JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas
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DE ‘NOVECENTO’ A ‘EL PADRINO’<br />
dente: la sofocante densidad dramática<br />
de LIC deja paso en LC al<br />
clima parcialmente bienhumorado<br />
de la tragicomedia. La trama<br />
del relato gira en torno a una<br />
carta enviada por ETA para exigir<br />
50 millones de pesetas a diferentes<br />
industriales, comerciantes<br />
y profesionales en concepto de<br />
impuesto revolucionario. Uno de los<br />
destinatarios de la misiva es un<br />
diseñador a punto de abrir una<br />
elegante tienda de moda masculina<br />
en pleno centro de San Sebastián.<br />
La carta responsabiliza a<br />
Luis Casas –“usted y la clase a<br />
que pertenece”– de una situación<br />
“insostenible” de “paro,<br />
marginación progresiva de la<br />
lengua y la cultura vascas, salvaje<br />
ocupación militar, centenares<br />
de presos en cárceles de exterminio”<br />
y le acusa de contribuir<br />
“ideológica y económicamente a<br />
través del pago de los impuestos<br />
al sostenimiento del Estado policial”.<br />
De no pagar esos 50 millones<br />
“en billetes usados de numeración<br />
discontinua” entregados a un<br />
cobrador de ETA “en concepto de<br />
colaboración a la lucha del pueblo<br />
trabajador”, el destinatario del<br />
chantaje “será ejecutado allí donde<br />
se encuentre” (LC, 27).<br />
Los protagonistas de las dos<br />
novelas de R. G. G. se encuentran<br />
casi en las antípodas. A diferencia<br />
de Lizarraga (“más vasco<br />
que las boinas de Elósegui”, LIC,<br />
116), un euskaldún sobrio y ahorrativo<br />
que se ha abierto camino<br />
en la industria con el trabajo de<br />
sus manos y que se halla camino<br />
de la vejez, Luis Casas, un castellanohablante<br />
nacido en el Bierzo,<br />
se ha dedicado desde siempre<br />
a la publicidad, el diseño, el<br />
marketing o las ventas y recibe<br />
la carta del chantaje el día en que<br />
cumple 50 años. Vinculado al<br />
País Vasco por su boda con una<br />
muchacha de Eibain de familia<br />
hidalga, Luis Casas no tiene demasiadas<br />
cosas en común con<br />
Lizarraga: el arraigo social en<br />
Guipúzcoa, la pertenencia a la<br />
sociedad gastronómica Lagunak<br />
y el apoliticismo. Narrada en primera<br />
persona desde la voz del<br />
extorsionado, la novela cuenta<br />
las angustias de un personaje algo<br />
chisgarabís escrutado repen-<br />
tinamente por la mirada de la<br />
muerte en el mejor momento de<br />
su vida: con buena salud y padre<br />
de tres hijos, estrena piso en un<br />
barrio distinguido frente al río<br />
Urumea y se siente querido por<br />
sus amigos, entre los que no faltan<br />
jatorras aficionados a participar<br />
en la tamborrada donostiarra<br />
y en los carnavales. El contrapunto<br />
dramático de la amenaza<br />
provocada por la carta es el secuestro<br />
ya realizado del industrial<br />
bilbaíno Ángel Larrañaga,<br />
en poder de ETA desde hacía varias<br />
semanas; y el contraste cómico,<br />
el inesperado cruce de otra<br />
extorsión hecha a Luis Casas a<br />
cuenta de una aventura galante.<br />
Si LIC puede emparentarse<br />
cinematográficamente con La<br />
tierra de la gran promesa, El<br />
hombre de mármol, ¡Qué verde<br />
era mi valle! o Novecento, los paralelismos<br />
fílmicos de LC son las<br />
comedias italianas de Alberto<br />
Sordi, Ugo Tognazzi o Vittorio<br />
Gassman, la pareja aventurera<br />
de Bonnie and Clyde, de Arthur<br />
Penn, el sindicalismo mafioso<br />
de La ley del silencio, de Elia Kazan,<br />
o el sórdido clima de El Padrino,<br />
de Francis Ford Coppola.<br />
A diferencia de LIC, los etarras<br />
no llegan a aparecer en escena,<br />
aunque el lector sepa que negocian<br />
tranquilamente las condiciones<br />
para el pago y el cobro<br />
de los impuestos revolucionarios<br />
en los restaurantes de Hendaya.<br />
En cualquier caso, la percepción<br />
social de ETA ha sufrido<br />
cambios entre LIC y LC. Siguen<br />
vivos los lugares comunes sobre<br />
las motivaciones y las metas políticas<br />
de sus atentados, en teoría<br />
dirigidos sólo contra los agentes<br />
del aparato represivo del Estado<br />
y sus cómplices: “Ninguno de<br />
los cadáveres era civil: son unos<br />
asesinos, pero no se puede negar<br />
que cuidadosos y eficaces”,<br />
le dice a Luis Casas el amigo que<br />
ha identificado desde el balcón al<br />
autor de un sangriento atentado<br />
y ni siquiera se plantea la posibilidad<br />
de denunciarlo (LC, 103).<br />
Un banquero comenta que esos<br />
“muchachos” de ETA “tienen<br />
una cosa a su favor, la profesionalidad,<br />
y eso, hasta en el delito,<br />
es una garantía” (LC, 233). Los<br />
nacionalistas moderados llevan<br />
su comprensión todavía mas allá:<br />
los etarras “están en contra de la<br />
empresa privada pero no desean<br />
arruinar el país”, razón por la<br />
cual son muy “sensibles” al riesgo<br />
de que sus extorsionados<br />
quiebren (LC, 259).<br />
A mediados de los ochenta,<br />
sin embargo, sigue perdiendo<br />
fuerza el pathos de ETA creado<br />
bajo el franquismo, esto es, la<br />
presunción favorable a las motivaciones<br />
de los verdugos y contraria<br />
(“algo habrá hecho”) a sus<br />
víctimas. Un trabajador en huelga<br />
de la factoría número dos<br />
cuando Lizarraga se encuentra<br />
secuestrado sostiene<br />
“que ningún grupo, ni siquiera los que<br />
han optado por la violencia, ha cometido<br />
jamás un acto de terrorismo puro,<br />
de violencia gratuita que escandalizaría<br />
al pueblo porque todos los actos han sido<br />
de terrorismo político contra personas<br />
vinculadas al régimen, no neutrales,<br />
y éste es un proceso no deseable pero<br />
lógico cuando a una organización política<br />
se le cierran los cauces democratizadores”<br />
(LIC, 207 y 208).<br />
En esa asimétrica división de<br />
virtudes y pecados, la satanización<br />
de las víctimas es todavía<br />
más odiosa que la glorificación<br />
de sus verdugos. En Eibain es<br />
asesinado de madrugada en el<br />
portal de su casa con un tiro en<br />
la nuca un guardia municipal<br />
afiliado a Comisiones Obreras<br />
“querido por su simpatía y apreciado<br />
por su diligencia”; corre la<br />
voz de que el crimen es obra de<br />
“los fachas, los incontrolados”, y<br />
el funeral se convierte en una<br />
manifestación de duelo multitudinaria;<br />
tras la lectura del<br />
evangelio, sin embargo, “radio<br />
macuto” propala la noticia de<br />
que ETA reivindica la muerte<br />
del guardia “por chivato”: la inmensa<br />
nave del templo<br />
“empezó a vaciarse con el mismo comedimiento<br />
que si se hubiera declarado<br />
un incendio” (LC, 140).<br />
Pero la correlación entre los<br />
asesinados por ETA y su supuesta<br />
culpabilidad perdió definitivamente<br />
todo sentido después<br />
de matanzas como el atentado<br />
de Hipercor de 1987.<br />
También bajo la democracia se<br />
fueron aflojando los nexos entre<br />
nacionalismo y socialismo. Todavía<br />
a mediados de los setenta<br />
un portavoz de la organización<br />
terrorista declara al forastero que<br />
recoge en Eibain testimonios sobre<br />
el secuestro de Lizarraga que<br />
“la riqueza de Euskadi es debida en<br />
gran parte al sudor de miles de trabajadores<br />
inmigrados […] nuestra liberación<br />
como clase trabajadora vasca será<br />
posible mediante la conjunción solidaria,<br />
nunca supeditación, de los esfuerzos<br />
de revolucionarios de todos los oprimidos<br />
y explotados dentro del Estado<br />
español y francés” (LIC, 249).<br />
A mediados de los ochenta, el<br />
etnicismo excluyente de ETA y<br />
la inhumanidad de sus procedimientos<br />
son ya plenamente evidentes<br />
para los vascos que no<br />
pertenezcan a la familia nacionalista.<br />
En esa época surgen<br />
también los paralelismos entre<br />
las broncas callejeras organizadas<br />
por los nacionalistas radicales<br />
afines a ETA y el matonismo<br />
fascista de antaño.<br />
“Gente aguerrida de gatillo alegre”<br />
[comenta un automovilista obligado a<br />
abandonar su coche frente a una barricada<br />
formada por adolescentes de HB].<br />
“Gente increíble de camisa azul blandiendo<br />
la enseña falangista, la misma<br />
araña negra pero ésta con las flechas en<br />
horizontal, gente irascible desalojando al<br />
proletariado al grito de baja fascista en<br />
vez de baja rojo, el mundo al revés, un<br />
admirable ejército que va a la guerra pidiendo<br />
amnistía al enemigo” (LC, 284).<br />
Al imaginarse a los “guardianes<br />
de la esencia nacional” que<br />
le amenazan con la muerte si no<br />
paga, Luis Casas concluye:<br />
“Los revolucionarios son los ángeles<br />
custodios de su propio orden, imponen<br />
la multa y después eligen al infractor,<br />
es el castigo en busca de culpa, perversa<br />
inversión más cronológica que ética”<br />
(LC, 262).<br />
Una novedad de LC es la siniestra<br />
bandada de banqueros y<br />
abogados que han hecho en el<br />
País Vasco de la intermediación<br />
en las extorsiones y los secuestros<br />
a la vez un lucrativo negocio<br />
y una forma de mantenerse a salvo<br />
de ese tipo de chantajes, sin<br />
renunciar, al tiempo, a buscar<br />
motivaciones ennoblecedoras a<br />
58 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 110