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SANTOS JULIÁ - Prisa Revistas

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cuando caracterizan la política,<br />

también la moderna, de biopolítica<br />

8 . En el origen de esta caracterización<br />

está el artículo de Levinas,<br />

de 1934, titulado Quelques<br />

reflexions sur la doctrine du hitlerisme.<br />

Ahí define al fascismo como<br />

biopolítica, es decir, como<br />

una doctrina caracterizada por el<br />

encadenamiento del hombre al<br />

cuerpo. Ese encadenamiento no<br />

es visto como una maldición sino<br />

que es elevado a principio espiritual<br />

supremo; de ahí que la autenticidad<br />

se entienda como fidelidad<br />

al cuerpo, esto es, a la sangre<br />

y a la tierra. A Levinas lo que le<br />

interesa es llamar la atención sobre<br />

la novedad de esta “doctrina<br />

del hitlerismo”, que rompe todo<br />

el esfuerzo civilizatorio, protagonizado<br />

“por el judaísmo, el cristianismo<br />

y el liberalismo”, empeñados<br />

en liberar al hombre del<br />

encarcelamiento que suponen el<br />

cuerpo y el tiempo. Ahora bien,<br />

en la reimpresión que hace en<br />

1990 añade una apostilla muy<br />

significativa. Se pregunta, en efecto,<br />

si la modernidad escapa realmente<br />

al encarcelamiento, inicialmente<br />

asignado al fascismo.<br />

En 1979 Foucault retoma el<br />

tema de la biopolítica para significar<br />

la quintaesencia política de la<br />

modernidad: el liberalismo. Éste<br />

no sería, en contra de lo que se<br />

suele decir, la expresión del entusiasmo<br />

moderno por la libertad,<br />

una organización de la vida política<br />

desde la libertad, sino más<br />

bien una apuesta por la seguridad<br />

del cuerpo. La libertad sólo interviene<br />

como combustible necesario<br />

al buen funcionamiento de un<br />

orden social volcado en el desarrollo<br />

del individuo y en las garantías<br />

de seguridad del cuerpo.<br />

Agamben da un paso más. Para<br />

él no sólo la modernidad sino<br />

toda la filosofía política occidental,<br />

desde Aristóteles hasta la de-<br />

8 Obligado en este punto es la obra de<br />

G. Agamben Homo Sacer, Pre-Textos,<br />

Valencia, 1998, y también G. Agamben,<br />

Lo que queda de Auschwitz, Pre-Textos,<br />

Valencia, 1999. El texto de Foucault está<br />

parcialmente publicado en Magazin Literaire,<br />

núm. 207, mayo de 1984, págs. 35-<br />

39. Cf. igualmente E. Levinas, Quelques<br />

reflexions su la philosophie du hitlerisme,<br />

Rivages de Poche, París, 1997.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

mocracia liberal, está afectada del<br />

mal de la biopolítica. Es una tesis<br />

muy osada, pues parecería que<br />

entre el fascismo y el liberalismo<br />

no hay diferencias. ¿Cómo lo argumenta?<br />

Para la política el hombre<br />

no es un sujeto de derechos sino<br />

“nuda vida” o, dicho en sus<br />

propios términos, un “homo sacer”,<br />

esto es, alguien a quien cualquiera<br />

puede matar impunemente<br />

pues su vida no tiene ningún<br />

valor sacrificial. El hombre se encuentra<br />

ante el poder como el<br />

hombre de Kafka Ante la Ley,<br />

abandonado, supeditado a un<br />

bando que le obliga al sometimiento<br />

sin poder saber por qué ni<br />

en qué. Vistas así las cosas, el campo<br />

se convierte en el símbolo de la<br />

política. En el campo, en efecto,<br />

se suspende la ley y el hombre sólo<br />

vale como nuda vida. Pero ¿no<br />

es un poco exagerado concebir al<br />

ciudadano de un sistema democrático<br />

como nuda vida?, ¿acaso<br />

no se le reconocen unos derechos<br />

humanos?, ¿acaso no es él el principio<br />

de legitimidad de la ley?,<br />

¿qué tiene que ver un dictador<br />

con un presidente democrático?<br />

Son preguntas legítimas pero que<br />

se disuelven tan pronto como las<br />

confrontamos con la realidad: juzguemos<br />

la doctrina de los derechos<br />

humanos a la luz de la débil<br />

figura del sin-papeles; reflexionemos<br />

sobre quién decide los grandes<br />

asuntos de nuestro tiempo;<br />

pensemos en lo que significa la<br />

vida de los vivos en países asolados<br />

por el terrorismo 9 ; no perdamos<br />

de vista el papel de la violencia<br />

en la fundamentación y<br />

conservación del derecho... Al final<br />

de estas reflexiones podríamos<br />

encontrarnos como el campesino<br />

de Kafka que decide un buen día<br />

visitar la ley como quien visita un<br />

parque. Resulta que no puede en-<br />

9 El debate moderno sobre el terrorismo<br />

(también en España) está viciado de<br />

alguna manera, pues tanto el Estado como<br />

los terroristas juegan con un mismo<br />

principio pero de dudosa moralidad, a saber,<br />

que el día que dejen de matar se hará<br />

“borrón y cuenta nueva”. Si bien se<br />

mira, lo que subyace a este principio es la<br />

valoración absoluta de la vida de los vivos.<br />

Todo (se puede pagar) por los vivos. Como<br />

si la reconciliación fuera posible al<br />

margen del significado de los muertos.<br />

trar, aunque esté la puerta abierta<br />

y el guarda se haga a un lado. Allí<br />

quedará esperando y morirá Ante<br />

la Ley, preguntándose hasta el último<br />

minuto por qué le prohíben<br />

la entrada.<br />

Agamben no sólo tiene a su<br />

favor la letra pequeña (la confrontación<br />

de las grandes palabras<br />

con la realidad de los hechos),<br />

sino el apoyo de una larga<br />

tradición de filosofía política.<br />

Cuando Carl Schmitt define la<br />

política como el enfrentamiento<br />

entre un pueblo amigo y otro<br />

enemigo, precisando que la<br />

amistad de un pueblo consiste<br />

en la comunión de sangre y tierra,<br />

lo que nos está diciendo es<br />

que la sola diferencia racial convierte<br />

al otro pueblo en enemigo.<br />

En política, el otro, por ser otro,<br />

es enemigo; de ahí que Hegel<br />

entienda que la relación de un<br />

Estado con otro Estado sólo<br />

pueda ser la guerra. Bien es verdad<br />

que la biopolítica añade un<br />

plus a la definición schmittiana,<br />

pues aquélla no sólo desconoce<br />

cualquier atisbo de subjetividad<br />

moral en el otro (en esto coincidiría<br />

con Schmitt), sino ni siquiera<br />

en el propio. El nazi sólo<br />

puede ver al judío como nuda<br />

vida si él previamente ha encarcelado<br />

su ser en la tierra y en la<br />

sangre. Y tratará de destruir al<br />

otro por lo que ese otro tiene de<br />

amenaza al grupo de pertenencia<br />

cuya razón de ser es precisamente<br />

la afirmación de lo que les distingue<br />

de los otros y que el otro<br />

pone en peligro: la raza.<br />

Pero por muy tentadora que<br />

sea esa línea de reflexión, prefiero<br />

seguir otra más ceñida al<br />

tema que nos ocupa y que no<br />

es sino el de la relación entre<br />

progreso y barbarie. Esa otra línea<br />

es la que abre Walter Benjamin<br />

en sus notas Sobre el concepto<br />

de Historia 10 . Pues bien,<br />

en la tesis VIII hace esta sorprendente<br />

confesión a propósito<br />

del fascismo:<br />

“Su fortuna proviene desde hace bastante<br />

del hecho de que sus adversarios lo<br />

combaten en nombre del progreso”.<br />

10 W Benjamin: Discursos interrupidos,<br />

págs. 177-190. Taurus, Madrid, 1989.<br />

REYES MATE<br />

Nada favorece tanto al fascismo<br />

como ser considerado lo<br />

opuesto al progreso, pues de esta<br />

guisa se favorece... al progreso de<br />

la barbarie. Resulta extraño concebir<br />

el progreso como el caldo<br />

de cultivo del fascismo. Pero ¿en<br />

qué el progreso y el fascismo se<br />

dan la mano? Hay un punto de<br />

convergencia. Observemos, en<br />

efecto, que lo propio del fascismo<br />

es tratar al hombre como nuda<br />

vida y no ya como sujeto de<br />

derechos. Y ¿el progreso?, ¿acaso<br />

no debemos al progreso el reconocimiento<br />

del hombre, de todo<br />

hombre, como sujeto de derechos?<br />

¿No dice la Declaration des<br />

droits de l’homme et du citoyen, de<br />

1789, que todo hombre, por el<br />

hecho de nacer, es sujeto de tales<br />

derechos? Eso es verdad, pero no<br />

hay que olvidar que lo que caracteriza<br />

a las concepciones progresistas<br />

de la historia, del derecho o<br />

de la moral es fijar el sentido del<br />

hombre individual fuera de él; esto<br />

es, en un punto espacial o temporal<br />

exterior al individuo de carne<br />

y hueso. Ese punto exterior<br />

puede llamarse futuro o mayoría<br />

social. El sentido del individuo<br />

está en función del futuro o de la<br />

mayoría, lo que quiere decir que<br />

en sí mismo no es nada, es sólo<br />

combustible de un futuro mejor o<br />

del interés general.<br />

Lo que hace la concepción<br />

progresista es mirar el todo desde<br />

el punto de vista del progreso, de<br />

los beneficiados por el progreso.<br />

Naturalmente que reconoce que<br />

en ese camino triunfal hay víctimas,<br />

hombres concretos que<br />

quedan en las cunetas de la historia,<br />

pero éstos son la excepción<br />

que confirma la regla. Es el precio<br />

de la historia. Benjamin, que<br />

ha observado atentamente toda<br />

la trayectoria del progreso, rompe<br />

el discurso con esta intempestiva<br />

reflexión: “La tradición de<br />

los oprimidos, el estado de excepción,<br />

es la regla” (tesis VIII).<br />

Podemos hacer dos lecturas de la<br />

historia: una progresista y otra<br />

desde los oprimidos. Para la primera,<br />

la opresión, la injusticia,<br />

es un precio provisional, una etapa<br />

pasajera, una excepcionalidad;<br />

para los oprimidos, sin embargo,<br />

la susodicha excepcionalidad<br />

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