JOSÉ VARELA ORTEGA - Prisa Revistas

significa atención incompartida:
quiere esto decir que escribió
dos libros independientes que
luego se empalmaron por un
error informático? ¿No es sacar
de contexto las referencias hablar
del principio de indeterminación
para los precios de las acciones?
¿Y, qué decir del “pueblo”
como un atractor fractal?
Curiosamente, es Escohotado
el que culpa a los científicos
de sacar cosas de contexto. Sokal
y Bricmont son censurados por
no haber criticado que científicos
como Gell-Mann tomen palabras
de uso cotidiano para
nombrar algunos conceptos
científicos. (Al parecer, Aristóteles
tenía derecho a tomar la
palabra “hylé” del habla ordinaria,
pero este derecho ya no les
asiste a científicos posteriores.
Puestos a tomar palabras de
prestado, podían haberlo hecho
con palabras que le permitieran
hacer a Escohotado algún brillante
ejercicio etimológico al
modo heideggeriano). Sucede,
sin embargo, que aunque los fí-
Nº 110 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA
sicos tomen palabras del habla
ordinaria para bautizar conceptos
científicos, suelen tener la
buena costumbre de definir claramente
lo que entienden por
ellas, y cuando uno entiende las
ideas y no se queda en los nombres
es difícil llamarse a engaño.
Nadie espera encontrar vacas
en los campos electromagnéticos,
ni nadie adereza una
ensalada con los “sabores” de las
partículas elementales. (Por cierto,
que no hay dos “sabores”,
una “extrañeza” y un “encanto”,
sino que hay seis “sabores” entre
los que se encuentran la “extrañeza”
y el “encanto”). Y, desde
luego, Gell-Mann no escribió
ningún ensayo sobre fisiología
del gusto “con atención incompartida”
antes de enunciar su teoría
de partículas.
Pero si el tomar palabras prestadas
de este tipo no entraña demasiado
peligro, sí es peligroso
hacer extrapolaciones injustificadas
de unos dominios a otros;
y hay que reconocer que en esto
los científicos tampoco están li-
bres de pecado ni mucho menos.
Criticar los excesos cometidos
en nombre de la ciencia es
una actividad muy saludable, pero
en cualquier caso convendría
distinguir las extrapolaciones hechas
a partir de una idea correcta
de las hechas a partir de un
puro disparate. ¡De poco serviría
hoy criticar los excesos a los que
puede llevar la ingeniería genética
si tomamos los escritos de Lysenko
como punto de partida!
No sé si ha quedado claro que
no me gusta Caos y orden. Quisiera,
sin embargo, decir algo a
favor de las intenciones de Escohotado.
Hace algo más de setenta
años, el nacimiento de la
mecánica cuántica hizo correr
ríos de tinta acerca de que la física
había restaurado el libre albedrío.
Muchos creyentes la saludaron
con alborozo, y parece
que ello también supuso un
gran alivio para algunas personas
que hasta entonces se creían
en manos del ciego destino.
Quizá estas personas se hayan
venido abajo cuando Escohotado
les ha sacado de su error: la
mecánica cuántica no ha hecho
más que profundizar en la idea
de dominio de las cosas y no ha
hecho nada por liberar al ciudadano.
Algunas quizá se vean
abocadas al posmodernismo
“por una mezcla la pesimismo e
izquierdismo”. Pero hay una solución:
si su detergente cuántico
aún le deja manchas fatalistas
cámbiese a Caos. Volverá a sentirse
libre y tener su destino en
sus manos. Siempre está bien tener
teorías reconfortantes de repuesto.
n
Javier García Sanz es profesor titular
de Física de la Materia Condensada.
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