JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas

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arqueo, quizá fuera pertinente advertir que la agenda de modernización española –acertada o no, que ésa es consideración de otro linaje– formulada en 1898, rigurosamente articulada hacia 1914 pero descalabrada en 1936, y penosa, trabajosamente retomada apenas en 1950, se ha visto básicamente cumplida. En buena medida, podría afirmarse que espectacularmente. Me caben pocas dudas de que esta segunda mitad de siglo pasará a las crónicas como la historia de un éxito; un éxito cuyo denominador común –nos relata con elegancia José Luis García Delgado– se encuentra en la estabilidad. La convergencia con la Europa más desarrollada se está produciendo a ojos vistas 42 . Y no es, pues, extraño que una transformación de tal envergadura llevara al presidente Aznar a la siguiente afirmación: “Creo que Ortega ahora estaría a gusto en su patria”. Sin duda, el camino recorrido ha sido muy considerable, sólido y profundo. Tiene razón Felipe González, mirando hacia atrás sin ira y revanchismo, ¡es tanto lo que hemos superado! Pero, las soluciones de unos problemas generan sus propias contradicciones o resucitan e intensifican viejas querellas. Quizá el tema, el problema de nuestro tiempo sea hacer compatible la alternancia democrática estable con una articulación territorial, viable, funcional y compartida (Fusi). Al fin y al cabo, la estrategia del nacionalismo totalitario consiste en forzar a la realidad plural un dilema falso y reduccionista entre identidad nacional y democracia, queriéndonos, otra vez, imponer después de tantas décadas y padecimientos, la más castiza de las economías del poder: aquella que introduce la violencia como moneda política de curso legítimo. Desgraciadamente, no deberíamos engañarnos con una ecuación optimista falsa. A veces la opción que nos propone la realidad no es elegible y me temo que el problema que hoy se nos plantea no sea el de redefinir el sujeto de soberanía. Tengo el firme convencimiento de que el dilema con que hoy se nos confronta –y el objetivo estratégico que se persigue– atañe a la naturaleza del poder: el de un poder militar, totalitario y excluyente. La sociedad española ha demostrado una notable capacidad de consenso, una tolerancia insuperable y una generosidad conmovedora. Ante este trance, veremos si también tiene convicciones democráticas firmes, y 42 J. Velarde: Abc, 19 de noviembre de 2000, pág. 58. Y Fusi: Abc, 2 de enero de 2001, pág. 5. 43 Apud Gurruchaga, pág. 89. 44 Jon Juaristi: Abc, 29 de octubre de 2000, pág. 3. Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA el Estado que ha construido, temple, porque no olvidemos que el nacional-socialismo vive en la esperanza de que no resistirá, de que no aguantaremos el tirón de la violencia -como, según ellos, quedó demostrado al haber “ganado [Leizarán], como en su día gana[ron] Lemóniz y mañana la autodeterminación” (Rufi Etxeberria) 43 . La España constitucional es razonablemente próspera, plural, libre y tolerante. Un buen país para vivir. No hay tantos lugares así en el mundo. Merece la pena conservarlo. Y es natural que muchos ciudadanos quieran defender aquello que lo hace posible: “Defender la Constitución, defender las libertades cívicas, defender la España democrática en el País Vasco y el País Vasco libre en la España democrática” 44 . n BIBLIOGRAFÍA CITADA AULESTIA, K.: Crónica de un delirio. Madrid, 1998. AYÇOBERRY, P.: The Social History of the Third Reich, 1933-1945. The New Press, Nueva York, 2000. AZURMENDI, M.: La herida patriótica. La cultura del nacionalismo vasco. Madrid, 1998. BELL, J. B.: The gun in politics. An analysis of Irish political conflict, 1916-1986. New Brunswick, 1991. BRACHER, K. D.: La dictadura alemana. Madrid, 1973. BULLOCK, A.: Hitler, a study in tyranny. Londres, 1969. CALLEJA, J. M.: La diáspora vasca. Madrid, 1999. CARO BAROJA, J.: Terror y terrorismo. Barcelona, 1989. 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ío Baroja es quizá el integrante de la generación del 98, y discúlpeseme la paradoja de calificar así al más destacado impugnador de la existencia de esta generación, que tiene más viva una conciencia nacional, un sentimiento patriótico de signo español. Con independencia de la existencia de alguna referencia en su obra contraria al reconocimiento de esa conciencia y sentimiento1 P , constituye una constante a lo largo de su obra la reivindicación de una conexión entre la obra artística y esa conciencia nacional: “La obra científica es más, por su carácter, universal, y no puede suponérsela, después de creada, nacional o regional; en cambio, la obra artística es siempre nacional, aunque pueda llegar por su intensidad o por su belleza a universalizarse” 2 . “El escritor fuera de su país no es nada; es un vagabundo, no porque le atiendan o no le atiendan, que eso no tiene gran importancia, sino porque no tiene en el extranjero, motivos de inspiración; por lo mismo es patriota. Es una de las razones de su vivir” 3 . Por eso tiene interés en rechazar la acusación de antipatriotismo dirigida a los escritores españoles: 1 Recoge en este sentido Miguel Sánchez Ostiz, en una reciente antología del pensamiento de Pío Baroja, una cita de Las horas solitarias en la que matizadamente se rechaza esa identificación con el nacionalismo y el patriotismo: “Me reprocha el periódico catalán de nacionalista porque digo que defendería el país si lo atacaran. No hay tal nacionalismo. Yo no sólo soy enemigo del nacionalismo, sino de la misma idea de la patria. ‘El mundo para todos los hombres’, ése sería mi lema, y si éste pareciese demasiado amplio, me contentaría con este otro: ‘Europa para los europeos’. Pero en el estado actual, si el país de uno fuera atacado, ¿qué iba a hacer el habitante? Naturalmente, contestar a la agresión”. Las horas solitarias, op. cit., vol. XIII, pág. 485. Una declaración que no invalida la tesis mantenida en este artículo, pero que ilustra el riesgo de contradicciones a lo largo de la extensa obra barojiana incluso en posiciones firmes del autor ante las grandes cuestiones políticas y sociales. 2 ‘Divagaciones apasionadas’, Obras completas, vol. XIII, pág. 882. Edición del Círculo de Lectores, Barcelona 1997-1999. 3 Textos dispersos, op. cit., vol. XVI, pág. 140. CONCIENCIA NACIONAL En ‘Memorias de un hombre de acción’, de Pío Baroja ANDRÉS DE BLAS GUERRERO “Otro reproche que se nos ha hecho a los escritores en España, desde el lado conservador, ha sido el ser poco patriotas. Es una acusación falsa. El escritor siempre es patriota. Está vinculado con el idioma, con el paisaje, con la historia de su país, y es muy difícil que no sea patriota” 4 . “Yo parezco poco patriota: sin embargo, lo soy. Yo no puedo hacer que mi calidad de español o de vasco sean las únicas categorías para mirar el mundo, y si creo que un concepto nuevo se puede adquirir colocándose en una actitud internacionalista, no tengo inconveniente en dejar momentáneamente de sentirme español y vasco… Yo quisiera que España fuera el mejor rincón del mundo, y el País Vasco, el mejor rincón de España… La verdad nacional calentada por el deseo del bien y por la simpatía, creo yo que debe ser el patriotismo” 5 . La coyuntura finisecular supone una refundación del nacionalismo español que ampara esta conciencia patriótica. A la reacción a la derrota, se une el surgimiento de un nacionalismo de la modernización, de la regeneración española, que necesita de la movilización de los recursos nacionales como vía para lograr la ansiada europeización del país. Todavía hay que añadir la reacción del nacionalismo español a la configuración de unos definidos movimientos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco, una reacción que se concreta en proyectos de integración o de eliminación de esa protesta nacionalista de signo periférico. Se trata, pues, de una conciencia nacional barojiana bien entonada en la coyuntura general de la vida española. Una conciencia nacional que se inserta en una larga tradición de nacionalismo liberal español que, en el siglo XX, tiene una manifestación preferente en la obra de Ortega, M. Azaña y en algunos representantes de la generación del 98, como M. de Unamuno, Azorín, A. Machado y el propio Baroja. A partir de esta constatación, se hace tentadora la relectura de su larga serie de 4 Ayer, hoy, op. cit., vol. XVI, pág. 167. 5 Juventud egolatría, op. cit., vol. XIII, pág. 356. novelas históricas Memorias de un hombre de acción con la vista puesta en esta cuestión nacional. En esta serie de 22 novelas publicadas entre 1912 y 1934, con una estructura narrativa compleja en que se suceden los retrocesos y las recuperaciones del hilo narrativo 6 , Baroja aborda importantes aspectos de la vida política española de la primera mitad del siglo XIX a propósito de la vida del guerrillero y conspirador y pariente suyo Eugenio de Aviraneta. En ocasiones se ha subrayado el contraste de la visión nacionalista de Benito Pérez Galdós en sus Episodios nacionales con la visión más universalista de la revolución liberal que subyace a la vida novelada de Eugenio de Aviranta: “Las diferencias entre las novelas históricas de Galdós y Baroja –escribe en este sentido Jon Juaristi– son de fundamento. Don Pío no quiso escribir una novela histórica nacional, sino una novela sobre un personaje histórico cuyo tiempo fue, casualmente, el de la construcción del Estado-nación español. Pero este personaje, Aviraneta, traspasa con frecuencia los límites geográficos de España. Sus actividades conspirativas lo llevan a Bayona, a París, a Londres; viaja a México, a Alemania, a Egipto y a Grecia. Esta continua movilidad le permite establecer comparaciones, ver el liberalismo como un vasto movimiento que abarca continentes: no como un asunto nacional, sino como una corriente general de la civilización” 7 . Mi impresión es que, aunque las Memorias de un hombre de acción no constituyen una visión nacional similar a los Episodios nacionales, hay a lo largo de sus páginas suficientes apuntes para poner de manifiesto la hondura de la conciencia nacional barojiana. En su discurso de ingreso en la Real Academia Española, no tiene reparo 6 Un estudio relativamente reciente de la estructura narrativa de la serie en Mariano Ezequiel Gowland: Las memorias de un hombre de acción, de Pío Baroja, editorial Pliegos, 1996. 7 Jon Juaristi: Prólogo a la edición de Obras completas del Círculo de Lectores, vol. III, pág. 29. 22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110
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