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SANTOS JULIÁ - Prisa Revistas

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dar las tesis que, de rondón, bajo la excusa<br />

del curso de la historia, se presentaban<br />

como indiscutibles. De eso tratan estas<br />

páginas, de la urdimbre última con la que<br />

se tejían las consignas que abastecían al<br />

pensamiento único, que no era otra que<br />

la tradición liberal. Porque si bien es cierto<br />

que, como tal, el pensamiento único<br />

–ni el pensamiento de sus críticos, a qué<br />

negarlo– no era de hondo calado 2 , sí lo<br />

era la trastienda en la que con enorme naturalidad<br />

nos instalaba, la perspectiva a la<br />

que apenas perceptiblemente nos conducía:<br />

el liberalismo.<br />

2 En cierto modo, la propia flojera del pensamiento<br />

único era antes que otra cosa señal de su fuerza<br />

práctica. Como nos enseñó el desbravado marxismo<br />

cultivado en la URSS, sucede por lo general que,<br />

cuando se tiene el poder bien amarrado, los ideólogos<br />

no pierden las horas en pulir doctrina. Total, para<br />

qué. Cuando estamos acríticamente instalados en un<br />

modo de vida, ni se nos ocurre pensar en justificarlo.<br />

Nadie se preocupa de “fundamentar” la respiración o<br />

la visión. Sencillamente, sucede.<br />

Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

En las líneas que siguen se intentarán<br />

mostrar algunos de los nervios argumentales<br />

que dan vida al pensamiento único. Se<br />

seguirá el hilo que lleva desde la metáfora<br />

publicística, desde esa imprecisa argamasa<br />

de conjeturas, de datos más o menos bien<br />

hilvanados, hasta una suerte de piezas argumentales<br />

que apuntan directamente a los<br />

principios liberales. Se verá que, por debajo<br />

de la palabrería periodística, hay estrategias<br />

argumentales y apelaciones normativas que<br />

entroncan con el núcleo liberal. Una de<br />

ellas recupera argumentos “clásicos” al servicio<br />

de la tesis del “final de la historia”: el<br />

mercado estaría más allá de disputa moral<br />

porque constituye una inexorable estación<br />

de paso –y término– de la evolución humana.<br />

En otros casos, no se escamotea el punto<br />

de vista moral: sencillamente se juzga<br />

que la mirada “única” lo es porque arranca<br />

de principios más allá de toda disputa. Se<br />

verán cuatro de esas formulaciones de principio<br />

que, respectivamente, apelan a la incompatibilidad<br />

entre libertad e igualdad, la<br />

responsabilidad y el esfuerzo, la propiedad,<br />

los derechos.<br />

Las dos estrategias coinciden en el diagnóstico<br />

de la indisputabilidad del escenario<br />

institucional. Pero hay una importante variación<br />

en los procedimientos. Mientras la<br />

primera se presenta como “amoral”, la segunda<br />

se reconoce radicalmente moralista.<br />

La primera viene a decir que disputar sobre<br />

la moralidad del mercado es como disputar<br />

sobre la bondad de la estructura atómica:<br />

un puro desatino. El mercado está más allá<br />

de cualquier disputa, es ajeno a la moral y<br />

no reclama justificación alguna. Por contra,<br />

la segunda estrategia reconoce su compromiso<br />

con ciertos valores y, más en general,<br />

con los derechos, y por derivación, defiende<br />

ciertas formas institucionales que, entiende,<br />

se acomodan mejor a la realización de estos<br />

valores. No se trata, se dice, de que el mercado<br />

y la democracia –cierta idea de democracia–<br />

estén más allá de la moral, es que<br />

moralmente son indiscutibles.<br />

Conviene en todo caso advertir que las<br />

estrategias anteriores pocas veces aparecen<br />

desnudas, que lo más común en los “ejercicios”<br />

de pensamiento único es una amalgama<br />

de juicios empíricos, de “teoría” económica<br />

de periódico (o de consultorías o de<br />

analistas financieros) y de valoraciones encubiertas<br />

al servicio de argumentaciones de<br />

“sentido común”.<br />

Las estrategias clásicas<br />

La tesis de la “amoralidad del mercado” se<br />

presenta en diversas formulaciones 3 . Una<br />

reconstrucción compacta de la mejor versión<br />

no variaría mucho de la siguiente. El<br />

mercado ha permitido sustituir a sociedades<br />

asentadas en reclamos morales y en relaciones<br />

personales por una sociedad en<br />

3 Con más detalle, F. Ovejero, Mercado, ética y<br />

economía, Icaria, Barcelona, 1994. Son diversas las líneas<br />

de argumentación que apuntan a la “amoralidad” del<br />

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