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JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas

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cesidad de eliminar a Hitler, porque, como<br />

vino a asegurar el industrial nacionalista<br />

Nikolaus von Halem después de la lóbrega<br />

noche de junio de 1934, sólo la<br />

fuerza era respuesta ante los “mensajeros<br />

del caos”. En marzo de 1939, Hitler ocupaba<br />

Praga, y el 3 de septiembre invadía<br />

Polonia. En ninguno de esos lugares había<br />

minorías alemanas significativas que<br />

quisieran autodeterminarse. Churchill,<br />

hasta entonces marginado y arrinconado<br />

como un agorero extremista, tuvo a la<br />

postre razón. La autodeterminación y<br />

la “liberación nacional” (Kershaw) de los<br />

alemanes no era la meta del nazismo –o al<br />

menos no lo era principalmente: el verdadero<br />

objetivo estratégico era la dictadura<br />

totalitaria en el interior y la conquista en<br />

el exterior. Ninguna de las dos era inevitable.<br />

Fue el optimismo voluntarista, la<br />

natural repugnancia a enfrentarse con una<br />

realidad demasiado terrible como para ser<br />

asimilada, fueron los errores de muchos<br />

políticos dentro y fuera de Alemania, su<br />

incapacidad de comprender la naturaleza<br />

violenta y revolucionaria de aquel movimiento<br />

radicalmente inasimilable, fue su<br />

ambición por hurtar parte del capital político<br />

del nacionalismo nazi, su confusión,<br />

en fin, de metas tácticas (reparaciones,<br />

nacionalismo, autodeterminación) por<br />

objetivos estratégicos (poder totalitario y<br />

conquista militar) lo que las hizo posibles.<br />

El pueblo frente a los ciudadanos:<br />

el PNV y la construcción<br />

de un nacionalismo revolucionario<br />

Hasta aquí el caso alemán. Las diferencias<br />

entre el espinoso contexto internacional y<br />

económico de la Alemania de entregue-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

rras y la España próspera y segura de la<br />

Unión Europea no necesitan ser subrayadas.<br />

Son evidentes. Y, sin embargo, existen<br />

ciertas similitudes interesantes e instructivas<br />

entre los dos casos. La naturaleza<br />

totalitaria y la composición heterogénea<br />

del movimiento nazi, su capacidad de<br />

aglutinar grupos muy distintos en un<br />

propósito común revolucionario y etnocentrista,<br />

de un nacionalismo excluyente<br />

y agresivo, es semejante en el Movimiento<br />

de Liberación Nacional Vasco (MLNV).<br />

La hábil combinación entre tácticas legalistas<br />

y violencia, con algunas diferencias,<br />

también es común a ambos movimientos.<br />

La capacidad de explotar, hasta el desconcierto<br />

y la desesperación de Gobiernos y<br />

políticos democráticos, los resquicios de<br />

una estructura legal garantista, de un sistema<br />

político tolerante y de una opinión<br />

indulgente, cuando no remordida, no es<br />

tan distinta en uno y en otro caso. Pero el<br />

emparejamiento más curioso se produce<br />

observando la reacción que ambos movimientos<br />

han suscitado entre sus rivales. El<br />

PNV padece la misma fascinación por el<br />

populismo violento nacionalista que infectó<br />

al Zentrum católico y a sus aliados<br />

nacionalistas bávaros desde 1930. En ambos<br />

casos, hay una curiosa mezcla, explosiva<br />

a la postre, entre la ambición por heredar<br />

el capital social y político de los violentos<br />

y el convencimiento de poder<br />

manipularlos políticamente. En los dos<br />

casos, una dosis sobrada de soberbia intelectual<br />

les lleva a confundir tosquedad y<br />

barbarie, violencia y crueldad con estupidez.<br />

“La historia del nacional-socialismo”,<br />

nos advierte Karl Dietrich Bracher, “es la<br />

historia de su subestimación”. En los dos<br />

<strong>JOSÉ</strong> <strong>VARELA</strong> <strong>ORTEGA</strong><br />

casos, el nacionalismo supuestamente<br />

moderado ha considerado que le era políticamente<br />

más rentable liquidar una coalición<br />

democrática (el PNV con el PSOE,<br />

el Zentrum con el SPD) para encabezar<br />

un frente nacionalista (llámese de Estella<br />

o de Harzburg). Y, en ambos casos, el relativo<br />

varapalo electoral no les ha empujado<br />

a rectificar, sino a porfiar en una línea<br />

política que rápidamente iba abandonando<br />

el marco constitucional para precipitarse<br />

en la oscura construcción de una comunidad<br />

étnica, donde “la creencia de<br />

base cívica” se desvanece “a consecuencia<br />

de la creencia de base holista en el pueblo”<br />

(Azurmendi). En los dos casos también,<br />

la utopía de la construcción de la<br />

“nación auténtica”, con la quimera por<br />

atraerse e integrar al nacionalismo revolucionario,<br />

ha servido en la práctica de legitimación<br />

y coartada justificativa a los violentos,<br />

ha degradado gravemente –en muchos<br />

casos invertido– los parámetros<br />

morales de las respectivas sociedades, ha<br />

frenado, y hasta paralizado o desvirtuado,<br />

la acción de las fuerzas de orden (de la<br />

Ertzaintza, en el País Vasco) hasta originar<br />

un clima de impunidad que ha permitido<br />

la muerte, persecución o coacción<br />

de los disidentes demócratas y la ocupación<br />

del espacio público por el vandalismo<br />

totalitario.<br />

La persistente obsesión de los partidos<br />

nacionalistas de centro-derecha por<br />

colocarse al frente de la manifestación nacionalista,<br />

y su horror a verse desbordados<br />

en este punto por revolucionarios y violentos,<br />

es común en ambos tiempos y latitudes<br />

y merece un pensamiento. En ambos<br />

casos, parte de dos premisas harto<br />

discutibles (tres para el País Vasco, siendo<br />

la tercera el convencimiento y temor ante<br />

facto del PNV que la amenaza del fin del<br />

nacionalismo revolucionario, tras la caída<br />

de la cúpula de ETA en Bidart, “los golpes<br />

judiciales” y “el rechazo masivo” en<br />

Ermua, “pudiera conllevar la derrota de<br />

todo nacionalismo”) 11 . Las dos premisas<br />

compartidas tienen relación con la naturaleza<br />

del nacional-socialismo (nazi o<br />

etarra) y con la peculiar idea que el nacionalismo<br />

de centro-derecha tiene de los<br />

objetivos políticos de sus aliados revolucionarios.<br />

En su afán por integrarlos y dirigirlos,<br />

es lo cierto que el centro y la derecha<br />

(Zentrum-VP-DNVP o PNV-EA)<br />

ignoran la naturaleza revolucionaria y totalitaria<br />

de los violentos o han pretendido<br />

11 Vid. J. M. Calleja: La diáspora vasca [en adelante,<br />

Calleja], págs. 252 y 253. Madrid, 1999.<br />

13

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