JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas
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su chalaneo. Alguno se limita<br />
a manifestar su vocación humanitaria<br />
y a recomendar al chantajeado<br />
el deber de supervivencia:<br />
“Lo primero, mentalizarse<br />
con esta pregunta: ¿qué tengo yo<br />
que valga más que mi vida? Y<br />
con la única respuesta posible:<br />
sea cual sea el precio, mi vida vale<br />
más” (LC, 158) Otro desvergonzado<br />
mediador se dedica esa<br />
tarea porque “considero un deber<br />
la pacificación del país y trato<br />
de conseguirlo disminuyendo<br />
la violencia” (LC, 99) Si la verosimilitud<br />
literaria del relato coincidiera<br />
–como es de temer– con<br />
la veracidad histórica de los hechos,<br />
la penetración en la sociedad<br />
civil vasca de la trama dedicada<br />
a financiar a ETA mostraría<br />
un irreversible deterioro moral.<br />
Hay retratos muy logrados de<br />
esos profesionales de la extorsión:<br />
el intermediario que cita a<br />
sus clientes en Ulía mientras<br />
practica el jogging y cobra el<br />
10% sobre los pagos a ETA como<br />
compensación por los gastos<br />
realizados; el director de la caja<br />
que trabaja en colaboración con<br />
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
un atildado abogado abertzale y<br />
propone operaciones crediticias<br />
con dinero negro; el banquero<br />
que aconseja pagar el chantaje<br />
como si fuese “una carga de estructura<br />
fija en su empresa” (LC,<br />
234). La distanciada actitud de<br />
los amigos ante sus problemas<br />
le enseña a Luis Casas el desapego<br />
aprensivo que suscitan las<br />
enfermedades contagiosas y “la<br />
limitada preocupación con que<br />
se analiza un problema ajeno”<br />
(LC, 81). La frialdad del entorno<br />
produce el efecto perverso<br />
añadido de agravar la situación;<br />
“el peligro radica en las lágrimas<br />
derramadas en un hombro tras<br />
otro: extenderse uno mismo el<br />
certificado de víctima es propiciar<br />
el advenimiento de la catástrofe”<br />
(LC, 123) El chantajeado<br />
se siente un pelmazo al contar<br />
sus cuitas a los amigos y tiene la<br />
vaga sensación de acelerar la catástrofe<br />
al interiorizar el pecado:<br />
ser víctima de una extorsión<br />
“no es ninguna lacra, y sin embargo<br />
acaba contaminándote,<br />
por algún extraño mecanismo<br />
termina uno siendo culpable”<br />
(LC, 183). Las alienadas relaciones<br />
de la víctima con sus verdugos<br />
producen una inversión de<br />
papeles: “Mi miedo es su poder”<br />
(LC, 327). El temor de los indiferentes<br />
coadyuva al aislamiento:<br />
“Entre los hielos del espanto<br />
crece el edelwaiss de la cobardía,<br />
la bella flor de un futuro sin<br />
amenazas” (LC, 328).<br />
4. Nacionalismo y religión<br />
El terrorismo se define por la inseguridad<br />
generalizada que producen<br />
sus imprevisibles designios<br />
sobre la sociedad entera.<br />
Con dos excepciones: el mundo<br />
de la Iglesia y la trama civil relacionada<br />
con ETA. Por un lado,<br />
los ensotanados herederos del<br />
cura Santa Cruz, el párroco carlista<br />
de Hernialde que obligaba<br />
a confesar y a comulgar a sus<br />
víctimas antes de fusilarlas, logran<br />
con su complicidad activa,<br />
su connivencia pasiva o su benevolencia<br />
neutral el privilegio<br />
de no ser molestados; “son mis<br />
enemigos sobrenaturales –piensa<br />
Luis Casas– y no estoy dispuesto<br />
a bailarles el agua: si exis-<br />
te el infierno allí lo discutiremos<br />
con más libertad que en una de<br />
sus sanguinarias sacristías” (LC,<br />
138). De otro, los nacionalistas<br />
moderados establecen unas relaciones<br />
de pacífica y atemorizada<br />
coexistencia con “la casta intocable”<br />
de esa “minoría inasequible<br />
al desánimo que dirige<br />
una unidad de destino en lo<br />
universal” (LC, 328).<br />
El apoyo, la complicidad, el<br />
encubrimiento o la equidistancia<br />
entre el Estado de derecho y<br />
la banda terrorista ofrecidos a<br />
ETA por el mundo eclesiástico y<br />
por la familia nacionalista constituyen<br />
la principal invariante<br />
del periodo transcurrido entre<br />
la publicación de las dos novelas<br />
de R. G. G. No resulta fácil establecer<br />
el lugar preciso que<br />
ocupan en esa línea continua,<br />
que va desde la colaboración encubierta<br />
hasta la neutralidad hipócrita,<br />
todos y cada uno de los<br />
obispos, frailes, sacerdotes o exclaustrados<br />
y de los dirigentes,<br />
militantes, votantes o simpatizantes<br />
del Partido Nacionalista<br />
Vasco (PNV) y Eusko Alkartasuna<br />
(EA) Es evidente, en cambio,<br />
que ETA ha recibido de<br />
esos ámbitos el oxígeno suficiente<br />
para seguir respirando<br />
durante sus peores crisis, sea la<br />
disolución de ETA (político-militar)<br />
en 1981, la caída en Bidart<br />
de su cúpula dirigente en<br />
1992 y el desmantelamiento de<br />
su aparato legal (con el cierre<br />
de Egin incluido) durante el verano<br />
de 1998. Del lado de la<br />
Iglesia, a los sociólogos de la religión<br />
les corresponde la tarea<br />
de descubrir las claves de la necrófila<br />
pasión de los sacerdotes<br />
por el martirologio ajeno, sea<br />
para fomentarlo, sea para compadecerlo,<br />
y de su empatía por<br />
los nacionalismos. La tradicional<br />
enemiga de los eclesiásticos al<br />
poder de los laicos también ayuda<br />
a entender la sistemática<br />
apuesta de la Iglesia contra el<br />
Estado, su gran competidor a la<br />
hora de conseguir la lealtad y la<br />
obediencia voluntaria de los fieles.<br />
Pero el apoyo del clero vasco<br />
al nacionalismo radical o moderado<br />
tiene seguramente claves específicas,<br />
relacionadas con la reli-<br />
DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
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