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pecuniaria 3 .<br />
Y no viéndolo, no se entiende<br />
la escuela (hasta la Universidad),<br />
sino como una guardería, como<br />
un sitio donde almacenar a nuestros<br />
hijos a base de atosigarles de<br />
conocimientos sin una utilidad<br />
muy clara, pero con la clara finalidad<br />
de que no anden en la calle<br />
jugando o quejándose de la falta<br />
de trabajo 4 . Y no viéndolo, no se<br />
ve que el profesor sea algo más<br />
que un autómata funcionario cuyo<br />
objetivo es la repetición un<br />
año y otro de un mismo y monótono<br />
temario (sin tampoco tener<br />
muy claro por qué ese temario<br />
y no otro). Y no viéndolo, tenemos<br />
problemas para engarzar<br />
las distintas asignaturas que en su<br />
gran mayoría han perdido todo<br />
su sentido a punto tal que nuestro<br />
mundo del saber es el de los<br />
juegos de mesa: todos los conocimientos<br />
valen lo mismo, versen<br />
sobre física cuántica, filosofía, deportes<br />
o sucesos de la prensa rosa.<br />
Y estos puntos ciegos de<br />
nuestra visión escolar afectan a<br />
todos, a quienes confían en la<br />
escuela y a quienes la componen:<br />
nadie sabe ya por qué estudiamos<br />
lo que estudiamos, nadie<br />
sabe siquiera, y eso es lo peor,<br />
por qué debemos estudiar lo que<br />
miento, capacitación profesional. Como si<br />
ni siquiera el conocimiento sirviera a la configuración<br />
de nuestra identidad y, no sirviendo<br />
tampoco a la construcción de la ciudadanía,<br />
quedara como una herramienta<br />
flotando en manos de un impersonal mercado<br />
–de trabajo–.<br />
4 Y aquí es una realidad dolorosa el hecho<br />
de que, de una manera inercial, cada<br />
vez sean más los jóvenes que acuden a la<br />
Universidad sin otro motivo confesado que<br />
retrasar su entrada en el mercado de trabajo<br />
y con el reconocimiento, no sé si un tanto<br />
cínico, de que sus estudios universitarios<br />
no les darán conocimientos que les vayan a<br />
servir en su futura dedicación profesional.<br />
Ésta es una de las partes problemáticas de<br />
las muchas que tiene hoy nuestra Universidad<br />
–y nuestros estudios secundarios superiores–.<br />
Y la de peor arreglo. Porque ya<br />
no es sólo que se haya perdido el sentido de<br />
la Enciclopedia; es que se abomina incluso<br />
de la Enciclopedia por ser algo poco<br />
acorde con los intereses laborales –que casi<br />
son los único intereses contemporáneos–<br />
y en tal abominación se ha perdido –por<br />
inútil, desfasada y falta de lógica– la misma<br />
necesidad de aprender, de conocer. Cualquier<br />
moderno de los de antes diría que se<br />
ha perdido la misma necesidad de ser libre<br />
y autónomo –la misma necesidad de la democracia.<br />
Nº 121 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
estudiamos. Por ello nuestra situación<br />
hoy debiera plantearnos<br />
no ante el problema de si eliminamos<br />
una o dos asignaturas, sino<br />
ante la cuestión más profunda<br />
de si merece la pena enviar a<br />
nuestros hijos a la escuela que<br />
les hemos construido y preparar<br />
a nuestros futuros conciudadanos<br />
según el modelo de instrucción<br />
que les tenemos reservado.<br />
Ya no si latín, música o<br />
economía, sino si realmente merece<br />
la pena que la enseñanza<br />
pública sea un compendio de saberes<br />
(que van de las matemáticas<br />
a la historia, de la geografía a<br />
las ciencias de la vida) o debiera<br />
ser algo de signo muy diferente<br />
(a saber: un repertorio de habilidades<br />
para pensar, para ver la<br />
televisión, quizá simplemente algunas,<br />
muy pocas, materias bien<br />
encaminadas al desempeño profesional…).<br />
3. La confusión de objetivos<br />
en la educación que hemos<br />
construido<br />
En verdad, puestos a capacitar a<br />
nuestros hijos para su futura<br />
profesión, resulta absurdo un<br />
planteamiento escolar tan profuso<br />
en asignaturas diferentes<br />
como el que les hemos preparado.<br />
Ahora bien, ¿es deseable –es<br />
democrática– la educación meramente<br />
vocacional? A mi modo<br />
de ver la respuesta ha de ser claramente<br />
negativa. Y de tal negación<br />
debiera derivarse un replanteamiento<br />
completo de<br />
nuestra escuela que en este momento<br />
prefiero dejar para más<br />
adelante para ocuparme ahora<br />
de la postura que respondiera<br />
que sí, que realmente la escuela<br />
no debe sino prepararnos primordialmente<br />
para nuestra propia<br />
y privada “realización” personal<br />
(cualquier cosa que sea esa<br />
“realización” enajenada del bien<br />
público). Pues bien, ni siquiera<br />
para eso vale hoy nuestra escuela<br />
y aquí tenían mucha razón<br />
aquellos directores de cursos y<br />
masters dirigidos a la capacitación<br />
profesional. No, nuestra escuela<br />
no sirve para la preparación<br />
puramente vocacional. Y<br />
por ello, no es raro que nuestros<br />
hijos a quienes nadie les ha di-<br />
cho que sirva para otra cosa, se<br />
sientan incómodos en ella, poco<br />
atañidos 5 . ¿Para qué sirve?<br />
En verdad la respuesta al para<br />
qué enseñamos (la pregunta<br />
que hoy aparece de modo recurrente<br />
en las reflexiones sobre el<br />
“desastre” de nuestra educación<br />
obligatoria) es simple: enseñamos<br />
para poder desarrollar una ciudadanía<br />
feliz, para cultivarnos, para<br />
ser mejores. De aquí que la preocupación<br />
para que los estudiantes<br />
se interesen en sus muy variadas<br />
asignaturas que van de la educación<br />
física a las matemáticas y de<br />
la literatura a las ciencias naturales<br />
sólo pueda surtir efecto si el estudiante<br />
sabe que se está formando,<br />
que se está cultivando, que<br />
toda aquella disciplina (en el doble<br />
sentido de la palabra) que se le<br />
impone tiene como fin hacerle<br />
mejor, perfeccionarle, darle, en<br />
definitiva, un cultivo moral. Mas<br />
como hoy todos esos objetivos ya<br />
no nos dicen nada la misma educación<br />
escolar carece de sentido (y<br />
aquí lo peor del caso es que no<br />
dicen nada a quienes hoy estudian,<br />
y no nos dicen nada ni siquiera<br />
a nosotros, ni siquiera a<br />
quienes insistimos en que nuestros<br />
hijos deben ser educados<br />
–¿educados?, ¿para qué?, ¿en qué?–).<br />
4. La educación liberal<br />
No quiero que se entienda nada<br />
raro con esta proclama por el cultivo<br />
moral y por el perfeccionamiento.<br />
Realmente la Enciclopedia<br />
nunca fue un conjunto de<br />
volúmenes convenientemente encuadernados<br />
y archivados, sino<br />
un vivo laborar de saberes y conocimientos<br />
con el que se auspiciaba<br />
una ciudadanía crítica, solidaria<br />
e imaginativamente empá-<br />
5 Sí es evidente que no todos los alumnos<br />
se sienten desafectos con sus estudios,<br />
pero aquellos que aceptan con ganas la educación<br />
enciclopedística son aquellos que realmente<br />
son capaces de entrever (por habilidad,<br />
adivinación o educación familiar),<br />
que tras la escuela camina algún tipo de<br />
perfeccionamiento. Y no sólo verlo, también<br />
apechar con el ridículo de creérselo<br />
en plena adolescencia.<br />
6 Sigo en este punto a Martha C.<br />
Nussbaum: El cultivo de la humanidad.<br />
Una defensa clásica de la reforma en la<br />
educación liberal, Editorial Andrés Bello,<br />
Barcelona/Santiago de Chile, 2001.