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JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas

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Con Smith también se permite<br />

Sennett más de una licencia<br />

de difícil justificación. El<br />

escocés es, para nuestro autor,<br />

el promotor de la idea negativa<br />

de rutina laboral. La intensa<br />

división del trabajo es desastrosa<br />

para el ser humano. “Smith<br />

identifica el crecimiento de los<br />

mercados y la división del trabajo<br />

con el progreso material<br />

de la sociedad, pero no con su<br />

progreso moral”. Cualquier<br />

posibilidad de desarrollo del<br />

carácter del trabajador pasa por<br />

romper con la rutina de una<br />

minuciosa división del trabajo.<br />

Para Adam Smith, los efectos<br />

negativos de la rutina son el<br />

efecto de la intensa parcelación<br />

de las tareas en el puesto de<br />

trabajo, un problema, en cualquier<br />

caso, regional. La división<br />

del trabajo aparece en su<br />

obra económica como la instancia<br />

fundamental de una<br />

economía de progreso que<br />

puede generar sistemáticamente<br />

un bienestar y prosperidad<br />

compartidos por las tres clases<br />

económicas en que divide la<br />

sociedad. La división del trabajo<br />

también tiene efectos positivos<br />

sobre la sociabilidad en la<br />

economía de libertad natural,<br />

lo que significa que es un factor<br />

positivo de civilidad y un<br />

facilitador más de la simpatía<br />

humana. Para Smith, por tanto,<br />

el problema de la rutina es<br />

un problema, ni más ni menos.<br />

El problema de un trabajo<br />

muy dividido que estupidiza a<br />

los que lo ejercen, que compromete,<br />

por tanto, en el puesto<br />

de trabajo, su fuste moral y aun<br />

su inteligencia. Hay, pues, en<br />

Smith un enunciado del problema<br />

de la alienación del<br />

hombre por el trabajo rutina-<br />

Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

rio. Pero también hay un bosquejo<br />

de la restauración humana<br />

fuera del trabajo, por la<br />

educación según su propuesta.<br />

Es decir, hay en el escocés la<br />

primitiva formulación del problema<br />

de la no coincidencia,<br />

en numerosos casos, entre trabajo<br />

y vida, de la difícil identificación<br />

completa de estas dos<br />

realidades.<br />

Sennett confunde los términos<br />

de la discusión sobre el<br />

trabajo en el Siglo de las Luces.<br />

En ningún caso puede sostenerse<br />

que ésta enfrentase las<br />

ideas positiva y negativa de la<br />

rutina laboral. Un Diderot inexistente<br />

frente a un Smith sesgado.<br />

Ni el primero es lo que<br />

pretende Sennett ni el segundo<br />

es tal como lo pretende. Si examinamos<br />

la historia de los discursos<br />

del trabajo en el Siglo<br />

de las Luces, la principal oposición<br />

que encontramos es la<br />

que enfrenta a los philosophes<br />

franceses e ilustrados escoceses<br />

y a Rousseau. Pero esta diferencia<br />

no discute de la rutina<br />

del trabajo sino, siendo breve,<br />

de diferentes opciones respecto<br />

a la misma realidad ontológica<br />

del trabajo, particularmente del<br />

trabajo manual. Frente a un<br />

discurso sobre la realidad del<br />

trabajo de muy bajo perfil ontológico,<br />

otro, el de Rousseau,<br />

en el que el trabajo se convierte<br />

en un elemento fuerte para<br />

la propia configuración del ser<br />

humano. En esta discusión, Diderot<br />

no juega un papel relevante,<br />

Smith sí.<br />

Las licencias y el desenfoque<br />

de Sennett cuando remite<br />

a los orígenes la polémica sobre<br />

el trabajo rutinario tienen su<br />

efecto y trascendencia. Nuestro<br />

autor sostiene que la rutina<br />

(idea positiva de rutina) es capaz<br />

de sustentar una imagen<br />

fuerte del trabajo y, por tanto,<br />

la convierte en un importante<br />

factor del carácter fuerte del<br />

trabajador más moderno. Sin<br />

embargo, argumentar así supone<br />

situarse no ya en la estela<br />

inexistente de Diderot sino, en<br />

tal caso, en la de Rousseau. Es<br />

decir, rechazar totalmente, de<br />

entrada, la opción más débil, la<br />

que entendía que el trabajo,<br />

precisamente el trabajo productivo,<br />

nunca podría soportar<br />

un sentido y una significación<br />

de gran espesor: el trabajo como<br />

una imprescindible realidad<br />

humana en la que, sin embargo,<br />

no puede anclarse todo<br />

el hombre, todo el carácter del<br />

hombre.<br />

Sennett traza la línea gruesa<br />

de la idea negativa de rutina<br />

laboral, la que va de Adam<br />

Smith a Marx y de éste a las visiones<br />

críticas del fordismo,<br />

avatar definitivo de la rutina<br />

laboral smithiana. De la fábrica<br />

de alfileres del economista escocés<br />

a la General Motors de<br />

Willow Run, visitada de la mano<br />

de Daniel Bell. En toda esta<br />

tradición, la rutina es una degradación<br />

de lo humano.<br />

Recorrido este itinerario,<br />

nuestro autor vuelve la vista<br />

atrás, a Diderot. Frente a tanto<br />

menosprecio y tanta crítica de<br />

la rutina, recuperemos el discurso<br />

que permite presentarla<br />

con ropajes mucho más halagüeños.<br />

Recuperemos a Diderot,<br />

aunque este Diderot, como<br />

ya apuntamos, sea difícilmente<br />

recuperable por inexistente.<br />

“La rutina puede degradar, pero<br />

también puede proteger,<br />

puede descomponer el trabajo,<br />

pero también componer una<br />

vida”, afirma Sennett, y añade:<br />

“Diderot no creía que la rutina<br />

fuera degradante; al contrario,<br />

creía que la rutina fomentaba<br />

la aparición de una narrativa a<br />

medida que las reglas y los ritmos<br />

del trabajo evolucionaban<br />

gradualmente”. De todas formas,<br />

si Diderot, alejado de nosotros<br />

más de doscientos años,<br />

no puede ser reclamado como<br />

un sostén demasiado firme de<br />

las ventajas de la rutina, a mano<br />

tenemos otros diderots<br />

puestos al día, bregados en las<br />

batallas de la crítica social y<br />

cultural de nuestro propio<br />

tiempo. A la voz de Sennett se<br />

presenta solícito Anthony Giddens,<br />

“el mayor heredero moderno<br />

de Diderot”. Giddens<br />

aporta al relato el valor fundamental<br />

de la costumbre en las<br />

prácticas sociales y en la autocomprensión.<br />

Es decir, las ventajas<br />

de la tan malparada rutina<br />

del trabajo, aquí identificada,<br />

sin más, con las rutinas de<br />

la vida.<br />

Sennett sostiene que la<br />

idea de la rutina como algo degradante<br />

en sí mismo termina<br />

por atacar la misma naturaleza<br />

del proceso de trabajo y a su<br />

“madre”, “la mano muerta de<br />

la burocracia”. Detrás de esta<br />

peligrosa operación, el autor ve<br />

la imposibilidad de replantearnos<br />

las condiciones mismas en<br />

las que se realiza el proceso del<br />

trabajo, pues esto último supone<br />

asumir la propia rutina del<br />

trabajo, la “jaula de hierro” de<br />

la burocratización que rutiniza<br />

el trabajo. Las ventajas de la<br />

rutina y de la burocratización<br />

son las ventajas de lo permanente,<br />

de lo que permite la planificación<br />

de la vida a largo<br />

plazo, de lo que facilita una na-<br />

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