológico de los medios<br />

de comunicación favorecen a los<br />

republicanos. Éste era el supuesto<br />

implícito en la estrategia electoral<br />

de Bush. A juzgar por la<br />

habilidad con que ha comenzado<br />

su presidencia, éste continuará<br />

siendo el supuesto que guíe a<br />

la Casa Blanca.<br />

El discurso inaugural de Bush<br />

El discurso inaugural del presidente<br />

fue bien recibido. No<br />

siempre es razonable atribuir a<br />

un personaje político las ideas<br />

de la persona que le escribe los<br />

discursos, pero en este caso podemos<br />

asumir que el presidente<br />

no disentía del texto. Lo que resulta<br />

extraño es la ausencia de<br />

las habituales referencias a la nación<br />

como inmersa en un viaje<br />

inacabado, es decir, a la idea de<br />

progreso. En su lugar, la nación<br />

fue descrita en términos adecuados<br />

para una Iglesia: pidiendo<br />

caridad para sus miembros<br />

más débiles, dependientes y desfavorecidos.<br />

(La mayor ovación<br />

de los republicanos reunidos en<br />

la ceremonia se produjo tras la<br />

mención del presidente a una<br />

reducción de sus impuestos: parece<br />

ser que algunos piensan que<br />

su diezmo es demasiado elevado).<br />

La característica espiritual<br />

de una Iglesia es ser una comunidad<br />

moral única, en la que el<br />

conflicto y la disensión no existen<br />

o son gratificantemente mínimos.<br />

El instinto del presidente es<br />

acertado. Cuenta con lo que<br />

constituye el más profundo,<br />

aunque no siempre el más discutido,<br />

aspecto de nuestra sociedad:<br />

su absoluta inmanencia,<br />

el tipo de pragmatismos que llena<br />

nuestras películas y novelas.<br />

Las notas amargas y sardónicas<br />

del humor estadounidense expresan<br />

una profunda resignación:<br />

el calvinismo que se encuentra<br />

en el clásico sermón de<br />

Jonathan Edwards: Pecadores en<br />

las manos de un dios furioso. Fue<br />

pronunciado en 1741, una generación<br />

antes de la Revolución<br />

estadounidense, pero incluso el<br />

erotismo y el hedonismo fabricados<br />

por la industria cultural<br />

parecen un intento desesperado<br />

y vano de responderle. La ética<br />

individualizada de una sociedad<br />

fragmentada es el legado presente<br />

que el calvinismo ha dejado<br />

a la política. Es verdad que,<br />

en momentos de crisis, el calvinismo<br />

ha dado energía a grandes<br />

movimientos sociales, el abolicionismo<br />

y la reforma social<br />

protestante. En este momento,<br />

el movimiento social que tiene<br />

más éxito en este país (la campaña<br />

contra el Gobierno de una<br />

derecha organizada en fundaciones<br />

y lobbies) pretende reducir<br />

a la impotencia el legado institucional<br />

del abolicionismo y la<br />

reforma social. Tal es el significado<br />

de la insistencia del presidente<br />

en convertir a las iglesias<br />

en canales y conductos, pagados<br />

por el Gobierno federal, de los<br />

programas sociales; en la práctica,<br />

niega la indispensabilidad de<br />

la organización de la solidaridad<br />

social por el Gobierno; y, de un<br />

modo bastante literal, nos retrotrae,<br />

no ya a hace 100 años, sino<br />

a hace 150, antes de que tuviésemos<br />

hospitales, pensiones y escuelas<br />

públicas. También es un<br />

intento de comprar y neutralizar<br />

a un importante grupo de votantes<br />

negros, las iglesias negras.<br />

También existe otro móvil<br />

presidencial. Los demócratas están<br />

divididos y muchos de ellos<br />

asustados ante las consecuencias<br />

políticas de parecer demasiado<br />

combativos. Ello alteraría esa colaboración<br />

constructiva entre los<br />

partidos que pretendidamente<br />

desea la mayoría de los estadounidenses<br />

y les expondría a la<br />

acusación presidencial de ser<br />

partidistas. En el Congreso, los<br />

republicanos no están menos divididos:<br />

asuntos como la recristianización<br />

cultural, la desregulación<br />

económica y social, el<br />

desmantelamiento de los programas<br />

sociales o los beneficios<br />

fiscales para sus clientes y patrocinadores<br />

son prioritarios para<br />

distintos segmentos de los legisladores<br />

republicanos. Evidentemente,<br />

cada uno de ellos tiene<br />

también intereses locales y regionales<br />

que defender. Algunos<br />

deben afrontar una intensa<br />

competencia demócrata, por lo<br />

que electoralmente no pueden<br />

permitirse parecer tan inflexibles<br />

como los líderes republicanos de<br />

la Cámara de Representantes,<br />

los tejanos Richard Armey y<br />

Thomas DeLay. La actitud más<br />

conciliadora del presidente de la<br />

Cámara, Dennis Hastert, refleja<br />

estas divergencias. En el Senado,<br />

donde sólo superan a los demócratas<br />

por un voto, el líder<br />

republicano Trent Lott tiene<br />

problemas similares. Divide y<br />

vencerás será el enfoque del presidente,<br />

no sólo hacia los demócratas,<br />

sino también hacia los republicanos.<br />

Éstos, sin embargo,<br />

tienen una ventaja considerable:<br />

con un republicano en la Casa<br />

Blanca, todo el aparato del Gobierno<br />

federal está también a su<br />

disposición. Unas iniciativas legislativas<br />

aparentemente modestas<br />

en manos de funcionarios favorables<br />

en los ministerios pueden<br />

tener grandes consecuencias<br />

en áreas tan variadas como educación,<br />

medio ambiente, política<br />

fiscal, relaciones raciales o el entorno<br />

laboral. Ni siquiera es necesario<br />

introducir nuevas medidas:<br />

los programas ya existentes<br />

pueden ser ampliados mediante<br />

generosos presupuestos y los que<br />

no interesen pueden ser desprovistos<br />

de fondos.<br />

La ocupación republicana<br />

del poder<br />

El presidente hizo su campaña<br />

presentándose como un candidato<br />

antipolítico, como el enemigo<br />

de un Gobierno hipertrofiado.<br />

Una vez que su elección<br />

estaba asegurada, los republicanos<br />

(de las empresas y despachos<br />

de abogados, de las cámaras parlamentarias,<br />

de los lobbies y las<br />

universidades) se movieron con<br />

considerable eficiencia para tomar<br />

el control del Estado. Cada<br />

nuevo presidente puede designar<br />

a unos tres mil funcionarios en<br />

un primer momento y otros dos<br />

mil más durante su mandato.<br />

Los puestos clave no son sólo los<br />

más visibles, como los de jefe de<br />

departamento ministerial. Entre<br />

los funcionarios de segundo y<br />

tercer nivel, entre los centenares<br />

que trabajan en la propia Casa<br />

Blanca, se encuentran aquellos<br />

que negocian la legislación con el<br />

Congreso y con los grupos de interés,<br />

los que dirigen la actividad<br />

cotidiana de los departamentos,<br />

los que asesoran al presidente para<br />

las relaciones con los medios<br />

de comunicación y los ciudadanos,<br />

los encargados de la relación<br />

con los Gobiernos estatales y locales<br />

o los que preparan las estrategias<br />

políticas a largo plazo. Bajo<br />

la dirección del vicepresidente<br />

Cheney (que actuará como un<br />

primer ministro) viejos y jóvenes<br />

veteranos de los Gobiernos de<br />

Reagan y del primer Bush han<br />

formado la primera avanzadilla<br />

de la incautación republicana del<br />

Estado. Evidentemente, muchos<br />

provienen del sector privado<br />

(donde buen número de ellos no<br />

trabajaban en las finanzas, la producción<br />

o el comercio, sino en la<br />

propia política, como miembros<br />

de los lobbies). Otros vienen de<br />

las universidades: en Estados<br />

Unidos existe una intelligentsia<br />

de la derecha, al menos tan bien<br />

implantada y ruidosa como la de<br />

la izquierda, que ha proporcionado<br />

al nuevo Gobierno tanto<br />

ideólogos como tecnócratas.<br />

Otros vienen del Congreso o de<br />

Gobiernos locales o estatales.<br />

Una figura característica es Andrew<br />

Card, el jefe de gabinete de<br />

la Casa Blanca. Secretario de<br />

Transporte en el Gobierno del<br />

padre del actual presidente, era al<br />

mismo tiempo el principal lobbista<br />

de la industria del automóvil.<br />

En un gobierno republicano,<br />

la simbiosis entre el capital<br />

organizado y el Gobierno es especialmente<br />

acentuada. (Sería absurdo<br />

suponer que no existe en<br />

ningún grado en los Gobiernos<br />

demócratas).<br />

La estrategia de Bush tiene<br />

dos trayectorias. Su retórica es<br />

la retórica del compromiso y la<br />

50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


inclusión, un cebo ideológico<br />

para prevenir un posible frente<br />

común de los demócratas en su<br />

contra. Sus políticas buscan<br />

consolidar a su propio electorado<br />

y neutralizar a la oposición,<br />

dividiéndola. No hay dudas de<br />

que ha decidido que no formará<br />

el equivalente estadounidense de<br />

un gobierno de coalición. Aunque<br />

perdió el voto popular y está<br />

en la presidencia gracias a la<br />

justicia republicana, ha decidido<br />

actuar como si no tuviese ningún<br />

problema de legitimidad<br />

ante la expectativa, completamente<br />

plausible, de que los ciudadanos<br />

y grupos que consideran<br />

que su presidencia no tiene<br />

legitimidad no serán capaces de<br />

mantener su oposición.<br />

Sus primeras iniciativas han<br />

tenido lugar en el campo, relativamente<br />

poco controvertido, de<br />

la educación. El Gobierno federal<br />

sólo desembolsa alrededor<br />

del 8% del presupuesto de educación,<br />

que es responsabilidad<br />

estatal y local. El principal problema<br />

de la educación estadounidense<br />

son las desigualdades raciales<br />

y de clase (estrechamente<br />

relacionadas) existentes en la sociedad,<br />

que afectan a todo, desde<br />

la capacidad de aprendizaje<br />

hasta las grandes diferencias en<br />

gastos entre los distintos distritos<br />

escolares. En un principio,<br />

Bush defendía los “cheques escolares”,<br />

subsidios a los padres<br />

para que lleven a sus hijos a colegios<br />

privados (en Estados Unidos,<br />

el 90% de los niños van a<br />

escuelas públicas). Los demócratas<br />

y muchos educadores se opusieron:<br />

los subsidios contribuirían<br />

a debilitar a la escuela pública<br />

y posiblemente abrirían el camino<br />

a la expropiación del sistema<br />

educativo por parte del capital<br />

privado. Por el momento, Bush<br />

se ha contentado con unos planes<br />

para elevar el nivel de la educación,<br />

que serán definidos por<br />

cada Estado y que incluyen también<br />

un aumento del gasto federal,<br />

aunque de modo bastante<br />

limitado. Todavía persiste la posibilidad<br />

de una amplia privatización<br />

de la educación pública,<br />

pero para ello sería necesario el<br />

colapso de la tradición de la<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

educación pública y una derrota<br />

total en el plano político del sindicato<br />

de profesores. El principal<br />

aliado demócrata con que<br />

cuenta Bush para este proyecto<br />

es el senador Lieberman, que<br />

demuestra una notable capacidad<br />

para perdonar lo que sucedió<br />

en Florida.<br />

Política económica<br />

Bush ha aprovechado los síntomas<br />

de recesión económica para<br />

afirmar la necesidad de un amplio<br />

recorte de impuestos. Le ha<br />

apoyado Alan Greenspan, cuya<br />

visión del ascetismo en el gasto<br />

gubernamental es bastante selectiva:<br />

las reducciones de impuestos<br />

para los ricos y la reducción<br />

de los gravámenes sobre<br />

los beneficios de las empresas<br />

son estímulos a la productividad,<br />

mientras que los gastos en<br />

infraestructuras sociales no lo<br />

son. Greenspan acaba de descubrir<br />

otro peligro. Si el Gobierno<br />

federal puede pagar la deuda nacional,<br />

podría invertir el excedente<br />

presupuestario e introducir<br />

a hurtadillas el socialismo en<br />

Estados Unidos. Las actuales<br />

previsiones de un creciente excedente<br />

presupuestario no son<br />

seguras: si hubiese una recesión<br />

se reducirían los ingresos del<br />

Gobierno. Sin embargo, los que<br />

apoyan al presidente en el sector<br />

privado son insistentes y se están<br />

ignorando las demandas demócratas<br />

de prudencia (o de que<br />

las reducciones de impuestos se<br />

hagan de modo selectivo para<br />

responder a las necesidades de<br />

colectivos específicos). Se espera<br />

un amplio recorte fiscal, cuya<br />

regresividad será parcialmente<br />

limitada por los demócratas. Lo<br />

que no se espera es una estrategia<br />

gubernamental coherente en<br />

el caso de que se desarrolle la recesión.<br />

Bush y sus asesores no<br />

creen en los gastos gubernamentales<br />

anticíclicos y es probable<br />

que, en caso de crisis, se<br />

vean paralizados por su propia<br />

ideología de mercado. Con motivo<br />

de la seria crisis energética<br />

de California (consecuencia de<br />

la ausencia de planificación gubernamental<br />

y de la confianza<br />

en el mercado), la respuesta del<br />

nuevo Gobierno ha sido ya negar<br />

la responsabilidad del Gobierno<br />

federal y culpar a las políticas<br />

ambientales, restrictivas.<br />

La política de Bush en el área<br />

de la financiación federal de la<br />

sanidad tendrá las mismas características.<br />

La ampliación de<br />

la cobertura, considerada como<br />

un derecho básico, mediante un<br />

programa universal es inadmisible<br />

para los republicanos. Por<br />

el contrario, proponen ayudas<br />

que permitan a los ciudadanos<br />

menos prósperos contratar un<br />

seguro médico. Una serie de<br />

subsidios, que se otorgarán mediante<br />

un test financiero de los<br />

demandantes, ayudarán al gasto<br />

farmacéutico de los participantes<br />

en el programa Medicare,<br />

que asiste a todos los mayores<br />

de 65 años. De este modo, las<br />

compañías de seguros y la industria<br />

farmacéutica recibirán<br />

importantes subsidios indirectos,<br />

sin necesidad de verse sujetas<br />

a regulaciones públicas.<br />

Una confianza similar en el<br />

mercado caracteriza la propuesta<br />

de Bush para la reforma de la<br />

Seguridad Social, el sistema de<br />

pensiones universal. Una parte<br />

de la contribución de los participantes<br />

será invertida en una<br />

cuenta privada (en condiciones<br />

y con limitaciones que todavía<br />

no se han detallado). Evidentemente,<br />

significa un importante<br />

regalo para la industria de los<br />

servicios financieros, pero ¿qué<br />

sucederá si las inversiones de los<br />

participantes resultan no ser rentables?<br />

Por el momento, la propuesta<br />

está en suspenso, dada la<br />

volatilidad actual de los merca-<br />

NORMAN BIRNBAUM<br />

dos de valores.<br />

Hay dos áreas, la Administración<br />

de Justicia y la Regulación<br />

Ambiental, en las que los nombramientos<br />

en el gabinete de<br />

Bush han provocado nerviosismo<br />

y algo más que una apariencia<br />

de oposición. El ex senador<br />

John Ashcroft, elegido para el<br />

cargo de fiscal general (equivalente<br />

a ministro de Justicia), es<br />

un fundamentalista protestante<br />

que tiene una aversión explícita,<br />

entre otras cosas, al aborto y a los<br />

derechos de la mujer en general,<br />

a la homosexualidad y al sostén<br />

público a la integración racial.<br />

Ha alabado la moralidad de los<br />

Estados Confederados de América<br />

y condenado la separación<br />

entre Iglesia y Estado. A pesar<br />

de los gestos de Bush hacia los<br />

negros, este nombramiento retrotrae<br />

al país a hace al menos<br />

medio siglo, si no más. Dada la<br />

importancia del poder judicial<br />

para establecer los límites, y frecuentemente<br />

también el contenido,<br />

de las políticas económicas<br />

y sociales, el papel de Ashcroft<br />

como principal asesor del presidente<br />

para la designación de los<br />

jueces federales será de gran relevancia.<br />

Gale Norton, la persona<br />

elegida por Bush para el cargo<br />

de secretaria de Interior, responsable<br />

de la considerable<br />

extensión de territorio propiedad<br />

del Estado, ha provocado<br />

una oposición apenas menor. Esta<br />

abogada se ha opuesto firmemente<br />

a la regulación ambiental,<br />

ha criticado la idea de que<br />

exista un interés público en la<br />

conservación de los espacios públicos<br />

y ha asignado una prioridad<br />

absoluta a los derechos de<br />

los propietarios. Según las palabras<br />

de Bush, se trata de restablecer<br />

el equilibrio entre la regulación<br />

y el mercado; en realidad,<br />

lo que se restablece es la<br />

soberanía del mercado.<br />

Política exterior<br />

La política exterior apenas estuvo<br />

presente durante la larga<br />

campaña electoral, que se llevó a<br />

cabo como si el resto del mundo<br />

estuviese en la otra cara de la luna.<br />

Uno de los motivos es que<br />

los candidatos estaban funda-<br />

51


TRAS LA DEBACLE. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ESTADOS UNIDOS<br />

mentalmente de acuerdo. Si se<br />

le hubiese preguntado, Bush hubiera<br />

respondido, sin duda alguna,<br />

que el deber de los europeos<br />

es aceptar el liderazgo de<br />

Estados Unidos. Gore habría sido<br />

ligeramente más discreto y<br />

habría dicho que les interesaba<br />

hacerlo. Aunque hay algunas diferencias<br />

entre los partidos, ya<br />

que los demócratas son algo más<br />

sensibles a los problemas de la<br />

desigualdad global o de los derechos<br />

humanos y tienen una<br />

concepción algo más multilateral<br />

de la forma de gobernar, las<br />

diferencias son mínimas en lo<br />

que respecta a temas esenciales,<br />

como la prioridad que debe<br />

concederse a la expansión mundial<br />

del capital estadounidense.<br />

Durante la campaña, Gore intentó<br />

suavizar su apoyo al libre<br />

comercio al mencionar la necesidad<br />

de mantener unos parámetros<br />

laborales y ambientales<br />

internacionales. Esto fue un gesto<br />

hacia los sindicatos, que<br />

habían estado singularmente ausentes<br />

de la política real del Gobierno<br />

de Clinton. Los republicanos,<br />

que ven las regulaciones<br />

ambientales y la protección laboral<br />

en el mercado interno como<br />

obstáculos para la eficiencia<br />

de los mercados, difícilmente<br />

pueden estar interesados en incorporar<br />

estos temas a su política<br />

comercial. Su reacción a protestas<br />

como las que se manifestaron<br />

en Seattle o se discutieron<br />

en el Foro Social Global de Porto<br />

Alegre, es desecharlas por absurdas,<br />

y ofrecer más ayuda estadounidense<br />

a los Gobiernos<br />

amigos que quieran ampliar la<br />

capacidad represora de sus fuerzas<br />

de policía. Es un error describir<br />

al Partido Republicano<br />

como el del aislacionismo: es el<br />

partido del unilateralismo estadounidense.<br />

(Henry Cabot Lodge,<br />

el republicano de Massachusetts,<br />

gran adversario de Woodrow<br />

Wilson, que se opuso al<br />

Tratado de la Liga de las Naciones,<br />

lo hizo por entender que limitaría<br />

la libertad de acción de<br />

Estados Unidos en otros países).<br />

¿Es posible precisar más lo<br />

que se puede esperar del Gobierno<br />

de Bush respecto a las re-<br />

laciones internacionales? Lo que<br />

sí está claro es lo que no puede<br />

esperarse. Un informe reciente<br />

del Consejo Nacional de Inteligencia<br />

(NIC), un organismo<br />

académico dependiente de la<br />

Agencia Central de Inteligencia<br />

(CIA), era en realidad una advertencia<br />

al Gobierno entrante<br />

por parte del sector más ponderado<br />

de la burocracia de la política<br />

exterior. Incluía las referencias<br />

habituales a las amenazas<br />

del “fundamentalismo” (por supuesto,<br />

islámico) y del “terrorismo”.<br />

Una observación de los autores<br />

sobre el peligro de una<br />

guerra civil en Israel fue eliminada<br />

por el director de la CIA,<br />

que declaró que, aunque indudablemente<br />

era cierto, no se podía<br />

decir una cosa así en Washington.<br />

Lo más importante del<br />

documento, sin embargo, era<br />

que situaba los grandes problemas<br />

de las próximas décadas en<br />

los ámbitos económico y social<br />

y decía que la primacía del mercado<br />

es más un eslogan que una<br />

solución.<br />

Se puede predecir con bastante<br />

seguridad que el informe<br />

no será usado especialmente por<br />

los asesores de Bush en política<br />

exterior: piensan de otro modo.<br />

El informe de la CIA hacia hincapié<br />

en las luchas por la continuidad<br />

cultural y religiosa en<br />

una situación en la que el capitalismo<br />

global tiene efectos homogeneizadores,<br />

pero la loable<br />

capacidad de los autores para<br />

entender los puntos de vista ajenos<br />

serán tomadas por algunos<br />

republicanos como muestras de<br />

debilidad moral. El informe<br />

también trataba de las amenazas<br />

para la salud, especialmente<br />

del sida. Tampoco es probable<br />

que esto mueva al Gobierno a<br />

actuar. Su clientela electoral cristiana<br />

piensa que el sida es un<br />

castigo para los pecadores y ya<br />

ha elogiado la decisión del presidente<br />

de acabar con las ayudas<br />

para las agencias internacionales<br />

que facilitan los abortos o<br />

cualquier forma de control de<br />

la natalidad. Por el contrario, un<br />

informe encargado por una comisión<br />

de política exterior del<br />

Congreso, y que acaba de ser he-<br />

cho público, tendrá mucha mayor<br />

aceptación. Trata de la posibilidad<br />

de un acoso terrorista a<br />

Estados Unidos usando armamento<br />

avanzado y pide que se<br />

intensifiquen las medidas de seguridad<br />

internas.<br />

Aquí, la petición de mayor<br />

dureza en la vigilancia policial<br />

en el interior del país y la supuesta<br />

omnipresencia de amenazas<br />

en el exterior se funden<br />

en un programa que acercaría<br />

los Estados Unidos a un Estado<br />

policial, de una manera que recuerda<br />

a las peores tradiciones<br />

de la República (las Actas de Sedición<br />

y de Extranjería para<br />

oponerse a la Revolución Francesa,<br />

la represión del movimiento<br />

contra la I Guerra Mundial y<br />

la destrucción del Partido Socialista<br />

a partir de 1917, las persecuciones<br />

del maccarthysmo en<br />

los años cuarenta y cincuenta y<br />

el ataque a los movimientos de<br />

finales de los sesenta y principios<br />

de los setenta). El informe<br />

de la nueva comisión propone<br />

reorganizar por completo el aparato<br />

de seguridad nacional y su<br />

burocracia. También pide una<br />

integración más completa del<br />

diseño de la política económica<br />

en ese aparato.<br />

Respecto al resto de la sociedad<br />

estadounidense, la élite de la<br />

política exterior está excesivamente<br />

cerrada en sí misma: sus<br />

miembros prácticamente sólo<br />

hablan entre sí. Durante la guerra<br />

fría (y con anterioridad) había<br />

una amplia consonancia entre<br />

los puntos de vista de la población<br />

y los de la élite, que, por<br />

supuesto, se esforzaba por educar<br />

(o, más exactamente, modelar)<br />

la opinión. Ahora la élite actúa<br />

por defecto: la opinión pública<br />

en general no se siente<br />

muy interesada por la política<br />

exterior y las asociaciones no gubernamentales<br />

o los grupos de<br />

interés público que sí se interesan<br />

tienen poca resonancia. El<br />

grupo que ocupa los cargos superiores<br />

en el nuevo Gobierno<br />

está formado por veteranos de<br />

los últimos años de la guerra fría<br />

y de la Guerra del Golfo. Dan<br />

por supuesta la supremacía moral<br />

y fáctica de Estados Unidos y<br />

responden con un herido asombro<br />

a las sugerencias de que el<br />

resto del mundo no piensa así.<br />

La insistencia del nuevo Gobierno<br />

en llevar a cabo el proyecto<br />

del Escudo antimisiles balísticos<br />

puede considerarse sintomático<br />

de este punto de vista<br />

global. El hecho de que no esté<br />

disponible la tecnología necesaria<br />

es una ventaja adicional: su<br />

desarrollo proporcionará fondos<br />

a la industria aerospacial durante<br />

un futuro indefinido. Que<br />

China y Rusia hayan declarado<br />

que responderán a la puesta en<br />

marcha del proyecto con un aumento<br />

de sus inversiones en sistemas<br />

ofensivos ha sido visto como<br />

una amenaza huera. Las advertencias<br />

de los miembros<br />

europeos de la OTAN de que el<br />

proyecto pondría en peligro las<br />

relaciones de la OTAN con Rusia<br />

han sido interpretadas como<br />

una muestra de la inconsecuencia<br />

europea. Los planes de la<br />

Unión Europea de crear una<br />

fuerza europea independiente,<br />

que eran vistos con escepticismo<br />

por el Gobierno de Clinton,<br />

ha sido recibidos con irritación y<br />

susceptibilidad por los que van a<br />

ocupar los cargos superiores con<br />

Bush. Lo más inaceptable es un<br />

síndrome que algunos de ellos<br />

denominan “vedrinismo”, y que<br />

los franceses llamarían “veleidades”<br />

de independencia. Al fin y<br />

al cabo, la Unión Europea, tanto<br />

en sus tendencias socialdemócratas<br />

como socialcristianas,<br />

ha seguido aferrándose de modo<br />

retrógrado a obsoletas nociones<br />

de solidaridad social. También<br />

se resiste inexplicablemente a las<br />

exigencias morales del liderazgo<br />

estadounidense (véase su insolencia<br />

al criticar la pena de<br />

muerte en Estados Unidos). La<br />

táctica de divide y vencerás que<br />

Bush aplica en el interior pronto<br />

aparecerá en Europa, y también<br />

podemos esperar intervenciones<br />

abiertas y encubiertas en<br />

la política interna de los países<br />

de la Unión Europea.<br />

Dejando a un lado la retórica,<br />

no queda muy claro cuál será<br />

el tratamiento que el nuevo<br />

Gobierno va a dar a Oriente<br />

Medio (el acceso al petróleo, el<br />

52 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


enfrentamiento entre Israel y los<br />

países árabes o Irán e Iraq), a<br />

América Latina (donde Chávez<br />

podría reemplazar a Castro como<br />

problema) y a la contención<br />

de la República Popular China,<br />

que se niega a no ser tratada como<br />

una superpotencia por derecho<br />

propio. Un sector de los republicanos<br />

es relativamente prudente,<br />

está preparado para<br />

aceptar acuerdos ad hoc y mira<br />

con indiferencia, e incluso cinismo,<br />

la retórica de expansionismo<br />

moral que ha sido, durante<br />

el último siglo, parte inseparable<br />

de nuestra política<br />

exterior. Sin embargo, otro sector<br />

desciende de la generación<br />

de estadounidenses que, tras haber<br />

contribuido a las arriesgadas<br />

aventuras misioneras protestantes<br />

en China, se sintió gravemente<br />

ofendida por la negativa<br />

de los chinos a convertirse. Naturalmente,<br />

el segmento del Partido<br />

Republicano vinculado a<br />

los negocios está dispuesto a dejar<br />

de lado la ideología y la religión<br />

en aras de los beneficios.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

Tienen claro que no quieren<br />

una guerra con China por Taiwan<br />

(o por los derechos humanos)<br />

y recientemente han hecho<br />

una campaña pidiendo una mayor<br />

apertura hacia Cuba. Por<br />

otro lado, un grupo reaganiano,<br />

que incluye a ex demócratas,<br />

acaba de presentar un manifiesto<br />

en el que pide que los republicanos<br />

sitúen los valores por<br />

encima de los beneficios: su defensa<br />

de la moralidad política<br />

hubiese resultado más convincente<br />

si sus firmantes no fuesen<br />

partidarios incondicionales de<br />

Israel. Y es precisamente Israel el<br />

que ilustra varios de los dilemas<br />

a que se enfrenta la política exterior<br />

republicana. Dentro del<br />

aparato de seguridad nacional,<br />

Israel (junto con Turquía) es<br />

considerado un aliado frente a<br />

enemigos reales y potenciales en<br />

Oriente Medio e incluso Asia<br />

Central y como un Estado cliente<br />

militar. Por otro lado, los republicanos<br />

no quieren que las<br />

relaciones de Estados Unidos<br />

con las monarquías del Golfo o<br />

con Egipto se vean socavadas<br />

por su cercanía a Israel. El nuevo<br />

equipo de relaciones exteriores<br />

republicano ha declarado<br />

que se guiará por el “interés de<br />

la nación”. Evidentemente, lo<br />

que ello quiera decir depende<br />

siempre de la interpretación, de<br />

la elección política.<br />

La confianza en sí mismo que<br />

muestra el nuevo equipo de política<br />

exterior de Bush se desvanecerá<br />

con toda seguridad cuando<br />

deba enfrentarse a una crisis (digamos,<br />

por ejemplo, una guerra<br />

civil en Arabia Saudí). Hay una<br />

cosa segura: no tiene ningún sentido<br />

declarar que la inexperiencia<br />

del nuevo presidente se verá<br />

compensada por la sagacidad de<br />

sus consejeros. No tenemos pruebas<br />

de que Bush entienda gran<br />

cosa del mundo más allá de nuestras<br />

fronteras y deberá tomar decisiones<br />

después haber recibido<br />

consejos contradictorios. Hasta<br />

ahora, la técnica de evitar manifiestamente<br />

los conflictos y de<br />

llevar a cabo una política resueltamente<br />

unilateral, que ha pues-<br />

NORMAN BIRNBAUM<br />

to en práctica en Tejas, en la<br />

campaña electoral presidencial<br />

así como en los comienzos de su<br />

Gobierno, le ha funcionado bastante<br />

bien dentro del país. Sin<br />

embargo, se adapta especialmente<br />

mal a la situación internacional.<br />

En Estados Unidos surgirá,<br />

antes o después, un conflicto político<br />

serio. Las consecuencias para<br />

nuestras relaciones con el resto<br />

del mundo, considerablemente<br />

menos predecibles y estables<br />

de lo que muchos creen, son imposibles<br />

de prever. n<br />

Traducción de Sara Barceló<br />

Norman Birnbaum es catedrático del<br />

Law Center en la Universidad de Georgetown.<br />

Autor de After Progress.<br />

53


Raúl Guerra Garrido<br />

Lectura insólita de ‘El capital’<br />

Ediciones Destino, Barcelona, 1976<br />

La carta<br />

Espasa Calpe, Madrid, 1990<br />

einticinco años después<br />

de haber obtenido en<br />

1976 el Premio Nadal,<br />

esta séptima edición de la novela<br />

de Raúl Guerra Garrido (R.<br />

G. G.) conmemora en las librerías<br />

españolas ese aniversario bibliográfico.<br />

Abstracción hecha<br />

de sus dimensiones estrictamente<br />

literarias, merecidamente valoradas<br />

por críticos e historiadores<br />

de la narrativa española<br />

contemporánea, Lectura insólita<br />

de ‘El capital’ (LIC) fue la primera<br />

obra de ficción en la que<br />

figuran de manera a la vez significativa<br />

y verídica militantes<br />

de ETA, tratados como elementos<br />

centrales de la trama y reconocibles<br />

como transposiciones<br />

fabuladas de la crónica histórica.<br />

Casi tres lustros después de recibir<br />

el premio, R. G. G. regresaría<br />

al mundo del terrorismo con<br />

otra novela, La carta (LC) 1 V<br />

.<br />

Esta recesión no es un artículo<br />

de crítica literaria ni de sociología<br />

de la novela, ni menos<br />

aún un intento de reducir la escritura<br />

de un relato a sus contenidos<br />

anecdóticos o ejemplarizantes.<br />

Trata sólo de comparar<br />

los elementos de continuidad y<br />

discontinuidad –reflejados en<br />

ambas novelas– entre la ETA de<br />

la dictadura y la ETA que continuó<br />

secuestrando y asesinando<br />

después de la muerte de Franco<br />

y de la aprobación de la Constitución<br />

de 1978 y del Estatuto<br />

de Guernika de 1979. Aunque<br />

la datación no sea explícita, la<br />

acción en tiempo presente de<br />

LIC se desarrolla durante los<br />

años finales del franquismo; y<br />

LC, en plena normalidad democrática,<br />

con Felipe González como<br />

presidente del Gobierno.<br />

Las semejanzas entre ambas etapas<br />

son obvias: antes y después<br />

del fallecimiento de Franco,<br />

ETA se ha definido como una<br />

organización a la vez nacionalista<br />

y socialista, dice defender<br />

al tiempo al País Vasco y a la libertad<br />

(Euskadi ta Askatasuna),<br />

y se arroga el derecho a matar o<br />

a secuestrar a los adversarios sin<br />

otro límite que su omnímoda<br />

voluntad como vanguardia revolucionaria.<br />

La perspectiva<br />

ofrecida por el paso del tiempo<br />

(los 33 años transcurridos desde<br />

los primeros asesinatos de ETA<br />

perpetrados en 1968) carga de<br />

razón los juicios morales que<br />

consideran igualmente reprobables<br />

los crímenes cometidos antes<br />

y después de 1975. Sin embargo,<br />

tampoco faltan las diferencias<br />

ético-políticas a uno y<br />

otro lado de esa frontera temporal,<br />

rastreables indirectamente<br />

mediante el cotejo de los dos<br />

libros de R. G. G.<br />

LIC y LC son una lectura altamente<br />

recomendable para<br />

quienes no conozcan de primera<br />

mano la situación actual del<br />

País Vasco y tiendan a creer que<br />

el deterioro de la convivencia civilizada<br />

en su seno no es tan grave<br />

como denuncian las víctimas.<br />

Ambas novelas tienen como<br />

trasfondo una rica, documentada<br />

y veraz información sobre el<br />

pesado clima de crímenes, atentados,<br />

amenazas y chantajes que<br />

NARRATIVA<br />

DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />

El mundo de ETA a través de dos novelas<br />

1 Las ediciones utilizadas para las referencias<br />

a las páginas de las novelas dentro<br />

de los paréntesis son la edición de bolsillo<br />

de 1981 de LIC y la edición de bolsillo<br />

de LC de 1999.<br />

JAVIER PRADERA<br />

envuelve todavía hoy a los ciudadanos<br />

de una parte de la<br />

Unión Europea, titulares teóricos<br />

de los derechos y libertades<br />

propios de un Estado de derecho<br />

y dotados de las instituciones<br />

de autogobierno más amplias<br />

y eficaces de todo el continente.<br />

No es imprescindible<br />

recibir una carta de ETA exigiendo<br />

el chantaje mafioso burlonamente<br />

llamado impuesto revolucionario<br />

(como les ha ocurrido<br />

a tantos empresarios y<br />

profesionales apolíticos desde los<br />

años setenta), ni sufrir en propia<br />

carne los efectos de la kale borroka<br />

(como le sucedió a la madre<br />

del diputado del PNV Anasagasti<br />

mientras viajaba en un<br />

autobús donostiarra, en el verano<br />

del año 2000), para llegar a<br />

la conclusión de que –contra lo<br />

que ha venido afirmando el Gobierno<br />

de Vitoria– el País Vasco<br />

no es precisamente el lugar más<br />

seguro con que se pueda soñar<br />

para vivir en España.<br />

1. La historia de un ferrón<br />

Lejos de servir de telón de fondo<br />

dramático o costumbrista al relato,<br />

la presencia de ETA se inserta<br />

en el corazón mismo de la<br />

trama de LIC: el secuestro de<br />

José María Lizarraga (un industrial<br />

siderúrgico sesentón con los<br />

primeros ocho apellidos euskaldunes),<br />

por cuya libertad los raptores<br />

(disfrazados bajo una segunda<br />

marca de la organización<br />

terrorista) exigen 50 millones de<br />

pesetas y la aceptación de la plataforma<br />

reivindicativa de los trabajadores<br />

de la factoría número<br />

dos de Eibain, en huelga general<br />

a raíz de un trágico accidente laboral.<br />

La narración se articula según<br />

dos ejes diferentes: de un<br />

lado, el arranque, el desarrollo y<br />

el final del secuestro es narrado<br />

en tercera persona desde la perspectiva<br />

omnipresente del novelista,<br />

dueño también del flujo<br />

de conciencia del secuestrado; de<br />

otro, un amplio coro de testigos<br />

cuenta en primera persona a un<br />

forastero, en funciones de investigador,<br />

sus recuerdos. opiniones<br />

y juicios sobre el secuestrado.<br />

La esposa y los dos hermanos<br />

de Lizarraga, el erudito<br />

local (autor de una Breve historia<br />

de Eibain), el alcalde franquista,<br />

el comisario de policía, el director<br />

del banco, el maestro, un dirigente<br />

en el exilio del PNV, trabajadores<br />

en huelga, un activista<br />

de ETA, la viuda y el hijo de<br />

su mejor amigo ya fallecido, curas<br />

y monjas, amigos de la sociedad<br />

gastronómica, empleados<br />

reticentes o de confianza, comerciantes<br />

y vecinos contribuyen<br />

a reconstruir la biografía de<br />

un personaje típico (utilizando<br />

libremente la terminología de<br />

Max Weber y Lukacs) de la sociedad<br />

guipuzcoana. Si la vida<br />

de Lizarraga sólo se entiende en<br />

su contexto social, la historia<br />

empresarial y la historia del movimiento<br />

obrero en el País Vasco<br />

son las dos caras de una misma<br />

moneda, pese a que los cultivadores<br />

de la primera especialidad<br />

disciplinaria –actualmente de<br />

moda– tiendan a devolver la tarjeta<br />

de visita de la unilateralidad<br />

metodológica a la historiografía<br />

social de inspiración marxista<br />

–dominante durante mucho<br />

años– con el propósito de poner<br />

exclusivamente el acento en la<br />

figura de los emprendedores.<br />

La rememoración colectiva<br />

saca a la luz diferentes etapas de<br />

la existencia de Lizarraga, desde<br />

su primera niñez en Argentina<br />

54 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Raúl Guerra Garrido<br />

como hijo de vascos emigrados<br />

hasta las vivencias de la guerra<br />

civil primero en zona republicana<br />

y luego en zona rebelde, pasando<br />

por el regreso a Irún tras la<br />

Gran Guerra y los agitados años<br />

de la República. Pero el núcleo<br />

de esa reconstrucción coral es la<br />

historia de la segunda gran ola<br />

de industrialización guipuzcoana<br />

durante la posguerra española y<br />

europea, que a su vez evoca las<br />

luchas reivindicativas bajo la dictadura<br />

de los trabajadores, en cuyo<br />

nombre hablan los grupos<br />

políticos revolucionarios. Biografía<br />

individual, historia industrial,<br />

movimiento obrero y ETA<br />

son las cuatro madejas del tapiz<br />

tejido por R. G. G.<br />

La ambigüedad del retrato del<br />

secuestrado no se debe al pintor,<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

sino que está inscrita en los hechos.<br />

Lizarraga tiene el rasgo de<br />

humor negro de pedir a sus secuestradores,<br />

que le ofrecen material<br />

de lectura, alguna traducción<br />

castellana de El capital. En<br />

la soledad del encierro se enfrasca<br />

en una edición abreviada de la<br />

obra de Karl Marx para tratar de<br />

desentrañar la teoría del valor, el<br />

significado de la fórmula ‘D-M-D’<br />

y las diferencias entre valor de<br />

uso y valor de cambio. Tal vez la<br />

lectura de otros textos de Marx<br />

le hubiera resultado al empresario<br />

secuestrado, si no menos insólita,<br />

más comprensible. Casi siglo<br />

y medio antes de que R. G. G.<br />

eligiera como personaje de su<br />

novela a un vigoroso ferrón guipuzcoano,<br />

Marx había ya dejado<br />

constancia en La ideología ale-<br />

mana de sus sentimientosencontrados<br />

de rechazo y admiración<br />

hacia la gran<br />

industria, universalizadora<br />

del maquinismo,<br />

creadora del mercado<br />

mundial, fundadora de la<br />

historia global y destructora<br />

de la ideología, la religión y<br />

la moral del antiguo régimen.<br />

El Manifiesto comunista hace el<br />

elogio del papel revolucionario<br />

desempeñado en la historia por<br />

la burguesía, que destruye las relaciones<br />

feudales, funda enormes<br />

ciudades, arranca a la población<br />

campesina del idiotismo rural,<br />

desarrolla fuerzas productivas<br />

más colosales de lo que habían<br />

logrado todas las generaciones<br />

anteriores e inventa maravillas<br />

superiores a las pirámides de<br />

Egipto, los acueductos romanos<br />

y las catedrales góticas.<br />

Al igual que otros manufactureros<br />

guipuzcoanos de la época,<br />

el protagonista de LIC recurre<br />

a la autofinanciación, invierte<br />

los beneficios en la ampliación<br />

de su actividad fabril, vende en<br />

el mercado nacional sin competencia<br />

exterior gracias a los elevados<br />

aranceles y las restricciones<br />

cuantitativas a la importación,<br />

se beneficia de la ayuda estatal a<br />

las exportaciones, se abastece de<br />

mano de obra barata suministrada<br />

por la gran oleada de inmigrantes<br />

huidos de la miseria de la<br />

España rural, se protege de las<br />

huelgas con la ayuda de la Guardia<br />

Civil y trata de sustituir la<br />

imposible negociación sindical<br />

con prácticas paternalistas. Descargado<br />

de problemas financieros<br />

y laborales, su principal dificultad<br />

son los cuellos de botella<br />

administrativos para la importación<br />

de maquinaria y el sumi-<br />

nistro de productos primarios o<br />

semiterminados, la otra cara –esta<br />

vez adversa– de la autarquía y<br />

la economía contingentada. La<br />

habilidad en los tratos con los<br />

beneficiarios de algún monopolio<br />

de oferta, la corrupción de<br />

las autoridades encargadas de dar<br />

las licencias de importación y el<br />

contrabando eran las únicas vías<br />

de salida posibles a esas situaciones<br />

de escasez inducidas por el<br />

proteccionismo franquista.<br />

Desde esa perspectiva –digamos–<br />

historiográfica o sociológica,<br />

LIC constituye una inteligente<br />

abreviatura del subvertidor<br />

proceso de cambio social<br />

producido bajo el franquismo.<br />

La voluntad de hierro –nunca<br />

mejor dicho– de Lizarraga se<br />

identifica con el trabajo:<br />

“Su vida era su industria y sin crecer<br />

la empresa se ahogaba en una medianía<br />

deleznable […] crecer en contra de los<br />

consejos paternos, fraternos, amistosos,<br />

tecnocráticos, la decisión solitaria de la<br />

apuesta a una sola carta, a un pulso, cincuenta<br />

a caras, la sublime y terrible soledad<br />

en la toma de decisión, momento<br />

supremo, la hora del tigre a cambio de<br />

las siete vidas del gato”. (LIC, 60).<br />

Los contrapuestos puntos de<br />

vista reunidos por el investigador<br />

forastero permiten reconstruir<br />

la inextricable combinación<br />

de creación y explotación, épica<br />

y picaresca, generosidad y codicia,<br />

intereses generales y metas<br />

particulares, solidaridad y egoísmo<br />

que caracterizan el tránsito<br />

del artesanado a la gran industria,<br />

del mundo rural a la sociedad<br />

urbana, de la seguridad de<br />

las viejas costumbres locales a la<br />

incertidumbre creada por las<br />

desconocidas condiciones de<br />

existencia globales.<br />

El primer paso será el traslado<br />

–a comienzos de la década de los<br />

55


DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />

treinta– de la fundición paterna<br />

de hierro colado, dedicada hasta<br />

entonces a la forja de balcones,<br />

verjas y cocinas de carbón con<br />

herrajes de latón, desde Irún a<br />

Elbain para ampliar la gama de<br />

productos 2 . Cuando los estrangulamientos<br />

producidos por la<br />

falta de suministros resultan más<br />

acuciantes durante la posguerra,<br />

Lizarraga compra un alto horno<br />

abandonado por obsoleto para<br />

trasladarlo de Orbaiceta a Eibain,<br />

ponerlo de nuevo en funcionamiento<br />

y subrogarse en la licencia<br />

que le da entrada al numerus<br />

clausus de la aristocracia siderúrgica.<br />

Más tarde vendrán los tiempos<br />

ambiciosos de la acería y el<br />

tren de laminación. Un ejecutivo<br />

abrepuertas bien relacionado en<br />

Madrid con militares y falangistas<br />

le conseguirá los permisos<br />

de importación y las licencias de<br />

apertura necesarias. La generalización<br />

durante la posguerra del<br />

estraperlo le permite acceder al<br />

mercado negro pagando altos<br />

precios. Y el contrabando a través<br />

de la muga navarra le resolverá<br />

los casos extremos: una pareja de<br />

bueyes dopados con simpatina y<br />

arreados por ocho akullaris tarda<br />

dos noches en arrastrar el bastidor<br />

de un torno de una tonelada<br />

de peso.<br />

“Así se escribe la historia, sin nosotros<br />

–concluye el contrabandista encuestado–<br />

no se hubiera industrializado<br />

el País Vasco, ¿cómo no le vamos a caer<br />

bien a la gente y a los poetas?” (LIC,<br />

148).<br />

La llegada al poder de los tecnócratas<br />

del Opus, la estabilización<br />

de 1959, la apertura al exterior,<br />

los planes de desarrollo, la<br />

2 “Eibain es mi Macondo particular;<br />

no se corresponde con ningún pueblo<br />

concreto por más que su nombre sea la<br />

contracción de Eibar y Andoain; podría<br />

ser cualquier pueblo con tradición industrial,<br />

en el Goiherri, en el fondo de un valle”.<br />

(Raúl Guerra Garrido, A los veinticinco<br />

años de ‘Cacereño’, pág. 32. Fundación<br />

Alzate, 1994). Eibain es el escenario<br />

no sólo de LIC sino también de Cacereño<br />

(Alfaguara, 1969) y Tantos inocentes (Espasa<br />

Calpe, 1996); LC hace abundantes<br />

referencias a ese pueblo. Son igualmente<br />

frecuentes en las novelas de R. G. G. las<br />

alusiones a vecinos y acontecimientos de<br />

Eibain mencionados en obras anteriores.<br />

ampliación de la demanda interna<br />

y la fiebre del consumo<br />

obligarán a Lizarraga a cambiar<br />

de estrategia en sus relaciones<br />

con el poder y en sus proyectos<br />

empresariales; fabricará incluso<br />

–con mala fortuna– electrodomésticos.<br />

2. Lucha de clases y opresión<br />

nacional<br />

El coste de la industrialización<br />

vasca en términos de medio ambiente<br />

fue elevadísimo: la deforestación<br />

de los viejos robledales<br />

y hayedos para alimentar con<br />

carbón vegetal el apetito insaciable<br />

de los hornos ha dejado<br />

sus cicatrices en el paisaje guipuzcoano.<br />

El testimonio de un<br />

hombre de confianza de Lizarraga<br />

recogido por el imaginario<br />

investigador rememora las dimensiones<br />

del destrozo:<br />

“El horno se comía todo el carbón<br />

vegetal que le echásemos […] se contrató<br />

a un ejército de aizkolaris, de carborenos<br />

[…] no dejamos un roble en<br />

pie […] a veces te daban pena, tan hermosos<br />

y más de cien años para hacerse<br />

[…] movilizamos ejércitos enteros de<br />

carborenos, parecía lo de las pirámides<br />

[…] crismamos bosques enteros […]<br />

hasta Arantzazu mondo y lirondo”<br />

(LIC, 160-161).<br />

La falta de escrúpulos para<br />

alojar en los estrechos valles guipuzcoanos<br />

a las oleadas de inmigrantes<br />

destinados a servir de<br />

mano de obra fabril barata es<br />

también visible en los atentados<br />

urbanísticos perpetrados a partir<br />

de los cincuenta:<br />

“Casas hacinadas en el monte, los<br />

cacereños son los que las han construido<br />

y después se las han comprado al<br />

contratista, vasco of course”.<br />

Y el alcalde franquista de Eibain<br />

autoriza la construcción junto<br />

al cementerio de los bloques de<br />

casas baratas encargadas por Lizarraga<br />

(LIC, 34, 87).<br />

Tal vez los lectores a quienes<br />

falte un conocimiento directo o<br />

familiaridad historiográfica con<br />

las encarnaciones singulares del<br />

tipo ideal de empresario guipuzcoano,<br />

ese patrono que ha<br />

pasado de trabajar con sus manos<br />

a presidir una corporación<br />

sin cambiar de carácter, de afi-<br />

ciones, de amigos y de ambiciones,<br />

puedan atribuir la talla berroqueña<br />

del personaje novelesco<br />

de LIC a una inexistente inclinación<br />

de R. G. G. por la<br />

sencillez de rasgos. Pero la relativa<br />

abundancia de lizarragas en<br />

el País Vasco de ayer y de hoy<br />

prueba no sólo la verosimilitud<br />

novelística del protagonista de<br />

LIC, sino también la veracidad<br />

histórica de las figuras de carne y<br />

hueso utilizadas como referencia.<br />

Aunque no se puedan elevar<br />

a la condición normativa de categoría<br />

antropológica rasgos singulares<br />

como la propensión a la<br />

misoginia, la fraternidad viril sublimada,<br />

el medio familiar clerical,<br />

la fortaleza física, la pasión<br />

gastronómica, el nacionalismo<br />

moderado o el apoliticismo pragmático,<br />

cabe tomar esas huellas<br />

de carácter como una pista capaz<br />

de conducir hasta el mundo<br />

del arquetipo. Basta con subrayar<br />

los parecidos genéricos del daguerrotipo<br />

imaginario de la novela<br />

con otros personajes identificables<br />

en la historia contemporánea<br />

para incluirle en un álbum<br />

fotográfico de familia en el que se<br />

inscriben los retratos de muchos<br />

empresarios vascos de su tiempo 3 .<br />

En cualquier caso, Lizarraga<br />

no es sólo el precipitado de los<br />

rasgos de carácter comunes a<br />

los portadores de un papel social<br />

determinado en la Guipúzcoa<br />

de la posguerra. Los recuerdos de<br />

infancia (el viaje con el padre a<br />

ver la ballena varada en la playa<br />

de Zumaya, la añoranza de las<br />

noches de verano bajo el nogal<br />

frente al caserío), las relaciones<br />

familiares (la boda con la muchacha<br />

que cuidó a su madre<br />

hasta su muerte) y las exhibiciones<br />

de coraje (la mano mutilada<br />

da testimonio de su sentido del<br />

riesgo) confieren vida propia al<br />

personaje. La amistad fraterna<br />

3 Lizarraga y su fábrica de Eibain “forman<br />

un binomio que en cuanto a modelo<br />

de crecimiento podría corresponderse<br />

con Orbegozo de Zumárraga, pero que en<br />

realidad es una mezcla más maliciosa que<br />

aleatoria de otros tantos binomios empresa-localidad:<br />

la forja ineludiblemente<br />

es la de Patricio Echevarría, la ‘bellota’<br />

de su marca falsificada como un ‘trébol”<br />

(ibídem).<br />

con Olaso, su compañero de fatigas,<br />

simpatizante de los socialistas<br />

y muerto en un accidente<br />

laboral, es el hilo rojo de la trama:<br />

esta vez no es Marx sino<br />

Freud quien puede ayudar a entender<br />

la relación personal entre<br />

los dos jentis (un apelativo genérico<br />

de incierto origen, nimbado<br />

con el aura mítica de los<br />

ferrones de antaño ni romanizados<br />

ni cristianizados) y el inesperado<br />

final de la novela (LIC,<br />

26), a la altura de las mejores<br />

soluciones dadas a las narraciones<br />

de intriga.<br />

Si LIC puede ser leída parcialmente<br />

como una historia de<br />

la segunda gran oleada de inmigración<br />

e industrialización en<br />

Guipúzcoa, también evoca los<br />

grandes conflictos inherentes a<br />

ese proceso, la cara oscura de esa<br />

luna habitada en su parte iluminada<br />

por las tasas de crecimiento,<br />

las cifras de población ocupada<br />

y las toneladas de hierro y<br />

de acero producidas. Aunque<br />

puedan alentar emociones diametralmente<br />

opuestas, esas dos<br />

visiones no son perspectivas alternativas,<br />

sino complementarias:<br />

el orgullo de Lizarraga, que<br />

zarandea a un presuntuoso jefe<br />

de marketing para mostrarle por<br />

la ventana a través de una suspensión<br />

neblinosa de arrabio el<br />

paisaje industrial erizado de chimeneas<br />

de Eibain<br />

(“¡Mira si tienes ojos! ¡Esto no es imaginación!<br />

¡Esto es creatividad! ¡Antes<br />

no era nada, monte!”),<br />

tiene como respuesta los sentimientos<br />

de desposesión y alienación<br />

de sus trabajadores en<br />

huelga, para quienes tan sólo es<br />

un miembro de<br />

“la inefable raza de los capitalistas españoles<br />

que con sus miniempresas no<br />

competitivas son tan nefastos para la<br />

clase obrera como los señoritos andaluces<br />

de los latifundios” (LIC, 203, 55).<br />

Esas posiciones encontradas<br />

se prestan a mitificaciones –cinematográficas<br />

en estos ejemplos–<br />

paralelas: dos filmes de<br />

Wadja están ambivalentemente<br />

animados por la épica de la industrialización<br />

capitalista (La<br />

tierra de la gran promesa) y so-<br />

56 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


cialista (El hombre de mármol)<br />

en Polonia; la película de John<br />

Ford ¡Qué verde era mi valle! describe<br />

los destrozos mineros en<br />

el medio ambiente galés; y el<br />

Novecento, de Bertolucci, es un<br />

cántico a la solidaridad de los<br />

trabajadores.<br />

LIC armoniza dentro del<br />

mismo relato los dos polos de<br />

esa relación dialéctica: la visión<br />

simultánea y contradictoria de<br />

la factoría de Eibain como resultado<br />

conjunto de la voluntad<br />

emprendedora del ferrón visionario<br />

y de la plusvalía de sus trabajadores.<br />

La imagen insólita del<br />

industrial Lizarraga leyendo una<br />

versión abreviada de El capital<br />

en la tienda de campaña instalada<br />

en una escombrera abandonada<br />

que le sirve de prisión es la<br />

metáfora irónica de esa articulación<br />

de opuestos. La focalización<br />

calvinista de la vida en el<br />

trabajo deja poco espacio para<br />

las preocupaciones políticas. En<br />

octubre de 1934 Lizarraga y<br />

Olaso se enfrentan, armados<br />

con barras de hierro y pistolas, a<br />

los piquetes que pretenden cerrar<br />

los talleres de la fundición.<br />

Tras la entrada en Eibain de los<br />

requetés, la empresa será reconvertida<br />

en industria de armamento<br />

para suministrar material<br />

bélico al ejército de Franco.<br />

Durante los duros años de la<br />

posguerra, el pragmatismo colaboracionista<br />

guiará sus relaciones<br />

con las autoridades locales,<br />

provinciales y nacionales.<br />

Aunque los sentimientos nacionalistas<br />

moderados le lleven a<br />

ayudar económicamente –desde<br />

que sean legalmente posibles–<br />

las iniciativas educativas y<br />

culturales de ayuda al euskera,<br />

Lizarraga se niega a figurar públicamente<br />

como patrocinador de<br />

un concurso literario. Dentro<br />

de la fábrica, el paternalismo ahoga<br />

o reduce al máximo la autonomía<br />

organizativa y reivindicativa<br />

de los trabajadores.<br />

¿Qué pretendía la FERE, una<br />

segunda marca organizativa de<br />

sigla indescifrable elegida por<br />

ETA para la ocasión, con el secuestro<br />

del empresario? El comando<br />

numerado de tres hombres<br />

–Abelbat, Abelbi, Abeliru–<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

se propone con la operación Caín<br />

no sólo obtener 50 millones de<br />

pesetas, sino también cumplir<br />

un objetivo político-revolucionario:<br />

la aceptación por la empresa<br />

de la plataforma reivindicativa<br />

de los trabajadores en<br />

huelga de la factoría número dos<br />

como paso en el camino de la<br />

toma de conciencia y organización<br />

de la clase obrera vasca.<br />

Durante el franquismo, las<br />

discusiones dentro de ETA y sus<br />

subsiguientes escisiones versaron<br />

en torno a la forma de conciliar<br />

los polos dialécticos de su doble<br />

compromiso: nacionalismo y socialismo,<br />

defensa de la identidad<br />

vasca como pueblo y hegemonía<br />

en su seno del pueblo trabajador<br />

vasco (definido como todos<br />

aquellos que viven y venden su<br />

fuerza de trabajo en Esuskadi),<br />

lucha de liberación nacional y lucha<br />

de clases. El recurso a la violencia<br />

ni fue patrimonio exclusivo<br />

del nacionalismo vasco (baste<br />

con citar al Frente Revolucionario<br />

Antifascista y Patriótico<br />

–FRAP–), ni se puede explicar<br />

sólo en función de la dictadura<br />

franquista. La violencia de izquierda<br />

se esparció por toda Europa,<br />

como práctica o como proyecto,<br />

en la resaca de mayo de<br />

1968: los troubles irlandeses, los<br />

años de plomo del terrorismo italiano,<br />

el Ejército Rojo alemán, la<br />

propagación por todo el continente<br />

de grupúsculos –sobre todo<br />

estudiantiles– inspirados en<br />

la ideología y en la práctica maoísta,<br />

leninista, fanoniana, castrista,<br />

vietnamita o camboyana. Los estudiantes<br />

del Frente de Liberación<br />

Nacional (FELIPE), desperdigados<br />

a partir de los setenta<br />

en otros partidos, no sólo coquetearon<br />

con la idea de la lucha armada,<br />

sino que contactaron con<br />

Argelia y Yugoslavia para llevar a<br />

cabo su nunca realizado proyecto.<br />

Pero los sentimientos mezclados<br />

de atracción y de rechazo, de<br />

fascinación y de horror ante la<br />

violencia, cuando la izquierda antifranquista<br />

comprobó cómo la<br />

letra de los manuales de marxismo-leninismo<br />

y de guerra revolucionaria<br />

se transformaba en<br />

sangre, cobraron todavía mayor<br />

fuerza en relación con ETA. Só-<br />

lo la novela, a falta de diarios personales<br />

o de memorias que no<br />

desfiguren los recuerdos en provecho<br />

de sus autores, podría recrear<br />

las pesadillas monstruosas<br />

que los sueños de la razón provocan<br />

en los adversarios de las<br />

dictaduras dentro de las sociedades<br />

cerradas; un riesgo que desde<br />

luego no corrieron quienes colaboraron<br />

–como sucedió en España<br />

en el caso de muy ilustres<br />

gobernantes contemporáneos–<br />

con los regímenes autoritarios o<br />

coexistieron pacíficamente con<br />

sus desmanes. LIC muestra a los<br />

lectores del siglo XXI los efectos<br />

del veneno destilado por las ideologías<br />

políticas empeñadas en<br />

descubrir la receta del nacionalismo<br />

revolucionario como una<br />

invencible mezcla de comunidad<br />

y sociedad, culto al pasado y utopía<br />

futura, etnicismo e internacionalismo,<br />

particularidad y universalidad.<br />

La idea de controlar<br />

con la misma mano las riendas<br />

de las fuerzas faústicas de la lucha<br />

contra la opresión nacional y de<br />

la lucha contra la opresión económica,<br />

que multiplicarían sus<br />

efectos dinamizadores al caminar<br />

juntas, fue el espejismo que hizo<br />

sucumbir a una parte de la izquierda<br />

antifranquista ante ETA.<br />

3. La industria de la extorsión<br />

Aunque la publicación de LIC y<br />

LC se hallen separadas tan sólo<br />

por 14 años de distancia, durante<br />

ese lapso de tiempo habían<br />

corrido aguas embravecidas bajo<br />

los puentes políticos, sociales,<br />

económicos e ideológicos del País<br />

Vasco y del resto de España. Tras<br />

la muerte de Franco y la proclamación<br />

de Juan Carlos de Borbón<br />

como su sucesor a título de<br />

Rey de la Monarquía del 18<br />

de julio en noviembre de 1975,<br />

la transición desde la dictadura<br />

hasta una monarquía parlamentaria<br />

homologable con los sistemas<br />

democráticos del resto de<br />

Europa quedó formalizada con<br />

la Constitución española de<br />

1978 y el Estatuto de Guernica<br />

de 1979. La Ley de Amnistía<br />

aprobada por las Cortes Generales<br />

en el otoño de 1977 había sido<br />

también aplicada a los miembros<br />

de ETA acusados de delitos<br />

JAVIER PRADERA<br />

de sangre y vaciado las cárceles<br />

españolas de presos vascos. Sin<br />

embargo, la organización terrorista<br />

(hasta 1981 escindida en<br />

dos ramas igualmente operativas),<br />

lejos de abandonar las armas<br />

en lógica respuesta al restablecimiento<br />

del Estado democrático<br />

de derecho y de las<br />

instituciones vascas de autogobierno,<br />

multiplicó sus atentados,<br />

asesinatos y secuestros. Las estadísticas<br />

funerarias son contundentes:<br />

si durante los ocho años<br />

anteriores a la muerte de Franco<br />

ETA dio muerte –desde junio<br />

de 1968 a noviembre de 1975– a<br />

43 personas, los siete años de<br />

transición previos a la llegada al<br />

poder de los socialistas (1976-<br />

1982) sumaron 331 asesinatos y<br />

los casi catorce de mandato socialista<br />

otros 375 4 .<br />

La situación económica se<br />

había deteriorado a causa de la<br />

recesión económica inducida<br />

por la crisis mundial del petróleo,<br />

las medidas contraproducentes<br />

adoptadas por el franquismo<br />

para afrontarla y la lógica<br />

prioridad concedida por los<br />

Gobiernos de la transición a la<br />

política. La lenta pero progresiva<br />

apertura del mercado interno<br />

a la competencia exterior y la<br />

creciente capacidad del movimiento<br />

obrero organizado para<br />

negociar convenios y declarar<br />

huelgas habían reducido sensiblemente<br />

las rentas de situación<br />

empresariales proporcionadas<br />

durante el franquismo por la autarquía<br />

y la represión. Los lectores<br />

de LC conocen a través de<br />

uno de los amigos del protagonista,<br />

subdirector de compras de<br />

la factoría número dos, que Lizarraga<br />

se halla a mediados de<br />

los ochenta en suspensión de pagos<br />

(LC, 47) 5 .<br />

La incidencia de la crisis sobre<br />

la cotidianidad queda registrada<br />

en la novela de R. G. G. de una<br />

manera a primera vista sorpren-<br />

4 Los datos están tomados de José<br />

María Calleja: Contra la barbarie. Temas<br />

de Hoy, 1997.<br />

5 La información la suministra José<br />

Bajo Pérez, el protagonista de Cacereño,<br />

que ha llegado a ser –en LC– subdirector<br />

de compras de la factoría número dos.<br />

57


DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />

dente: la sofocante densidad dramática<br />

de LIC deja paso en LC al<br />

clima parcialmente bienhumorado<br />

de la tragicomedia. La trama<br />

del relato gira en torno a una<br />

carta enviada por ETA para exigir<br />

50 millones de pesetas a diferentes<br />

industriales, comerciantes<br />

y profesionales en concepto de<br />

impuesto revolucionario. Uno de los<br />

destinatarios de la misiva es un<br />

diseñador a punto de abrir una<br />

elegante tienda de moda masculina<br />

en pleno centro de San Sebastián.<br />

La carta responsabiliza a<br />

Luis Casas –“usted y la clase a<br />

que pertenece”– de una situación<br />

“insostenible” de “paro,<br />

marginación progresiva de la<br />

lengua y la cultura vascas, salvaje<br />

ocupación militar, centenares<br />

de presos en cárceles de exterminio”<br />

y le acusa de contribuir<br />

“ideológica y económicamente a<br />

través del pago de los impuestos<br />

al sostenimiento del Estado policial”.<br />

De no pagar esos 50 millones<br />

“en billetes usados de numeración<br />

discontinua” entregados a un<br />

cobrador de ETA “en concepto de<br />

colaboración a la lucha del pueblo<br />

trabajador”, el destinatario del<br />

chantaje “será ejecutado allí donde<br />

se encuentre” (LC, 27).<br />

Los protagonistas de las dos<br />

novelas de R. G. G. se encuentran<br />

casi en las antípodas. A diferencia<br />

de Lizarraga (“más vasco<br />

que las boinas de Elósegui”, LIC,<br />

116), un euskaldún sobrio y ahorrativo<br />

que se ha abierto camino<br />

en la industria con el trabajo de<br />

sus manos y que se halla camino<br />

de la vejez, Luis Casas, un castellanohablante<br />

nacido en el Bierzo,<br />

se ha dedicado desde siempre<br />

a la publicidad, el diseño, el<br />

marketing o las ventas y recibe<br />

la carta del chantaje el día en que<br />

cumple 50 años. Vinculado al<br />

País Vasco por su boda con una<br />

muchacha de Eibain de familia<br />

hidalga, Luis Casas no tiene demasiadas<br />

cosas en común con<br />

Lizarraga: el arraigo social en<br />

Guipúzcoa, la pertenencia a la<br />

sociedad gastronómica Lagunak<br />

y el apoliticismo. Narrada en primera<br />

persona desde la voz del<br />

extorsionado, la novela cuenta<br />

las angustias de un personaje algo<br />

chisgarabís escrutado repen-<br />

tinamente por la mirada de la<br />

muerte en el mejor momento de<br />

su vida: con buena salud y padre<br />

de tres hijos, estrena piso en un<br />

barrio distinguido frente al río<br />

Urumea y se siente querido por<br />

sus amigos, entre los que no faltan<br />

jatorras aficionados a participar<br />

en la tamborrada donostiarra<br />

y en los carnavales. El contrapunto<br />

dramático de la amenaza<br />

provocada por la carta es el secuestro<br />

ya realizado del industrial<br />

bilbaíno Ángel Larrañaga,<br />

en poder de ETA desde hacía varias<br />

semanas; y el contraste cómico,<br />

el inesperado cruce de otra<br />

extorsión hecha a Luis Casas a<br />

cuenta de una aventura galante.<br />

Si LIC puede emparentarse<br />

cinematográficamente con La<br />

tierra de la gran promesa, El<br />

hombre de mármol, ¡Qué verde<br />

era mi valle! o Novecento, los paralelismos<br />

fílmicos de LC son las<br />

comedias italianas de Alberto<br />

Sordi, Ugo Tognazzi o Vittorio<br />

Gassman, la pareja aventurera<br />

de Bonnie and Clyde, de Arthur<br />

Penn, el sindicalismo mafioso<br />

de La ley del silencio, de Elia Kazan,<br />

o el sórdido clima de El Padrino,<br />

de Francis Ford Coppola.<br />

A diferencia de LIC, los etarras<br />

no llegan a aparecer en escena,<br />

aunque el lector sepa que negocian<br />

tranquilamente las condiciones<br />

para el pago y el cobro<br />

de los impuestos revolucionarios<br />

en los restaurantes de Hendaya.<br />

En cualquier caso, la percepción<br />

social de ETA ha sufrido<br />

cambios entre LIC y LC. Siguen<br />

vivos los lugares comunes sobre<br />

las motivaciones y las metas políticas<br />

de sus atentados, en teoría<br />

dirigidos sólo contra los agentes<br />

del aparato represivo del Estado<br />

y sus cómplices: “Ninguno de<br />

los cadáveres era civil: son unos<br />

asesinos, pero no se puede negar<br />

que cuidadosos y eficaces”,<br />

le dice a Luis Casas el amigo que<br />

ha identificado desde el balcón al<br />

autor de un sangriento atentado<br />

y ni siquiera se plantea la posibilidad<br />

de denunciarlo (LC, 103).<br />

Un banquero comenta que esos<br />

“muchachos” de ETA “tienen<br />

una cosa a su favor, la profesionalidad,<br />

y eso, hasta en el delito,<br />

es una garantía” (LC, 233). Los<br />

nacionalistas moderados llevan<br />

su comprensión todavía mas allá:<br />

los etarras “están en contra de la<br />

empresa privada pero no desean<br />

arruinar el país”, razón por la<br />

cual son muy “sensibles” al riesgo<br />

de que sus extorsionados<br />

quiebren (LC, 259).<br />

A mediados de los ochenta,<br />

sin embargo, sigue perdiendo<br />

fuerza el pathos de ETA creado<br />

bajo el franquismo, esto es, la<br />

presunción favorable a las motivaciones<br />

de los verdugos y contraria<br />

(“algo habrá hecho”) a sus<br />

víctimas. Un trabajador en huelga<br />

de la factoría número dos<br />

cuando Lizarraga se encuentra<br />

secuestrado sostiene<br />

“que ningún grupo, ni siquiera los que<br />

han optado por la violencia, ha cometido<br />

jamás un acto de terrorismo puro,<br />

de violencia gratuita que escandalizaría<br />

al pueblo porque todos los actos han sido<br />

de terrorismo político contra personas<br />

vinculadas al régimen, no neutrales,<br />

y éste es un proceso no deseable pero<br />

lógico cuando a una organización política<br />

se le cierran los cauces democratizadores”<br />

(LIC, 207 y 208).<br />

En esa asimétrica división de<br />

virtudes y pecados, la satanización<br />

de las víctimas es todavía<br />

más odiosa que la glorificación<br />

de sus verdugos. En Eibain es<br />

asesinado de madrugada en el<br />

portal de su casa con un tiro en<br />

la nuca un guardia municipal<br />

afiliado a Comisiones Obreras<br />

“querido por su simpatía y apreciado<br />

por su diligencia”; corre la<br />

voz de que el crimen es obra de<br />

“los fachas, los incontrolados”, y<br />

el funeral se convierte en una<br />

manifestación de duelo multitudinaria;<br />

tras la lectura del<br />

evangelio, sin embargo, “radio<br />

macuto” propala la noticia de<br />

que ETA reivindica la muerte<br />

del guardia “por chivato”: la inmensa<br />

nave del templo<br />

“empezó a vaciarse con el mismo comedimiento<br />

que si se hubiera declarado<br />

un incendio” (LC, 140).<br />

Pero la correlación entre los<br />

asesinados por ETA y su supuesta<br />

culpabilidad perdió definitivamente<br />

todo sentido después<br />

de matanzas como el atentado<br />

de Hipercor de 1987.<br />

También bajo la democracia se<br />

fueron aflojando los nexos entre<br />

nacionalismo y socialismo. Todavía<br />

a mediados de los setenta<br />

un portavoz de la organización<br />

terrorista declara al forastero que<br />

recoge en Eibain testimonios sobre<br />

el secuestro de Lizarraga que<br />

“la riqueza de Euskadi es debida en<br />

gran parte al sudor de miles de trabajadores<br />

inmigrados […] nuestra liberación<br />

como clase trabajadora vasca será<br />

posible mediante la conjunción solidaria,<br />

nunca supeditación, de los esfuerzos<br />

de revolucionarios de todos los oprimidos<br />

y explotados dentro del Estado<br />

español y francés” (LIC, 249).<br />

A mediados de los ochenta, el<br />

etnicismo excluyente de ETA y<br />

la inhumanidad de sus procedimientos<br />

son ya plenamente evidentes<br />

para los vascos que no<br />

pertenezcan a la familia nacionalista.<br />

En esa época surgen<br />

también los paralelismos entre<br />

las broncas callejeras organizadas<br />

por los nacionalistas radicales<br />

afines a ETA y el matonismo<br />

fascista de antaño.<br />

“Gente aguerrida de gatillo alegre”<br />

[comenta un automovilista obligado a<br />

abandonar su coche frente a una barricada<br />

formada por adolescentes de HB].<br />

“Gente increíble de camisa azul blandiendo<br />

la enseña falangista, la misma<br />

araña negra pero ésta con las flechas en<br />

horizontal, gente irascible desalojando al<br />

proletariado al grito de baja fascista en<br />

vez de baja rojo, el mundo al revés, un<br />

admirable ejército que va a la guerra pidiendo<br />

amnistía al enemigo” (LC, 284).<br />

Al imaginarse a los “guardianes<br />

de la esencia nacional” que<br />

le amenazan con la muerte si no<br />

paga, Luis Casas concluye:<br />

“Los revolucionarios son los ángeles<br />

custodios de su propio orden, imponen<br />

la multa y después eligen al infractor,<br />

es el castigo en busca de culpa, perversa<br />

inversión más cronológica que ética”<br />

(LC, 262).<br />

Una novedad de LC es la siniestra<br />

bandada de banqueros y<br />

abogados que han hecho en el<br />

País Vasco de la intermediación<br />

en las extorsiones y los secuestros<br />

a la vez un lucrativo negocio<br />

y una forma de mantenerse a salvo<br />

de ese tipo de chantajes, sin<br />

renunciar, al tiempo, a buscar<br />

motivaciones ennoblecedoras a<br />

58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


su chalaneo. Alguno se limita<br />

a manifestar su vocación humanitaria<br />

y a recomendar al chantajeado<br />

el deber de supervivencia:<br />

“Lo primero, mentalizarse<br />

con esta pregunta: ¿qué tengo yo<br />

que valga más que mi vida? Y<br />

con la única respuesta posible:<br />

sea cual sea el precio, mi vida vale<br />

más” (LC, 158) Otro desvergonzado<br />

mediador se dedica esa<br />

tarea porque “considero un deber<br />

la pacificación del país y trato<br />

de conseguirlo disminuyendo<br />

la violencia” (LC, 99) Si la verosimilitud<br />

literaria del relato coincidiera<br />

–como es de temer– con<br />

la veracidad histórica de los hechos,<br />

la penetración en la sociedad<br />

civil vasca de la trama dedicada<br />

a financiar a ETA mostraría<br />

un irreversible deterioro moral.<br />

Hay retratos muy logrados de<br />

esos profesionales de la extorsión:<br />

el intermediario que cita a<br />

sus clientes en Ulía mientras<br />

practica el jogging y cobra el<br />

10% sobre los pagos a ETA como<br />

compensación por los gastos<br />

realizados; el director de la caja<br />

que trabaja en colaboración con<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

un atildado abogado abertzale y<br />

propone operaciones crediticias<br />

con dinero negro; el banquero<br />

que aconseja pagar el chantaje<br />

como si fuese “una carga de estructura<br />

fija en su empresa” (LC,<br />

234). La distanciada actitud de<br />

los amigos ante sus problemas<br />

le enseña a Luis Casas el desapego<br />

aprensivo que suscitan las<br />

enfermedades contagiosas y “la<br />

limitada preocupación con que<br />

se analiza un problema ajeno”<br />

(LC, 81). La frialdad del entorno<br />

produce el efecto perverso<br />

añadido de agravar la situación;<br />

“el peligro radica en las lágrimas<br />

derramadas en un hombro tras<br />

otro: extenderse uno mismo el<br />

certificado de víctima es propiciar<br />

el advenimiento de la catástrofe”<br />

(LC, 123) El chantajeado<br />

se siente un pelmazo al contar<br />

sus cuitas a los amigos y tiene la<br />

vaga sensación de acelerar la catástrofe<br />

al interiorizar el pecado:<br />

ser víctima de una extorsión<br />

“no es ninguna lacra, y sin embargo<br />

acaba contaminándote,<br />

por algún extraño mecanismo<br />

termina uno siendo culpable”<br />

(LC, 183). Las alienadas relaciones<br />

de la víctima con sus verdugos<br />

producen una inversión de<br />

papeles: “Mi miedo es su poder”<br />

(LC, 327). El temor de los indiferentes<br />

coadyuva al aislamiento:<br />

“Entre los hielos del espanto<br />

crece el edelwaiss de la cobardía,<br />

la bella flor de un futuro sin<br />

amenazas” (LC, 328).<br />

4. Nacionalismo y religión<br />

El terrorismo se define por la inseguridad<br />

generalizada que producen<br />

sus imprevisibles designios<br />

sobre la sociedad entera.<br />

Con dos excepciones: el mundo<br />

de la Iglesia y la trama civil relacionada<br />

con ETA. Por un lado,<br />

los ensotanados herederos del<br />

cura Santa Cruz, el párroco carlista<br />

de Hernialde que obligaba<br />

a confesar y a comulgar a sus<br />

víctimas antes de fusilarlas, logran<br />

con su complicidad activa,<br />

su connivencia pasiva o su benevolencia<br />

neutral el privilegio<br />

de no ser molestados; “son mis<br />

enemigos sobrenaturales –piensa<br />

Luis Casas– y no estoy dispuesto<br />

a bailarles el agua: si exis-<br />

te el infierno allí lo discutiremos<br />

con más libertad que en una de<br />

sus sanguinarias sacristías” (LC,<br />

138). De otro, los nacionalistas<br />

moderados establecen unas relaciones<br />

de pacífica y atemorizada<br />

coexistencia con “la casta intocable”<br />

de esa “minoría inasequible<br />

al desánimo que dirige<br />

una unidad de destino en lo<br />

universal” (LC, 328).<br />

El apoyo, la complicidad, el<br />

encubrimiento o la equidistancia<br />

entre el Estado de derecho y<br />

la banda terrorista ofrecidos a<br />

ETA por el mundo eclesiástico y<br />

por la familia nacionalista constituyen<br />

la principal invariante<br />

del periodo transcurrido entre<br />

la publicación de las dos novelas<br />

de R. G. G. No resulta fácil establecer<br />

el lugar preciso que<br />

ocupan en esa línea continua,<br />

que va desde la colaboración encubierta<br />

hasta la neutralidad hipócrita,<br />

todos y cada uno de los<br />

obispos, frailes, sacerdotes o exclaustrados<br />

y de los dirigentes,<br />

militantes, votantes o simpatizantes<br />

del Partido Nacionalista<br />

Vasco (PNV) y Eusko Alkartasuna<br />

(EA) Es evidente, en cambio,<br />

que ETA ha recibido de<br />

esos ámbitos el oxígeno suficiente<br />

para seguir respirando<br />

durante sus peores crisis, sea la<br />

disolución de ETA (político-militar)<br />

en 1981, la caída en Bidart<br />

de su cúpula dirigente en<br />

1992 y el desmantelamiento de<br />

su aparato legal (con el cierre<br />

de Egin incluido) durante el verano<br />

de 1998. Del lado de la<br />

Iglesia, a los sociólogos de la religión<br />

les corresponde la tarea<br />

de descubrir las claves de la necrófila<br />

pasión de los sacerdotes<br />

por el martirologio ajeno, sea<br />

para fomentarlo, sea para compadecerlo,<br />

y de su empatía por<br />

los nacionalismos. La tradicional<br />

enemiga de los eclesiásticos al<br />

poder de los laicos también ayuda<br />

a entender la sistemática<br />

apuesta de la Iglesia contra el<br />

Estado, su gran competidor a la<br />

hora de conseguir la lealtad y la<br />

obediencia voluntaria de los fieles.<br />

Pero el apoyo del clero vasco<br />

al nacionalismo radical o moderado<br />

tiene seguramente claves específicas,<br />

relacionadas con la reli-<br />

DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

www.progresa.es/claves<br />

dirección internet<br />

claves@progresa.es<br />

correo electrónico<br />

59


DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />

giosidad tradicional del campesinado<br />

vasco antes de la revolución<br />

industrial (alzado en armas durante<br />

las guerras carlistas en defensa<br />

del altar y el trono) y con la<br />

tradicional hostilidad eclesiástica<br />

hacia la cultura ilustrada, liberal,<br />

tolerante y urbana de la mayoría<br />

de los vascos no nacionalistas.<br />

Con independencia del lugar<br />

que ocupen en esa línea continua<br />

desde la simpatía hasta la<br />

equidistancia la mayoría de los<br />

militantes de base, los votantes y<br />

los simpatizantes del PNV y de<br />

EA, un cualificado sector de la<br />

cúpula dirigente de ambos partidos<br />

ha jugado en varios tapetes<br />

y con distintas barajas la partida<br />

de la política vasca desde el restablecimiento<br />

de la democracia.<br />

Por una parte, ha optimizado las<br />

oportunidades brindadas por el<br />

Estatuto de Guernica; situado<br />

el PNV sin solución de continuidad<br />

desde 1979 al frente del<br />

Gobierno autonómico, el nacionalismo<br />

moderado ha construido<br />

un impresionante aparato<br />

de clientelismo y de poder<br />

dotado de los rasgos tradicionales<br />

del Estado (autonomía financiera,<br />

policía propia, televisión<br />

pública manipuladora, control<br />

de la educación y de la<br />

cultura, administración de los<br />

servicios de salud y de las ayudas<br />

sociales) y ha manejado la amenaza<br />

terrorista como argumento<br />

disuasorio para fortalecer y ampliar<br />

sus competencias estatutarias.<br />

La metáfora del árbol y las<br />

nueces, según la cual ETA sacude<br />

el nogal con el crímenes para<br />

que el PNV recoja los frutos con<br />

la política, resume a la perfección<br />

ese ambiguo comportamiento<br />

6 . Los dos acuerdos del<br />

verano de 1998 (el pacto secreto<br />

del PNV y EA con ETA y el<br />

pacto público de Estella 7 suscrito<br />

por todos los nacionalistas<br />

moderados o radicales) muestran<br />

la articulación dialéctica de<br />

esa estrategia común orientada a<br />

6 En mayo de 1992 el juez Garzón<br />

requisó en el domicilio de Rafael Díez<br />

Usabiaga, secretario general de LAB, el<br />

resumen o el acta de una reunión política<br />

entre dos delegaciones del PNV y de HB<br />

celebrada el 26 de marzo de 1991, a la<br />

obtener por las buenas con el nacionalismo<br />

moderado lo que<br />

ETA no logró conseguir por las<br />

malas: el inicio de un camino<br />

irreversible hacia la unificación<br />

forzosa de Navarra, los territorios<br />

vasco-franceses y las tres<br />

provincias de la actual comunidad<br />

autónoma y la posterior<br />

creación de un Estado independiente<br />

en el que sólo los vascos<br />

nacionalistas tendrían plenos derechos<br />

de ciudadanía mientras<br />

que los vascos no nacionalistas<br />

deberían elegir entre el exilio o el<br />

papel de extranjeros tolerados.<br />

5. La caída del muro<br />

Como era inevitable, la reconciliación<br />

de ETA con las tradiciones<br />

etnicistas enraizadas en el legado<br />

de Sabino Arana para hacer<br />

posible un frente patriótico de<br />

rechazo con el PNV y EA exigía<br />

la renuncia al ingrediente de izquierda<br />

en el explosivo cóctel del<br />

socialismo revolucionario. Tras<br />

la muerte de Franco, las vinculaciones<br />

etarras con el movimiento<br />

obrero organizado de implantación<br />

estatal desaparecieron; la<br />

alianza del sindicato radical LAB<br />

con el sindicato ELA-STV aspira<br />

al control del empleo público<br />

y abre paso a prácticas mafiosas<br />

en el sector privado. ETA no ha<br />

vacilado en asesinar a prestigiosos<br />

socialistas y otros hombres<br />

de la izquierda democrática como<br />

el ex diputado general de<br />

que asistieron Xabier Arzalluz y Gorka<br />

Agirre, por el PNV, y José Luis Elkoro,<br />

Rafael Díez Usabiaga y Martín Garitano,<br />

por HB. El documento resume las diferentes<br />

intervenciones de los diversos participantes<br />

y atribuye a Arzalluz las siguientes<br />

frases: “No conozco de ningún<br />

pueblo que haya alcanzado su liberación<br />

sin que unos arreen y otros discutan”.<br />

“Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo,<br />

para que caigan las nueces, y otros las<br />

recogen para repartirlas”. “Antes, aunque<br />

sin un acuerdo explícito, había un cierto<br />

valor entendido de esa complementariedad.<br />

Desde hace unos años, tras la muerte<br />

de Txomin, estamos olvidando esto y<br />

nos lleva a situaciones peligrosas” (Reproducido<br />

en: Carmen Gurruchaga e Isabel<br />

San Sebastián, El árbol y las nueces,<br />

pág. 73. Temas de Hoy, 2000).<br />

7 Tanto el acuerdo secreto como el<br />

Pacto de Estella han sido reproducidos íntegramente<br />

en: Patxo Unzueta, Ante todo,<br />

no rendirse, CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA,<br />

Álava Fernando Buesa, el abogado<br />

Fernando Múgica, el ex<br />

ministro Ernest Lluch, el miembro<br />

del Foro de Ermua José Luis<br />

López de Lacalle, el ex gobernador<br />

civil de Guipúzcoa Juan María<br />

Jáuregui y el ex presidente del<br />

Tribunal Constitucional Francisco<br />

Tomás y Valiente. Y tampoco<br />

los apoyos procedentes de<br />

la izquierda autoritaria han corrido<br />

mejor suerte: la caída del<br />

muro de Berlín y el desmantelamiento<br />

de los regímenes del llamado<br />

socialismo real en la Unión<br />

Soviética y Europa Central pusieron<br />

fin al ensueño de un País<br />

Vasco capaz de alcanzar –como<br />

llegó a decir Txema Montero antes<br />

de abandonar HB– la independencia<br />

nacional de Albania<br />

y la eficiencia económica de<br />

la República Democrática Alemana.<br />

El proyecto de reunir lo<br />

mejor de los mundos posibles,<br />

la fuerza movilizadora contra la<br />

opresión nacional y la fuerza<br />

movilizadora contra la opresión<br />

económica, se ha esfumado.<br />

ETA no es ya una organización<br />

nacionalista y socialista, sino exclusivamente<br />

nacional-socialista.<br />

Una complicada secuencia de<br />

malentendidos, engaños, debilidades,<br />

cobardías y errores desemboca<br />

en un trágico accidente<br />

que desvía la trama de LC hacia<br />

un final casi de gran guiñol, tan<br />

sorprendente como inesperado<br />

era el desenlace de LIC. No se<br />

trata de una moraleja ejemplarizante,<br />

sino de una inversión de<br />

papeles: el azar depara a Luis Casas<br />

la oportunidad de ingresar en<br />

ese territorio exento de atentados,<br />

secuestros. amenazas y<br />

chantajes que el mundo de ETA<br />

ofrece a quienes opten por el colaboracionismo,<br />

la equidistancia<br />

y la neutralidad con el terrorismo<br />

y acepten instalarse dentro<br />

del confortable útero proporcionado<br />

por un nacionalismo antidemocrático<br />

eclesiásticamente<br />

bendecido. Pero el diablo arrojado<br />

por la puerta acostumbra a<br />

regresar por la ventana: si Luis<br />

Casas logra ver perdonada su<br />

imaginaria deuda, la misiva del<br />

chantaje no tarda en llegar al buzón<br />

de su mejor amigo.<br />

La relectura –por tantas razo-<br />

nes apasionante– de LIC y LC<br />

permite descubrir elementos de<br />

continuidad y discontinuidad en<br />

la percepción social vasca del terrorismo<br />

a lo largo de casi tres<br />

lustros. La construcción armonizadora<br />

del irredentismo nacionalista<br />

y del milenarismo revolucionario<br />

de la ETA imaginada<br />

por sus primeros ideólogos ha<br />

saltado en pedazos –junto con<br />

800 víctimas– por obra de los<br />

coches-bomba, los tiros en la nuca,<br />

los secuestros y las extorsiones<br />

mafiosas de la ETA realmente<br />

existente. La obstinada<br />

terquedad de los hechos –tres<br />

décadas de muertes y de sufrimientos<br />

en vano– muestra cómo<br />

el verbalismo épico de la<br />

doble lucha de ETA contra<br />

la opresión nacional y contra la<br />

opresión económica era sólo un<br />

sangriento espejismo: Novecento<br />

desemboca inexorablemente en<br />

El Padrino. Separadas LIC (1976)<br />

y LC (1990) por 14 años, cabe<br />

formular el deseo y abrigar la esperanza<br />

de que R. G. G. pueda<br />

escribir en el futuro (un pitagórico<br />

diría que en 2004) una tercera<br />

novela en la que ETA apareciera<br />

sólo como el mal recuerdo<br />

de un pasado definitivamente enterrado<br />

por una sociedad vasca<br />

reconciliada con el pluralismo, los<br />

derechos humanos y la libertad. n<br />

núm. 109. Javier Pradera es periodista.<br />

60 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Richard Sennett<br />

La corrosión del carácter. Las consecuencias<br />

personales del trabajo en el<br />

nuevo capitalismo<br />

Anagrama<br />

Barcelona, 2000<br />

L<br />

a corrosión del carácter es<br />

un ensayo de sociología<br />

del trabajo que presenta<br />

algunas novedades que merecen<br />

ser destacadas. No es frecuente,<br />

en los tiempos que corren,<br />

hablar de carácter y, todavía<br />

menos, de caracteres<br />

débiles. No es habitual plantear<br />

los problemas del trabajo en<br />

las sociedades más avanzadas<br />

desde la perspectiva de sus<br />

efectos sobre el carácter de los<br />

trabajadores. Y, sin embargo, el<br />

ensayo de Sennett versa, todo<br />

entero, sobre los deletéreos<br />

efectos del trabajo flexible y de<br />

equipo sobre “el aspecto duradero,<br />

a largo plazo, de nuestra<br />

experiencia emocional”. Si el<br />

carácter se manifiesta “por la<br />

lealtad y el compromiso mutuo”<br />

a través de la búsqueda de<br />

objetivos a largo plazo, y por<br />

“la práctica de postergar la gratificación<br />

en función de un objetivo<br />

futuro” (las frases entrecomilladas<br />

siempre son y serán<br />

de Sennett), las condiciones<br />

del trabajo del capitalismo de<br />

última hora suponen una grave<br />

amenaza para su configuración.<br />

Estaríamos a las puertas de<br />

unas formas de trabajo que arrasan<br />

el carácter de los que trabajan;<br />

y esto supondría comprometer<br />

de raíz la posibilidad de<br />

que los trabajadores puedan<br />

afrontar su propia vida como un<br />

relato pleno de sentido y significado.<br />

Además de la novedad de<br />

que un sociólogo plantee el pro-<br />

blema del trabajo en términos<br />

de carácter, el ensayo no dejará de<br />

sorprender al lector por su defensa<br />

de las formas históricas<br />

del trabajo rutinario y burocratizado<br />

como formas de trabajo<br />

con una gran capacidad para<br />

forjar carácter. El trabajador tipo<br />

de la segunda revolución industrial<br />

fue un trabajador de carácter.<br />

Los procesos productivos,<br />

de prestación de servicios y<br />

de organización del trabajo,<br />

propios de la nueva revolución<br />

en curso, están imponiendo una<br />

nueva figura caracterizada por<br />

las condiciones de la impaciencia,<br />

la inmediatez, el corto plazo,<br />

los rápidos procesos de desintegración<br />

y reorganización<br />

propios del capitalismo flexible.<br />

El libro de Sennett se apodera<br />

con rapidez del lector y lo hace<br />

no sólo por la inteligencia con<br />

la que está escrito, sino también<br />

por hablarle de un problema<br />

que éste fácilmente siente cercano.<br />

Las notas críticas que siguen<br />

buscan el desasimiento del encantamiento<br />

sabiamente administrado<br />

por el autor; lo que no<br />

es contradictorio con la encarecida<br />

recomendación de la lectura<br />

del libro por la indudable<br />

importancia de sus tesis y por<br />

las interesantes sugerencias que<br />

necesariamente despertará en el<br />

lector.<br />

Rutina<br />

El ensayo de Sennett se abre<br />

con una referencia histórica<br />

harto problemática, aunque<br />

muy significativa para comprender<br />

el alcance y la ambición<br />

de su propuesta. En los<br />

orígenes de la idea moderna de<br />

trabajo están ya presentes las<br />

dos visiones divergentes sobre<br />

el trabajo rutinario en las eco-<br />

SOCIOLOGÍA<br />

EL TRABAJADOR DE CARÁCTER<br />

FERNANDO DÍEZ<br />

nomías capitalistas. Dos valoraciones,<br />

refrendadas por el<br />

prestigio de pensadores muy<br />

cualificados, que inauguran las<br />

dos rutas que se seguirán, hasta<br />

nuestros días, para la comprensión<br />

de la relación entre trabajo<br />

y carácter.<br />

Diderot es el autor elegido<br />

para desbrozar la idea positiva<br />

de la rutina laboral. Los grabados<br />

de la Enciclopedia son, para<br />

Sennett, la apología iconográfica,<br />

el manifiesto figurativo de<br />

la forma rutinaria de trabajo:<br />

un trabajo con “dignidad intrínseca”<br />

(“la especial dignidad<br />

de la rutina”); en el que “todo<br />

el mundo sabe lo que tiene que<br />

hacer”; promotor de “igualdad”<br />

y “fraternidad”; de trabajadores<br />

con rostros “serenos” y<br />

“en paz consigo mismos”.<br />

La interpretación que Sennett<br />

hace de la idea de trabajo<br />

de Diderot está sobrada de licencias.<br />

Diderot no puede ser<br />

presentado, en ningún caso,<br />

como el primer abogado del<br />

trabajo rutinario en el sentido<br />

fuerte que rutina tiene en el vocabulario<br />

laboral de Sennett.<br />

La idea del trabajo de oficio de<br />

Diderot y su intencionalidad<br />

en la manera de presentarlo en<br />

las planchas de la Enciclopedia<br />

no responde a las expectativas<br />

de nuestro ensayista. Todavía<br />

menos puede ser presentado<br />

como el caso opuesto al trabajo<br />

rutinario tal como lo entenderá<br />

Adam Smith, autor que representa,<br />

para nuestro autor, el<br />

inicio de la ruta contraria, la de<br />

la idea negativa de trabajo rutinario.<br />

Lo que Sennett toma<br />

por rutina laboral en Diderot<br />

es, en realidad, la alternativa<br />

del philosophe a las rutinas del<br />

taller artesanal tradicional. A<br />

un mundo productivo y laboral<br />

presidido por la tradición<br />

ciega, lóbrego, sucio, abigarrado,<br />

regido por prácticas productivas<br />

poco esclarecidas, poco<br />

explicadas y formalizadas,<br />

por hábitos de trabajo y de<br />

producción adocenados. Diderot<br />

no tiene una buena opinión<br />

del trabajo artesano tradicional.<br />

El problema no es someterlo<br />

a rutinas, por ejemplo,<br />

a las rutinas de la división del<br />

trabajo, sino racionalizar la<br />

propia ejecución del trabajo de<br />

oficio (altamente cualificado)<br />

mediante su ejecución en talleres<br />

limpios y ordenados. Racionalizar<br />

el aprendizaje del oficio<br />

mediante la disposición de textos<br />

e imágenes que clarifiquen<br />

el propio proceso de producción<br />

y la utilización de máquinas<br />

y herramientas, es decir,<br />

que promuevan y enseñen a<br />

hacer con racionalidad lo que<br />

venía haciéndose de la forma<br />

acostumbrada.<br />

El taller de Diderot no es la<br />

fábrica de alfileres de Smith.<br />

Diderot, el hijo del cuchillero<br />

de Langres, el buen conocedor<br />

de los oficios y su cultura<br />

por biografía y preocupaciones<br />

filosóficas, el pensador francés<br />

(Francia es la patria del trabajo<br />

artesanal de calidad por antonomasia),<br />

no se plantea el problema<br />

del trabajo en los términos<br />

de las consecuencias de una intensa<br />

división del trabajo. El fenómeno<br />

de la parcelación de las<br />

tareas en el proceso de producción<br />

de bienes no es, para él, un<br />

asunto prioritario. Si alguna<br />

idea de rutina puede manejar,<br />

no es la misma que esgrimirá,<br />

de manera a la vez exultante<br />

y amenazadora, el economista y<br />

filósofo moral escocés.<br />

62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Con Smith también se permite<br />

Sennett más de una licencia<br />

de difícil justificación. El<br />

escocés es, para nuestro autor,<br />

el promotor de la idea negativa<br />

de rutina laboral. La intensa<br />

división del trabajo es desastrosa<br />

para el ser humano. “Smith<br />

identifica el crecimiento de los<br />

mercados y la división del trabajo<br />

con el progreso material<br />

de la sociedad, pero no con su<br />

progreso moral”. Cualquier<br />

posibilidad de desarrollo del<br />

carácter del trabajador pasa por<br />

romper con la rutina de una<br />

minuciosa división del trabajo.<br />

Para Adam Smith, los efectos<br />

negativos de la rutina son el<br />

efecto de la intensa parcelación<br />

de las tareas en el puesto de<br />

trabajo, un problema, en cualquier<br />

caso, regional. La división<br />

del trabajo aparece en su<br />

obra económica como la instancia<br />

fundamental de una<br />

economía de progreso que<br />

puede generar sistemáticamente<br />

un bienestar y prosperidad<br />

compartidos por las tres clases<br />

económicas en que divide la<br />

sociedad. La división del trabajo<br />

también tiene efectos positivos<br />

sobre la sociabilidad en la<br />

economía de libertad natural,<br />

lo que significa que es un factor<br />

positivo de civilidad y un<br />

facilitador más de la simpatía<br />

humana. Para Smith, por tanto,<br />

el problema de la rutina es<br />

un problema, ni más ni menos.<br />

El problema de un trabajo<br />

muy dividido que estupidiza a<br />

los que lo ejercen, que compromete,<br />

por tanto, en el puesto<br />

de trabajo, su fuste moral y aun<br />

su inteligencia. Hay, pues, en<br />

Smith un enunciado del problema<br />

de la alienación del<br />

hombre por el trabajo rutina-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

rio. Pero también hay un bosquejo<br />

de la restauración humana<br />

fuera del trabajo, por la<br />

educación según su propuesta.<br />

Es decir, hay en el escocés la<br />

primitiva formulación del problema<br />

de la no coincidencia,<br />

en numerosos casos, entre trabajo<br />

y vida, de la difícil identificación<br />

completa de estas dos<br />

realidades.<br />

Sennett confunde los términos<br />

de la discusión sobre el<br />

trabajo en el Siglo de las Luces.<br />

En ningún caso puede sostenerse<br />

que ésta enfrentase las<br />

ideas positiva y negativa de la<br />

rutina laboral. Un Diderot inexistente<br />

frente a un Smith sesgado.<br />

Ni el primero es lo que<br />

pretende Sennett ni el segundo<br />

es tal como lo pretende. Si examinamos<br />

la historia de los discursos<br />

del trabajo en el Siglo<br />

de las Luces, la principal oposición<br />

que encontramos es la<br />

que enfrenta a los philosophes<br />

franceses e ilustrados escoceses<br />

y a Rousseau. Pero esta diferencia<br />

no discute de la rutina<br />

del trabajo sino, siendo breve,<br />

de diferentes opciones respecto<br />

a la misma realidad ontológica<br />

del trabajo, particularmente del<br />

trabajo manual. Frente a un<br />

discurso sobre la realidad del<br />

trabajo de muy bajo perfil ontológico,<br />

otro, el de Rousseau,<br />

en el que el trabajo se convierte<br />

en un elemento fuerte para<br />

la propia configuración del ser<br />

humano. En esta discusión, Diderot<br />

no juega un papel relevante,<br />

Smith sí.<br />

Las licencias y el desenfoque<br />

de Sennett cuando remite<br />

a los orígenes la polémica sobre<br />

el trabajo rutinario tienen su<br />

efecto y trascendencia. Nuestro<br />

autor sostiene que la rutina<br />

(idea positiva de rutina) es capaz<br />

de sustentar una imagen<br />

fuerte del trabajo y, por tanto,<br />

la convierte en un importante<br />

factor del carácter fuerte del<br />

trabajador más moderno. Sin<br />

embargo, argumentar así supone<br />

situarse no ya en la estela<br />

inexistente de Diderot sino, en<br />

tal caso, en la de Rousseau. Es<br />

decir, rechazar totalmente, de<br />

entrada, la opción más débil, la<br />

que entendía que el trabajo,<br />

precisamente el trabajo productivo,<br />

nunca podría soportar<br />

un sentido y una significación<br />

de gran espesor: el trabajo como<br />

una imprescindible realidad<br />

humana en la que, sin embargo,<br />

no puede anclarse todo<br />

el hombre, todo el carácter del<br />

hombre.<br />

Sennett traza la línea gruesa<br />

de la idea negativa de rutina<br />

laboral, la que va de Adam<br />

Smith a Marx y de éste a las visiones<br />

críticas del fordismo,<br />

avatar definitivo de la rutina<br />

laboral smithiana. De la fábrica<br />

de alfileres del economista escocés<br />

a la General Motors de<br />

Willow Run, visitada de la mano<br />

de Daniel Bell. En toda esta<br />

tradición, la rutina es una degradación<br />

de lo humano.<br />

Recorrido este itinerario,<br />

nuestro autor vuelve la vista<br />

atrás, a Diderot. Frente a tanto<br />

menosprecio y tanta crítica de<br />

la rutina, recuperemos el discurso<br />

que permite presentarla<br />

con ropajes mucho más halagüeños.<br />

Recuperemos a Diderot,<br />

aunque este Diderot, como<br />

ya apuntamos, sea difícilmente<br />

recuperable por inexistente.<br />

“La rutina puede degradar, pero<br />

también puede proteger,<br />

puede descomponer el trabajo,<br />

pero también componer una<br />

vida”, afirma Sennett, y añade:<br />

“Diderot no creía que la rutina<br />

fuera degradante; al contrario,<br />

creía que la rutina fomentaba<br />

la aparición de una narrativa a<br />

medida que las reglas y los ritmos<br />

del trabajo evolucionaban<br />

gradualmente”. De todas formas,<br />

si Diderot, alejado de nosotros<br />

más de doscientos años,<br />

no puede ser reclamado como<br />

un sostén demasiado firme de<br />

las ventajas de la rutina, a mano<br />

tenemos otros diderots<br />

puestos al día, bregados en las<br />

batallas de la crítica social y<br />

cultural de nuestro propio<br />

tiempo. A la voz de Sennett se<br />

presenta solícito Anthony Giddens,<br />

“el mayor heredero moderno<br />

de Diderot”. Giddens<br />

aporta al relato el valor fundamental<br />

de la costumbre en las<br />

prácticas sociales y en la autocomprensión.<br />

Es decir, las ventajas<br />

de la tan malparada rutina<br />

del trabajo, aquí identificada,<br />

sin más, con las rutinas de<br />

la vida.<br />

Sennett sostiene que la<br />

idea de la rutina como algo degradante<br />

en sí mismo termina<br />

por atacar la misma naturaleza<br />

del proceso de trabajo y a su<br />

“madre”, “la mano muerta de<br />

la burocracia”. Detrás de esta<br />

peligrosa operación, el autor ve<br />

la imposibilidad de replantearnos<br />

las condiciones mismas en<br />

las que se realiza el proceso del<br />

trabajo, pues esto último supone<br />

asumir la propia rutina del<br />

trabajo, la “jaula de hierro” de<br />

la burocratización que rutiniza<br />

el trabajo. Las ventajas de la<br />

rutina y de la burocratización<br />

son las ventajas de lo permanente,<br />

de lo que permite la planificación<br />

de la vida a largo<br />

plazo, de lo que facilita una na-<br />

63


EL TRABAJADOR DE CARÁCTER<br />

rración, con sentido, de la propia<br />

biografía personal o un<br />

propio proyecto biográfico<br />

consistente. Todas condiciones<br />

para la permanencia del carácter,<br />

para prevenir su corrosión.<br />

Cuando frente a la rutina y<br />

la burocratización se esgrime la<br />

flexibilidad y la espontaneidad,<br />

la ruptura con las ataduras del<br />

trabajo burocratizado, Sennett<br />

se pregunta por las condiciones<br />

reales que la flexibilidad y espontaneidad<br />

adoptan en el neocapitalismo:<br />

¿qué flexibilidad<br />

sustituye a la rutina?<br />

Weber y Sennett<br />

El Weber de La ética protestante<br />

y el espíritu del capitalismo es<br />

reclamado por el autor como<br />

un crítico que denuncia lo destructivo<br />

de este tipo de ética<br />

del trabajo para el hombre.<br />

Sennett rechaza, apoyado en<br />

Weber, la ética del trabajo surgida<br />

de la tradición del protestantismo<br />

ascético.<br />

Me temo que esto es simplificar<br />

demasiado la posición<br />

de Weber. Si la ética del trabajo<br />

del ascetismo intramundano<br />

es dura con el ser humano,<br />

también tiene el efecto de forjar<br />

un carácter fuerte para el<br />

hombre. Además, otorga al trabajo<br />

y al trabajador un profundo<br />

sentido, un espeso significado.<br />

La desaparición del Dios de<br />

Calvino despierta en Weber<br />

sentimientos encontrados. Por<br />

un lado, es una liberación; por<br />

el otro, la puerta abierta a la<br />

pérdida de sentido del trabajo,<br />

por lo menos a la pérdida de<br />

un sentido hondo, capaz, como<br />

gustaría de decir Sennett,<br />

de facilitar la configuración de<br />

un relato de la propia vida que<br />

la dota de sentido y significado<br />

(MacIntyre hablaría de una<br />

“unidad de narración encarnada<br />

por una vida única”). Admitamos,<br />

al menos, la inquieta<br />

ambigüedad de Weber y recordemos<br />

el sentimiento de pérdida<br />

que expresan fehacientemente<br />

las páginas finales de su famoso<br />

ensayo. Después de todo, éste es<br />

precisamente un rasgo muy significativo<br />

de la crítica cultural<br />

weberiana de la modernidad.<br />

De la Ética protestante y el<br />

espíritu del capitalismo dice Sennett:<br />

“Como crítica de cierto tipo<br />

de carácter, tanto su propósito<br />

como su ejecución son coherentes.<br />

La ética del trabajo de<br />

este tipo de hombre no le parece<br />

a Max Weber una fuente de<br />

felicidad humana, y tampoco<br />

de fuerza psicológica. El hombre<br />

exigido está demasiado cargado<br />

por la importancia que ha<br />

llegado a atribuirle al trabajo”.<br />

Y, comenta, “sin duda, el debilitamiento<br />

de la ética del trabajo<br />

sería un logro para la civilización”.<br />

Por aquí no hay solución<br />

para la corrosión del carácter<br />

promovida por el trabajo del<br />

neocapitalismo. No puede restaurarse<br />

algún tipo de ética que<br />

apele al ascetismo, al deber religioso<br />

o al deber político. Es un<br />

peso excesivo presto a sofocar al<br />

ser humano. Demasiada ascética<br />

para los tiempos que corren.<br />

La nueva ética del trabajo<br />

del neocapitalismo es, según<br />

Sennett, la ética del trabajo de<br />

equipo: “La moderna ética del<br />

trabajo se centra en el trabajo<br />

de equipo” y, a su vez, “trabajo<br />

de equipo es la ética del trabajo<br />

que conviene a una economía<br />

política flexible”. Se trata<br />

de “un ethos del trabajo que<br />

permanece en la superficie de la<br />

experiencia. El trabajo de equipo<br />

es la práctica en grupo de la<br />

superficialidad degradante”. Si<br />

en la ética ascética del trabajo<br />

encontramos demasiado carácter,<br />

tanto carácter que el hombre<br />

sale finalmente vapuleado e<br />

infeliz, en la ética del equipo el<br />

carácter se erosiona, se corroe<br />

hasta extremos sorprendentes, y<br />

el ser humano es pasto de una<br />

experiencia superficial y tan variable<br />

que, necesariamente,<br />

pierde la posibilidad de forjarse<br />

una vida con sentido; el tipo de<br />

vida que necesita del carácter.<br />

Así pues, la ética del trabajo de<br />

equipo, la del trabajo flexible, la<br />

propia del neocapitalismo, no<br />

puede ser una alternativa aceptable<br />

a la ética del ascetismo estudiada<br />

por Weber. Rechazada<br />

esta última por lesiva para el<br />

hombre, “todo depende de cómo<br />

se alivie el peso sobre el yo<br />

trabajador”. Pero, en cualquier<br />

caso, las formas éticas del trabajo<br />

de equipo son una solución<br />

en clave de farsa para lo que,<br />

efectivamente, es una verdadera<br />

tragedia.<br />

Y, sin embargo, hay weberianismo<br />

en Sennett a la hora<br />

de la crítica del trabajo neocapitalista.<br />

Su yo weberiano le<br />

dice que el problema debe ser<br />

planteado en los términos del<br />

carácter. La argumentación discurre<br />

de la siguiente manera:<br />

no a la solución del protestantismo<br />

ascético, o cualquiera de<br />

sus manifestaciones vicarias,<br />

para el problema del carácter<br />

fundado en el trabajo; sustitución<br />

de la fundamentación ascética<br />

del carácter por una fundamentación<br />

del mismo en la<br />

rutina y la burocratización de<br />

los procesos del trabajo; acoso<br />

extremo de esta nueva forma<br />

de trabajo y carácter por la<br />

economía política del neocapitalismo<br />

de ultimísima hora,<br />

mediante los requisitos de la<br />

flexibilidad del trabajo y las<br />

formas actuales del trabajo como<br />

trabajo de equipo. La argumentación<br />

de Sennett sostiene<br />

que el problema, el verdadero<br />

problema, es la desaparición<br />

del trabajo rutinario y burocrático<br />

a manos del trabajo flexible<br />

y de equipo. La desaparición<br />

de aquel trabajo que, precisamente<br />

para el Weber de<br />

principio del siglo XX, inauguraba<br />

una era de imparable corrosión<br />

del carácter. No del carácter<br />

en un sentido mostrenco,<br />

es decir, del deber compulsivo<br />

de la laboriosidad, pero sí de<br />

un trabajo capaz de soportar,<br />

por sí mismo, el carácter definido<br />

de quien tiene sentido y significado.<br />

Para Weber, el trabajo<br />

de la rutina y de la burocratización<br />

es la jaula de hierro vacía,<br />

estólida por su ferralla sin alma.<br />

Se esfumó el espíritu que la habitaba<br />

y quedó una laboriosidad<br />

sistemática, disciplinada,<br />

opresiva para el trabajador por<br />

su sinsentido.<br />

Trabajo rutinario y carácter<br />

Sennett da la vuelta al pesimismo<br />

weberiano. Un nuevo ca-<br />

rácter del trabajador floreció en<br />

los medios, aparentemente poco<br />

propicios, de la rutina y de<br />

la burocratización. Los medios<br />

del trabajo industrial y de servicios<br />

propios de la segunda revolución<br />

industrial. Las rutinas<br />

del trabajo son, ahora, las rutinas<br />

de un medio estable de trabajo<br />

en el que se consolida algún<br />

tipo de conciencia de grupo<br />

y aun de clase. Un medio en<br />

el que tiene sentido ser un<br />

buen trabajador, y serlo es importante.<br />

Encontramos aquí<br />

una identidad laboral fuerte;<br />

unos trabajadores que ocupan<br />

una posición social precisa y<br />

clara para ellos mismos; un trabajo<br />

que favorece un compromiso<br />

fuerte, y no superficial,<br />

por parte de quien lo realiza.<br />

Un trabajo alejado de las condiciones<br />

de contingencia y externalidad<br />

propias del trabajo<br />

flexible y de equipo. Todas éstas<br />

son condiciones del trabajo<br />

que propician el carácter del<br />

trabajador. Y, sin embargo, el<br />

trabajo es repetitivo, pesado,<br />

frecuentemente agotador, en<br />

condiciones de limpieza y salubridad<br />

que dejan mucho que<br />

desear, organizado según pautas<br />

de jerarquía rígida y fácil a deslizarse<br />

hacia actitudes de discriminación<br />

hacia otras etnias y<br />

otros sexos.<br />

Si de las rutinas del trabajo<br />

pasamos a la burocratización<br />

del trabajo, Sennett encuentra<br />

una forma de trabajo con “directrices<br />

burocráticas” apropiadas<br />

para organizar la experiencia<br />

personal del trabajador a<br />

largo plazo. Puestos de trabajo<br />

que pueden pasar de padres a<br />

hijos; presencia del sindicato y<br />

de la sección sindical local en la<br />

regulación del trabajo; estructura<br />

rígida de salarios, de participación<br />

en beneficios, de pensiones.<br />

El trabajador del trabajo<br />

rutinario y burocratizado<br />

puede representarse su vida<br />

con la relativa continuidad de<br />

su duración total: seguridad en<br />

el empleo, seguridad en el ingreso<br />

de la renta del trabajo,<br />

seguridad en el cobro de una<br />

pensión. Posibilidad de planificar,<br />

al menos idealmente, una<br />

64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


vida casi completa, la suya y la<br />

de su familia. También las<br />

oportunidades de sus hijos.<br />

El trabajo rutinario y burocratizado<br />

permite, por las condiciones<br />

apuntadas, promover<br />

el uso autodisciplinado del<br />

tiempo y el valor de la gratificación<br />

postergada: “Trabajar duro<br />

y esperar”. Es decir, fomenta,<br />

frente al pronóstico de Weber,<br />

una verdadera ética del trabajo<br />

definida, de total acuerdo con<br />

Weber, por la capacidad de<br />

postergación de las satisfacciones,<br />

a la vez que se mantiene<br />

una sistemática laboriosidad. Se<br />

trata, pues, de un trabajo con<br />

sentido, de un trabajo que promueve<br />

el carácter, que hace trabajadores<br />

de carácter.<br />

El ensayo de Sennett es<br />

una explicación de la corrosión<br />

del carácter asentado en el trabajo<br />

y promovida por el trabajo.<br />

De manera inteligente, con<br />

mucho oficio, Sennett escribe<br />

su ensayo a partir de las experiencias<br />

cotidianas de tres tipos<br />

de trabajadores dislocados del<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

trabajo rutinario y burocratizado<br />

por los requisitos del neocapitalismo<br />

y lanzados hacia las<br />

arenas movedizas del trabajo<br />

flexible y de equipo. El ensayo<br />

tiene su parte de sociología de<br />

barra. El libro alienta en el lector<br />

una inevitable complicidad<br />

con quien, en las tediosas horas<br />

de un viaje transoceánico, acodado<br />

en la barra del Trout o en<br />

las mesas del River Winds Café,<br />

recibe las confidencias de unas<br />

historias de vida que son el<br />

epítome de los efectos destructivos<br />

que sobre el carácter tiene<br />

la nueva organización del trabajo.<br />

Testimonios directos,<br />

confidencias de agudos y anónimos<br />

observadores de su propia<br />

peripecia laboral.<br />

Pero no todo funciona en<br />

el libro. La destacable habilidad<br />

literaria y narrativa del autor<br />

tiene el efecto de apoderarse<br />

del lector más allá de lo que<br />

sería deseable en un ensayo sociológico.<br />

Es decir, consigue<br />

relatar algunas de las efectivas<br />

inquietudes sobre el trabajo<br />

propias de nuestro tiempo de<br />

manera muy directa, implosiva<br />

y confidencial, de manera que<br />

el lector, sobre todo el lector<br />

con un yo comunitarista e izquierdista<br />

suficientemente desarrollados,<br />

avanza por sus páginas<br />

sufriendo un proceso de<br />

creciente identificación. ¡Qué<br />

de verdades en tan poco espacio!<br />

¡Cuántas claves afortunadas<br />

para nombrar los males del<br />

trabajo en el capitalismo de<br />

nuestros días! ¡Cuánta lucidez<br />

y cuántas sugerencias!<br />

El lector se topa, página sí<br />

página no, con el discurso de<br />

denuncia propio de la crítica<br />

cultural del comunitarismo,<br />

de algún tipo de socialismo y de<br />

conservadurismo, presta a fustigar<br />

los males de la modernidad<br />

y la posmodernidad.<br />

Aquellos retos y transformaciones<br />

que dislocan nuestros discursos<br />

y nuestras vidas y nos<br />

producen una inevitable melancolía;<br />

la melancolía que parcialmente<br />

enjugan ensayos de<br />

este tipo.<br />

FERNANDO DÍEZ<br />

No es mi intención negar<br />

los males del trabajo flexible o<br />

del trabajo de equipo (lo que<br />

Sennett denuncia como trabajo<br />

de equipo). Estoy dispuesto a<br />

suscribir gran parte de los males<br />

que Sennett denuncia, pero<br />

no su denuncia. Si Sennett hubiera<br />

leído con más detenimiento<br />

a Adam Smith y hubiera<br />

tirado un poco más del hilo<br />

del problema del trabajo rutinario<br />

(intensamente dividido)<br />

hasta llegar, por ejemplo, a<br />

Condorcet, se hubiera dado<br />

cuenta de que, desde los inicios<br />

de la formación de la idea moderna<br />

de trabajo, se planteó,<br />

con suficiente claridad, el problema<br />

de la relación que puede<br />

establecerse entre el trabajo y la<br />

vida del hombre. Dicho en términos<br />

sennetianos, el grado de<br />

intensidad en la relación entre<br />

trabajo y carácter. Desde sus<br />

comienzos, el discurso moderno<br />

del trabajo bascula entre<br />

una idea débil y una idea fuerte<br />

de trabajo. Entre Condorcet (y<br />

Smith) y Rousseau. La segunda<br />

65


EL TRABAJADOR DE CARÁCTER<br />

vendría a plantear exigencias<br />

muy serias al trabajo como realidad<br />

sustancial para la propia<br />

definición y realización del ser<br />

humano. La primera relativiza<br />

el hecho del trabajo y sostiene<br />

que no siempre hay coincidencia<br />

entre trabajo y hombre. Al<br />

menos una coincidencia suficiente<br />

como para pedir al trabajo,<br />

de manera universal, el<br />

cumplimiento de objetivos ontológicos<br />

inexcusables. La segunda<br />

tiende a situar el trabajo<br />

en primer término y lo convierte<br />

en un lugar central de la crítica<br />

económica, social, política<br />

y cultural. Es, evidentemente,<br />

la opción de Sennett. La opción<br />

ilustrada y liberal desplaza<br />

el trabajo de su posición privilegiada<br />

y tiende a reivindicar<br />

otras esferas de la vida del<br />

hombre como más importantes<br />

que el trabajo, al menos que<br />

muchos trabajos necesarios, o<br />

tan importantes como él. El<br />

trabajo salió de estas manos no<br />

sólo desacralizado, es decir, absolutamente<br />

secularizado, sino<br />

también relativizado.<br />

Estas dos grandes líneas en<br />

los discursos del trabajo pasaron<br />

al siglo XIX y permanecen<br />

hasta nuestros días. Recordemos<br />

cómo, en su largo periplo<br />

de consideración del trabajo,<br />

un personaje tan interesado<br />

por el trabajo como Marx pasa<br />

de una a la otra. Si el Marx joven,<br />

el Marx de los Manuscritos,<br />

comparte una idea fuerte<br />

del trabajo manual, del trabajo<br />

obrero, el Marx maduro, el de<br />

los Grundisse, utiliza una idea<br />

relativizada del trabajo industrial<br />

muy vinculada a la idea de<br />

tiempo de trabajo. Después<br />

de todo, una concepción del<br />

trabajo más próxima a Smith<br />

que a Rousseau.<br />

El libro de Sennett es un<br />

ensayo. Aceptémoslo como tal.<br />

Su propuesta es unívoca (con<br />

la determinación propia de un<br />

género literario de opinión y<br />

de combate). No hay lugar, en<br />

ella, para la consideración discriminativa<br />

de sesudos trabajos<br />

de sociología e historia del trabajo<br />

sobre las condiciones empíricas<br />

e históricas del trabajo<br />

rutinario y burocratizado. No<br />

es la opción elegida. Sin embargo,<br />

debemos tenerlo en<br />

cuenta. Algo sabemos sobre el<br />

uso generalizado de estimulantes<br />

de muy diverso jaez y química<br />

en las cadenas de montaje<br />

rutinarias. También de los problemas<br />

de integración y rechazo<br />

de los trabajadores en el<br />

puesto de trabajo y las estructuras<br />

burocráticas de las industrias<br />

y servicios de la segunda<br />

revolución industrial. Sin este<br />

tipo de advertencias, la argumentación<br />

de Sennett parece<br />

alentar, aunque él declare alguna<br />

prevención al respecto, la<br />

idea de “aquellos viejos buenos<br />

tiempos” que rememoramos<br />

con melancolía pero que no<br />

podemos asegurar que existieran<br />

realmente. El relato ensayístico<br />

de nuestro autor toma<br />

un decidido partido por la importancia<br />

decisiva e imprescindible<br />

del trabajo para la formación<br />

del carácter. Por la necesaria<br />

reivindicación del trabajo<br />

como una realidad antropológica<br />

inexcusable para la configuración<br />

del carácter del ser<br />

humano. En este aspecto se<br />

mueve en el rastro de la melancolía<br />

weberiana, aunque con<br />

otros argumentos. Ciertamente,<br />

no es una mala apuesta retórica<br />

descubrir en el trabajo<br />

rutinario y burocratizado una<br />

nueva y fuerte vinculación entre<br />

trabajo y carácter, con lo<br />

que se vendría a rellenar, al<br />

menos vicariamente, el vacío<br />

de la jaula de hierro. Y, sin embargo,<br />

el lector fácilmente queda<br />

insatisfecho y desorientado.<br />

Quizá no sea posible hablar<br />

de trabajo, sino de trabajos; de<br />

rutina, sino de rutinas. Quizá<br />

no sea oportuno el tono un<br />

tanto profético de la crítica cultural<br />

de Sennett. Seguramente<br />

esconde y vela más que aclara y<br />

muestra. Fácilmente nos proporciona<br />

un modelo de discurso<br />

que, con su impactante denuncia,<br />

nos hace un flaco favor;<br />

nos ratifica en prejuicios<br />

simplificadores y unívocos,<br />

cuando lo que necesitamos son<br />

nuevas ideas que nos ayuden a<br />

recomponer y reordenar las<br />

complejidades del presente. El<br />

ensayo de Sennett está condicionado<br />

por la propia imagen<br />

de una historia de los discursos<br />

del trabajo que enfrenta a los<br />

que están a favor y en contra de<br />

la rutina y el trabajo burocratizado.<br />

Quizá la perspectiva del<br />

análisis cambia cuando hacemos<br />

una relectura de la historia<br />

del discurso del trabajo en los<br />

términos, más verídicos, de<br />

los que esperan mucho y de los<br />

que esperan poco del trabajo, al<br />

menos de una enorme cantidad<br />

de trabajos necesarios. Los ilustrados<br />

y liberales de primera<br />

época nos previnieron frente al<br />

hecho de esperar demasiado del<br />

trabajo, es decir, de sobrecargar<br />

el trabajo de sentidos y significados<br />

que difícilmente puede<br />

soportar o que, si los soporta,<br />

lo hará en condiciones difícilmente<br />

tolerables por personas<br />

libres, sociables y tolerantes.<br />

Toda una tradición, que nunca<br />

rompió los lazos con la idea del<br />

trabajo relativizado, nos ha enseñado<br />

que no podemos seguir<br />

demasiado encantados por y<br />

con el trabajo, a no ser que<br />

queramos sufrir algunas graves<br />

decepciones.<br />

El ensayo de Sennett nos<br />

devuelve a la melancolía weberiana.<br />

Después del trabajo rutinario<br />

y burocratizado, ¿qué podemos<br />

esperar? Parece que más<br />

allá sólo hay desolación; y que<br />

si el sistema se empeña en no<br />

tenerlo en cuenta verá seriamente<br />

comprometida su propia<br />

legitimidad (es su salida).<br />

No parece que todo pueda<br />

ser achacado al neocapitalismo<br />

y sus peculiaridades de globalización<br />

y organización social del<br />

trabajo. No resulta verosímil<br />

que el carácter se erosione únicamente<br />

por el trabajo flexible<br />

y de equipo. Pensamos, más<br />

bien, que el trabajo sólo es un<br />

dato del problema, si queremos<br />

plantear el problema en términos<br />

de carácter, y que también<br />

el trabajo rutinario y burocratizado<br />

tiene efectos destructivos<br />

sobre el propio carácter, que<br />

Sennett soslaya. Quizá el problema<br />

del trabajo, “las consecuencias<br />

personales del traba-<br />

jo”, sigue teniendo mucho que<br />

ver con el tiempo de trabajo.<br />

Con la brutal centralidad del<br />

trabajo en la vida de muchos<br />

seres humanos. Y, por otra parte,<br />

con las graves dificultades<br />

del tiempo del no trabajo, es decir,<br />

el tiempo de la ciudadanía,<br />

el tiempo del consumo, el de la<br />

vecindad y la familia, el de<br />

la amistad, el tiempo del ocio. Es<br />

difícil creer, como parece sugerir<br />

Sennett, que los graves problemas<br />

del hombre actual sean,<br />

en estos ámbitos, una especie<br />

de epifenómenos de la corrosión<br />

del carácter producida,<br />

prioritariamente, en el tiempo<br />

y el puesto de trabajo. Tampoco<br />

que la vuelta al reforzamiento<br />

del carácter por el trabajo<br />

sea el objetivo para solucionar<br />

los problemas que se originan<br />

fuera del trabajo. n<br />

Fernando Díez es profesor de Historia<br />

Contemporánea en la Universidad de<br />

Valencia. Autor de Utilidad, deseo y virtud.<br />

La formación de la idea moderna de<br />

trabajo.<br />

66 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Herr Ritter, wisst:<br />

Sixtus Beckmesser Merker ist;<br />

Hier im Gemerk<br />

Verrichtet er still<br />

Sein strenges Werk<br />

Sieben Fehler gibt<br />

er Euch vor, die merker er mit<br />

Kreide dort an:<br />

Wenn er über sieben<br />

Fehler verlor,<br />

dann versang der<br />

Herr Rittersmann.<br />

R. Wagner:<br />

Los maestros cantores de Nuremberg 1<br />

o acostumbro a mandar<br />

cartas de protesta a los jurados<br />

de los premios literarios ni<br />

siquiera cuando estoy convencido<br />

de que su fallo es objetivamente<br />

erróneo, entre otras razones<br />

porque no soy lector asiduo<br />

de libros con premio. Sucedió,<br />

empero, que por causa de amistades<br />

comunes con algunos de<br />

los componentes del jurado del<br />

Premio Espasa Ensayo 1999, redacté<br />

un comentario sobre la<br />

obra premiada, una especie de<br />

amicus curiae a posteriori 2 N<br />

que<br />

hice llegar privadamente a dichos<br />

miembros del jurado, en el<br />

cual se intentaba llamar la aten-<br />

OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />

SOBRE ‘AMICUS CURIAE’<br />

Y EPISTEMOLOGÍA LIBERTARIA<br />

1 Sabed, señor caballero, que / Sixtus<br />

Beckmesser es marcador. / Aquí, en este<br />

estrado, / cumplo en silencio / mi ineludible<br />

obligación.<br />

Os concederé un margen / de siete<br />

faltas, / que iré apuntando / con la tiza, /<br />

y si pasáis de las siete, / señor caballero, /<br />

seréis suspendido... (Traducción de Ángel<br />

F. Mayo). Marcador equivale aquí a juez.<br />

Parlamento de Sixtus Beckmesser a<br />

Walter von Stolzing, un joven caballero<br />

francón.<br />

2 Un guiño amistoso a los lectores de<br />

letras por aquello de la convergencia de las<br />

dos culturas de las que habló C. P. Snow;<br />

aunque, me temo que para tender puentes<br />

entre ellas, lo menos aconsejable sea<br />

dejar caer de vez en cuando en un texto<br />

algún que otro latinismo o tecnicismo.<br />

FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

ción sobre los serios errores de<br />

forma y fondo en los que incurría<br />

Escohotado en las numerosas<br />

páginas de su libro Caos y orden<br />

destinadas a revisar algunas<br />

teorías físicas y ciertas disciplinas<br />

matemáticas que, evidentemente,<br />

desconocía. Pensábamos<br />

mis amigos y yo que era prudente<br />

advertir al jurado sobre lo<br />

poco serio que iba a resultar premiar<br />

un libro plagado de equivocaciones,<br />

una vez que la crítica<br />

literaria establecida los descubriera<br />

y sacara a la luz 3 . Craso<br />

error el nuestro, pues salvo “dos<br />

reseñas feroces” 4 como califica el<br />

propio autor a la de Antonio<br />

Fernández-Rañada 5 y mi, repito,<br />

carta privada al jurado, su libro<br />

ha recibido “bastantes críticas<br />

benignas, e incluso alguna entusiasta”<br />

6 . Al parecer, los errores<br />

que a unos pocos nos resultaron<br />

evidentes y graves pasaron desapercibidos<br />

para muchos o no les<br />

concedieron demasiada impor-<br />

3 Escohotado, Antonio: Caos y orden.<br />

Espasa, Madrid, 1999.<br />

4 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />

y complejidad. CLAVES DE RAZÓN<br />

PRÁCTICA, núm. 106, octubre de 2000,<br />

pág. 28.<br />

5 Fernández-Rañada, Antonio: ‘Del<br />

caos posmoderno’. Revista de Libros, abril<br />

de 2000, pág. 33.<br />

6 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />

y complejidad, pág. 28. En ese mismo<br />

número de CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

se publica otra crítica, firmada por M.<br />

Martínez Chicharro en la que dice: “Y,<br />

sin embargo, es un libro interesante”. La<br />

reserva del reseñador se entiende leyendo<br />

el final: “En resumen, pese a que Escohotado<br />

y otros autores (sobre todo franceses)<br />

hagan mucho sensacionalismo o<br />

amarillismo con las consecuencias de la<br />

aparición de la teoría del caos y otros desarrollos<br />

recientes de la ciencia, bien está<br />

que, aunque sea con lamentables errores<br />

físicos y matemáticos, introduzca el tema<br />

entre nosotros un autor español”<br />

(págs. 73 a 75). Siento no estar de acuerdo<br />

con este patriotero criterio sobre lo<br />

tancia.<br />

La réplica de Escohotado a<br />

Antonio Fernández-Rañada la<br />

entiendo, aunque no estoy de<br />

acuerdo con nada de lo que en<br />

ella se dice. Mas que replique públicamente<br />

a una carta privada<br />

mía de la que no era destinatario,<br />

incluyendo citas fragmentarias de<br />

mi escrito, me produce cierta<br />

perplejidad ya que, ante todo,<br />

debo suponer que, siguiendo una<br />

elemental regla de cortesía, ha recabado<br />

y recibido la correspondiente<br />

autorización por parte de<br />

alguna de las personas a las que<br />

iba dirigida, de lo que no tengo<br />

noticia; y admitiendo esto –no<br />

tengo razones para dudar–, supongo<br />

que Escohotado es consciente<br />

de que con su actitud,<br />

amén de no respetar la intención<br />

del autor de un documento privado<br />

de que permanezca como<br />

tal –cosa que, para mí, en este<br />

caso, no tiene mayor importancia–,<br />

se le priva al lector de una<br />

documentación a la que se hacen<br />

referencias, pero a la cual no<br />

tiene acceso, precisamente por<br />

no ser de carácter público.<br />

Escrito esto, y tras leer la respuesta<br />

de Fernández-Rañada 7 a<br />

la réplica original de Escohotado,<br />

podría dar por mi parte por<br />

terminado el asunto y dedicar<br />

mi tiempo a otros menesteres.<br />

Mas, releyendo dicha réplica,<br />

que merece y no merece publicarse en<br />

cuestiones de divulgación científica; que a<br />

Escohotado se le perdonen sus asombrosas<br />

pifias científicas por ser español y escribir<br />

en castellano no dejaría de ser un<br />

ejemplo de ese absurdo chauvinismo editorial.<br />

Pero que, además, se le premie por<br />

ello, me parece excesivo.<br />

7 Fernández-Rañada, Antonio: Desorden<br />

y caos: la estrategia de la confusión.<br />

CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA, núm. 108,<br />

diciembre de 2000, págs. 78 a 82.<br />

me he sentido impulsado a terciar<br />

en la polémica (pero sin ánimo<br />

de refutar punto por punto<br />

lo que de ella me atañe ni señalar<br />

todos los nuevos errores de<br />

Escohotado, que no faltan),<br />

pues pienso que hay algo más<br />

en este asunto que la impresión<br />

que parece desprenderse del tono<br />

defensivo del ensayista premiado,<br />

debido a que el profesor<br />

Fernández-Rañada y yo nos hemos<br />

dedicado a marcar con saña<br />

en una pizarra, como si de Sixtus<br />

Beckmesser se tratase, los<br />

errores técnicos, imprecisiones<br />

de concepto y disparates científicos<br />

que plagan el primer tercio<br />

de Caos y orden; y consiste en<br />

que, al quedarnos en la superficie<br />

de los tecnicismos, en la torre<br />

marfileña de la ortodoxia<br />

cientificista, no hemos captado<br />

la profundidad del discurso del<br />

autor (trasunto en el campo de<br />

la ensayística del caballero Walter<br />

von Stolzing, cuyo canto,<br />

poco ortodoxo pero lleno de<br />

fuego, inspiración e intuición<br />

artística, supone el triunfo de la<br />

nueva estética, libre y espontánea,<br />

frente al anquilosamiento<br />

academicista-autor); repito, que<br />

está convencido de que, a pesar<br />

de sus errores técnicos, que reconoce<br />

dada su condición de lego<br />

y autodidacto, ha sido capaz<br />

de denunciar la obsolescencia<br />

del viejo paradigma inercial y<br />

determinista, sustituido por el<br />

nuevo de los órdenes caóticos,<br />

de describir “algunas pontificaciones<br />

del físico y el matemático,<br />

allí donde se relacionan con<br />

una concepción del mundo en<br />

crisis” 8 , y de exponer una visión<br />

8 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />

y complejidad, pág. 28.<br />

68 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


nueva de la ciencia basada en un<br />

giro radical debido a una serie<br />

de científicos, de cuyas ideas y<br />

logros ha tenido noticia leyendo<br />

y consultando algunos libros de<br />

divulgación. Se presenta, en suma,<br />

como apóstol de las nuevas<br />

ideas sobre el mundo, perseguido<br />

por dos inquisidores del viejo<br />

dogmatismo científico que<br />

tiene como “fundamento teológico-político<br />

una idea rigurosamente<br />

pasiva o inerte del<br />

mundo físico” 9 , y que en vez de<br />

discutir ideas con ideas, le anatematizamos<br />

por sus pifias técnicas.<br />

Sucede, no obstante, que<br />

es muy distinto ser heterodoxo<br />

en las artes, y hasta en los saberes<br />

sobre materias sociales, que<br />

en las ciencias de la naturaleza.<br />

Para discutir las ideas científicas,<br />

conviene tenerlas lo más<br />

precisas y determinadas posibles,<br />

y expresarlas con claridad y un<br />

mínimo de rigor; la duda no debe<br />

confundirse con la ambigüedad<br />

en la exposición, y las metáforas<br />

están para explicar, no<br />

para despistar al lector. Una argumentación<br />

seria debe empezar<br />

por las cuestiones de ontología<br />

científica, esto es, por lo que entendemos<br />

son los objetos de la<br />

naturaleza, sus propiedades fundamentales<br />

y sus relaciones entre<br />

ellos, y analizarlas a la luz<br />

de lo que sabemos y del grado de<br />

confianza de que sean conocimientos<br />

verídicos, es decir, que<br />

se ajusten lo más fielmente posible<br />

a la realidad objetiva. A este<br />

tenor, tal vez entre los yerros<br />

conceptuales más significativos<br />

en que incurre Escohotado estén<br />

su confusión entre predecibili-<br />

9 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />

pág. 77.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

dad, leyes científicas deterministas<br />

y determinismo 10 , y entre<br />

este último concepto y el de la<br />

inercia asociada a la masa de los<br />

objetos físicos.<br />

El dogma de la<br />

materia inerte<br />

Un auténtico leitmotiv 11 de Caos<br />

y orden es que el nuevo paradigma<br />

–especie de cajón de sastre<br />

donde se mezclan diversas teorías<br />

de varias disciplinas científicas–<br />

libera a la física del dogma<br />

de la inercia. “Y puesto que ni la<br />

física relativista ni la cuántica”,<br />

escribe Escohotado, “ponen en<br />

cuestión el dogma de una materia<br />

pasiva, regida por inmateriales<br />

fuerzas o leyes” 12 , ambas teorías<br />

son desterradas del templo<br />

de las verdades del nuevo paradigma<br />

que con tanto entusiasmo<br />

predica el autor, y pese a los<br />

cambios que representan frente<br />

al Antiguo Régimen newtoniano,<br />

reprobadas junto con éste,<br />

ante la espontaneidad y libertad<br />

creativa de las complejidades autoorganizadas<br />

y los órdenes caóticos.<br />

El concepto de masa inercial<br />

es muy claro y preciso, y su sentido<br />

físico apenas ha variado<br />

desde los tiempos de Galileo,<br />

Descartes y Newton, aunque no<br />

conozcamos muy bien su origen.<br />

Hoy día se sabe que, con<br />

10 Sobre predecibilidad y leyes deterministas<br />

ya se ha escrito en esta polémica<br />

(Desorden y caos, págs. 78 y 79).<br />

11 Mi buen amigo y mejor wagneriano<br />

Ángel F. Mayo me reprochará esta<br />

analogía, ya que la monotonía y simpleza<br />

con que Escohotado trata el concepto de<br />

inercia en su libro corresponde más a la<br />

idée fixe berlioziana que al leitmotiv wagneriano.<br />

12 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />

pág. 77.<br />

enorme precisión, la masa inercial<br />

(la que hace que usted y yo<br />

nos sintamos pegados al respaldo<br />

del asiento cuando el coche<br />

acelera) y la gravitatoria (la que<br />

hace que tengamos los pies pegados<br />

a la tierra) son equivalentes,<br />

y que el mecanismo que<br />

opera para la aparición de la masa<br />

en el llamado Modelo Estándar<br />

(conjunto de teorías e hipótesis<br />

auxiliares que reflejan actualmente<br />

nuestro mejor saber<br />

sobre la naturaleza a su nivel<br />

más elemental) se conoce y<br />

comprende parcialmente. Hace<br />

muy poco tiempo hemos podido<br />

leer en los periódicos y otros<br />

medios de comunicación que en<br />

el CERN se han detectado lo<br />

que parecen ser los primeros indicios<br />

de ese mecanismo, es decir,<br />

el llamado bosón de Higgs, y<br />

es muy posible que cuando<br />

vuelva a entrar en funcionamiento<br />

el citado laboratorio europeo<br />

de partículas de alta energía<br />

(cerrado por reforma justo<br />

después de estos indicios), se obtengan<br />

pruebas concluyentes de<br />

la existencia de dicha partícula,<br />

si en el entretanto no se le ha<br />

dado ya caza en Estados Unidos.<br />

La idea básica de que la<br />

inercia es una medida de la resistencia<br />

de la materia –desde<br />

su nivel más básico– a cambiar su<br />

estado de movimiento, es un<br />

concepto fundamental que no<br />

ha sido cuestionado seriamente<br />

por ninguna experiencia ni ninguna<br />

teoría consistente y no especulativa<br />

de las partículas elementales.<br />

Para Escohotado la inercia es<br />

una paradoja, pues, al parecer,<br />

piensa que no es compatible con<br />

la diversidad y complejidad que<br />

vemos surgir, de forma espontánea,<br />

activa e impredecible, a<br />

nuestro alrededor. No hay tal<br />

paradoja, pues hasta la fecha no<br />

se sabe de ningún fenómeno de<br />

la naturaleza que sea incompatible<br />

con el carácter intrínsecamente<br />

inercial de la materia. Por<br />

el contrario, sin la inercia, sería<br />

imposible explicar la realidad<br />

que nos rodea. La naturaleza es<br />

como es, independientemente<br />

de nuestras creencias religiosas,<br />

ideologías políticas o sentimientos<br />

intuitivos más profundos.<br />

Sirva el caos –que, por cierto,<br />

no se considera generalmente un<br />

paradigma 13 –, al que constantemente<br />

alude Escohotado, como<br />

ejemplo paradigmático de<br />

la esplendorosa inventiva de una<br />

materia inerte y de unas leyes<br />

deterministas como son las de<br />

la mecánica newtoniana 14 . Claro<br />

que la inventiva de la naturaleza<br />

es conceptualmente distinta<br />

de la de los seres humanos, y razonar<br />

por analogía entre una y<br />

otra, buscando fundamentos<br />

“teológico-políticos” a las ideas<br />

que científicamente nos hemos<br />

ido formando de la naturaleza, o<br />

haciendo de éstas base para credos<br />

religiosos o convicciones<br />

ideológicas, conduce generalmente<br />

a serias equivocaciones.<br />

Hay otros muchos errores<br />

ontológicos en Caos y orden, debido<br />

también a que en las ciencias<br />

de la naturaleza es a veces<br />

muy difícil separarlos de los<br />

errores técnicos, ya que muchos<br />

conceptos básicos requieren de<br />

definiciones muy técnicas. Se sa-<br />

13 En el sentido clásico de este concepto,<br />

formulado por Thomas S. Kuhn<br />

en La estructura de las revoluciones científicas,<br />

Fondo de Cultura Económica, México,<br />

1971, págs. 33 y 34.<br />

14 Fernández-Rañada, Antonio: Desorden<br />

y caos, págs. 78 y 79.<br />

69


SOBRE ‘AMICUS CURIAE’ Y EPISTEMOLOGÍA LIBERTARIA<br />

be, por ejemplo, que uno de los<br />

fundamentos de la mecánica<br />

cuántica consiste en la imposibilidad<br />

de asignar simultáneamente<br />

valores con precisión ilimitada<br />

a ciertos pares de variables<br />

dinámicas, que en la jerga<br />

técnica se llaman canónicas conjugadas.<br />

Es lo que se conoce como<br />

relaciones de incertidumbre<br />

de Heisenberg, que están íntimamente<br />

relacionadas con cierta<br />

clase de probabilidades que<br />

aparecen en los fundamentos de<br />

esta teoría. Confundir una variable<br />

como es el momento de<br />

una partícula con un parámetro<br />

como es su carga es un error técnico<br />

que, por evidente, resulta<br />

divertido, y que es indicativo del<br />

grado de despiste o ignorancia<br />

de quien lo comete; mas insistir<br />

en el desliz sin reconocerlo, justificándolo<br />

como licencia estética<br />

para no repetir en sucesivas<br />

ocasiones la palabra momento<br />

15 , es confundir la ontología<br />

natural con la crítica literaria y<br />

demostrar el desprecio de un diletante<br />

por el valor y significado<br />

de los conceptos e ideas científicas.<br />

¿Se imaginan un libro de recetas<br />

para cocinar donde, para<br />

evitar repeticiones de la palabra<br />

sal, se sustituyese ésta ad libitum<br />

por sartén, frigorífico o fogón,<br />

simplemente porque todas<br />

esas cosas están en la cocina?<br />

Las leyes de la naturaleza y<br />

las leyes de la ciencia<br />

La existencia y características de<br />

las leyes de la naturaleza y su relación<br />

con las leyes de la ciencia<br />

es un asunto fundamental, muy<br />

complejo y complicado, de la filosofía<br />

de este saber. Básicamente<br />

se puede resumir así: asu-<br />

15 Espontaneidad y complejidad,<br />

pág. 31, nota 26. Escohotado sigue empecinado<br />

en no utilizar el término correcto,<br />

el momento, anunciando que en<br />

las próximas ediciones se sustituirá “carga”<br />

por “energía”. Acierta relativamente,<br />

pues la energía es función del momento.<br />

Pero se deja en el tintero, por ignorancia<br />

o por testarudez, que es el tiempo y no la<br />

posición lo que debería aparecer en la relación<br />

de incertidumbre junto con la<br />

energía. El sentido físico de la indeterminación<br />

tiempo-energía es de enorme riqueza,<br />

base de los sucesos que incluyen a<br />

las llamadas partículas virtuales.<br />

miendo que las leyes científicas<br />

–su existencia no puede ponerse<br />

en cuestión– sean, salvo alguna<br />

u otra excepción, aproximadas<br />

y de limitado ámbito de aplicación,<br />

¿hay otro tipo de leyes, sin<br />

duda más complejas, que son<br />

exactas y que representan la verdad<br />

sobre la naturaleza? Y, caso<br />

de existir, ¿cuál es su relación<br />

con las leyes de la ciencia?<br />

Cuando, por ejemplo, generaciones<br />

de filósofos han meditado<br />

–y siguen meditando– sobre<br />

si el determinismo físico es incompatible<br />

con el libre albedrío,<br />

sus reflexiones se centraban, y<br />

se centran, en el segundo tipo<br />

de leyes, las leyes de la propia<br />

naturaleza.<br />

La postura que Escohotado<br />

atribuye a lo que él denomina<br />

científico clásico –que parece incluir<br />

a la gran mayoría de la comunidad<br />

científica que no está<br />

inmersa en la ciencia del caos y<br />

disciplinas anejas– es la de un<br />

cientificismo extremo y trasnochado:<br />

las leyes de la ciencia son<br />

las leyes de la naturaleza, cuando<br />

no, impuestas a la naturaleza y<br />

de obligado cumplimiento (no<br />

queda clara en Caos y orden ni en<br />

Espontaneidad y complejidad la<br />

relación entre ambos tipos de leyes;<br />

es más, parece que la naturaleza<br />

no tiene leyes, o son muy<br />

laxas). Esto no tiene mucho sentido,<br />

ni siquiera en el figurado,<br />

pues me cuesta trabajo creer que<br />

alguien piense que cuando en<br />

una publicación científica, técnica<br />

o de divulgación, nos topamos<br />

con una aseveración como<br />

“tal o cual proceso o reacción está<br />

prohibida por la ley de la conservación<br />

de la energía…” se debe<br />

entender esta prohibición de<br />

la misma manera que cuando se<br />

lee un decreto-ley en el BOE o<br />

una ordenanza militar 16 . La forma<br />

en que se tratan las leyes de<br />

la naturaleza en Caos y orden es<br />

16 Valga esta frase como ejemplo:<br />

“Cuando el cambio se encomienda a algún<br />

orden restringido o cerrado –desde la<br />

instrucción militar o monacal a supuestas<br />

‘leyes de la naturaleza’– el caos sigue allí,<br />

informando cada elemento y cada práctica,<br />

mientras el verdadero cambio –el<br />

que afecta a nuestra perspectiva– queda<br />

siempre postergado a un mañana remoto”<br />

un ejemplo de ambigüedad que<br />

mezcla cuestiones ontológicas (la<br />

existencia de esas leyes y sus características<br />

fundamentales) con<br />

epistemológicas (cómo se llegan<br />

a formular las leyes de la ciencia a<br />

partir de las informaciones que<br />

obtenemos sobre las leyes de la<br />

naturaleza y qué representan en<br />

relación con ellas) sin que se<br />

pueda entender claramente de<br />

qué se está hablando en cada<br />

momento. Así, por ejemplo,<br />

cuando se nos dice que “[…]<br />

hay algo más, expresable en el<br />

hecho de que ningún objeto real<br />

acaba de obedecer: cuanto más<br />

atendemos a sus pormenores<br />

menos inerte se muestra” 17 , o<br />

que “tras milenios (sic) de ser<br />

usadas para descubrir leyes que<br />

gobiernan sobre una naturaleza<br />

fundamentalmente pasiva, las<br />

matemáticas descubren los atractores<br />

o focos activos internos de<br />

cada sistema físico” 18 , no sabemos<br />

si es que, en realidad, no<br />

hay tales leyes de la naturaleza, o<br />

ahora resulta que se han convertido<br />

en atractores, o que las leyes<br />

de la ciencia son tan inútiles que<br />

la naturaleza prescinde olímpicamente<br />

de ellas.<br />

La cuestión de si existen y en<br />

qué consisten las leyes de la na-<br />

(Espontaneidad y complejidad, págs. 35 y<br />

36). También me ha llamado la atención<br />

lo del “constructo mandobediente newtoniano”,<br />

que figura en varios lugares,<br />

tanto del libro como de la réplica de Escohotado.<br />

17 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />

pág. 28. A renglón seguido nos pone<br />

el ejemplo de un balón de verdad. Esta<br />

frase, tomada como metáfora de lo difícil<br />

que es calcular la trayectoria de un balón<br />

real, puede resultar acertada; pero Escohotado<br />

dedica las 100 páginas siguientes<br />

a explicarnos por qué él está convencido<br />

de que es verdad que el balón no obedece.<br />

Me parece que muchos entrenadores de<br />

fútbol, hartos de cosechar derrotas, se sentirán<br />

tentados de estar de acuerdo con<br />

nuestro autor cada vez que alguno de sus<br />

jugadores dispare a puerta y el balón se<br />

pierda por las gradas.<br />

18 Difícilmente puede ser el atractor<br />

–caso de existir, ya que no ocurre en cada<br />

sistema físico– un foco activo interno, ya<br />

que se trata de un concepto matemático<br />

definido en el espacio de fases, que además<br />

es geométricamente cerrado, acotado e invariante<br />

y que constituye una especie de límite<br />

estático de las trayectorias en dicho<br />

espacio de fases cuando el tiempo crece indefinidamente.<br />

Lo de milenios, supongo<br />

que es un lapsus de fin de milenio.<br />

turaleza o si, por el contrario, el<br />

orden y las regularidades que<br />

observamos a nuestro alrededor<br />

son fruto de una coincidencia<br />

cósmica accidental, es uno de los<br />

problemas fundamentales de la<br />

filosofía de la ciencia. Y la relación<br />

entre estas leyes de la naturaleza<br />

y las de la ciencia es uno<br />

de los fundamentos principales<br />

en que se apoyan las distintas<br />

opciones epistemológicas. Sin<br />

embargo, y pese a que para Escohotado<br />

Caos y orden “más que<br />

un ensayo es un panfleto epistemológico”<br />

19 , poco o nada se dice<br />

en dicho libro sobre epistemología.<br />

Prácticamente el único<br />

aspecto epistémico es una continua<br />

y obsesiva devaluación de<br />

la predecibilidad (la capacidad<br />

de cuantificar magnitudes para<br />

compararlas con los datos experimentales),<br />

como uno de los<br />

criterios más poderosos y sólidos<br />

de demarcación de ciertas<br />

ciencias, y para valorar la probabilidad<br />

de verdad (su concordancia<br />

con las leyes de la naturaleza)<br />

de una teoría científica.<br />

Al hilo de esto, y ante la crítica<br />

que le hicimos Fernández-Rañada<br />

y yo, Escohotado responde<br />

con este críptico comentario:<br />

“Respeto tanto como mis dos<br />

inquisidores ‘los aspectos cuantitativos<br />

y experimentales de la<br />

ciencia’. Pero distingo el respeto<br />

de la sumisión, y más aún de<br />

maniobras tendentes a producir<br />

ese ánimo abyecto en algún incauto”<br />

20 . No me consta que sea<br />

frecuente que los profesionales<br />

de la ciencia actual realicen maniobras<br />

para producir en los incautos<br />

la sumisión abyecta a los<br />

datos y experimentos que constituyen<br />

el pan suyo de cada<br />

día 21 . Y, aún siendo ése el caso<br />

de algunos científicos corruptos<br />

19 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />

y complejidad, pág. 35.<br />

20 Ibíd., pág. 31.<br />

21 En la ciencia, como en toda actividad<br />

humana, hay buenos y malos, tontos<br />

y listos, honrados y sinvergüenzas… Pero<br />

no conozco ninguna otra tarea humana<br />

donde haya tanta crítica, tantos controles,<br />

tanta transparencia y tanta duda sistemática<br />

e inquisitiva. No es, desde luego, un<br />

buen caldo de cultivo para los caraduras<br />

ni los fraudulentos.<br />

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


y manipuladores, vendidos a los<br />

poderes militares o al capitalismo<br />

de las multinacionales de la<br />

ingeniería genética 22 , ¿qué tiene<br />

eso que ver con una discusión<br />

seria sobre predecibilidad y<br />

poder explicativo de una teoría?<br />

Para defender una epistemología<br />

relativista, cargada de subjetivismo,<br />

de corte libertario, en la<br />

cual, en lugar del “todo vale” de<br />

Feyerabend, vale la intuición, la<br />

experiencia sensible, los aspectos<br />

cualitativos y las analogías<br />

antropomórficas, y no valen, o<br />

vale de muy poco, los métodos<br />

de uso común entre científicos<br />

(hipotético-deductivo, con predicciones<br />

que pueden ser contrastadas<br />

mediante observaciones<br />

empíricas o experimentales,<br />

etcétera), se precisan razones, no<br />

acusaciones sin fundamento 23 .<br />

Sobre gotas de aceite<br />

y los fundamentos de la<br />

matemática<br />

Para apoyar dicha epistemología<br />

arcaizante 24 , basada en aspectos<br />

cualitativos y significados<br />

intuitivos de las teorías científicas,<br />

Escohotado esgrime un anexo<br />

de su libro dedicado a lo que<br />

él llama grandiosa crisis de fundamentos<br />

de la matemática y<br />

que titula ‘Las trivialidades del<br />

rigor’ 25 , lamentándose de que<br />

tanto Fernández-Rañada como<br />

yo lo hayamos pasado por alto<br />

en nuestras críticas. Por mi par-<br />

22 Luciferes muy comunes en la imaginería<br />

de escritores e intelectuales con fobia<br />

irreversible e irracional hacia la ciencia.<br />

23 No sé si Escohotado será consciente<br />

de que los estudios y disciplinas de los<br />

campos científicos que él engloba en el<br />

“nuevo paradigma” nacieron, fundamentalmente,<br />

para poder hacer predicciones<br />

lo más fiables posible de fenómenos muy<br />

complejos y difíciles de cuantificar.<br />

24 Es lo que se desprende de aseveraciones<br />

como ésta: “Parecía maduro el momento<br />

para no seguir atribuyendo el monopolio<br />

de lo real a las leyes. En otras palabras,<br />

para reanudar un diálogo entre el espíritu<br />

newtoniano y el aristotélico, cuyo núcleo es<br />

una Physis que va inventándose y que, por<br />

lo mismo, resulta tan impenetrable a adivinaciones<br />

y exactitud como afín a lo cualitativo”<br />

(Caos y orden, pág. 44).<br />

25 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />

págs. 100 a 114. La crisis de fundamentos<br />

es materia de la metamatemática,<br />

y no afecta al rigor matemático en cada<br />

nivel jerárquico de fundamentos.<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

te, preferiría dejar las cosas como<br />

están, pues me parece penoso<br />

que a estas alturas se quiera<br />

argumentar con el non sequitur<br />

que va desde la crisis de ciertos<br />

fundamentos de la matemática<br />

al rigor general en ella, y de<br />

aquí, al valor de los cálculos que<br />

den datos para cuantificar los aspectos<br />

experimentales de la ciencia.<br />

No merece la pena debatir la<br />

falta de rigor con que está escrito<br />

dicho anexo, mas quizá sea<br />

conveniente –ya que el autor reclama<br />

una opinión– señalar por<br />

qué lo que se dice no tiene nada<br />

que ver con lo que se pretende<br />

demostrar.<br />

He aquí lo que parece ser la<br />

clave del problema de la medición,<br />

del valor de la cuantificación<br />

en las ciencias de la naturaleza:<br />

“Será preciso esperar más de un siglo,<br />

desde entonces [desde Kant], para<br />

que no sólo la geometría sino la aritmética<br />

se revisen a la luz de nuestra<br />

concreta experiencia. En efecto, ¿qué<br />

sentido tiene aplicar los conceptos de<br />

cantidad e igualdad al mundo real?<br />

¿Acaso añadir una gota de aceite a otra<br />

produce dos gotas? ¿Acaso añadir dos<br />

gotas de agua a otras dos produce cuatro<br />

gotas? ¿Dónde hemos percibido algo<br />

realmente numerable e idéntico a<br />

cualquier cosa? ¿Cómo puede abordarse<br />

la adición material como suma aritmética?”<br />

26 .<br />

Estas aseveraciones e interrogaciones,<br />

o van seguidas de una<br />

disertación seria y bien argumentada<br />

–que no tiene por qué<br />

ser ni extensa ni muy técnica–<br />

sobre metamatemática, sobre la<br />

relación entre las matemáticas<br />

y las teorías científicas, e, incluso,<br />

sobre las teorías del significado<br />

y el lenguaje en conexión<br />

con las ciencias naturales, y se<br />

da noticia de esa revisión de la<br />

aritmética a la que se alude, o,<br />

por el contrario, y en el contexto<br />

en que se insertan, son un<br />

conjunto de perogrulladas bastante<br />

frívolas, sin otro motivo<br />

aparente que depreciar la abstracción<br />

matemática y, por tanto,<br />

restar valor a cualquier aspecto<br />

cuantitativo de las cien-<br />

26 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />

pág. 110.<br />

cias, independientemente de la<br />

autoridad a la que se atribuyen<br />

estas preguntas 27 , formuladas<br />

en un contexto del que no se<br />

nos informa. Mas esto último<br />

carece de importancia para<br />

refutar lo citado por Escohotado<br />

–doy por sentado que lo ha<br />

hecho correctamente–, pues<br />

Helhmholz escribió lo que le<br />

atribuye nuestro autor mucho<br />

antes de que la naturaleza echara<br />

definitivamente por tierra<br />

que “no alguna idea o axioma,<br />

sino sólo la ‘sensibilidad’ garantiza<br />

que los objetos de una colección<br />

física son idénticos (hasta<br />

cierto punto), y descriptibles<br />

mediante un número” 28 . Con<br />

el advenimiento de la física<br />

cuántica llegó la noticia de la<br />

indistinción total y absoluta, no<br />

hasta cierto punto solamente,<br />

de las partículas elementales (un<br />

electrón es totalmente idéntico<br />

a todos los demás, lo que no<br />

convence a Escohotado, que escribe,<br />

a propósito de la igualdad<br />

del espín de estas partículas:<br />

“Finalmente, lo que se niega es<br />

la diferencia o principio individuador”<br />

29 ); y, con el principio<br />

de exclusión de Pauli, la imposibilidad<br />

de que dos electrones<br />

pudiesen ocupar el mismo estado<br />

cuántico simultáneamente,<br />

por lo cual, pese a su identidad,<br />

nos es posible saber que, al añadir<br />

un segundo electrón a uno<br />

ya presente en un sistema con<br />

sólo dos estados cuánticos, tenemos<br />

dos electrones –cada uno<br />

en cada estado cuántico disponible–<br />

y no uno solo, habiéndose<br />

comprobado esto hasta el<br />

extremo de ser una evidencia<br />

más allá de toda duda razona-<br />

27 Ibíd. Escohotado cita el opúsculo<br />

de Helmholtz titulado Contar y medir,<br />

pero no da más datos al respecto. Califica<br />

a Helmholtz como “el Einstein del siglo<br />

XIX”, tal vez para enfatizar este testimonio<br />

de autoridad o por relacionarlos a<br />

ambos por sus teorías sobre la energía.<br />

Sin ánimo de minusvalorar la producción<br />

de este científico alemán, la gran mayoría<br />

de los historiadores de la ciencia pondrían<br />

a James C. Maxwell como el científico<br />

del XIX con el prestigio y la importancia<br />

equivalentes a la que, en el siglo siguiente,<br />

se otorgó a Einstein.<br />

28 Ibíd., pág. 111.<br />

29 Ibíd., pág. 75.<br />

FERNANDO PEREGRÍN GUTIÉRREZ<br />

ble. La naturaleza nos ha enseñado<br />

a abordar la adición material<br />

como suma aritmética, y la<br />

hidrodinámica a comprender<br />

por qué, según y como añadamos<br />

una gota de aceite a otra,<br />

podemos acabar teniendo una,<br />

dos o cientos de ellas 30 .<br />

Las divagaciones<br />

de la divulgación científica<br />

Reprocha Escohotado a sus inquisidores<br />

que se le haga responsable<br />

de los despropósitos<br />

que éstos denuncian cuando él<br />

se ha limitado a ser propagador<br />

de lo divulgado por otros autores<br />

de prestigiosas credenciales<br />

científicas 31 . Se podría simplemente<br />

responder a este descontento<br />

diciendo que el autor no<br />

ha entendido lo que otros han<br />

escrito; pero esto sería sólo una<br />

parte de la cuestión, ya que con<br />

demasiada frecuencia se leen<br />

afirmaciones claramente equivocadas<br />

e, incluso, científicamente<br />

patológicas que, según<br />

sus autores, parafrasean las opiniones<br />

vertidas por renombrados<br />

expertos. Bernard d’Espagnat,<br />

a propósito de este problema,<br />

habla de “divulgación<br />

engañosa” y del “esoterismo<br />

(bastante temible, es verdad),<br />

que engendra una comprensión<br />

imperfecta de las novedades” 32 .<br />

Ocurre que este problema viene<br />

de largo; Richard P. Feynman,<br />

en sus célebres y legendarios libros<br />

de texto sobre física, y a<br />

propósito de la mecánica cuántica,<br />

escribe: “Como siempre,<br />

hay dos aspectos del problema:<br />

uno es las implicaciones filosóficas<br />

de la física, y el otro, la extrapolación<br />

de estas materias filosóficas<br />

a otros campos. Cuando<br />

las ideas filosóficas asociadas<br />

con la ciencia se extrapolan a<br />

30 Otra fuente continua de confusiones<br />

en Caos y orden es la dificultad para<br />

comprender los distintos y concretos significados,<br />

tanto en matemáticas como en<br />

las ciencias empíricas, de los términos<br />

exactitud y precisión.<br />

31 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />

y complejidad, pág. 30.<br />

32 D’Espagnat, Bernard: ‘Los números,<br />

esencia de las cosas’, en El universo de<br />

los números. Mundo Científico, Barcelona,<br />

2000, pág. 103.<br />

71


SOBRE ‘AMICUS CURIAE’ Y EPISTEMOLOGÍA LIBERTARIA<br />

otros campos, generalmente se<br />

distorsionan por completo” 33 .<br />

Lo recíproco también sucede: a<br />

veces, las ideas y conceptos de la<br />

ciencia se retuercen para que,<br />

más o menos, concuerden con<br />

opiniones, juicios o posturas<br />

que son competencia de otras<br />

áreas del conocimiento. La mayoría<br />

de los errores en que incurre<br />

Escohotado tienen que<br />

ver con su deseo de que las leyes<br />

de la física reflejen cuestiones<br />

de filosofía, de política, de historia<br />

o sociología, según su propio<br />

criterio; y no es necesario<br />

establecer una correspondencia<br />

puntual entre materias científicas<br />

y humanísticas –que el autor<br />

niega acertadamente que pueda<br />

realizarse– para que surjan<br />

por doquier los despropósitos,<br />

ya que basta con pretender que<br />

“si no anda desencaminada, la<br />

evolución epistemológica engrana<br />

con la histórica o general,<br />

ofreciendo unas veces figura<br />

y otras fondo para las transformaciones”<br />

34 , para incurrir en<br />

toda clase de analogías improcedentes.<br />

Lo dicho anteriormente sobre<br />

transportar conceptos entre<br />

distintos saberes reza tanto para<br />

el experto científico que divulga<br />

como para el lego que parafrasea<br />

o especula sobre lo que ya de<br />

por sí puede ser una especulación.<br />

Máxime, cuando la ambigüedad<br />

del testimonio de autoridad<br />

deja de ser reflejo de la duda<br />

racional y se convierte en<br />

estilo y propósito. En estos casos,<br />

los riesgos del disparate<br />

científico del que plagia, cita o<br />

parafrasea, se acrecientan aún<br />

más. Algo así sucede, por ejemplo,<br />

si no se leen con sumo cuidado<br />

los libros de divulgación<br />

de Ilya Prigogine, en los que se<br />

ha inspirado a fondo, según<br />

confesión propia, Escohotado 35 .<br />

Las últimas obras de este carismático<br />

premio Nobel, y las que<br />

33 Feynmam, Richard P.: The Feynman<br />

Lectures on Physics. Addison-Wesley,<br />

Reading, 1966, vol. III, 2-8.<br />

34 Escohotado, Antonio: Caos y orden,<br />

pág. 132.<br />

35 Escohotado, Antonio: Espontaneidad<br />

y complejidad, pág. 30.<br />

ha escrito en colaboración con la<br />

socióloga y filósofa relativista<br />

Isabelle Stengers deben analizarse<br />

con los cinturones de seguridad<br />

del escepticismo y del pensamiento<br />

crítico bien abrochados<br />

36 . Aunque, pensándolo<br />

mejor, esta sana precaución es,<br />

en realidad, de aplicación universal.<br />

Además, existe otro aspecto<br />

en la comunicación de los conocimientos<br />

científicos que, de<br />

alguna manera, está relacionado<br />

con lo que escribe Fernández-<br />

Rañada sobre “saberlo todo o<br />

no saber nada” en ciencia 37 , y<br />

que consiste en lo que John R.<br />

Pierce llama “ignorancia informada”<br />

del experto, que es “básicamente<br />

distinta de la ignorancia<br />

científica del lego, puesto<br />

que el conjunto de datos y<br />

teorías establecidos en el cual<br />

los científicos basan su peculiar<br />

clase de ignorancia excluye de<br />

sus especulaciones una gran<br />

cantidad de sin sentidos”; sin<br />

embargo, “es muy difícil para el<br />

lego separar la ignorancia científica<br />

de los hechos científicos.<br />

Porque la ignorancia, al tener<br />

que expresarse necesariamente<br />

en términos más vagos, esquemáticos<br />

y menos especializados<br />

que los hechos, es más fácil de<br />

asimilar. Porque, al tratar sobre<br />

grandes problemas aún no resueltos,<br />

es más romántica”. Y<br />

concluye: “Pero mientras el<br />

científico que airea su ignoran-<br />

36 Bricmont, Jean: ‘Science Of Chaos<br />

or Chaos in Science?’, Physicalia Magazine,<br />

núm. 17 (1995), 3-4, págs. 159 a 208.<br />

Se trata sin duda de la más completa, excelente<br />

y demoledora crítica de muchas de<br />

las ideas que sobre caos, determinismo e<br />

irreversibilidad ha publicado Prigogine<br />

en sus libros de divulgación. También recomiendo,<br />

de Heinz Pangels, ‘Is the irreversibility<br />

we see a fundamental property<br />

of Nature?’, Physics Today, enero de 1985,<br />

págs. 97 a 99. Isabelle Stengers se destaca<br />

muchas veces por su relativismo cognitivo<br />

extremo, que hace que defienda sin<br />

fundamento racional ni científico alguno<br />

la homeopatía o la parapsicología de<br />

Rhine (véase Fernando Peregrín: ‘El debate<br />

sobre la homeopatía’, El Escéptico,<br />

núm. 2, otoño de 1998, págs. 59 a 63; y<br />

Isabelle Stengers: L’Invention des Sciences<br />

Modernes, La Découverte, París, 1993,<br />

pág. 113).<br />

37 Desorden y caos: la estrategia de la<br />

confusión, págs. 80 a 82.<br />

cia generalmente sabe lo que dice,<br />

el desapercibido lego, no; y<br />

así, se queda perdido en montañas<br />

brumosas sin haber puesto<br />

nunca pie en los continentes<br />

del conocimiento” 38 .<br />

La ensayística de vocación<br />

sincrética, que pretende exponer<br />

grandes ideas unificadoras<br />

de los distintos saberes científicos<br />

y humanísticos, es una especie<br />

de moda literaria que nos<br />

llega, como tantas otras, con<br />

cierto retraso. En este tipo de<br />

ensayos es muy difícil no aventurar<br />

más de una idea o hipótesis<br />

sin demasiada base real o<br />

teorizar sin suficiente información<br />

en la que apoyarse. Todos<br />

tenemos derecho a equivocarnos<br />

cuando exponemos honestamente,<br />

sin pretensiones, y según<br />

nuestro leal saber y entender,<br />

ideas sobre asuntos tan<br />

complejos como el estado actual<br />

de las teorías físicas y demás<br />

disciplinas científicas; mas<br />

cuando se copian datos e informaciones<br />

técnicos sin otro aparente<br />

propósito que el de abrumar<br />

al lector con una erudición<br />

de la que se carece, los errores<br />

tienen para mí otra consideración,<br />

muy próxima a lo que Sokal<br />

y Bricmont 39 llaman imposturas<br />

intelectuales. Escohotado<br />

incurre en numerosas<br />

ocasiones en errores de este último<br />

tipo, tal y como se le ha<br />

señalado en escritos privados y<br />

públicos. Me parece lógico que<br />

defienda su libro; pero más razonable<br />

me hubiese parecido<br />

que, antes de replicar a los que<br />

él llama sus dos inquisidores,<br />

sin perjuicio de su autodidactismo,<br />

que considero encomiable<br />

y digno de mejores logros,<br />

se hubiese tomado la molestia<br />

38 Pierce, John R.: An Introduction to<br />

Information Theory: Symbols, Signals and<br />

Noice. Dover, Nueva York, 1980, págs.<br />

108 y 109).<br />

39 Sokal, Alan, y Bricmont, Jean: Imposturas<br />

intelectuales. Paidós, Barcelona,<br />

1999. La crítica de Escohotado (Espontaneidad<br />

y complejidad, pág. 32) a lo que se<br />

dice en este libro sobre epistemología<br />

popperiana e inducción es simplista y poco<br />

acertada. Véase, al respecto, Hilary<br />

Putnam: ‘The Corroboration of Theories’,<br />

en The Philosophy of Karl Popper,<br />

vol. II. La Salle, 1974.<br />

de consultar a algún amigo versado<br />

en los complejos temas<br />

científicos que se discuten, ya<br />

que, con su buen consejo, tal<br />

vez no hubiese repetido errores<br />

ni cometido otros nuevos en su<br />

artículo de réplica. n<br />

Fernando Peregrín Gutiérrez es autor<br />

de La informática en España.<br />

72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


“El valor de su metafísica es proporcional<br />

a los conocimientos matemáticos<br />

y físicos del autor dividido por su confianza<br />

en razonar a partir de los nombres<br />

de objetos”.<br />

James Clerk Maxwell*<br />

E<br />

n 1909, el historiador norteamericano<br />

Henry Adams<br />

escribió un ensayo titulado<br />

La regla de fases aplicadas a la historia.<br />

Adams observaba una decadencia<br />

en la evolución social y<br />

pensó que podía tener una justificación<br />

en las ciencias naturales.<br />

Creyó encontrarla en la regla de<br />

las fases de Gibbs. Adams comparaba<br />

las fases de la historia con<br />

las fases posibles de una sustancia.<br />

Con esta idea y algunas matemáticas<br />

extrañas llegó a la conclusión<br />

de que la era del pensamiento<br />

llegaría a su fin en el año 1921.<br />

Parece ser que no fue así.<br />

¿Qué es lo que fallaba en el razonamiento?<br />

¿Acaso la regla de<br />

las fases de Gibbs es falsa? ¿O es<br />

ilegítima la extrapolación de leyes<br />

físicas a contextos sociales?<br />

Ambas preguntas son interesantes<br />

y discutibles, pero en el caso<br />

que nos ocupa la respuesta es<br />

más simple: sencillamente<br />

Adams no había entendido nada<br />

de la regla de las fases.<br />

De hecho, antes de publicar<br />

su ensayo Adams tuvo el buen<br />

sentido de pedir a su editor que se<br />

lo diera a leer a alguien competente<br />

para destripar sus argumentos.<br />

James F. Jameson, editor de la<br />

American Historical Review, envió<br />

el manuscrito a Henry A.<br />

Bumstead, de Yale, que había sido<br />

discípulo de Gibbs. Bumstead<br />

* Texto perteneciente a una carta de<br />

Maxwell a Peter Guthrie Tait, 23 de diciembre<br />

de 1867.<br />

OBJECIONES Y COMENTARIOS<br />

EN EL NOMBRE DEL CAOS<br />

escribió un comentario de 26 páginas<br />

señalando los errores de<br />

Adams. La regla de fases tan sólo<br />

indica el número de fases o estados<br />

de agregación de una sustancia<br />

que pueden coexistir en unas<br />

determinadas condiciones de presión<br />

y temperatura; por ejemplo,<br />

que el hielo, el agua líquida y el<br />

vapor de agua sólo pueden coexistir<br />

a una presión y temperatura<br />

precisas. Difícilmente tiene que<br />

ver con lo que pretendía Adams.<br />

Éste reconoció su error y empezó<br />

a modificar su ensayo, aunque no<br />

pudo terminarlo. Fue publicado<br />

varios años más tarde por su hermano<br />

Brook.<br />

Por desgracia, no todos los autores<br />

tienen el buen juicio de<br />

Adams. Al parecer, basta con advertir<br />

de entrada que se es lego<br />

en ciertos temas para poder afirmar<br />

toda clase de disparates<br />

sobre los mismos. Si otros denuncian<br />

tales disparates es indudablemente<br />

porque quieren<br />

mantener el statu quo científico<br />

que les da de comer, “aferrándose<br />

como un hambriento a su pan”, o<br />

porque quieren perpetuar la división<br />

entre las dos culturas o, simplemente,<br />

por pura ignorancia 1 .<br />

Debería advertir por ello que<br />

quien esto escribe es profesional<br />

de la física y de la enseñanza.<br />

Además de esto, me une también<br />

una buena amistad con el “inquisidor”<br />

Fernández-Rañada. Por<br />

ello, es indudable que mis críticas<br />

están impulsadas por un espíritu<br />

1 En este texto hay varias citas indirectas<br />

de Escohotado sin referencia de página<br />

a las obras de origen. Las de los párrafos<br />

iniciales y finales son de su artículo<br />

Espiritualidad y complejidad, CLAVES DE<br />

RAZÓN PRÁCTICA, núm. 106, octubre de<br />

2000. Los de la parte central se refieren a<br />

su libro Caos y orden: algunos son literales<br />

y otros resúmenes de ideas.<br />

JAVIER GARCÍA SANZ<br />

corporativo (del cuerpo de inquisidores,<br />

por supuesto). Tampoco<br />

descarto que esté “transmitiendo<br />

una irritabilidad crónica” fruto de<br />

algún trauma derivado de mis<br />

días escolares en los que algún<br />

profesor trataba de enseñarme a<br />

resolver ecuaciones de segundo<br />

grado, o incluso de alguna fascinación<br />

oculta por el orden cerrado<br />

de mis días de recluta.<br />

Ciertamente, en el caso de<br />

Caos y orden, el libro de Antonio<br />

Escohotado, la tarea del inquisidor<br />

es abrumadora. El “inquisidor”<br />

Fernández-Rañada comenta<br />

que dejó de marcar errores cuando<br />

llegó a las 60 marcas; de ello<br />

deduzco que se cansó de marcar<br />

al cabo de unas pocas páginas de<br />

lectura. También me parece un<br />

prodigio de concisión por parte<br />

del “inquisidor” Peregrín que fuera<br />

capaz de resumir todos los<br />

errores en 20 páginas. Pero, además<br />

de abrumadora, la tarea parece<br />

condenada al fracaso. No se<br />

trata sólo de la contumacia en el<br />

error del señor Escohotado, sino<br />

de su manifiesta incapacidad para<br />

identificar siquiera los errores<br />

que se le advierten.<br />

Para ser justos, hay que decir<br />

que Escohotado sí ha reconocido<br />

dos errores. El primero es el haber<br />

confundido a Fermi con<br />

Pauli, para lo que tenía una buena<br />

razón. El segundo es haber<br />

sustituido carga por momento<br />

en una explicación del principio<br />

de indeterminación. También<br />

para esto había una buena razón:<br />

se trataba de no repetir tres<br />

veces la palabra momento. Por la<br />

misma razón, Newton debería<br />

haber utilizado de vez en cuando<br />

las palabras velocidad, ápside o<br />

cónica en lugar de masa, para<br />

que esta última no resultara tan<br />

repetitiva en su libro. Pese a to-<br />

do, Escohotado ha consentido<br />

en rectificar, y en las últimas ediciones<br />

ha sustituido la palabra<br />

carga por energía. Lo que Escohotado<br />

parece ignorar es que con<br />

ello no desaparece el disparate<br />

(o los disparates), como bien sabe<br />

cualquiera que tenga un mínimo<br />

conocimiento del principio<br />

de indeterminación.<br />

Otros errores que se señalan<br />

no son tales puesto que Escohotado<br />

los ha leído en algún libro.<br />

Por ejemplo, nadie tiene por qué<br />

extrañarse de que Lorenz tardara<br />

en darse cuenta de que sus ecuaciones<br />

eran no lineales, porque<br />

así lo dice Gleick en su libro y<br />

Gleick habló con Lorenz. Además,<br />

¿no estamos hartos de ver<br />

cómo los personajes de los dibujos<br />

animados tardan un tiempo<br />

en darse cuenta de que están caminando<br />

en el vacío?<br />

También tiene de su parte al<br />

mismísimo Feynman, cuya lectura<br />

recomienda a Fernández-<br />

Rañada. A decir verdad, no estoy<br />

seguro de a qué Feynman se refiere.<br />

El Feynman de Escohotado<br />

es autor de “un único libro<br />

sistemático”, que es, por supuesto,<br />

“su texto canónico”. Fernández-Rañada<br />

y yo conocemos a<br />

un Feynman autor de libros bastante<br />

sistemáticos como Quantum<br />

Mechanics and Path Integrals,<br />

Quantum Electrodynamics,<br />

Photon-Hadron Interactions o sus<br />

célebres Feynman’s Lectures on<br />

Physics. También escribió algunos<br />

libros de anécdotas divertidas<br />

y un librito de divulgación,<br />

titulado QED, en el que trata de<br />

explicar algunas particularidades<br />

de la teoría cuántica a quienes<br />

no están familiarizados con la<br />

aritmética de los números complejos.<br />

Para ello Feynman utiliza<br />

una representación gráfica a ba-<br />

74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


se de flechas con la que trata de<br />

explicar la diferencia esencial que<br />

existe en mecánica cuántica entre<br />

amplitudes de probabilidad<br />

y probabilidades. Escohotado<br />

tergiversa el significado de las flechas,<br />

confunde amplitudes con<br />

probabilidades y se permite recomendar<br />

a Fernández-Rañada<br />

la lectura de algo que él obviamente<br />

no ha entendido.<br />

A Escohotado le molesta también<br />

que le llamen posmoderno.<br />

No sólo alaba a Sokal y Bricmont<br />

por denunciar las imposturas de<br />

éstos, sino que se declara un popperiano<br />

convencido. ¡Es como un<br />

acusado de ateísmo que invocara<br />

en su defensa al padre Ripalda!<br />

En nombre de Popper, Escohotado<br />

califica a Sokal y Bricmont de<br />

epistemólogos bisoños por atreverse<br />

a defender la inducción.<br />

Quizá sea exagerado alardear de<br />

tanta pureza de sangre, sobre todo<br />

si después se va a hablar de<br />

nuevos y viejos paradigmas, pero<br />

ya veremos que el rechazo de la<br />

inducción tiene sus ventajas.<br />

Escohotado afirma que las<br />

críticas que se le han hecho son<br />

cuestiones de detalle. Por tanto,<br />

quizá valga la pena comentar algunas<br />

de sus tesis en la primera<br />

parte del libro:<br />

1.<br />

“Desde Newton la física se ha reducido<br />

a un esquema de ‘masas inertes’ sometidas<br />

a ‘fuerzas inmateriales y trascendentes’<br />

que reproduce fielmente el esquema<br />

del sirviente sometido al soberano<br />

absoluto”.<br />

Ésta es una tesis central del libro.<br />

Escohotado refuerza esta<br />

idea con el argumento definitivo<br />

de que vis (fuerza) es sinónimo de<br />

imperium, una prerrogativa del<br />

soberano. La pega de este profundo<br />

argumento es que New-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

ton también llama a la inercia vis<br />

inertiae, y la describe como una<br />

“fuerza inherente a la materia”<br />

y un “poder de resistir” que un<br />

cuerpo ejerce cuando sobre él actúa<br />

una fuerza impresa. De modo<br />

que la materia sería cuando<br />

menos un siervo respondón.<br />

Pero por interesantes que<br />

puedan ser estos juegos de palabras<br />

para entender el tránsito de<br />

la mecánica prenewtoniana a la<br />

newtoniana, los términos arcaicos<br />

sólo sirven de confusión a la<br />

hora de entender el auténtico<br />

significado de la inercia en la<br />

mecánica clásica. La mejor prueba<br />

de esta falta de comprensión<br />

la ofrece el propio Escohotado.<br />

Según él, la “formulación correcta<br />

del principio inercial” afirma<br />

que el “movimiento” será un<br />

estado como el reposo, mantenido<br />

o suspendido por algún motor<br />

2 . ¿Estamos hablando de<br />

Newton o de Nicolás de Cusa?<br />

La esencia del principio inercial<br />

newtoniano es precisamente<br />

que no hace falta ningún mo-<br />

2 En la introducción a una inefable<br />

edición española de los Pincipia (Principios<br />

matemáticos de la filosofía natural.<br />

Editora Nacional, Madrid, 1982) se nos<br />

advierte de que Newton “toma evidentemente<br />

de Descartes la noción de fuerza<br />

ínsita o inercial, reteniendo el matiz kepleriano<br />

de la fuerza inactiva”. Pero el concepto<br />

newtoniano de inercia difiere esencialmente<br />

del de Kepler. Según la inercia<br />

kepleriana, un cuerpo en movimiento<br />

tenderá al reposo cuando sobre él deje de<br />

actuar alguna fuerza; según la inercia newtoniana,<br />

es necesaria una fuerza para que<br />

un cuerpo inicialmente en movimiento<br />

llegue al reposo. Parece confirmado que<br />

Newton no supo que Kepler había utilizado<br />

el término inercia hasta que el hecho<br />

fue señalado por Leibniz en un comentario<br />

a la primera edición. Por ello, Newton<br />

tenía previsto añadir a la segunda edición<br />

de los Principia que “no me refiero a la<br />

fuerza de inercia de Kepler, por la que los<br />

cuerpos tienden al reposo, sino a una<br />

tor para mantener el movimiento<br />

(uniforme). Es el cambio en<br />

la cantidad de movimiento, y<br />

no el propio movimiento, el que<br />

requiere una fuerza. En otras palabras,<br />

las fuerzas producen aceleraciones<br />

y no velocidades. La<br />

diferencia es crucial puesto que<br />

exige que la velocidad debe aparecer<br />

necesariamente, junto con<br />

la posición, en la especificación<br />

del estado de un sistema, y esto<br />

determina el número de grados<br />

de libertad del sistema dinámico<br />

correspondiente. Esto hace posible,<br />

entre otras cosas, que pueda<br />

aparecer caos en sistemas<br />

simples en los que no aparecería<br />

con inercia al modo kepleriano.<br />

2.<br />

“A lo largo de su historia, la mecánica<br />

clásica no ha variado en esencia el esquema<br />

newtoniano. En particular, la<br />

mecánica clásica sólo se ha ocupado del<br />

movimiento ideal de sólidos perfectos<br />

en medios sin razonamiento” 3 .<br />

Si, además de editar, Escohotado<br />

hubiera leído los Principia<br />

de Newton, sabría que ya en<br />

ellos se estudia la deformación<br />

de la Tierra y otros cuerpos ce-<br />

fuerza de permanecer en el mismo estado…”,<br />

aunque finalmente creyó innecesaria<br />

la corrección. (Sin duda, sobrestimó<br />

a sus editores posteriores).<br />

Olvidaba decir, que el autor de la<br />

mencionada edición española es el propio<br />

Escohotado. Sin embargo, es curioso que<br />

este mismo tergiverse cuando conviene a<br />

su propia edición. Así, por ejemplo, cuando<br />

en Caos y orden reproduce el Escolio<br />

General de los Principia, añade de forma<br />

totalmente interesada el calificativo todo<br />

fuerza a la descripción del Señor pantocrator.<br />

3 Algún comentarista del libro ha llegado<br />

a decir incluso que “hay una peligrosa<br />

amistad entre la mecánica determinada<br />

de los sólidos y la teología política<br />

del Estado absoluto”. El País, ‘Babelia’, de<br />

24 diciembre de 1999.<br />

lestes debida a la rotación. Es<br />

precisamente esta deformación<br />

la que explica fenómenos como la<br />

precesión de los equinoccios,<br />

que no existirían si los astros<br />

fueran esferas perfectas. Además,<br />

el libro segundo está casi enteramente<br />

dedicado a estudiar el<br />

movimiento de cuerpos sólidos<br />

de diversas formas a través de<br />

fluidos que ofrecen diferentes tipos<br />

de rozamiento; su propósito<br />

era precisamente el demostrar<br />

que los movimientos planetarios<br />

eran incompatibles con la existencia<br />

de un medio resistente.<br />

Evidentemente, la mecánica<br />

de fluidos de Newton era bastante<br />

rudimentaria. Sin embargo,<br />

tan sólo 30 años después de<br />

Newton, Euler, al tiempo que<br />

daba una formulación rigurosa<br />

para la mecánica basada en el<br />

cálculo diferencial, establecía la<br />

mecánica de los medios continuos<br />

en general, en donde, por<br />

cierto, ya aparecen inevitablemente<br />

ecuaciones diferenciales<br />

no lineales. A partir de entonces,<br />

los fluidos ocupan un lugar<br />

fundamental en la obra de los<br />

Bernoulli, Lagrange, Clairaut,<br />

Cauchy, Navier y tantos otros.<br />

Por otra parte, las bases conceptuales<br />

de la mecánica clásica<br />

han sido objeto de discusión<br />

permanente, en especial para librarlas<br />

de cualquier vestigio metafísico.<br />

Escohotado parece desconocer<br />

la formulación hamiltoniana<br />

de la mecánica, los<br />

intentos de Saint Venant, Kirchhoff<br />

o Hertz por eliminar las<br />

fuerzas en la formulación de la<br />

mecánica, los esfuerzos de Neumann<br />

por definir sistemas inerciales<br />

para la mecánica celeste,<br />

los de los maxwellianos por explicar<br />

la inercia de las partículas<br />

cargadas por su autointeracción<br />

75


EN EL NOMBRE DEL CAOS<br />

electromagnética o los de Mach<br />

por explicar la inercia no como<br />

una propiedad inherente a cada<br />

cuerpo, sino como expresión de<br />

su relación con el resto de los<br />

cuerpos del universo.<br />

3.<br />

“Este esquema de sólidos perfectos, masas<br />

inertes y fuerzas soberanas conduce<br />

a un determinismo estéril, que confirma<br />

el fracaso de la mecánica clásica”.<br />

En casi todas las discusiones sobre<br />

determinismo, Laplace es el malo<br />

de la película. En Caos y orden es<br />

tan malo que hasta se le atribuyen<br />

pecados de los que es inocente,<br />

como que en su Mecánica analítica<br />

se congratula expresamente<br />

de no incluir ninguna figura o<br />

ilustración en el texto 4 .<br />

En defensa de Laplace sólo<br />

tengo que remitir al lector a algunas<br />

páginas del libro de Sokal<br />

y Bricmont 5 . Lo que Laplace<br />

afirmaba en su celebérrimo comentario<br />

es que el estado actual<br />

del universo es el efecto de su estado<br />

anterior y la causa del que<br />

ha de seguirle. Ésta es simplemente<br />

una formulación de un<br />

principio de casualidad, y lo que<br />

está aquí en juego es la estructura<br />

causal del espacio y el tiempo<br />

6 . Se puede estar en desacuerdo<br />

con esta idea: alguien podría<br />

defender que el estado actual del<br />

universo depende de toda su historia<br />

anterior o que el universo<br />

se inventa a cada instante sin<br />

ninguna relación con el instante<br />

anterior, pero entonces debería<br />

prescindir de las ecuaciones diferenciales,<br />

sean lineales o no.<br />

Una vez que se ha admitido un<br />

tiempo absoluto, continuo y homogéneo,<br />

es casi obligado mo-<br />

4 Si Escohotado se hubiera molestado<br />

en consultar la Mecánica analítica sabría<br />

que su autor no es Laplace, sino Lagrange.<br />

Mucho más interesante es que también<br />

habría visto que 6 de sus 20 secciones<br />

están dedicadas a la mecánica de fluidos,<br />

esa disciplina “hasta hace poco<br />

indigna de físicos y matemáticos”.<br />

5 Imposturas intelectuales. Paidós, Barcelona,<br />

1999.<br />

6 Por supuesto que, estrictamente hablando,<br />

la inercia también tiene que ver<br />

con las propiedades que se le atribuyan al<br />

espacio y el tiempo. Seguramente Escohotado<br />

nos deleitará a este respecto con<br />

alguna reflexión sobre el sensorio de Dios.<br />

delizar la evolución de un sistema<br />

físico como un sistema dinámico,<br />

y esto equivale a decir<br />

que (en condiciones muy generales)<br />

dado el estado del sistema<br />

en un instante dado, está dado el<br />

estado en cualquier otro instante<br />

anterior o posterior. Probablemente<br />

Escohotado se asombraría<br />

de que René Thom, uno de sus<br />

héroes de la ciencia del caos,<br />

defienda el determinismo: “Las<br />

debilidades del determinismo”,<br />

afirma éste, “son más que nada<br />

debilidades de nuestra imaginación”<br />

(‘Determinismo e innovación’,<br />

en Proceso al azar, VV<br />

AA, Tusquets, Barcelona, 1987).<br />

Por otra parte, Laplace era<br />

perfectamente consciente de<br />

que, aunque esta evolución estuviera<br />

determinada, su predicción<br />

precisa requeriría poseer la<br />

información de un intelecto supremo<br />

del que nosotros siempre<br />

estaremos “infinitamente alejados”,<br />

por lo que nos vemos obligados<br />

a recurrir a las probabilidades.<br />

(Como a Bricmont, siempre<br />

me ha sorprendido el poco<br />

énfasis que se hace en que el archirrepetido<br />

comentario de Laplace<br />

se encuentra al principio<br />

de su Ensayo filosófico sobre las<br />

probabilidades). El matiz que introducen<br />

las ecuaciones no lineales,<br />

y ciertamente no es desdeñable,<br />

es que ahora estamos todavía<br />

más infinitamente alejados<br />

que antes de la inteligencia suprema.<br />

Aunque en algunos sistemas<br />

físicos el ruido externo sea<br />

prácticamente despreciable, la<br />

extrema sensibilidad a las condiciones<br />

iniciales hace muy difícil<br />

cualquier predicción. Pero esto<br />

tampoco es nuevo: ya hace<br />

más de un siglo Maxwell señalaba<br />

que hay una gran diferencia<br />

entre decir que “de causas iguales<br />

se siguen efectos iguales” y decir<br />

que “de causas parecidas se siguen<br />

efectos parecidos”. Difícilmente<br />

puede expresarse mejor la<br />

diferencia entre determinismo y<br />

predecibilidad.<br />

En definitiva, la existencia de<br />

atractores extraños (caóticos) no<br />

sólo no es incompatible con el<br />

determinismo, sino que, en cierto<br />

modo, deriva de éste. Si el<br />

atractor extraño se pliega una y<br />

otra vez sobre sí mismo es porque<br />

las trayectorias de un sistema<br />

dinámico no se pueden cortar:<br />

si lo hicieran, un mismo estado<br />

en un instante dado podría<br />

dar lugar a varias evoluciones diferentes,<br />

y el determinismo se<br />

violaría.<br />

4.<br />

“Reconocidos como no integrables, la<br />

inmensa mayoría de las ecuaciones ya<br />

no se plantean como un asunto a ‘resolver’.<br />

Se tratan de forma iterativa o<br />

autoorganizadora, dejando que el proceso<br />

haga su camino en vez de clausurarlo<br />

mediante alguna ‘solución”.<br />

“El cálculo sólo admite fenómenos<br />

expresables linealmente”.<br />

“Las calculadoras de bolsillo, con<br />

su simplicidad binaria, precisan diferencias<br />

infinitamente pequeñas”.<br />

He aquí un conjunto de errores<br />

en cadena difícilmente superable.<br />

Que un sistema sea no integrable<br />

quiere decir simplemente que su<br />

solución no se puede expresar en<br />

forma cerrada en función de integrales<br />

primeras del movimiento;<br />

pero esto no equivale ni mucho<br />

menos a que no tenga solución.<br />

Esto sería tanto como decir que<br />

una ecuación algebraica de quinto<br />

grado no tiene solución por el<br />

hecho de que no puede expresarse<br />

en forma analítica.<br />

Por si fuera poco, se nos dice<br />

que puesto que es imposible<br />

calcular soluciones, los físicos se<br />

han dedicado a hacer iteraciones,<br />

un método realmente novedoso<br />

y revolucionario 7 . (Esto<br />

recuerda a la parodia de Sokal,<br />

cuando afirmaba que la teoría de<br />

los números complejos era una<br />

de las ramas más recientes de las<br />

matemáticas). Al parecer, Escohotado<br />

no sabe que desde hace<br />

más de doscientos años los métodos<br />

iterativos se vienen utilizando<br />

para resolver ecuaciones<br />

algebraicas, incluso para aquellas<br />

que tienen solución analítica.<br />

Y, por consiguiente, también se<br />

7 “En vez de limitarse a despejar incógnitas<br />

en sistemas lineales idealizados,<br />

emplean una técnica iterativa donde las<br />

funciones se realimentan por el procedimiento<br />

de volver sobre ellas mismas… La<br />

iteración es una variante del campo que<br />

Haken llama ‘sinergética’, un procedimiento<br />

autoorganizativo”.<br />

utilizan en la resolución numérica<br />

de las ecuaciones diferenciales<br />

que constituyen un sistema dinámico.<br />

En este caso, iterar significa<br />

precisamente obtener el<br />

estado del sistema en un instante<br />

dado a partir del estado en un<br />

instante anterior; ¡ni más ni menos<br />

que lo que decía Laplace!<br />

La diferencia está en que precisamente<br />

por su simplicidad (digital)<br />

las calculadoras no pueden<br />

apreciar diferencias infinitesimales.<br />

Por ello, para resolver numéricamente<br />

una ecuación diferencial<br />

hay que traducirla antes en<br />

una ecuación en diferencias (discreta).<br />

Pero esto sólo es posible<br />

con ayuda del análisis matemático,<br />

pues sólo éste puede asegurarnos<br />

que la solución numérica<br />

converge a la solución exacta de<br />

la ecuación diferencial. (Y esto<br />

no tiene nada que ver con que la<br />

ecuación sea lineal o no). ¿Cómo,<br />

si no, obtuvo Lorenz su<br />

atractor extraño? En realidad, si<br />

no fuera por el análisis matemático<br />

ni siquiera podríamos asegurar<br />

que el comportamiento extraño<br />

es genuino y no un artificio<br />

del cálculo numérico.<br />

5.<br />

“La mecánica celeste es incapaz de explicar<br />

el movimiento de la Luna”.<br />

Éste parece ser un tema favorito<br />

de Escohotado, quien tergiversa<br />

una famosa cita de Lighthill que<br />

nada tiene que ver con ello 8 . Indudablemente,<br />

el movimiento<br />

de la Luna es el más difícil e irregular<br />

del Sistema Solar, pero sigue<br />

siendo perfectamente explicable<br />

por la mecánica clásica.<br />

Sospecho que cuando Escohotado<br />

habla de aberraciones lunares,<br />

y dice que los errores de la<br />

mecánica celeste se deben a ha-<br />

8 La primera parte de la cita, que Escohotado<br />

omite, remite expresamente a la<br />

diferencia entre determinismo y predecibilidad:<br />

“Hoy somos muy conscientes de<br />

que el entusiasmo que animaba a nuestros<br />

predecesores debido al maravilloso logro<br />

de la mecánica newtoniana les llevó a generalizaciones<br />

en el dominio de la predecibilidad<br />

(…) que ahora sabemos falsas”<br />

(‘The Recently Recognized Failure of the<br />

Royal Society’, London, A 407, 1986,<br />

pp. 35-50).<br />

76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


er olvidado “un factor tan capital<br />

como la velocidad de la<br />

luz”, está malinterpretando el<br />

término aberración, que es simplemente<br />

la diferencia entre la<br />

posición aparente y la posición<br />

real debida a la velocidad finita<br />

de la luz. Pero esta aberración<br />

es algo que la mecánica celeste<br />

tiene en cuenta desde el siglo<br />

XVIII. También dice Escohotado<br />

que “los cálculos clásicos no son<br />

groseramente inexactos debido<br />

al factor casual de que las distancias<br />

de los planetas al Sol son<br />

pequeñas”, pero precisamente,<br />

el único error apreciable (y con<br />

dificultad) de la mecánica celeste<br />

newtoniana era relativo a la<br />

precesión del perihelio de Mercurio,<br />

y esto se debe a su proximidad<br />

al Sol, que hace necesarias<br />

correcciones relativistas.<br />

6.<br />

Llegamos a la mecánica cuántica.<br />

Ésta es una teoría esencialmente<br />

lineal, de modo que sorprende<br />

que se mencione siquiera<br />

cuando se nos ha dicho<br />

repetidamente que lo lineal es<br />

el colmo de todos los males.<br />

Hay una segunda sorpresa agradable:<br />

por una vez se nos ahorra<br />

la tópica y temible discusión sobre<br />

la relación entre el libre albedrío<br />

y el principio de indeterminación,<br />

aunque sí se nos ofrece<br />

una descripción errónea de<br />

este último. Tras ello encontramos<br />

un resumen botánico y plagado<br />

de errores de las teorías<br />

cuánticas de campos y sus dificultades.<br />

Uno esperaría que el<br />

hecho de que las teorías cuánticas<br />

de campos contemplen partículas<br />

sin masa e interacciones<br />

mediadas por partículas masivas<br />

supusiese alguna diferencia conceptual<br />

importante respecto al<br />

esquema de materia inerte versus<br />

fuerzas inmateriales trascendentes.<br />

O que la suponga el hecho<br />

de que los campos cuánticos<br />

pueden neutralizarse mediante<br />

una transformación “gauge”. O<br />

que se busque el origen de la<br />

masa en la resistencia al movimiento<br />

que oponen los campos<br />

del vacío cuántico. ¿Será esto lo<br />

que quiere decir Escohotado<br />

cuando afirma que ahora hay<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

“un demiurgo algo más alma<br />

mundi panteísta y algo menos<br />

Amo newtoniano”? Pero nuestro<br />

gozo en un pozo: al parecer,<br />

la mecánica cuántica sigue incurriendo<br />

en los mismos errores<br />

que la clásica 9 .<br />

7.<br />

Llega ahora el otro punto importante.<br />

“Frente a la materia<br />

inactiva de la mecánica clásica,<br />

sometida al poder omnímodo<br />

del soberano, la materia de la<br />

nueva física se autoorganiza”.<br />

Por ejemplo, el efecto Bénard<br />

pone de manifiesto la formación<br />

de “estructuras disipativas”. En<br />

efecto, cuando el gradiente de<br />

temperatura en un fluido alcanza<br />

un determinado valor crítico,<br />

las moléculas de fluido “se<br />

ponen de acuerdo” e inician un<br />

movimiento ordenado. ¿Qué<br />

mejor ejemplo de autoorganización?<br />

Pero para que se mantenga<br />

esta estructura ordenada, alguien<br />

externo tiene que mantener<br />

dicho gradiente. En los<br />

experimentos, este gradiente es<br />

el “parámetro de control” y<br />

quien lo controla es un experimentador<br />

exterior al sistema. En<br />

los sistemas reales, el controlador<br />

es el entorno del sistema.<br />

En cualquier caso, la “auto”-organización<br />

es relativa pues hace<br />

falta alguien o algo más ordenado<br />

externo al sistema que fije las<br />

condiciones para que dicho sistema<br />

se autoorganice.<br />

En definitiva, cuando los parámetros<br />

que aparecen en ecuaciones<br />

no lineales que rigen la<br />

evolución dinámica de un sistema<br />

físico (y que están determinados<br />

por condiciones externas<br />

a dicho sistema) alcanzan los valores<br />

adecuados, dichas ecuaciones<br />

pueden presentar soluciones<br />

que tienden a un atractor, y el<br />

comportamiento físico del sistema<br />

manifiesta una “estructu-<br />

9 Éste hubiera sido también un buen<br />

momento para comentar lo que realmente<br />

implicaría la restauración del determinismo<br />

a nivel cuántico para la estructura<br />

causal del espacio y el tiempo, lo que sin<br />

duda constituye uno de los descubrimientos<br />

más sorprendentes de toda la historia<br />

de la ciencia.<br />

ra”. Pero si el lector busca ejemplos<br />

en el libro de Escohotado<br />

irá de sorpresa en sorpresa. Por<br />

ejemplo, las estructuras disipativas<br />

pueden ser “un gas, un genoma,<br />

un planeta o un cadáver”.<br />

(¡Sin duda debe tratarse de un<br />

cadáver de La noche de los muertos<br />

vivientes!). Además, “en los<br />

sistemas simples los atractores<br />

suelen ser puntos”. Aquí Escohotado<br />

se muestra curiosamente<br />

conservador. Precisamente, uno<br />

de los logros fundamentales de<br />

la teoría del caos es el haber demostrado<br />

que los atractores extraños<br />

se presentan ya en los sistemas<br />

más simples en los que<br />

pueden aparecer: en sistemas<br />

con sólo tres grados de libertad.<br />

En cuanto a los atractores no extraños,<br />

muchos de ellos son periódicos<br />

(ciclos límite), pero quizá<br />

no conviene decirlo teniendo<br />

en cuenta que durante todo<br />

el libro se ha insistido en las<br />

maldades de lo periódico 10 .<br />

Todavía quedan sorpresas por<br />

llegar. Después de cantarnos las<br />

virtudes del no equilibrio como<br />

fundador de coherencias, Escohotado<br />

nos pone el ejemplo de<br />

la magnetización, ¡el ejemplo típico<br />

de una transición de fase<br />

en equilibrio! Y, finalmente, para<br />

dejar claro lo que es un atractor,<br />

¡nos enteramos que hasta el<br />

péndulo simple, el más puro<br />

ejemplo de sistema conservativo,<br />

tiene uno!<br />

No quisiera terminar el repaso<br />

de esta parte del libro sin<br />

plantear una pregunta que me<br />

intriga desde que hojeé por primera<br />

vez el libro y sus bonitas<br />

imágenes: ¿qué tienen que ver<br />

con todo esto las teselas de Penrose?<br />

El breve resumen anterior no<br />

agota, ni mucho menos, todas<br />

las inexactitudes, pero estas cosas<br />

son “cuestiones de detalle”<br />

10 Precisamente, la reacción de Belusov-Zhabotinsky<br />

constituye un ejemplo<br />

típico de atractor periódico. Es interesante<br />

ver la fantástica descripción que hace<br />

Escohotado de dicha reacción: se trata de<br />

dos fluidos (uno rojo y otro azul) que oscilan<br />

periódicamente sin mezclarse. No menos<br />

disparatada es la caracterización del<br />

efecto Bénard como un flujo turbulento.<br />

JAVIER GARCÍA SANZ<br />

que se “limitan a 100 páginas<br />

del libro (sobre un total de<br />

390)”. Al margen de esta pequeña<br />

trampa con los números<br />

(ya se sabe que el cálculo no es el<br />

fuerte del autor), uno se acuerda<br />

de aquél personaje de Woody<br />

Allen: cuando su novia le dejaba<br />

por feo, tonto, egoísta, inmaduro<br />

y desequilibrado, él contestaba:<br />

“Bueno, pero aparte de eso<br />

¿qué defectos tengo?”.<br />

Ahora es cuando se entienden<br />

las ventajas de la deducción<br />

sobre la inducción. Por inducción<br />

estaríamos autorizados a<br />

pensar que si la primera parte<br />

está llena de errores, la segunda<br />

no va a ser diferente. Sin embargo,<br />

la lógica deductiva nos<br />

dice que ex falso sequitur quodlibet,<br />

es decir, que la segunda<br />

parte puede estar exenta de disparates<br />

por mucho que los haya<br />

en la primera. Hay un inconveniente,<br />

y es que Escohotado nos<br />

ha dicho que “ambos niveles se<br />

realimentan sin pausa, como los<br />

órganos de un mismo cuerpo”,<br />

pero pasémoslo por alto por el<br />

momento y adentrémonos en la<br />

segunda parte. Para ello tenemos<br />

que atravesar un mare mágnum<br />

donde cabe un resumen de<br />

una tesis doctoral sobre la ingeniería<br />

financiera, un pasaje sobre<br />

las incomodidades de los pasajeros<br />

de Iberia, y otro sobre los<br />

problemas del consumidor para<br />

encontrar la chaqueta que quiere<br />

en unos grandes almacenes.<br />

Cuando el lector consigue situarse<br />

en este revoltijo, lo primero<br />

que se puede preguntar es cuál<br />

es el papel de la mecánica cuántica<br />

en un argumento centrado<br />

en atractores, estructuras disipativas,<br />

etcétera. La respuesta está<br />

en que la ingeniería financiera ha<br />

acudido a los métodos de la mecánica<br />

cuántica para “granulizar”<br />

los riesgos en las inversiones.<br />

¡Probablemente por no conocer<br />

la mecánica cuántica es por lo<br />

que Newton perdió 20.000 libras<br />

en el crack financiero de la<br />

Burbuja de los Mares del Sur!<br />

Resulta que los títulos se cuantizan<br />

de la misma forma que está<br />

cuantizada “la velocidad del espín<br />

electrónico”. Teniendo en<br />

cuenta que la velocidad del es-<br />

77


EN EL NOMBRE DEL CAOS<br />

pín electrónico es un concepto<br />

totalmente absurdo, uno podría<br />

pensar que ésta es la causa de los<br />

fracasos de la ingeniería financiera.<br />

Pero la causa real de los fracasos<br />

es más sutil: al parecer, el<br />

principio de indeterminación se<br />

extiende (no sabemos cómo) a la<br />

relación entre el riesgo y el precio<br />

de las acciones, y ya sabemos que<br />

con este principio no se puede<br />

llegar a nada bueno.<br />

Vayamos ahora a los atractores<br />

y las estructuras disipativas.<br />

Aquí las cosas no están mucho<br />

más claras, aunque, con algún<br />

esfuerzo, el lector puede llegar<br />

a las conclusiones siguientes:<br />

Las fuerzas trascendentes de<br />

la mecánica clásica tienen su<br />

equivalente en el poder omnímodo<br />

del príncipe, para quien<br />

“los individuos son leal pueblo o<br />

turba sediciosa”. Así Stalin, Mao<br />

o el reverendo Jim Jones, líder<br />

de la secta del templo del pueblo<br />

que se inmoló en la Guayana,<br />

son producto del paradigma<br />

newtoniano.<br />

Por el contrario, el nuevo paradigma<br />

nos ofrece otra visión.<br />

En el universo político existe un<br />

atractor. Aunque “parece remotísimo<br />

el día en que podamos representar<br />

con mínima nitidez el<br />

atractor político” (pág. 165), ya<br />

podemos dar algunas de sus características.<br />

Este atractor tiene<br />

una parte que es el “Estado-nación”<br />

y otra parte que es el “pueblo”.<br />

La parte del atractor que es<br />

el Estado-nación “está bifurcada<br />

en varias ramas cuya conducta resulta<br />

muy asimétrica en función<br />

de su respectiva estabilidad o inestabilidad”<br />

(pág. 132); además, esta<br />

parte del atractor “segrega como<br />

cemento el patriotismo” (pág.<br />

136). En cuanto a la parte “pueblo”,<br />

ésta también tiene ramificaciones<br />

y subramificaciones,<br />

aunque éstas se borran al borrarse<br />

la cuenta del atractor “pueblo”<br />

(que, al parecer, no es la misma<br />

que la del Estado-nación) (pág.<br />

161). Por supuesto, el pueblo “no<br />

carece de analogías con un objeto<br />

fractal: en vez de trayectorias finitas<br />

despliega –operando sobre sí<br />

mismo– trayectorias infinitas”<br />

(pág. 352). Supongo que ya se va<br />

entendiendo la idea, así que sólo<br />

doy el resumen final: “El ‘pueblo’<br />

concebido como atractor extraño<br />

es el límite específico para un<br />

proceso caótico. Sometido a transiciones<br />

de fase, en ese proceso el<br />

flujo de la deliberación nacional<br />

se une a otros innumerables flujos,<br />

constantes e inconstantes, definiendo<br />

un curso que genera rápidos<br />

y se remansa para repetir<br />

ciclo en parajes siempre otros, haciendo<br />

camino hacia un mar de<br />

verdadero ser o verdadera nada,<br />

tan remoto como magnético”<br />

(pág. 352) 11 .<br />

El humilde y bien conocido<br />

termostato es otro ejemplo de<br />

la ayuda que suponen los conceptos<br />

físicos para entender procesos<br />

históricos. Por ejemplo:<br />

“Encendiendo y apagando la calefacción<br />

cuando la temperatura de una<br />

casa baja o sube de cierto nivel, el termostato<br />

suponen, un formidable ahorro<br />

de energía si se compara con la política<br />

de bandazos que implica encender<br />

cuando sentimos frío y apagar cuando<br />

hace demasiado calor. Pero la historia<br />

contiene una sucesión de castillos y palacios<br />

donde las chimeneas de vastas estancias<br />

crepitan sin aguardar a que sus<br />

propietarios decidan visitarlas. El invierno<br />

de 1788-1789, meses antes de<br />

caer la Bastilla, mató de frío a muchos<br />

campesinos, obligados a un alto tributo<br />

de leña para calentar mansiones de nobles<br />

muchas veces ausentes” (pág. 334).<br />

Quizá si se hubiera inventado<br />

el termostato en el siglo XVIII se<br />

hubiese evitado la Revolución<br />

Francesa.<br />

En general, confieso que soy absolutamente<br />

incapaz de discernir<br />

si lo que dice Escohotado en esta<br />

segunda parte es verdadero o falso.<br />

Si acaso, creo que, como diría<br />

Pauli, ¡ni siquiera es falso! Ciertamente,<br />

hay cosas decididamente<br />

falsas: la mente del inquisidor se<br />

sobresalta un poco cuando lee<br />

11 No obstante, hay alguna excepción<br />

a esta descripción general. Además del Estado-nación<br />

existe un Estado-región, fruto<br />

de una ideología política más libertaria.<br />

Un ejemplo, es Estados Unidos, donde<br />

“el pueblo americano no se condujo como<br />

un atractor extraño, sino como un atractor<br />

más próximo al ámbito lineal”. Lo realmente<br />

curioso es que Jefferson era un ferviente<br />

newtoniano, aunque al parecer se le<br />

pasaron por alto las implicaciones teológicas<br />

y políticas de sus teorías.<br />

que los Cien Mil Hijos de San<br />

Luis es un ejemplo de alzamiento,<br />

que gracias al reloj de cuerda se<br />

pudo determinar la latitud (con<br />

cursiva) o que la varianza de una<br />

distribución estadística expresa el<br />

cuadrado de la desviación estándar<br />

con respecto a la “distribución<br />

normal”. Pero ya sabemos<br />

que esto son nimiedades. En<br />

cambio, hay otras cosas verdaderas,<br />

como esta profunda reflexión:<br />

“Pero los fluidos son configurados<br />

por sus cauces, a la vez que los configuran,<br />

como prueba la dialéctica entre<br />

Tierra y naturaleza humana. A principios<br />

de siglo las personas se desplazaban<br />

básicamente por tracción animal, pegadas<br />

a la superficie del planeta, mientras<br />

a finales de siglo viajan gracias al<br />

motor de reacción, a unos 10.000 metros<br />

de altura cuando su destino se encuentra<br />

lejos” (pág. 198).<br />

Resulta inevitable remitirse de<br />

nuevo a Sokal y Bricmont. De<br />

hecho, cuando leí Caos y orden,<br />

pensé que su autor había tratado<br />

de hacer algo semejante a la parodia<br />

de Sokal, mezclando y tergiversando<br />

términos científicos<br />

para producir conceptos totalmente<br />

absurdos, o imitando ideas<br />

de otros autores. Por ejemplo, la<br />

idea de que después del principio<br />

de indeterminación la física<br />

está incapacitada para ofrecer<br />

predicciones es ya un tópico en<br />

sociólogos como Steve Fuller. Alvin<br />

Toffler nos deleitaba hace ya<br />

20 años con la jerga de las estructuras<br />

disipativas y las bifurcaciones.<br />

Conceptos tomados de<br />

la teoría del caos y la turbulencia<br />

son frecuentes en politólogos como<br />

James Rosenau 12 . También<br />

12 Incluso en España tenemos interesantes<br />

antecedentes, como es el caso de<br />

Antonio García Trevijano, quien dio una<br />

cristalina explicación de la huelga general<br />

del 14 de diciembre de 1988. Frente a<br />

quienes defendían que el éxito de la huelga<br />

se debió a múltiples y contradictorias<br />

motivaciones individuales sin relación con<br />

las reivindicaciones concretas de las organizaciones<br />

convocantes, García Trevijano<br />

recurría a Prigogine para afirmar: “Este cínico<br />

argumento fabricado en los círculos<br />

intelectuales próximos al partido gobernante…<br />

se vuelve contra quien lo esgrime<br />

porque, como acontece en los sistemas físicos,<br />

es precisamente en los Estados lejos<br />

del equilibrio, en las situaciones de inestabilidad,<br />

donde el orden macroscópico (éxito<br />

de la huelga) emerge del desorden mi-<br />

es fácil encontrar párrafos tan incomprensibles<br />

como algunos de<br />

Caos y orden en algunos libros<br />

recientes 13 , etcétera.<br />

Parece, no obstante, que no<br />

hay ninguna intención paródica<br />

en el libro, lo que situaría a su<br />

autor del lado de los autores parodiados<br />

por Sokal. Respeto, sin<br />

embargo, el vehemente rechazo<br />

de Escohotado a incluirse entre<br />

los posmodernos. En realidad,<br />

no hace falta acudir a los posmodernos<br />

para encontrar críticas<br />

al newtonianismo muy similares<br />

a las de Escohotado: están<br />

ya en William Blake, y en<br />

toda la Natürphilosophie. Por<br />

lo demás, Escohotado no ataca a<br />

la ciencia, sino que la defiende<br />

incluso de los científicos: “La<br />

Ciencia es un mito grandioso,<br />

hermoso, digno de venerarse como<br />

norte supremo…”, pero “salir<br />

al paso de la matemática como<br />

inmaculada verdad… es urgente<br />

para la vasta legión de<br />

educadores y becarios acogidos a<br />

la profesión científica…” (pág.<br />

123). ¿No recuerda esto las palabras<br />

de Schlegel: “Una física<br />

pura debe estar completamente<br />

divorciada de las matemáticas;<br />

sólo entonces revelará la visión<br />

poética de la Naturaleza”?<br />

Pese a todo, algunas de las razones<br />

que esgrime Escohotado<br />

para distanciarse de los posmodernos<br />

me dejan algo perplejo:<br />

frente a las vagas analogías de<br />

éstos, su libro “no menciona A<br />

para hablar de B, sino que intenta<br />

hablar de A con atención<br />

incompartida, y luego de B con<br />

la misma atención incompartida…<br />

Lo que deslinda un tipo<br />

de exposición del otro es, a<br />

fin de cuentas, sacar o no de<br />

contexto las referencias”. ¿Qué<br />

croscópico (motivaciones caóticas individuales)<br />

siempre que concurra una circunstancia<br />

catalizadora (convocatoria de los sindicatos)…<br />

Es cierto que los sistemas a que<br />

se refiere esta teoría son aquellos donde<br />

impera el segundo principio de la termodinámica,<br />

pero también es cierto que<br />

muestra su fecundidad aplicada a los sistemas<br />

políticos” (‘Juegos peligrosos en sistemas<br />

inestables’, El País, diciembre 1988).<br />

13 Ver, por ejemplo, Dieu, l’Homme<br />

et la Nature, de A. Ganoczy; Dieu pour<br />

Penser. 4. Le Cosmos, de A. Gesché, ambos<br />

en Ed. du Cerf, París.<br />

78 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


significa atención incompartida:<br />

quiere esto decir que escribió<br />

dos libros independientes que<br />

luego se empalmaron por un<br />

error informático? ¿No es sacar<br />

de contexto las referencias hablar<br />

del principio de indeterminación<br />

para los precios de las acciones?<br />

¿Y, qué decir del “pueblo”<br />

como un atractor fractal?<br />

Curiosamente, es Escohotado<br />

el que culpa a los científicos<br />

de sacar cosas de contexto. Sokal<br />

y Bricmont son censurados por<br />

no haber criticado que científicos<br />

como Gell-Mann tomen palabras<br />

de uso cotidiano para<br />

nombrar algunos conceptos<br />

científicos. (Al parecer, Aristóteles<br />

tenía derecho a tomar la<br />

palabra “hylé” del habla ordinaria,<br />

pero este derecho ya no les<br />

asiste a científicos posteriores.<br />

Puestos a tomar palabras de<br />

prestado, podían haberlo hecho<br />

con palabras que le permitieran<br />

hacer a Escohotado algún brillante<br />

ejercicio etimológico al<br />

modo heideggeriano). Sucede,<br />

sin embargo, que aunque los fí-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

sicos tomen palabras del habla<br />

ordinaria para bautizar conceptos<br />

científicos, suelen tener la<br />

buena costumbre de definir claramente<br />

lo que entienden por<br />

ellas, y cuando uno entiende las<br />

ideas y no se queda en los nombres<br />

es difícil llamarse a engaño.<br />

Nadie espera encontrar vacas<br />

en los campos electromagnéticos,<br />

ni nadie adereza una<br />

ensalada con los “sabores” de las<br />

partículas elementales. (Por cierto,<br />

que no hay dos “sabores”,<br />

una “extrañeza” y un “encanto”,<br />

sino que hay seis “sabores” entre<br />

los que se encuentran la “extrañeza”<br />

y el “encanto”). Y, desde<br />

luego, Gell-Mann no escribió<br />

ningún ensayo sobre fisiología<br />

del gusto “con atención incompartida”<br />

antes de enunciar su teoría<br />

de partículas.<br />

Pero si el tomar palabras prestadas<br />

de este tipo no entraña demasiado<br />

peligro, sí es peligroso<br />

hacer extrapolaciones injustificadas<br />

de unos dominios a otros;<br />

y hay que reconocer que en esto<br />

los científicos tampoco están li-<br />

bres de pecado ni mucho menos.<br />

Criticar los excesos cometidos<br />

en nombre de la ciencia es<br />

una actividad muy saludable, pero<br />

en cualquier caso convendría<br />

distinguir las extrapolaciones hechas<br />

a partir de una idea correcta<br />

de las hechas a partir de un<br />

puro disparate. ¡De poco serviría<br />

hoy criticar los excesos a los que<br />

puede llevar la ingeniería genética<br />

si tomamos los escritos de Lysenko<br />

como punto de partida!<br />

No sé si ha quedado claro que<br />

no me gusta Caos y orden. Quisiera,<br />

sin embargo, decir algo a<br />

favor de las intenciones de Escohotado.<br />

Hace algo más de setenta<br />

años, el nacimiento de la<br />

mecánica cuántica hizo correr<br />

ríos de tinta acerca de que la física<br />

había restaurado el libre albedrío.<br />

Muchos creyentes la saludaron<br />

con alborozo, y parece<br />

que ello también supuso un<br />

gran alivio para algunas personas<br />

que hasta entonces se creían<br />

en manos del ciego destino.<br />

Quizá estas personas se hayan<br />

venido abajo cuando Escohotado<br />

les ha sacado de su error: la<br />

mecánica cuántica no ha hecho<br />

más que profundizar en la idea<br />

de dominio de las cosas y no ha<br />

hecho nada por liberar al ciudadano.<br />

Algunas quizá se vean<br />

abocadas al posmodernismo<br />

“por una mezcla la pesimismo e<br />

izquierdismo”. Pero hay una solución:<br />

si su detergente cuántico<br />

aún le deja manchas fatalistas<br />

cámbiese a Caos. Volverá a sentirse<br />

libre y tener su destino en<br />

sus manos. Siempre está bien tener<br />

teorías reconfortantes de repuesto.<br />

n<br />

Javier García Sanz es profesor titular<br />

de Física de la Materia Condensada.<br />

79


En 1946, cuando Dolfos era<br />

aún muy joven, estuvo entrevistando,<br />

en el café de<br />

un hotel de Cuernavaca, a Malcolm<br />

Lowry, en la época en la<br />

que mi amigo colaboraba con<br />

un periódico de aquella ciudad.<br />

Dolfos me contó que en el<br />

café del hotel había, junto a una<br />

fuente interior, una estatua de<br />

Quetzalcóatl, recortándose contra<br />

una ventana que daba a la<br />

barranca y desde la que se veía el<br />

volcán. También me contó que<br />

Lowry llevaba un traje cruzado<br />

de lino tostado y un sombrero<br />

del mismo color. Su ropa estaba<br />

arrugada y sólo llevaba un calcetín.<br />

–Quetzalcóatl nació de una<br />

virgen, se autoinmoló voluntariamente,<br />

bajó a los infiernos y<br />

más tarde renació. Somos hijos<br />

de su sangre… –le había dicho<br />

Lowry a Dolfos, señalando la estatua<br />

del dios.<br />

Dolfos le dio la razón a medias.<br />

Llamar al portador de la<br />

sangre primordial Quetzalcóatl<br />

era una forma más de decir que<br />

éramos hijos del sacrificio cruento,<br />

del descenso a los infiernos y<br />

del despertar: un despertar que<br />

quizá había sido producido por<br />

“el resplandor de la sangre”, como<br />

hubiese dicho Antonio Enrique.<br />

Dolfos se separó de Lowry y<br />

se acercó a la estatua. Una de<br />

sus caras, la que estaba viendo,<br />

mostraba al dios en su aspecto<br />

más benigno, si bien no por eso<br />

dejaba de parecer una máscara<br />

funeraria, de la que se desprendía<br />

una frialdad de ultratumba.<br />

Podía parecer la cara de un resucitado,<br />

pero de un resucitado<br />

que ha pasado por el infierno.<br />

No había expresión. El artífice<br />

de la estatua no la había busca-<br />

ENTREVISTAS IMAGINARIAS DE DOLFOS NERVO<br />

MALCOLM LOWRY<br />

do. Había sólo la sensación de<br />

un gran vacío y un gran silencio.<br />

Pero si uno giraba en torno a<br />

la estatua, aparecía una imagen<br />

aún más tétrica. La cara trasera<br />

del dios se reducía a una calavera<br />

sardónica, su pecho trasero estaba<br />

abierto y se veía su corazón.<br />

Dolfos había observado que<br />

los estudiosos atribuían a Quetzalcóatl<br />

la síntesis del bien y el<br />

mal, las dos caras, el señorío de<br />

la Vida y el señorío de la Muerte,<br />

y así se lo hizo saber, con petulancia,<br />

a Lowry.<br />

El escritor sonrió con ironía,<br />

después se agitó absurdamente<br />

antes de decir:<br />

–No crea en esa clase de simplificaciones<br />

estúpidas, joven.<br />

Basta con la mera observación<br />

de esa imagen de Quetzalcóatl<br />

para saber que, más que una<br />

oposición (vida-muerte, bienmal,<br />

luz-oscuridad), el dios<br />

muestra los dos grados de una<br />

misma dialéctica mortífera…<br />

–¿Puede explicármela?<br />

–Con mucho gusto –dijo<br />

Lowry, haciendo una leve inclinación–.<br />

Como usted mismo ha<br />

comprobado, primero el dios<br />

aparece como un ser muerto,<br />

como un ser habitado por el vacío<br />

y el silencio, cuya cara es en<br />

realidad una máscara fúnebre.<br />

¿No es cierto?<br />

–Así es.<br />

–Luego el dios aparece como<br />

“el sin rostro”, el “sin máscara”,<br />

el que ha renunciado a la carne y<br />

a la piel, últimas caretas, y muestra<br />

la autoridad de sus huesos, la<br />

autoridad de su muerte. Quetzalcóatl<br />

no tiene propiamente<br />

rostro, no tiene cara. Su lado<br />

más benigno posee, como mucho,<br />

una máscara de ojos vacíos.<br />

Ni trágica ni cómica ni tragicómica.<br />

Está simplemente vacía.<br />

JESÚS FERRERO<br />

¿Y qué me dice de la calavera de<br />

su lado maligno? ¿Es o no es una<br />

máscara?<br />

Dolfos miró con estupor a<br />

Lowry antes de decir:<br />

–Parece ser que sí.<br />

–¿Parece? Lo es. Es la última<br />

máscara, y su visión no promete<br />

nada bueno. ¿Acepta que le invite<br />

a una copa de mezcal, amigo?<br />

–Naturalmente.<br />

Lowry miró con inquietud<br />

hacia la pared en la que se sucedían<br />

las botellas como libros en<br />

los anaqueles de una biblioteca.<br />

–Necesito una copa con urgencia,<br />

y eso que, como Quetzalcóatl,<br />

acabo de llegar del infierno.<br />

Aunque igual la necesito<br />

justamente por eso.<br />

Dolfos y Lowry se sentaron<br />

en una mesa junto a la estatua.<br />

Un camarero apareció en ese<br />

momento y les sirvió una botella<br />

de mezcal y dos vasos.<br />

Lowry abrió con júbilo la botella<br />

y llenó los dos vasos. Brindaron,<br />

y dieron el primer trago.<br />

Dolfos le pasó a Lowry su picadura<br />

para pipa y dijo:<br />

–¿Qué entiende usted por el<br />

infierno?<br />

Mientras cebaba su pipa,<br />

Lowry miró a Dolfos interrogativamente.<br />

Luego su mirada se<br />

hundió hacia dentro: fue un<br />

descenso evidente y rápido, como<br />

el de un ave de presa, del<br />

que se desprendió una oscuridad<br />

metálica y de una gran densidad.<br />

Por más que le extrañase<br />

a Dolfos, se trataba de una mirada<br />

fría y profunda, sin llegar a<br />

ser exactamente desesperanzadora.<br />

–¿El infierno? –Lowry dejó<br />

su pipa sobre la mesa y negó con<br />

la cabeza–. No se lo puedo decir.<br />

–¿He de deducir que para usted<br />

el infierno es inexpresable?<br />

Lowry movió enérgicamente<br />

la cabeza. Luego agotó el<br />

mezcal de su vaso, se sirvió más<br />

y dijo:<br />

–No, no… Creo que se puede<br />

expresar.<br />

–¿Lo ha intentado?<br />

–Sí, lo he intentado expresar<br />

en una novela que espera en la<br />

mesa de mi editor, y que aún no<br />

sé si me la van a publicar. Sí, puedo<br />

intentar expresar el infierno;<br />

puedo, incluso, conseguirlo, pero<br />

no con dos palabras…<br />

–Según usted, hay mucho<br />

que contar del infierno…<br />

Lowry volvió a apurar su vaso.<br />

–Desde luego…<br />

–¿Más que del cielo?<br />

–Decididamente más…<br />

–¿Quiere usted decir que el<br />

infierno tiene más posibilidades<br />

narrativas que el cielo?<br />

–Muchas más. Hay que aceptarlo,<br />

aunque le moleste al cielo.<br />

Y no olvide que al infierno se<br />

puede llegar, como al cielo, por<br />

elevación y por inmersión.<br />

–¿Cómo?<br />

Lowry apuró su vaso. Luego<br />

me señaló con el dedo y empezó<br />

a decir:<br />

–No olvide que al infierno<br />

no sólo nos arrastran los fantasmas<br />

del inconsciente, también<br />

pueden arrastrarnos al infierno<br />

los fantasmas de la conciencia.<br />

Yo no vine a México para encontrar<br />

la aniquilación y la humillación<br />

extrema. Yo vine para<br />

encontrar la iluminación…<br />

–¿Y por qué eligió México?<br />

¿Le parece una tierra propicia<br />

para la iluminación?<br />

–Sí y no.<br />

–¿Podría matizar algo más?<br />

Lowry volvió a llenar su vaso.<br />

–Quiero decir que si la iluminación<br />

incluye antes una travesía<br />

por un laberinto aterrador,<br />

80 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110


Malcolm Lowry<br />

sí que México me parece el lugar<br />

de la iluminación.<br />

–¿De la iluminación del horror?<br />

–No, de la iluminación sin<br />

más.<br />

–Da la impresión de que usted<br />

relacionase este país con la<br />

tragedia…<br />

–¿Se puede relacionar con<br />

otra cosa?<br />

–No me ha dejado acabar.<br />

Quería decir con la tragedia<br />

griega.<br />

–Alabo su intuición, señor<br />

Dolfos. La tragedia griega… Mire,<br />

yo he escrito una tragedia<br />

griega pero ambientada aquí, en<br />

Cuernavaca… Es como la tragedia<br />

de Edipo, pero en esta escenografía<br />

árida, amplia, aterradora,<br />

y cuento la historia de varias<br />

almas que se agitan bajo un volcán<br />

que es el que vemos y que es<br />

también el que no vemos… Le<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

hablo sólo del comienzo de un<br />

proyecto más amplio… Quiero<br />

escribir la tragedia misma del<br />

hombre… ¿Le parece difícil?<br />

–No sé qué decirle…<br />

–Sé que le parece difícil, a mí<br />

también… No sé si voy a tener<br />

fuerzas… El maldito mezcal… El<br />

mezcal es como un río de lava,<br />

amigo… Ah, el misterio del mezcal…<br />

Un río que acaba en un delta…<br />

Un delta muy amplio que<br />

conduce a un océano en llamas…<br />

Ja, ja… –Lowry se rió involuntariamente,<br />

luego repitió–: Sé que<br />

le parece difícil… ¿Puedo hacerle<br />

una revelación sin precedentes?<br />

–Adelante.<br />

–El hombre es una ficción.<br />

–¿En qué sentido?<br />

–El hombre es un mito.<br />

–¿Nada más?<br />

–Un mito doloroso, que siempre<br />

acaba mostrando su dolorosa<br />

verdad de fondo. A los veinte años<br />

yo era un mito para mí mismo.<br />

Supongo que ahora estoy destruyendo<br />

completamente ese mito…<br />

–¿En beneficio de otro mito?<br />

–Exactamente. Ahora el mito<br />

humano se me antoja más tormentoso.<br />

Observo que los precipicios<br />

son más amplios y más estremecedores.<br />

–¿Es usted siempre tan apocalíptico?<br />

–En el fondo sí. No es fácil<br />

escapar al propio destino, amigo.<br />

–¿Y cuál es el suyo?<br />

–A pesar de que nunca me<br />

faltan los proyectos, de momento<br />

mi destino es la indeterminación.<br />

Lo griegos lo llamaban<br />

apeiron. ¿Y el suyo?<br />

–En este momento mi destino<br />

es escuchar a todo un príncipe<br />

de las tinieblas.<br />

–Matice más. En este momento<br />

su destino es escuchar a<br />

todo un príncipe de las tinieblas<br />

del mezcal. “Yo soy el desdichado,<br />

el buey, el desconsolado, / el<br />

príncipe de Aquitania de la torre<br />

abolida. / Mi única estrella ha<br />

muerto y mi laúd constelada /<br />

lleva el negro sol de la melancolía”.<br />

¿Conoce el poema?<br />

–Sí.<br />

–Yo he visto el negro sol aquí,<br />

en Cuernavaca. Mi eclipse se está<br />

produciendo aquí. Espero<br />

que de este pantanal surja otro<br />

estado de mí mismo, que puedo<br />

imaginar tan catastrófico como<br />

los anteriores pero más elevado.<br />

¿Quiere otra copa?<br />

–Sí. Dígame una cosa, señor<br />

Lowry, ¿qué piensa de las mujeres?<br />

El escritor volvió a poner cara<br />

circunspecta.<br />

–Para mí han sido una maldición,<br />

si bien creo que se trata de<br />

una maldición necesaria. Cómo<br />

decírselo… Necesito que me cuiden,<br />

ése es mi error fundamental…<br />

Ahora no está ella, sabe…<br />

¿Y qué hago yo? Vivir transportado,<br />

vivir todo el tiempo en otra<br />

parte, gracias al alcohol.<br />

–¿Si ella estuviera aquí no bebería<br />

tanto?<br />

–Lo más paradójico es que<br />

bebería igual.<br />

Los dos se echaron a reír y<br />

brindaron con gran cordialidad.<br />

–A veces usted me recuerda a<br />

Fitzgerald –dijo Dolfos.<br />

–¿Lo conoció?<br />

–Sí. Lo estuve entrevistado<br />

en Hollywood poco antes de su<br />

muerte…<br />

Lowry asintió gravemente y<br />

exclamó:<br />

–Pobre Scotty… ¡Así que le<br />

parezco tan patético como Fitzgerald…!<br />

No intente rectificar.<br />

No me molesta. ¿A mí? ¿Molestarme?<br />

¿Imposible! –rugió–. El<br />

patetismo bien entendido es la<br />

81


MALCOLM LOWRY<br />

mejor escuela poética… Fíjese<br />

en Sófocles… Aunque era otra<br />

época, más inteligente que la<br />

nuestra y también más piadosa…<br />

Sí, sí, en tiempos de Sófocles podían<br />

matarse y se mataban, pero<br />

existían formas de piedad muy<br />

poderosas. ¿Ahora existen? Dígame,<br />

¿existen? Igual existen como<br />

reminiscencias de algo, como recuerdos<br />

vagos, que se transparentan<br />

en algunos gestos de cortesía,<br />

pero nada más… ¿He tenido<br />

piedad con mis mujeres?, me<br />

pregunto ahora. No, decididamente<br />

no. Pero, ellas, ¿la han tenido<br />

conmigo? Se lo pregunto.<br />

¿La han tenido? No, amigo, no,<br />

no la han tenido…<br />

–¿Piensa usted que esa falta<br />

de piedad está en la naturaleza<br />

humana?<br />

–Está, y se puede experimentar<br />

y desarrollar hasta grados de<br />

una muy elevada crueldad.<br />

–¿Usted lo ha experimentado?<br />

–¿Usted no? Pero le diré una<br />

cosa, nunca el hombre se presenta<br />

tan misterioso como cuando<br />

sabe perdonar.<br />

–¿Usted sabe hacerlo?<br />

–La mayoría de las veces no.<br />

De lo que deduzco que tiendo a<br />

resultar poco misterioso para las<br />

mujeres. Mire, amigo, yo puedo<br />

perdonar… Quiero decir: puedo<br />

perdonar en profundidad, sintiendo<br />

el perdón hasta los huesos.<br />

Pero de pronto surge un volcán en<br />

la mente… Miras a la mujer a la<br />

que acabas de perdonar y te das<br />

cuenta de que es falso. No puedes<br />

perdonar todavía lo imperdonable.<br />

No puedes perdonarlo nunca.<br />

–¿Y qué es para usted lo imperdonable?<br />

–Lo imperdonable, en todas<br />

las mujeres que al parecer me<br />

han querido, es que sólo creen<br />

en lo que hago.<br />

–¿Piensa usted que han de<br />

creer también en lo que no hace?<br />

–Sobre todo han de creer en<br />

lo que no hago.<br />

–¿Y qué es lo que usted no<br />

hace?<br />

–Dejar de beber.<br />

–¿Las mujeres no creen en su<br />

ebriedad?<br />

–No.<br />

–Igual su ebriedad es un infierno.<br />

–¿Y qué? –rugió–. ¿La sobriedad<br />

no lo es? Pero voy a dejar de<br />

beber, se lo juro… ¿Sabe que he<br />

visto a la muerte? Sí, en una<br />

cantina, en El Farolito, ayer por<br />

la noche… Era una “borrachona”,<br />

pero de piel de porcelana…<br />

Demasiado delicada para ser tocada,<br />

demasiado delicada para<br />

ser mirada… Los ojos tenían<br />

una frialdad malsana, se lo puedo<br />

asegurar… Le diré más: su<br />

cara era una máscara funeraria,<br />

como la cara benigna de Quetzalcóatl…<br />

Una máscara funeraria<br />

labrada con mucha delicadeza,<br />

créame… Aunque resultase<br />

muerta, aunque resultase fúnebre,<br />

emocionaba por la belleza<br />

de sus formas… El óvalo de su<br />

cara era perfecto y sus pómulos<br />

y su boca. Pero de pronto la mujer<br />

se dio la vuelta y… ¡Ay, Dios<br />

mío! La parte trasera de su cabeza<br />

era una calavera. Se lo juro…<br />

Entonces me acordé de que estábamos<br />

en martes de Carnaval<br />

y que no sólo ella, también los<br />

demás llevaban máscara, y había<br />

quienes, como ella, la llevaban<br />

por detrás. Pensé en acercarme a<br />

la mujer para saludarla, para seducirla,<br />

y me miré a mí mismo.<br />

Con dolor me di cuenta de que<br />

sólo llevaba un calcetín… ¿Sabe<br />

que últimamente me desaparecen<br />

los calcetines como por arte<br />

de magia? Juraría que se los come<br />

una serpiente… Pero, ¿qué<br />

le estaba diciendo?<br />

–Hablaba usted de la mujer<br />

de porcelana…<br />

–Ah, sí… Y de que yo llevaba,<br />

como ahora, un solo calcetín…<br />

Recuerdo que la volví a mirar.<br />

Pensé que ella no le iba a dar importancia<br />

a mi leve descuido indumentario<br />

y me acerqué. Toqué<br />

su calavera y…<br />

–¿Sí?<br />

–… y me quedé paralizado.<br />

Era una calavera fría, tan fría<br />

que me dolían los dedos… Un<br />

frío metálico, que parecía surgir<br />

del frío más profundo de la materia…<br />

Fue entonces cuando<br />

sentí un puñetazo en el rostro y<br />

perdí la conciencia. Me desperté<br />

junto a la barranca…<br />

–¿En serio?<br />

Lowry miró a Dolfos con los<br />

ojos de la desesperación.<br />

–¡Claro que en serio!<br />

–Un juego peligroso.<br />

–No lo llame juego…<br />

–¿Cómo hay que llamarlo?<br />

Lowry movió confusamente<br />

la cabeza antes de decir:<br />

–Hay que llamarlo lucha…<br />

Y también hay que llamarlo<br />

danza…<br />

–¿La danza de Zaratustra?<br />

–La danza de Zaratustra borracho…<br />

–¿Borracho junto al abismo?<br />

–¿Cree usted que un Zaratustra<br />

borracho puede bailar en<br />

algún otro lugar? Pero estoy exagerando<br />

por vanidad y por idiotez…<br />

En realidad me desperté<br />

en una atalaya que daba a la<br />

muerte. Eso es lo real, lo único<br />

real de todo esto. ¿Lo entiende?<br />

–Sí.<br />

Tras un breve silencio, Lowry<br />

empezó a decir:<br />

–Fue una experiencia horrible.<br />

Por eso quiero irme de<br />

Cuernavaca. Ahora imagino un<br />

paraíso frío, nórdico… Necesito<br />

ese frío para sobrevivir después<br />

de haber vivido…<br />

Lowry dio muestras de estar a<br />

punto de desvanecerse, pero volvió<br />

a apurar la copa de mezcal.<br />

–¿Sí?<br />

–… después de haber vivido<br />

tanto tiempo bajo el volcán<br />

–sentenció el escritor, y se desplomó,<br />

estrellándose contra el<br />

suelo.<br />

Entre Dolfos y el hostelero<br />

consiguieron llevarlo hasta su<br />

casa, donde Lowry pareció espabilarse.<br />

Esa misma mañana,<br />

gloriosa para él, recibió un telegrama<br />

de una editorial de Nueva<br />

York que estaba dispuesta a<br />

publicar finalmente Bajo el volcán.<br />

Lowry decidió celebrarlo con<br />

una copa de mezcal. El joven<br />

Dolfos Nervo rehusó su invitación<br />

y huyó de la casa del escritor<br />

con la cabeza ardiendo. n<br />

Jesús Ferrero es escritor. Autor de<br />

Bélver Yin, Amador, El último banquete,<br />

El diablo en los ojos y Juanelo o el<br />

hombre nuevo.<br />

82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110

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