SANTOS JULIÁ - Prisa Revistas

Carlos Hunneus,
El régimen de Pinochet.
Editorial Sudamericana
Santiago de Chile, 2000.
Felipe Portales,
Chile, una democracia tutelada.
Editorial Sudamericana
Santiago de Chile, 2000.
La lectura de dos nuevos libros
sobre el pasado reciente de Chile
resulta aleccionadora para un español
no sólo por el impacto que
la evolución última de este país
ha tenido sobre el panorama internacional
iberoamericano o por
las cuestiones relacionadas con el
procesamiento de Pinochet sino,
sobre todo, por la comparación
entre esa trayectoria política y la
nuestra. Con frecuencia los perfiles
de una evolución histórica
aparecen de forma más nítida
cuando se perciben con el trasfondo
de otra en parte semejante
y en parte distinta. Se trata
de dos libros, aunque aparecidos
en una misma editorial, de
muy diversa factura. El de Hunneus,
conocido especialista en
ciencia política y autor del mejor
texto extenso aparecido hasta
el momento acerca de la
Unión de Centro Democrático
española, busca la distancia, la
comparación y la frialdad del
científico, mientras que el de
Portales, lleno de signos de exclamación,
reivindica una democracia
plena para su país y
deplora las repetidas cesiones de
los políticos demócratas chilenos
frente a los restos del pasado
dictatorial. Lo que resulta más
interesante de ambos no es tanto
la información que proporcionan,
con ser ésta merecedora
del calificativo, sino que el conocedor
del caso español a través
de sus páginas adivina, ha-
ciendo un ejercicio de historia
virtual, lo que acaso hubiera podido
suceder en la etapa mas
decisiva de nuestro pasado reciente.
Dos dictaduras
El libro de Hunneus es, sin duda,
el mejor estudio acerca de la
dictadura de Pinochet actualmente
existente. Su lectura permite
constatar las muy curiosas
similitudes existentes con el franquismo,
a pesar de la distancia
cronológica existente entre los
momentos de gestación de las
respectivas dictaduras. Lo que
llama más la atención no es tanto
el paralelo entre ambos regímenes
sino que se tratara del
único caso de semejanza buscada
de forma voluntaria y eligiendo
el modelo español como tal, en
especial teniendo en cuenta que
el paralelismo se produjo en la
fase final del régimen de Franco,
cuando éste estaba en su fase declinante.
Otros paralelismos del
régimen de Franco derivan de la
sintonía cronológica en algún
momento preciso.
La comparación es posible,
en primer término, desde el
punto de vista de la personalidad
de los dictadores. Como
Franco, Pinochet fue un tardío
conspirador por quien las autoridades
legales no tuvieron tan
graves motivos de desconfianza
hasta el final. Ni siquiera fue el
mas brutal de los militares golpistas,
papel que en la etapa inicial
parece haberle correspondido
al general de aviación Leigh,
autor del bombardeo del palacio
presidencial. A diferencia de
Franco, no parece haber sido un
general particularmente prestigioso;
su carrera profesional tuvo
un carácter burocrático, al la-
POLÍTICA
CHILE DESDE ESPAÑA
JAVIER TUSELL
do del general Prats, cuya confianza
acabó traicionando. A pesar
de su condición de militares,
ambos personajes no estuvieron
exentos de capacidades
políticas. Pinochet, por ejemplo,
a pesar de haber hecho la friolera
de casi cincuenta cambios ministeriales,
consiguió evitar las
defecciones políticas que fueron
habituales en el franquismo.
En lo que de nuevo aparece
la semejanza entre el pinochetismo
y el franquismo es en el
logro de un grado notable de estabilidad
a partir del momento
en que se originó el régimen.
Ésta es una diferencia con respecto
a las dictaduras iberoamericanas
de la década de los setenta,
mucho mas efímeras. En
ello, aunque sin duda jugó un
papel objetivo la habilidad de
cada uno de los dictadores, hubo
también, claro está, factores
derivados de las circunstancias.
En España se produjo una larga
guerra civil y en Chile una grave
crisis del Estado. Prueba de
esta última es que no sólo se trató
de aplicar un programa que
tenía en su contra a la mayoría de
la población sino que la totalidad
del Ejército estuvo a favor
de la subversión del orden legal, y
que también el poder judicial
y la contraloría contribuyeron
indirectamente a ella. En España,
en cambio, fue la división
del Ejército y de las fuerzas de
orden público la que, al impedir
la victoria instantánea de los sublevados,
provocó la guerra. Pero
no hubo en Chile enfrentamientos
armados de verdadera
entidad, ni siquiera algo relativamente
semejante, como la
existencia de miles de guerrilleros
en la Argentina previa al golpe
militar.
Inexistente el peligro de una
subversión revolucionaria, lo
que creó la ruptura con respecto
al pasado –y, en definitiva, permitió
la estabilidad de la dictadura–
fue una represión muy
violenta al principio, como en
el caso del franquismo. Hubo
un total de 3.200 muertos, de
los que 1.823 fueron en 1973,
pero la eliminación física del adversario
perduró hasta el mismo
final del régimen. Sin duda, este
último rasgo señala la verdadera
diferencia entre los dos casos.
En términos cuantitativos y
proporcionales, la represión franquista
fue infinitamente superior,
pero la de Pinochet estaba
demasiado cercana como para
poder ser olvidada, mientras que
en la España de Franco las ejecuciones
de septiembre de 1975
en absoluto pueden compararse
en número con las de 1939. La
represión franquista podía ser
perdonada porque el paso del
tiempo (y el recuerdo de que
también la izquierda la había llevado
a cabo) lo permitía, pero
no fue ése, en absoluto, el caso
de Chile.
Hasta ahora nos hemos referido
a los orígenes de la dictadura
chilena; a continuación se
pueden establecer paralelismos
sobre el propio régimen una vez
ya estabilizado. Por más que en
Chile hubiera en el Poder Judicial
y en la universidad un proceso
adaptación forzada a la dictadura
con la correspondiente
selección del personal, la purga
producida en España en el conjunto
de la Administración fue
incomparablemente superior.
En los dos regímenes hubo un
cierto y peculiar pluralismo, pero
distinto porque la distancia
existente entre los grupos del pi-
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