JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas
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Hitler era la liquidación de las reparaciones<br />
de Versalles y la introducción de una<br />
política nacionalista extrema en todos los<br />
órdenes. Extrema pero controlable. Eso<br />
comenzaron a pensar algunos partidos hacia<br />
1930. Una “estrategia de domesticación”<br />
que se demostró fundamental en la<br />
resistible ascensión del nazismo, para tomar<br />
prestado el título brechtiano. Porque,<br />
en este sentido, es sabido, aunque frecuentemente<br />
olvidado, que Hitler no ganó el<br />
poder en unas elecciones ni su investidura<br />
de una votación parlamentaria, de hecho,<br />
nunca logró en unas elecciones libres más<br />
del 37% del voto ni más de 230 escaños<br />
en una cámara de 583 diputados 2 . Fue<br />
nombrado canciller por los poderes especiales<br />
que el artículo 48 de la Constitución<br />
de Weimar atribuía al presidente<br />
Hindenburg. Y en la decisión que llevó a<br />
este nombramiento, fruto de una complicada<br />
y tortuosa “partida de ajedrez por el<br />
poder” (Goebbels), la idea de aceptar a los<br />
nazis (NSDAP) 3 en el juego político, coaligarse<br />
con ellos, pactar, intentar utilizarlos,<br />
atraérselos o dividirlos –que de todo<br />
hubo en aquellos años– la idea, en fin, de<br />
2 En las elecciones de julio de 1932.<br />
3 Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei<br />
(Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores).<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
concederles beligerancia política y tratarles<br />
en definitiva “como uno más” (Hitler), resultó<br />
decisiva.<br />
Hasta 1929, los nazis estuvieron relegados<br />
al ostracismo político. Lo mismo<br />
que los comunistas entre la izquierda democrática,<br />
el NSDAP era considerado en<br />
la derecha y el centro democráticos, incluso<br />
entre la derecha reaccionaria del<br />
DNVP 4 , reliquia del imperio derrotado,<br />
como un partido apestado, radical y violento,<br />
dirigido por un “don nadie de Viena”,<br />
arquitecto frustrado y pintor fracasado,<br />
un “tenor heroico” (Spengler) y “maestro<br />
de oratoria histérica” (A. J. P. Taylor),<br />
histriónico y ciclotímico, a quien el rancio<br />
presidente Hindenburg consideraba “un<br />
cabo de Bohemia” déclassé, inadecuado para<br />
cualquier puesto de responsabilidad estatal<br />
más allá de la administración de correos.<br />
Y lo cierto es que hasta 1930 los nazis<br />
formaban un partido marginal que<br />
ocupaba tan sólo 12 escaños en un congreso<br />
de casi quinientos diputados. Marginal<br />
pero violento y vociferante. El abandono<br />
de las tácticas golpistas que habían<br />
llevado al fracasado putsch de Múnich en<br />
1923, convenció a Hitler de que la confrontación<br />
directa con el Estado era un<br />
4 Deutschnationale Volkspartei (Partido Nacional<br />
Alemán del Pueblo).<br />
error estratégico peligroso y de que el partido<br />
debería concentrar sus esfuerzos en la<br />
organización interna y la lucha electoral.<br />
Pero la nueva línea Adolf légalité evitaba el<br />
choque con la autoridad, pero no la violencia<br />
contra el adversario político. Una<br />
violencia que tenía su expresión en un<br />
sangriento vandalismo callejero y una propaganda<br />
desorbitada y vociferante. Las soflamas<br />
nazis hacían diana sobre todo en<br />
las “vergonzosas y monstruosas” (Hitler)<br />
reparaciones que la República debía pagar<br />
a los Aliados como prueba de “esclavización”<br />
de Alemania por la rapacidad extranjera,<br />
en convivencia con el corrupto<br />
“sistema” de Weimar, según los nacionalistas<br />
“una democracia judía” (Hitler), “artificial”<br />
y hueca, servida por políticos incapaces<br />
y traidores. A pesar de su aliento resentido<br />
y xenófobo, fondo disparatado e<br />
irracional, reacciones “histéricas”, gestos<br />
“dervichescos” (Thomas Mann), rituales<br />
wagnerianos 5 “primitivos” (Klemperer) y<br />
ademanes desencajados que a muchos recordarían<br />
hoy las teatrales procesiones<br />
abertzales, aquella “enciclopedia del resentimiento”<br />
–para tomar prestado el término<br />
que Mikel Azurmendi adjudica al dis-<br />
5 B. Williams: ‘Wagner & Politics’, The New<br />
York Review of Books, 2 de noviembre de 2000,<br />
pág. 42.<br />
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